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Santa

Bernardita
Lirio
de
María

BERNADETTE SOUBIROUS
Vidente de la Virgen de Lourdes.
María Bernarda nació el 7 de enero de 1844, en Lourdes
[Francia]; falleció el 16 de abril de 1879, a los 35 años, en
Nevers [Francia]. Padres: François Soubirous y Louise
Castérot.
Hija de padres sumamente pobres; la mayor de varios
hermanos; sus padres vivían en un sótano húmedo y
miserable; el padre tenía por oficio botar la basura del
hospital. En el bautismo la nombraron María Bernarda,
pero todos la llamaban BERNARDITA.
Beatificación: 14 de junio de 1925. Canonización: 8 de
diciembre de 1933.
Principal Santuario: Santuario de Lourdes.
Orden religiosa: Hermanas de la Caridad de Nevers.
Festividad: 16 de abril.
Patronazgo: Si bien la Virgen María, en su advocación de
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, es considerada la
patrona principal de los enfermos, se asocia por extensión
a Bernardita con la protección de los mismos, como
también a personas ridiculizadas por su piedad, a los más
pobres entre los pobres, a las pastoras y a los pastores.

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BIO
+ Pastora, mística y religiosa francesa.

+ Su cuerpo permanece incorrupto en Nevers, Francia.

+ Una serie de 18 apariciones marianas que


Bernardita afirmó haber tenido en 1858 [en
Lourdes, Francia] y los milagros que las sucedieron,
le confirieron fama mundial ya al momento de su
muerte.

+ Nació en el Molino de Boly, Lourdes.

2
-Casa paterna de Bernardita, en Lourdes, también llamada Molino Lacadé, donde vivió la
familia a partir de 1863. En esta casa murió su madre, Louise, el 8 de diciembre de 1866.
Con anterioridad, la familia había vivido en el Molino de Boly, donde nació Bernardita, y
en el calabozo de la calle des Petits Fossés, de donde salió a buscar leña el día en el cual tuvo
su primera visión [11 de febrero de 1858, cuando ella tenía 14 años]. Fotografía conservada
en la Biblioteca Nacional de Francia-

-Bio-
Bernarda era la mayor de 9 hermanos, de los cuales sólo
algunos sobrevivieron a los primeros años de vida. Por la
condición de extrema pobreza de sus padres, vivían en un
viejo sótano en un molino húmedo y miserable. Su padre,
François, tenía por empleo [en el momento de las
apariciones] reunir la basura del pueblo y del hospital para
llevarla al basurero general en las afueras de la ciudad. Su
oficio era molinero, pero la escasez de trabajo hacía
imposible desempeñarlo. Su madre, Louise, era una mujer
muy piadosa y preocupada por sus hijos; ocasionalmente,
trabajaba de costurera.
Eran tiempos difíciles en Francia y la familia de Bernardita
vivía en pobreza extrema, particularmente desde que ella
cumplió los 10 años de vida.

3
Primero, su padre perdió un ojo en un accidente de
trabajo, quedando tuerto. Luego, el panadero de Lourdes
lo acusó de haber robado unos sacos de harina, por lo
cual François pasaría una semana en la cárcel.
Toda la región padeció años de graves sequías, que luego
provocarían las pérdidas de todas las cosechas. Al no
haber trigo suficiente, muchos molinos cerraron [entre
ellos, el Molino de Boly, donde trabajaban y vivían los
Soubirous]. Como si esto fuera poco, aparecieron los
molinos de vapor, que se impusieron definitivamente a los
tradicionales de agua.

Desde muy pequeña, Bernardita vivió con una salud delicada;


sufría de asma y desnutrición, y el lamentable y pobre estado de
la casa mono-ambiente donde residía no le ayudaba. Durante su
niñez, el cólera causó 38 muertos y centenares de afectados en
Lourdes. En otoño de 1855, esa enfermedad atacó a Bernardita,
dejándola sumamente debilitada. Llegó a vivir algunos años de
su vida en una celda de la antigua prisión de Lourdes, por
entonces fuera de uso, llamada cachot [de 4x4 mts]: entonces, la
familia fue señalada en el pueblo como «los que viven en el
calabozo».
Bernardita había conocido la miseria hasta pasar hambre y ver a
sus hermanos repartirse un mendrugo de pan.

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La niña tenía que pedir ropa prestada cuando lavaba la propia.
Mientras los demás niños de su edad asistían a la escuela,
Bernardita cuidaba a sus hermanitos menores o velaba en el
monte las ovejas ajenas. Hasta los 16 años no aprendió a leer y
escribir. Aun así, estaba empeñada en recibir la Primera
Comunión. Por la noche, después de largas horas de labor, la
niña repetía las fórmulas del Catecismo. El maestro les decía a
sus padres: «Le cuesta retener de memoria el Catecismo,
porque no sabe leer, pero pone mucho empeño, es muy
atenta y piadosa».

-Bernardita en la gruta de Lourdes, en 1863-

-Primeras revelaciones-
El 11 de febrero de 1858 y durante 6 meses, Bernardita
recibió las revelaciones de la Santísima Virgen María, en la
advocación de LA INMACULADA CONCEPCIÓN, hechos
que tuvieron lugar en la pequeña gruta de Masse-Vieille
[hoy, Massabielle]. El lugar estaba conformado por una
roca que cubría una gruta alargada de unos 8 mts de
ancho. Aquel jueves 11 de febrero, se había terminado la
leña en su casa y Bernardita se ofreció para recogerla
cuesta abajo, a la vera del torrente Gave, con su hermana
Toinette y Juana Abadie, a quien llamaban Baloum. Las 3
niñas descendieron hasta Masse-Vieille.

