Está en la página 1de 104

Parroquia San Agustín; Capilla Santa Cecilia

CATECISMO BASICO
PARA ADULTOS
Arcoiris Santa Cecilia
INDICE
¿PARA QUE CREO DIOS AL HOMBRE? ................................................................................................. 4
La Biblia y la Tradición ......................................................................................................................... 7
LA INICIACION CRISTIANA ................................................................................................................. 12
MI FE, EN DIOS .................................................................................................................................. 15
MI FE, EN JESUCRISTO ....................................................................................................................... 17
MI FE, EN LA PERSONA Y MISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA .................................................................. 19
MI FE, EN EL ESPÍRITU SANTO .......................................................................................................... 21
MI FE, EN LA IGLESIA ......................................................................................................................... 23
MI FE, EN LA RESURRECCIÓN ............................................................................................................ 25
MI FE, CELEBRADA EN LOS SACRAMENTOS ...................................................................................... 27
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO ..................................................................................................... 29
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN ........................................................................................ 33
MANDAMIENTOS Y EL PERDÓN ........................................................................................................ 53
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA ................................................................................................. 61
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN ......................................................................................... 64
El Orden Sacerdotal ........................................................................................................................... 69
¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO? ....................................................................................................... 72
PENTECOSTES .................................................................................................................................... 75
Dones del Espíritu Santo ................................................................................................................... 78
Frutos del Espíritu Santo ................................................................................................................... 82
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO ................................................................................................ 86
La Misa. Oración Suprema del Cristiano ........................................................................................... 88
MI FE, PROYECTADA EN NUESTRA MISION EN EL MUNDO .............................................................. 98
ORACIONES BÁSICAS ....................................................................................................................... 100
LA CREACIÓN

Leer génesis capítulo 1 y 2

Tal como nos lo relata el Libro del Génesis, Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza (Ver Gen. 1,27) para que fuera feliz en la tierra, alabando a Dios y
dominando la naturaleza, de la que fue hecho Señor (Ver Gen. 1,29-30).

Dios creó al hombre por amor, y todo lo creado era expresión de este amor de
Dios por el hombre. Por ello, hasta antes del pecado, el hombre vivía en plena
armonía, reconciliado con Dios, consigo mismo, con los seres humanos y con todo
lo creado. El hombre vivía, por tanto, en estado de felicidad.

Los relatos de la creación en el Libro del Génesis también nos introducen en este
misterioso ámbito, ayudándonos a conocer el plan de Dios para el hombre. En
primer lugar afirmando que Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cf. Gn 2:7).
Esto significa que no somos Dios, no nos hemos hecho solos, somos tierra; pero
también significa que somos la buena tierra, a través de la obra del Creador
bueno.

El ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1:26-27).


«Todos, entonces, llevamos en nosotros el aliento vital de Dios y cada vida
humana –nos dice la Biblia– está bajo la particular protección de Dios. Ésta es la
razón más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana, contra toda
tentación de evaluar a la persona según criterios utilitaristas y de poder». Ser a
imagen y semejanza de Dios indica que el hombre no está encerrado en sí mismo,
sino que tiene una referencia esencial en Dios.

En los primeros capítulos del Libro del Génesis encontramos dos imágenes
significativas: el jardín con el árbol del conocimiento del bien y del mal y la
serpiente (cf. 2:15-17; 3,1-5). El jardín nos dice que la realidad en la que Dios ha
puesto al ser humano no es un bosque salvaje, sino un lugar que protege, nutre y
sustenta; y el hombre debe reconocer el mundo no como propiedad para ser
saqueada y explotada, sino como don del Creador, signo de su voluntad salvífica,
un don que ha de cultivar y cuidar, hacer crecer y desarrollar con respeto, en
armonía, siguiendo los ritmos y la lógica, de acuerdo con el plan de Dios (cf. Gn
2,8-15).

La serpiente es una figura que viene de los cultos orientales de la fecundidad, que
tanto fascinaban a Israel y que eran una constante tentación para abandonar la
misteriosa alianza con Dios. A la luz de esto, la Sagrada Escritura presenta la
tentación a la que vienen sometidos Adán y Eva como el núcleo de la tentación y
el pecado.
¿Qué dice la serpiente? No niega a Dios, pero insinúa una falsa pregunta: "¿Así
que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».(Génesis 3:1).
De esta manera, la serpiente suscita la sospecha de que la alianza con Dios es
como una cadena que ata, que priva de la libertad y de las cosas más bellas y
preciosas de la vida.

La tentación invita a construirse el propio mundo para vivir, no acepta las


limitaciones del ser criatura, los límites del bien y del mal, de la moral; la
dependencia del amor del Dios Creador es vista como una carga de la que
liberarse. Éste es siempre el núcleo de la tentación. Pero cuando se distorsiona la
relación con Dios, poniéndose en su lugar, todas las demás relaciones se alteran.

Entonces, el otro se convierte en un rival, en una amenaza: Adán, después de


haber sucumbido a la tentación, acusa de inmediato a Eva (cf. Gn 3:12), y los dos
se ocultan de la vista de aquel Dios con quien hablaban con amistad (ver 3.8 - 10);
el mundo ya no es el jardín para vivir en armonía, sino un lugar para ser explotado
y lleno de insidias ocultas (cf. 3:14-19), la envidia y el odio hacia el otro entran en
el corazón del hombre: ejemplo de esto es Caín que mata a su propio hermano
Abel (cf. 4,3-9).

Al ir contra su Creador, en realidad el hombre va en contra de sí mismo, reniega


de su origen y por lo tanto de su verdad; y el mal entra en el mundo, con su triste
cadena de dolor y de muerte. Y así cuanto Dios había creado era bueno, en
realidad muy bueno, luego de esta libre decisión del hombre por la mentira contra
la verdad, el mal entra en el mundo.

Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Por qué creó Dios al hombre?

2.- ¿Cómo creó Dios al hombre?

3.- ¿Dios creó buenas todas las cosas?

4.- Menciona y describe lo que creó Dios cada uno de los siete días

5.- ¿Quién hizo caer al hombre en tentación?

6.- A través de la creación, ¿Qué busca Dios para el hombre?

7.- ¿Qué podemos hacer para cuidar la creación de Dios?


¿PARA QUE CREO DIOS AL HOMBRE?
"Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los
creó" (Gn 1,27). El hombre ocupa un lugar único en la creación: "está hecho a
imagen de Dios"; en su propia naturaleza une el mundo espiritual y el mundo
material; es creado "hombre y mujer"; Dios lo estableció en la amistad con él.

A imagen de Dios

De todas las criaturas visibles sólo el hombre es "capaz de conocer y amar a su


Creador" (GS 12,3); es la "única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí
misma" (GS 24,3); sólo él está llamado a participar, por el conocimiento y el amor,
en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de
su dignidad.

Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse
y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por
la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor
que ningún otro ser puede dar en su lugar.

Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a
Dios y para ofrecerle toda la creación.

Ser corporal y espiritual

A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana o toda


la persona humana. Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre
y de más valor en él, aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: "alma"
significa el principio espiritual en el hombre.

El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la "imagen de Dios": es cuerpo


humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la
persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del
Espíritu.

La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma
como la "forma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia que
integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la
materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única
naturaleza.
Hombre y mujer los creó

El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte,
en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser
respectivo de hombre y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer" es una realidad buena
y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde,
que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la
misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la
sabiduría y la bondad del Creador.

Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios
es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las
"perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de
Dios: las de una madre y las de un padre y esposo.

El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya
hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas,
en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en
cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el
matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne", puedan
transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra". Al
trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos
y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.

En el plan de Dios, el hombre y la mujer están llamados a "someter" la tierra como


"administradores" de Dios. Esta soberanía no debe ser un dominio arbitrario y
destructor. A imagen del Creador, "que ama todo lo que existe", el hombre y la
mujer son llamados a participar en la providencia divina respecto a las otras cosas
creadas. De ahí su responsabilidad frente al mundo que Dios les ha confiado.

El hombre en el paraíso

El primer hombre fue no solamente creado bueno, sino también constituido en la


amistad con su creador y en armonía consigo mismo y con la creación en torno a
él; amistad y armonía tales que no serán superadas más que por la gloria de la
nueva creación en Cristo.

La Iglesia, interpretando de manera auténtica el simbolismo del lenguaje bíblico a


la luz del Nuevo Testamento y de la Tradición, enseña que nuestros primeros
padres Adán y Eva fueron constituidos en un estado "de santidad y de justicia
original". Esta gracia de la santidad original era una "participación de la vida
divina".
Por la irradiación de esta gracia, todas las dimensiones de la vida del hombre
estaban fortalecidas. Mientras permaneciese en la intimidad divina, el hombre no
debía ni morir ni sufrir. La armonía interior de la persona humana, la armonía entre
el hombre y la mujer, y, por último, la armonía entre la primera pareja y toda la
creación constituía el estado llamado "justicia original".

El "dominio" del mundo que Dios había concedido al hombre desde el comienzo,
se realizaba ante todo dentro del hombre mismo como dominio de sí. El hombre
estaba íntegro y ordenado en todo su ser por estar libre de la triple
concupiscencia, que lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de los
bienes terrenos y a la afirmación de sí contra los imperativos de la razón.

Signo de la familiaridad con Dios es el hecho de que Dios lo coloca en el jardín.


Vive allí "para cultivar la tierra y guardarla": el trabajo no le es penoso, sino que es
la colaboración del hombre y de la mujer con Dios en el perfeccionamiento de la
creación visible.

Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el hombre por designio de
Dios, se perderá por el pecado de nuestros primeros padres.

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Quién es el hombre?

2.- ¿Para qué creó Dios al hombre?

3.- ¿Por qué creó Dios al hombre y a la mujer?

4.- ¿Qué distingue al hombre de las demás criaturas?

5.- ¿Por qué fuimos creados a Imagen y Semejanza de Dios?

6.- ¿Dios es hombre o mujer?

7.- ¿Cuáles consideras que son las características que te distinguen como
persona?

8.- ¿Cómo podrías ponerlas al servicio de los demás?

9.- ¿Qué compromiso te llevas con este tema?


La Biblia y la Tradición
Jesús mandó «predicar», no «escribir» su Evangelio. Jesús nunca repartió una
Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta el fin del
mundo.

A menudo los hermanos evangélicos, discutiendo con nosotros los católicos, nos
dicen: «¿Dónde habla la Biblia del purgatorio? ¿Dónde dice la Biblia que San
Pedro fue a Roma? ¿De dónde sacan ustedes los católicos eso de que María es la
Inmaculada Concepción y que subió al cielo en cuerpo y alma?».

Para los evangélicos, la Revelación Divina y la Biblia son lo mismo. Es decir, para
ellos solamente en la Biblia se encuentra toda la Revelación de Dios.

Ahora bien: ¿Es correcta esta posición? ¿Es cierto que la Biblia contiene todo el
Evangelio de Cristo? ¿Qué dice la misma Biblia al respecto? Además, ¿quién
reunió todos los libros inspirados que constituyen la Biblia? ¿Acaso no fue la
Iglesia la que recibió el encargo de predicar el Evangelio por todo el mundo, hasta
el fin de los tiempos? ¿Qué hubo primero: la Biblia o la Iglesia?

Hermanos, en esta carta les explicaré por qué la Revelación Divina no abarca
solamente la Biblia, como piensan los evangélicos, sino que la Revelación de Dios
se manifiesta en la Tradición Apostólica y en la Biblia. Es un tema un poco difícil,
pero fundamental para la comprensión correcta de la fe católica. Es un tema que
ha sido causa de muchos malos entendidos entre la Iglesia Católica y las distintas
iglesias evangélicas.

La Revelación Divina

La Revelación es la manifestación de Dios y de su voluntad acerca de nuestra


salvación. Viene de la palabra «revelar», que quiere decir «quitar el velo», o
«descubrir».
Dios se reveló de dos maneras:

La Revelación natural, o revelación mediante las cosas creadas.

Dice el apóstol Pablo: «Todo aquello que podemos conocer de Dios El mismo se
lo manifestó. Pues, si bien a El no lo podemos ver, lo contemplamos, por lo
menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus obras
entendemos que El es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20).

La Revelación sobrenatural o divina

Desde un principio Dios empezó también a revelarse a través de un contacto más


directo con los hombres, mediante los antiguos profetas y de una manera perfecta
y definitiva en la persona de Cristo Jesús, el Hijo de Dios. «En diversas ocasiones
y bajo diferentes formas, Dios habló a nuestros padres, por medio de los profetas,
hasta que, en estos días que son los últimos, nos habló a nosotros por medio de
su Hijo» (Heb.1,1-2). Jesús nos reveló a Dios mediante sus palabras y obras, sus
signos y milagros; sobre todo mediante su muerte y su gloriosa resurrección y con
el envío del Espíritu Santo sobre su Iglesia. Todo lo que Jesús hizo y enseñó se
llama «Evangelio», es decir, «Buena noticia de la Salvación».

¿Cómo fue transmitida la Revelación Divina?

Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus
sucesores, como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente:

«Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo
que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se
termine este mundo» (Mt. 28,18-20).

Aquí notamos cómo Jesús ordenó «predicar» y «proclamar» su Evangelio. Y de


hecho los Apóstoles «predicaron» la Buena Nueva de Cristo. Años después
algunos de ellos pusieron por escrito esta predicación. Es decir, al comienzo la
Iglesia se preocupó de predicar el Evangelio. Por supuesto el Evangelio que Jesús
entregó a los Apóstoles no estaba escrito. Jesús no escribió nunca una carta a sus
Apóstoles; su enseñanza era solamente oral. Así lo hicieron también los
Apóstoles.

La Tradición Apostólica

Este mensaje escuchado por boca de Jesús, vivido, meditado y transmitido


oralmente por los Apóstoles, se llama «la Tradición Apostólica».

Cuando aquí hablamos de la Tradición» (con mayúscula), nos referimos siempre a


la «Tradición Apostólica». No debemos confundir «la Tradición Apostólica» con la
«tradición» que en general se refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un
pueblo y que una generación recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es
puramente humana y puede ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús
mismo rechazó ciertas tradiciones del pueblo judío: «Ustedes incluso dispensan
del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres» (Mc.7,8).

La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús. Jesús,


además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó una
manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los
apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se
refiere a esta Tradición Apostólica: «Yo mismo recibí esta tradición que, a su vez,
les he transmitido» (1 Cor. 11, 23).

Resumiendo, podemos decir que Jesús mandó «predicar», no «escribir» su


Evangelio. Jesús nunca repartió una Biblia. El Señor fundó su Iglesia,
asegurándole que permanecerá hasta el fin del mundo. Y la Iglesia vivió muchos
años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros sagrados del Nuevo
Testamento.

La Biblia

Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por
escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.

Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento
(NT), que es la parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el
NT, no se puso por escrito «todo» el Evangelio de Jesús.

«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no
habría lugar en el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).

La Sagrada Escritura, y especialmente el NT, es la Palabra de Dios, que nos


manifiesta al Hijo en quien expresó Dios el resplandor de su gloria (Heb.1,3).

Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición


Apostólica fue puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una
veneración muy especial por las Divinas Escrituras.

Biblia y Tradición

Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros
por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas
como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio
Vaticano II lo describe muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura
manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo
fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de modo que ninguna
puede subsistir sin la otra.

Además, la Sagrada Escritura presenta la Tradición como base de la fe del


creyente: «Todo lo que han aprendido, recibido y oído de mí, todo lo que me han
visto hacer, háganlo» (Fil.4,9). «Lo que aprendiste de mí, confirmado por muchos
testigos, confíalo a hombres que merezcan confianza, capaces de instruir después
a otros» (2. Tim. 2,2).

«Hermanos, manténganse firmes guardando fielmente las tradiciones que les


enseñamos de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).

Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa
solamente la Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera
muy especial la Tradición o la predicación oral.

Para el Apóstol las formas de transmisión del Evangelio: Sagrada Escritura y


Tradición, tienen la misma importancia. En realidad, una vez que se escribió el NT
no se consideró acabada la Tradición Apostólica, como si estuviera completa la
Revelación Divina. La Biblia no dice eso; en ninguna parte está escrito que el
cristiano debe someterse ¡sólo a la Biblia! Esta es una idea que surgió entre los
protestantes recién en los años 1550. En la Iglesia Católica hubo siempre una
conciencia clara sobre la importancia de la Tradición Apostólica, sin quitar a la
Biblia el valor que tiene.

¿Sólo la Biblia?

Es un error creer que basta la Biblia para nuestra salvación. Esto nunca lo ha
dicho Jesús y tampoco está escrito en la Biblia. Jesús, reitero, nunca escribió un
libro sagrado, ni repartió ninguna Biblia. Lo único que hizo Jesús fue fundar su
Iglesia y entregarle su Evangelio para que fuera anunciado a todos los hombres
hasta el fin del mundo.

Fue dentro de la Tradición de la Iglesia donde se escribió y fue aceptado el N.T.,


bajo su autoridad apostólica. Además la Iglesia vivió muchos años sin el N.T., el
que se terminó de escribir en el año 97 después de Cristo. Y también es la Iglesia
la que, en los años 393-397, estableció el Canon o lista de los libros que contienen
el N.T.

Por tanto, si aceptamos solamente la Biblia, ¿cómo sabemos cuáles son los libros
inspirados? La Biblia, en efecto, no contiene ninguna lista de ellos. Fue la
Tradición de la Iglesia la que nos transmitió la lista de los libros inspirados.
Supongamos que se perdiera la Biblia, en ese caso la Iglesia seguiría poseyendo
toda la verdad acerca de Cristo, la cual hasta la fecha ha sido transmitida
fielmente por la Tradición, tal como lo hizo antes de escribir el NT.

Los evangélicos, al aceptar solamente la Biblia, están reduciendo


considerablemente el conocimiento auténtico de la Revelación Divina. Guardemos
esta ley de oro que nos dejó el apóstol Pablo: «Manténganse firmes guardando
fielmente la Tradiciones que les enseñamos de palabra y por carta» (2 Tes. 2,15).

El Magisterio de la Iglesia

La Revelación Divina abarca la Sagrada Tradición y la Sagrada Escritura. Este


depósito de la fe (cf. 1 Tim. 6, 20; 2 Tim. 1, 12-14) fue confiado por los Apóstoles
al conjunto de la Iglesia. Ahora bien el oficio de interpretar correctamente la
Palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la
Iglesia. Ella lo ejercita en nombre de Jesucristo. Este Magisterio, según la
Tradición Apostólica, lo forman los obispos en comunión con el sucesor de Pedro
que es el obispo de Roma o el Papa.

El Magisterio no está por encima de la Revelación Divina, sino que está a su


servicio, para enseñar puramente lo transmitido. Por mandato divino y con la
asistencia del Espíritu Santo, el Magisterio de la Iglesia lo escucha devotamente,
lo guarda celosamente y lo explica fielmente.
Los fieles, recordando la Palabra de Cristo a sus apóstoles: «El que a ustedes
escucha, a mí me escucha» (Lc.10, 16), reciben con docilidad las enseñanzas y
directrices que sus pastores les dan de diferentes formas. El Magisterio de la
Iglesia es un guía seguro en la lectura e interpretación de la Sagrada Escritura,«ya
que nadie puede interpretar por sí mismo la Escritura» (2 Ped. 1, 20).

