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Capítulo III

Jujuy 1910-1930. A propósito del ejercicio de la política en tiempos de cambio.

María Silvia Fleitas

En Cicerchia, Ricardo (Director-Compilador), Caminos de fierro… Tren a Bolivia. El


ramal San Salvador de Jujuy-La Quiaca en la primera mitad del Siglo XX, Rosario,
Prohistoria, 2013, p.p.103-127.

Es de todo punto de vista alentador el entusiasmo que se nota, como un


hermoso despertar cívico. [...] El pueblo de la provincia, privado de
sus derechos por espacio de muchos años, se mantenía en su mayor
parte indiferente á estas grandes manifestaciones del civismo, y dejaba
hacer á los usurpadores de su soberanía, que habían convertido los
altares del comicio en mesas de juego, donde el comisario ó el juez de
paz, identificados con el caudillo bárbaro, ganaban siempre la partida.
[...] Así veíamos á muchos ciudadanos estarse tranquilos en su casa el
día de una elección, dejando el campo libre á los fabricantes del voto.
[...] Larga ha sido la espera, pero el reactivo se presenta al fin [...].1

Desde la muerte del senador Domingo T. Pérez, ocurrida en mayo de 1910, líder del
Autonomismo en la provincia y verdadero factótum de la política local, la clase política
jujeña se preparó para una época de cambios, la que incluiría una ampliación de la
competencia electoral, hasta entonces con un controlado desenvolvimiento.
El cuestionamiento al liderazgo unipersonal de Pérez estuvo entre los pasos previos
dados y, en esa dirección, también la aparición de partidos políticos: en 1890, el Provincial
y la Unión Cívica, la Unión Cívica Radical al año siguiente y el Partido Democrático en
1908.
Aunque lejana al escenario central de la política nacional, Jujuy vivía en su medida
y tiempo los signos del proceso que tras la crisis del roquismo derivó en una desintegración
del sistema de alianzas, divisiones al interior del partido hegemónico, nuevos
agrupamientos y reagrupamientos y, por fin, el definitivo impulso reformista electoral, que
cristalizó en la Ley Sáenz Peña.
Pero aún así, un elenco político casi sin recambio, hacía difícil el abandono de ideas
y prácticas hasta entonces tradicionales en la administración de la cosa pública. En
principio que ésta debía estar en manos de los capacitados para ello, hombres distinguidos
por la propiedad y la ilustración. Por lo que por largos años, las vicisitudes que signaron la
transición y los primeros pasos de la vida democrática, reflejaron cómo las componendas se
hacían y deshacían dentro de un círculo de personajes que medían sus fuerzas en tanto
notables con sus núcleos de adherentes. Asimismo, la “máquina electoral” con el manejo de
las clientelas votantes, continuaba siendo funcional y por tanto en vigencia, tal como en el
resto del país.

1
El Día, Jujuy, lunes 18 de marzo de 1912.
Jujuy en el Centenario era una sociedad rural2, la ciudad capital –centro
administrativo y sede del gobierno- era el principal núcleo de sociabilidad política, la cual
se desarrollaba en gran medida en contados espacios (el club social, el teatro municipal, los
domicilios particulares de familias influyentes) y en reuniones selectas.
En el interior de la provincia, la vida política institucionalizada era precaria y más
directamente influenciada por el poder del terrateniente de la zona y las autoridades a su
servicio (policía rural, jueces de paz, capataces, etc.). Es abundante la documentación que
testimonia las carencias fundamentales de los funcionarios locales, tanto materiales –
papelería, pluma y tinta, leyes, códigos, edictos, etc.- e infraestructura básica -sede,
escritorio y sillas, etc.-, así como de idoneidad; también de las extralimitaciones de poder
en que éstos incurrían asiduamente, a costas de una población generalmente indefensa.
Algunos casos puntuales nos ilustran la situación.

Con gran sentimiento vengo en elevar mi renuncia con el carácter de indeclinable –


manifestaba un sampedreño-, por careser completamente de conosimiento para desempeñar el
cargo que se me confiere y por serme de gran perjuicio para mis atenciones comerciales por
ser este el ramo del cual me ocupo. [Firma Javier Rivas].3

En febrero de 1908, Ramón Wierna se negaba a aceptar la designación de Juez


Auxiliar Propietario porque “soy muy corto de vista y padezco de ella, y como el juzgado
no da para tener un escribiente y ni yo tengo recursos para sostenerlo [...]”.4
Otra renuncia -a Presidente de la Comisión Municipal de Valle Grande-, era
justificada en estos términos: “tener 80 años de edad, estar perturbado de la cabeza,
enfermiso, miope, solo sin tener quién me atienda”.5
En un telegrama al Ministro de Gobierno de la provincia, vecinos abrapampeños
expresaban:

Rogamos SS nos diga que si el cuatrero conocido Asunción O. Aramayo es subcomisario de


Cochinoca, este hace alarde diciendo que tiene la fuerza para hacer lo que quiera de nosotros,
y así lo está cumpliendo. Hacen ya cuatro días tiene encorralada nuestras haciendas con
pretesto de que le adeudamos arriendos. Como la hacienda se está muriendo, le suplicamos
largarla o darle de comer, pero vez de oirnos nos amenaza con meternos bala [...]. Este
individuo comete los mayores abusos y atropellos, envalentonado con que á el nada le hace
por más que se le comprueben los robos cometidos. Confiamos SS nos ampare contra las
iniquidades que comete con nosotros Aramayo secundado por el Juez suplente Teodoro Vilte
[...].6

2
Según los datos del Censo Nacional de 1914 más de la mitad de la población provincial es rural para ese año
(51.688 habitantes).
3
Nota al Ministro de Gobierno, San Pedro, junio 24 de 1903. Caja N° 2 (mayo-agosto) de 1903. Archivo
Histórico de Jujuy (en adelante AHJ).
4
Ledesma, febrero 6 de 1908. Caja N° 1 (enero) de 1908. AHJ.
5
Nota al Ministro de Gobierno, Valle Grande, enero 10 de 1914. Caja 1 de 1914. AHJ.
6
Telegrama al Ministro de Gobierno. Abra Pampa. Caja 1911. Ya un año antes los vecinos de Cochinoca y
Casabindo se habían dirigido al Gobernador con estas advertencias: “Hacen tres años vivimos siendo víctimas
de los abuzos, de las autoridades de este Departamento que por simples complacencias y más visibles y por
caprichos infinidades nos hostilizan al extremo de hacernos casi imposible la vida en este Departamento sin
que el Gobierno haya hecho absolutamente nada por mejorar nuestra situación ya insostenible [...]”. Nota al
Gobernador Electo, Don Sergio Alvarado, abril 20 de 1910. Caja de Documentos Año 1910. AHJ.
Por otra parte, en Jujuy, como en todo el país, el fraude y los mecanismos
coercitivos para la obtención del voto tenían una aceitada trayectoria, justificados en el
modelo de ciudadanía puesto en práctica por las elites del momento; el reconocimiento del
voto universal obraba en el marco de la mayoritaria condición analfabeta del pueblo elector,
la cual –dentro de la lógica notabiliar- habilitaba a los “capaces” a cumplir con la “misión”
de conducir su destino y los de la sociedad en su conjunto.
El ciclo que vino a abrir la reforma electoral de 1912 fue corroyendo lentamente y
en algunos sentidos estas ideas y prácticas. Los que avizoraron, con la prédica de la Causa,
que la democracia implicaría al menos un contrapunto con lo establecido y, en mucho, un
giro en el modelo de sociedad y política vigente, debieron dejar actuar el momento y dar
tiempo al conflicto… y con él al cambio.
Jujuy fue una de las provincias donde el Partido Radical se presentó a elecciones
nacionales, a pesar que en 1911 su Convención Nacional resolviera que el partido sólo se
presentara en distritos bajo jurisdicción federal (Capital y Santa Fe intervenida). Pero de
igual modo, las elecciones santafesinas de 1912 donde se utilizó por primera vez el padrón
militar en lugar del registro cívico, animaron a varias provincias a dar batalla electoral. Los
jujeños debían elegir dos diputados nacionales, trámite que se concretó a principios del mes
de abril del mismo año –con la fiscalización de un Comisionado Federal-, en medio del
entusiasmo y lógico nerviosismo que causaba en los débiles opositores (radicales y
democráticos) la oportunidad de medir sus fuerzas. Esta vez no tuvieron éxito, y tampoco
en las siguientes, hasta 1917, cuando la UCR logró alzarse con la mayoría legislativa de la
Cámara provincial.
Hasta tanto, su principal preocupación estuvo en que la provincia reforme la ley
electoral en práctica, la cual -si bien reconocía el voto secreto y obligatorio-, establecía en
su artículo 77 que en la boleta de emisión del mismo debía figurar nombre y apellido del
sufragante. En este sentido, la dirigencia radical no escatimó esfuerzos ni medios para su
derogación; tampoco para que la nueva, aprobada en 1913 con el N° 236, se adecuara a las
condiciones establecidas por la ley nacional, ya que tornaba en opcional el uso del cuarto
oscuro al permitir al sufragante traer en mano el voto en un sobre cerrado para introducirlo
en la urna. Particularidad que perduró en la Ley 281, sancionada según despacho de la
Comisión de Legislación, que ya venía con dictamen dividido según el voto en disidencia
del diputado radical Froilán Calvetti. Este fundamentó su desacuerdo con lo que llamó el
“cuarto oscuro con claraboya”:

