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“Cuartas Jornadas sobre Etnografía y Métodos Cualitativos”

Buenos Aires, IDES, 26 y 27 de agosto de 2004

Apellido y Nombre: Zibecchi, Carla e-mail:


carlazibecchi@hotmail.com Institución: Facultad de Ciencias
Sociales. UBA

Apellido y Nombre: Guimenez, Sandra e-mail:


sguimenez@hotmail.com Institución: Facultad de Ciencias Sociales.
UBA

Titulo: “Algunas precisiones teórico ? metodológicas para el estudio de los planes


sociales: recuperar la mirada de sus ‘destinatarios/as’ a partir de la utilización de los
métodos cualitativos”

Mesa de Trabajo (orientativa): Uso de la entrevista directiva o no directiva, los grupos

focales, la observación participante y la historia de vida, en contextos disciplinarios e

institucionales.
1

Introducción

Bajo el apogeo de la administración menemista, la Argentina transcurrió a lo largo de

más de una década en una progresiva secuencia de opciones de política de corte

neoliberal. Los efectos de estas políticas de ajuste social en la población ?ampliamente

conocidos? conforman hoy un panorama de empobrecimiento, precarización laboral y


desempleo sin precedentes para nuestro país. En este contexto, los problemas de

desempleo, subempleo y empleo precario se presentaron como una nueva contingencia

que justificó la “cobertura” desde la acción pública mediante la adopción de políticas


activas y pasivas en el mercado de trabajo (Pautassi, 2000). En consecuencia, se fueron

desarrollando, de manera sistemática durante más de diez años, un importante número de

programas de empleo transitorio y capacitación laboral como “solución” a la problemática


de la falta de trabajo​1​. Si bien las políticas implementadas por el gobierno

de transición ?bajo la Presidencia de Duhalde? cuestionaron, en alguna medida, la lógica

política que caracterizaba al modelo económico de los 90’, la dinámica macrosocial y

económica del mismo permanecen prácticamente inalteradas en la actualidad. Atento a


esta involución, el gobierno de la transición puso en marcha el Plan Jefes y Jefas de

Hogar (en adelante: PJJH).

A partir de las múltiples enfoques desde los cuales puede ser abordado el estudio de los

programas de empleo transitorio de los 90’ y el actual PJJH, la presente ponencia propone

encarar su análisis desde la perspectiva de los comúnmente denominados “beneficiarios”

asumiendo, de este modo, un compromiso epistemológico con su mirada y centrándose

en la incidencia que estos planes tienen sobre las condiciones de reproducción

?materiales y simbólicas? de sus destinatarios/as.

En función de lo señalado, el presente trabajo se estructura de la siguiente manera. En

primer lugar, se concentra en ciertos problemas conceptuales y metodológicos sobre los


cuales resulta imprescindible realizar una serie de aclaraciones explícitas para abordar

comprensivamente nuestro objeto ?sujeto? de investigación: los “beneficiarios” de

programas de empleo. En segundo lugar, se realiza una revisión crítica a las miradas

analíticas más comunes que han prevalecido en el campo técnico durante gran parte de
los años 90’ sobre las personas destinatarias de estas políticas ?denominadas: “población
2

objetivo”?, en tanto se planifican e implementan programas para sectores de la población

visualizados ?y presentados desde el discurso oficial? como homogéneos y sujetos

“pasivos” de asistencia. La tercera parte está basada en un proceso de reflexión sobre el


trabajo de campo de nuestras investigaciones en curso;​2 ​presentando posibilidades y

alcances del enfoque biográfico como forma de abordaje a la problemática planteada.

Algunas precisiones teórico - metodológicas

Una de las cuestiones que resulta importante considerar con respecto a la población

“asistida” por el programa social PJJH, es que constituye una categoría construida

oficialmente. En esta dirección, el limitarnos estrictamente a una definición oficial

acarrea, para este estudio, dos tipos de riesgos.​3 ​En primer lugar, es característico de las

definiciones oficiales considerar a los “beneficiarios” de planes asistenciales como

“ocupados”. Y el circunscribirnos a esta definición no nos habilita para comprender las

diversas y complejas experiencias y significados que establecen estas personas “asistidas”

en torno al empleo y el trabajo. En segundo término ?y en estrecha relación con lo

anterior? existen peculiaridades del mercado de trabajo local que se encuentran muy lejos

de la dicotomía que caracteriza al mercado de trabajo de los países centrales, nos

referimos a la no vigencia de un clivaje nítido entre ocupados y desocupados debido al

mínimo desarrollo de la economía informal (cf. Kessler,1997). La extensión del sector

informal en la Argentina complica la diferenciación entre quienes desarrollan tales

actividades ?informales? como modalidad de inserción corriente y quienes subsisten en

ellas como último recurso para contrarrestar su expulsión involuntaria de las filas de

empleo ? formal o informal?.


Ante estos problemas planteados por delimitaciones preestablecidas, en este caso
oficialmente, hemos optado por realizar cierta prevención epistemológica,​4 ​en el sentido

1 ​
Respecto a cómo se construyó la problemática del trabajo y sus soluciones ver ​Cuestión social: ​precisiones
necesarias y principales problemas ​(Grassi, 2003 -Mimeo). ​2 ​Corresponden a los respectivos proyectos de tesis:

Género y Programas de Empleo: la incidencia de los Programas


​ de Empleo: una abordaje desde el punto de vista
de las beneficiarias ​(Maestría en Políticas Sociales-UBA) y ​Política de Empleo 1990-2003: entre la
mercantilización del trabajo y la dependencia estatal. ¿Dónde quedó la autonomía? (​ Maestría en Políticas

