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TALLER DE ORATORIA PEDAGÓGICA

Cómo vencer el temor oratorio


LOS SIETE TEMORES DE LA HUMANIDAD

1. HABLAR EN PÚBLICO.

2. ALTURAS.

3. INSECTOS Y PLAGAS.

4. PROBLEMAS FINANCIEROS.

5. AGUAS PROFUNDAS.

6. ENFERMEDADES.

7. MUERTE.

No todo lo relativo al temor es malo. Lo positivo del temor es que nos


permite estar en alerta contra aquello que nos intimida. Nos previene de
situaciones que queremos evitar preparándonos para enfrentarlas.

Sin embargo, cuando el temor nos impide realizar buenos propósitos se


vuelve negativo. Hay que combatirlo.

1. El Temor de hablar en público.

Como puede verse, el temor oratorio está muy difundido en el mundo. El


riesgo de pasar por algo engorroso en un escenario, nadie quiere
correrlo, incluso las personas con pergaminos y experiencia en el tema,
pero tenemos que enfrentarlo.

Muchos lo han conseguido y se expresan con normalidad ¿por qué


nosotros no podemos hacerlo? ¿Acaso somos diferentes? ¿Qué pueden
tener ellos que no tengamos nosotros?. Por supuesto que ellos también
tienen miedo, pero han aprendido a manejarlo. Esto es lo que tenemos
que hacer, CONTROLAR EL TEMOR para evitar que nos paralice y nos
impida expresarnos; será el desafío, la prueba que tenemos que pasar,
sin la cual no hay logro.

2. Causas:

- Timidez

El problema de la timidez hay que buscarlo en el pasado, cuanto apoyo


o confianza recibimos de nuestros padres o personas que nos tuvieron a
su cargo. Si fueron tolerantes, abiertos o comprensivos, probablemente

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seamos más confiados y seguros de nosotros mismos; pero si fueron


demasiado protectores, posesivos y nos limitaron en el juego –esencial
de la niñez-, probablemente hoy nos sintamos atados, inhibidos, con
deseos truncados porque queremos realizar grandes cosas y no
podemos.

Pues para eso estamos aquí para liberarnos de nuestros temores, para
recuperar la confianza, para sacudirnos.

¡SACÚDETE! Más que de la inercia física, de esa inercia mental que te


domina, que te frena, que no te deja ser tú mismo. Levántate y actúa. A
lo dicho por el matemático Descartes “Pienso, luego existo”, nosotros
vamos a decir: “Hablo, luego vivo”, porque ’hablando, la gente se
entiende’, expresamos nuestros pensamientos, mostramos nuestra
sensibilidad y nos ganamos el respeto de la gente.

- Nerviosidad excesiva,

No es una enfermedad, pero tenemos que aprender a controlarla.

- Complejo de inferioridad pasajero o estable.

“No sirves para nada”, “todo te sale mal”, “eres enfermizo”, “¡tú
cantante!, no me hagas reír, con qué voz”, etc., son frases que algunos
padres descargan en sus hijos anulándoles su iniciativa, no se dan
cuenta del daño que les hacen, los vuelven inseguros, desconfiados,
acomplejados.

Sin embargo, no podemos culparlos, cada padre es el resultado de la


formación que recibieron de sus propios padres; es decir, de nuestros
abuelos. Somos víctimas de víctimas, estamos llamados a ser los
protagonistas del cambio, para romper este círculo vicioso y mejorar
nuestra vida.

El creerse ‘pobrecito’ -menos dotado que los demás- para justificar


nuestra actitud pasiva, no conduce a nada. La vida es un constante
riesgo o deja de ser vida, hay que aprender a vivirla. No te juzgues mal,
empieza a valorarte ahora mismo, tienes mucho, ¡ESTÁS VIVO!.

Analiza las zonas erróneas de nuestra personalidad que nos presenta


Wayne Dyer , y trata de sacudirte de tanto complejo.

- Sobreestimación del propio yo.

Es bueno estimarse pero no en exceso. No vayamos a caer en la


soberbia, mirando por encima a los demás, o por querer hacer las cosas

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demasiado bien, terminemos por no hacerlas. Un buen plan hoy es


mejor que uno perfecto mañana.

