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_destruir, dice
DESDE TROPEL EDICIONES BUSCAMOS PROMOVER
ALIANZAS COLECTIVAS, RELACIONES NO TRAM-
ADAS DESDE LAS EXCLUSIVISTAS LÓGICAS DEL
INTERCAMBIO Y LA TRANSACCIÓN. ES POR ESO
QUE, ADEMÁS DE GESTAR ALGUNOS DE NUESTROS
MATERIALES EN FÓRMATO FÍSICO (QUE SÍ TIENEN
UN VALOR EN RELACIÓN A SU COSTO DE PRODUC-
CIÓN) LIBERAMOS DIGITALMENTE TODO PARA EL
USO INDEPENDIENTE. DEJAMOS DISPONIBLE ESTE
TEXTO PARA SU REPRODUCCIÓN, SIEMPRE QUE
SEA SIN FINES DE LUCRO. PODÉS COMPARTIRLO,
CONTAGIARLO Y HACERLO CIRCULAR POR DONDE
QUIERAS.

TODO LO QUE HACEMOS EN ESTA EDITORIAL


SUCEDE MIENTRAS LO VAMOS APRENDIENDO, Y POR
ESO NUESTRAS VELOCIDADES SERÁN SIEMPRE LAS
QUE EL RITMO QUE NUESTRA INELUDIBLE COTID-
IANIDAD LABORAL NOS IMPONGA. CON TODO ESTO
A CUESTAS, VAMOS A SEGUIR CONFIANDO EN LA
ESCRITURA COMO UN ESPACIO DE VITALIDAD,
DE RESISTENCIA A ESE TIEMPO.
EN ALABANZA AL CUERPO DANZANTE
diseño y edición
TROPEL EDICIONES

escribe
SILVIA FEDERICI

traducción
FILOSOFÍA DEL PÓRTICO

*texto original:

In Praise of the Dancing Body (2015),


de Silvia Federici, para la publicación
A Beatiful Resistance: Everything We Already Are.

abril, 2021
silvia federici

EN ALABANZA AL CUERPO DANZANTE


PRÓLOGO

Para los homínidos, los sentidos abren al


exterior, son ventanas al mundo: vista, oído,
tacto, gusto y olfato permiten conectar con eso
que habitualmente llamamos “afuera”. La exis-
tencia en comunidad no sería posible sin una
extrocepción (estímulos externos registrados
por receptores sensoriales) que vehiculice la
comunicación y articule así distintos lenguajes.
En el caso del Homo Sapiens, tanto la oralidad
como la escritura, e incluso los gestos, permi-
ten hacer mundos significantes, legibles a ni-
vel cognitivo, más o menos sensibles. Sabemos

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que la historia de la humanidad se desarrolló
en co-evolución: siempre en interacción con
otras existencias (humanas y no humanas), es
decir, con el medio ambiente. Desarrollo que
la modernidad occidental llamó “progreso”, al
mismo tiempo que el positivismo científico de-
nominara “antropoceno” a esta era geológica:
paradoja de un animal que contando con tan-
tos sentidos, reduce -y empobrece- su perspec-
tiva epistemológica, desconectándose de todo
lo que lo excede.
Actualmente, el bombardeo de los medios
masivos de comunicación provoca una enorme
cantidad de estímulos psicofísicos inmediatos
(especialmente audiovisuales) que hiperin-
forman al punto de suscitar sensaciones tan
efímeras y vacuas que no permiten matices,
pliegues, intersticios. La sociedad del espec-
táculo, exacerbando el ocularcentrismo, llegó
para cristalizar incluso los gestos. Todo mo-

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vimiento pierde su gracia al momento en que
aparece públicamente y se espectaculariza,
inmortalizado en dispositivos audiovisuales
que parecieran carecer de coordenadas espa-
cio-temporales: materialidad que se fuga en
la virtualidad de las pantallas. Mundo-silicio
capturando la vida, fagocitándola. Dispositi-
vos funcionales a lógicas extractivistas y a la
dominación mercantil.
En esta situación y contra la velocidad de
este tiempo, nos preguntamos: si la cualidad
basal de la vida es el movimiento, ¿a qué llama-
mos “cuerpo”? ¿Con qué cuerpos pensamos?
¿Cómo hacer una pausa entre tanto aluvión
informativo? ¿Cómo habilitar la escucha de un
modo más atento, más íntimo, y generar una
intimidad compartida? ¿Cómo darle más espe-
sor al tiempo para que la vida dure? ¿Cómo in-
terrumpir el flujo libidinal que convierte a los
cuerpos en artefactos de producción y en ob-