El Magisterio de la Iglesia orienta también el crecimiento en la comprensión de la


fe. Gracias a la asistencia del Espíritu Santo, la comprensión de la fe puede crecer
en la vida de la Iglesia cuando los fieles meditan la fe cristiana y comprenden
internamente los misterios de la Iglesia. Es decir, el creyente vive la palabra de
Dios en las circunstancias concretas de la historia y hace cada vez más explícito lo
que estaba implícito en la Palabra de Dios.

En este sentido la Tradición divino-apostólica va creciendo, como sucede con


cualquier organismo vivo.

Este es precisamente el significado que hay que dar a las definiciones dogmáticas,
hechas por el Magisterio de la Iglesia.

Conclusión

1. Resumiendo, podemos decir que la Iglesia no saca solamente de la Escritura la


certeza de toda la Revelación Divina.

2. La Tradición y la Sagrada Escritura constituyen un único depósito sagrado de la


Palabra de Dios, en el cual, como en un espejo, la Iglesia peregrinante contempla
a Dios, fuente de todas sus riquezas.

3. El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado


únicamente al Magisterio de la Iglesia, a los obispos en comunión con el Papa.

4. La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios,


están íntimamente unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los
tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo,
contribuyen eficazmente a la salvación de los hombres.
LA INICIACION CRISTIANA
Introducción

Mediante los sacramentos de la Iniciación Cristiana, el Bautismo, la Confirmación


y la Eucaristía, se ponen los fundamentos de toda vida cristiana. Por medio de
estos sacramentos se reciben cada vez con más abundancia los tesoros de la vida
divina y se avanza hacia la perfección de la caridad.

El Bautismo es la puerta de la vida espiritual: pues por él nos hacemos miembros


de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Al recibir la Eucaristía el bautizado se inserta
plenamente en el Cuerpo de Cristo. Con la Confirmación se vincula más
estrechamente a la Iglesia enriqueciéndose con una fuerza especial del Espíritu
Santo, y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe.

Consideraciones Actuales

La realidad diocesana de gran movilidad humana y diversidad cultural con


frecuencia presenta serias dificultades para implementar procesos de Iniciación
Cristiana, que unifiquen la práctica sacramental del Bautismo, la Comunión y la
Eucaristía.

De parte de algunas familias hay la tendencia a celebrar algunos de los


sacramentos de iniciación, asociados a las prácticas de algunos sacramentales
como la presentación a los tres años, los quince años, la bendición de la casa, etc.
Con esto se corre el peligro de hacer que los sacramentos pierdan su verdadera
importancia.

Hasta hace algunas décadas el ambiente sociocultural de las familias en su gran


mayoría estaba cimentado en profundos valores religiosos y cristianos.
Actualmente, con el fuerte cambio sociocultural, que ha traído una marcada
secularización, los sacramentos son vistos como eventos sociales, debilitando su
significado litúrgico-comunitario de fe.

Aunque en las diversas diócesis de América se ha avanzado mucho en la


preparación para los sacramentos de Iniciación Cristiana, todavía son muchos los
que lo reviven sin la suficiente formación.

Principios y Orientaciones

La Iniciación Cristiana busca ser escuela de cristianismo, es decir, enseñanza y


aprendizaje, testimonio y seguimiento de la fe, en una palabra experiencia de
Dios. Los sacramentos de la Iniciación Cristiana son una excelente oportunidad
para una buena evangelización y catequesis.
Destinatarios de la Iniciación Cristiana

Se pueden distinguir cuatro tipos de destinatarios de la Iniciación Cristiana, que se


corresponden con otros cuatro itinerarios básicos:

1) El de niños bautizados al poco de naces y que reciben la Confirmación y


Primera Comunión en la adolescencia y primera juventud.
2) El de los adultos sin bautizar.
3) El de adultos bautizados pero no catequizados o que desean reiniciar su fe.
4) El de niños y adolescentes no bautizados.

Responsables de la Iniciación Cristiana

- El Obispo: Maestro auténtico de la fe, principal dispensador de los


misterios de Dios, responsable de toda la vida litúrgica, le corresponde
instaurar el catecumenado, regular su ejercicio y disponer la pastoral de
Iniciación Cristiana de la diócesis.
- Los presbíteros y diáconos: Los presbíteros, por el sacramento del Orden
que les hace cooperadores del Orden Episcopal, reciben la misión de
construir y edificar, como ministros de Cristo cabeza, todo su Cuerpo que
es la Iglesia y, por esto, son asimismo educadores de la fe. Los diáconos,
ordenados para un ministerio de servicio, participan de la responsabilidad
catequética.
- Los padrinos: Representa a la familia como extensión espiritual de la
misma y a la Iglesia Madre, y, cuando sea necesario, ayuda a los padres
para que el niño llegue a profesar la fe y a expresarla en su vida.
- Los catequistas: El catequista que acompaña el proceso catecumenal
deberá vivir el encuentro personal con Jesucristo; tener un conocimiento de
la fe, porque “cuando enseña ha de procurar que su doctrina esté llena del
espíritu evangélico”; participar en las celebraciones litúrgicas de la
comunidad parroquial, especialmente en la Eucaristía dominical, y llevar
una vida de oración intensa.
- La familia: La familia tiene un papel propio y especialmente importante.
Dada la estrecha relación con la familia, su implicación en el itinerario
catecumenal ha de presentare como algo muy recomendable y deseable,
por cuya consecución hay que trabajar.
- El grupo como experiencia de comunidad: Es un elemento de
aprendizaje y está llamado a ser una experiencia de comunidad y una
forma de participación en la vida de la Iglesia, encontrando en la más
amplia comunidad eucarística su plena manifestación y su meta. El
participante no se sentirá extraño sino como en su casa, junto a unos
verdaderos amigos que realizan, como el, el itinerario catecumenal.
CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué entiendes por Iniciación Cristiana?

2.- ¿Cuáles son los sacramentos de la Iniciación Cristiana?

3.- ¿Cuál es la causa principal por la cual algunas personas ven a los sacramentos
como algo social dejando de lado su verdadero significado?

4.- ¿Qué busca la Iniciación Cristiana?

5.- ¿Quiénes son los destinatarios de la Iniciación Cristiana?

6.- ¿Quiénes son los responsables de la Iniciación Cristiana?

7.- ¿Cuáles son las características que deben tener los padrinos?

8.- ¿Por qué es importante el grupo de personas con el que estas preparándote
para recibir tus sacramentos?
MI FE, EN DIOS
“Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.”

Como cristiano que soy, mi fe en Dios está apoyada en una historia de salvación,
que tiene sus raíces en la tradición bíblica del pueblo de Israel.

Según esta tradición, la historia de salvación comienza con la creación de todos


los seres y del cosmos, en general, por la palabra omnipotente de Dios; el proceso
creativo culmina con la creación del ser humano, hombre y mujer, a imagen y
semejanza de Dios. El ser humano fue creado para conocer, amar, servir a Dios, y
así gozar de su amistad y de sus dones en esta vida terrena y en el cielo.

Esta historia de salvación encontró en el hombre oposición y rebeldía, de ello


resultó el pecado; pero el pecado, a su vez, fue ocasión de que Dios nos
prometiera un salvador, que pondría en evidencia el engaño del pecado y del
tentador, llamado comúnmente demonio.

La revelación o manifestación definitiva de Dios a nosotros tuvo lugar por medio


de su Hijo Jesucristo, que nos enseñó que Dios es nuestro Padre, a quien
podemos dirigirnos con confianza en todas nuestras necesidades, con quien
podemos hablar exponiéndole todas nuestras inquietudes por medio de la oración.

Pero la manifestación de Dios a nosotros por medio de Jesucristo se realizó por


medio del ministerio salvador de su muerte y resurrección; así Dios nos manifestó
su amor infinito, manifestó, así mismo, su gloria resucitando a Jesús e inició otra
etapa de salvación, que la encomendó después al Espíritu Santo en la Iglesia
desde el día de Pentecostés.

De todo ello concluimos que nuestro Dios es uno y trino. Esto constituye el
misterio de la Santísima Trinidad: un solo Dios en tres personas divinas diferentes:
el Padre, creador; el Hijo, redentor; el Espíritu Santo, santificador. Es un misterio
de comunión de las tres personas en el amor, rasgo descriptivo de Dios.

Dios está presente en todas partes, pero su presencia no la percibimos por los
sentidos corporales sino por la fe. ¿Por qué? Porque Dios es espíritu. La vida
espiritual es una forma de existencia real, pero no física, sensible a los sentidos
del alma por medio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
Para entender mejor estema léase en la Biblia:

• Génesis 1 y 3
• Éxodo 3, 13 – 15; 20, 1 – 6
• Mateo 6, 7 – 15
• Juan 4, 21 – 24; 14, 23 – 27

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Cuantos Dioses hay?

2.- ¿Quién es Dios?

3.- ¿De qué manera nos demostró Dios su amor infinito?

4.- ¿Qué es el Misterio de la Santísima Trinidad?

5.- ¿Por qué crees en Dios y qué crees sobre El?

6.- ¿Cómo y cuándo te comunicas con Dios?

7.- ¿Con cuál de las tres personas divinas se te hace más fácil comunicarte? ¿Por
qué?
MI FE, EN JESUCRISTO
“Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo u nacido de santa María Virgen. Murió y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.”

Jesucristo es el Hijo de Dios, verdadero Dios y verdadero hombre. Se hizo hombre


encarnándose en el seno de la Virgen María, su Mare, por la acción misteriosa del
Espíritu Santo, para llevar a cabo una historia de salvación, hecha de obediencia a
Dios y de amor a Dios y a todos los humanos.

Él vivió como uno de nosotros, por ello, en un tiempo estuvo bajo la autoridad de
sus padres. Sabemos poco de su vida antes de iniciar su apostolado predicando la
venida del Reino de Dios y estableciéndolo con su modo de vivir. Aprendió el oficio
de carpintero y no llamó la atención de sus conciudadanos por nada en particular.
Mostró predilección por los más pobres, por los niños y por los menos apreciados
en la sociedad y en la comunidad israelita.

Su misión fundamental fue redimir a la humanidad de la situación de enemistad


con Dios; buscar a los descarriados y ofrecer a todos la oportunidad de un
encuentro salvador con Dios. Por el sacrificio de su vida en su pasión y muerte en
cruz nos enseñó la obediencia al Padre, que fue el sacrificio y la clave de nuestra
reconciliación con Él y con el reto de la humanidad para siempre.

Después de su resurrección fue constituido Salvador y Señor de todos, para que


quieres creen en Él puedan recibir todas las gracias, que les hagan vivir la vida
nueva de los hijos de Dios, renacidos por el agua y el Espíritu por medio del
Bautismo; así nos adherimos a su persona, aceptando su doctrina y su modo de
vida como guía y modelo de la nuestra.

La enseñanza de Jesús la encontramos en los Evangelios, que nos dan también la


oportunidad de conocerlo a Él. Haciendo una opción por su persona, aceptamos la
vida que él nos ofrece y la asumimos a través de los sacramentos. Todo ello lo
podemos recibir y gozar a través de la Iglesia, que por medio de sus ministros (El
Papa, los Obispos, sacerdotes y diáconos), pone a nuestro alcance tan gran
riqueza espiritual. Su enseñanza fundamental y su testamento para nosotros es el
mandamiento del amor; por su práctica nos conocerán como discípulos suyos.
Nos enseñó también a tratar con Dios como con nuestro Padre bueno.

Su persona y su vida es tan importante para nosotros que la Biblia le da muchos


nombres; entre ellos: Emmanuel ( Dios con nosotros), siervo de Yahvé, Palabra
De Dios, Buen Pastor, Cordero de Dios, Mesías, Señor, Salvador, Príncipe de la
Paz, Maestro.
Para saber más sobre Jesucristo léase en la Biblia:

• Mateo 1, 18 - 25
• MATEO 3, 13 - 17
• Mateo 4, 1 – 25
• Lucas 2, 1 – 52
• Lucas 4, 14 - 22
• Juan 1, 1 - 18

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Quién dice la Biblia que es Jesucristo?

2.- ¿Quién es Jesucristo para ti?

3.- ¿Cómo te relacionas normalmente con Él?

4.- ¿Cuán fue su misión en este mundo?

5.- ¿Cómo demostrarías que eres discípulo suyo?


MI FE, EN LA PERSONA Y MISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
“Creo en Jesucristo nacido de la Virgen María”

La Virgen María es la madre natural de Jesucristo. Sin embargo, puesto que


Jesucristo es la segunda persona de la Santísima Trinidad, es decir, el Hijo de
Dios, creemos que la Virgen María es también Madre de Dios.

Aunque ella recibió gracias extraordinarias de Dios por razón de su misión de ser
la madre de Jesucristo, sin embargo ella fue una mujer normal como las demás en
el orden natural, que vivía ocupada de los quehaceres normales de cualquier otra
mujer piadosa de su tiempo y que ya se había desposado con José, hombre justo
ante Dios.

Desde el primer momento de su existencia en el seno de su madre, ella gozó del


privilegio de verse preservada del pecado original; por ello, el Ángel la saluda
como la “llena de gracia”. Es en este misterio de la anunciación de la encarnación
de Jesucristo en su seno materno donde María comienza una historia ejemplar de
fe, de manera que se le honra como madre de los creyentes.

María es la Virgen fiel, que nos enseñó a vivir la fe en las circunstancias de la vida,
a pesar de todas las pruebas o dificultades por las que podamos pasar. Esa fe la
expresó por primera vez en su “hágase en mí según tu Palabra” cuando el Ángel
le anunció el plan de Dios de que fuera madre del Mesías Jesucristo. Esa misma
fe la llevó hasta sus últimas consecuencias cuando acompañó a su Hijo hasta la
cruz y recibió como a su hijo a Juan, que representa a toda la humanidad.

Los principales misterios por medio de los cuales se manifiesta su gran dignidad
de Madre de Dios y Madre nuestra: su Concepción Inmaculada, su Maternidad
divina, su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, el ser Corredentora con
Jesucristo y nuestra Medianera ante Dios, su titulo de Reina de toda la creación.
De la fe de la Iglesia en la Virgen María nos da testimonio la letanía del Rosario en
la que se le dan 50 títulos diferentes.

Nuestro culto a la Virgen María no es el mismo que damos a Dios, no la doramos


sino que la admiramos. La llamamos Santísima porque Dios la llenó de su gracia.
Por ser nuestra Madre y Madre de Dios la invocamos para que interceda por
nosotros ante Dios; por ello la llamamos “Auxilio de los cristianos y Refugio de los
pecadores”- La iglesia ha resumido su fe en la Virgen María en el Ave María y la
devoción más importante hacia ella es el Rosarios.
Para saber más sobre la Virgen María léase en la Biblia:

• Mateo 1, 18 - 25
• Mateo 2, 1 - 23
• Lucas 1, 26 - 45
• Lucas 2, 39 - 52
• Juan 2, 1 - 10
• Juan 19, 25 - 27
• Apocalipsis 12, 1 - 6.

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Cuál es el lugar de la Virgen María en la Historia de la Salvación y cuál su


importancia en la vida de Jesucristo?

2.- ¿Cuál es el papel de María en la vida de la Iglesia y de los cristianos?

3.- ¿Qué importancia práctica tiene la Virgen María en tu vida de creyente?


MI FE, EN EL ESPÍRITU SANTO
“Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”

La tercera persona de la Trinidad divina la llamamos Espíritu Santo. Aparece en el


evangelio en el momento en que se anuncia el nacimiento de Jesús, que será
posible por la acción del mismo en el seno de la Virgen María. Más tarde se
manifestará acompañando a Jesús en su bautismo.

El guía a Jesús en su misión por este mundo. Y a Él encomendará Jesús a la


Iglesia para que ésta pueda llevar adelante su misión salvadora. El Espíritu Santo
fue enviado a la Iglesia en Pentecostés, cuando aparecieron unas lenguas de
fuego sobre la cabeza de los Apóstoles, que desde entonces fueron valientes
testigos y predicadores del Evangelio de Jesús.

Su misión era ayudar a entender la enseñanza de Jesús, fortalecer a los Apóstoles


y a sus sucesores en su misión evangelizadora por el mundo y comunicar a cada
creyente la nueva vida de hijos de Dios. Por ellos, nos dice Jesús que Él nos
llevará a entender la verdad completa, que Él nos defenderá en tiempos de
dificultad, será nuestro abogado, que nos alentará en medio de las pruebas siendo
nuestro consolador.

El Espíritu es el don por excelencia de Jesús resucitado, que llevará adelante la


misión salvadora iniciada por Él. Recibimos el Espíritu Santo en los sacramentos,
aunque hay algunos sacramentos en los que tiene un papel muy específico y claro
como en el Bautismo y la Confirmación. En el primero para ser regenerados en la
vida divida y ser constituidos morada de Dios; en el segundo, para ser constituidos
testigos de nuestra fe.

Puesto que el Credo lo proclama como Señor y dador de vida, creemos que Él
tiene el poder de dar la vida de Cristo a todo el que acepta a Cristo como salvador,
y esto lo realiza a través de sus dones, tales como: entendimiento, ciencia,
sabiduría, consejo, temor de Dios, piedad y fortaleza. Por medio de ellos también
nos capacita para comprender los misterios de Dios y de nuestra vida cristiana, así
como para vivir de acuerdo a los mismos.

El fruto o signo por excelencia de la acción del Espíritu Santo en nosotros es el


amor; pero también hay otros signos, contrarios a los signos de la vida en pecado
como son: la alegría, la paz, la paciencia, la amabilidad, la confianza, el control de
sí mismo.
Para saber más sobre el Espíritu Santo léase en la Biblia:

• Lucas 1, 26-38
• Juan 16, 5-15
• Juan 20, 21-23
• Hechos 2, 1-21
• Romanos 8, 14-27
• 1 Corintios 12, 1-13
• Gálatas 15, 16-26.
CUESTIONARIO
- Responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Qué importancia tiene el Espíritu Santo en la vida de Jesús?

2.- ¿Qué importancia tiene en la vida de la Iglesia?

3.- ¿Qué importancia tiene en tu propia vida?


MI FE, EN LA IGLESIA
“Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.”

La Iglesia es la comunidad de los que creen en Jesucristo y han sido bautizados.


La Iglesia es sólo una, aunque haya distintas confesiones o grupos. Llamamos
Iglesia católica al conjunto de cristianos que aceptamos al Papa como Vicario de
Cristo en la tierra. Sin embargo, la Iglesia es católica porque está abierta a todos
los hombres y mujeres del mundo.

La Iglesia es santa porque ha sido santificada por Cristo por medio de su muerte
salvadora y con toda la riqueza de su gracia, que le ha concedido, y que se nos
ofrece a nosotros por medio de los sacramentos y de otros medios de comunión
con Dios.

La misión de la Iglesia es predicar el Evangelio a todo el mundo y ser instrumento


de salvación para todos, sobre todo por el testimonio de la vida de los cristianos,
que sea signo de la vida y presencia de Cristo entre nosotros; por ello, también
confesamos que la Iglesia es apostólica, fundamentada en la misión de los
apóstoles y heredera de la misma.