Sociales-UBA). ​3 ​Seguimos los dos riesgos que fueron señaladas en investigaciones cuyo objeto -sujeto- de

estudio son los desocupados


​ (cf. Calvi, 2003). ​4 ​Un primer aporte consiste en alertar acerca de la importancia de

revisar nuestras propias categorías de análisis


​ y no presentar como instrumentos de conocimiento esquemas de
percepción que deberían tratarse como objetos de estudio. El sociólogo está siempre asediado por lo
preconstruido, de modo que los conceptos y las nociones clasificatorias que se empleen para conocer tienen todas
las posibilidades de ser
3

que le asignan Bourdieu y Wacquant, con respecto a nuestro objeto ?sujetos? de estudio

? “los ‘asistidos/as’ por los planes de empleo”? y por no considerarlos como portadores

​ referimos comprender las condiciones


de ciertas características comunes ​a priori. P

diferenciadas de hombres y mujeres allí situados bajo el rótulo de “beneficiarios” y su

llegada a esta situación como un proceso​. ​Esto es, visualizar la trayectoria individual de

los/as mismos/as, sin naturalizar la situación de ser “beneficario/a” y no tomar como

objeto de análisis categorías construidas oficialmente. Si bien en nuestra investigación,


nos circunscribimos a la condición de que nuestra población estudiada tenga en la

actualidad ?o haya tenido en algún momento? el PJJH, optamos por no considerarlos ​a

priori c​ omo “ocupados”, “desocupados”, “precarizados”, “pobres”. Por lo mismo,

sostenemos, siguiendo a Robert Castel, que las trayectorias individuales se transforman


en registros metodológicos fundamentales para denunciar los orígenes de esa situación de
vulnerabilidad y/o desafiliación,​5 ​considerando la posición que ocupa un individuo como
resultado de un proceso, no como un estado.

En resumen, partimos del supuesto que el problema derivado de la condición de

beneficiario/a de un plan social como el PJJH, excede ampliamente el estudio de los

indicadores sociales o económicos, en tanto comprende un complejo entramado de

representaciones y experiencias que sólo pueden se aprehendidas desde la mirada de sus

destinatarios. Esta opción teórica y metodológica nos permitiría identificar a las personas

beneficiarias no desde una caracterización preconcebida, sino partiendo de las

trayectorias que elaboran los mismos actores al trasmitir sus experiencias. Al mismo

tiempo, consideramos que explorar las diferentes formas en las que un plan de empleo se

percibe y se experimenta, no puede dejar de considerar el contexto en el cual se


encuentran los entrevistados: un proceso de empobrecimiento y desocupación sin

precedentes para nuestro país, donde se implementaron ?durante más de diez años de

manera sistemática? programas sociales asistenciales que construyeron, a partir de su

lógica de focalización, la categoría: “beneficiario”.

el resultado del mismo objetivo. De esta forma, aparece una preocupación constante en la sociología: distanciarnos
de ese sentido común, romper con el mismo, es decir, con aquellas “representaciones compartidas por todos”,

trátese de lugares comunes o de representaciones oficiales (Bourdieu y Wacquant,1995). ​5 ​Castel construye un

esquema de análisis que consiste en delimitar zonas: primero, una zona de ​integración social
​ ​, donde existiría una
inserción laboral estable y vínculos relacionales sólidos. Segundo, una ​zona de vulnerabilidad social​, en la cual se
encontrarían situados aquellos individuos con empleos precarios y soporte de proximidad frágiles. Por último, la
tercer zona, ​de marginalidad o desafiliación c​ onstituida por la ausencia de participación en actividades
productivas y el aislamiento relacional (Castel, 1991).
4

Sobre la construcción de la categoría población-objetivo


Aquí nos interesa situarnos, particularmente, en un nivel de análisis que parte de

cuestionar el “sentido” construido en el campo de los analistas técnicos de las políticas

sociales respecto del concepto “población-objetivo”. Como es sabido, una de las

principales características que adoptó la política social implementada a partir de la


consolidación del nuevo régimen de acumulación, 6​ ​tiene como correlato a la focalización

como vía privilegiada de intervención estatal. Específicamente, el objetivo de aquella

consiste en “administrar” puntualmente la situación de pobreza focalizando en los


bolsones más pobres entre los pobres, y donde cualquier otro objetivo de política que

implique más gasto que ése, no es deseable ni plausible (Lo Vuolo, 1999). Este esquema

conceptual no concibe la existencia de pobres ocupados; por lo que considera que quienes
no puedan resolver el problema de la ocupación atraviesan, o están afectados, por alguna

incapacidad personal, y por ello es sólo a esos “incapaces” a quienes hay que asistir (Lo
Vuolo, 1999). Esta visión fue fuertemente promulgada por asesores técnicos de los
organismos internacionales,​7 ​quienes a través de las recomendaciones de focalización

ayudaron a conformar las “poblaciones objetivo”: grupos en situación de vulnerabilidad-


desafiliación social visualizados como “perdedores”. 8​ ​En este contexto, y como solución

al problema de la falta de trabajo ?en tanto nunca se produjo la esperada generación de

empleo productivo?, se ponen en marcha una serie de programas asistenciales de

empleo.​9

La categoría población-objetivo, acuñada por los técnicos “apolíticos” y “neutrales”

contratados por organismos internacionales que se avinieron a la diagramación de

programas sociales, entraña una construcción que desconoce/niega el estatus de

6​
Proceso comenzado a mediados de la década del `70 y definitivamente consolidado a principios de los años
​ `90

bajo el gobierno menemista. ​7 ​Y tomada con pleno convencimiento por las autoridades que tuvieron a su cargo la
implementación del decálogo
​ neoliberal. ​8 ​Es interesante aquí considerar cómo se ha naturalizado la utilización del

concepto “necesidades básicas” como


​ instrumento para determinar estas “poblaciones objetivo” y herramienta
para “compensar” los efectos del ajuste estructural: “... a quienes recientemente un economista del Banco Mundial
definió como los perdedores, en ocasión de la presentación del Informe de Desarrollo Humano en el año 2000”

(Raggio, 2003:206-207). ​9 ​Estos programas pasaron a ocupar un lugar clave en la imagen con la que el gobierno

pretendía legitimarse
​ socialmente frente a los crecientes problemas del empleo. Algunos de ellos, los de mayor
alcance –por ejemplo, Barrios Bonaerenses–, tuvieron como fin manifiesto la necesidad de mejorar la situación de
“empleabilidad” de las personas, definida en tanto conjunto de “...condiciones personales en
5

“sujetos/agentes sociales” de quienes fueron constituidos como destinatarios de las

políticas de los `90. Al respecto, Danani (1996) apunta que la condición de destinatarios

constituye una relación social y que como tal, la misma es resultado de procesos e
interacciones, en la que intervienen múltiples actores/sujetos que son constituidos y

constituyentes a la vez.

