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CARTA A LA MADRE

Tal vez nos sea posible limpiar interiormente nuestra imagen de Dios y limpiar nuestra
imagen de la madre.

Ocurre que yo también tenía ciertas expectativas con mi madre. A veces interiormente le hice
reproches. A veces yo la lastimé y ella lo sintió. Entonces hace poco le escribí una carta en mi
mente – ella ha fallecido hace ya mucho tiempo. En esa carta yo le pedía perdón. Ahora les
cuento lo que escribí en esa carta. Tal vez interiormente ustedes puedan comprenderla. La carta
decía más o menos lo siguiente.

“Querida madre, Tú eres una mujer común y corriente como tantos millones de mujeres. Y así
yo te amo, como una mujer corriente. Como una mujer corriente conociste a mi padre, también
él una persona común y corriente. Ustedes se amaron y decidieron pasar toda una vida juntos.
Y se casaron, también de un modo común y corriente, y se amaron profundamente como
hombre y mujer. De ese profundo amor surgí yo. Yo soy un fruto de vuestro amor. Yo vivo
porque ustedes se amaron, de un modo corriente.

Ustedes esperaron por mí, nueve meses, con esperanza y también con la preocupación de que
todo saliese bien, para ustedes y para mí.

Sí, querida madre, entonces me pariste con dolor y con miedo, del mismo modo que otras
madres parieron a sus hijos. Luego llegué yo. Ustedes me miraron. Ustedes se miraron entre
sí y se sorprendieron: ¿es éste nuestro hijo? Y entonces me dijeron “Sí”. Sí, tú eres nuestro
hijo y nosotros somos tus padres. Te aceptamos como nuestro hijo. Entonces me dieron un
nombre con el cual me llaman. Y me dieron sus nombres y dijeron a los cuatro vientos: Este
es nuestro hijo. Él nos pertenece.

Luego ustedes, durante muchos años, me alimentaron y protegieron y educaron.


Constantemente ustedes pensaron en mí. Se preocuparon y se preguntaron lo que yo
necesitaba. Y ustedes me dieron tanto. Otras personas dijeron, y también yo a veces lo dije,
que ustedes se equivocaron, que ustedes no fueron totalmente perfectos y de que otra manera
ustedes deberían haber sido. Pero así como ustedes fueron, fueron perfectos para mí.
Solamente porque ustedes fueron como fueron es que yo soy lo que soy. Para mí todo fue
perfecto. Gracias, querida madre, gracias, querido padre.

Yo te libero, querida madre, de todas mis expectativas y pretensiones que van mucho más allá
de lo que se le puede pedir a una mujer común y corriente. Yo recibí lo suficiente, y eso alcanza.
Gracias”.

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