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El Holocausto de los Espíritas

El Holocausto de los espíritas españoles


El holocausto judío se puede considerar el peor episodio de la historia del ser
humano, mientras que la guerra civil española y lo que vino después como uno de
los peores capítulos de la historia de España, porque aquí también hubo un
holocausto. Fue el holocausto de los espíritas, el de los republicanos, el de la
masonería, el del comunismo, y el peor holocausto de todos, el que mata la
libertad.

El Holocausto de los espíritas españoles es un artículo que trata de mostrar


con el debido comedimiento algunas de las injusticias que se vivieron en esta
época fatídica, mesura que no podríamos lograr sin dejarnos mucho en el tintero,
seleccionando pasajes menos cruentos y si cabe constructivos, dentro de la
filosofía del progreso. Pero es un recuerdo necesario y merecido de algunos de
aquellos que sufrieron injusticia por aquello de…el pueblo que olvida su historia
está condenado a repetirla. Y porque buena parte de lo que vamos a leer en
referencia al Espiritismo difícilmente vamos a encontrar en libro de historia
alguno. No es que este pueblo haya olvidado esta parte de la historia, es que se le
prohibió recordar durante muchos años.

Decía el conocido escritor Francisco Umbral que los masones fueron los “judíos”
de Franco pero la realidad es que las acciones y leyes del franquismo bajo el
epígrafe de Masonería y Comunismo incluyeron siempre entre líneas muy
especialmente al Espiritismo.

Resultado elecciones de febrero de


1936

Ni la Masonería, ni el Comunismo contaban en España con tantas publicaciones


como tenía el Espiritismo. En las elecciones del 16 de febrero de 1936 el
Comunismo consiguió 17 diputados en un Congreso de 473 escaños. En el resto
de escaños de la izquierda vencedora de esas elecciones había muchos políticos
que eran también espiritistas y masones. Como numerosos fueron los espiritistas
en la política de la I República Española, como lo fue el mismísimo presidente
de la República Emilio Castelar. República en la que algunos diputados
protagonizaron el gran hito histórico del Proyecto de ley del Espiritismo en la
2ª Enseñanza y en las facultades de Filosofía y Letras.

A pesar de la minoría comunista varios obispos alertaban de una conjura


comunista para sovietizar a España.

¿Era ese realmente su temor?

En cualquier caso tanto la masonería como el comunismo y el espiritismo pagaron


su fatídico tributo, por supuesto junto a todas las agrupaciones políticas liberales,
a este “paso alegre” de los que venían a salvar a la patria en nombre de Cristo y
con el mismo criterio de aquellos que encendieron las hogueras inquisitoriales en
el siglo XV. Las hogueras de los forajidos fanáticos del siglo XX, se trocaron en

“paseos”1
Ni los protestantes, ni otras congregaciones religiosas, ni siquiera los
musulmanes, protegidos especialmente por Franco (seguramente por alguna
razón política), padecieron el grado de caza de brujas que sufrieron los
espiritistas, los masones y los comunistas.

Desde antes incluso del Auto de Fe de Barcelona, la verdadera alternativa


preocupante para el Catolicismo era el Espiritismo. Tanto la
intelectualidad de la época como el ciudadano de a pie podía hacer algo
no permitido hasta entonces por la religión católica, debatir, razonar,
pensar.

La Carta Encíclica del Santo Oficio del 1856 alerta contra la evocación de las
almas de los difuntos, así el 4 de agosto de 1856, vista la difusión del fenómeno
del Espiritismo, el Santo Oficio declaró “ilícita, herética y escandalosa, la práctica
de evocar las almas de los muertos, recibir sus respuestas, etc.”.

El 1 de febrero de 1882, la Sacra Penitenciaría declaró ilícito incluso tan sólo


asistir a las sesiones y a los juegos espiritistas.

En 1886 el Concilio de Baltimore afirmó la posibilidad de que el espiritismo


estuviese ligado a las acciones diabólicas.

El Catecismo de S. Pío X de 1905, explica: “Todas las prácticas del espiritismo


son ilícitas porque son supersticiosas y no están inmunes de la intervención
diabólica, y por eso fueron justamente prohibidas por la Iglesia”.

El 24 de abril de 1917 el Papa Benedicto XV, respondiendo a otra cuestión


sobre la posibilidad de asistir únicamente en forma pasiva a las prácticas
espiritistas, enfatizó que “no es lícito en ningún caso” participar en dichas
manifestaciones, incluso si se presentan como caracterizadas de un clima de
piedad y manifiesta una explícita voluntad de no tener que verse con los espíritus
malignos.

El Responso del Santo Oficio (1917) prohíbe asistir a las sesiones espiritistas.

Pero en España desde el año 1854 la Iglesia Católica ya empezaba a verle


las orejas al lobo espiritista, y advertía en una pastoral impresa en Madrid
del peligro que conllevaba acercarse a esas prácticas que no podían más
que ofender a Dios.
Numerosos sacerdotes y obispos no solo arengaban desde los púlpitos en
contra del Espiritismo, también publicaban numerosas obras
expresamente dedicadas a los “peligros” del Espiritismo, cualquiera de ellas
es un insulto, no al Espiritismo cual era la pretensión, si no a la inteligencia de los
lectores a los que iban dirigidas, por sus falsos argumentos fácilmente rebatibles
y sus asustadizas figuras que rayaban lo infantil.

Los fenómenos empezaron muy pronto en España, antes incluso de que se


publicase El Libro de los Espíritus, y con ello apareciesen los términos espiritista
y Espiritismo.

En 1854, una sociedad en San Fernando (Cádiz) llevaba a cabo reuniones


mediúmnicas y editó el libro “Las mesas danzantes y modo de usarlas”.

En 1857 se funda otra y se publica el libro “Luz y verdad del Espiritualismo”.


Esta segunda sociedad tuvo gran impacto y llamó la atención sobre los
fenómenos espíritas, generando muchos interesados en los mismos.

Portada del libro El Auto de Fe de


Barcelona

El libro no dejó indiferente a nadie y en Cádiz llegó a manos del obispo Arbolí el
cual se indignó y lo hizo saber al Gobernador Civil quién mandó retirar la edición
completa, pero –curiosamente- pasó de Gibraltar a Cádiz y nuevamente el obispo
montó en cólera organizando un Auto de Fe en Cádiz en 1857 donde se
quemaron los libros públicamente.

Hubo otros Autos de Fe en contra del Espiritismo, siendo el más conocido el Auto
de Fe de Barcelona.

También muchas réplicas y contra réplicas entre espiritistas y católicos.