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Según su relato, Bernardita oyó un fuerte rumor de viento
y al volverse, vio que todo estaba tranquilo y que los
árboles no se movían. Por segunda vez oyó el mismo
rumor, pero entonces en el interior de la gruta vio a una
«jovencita» [que, en su 16ª aparición, se identificaría como
LA INMACULADA CONCEPCIÓN]. Bernardita narra así la
primera aparición:

«En la abertura de una roca, llamada cueva de Masse-


Vieille, vi a una joven. Creyendo engañarme, me
restregué los ojos, pero alzándolos, vi de nuevo a la joven,
que me sonreía y me hacía señas de que me acercase. La
mujer vestía túnica blanca, con un velo que le cubría la
cabeza y llegaba hasta los pies, sobre cada uno de los
cuales tenía una rosa amarilla, del mismo color que las
cuentas de su Rosario. El ceñidor de la túnica era azul
[…] Tuve miedo. Después vi que la joven seguía
sonriendo. Eché mano al bolsillo para coger el Rosario
que siempre llevo conmigo y se me cayó al suelo, me
temblaba la mano. Me arrodillé y vi que la joven se
santiguaba… yo hice la señal de la cruz y recé con la
joven… Mientras yo rezaba, ella iba pasando las cuentas
del Rosario […] Terminado el Rosario, me sonrió otra vez
[…] Aquella Señora no me habló hasta la tercera vez»

La “joven” a quien Bernardita comenzó llamando


“AQUELLA” y después “SEÑORA”, se le presentaría 18
veces. En la 3ª aparición, Bernardita le preguntó su
nombre. La Señora no se lo dijo de momento y le propuso
una cita diaria durante 15 días. Del 19 al 24 de febrero,
tuvieron lugar las apariciones 4ª a 8ª. La Señora y
Bernardita se hablaron en confidencia, mientras las
autoridades acusaban a la pequeña joven de “perturbar el
orden público” y la amenazaban con la cárcel. La niña
mantuvo una consistente actitud de calma durante los
interrogatorios, sin cambiar su historia ni su actitud.

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Nunca pretendió tener un conocimiento más allá de lo
dicho respecto a las visiones descritas. Las opiniones de los
vecinos de Lourdes estaban divididas: unos creían que
Bernardita decía la verdad y asumían que la mujer que se
le aparecía era LA VIRGEN MARÍA; otros, la hostigaban y
se burlaban de ella. Bernardita nunca sostuvo en ese
tiempo “haber visto a la Santísima Virgen María” y
continuó usando el término “AQUELLA”.

La aparición del 24 de febrero se focalizó en la necesidad


de la plegaria y la penitencia. Según Bernardita:
«AQUELLA dijo PENITENCIA, PENITENCIA, PENITENCIA».
El 25 de febrero tuvo lugar una de las apariciones más
problemáticas, ante la presencia de unas 350 personas.
Según testificó Bernardita, luego de rezar el Rosario, LA
SEÑORA le pidió que bebiera del agua del manantial y
que comiera de las plantas que crecían libremente allí;
Bernardita interpretó que debía ir a tomar agua del río
Gave, cercano a la gruta, y hacia allá se dirigió; pero LA
SEÑORA le enseñó con su dedo que escarbara en el suelo;
Bernardita cavó en el suelo con las manos desnudas y
ensució su rostro con pantano buscando beber donde
sólo había fango. Intentó beber 3 veces infructuosamente,
en el 4º intento, las gotitas estaban más claras y ella las
bebió. También comió trozos de algunas de las plantas del
lugar. Cuando finalmente se volvió hacia la muchedumbre
que la observaba espantada, su cara estaba toda
manchada de fango, sin que se hubiera revelado ningún
manantial: esto causó mucho escepticismo y fue visto
como “una locura” por parte de muchos de los presentes,
quienes gritaron: “¡Fraude! ¡Loca!”.

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Entre tanto, sus parientes, igualmente desconcertados,
limpiaban la cara de la adolescente Bernardita con un
pañuelo. Poco después, brotó un manantial de agua, que
comenzó a fluir del hoyo fangoso cavado por Bernardita.

«Yo soy la Inmaculada Concepción»


El martes 2 de marzo, “AQUELLA” pidió dos cosas a
Bernardita: que se hicieran procesiones hacia la gruta y
que se construyera allí mismo una capilla en su honor.
Acompañada por dos de sus tías, Bernardita acudió al
cura párroco: padre Dominique Peyramale, con el pedido.
El sacerdote era un hombre inteligente que descreía de
visiones y milagros. “¿Edificar una capilla? ¡Pero en honor
a quién!”, le preguntaron los prelados a quienes
Bernardita refirió el coloquio con LA SEÑORA, quien le
revelaría su identidad en la 16ª aparición, el 25 de marzo,
en términos que Bernardita no comprendió plenamente
en un principio: «Yo soy la Inmaculada Concepción».
La revelación sucedió después de más de una hora,
durante la cual tuvo lugar el segundo de los llamados
«milagros del cirio»: Bernardita sostenía un cirio
encendido; durante la visión, el cirio se consumía y la
llama había entrado en contacto directo con su piel por
+15 minutos sin que se produjese en ella ningún signo de
dolor o daño tisular [de los tejidos]. De ello, fueron
testigos numerosas personas presentes, entre ellas el
médico de Lourdes, dr. Pierre Romaine Dozous, quien
tomó el tiempo y posteriormente lo documentó.
Bernardita refirió la revelación de la identidad de
“AQUELLA” al clero, ante todo al padre Peyramale,
párroco de Lourdes, y también al abate Péne, al abate
Serres y al abate Pomian. Se sucedieron interrogatorios
permanentes e incisivos de parte de diferentes
autoridades [civiles francesas y eclesiásticas de la Iglesia de
Roma]. Bernardita poseía poca instrucción, como la
mayoría de su pueblo, y las dudas acerca de su capacidad
para haber leído o inventado semejantes palabras valieron
la atención del sacerdote del lugar.

