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Este planteamiento acerca del aprendizaje de las matemáticas tiene gran significación si el
propósito de la enseñanza de las matemáticas, en el nivel primario y secundario no tiene nada que
ver con los futuros matemáticos, ni para dar herramientas a los estudiantes que posiblemente
puedan ser útiles para ellos muchos años después, sino más bien contribuir al desarrollo general
de sus capacidades de razonamiento, análisis y visualización.
En cualquier caso, se hace necesario considerar las representaciones semióticas en el nivel de la
estructura de la mente y no sólo con respecto a la exigencia epistemológica para obtener acceso a
los objetos matemáticos (Duval, 1995ª, págs. 3-8, 15-35). Y desde este enfoque cognitivo parece
que la oposición entre las representaciones mentales y las representaciones semióticas ya no es
pertinente, porque descansa sobre la confusión entre el modo de producción fenomenológico y el
tipo de sistema que se moviliza para producir cualquier representación (Duval, 2000ª, págs. 59-
60).
Presentaré aquí algunos de los principales resultados que he obtenido. Están relacionados, por
un lado, al papel preponderante desempeñado por las transformaciones de las representaciones
semióticas en cualquier actividad matemática, y, por otra parte, el tipo de sistema semiótico
utilizado para estas transformaciones. La complejidad cognitiva subyacente a los procesos de
pensamiento en matemáticas radica en el hecho de que existen dos formas muy diferentes de
transformaciones que nunca se tienen en cuenta explícitamente en la enseñanza. Y desde el punto
de vista matemático, uno de ellos comanda más la atención, mientras que es el otro el que
provoca las mayores dificultades para los estudiantes. Después de una descripción de los diversos
procesos cognitivos requeridos por el pensamiento matemático, presentaré algunos datos
empíricos para mostrar cómo estos dos tipos de transformaciones son específicas y fuentes
independientes de incomprensión en el aprendizaje de las matemáticas.
Desde un punto de vista epistemológico, existe una diferencia básica entre las matemáticas
y los otros dominios del conocimiento científico. Los objetos matemáticos en contraste con
los fenómenos de la astronomía, física, química, biología, etc., nunca son accesibles por la
percepción o por instrumentos (microscopios, telescopios, aparatos de medida). La única
manera de tener acceso a ellos y tratar con ellos es utilizando signos y representaciones
semióticas. Eso significa que tenemos aquí un único acceso a los objetos del conocimiento y
no un doble acceso, principalmente no-semiótico y secundariamente semiótico, como es el
caso en otros ámbitos. Esta situación epistemológica muy específica de la matemática
cambia radicalmente el uso cognitivo de los signos. Ningún alumno se enfrenta con dos
requisitos bastante opuestos al meterse en el pensamiento matemático:
Para realizar cualquier actividad matemática, las representaciones semióticas deben ser
utilizadas necesariamente incluso si existe la elección de la clase de la representación
semiótica.
Pero los objetos matemáticos nunca deben ser confundidos con las representaciones
semióticas que sean utilizadas.
El problema crucial de la comprensión de las matemáticas para los alumnos, en cada etapa del
currículum, surge del conflicto cognitivo entre estas dos exigencias opuestas: ¿cómo pueden
distinguir el objeto representado desde la representación semiótica si no pueden tener acceso al
objeto matemático aparte de las representaciones semióticas? Y que se manifiesta en el hecho de
que la capacidad para cambiar de uno a otro sistema de representación es muy a menudo el
umbral crítico para el progreso en el aprendizaje y para la resolución de problemas.
1.3. La gran variedad de representaciones semióticas utilizadas en matemáticas
El papel de las representaciones semióticas no está limitado a designar objetos, a plantear algo
más, o a ser ellas mismas consideradas como objetos. Su uso está determinado por la posibilidad
de procesamiento matemático que ellas permiten. Cualesquiera que sean las representaciones
semióticas usadas, pueden ser cambiadas por otras representaciones semióticas sin el soporte de
nuevos datos u observaciones empíricas. De lo contrario, la operación cognitiva básica de sustituir
algunas representaciones semióticas por otra no sería posible. Pero eso depende del sistema
semiótico dentro del cual las representaciones semióticas son producidas. Cada sistema semiótico
ofrece muchísimas posibilidades muy específicas. La variación de “capacidad”, que fue
mencionada por Peirce (CP: 2.228) para el representamen, no está sobre nivel de las repre-
sentaciones particulares, sino en el nivel del sistema semiótico en el que se producen. Así, para
analizar los complejos y específicos procesos de pensamiento que subyacen a la actividad
matemática, debemos tomar en cuenta las diferencias entre los distintos sistemas de
representación semiótica que se utilizan. ¿Estas diferencias juegan un papel importante en los
procesos matemáticos? Cada vez que analizamos las dificultades y bloqueos del aprendizaje de los
estudiantes en matemática, nos enfrentamos con esta cuestión.