La Iglesia es un cuerpo espiritual, del cual Cristo es la cabeza y nosotros somos


los miembros. Los ministros de la Iglesia – obispos, sacerdotes y diáconos –
tienen la misión de ser intermediarios o instrumentos activos para que recibamos
la vida que Cristo nos ofrece. Por ser como un cuerpo espiritual, entre todos los
miembros hay una relación y dependencia mutua, que a su vez reciben la vida de
Cristo cabeza.

La unión que existe entre todos los discípulos de Cristo, que formamos la Iglesia,
constituye la comunión de los santos, ya que todos somos santificados por El, por
medio de los sacramentos, y puesto que entre todos existe una participación
mutua de gracias y méritos.

La Iglesia es nuestra madre y maestra. Como madre nos da el alimento para tener
una vida fuerte y abundante, de modo particular a través de los sacramentos,
Como maestra nos ensena la doctrina que nos guía en nuestra vida de cristianos,
de modo partículas por medio de la Biblia y de otros documentos del magisterio
oficial de la Iglesia. Para descubrir mejor su naturaleza y funciones se le llama
también Pueblo de Dios, Cuerpo místico de Cristo, Sacramento de salvación,
Esposa de Cristo.

Por el término iglesia – escrita con letra minúscula – se usa también para indicar el
lugar donde la comunidad cristiana se reúne para el culto o para cualquier
celebración de la fe, particularmente para la Misa y los Sacramentos.
Para saber más sobre la Iglesia léase en la Biblia:

• Mateo 16, 13 – 20
• Mateo 28, 16 – 20
• 1 Corintios 12, 12 – 30
• Efesios 4, 1 – 7
• Efesios 5, 21 – 30
• 1 Pedro 2, 9 – 12
• Hechos 2, 37 – 47

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es la Iglesia en su relación con Jesucristo?

2.- ¿Qué misión tiene la Iglesia en el mundo?

3.- ¿Qué rasgos caracterizan a la Iglesia y la definen?

4.- ¿Cuál es tu lugar y misión en la Iglesia?


MI FE, EN LA RESURRECCIÓN
“Creo en la resurrección de los muertos y en la vida eterna”

La vida del cristiano tiene dos etapas: la terrena y la celestial. Nuestra vida aquí en
la tierra es una preparación y pregustación de la vida del cielo. Jesús nos ofrece
aquí la felicidad, pero ello incluye vivir de acuerdo al plan y a la voluntad de Dios
para nosotros. Esta felicidad llega a su plenitud en el cielo.

El paso entre esta vida terrena y la celestial es la muerte. La muerte es una


experiencia física y espiritual. Físicamente el cuerpo ya no tiene capacidad de
seguir viviendo, por ello muere; entonces entramos en un estado de vida espiritual
y ese estado de vida lo llamamos cielo; es un estado en el que gozamos en
plenitud la visión de Dios, su amistad y todo lo que tiene reservado para quienes lo
aman.

Al decir que creemos en la resurrección de los muertos significamos que también


nuestro cuerpo va a gozar de una vida nueva en el cielo, la vida glorificada,
aunque no sabemos cuándo se va a realizar tal misterio. Sin embargo, nuestra
alma, que no muere, si debidamente preparada puede pasar inmediatamente a
gozar la vida del cielo, como acabamos de decir.

La vida eterna es la vida de Dios, que nosotros podemos gozar aquí en la tierra y
en el cielo. Gozamos aquí de la vida eterna cuando vivimos en gracia y gozamos
de la vida del Espíritu de Dios en nuestra alma. De la vida eterna del cielo
podemos decir poco, pero sabemos que es la plenitud de la vida y de la felicidad
en comunión con Dios y con la Iglesia triunfante.

El Evangelio nos habla de la vida eterna en muchas ocasiones; entre las imágenes
que la describen la más importante es la del Reino de los cielos. Participar en el
Reino es la forma por excelencia de tener la vida eterna. Y para ello nos dice el
Evangelio que es necesario creer en Jesucristo, ya que “tanto amó Dios al mundo
que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca sino que
tenga vida eterna”.

La garantía de la resurrección y de la vida nueva en el cielo es Jesucristo que,


después de morir en la cruz, resucitó al tercer día. Si vivimos y morimos en
comunión con Él, viviremos, moriremos y resucitaremos con Él para toda la
eternidad.

Por todo ello, el cristiano ha de tener como punto de referencia en su actuar diario
asegurarse de que lo que hace lo conduce a la vida eterna, a la vida del Espiritu
Santo.
Para saber más sobre la Resurrección léase en la Biblia:

• Lucas 24, 13-35


• Juan 20, 1-29
• Mateo 22, 23-33
• Mateo 25, 31- 46
• Lucas 16, 19-31
• I Corintios 15, 1-58
• I Tesalonicenses 4, 13-18

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué importancia tiene la resurrección de los muertos?

2.- ¿Qué sentido tiene la vida eterna en el cielo?

3.- ¿Qué garantía tenemos para creer en la resurrección después de la muerte?


MI FE, CELEBRADA EN LOS SACRAMENTOS
“Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Juan 10,10)

La fe del cristiano es un don de Dios, que crece y se desarrolla en su vida para


llegar a alcanzar la estatura moral y espiritual de Cristo. Como medios
especialmente eficaces para ello, Jesús instituyó los sacramentos. Por medio de
ellos celebramos la fe; cada sacramento es una celebración de la fe, que
enriquece para una etapa o situación de la vida, desde que ésta se confiere en su
estado inicial hasta que se celebra su madurez en el Sacerdocio y Matrimonio, que
son estados de vida que enriquecen a la Iglesia como servicios específicos, sea
en la Iglesia local (Diócesis, parroquia), sea en la Iglesia doméstica (familia).

Los sacramentos son signos o medios sagrados que comunican gracias


adaptadas a las distintas etapas y necesidades por las que pasa la vida de
cristiano. En la actualidad son siete y se dividen en tres grupos: sacramentos de
iniciación (Bautismo, Confirmación y Eucaristía), sacramentos de sanación
(Reconciliación y Unción de los enfermos), sacramentos de madurez (Orden
sacerdotal y Matrimonio).

Algunos de estos sacramentos son especialmente importantes, así el Bautismo y


la Eucaristía; también está la Confirmación, que enriquece la gracia bautismal para
hacernos testigos de la fe. La Reconciliación y la Unción de los enfermos son
sacramentos de sanación espiritual e incluso física, como es en el caso de la
Unción. El Matrimonio y el Sacerdocio se consideran sacramentos de la madurez
cristiana, porque están ordenados para capacitar en una vida de amor y servicio
en la familia y la Iglesia.

Los sacramentos requieren una preparación adecuada de parte de quienes lo


reciben, ya que de esa preparación depende la gracia mayor o menor que reciban;
incluso, de ella puede depender que el sacramento sea válido o no.

Esta preparación lleva consigo dos condiciones principales. La primera es conocer


el sentido e implicaciones del sacramento; la segunda, tener las condiciones
previas para recibirlo. Por ejemplo, en algunos sacramentos, como la
Confirmación, la Eucaristía, el Matrimonio, el Sacerdocio, se supone que el
Cristiano que los recibe esta en gracia de Dios. Y en todos los sacramentos se
requiere una actitud de fe para asumir lo que el sacramento significa y otorga.

Algunos sacramentos marcan de tal forma a quien los recibe que no se pueden
repetir o recibir más de una vez en la vida; esa marca se llama carácter. Estos son
el bautismo, la confirmación, el sacerdocio y el matrimonio (con una misma
persona).
Para saber más de los Sacramentos léase en la Biblia:

• Marcos 16, 14 – 20
• Mateo 3, 1 – 17
• Juan 3, 1 – 8
• Hechos 2, 37 – 47
• Hechos 8, 9 – 40
• Romanos 6, 1 – 11
• Juan 6, 25 – 58
• Juan 20, 19 – 23
• Colosenses 2, 9 – 15

CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es un Sacramento?

2.- ¿Qué sentido tienen los Sacramentos en la vida del cristiano?

3.- ¿Cuáles son los Sacramentos de Iniciación?

4.- ¿Cuáles son los Sacramentos de Sanación?

5.- ¿Cuáles son los Sacramentos de la Madurez Cristiana?

6.- ¿Qué se requiere para una adecuada y efectiva recepción de los sacramentos?
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida
espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad. Es la puerta
que nos conduce a la vida eterna. Nos borra el pecado original, nos incorpora a la
Iglesia, nos hace hijos de Dios, y así es como llegamos a ser miembros de Cristo,
haciéndonos partícipes de su misión. Significa y realiza nuestro nacimiento del
agua y del Espíritu sin el cual nadie puede entrar en el Reino de Dios.

El Bautismo es el más bello y magnifico de los dones de Dios… Lo llamamos don,


gracia, unción, iluminación, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso
que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque, es
dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua;
unción, porque es sagrado y real; iluminación, porque es luz resplandeciente;
vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos
guarda y es el signo de la soberanía de Dios.

Institución

Jesús comienza su vida pública después de hacerse bautizar voluntariamente por


Juan el Bautista en el Jordán (Mt 3,13); destinado a los pecadores, para “cumplir
toda justicia” (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su humildad
y empequeñecimiento (Flp 2,7).

Después de su resurrección, confiere esta misión a sus apóstoles: “Id, pues, y


haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y ensenándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado” (Mt 28, 19 – 20; Mc 16, 15 – 16).

Como Juan predico un bautismo de arrepentimiento, los cristianos siempre nos


hemos preguntado por qué Jesús se permitió ser sumergido en aquellas aguas.
Los Padres de la Iglesia dieron esta explicación: “Jesús no tuvo pecados, sin
embargo, permitió que Juan le bautizara por dos motivos. Primero quería darnos
un ejemplo para demostrar la importancia del sacramento. El segundo motivo:
Vino para sepultar la humanidad llena de pecado en las aguas. Vino para santificar
el Jordán para nosotros.

Necesidad

El bautismo es absolutamente necesario para salvarse, de acuerdo a las palabras


del Señor (Mc 16,16). La razón teológica es clara: sin la incorporación a Cristo
nadie puede salvarse, ya que Cristo es el único camino de vida eterna, solo Él es
el Salvador de los hombres. (Jn 14,9).
Tipos

El bautismo como medio de salvación para quienes tienen uso de razón y que se
encuentran en peligro, por tanto no pueden recibir el bautismo de agua, este
puede ser suplido por el martirio vivido (llamado bautismo de sangre) o por
arrepentimiento perfecto (llamado bautismo de deseo).

El bautismo de deseo es el anhelo de recibir el bautismo, deseo que debe ir unido


al arrepentimiento perfecto. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña al respecto
que a los catecúmenos que mueren antes de su Bautismo, el deseo explícito de
recibir el Bautismo, unido al arrepentimiento de sus pecados y a la caridad, les
asegura la salvación que no han podido recibir por el sacramento. Para aquel que
ha conocido la revelación cristiana, el deseo de recibirlo ha de ser explícito. Por el
contrario, para el que no tenga ninguna noticia del sacramento basta el deseo
implícito. De esta forma la misericordia infinita de Dios ha puesto la salvación
eterna al alcance real de todos los hombres.

El bautismo de sangre es el martirio de una persona que no ha recibido el


bautismo, es decir, el soportar pacientemente la muerte violenta por haber
confesado la fe cristiana o practicado la virtud cristiana. Jesús mismo dio
testimonio de la virtud justificativa del martirio: A todo aquel que me confesare
delante de los hombres yo también le confesare, delante de mi Padre que está en
los cielos (Mt 10, 32); El que perdiere su vida por amor mío, la encontrara (Mt
10,39).

Sujeto y el Ministro del Bautismo

“Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano, aun no bautizado, y solo él”.

Sólo los ya bautizados o los muertos son incapaces de ser bautizados. En duda si
la persona vive, se administra bajo condición: Si vives, yo te bautizo… “Cuando
hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado
válidamente, y la duda persiste luego de cuidadosa investigación, se ha de
bautizar bajo condición: Si no estás bautizado, yo te bautizo…”.

Puesto que los niños nacen con una naturaleza humana caída, carentes de la
vida divina y manchados con el pecado original, necesitan también el nuevo
nacimiento del Bautismo para gozar de la libertad de los hijos de Dios. Por lo tanto
la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios
si no le administran el Bautismo poco después de su nacimiento.

La Fe cristiana adquirida en el Bautismo, debe crecer y desarrollarse. Por eso se


renuevan las Promesas del Bautismo cada año en la noche de la Pascua.
El Bautismo de adultos

Para quienes han llegado al uso de razón es necesaria la intención de recibir el


bautismo, de manera que el bautizado sin voluntad de recibir el sacramento, ni
licita, ni válidamente es bautizado.

Para recibirlo lícitamente se requiere:

• Que el sujeto tenga fe (Mc 16,16)


• Que esté arrepentido de sus pecados (Hechos 2,38)

No se tiene pues, derecho de bautizar a nadie contra su voluntad, ni a un adulto


privado de sentido a no ser que hubiera anteriormente manifestado la voluntad de
ser bautizado; pero si existe el derecho de bautizar a un demente de nacimiento,
privado sin remedio del uso de la razón.

La formación de los aspirantes a recibir el bautismo tiene por finalidad permitirles


llevar a la realidad su deseo de recibir el sacramento en respuesta a la iniciativa
divina y en unión con la Iglesia, llevar a madurez su conversión y su fe.

Ministro del Sacramento

Son ministros ordinarios del Bautismo el obispo y el presbítero y, en la Iglesia


latina, también el diacono. En caso de necesidad, cualquier persona, incluso no
bautizada, puede bautizar si tiene la intención requerida y utilizar la fórmula
bautismal trinitaria.
CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es el sacramento del bautismo?

2.- ¿Cuándo instituyo Jesús este sacramento?

3.- ¿Por qué es necesario el bautismo para alcanzar la salvación?

4.- ¿En qué consiste el bautismo de sangre?

5.- ¿En qué consiste el bautismo de deseo?

6.- ¿Quién es el sujeto del sacramento del bautismo?

7.- ¿Quién es el ministro de este sacramento?

8.- ¿Cuál es el símbolo de este sacramento?

9.- ¿Por qué consideras que es importante este sacramento?

10.- ¿Por qué se dejó bautizar Jesús por Juan el Bautista?


EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
"Estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se
encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: 'La paz
con vosotros'. Dicho esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se
alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: 'La paz con vosotros. Como el
Padre me envió, también Yo os envío'. Dicho esto, sopló sobre ellos y les
dijo: 'Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdones los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retuviereis, les quedarán retenidos". (Jn.20, 19-23)

Sólo Dios perdona los pecados

El Evangelio de San Marcos nos refiere la ocasión en que a Jesús le presentan un


paralítico bajándolo por entre las tejas del techo, en una camilla. Viendo Nuestro
Señor la fe de aquellas personas, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son
perdonados". Con toda razón los escribas presentes pensaron que Jesús
blasfemaba porque "¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?" Pero el
Señor, para demostrar su divinidad y el poder que tiene para ello, cura
inmediatamente al paralítico, que sale sano y perdonado a la vista de todos. (Mc.2,
1-12).

Pensar que un hombre cualquiera puede perdonar las ofensas hechas a Dios, es
una tontería. El ofendido es Dios y El perdona si es su voluntad.

Al hacer partícipes a los apóstoles de su propio poder de perdonar los pecados, el


Señor les da también la autoridad de reconciliar a los pecadores con la Iglesia. El
poder de "atar y desatar" que Cristo confiere solamente a San Pedro (Mt.1 6,19)
como cabeza visible de la Iglesia, significa el poder excluir o aceptar de nuevo al
pecador de la comunión con la iglesia ... La reconciliación con la Iglesia, es
inseparable de la reconciliación con ¡Dios!.

Efectos

El efecto principal de este sacramento es la reconciliación con Dios. Este es volver


a la amistad con Él en una resurrección espiritual, alcanzando, nuevamente, la
dignidad de Hijos de Dios. Esto se logra porque se recupera la gracia santificante
perdida por el pecado grave.

• Aumenta la gracia santificante cuando los pecados son veniales.


• Se recuperan las virtudes y los méritos perdidos por el pecado grave.
• Otorga la gracia sacramental específica, que es curativa porque le devuelve
la salud al alma y además la fortalece para combatir las tentaciones.

Materia y Forma
Como en todo sacramento este signo sensible está compuesto por la materia y la
forma. En este caso son:

• La materia es: el dolor de corazón o contrición, los pecados dichos al confesor de


manera sincera e íntegra y el cumplimiento de la penitencia o satisfacción. Los
pecados graves hay obligación de confesarlos todos.

• La forma son las palabras que pronuncia el sacerdote después de escuchar los
pecados - y de haber emitido un juicio - cuando da la absolución: “Yo te absuelvo
de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

Rito y celebración

La celebración de este sacramento, al igual que la de todos los sacramentos, es


una acción litúrgica. A pesar de haber habido muchos cambios en la celebración
de este sacramento, a través de los siglos, encontramos dos elementos
fundamentales en su celebración.

Uno de los elementos son los actos que hace el penitente que quiere convertirse,
gracias a la acción del Espíritu Santo, como son el arrepentimiento o contrición, la
confesión de los pecados y el cumplimiento de la penitencia.

El otro elemento es la acción de Dios, por medio de los Obispos y los sacerdotes,
la Iglesia perdona los pecados en nombre de Cristo, decide cual debe ser la
penitencia, ora con el penitente y hace penitencia con él. (Cfr. CIC no.1148).

Normalmente, el sacramento se recibe de manera individual, acudiendo al


confesionario, diciendo sus pecados y recibiendo la absolución en forma particular
o individual.

Existen casos excepcionales en los cuales los sacerdote pueden impartir la


absolución general o colectiva, tales como aquellas situaciones en las que, de no
impartirse, las personas se quedarían sin poder recibir la gracia sacramental por
largo tiempo, sin ser por culpa suya.

Cuando una persona hace una confesión de todos los pecados cometidos durante
toda la vida, o durante un período de la vida, incluyendo los ya confesados con la
intención de obtener una mayor contrición, se le llama confesión general. Se le
debe de advertir al confesor de que se trata de una confesión general.

Cuando una persona está en peligro de muerte - no pudiendo expresarse


verbalmente por algún motivo - se le otorga el perdón de los pecados de manera
condicionada. Esto quiere decir que está condicionada a las disposiciones que
tenga el enfermo o que tuviese de estar consciente.
El Ministro y el Sujeto

El sacerdote es muy importante, porque aunque es Jesucristo el que perdona los


pecados, él es su representante y posee la autoridad de Cristo.

El sacerdote debe de tener la facultad de perdonar los pecados, es decir, por oficio
y porque se le ha autorizado por la autoridad competente el hacerlo. No todos los
sacerdotes tienen la facultad de ejercerla, para poderla ejercer tiene que estar
capacitado para emitir un juicio sobre el pecador.

El lugar adecuado para administrar el sacramento es la iglesia (Cfr. 964). Siempre


se trata de que se lleve a cabo en un lugar sagrado, de ser posible.

El sujeto de la Reconciliación es toda persona que, habiendo cometido algún


pecado grave o venial, acuda a confesarse con las debidas disposiciones, y no
tenga ningún impedimento para recibir la absolución.

Pasos para la confesión

1° EXAMEN DE CONCIENCIA

La confesión no tendrá efecto y fruto si entramos en la Iglesia y rápido nos


confesamos, sin haber hecho primero un buen examen de conciencia sereno,
tranquilo, pausado, y si es por escrito mejor, para que así, no nos olvidemos ni un
pecado.