[...] en la práctica, lo poco secreto que le queda al voto –dejando a un lado la reforma que
auspiciamos- lo es exclusivamente para el votante porque al mandar los comités políticos al
adepto, conseguido por la convicción y las más de las veces -por parte del partido que usa y
abusa de los resortes del poder- por la intimidación, con el voto encerrado en un sobre que no
se le permite abrir para saber su contenido, se le quita la única defensa de su libertad de
conciencia ciudadana y se le convierte en un ser inconsciente y ciego.
Por eso se le ha dicho también que para el único para quien es realmente secreto el voto es
para el propio votante, importando la continuación de este sistema, la perpetuación de un
repudiable simulacro; y no es con simulaciones como la que se trata de conservar, con lo que
se enaltece el valor cívico ni se tiende al mejoramiento de las prácticas electorales ni se
consigue la verdad del comicio como expresión leal y sincera de la opinión, individual o
colectiva.
Tan sólo las oligarquías que se sienten sustancialmente débiles recurren a estos sistemas
artificiosos para conservar su primacía que no han sabido merecer, y que el pueblo negaría, si
tuviera medios y la libertad para demostrarlo.7

Es dable considerar la vigencia de esta legislación electoral como una resistencia del
grupo gobernante en Jujuy a entregar la capacidad de decisión política a una población no
preparada para ello. La desconfianza que suscitaba una sociedad mayormente no letrada fue
en aumento con el curso de la democracia, a lo que se sumó la permanencia de los criterios
sensores del voto secreto.8 Finalmente fue la Ley N° 300 del año 1916 la que se igualó con
la legislación electoral nacional.9
Independientemente de lo que estableciera la norma escrita o de la esperanza puesta
en el marco jurídico como garante ideal del ejercicio ciudadano, la práctica política de
entonces recorría canales, que por conocidos no necesariamente los mejores, y se
aventuraba gradualmente en unos nuevos, signados por el rol de los partidos políticos y la
participación ampliada. Como mecanismo de selección de candidatos a los cargos públicos
continuaba vigente la concertación acuerdos o “pactos” entre los personajes más
influyentes -una nota eximia de la política del orden conservador, la “maquinaria de
acuerdos”-, así como las prácticas clientelares y las presiones coercitivas a la hora de
asegurar los votos.10
Pero las fuerzas políticas locales debieron responder al imperativo del
fortalecimiento institucional porque, sobre todo “entre 1916 y 1930 la pertenencia a un
partido político se manifestó como condición sine qua non para acceder a los cargos
electivos de gobierno”.11 Débiles estructuras, disputas de liderazgos -componentes
esenciales de las fracciones intrapartidarias que se multiplicaban-, fueron elementos que no
faltaron en este tránsito. La Unión Cívica Radical de Jujuy repitió este comportamiento
mientras fue oposición y también en el gobierno. Claramente desde 1914 a 1917 el partido
se desgranó en fracciones, que fueron adquiriendo colores –“azules”, “rojos”, “negros”-,

7
El Día, Jujuy, sábado 28 de agosto de 1915.
8
“Al igual que los partidos, el sufragio secreto generó entonces profundas reservas, puesto que se lo
consideraba extraño al concepto republicano. [...] Un elector debía poder dar cuenta de su voto según razones
que fueran públicamente manifestables. [...] No había razón, por otro lado, para suponer que aquel que
votando públicamente no era capaz de dejar de lado sus apetitos egoístas y pensar en función del bien común
sí lo haría cuando votara secretamente. Por el contrario, el voto secreto se pensaba que dejaba libre el campo a
lo que hoy llamamos “voto vergonzante”, es decir, llevaría al elector a priorizar consideraciones privadas,
como la esperanza de obtener una ventaja personal, a las necesidades colectivas. Lejos de terminar con el
clientelismo, éste supondría su universalización institucionalizada. [...] Los defensores del sufragio secreto
insistirían, por el contrario, que el mismo era el único medio de depurar los comicios y terminar con la
corrupción. De este modo, se liberaría efectivamente al individuo para que pudiera expresar su opinión”. Elías
J. Palti, “¿De la República posible a la República verdadera? Oscuridad y transparencia de los modelos
políticos”. www./htp/Historiapolitica.com
9
Establecía su artículo 2: “Si la identidad no es impugnada, el Presidente del comicio entregará al elector un
sobre abierto y vacío, firmado de su puño y letra, y lo invitará a pasar a una habitación contigua y encerrar su
voto en dicho sobre. El sobre podrá también ser firmado por los apoderados de los candidatos pero si estos
por cualquier razón no lo hicieren, no será causa de nulidad del voto”. Ley N° 300. 1916. Archivo Histórico
de la Legislatura (en adelante AHL).
10
Cfr. Fleitas, María Silvia, “De la oposición y declive del Senador Pérez al inicio de los gobiernos radicales.
A propósito de la crónica política jujeña hacia el Centenario”, en Jornadas Interdisciplinarias de
Investigación Histórico Jurídicas, Revista Anual, N° 1/2010.
11
Marcela Ferrari, Los políticos en la República Radical. Prácticas políticas y construcción del poder. 1916-
1930, Buenos Aires, SXXI, 2008, p. 69.
identificadas igualmente con el apellido del personaje que las comandaba. Jefaturas que
expresaban la disputa por cuotas de poder entre el grupo dirigencial proveniente de familias
tradicionales y también la proyección que iban adquiriendo otros nombres de extracción
extraelites.
Entretanto la provincia era gobernada por los hombres del conservador Partido
Provincial , bajo las administraciones de Sergio Alvarado (1910-13), Pedro J. Pérez (1913-
16) y Mariano Valle (1916-17), período que incluyó dos Intervenciones Federales, a cargo
de Mario Sáenz –de abril a setiembre de 1913- (precedida por la misión del Dr. Lucas
Ayarragaray en las elecciones de diputados nacionales por Jujuy el año anterior) y de Justo
P. Luna –de diciembre de 1917 a abril de 1918-.
Más allá de las coyunturas que motivaron los decretos de Intervención, es
interesante rescatar, por un lado, ciertas consideraciones realizadas en los Informes de estos
funcionarios nacionales y, por otro, los efectos que las mismas surtieron sobre el clima y la
situación política de la provincia.