2.1. ¿Cómo describir los diversos procesos matemáticos?
Esta diferencia funcional entre los distintos sistemas de representación semiótica utilizada en
matemáticas es esencial porque está intrínsecamente relacionada con la manera en que ejecutan
procesos matemáticos: dentro de un sistema semiótico monofuncional la mayoría de los procesos
toman la forma de algoritmos, mientras que en un sistema semiótico multifuncional los procesos
nunca puede ser convertidos en algoritmos. Por ejemplo, en geometría elemental, no hay ningún
algoritmo para usar cifras en una forma heurística (Duval, 1995ª) y la manera en que una prueba
matemática se ejecuta en lenguaje natural no puede formalizarse sino mediante sistemas
simbólicos. Las pruebas mediante lenguaje natural no pueden ser entendidas por la mayoría de los
estudiantes (Duval, 1991).
A partir de estas observaciones, podemos obtener un rápido esbozo de las diversas formas de
procesos matemáticos, como la superposición de un gráfico en el cuadro de clasificación que
muestra la figura 1.
Figura 1. Clasificación de los registros que pueden ser movilizados en los procesos matemáticos.
Lo que importa para la comprensión de los procesos de pensamiento implicados en cualquier
actividad matemática es centrarse en el nivel de sistemas de representación semiótica y no sobre
la representación particular producida. Y los dos puntos siguientes son esenciales. En primer lugar,
es sólo a este nivel que la propiedad básica de la representación semiótica y su significado para las
matemáticas puede comprenderse: el hecho de que pueden ser intercambiadas una por otra,
mientras mantenga la misma denotación (Frege, 1971). En segundo lugar, una marca no puede
funcionar como un signo externo del sistema semiótico en el cual su significado adquiere valor en
oposición a otros signos dentro de ese sistema (más adelante se presenta un ejemplo en la figura
15). Esta idea fue la principal contribución de Ferdinand de Saussure (1973, pp. 158-168) al análisis
del lenguaje como sistema semiótico. Eso significa, también, que hay reglas para producir
representaciones semióticas relevantes. Así, todos los sistemas semióticos monofuncionales que
son característicos de las matemáticas se basan en las normas de formación de la representación.
Esto puede comprobarse fácilmente por cualquier sistema de notación numérica o de gráficas
cartesianas.
Así, con respecto a la propiedad de representaciones semióticas que es básica para la actividad
matemática, podemos distinguir cuatro clases muy diferentes de sistemas semióticos. Tomando
nuevamente la palabra ya utilizada por Descartes, en la Geometrie ‘ (Descartes, 1954, pág. 8 (p.
300), y mantiene también su significado moderno, les llamamos “registros de representación “
(Duval, 1995b, pág. 21). No todos los sistemas semióticos son registros, sólo los que permiten una
transformación de representaciones. Hemos resaltado el caso muy auténtico de lenguaje natural.
Allí, la producción de representaciones semióticas puede lograrse según dos modalidades bastante
fenomenológicas. De uno a otro hay una gran brecha, que es muy a menudo subestimada (Duval,
2000b). Esta clasificación proporciona las herramientas para el análisis de la actividad matemática
y para identificar la raíz de los problemas con las matemáticas a entender y no sólo sobre tal y cual
comprensión de concepto que muchos estudiantes tienen.
2.2. Los dos tipos de transformación de representaciones semióticas
Esto significa que los procesos de cálculo nunca son puramente matemáticos.
Ellos dependen del tipo de funcionamiento que el sistema representativo en uso permite. Por
razones de economía o visibilidad pueden llevar a cambiar los sistemas de notación para llevar a
cabo el tratamiento.
Es el registro de las transformaciones figurativas de orden gestaltista que a menudo se llaman a
resolver y justificar heurísticamente muchos problemas de geometría elemental. Estas
transformaciones son puramente transformaciones visuales que puede realizarse simplemente
cambiando el punto de vista desde el cual se observa o se realiza materialmente como si se
tratara de un rompecabezas. Aquí hay tres ejemplos clásicos donde las transformaciones visuales
consisten de una operación de reconfiguración de la figura original (Figura 2).
A través de los distintos tipos de conversiones más que a través de tratamientos tocamos la
complejidad cognitiva de la comprensión en el aprendizaje de las matemáticas- y sobre procesos
específicos del pensamiento requeridos por la actividad matemática.
2.3. ¿Cómo reconocer el mismo objeto matemático a través de dos representaciones cuyos
contenidos son heterogéneos?