Por ejemplo el folleto Exposición y defensa de las verdades fundamentales del
Espiritismo escrito en 1872 por el médico Anastasio García López, habitual
colaborador en la Revista Espiritista La Revelación.

En el frente católico destaca el eclesiástico Vicente Manterola, que en 1879


publicó El Satanismo o sea la Cátedra de Satanás combatida desde la Cátedra del
Espíritu Santo (Refutación de los errores de la escuela espiritista).

Anastasio Garcia Lopez

El diario El Municipio refiere que el obispo de Osma, Pedro María Lagüera y


Menezo, “mientras se celebraban las misas mayores en todas las parroquias de
Soria” excomulgó a “todos los que lean, oigan leer o propaguen el folleto” de
Anastasio García López. El periódico califica esta medida como
contraproducente para la propia Iglesia: “el resultado fue que se vendieron un
gran número de ejemplares del folleto, habiendo quedado enseguida agotada la
segunda edición”. A su juicio habría sido más acertado “escribir y publicar folleto
contra folleto y hacer propaganda contra propaganda”. Concluye el autor de la
crónica calificando al “tal obispo” de “majadero”. El propio Anastasio García
escribió su opúsculo para rebatir un folletín aparecido en el periódico carlista
¡España con honra!, en el que su autor equipara el hogar del médico con “las
casas de prostitución, dando a estas la preferencia y asegurando que es mejor ir a
ellas que a las reuniones espiritistas”.

En general, pese a las reiteradas intenciones de rebatir ideas, conservando en


todo momento el respeto hacia el adversario, apenas se mantuvieron las formas
por parte del clero más reaccionario.
Ese es por ejemplo el caso de Vicente Manterola. En las primeras páginas de su
obra expresa su intención de no “perder de vista aquella gran sentencia del
maestro de los oradores sagrados, San Agustín: yo vengo a matar el error, pero

amando sinceramente al que yerra 2 sin embargo, parece que sus buenas
intenciones se esfuman a medida que aumentan sus páginas. En tono apocalíptico
insta a que se contemple “con horror la descarnada figura del monstruo que
pretende acariciarnos con simulada sonrisa para luego estrangularnos entre sus
manos de hierro: el monstruo se llama espiritismo, inspiración nefanda de
Satanás, que es el padre de la materia“. Y añade que “combatir esta secta
sacrílega es combatir la gran mentira de Satanás”. “¿Quién puede dudarlo? La
escuela espiritista es la cátedra de Satanás. Más claro: El espiritismo es el
satanismo”.

Así pues el espiritismo pasa a engrosar la fila de herejías que siempre han
acechado a la Iglesia, entre las cuales sobresale el protestantismo.

En este sentido Manterola alude precisamente a una alianza entre espiritismo y


protestantismo, favoreciendo el primero los intereses del segundo al recurrir
igualmente al “libre examen”. Una alianza que indefectiblemente lleva al
“escepticismo”.

Entretanto España avanzaba tratando de alejarse del secular dominio católico.

Fragmentos de la Constitución de
1931

La Constitución de 1931, en su artículo 27 protegía la libertad de conciencia


y el derecho a practicar libremente cualquier religión al tiempo que reconocía a
todas las confesiones el derecho ejercer sus actividades privadamente y, previa
autorización gubernamental, también permitía las manifestaciones públicas
La Carta Magna republicana consagraba por primera vez en la historia de España
la separación entre Iglesia y Estado. En su artículo 3 establecía que no había
ninguna religión oficial y no se hacía ninguna alusión a la Iglesia Católica
lo cual sí ocurre en la Constitución de 1978 que se refiere a ella en el artículo

16.3.3

El Decreto del 14 de abril de 1931 por el que se aprueba el Estatuto del


Gobierno Provisional estipulaba en su párrafo tercero:

El Gobierno Provisional hace pública su decisión de respetar de manera plena


la conciencia individual mediante la libertad de creencias y cultos, sin que el
Estado en momento alguno pueda pedir al ciudadano revelación de sus
convicciones religiosas.

Esta libertad fue, posteriormente, regulada en el Decreto de 22 de mayo del


mismo año en cuyo artículo 3 se disponía:

Todas las confesiones están autorizadas para el ejercicio así privado como
público, de sus cultos, sin otras limitaciones que las impuestas por los
reglamentos y Ley de Orden Público.

Pero estos grandes logros se esfumarían en pocos años, y ni siquiera hoy hemos
alcanzado plenamente ese estatus de libertad, sin la primacía de una religión
sobre el resto de creencias, filosofías o religiones.

El 21 de septiembre de 1936 se dictó una Orden por la que se dispuso que las
enseñanzas de la Religión e Historia Sagrada fueran obligatorias en las escuelas
nacionales. En estas se impuso, asimismo, por Orden Circular del 9 de abril de
1937 la devoción a la Virgen María mediante la colocación de su imagen,
preferiblemente en la advocación de la Inmaculada Concepción y se establecieron

las formas en las que el maestro debía instruir a los niños en esa devoción.4

A medida que iba avanzando la guerra, más evidente se hacía que la Iglesia
Católica no tan solo recuperaría los privilegios de que disfrutó hasta 1931 sino
que, en perfecta simbiosis con los sublevados (con notables pero escasas
excepciones, como la del obispo de Vitoria Mateo Múgica), gozaría de un poder
nunca alcanzado hasta entonces. El proceso de desmantelamiento del estado
laico avanzaba a toda máquina. Por Decreto de 2 de marzo de 1938 se
suspendieron los pleitos de separación y de divorcio. La Ley de 12 de marzo de
1938 derogó la Ley de 28 de junio de 1932 sobre el matrimonio civil.

El Clero apoyó plenamente al


dictador

Entre los documentos más evidentes de la sanción por parte de la Iglesia de la


expurga que llevó a cabo el régimen fue la Carta Colectiva del Episcopado
español a los obispos del mundo entero. Se trataba de un documento de los
obispos españoles, cuyo objetivo era informar a los católicos de fuera de España
de la postura que había tomado la Iglesia Católica en España en la Guerra Civil
Española. Llevaba fecha de 1 de julio de 1937, cuando se cumplía casi un año del
inicio de la guerra.

En ella argumentaban la sublevación de aquellos que “se alzaron en armas para


salvar los principios de la religión y justicia cristiana”.

Para los obispos españoles firmantes de este texto, solo había una salida a la
situación de España: “o sucumbir o intentar librarse del terrible enemigo”.