Allí [en Jujuy] todo está en formación, todo es rudimentario -escribía Ayarragaray en su
informe al Presidente de la Nación-; la escena, el gobierno, los partidos, como también los
métodos de lucha, las pasiones e intereses que se debaten. Una democracia provincial, tan
diminuta, con ausencia de muchos elementos esenciales que caracterizan una colectividad
política o una entidad federal, no está en consecuencia habilitada sino para poner en juego
comicios embrionarios y un tanto primitivos. [...] el concepto de gobierno y la organización y
tendencias de los partidos se hallan necesariamente limitados por el horizonte doméstico
donde sólo se perfilan querellas de personas y debates enconados de círculos minúsculos que
se decoran a su pesar para cubrir la realidad, con emblemas trascendentales de principios y
dogma doctrinarios [...]. Sería, pues, realmente anómalo que en un estado federal tan
deficiente, donde toda la reducida clase gobernante y culta está reconcentrada en una capital
de 8000 habitantes, no existiendo fuera de ella el resto de la provincia otra cosa que
población dispersa, con pequeñísimos centros urbanos difusos, compuesta en gran parte de
elementos semiindígenas con hábitos de sumisión hereditarios y vegetando en un crudo
analfabetismo –fuera posible, decía, encontrar sólidas instituciones y costumbres orgánicas
de vida pública y legal que permitiera comicios realmente libres y regulares.12

Aún el acento de estas consideraciones -imbuidas por esa obsesión por la bastardía
13
racial que caracterizó una etapa importante del pensamiento de Lucas Ayarragaray-, no
erraba en la descripción de notas características de la política local, como ser menuda y
faccional, fuertemente unida al papel de determinados personajes. Aunque, también había
razón en el columnista de “El Día” -que en su momento se encargó de refutarlo-, al señalar
que no eran registros exclusivos de Jujuy.14
12
Informe del Comisionado Nacional en Jujuy al Ministro del Interior. Carpeta de Expedientes 1912 (M-1).
AHJ.
13
Kozel, Andrés, “En torno a la desilusión argentina”, Varia Historia, Belo Horizonte, Vol. 23, julio/Dez
2007, On Line Desilusionmente, Dossier: Historia das Américas: política y cultura.
14
“El comisionado sabía [...] que en Jujuy como en La Rioja, en Catamarca como en San Luis, no existe una
democracia disciplinada, no existen –como no existen tampoco en ninguna provincia argentina- partidos
tradicionales locales, con la vida que infunden los sólidos principios y las largas luchas á base de ellos”,
escribe el columnista el 23 de abril, mientras que cuatro días después: “nuestra población campesina no se
diferencia, en cuanto a discernimiento político y libertad individual de criterio de la de las otras provincias
argentinas, incluyendo Buenos Aires [...]”. El Día, Jujuy, martes 23 y sábado 27 de abril de 1912.
A su vez, el Interventor Sáenz repetía en el documento final de su gestión ciertos
tópicos que el de su predecesor. Allí aseguraba haberse tomado todos los recaudos para que
el nuevo acto comicial bajo los poderes de la Nación delegados en él, se desarrollara “en el
mayor orden”, con la certeza que “sus comicios honrarían al pueblo de la provincia de
Jujuy”. Sin embargo, señalaba que

sus deficiencias nacerían de causas hondas, imposibles de remover en breve término. [...] la
precaria situación económica en que se desenvuelve la vida de los ciudadanos, en ciertas
regiones, agrava considerablemente las dificultades que su escasa preparación general y
cívica, entraña ya para el acto electoral, en que el secreto del voto impone, por lo menos, la
necesidad de saber leer.
El asesoramiento es inevitable, en estas condiciones y es obvio que tales sufragios están muy
lejos de revestir el carácter de individuales, en el sentido de conscientes y libres que sería de
desear, para obtener los mayores beneficios de la democracia.15

El Informe alertaba asimismo sobre cifras preocupantes, en cuanto expresaban la


“calidad” de la población votante. Las estadísticas realizadas arrojaban que, sobre un total
de 12.966 inscriptos en el Padrón Electoral de la provincia, 6000 eran analfabetos, el 46,35
% de los electores.
Se entiende que la aseveración de Sáenz resumiera, en realidad, una preocupación de
políticos e intelectuales en torno al sufragio universal ante los defectos y limitaciones de la
población nacional para ejercer los derechos políticos, cuestión que los más optimistas
resolvían señalando la transitoriedad del analfabetismo, llamado a ser superado por la
difusión de la educación y la labor cívica de los partidos políticos.16 Para otros, las
preciadas virtudes ciudadanas de “propiedad” -como base de la independencia económica-
y de la “ilustración”, para el logro de un voto individual libre y consciente, seguían siendo
los requisitos de una verdadera democracia.
No obstante estas incompletudes, el proceso inaugurado por la Ley Sáenz Peña -que
sienta bases de una legitimidad respaldada en el voto que los partidos deben conquistar-,
impulsó en Jujuy instancias de movilización y participación; el desafío incluía ganarse el
voto de las poblaciones que hasta el momento habían sufrido mayores violencias a la hora
de ejercer sus derechos políticos: peones, arrendatarios y trabajadores rurales de Quebrada
y Puna y de los Departamentos azucareros, sujetos en este sentido a coacción
extraeconómica. De allí que los dos partidos principales -el Provincial y el Radical-
dedicaron gran parte de sus esfuerzos en campañas proselitistas que dejaban instalados
comités y centros políticos en las alejadas regiones y difundían ideados planes de gobierno,
esbozados para atender las acuciantes necesidades de sus pueblos.17
La prensa barajaba cifras que iban de cientos a miles de concurrentes a los actos
políticos, a las convenciones partidarias y a las manifestaciones proselitistas, las cuales

15
Informe sobre la Intervención en la Provincia de Jujuy presentado a SE el Señor Ministro del Interior por
el Doctor Mario Sáenz, op. cit., p. 20.
16
Cfr. Persello, Ana y de Privitelio, Luciano, “La Reforma y las reformas: la cuestión electoral en el
Congreso (1912-1930)”. En Bertoni Lilia y de Privitelio, Luciano, Conflictos en democracia. La vida política
argentina entre dos siglos, 1852-1943, Buenos Aires, SXXI, 2009.
17
Cfr. Fleitas, María Silvia, “Política y espacio urbano. Participación y movilización ciudadana en San
Salvador de Jujuy en las primeras décadas de apertura democrática (1912-1930)”. En Teruel Ana (Dir.),
Problemas nacionales en escalas locales. Instituciones, actores y prácticas de la modernidad en Jujuy,
Rosario, Prohistoria, 2010.
tenían lugar no ya sólo en los sitios exclusivos de antaño sino, y sobre todo, en las calles y
espacios públicos. A modo de ejemplo veamos cómo testimonia “La Nación”, en su sección
de las provincias, un acto radical: “Después de realizada la convención, los concurrentes
desfilaron por las calles de la ciudad en manifestación, en número de 400 personas a pie y
600 jinetes que lucían vistosos gallardetes y daban vivas al partido y a sus hombres
dirigentes”.18
La Intervención Federal de 1917 concluyó con el dominio gubernamental de los
Provincialistas, a su cierre y, realizadas las elecciones correspondientes, el Dr. Horacio
Carrillo se convirtió en el primer gobernador radical, acompañado por una nueva
Legislatura. A partir de entonces y a lo largo de la década se sucedieron gobiernos
radicales: Mateo C. Córdova (1921-1924, años que incluyeron las Intervenciones Federales
de 1921 y 1923), Benjamín Villafañe (1924-1927), Pedro J. Pérez (1927-1930) y Miguel A.
Tanco (1930).
Destacaremos tres tópicos que hacen al desenvolvimiento político de la década
radical, en primer lugar el nivel de división y lucha intrapartidaria, luego el fenómeno del
“tanquismo” y por último, la expresión de un pensamiento en materia regional.

