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CONSECUENCIAS SOCIALES

La superpoblación.-

Es evidente que los problemas de desempleo y pobreza se han visto agravados por la velocidad
a la que ha crecido la población peruana. Apenas uno de cada cuatro peruanos tiene un
trabajo formal, y en los últimos años el empleo generado por el crecimiento económico ha
resultado totalmente insuficiente para cubrir la demanda de puestos de trabajo de la
población puesto que también esta es demasiado grande en relación al escaso capital que hay.
Y mientras más rápido aumente la población, más demorará en reducirse esa brecha y más
lento será el avance en las condiciones económicas de esta.

La seguridad.-

En Perú, como en toda Latinoamérica, el alto grado de inseguridad generado por la violencia y
la delincuencia obstaculizan el crecimiento económico y la reducción de la pobreza. Sin
embargo, la falta de datos precisos impide formular en forma adecuada el problema. En el
caso de Perú este asunto es, al parecer, particularmente grave. Aunque no existen estudios
concluyentes al respecto, se estima que sólo el 25% de los actos delictivos son denunciados.

CONSECUENCIAS ECONOMICAS
La tasa de pobreza, más que una variable social que se puede medir, es el indicador de un
estado de carencias en una determinada población. Estudios previos apuntan que la capacidad
del crecimiento económico para reducir la pobreza depende de las características específicas
que tengan estos procesos. Es decir, dependiendo de qué sectores de la economía sean los
que más crezcan, el tipo de empleos que se generen y las condiciones iniciales de la economía,
será la capacidad del crecimiento para reducir la pobreza. Así pues, puede haber episodios de
crecimiento que no beneficien a los más pobres.

Recientemente, la pobreza monetaria pasó a ser noticia, pero esta vez no fue para anunciar
una reducción de la misma. La pobreza monetaria que el año 2016 afectó al 20.7% de la
población a nivel nacional, el año 2017 se incrementó en 1%. Si bien este incremento parece
insignificante, no es así. Lo grave del aumento de esta, es que marcó un punto de inflexión,
pasando de una tendencia decreciente de quince años, a una creciente. La pobreza no es un
concepto que se mide desde la economía, sin embargo, el crecimiento económico es uno de
los principales responsables de su comportamiento, siendo otro la política social del gobierno.
Entidades con mayor desigualdad de ingresos muestran una menor sensibilidad en dicha
relación, esto se interpreta como que los beneficios del crecimiento económico son más
difíciles que lleguen a los individuos en pobreza cuando existe una desigualdad alta. Pero esta
situación cambió, ya que, durante el año 2018, la pobreza cayó aproximadamente en 1.2% y la
actividad económica, según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), creció
4,0%, por encima de lo esperado por el consenso de mercado (3,9%)

La reducción del nivel de pobreza es un buen indicador para expresar que el crecimiento
económico, se está convirtiendo en bienestar social, en mejores condiciones para las personas
y familias. Y es que la pobreza, como lo expresa la Iglesia Católica, es la herida por donde
sangra la sociedad y no podemos quedarnos indiferentes mientras exista un pobre sobre la faz
de la tierra. Entonces, es fundamental reducir la pobreza.

El primer paso para aportar en la reducción de la pobreza, es no caer en la indiferencia y desde


el rol que nos toque desempeñar a cada uno de nosotros, esforzarnos siempre por aportar al
bien común y trabajando en perspectiva de servicio.

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