Según la Carta Colectiva, fueron los políticos de la República “con sus prácticas
de gobierno, los que se empeñaron en torcer bruscamente la ruta de nuestra
historia en un sentido totalmente contrario a la naturaleza y exigencias del
espíritu nacional, y especialmente opuesto al sentido religioso predominante en el
país”. Para los obispos, el gobierno republicano actuó “anulando los derechos de
Dios y vejada la Iglesia” y por eso el episcopado defendía “el derecho a la
resistencia defensiva por la fuerza”.

La Carta Colectiva significó la rúbrica de la gran unión de la Iglesia con el


Régimen franquista y el nacimiento del nacional-catolicismo, imperante en
España hasta la Transición.

La Ley de 2 de febrero de 1939 deroga la de Confesiones y Congregaciones


Religiosas de la República. Se trata de una norma cuyo preámbulo es una
completa síntesis de la ideología nacional católica propugnada e implantada por
los sublevados:

Finalmente se abolió el divorcio con la Ley de 23 de septiembre de 1939 y se


restableció el presupuesto del clero con la Ley de 9 de noviembre del
mismo año, que derogaba la republicana del 6 de abril de 1934. En el
preámbulo se justifica el sueldo a los clérigos con estas palabras:

El Estado español, consciente de que su unidad y grandeza se asientan en los


sillares de la Fe Católica, inspiradora suprema de sus imperiales empresas y
deseoso de mostrar una vez más y de una manera práctica su filial adhesión a la
Iglesia (decide restablecer dicho Presupuesto) al abnegado clero español,
cooperador eficacísimo de nuestra victoriosa Cruzada

El 7 de junio de 1941, el Gobierno de Franco y la Santa Sede celebran un


convenio sobre el ejercicio del privilegio de presentación para el nombramiento
de obispos, acordándose la vigencia del Concordato de 1851 que en su artículo 1
decía lo siguiente: “La Religión Católica, Apostólica, Romana, que con exclusión
de cualquiera otro culto continúa siendo la única de la Nación Española, se
conservará siempre en los dominios…”

El historiador de la Universidad de Rennes, Jacques Georgel, resumió en una


palabra la situación:

“Creemos que jamás hasta entonces y jamás desde entonces, se ha visto


reconocido en un Estado tal estatuto a una Iglesia”

La inclusión de la religión católica en los programas educativos como materia


obligatoria dio a la Iglesia un papel que jamás había tenido en los tiempos
modernos, puesto que incluso en tiempos de la monarquía era posible para los
padres que sus hijos recibieran enseñanza religiosa no católica y, en la práctica, a
pesar del Concordato de 1851, en España existían aulas laicas.
Quema de libros en la
Universidad Central en Madrid

Otro de los “grandes enemigos” y perseguidos fue el libro espírita, se


usurpaba la maquinaria editorial, como por ejemplo la firma editorial Bartolomé
Bauza, por publicar obras de Espiritismo entre otras materias contrarias al
régimen. Y por supuesto se usurparon los libros como en la Librería de Francisco
Sintes que se retiraron 1.997 ejemplares de Colección de Oraciones Espíritas de
Allan Kardec entre otros.

Desde el golpe de julio de 1936 hasta el final de la guerra, numerosas piras se


encendieron en las ciudades y pueblos de la España nacional en las que ardieron
gran número de publicaciones tildadas de “antiespañolas” y “envenenadoras del
alma popular”.

Quema de libros en la Coruña

La censura de libros quedó bajo control militar en las primeras semanas


de la guerra. De hecho muchos títulos incautados, que no fueron
quemados, también fueron custodiados por las autoridades militares. El
bando del 28 de julio de 1936, que declaraba el estado de guerra, imponía la
censura previa de todo impreso o documento destinado a la publicidad o difusión.
Posteriormente, la censura se estableció por orden del 29 de mayo de 1937
aunque se tendría que esperar hasta el 23 de abril de 1938 para su regulación
con la Ley de Prensa, impulsada por Ramón Serrano Suñer y que tenía como
objetivo que los españoles leyesen “noticias basadas exclusivamente en la verdad
y en la responsabilidad”. Esta era la “noble idea” de la que debía impregnarse
toda la prensa.

Carmen de Burgos fue la primera periodista española que trabajó en una


redacción y la primera corresponsal de guerra de este país. Escribió más de
cien relatos cortos y novelas largas, redactó miles de artículos, dio conferencias
por varios países y dejó su último aliento en convertir España en una república
democrática, progresista y afanada en educar a sus habitantes.

Carmen de Burgos

Colombine, como también la llamaban, fue una de las escritoras y defensoras de


los derechos de la mujer más reconocidas y admiradas en las primeras décadas
del siglo XX. España quedó pequeña a su fama y en su madurez fue aclamada en
Europa y América Latina. Era una de las pocas mujeres de referencia de
principios del siglo XX. Pero ¿qué ocurrió para que su nombre fuera borrado
de la historia con esa precisión quirúrgica?

La Iglesia y los sectores más reaccionarios («la gazmoñería, la mojigatería y la


beatería ambiente», como ella los describió en una entrevista con el Caballero
Audaz) intentaron desacreditar a la escritora con insultos y calumnias.

El periódico carlista y ultraconservador El Siglo Futuro se cebó con ella.

«Se metió conmigo en forma muy desabrida», relató Colombine al periodista


de La Esfera E. González Fiol en 1922.
«No pude soportarlo y me presenté en la redacción de El Siglo. Pregunté por el
director. Salió el redactor jefe, y como se negó a darme explicaciones y a
rectificar, le di de bofetadas. Dimos el mitin, como se dice ahora. Suárez de
Figueroa se quedó de una pieza al saberlo. Pero yo no me conformé con dar las
bofetadas y le escribí a D. Cándido Nocedal, que dirigía El Siglo Futuro,
diciéndoles que si no rectificaba, le iba a esperar a la puerta de la redacción
con una zapatilla e iba a correrlo a zapatillazos por la calle. No sé si fue temor a
que llevase a cabo la amenaza o galantería. Ello es que El Siglo Futuro rectificó
en un suelto bastante largo y expresivo para mí».

Retrato de Colombine, Carmen


de Burgos

Pero los guardianes de la tradición decimonónica siguieron con la espada en alto.


La bautizaron como ‘la divorciadora’.

La idea de reunirse para hablar de cultura le fascinó y, al volver a Madrid, montó


su salón literario. Todos los miércoles, a las cinco en punto, comenzaba en
su casa ‘La tertulia modernista’. Colombine servía té, como hacían en
aquellos países. Imitaba sus modales exquisitos y establecieron que, de puertas
adentro, la libertad de pensamiento sólo tendría como límite el infinito.