¿Cómo hacer este examen de conciencia?

El examen de conciencia consiste en recordar los pecados que hemos cometido y


las causas o razones por las cuales estamos cometiendo esas faltas. Deberíamos,
como buenos cristianos, hacer examen de conciencia todos los días en la noche,
antes de acostarnos. Así iríamos formando bien nuestra conciencia, haciéndola
más sensible y recta, más pura y delicada. Los grandes Santos nos han
recomendado este medio del examen de conciencia diario

¿Cómo se hace?

1° Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los
pecados nuestros que más le están disgustando a Dios.

2° Vamos repasando:

a) Los diez mandamientos.


b) Los cinco mandamientos de nuestra Santa Madre la Iglesia Católica.

c) Los siete pecados capitales.

d) Las obras de misericordia.

e) Las bienaventuranzas.

f) El mandamiento de la caridad.

g) Los pecados de omisión: el bien que dejamos de hacer: no ayudar, no hacer


apostolado, no compartir los bienes, no hacer visitas a Cristo Eucaristía, no dar un
buen consejo.

También es bueno confesarse de la siguiente manera:

a) Deberes para con Dios: mi relación con la voluntad de Dios.

b) Deberes para con el prójimo: caridad, respeto.

c) Deberes para conmigo: estudios, trabajo, honestidad, pureza, veracidad.

d) Deberes para con ese Movimiento o Institución eclesial a la que pertenezco:


fidelidad a los compromisos, apostolado.

2º DOLOR DE LOS PECADOS Y LA CONTRICIÓN DEL CORAZÓN

No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es
necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos
pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los
pecados o contrición del corazón

Contrición de corazón o arrepentimiento es sentir tristeza y pesar de haber


ofendido a Dios con nuestros pecados.

No es tanto “me siento mal… no me ha gustado lo que he hecho… siento un peso


encima…” ¡No! Este dolor de contrición es otra cosa: “Estoy muy apenado porque
ofendí a Dios, que es mi Padre, le puse triste”.

El Salmo 50 dice: “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.

Jesús cuenta, que un publicano fue a orar, y arrodillado decía: “Misericordia,


Señor, que soy un gran pecador” y a Dios le gustó tanto esta oración de
arrepentimiento que le perdonó (cfr Lucas 18).

¿Cuántas clases de arrepentimiento hay?


Hay tres:

1° Contrición perfecta,

2° Contrición imperfecta o atrición,

3° Arrepentimiento.

La contrición perfecta: es una tristeza o pesar por haber ofendido a Dios, por ser
Él quien es, esto es, por ser infinitamente bueno y digno de ser amado, teniendo al
mismo tiempo el propósito de confesarse y de evitar el pecado. Es el ejemplo del
rey David, o de Pedro.

La atrición: es una tristeza o pesar de haber ofendido a Dios, pero sólo por la
fealdad y repugnancia del pecado, o por temor de los castigos que Dios puede
enviarnos por haberlo ofendido. Para que esta atrición obtenga el perdón de los
pecados necesita ir acompañada de propósito de enmendarse y obtener la
absolución del sacerdote en la confesión.

El remordimiento: (morder doblemente) es una rabia o disgusto por haber hecho


algo malo que no quisiéramos haber hecho. Es la conciencia la que nos muerde.
No nos da tristeza por haber ofendido a Dios, sino porque hicimos algo que no nos
gusta haber hecho. Ejemplo de Judas. El remordimiento no borra el pecado.

¿Cuándo debemos tener este dolor de contrición y arrepentimiento de los


pecados?

Sobre todo cuando nos vamos a confesar, pues si no estamos arrepentidos, no


quedamos perdonados. Pero es bueno también arrepentirnos de nuestras faltas
cada noche antes de acostarnos. A Dios le gusta un corazón arrepentido.

¿Qué cualidades debe tener nuestro arrepentimiento?

Tres son las cualidades:

1. Arrepentirse de todo los pecados sin excluir ninguno (a no ser por olvido).

2. Que el arrepentimiento no sea sólo exterior sino que se sienta en el alma.

3. Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los males materiales que nos trae el
pecado, sino porque con él causamos un disgusto a Dios y nos vienen males para
el alma y para la eternidad.

¿Qué ayuda para conseguir el dolor de contrición o arrepentimiento perfecto?


1. Recordar el Calvario y todo lo que Jesús sufrió por nosotros en su Pasión.

2. Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y felicidades que allá nos esperan.
¡Todo esto lo perderé, si peco!

3. Ir con la imaginación a los castigos eternos y pensar que allá podemos ir


también nosotros si no abandonamos nuestros pecados y malas costumbres.

¡A cuantos les ha salvado esto, y les ha alejado de sus pecados!

Una poesía resume este arrepentimiento sincero: “No me mueve, mi Dios, para
quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para
dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en
esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afectas
y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera
cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar
porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero
te quisiera” (Anónimo).

3º CONFESAR TODOS LOS PECADOS

El sacramento de la penitencia o confesión está en crisis en algunas partes


porque, como dijo el Papa Juan Pablo II, “al hombre contemporáneo parece que le
cuesta más que nunca reconocer los propios errores… parece muy reacio a decir
‘me arrepiento’ o ‘lo siento’; parece rechazar instintivamente y con frecuencia
irresistiblemente, todo lo que es penitencia, en el sentido del sacrificio aceptado y
practicado para la corrección del pecado” (Reconciliación y Penitencia n. 26).

Pío XII manifestó en un radiomensaje del Congreso Catequístico Nacional de los


Estados Unidos, en Boston (26 de octubre de 1946): “El pecado del siglo es la
pérdida del sentido del pecado”.

El tercer paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados
mortales y graves al confesor.

¿Qué es la confesión de boca? Es manifestar al confesor sin engaño, ni mentira


los pecados cometidos, con intención de recibir la absolución. Dice la Biblia: “No te
avergüences de confesar tus pecados” (Eclesiástico 4,26)

Para que Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados.
Así lo dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A
quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les
quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).
Los apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes,
para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan
escuchar los pecados del penitente.

¿Cuáles son las cualidades para una buena confesión de boca?

Sinceridad: no debo ocultar lo que en conciencia es grave.

Verdadera: sin ocultar o disimular lo que debo manifestar, ni dar vueltas, tratando
de justificarme.

Completa: todos los pecados graves, según su especie, número y circunstancias


que cambian la especie.

Sencilla y humilde: con pocas palabras y sin rodeos.

Omitir voluntariamente la confesión de pecados graves o circunstancias que


cambian la especie o callar voluntariamente algún pecado grave hace que la
confesión sea inválida y sacrílega.

El pecado varía en su gravedad según quién lo comete, con quién se comete y


dónde se comete.

-Una cosa es robar a un rico y otra a un pobre.

-Una cosa es robar por hambre y otra para vender.

-Una cosa es robar en el supermercado y otra en una iglesia.

-Una cosa es insultar a un compañero de clase y otra, a mamá o a un sacerdote o


al Papa.

-Una cosa es cometer un acto impuro con un soltero/a y otra con un casado/a.

-Una cosa es mentir en casa y otra en la confesión.

¿Qué pecados estamos obligados a confesar?

Solamente los pecados mortales, pero es bueno y provechoso confesar también


los veniales, así iremos fomentando mejor nuestra conciencia; así también el
sacerdote nos podrá guiar con toda seguridad y sabiduría hacia la santidad.

¿Qué hacer cuando sólo tenemos pecados veniales para confesar?

Conviene recordar también algún pecado mortal ya confesado. Así el recuerdo de


un pecado grave hace más fuerte el arrepentimiento y más serio el propósito. Esto
si lo considera oportuno el confesor, porque hay almas con escrúpulos a quienes
no conviene que revuelvan el pasado ya confesado.

¿Qué sucede cuando uno olvida algún pecado grave en la confesión, sin querer?

Obtiene el perdón de los pecados y puede comulgar, pero en la próxima confesión


debe confesarse de ese pecado que olvidó sin querer.

Una norma muy útil: cuando uno termina de decirle al sacerdote los pecados
conviene añadir: “Pido perdón también de todos los pecados que se me hayan
olvidado”. Así queda el alma mucho más tranquila.

¿Cómo es el rito de la confesión?

- En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu santo.


- Se lee una frase del evangelio.
- Padre hace X días que me confesé, aclaro si cumplí la penitencia o no.
- Mis pecados son éstos… y me acuso de todos aquellos que en este
momento no recuerdo, y de los pecados de omisión.
- Después escucho los consejos.
- Rezo el pésame u acto de contrición lentamente y con dolor.
- Recibo la absolución del sacerdote.
- Le agradezco… y voy a cumplir rápido la penitencia.

4º PROPÓSITO DE ENMIENDA

Antes de explicar el cuarto paso, quisiera resumir, de la Institución Pastoral del


Episcopado español del 15 de abril de 1989, los síntomas y raíces de la
disminución de la práctica de la confesión en algunas partes:

Por el ateísmo e indiferencia religiosa de nuestros tiempos.

La pérdida del sentido del pecado.

Las interpretaciones inadecuadas del pecado. Hoy se nos quiere hacer creer que
el pecado es algo superado, es un vago sentimiento de culpabilidad, es como una
fuerza oscura del inconsciente, es como expresión y reflejo de las condicionantes
ambientales, se les identifican con el pecado social y estructural. Algunos ya no
ven pecado en casi nada, salvo en lo social, estructural.

Crisis generalizada de la conciencia moral y su oscurecimiento en algunos


hombres. Esto debido a la amoralidad sistemática, cuando no inmoralidad.

Otra causa que ven los obispos españoles es ésta: indecisión de predicadores y
confesores en materia moral, económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan
al oír diversas opiniones de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro,
muchos optan por hacer caso al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus
conciencias al juicio de Dios y abandonan la confesión.

Expliquemos ahora sí el propósito de enmienda, que brota espontáneamente del


dolor.

¿Qué es el propósito de enmienda?

Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes
de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11).
Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no
quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la
confesión es inválida.

No significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está
resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto ofenden a
Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la
voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar ciertos de que
ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si
tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.

Estos propósitos no deben ser solamente negativos: no hacer esto, no decir


aquello… También hay que hacer propósitos positivos: rezaré con más atención,
seré más amable con todos, hablaré bien de los demás, haré un pequeño
sacrificio en la mesa o en el fútbol, callaré cuando esté con ira, seré agradecido,
veré solo buenos programas en la televisión, hablaré con aquella persona que
tanto me cuesta, etc.

¿Y si volvemos a caer?

Pues, nos levantamos con humildad. La conversión y renovación es progresiva,


lenta. Por eso es necesaria la confesión frecuente, no sólo cuando hemos caído,
sino para no caer. Allí Dios nos robustece la voluntad, no sólo para no caer, sino
también para lograr las virtudes.

¿Por qué algunos se confiesan siempre de las mismas faltas?

Es muy sencillo: porque no evitan las ocasiones de pecado. Por eso, el propósito
de enmienda implica dos cosas: evitar el pecado y las ocasiones que llevan a él.

Debemos pedir siempre lo que San Ignacio de Loyola pide en los Ejercicios
Espirituales cuando habla de las meditaciones sobre el pecado: “Dame vergüenza
y confusión, dolor y lágrimas, aborrecimiento del pecado y del desorden que lleva
al pecado”.

Debemos apartarnos seriamente de las ocasiones de pecar, porque “quien ama el


peligro perecerá en él” (Eclesiástico 3, 27). Si te metes en malas ocasiones, serás
malo.

Hay batallas que el modo de ganarlas es evitándolas. Combatir siempre que sea
necesario es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos
fanfarrones.

Si no quieres quemarte, no te acerques demasiado al fuego. Si no quieres


cortarte, no juegues con una navaja bien afilada. Sobre todo esto vale para la
concupiscencia de la carne o impureza. La impureza es una fiera insaciable.
Aunque se le dé lo que pide, siempre quiere más. Y cuanto más le des, más te
pedirá y con más fuerza. La fiera de la concupiscencia hay que matarla de
hambre. Si la tienes castigada, te será más fácil dominarla.

Por tanto, si el propósito no se extendiese también a poner todos los medios


necesarios para evitar las ocasiones próximas de pecar, la confesión no sería
eficaz; mostraría una voluntad apegada al pecado, y, por lo tanto, indigna de
perdón.

Quién, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede
recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida.

Ocasión de pecado es toda persona, cosa, circunstancia, lugar, que nos da


oportunidad de pecar, que nos facilita el pecado, que nos atrae hacía él y
constituye un peligro de pecar.

Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones
de pecar: “Si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo… si tu mano es ocasión de
pecado, córtala… más te vale entrar en el Reino de los cielos, manco o tuerto, que
ser arrojado con las dos manos, los dos ojos, en el fuego del infierno” (Mt 18, 8ss).

Una persona que tiene una pierna gangrenada, se la corta para salvar su vida
humana, y tú ¿no eres capaz de cortar esa cosa… para salvar tu alma?

Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Es mucho más fácil no
plantar una bellota que arrancar una encina.

Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar:
pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a
menudo.
5º CUMPLIR LA PENITENCIA

Expliquemos el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.

Pero antes recuerda esto:

La confesión es el medio ordinario que ha puesto Dios para perdonar los pecados
cometidos después del bautismo en el día a día. Es un medio maravilloso que
renueva, santifica, forma conciencia y, sobre todo, da mucha paz al alma.

Cuesta, o puede costar, porque a la confesión no vamos a decir hazañas, sino


pecados y miserias. Y esto nos cuesta a todos. Es curioso que algunos que ponen
dificultades en decir los pecados al sacerdote confesor los propagan entre sus
amigos con risotadas y chascarrillos, y con frecuencia exagerando
fanfarronamente. Lo que pasa es que esas cosas ante sus amigos son hazañas,
pero ante el confesor son pecados, y esto es humillante. Y lo que no tienen tus
amigos, secreto, lo tiene el confesor: él no puede contar ni un pecado tuyo a
nadie. A esto se le llama el sigilo sacramental; ha habido sacerdotes que han dado
su vida antes que faltar a este secreto de la confesión.

Para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se
confiesan bien. El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave,
hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro
pecado terrible que se llama sacrilegio.

Si tienes un pecado que te da vergüenza confesarlo, te aconsejo que lo digas el


primero. Este acto de vencimiento te ayudará a hacer una buena confesión.

El confesor será siempre tu mejor amigo. A él puedes acudir siempre que lo


necesites, que con toda seguridad encontrarás cariño y aprecio y much
comprensión. Además de perdonarte los pecados, el confesor puede consolarte,
orientarte, aconsejarte. Pregúntale las dudas morales que tengas. Pídele los
consejos que necesites. Él guardará el secreto más riguroso.

¿Qué es cumplir la penitencia?

Es rezar o hace lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración,
una obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una lectura
bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al pecar. Es
expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.

El pecado, sobre todo si es grave, es ofensa grave a Dios. Mereceríamos las


penas eternas del infierno. Esta penitencia que me da el sacerdote en parte
desagravia la ofensa a Dios y expía las penas merecidas.
La confesión perdona las penas eternas, pero no perdona la pena temporal. Esta
penitencia que hago va satisfaciendo, en parte, o disminuyendo la pena temporal
debida por los pecados.

Dado que siempre será pequeña esta penitencia que me da el sacerdote, es


aconsejable que luego cada quien elija otras penitencias que están a su alcance:
el deber de estado bien cumplido y con amor; la paciencia en las adversidades, sin
quejarse; refrenar y encauzar los sentidos corporales y espirituales, la
imaginación, los deseos o apetencias caprichosas; poner un orden y horario en la
jornada, desde el momento en que está prevista la hora de levantarse; la caridad
ejercida por las obras de misericordia corporales o espirituales; el control de los
pasatiempos y diversiones inútiles y nocivas; la perseverancia en las cosas
pequeñas, con alegría (Consultar el Catecismo 1468-1473).

Todos los viernes del año, que el Derecho Canónico llama penitenciales (Cánones
1250-1253) son ocasión para hacer penitencia, como así también especialmente
la Cuaresma, por el ayuno, la abstinencia de carne o la práctica de obras de
misericordia, o a privación de algo que nos cueste (cigarrillos, dulces, bebidas
alcohólicas u otros gustos).

Esta satisfacción que hacemos no es ciertamente el precio que se paga por el


pecado absuelto y por el perdón recibido, porque ningún precio humano puede
equivaler a lo que se ha obtenido, fruto de la preciosísima Sangre de Cristo. Pero
quiere significar nuestro compromiso personal de conversión y de amor a Cristo.
Examen de Conciencia

La confesión sólo puede hacerse


ante un sacerdote.

Antes de confesarme:

* ¿Voy al Sacramento de la Penitencia con sincero deseo de arrepentimiento y de


cambiar o voy por cumplir con alguien?
* ¿He mentido deliberadamente en alguna confesión o no le he dicho algún
pecado mortal al Sacerdote por vergüenza?
* ¿Me he esforzado en corregirme de mis pecados anteriores y en tratar de no
volverlos a cometer?
* ¿Me he arrepentido y confesado cuando he cometido un pecado grave?
* ¿He recibido la Sagrada Comunión sin haber confesado antes algún pecado
mortal, o sea, alguna falta grave contra la Ley de Dios?

1. AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS Y AL PRÓJIMO COMO A TÍ


MISMO

Relación con Dios:

• ¿Busco amar a Dios con todo mi corazón?

• ¿Pongo a Dios primero que todo en mi vida y primero que todas las personas?

• ¿Dedico tiempo a amar a Dios hablando con Él en la oración?

• ¿Pido ayuda a Dios en los momentos de tentación?

• ¿Me he opuesto a Dios de alguna manera?

• ¿Alguna vez le he reclamado por algo que me ha sucedido a mí o a alguien?

• ¿He usado bien mi tiempo, mis fuerzas, mis capacidades, los dones que Dios me
ha dado?
• ¿Pierdo el tiempo en actividades que no edifican (revistas, televisión, Internet,
etc.)?

• ¿He caído en superstición o algún tipo de ocultismo (brujería, hechicería, poder


mental, metafísica, astrología, adivinación, lectura de las cartas, santería, magia,
fetichismo, espiritismo –incluyendo ouija-, satanismo) u otra práctica ajena al
Cristianismo?

• ¿Confío en amuletos, pirámides, cristales, etc.?


Relación con el prójimo:

• ¿Pienso primero en mí o en los demás?

• ¿Me preocupo por sus problemas o vivo nada más preocupado de mis asuntos?

• ¿Soy servicial?

• ¿Los trato como no quisiera que me trataran a mí?

• ¿Alguien ha cometido pecado por culpa mía?

• ¿Perdono cuando me siento ofendido o soy rencoroso y resentido?


• ¿Debo hacer las paces con alguien y no lo he hecho?

• ¿Cumplo mis promesas y compromisos?

• ¿He despreciado a alguien por su condición económica, social, racial, cultural o


política?

• ¿Busco compartir lo que tengo con otros que tienen menos que yo?

2. NO TOMARÁS EL NOMBRE DE DIOS EN VANO

• ¿Tengo reverencia y amor por el nombre de Dios o le ofendo con juramentos


falsos, blasfemias (palabras o acciones contra Él) o usando su nombre sin
respeto?

• ¿He incumplido alguna promesa hecha a Dios?