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-Dominique Peyramale, párroco de Lourdes-

Tres años antes de estos sucesos [1854] la Iglesia Católica,


en la figura del papa Pío IX, había explicitado el dogma de
«La Inmaculada Concepción», que sostiene que la Virgen
María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás
seres humanos, fue preservada pura y sin mancha de
culpa / pecado original, desde el primer instante de su
concepción, por singular privilegio y gracia de Dios
Nuestro Señor y en atención a los méritos de Jesucristo.
En la aparición a Bernardita, LA SEÑORA se presentó con
las palabras «Yo soy la Inmaculada Concepción», frase que
parece una extensión de la tradición joánica; en efecto: en
el Evangelio de San Juan, Jesús se presenta con el nombre
«Yo soy» [Jn 8,24-28,58; Jn 13,19], a menudo completado
con un predicado que cualifica Su Persona humana y
divina y Su misión:
«Yo soy el pan de vida» [Jn 6,35-48].
«Yo soy la luz del mundo» [Jn 8,12].
«Yo soy el buen pastor» [Jn 10,11-14].
«Yo soy la resurrección y la vida» [Jn
11,25].
«Yo soy el camino, la verdad y la vida»
[Jn 14,6].
«Yo soy la vid verdadera» [Jn 15,1].
«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos»
[Jn 15,1-8].

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Jesús, Aquel en Quien se realizan todos los bienes
esperados. En Lourdes, María –en seguimiento de la
tradición del Evangelista San Juan– se presenta a sí misma
como “AQUELLA LLENA DE GRACIA”, en Quien, según la
Iglesia Católica, se realizaron, en atención a Jesucristo, las
maravillas de Dios: «Yo soy la Inmaculada Concepción».

-El agua del manantial-


El manantial de agua encontrado por Bernardita no debe
confundirse con agua bendita, según indica el Vaticano;
es un agua normal, ligeramente calcárea, potable, tiene 0
bacterias, comparable a cualquier otra agua de
manantiales cercanos, pero con una virtud térmica o
propiedad específica que es completamente
independiente del río Gave de Pau y que se conduce hoy
en día por unos canales hacia unos depósitos para
alimentar los diferentes grifos y piscinas. La Iglesia Católica
explica que Dios cura a través de elementos naturales y los
sacramentos, con la ayuda de la Santísima Virgen María y
la oración fervorosa de los cristianos.
Santa Bernardita dijo en una ocasión: «Esta agua es
considerada como un medicamento… pero tienes
que guardar la fe y orar, ¡esta agua no podrá hacer
nada sin fe!».

El manantial de agua encontrado por Bernardita, según


indicaciones de la Santísima Virgen María, resultó ser la
fuente de numerosos hechos extraordinarios. El agua fue
analizada por diversos laboratorios independientes, que
no encontraron ningún elemento extraño:

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es agua potable, sin bacterias, similar a cualquier tipo de
agua de los Pirineos. Si bien posee un alto contenido en
sales minerales, no contiene nada fuera de lo ordinario
que justifique los milagros que se le atribuyen [la curación
de enfermos crónicos, incluso terminales].
En Lourdes puede consultarse el archivo completo
de las curaciones que han tenido lugar gracias a la
ingestión del agua o a la inmersión en las piscinas
del manantial. Dichos estudios son llevados a cabo
minuciosamente por “Le Bureau des Constatations
Médicales” y “Le Comité Médical International de
Lourdes”.

-Estatua de la Virgen de Lourdes, colocada en el mismo nicho de la gruta donde


Bernardita aseguró haberla visto-

-El santuario y la talla de la Virgen-


En este lugar se levantó el Santuario de Lourdes, donde
desde entonces han ocurrido numerosas curaciones,
todas inexplicables para la ciencia.
La talla de la Virgen María, NUESTRA SEÑORA DE
LOURDES –colocada desde entonces en la gruta– fue
esculpida por el artista Joseph Hughes Fabisch [1812-
1886], profesor de la Academia de las Ciencias, las Artes y
las Letras de Lyon [Francia], entre fines de 1863 y
comienzos de 1864, cuando Bernardita contaba con 19
años.

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En referencia a la Virgen María, Bernardita solía decir:
«Jamás he visto mujer tan hermosa».

El artista debió realizar distintas correcciones a su obra, en


la que Bernardita no reconocía a LA SEÑORA de las
apariciones. Ya en otras ocasiones, ante los modelos de
estatuas sobre los que se le había pedido su opinión,
Bernardita había exclamado:
«¡Madre mía!, ¡cómo se os desfigura!».

Cuando vio la imagen terminada, que representaba a LA


INMACULADA CONCEPCIÓN, esculpida en mármol de
Carrara, Bernardita dijo:
«Sí, esta es hermosa… pero no es ELLA».

En efecto: siguiendo los cánones estéticos de su época,


más que las indicaciones de Bernardita, la estatua no
reflejaba la sonrisa, la sencillez, la humildad, la belleza y la
naturalidad perfecta que Bernardita señalaba tenía la
Virgen María. De hecho, al escultor Fabisch se le olvidó
incluir el Rosario de la Virgen, que fue añadido más tarde.