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jetos de consumo descartables? ¿Cómo activar
mecanismos de conjura y anticipación que nos
permitan fugar de la vorágine capitalista?
En el texto En alabanza al cuerpo danzante,
Silvia Federici advierte que “de la danza apren-
demos que la materia no es estúpida, no es cie-
ga, no es mecánica, pero tiene sus ritmos, tiene
su lenguaje, y es auto-activada y auto-organi-
zada.” Es decir: que “nuestros cuerpos tienen
razones que necesitamos aprender, redescu-
brir, reinventar.” Ciertamente, la materia tie-
ne una lógica, aunque no sea completamente
aprehensible desde el razonamiento abstracto,
hipotético-deductivo, del Sapiens moderno. Y
con esto no nos referimos a posibles interpre-
taciones espiritualistas sobre la materia (aun-
que existan, de hecho, teorías muy interesan-
tes al respecto), sino a un intento por dar cuen-
ta –incluso desde la teoría celular aceptada por
la comunidad científica desde el siglo XVII,

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con todas sus reformulaciones hechas hasta la
actualidad- que es fundamental tener presen-
te que la materia orgánica es un entretejido de
vida y muerte. Los organismos biológicos es-
tán en simbiosis con sustancias diversas. Mu-
tantes. Son cuerpos sintientes atravesados re-
ticularmente. Nodos de carnes tibias. Tejidos
conjuntivos provocando movimientos, a veces
tan internos que no llegan a percibirse.
La materia que constituye al cuerpo de los
mamíferos (si es que cabe ponerle artículo a
ese nodo de límites provisorios y difusos) está
atravesada por un sistema nervioso que aporta
sensibilidad interna, propioceptiva: músculos,
articulaciones, tendones y aparato vestibular
pueden ser estimulados y registrar movimien-
tos internos como presión sanguínea, con-
tracción del oxígeno y de dióxido de carbono,
temperatura corporal, equilibrio, estiramiento
de los músculos, tendones y ligamentos, sen-

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saciones como la sed, el hambre, la vejiga llena
o las ganas de excretar. A su vez, si advertimos
que, dada su constitución relacional, el cuerpo
no tiene contornos definidos (es decir, que su
límite no es la piel), se impone la siguiente pa-
radoja: afuera y adentro del cuerpo son criterios
reduccionistas, relativos al punto de vista. No
existe afuera y adentro absolutos, la vida no
está en los órganos, sino que es lo que pasa entre
ellos, y es por eso que no es posible concebir-
la sino en constante interacción con el medio
ambiente: la tierra es un gran organismo vivo.
Hoy, tal vez más que nunca, urge habilitar
e investigar la escucha propioceptiva. No sólo
para conocernos más, sino también para re-
generar lazos materiales en un hábitat en pro-
gresivo deterioro. Para salvaguardar la biodi-
versidad. El planeta tierra –incluso antes de la
aparición el ser humano y su racionalidad ins-
trumental- se autogestiona desde una lógica

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ecosistémica. Entonces, ¿cómo tejer alianzas
con otras especies, plantas, mares, ríos? ¿Es
posible hacerlo si esta tierra ya fue convertida
casi por completo en “recurso natural” para el
beneficio económico de los Estados y de corpo-
raciones transnacionales?
El artículo que encontrarán a continuación
ofrece algunas lúcidas intuiciones que conden-
san sensiblemente conceptos filosóficos para
empezar a responder algunas de estas pre-
guntas. Decidimos traducirlo y producir esta
edición a modo de herramienta desde donde
problematizar situaciones actuales e impulsar
movimientos que compongan materialmente
este jardín en ruinas.
En medio de la permanente crisis medioam-
biental provocada por esto que llamamos “hu-
manidad” y sus lógicas extractivistas que trans-
forman toda energía vital en fuerza de trabajo,
impera hacerse una corporeidad anticuerpo,

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corporeidad-sismógrafo que pueda registrar
propioceptivamente y potenciar así la vida.

filosofía del pórtico, 2021.