• ¿He rechazado o abusado de algún objeto sagrado?

• ¿Le he deseado maldad a alguna persona?

• ¿He jurado hacer un mal?

3. SANTIFICAR LAS FIESTAS. MANDAMIENTOS DE LA IGLESIA.

• ¿He faltado deliberadamente a Misa los Domingos?

• ¿Participo con atención y devoción en la Santa Misa o estoy distraído, tal vez
hasta comiendo chicle?

• ¿He cumplido con el precepto de confesarme y comulgar al menos una vez al


año?
• ¿Me confieso con frecuencia (una vez al mes) o considero que no hace falta
porque creo que no tengo pecados?

• ¿He evitado las situaciones que podrían llevarme a pecar: ambientes,


programas, personas, Internet, revistas?

• ¿Sigo las opiniones y conceptos de los demás, aunque esos planteamientos


morales estén contra las Leyes de Dios y de la Iglesia (Por ej: practicar la
masturbación, tener otro tipo de actividad sexual, seguir el horóscopo, tomar en
exceso)?

• ¿Acepto con humildad los consejos y correcciones de personas con buen criterio
o tiendo a rebelarme?

• ¿Me preparo bien para recibir al Señor en la Eucaristía o voy a comulgar por
rutina y hasta en pecado mortal?

4. HONRARÁS A TU PADRE Y A TU MADRE

• ¿Respeto y obedezco a mis padres?

• ¿Los desprecio o no les demuestro amor?

• ¿Me avergüenzo de ellos?

• ¿Los insulto o trato con palabras irrespetuosas que los hacen sufrir?

• ¿Los he ayudado en sus trabajos y necesidades?

• ¿He contribuido en medio de mi familia a la armonía y alegría de los demás con


mi actitud o he generado conflictos por mi rebeldía?

5. NO MATARÁS

• ¿He herido a alguien físicamente?

• ¿He intentado o pensado en suicidarme?

• ¿He caído en excesos que pueden dañar mi cuerpo (beber o fumar en exceso,
utilizar drogas o comer más de lo necesario)?

• ¿He caído en peleas o insultos?

• ¿Me he dejado llevar por el resentimiento, el odio, la ira, los deseos de desquite y
venganza?
• ¿He dicho o hecho cosas que ofenden al prójimo?

• ¿He llevado a alguien al pecado?

• ¿He causado algún daño a la fama de otros?

• ¿He dañado las cosas de otros?

• ¿He ocasionado conflictos de separación con alguien?

• ¿He pedido perdón cuando he hecho algún daño?


• ¿He perdonado?

6 Y 9. NO COMETERÁS ACTOS IMPUROS NI CONSENTIRÁS


PENSAMIENTOS IMPUROS

• ¿He practicado la masturbación?

• ¿He tenido alguna actividad sexual con otra persona?

• ¿He incurrido en prácticas homosexuales?

• ¿Me he puesto en situaciones que me llevan a cometer tales acciones?

• ¿Me distraigo en pensamientos y deseos impuros o trato de rechazarlos?

• ¿Me he causado estos pensamientos con lecturas impuras, películas, internet o


algún otro tipo de material pornográfico?

• ¿He disfrutado oyendo o contando chistes de doble sentido; cantado o disfrutado


de canciones inmorales?

• ¿Me visto modestamente?

• ¿He incitado a otros al pecado con mi ejemplo y comportamiento, con mi falta de


decencia?

• ¿Rezo inmediatamente para que se vayan los pensamientos impuros y las


tentaciones?

7. NO ROBARÁS

• ¿He robado algo alguna vez?

• ¿He devuelto lo robado? Si esto no ha sido posible, he reparado el daño de


alguna manera?
• ¿He regresado lo prestado?

• ¿He dañado a propósito algo que pertenezca a otra persona?

• ¿Desperdicio el tiempo en la escuela o en la casa?

8. NO LEVANTARÁS
FALSOS TESTIMONIOS
NI MENTIRÁS

• ¿He dicho mentiras? (decir lo que no es cierto)

• ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia para ser aceptado y reconocido
por mis amigos?

• ¿Miento para quedar bien?

• ¿He incurrido en chismes? (contar a otra persona lo malo que dicen de ella)

• ¿He calumniado? (inventar contra otro lo que no han hecho)

• ¿He murmurado? (decir lo malo que otra persona ha hecho y que quizás no se
sabía)

• ¿He juzgado a las personas? (dedicarse a opinar y pensar en contra de los


demás)

• ¿Soy crítico, negativo o falto de caridad en mis pensamientos de los demás?

• ¿Mantengo los secretos que me han confiado?

10. NO DESEARÁS LOS BIENES AJENOS

• ¿Envidio las pertenencias o posesiones de los demás?

• ¿Tengo un deseo exagerado de poseer bienes materiales?

• ¿Soy egoísta?

• ¿Confío en que Dios se ocupa de todas mis necesidades aunque no lo parezca?

Pecados Capitales
y Virtudes Contrarias
1. Soberbia / Humildad

• ¿Me comparo con otros?

• ¿He tratado de llamar la atención con mis conocimientos, mi físico, etc.?

• ¿Busco aprobación, reconocimientos, honores y alabanzas?

• ¿Desprecio a otros en mi corazón?

• ¿Me he resentido por el trato recibido?

• ¿Me dejo llevar por pensamientos de orgullo, de creerme gran cosa, de ser muy
importante, de querer lucirme?

• ¿Reconozco mis errores y pido perdón?

2. Avaricia / Generosidad

• ¿Estoy apegado a las cosas y al dinero?

• ¿Sacrifico mi tiempo para ayudar a los demás?

• ¿Soy generoso o egoísta con lo que tengo?

3. Lujuria/Castidad
(ya examinado en 6º y 9º Mandamientos)

4. Ira / Paciencia

• ¿Soy intransigente e intolerante? ¿Impaciente e iracundo?

• ¿Me pongo de mal humor cuando las cosas no salen como yo quiero?

• ¿Le echo la culpa a otras personas o a otras cosas cuando pierdo el control (ej:
“me sacaron de quicio”, “fue que él me hizo tal cosa”)? ¿O asumo mi
responsabilidad?

5. Gula / Templanza

• ¿Como más de lo necesario?

• ¿Estoy adicto al alcohol, drogas, juego?


6. Envidia / Caridad

• ¿Soy celoso de mis hermanos(as), compañeros, etc.?

• ¿Envidio los bienes o las cualidades de los demás?

• ¿Distraigo mis pensamientos en comparaciones que me llevan a la envidia?

• ¿Le reclamo a Dios en mi interior por el bienestar o cualidades de los demás?

7. Pereza / Diligencia

• ¿Cumplo con mis deberes estudiantiles y familiares?

• ¿Dejo las cosas para más tarde?

• ¿Descanso más de lo necesario?

• ¿Tengo pereza o desinterés por las cosas de Dios?


Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿A través de quien perdona Dios nuestros pecados?

2.- ¿Cuáles son los efectos de la reconciliación?

3.- ¿Qué es la materia?

4.- ¿Qué es la forma?

5.- ¿Quién es el ministro?

6.- ¿Quién es el sujeto?

7.- ¿Cuáles son los pasos de la confesión?


MANDAMIENTOS Y EL PERDÓN
MI FE, EN EL PERDON DE LOS PECADOS

“Creo en el perdón de los pecados”.

El pecado es todo acto y actitud, pensamiento y deseo, contrarios a la voluntad de


Dios. Puesto que todos los mandamientos se resumen en el amor a Dios y al
prójimo, todo pecado es una ofensa contra el amor, una negación a Dios o al
prójimo.

Ya que la magnitud de las ofensas puede ser diferente, hablamos de pecado


grabes y leves; pueden ser tan graves que puedan matar en nosotros la vida de
hijos de Dios, por ello, hablamos de pecados mortales. Los leves se llaman
también veniales.

Pecado venial

Los pecados veniales son pecados leves. No rompen nuestra amistad con Dios,
sin embargo la afectan. Incluyen desobediencia a la Ley de Dios en materias leves
(veniales). Si por chismes destruimos la reputación de una persona, esto es un
pecado mortal. Sin embargo, los chismes normales son sobre asuntos
insignificantes y solo son pecados veniales.

Pecado Mortal

El pecado mortal implica la muerte del alma, porque destruye la caridad en el


corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios.

El pecado mortal implica la muerte del alma porque destruye la caridad en el


corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre
de Dios.

En relación a Dios el pecado mortal supone:

a) Gravísima injusticia contra su supremo dominio al sustraerse de su ley;


b) Desprecio de la amistad divina.
c) Renovación de la cauda de la muerte de Cristo.
d) Violación del cuerpo del cristiano como templo del Espíritu Santo.

En relación al hombre:

El pecado mortal supone la negación del primer y más fundamental valor


ontológico: la dependencia de Dios. La consecuencia primera ser la aversión
habitual de Dios, de la que se siguen:
a) Perdida del estado de gracia.
b) Perdida de los dones del Espíritu Santo.
c) La pérdida de los meritos adquiridos durante la vida.
d) El oscurecimiento de la inteligencia que la misma ceguedad de la culpa
lleva consigo.
e) La pérdida del derecho a la gloria eterna.
f) El pecado atenta también contra la solidaridad humana, ya que el pecador
no solo se perjudica a si mismo sino que, en virtud del dogma de la
comunión de los Santos, daña además a la iglesia y aun a la totalidad de
los hombres.
g) El reato de pena y esclavitud de Satanás.
Condiciones para que haya pecado mortal
Para que haya pecado mortal se requiere que la acción reúna tres
condiciones:

1. Materia grave:
Para que se dé el pecado mortal se requiere materia grave, en si
misma (porque el objeto de aquel acto es en sí mismo grave,
ejemplo: El aborto) o en sus consecuencias (por ejemplo: el
escándalo que puede causar).
Para reconocer si la materia es grave, habrá que decir que todo
aquello que sea incompatible con el amor a Dios supone materia
grave (por ejemplo: que la blasfemia o la idolatría no admiten
consorcio alguno con el amor a Dios).
Los pecados no siempre son mortales (Llamados pecados graves, ex
genere suo), ya que aunque se refieran a materia gravemente
prohibida (Por ejemplo: el hurto), admiten parvedad de materia, de
modo que si sólo hay materia grave no pasan de pecado venial (por
ejemplo: robar una cosa insignificante).

2. Pleno conocimiento:
Se refiere a dos cosas.
a) Conocimiento del acto mismo: Es necesario darse cuenta de lo
que se esté haciendo.
b) Conocimiento de la malicia del acto.

3. Perfecto consentimiento:
Como el consentimiento ocurre después del conocimiento, resulta
claro que solo es posible hablar de consentimiento pleno cuando ha
habido pleno conocimiento del acto.
Si no huno conocimiento pleno del acto, puede decirse que no ocurre
el perfecto consentimiento para la realización de ese acto.

LOS PECADOS CAPITALES

Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída
está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee
avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón
y examinarse sobre estos pecados.

1) LA SOBERBIA:

- La Soberbia es amarte demasiado a ti mismo, y te hace despreciar a Dios y a los


demás.
- Eres soberbio cuando crees que tú puedes hacerlo todo, que no necesitas de
Dios ni de los demás, cuando te crees mucho ( que tú eres el más listo, el más
perfecto y los demás son unos tontos), cuando eres presumido o te gusta llamar la
atención, cuando quieres que todo se haga como tú quieres, cuando crees que
todo te lo mereces, cuando sólo hablas de ti .

- La virtud que debes de cultivar para atacar la soberbia es la HUMILDAD.


Ser humilde es pensar que Dios te creo y que no eres nada en comparación a Él,
que no puedes dar un paso si quiera sin que El lo permita.
Pensar que lo bueno que tienes, no lo has logrado tú sino que El te lo regaló
gratis y que también tienes mucho malo por corregir.
Ser humilde es no buscar que los otros te aplaudan, buscar pasar desapercibido,
buscar ocupar el último lugar.

Cristo dijo: ¨Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón¨.

2) LA LUJURIA:

- La Lujuria es buscar de manera desordenada el placer sexual.


- Eres lujurioso cuando buscas el placer sexual por sí mismo, porque se siente a
todo dar, no importando que sea antes o fuera del matrimonio, no importando que
ofendas a tu pareja, no importando que solo tu sientas bonito y tu pareja no , no
importando a ver que te tomas para no quedarte panzona.
- Eres lujurioso no solo cuando eres infiel, también cuando ves revistas o
programas pornográficos, cuando te comes viva a la mujer que va pasando.
- Recuerda que Dios ideó el sexo como algo hermoso y que tiene dos fines :
a) unir a la pareja --- por eso sólo se vale dentro del matrimonio.
b) ser el medio para procrear --- por eso el acto sexual siempre debe estar
abierto a la vida¨ y no se vale tomar pastillas, ponerse aparatos dentro del útero.

- La virtud que debes de cultivar para atacar la lujuria es LA CASTIDAD.


La castidad es usar de ese hermoso regalo que Dios dio al hombre y que se
llama sexo, de acuerdo a las reglas de Dios: solo dentro del matrimonio y solo
con tu esposo/a, que sea un acto de entrega amorosa (hacer feliz al otro) y no un
acto de egoísmo (solo importa lo que yo sienta), que si quiero planear mi familia,
lo haga con métodos naturales. La castidad es también cuidar mis ojos, mis oídos
y mi mente de toda esa cochinada que los medios de comunicación venden como
algo normal y que yo se que es algo que está mal, que ofende a Dios y que me
hace daño. Cuando estés tentado a ver este tipo de programas, revistas, libros,
piensa: ¿Qué piensa Dios de mi en este momento ?Debes ser casto en
pensamientos, deseos, palabras y acciones. Cristo dijo: ¨Bienaventurados los
limpios de corazón porque ellos verán a Dios ¨. Un último e importante consejo
en esto de guardar la castidad y no caer en la lujuria: Si no quieres caer al
precipicio, no te pares junto a él. Evita estar cerca de las tentaciones.

3) LA GULA:

La Gula es comer o beber sin medida. Pecas de gula cuando bebes en exceso y
te emborrachas, pierdes la razón y haces y dices grandes tonterías que sobrio no
lo harías. Al emborracharte te embruteces, ¿Tú crees que a Dios le gusta verte
en ese estado? ¿Tú crees que a tu familia le gusta verte así o se avergüenza de
ello? Pecas de gula también cuando comes sin medida, cuando comes y comes
por el puro gusto aunque ya ni te quepa, cuando todo el día piensas nada más en
comer. La virtud que debes de cultivar contra la gula es la TEMPLANZA: beber y
comer con medida.

4) LA AVARICIA:

La Avaricia es tener una gran ambición de poseer cosas materiales. Eres avaro
cuando te importa mucho tener cosas, tener dinero, vestidos, adornos para tu
casa, aparatos, no importando que tengas que hacer para conseguirlo. El desear
superarse económicamente a través del trabajo honrado es bueno, lo que está
mal es solo pensar en ¨tener más y no en ¨ser mejor persona¨, mejor padre,
madre, hijo o hermano... mejor amigo, mejor trabajador, mejor jefe....La virtud a
cultivar contra la Avaricia es LA SENCILLEZ , que es ser feliz con poco y LA
GENEROSIDAD, que es pensar en compartir y dar de lo tuyo. Siempre habrá
otros que tienen más necesidad que tú. Cristo dijo: ¨No podéis servir a dos amos:
a Dios y al dinero¨. Cristo nació y vivió en la sencillez y en la pobreza.

5) LA ENVIDIA:

La Envidia es sentir tristeza porque a otro le va bien o sentir alegría cuando a otro
le va mal Eres envidioso cuando te comparas con los demás y nada mas estás
viendo lo que el de junto hace o tiene y tú no. Cuando se te indigesta que el
vecino tiene más suerte que tú y le fue mejor, cuando te da coraje que tu amiga
fulanita ni dieta hace y está hecha un palo, cuando te da gusto que al condenado
de tu compadre que tan mula se ha portado contigo se le murieron unas
vaquitas...La virtud a cultivar contra la Envidia es LA CARIDAD, que es amar de
verdad a todos tus hermanos, los que te caen bien y los que no. Es siempre
desear el bien de los otros. Cristo dijo: ¨Ámense los unos a los otros como Yo los
he amado¨.

6) LA IRA:

La Ira es enojarse sin medida y el tener deseos de venganza. Pecas de ira


cuando eres un energúmeno, te enojas y gritas en casa ( porque ni modo, ese es
tu carácter) , cuando cada vez que un hijo tuyo se acerca a ti eres el padre o la
madre que está de malas, cuando por una cosa sin importancia armas un drama,
te pones rojo de coraje y te peleas con todos. La virtud a cultivar contra la Ira
es LA PACIENCIA , ir poco a poco dominando tu carácter , como dicen en la tele:
cuenta hasta diez antes de explotar, no permitirte gritar, enojarte y hacer
corajes. Pide mucho a Dios que te ayude a ser mas paciente y verás que lo
lograrás. Si tú no puedes El sí puede.

7) LA PEREZA:

La Pereza es la flojera que te lleva a descuidar tus obligaciones. Eres perezoso


cuando dejas de hacer lo que tú sabes que tienes que hacer porque sientes
flojera, porque estás descansando tan rico, porque mejor lo haces luego... ¡No
debes ser holgazán! La virtud a cultivar contra la Pereza es LA LABORIOSIDAD,
que significa ser trabajador. Dios dice: el hombre ha nacido para trabajar; hasta la
Virgen María, Madre de Dios era muy trabajadora en su casa: lavaba, barría,
fregaba, cosía, hacía comida. El trabajo es algo que nos santifica. Hazlo con
alegría y con amor.
Pecados Capitales Virtudes para vencerles
Humildad Reconocer que de nosotros
1-Soberbia
mismos solo tenemos la nada y el
ante el deseo de alto honor y gloria
pecado.

Generosidad
2-Avaricia
Dar con gusto de lo propio a los pobres
ante el deseo de acaparar riquezas
y los que necesiten.

3- Lujuria Castidad. logra el dominio de los


ante el apetito sexual apetitos sensuales

4- Ira Paciencia. Sufrir con paz y serenidad


ante un daño o dificultad todas las adversidades.

5- Gula Templanza. Moderación en el comer y


ante la comida y bebida en el beber

6- Envidia Caridad. Desear y hacer siempre el


resiente las cualidades, bienes o bien al prójimo
logros de otro porque reducen
nuestra auto-estima

7- Pereza Diligencia. Prontitud de ánimo para


del desgano por obrar en el trabajo obrar el bien
o por responder a los bienes
espirituales
Mandamientos

En el Antiguo Testamento Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés en el

Sinaí para ayudar a su pueblo escogidos a cumplir la ley divina.

Jesucristo, en la ley evangélica, confirmó los Diez Mandamientos y los perfeccionó

con su palabra y con su ejemplo.

Nuestro amor a Dios se manifiesta en el cumplimiento de los Diez Mandamientos y

de los preceptos de la Iglesia.

En definitiva, todos los Mandamientos se resumen en dos: amar a Dios sobre

todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, y más aún, como Cristo nos

amó.

¿Basta creer para salvarse?

No basta creer para salvarse, pues dice Jesucristo: Si quieres salvarte, cumple los

mandamientos.

¿Quién dio los Diez Mandamientos?

Dios mismo dio los Diez Mandamientos a Moisés, y Jesucristo los confirmó y

perfeccionó con su palabra y con su ejemplo.