Santa Bernardita dijo, entonces:


«Tenía un Rosario como el Rosario mío».
Por eso, las primeras estatuas producidas en Lourdes
tenían un Rosario de 6 decenas, como el de Santa Brígida,
que usaba Bernardita; a la estatua se le añadió uno de 5
decenas.
«La Inmaculada Madre de Dios se ha
aparecido»

El único de los interrogadores de Bernardita


que creyó en ella [le dijo a la santa: “Veo a la Santísima
Virgen en tus ojos”], fue el obispo de Tarbes, Bertrand-
Sévére Laurence, quien la interrogó el 1 de diciembre de
1860.

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El anciano obispo terminó emocionado, al repetir
Bernardita el gesto y las palabras que la Virgen María
hiciera el 25 de marzo de 1858: «Yo soy la Inmaculada
Concepción». El 18 de enero de 1862, el anciano obispo
de Tarbes publicó la carta pastoral con la cual declaró que
«la Inmaculada Madre de Dios se ha aparecido
VERDADERAMENTE a Bernadette».

-Ingreso al convento de Nevers-


Tras las apariciones, a partir del 15 de julio de 1860,
Bernardita fue acogida en el hospicio por las religiosas
Hermanas de la Caridad de Nevers. Bernardita dejó la casa
y permaneció entre ellas como enferma durante 2 años
[1861-1862]; tenía entonces 17 años. En agosto de 1864,
solicitó ser admitida en la Comunidad de las Hermanas de
la Caridad de Nevers. En julio de 1866 comenzó su
noviciado en dicha congregación. En septiembre del
mismo año, el asma de que siempre había padecido se
agravó. El 25 de octubre recibió la unción de los
enfermos, al agravarse la enfermedad pronunció los votos
in articulo mortis, sus fuerzas estaban al límite –así que, al
no poder pronunciar la fórmula, Monseñor Forcade la
pronunció en nombre de la santa. En 1867, se recobró y el
30 de octubre del mismo año hizo su profesión religiosa
de las manos de Monseñor Forcade.

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-Estadía con las Hermanas de Nevers-
La escena de su profesión religiosa concertada con la
superiora del convento [Madre Josefina Imben] se hizo
famosa en todo el mundo:
Mientras que todas las novicias, después de la
profesión de sus votos, recibían el crucifijo, el
libro de las Constituciones de la Regla y la
carta de obediencia, Bernardita no recibió
nada.
La Madre Josefina se explicó: “No hace nada
bien”.

Entre las monjas, Bernardita sufrió por su mala salud y


también a causa de la superiora, quien no creía en sus
visiones ni en sus dolencias.
Desde octubre de 1875, la historia de
Bernardita se confunde con la historia de sus
enfermedades. Cojeaba, fue reprendida una
gran cantidad de veces, la priora no la dejaba
salir de su celda pues decía que quería llamar
la atención. En 1877 guardó cama por dolores
intensos en una rodilla. En 1878 tuvo una
recaída de asma y sufrió vómitos de sangre. A
partir de diciembre de este año, permaneció
en cama definitivamente. La realidad era otra
muy diferente de la que suponía la Madre
superiora:

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Bernarda sufría de un tumor en su pierna,
concretamente de tuberculosis ósea
diagnosticada en último estadio, la que era
extremadamente dolorosa, pero no cejaba en
su trabajo: se había dedicado a ser enfermera
y sacristana durante los 9 años que compartió
con las Hermanas de la Congregación, hasta
que no pudo más por los agudos ataques de
asma y la enfermedad que padecía.

Humildad = santidad
Bernardita encarna el ideal de sencillez, pequeñez, candor
e inocencia que aporta la cualidad de la humildad. Era
profundamente inocente, profundamente sencilla, sin
ambiciones de ninguna clase. Era, de verdad, pobre en el
espíritu, absolutamente limpia de corazón. Desconocía la
doblez, la complicación y el disimulo. Seguramente por
eso la Virgen María la escogió, por eso mismo pudo ver a
la Virgen María: por su limpieza, su transparencia, porque
era una criatura honesta hasta la médula.
Era una criatura tremendamente pura, sin vanidades ni
codicia, por eso pudo ver a la Purísima entre las más
puras, a la Santa de Santas.
Todo en Bernardita es absolutamente atractivo: su
espiritualidad, su origen pobre, su sencillez, su
conmovedora ignorancia, su falta absoluta de malicia, su
capacidad de fiarse y de dejarse conducir. Bernardita no
conocía en nada, ni remotamente, qué cosa era el amor
propio. No concebía que nadie pudiera tener malicia ni
mala intención. Era, de veras, de las personas que van
siempre por delante en el Reino de Dios.
Es cierto que era ignorante –muy ignorante–, pero tenía
la inteligencia de “los que saben” a Dios, de los que
conocen a Dios. Y eso es lo que la condujo a ver a la
Virgen María, y por supuesto lo que la condujo a la
santidad.
Bernadette no es Santa María Bernarda Soubirous porque
vio a la Virgen en Lourdes; porque vio a la Santísima
Virgen María es, simplemente, la Vidente de Lourdes.