En este sentido, en otro trabajo​10 ​sostuvimos que la concepción puesta en juego en la

diagramación verticalista de los planes incurren en una mirada interpretativa que deja de

lado el universo de sentido ?conciencia práctica? de los sectores que devienen en

población objetivo de los programas; a partir de lo que se los conceptualiza como meros

“objetos” de administración/asistencia/intervención/estudio, sin capacidad propia de

decisión y fácilmente maleables. Además, dicha mirada desconoce que políticas y sujetos
forman parte de una misma relación social y por tanto, están mutuamente imbricados, por

lo cual la configuración final que la política diseñada toma, a partir de que comienza a

correr su implementación, estará “marcada” por las múltiples determinaciones que se

producen entre diseño y actores.

Llegando más a fondo de esta misma cuestión, podemos decir que esta categorización de

población objeto desconoce determinados márgenes de acción que aquellos potencialmente


tienen y despliegan, aún en contextos de subordinación estructural.​11 ​Es

interesante remarcar la articulación conceptual y práctica entre “población objetivo” y

“beneficiario”, ya que en función del recorte que efectúa la política focalizada, se definen

y priorizan ciertas características que los potenciales “beneficiarios” deben reunir como

es la de demostrar la estigmatizante situación de carencia para ingresar al “primer

mundo” de la población objetivo de los programas (con y sin financiamiento


internacional).

En función de las críticas antes vertidas proponemos una concepción de las poblaciones

objeto de la política social como “reconocidas y construidas como sujetos/agente

relación a las demandas del mercado laboral que aumentan o disminuyen las posibilidades de inserción de los
sujetos en el mundo de trabajo” (PNUD,1999:98). ​10 ​En la monografía realizada para la Carrera de Especialización

en Políticas Sociales que realizara una de las


​ autoras del presente trabajo, se desarrolla más ampliamente esta
crítica conceptualizada en el mismo como “proceso de desactoralización” (“Construyeron los planes sociales a

construir tolerancia social al ajuste? Una mirada crítica y relacional recuperando la dimensión subjetiva”). ​11 ​En

conversaciones informales con algunos beneficiarios del viejo Plan Trabajar, devenidos actualmente ​en activistas
del movimiento piquetero, pudimos indagar que éstos consideran que los planes de empleo o
6

sociales... Sujetos sociales objetivamente colectivos, aunque siempre singulares” (Danani,

1996). Objetivamente colectivos en la medida en que comparten condiciones con otros,

que derivan de posiciones diferenciales en la estructura social lo que permite analizar la

naturaleza y calidad ?también diferenciales? de sus prácticas en tanto socialmente

constituidas.

El enfoque biográfico: un abordaje posible centrado en la perspectiva de los actores


Partiendo de los peligros que encierra considerar a los beneficiarios como una “población

delimitada” ?producto de una categoría oficial: “población objetivo”?, resulta adecuado

un enfoque relacional para abordar comprensivamente la situación de hombres y mujeres


destinatarios de estos programas. Un enfoque relacional que vincule la dimensión más

simbólica ?significados, valores? sin perder de vista la material ?condiciones

estructurales de existencia de los actores involucrados en el marco de estos programas?,

permitiría considerar dos niveles de análisis distinguibles analíticamente pero que en la

práctica se encuentran muy unidos. Si partimos del planteo de que ésta categoría

“beneficiario” es el resultado de ciertos procedimientos oficiales, es esencial reconocer la

diversidad de subjetividades que se encuentran bajo este mismo rótulo; y transcender esta

​ ​Según
lectura estaticista que poco dice acerca del por qué llegaron a esa situación. 12

Rosanvallon de nada sirve contar a las personas excluidas ?en la medida que esto no

permite constituirlos en objeto de acción social?, lo que resulta conveniente es analizar

las trayectorias recurriendo a la historia individual: las biografías (Rosavallon, 1998).

Desde esta concepción teórica nos parece relevante y adecuado la utilización de un

enfoque biográfico; el mismo permite comprender cómo se unen los procesos

macrosociales con los microsociales: “...Si queremos entender los lazos que unen los
mircrofenómenos con los macrofenómenos, necesitamos desarrollar una concepción

teórica de la gente como producto y también autoproducto de sus condiciones materiales

y culturales de vida” (Bertaux, 1996). Lo particularmente interesante del enfoque

biográfico consiste ?siguiendo a Bertaux (1988)? no en el mero uso de una técnica ?y de

subsidio que "se bajan" desde las institucionales estatales, constituyen una respuesta a sus reivindicaciones, en
tanto forman parte de las conquistas de sus medidas de acción. ​12 ​En este sentido, reconocemos la importancia del

trabajo etnográfico para abordar la problemática que proponemos,


​ ya que esta herramienta metodológica presenta
una flexibilidad o apertura que consiste en: “que son los actores y no el investigador, los privilegiados para
expresar en palabras y en prácticas el sentido de su vida, su cotidianeidad, sus hechos extraordinarios y su devenir.
Este status de privilegio replantea la centralidad del investigador como sujeto asertivo de un conocimiento
preexistente convirtiéndolo, más bien, en un sujeto cognoscente que deberá recorrer el arduo camino del des
conocimiento al re conocimiento”(Guber, 2001).
7