¿Cuáles son los Diez Mandamiento de la Ley de Dios?

Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios son:


1º Amarás a Dios sobre todas las cosas.

2º No tomarás el Nombre de Dios en vano.

3º Santificarás las fiestas.

4º Honrarás a tu padre y a tu madre.

5º No matarás.

6º No cometerás actos impuros.

7º No robarás.

8º No dirás falso testimonio ni mentirás.

9º No consentirás pensamientos ni deseos impuros.

10º No codiciarás los bienes ajenos.

Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es el pecado venial?

2.- ¿Qué es el pecado mortal?

3.- ¿Cuáles son las condiciones para que haya pecado mortal?

4.- ¿Qué es un pecado capital?

5.- ¿Cuáles son los pecados capitales?

6.- ¿Cuáles son los diez mandamientos de Dios?


EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA
“Bajo las especies de pan y vino, Jesucristo se encuentra verdadera, real y
substancialmente presente, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.”

Sentido de la Eucaristía como Sacramento:

Naturaleza

La eucaristía es el sacramento en el cual bajo las especies de pan y vino,


Jesucristo se halla verdadera, real y substancialmente presente, con su cuerpo, su
sangre, su alma y su divinidad.

Se le llama el “sacramento por excelencia”, porque en él se encuentra Cristo


presente, quien es fuente de todas las gracias. Además, todos los demás
sacramentos tienden o tienen como fin la Eucaristía, ayudando al alma para
recibirlo mejor y en la mayoría de las veces, tienen lugar dentro de la Eucaristía.

A este sacramento se le denomina de muchas maneras dada su riqueza infinita.


La palabra Eucaristía quiere decir acción de gracias, es uno de los nombres más
antiguos y correcto porque en esta celebración damos gracias al Padre, por medio
de su Hijo, Jesucristo, en el Espíritu y recuerda las bendiciones judías que hacen
referencia a la creación, la redención y la santificación. (Lc 22, 19)

1. Es el Banquete del Señor porque es la Cena que Cristo celebró con sus
apóstoles justo antes de comenzar la pasión. (1 Col 11, 20).

2. Fracción del pan porque este rito fue el que utilizó Jesús cuando bendecía y
distribuía el pan, sobre todo en la Última Cena. Los discípulos de Emaús lo
reconocieron – después de la resurrección – por este gesto y los primeros
cristianos llamaron de esta manera a sus asambleas eucarísticas. (Mt. 26, 25; Lc.
24, 13-35; Hech. 2, 42-46).

3. También, se le dice asamblea eucarística porque se celebra en la asamblea –


reunión - de los fieles.

4. Santo sacrificio, porque se actualiza el sacrificio de Cristo. Es memorial de la


pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

5. Comunión, porque es la unión íntima con Cristo que nos hace partícipes de su
Cuerpo y de su Sangre.

6. Didaché, es el sentido primero de la “comunión de los santos” que se menciona


en el símbolo de los Apóstoles.
7. Misa, posee un sentido de misión, llevar a los demás lo que se ha recibido de
Dios en el sacramento.

Institución

En el Antiguo Testamento encontramos varias prefiguraciones de este


sacramento, como son:

El maná, con que se alimentó el pueblo de Israel durante su peregrinar por el


desierto. (Ex. 16,).

El sacrificio de Melquisedec, sacerdote que en acción de gracias por la victoria de


Abraham, ofrece pan y vino. (Gen. 14, 18).

El mismo sacrificio de Abraham, que está dispuesto a ofrecer la vida de su hijo


Isaac. (Gen. 22, 10).

Así como, el sacrificio del cordero pascual, que libró de la muerte al pueblo de
Israel, en Egipto. (Ex. 12).

Igualmente, la Eucaristía fue mencionada - a manera de profecías – en el Antiguo


Testamento por Salomón en el libro de los Proverbios, donde le ordena a los
criados a ir para comer y beber el vino que les había preparado. (Prov. 9,1). El
profeta Zacarías habla del trigo de los elegidos y del vino que purifica.

El mismo Cristo – después de la multiplicación de los panes – profetiza su


presencia real, corporal y sustancial, en Cafarnaúm, cuando dice: “Yo soy el pan
de vida, Si uno come de este pan vivirá para siempre, pues el pan que yo daré es
mi carne, para la vida del mundo”. (Jn. 6, 32-34;)

Cristo, sabiendo que había llegado su “hora”, después de lavar los pies a sus
apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el
jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20).
Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los
suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del
infinito amor de Jesucristo por el hombre.

La Eucaristía es verdadero y propio sacramento porque en él están presente los


elementos esenciales de los sacramentos: el signo externo; materia (pan y vino) y
forma; confiere la gracia; y fue instituido por Cristo.

Cristo deja el mandato de celebrar el Sacramento de la Eucaristía e insiste, como


se puede constatar en el Evangelio, en la necesidad de recibirlo. Dice que hay que
comer y beber su sangre para poder salvarnos. (Jn. 6, 54).
La Iglesia siempre ha sido fiel a la orden de Nuestro Señor. Los primeros
cristianos se reunían en las sinagogas, donde leían unas Lecturas del Antiguo
Testamento y luego se daba lugar a lo que llamaban “fracción del pan”, cuando
fueron expulsados de las sinagogas, seguían reuniéndose en algún lugar una vez
a la semana para distribuir el pan, cumpliendo así el mandato que Cristo les dejó a
los Apóstoles.

Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en
1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, mismo que se
mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.

Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es el sacramento de la Eucaristía?

2.- ¿Qué significa la palabra Eucaristía?

3.- ¿De qué otra manera se le puede llamar a este sacramento?

4.- ¿Qué día instituyo Jesús este sacramento?

5.- ¿Cuáles son los signos de este sacramento?


EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

¿Qué es? Es el sacramento por medio del cual al recibir al Espíritu Santo
obtenemos fortaleza y valor para proclamar nuestra religión ante los demás, con
nuestras palabras y con nuestra vida, como buenos soldados de Cristo.

El sacramento de la Confirmación es uno de los tres sacramentos de iniciación


cristiana. La misma palabra, Confirmación que significa afirmar o consolidad, nos
dice mucho.

En este sacramento se fortalece y se completa la obra del Bautismo. Por este


sacramento, el bautizado se fortalece con el don del Espíritu Santo. Se logra un
arraigo más profundo a la filiación divina, se une más íntimamente con la Iglesia,
fortaleciéndose para ser testigo de Jesucristo, de palabra y obra. Por él es capaz
de defender su fe y de transmitirla. A partir de la Confirmación nos convertimos en
cristianos maduros y podremos llevar una vida cristiana más perfecta, más activa.
Es el sacramento de la madurez cristiana y que nos hace capaces de ser testigos
de Cristo.

Institución

El Concilio de Trento declaró que la Confirmación era un sacramento instituido por


Cristo.

Además encontramos en el Antiguo Testamento, numerosas referencias por parte


de los profetas, de la acción del Espíritu en la época mesiánica y el propio anuncio
de Cristo de una venida del Espíritu Santo para completar su obra. Estos anuncios
nos indican un sacramento distinto al Bautismo. El Nuevo Testamento nos narra
cómo los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, iban imponiendo las
manos, comunicando el Don del Espíritu Santo, destinado a complementar la
gracia del Bautismo. “Al enterarse los apóstoles que estaban en Jerusalén de que
Samaria había aceptado la Palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan. Estos
bajaron y oraron por ellos para que recibieran al Espíritu Santo; pues todavía no
había descendido sobre ninguno de ellos; únicamente habían sido bautizados en
nombre del Señor Jesús. Entonces les imponían las manos y recibían al Espíritu
Santo”. (Hech. 8, 15-17;19, 5-6).
Signos del sacramento de confirmación

El primer signo es el Obispo. Cristo es el único Jefe, el que verdaderamente


preside, pues es la Piedra Angular de la Iglesia (Cf. Hech.4,11-12; 1Pe.2,4-6).

Otro de los signos de la confirmación es el de la Imposición de las manos el cual


es un signo tradicional en la Biblia y muy importante en la Confirmación por
significar la transmisión de un poder o una gracia (entre otras cosas). La Sagrada
Escritura nos narra cómo era por medio de la imposición de las manos como se
recibía el Don del Espíritu Santo (Hech.8,14-17), por eso durante siglos se le
conoció al sacramento como "el Sacramento de la Imposición de las Manos". Este
signo va unido a las palabras dichas por el obispo y que son lo que se conoce
como la "Forma del Sacramento". En la confirmación, se recibe el don del Espíritu
Santo por las Palabras: "RECIBE POR ESTA SEÑAL EL DON DEL ESPIRITU
SANTO" "En el rito latino, "El sacramento de la Confirmación es conferido por la
unción del santo crisma en la frente, hecha imponiendo la mano, y con estas
palabras: Accipe signaculum doni Spiritus Sancti (Recibe por esta señal el don del
Espíritu Santo)"" CIC 1300.

El último signo que veremos y que es el más importante del sacramento pues
unido a la "signación en la frente" del confirmando constituyen la materia del
sacramento, es el Aceite u OLEO DEL SANTO CRISMA. Este es una mezcla de
aceite de oliva y bálsamo que consagra el Obispo el Jueves Santo. Es, dentro del
sacramento, el signo de la gracia y de los efectos que en nosotros produce el don
del Espíritu Santo. Ya desde el Antiguo Testamento, el Crisma o Aceite Crismal
era usado para significar la presencia del Espíritu de Dios en los reyes y los
sacerdotes, quienes eran de esta manera consagrados, es decir separados para
Dios. Esta misma significación sacramental tiene ahora este aceite, el cual nos
marca y nos da la plenitud del Espíritu como nos lo dice San Pablo (cf. 2Co.1,21-
22). Mediante este signo externo, Dios nos marca interiormente (esto es lo que
llamamos CARACTER) y nos consagra para la misión de ser Testigos de su
evangelio.
Tres gracias o favores especiales nos conceden la confirmación
1. Nos aumenta la gracia santificante y nuestra amistad con Dios
2. Nos da el Espíritu Santo con todos sus dones.
3. Nos da el carácter o señal espiritual de que somos militantes o apóstoles de
Jesucristo.

EL RITO Y LA CELEBRACION DE LA CONFIRMACIÓN

En la Confirmación el rito es muy sencillo, básicamente es igual a lo que hacían


los apóstoles con algunas partes añadidas para que sea más entendible.

El rito esencial es la unción con el santo crisma, unido a la imposición de manos


del ministro y las palabras que se pronuncian. La celebración de este sacramento
comienza con la renovación de las promesas buatismales y la profesión de fe de
los confirmados. Demostrando así, que la Confirmación constituye una
prolongación del Bautismo. (Cfr. SC 71; Catec. n. 1298). El ministro extiende las
manos sobre los confirmados como signo del Espíritu Santo e invoca a la efusión
del Espíritu. Sigue el rito esencial con la unción del santo crisma en la frente,
hecha imponiendo la mano y pronunciando las palabras que conforman la forma.
El rito termina con el beso de paz, que representa la unión del Obispo con los
fieles. (Catec. no.1304).

¿Quién puede recibir la confirmación?

Toda persona que haya sido bautizada puede y debe recibir la Confirmación. Para
recibir la Confirmación, hay que estar en estado de gracia (confesado), tener la
intención de recibir el sacramento y prepararse para cumplir con el compromiso
que éste implica.También, se recomienda buscar la ayuda espiritual de un
padrino(a) que nos guíe en el compromiso.

Frutos

Como cualquier otro sacramento, la Confirmación debe de dar en los que lo


reciben frutos interiores y exteriores. En este caso, los frutos ayudan a la Iglesia
en su misión de extender el Reino de Dios.

La Iglesia es una Iglesia misionera, porque Cristo así la fundó, dándole el mandato
a los apóstoles de “Ir y predicad……”. A partir del día de Pentecostés, con la
venida del Espíritu Santo, los apóstoles se lanzaron a predicar sin miedo, movidos
por la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros, por medio del Bautismo, entramos a formar parte de la Iglesia, del
Cuerpo Místico de Cristo. Con la Confirmación somos llamados a vivir como
miembros responsables de este Cuerpo.

Como fruto de este sacramento, al recibir el Espíritu Santo podemos construir el


Reino de Dios en la tierra, a través de nuestras buenas obras, de nuestras
familias, haciéndolas un semillero de fe, ayudando a nuestra parroquia, venciendo
las tentaciones del demonio y la inclinación al mal.

El Espíritu Santo nos mueve a seguir las huellas de Cristo, tomándolo como
ejemplo en todo momento, ya sea pública o privadamente. Nos ayuda a ser
perseverantes, luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes y
en caso de ser necesario, hasta mártires.

Otro fruto del sacramento es que sostiene e ilumina nuestra fe. Cuando lo
recibimos estamos afirmando que creemos en Cristo y su Iglesia, en sus
enseñanzas y exigencias y que, por ser la Verdad, lo queremos seguir libre y
voluntariamente.

También sostiene y fortalece nuestra esperanza. Por medio de esta virtud


creemos en las enseñanzas de Cristo, sus promesas y esperamos alcanzar la vida
eterna haciendo méritos aquí en la tierra.

Así mismo, sostiene y incrementa nuestra caridad. El día de la Confirmación


recibimos el “don del amor eterno” de Cristo, como un regalo de Dios. Este amor
nos protege y defiende de los amores falsos, como son el materialismo, el placer,
las malas diversiones, los excesos en bebida y comida.

Obligaciones

El día de la Confirmación, el confirmado se convierte en apóstol de la Palabra de


Dios. Desde ese momento recibe el derecho y el deber de ser misionero. Lo cual
no significa tenerse que ir lejos, a otros lados, sino que desde nuestra propia casa
debemos ser misioneros, llevando la Palabra de Dios a los demás. Tenemos la
obligación de ser misioneros en el lugar que Dios nos ha puesto.

La Iglesia de hoy necesita de todos sus miembros para dar a conocer a Cristo, por
medio de la palabra y con el ejemplo, imitando a Cristo.

Los confirmados debemos de compartir los dones recibidos y al compartirlos


estamos cumpliendo con el compromiso adquirido en la Confirmación de hacer
"apostolado”, sirviendo a los demás en nombre de Dios y transmitiendo la Palabra
de Cristo. Se puede hacer en todas las circunstancias de vida: en la vida familiar,
en el trabajo, con los amigos ….. Es algo que todo confirmado tiene la obligación
de hacer.
Ser “confirmado” significa darse por amor a los demás, sin fijarse en su sexo,
cultura, conocimientos y creencias. Se necesita una actitud de disponibilidad para
dar a conocer al Espíritu Santo en todos lados. En la Iglesia, el apostolado de los
laicos es indispensable. Cristo vino a servir, no a ser servido.

También la Confirmación nos compromete a la santidad. Tenemos la obligación de


ser santos, el mismo Cristo nos invita: “Sed pues perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto”. (Mt. 5, 48). La santidad es una conquista humana, ya que
Dios nos da el empujón, pero depende de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo el
alcanzarla.

El Espíritu Santo es el empujón que Dios nos manda, por lo tanto, sí lo tenemos a
Él, no hay pretextos para no ser santos y no ponernos al servicio de los demás.
La lucha es difícil, pero contamos con toda la ayuda necesaria.

Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es el Sacramento de la Confirmación?

2.- ¿Cuáles son los signos del Sacramento de la Confirmación?

3.- ¿Quién puede recibir la Confirmación?

4.- ¿Cuáles son los frutos de la Confirmación?

5.- ¿Cuáles son las obligaciones?


El Orden Sacerdotal
El Orden Sacerdotal es un sacramento que, por la imposición de las manos del
Obispo, y sus palabras, hace sacerdotes a los hombres bautizados, y les da poder
para perdonar los pecados y convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre
de Nuestro Señor Jesucristo.

El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a
ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los
hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus
trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos.

La vocación al sacerdocio lleva consigo el celibato, recomendado por el Señor. La


obligación del celibato no es por exigencia de la naturaleza del sacerdocio, sino
por ley eclesiástica.

La Iglesia quiere que los candidatos al sacerdocio abracen libremente el celibato


por amor de Dios y servicio de los hombres.

La Iglesia quiere a sus sacerdotes célibes para que puedan dedicarse


completamente al bien de las almas, sin las limitaciones, en tiempo y
preocupaciones, que supone sacar adelante una familia.

El sacerdote debe estar libre para dedicarse, cien por cien, al cuidado de las
almas.

Aunque es verdad que en algún caso una esposa podría ayudarle, también es
verdad que en otros muchos, una esposa podría absorberle su tiempo por estar
enferma física o psíquicamente, o por exigir de él mayor atención, etc.

Y por supuesto, los hijos exigirían de él, no sólo tiempo, sino destinos en los que la
educación de ellos fuera más fácil, o evitar atender a enfermos contagiosos, etc.

Es decir, el sacerdote sin familia está más libre para el apostolado; y la Iglesia, en
dos mil años de experiencia, así lo ha advertido, y por eso exige el celibato a sus
sacerdotes.

Pero, sobre todo, el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico: Cristo fue
célibe, y el sacerdote es "alter Christus", es decir, otro Cristo.

El amor de Jesucristo es universal, igual para todos; sin los exclusivismos propios
del amor matrimonial. Así debe ser el amor del sacerdote.
La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios. Si un muchacho
tiene buena salud (no es necesario ser un superman), es capaz de hacer estudios
(no es necesario ser un genio), puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda
de Dios (no hace falta ser ya un santo), tiene buena intención (no se trata de
buscar el modo de ganarse la vida ) es decir, busca su propia perfección y la
salvación de las almas, debe preguntarse si Dios le llama al sacerdocio.

No se trata de preguntar me gustaría ser sacerdote? sino, me querrá Dios


sacerdote. En caso de duda preguntar a persona imparcial y formada.

Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y religiosas,
pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros, predicadores, confesores,
maestros, etc., y también muchas Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los
hospitales, en los asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los
conventos de clausura que alaben a Dios y pidan por los pecadores.

Por eso es un gran apostolado ayudar económicamente a la formación de futuros


apóstoles, y a los conventos de clausura.

Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de
Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.

Los padres tienen obligación grave de dejar en libertad a sus hijos que quieran
consagrarse a Dios. Pero también sería pecado -y gravísimo- el inducir a sus hijos,
por motivos humanos, a abrazar, sin vocación, el estado eclesiástico.

Los padres deben cuidar de no presionar a sus hijos en la elección de una


profesión y estado de vida.

Institución

Por la Sagrada Escritura, podemos conocer como Jesús escogió de manera muy
especial a los Doce Apóstoles (Mc. 3, 13-15; Jn. 15, 16). Y es a ellos a quienes les
otorga Sus poderes de perdonar los pecados, de administrar los demás
sacramentos, de enseñar y de renovar, de manera incruenta, el sacrificio de la
Cruz hasta el final de los tiempos. Les concedió estos poderes con la finalidad de
continuar Su misión redentora y para ello, Cristo les dio el mandato de
transmitirlos a otros. Desde un principio así lo hicieron, imponiendo las manos a
algunos elegidos, nombrando presbíteros y obispos en las diferentes localidades
para gobernar las iglesias locales.

El Jueves Santo, en lo que se conoce como la Cena del Señor, se conmemora la


institución de este Sacramento.
Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es el sacramento del orden sacerdotal?

