Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CATECISMO BASICO
PARA ADULTOS
Arcoiris Santa Cecilia
INDICE
¿PARA QUE CREO DIOS AL HOMBRE? ................................................................................................. 4
La Biblia y la Tradición ......................................................................................................................... 7
LA INICIACION CRISTIANA ................................................................................................................. 12
MI FE, EN DIOS .................................................................................................................................. 15
MI FE, EN JESUCRISTO ....................................................................................................................... 17
MI FE, EN LA PERSONA Y MISIÓN DE LA VIRGEN MARÍA .................................................................. 19
MI FE, EN EL ESPÍRITU SANTO .......................................................................................................... 21
MI FE, EN LA IGLESIA ......................................................................................................................... 23
MI FE, EN LA RESURRECCIÓN ............................................................................................................ 25
MI FE, CELEBRADA EN LOS SACRAMENTOS ...................................................................................... 27
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO ..................................................................................................... 29
EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN ........................................................................................ 33
MANDAMIENTOS Y EL PERDÓN ........................................................................................................ 53
EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTIA ................................................................................................. 61
EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN ......................................................................................... 64
El Orden Sacerdotal ........................................................................................................................... 69
¿QUIÉN ES EL ESPÍRITU SANTO? ....................................................................................................... 72
PENTECOSTES .................................................................................................................................... 75
Dones del Espíritu Santo ................................................................................................................... 78
Frutos del Espíritu Santo ................................................................................................................... 82
EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO ................................................................................................ 86
La Misa. Oración Suprema del Cristiano ........................................................................................... 88
MI FE, PROYECTADA EN NUESTRA MISION EN EL MUNDO .............................................................. 98
ORACIONES BÁSICAS ....................................................................................................................... 100
LA CREACIÓN
Tal como nos lo relata el Libro del Génesis, Dios creó al hombre a su imagen y
semejanza (Ver Gen. 1,27) para que fuera feliz en la tierra, alabando a Dios y
dominando la naturaleza, de la que fue hecho Señor (Ver Gen. 1,29-30).
Dios creó al hombre por amor, y todo lo creado era expresión de este amor de
Dios por el hombre. Por ello, hasta antes del pecado, el hombre vivía en plena
armonía, reconciliado con Dios, consigo mismo, con los seres humanos y con todo
lo creado. El hombre vivía, por tanto, en estado de felicidad.
Los relatos de la creación en el Libro del Génesis también nos introducen en este
misterioso ámbito, ayudándonos a conocer el plan de Dios para el hombre. En
primer lugar afirmando que Dios formó al hombre del polvo de la tierra (cf. Gn 2:7).
Esto significa que no somos Dios, no nos hemos hecho solos, somos tierra; pero
también significa que somos la buena tierra, a través de la obra del Creador
bueno.
En los primeros capítulos del Libro del Génesis encontramos dos imágenes
significativas: el jardín con el árbol del conocimiento del bien y del mal y la
serpiente (cf. 2:15-17; 3,1-5). El jardín nos dice que la realidad en la que Dios ha
puesto al ser humano no es un bosque salvaje, sino un lugar que protege, nutre y
sustenta; y el hombre debe reconocer el mundo no como propiedad para ser
saqueada y explotada, sino como don del Creador, signo de su voluntad salvífica,
un don que ha de cultivar y cuidar, hacer crecer y desarrollar con respeto, en
armonía, siguiendo los ritmos y la lógica, de acuerdo con el plan de Dios (cf. Gn
2,8-15).
La serpiente es una figura que viene de los cultos orientales de la fecundidad, que
tanto fascinaban a Israel y que eran una constante tentación para abandonar la
misteriosa alianza con Dios. A la luz de esto, la Sagrada Escritura presenta la
tentación a la que vienen sometidos Adán y Eva como el núcleo de la tentación y
el pecado.
¿Qué dice la serpiente? No niega a Dios, pero insinúa una falsa pregunta: "¿Así
que Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?».(Génesis 3:1).
De esta manera, la serpiente suscita la sospecha de que la alianza con Dios es
como una cadena que ata, que priva de la libertad y de las cosas más bellas y
preciosas de la vida.
Cuestionario
4.- Menciona y describe lo que creó Dios cada uno de los siete días
A imagen de Dios
Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de
persona; no es solamente algo, sino alguien. Es capaz de conocerse, de poseerse
y de darse libremente y entrar en comunión con otras personas; y es llamado, por
la gracia, a una alianza con su Creador, a ofrecerle una respuesta de fe y de amor
que ningún otro ser puede dar en su lugar.
Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue creado para servir y amar a
Dios y para ofrecerle toda la creación.
La unidad del alma y del cuerpo es tan profunda que se debe considerar al alma
como la "forma" del cuerpo; es decir, gracias al alma espiritual, la materia que
integra el cuerpo es un cuerpo humano y viviente; en el hombre, el espíritu y la
materia no son dos naturalezas unidas, sino que su unión constituye una única
naturaleza.
Hombre y mujer los creó
El hombre y la mujer son creados, es decir, son queridos por Dios: por una parte,
en una perfecta igualdad en tanto que personas humanas, y por otra, en su ser
respectivo de hombre y de mujer. "Ser hombre", "ser mujer" es una realidad buena
y querida por Dios: el hombre y la mujer tienen una dignidad que nunca se pierde,
que viene inmediatamente de Dios su creador. El hombre y la mujer son, con la
misma dignidad, "imagen de Dios". En su "ser-hombre" y su "ser-mujer" reflejan la
sabiduría y la bondad del Creador.
Dios no es, en modo alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios
es espíritu puro, en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las
"perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita perfección de
Dios: las de una madre y las de un padre y esposo.
El hombre y la mujer están hechos "el uno para el otro": no que Dios los haya
hecho "a medias" e "incompletos"; los ha creado para una comunión de personas,
en la que cada uno puede ser "ayuda" para el otro porque son a la vez iguales en
cuanto personas y complementarios en cuanto masculino y femenino. En el
matrimonio, Dios los une de manera que, formando "una sola carne", puedan
transmitir la vida humana: "Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra". Al
trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos
y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.
El hombre en el paraíso
El "dominio" del mundo que Dios había concedido al hombre desde el comienzo,
se realizaba ante todo dentro del hombre mismo como dominio de sí. El hombre
estaba íntegro y ordenado en todo su ser por estar libre de la triple
concupiscencia, que lo somete a los placeres de los sentidos, a la apetencia de los
bienes terrenos y a la afirmación de sí contra los imperativos de la razón.
Toda esta armonía de la justicia original, prevista para el hombre por designio de
Dios, se perderá por el pecado de nuestros primeros padres.
CUESTIONARIO
7.- ¿Cuáles consideras que son las características que te distinguen como
persona?
A menudo los hermanos evangélicos, discutiendo con nosotros los católicos, nos
dicen: «¿Dónde habla la Biblia del purgatorio? ¿Dónde dice la Biblia que San
Pedro fue a Roma? ¿De dónde sacan ustedes los católicos eso de que María es la
Inmaculada Concepción y que subió al cielo en cuerpo y alma?».
Para los evangélicos, la Revelación Divina y la Biblia son lo mismo. Es decir, para
ellos solamente en la Biblia se encuentra toda la Revelación de Dios.
Ahora bien: ¿Es correcta esta posición? ¿Es cierto que la Biblia contiene todo el
Evangelio de Cristo? ¿Qué dice la misma Biblia al respecto? Además, ¿quién
reunió todos los libros inspirados que constituyen la Biblia? ¿Acaso no fue la
Iglesia la que recibió el encargo de predicar el Evangelio por todo el mundo, hasta
el fin de los tiempos? ¿Qué hubo primero: la Biblia o la Iglesia?
Hermanos, en esta carta les explicaré por qué la Revelación Divina no abarca
solamente la Biblia, como piensan los evangélicos, sino que la Revelación de Dios
se manifiesta en la Tradición Apostólica y en la Biblia. Es un tema un poco difícil,
pero fundamental para la comprensión correcta de la fe católica. Es un tema que
ha sido causa de muchos malos entendidos entre la Iglesia Católica y las distintas
iglesias evangélicas.