Al hacer una distinción, por signos matemáticos, entre sentido y referencia Frege (1971, pp.
89, 102-103) hizo hincapié en la diferencia entre el contenido de una representación y lo
que se refiere a la representación. Y entre el contenido de una representación y el objeto
representado no hay otra relación que denotación. Ahora, y esta es la consecuencia decisiva
que rara vez se toma en cuenta, el contenido de una representación depende más del
registro de la representación que del objeto representado (Duval, 1999, págs. 40-46). Esa es
la razón por la que pasando de un registro a otro cambian no sólo los medios de
tratamiento, sino también las propiedades que pueden hacerse explícitas. Por otro lado,
para las representaciones no semióticas que son producidas por los dispositivos físicos
(espejo, cámara, microscopio, etc.) o por organizaciones cerebrales y sensoriales tenemos
algo así como una relación de causalidad. El contenido de una representación es el efecto
indirecto del objeto. Por lo tanto, su “intuitivo” o mayor valor empírico (Figura 6).
1 1
SISTEMA Semiótico PRODUCTOR
de la representación SISTEMA físico PRODUCTOR
de la representación
Hay una gran fuente de malentendidos entre profesores y estudiantes, principalmente con
respecto a lo básico y complementario de los procesos de pensamiento, razonamiento y
visualización. A diferencia de los registros monofuncionales, los registros multifuncional
parecen comunes y directamente accesibles a cada estudiante. Pero eso es engañoso. De
hecho, la forma matemática de utilizar los registros multifuncionales se ejecuta contra la
práctica común, empezando con la práctica del lenguaje natural (Duval, 1995b, págs. 87 a
136). Nos centraremos aquí, en vez de las cifras, en geometría explícitamente en la medida
en que recurren a la visualización y no sólo al conocimiento discursivo (propiedades,
definiciones, teoremas). Recordando que una figura en geometría siempre está arraigada en
el funcionamiento de dos registros. Y si queremos comprender su complejidad cognitiva,
debemos analizar por separado la forma en la que los tratamientos se llevan a cabo
respectivamente en el registro discursivo y el registro visual, aunque se funden en el mismo
proceso matemático. Cuando nos centramos en la visualización estamos enfrentao una
fuerte discrepancia entre la manera común de ver las figuras, generalmente en una forma
icónica, y la forma matemática que se espera para ser mirada. Hay muchas maneras de
“ver” (Duval, 1995ª).¿ Cuál es la requerida por el uso heurístico de las figuras?
Dimos anteriormente tres ejemplos extremadamente elementales del uso de figuras en
geometría (Figura 2).En estos ejemplos, “ver” consistió en discernir en la figura original las
transformaciones que permiten la reconfiguración en la otra: el pasaje de la figura original a
la que es el objetivo hace posible comprender una relación, una fórmula de cálculo, etc. Por
lo tanto, suponiendo que el cálculo del área de un rectángulo es conocido, uno puede ver
cómo calcular el de un paralelogramo y de ahí el de un triángulo (Figura 7).
Figura ilustrativa de expresiones de propiedades
geométricas que refieren a elementos
unidimencionales de la figura (los lados y la
perpendicular desde un vértice a la base)
Figura 8. Primer paso de un tratamiento visual: subfiguras requeridas para ser discriminadas.
La solución de ciertos problemas requiere una comparación de algunas posibles subfiguras
obtenidas por la reconfiguración y, por lo tanto, la habilidad de discernirlas rápidamente en la
figura original. Hay factores que, en algunos casos, facilitan el reconocimiento de las
correspondientes subfiguras y los inhiben en otros (Duval, 1995ª, págs. 144, 149-150). Pero hay
otra, posibilidad más interesante, situaciones que muestran la complejidad y la dificultad de las
figuras: aquellos que impliquen un círculo y unas líneas rectas. Sobre este tema también tenemos
observaciones muy fiables, disponible en diferentes niveles de la enseñanza.
Al final de la escuela primaria, el problema presentado en la Figura 9 fue dado a todos los
estudiantes que ingresan a la escuela media francesa y los datos resultados del problema en la
figura 9. Muy a menudo, el mismo tipo de problema se repitió en varios años consecutivos.
Figura 9. Evaluación nacional francesa (hombres, 1998, 1999).
En realidad, para encontrar la respuesta matemática, los estudiantes tenían que ver dentro de la
figura a las dos subfiguras B (véase la figura 10) y no a las dos subfiguras A.
Porque sólo en las dos subfiguras B es que uno ve los dos rayos en un lado y una parte del otro
lado del rectángulo. Ahora es en las subfiguras A donde salta el ojo y por lo tanto tienden a
descartar los subfiguras B!