Escribió una novela de Espiritismo, El Retorno, novela espiritista y colaboró


durante tres años en La Luz del Porvenir, revista semanal dirigida por Amalia
Domingo Soler, revista en la que también participaron, entre 1879 y 1898,
librepensadoras de diversas tendencias ideológicas.
Todas las colaboraciones en La Luz del Porvenir, excepto quizá las tres últimas,
que no tienen indicación ninguna al respecto, las envía desde Andújar, lugar al
que debió de trasladarse tras su matrimonio con Arturo Álvarez, que

posiblemente tuvo lugar en algún momento entre 1883 y 1890.5

El Retorno, novela
espiritista

A la luz de la infelicidad que emana de sus colaboraciones en La Luz del Porvenir,


no es difícil intuir que la autora ya estaba casada —o mejor aún, mal casada—
cuando residió en Andújar. Respecto a sus contactos con el Espiritismo,
observamos que

en La Luz del Porvenir se anuncia el Centro Espírita «La Esperanza» de


Andújar y también que Carmen de Burgos no es la única colaboradora de la
revista que escribe desde esta población, así que es más que posible que al
trasladarse al municipio jienense, entablara relación con algún grupo de
librepensadoras espiritistas que le abrió las puertas a esta publicación donde hizo
sus primeros pinitos literarios, poco conocidos por cierto. Carmen de Burgos dio

a luz a su primer hijo en abril de 18906, y su última colaboración en La Luz del


Porvenir es del 14 de noviembre de 1889, es decir, más o menos en las fechas en
que debió de tener constancia de su estado de gestación. Es más que probable, ya
que sabemos que su hijo nació en Almería, que el matrimonio abandonase Andújar
y volviese a su ciudad a finales de 1889 o principios de 1890, quizá para el
alumbramiento, y que ésta sea la causa de la interrupción pública de la afición
espiritista de la autora y de sus relaciones con el librepensamiento femenino,
aunque no podemos descartar que ambas continuaran en el ámbito privado.

En el número de 31 de mayo de 1888 de La Luz del Porvenir, por ejemplo,


dedicado a la memoria del principal sistematizador del Espiritismo, Allan Kardec,
Carmen reconocía abiertamente su adhesión a esta filosofía («nuestra
consoladora doctrina», decía) y defendía con ahínco «la hermosa luz de la razón y
la ciencia», así como la existencia de «un Dios justo y bueno sobre todas las
cosas» («A la memoria de Allan Kardec», La Luz del Porvenir, año x, 2, 31 / v /
1888, pág. 12). En el número 52 de ese mismo mes («A la mujer», La Luz del
Porvenir, año IX, 52, 17 / v / 1888, página 416), la autora se empeñaba en una
exaltación de la mujer y de la madre, guía de la humanidad hacia su perfección,
encarnación en la tierra de la caridad, el consuelo y el respeto a las leyes.

Encuentro de Franco y Hitler en


Hendaya en 1940

El general Franco incluyó su nombre en la lista de autores prohibidos


junto a Zola, Voltaire o Rousseau. Sus libros desaparecieron de las bibliotecas
y las librerías, igual que todos los libros espiritistas.

Los pocos libros espiritistas que sobrevivieron se encontraban muy bien


escondidos como los del Centro Espírita Amor y Progreso de Montilla, según
palabras de uno de sus miembros más contemporáneos ya fallecido, los
enterraron en el campo y no se atrevieron a desenterrarlos hasta la muerte de
Franco.

De este centro espiritista fueron fusilados en 19367:


El sastre Pedro
Armenta Vargas
(sentado, primero
por la derecha),
tesorero y
bibliotecario de la
sociedad espiritista
Amor y Progreso,
fusilado en las
tapias del
cementerio el 8 de
septiembre de 1936

Francisco Flores Lucena (vocal de la junta directiva de la sociedad espiritista


Amor y Progreso en 1932), 39 años, agricultor, fusilado el 1 de agosto, en Puente
Genil.

Rafael Panadero Rodríguez (vicesecretario de la sociedad espiritista Amor y


Progreso en 1932 y presidente de la Sociedad de Barberos Nuevo Alboreal en
1933), 33 años, barbero, fusilado el 25 de agosto, en Castro del Río.

Pedro Armenta Vargas (tesorero y bibliotecario de la sociedad espiritista Amor


y Progreso en 1933, en el año 1934 participó del V Congreso Internacional
Espiritista en Barcelona, junto a otros dos montillanos. 41 años, sastre, fusilado
el 8 de septiembre.

Las condenas a los espiritistas fueron frecuentes unas veces eran multas
dinerarias, otras fusilamientos y otras cárcel, 20 o 30 años, según la peligrosidad
del espiritista en cuestión.

El general Franco en su bando de guerra del 18 de julio exigía “inexcusablemente


que los castigos sean ejemplares” y que se impusieran “sin titubeos ni
vacilaciones”. Diez días más tarde, en una entrevista periodística respondió que
estaba dispuesto a conseguir sus objetivos “al precio que sea”, aunque tuviera
que fusilar a media España. Mientras, en el sur, el general Queipo de Llano, en su
alocución radiada del 26 de agosto, proclamó que quedarían borradas las
palabras “perdón” y “amnistía”.

La suerte de los masones y de los espiritistas fue muchas veces de la mano,


porque en realidad muchos espiritistas antes de espiritistas habían sido masones
y también en gran número republicanos, algunos de ellos activos políticamente, y
todos en mayor o menor medida comprometidos con la justicia, la libertad y los
principios sociales que trataban de hacer del mundo un lugar mejor.

Hoy en día la idea más generalizada al escuchar los términos masonería o


espiritismo es la de relacionarlos con aspectos negativos, pero ambos
movimientos en realidad implicaban honradez, bondad y gran compromiso social.
En el Espiritismo en particular los principios morales constituyen la base
fundamental a la que aspira todo buen espírita. La contaminación cultural de que
hoy somos víctimas es algo forjado por el franquismo y la Iglesia durante décadas,
unas décadas, las del franquismo en el que las víctimas no pudieron replicar, por
miedo o simplemente porque ya habían sido paseados o fusilados. Se llamaba
“paseados” a los que habían sido matados sin formación de causa, sacándolos de
su domicilio para asesinarlos, y se llamaba fusilados, a los asesinados igualmente
por sentencia de tribunal.