allí que preferimos utilizar el término “enfoque biográfico” y no “métodos de relato de

vida”?, sino un proceso sociológico, un enfoque que permite conciliar la observación y la

reflexión. Como destaca P. Grell: “...no es únicamente el relato de las prácticas, es

además un ‘mundo social’ en el cual el individuo vuelve a totalizar su vida

sintéticamente, la biografía... como consecuencia de una interacción social en curso (la


entrevista)” (Grell, 1986:38). Precisamente la construcción de los relatos de vida​13 ​orales,

a partir de las entrevistas en profundidad, resultaron ser los soportes metodológicos

fundamentales para la comprensión, desde la perspectiva del actor, de estos procesos por

los cuales se llega a ser beneficiario de un plan de empleo en la Argentina.

Consideramos que el trabajo de campo se torna imprescindible para llegar a la meta

propuesta en esta investigación, ya que en aquel “es ... donde modelos teóricos, políticos,
culturales y sociales se confrontan inmediatamente –se advierta o no- con los de los

actores. La legitimidad de ‘estar allí’ no proviene de una autoridad del experto ante legos

ignorantes, como suele creerse, sino de que sólo ‘estando ahí’ es posible realizar el tránsito
de la reflexividad​14 ​del investigador-miembro de la sociedad, a la reflexividad de

los pobladores” (Guber, 2001).

1) Acerca de la muestra y la modalidad de acceso a los informantes

Con respecto al recorte de nuestro universo de indagación, nos hemos centrado en tres

municipios del Gran Buenos Aires, que consisten en localidades industriales desactivadas

que presentan altos niveles de desocupación y pobreza y la Capital Federal ?Ciudad de

Buenos Aires?. La inclusión de este último distrito responde a que, a diferencia de las

otras localidades, no presenta una tan larga tradición de programas de empleo y


Retomamos aquí la distinción propuesta por M. Denzin entre ​historia de vida (​ life history) y ​relato de ​vida (​ life
13 ​

story). Mientras las primeras consisten en estudios sobre una persona determinada que incluyen no sólo su propio
relato, sino también otras clases de documentos -por ejemplo: expedientes judiciales, historias clínicas,
testimonios de allegados-, los relatos de vida tienen como única fuente relatos subjetivizados en los cuales los
individuos se esfuerzan por narrar una historia de una serie de contingencias como un desarrollo unitario

(Bertaux,1988:69). ​14 ​El concepto de reflexividad alude a que las descripciones y afirmaciones sobre la realidad

que efectúan los


​ actores no sólo informan sobre esa realidad, sino que la constituyen al mismo tiempo. Dice Guber
(2001) que el conocimiento del sentido común no sólo pinta a una sociedad real para sus miembros, sino que a la
vez opera como profecía autocumplida. “La reflexividad señala la íntima relación entre la comprensión y la
expresión de dicha comprensión. El relato es el soporte y vehículo de esa intimidad (...) un enunciado transmite
cierta información, creando además el contexto en el cual esa información puede aparecer y tener sentido”.
8

programas sociales.​15 ​Si bien el problema de las experiencias y subjetividades de los/as

entrevistados/as, no se reduce a la concentración homogénea de beneficiarios/as en un


territorio dado,​16 ​nos pareció interesante incorporar a nuestro estudio entrevistas a

personas “asistidas” de Capital Federal, precisamente por la escasa tradición que presenta

este distrito ?a diferencia de los anteriores? con los programas de empleo transitorio.

Utilizamos una “muestra de oportunidad”​17 ​acompañada con el sistema llamado “bola de

nieve” en el cual cada informante recomienda al investigador una o más personas de su

círculos de conocidos (Guber,2004). Los primeros informantes con los cuales nos

contactamos pertenecían a organizaciones comunitarias que reúnen personas

“beneficiarias” del PJJH que realizan, como modalidad de contraprestación, actividades


comunitarias, estos mismos informantes fueron quienes nos contactaron con otras

personas de la organización.

No obstante, pronto nos dimos cuenta que debíamos ampliar nuestro espectro de

informantes para poder considerar personas “beneficiarias” que no tuvieran este tipo de
inserción comunitaria. Observábamos un claro sesgo en nuestra muestra: las personas que

teníamos mayor facilidad para entrevistar, eran aquellas que decidieron realizar la

contraprestación, y por ello estaban vinculadas a organizaciones comunitarias ? y otras

instituciones? dando una imagen parcial del grupo en estudio. Fue necesario entonces,

como destaca Guber, “saltar el cerco”, esto es, sin abandonar el rumbo de los contactos

ya entablados buscar nuevos contactos que ?como suponíamos? podrían ser fuentes de

perspectivas y de información con diferentes puntos de vista.​18 ​Resumiendo, nos faltaba

escuchar una “campana”: los que deciden no hacer la contraprestación exigida para el

La Ciudad de Buenos Aires no presenta una larga trayectoria en implementación de planes sociales, ​porque el
15 ​

contexto económico-social de la localidad no presenta históricamente los mismos índices de pobreza y

desocupación que los partidos que componen el Conurbano Bonaerense. ​16 ​Lo que para propósitos estadísticos son

la misma gente, que vive en el mismo barrio pobre y todos viven debajo
​ de la misma línea oficial de la pobreza,
como destaca Auyero, cuando miramos más de cerca, la misma “gente pobre”, viviendo inclusive en el mismo

lugar geográfico tiene “diversos puntos de vista” (Auyero, 2001). ​17 ​El criterio para detener nuestro muestreo es el

de “saturación teórica”, esto es, la imposibilidad de encontrar


​ información adicional por medio de la cual se
pueden desarrollar propiedades de una categoría. Esta saturación se logra a través de la recolección y el análisis
simultáneo de datos. Por lo tanto, no podemos definir el número de entrevistas ​a priori ​(Glaser y Strauss, 1967). ​18