La Unión Cívica Radical y la lucha intrapartidaria

Páginas arriba hemos ya aludido a la primera problemática, señalando el carácter de


las múltiples fracciones que tempranamente tuvieron lugar en el seno de la UCR jujeña.
Para 1918, el partido se había escindido con la constitución de la UCR “Roja” encabezada
por Mateo C. Córdova, cuyas autoridades y adherentes fueron expulsados por decisión de
su Comité Central.19
Este incidente constituyó uno de los tantos conflictos que obstruyeron la vida
partidaria, caracterizada por la división y el enfrentamiento interno, por las lealtades
flexibles en torno a jefes o camarillas y la recurrencia a alianzas extrapartidarias, según
conveniencias electorales de coyuntura.20
Diferencias internas que gradualmente van delineando tendencias desligadas ya de
las disputas de liderazgos e identificables con un yrigoyenismo más popular o un
antiyrigoyenismo más elitista.
Es posible palpar este desplazamiento bajo la gestión Córdova. Este debió hacer
frente no sólo a la oposición de los conservadores sino también a la de las fracciones de su
propio partido (inchaustistas, claristas, carrillistas, etc.), quienes no dudaban en concretar
alianzas circunstanciales con aquellos para competir entre sí. Fueron ellas las que le
trabaron la acción gubernativa mientras la provincia atravesaba una crítica situación
financiera, se agudizaba el problema habitacional y el endeble estado sanitario.
La caja de resonancia fue la Legislatura, a poco de asumir la gobernación la línea
interna que lideraba el mandatario ya no contaba con la mayoría en la Cámara y ésta

18
La Nación, 30 de junio de 1913. Biblioteca Nacional.
19
Con la presencia del senador nacional Martín Torino, delegado del Comité Nacional para solucionar el
conflicto intrapartidario. La raíz del problema es el desacuerdo entre los dirigentes Córdova y Claros. El Día,
Jujuy, sábado 2 de marzo de 1918.
20
Las “trayectorias erráticas” que describe Moyano para Córdoba. Moyano, J., “Articulaciones entre grupos
sociales dominantes regionales y poder político en Córdoba, 1907-1920”, Travesía, Vol. I, N° 3-4, 1999-
2000, p. 214.
empezó a sesionar muy irregularmente. Hacia la finalización del período ordinario sólo se
había reunido en tres ocasiones, quedando los proyectos del Ejecutivo sin respaldo. En
efecto, hubo unos primeros decretos de Córdova que provocaron un fuerte malestar:
revocación de becas a estudiantes dadas por el gobierno anterior, priorizando factores que
aquél no parecía haber tenido en cuenta -tal la situación de pobreza de los mismos, su
dedicación al estudio y buena conducta-; otro dirigido a la administración pública que
establecía horario de entrada y salida de los empleados, registro en un libro habilitado a tal
fin y el descuento de medio jornal por faltas injustificadas. Pero, fue el veto al aumento de
las dietas de los diputados provinciales y la posterior confirmación de la Cámara
desconociendo el criterio del Ejecutivo, lo que precipitó el clima de hostilidad por parte de
la Legislatura. Esta, al mismo tiempo que se aumentaba las dietas, resistía largamente el
otorgamiento de aumento de sueldos a los empleados de la policía provincial, solicitado por
el Ejecutivo y, además, otorgaba jubilaciones y pensiones a discreción, a lo que vino a
sumarse la “cuestión senatorial” suscitada en torno al reemplazo de los dos senadores
mandato cumplido -los conservadores Carlos Zabala y Octavio Iturbe-.
Todo contribuyó para que Córdova decidiera tomar una medida extrema: clausurar
la Legislatura; en sus fundamentos acusaba al cuerpo de actuar al margen de la
Constitución Provincial y de negarle los acuerdos necesarios con el solo propósito de
entorpecer la marcha del gobierno en momentos críticos para la provincia. Aún así, los
legisladores se reunieron en el domicilio personal del ex presidente del legislativo
provincial, Froilán Calvetti, designándolo junto a Teófilo Sánchez de Bustamante –ambos
de la UCR “azul”- senadores nacionales. La durabilidad de este conflicto (la elección de
otros dos senadores por una nueva Legislatura y el rechazo del Congreso de los cuatro
diplomas en danza) provocó dos intervenciones federales a la provincia. Una a fines del año
1921, otra en 1924, luego de otro Decreto de disolución de la Cámara, antecedida todavía
por la presencia de un funcionario nacional -el Dr. Abelenda- con propósito de mediar en la
crisis institucional.
Creemos que esta falta de homogeneidad del partido gobernante no sólo estaba
conectada con la influencia de aquellos que capitanean las distintas fracciones a su interior -
que comenzaron a alinearse tras el yrigoyenismo o el antipersonalismo-, sino también a la
conformación de un sector dentro de la UCR local con propuestas no aceptadas por todos,
debido al tenor más popular de sus contenidos. Las mismas se proponían atender las
expectativas y necesidades reales de los sectores sociales más desprotegidos afectando
fuertes intereses. Fue el caso relacionado con dos cuestiones conflictivas que involucraron a
los campesinos puneños, frente a los cuales, junto a Tanco -su Ministro de Gobierno y
luego de Hacienda-, tomó posición favorable. En junio de 1923, Córdova se hizo eco de las
denuncias y quejas que constantemente formulaban arrendatarios de diferentes puntos de la
campaña, prohibiendo el trabajo extraordinario conocido con el nombre de „obligaciones de
servicio personal‟ que los propietarios o administradores les imponían, contraviniendo lo
establecido en las constituciones de nacional y provincial. Medida política que luego se
complementó con la emisión de otro decreto de agosto de 1923, tendiente a la anulación de
los abusos en el cobro de los arriendos y al control oficial de registro y medición de las
grandes propiedades.
Estos decretos venían a dar respuesta a un clamor afligente y de larga data de los
pueblos originarios en territorio jujeño al tiempo que tocaban intereses sensibles a la
estructura de poder local. Se inscribían, por tanto, en el movimiento reivindicatorio de las
poblaciones nativas de Quebrada y Puna con el firme propósito de conducirlo, como
veremos a continuación con el tanquismo. Situación preocupante para la elite cuanto más
los arrendatarios habían precedido con hechos de violencia esta línea de actuación del
gobierno, tal el levantamiento de El Aguilar (Departamento de Humahuaca) ocurrido en
marzo de 1923. 21
A la luz de estos hechos, el obstruccionismo de la Cámara sentada en las disidencias
internas del partido gobernante, según hemos dicho, cobra mayor sentido, al igual que los
resultados de la Intervención Federal de 1924, la cual cerró la gestión del hostigado
gobernador y abrió la de Benjamín Villafañe, quien triunfaba ampliamente sobre el
candidato yrigoyenista Miguel Aníbal Tanco.
Los conservadores sumados a los antipersonalistas azules resultaron favorecidos por
la Intervención,22 fortaleciendo así su posición, aún cuando los radicales criticaron
fuertemente a Villafañe por el papel descollante que sus aliados de la Concentración Cívica
tenían en su gobierno en detrimento de los propios correligionarios.
En 1925 se intentó reorganizar el yrigoyenismo local una vez que Miguel A. Tanco,
el referente de más llegada popular del personalismo jujeño, recuperó su libertad tras cinco
meses de cárcel impuesta tras la acusación de “malversación de fondos públicos”. De los
acuerdos surgió hacia fin de año el Partido Radical Unificado, aunque en él era posible
constatar una fuerte tensión por el liderazgo interno entre Tanco y Cuñado. Así, y en lo
sucesivo, los años 27 y 28 fueron de diferenciación y disputa entre los dos “capitanes”;
pareciera que lo único que los mantenía unidos era la figura de Yrigoyen y la estrategia
electoral que garantizara el triunfo de éste para su segunda presidencia…23 Por fin, en el
próximo momento electoral importante, las elecciones a gobernador de 1929, cristalizaba la
disidencia constituyéndose la UCR Tradicionalista, presidida por Luis Cuñado, y
enfrentada al tanquismo. Mientras éste se fortalecía nucleado en “La Unión”, agrupación
que Tanco creó para actuar en todo el territorio provincial -especialmente entre los
pobladores de la Puna y Quebrada de Humahuaca-, en torno a sus demandas de
reivindicación sobre la tierra y a su representación política.
En tanto los azules, también se reorganizaban anudando políticas de alianzas con los
conservadores. Las elecciones del ‟26 para renovar diputados nacionales y provinciales

