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Aurélien Barrau / Entrevista sobre  


 
 

 
 
J.-Cl. Martin/ “De la verdad en las ciencias” es tu último libro que ha salido en las ediciones Dunod
con una muy bella sobrecubierta. Al leerlo tengo el sentimiento de una proximidad con Foucault para
quien la verdad es función de un perfil de acontecimientos que solicita enunciados problemáticos. En tal
sentido, tú dices que “los hechos sólo son hechos por relación con un esqueleto construido”. Lo que no

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quiere decir que no sean verdaderas, más bien al contrario. Podrías precisar un poco esta relación
“creadora” que no lo será sin ser “descubierta”.  

A Barrau/ De hecho tienes la razón. La proximidad con Foucault –sobre quien has escrito un bello libro
en Max Milo- es indudable. Yo me inscribo en el camino de lo que Paul Veyne llama el escepticismo
foucaultiano. Me parece que podemos superar esta articulación desde el punto de vista estructural y
desde el punto de vista arqueológico. Sobre este punto y sobre la partición temporal ternaria de los
momentos epistémicos occidentales, pienso que se puede ir más lejos que Foucault. O al menos sacar
consecuencias más radicales, si bien mesuradas sobre el plano alético1 que nos interesa aquí.  
 
La cuestión que evocas a propósito de los hechos, de los descubrimientos y de las creaciones
evidentemente es esencial. Mi primer deseo en esta pequeña obra era justamente mostrar la complejidad.
Yo estoy molesto e inquieto con todas esas certidumbres de molde que atraviesan nuestro tiempo. El
simple hecho de interrogarse sobre los fundamentos y los métodos de la ciencia –sin negar la
legitimidad- bastan a veces para ganarse la ira de algunos “hiper-racionalistas” que no se dan cuenta que
su cruzada cientista convoca exactamente los espectros que quisieran conjurar. Es necesario hacer la
apuesta de la sutileza, ignoro si lo he logrado, evidentemente, pero era lo que deseaba. Es también el
tuyo, se siente en tu libro reciente Siècle deleuzien.  
 
Concretamente, si podemos decirlo, me parece en efecto que descubrimientos y creaciones se refuerzan
dialécticamente. Cada proposición significante es una sutil mezcla de polos de esa pareja bimodal. Una
teoría científica es una creación porque requiere sub-determinación para los hechos. Pero ella es también
un descubrimiento porque procede de relacionarse con una autentica alteridad.  
 
JCM / Tenemos en efecto la exigencia de un afuera, la alteridad de un viento, un “aire fresco”, como tú
dices, que hace tropezar a la evidencia de las creencias y de los sistemas ya constituidos. Ese choque que
nos hace encontrar mundos diferentes, es suficientemente fuerte como para que el asunto no sea ir más
allá de la verdad. Al mismo tiempo no podemos menos que estar en aprietos con esta misma verdad. Un
“malestar”, para retomar tu expresión. Es que cada cosa es el campo de una aproximación cuyas
orientaciones no pertenecen a la misma elaboración, al mismo paisaje –tú hablas de diferentes caras en
cuanto a lo real. Y sin embargo, tenemos tantas muecas. No todo hace mundo, dices, no todo está cogido
en la exigencia de la verdad que es cada vez radical en su nivel de intervención y de interpretación.
Radical y crítico. Nosotros repartimos de cierta manera aquí sobre una línea de proximidad, que actúa
sobre la multiplicidad de los campos de verdad aunque no todo es posible y no se puede decir cualquier
                                                                                                                       
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 Modalidad  lógica  en  la  cual  las  proposiciones  son  consideradas  no  sólo  como  verdaderas  o  falsas  sino  como  
necesarias  o  contingentes,  posibles  o  imposibles-­‐  

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cosa a la manera de la sofística demasiado “liberal”. ¿Cómo reunir, como conjuntar los mundos
verdaderos?  
 
AB/ Tocas, aquí también, un punto nodal. En efecto no es cuestión de ir más allá de lo verdadero.
Imaginamos fácilmente los horrores que resultarían de cualquier compromiso frente a esta coerción
esencial y no negociable. La verdad se impone , no se discute. Es la regla de juego. Y sin embargo,
seguirla ciegamente sin cuestionar el marco que la sub-tiende puede ser insidiosamente tan peligroso
como olvidarla o pervertirla. La historia no es avara en ejemplos de monstruosidades perpetradas –a
veces con buena fe- a nombre de la Verdad. Sea que nos complazca o no, el hecho es –me parece- que la
Verdad es un concepto complejo. Sin contar con que la Verdad no es un genero pertinente en numerosos
"mundos". ¿Qué rol tiene la Verdad en una fuga de Bach, en el vuelo del buitre, o en una reivindicación
social (aunque en este último caso es menos claro)? Salvo, seguramente en redefinirla en términos de
fidelidad como Alain Badiou, por ejemplo, lo sugiere. Pero si nos mantenemos en la idea original de
descubrimiento, habría -precisamente- una especie de descubrimiento en plegársele sin reticencia y sin
incomodidad.  
 