Así pudimos comprender la postura de Hernán, quien prefiere no realizar su contraprestación. Tal como
hábilmente nos explicaba: “el propio gobierno tiene que plantearse dar trabajo como dice la Constitución, si no
tienen que dar un fondo de desempleo”. La contraprestación no consiste para Hernán en ninguna forma de trabajo
“porque lo de la contraprestación son todas mentiras: no existe”.
9

PJJH, lo cual nos permitió comprender una delimitación interna del grupo acuerdo al

sentido de los informantes (Guber, 2004). 19


2) Acerca de la entrevista
a) Las preguntas de apertura del discurso. La entrevista es un instrumento de recolección

de información pero también es un mecanismo de producción de datos. Spradley (1979)

recomienda al comienzo de la entrevista el uso de preguntas descriptivas para ir


construyendo contextos discursivos. En este sentido, es provechoso tener más de una

“etapa” de entrevista con el informante a efectos de ir construyendo las preguntas a partir


de los términos de referencia del entrevistado. Asimismo, es útil no ir directamente “al

grano” respecto del interés del investigador, sino comenzar por un camino más sencillo y

descriptivo que nos sumerja en su marco de referencia y nos permita ubicar “el grano” del
entrevistado (Guber, 2001).

Siguiendo esta perspectiva, las autoras de este trabajo se han esforzado por comenzar la

entrevista de la forma más “natural” posible. Bajo este objetivo, se implementaron

preguntas que nos permitieron recolectar información en torno a diversos itinerarios de

nuestros entrevistados y al mismo tiempo observar cómo cada actor construye su propia

historia (“¿Cómo llegó al PJJH?”). También resultó fructífero incorporar preguntas que
interrogan acerca de lo frecuente (“¿Cómo fue un día suyo de la última semana?”)​20​.

Sin embargo, la realidad nos enfrenta a situaciones difíciles de manejar. En algún caso, la
situación de la entrevista se “complejizó” cuando llegadas al lugar​21 ​donde realizaríamos

los contactos y las entrevistas, encontramos que el mismo estaba organizado bajo la

“supervisión” de un coordinador (también beneficiario del Plan). Este aspecto tornó

dificultoso hablar con los “beneficiarios” completamente a solas. El hecho de que los

informantes estaban supervisados por “la mirada del coordinador” pareció amenazar en
cierta manera el relato que el entrevistado efectuaba.​22 ​Esta complejización al mismo

tiempo fue interesante al momento del análisis para contribuir al armado del contexto del

19 ​
En el transcurso de las entrevistas pudimos percibir que los actores que realizaban la contraprestación creaban

una “línea divisoria”, con aquellas personas que decidían no hacerlo: ‘los que no hacen nada”, “reciben el plan y

no trabajan”. ​20 ​Permitió rastrear si las personas realizaban o no realizaban la contraprestación exigida, sin influir

en sus respuestas.
​ En el caso de las mujeres beneficiarias permitió comprender en lo cotidiano la compatibilidad-

incompatibilidad de las actividades domésticas y el plan. ​21 ​Esta situación se repitió en dos lugares de un mismo

municipio del noroeste del Gran Buenos Aires.


10

entrevistado, dado que la relación construida con el coordinador influía obviamente no

sólo en el relato que escuchábamos en ese momento sino también en su práctica

cotidiana.

b) Las preguntas directivas y no directivas. A efectos de no “dirigir” la entrevista y de

promover un relato más fluido por parte del entrevistado Guber (2001) señala como

oportuno: 1) emplear las últimas frases de un fragmento del relato para construir una

pregunta en los mismos términos, y 2) formular una pregunta en términos del investigador
sobre los últimos enunciados del informante.​23

Respecto de lo anterior nos surgió (sin pensarlo previamente) algo realmente interesante

en el momento concreto de una entrevista. Dado que hacía muy poco que habíamos

comenzado el contacto con nuestros informantes, nos encontramos limitadas para


preguntar de tal manera de no “determinar” la respuesta, cuidando el vocabulario

utilizado y tratando de que no se “escapen” frases tales como: “¿Y qué opina del Plan?
¿Le parece bien? ¿Le sirvió? ¿Le sirvió a la familia?”. Para no dirigir la respuesta hacia

un lado u otro. Grande fue la decepción, cuando al leer la desgrabación descubrimos la

frase anterior –pese a los intentos y a la lucha que había librado consigo misma la

entrevistadora?, donde claramente se había incurrido en lo que no se quería (ni debía)

hacer.​24
En otra situación de entrevista, estábamos hablando muy fluidamente con la entrevistada,

cuando ésta refiere que había ingresado al plan porque ​“alguien de la municipalidad le

había avisado y la había anotado”.​ En este contexto, tratamos de averiguar más sobre

quién era esa persona de la municipalidad, dónde tenía la oficina en el barrio, qué trabajo
hacía, etc; pero nos dimos cuenta que la entrevistada tenía dificultades realmente para

“nominar/definir” a esa persona. Rosalía (nuestra entrevistada) estuvo un buen rato

tratando de buscar cuál era la palabra que quería mencionar pero no lo logró en ese

momento. La entrevistadora descubrió que esa persona era el puntero del barrio, pero le

En el caso de las entrevistas que realizamos en el comedor, la coordinadora intervenía para reforzar aspectos
22 ​

positivos del trabajo que realizaban en él, de los beneficiarios que contraprestaban allí y de los manejos

transparentes con los beneficiarios. ​23 ​Guber señala como importante también 1)un simple movimiento de cabeza

asintiendo, negando o mostrando


​ interés: 2) repetir los últimos términos del informante ... 5) en base a alguna idea
expresada por el informante en su exposición pedirle que amplíe; 6) introducir un nuevo tema de conversación. ​24