21
En 1924 se produjo otro levantamiento en Cangrejillos. Cfr. Fleitas, María Silvia, “¡Hoy los hijos del
pueblo ya no deben arrastrar cadenas! El radicalismo en Jujuy de los años 20. Miguel A. Tanco, el “hombre
que levantará al obrero y hará feliz la vida del pueblo”. En página web de la UNdeSM, Centro de Estudios de
Historia Política (Cehp), 2006. http://www.unsam.edu.ar/escuelas/politica/centro_historia_politica
22
Escribía el Interventor Gómez que el “99 % de los habitantes [...] se han despertado de una pesadilla de
horrores [...]. Muchos humildes ciudadanos han sido engañados y envenenados haciéndoles creer en las
utopías del comunismo. Por acción de la intervención están despertando a la verdad [...]. La armonía se ha
substituído por el odio de clases, pretendiendo poner en pugna el interés de la cultura, de la tradición y de la
mentalidad con el de las clases pobres cual si en vez de ser solidarios los intereses de ambas [...] fueran ellos
antagónicas. Así se ha explotado últimamente por razones de política electoral el sentimiento ineducado de las
masas pretendiendo levantarlo contra la ilustración y la aristocracia, no de la sangre que ningún argentino
reconoce, sinó contra la aristocracia del honor, de la inteligencia y de la moral que es la que en realidad debe
dirigir a una democracia organizada”. Memoria del Ministerio del Interior presentada al Honorable Congreso
de la Nación. 1923-1924, Buenos Aires, Gerónimo Pesce, 1924, p. p. 123 y 151.
23
“No hay unión posible –escribe el articulista de El Día-. Ninguno de los tres jefes que hoy se consideran
con títulos para conducir al electorado jujeño hacia el campo de sus ambiciones ceden terreno [...] han hecho
llegar hasta el delegado del comité nacional sus quejas [...] han decidido votar la fórmula que encabece
Irigoyen para la futura presidencia de la república, bajo la expresa condición de romper relaciones tan pronto
como el acto comicial se realice. Es una guerra sin cuartel [...]”. El Día, Jujuy, jueves 16 de febrero de 1928.
fueron la ocasión para continuar el debate en torno a lo “ético” y lo conveniente de estos
acuerdos.

Si alguna vez puede no sólo justificarse -declaraba Ernesto Claros, quien sale electo diputado
nacional con el amplio triunfo del radicalismo azul- sino hasta llegar a convertirse en una
patriótica imposición la conjunción de fuerzas políticas que representan principios de orden,
de respeto a los derechos más sagrados de los ciudadanos, es en el caso actual de Jujuy, en el
que había que conjurar el peligro del retorno al gobierno de elementos como los que
componían la administración anterior, de triste recordación [la de Mateo Córdova] porque
nadie ha olvidado hasta qué extremos descendió aquí el personalismo. A este propósito
respondió el arreglo concluido entre nuestro partido y la Concentración Cívica [...].24

Villafañe recurría, asimismo, al recurso de la selección de los “mejores”


independientemente de las filas partidarias donde se enrolen como justificación de su
connubio con los conservadores:

Traído al poder no sólo por los hombres de mi partido –manifestaba el gobernador en un


reportaje, contestando declaraciones de Sánchez de Bustamante a la prensa nacional-, sino
también del conservador, mi decoro me impedía no repudiar al otro día del triunfo a los que
me habían secundado con su esfuerzo, su prestigio y su dinero [...]. Para hacer una
administración provechosa me era indispensable la colaboración de los mejores de entre ellos
[...]. Es que con Bustamante representamos dos ideologías opuestas, él cree que se debe
gobernar a la antigua, con el grupo o facción que tiene un nombre determinado. De mi parte
creo que esos tiempos han pasado, que debe gobernarse con el concurso de los mejores
caballeros, sea cual fuera el campo político donde militen.25

Benjamín Villafañe fue un férreo anti yrigoyenista que se aseguró su sucesión a fin de
que el personalismo jujeño no volviera a triunfar en las elecciones provinciales. En los
preparativos a la campaña para la gobernación del período 1927-1929, el conservador de la
Concentración Cívica, Pedro J. Pérez, ingresó a las filas del radicalismo azul como parte de
la estrategia electoral planteada por el gobernador saliente. El propósito que lo guiaba era
que la alianza de partidos antipersonalistas continuara en pie postulando la figura de un
prestigioso conservador converso al radicalismo como futuro gobernador. Acontecimiento
del que el mismo Pérez brindaba detalles en su discurso ante la Legislatura:

Hace más de diez años que la tendencia conservadora en Jujuy, desenvuelve su acción en
alianza con la corriente principista del partido radical, sin cabeza visible, sin espíritu cívico y
sin ninguna disciplina partidaria. En tales condiciones no era posible considerar su existencia
como partido político [...] Como esa situación caótica no podía perdurar, en los primeros
meses del año pasado, se pensó auscultar el ambiente para contestar la invitación que nos
hacía el señor Benjamín Villafañe para la radicalización [...] resolví, por mi propia y
expontánea decisión, ofrecer al señor Villafañe, las seguridades de mi adhesión al partido
antipersonalismta [...] se aproximaba la época en que debía resolverse el problema de la
gobernación. El señor Villafañe con parte de sus amigos y representantes de las más fuertes
industrias, me ofrecieron prestigiar mi nombre si aún mantenía el propósito de ingresar al
radicalismo antipersonalista [...] Mucho ha trabajado mi conciencia para convencerme que

24
El Diario, Jujuy, miércoles 31 de marzo de 1926.
25
. El Diario, Jujuy, 5 de noviembre de 1926.
debía, hasta por patriotismo, atender aquellas solicitaciones; pero ante el temor de que la
anarquía dominante entre los radicales principistas, facilitara el triunfo de los personalistas,
me decidí favorablemente, convencido de que mi candidatura, en caso de consagrarse en las
urnas, aseguraría un nuevo período de tranquilidad y progreso para la provincia. 26

Para estas elecciones la lista de unión de las facciones yrigoyenistas de Tanco y


Luis Cuñado decidió sobre la hora decretar una vez más la abstención -como en las de
marzo de 1926 a diputados provinciales-. El diputado Dámaso Salmoral denunciaba en la
sala Legislativa que el gobierno se había encargado de anular la lucha partidaria franca,
persiguiendo a la oposición y estorbando el normal desarrollo de los comicios.27 Para la
renovación parcial de la Legislatura en marzo del año siguiente, los yrigoyenistas, entre
ellos el propio Cuñado, lograban ocupar algunas de las bancas radicales en medio de las
cada vez más beligerantes desavenencias entre éste y Tanco. Para la elección de electores a
presidente y vice, el 1 de abril de 1928, el triunfo radical permitió a ambos, junto a otros
cuatro candidatos más, ser consagrados y asegurar en el Colegio Electoral los votos de
Jujuy para la fórmula Yrigoyen-Beiró.
Por fin, en las elecciones dos veces prorrogadas para elegir al titular del Ejecutivo
Provincial del 29 de septiembre de 1929, Tanco obtuvo un abultado triunfo, el cual vino a
coronar casi una década de lucha política, siendo a estas alturas su liderazgo popular algo
indiscutible. Poco después el golpe de setiembre de 1930 abortaría el proceso de cambio
emprendido por esta línea del radicalismo en la provincia…

Planteos y propuestas del yrigoyenismo tanquista

Hemos escrito en otro trabajo que Miguel Aníbal Tanco “es el caudillo que, con una
vibrante prédica social, rompe el molde del político tradicional de entonces y reivindica la
lucha de los sectores populares de la provincia, presentándose como el “hombre que
levantará al obrero y hará feliz la vida del pueblo, el “defensor del proletariado y enemigo
de los patrones”. En sostén de su plataforma y candidatura a gobernador en 1923 crea La
Unión, una agrupación yrigoyenista que abre varios comités en toda la provincia, sobre
todo en las tierras altas. Allí viaja con frecuencia, tiene especial arraigo entre los pobladores
nativos y se encarga en persona de entrevistarse con sus partidarios y líderes locales, de
tramitar la libertad de los detenidos –encarcelados tras todo tipo de atropello o persecución
política- y, según versiones no comprobadas, de armar a los campesinos en sus reclamos
ante los arrendatarios latifundistas. De hecho, éste es el aspecto de su actividad política que
más pone nerviosos o afecta a sus opositores y por la que a menudo se lo sindica de
sedicioso”.28
La contrariedad que causaba el yrigoyenismo liderado por Miguel Tanco en las clases
propietarias y en parte de la clase política provincial, encontró en la apelación a su carácter
subversivo la estrategia discursiva dominante para desacreditar su actuación. Por su
propuesta agraria lo acusaban de anarquista, de antipatriota, de disolvente. Su proyecto era