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L a historia del cuerpo es la historia de los
seres humanos, porque no hay ninguna
práctica cultural que no sea primero aplicada
al cuerpo. Aún limitándonos a hablar de la his-
toria del cuerpo en el capitalismo nos enfren-
tamos a una tarea abrumadora, y esto debido a
lo extensas y constantemente cambiantes que
han sido las técnicas usadas para disciplinar-
lo, dependiendo éstas de los giros en los regí-
menes de trabajo a los que nuestro cuerpo fue
sujeto. Más aún, no tenemos una historia sino
diferentes historias del cuerpo: el cuerpo del
hombre, de la mujer, del trabajo asalariado, de
la esclavitud, de la colonización.

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Una historia del cuerpo puede entonces
ser reconstruida si describimos las distintas
formas de represión que el capitalismo pro-
movió en su contra. Pero decidí, en cambio,
escribir acerca del cuerpo como un campo de
resistencia, es decir, del cuerpo y sus poderes
-el poder de actuar, de transformarse a sí mis-
mo y al mundo y el cuerpo como límite natural
a la explotación.
Hay algo que perdimos en nuestra insis-
tencia en concebir al cuerpo como algo social-
mente construido y performativo. Haberlo
asumido como una producción social (discur-
siva) escondió el hecho de que nuestro cuerpo
es un receptáculo de poderes, capacidades y
resistencias, que fueron desarrolladas en un
largo proceso de co-evolución con nuestro en-
torno natural, como así también las prácticas
inter-generacionales que lo han convertido en
un límite natural a la explotación.

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Por cuerpo como “límite natural” me re-
fiero a la estructura de necesidades y deseos
creados no sólo por nuestras decisiones cons-
cientes o prácticas colectivas, sino también
por millones de años de evolución material: la
necesidad de sol, del cielo azul y el verdor de
los árboles, del aroma de los bosques y los océa-
nos, la necesidad de tocar, oler, dormir, coger.
Esta estructura acumulada de necesidades
y deseos, que durante miles de años ha sido
la condición de nuestra reproducción social,
puso límites a nuestra explotación, y esto es
algo que el capitalismo combatió incesante-
mente para superar.
El capitalismo no fue el primer sistema
basado en la explotación del trabajo humano.
Pero sí más que cualquier otro sistema en la
historia buscó crear un mundo económico en
el que el trabajo fuera el principio esencial de
acumulación. Fue pionero en hacer de la regi-

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mentación y mecanización del cuerpo una pre-
misa clave para la acumulación de riqueza. De
hecho, una de sus principales tareas sociales
desde sus inicios hasta el presente fue la trans-
formación de nuestras energías y potencias
corporales en potencias de trabajo. 
En Calibán y la Bruja estudié las estrategias
que el capitalismo empleó para lograr esa tarea
y remodelar la naturaleza humana, de la mis-
ma manera en que intentó remodelar la tierra
para hacer el suelo más productivo y conver-
tir a los animales en fábricas vivientes. Hablé
también de la batalla histórica que ha librado
contra el cuerpo, contra nuestra materialidad,
y de las muchas instituciones que ha creado
para este propósito: la ley, el látigo, la regula-
ción de la sexualidad, como así también las mi-
ríadas de prácticas sociales que redefinieron
nuestras relaciones y el vínculo con el espacio
y la naturaleza.

