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Edición de
Diego Armus
Impreso en Argentina
Printed inArgmtina
cc:22266
lsn¡r: 987-545-062S
Prohibida la reproducción toÞl o parcial por
cualquier medio sin permiso escrito de la editorial
David Sowell 71
'. . lUna década atrás Charles Rosenberg discutió con notable perspicacia estas
iovedades en su "Framing Disease: Illness, Society, and History", en Charles Rosen-
,berg yJ. Golden, eds., Iiaming tliseose. Sttulies in culhtral histuy, New Bnrnswick, New
Rutgers University Press, 1992. Una discusión de estas novedades para el con-
-¡f9n9f,
,teXtô latinoameúcano se encuentra en Diego Arrnus, "La enfermedad en la his-
ìoiìografia de América Latina modern a" , Cuad,ernos d¿ Historia, Córdoba, 3, 2000.
Todas las referencias que acompañan estas notas introductorias son meramente
.indicativas de ejemplos, creo yo, representativos de las tendencias y estilos histo-
,¡i,g.gráfìcos que estoy examinanclo. En modo alguno pretenden ofrecer un cuadro
tcctfÌipleto y exhaustivo de lo que se ha escrito sobre la materia.
II
Diego Armus A modo cl,e introducción
Así definidas, las enfermedades cargan con un repertorio en la morbilidad y mortalidad, el rol del Esta-
vida y sus efectos
de prácticas y construcciones discursivas que reflejan la histo- de la infraestructura sanitaria, las influen-
do en la construcción
ria intelectual e institucional de la medicina, condensan una aiu, en el desarrollo médico local, en las políticas de
oportunidad para desarrollar y legitimar políticas públicas, ca- "*r.r.rus los procesos más amplios de construcción
salud pública y en
nalizan ansiedades sociales de todo tipo, facilitan yjustifican de los Estados nacionales'
el uso de ciertas tecnologías, descubren condiciones rnateria- Las narradvas centradas en las dimensiones culturales
y socia-
les de existencia y aspectos de las identidades individuales y les de la enfermedad,
y los artículos incluidos en Entre mÁdicos y
colectivas, sancionan valores culturales y estrltcturan la interac- de este estilo historiográfico,
cura,nd.erosson ciertamente Parte
la produc-
ción entre enfermos y proveedores de atención ala salud. destacan dos macro problemas que han dominado
Con esta ambiciosa agenda de asc¡ciaciones y preguntas la ciónacadémica. De una parte, el análisis crítico de los discursos
la
historia de la enfermedad ha tratado de escapar de las limita- originados en la medicina' De olra, los usos metafóricos de
ciones y estrecheces que han marcado a la tradicional historia enfãrmedad y los modos en que las enfermedades han servido
de la medicina, esa historia de doctores famosos, tratamientos parahablar de cuestiones no estrictamente biomédicas'
inevitablemente exitosos y obstinada celebración del saber y Inevitablemente entremezclados, estos trnacro problemas en-
las prácticas de los médicos. En América Latina, de igual mo- contraron en el eslimulante y atractivo marco interpretativo fou-
do que en otras latitudes, esta renovación historiográfica des- caultiano un modo de discutir la medicina a la manera de un
cubre tres estilos narrativos. arsenal de recursos normalizadores constitutivos de la moderni-
En primer luga¡ una historia biomédica que se propone dad. Así, los discursos enmarcados en el vasto y en gran medida
como el resultado del diálogo entre la historia natural de la moderno proyecto de la medicina fueron entendidos como es-
enfermedad y algunas dimensiones de su impacto social, que fuerzos de racionalización que, habiendo desarrollado conoci-
busca contextualizar el saber médico, que explora los avatares, mientos y lenguqjes disciplinares particulares, eshban destina-
triunfos y derrotas que marcan la producción de conocimien- dos a controlar a los individuos y a sus cuerpos. En este contex-
to científico. Luego, una historia de la salud pública que mira to las hipotéticas etiologías de ciertas enfermedades devenían
al poder, al Estado, a la política y a los profesionales de la sa- instrumentos de regulación social, etiquetamientos de la di-
lud, que está particularmente atenta a las relaciones entre ferencia y legitimación de sistemas ideológicos y culturales.
instituciones de salud y estructuras económicas, sociales y po- Así también los usos metafóricos de la enfermedad fuero¡ es-
líticas, que se piensa útil e instrumental porque busca en el pa- tudiados a partir de la exploración de las relaciones entre pa-
sado indicaciones generales, no específicas, que optimicen las tòlogías y literatura, enfaLizando en los huidizos y ambiguos
intervenciones contemporáneas de la medicina en los asuntos significados que recorren los desórdenes físicos y espirituales
de la salud colecdva. Por último, una historia sociocultural de la y los discursos y narraciones que pretendieron darles sentido.
enfermedad que discute la medicina como un terreno incierto :,1 Más o menos pegados a estos puntos cle particla, con mayor
donde lo biomédico está penetrado ranro por la subjetividad o menor cuidado por el trabajo empírico, con Inayor o menor
humana como por los hechos objetivos, y que, desplegándose creatividad e imaginación, la historia sociocultural de la enfer-
en abanico, estudia los procesos de profesionalización, medi- medad se descubre entonces como tln camPo de reflexión
calización y disciplinamiento, las dimensiones culturales y so- .que destaca una docena de tópicos donde cuentan los ma-
ciales de la enfermedad en sentido amplio, las condiciones de 'les del trópico -esa simplifìcada imagen de las patologías de
r3
Diego Armus A modo d,e introducción
r-L
i:,
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L4 r5
Diego Armus
',,.'' A modo de i,ntroducción
indicar es que más allá del significado que cada grupo pudo ',...:j,,.ù"ita¡rta na primeira republica: Uma ideologia de construção da nacionaliclade",
,,;,1
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anos, 1 I 97.
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Diego Armus A modo de introducción
ticos que circulan en torno de una enfermedad y que exceden "' -'
jllfl!!¡¡¡p,,,a¡iA$well, 'I'he tute of healø Migrcl Pmtonto Neira. ùIetlicine, itleologies and
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Diego Armus ,4. motl,o de introdz¿cción
rev¡
de cierta medicina popular, examinaron el impacto de las expe- i,,ilili rtr¡ajos que exploran críticamente -en Sran medida
riencias laborales modernas, el nivel de ingresos y las relaciones difusionis tas que asumían una pasir'a
lli;ili*ã;aá,f as interpretaciones
de clase en comunidades rurales o semirrurales, y encontraron conocimientosy prácticas articuladas fuera.de la
l.'.fi|.ç6.ión de
que fue en torno a estos asuntos que la gente común ha dado de la medicina europea y norteamericana
,.riàn- la llegada
sentido y confrontado sus problemas de salud y enfermedad'r. Latina y sus influencias en la gestación de políticas
El tema de la creciente presencia del saber y prácticas médi ^Ã*ériru
.....,.i..t
.;"r.ria de salud pública ¡ más en general, en los procesos
cos también ha estimulado historias generales de la medicina o ,......':..ãá].construcción de los Estaclos nacionalesró'
de la salud pública. Algunas, en una indisimulada clave foucaul- i:]''.:rt¡,ntrrutrnente, un grupo de estudios que, compartiendo algu-
tiana, se han propuesto analizar el rol del saber médico como ..'jltâS.l¿¿ sus enfoques con trabajos Provenientes de la historia
coedificador de uua nueva y moderna sensibilidad, la consoli- ..l:'..,':ráé¡ ¡utud pública, han mirado la cuestión de la enfermedad,
dación del monopolio del derecho de curar y de los grupos ,lt;ìlËal"a,y la medicina en clave estructuralista' Así, tomaron
concretos en que el poder médico se afìrmó como poder ab- registro de los factores políticos, culturales, científìcos y tec-
soluto, eR particular los enfermos, las clases populares, la mu- noìógi.o, y su influencia en los avatares cle la salud colectiva
jer, los adolescentes y los homosexualest2. Otras han buscado - pqro señalando que, en verdad, esos avatares no son más que
armar una historia de la salud a partir de un examen de la gé- ;irectos resultados de la condición dependiente de la región
nesis, desarrollo y crisis del asistencialismo estatal o de la pro- ,r¡lþe,,|ur relaciones de producción y poder dominanteslo. Esta
fesionalización y la emergehcia cle instituciones de atenciónr3,
No faltan los que han centrado su foco en el perfil sociode- ilrìr,tgu.rrructura de poder económico incapaces o desinteresa-
mográfico de una enfermedad o en el examen detallado del Ll,:tt¿à¡'¿"'.rear y distribuir equitativa y eficientemente recursos y
impacto social de los azotes epidémicos y sus consecuencias ti..:..'.'l-',,s Vi¿ios sanitarios. Fue en ese contexto que algunos trabajos
24 25
' VlnuBr,A, vACUNACToN E TNDTGENAS
E.N LA PAMPA ARGENTINA DEL SIGLO XIX*
María Silvia Di Liscia
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l. Vacunaci6ny viruela en la primera mitad del'siglo xrx
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,,. O"rd" su aparición en el siglo xvl, la viruela fue una en-
fermedad temida Por los europeos' ya que hacía estragos -so-
bie lodo en las ciudades-, pero mucho más por los indígenas,
para quienes era mortal en la mayoría de los casosr' En 1805,
'El
Semanario tLe Agricultura, Industria y Comurci'o publicó un bre-
ve artículo sobre los crueles efectos de Ia viruela en los indios
pampas: "...estos hermanos nuestros, infelices víctimas de la
-epidemia carnicera, que tan pronto es atacado
(uno de ellos)
þor el veneno contagioso se lo destituye de todo auxilio, y es
condenado a morir lejos de la vista de sus padres, parientes y
âmigos". Diversos cronistas y viajeros explicaban que, ante la
aþrición de las señas exteriores de Ia enfermedad, no se rea-
!ïzzban ceremonias ni se daban remedios de ningún tipo. La
huida de la tribu del lugar infectado y el abandono de los en-
a Mé-
* Este artículo forma parte de la tesis de doctorado "Itinerarios curativos.
:,r't,,.f I-a primera epidemia fue observada hacia 15lB en La Española; llegó
Sa- ìiòo en 1520 acompañando las tropas de Cortés y se convirtió en ayuda indirecta
beres, prácticas y terapias rnédicas indígenas, populares y científicas en la Región ,..,':.:ii! su triunfo sobre los aztecas. Igual proceso sucedió en Perú. Tanto los pueblos
Pampeana (1750-1910)", Instituto Universitario Ortega y Gasset, Universidad ::.,áùericanos como los españoles identificaron la viruela con un castigo divino, lo
Complutense, Madrid, 2000. Una versión anterior y resumida se publicó en Quinto .llque fue explotado por los misioneros cristianos pâra extender la doctrina entre
Sol. ll.nisø de Histoia Regional, año 4, nq 4, 2000. Agradezco la lectura y comentarios :,,,1ôi,indígenas (W. Mc Neill, Ptagues anrt peoþl¿s, Anchor Press, Nueva York, 1976,
realizados por Diego Armus. r,:¡pãgs. 18&1Ba).
29
Máría Silvia Di Liscia Vi.nula, aacunación e ind,ígenas
fermos para que se recobrasen o muriesen en soledad son de viruela, como la confluente, era peligrosa por
,..ørâ-V€s
los médicos mâs avanzados la
comunes en los relatos de la época y se repiten también en -?".tor secundarios y sólo
narraciones posteriores2, ban. Se rcalizaba a partir de la implantación en niños
En general, los indígenas de la pampa obseryaron que había ii"i,¿. costras de personas que hubiesen tenido.la "vi-
una relación directa entre el ingreso de europeos a las tolderías Þ.enigtta"'
y viruela al poco tiempo, por lo que denominaron a esta en- ulçr del siglo xvIII, las investigaciones deJenner en
å
fermedad uinca cutró,n, es decir, "enfermedad del blanco". Su äàrBt tu¡u llevaron al uso de la variolizaciôn, es decir a la
aparición estaba seguida de un proceso de culpabilización di- øción artificial del virus de la viruela vacuna o cow þox,
recta de los extraños, sobre todo sacerdotes, militares, fun- voruna gran expansión en otras Partes de Europa. Lava'
cionarios, cautivos y cautivas, culpabilización que afectaba li$i[lç7ei'ot,ha siCo dehnida como el primer gran éxito de la
también alos machis, especialistas médicos e intermediarios íàina,de la Ilustraciónó. La Corona española tuvo especial
con la divinidad, que no habían vigilado la introducción del en hacer conocer dicho sistema a través de la expedi-
mal en la comunidad3. ide.Francisco Balmis -entre 1803 y 1807- a las colonias
Con respecto a la viruela entre los blancos, hasta hnales del ricanîs, que llevaba a niños con virus atenuado para vacu-
siglo xvln no hubo remedios o preservativos eficaces, utilizán- !..1a p-oblaciónu.
dose el aislamiento para evitar el contagio y purgas, sangrías o Río de L'aPlata,la preocupación por vacunar a un ma-
.e-l
clístenes para su tratamientoa. En esa época se puso en vigencia ,lúmero de personas se puede constatar desde Ia existencia
la inoculación variólica que limitó las epidemias de viruela en ùtomedicato, extendiéndose a las primeras épocas de la
varias ciudades del Virreinato del Perú y México y en pueblos :independiente. Se observa cierta continuidad en la po-
de indígenas; en el caso del Río de la Plata, entre los guara- sanitaria colonial y postcolonial, aunque existió mayor
níes de la Mesopotamia. Esta práctica se introdujo en Europa ión a partir de 1810 por la situación de los ejércitos
a principios del siglo xurr y de allí pasó a distintos lugares de la,,Independencia, lo cual era lógico ya que se trató de un
América. A pesar de que limitaba la aparición de las variantes nento en que la sociedad se militarizó en razón de las gue-
lgte¡naq y externas posteriores a la emancipación?.
Eñr1813, La Gaceta d¿ Bumos Aires publicó un Reglamento del
ico Saturnino Segurola para prevenir a los habitantes
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tl¿ k¿ nutlicina þruantt, Lima, Imprenta Santa María, 1gbl,
pág. 185. iror Saturnino Segurola para la suya.
3o 3r
María Silvia Di Liscia Vi.ruela, aacunación e indígenas
J1
3C
María Silvia Di Liscia Viruela, aacunación e indígenas
l!.:-ìl,l.i.:1i::ia,:.1i..:l... .::'
gauchos y montoneros) tanto en la ciudad como en la campa-
ña bonaerense, donde llevó a cabo una políúca de amistad con #ifu t'idades'?::i1:i^'11î^'"i?:::lll':::":T::::l_':'
ll¡låîi|åT,iã;r con orros
indígenas que consideró enemigos'
g-rupos a los
determinados grupos indígenas. incluyó el "negocio pacífìco de indios"
Se ha dicho que Rosas destruyó conscientemente las insti-
:llliii.:ft" p olíúca rosis.tl
había sido estructurado por estancieros bonae-
oUe en prirr.ipio
tuciones laboriosamente construidas por la generación de la ....-.,,,,.f-.
;tJ*"r l^-^ mantener la
para -'nfener 7a paz con raciones de
r,ar. ccttl cle øanaclo ôtros
ganado yv otros
Independencia, sobre todo por Rivadavia. Es verdad que la in- Desde 1829, esa actividad fue realizada desde el Es-
,.o¿r.tor.
sistencia en el ahorro público redujo considerablemente el tødo
upurti, de la acción concreta de Rosas y de su estrategia de
presupuesto de escuelas y hospitales, así como el salario de la etnias indias'3. f)icha situación incluía el
t.1:iil;fu2¿s con algunas *i--^
administración pública provincial". Pero en el caso de la orga- . ^i,,,{^,{ ,l^
misma ciudad de Þ,,^^^"
Buenos Aires de caciques y
. . .... zl,,iamiento en la ^ì-^" "{^ ^--i^,,^.,,
nización sanitaria tendiente a asegurar el alcance de la vacu- ori"ncipales indios, con el objeto de firmar acuerdos con ellos
na no es posible ser tan tajante, ya que siguieron existiendo
médicos en la campañ.ay en la ciudad de Buenos Aires, así 'ullrohólírut, yerba mate y az()car, entre otros productos muy
como presupuesto para vacunar y para investigar sobre la vi- :.::,|:i tiál"r aaos Por las e tnias Pampeanas'
'
itiÌ:;|ìjìilrç$...1..s';,ç¡Þuenos Aires con el fin de alojar a los caciques y se les brindó ocasional-
C'oldman y R. Salvatore, comps., Caulillismas rioþIattnses. Nunas mira¡l¿s a un uiejo þt Histór'icos, Polítiea seguitLa con el abmigen (152G1552), T. tl, Buenos Aires,
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34 33
María Silvia Di Liscia Viruela, uacunación e indígenas
más de cien indios aceptó entonces inmunizarse, colocándose, no los hubiesen tomado a su cargo' a lo que corres-
según el testimonio de Parish, la "vacuna a indígenas"1'r. o n i n nume rabl es mues
ccurr ^;^ '-* de
tras -' grati tud " t'
t'^*-^-'--
I
i:ÊËììì¡.i,,q[:;;;.on
Dondieron Ï^""::^"^;";"" ."'
al máximo cuando se presentó a vi-
El cuidado médico también fue una forma de asegurar los '"'iuo el asombro llegóquien con ..,'.Su acostumbrado tino,
lazos de amistad, y su uso era más o menos frecuente en las re- siprlos el Restaurador, . 1^ --^-+^:^ que sacarse de .I^ t-l
ral l-^--"iÁ-
impresion
laciones diplomáticas entre militares e indígenas en la región la ventaja ^.,^ podía
^^lí^
lüi::läåf-.r.,u al punto
pampeanars. El hecho de que el Restaurador de las Leyes se ,.-...,-r"*.,fo causaba tan inesperada visita"' Rosas entonces mostró
de la vacuna que llevaba en el brazo y le
empeñara en vacunar a los caciques, a sus mujeres, niños y
"=T.*
indior la cicatriz
acompañantes al menos en una ocasión confirmada, indica a su intérPrete que les explicase el secreto que le ha-
,,,'.,',,,,,,,,,"t rd",'ó
,.^-imqrqe el enferrnn sin rìesoo reslrltando
riesgo, resulhndo
un interés por mejorar los vínculos de amistad, transforman- ... -.. iu permitido aproximarse al enfermo
caciques del Fuerte de Tapalqué ""'Catriel,
do a losjefes en cleudores de favores. Asimismo, al generalizar ;; gS, que los
Toriano yVenancio
la vacuna a toda la población, limitando así el número de in- Callinao' y más
',:a,:ii.:Áir¡"t, Tetrué, Quindulé'
fectados y los posibles focos de contagio, Rosas además se ase- :l.,:rt:::ilã¿'¿i"nro cincuenta indios fueron vacunados inmediatamente
Según Parish, fue grande su "infantil
guraba de que su imagen de protector de los indios estuviera .'ir:..âþ"g" de ellos mismos".
equiparada con la de protector de la salud. ..,..,Llaàl"ii., al ver aparecer la cicatriz en el brazo, "...Ia que confìa-
sería un talismán infalible contra la maléfìca
Hacia 1830 el cónsul inglés en el Río de la Plata, Woodbine lúan pt"rramente
Parish, expresaba que tribus completas de indios habían sido :.',:.;¡lttencia del malo"'7'
,,.,.:.: ,..¡.,,: s interesante observal en el relato del cónsul inglés la ac-
exterminaclas por la viruela, y que "...no hay plaga comparable
a este azote cuando cae sobre los miserables habitantes de las ..:,i::,,ìuà.i¿" ¿e Rosas. Su rápida visión política lo hizo transformar
.ì,:1::ii.1lrìùn¿,situación aparentelnente inocua-la visita humanitaria a una
pampas. Ellos mismos la creen incurable, lo que aumenta sus
tristes consecuencias", En una visita realizada a Buenos Aires ':lit tro"u sufriente- en un movimiento eslratégico, tendiente a
para presentar sus homenajes a Rosas, algunos de los caciques r'1,::.:,t':':ã6tener ventajas futuras. Rosas conocía con mayor exactitud
aliados fueron atacados de viruelas; como de costumbre, "los ...,.jue sus contemporáneos determinados elementos de la cosmo
infestados fueron inmediatamente abandonados por sus mis- ll.r..'.: i¿n mapuche, y por lo tanto podía ubicar perfectamente las
mos parientes, y habrían muerto como perros si sus amigos los r,,..,i...-:.: accio"es del otro en un "mapa" conceptual. Por ejemplo, aun-
:)I
36
María Silvia Di Liscia Vi,ruela, aacunación e indígenas
1o normal era eliminar el contacto y brindarles cuidados espe., i*li¿r, fn segundo luga¡ tampoco se vacunabaalapobla-
cíficos, cuando no se los abandonaba a su suerte, obtendri¡ del interior2t, por Io que resultaba utópico pensar
más ventajas que actuando de la misma forma que los indígenas. a los indígenas. Los recursos escaseaban y la organi-
pero además, y sobre todo, los
Por supuesto que su acción no tenía riesgos, puesto que estaba í|fu:øri"era deficiente, otros en la frontera no estimu-
unos y
ou.rrr,ád.. Fero Rosas fue más allá y mostrando a los indios su' lãì;;ientos entre
"talismán" (la cicatriz o costra de la vacuna) les sugirió que ss' ¡é¡tuo¡tu humanitaria' Muchos estancieros, rnilitares y
vacunasen, lo cual hicieron en masa, convencidos de que suìi i parti¿arios de dejarlos morir,.para_no tener que
curación dependía de la magia y no de la ciencia' Tãdas estas circunstancias, relacionadas con la difi-
En 1832, una nota de Rosas dirigida al administrador de la iàiit"gru.ión indígena en la sociedad independiente,
vacuna en esa época, GarcíaValdez, señalaba la necesidad de iiàr"" para impedir la generalización de la vacuna entre
propagar el "virus vacuno entre los indígenas, reducidos y so-'¡ ión nativa de la PamPa.
metidos al Gobierno", y asimismo' en 1837, el caudillo sè'¡ ár.,cont.*to, sin embargo, Rosas permitió que más de
preocupó porque cincuenta indios asentados en el oeste de la".: iùiur se vacunasen, lo cual implica cuestiones de orden
ciudad fueran vacunadosre. No se dispone de otros datos sobre:r ìãiáim."t. político e ideológico. Primero, el manejo per-
la vacunación masiva de indígenas hasta cuando grupos de pri., llii¿aAn del caudillo de recursos económicos estatales -ya
sioneros indios llegaron a Buenos Aires, poniendo en peligro liiúu.unu estaba bajo control del Tribunal de Medicina y
la salud de toda la población. En el territorio rioplatense sólo liâ¿¿i.ot subordinados a él-; en segundo lugar, una in-
consta la inoculación de indígenas hacia 1798 en las ex misiones'rìi in política vinculada con la entrega de bienes a los jefes
guaraníticas (San Javier, Santa Ana, Apóstoles, Concepción; ði¡ r para intensificar las alianzas, y en tercer lugar, el co-
Lo.uto y San Carlos), por orden del Protomedicato, que se i-ento de referentes simbólicos indígenas dentro de la
realizó porque los indios conragiados llevat¡an la viruela a los blanca. Quizás la vacunación sembró entre los indí-
poblados blancos2o' .l: ùn principio de duda respecto de la relación directa que
Sin embargo se sabía que los indígenas de la pampa sufrían''r¡ì è,st¿blecían enlre vimela/blancos, es decir, walirhoþlancos;
lar esa estrecha vinculación no era una tarea vana
periódicamente epidemias de viruela y que éstas eran morta;l
e-n ella se jugaba el poder rosista, sustentado en gran
iuu puru lamayoria. ¿Por qué entonces no se generalizabalã,
a¡lpor la alianza con sectores indígenas22
vacuna? For varias causas, àlgrrrruu bastante obvias: en primei'
Iugar, el contacto entre blancos e indios no era !"1*11tttt..
Las autoridades no sabían siquiera el número de indígenas' Caldcleugh, Viajes þor la Amtrica d¿I Su: Río d¿ Ia Pbta,.1821, Buenos Aires,
existentes ni en muchos casos su pertenencia étnica o sus' i.-1,r,9...,,.1å.páS'
65. Este viqjero es uno de los que testimonian los estragos de la vi-
limitada vacunación en el interior argentino en la primera mitad clel xx.
|1_ ..,!! !a ttotu.levada porVicente oficial del Fuerte Militar de Ta-
GonzíÃez,
i_é-,,¡1835, se observa el interés de Rosas por los mecanismos simbólicos in-
fgAGN, CRNHN, documento 7491;y LaGacetaMercantil, G11837' Quizás
número de i-:.Góñtález señala que ha librado a "cuatro chinas", acusadas de preparar
casos sean los citados por Parish en su obra, pero no coincide el at de viruela para matar a Catriel en sus toldeías, de la muerte segura y
nados. ha obrado según lo que el Restaurador de las Leyes le mandó hacer
Plata' Al
20 Pedro Mallo, Paginns d¿ ta historia d¿ Ia medicina m el Río tle la P..!9j$nida¿ a Cachul, es deciç mandarles a él las brujas, porque él sabúa
ltistóicos solne aùuela, aruiolización 1 uacunq Buenos Aires, Imprenta Real de '4'
¡lO@. pudieran hacer daño a los indios (AGN, Sala x, Leg4jo 212-2).
1898, T. n, pâgs. 253'255.
"o
38 39
María Silvia Di Liscia Viraela, uøcunaciín e indígenas
ì:l
Siguiendo con esta línea de reflexión, la vacunación de los .Îa'iendoacambiodeestegestolalealtaddeljefey|aad-
indios pampeanos serviría también para premiar a las etnias ï"i1" a" toda la tribu26' Pero es necesario remarcar que
que estuvieran a favor del caudillo, que podrían así mantener ri además de atdaz coronel' fino y distinguido hom-
su fuerza laboral y nrilitar, y superar demográficamente a:.
*til*", sobrino de Rosas y uno de.los
$¡äãã""dr y perspícazescritor, el
aquellas que no poseían este "bien de la civilización", es deciq argumentó con su obra Proyecto de integración
å',fr;-;r
a los indígenas enemigos (autónomos o bien aliados de otos:: [,]-I¡ä al conjunto nacional, abortado con la Campaña al
grupos blancos, como los ranqueles de los unitarios). Es signi.;ì de 1879.
ficativo que se mencionase específìcamente a los indios deì
fuerte de Tapalqué, es decir, a aquellos clependientes de los ,
4o 4L
Viruela, uacunación e indígenøs
María Silvia Di Liscia
En los años 30 y 40, las autoridades no podían obligar a la po, la necesidad de eliminar a los "bár-
rasiaias contradicciones
blación a vacunarse, ni existía un "poder médico-sanitario" su- la escala evolutiva del pensamiento po-
fu'"salvajes", según
fìcientemente hegemónico para.ello. Además, para la mayoría
no estaba clara la relación vacuna,/eliminación de la viruela;
fuã| f r" sucedieron las opiniones de diferentes escritores,
ii_ì êr, políticos y también viajeros extranjeros sobre la nece-
dada su limitada eficacia técnica, por lo que puede suponerse .blanquear" a la población nacional, eliminando a
fiälde
que había personas que se vacunaban y aun así sufrían la virue- nativa y êvitando en determinadas ocasiones el
la, y otras muchas que no se vacunaban y sin embargo no se con þ$taó¡ó"
';;tlií¡¡" o haciéndolo selec tivamen te.
tagiaban. Estas últimas, además, compartían una cosmovisión de
la enfermedad para la cual vacunarse no se entendía como in-
munización (concepto que la ciencia médica no tenía en claro
exactamente) sino como una forma de promover directamente
la enfermedad, daño o walicho dent¡o del propio cuerpo, desen- illâjuiticia de la guerra conffa los indígenas: "Acabamos con
cadenando fuerzas que rompían el frágil equilibrio corporal. ildios porque la ley de Malthus esrá arriba de las opiniones
El hecho de que los indígenas aceptaran vacunarse, es de- "28; en Hermann Burmeisteir, que colocaba a los in-
cir, ingresar en su cuerpo parte de la enfermedad, pudo ser en la "escala más baja de la sociedad humana", de la cual
utilizado por el discurso político para caracterizar a la vacuna:
F¡ïiiiiûm.a ascenderán a otra superior porque no comprenden el
ción como práctica inocua y beneficiosa, aun entre los "salva-
þ¡de la cultura"2e, o bien enJosé María Ramos Mejía, quien
jes", remarcando así su validez para otros conjuntos sociales. Y
quizás para ellos, como para los indígenas, vacunarse tampo:
co se entendía como una protección producida a partir del:
desencadenamiento de procesos internos de inmunidad, sino' ,,,\4,,l!fot...rut, "La presencia evolucionista en el positivismo argentino", en
que "llevar la vacuna" era llevar un "talismán", un preservativo :.ygl. 3, no 1, 1986, pág.97.
mágico que podría eliminar la remible viruela. :' $..8t.*.irt"i r, Viaje þor ios Estatlos d.et Ptata, 1857-1860, Buenos Aires,
,¡ÇÈ., 1nánica en la Argentina, 1943, T. rr, pág. 29.
42 +3
María Silvia Di Liscia Viruela, tacunación e i'nd,ígenas
30José María Ramos Mejía, Las netnosis d¿ lns lnmbrcs célelnes ¿e la Rxþública Ar-
gentina, Btenos Aires, La Cultura Argentina, 1915. El libro fue escrito original- A. Roca, Discu¡so del Brigatlier GetzeraLJulio A. Roca al reeibir la Presidcn-
mente en 1878.
!:ili|ljiÌlli$+¡,lio
cía dz k Reþtîblica ante el Congreso AÌgentino, 12-1G|880, Buenos Aires, Imprenta Pa-
3l Carlos Octavio Bunge, NuestraAmóricq Madrid, Espasa{alpe, 1926, págs. 135, blo Coni, 1880, págs, t0-ll.
160 y 172. El texto fue escrito en 1903. ri:::ìiì..:5:iì1::5',OE.ñ ø r
rr
!5 E. Zeballos, Calaucw'á.1 la tLinastía de los Piedra, Buenos Aires, Flachette,
32 Domingo Faustino Sarmiento, Conllictos y rtrmonías de las razas en Amhca" , pigs. 47,55 y 58. Zeballos intervino directamente en la Campaña al Desier.
Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1915, pág. 85. ..c.9.. q ingeniero, ya que su interés era levantar una cartâ geognífica del territorio.
44 45
María Silvia Di Liscia
tt,., Viru,ela, uacunación e ind'ígenas
Roca de extraer de raíz la fuente del mal con el asalto inces¿¡ii ntó este proyecto al Congreso, existían dudas sobre
lidades, y para
muchos políticos, apoyados en la tradi
te a los indios en sus tolderías, hasta destrozar a las tribus ani:
ión con los indios, resultaba más viable el proyecto
quilando su espíritu nacional y arrojando sus reliquias disperi
sas a ChilesÛ. de defender la frontera o bien de realizar movimien-
de los fortines y asentamientos blancos'
Es importante hacer una breve mención a la historia de là'lì ll}.,fþiàr, a partir
de Alsina, Roca obuvo permiso para organizar
campaña militar contra los indios, porque en ella está en par:: *.1ñÈrr.
ña con las características planeadas, que se llevó a
te la clave de la superación de la idea de integración frenk ¿[
en los primeros meses de 1879, y culminó
predominio de la del exterminio de la población nativa. 5., lãfài'Cur*""te
trata en principio de un problema político basado en el con, l;¡, po después con,la captura de los jefes y comunidades
flicto entre dos partidos bonaerenses: los partidarios de Adol-, íqenas ranqueles, salineros y manzaneros. Para lamayoría,
ino final fue el envío a diferentes lugares, como trabaja-
fo Alsina y los de Roca. Los alsinistas proponían una política
i.lã estancias e ingenios, a los cuerpos de línea, en casas
defensiva contra los indios, manteniendo en general el proyec.
àiiliu.o*o servicio doméstico (especialmente, mujeres y
to establecido desde el siglo xr,ru de una frontera defensiva y,
de acuerdos con algunos grupos indígenas37. En cambio, el prol .'o,bien a la isla Martín García. Allí un gran porcentaje,
yecto del grupo aliado a Roca de guerra ofensiva al indio plan:'iÌ 'Áietanaliza después, fue víctima de Ia viruela y de otras
teaba una campaña militar generalizada por varios frentes que à des. En 1885 culminaba la conquista del desierto con
la vez evitase su reorganización y los arrinconase en la frontera rporación de la Pa[agonia38.
cordillerana, hacia el oeste, y en el Río Negro, al sur. el,Primer Censo Nacional, realizado en 1869 durante la
..
En la recopilación de Manuel Olascoaga puede observarsé'.'Ì cia de Sarmieuto, se registró a 93.138 indígenas, con-
el plan estratégico de Roc-a, que incluía 7a organización de cinco como colectivo no diferenciado con el fin de obtener
columnas del ejército desde diferentes puntos de la fronterà ilãþaluación del número de "lanzas", es deciç de enemigos
pampeana, comunicadas en parte por el ferrocarril. Primero ùn_a.contienda bélica. En el II Censo Nacional, realizado en
se proponía avanzar desde Córdoba hasta el territorio ranqueli¡¡ i.la cantidad de indígenas había descendido a 30.000, y en
romper los acuerdos firmados con éstos diez años antes e inii .ç.nqo Nacional de 1914, a18.425,más unas 20.000 persc
ciar una guerra de exterminio para expulsarlos al NeuquénLr, ffi registrar. La información censal sin embargo es altamen-
por varias razones: por un lado, en i869 el Estado no
Luego, dirigir los esfuerzos hacia los salineros, llevando a @
bo una invasión total del territorio indígena. En 1878, cuandoì þg,mecanismos de recolección demográfica directa sino
f.tlectja; preguntando a losjefes y caciques de los indios ami-
rôhaciendo estimaciones en forma general en el caso de
,.éfumigos. En los censos II y III, una vez producida la Cam-
Fue el primer director del Instituto Geográfico Argentino, creado durante el gq..,..,1...1 la población que estaba en los territorios con-
.1,'.:â!.Desierto,
biemo de Roca, el funclaclor cle la publicación de la Sociedad Científica, los,4øq'ì fue subsumida bajo la consideración de "argentinos",
Ia Científicos Atgentinos, y también escritor de numelosas obras sobre ranquelesi;,: It.faS:connotaciones étnicas. Por último, los funcionarios
salineros.
36 Ibídem, pág. 162.
37 M. Olascoag a, La coryuìte dc ln Pampa. Iþcueil d¿ tloanmmß relatifs a ta mnþaT',
,lbídem, págs. xxnr-rl.
w tlu Río Negro, Buenos Aires, Imprimerie du Courier de la Plata, lBBl, pág' xx' ',:rl:ì,.ì
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46
María Silvia Di Liscia
48 49
María Silvia Di Liscia
I/iruela, vacunación e indígenas
dante Racedo, por una epidemia de la mortífera viruelans. dib,,,éu¿rrao en los niños aparecían erupciones múltiples,
argumentos del rnilitar remitían la culpa de la enfermedad.ã ièlè¡t" debidas a la viruela bobao?. Estos cuidados sin
ä,,insuficientes y no evitaban la enfermedad, pero
los indios, cuyo primitivismo les impedía cualquier tipo de
i.Èââ ¿r alguna manera las rotundas opiniones sobre el
ción humaniraria. Zeballos y el ingeniero francés Ebelot ex '
de los enfermos por los indígenas.
presaban también con palabras similares la incapacidad indi
itè,la campaña, los indígenas capturados fueron aloja-
gena para resolver de alguna manera el grave problema de
àt,ios campamentos militares hasta ser llevados a
Martín
viruela, y la forma "salvaje" eviclenciada en la huida y en la
ârOà otras prisiones militares. Manuel Olascoaga expli-
nuncia a ayudar a los suyosa6.
ù'e,al poco tiempo se declaró en la III División del Ejér--
Los testimonios anteriores, contemporáneos a la conquista
m.ando clel coronel Racedo, una epidemia deviruela.
militar, centraban la argumentación en t1'es elementos: la exr¡{ jefe militar acordaron vacunar a los indios
d.!!.os y el
tencia de la viruela como propia de los indios, no como unå
epidemia llevada por los blancos; el pavor que demostrabal þedir que la enfermedad se cliípersara e hiciese efec-
ante ella, y la inexistencia de cuidados médicos, expresada irólii; {.!t-opur, donde no sólo trabía blancos sino también un
camente en las palabras de Zeballos cuando se refería a'uÌi:ì i,g{e,indios amigos, tan susceptibles al contagio como
"hospital araucano", señalando como tal a las chozas y los cá¡ tryigoq., A pesar de ello, Olascoaga explicaba que en el
!þ'-Construido para aislar a los enfermos murieron la ma-
mastlos de los variolosos frente a una laguna. Estas formas
justificar el salvajismo indígena devolvían la responsabili ;$'..f:..þs,indios, mientras que los soldados contagiados se
f,I,'4tg, !
en su mayor parte, ya fueran indios o blancos.
de la enfermedad a sus víctimas,
Si se observan estos mismos hechos b4jo una nueva perspeiti!
Þ1qtut de 641 indígenas prisioneros, 102 se enferma-
i.,!'.i..' y murieron 71, mientras que sobre un total de
va, podrían aparecer otros elementos. Por ejemplo, la persisten "tu
os, entre los que había 209 indios, hubo 44 afec-
cia de la noción de daño o wakcho vinculado con las dolenci p muertos, sin que fueran apreciables las diferencias
l$$ldaclos blancos e indios (22 afectados en cada caso
5o
5,r
Viruela, aøcunación e ind,ígenas
María Silvia Di Liscia
ÐJ
52
Vlaría Silvia Di Liscia Viruela, aacunación e i.ndígenas
En 18?9, la epidemia de viruela desatada afectó igual a partir del análisis de casos de viruela en
âè¡reatizado
te a la población urbana porteña' La prensa se hizo eco de iìit¿s,de San Roque y la Casa de Aislamiento, intentaba
preocupación pública; poniendo como principal responsal ,'orp lu gran mortalidad indígena de viruela se debía a
al goUiãrno, que podría haber evitado la enfermedad en nativos contraían el virus en condiciones de baja inmu.
ciuáad impidiendo la entrada de los indios, y dudando al mis¡ "
qn I a e n fe rm e d ad alcanzaba mayor mal i gn idad.
i,6å.r..1n,
tiempo de ciertas medidas, por ejemplo de la vacunación5o.
"
a,podía presentarse en diferentes formas; las más
periédico La Pømþano estaba en contra de la vacuna, sino g &nominan viruela confluente y hemorrágica, y las
ieñalaba Tafaltz de previsión de las autoridades que aun ,.úiás benignas, viruela discreta. Sommer expresaba en
ciendo la situación en la frontera, permitían el ingreso de id,ùesrudittico que de un total de 27 indios ingresados
contagiados a Buenos Aires. ,{sí, proponía aislar compl ,:.20 sufrían la viruela confluente y hemorrágica y
mente a los indios y a la guarnición de Martín García, c1 viruela discreta. Los grupos testigo, a los que sistema-
también a las de las fronteras, prohibiendo sobre todo de |È,éf-¡,o:llurg.ntinos"
por un lado e "italianos" por el orro¡
modo absoluto que viniera de allí un solo indio, y llevá ¿r,fr.cuentemente la viruela discreta que las va-
iiã¡1,,'.
a los enfermos las medicinas y facultativos necesarios para iñortalesos,
car el malt'. en los aportes de Pasteur sobre la atenuación de
L,a relación entre epidemia de viruela e ingreso de indi úþpartir de la vacuuación, Sommer especulaba que
fue evidente para ra prensa y también para los especia iidios podría haberse producido un ef'ecto contrario.
médicos. El médico Emilio Coni, en una extensa memoria ú iqo; el contagio de los indígenas se había realizaclo
trrlada Cm¿tñbuciór¿ al estudio de lø vi,ruela m Bumos A'ires, señ $i.trarlado desde las tolderías, al pasar por los poblados
igualmente la "grave imprudencia" que había cometido el |l.' lrvirus,variólico había ingresaclo en el organismo de
bierno al introducir a indios sin vacunar desde la frontera a,l y:al no estar éstos vacunados, revestía mayor malig,
nos Aires, advirtiendo que la epidemia iniciada en 1878-79 -e como también expresaron otros médicos, la viruela
más peligrosa que las anteriores, porçlue se manifestaban un "terreno fértil y virgen"un donde desarrollarse.
frecuentemente casos de viruela hemorrágica, de grave pr< nna,, Lucio Meléndez y Pedro Mallo, todos ellos re-
tico y desarrollo fatals2' ,rhigienistas con una destacada actuación pública,
La tesis del facultativo Baldomero Sommer estaba j lh,¡¡a¡nbién dar una respuesta al interrogante plantea-
mente dedicada a observar detenidamente otra ePidemia;l :lâStfürmas diferentes que asumía la enfermedad. entre
de 1882, vinculada con las expediciones militares' El estud :i¡{i* Penna.expresaba, en una obra general escrita
50 lbídem, 1+3'1879. r¡,,.C9ntrilrución al esttulio rb una eþitlemio tlz airuzln, Buenos Aires,
51 lbídem, 15-3-1879' P¡¡.j¡pa; lBB4, p6,g.24. Duranre 1B7g habían ingresaclo
al Hospital
,,La (er¡"1.1
]..rmyje¡es.variolosas, cle las cuales 80 eran indias. La mortanclad al-
52 E. Coni, viruela en Buenos Aires", en Reußta MádicoQtürurgica
lante RMQ), 1883, pág. 9. Según Coni, clescle 1B5B los caso¡,fa1al-es de viruelâ' þ1! indígenas y sólo al llt/o d,elresto (8. Coni, ,,La viruela y la
e4 Lrgatona", en Il,\4Q iBB0, pág. l78). En el artÍculo
Buenos Aiies habían siclo los siguientes: entre 1B5&1867' 666 defuncionesi ¡ro se menciona
l'637 muertOÞ lndlgen¿ts varoltes,
l868-187?,4.?96 defunciones y en el quinquenio 1878-1882'
viruela. op, cir., pág. 12.