2.- ¿Para quienes va dirigido este sacramento?

3.- ¿Qué es el celibato?

4.- ¿Por qué un sacerdote no debe tener una familia?

5.- ¿Cuándo se instituyó este sacramento?


¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona


de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres
personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por
Jesús en su Evangelio.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia


hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la
Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y
acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como
una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y
un carácter personal.

El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los
demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el
primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión
con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la
comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que,
en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el
pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es
decir para entrar en contacto con Cristo es necesario haber sido atraído por el
Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por
medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu
de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les
concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de
Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del
Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

Formas de llamar al Espíritu Santo

• Vida de fe.

El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos


inicia en la vida nueva. Él es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin
embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.
El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio
de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos",
inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela
y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.

• El Paráclito.

Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es


invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús
nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn
14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son
culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del
peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y
el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la
redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

• EL ESPÍRITU DE LA VERDAD:

Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida".

(Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con


sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida,
mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.
El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa
el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción
entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.
Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y
para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final
de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de
Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

Cada vez que rezamos el Credo, llamamos al Espíritu Santo:

✓ SEÑOR Y DADOR DE VIDA: El término hebreo utilizado por el Antiguo


Testamento para designar al Espíritu es "ruah", este término se utiliza
también para hablar de "soplo", "aliento", "respiración". El soplo de Dios
aparece en el Génesis, como la fuerza que hace vivir a las criaturas, como
una realidad íntima de Dios, que obra en la intimidad del hombre. Desde el
Antiguo Testamento se puede vislumbrar la preparación a la revelación del
misterio de la Santísima Trinidad: Dios Padre es principio de la Creación;
que la realiza por medio de su Palabra, su Hijo; y mediante el Soplo de
Vida, el Espíritu Santo.
La existencia de las criaturas depende de la acción del soplo - espíritu de
Dios, que no solo crea, sino que también conserva y renueva
continuamente la faz de la tierra. (Cf. Sal 103/104; Is 63, 17; Gal 6,15; Ez
37, 1-14). Es Señor y Dador de Vida porque será autor también de la
resurrección de nuestros cuerpos.
✓ SANTIFICADOR: El Espíritu Santo es fuerza que santifica porque Él mismo
es "espíritu de santidad".
(Cf. Is. 63, 10-11) En el Bautismo se nos da el Espíritu Santo como "don" o
regalo, con su presencia santificadora. Desde ese momento el corazón del
bautizado se convierte en Templo del Espíritu Santo, y si Dios Santo habita
en el hombre, éste queda consagrado y santificado.
El hecho de que el Espíritu Santo habite en el hombre, alma y cuerpo, da
una dignidad superior a la persona humana que adquiere una relación
particular con Dios, y da nuevo valor a las relaciones interpersonales. (Cf.
1Cor 6,19) .

Símbolos del Espíritu Santo

Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el


Bautismo, ya que se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.

Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo.
En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser
testigo de Cristo.

Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.

Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así
desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte
Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una
nube.

Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la


unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.

La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos,


trasmiten el "don del Espíritu".

El Dedo: "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). El
himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “dextrae Dei Tu digitus (“dedo
de la diestra del padre”).

La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de


paloma y se posa sobre Él.
PENTECOSTES
“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De
repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que
llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas
como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron
todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el
Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí
residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.
Hechos de los Apóstoles 2, 1-5

El Origen de la Fiesta

Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días
después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido
de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.

En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las
tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos.
Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con
Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se
comprometió a estar con ellos siempre.

La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de


Pentecostés.

En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de


Pentecostés.

La Promesa del Espíritu Santo

Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro
Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan
14, 16-17).

Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero
el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les
enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14,
25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo
me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que
decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os
guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por
venir” (San Juan 16, 7-14).

En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los


cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Explicación de la Fiesta
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la
Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a
predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de
fuego se posaron sobre cada uno de ellos.

Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas


desconocidas.

En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de


todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía
hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos
hablaban.

Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el
mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran
misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y
bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

El Espíritu Santo y la Iglesia:

Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien


la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas,
inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como
Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús. Por ejemplo, puede inspirar
al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una
diócesis para promover un apostolado; etc. El Espíritu Santo asiste especialmente
al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la
Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo. El Espíritu Santo
construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia. El Espíritu Santo tiene el poder
de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no
realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.

Cuestionario
- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Quién es el Espíritu Santo?

2.- ¿Cuáles son las formas de llamar al Espíritu Santo?

3.- ¿Cómo llamamos al Espíritu Santo cuando rezamos el credo?

4.- ¿Cuáles son los símbolos del Espíritu Santo?

5.- ¿Cuál es el origen de la Fiesta de Pentecostés?

6.- ¿Quién promete la venida del Espíritu Santo?


Dones del Espíritu Santo
Los dones del Espíritu Santo son disposiciones sobrenaturales que Dios comunica
al alma para recibir y favorecer con facilidad las acciones del propio Espíritu Santo
al modo divino o sobrehumano.

Los dones son comunicados por Dios. El alma no podría adquirir los dones por sus
propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente
natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia. Es
incompatible con el pecado mortal.

El Espíritu Santo actúa los dones directa e inmediatamente como causa motora y
principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el
mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa
moción de una gracia actual.

El Espíritu Santo, que vive habitualmente en el alma, rige y gobierna


inmediatamente nuestra vida sobrenatural. Ya no es la razón humana la que
manda y gobierna; es el Espíritu Santo mismo, que actúa como regla, motor y
causa principal única de nuestros actos virtuosos, poniendo en movimiento todo el
organismo de nuestra vida sobrenatural hasta llevarlo a su pleno desarrollo.

Un hábito es una disposición buena o mala que es difícil de cambiar y que dispone
a la persona hacia el bien o hacia el mal. Los hábitos naturales son la realización
parcial de nuestras potencias. Los hábitos añaden a la naturaleza, dándole la
facilidad de acción, de manera que la facilidad de acción intensifica el hábito y el
hábito facilita la acción. Los hábitos se adquieren por la repetición y se pierden por
el desuso o por actos contrarios.

Recurriendo al Catecismo de la Iglesia Católica, podemos ver que al hablar de


“dones” se refiere a aquellos “regalos” que nos da el Espíritu Santo.

Los dones de santificación son aquellas disposiciones que nos hacen vivir la vida
cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en nuestras vidas.
Estos son siete y la iglesia se refiere a ellos como “los dones del Espíritu Santo”.
Estos dones se recibieron en el Bautismo y son como “regalos sin abrir”; luego, en
la Confirmación, volvemos a recibir una efusión del Espíritu para desarrollarlos.

Concluyendo: mientras la gracia es participación de la vida divina, los dones son


reglaos para ayudarnos a vivir esa vida de la gracia y para edificar a la Iglesia.

Todos los fieles, debemos invocar al Espíritu Santo y pedirle que renueve en
nosotros las gracias y dones que hemos recibió para que nuestra vida cristiana
sea testimonio fiel de nuestro Señor Jesucristo y podamos llevar al mundo entero
la Luz de Cristo.

Los Dones pertenecen en plenitud a Jesús, quien los comunica a sus discípulos
por la fe, la oración y los sacramentos. Los dones del Espíritu Santo son:
sabiduría, inteligencia o entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor
de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo. Completan y llevan a su perfección las
virtudes de quienes lo reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con
prontitud a las inspiraciones divinas.

Sabiduría: Nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra


divina. Nos hace gustar las cosas de Dios. Un gusto especial por todo lo que es
espiritual, por todo lo que se refiere a Dios o al bien de las almas. El don de
sabiduría hace que sea muy agradable rezar. Hace que la persona goce en la
oración.

Inteligencia/Entendimiento: Nos lleva al camino de la contemplación, camino


para acercarse a Dios. Es una facilidad para comprender lo que Dios nos dice por
medio de su Palabra en la sagrada Biblia o por otros medios. Por medio de este
don en un momento comprendemos lo que antes nunca habíamos entendido.

Consejo: Saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el


momento necesario conforme a la voluntad de Dios. Nos comunica a través de la
fuente inagotable de la Palabra de Dios, para que aprendamos a seguir en la vida
por senderos de justicia y paz. Se trata de tener la capacidad de escuchar al
Señor que nos habla y tratar de discernir y juzgar las cosas a la Luz de la voluntad
de Dios. Hace que al momento de escoger, escojamos lo que más nos conviene.

Fortaleza: Concede ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural. Este


Don nos da la firmeza interior necesaria para superar los momentos duros y
difíciles de nuestra vida. Es una fuerza especial para realizar lo que Dios quiere de
nosotros.

Ciencia: Permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para


sostener la fe del bautismo. Es una facilidad para distinguir entre lo verdadero y lo
falso. Este Don nos ayuda a descubrir la presencia de Dios en el mundo en la
vida, en la naturaleza, en el día, en la noche, en el mar, en la montaña. Permite
discernir entre el bien y el mal y nos hace mirar a las personas y las cosas con los
ojos de Dios.

Piedad: El Don de Piedad nos permite acercarnos confiadamente a Dios, hablarle


con sencillez, abrir nuestro corazón de hijo a un Padre Bueno del cual sabemos
que nos quiere y nos perdona. Nos permite acercarnos confiadamente a Dios. El
calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espiritu
Santo derrama en las almas. Nos motiva a la oración y al encuentro profundo con
el Señor. Es lo que nos hace sentir un cariño especial por todo lo que tenga
relación al culto, a la Palabra de Dios, a los sacramentos, etc.

Temor de Dios: Nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la
misericordia divina. Este Don nos hace evitar el pecado porque ofende a Dios.
Con este Don tenemos la fuerza para vencer los miedos y aferrarnos al gran amor
que Dios nos tiene. Nos inspira miedo a ofender a Dios, por ser El un Padre
generoso y lleno de bondad hacia nosotros. Es pues un temor que nos nace del
amor.
Cuestionario
- Contesta las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es un don?

2.- ¿Qué es un hábito?

3.- ¿Cuáles son los 7 dones del Espíritu Santo?

4.- ¿Cuándo los recibimos?

5.- Menciona un ejemplo de una acción que puedas realizar con cada don.
Frutos del Espíritu Santo
Los Frutos del Espíritu Santo son actos de exquisita virtud.

Así como el árbol produce sus frutos, la persona que se ha ejercitado y entrenado
en las virtudes y en la docilidad a las mociones del Espíritu Santo que actúan a
través de los dones, produce frutos exquisitos y deleitables, que no son nada más
(ni nada menos), que las virtudes actuadas por medio de los dones del Espíritu.

Por lo tanto, los actos producidos no son ya humanos ayudados por la gracia,
como las virtudes, cuya ejecución se debe a la razón iluminada por la fe, sino que
los frutos son actos sobrenaturales y divinos, fáciles de realizar ya para la
persona, y no requieren del esfuerzo acético de las virtudes, sino de la perfección
mística de la fidelidad ya corroborada en la recepción de la inspiración del Espíritu
Santo a través de los dones.

Por lo que los frutos son la virtudes actuadas por lo dones de manera constante,
fácil y deleitosa, a modo divino, sobrenatural o sobrehumano.

Se realizan con suavidad y dulzura.

Los dones son su causa, actuando sobre las virtudes. Los frutos son el efecto de
la actuación de los dones y de la respuesta fidelísima a las inspiraciones divinas.

Son contrarios totalmente a los deseos desordenados de la carne, que colocan al


hombre, varón y mujer, por debajo de su dignidad (Gálatas 5, 19-21); los frutos
mueven a lo que está por encima de nosotros, hacia lo más alto.

Perfeccionan y desarrollan al ser humano, sin llegar, sin embargo, a la cumbre de


las bienaventuranzas, que trataremos en otro lugar más adelante.

¿Cuántos son los Frutos del Espíritu Santo?

La Biblia latina o Vulgata, traducida por San Jerónimo, menciona 12 frutos del
Espíritu Santo. El texto paulino original de Gálatas 5, 22-23 menciona solamente
nueve.

Santo Tomás y los Santos Padres, aducen que el Apóstol no tuvo la intención de
enumerarlos todos, y mencionan también la cita de Apocalipsis, capítulo 22,
versículo 2, donde el relator bíblico habla del río de la vida que produce un árbol
con 12 frutos.
El río de vida del Espíritu produce sus doce frutos, que podemos dividir en:

a) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados en sí mismo:

Amor, gozo y paz. Paciencia y longanimidad.

b) En cuanto la mente y el corazón del hombre ordenados respecto a las


cosas y personas que están a su lado:

Bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad.

c) Respecto de las cosas inferiores, el hombre se predispone bien: en cuanto


a las acciones exteriores, por medio de la modestia; y en cuanto a los
deseos interiores, por medio de la continencia y de la castidad.

La mente humana está bien consigo misma cuando se predispone bien para los
bienes y los males.

1. La primera predisposición con respecto al bien es el amor, primero de los


Frutos del Espíritu Santo, como dice la carta a los Romanos 5, 5, que el
amor de Dios ha sido derramado en nosotros por el Espíritu Santo que nos
ha sido dado.
2. Al amor le sigue el gozo de estar en Dios.
3. Y la perfección del gozo es la paz, en cuanto al cese de las perturbaciones
exteriores, y al aquietamiento de su corazón en Jesús, descansando en Él
como en un todo. Se calma también por lo tanto el deseo fluctuante que se
posa de cosa en cosa, de persona en persona, y solo se posa en el Señor
su Dios. Por lo que nada impide disfrutar de Él.
4. Con referencia a los males, la persona se predispone bien por medio de la
paciencia, para no ser perturbada por la inminencia de los males
presentes.
5. Y también se predispone bien con referencia a los males, por medio de la
longanimidad, no ser perturbada por la dilación en el tiempo en la
consecución de los bienes deseados, pues carecer del bien tiene razón de
mal.

Respecto de las cosas que están junto a sí, y eminentemente de sus prójimos, el
hombre se dispone bien:

6. Primero, en cuanto a lo voluntad de hacer el bien, y esto corresponde a la


bondad.
7. Luego en cuanto a hacer el bien a los demás, perdonándolos y
ayudándolos, que es propio de la benignidad.
8. En cuanto a tolerar sin sobresaltos los males inferidos por estos mismos
prójimos, está el Fruto amable del Espíritu Santo de la mansedumbre, que
refrena las iras.
9. En cuanto a no hacerle daño al prójimo, no sólo con la ira, sino tampoco
con el fraude y el engaño, está el Fruto deleitoso de la fidelidad.

En cuanto a las cosas inferiores, el hombre se predispone bien:

10. En cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia, que pone
moderación en los dichos y en los hechos, evitando la afectación o la
chabacanería y fanfarronería en el vestir, en el hablar, en el actuar.
11. Y en cuanto a los deseos que pueden ser desordenados en el interior de la
persona, actúan los Frutos vigorosos de la continencia, de quien siente las
concupiscencias pero no se deja arrastrar por ellas.
12. Y también el Fruto exquisito de la castidad, que no permite que la persona
casta sea arrastrada ni padezca los movimientos desordenados de la
sensualidad.
Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:

1.- ¿Qué es un Fruto del Espíritu Santo?

2.- ¿Cuántos son los Frutos del Espíritu Santo?

3.- Menciona un ejemplo de una acción para cada Fruto


EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO
No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a
él.” (Gen. 2, 18). “Dios creó al hombre y a la mujer a imagen de Dios, hombre y
mujer los creó, y los bendijo diciéndoles: procread, y multiplicaos, y llenad la tierra
y sometedla”.(Gen. 1, 27- 28).

El matrimonio es una sabia institución del Creador para realizar su designio de


amor en la humanidad. Por medio de él, los esposos se perfeccionan y crecen
mutuamente y colaboran con Dios en la procreación de nuevas vidas.

El matrimonio para los bautizados es un sacramento que va unido al amor de


Cristo su Iglesia, lo que lo rige es el modelo del amor que Jesucristo le tiene a su
Iglesia.

El matrimonio se define como la alianza por la cual, - el hombre y la mujer - se


unen libremente para toda la vida con el fin de ayudarse mutuamente, procrear y
educar a los hijos. Esta unión - basada en el amor – que implica un consentimiento
interior y exterior, estando bendecida por Dios, al ser sacramental hace que el
vínculo conyugal sea para toda la vida. Nadie puede romper este vínculo.

En lo que se refiere a su esencia, los teólogos hacen distinción entre el casarse y


el estar casado. El casarse es el contrato matrimonial y el estar casado es el
vínculo matrimonial indisoluble.

Institución

Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a
la dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se
conoce el momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se
refería a él en su predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino
del matrimonio. “No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo
varón y mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán
una sola carne”. (Mt. 19, 4-5). Cristo en el inicio de su vida pública realiza su
primer milagro – a petición de su Madre – en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11).
Esta presencia de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues
significa el signo de que - desde ese momento - la presencia de Cristo será eficaz
en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta
institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.(Mt. 19, 6). Para un
cristiano la unión entre el matrimonio – como institución natural – y el sacramento
es total. Por lo tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden ser cambiadas
arbitrariamente por los hombres.
CUESTIONARIO

- Responde las siguientes preguntas:

1-. ¿Qué es el matrimonio para los bautizados?

2.- ¿Cómo se define el matrimonio?

3.- ¿Quién instituyo el matrimonio?

4.- ¿La presencia de Cristo en un matrimonio es muy importante?


La Misa. Oración Suprema del Cristiano
Hablar de la Celebración Eucarística como la oración más importante de un
cristiano, significa que antes de hablar de cómo ir a misa y cómo estar en ella,
debemos preguntarnos hasta qué punto hemos comprendido, hemos sentido el
amor de Dios.

Lo más importante de todo es descubrir en la Misa un amor eterno, un amor


infinito, un amor que no se cansa nunca; un amor eterno, divino.

Cuando San Juan se propone describir la última cena empieza con estas palabras:
Haciendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo;
y después de decir eso, sigue la narración de la última cena.

Habiendo amado a los suyos. Los suyos, en aquel momento, eran: él, Pedro,
Santiago, y todos los demás apóstoles. Hoy, los suyos somos cada uno de
nosotros, tú y yo, a quienes ama hasta el extremo. Es un amor tan grande, que es
muy difícil de creerlo; sin embargo es necesario atreverse, correr el riesgo de
creerlo, y, en el momento en que uno sabe, siente este amor, verá si va a la Misa,
verá si comulga con devoción, verá si va a las Horas Eucarísticas, a visitar al
Santísimo, y no con esas caras con las que a veces van muchos, con caras de
aburridos. Ahora cada uno de los laicos bautizados formamos parte de los “suyos”.
Dios nos ama inmensamente que nosotros por El debemos arriesgarnos a amarlo
también y que a la hora de comulgar sea con una gran Fe y con un gran amor y
que esas horas que pasamos frente al Santísimo no sean aburridas sino que en
realidad las disfrutemos, pues todo consta en arriesgarse.

En realidad, es una verdadera tragedia el hecho de que mucha gente vaya a la


Misa por mera obligación, porque son padrinos de XV años, matrimonio o algún
bautismo y pero aun, que no vayan, y que se sientan excusados de no ir. No
comprenden este amor de Dios.

¿Qué es, por tanto, la Eucaristía? El amor de Cristo hasta el extremo, para ti, para
mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía significa poner a tu disposición toda
la omnipotencia, toda la bondad, todo el amor y toda la misericordia de Dios, todos
los días y todas las horas, de tu vida. Y así, en cada Sagrario del mundo, en cada
Misa, se está, por así decir, creando un incendio, una hoguera de amor; pero,
¿Quién se calienta?, ¿Quién se quema?, el que se acerca.