Algunos colaboradores de Franco, entre ellos el nuncio Monseñor Cicognani, y


algún que otro clérigo contrario a la Masonería y al Espiritismo, pudieron evitar
que Franco dictase una ley contra la Masonería y el Espiritismo en la que se
consideraba abiertamente la pena de muerte. Finalmente, el 1º de marzo de 1940,
al año escaso de terminada la guerra civil, apareció la “Ley sobre la Represión de
la Masonería y el Comunismo”, que en realidad iba dirigida casi totalmente contra
la Masonería y el Espiritismo, pues el Comunismo harto combatido estaba ya por
la “Ley de Responsabilidades Políticas” de un año antes. El Comunismo en este
caso era solo una coartada, y la Masonería, lo era a su vez del Espiritismo.
Documento del
Tribunal Especial
para la represión de la
Masonería y el
Comunismo

Desde el mismo artículo 1 de la Ley sobre la Represión de la Masonería y el


Comunismo, vemos que quedaba claramente abierta la extensión a otras
organizaciones, como efectivamente hizo el Tribunal Especial para la Represión

de la Masonería y el Comunismo. 8

Constituye figura de delito, castigado conforme a las disposiciones de la


presente Ley, el pertenecer a la masonería, al comunismo y a las demás
asociaciones clandestinas a que se refieren los artículos siguientes. El Gobierno
podrá añadir a dichas organizaciones las ramas o núcleos auxiliares que juzgue
necesarios y aplicarles entonces las mismas disposiciones de esta Ley,
debidamente aceptadas.

Esta nueva ley no consideraba públicamente la pena de muerte, pero si hasta


treinta años de cárcel, destierro, inhabilitación perpetua y absoluta para cargos
de dirección de empresas y organismo públicos y privados.

Refiere Alfonso Eduardo médico naturista y masón, (en su libro La Masonería


Española en Presidio) que en los primeros momentos fueron detenidos todos los
masones que eran conocidos políticamente, y en los primeros días de agosto,
detuvieron a casi todos los demás, tanto activos como durmientes. Hasta los
renegados terminaron por ir a la cárcel y todos ellos fueron como poco multados.

Hasta abril de 1.937, todo el que comparecía ante consejo de guerra, era
condenado a muerte y fusilado sin excepción. De este modo se fusiló el 60 por
100.

Desde las primeras actuaciones del tribunal (alrededor de septiembre de 1.941)


muchos masones y espiritistas pasaron por las prisiones de Torrijos, Porlier,
Puerto y Burgos, habiendo estado muchos de ellos previamente en el calabozo de
la comisaría distrito del Congreso cercana a donde actuaba el tribunal de la
represión masónica, comunista y espiritista.

En esas prisiones había noches a las que al frio, al insomnio, al hambre había que
sumar la tragedia de escuchar los continuos alaridos de los condenados a muerte
que en celdas próximas desesperaban sus últimas horas de vida.

Pero la mayoría a pesar de esas horas interminables de prisión tomaba su


situación con calma y buen humor, y, sobre todo, procuraban elevar el espíritu
sobre las miserias del momento presente.

El Dr. Alfonso Eduardo

Relata Alfonso Eduardo en su libro:

Todas las noches, ya acostados, antes del sueño, me obligaban mis camaradas a
desarrollar una pequeña charla, sobre cualquier tema de historia o de arte.
Después dormíamos larga y profundamente sobre la segura almohada nuestra
conciencia tranquila.
No era raro entre nosotros, donde había personas de todas las edades y
disciplinas, que hubiera algunos hermanos que, por su raleza o por su vida
dedicada a las cosas del espíritu, fuesen sensibles a los enigmas de la psiquis y
al idioma de lo desconocido. Un Daniel o un Don Bosco nunca faltan en una
colectividad donde se exige cierta disciplina espiritual. La piedra a fuerza de
pulimentarse acaba por reflejar los rayos del Sol.

Fue el caso que, una noche, en determinadas circunstancias, uno de nuestros


compañeros percibió, por visión interna, el siguiente triple acontecimiento: Que
a los pocos días había de morir su madre; que los masones empezarían a salir
en libertad entre el 10 y el 20 de febrero del año próximo (1943); que la guerra
habría de terminar cuando madurasen los higos chumbos. Todo cumplióse
según la profecía: La madre murió poco después; la primera tanda de masones
que salió en libertad lo hizo el 14 de febrero de 1943; y la guerra terminó en
agosto de 1944. Esto no tiene nada de particular sino que sabíamos más que el
gobierno.

Al final de uno de los pasillos del piso alto, había un pequeño desván que
conocíamos con el pintoresco nombre de “la zorrera”. En este sitio oscuro y
miserable, entre los otros cuatro compañeros, hacia su vida carcelaria el más
atildado caballero de todos los hermanos masones. Por esto mereció de
otro de nuestros hermanos, la siguiente semblanza:

“¿Quién viste con tanto empaque que aún no se ha puesto de “fraque” por si
alguien se lo echa en cara?

¡Asmara!”
El Profesor Asmara
(Eduardo Anaya Mena)

Se trataba del profesor Asmara, el cargo más importante espiritista del


momento a nivel mundial, presidente de la Federación Espiritista Española y
presidente nada menos que de la Federación Espiritista Internacional que en
1934 organizó el 5º Congreso Espiritista Internacional. Fue nombrado como
tal en la Asamblea llevada a cabo por la F.E.I. en ese mismo Congreso, votándole
casi unánimemente todos los países presentes, a excepción de Holanda e
Inglaterra. Y posteriormente se le votó también como presidente de aquel
Congreso.

Antes de seguir con las referencias al profesor Asmara en prisión nos


detendremos un poco más en su figura.

Profesor Asmara era en realidad un pseudónimo de Eduardo Anaya Mena. El


uso de pseudónimos era una práctica habitual. Algunos ejemplos de espiritistas
conocidos que los utilizaban: Quintín López Gómez (Quilogo), José Cembrano
(Nikto), o el propio Hyppolite Léon Denizard Rivail, (Allan Kardec).

El 25 de enero de 1923 el profesor Asmara, siendo presidente de la Federación


Espiritista Española, fundó en Barcelona el Instituto de Metapsiquismo, el cual se
instaló en la Institución Ballbé (Nuestra Señora del Coll, 21), un ateneo espiritista
y sanatorio médico propiedad de la Federación Espiritista Española. Dariel,
pseudónimo de otro espiritista y Salvador Vendrell, presidente del Centro
Espiritista La Buena Nueva, formaban parte del comité.

Asmara como presidente de la Federación Espiritista Española solía realizar


frecuentes conferencias en distintos centros espíritas nacionales y acudir, en
calidad de representante español, a los congresos espiritistas internacionales.
Desde 1931 fue uno de los tres consejeros de la Federación Espiritista
Internacional, de la cual pasó a ser presidente en 1934, como se ha referido
anteriormente.

Las relaciones entre metapsíquica y espiritismo fueron muy estrechas.