- Reacción frente a una situación infrecuente.

Es natural que tengamos temor si nunca hablamos o lo hacemos


ocasionalmente. Cambiemos nuestros hábitos, seamos más
comunicativos, interesémonos en los demás.

- Falta de conocimiento del tema.

En este aspecto debemos ser muy claros. Hacer uso de la palabra sin
saber de lo que se habla, es una falta de responsabilidad que te hará
desconfiar de ti mismo.

3. Efectos:

- Sudoración excesiva,

- Temblor en las extremidades,

- Se traba la lengua,

- Vacíos en el cerebro –lagunas-.

- Turbación, enrojecimiento del rostro.

- Vergüenza.

Todas estas manifestaciones las hemos vivido en mayor o menor grado,


suelen presentarse en el momento menos deseado, tenemos que
controlarlas.

4. ¿Cómo combatirlo?

Conocido el diagnóstico o la situación, veamos qué debemos hacer


para vencer el temor.

a. Tener conciencia de que el miedo existe y que hay que controlarlo.


Cultivar la serenidad.

La mayoría de oradores han fracasado en sus inicios, este fracaso inicial


fue un acicate para que siguieran perseverando en su deseo de
expresarse en público.

Cuando estés montado en el caballo –hablando en público- y por allí


cometes algún error, por ejemplo, te olvidas alguna parte del tema;
improvisa, no te quedes callado o avergonzado; sigue con otra parte

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del discurso, ponle coraje a tu intervención. El coraje consiste en persistir


un poquito más, después que uno ya se considera vencido, es la gran
diferencia entre los que llegan a la meta y los que se quedan en el
camino.

“No se debe de cambiar de caballo en medio del río”, proverbio


argentino.

Revisa el texto EL JOVEN VALIENTE, que se halla en el rubro de


Motivación, medítalo, memorízalo, interprétalo y recítalo setenta veces y
será parte de ti, no lo olvides.

b. Realizar una autosugestión positiva.

Piensa en las ventajas que vas a conseguir hablando en público.


Imagínate que eres un buen expositor, que los oyentes te aplauden y
que se estimulan con tu mensaje.

Aprende y recita el famoso texto: EL ÉXITO COMIENZA CON LA


VOLUNTAD DEL HOMBRE del Dr. CHRISTIAN BARNARD.

c. Hay que tener un ideal oratorio, una motivación.

¿Por qué se inscribió en el curso de Oratoria? Porque... ¿Quiere vencer


su timidez? ¿Hablar con propiedad? ¿Tener amigos? ¿Llegar mejor a sus
alumnos? ¿Ser un líder?, etc. A partir de sus respuestas, fíjese objetivos en
el curso y trate de no parar hasta conseguirlos. El ideal debe vencer el
miedo.

d. Mejore su autoestima.

La autoestima es la nota que nos ponemos, es la valoración que


tenemos de nosotros mismos, el motor que nos impulsa a lo largo de
nuestra vida.

Si nos aceptamos tal como somos y estamos conscientes de nuestras


capacidades, mejoramos el autoconcepto y, como consecuencia,
nuestro amor propio; el resultado se verá reflejado en nuestra imagen
personal, aspiraciones, el trato con los demás, etc. Pero si no nos
aceptamos y renegamos de nuestro apellido, raza, trabajo, familia o
nuestro país, cultivamos una baja autoestima, como aquél que justifica
su actitud diciendo: "Ni yo mismo me quiero y voy a querer a los demás”.

e. Hacer ejercicios de relajación y respiración profunda. La distensión de


los músculos hace que uno se libere físicamente, esto es muy importante
antes de una intervención. Más adelante veremos cómo hacerlo.

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f. Desarrolle actitudes mentales de sostén:

f.1 Actitud de ansia por comunicar.

Tener el mismo entusiasmo que tenemos cuando vamos a salir por


primera vez con una dama, o cuando somos portadores de buenas
noticias es beneficioso, mejora nuestra actitud.

f.2 Actitud de deseo por combatir.