La Revelación Divina
Dice el apóstol Pablo: «Todo aquello que podemos conocer de Dios El mismo se
lo manifestó. Pues, si bien a El no lo podemos ver, lo contemplamos, por lo
menos, a través de sus obras, puesto que El hizo el mundo, y por sus obras
entendemos que El es eterno y poderoso, y que es Dios» (Rom 1,19-20).
Para llevar el Evangelio por todo el mundo, Jesús encargó a los apóstoles y a sus
sucesores, como pastores de la Iglesia que El fundó personalmente:
«Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y enséñenles a cumplir todo lo
que yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se
termine este mundo» (Mt. 28,18-20).
La Tradición Apostólica
La Biblia
Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta por
escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Estos escritos, inspirados por el Espíritu Santo, dan origen al Nuevo Testamento
(NT), que es la parte más importante de toda la Biblia. Está claro que al escribir el
NT, no se puso por escrito «todo» el Evangelio de Jesús.
«Jesús hizo muchas otras cosas. Si se escribieran una por una, creo que no
habría lugar en el mundo para tantos libros», nos dice el apóstol Juan (Jn. 21,25).
Biblia y Tradición
Después de esto podemos decir que la revelación divina ha llegado hasta nosotros
por la Tradición Apostólica y por la Sagrada Escritura. No debemos considerarlas
como dos fuentes, sino como dos aspectos de la Revelación de Dios. El Concilio
Vaticano II lo describe muy bien: «La Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura
manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal y corren hacia el mismo
fin». La Tradición y la Escritura están unidas y ligadas, de modo que ninguna
puede subsistir sin la otra.
Está claro que el Apóstol Pablo, para confirmar la fe de los cristianos, no usa
solamente la Palabra de Dios escrita, sino que recuerda también de una manera
muy especial la Tradición o la predicación oral.
¿Sólo la Biblia?
Es un error creer que basta la Biblia para nuestra salvación. Esto nunca lo ha
dicho Jesús y tampoco está escrito en la Biblia. Jesús, reitero, nunca escribió un
libro sagrado, ni repartió ninguna Biblia. Lo único que hizo Jesús fue fundar su
Iglesia y entregarle su Evangelio para que fuera anunciado a todos los hombres
hasta el fin del mundo.
Por tanto, si aceptamos solamente la Biblia, ¿cómo sabemos cuáles son los libros
inspirados? La Biblia, en efecto, no contiene ninguna lista de ellos. Fue la
Tradición de la Iglesia la que nos transmitió la lista de los libros inspirados.
Supongamos que se perdiera la Biblia, en ese caso la Iglesia seguiría poseyendo
toda la verdad acerca de Cristo, la cual hasta la fecha ha sido transmitida
fielmente por la Tradición, tal como lo hizo antes de escribir el NT.
El Magisterio de la Iglesia
Este es precisamente el significado que hay que dar a las definiciones dogmáticas,
hechas por el Magisterio de la Iglesia.
Conclusión
Consideraciones Actuales
Principios y Orientaciones
3.- ¿Cuál es la causa principal por la cual algunas personas ven a los sacramentos
como algo social dejando de lado su verdadero significado?
7.- ¿Cuáles son las características que deben tener los padrinos?
8.- ¿Por qué es importante el grupo de personas con el que estas preparándote
para recibir tus sacramentos?
MI FE, EN DIOS
“Creo en un solo Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.”
Como cristiano que soy, mi fe en Dios está apoyada en una historia de salvación,
que tiene sus raíces en la tradición bíblica del pueblo de Israel.
De todo ello concluimos que nuestro Dios es uno y trino. Esto constituye el
misterio de la Santísima Trinidad: un solo Dios en tres personas divinas diferentes:
el Padre, creador; el Hijo, redentor; el Espíritu Santo, santificador. Es un misterio
de comunión de las tres personas en el amor, rasgo descriptivo de Dios.
Dios está presente en todas partes, pero su presencia no la percibimos por los
sentidos corporales sino por la fe. ¿Por qué? Porque Dios es espíritu. La vida
espiritual es una forma de existencia real, pero no física, sensible a los sentidos
del alma por medio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
Para entender mejor estema léase en la Biblia:
• Génesis 1 y 3
• Éxodo 3, 13 – 15; 20, 1 – 6
• Mateo 6, 7 – 15
• Juan 4, 21 – 24; 14, 23 – 27
CUESTIONARIO
7.- ¿Con cuál de las tres personas divinas se te hace más fácil comunicarte? ¿Por
qué?
MI FE, EN JESUCRISTO
“Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y
gracia del Espíritu Santo u nacido de santa María Virgen. Murió y fue sepultado, y
resucitó al tercer día, y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre.”
Él vivió como uno de nosotros, por ello, en un tiempo estuvo bajo la autoridad de
sus padres. Sabemos poco de su vida antes de iniciar su apostolado predicando la
venida del Reino de Dios y estableciéndolo con su modo de vivir. Aprendió el oficio
de carpintero y no llamó la atención de sus conciudadanos por nada en particular.
Mostró predilección por los más pobres, por los niños y por los menos apreciados
en la sociedad y en la comunidad israelita.
• Mateo 1, 18 - 25
• MATEO 3, 13 - 17
• Mateo 4, 1 – 25
• Lucas 2, 1 – 52
• Lucas 4, 14 - 22
• Juan 1, 1 - 18
CUESTIONARIO
Aunque ella recibió gracias extraordinarias de Dios por razón de su misión de ser
la madre de Jesucristo, sin embargo ella fue una mujer normal como las demás en
el orden natural, que vivía ocupada de los quehaceres normales de cualquier otra
mujer piadosa de su tiempo y que ya se había desposado con José, hombre justo
ante Dios.
María es la Virgen fiel, que nos enseñó a vivir la fe en las circunstancias de la vida,
a pesar de todas las pruebas o dificultades por las que podamos pasar. Esa fe la
expresó por primera vez en su “hágase en mí según tu Palabra” cuando el Ángel
le anunció el plan de Dios de que fuera madre del Mesías Jesucristo. Esa misma
fe la llevó hasta sus últimas consecuencias cuando acompañó a su Hijo hasta la
cruz y recibió como a su hijo a Juan, que representa a toda la humanidad.
Los principales misterios por medio de los cuales se manifiesta su gran dignidad
de Madre de Dios y Madre nuestra: su Concepción Inmaculada, su Maternidad
divina, su Asunción en cuerpo y alma a los cielos, el ser Corredentora con
Jesucristo y nuestra Medianera ante Dios, su titulo de Reina de toda la creación.
De la fe de la Iglesia en la Virgen María nos da testimonio la letanía del Rosario en
la que se le dan 50 títulos diferentes.
• Mateo 1, 18 - 25
• Mateo 2, 1 - 23
• Lucas 1, 26 - 45
• Lucas 2, 39 - 52
• Juan 2, 1 - 10
• Juan 19, 25 - 27
• Apocalipsis 12, 1 - 6.
CUESTIONARIO
Puesto que el Credo lo proclama como Señor y dador de vida, creemos que Él
tiene el poder de dar la vida de Cristo a todo el que acepta a Cristo como salvador,
y esto lo realiza a través de sus dones, tales como: entendimiento, ciencia,
sabiduría, consejo, temor de Dios, piedad y fortaleza. Por medio de ellos también
nos capacita para comprender los misterios de Dios y de nuestra vida cristiana, así
como para vivir de acuerdo a los mismos.
• Lucas 1, 26-38
• Juan 16, 5-15
• Juan 20, 21-23
• Hechos 2, 1-21
• Romanos 8, 14-27
• 1 Corintios 12, 1-13
• Gálatas 15, 16-26.
CUESTIONARIO
- Responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Qué importancia tiene el Espíritu Santo en la vida de Jesús?
