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ALGUNOS PROBLEMAS CONCEPTUALES, EPISTEMOLÓGICOS Y

MORALES DE LA TECNOLOGÍA

DAIAN T. FLÓREZ1

"The point of philosophy is to start with something so simple as to seem not worth
stating, and to end with something so paradoxical that no one will believe it."
(Bertrand Russell)

1
Doctora en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia. Profesora Asociada del Departamento
de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (Sede Manizales). Profesora
Departamento de Filosofía, Universidad de Caldas.
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TABLA DE CONTENIDO

1.Introducción: Análisis de conceptos básicos.

1.2 Sobre la importancia de las Humanidades


1.3 ¿Qué es la filosofía?
1.4 Importancia de la reflexión filosófica sobre la tecnología.
1.5 ¿Es la tecnología perversa?

2. Algunos problemas epistemológicos de la Ingeniería:


2.1 La naturaleza del conocimiento tecnológico y la definición tripartita del
conocimiento.
2.2 ¿Qué es el progreso tecnológico?: Extensión del modelo kuhniano

3. Algunos problemas morales de la Ingeniería:


3.1 ¿Qué es la moral?: por qué no conviene suscribir la tesis de que lo que sea
bueno o malo está determinado por la cultura
3.2 Las acciones y decisiones de los ingenieros no son moralmente neutrales
3.3 La responsabilidad social del Ingeniero

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1. Introducción: Análisis de conceptos básicos

Los problemas que aquí me ocupan ilustran los temas de análisis y discusión
predominantes en los cursos de “Humanidades para ingenierías” que he
orientado en los últimos años en la Universidad Nacional de Colombia. Las
discusiones que abordo atañen a las cuestiones de interés general y básico de
una disciplina filosófica floreciente: la filosofía de la tecnología.

No desconozco que el enfoque por el que me inclino es tan sólo uno de los
enfoques disponibles en el espectro posible del dominio de las ciencias sociales
y humanas. Seguramente un sociólogo o un antropólogo abordarían las
“Humanidades” desde los enfoques que sus disciplinas recomiendan.
Justamente, por mi formación como filósofa no dudé, por honestidad intelectual,
que el enfoque que debía privilegiar, tenía que ser, sin lugar a dudas, el
filosófico.

Ahora, los dominios mismos de la filosofía son también amplios y diversos. De


manera que intenté explorar un área de la filosofía cercana a las expectativas e
intereses de los futuros ingenieros. Así que comencé por examinar algunos de
los problemas filosóficos relativos a la naturaleza misma de la ingeniería y la
tecnología. En el análisis preliminar de algunos de esos problemas me tropecé
con varias dificultades, entre ellas, advertí que entre los futuros ingenieros
algunos no sólo mantenían ciertos prejuicios sobre la naturaleza de las
humanidades y de la filosofía, sino que incluso mostraban una actitud hostil y
de desprecio por estos saberes. En razón de ello, asumí decididamente la tarea
de identificar y combatir algunas de las ideas que estimé falsas, y como resultado
de las discusiones con mis estudiantes, construí los dos primeros acápites de este
libro. En el primer acápite, me propongo rebatir algunos de los prejuicios o ideas Commented [Office1]: Se podría revisar la teoría de los
ídolos¡

4
falsas que sostienen de ordinario, algunos de los futuros ingenieros, sobre la
naturaleza de las humanidades.
En el acápite subsiguiente discuto algunas de las definiciones más socorridas
por los estudiantes sobre el término “filosofía” y que, en mi opinión son
defectuosas. Las discusiones que aquí presento no tienen la pretensión de ofrecer
respuestas definitivas ni últimas sobre la naturaleza de la filosofía o de las
humanidades, ya que ello iría en contra de la naturaleza misma de la filosofía.
Todo lo contrario, aliento al lector – y por supuesto a mis estudiantes- a que
ofrezcan las réplicas y objeciones que consideren necesario formular.

1.2 Sobre la importancia de las Humanidades para la formación del


Ingeniero

Sería un error asumir que, como he disfrutado cultivar las humanidades


(especialmente la filosofía) desde mi juventud, entonces los estudiantes que
inscriben mis cursos también deberían vibrar leyendo a Platón o a Kant. De
hecho, si preguntáramos a nuestros estudiantes cuántos de ellos tomarían el
curso de Humanidades para Ingenierías, si no fuese obligatorio, probablemente,
sólo unos cuantos (a lo sumo) levantarían la mano.

Justamente porque la disposición típica de la mayoría de los estudiantes hacía


las Humanidades es una “actitud hostil”, en el presente acápite quisiera
exorcizar algunas de esas actitudes, controvirtiendo algunos de los supuestos en
que se fundan injustificadamente dichas actitudes. Para avanzar en mi propósito
examinaré las razones que suelen aducir mis estudiantes en clase para defender
la tesis de que el futuro ingeniero puede prescindir de la reflexión humanista.

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¿Puede prescindir el ingeniero de la reflexión humanista?

El juicio de que el futuro ingeniero en su proceso formativo, (e incluso en el


ejercicio de su profesión) puede prescindir de la reflexión humanista suele
justificarse invocando las siguientes razones: (i) las humanidades no tienen
utilidad alguna de acuerdo con los intereses propios de la ingeniería, i.e., el fin
de las Humanidades es incompatible con los propósitos de las ciencias
ingenieriles (ii) como corolario de (i) se arguye que las humanidades carecen de Commented [Office2]: Argumento de la
incompatibilidad: Si las ciencias ingenieriles son la
utilidad o de beneficios prácticos. Incluso, aun concediendo que las aplicación de principios científicos y las humanidades
carecen de leyes, entonces no es evidente que las ciencias
humanidades podrían iluminar el campo de aplicación de la ingeniería, ello se ingenieriles necesiten de los estudios humanísticos.

quedaría en la esfera de lo puramente deseable, ya que la tecnología progresa


independientemente de “los ideales humanistas” (iii) Las humanidades no
pueden enseñarle al ingeniero a actuar o a pensar, tales actividades se aprenden
en casa, (iv) no tiene importancia alguna que la reflexión humanista promueva Commented [Office3]: El argumento se puede formular
de manera esquemática así: Si las humanidades fuesen
un análisis del contexto social y cultural en el cual se va a desempeñar el necesarias para la formación del ingeniero, entonces
podrían enseñarle a actuar correctamente. (pero el
ingeniero, si el ingeniero puede aprenderlo por sí mismo a partir de la ingeniero es bueno o malo desde casa). Por lo tanto, las
humanidades no son necesarias.
experiencia. (v) La última razón plantea que las humanidades no son Réplica: Argumento por analogía: puedo actuar
moralmente bien, desconociendo los principios de la
importantes dado que son un saber inexacto en el que no es lícito confiar. filosofía moral. Analogía: practicar deporte; argumentar,
hablar correctamente…actuar correctamente!

Para impugnar estas razones es necesario, examinar brevemente qué debemos


entender por “Humanidades” y por “Ingeniería”. Un análisis general sobre la
naturaleza de estos saberes nos proporcionará el marco conceptual básico para
adelantar el examen de las razones que ofrecen quienes defienden que el
ingeniero puede prescindir de las humanidades.

Humanidades, Ciencias Sociales y Ciencias Humanas

Las Humanidades son las disciplinas que estudian al ser humano, en lo que lo
hace característicamente humano (Cf. Humanities in the age of Technology). Lo

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anterior significa que las humanidades nos muestran aspectos del hombre, de su
naturaleza o condición, que no son accesibles a otras disciplinas que también
estudian al hombre, e.g., la psicología, la biología.

En el sentido estricto del término, las humanidades abarcan el lenguaje, la


literatura2, la filosofía.

Por supuesto puede resultar controversial qué disciplinas o qué campos de


estudio abarcan los estudios humanísticos. De hecho, las áreas que comprenden
las humanidades han cambiado históricamente. Mientras los estudios
humanísticos durante el medioevo abarcaban el famoso trivium y quadrivium
(que incluían los estudios de la retórica, la dialéctica, la gramática, la aritmética,
la geometría, la astronomía y la música) conocidas en conjunto como las artes
liberales. En nuestros días, la mayor parte de estas disciplinas o pertenecen a las
ciencias formales como las matemáticas o se integran a las artes musicales,
como ocurre en el caso de la música.

Si tenemos en cuenta además que durante el siglo XIX tanto las ciencias
sociales, como las ciencias humanas empezaron a construir sus caminos como
disciplinas científicas, podríamos sentirnos tentados a pensar que, desde
entonces, hemos asistido a la desaparición paulatina o gradual de los estudios
humanísticos. ¡Pero no debemos ser tan pesimista! Podemos mantener que,
mientras haya literatura, filosofía y lenguaje, habrá humanistas.

Por otro lado, si bien es cierto que no es muy nítida la distinción entre las
“Humanidades” y las “Ciencias Sociales y Humanas”, aquí adoptaremos esta
distinción motivados en las siguientes diferencias sustantivas. En primer lugar,
las humanidades a diferencia de las ciencias sociales y de las ciencias humanas,
no tienen la pretensión de ser ciencias. Ello no significa, por supuesto que, la

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Puede resultar controvertido el hecho de incluir entre las disciplinas humanísticas a la literatura, dado
que según la definición de la RAE la literatura es el arte de la expresión verbal. (énfasis mío).

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literatura o la filosofía sean una vaga especulación. Todo lo contrario, las
disciplinas humanísticas constituyen un campo riguroso de conocimiento. Lo
anterior quiere decir más bien que, en el dominio de las humanidades partimos
del principio de que no todo conocimiento genuino y riguroso tiene que ser
conocimiento científico. Para esclarecer el sentido de esta última afirmación
quisiera recurrir a dos ejemplos. El primer ejemplo ilustra un caso paradigmático
de genuino conocimiento que no es científico y el segundo ejemplo constituye
un ejemplo paradigmático de conocimiento que no es científico pero que es
genuinamente riguroso. Es un hecho fácilmente apreciable que hay formas de
conocimiento que no son formas de conocimiento científico, pero que
claramente constituyen conocimiento. Entre esas formas, por ejemplo, podemos
incluir las variedades del conocimiento práctico que se cultiva a partir del
desarrollo de habilidades y destrezas: “un caso bien conocido se da en la persona
que determina el sexo de los polluelos recién nacidos en machos y hembras, sin
saber cómo o por qué llegan a una conclusión respecto al sexo”. (Scruton:323).

El ejemplo anterior ilustra claramente que el individuo que es capaz de


determinar el sexo de los polluelos tiene un tipo de conocimiento, aunque no se
trata de conocimiento científico. El segundo ejemplo que quiero ofrecer recurre
a la naturaleza misma del conocimiento filosófico. La filosofía constituye una
forma de conocimiento riguroso gracias a la argumentación. De suerte que, si
bien es cierto que en la filosofía es posible mantener posiciones increíblemente
bizarras (como la del escéptico), lo que autoriza al filósofo a mantener algunas
de esas extravagancias son los argumentos.

Volviendo a las diferencias sustantivas entre Humanidades y Ciencias sociales


y humanas, tenemos que mientras las humanidades nos proporcionan la más
significativa y profunda comprensión de la naturaleza humana desde un enfoque
teórico –o conceptual-, las ciencias sociales y humanas, por contraste, estudian
al hombre y las instituciones sociales desde un enfoque empírico. (e.g., en la
psicología se adelantan, inter alia, estudios empíricos sobre la conciencia), de

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manera que, mientras en las humanidades tenemos licencia para prescindir de
los hechos, en las ciencias sociales y humanas no. Pensemos, por ejemplo, que
se exigiera a un novelista que se apegara a los acontecimientos del mundo. Uno
de los encantos de la literatura radica justamente en que trasgrede la lógica de
los acontecimientos del mundo. Hemos concebido un mundo, como el mundo
de Benjamin Button en el que se nace viejo y se muere bebé (F.S. Fitzgerald) o
un mundo en el que la muerte decide suspender su trabajo letal y la gente
sorprendentemente deja de morir, por lo que les aterra la sola idea de que les
aguarda una vejez eterna, tal y como lo describe con sin igual inventiva
Saramago en sus “Intermitencias de la muerte”.

Con base en estas diferencias sustantivas es claro que las ciencias sociales y
humanas buscan estudiar al hombre desde un enfoque empírico. Las ciencias
humanas estudian los aspectos sociales y culturales de la vida humana (sin
desconocer los aspectos biológicos) para ampliar nuestra comprensión del ser
humano a través de una perspectiva interdisciplinaria, por lo que comprende un
amplio rango de dominios: la historia, la genética, la sociología, la psicología,
las neurociencias, la antropología. Las ciencias sociales, por contraste abarcan
aquellas disciplinas que se encargan de estudiar la sociedad y las relaciones de
los individuos dentro de la sociedad. Incluyen la economía, las ciencias
políticas, la geografía humana, la demografía, la arqueología, la jurisprudencia,
los estudios culturales y de género.

Por otro lado, parece haber una diferencia entre ciencias sociales y humanas que
estriba en que, mientras las primeras estudian la relación entre hombre y
sociedad, las segundas estudian al hombre en su individualidad, e incluso
pueden centrarse en el análisis de productos subjetivos, entre ellos, el arte.

Uno de los aspectos en común entre ciencias humanas y sociales radica en el


tipo de método que se utiliza para la investigación científica. En contra de la
creencia generalizada, según la cual, las ciencias humanas y sociales “son

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inexactas” dado que no es posible utilizar métodos cuantitativos para el análisis
de su objeto de estudio por la naturaleza subjetiva de los problemas de los cuales
se ocupa; las ciencias humanas y sociales han hecho uso de herramientas de
investigación muy similares a las de las ciencias naturales (o de las ciencias
aplicadas como las ingenieriles). Por ejemplo, algunas de las teorías más
importantes en antropología –como la teoría funcionalista de Malinowski-
requiere de una justificación lógica comparable a la que se requiere en cualquier
ciencia empírica; incluso se han realizado experimentos ingeniosos en ciencias
como la psicología con el objeto de analizar los fenómenos de la percepción
humana o la adquisición del lenguaje.

Es un hecho históricamente apreciable que, a diferencia de las ciencias naturales,


ni en las humanidades, ni en las ciencias sociales y humanas se han formulado
leyes con la misma estructura lógica que en la física (e.g., las ecuaciones f=ma,
o E=𝑚𝑐 2 ). Con todo se han formulado en algunas ciencias sociales y humanas,
como en la economía o en la psicología, enunciados con cuantificadores
universales que tienen una estructura lógica muy similar a los que se han
formulado en otros dominios de las ciencias naturales, como la biología (por
ejemplo, un enunciado de la biología, concretamente en la teoría de la evolución,
plantea que “todos los seres vivos tienen un antepasado común”). En el dominio
de la economía se habla de la llamada “la ley de la oferta y la demanda”3 y en
psicología se han formulado las llamadas “leyes de la percepción”, tales como,
“la ley del cierre” o “de semejanza” formuladas por los psicólogos de la gestalt4.

3 La ley de la demanda establece que, caeteris paribus, la cantidad demandada de un bien disminuye
cuando el precio de ese bien aumenta. Por el otro lado, la ley de la oferta indica que, caeteris paribus,
la cantidad ofrecida de un bien aumenta cuando lo hace su precio.
4
Ley de la proximidad: Todos los elementos parecidos son percibidos como pertenecientes a la misma
forma. Ley de la clausura: si una línea forma una figura cerrada, o casi cerrada, tendemos a ver una
figura superficial encerrada por una línea, en lugar de ser simplemente una línea. Ley de figura-fondo:
no existe figura sin un fondo que la sustente, entre otras.

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Ahora, aunque no haya leyes ni en las humanidades, ni en las ciencias humanas
y sociales, sería inadecuado pensar que quienes se dedican al estudio de tales
saberes son simplemente “charlatanes”. Es un error considerar que estos
dominios del conocimiento carecen de rigor. De hecho, se puede esperar –y
exigir- tanto rigor en las ciencias humanas como lo hay en el dominio las
ciencias naturales. Ello es así, dado que ambas son actividades
fundamentalmente “teorizadoras”, a partir de la cual se pretende explicar y
comprender determinados fenómenos a partir de teorías. De tal manera que, el
científico interesado por saber acerca de la naturaleza de la luz, con seguridad
examinará la teoría según la cual la luz tiene un comportamiento tanto
ondulatorio como corpuscular; así mismo el científico interesado por saber la
naturaleza del desarrollo cognitivo y moral de los individuos, con seguridad
examinará, entre las teorías disponibles, la teoría de los estadios del desarrollo
cognitivo de Piaget y la teoría de los estadios morales según Kohlberg.

Espero haber ofrecido en esta primera parte una definición precisa del término
“humanidades”, así como un análisis medianamente satisfactorio acerca de su
naturaleza. A continuación, procuraré hacer lo mismo con el término
“ingeniería”.

Ingeniería, Ciencias ingenieriles y tecnología:

Hay una definición clásica del término “ingeniería” formulada por Thomas
Tredgold “y que se repite en obras de referencia habituales como la
Enciclopedia Británica y la Enciclopedia de Ciencia y Tecnología de McGraw-
Hill”, a saber: “la ingeniería es la aplicación de principios científicos para la
óptima conversión de los recursos naturales en estructuras, máquinas, productos,
sistemas y procesos para el beneficio de la humanidad. Con base en esta
definición “la ingeniería no es considerada una ciencia, sino más bien, una

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práctica”5 una habilidad para aplicar de forma eficiente tanto las matemáticas
como los principios de las ciencias empíricas; por ejemplo, una ciencia
ingenieril como la ingeniería electrónica, es la aplicación de principios de la
física, en particular, la aplicación de la teoría de los semiconductores para el
diseño de artefactos de manera eficiente, a saber, la elaboración de transistores.
Ahora bien, el conjunto de especializaciones en ingeniería, tales como, la
ingeniería civil, industrial, eléctrica, electrónica, química, física, entre otras, son
usualmente denominadas: “ciencias ingenieriles”, para distinguirlas de las
ciencias naturales y de las ciencias formales en las cuales se basa.

El punto central que suelen olvidar tanto los aprendices de las ciencias
ingenieriles como el ingeniero promedio es que la ingeniería no es sólo la
aplicación de las matemáticas y de las ciencias naturales, sino también la
aplicación de algunos principios propios de las disciplinas humanísticas (y de
las ciencias sociales y humanas). Sin temor a equivocarnos podemos afirmar Commented [Office4]: Cuáles? Principio utilitarista
(moral) junto con los criterios que se establecen para
que, la ingeniería se halla a medio camino entre las ciencias naturales y las adelantar la evaluación externa o social. (impacto
ambiental, cultural y social), entre ellos, la consideración
ciencias sociales y humanas. Que esto sea así, se puede advertir en hechos de las consecuencias negativas para la vida humana, la
salud o el bienestar de la población potencialmente
afectada (calcular el producto de la probabilidad de que
históricamente significativos, que muestran que en el desarrollo tecnológico no se produzcan consecuencias no deseadas por el valor de
la utilidad (procedimientos racionales de decisión)
sólo ha sido fundamental el desarrollo de la ciencia, sino también los intereses Impacto ambiental= consecuencias que puede tener en el
entorno físico. Incluye variables físicas (geológicas,
humanos, tales como, la expansión económica o la superioridad militar; por químicas) y estéticas (impacto sobre el paisaje) impacto
social= alteraciones en la estructura social, las
ejemplo, no se puede desconocer que, un número importante de los avances en costumbres y la vida cotidiana. (Quintanilla, pp 149-150)

aplicaciones tecnológicas en medicina tuvieron su origen, precisamente en


tiempos de guerra.

Falsos supuestos de la afirmación: “El ingeniero puede prescindir de las


humanidades”

El origen de algunos de los falsos supuestos de la afirmación según la cual, el


ingeniero puede prescindir de la reflexión humanista es de naturaleza semántica,
es decir, algunos de los estudiantes de ingeniería hacen este tipo de afirmaciones

5
MITCHAM, Carl. La importancia de la Filosofía para la ingeniería.

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porque desconocen el significado preciso de los términos involucrados en la
reflexión humanista, de tal manera que: (i) se cree que las humanidades tienen
como propósito “¡hacer que el ingeniero sea más humano!”. Dicho en otras
palabras, el propósito de las humanidades es enseñarles a actuar bien. Y (ii) se
cree que dada “la naturaleza subjetiva” de los problemas de los cuales se ocupan
los humanistas, los humanistas son unos charlatanes, con quienes es lícito hacer
cualquier tipo de afirmación con o sin elementos de juicio.

Sobre el primer supuesto quiero decir, en primera instancia que, las


humanidades no tienen como propósito hacer del ingeniero una buena persona.
Su objetivo es, de acuerdo con lo que indiqué en el apartado anterior, una
comprensión profunda de la condición humana. A lo sumo, una de las sub-áreas
de las humanidades podría plantearse el noble propósito de cultivar el buen
razonamiento moral de los agentes racionales, me refiero a la filosofía moral
aplicada. Sin embargo, no es lícito atribuir el propósito de una de las sub-áreas
de las humanidades, a las humanidades. Este sería un error de razonamiento
comparable al que se cometería si dijéramos que el objeto de estudio de la física
es la luz y los fenómenos luminosos. Si bien la óptica es una sub-área de la física
encargada de estudiar los fenómenos luminosos, la física es la ciencia encargada
de estudiar las propiedades de la materia.

Concretamente el error en el que se incurriría con base en el razonamiento


anterior se conoce como la falacia de la composición que consiste en transferir
una propiedad de la parte de un todo, o un atributo de los miembros de un grupo;
al todo o al grupo, (e.g., todas las partes de esta máquina están bien hechas, por
lo tanto, esta máquina está bien hecha). Transfiere ilegítimamente propiedades
de las partes al todo.

Si bien la reflexión humanística puede proporcionarnos elementos de juicio para


“razonar correctamente” y para “actuar moralmente bien”, no es éste el objeto
de las humanidades.

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(i) Las humanidades no son compatibles con los intereses propios de la
ingeniería

Esta creencia es falsa dado que de acuerdo con la definición misma del término
“ingeniería” el fin o el propósito de las “acciones tecnológicas”6 no es otro que
la aplicación de principios científicos para la óptima conversión de los recursos
naturales para el beneficio de la humanidad. Esta definición es contraria a la
creencia convencional de que “el propósito de la ingeniería es obtener dinero y
prestigio social”; y por el contrario, expresa claramente un ideal regulativo
universal para la acciones tecnológicas. Adicionalmente, hay al menos dos
supuestos falsos en la proposición (i); a saber, subyace la creencia según la cual
la ingeniería como ciencia aplicada es neutral en relación con los intereses
humanos y subyace la creencia de que los intereses que pueden motivar a
algunos individuos a estudiar ingeniería, a saber, el dinero y el prestigio social,
son los mismos intereses de la ingeniería, lo cual es falso si nos atenemos al
significado clásico o estándar del término.

Con el propósito de mostrar las confusiones contenidas en el segundo supuesto,


quisiera agregar que, seguramente un número importante de quienes eligen la
medicina como profesión lo hacen por motivaciones similares de quienes eligen
las ciencias ingenieriles; sin embargo, es inadecuado suponer que el fin de la
medicina es la obtención del dinero y el prestigio. El fin de la medicina desde
épocas remotas es el aumento del promedio de la expectativa de vida de los seres
humanos. Por lo tanto, es incorrecto atribuir nuestros intereses personales a los
fines y propósitos de las ciencias o disciplinas que elegimos como carreras
profesionales.

Ahora, como encuentro que los estudiantes de ingeniería se suelen mostrar


seducidos por tres teorías morales, todas ellas muy perniciosas, a saber: el

6
Las acciones tecnológicas son...

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egoísmo ético, el subjetivismo moral y el relativismo cultural, a continuación
reconstruiré los argumentos que se podrían ofrecer a la luz de cada teoría y
examinar sus fallos, con el propósito de que abandonen definitivamente dichas
teorías.

Estrategia de re-interpretación del ideal humanista: El egoísmo psicológico


(la gente en realidad busca siempre su propio interés)

Todas las conductas (o acciones) del ingeniero se realizan por el interés propio

(P1) Si siempre hacemos lo que más queremos hacer, entonces prima el egoísmo
(P2) Si en las acciones prima el egoísmo, entonces el ideal regulativo de la
ingeniería es falso.
Conclusión: como siempre hacemos más lo que queremos hacer, el ideal
regulativo de la ingeniería es falso. Commented [MOU5]: A partir de la estrategia de re-
interpretación de motivos: las acciones de los ingenieros
siempre está dictada por sus deseos, por su propio
sentido de lo que más quieren. De este modo no actúan
Fallos en el argumento: de manera desinteresada.

1. Parte de un supuesto falso: que la gente nunca hace nada


voluntariamente, excepto aquello que quiere hacer. Contraejemplo: no
queremos ir al dentista, pero vamos para evitar un dolor de muelas. (Cf.
Rachels)
2. Concedamos que: siempre actuamos siguiendo nuestros deseos más
fuertes: Réplica: es el objeto del deseo lo que determina si una acción es
o no egoísta. El solo hecho de que actúes siguiendo tus deseos, no hace
que la acción sea per se egoísta.

Argumento de “todos los hombres son movidos por el egoísmo al hacer el bien”:

(P1) Si el ingeniero desea satisfacer sus intereses personales, entonces actúa


movido por el egoísmo.

15
(P2) Si actúa movido por el egoísmo, entonces el ideal regulativo de la
ingeniería es falso.
Conclusión: el ingeniero desea satisfacer sus intereses personales, entonces el
ideal regulativo de la ingeniería es falso.

Fallos en el argumento: este argumento falla porque confunde “egoísmo” con


“interés propio”:

“Si reflexionamos, estos dos conceptos claramente no son lo mismo. Si voy a ver a un médico
cuando me siento mal, estoy actuando en mi interés propio, y nadie pensaría en llamarme
“egoísta” por esto. De modo similar, cepillarme los dientes, trabajar arduamente en mi empleo
y obedecer la ley en mi interés propio, pero ninguno de estos hechos es ejemplo de conducta
egoísta. La conducta egoísta es la que pasa por alto los intereses de los demás en circunstancias
en las que sus intereses ni debían desdeñarse” (Rachels: 2017, 121)

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Para rechazar las maniobras argumentativas a partir del egoísmo psicológico,
consideremos el siguiente argumento:

Argumento a favor de la responsabilidad moral de los ingenieros:

Tenemos deberes morales hacia otros, simplemente porque son personas que
podrían ser ayudadas o dañadas por lo que hacemos.

El argumento del sentido común:


(P1) Si el ingeniero al actuar (y tomar decisiones) podría ayudar o dañar a otros,
entonces el ingeniero tiene deberes morales hacia otros.
(P2) el ingeniero al actuar (y tomar decisiones) podría ayudar o dañar a otros.
Por lo tanto, el ingeniero tiene deberes morales hacia otros.

Este argumento podría ser desafiado a partir de los argumentos desde el egoísmo
ético:

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Argumentos desde el Egoísmo ético: (el único deber que uno tiene es el de
promover los intereses propios. Llamémoslo Principio del interés propio).

Razones:

1. El altruismo es contraproducente porque no conocemos muy bien ni los


deseos, ni las necesidades de los otros. A menudo nos equivocaríamos y
terminaríamos haciendo más mal que bien.
2. Es una intromisión ofensiva en la intimidad.
3. Es degradar a las personas.

El argumento concluye que debemos adoptar ciertas políticas de conducta


(políticas egoístas).