No siempre las cosas funcionan bien delante del público, hay auditorios
que son opacos, otros hostiles. Tenemos que estar preparados para
combatirlos.

“Si te detienes cada vez que un perro ladra, nunca llegarás al final de tu
camino”.

f.3 Actitud de hablar por una causa.

Es muy probable que si se habla por una causa noble el público se


sienta comprometido.

g. Prográmate para ser un buen orador.

Maxwell Maltz dice en su libro LA PSICOCIBERNÉTICA que el hombre


puede programarse, todo se graba en el subconsciente. El hombre
puede llegar a ser aquél que ha imaginado en sueños si para ello se
nutre -se programa- para conseguir aquello que necesita. Como
ustedes, por ejemplo, que han decidido estudiar este curso porque
necesitan estimular su práctica. Han comenzado su programación.

h. Aproveche cualquier oportunidad para hablar en público.

“El aficionado piensa mientras la oportunidad pasa, el profesional


acepta la oportunidad y piensa en ella después”. La gran diferencia
entre los estancados y los exitosos está en que los primeros pierden
oportunidades pues demoran en tomar la decisión, mientras que los
segundos, actúan oportunamente. No es cuestión de suerte, la suerte no
es más que una oportunidad bien aprovechada.

i. Integra y participa activamente en grupos culturales, académicos,


ecológicos, deportivos, políticos, de catequesis, servicio social, etc.

Si no hay un grupo cerca, fórmalo tú mismo; comienza con tus amigos o


familiares, sé protagonista del cambio. Así nacieron muchas empresas o
instituciones, en el patio o el garaje de la casa.

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j. Para hablar en público hay que tener algo que decir.

Tienes que ganarte el derecho de hablar preparando el tema con


interés. Hay que digerirlo y exponerlo tantas veces como sea necesario.
Con cada exposición reajustamos el discurso, quitamos lo que está de
más y pulimos el lenguaje.

Cuando ya forma parte de nosotros, podemos presentar el discurso


ante cualquier auditorio.

Acepte el reto de lanzarse al escenario para contar su experiencia.

¡LIBÉRATE! Todo deseo estancado es un veneno.

Lo que no se usa se pierde porque se olvida. Pongamos la pelota de la


conversación en movimiento, desarrollemos nuestras habilidades de
comunicación.

k. La fuerza de la fe.

Recita cada día la oración de la sabiduría:

“Señor, concédeme valor, para poder cambiar las cosas que yo puedo
cambiar; serenidad, para aceptar las cosas que no puedo cambiar; y
sabiduría, para conocer la diferencia”.

l. El temor se vence con amor.

“Ama y haz lo que quieras” decía San Agustín. El amor que pongas en lo
que haces, aumentará tu confianza y entusiasmo en la relación con el
público.

5. Casos para tomar en cuenta:

a. Síndrome de Vanesa:

Una de las preocupaciones más frecuentes de los alumnos es que sus


compañeros se rían o se burlen de ellos.

Recuerdo a una alumna llamada Vanessa, tenía alrededor de 14 años


pero era bien desarrollada, alta, inteligente. Profesor me decía: “Qué
puedo hacer... a mí me gusta participar, cantar, bailar, etc., pero mis
compañeros me molestan, se burlan, se ríen de mí, ¿qué hago? Siempre
que voy a participar sucede lo mismo”.

Pues no le den el gusto –le dije- ellos no pueden impedir que te expreses,
hazlo nomás, no te concentres en ellos, fíjate en aquellos rostros amigos

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que te estimulan y dan aliento, y a los burlones, ¡ignóralos! Mándalos a


rodar; pero no se los vayas a decir directamente porque te ganarías un
problema, sino mentalmente: ¡VÁYANSE A RODAR! A continuación,
sigue, no te detengas hasta conseguir lo suficiente. En el fondo, hay
algo de envidia en tus compañeros, como no pueden hacer lo que tú
haces, te molestan; quieren que te vaya mal, que no puedas destacar
en tu colegio. No caigas en su juego, no les hagas caso, confía en tu
maestra que sabe que puedes hacerlo, ¡adelante!