La Iglesia es santa porque ha sido santificada por Cristo por medio de su muerte
salvadora y con toda la riqueza de su gracia, que le ha concedido, y que se nos
ofrece a nosotros por medio de los sacramentos y de otros medios de comunión
con Dios.
La unión que existe entre todos los discípulos de Cristo, que formamos la Iglesia,
constituye la comunión de los santos, ya que todos somos santificados por El, por
medio de los sacramentos, y puesto que entre todos existe una participación
mutua de gracias y méritos.
La Iglesia es nuestra madre y maestra. Como madre nos da el alimento para tener
una vida fuerte y abundante, de modo particular a través de los sacramentos,
Como maestra nos ensena la doctrina que nos guía en nuestra vida de cristianos,
de modo partículas por medio de la Biblia y de otros documentos del magisterio
oficial de la Iglesia. Para descubrir mejor su naturaleza y funciones se le llama
también Pueblo de Dios, Cuerpo místico de Cristo, Sacramento de salvación,
Esposa de Cristo.
Por el término iglesia – escrita con letra minúscula – se usa también para indicar el
lugar donde la comunidad cristiana se reúne para el culto o para cualquier
celebración de la fe, particularmente para la Misa y los Sacramentos.
Para saber más sobre la Iglesia léase en la Biblia:
• Mateo 16, 13 – 20
• Mateo 28, 16 – 20
• 1 Corintios 12, 12 – 30
• Efesios 4, 1 – 7
• Efesios 5, 21 – 30
• 1 Pedro 2, 9 – 12
• Hechos 2, 37 – 47
CUESTIONARIO
La vida del cristiano tiene dos etapas: la terrena y la celestial. Nuestra vida aquí en
la tierra es una preparación y pregustación de la vida del cielo. Jesús nos ofrece
aquí la felicidad, pero ello incluye vivir de acuerdo al plan y a la voluntad de Dios
para nosotros. Esta felicidad llega a su plenitud en el cielo.
La vida eterna es la vida de Dios, que nosotros podemos gozar aquí en la tierra y
en el cielo. Gozamos aquí de la vida eterna cuando vivimos en gracia y gozamos
de la vida del Espíritu de Dios en nuestra alma. De la vida eterna del cielo
podemos decir poco, pero sabemos que es la plenitud de la vida y de la felicidad
en comunión con Dios y con la Iglesia triunfante.
El Evangelio nos habla de la vida eterna en muchas ocasiones; entre las imágenes
que la describen la más importante es la del Reino de los cielos. Participar en el
Reino es la forma por excelencia de tener la vida eterna. Y para ello nos dice el
Evangelio que es necesario creer en Jesucristo, ya que “tanto amó Dios al mundo
que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca sino que
tenga vida eterna”.
Por todo ello, el cristiano ha de tener como punto de referencia en su actuar diario
asegurarse de que lo que hace lo conduce a la vida eterna, a la vida del Espiritu
Santo.
Para saber más sobre la Resurrección léase en la Biblia:
CUESTIONARIO
Algunos sacramentos marcan de tal forma a quien los recibe que no se pueden
repetir o recibir más de una vez en la vida; esa marca se llama carácter. Estos son
el bautismo, la confirmación, el sacerdocio y el matrimonio (con una misma
persona).
Para saber más de los Sacramentos léase en la Biblia:
• Marcos 16, 14 – 20
• Mateo 3, 1 – 17
• Juan 3, 1 – 8
• Hechos 2, 37 – 47
• Hechos 8, 9 – 40
• Romanos 6, 1 – 11
• Juan 6, 25 – 58
• Juan 20, 19 – 23
• Colosenses 2, 9 – 15
CUESTIONARIO
6.- ¿Qué se requiere para una adecuada y efectiva recepción de los sacramentos?
EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
El Bautismo es el sacramento, por medio del cual, el hombre nace a la vida
espiritual, por medio del agua y la invocación a la Santísima Trinidad. Es la puerta
que nos conduce a la vida eterna. Nos borra el pecado original, nos incorpora a la
Iglesia, nos hace hijos de Dios, y así es como llegamos a ser miembros de Cristo,
haciéndonos partícipes de su misión. Significa y realiza nuestro nacimiento del
agua y del Espíritu sin el cual nadie puede entrar en el Reino de Dios.
Institución
Necesidad
El bautismo como medio de salvación para quienes tienen uso de razón y que se
encuentran en peligro, por tanto no pueden recibir el bautismo de agua, este
puede ser suplido por el martirio vivido (llamado bautismo de sangre) o por
arrepentimiento perfecto (llamado bautismo de deseo).
“Es capaz de recibir el bautismo todo ser humano, aun no bautizado, y solo él”.
Sólo los ya bautizados o los muertos son incapaces de ser bautizados. En duda si
la persona vive, se administra bajo condición: Si vives, yo te bautizo… “Cuando
hay duda sobre si alguien fue bautizado, o si el bautismo fue administrado
válidamente, y la duda persiste luego de cuidadosa investigación, se ha de
bautizar bajo condición: Si no estás bautizado, yo te bautizo…”.
Puesto que los niños nacen con una naturaleza humana caída, carentes de la
vida divina y manchados con el pecado original, necesitan también el nuevo
nacimiento del Bautismo para gozar de la libertad de los hijos de Dios. Por lo tanto
la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios
si no le administran el Bautismo poco después de su nacimiento.
Pensar que un hombre cualquiera puede perdonar las ofensas hechas a Dios, es
una tontería. El ofendido es Dios y El perdona si es su voluntad.
Efectos
Materia y Forma
Como en todo sacramento este signo sensible está compuesto por la materia y la
forma. En este caso son:
• La forma son las palabras que pronuncia el sacerdote después de escuchar los
pecados - y de haber emitido un juicio - cuando da la absolución: “Yo te absuelvo
de tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Rito y celebración
Uno de los elementos son los actos que hace el penitente que quiere convertirse,
gracias a la acción del Espíritu Santo, como son el arrepentimiento o contrición, la
confesión de los pecados y el cumplimiento de la penitencia.
El otro elemento es la acción de Dios, por medio de los Obispos y los sacerdotes,
la Iglesia perdona los pecados en nombre de Cristo, decide cual debe ser la
penitencia, ora con el penitente y hace penitencia con él. (Cfr. CIC no.1148).
Cuando una persona hace una confesión de todos los pecados cometidos durante
toda la vida, o durante un período de la vida, incluyendo los ya confesados con la
intención de obtener una mayor contrición, se le llama confesión general. Se le
debe de advertir al confesor de que se trata de una confesión general.
El sacerdote debe de tener la facultad de perdonar los pecados, es decir, por oficio
y porque se le ha autorizado por la autoridad competente el hacerlo. No todos los
sacerdotes tienen la facultad de ejercerla, para poderla ejercer tiene que estar
capacitado para emitir un juicio sobre el pecador.
1° EXAMEN DE CONCIENCIA
¿Cómo se hace?
1° Pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine y nos recuerde cuáles son los
pecados nuestros que más le están disgustando a Dios.
2° Vamos repasando:
e) Las bienaventuranzas.
f) El mandamiento de la caridad.
No basta sólo hacer un buen examen de conciencia para una buena confesión: es
necesario un segundo paso: dolerme interiormente por haber cometido esos
pecados, porque ofendí a Dios, mi Padre. Es lo que llamamos dolor de los
pecados o contrición del corazón
1° Contrición perfecta,
3° Arrepentimiento.
La contrición perfecta: es una tristeza o pesar por haber ofendido a Dios, por ser
Él quien es, esto es, por ser infinitamente bueno y digno de ser amado, teniendo al
mismo tiempo el propósito de confesarse y de evitar el pecado. Es el ejemplo del
rey David, o de Pedro.
La atrición: es una tristeza o pesar de haber ofendido a Dios, pero sólo por la
fealdad y repugnancia del pecado, o por temor de los castigos que Dios puede
enviarnos por haberlo ofendido. Para que esta atrición obtenga el perdón de los
pecados necesita ir acompañada de propósito de enmendarse y obtener la
absolución del sacerdote en la confesión.
