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Desde la antigüedad se había podido observar en la vida cotidiana que los cuerpos
calientes emitían luz de diferentes colores en función de su temperatura. Sin ir más
lejos, los alfareros contaban con una guía que determinaba las diferentes
tonalidades que se obtenían conforme calentaban los materiales. Pero fue a finales
del siglo XIX, que el auge de la astrofísica junto al incipiente alumbrado público
hizo que el interés por encontrar la base científica de esta relación se incrementase.
El físico prusiano Gustav Kirchhoff fue quien, en 1859, dio el pistoletazo teórico de
salida introduciendo el concepto de “cuerpo negro”, un cuerpo que era un perfecto
absorbente y emisor de radiación. Hay que decir que, si bien esta denominación es
muy apropiada en cuanto a su poder de absorción, no lo es tanto cuando convierte
la energía calorífica en radiación electromagnética.
El cuerpo negro imaginario de Kirchhoff era un simple recipiente oscuro con un
pequeño orificio en una de sus paredes. Una vez en el interior, la radiación sufre
diversas reflexiones en las paredes de la cavidad hasta que acaba siendo
completamente absorbida. El agujero también actúa como emisor perfecto, puesto
que las radiaciones que escapan a través de él muestran todas las longitudes de onda
presentes, a esa temperatura, en el interior del recipiente.
Los físicos dieron por bueno el razonamiento de Wien y la ley del desplazamiento
se convirtió en una herramienta de uso común en la primera década del siglo. No
deja de ser sorprendente que tuviese tan buena acogida ya que por aquel entonces
mucha gente no acababa de entender el segundo principio de termodinámica, las
ecuaciones de Maxwell justo empezaban a establecerse entre la comunidad
científica y la radiación de cuerpos calientes era terreno exclusivo de los físicos
experimentales.
Consideremos la energía
radiante que incide desde el
exterior sobre la superficie del
cuerpo. Si la superficie es lisa
y pulimentada, como la de un
espejo, la mayor parte de la
energía incidente se refleja, el
resto atraviesa la superficie del
cuerpo y es absorbido por sus
átomos o moléculas.
Si r es la proporción de energía
radiante que se refleja, y a la
proporción que se absorbe, se
debe de cumplir que r+a=1.
La misma proporción r de la
energía radiante que incide
desde el interior se refleja
hacia dentro, y se transmite la
proporción a=1-r que se
propaga hacia afuera y se
denomina por tanto, energía
radiante emitida por la
superficie.
En la figura, se muestra el
comportamiento de la
superficie de un cuerpo que
refleja una pequeña parte de la
energía incidente. Las anchuras
de las distintas bandas
corresponden a cantidades
relativas de energía radiante
incidente, reflejada y
transmitida a través de la
superficie.
Comparando ambas figuras, vemos que un buen absorbedor de radiación es un
buen emisor, y un mal absorbedor es un mal emisor. También podemos decir,
que un buen reflector es un mal emisor, y un mal reflector es un buen emisor.
El cuerpo negro
Su unidad es (W·m-2)·m-1.
Su unidad es (W·m-2)·s.
Ley de Stefan-Boltzmann
La energía radiada por un radiador de cuerpo negro por segundo, por unidad
de superficie, es proporcional a la cuarta potencia de la temperatura absoluta y
está dada por
Haciendo la sustitución da