Tanto el profesor Asmara como Dariel consideraban la metapsíquica como una


«aliada científica» del espiritismo. Según Dariel: «todo espiritista de concepción
amplia ha de ver con satisfacción los progresos del metapsiquismo como ciencia
que estudia a fondo nuestros fenómenos y que ha de ser un elemento auxiliar para
la evolución de nuestra doctrina». En la misma línea, para el profesor Asmara
los fenómenos metapsíquicos representaban la base de los genuinamente
espiritistas. La metapsíquica representaba una «ciencia auxiliar al espiritismo»,
un primer paso para la legitimación científica de la doctrina espírita.

Institución Ballbé, sede de la


Federación Espírita Española y
del Instituto de Metapsíquica

El Instituto de Metapsiquismo se instaló en una sala anexa del local de la


Federación Espiritista Española. Lo que mostraba que además de una
dependencia material respecto al Espiritismo, era auxiliar de éste. La actividad
del Instituto fue auxiliar a la de la Federación. Básicamente se dedicó a la
organización de conferencias, entre 1923 y 1925, que se tenga constancia. La
pista de la actividad del Instituto de Metapsiquismo se pierde alrededor de 1926.
En un artículo de 1928, Palmés duda de que siga en marcha, pues hace tiempo
que no oye hablar de él. La Federación Espiritista Española, en cambio, continuó
con sus actividades de difusión, caridad y propaganda en la Institución Ballbé,
con el profesor Asmara como presidente.

Nada más fundarse el Instituto, en enero de 1923, se programaron varias


conferencias impartidas por Torres y Melcior. Las charlas tuvieron lugar en el
Ateneu Barcelonès y fueron anunciadas en periódicos como La Vanguardia. Las
de Torres versaron sobre los fenómenos de materialización. La de Melcior se

tituló «Metapsiquismo, biología y dinámica viva».9

Pero además de las conferencias se dedicaron a la investigación de los fenómenos


mediúmnicos. He aquí un ejemplo:

En agosto de 1923, la célebre médium Marcelle Morel conocida como Mme.


Morel, recibió al médico, político republicano, metapsiquista y espiritista
Humbert Torres i Barberà (1879-1955) en su domicilio de París. Venía de parte
de Eugène Osty, futuro director del Institut Métapsychique International. Junto a
él acudió Antonio Senespleda, coronel y presidente del Centro Barcelonés de
Estudios Psicológicos, que se hallaba en la ciudad por un viaje de propaganda
espiritista. Antes de partir hacia París, Eduardo Anaya Mena (el profesor
Asmara) había entregado a Torres un pequeño paquete envuelto y lacrado cuyo
contenido no reveló. Una de las especialidades de Mme. Morel era la
psicometría, es decir, la capacidad de conocer, a través del contacto con un
objeto, las características del propietario y su estado vital pasado, presente o
futuro. En el domicilio de la médium, Torres le entregó el paquete y le pidió que
procediera con la lectura psicométrica. Tras unos minutos de tenerlo entre sus
manos, Mme. Morel empezó a describir a un hombre enfermo de una lesión
medular, la cual los médicos no habían sabido curar, pero cuya evolución era
propicia. Senespleda taquigrafió su mensaje y a su vuelta a Barcelona se lo
entregó al profesor Asmara, quien confirmó la exactitud de lo comunicado por la
médium. El interior del paquete entregado a Mme. Morel contenía un rizo de
cabello de un amigo de Anaya, aquejado de una herida en la médula.

Como veremos, en opinión de Torres la experiencia confirmaba la hipótesis del


metapsiquista italiano Ernesto Bozzano, en referencia a la psicometría, según la
cual el objeto hacía de intermediario entre la facultad del médium y el
subconsciente de su propietario.

Volviendo al Asmara en la cárcel…


“¿Quién viste con tanto empaque que aún no se ha puesto de “fraque” por si
alguien se lo echa en cara?

¡Asmara!”

Paseaba, en efecto, por entre la inmundicia del presidio con el traje impecable,
cuello almidonado, botines grises sobre zapatos irreprochablemente brillantes y
oliendo a “Varón Dandy”. A caballero de modales distinguidos, correctísimo en
su conversación siempre con un elegante dominio de sí mismo, ejercía además
una caridad silenciosa con los compañeros pobres y, a decir de muchos
“hablaba con los espíritus”.

Al principio creímos hallarnos ante una especie de Conde Germain que podría
desaparecer, sin ser visto, en cualquier momento. Pero no era así. El excelente
compañero que compartía con nosotros las tribulaciones del presidio, era
10
gerente de un sociedad mercantil madrileña y había sido el número uno de la
metapsíquica europea y esperaba la libertad, como cualquier “chorizo”, de la
magnanimidad del Caudillo.

Y no solamente esto, sino que estaba sentenciado a veinte años y un día de


prisión por ser “hombre libre y honrado” con la agravante de “¡espiritista!”.

El caballero E.A.M. (por otro nombre el hermano Asmara seudónimo con que
firmaba sus escritos por haber estado en su juventud en Asmara, capital de
11
Etiopía ), era en el fondo un místico con ribetes de pragmático. Un día nos
llamó a la “zorrera” y en aquellas paredes mugrientas, sentados sobre los
humildes petates bajo la luz tamizada por la hojarasca que entraba por la alta
ventana del desván, sacó ceremoniosamente del bolsillo unos papeles y nos dijo:
“Quiero que oigan ustedes este comentario al Padre Nuestro que he escrito”. Y
leyó:

Padre Nuestro

Tú que estás sobre todas y en todas las cosas,

Antes que sus causas y tras sus efectos,

¡En un Infinito que lo abarca todo!


Lo uno y lo diverso.

Padre Nuestro que estás inmanente en el Todo:

Arriba y abajo; muy alto en el cenit,

Muy bajo en la hondura, bajo nuestro suelo,

Aunque el hombre te adore en la altura,

cuando ignora que en ella navega “su mundo”;

que estamos flotando en el cielo.

Cada cual santifica Tu Nombre

Según su potencia de conocimiento:

Según lo que alcanza

Con la inteligencia o con el sentimiento,

¡Poderes benditos que nos van acercando al Misterio

tras el cual te escondes mientras progresamos

en la ruta infinita del tiempo!

Sea venido a nosotros Tu Reino:

Por estar en él “somos”; en él “existimos”,

bajo todas las formas de vida que tú has deparado,

en cadena sin fin de experiencias,

anhelos, herencias y cambios de estado;

Juez omnipotente

de causas primeras y causas finales,

¡contingencias de libre albedrio


en circuitos de leyes fatales!