La pregunta de la sofistica, que tú evocas, es muy interesante. Frecuentemente presentamos a los
estudiantes del liceo la filosofía -digamos el momento socrático- como si fuera este noble pensamiento
quien se opone en toda su desinteresada grandeza a los viles aturdimientos de los sofistas. La filosofía
como digna custodia de la Verdad contra el relativismo nihilista de los sofistas. Pero no es tan simple y,
por todas partes, la complejidad del Protagoras de Platón lo testimonia: es uno de los únicos diálogos
donde el contradictor de Sócrates consigue enfrentarlo. Lo que quiero decir es que también hay una
profunda humildad en la sofistica que es olvidada muchas veces. La consciencia de que el discurso
siempre se dirige, se sitúa, se historiza, es igualmente una manera de integrar lo inalcanzable de la
Verdad pura, desnuda y ofrecida. Que el sofista hable para un público y siguiendo un propósito no hace
necesariamente de él un orador-embustero. Esto, quizá, le confiere también algo de la modestia de quien
presiente que el fantasma de una palabra absoluta, en forma de hipótesis, es tan presuntuoso como
peligroso.  
 
Los mundos correctos –creo que es necesario calificarlos así más bien que como "verdaderos"- pululan.
No los relacionamos y aceptamos embriagarnos con su irreductible pluralidad.  

JCM/Puesto que hablas de Sócrates y de los sofistas que disputaban de la ley, conoces la querella eterna
entre la ley, en su positividad, a la cual se opone una naturaleza buena y recta y por consiguiente un
Derecho Natural... personalmente me pongo del lado de la fragilidad de una ley correcta en el encuentro

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de un Estado absoluto principalmente en mi aproximación al mal. Lo que me place es que tu invocas en


un momento la "fuerza de la ley", ¿cómo podríamos hablar de fuerzas medibles pero imposibles de
prescribir desde un punto de vista unitario?... ¿podrías forzar un poco, para nosotros, esa relación
verdad/ley?  

AB/ Me parece que es interesante leer la historia del pensamiento occidental como una doble espiral de
las que las hebras serían el orden y lo Uno. Las obsesiones unitarias y taxonómicas son los dos pilares
de nuestra ser-en-el-mundo. Yo he propuesto utilizar la filosofía de Nelson Goodman y de Jacques
Derrida para intentar abrir una brecha en esta mecánica perfectamente lubricada. Pero, en efecto, a esta
pareja infernal, se adosa la de la verdad y la de la ley. Si bien que, en parte heterogénea, en lo
fundamental, funciona siguiendo la misma dialéctica de neutralización de las incursiones
desestructurantes: lo que no es verdadero en derecho es aplicable en ley, lo que escapa al derecho de los
hombres está justificado por la verdad natural.  
 
Es necesario evidentemente seguir siendo prudente y circunspecto sobre esas delicadas cuestiones. No se
bien de que lado ponerme, no estoy seguro de que haya un derecho y un anverso en esos espacios
complejos, pero creo que el deber del pensamiento es explorar las nuevas pistas –precisamente como lo
has hecho en Enfer de la philosophie. Se le reprocha frecuentemente a Deleuze o a Derrida no haber
expresado más que puntos de vista heterodoxos. Pero ¿lo qué es evidente merece ser dicho? La
competencia afirmadora que se despliega hoy en día justamente en muchos de los gestos filosóficos,
¿tiene algún sentido? Nuestro presente está saturado de certidumbres y muchos de nuestros intelectuales
hacen de la re-demostración de esas certidumbres su objetivo y su horizonte. Esa no es mi elección.  
 
A partir de la delicada pregunta de la verdad y de la ley, sobre todo en el marco de las ciencias llamadas
"duras", creo que hay materia para reflexionar oblicuamente. ¿Es, por ejemplo, evidente, como lo quiere
la creencia común, que las leyes sean reguladores invariables que la física intenta unificar? Hoy en día
un pensamiento de la contingencia viene a infectar esta dinámica. Lo múltiple y lo frágil se convidan a
la fiesta.  

JCM/ Si, hablemos un poco de las ciencias "duras" y de la fragilidad que las hace pedazos. Tú eres el
autor de dos obras muy especializadas que tratan de la cosmología. ¿Cual visión del universo, cuales
verdades, cuales leyes para multiplicar y complicar la perspectiva tan unitaria? ¿Cuáles mundos se
revelan a la visión de la astrofísica contemporánea que te caracteriza? tu hablas gustoso de multiversos,
¿Cómo volver sensible esta multiplicidad que contraviene la idea de una verdad homogénea?  
 