Aquí es importante dejar en claro que si bien la experiencia está contada en tercera persona, dicha situación
​ le
sucedió sólo a Sandra Guimenez en su trabajo de campo, lo cual libera a la otra autora de este trabajo de “no
haber hecho correctamente la tarea en el campo”.
11

pareció que no correspondía decirle “puntero”, ya que no significaba lo mismo en

términos del marco de referencia que la entrevistada se acordara o no. Cuando al

despedirnos conversábamos distendidamente sobre algunos hechos ocurridos en el barrio,

la entrevistadora dice la palabra “puntero”, e inmediatamente Rosalía reconoció que ésa

era exactamente la etiqueta con que había querido definir al señor que la había hecho

ingresar en el plan.

Algunos interrogantes estratégicamente directivos en otras ocasiones resultaron

provechosos. Particularmente, las preguntas hipotéticas nos permitieron ubicar a nuestros


informantes en situaciones imaginarias y puntos de enunciación que atañen a una
situación real. Estas preguntas fueron utilizadas para indagar acerca de las

representaciones del futuro laboral y los requisitos de un “buen empleo”: “Si pudiera

elegir dónde y cómo trabajar: ¿qué tipo de empleo sería el ideal?”.

3) Acerca de la construcción del relato

En el marco de las posibilidades que ofrece la perspectiva biográfica para el análisis de

los procesos sociales, nos interesó particularmente comprender, desde una perspectiva

microsocial, varios caminos por los cuáles se llega al plan de empleo -tal como los

actores construyen el relato? y representaciones en torno al mismo. Nos referimos a los

relatos biográficos en el sentido señalado por Bertaux, en tanto no accedemos a las

experiencias biográficas en su totalidad, sino a segmentos ?recorridos parciales? de los

actores vinculados a nuestro estudio (cf. Sautú,1999). Y si algo caracteriza a los relatos

de vida de nuestros entrevistados y entrevistadas ?personas que son “asistidas” por el

PJJH? es que las transformaciones operadas en los últimos años no les son ajenas.

Fundamentalmente porque –siguiendo a Garfinkel- las “normas, reglas y estructuras no

vienen de un mundo significante exterior a, e independientemente de las interacciones

sociales, sino de las interacciones mismas. Los actores no siguen las reglas, las
actualizan, y al hacerlo interpretan la realidad social y crean los contextos en los cuales

los hechos cobran sentido (en Guber, 2001). A continuación, se construye la trayectoria

de Roberto muy sintéticamente con la finalidad de dar cuenta de uno de los caminos por los
cuales se llega a ser “perceptor” del PJJH. 25

25 ​
Todos los nombres, apellidos de nuestros entrevistados y lugares utilizados en este trabajo han sido
deliberadamente alterados para preservar el anonimato de los verdaderos protagonistas de estos hechos.
12

Roberto tiene 53 años y vive actualmente en un asentamiento ?llamado Santa Elena? de una
localidad del sur del conurbano bonaerense. Un espacio geográfico en el cual los procesos
descriptos​26 ​anteriormente impactan fuertemente, convirtiéndolos en verdaderos espacios de
relegación en donde las personas desempleadas y subempleadas se concentran en mayores
proporciones. Nació en Tucumán ?provincia del norte Argentino? en donde realizó sus
estudios primarios, y en cuarto grado abandona la escuela para dedicarse por completo a
trabajar en los ingenios azucareros, junto a su familia. Hacia 1969, los ingenios azucareros
comenzaron a cerrar en Tucumán, época que significó, para Roberto y muchos otros
tucumanos, la pérdida de la principal fuente de trabajo pero también la búsqueda de nuevas
posibilidades: ​“la mayoría de los tucumanos nos quedamos sin trabajo y siempre buscamos
nuevos rumbos, el rumbo donde podíamos ganar una moneda más, y encaramos para la
Capital”.​ Una vez en Buenos Aires, nuestro entrevistado se dedicó a trabajar en la
construcción como oficial de albañil, oficio que aprendió de su padre y que perfeccionó, una
vez en Buenos Aires, a través de los arquitectos y los ingenieros con los cuales trabajó​: “Acá
me dieron el título de albañil y empecé a trabajar en una empresa”,​ nos cuenta con orgullo.
En el relato de la vida cotidiana de Roberto se percibe una rutina diaria construida en torno al
mundo del trabajo. Todos los días se levantaba a las cuatro de la madrugada y tomaba el tren
para ir a la obra ?trabajaba en la zona de Barrancas de Belgrano de la Capital Federal?,
regresaba a las 10 de la noche, cenaba en familia, y se iba a dormir. El trabajo en la
construcción, que continuo ininterrumpidamente durante más de 25 años, más otras changas
que realizaba en sus días de descanso para “completar el sueldo”, le permitió construir su
propia casa, mantener a su mujer ? “que nunca trabajó”? y mandar a sus cinco hijos a la
escuela: ​“Quincenalmente cobraba y mantenía mi casa. Tenía mi casa y tenía todos los
impuestos pagos. Con el sueldo se podía vivir, se podía vivir... haciendo trabajo, porque no
es que uno se quedaba con un solo trabajo ¡porque había changas, siempre había trabajo!”.
Ahora bien ¿cómo puede entenderse la valoración retrospectiva que realiza Roberto en torno
a las changas ?trabajos precarios e informales?, para completar su salario quincenal?. Pues,
esta actitud debe ser entendida en el contexto actual en la que se encuentra nuestro
entrevistado. El desempleo generalizado es la característica definitoria de la localidad donde
vive, y la construcción y el servicio doméstico fueron las categorías más afectadas por esta
“epidemia” del desempleo (Kessler, 1997). Hacia 1998 la empresa constructora en la cual
trabajaba empezó a “recortar”, y Roberto se quedó sin su principal empleo y fuente de
ingresos para su familia. A pesar de esta importante pérdida, cierta experiencia y capital
social acumulado durante su trayectoria laboral le permitieron continuar con algunas changas
“​para tirar”​ . El hecho de ​“haber salido bien en los trabajos”​ , le permitió tener una serie de
contactos con arquitectos e ingenieros a los cuales llamaba frecuentemente durante su primer
período de desocupación: “​Vení el sábado, porque tengo algo​”, le decían. Sin embargo, estas
posibilidades pronto presentaron sus límites: “​Hasta ahora tengo el teléfono de los
arquitectos y algunos ingenieros, pero: ‘no tengo nada, nada, nada’, eso siempre me dicen.
Y así empezamos, cada vez menos, y cada vez más era la desocupación.​ ” Frente a la ruptura
de su rutina diaria producida por la pérdida de su empleo y la imposibilidad de que salieran
las tan apreciadas changas, Roberto relata con nostalgia que pasaba sus tardes en su casa y
que no salía a ningún lado, ​“yo me ponía mal al no tener trabajo, me veía sin una moneda​”.
Buscando un mínimo ingreso para subsistir, la esposa de Roberto comenzó a vender algunos
productos en la calle. Compraba fruta y verdura “​por mayor”​ y lo vendía en las esquinas. No
obstante, esta actividad que en un tiempo no muy lejano pudo pensarse