Fluir aparente de luces y sombras,

de bienes y males,

siempre relativos

y convencionales,

¡pero que nos ligan a lo trascendente!

Así yo concibo Tu Reino

con mil horizontes, moradas y planos;

reinando por todo tus leyes,

creándolo todo Tus manos;

siendo Tú el venero

de lo Bueno, lo Bello y lo Justo,

que es lo Verdadero.

Y así se encadena,

tomando sentido moral y fecundo,

la vida terrena:

“Estar en el mundo

de tres dimensiones”

donde nos acucian oscuros problemas,

y grandes miserias y bajas pasiones,

para “ser” más allá de ese mundo;

en el otro reino que viene o que espera,


en el cual la vida sigue mansamente

su eterna carrera.

Hecha está Tu Voluntad,

así en la Tierra como en el Cielo:

Por doquier asoma,

por doquier la vemos,

cuando alumbran buscando el arcano

las luces inquietas del entendimiento.

El pan nuestro nos distes por siempre,

Providente y Bueno,

antes que naciera en el “homo sapiens”

y en la bestia humilde

el imperativo de hacer que comerlo.

Mas, aunque lo diste con pródiga mano,

has determinado, para que fuera “nuestro”,

que cada uno gane, con trabajo propio,

pan para su alma y pan que nutra el cuerpo.

Yo sé que a tus ojos

están perdonadas mis deudas;

que todas mis culpas

no son más que formas de yerro:

ignorancias que iré cancelando


amando y sufriendo,

mientras subo la escalera gloriosa

del “Semper ascendens“;

la ruta bendita de luz y progreso

donde sacrificas a todos los seres

que pueblan los mundos

que van por los cielos.

Y en ese camino,

donde se proyecta todo mi futuro,

y está mi pasado y vive lo eterno,

cuanto más alcanzo,

más te entiendo,

tanto más perdono las ajenas deudas,

tanto más disculpo el error ajeno.

Déjame caer en tentación de pecados,

que pueda medirlos mi discernimiento;

que al librarse de ellos,

por mi propio motivo y esfuerzo,

podré demostrar ante mi y ante todo otro ser,

que, al orar,

he sabido sentir, meditar y querer;

que dentro de mí
hay un ente que “sabe creer”.

Haz que mis hermanos mayores

me libren del mal

cuando yo no pueda valerme y vencerme.

Seres de otro plano, entes de otro cielo,

que, obrando en Tu nombre,

puedan influir en las cosas del suelo.

¡Señor! que me ayuden.

Yo a mi vez prometo

en plan solidario,

auxiliar a aquellos que lo necesiten,

mientras pueda prestarles

mi brazo o mi mente, ayuda o consejo.

¡Sea así! Que se cumpla Tu ley,

Sempiterno instrumento del bien;

la que da a cada

uno lo suyo,

conforme a sus obras y según su grado,

por siglos de siglos,

¡Amén!

Qué escena más sublime.

El espíritu, que todo lo purifica, había hecho de aquella “zorrera templo.


Estábamos transfigurados y no sabíamos si aquél seguía siendo un presidio. Los
petates se nos antojaban cómodos butacones; la luz verde y tristona que
entraba por el ventanuco se nos figuraba tamizada por ricas y polícromas
vidrieras de Hans Holbein; hasta el ambiente preñado antes de carátulas
sombrías y visiones astrales, se había tomado diáfano y luminoso conjuro de
aquellas líneas bellas o inspiradas.

¡Nos habíamos escapado unos minutos del presidio, por la puerta invisible y
segura por donde van las almas!

Alguno de la reunión exclamó: ”¡Hay que repetir estos momentos!” Me


invitaron a hablar de Pitágoras. Asmara tuvo la gentileza de hacer un prólogo
de té con pastas. Volvimos a gustar de aquella magia soberana que abría los
cerrojos y rompía las cadenas. ”¿Quién dijo que se podía aprisionar a las
almas?”, comentó el hermano Belarm.

Alternáronse los temas y los oradores. Aquello era un verdadero Ateneo.

Llegó el momento inevitable en que aquel recinto resultó tan pequeño y hubo
que pensar en trasladarse al huerto y hablar al aire libre. Pero, ¿nos lo
permitirían? Hasta entonces no habíamos contado con los oficiales.

Los oficiales toleraron aquellos actos culturales y hubo alguno que se acercó a
escuchar en alguna ocasión.

¿Por qué no hablar de psicología carcelaria? Era el punto candente para todas
aquellas almas torturadas, separadas sin compasión de sus familias por el delito
de pensar, sometidas a humillación por un Estado que, como Saturno, devoraba
a sus mejores hijos.

Ser optimista o pesimista en aquella encrucijada de la vida equivalía a ser feliz


o desdichado. Había no solamente que enseñar a los que no sabían, sino
levantar el corazón de los abatidos. ¡Sursun corda! Era preciso salvar a los
náufragos que se debatían en el abismo de su propia psiquis. Aquellas
conferencias no debían limitarse al placer intelectual que hace olvidar unos
minutos las angustias del momento. Debían tener también la misión de llevar a
puerto seguro las naves del pensamiento que estaban en peligro de zozobrar.

“Nos falta la libertad que es el bien mayor”. Como dijo Don Quijote: “La
libertad Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron
los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros”.

Y en fin, como dijo Cristo: ”Bienaventurados los que sufren persecución por la
justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos”. ¿No estamos viviendo la
Verdad de esta sublime promesa? ¡Felices aquellos de nosotros que hayamos
aprendido la gran lección de la cárcel! Seguramente que no lamentaremos el
tiempo aquí pasado.

Anímense pues los amigos pesimistas. Sigan si quieren siendo cautos y


tamizando las noticias por el cañamazo tupido de su analítica y de su psiquis
sombría. Nosotros les brindaremos, como en copa de oro, el soma dulcísimo de
nuestra fe, o quién sabe si el licor del Leteo que hace olvidar los males de la
vida porque embriaga con zumos de espíritu.

El hermano “Asmara” puso más tarde a estas ideas el siguiente colofón:


“Bendito sea este optimismo que regala al hombre sano tantas cosas que, como
el reloj de sol, sólo marca nuestras horas luminosas”.

Estaba muy lejos Anaya de los preconceptos culturales y judeo-católicos de la


época.