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AB / Pienso que la situación es muy interesante porque ella no tiene potencialmente precedentes, en el
sentido en que me parece que asistimos a una "revolución en la continuidad". Quiero decir con esto que
si ella se mostrase fructífera, esta idea del "multiverso" (que tú has estudiado, según otra aproximación,
en tu Plurivers) constituiría evidentemente un cambio en el paradigma, pero interviene precisamente sin
que las herramientas hayan cambiado drásticamente. Es como una consecuencia obligada de lo que ya se
sabía.  
 
Me gusta mucho nuestra época -quizá por otra parte, porque la "nostalgia" generalizada que nos rodea,
frecuentemente fundada sobre la reconstrucción de un pasado enteramente fantasmal me molesta
profundamente- Nuestra época, entonces, es la de una paradoja, al menos en el dominio cosmológico,
que conozco un poco. Desde cierto punto de vista, es legitimo considerar que la historia del Universo es
controlada desde un millar de millares de segundo después del Big Bang hasta hoy. Gracias a la
relatividad general que describe la expansión del espacio y a la física de las partículas que describe el
contenido del espacio, el modelo es extraordinariamente coherente y convincente. Pero es necesario
también detectar las fallas: la materia oscura, la energía oscura, el dominio de la materia sobre la anti-
materia y, finalmente, el Big Bang mismo. ¿Llegaremos al límite de esas rarezas por micro-ajustes o por
una renovación radical? Nadie lo sabe hoy en día.  
 
JCM/ Una época de falla y de intranquilidad finalmente interesante. Y Tú dices con "ventaja de libertad
en los modelos", ventaja de "multiplicidad en las ciencias", "un océano de alternativas mutuamente
incompatibles". Me sostengo sobre la misma cuerda agotada, la de un mundo donde la contradicción y
la relatividad fecundan formas conceptuales más ricas que la de la identidad. El relativismo
aparentemente no te da miedo. Al respecto tú invocas "un relativismo comprometido". ¿Es la física
quien nos enseña ese relativismo exigente?  
 
AB / El término "relativismo" suscita tales crispaciones, una tan violencia de reacción, que sería
necesario, creo, utilizar otro. Cuando leo obras "anti-relativistas", por ejemplo los trabajos de Paul
Boghossian, estoy en parte de acuerdo con sus argumentos "contra" el relativismo. Pero el problema
viene de que el construye una postura relativista aberrante y peligrosa para enseguida refutarla. Y es la
razón por la cual el tiro no va: nadie reivindica el relativismo incoherente e ingenuo de él fustiga. Es un
adversario imaginario que está entonces abatido.  
 
El relativismo que "nosotros" defendemos –por difuso e indefinido que sea ese "nosotros" que,
justamente, quiere escapar a la lógica de la comunidad- sería más bien una forma de pluri-realismo, una
manera de no tenerle miedo a la diversidad de maneras de hacer funcionar lo real. Esa sería una apuesta

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a la vez un poco loca, porque abre demasiado las puertas e inventa demasiados desvíos en nuestras
obsesiones de verticalidad, y muy racional, porque resulta de una observación escrupulosa del – o de los-
mundo(s) que nos rodea(n).  
 
Es necesario ser riguroso: no pienso que la ciencia brote necesariamente sobre la vía de ese
"plurirealismo". La mayor parte de sus practicantes se declararían por la postura opuesta. Pero me parece
sentir una vibración que, hoy en día, incita al menos a considerar esta eventualidad. No sería más que
por honestidad y preocupación de completud.  
 
Entre todos los reproches injustos dirigidos a las veleidades relativistas, el más inapropiado, creo, es el
que sugiere que se trataría de un nihilismo dirigido a la inacción. Es exactamente lo inverso. Tomar
consciencia de la fragilidad de nuestras posturas y de nuestros valores, de su carácter construido y
entonces refutable, es exactamente lo que invita a defenderlos y a apuntalar con fuerza y tenacidad. Es
en ese sentido que un "relativismo comprometido" me parece que se perfila como la vía de un
posicionamiento a la vez sensible a todas las eventualidades y capaz de hacer elecciones porque,
precisamente, la neutralidad absoluta no es posible ni deseable.  
 
Tomado  de:  http://strassdelaphilosophie.blogspot.com.co/2016/04/aurelien-­‐barrau-­‐entretien-­‐sur-­‐
la-­‐verite.html  
 
Traducción  al  español:  Ernesto  Hernández  B.,  Cali,  Abril  de  2016  

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