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Les presento a Renato Fornero, o como a él le gusta llamarse, René Sievers, puesto que reniega del

apellido paterno “porque no suena alemán”. René Sievers es un campesino que nació allá en Rosario,
Argentina, y que desde pequeño sintió la necesidad cierta de experimentar el mundo, pero de la forma
más “alegre” posible. René Sievers es alcohólico desde que tiene memoria, y también gusta de comerciar
carnalmente con transexuales, ya que tal hábito se le quedó pegado en sus días de marinero, cuando
dormía en prostíbulos de puerto en todo el mundo. René Sievers sufre de un complejo de inferioridad tan
grande como el Uritorco, puesto que tilda de negros y pardos a todo aquél que no es de su agrado,
seguramente porque de niño cuando se crio en los establos, un pongo le debió hacer lo que los curas a
los monaguillos. Según René Sievers, él estuvo en todas las guerras habidas y por haber, desde Malvinas,
en Vietnam, en Irak, enlistado en la Legión Francesa, etc. René Sievers conoce a todo el mundo, pero
lamentablemente nadie lo conoce a él, pero esto es porque nunca tuvo la necesidad de escribir un libro
(dado su analfabetismo crónico y su putrefacción mental, aclaro yo). Para lástima profunda de René
Sievers, tuvo la mala suerte de encontrarse con la SH en su juventud, cosa que lo marcaría para siempre,
pero no d buena manera, pues luego de ello, no pararía de degenerar y enloquecer (y de alcoholizarse
más y buscar transexuales en mayor medida). René Sievers proclama a los cuatro vientos que él es un
iniciado carismático sin igual, porque “conoció” a Serrano (era su encomendero), fue “alumno” de Arias
Varela (el siniestro jefe del servicio secreto argentino de ese entonces) y porque tuvo se vio una vez con
diversos personajes más o menos famosos en la farándula conspiranóica argentina, desde Terrera a
Antonio Picco. René Sievers dice ser un Tyrodal, empero nunca estuvo en la Orden ni conoció a Nimrod,
pero ahh, siempre estuvo ahí de colado, recibiendo el Vril de forma anónima. Y ahí va René Sievers en los
tiempos modernos, todo oxidado y podrido, laberinteando por las pampas argentinas como un burro
cimarrón a sus 62 años (parece de 80 por los efectos del vicio) como cuando tenía 20. Ahí va, posteando
aquí y allá sus fotos cuando tenía pelo y cuando aún se le paraba, con la esperanza, tal vez, de que alguna
kamarada jovenzuela le mande sus pack (es muy verde el señor Sievers). Ahí va René Sievers, chillando
por doquier por atención y reconocimiento, contando sus “nobles” experiencias como el abuelo Simpson,
validando su ser y existencia en otros, puesto que adentro no tiene nada más que cirrosis i venéreas (miren
esa cara de sidoso, sin dientes y sin esperanza). Ahí va, sí, va, como una triste figura que se acerca a su
trágica muerte sin remedio, pero que nunca se rinde en su sueño: conseguir el aplauso de todos sobre su
inexistente valor. Muy triste.

Por eso niños y niñas, no es estratégico podrirse en alcohol y frecuentar bares homosexuales en la
juventud, y aún más en la senectud, y mucho menos cuando se decide optar por la SH. No terminen como
el señor Sievers, loco, putrefacto y lastimero. No terminen como un payaso vetusto que se comporta como
un judío degenerado y para lo único que sirve es para causar pena y risas. Tómense la SH en serio, pero
tampoco demasiado, pues, todo esto se trata de la liberación de uno, de un esfuerzo sincero y anónimo,
no de ganar reconocimiento inexistente o de hacer disparate alguno con nuestra oportunidad. No sean
como René Sievers.

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