54 55
María Silvia Di Liscia Viruelø, aøcunación e ind,ígenas
en l BB5, que era la ausencia de todo cruzamiento, como habͿ ciaba casos producidos en las mismas instituciones
¡,c-tlÍt?
sucedido hasta hacía poco con los indígenas de América, una de *i,l-(iià-rr, como la Casa de Aislamiento, y en el mismo pe-
las causas esenciales de la susceptibilidad de la población na¡ 3ãã;l,xpti.undo que la estadística demostraba que dos ter-
tiva y de la gravedad de la enfermedad5s. Este facultativo expli- de los indios ingresados
fallecían. Este facultativo decía
caba el efecto diferencial de la enfermedad mencionando iæ .u.tuuu que se habían mencionado, como sus hábitos
cierta predisposición genética a la viruela en aquellos grupos ,rihigiéni.ot y la ignorancia y brutalidad de sus prácticas em-
étnicos que han sufrido un aislamiento prolongado, postur¿ ;¿,ni. o incluso una piel más permeable a las infecciones, care-
que se acerca en parte a las teorías actuales56. àe base sólida, porque el indio como organizac\ón material,
En el siglo xIX, aunque las teorías sobre la herencia de de. fuerza viva y por su resistencia " . . es al fin un hombre,
.
terminados caracteres no estaban desarrolladas, diferentes iiaro si se quiere, pero bqjo el punto de vista físico, capaz
especialistas consideraban que ciertas enfermedades eran más.',,iì ningún otro de soportar las dolencias físicas también y
probables entre un conjunto humano que en otro, y que otras
se transmitían de generación en generación. Dicha cuestión
dio origen a la geografía nlédica por un lado y al estudio de la
constitución de las "razas" humanas por el otro, Para distin-
guir los particularismos que permitían la presencia/ausencia i
ejemplo) puclieran generarse. L,a falta de animales domésticos, que también son-r:
un depósito horizontal de enfermedades, pudo consolidar esta falta de microof¡:.¡: l$,Si¡d" gran prestigio profesional. Partiendo de la afirmación
ganismos, así como la baja tasa poblacional de las poblaciones migrantes desde:,::l
Asia, que impidió mantener un determinado número de patógenos como pam que ,
66 5t
María Silvia Di Liscia Viruela, aacunøción e indígenos
de que "...las viruelas facilitaron la conquista del continents, ücaba etJe los pueblos indígenas nunca habían sido vacu-
'r,
americano, porque arrasó pueblos enteros y llegó a inspirar r¡6¡, y **p"r" se habían mestizado .ol.:o",* vacunados,o
terror a los naturales que las armas de fuego"5e, Pedro Mallo, diferencia de los pueblos civilizados, aunque la
",liÁtqr, a
explicaba sin embargo el carácter mortífero de las epidemias por ìä,iilu las grandes epidemias demostraba la eficacia
la falta de aseo de los nativos, "...su desnudez, robustez y po.
t:äù"u "" en la atenuación del mal62'
ca facilidad para transpirar y más que todo, una inexplicable li-à" había sido planteado por la prensa, Penna y Som-
predisposición a contraer la enfermedad, que siempre revestía, iËþrp.endíun de que los prisioneros no hubiesen sido va-
carácter grave (así como) h faka de medidas de desinfección"m. iliÀ*'.r forma masiva antes de ser trasladados, lo cual cons-
La "inexplicable predisposición" era considerada en formal à",fi d"fr.to y un error imperdonableos' Por los informes
superficial, y aunque Mallo conocía de hecho la teoría micro. ióíà*¿o"g" se sabe sin embargo que los capturados por la
biana y la base teórica que sustentaba la vacunación, no hizo, ñ*iri¿.t fueron vacunados, y segúnJosé Penna, también en
aparentemente esfuerzos para reflexionar sobre otras posibili., ,lìen de Patagones se lacunó a la población indígena luego
dades. A pesar de citar profusamente fuentes históricas sobre, *xpedición al Río Negro, en el año l88lcl. Sommer como
el impacto de la viruela desde el siglo XV en América, la culpa ifrtâ,au¡u fé de que, una vez vacunados, los prisioneros po-
recaía sobre los indios, quienes por sus costumbres y formas, ãesarrollar la virrrela pero en sus variantes leves, según los
de vida, o bien a partir de sus diferencias biológicas, demos. qUa haUian podido observar. Ambos coincidían en adje-
traban ante la civilización una incapacidad total para hacer iilâviruela entre los indios como "cruel y fecunda", y la
frente a la enfermedad, A diferencia de Mallo, Penna plantea-, ¡fen,que surge es la de un indio'tierra en el que el mal se de-
ba qr-re la distinta virulencia variólica entre blancos e inclios só là como un vegetal perverso y dañino, eliminando a su
debía fundamentalmente al conocimiento y uso de la vacuna al huésped. Frente a tal situación, proponían vacunar a los
y no a otra causa. ya que éste era el único preservalivo eficaz que permitiría
Ya se ha hecho mención a la vacunación y a las resistencias ilë-Í. trol de la enfermedad entre las etnias pampeanas, parte
que acarreaba entre la población blanca, las cuales se repiten ittþánte a partir de ese momento de la población nacional,
en informes tardíos, aun en los años B0 en la provincia de Bue, ilÈôs datos parciales citados afirmarían la idea de que los-jefes
nos Aires. Su eficacia; sin embargo, se acrecentó a lo largo del lfátes eran conscientes de la eficacia de la vacuna, suficiente-
siglo así como la certeza entre los profesionales sanitarios de que: iè,probada entre la población blanca. De hecho, algunos
'iillos'vacunaron por propia decisión o por consejo médico
era necesario vacunar para eliminar esa epidemia6t. Penna
59 P. Nlallo, op. cit., T. n, pág. 12. þìédén consultarse en un artículo firmado por L. Meléndez, E. Coni y I.Díaz,
i'iÛl¡èunación obligator-ia",
----o----_---, RMQ
__ 1878, págs.
_v _v¡-' r-.Þ-. 392-393.
---. Sobre la resistencia a la
60 lbídem, T. n, pág. 66. ión, ver T. Perón, "La caliclad de la vacuna", en IIMQ 1871, pág. 154 y L.
61 Desde 1872, una ley provincial obligaba a médiòos y paclres de familia a de- i.idez "La viruela en la campaña", en RNIQ 1878, pág. 394.
nunciar ante el Consejo de l-Iigiene, organismo sanitario provincial, o a la Secciórl :,ri:;;..6?J. Penna, op. cit., pág. 93.
de Higiene de la Municipalidad de Buenos Aires los casos de enfermedades epidé- 61 s^---- op.
n Sq--.r,
lìi,,:,..p,.!.Þ.,
^:, -:^
^.. cit., pág. 13.
micas, entre las que se contaba la viruela. Recién en 1886 se aprobó la Læy Nacional
de Vacunación Obligatoria, encaminad¿r sob¡e toclo a luchar contra la viruela (E.'
i.$I.Penna, op. cit., pág. 353. Se explica que de los 100 indios vacunaclos por el
Coni, Progrès de l'þgiène dans la R4ntltliquè Argentine, París, LibraireJ. B. Baillièrè !-illegas, sólo 4 entraron en la Casa de Ajslamiento con una viruela discreta.
5B 59
María Silvia Di Liscia Viruzla, uøcunación e indígenas
a los recluidos en los campamentos militares. Los inforrnes': Salvaire, perteneciente a la congregación de San
méclicos aceptaban la inmunidad que otorgal¡alavacuna, sob¡g
iåde Purl, escribió a finales de siglo el relato de sus expe-
todo a partir de la extensión de los estudios epidemiológicogr misionales frente a los indios. En 1873 se entrevistó con
de la segunda mitad del xx. Sin embargo, muchos indios ¡6, Catriel en Azul y con el cacique Railef en Bragado;
fueron vacunados, lo cual no sólo introdujo peligrosamente un ålestuvo en General Viamonte con la tribu de Coliqueo
foco de contagio sino que fue una forma indirecta de asegur¿¡ de Alsina solicitó su mediación para res-
ßllf "lgobierno
su desaparición, b4jo un arma que era alavez terriblemen¡E
,Fjílìâonuor y realizar acuerdos con el cacique Namuncurá
eftcazy desculpabilizante. En las palabras de Pedro Mallo, se' nas Grandes. En ese año, las relaciones entre indios y
produjo una lamentable "devastación accidental", cuya respon: äós,atravesaban un momento crítico y la intermediación de
sabilidad los blancos no necesitaban asumir. ',,
iäìià,"rt,too a punto de fracasar cuando fue acusado primero
Namuncurá y luego ante Railef de llevar el walichÑ.
La Iglesia frente a la airuela i.l ¡d-iferencia de lo ocurrido en las tolderías bonaerenses de
.ì:i:
Como se ha mencionado, la mayoría de los indígenas cap.. åä:i ragado, Salvaire no pudo formalizar una misión en Sa-
turados estaban enfermos de viruela, 1o cual se hizo evidente- âl'Grandes, ya que Namuncurá se lo impidió, pero sí logró
en los primeros meses de su prisión, cuando fue necesario ha.,, consigo al sobrino del cacique, Amaro, para educarlo
bilitar en Martín Garcíaun lazareto para cuidar de ellos. El ar-I fil,;fuá". En 1884, cuando Namuncurá fue vencido to[almen-
jlã:irr.:it I..^^^ l^ l^ t- -^-J:It^--^
zobispado de Buenos Aires tomó inmediatamente carlas en el.. Neuquén luego de ser
-^--:- ^^- acorralado
^^^--.^l^-l^ cerca
^^-^^ de la cordillera
]âq tropas nacionales, fue posible establecer una misión en
asunto, ocupándose de enviar hermanas de caridad y sacerdotes:
íñuy, sobre el Río Negro, con los restos de su tribu.
para hacerse cargo del mismo. :::.
:l¡
6o 6l
María Silvia Di Liscia Viruela, vacunación e indígenas
los sobrevivientes fue una estrategia destinada a impedir el ¡e:: y Todopoderoso, que se les enseñe también el in-
surgimiento del poderío de ranqueles, pehuenches y tehuel,t rso poder y
omnipotencia de la vacuna como preserva-
ches en la pampa ylaPatagonia, y en ese esquema, la acció¡ ¿e la viruela"6e.
En la contradicción entre el "nosotros" y
educadora de la lglesia era fundamental. f¿st; el discurso marca una diferencia no desdeñable, ya
Pero en otras cuestiones, el Estado y la Iglesia no estaba¡1 i¡ãlsra la certidumbre de pertenecer a una elite para quien
totalmente de acuerdo, ya que ambas instituciones pugnabarì ls:eíanza religiosa no es pertinente, puesto que puede
por mantener -la lglesia- o acrecentar -el Estado- el control.ri tplazarse por la cicncia, La influencia es funclamental pa-
demográfico y social. El conflicto se pone en evidencia duran- , iconjunto informe, el pueblo ignorante, que desdeña
te los gobiernos de Roca y Juârez Celman con el estableCi: ndatos higiénicos y al que hay que convencer de otras
miento de las leyes de Matrimonio Civil, de Registro Civil y,¿¿ [éiar;,Lor sacerdotes debían ser, por lo tanto, una espe-
Enseñanza, que establecía en todo el país la educación obligà',i l,lagentes sanitarios", divulgaclores del mensaje cien tífi-
toria, libre ylaica, tras el debate entre los partidarios liberales¡r iición que quizás no estaban dispuestos a asumir en todo
y clericales en el Congreso Pedagógico. La denominada gené.-
ración del B0 coincidió en mantener un ideario liberal y anti¡ f.té,del debate sanitario entre Iglesia y Estado se des-
clerical, contrario al intervencionismo religioso en los asuntoi èh los artículos de I"a Amhica del Sø¿ diario carólico di-
estatales, ya que éste contradecía el espíritu constitucional de ifupór Santiago de EstradaT', erÌ relación con la acción re-
apertura hacia el exterior y alavez era un freno a determinalt ,en'Martín García frente a las epiclemias de viruela. En
das acciones gubernamentales6s. ,'de'1879 aparecieron casi diariamente menciones a la
En la pugna por despojar o al menos limitar las prerrogati::') mortandad de indios, sobre todo niños, que al haber sido
vas de la Iglesia, algunos higienistas observaban, no exentos de.r trádos en un presidio se exponían al frío y al hambre.
envidia, la enorme influencia religiosa sobre la población "'ig. 'èarecían cle vestidos, estaban cubiertos por harapos, sin
norante", influencia que podría ser aprovechadapara impulsar liida ni utensilios. La respuesta caritativa no se hizo espe-
medidas sanilarias difíciles de imponer Por otros medios. Así; i:lìlí¡s5..rc se publicó la noticia de que el arzobispo y las
con un discurso cargado de ironía, Lucio Meléndez expresaba de caridad de San Vicente de Paul, junto con las Da-
que, tal como se enseña a temer a Dios y se le hace creer al Wl' BêneficenciaT', habían recolectado mantas y ropas para
go que el bautismo lo libera del pecado, los párrocos deberíati lMartín García.
también insistir en la vacunación, que lo libra de la enfermed-ad: tóno de denuncia de los artículos se evidencia al referir
y de la muerte. las condiciones generales de los indios concentrados
En esta invocación doble, el médico arremetía también eli. þ-risión y la imprevisión de las autoridades en rnateria
forma inclirecta contra el Estado, al señalar arrebatadamente
que "Si los gobiernos han creído conveniente educar a las ma'
:.L;,:Meléndez, op. cit., IMQ lB?8, pág. S99.
sas bajo una religión que nos manda creer en Dios como Ser ,
6z 63
María Silvia Di Liscia Viruela, aacunación e indígenas
64 65
María Silvia Di Liscia
Viruela, aacunación e i.nd'ígenas
se daban partes periódicos de indígenas muertos y bautizados. laica e influenciada por el positivis-
,Åad, progresivamente
Por ejemplo, el día 20 de marzo se registraron 150 muertos y 'I^'.
åf de civilizados/no cil¡,lizados, dificultiíndose la iden-
500 bautizados, y según el periódico del 3 de abril había lg| ""|{)ia¡ enve no cristianos/no civilizados. En consecuencia,
fallecidos y 537 bautízados, sin que se aclarara si entre estos úl-
ización no podía ser ya la solución total a los proble-
timos estaban incluidos los 207 fallecidos. Antes y después no se podía confiar absolutamente a
de la epidemia, los indios estaban siendo distribuidos entre ãlä'for indígenas y
las familias bonaerenses, y aunque habían pasado por una
i¡ aTos indios Prisioneros'
cuarentena algunos podían estar contagiados de viruela. E¡ hecho, tanto las autoridades militares como las civiles
,,,,,mantenido respecto de la política indígena y la Iglesia
varias oportunidades se denunció además un sistema de esclavi-
tud encubierta llevado a cabo tanto por la Sociedad de Bene- àitirua un tanto vacilante, sin llegar a oponerse verdade-
ficencia, que era la institución que repartía a los prisioneros, te ala injerencia del arzobispo y de los lazaristas en
como por aquellos encargados f,rnalmente de los indios, qus iGarcía, pero a la vez sin apoyar tampoco los proyectos
de establecer reducciones indígenas donde el Es-
podían separar a padres de hijos y explotarlos como siervosTô.
Para las autoridades católicas el problema principal, según ã,:;lo tuviese intervención' Sin duda, en una etapa marcada
àJ,,centralismo estatal, era lógico que no se permitiera au-
surge de la lectura del periódico, era evitar que los indios en-
comendados a familias fuesen bautizados otra vez, por lo que å,Èlt"..l control religioso sobre un sector nuevo' control del
se publicaron en diferentes fechas listados de indígenas cris-
tianizados. La Amñca del Sur señalaba que el sacramento y la
instrucción les permitirían realmente a los indios repartidos
emanciparse de la tutela de los blancos y alavez integrarse en
la sociedad nacional como ciudadanos. "No queremos en la Re.
pública Argentina bárbaros ni esclavos", decía el diario católico,
para conlinuar con Ia idea de que la evangelización permitiría
que la civilización peneffara en todos los niveles luego de la con-
quista del desierto, evitando los crímenes que se perpetraban
en la pampa cuando sé carecía del conocimiento cristianoTT.
Esta preocupación que parece ser cívica, ya que hay una
clara referenciaaTa asimilación política del indígena como "ciu-
dadano", tiene un correlato más profundo, porque en realidad
el periódico planteaba la oposición en los viejos términos de
cristianos/no cristianos. Pero ya a finales del siglo xrx, ese dua-
ll$!.-p..þ!e-Cnoel, como agradecimiento al Altísimo por su apo-
lismo tradicional había sido sustituido en forma lenta -en una lucha
þfla contra los indios. Durante la expedición y al
f$i.,a. ésta, los salesianos baudzaron a cientos de indios y
66
67
María Silvia Di Liscia Vi.ruela,, uacunación e indígenas
rancia, sino por almas ennoblecidas y regeneradas"s2. iVo a fin de evitar en lo posible la propagación del mal.
El punto esencial fue precisamente que los indios er i6,har6,n los indios sin recursos de ningún género?"83
"almas" para los misioneros y consecuentemente, como .st" cruce cle opiniones entre el Estado, los rnédicos y la
debían ser acercados a la salvación. Los cuerpos "despreciab los indios, pero ellos ya no se encontraban en
'siá,estaban
de los indígenas se transformaron en espíritus que podían ifu de negociar con unos y otros. Ya a finales de los años
þerra, las epidemias y los traslados habían ocasionado la
ión y la posterior desaparición de las sociedades in-
?9 C. Brur-ro, op. cit., pág. 630. Ve r asimismo R. A. Entraigas , I.os calnllanes e4 ;-fx autónomas cle la pampa y la Patagonia y luego del Cha-
Iixþerliciîn al Desbrto, Buenos Aires, Eclitoriat Don Bosco, 1968, sobre todo páç' tino. El imaginario de la elite argentina se abrió paso
79 y 82.
80 AGN, Ministerio del Interio¡ 2934, 1880.
fþlmente, asegurando el progreso en un país de "raza
ll y cultura occidental.
8l AGN, Ministerio clel Interior, 2932 R 1880. Los listados de bautismos,
firmaciones y casamientos de indios prreclen collsultarse en A. Espinosa, Ia
çtisto al Desia.to. Dia,rio del caþellá.n ¿e la Exþetlición tle 1879 l¡[s. Atztonio
Lsþt"
6B 69
DB UN CURANDERO EN COI.OVTETE:
i¿ou"PrnooPro Nnrne Y "LA LUCHA
ENTRE EL BUEN SENTIDO
Y LA IGNORANCIA CIEGA,,
llavid Sowell
d'e t872,¡na airlda muchedumb¡e se
ílËlt;"r' ru"u îY:T:
del doctor Antonio Vargas Reyes gritando
à"iu
;.iÌô:ior médicos, viva Perdomo!", mientras ofrenclaba al
lùi ¡"u serenata de piedras. Los estudiantes de la Uni-
läàá¿ Nu.i"nal se aPresuraron a defender al decano de la
rltad de Medicina' respondiendo a su turno: "¡Abajo los
istas, mueran los fanáticos!". A medida que los distur-
,i'þu¡utt en intensidad, varios médicos fueron apaleados
iâlìalle. Al cabo de una semana' dos de los profesionales
.i:îiô*i"."tes de la ciudad se habían marchado de Bogotrá
ã]i¡itatarse en París. En medio de la rewelta, el curandero
I Perdomo Neira esperaba en su consultorio la oportuni-
:üácalmar las pasiones de sus partidarios. Al mismo tiempo,
Que los funcionarios liberales del gobierno locaran
a su
fu para arrestarlo por provocar la muerte de uno de sus pa-
ó perturbar 7a paz. Los disturbios se extinguieron gra-
te hacia el final del día, pero los combates esporádicos
ieron durante cerca de una semana. Perdomo, convenci-
4". el gobierno liberal lo arrestaría, huyó de la ciudad
'dèstino a Guasca, donde censuró a las autoridades locales
l-j.ps actitudes represivas contra sus prácticas médicas. Aun-
Lëiilæ.motivos de los disturbios no eran totalmente claros,
t!)
David Sowell Anilanzcu d,e un curand,ero m Colomhia
Ias ideologías médicas antagónicas que defendían los mani ofrece una serie de "instantáneas" de la vida y
tes y los médicos profesionales hicieron mucho por dar Perdomo Neira. Se divide en diez secciones'
,-áe Miguel
la violencia desatada en las calles de la capital colombiana.iil ,r..a"t"t cuales propone una perspectiva diferente de
Este extraordinario momento histórico está ausente ¿t iìion rururr"rístico. Una cita introduce cada sección;
historias convencionales de la medicina en Color¡þi¿, -'ã" provienen de sus partidarios, pero oras corres-
"nut
tienden, en cambio, a concentrarse en el desarrollo de la l r ru, detractores. El ensayo no proporciona un análisis
cina científica en el país. Para autores como Pedro Ibáñez, sugiere' en cambio' que su historia
vente de Perdomo;
de los primeros integrantes de la comunidad médica cien '. .char un vistazo al mundo de los sanadores no cien-
Perdomo representaba el pasado de la medicina, domi ãétiu'Colo-bia decimonÓnica'
por charlatanes y buscavidas condenados a ser sustituidos
médicos progresistas y científicos como Vargas Reyes.
presta considerable aterrción a los dirigentes de las instituc
médicas, como el propio Vargas Reyes, así como a los cie iàiòs tru.. que ejerzo mi profesión de médico gratuito del
más prominentes del momerìto, entre ellos Pedro García
fo, y en ese largo espacio de tiempo he visitado y recetado
terapéuticamente a más de ciento veinte pueblos de
dinaì. Los cronistas del siglo xx, como Andrés Soriano
iay del Ecuador, proponiendo y regalando mis medica-
a menudo se manejan con la misma discreción que lbáìì
iós, y asistiendo personalmente a doscientos cinco mil
mencionan de pasada a sanadores como Perdomo pero se iêÍitos sesenta Y dos enfermos."s
centran en los médicos institucionales, técnicos e "in
del período2. Aun Arturo Romero Beltrán, cuya descripcióúl :!frâpitua de la reputación de Perdomo se originaba en
la Colombia decimonónica representa una de las perspecil tables crrras "milagrosas" efectuadas durante sus viajes
más recientes, adhiere a la misma traclición de privilegiará í...d e Colombia y Ecuador. Estos viajes parecen haber
profesionales científicos sobre curanderos como Perdomos,l lfiz-¡aa en 1866, después de que Perdomo Pasara algún
tudiosos como Virginia Gutiérrez de Pineda, muy influidos una tribu indígena en Caquetá tras la guerra civil
la antropología, cons[ituyen la principal excepción a esta
',òn:
îgn$;Sg. Esa guerra fue un punto de inflexión en su vida,
cia. Gutiérrez estudia una amplia variedad de sanador iiâlual se conocen lamentablemente pocos detalles. La
mayoría de los cuales son, por desclicha, del siglo xx4; se 'l1ñèñte de información sobre Perdomo es un libro que
muy poco de los sanadores no científicos del siglo xtx. vez en 1871 con la benclición cle las
|.tþ,,!icó por primera
ildiâdes eclesiásticas de la diócesis de Antioquia, La lglesia
en Wsencia del siglo )ilx. La portada indica que era "hi-
I Pcdro María Ibâñez, Memonas þora la hßtØia de Lt medicina en SanktJë dt Concepción Perdomo y que había nacido el29
11de
Bogotá, Imprenta Nacional, 1968. mbre de 1833 en el pueblo de La Plata, Tolima6. No
2 Andrés Soriano Lleras, La m¿tlicina m el Nusuo Reino tLe C,tanatla,
conquista y In colonia, Bogolá, Editorial Kelly, 1972.
3 Arturo Romero Beltnán, Historia (te ln m¿d.icina colombiann: siglo xix,
Colciencias, Universidad de Antioquia, 1996.
, IIus tra¿ i6n, Bo goui, +6- 187 2.
4 Virginia Gutiérrez de Pineda, Medi¿ina t¡ulicional tl¿ Coknnlia: nutgid, Perdomo Neira, la Igltsia CatóIica en þresmcia del siglo xrx, Bogouá,
atranderismo, dos volúmenes, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia,.l de Nicolás Pontón, lB?2.
74 t5
David Sowell l.r.,, d,onttu d'e un cura'ne l¿ro en Coloml¡ia
76 77
David Sowell And,anzas de un curandero
m Colomlia
Iamayoría para alabar sus aptitudes curativas. Los testimonios: en los artículos penales, sobre testigos falsos y perjuros, le recibíju-
oue hizo en toda forma lega.l y bqjo su gravedad expuso: que a virtud de una
no suelen concentrarse en las curas más corrientes sino, antes
.]dùe tuvo por cuarenta días quedó por cinco meses tullida, teniendo nece-
bien, en las capacidades de Perdomo como cirujano, su índole, àþbyaise en un borbón o de dos personas para poder moverse dentro de
caritativa y su habilidad para curar casos en los que otros mé. un lugar a otro; y que hoy se encuerìtra rcstablecida a beneficio de las
loriesde medicina que le ha hecho el Sr. Dr. Miguel Perdomo Neir¿, en unos
dicos habían fracasado. Los primeros testimonios ecuatorianos.
q¡;permitiendo a la deponente caminar de su casa a la iglesia siu ninguna
comentaban su eliminación exitosa de tumores o quistes y sus p-tse a que está a seis o siete cuâdras y el pavimento es muy malo.
ra àsimismo que pot. esta ctua el S¡. Dr. Perdomo Neira no pidió ni si-
centavo, y tampoco por los rnedicamentos.
9 Laurel rhatcher ulrich, ,4 Mùtwife's Th,re: The Liþ of Martha llailanr, ßased on êrl homenaje a su cuidadosa atención, su bondad y su consagración a
HerDiarl, 1785-1812, NuevaYork, Random House, lgg0, págs. 61_62. excesiva, no sólo en bien de Ia testigo sino de los miles de personas
l0 La llustración. Bogorí, 7-S-LB7Z. realizó clichos actos, ella lo afirma y ratfica, diciendo que es ciucladana
7B 79
David Sowell m
Andanzas de un curøndøro Colombiø
Como empírico, Perdomo fue probablemente aprendiz una variedad de drogas, en par-
aorendió a utilizar
otro sanador, que pudo haber tenido o no alguna .upu.i reducir el dolor, la in-
que después emplearía para
ción formal. El nombre de su hacienda, San Juan de Dios; asociadas,con la cirugía. También
ytlur hr*otragias
santo palrono de la orden de los hospitalarios, sugiere u¡¿ ¡
ánocimientos acerca de drogas que usaría en la
liación a Ia Iglesia, de manera que tal vez aprendió algo
dè la medicina inte rna. La raíz de la yacumba, por
medicina de un sacerdote. Al parecer era un hombre instrui
. se utilizaba Para trafar las irregularidades menstrua-
porque si bien la cantidad de informaciones detalladas soþ inhibía las hemorragias. Otras
ia, del árbol del perro
la historia de la Iglesia Católica que fìguran en su libro sugie n sobre la parálisis, la obstrucción intestinal y
la probabilidad de una ayuda considerable en su elaboraci Perdomo
de cabezar1. Aunque demostraba ser adep-
varios otros documentos escritos por él indican una import¿¡
ll!ár¿".diu"ttas drogas, los informes nunca se referían a
destreza literaria y una amplia base de conocimientos. Vari
,boticario o yerbatero, denominaciones eqrrientes de
informes indican que viaSaba con un secretario, aunque res que empleaban principalmente hierbas y drogas
malmente señalan que la principal tarea de éste era pre de planras'8. Los relatos del uso que daba a esas dro-
las recetas para el sanador.
Itu,,.on sus habilidades quirúrgicas, hicieron de é1- un
dotado de aptitudes curativas fuera de 1o común. Per-
6,,iùen.ionu varios usos de Ia droga quc llama "el toro",
"Tengo sustancias que me hacen capaz de practicar las o åãernto purgante que obtenía de un árbol del mismo
ciones más serias de la cir-r-rgía, sin producir hemorragia, aunq iã;,,lanto sus defensores como sus detractores citan con
rasgue y divida los gmesos vasos arteriales y' vs¡..tt, aunqlre a esa utilización del toro después de 1870. Aun quienes
pare en pedazos distintos esos vasos, cortándolos en todcj 'ièontru él elogian el poder de ese purgante, no obstan-
calibre. 1...1 Sí, tengo preparaciones, mías propias, sacadas i,&al dicen que era tan poderoso que dejaba a la gente fí-
las virtudes y propieclades de ciertas plantas que son un tesorô' fiènte debilitaday a veces desvanecidate.
en el reino vegetal, qlre me dan el poder de operar quirúrg! ,tso del toro como purgante sugiere que Perdomo prac-
mente, con hemostáticos, superiores a los que posee actualmen: una medicina fuertemente influida por la teoría de los
te la ciencia europea."'o ,J que,junto con las receptividades curativas católicas,
Éiiúan los dos elementos centrales del sistema médico
Perdomo huyó del escenario de la guerra civil de 1859-1 iêo en las Américas. La teoría de los humores, surgida en
y buscó refugio en una comunidad indígena de Caquetá. ffel Egeo unos dos mil quinientos años atrás, imaginaba
estadía en ella modificó de manera funclamental su lpo como receptáculo de cuatro humores, cada uno de
miento médico. En su libro relata que mientras estuvo en i-ð9n caracterísdcas húmedas, secas, calientes o frías. Su
8o Br
David Sowell
Andønzas de un curand.ero en Colombia
equilibrio apropiado constituía la buena salud; la enfer en.uso" en las farmacias hispánicas23' Se
$i ár,uut."nte
implicaba un desequilibrio. La medicina humoral estaba ,""rue otras drogas le permitían realizar operaclones con
fundamente arraigada en la tradición hispánica y había evol ' r=oé¡dida
. ,rl^ .la nôcô doloç
crln poco
canc¡re sin inflamaciones yv con
de sangre, dolor.
cionado a lo largo de cientos de años antes del contacto qu. lo distinguían de otros cirujanos, tanto legos
åd",
las Indias. Muchos estudiosos sostienen que, en su influe¡çi¿, onales, Si bien sus intervenciones quirúrgicas pa-
sobre la conformación de los sistemas médicos latinoamerica¡sgj.
iâr.d. .trr empírico hispánico, varios informes sugieren
la medicina humoral se originó en el Viejo Mundo, mienhâsiì
ll,l}int"r"ado" en Caquetá realzó su reputación como
que otros sugieren un origen indígena independiente que dioìiì
llái.,lesde épocas tempranas muchos hispanos habían
forma a la medicina popular hispánica'o. Cualquiera sea la inrl]i los sanadores indígenas poseían poderes espe-
terpretación correcta, las pruebas de la temprana presenci¿,
íliiu q""
,liàon tor que ellos mismos no contaban, en general debi-
de la teoría de los humores en esta región provienen cle muchm asociación de aquéllos con el diablo'*. Es muy
*Ju pt.r.rttta
fuentes. En 1584, por ejemplo, el licenciado De Monzón murió, desconocidos se asociaran con Per-
;ible-que estos poderes
en Bogolá mientras lo sangraban, método humoral de responder,
a un calor excesivo en el cuerpo2'. Un viajero que recorrió Ecu¿.,
ié$"q"" los críticos racionalistas cle éste se referían con
frecuencia a ellos que sus pacientes'
dor a mediados del sigio xtx comentó que muchos hispanosi
tenían aversión al agua fría,ya que temían que enfriara los ór-'
ganos internos y provocara ciertos tipos de enfermedades,t, r,,.¡:
El empleo que Perdomo hacía del purgante "el toro" y de' äiii!!Èt:senor Perdomo, hornbre dotado por Ia naturaleza para ser
"la chispa", un poderoso emético, encuadra perfectamenteri, no y compadecer a la humanidad, ha venido como padre
sider-ar el sinc¡etismo de los sistemas médicos y, cle manera más signifìcativa, la "ex- I
ploración clel senticlo" de la curación y la medicina dentro de los sistemas culturalès;f
Véase Barbara Tedlock, "An interpretive solution to the problem of humo¡al medit ':2I..La lh¿stración, Bogotâ, 13-5-1872 y 26-4-18'13; El 'fratlicionista, Bogotá,
cineinLatirrAmerica", Sor.ialScienceandMetlicine,24(12),1987, págs. 1069-1071,:::
,1..8.J!;José María Cordovez Moure, lìtministencias- SantaJë 1 BogotS sexta edición,
Véase tar¡bién Joseph W. Bastien, "Diffe¡er-rces berveen Kallawaya-Andeau and'i¡,ì volúmenes, Bogotá, Biblioteca Popular de Cultula Colombiana, 1942, T. \¡II,
Greek-Enropeanhumoraltheory",SocialScienceandMetlicine,28(1), l9B9,págs.al5l,:tl 347-348.
21 Juarr Rodríguez Freyle, 1l/ curttr.to, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1979irì aspecto se analiza con mucho detalle en Michael Taussig, Sharnanisnr,
],¡,ì:¡..?.lEste
pág.2BB. arul the \ItikL Man: A SturLy in I'ator antl HeaLing, Chicago, University of
2? Friedrich I-Iassaurek, Itun'Years Arnong Spatzish Ameticazs, Londres, Sampsotti Prêss. 198?.
Lorv, Son, and lVlarson, 1868, pág. 1f3. l
;j¡j;ll. :L a I lusn a c i
ó n, B o gotá, g - 4- tB7 2
Bz 83
David Sowell Andanzas de un curandero m Colombia
:
84 85
David Sowell Andanzas d¿ un curandero en Colombia
"destinado por la Providencia a aliviar el sufrimiento ¿" menudo las únicas instalaciones médicas
Ðìòs eran a
pobres". Ai agradecer a Dios por la benevolencia de aqu(1. l*^lízadaspara los pobladores de la región. Además, sus
autor de vna carta de los "pobres y enfermos de Guaduas', . tambiên se dedicaban
a actividades educativas y for-
claraba que la caridad era un acto de amor y preocuÞaci ,à:individuos que luego ejercían como cirujanos legos
por los olvidados, actos que no se originaban en la búsq la relación exacta enre Perdomo y los
iicos,n. Aunque
del progreso intelectual o la ganancia material, sino en el SanJuan de Dios es poco clara, tanto su hacienda
greso espiritual y el conocimiento de "la verdad"3o. Pe [enían la misma misión curativa'
fàtorden
y muchos de quienes defendían sus prácticas curativas çsn
partían la idea de que "la caridad es el fundamento esenc Ì) l:i.- 6
del cristianismo"3', un reflejo de la primacía de la caridad
mo primera de las virtudes cristianas32. li-å,es'otro mi objeto, sino hacer ver a algunos genios presun-
La relación de Perdomo con la tradición sanadora c que el Ser Supremo no ha lirnitado el conocimiento de
también se advierte en el nombre de su hacienda, SanJuan |ììlurulr"u, ni sus datos para sólo aquéllos que han podido
Dios.Juan Ciudad Duarte (1495-1550) se había comprome ibir títulos académicos'"s5
a servir a Dios brindando atención hospitalaria a los mili
:españoles crearon un sistema médico insti[ucionalizado
y los pobres de Granada. Luego de su muerte, varios de suí,1
durante el período colonial, aun cuando la mayoría
á1
seguidores ampliaron su misión y establecieron hospitales e¡:
numerosas ciudades de España, gracias a lo cual obtuvieron
ilæ"t, tenía escaso contacto con profesionales diploma-
jerarquía de congregación en 1571. El papa Inocencio xrr iünstituciones médicas. El protomedicato, la Iglesia, los
itâles, las universidades y los médicos diplomados consti-
nonizó aJuan de Dios en 1691 como santo patrono de
âÀtlá patte más visible de este sistema formal. Muchas de es-
enfermos y los hospitales, con la categoría de benefactor es.
iåìÏiiítituciones se prolongaron durante el período nacional'
piritual de los F{ermanos de la Orden de los Hospitalarios de
SanJuan de Dios33. A partir de la década de 1590, la orden låiþjemplo, cuando las autorid-ades municipales de Quito
a Perdomo en 1867 por practicar medicina sin te-
fundó en las Indias decenas de hospitales. Los hospitales
licencia, lo hicieron de acuerdo con la facultad de otorgar
åíó'íar q". se había conferido al protomedicato en el perío-
i,'!!onial. Los "médicos del rey" sólo podían otorgarlas a
30 La llustración, Bogotâ, 9-+1872.
3l Ibídem.
þes hubiesen pasado por un proceso educativo formal;
ftstricciones coloniales referidas alaptreza de la sangre
32 Véase Encicloþerlia de la religión católica, sie te volúmerres, Barcelona, Dalrirât
yJovea 1951, T. II, págs. 450-4ú3. i:ñó- se aplicaban en la década de 1860. En parte como resul-
rlri
de esas restricciones, en la América Latina colonial só-
33 'Jtran de Dios", I)iccionario tle histotia eclesiástica tle España, cuatro volúmenti;, ilä!., .
Maclrid, Instituto Enrique Flórez, Consejo Superior de Invesrigaciones Científicæ,, i,:,,'ù'muy pequeño porcentaje de sanadores habían sido
1972,-1. rr, págs. 1248-1249; M. Zúñiga Cisneros, "España, la medicina leligiosà,j, autorizados por el Estado; por lo común se trataba
los lrospitales", A¡thiuo ibaoamerit;ano rle historia tle la metlicina 1 antroþotogía midii$
vol.8, 1956, pág. 385; Grace Golden,'Juan de Dios and the Hospital ofCh
Chanty", Jotnnal oJ the Hßta.1 oJ' Iúulicine antl Allietl Sciences, vol.33, 1978, pâg. 6034i :i: ,lbídem.
Rubén D. Rumbaut,.ilolzn of Cod: His Place in the History of Ps¡chiatr¡ antl ù4etlicittN'
¡11,$-.,!Jerdomo Neira, "l-a verdad manifestada", 4 de diciembre de 1867, en op. cit.,
Miami, Ediciones Universal, 1978, págs. 23-29. 120.
B6 B7
David Sowell ' Andanzas d¿ un ctn'andsro m Colom,bia
BB B9
David Sowell AntJanzas d¿ un curandero en Colom.bia
el número de matriculados en sus cursos, dado que ¿ ftadparz promover un criterio específico de conoc!
cualquiera podía ejercer la medicina sin título ni estudi iòs r.ríu ardientemente
defendida.