1. Arrepentirse de todo los pecados sin excluir ninguno (a no ser por olvido).
3. Que sea sobrenatural, o sea no sólo por los males materiales que nos trae el
pecado, sino porque con él causamos un disgusto a Dios y nos vienen males para
el alma y para la eternidad.
2. Recordar el Cielo y pensar en las alegrías y felicidades que allá nos esperan.
¡Todo esto lo perderé, si peco!
Una poesía resume este arrepentimiento sincero: “No me mueve, mi Dios, para
quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para
dejar por ello de ofenderte. Tú me mueves, Señor, muéveme el verte clavado en
esa cruz y escarnecido; muéveme ver tu cuerpo tan herido; muévenme tus afectas
y tu muerte. Muéveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera
cielo, yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera. No me tienes que dar
porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero
te quisiera” (Anónimo).
El tercer paso para hacer una buena confesión es confesar todos los pecados
mortales y graves al confesor.
Para que Dios perdone, por medio del confesor, es necesario decir los pecados.
Así lo dispuso el mismo Cristo al instituir el sacramento del la Penitencia. “A
quienes se los perdonéis, quedarán perdonados; a quienes se los retuviereis les
quedarán retenidos” (Jn. 20, 23).
Los apóstoles, y sus sucesores, los obispos y los colaboradores, los sacerdotes,
para poder absolver, necesitan conocer lo que perdonan, es decir, necesitan
escuchar los pecados del penitente.
Verdadera: sin ocultar o disimular lo que debo manifestar, ni dar vueltas, tratando
de justificarme.
-Una cosa es cometer un acto impuro con un soltero/a y otra con un casado/a.
¿Qué sucede cuando uno olvida algún pecado grave en la confesión, sin querer?
Una norma muy útil: cuando uno termina de decirle al sacerdote los pecados
conviene añadir: “Pido perdón también de todos los pecados que se me hayan
olvidado”. Así queda el alma mucho más tranquila.
4º PROPÓSITO DE ENMIENDA
Las interpretaciones inadecuadas del pecado. Hoy se nos quiere hacer creer que
el pecado es algo superado, es un vago sentimiento de culpabilidad, es como una
fuerza oscura del inconsciente, es como expresión y reflejo de las condicionantes
ambientales, se les identifican con el pecado social y estructural. Algunos ya no
ven pecado en casi nada, salvo en lo social, estructural.
Otra causa que ven los obispos españoles es ésta: indecisión de predicadores y
confesores en materia moral, económica y sexual. Algunos fieles se desconciertan
al oír diversas opiniones de confesores sobre el mismo tema moral. Y claro,
muchos optan por hacer caso al más laxo y fácil. Y al final optan por dejar sus
conciencias al juicio de Dios y abandonan la confesión.
Es una firme resolución de nunca más ofender a Dios. Y hay que hacerlo ya antes
de confesarse. Jesús a la pecadora le dijo: “Vete y no peques más” (Jn. 8,11).
Esto es lo que se propone el pecador al hacer el propósito de enmienda: “no
quiero pecar más, con la ayuda de Dios”. Si no hay verdadero propósito, la
confesión es inválida.
No significa que el pecador ya no volverá a pecar, pero sí quiere decir que está
resuelto a hacer lo que le sea posible para evitar sus pecados que tanto ofenden a
Dios. No se trata de la certeza absoluta de no volver a cometer pecado, sino de la
voluntad de no volver a caer, con la gracia de Dios. Basta estar ciertos de que
ahora no quiere volver a caer. Lo mismo que al salir de casa no sabes si
tropezarás, pero sí sabes que no quieres tropezar.
¿Y si volvemos a caer?
Es muy sencillo: porque no evitan las ocasiones de pecado. Por eso, el propósito
de enmienda implica dos cosas: evitar el pecado y las ocasiones que llevan a él.
Debemos pedir siempre lo que San Ignacio de Loyola pide en los Ejercicios
Espirituales cuando habla de las meditaciones sobre el pecado: “Dame vergüenza
y confusión, dolor y lágrimas, aborrecimiento del pecado y del desorden que lleva
al pecado”.
Hay batallas que el modo de ganarlas es evitándolas. Combatir siempre que sea
necesario es de valientes; pero combatir sin necesidad es de estúpidos
fanfarrones.
Quién, pudiendo, no quiere dejar una ocasión próxima de pecado grave, no puede
recibir la absolución. Y si la recibe, esta absolución es inválida.
Jesucristo tiene palabras muy duras sobre la obligación de huir de las ocasiones
de pecar: “Si tu ojo es ocasión de pecado, arráncalo… si tu mano es ocasión de
pecado, córtala… más te vale entrar en el Reino de los cielos, manco o tuerto, que
ser arrojado con las dos manos, los dos ojos, en el fuego del infierno” (Mt 18, 8ss).
Una persona que tiene una pierna gangrenada, se la corta para salvar su vida
humana, y tú ¿no eres capaz de cortar esa cosa… para salvar tu alma?
Evitar un pecado cuesta menos que desarraigar un vicio. Es mucho más fácil no
plantar una bellota que arrancar una encina.
Para apartarse con energía de las ocasiones de pecar, es necesario rezar y orar:
pedirlo mucho al Señor y a la Virgen, y fortificar nuestra alma comulgando a
menudo.
5º CUMPLIR LA PENITENCIA
Expliquemos el último paso para hacer una buena confesión: cumplir la penitencia.
La confesión es el medio ordinario que ha puesto Dios para perdonar los pecados
cometidos después del bautismo en el día a día. Es un medio maravilloso que
renueva, santifica, forma conciencia y, sobre todo, da mucha paz al alma.
Para confesarse hay que ser muy sincero. Los que no son sinceros, no se
confiesan bien. El que calla voluntariamente en la confesión un pecado grave,
hace una mala confesión, no se le perdona ningún pecado, y, además, añade otro
pecado terrible que se llama sacrilegio.
Es rezar o hace lo que el confesor me diga. Esta penitencia, ya sea una oración,
una obra de caridad, un sacrificio, un servicio, la aceptación de la cruz, una lectura
bíblica, es para expiar, reparar el daño que hemos hecho a Dios al pecar. Es
expresión de nuestra voluntad de conversión cristiana.
Todos los viernes del año, que el Derecho Canónico llama penitenciales (Cánones
1250-1253) son ocasión para hacer penitencia, como así también especialmente
la Cuaresma, por el ayuno, la abstinencia de carne o la práctica de obras de
misericordia, o a privación de algo que nos cueste (cigarrillos, dulces, bebidas
alcohólicas u otros gustos).
Antes de confesarme:
• ¿Pongo a Dios primero que todo en mi vida y primero que todas las personas?
• ¿He usado bien mi tiempo, mis fuerzas, mis capacidades, los dones que Dios me
ha dado?
• ¿Pierdo el tiempo en actividades que no edifican (revistas, televisión, Internet,
etc.)?
• ¿Me preocupo por sus problemas o vivo nada más preocupado de mis asuntos?
• ¿Soy servicial?
• ¿Busco compartir lo que tengo con otros que tienen menos que yo?
• ¿Participo con atención y devoción en la Santa Misa o estoy distraído, tal vez
hasta comiendo chicle?
• ¿Acepto con humildad los consejos y correcciones de personas con buen criterio
o tiendo a rebelarme?
• ¿Me preparo bien para recibir al Señor en la Eucaristía o voy a comulgar por
rutina y hasta en pecado mortal?
• ¿Los insulto o trato con palabras irrespetuosas que los hacen sufrir?
5. NO MATARÁS
• ¿He caído en excesos que pueden dañar mi cuerpo (beber o fumar en exceso,
utilizar drogas o comer más de lo necesario)?
• ¿Me he dejado llevar por el resentimiento, el odio, la ira, los deseos de desquite y
venganza?
• ¿He dicho o hecho cosas que ofenden al prójimo?
