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Esaúl R. Álvarez
La Salud y el equilibrio
Enfermedad y pecado.
3 El Swadharma.
forma parte indisoluble de la vida humana post-edénica, en tanto que el
hombre vive su existencia alejado del paraíso. A este propósito
Hildegarda da datos simbólicos enormemente significativos, por ejemplo
que antes del pecado original los cielos no giraban, por lo que no había
tiempo ni muerte en la esfera humana. Desde entonces la enfermedad
puede ser inherente a la condición humana pero dadas sus
connotaciones negativas no debe ser asumida de modo indiferente sino
que hombre y sociedad deben responder contra la misma. La enfermedad
se debe afrontar.
Pero qué significa estar cerca del estado edénico. Para Hildegarda es
inevitablemente estar en paz con Dios, seguir sus caminos y sus
preceptos, obedecer su Voluntad y guardar el equilibrio divino. La
enfermedad es de algún modo causa y a la vez consecuencia de la maldad
humana, de su rebeldía y su soberbia. La maldad humana, en cualquiera
de sus aspectos (pensamiento, obra, o palabra) genera desequilibrio y
por tanto es causa de enfermedad en alguna de sus formas. Solo la
bondad, el amor y la caridad, protegen y conservan el equilibrio y evitan
la enfermedad. Una curiosa lección de cómo el bienestar psicológico es la
mejor defensa contra la enfermedad.
Para recuperar la salud el hombre debe ante todo reconciliarse con Dios,
volver al camino correcto, a la acción justa. Según sea la desviación, más
superficial o más profunda, el hombre puede reconciliarse bien por medio
de su relación con la naturaleza misma -que es un camino lógico de
reconciliación con el creador-, o bien, cuando el desequilibrio es muy
profundo, mediante métodos más específicamente espirituales. De qué
dependa el uso de un camino y otro queda en manos del terapeuta que
debe reconocer como ya dijimos el origen profundo de la enfermedad, es
decir en qué nivel se encuentra la raíz de la misma: en el cuerpo, en el
alma o en el nivel más profundo, cuando se trata de un mal espiritual.
El remedio a la enfermedad: la medicina.
el descanso,
el ejercicio,
Sin embargo esta es una frontera muy difícil de entender para el punto
de vista -mermado en su reduccionismo ontológico y epistemológico- de
la modernidad. Su crítica a la magia nunca se basa en descalificarla por
falsa, ilusoria o superstición estúpida, sino de inmoral e ilegítima.
Pero aún hay más razones por las que rechazar por principio el uso de la
magia, y a continuación podemos referirnos a los argumentos más
específicamente morales, aunque ya pueden intuirse en base al citado
vínculo que debe guardar la medicina legítima con lo divino. Para
Hildegarda la frontera -y la diferencia fundamental- entre ambas materias
era una cuestión de fines y objetivos: la medicina debe servir y obedecer
ante todo a Dios y buscar a través suyo el bienestar del hombre, no servir
al hombre para la consecución de sus fines particulares y egoístas -los
cuales pueden incluir perfectamente la curación del cuerpo en un
momento dado-, olvidando y dando la espalda a Dios. Este matiz es
verdaderamente notable. Lo importante para ella no es solo
el cómo curar sino el para qué. Así ella rechaza absolutamente usar los
'poderes naturales' para fines egoístas como seducción, fornicación,
asesinato o cualquier otro deseo individual pues todos esos deseos están
El problema para la iglesia no eran por tanto las prácticas que ahora
llamaríamos mágicas sino el paganismo que implicaban y el peligro que
originaban de propagación de falsas creencias y falsos dioses.
¿Chamanismo en Hildegarda?
¿El chamanismo?, una canción muy especial, un ritmo que nos devuelve
la memoria de nuestra forma y salud, un estado propio –no ajeno- que,
irrumpiendo, nos desvela nuestra forma, nuestros desequilibrios y el
viático hacia la salud.
https://culturatransversal.wordpress.com/2012/12/13/chamanismo-rastros-y-
ecos-distantes/
así como de la medicina entendida como un 'arte del equilibrio', dirigida
a restituir la armonía perdida entre cuerpo y alma tanto como entre el
ser y la existencia, la parte y el todo, restan dos aspectos de la práctica
médica de Hildegarda relativamente conocidos por el gran público que
sorprenden muy especialmente a la mentalidad moderna:
Y sorprenden aún más cuando constatamos que para Hildegarda eran dos
prácticas consideradas centrales en el desempeño de su labor médica.