Si bien la ley de 1850 minaba los esfuerzos por reducir i;:å| 1873,los médicos de la Universidad Nacional colaboraron
competencia de otros sanadores, las turbulentas condicionêf llundactón de la Sociedad de Medicina y Ciencias Naturales
económicas y políticas del momento postergaron los A"r*ãì,
fuapital colombiana, un paso crucial hacia la profesiona-
cle los médicos de institucionalizar la medicina científica ç¡:: i¿n ¿. la medicina científica. El objetivo de la sociedad
Colombia. En particular, la guerra civil de fines de la dé iilelestímulo y la promoción del estudio de las ciencias mé-
de 1850 demoró el establecimiento de una nueva facultad dÈ y naturales en el país, para dar cuerpo y unidad a los tra-
medicina y la obtención de reconocimiento público para loi científicos nacionales, ser solidaria con la comunidad
científicos de la salud. Una serie de iniciativas emprendi ay alentar la respetabilidad de la misión de curar las en-
a mediados de la década de 1860, sin embargo, condujo ¿ humanas"n2. La asociación procuraba introducir
apertura de la Facultad de Medicina, una institución privadi àøs ideas en el país a través de la Reaista Méd.icay atraer a mé-
con vínculos con el Hospital de Caridadse. Y aun cuando el y científicos a su comunidad académica. Como 1o había
liberalismo alcanzó su aparente cenit en la Constitución d¡i: o durante muchos años, el pensamiento médico francés
1863, la legislatura colombiana comenzó a tomar un cursô:, :flilVó profundamente en esta generación de profesionales,
de acción más "pragmâtico" en maleria de educación médi¡ ûe-ciulmet t. en Ia medida en que se relacionaba con el ac-
cano. En septiembre de 1867 cedió a las presiones de los mé.¡ì nar civllizador de la ciencia y el papel activo de una autori-
dicos y aprobó la creación de una facultad de medicina en la , âd,,ùédi.u centralizada bajo los auspicios d.el Estadoa3. La R¿-
nueva Universidad Nacional de Bogotá. Ésta estaba constitui-..: Méd,icaincluía artículos traducidos de publicaciones fran-
da por seis facultades, cuatro de las cuales ya estaban en fun-, inglesas y estadounidenses. Muchos de los miembros de
cionamiento. La Facultad de Medicina privada se transformó sociedad se convirtieron en miembros correspondientes de
en su casi totalidad en la Facultad de Medicina de la univer.:rrì izaciones similares de países extranjeros''{. Sin embargo,
sidad, ba¡o la dirección de Vargas Reyes. La institución, abier.,lrr médicos recién profesionalizados no abandonaron todas las
ta a principios de 1868, contaba con instalaciones adecuadas des de sus predecesores coloniales.
parala capacitación médica formal en los hospitales de Cari* ¡ rru.rt. la construcción de la sociedad colonial, los funcio-
dad y SanJuan de Dios". Una vez establecida, la autoridad de: iiíios religiosos y civiles españoles habían rotulado con fie-
qçia de hechiceros a los sanadores indígenas. De acuerdo
.
el sistema dominante de creencias cristianas, el demonio
38 lbáñez, op. cit., págs. 99-101. llls,brujescos secuaces se valían d.e muchos trucos para com-
f-tii la obra de Dios sobre la Tierra, incluyendo el uso de
.
18631886", tesis del doctorado en filosoIïa, University of Wisconsin, 1969,pâg.22I.¡ i¡þ ObregAn Torres, op. cit., págs. b&5b.
qo qr
David Sowell Andønzas de un curandero m Colombia
contra estas influencias en Europa, y su lucha resultó la sociedad y su relación con el Estado. Estas
tì|'¡a""
más notoria en las Indias. fuí, los nahualli mexicanos eran a la guerra civil de 1859-1863 y provocaron
,u"r runyu..tt
lificados de "doctores brujos", lo mismo que las mujeres h década de 1870' Así, aun-
,flicto similut:l:giud"ì9.t
participaban en el Taki Ongoy de la década de 1560 en ps ã;,á"¿o la afiliación política apenas era poco más que
Rotular a Perdomo como hechicero representaba una di ¡ón de asociación partidista, en referencia a 7a Iglesia
ción que, aunque no equivalente a llamarlo charlatán, ideológicas fundamentales. Como los libera-
La posiciones
gitimaba aún más sus prácticas curativas. tanto el gobierno nacional como el gobierno
Si bien gran parte de las críticas formuladas contra perrìi
-inaron
tal de Cundinamarca en las décadas de 1860 y 1870,
mo se originaban en su función de sanador, su identidad.,¡i i.iii,ivu¿oritttto de Perdomo hizo que Ia ira de los funcio-
lítica conservadora agravaba la reputación que tenía entre con los sentimientos de la comu-
i., bti.or coincidiera
liberales. Si nos concentráramos en su ideología médica y di
médico-científica'
ramos en un segundo plano sus creencias religiosas y pol
católicas y conservadoras, ignoraríamos importantes dime
nes del personaje público de Perdomo e ideas cruciales sohri
su ideología curativa. La Igksia Católi.ca... se escribió en el m;
mento en que el liberalismo alcanzaba su punto culmina
en Colombia, justo ocho años después de que la Constituciéi I'i#rtr.t.tu- del cuerpo humano, que no conoce ninguno de
j-éfts reinos de la naturaleza, y que los progresos que de día
de 1863 coronara casi dos décadas de reformasaG. En las nririiì
L{t¿nur" la medicina son para él un problema que pierde en
ras etapas del proceso reformador, los partidos Conservadoi
lii¡ie¡tas de la ignorancia. No exigimos, pues, de él sino
Liberal se habían consolidado como organizaciones polí prácticas; pero a la luz, sin ambages ni misterios."n?
distintas, poniendo en marcha un conflicto bipartidista q
aún atormenta al país. Si bien los dirigentes de ambos partidó¡l êducación médica experimentó cambios fundamentales a
habían coincidido en la mayoría de las reformas polític
ifþó'del siglo xx. Durante el período colonial, los estudian-
nómicas liberales, solían tener más diferencias en el campo f.ûdiaban a Galeno, Hipócrates y Avicena mediante el mé-
las libertades y derechos sociales básicos y adoptaban ii1.è$olástico. A fines deisiglo xuII, "luminarias" comoJosé
fundamentalmente distintas en las cuestiones tocantes al :¡;
Mutis abogaron por la transformación de esa educa-
þnto con el fin de hacer hincapié en el método empírico
L:þara introducir las ideas de los pensadores médicos que
45 Véanse, por ejemplo, Irene Silverblatt, "The evolution ofrvitchcraft and
i'.f.,þ 'lot cimientos de la medicina científica en Europa. Un
meaning of healing in colonial Andean society", Culttue, Metlicine, and Pslchiatry,::t,
1983, págs. 473-427; Noemí Quezada, "The Inquisition's repression of cu iÌdè Medicina de 1802 puso en marcha esras modificaciones,
ros", en Mary Elizabeth Perry y Anne J. Cruz (com ps. ), Cultural Encu¿nters : Thà .:ll ndependencia abrió las esclusas de la reforma educativa.
þact of Inquisition in Spain and the Nau Wu'ld, IlerNeley, University of Ca defensores de la medicina científica se veían a sí mismos
Press, 1991, págs. 37-57; y William y Claudia Madsen, A Guide to Mexican
México, Editorial Minutia Mexicana, 1972. i,,llprogresistas" que, junto con otros de similares ideas,
46 David Bushnell, The Mahing of Motlern Coloml¡ia: A Nation in Sþin of
Berkele¡ University of California Press, 1993, págs. 101-124 ltraducción
Colombia, una nación a þesar tle sí misma,Ilogotâ, Planeta, 19961 ':EI,Tiadicionist¿,
. Bogorá, l+5-1872.
9z 93
David Sowell Andanzas de un curandzro en Colombia
erradicarían de las sociedades latinoamericanas las caracte iirtgía, ni la medicina operatoria, ni la materia rnédica, ni
ticas coloniales, sobre todo las ubicuas influencias ideológic¿s,j cinalegal, ni la boránica, ni la zoología. Sin haber estudia-
institucionales de la lglesia. Un sistema educativo secularizach ningurla de estas vastas materias, que comprenden todos
sería el principal vehículo de este proyecto, cuyo primer descubrimientos hechos desde el principio del hombre
daría Francisco de Paula Santander en IB27 con el patrocinio 4f: iua rspresente, sobre lo que de cerca y de lejos tiende a Ia
la Universidad Central. Su programa médico, directamenb inì,: de Ia saìud y de la vida humana; sin tener nocio-
^-""rvación
portado de Europa, implantaba una nueva comprensión cie¡, ¡ de literatura ni de filosofía, sin saber siquiera hablar su
tífica de la medicina, "superior" a las enseñanzas hipocráti a correctamente, el tal señor Perdomo receta para todas
galénicas de las universidades coloniales. Los científicos y ãólencias de sus semejantes y hace operaciones quirúrgicas
médicos se consideraban "trabajadores del progreso" que anamente."óo
afanaban para construir el "edificio de la emancipación cieûl
[ífìca"as. Como 1o expuso Uribe Angel, "el descubrimiento la comunidad médica científica, este camino iletrado
la verdad es, por lo tanto, el objetivo de la ciencia, la noble,yr: émico al ejercicio de la medicina era impensable, pe-
eterna aspiración de los seres racionales y el fundamento prç:l y arasado.
ciso sobre el cual funciona el mundo civilizado"ne. idèología cle Perdomo era blasfema para muchos cien-
Para los liberales, el conocimiento debidamente imparti |Liiberutes. Medardo Rivas, uno de los autores liberales más
rsos / prolífìcos de la época, se preguntaba en 1883 si
era el primer paso esencial para una nación progresista. Como
consecuencia, los redactores del principal diario liberal, el Dia-, iãiío era un hombre inspirado por Dios para difundir sus
rio de Cundin(rmarca,lanzaron una acerba crítica contra Perdcii lilðjô¡"r entre los pobres y desamparados o un impostor
mo, afirmando que, aunque no conocía la ciencia moder ülata con la incredulidad de la gente. Y se responclía:
1,,.|þ,ó. Para derrostrarlo se apoyaba en la ciencia y el pen-
llevaba a la práctica una amplia gama de intervenciones médi;:
cas, desde emitir lecetås hasta operar. Por lo común, esas capaci¡ íêlto racional. Rivas consideraba completamente imagi
dades exigían una formación prolongada en progratnas de ed,q
que Perdomo hubiera descubierto plantas medicinales
cación superior, que era crucial para la competencia profesic þtonces desconocidas, cuyos secretos habían sido guar-
nal. Perdomo -escribían- parecía no lener esa educación; þr los pueblos indígenas. Si así era, Perdomo debía ha-
decir verdad, preguntaban a sus lectores, ¿quién es Perdo 1 ado el reconocimiento de una nación agradecida.
ðámbio, había disfrazado el conocimiento detrás de una
liSión de poder místico, ¿no debía ser condenado como
"El no es un hombre letrado, no ha hecho cutsos literarios
âüde?
científicos, no ha sido alumno de ningún plantel de educació
no ha estudiaclo anatomía topográfica, ni la fisiología, ni la @'rechazaba una explicación racional de la reputación
giene, ni la {ísica, ni la química, ni la tocología, ni la Sugería en cambio que la fama del sanador resiclía,
én la creencia humana en lo maravilloso, lo mítico y lo
e, "Estas ilusiones son más fascinantes cuando ofre-
48 Obregón -forres, Sociedatles cientíJit:as..., op. cit., pág. 68; Ãbel, HeaLth menores garantías de realidad." Después de examinar
in Coloml¡ia. .., op. cit., págs. 13-14.
49 Nlanuel Uribe Ángel, I'a metlicina en Antioçria, Bogotá, Editorial Min
1936, pág. 82. de Cuntlinatnarca, Bogotá, 13-5-i872.
94 95
David Sowell Andanzas d,e un naandero en Coloml¡ia
:Ibídem.
tÛt.Trortir¡*i* to"
5l Ibídem. Bogotá, 7 -5-1872.
52 lbídem, 26-+1873. ;la lhtstraciûn, Bogotá, *5-1872; EI Bien Ptil¡lico, Bogoá, 22-5-1872
:Lþ Ilwtración, Bogotá, a y
53 lbídem. 7-5-1872.
96 g7
David Sowell ' And,ønzas de un curandp'ro en Colom'bia
cientíltca" de sus métodosu8. Un importante diario nos en esos mismos días, Tomás Sabogal,
un hom-
hizo eco del desafío de los médicos y señaló que P 'ià..¿r" un gigantesco tumor en un costado, solicitó
lo tenía un conocimiento superfìcial y "denigraba la cieni Este eliminó el tumor luego
if.rnédica de Perdomo.
excitaba [al pueblo] contra quienes Ia ejercen"ue. ,,1 ,inrrnor describieron como una ardua intervención'
El publicista Manuel María Madiedo captó el momento ,oãor", esÞban tan irnpresionados por el tamaño del
un penetrante editorial. La opinión pirblica, observaba N.{¿¿; o escribió que pesaba siete kilosl) que desfila-
estaba profundamente dividida. Para algunos, Per-domo ç¡¿;
sabio, un mago, un hombre providencial o acaso un semicli
Otros ridiculizaban esos sentimientos y afirmaban gue no
nada más que un charlatán demoníaco y audaz. Otros, ps¡'
se abstenían de opinar, a la espera de más información.,
ifiiåi,lo maló? Los partidarios de Perdomo insistían en
diedo concordaba con estos últimos y lamentaba que îfu"n .¿mplice de los médicos había asesinado al po-
se hubiese dividido entre el "aplauso de las masas y la irã
åt.. potu deslucir el éxito público del sanador. Otros
los médicos profesionales". Aunque mucho quedaba por había hecho el mismo curandero para ocul-
í.'.,.qu" lo
blecerse, Madiedo suponía que Perdomo poseía un im aso, una conjetura respaldada por la autopsia, que
te conocimiento anestésico y homeostático que merecía ¡1
ié',q". Sabogal ya estaba muerto cuando se le infligió
investigaciones. No podía dudarse de sus aptitudes, porQ Comprensiblemente, los seguidores de Perdomo re-
habían sido demostradas al aire libre, "como los barberos, ,reite descubrimiento de los médicos profesionales.
Atenas". "Si el señor Perdomo realmente posee un secretó haya sido la verdad, lo cierto es que los perdomistas
incluso medio secreto, pero suficiente para revolucionar la laq calles. El resultado fue el disturbio descripto en
rapia médica, ¿quiénes somos nosotros para ofenderlo, ras líneas de este artículo. Las multitudes rodearon y
i:11ìr;, encolerizarlo, para irritarlo? [...] Nuestros profesores de ron las casas de varios médicos y obligaron al menos a
,i:::ltli:
lr¡1,1. rÍan acercarse a este hombre, este pobre hombre del pue :ellos a huir de la ciudad. Los estudiantes de rnedicina
]tl:ia,.l:
iii:.i.i l creído y amado por el pueblo."60 taron alos manifestantes, a quienes hostigaban al grito
lti.ilat Ì Los integrantes de la comunidad médica científica no los perdomistas, los fanáticos!". Los funcionarros
ilii:ìt
irili.i tan generosos. Tres médicos del personal del Hospital de tales se alarmaron tanto que pusieron al ejército
llìia.lrl l
lìrtil:i: ridad desafiaron a Perdomo a mostrar sus apútudes quirúrgi y convocaron a la policía para restablecer el orden.
iflil'!
tll!,::i:
ì Lo invitaron a visitar el hospital o, de lo contrario, pedían q þìadores sorprendidos mientras "perturbaban" la paz
iil;:¡
Ì:ì:'ì i .
los recibiera erì su consultorio, a fin de que pudieran form ârestados. El propio Perdomo ayudó a apaciguar los
una opinión de "su destreza en una ciencia tan difícil"6t. ì¡1'terminó por marcharse de lo que llamó una "ciudad
;i1l:1,].
qB 99
David Sowell Andanzøs rle un curandero en Colombia
autoridades judiciales lo acusaron de homicidio, pese a l¿ iÁn rurut y la espiritualidad habían estado íntimamente
de 1850 que había eliminado la competencia profesional de modo que las actitudes de Perdomo hacia la cu-
mo base para la práctica de una actividad' èran inseparables de su sensibilidad cristiana.Lanueva
ía, del racionalismo y la medicina científica separaba
pun[o, en distintos paradigmas delatazóny el conocimier i6n:andina como una ideología extraña que representa-
T.as clecenas de años de relativa estabilidad, el sistema méd $iocimienlo racional de Europa occidenral.José Celes-
ús y otros incorporaron este conocimiento al sistema
hispánico se veía expuesto a presiones de cambio que termil
rían por generar el pluralismo médico de la América Lati Èide educación médica, en especial en el plan de estu-
1802 de la Facultad de Medicina de Bogorá, que luego
contemporánea66. En términos simples, este período de t:
a la primera generación de médicos científicos. La
sición luxtapuso un conjunto cle creencias de influencia ca
ión del método de la anatomía clínica francesa en la
ca que apelaban a los principios humorales y un sistema cj
Central de la capital colombiana permitió formar
tífico secular emergente que imaginaba el cuerpo como'.'ìr
nda generación -en la que se incluía Vargas Reyes-,
máquina cognoscible, cuyas enfermedades podían remedi
â,su turno responsable cle la institucionalización de
mediante la intervención de médicos profesionales capacitz
ina científica en Colombia. Hacia la década de 1870,
En la era colonial, el arte de curar había sido extremadam
ûþdi¿ina había cobrado un significativo vigor gracias a un
social, con un conocimiento difunclido a través de g
ahora institucionalizado de creencias, prácticas y
sectores de la población, Luego del siglo xtx, el conocimientôl
educativos. Fue en esos momentos cuando Perdomo
convirtió en el dominio privilegiado de los escasos profesioÍ
'él :enfren tamien to en tre ideologías médicas arraigadas
les formados en la medicina científica' En épocas anterio
ntas fuentes cle autoridad. Desde su introducción en
ituciones educacionales, la medicina científica se pro-
64 Diatio de Curulinamarc4 Bogotá, 13-5-1872 lizó gradualuìente y contó con el respaldo del poder
66 La llustru¿ción, Bogotá, 4-GlB72' .o. Sin ernbargo, llo eclipsó por completo otras tradicio-
66 Gutiér¡ez de Pinecla, op' cit., pág. 26; M' cte la l-uz Álvarez'
M' Ttfqll, siguieron vigentes en posiciones modificadas y a veces
rreda,ElisaFigtreroaySolecladOsorio,..Tr.atamientodeenfermecladesenuf]l-.4...¡ Si bien la medicina científica llegó a dominar las
on'l M&
blación rural: ¿vigencia de elementos hispánicos?", Social Science q4s formales,.jurídicas e institucionales, las creencias
l7(B), 1983, pigs. 417'474.
100 tol
David Sowell i}útlon ot d'e un curctndero en Coloml¡ia
anteriores persistieron y dieron sentido a las enfe creencia en lo "misterioso" ponía de manifiesto
fridas por muchos de los integrantes del vulgo de Ia kva, cot cl.tía que "la lección dejada por Perdomo
Los perdomistas se hacían eco de muchas de las pueblo que debe crecr en la ciencia, que es la
al
dacies de la época colonial, en la cual el papel de la Iglesi .,o permitir que lo engañen con mentiras, que son
sociedad estaba f,trmemente establecido. Su visión de un
L
Tanto los perdomistas como los médicos científicos tâ de la meclicina y dejamos así -una vez rnás- que el
ban que su enfoque de la medicina se basaba en ve definido por los conquistadores y las fuerzas de la
recidas por la investigación racional. Sergio Arboleda, tal
intelectual conservador más elocuente de la época, insi
que el racionalismo científico, un producto del trabajo
humano, tenía que estar sostenido por leyes morales. TnaouccróN rrn Honecro Pows
amaban la ciencia sin reconocer un código moral más t
do corrompían su fundamen[o divino y amenazaban el
social6?. "Algunas personas dicen que esto no puede ser;
contrario a las leyes de la naturaleza. ¡Ciencia! No hay:
más pequeño ni más miserable que la ciencia de nuest
como no sean, quizás, esos pequeños gusanos orgull<
se autodenominan hombres cultos'"68 Para los racio4¡i
6? Sergio A¡boleda, I'as ciencias, h's lcn'as y lac bella's artes m Colomltiql'!
lrii,l.*u, i936, págs. 53-55, 62-63; Martúr Alonso Pinzón, Hisiøíg;.
Eclitorial
smta.tismo, Bogotá, Ediciones Tercèr Mundo, 1979' pág' 190' . ,'l
68 Ricardo de la Parm, "Quién es el señorMiguel Perdomo Neira"' en Rivas, "Perdomo", en Obas de lvletlanlo Riuas. Partc
þrim$d, Bogotá,
Neira, op. cit., pág. 193' pá9.224.
ro2 ro3
*riio*oo r,a CruneD DE ros RnYrs:
y VTVIENDA EN LrivtA, rBgo-tgzo
David S. Parker
liàúinu¡utt. Uno de los problemas fue, desde luego,la
de fondos para los servicios básicos y la infraes-
Þero, década tras década, los funcionarios peruanos
.iontinuamente, en son de queja, que el mayor obs-
.Ëà ù" pueblo "ignorante" y "atrasado" que se negaba
nte a cambiar sus hábitos incultos e insalubres.
urbana, por 1o lanto, no sólo debía consistir en pa-
èalles e instalar desagües: también implicaba educar
"mejorar la raza" y cambiar el comportamiento
:nll
para las nuevas exigencias de una urbe moderna y
L07
David S. Parker Higiene y aioiend'ø en Lima
las pésimas condiciones de vida cle los pobres, y sus rnización introdujeron una cuña en el
ttes ala mode
daciones dieron pie a una multitud de iniciativas n populares de Lima, reforzando el conflicto
las clases
desde proyectos de vivienda pública hasta la regulación ¿Eij el surgimiento de una alternativa obrera
impidiendo
condiciones laborales. Por otro lado, sin embargo, estos I
dos "higienistas" sufrían la inevilable coacción de las or
xias médicas e ideológicas de su época, Con demasiacla
cuencia atribuían las condiciones insalubres en que vivÍan del progreso
pobres a las características innatas de estos mismos pobres y,,f iã¡ia si¿o el centro del imperio español en América
podían concebir la reforma de unas sin reformar simultánÁì , pero la
independencia, al parecer, no le aportó más
mente las oü as. l,as políúcas surgidas de estos supuestos, au .idenciay declinación. Cuando los limeños de la déca-
fundadas en el altruismo y orientadas a promover el camb comparaban su ciudad con las bulliciosas Buenos
social, fueron típicamente autoritarias en la prácti.u, .on ftÉ $ntiago, el contrasle no podía ser menos halagador.
cuencia teñidas de racismo y casi siempre condenadas al iíåfeldentro de murallas defensivas ahora innecesarias,
Las respuestas populares al proyecto modernizador fue äiáa ¿" los Reyes" ya no era ni gran ciudad ni particu-
apenas cien mil habi
igualmente contradictorias. No resulta difícil encontrar ei liê.regiu. Con una población de
plos de resistencia popular conffa una "civilización" definida itn -"ttot de uno por ciento de crecimiento anual
otros e impuesta por la fuerza. Mediante su actllar cotidiaii îå12i, tlmu se mostraba alar4ayoría de los vi{eros como
los peruanos pobres resistieron los intentos de modifìcar ffiíta:reliquia de una época pasada, con sus calles pol-
costumbres y hábitos, y al hacerlo desbarataron los esfu ffi'atravesadas por fétidas cloacas abiertas y sus ruinosos
de los funcionarios de salud pública. Al rnismo tiempo,si de adobe como irónico contraste con los exquisitos
embargo, un número sorprendentemente grande de a de madera que habían sido el símbolo del esplendor
nos y trabajadores hicieron exactamente lo contrario: proni# ái¡e la ciudad2.
vieron de manera activa la ideología civilizadora y declica esfuerzos serios por sacar a Lima del "atraso" comenza-
sus energías no sólo a mejorar sus condiciones laborales y de diados de la década de 1860. Bl presidenteJosé Bal-
da, sino también a "mejorarse" a sí mismos y a sus pares. Los sii 1872) contrató al ingeniero norteamericano Henry
dicatos, por ejemplo, organizaban cursillos de higiene y hacfi þára que demoliera los muros coloniales y los reem-
campañas contra el alcoholismo. Los trabajadores que abraij þoi dos amplias alamedas al estilo de Champs Elysées.
bar-r el ideal civilizador no dejaban de criticar a los pod
io de la Exposición, construido por Meiggs en t872,
y adinerados; su idea del "progreso" difería de la que tení þ,con cualquier edifìcio público del conlinente por la
los hombres que los gobernaban y a rnenudo incorporaba ión de su belleza renacentista italiana y su moderna
:
mandas radicales de bienestar material e inclusión polítlE idad yanqui. Los ingenieros y arquitectos del Perú
Pero en última instancia, la cultura del autoperfeccionami
ìr-Ì
roB ro9
David S. Parker Fligiene y aiaiend'a en Lima
elaboraron otros planes igualmente ambiciosos de reforrnalìì o otros integrantes de su generación, Piérola
na, impulsados no por la presión del crecimiento demogr6¡ij de una ciudad era la medida
>aque Ia arquitectura
no por el deseo de que Lima se pusiera a la par de las rra-y ligaba
explícitamente la renovación urbana al
"cultas" y "civilizadas" del mundos. Sin embargo, una
lici'onut, De tal modo, Lima era a sus ojos una ver-
tragedias desvaneció cualquier esperanza de que ese fu íiá..oProbio:
plendoroso fuera una pronta realidad. Hacia mediados dÀ
década de lB70 la economía guanera había entrado en como solidez, como higiene y, por supuesto,
notoria declinación, provocando la bancarrota de una mira a la comodidad y la belleza, son verdaderamen-
da pública que dependía de las rentas aduaneras. Peoi es, dando tristísima idea de nuestro adelanto, Na-
fue la desastrosa derrota a manos de Chile en la Guerra rico mismo, se afana aquí por hacer sólido, sano y
Pacífico. La ocupación chilena de 1879 a 1882 hundió a ãitecho bajo el cual han de morar él y los suyos;y si lo
en una crisis sin precedentes: los edificios públicos fueron rrflo €ltcofltraría los medios de lograrlo, presenlando
queados, la economía se derrumbó y muchas fortunas hiriente contraste el lujo del muebl4je con la vile-
þ
das se perdieron de la noche a la mañana. Las difìcultadei edificio en que se instala. Diríase que todos estamos co-
la ciudad no terminaron con la partida del invasor extra iâ¡aro, huéspedes precarios en la tierra en que hemos
la violencia civil continuó de manera espasmódica hasta l¿'. lô,v viviremos hasta ser reemplazados por los que nos su-
toria de Nicolás de Piérola, que asumió ta presidenciâ.!åì là', e". esto trascendencia grandísima en las costum-
it:1.:i.,¡ì.:.. i .^^^:^--I f^ ,,i¡^liJ^l
---t^L^- nacional, en
^- la vitalidady-- 4-^--- )^t
fuerza del país;
-^.^-
1895. Así, las últimas décadas del siglo xIX, que vieron u¡l,fr ;i¡.91carácter
iámá, con urgencia, remedio efr.ca2..."5
nomenal crecimiento y cambio en ciudades como Buenos À
res, Santiago y Río, fueron años perdidos para Lima, cuya p{
::
radala estabilidad política, los líderes del Perú redescubrie i,þ,,,i,armado, de varios pisos y al estilo francés. También
la apertura de amplias avenidas y parques en Iu-
desempolr.aron esos anteriores proyectos de desarrollo u
Piérola tuvo un interés especialmente acúvo en la modernizaci ¡,l3ngostas calles del antiguo damero colonial. Exigía
tranvías, alumbrado público y tuberías de agua. Y
y el embellecimiento de Lima. Como presidente (1895-1
una acción inmediata y decisiva, dado que Lima había
promulgó varias leyes que facilitaban la expansión urbana
o muy rezagada respecto de sus pares y estaba desespe-
tras dejar el cargo hizo carrera como promotor inmobilia
ansiosa por "alcanzarlas". Con todo, en la primera
y construyó la elegante avenida céntrica conocida como
{el siglo xx la marcha del progreso urbano de la ciudad
.eStar nuevamente encarrilada. Comenzaron a aparecer
SJulio Llosa Málaga, "Estmctura económica, clases sociales y produc
quitectónica: Lima 1900-1930", Lima, tesis de bachilleç Facultad de Arqu
Urbanismo y Artes, Universidad Nacional de Ingeniería, f 979, pág. 9. d¿ "La Colm¿na", soci¿datl anónima de conslnøciott¿sl ahotms,l:l, 2-7-1900,
4Juan Gùnther Doering y Guillermo Lohmann Yillena, Lima, Madrid¡ ivg Nicolás de Piérola, Biblioteca Nacional, Sala cle Invesrigaciones,
Mapfre, 1992, pâg.227.
tlo llr
David S. Parker Higiene Y aioi¿nda en Lima
nuevas mansiones a io largo del Paseo Colón, al oeste iNo se ha dado cLrentâ la Dirección de Salubri-
cio de la Exposición y luego en La Colmena, cuyo prirnei: calles de la ciudad se hallan convertidas en
ic las
se inauguró en 1907. Los tranvías eléctricos corìe[Zâr6¡ lo¡¡ti.ot¡ ." ¿Ha pensado la mujer limeña que su
cular en 1904. Año tras año se inauguraban con bom ,i" ."r desfävorablemente juzgado por el extrznjero
tillos calles, estatuas, plazas, parques y edificios públicos por primera vez la ciudad, y que estupefacto, mira
menos publicidad, cañerías de agua, cloacas y nuevas ånte costut¡bl'e?"7
Las obras públicas, sin embargo, eran sólo una faceh
cle similar mentalidad, las au-
campaña más amplia para hacer de Lima una capiÞ1. liâiur y Lissón y otros
na, digna y "culta". Las anchas avenidas Lalvez embel [iân deber de educar a las masas en las costum-
"l
el paisaje urbano pero, como se lamentaban cada vez lláà civilizado, para lo cual contaban con la policía
críticos, no poclían civilizar a un pueblo. El escritor y ep.rimir, cuando fuera necesario, el hábito
de ori-
ta Pedro Dávalos y Lissón, por ejemplo, se maravillaba otros males sociales ðomo las palabrotas, los
reciente progreso material de la ciudad pero "àl"y
itLà cosrumbre de fumar y conversar en el tealro8.
Ios hábitos de su populacho. iliy viajado Dávalos fuera un poco más quisquilloso
tiÞùr distaba de ser excepcional. La campaña de
"De noche, cuando por [el "puente de piedra" sobre el áiión teníu entre sus principales elementos un es-
mac] cruzo y veo todo aquello iluminado por altísimos iitutrt. por emular a las ciudades más avanzadas y
de luz, y lleno de animación por el paso de los carros del mundo atlántico, de París a Londres y de Nueva
trico que majestuosamente suben y b{an por la vía, å''àôs Aires. En ese esfuerzo estaba implícita la nece-
estar en ciudad más populosa y de superior orclen a Ia zar los criterios europeos de civilización, atraer
ma. ... Recreo la vista en ... la naciente alarneda de h làeuropeos y remodelar, de acuerdo con parámetros
sauces los que dan al Tajamar aire de avenida .... y con , tanto las instituciones públicas como los hábitos
considero lo hermosa que esa explanada quedará, c
árboles, hechas las veredas de concreto y la macada a toda una sociedad -una ardua tarea
,,de civilizar
que hoy faltan, cuando un olor acre, fétido, intolera íi.*- talvez fuese especialmente quijotesca en la
orines podridos .,. me contrae los ner-vios. Volteo la cara
!þincipios del siglo xx. Para empezar, era clifícil ima-
claridad meridiana, a vista y paciencia de un policía y !énes iban a ser los presuntos encargados de la misión
meroso gentío que pasa el puente, veo a un hombre en
Þj¿' lomando en cuenta la debilidad del Estado pe-
cente postura, aumentando con líquida deyección las fragmentación general de la autoridad. El gobierno
una que a toda hora de día se acumulan en lo sucio dé. ',$ozaba desde mucho tiempo atrás de facultades re-
par{e. ¿Tiene la autoridad policial orden de fomentar i,obre una extensa gama de actividades, pero pade-
culta e incivil costumbre, que no se ve ni en los indios constante de fondos. El gobierno nacional, en
Lr2 113
David S. Parker Hi,giene 1 uiaienda en Lrma
una situación un tanto más desahogada en el plano h Entre ellos había otras divisiones: los ar-
ndígenas".
tropezaba con dificultades para inmiscuirse en áreas de
rlificados y los obreros fabriles eran en su mayoría
cional incumbencia municipal. La asistencia a los pobres i y muchos se veían a sí mismos como miem-
1._Ëûât .ot,
guía en manos de la Iglesia y de la Sociedad de Benefìcsni de la sociedad, aun cuando la clase alta no
â€ìàft"r
Pública. La concentración del poder en esas instiluciones
dicionales hacía que el Estado fuera virtualmente im
fuparrieta esa opinión'2. La población indígena
,Ì],.á'ôontrurte, seguía arnpliamente concentrada en la
como vehículo para la reforma de las concluctas, Yla idea de, n" calificada, el servicio doméstico, la agricul-
óÈiu
la policía pudiese actuar como una îuerza encargada d¿,
furrut armadas, Difamada, tratad.a con condescen-
primir los malos modales era ridícula, como lo comprendí iÌñár g"tt"rulmen[e ignorada por otros trabajadores,
mismo Dávalos, dados el escaso profesionalismo de la j
hpapel de peso en el naciente movimiento obrero.
ción y la pobre eclucación de sus miembros. .ta
åii lâs d¿ca¿as de 1940 y 1950 la inmigración masiva de
Los limeños tampoco eran excesivamente realistas en susii com enzar ía a m odifi c ar es ta si tu ación.
¡'âr.;,,ì¡.¿ c api tat
peranzas de civilizar la ciudad mediante la inmigración de
iiiâmbién tenía una importante población de inmi-
peos racialmente "superiores". En un momento en que las
ãlíúticos, víctimas de un odio mucho más intenso y
tunidades para los inrnigrantes abundaban en la Argenti po.r étnicos de la
Urugua¡ Brasil, los Estados Unidos, Canadá y otros países,, þ."1 ""1""_?g? _los -otros_grupos
rre 1849 y I874 habían llegado alrededor de cien
distante Perúr tenía comparati\¡amente pocos atractivos. El-! chinos contratados, sobre todo, para trabajar en
gor, la cantidad de italianos, franceses, españoles, inglês'êi de azúcar y algodón de la costa peruana. Mu-
alemanes residentes en Lima había llegado a su pico ent se trasladaron a Lima al finalizar sus contratos, y
décadas de 1860 y i870, para declinar de mauera signi ,l¿cada de 1870 se había formado un barrio chino de
de allí en adelante, sin duda debido a las crisis de los úrlti e tamaño en las calles que rodeaban el Mercado
veinticinco años del siglo xtxe. Pese a que los peruanos h l;{na segunda ola de inmigrantes chinos yjaponeses,
ron el mismo esfuerzo que otras naciones sudamericanàs' þmil en total, comenzó allegar alrededor del cambio
arraer trabajaclores europeos, fue poco lo que consiguiero-fi
i|l1lJos asiáticos que establecieron su hogar en Lima,
Al contrario, el censo cle 1908 informaba que la mayoría de
se trabajadora de Lima estaba compuesta de blancos,
LL4 tr5
David S. Parker Iligiene y aiaienda en Lima
5.487 según los datos del censo de 190815 (aunque segu peritos médicos de mentalidad reformista ata-
]ãtor
te eran más), se adueñaron de un nicho importante en ¿ondiciones insalubres en que vivía la mayoría de la
queño comercio y algunas ocupaciones de servicios, ps À.ümeña. La salud y la higiene públicas representa-
guieron siendo objeto de una extraordinaria animadverii ,pod"roro argumento racional en favor de la reforma
La mayoría de los per-uanos los veían como una raza d ,, y mr.hor
de los_avances urbanísticos de Ia época de
e inferior, los enemigos intrínsecos de la "civilización" de I i ka sehabían justificado en nombre cle la lucha contra
Como veremos, el racismo conffa los asiáticos revelaba el l:¿,:àmarílIa, el tifus y otras enfermedades contagiosas.
oculto y oscuro del sueño del progreso. de fines del siglo xIX sostenían
; muchos pensadores
era clave para el progreso nacional y que tanto el
Los médicos, las epidemias y el descubrimiento perú como su derrota militar ante Chile podían atri
de los pobres fii..incipalmente a su poca higiene y a los elevados índices
ad. En palabras de Germìnal, un semanario radical:
En algunos aspectos, la esperanza de la elite
ra del Perú -que su capital y su población pudieran re
a nuestra falta de higiene, ¿no eslamos acaso palpando
::::1.
rr6 tr7
David S. Parker Iligiene y oiaiendø en Lima
bargo, un estallido de peste bubónica y la exigencia r y cada rata encontrada muertare. Durante un tiempo
de darle una respuesta decisiva mejoraron de manera si ,,-, en los diarios las direcciones de las casas infecta-
cativa su posición. Ninguna epidemia anterior había suscì ''i, l'ø:r¡nut personas se quejaron de que sometían a los in-
el pár-rico que despertó la peste bubónica: ésta era una
con enfermedades sospechosas a la indignidad de un
medad nueva y exótica en el Perú, el azote de la Europa ffi
glo xtv, un mal transmitido por las ratas que en muchos
iá''¡¿ai.o que se hacía a veces hasta en la calle, a la vis-
Lo más controvertido, sin embargo, era Ia
: los vecinoszr'.
terminaba en una dolorosa, atrozy horrible muerte. Si bien
chos peruanos (entre ellos unos cuantos médicos) se ne
åítia oUtigutoria de que los médicos y familiares denun-
los casos de infección y que los
iù.a,lur autoridades todos
inicialmente a dar crédito al diagnóstico oficial de la fueran trasladados alafuerza a "lazaretos" (hospitales
es
otros fueron ganados por el frenesí del pánico y.om.nzaì
ilârettt.ttu¡ en las afueras de la ciudacl". Con el tiempo, los
a despedir a sus empleados domésticos, denunciar a los
iiãiarios cle la salud pública decidieron hacer más selecti-
nos antihigiénicos e impregnar diariamente sus paredes y
i intewenciones y comenzaron a inspeccionar las casas só
sos con desinfectanters. Frente a un clamor generalizado qi había un diagnóstico positivo de enfermedad infeccio-
exigía pasar a la acción, los funcionarios de Ia salud púbiii un propietario o residente solicitaba la desinfección o
por fìn podían implementar medidas por las que habían los vecinos presentaban una denuncia. Pero seguían ins-
gado infructuosamente durante décadas. la Municipalid¿¡ ionando las viviendas parliculares cuando lo creían nece-
de Lima estableció un nuevo Instiruto de Higiene y el g.obié
i#èntraban incluso en los claustros de los monasterios de
no nacional creó la Dirección de Salubridad Pública. Jun ,èn'busca de ratas y otros peligros para la salud pública".
ambos organismos llevaron adelante un ambicioso prog intrusión del poder gubernamental en la esfera priva-
cle inspecciones, desinfecciones y cuarentenas sin precede íntima representó una extraordinaria ruptura con ia
en la historia peruana.
iA¡èi¿" patriarcal de Lima y no dejó de suscitar oposición.
f)urante el clímax de la peste, la llamada "policía sanitariàÍ,] inSpectores estaban autorizados a llamar a la policía a fin
iba de puerta en puerta inspeccionando las condiciones de urarse de que los residentes les permitieran entrar en
lubridad de cada casa, ordenando que se eliminara la casas23. En un caso, hasta un miembro del concejo municipal
rociando desinfectante y trasladando los objetos domésticoS,
Desinfectorio Municipal, para que los esterilizaran o destru
Levantaban las tablas de los pisos para buscar y matar ratas, ordì Marcos Cueto, "La ciudad y las ratas: la peste bubónica en Lima y en la costa
naban que las cue\,as de los roedores se rellenaran con íânâ.a comienzos clel siglo veinte", Hìsttnica, XV:1, julio de 1991, págs. 5-10.Juan
"Informe que eleva a la Presidencia de laJunta Directiva de la campaña
y elaboraban estadísticas exhaustivas sobre la ubicación de
lá þeste bubónica en la Provincia de Lima", Bol¿tín tlel Ministøio de Fotnenlo,
iþn tle Salubrùlad Públit:u lrle aquí en adelante citado como BMF/DSPI 2:2,
',1906, págs. 20-56; Agnoli, op. cit., págs. xrt-xxxvt, t--t.vl.