7. NO ROBARÁS
8. NO LEVANTARÁS
FALSOS TESTIMONIOS
NI MENTIRÁS
• ¿He actuado alguna vez contra mi conciencia para ser aceptado y reconocido
por mis amigos?
• ¿He incurrido en chismes? (contar a otra persona lo malo que dicen de ella)
• ¿He murmurado? (decir lo malo que otra persona ha hecho y que quizás no se
sabía)
• ¿Soy egoísta?
Pecados Capitales
y Virtudes Contrarias
1. Soberbia / Humildad
• ¿Me dejo llevar por pensamientos de orgullo, de creerme gran cosa, de ser muy
importante, de querer lucirme?
2. Avaricia / Generosidad
3. Lujuria/Castidad
(ya examinado en 6º y 9º Mandamientos)
4. Ira / Paciencia
• ¿Me pongo de mal humor cuando las cosas no salen como yo quiero?
• ¿Le echo la culpa a otras personas o a otras cosas cuando pierdo el control (ej:
“me sacaron de quicio”, “fue que él me hizo tal cosa”)? ¿O asumo mi
responsabilidad?
5. Gula / Templanza
7. Pereza / Diligencia
Pecado venial
Los pecados veniales son pecados leves. No rompen nuestra amistad con Dios,
sin embargo la afectan. Incluyen desobediencia a la Ley de Dios en materias leves
(veniales). Si por chismes destruimos la reputación de una persona, esto es un
pecado mortal. Sin embargo, los chismes normales son sobre asuntos
insignificantes y solo son pecados veniales.
Pecado Mortal
En relación al hombre:
1. Materia grave:
Para que se dé el pecado mortal se requiere materia grave, en si
misma (porque el objeto de aquel acto es en sí mismo grave,
ejemplo: El aborto) o en sus consecuencias (por ejemplo: el
escándalo que puede causar).
Para reconocer si la materia es grave, habrá que decir que todo
aquello que sea incompatible con el amor a Dios supone materia
grave (por ejemplo: que la blasfemia o la idolatría no admiten
consorcio alguno con el amor a Dios).
Los pecados no siempre son mortales (Llamados pecados graves, ex
genere suo), ya que aunque se refieran a materia gravemente
prohibida (Por ejemplo: el hurto), admiten parvedad de materia, de
modo que si sólo hay materia grave no pasan de pecado venial (por
ejemplo: robar una cosa insignificante).
2. Pleno conocimiento:
Se refiere a dos cosas.
a) Conocimiento del acto mismo: Es necesario darse cuenta de lo
que se esté haciendo.
b) Conocimiento de la malicia del acto.
3. Perfecto consentimiento:
Como el consentimiento ocurre después del conocimiento, resulta
claro que solo es posible hablar de consentimiento pleno cuando ha
habido pleno conocimiento del acto.
Si no huno conocimiento pleno del acto, puede decirse que no ocurre
el perfecto consentimiento para la realización de ese acto.
Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana caída
está principalmente inclinada. Es por eso muy importante para todo el que desee
avanzar en la santidad aprender a detectar estas tendencias en su propio corazón
y examinarse sobre estos pecados.
1) LA SOBERBIA:
2) LA LUJURIA:
3) LA GULA:
La Gula es comer o beber sin medida. Pecas de gula cuando bebes en exceso y
te emborrachas, pierdes la razón y haces y dices grandes tonterías que sobrio no
lo harías. Al emborracharte te embruteces, ¿Tú crees que a Dios le gusta verte
en ese estado? ¿Tú crees que a tu familia le gusta verte así o se avergüenza de
ello? Pecas de gula también cuando comes sin medida, cuando comes y comes
por el puro gusto aunque ya ni te quepa, cuando todo el día piensas nada más en
comer. La virtud que debes de cultivar contra la gula es la TEMPLANZA: beber y
comer con medida.
4) LA AVARICIA:
La Avaricia es tener una gran ambición de poseer cosas materiales. Eres avaro
cuando te importa mucho tener cosas, tener dinero, vestidos, adornos para tu
casa, aparatos, no importando que tengas que hacer para conseguirlo. El desear
superarse económicamente a través del trabajo honrado es bueno, lo que está
mal es solo pensar en ¨tener más y no en ¨ser mejor persona¨, mejor padre,
madre, hijo o hermano... mejor amigo, mejor trabajador, mejor jefe....La virtud a
cultivar contra la Avaricia es LA SENCILLEZ , que es ser feliz con poco y LA
GENEROSIDAD, que es pensar en compartir y dar de lo tuyo. Siempre habrá
otros que tienen más necesidad que tú. Cristo dijo: ¨No podéis servir a dos amos:
a Dios y al dinero¨. Cristo nació y vivió en la sencillez y en la pobreza.
5) LA ENVIDIA:
La Envidia es sentir tristeza porque a otro le va bien o sentir alegría cuando a otro
le va mal Eres envidioso cuando te comparas con los demás y nada mas estás
viendo lo que el de junto hace o tiene y tú no. Cuando se te indigesta que el
vecino tiene más suerte que tú y le fue mejor, cuando te da coraje que tu amiga
fulanita ni dieta hace y está hecha un palo, cuando te da gusto que al condenado
de tu compadre que tan mula se ha portado contigo se le murieron unas
vaquitas...La virtud a cultivar contra la Envidia es LA CARIDAD, que es amar de
verdad a todos tus hermanos, los que te caen bien y los que no. Es siempre
desear el bien de los otros. Cristo dijo: ¨Ámense los unos a los otros como Yo los
he amado¨.
6) LA IRA:
7) LA PEREZA:
Generosidad
2-Avaricia
Dar con gusto de lo propio a los pobres
ante el deseo de acaparar riquezas
y los que necesiten.
todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo, y más aún, como Cristo nos
amó.
No basta creer para salvarse, pues dice Jesucristo: Si quieres salvarte, cumple los
mandamientos.
Dios mismo dio los Diez Mandamientos a Moisés, y Jesucristo los confirmó y
5º No matarás.
7º No robarás.
Cuestionario
3.- ¿Cuáles son las condiciones para que haya pecado mortal?
Naturaleza
1. Es el Banquete del Señor porque es la Cena que Cristo celebró con sus
apóstoles justo antes de comenzar la pasión. (1 Col 11, 20).
2. Fracción del pan porque este rito fue el que utilizó Jesús cuando bendecía y
distribuía el pan, sobre todo en la Última Cena. Los discípulos de Emaús lo
reconocieron – después de la resurrección – por este gesto y los primeros
cristianos llamaron de esta manera a sus asambleas eucarísticas. (Mt. 26, 25; Lc.
24, 13-35; Hech. 2, 42-46).
5. Comunión, porque es la unión íntima con Cristo que nos hace partícipes de su
Cuerpo y de su Sangre.
Institución
Así como, el sacrificio del cordero pascual, que libró de la muerte al pueblo de
Israel, en Egipto. (Ex. 12).
Cristo, sabiendo que había llegado su “hora”, después de lavar los pies a sus
apóstoles y de darles el mandamiento del amor, instituye este sacramento el
jueves Santo, en la Última Cena (Mt. 26, 26 -28; Mc. 14, 22 -25; Lc. 22, 19 - 20).
Todo esto con el fin de quedarse entre los hombres, de nunca separarse de los
suyos y hacerlos partícipes de su Pasión. El sacramento de la Eucaristía surge del
infinito amor de Jesucristo por el hombre.
Poco a poco se le fueron añadiendo nuevas lecturas, oraciones, etc. hasta que en
1570 San Pío V determinó como debería ser el rito de la Misa, mismo que se
mantuvo hasta el Concilio Vaticano II.
Cuestionario
¿Qué es? Es el sacramento por medio del cual al recibir al Espíritu Santo
obtenemos fortaleza y valor para proclamar nuestra religión ante los demás, con
nuestras palabras y con nuestra vida, como buenos soldados de Cristo.
