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La parte 1 del Discurso del Método, de marcado carácter autobiográfico, nos

cuenta las vicisitudes estudiantiles de René Descartes, y cómo éstas fueron


conformando sus intereses matemáticos y filosóficos. Su valor, sin embargo,
va más allá de la mera biografía, pues contiene consideraciones fundamentales
sobre su visión del hombre y de su facultad suprema, la Razón. En su
concepción subyace la idea de un instrumento de conocimiento universal, sólo
desviado de sus fines por el mal uso o la carencia de un método adecuado para
bien conducirla.
Pero no sólo eso. En esta primera parte Descartes desgrana sus estudios y justifica el por
qué de su confianza en el poder de las matemáticas frente a otras ciencias sobre las que
nunca ha habido acuerdo. La crítica al principio de autoridad, representada por
Aristóteles y la Escolástica, está implícita en este capítulo en el que Descartes no
desaprovecha la oportunidad de reafirmar también su fe en Dios (obsesión latente en la
totalidad de la obra) y, de paso, de proponer un modelo de hombre que respeta las
diferencias culturales y de opiniones, fundando así la actitud moderna de
investigación racional frente a las creencias acríticas en las ideas del pasado.

La parte 2 del Discurso del Método contiene, precisamente, la descripción del Método.
Se trata del capítulo epistemológico por excelencia de la obra (y junto con el cuarto, el
más importante). Aunque el Método está desarrollado de modo menos extenso que en
sus Meditaciones Metafísicas, puede verse con claridad su naturaleza: se trata de un
conjunto de reglas para conducir la razón ordenadamente y de modo deductivo
(analítico-sintético) de unas cuestiones a otras. La idea de fondo es la de una mathesis
universalis, un sistema universal generador de conocimiento verdadero inspirado en la
exactitud de la geometría analítica, de la cual Descartes es el padre.

Tomando lo mejor de la geometría y del álgebra, nos dice Descartes, podemos


trascender el carácter puramente demostrativo de la lógica silogística de los antiguos y
de los escolásticos, para acceder a un mundo auténticamente revelador de nuevas
verdades. Para ello, el razonamiento deductivo debe basarse en el criterio de verdad
por evidencia. Sobre la base de la evidencia con que ciertas ideas (innatas) se presentan
a la intuición, “luz natural” de la razón, y de manera deductiva, la razón accede a
nuevos conocimientos sin el apoyo externo de la experiencia. Es el ideal racionalista de
un conocimiento puro que construye sus objetos sin rebasar el ámbito del alma, por lo
demás, anterior y superior al cuerpo (sentidos). Los modos del conocimiento, pues, son
dos: la intuición y la deducción. El primero en tanto facultad, el segundo en tanto modo
de razonar, ambos se constituyen como los ejes epistemológicos del Método.

La parte 3 del Discurso del Método trata sobre la moral. Descartes considera estas
observaciones como “provisionales”, esto es, un conjunto de reglas que seguir mientras
el filósofo examinaba de acuerdo con el método las cuestiones morales, ya que “antes
de comenzar a reconstruir el alojamiento en que se habita” es conveniente “haberse
provisto de alguna habitación en donde se pueda estar alojado cómodamente durante el
tiempo en que se trabajará”.

El capítulo sobre la moral es, cuanto menos, curioso: no parece seguir un orden lógico
dentro del Discurso, sino que parece estar añadido a posteriori, tal vez con la intención
de no descuidar las “apariencias” a los ojos de la Iglesia. Descartes se muestra como un
ciudadano moderado, creyente y respetuoso con las leyes de su país. Sus máximas
morales son conservadoras, de tinte estóico y socrático.

Por otro lado, la provisionalidad con que presenta sus reglas morales (en realidad se
trata de un conjunto de reglas, antes que de un sistema ético elaborado) sugería una
posterior reelaboración de esta parte de su filosofía, que, por lo que sabemos, nunca
llegó a producirse (Descartes trabajaba en el momento de su muerte en un tratado sobre
las pasiones del alma, que contendría también consideraciones morales, pero estos
textos, aún extensos, son bastante incompletos o poco sistemáticos).

Esta parte 4 detalla la ontología del Discurso del Método, esto es, el proceso deductivo
que va del Cogito, ergo sum(demostración de la sustancia pensante) a la existencia del
mundo (demostración de la sustancia extensa), pasando por las necesariaspruebas de la
existencia de Dios (sustancia infinita). Constituye, pues, su metafísica o Teoría de la
Sustancia. El orden deductivo es sumamente importante, aunque al final, la única
garantía de que el razonamiento del filósofo es correcto es el hecho de que Dios existe y
es un ser perfecto.

En el Discurso del Método las pruebas de la existencia de Dios están menos elaboradas
que en las Meditaciones Metafísicas. Aún así, Descartes se afana por probar que tal
existencia es, no sólo necesaria a toda ontología, sino la garantía misma de la
imposibilidad de la duda hiperbólica. Al existir mayor perfección en conocer que en
dudar, y al quedar establecida la infinitud y perfección divinas, nuestros razonamientos
tienen abierto el camino hacia la verdad. Análogamente, el hecho de que estos son más
claros y persistentes en la vigilia que en el sueño debe persuadirnos de la evidencia de
nuestra Razón. Descartes distingue también entre la Razón, los Sentidos y la
Imaginación.

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