El Cotnenio, Lima, 4-41904 (m); 15-4-1904 (m.), pág. 3; 13-4-1904 (v.),
rrB rr9
David S. Parker Higicru y aiaienda en Lima
del Callao se negó a cooperar cuando un funcionario in*iì el momento culminante de la epidemia, en abril
en inspeccionar no sólo su sala de estar, sino también l¿g
fu
itr¿l .lu-ot alcanzó un tono tal que el exasperado al-
bitaciones interioresra. La forma más común de resistenci¿,
iima sintió la necesidad de recordar a la gente que
embargo, era la negativa a denunciar casos de infecció¡, ¿
ipalidad era incaPaz de controlar el interior de todas
de evitar la reubicación forzada del paciente o sus far¡il1 å d" lut viviendas. "siguiendo en el camino en que
en el lazareto. Los pacientes internados solían dar un dorni
llegarâ día en que se me pregunte Por que no man-
falso para salvaguardar la libertad de sus seres queridos,
iâadrilla que lave, bañe yjabone a los vecinos que no
ricos y los miembros de la clase media hacían que sus mf en Lima", se quejó'E'
emitieran certificados de defunción sin información sobre suele pasar en toda crisis, la peste bubónica sacó a
causa de muerte o con información falsa (y a veces los
ñ,.mejor y lo peor de Ia gente. Por un lado, los temores
naban con ese fin). Algunos pacientes más pobres huían ffi fuo entre las clases media y alta alimentaron un deseo
de la llegada de las autoriclades y en un caso los residentes de segregar a los pobres. Los diarios analizaron serta-
taron una barricada en la calle y arrojaron piedras para alejai
tá,,posibilidad del traslado forzado del barrio chino a
su barrio a los empleados de la salud pública'5. Durante, a'al otro lado del río Rímac, y algunos funclonarros
tiempo, los funcionarios mr.rnicipales se vieron obligados a parecían preocuparse por la erradicación de los tu-
una recompensa por cada denuncia de peste26. iólo cuando estaban incómodamente cerca de las casas
En última instancia, sin embargo, los inspectores de
igerrte respetable"2!). Por otro lado, la campaña puerta a
se beneficiaron con el pánico que rodeaba la enferm funtra la peste también brindó a los médicos reformis-
Con recompensa o sin ella, muchos ciudadanos afectados' oportunidad sostenida de investigar las verdade-
el miedo se mostraban más que dispuestos a denunciar los iciones de vida de los pobres. La experiencia marcó
cos de infección" locales. Tanto la municipalidad corno nte a una generación de jóvenes estudiantes de
diarios se acostumbraron a recibir informes de los vecinos ifu; muchos de los cuales trabajaban como voluntarios
bre basurales o criaderos clandestinos de cuyes, a medida,q licía sanitaria y así vieron por primera vez de cerca la
cada nuevo estallido reavivaba la fobia de las clases media y. La Dirección de Salubridad Pública se convirtió en
ta hacia los microbios, el polvo y los malos olores. Con todo ,i¡¡ismo permanente e influyente del Estado, cada vez
fèrvor de conversos recientes, la "gente decente" llamabá to a la tuberculosis, la fiebre tifoidea, la mortalidad
Estado a educar a las masas en la nueva religión de la higi b:la sífilis, el alcoholismo y muchos otros problemas
mientras los críticos atacaban con ferocidad a todo aquel,q y sociales. La epidemiología y la higiene se trans-
seguía arrojando al techo o a los patios traseros la basura,
r9n,en el vehículo medianle el cual los reformadores
r 20 t2r
David S. Parker Higiene y aiaienda en Lima
comenzaron a investigar la "cuestión social" y propo sin embargo, la visión reformista de los
¡a¡no tiempo,
luciones que soslayaban a Ia lglesia, a la Sociedad de ',i.-"rucoÁstreñida y distorsionada por las ortodoxias
cencia y a la tradición de la caridad privada. "^-
enveellas las ideas raciales que dominaban el pen-
Es imposible señalar demasiado la signifìcación his Tanto en el como
ã.-lu.oto.tttidad cientíhca' .Perú
de este descubrimiento ofìcial de los pobres. Por prims¡i durante aquella época de darwinis-
los problemas sociales urbanos se convertían en el foco ,i" Ort Occidente nadie.cuestionaba t^ t"9"::11
dei
läû ¿. eugenismo, i"^-
estudio científìco sistemático por parte de un gobiern6 :'€¡i* raza-y enfermedadsr. Aunque no existía prueba
vez más intervencionista. Los mandatos de la salud púbtùì ''' lrrrla proveniencia de la peste bubónìca, tanto los
impusieron cadavez más por encima del poder privado, ¿!i descontado que la epi-
¿omo lot demás tomaron por
ño casi absoluto, de propietarios y patrones. En el proceso, en el Extremo Oriente y que el in-
habíaoriginado
genuino impulso reformista pudo arraigarse con fìrmeza ei el vehículo principal de su propagación'
{è,,urtUt ro era
aparato del Estado para propiciar una agenda que iría
un' periodista:
más allá de la higiene y la sanidad, hasta incluir cuestionei
mo los accidentes laborales, la vivienda pública, el puír"t delarazaamarilla, adonde la civilización no ha
Ërlo5
dominical y lajornada laboral de ocho horas. Tal como lo sale para esparcirse por el mundo "11 q:"
ùà¿" ä penetrar,
presó el higienista Carlos Enrique Paz Soldán: . ,, liiarna. ¿.uustadora plaga que
al género humano ha afligido
traen para el resto del mundo' con
iäìge. tl.t¿" la Chinal
"Concebida la asistencia como una obra de solidariclad
nal, y no constituyente ya el socorro al desvalido acto
ñru"tl"ttte cruzamiento con razas degeneradas que Ia
úÈraciO" supone' laamenaza conslante del
esparcimiento
de limosna sino el cumplimiento de un deber impuerto po., por todas partes."3?
ià,peste
sociedad y los conceptos filantrópicos actuales, su ejercici6
una democracia, debe inspirarse principalmente en altos
il.or.*p.t,os en salud pública tenían dudas de que la ele-
les de fraternidad patriótica y de justicia social. Es por las
nortalidad de los pueblos asiáticos e indígenas eraalavez
mas sociales, arnpliamente concebidas y realizadas, como sè
fución y una prueba de su debilidad racial intrínseca. Esta
r-esuelto en los países qlre rnarchan ala cabeza de la civiiizac
lïíâad am¡ién los convertía en un peligro para los demás,
el punto esencial de la asistencia púrblica: la lucha contrz la
ùelas enfermedades epidémicas que contraían con tanta
seria y el pauperismo."so
podían contagiarse a la población en generals3'
La reforma social, en otras palabras, era indispensable ¡ interesante advertir que aunque la mayor parte de los
istas aceptaban el racismo "científico" de su época, no por
ra el progreso y para la civilización; según Paz Soldán y
otros funcionarios de salud pública, las luchas contra las e
demias, contra la pobreza y contra el atraso del país eran i
$ncy L"ys Stepan, "'l'he Hout' of Eugmics": Rat:e, Gentlzr, antl Nation in Latin
parables, eran una lucha sola.
ä;rltt nco, Co.rell U'iversity P'ess, 1991; Eduardo A. Zinrmermann, "R'lrcial
Social Refo¡m: Argentina, 1890-f 916", Hislrunic Americt¿n llistmical Rnian
!!Ìrero de 1992, págs. 2&46.
30 Carlos Enrique Paz Soldán, La asistencia social en el Peni: tesis þarø eI peste brrbónica", El Comøxio, Lima, l0 - 5 - 1903' pág' 3'
rado,Lima,Imp. del Cenrro Eclirorial, 1914, pág. 38. Genninal, Lirna, 1:1, 1-f-1899, pág.3.
I qq r23
David S. Parker Higiene y ú'aiencla en Li'ma
ello eran menos reformistas ni rnenos conscientes de la condiciones en que se encontraban los
Le enLre las
sidad de mejorar las condiciones de vida de la mayorÍa. ü
äãif"t."r"s razas y las características intrínsecas de
lo contrario: de hecho, en el Perú como en el resto de ]îo1n" resultado, los estereotipos más crudos asu-
Laúna, el eugenismo hacía pocas distinciones entre la he 't' de on ocim ien t1 c,re n tílc,:
aparie ncia I lT:ÏÏ:-
biológica y los efectos del medio ambiente. Como lo ha sen ^c
'.ïnli,ruy.r"n el fundamenro de las políticas públicas.
do Nancy Stepan, los eugenistas latinoamericanos esuban, ejemplo, aparecían incluso en los informes
åJär, plt
nos influenciados por Darlvin que porJean-Baptiste sucios, ignorantes de la higie-
el naturalista francés que defendió la idea de que las c¿
ä;;; inherentemente Los in-
congénitos al opio y desviados sexuales36'
rísticas adquiridas en el curso de la vida de un organismo al
Lrihiliénicos, indolentes, resentidos y propensos
den transmitirse a las siguientes generaciones. Como res liI;t;ou'. Se aclucía que ambas Íazas erary las víctimas
do de ello, los expertos peruanos creían que la estirpe otras
ll;t¿" lu tuberculosis, la peste, la sífilis y muchas
de su país podía mejorarse no sólo por medio cle la y la mayoría rle los funcionarios sani[arios no
iã'àud.t,
biológica con razas "superiores", sino también con la moi de t3s ractor,e¡
,,i-;ilrrl.tu'.""cebir Ia desagregación lli-
de los niveles de vida, la defensa de la salud pública y tu fucñi que hacían que lo fue-
äì,iäfr".uf.t y socioeconómicos
agresiva contra las fuerzas "degenerativas" del alcoholismo los indios eran
y e: 1ìåùp"rro, enrenclían que 1a mayoríade
vicio. En contrasre con un darwinismo social noreu."p.o úùi asignaban especial importancia a este
,t,0.- Pocas veces
a menudo consideraba contraproducente cualquier interven. otra más de una serie de
är.å poú..ra era simplemente
ción estatal en beneficio de las razas "inferiores", en América
iirii.ut que, junto con la ignorancia, contribuían a su
tina la ideología eugénica sirvió la causa de la reforma y dio lmortaliãad. Aun los contados escritores que rechaza-
yo científico al imperativo civilizadors. En el perú, los médi iáeas racistas argumentaban que el nivel cultural,
más
utilizaban explícitamente las ideas eugénicas para.justificar nivel económico, era el predictor decisivo de la suscep-
batalla contra la tuberculosis, las campañas contra el alcohû a las enfermedades epidémicas38' A fin de cuentas,
lismo, las demandas en favor de una legislación fabril, los pror n,inr..rro de determinar causas y efectos podía escaPar
yectos habitacionales para los trabajadotes y mucho másrr..:,,,.,¡ì iircularidad neolamarckiana: las razas enfermizas y de-
Sin embargo, debido a la tendencia neolamarckiana a ha. eran más susceptibles a contraer enfermedades, pe-
cer pocas distinciones entre la herencia y el medio ambienièl mismas enfermedades debilitaban a sus víctimas y su
los expertos en salud pública del Perír también clistinguíanr jñ&ncia, degenerando así la razase, Se aducía, por ejemplo,
L24 125
David S. Parker fligizne y uiaienda en Lima
que los indios tenían predisposición racial al alcoholismo; ales de la salud señalaban la luz insufìciente, la
al mismo tiempo se suponía que el alcoholismo era la razóh îà¡tittación, el polvo, la humedad, Ia suciedad y el ha-
la que los indios se habían convertido en una raza ñiá,.o.o factores esenciales que facilitaban la transmi-
Un estudiante de medicina que preparaba un programa ds $ádto de Koch (tuberculoso)a'. También se afirmaba
giene para las escuelas primarias tuvo que pregunlarse si i:*viendas pobres contribuían cle varias otras maneras
hablar o no del supuesto carácter genético y hereditario del ¿ de la enfermedad, ya que fomentaban el alcoho-
holismo: por un lado, quiso que los niños supieran las te iùmoralidad y una actitud fatalista, todo lo cual debi-
consecuencias de la bebida, pero, por el otro, no quiso privair ièsistencia cle los trabajadoresas.
esperanzas a los hijos de los alcohólicos'o. En síntesis, los äã¡ujo del barniz de objetividad médica, los higienistas
tos en salud pública de Lima estaban atrapados en un paradi ii"ìt..rd"tte de mauera inmoderada en los espeluz-
explicativo que tenía la gran virtud de transformar el raci de la mugre y la degradación en los tugurios lime-
científico en una justificación racional de la reforma soei an vívidamente, con una mezcla de repugnancia
pero al mismo tiempo culpaba a las víctimas por su condici "iï¿¡6n,las vistas y los oloresa''. En muy pocas ocasiones,
o, más precisamente, consideraba inseparables a Ia víctirnâ había en estos retratos dantescos alguna distinción
la condición, como si fueran una y la misma cosa. üa entre edifìcios miserables e inquilinos miserables.
ilos'informes oficiales y las revelaciones periodísticas
Reforma habitacional y conflicto social a los propietarios codiciosos o negligentes que se
La cues[ión cle la vivienda proporciona una buena manè
de ver las contradicciones de un proyecto reformista que e
a la vez progre sista y racista, genuinamente interesado en a, op. cit., sobre todo págs. 100, 114-124; AHCPL, Ramo Fligiene
bienestar de los pobres pero no dispuesto a enfrentar la cuèii 3, InFolme clel Inspector cle Higiene y Vacuna al Alcalde de Lirna, 31-12-
4l.fr.ran B. Agnoli, "Informe que eieva...", op. cit., págs. 49-56; "Desi lgnnadores franceses y su l)rcocup¿ìción por los olores de los pobres,
Nlunicipal de Lima: resumen de las desinfecciones practicadas dumnte el !4,Corbin, Th¿ ltot¿t untl tlu' I ,tgtnnt: Otlour ¿ntl th¿ I,)ench Social Imagina-
semestre de 1904", I|À4F/DSPl:1 31-7-1905, s.p.
Macmillan,/Picador; I9U-1, cap. I
tz6 r27
David S. Parker Higiene y uiaienda en Lima
negaban a invertir en el mantenimiento de sus propiedái mbre invelerada en los sujetos del bajo pueblo,
prin-
lo que dominaba era el supuesto de que la causa pri nte entre los de la razaindia, vivir en espantosa Pro-
todos los animales domésticos, los que con sus
de que las viviendas fueran mugrientas y malsanas era q con
í^nes ensucian el pavimento y el rnobiliario y contribuyen,
habitaban personas mugrientas y malsanas:
,-o"qu"ñu parte, a la insalubridad de la habitación. Los pe-
"/toi, aves de c1L1al' e:c', son
"Todas las enfermedades evitables, endémicas o no, h co.l,ino:, :o,*f,,1o"tot
îy.":' de la írltima clase social"'"4'
gr^andes estr^agos en los callejones y solares, porque allí ables de los individuos
tran ambiente propicio para su pululación, suietos debili
hábitos insa-
por el alcoholismo, por la miseria, por la permanencia eii |ì...' ,'r.u planteaban la posibilidad de que
animales en la casa o cos[umbres in-
medio infecto; individuos en plena decadencia física y él ãàln" fu crianzade
menor decadencia rnoral, sugestionados por estúpidos ;iìo*o la de dormir varias personas en una misma cama
Y
cios, la más crasa ignorancia y la más completa desidia."nt i,tà r"r una respuesta a una necesidad económicans'
cascl el prejuicio contra los chinos era el más no
ål
"tr "rr" al Callejón OLaiza,
El hacinamiento se presentaba en los mismos térmi ìilfu cl.s.ri¡ía el semanatio Variedades
Los expertos en salud pública describían constantemen¡g. i,lìâ ¿" inquilinato en el corazón del barrio chino de Lima:
viviendas de la clase baja como un riesgo tanto para la sal ::i
a:)
como para la moralidad, y mencionaban la "promiscuidad't ã¡.,unu abigarrada vecindad estable de cerca de 500 chinos
la que padres, madres, h{jos y hasta personas ajenas a la {Ë'nor y abyectos, y otra flotante no menor en número, con
compartían un solo cuarto y a veces una sola carna. Pero turbias y asfìxiantes furnerías de opio, posadas clandestinas,
la misma frecuencia, los informes daban pábulo a la ideá lâuchos abominables, casas de juego -cuanto en consorcio
que la moral relajada de los pobres los predisponía a vivii tË'd"n p.od.,cir la degradación y la suciedad- el callejón
ese modo o, al menos, hacía que olvidaran que estaban viola
era una afrenta de Lima y una escuela de inmoralidades
todos los principios de la vida "civilizada"a6. Como de èor:rupción para los bajos fondos sociales."'o
bre, ideas de raza dominaban la ecuación: por definición;
razas "incivilizadas" no comprendían la limpieza y la higie
demógrafos daban respaldo científico a la caricatura,
blecer (con un rigor estadístico sólo igualado por su fal-
de moclo que el hecho de que cantidades desproporcion
de indios y asiáticos vivieran -y murieran- en las peores y imaginación) que los miembros delaraza amarilla vivían
:ttLl iva proximidad y demasiados por habitación5o. La
:,¡::s insalubres viviendas de Lima confirmaba, no su opresió4,
iuestión a contestar era si esta tendencia comprobada
no su atraso. Según señalaba un informe: .,1
45 León García, Las razas en Lin4 op. cit., pá9. 35, Para argumentos
dos, véase: Mali¿ulo Pagador Blondet, "Contribución al estr¡dio de la fiebre Basurco y Avendaño, "Higiene e n la habitación...", op. cit. pág. 110
er.r Lima", BI4F/DSII2' trimestre de 1917, pág. 82; Luis A. Chaves VelandQ; ,Õueto, "I-o ciudad y las ratas", pág. 9; Perir, Censo de 1908, pâg' 778'
ne de fu habitación, Arequipa, Tip. Medina, 1909, págs. 3-4.
flEl callejón de Otaiza", Vatiedades, Lirna, 5:63, l5-5-1909.
46 Memoria que presenta al Supremo Gobierno Juan E. Ríos, i, Censo tle 1908, pig. l?7 (nota); León García, Las razus m Limr4 op. cit.,
Departamento de Lima, 19041906, Lima, Imp. La Inctustria, 1906, pág. 38.
Paz Soldán, Medicina social, op. cit., cap. 9.
re8 r29
David S. Parker . Higiene y aiaiend,a en Lima
al hacinamiento era una causa o un producto de la supu iòn los planes para civilizar a los trab4jadores al conver-
degeneración moral de los asiáticos5l. de sus,casas, los funcionarios promulgaron
- iropieørios
Un lector moderno Lal vez considere desespe få.¿e medi¿as [endientes a enseñar hábitos sanitarios,
confusas las ideas de los higienistas de principios del Ias amenazas a la salud pública y elevar el "nivel cul-
y suponga, por lo tanto, que eran incapaces de forrnuiji -utrt.
iur Actualizaron el contenido y aumentaron el
programa coherente para enfrentar el problema de la Vi í.d. lur clases de higiene en las escuelas primarias. Los
cla insalubre. De hecho, la verdad era todo lo conlrario, fueron el blanco de una andanada de folletos educa-
política habitacional solamente lenía que cumplir dos obi los síntomas, la prevención y el tratamiento de en-
diferentes al mismo tiempo: por un lado, proporcionar a como la peste, la tuberculosis y la sífìlis. Médicos
bres unos edificios limpios, espaciosos y bien ventilados qu| iàiantes de medicina dictaban cursillos sobre limpieza
ran un obstáculo a la incubación cle microbios; por el otro;Ë y los males del alcohol. Alrecledor de 191?, el gobier-
carlos en materia de limpieza, higiene, ahorros y sobriedad:l íiruna Escuela de Educación Doméstica, con la misión
'l,3J'itar
ojos de los higienistas, estas metas rìo sólo eran armoniosæ;ì a las niñas pobres el arte y la ciencia de la econo-
recíprocamente indispensables: Ias viviendas baratas que no lóméstica, cocina, limpieza, costura e higiene. "La ex-
tribtryeran alavez a un objetivo civilizador eran una pé inàiu d.m.reslra -escribió el presidente Guillermo Bi-
tiempo. I-a solución elegida, de acuerdo con prececlentes i urst (1912-1914)- que la enseñanza cloméstica, cuando
ses y franceses, consistió en intentar convertir a los trabaj .iliá,en las clases sociales, es la mejor defensa contra la [u-
en propietarios de sus casas unifamiliares, para lo cual se los losis y el alcoholismo, que son las grandes plagas que
taba a invertir sus ahorros en el pago de una hipoteca en ,14 especie humana."sn En 1916, la educación antialco-
en un alquileP'. Los reformadores consideraban obvios los se hizo materia obligatoria en la enseñanza media y se-
ficios de convertir a los trab{adores en dueños de sus casas: é la, y un año después el gobierno decretó la prohibición
no sólo vivirían en viviendas higiénicas y dejarían de estar a venta de alcohol los sábados y domingosss. La prostitu-
ced de los propietarios, sino que también adquiriríar-r el mbién fue objeto de una atención más rigurosa de los
de ahorrar (en vez de gastar sus jornales en bebida) ¡ a1,,ì ios sanitarios. Además, Ia preocupación de los médi-
poseedores de su propio techo, conoceríall las alegrías y istas por mejorar la salud pública (para defender
sabilidacles de la vida domésticao3. El modelo del trabal la raza peruana) daba aún más autoridad y legitimidad
pietario también tenía otras ventajas. Para empezar, los esfuerzos por reglamentar las condiciones laborales y
sarios particulares podían construir casas y otorgar créditos ía a una serie de reformas que culminaron en la ley
escaso costo para el gobierno, que sólo debía aportar los l:1, sobre accidentes de trabajo y leyes de 1918 sobre des-
306, 325; Cisneros, Prouincia de I'ima..., op. cit., págs. 197-200' þ!dem, T. l, págs. 20&214,496441,44+446.
r30 r3r
David S. Parker Lima
Hi,giene Y uiaienda en
Si bien cacla una de estas mcdidas tuvo su propia hi es taban absolu tamen te fuera clel
esoeciftcaciones
éxito de los reforrnaclores no se puede explicar sin t tu1:: t. pobres60' Más importan te que
tor'u"t¿u¿"
cuenta el poder del impulso civilizadoç del deseo cle,iìi I erala cliferencia esencial entre el pago de
ver Ia salucl pública y fomentar el progreso nacional poffi .'u--l .o-ptomiso de una hipoteca' En la mayoría
de la adopción de legislación "avar1zada", siguiendo si,.,;
*ãe inquilinato en Lirna, el alquiler solía pagarse
plo de los "países cullos"u?. f !{ít¡'no,p", mes, y el proceso de cobro era bastante in-
Durante esos años se redactó también gran cantidad
yes para regular la construcción y renovación de vivie
íîlì¡t,i:t era una respuesta necesaria a la situación de
alquile¡ con la intención de liberar a Ia ciudad de sus
ñt..¡ ."t" de los pobresestables,
de la ciudad, que carecían de
pero de todos modos
li un.tr"t e ingresos
tugurios e impedir la instalación de nuevos. Una sucesì
iàttan pata arañat un poco de dinero aquí y allâ
cada
medidas sancionadas en l91l prohibía, entre otras se tornaban terri-
làlfu"ritu¡un. Si las circunstancias tan
construcción de grandes casas de alquiler sin Ia aprobac arayaal propietario, mudan-
la
i,á'¡o podiu.t mantener
via de sus planos eclilicios, ordenaba una inspección sanihrì; oo erael fin del mundo, y en la mayoría de los ca-
tes de cada cambio cle inquilinos y vedaba el uso de barro e en el pago del alquiler, el desalojo era la excepción
construcción de viviendas de alquilerus. El comportami !Èlí¿,,rot planes para convertir a los trab{adores en Pro-
los inquilinos también se regulaba cadavez rnás detall ii;Iâ,contraste, exigían que los potenciales dueños de las
te: una ordenanza, por ejemplo, prohibía la crianza de ani rmafan contratos, exhibieran cartas de referencia, stts-
domésticos dentro de las vivieudas, y otra irnpedía el teid iþlirur de seguro de vida e hicieran pagos cada mes, sin
de ropa en los balcones que daban a la calleoe. .,'rlä
ôi.límites impuestos a la cantidad de personas que Po-
Estas medidas, destinadas a mejorar la salud pública;ì upar cada casa impedían que sus titulares hicieran eco-
cir los índices de mortalidad e incorpoÍar a Lima al m tiendo sus viviendas. Estos y otros inconvenientes
"moderno", fracasaron prácticamente en todo. Para com el problema fundamental, a saber, que las empresas
los contados proyec[os de vivienda obrera que supe particulares no consideraban las viviendas obreras
etapa de planificación hicieron poco por mejorar -y ni inversión segura y los planes gubernamentales te-
de resolver- el problema de las viviendas insalubres. Grañ cultades para encontrar fuentes de financiamiento62.
te cle la dificultad puede atribuirse al esfuerzo por usar la ì
lítica habitacional para "civilizar" a las masas. Pese al i Alexander Rosenthal, "Los problemas urbanos de Lima y su futuro"
de los expertos de determinar cuánto podía pagar un t , CiutlatLy Canþo 1 Cantinos diciembre cle i927, pág. 15; Maliagrazia
dor por el alquiler, las casas construidas de acuerdo Bello y Manuel Ruiz Blanco, "Las casas de obteros de la Sociedad de Bene
Príblica de Lima, obra cle Rafael Marquina", Lirna, tesis de bachillerato,
i,.dê,';Arquitectura, Urbanismo y Artes, Universidad Nacional de Ingenie-
,,i$s.tr.
57 Davict S. Parke ¡ "Penrvian Politics and the EighrHour Day: Retl icgimal N" 319: teglammluión, bases, y cuatlrcs dernoshativos d¿ ht constntcción
1919 Genenl Strike" , Canadia.n .fournul of Hktory/Annalu crtnatlian¡¿es rL
"enþleatlos y obreros del Callto, Callao, Tip. Mundial, 1924, sobre todo págs.
dicienrbre de 1995, pétgs.422426. :Municiþa170:476, 12-2-i910, pâg. 3729. Cisnelos, op. cit., pá9. 199.
58 Daniel Lavorería, op. cit., T. l, págs. 243-254. Senado, Diario de los tleltates, Congreso Otzlinatio de 1917, pâgs. 334-335;
59 AHCPL, Ramo Higierre 1909-1913, para ver la grzrn cauticlad de "e er Rosenthal, Estutlio sobre la. crisß de la habitao;ón en Lima, Lima,
de multas", Daniel Lavorería, op. cit., T. 1, pâg.2a8. , 1922, pág.54.
L32 r33
David S. Parker Higiene y uiaienda en Ltma
En última instancia, en vez de convertirse en una fórmula en sus tratos con la gente "inferior"' Durante Ia epi-
gica para albergar, educar y civilizar a los pobres, las e pesre de 1904'
por ejemplo, la policía sanitaria vir-
"casas obreras" que llegaron a ser construidas terminaro¡¡ rcinvadió el Callejón Otaiza, derribó los tabiques que
manos de artesanos acomodados, empleados públicos o ì^nlut aproximadamente cien habitaciones del edifi-
culares, u otras personas que ya , ontaban con un ingreso cien, ordenó que el uúmero de inquilinos se limi-
a un vigilante nocturno para que
table y con cierto nivel de respetabilidad social63. lçsci.ntot y contrató
El ideal de una política habitacional que moralizar¿ ¡ael ingreso. La mayoría de los inquilinos llo mlraron
obrero mientras solucionaba el problema de la escasez ds iliàttor ojos esta nueva disciplina, impuesta aparente-
viendas salubres.jamás se hizo realidad. ,{l contrario, la sl iátt rn beneficio. El vigilante fue el blanco de una
ción empeoró. Los funcionarios de higiene encontraron ¡11 hostilidad, murió menos de un año después y no fue
cantidad siempre creciente de asentamientos superpob En 1908, los residentes clel callejón se negaron
dos, en muy malas condiciones y un estado sanitario aliil ,iã.a cola¡orar con los censistas, que sólo pudieron cum-
peor. Constructores y propietarios hacían poco caso a la mul tarea gracias a que Ia policía rodeó el edifìcio, en una
titud de códigos y reglamentos, y los funcionarios munici ii'iìrr" incursión nocturnaô5. La desconfìanza hacia las au-
solían ser o incapaces o indispuestos para hacer cumplir la lei;l i'à"r..u endémica en Lima y no se limitaba en modo al-
Una y otra vez, los inspectores denunciarían las condicionè$ ãùs chinos: los funcionarios del censo informaban que
insalubres en este o aquel edificicl, harían recomendacionêil ios se negaban a revelar cuánto pagaban, ya que te-
radicales de demolición o remodelación, y luego esperarí þ tu información provocara el aumento de los alquile-
años para que se tomaran medidas. Cuando se enfrentaba a û;fáS uútt, los inquilinos pobres se sentían amenazados hasta
,r.guiiuu de los propietarios a obedecer, el ayuntumiento. lqs propietarios procuraban mejorar sus alojamientos,
adoptaba el partido del menor esfuerzo, dejando que loí:ii |þþi.turio, por e.jemplo, acudió
a las autoridades sanita-
ii:t,ii. .. :____^ I :-^.-:t:-^^ l^:^-1^
propietarios sólo hicieran arreglos menores a edifìcios qu'é:r quejarse de que sus inquilinos se
^^ negaban
-^^^l^^- ^ dejarlo
a
þâia
debían ser demolidos, autorizando desinfecciones superficiai cocinas en sus apartamerìtos, por lo cual solicitaba la
les en vez de mejoras estructurales e imponiendo multas de la ciudad para desalojarlos temporariamente hasta
sabían que nadie jamás pagaría64. !ir, las obras6?. En general, los higienistas atribuían ese
Los pobres también opusieron resistencia a los esfue ,ortamiento a la ignorancia e indolencia de los pobres y
por reformar su comportamiento, pese al hecho de que ld! ¡àn,por alto los legítimos temores de
la gente al incre-
funcionarios de salud pública podían ser extraordinariamente.,-l i-de los alquileres, a verse obligada a cumplir nuevas y one-
irlprmas o a ser desalojada. A menudo, la resistencia de los
hacía el juego a los dueños inescrupulosos que se ne-
63 Perú, Senaclo, Diario de los de!¡ates, Congreso Ordtnario de 1917, págs.30.íj
âimantener sus propiedades, pero la oposición popular a
32Tg24. Lo mismo sucedió en Francia. Véase Shapiro, Housing the Pon'of Palí.ii¡
op. cit., págs. 99-104.
"Infonne que eleva", op. cit., pág.
64 Para unos de múchos cjemplos: Agnoli,
!èi(t, C,enso de 1908, o¡r. cit., pág. 177 (nota).
BolethzMuniciþa|70:477, B-l-1910, págs. 3690-3691; Variedatles,IY2 (14-3-1
pág. 2; AHCPL, Ramo Higiene 1909-1913, "Informe sobre la casa llamada fÞia.'n, pág. i6e.
Pescante"', 31-B-1911; AHCPL, Ramo Higiene i909-f 913,Julio Pflücker d! $Cef-, Ramo Higiene 1909-19t3, carta de Pascual Castagnola, 29 de oc-
Fuente, N' 770 carpeta 257 serie l, 1911. i:de,rl928.
r34 135
David S. Parker Higi.ene y aiuienda en Lima
la erradicación de los tugurios era, de todos modos, corn tenían que la educación
del trabajador era la clave
ble. Ningún reglamento o campaña educativa podía i r su emancipación del clericalismo y la supersti-
que la mayoría de los limeños pobres durmieran amon ilización-escribía Los Parias en 1905- no es sólo ade-
en una cama, criaran animales en sus habitaciones, tendi es, además, ilus tración, verdad,
material; civilización,
ropa en la calle u orinaran en público, en la medida s¡ cívilizacíón es pa.triotismo,.
abnegación, virtud ; civiliza-
las alternati\¡as eran costosas e imprácticas o no traían a
I
i¡,irc¡t.ru de espíritus y sentimientos"6s. Aun en déca-
la
jado ningún beneficio visible. Si tenemos en cuenta Ia g20, los gre mios afìliados al APRA y hasta sindicatos co-
existente entre los reformadores y las masas a las que aspir repitiendo la misma retórica. Casi todas las
ilá,r"g.ríatt
reforma¡ si tenemos en cuenta los supuestos eugénicos de iones laborales, fueran anarquistas, sindicalistas o
expertos sanitarios y la indiferencia ofìcial hacia cuesti oras, se unieron a la lucha contra el alcohol, el juego
básicas de la pobreza, cualquier otra respuesta de las clases Í¡icios; cuanto más radical era la organizacion, más rui
pulares debería sorprendernos aún más. liàn t.tr críticas al gobierno por no fomentar con mayor
idadla moralización del Pueblo.
Los trabajadores y el impulso civilizador i*ìat.rlu
de vivienda, las sociedades de socorros mutuos
oìr.ru.r vigorosas defensoras del modelo del trabajador-
No obstante, un sector importante de la clase ob.era deïij
ietario y concordaban entusiastamente con la idea de
ma respondió de manera muy diferente, y lejos de recharai,,ìi
:jàÞotfti.u habitacional debía contribuir al perfecciona-
discurso de la salud, la higiene y el progreso que promovieron,
los reformadores elitistas, adhirió a é1. En rigor de ver.dad, moral del obrero. Algunas de esas sociedades imple-
sorprendente en el caso peruano es el hecho de que los åù¡i" planes propios de financiamiento y construcción
sitores al impulso civilizador aparezcan con tan þoca ft"ecueníi.ãi iendas. Al demandar una intervención ofìcial más am-
èi lu cottst.ucción de viviendas para los trabajadores, al-
en la documentación histórica. Su resistencia, como hemos .
visto, se revela en las quejas de los higienistas, pero contadas, ãi.artesanos llegaron al extremo de hacer eco de las ideas
iÀarcas como Piérola o Dávalos y Lissón, sosteniendo que el
veces escuchamos la voz del propio pueblo. Al contrario, aií
del Perú como nación se debilitaba a causa de la falta de
en la llamada prensa "obrera" dominan por completo los
decente para todos. La Verdad, órgano de la Confede-
fensores del af.ln civilizador. Casi sin excepción, los sindicatoi
de Artesanos Unión Universal, escribía en 1917:
y las sociedades de socorros mutuos se esforzaron por
la "cultura" y el "perfeccionamiento moral" de sus miembffi
aproxima ya la fecha de nuestro centenario y sería una ig-
Fundaban bibliotecas, propiciaban las actividades teatralei¡,f
poéticas entre los trab4jadores, invitaban a los estudiantes uliir ,$ominia para el país que se ofreciera a la contemplación de
extranjeros que nos visitarán por entonces {omo vivienda
versitarios a dictar cursillos a sus miembros y denunciaban é,.f.j l
r36 r37
David S. Parker Higiene y aiaienda en Limø
138 r39
David S. Parker Higiene y aiaienda en Lima
por el otro lado, como ya hemos visto, los proyectos de vi. das" y "focos de inmundicia", y a sus habitantes
incubadores de todos los males
para obreros eran inadecuados para las necesidades Oeij îmicrobios amarillos
la vitalidad de los pueblos"T?'
daderamente pobres. Al luchar en favor del modelo ¿sl .,.ul.r qu. destruyen
jador-propietario, los obreros organizados clausurab¿n, ü.,ut.otttugio no era la única causa del racismo con-
opciones -por ejemplo, la construcción subsidiada de en Lima. Los trabajadores temían justificada-
unidades de alquiler- que en otras circunstancias pocìii lãr..:tot lnmlgrantes inundaran el mercado laboral y
berse considerado. , rt los salarios a la baja. Los artesanos, en particular,
La ideología de la higiene, Ia limpieza y la salud oiìì desde mucho tiempo atrás del perjuicio que les
con su corriente subterránea de racismo "científico",-s! los bienes de menor costo de sus competidores chi-
ba ver con frecuencia en los escritos y discursos de los,áì liàÀ"es's. Los consumidores denunciaban una multi-
nos y trabqjadores organizados de Lima. Los perióclicos i¡á-s'untos abusos de los tenderos asiáticos. Pero, una y
ros no eran menos cliligentes que sus pares de clase :,iéttor urg,r-entos económicos se confunrlían con Lrn
alta en la denuncia de los conventillos indecorosos eiì fuehacía hincapié en los supuestos ach19yes, la s-u-
bres que amenazaban la salud de los residentes de la ci bajeza moral y la degeneración racial de los asiáti-
Por un lado, la prensa obrera -con muchísima más fr ión "chino inmtmdo" se repetía tan a menudo que
-
ì:,$i que los medios elitistas- denunciaba a los dueños de tao-ra no Parecra compùeta sin la otra?0. El racismo se ha
ficios, se quejaba de los elevados alquileres y respaldab,i rdo a lo largo de la historia en un lenguaje de limpieza
ì.tþl
intereses del inquilino, hasta el extremo de fomenhr h iedad o "pureza y peligro", según la célebre dicoto-
,1,ìiì.ti
de arrendatarios en I9I4y 191974. Por el otro, empero, Douglasso, pero de todos modos vale la pena se-
blicaciones obreras no eran completamente inmunes al,t ita qué punto las campañas de los expertos en salud
legitimaron y dieron forma al odio de raza de la clase
ì:i;i¡1
fnso pensamiento causal que achacabaala ignoranciaS¡
escasa higiene de sus inquilinos la existencia de vivie r. Los comerciantes asiáticos, se sostenía, podían vender
salubresTs. Y al igual que sucedía en las clases media y alta; to:que los artesanos nativos debido a su predisposi-
j
artesanos y trab4jadores organizados eran más propensos:â iâl a vivir y trabajar en unas condiciones de insalubri-
r.ì
habrían ofendido la dignidad del más humilde de los
ìì:
r,
l'rr.
r'lll
l par a la víctima por la vivienda insalubre cuanclo esa víctima:
l.t;| .
l:::::
':
: asiática. "Bien sabiclo teníamos -escribía Lø Vnrlad- que i'Modestos heladeros y fresqueros nacionales -afirma-
ta ':
ì: ì.,:j bitaciones de los chinos eran verdaderas gazapetas inm TþxtiÞ están siendo reemplazados por los asquerosos
:1.,:
iiìr l
destartaladas, en donde sólo se encuentra miseria y pod
lesquiera sean las condiciones económicas de los ocu
que generalmente son muchos para cada una de ellas"?u. EII!
itrinigración", La Vet datL, Lima, 2:94, 20-1 0- I I 17, pâg. 7 43.
mo periódico describía las viviendas de los asiáticos como.'l
Ruiz Zevallos, "La multitud y el melcaclo de trabajo: moderniza-
icto en Lima de 1890 a 1920", Li¡¡ra, tesis de maestr'ía, Departarnento
.Pontificia Universidacl Católiczr del Perú, 1993, véase pág. 134.
74 "Yida obrera", El Connrcio, Lima, 1-8-1919 (m.), pág. 7. ':La multitucl y el mercado de trabajo", op. cit. pág. 106.