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El capitalismo nació de la separación de la
gente respecto a la tierra, siendo su primera ta-
rea independizar el trabajo de las estaciones y
alargar la jornada laborar más allá de los lími-
tes de la resistencia. Generalmente, enfatiza-
mos los aspectos económicos de este proceso,
la dependencia económica que el capitalismo
creó con las relaciones monetarias, y su rol en la
formación del proletariado. Lo que no siempre
advertimos es lo que la separación de la tierra
y la naturaleza significó para nuestro cuerpo,
pauperizado y despojado de los poderes que las
poblaciones pre-capitalistas les atribuían.
La naturaleza ha sido un cuerpo inorgá-
nico. Hubo un tiempo en que podíamos leer
los vientos, las nubes y los cambios en las co-
rrientes de los ríos y el mar. En las sociedades
pre-capitalistas era común creer en el poder de
volar, de vivenciar experiencias extra-corpo-
rales, de comunicar, hablar con los animales y

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tomar sus poderes, e incluso en la habilidad de
cambiar de forma. Se creía también en la posi-
bilidad de estar en más de un lugar a la vez, y
en poder volver de la tumba y vengarse de ene-
migos.
No todos estos poderes eran imaginarios.
El contacto diario con la naturaleza era la fuen-
te de una gran cantidad de conocimiento refle-
jado en la revolución alimentaria que tuvo lu-
gar especialmente en las Américas antes de la
colonización o en la revolución de las técnicas
de navegación. Sabemos ahora, por ejemplo,
que las poblaciones Polinésicas solían viajar
mar adentro de noche con sólo sus cuerpos
como compás, pudiendo detectar por las vibra-
ciones de las olas las distintas vías para dirigir
los botes a la costa.
La fijación en espacio y tiempo fue una de
las técnicas más elementales y persistentes
que el capitalismo utilizó para adueñarse del

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cuerpo. Vean los ataques a través de la historia
a vagabundos, migrantes, caminantes. La mo-
vilidad es una amenaza cuando no tiene por
objetivo buscar trabajo, ya que pone en circula-
ción conocimientos, experiencias, luchas. En-
tre los instrumentos de restricción del pasado
eran frecuentes látigos, cadenas, mutilación,
esclavitud. Hoy en día, además del látigo y los
centros de detención, tenemos la vigilancia
electrónica y la amenaza periódica de epide-
mias como medios para controlar el nomadis-
mo.
La mecanización -transformar los cuer-
pos, masculinos y femeninos, en máquinas-
fue una de las búsquedas más implacables del
capitalismo. Los animales también son conver-
tidos en máquinas, de manera tal que las siem-
bras puedan doblar su producción, las gallinas
producir flujos ininterrumpidos de huevos,
mientras que las improductivas son molidas

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como piedras, y los terneros no pueden poner-
se de pie antes de ser llevados al matadero.
No me es posible en estas líneas evocar to-
das las maneras en que se llevó a cabo la me-
canización del cuerpo. Alcanza con decir que
las técnicas de captura y dominación fueron
cambiando dependiendo del régimen de tra-
bajo dominante y las máquinas que han sido el
modelo para el cuerpo.
Así nos encontramos que en los siglos XVI
y XVII (tiempos de manufactura) el cuerpo fue
imaginado y disciplinado de acuerdo al mode-
lo de máquinas simples, como la válvula y la
palanca. Este fue el régimen que culminó en el
Taylorismo, el estudio del tiempo-movimien-
to, a partir del cual cada movimiento es calcu-
lado y todas nuestras energías canalizadas a la
tarea. La resistencia aquí era imaginada en la
forma de la inercia, con el cuerpo visto como
un animal torpe, un monstruo resistente a las

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órdenes.
Con el siglo XIX tenemos, en cambio, una
concepción del cuerpo y las técnicas discipli-
narias basadas en la máquina de vapor, su pro-
ductividad calculada en términos de input y ou-
tput, y la eficiencia como clave primordial. Bajo
este régimen, el disciplinamiento del cuerpo
es forjado a través de restricciones dietéticas y
del cálculo de las calorías que un cuerpo traba-
jador necesita. El climax, en este contexto, fue
la tabla Nazi, que especificaba cuántas calorías
necesitaba cada particular trabajador. El ene-
migo aquí era la dispersión de energía, la en-
tropía, el desperdicio, el desorden. En los Esta-
dos Unidos, la historia de esta nueva economía
política comenzó en los ochentas, con el ataque
a los saloons y el remodelado de la vida familiar
con su centro en la ama de casa a tiempo com-
pleto, concebida como dispositivo anti-entró-
pico, siempre alerta a las llamadas, lista para