Él dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.” La Eucaristía
es ese lugar, es esa manera misteriosa pero real, con la que Cristo se queda a lo
largo de toda nuestra vida, con cada uno de nosotros. La Eucaristía no es
disfrutarla y vivirla en ese momento que pasas a comulgar, sino que es para el
resto de tu vida; aun sin estar en gracia, debemos demostrar que somos un templo
de Dios y que Dios está dentro de nosotros.

Y el decir: con nosotros, es decir contigo. La Eucaristía es como el sol: aunque


participen en Ella millones, ese sol, esa Eucaristía, ese amor de Dios, es para mí
solo; en realidad, si yo fuera la única persona que comulgo, que voy a Misa, no
recibiría más de lo que recibo yendo con otros.

Ahí está pues, Cristo, medicina de mis males, el gran amigo, en todos los
Sagrarios, en todas las Misas. Si yo me reconozco enfermo, necesitado de
redención, no hace falta recordarme que tengo que ir, de la misma manera que
cuando a uno le duele una muela, piensa en el dentista; cuando a uno le duele
otra parte del cuerpo, enseguida: hospital, medicinas, tengo que curarme porque
estoy enfermo… ¡Qué lástima que no sintamos eso mismo hacia la Eucaristía, que
es el remedio de todos nuestros males espirituales! Ahí está, a todas horas, para
ti, el único Bien verdadero, subrayándolo, el único Bien perdurable, que dura toda
la vida; el único Amigo sincero, el único Amigo fiel que nos tiende la mano, y que
nos ama en la juventud, en la edad adulta, en la ancianidad, en la tumba, y en la
eternidad.

Presencia real de Jesucristo

La Eucaristía es llamada el Sacramento de nuestra fe. Nosotros los católicos


aceptamos, siguiendo las palabras del mismo Jesús, que durante la Misa bajo las
especies de pan y de vino, tras la consagración por el sacerdote, se hace
presente, realmente, Jesucristo: en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Para los
judíos hablar del cuerpo y sangre de alguien, significaba hablar de la totalidad de
la persona. Por eso, Jesús, cuando instituye este sacramento, dice: ‘Esto es mi
cuerpo… Esta es mi sangre’. En otras palabras nos está diciendo que en el pan y
el vino consagrados, se encuentra la plenitud de su persona. Como Jesús es Dios
y Hombre verdadero, entonces, se halla presente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y
Divinidad de Nuestro Señor.

Veamos que ya en el Antiguo Testamento, se consideraba que era necesario el


derramamiento de sangre de la víctima ofrecida a Dios en reparación de los
pecados:

Lv 5.9 Rociará con su sangre la pared del altar y derramará el resto de la sangre al
pie del altar: es un sacrificio por el pecado.

Lv 17.11 Porque el alma de todo ser viviente está en su sangre, y yo les di la


sangre para que la lleven al altar para el rescate de sus almas, pues esta sangre
paga la deuda del alma.
Hb 9.22 Según la Ley, la purificación de todo se ha de hacer con sangre, y sin
derramamiento de sangre no se quita el pecado.

Jesús es el nuevo cordero, el Cordero de la Nueva Alianza, el Cordero de Dios


que quita los pecados del mundo, como repite la Iglesia continuamente en todas
las Misas que se celebran a lo largo del mundo: ‘Este es el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a esta cena’:

Jn 1.36 Mientras Jesús pasaba, se fijó en él y dijo: ‘Ese es el Cordero de Dios’.

Cuando Jesús instaura la Eucaristía, no habla en sentido figurado o simbólico,


como dicen equivocadamente nuestros hermanos protestantes. El lenguaje usado
por Cristo durante la Ultima Cena no puede ser más evidente. Jesús dice: ‘Esto
ES mi cuerpo… Esta ES mi sangre’ y no ‘Esto REPRESENTA …’. Nuestro Señor
habla con claridad, sin dejar lugar a dudas:

Mt 26.26-28 Jesús tomó pan, … lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:


‘Tomen y coman; esto es mi cuerpo’. Después tomó una copa, … y se la pasó
diciendo: ‘Beban todos de ella: esto es mi sangre, la sangre de la Alianza que es
derramada por una muchedumbre, para el perdón de sus pecados’.

Mc 14.22,24 Se lo dio diciendo: ‘Tomen, esto es mi cuerpo’ … Y les dijo: Esto es


mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por una muchedumbre’.

Lc 22.19-20 ‘Esto es mi cuerpo, que es entregado por Uds.’ … Esta copa es la


alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes’.

1 Cor 11.23-25 El Señor Jesús, … , tomó pan y, … , lo partió diciendo: ‘Esto es mi


cuerpo, que es entregado por ustedes; hagan esto en memoria mía’ … Tomando
la copa, … dijo: ‘Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Todas las veces que
la beban háganlo en memoria mía’.

Y para reafirmar lo citado con anterioridad, Jesús dice también que su cuerpo es
VERDADERA COMIDA y su sangre, VERDADERA BEBIDA. Nos aclara que no
habla con simbolismos, sino que efectivamente el Cuerpo y Sangre que nos dará
será realmente para ser comido y bebido, como creemos en la Iglesia Católica.
Para nosotros, la Eucaristía es la presencia real de Cristo y no un mero símbolo,
como creen los que están fuera de nuestra Iglesia.

Jn 6.53 -54 Jesús les dijo: ‘En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo
del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi
carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’.
Jn 6.55-56 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Es cierto que esto resulta difícil de entender para algunos, como Jesús mismo ya
nos lo dice. Al igual que en el desierto, los israelitas dudaban de que Dios podría
darles a comer carne, así también cuando vino Cristo, los judíos cuestionaban el
cómo les podría dar a comer de su carne:

Nm 11.4 Los mismos israelitas se pusieron a quejarse. Decían: ‘¿Quién nos dará
carne para comer?’

Nm 11.18 Santifíquense para mañana, comerán carne … Pues Uds. dijeron:


¿Quién nos dará carne para comer? … Yavé les dará carne y la comerán.

Jn 6.52 Los judíos discutían entre sí: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer carne?’

Desde el principio, la Iglesia se reunía a celebrar la Eucaristía, entonces conocida


como Fracción del Pan. Lo hacían el primer día de la semana; es decir, el
domingo. Tal y como lo sigue haciendo la Iglesia Católica todos los domingos del
año.

Hch 2.42 Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la convivencia,


a la fracción del pan y a las oraciones.

Hch 20.7 El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan.

Lo que se repite en la Misa, durante la celebración de la Eucaristía tiene su origen


en la Palabra de Dios, como podemos ver a continuación. En la Misa se dice:
‘Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. Ven, Señor Jesús’. Esta
aclamación se basa en el siguiente texto:

1 Cor 11.26 Fíjense bien: cada vez que comen este pan y beben de esta copa
están proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva.

Previa a la Comunión, es necesario haber confesado ante el sacerdote todos los


pecados mortales, de lo contrario el pecado que uno comete es de suma
gravedad, como nos dicen los siguientes textos bíblicos:

1 Cor 11.27 El que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente, peca
contra el cuerpo y la sangre del Señor.

1 Cor 11.29 El que come y bebe indignamente, come y bebe su propia


condenación por no reconocer el cuerpo.
1 Cor 10.16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la
sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de
Cristo?.

Jn 6.35,41 Jesús les dijo: ‘Yo soy el pan de vida’ … Los judíos murmuraban
porque Jesús había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo’

Jn 6.48 ,50 Yo soy el pan de vida. Aquí tienen el pan que baja del cielo, para que
lo coman y ya no mueran.

Jn 6.51 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
para siempre. El pan que yo daré es mi carne.

Jn 6.58 Este es el pan que ha bajado del cielo … El que coma este pan vivirá para
siempre.

De la Transubstanciación

Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su Cuerpo
y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama propiamente
«transubstanciación», no consustanciación, como quería Lutero.

Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la capacidad de toda


inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice singular porque no existe en
toda la creación ninguna conversión semejante a esta.

En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia del vino


desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo. De
tal manera que bajo cada una de las especies y bajo cada parte cualquiera de las
especies, antes de la separación y después de la separación, se contiene Cristo
entero.

Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino se
transubstan-cia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de Cristo. Ahora
bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de inhesión, por poder
de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o apariencias del pan y del vino.

¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la transusbtanciación


son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color, sabor, figura, medida, etc, de pan y
de vino. Sólo cambia la sustancia.

Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el Cuerpo de


Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con el Cuerpo, por la
natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y, por la admirable unión
hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino? Por razón
de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la especie del vino y, por
razón de la concomitancia, junto con la Sangre, por la natural conexión, se
contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión hipostática, la divinidad de Nuestro
Señor Jesucristo.

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del pan y del


vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los
Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la
Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así,
san Juan Crisóstomo declara que: “No es el hombre quien hace que las cosas
ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue
crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras,
pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta
palabra transforma las cosas ofrecidas”.

Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien persuadidos de


que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha
consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza,
porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada... La palabra de
Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas
existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su
naturaleza primera que cambiársela”».

Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de Trento resume


la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que
ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido
siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por
la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan
en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del vino
en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y
apropiadamente a este cambio transubstanciación”».

Partes de la Misa

RITOS INICIALES

Son ritos introductorios a la celebración y nos preparan para escuchar la


palabra y celebrar la eucaristía.
Comprende:
Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración
colecta.

Procesión de entrada

Llegamos al templo y nos disponemos para celebrar el misterio más


grande de nuestra fe. Acompañamos la procesión de entrada cantando
con alegría.

Saludo inicial

Después de besar el altar y hacer la señal de la cruz, el sacerdote saluda


a la asamblea.

Acto penitenfcial

Pedimos humildemente perdón al Señor por todas nuestras faltas.

Gloria

Alabamos a Dios, reconociendo su santidad, al mismo tiempo que


nuestra necesidad de Él.

Oración / Colecta

Es la oración que el sacerdote, en nombre de toda la asamblea, hace al


Padre. En ella recoge todas las intenciones de la comunidad.

LITURGIA DE LA PALABRA

Escuchamos a Dios, que se nos da como alimento en su Palabra, y


respondemos cantando, meditando y rezando.

comprende

Primera Lectura - Salmo Responsorial - Segunda Lectura - Aleluya -


Evangelio - Homilía - Credo - Oración universal.

Primera lectura
En el Antiguo Testamento, Dios nos habla a través de la historia del
pueblo de Israel y de sus profetas.

Salmo

Meditamos rezando o cantando un salmo.

Segunda lectura

En el Nuevo Testamento, Dios nos habla a través de los apóstoles.

Evangelio

El canto del Aleluya nos dispone a escuchar la proclamación del misterio


de Cristo. Al finalizar aclamamos diciendo: "Gloria a ti, Señor Jesús".

Homilía

El celebrante nos explica la Palabra de Dios.

Credo

Después de escuchar la Palabra de Dios, confesamos nuestra fe.

Oración de los fieles

Rezamos unos por otros pidiendo por las necesidades de todos.

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA I

.Tiene tres partes: Rito de las ofrendas, Gran Plegaria Eucarística (es el
núcleo de toda la celebración, es una plegaria de acción de gracias en la
que actualizamos la muerte y resurrección de Jesús) y Rito de
comunión.

Presentación de dones
Presentamos el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la
sangre de Cristo. Realizamos la colecta en favor de toda la Iglesia.
Oramos sobre las ofrendas.

Prefacio

Es una oración de acción de gracias y alabanza a Dios, al tres veces


santo.

Epíclesis

El celebrante extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al


Espíritu Santo, para que por su acción los transforme en el cuerpo y la
sangre de Jesús.

Consagración

El sacerdote hace "memoria" de la última cena, pronunciando las


mismas palabras de Jesús. El pan y el vino se transforman en el cuerpo
y en la sangre de Jesús.

Aclamación

Aclamamos el misterio central de nuestra fe.

Intercesión

Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia.


Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos
nosotros.

Doxología

El sacerdote ofrece al Padre el cuerpo y la sangre de Jesús, por Cristo,


con él y en él, en la unidad del Espíritu Santo. Todos respondemos:
"Amén".

Padre nuestro
Preparándonos para comulgar, rezamos al Padre como Jesús nos
enseñó.

Comunión

Llenos de alegría nos acercamos a recibir a Jesús, pan de vida. Antes de


comulgar hacemos un acto de humildad y de fe.

Oración

Damos gracias a Jesús por haberlo recibido, y le pedimos que nos ayude
a vivir en comunión.

RITOS DE DESPEDIDA

Son ritos que concluyen la celebración.

Bendición

Recibimos la bendición del sacerdote.

Despedida y envío

Alimentados con el pan de la Palabra y de la Eucaristía, volvemos a


nuestras actividades, a vivir lo que celebramos, llevando a Jesús en
nuestros corazones.

Cuestionario
- Responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Qué es la Santa Misa?

2.- ¿En qué consiste la transubstanciación?

3.- ¿Cuáles son las partes de Misa?

4.- Menciona una cita bíblica con la cual podrías explicar que Jesucristo está
realmente presente en la Eucaristía.
MI FE, PROYECTADA EN NUESTRA MISION EN EL MUNDO
“Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo” (Mateo 5, 13-16).

La vida del ser humano tiene una dimensión social; somos miembros de la familia
humana. Esto tiene una forma concreta de realizarse en la vida del cristiano. Al
bautizarnos entramos a formar parte de la Iglesia, comunidad de todos los
creyentes en Jesús, Hijo de Dios.

Y al recibir el sacramento de la Confirmación se nos confiere el Espíritu Santo con


el propósito particular de hacernos testigos de Jesucristo.

Jesucristo llamó a Doce discípulos a ser sus mensajeros o Apóstoles y les dio su
mismos poderes para enviarlos al mundo a sanar cuerpos y almas, perdonando
los pecados, dando el Espíritu Santo y echando los demonios. Y al final de su
vida, Jesús envió a los apóstoles a predicar el Evangelio a todas las naciones del
mundo y a administrar el Bautismo como medio de salvación.

Nuestra vida de cristianos se realiza en medio del mundo, pero su misión es como
la de la levadura en la masa, dice el Evangelio: dar la vida, la vida de Dios.
También dice Jesús que nuestra función en el mundo es semejante a la de la sal,
que da sabor a los alimentos, porque nosotros estamos llamadas a dar la vida el
sabor de Dios, sobre todo, el sabor de su amor, por el que se nos concederá como
discípulos de Jesucristo.

Jesucristo nos dijo que era la luz del mundo, por ello nos heredó a sus seguidores
esa luz del Espíritu para iluminar al mundo con nuestras buenas obras, de manera
que quieres nos ven den gloria a Dios. Asimismo nos pidió ser misericordiosos con
todos los necesitados, porque sobre eso se nos va a pedir cuentas al final de la
vida.

También nos encomendó Jesús vivir en la unidad, para que así el mundo crea en
Él, que vino a reunir a toda la humanidad en la familia de Dios. Para vivir unidos
nos dio su paz, paz con Dios, ante todo; de allí brotará nuestra capacidad de ser
instrumentos de paz en el mundo, además de ser mensajeros de paz, como
encargó a sus discípulos al ir por el mundo.

La vida del cristiano se desarrolla a través de tres etapas: la vocación, la


santificación y la misión. Dios nos llama a la vida cristiana para ser y gozar a la
condición de hijos suyos, es la gracia que recibimos en el Bautismo; nos santifica y
llena de bendiciones a través de todos los demás sacramentos que recibimos en
distintas ocasiones; y nos envía al mundo para ser testigos de su presencia y de
su vida, particularmente a través del sacramento de la Confirmación y del
Matrimonio.
Para mayor conocimiento de nuestra misión en el mundo léase en la Biblia:

• Mateo 25, 31-46


• Marcos 16, 14-18
• Mateo 5, 13-16
• Lucas 10, 1-9
• Juan 13, 34-35
• Juan 14, 27
• Juan 15, 13-17
• Juan 20-23;20
• Juan 19-23;

Cuestionario

- Responde las siguientes preguntas:


1. ¿Qué sentimiento te produce el saber que tu vida de cristiano tiene esa
dimensión comunitaria y misionera?

2. ¿Puedes vivir esa misión de la vida cristiana en tus condiciones concretas?

3. ¿Cómo debes y puedes hacerlo en la vida en familia?


ORACIONES BÁSICAS
Señal de la Cruz (santiguarse)
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Señal de la Cruz (Persignarse)


Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos Señor Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Padre nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros
tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan
de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

Ave María
Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre
todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre
de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra
muerte. Amén

Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén

Yo confieso
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los
santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro
Señor. Amén
Acto de Contrición
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he
cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un Dios
tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita
misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la
vida eterna. Amén

Ángel de mi guarda
Ángel de mi guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día. No
me dejes sólo que sin ti me perdería. Amén

Credo

Creo en un solo Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de


todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue
hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y
por obra y gracia del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo
hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al
cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del
Hijo, que con él Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló
por los profetas.

Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un
solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Los sacramentos son siete:

1. Bautismo.
2. Confirmación.
3. Reconciliación.
4. Eucaristía.
5. Unción de los enfermos.
6. Orden sagrado y orden sacerdotal.
7. Matrimonio.

Mandamientos de la Ley de Dios:

1. Amar a Dios sobre todas las cosas.


2. No jurar el santo nombre de Dios en vano.
3. Santificar las fiestas.
4. Honrar a padre y madre.
5. No matar.
6. No cometer actos impuros.
7. No hurtar.
8. No levantar falsos testimonios ni mentir.
9. No desear la mujer de tu prójimo.
10. No codiciar los bienes ajenos.

Estos 10 mandamientos se resumen en 2: Amar a Dios sobre todas las cosas y al


prójimo como a nosotros mismos.

Mandamientos de la Iglesia:

Los mandamientos de la Santa Iglesia son cinco:

1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.


2. Confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de
muerte y antes de comulgar.
3. Comulgar en tiempo de Pascua.
4. Hacer penitencia cuando lo manda la Santa Madre Iglesia.
5. Ayudar a la iglesia en sus necesidades.

Obras de misericordia

Espirituales:

1. Enseñar al que no sabe.


2. Dar buen consejo al que lo necesita.
3. Corregir al que yerra.
4. Perdonar las injurias.
5. Consolar al triste.
6. Soportar los defectos del prójimo.
7. Rogar a Dios por lo vivos y difuntos.

Corporales:

1. Visitar y cuidar a los enfermos.


2. Dar de comer al hambriento.
3. Dar de beber al sediento.
4. Dar posada al peregrino.
5. Vestir al desnudo.
6. Redimir al cautivo.
7. Enterrar a los muertos.

LAS BIENAVENTURANZAS

1. Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de dios.


2. Bienaventurados los mansos porque ellos poseerán la tierra.
3. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
4. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados.
5. Bienaventurados misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
6. Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a dios.
7. Bienaventurados los pacíficos porque ellos serán llamados hijos de dios.
8. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.
9. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el
reino de los cielos.

Dones del Espíritu Santo:

1. Sabiduría.
2. Entendimiento.
3. Ciencia.
4. Consejo.
5. Piedad.
6. Temor de Dios.
7. Fortaleza

También podría gustarte