Eduardo Anaya Mena12, me contó que en Etiopía se acepta como un hecho


natural que una mujer soltera tenga un hijo y cuando ha demostrado su
capacidad de ser madre, se casa “de verdad” y ¡pobre de ella si después comete
adulterio! Es más, cuando un extranjero se hospeda en una casa particular, el
anfitrión le ofrece a su hija para que se acueste con ella y se considera un
desaire rechazar tan delicada y dulce oferta, aunque la interfecta sea fea. Esto
le ocurrió a Anaya en Asmara (capital de Etiopía por entonces) con cuyo
nombre geográfico firmaba sus escritos.

Cuando Jesucristo vio que un grupo de personas trataban (según la ley mosaica)
de lapidar a la mujer adúltera, les dijo enérgicamente:

“El que esté limpio de pecado que le tire la primera piedra” (San Juan Cap. 8,
Vers. 5 al 11) y todos se retiraron avergonzados.

Y Jesús la dijo: “Ni yo te condeno; vete y no peques más”


Galería de la carcel de
Burgos

Y cuando Jesús se encontró con la Magdalena, que era una “pecadora de la


ciudad”, la dijo: “Tus muchos pecados te son perdonados, por haber amado
mucho” (Lucas, Cap. 7, Vers. 47).

¿Qué tendríamos que hacer nosotros los hombres, ínfimos “topos sublunares”,
que diría Roso de Luna, que no somos capaces de perdonar los pecados de
erotismo y sensualidad que sí supo perdonar el Divino Maestro?

San Agustín, el obispo de Hipona, no dejó de tener un alma santa porque


engendrase a su hijo Adeodato con una amante (cuyo nombre oculta, sin duda,
por respeto a ella), según nos relata en sus “Confesiones”.

Nos trasladaron a Burgos…

La entrada en el penal de Burgos constituyó el episodio más hiriente de nuestro


cautiverio. La concepción del infierno dantesco no tuvo, indudablemente,
mejores raíces en la experiencia. Hambre, frío, sueño, incomodidad cuando no
dolor, desprecio, agresividad, injurias morales… Todo se conjuró para hacernos
ingrato e insoportable aquel momento de nuestra vida.

En cada celda (hecha para un solo recluso) se nos metió a ocho o nueve
individuos, con la refinada crueldad del tenernos sin colchón (petate) las dos
primeras noches, durmiendo (o haciendo que dormíamos) sobre el suelo de
cemento. La sopa caliente del desayuno (trozos de pan nadando en una especie
de agua de fregar) fue la única nota agradable de aquellos días.
En el transcurso de aquel tristísimo y doloroso invierno, se nos tenía encerrados
veinte horas diariamente, y se nos obligaba a pasear en el patio las cuatro
horas restantes.

Llegó la Navidad con sus días y sus noches añorantes del calor del hogar, de
caricias y de cánticos, de promesas de fraternidad y de amor; pero que
entonces para nosotros fueron días de pasión y de odios; de frío en el cuerpo y
en el alma.

Encerrados en las celdas como vulgares delincuentes, aquel día de


Nochebuena, solamente se nos abrió la puerta a las 8 de la noche para
entrarnos un poco de agua caliente “por si queríamos hacer café”. Tras lo cual,
el golpe odioso de la puerta chapada, nos volvió al silencio y a la tristeza,
mientras nuestros verdugos libaban dorados licores para olvidar las palabras de
aquel cuyo nacimiento festejaban: “Amaos los unos a los otros”. No pensaban
que en aquellos antros, donde yacíamos cientos de hombres con la conciencia
tranquila, se oía entonces una música de ángeles que entonaba el “Gloria a Dios
en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”; ya que como
el mismo Cristo dijera, éramos “Bienaventurados, porque sufríamos
persecución por la justicia”. ¡¿Qué digo?! por la propia “injusticia” con todos
sus agravantes.

Aquella noche brotó de la pluma selecta del hermano Asmara el siguiente


poema navideño, que supo interpretar el sentir de todos, y leyóse una tarde en
el teatro del penal:

Navidad

¡Navidad de antaño! La familia unida

comparte la cena

del solsticio augusto de la Nochebuena.

El abuelo sirve la sopa de almendra,

la madre el besugo, el pavo, el capón,

y el padre reparte los clásicos postres


de mazapán, dulces, guirlache y turrón.

Los niños tañendo, con algarabía,

tambores, zambombas, rabeles,

cantan villancicos ante el nacimiento,

festejan contentos, modosos y alegres

el misterio augusto de la Navidad.

Navidad de hogaño. ¡Triste Navidad!

¡Cuánto se ha perdido con la libertad!

Salón de reuniones en la cárcel


de Burgos

Aprovecharon bien un saloncillo de ensayos que les habían dejado.

Allí hablamos D. Eduardo Anaya Mena (Asmara) sobre Metapsiquismo y


ferrocarriles, D. Mariano Blasco sobre “Economía política”, los hermanos
Garrigós y Sánchez Balástegui sobre “Economía General”, el hermano Eloy
Alba, sobre “La pesca de la ballena” (había sido tripulante de un buque
ballenero), el hermano Vidal, sobre “Pedagogía”, D. Agustín Candell, sobre
“Astronomía y Geografía”, y yo, aparte de las mencionadas, di otras sobre
“Higiene”, “Historia Comparada de las Religiones” y “Comentarios a los dramas
líricos de Wagner”, que ilustré con un “armonio destemplado” (como decía el
hermano Anaya) que allí había.

Aquel “Cenáculo” era un vivero de intelectualidad, un auténtico ateneo, y, por


supuesto, la única cátedra libre que había en la España de Franco. Allí se habló
de todo lo que se quiso hablar y cómo se quiso decir. Se llegaron a impugnar las
conferencias dadas por los Padres Jesuitas con motivo de los “ejercicios
espirituales” la prisión. …en el fondo hubo miedo al pensamiento libre por parte
de los curas del penal.

La gran masa de los masones fue condenada a doce años y un día de prisión
mayor. En septiembre de 1.944 llevaba el Tribunal tramitados 12.000 sumarios.

Si en alguna ocasión quiero comunicarme con mis queridos supervivientes, lo


haré con apagones y encendidos de su instalación eléctrica. ¡Y no se asusten,
que seré yo!

Así lo hizo D. Eduardo Anaya Mena, delante de nosotros, cuando un alma


desencarnada mostró deseos de comunicarse con los vivos, mediante apagones
y encendidos de la luz de la instalación eléctrica de su familia.

Eduardo Anaya Mena, el profesor Asmara, desencarnó el 5 de febrero de 1.971.

10 Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque


de ellos es el reino de los cielos.

11 Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan


toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.

12 Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.

13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será
salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los
hombres.

14 Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se
puede esconder.

15 Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero,


y alumbra a todos los que están en casa.

16 Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que están los cielos13.

Salvador Martín para © Curso Espírita

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