75 Véase , por ejemplo, "Querer es po<ler", La Verulad, Lima, 3:121, Dorrglas, Purily arul Danger: an Anallsis of Conceþts of Pollutiut. antl Täno,
76 "Pobre Lima", I.a Vertlad, Lima, 2:64, 2+3-7917, pág. 505. ;,Praeger, 1966.
r40 r41
David S. Parker Higiene y aiaienda en Lima
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David S. Parker Higiene y aiuienda en Lima
comenzaban a caer,.., La obra seguía entre tanto y eørio y, si se hubiese completado, no habría he-
después el Sr. Billinghurst, nuevo Colón en Otaiza, pu¿. Dor los verdaderamente pobres. Su
ataque agresivo
éste gritar ¡tierra! al divisar a través del ya perforaclo åor r" debía al deseo de eliminar presuntds focos de
la esquina de la calle opuesta a la en que se hallaba.,{11i, :En definitiva, en la retórica o la conducta de Billing-
de fue antes el inmundo callejón, va a abrirse una calle li sus ideas difirieran en al-
bay nada que indique que
y decente que merecería llevar el nombre del Alcalde.,'!s significativo de las sostenidas por los higienistas,
ir,lùor eugénico a la degeneración racial y su negativa
Según varios informes, los trabajadores que ptesen í'àr.la cuestión de la pobreza en sí. No obstante, Billing-
la demolición compartían el enlusiasmo del reportero y sin duda un hombre del pueblo, con una auténtica
ron vivas a Billinghurstse. Nadie se preocupó por los obrera'
l:eapofo en la clase
rados que, como irónica recompensa por haber sido vii explicarse esta paradoja? Por lo pronto, no po-
imo puede
zados por los amotinados, quedaron en la calle en un hecho de que los trab{adores' como todos los
soslayar el
48 horas y sin ningún lugar adonde ir"o. ruanos, estaban profundamente divididos por el racis-
La denrolición del Callejón Otaizahabla a las claras dÈ r a los asiáticos como chivos expiatorios era una
doble naturaleza del reformismo urbano en el Perú. De là¡ uoo, pero comprensible ante la inestabilidad de los
los políticos limeños de principios del siglo xx, pocos la intensa competencia y -acaso lo m¡ás importante- el
ron más consagrados que Billinghurst a la causa de los ii.omnipr.sente a la enfermedad en un ambiente urbano
jadores. Como presidente, entre 1912 y I9I4, impulsó deô nte insalubre. En segundo lugar, los trabajadores
damente un programa de viviendas para obreros, contr y organizados que fueron la punta delanza de los
precio de los productos de primera necesid¿rd y concediìi movimientos sindicales de Lima y dominaban la
jornada laboral de ocho horas a los estibadores. fuí, alguû iâ,,obr.tu eran, en ciertos aspectos, víctimas de sus pro-
historiaclores lo consideran un "precursor populista" y un o-ii |é-strategias discursivas. Como ya hemos visto, estos traba-
migo de la elite tradicional, lo cual es, en muchos as adherían a la ideología de la higiene y la civilización
efectivamente ciertoet. Pero un examen más detenido pla i-btn modo de afirmar su pretensión de respetabilidad y,
un interrogante: ¿qué distinguía el reformismo de Billinghù lãnto, su ambición radical de ser tratados como ciuda-
arraigado en consideraciones de salud pública, higiene y con derechos. De igual importancia es el hecho de que,
joramiento de la clase obrera, del afán civilizador de fl ildeco alaaftrmación de los higienistas de que el "pro-
aristocráticas como Dávalos y Lissón? Su programa habi dèl Perú como nación dependía de elevar el nivel cul-
nal, por ejemplo, seguía explícitamente el modelo del , moral y matmal del trabajador, planteaban un vigoroso
!!.!{ncente argumento en favor de salarios más altos, me-
1þoras de trabajo, mejores condiciones laborales, viviendas
90 Rodríguez, "La Calle del Capón", op. cit., pâg. 2:c. :,1
144 145
David S. Parker Higiene y aiai¿nda en Lima
por último, es esencial recordar que había difere ,hras, los trabajadores
vituperaban a las elites por po-
damentales entre la ideología de la higiene, la raza v de contar con una mano de obra bara-
ãré, p"ruottal
greso tal como la entendían las elites y la formulacióí .:l¿ir"^ arl interés general de "mejorar" la ra¡ial
;stirPe
mismas icleas en la mente de los trabajadores organiz algunos aspectos, este argumento era extre-
i¡ón.En
Lima. I-o fascinante de la ideología obrera es que el q úe radicaT, ya que caracterizaba a los líderes del Pe-
lizador e incluso el odio antiasiático alimentaron una :l{.luçvyos de una elite terraleniente egoísta y comple-
revista Fray K. Bezón-, pero al Perú se les trae, porque a zaron a reemplazar al adobe como material predilecto
así, las haciendas de los Sres. Pardo y Leguía sufrirían gran'i ll,hconstrucción. La peste bubónica dejó de manifestarse en
mente. Qué les importa a los Sres. Leguía y Pardo que los , aunque persistían la tuberculosis, la fiebre tifoidea y
ènfermedades. El cambio más significativo en la década
nos aniquilen y deformenlaraza de nuestros pueblos?'l|1
920 fue la creciente conversión del núcleo céntrico en
146 r47
David S. Parker Higiene y ui,aienda en Lima
r4B r49
David S. Parker
r50
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l:i]jii:1i,,::i-.:'.,:,:.;,:.,1
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Despuntando el 1900, El Ch'il¿no, periódico santiaguino diri-
gido a un público de amplio esPectro social, conduce sus pasos
Ì.ii
ti:
,_1.Ì:
tacia los confines del lado sur de la ciudad capital' EI público
temor a la peste bubónica anunciada desde Buenos Aires lo
,lti
i:
insta a caminar hacia los barrios de la miseria y la suciedad, co-
mo el del Matadero. No era porque el mataclero municipal
fuese el sucio, ya que en este inicio de siglo tenía bastante bien
organizadasu carnicería, el chorreado de sangres' el soplado
a fuelle del animal sacrificado para desprenderle el cuero, o el
lavado de vísceras, sino porque sus alrededores eran lodazales
de conventillo y humano pobrerío. Frente al matadero, se en-
contraba una serie de cuartuchos, mezcla de carnicería, cantina
y dormitorio, con las consiguientes emanaciones de su peculiar
síntesis; en las calles aledañas de Magallanes, San Diego, San Ig-
nacio, Concepción, BíoBío y sus recodos abundaba el rancherío
hundido medio metro b{o vereda, recepráculo de inundaciones
invernales, con acequias interiores paralizadas en la basura y el
excremento.
x Este artículo
"Sobre las calles, corrían apenas o[ras acequias superf,tcia-
forma parte del proyecto Fondecyt
1gg0052. les derramando su materia viscosa, donde se e mbarraban los
153
María Angélica Illanes ." Infección y subaersión en Chil¿
niños y extraían las gallinas sus lombrices; acequias que eran obrera. "El siglo xx nos pertenece"s, decía' instan-
el desembarco de toda la basura corriente desde Ia Alamecla, - la clase
llevar a su pleno
de manera que 'los barrios centrales están vaciando sus des- äïuø¡"r.ntud popular a levantarse Paraejercicio de la ciu-
perdicios sobre los barrios pobres'. Ahí viven gentes, nacen Lr-pli-i""to, a través de la ilustración y el
de la sociedad en los planos
niños, se acumulan familias numerosas, y bajolechos de los au¿uniu,7a øreademocratizadora
político y económico. Discurso emancipatorio
que el invierno pudrió lapaja, que ha sido reemplazad,a en social, cultural,
," veía empañado por la reciente aprobación de la ley del
partes por lata o gangochos aplastados con ladrillos,,,r Era ",r" mecanismo a través del cual el Es-
Ia avaricia de los dueños, denunciaba Et bhiteno,la dervicio Militar obligatorio,
que esra_ iniciaba el reclutamiento de soldados entre la pro-
ba matando a los niños de la patria, expresión de nuestra :¡l
àdo ll¡"rul
f
.:l: oia clase popular, instalando una cuña decisiva en el campo
barbarie. En cambio, la no avaricia de clàña Sofía Concha,
äe acción política del movimiento obrero'
a:lll
que llevaba su nombre, producía niños sanos y alegres Ante los ojos de Luis E. Recabarren, dirigente de dicho
jugaban en callejones frescos y limpios, con acequias
que
t, movimiento6, la burguesía, a lravés de esta ley se presentaba
cubier_ "como una enorme furia que se abalanza sobre nosotros en
es-
tas, pavimento y árboles que sombreaban sus casas amplias
soleadas.
y ffidentes conlrrlsiones para devorarnos con su eterno apetito
de sangre popular"?. El desencanto de Recabarren iba dirigido
'Y también hacia el pueblo, que comenzaba a reclutarse, feliz de
nos alejamos pensando: (...) ¡Cuándo veremos arrasados
los inmundos conventillos y creada la habitación obrera, dejar su vida de peón þatþelao, pasando a recibir uniforme, bo'
y barata!",
sana toio y fusil, además de rancho y paga de $10 al mes. "Tanto que
darîas a la sociedad -escribe- en las artes, las induslrias, los ofi-
cios, la ciencia, el espíritu puesto en acción del progreso." So1-
El chi'lmo -que declara "servir igualmente todos ros intere-
siempre que sean legítimos,,e- acude, recorre, saca a luz el
ses,
dado, tenedlo presente: todo el que haya pisado el cuartel lleva
habitar de la ciudad; clama a los ricos, a la sociedad civil, no en sí el germen de su desdicha, principalmente por una falsa
al idea del mando y de la obediencia' que hacen de vosotros pro-
Estado ni al obrero. No es un discurso que reclama un ,,d.ere_
bables candidatos para el despotismo o el servilismo". Sostie-
cho", sino que apela al sentimiento: de àolor por el pueblo.
ne que hasta el modo de mirar les era programado' que eran
Mientras El chilenohacía er recorrido de rá rata, -La Demo-
autómatas, que les mataban la inteligencia y el sentimiento;
cracid daba la bienvenida al nuevo siglo llamando a despertar
IPara un análisis sobre Santiago a lo largo del tiempo, I LaI)emocraciø, Santiago, 14'4-1901. "Despierta juventucl", firmado porA'
verArmando de Ra_
ntón, santiago de chile (j54r^r9gr). Historia ãn uno ,oririrod urbana, Ramírez del Castillo.
coreccíones
Ma¡ifre, Madrid, 1992. 6 Para una profundización en el pensamiento de Luis Emilio Recabarren, ver
Chileno, Santiago, 4 -2-1g00. Artículo: ,,A Jorge Barría,-fulio césarJobet y Luis vitale, eds., ol¡ras sel¿ctas de Luß Etnilio Rcca'
través de Santiago en busca cle
la Peste. En el barrio del Maradero. batrm, Qtimanií, Santiago, 1972; Iit Pmsatniznto tt¿ Luß Emilio Recaba'rren, Ediciones
¡Las Acequias! He ahí el EneÃigo,,.
Austral, 2 vols., s/f. un análisis más reciente sobre sus planteamientos y accionar en
3 El chileno, sa.tiago, rg - 12 -1900, "El equipo para
los ferrocarriles. Explicacio- el marco de la constìtución del Partido obrero socialista, se encuentra en.|ulio
nes muy atendibles".
Pirrto y Verónica valdivia, ¿Reaolución þotctaria o tlunida chusma? socialismo ¡ ales-
. órgano de expresió'
4 clel particlo Dernócrata, qlle representaba a la sanrlri.smo en Iaþugna þm Ia þolitización pamþina (1911-1932), Santiago, l'OM' 2000'
clase
obrera y popular más politizacla.
7 La Demoua¿iq Santiago, $2-f 90f . "El Serr¡icio Militar Obligatorio"'
154 r55
Mar-ía Angélica Illanes
Infección y subaersión en Chilp'
que eso era para It
luf_pfaiei-an marar mejo¡ y paraque era el contenido
mate mejor. Ytodo en nomhr.,l^l- se Ies .^nsistía la dialéctica ciuitización/ barbariey cuál
il:îii :\;: r;;;:::;;i
'^^.1.
c u ra r.,, Nä, j
ó ; ;; J äi
:::,i : "l"r.in."
de ambos términos en el nuevo siglo chileno? ¿Está-
titucionef ; no".seáis vosotros
el azote de los hombres îi^""antela presencia de la tradicional dicotomía euroþeao
"^¿, o p ro piam e n t e chi.len si,s,
no conrribuyáis al sometimienro de bien, a¡r" s ar mi e ntin o -I atin o am eri c a,n a,
a un ;;tã" de cosas ran de contenido tenía esta ca-
malo e inmoral. ... Sublévare, anó_ ; las tres alavez? ¿Qué diferencia
,.t;;;, ;;orros y no del siglo xx resPecto de la de
los dueños cle la fuerza.
Servid u u,_r"rr.o, padres,
ellos sois l"roríu de ba:rbarie de principios
a vuestros
orin.ipio, del siglo xIX? Por otra parte, ¿existían factores
hermanos y a vuestr.os espe-
amigos; .Uo, ...r*Jruyen
Ia paria de la la categotía bør-
Paz, que es Ia única patria aceptable.,,o líficos cnitenos que inducían a la instalación de
bari¿ en el centro del discurso secular? Demasiadas preguntas
oue necesariamente rebasan la intención de este artículo;
no
2
obrru,-rrt, lo inspiran y le otorgan su marco de referencia'
Podríamos identificar cua[ro "barbaries" manifestándose
Al inicio del siglo xx y.faltando
del primer centenãrio de
poco par.a la celebración v entecL-uzándose simultáneamente en la primera década del
la indep",iA..,.io, las categorías ,lglo .t-t Chile: a) para los grupos intelectuales, la barbarie se
t¡art¡at.ie I ciaitizaciór de
r. i,rrruiu.,-;;;;;;."re en et discurso encarnaba en la miseria, la mortalidad de niños y la pobreza
comprensivo de la sociedact. y
tal comc de la ciudad-de-pobres, nido de ratas y piojos y de todas las en-
Xrx, y l¡rsg6 de un siglo
se encuentra, no sin
de ,";;;;;;;".;iäffiX;] ïit: fermedades de la historia de la humanidad, expresada ahora
en Ia forma de la amenaza de peste bubónica proveniente de
barbarie"¡o-î.,t"iliä"å:::iJJ: princþar es er de ra Buenos Aires; b) para las clases dirigentes, la barbarie se ex-
chile, jac tan cioso, respec
ro de los demás
;ff:l #å'å::,ä: presaba en la cuestión social y el movimien[o obrero que ame-
nos, de su orden instiìucional
puesto en la segnra senda
q";;;sramenre nos habría nazaba el orden instituido y la reversión de los principios de
de U åiuiliruiio.r. No obstante,
como la civilización occidental, barbarie de la revolución y la anar-
decíamos, el rema principal
urro.u..u Jiîe la barbarie,
carego- quía que llegabajunto con las mercaderías de las embarcacio-
rra que irrumpía a través
àe los textos .iuilirutorior,
derraman¡lo nes europeas; c) entre estos dos grupos y en una posición os-
sobre ellos la mancha de
su ünta. cilante según diversos factores vinculados posiblemen[e con
¿Cuáles eran los nuevos ¡eferentes proximidades de clase, de ideología, de oportunidad y coyun-
hist,.
otorgaban senrido i;;;;;,:;::i:"'"':tr"rcos v sociales que
" de ra catego_ tura, tenemos que ubicar al grupo de los "biocientíficos",
1i1 laøarrJt ¿D" q,é",i;;ïtii',åj:1..*;ï."r" para quienes la barbarie estaba ubicada específicamente en
iniciarse el siglo aår
f.og..ro y de ru r¿.r,i.11 ;i:.ï:::i# los cuerpos de pobres sobre los cuales se ha de intervenir, po-
niendo su discurso civilizatorio ya al servicio del cambio, ya de
Ia conservación; d) ¡ f,rnalmente,para el movimiento obrero,
8 Énfasis mío.
la barbarie residía en las clases dirigentes, en la burguesía y,
I, La Demooacia, Santiago,
3_2_1901; ,,El Servicio
Militar Obligatorio,,. especialmente , en el militarismo de Estado, barbaries de la explo-
10 Esta frase entre comi
análisis del rbcundo,r. lirturo Roig cuando se refìere a tación, del desgobierno, de la "tiranía" y de la "traición al pue-
,"r-"t]i:-îu l"'1u11 9t
Me nd oza,
"ìilffi ä ;;:ii Li ii. ä,il iîå¿
ii;: ì i t * ", i ùi"i i,
t" n,, ui,
sr¡
blo", que enfermaban la república y que habían llegado con el
capitalismo inglés y el prusianismo alemán.
r56 157
María Angélica Illanes Infección y subaersión en Chile
Salta a la vista que esta serie de barbaries se presentan co- (o desesperada) en la forma de migra-
dernizaciln acelerada '
n' or ganización' prensa'
mo amenazas que, si bien provienen del exterior, tienden a ;;;;r, capitalism o, sali tre, urbanizació
instalarse -aunque no en forma rígida- en ciertos "segmentos El discurso civilizatorio se presenta en
Ju.ti¿o y militarismo'
socio-política y cul-
sociales" propios o internos que las encarnan. Se aprecia, al f5igì; ** .o*o una tarea y una práctica mucho del siglo xx'
mismo tiempo, que los elementos de estas distintas barbaries ;;i"implementar, I si en esto no difería juicio ésta es
entran en tensión mutua y que a menudo irán acompañadas ;;;;.".1 i"-u es más complejo' A nuestro -y
de una representación física y/o simbólica que, por lo gene- r""rrt" hipótesis-, las clases dirigentes han perdido la hege-
ral, tiene que ver con animales y alimañas de testables, abomi- '^o"i"d. åicho discurso civilizatorio, pasando ésta a los secto-
a instalar nue-
,.r -at críticos de la sociedad ¡ por lo tanto' la "tiranía" y el
:i
nables, temibles, poderosas, devoradoras y amenazadoras de :i
la vida del "otro" (ratas, piojos, furias, gusanos, chacales, águilas, la miseria' .u
"*-nr*
tas barbaries fìniseculares se muestra cargado de un conteni- apropiación social, intelectual y popular del tema de la
en tiempos de miedos de
do disciplinarío y/ o educador de la sociedad o de segmenros barbarie y aåt ait."tso civilizatorio,
de
de ella, con el fin de producir un nuevo orden o de res[able-
i"rt" y dá movilización social, conslituye el tema principal
cer el existente. En este sentido, la civilización se concibe co- este ar[ículo.
mo una utopíarry, simultáneamente, como una restauración;
tanto el cambio como la conservación civilizatoria se abren 3
aquí a una nueva contradicción. Pero en ambos casos se en-
La oportunidad de que El Chàteno sacase alaluz lo
tiende como una accióno una intmtencióninmediata, posible y real' o
urgente arealizar sobre 1o real por a,gsntes internos, movidos, ya nuestro récord mundial de mor-
inpobråza,o el conventillo, o
las ratas' cuya
por voluntad o conciencia propia, ya por mandato del Estado. tulidud de niños, o la barbarie, la entregaron
Y si bien el contenido civilizatorio continúa siendo, como en presencia transgresora en barrios no permitidos
y en tiempo
.:i:
el siglo xIX, de raigambre europea, éste se erìcuentra aquí, a :¡ ä. p.ur" señalaba un camino a indagar y un discurso crítico a
principios del siglo xx, con preparados agentes receptores dis- I.,! const.uir. Este chilenova d,etrá,s de las ratas, las reportea y
las
hilo de su camino de re-
puestos a su aplicación. :ri observa desde ufuera, recogiendo el
.a1:
amenaza con-
En suma, pensamos que a inicios del siglo xx, la categoría greso "a casa"; una mirada desde un afuera que
,,1
chilena (y latinoamericana), articulándose en una tradición-mo- la ciudad. La peste se define Por esta ruptura de las fronteras
sociales o porlu osadía del piojo transportado a lomo de
ratas
para tratai de saltar hacia los espacios limpios y perfumados'
ll A. Roig, op. cit.
àtraído por su deseo de sangre. Y la profilaxia de la peste con-
sistía siempre en poner vallas a este avance' impidiendo su in-
l2 Para un análisis de América Latina sobre la base de los conceptos de hibri-
daciótr y de tradición,/modemización ver Néstor García Canclini, Cultun¿s híl¡rùlas. vasión generalizada.
Eshalzgias þara salir 1 entrar de la matlemitkul" Buenos Aires, Editorial Sudamericana, En õhil. t. convivía con la peste de la viruela en forma en-
1995.
démica y crónica; ella se controlaba con la vacuna' el lazareto'
r5B 159
María Angélica lllanes
Infección y subuersión en Chil¿
el clina y Ia indife^rencia;
por lo generar era una
siva de los pobres,,cuyo peste excru_
porcentajeie muerte fb¡rmaba Impulsado por la civilización o la modernidad sanitaria, "E'l
la estadística anuat habiiu"t.
¡";; ;; ;; *..." civil cteparte cle
tBgI se Chiteno continúa
el recorrido tras la barbarie o las ratas de la
,#1ru,å::,ï::t,,:x ü.;,i",.'
en ra rndia, donde
bu,",.iã ; ö a.rì
il¿lì':
para que se resuelvan a poner término a un estado de cosas
que la caridad cristiana y los sentimientos más elementales de
humanidad nos impiden tolerar". El Chi,leno desea incluso el
dictador: "El autor de estas líneas quisiera ser dictador por diez
13 "por siglos se ha
culn minutos para decretar su demolición con cargo a los propie-
U i;;;i:äiir:'"';,,ä iå1îq:ùîi:iîä? fi ;;ï'î:îîïï:ni: i,i:î: tarios del suelo".
.':ff ::i5fl:îîîlif ::i:::;;;;;";;í;;,:l:ìiff :îi,.",î;ïJ,ii::: Castigar a los malos, dolerles el orgullo, pincharle espinas
por conracro di,".,o..,
ü,ïITi;;: ;åiå iffiì:.
bubórrica) q,. .. i.o,,..niiå a su evasión, gritarles frente a frente y obligarles. Obligarles de
14 El CÌtit¿no, Santiaso. ,
_ +2_1900, ,,La peste bubónica acuerdo con los cauces legales imperantes no era nada fácil.
a,toriclades médicas,,. según las más moclernas
La ley de comuna autónoma había quitado a los municipios su
carácter dejueces de policía local y su capacidad de ordenar
r6o
r6r
María Angélica Illanes - Infección Y subuersión en Chil¿
l"lr1.';
r6z r6g
Chil¿
María Angélica Illanes InfecciónY subaersión en
en las piedras ante la miracla de cientos de curiosos, Por la tar- u,,oacuosoo::Tf ,':ï,:::;ili1i;llJä::.*,iä;;
de apareció una partida de peones de la policía de aseo que :"i,iläJ,u.uu"'u'1"":,::"11':ïlî,:::11?;Jï1ffi:;
to nT*i'^-r^
tiraron 10 carretas nuevas al río con una bulla infernal y que
luego procedieron a llenar con piedras para que sirvieran de
*""1I'":;.i"il;;
Lurtuttdo
Da'rru uLï^^:lrt
iu' L'rellaq
1^" h.'"ílu' rìe åantas de pies desnu-
d' plantas desnu-
huesos' "las madres
lu tentación de comparar:
represa, evitando la venida clel río por la Alameda. Pero el Ma- u"':!,'.22ïri¡Tlåltr';;,.¿o'o, de pier de årmín"' Los ravo-
pocho venció la barricada de carretas ahogadas en piedra y
procedió a devorar otro trozo de tajamar, derrumbando el
puente del Arzobispo, horaclando las javas de defensa de los
:å:i:i
il
i: ; :-,=; :l: :îïJï ff i"î äT'il : ; ; ; ", du,Señu
Chileno acudlo
u
ces
r6b
r64
María Angélica Illanes
..,, Infección y subuersión en Chil¿
i
Así ha despuntado el nuevo siglo, y con él se ha d.evelado ':,à.Ourérdel texto del dirigente L. E. Recabarren, dos "niveles"
:ì
lo real o el cuerpo de pobres urbano. Así también ha debuta_
:ì
interesantes de articular'
I do el moderno discurso civilizador de prensa ,,social,, liq.rrttiuot
:: con su ,,,, La primera expresión del movimiento huelguístico del año
;ll tema central, la barbarie, instalanclo como eje fue la huelga de los obreros del car-
este cuerpo pobre urbano. Los periodistas
de su crítica a tg03 (en el mes de abril)
emergen como una específìcamente de las minas de Pu-
de las inteligencias que ocupan el espacio púbiico lAn a, Lota-Coronel23,
por en los abonos de los
¿ho.o y Maule, en demanda
y se apro_ abusos
pian de la categoría ciaitización/barbari,epar*a-abrir
el ii.*på a. caiones de carbón extraídos.
A éstos se habrían unido los car-
nuevos compromisos. minas
nJdo."t y lancheros del puerto' Los dueños de dichas
íolicitaron al gobierno luerza de línea, la que, a su arribo,
bombardeó el puerto y alacó por tierra a los huelguistas
4 a ca-
r66 r67
María Angélica Illanes r., Infección y subansión en Chil¿
,:.
fiero Rosa:/ que a la gente revoltosa/ les d,iøan la muerte cruel.// lcon la.burguesía, elaborando, poco a poco y en su propio len-
Diré, al fin, que el Presidente/ es el peor inhurn ano; / en -,,uui",el
moderno concePto de "Estado burgués" o de la alian-
Chile el peor tirano,/ que tenemos al presente,,/ porque muy Con especial
villanamente/ al obrero hace la guerra./ Castiga po. 7u ¿rtu burguesía y el Estado en el capitalismo.
-u, y virulencia y dramatismo estalló en el país ese mismo año, a un
tierca/ al pueblo, sin descansar;/ se ha propueito hacer (en mayo de 1903), la huelga
triunfar/ a la burguesía perra.',ea ,àr, d" la huelga carbonífera
El
,oortuaria en valparaíso, que culminó en actos de violencia.
ionflicto se había recalen[ado luego de la negativa por Parte
En esta po.riu popular, la identificación de la barbarie con
,de las compañías navieras a la negociación con los obreros
la burguesía y el gobierno se expresa especialmente a través
de la imagen del chacal, que nos remite a un animal salaaje, .:portuarios, así como del fracasado intento de las compañías
rompehuelgas. Valparaíso se encontró
mamífero, semejante a perro y lobo, que se nutre de otros ma_ ,¡åe,conttutur personal
míferos de tamaño más pequeño, así como también de aves, ,en estado de paro y mitin Permanente que agitó los discursos
v los ánimos, hasta el desate de
la furia popular por la muerte
frutas, carroña y restos aband.onados por olros carnívoros; si_
â. .rn .otnpañero en manos de la policía' Entonces se habría
guiendo por lo comúrn "a los leones para aprovecharse de los
.,ãesencadenado el "castigo popular": el incendio dela Comþa-
restos de su comida"; de costumbres nocturnas, buen corredor ''',,',
y nadador, de piel color pardo o griszã. El chacal se percibe co_ Sudø*nicana d'e Vaþmes por sus cuatro costados, a lo que si-
mo un peligro que se cierne sobre toda la clase obrera en gene_ ,guió el incendio y saqueo del malecón; luego los huelguistas
ral, amenazando con devorarla y matarla. Esto había queãado ie dirigieron al diario El Mercurio, proclive a los navieros, don-
'...de fueron recibidos a rifles de
repetición, y murieron varios
demostrado, por primera vez en el país, en Lota_Coronel,
donde se había reprimido a los obreros, por mar con artille_ ',ì r"ror. Pero el saqueo ylaira siguieron expandiéndose Por
$¿indud, movilizando a unas 10 mil personas en total, inclu-
ría y por tierra a caballo, al estilo del clictador decimonónico
yendo a los pobres de los cerros. Las compañías navieras ce-
argentino Juan Manuel de Rosas. La represión la hacen los
dueños y el gobierno contra los ,,revoltosos" di"ron. EI saldo de lajornada: 35 muertos, 600 heridos26.
-y aquí instalan una proPuesta municipal -en dicho recinto había
,t', Arrt"
su tema de la barbarie-, es decir, un concepto que manifìesta
la idea de gente "confusa", de desorden inorgánico, anárqui_ $ayoríu del Partido Demócrata- de levantar un auxilio a las
co, mientras los obreros se autocalifican de ,,guerreros",ìn $milias de los obreros caídos, el regidor Gustavo Ross Santa
nombre que expresa la voluntaria (¿y consciente?) entrega de fuaría, primo del propietario del diario El Mncurio, declaró:
la vida en aras del cumplimiento de una misión y un deter.
,,r.,.,,|Yo me opongo a que se conceda la cantidad de que se está
Esta huelga marcó una ruptura del movimiento obrero
':::,., . tratando. Los
individuos que cayeron en los actos violentos de
con los gobiernos de elite, a cuyos candidatos les daban nor_
l¡.1.¡, tu huelga, eran todos unos bandidos y los muertos bien muer-
malmente su voto y a quienes identificarán ahora a menudo
,,r:.1',:...¡.' ;,tos están. No tienen ningún derecho a que se auxilie a sus fa-
Por los hechos perpetrados el dia 12 merecían haber
':.:l:r,r,,,milias.
1,,
24 Felipe Marcial Garcés, "Musa pampina,,, en S. González, M. A. lllanes, L. ::lr..,,'"
Moulián, Poematio Poþular rle'ftaaþactí. IBgg-1910, op. cit., págs. 208-209.
3,,20 Un estudio sobre este tema en Mario Garcés, Ctisi-s socirt'll motines þoþuknes
25 Diceionario ljnciclopédico, Barcelona, Salvat Editores, 1g8l. :,: ig! !900, Santiago, Ediciones Documentas, 1991.
r6B r6g
María Angélica Illanes Infeccióny subaersión en Chil¿
rnuerto 50 individuos más de los que cayeron. En vez de des_ abriguen una sola aspiración: la emancipa-
tinar dinero a proteger las familias cle ellos, debiera desti_ de hombres que
hacer impe-
narse una suma para socorrer a la Compañía Sudamericana
cióny elbienestar de las clases trab4jadoras, Para
rar una era de verdaderajusticia"'e8
de Vapores."et
r70 17r
: María Angélica Illanes
Infección Y subversión en Chil¿
172 173
María Angélica Illanes Infección y subuersión en Chile
tonces a toda la clase dirigente era el del temor al "desorden ,,:, p¿¡¿ el texto obrero, las ratas son la excusa de allanamien-
¡i$o-, de tiranía y de robo: tema donde reside la cuestión de la
35 Dicha comisión quedó presidida por el Dr. Alejandro del Río, presidente
del Instituto de Higiene, quien a su regreso entregó informe resen'aclo al gobiemo. ,:ll'37 "¡Bubónica!", Pisagua, 1903, EI Puebln, kluique, 25-G1903, en Poemario...,
ver M. A, Illanes, zrz el notnlne del þueblo, del cskulo ¡ tl¿ la ciencia. Histaia social tle lø :lp. cit., pâg.232.
salurl públicu. Ch¿l¿, 188&1973, Santiago, Ecliciones del Colectivo de Arención pri- 3A fo.tu Sagasquino, "C,onclusión de la función bubónica en Iquique la cual ter-
maria, 1993, págs. 105-107. |
¡f.t¡-in0:q6¡ la petipieza cle la pampa", EI Pu¿l¡lo,Iquique, +7-1903, en Poemario...,
36 Bol¿tín rlel Congreso, Cámara de Senaclores, 20-Glg03. :ifÞ,,cit., pâg.222.
174 175
María Angélica Illanes Infección y subuersión en Chil¿
barbarie. Para el intendente, la comisión policial enviada de- .:tr,OBl- PoETA SAGASQUINo
be, siguiendo los pasos del roedo¡ descubrir aI otro, no su mise- provincia existen/
,,1,,"',Vurlor hombres criminales,/ que en esta
ria (como lo hacía El Chileno) sino su rebelión, limpiándola de :,,:1el pueblo quieren reírse,/ en estos tiernpos actuales./ / En
armamento, asuslándola con la presencia de la prepotencia. los doctores,/ Líenen poder exclusivo,/ pararnatat a
.tl,,lquiq*,
El intendente ha utilizado la barbaridad de larata para com- 'rit'to, uiu*/ con slrs malditos burbones.,/ Por órdenes superiores,,/
sepan los males/ que
batir la "verdadera barbarie" o la huelga obrera. Falsa rata pa- ,ii'io-ár bien dictatotíales,/ por rnás queque es la peste/ aarios
ra una necesaria, a su juicio, profilaxia militar socio-sanitaria. algún enfermo adolece,/ dicen luego
himbres criminalzs'/ / Todos conocen la trama/ que en
Tarapa-
La campaña de la autoridad contra la misteriosa rata no ha-
bía de contentarse con el incendio de espacios señalados, con i¡,.¿6 nu" tomado'/ La peste ftre plan pensado,,/ sólo por reco-
if, g". las armas,/ porque según las alarmas/ de los Reyes del sa-
el traslado de poblaciones y el allanamiento de oficinas, sino *íir",/ hicieron soñar a Iquiquer/ y hasta al actual Intendente,/
que también contempló la formación de alianzas sociales con el
objeto de unir voluntades y dirigir acciones comunes contra la laa.þ" en huelga estaba Ia genLe/ que en esta þroaincia existen./ /
l::':,'¡1 1n¡sndente asLrstado,/ al oít huelga de rotos,/ creyó todo
temible peste negra. Para esto el intendente citó a reunión a los
Itr.:est" all>oroto/ estando recién llegado./ Como primer magis-
presidentes de las Sociedades Obreras'o y a los salitreros de Ta-
', trado/ debía de persuadirse,/ y no malo convertirse/ con sus
rapacá, junto a los curas que habían levantado olla caritativa en ll,,,d"-á. partidariosr/ que como ruines falsarios/ det Puebto quieren
'.,:,1
la ciudad de Iquique y a los médicos que, según el texto obre- ,;1:,,:,¡u¡t¿.1 I EI pobre ha pagado el pato/ con estas bubonicadas.,/
ro, al diagnosticar cualquier fiebre como bubónica, seguían "el :-l.;:.:,'¡lutr quemado sus moradas,,/ y sus muebles destrozados'/ Ysi
amén". Este "hecho político", de estrategia bastante notable, les pone atajo/ sobre estas atrocidades,/ lo castigan
'.i.t,:.,,atg,ri.t
despertó la furia del poeta popular, que denunció la mentira de con prisión,/ porque hoy es Ia Inquisición/ que reina en es-
la invención bubónica, la falsedad de la comedia sanitaria, la in- tos tiempos actvales./ / Por fin yavan cuatro meses/ que a los
famia de ver "a todo un pueblo engariado/ y sitiado por el ham- .:'l ,obreros de lquique/ la miseria los aflige/ por la bubónica
bre", la humillación de tener al pueblo dependiente de la Olla þeste./ Si así sigue el Intendente,/ el sueño
cierto será.,/ La
del Pobre, a cargo de las "sotanas". El único "bubónico" era el huelga saldrá verdad,,/ que Piden estos rastreros,,/ y entonces
propio intendente, en cuya mente política anidaba la barbarie habrá carneros'/ en todo Tarapacá.''n'
o la peste negra, pretendiendo "arrollar en algún lazo al obre-
lì*"
ro"no. Y mientras se iniciaba campaña de recolección de firmas |,':¡11.jot empresarios, en el textopopula¡ habían sido el punto
de "veinte mil obreros", el intendente repartía "pastillas" a la l1þpartida de la trama: la alarma de la posible y amenazante
población para remedio y protección contra el "mal" La situa- |¡fuelga de rotos", su tema de barbarie o su verdadera pesle;
ción se prolongó por cuatro meses. ¿Cómo se explicaba? irìr .sélo su tema particular, sino de la autoridad política y reli-
r76 177
María Angélica lllanes
178
;ij{l:., 'lgtZ, cuando el doctor Agustín Torres escribió un par
iãÉãiü."t"r que describían las condiciones de vida dentro del
ittafiiào*i" General, no sólo celebró los adelantos médicos y
$å:¿ial¿s llevados a cabo en las instalaciones psiquiátricas sino
¡ìållãltam¡i¿n llamó la atención sobre el papel privilegiado de
,âihíÌituci¿n en el proceso de reconstrucción nacional. En
lìB.ilì' a" de mayor Presupuesto y más atención gubernamental,
lifuambién director general de la institución de salud mental
vo que el manicomio era un centro estratégico para crear
ílèntes que el nuevo país necesitaría'. Aunque dramática y
i'íti âltisonante, esta declaración no debió de haber resulta-
ïñüsuál para aquellos interesados en temas psiquiátricos. De
unos veintiún años antes, los miembros del comité para
:ôo:rstrucción del Manicomio General manifestaron aspira-
i$s.de similar envergadura en el informe que presentaron
el Congreso Médico Pan-Americano de 1896. En este do-
to, el comité reconocía que "la locura es una condición
lÈ ece de una marca característica o estable" por lo que,
rBl
Crisúna Rivera-Garza Lø uida en reclusión
de pasar inadvertida o de ser mal diagnosticada, presentaba nte los últimos momentos del Porfiriato y los primeros
especiales peligros para la sociedad en su conjunto2. Por es¡¿ I;.,, revolucionarios'
* - d.l Proceso
razón,los médicos, abogados, ingenieros y burócratas a cargo ln-g.ttado el primero de septiembre de 1910 y construido
- Benef,rcencia Pública, el manicomio es tal vez
:l,tlli;i,a,,a:
del proyecto veían al manicomio como una herramienta social |*i,,.inrráor de la
älli::l1i94:ìreu*"" - .
más que individual, como una misión más que una tarea. Por ejemplos de las estrategias de modernización
l}iiiilñ,á" l"s mejores
esa misma razórt, se percibían a sí mismos no sólo como guardia- CdLaww"":'."" los últimos años del régimen de Porfirio
iì,ä*¡o,rururterizaron
Qr)ê
nes de la salud mental de la comunidad, sino también como ahí' un selecto SruPo de expertos comisionados
¡rsÅi?zyu9ue,
campeones del orden social. Èù@uv no solamente usó su conocimiento de lenguajes
..DOf gI Brrudo
ili,..',*r,,ri
Esta mentalidad permeó la planeación y la construcción lo rcoríu"médicas, sino también su flagrante preocuPación por
del Manicomio General, un complejo monumental que abarcó il ord"tt social de la comunidad y de la nación:-:-:^ en Seneral'
^l *^
25 eciificios rodeados de amplios bosques y elegantes jardines iîil..1:,,,ñesm que a unos
meses de su apertura tuvo su inicio el mo-
localizado en Mixcoac, una población en el sur de la crecien-
å!iþi."r" revolucionario, el manicomio también .,:"::i'"{'
te metrópolis donde miembros de la elite vacacionaban los fi- fîliiìì'ä;á,"t""a privilegiada par:a detectar los alcances y límites de
i..ìLlillì:.:'n'5:rl . 1
--. '1 1. r r
esbozadas por los nacientes regí-
-,-I------:^-^L^^-^-:
nes de semana3. Conocido popularmente por el nombre de la iilii prfticas de salud pública
ex hacienda en donde se ubicó -La Castañeda-, el manicomio Más que el análisis del antes y el
L.-.l!llÀ¿¡"r posrevolucionarios.
provocó mucha curiosidad y, a veces, hasta aprensión entre los ,*ll|; sp"¿r,lo que resulta de especial importancia este aspec- en
vecinos del lugarn. Aunque alguna escapada estudiantil o espo- ll!tã,,io" los años de negociación e inestabilidad que precedie-
que se llevó a cabo
rádicos recuentos periodísticos contribuyeron a dar a conocer iì¡, ,,u la reforma administrativa y médica del mariicomio y de la
el mundo interior de la institución, éstos poco hicieron para íiil¡:'ii¡,::t Zg, el año en que las autoridades
intentaron cambiar faz y el destino de
disminuir el morbo y el misterio que la rodeaba. En efecto, la Èit¡tÊãrn..ncia Pública 7a
rutina diaria de los que ahí vivían o trabajaban permaneció lii1l::Jârinstitución en su conj un to.
oculta para el público en general. l,i!¡,lf'¡l Manicomio General fue resultado de un proyecto estatal
Basado en documentos oficiales, reportes de inspectores f¡llfuse etaUoró lentamente y no sin tropiezos durante un perío-
de la Beneficencia Pública y expedientes médicos, este artí- tilð¡:¿.26 años6. Entre 1884, cuando el médico Román Ramírez
culo intenta develar los procesos tanto institucionales como i!:¡1 qentó por primera vez información sistemática acerca del
cotidianos que dieron vida a este establecimiento público liiillitâ¡"eio tanto médico como administrativo de manicomios en
naciones extranjeras, yjulio de 1910, cuando el hljo del
"i:1ilÍ-âiiâs
construir un manicomio en el Distrito Federal", en Memøias tIeI Segundo Conglzso .l.!:lllirä5 easaao en investigación realizada en el Archivo Histórico de la Secretaría
Pan-Americano vnificatlo en la Ciutlatl de Méxieo, R¿þúl¡lica Mexicana, noaiemlne 1619 llllti.-..i]dlsalutriaad y Asistencia, AHSSA, Se indicarán el fondo y secciones utilizadas
de 1896, México, Hoeack y Compañía Impresores y Editores, 1898, págs. 888-896. .:;þp.¡rlas siglas F y S; leg4jo y expediente , con las siglas I-g y Exp. Los Fondos son
3 Para una historia social y cultural del Manicomio General de La Castañeda, ir,,F.i-iÈ!cet.iu Pública (BP) y Manicomio General (MG); las Secciones: Estableci-
ver-Cristirra Rivera-Garza, Mad Nonatiaæ: Ps¡chiahisß and Inmates Delntz Centþ Clnss liþj,9.¡tos Hospitalarios (EH), Administración (Adm.), Expedientes Clínicos (EC).
anrL the Nation, Méxioo, 1910-1930, Lincoln, Nebraska University Press, de próxima d:'sigla Se indica: Sub-Sección, la única de las cuales es Manicomio General.
aparición. iri..- 0 Un anatisis detallado de este proceso se encuentçr en Cristina Rivera-Garza,
4 Para una historia oral de Mixcoac, ver Patricia Pensado y Leonor Correa, Arçhitecture of Mental Flealth: the Constmction of the General Insane Asylum
Mixcoac. Un ba¡rio en la memmia, México, Instituto Mora, 1996, r:Ìt1--L+,.Çastañe d a, Mexi co I B 84 l 9 1 0 ", m anuscrito.
r8z rBg
Cristina Rivera-Garza La aida en rechtsión
magnac, Por los murxlos d¿l tlelito. Los criminales d¿ México. bzsa¡o tle psicolngía criminal,
México, El Fénix, 1904; Miguel Macedo, La niminalidatl m Mâxico: med,ios tl¿ comltatir-
/a, México, Oficina Tipografìca de la Secretaría de Fomento, 1897.