El ingeniero podría recurrir a las razones anteriores y ofrecer un argumento que


discurriría más o menos así:

(P1) Si el altruismo conduce a la negación del valor individual, entonces


deberíamos rechazar todo principio moral altruista (e.g., el ideal regulativo de
las ingenierías, según el cual, las acciones y transformaciones del entorno deben
promover el bienestar de la humanidad)

(P2) el altruismo conduce a la negación del valor individual. Por lo tanto,


deberíamos rechazar todo principio moral altruista.

Argumento adicional: Supongamos que el ingeniero suscribe el egoísmo ético y


aduce que:

(P1) Si cuando el ingeniero actúa siempre lo hace movido por el interés propio, Commented [MOU6]: Provecho personal?

entonces todo principio altruista ((e.g., el ideal regulativo de las ingenierías) es


inaplicable.

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(P2) el ingeniero actúa siempre movido por el interés propio. Por lo tanto, todo
principio altruista (e.g., el ideal regulativo de las ingenierías) es inaplicable.

Fallos en los argumentos: (a) si el principio del beneficio propio fuese


verdadero, tendríamos que aprobar acciones que sólo a luz de la razón natural
desaprobaríamos. Miremos cómo:

El principio del beneficio o interés propio afirma que: La acción de X es


moralmente correcta syss conduce al beneficio o satisfacción de los intereses
propios de X.

Ahora, supongamos que X es un farmaceuta quien para incrementar sus


ganancias (beneficio propio) adultera medicinas de pacientes con cáncer. Como
el farmaceuta claramente actúa siguiendo el principio del beneficio propio, dicha
acción sería moralmente correcta. (Cf. Rachels) Commented [MOU7]: Ejemplo de un paramilitar en
Colombia…

Si el principio del beneficio o interés propio fuese verdadero, tendríamos que


aceptar acciones evidentemente reprochables, como acciones moralmente
permisibles.

Supongamos que los ingenieros a cargo del proyecto de Hidroituango no


hubiesen tomado la decisión de inundar la casa de máquinas de la represa,
porque siguiendo el principio del beneficio propio, ello implicaría pérdidas
millonarias para EPM. Supongamos que por el contrario, no hubiesen tomado
dichas medidas y se hubiese causado una avalancha que cobrara las vidas de las
personas que habitan la zona de área de influencia del proyecto y una catástrofe
ambiental. Dado que la decisión tomada respeta el principio del beneficio
propio, (i.e., los intereses de EPM) entonces, sería moralmente correcta.

Alguien podría objetar que la decisión que, en efecto, tomaron los ingenieros y
empresarios de EPM la tomaron realmente por temor a sanciones legales (las

18
cuales incluyen indemnizaciones millonarias). Ésta es una maniobra en la que
el egoísta moral intenta mostrar que la obligación moral de no afectar a las
comunidades, ni al medio ambiente, se deriva realmente del principio del interés
propio: perder la menor cantidad de dinero posible.

Pero -parafraseando a Rachels (2017: 140)-, ésta maniobra falla porque no


prueba todo lo que necesita probar, a lo sumo sólo mostraría que en estas
circunstancias no conviene al interés propio causar un mal a las comunidades, o
un daño al medio ambiente; pero no muestra que siempre es así. Podría ser que,
en otras circunstancias, el mismo grupo de empresarios e ingenieros se podrían
beneficiar directamente del daño que causan a las personas.

Argumentos desde el subjetivismo moral:

El subjetivismo moral es la teoría que plantea que no existe algo


“objetivamente” correcto o incorrecto.

“X es malo para mí”


“X es moralmente inaceptable para mí”
“X es moralmente incorrecto para mí”
Fallos en la argumentación: (a) no habría fallos en las evaluaciones morales que
hacemos; (b) no habría desacuerdos.

El argumento de la opinión personal:


(P1) Si la búsqueda del bienestar de la humanidad -en el dominio de las
ingenierías- depende de lo que cada quien considera correcto, entonces no hay
un ideal universal (u objetivo).
(P2) la búsqueda del bienestar de la humanidad, depende de lo que cada quien
considere correcto. Por lo tanto, no hay un ideal universal (u objetivo).

Réplica: Sí hay juicios morales, y razones y pruebas que los respaldan.

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(ii) Las humanidades son inaplicables:

Esta creencia parte del supuesto de que las humanidades son la expresión de un
conjunto de buenas intenciones que en el mundo real no se cumplen, esto es, no
se ve claramente que los ideales regulativos y” humanistas” de la ingeniería
como “la búsqueda del beneficio de la humanidad” sean en efecto, los principios
que guíen las acciones tecnológicas. Tal pesimismo es producto de una
considerable evidencia empírica e histórica de los “fracasos de la tecnología”,
los cuales han suscitado un generalizado “malestar por la ciencia”, hasta el punto
exagerado de considerar que la tecnología es irreconciliable con los intereses
humanos7. Entre la evidencia histórica y los hechos se pueden mencionar
accidentes nucleares (Chernobyl, en la antigua Unión Soviética y Windscale en
Inglaterra), derramamientos de petróleo (Torry Canyon en Inglaterra), el uso de
la talidomida en seres humanos y el uso de plaguicidas sintéticos (DDT) en el
medio ambiente, el uso de armas de destrucción masiva, la contaminación del
aire y el agua a causa de la producción de energía y las máquinas de combustión
interna. A nivel ambiental también se nos muestra que a raíz de la acelerada
industrialización se ha generado una sobreproducción de dióxido de carbono que
tiene un impacto significativo sobre el clima mundial y la composición de la
atmósfera. Estos hechos son evidentes para nosotros; sin embargo, la
“abrumadora” evidencia no es suficiente, a mi juicio, para concluir que
ingeniería y humanismo son incompatibles. Considero que la inferencia es
ilegítima y espero mostrar por qué. El argumento se puede reconstruir de la
siguiente manera:

(Pi) Si hay suficiente evidencia histórica para mostrar que la tecnología (y con
ella la ingeniería) no ha mejorado ni a los seres humanos, ni la calidad de vida,

7
Una versión preliminar de algunas de estas ideas fueron presentadas en el ciclo de Conferencias:
Biblioteca Banco de la República-Departamento de Filosofía (Universidad de Caldas), 2006.

20
entonces la tecnología no es compatible con los ideales humanistas o con el
“credo humanista”, en su versión más deflacionaria.
(Pii) En efecto, hay suficiente evidencia histórica, especialmente a partir de los
llamados “fracasos tecnológicos”. Por lo tanto, la tecnología no es compatible
con los ideales humanistas.

Una vez reconstruido el argumento, formularé un contra-argumento que espero


sea lo suficientemente fuerte para combatir “la abrumadora” evidencia histórica
de los opositores de la compatibilidad entre tecnología y humanismo. Mi
estrategia consistirá en mostrar primero que la implicación de la primera premisa
es falsa, esto es, que el antecedente es verdadero y el consecuente es falso.
Segundo, intentaré formular algunos de los supuestos metafísicos más
importantes de lo que podríamos llamar “el credo humanista ilustrado”, con el
fin de llamar la atención sobre otros aspectos del problema.

Argumento “por extensión” y supuestos metafísicos del “credo humanista


ilustrado”

El argumento bajo examen no es sólido porque la primera premisa es falsa. Es


falso que la tecnología no haya mejorado la calidad de vida de al menos algunos
seres humanos, y creo que para mostrar que esta proposición es verdadera
también hay una considerable evidencia empírica a su favor, a saber, los
artefactos utilizados en medicina que han permitido duplicar el horizonte
promedio de vida; el hecho innegable de que “ningún ser humano es capaz de
realizar en un tiempo adecuado todos los cálculos que se precisan para hacer
predicciones meteorológicas a partir de los miles de datos proporcionados por
el sistema mundial de observación atmosférica” (Quintanilla: 2005, 32) lo cual
es posible gracias a la computación. Así mismo, los medios de transporte han
facilitado el intercambio no sólo comercial, sino también cultural, entre otras
muchas realizaciones importantes. Considero que estos contraejemplos son

21
suficientes para mostrar que una actitud exageradamente hostil frente a los
desarrollos tecnológicos no resulta sensata.

Sin embargo, si no son suficientes los hechos a los cuales se apela como
contraejemplos, voy a ofrecer una especie de “argumento por extensión” en el
que plantearé razones adicionales. Así como la ciencia, en tanto empresa
humana, es limitada; esto es, no ha podido, no puede y seguramente no podrá en
ningún momento histórico proporcionar respuestas satisfactorias a todas
nuestras preguntas, de igual modo, la tecnología y los diseños tecnológicos que
han sido elaborados con algún propósito o finalidad, en algunas ocasiones no
cumplen con dicho propósito. En suma, la tecnología, como la ciencia, también
es limitada. Seguramente ni el científico ni las personas que están familiarizadas
con el tema esperan que la ciencia brinde un conocimiento absoluto acerca de
todos los fenómenos naturales y humanos; entonces, ¿por qué habríamos de
esperar que la tecnología los resuelva? La tecnología, como caso particular de
la ciencia, y como su criatura, padece de las mismas imperfecciones que ésta.

Así como la historia de la ciencia nos muestra suficiente evidencia histórica para
darnos cuenta de que el conocimiento humano es falible en virtud del número
asombroso de ideas falsas que ha sostenido y que seguramente hoy sostiene; y
así como nos ha enseñado a abandonarlas una vez descubrimos su falsedad, la
historia de la tecnología nos enseña igualmente que los diseños tecnológicos en
camino hacia la eficiencia deben ser abandonados también, debido a que no son
factibles (realizables), o porque no son fiables, o “simplemente por no ser
interesantes para ningún grupo humano, por ser muy costosos, poco útiles,
excesivamente perturbadores de la estructura social o del entorno natural, o
demasiado arriesgados; en tal caso, los diseños se quedarán en el limbo de los
proyectos posibles que nunca llegarán a ser realidad.”8

8
QUINTANILLA, Miguel Ángel. Tecnología: un enfoque filosófico y otros ensayos de filosofía de la
tecnología. México: fondo de cultura económica, 2005, p 139.

22
Para concluir el argumento, sólo quiero agregar lo siguiente. Cuando hablamos
de “racionalidad científica” entendemos por esta expresión que hay un conjunto
de criterios racionales que nos permiten explicar “el progreso científico”. Por
ejemplo, podríamos decir que uno de los mecanismos que garantiza el progreso
consiste en refutar las teorías científicas (Cf. Popper). Como este no es el lugar
ni el momento para hacer un análisis de tales propuestas, quiero indicar que,
para el caso de la expresión “racionalidad tecnológica” se entiende algo similar,
salvo que en este caso el mecanismo de explicación del progreso no es el de
descubrir la verdad o falsedad de las teorías, sino el de “innovar” gracias a la
elaboración de diseños eficientes (bajos costos-alta productividad), y cuyo
análisis de riesgos, de impacto ambiental, y de impacto social y cultural sean
favorables.

Supuestos metafísicos del “credo humanista ilustrado”

Para poder comprender la idea según la cual la tecnología es compatible al


menos con un sentido moderado de la locución “credo humanista” es importante
aclarar qué se debe entender por esta expresión. Lo he llamado “credo humanista
ilustrado” para referirme a un momento histórico particular; sin embargo,
algunos de los supuestos que mencionaré ya habían sido sostenidos por algunos
filósofos en la antigüedad. Los dos supuestos metafísicos del “credo humanista
ilustrado” son.

1. El progreso material y el progreso moral son dos caras de una misma


moneda.
2. La ciencia y la tecnología deben propiciar el bienestar de la humanidad,
así como las virtudes morales derivadas del simple ejercicio de la
racionalidad9.

9
Ibíd. P 233

23
Considero que la tecnología es compatible al menos con el segundo supuesto.
Concedo que aun cuando los supuestos 1 y 2 estén estrechamente relacionados,
es cuestionable que la tecnología sea compatible con el supuesto 1, dado que
hay suficiente evidencia histórica que confirma que el “triunfo del hombre sobre
la naturaleza” no significa necesariamente un “triunfo sobre su propia
naturaleza.” Por otra parte, nuestro opositor podría apelar a los mismos hechos
para cuestionar también la compatibilidad con el segundo supuesto, y para
responder a esta posible objeción, advierto que se deben considerar las dos
razones que he expuesto arriba. La primera consiste en sostener que en aquéllos
casos en los cuales la ciencia y la tecnología no han propiciado el bienestar de
la humanidad se debe al carácter limitado y falible de ambas –después de todo
son productos humanos y culturales- o a razones políticas o morales que tienen
que ver más con el talante humano que con la tecnología misma. La segunda
razón consiste en ofrecer algunos contraejemplos más o menos contundentes
mediante los cuales se pueda mostrar al pesimista que la tecnología es ante todo
un motivo de esperanza, no de temor, para la humanidad.10

(iii) Las humanidades no pueden enseñarle al ingeniero a actuar

Una vez más el origen de esta falsa creencia está en desatender el genuino
propósito de las humanidades, de tal modo que se supone que las humanidades
tienen como fin hacer que los ingenieros sean “más humanos”. El problema está
en que “actuar” bien o mal se aprende en casa y que en definitiva es en el hogar
donde se aprende a ser buena persona. No quiero discutir aquí esta afirmación-
que con toda seguridad también es cuestionable- Sólo quiero aclarar que el
propósito de las humanidades no es enseñar a actuar de x, y o z manera; el
objetivo consiste, más bien, en proporcionar al estudiante de ingeniería los
elementos de juicio necesarios para evaluar “las acciones y decisiones
tecnológicas”, esto es, la búsqueda de una de las sub-áreas de las humanidades,
a saber, de la filosofía moral aplicada es el desarrollo de las mínimas habilidades

10
Ibíd. P 37

24
de razonamiento moral y así mismo ofrecer al estudiante las razones por las
cuales es importante la ejercitación de tales habilidades.

(iv) El ingeniero puede conocer su contexto cultural y social a partir de


la experiencia:

Para defender esta idea el razonamiento el razonamiento que se esgrime discurre


en las siguientes líneas:

Las humanidades son importantes para los ingenieros syss permite a los
ingenieros analizar y conocer el contexto cultural en el que se va a desempeñar.
Puesto que el ingeniero puede conocer el contexto cultural y social en el
ejercicio mismo de su profesión. Por lo tanto, el saber humanístico es un saber
del que se puede prescindir.

Es indiscutible que el ingeniero en el ejercicio de su profesión puede conocer el


contexto social y cultural en el que va a ejecutar un proyecto tecnológico. Sin
embargo, para poder adelantar un análisis del impacto potencialmente adverso
para la salud humana, el bienestar de la población o la alteración en el entorno
ambiental el ingeniero precisará criterios de evaluación los cuales han sido
formulados en distintas áreas del conocimiento, incluidas las humanidades.

_______________

25
1.3 ¿Qué es la filosofía?

Hay prima facie dos motivaciones para adelantar un examen sobre la naturaleza
misma de la filosofía en este acápite. La primera de ellas, estriba en que los
problemas filosóficos de la tecnología de los que me voy a ocupar aquí los he
formulado en un escenario en el que el auditorio está constituido principalmente
por no-filósofos. En las discusiones que he sostenido con estudiantes de
Administración e Ingeniería de la Universidad Nacional, se han ofrecido algunas
definiciones acerca de la naturaleza de la filosofía que, pese a ser enseñadas en
la secundaria, e incluso estar formuladas en los libros de texto, resultan, a mi
juicio, inadecuadas e insatisfactorias. La segunda motivación, que constituye,
de hecho, la motivación más sustancial, proviene del imperativo vocacional que
exige a todos aquellos que consagramos nuestros esfuerzos al saber filosófico a
que nos exhortemos a nosotros mismos por una caracterización sustancial de ese
saber, i.e., lo mínimo que debe poder responder cualquier filósofo es cuál es la
naturaleza del saber filosófico.

A la luz de estas motivaciones defiendo que las definiciones de “filosofía” como


(i) “amor al saber” o “amor a la sabiduría”, (ii) “madre de todas las ciencias”,
(iii) “opio para aliviar las penas” (iv) o “el porqué de las cosas” son
inadecuadas. Adicionalmente, prometo ofrecer una definición del término
“filosofía” que no tenga los defectos condenados en las definiciones anteriores.
Por supuesto, la reflexión que adelantaré no se trata de un mero ejercicio ocioso
de elucidación conceptual, por el contrario, lo que busco es una comprensión
profunda de la naturaleza misma del saber filosófico.

26
Filosofía: ¿amor al saber? ¿amor a la sabiduría?

No podemos desconocer que el escenario con el que se encuentran de ordinario,


los docentes de filosofía en la secundaria cuando se proponen ofrecer una
definición medianamente precisa del término “filosofía” a sus alumnos de
bachillerato, es que en la historia misma de la filosofía se ha planteado un
número abigarrado de definiciones del término algunas de las cuales son incluso
incompatibles entre sí.

A diferencia de otros dominios del conocimiento en los que a sus colegas les
resulta sencillo ofrecer una definición puntual de sus disciplinas e.g., ¿qué es la
geografía? ¿qué es la trigonometría? El profesor de filosofía seguramente tendrá
que vacilar ante el repertorio semántico tan vasto que exhibe la historia de la
filosofía.

El profesor de geografía, por ejemplo, puede ofrecer una definición precisa


acerca de lo que se ocupa su saber, afirmando, inter alia, que la geografía es la
ciencia que trata de la descripción o de la representación gráfica de la tierra. El
profesor de trigonometría tampoco tropieza con mayores dificultades
conceptuales, de suerte que puede definir dicho saber como aquella rama de
la matemática en la que, si atiende a su sentido etimológico, el término
“trigonometría” es la ciencia encargada de 'la medición de los triángulos’, ya
que se deriva de los términos griegos τριγωνοϛ trigōnos 'triángulo' y
μετρον metron 'medida'. Ahora el docente de trigonometría podría precisar la
definición anterior, atendiendo el campo del que se ocupa, dicho en otras
palabras, bien podría definirla como el estudio de las razones trigonométricas,
i.e., seno, coseno; tangente, cotangente; secante y cosecante.

En el dominio de la filosofía, por contraste, el docente dispone de un número


abigarrado de definiciones del término. De manera que si no quiere ser arbitrario
en su elección (acerca de cuál es la mejor definición), se ve obligado a sí mismo

27
a hacer justo lo que nos proponemos hacer en este acápite, es decir, adelantar un
examen de algunas de las definiciones más extendidas, y elegir entre ellas la
mejor, o la menos ambigua, o por qué no proponer una definición nueva.

Cuando adelantamos dicho examen, advertimos que una de las definiciones más
socorridas en la secundaria consiste en aquella que atiende precisamente al
sentido etimológico del término, en otras palabras, de aquella que pretende
derivar su sentido, de las raíces mismas del término. Con base en su sentido
etimológico, el término “filosofía” remite a los conceptos griegos “filos” que
significa “amor” y “sophos” que significa “saber”. Con base en ello, la filosofía
debe entenderse como “amor al saber” o “amor a la sabiduría”. Ahora, aunque
las nociones “saber” y “sabiduría” son términos semánticamente cercanos, no
son semánticamente equivalentes. Por ello en el examen del significado del
término que atiende a su sentido etimológico, es conveniente mostrar por qué ni
la identificación de la filosofía con el “amor al saber”, ni con el “amor a la
sabiduría” es satisfactoria.

Comencemos con el análisis de la definición que identifica a la filosofía con el


“amor al saber”. Esta definición es defectuosa por varias razones. La primera de
ellas estriba en que si pensamos un poco qué se entiende a su vez por “amor al
saber” resulta que el amor al saber consiste, inter alia, en una entrega
desinteresada al conocimiento. Ello significa que, lo que nos mueve hacía la
búsqueda de la ampliación del conocimiento no es un beneficio práctico como
el prestigio social o el dinero, sino la superación de la ignorancia y la ampliación
del conocimiento. De manera que, la pregunta por los fines prácticos o la utilidad
del saber, sería completamente necia. Justamente por ello, decía Kepler en su
Mysterium Cosmographicum

No nos preguntamos qué propósito útil hay en el canto de los pájaros, cantar es su deseo desde
que fueron creados para cantar. Del mismo modo no debemos preguntarnos por qué la mente
humana se preocupa por penetrar los secretos de los cielos…la diversidad de los fenómenos
de la Naturaleza es tan grande y los tesoros que encierran los cielos tan ricos, precisamente
para que la mente del hombre nunca se encuentre carente de su alimento básico.

28
Si entendemos que la entrega al saber implica una búsqueda desinteresada por
hallar las respuestas a interrogantes de distinta naturaleza, las actividades
intelectuales que exige la ciencia pura, también satisfacen estos rasgos. Por ello,
resulta pertinente la cita de Kepler, uno de los físicos más importantes de la
ciencia moderna. Con ello el amor al saber no es un rasgo o una propiedad
distintiva que nos sirva para diferenciar a la filosofía de otros dominios del
conocimiento, o de otras actividades humanas como la ciencia. Los hombres de
ciencia, también se entregan al conocimiento con el deseo de hallar respuestas a
determinados interrogantes. Incluso muchos de los que se entregan a las ciencias
han declarado explícitamente su afán por encontrar la verdad. Si el amor al saber
consiste en la búsqueda incansable y desinteresada de respuestas a ciertas
preguntas, la ciencia pura también es “amor al saber”.

La segunda razón por la cual esta definición es defectuosa estriba en lo siguiente.


Todo aquél que haya tomado un curso de lógica elemental, sabe muy bien que
hay prima facie cinco reglas básicas para una correcta definición. Las reglas
estipulan que:

(i) la definición debe indicar los atributos esenciales de la especie. (ii) no debe ser circular, (iii)
no debe ser demasiado amplia, ni demasiado estrecha, (iv) no debe formularse en un lenguaje
ambiguo, oscuro o figurado y (v) no debe ser negativa cuando puede ser afirmativa. (Para un
análisis más detallado (Cf. Copi, Irving. Introducción a la lógica, 1976).

De acuerdo con las reglas anteriores, tenemos que, la definición de filosofía que
recurre a su sentido etimológico viola la primera regla, ya que lo que está en
juego al momento de ofrecer una definición es, precisamente, que la definición
no sólo sea clara y precisa, sino que también proporcione una idea acerca de las
propiedades esenciales de aquello que se quiere definir. Si la definición bajo
examen pretende establecer que “el amor al saber” es la propiedad constitutiva
de la filosofía, falla evidentemente, porque el amor por el conocimiento no es
una propiedad sui generis del filosofar, i.e., no es una propiedad exclusiva de la

29
filosofía, ya que otras actividades intelectuales son también el resultado de la
entrega desinteresada al conocimiento.

El error que se comete al identificar a la filosofía con el “amor al saber” es


comparable al que cometeríamos si definiéramos el término “mesa” indicando
que su propiedad esencial es su material de origen, e.g., la madera, ya que dicho
material de origen, es común a otros objetos, por ejemplo, la silla. Commented [Office8]: Argumento por analogía

Tal vez la definición que identifica a el saber filosófico con el “amor al saber”
captura bastante bien sus raíces o su genealogía. Cuando nace la filosofía, la
filosofía y la ciencia se hallaban en una relación indisoluble: “especulación
filosófica y conocimientos científicos positivos se encontraban mezclados en la
obra de los pensadores presocráticos. (…) De hecho, la naciente filosofía
helénica es predominantemente ciencia de la physis. (p26. Panorama
histórico…) En razón de ello, los estudios historiográficos de la ciencia antigua
remiten a los fundadores mismos de la filosofía. En el siguiente pasaje, podemos
apreciar, por ejemplo, por qué se considera a Tales de Mileto como uno de los
fundadores de la ciencia antigua:

La cuna de la ciencia es Mileto, la ciudad más importante de la vieja Jonia, en la costa


occidental del Asia menor. Allí trabajó Tales de Mileto, que vivió del 624 hasta el 546 a.c. Es
el primero de los siete sabios de Grecia y se le considera el primero de los pensadores de la
historia cuyo nombre conocemos. Por ser el primero en interesarse por las razones naturales
de las cosas, valorándolas en sí mismas, debemos considerarle el fundador de la ciencia. Commented [Office9]: Hacer un breve listado de las
(Historia del átomo) contribuciones de Tales a la ciencia…mencionar los otros
sabios…

Al atender los orígenes mismos de la filosofía, no hay lugar a dudas, de que


tanto la filosofía, como la ciencia surgen de una actitud natural de asombro.
Dicha actitud puede ser estimada como una actitud necesaria para emprender la
búsqueda por el conocimiento. El asombro y la curiosidad son el acicate esencial
para el cultivo de cualquier tipo de conocimiento.

Los estudios historiográficos de la ciencia resultan fascinantes precisamente


porque en el análisis del desarrollo de las ciencias, las contribuciones realizadas

30
por las mentes más brillantes, han significado una entrega desinteresada por el
conocimiento o la verdad (o por el “amor al saber”). Kepler, sólo por mencionar
a uno de los astrónomos más brillantes, tras muchísimos años de arduo trabajo,
quedó muy afectado al verse en la necesidad de abandonar el viejo prejuicio
geométrico mantenido desde los tiempos de Pitágoras que daba por sentado que
el círculo era la forma geométrica “perfecta”. Deshacerse de dicho prejuicio,
implicaba para él poner en duda su fe misma en un Dios concebido como un
Geómetra Divino.

El camino tortuoso que Kepler recorrió para deshacerse de algunas de sus


conjeturas más queridas, son una prueba fehaciente de que “el amor al saber” o
a la verdad es una de las motivaciones más poderosas en los hombres de ciencia
para entregarse a sus investigaciones. Un impulso semejante también se puede
encontrar, sin lugar a dudas, en las investigaciones filosóficas. Kant refería por
ejemplo, que la pregunta ¿Cómo son posibles los juicios sintéticos a priori? Le
tomó doce años resolverla. (referencia)

Quizás la perspectiva que identifica a la filosofía con el amor al saber, se


propone eludir (o quizás exorcizar) la pregunta molesta11 sobre la utilidad social
de la filosofía. Al identificar la filosofía con el amor al saber, no deberíamos
esperar beneficio práctico alguno, distinto del goce contemplativo (ningún
enamorado se pregunta sensatamente ¿para qué se enamora?).

Desde la antigüedad clásica afirmaba Aristóteles:

Que no es una ciencia productiva resulta evidente ya desde los primeros que filosofaron: en
efecto, los hombres –ahora y desde el principio- comenzaron a filosofar al quedarse
maravillados ante algo, maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa

11
Se trata de una pregunta incómoda, ya que a diferencia de otros campos del conocimiento, como la
medicina, por ejemplo, en la que ante la pregunta ¿para qué sirve la medicina? se puede responder: para
aumentar la expectativa del promedio de vida. En la filosofía, por contraste, el camino está lleno de
vericuetos. Sin embargo, si nos viésemos forzados a responderla podríamos decir que, la función social
de la filosofía radica en promover un espíritu reflexivo “quebrantador de certidumbres” (Cf. Moulines:
47) Ello quiere decir que no hay sistema político, moral, religioso, etc (o en general, no hay producto
humano y cultural) cuyos supuestos no sean examinados por la filosofía. Esta es, de hecho, una tarea
típicamente filosófica.