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Ella es Santa Bernadette, Santa María Bernarda Soubirous
/ Santa Bernardita, PORQUE VIVIÓ Y PRACTICÓ LAS
VIRTUDES EN GRADO HEROICO.
Independientemente de que viera a la Virgen María o no,
su santidad está en la vivencia extraordinaria de las
virtudes cristianas y evangélicas, en grado heroico.
Aunque ignorante, no era tonta: comprendía, intuía a
Dios, barruntaba [conjeturaba] Su Querer, Su Voluntad, lo
que a Él le gustaba, lo que a LA SEÑORA le gustaba, lo
que a LA SEÑORA la ponía triste, lo que a Jesús le ponía
triste. Bernardita era así. Y el Corazón del Señor se
complacía en ella: por eso, Le permitió ver a Su Madre,
hablar con Su Madre y obedecer a Su Madre.
Bernardita decía que, desde el punto y hora en que vio
por primera vez a la Virgen María, vivió con una
permanente nostalgia del Cielo: lo único que deseaba era
volverla a ver y no dejar de verla nunca más. Y cuando
concluyeron las apariciones, ella supo que ya no volvería a
verla más en esta tierra: y entonces, todo su deseo era irse
al Cielo para volver a verla y no dejar de verla nunca más.
Bernardita, que se consideraba a sí misma una pobre,
“una mendiga”, aquella que todo lo espera, fue experta en
no pensar en sí misma, en arrinconar la soberbia y huir de
todo crédito humano. Su ingreso al Convento también
obedeció a su decisión de escapar de ser el centro de
atención, además de que sólo quería dedicarse a vivir en
oración el resto de su vida.
Habiendo sido LA VIDENTE DE LOURDES, habiendo visto
varias veces a la Virgen y hablado con Ella en confidencia,
de manera exquisitamente privilegiada, hubiese podido
utilizar esto para ser el centro, para pedir algo, para ser
tenida en cuenta, para ser estimada… ¡Pero ella no hizo
nada de eso! Su sencillez, su humildad extrema y su
sinceridad le impedían tales avances del orgullo. Siempre
se consideró a sí misma “una pobre mendiga”.
Procedente de una familia humilde, la pobreza siempre
fue su ambiente natural. Pasar verdaderas necesidades
materiales, la preparó para el desprendimiento del mundo
y sus vanidades desde muy corta edad.

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Nunca aspiró a las riquezas ni a ser más. Siempre quiso ser,
como lo dijo alguna vez, “una simple criada” … ¡nunca
aspiró a otra cosa! Pero distintos eran los designios que
Dios tenía para ella, aunque nunca quiso ser otra cosa que
una pobre criada: alguien que se dedica únicamente a
servir a los demás, a obedecer a los demás en las tareas
más humildes y que la mayoría rechaza, a ser prudente y
callada en sus labores, a no preguntar, a sólo esperar.
Delante de Jesús, como lo dijo en alguna ocasión, se
sentía “una pobre mendiga”, aquella que no tiene nada y
que lo tiene que pedir absolutamente todo.
En Lourdes, hay un Vía Crucis que tiene en una de las
estaciones a Bernardita arrodillada delante del Corazón de
Jesús, mendigando todo porque ella no tiene nada. Y ella,
del Corazón de Jesús, ¡lo esperaba todo! A Él le pedía
todo, porque según decía, “un mendigo tiene que pedir
todo porque no tiene nada”. Y ella pedía humildemente,
no exigía, ¡nunca exigió!, mendigó.
Y cuando ella comprendía que Jesús nos mendigaba a
nosotros, decía aterrada: “¡No! ¡No! ¡Eso no puede ser! ¿Él,
mendigarme a mí? ¡La mendiga soy yo! ¡La pobre
mendiga soy yo!”. A Bernardita no le cabía en la cabeza
que Jesús tuviera que mendigarle a ella: daba por
supuesto que Jesús tenía derecho a tomarlo todo.

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Y se colocaba en su lugar, de rodillas ante Él, y decía: “¡No!
¡No! ¡La mendiga soy yo! ¡Tú eres el Rey de Reyes y un Rey
no mendiga! ¡La que no tiene nada soy yo! ¡La que tiene
que pedirte a Ti soy yo!”.
Y rezaba una oración, que después otros pusieron por
escrito, porque Bernardita no se detenía ni siquiera en
esto, no se le pasaba por la mente que lo que ella rezaba o
lo que ella hacía, pudiese tener interés para alguien… ¡y
mucho menos que se fuera a convertir en la base de la
causa para su beatificación y canonización! [Si viviese en
el momento en que fue declarada Santa, no lo hubiese
permitido por ningún motivo].
Ella nunca pensó ¡ni remotamente! que la Iglesia la
proclamaría Santa, ni mucho menos que su cuerpo
estuviera como está: incorrupto. Porque lo que sucedió en
Lourdes, que ella ya lo vio en vida –peregrinaciones,
milagros y fenómenos extraordinarios– Bernardita se lo
atribuía a LA SEÑORA, como realmente es. Jamás tomó
algo de crédito para sí, ni se ufanó de haber sido escogida
por la Madre de Dios para tan alto ministerio.
Bernardita se borró totalmente de la faz de la tierra
después de cumplirle a LA SEÑORA. Se hizo a un lado.
Desapareció. Nunca se le ocurrió pensar que la gente, los
peregrinos, fueran a Nevers a visitar su tumba y a
venerarla en condición de Santa.
Mendigándole a Jesús, compuso esta oración que otros
tuvieron a bien dejar escrita:
¡Oh, Jesús! Dame, te lo ruego,
el pan de la humildad,
el pan de la obediencia,
el pan de la caridad,
el pan de la fuerza
para romper mi voluntad
y fundirla con la tuya.
Dame, te lo ruego,
el pan de la mortificación interior,
el pan del desprendimiento de las criaturas
y el pan de la paciencia para soportar las penas
que sufre mi corazón, que es todo Tuyo.

18
¡Oh, Jesús! ¿Me quieres crucificada?
¡Hágase! Dame el pan de la fuerza para sufrir,
el pan de no ver más que a Ti en todo, siempre.
Jesús, María, la Cruz,
¡no quiero otros amigos!