26 ​
Aquí nos estamos refiriendo al proceso de reformas estructurales llevado a cabo durante la década del `90.

13

como una estrategia de supervivencia para una familia ? la compra y venta de comestibles en
la vía pública?, en los noventa y en Santa Elena parecía una odisea imposible ?“​no daba...
¡la gente ya no tenía plata para comprar!”,​ asegura Roberto?. Efectivamente, la mayor
parte de las personas que viven en el asentamiento Santa Elena, padecen necesidades
extremas ?en lo que refiere a la comida, vestimenta, vivienda? que son amortiguadas por las
redes sociales y organizaciones comunitarias que existen en la zona ?comedores y roperos
comunitarios, principalmente? y programas sociales asistenciales ?planes materno infantiles,
de empleo transitorio, entre otros?. Un día una vecina del asentamiento se acercó y le
propuso a Roberto participar en una reunión donde iban a encontrarse con otros vecinos y
vecinas que estaban en la misma situación: sin trabajo. Lo que nadie sabía, y tampoco
Roberto, es que estas reuniones serían el comienzo de uno de los movimientos piqueteros
más conocidos de la zona sur del conurbano bonaerense. Si bien en un primer momento para
Roberto fue difícil la decisión de comenzar a hablar en estas reuniones y de participar en los
cortes de ruta ?“​Me daba vergüenza, jamás en la vida había participado en ninguna
movilización, en la obra cuando había huelgas y esas cosas: me escapaba a mi casa,
siempre con este temor”,​ nos contaba? a medida que pasaba el tiempo y su compromiso con
los compañeros del movimiento piquetero aumentaba ?que Roberto define como “su gente”?
comenzó a sentirse mejor, al punto tal que hoy asegura estar orgulloso de lo que pudo hacer
y brindar a su gente. Y lo interesante es que su pasado como obrero continúa bien fresco en
la memoria, a la hora de explicarnos el por qué de su compromiso​: “por el obrero que fui,
acostumbrado a luchar, que de la noche a la mañana se quedó sin nada”. E ​ n 1999 y luego
de un largo año de participar en los cortes de ruta ?forma habitual de protesta de la
organización piquetera?, pudo obtener lo que para la Argentina de hoy es un bien muy
apreciado: un plan de empleo transitorio. En un primer momento Roberto recibió el Plan
Barrios Bonaerenses y en la actualidad es “beneficiario” del Plan Jefas y Jefas de Hogar: “​yo
creo que hoy por hoy todos los planes son iguales, no hay diferencia.... tendría diferencia si
el gobierno dice que toma conciencia el gobierno que con 150 pesos no vive​”. Hoy por hoy
Roberto ya no participa en el movimiento y en los cortes de ruta. Después de seis años de
intensa militancia y de haber llegado a ser uno de los líderes del movimiento ?designado
delegado por votación popular? su disconformidad hacia ciertas medidas políticas de otros
dirigentes en lo que refiere al manejo discrecional​27 ​de los planes en el interior de la
organización piquetera ?como un sistema de premio-castigo para sus integrantes? hizo que
se distanciara del movimiento. No obstante, su compromiso político continúa. Roberto,
atiende un comedor y una huerta comunitaria donde los hijos e hijas de otros compañeros/as
desocupadas/as del asentamiento, reciben un almuerzo, una copa de leche y apoyo escolar.
La historia de Roberto refleja paradójicamente la continuidad de los planes de empleo
transitorios. De allí, el tono irónico del relato de Roberto, cuando nos contaba que el plan iba
a ser hasta “que salga algo: una changa”. Pasando de plan en plan, Roberto construye a partir
de sus experiencias y extremas necesidades una trayectoria de “beneficiario” de más de
cinco años. Una vez más, nos encontramos con una historia que refleja los peligros que
implica que estas políticas asistencialistas que se presentan desde su retórica como
transitorias devengan en un estado permanente de incertidumbre.