31
extrañeza y después, al progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante cosas de
mayor importancia, por ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y
ante el origen del Todo. Ahora bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no
sabe. (…) Así pues, si filosofaron por huir de la ignorancia, es obvio que perseguían el saber
por afán del conocimiento y no por utilidad alguna. (Metafísica, Libro I, Cap2)

Pese a ello, el “amor al saber” o la búsqueda desinteresada del conocimiento,


i.e., que no espera beneficios prácticos inmediatos, no es un rasgo que defina al
saber filosófico, porque muchas otras actividades humanas, entre ellas la ciencia
pura o básica, constituye también una búsqueda desinteresada del saber.

Consideremos ahora la segunda definición que identifica a la filosofía con el


“amor a la sabiduría”. El término “sabiduría” también se entiende de diversas
maneras por los filósofos. Aristóteles en la Metafísica, por ejemplo, (en el
Capítulo segundo –del libro I-), identifica la sabiduría con los siguientes rasgos:
(i) la sabiduría es conocimiento de lo universal, (ii) dado que es un conocimiento
de lo universal, dicho conocimiento es también el más difícil para los hombres
(pues se encuentra alejado de las sensaciones), (iii) es un conocimiento exacto
que versa sobre principios. (iv) es un conocimiento que se busca por el
conocimiento mismo, i.e., no se busca en función de utilidad alguna, (v) los
demás saberes le están subordinados.

La dificultad que se deriva al identificar la sabiduría con los rasgos anteriores,


estriba en que tanto la actividad científica, como la actividad filosófica
satisfacen las características anteriores; salvo, quizás, por el rasgo estipulado en
el numeral (iii), que identifica a la sabiduría con el conocimiento exacto. En
nuestros días, la “exactitud” es una cualidad propia de los sistemas formales. De
manera que ésta propiedad podría ser satisfecha incluso por la filosofía misma,
si se ve en la necesidad de recurrir al lenguaje formal, como el lenguaje de la
lógica.

Por otro lado, en la filosofía se ha planteado también un sentido más profundo


del término. Se trata de una perspectiva que identifica a la sabiduría con la
virtud, y –por extensión- al hombre sabio con el hombre virtuoso. El arquetipo

32
del hombre sabio desde la antigüedad clásica ha sido Sócrates, justamente
porque Sócrates sostuvo una simbiosis entre conocimiento y moral.

Pese a lo atractiva que puede resultar la imagen del filósofo como un hombre
sabio o virtuoso, difícilmente se podría atribuir tanta nobleza a muchas de las
figuras más admiradas por sus contribuciones intelectuales al pensamiento
filosófico. Si mantuviéramos la simbiosis que Sócrates defendió, difícilmente
podríamos considerar a Bacon, a Sartre, o a Rosseau genuinos filósofos, dado
que en la esfera de sus vidas personales, muchas de sus acciones no parecían
guiarse por las máximas que recomendaría la filosofía moral, incluso muchas de
ellas serían una prueba irrebatible de sus inconsecuencias. En su libro “las
miserias íntimas de los intelectuales” Paul Jhonson nos cuenta que:

Aunque buena parte de la reputación de Rosseau descansa en sus teorías sobre la educación,
que es un tema subyacente en Emilio, El contrato social o incluso en La nueva Eloísa, las
cosas discurrieron de este modo en su esfera privada: el primer hijo con Thérése, nacido en el
invierno de 1746 y 1747, fue entregado envuelto en un paquete al hospital de los Enfants
Trouvés. Y lo mismo resolvió hacer con los cuatro hijos siguientes. Ninguno recibió nombre,
sabiendo que sólo un 5% de aquellos asilados llegaba a la madurez y, los que lo lograban se
volvían mendigos, por lo que es dudoso que sobrevivieran demasiado.

Igualmente se podrían estimar censurables muchos de los excesos del padre del
existencialismo Jean Paul Sartre. Sobre Sartre nos cuenta que:
El mismo Sartre, en sus Carnéts, escribía en torno a 1940: "Necesito disfrutar de la compañía
de las mujeres para aliviarme de mi fealdad". Sartre, bon vivant, desaseado, dispendioso,
amante del whisky, el jazz, los cabarés y las mujeres, en los finales de los años cincuenta llegó
a tener hasta cuatro amantes al mismo tiempo: Michelle, Arlette, Evelyne y Wanda, sin contar
con Simone de Beauvoir. Su Crítica de la razón dialéctica (1960) fue dedicada a Castor
(apelativo cariñoso para la Beauvoir. beaver es castor en inglés), pero solicitó a Gallimard la
impresión de dos ejemplares de uso privado con la dedicatoria "A Wanda".

Otro escándalo sacudió a lo más destacado de la sociedad inglesa, en los


orígenes mismos de la modernidad, cuando la integridad de uno de sus
científicos y filósofos más respetados se viese envuelto en un escándalo por
corrupción. Me refiero, a Sir Francis Bacon. Bacon fue uno de los pensadores
modernos más destacados por sus contribuciones inter alia, sobre los estudios
filosóficos de metodología de la ciencia. De acuerdo con los estudios
biográficos, desde muy joven, Bacon obtuvo uno de los cargos de mayor

33
prestigio en la Corte de Inglaterra, el de Lord Canciller. Sin embargo, tras
muchos años de ejercicio en el poder, a la edad de 60 años, cuando se encontraba
en la cumbre del poder,
Y pese a todos sus méritos intelectuales, se supo que era un gobernante corrupto. Se descubrió,
en efecto, que había aceptado un soborno de una de las partes enfrentadas en un proceso
judicial que él debía decidir. No pudo negarlo y afirmó en el juicio al que fue sometido:
"Confieso con total claridad que soy culpable de corrupción y renuncio a defenderme". Fue
condenado, naturalmente. La sentencia incluía la pérdida de todos sus cargos y honores, la
prohibición de ser miembro del Parlamento, una multa de cuarenta mil libras y el
encarcelamiento en la Torre de Londres. Pero solo se cumplió parcialmente. Quedó
deshonrado, ciertamente, y nunca volvió a sentarse en el Parlamento. Pero la multa nunca fue
cobrada y no pasó más de cuatro días en la Torre.

Los casos que aquí refiero son suficientes para controvertir la tesis socrática de
que el conocimiento es una condición necesaria y suficiente para ser un hombre
virtuoso. Recordemos que una de las críticas más poderosas que se dirigieron en
contra del intelectualismo moral socrático, proviene de la existencia de acciones
akráticas o incontinentes12, i.e., de acciones que se caracterizan porque el agente
actúa sabiendo en contra de su mejor juicio.

Ahora, ¿cómo constituyen los casos aquí referidos, una refutación de la


identificación de la filosofía con el “amor a la sabiduría”? si la “sabiduría” es el
conocimiento de la virtud, tendríamos que concluir que figuras del pensamiento
que, sin lugar a dudas consideramos como “filósofos” no lo son, en razón de sus
malas acciones en la esfera privada, y lo que es peor aún, tendríamos que
concluir que, pese a sus brillantes contribuciones al pensamiento son ignorantes.
(Recordemos que el akrates para Sócrates es un ignorante). Sin embargo, creo
que ninguno de nosotros estaría dispuesto a concluir semejante desfachatez, es
decir, concluir que, ni Bacon, ni Rosseau, ni Sartre son filósofos. Por supuesto
que lo son. Con toda seguridad no satisfacen los criterios morales necesarios que
harían de ellos hombres sabios, y es indiscutible que no tenían –para nuestro
desconcierto– las nobles virtudes que la filosofía socrática demanda en el
filósofo para guiar correctamente sus acciones en la esfera privada. Pese a ello,

12
Aristóteles. Ética a Nicómaco….

34
difícilmente encontraríamos en el dominio de su vida privada, una razón para
desvirtuar sus contribuciones al pensamiento filosófico.

Filosofía: ¿madre de todas las ciencias?

Otra de las definiciones inadecuadas de la filosofía que ofrecen los libros de


texto de bachillerato es aquella según la cual “la filosofía es la madre de todas
las ciencias”. La idea es más o menos la siguiente: al estudiar la historia del
pensamiento humano, podemos advertir que tanto las ciencias naturales, como
las ciencias sociales tienen una deuda significativa con la filosofía. La física
surgió con la filosofía como estudio de la Physis o “naturaleza”. Esta relación
se mantiene hasta el siglo XVIII. De hecho, una de las obras más importantes
de la física moderna: Principios matemáticos de filosofía natural de Sir Isaac
Newton muestran la relación inseparable –hasta ese momento- entre filosofía y
física. La física, la biología, la química, entre otras ciencias, se podían entender
en términos generales como “filosofía natural”13. No es sino hasta después del
siglo XVIII y XIX que las ciencias empíricas y las sociales toman su camino,
respectivamente.

Con base en esta definición, se considera que “la filosofía es la matriz universal
de las ciencias, una madre generosa, siempre dispuesta a sacrificar un pedazo de
sí misma para dar a luz a un hijo ingrato, el cual, una vez firmemente plantado
sobre sus dos pies, echará a andar ignorando o despreciando el útero común.”14

El error de ésta definición radica en que, si bien es cierto que las ciencias han
compartido ese “útero común”, y que ésta definición logra transmitir ciertos
sentimientos respecto al uso del término; falla no obstante en el intento de dar

13 Entre otros casos a partir de los cuales se puede mostrar la importancia de la filosofía para el desarrollo
de las ciencias cabe mencionar el de la geometría clásica o euclideana, la cual surgió como resultado
final de la confrontación de los mejores espíritus de la época con las aporías de Zenon sobre el
movimiento.
14
Ibíd. p. 39

35
una explicación clara acerca de su significado al utilizar un lenguaje figurado o
metafórico. Definir la filosofía en sentido figurado como el útero común que ha
dado a luz a las ciencias, es tan inadecuado como definir “pan” como el sustento
para la vida ambas definiciones explican muy poco acerca del significado de
esta palabra15. La definición falla porque viola la regla (iv) de una adecuada
definición, ya que como lo exige la regla: la definición no debe formularse en
un lenguaje ambiguo, oscuro o figurado. Commented [Office10]: Argumento por analogía

Por esta misma razón, rechazo la definición que ofrece el profesor Moulines en
su texto: ¿En qué consiste la filosofía? (pese a que aquí le he seguido en muchas
de sus apreciaciones), de acuerdo con la cual: “la filosofía es un cajón de sastre
en expansión, que contiene toda clase de tesis, sistemas, argumentos,
concepciones del mundo, métodos, resultados, enojos, fracasos” (Pluralidad y
Recursión:24) Esta definición no sólo está formulada en un lenguaje figurado,
además también podríamos concebir perfectamente a la ciencia pura como un
cajón de sastre en expansión. La historia de la ciencia nos muestra que la ciencia
ha producido toda clase de tesis, teorías, experimentos16, concepciones del
mundo, enojos, fracasos17.

Por otro lado, quienes definen la filosofía como madre de todas las ciencias,
parecen encontrar en dicha identificación una estrategia argumentativa que
permite justificar la utilidad social de la filosofía. La estrategia, de hecho, parece
promisoria cuando se recurre a casos históricos que muestran cómo algunas
teorías filosóficas desembocan en teorías científicas o incluso en artefactos

15
Cf. Copi. Op Cit.
16
Se podría objetar que al introducir la noción de “experimentos” ello constituye una diferencia notable
entre el cajón de sastre que sería la filosofía y el cajón de sastre de la ciencia. Sin embargo, vale la pena
recordar que, hay un tipo de experimentos que son comunes a la ciencia y a la filosofía, a saber, los
célebres “experimentos mentales”. Considérese, por ejemplo, entre los experimentos mentales más
fascinantes en la física: el experimento mental del tren (Einstein)…el experimento de Galileo (caída
libre). En el dominio de la filosofía también encontramos experimentos mentales asombrosos:
experimento mental de los cerebros en cubeta (Putnam) o el experimento mental de la habitación China
(Searle).
17
Entre los enojos más memorables que nos refieren los historiadores está la célebre disputa sobre la
prioridad en la formulación del cálculo infinitesimal entre Leibniz y Newton.

36
tecnológicos. Entre ellas18, se arguye que la geometría clásica o euclideana
surgió como resultado final de la confrontación de los mejores espíritus de la
época con las aporías de Zenón19 sobre el movimiento. En esa misma dirección:

Quien se haya ocupado un mínimo de los fundamentos de la inteligencia artificial, sabe que no
habría surgido la idea de programas de computación si antes no se hubieran construido
lenguajes formales, y éstos no se habrían construido si antes no se hubieran desarrollado las
elucubraciones abstractas de filósofos tales como Carnap, Frege o Leibniz. (Moulines, 37)

El problema que se deriva de una argumentación en esta línea, como muy bien
lo señala el profesor Moulines estriba en que se incurre en la falacia del
historicismo: “el curso de la historia y, en particular, la eventualidad de futuros
acontecimientos aún desconocidos no puede ser criterio de validez para una
propuesta presente (…) hubiese podido darse el caso que las paradojas de Zenón,
en lugar de conducir al desarrollo de la geometría euclideana, hubiesen
provocado una parálisis intelectual” (Cf. Moulines: 40). Comparable, por
ejemplo, a la que se derivó del vínculo entre la filosofía y la teología en el
medioevo. Incluso dichas teorías filosóficas, podrían desembocar en la defensa
de regímenes autoritarios, e.g., las teorías marxistas clásicas.

Filosofía: ¿opio para superar las miserias de la vida?

Otra de las definiciones de filosofía que se suele ofrecer es aquélla según la cual
la filosofía es una suerte de opio para aliviar las penas, en particular “las penas
metafísicas”. Este tipo de dolencias se pueden derivar de múltiples causas, entre
ellas, del desarraigo metafísico que provoca a su vez la muerte de Dios o ante la
experiencia misma de la muerte, en cuyo caso la actitud filosófica sería el

18
Sigo en este análisis a Moulines. Algunas razones para dedicarse a la filosofía….
19
Entre las paradojas planteadas por Zenón, para negar el movimiento (y mantener a su vez la tesis de
que todas las distancias son infinitas), formuló la famosa paradoja de Aquiles y la tortuga. La paradoja
de Aquiles y la tortuga consiste en una carrera imaginaria entre Aquiles, el más hábil de los guerreros
Aqueos, de ahí que en los famosos poemas homéricos le apodaran “el de los pies ligeros” y la tortuga,
que es uno de los animales más conocidas por su proverbial lentitud. Ahora como Aquiles es mucho
más rápido que la tortuga, antes de empezar la carrera decide darle una ventaja. Cuando Aquiles alcanza
la tortuga, ella habrá avanzado la mitad de la distancia, y cuando Aquiles alcanza ese punto, la tortuga
habrá avanzado de nuevo, y así hasta el infinito.

37
sustituto de la religiosa20. La filosofía bajo esta perspectiva es una balsa de
salvación dado que se concibe como aquélla disciplina encargada de responder
a los grandes enigmas e interrogantes de la humanidad. Precisamente por ello,
es común que en los libros de texto de enseñanza de la filosofía en la secundaria
se defina a la filosofía como la disciplina encargada de responder a los grandes
enigmas de la humanidad: ¿quiénes somos?, ¿a dónde vamos? Y ¿por qué
estamos aquí?

El punto crítico a la luz de esta perspectiva es que la filosofía y el filósofo no


tienen tan “nobles” virtudes, esto es, el filósofo o más bien, el “filósofo-gurú”
para este caso, no tiene una respuesta medianamente satisfactoria para responder
a las preguntas por qué y para qué estamos aquí, es decir, la filosofía no tiene
ese carácter de omnipotencia, la filosofía es limitada.

Esta concepción de la filosofía como opio para aliviar las penas metafísicas (o
de la vida) falla irremediablemente porque confunde al filósofo con el gurú, y
como muy bien lo señala el profesor Woodhouse, hay diferencias sustanciales
entre ellos. “Los gurús son maestros espirituales que han alcanzado
supuestamente la iluminación y la serenidad. Para ayudar a otros a alcanzar
dichos estados utilizan una variedad de técnicas, entre ellas la meditación. Ahora
dado que las afirmaciones de los gurús suenan profundas y plausibles, es fácil
confundir a los gurús con los filósofos. En efecto, la apariencia de los gurús se
ajusta bastante bien a la imagen popular de los filósofos como hombres viejos
sabios y barbados” (Cf. Woodhouse: A Preface to Philosophy). Algunas de las
diferencias sustanciales entre los filósofos y los gurús estriba en que:

Primero, los gurús ofrecen un estado de serenidad, que es un estado de la mente, una condición
de calma o desapego de las vicisitudes de la vida. Por contraste, el propósito del filósofo no es
inducir ningún estado particular de la mente. En efecto, desde la depresión21 hasta el éxtasis
podría resultar de un encuentro genuino con la filosofía.

20
Cf. Moulines. Op Cit
21
Hay vertientes de la filosofía que fácilmente pueden conducirnos a la depresión. Pensemos, por
ejemplo, en el existencialismo. Camus declara –en El Mito de Sísifo- que el único problema serio de la
filosofía es el suicidio.

38
Segundo, aunque los gurús pueden iluminarnos, muchas de sus reflexiones son más cercanas
a generalizaciones psicológicas sobre la naturaleza humana. Consideremos el siguiente pasaje
de un maestro Zen: Ser feliz no significa que todo es perfecto. Significa que has decidido ver
más allá de las imperfecciones.
Tercero, hacer filosofía exige defender las creencias con argumentación racional. Los gurús no
están preocupados por ofrecer razones a favor de sus reflexiones. Uno no debate con un gurú,
uno requiere aclaraciones como una autoridad establecida, como alguien que tiene la verdad.
(Woodhouse. A preface to Philosophy: 28)

No se trata pues de desconocer que el filosofar es un asunto visceral y que


podemos saber que cruzamos el umbral de la filosofía cuando podemos formular
una pregunta genuinamente personal, de ahí se puede seguir que la filosofía es
una búsqueda vital; sin embargo, no se sigue de ello que el significado del
término “filosofía” consista en ser la disciplina encargada de liberarnos de las
penas metafísicas simplemente por el hecho de ser una suerte de entretenimiento
o actividad ociosa, dado que bajo esta perspectiva cualquier actividad intelectual
puede servir de opio para aliviar las penas.

Filosofía: ¿El porqué de las cosas?

Ésta es, en mi opinión, la más defectuosa de todas las definiciones que se pueda
ofrecer del término “filosofía”. La razón de ello estriba en que es excesivamente
ambigua, y en ese sentido, excesivamente amplia. Para mostrar que esto es así,
primero es necesario decir que el significado del término “cosa” -según la
definición del diccionario de la real academia- es “todo aquello que tiene
entidad ya sea corporal o espiritual, natural o artificial, real o abstracta”. Ahora
bien, con base en esta definición, la filosofía debería preguntarse, por ejemplo:
“¿por qué se cubrió de humedad la parte exterior del vaso, cuando lo llené de
agua helada? Su explicación, en líneas generales, podría ser la siguiente: la
temperatura del vaso, después de llenarlo de agua helada, era considerablemente
inferior a la temperatura del aire circundante; el aire contenía vapor de agua; y
el vapor de agua del aire se licua cuando el aire entra en contacto con una
superficie suficientemente fría” (E. Nagel. La Estructura de la Ciencia: 36)
La filosofía debería preguntarse también, ¿por qué el cielo es azul?

39
El color azul que percibimos en el firmamento procede de los rayos del Sol. Cuando los rayos
de luz blanca provenientes del astro rey chocan con la atmósfera y se descomponen se abre un
abanico de colores, cuyo color más perceptible para el ojo humano es el azul.
Ocurre que la luz blanca expulsada por el Sol se constituye de diferentes colores de luz, cada
uno con una longitud de onda diferente. Cuando esa luz atraviesa un cuerpo traslúcido o
transparente, los colores que la integran se separan y pasan a depender del tipo de cuerpo que
atraviesan.
Los prismas separan la luz blanca en todos los colores que la componen y se da un fenómeno
llamado dispersión de Rayleigh, que depende en su mayoría de la longitud de onda de la luz;
esto significa que la luz con menos longitud de onda es la más dispersa.

Las preguntas anteriores claramente no son filosóficas, sino que pertenecen más
bien al ámbito de fenómenos que estudia la química y la física, respectivamente.
Aunque el vaso y el cielo son cosas, los fenómenos que despiertan nuestra
curiosidad, tales como, el que el vaso de agua fría se cubra de agua y el color
azul del cielo, no son preguntas filosóficas.

La definición del término “filosofía” como el porqué de las cosas es tan amplio,
que de acuerdo con en ella, la filosofía debería preguntarse no sólo por el Monte
Olimpo (volcán) en Marte, sino que también sería lícito que se preguntara por
los satélites galileanos, o la Nepenthes villosa, ya que son cosas con entidades
corporales. Con base en el significado del término “cosa” la filosofía también
debería preguntarse por cosas abstractas, entre ellas, por ejemplo, cómo
demostrar una ecuación “x” o cómo resolver el problema de la trisección de un
ángulo agudo. El asunto de la demostración de la ecuación “x” o de la trisección
de un ángulo agudo, claramente es un problema que le concierne al matemático,
y no al filósofo.

El defecto de las definiciones ambiguas es que el significado es tan amplio que


el término que se quiere definir significa tantas cosas que, en última instancia,
no significa nada. A modo de ejemplo, “se cuenta que los sucesores de Platón
en La Academia dedicaron mucho tiempo y meditación al problema de definir
la palabra “hombre”. Finalmente decidieron que significaba bípedo implume.
Estaban muy satisfechos con esta definición hasta que Diógenes desplumó un

40
pollo y lo arrojó dentro de La Academia por encima de la muralla. Era indudable
que se trataba de un bípedo implume, pero era también indudable que no se
trataba de un hombre.”22

Quizá la motivación detrás de la perspectiva que identifica a la filosofía con la


pregunta general acerca del porqué de las cosas es mostrar de qué objetos se
ocupa la filosofía. Para responder este interrogante, el profesor Moulines plantea
que toda pregunta filosófica tiene el siguiente esquema: ¿Qué es X? Con base
en este esquema se pregunta: ¿Qué instancias para la variable X son relevantes
para las investigaciones de los filósofos?

Una lista muy abreviada de objetos que han sido considerados filosóficamente relevantes como
instancias de la variable X es el siguiente: el hombre, el ser, el espacio, el tiempo, la angustia,
la vida, el pecado, el conocimiento humano, los números naturales, Pegaso, la teoría de la
evolución, Dios, el trabajo, la muerte, la ley de la gravitación, el sumum bonum, el arte, el
derecho, las pruebas matemáticas, el lenguaje, el espíritu, la historia, la verdad, la inducción,
la náusea. (Moulines. ¿En qué consiste la filosofía?, 21)

El esquema ¿Qué es X? plantea una genuina pregunta filosófica, en la que la


variable X, como muy bien lo señala el profesor Moulines puede ser instanciada
por cualquier cosa, por ejemplo, por el concepto “gravedad”: la pregunta ¿Qué
es la gravedad? Puede parecer a simple vista una cuestión de competencia del
físico; sin embargo, es realmente una pregunta filosófica, para ser más exactos,
es una pregunta ontológica. Con todo, es necesario aclarar que, si bien es cierto
que toda pregunta de la forma ¿Qué es X? es una pregunta genuinamente
filosófica, no toda pregunta filosófica tiene la forma ¿qué es X? Así, por
ejemplo, en el dominio de la lógica –que es una sub-área de la filosofía pura-
podemos preguntarnos: ¿cuál es la distinción entre verdad necesaria y
contingente?, en el dominio de la epistemología: ¿cuáles son las fuentes del
conocimiento? O ¿cuáles son las condiciones necesarias y suficientes para que
haya conocimiento?; en el dominio de la ética podríamos plantear: ¿hay criterios
universales para distinguir una acción moralmente incorrecta de una correcta?

22
Copi. Op Cit. p. 158

41
Estas preguntas son genuinamente filosóficas, pero no tienen necesariamente la
estructura de las cuestiones ontológicas de la forma ¿Qué es X? De manera que,
si bien podemos admitir que cualquier cosa puede ser objeto de reflexión
filosófica23, lo que resulta crucial es el modo cómo se investiga dicho objeto. El
esquema de las preguntas del tipo ¿por qué X? No son exclusivamente
filosóficas, ya que si bien la pregunta ¿por qué a veces actuamos en contra del
mejor juicio? es genuinamente filosófica, el interrogante ¿por qué el murciélago
tiene un sistema sofisticado de eco-localización? No es de competencia del
filósofo, sino del biólogo.

A partir del análisis sobre las definiciones que se suelen encontrar en los libros
de textos, se puede concluir que la dificultad para ofrecer una definición
satisfactoria de filosofía radica en que se confunden tres cosas distintas –aunque
relacionadas-, a saber, (i) el asunto en torno al origen o de cómo o por qué surge
la filosofía, en cuyo caso se apela al sentido etimológico. (ii) El asunto sobre la
utilidad social de la filosofía, (¿para qué filosofar?) en cuyo caso se apela al
sentido figurado de filosofía como “matriz universal”. Y (iii) finalmente se
confunde el asunto en torno a los objetos de los que se ocupa o investiga la
filosofía, y se recurre a la filosofía como el saber que se pregunta el porqué de
las cosas. A raíz de estas confusiones nos olvidamos del problema más
relevante, a saber, el del significado del saber filosófico. Con base en este
diagnóstico, voy a ofrecer un significado en lo posible claro acerca de lo que se
puede entender por filosofía.

23
Al respecto sostiene R. Scruton: “la filosofía estudia cualquier cosa. Los interrogantes filosóficos
emergen de cualquier coyuntura y se refieren a cualquier clase de cosa. Hay preguntas filosóficas sobre
mesas –por ejemplo, ¿qué hace que esta mesa sea la misma mesa que encontré ayer? (el problema de la
“identidad a través del tiempo”) –, sobre personas, obras de arte, sistemas políticos: en resumen, sobre
cualquier cosa que exista. En verdad hay preguntas filosóficas sobre ficciones y también sobre objetos
imposibles –ni siquiera la existencia es un requisito que el tema de la filosofía deba cumplir; si lo que
nos interesan son las preguntas fundamentales, entonces la no-existencia es un punto de partida tan
válido como cualquier otro”. (R. Scruton. Filosofía Moderna. 1994: 7)

42
43
¿Qué es filosofía?

“La filosofía no es únicamente una búsqueda intelectual. Involucra al ser


humano entero en la medida en que es ante todo un forcejeo contra nuestros
patrones de pensamiento, prejuicios y sentimientos” (G. Thomson)

En aras de proporcionar una definición de filosofía a partir de la cual se indique


las propiedades esenciales de la filosofía, se puede decir que, la filosofía es una
actitud –o actividad como defendería Wittgenstein-. La pregunta que puede
surgir es: ¿Qué tipo de actitud? y una respuesta simple sería: es una actitud
crítica. No sobra advertir, sin embargo, que la filosofía como actitud crítica no
es –como comúnmente se cree- una actitud a partir de la cual se cuestiona todo
y no se acepta nada. No, una actitud crítica significa pensar con criterios para
elaborar o construir determinados juicios. Como actividad la filosofía involucra
al menos dos cosas: análisis de conceptos y rigor argumentativo. Para ello se
requiere un marco estructural dentro del cual se filosofa, que comprende: (i)
precisar y plantear preguntas, (ii) formular las respuestas a esas preguntas, (iii)
ofrecer argumentos, contra-argumentos, ejemplos, contra-ejemplos, (iv) derivar
las consecuencias e implicaciones.