Tres semanas después, se acercó al final de la clase, me dijo que había


puesto en práctica lo que le dije y le estaba dando resultados. Cuando
sus compañeros intentaban molestarla, ella no se daba por enterada,
levantaba más la voz, se concentraba en lo que tenía que hacer y los
ignoraba; así poco a poco notaba cómo iban dejando de fastidiarla.

Ahora, casi ni se acuerdan de ella. Se ha ganado el respeto de su salón


y ha fortalecido su autoestima. Me contó que su profesora se había
dado cuenta de su cambio de actitud.

No busquemos cambiar al público, el público tiene un comportamiento


similar en cualquier lugar, quienes tenemos que cambiar somos nosotros.

b. Síndrome de Demóstenes:

Considerado el más grande orador de la antigüedad, sufría un


impedimento del habla; con esfuerzo constante y perseverante logró
corregir esta anomalía. Se dice que practicaba en la orilla del mar,
poniéndose piedrecillas en la boca, compitiendo con el ruido de las
olas.

Tomemos el ejemplo de Demóstenes, pero en vez de utilizar piedritas,


pongámonos un corcho o un lápiz entre los dientes, y hablemos o
recitemos en voz alta. El objetivo es mantener la boca abierta para
mejorar la pronunciación, de modo que todas las sílabas de las palabras
sean bien pronunciadas.

c. Síndrome de Moisés:

Saben ustedes que a Moisés se le encargó el gran desafío de ir en busca


del Faraón para liberar a los judíos de Egipto. ¿Cómo hacerlo?, Moisés
suplicaba que enviaran a otro pues sostenía que nunca había tenido
facilidad para hablar, ni aun después que le hablara Yavé; no
encontraba palabras para expresarse. Pero Yavé le dijo: “¿Quién ha
dado la boca al hombre? ¿Quién hace que uno hable y el otro no?

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¿Quién hace que uno vea y el otro sea ciego? ¿No soy yo? Anda ya,
que yo estaré en tu boca y te diré lo que has de hablar”.

La fe, la confianza en Dios –como la tuvo Moisés- vence cualquier


desafío. Recuerden estas frases: “Si Dios está conmigo ¿quién podrá
estar contra mí?”, “Todo lo puedo en Dios que me fortalece”. No
seamos soberbios, frecuentemente pensamos que solos podemos
hacerlo todo, que no necesitamos de nadie más; y nos equivocamos,
terminamos lamentándolo.

Así pues, antes de cada presentación pidamos al Señor su bendición y


su ayuda.

“A DIOS ROGANDO Y CON EL MAZO DANDO”.

d. Otros Casos:

Cicerón decía: “Al empezar el discurso palidezco y empiezo a temblar”.


Pericles jamás subía a un escenario sin que le embargase la timidez.

Los grandes hombres de la historia vencieron sus limitaciones iniciales y


por ello son tomados como ejemplos de superación y desarrollo
personal. Beethoven era sordo y compuso bellas melodías; Milton no
veía y escribió sublimes poesías; Watt, el inventor inglés, se enfermaba
con frecuencia y ganaba muy poco; Mijail Gorbachov, el responsable
de la perestroika, era un niño muy pobre -iba al colegio sin zapatos- y
llegó a ser presidente la ex-URSS, Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas.

• Sócrates, el gran filósofo, era hijo de un modesto escultor.


• Demóstenes, el gran orador, era hijo de un herrero.
• Shakespeare, fue un hijo de carnicero. Guardaba los caballos en las
funciones de teatro por un pago mísero.
• Isaac Newton y Jorge Washington eran hijos de campesinos.
• Abraham Lincoln fue leñador.
• Carnegie, un pobre inmigrante, llegó a ser rey del acero en los EE.UU.
• Sarmiento, de origen humilde, llegó a ser presidente de la Argentina.
• Linneo, el creador de la ciencia botánica, fue zapatero en su
juventud.
• Balmes, el filósofo del siglo XIX, fue hijo de un sombrerero.
• Benjamín Franklin, gran pensador e inventor del pararrayos, fue cajero
de imprenta.

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