Institución
El último signo que veremos y que es el más importante del sacramento pues
unido a la "signación en la frente" del confirmando constituyen la materia del
sacramento, es el Aceite u OLEO DEL SANTO CRISMA. Este es una mezcla de
aceite de oliva y bálsamo que consagra el Obispo el Jueves Santo. Es, dentro del
sacramento, el signo de la gracia y de los efectos que en nosotros produce el don
del Espíritu Santo. Ya desde el Antiguo Testamento, el Crisma o Aceite Crismal
era usado para significar la presencia del Espíritu de Dios en los reyes y los
sacerdotes, quienes eran de esta manera consagrados, es decir separados para
Dios. Esta misma significación sacramental tiene ahora este aceite, el cual nos
marca y nos da la plenitud del Espíritu como nos lo dice San Pablo (cf. 2Co.1,21-
22). Mediante este signo externo, Dios nos marca interiormente (esto es lo que
llamamos CARACTER) y nos consagra para la misión de ser Testigos de su
evangelio.
Tres gracias o favores especiales nos conceden la confirmación
1. Nos aumenta la gracia santificante y nuestra amistad con Dios
2. Nos da el Espíritu Santo con todos sus dones.
3. Nos da el carácter o señal espiritual de que somos militantes o apóstoles de
Jesucristo.
Toda persona que haya sido bautizada puede y debe recibir la Confirmación. Para
recibir la Confirmación, hay que estar en estado de gracia (confesado), tener la
intención de recibir el sacramento y prepararse para cumplir con el compromiso
que éste implica.También, se recomienda buscar la ayuda espiritual de un
padrino(a) que nos guíe en el compromiso.
Frutos
La Iglesia es una Iglesia misionera, porque Cristo así la fundó, dándole el mandato
a los apóstoles de “Ir y predicad……”. A partir del día de Pentecostés, con la
venida del Espíritu Santo, los apóstoles se lanzaron a predicar sin miedo, movidos
por la fuerza del Espíritu Santo.
Nosotros, por medio del Bautismo, entramos a formar parte de la Iglesia, del
Cuerpo Místico de Cristo. Con la Confirmación somos llamados a vivir como
miembros responsables de este Cuerpo.
El Espíritu Santo nos mueve a seguir las huellas de Cristo, tomándolo como
ejemplo en todo momento, ya sea pública o privadamente. Nos ayuda a ser
perseverantes, luchadores, generosos, valientes, amorosos, llenos de virtudes y
en caso de ser necesario, hasta mártires.
Otro fruto del sacramento es que sostiene e ilumina nuestra fe. Cuando lo
recibimos estamos afirmando que creemos en Cristo y su Iglesia, en sus
enseñanzas y exigencias y que, por ser la Verdad, lo queremos seguir libre y
voluntariamente.
Obligaciones
La Iglesia de hoy necesita de todos sus miembros para dar a conocer a Cristo, por
medio de la palabra y con el ejemplo, imitando a Cristo.
El Espíritu Santo es el empujón que Dios nos manda, por lo tanto, sí lo tenemos a
Él, no hay pretextos para no ser santos y no ponernos al servicio de los demás.
La lucha es difícil, pero contamos con toda la ayuda necesaria.
Cuestionario
El sacramento del orden lo reciben aquellos que se sienten llamados por Dios a
ser sacerdotes para dedicarse a la salvación eterna de sus hermanos los
hombres. Esta ocupación es la más grande de la Tierra, pues los frutos de sus
trabajos no acaban en este mundo, sino que son eternos.
El sacerdote debe estar libre para dedicarse, cien por cien, al cuidado de las
almas.
Aunque es verdad que en algún caso una esposa podría ayudarle, también es
verdad que en otros muchos, una esposa podría absorberle su tiempo por estar
enferma física o psíquicamente, o por exigir de él mayor atención, etc.
Y por supuesto, los hijos exigirían de él, no sólo tiempo, sino destinos en los que la
educación de ellos fuera más fácil, o evitar atender a enfermos contagiosos, etc.
Es decir, el sacerdote sin familia está más libre para el apostolado; y la Iglesia, en
dos mil años de experiencia, así lo ha advertido, y por eso exige el celibato a sus
sacerdotes.
Pero, sobre todo, el celibato sacerdotal tiene un fundamento teológico: Cristo fue
célibe, y el sacerdote es "alter Christus", es decir, otro Cristo.
El amor de Jesucristo es universal, igual para todos; sin los exclusivismos propios
del amor matrimonial. Así debe ser el amor del sacerdote.
La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios. Si un muchacho
tiene buena salud (no es necesario ser un superman), es capaz de hacer estudios
(no es necesario ser un genio), puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda
de Dios (no hace falta ser ya un santo), tiene buena intención (no se trata de
buscar el modo de ganarse la vida ) es decir, busca su propia perfección y la
salvación de las almas, debe preguntarse si Dios le llama al sacerdocio.
Hay que pedirle a Dios que haya muchas vocaciones sacerdotales y religiosas,
pues hacen falta muchos párrocos, muchos misioneros, predicadores, confesores,
maestros, etc., y también muchas Hermanitas de los Pobres, de la Caridad, en los
hospitales, en los asilos, religiosas en las escuelas, colegios etc.; y otras en los
conventos de clausura que alaben a Dios y pidan por los pecadores.
Todos debemos pedir a Dios que sean muchos los jóvenes que sigan la voz de
Dios, pues hacen falta muchos y buenos sacerdotes y religiosos.
Los padres tienen obligación grave de dejar en libertad a sus hijos que quieran
consagrarse a Dios. Pero también sería pecado -y gravísimo- el inducir a sus hijos,
por motivos humanos, a abrazar, sin vocación, el estado eclesiástico.
Institución
Por la Sagrada Escritura, podemos conocer como Jesús escogió de manera muy
especial a los Doce Apóstoles (Mc. 3, 13-15; Jn. 15, 16). Y es a ellos a quienes les
otorga Sus poderes de perdonar los pecados, de administrar los demás
sacramentos, de enseñar y de renovar, de manera incruenta, el sacrificio de la
Cruz hasta el final de los tiempos. Les concedió estos poderes con la finalidad de
continuar Su misión redentora y para ello, Cristo les dio el mandato de
transmitirlos a otros. Desde un principio así lo hicieron, imponiendo las manos a
algunos elegidos, nombrando presbíteros y obispos en las diferentes localidades
para gobernar las iglesias locales.
"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los
demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).
Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el
primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión
con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la
comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que,
en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el
pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es
decir para entrar en contacto con Cristo es necesario haber sido atraído por el
Espíritu Santo.
Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por
medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu
de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les
concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de
Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del
Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.
• Vida de fe.
• El Paráclito.
• EL ESPÍRITU DE LA VERDAD:
Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo.
En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser
testigo de Cristo.
Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así
desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte
Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una
nube.
El Dedo: "Por el dedo de Dios expulso yo [Jesús] los demonios" (Lc 11, 20). El
himno “Veni Creator” invoca al Espíritu Santo como “dextrae Dei Tu digitus (“dedo
de la diestra del padre”).
El Origen de la Fiesta
Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días
después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido
de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las
tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos.
Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con
Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se
comprometió a estar con ellos siempre.
Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro
Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan
14, 16-17).
Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero
el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les
enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14,
25-26).
Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo
me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que
decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os
guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por
venir” (San Juan 16, 7-14).
Explicación de la Fiesta
Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la
Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a
predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de
fuego se posaron sobre cada uno de ellos.
Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el
mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran
misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y
bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.
Cuestionario
- Responde las siguientes preguntas:
Los dones son comunicados por Dios. El alma no podría adquirir los dones por sus
propias fuerzas ya que transcienden infinitamente todo el orden puramente
natural. Los dones los poseen en algún grado todas las almas en gracia. Es
incompatible con el pecado mortal.
El Espíritu Santo actúa los dones directa e inmediatamente como causa motora y
principal, a diferencia de las virtudes infusas que son movidas o actuadas por el
mismo hombre como causa motora y principal, aunque siempre bajo la previa
moción de una gracia actual.