Se podría pensar, sin embargo, que éstas no son características propias y únicas
de la filosofía dado que las ciencias naturales y sociales también formulan
preguntas, respuestas tentativas y argumentos. Ahora, aunque se puede conceder
que hay coincidencias “metodológicas” entre la filosofía y la ciencia natural, y
la filosofía y las ciencias sociales, también hay diferencias estructurales
sustanciales. Es cierto que todo nuestro conocimiento surge de problemas y
preguntas. Sin embargo, la propiedad esencial de la filosofía es, precisamente el
modo como se propone resolverlas. Las ciencias naturales y las ciencias sociales
formulan preguntas “empíricas”, esto es, preguntas a partir de las cuales indaga
o por fenómenos naturales, ¿por qué caen los cuerpos?, ¿cuál es la naturaleza de
la luz?, o por fenómenos sociales, ¿cuáles son las características de una
civilización?, ¿por qué Enrique VIII de Inglaterra trató de anular su matrimonio

44
con Catalina de Aragón? La filosofía, por contraste, formula preguntas de
carácter a priori, es decir, sus preguntas –y métodos de análisis- no resuelven
dichos interrogantes únicamente a partir de la experiencia. Subrayo aquí que no
resuelve tales interrogantes únicamente a partir de la experiencia, porque R.
Scruton, por ejemplo, afirma que: “Las preguntas a priori se responden sólo en
el dominio del pensamiento”. De hecho, más adelante sostiene que: “Ninguna
teoría científica puede probar o desmentir una teoría filosófica” (p11). Y esta
afirmación es a todas luces falsa. Supongamos que tenemos una teoría filosófica
sobre la naturaleza de la mente o sobre la naturaleza de la percepción que es
manifiestamente incompatible con las teorías más acreditadas en las
neurociencias sobre el funcionamiento de la mente y de nuestro aparato
perceptivo. ¿aceptaríamos dicha teoría filosófica? Seguro que no.

Scruton es mucho más preciso al caracterizar el rasgo de la filosofía como un


saber a priori cuando plantea que:

las preguntas filosóficas se caracterizan porque tienden a emanciparse de las


circunstancias que las originaron (…) si usted pregunta por qué se caen las
cosas, está formulando una pregunta científica. Pero si pregunta por qué existen
eventos, está frente al umbral de la filosofía.

Es más, incluso algunas preguntas parecen ser “comunes” a filósofos y


científicos. Con todo, el método para resolverlas es significativamente distinto.
Por ejemplo, tanto las neurociencias como la filosofía se proponen examinar la
naturaleza de la percepción. Sin embargo, en el dominio de las neurociencias la
explicación que tiene lugar se da en términos fisiológicos. El neurofisiólogo se
encarga de explicar cómo funcionan fisiológicamente todos los elementos que
forman parte del sistema perceptivo: el cerebro, los sentidos (que incluye todas
las modalidades sensoriales: el gusto, la vista, el tacto, el olfato, el oído) y el
entorno.

Los estudios neurofisiológicos nos suelen decir, inter alia que, en la percepción
visual, el sistema óptico es el que hace posible la discriminación de la escena

45
visual con sus objetos y propiedades (en los modelos actuales de la visión
humana se lleva a cabo a la luz de estudios interdisciplinarios: fisiológico,
neurológico y psicológico). Involucra el cerebro, los ojos (que actúan como
receptores) y el entorno (de donde provienen los estímulos (que es la energía
física, mecánica, térmica, química o electromagnética que excita o activa el
receptor sensorial)

Adicionalmente, las teorías científicas recientes sobre la percepción aceptan –


sin discusión- que la percepción es el punto de contacto cognitivo más inmediato
con el mundo que nos rodea, i.e., gracias a que percibimos nos enteramos
inmediatamente y de manera directa qué es lo que ocurre a nuestro alrededor.
Oímos la incómoda música del vecino, sentimos el frío del viento, vemos toda
clase de objetos con sus formas y tamaños, etc. Además solemos pensar que
muchas de nuestras creencias sobre el entorno circundante se soportan en la
información proporcionada por nuestros sentidos: creo que “el café es amargo”
porque así me lo informa mi sentido del gusto cuando bebo la taza de café.

Para los filósofos; sin embargo, no es obvio (i.e., no está lejos de ser
problemático) que la percepción sea nuestro contacto coginitivo más inmediato
con el mundo. Las teorías filosóficas sobre la percepción plantean algunas
razones muy sugestivas para dudar acerca del rol cognitivo de las percepciones
(i.e., plantean dudas acerca del rol de las percepciones en el conocimiento,
especialmente si se entiende el conocimiento como creencia, verdadera
justificada). Además hay teorías filosóficas que ofrecen razones para dudar
acerca del carácter inmediato en el que nos es dada la información sobre el
medio. (entre ellas las “teorías de los datos sensoriales”)

Entonces, tenemos por un lado, que la reflexión filosófica puede controvertir


algunas de nuestras intuiciones más arriagadas sobre la percepción y su rol
cognitivo. Por otro lado, la reflexión filosófica sobre la percepción ofrece, a
diferencia de los estudios empíricos, un análisis metafísico, fenomenológico,

46
epistemológico, de la estructura de la percepción. Los estudios empíricos podrán
indicar las causas fisiológicas de las alucinaciones, por ejemplo. El análisis
filosófico, por contraste, se propone capturar la fenomenología misma de la
experiencia perceptiva.

No se trata entonces de afirmar que el rasgo distintivo de la filosofía es que


prescinde de la experiencia, mientras que las demás áreas del conocimiento no
pueden prescindir de ellas, ya que ello sería impreciso. Recordemos que buena
parte del arsenal argumentativo de los filósofos proviene de los hechos, las
experiencias, (o incluso de experimentos mentales, claro está). El asunto es más
bien que, en una disputa con un filósofo las “pruebas” que exigimos en apoyo
de sus tesis son fundamentalmente argumentativas, no empíricas.

Ahora supongamos que un interlocutor imaginario nos fuerza a señalar los


rasgos distintivos del saber filosófico. Frente a esta exigencia podríamos decir
que, (tal y como se plantea en el epígrafe de este acápite) la filosofía es un
forcejeo permanente contra nuestros patrones de pensamiento. Justamente por
ello, el filósofo presta escrupulosa atención a la argumentación. La
argumentación es el método por excelencia para explorar los alcances del
raciocinio. Sin embargo, nuestro interlocutor podría objetar que otras ciencias
sociales y humanas también argumentan, y que de hecho en las ciencias
naturales también hay argumentación. Podemos conceder, por supuesto, que es
cierto que la argumentación hace parte de las actividades intelectuales comunes
a todos los dominios del conocimiento, pero no es este el método que las define,
ya que mientras en las otras ciencias es indispensable recurrir a datos empíricos,
a la experimentación, a la observación y al uso de pruebas formales
(matemáticas), en la filosofía la argumentación por sí sola basta para elaborar
desde un intrincado sistema filosófico24, hasta un intuitivo contraejemplo que
rebata una teoría filosófica firmemente establecida (e.g., los famosos
contraejemplos Gettier).

24
Pensemos, por ejemplo, en el sistema hegeliano.

47
Esta característica hace que la filosofía sea, sin lugar a dudas, “una excitante
aventura intelectual, que exige, entre otras cosas, aprender a tomar una posición
desde el interior de los debates filosóficos”. (Thomson)

La filosofía se caracteriza además por examinar –y cuestionar- las recónditas


bases del pensamiento. Ello quiere decir que no sólo se ocupa de los supuestos
más arraigados que están a la base de nuestros sistemas de creencias y valores,
sino también de los que conceptos que estructuran dicho sistema. En las ciencias
en lugar de estudiar y analizar los conceptos, se construyen conceptos, tales
como, sociedad, civilización, fuerza, aceleración, entre otros. La filosofía, si
bien construye también conceptos tales como, a priori, sustancia, paradigma,
entre otros, lo hace con el propósito no de conocer los fenómenos naturales
(ciencias empíricas) o los fenómenos sociales (ciencias sociales) sino que los
construye con el propósito de analizar, a su vez, los conceptos construidos por
las ciencias dentro de las teorías. En conclusión, la filosofía es una reflexión no
sobre los hechos del mundo, sino sobre las reflexiones sobre el mundo, esto es,
una reflexión sobre las reflexiones.

------------

48
Apéndice: Filosofía y Locura

Supongamos además que, tras haber ensayado una respuesta a la pregunta


medianamente puntual, el docente se encuentra con el de hecho de que algunos
estudiantes ofrecen su propia definición, a saber: “la filosofía es un asunto de
locos”. En este caso imaginario el docente podría sentirse tentado a pensar que
no hay incompatibilidad entre definir la filosofía como un sentimiento de amor
al saber y que producto de ese enamoramiento, el filósofo termine desquiciado
en cualquier asilo mental. Sin embargo, en la respuesta de los estudiantes
nuestro docente advierte cierto “prejuicio”. Cierta actitud de rechazo hacía la
filosofía. Ahora bien ¿cómo puede mostrar el docente que es equivocada la
definición de filosofía que ofrecen los estudiantes como una actividad
exclusivamente de locos? El prejuicio se puede atacar mostrando que si bien la
locura fue un mal que atacó a algunos de los filósofos, no es una patología
exclusiva de los filósofos, dado que algunos psicólogos y psiquiatras han
advertido que algunas de las conductas de científicos notables, entre ellos
Newton, se pueden diagnosticar como conductas típicamente neuróticas.
Luego de mostrar algunos casos en los cuales a lo largo de la historia de la
ciencia ha habido más científicos y políticos con patologías mentales que
filósofos locos, creo que el estudiante debería modificar su actitud hostil frente
a la filosofía.

49
La importancia de la reflexión filosófica sobre la tecnología

En el presente ensayo me propongo mostrar, en primer lugar, en qué estriba la


relación entre la filosofía y la tecnología. La principal motivación para
emprender un examen como este radica en que semejante relación no es obvia
ni para los ingenieros ni para los filósofos. En segundo lugar, quisiera defender
que la tarea primordial de la filosofía de la tecnología no consiste en examinar
las implicaciones sociales y morales de la tecnología, como se ha considerado
de ordinario, sino que dicho propósito debe ser más bien el análisis de la
naturaleza de la tecnología –sin que de ello se siga que semejante análisis no
deriva en un estudio de los usos potenciales de la tecnología-. La tarea que tengo
entre manos me obliga a seguir la siguiente estrategia: (1) presentar uno de los
argumentos centrales –que aparece en la literatura canónica, y que es formulado
por el profesor Mario Bunge- y con base en el cual muestra por qué sí hay una
relación estrecha entre filosofía y tecnología. (2) Con el propósito de mostrar
que la tarea más urgente de la filosofía de la tecnología consiste en examinar
qué es la tecnología, voy a ofrecer una respuesta acerca de la naturaleza de la
tecnología que comprende como dos elementos constitutivos de la tecnología.
i.e.,: (i) un conocimiento científico básico, (ii) ideal regulativo universal: la
búsqueda del bienestar de la humanidad.

Como ambos elementos son increíblemente controversiales, dado que en la


literatura se han ofrecido argumentos para buscar que la tecnología no es ni una
ciencia aplicada, ni mucho menos se propone una ideal universal, me propongo
responder en este acápite del trabajo semejantes reparos.

50
Filosofía y Tecnología

En qué puede interesar la filosofía a los ingenieros o tecnólogos: en nada a


juzgar por la falta de cultura filosófica de casi todos ellos…en qué puede
interesar la tecnología a los filósofos, en nada a juzgar por el desprecio que
muchos de ellos profesan ante la tecnología….(M. Bunge)

Para el filósofo argentino resulta evidente que hay una estrecha relación entre
filosofía y tecnología, tanto así que se refiere a ambas como aquellas “vecinas
que se desconocen”. Pero en qué estriba entonces dicha relación? El argumento
es increíblemente sencillo, pero poderoso:
(p1) Si en toda investigación tecnológica hay conocimiento racional…y donde
hay conocimiento racional hay supuestos filosóficos…entonces hay supuestos
filosóficos en la investigación tecnológica que merecen ser examinados por los
filósofos.
Si bien cierto que la relación nos resulta casi obvia, algunos filósofos han
descuidado aquellas áreas de mayor densidad conceptual y filosófica porque
confunden a la tecnología con sus efectos o sus productos, a tal punto que se
atreven incluso a declarar el lugar común de que “la tecnología deshumaniza al
hombre”25, y como estoy convencida de que el filosofo debería centrar su
atención primero en examinar la naturaleza de la tecnología, antes de poder
ofrecer un análisis cuidadoso de las implicaciones morales y sociales de la
tecnología, en lo que sigue me propongo examinar dos de los elementos que a
mi juicio son constitutivos de la tecnología.

La tecnología como ciencia aplicada


De acuerdo con la definición de uno de los lugares en Internet (Wikipedia) más
consultados por los estudiantes el término “tecnología” se refiere al conjunto de
conocimientos técnicos, ordenados científicamente, que permiten diseñar y
crear bienes y servicios que facilitan la adaptación al medio ambiente y

25
Cf. Bunge, M. Filosofía y Tecnología. En: Epistemología. Editorial Ariel, 1980.

51
satisfacer tanto las necesidades esenciales como los deseos de las personas. En
esa misma dirección encontramos que en el diccionario de la RAE el término se
refiere a un ‘Conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento
práctico del conocimiento científico’. De las definiciones anteriores podemos
colegir que una característica distintiva de la tecnología, al menos en el argot
común, estriba en basarse en el conocimiento científico. Esta es la razón por la
cual, a la luz de ciertos enfoques en la filosofía de la tecnología, la tecnología es
considerada como una “ciencia aplicada”. Semejante definición no parece
satisfacer a todos los filósofos, por supuesto.
En virtud de ello, dos de los argumentos más interesantes que se pueden
encontrar en la literatura para mostrar por qué la tecnología no es una ciencia
aplicada son formulados por Henryk Skolimowski en su The Structure thinking
in technology. En este texto Skolimowski ofrece dos argumentos para defender
por qué es equivocado considerar la tecnología como una ciencia aplicada. El
primer argumento consiste en ofrecer dos contraejemplos que provienen de
tecnologías como la electrónica y la ingeniería espacial. En el segundo
argumento emplea como estrategia mostrar dos de los elementos
epistemológicos que permiten diferenciar el progreso científico del progreso
tecnológico, para concluir que si ambos desarrollos son notablemente diferentes,
no es sensato identificar la tecnología con la ciencia. A continuación me
propongo reconstruir ambos argumentos para mostrar sus principales defectos.

Contraejemplos: Ingeniería electrónica e Ingeniería Espacial


Si la identificación de la tecnología como una ciencia aplicada no satisface a
filósofos e historiadores de la tecnología se debe fundamentalmente al hecho de
que a la luz de semejante identificación se establece que una condición sine qua
non para diseñar consiste en la disposición de principios científicos
medianamente sofisticados, de los que los diseños son una genuina aplicación.
Sin embargo, la historia de la tecnología ofrece numerosos casos en los que ha
sido posible diseñar artefactos sin la disposición de teorías científicas
articuladas. Uno de los casos paradigmáticos fue el diseño de la máquina de

52
vapor, cuyo diseño precedió en medio siglo a la teoría científica que explica su
funcionamiento, i.e., la termodinámica. Siguiendo una intuición similar
Skolimowski ofrece dos contraejemplos que provienen de la ingeniería
electrónica y la ingeniería espacial. En desarrollo del primer contraejemplo
Skolimowski mantiene que el desarrollo de los computadores resultó de la
sustitución de los tubos al vacío por los transistores. Y que de hecho, fue el
diseño de este último, el que hizo posible que se investigaran muchas de las
propiedades y leyes que gobiernan el comportamiento de los semiconductores.
En desarrollo del segundo, sostiene que el problema de la fatiga metálica y
muchos otros fenómenos concernientes al comportamiento de los sólidos en el
espacio nunca habrían sido investigados de no ser por la construcción de aviones
supersónicos y cohetes26.

A la luz del primer contraejemplo se puede decir que si bien se puede conceder
que el diseño del transistor inspiró importantes investigaciones en la ciencia
pura, también es cierto que la historia reciente de la tecnología muestra que el
estudio de los semiconductores se remonta hasta el desarrollo mismo de la
mecánica cuántica. De suerte que en los años 50 ya se contaba con un estudio lo
suficientemente sistemático como para inspirar aplicaciones tecnológicas, como
el diseño del transistor en esa misma década27. Si los registros históricos son
correctos, resulta equivocado afirmar que fue el diseño del transistor el que
sirvió para una formulación articulada de la teoría de los semiconductores en la
física del estado sólido, dado que hay antecedentes historiográficos que
muestran, así sea en un desarrollo primitivo, que el estudio de los
semiconductores ocupó a los físicos mucho antes del inventó del transistor en
los laboratorios Bell.

26
Cf. Skolimowski, H.(1966) The Structure of Thinking in Technology. In: Philosophy an Technology:
Readings in the philosophical problems of technology. (eds) Carl Mitcham and Robert Mackey. London:
The Free Press.
27
Para un análisis más detallado Cf. G. Busch: "Early history of the Physics and Chemistry of
Semiconductors": Condensed Matter News 2, 15 (1993).

53
El segundo contraejemplo es tan discutible como el primero porque por lo
menos desde 1860 se dispone de teorías articuladas para explicar la fatiga de
materiales, como el del rompimiento de los ejes de las ruedas de los trenes. Vale
recordar que no es hasta 1947 cuando un avión puede superar, por primera vez
la velocidad del sonido. Con base en lo anterior se puede colegir que los dos
contraejemplos que ofrece Skolimowski son bastante controvertibles. Pasemos
ahora al segundo argumento.

Segundo argumento: o argumento del contraste


En este segundo argumento, Skolimowski se propone mostrar las significativas
diferencias entre el desarrollo científico y el tecnológico, para concluir que si
ambas empresas exhiben diferencias importantes en el modo como progresan,
no es legítimo inferir que la tecnología sea una ciencia.
Con base en ello, Skolimowski declara en primer lugar, una abierta simpatía por
el modelo popperiano de la ciencia de acuerdo con el cual: el progreso científico
resulta del mejoramiento continuo de las teorías científicas mediante la
sustitución de teorías por otras más simples, más universales y con mayor poder
explicativo. A la luz de esta perspectiva, la ciencia se caracteriza por investigar
la estructura íntima de la realidad y por buscar la verdad. Por contraste, la
tecnología no se propone investigar la realidad, sino crear una de acuerdo con
los diseños. Su crecimiento exhibe propiedades epistemológicas harto distintas
de las de la ciencia porque en su desarrollo la tecnología produce artefactos con
características muy interesantes por su grado de eficiencia. De lo que se sigue
que no hay ningún interés por la verdad. Este segundo argumento se puede
resumir del siguiente modo:
(p1) si los criterios que permiten explicar el desarrollo científico y tecnológico
son notablemente diferentes, i.e., no pueden intercambiarse en uno y otro
dominio, entonces la tecnología no es una ciencia.
(p2) Como el criterio que permite explicar el desarrollo científico es muy
distinto del cambio tecnológico. Por lo tanto la tecnología no es una ciencia.

54
Para responder a dicho argumento creo que podríamos defender una visión tanto
del progreso científico, como del progreso tecnológico en la que el motor que
los impulsaría a ambos sería el mismo, a saber: la resolución de problemas. Si
admitimos esto, concediendo por supuesto, que mientras la ciencia básica se
propone resolver problemas conceptuales, mientras que la ciencia aplicada se
propone resolver problemas prácticos, es claro que el mecanismo que explicaría
el progreso en cada caso sería el mismo así los objetivos finales difieran. En lo
que sigue examinaré la segunda característica de la tecnología, i.e.,. la búsqueda
del bienestar.

El ideal regulativo universal de la tecnología


La idea de que la técnica tiene como propósito último el bienestar de los
individuos no es una idea de mi propia cosecha. El filósofo español José Ortega
y Gasset en su trabajo seminal “Meditación de la Técnica” sostenía que “la
técnica es la producción de lo superfluo…en virtud de que para el hombre existir
significa “vivir bien”’.28 Sin embargo, semejante optimismo no es una
característica común a los filósofos de la técnica, Jacques Ellul, por ejemplo
sostiene que: (i) la tecnología no progresa en términos de un ideal moral, (ii) la
tecnología no soporta ningún juicio moral y finalmente sostiene que (iii) la
tecnología es amoral. En lo que sigue mostraré por qué no estoy de acuerdo con
(i) y (ii), aunque se pueda conceder que (iii) es verdadera. (ya no!)
Consideremos entonces la siguiente pregunta: ¿Sigue la tecnología un ideal
moral? Yo creo –a pesar de Ellul- que sí. Si el ideal regulativo universal de la
tecnología es la búsqueda del mayor bienestar para el mayor número de
personas, a mi juicio, resulta evidente que la tecnología sí progresa en términos
de un ideal como éste. Una prueba de ello, es el aumento del promedio de
expectativa de vida de los seres humanos gracias a los desarrollos tecnológicos
en el dominio de la medicina. Ahora creo que no es legítimo negar la tesis que
defiendo apelando a unos cuantos casos aislados en los que la tecnología no
parece ser compatible con dicho ideal.

28
Cf. Ortega y Gasset. Meditación de la Técnica. Editorial Espasa Calpé, 1939.

55
Al examinar la segunda tesis nos encontramos con un argumento increíblemente
débil, Ellul sugiere que:
(P1) Si los ingenieros no siguen ninguna constricción moral al diseñar sistemas
técnicos, entonces ello es una prueba de que la tecnología no soporta ningún
juicio moral. Semejante conclusión me parece sorprendente, porque si fuese
cierto que los ingenieros no tienen ningún escrúpulo moral al momento de
inventar o innovar, ello no los exime del importante rol moral y social que
implica el ejercicio de su profesión.
Quisiera concluir temporalmente mi trabajo indicando que si bien es cierto que
la tecnología es amoral en virtud de que sólo las acciones humanas están sujetas
a una evaluación moral, también es cierto que si la tecnología es un “conjunto
de actos técnicos”, y por lo tanto, es un tipo de conocimiento que se convierte
en acción, tales acciones sí son, obviamente susceptibles de ser evaluadas bajo
un canon universal: la promoción del bienestar, no sólo de las generaciones
presentes sino también de las generaciones futuras.

56
PONENCIA DIPLOMADO EN FILOSOFÍA

“Un siglo termina que ha creído poder destruir el rostro humano en los
campos inventados por la barbarie totalitaria. Termina este milenio y
nos preguntamos cómo es posible que un siglo tendido hacia el progreso
y la civilización, un siglo asentado en un pasado recorrido de parte a
parte por cánticos de alabanza a la luz de la razón, a la libertad y a la
dignidad humanas, no haya podido impedir que otros seres humanos,
capaces de llorar y emocionarse por el sufrimiento del otro en el
transcurso de una evocación literaria, quedasen impertérritos frente a su
propio crimen. Esto es lo que desgraciadamente constituye la horrible
novedad del siglo XX; un siglo que no se ha caracterizado precisamente
por la muerte de Dios, sino por la muerte del hombre, por la muerte de
lo humano y de la humanidad” Catherine Chalier…
“Cuando busco al hombre en la técnica y el estilo europeos, veo una
sucesión de negaciones del hombre, una avalancha de asesinatos” Franz
Fanon…
El 6 de agosto de 1986, ante una multitud reunida en la Universidad de Ixtapa
México, Gabriel García Márquez escribió sobre la barbarie de este tiempo.
Había que pedirle muy poco a la imaginación literaria del realismo mágico para
expresar la horrible novedad del siglo XX en el contexto de la bomba de
Hiroshima. El autor de Cien años de soledad, testigo de otros desastres, buscaría
en una antigua leyenda el título de su memorable discurso: “El cataclismo de
Damocles”.
Damocles era un viejo cortesano del tirano de Siracusa [Dionisio I] que en
alguna ocasión habló sobre la grandeza y alegría que rodea a los gobernantes y

57
soberanos. El tirano de Siracusa, conmovido y al mismo tiempo ofendido por
los juicios de su cortesano, lo invitó a un gran banquete donde él, Damocles,
sería el rey por un día. Abundancia de placeres rodearon la mesa del nuevo
tirano, y Damocles constató su juicio: grandeza y alegría acompañan el día y la
noche de todo soberano.
En medio del fastuoso banquete, Damocles se percató de que sobre él pendía
una espada muy afilada sostenida sólo por una delicada y delgada crin de
caballo. El tirano de Siracusa observó cómo Damocles entraba en pánico. El
tirano de seguro pensaba en la manera como el juicio de su cortesano se
desmoronaba ante el riesgo de la espada que colgaba sobre su cabeza. Quizá esta
artimaña le permitiría darse cuenta que en medio de la grandeza y la alegría de
un tirano, siempre se ciernen peligros impensables.
De esta historia se sirvió García Márquez, y de la expresión que de ella se hizo
cotidiana: “La espada de Damocles”. Quienes lo escucharon en Ixtapa de seguro
evocaron la demanda que el autor de El General en su laberinto hiciere en su
discurso de aceptación del premio nobel de literatura: “Todavía no es demasiado
tarde para emprender la creación de la utopía contraria, una nueva y arrasadora
utopía de la vida donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir,
donde sea cierto el amor y sea posible la felicidad y donde las estirpes
condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda
oportunidad sobre la tierra”.
Sobre el cielo de Hiroshima, aquella aciaga mañana del 6 de agosto de 1945, se
tendió una indescriptible desconfianza en torno a esta estirpe. Cuando las calles
de Hiroshima fueron arrasadas por la primera bomba atómica, el mundo-técnico-
moderno asistió a su más trágica realización histórica.
Niño pequeño fue el nombre con el que bautizaron aquella creación científica.
La memoria del holocausto ahora tendría por compañera la memoria de la
bomba atómica.
Ya habían pasado 41 años, y el nobel, con valor literario, imaginó lo que pasaría
un minuto después de la última explosión, de las tantas Hiroshimas que dejarán
los muchos “niños pequeños” que podemos ser en el desaforado esfuerzo por

58
alcanzar la cumbre de la carrera armamentista, ese instante de plenitud técnico-
científica a disposición de los más desquiciados ejercicios del poder de la
sociedad moderna.
“Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres
humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas
derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo.
Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de
los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en
las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas
cubrirán el desierto del Sahara, la vasta Amazonía desaparecerá de la faz del
planeta destruido por el granizo, y la era del rock y de los corazones
trasplantados estará de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos
que sobrevivan al primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un
refugio seguro a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo
habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La
Creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas,
el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas”.
Definitivamente este no es un pasaje del Rastro de tu sangre en la nieve, ni
mucho menos un cuento peregrino con el que se andaba el escritor de Aracataca;
el Cataclismo de Damocles es, por el contrario, la mirada poética de un escritor
que instala la época moderna en el trono del tirano de Siracusa.
Cuando esta época mira hacia arriba ve la espada que amenazaba al cortesano,
cuando mira hacia abajo reconoce que está sentada sobre una ojiva nuclear. A
cada instante siente que puede poner en riesgo la vida… No sólo la suya…
García Márquez no tiene más opción que evocar a un gran novelista de nuestro
tiempo que se preguntó si la Tierra no sería el infierno de otros planetas y se
respondió:
“Tal vez sea mucho menos: una aldea sin memoria, dejada de la mano
de sus dioses en el último suburbio de la gran patria universal. Pero la
sospecha creciente de que es el único sitio del Sistema Solar donde se ha
dado la prodigiosa aventura de la vida, nos arrastra sin piedad a una