184 185
Cristina Rivera-Garza La vid,a en reclt'+si.ón
rB6 rB?
Cristina Rivera-Garza ' La uida en reclusión
dentro de la men-
y no principios dogmáticos'''. En este aspecto, el presente artícu- La Castañeda es, pues, una exploración
lo incorpora al crecienle número de historias sociales que autoridades.de salud.púbìica, para quienes la sa-
se $äìi¿"¿ de las
se han ido produciendo -a nivel mundial- sobre la vida en re- constituía un bien nacional'
'- mental
lrrd
reconocido como hospital y asilo, L¿ Castañe-
clusiónru. Como en esos trab{os, el artículo trata de no perder Oficialmente
de vista el contexto en el cual se construyeron los muros que ifu" construyó Para proveer tratamiento médico y cuidado de
definieron el adentro y el afuera. Más que mera metáfora, pues, iñto¿iu a todos los enfermos mentales, sin distinción de sexo,
el surgimiento y la desaparición del Manicomio General ejem- l!fu¿, nacionalidad o religiónr7. En tanto institución pública,
plifican el alcance y los límites de los proyectos modernizadores l!âmunl.omio estuvo bajo lajurisdicción de la Beneficencia
de inicios del siglo pasado. lilÞ*ri.u, la cual dependía a su vez de la Secretaría de Gober-
ifución. A ravés de esta ohcina, el gobierno nombraba al "per-
TOMA I: La administración de la salud mental. El marco lllà¡¡ .i.r-r tífr,co y administrativo", es decir, médicos cle tiempo
iltJi,*pt"r" y administraclores, cuyo salario anual excediera
los
institucional
a incrementar los lazos entre el Estado
De la misma manera en que la ubicación del manicomio i.ilfu,p"ror, coadyuvando
. , v el manejo
de la salud mental en Méxtco'
en la periferia de la ciudad contribuyó a la creación de un or-
den urbano moderno, las autoridades de la Beneficencia Pú-
blica buscaron la reproducción de ese orden en el interior del $*ì1¡'úiru.ión de la psiquiatría al designar doctores en las posiciones
la institución, entre las cuales se encontra-
establecimiento. Con ese fìn, un inspector de la Beneficencia lÈî!.;¡ r importantes de
y cinco directores de diversos hospitales públicos redactaron
.:.li ,t" de director general. Replicando el modelo francés, las
el reglamento interno del lugar, un documento que reunió las i..i otiau¿es mexicanas también aPoyaron la transformación
reglas de trabajo y conducta social que regirían el estableci-
3;i.ì: ,urit" en instituto de entrenamiento académico cuando per-
mientoro. Como es el caso con este tipo de documentos, más qtte lIií$tieron que doctores dieran sus clases de psiquiatría en sus
reflejar lo que acontecía al interior del manicomio éste nos $i,,: ølu.i"nes, sobre todo para "cooperar con la Escuela Nacio-
r8B rBg
Cristina Rivera-Garza La. aida en reclusión
candidatos para las posiciones, a los que después nombraría la i¡|$rjli¡; a hivar îa I os d o cu m e n tos re que ridos para ace p tar in te rnos28.
Secretaría de Gobernación, y de contratar a todos los empleados
lÌi¡äil¡i¡li ::rspués del ingreso de los internos, este funcionario estaba a
:ìi.:ii:-l.¡j.iL::.:.:::r:1,:.:.r'
que ganaran menos de 600 pesos anuales22. Como empleado ¡i¡]iÌiït:it¿'4o cle elaborar y mantener sus expedientes, que usualmente
de tiempo completo, se esperaba que el doctor-director dedi- i.iillillili.tt *nt"nían u r r a rforma
n te n l an una o l r l r a (r admisión,
dec a(r rn rs o n, ccertifìcados
re r u rr cao os rrrmédicos, pases
c cr c o s, Pas
r cs
itliiitì¡1l3i;:t
cara toda su energía y conocimiento a mejorar el tratamiento ¿:tttansferencias, permisos de salida, cartas, fotografías y cual-
îäif:!ì{,.i,i,
de los enfermos y a incrementar el prestigio de la institución. l;* ^t¡^ documento
¡ln¡"m^-r^ relacionado con la l- estancia ,{^l
del i-t--^^
interno
:it1$li$i.t otro -^l-^i^--,1^ -.t--^i^
:i.:::ì:i-!.:'j)::ì:-!i4..!.¡,.-r::rl
^^-
El doctorJosé Meza Gutiérrez, profesor de psiquiatría en la Es- iî:i$ilii.¡;þ,el manicomio. Gracias aljefe de admisiones, la institución
cuela Nacional de Medicina, ocupó esta posición en 191023. ;$ntó con un archivo bien organizado. Además, él informaría
La segunda posición más importante en el manicomio le co- à'fts parientes o tutores que así lo requirieran sobre el estado
rrespondía a un administrador-contador que también residiría
190 r9r
Cristina Rivera-Garza La oida en reclusión
tj,,*
de salud de los internos, una tarea que se llevaba a cabo por, en total¿2. Ellos estaban asignados a pabellones
.1.,^^^r.ns
telégrafo o por correo. Permaneciendo en su ofìcina de siete el perso""t d:jÏl: t::
:""î"ää,-Jnro de los-cuales.tanto
de la mañana a una de la tarde, y de tres a ocho de la noche, lp","j"'^".i."tes cluedaban bajo su total responsabilidad' Si
dentro del manico-
y forzado a trabajar tiempo extra si esto era necesario, el jefe :Jirä;;"n,t 1o' residentesquevivirían
btll, usar un reloj especial para
de admisiones ganaría un salario de 99 pesos al mes*. .ü1.'ros docrores renían
de la mañana' la ho-
Mientras que los administradores eran funcionarios pode- ÏÏri".""ncia de su entrada a las siete
rosos en el manicomio, Ios doctores eran los que le daban su ""J::":," las actividades se iniciaban oficialmentes''
de los
identidad como una insdnrción moderna y científìca. Contraria- 'u i"Trl"rdo con el reglamento interno' la rutina diaria
:ii:'î:--" "mnezaría de los internos' aun
mente a los hospitales construidos en la época colonial, La Cas-
¡fr|:ä;;t"t empezaría con la examinación
se con¡id;rarallytY
tañeda contrató a 11 doctores, 30 enfermeros y enfermeras, y
96 asistentes hombres para cuidar a los internos, un aspecto *,,1 åu.' que tratamiento
T:':;;^i^r
uuL- f
médico, ya tuera higiénico' i::i:::ü
farmacolô Yîi
que coadyuvó a los objetivos terapéuticos del manicomio30. A
pesar de que los doctores no tenían que ser psiquiatras, la ma- .*ä"-oiq"iø:s''it"::îï:tl'l::luï::"'^:::i::t:?lïÎ::i:i
yoría usaba la experiencia en La Castañeda para terminar una ;j.:ilii-1¡iä;ï"idenridad
' t)Lw
del paciente así como también su diagnóslico,
.. : ro,.¡ '
como te.mrna-
ii.li]Iiliilàrmienro y medicinas prescritas. Tan pronto
^^-^
especialización en el área. El personal médico fue organizado
de acuerclo con una jerarquía que colocaba al doctordirector
lri1!$},,.,¡! ì" examin
ación, v si los doc tore' i:'**i| 1îl
1" l'i:
ljT la
principal'
en el punto más alto, seguido de losjefes de residentes, quienes m e d i c i nas se ordenaban de la farmacia
;rllilt-i,,iii.:ñ""as
ganaban un salario de 120 pesos lnensuales y supervisaban a *'..Jri." fuente de drogas en el manicomio. Cuando los internos
dos médicos residentes, cuyo salario era de 90 pesos cada uno, "-*.-'.."'. , tenían que autorizar su trans-
requenan clru gía,los doctores
I . ^--^-^r-.^t-^'.r^ al ¡rrorrn rle nnerz-
Los jefes de los departamentos de hombres y de mujeres, l:,t1Ê.ì|$¿t ciaalaenfermería y, eve'tualmente' al cuarto de opera-
quienes se hacían acreedores a un salario de 99 pesos mensua- de pacientes dentro de las insta-
ii;.i!î$.ñ"res. Como todo movimiento
les, supervisaban a 5 doclores externos que ganaban 75 pesos
ii,1lîlL,$t"nes
:.ti:it,!i.:.:1,.i:ilrìla¡aur"^
hospitalarias, esta actividad requeút "i-ïtÏ]::i::T::
por mes, Un dentista, con el salario de 60 pesos mensuales,
i¡¡î$,i¡!lir.'.¡þt el doctor
en turno. En caso de que eldoctor dictaminara
también estaba incluido en el personal médico de La Casta-
ñeda3'. Aun cuando los.jefes de departamento llevabar. a ca-
bo tareas médicas, sus responsabilidades eran mayormente
burocráticas. Así entonces, el cuidado de los casi 1.000 in-
lernos recaía sobre los resideutes y los doctores exterlìos,
L92 193
Cristina Rivera-Garza La uid,a en reclusión
rg4 195
Cristina Rivera-Garza La oid,a en reclusión
rg6 197
Cristina Rivera-Garza La uida en reclusión
't,'' 5t nrto,datos están basados en Lrna muestra (50 hombres y 50 mujeres) to-
47 Ver entrevisra con Víctor Serralde, en pensado y Correa, op. cit., pág. 38. iùada de los libros de registro de la institución.
48 Datos acerca de la transferencia de internos de los hospitales coloniales a :.:' 52 Un análisis de la legislación de los pacientes psiquiátricos en México est"á
las instalaciones del Manicomio General fueron tomaclos de los libros de registros ién Maúa Cristi'a Sacristá', "¿Quién me metió en el manicomio? El internamiento
de la institución. ãé enfermos menrales Mé*i.o, siglos xrx y xx", Relaciones. Estutlios de historia y
"n
'sòcietlatl, xrx:74, 1998, págs. 201-233.
rgB r99
Cristina Rivera-Garza l
La aida en reclusión r,l
.jefe de la Beneficencia
pública que celebró
esta medida como
I conocimiento y experiencia de un
hu_ médico residente, sin
maniraria y legal, encontró difícil, si no es que
imposible, 5]¡- 'e-se
funcionamientoss. No sólo creía que el juicio je tofiraran mucho en cuenta los derechos humanos de
interdlcc;; i:
volucraba un proceso caro y lento, ,irro l^.,',acientes Psiquiátricos'
{.re ømbién t""díu,;;;^ '"" los internos enfrentaban un proceso de
la protección de los derechos hr,,'urrå,
a. f., J"r.r"î;;.r,i: ünuvez admitidos, . t .J:^^
tanto médico como^^-^ ^^^:^l L^-^l^
social ^- l^
basado en la i-ç^---
informa-
gr?r-? u costa del presupuesto de
la Beneficencia y de la
médica del manicomio. por estas razones,
,"i,"i .......
".lasiltcaclórl
liá,' or'.'i¿a por familiares' a*e'tei
d",11
sugirió que se descan mismos. Primero, ry1t:11
Ios internos eran :::1":1:
tipo de juicios y que, en su lugar, ,ã a.¡uiu.f ;;^posible, los pacientes
:ara:ste pro."ìo
de admisió'en las manos del personaiadmi'istratir";
co de la institución. Las autoriàades _;;t ounao, de acuerdo con su categoría, ya sea como pensionados
clel manicomio apoyaron
esta moción, aunque por razones
distintas. Creyendo q;. l*
juicios de interdicción p.'ían Ì.1r.:lìlitäìi:ì.:li'l(l4r' rs" -_-
en duda el carácár _édi..;;;
establecimiento, algunos directores
del manicomio llegaron äli:iiìil: rte pobres y urbanos. Por ejemplo, en 1910, el 100 por
al grado de increpar al procurador ::if¡tt:i:.ìienro
:.':ii:,-:,i:t:::elentO Lrc r4ù ru
de las el 86 por ciento de los hombres tueron
mujeres
uJvr y
del Distrito Federal cuando e indigentesãô' Los pensionados eran a
éste i'tentó llevarlos u.ubo. "El lili¡il--:ì¿-itidos como libres
manicomio -le record"ililt-
rector en 1919_ obedece reglas administrativas ,:,r:.,i!lr" u., subdivididos en primera, segunda y tercera categorías,
y méaià r',:::r-1..t ,.udu uua asociada a un pago de 300, 100 y 50 pesos mensua-
de acuerdo a las ideas modernas de
benefice nciaytratamiento :,::lljl:,,,1"t, re ?'
médico, en contra de las perspectivas s pec tivam e n te
5
200
20r
rq
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li*
:1t
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enviados al pabellón de los peligrosos, adonde también iban de ocupación, las mujeres
parar los presos que requerían vigilancia especial. Los internoi
a indicaban que, en términos ::l
59 u' análisis médico y social cle ra arquitectura crel manicomio 6l Basado en una muestra de 100 expedientes méclicos del año 1910.
se ve e' cris-
tina Rivera-Garza, "An Architecture of Mental Health...,', op. cit.
62 "lvlarino G.", AIISSA. F:MG; S:EC; C:97; Exp:67.
60 Basado en una muestra de 100 expeclientes médicos del año lgl0. "Luz D.
63 S. de L.', AHSSA. F:MG; S:EC; C:22; Exp:63'
202 203
Cristina Rivera-Garza
La aida en rechtsión
..,::.iìljtl.,0S "Reglamento, 1913", op. cit., pág.9. Diversas instituciones estatales de sa-
64 "Reglamento, l9lB,,, op. cir., pág. fondos para administrar sedativos tanrbién enfatiza-
5. lijli;il:,,$,¡".",a1 que carecían cle
65 Nlaterial fotográfico del,manicomio ì,:!,t.tarii::-l:Lþtr los buenos efectos de la terapia del trabajo, tal fue el caso del Willard Asylum
muest¡a que, aunqlle no muy frecuente
duranre los primeros años de ra institución, i,¡i,i:!ìt|11l:¡. r ttt. Chronic Insane in the Unitecl States. Veç Ellen Dwye¡ op. cit.
.;;;;¿" rencrió a incremenrarse
con el tiempo, específicamente en los
últimos años de .la décacla de lgI0. iÌijilii¡ii 0s Román Ramírez le puso especial atención a este aspecto en sr EI Matzico
66 "Reglamento, 1g13,', o¡r. cit., pág.
7.
:ìiìiiilil@ r"ta o esrito ltm' comisión tl,el Màni.stro de Fomento,op. cit., doncle describió en
ìlliltlllr,::::.:
lìt:.tÌlr:i.:.!;lr:'l.o- :-'
an aetalle las actividades disrractivas que se usaban en varias instituciones de salud
un análisis cle las rep,resentaciones fotográficas ,::'iii:i,l-\-¡.1it...:::::..l1!entat en los Estados Uniclos. Una breve reseña de fuentes en este aspecto está en
,67 cre Ia locura en Nléxico está
en cristi'a Rivera-Garza, "The crazy root, på't.oit.
of the Mento'y I' in porfi- lliilillilr,j!þy Nancy Tomes Gamwell, Ma¿Jness in Ane¡ica.. Ct¿ltu,ral antl Metlical Perceþtions
rian Mexico", manuscrito.
iia:i!!aia1,: Mental lllness tleþre 19l4,lthaca, Cornell University Press, 1995.
204
205
Cristina Rivera-Garza ì :::r::,.', La uida en reclusión
u::, ..
designados para esta función7o. Aunque reguladas -los visitantes ííicipalidaa para continuar coll los conciertos porque, en su
tenían que obtener una tarjeta de autorización y los encue¡- iiión,la música era "la única distracción que verdaderamen-
tros eran supervisados por un guardia-, las horas de visita le sacala melancolía de la cara de los enfermos mentales"77,
permitían al interno reconectarse con el mundo exterior a
través de familiares o amigos". Algunos esperaban esavisita corr
ansiedad, pero offos, como Cresencia G', una viuda de 65 años
que clamaba que la gente de su pueblo había envenenado a su
hijo, reaccionaba con gritos y colapsos nerviosos". Otra activi-
dad que, aunque censurada por las autoridades, también se
llevaba a cabo dentro de los pabellones era escribir cartas, ¿l
menos entre aquellos que sab¡ían hacerlo. Muchas veces estos iiillì:l¿þtoyt.tor que pasaba las cintas, frecuentemente "a precios
escritos no llegaban a su destinatario, sino que terminaban en iiî¡.¡: y bajos"7e. Tal como en el caso de la música, el interés en
los expedientes de los internosTs. Éste fue el caso de, entre mu-
chos otros, los textos de Modesta 8., quien en sus 35 años como
interna escribió una serie de así llamados "despachos diplomáti-
cos"7n. Aunque las autoridades también censuraban material de
lectura, algunas uovelas y utto que o[ro libro de poesía, espe-
cialmente los de Amado Nervo, cruzaban los muros del mani-
comio y entreteníau a ciertos internost5. De mayor relevancia
erzn, sin embargo, las actividades musicales, cinematográhcas
y deportivas que las autoridades ofrecían con propósitos tera-
péuticos. Por ejemplo, respondiendo a una petición hecha por iji$tamUién aprovechaban el paisaje a su alrededor. Tal como lo
el director del manicomio, el ejérciro mexicano envió a una |1]!|ii.:rtabían hecho los antiguos porftrianos, algunos internos cami-
banda musical para dar conciertos cada sábado en los patios !i:!i¡lì&b"" por^ -losjardines
i;:.¡jr-!i.!¡::Ìî::---- r - - - J-- -- y los bosques que poseía el manicomio,
del 1ugar76. Luego, el administrador solicitó una banda a la i1ìiii*!o" o sin guardia de por medio.
70 "Reglamento, t913", op. cit., pág. 11. "Asuntos <liversos. Bancla de guerra, 1916", AIISSA. F:Bp; S:EH; Se:MG;
iliiiillll.,.ZZ
?l "Diversos, visitas, 1919", AFISSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:9; Exp:15' ,li!!i¡?l;fl,r g:o; nxp:za.
72 "Cresencia G.", AHHSA. F:MG; S:EC; C:105; Exp:46. tA "Diversos. MÍrsica, 1925", AHSSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:t2; Exp:7.
i:!i.;!;.. .,.:
73 "Reglamento, 1913", op. cit., pág. 12.
:liìllfa.ru "Diversos, cinematógrafo, 1916', AIISSA. F:BP; S:EH; pensado Se:MG; Leg:6;
74 "Modesta B.'AHSSA. F:MG; S:EC; C:105; Exp:16 (6339). Una recreación iil,-Ì...!},1-tfu'a+. V.r también enrevisia con Angel Hernández, en Parricia y Leo-
novelada de este personaje se encuentra en Cristina Rivera-Garza, Nadie m¿ utrít ItÌli*¡æqt Correa, op. cir., pá9. 40.
llorat, Mêxico, Tusquets,/CNCA, I999. ,|!Li*il, 80 "Cinematográficas, exhibiciones, 1g33,,, AHSSA. F:MG; S:Actm; C:t;
75 "Reglamento, 1913", op. cit., pág' 12. lll$p:l0;pág.2.
?6 "Asuntos cliversos. Música, 1914", AIISSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:4; Exp:7; ¡¡.1.'::::"81 Entrevista con Ángel Herr-rández, en patricia pensado y Leonor Correa,
p^9.3. i.$, cit., pág. 40.
j:.::'.
zo6 207
Cristina Rivera-Garza La aida en reclusión
Desde adentro, pues, el Manicomio General era una insü_ , mbre del mismo año, se inició Ia revolución mexicana,
tució¡r de muchas texturas que funcio'aba a niveles distintos.
¡
a un régimen de casi treinta años. Conforme avan-
algunos de ellos complementarios y otros paradójicos. prim"- :
làrrtli.to armado, poco quedó sin trastocarse en el país,
rametìte, en tanto establecimiento público, el manicomio ayu_ no fue la excepción. Aunque situado en
,
Manicomio General
daba con cuidado de custodia a los enfermos mentales de más etiferiade la ciudad, La Castañeda se convirtió en otro esce-
,
escasos recursos. Segundo, como una institución estatal al¡¿_, ii¿ t¿r t" batalla cuan do l os zap atistas tom aro n la i ns ti tu ción
mente regimentada, el manicomio contribuyó a legitimar ideas. de enero de 1915". Para inicios de febrero, las balace-
de orden y de control propias de los regímenes modernizadq-t:. ,tá¡V. y constitucionalistas eran tan fuertes que
res, La distribución del espacio de acuerdo con el género y la "uputistas
l¿n familias de los empleados que trataban
iironpânico entre
clase social de los internos es un ejemplo en este aspecto. Terce_ ãvudir las balas que cruzaban el aire"'n. Cuando, semanas des
:
ro, en tanto instituto de entrenamiento, proveyó tratamiento ,
los zapatistas abandonaron las instalaciones del manico-
médico a hornbres y mujeres de diversas clases sociales ¡ a tra_ :, }.ñj fur autoridades no dudarou en acusarlos de robo ya que'
vés de investigaciones personales contribuyó a la producción de ,iìì . åi,"llor, desaparecieron las gallinas, conejos y cabras que había
conocimiento psiquiátrico. Sin embargo, debido a limitaciones Más signifìcativo tue el hecho de que tres internos
.lii.;'-- lt"gufo.
fìnancieras y al reacomodo propio de los años revolucionarios, se convirtieron en soldados zapatistas de tln,mom1n;
l,.Liiligtotot
La Castañeda no era ni tan controladora como las autoridad.es if"ilà,,,r""" y abandonaron el hospital para seguir las órdenes del
esperaban ni tan generosa como lo predicaba la ideología de fuerul Sandoval una.decisióî qÌ: también tomó Salvador
la Beneficencia Pública. De hecho, al a1.r-rdar a los necesitados, i!6i¡¿ttrt, un profesor de la institución'.. Aunque la ocupación
al controlar a los desubicados, y al producir conocimiento so- i1.1iiñtim. sólo afectó algunas secciones de La Castañeda -las re-
bre las enfermedades mentales, La Castañeda se convirtió en ,i11,:lfu"r.iut de los médicos, un par de pabellones-, los daños
un territorio camaleónico en el que tanto los administradores, iilliâ.ron menores en comparación con el deterioro masivo del
como el personal médico y los enfermos mismos corìstruyeron |i1!futablecimiento. Ciertamente, sin el apoyo económico ni la
,--^ l^ l:^ ^l ìf^-:^^-:^ ar^.^^"-l
su propia definición de la locura y sus tratamientos. i,lf,linversión política que le dio vida,
--:l^ el Manicomio GenerzlenÍien-
^-ç.^-
uu lbidem, Pág. 2.
lr,r r:.r. B6 "Diversos. Ocupación zapatista y coustitttcionalista", AHSSA. F:BP; S:EH;
82 Entrevista con Manuel González Santana en Patricia pensado y Leonor Co- ]¡¡.]¡
rrea, op. cit., pá9. 40. 1..1',.i::...5e :MG; Leg:4; Ex p: 3 7,
zoB 209
Cristina Rivera-Garza La aida en reclusión
en la institu ciôn,'/30 reservadas para mujeres y 600 para ho *tazón por la cual los internos dormían sobre
bres87. Aun cuando este cálculo se basó en patrones demogr¡i_. ilJ! colchones
fìcos locales y nacionales, prorìto la realidad les demostrO u .ãÌiu.t.ttu de hierro de las camas de hospital-, carencia de
autoridades que habían cometido un grave error. para ai.i.,nl..i.*
Uil lit¡.cia"a y medicamentos básicos, goteras en los techos y
bre de 1910, había yal.004 inrernos y,para 1g11, el rioro de la duela de los pisos, puertas, y ventanas de la ma-
camas fue insufìciente. Las autoridades enfrentaron"úm".o
O" . ;âd. lor edificios'n. Para agravar la situación, como el ma-
otro clile_ io carecía de seguridad, estaba expuesto a los ataques del
ma porque, aun cuando reconocían que tenían que reducir
ica, cosaque llegó a pasar en algunas ocasioneseO. Sinriendo
el número de pacientes, estaban al tanto de que la situaciórt 'êsæ era terreno fértil para noticias sensacionalistas, algunos
había sido provocacla por los mismos principios de benefics¡.
cia que le daban sentido. Primeramente, las reglas internas iiòdlrtur visitaron el establecimiento y lo describieron como
iñà.rrrinu, una institución "en completo estado de desolación
mandaban que el manicomio aceptara a toda persona qr" n".
czrecía de higiene en la cocina y proporcionaba comidas
cesitara ayuda psiquiátrica, sin importar edad, sexo, religiórr
y.,,.¡ì s y malas a los internos, además de darles ropas misera-
-cosa de la rnayor importancia- situación económica. Segil,ti: a los indigentes. [En suma] los pabellones, los cuartos de
do, en tanto i'stit'ción nacio'al, La castañecla estaba foriada
i iento, los jardines, las calles y los patios están en com-
a recibir pacientes no sólo provenientes de la ciudad sino
de .
to,olvido'"'. A pesar de que las autoridades intentaron limitar
todo el país y, a veces, hasta de naciones extranjeras. Finalmente,
â¿c.ro de los periodistas, especialmente si éstos cargaban cá-
debido a que la mayoría de los pacientes sufría de condiciones
fotográficas, las noticias de desorden, desolación y llano
crónicas, éstos permanecían en las instalacione, po, tu.gos.¡,lf
r continuaban apareciendo en los periódicoso'. En poco
períodos, agravando los problemas de espacio y de atención .., los periodistas empezaron a referirse a La Castañeda
médica. Así e'tonces, con pocas alter'ativas dispo'ibles, las
una "colonia penal" donde los enfermeros castigaban a
autoridades usualmente optaban por pedir a la Beneficencia
Pírblica qlle aumentara su presupuesto, peticiones que, tam_ ijilò*nfermos a golpes y los guardias comerciaban con sustancias
bién usualmente, no erarì respoudidas. llfuales como alcohol y cigarrillose3 Asesinatos, algunos argüían,
perpetraban en La Castañeda, "ese lugar de terror donde los
A pesar de que el manicomio permaneció abierto durante
la etapa armada de la revolución, el poco presupuesto y la ne:
l
fuùdias tra[an a los internos de maneras odiosas e increíbles"oa.
gligencia gubernamental pronto afectaron la estructura física
y Ia calidacl de los servicios que prestaba. por ejemplo, para
89 "Informe clel manicomio, 1920", AHSSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:10;
1916, los inspectores de la Benefricencia notaron que los inter-
nos no llevaban ropas adecuadas y que comían bolillos que no 90 !'Diversos, seis individuos en estado de ebriedad querían pasar por la fnerza,
"llegaban a pesar ni 40 gramos"s'. Hacia 1920, los problemas' i..11.
91, AHSSÄ. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:9; Exp:6
no sólo concernían a la ropa y la comida, sino que incluían la Ll.i.."'.91 "Diversos, nota de El Uniaersal, I9lB", AHSSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:B;
iirp,fÞ:27.
270 211
Cristina Rivera-Garza La aida en reclusión
ììl
Mientras tranto, en lugar de tomar medidas para mejorar el lu. ra vocación" para trabajar en La Castañeda. Pocos la
gar, las autoridades respondían negando la veracidad de los ar; l*tàn, sin embargo. Hacia 1912, por ejemplo, un residente
tículos periodísticos. Así lo hicieron, por ejemplo, en el caso de cargo del cuidado de 98 internos en el pa-
:níaque hacerse
Teresa Durán y Córdoba, quien, de acuerdo a una nota peric, ranquilos, sección A, una sirr-ración que era la norma
tl¿n ¿r
dística, fue internada forzosamente en el manicomioe5. Aún m¿¡, en todo el hospital". De hecho, el predica-
lnotuexcepción
las autoridades llegaron a contestar acusaciones públicas cul- '^ento fue tan grave que, para 1915, existiendo siete vacantes
parrdo de las mismas a la condición mental de los enfermos. los puestos de residentes, no había una sola solicitud pa-
Así sucedió con María Ãlrur.r, cuyas declaraciones agrias a los Cinco años más tarde, cuando un doctordirector
liä,,1tenartast00.
diarios fueron explicadas por las autoridades como resultado lifunt¿ reformar el manicomio, se ofrecieron salarios mayores
obvio de "un caso de manía que consiste en quejarse sistemádca- ãrltos jóvenes elementos, verdaderos amantes de esta dificil
mente y sin razón alguna's. Cuando las evidencias eran indispu.
ãj¡Stnt" ciencia, que gustosos beberían de la fuente del conoci-
tables, sin embargo, las autoridades del manicomio llegaron ¿ i,ifuento que dan la observaciónyla experiencia'lor. La situación
despedir a empleados acusados de mala conducta, enviándolos,
iì|þ.p.ttot al médico, sin embargo, no mejoró,
inciuso, a la cárcele7. Pero a pesar de las negativas insLitucionales, |lätp posibilidad de proveer servicios médicos adecuados tam-
los periodistas continuaron publicando notas alarmantes que,
l;iÈién se vio afectada por el reducido número de enfermeros y
con el Liempo, vinieron ajugar un papel importante en la crea- i|. ¿rdlur. A sólo dos años de su inauguración, cada enfermero
ción de la leyencla negra de La Castañeda, un término que pron- .ildèlmanlcomio cuidaba a un promedio de 150 internos en dis-
Lo alcanzó el dudoso valor cle ser autoexplicativo. pabellones. Simultáueamente, un total de I.024 internos
Si los servicios de benefìcencia eran menos que perfectos, 'ti.ntAs por 86 guardias -una cantidad que, de acuer-
lili*n
t:l),4'::
supervisados
l:--^^!^- t^-)-r^ l---1:-^--^
^--^ duplicarse ^^ quería
ios servicios médicos no se quedaban muy atrás. Además clel so- ! ',con -1 director,
el tendría que -: se
si ---^-a^ proveer
brecupo y el poco presupuesto, el Manicomio General pronto iÌ{il,ãtención adecuada'o'. Estas condiciones se mantuvieron esta-
:i!::ti.!1...
sufrió tarnbién de la escasez de personal científìco. Contraria- :ia$les a lo largo de la vida del manicomio. Si a estos nútmeros se
mente a lo esperado, el interés en la psiquiar¡ía -"la más dificil ¡.:; s,añade el hecho de que tanto enfermeros como guardias ca-
de las ciencias médicas, que requiere ulta larga preparación y fuCían por 1o regular de entrenamienlo y/o vocación, es fácil
una vocación verdadera"- declinó en México conforme la lu- llþaginar la negligencia y la violencia que los periódicos se em-
cha revolucionaria se desarrollabaes, Forzados a trabajar en un li,ifunuUutt en mostrar como ciertas.
lugar bastante alejado de la ciudad para una clientela claramen- :.r::::Pero estas descripciones descarnadas del Manicomio Gene-
te empobrecicla, recibiendo salarios meclianos y poco respeto 1ii.,I4,no sólo aparecían en diarios. A pesar de que las autoridades
social, los aspirantes a psiquiatras en realidad necesitaban una |rfu-cesaban de cuestionar 14 veracidad
.vtlar la vL¡ 4Lru4u uv de ¡vù
los 4¡artículos, rvD repor-
Lruurvù, los r uHUr-
95 Artícr-¡lo en lil Sol, "Cacla", 1927, sn. 99 "Presupuesto, 1912", AFISSA. F:BP; S:EI{; Se:MG; Leg:3; Exp:7, pág. 7.
96 A¡tículo en Lu Prensa, "Qrreja", 1929, sn. I00 "Diversos. I{eorganización clel establecimiento, 1915", pág. 3.
9? A¡tículo en El Uniutr.vtl,'Vigilante", 1927, sr-r. l0l "Proyecto de organización, 1920", AHSSA. F:BP; S:EH; Se:MG; l,eg:10;
9B "Diversos. Reorganización del establecimiento, 19I5", AHSSA. F:BP; S:EH; 124, pág. 10.
Se:MG; Leg:6; Exp:33, pág 3. 102 "Presupuesto, 1912", op. cit. pág. B.
2L3
Cristina Rivera"Garza ,.
La airla en reclt¿sión
106 "Modesta 8.", op. cit. þ¡!. society in lvlexico, 1867-1930", en Carlos y.foseph Àguirre, Low, Crime and Pu'
inLatinAneticanHistory. &lectullissa¡s, Durhzrm, Duke UniversiryPress,2001'
l0? 'Actas, 1931", AHSSA. F:Bp; S:EI-I; Se:MG; Leg:17; Exp:l; pág. l. ll0 "Diversos. Trabaios y labores de los enfermos, 1929', AIISSA. F:BP; S:EH;
108 "Informe, f 931", AHSSA. F:BP; S:EH; Se:MG; Leg:16; Exp:1, pág. 1. Leg:14; Exp:7; pág. 2.
2L4 2r5
:,.r.::.r.:..... : Cristina Rivera_Garza
La uida en reclusión
er6 2r7
Cristina Rivera-Garza La aid.ø en reclusión
Durante los últimos años de la década del 20, las autoridades ernbargo, también incluía algunas medidas novedosas' especial-
del manicomio iniciaron una reforma médica y administrativa a rnente la construcción de nuevas instituciones de salud men[al.
través de la cual intentaron darle nueva vida a la institución. Enre ellas esluvo, primeramente, la construcción de manico-
La reforma ciertamente atrajo recursos y atención pero, pa- rnios en la ciudad de México y en las provincias del país y, en
radójicamente, también se convirtió en el inicio del fin de La segundo lugar, la creación de granjas para alienados, lugares
Castañeda. Tal como se había hecho en 1910, los doctores y designados para el cuidado de enfermos crónicos que, sin em-
administradores a cargo del manicomio en 1930 presentaron bargo, todavía podían desempeñar algún trabajo. La primera
a la reforma como un parteaguas en la historia de la salud granja,localizada en San Pedro del Monte, cerca de León, Gua-
mental en México. La gloria, sin embargo, fue tan corta como najato, se abrió un poco más tarde ese mismo añotr8. Finalmen-
en ocasiones anteriores. Al tratar de modernizar el estableci- te, él también recomendó la creación de un sistema de consulb
miento, las autoridades se enfrentaron Lrna y otra vez con vie- externo al que pudieran acudir internos que ya se habían rein-
jos problemas: el sobrecupo, la falta de presupuesto y, even- tegrado a la sociedad o pacientes psiquiátricos que no requirie-
tualmente, la indiferencia social. En 1940, el manicomio, que ran cuidado intensivo"e. Estas medidas intentaron reducir la
tenía una capaciclad para 1.500 internos albergaba a Z.IZg y, :i: carga de La Castañeda, pero no tenían la intención de reempla-
mientras requería un presupuesto de 2.200.000 pesos por año, n
:.li
zarla. Sin embargo, esto fue exactamente lo que empezó a suce-
funcionaba con la mitad de esa cantidadlla. En Ig44, el doc- .:it
der desde 1965 cuando, b4jo el título de Operación Castañeda,
liii
tor Edmundo Buentello se convirtió en el nuevo director y ,|:
la Secretaría de Salud y fuistencia ordenó la clausura del Mani-
tt
su plan de acción, presentado como innovativo, reproducía ''a,:.::
comio General y la construcción de una serie de hospitales desig-
lr:,
viejas preocupaciones y soluciones ya intentadas en el pasado. ::). nados para substicuirlo. Estos incluían un hospital para pacientes
Por ejemplo, Buentello apoyó la terapia de trabajo y, paralograr :::i mentales graves con 600 camas, un hospital para pacientes infan-
que los talleres funcionaran bien, tuvo que pedir más recursos :
:t::ì
tiles con 200 camas, tres hospitales rurales, cada uno con 500
a la Beneficencia Públicarrs. El también estableció clases para i: camas, y dos casas-hospital para pacientes incurables con 250
enfermeros y guardias con el fin de "incrementar el nivel cul- camas respectivamenter20. Después, ladrillo por ladrillo, el Ma-
tural y educacional de aquellos cuya obligación es, ya sea por i nicomio General fue desmantelado, literalmente deconstru-
razones burocráticas o humanitarias, salvar a los internos"rlG. I yendo una larga saga de salud mental en Méxicol'r.
Designó, asimismo, "comités permanentes" para analizar y en- :ìl
:ii
contrar soluciones tanto a problemas técnicos, tales como la :t:,ì
'ì.::
-4J
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llÌ,:l3l
Diego Armus El aiaie al cmtro
,t
,,subcultura de la tuberculosis" que tto siempre se articuló
por los enfermos y los que temían contagiarse' Durante gran aJe
del mismo modo ni se valió de los mismos
por el misterio y poco' o nada, recursos y asocia-
þarte del siglo xx estLrvo signada
èiones en todos lados'
se sabía sobre su origen y sus víctimas. En los círculos médicos
y científicos aparecía como la enfermedad de las rnil causas, ' En Buenos Aires, tanto la literatura, el cine y el tealro como
ioclas ellas flotando en un mar de endebles teorías médicas las revistas y diarios de circulacióu masiva, Ias publicaciones
que buscabalt vanamente explicarla. A partir de la década de médicas y de la salud, Ias letras de tango, la poesía y el ensayo
fg6O -.or. las investigaciones de Villemin sobre la conøgiosidad sociológico aludieron a la tuberculosis, la registraron como un
de la enfermedad- y fundamentalmente con la exitosa irrup- dato de la realidad y también la usaron como un recurso meta-
ción de la bacteriología moderna y el descubrimiento del ba- fórico o ideológico para hablar de muchas cosas.
cilo de Koch dos décadas más tarde, parte de ese halo de mis- En Puegrinaciones de un ahna triste, de 1876,Juana Manuela Go-
terio empezó a develarse. Sin embargo, la impotencia frente a rriti se vale de Laura, unajoven tísica, para cuestionar y desafiar
los nuevos desafios -no sólo explicar el contagio y la predispo- el saber médico y el poder patriarcal que Ia niegan como suje-
sición al contagio sino también buscar una cura efectiva- hizo to autónomo". La d'amø de lct's cam¿kas, de Alejandro Dumas hijo,
redoblar, como tlunca antes, una incesante serie de esfuerzos no faltaba en el repertorio que ofrecían las compañías europeas
i'li1:1r::, explicativos que iban de las interpretaciones basadas en las te- en los teatros de Buenos Ajres durante la segunda mitad del
sis hereditarias a otras especialmente atentas a las dimensiones siglo xrx, algo que siguieron haciendo las compañías nacio-
psicosomáticas o sociales de la enfermeclad' nales, como las de Blanca Podestá, Elsa O'Connor y Camila
No debe sorprender entonces que la tuberculosis haya mo- Quiroga, en los años veinte, treinta y cuarenta. En 1918 Mundo
tivado un sinfín de asociaciones y metáforas' A todo lo largo del Argentino, un diario de gran tirada, publicaba un cuento corto
siglo xx fue fundamentalmente una enfermedad romántica' donde la "melancólica beatitud" de un tuberculoso internado
Con el despuntar del siglo xx a este registro se sumaron otros en un hospital destacaba toda la carga romántica asociada a la
que destacaban el creciente peso de la tuberculosis como enfer- enfermedad ¡ sólo unos meses más tarde, el mismo diario en-
medad social. Estos cambios, que dan cueuta de los distintos tregaba a sus lectores una serie de artículos que explicaban la
modos en que la sociedad y la cultura lidiaron con lo que se tuberculosis como una enfermedad sociala. En La gallina degolla-
da, un cuento de Horacio Quiroga escrito en 1925, la enferme-
llamó la "peste blanca", parecen haber sido un rasgo del ciclo
de la tuberculosis en la modernidad de Occidente2' Así, el uso
dad articulaba los fantasmas de Ia herencia cuando un padre
metafórico que se ha hecho de esta enfermedad descubre una intentaba explicar la meningitis e idiotismo de sus hijos recor-
infinidad de imágenes, algunas de presencia efimera y otras dándole a su mujer su condición de tuberculosao. Al despuntar el
siglo xx el periódico anarquista L'Atnmire hablaba del microbio
de notable perdurabilidad, que dieron sustaucia a una suerte
"de la tuberculosis anárquica" que terminaría con la injusticia
2 Susan Sontag, I,ru øþtnzr)tul y nts mztáJoras, Barcelona, Muchnik' l9B0; Isabe-
:a::l::
lle Grellet y Ca.oline Ikuie, Histories ¿e ta tul¡na¿Ios¿. LesJiàwes de l'îr'mc. 1800-1940' 3.fuana Manuela Gor¡iti, "Peregrinaciones de uu alma triste", en Panoran¿as
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histul oJ'l:ubercu'
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Insis in rwmtiittt-c¿nh¿ry
l9B8; Sheila Roth- 4 Mundo Argen ino, 21-8-1918; 2G&1919 al 5-11-1919.
sade. 7'h¿ u(Lr ûn il)nsulnþtiuz, 1862-1954, Nueva York, Atheneum'
man,Liainginth'esl¿utlowoJ.death'TtlbnculosisawJthesocialexþerienceofillnessill 5 Horacio Quiroga, Cuantos conþbtos, Montevicleo, Ediciones de la Plata, 1978,
ìti:ir:
Amnican ålslor¡ Nueva York, Basic Books,1994' pá9. 151.
tli!ìa
;,ìti:
224 225
Diego Annus El aiaje al centro
zz6 q9n
Diego Armus : EI uiaje al centro
Jorge B. Rivera y Ecluardo Romauo, Medios d.e cornunicución 1 cultura þolrukr4 Bue- 12 Para las letras de tango citadas en el texto véase.fosé Gobello, ed., Las letras
nos Aires, Legasa 1985; Sergio Pujol, Histøia tlel baile. De Ia nilonga a la disco, B¡e' Centro Editor, 1995, yJuan Angeì Russo,
tlz tørgo (&lección 1897-1981), Buenos Aires,
nos Aires, Emecé, 1999, cap. 4. ecl., Antología þoélica. Letras de tango, Buenos Aires, Basílico, 1999.
