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“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo. Varón y mujer los
creó” (Gn 1, 27)
Con esto vemos que esa es nuestra dignidad como seres humanos, que todos somos
hijos de Dios; es decir, “la vida humana es en realidad la vida de Cristo” (Fil 1:21). Y
como hijos, debemos de manifestar nuestra esencia divina, comprometiéndonos no solo
en dar, sino darse; porque ese es el más auténtico sentido de la vida darse uno mismo al
servicio de los demás, y hacerlo por amor, como Cristo se ha entregado para salvación
nuestra.
Para san Juan Pablo II “ser imagen y semejanza de Dios” significa que “el hombre
está dotado de inmensa dignidad; y que cuando se atropella al hombre cuando se violan
sus derechos, cuando se cometen contra él ciertas injusticias, cuando se le somete a las
torturas, se le violenta con el secuestro o se le viola su derecho a la vida, se comete un
crimen y una gravísima ofensa a Dios”.