59
conclusión descorazonadora: la carrera de las armas va en sentido
contrario de la inteligencia. Y no sólo de la inteligencia humana, sino de
la inteligencia misma de la naturaleza, cuya finalidad escapa inclusive a
la clarividencia de la poesía. Desde la aparición de la vida visible en la
Tierra debieron transcurrir 380 millones de años para que una mariposa
aprendiera a volar, otros 180 millones de años para fabricar una rosa
sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas
para que los seres humanos a diferencia del bisabuelo pitecántropo,
fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor.
No es nada honroso para el talento humano, en la edad de oro de la
ciencia [y de la técnica], haber concebido el modo de que un proceso
milenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde
vino por el arte simple de oprimir un botón”.
Definitivamente don Francisco de Goya y Lucientes, el gran pintor romántico
de la España de principios del siglo XIX, no se equivocaba cuando nombró el
primer grabado de los “desastres de la guerra”: “Hoy tristes presentimientos de
lo que está por venir”.
¿Cuáles son los monstruos de nuestro mundo-técnico-moderno? Esta estirpe
condenada a cien años de soledad, aun no supera el horror a lo desconocido. El
momento en que nos estremece la pregunta: ¿Qué puede el hombre y la técnica?
¿Qué puede el mundo-técnico-moderno? Ya pudo Auschwitz, ya pudo
Hiroshima. ¿Ahora qué nos queda por esperar? Este sueño de la razón, este
sueño de los “ojos abiertos”, como diría el escritor uruguayo Eduardo Galeano,
quizá termine por mostrarnos que es preferible soñar con los ojos bien cerrados.
De seguro este “mundo-técnico-moderno” puede emocionarse hasta el
paroxismo con la conquista físico-matemática de la “naturaleza” y el “cosmos”,
pero ¿Qué decir de “niño pequeño”, esa otra aventura de la ciencia moderna?
¿No fue acaso uno de los más importantes físicos norteamericanos el
responsable del proyecto Manhatan?
Un destacado científico norteamericano nos llevó a un doblez de la “Crónica de
una muerte anunciada”; y ahora más que nunca, como escribía García Márquez,

60
se hace indispensable un “arca de la memoria”; incluso en este momento en el
que volver sobre lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki no puede ser juzgado
como “anacronismo” al momento de pensar la relación entre el mundo técnico-
científico y el mundo ético-político. La experiencia de una nueva Auschwitz nos
acecha pero cada vez es más lejana su realización histórica. Y si bien existen
brotes de neofascismo, los campos de concentración parecen dosificar su
barbarie. Sin embargo una nueva Hiroshima parece una amenaza constante.
Alguien dijo en el año 2005 que existían 400.000 bombas similares a las que
rasgaron el cielo de Japón en 1945. Alguien nos estremeció con el anuncio, pero
ninguno de nosotros espera una verificación empírica para constatar la veracidad
de lo dicho. La amenaza de la capacidad armamentista de la aldea global parece
irrefutable. Fue un gobierno de inspiración utilitarista como el de Harry Truman
quien decidió la utilización de la “Bomba Atómica” para acelerar la derrota de
Japón en la guerra del pacífico. El 15 de agosto de 1945, sus palabras fueron
contundentes: “Esta tarde recibí un mensaje del gobierno japonés en respuesta
al mensaje que nuestro gobierno le envió a través del secretario de Estado el 11
de agosto. Veo esta respuesta como una aceptación total de la declaración de
Potsdam que especifica la rendición incondicional de Japón” […] El discurso de
Truman desató el delirio colectivo en las calles de Nueva York… en el otro lado
del pacífico un emperador anunciaba el fin de una era, mientras Hiroshima y
Nagasaki, sorprendidas aquella mañana con el último obsequio de Pandora, se
refugiaban en lo innombrable.
Un general que participó de los acontecimientos, describió así la decisión del
gobierno de Truman: “La idea de usar esas bombas era ganar la guerra. Ganarla
lo más pronto posible sin compasión ni arrepentimientos […] Nunca he tenido
una pesadilla sobre este asunto. Todo resultó como se planeó. Pasó lo que pasa
cuando hay guerra: destruyó gente”.
Los discursos públicos soportaron el peso de la barbarie cometida. Truman
desde la trinchera política, Oppenheimer desde la trinchera científica.
Encuentro, coligación, cruce, entre los intereses arriesgados en la guerra y la
capacidad técnico-científica de la industria militar. No se equivocaba Jean

61
Patocka cuando afirmaba que el mayor producto de la civilización industrial es
la guerra.
El 2 de noviembre de 1945, Oppenheimer se despidió del proyecto Manhatan,
de sus patrocinadores y de sus auxiliares… es hombre de pocas palabras.
Sintetizó no sólo la decepción del orador y sus oyentes, como advierte Richard
Sennett, también evidenció ese segundo gran momento de la modernidad: El
control y la dominación de la naturaleza se convierten en poder sobre el
mundo… incluso el espíritu absoluto de Hegel podría sentirse amenazado por la
capacidad armamentista del nuevo imperio. Oppenheimer también fue
contundente: “Es bueno dejar a la humanidad en su conjunto el máximo poder
posible para controlar el mundo y convivir con él de acuerdo con sus
conocimientos y sus valores”.
Las palabras de Truman y de Oppenheimer de seguro se disputan un lugar
privilegiado en el arca de la memoria que propuso García Márquez capaz de
sobrevivir al diluvio atómico. Los náufragos siderales del realismo mágico,
como “un señor muy viejo con unas alas enormes”, se encargarán de contar
aquello que las cucarachas, escribe García Márquez, no podrán contar: “que aquí
existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia,
pero que también conocimos el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la
felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los
culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de
paz para que esta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan
bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del Universo”.
Inventos de la ciencia, intereses de la política. Hannah Arendt pretendía
desembocar en la discusión sugerida por Husserl en la conferencia de Praga de
1935. En el mundo ético-político se podría juzgar el “uso” de los conocimientos
aplicados para la fabricación de la bomba, y el destino final de ésta. Confianza
radical en el espacio público, en el mundo político, en la conversación del ágora.
Arendt pretendía en el ámbito público, como lo narra Richard Sennett, decidir
que tecnologías habría que estimular y cuáles debieran reprimirse. “El habla y
la acción son los modos en que los seres humanos se manifiestan unos a otros

62
no como objetos físicos, sino en cuanto hombres. Esta manifestación, en la
medida en que se distingue de la mera existencia corporal, se basa en la
iniciativa, pero se trata de una iniciativa de la cual ningún ser humano puede
abstenerse sin dejar de ser humano […] una vida sin habla y sin acción está
literalmente muerta para el mundo”.
El proyecto Manhattan se mantuvo en absoluta reserva. El único debate se daba
en las altas esferas del poder militar. Públicamente circulaba el rumor de una
bomba. Se protegía del espionaje, de las críticas, de las palabras que pudieran
ejercer algún contra-poder. El proyecto Manhattan era un asunto de la política
pero no de la que tiene que ver con todos. Era más bien un asunto de Estado. Y
en los asuntos de Estado el contrato social se rompe. Los individuos quedan
confinados. Democracia del Estado de Sitio. Ciudadano del Estado de
Emergencia. Sujetos de acción contemplativa. La euforia de la Praecisio mundi.
Fue en el centro de Hiroshima. La temperatura del suelo llegó hasta los 5.000
grados Celsius. Los vientos de la explosión recorrieron Hiroshima a 1.600
Km/h. 140.000 personas murieron al instante. Otras 160.000 morirían por efecto
de la radiación a partir de 1946. Nadie sobreviviría al horror de sus recuerdos.
Habla pero ya no puede actuar. Un militar de alto rango que participó en el
proyecto Manhattan afirmó: “Abrimos la caja de Pandora. El genio salió y no
se le puede regresar a la lámpara. De ahora en adelante el mundo vivirá con la
posibilidad de ataques y guerras nucleares”. Miedo pandórico. El amargo
regalo de los dioses se renueva en el siglo XX. El temor a ser tocados por lo
desconocido ya no sorprende ni a los más fervorosos seguidores de Elías Canetti.
¿Qué es lo desconocido para la época de la reproducción técnica? Sennett
encuentra un testimonio de Oppenheimer que se torna desolador. Epimeteo cede
su lugar a un profesor de física de la Universidad de California, que obnubilado
por el obsequio de los dioses, afirmó: “Cuando ves algo técnicamente atractivo,
sigues adelante y lo haces; sólo una vez logrado el éxito técnico te pones a
pensar qué hacer con ello. Es lo que ocurrió con la bomba atómica”. ¿Acaso
un antecedente del ensayo sobre la ceguera? “En la primera mitad del siglo XX
murieron al menos setenta millones de personas en guerras, campos de

63
concentración y gulags. A juicio de Arendt representa la combinación de
ceguera científica y poder burocrático”. No es la ausencia de la racionalidad,
es su exceso, su grado cero. Hiroshima fue calculado por la racionalidad política
y realizado por la racionalidad científica de la época. A diferencia de lo que
pensaban algunos filósofos de la primera mitad del siglo XX, la barbarie podía
comprenderse como una consecuencia lógica y ontológica de una «Praecisio
Mundi», cuando “Praecisio, como sostenía Janke, significa literalmente “cortar
delante” y adquiere el sentido positivo: expresarse brevemente, dejar de lado lo
superficial. Por ello llamamos preciso lo que se resume en lo esencial, lo
determinado distintamente, lo medido exactamente, lo dicho concisa y
claramente. Ya desde Descartes, exige el método de nuestra representación
científica del mundo una claridad y distinción tal que elimine todo lo dudoso y
oscuro o confuso […] Praecisio designa en un principio, por tanto, una
mutilación terrible que hace a los hombres inválidos, estériles, mudos y sin
patria… ¿No será que la cada vez más descomunal aclaración del mundo
desfigura el habitar humano en el mundo? ¿Las precisiones de una creencia
dogmática en las ciencias no llegan incluso a cortar órganos vitales de nuestra
existencia? ¿No se va estrechando quizá más el universo cuanto con mayor
precisión lo exploramos, hasta volverse un mundo residual, que ya no es el
mundo del hombre?” La bomba fue un ejemplo de precisión técnico-científica
en el mundo ético-político.
Nuestro pasado más inmediato [esta suerte de cultura de Auschwitz y de
Hiroshima] nos otorgó el nada honroso título de siglo de la barbarie. Como
afirmaba Hobsbawm “lamentablemente no es posible albergar duda alguna
respecto a la escalada creciente de la barbarie”. Esta expresión nos sitúa en la
historia de la civilización. Opaca otras conquistas que no se realizaron en los
ritmos de “Little Boy” y “Fast Man”. La cultura moderna que albergó un
concepto universal de hombre, que colonizó saberes y sometió alteridades, que
bajo las prácticas del colonialismo impuso una manera de ver y comprender el
mundo, arrastró hacia la barbarie esa historia en sentido cosmopolita. Si fuera
tan solo una barbarie al interior de los imperios, nada harían nuestras palabras

64
lejos de esos contextos. Pero pensamos que la caja de Pandora no termina por
cerrase. Esta cultura, con todo su arsenal teórico y todo su arsenal bélico acecha
el mundo-de-la-vida, y no sólo en sentido husserliano, anuncia en cada
movimiento, en cada decisión geopolítica que estamos listos para devenir
Hiroshima si el precio del petróleo sube, si los rusos invaden Chechenia, si los
brasileños no entregan la Amazonía, si los musulmanes no abandonan la
mezquita para dirigirse a los shopping center, si los palestinos reclaman su
autonomía, si los inmigrantes buscan legalizarse, si se cuestiona el estilo de vida
o los ideales del progreso. Hiroshima es una realidad técnico-científica, y aun
cuando esta no es condición suficiente, ¿en qué ha cambiado la tensión ético-
política?
En 1955, los Estados Unidos brindaron apoyo estético a las mujeres
desfiguradas por la radicación. Ofrecieron cirugías para reconstruir sus rostros.
El mundo del espectáculo, que soporta el mundo ético-político en el Imperio,
narró así la situación: “Las últimas de las señoritas de Hiroshima se van a casa
luego de un año y medio de cirugías plásticas en Estados Unidos, que redujeron,
más no eliminaron las cicatrices causadas por la bomba de Hiroshima. Son
testigos del horror causado por la primera bomba usada contra civiles pero dicen
que el sacrificio valdría la pena sólo si la bomba no se vuelve a usar nunca más”.
Faltó agregar algo a la pauta publicitaria de 1955: Sin embargo se aclara a la
teleaudiencia que el gobierno de los Estados Unidos continúa fabricando este
tipo de bombas para garantizar el control y el poder sobre el mundo, incluidas
estas señoritas ya recuperadas.
Elías Canetti, el escritor búlgaro que dedicó más de tres décadas a escribir su
obra magna: “Masa y Poder”, se ocupó de los horrores de Hiroshima
recuperando el Diario del médico Michihiko Hachiya quien testimonió lo
sucedido entre el 6 de agosto y el 30 de septiembre de 1945.
Canetti intentó enfrentar con su escritura cada uno de los momentos en los que
el siglo XX ratificó su altar a la barbarie. El señor Canetti pensaba que sólo
quien toma conciencia del mundo puede decir algo sobre él… “no puede ser
tarea del escritor dejar a la humanidad en brazos de la muerte”. Siempre puso en

65
duda su derecho a serlo. A mediados de la década del setenta, y cuando la cultura
parecía reponerse de los desastres de la guerra, o más bien, cuando se libraban
“otras guerras” y nos hacían olvidar las primeras, Canetti irrumpió la aridez
discursiva de los pensadores que ya no se estremecían ante sus propias ruinas.
En las páginas de un médico moderno -tan profundamente japonés- halló Canetti
el rostro de lo inexplicable. Para el autor de “juego de ojos”, el diario del doctor
Hachiya resume el horizonte literario de la época. “No hay una sola línea falsa
en este Diario, ninguna vanidad que no esté basada en la vergüenza. Si tuviera
algún sentido averiguar qué forma literaria es hoy en día indispensable,
indispensable a un hombre que sepa y tenga los ojos bien abiertos, habría que
decir: ésta”. Cada página es para Canetti, transcripción del sufrimiento y la
desolación humana… arrasado el mundo ético-político en Hiroshima, parece
cobrar sentido aquella expresión de Nietzsche: “Todo lo que nace tiene que estar
dispuesto a un ocaso doloroso, nos vemos forzados a penetrar con la mirada en
los horrores de la existencia individual”.
“Rostros que se deshacen en Hiroshima, la sed de los ciegos. Dientes
blancos que sobresalen en una cara desaparecida. Calles ribeteadas de
cadáveres. Sobre una bicicleta un muerto. Estanques rebosantes de
muertos. Un médico con cuarenta heridas. “¿Estás vivo? ¿Estás vivo?”
Tendrá que oírlo muchas veces. Visita ilustre: Su excelencia. En honor a
él se incorpora en su lecho de enfermo y piensa que está mejor. Por la
noche, como única luz, las fogatas de la ciudad. Cadáveres ardiendo.
Olor a sardinas quemadas. Cuando ocurrió, lo primero que de pronto
advirtió en sí mismo: que estaba totalmente desnudo. El silencio, todas
las figuras se mueven sin ruido, como en una película muda. La visita a
los enfermos en el hospital: primeros informes sobre lo sucedido, la
destrucción de Hiroshima. La destrucción de los 47 Ronin ¿La habrían
elegido por esto?”
Canetti medita ante las primeras páginas del diario del señor Hachiya. Pero todo
sigue siendo absolutamente inexplicable. Cada página es para Canetti un
momento de reflexión. También una duda. Una sospecha que se extiende sobre

66
la cultura moderna. Es inevitable no desconfiar de la condición humana. O más
aún, ¿Para qué preguntarse por la humana condición? A Canetti sólo le queda
una afirmación: “Sobre Hiroshima se abatió una catástrofe que fue
cuidadosamente calculada y provocada por seres humanos”. ¿Qué hizo posible
la bomba en Hiroshima? Pero también, como pregunta Canetti: ¿Qué significa
sobrevivir a una catástrofe de semejante magnitud? Más allá de sus
connotaciones científicas y políticas, los acontecimientos de Hiroshima son el
resultado de una “visión del mundo”, un “imaginario de la época”, una
“realización histórica del proyecto moderno”. La destrucción de Hiroshima y
Nagasaki tres días después, es posible por una racionalidad instrumental, una
reducción de la vida y el habitar humano al “mundo-técnico-moderno”.
Esta época a la que pertenecemos se abrió camino entre los escombros y las
ruinas de antiguas barbaries. Definitivamente el primado continúa siendo, pese
a Arendt, el de la razón práctica. Truman guía a Oppenheimer.
“Los pacientes fallecidos continúan siendo incinerados frente a las ventanas del
hospital durante un tiempo más: la muerte prosigue su curso, como una especie
de epidemia nueva, desconocida […]” El doctor Hachiya, médico moderno -
profundamente japonés- nunca descifró el enigma. Buscó entre los muertos. Ni
siquiera su saber científico le permitía comprender la situación de los cuerpos
expuestos a la radiación.
Un sobreviviente expresó 60 años después que “aquellos que vieron la
explosión de cerca murieron. Poca gente la vio como la vi yo desde una
distancia segura. De la nada se formó un círculo rojo de fuego. Un anillo. Se
formó una nube blanca que creció mucho y se siguió expandiendo hasta que
tocó el anillo y se transformó en una bola de fuego. Todos le dicen la nube de
hongo. Pero no era una nube, era una columna de fuego. Una enorme columna
de fuego [...] Me desperté y vi a mí alrededor. V i algo horrible, ojos colgando.
Tenían la piel destruida y les colgaba del cuerpo. Auxilio, auxilio, gritaban.
Una señora lleva un bebé. El bebé no tenía cabeza. Yo estaba aterrada. La
señora pedía agua, pero yo estaba paralizada. ¿Qué podía hacer yo? Apenas
tenía 10 años y tenía que cuidar a mi hermana. Así que dejé a la señora y fui a

67
cuidar a mi hermana. Mi hermana se había desmayado así que le daba en la
cabeza y el gritaba hasta que despertó. Comenzó a llamar a mi mamá a gritos.
Nos abrazamos y llamamos a nuestra mamá. De pronto vi dos cuerpos
quemados, no muy lejos. Vi uno de los cuerpos y tenía huecos en lugar de ojos
y un diente de oro. Mi mamá tenía un diente de oro, así que supe que era ella.
Estiramos los brazos y dijimos mami. Ante nuestros ojos se desmoronó en
cenizas. Eso pasó hace 60 años. Pero nunca se me olvidará […] Cuando
llegaron los americanos nos asustamos de ver tantos jeeps. Les pregunté por
qué mataron a mi familia, por qué merecían morir. Pero, claro no entendían
japonés. Sólo me sonreían… Devuélvanmela les gritaba”
Este diario narrado pos los sobrevivientes en el año 2005, parece reconstruir las
series atonales del compositor polaco Krzysztof Penderecki quien compuso,
hacia 1961 “Treno a las víctimas de Hiroshima”. Composición dramática. Como
el diario de Hachiya. Como el cataclismo de Damocles. Como la caja de
Pandora. Como las preguntas de Hannah Arendt. Como las escasas posibilidades
ontológicas del ser-ahí después de la barbarie. En medio de ella. Como los
cuerpos de las víctimas. Su lamento. El grito ensordecedor que atraviesa esta
época. La inscripción en una memoria fatigada que no se cansa de recordar a
través de 52 instrumentos de cuerda la fuerza de la explosión. “No sabíamos
nada sobre la radiación. La llamábamos PIKADON. PIKADON era una
palabra sucia para referirse a la bomba. Las personas PIKADON se volvieron
intocables. Nos trataban como a escoria. Pero aún teníamos que comer.
Robábamos maíz en plantaciones ajenas. No sabíamos que todo tenía radiación.
Hallamos una manera de sobrevivir”. En Hiroshima parecía cumplirse un
adagio de Nietzsche: “Yo anuncio una era trágica, el arte supremo de decir sí
a la vida, la tragedia volverá cuando tengamos ante nosotros las guerras más
duras pero más necesarias por la vida”.
ANEXO IMÁGENES
IRI MARUKI (1901-1995) Y TOSHI MARUKI (1912-2000)
[…] A dos kilómetros del centro de la explosión, la casa de la familia aún estaba
en pie. Sin embargo, el techo y las tejas se habían quemado, las ventanas habían

68
volado… En lo que quedaba de la estructura quemada, rescatamos algunas
víctimas de la bomba… Llevamos a los heridos, entre los muertos incinerados…
Con el hedor de la muerte, las moscas y los gusanos a nuestro alrededor,
anduvimos errantes por las calles destruidas… Pasaron tres años antes de que
comenzamos a pintar lo que habíamos visto. Comenzamos a pintar nuestros
propios cuerpos desnudos para traer de vuelta las imágenes de la época... [Son
quince cuadros de 2 metros de ancho por 7 metros de largo. Pintados entre
1950 y 1982. Expresan los desastres del primer bombardeo atómico de la
historia de la humanidad]:
FANTASMAS (1950): Era una procesión de fantasmas… Las ampollas púrpura
en la piel no tardaron en estallar… Arrastrando su piel andrajosa, agotados,
gimiendo en las escombreras y muriendo uno tras otro. En el centro de la
explosión, la temperatura llegó a seis mil grados. Todos quemados
carbonizados… nadie podría decir algo del otro. Voces frágiles que
pronunciaban nombres sin ser reconocidos.
FUEGO (1950): "Pika!" La luz azul-blanca del flash, la explosión, la fuerza,
la ola de calor… Nunca en el cielo ni en la tierra la humanidad había
experimentado esto… En un instante todo estalló en llamas y se transformó en
ruinas. El silencio del desierto jamás volvió a irrumpirse… Fragmentos de
vidrio perforando el estómago; los brazos y las piernas mutiladas… La gente
consumida por el fuego. "¡Rápido! ¡Fuera, rápido!" -gritó alguien. "¡No
puedo!" Llegó el grito de la madre antes de ser aplastada por pesadas vigas…
"Entonces, el niño!" -gritó el otro… Y la madre y el niño fueron devorados por
las llamas rápidamente bermellón.

AGUA (1950): Los pies hacia afuera, hacia adentro cabezas. Montañas de
cadáveres. Capa tras capa de cuerpos apilados… para no ver los ojos, ni la
boca, ni la nariz. Agua, agua. Todos los errantes en busca de agua. Huyendo
de las llamas lamiendo la última gota de agua.
ARCO IRIS (1951): Un soldado con una espada desnuda y con botas militares.
Un soldado con los brazos rotos y las piernas aplastadas. Su piel desgarrada…

69
otros soldados enfermos corriendo sin rumbo… La quietud en la tierra…
Silencio sepulcral como el sonido del agua que desciende en el suelo… De
pronto un soldado enloquecido señaló al cielo gritando.
NÑOS Y NIÑAS (1951): Líneas de muertos a lo largo de las riberas. Los niños
y niñas han sido movilizados para hacer el trabajo de los adultos para derribar
los edificios… Dos hermanas abrazadas y desfiguradas… Cerca de allí, varios
jóvenes sin un rasguño yacían muertos.
DESIERTO ATÓMICO (1952): No había comida, ni medicinas. Todas las casas
se quemaron… No hay electricidad… Los muertos y los heridos eran alimento
para los gusanos, y los enjambres de moscas zumbaban. El olor de los
cadáveres estaba en el viento. La bomba atómica explotó en los corazones
humanos…
BOSQUE DE BAMBÚ (1954): Un bosquecillo de bambú fue el único refugio
para la gente. hablan: ¿Qué fue eso? "Fue una especie de bomba". "No, fue un
rayo de la muerte." "Hubo un flash y boom ..." -No, no hubo ningún boom en
Hiroshima. Debe haber sido muy fuerte. Sólo flash - Pika! "… Las personas sin
hogar que encontraron refugio en los matorrales sintieron su último aliento.
RESCATE (1954): El incendio fue incesante. Las personas buscan a sus
familiares para llevarlos de regreso a casa… en el camino fueron encontrando
la muerte. Una joven sostenía una galleta para su familia pero cayó y murió.
YAIZU (1955): Era 1945. Por primera vez en historia de la humanidad, fue
lanzada una bomba atómica desde los cielos de Hiroshima y Nagasaki. Las
cenizas de la muerte acechan la memoria de aquel lugar. Una vez, dos, tres
veces fuimos víctimas de la era nuclear.
PETICIÓN (1955): Detener la bomba atómica… Detener la bomba de
hidrógeno… Parar la Guerra…
LA MADRE Y EL NIÑO (1959): Bajo las estructuras destrozadas y en medio de
las implacables llamas, se desmoronan los cuerpos calcinados. No existen
lugares para escapar. El último refugio era el de la madre, blindaje para sus
bebes también calcinados.
MUERTE DE PRISIONEROS (1971): Nuestras manos temblaban…

70
CUERVOS (1972): Los cuervos descienden del cielo. Bajan y comen ojos.
Oramos.
NAGASAKI (1982): La segunda bomba cayó encima de la Catedral de
Uragami… Al instante fueron aniquilados los sacerdotes y los creyentes.
Interminables círculos de seres humanos muertos alrededor de la Catedral…

Comentario al texto del profesor Pineda

Me propongo en estas páginas oponer mis puntos de vista a algunas de las tesis
a las que parece suscribirse el profesor Jaime Pineda acerca de la naturaleza de
la tecnología moderna, no sin antes advertir al auditorio que los puntos de vista
del profesor Pineda y los míos son bastante cercanos en algunos aspectos, entre
ellos, encuentro irrebatible su abierto rechazo por el uso de tecnologías militares
que dieron lugar a algunas de las barbaries más despreciables del siglo XX, tales
como el caso de Hiroshima y Nagasaki. Sin embargo, encuentro que no es
sensato mantener una actitud excesivamente hostil frente a la tecnología
moderna. Para defender semejante punto de vista encuentro conveniente
esclarecer las motivaciones por las cuales la tecnología moderna puede generar
tanto desasosiego en el filósofo como en el hombre de la calle. Tras hacer esto,
voy a ofrecer tres argumentos por los cuales creo que es sensato preservar
nuestra fe en el desarrollo tecnológico y creer que la tecnología es más un motivo
de esperanza y no de temor para la humanidad29. En el primer argumento que
voy a ofrecer, pretendo mostrar que hay más evidencia para probar las bondades
de la tecnología que su maldad. A la luz del segundo argumento mostraré que la
valoración moralmente negativa del desarrollo tecnológico está basada en la
atribución equivocada de poderes absolutos e ilimitados a la tecnología.
Finalmente, defenderé que el error del pesimismo tecnológico30 –al que parece

29
En esto sigo a Quintanilla. Cf. Tecnología: un enfoque filosófico y otros ensayos de Filosofía de la
Tecnología. México: Fondo de Cultura Económica, 2005. P 37
30
Podemos entender por ‘Pesimismo Tecnológico’ una posición con base en la cual se mantienen
algunas de las siguientes tesis: (i) la cultura que promueve la tecnología es deshumanizante, (ii) el
desarrollo científico y tecnológico es el agente causal principal de las barbaries más despreciables de
nuestro tiempo.