26
Discurso del Gobernador Pedro J. Pérez, Apertura de Sesiones de la Legislatura, año 1927, p.p. 7-10.
27
Libro de Actas (setiembre 1922-junio 1928). Honorable Legislatura de la Provincia de Jujuy, 2da Sesión
Extraordinaria, 2 de noviembre de 1926, p. p. 390-391.
28
Cfr. Fleitas, María Silvia, “¡Hoy los hijos del pueblo ya no deben arrastrar cadenas! El radicalismo en Jujuy
de los años 20…, op. cit.
expropiar los latifundios improductivos y entregarlos a los campesinos como arrendamiento
fiscal, procedimiento que evitaría el fraccionamiento y venta privada de la que quedaban
excluidos los campesinos más pobres:

La expropiación sería paulatina, „empezando por las tierras que pertenecieron a las
comunidades de aborígenes‟, ya en dominio del estado no podrían ser vendidas o enajenadas,
„quedando para el uso de las comunidades o colonias que las trabajen‟ y con la propiedad de
las casas y mejoras introducidas; los arrenderos deberían pagar la contribución territorial [...].
La misma sostenía que toda familia o persona que deseara trabajar las tierras fiscales podía
establecerse en las mismas, previa solicitud al Poder Ejecutivo, que los ya existentes
seguirían en su ubicación y los desalojados reintegrados, no pudiendo realizarse ningún otro
desalojo [...].29

Estas propuestas volcadas a proyectos de leyes, le valieron a Tanco el mote de


´Tancoff´, por su “procedimiento bolchevisqui”.30 En realidad, lejos estaba de este radical
implementar un programa comunista, pero atacar un problema de fondo como el de la
estructura latifundista de la propiedad de la tierra, conjuntamente con la supresión de
prácticas serviles como el cobro de los servicios personales, eran intentos de poner freno no
sólo a la explotación económica de campesinos y peones rurales, sino de anular ciertos
mecanismos de coerción extraeconómica, sobre todo uno muy importante: el poder de los
propietarios de manipular el voto de estas poblaciones, el voto cautivo.
La expropiación y declaración de fiscales de estas tierras en que coincidían los
reclamos de los arrenderos y las intenciones del gobierno, puede considerarse un paso en
una estrategia gradual hacia la adquisición de las mismas, aún cuando los propios
arrendatarios no convinieran en forma unánime sobre la forma de propiedad, privada,
comunitaria o fiscal, que darían a los rodeos. Para el ´Lenin jujeño´ era el momento de
modernizar las relaciones sociales, eliminar esos resabios de un pasado colonial presentes
en los lazos serviles que ataban al campesino con el latifundista y al peón con el patrón; de
acompañar el proceso de proletarización liderado por la industria azucarera en la provincia
con la intervención mediadora del estado en conflictos entre capital y trabajo; de aumentar
la sindicalización obrera y los derechos sociales; y favorecer una ciudadanía activa y
transformadora.31

29
“Para esta época la estructura de la tierra en Quebrada y Puna se caracterizaba aún por la presencia del
latifundio, haciendas de arrenderos, en manos de particulares o del propio Estado Provincial. Desde mediados
del XIX se había dado un proceso de fraccionamiento, que permitió el acceso a la pequeña y mediana
propiedad a arrendatarios, algunos de tierras fiscales –como las ex comunales de Casabindo y Cochinoca, del
Marquesado de Yavi-, otros de fincas privadas. Pero en la primera década del Siglo XX se verificó en Puna la
compra de tierras con fines especulativos por personas ajenas a la provincia, lo que acentuó la concentración
de la propiedad, de allí que la gran mayoría de arrendatarios seguía aún demandando, tal como en los
primeros tiempos de la República, tributar al Estado en tierras que fueran declaradas fiscales”. Fleitas, María
Silvia y Teruel, Ana, “Política y movilización campesina en el norte argentino. La cuestión de la tierra
indígena en el proceso de ampliación de la democracia”. En Revista Andina, N° 45 (2do semestre de 2007), p.
48.
30
El Día, Jujuy, miércoles 13 de enero de 1926. “Tanco es un político sedicioso. Está empeñado en hacer de
la Puna una Rusia sovietista ¡Tierra y Libertad!”. El Día, Jujuy, martes 2 de febrero de 1926.
31
Cfr. Fleitas, María Silvia, “Conflictos y políticas sociales. El yrigoyenismo jujeño en la década de 1920”,
En CD Aportes Científicos desde Humanidades, N° 8, Catamarca, octubre de 2010, Editorial Científica
Universitaria, Secretaría de Ciencia y tecnología, UNCA, Facultad de Humanidades. ISSN 1851-4464.
En las conclusiones de un trabajo donde analizábamos la lucha política a fines de
los gobiernos radicales, afirmábamos: Para fines de la década de 1920 en Jujuy ya han
hecho su experiencia gubernativa tendencias antipersonalistas y personalistas del
radicalismo provincial. En vistas a la candidatura a gobernador del referente popular más
“temido”, el yrigoyenista Miguel A. Tanco, se polarizan las posiciones y la lucha política
no da tregua para aquellos que quieren imponer su triunfo.
A la luz de lo que sucede en los últimos años de la década -la condensación de la
lucha política con el enfrentamiento casi encarnizado a Tanco-, consideramos, por un lado,
que la apertura democrática ha contribuido a un cambio de mentalidad, ha obligado a
pensar en el “otro” como rival político y su posibilidad de triunfo. El tanquismo, en
concreto, comienza a representar la posibilidad cierta de acceso a la política de sectores
hasta el momento excluidos, instala en los puestos gubernativos a gente del pueblo, lo que
de algún modo precariza la situación política en la que “todos” tienen algún lugar en la gran
“familia” jujeña… Este lleva al debate público la cuestión de las fuerzas sociales
antagónicas que están en tensión. Y contribuye a dimensionar el espacio público como
campo de lucha popular. De allí que por momentos, la política es también una cosa “de
armas llevar”, sin eufemismos…
Por otro lado, el proyecto reformista del tanquismo, produce un impacto en la
sociedad jujeña que toca ciertos resortes de poder económico y político, característicos de
un régimen social opresivo, que parte de la clase política local no pretende dar su anuencia
para alterar”.32
Finalmente, nos ha resultado importante analizar de qué manera el yrigoyenismo
tanquista se constituyó en un canal de expresión de las apremiantes necesidades de los
sectores populares; lo hizo desde los propios lugares de trabajo y de esparcimiento donde
éstos desarrollaban su vida, o creando propios, como espacios de militancia, asistencia
social, forja de identidades y captación o reaseguro de votantes.
Así, por ejemplo, la ciudad de San Salvador de Jujuy cobró un nuevo sentido, las
casas de los caudillos barriales, los centros y comités, las plazas y las calles, se convirtieron
a toda hora y todos los días en espacios de participación y movilización popular.33
Los aportes de Jujuy a un pensamiento regional