Medicina y música.
Tal cosa está más allá de las pretensiones de este breve ensayo, a pesar
de lo cual creemos imprescindible una exposición breve de cómo se
concebía la música de modo general en la edad media, a fin de situar
razonablemente bien al menos el contexto cultural en que Hildegarda
prestó atención a este arte y lo empleó como herramienta terapéutica de
sanación. No debe olvidarse que ella misma compuso una serie de obras
musicales admirables destinadas a la liturgia y los ritos de su comunidad
religiosa que, aunque son cada vez más frecuentemente interpretadas,
son muy rara vez explicadas y comprendidas en su dimensión más
profunda.
7 Sobre este tema sería posible extenderse mucho más pero nos alejaría del
presente artículo. Así por ejemplo, los pájaros cantan principalmente al alba y
al ocaso, es decir nada más despertar y justo antes de dormir, lo cual coincide
con los dos momentos centrales en que deben ser entonadas alabanzas a Dios
por parte de los fieles -en todas las religiones, por cierto- en agradecimiento al
nuevo día que comienza y al día que concluye.
Para el hombre medieval este hecho no era una simple coincidencia, era una
imagen de cómo las criaturas -particularmente las criaturas más elevadas y
cercanas al cielo, los pájaros- adoraban y cantaban al Creador y suponía por
ello también una enseñanza, un exempla para los hombres acerca de cómo
debían proceder al empezar el día y al acabarlo: ofreciendo su canto -toda su
creatividad en realidad- a Dios. Este hecho era algo más que una idea vaga o
teórica, era una vivencia, un sentimiento vivo para el hombre medieval.
Abundan las historias de santos que han hablado con los pájaros o entendido su
lengua -san Francisco, san Serafín, etc.- pero quizá la más sorprendente de
todas sea la de Santa Rosa de Lima, quien cada tarde oraba a Dios en su celda
acompañada de un pájaro que venía a visitarla y cantaba con ella.
medieval concebido como un cosmos ordenado no solo en la dimensión
horizontal sino también en la vertical.
Más bien, en cierto modo, resulta ser al revés, la música, como todo
aquello que hunde sus raíces en el mundo intermedio, posee un carácter
ambivalente e incluso contradictorio que puede servir para sanar pe ro
también para dañar. Recordemos que el mundo sutil es el ámbito de los
ángeles pero también la región de los demonios.
En esta cita de san Pablo queda bien expresado el peligro que se esconde
en el 'mundo sutil': el 'aire' o 'atmósfera', es decir el
espacio simbólico que media entre la tierra -morada de los hombres- y el
cielo -morada divina-. Resulta por tanto que, debido a su situación
intermedia entre lo superior y lo inferior el hombre que quiera alcanzar
las moradas o mundos superiores -el cielo- debe atravesar ese mundo
intermedio, pues parte del mundo terrenal.
Si las artes establecen vínculos entre los mundos superiores y el mundo
terrenal de los hombres atravesando ese 'mundo intermedio', un mal uso
de las mismas -de cualquiera de las artes- podrá suponer un enlace con
las potencias inferiores contra las que nos advierte san Pablo. Es decir el
arte si degenera en su forma y pierde de vista su misión salvífica y
reparadora de la naturaleza profunda del ser humano puede ponerse al
servicio de los demonios, en cuyo caso sería más adecuado denominarlo
'contra-arte' o 'anti-arte'.
La pregunta que surge es evidente ¿cómo debe ser la música para servir
al Bien?
Todo esto no debe ser separado del hecho de que el uso terapéutico de
la música se daba en entornos rituales muy definidos. Es decir, era una
suma de circunstancias lo que promovía la activación de ciertas regiones
del alma del paciente como condición previa a la posterior catarsis y
sanación, si bien es cierto que entre estas circunstancias la música era
un elemento crucial.