71
suscribirse el profesor Pineda- estriba en incurrir en la reconocida falacia de la
composición.
En contra de la Tecnología Moderna
Quienes sostienen posturas opuestas frente a las virtudes de la tecnología, basan
sus razones en una considerable evidencia empírica e histórica de los mas
despreciables “fracasos de la tecnología,” los cuales sin lugar a dudas han
suscitado un generalizado “malestar por la ciencia”, hasta un punto tal, que hay
quienes incluso se atreven a mantener que la tecnología es irreconciliable con
los intereses humanos. A continuación Indicaré algunos de los hechos históricos
que se aducen en contra de las bondades de la tecnología moderna– y que
aparacen en la literatura corriente- para luego detenerme en algunos de los
detalles del caso presentado por el profesor Pineda.

El pesimismo tecnológico se sostiene sobre la base de un argumento que


discurre a grandes rasgos en las siguientes líneas:
(Pi) Si hay suficiente evidencia histórica para mostrar los fracasos de la
tecnología, esto es, hechos con base en los cuales se muestre que la tecnología
no ha mejorado ni a los seres humanos, ni la calidad de vida, entonces es sensato
considerar a la tecnología como el agente causal principal de las barbaries de
nuestro tiempo!!
(Pii) En efecto, hay suficiente evidencia histórica…
Luego, es sensato considerar a la tecnología como el agente causal principal de
las barbaries de nuestro tiempo!!
Entre la evidencia histórica y los hechos se pueden mencionar accidentes
nucleares (Chernobyl, en la antigua Unión Soviética y Windscale en Inglaterra),
derramamientos de petróleo (Torry Canyon en Inglaterra), el uso de la
talidomida en seres humanos y el uso de plaguicidas sintéticos (DDT) en el
medio ambiente. Otro de los hechos que sirven como evidencia consiste en el
considerable deterioro ambiental que da origen a la llamada ‘crisis ambiental’ y
cuya característica principal estriba en que a diferencia del periodo previo a la
revolución industrial en el que los problemas ambientales se daban

72
localizadamente, después del surgimiento de la tecnología moderna los
problemas ambientales se volvieron globales. Un ejemplo que ilustra lo anterior
estriba en la contaminación del aire y el agua a causa de la producción de energía
y las máquinas de combustión interna. A nivel ambiental también se nos muestra
que a raíz de la acelerada industrialización se ha generado una sobreproducción
de dióxido de carbono que tiene un impacto significativo sobre el clima mundial
y la composición de la atmósfera.
Una razón adicional proviene del hecho de que los países más industrializados
dedican mayor porcentaje de sus recursos en la financiación de proyectos en
ingeniería militar que en otros sectores de investigación tecnológica como el
transporte, la salud y otros proyectos sociales. De hecho, algunas de las más
importantes compañías industriales, por ejemplo, están involucradas en el
diseño de armas de destrucción masiva.
Adicionalmente se aduce que una rápida industrialización conduce a por lo
menos dos consecuencias sociales indeseables, a saber, contribuye al aumento
del desempleo y a la formación de una brecha entre naciones ricas y pobres. Lo
primero se da como consecuencia de sustituir las técnicas tradicionales por las
técnicas industriales, aunque ello no quiere decir que a causa de la
automatización, por ejemplo, el desempleo solo haya afectado a la clase obrera;
dado que durante los primeros años de la década de los 70 el desempleo afectó
tanto a científicos como a ingenieros cualificados. Lo segundo, se da a causa de
la centralización de los recursos en el sector industrial, mientras un porcentaje
importante de la población en los países en vías de desarrollo sigue viviendo
todavía del campo.
En esa misma línea argumentativa el profesor Pineda presenta en su ensayo -con
un estilo retórico admirable- algunas de las consecuencias más despreciables del
uso militar de la tecnología contemporánea, con base en uno de los proyectos
tecnológicos más ambiciosos de nuestros tiempos. i.e., ‘el proyecto Manhattan’
que culminaría con el diseño de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
Según el profesor Pineda

73
‘Aquella aciaga mañana del 6 de agosto de 1945, se tendió sobre el cielo de
Hiroshima una indescriptible desconfianza en torno a esta estirpe. Cuando las
calles de Hiroshima fueron arrasadas por la primera bomba atómica, el mundo-
técnico-moderno asistió a su más trágica realización histórica’. El caso
Hiroshima resulta, sin lugar a dudas, aún más estremecedor cuando el profesor
Pineda nos refiere uno de los testimonios más crudos de semejante barbarie:
“aquellos que vieron la explosión de cerca murieron. Poca gente la vio como
la vi yo desde una distancia segura. De la nada se formó un círculo rojo de
fuego. Un anillo. Se formó una nube blanca que creció mucho y se siguió
expandiendo hasta que tocó el anillo y se transformó en una bola de fuego.
Todos le dicen la nube de hongo. Pero no era una nube, era una columna de
fuego. Una enorme columna de fuego [...] Me desperté y v i algo horrible, ojos
colgando. Tenían la piel destruida y les colgaba del cuerpo. Auxilio, auxilio,
gritaban. Una señora llevaba un bebé. El bebé no tenía cabeza. Yo estaba
aterrada. La señora pedía agua, pero yo estaba paralizada. ¿Qué podía hacer
yo?31
Y aunque con base en el caso Hiroshima que refiere el profesor Pineda, parece
bastante sensato suscribirse al pesimismo tecnológico, no creo que dicha
evidencia por abrumadora que parezca sea concluyente y esto es lo que me
propongo mostrar a continuación.

Pesimismo tecnológico vs Optimismo tecnológico


Para rebatir felizmente la tesis según la cual la tecnología moderna es el agente
causal de lo que algunos denominan ‘la crisis de la modernidad’ o ‘la crisis de
la cultura’, pretendo ofrecer una considerable evidencia empírica a favor de
algunos de los logros más admirables de la tecnología moderna, entre ellos, por

31 Inspirado en una línea de razonamiento similar Jacques Ellul sostiene que: se sabe, y todo el mundo
está de acuerdo en este punto, que la maquina ha creado un medio inhumano…concentración de las
grandes ciudades, casas sucias, falta de espacio, falta de aire, aceras sombrías y luz mortecina que
hace desaparecer el tiempo, fabricas deshumanizadas…transportes en común donde el hombre es
menos que un paquete, hospitales donde no es más que un numero, y esto aún se considera
progreso…proletarios y alienados tal es la condición del hombre ante la maquina 31. Cf Ellul, Jacques.
La edad de la técnica. Barcelona: Octaedro, 2003. P 9.

74
ejemplo el diseño de artefactos en campos como la medicina han permitido
duplicar el horizonte promedio de vida de los seres humanos; adicionalmente, si
bien es cierto que “la energía nuclear hace posible un holocausto nuclear, es una
alternativa de producción de energía cuando se acaben los combustibles
fósiles”.32 Así mismo, los medios de transporte y comunicación han facilitado
el intercambio no sólo comercial, sino también cultural, entre muchas otras
realizaciones importantes. Considero que con los hechos que se ofrecen como
contraejemplos es suficiente para mostrar que una actitud exageradamente hostil
frente a los desarrollos tecnológicos no resulta sensata.
Ahora bien, si no son suficientes los hechos a los cuales apelo como
contraejemplos, voy a ofrecer una especie de “argumento por extensión” con en
el cual proporcionaré un argumento adicional a favor de la tesis en discusión.
Así como la ciencia, en tanto empresa humana, es limitada; esto es, no ha
podido, no puede y seguramente no podrá en ningún momento histórico
proporcionar respuestas satisfactorias a todas nuestras preguntas, de igual modo,
la tecnología y los diseños tecnológicos que han sido elaborados con algún
propósito o finalidad, en algunas ocasiones no cumplen con dicho propósito. En
suma, la tecnología es, al igual que la ciencia, limitada. Seguramente ni el
científico ni nosotros esperamos que la ciencia nos proporcione un conocimiento
absoluto acerca de todos los fenómenos naturales y humanos; entonces, ¿por qué
habríamos de esperar que la tecnología resuelva todos nuestros problemas? La
tecnología, al igual que la ciencia padece de las mismas imperfecciones que esta.
Así como la historia de la ciencia nos muestra suficiente evidencia histórica para
darnos cuenta de que el conocimiento humano es falible en virtud del número
asombroso de ideas falsas que hemos sostenido y que seguramente hoy
sostenemos; y así como nos ha enseñado a abandonarlas una vez descubrimos
su falsedad, la historia de la tecnología nos enseña igualmente que los diseños
tecnológicos en camino hacia la eficiencia deben ser abandonados también,
debido a que no son factibles (realizables), o no son fiables, o “simplemente no

32
KNELLER, George. La ciencia en cuanto esfuerzo humano. México: NOEMA editores, 1981. P
192

75
son interesantes para ningún grupo humano, o son muy costosos, poco útiles,
excesivamente perturbadores de la estructura social o del entorno natural, o
demasiado arriesgados.”33
Con base en lo anterior, podemos advertir un problema adicional que se plantea
a la luz de la valoración moral de la tecnología, a saber, el rechazo de que el
progreso material y el progreso moral son dos caras de una misma moneda; es
decir, lo que se pretende negar es que haya una relación directamente
proporcional entre el mejoramiento de las condiciones de vida de los seres
humanos y el talante moral de los mismos. Concedo que hay suficiente evidencia
histórica que confirma que el “triunfo del hombre sobre la naturaleza” no
significa necesariamente un “triunfo sobre su propia naturaleza.” Sin embargo,
ello no quiere decir que la ciencia y la tecnología no deben propiciar el bienestar
de la humanidad, así como las virtudes morales derivadas del simple ejercicio
de la racionalidad34.

Para negar lo anterior, nuestro interlocutor podría apelar a los mismos fracasos
de la tecnología para cuestionar la compatibilidad entre este ideal y los hechos
o la evidencia histórica disponible. Para responder a esta posible objeción,
advierto que se deben considerar las dos razones que he expuesto arriba. La
primera consiste en sostener que en aquéllos casos en los cuales la ciencia y la
tecnología no han propiciado el bienestar de la humanidad se debe al carácter
limitado y falible de ambas –después de todo son productos humanos y
culturales- bien podría obedecer también a razones políticas o morales que
tienen que ver más con la naturaleza humana que con que la tecnología misma.
La segunda razón consiste en ofrecer algunos contraejemplos más o menos
contundentes mediante los cuales se pueda mostrar al pesimista que hay mejores
razones para que nuestra fe en el desarrollo tecnológico quede incólume, y eso
es lo que me propongo fortalecer con base en el tercer argumento.

33
QUINTANILLA, Miguel Ángel. Tecnología: un enfoque filosófico y otros ensayos de filosofía de la
tecnología. México: fondo de cultura económica, 2005, p 139.
34
Ibíd. P 233

76
La falacia de la composición

Recordemos que en la argumentación incurrimos en esta falacia o ‘error de


razonamiento’ cuando pretendemos atribuirle a un todo ciertas propiedades
sobre la base de las cualidades de la parte. Un ejemplo que puede ilustrar lo
anterior, consiste en pretender inferir sobre la base de que las partes de una
maquina son livianas, que la maquina es liviana. El error de razonamiento salta
a la vista porque si bien es cierto que una biela o pistón pueden ser consideradas
piezas livianas, tal cualidad no puede ser atribuida por ejemplo a la máquina de
vapor. En este error suelen incurrir quienes pretenden atribuirle una naturaleza
intrínsecamente despreciable de la tecnología sobre la base de que una maquina
como las armas no tiene otro fin o propósito que la aniquilación. Con base en lo
anterior, podemos reconstruir el argumento como sigue:

Puesto que las armas tienen una naturaleza inherentemente perversa, por lo tanto
la tecnología es perversa.

Podemos conceder que de hecho las armas tienen una naturaleza inherentemente
perversa, o si prefieren extrínsecamente perversa y por supuesto rechazar lo que
se afirma en la conclusión, sobre la base de que no solo es incorrecto atribuir
una propiedad de una parte de la tecnología a toda la tecnología, es decir, que es
incorrecto confundir las tecnologías militares o las ciencias bélicas con la
tecnología; sino que adicionalmente sobre la base de semejante tesis se
desconoce la naturaleza intrínsecamente ‘buena’ de tecnologías como la
medicina, cuyo propósito no es otro que elevar el promedio de vida de los seres
humanos, o de una tecnología como ‘la agronomía’ cuyo propósito es el mejor
aprovechamiento de los recursos agrícolas para satisfacer las demandas
alimenticias de los seres humanos.

Los pesimistas tecnológicos suelen mantener su rechazo –moderado o


exagerado- del progreso de la tecnología moderna sobre la base de una razón

77
adicional. Arguyen que ha sido la guerra la que mayor impulso ha dado al
‘desarrollo tecnológico’ por lo que se puede inferir que la naturaleza de la
ciencia y la tecnología no es contemplativa como se suele creer entre los más
optimistas, sino que es aterrorizadoramente agresiva. Los trabajos de Richard
Weaver35 y Hans Jonas36 plantean un punto de vista que discurre en estas líneas.
Sin embargo, creo que esto es algo cuya verdad solo se aplica para muy pocos
dominios de la tecnología como la electrónica. Y aunque algunos desarrollos
interesantes en la medicina se dieron gracias a las necesidades de la guerra, creo
que es ilegitimo inferir sobre este factor social -que influye en el diseño de
soluciones tecnológicas en algunos campos de la tecnología-, que su naturaleza
es intrínsecamente agresiva.

Hay un defecto adicional en la argumentación del pesimista cuando aduce que


uno de los principales errores de la tecnología moderna consiste en que ha
elevado los valores económicos por encima de las necesidades sociales. El
defecto estriba en que se pasa por alto que no toda tecnología tiene como
propósito la producción industrial, si bien es cierto que las ingenierías –qua
tecnologías- tienen este propósito, hay también tecnologías sociales como la
medicina o la psiquiatría cuyo propósito no es la producción. De lo que resulta
evidente que, nuevamente se confunde algunos dominios de la tecnología con la
tecnología.

A modo de conclusión, he procurado ofrecer algunas de las razones por las


cuales estoy convencida de que los argumentos que se aducen para suscitar en
nosotros un desasosiego sobre el desarrollo tecnológico no son concluyentes.
He indicado tres defectos: el primero de ellos consiste en pasar por alto que hay
mas evidencia para conservar nuestro optimismo sobre el desarrollo tecnológico
que mantener una actitud hostil. El segundo consiste en pretender atribuir

35
WEAVER, Richard. Humanism in an age of science and technology. In: Philosophy and
Technology. Carl Mitcham and Robert Mackey (eds). New York: Collier Macmillan Publisher, 1983.
36
JONAS, Hans. Toward a Philosophy of Technology. In: Philosophy of Technology: The
technological condition, An Anthology. Massachusetts: Blackwell Publishing, 2006.

78
poderes absolutos e ilimitados a la tecnología y el último consiste en incurrir en
la falacia de la composición, sobre la base de que si las tecnologías militares no
tienen otro objetivo que la destrucción, por lo tanto, la tecnología es
intrínsecamente destructiva. Si mis argumentos son correctos nuestra fe en el
progreso tecnológico debe quedar incólume!!!

Bibliografía

- Ellul, Jacques. La edad de la técnica. Barcelona: Octaedro, 2003.


- JONAS, Hans. Toward a Philosophy of Technology. In: Philosophy of
Technology: The technological condition, An Anthology.
Massachusetts: Blackwell Publishing, 2006.
- KNELLER, George. La ciencia en cuanto esfuerzo humano. México:
NOEMA editores, 1981.
- Quintanilla, M.A. Tecnología: un enfoque filosófico y otros ensayos de
Filosofía de la Tecnología. México: Fondo de Cultura Económica, 2005.
- WEAVER, Richard. Humanism in an age of science and technology.
In: Philosophy and Technology. Carl Mitcham and Robert Mackey
(eds). New York: Collier Macmillan Publisher, 1983.

79
¿Es la tecnología perversa?

Es un lugar común mantener que la tecnología no es mala, sino que lo que puede
ser valorado en términos de maldad o bondad es el uso que se hace de ella. Con
base en lo anterior, se mantiene que los problemas sociales asociados a la
tecnología moderna provienen de su utilización y no de su propia naturaleza.
Siguiendo la intuición anterior, quiero defender la tesis de que no hay ninguna
naturaleza moralmente perversa que sea intrínseca a la tecnología. Este punto de
vista exige esclarecer las motivaciones por las cuales la tecnología moderna
puede generar tanto desasosiego en el filósofo como en el hombre de la calle.
Tras hacer esto, voy a ofrecer tres argumentos por los cuales creo que es sensato
preservar nuestra fe en el desarrollo tecnológico y creer –como sostiene
Quintanilla- que la tecnología es más un motivo de esperanza y no de temor para
la humanidad. A la luz del primer argumento pretendo mostrar que hay mas
evidencia para probar las bondades de la tecnología que su maldad. En el
segundo mostraré que la valoración moralmente negativa de la tecnología está
basada en la atribución equivocada de poderes absolutos e ilimitados. En el

80
tercer argumento indicaré que el error de atribuir una naturaleza perversa a la
tecnología estriba en incurrir en la reconocida falacia de la composición.

En contra de la Tecnología Moderna


Antes de ofrecer los argumentos con base en los cuales pretendo mostrar que no
hay ninguna naturaleza intrínsecamente perversa en la tecnología haré una breve
consideración sobre las razones que ofrecen quienes sostienen la tesis opuesta.
Lo primero que quiero decir es que, quienes sostienen posturas hostiles frente a
la tecnología basan sus razones en una considerable evidencia empírica e
histórica de los “fracasos de la tecnología,” que han suscitado un generalizado
“malestar por la ciencia”, hasta el punto exagerado de considerar que la
tecnología es irreconciliable con los intereses humanos. El argumento se puede
reconstruir como sigue:
(Pi) Si hay suficiente evidencia histórica para mostrar los fracasos de la
tecnología, esto es, hechos con base en los cuales se muestre que la tecnología
no ha mejorado ni a los seres humanos, ni la calidad de vida, entonces la
tecnología es perversa
(Pii) En efecto, hay suficiente evidencia histórica…
Luego, la tecnología es perversa.

Entre la evidencia histórica y los hechos se pueden mencionar accidentes


nucleares (Chernobyl, en la antigua Unión Soviética y Windscale en Inglaterra),
derramamientos de petróleo (Torry Canyon en Inglaterra), el uso de la
talidomida en seres humanos y el uso de plaguicidas sintéticos (DDT) en el
medio ambiente. El considerable deterioro ambiental da origen a la llamada
‘crisis ambiental’ cuya característica principal estriba en que a diferencia del
periodo previo a la revolución industrial en el que los problemas ambientales se
daban localizadamente, después del surgimiento de la tecnología moderna los
problemas ambientales se volvieron globales. Un ejemplo que ilustra lo anterior
lo constituye la contaminación del aire y el agua a causa de la producción de
energía y las máquinas de combustión interna. A nivel ambiental también se nos

81
muestra que a raíz de la acelerada industrialización se ha generado una
sobreproducción de dióxido de carbono que tiene un impacto significativo sobre
el clima mundial y la composición de la atmósfera.
Una razón adicional proviene del hecho de que los países más industrializados
dedican mayor porcentaje de sus recursos en la financiación de proyectos en
ingeniería militar que en otros sectores de investigación tecnológica como el
transporte y la salud i.e., algunas de las más importantes compañías industriales,
por ejemplo, están involucradas en el diseño de armas de destrucción masiva.
Adicionalmente se aduce que una rápida industrialización conduce a por lo
menos dos consecuencias sociales indeseables, a saber, contribuye al aumento
del desempleo y a la formación de una brecha entre naciones ricas y pobres. Lo
primero se da como consecuencia de sustituir las técnicas tradicionales por las
técnicas industriales, aunque ello no quiere decir que a causa de la
automatización, por ejemplo, el desempleo solo haya afectado a la clase obrera;
dado que durante los primeros años de la década de los 70 el desempleo afecto
tanto a científicos como a ingenieros cualificados. Lo segundo, se da a causa de
la centralización de los recursos en el sector industrial, mientras un porcentaje
importante de la población en los países en vías de desarrollo sigue viviendo del
campo. Como si estas críticas no fueran suficientes quienes quieren advertirnos
algunos otros de los peligros de la tecnología mantienen que a causa del
desarrollo tecnológico el individuo ha perdido paulatinamente su capacidad de
elegir y tomar sus propias decisiones; a la luz de lo anterior hay quienes
mantienen incluso que el hombre moderno se ha alienado a causa de la
tecnología37!

Entre los filósofos mas críticos de la tecnología moderna, por ejemplo,


encontramos a Jacques Ellul quien sostiene que: se sabe, y todo el mundo está

37
Marx utilizó el término ‘alienación’ para describir el modo mediante el cual, bajo el sistema capitalista
de producción, el producto del trabajo de un hombre queda inmediatamente separado de él, y pierde
todo tipo de control sobre lo que pueda ocurrir con dicho producto. P 15 Cf también a Erich Fromm.
Melvin Seeman identificó los siguientes cuatro aspectos de la alienación: 1) la impotencia del individuo
cuando se siente manipulado o controlado, 2) la carencia de sentido que asocia a su trabajo, 3) la
autoenajenación del trabajador, 4) el aislamiento general o la anomia.

82
de acuerdo en este punto, que la maquina ha creado un medio
inhumano…concentración de las grandes ciudades, casas sucias, falta de
espacio, falta de aire, aceras sombrías y luz mortecina que hace desaparecer el
tiempo, fabricas deshumanizadas…transportes en común donde el hombre es
menos que un paquete, hospitales donde no es más que un numero, y esto aun
se considera progreso…proletarios y alienados tal es la condición del hombre
ante la maquina38.
Lo que Ellul parece ignorar es que no todos nos suscribimos a este característico
pesimismo tecnológico, común a los primeros filósofos de la tecnología. La
abrumadora evidencia sobre la que se pretende establecer la perversidad de la
tecnología no es concluyente como lo mostrare a continuación. Mi estrategia
consistirá en mostrar primero que una de las premisas del argumento es falsa.
Segundo, intentaré formular en qué consiste el ideal regulativo universal de la
tecnología y finalmente indicare una de las falacias en las que incurre quien
defiende la tesis que afirma la perversión intrínseca de la tecnología.

Por qué la tecnología no es perversa!


La primera premisa del argumento es falsa porque no es cierto que la tecnología
no haya mejorado la calidad de vida de al menos algunos seres humanos, y creo
que para mostrar que esta proposición es verdadera también hay una
considerable evidencia empírica a favor, a saber, los artefactos utilizados en
medicina, por ejemplo, han permitido duplicar el horizonte promedio de vida;
adicionalmente, si bien es cierto que “la energía nuclear hace posible un
holocausto nuclear, es una alternativa de producción de energía cuando se
acaben los combustibles fósiles”.39 Así mismo, los medios de transporte y
comunicación han facilitado el intercambio no sólo comercial, sino también
cultural, entre muchas otras realizaciones importantes. Considero que con los
hechos que se ofrecen como contraejemplos es suficiente para mostrar que una

38
ELLUL, Jacques. La edad de la técnica. Barcelona: editorial Octaedro, 2003. P 8-9.
39
KNELLER, George. La ciencia en cuanto esfuerzo humano. P 192

83
actitud exageradamente hostil frente a los desarrollos tecnológicos no resulta
sensata.

Ahora bien, si no son suficientes los hechos a los cuales se apela como
contraejemplos, voy a ofrecer una especie de “argumento por extensión” con en
el cual proporcionaré un argumento adicional a favor de la tesis en discusión.
Así como la ciencia, en tanto empresa humana, es limitada; esto es, no ha
podido, no puede y seguramente no podrá en ningún momento histórico
proporcionar respuestas satisfactorias a todas nuestras preguntas, de igual modo,
la tecnología y los diseños tecnológicos que han sido elaborados con algún
propósito o finalidad, en algunas ocasiones no cumplen con dicho propósito. En
suma, la tecnología es, al igual que la ciencia, limitada. Seguramente ni el
científico ni las personas que están familiarizadas con el tema esperan que la
ciencia brinde un conocimiento absoluto acerca de todos los fenómenos
naturales y humanos; entonces, ¿por qué habríamos de esperar que la tecnología
los resuelva? La tecnología, al igual que la ciencia padece de las mismas
imperfecciones que ésta.
Así como la historia de la ciencia nos muestra suficiente evidencia histórica para
darnos cuenta de que el conocimiento humano es falible en virtud del número
asombroso de ideas falsas que ha sostenido y que seguramente hoy sostiene; y
así como nos ha enseñado a abandonarlas una vez descubrimos su falsedad, la
historia de la tecnología nos enseña igualmente que los diseños tecnológicos en
camino hacia la eficiencia deben ser abandonados también, debido a que no son
factibles (realizables), o no son fiables, o “simplemente por no ser interesantes
para ningún grupo humano, por ser muy costosos, poco útiles, excesivamente
perturbadores de la estructura social o del entorno natural, o demasiado
arriesgados.”40
Creo que hay un problema adicional que se plantea a la luz de la valoración
moral de la tecnología y es el rechazo de que el progreso material y el progreso

40
QUINTANILLA, Miguel Ángel. Tecnología: un enfoque filosófico y otros ensayos de filosofía de la
tecnología. México: fondo de cultura económica, 2005, p 139.

84
moral son dos caras de una misma moneda; es decir, se niega que haya una
relación directamente proporcional entre el mejoramiento de las condiciones de
vida de los seres humanos y el talante moral de los mismos. Concedo que hay
suficiente evidencia histórica que confirma que el “triunfo del hombre sobre la
naturaleza” no significa necesariamente un “triunfo sobre su propia naturaleza.”
Sin embargo, ello no quiere decir que la ciencia y la tecnología no deben
propiciar el bienestar de la humanidad, así como las virtudes morales derivadas
del simple ejercicio de la racionalidad41.

Para negar lo anterior, nuestro opositor podría apelar a los mismos fracasos de
la tecnología para cuestionar la compatibilidad de este ideal con los hechos. Para
responder a esta posible objeción, advierto que se deben considerar las dos
razones que he expuesto arriba. La primera consiste en sostener que en aquéllos
casos en los cuales la ciencia y la tecnología no han propiciado el bienestar de
la humanidad se debe al carácter limitado y falible de ambas –después de todo
son productos humanos y culturales- o a razones políticas o morales que tienen
que ver más con el talante humano que con que la tecnología misma. La segunda
razón consiste en ofrecer algunos contraejemplos más o menos contundentes
mediante los cuales se pueda mostrar al pesimista que hay mejores razones para
que la fe en el desarrollo tecnológico quede incólume, y eso es lo que me
propongo fortalecer con base en el tercer argumento.

La falacia de la composición

En la argumentación incurrimos en esta falacia o ‘error de razonamiento’ cuando


pretendemos atribuirle a un todo ciertas propiedades sobre la base de las
cualidades de la parte. Un ejemplo que puede ilustrar lo anterior consiste en
pretender inferir sobre la base de que las partes de una maquina son livianas,
que la maquina es liviana. El error de razonamiento salta a la vista porque si
bien es cierto que una biela o pistón pueden ser consideradas piezas livianas, tal

41
Ibíd. P 233

85
cualidad no puede ser atribuida por ejemplo a la máquina de vapor. En este error
suelen incurrir quienes pretenden atribuirle una naturaleza intrínsecamente
perversa a la tecnología sobre la base de que una maquina como las armas no
tienen otro fin o propósito que la aniquilación. Con base en lo anterior, podemos
reconstruir el argumento como sigue:

Puesto que las armas tienen una naturaleza inherentemente perversa, por lo tanto
la tecnología es perversa.