Esta es Bernardita.
La niña de la que todos se burlaban porque decían que
“era una tonta”. De la que decían las habladurías, que ella
no podía haber visto a la Virgen María siendo “tan tonta” y
“tan insignificante”. La niña que no sabía lo que era la
Santísima Trinidad, y por eso no la dejaban hacer la
Primera Comunión.
La niña que, cuando la Virgen María le reveló quién era
Ella, no entendió absolutamente nada, y fue repitiendo
continuamente por el camino las palabras de la Virgen
porque carecía de memoria [y para no olvidarlas y poder
repetirlas al Dean de Lourdes]:
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción».
«Yo soy la Inmaculada Concepción» …

La niña que no sabía lo que era “tener planes”, que vivía


pendiente de hacer sólo la tarea que tenía entre manos en
el momento, la que no sabía Quién era LA INMACULADA
CONCEPCIÓN ni Quién era LA SANTÍSIMA TRINIDAD. La
que no recordaba el Catecismo. Esa niña fue la que
comprendió lo que es la verdadera humildad, la verdadera
pobreza de espíritu, y por eso es Santa.
No por lo que sabía intelectualmente, sino
porque el don de Ciencia la llevaba a
comprender el misterio de Dios, y fue
completamente dócil y obediente ante Su
Gracia.

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-Su testamento espiritual-
Junto a “La Oración de la mendiga”, hay otro texto que le
fue consignado por algunos que la oyeron hablar, porque
ella no lo escribió: su “Testamento Espiritual”.
En él, propone [sin proponérselo] un buen
proyecto de vida; y lo propone no con las
palabras ni las letras, sino con sus actitudes
cotidianas que fueron registradas por un
obispo y su confesor:
“Bernardita vivía en la pobreza de todo. Daba
gracias a Dios por todo. Nunca se quejó de
nada ni de nadie. Sólo agradeció siempre
todo, empezando por lo malo, que al parecer
ella consideraba bueno, porque se lo enviaba
Dios. Las pruebas nunca fueron pesadas para
ella porque las ofrecía en silencio, su mirada y
sus gestos de una simple criada en el
Convento lo decían todo”.

En Bernardita se cumplió lo que dijo San Pablo: «Dios


escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para
confundir las vanidades del mundo». En contraste con su
ignorancia y su incapacidad para aprender el Catecismo,
rezaba mucho a la Virgen María y jamás decía una
mentira.
Un día vio unas ovejas con una mancha verde
sobre la lana y le preguntó a su padre:
“¿Por qué tienen esa mancha verde?”.

20
Queriendo hacerle una broma, su padre le
respondió:
“Es que se indigestaron por comer demasiado
pasto”.
En seguida, Bernardita niña empezó a llorar y
exclamó acongojada:
“¡Pobres ovejas! ¡Se van a reventar!”.
El sr. Soubirous le dice que era una mentirilla
para hacerle una broma.
Una compañera de trabajos en el campo le
llama la atención:
“¡Oh, Bernadette! ¡Hay que ser muy tonta para
creer lo que te dijo tu padre!”, a lo que
Bernardita respondió: “Como yo nunca he
dicho una mentira, imaginé que nadie las
decía nunca”.

Nuestra Señora le dijo: «No te voy a hacer feliz en esta


vida, pero sí en la otra». Y así mismo sucedió: después de
las apariciones, la vida de la joven Bernardita estuvo llena
de enfermedades, penalidades y humillaciones, con lo que
ella fue adquiriendo un alto grado de santidad, tan alto
que se ganó enorme premio para el Cielo.
La gente le llevaba dinero después de enterarse de que la
Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás
recibió nada. Nuestra Señora le contó 3 secretos que ella
jamás le contó a nadie… probablemente, uno de ellos era
que no debería recibir dinero ni regalos de nadie; el otro,
que nunca hiciera nada que atrajese hacia ella las
miradas. Por eso, Bernardita se conservó siempre muy
pobre y sencilla, apartada de toda exhibición y fama. No
era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos
tenían un brillo que admiraba a todos los que la miraban.
Le costaba enormemente salir a recibir visitas, pues todos
le preguntaban siempre lo mismo e incluso algunos
declaraban que no creían en lo que ella había visto.
Cuando su madre la llamaba a atender alguna de estas
visitas, ella se estremecía y casi siempre se echaba a llorar.

21
De manera fría y cortante, su madre le exigía: “¡Vaya!
¡Tenga valor!”, por lo que Bernardita se secaba las
lágrimas y salía a atender a los visitantes, demostrando
alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara
ningún sacrificio.
Cuando la Virgen le dijo que masticara unas hierbas
amargas que había en la gruta, el alcalde luego utilizó este
acontecimiento para burlarse de ella y le dijo: “¿Es que la
confundieron con una ternera?”, a lo que Bernardita
respondió: “Señor alcalde, ¿a usted le sirven lechugas en el
almuerzo?”. El alcalde respondió: “¡Claro que sí!”. Y
entonces Bernardita le dijo: “¿Es que lo confunden con un
ternero?”. Todos los que estaban alrededor se rieron
estrepitosamente y se dieron cuenta de que Bernardita
era una joven muy humilde, pero no era ninguna tonta.
Estando en el convento y cuando le llegaban los más
terribles ataques de asma, exclamaba: «Lo que le pido a
Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que
me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia
mi enfermedad … para cumplir lo que recomendó la
Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como
penitencia por la conversión de los pecadores».
Uno de los medios que Dios tiene para que las personas
santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste
en permitir que les llegue LA INCOMPRENSIÓN; y muchas
veces, de parte de personas que están en altos cargos y
que, al perseguirles, piensan que con esto están haciendo
una obra buena. Durante sus primeros años como
religiosa del Convento de las Hermanas de la Caridad de
Nevers, Bernardita tuvo por Madre superiora a una mujer
que le tenía una antipatía total y que le juzgaba
negativamente casi todo lo que ella hacía.
Por ejemplo: a causa de un fuerte y continuo dolor en su
rodilla, Bernardita tenía que cojear; la superiora decía que
Bernardita cojeaba para que la gente, al ver a las
religiosas, pudiera distinguir desde lejos cuál era la que
había visto a la Santísima Virgen. A este, se agregó un
sinnúmero de detalles desagradables que la hacían sufrir.
Pero ella callaba y nunca se quejó con nadie, tampoco se
disgustaba por ello. Recordaba muy bien la noticia que le
había dado la Santa Madre de Dios:

22
«No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra».