Un hábito es una disposición buena o mala que es difícil de cambiar y que dispone
a la persona hacia el bien o hacia el mal. Los hábitos naturales son la realización
parcial de nuestras potencias. Los hábitos añaden a la naturaleza, dándole la
facilidad de acción, de manera que la facilidad de acción intensifica el hábito y el
hábito facilita la acción. Los hábitos se adquieren por la repetición y se pierden por
el desuso o por actos contrarios.
Los dones de santificación son aquellas disposiciones que nos hacen vivir la vida
cristiana completando y llevando a su perfección las virtudes en nuestras vidas.
Estos son siete y la iglesia se refiere a ellos como “los dones del Espíritu Santo”.
Estos dones se recibieron en el Bautismo y son como “regalos sin abrir”; luego, en
la Confirmación, volvemos a recibir una efusión del Espíritu para desarrollarlos.
Todos los fieles, debemos invocar al Espíritu Santo y pedirle que renueve en
nosotros las gracias y dones que hemos recibió para que nuestra vida cristiana
sea testimonio fiel de nuestro Señor Jesucristo y podamos llevar al mundo entero
la Luz de Cristo.
Los Dones pertenecen en plenitud a Jesús, quien los comunica a sus discípulos
por la fe, la oración y los sacramentos. Los dones del Espíritu Santo son:
sabiduría, inteligencia o entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor
de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo. Completan y llevan a su perfección las
virtudes de quienes lo reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con
prontitud a las inspiraciones divinas.
Temor de Dios: Nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la
misericordia divina. Este Don nos hace evitar el pecado porque ofende a Dios.
Con este Don tenemos la fuerza para vencer los miedos y aferrarnos al gran amor
que Dios nos tiene. Nos inspira miedo a ofender a Dios, por ser El un Padre
generoso y lleno de bondad hacia nosotros. Es pues un temor que nos nace del
amor.
Cuestionario
- Contesta las siguientes preguntas:
5.- Menciona un ejemplo de una acción que puedas realizar con cada don.
Frutos del Espíritu Santo
Los Frutos del Espíritu Santo son actos de exquisita virtud.
Así como el árbol produce sus frutos, la persona que se ha ejercitado y entrenado
en las virtudes y en la docilidad a las mociones del Espíritu Santo que actúan a
través de los dones, produce frutos exquisitos y deleitables, que no son nada más
(ni nada menos), que las virtudes actuadas por medio de los dones del Espíritu.
Por lo tanto, los actos producidos no son ya humanos ayudados por la gracia,
como las virtudes, cuya ejecución se debe a la razón iluminada por la fe, sino que
los frutos son actos sobrenaturales y divinos, fáciles de realizar ya para la
persona, y no requieren del esfuerzo acético de las virtudes, sino de la perfección
mística de la fidelidad ya corroborada en la recepción de la inspiración del Espíritu
Santo a través de los dones.
Por lo que los frutos son la virtudes actuadas por lo dones de manera constante,
fácil y deleitosa, a modo divino, sobrenatural o sobrehumano.
Los dones son su causa, actuando sobre las virtudes. Los frutos son el efecto de
la actuación de los dones y de la respuesta fidelísima a las inspiraciones divinas.
La Biblia latina o Vulgata, traducida por San Jerónimo, menciona 12 frutos del
Espíritu Santo. El texto paulino original de Gálatas 5, 22-23 menciona solamente
nueve.
Santo Tomás y los Santos Padres, aducen que el Apóstol no tuvo la intención de
enumerarlos todos, y mencionan también la cita de Apocalipsis, capítulo 22,
versículo 2, donde el relator bíblico habla del río de la vida que produce un árbol
con 12 frutos.
El río de vida del Espíritu produce sus doce frutos, que podemos dividir en:
La mente humana está bien consigo misma cuando se predispone bien para los
bienes y los males.
Respecto de las cosas que están junto a sí, y eminentemente de sus prójimos, el
hombre se dispone bien:
10. En cuanto a las acciones exteriores, por medio de la modestia, que pone
moderación en los dichos y en los hechos, evitando la afectación o la
chabacanería y fanfarronería en el vestir, en el hablar, en el actuar.
11. Y en cuanto a los deseos que pueden ser desordenados en el interior de la
persona, actúan los Frutos vigorosos de la continencia, de quien siente las
concupiscencias pero no se deja arrastrar por ellas.
12. Y también el Fruto exquisito de la castidad, que no permite que la persona
casta sea arrastrada ni padezca los movimientos desordenados de la
sensualidad.
Cuestionario
Institución
Hemos dicho que Dios instituyó el matrimonio desde un principio. Cristo lo elevó a
la dignidad de sacramento a esta institución natural deseada por el Creador. No se
conoce el momento preciso en que lo eleva a la dignidad de sacramento, pero se
refería a él en su predicación. Jesucristo explica a sus discípulos el origen divino
del matrimonio. “No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo
varón y mujer? Y dijo: por ello dejará a su padre y a su madre, y los dos se harán
una sola carne”. (Mt. 19, 4-5). Cristo en el inicio de su vida pública realiza su
primer milagro – a petición de su Madre – en las Bodas de Caná. (Cfr. Jn. 2, 1-11).
Esta presencia de Él en un matrimonio es muy significativa para la Iglesia, pues
significa el signo de que - desde ese momento - la presencia de Cristo será eficaz
en el matrimonio. Durante su predicación enseñó el sentido original de esta
institución. “Lo que Dios unió, que no lo separe el hombre”.(Mt. 19, 6). Para un
cristiano la unión entre el matrimonio – como institución natural – y el sacramento
es total. Por lo tanto, las leyes que rigen al matrimonio no pueden ser cambiadas
arbitrariamente por los hombres.
CUESTIONARIO
Cuando San Juan se propone describir la última cena empieza con estas palabras:
Haciendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo;
y después de decir eso, sigue la narración de la última cena.
Habiendo amado a los suyos. Los suyos, en aquel momento, eran: él, Pedro,
Santiago, y todos los demás apóstoles. Hoy, los suyos somos cada uno de
nosotros, tú y yo, a quienes ama hasta el extremo. Es un amor tan grande, que es
muy difícil de creerlo; sin embargo es necesario atreverse, correr el riesgo de
creerlo, y, en el momento en que uno sabe, siente este amor, verá si va a la Misa,
verá si comulga con devoción, verá si va a las Horas Eucarísticas, a visitar al
Santísimo, y no con esas caras con las que a veces van muchos, con caras de
aburridos. Ahora cada uno de los laicos bautizados formamos parte de los “suyos”.
Dios nos ama inmensamente que nosotros por El debemos arriesgarnos a amarlo
también y que a la hora de comulgar sea con una gran Fe y con un gran amor y
que esas horas que pasamos frente al Santísimo no sean aburridas sino que en
realidad las disfrutemos, pues todo consta en arriesgarse.
¿Qué es, por tanto, la Eucaristía? El amor de Cristo hasta el extremo, para ti, para
mí, durante toda la vida. Porque la Eucaristía significa poner a tu disposición toda
la omnipotencia, toda la bondad, todo el amor y toda la misericordia de Dios, todos
los días y todas las horas, de tu vida. Y así, en cada Sagrario del mundo, en cada
Misa, se está, por así decir, creando un incendio, una hoguera de amor; pero,
¿Quién se calienta?, ¿Quién se quema?, el que se acerca.
Él dijo: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.” La Eucaristía
es ese lugar, es esa manera misteriosa pero real, con la que Cristo se queda a lo
largo de toda nuestra vida, con cada uno de nosotros. La Eucaristía no es
disfrutarla y vivirla en ese momento que pasas a comulgar, sino que es para el
resto de tu vida; aun sin estar en gracia, debemos demostrar que somos un templo
de Dios y que Dios está dentro de nosotros.