Podemos conceder que de hecho las armas tienen una naturaleza inherentemente
perversa y por supuesto rechazar lo que se afirma en la conclusión, sobre la base
de que no solo es incorrecto atribuir una propiedad de una parte de la tecnología
a toda la tecnología, es decir, que es incorrecto confundir las tecnologías
militares o las ciencias bélicas con la tecnología; sino que adicionalmente sobre
la base de semejante tesis se desconoce la naturaleza intrínsecamente ‘buena’ de
tecnologías como la medicina, cuyo propósito no es otro que elevar el promedio
de vida de los seres humanos, o de una tecnología como ‘la agronomía’ cuyo
propósito es el mejor aprovechamiento de los recursos agrícolas para satisfacer
las demandas alimenticias de los seres humanos.

Los pesimistas tecnológicos suelen mantener su rechazo –moderado o


exagerado- del progreso de la tecnología moderna sobre la base de una razón
adicional. Arguyen que ha sido la guerra la que mayor impulso ha dado al
‘desarrollo tecnológico’ por lo que se puede inferir que la naturaleza de la
ciencia y la tecnología no es contemplativa como se suele creer entre los
académicos, sino que es aterrorizadoramente agresiva. Los trabajos de Richard
Weaver42 y Hans Jonas43 plantean un punto de vista que discurre en estas líneas.
Creo que esto algo cuya verdad solo se aplica para algunas áreas de la

42
WEAVER, Richard. Humanism in an age of science and technology. In: Philosophy and
Technology. Carl Mitcham and Robert Mackey (eds). New York: Collier Macmillan Publisher, 1983.
43
JONAS, Hans. Toward a Philosophy of Technology. In: Philosophy of Technology: The
technological condition, An Anthology. Massachusetts: Blackwell Publishing, 2006.

86
tecnología, por ejemplo, para ingenierías recientes como la electrónica. Y
aunque algunos desarrollos interesantes en la medicina se dieron gracias a las
necesidades de la guerra, creo que es ilegitimo inferir sobre este factor social
que influye en el diseño de soluciones tecnológicas en algunos campos de la
tecnología, que su naturaleza es intrínsecamente agresiva.

Hay un defecto adicional en la argumentación del pesimista cuando aduce que


uno de los principales errores de la tecnología moderna consiste en que ha
elevado los valores económicos por encima de las necesidades sociales. El
defecto estriba en que se pasa por alto que no toda tecnología tiene como
propósito la producción industrial, si bien es cierto que las ingenierías –qua
tecnologías- tienen este propósito, hay también tecnologías sociales como la
medicina o la psiquiatría cuyo propósito no es la producción. De lo que resulta
evidente que, nuevamente se confunde partes de la tecnología con el todo.

A modo de conclusión, he procurado ofrecer algunas de las razones por las


cuales estoy convencida de que los argumentos que se aducen para advertir la
supuesta maldad intrínseca de la tecnología no son concluyentes. He indicado
tres defectos: el primero de ellos consiste en pasar por alto que hay mas
evidencia para probar las ‘bondades’ de la tecnología que su perversión, el
segundo consiste en pretender atribuir poderes absolutos e ilimitados a la
tecnología y el ultimo consiste en incurrir en la falacia de la composición, con
el propósito de atribuirle a la tecnología una naturaleza inherentemente perversa,
sobre la base de que las ciencias bélicas no tienen otro objetivo que la
destrucción. Si mis argumentos son correctos nuestra fe en el progreso
tecnológico debe quedar incólume!!!

87
La naturaleza del Conocimiento Tecnológico y la Definición tripartita del
conocimiento

En su Technological Knowledge De Vries defiende que la definición tripartita


del conocimiento no logra capturar la naturaleza del conocimiento tecnológico,
basado en las siguientes cuatro razones: (i) hay conocimiento tecnológico que
no puede ser expresado en proposiciones, (ii) el conocimiento tecnológico es un
conocimiento sobre normas, las cuales evidentemente no son ni verdaderas ni
falsas, (iii) el ideal regulativo del conocimiento tecnológico no es la verdad, sino
la adecuación, o la eficiencia o la efectividad, (iv) el tipo de actitudes
proposicionales que caracteriza al conocimiento tecnológico no son las
creencias, sino las aceptaciones. Aunque en la ponencia no me propongo atacar
directamente la tesis de De Vries de que las condiciones estipuladas en la
definición canónica no logren explicar la naturaleza del conocimiento
tecnológico, porque quizá tenga razón en ello, encuentro; no obstante que, los
argumentos que esgrime en su defensa no son concluyentes.

Palabras Clave: conocimiento tecnológico, definición tripartita del


conocimiento…

Argumentaré que los argumentos que ofrece De Vries para mostrar que el
conocimiento tecnológico no satisface las condiciones estipuladas en la
definición canónica de conocimiento no son concluyentes.

La definición tripartita del conocimiento

88
Para un examen de la naturaleza del conocimiento tecnológico parecería
provechoso echar mano de la definición canónica de ‘conocimiento’ y tratar de
discernir si las condiciones estipuladas en la definición son satisfechas o no por
el conocimiento tecnológico. Como es ampliamente sabido, la definición
canónica del conocimiento, a la que literatura contemporánea se refiere bajo la
locución ‘definición tripartita del conocimiento’ apareció por primera vez en
una de las piezas maestras de la filosofía, i.e, El Teeteto de Platón44. El Teeteto
de Platón no es sólo el primer tratado filosófico sistemático sobre el
conocimiento, sino que adicionalmente, los problemas de los que allí se ocupa,
pueden ser estimados genuinamente como problemas clásicos, dado que su
tratamiento obliga a sus lectores a enfrentar a algunos de los desafíos más
formidables de la epistemología. Incluso quienes sugieren que la epistemología–
que Platón parece fundar en dicho Diálogo a pesar suyo- está condenada al
fracaso, conceden que en el Teeteto hay un verdadero acervo de problemas que
sirven como estímulo para la reflexión filosófica. Entre ellos, discernir si la
definición logra o no establecer las condiciones necesarias y suficientes para el
conocimiento.

De acuerdo con la definición tripartita del conocimiento, X sabe que P syss:

(i) X cree que P, (ii) X tiene justificación para creer que P y (iii) P es verdadera.
Quizá esto puede capturarse mejor a partir del siguiente ejemplo: Luis sabe que
‘La tierra es el tercer planeta de nuestro sistema solar’ , porque Luis cree que
‘La tierra es el tercer planeta de nuestro sistema solar’, tiene una justificación
sólida de su creencia al basarse en sus estudios básicos de astronomía, y además
dicha creencia es verdadera.

Para comprender mejor esta formula consideremos con algo más de detalle cada
una de las condiciones. De acuerdo con (i), la creencia es una condición
necesaria para el conocimiento. Las creencias, como bien se sabe, son estados

44
Cf. Platón. Obras Completas. Madrid: editorial Aguilar, 1966.

89
mentales cuya estructura lógica, puede ser bien capturada a partir del examen de
lo que los filósofos han denominado ‘actitudes proposicionales’. Las actitudes
proposicionales se caracterizan porque son estados a los que atribuimos
enunciados de la forma: “S ___ que p” donde ‘S’ se reemplaza por un término
para un sujeto, ‘p’ por una proposición, y el espacio entrecomillado ‘___’ por
un verbo psicológico, que en el caso particular de las creencias, sería el verbo
psicológico cree. La característica distintiva de las actitudes proposicionales
consiste en que su contenido, i.e., el modo como ellas representan el mundo, es
algo de lo que se puede decir que es verdadero o falso.

Por otro lado la condición (ii) demanda que dicha creencia esté justificada.
Ahora bien, la justificación es una noción normativa que está vinculada a lo que
es racional para el sujeto que cree, por lo que su cumplimiento depende de la
satisfacción de un conjunto de estándares y criterios, tales como, la evidencia, o
la coherencia lógica con otras creencias. De hecho, según el tipo de criterios que
se adopte, bien podríamos inclinarnos por un proyecto de justificación
fundacionalista del conocimiento, o por un proyecto coherentista –o incluso por
una suerte de híbrido entre ambos, como se propone a partir del fundherentismo-
.

La última condición exige que la creencia sea verdadera. De suerte que, como
ocurre con la condición anterior, dependiendo del tipo de estándares semánticos
que se adopten se podrá evaluar si el contenido de la creencia, i.e., la
proposición, es o no verdadera, en virtud de su correspondencia con un estado
de cosas (teoría correspondentista de la verdad) o en virtud de su coherencia con
otras creencias (teoría coherentista de la verdad)

Ahora bien, es amplia la literatura filosófica que ha intentado ya sea rebatir la


definición tripartita del conocimiento 45–a la que ni siquiera el propio Platón se

45
Entre ellos, los trabajo de Gettier, Goodman y Chisholm son, sin lugar a dudas, algunos de los más
desafiantes en la literatura.

90
suscribió- o ya superar algunas de sus debilidades añadiendo algunas otras
condiciones, que respondieran a algunos de los desafíos planteados por los
epistemólogos contemporáneos46. Con todo, en el presente artículo no me
propongo examinar aquí si la definición logra o no estipular las condiciones
necesarias y suficientes del conocimiento; incluso es probable que De Vries este
en lo correcto al sostener que la definición canónica del conocimiento no sirve
para explicar la naturaleza del conocimiento tecnológico. Sin embargo, creo que
sus razones no son lo suficientemente sólidas y esto es lo que me propongo
discutir a continuación.

El conocimiento tecnológico no satisface las condiciones estipuladas en la


definición tripartita (De Vries)

La estrategia argumentativa de De Vries para defender que el conocimiento


tecnológico no satisface las condiciones estipuladas por la definición canónica
de conocimiento consiste en defender, por un lado, que una parte importante del
conocimiento tecnológico no es proposicional, y por otro, que el conocimiento
tecnológico no tiene como propósito la búsqueda de la verdad. En este acápite
reconstruiré cada argumento e intentaré ofrecer un examen crítico de las
premisas en las que se basa.

El conocimiento tecnológico no es proposicional:

En opinión de De Vries hay conocimiento tecnológico que no puede expresarse


adecuadamente en proposiciones. Para mostrar que ello es así, De Vries plantea
al siguiente ejemplo: cuando un carpintero dice que sabe cómo dar en el clavo
en el punto exacto para introducirlo en la madera, probablemente el carpintero
no puede decir cómo lo sabe en palabras. Sin embargo, es evidente que el
carpintero posee cierto tipo de conocimiento. Ahora, para indicar de qué tipo de
conocimiento se trata, De Vries recurre a la distinción de Ryle entre ‘saber que’

46
Entre los trabajos filosóficos que se proponen dicha empresa se puede considerar: Plantinga…

91
y ‘saber como’. Como es bien sabido, el primer tipo de saber comprende todo
tipo de conocimiento que puede ser expresado en proposiciones por lo que éste
tipo de conocimiento parece ajustarse bastante bien a la definición tripartita del
conocimiento. Sin embargo, el conocimiento tecnológico parecer ser un
conocimiento del segundo tipo, i.e., de aquél que se caracteriza porque no puede
ser expresado en proposiciones, ya que se trata, según las sugerencias de De
Vries, de un conocimiento que comprende un conjunto de habilidades.

Con base en lo anterior, el profesor De Vries sugiere que un parte importante


del conocimiento tecnológico es del tipo de saber que Ryle llama ‘saber como’,
esto es, al conocimiento que engloba a las habilidades y destrezas, del tipo de
las que seguramente un granjero posee al ser capaz de separar infaliblemente en
un conjunto de polluelos a los machos de las hembras, aun sin ser capaz de
explicar –en palabras- cómo lo hace. Ahora, aun cuando resulta fácil conceder
que se trata genuinamente de conocimiento, se trataría; no obstante, de un tipo
de conocimiento que no puede ser expresado en proposiciones. El argumento de
De Vries puede reconstruirse de la siguiente manera:

(p1) Si una parte importante del conocimiento tecnológico no puede ser


expresado en proposiciones, porque se trata más bien de un conjunto de
habilidades y destrezas. Y ese conocimiento cuenta sensatamente como
conocimiento, entonces la definición tripartita no puede explicar la naturaleza
del conocimiento tecnológico, porque demanda una condición que ésta no
satisface, a saber: que éste sea expresado en proposiciones.

(p2) como la mayor parte del conocimiento tecnológico no puede ser expresado
a partir de proposiciones.

92
Por lo tanto, el conocimiento tecnológico no puede ser explicado a partir de la
definición tripartita47.

El segundo argumento que De Vries ofrece para defender que el conocimiento


tecnológico no es proposicional, sostiene que otra parte importante del
conocimiento tecnológico tampoco puede ser expresado en proposiciones, ya
que se trata de un tipo de conocimiento que se caracteriza porque necesita ser
visualizado, e.g., aquél que tienen los ingenieros cuando modelan en sus dibujos
y bocetos y que parecieran percibir con los ‘ojos de la mente’. Para ilustrar mejor
este punto De Vries recurre a las diferencias entre expertos y legos cuyo
conocimiento, de acuerdo con ciertas investigaciones, se distingue porque allí
donde los expertos tienden a ver patrones más amplios de información, los
novatos se concentran en los detalles.

Que el conocimiento sea proposicional no es la única condición de la definición


tripartita que el conocimiento tecnológico no satisface según el análisis de De
Vries. En su opinión el conocimiento tecnológico tampoco satisface la condición
de ser un conocimiento ‘verdadero’. De hecho, considera que el conocimiento
tecnológico no tiene como propósito la verdad. Consideremos los argumentos
que esgrime en defensa de esta tesis:

El conocimiento tecnológico no busca la verdad:

En defensa de esta tesis, De Vries ofrece dos argumentos. Con base en el


primero, plantea que el conocimiento tecnológico se caracteriza principalmente
por ser un conocimiento normativo, del tipo que permite proferir juicios de valor
como el siguiente: ‘Un martillo es una buena herramienta para clavar una
puntilla en un trozo madera’. En la medida en que el tecnólogo no profiere un
juicio de hecho, como los que concierne a la ciencia, sino que el conocimiento

47
Una versión preliminar del examen de algunos de los argumentos que considero acá fueron
presentados en el Foro de Filosofía y Administración…

93
que posee se caracteriza por tener una importante carga valorativa, no puede ser
estimado en términos de verdad o falsedad. Este argumento se puede reconstruir
de la siguiente forma:

(P1) Si los juicios que profiere un tecnólogo no pueden ser evaluados en


términos de verdad o falsedad, porque son fundamentalmente juicios
valorativos, entonces la definición tripartita no puede explicar la naturaleza del
conocimiento tecnológico porque demanda dos condiciones que el
conocimiento tecnológico no satisface, a saber: (i) la expresión de creencias
mediante proposiciones y (ii) que estas pueden ser evaluadas en términos o
verdad o falsedad.
(P2) Como los juicios que profiere un tecnólogo no pueden ser evaluados en
términos de verdad o falsedad.

Por lo tanto, la definición tripartita no puede explicar la naturaleza del


conocimiento tecnológico .

En el segundo argumento De Vries cuestiona que la verdad sea la condición


primaria en la que los ingenieros están interesados cuando emprenden la
búsqueda del conocimiento, ya que encuentra que la adecuación, la eficiencia,
la efectividad son condiciones mucho más apropiadas para los ingenieros. Así
por ejemplo, cuando un ingeniero civil diseña un nuevo puente, sabe que la
mecánica cuántica es una teoría verdadera sobre los materiales y las fuerzas en
el puente. Pero sería inútil tratar de usarla, para tales efectos, pues es mucho más
útil la mecánica clásica, la cual, aunque en sentido estricto no es verdadera,
resulta ser mucho más eficiente en el proceso de diseño.

Finalmente, De Vries sugiere una explicación alternativa que parece ajustarse


bastante bien a la naturaleza del conocimiento tecnológico, en contraste con la
explicación clásica del conocimiento que disponemos, y que se establece en

94
términos de creencias. Dicha alternativa plantea que el tipo de actitudes
proposicionales que caracteriza al conocimiento tecnológico no son las
creencias, sino las aceptaciones, ya que las aceptaciones suelen desempeñar un
rol importante en el razonamiento práctico, que parece distinguir al
conocimiento tecnológico. En desarrollo de este argumento De Vries elabora el
siguiente contraste:

Creencias Aceptaciones
1. Son involuntarias 1. Son voluntarias
2. Buscan la verdad 2. Buscan la utilidad
3. Se forman a partir de la evidencia 3. Se forman por consideraciones
como la prudencia
4. Son independientes del contexto 4. Son dependientes del contexto
5. Tienen que formar un todo 5. No necesitan satisfacer este
coherente requisito
6. Se dan en grados 6. Son un asunto de todo o nada

No me voy a referir a todas las razones que motivan este contraste, y con base
en el cual De Vries se propone defender que el tipo de actitudes proposicionales
que caracteriza al conocimiento tecnológico no son las creencias, sino las
aceptaciones. Concentraré mis reparos sobre las diferencias (1) y (2) que son las
que encuentro más discutibles.

En defensa de la diferencia (1) De Vries sostiene que una vez hemos percibido
una grieta en la superficie de un aparato, tenemos que creer que hay una grieta
en la superficie. Sin embargo, aceptar o rechazar una regla que dice cuándo debe
ser reparada la grieta para evitar posibles accidentes es un asunto de decisión.
Con base en este ejemplo, se propone mostrar que la percepción de un estado de
cosas nos obliga a creer que tal y tal es el caso, y en ese sentido las creencias
son involuntarias; mientras que las aceptaciones son voluntarias. De acuerdo

95
con la anterior, resulta que al ver la luna estoy obligada a creer e.g., que la luna
es un cuerpo luminoso, pero no estoy obligada, por contraste, a viajar o no a la
luna. Por lo que el conocimiento que pudiese llevarnos o no a la luna es un
conocimiento que está sujeto a la voluntad.

En defensa de (2) De Vries esgrime las siguientes razones: cuando creo que el
cobre conduce electricidad, lo hago porque creo que es verdadero. Sin embargo,
cuando acepto la regla que afirma que un alambre de cobre puede ser usado en
artefactos eléctricos, lo hago porque vale la pena aceptarlo en virtud de su uso
práctico.

Ahora, tal vez De Vries está en lo correcto al afirmar que la definición clásica
del conocimiento es muy limitada como para permitirnos discernir, sobre la base
de las condiciones que estipula, la naturaleza del conocimiento tecnológico; sin
embargo, las razones que ofrece no parecen ser lo suficientemente sólidas. Y
esto es lo que me propongo defender a continuación.

Examen crítico de los argumentos

De acuerdo con los argumentos que De Vries ofrece en defensa de la tesis de


que el conocimiento tecnológico no es proposicional, y en virtud de lo cual
tampoco puede ser evaluado con base en el criterio de verdad, tenemos que la
imagen que nos sugiere sobre el conocimiento tecnológico puede ser
representada mediante el siguiente diagrama:

AQUÍ LA GRÁFICA

Podemos conceder que el supuesto del que parte De Vries en el primer


argumento es correcto, sin embargo, su argumento parece estar construido sobre
premisas falsas. Es decir, podemos admitir que la distinción de Ryle entre ‘saber

96
que’ y ‘saber como’ es correcta. Sin embargo, la afirmación de que una porción
importante del conocimiento tecnológico no pueda ser expresado en
proposiciones, es discutible ya que -a diferencia de los técnicos-, los tecnólogos
–de alto nivel, por supuesto- disponen de un amplio conocimiento de los
principios científicos que orientan las soluciones técnicas de problemas
prácticos, conocimiento que puede ser expresado proposicionalmente. Con toda
seguridad no quisiéramos encontrarnos con un ingeniero diciendo –como el
carpintero o el granjero- que ha diseñado un software novedoso, pero que no
sabe explicar cómo lo logró mediante proposiciones. Creo que lo que hace que
el tecnólogo tenga una formación de mayor nivel que el técnico estriba
precisamente en que no sólo dispone de las habilidades necesarias para diseñar,
sino que adicionalmente conoce los principios científicos que intervienen de
ordinario en sus diseños.

Tal parece ser entonces que De Vries confunde aquí conocimiento técnico con
conocimiento tecnológico. La técnica puede ser concebida como un conjunto de
habilidades y destrezas, e.g., las técnicas de grabado; sin embargo la diferencia
con la tecnología estriba en que ésta última guarda una estrecha relación con la
ciencia. Relación que espero mostrar con más fuerza en el examen de los
argumentos que De Vries ofrece para defender que la tecnología no busca la
verdad. Por ahora, consideremos otro reparo a la idea de que la tecnología es un
conocimiento de habilidades. Si concediéramos ello, podríamos demandar un
análisis de la estructura de dicha actividad, ya que es fácil reconocer que
podemos distinguir, en principio, dos tipos de habilidades: las habilidades para
actuar –que comprenden desde las técnicas religiosas hasta las técnicas para la
práctica de un deporte- y las habilidades para hacer48, e.g. aquella que
comprende las destrezas artísticas. A la luz de esta distinción, es claro que el
conocimiento que posee un ingeniero es harto distinto del que tiene un atleta o
un experto en la técnica de pintura al óleo.

48
Mitcham y Mackey dirigen una objeción en esta línea a la definición de conocimiento tecnológico
como habilidades defendida por Feibleman. Para un análisis más detallado. Cf. Mitcham y Mackey…

97
Por otro lado, la dificultad que se puede advertir en el segundo argumento que
De Vries ofrece, es el ejemplo al que recurre para defender que en el
conocimiento tecnológico hay conocimiento que tampoco puede ser expresado
en proposiciones, porque se trata de un tipo de conocimiento que se caracteriza
porque los ingenieros lo modelan en dibujos y bocetos. Recordemos que para
ilustrar mejor este punto De Vries apela a las diferencias entre expertos y legos
cuyo conocimiento, se distingue porque allí donde los expertos tienden a ver
patrones más amplios de información, los novatos se concentran en los detalles.
Lo que resulta problemático en este punto es que, que el que haya una parte de
conocimiento en una disciplina que requiera ser visualizado, logre probar que se
trata de un conocimiento no-proposicional. Es bien sabido, que en todas las
disciplinas científicas, lo que se perciba depende de la formación y el
entrenamiento. Las diferencias perceptivas entre un lego y un experto, a lo sumo,
sólo prueban que lo que percibimos depende de nuestro conocimiento previo o
de nuestros compromisos teóricos, y no que dicho conocimiento sea de
naturaleza no-proposicional. En efecto, en los estudios filosóficos sobre la
naturaleza de las ciencias empíricas se ha examinado con detenimiento esa
cualidad de la percepción científica, por lo que no es en modo alguno una
cualidad de la percepción científica exclusiva de los ingenieros. En sus estudios
sobre el progreso de la ciencia natural, Kuhn –siguiendo a Hanson- recurre a los
siguientes casos en defensa de lo que en la literatura filosófica se conoce como
la tesis de la carga teórica de las observaciones:

‘al mirar el contorno de un mapa, el estudiante ve líneas sobre un papel, mientras


que el cartógrafo ve una fotografía de un terreno. Al examinar una fotografía de
una cámara de burbujas, el estudiante ve líneas interrumpidas que se confunden,
mientras que el físico un registro de sucesos subnucleares que le son familiares’.
(177)

Con base en lo anterior, lo que quiero sugerir es que si tanto científicos puros
como aplicados, poseen un conocimiento que requiere ser visualizado, y que en

98
el camino a la preparación científica, hay diferencias perceptivas entre legos y
expertos, ello no prueba que se trata de un conocimiento no-proposicional, ya
que tales diferencias también tienen lugar en las ciencias básicas, y como es bien
sabido, el conocimiento que las caracteriza principalmente es de naturaleza
proposicional.

Consideremos a continuación los argumentos que De Vries ofrece para sostener


que el conocimiento tecnológico no se puede evaluar en términos de verdad.

Recordemos que de acuerdo con el primer argumento, De Vries sostiene que si


los juicios que profiere un tecnólogo no pueden ser evaluados en términos de
verdad o falsedad, porque son fundamentalmente juicios valorativos, entonces
la definición tripartita falla porque demanda dos condiciones que el
conocimiento tecnológico no satisface (i) la expresión de creencias mediante
proposiciones y (ii) que estas pueden ser evaluadas en términos o verdad o
falsedad.

Una manera de formular caritativamente lo que De Vries quiere defender allí


podría ser expresándolo en los términos –evidentemente realistas- en los que
Bunge defiende una idea similar. En opinión de Bunge, la tecnología tiene una
orientación hacía los valores que contrasta con la falta de color axiológico de la
ciencia básica. En ciencia básica no se evalúan los objetos de estudio sino las
herramientas de investigación (e.g., técnicas de medición o de cálculo) y los
resultados de ésta (e.g., datos y teorías). Una teoría de la luna puede ser mejor
(más verdadera) que otra, pero la luna no es buena ni mala. En cambio, para el
técnico espacial…la luna por estéril que sea, es buena. (221)

En mi opinión, tanto en el dominio del conocimiento tecnológico, como en el


dominio de la ciencia pura, podemos distinguir el nivel ontológico del nivel
evaluativo (y valorativo). Si aceptamos que en el nivel ontológico la ciencia pura
busca la explicación de los fenómenos naturales, mientras que la tecnología

99
busca el modo de interferir y modificar el mundo natural, creo que ello nos
permite conceder también que es posible proferir juicios en la tecnología libres
de valoraciones, con base en los cuales se trata de expresar, de hecho, cómo es
que tiene lugar dicha intervención en el mundo natural. De hecho es
perfectamente posible decir: ‘el martillo es una herramienta diseñada para
golpear…’ en lugar de decir que el martillo es una buena herramienta para
clavar una puntilla en un trozo de madera, -tal y como lo sugiere De Vries en su
ejemplo-. En el dominio de la tecnología aeroespacial hay numerosas
afirmaciones que describen –sin juicios de valor- cómo es que las aeronaves,
por ejemplo, son puestas en órbita,: ‘El cohete cruza la atmósfera a través de
todas sus capas hasta llegar a un punto en que la densidad es tan baja que se
acerca al vacío’.

En el examen del segundo argumento que De Vries plantea para cuestionar que
la verdad sea la condición primaria en la que los ingenieros están interesados
cuando emprenden la búsqueda del conocimiento. Quisiera recurrir a un
argumento49 que se propone mostrar cómo es que la tecnología sí tiene que ver
con la verdad, aun cuando no sea ese su propósito primario. Para ello
contrastemoslo con el argumento que niega que la tecnología tiene algún vínculo
con la verdad:

(P1) Si a diferencia de la ciencia –que es la exploración de lo real (natural), la


tecnología concierne a la creación de lo artificial. Y la verdad es un criterio que
sólo se aplica a aquellos dominios cuyas afirmaciones describen un estado de
cosas. Y

(P2) puesto que la tecnología se propone es la creación de lo artificial para


interferir en la naturaleza, y no describir un estado de cosas.
Por lo tanto, la tecnología no tiene que ver con la verdad.

49
inspirado en la respuesta que Jarvie dirige en contra de Skolimowski.

100
Una réplica a este argumento podría plantear que:

(P1) Aún suponiendo que la tecnología no requiera el desarrollo de la ciencia, si


la tecnología ha hecho posible el descubrimiento de fenómenos, e.g., ‘fatiga
metálica’ o el descubrimiento de la intervención del oxígeno en la combustión,
(sólo por citar dos casos) entonces la tecnología sí tiene que ver con la realidad,
y en consecuencia, con la verdad.