Los primeros 6 años de su vida religiosa fue tratada con


mucha indiferencia y hasta desprecio por las superioras.
Los 9 años restantes en el convento los padeció día y
noche por el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el
invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se
ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir.
Deseaba mucho volver a Lourdes antes de morir, pero
desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez
para irse de religiosa, jamás volvió. Ella repetía: «¡Ah!
¡Quién pudiera ir hasta allá sin ser vista! Cuando se ha
visto una vez a la Santísima Virgen, se estaría dispuesto a
cualquier sacrificio con tal de volver a verla… ¡tan bella
es!».
Al llegar a la Comunidad de las Hermanas, reunieron a las
religiosas en torno a ella y le pidieron que les contara
cómo habían sido las apariciones de la Santísima Virgen;
luego, le prohibieron volver a hablar de ello y en sus 15
años de religiosa, no se le permitió nunca más hablar del
tema. Sacrificios que a los santos les preparan un altísimo
puesto en el Cielo.
Cuando le faltaba poco para morir, llegó un obispo a
visitarla y le dijo que iba camino a Roma, que le escribiera
una carta al Santo Padre para que le enviara una
bendición y que él la llevaría personalmente. Bernardita,
con mano temblorosa, escribió:

23
«Santo Padre, qué atrevimiento, que yo
una pobre hermanita le escriba al Sumo
Pontífice. Pero el señor Obispo me ha
mandado que lo haga. Le pido una
bendición especial para esta pobre
enferma».
A vuelta del viaje, el señor Obispo le trajo una bendición
especialísima del Papa y un crucifijo de plata que el Santo
Padre le enviaba de regalo.
El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada: «¡Yo vi a la
Virgen! Sí, la vi, la vi… ¡qué hermosa era!». Y después de
unos momentos de silencio, exclamó: «Ruega, Señora, por
esta pobre pecadora», y apretando el crucifijo sobre su
corazón, murió. Tenía apenas 35 años.

A sus funerales asistió una inmensa muchedumbre y


Bernardita empezó a conseguir milagros de Dios en favor
de los que le pedían su ayuda.

-Detalle del rostro y manos incorruptos de Bernardita-

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Los funerales de Bernardita fueron notables. Las palabras
que corrieron en boca de todos fueron: “La santa ha
muerto”. Inhumada en la capilla de San José de la Casa
Madre del Convento, asistió una inmensa muchedumbre
llegada de todo Francia. El proceso diocesano sobre la
heroicidad de sus virtudes se abrió el 20 de agosto de
1908 y el 2 de septiembre de 1909, su cadáver fue
desenterrado, hallándose en perfecto estado de
conservación. No obstante, el crucifijo y el Rosario que
llevaba en sus manos, estaban cubiertos de óxido.
En el año de su beatificación [1925] se realizó una
segunda exhumación del cuerpo, que seguía sin
descomponerse [incorrupto], aunque con manchas y
decoloración en la piel, probablemente como resultado de
su exposición al aire durante los 46 años posteriores a su
entierro. Por ello, con un molde del rostro y fotos de la
religiosa, la empresa de Pierre Imans fabricó tenues
cubiertas de cera para el rostro y las manos, que le fueron
colocadas antes de su traslado al Convento de Nevers el
25 de junio. Posteriormente, el cuerpo fue ubicado en la
capilla que hoy lleva su nombre, perteneciente al antiguo
Convento de San Gildard de Nevers, y fue depositado en
un relicario de cristal donde es objeto de visitas y
peregrinaciones hasta el día de hoy.

-Espiritualidad-
+ A Bernadette Soubirous se le considera una mística
cristiana, cuya espiritualidad se basó en una
santidad cotidiana, carente de estructuras
complicadas, sin ideologías ni discursos,
evangélicamente serena y basada en la verdad.

+ Siempre reconoció lo que de verdad decían sus


detractores: ignorancia, insignificancia, falta de
educación, pero jamás lo sobrecargó de significado.
De ese modo, logró incluso en los momentos
difíciles mantener la serenidad interior.

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+ Su negativa a ser considerada un objeto de culto o
alguien que mostrar, fue decidida; y su límpida
franqueza, dejó sin habla hasta al más educado.

+ Su repugnancia por el dinero era proverbial. El


periodista Balech de Lagarde, de El Correo Francés,
le prometió llevarla a París y hacerla rica: la
respuesta de Bernardita fue un NO rotundo.

+ En ella se conjugaron armoniosamente el realismo


de una muchacha de campo y la conciencia de que,
por encima de todo, vale más la intención de un
corazón puro que la inteligencia de las acciones que
se deben cumplir.