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restaurar la carne consumida, el cuerpo ensu-
ciado tras el baño, el traje reparado y vuelto a
romper.  
En nuestros tiempos, tenemos como mo-
delos para el cuerpo la computadora y el código
genético, diseñando un cuerpo desagregado y
desmaterializado, imaginado como un con-
glomerado de células y genes cada cual con
su propio programa, indiferente al resto y al
bien del cuerpo como un todo. Tal es la teoría
del “gen egoísta”: la idea de que el cuerpo está
hecho de células individualistas y genes todos
persiguiendo su programa, metáfora perfecta
de la concepción neoliberal de la vida, en la que
la dominación mercantil se vuelve no sólo con-
tra la solidaridad de grupo sino contra la soli-
daridad dentro nuestro.
En la medida en que internalizamos esta
visión, internalizamos a su vez la más profun-
da experiencia de alienación, ya que confron-

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tamos no sólo a una gran bestia que no obedece
nuestras órdenes, sino también a una hueste
de micro-enemigos plantados justo dentro de
nuestro propio cuerpo, listos para atacarnos
en cualquier momento. Las industrias fueron
construidas sobre el miedo que genera esta
concepción del cuerpo, poniéndonos a merced
de fuerzas que no controlamos. Inevitable-
mente, si internalizamos este punto de vista,
sentimos extrañamiento. Nuestro cuerpo nos
asusta, y no lo escuchamos.
No escuchamos lo que quiere, pero nos
unimos a su asalto con todas las armas que la
medicina puede ofrecer: radiación, colonos-
copía, mamografía; armas todas de una larga
batalla contra el cuerpo, que acompañamos en
vez de sacar nuestro cuerpo de la línea de fue-
go. Así, nos preparamos para aceptar un mun-
do que transforma partes-del-cuerpo en mer-
cancías para el mercado y que hace del cuerpo

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un repositorio de enfermedades, el cuerpo
como plaga, el cuerpo como fuente de epide-
mias, el cuerpo sin razón.
Nuestra lucha entonces comienza con la
reapropiación de nuestro cuerpo, la revalori-
zación y el redescubrimiento de su capacidad
para resistir, la expansión y celebración de sus
potencias, individuales y colectivas. 
La danza es decisiva para esta reapro-
piación. En esencia, el acto de danzar es una
exploración e invención de lo que un cuerpo
puede: sus capacidades, sus lenguajes, sus ar-
ticulaciones de los esfuerzos de nuestro ser. He
llegado a creer que hay una filosofía en la dan-
za, en tanto imita los procesos mediante los
cuales nos relacionamos con el mundo, conec-
tamos con otros cuerpos, nos transformamos y
transformamos al espacio a nuestro alrededor.
De la danza aprendemos que la materia
no es estúpida, ni ciega, ni mecánica, sino que

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tiene ritmos, lenguaje, es auto-activada y au-
to-organizante. Nuestros cuerpos tienen ra-
zones que necesitamos aprender, redescubrir,
reinventar. Necesitamos escuchar su lenguaje
como puente a nuestra salud y sanación, tanto
como necesitamos escuchar el lenguaje y los
ritmos del mundo natural como puente a la
salud y sanación de la tierra. Dado que el po-
der de afectarse y afectar, de moverse y mover
-capacidad que es indestructible, agotada sólo
con la muerte- es constitutivo del cuerpo, hay
una política inmanente residiendo en él: la ca-
pacidad de transformarse a sí mismo, al entor-
no, y cambiar el mundo.

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_COLECCIONES

_TROPELÍAS

CADAVERES EXQUISITO(S)
filosofía del pórtico (comp.)

_ENSAYO

UN JARDÍN EN RUINAS
filosofía del pórtico

_DESTRUIR, DICE

EN ALABANZA AL CUERPO DANZANTE


silvia federici

_FANZINES

LA CONSTRUCCIÓN DEL CUERPO-MÁQUINA


filosofía del pórtico

EL MITO DEL BUEN CIUDADANO


filosofía del pórtico
_NOUVELLE

COMO DOS CIELOS SOMBRÍOS


tomás lamastra

ESPLÉNDIDAS CIUDADES
tomás lamastra

_POESÍA

HABRÁ QUE CONSEGUIR OTRO FUEGO


tomás lamastra

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