.oQ 229
itlrä
;!ìi:
Diego Arrnus :: El aiaje al cenh'o
el teatro, el cine y la literatura de los años veinte y treinta la barrio buscan inspirar simpatía' reclaman
,:::..Las tísicas clel
rebautizaron "milonguita". Ambas ilustran ese proceso de solidarias' En Residuo de fá''
-^,i-.rurión, despiertan emocio'es
integración social y territorial del barrio con el centro y des- "*;\"tuberculåsis empieza en la.s ruúnas del taller: "El taller 1a
cubrelÌ algo de la historia íntima de los avatares del ascenso así, vencida/ en plenajuventud' quizás no sabe/ de
social, de sus éxitos y fracasos. Con sns viajes al centro -reales "ÅOt^U,y que acaricie'l sus largos sufrirnientos de
una hermosa esperanza
o imaginarios-, "costureritas" y "milonguitas" contribuyeron ydel taller la tísica se traslada al hogar, donde des-
iî.,rru¡t"". "f7a
a tejer una urdimbre que acercaba y al mismo tiempo separaba
ä,r1.iu el cotidiaro familiar y terr'ina sienclo rechazada'.
dis-
esos dos mundos"
;;;r de nuevo. El hermanito/ que a veces eir la pieza seserio
pronto
t uul i"S""do, sin hablarle, se ha quedado/ debrurscamerrte,/
a'J*-" ,t;""sase.../ Después se ha levantado,
2" Tísicas y costureritas y
al aiejarse ,/ con algo de pesar y mucho
Con Evaristo Carriego el barrio asumió dimensiones litera- se ha ido, rnurrtruralldo
rias; él fue "el primer espectador cle los arrabales, su descubridor, de asco'./ que la puerca, otravel' escupe sangre"'"rn'
regis-
su inventor"rs. En sus poemas el barrio es la geografia emotiva En El ø\ma, d.et suburbio carriego recrea el tr"adicional
a muchas de las
tro romáutico cle la enfêrmedacl que permea
tiiiiìti;Ìi
:1i11:l:1,: de los pobres. Es también un refugio, un espacio amable fuer-
cott sus mujeres intensas'
ffr:l temente irnpregnado por la hospitalidad del hoga¡ el calor novelas europeas clecimonónicas,
extremadamente sensibles: "la tísica de enfrente" mastica su
.illt:.,: maternal, la tranquilidad y seguridad de la infancia. En los
:!rìi::!'lil barrios cle Carriego, en sus poemas, transitan el organillero, el amor no correspondido mien[ras carga una "dulce lrrelancolía
de aquel n.rro oluidudo, pero querido, que un payador
itt!t¡tji::l
galante
fì?illÌ niño del conventillo, la comadre, el parroquiano de cantina,
sugiere en El ensueño' cttan-
:,-ìl$riì:'l
el marido borracho, la novia frustrada, el ciego, la vieja que se le caitó un día". Algo parecido se
do la joven tuberculosa trata de ignorar los gritos d-e su padre
está muriendo,
bor.u".h" pensando "en el dulce sueño, irreal' que soñara al
i.ir$l-a:lìi
lSJorge Luis Borges, "Evaristo Carriego", en Obrus cønþbkc, t. 1, BuenosAires, 14 Toclas las referencias a los textos Evalisto Carriego fueron tomadas de Poesías
Emecé, 1974, pág. f19. conþlctas, Buenos Aires, Eudeba, 1968'
230 23t
Diego Armus
, . El aiaje al centro
bestia reventada" para quien la tuberculosis es, a un mismo de quien en su momento la amó "con el alma" pero fue abando-
tiempo, irnpotencia y venganza. Es impotencia cuando la pros_ nado. En esta sucesión de abandonos el hombre sufre pero
dtuta rr-rberculosa 'þita su queja inútil, .,. inconsolable ... uiiugu, no se enferma. La mujer abandonada, en cambio, termina tí-
, sica y muere. En La tísica el narrador es doblemente "traicio-
... inofensiva". Yes venganza cuando con "rencores de subleva-
da" y "loca de rabia, embravecida, con todo su asco" le escupe nado", por un "falso amigo" y por "la ingrata" a quien amó
"su sangre insana" al "canalla" que la explotaba. "como sólo se ama a los veinte años". Con el tiempo ella "pier-
de su vista en el precipicio" y se "hunde en el vicio". 'Abando-
, En Lø costurerita, que dio aquel mal þaso Carriego refuerza la nada en la inclemencia", sola, "maldice al seductor", "cae presa
dimensión amable del barrio. De una parte er nairador se pre-
de la tisis" y ahofa está "agonizante erì un hospital", Es entonces
gunta por qué "la caperucita roja', se tienta con las luces del
centro cuando en verdad el barrio supuestamente le ofrece to_ cuando quien fuera abandonado reaparece como un hombre
do. El viaje al centro es, entonces, un salto alvacîo, una pere_ comprensivo, conmiserativo, capaz no sólo cle perdonar y
grinación innecesaria. De otra, el barrio y el hogar se revelan
leales y acogedores a quien los abandonara sin razón. El ,,mal
l5 Ismael Moya, .&l arte rle los þaytlares, Buenos Aires, Berutti, 1959.
9q9
-J-
435
Diego,A.rmus ,', El aiaje al centro
olvidar sino también de acompañar "con uobleza" la muerte a destajo, el trabajo domiciliario, la fatiga, la higiene indus-
de la que en su momento lo abaudonó'u. En Cepeda la tu- "trial, el descanso y los ritmos de producciónt'.
berculosis es una enfermedad de las pasiones, de mujeres :'' Hacia el fi¡ral del siglo xxJosé Ingenieros encontró en la
perdidas que terminan tuberculosas y hombres abandonados criticaal sobretrabajoyla fatigaun tópico en torno del cual
capaces de perdona¡ todos ellos registros que retotnarán, casi era posible articular un Programa regenerador, de mejoras
obsesivamente, las letras de tango y el cine de los años veinte
þosibles,
que buscaba abrir Paso a ese nuevo "derecho de los
y treinta. intereses sociales que priman sobre los intereses individuales"".
Pero si las "tísicas" de Cepeda son mujeres que circulan yen 1910, en un informe solicitado por el gobierno nacional,
por los márgenes -geográficos y sociales-, las de Carriego son Augusto Bunge retomaba esos argumentos y se refería a las
mujeres de barrio. Curiosamente Carriego no las sitúa en el "afecciones por sobrecargo" derivadas de "la intensidad del
conventillo sino en las modestas viviendas de los barrios. Por trabajo y las jornadas demasiado largas" y "la privación de aire
eso lo que las marca no solr las estrecheces, la promiscuidad y puro, hacinamiento, polvos, falta de ventilación y de luz". Ade-
el hacinamiento del lugar donde viven sino las rutinas labora- más de esta sobrecarga muscular mencionaba una "sobrecarga
les. Esta asociación entre trabajo excesivo y tuberculosis no nerviosa", la así llamada "neurastenia obrera", r'esultante del
fue una originalidad de Carriego, Se fue gestando desde fines "aumento de intensidad de la labor"'y no tanto de una "com-
del siglo xrx y siguió presente hasta bien entrada la década plejay excesiva actividad mental"re. En este contexto la fatiga
del cincuenta. Entendía la enfermedad como resultado de un aparecía como urì "factor" que predisponía a contraer una se-
exceso no elegido. Por eso el sobretrabajo no era parangona- rie de maiestares asociados a estados anémicos generalizados
ble a otros excesos -en el sexo, la bebida o la vida disipada- cuyos diagnósticos, con frecuencia, superponían o mezclaban
donde las culpas o responsabilidades individuales terminaban la neurastenia con la tuberculosis, la clorosis, la histeria y otras
ofreciéndose como explicaciones del contagio. Por el contra-- tantas enfermedades.
rio, la tuberculosis como enfermedad del sobretrabajo y la .\ :... Carriego es, entonces, parte de este clima de ideas que, a su
fatiga se apoyaba en un discurso que, según lo formularan mé- modo, registraría la presencia de la tuberculosis entre las mu-
dicos, higienistas, ensayistas, dirigentes sindicales o periodishs, jeres trabajadoras no tanto como una condena a quienes se
poclía ser resultado del entorno meclioarnbiental'-el taller, han animado a salir del tradicionalmente asignado horizonte
la fábrica, el cuarto donde se realizaba el trabajo domicilia- doméstico sino como una evidencia de la injusticia social. En
rio-, el üpo de actividacl -aclelantando lo que más tarde de- los años veinte algunas letras de tango como Obrnita (Eugenio
vendría el conceplo de enfermedad profesional- o la explota- Cárdenas, 1926) y Fosþrnita (Arnaro Giura, 1925) insistirán en
ción capitalista, que cargaba la responsabilidad en el sistema
social imperante. De modo que la tuberculosis apareciaunay
otrayez, directa o indirectamente, cuando se discutía el acor- l7 DiegoArmus, "The Years of il'uberculosis. Disease, Culture and Society: Bue-
nosAires 1870-1950", tesis doctoral, University ofCalifornia, Berkeley, 1996, caps.
tamiento de lajornada laboral, el trabajo nocturno, el trabajo
4 y 9 (de próxima publicación, con ese nrismo título, por Duke University Press).
gouclu.sca natiuista y línca de þoesío. þoþular 1 alta ltotsia, fufontevicleo, Cumbre, s/ct. 188,133,190.
234 235
Diego Armus El aiaje aI centro
el tema. En Camino altaller (Cátulo Castillo, 1925) trabajo y úa murhurha del atado", Roberto Arlt exploró las rutinas
enfermedad prefiguran un final fatal inevitable: "Caminito al *.É¿rut.s, sinsabores, sobreesfuerzo y necesidad del trabajo
conchabo, caminito a la muerte / bajo el fardo de ropas que :,,r. me.tino hogareño y extrahogareño'2.
llevas a coser/ quién sabe si otro día como este podré vette/ ,..,r.,-l Más allá de estas diversas imágenes es obvio que al despun-
pobre costurerita, camino del taller". En Muñeca de þercøI (Nilo el siglo la mujer era parte del mundo laboral. En efecto,
,..l.,'¡¿y
Russo, 1928) la asociación es la misma: "Muy de mañana vas ca- para esos años casi tres cuartos de las mujeres que realizaban
mino del tzller/ donde la máquina con su ruido infernal/ en- irabajos extrahogareños 1o hacían en el servicio doméstico o
sombrece todos tus sueños de mujer.../ el destino te castiga i',, ao-o costureras, modistas, planchadoras, sombrereras o la-
r,:,!:ìÌi,¡l con Ia cruz de su rigor/ sos la mujer que en una mísera buhar- ,, vatrdrrus a domicilio. Las seguían, y muy por debajo en núme-
ìj:.::fÌil;l¿rl
ì:Ìr$riil: dilla/ sufre una cruel tuberculosis incurable/ hasta que llegue ,' ,ros relativos y con diferencias según el ramo, las obreras em-
:l::tlilìl
;:ll]llil;iìi un día la muerte con carro funeral,.." En Cotorrita tJe la' suer- ,' pleadas en establecimientos fabriles grandes dedicados a la in-
iì{:lilJ:a
te (Josê P. de Grandis, 1927) la erfermedad enhebra las conse- :, dustria textil e indumentaria, la alimentación, el tabaco y el
ili:i,:}:'i:iil
j:ìiìÌä:iill
cuencias del sobretrab4io y las del amor no correspondido: "Cô ,: fósforo, Luego venían las maestras, empleadas de comercio,
::¡!ì*iì'
rìl:ïìj']]:
i::1i.,t':li.ìi
mo tose la obrerita por las noches/ tose y sufre por el cruel , enfermeras y otras ocupaciones en el sector servicios. Por úl-
presentimiento/ de su vida que se extingue y el tormento/ no timo, las ocupadas en los así llamados puestos "modernos",
:rllÌll
':l.:iiiiri:l
,ì;¿.ì'..1['i
abandona a su tierno corazôn.../ Esperando al bien amado como telefonistas o empleadas de of,rcinaz,.
.lliillt:lr:¡l
ansiosamente/ yla tarde en que moría, tristemente/ preguntó ?a: Del trabajo a domicilio un informe del Departamento Na-
,iiÌ,lt
'::il;.i:ir¡lì
a su mamita, ¿no llegó?". ¡9. cional del Trabajo decía en 1901 que se trataba de 'un auxi-
,'¡'rtì'i!:,,i Para esos años la literatura ya incorporó, es cierto que con
:'i,:;11i¡:::; re¡çistros no necesariamente coincidentes, a las mujeres t¡aba- .f.', casi asegurados. Nofaltaron 'Jefas de hogar" que cargaban con
èÈ,: to¿o el peso de los gastos. Pero todo indica que el trabajo do-
jadoras como uno de sus personajes. Josué Quesada yJulio I
Fingerit escribieron relalos cortos incluidos enla La Noaela Se- r,...,,:,, miciliario femenino fue mayoritariamente complementario,
:,.ïijiì:ìi
tiilitì*
ì¿tì;::r mønal donde aparecía el trabajo de costureras y talleristas en l basado en ocupaciones -la prostitución incluida- que no sólo
rìltlrtirt
una clave que no hacía más que expandir la trillada imagen tâ',. eran parte de un mercado laboral del que se podía entrar y salir
anunciada por Carriego''. Alfonsina Storni publicó en la sección .i', ' con facilidad sino que también ofrecían cierta flexibilidad en los
de "Bocetos Femeninos" del diario La Nøción una serie de no- f.'.' trorurios y por "ro lu posibilidad de acomod.arlos o superpo-
tas sobre costureras a domicilio y otras mujeres trabaiadoras .,|t nerlos a las tareas del hogar. Entre las trabajadoras a domicilio,
qlre, erì clave irónica, terminaban desarticulando esa imagen
estereotipada2l. Yen una de sus más consagradas Aguafuntu,
22 Roberto Arlt, Aguafuertes þffteñas, Buenos Aires, Losada, 1998.
23 Zulema Rechini de Lattes y Alfredo Latres, La þoblaciuz dc Argmtiru6 Btenos
20Josué Quesada, "L,a costurerita qr-re dio aquel mal p:rso'.." yJulio Fingerit, Aires, Cicred, 1975, tabla 6.2; María del Carmen Feijóo, "Las mujeres trabajadoras
"La hija del taller", ambas reeditaclas en I.a Noaela Semt¿nol 1917-1926, Buenos Ai- porteñas a comienzos de siglo", en Diego Armus, ed,., Muntlo u,rbu,no 1 culturø þo-
res, 1999. lluùll: Ilstu¿ios d¿ historia sodal Argmtinrz, Buenos Aires, Sudamericana, 1990, págs.
28&300; Fernando Rocchi, "Concentration ofrvorkers, concentration ofwomen:
21 Mariela Méndez, Graciela Queirolo y Alicia Solomone (comps.), Nosotras. .. y
Industrial growth and female labor in turn of the century Buenos Aires", mimeo,
la þiel. Selzceiírn de eruays dn Alþnsina.SlonzJ, Buenos Aires, Alfaguara, 1998' Los
1995, págs. 1419.
textos fueron publicados en 1920 bajo el seudónimo de Tao Lao.
236 -:) I
Diego Al'mus El aiaje al centro
y el sedentarismo de la actividad. El trabajo a destajo o sobr:e l;;lfvrriego; en efecto, el32,'lVo de la mortalidad de las mujeres
pedido estaba marcado por la inestabilidad, la incertidumbre ,.,äûpudas en la industria de la confección (el 40,9Vo si se con-
y las oscilaciones, tanto en los ingresos como en la demanda de lslderan los casos catalogados como enfermeclades del aparato
esfuerzo físico, en particular cuando se trataba de cumplir con rrl,.iespiratorio) se debía a la tuberculosis2'.
It los plazos de entrega. Las costureras, se decía, sobreexigían a su ,,1" 'pero si las tísicas se enferman por el trabajo excesivo y por
1i
,)|
cuerpo de un modo inaclecuado, en una rutina laboral signa- :'. 10; males del alma sin abandonar el universo amable del ba-
1
i{ da por la monotonía, eI cará.cter repetilivo de los movimientos y . aiio, "las coslureritas que dieron aquel mal paso" protagoni-
una postura que dificultaba las funciones respiratorias2n. ,, ian un viaje alimentado por los deseos y sueños del ascenso
Un estudio de 1915 señalaba que, contrariamerrte a lo que social rápido que casi inevitablemente transformarân ala
muchos médicos higienistas y periodistas indicaban casi con ' 'ì'costurerita", dejándola en la intemperie de la prostitución y
obsesión -y que muchos historiadores repetirían con similar la tuberculosis,
enfoque pietístico-, el factor predisponente a la tuberculosis ' .' El mundo del barrio, inocente y virtuoso, es el punto de par-
entre las costureras no era el enrarecido ambiente del cuarto , ì¡au de esa trayectoria definitivamente melod ramâticadonde,
de conventillo, puesto que la mayoria trabajaba en un patio o como es de esperar, el tono lo da la polarización moral, las si-
junto a una pueì:ta o ventana. El problema radicaba, en cambio, ¡uaciones intermedias están ausentes y todo es emoción o la-
en los recargos estacionales de trabajo y en los salarios, frecuen- mento. La salida del barrio -como resultado del engaño, la am-
temente disminuidos por la competencia de los magros pagos bición o el amor- es el momento en que se interrumpe una vida
que recibían las mujeres empleadas en las fábricas y los talleres común, que debería transcurrir sin mayores sobresaltos ni sor-
presas. La salida del barrio es también el momento de la traición
de confección controlados por las instituciones de caridad''.
Ambos factores afectaban también a las costureras que trabaja- al origen, al hogar, al amor maternal. Cambia el escenario, y
en ese cambio, comienza a alterarse la identidad de la "costu-
ban en las fábricas y en los talleres de confección de las gran-
des tiendas que desde la crisis de 1890 tendieron a satisfacer
rerita", ahora lanzada a vagar por url mundo que el narrado¡
las más cle las veces, no se resigna a clejar de calificar como ex-
lraño y cruel. Pero a diferencia de otros melodramas, la trayec-
toria de la "costurerita" no tiene suspenso2T.
24 Gabriela L. de Coni, Proycto de IE de ltrotecciín del trubajo de kt, ntujer¡ delnüto
Argentina contra la Tuberculosis, 1902; Eduardo
en ktsJälnicas, Buenos Aires, Liga
Rojas, "El sweating system. Su importancia en Bnenos Aires", tesis doctoral, Facul-
tad de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires, 1913; Boletín del Depar-
tamento Nacional del Trabajo, 30, Buer.ros Aires, 1915; Ricardo Etcheberry, "La ley
argentina sobre reglamentación del trabajo en las mqjeres y niños", tesis doctoral, 26 La Semanu Médica, lô5-7918.
Facultad de Ciencias Económicas, Universiclad de Buenos Aires, 1918. 27 Pete. Brooks, T'he ntelotlt¿tnalic itn.ginaliott. Ilalzac, Henr¡Jantes, rwlorlr.am*
¿tntl llu mode of excess, New Haven, Yale University press, 1g76, págs. I l-i2.
26 Boletín del Deþarkr.mento Nacional del Tialtajo, op. cit., págs. 80-82.
238 239
Diego Armus El aiaje al centro
28 Enriqne González Tuirón,ïhngos, Buenos Aires, Gleizer, 1926, págs' 125, 8' 29 Beatriz Seibel, Histmia del teaîo argentino, mimeo, 2000.
240 24r
Diego Armus El aiaje al centro
Bailado por hombres acompañados de mujeres del ambien- un tango escrito para ser incluido en un sainete, si
v el cine. Así,
te prostibulario o por hombres solos, el tango era, ante todo, 'ænîa éxiLo, daba argumento a otro sainete artnado en torno
una danza de los márgenes, ajena a la vida de la mayoría de
al argumento del tango; así también fueron muchas las pelí-
los porteños. Con el despertar del siglo xx dejó de deambular
culas que no sólo recrearon en imágenes las peripecias narra-
por los arrabales, penetró en la ciudad y comenzó a ser acep- das por las le[ras de tango sino que Þmbién tomaban de ellas
tado en otros ámbitos sociales. Los jóvenes de clase alta, que
su útulo. Con el despegue de la industria del disco, Ia radio y el
de tanto en tanto incursionaban en los márgenes, lo llevaron
cine, el afianzamiento del teatro colrro un espectáculo de gran
a sus más exclusivos antros prostibularios, primero, y a sus ho-
aceptación popula¡ la creciente profesionalizaciín de los mú-
gares más tarde. En ese entonces ya era posible ver cómo lo sicos y cantantes y la aparición de los tríos, cuartetos, sextetos
bailaban otros en los saine[es, escucharlo en los primeros dis- y orquestas, los tangos tendieron a ofrecer menos posibilida-
cos, intentar bailarlo etì una romería o durante el carnaval, des para la improvisación. Estos cambios también afectaron a
una ocasión donde toclos se c{aba¡r el lujo de explorar una las letras, ahora más importantes y enfocadas a narrar histo-
danza todavía asociada al mundo prostibulario y, por eso, mal rias armadas en torrÌo a fuertes dilemas morales con los que el
vista o cargacla de sospechas. Así, el tango se fue adecentando porteño podía fácilmente iclentificarse. El tango se hizo más
y devino una forma cultural respetable. De una parte, los sec- melódico y devino una narrativa urbana donde la épica del
tores populares y las emergentes clases medias fueron encon- arrabal -con sus guapos, rufianes, prostitutas y compadritos-
trando en slrs letras, música y coreografías -todas ellas crecien- comenzaba a desvanecerse, sin desaparecer del todo, freute a
temente despojadas de su carga erótica inicial- algunas señas la llegada de nuevos o remozados tópicos y personajes. Entre
de su identidad urbana. De otra, y en gran medida como re- esos nuevos personajes estaba la "milonguita",la versión de
sultado de su aceptación y tt'iunfo en Europa y los Estados los años veinte y treinta de la "costurerita" de Carriego, unajo'
Unidos, la eiite porteña Io incorporó con entusiasmo a su acer- ven que pondría al descubierto algo de las ansieclades y tensio-
vo cultural, no sólo porque puso a un lado sus incomodidades nes que surcaban la llegada de la modernidad a las relaciones
clel pasaclo -cuanclo lo ignoraba o censuraba- sino también entre hombres y mujeres.
porque hizo innecesarias las yisitas casi clanclestinas al mundo El tango fue el baile y música por excelencia del cabaret, un
del arrabal o a los salones parisinos de quienes sí se atrevían a ámbito clonde era posible dar rienda suelta a las fantasías eró-
mostrar en público sus destrezas como bailarinesro. ticas y preparar el terreno para el sexo pago. Só1o en ese sen-
En relativamente pocos años el tango devino una expresión tido, y al igual que 1o ocurrido con otras músicas l¡ailables en
esencial de Buenos Aires. Se fue hacienclo un lugar en los salo- otros lugares, terminó asociado a la ristra de modernas ame-
nes decentes, las confiterías reconocidas, los cafés del centro y ûazas para la moralidad dominante, el culto a la vida domés-
de los barrios, incluso en las fiestas familiares y en los atriles tica y el baile formal3r. Los primeros cabarets aparecieron por
de los pianos que comenzaban a poblar los hogares de secto-
res populares acomodados y clases medias. El tango, sus letras,
también impregnaba las historias que se contaban en el teatro 3l Harold Segel, Tìlrn-oJ-tl*crntur) tubaret. Pañs, Barcebna, Balin, Munich, Vimna,
G'acou, Mosnw, St. Pelersburg, Zu,rich,N:uevaYork, Columbia University Press, 1987,
Introducción; Eduarclo A¡chetti, "Masculinity in the poetics of Argentinian tango",
en Ecluardo Au'chetti, ed., Iìxþluing the uritten. Anthroþolog and the multiþlicitl of
30 Blas Matamoro, La ciudal dcl tango,Buenos Atres, Galerna, 1g6g, págs. 47-72. utrititzg, Oslo, Scandinavian University Press, 1994, pág. 102.
242 243
Diego Almus .,,,., El uiøje al centro
-
rr'.'
fuera clel centro, en Palermo y los Bajos de Belgrano. Siguienclo :àttônomuy por esa razôn percibida por muchos hombres co-
a sus equivalentes parisinos fueron restaurantes veraniegos,
cercanos a un parque, donde por las noches se podía bailar y
ào r,tr peligro o una arnenaza al orden de géneros vigente34,
,. . En el cine,
el teatro y las letras de tango el viaje de las "mi-
escuchar los temas de moda que tocaba una orquesta. En la recorta como un tópico recurrente cle la miracla
longuitas" se
década del veinte ya se han consolidado, funcionaban todo el
.rítico-costumbrista de los hombres del mundo porteño de los
año como cabarets o restaurante-cabarets, estaban en el centro
años veinte y treinta'José Bustamante filmó en 1922 la película
y en algunos barrios, y por Io menos unos veiute de ellos des-
Milonguita, yJosé Agustín Ferreyra, una suerte de Carriego en ia
plegaban lujo y elegancia. Eran "epicentros sociales" donde
historia del cine argentino -esto es, el responsable de llevar a la
los ricos gastaban su tiempo y su dinero hasta bien entrada la
oantalla en clave realista al barrio, la humildad de su gente, sus
noche y los de menos recursos, que debían trabajar al día si-
ä.ru"rrrr.u, e ilusiones- , ttabaj1 el viaje de la "milonguita" en
guienle, lo hacían en la función "vermou[h"".
El tango de kt muute (I9I7), La muchacha del a.rrabal (1922), Mel¿
Atraídos por los sueldos, mucho mejores que los que reci- nita de oro (1923), Corazón rJ,e criollø (1923), La maleaø (1923),
bían en los prostíbulos arrabaleros, los músicos de tango em- Et mganito de la tørde (1925), Mi último tango (1925) , La costurai-
prendieron su viaje al centro y se convirtierou en personajes tø que dio acluel mal pa.so (1926), Muchachita de Chiclana (1926),
imprescindibles del mundo del cabaret. Las "milonguitas" tam- Munequi,taspmtsñas (1931) y Callcs deBuenos Aires (1933)". Como
bién asociaron el cabarety el centro a una posibilidad de cambio. en los tangos, estas películas -algunas rnudas, olras solloras-
Pero el viaje -real o imaginado- que ellas protagonizarían no despliegan personajes, temas y escenarios que en líne as gene-
empezaba en los márgenes, elr las orillas, sino en el barrio. De allí ,t
rales se repiten: la muchacha que trabaja, el seductor que
pretendían escapar, de sus limitaciones y su modeslia, de sus ofrece promesas, el novio humilde capaz de etrtencler, el padre
rutinas hogareñas y laborales. Frente a un futuro de trabajo y alcohólico, la madre generosa, la ambición, la inocencia, el
sacrifìcio, muchas veces pegado a la máquina de coser, el ca- abandono, la redención, las desigualdades sociales, el barrio,
baret ofrecía las tentaciones del lujo, la vida fácil, el ascenso ::àl
el centro y el cabaret. Pero esta filmografía parece no estar tan
social rápido, incluso una carrera artística. ,:i':
marcada por el fatalismo que domina en las letras de tango.
Tres tipos de mujeres circulaban eu el cabaret: las "artistas" l:t,
:1.r5: Esta posibilidad de lidiar con el destino resulta tanto de la in-
{anlantes consagradar, las "coperas" -que daban conversación nata pLrreza y dignidad de la mujer como de la capacidad re-
y bailaban con los clieutes, los acompañaban en la bebida y, dentora del barrio, de su ambiente, de sus madres y novios
luego de una larga y paciente ceremonia, vendían amor y se- abandonados que saben perdonar. Así, la "milonguita" puede
¡e-, y las "queridas" y "manteniclas", amantes de los clientes liberarse de las trampas y espejismos que la confundieron y
con dinero que encontrabatt en el cabaret un espacio íntimo volver a sus orígenes. Allí, en las limitaciones y pobreza del ba-
y permisivou'. Todas ellas eran mujeres que habían apostado a rrio, es donde Ferreyra encuentra las claves de una felicidad
tener una vida alejada del ideal domés¡ico y barrial. En esa
apuesta devenían mujeres que habían elegido una vida más
34 Blas Mata¡¡oro, La ciudatl del tún1o..., op.cit., págs. 121-124; Donna Gu¡
Sexand tlangø' in Bueno:¡ Aires. Prostitution, Jrmi.ly arztl nation in Argmtina, Lincoln,
Nebraska University Press, 1990, pág. 144.
32 Tania, Disceþolín 1 1o, Buenos Aires, La Bastilla, 1973, págs. 2&29.
3SJorge Miguel Couselo, El negro Fc.rrqttr.. Ut. cine þor iasllnlo, Buenos Ai¡es,
33 Il¡ídem, págs. 28-33. Freeland, 1969, págs. 131-145.
244 245
Diego Armus El viaje al centro
auténtica, palpable inmediatamente, real, basada en relacio- matetializada en "las alh4jas, los vestidos a la moda y las
'oaÍece o "la obsesión de .'. juntal mucha platilla",
nes apenas modeladas por la modernidad' ärru, d"champán"
El sainete Delihatessen Haus, escrito por Samuel Linnig y es- (José María Aguilaç 1925) y en Percal (Homero
en Mil.onguna
1943) es más existencial: "una alocada/ que soñaba
trenado en 1920, incluía en uno de sus actos el tango Milon- Espósito,
guita. Fue este tango, y su indiscutido éxito, el que instaló al ,oi grandrtas placer", o unajovencita con "anhelos. ../ de ír
y
personaje de la "milonguita" en el mundo porteño. Dos años al, centro a
Lriunfar/ y olvidar el percal. . , "' En De tør'decita (Cat-
más tarde el mismo Linnig presentaba el sainete M'ilonguitø, tros Alvarez
Pintos, 1927) \a ambición de ia "milonguila" se reve-
una dramatización de la historia que había adelantado en el ìu.o-o lo que realmente es, la búsqueda de un cierto bienestar
tango del mismo nombre y que le permitiría estrenar, en esa maßríaly un modo de vida alejado del muy acotado horizon-
misma pieza, Melenita, de oro, otro celebrado tango de su autoría æbarúal: "Laluz del centro te hizo creer/ que la alegría que
que al año siguienteJosé A. Ferreyra llevaría al cine sin alterar vos querías / estaba lejos de tu attabal/ y vestías sedas, y no
el título. Otros tantos sainetes, obras de teatro de revistas, pe- percal...{.tl,Ot.",,"estida, llevar gran lujo, fue el embrujo/
lículas y tangos reafirmarían la figura de la "milonguita" en la de tu atnDtcron...
vida de la ciudad. En el sainete El Rq ilel cabøret, de Alberto ritorio de promisión, tar-
La estaclía en el centro, como ter
Weisbach y Manuel Romero, se estrenaba el tango Pobre milonga; de o temprano transmuta en decadencia. En algunos casos
aparece como el desenlace inevitable: en Mano & m&no se ha-
:-*:
en la revista criolla ¿Qué ha'cés de noche?, de Roberto L. Cayol, se ll:r'
hacía una parodia de "la muchacha que dio aquel mal paso" y :lå bla de los "pobres triunfos pasajeros" de la "milonguita" que
La gran reuista þorteña y Bumos Airæ bajo cero, de la compañía de *
:f:,
terminará siendo "un descolado mueble viejo". En Polne m,ilon'
Azucena Maizani, incluían el tango No salgas d,e tu barridí.
.rt:{,:
gø (Manuel Romero, 1923) la noche del centro es casi como
Es en las letras de tango donde el viaje al centro de las "mi- itiìì un castigo del que no hay salvación posible: "siempre Milonga
longuitas" descubre sus variados contenidos. En Mano a tna,no ll::, has de morir.. ./ qué mal final vas a tener". Yen No salgas de
(Celedonio Flores, 1923) la decisión de emprender el viaje al
. r-:,
tu banio (4. J. Roclríguez Bus[amante, 1927) el auto¡ un hom-
centro parece ser una consecuencia de la pobreza. Un tono si- bre, usa una magisterialvoz femenina para articular sus preocu-
milar aparece en Margot (Celedonio Flores, 1919): "has nacido
,¡ì
paciones masculinas: "Como vos, yo, muchachita,/ era linda y
en la miseria de un cuartucho de arrabal", aunque en este caso
.$ erabuena;/ era humilde y trabajaba,/ como vos, en un taller./
la pobreza es sólo un punto de partida para subrayar el tópico } Dejé ai novio que me amaba.. ./ por un niño engominado/
de la ambición personal: 'ïos rodaste por tu culpa, y no fue que me trajo al cabaret;/ me enseñó todos sus vicios/ pisoteó
inocentemente;/ berretines de bacana que tenías en la men- mis ilusiones,/ hizo de mí este despojo,/ muchachita, que aquí
ves",
te/ desde el día en que un magnate de ¡rguiyo te afiló; [..']
El escenario de la decadencia más trabajado es ei cabaret.
yo me acuerdo, no tenías casi nada que ponerte;/ hoy usás
ajuar de seda con rositas rococó; 1...1 ya no sos mi Margarita, Allí la tuberculosis se recorta como un tópico que al tiempo
que condensa los avatares de la caída permite hablar del ero-
ahora te llaman Margot". Ysi en Flm de fango (Pascual Contur-
tismo y la fogosidad sexual, la desilusión, el extrañamiento, el
si, 1914) y er Galleguetø (Alfredo Navarine, 1924) la ambición
desamo¡ la lealtacl, la degradación. Con frecuencia aparece
como una enfermedad del aima, de las pasiones. En uno de
los breves relatos con que Enrique Gonzâlez Tuñón arma Tan-
36 Beatriz Seibel, Histuia del teatro u.rgmtino'.., op. cit.
246 247
Diego Almus El aiaje al centro
su primer libro, la tuberculosis seduce, despierta deseos jóvenes europeas q"." h"i
g'os,
y ilóá*" Griseta hay muchas l:qt:
hace perder la cabeza. -[al vez por eso la llama ìisir, srbruyun'_ al calsaret' arrastradas por su propia ambición
do de ese modo el registro romántico cle la enfermeclad. A ,,ägunu¿* (Domingo Enrique
clos ,;; circurrsra'cias. En Madam¿ laonne
î^,
melancólicos parroquianos de un cabaret, uno ,.yony', y el otro "-!li.iÀ",ß37) "lapapusa del Barrio Latiuo" se enamora de
porteño, una "linda tísica les ha trastornado el altillo"sT. Esta
"linda tísica" tiene muy poco de pobre desgraciada de barrio. Ïíî,g.",'"",qÌ,:'il es ::Tî
"ya no l" I^ï:i]:
la mistonga flor :Il "t',l"li:,ÌT:
de lis"'" sino "una
iO*'"*Ut ørð'è bele
Es, por el contrario, una fuente cle amores intensos, perturba_ q"' :o1'-"i"'ï'v.Tl':1
i!:ã;;;'" gris"'(Nfredo su champán"'
dores, casi obsesivos.
i"- CAUã.üa Navarrine, 7924) la tristeza del alma ya
En Carne de cabaret (Luis Roldán ,IgZ0),la hrberculosis apare_ que a,la playa argentina/ lle-
.-.,,,i¿.oino enfermedad:-"la divina" '
ce asociada a la desilusión y el desengaño y es al mismo tiempo
una enfermedad del alma y del cuerpo: ,þobre percanta. ../que "mrru riø. El narrador se conmisera de quien nada pudo hacer
su honradez originaria: 'y hoy teveo,/ galleguiø,/
', rô r,ô^ / / sentada
cpnfqÃq
lleva enferma su almita perdida/ qrr. .uyo en garras de un toipe
iÌiii*ìlr;á" ^-11^^,ito
248 249
Diego Armus El aiaje øl centro
de los hombres, es el riesgo, incluso el error, de animarse a en el mngo De tc¿rdecita el barrio y su gente siguen leales a
pensar una vida por fuera del barrio, de dejarse llevar por las nuien los había
abandonado: "y aunque \'ìlelvas derroLada,/
luces del centro puesto que cuando la juventud desaparece muchachada/ te sigue teniendo siempre fe". En
sabrâsque la
irremediablamente llegan el sufrimiento, la angustia, la sole- Mano a mano el
novio del barrio, también abandonado, le in-
clad, la tuberculosis. Al final, la "milonguita" termina abando- ,formua Ia "milonguita" que cuando "no tengas esperanzas en
nada por los hombres ricos o inescrupulosos que la vivieron y ru pobre corazôn,/ ... acordate de este amigo que ha de
jugar-
usaron mientras era joven. se el pellejo / pa'aryudatte en lo que pueda cuando llegue la
Pero junto a la "milonguita" y el hombre que se aprovecha l¡lf;.1.o¿¿sión". El tono no es solamente de conmiseración. Se trata
de ella está el narrado¡ un hombre que conoce el mundo del ',,,
r,d. ,r.t hombre curtido por la vida, descreído de un amor don-
centro, que frecuenta la vida de café y tiene su barra de ami- lr.,:,.¿" la amistad, la empatía, la intimidad y la búsqueda de pla-
gos. Las más de las veces su colocación frente a los avatares de .....,rr,."r sexual son responsabilidades compartidas por el hombre
la vida de la "milonguita" es la de la víctima que nada puede y Ia mujer. Está dispuesto a recibir a la "milonguila" porque
hacer frente ala alianza siniestra de la riqueza del rufián y la iru pr.tto sus certezas en otro amor', el maternal, donde sí en-
ambición y belleza de la "milonguita", una alianza que desna- rr .'cuentra un amor sin límites ni condiciones, utl amor no ex-
Luraliza la esencia misma del amor románlico. En Beso de muer- ,.. puesto a las tentaciones de la vida mundana y el dinero. El
lø (Antonio Viergol, circa 1920) la victimización del hombre . maternal está, sin duda, en las antípodas del amor y de-
,f, amor
es llevada a un extremo, no tanto en clave de abandono, sino ,,. .samor que permean la vida de la "milonguita". Por eso, si en
como resultado de una pasión incontrolada que termina en- a.:È :r'.: muchas letras de tango la tuberculosis se recorta como conde-
fermándolo. En su primera incursión en el mundo del cabaret a:î: ." , oâ a los deslices de la "milonguita", en la figura materna, car-
,l , gada de fidelidad y despojada de cualquier erotismo o conno-
,).1:.