+ La Iglesia Católica y la Iglesia Anglicana consideran a


Santa Bernardita “un canal limpio” para que por ella
pasara una revelación de la gracia de Dios,
manifestada en María: «Yo soy la Inmaculada
Concepción». Los inesperados alcances teológicos
de dicha revelación excedían a Bernardita y sus
capacidades intelectuales. Por su fe y humildad, ella
siguió a LA SEÑORA más de lo que la entendió,
limitándose a cumplir la misión encomendada de
transmitir el mensaje.

El mensaje que la Santísima Virgen dio en Lourdes a Santa


Bernardita se resume en los siguientes puntos:

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1. Es un agradecimiento del Cielo por la definición del
dogma de la Inmaculada Concepción, que se había
declarado 4 años antes por Pío IX en 1854, al mismo
tiempo que Ella misma se presenta como Madre y
Modelo de Pureza para el mundo tan necesitado de tal
virtud.
2. Derramó innumerables gracias de sanaciones físicas y
espirituales, para que nos convirtamos a Cristo en Su
Iglesia.
3. Es una exaltación a la virtud de la pobreza y de la
humildad, aceptadas cristianamente, al escoger a
Bernardita como instrumento de Su mensaje. Pobreza,
oración, penitencia y amor a Dios sobre todas las
cosas son las palabras centrales que conforman el
mensaje del que Santa Bernardita fue portavoz
excepcional.
4. Un mensaje importantísimo en Lourdes es el de la
Cruz: la Santísima Virgen le repite a Santa Bernardita
que lo importante es ser feliz en la otra vida y que para
ello es preciso aceptar la cruz en esta vida. «No te voy
a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra».
5. En todas las apariciones, María vino con Su Rosario,
destacando la importancia de rezarlo. Nuestra Señora
siempre lo rezaba con Bernardita. El rezo del Rosario
acompañó los irrepetibles momentos de la vida de
Bernardita, los de las apariciones.
6. La importancia de la oración, la penitencia y la
humildad, besando el suelo como señal de ello. Y un
mensaje de misericordia infinita para los pecadores y
en el cuidado de los enfermos.
7. La importancia de la conversión y la confianza en
Dios.

Película “Bernadette”
https://www.youtube.com/watch?v=2KaajD7n1cY&t=
27s

27
Oh Santa Bernardita,
Imitadora de Jesús crucificado,
rogad por nosotros.
Amante de la vida oculta, íd.
Abandonada a la voluntad de Dios, íd.
Modelo admirable de humildad, íd.
Espejo de la virtud, íd.
Víctima de amor a Jesús, íd.
Enamorada de la Eucaristía, íd.
Imitadora de la pobreza de Jesús, íd.
Compasiva con los pecadores, íd.
Lirio escogido de María, íd.
Mensajera fidelísima de María, íd.
Confidente privilegiada de María, íd.
Amante enamorada de María, íd.
Poderosa ante Jesús y María, íd.

V: Rogad por nosotros, Oh Bienaventurada Bernardita


R: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

28
Oración de Acción de Gracias,
de Santa Bernardita

Por la pobreza en que vivieron papá y mamá;


por los fracasos que tuvimos;
porque se arruinó el molino;
por haber tenido que cuidar niños, vigilar huertos frutales y
ovejas;
y por mi constante cansancio,
¡te doy las gracias, Jesús!
Te doy gracias, Dios mío,
por el fiscal, el comisario, los gendarmes
y por las duras palabras del padre Peyramale.
No sabré agradecerte si no es en el Paraíso,
por los días en que viniste, María, y también
por aquellos en los que no viniste.
Por la bofetada recibida, y por las burlas y ofensas sufridas;
por aquellos que decían que yo estaba loca
y por aquellos que veían en mí a una impostora y una mentirosa.

29
Por aquel que trataba de hacer un negocio a mi costa,
¡te doy las gracias, Madre!
Por la ortografía, que jamás fui capaz de aprender;
por la mala memoria que siempre tuve;
por mi ignorancia y por mi estupidez, ¡te doy las gracias!
Te doy las gracias,
porque si hubiese existido en la tierra un niño más ignorante y
estúpido, Tú lo hubieses escogido.
Porque mi madre haya muerto lejos;
por el dolor que sentí cuando mi padre, en vez de abrazar a su
pequeña Bernardita, me llamó Hermana María Bernarda,
¡te doy las gracias!
Te doy las gracias por el corazón que me has dado,
tan delicado y sensible, y que colmaste de amargura;
porque la Madre Josefina anunciase que no sirvo para nada,
¡te doy las gracias!
Por el sarcasmo de la Madre Maestra, por su dura voz,
por sus injusticias, por su ironía, y por el pan de la humillación,
¡te doy las gracias!
Gracias por haber sido como soy,
porque la Madre Teresa pudiese decir de mí:
“Jamás le deis lo suficiente”.
Doy las gracias por haber sido una privilegiada
en la indicación de mis defectos y que otras hermanas
pudieran decir: “¡Qué suerte que no soy Bernardita!”.

Agradezco haber sido la Bernardita a la que amenazaron


con llevar a la cárcel porque te vi a Ti, Madre.
Agradezco que fui una Bernardita tan pobre y miserable,
que cuando me veía, la gente decía: “¿Esa cosa es ella?”
La Bernardita que la gente miraba
como si fuese el animal más raro.
Por el cuerpo que me diste, digno de compasión y putrefacto;
por mi enfermedad, que arde como fuego y quema como humo;
por mis huesos podridos, por mis sudores y mi fiebre,
por los dolores agudos y sordos que siento,
¡te doy las gracias, Dios mío!
Y por el alma que me diste,
por el desierto de mi sequedad interior,
por tus noches y tus relámpagos, por tus rayos, por todo,
por Ti mismo, cuando estuviste y cuando faltaste,
¡te doy las gracias, Jesús!

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