32
Fleitas, María Silvia, “¿Reforma? ¿Revolución? En torno a la lucha política a fines de la década radical en
Jujuy”, en Tato, María Inés y Castro, Omar (Comps.), Dimensiones de la vida política en la Argentina: del
Centenario al primer peronismo, Imago Mundi, 2010.
33
“Desde nuestro punto de vista, los acontecimientos ocurridos en la novel democracia jujeña de los años
1920, además de que puedan analizarse como estrategias planteadas con el fin de, o actividades planificadas
para captar adherentes y conseguir el valioso voto ciudadano, constituyeron importantes espacios de
experiencia e identificación socio-étnica. Estos colaboraron en romper un determinado modelo de
participación ciudadana que tenía como protagonistas determinantes de la cosa pública a las “gentes decentes”
del casco céntrico de la ciudad capital. Lo significativo fue que, entonces, unos nuevos sujetos considerados
portadores de comportamientos antisociales, invadieron esos lugares “exclusivos”, ascendieron a cargos
políticos y disputaron simbólica y materialmente espacios de poder”. Fleitas, María Silvia, “Política y espacio
urbano. Participación y movilización ciudadana en San Salvador de Jujuy en las primeras décadas de apertura
democrática (1912-1930)”. En Teruel, Ana (Dir.), Problemas nacionales en escalas locales. Instituciones,
actores y prácticas de la modernidad en Jujuy, Rosario, Argentina, Prohistoria, 2010, p. 231.
Una notable y diferente arista desde donde también analizar el ejercicio de la
política en Jujuy, está relacionada con la expresión de un pensamiento regional a la que se
suma la provincia de la mano de uno de los gobernadores de la década radical, Benjamín
Villafañe.
Villafañe fue un político de amplia trayectoria, diputado provincial, diputado y
senador nacional y gobernador de la provincia (1924-1927). Había ingresado al radicalismo
en 1912 luego de la disolución del Partido Democrático formado en oposición al senador
Domingo T. Pérez. Fue un exponente del pensamiento político elitista y decidido crítico de
la política económica liberal de nuestro país. No hubo foro que no convirtiera en tribuna
para censurar el rumbo de la economía, al que no temía en calificar de desastroso, al tiempo
de considerarlo estar dirigido por y para los hombres del litoral, de espaldas a los intereses
de las demás provincias y regiones argentinas. Entendía que las clases dirigentes argentinas
se habían fanatizado por una doctrina que había sido abandonada por las grandes naciones
europeas, para optar por políticas abiertamente proteccionistas, en función del fomento de
sus industrias. Según su visión, Argentina, en cambio, no había entendido las enseñanzas
de la primera posguerra y se negaba al camino del autoabastecimiento y la manufacturación
propia. Error en el que estaban incurriendo asimismo la dirigencia radical y los nuevos
sectores allegados al poder. Así radicales y socialistas, guiados por intereses electoralistas,
se presentaban como paladines de los precios bajos defendiendo la libre importación. Como
gobernador de Jujuy concretó un objetivo largamente anunciado, la reunión de fuerzas
regionales que manifestaran su posición y sus propuestas ante una política nacional que
rezagaba las economías interiores: en 1926 y 1927 se realizaron las llamadas Conferencias
de Gobernadores en Salta y La Rioja. Bajo la presidencia de Marcelo T. de Alvear se
aprovechó la ocasión para remarcar los efectos negativos de la política anterior e insistir en
la realización de proyectos inconclusos o ignorados que involucraban los desarrollos
regionales, tal la promulgación de una ley general de fomento industrial y el impulso de los
ferrocarriles.
En esta línea, Benjamín Villafañe se adhirió al nacionalismo económico enunciado
por Alejandro Bunge quien propugnaba la superación de la etapa pastoril, de importadores
y estancieros, por la del fomento y producción de las manufacturas nacionales. El objetivo
debía ser lograr un equilibrio económico regional y una producción industrial evolucionada
y estable para salir de la órbita de los países satélites.
Con la apertura democrática una intranquilidad política creciente se extendía en las
elites del interior, en particular en la del Noroeste, por el papel protagónico que habían
tenido éstas en la consolidación del Estado nacional durante la Argentina conservadora.
Esto no sólo porque la modificación de los mecanismos de obtención del consenso político
ampliaron los elencos gubernativos, que hasta entonces sólo ellas integraban, sino también
porque se sentían amenazadas de perder poder en el sistema político nacional. En efecto, la
ley Sáenz Peña de 1912 y el censo de 1914 transfiguraron el Congreso incentivando el
proceso de subordinación política y económica del interior. Los acuerdos interregionales,
característicos del ciclo conservador, fueron desplazados por una concepción electoral que
concentraba la atención del gobierno nacional en las áreas de mayor densidad demográfica.
34

34
Bravo, María Celia, “Cuestión regional, azúcar y crisis cañera en Tucumán durante la primera presidencia
de Yrigoyen”, Material de la Cátedra de Historia Económica-Instituto de Estudios Socio-Económicos,
Facultad de Ciencias Económicas, UNT, 1993, p. 46.
Con la nueva composición del legislativo nacional, Santa Fe, Buenos Aires y la
Capital Federal vieron duplicarse su representación, mientras que varias provincias la
disminuyeron, entre ellas Salta y Catamarca. En esta ocasión los diputados salteños David
Saravia y Francisco Uriburu, reaccionaron echando mano a un planteo que ya tenía
trayectoria en el pensamiento de políticos y empresarios de la región: la cuestión del
desequilibrio regional. El reclamo adquirió especial relevancia, justamente en las primeras
décadas del Siglo XX, pues las últimas oleadas expansivas del modelo agroexportador
permitieron a la región pampeana crecer económica y demográficamente, y distanciarse de
manera ostensible de las otras regiones argentinas. Estas se resistieron a ese proceso
gradual de subordinación al área litoral y reclamaron del poder central una mayor
participación en la economía nacional de los intereses extra-pampeanos, que permitiera,
junto al desarrollo de las manufacturas, el crecimiento del mercado interno.35
Las ideas que fueron sosteniendo estas posturas provinieron del nacionalismo
económico enunciado por Alejandro Bunge, director de la Revista de Economía Argentina,
fundada en 1918. Para Bunge era necesario que el país no permaneciera anclado en una
“etapa pastoril” de su economía, para ello debía abandonar la “política pasiva, alegre y
confiada” de la “producción uniforme” y la “hostilidad industrial”, para “salir de la
órbita que a nosotros, los satélites, nos trazaron los astros”.36
Estas nuevas normas de juego internacional imponían a la Argentina implementar
una política propia, la cual implicaba pasar de ser “importadores y estancieros” a
“granjeros e industriales”. Para Bunge, “la política del comercio exterior progresivo y de
la producción uniforme debe ser substituida por la del fomento y protección de lo que
produce y puede producir el país y de las manufacturas nacionales”.37 La industrialización
tenía implícita la diversificación productiva y con ella, los desarrollos regionales: “no
hemos de llegar a un sano equilibrio económico ni a una producción industrial
evolucionada y estable si no nos resolvemos a defender con sacrificio el trabajo de cada
una de las regiones de la República”.38
Dichos planteamientos encontraron en el discurso azucarero del Noroeste, de
tradicional predicamento proteccionista, un fuerte respaldo, en nombre no sólo del sector
sino también de la región.
La elite azucarera tucumana, por ser la más dinámica y poderosa de la región
asumió el liderazgo regional de estas posturas en materia de política económica. La
significación de su actividad para el Noroeste y el país se explicaba por varios hechos: los
ingenios proporcionaban trabajo a miles de familias provenientes de provincias vecinas,
sobre todo, santiagueñas y catamarqueñas; la población allí concentrada ofrecía un
excelente mercado para los productos regionales y extra-regionales; y era una industria
fruto de hombres y capitales criollos.

35
Cfr. Fleitas, María Silvia, "La cuestión regional en el pensamiento político de las elites del Noroeste
Argentino. 1912-1930". En Travesía, Revista de Historia Económica y Social, 3-4 "Elites, Cuestión Regional
y Estado Nacional. Argentina y América Latina, Siglo XIX y primeras décadas del XX", Marta Bonaudo y
Daniel Campi (Coordinadores), Vol. 1, Segundo Semestre de 1999- Primer Semestre de 2000, mayo de 2003.
36
Bunge, Alejandro, “Nueva orientación de la política económica argentina”, en Revisa de Economía
Argentina, Buenos Aires, junio de 1921, Año 3, N° 36, p. p. 455-457.
37
Bunge, Alejandro, “Inmigración e importación”, en Revisa de Economía Argentina, Buenos Aires, febrero
de 1922, Año 4, N° 44, p. 133.
38
Bunge, Alejandro, Una Nueva Argentina, Madrid, Hyspamérica, 1984, p. 265.
No era casual que sus posiciones tomaran un renovado impulso durante la década de
1920. En estos años la economía del azúcar atravesó ciclos de escasez y de
superproducción, la afectaban serios conflictos sociales, la política del presidente Yrigoyen
le era hostil y el sector industrial debía hacer concesiones que de ninguna manera
consideraba beneficiosas para sus intereses. En Jujuy, la producción azucarera que había
iniciado en 1914 su proceso de consolidación y madurez, con capacidad de competir con la
tucumana, era una industria moderna y productiva. La clase política jujeña participó de los
planteos regionales que venimos describiendo y fue Benjamín Villafañe su más lúcido
expositor. No sólo defendió a la empresa azucarera como símbolo de progreso para la
provincia y el noroeste, sino que avaló su injerencia en la política, dando acuerdo a la
alianza del poder político con el económico que implicaba la subordinación de los
gobiernos y la estructura administrativa estatal al poder financiero de los ingenios.
Villafañe lo expresaba abiertamente, y así lo decía en una carta a Teófilo Sánchez de
Bustamante:

A empresas de tanta importancia que costean las dos terceras partes de los gastos de la
Provincia, que nos han ayudado en forma tan eficaz, que sin su cooperación yo no hubiera
podido ser Gobernador, ni usted Senador, lo menos que se les puede ofrecer en
compensación, son autoridades que signifiquen una garantía de orden y respeto a todos los
derechos.39

Esta defensa de la agroindustria del azúcar la hizo extensiva a otras actividades


productivas; la piedra de toque de una política de promoción de las mismas era resolver un
problema fundamental, el de los fletes ferroviarios. Así lo deja claro en el discurso de
apertura de sesiones legislativas del año 1925:

El peor enemigo que tiene el progreso de la provincia, son los fletes ferroviarios [...]. Los de
las provincias del Norte, llevamos sobres nuestros hombros una carga seis veces más pesada
que la del litoral.
Si se hace un estudio comparativo sereno de las tarifas ferroviarias de las provincias del
litoral con las del norte, resulta que los artículos de producción de estas regiones, tienen que
soportar un costo de transporte diez veces mayor que los que se producen en el litoral. Allí
las empresas, fácil es demostrarlo, se contentan con un interés moderado del capital en el
transporte del trigo, del maíz, la harina y la carne. Y lo que dejan de ganar y desean ganar, lo
cargan a los productos del interior. [...] Las tarifas elevadas desde 1919, en las líneas del
Estado, en más de un ciento por ciento, han determinado entre nosotros la muerte de la
industria del arroz, de cereales como los porotos, garbanzos y otros, determinando también la
importación de estos artículos de las naciones vecinas [...]. Los intereses del interior han
vivido y siguen viviendo en el más lamentable de los descuidos; y a la desproporción en la
representación en la Cámara de Diputados, que ha venido a dejar en tan notoria desventaja a
estas provincias, se agrega hoy la amenaza de muerte que importa para ellos el proyecto de
nacionalización de los impuestos internos [...]. Estos impuestos [...] han continuado
gravitando sobre las provincias, en lo más vital de sus fuentes de recursos, sin que la Nación,
las haya compensado como debía, estimulando sus industrias con medidas aduaneras
protectoras, con embalses de agua o con vías de comunicación baratas. [...] La única industria
que se ha salvado del descuido de los políticos del interior y la indiferencia de los del litoral,
es la industria azucarera; y toda vez que los intereses de la propaganda electoral, exigen que

39
Villafañe, Benjamín, El irigoyenismo, Jujuy, Talleres Gráficos del Estado, 1927, p. 86.
los partidos sin distinción arrojen un cristiano a la fiera de las turbas con voto, lo hacen
jugando con la suerte de esta industria, con el cascabel del librecambio y el bajo precio del
azúcar.40

En carta dirigida al Ministro del Interior, Vicente Gallo, lo planteaba directamente:

En defensa de los intereses más vitales de la provincia, tengo el honor de dirigirme a VE


pidiéndole quiera tener a bien adoptar las medidas que considere convenientes, a fin de que
se modifiquen las tarifas de fletes de los ferrocarriles, cuya vigencia está a punto de dar
muerte a las industrias locales, mientras impide que otras tomen desarrollo o bien grava a los
artículos de consumo en forma más aplastante que los impuestos más extorsivos.
Voy a concretar algunos casos [...] la Nación ha venido percibiendo por concepto de
impuestos al alcohol varios millones de pesos anualmente, contribución que dejará de
percibir este año, porque los establecimientos industriales han resuelto no elaborar más el
artículo, pues los fletes del ferrocarril Central Norte la gravan en tal forma, que arrebatan al
productor hasta la ganancia más ínfima. Téngase presente que el alcohol destinado al
consumo en el país paga un impuesto interno directo de peso y medio el litro. El flete que se
cobra hasta esa capital, importa otro impuesto indirecto que como he dicho quita toda utilidad
al productor. Podría la rebaja por lo menos limitarse, hasta poner el artículo en las mismas
condiciones que el de Tucumán.
El azúcar para una tarifa tan crecida, que el sólo ingenio de Ledesma abona por año más de
dos millones de pesos por concepto de fletes [...] la Ley Nacional de Ferrocarriles en su Art.
49 establece que las tarifas serán uniformes para todos los que se sirvan del ferrocarril. Y el
Art. 214 del Reglamento dice que las tarifas deberán ser razonables y justas. No son ni
razonables ni justas, señor Ministro, tarifas que matan la producción, porque el transporte es
más caro que la misma mercancía. Además de Tucumán a Salta y a Jujuy, rigen tarifas dobles
en las líneas del Estado que de Tucumán a Santa Fe.
El tráfico de Perico a San Pedro y Ledesma produce alrededor de cuatro millones de pesos
anuales a la nación, es decir que la provincia en un solo año ha pagado el importe de lo que
costaron esa vías. Así resulta que el ferrocarril en vez de ser factor de progreso y de fomento
de la riqueza de la provincia, es una tenía que succiona toda la sabia que arrebata al productor
la mayor parte de sus ganancias. [...].41

Entre las conclusiones de la Conferencia de Gobernadores de 1927, los mandatarios


de Salta, Jujuy, Tucumán, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja solicitaban:

1.- La reanudación inmediata de los trabajos de construcción de las vías férreas del Estado
con los fondos que acuerda el presupuesto y la sanción del plan de obras ferroviarias
presentado por el Poder Ejecutivo nacional al Congreso [...]; 2.- Revisación de las tarifas de
los Ferrocarriles del estado, reduciendo, en cuanto fuere posible, los fletes, para facilitar el
transporte de la producción de estas regiones a los mercados de consumo en condiciones de
competir con los productos similares extranjeros o de otras partes. [...] 4.- Auspiciar la
celebración de tratados de comercio con las Repúblicas de Chile y de Bolivia tendientes a
facilitar el intercambio de nuestros productos con esas plazas compitiendo en iguales
condiciones con los similares que se introducen por otras vías. [...].42

40
Mensaje de Gobernador, Sala de Sesiones de la Legislatura, Jujuy, 1925, p. p. 38 y 40.
41
Villafañe, Benjamín, El atraso del Interior, Apéndice a la Conferencia leída en la reunión de Gobernadores
en Salta, Jujuy, Tip-Lib. B. Buttazzoni, 1926, p.p. 135-137.
42
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Tip. Lib. B. Buttazzoni, 1927, p.p.5-6.
Para finalizar, diremos que en un reciente trabajo, Fandos y Bovi, han analizado que
fueron las actividades ganaderas y azucareras las más afectadas por la política de tarifas
ferroviarias para Jujuy, sobre todo en la coyuntura de crisis de la década de 1920, no
ocurrió lo mismo con otras actividades productivas como la forestal, minería y los
frutales.43
Por otra parte, una de las relecturas de la evolución de estas economías regionales
sugiere que el gran impulso al crecimiento aportado por el comercio de exportación no
benefició sólo a la región del litoral sino que permitió en general ciertos desarrollos de
economías de exportación en otras regiones, y, al impulsar el crecimiento de un mercado
interno muy ampliado, también creó oportunidades para economías orientadas al mismo y
circuitos de comunicación local y regional, sin evitar, claro, un crecimiento global
desigual.44 Aún así, en el contexto nacional, Jujuy ofreció discursos de modernización que
propendieron a la promoción de las actividades económicas locales y regionales, favorables
también al desarrollo e integración de sus pueblos y comunidades.

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