Respecto del manejo discrecional de los planes, cabe decir que en la mayoría de las entrevistas realizadas es
27 ​
​ un
elemento que aparece recurrentemente casi independientemente se trate de organizaciones de trabajadores
desocupados o instancias municipales.
14

A modo de reflexión

Efectivamente una buena parte de esta investigación en curso, que intentamos desarrollar

brevemente, ha sido dedicada a recuperar los sentidos y significados construidos en torno

al trabajo en general y al PJJH por sus destinatarios ?actores?. Sin embargo, ha sido

nuestra intención enmarcar estos efectos simbólicos en trayectorias de individuos

asociadas a sus condiciones materiales de existencia. Es por ello que, para entender estas

condiciones en las que se inscriben los actores, ha sido necesario evaluar ?si bien

brevemente? la Historia reciente de nuestro país: las representaciones que los sujetos

esgrimen en torno al Plan se encuentran, pues, atadas a trayectorias laborales que dan
cuenta de la diversidad de caminos que desembocan en la zona de vulnerabilidad-
desafiliación. En este sentido, reiteramos la importancia de abordar los “problemas del

campo social” a partir de una perspectiva relacional que ​per se ​considera “... dialéctica de

estructuras y estrategias, poniendo en relación ‘condiciones’ (objetivas y exteriores a la

voluntad de los sujetos) y ‘experiencia’, socialmente constituida” (Nun 1987 y 1999, en

Danani, 1996).

Hemos detectado, a través del ejercicio teórico y metodológico de construir el relato de

vida de Roberto, un camino que está vinculado a cierta desestabilización de los estables

?siguiendo la terminología de Castel?, que conduce a personas como Roberto a acceder

al asistencialismo estatal. Su relato da cuenta de la paradójica continuidad que imponen

los planes transitorios de empleo en la situación de algunos de sus destinatarios.

Diseñados como políticas compensatorias transitorias y focalizadas ?el PJJH, en

particular, con mecanismos de auto-focalización?, estos planes se esgrimen como

herramientas de asistencia coyuntural, eventual. Sin embargo, dadas las características

que asume el modelo de desarrollo en nuestro país a lo largo de más de dos décadas, la

perpetuación de la vulnerabilidad se impone en muchos de los “beneficiarios”, quienes

terminan rotando de plan en plan durante largos lapsos de tiempo ?en el caso de Roberto:

durante más de cinco años?. Lo cual, nos lleva a interpelar críticamente el proceso

desencadenado a partir de los años `90, ya que la reforma llevada a cabo en el mercado de

trabajo, la construcción de la “cuestión social” y el perfil impreso a las políticas sociales,


no ha hecho más que profundizar la dependencia de los “trabajadores asistidos”(Grassi,

2003). A la anterior mercantilización de la fuerza de trabajo, se suma desde la década

señalada, una nueva forma de dependencia por parte de este sector social, que consiste en
15
“estar atados/dependientes” de la asistencia estatal a través de la implementación de estos

planes sociales (los que se sabe, no son objeto de derecho).

Evidentemente, encontramos en la biografía de Roberto ?y en la de otros informantes?

determinadas representaciones en torno al PJJH vinculadas a cierta interpretación crítica

de su naturaleza, características, modo de implementación y formas de control, así como

“formas de nominar y conceptuar las cosas” propias a partir de su experiencia. En la vida

cotidiana de Roberto las prácticas involucradas en su contraprestación exceden a las

exigencias contractuales emanadas por la burocracia asistencial, es decir, su participación

en el comedor popular es una práctica preexistente, solidaria, vinculada a cierto


compromiso político activo y con una significación autónoma al plan en sí. Para nuestro

entrevistado, el cumplimiento de los requerimientos formales ?presentación de planillas,

presentismo, etc.? aparece como uno de los medios para mantener el compromiso activo

y solidario con la comunidad barrial. Por esta razón, abogamos y recomendamos

adentrarse en la consideración seria de las propias categorías de análisis que el trabajo de

campo posibilita a partir de la recuperación de la palabra de los informantes, ya que esto


contribuye a cuestionar los lugares comunes y las formas y usos del lenguaje

hegemónicos.

De acuerdo con el lenguaje de las estadísticas oficiales del INDEC, Roberto hace más de seis
años que es ocupado,​28 ​porque recibió de manera continua planes de empleo

asistenciales y mantuvo su condición de “beneficiario”. Pero de su relato se desprende

una historia bien distinta. En la actualidad, pese a su intenso trabajo en el comedor

comunitario ? largas caminatas por los almacenes del barrio para conseguir fideos, arroz y

leche para los chicos del asentamiento, para nombrar sólo algunas de las actividades?
Roberto no considera que esta actividad sea parte de la contraprestación que le exige el

PJJH y mucho menos un empleo.

“...el gobierno no puede exigir que vayan hacer contraprestaciones... para que el gobierno
diga que la gente trabaja y que el índice de desocupación bajó, no, yo no veo así porque la
desocupación no bajó, al contrario sube. Y los que diga el INDEC o lo que digan ellos, es
para ellos, porque para nosotros no es así. Y no estoy de acuerdo que ellos exijan esas
contraprestaciones o que el que no trabaja queda afuera, o que lo amenacen el municipio o
los coordinadores municipales: ‘si no trabajas tres días, te echo’. Existe esa burocracia
dentro de los municipios, con los coordinadores, con la cual

28 El último porcentaje de desocupación arrojado por INDEC fue 14,4%; lo interesante es que si se cuenta a los
perceptores de planes sociales como desocupados, ese porcentaje aumenta a 19,5% (Clarín, Suplemento
Económico, 27/6/2004).
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se amenaza a la gente que si no va tres días a trabajar en un mes, le dan de baja.... Nosotros
en realidad trabajamos mucho más que lo que el gobierno puede pedir, las tres o cuatro
horas, nosotros trabajamos mucho más, estamos todo el día pendiente, a veces son las diez,
once, doce de la noche y nosotros estamos ahí. Entonces, si a nosotros nos tienen que exigir
una contraprestación, nosotros presentamos planillas, presentamos todo, el presentismo de
la gente, lo hacemos como marca la ley, no estamos fuera de esto...
E: Para no tener problemas? Exactamente, pero no estamos
de acuerdo... ” (Roberto).

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