Ahí está pues, Cristo, medicina de mis males, el gran amigo, en todos los
Sagrarios, en todas las Misas. Si yo me reconozco enfermo, necesitado de
redención, no hace falta recordarme que tengo que ir, de la misma manera que
cuando a uno le duele una muela, piensa en el dentista; cuando a uno le duele
otra parte del cuerpo, enseguida: hospital, medicinas, tengo que curarme porque
estoy enfermo… ¡Qué lástima que no sintamos eso mismo hacia la Eucaristía, que
es el remedio de todos nuestros males espirituales! Ahí está, a todas horas, para
ti, el único Bien verdadero, subrayándolo, el único Bien perdurable, que dura toda
la vida; el único Amigo sincero, el único Amigo fiel que nos tiende la mano, y que
nos ama en la juventud, en la edad adulta, en la ancianidad, en la tumba, y en la
eternidad.
Lv 5.9 Rociará con su sangre la pared del altar y derramará el resto de la sangre al
pie del altar: es un sacrificio por el pecado.
Y para reafirmar lo citado con anterioridad, Jesús dice también que su cuerpo es
VERDADERA COMIDA y su sangre, VERDADERA BEBIDA. Nos aclara que no
habla con simbolismos, sino que efectivamente el Cuerpo y Sangre que nos dará
será realmente para ser comido y bebido, como creemos en la Iglesia Católica.
Para nosotros, la Eucaristía es la presencia real de Cristo y no un mero símbolo,
como creen los que están fuera de nuestra Iglesia.
Jn 6.53 -54 Jesús les dijo: ‘En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo
del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi
carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día’.
Jn 6.55-56 Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que
come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Es cierto que esto resulta difícil de entender para algunos, como Jesús mismo ya
nos lo dice. Al igual que en el desierto, los israelitas dudaban de que Dios podría
darles a comer carne, así también cuando vino Cristo, los judíos cuestionaban el
cómo les podría dar a comer de su carne:
Nm 11.4 Los mismos israelitas se pusieron a quejarse. Decían: ‘¿Quién nos dará
carne para comer?’
Jn 6.52 Los judíos discutían entre sí: ‘¿Cómo puede éste darnos a comer carne?’
Hch 20.7 El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan.
1 Cor 11.26 Fíjense bien: cada vez que comen este pan y beben de esta copa
están proclamando la muerte del Señor hasta que vuelva.
1 Cor 11.27 El que come el pan o bebe la copa del Señor indignamente, peca
contra el cuerpo y la sangre del Señor.
Jn 6.35,41 Jesús les dijo: ‘Yo soy el pan de vida’ … Los judíos murmuraban
porque Jesús había dicho: ‘Yo soy el pan que ha bajado del cielo’
Jn 6.48 ,50 Yo soy el pan de vida. Aquí tienen el pan que baja del cielo, para que
lo coman y ya no mueran.
Jn 6.51 Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
para siempre. El pan que yo daré es mi carne.
Jn 6.58 Este es el pan que ha bajado del cielo … El que coma este pan vivirá para
siempre.
De la Transubstanciación
Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su Cuerpo
y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama propiamente
«transubstanciación», no consustanciación, como quería Lutero.
Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino se
transubstan-cia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de Cristo. Ahora
bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de inhesión, por poder
de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o apariencias del pan y del vino.
Partes de la Misa
RITOS INICIALES
Procesión de entrada
Saludo inicial
Acto penitenfcial
Gloria
Oración / Colecta
LITURGIA DE LA PALABRA
comprende
Primera lectura
En el Antiguo Testamento, Dios nos habla a través de la historia del
pueblo de Israel y de sus profetas.
Salmo
Segunda lectura
Evangelio
Homilía
Credo
LITURGIA DE LA EUCARISTÍA I
.Tiene tres partes: Rito de las ofrendas, Gran Plegaria Eucarística (es el
núcleo de toda la celebración, es una plegaria de acción de gracias en la
que actualizamos la muerte y resurrección de Jesús) y Rito de
comunión.
Presentación de dones
Presentamos el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la
sangre de Cristo. Realizamos la colecta en favor de toda la Iglesia.
Oramos sobre las ofrendas.
Prefacio
Epíclesis
Consagración
Aclamación
Intercesión
Doxología
Padre nuestro
Preparándonos para comulgar, rezamos al Padre como Jesús nos
enseñó.
Comunión
Oración
Damos gracias a Jesús por haberlo recibido, y le pedimos que nos ayude
a vivir en comunión.
RITOS DE DESPEDIDA
Bendición
Despedida y envío
Cuestionario
- Responde las siguientes preguntas:
1.- ¿Qué es la Santa Misa?
4.- Menciona una cita bíblica con la cual podrías explicar que Jesucristo está
realmente presente en la Eucaristía.
MI FE, PROYECTADA EN NUESTRA MISION EN EL MUNDO
“Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo” (Mateo 5, 13-16).
La vida del ser humano tiene una dimensión social; somos miembros de la familia
humana. Esto tiene una forma concreta de realizarse en la vida del cristiano. Al
bautizarnos entramos a formar parte de la Iglesia, comunidad de todos los
creyentes en Jesús, Hijo de Dios.
Jesucristo llamó a Doce discípulos a ser sus mensajeros o Apóstoles y les dio su
mismos poderes para enviarlos al mundo a sanar cuerpos y almas, perdonando
los pecados, dando el Espíritu Santo y echando los demonios. Y al final de su
vida, Jesús envió a los apóstoles a predicar el Evangelio a todas las naciones del
mundo y a administrar el Bautismo como medio de salvación.
Nuestra vida de cristianos se realiza en medio del mundo, pero su misión es como
la de la levadura en la masa, dice el Evangelio: dar la vida, la vida de Dios.
También dice Jesús que nuestra función en el mundo es semejante a la de la sal,
que da sabor a los alimentos, porque nosotros estamos llamadas a dar la vida el
sabor de Dios, sobre todo, el sabor de su amor, por el que se nos concederá como
discípulos de Jesucristo.
Jesucristo nos dijo que era la luz del mundo, por ello nos heredó a sus seguidores
esa luz del Espíritu para iluminar al mundo con nuestras buenas obras, de manera
que quieres nos ven den gloria a Dios. Asimismo nos pidió ser misericordiosos con
todos los necesitados, porque sobre eso se nos va a pedir cuentas al final de la
vida.
También nos encomendó Jesús vivir en la unidad, para que así el mundo crea en
Él, que vino a reunir a toda la humanidad en la familia de Dios. Para vivir unidos
nos dio su paz, paz con Dios, ante todo; de allí brotará nuestra capacidad de ser
instrumentos de paz en el mundo, además de ser mensajeros de paz, como
encargó a sus discípulos al ir por el mundo.
Cuestionario
Padre nuestro
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros
tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan
de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los
que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Ave María
Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre
todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre
de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la ahora de nuestra
muerte. Amén
Gloria
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y
siempre, por los siglos de los siglos. Amén
Yo confieso
Yo confieso ante Dios Todopoderoso, y ante ustedes hermanos que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa. Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los
santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, Nuestro
Señor. Amén
Acto de Contrición
Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he
cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos ofendí a un Dios
tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar y confío que por tu infinita
misericordia me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la
vida eterna. Amén
Ángel de mi guarda
Ángel de mi guarda dulce compañía no me desampares ni de noche ni de día. No
me dejes sólo que sin ti me perdería. Amén
Credo
Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de
todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue
hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó del cielo, y
por obra y gracia del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo
hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al
cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del
Hijo, que con él Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló
por los profetas.
Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un
solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los
muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Los sacramentos son siete:
1. Bautismo.
2. Confirmación.
3. Reconciliación.
4. Eucaristía.
5. Unción de los enfermos.
6. Orden sagrado y orden sacerdotal.
7. Matrimonio.
Mandamientos de la Iglesia:
Obras de misericordia
Espirituales:
Corporales:
LAS BIENAVENTURANZAS
1. Sabiduría.
2. Entendimiento.
3. Ciencia.
4. Consejo.
5. Piedad.
6. Temor de Dios.
7. Fortaleza