(P2) Puesto que la tecnología ha hecho posible el descubrimiento de fenómenos.

Por lo tanto, la tecnología sí tiene que ver con la realidad, y en consecuencia,


con la verdad.

Finalmente De Vries sostiene que el conocimiento tecnológico no es compatible


con la definición canónica del conocimiento en virtud de que el tipo de actitudes
proposicionales que caracteriza al conocimiento tecnológico no son las
creencias, sino las aceptaciones, que desempeñan un rol importante en el
razonamiento práctico. Con base en lo anterior, tenemos que el conocimiento
tecnológico no satisfaría la primera condición estipulada en la definición
canónica, i.e., que el sujeta tenga creencias.

En mi opinión hay características harto problemáticas en el contraste entre


creencias y aceptaciones. En particular, resulta controversial la afirmación de
que, a diferencia de las creencias (que son involuntarias), las aceptaciones son
voluntarias, ya que una vez percibimos una grieta en la superficie de un aparato,
tenemos que creer que hay una grieta en la superficie. Sin embargo, aceptar o
rechazar una regla que dice cuando debe ser reparada la grieta para evitar
posibles accidentes es un asunto de decisión.

Ahora, si bien es un hecho que es abundante la literatura en la que se intenta


defender que las aceptaciones se distinguen de las creencias; hay en dicho

101
intento –en particular, en el tratamiento de De Vries sobre el asunto- por lo
menos dos dificultades. La primera estriba en que no se distingue entre el
contenido de la percepción, el contenido de la creencias y el de la aceptación.
La segunda estriba en que, aun suponiendo que se distinguiera entre el contenido
de las percepciones, el de las creencias y el de las aceptaciones; o que aunque
tuviesen el mismo contenido, ello no fuese problemático, si es cierto que para
evaluar lo apropiada que puede ser o no una creencia recurrimos a
consideraciones pragmáticas (e.g., la apuesta de Pascal)50y es cierto que las
consideraciones epistémicas son también relevantes en las aceptaciones, y no
parece haber una distinción entre creencias y aceptaciones; entonces la
diferencia entre normas de evaluación epistémica y pragmáticas no implican una
diferencia correspondiente entre estados mentales que son evaluados. (1991-7-
8).

Para desarrollar con algo más de detalle el primer reparo, retomemos el ejemplo
de De Vries. Según nuestro autor un hecho que apoya la tesis de que las
creencias son involuntarias51 estriba en que una vez percibimos una grieta en la
superficie de un aparato, estamos obligados a creer que hay una grieta en la
superficie. Sin embargo, esto podría ser controvertido, en virtud de que, el
contenido de las percepciones no necesariamente tiene que ser idéntico al
contenido de mis creencias. Supongamos, por ejemplo, que percibo que el color
de la corbata que usa el maniquí es rojo carmesí,–pero me resisto a creer que
realmente ese es su color, ya que por ciertas variaciones en mi ubicación y por

50
P. Horwich dirige una objeción en esta línea para rechazar la afirmación de Van Fraassen….
51
Es un hecho que en la literatura que acepta la distinción entre creencias y aceptaciones, se plantea que
una de las características distintivas entre estos tipos de estados mentales estriba en que, mientras las
creencias son involuntarias, las aceptaciones son voluntarias. Cohen (1992), por ejemplo, sostiene:
“First then, and very briefly, belief that p is a disposition, when one is attending to issues raised, or items
referred to, by the proposition that p, normally to feel it true that p and false that not-p, whether or not
one is willing to act, speak, or reason accordingly. But to accept the proposition or rule of inference that
p is to treat it as given that p. More precisely, to accept that p is to have or adopt a policy of deeming,
positing, or postulating that p - i.e. of including that proposition or rule among one’s premises for
deciding what to do or think in a particular context, whether or not one feels it to be true that p”. (las
cursivas son mías)

A la luz de lo anterior, lo que hace de la creencia un estado involuntario estriba en que- en opinión de
Cohen- puedo creer que p es verdadero o falso, aún sin desear actuar, hablar o razonar según mi creencia.

102
las condiciones de luz, considero que podría ser realmente rojo carmín. Tal
parece ser, pues, que para creer que tal y tal es el caso, sobre la base de lo que
se percibe, primero consideramos si la percepción tiene lugar en condiciones
normales.

Nótese, adicionalmente que con base en su ejemplo, De Vries parece atribuir


características que son propias de la percepción a las creencias, entre ellas, que
el modo como le presenta a uno la experiencia perceptual cómo son las cosas no
es algo que esté bajo nuestro control, y en este sentido, las percepciones son
sucesos, sobre cuyas ocurrencias no tenemos control alguno, y que la naturaleza
simplemente causa, así como no somos culpables, ni responsables de que –según
nuestras condiciones fisiológicas- el espectro visible en la percepción humana
no nos permita –a diferencia de las abejas y otros animales- percibir la luz
ultravioleta. Las creencias, por contraste, sí que se caracterizan por ser libres.
De suerte que, si bien no soy responsable de percibir el remo como quebrado
cuando lo sumerjo dentro del agua, sí que soy responsable de creer que el remo
está o no quebrado.

Ahora bien, aun si los reparos anteriores no tuvieran éxito, si es cierto que para
evaluar lo apropiada que puede ser o no una creencia recurrimos a
consideraciones pragmáticas, como se puede advertir en la célebre apuesta de
Pascal. Y si además es cierto que las consideraciones epistémicas son también
relevantes en las aceptaciones, entonces –tal y como lo ha argumentado
Horwich- la diferencia entre normas de evaluación epistémica y pragmáticas no
implica una diferencia correspondiente entre estados mentales que son
evaluados. (1991-7-8). Según Horwich:

My quarrel with this reasoning is that, contrary to first appearances, no property


has in fact been specified that applies to belief but not to acceptance, or vice
versa. Beliefs are subject to various forms of evaluation. They are commonly
appraised with respect to epistemic norms and are judged appropriate or not in

103
relation to the available evidence. In addition we sometimes consider the
pragmatic value of having certain beliefs. It is in this practical sense that,
according to Pascal, one ought to believe in God.

Este argumento se puede reformular de un modo más esquemático así:

(P1) Si las creencias están sujetas a varias formas de evaluación, e.g., las
evaluamos con base en normas epistémicas para estimar qué tan apropiada es o
no en relación con la evidencia disponible; pero si a veces también consideramos
su valor pragmático, e.g., cuando pensamos que en virtud de su sentido práctico
uno debería creer en Dios (apuesta de Pascal). Entonces la diferencia entre
normas de evaluación epistémica y pragmática no implica una diferencia
correspondiente entre estados mentales que son evaluados.

(P2) Puesto que las creencias están sujetas a varias formas de evaluación.

Por lo tanto, la diferencia entre normas de evaluación epistémica y pragmáticas


no implica una diferencia correspondiente entre estados mentales que son
evaluados.

El argumento que Horwich dirige aquí, -y con base en el cual se propone rebatir
algunas de las tesis de van Fraassen, en el dominio de la filosofía de la ciencia-
, se puede dirigir, en mi opinión, con igual fuerza en contra de la propuesta que
De Vries apoya y que plantea que, puesto que en el dominio del conocimiento
tecnológico no se evalúan los estados mentales de acuerdo con normas
epistémicas –como la verdad-, sino más bien sobre la base de consideraciones
pragmáticas, entonces es mucho más apropiado considerar que el tipo de estados
mentales que caracterizan al conocimiento tecnológico se corresponde con lo
que en la literatura, algunos han llamado aceptaciones. Sin embargo, si la
extensión del argumento de Horwich aquí es exitoso, la conclusión que De Vries
deriva no se sigue.

104
Extensión del Modelo de la ciencia de Kuhn a la tecnología:

El modelo de la ciencia de Kuhn52 sostiene que la ciencia progresa a partir del


tránsito de episodios de Ciencia Normal a episodios revolucionarios. No
consideraré aquí algunos de los aspectos filosóficos adicionales a esta respuesta,
sino que me concentraré en mostrar que en el análisis del desarrollo tecnológico
podemos encontrar etapas muy similares a las que Kuhn le atribuye a la ciencia
natural, para ello tomaré un ejemplo histórico concreto, a saber: El diseño de la
Máquina de Vapor.

¿Tecnología normal y tecnología revolucionaria?

Kuhn atribuye a la ciencia normal algunas de las características que, a mi juicio,


son francamente visibles en el desarrollo del diseño de la máquina de vapor.
Algunas de las características de la ciencia normal que consideraré son: (i) la
existencia de un paradigma, (ii) la solución de problemas a la luz de éstos. Ahora
bien, el término “paradigma” se puede entender provisionalmente como una
entidad híbrida que consta de: teorías, leyes, experimentos, compromisos
teórico-conceptuales, metafísicos, ontológicos e instrumentales. Aplicado este
término a la explicación del desarrollo tecnológico, se puede decir que, un
paradigma en tecnología requiere algunos de estos elementos, pero no los
requiere todos, es decir, no es indispensable que una teoría sea paradigmática
para la elaboración de una diseño tecnológico, y el que ello sea así es
perfectamente compatible con “la máquina de vapor” puesto que la teoría que
explica los principios de su funcionamiento fue formulada algún tiempo
después.

52
The Structure of Scientific Revolutions. Chicago: The University of Chicago Press, 1996

105
Con base en esto, ¿por qué podemos afirmar legítimamente que la máquina de
vapor es un diseño tecnológico paradigmático?. Las razones son: (i) el desarrollo
acumulativo que generó como producto de innovaciones incrementales, tales
como, el mejoramiento en la disposición de la caldera, la separación del
condensador del vapor, el mejoramiento en la válvulas de regulación, etc. Tales
modificaciones sucesivas, no pueden ser consideradas como innovaciones
radicales, puesto que hay un principio de funcionamiento básico del artefacto,
el cual consiste en la transformación del calor en movimiento mecánico, así
pues, las sucesivas modificaciones de la máquina de vapor se hicieron con el
propósito de aumentar su rendimiento pero desempañando la función
equivalente del artefacto inicial53.

(ii) la solución de problemas a la luz del principio paradigmático básico: “la


transformación de energía térmica en movimiento mecánico”. Pese a que los
historiadores de la tecnología encuentran difícil atribuir el invento de la máquina
de vapor a un sólo ingeniero, la mayoría de ellos coinciden en que el diseño
tecnológico que anticipa “la máquina de vapor” es “la máquina atmosférica”
cuyos iniciadores fueron: Huygens y su discípulo Denis Papin, además Thomas
Savery y Thomas Newcomen. Dichas máquinas fueron llamadas así porque era
la presión de la atmósfera la fuente motriz de tales artefactos. Ahora bien, no
pretendo mostrar aquí ni el desarrollo sistemático, ni la evolución histórica
detallada de la máquina de vapor, lo que quisiera destacar es el conjunto de
problemas que se derivaron del principio de la máquina de vapor para convertir
la energía térmica en energía mecánica, entre ellos, el más básico era el de
¿cómo reducir la proporción peso-energía?, es decir, ¿cómo lograr un diseño
más eficaz?. Quisiera mostrar que desde Huygens hasta James Watt las
sucesivas modificaciones que se hicieron en el diseño, se llevaron a cabo con
este propósito en mente. El objetivo en la realización de esta tarea, consistía en
mostrar que así como en el desarrollo científico ha habido principios
paradigmáticos que sirven de inspiración de problemas para el desarrollo de la

53
Cf. Quintanilla p 125

106
ciencia (tales como, la segunda ley de Newton), de igual modo, en el desarrollo
tecnológico podemos apreciar principios similares54.

Huygens diseñó un artefacto “en el que se hacía explotar pólvora en un cilindro


cerrado por un pistón. Cuando se prendía fuego a la pólvora, la mayoría de los
gases calientes en los que se convertía, junto con parte del aire que originalmente
estaba en el interior del cilindro, dilatado por el calor, eran expulsados a través
de válvulas de escape. Al enfriarse, las válvulas se cerraban y se creaba un vacío
parcial en el interior del cilindro; una vez frío, el gas ocupaba un espacio mucho
menor que cuando estaba caliente, y en consecuencia la presión atmosférica
llevaba el pistón hacia el fondo del cilindro”55. Las desventajas de tal
procedimiento eran, en primer lugar, en que los residuos de gas en el interior del
cilindro eran considerables, de forma que sólo se lograba un vacío parcial, y en
segundo lugar, que al utilizar pólvora era un procedimiento sumamente
peligroso.

Para superar tales dificultades, Denis Papin diseñó la que es considerada como
una de las primeras máquinas de vapor, puesto que en lugar de utilizar pólvora
para producir el movimiento mecánico, Papin utilizaba vapor de agua. Sobre
este propósito decía:

Puesto que el agua goza de la propiedad de que una pequeña cantidad de ella
transformada en vapor por medio del calor tiene una fuerza elástica similar a la
del aire, y de que por medio del frío se transforma de nuevo en agua, de manera
que no queda ni rastro de aquella fuerza elástica, he llegado a la conclusión de
que se pueden construir máquinas en cuyo interior, por medio de un calor no
demasiado intenso y a bajo costo, se puede producir el vacío perfecto, que de
ningún modo se podría conseguir utilizando la pólvora.

54
Que a diferencia del desarrollo científico no tienen por qué estar incorporados en teorías científicas
sofisticadas.
55
Historia de la Tecnología. Pp 454-455

107
Una de las dificultades de la máquina de vapor de Papin fue el que dichos
artefactos no alcanzaran la altura suficiente para la utilización en el drenaje de
las minas. Para superar dicho problema T. Savery “utilizó vapor a alta presión,
pero esta solución presentaba problemas de construcción que por entonces no
podían ser resueltos de manera satisfactoria”56. Newcomen diseñó una máquina
en la que el retorno del pistón se lograba creando un vacío, lo que hacía que la
presión atmosférica le hiciera recuperar la posición de partida. Watt logró una
notable mejora de eficiencia de la máquina separando el condensador del vapor
(1765); posteriormente utilizó la presión del vapor para el movimiento de
retornó y mejoró la máquina con numerosas invenciones57.

Otro de los aspectos que quisiera considerar es el de la versatilidad del diseño,


el cual puede ser considerado como una de las características del desarrollo
tecnológico en ciencia normal. Así como en ciencia normal el desarrollo
científico se mide por la ampliación del campo de aplicaciones de un paradigma,
por ejemplo, la aplicación de la segunda ley de Newton a fenómenos eléctricos
(ley de Coulomb), la versatilidad en el desarrollo tecnológico se da en virtud de
la aplicación del diseño en otras áreas (de la industria) para las cuales no había
sido diseñado el artefacto inicialmente. Entre los usos posteriores de la máquina
de vapor están la aplicación al transporte fluvial y terrestre, los cuales también
sugirieron problemas adicionales, entre ellos, superar las limitaciones de las
dimensiones de los barcos y las locomotoras. Estos son de manera apretada
algunos de los problemas propios del “desarrollo normal de la tecnología”.
Ahora bien, en su modelo del desarrollo de la ciencia Kuhn plantea que en virtud
del alcance y precisiones logrados durante los episodios de ciencia normal, los
principios paradigmáticos son la causa misma de las “anomalías”, es decir,
fenómenos que el paradigma vigente no puede explicar de manera satisfactoria.

56
Ibíd. P 458
57
Quintanilla p. 12

108
Aunque es difícil encontrar anomalías en el progreso tecnológico del tipo que
Kuhn atribuye al desarrollo científico; hay sin embargo, un fenómeno
comparable en la evolución tecnológica al de la evolución científica, a saber, el
invento de artefactos o los descubrimientos técnicos. Así como es usual
considerar que el motor del progreso científico son los descubrimientos, a cuyo
análisis Kuhn dedica un capítulo de SscR, y entre los que examina, el
descubrimiento de Urano y del oxigeno, entre otros; en el desarrollo tecnológico,
por contraste, consideramos que el motor de dicho progreso son los inventos.
Un invento es “un artefacto que tiene propiedades nuevas, que utilizan
componentes que no habían sido utilizados nunca para funciones equivalentes y
cuya estructura, por lo tanto, es completamente original.”58

Con base en esto, podríamos considerar que los inventos son las condiciones
necesarias para “las revoluciones tecnológicas”, siendo así que, de manera
semejante a como en la ciencia un paradigma sustituye a otro en episodios
revolucionarios, tenemos que en el desarrollo tecnológico un diseño tecnológico
paradigmático es sustituido por otro. Ahora bien, se podría considerar que la
máquina de vapor es “sustituida” por “el motor eléctrico” el cual, se basa en el
principio “paradigmático” de transformación de energía eléctrica en energía
mecánica59. Una vez dicho artefacto tecnológico sustituye a la máquina de vapor
se inicia nuevamente un ciclo de tecnología normal, cuyo problema central
consiste en diseñar generadores eléctricos eficientes, además de ampliar el
campo de aplicaciones de la electricidad para satisfacer necesidades humanas,
tales como, la telegrafía y la telefonía.

58
Quintanilla p124
59
Aunque a diferencia de la máquina de vapor la cual no le debe nada a la termodinámica, la industria
eléctrica, por contraste, debe su desarrollo a la formulación de teorías científicas sofisticadas sobre la
electricidad, entre ellas, la teoría electromagnética.

109
Con base en las ideas anteriores, creo que en el proyecto podría ser
filosóficamente interesante explorar la extensión del modelo kuhniano de la
ciencia a la tecnología. Mi intuición es que no se requiere forzar la historia de la
tecnología para apreciar un desarrollo comparable de la tecnología con el que
Kuhn le atribuye a la ciencia básica.

Estado del Arte (problema 2)

Del segundo problema del que me ocuparé, se ha hecho un análisis filosófico


más exhaustivo y ha dado lugar a debates muy interesantes en el dominio de la
epistemología de la tecnología, ya que no se trata sólo de establecer ¿qué es la
tecnología? Sino también ¿qué tipo de conocimiento es?. En un intento por
examinar estos asuntos, quisiera considerar lo siguiente: ya en los escritos de
Aristóteles60 se plantea que la techne no sólo es una de las maneras a través de
las cuales el alma conoce la verdad, sino que adicionalmente se caracteriza
porque da lugar, bien sea a la acción bien sea a la producción. De las agudísimas
intuiciones que Aristóteles nos ofrece quisiera adoptar la idea de que la
tecnología tiene que ver con la verdad (esto se opone a lo sostenido por
Skolimowski, como lo mostraré enseguida). Adicionalmente quisiera examinar
la tecnología como una forma de razonamiento práctico, i.e., como un
conocimiento que es acción, pero que no se restringe a un mero saber como
(Know How). Semejantes intuiciones me obligan a que considera mi posición
sobre el debate a cerca de si la tecnología es o no ciencia aplicada, y esto es lo
que tengo en mente, al respecto:

¿Es la tecnología una ciencia aplicada?

Algunos de los argumentos más interesantes que se pueden encontrar en la


literatura para mostrar que la tecnología no es una ciencia aplicada los ofrece
Henryk Skolimowski en su The Structure thinking in technology. En este texto

60
Ética a Nicómaco. Libro VI.

110
Skolimowski ofrece dos argumentos para defender por qué es equivocado
considerar la tecnología como una ciencia aplicada. El primer argumento
consiste en ofrecer dos contraejemplos que provienen de tecnologías como la
electrónica y la ingeniería espacial. En el segundo argumento emplea como
estrategia mostrar dos de los elementos epistemológicos que permiten
diferenciar el progreso científico del progreso tecnológico, para concluir que si
ambos desarrollos son notablemente diferentes, no es sensato identificar la
tecnología con la ciencia. A continuación me propongo reconstruir ambos
argumentos para mostrar sus principales defectos.

Contraejemplos: Ingeniería electrónica e Ingeniería Espacial


Si la identificación de la tecnología como una ciencia aplicada no satisface a
filósofos e historiadores de la tecnología se debe fundamentalmente al hecho de
que a la luz de semejante identificación se establece que una condición sine qua
non para diseñar consiste en la disposición de teorías científicas medianamente
sofisticadas, de las que los diseños son una genuina aplicación. Sin embargo, la
historia de la tecnología ofrece numerosos casos en los que ha sido posible
diseñar artefactos sin la disposición de teorías científicas articuladas. Uno de los
casos paradigmáticos fue el diseño de la máquina de vapor, cuyo diseño precedió
en medio siglo a la teoría científica que explica su funcionamiento, i.e., la
termodinámica. Siguiendo una intuición similar Skolimowski ofrece dos
contraejemplos que provienen de la ingeniería electrónica y la ingeniería
espacial. En desarrollo del primer contraejemplo Skolimowski mantiene que el
desarrollo de los computadores resultó de la sustitución de los tubos al vacío por
los transistores. Y que de hecho, fue el diseño de este último, el que hizo posible
que se investigaran muchas de las propiedades y leyes que gobiernan el
comportamiento de los semiconductores. En desarrollo del segundo, sostiene
que el problema de la fatiga metálica y muchos otros fenómenos concernientes

111
al comportamiento de los sólidos en el espacio nunca habrían sido investigados
de no ser por la construcción de aviones supersónicos y cohetes61.

A la luz del primer contraejemplo se puede decir que si bien se puede conceder
que el diseño del transistor inspiró importantes investigaciones en la ciencia
pura, también es cierto que la historia reciente de la tecnología muestra que el
estudio de los semiconductores se remonta hasta el desarrollo mismo de la
mecánica cuántica. De suerte que en los años 50 ya se contaba con un estudio lo
suficientemente sistemático como para inspirar aplicaciones tecnológicas, como
el diseño del transistor en esa misma década62. Si los registros históricos son
correctos, resulta equivocado afirmar que fue el diseño del transistor el que
sirvió para una formulación articulada de la teoría de los semiconductores en la
física del estado sólido, dado que hay antecedentes historiográficos que
muestran, así sea en un desarrollo primitivo, que el estudio de los
semiconductores ocupó a los físicos mucho antes del inventó del transistor en
los laboratorios Bell. El segundo contraejemplo es tan discutible como el
primero porque por lo menos desde 1860 se dispone de teorías articuladas para
explicar la fatiga de materiales, como el del rompimiento de los ejes de las
ruedas de los trenes. Vale recordar que no es hasta 1947 cuando un avión puede
superar, por primera vez la velocidad del sonido. Con base en lo anterior se
puede colegir que los dos contraejemplos que ofrece Skolimowski son bastante
controvertibles. Pasemos ahora al segundo argumento.

Segundo argumento: o argumento del contraste


En este segundo argumento, Skolimowski se propone mostrar las significativas
diferencias entre el desarrollo científico y el tecnológico, para concluir que si
ambas empresas exhiben diferencias importantes en el modo como progresan,
no es legítimo inferir que la tecnología sea una ciencia.

61
Cf. Skolimowski, H.(1966) The Structure of Thinking in Technology. In: Philosophy an Technology:
Readings in the philosophical problems of technology. (eds) Carl Mitcham and Robert Mackey. London:
The Free Press.
62
Para un análisis más detallado Cf. G. Busch: "Early history of the Physics and Chemistry of
Semiconductors": Condensed Matter News 2, 15 (1993).

112
Con base en ello, Skolimowski declara en primer lugar, una abierta simpatía por
el modelo popperiano de la ciencia de acuerdo con el cual: el progreso científico
resulta del mejoramiento continuo de las teorías científicas mediante la
sustitución de teorías por otras más simples, más universales y con mayor poder
explicativo. A la luz de esta perspectiva, la ciencia se caracteriza por investigar
la estructura íntima de la realidad y por buscar la verdad. Por contraste, la
tecnología no se propone investigar la realidad, sino crear una de acuerdo con
los diseños. Su crecimiento exhibe propiedades epistemológicas harto distintas
de las de la ciencia porque en su desarrollo la tecnología produce artefactos con
características muy interesantes por su grado de eficiencia. De lo que se sigue
que no hay ningún interés por la verdad. Este segundo argumento se puede
resumir del siguiente modo:

(p1) si los criterios que permiten explicar el desarrollo científico y tecnológico


son notablemente diferentes, i.e., no pueden intercambiarse en uno y otro
dominio, entonces la tecnología no es una ciencia.
(p2) Como el criterio que permite explicar el desarrollo científico es muy
distinto del cambio tecnológico.
Por lo tanto, la tecnología no es una ciencia.

La réplica que me propongo ofrecer consiste en mostrar que si es otro el modelo


del desarrollo científico el que se toma como base, el desarrollo tecnológico
exhibe considerables similitudes con el progreso científico. Mi estrategia
consistirá en llevar a cabo una extensión del modelo de la ciencia de Thomas
Kuhn para la explicación del progreso tecnológico. Adicionalmente, si
consideramos que el progreso en ambos dominios consiste fundamentalmente
en la resolución eficaz de problemas, los criterios explicativos del desarrollo no
resultan diametralmente opuestos como supone Skolimowski.

113
Estructura de la Tesis:

Capítulo I: Def. Tecnología: Conocimiento como acción

1.1 Análisis crítico de algunas definiciones de ‘Tecnología’: De


Vries/Skolimowski
1.2 Estructura Ontológica y gnoseológica de la tecnología

Capítulo II: Sobre el progreso tecnológico: De la tecnología normal a la


tecnología revolucionaria

2.1 ¿Cómo es que está bien motivada la ‘extensión’ del Modelo kuhniano a
la explicación del desarrollo tecnológico?
2.2. Características de los episodios normales en el progreso tecnológico
2.3 El tránsito de los episodios normales a los revolucionarios: Un análisis
de la estructura de los descubrimientos técnicos (inventos)
2.4 Tecnología ¿Revolucionaria?

114
1) El ingeniero con conciencia social
Ver en: http://www.scielo.org.ve/scielo.php?pid=S1316-48212015000100003&script=sci_arttext

2) Sobre la formación integral y global de los ingenieros


https://upcommons.upc.edu/bitstream/handle/2117/26636/Libro%20A1.pdf

3) Sobre economía colombiana de coyuntura


http://www.eafit.edu.co/escuelas/economiayfinanzas/cief/Documents/INFORME_2015-2.pdf

4) Sobre Pobreza en Colombia.


http://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/pobreza-y-condiciones-de-vida/pobreza-
y-desigualdad/pobreza-monetaria-y-multidimensional-en-colombia-2016

5) Artículo "Educación y pobreza: una relación conflictiva".


http://dcsh.xoc.uam.mx/planeacion/bibliografia2014/Educacion_BAZDRESCH.pdf

6) Retos para la formación de ingenieros en Colombia.


Ver: https://revistas.udistrital.edu.co/ojs/index.php/visele/article/view/696/4476

7) Sobre el concepto de Desarrollo

https://www.uv.mx/mie/files/2012/10/SESION-6-Marcel-Valcarcel-Desarrollo-Sesion6.pdf

8) Veamos otra "mirada" disciplinar sobre el concepto de "Desarrollo" para alimentar el debate.
La perspectiva de los economistas:

http://www.aleph.org.mx/jspui/bitstream/56789/7144/1/DOCT2064801_ARTICULO_4.PDF

9) Paradigmas del desarrollo. Veamos un pertinente documento de la CEPAL

https://www.cepal.org/ilpes/noticias/paginas/0/40350/lmc_Paradigmas_del_desarrollo.pdf

10) Sobre la importancia de las "Políticas públicas" para combatir la pobreza en América Latina
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/coedicion/verdera/06politicas.pdf

115
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