250 25r
El aiaje al cenlro
Diego Armus
iri:\:::" 'nico, donde la capacidad de enfermar de la
incluidos en La Musa tJe lø mn'kt' þata, de 1926' circulan
mujeres lil ú" t"sistro casrescIun tópico recurrente y los enfermos de tu-
tuberculosas que están en la ciudad, que pertenecen
a.ella3s' I!:åi;Ur¿ rnoderna
srempre' muJeres'
Es la ciudad qrri"t-t lus ha hecho "monstruosas
y enfermizas" y esa l&r¿ulosis son' casl
habilitar-
condición, dèfìnitivamente marginal, es la que parece
las a compartir la vida del poeta, él mismo un
marginal' Así es :,,.'..'t4.
I,aincornodidad de los homhres del tango y
"unamos nuestra mise- ,.ìì,,, ia tu¡erculosis fernenina
como el po.tu l. propone a su amada:
ria frsica,/ mi aire vago y doliente,/ h-r tubelculosis incipiente'/ ';,.,1o[uberculosis que construyen cierta literatura, el cine y las
y mi inquie[ud metafísica"' ':íé,ir"tde tango de las primeras décadas del siglo xx sólo tie-
' no es
Pero la enfermedad cle las tuberculosas de Olivari lÅ." ruru cle mujer. Esta suerte de omnipreseucia les deja poco
Ia repre-
una condeua, un castigo o una situación terminal'
Es
llú,gut ulos hombres. Para ellos la sífilis será la eufermedad que
sentación misma de la condición marginal, de la tristeza
y las :nrlicularâ preocupaciones más generales en clave eugenésica
desdichas urbanas. sus costureritas, dactilógrafas,
prostitutas,
y molal. Para las mujeres no hay dudas de que es la tubercu-
mujeres colÌ cuerpos
iosis. Como resultado de su supuestamente más débil consti-
amantes, "milonguitas" y "Esthercitas", son
"muchachita euferma
desencajado, y u=l-u, desgraciadas; una ,tución física, del trabajo agotador que exacerba esa natural
una
y tan flJca",7áamadamujer de "grandes ojos apagados"' ùebilidad, de su casi inevitable caída moral, o de su condición
i'-rrru tuerta, con la miseiia de (su) carne muerta"' "la amada :'urbana y marginal, las mujeres son ias que se enferman. Pero
enferma por la ciudad", la "doncella tísica y asexuada"'
ti "t-Î- eltas mujeres tuberculosas o tuberculizables no son, como en
ñadora lunática, carita de yeso pintada por la enfermedad"' :el romance eluopeo decimonónico, mujeres románticamen-
fealdacl ex-
Son mujeres irremediablemente r"ulgares' coll una ,ìte enfermas. Para las "costureritas" de Carriego, las dactiló-
ser eleva-
lrema pero mecliocre' una fealdad que nunca puede $rafar de Olivari, las coperas de González Tuñón, la Griseta
la de las
da al eitatuto de una belleza terrible o temida como del tango de González Castillo, la "milonguita" del tango y el
barrial' Olivari re- sainete de Linnig o lasjóvenes de barrio de las películas de
mujeres que desafiaban el ideal doméstico y
crítica a la iclea
curre a estas tuberculosas como un recurso de ,'Ferreyra, Ia tuberculosis podía ser un recurso para hablar de
:.ìrì
romántica o esteticista de la belleza'o' 14 cornpasióu, el asco, la explotación, el castigo, la vengauza, la
En Olivari no interesa la historia personal ni las razones {ebilidad extrema, las pasiones eróticas, la muerle o la con-
que llevaron a estas jovencitas a ser lo que son'
En su poesía :dena individual. Podía ser muchas cosas pero lrunca una pro-
del barrio
,ro lray barrio ni nosialgia por él' No hay trayectoria
.r.ì,ë:,
moción espiritual.
al cento. No hay melodrama y en consecuencia no hay ninguna Esta imagen de la tuberculosis, en femenino, compagina mal
llo era '':i:Sl
idealización del pasado, cuando la tuberculosis todavía con la realidad de una enfermedad que tanto hombres y mu-
No hay ningírn jeres podíarì contraer y temían contraer. Más aún, entre 1BB0
un dato de sus vidas. No hay conmiseración'
lector' Se trata y 1950 los hombres se murieron de tuberculosis en mayor pro-
esfuerzo por generar simpatías o compasión en el
porción que las mujeres. Desde fìnes de los años veinte la mor-
talidad de ambos sexos registró una tendencia descendente, más
nttt'su de kt' mala þata, Buenos Aires' Deucalión' 1956'
marcada entre las mujeres: en 1928 por cada 100 hombres
39 Nicolás Olivari, L¿¿
Aites: 1920 1 1930' Btenos que morían de tuberculosis lo hacían 72,9 mujeres, mientras
40 Beatriz Satlo, Llna nnr)nnitlad þtnlérica' Buenos
Aires, NuevaVisión, 1988, Pág' 186'
15ô
252
Diego Armus El ui,aje al centro
que en 1947 sólo 63,3. Los más afectados han sido siempre los que, se sabe, en la historia de Buenos Ajres han sido Ia al-
individuos entre los 20 y 29 años de edad, aunque su peso re- itifuauvasuperadora del conventillo, el primer paso en la apues-
lativo tendió a disminuir de modo contemporáneo al descen- lfu t":'"":l': -lïlt lt?lï"::: :","f :| i'oÌ, :,1, f
so de la mortalidad tuberculosa general y su consecuente des- comunes la movilidad social
las evidencias más cle posi-
:ñ ¿. "coslureritas"y
plazamiento a edades más avanzadas'tr. 1,,..-.. '"rr esos añosn'' En el caso de las "milonguitas"
De modo que el olvido de los hombres que hacen las letras ,àviu,¡" al cenl-ro condensa -más allá cle su fìnal que, dicho sea
de tango, la literatura y el cine desdibuja el impacto cuantita- ,,1à! puto, no siempre fue necesariamente trágico- los riesgos de
tivo de la enfermedad en el Buenos Aires del primer tercio del llà,tir"nturu del ascenso. La "milonguita" está convencida de que
siglo xx y también de las historias que sobre ella pueden escr! puede conquistar su futuro elr el centro con recursos bien dis-
l
l'-:ì1i¡j't:¡
biise. Esta imagen sesgada revela que una historia de Ia tubercu- tintos de los de las chicas de barrio que imaginaban el suyo y su
losis basada en esas narrativas literarias, en sus asociaciones y i:i:i.ìi1ì¡1]:11
ãi.iaua eu clave hogareña, maternal y matrimonial.
metáforas no es, no puede ser, toda la historia' Esta constata- .:li::iii:i¡itiil:.:t:r.j, :;:.,:, Laapuesta de la "milonguita", entotìces, ponía en tensión
ción, bastanle poco original, parece sin embargo pertinente en ú certeza de que el lugar de la mujer era el mundo domésti-
tiempos, como los que corren' en que el giro lingùístico se ha ,ào y.l barrio. Estaba en las antípodas del tipo de mujer y de
impuesto en la narra[iva histórica, eIì parte como un aggiorna- relaciones entre los géneros que construían otras narrativas,
miento de la más vieja historia de las icleas, en parte como reac- como la de los textos de lectura de la escuela primaria, la de las
ción frente a la hasta no hace mucho arrogante hegemonía de novelas sentirnentales o la de los manuales de economía clo-
las ciencias sociales, en parte, por fin, como resultado de cierto ùésticao'. Tampoco armonizaba con las tesis d.octorales, ensa-
enamoramiento de las disciplinas del lenguaje' vos y artículos escritos por los médicos -incluyendo los de las
,pocas médicas diplomadas de esos años- que, desde finales
Con todo, y más allá de Ia ahora de moda entronización de
la historia de los discursos, es evidente que la [rama que descu- del siglo xtx y hasta entrado el xx, discutían la salud de la mu-
bren estas narrativas es un reflejo bastante adecuado del Buenos jer como un tópico estrechamente asociado a la forja delaraza
Aires de comieuzos de siglo, una sociedad donde las diferen- nacional, la reafìrmación de la familia nuclear y la productivi-
cias enrre todos los grupos situados por debajo de Ia elite eran dad biológicaa{. Frente al aluvión de cambios traídos por la
borrosas y, attn más importante, en modo alguno definitivas' ,modernidad, la medicina -o, mejo¡ ciertas medidas de salud
Los avatares que marcan la vida de las tísicas cle barrio, de las pública- se recortaría, a un mismo tiempo, como un recurso
"costureritas" y de las "milonguitas" dan cuenta de las posibili-
dades y limitaciones de una sociedad, de un país, que todavía
42 Diego Armus, "The Years of Tuberculosis...", op. cit., caps. l, 6, L
las invitaba a creer que también estaba siendo construido para
43 Catalina lVainerman y Rebeca Barck cle Raijman, Sexistno en los lilt¡'os de lec-
ellas, que de algún modo también las podía incluir' tura de k¿ escuela þñrnariu, Buenos Aires, IDES, 1987, cap. 2; Beatriz Saio, Et itnþe-
En èl caso de las tísicas de barrio, se trata de vidas de trabajo tiod,elos sentimientos, op. cit.., pág. 119; Marcela Nari, "La educación de la mujer
254 .55
l{]iîw-'
relativamen te eltcaz parala disminución de la mortalidad ma- ex costurera que luego de los pri-
oropietaria; la deJuanita,
terna y como urr discurso destinado a preservar una cierta distri- la "cruel enfermedad" en el hospital,
io, ì.t¡ot tertniua con
bución de roles y conductas sexuales' Indicaban, prescribían,
frtrrrius cle "Pepa, que se escapó con el muchachito del
que era en el ámbito doméstico donde la salud de la mujer era "'ì", "Manuela, que se fue a vivir con el vejete", o la plancha-
posible. Por fuera de ese ámbito, su fragilidad y debilidad inna- iord",
"me.voy a divertir ... estas manos ya no se endu-
å.,|iå¿'r;q"" dice
tas, el delicado balance fisiológico que la marcaba desde la pu- manejanclo una plancha"'o' el
bertad hasta la menopausia, las demandas extrahogareñas -fí- i.¡.]'',-;;;tá" *ás ":1::":.t"^tarrón
oo"ru La costurerita que dio aquel mal paso de Nicolás Olivari su-
sicas o espirituales- la hacían blanco fácil cle la enfermedad. hafer.dado ese "paso malvado" la joven de
Muchos de los autores de las letras de tango -hombres* U"n que de 1o "esraría rísica" y que un "pisiro en un barrio
f,i|1fráììir'"rrora
presentan la trayectoria de la "milonguita" en una clave que los 'Tiejo no Ia molesta mucho" y "un collar de
alinea con los médicos y tantos otros, preocupados, desde muy i]. touao", un ser que las de que "no Ie ha ido tan
parecen
diversas posturas ideológicas, políticas y estéticas, por la reforma i:!ì$t¿itur" :li9:".1.:
l1liilfui, su viaje al centrooT. YJosé Agustín Ferreyra muestra en
moral de las masas y también por la parcial reconfiguración de "n de ta call¿Floridael mundo de una mujerjoven, emplea-
tiil,:iù,,,,tn¡to
las relaciones de género. Lo cierto es que, en las primeras déca-
das del siglo xx, las mujeres trabajadoras en las fábricas y talle-
res, las señoras de la elite activas en la filantropía, las empleadas
en las grandes tiendas del cenlro, las médicas, las dactilógrafas,
las mujeres que viqjaban en el tranvía y, ciertamente, las "milon-
;..t.|it|,rOt*"reres ar[iculan una lectura distinta de estas peripecias fe-
guitas" son evidencias {oncretas' no meramente discursivas- del
iîjfi'îåË;iil ninas asociadas a la avenrura del ascenso social. Se ua kt' aida
nuevo lugar de la mujer en la escena públicaoo. Frente a esas nove- Luisa Carnelli bajo el seud,ô
*îlliilÌ¡:,:*gZ9),
t:.::::a:ì!.:::.:]:]*:::tì!- - / ' un tango escrito por María
dades los hombres del tango no pueden ocultar su incomodidad de Luis Mario, es casi una defensa de esa apuesta: "Escu-
lliäå|.1:,|'*i-o
y es en ese contexto que se dibu.ja la reprobación y el "pálido un promete acomodar/ enrá de-
llä$ii1:ìil.¡.há este consejo/ si bacán te
final" del viaje al centro de la "milong.tih". ittl::;iiìi:::'lrarra':i.ir'.r ì .
l,,i,,i.1ilíllli:rr ho viejo...,/ No regués laflor/ de un sueño infeliz/ porque a
/ tr a-l- ñ-,- / S- __,^ -__^:^ :_^f^l:* I -^^-^--^ ^
256 1Ð I
Diego Armus
258
Llegó a Costa Rica en la segunda mitad de 1931. Era rna-
go y espiritista en el Coney Island Park, un carnaval ambulan-
te que se estableció en Ia Plaza del Pacífico, en el corazón de
los barrios populares de SanJosé. El,carnaval fue muy concu-
rrido, pero clejó pocas trazas documentales al pasar por la pe-
queña ciudad; su legado más importante fue, sin duda, el
mismo mago. En el mes de enero de 1932, a pesar de la crisis
económica, el exótico extranjero había empezado a ejercer
con éxito en la capital, en apariencia dedicado al espiritismo,
Se llamaba Carlos Carballo Romero, pero cosechó su gloria
bajo el seudónimo de "Profesor Carlos Carbell", como un
doctor dueño de poderes sobrenaturales, técnicas maravillo-
sas y medicamentos especiales, capaces de curar enfermecla-
des fuera del alcance de los tratamientos de la medicina ofi-
cial. Rápidamente logró consolidar una clientela enorme;
que lo visitaba en búsquecla de sus múltiples especialidades, y
con igual rapide z provocó la inquietud y la ira de los galenos
nacionalesr.
i.iJ
ì.iÌ
r:iì
I
La Nutua Prntsa, SanJosé, t 1-G1932. Véase tambiér.r, Steven palme¡ ,,El mago
:i! cle coney lslarrd Park", en lván Molinay Steven Palmer, editores, La voluntatl t adian-
.-ì:s
a:!..
.:at
te. Culh¿ra im:|nesa, magia 1 metlicina en Costa Rica (1897-19J2_), San.|osé, Editorial
Pon'enir y Plumsock Mesoamerican Studies, 1g96, págs. 7b-138.
)::;
z6r
Steven Palmer ì Medicina þoþular y poþulismo m,írJico en Costa Rìca
A finales de enero de 1932, el doctor Sotero Antillón, jefe , Carbell firmó un documento en el que indicaba que iba a
de sanidad de la municipalidad de San José, aparentemente abstenerse de practicar curacioltesn. Sin embargo, no dejó de
armado con una pistola, entró por lafuetzaen el aposento del ejercer esas "influencias mentales" con repercusiones físicas y
Profesor Carbell, 1o detuvo y lo obligó a caminar en pijama hasta ensanchó sus actividades públicas. Es más, lanzó ataques
por las calles de la capital. Al llegar a las ofìcinas de laJefatu- directos contra el monopolio de los médicos titulados del
ra de Sanidad, Antillón 1o acusó de ejercer la medicina ilícita- país, algunos de los cuales aparecieron en un libro que publi-
mente; esla acción casi le costó el empleo. La municipalidad có el Profesor a finales de abril, un avance de su gran obra en
soltó a Carballo Romero y exigió que Antillón explicara sus preparación , Lø voluntad rad,iante. AI comenzar mayo, la Facul-
motivos. Aunque el médico evitó hacerlo por varias semanas' ød de Medicina inició otra investigación, esta vez más seria,
a principios de abril se justificó ante la prensa: al detener al para extirpar al charlatán cubano del paisaje médico de Cos-
Profesor Carbell, Antillón estaba protegiendo nada menos ¡a Rica. Carbell los estaba esperando con una respuesta asom-
que "las leyes morales del país"2. brosa. Ya convertido por la prensa en una de las fìguras más
Poco después de ese extraordinario incidente, descrito en notorias y populares del país, el Profesor se presentó al públi-
la prensa con toques de ópera bufa, la Facultad de Medicina, co como un líder político carismático y anunció en la radio un
órgano profesional de los médicos del país, presentó ante el Apocalipsis inminente, que sería seguido por el amanecer de
Agente Principal de Policía de Salubridad Pública y Protec- una edad de oro socialista, en la cualjugaría un papel prepon-
ción Social una acusación formal contra Carballo Romero por derante el pueblo de Costa Rica.
ejercer ilegalmente la medicina' El 8 de maÍzo, el Profesor se El interés del caso Carbell trasciende sus episodios noveles-
apersonó para dar fe frente a esa suprema instancia encargada cos, Por un lado, el expediente elaborado por la policía de Sa-
dè velar por la salubridad nacional. Carballo Romero se declaró lubridad nos ofrece un vistazo nada frecuente sobre momen-
de nacionaliclad cubana , de 32 años de edad y residente en San tos íntimos en la operación de un curandero urbano. Dentro
en que su "profesión" era de ciertos límites, los testimonios de pacientes y empleados
José desde hacía varios meses. Insistió
la de "ocultista", y en que no practicaba curaciones de ninguna nos permiten desenterrar creencias populares acerca de la sa-
especie, ni cobraba honorarios Por sus servicios. Por otro lado, lud en una coyuntura crucial de la relación entre medicina
no negaba que por medio del ejercicio de sus "facultades medio popular y oficial, en Costa Rica y en América Latina. El Profe-
nímicas" existía la posibilidad de que pudiera producir "influen- sor Carbell explotó sobre el escenario costarricense en una
cias mentales sobre lavoluntad de los indMduos que me consul- época en que el número de médicos estaba experimentando
ten obteniendo así un mejoramien[o moral que úene su reflejo un auge pronunciado, y después de tres décadas de campañas
físico, contribuyendo de ese modo al mejoramiento de estado estatales sobre salud pública y medicina social que habían he-
de los mismos individuos y de la humanidad en general"s' cho de las ideas, técnicas y tratamientos de la medicina oficial
parte de la realidad cotidiana del pueblo5. El éxito de Carbell,
2 El incidente se recrea en unos artículos posteriores sobre el pleito entre An-
tillórr y la Municipalidact: La Prmsa Lilne, sanJosé, &2-1932; La Pmtsa Lilte, sanJosé,
&.+1932. 4 ANCR, Salultridarl Publica, f , 77.
3 La acusación se encuentra en el expediente de la persecución de carbell: 5 Véase Steven Palmet Fnm þoþuln'metlicine to nudical þopu,lism: doctors, heal¿rs
Archivo Nacional cle costa Rica (ANCR), Salul¡ridatl Pública, pâg. 144, f. 1. El tes- and public þouer in Costa Rica, 1800-1940, Dulhanr, Carolina del Norte, Duke Uni-
versity Press, en prensa.
timonio de Carbell es del mismo expediente, f. 2.
z6z z6z
Steven Palmer
Med,icina þoþutar y poþulismo módico en Costa Rica
igual que su persecución por los médicos, reflejaba esta nue- no eran científicos' ni
va dimensión de la medicina popular, ya que el Profesor er? ex-
don Roque. Sus poderes, sin embargo'
estricto; eran divinos' y derivaban
perto en manejar un ecleclicismo médico que podía lograr la Jqrri".u -edicos en sentido
que alimen-
máxima resonancia posible en su potencial clientela, un eclecti-
ãJru uro.iución íntima con la lglesia, un vínculo
tó su reputación como líder comunalo'
cismo cada vez menos permitido entre los médicos. El caso del
El país Íeníaya experiencia con espiritistas famosos' tanto
profesor cubano también esrá marcado claramente por cuestio mismos hermanos Tinoco'
nacionales como extranjeros' Los
nes de género. Sus artes curativas tenían un atractivo particu- ocultis-
lal entre las mujeres, mientras que la censura de los profesio- ii¿.r", de la dictadura militar de 191?-1919, creían en el
apenas había termi-
mo,Joaquín Tinoco, el ministro de Guerra,
nales se manifestaba en términos explícitamente patriarcales,
nuaá consulta con la famosa espiritista costarricense Ofelia
pintando a la medicina popular como un dominio femenino ""ã cuando cayó asesinado cerca de su casa en Barrio
Corrales
concebido como portador de valores y prácticas negativos. Nuna Prensapublicó
Amón, una tarde dominical de 1919?' La
Por otro lado, la trayectoria de Carbell nos enfrenta a as- el del Profe-
en1932un artículo cuya autora recordó otro caso'
pectos políticos de la medicina popular. No sorprende que un quien podía
sor Kendall, "utt gran astrólogo y quirománt'ico"'
curandero se convirtiera en demagogo mesiánico. Sin embar- con el pasarlo' I(endall se estz-
awzorar el futuro y comunicarse
go, la manera en que lo hizo el Profesor arroja luz sobre los
blecióenelHotelWashingtonenlglSolg16,y..allídesfilaron
posibles 1 siempre proto políticos- resentimientos populares muchas
oarte de nueslra socieclad, diplomáticos, autoridades y
contra el monopolio de las elites profesionales. A1 mismo inicial de una
äe las intelectualidades de nuestro país". El precio
tiempo, el caso costarricense nos señala lo opuesto: la manera de colones considerable pa-
sesión con el maestro era 25 -suma
en que un populismo médico curiosamente análogo al discur- con los resultados.
ra la época-, pero "todos salían encantados"
so de Carbell se desarrolló entre las elites políticas del país en
Despuésdesuimpactoinicial,I(endallofreciósesionesmásbre-
esa coyuntura -por cuenta de dos médicos destacados-, y se por 5 coloness'
ves a los menos acaudalados
hizo cargo del antimonopolismo y del espiritualismo de la me- ejemplos el énfasis se ponía clara-
Sin embargo, en estos
dicina popular para sentar las bases del Estado de bienestar no sobre la ciencia o la cu-
mente sobre Io divino y lo oculto, y
moderno.
ración. El fenómeno de Carbell difería de estos dos ámbitos
del ocultismo, porque el Profesor no se Presentó como capaz
El gabinete del Profesor Carbell de ofrecer curaciones clivinas, ni se limitó al dominio
del espi
El Profesor Carbell no fue el único curandero espiritual ritismo. Basó sus supuestos poderes sobrenaturales en un discur-
que se volvió popular entre los costarricenses. Dos años antes, so racionalista y cientíhco acerca de la curación, que
incluía co
en 1930, un vecino prominente del pueblo de San Vicente de mo componentes vihles imágenes y técnicas tomadas de la me-
Moravia, en las afueras de SanJosé, rápidamente adquirió dicina y àe la farmacia profesionales. En varias combinaciones,
gran fama entre la gente de esa localidad gracias a los rumo-
res de que estaba practicando curaciones milagrosas. Cuando ,.El
6 Francisco Enríqtrez, curande ro cle Moravia'', Atluilitlatles tlel CIHAC, Sart
el médico del pueblo pidió aljefe político que deruviera al cu-
José, i:5, 1994, págs. 1-2.
randero, se congregó una turba y sólo pudo evitarse la violen- ?EdtrardoOconitrilloGarcía,lo.slilloco(1917-1919)SanJosé,EditodalCosta
cia por la intervención tranquilizadora del mismo derenido, Rica, 1982, págs. 19G197.
8 La Nueua Prm.s4 SanJosé, 1G3-1932'
264 265
Steven palmer
Rica
'Med,icinø þoþulør y poþulismo m'édico en
Costø
y según las circ
carbell jugó el papel
co, un psicorera:T.'1ttut: de un médi-
un hechic"to' i"
tista, un udiui.ro'P-ltta' t"."ti¿rüj.';r-
i$1.iãi*ä;;^*len el testimonio dado al agente de policía de Higie-
menye.*p,í.i;;:"T}:Ë;iJ;#i'iiilÍ,?iî.,î.:ilï artesano y empleado de la Municipa-
:i;;Heribertor^ Araya'
se renejaba en
er rrjproÄ;;;Ë#ï::: i:ö:ff::nX: ,,,,.,..,.,',ll:..r-:: , dt
ïil,io. i" "r,.ro
1ôe9 irrnrn.^n ^trô enmnqñero
1932, junto con otro trabaio.
compañero de trabajo'
en 1927 por una
"0.1"i u",r;r";,;;,àe rtutos p.or..ior?ì.r,
diploma que lo cerrificó.";;;;;î.sor !iiffi;;;;t"tiiï",::::T:::i*i::::::i:"1i ji,älilL
tismo, Magnerismo, de Teosofía, Hipno_ Antill,ón, de que actuaran como agentes clandestinos
äiäã.,"t
r,'':,,,,å*¡.nonerle una tramPa al Profesor Carbell'
Al llegar a su gabi-
5,1., gsi", ä;;;"*"r.ia Médica, arpi.i_
;1ïi: å:îäi*'1" o" ni.niî'à hererodoxia .. l;; ;r la avenida 10, unos cientos de metros. al sur del
Parque
ro tu. ii;ã¡t "r, encontraron las oficinas muy concurridas, consiguieron
"m:::k fs ""j,,
sË, ri :äîffi :,m:Ili;Jo:." ,lllìiä; y f"eron invirados a esperar
de
por
haber
la
sido
recepcionista.
impresionante,
Su en-
a Pe-
li, â¿"", con el Profesor debió
n*li".iï*åiil{iååï:I;:ï j:,"å*:î"".1i.îl il'|ll'ã,¿"f "rcepticismo
frente al policía
que expresaron de Higiene.
jTera grande, n
un,,farmacé,r ri.o,lT u bo ri q u ín ilai jJii, frl,¡n:p.ti"dista
lL.::: ""u presencia
que.conoció a Carbell en esa época decía que te-
"imponente". su "larga cabellera ensortijada y
b e ro )
r
i ;;; ; î,
J ä.Jï1""å: ; : : ", " go Àaffi Ë:
s u ti u
se mostraba elï ,,a: lff" Àuzarena" le daban "cierta semejanza a Cristo"; su forma
so diploma arriba maravillo-
-"";;:;:v'Lrc ,,tìafru¡tur era considerada, pero "firme y segura". De hecho, la fo-
,,,.f...'øge utilizó para su libro y sus anuncios publicitarios en la pren-
ff3::t1ï:Tåïi1",:Hî"'ffi:ij;::ï:*î,å,,:*iji
^r.ri'.i- ,t þay".taban la misma semejanza.
Su tr{e sacerdotal con un
pe ra (a u".".ruiffi ,i"il:,î lî; å :'l: * " ..,"" 9 :.]1t,. i*pt".ito objeto sagrado
en la mano derecha, su carajuvenil in-
åì; J,iå [T -; ; ;' * : : fåii:, J'å: ;i åî: :î lài¡u¿u místicamente hacia los misterios espirituales del más allá,
;ï : î:: " 1 "
-s,r'- y'su bigote delgado, todo buscaba sugerir esa comparación
con
;.;::jii: drosas d e b ía n ..**;.ä
;
n .que
ia imagen tipificada de unJesús blanco'r'
",îq "r".
:#:[: ;ï :' : "' Ë; ;;; ;i"; "i
;f l* ;.*ji:ï:::ï
servi cios á. ;;.;;,i.*,
Seg¡n el inventario efectuado por el policía de Higiene, el
,.''',
ioiisultorio en que Araya se introdujo con el Profesor estaba
mente proyecraba Carbell,ïi1ffiî ::ï,rtr ; i:ff
.r."il;il: ii;ii ilùminado con luz eléctrica y candelas, y decorado con cortinas
dê diversos colores y una corona de ciprés en forma de estrella'
;i l;Ji:.i3;," l"lïï"1;; ;ì ff : ;: ä:ïîå:ffi iiiä Había libros sobre ocuhismo escritos por distintos autores, y "va-
rios objetos que llama de concentración del pensamiento"' En
T T, i J n oi
"äî0.1; .Xff ?" :,T .ì' îÍlï :"
å ;il'";';; âquel ambiente, frente al imponente sabio, Araya explicó al
el Profesor" era simpremenre pensado que ,Profesor carbell que padecía de "mal de la orina", porque le
oro gareno J;ri"
dolía cada vez que orinaba.
9lbídem.
266
267
Steven Palmer
"Después de eso -declaró el supuesto paciente_ Hidaigo Torres, afìrmó que la mi-
parecía ,,: Su empleada, Clemencia
que quería llamar los espíritus porque este hacía manifestacio_
laçrrosarnedicina de patente que recetaba a casi todos
los pa-
nes que no sor-r las de médico sino las que se cuentan y en
bros de ocultismo y demás cosas que toào el munclo
en los li_ .iZnr"t ela un jarabe hecho en la casa por ella misma
sabe, Una ãunUdu.t.t industriales, con cebolla,
miel de abeja' azitcat y
vez hecho esto me dió una medicina y me cobró la (para el auléntico olor farmacéutico)'
cinco colones y me d{jo que padecía cle gonorrea crónica,
suma de .roirit" de alcanfor
uno,
La àarb"ll también venclía talismanes a quince colones cada
receta me la dió para el químico que tiene en y mu-
el mismo depar_ Dromocionados "para enamorar, toda clase de suertes
tamento o digo en la misma casa, este químico me
clijo qr;å ,". lhur.otut más". ¿Qué recibía el comprador por sus quince co'
nía que ponerme algunas inyecciones y fr"y mismo... artesano pro-
pãrqu" lones (correspondientes al salario semanal del
mi caso es serio." bolsa negra que llevaba
medio eI1 esa época)?: una pequeña
Paniagua tuvo un encllentro parecido con el doctor
una cápsula de gelatina con grafito y polvo; la gelatina
unos estaba
minutos más tarde, y se quejó de un dolor en una mano con para-
en la envuelta en un pedazo de tela roja pintada de plata,
cual tenía una cicatriz. ,,Este me cobró
lla suma d.e tres colo_ fina y PaPel de estañora'
y me dijo que tenía que seguir llendo para hacer una Sågún Roy Porter, uno de los grandes renovadores de la his-
l.r]
buena cura..."12 los en-
toria ãe la medicina, "en las historias de 1a charlatanería,
Parte de la práctica de Carbell era frauclulenta. María
Án_ :1i:
fermos siempre han sido ignorados, pintados como idiotas
gela Alarcón, la joven que trabajaba como recepcionista,
ex- embobados o imbéciles". Sería más fi-uctífero Preguntarse, ¿quié-
plicó al agente de policía que carbell la había tenido
instruido acerca 't nes consultaron a carbell y qué motivos pudieron haber
de cómo hablar de manera despreocupada con los médico, para con-
clientes, una esos consumidores, en un complejo mercado
vez que entraban en la oficina, para extraer cierta informa_
sultar a aquel cloctor extraordinario?ru De hecho, no todos los
ción, Con las viudas, por ejerrplo, tenía que registrar
l
el norn_ pacientes de Carbell fueron específ,rcamente en búsqueda de
bre clel finado marido y las circunstancias de su muerte.
I
Des_ sus sincréticos tratamientos curativos' Algunos sólo estaban
pués de escribir esta información en un papel, se la
l pasaba a experimentando con las ofertas del mercado; y en muchos
( Carbell por una puerra secreta que ligabá lá recepciói sentidos las posibilidades de carbell parecían iguales o mejo-
t con el
( consultorio. Por medio de esta trampa clásica, iarbell res que las de un médico oficialmente reconocido' Veamos el
pudo
I impresionar profundarnente a la clientela con sus poclerès caso de un carpintero josefino de 27 años de edad, Rafael So-
de
adivinanza. Dejó asombrada a una mu-jer que había llegado lano Villalta. Según le contó al agente de policía de Higiene,
a
a consultarlo desde Sarchí, una población ubicada en ei buscó ratamiento con Carbell porque "me habían dicho que
oeste
n del Valle Central, al inf'ormarle io que ella ya sospechaba: ,,fue era muy asertado para curar". sólo podía describir su enfer-
h malefìciada por la señora Acleli¿r dà Céspedes,,rs. medad como "sumamente mal de la vista"' Carbell le d{o que
o
d
l2 El cons,ltorio se descrir¡e en ANCR, satubrùkr¿t pút¡tit¿,
r44, f. 5. Los testi-
morrios de Araya y Paniagua figur¿rn en ANCR, Sah¿briùul pti!¡tica,l44, 14 Los testirnonios cle Flidalgo Tor|es y cle Alarcón, en ANCR' Sahilni¿atl Pú-
f .2 v_3. L.os
corchetes son míos. bLico" 744, ff. ß y 23.
13 Los testimonios de la recepcionista y clel rnariclo
cle la supuesta brqja, en
l5 Roy Porteç ÍIeatth .for sale: quachul in linglantl, 1650-1850, iVlanchestet
ANCR, S¿lt¿hrlad Púl¡lica, 144, ff . 22 v. y tB. Manchester University Press, 1989, pâg' 17.
z6B
@E
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270
Steven Palmer médico en Costa Rt'ca
Med,icina þopular y þoþulismo
949
Steven Palmer midico en Costa Rica
Merli,cina poþutar y þoþulismo
tl cuestión, se quejó al agenre de policía de Higiene de que ella .f, con la consternación del esposo de Acuña, quien eviden[e-
jr visitaba a Carbell a diferentes horas de la mañana, y que había í,'.rrr" había oído chismes acerca de las "sesiones terapéuti-
j visto a "mucha gente" llegar a consultarlo también en las no- cas" de Carbell, además de las palabras públicas
de su esposa'
También ofrece esta evidencia otra pista para entender la
f ches. "Lo peor de eslo a más que está curando es que se mete in-
l en dar consejos sobre asuntos privados que le están de todo ffusión violenta del doctor sotero Antillón en el aposento de
I
punto vedados," Fernández también se angustió porque su es- Carbell, y su expresión de que había un ultraje en términos
posa pagaba las sesiones con el empeño ae snsàtna¡as en el "morales". AI parecer, expresaba una censura alavez parricu-
Monte Nacional de Piedad. Francisco Frutos, un vecino de la larmente masculina y au[énticamente comunal'
infeliz pareja, aseguró que había oído a Irene Acuña hablan- El hecho de que las simpatías se alinearan según criterios de
do con una amiga en la calle. Se refirió a Carbell e inmediata- género no debe sorprender tanto. Por un lado, la medicina cien-
mente después habló de su esposo "en [érminos duros,,r'. tífica y profesional se consolidó como un dominio importanle
Irene Acuña admitió anre el agente que había id.o a ver a del poder y de la autoridad patriarcal; por otro lado, la popu-
Carbell, pero solamente una vez, y no para cuestiones de sa- laridad del ocultismo a finales del siglo xIX en Europa y en
lucl. "Simplemente fui porque es una persona de cierta ilustra- los Estados Unidos se asoció con la apertura de espacios para
ción y eso me gusta mucho." Agregó, de manera algo provo- las mujeres, A pesar de que las sesiones espiritistas eran "pú-
cadora, que "si no fuera que soy persona sumamente ocupada blicas", los márgenes que permitieron a las mujeres fueron al-
iría con frecuencia a donde é1, pues no veo el peligro que pue- canzados en el marco de espectáculos cerrados y privados' El
da haber". Su postura disidente encontró eco en el rechazo cle espiritismo, con sus estaclos de trance y su invocación a otros
personajes para que hablaran a través de los participantes en
274 275
Steven Palmer
y populismo médico en Costa Rica
Med,icinø þoþular
276 q44
5:Í5{ï?.;... .,e1ryF.41i::
::;.: ,.
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méd'ico en Costa Rica
Steven Palmer Med,icinø poputar y populismo
3l Ibídem.
,,El paso rlel cometa por la sociedad coslarricense en 1910"' 32 I'a Prensa Lilrra, SanJosé, 2-5-1932'
29 Iván Molina,
en Iván Molina y steven Palmer, editores, Etþaso ttet comela. IÌstatLo, þolíticay cttltrt' 35MarinaVolio,JorgeVolioy¿lPartidollcformista,sanJosé'EditorialCostaRica'
Me- 1978, págs. 2a0-250 en pãrdcnlár; y Victoria Rantírez, Jmge Volio
y kt' reuolución aiuien'
rus poþuktres en costa Rica (1800/ 1950), Sanlosé, Editorial Porvenir/Plumsock
ra Sanlo-sé, naitorial Guayacán, 198g. Sobte el intento de golpe
de febrero de 1932'
soamerican Studies, 1994, págs. 167-f90.
véase iduardo Oconitrillo, El Bellavisøzo, SanJosé, Editorial Costa Rica' 1983'
30 La Prensa I'il,rø, San José, 2e.+1932-
zBr
zBo
Steven Palmer
i1Ìii:',
El libro de Carbell consistía en exposiciones, de tono so- días después de la publicación de Hacia alld,,laFa-
lemne pero algo confusas, sobre varias teorías ocultistas, jun- -..sólo dos
¿" Medicina d:""-".]:9...nuevo a Carbell ante laAgen-
to con una defensa de la homeopatía, el hipnotismo y la psi- "lå¿
d"poliríude salubridad Pública: a pesar de su promesa de
lI"*lur"o,el
cología experimental. El hilo discursivo más sostenido era la Profesor seguía d;d1cán$ose las cul1cr'ones médi-
insistencia en que el libro demostraba a "cierto grupo de medio- 'îlr,rupaciencia de los profesionales y lde sus aliados estaba a
cridades profesionales, obstaculizador de toda evolución progre-
siva, en estas latitucles, que el OCULIISMO no es, como afirman, Ftì,Ëii,,;4'1r"*":-'1i::,'::.1'fl il:.til'::ï:::11,-":
un pasatiempo inútil o perjudicial, sino una ciencia positiva". dedicaría a exploraciones arqueológicas no especifi-
Lrtro se
Carbell era el oráculo de la próxima fase en la evolución dialéc- La persecución continuó, sin embargo' y en
cadas, en el país'
tica de las ciencias sociales. Y éste era precisamente el gran po- de junio la Policía de Higiene informó a la
la segunda semana
cler -y el gran peligro- que significó para la profesión médica. Él
también abrazabala ciencia médica, pero mantenía que las fuer-
Lo con é1, Santiago Marión Cabello, habían desaparecido de
zas de la cirugía, la radiología y la bacteriología, aunque im- y que probablemente estaban tratando de huir del
presionantes, eran nada más que "los últimos destellos de i;.|lî:1,iiil:¡$ùosé
tele gramas fu eron in te rcambi ados en tre. las
una hoguera que se apaga". El gran fracaso de esas disciplinas
|.;:ii|rli:;tt t Num erosos
:.::iiilll¡¡l:tåf,tcinas de los gobernadores en un intento por localizarlos,
se debía a que dependían exclusivamente de una concepción ul- éxito; se presumía que los dos habían logrado esca-
tramaterialista de la humanidad. El futuro sería una época en la
1¡,iill¡.ri¡ù sin
las autoridades y salir por la frontera norte, "con desti-
i;L{ìf::ili.l.-:.-:]lÞÊ de
que el ectoplasma, científicamente entendido y regr"rlado, me- :r..:;il¡ii.i:ll'li::.:,:.;;rcentro-américa"36.
diaría entre los mundos de Ia materia y del espíritu3n. i,.:ì¡jfi¡lri*lSin embargo, Carbell ni había escapado ni se había rendi-
Las páginas del prefacio tenían una insignia mística: una es- ilitlfi:illi ùã rodavía. Reapareció, se puso en conracro otravez con la
trella cle David rodeada por el lema "No hay religión más eleva- .¡lltit111¡¡:¡¡U*sa nacional, y se preparó para la ronrla final. El 15 de ju-
da que la verdad". Ambos elementos habían sido característicos oficinas de la Policía de Salubridad y declaró que
i..::.,1'1i.¡¡:i$o fue a las
de la simbología ocultista desde sus orígenes en el siglo xtx, co-
mo una extensión del mesmerismo y de otras sectas. De hecho,
el tipo de ocultismo predicado por Carbell era eco del mesmeris-
mo en otros aspectos, desde su énfasis en la voluntad y su uso del
magnetismo para fines terapéuticos, hasta su afirmación de ha-
ber enconhado un dominio secreto y más elevado, en el cual se
encontraban lo espiritual y lo material, superando sinérgicamen-
te las posibilidades existenciales actuales, pero sin percler sus
aportes científicos35.
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