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Mariano Azuela.

Biografía
Sergio López Mena

Mariano Azuela González nació en Lagos de Moreno, Jalisco, el primer día de


enero de 1873. Murió en la ciudad de México el primero de marzo de 1952. En su tierra
natal, luego de los estudios elementales, ingresó al Liceo Miguel Leandro Guerra. Se
trasladó a Guadalajara con el fin de cursar la carrera de sacerdote, pero se decidió
finalmente por la medicina. Obtuvo el título de médico en 1899. A fines de ese año se
hallaba de regreso en Lagos, donde además de ejercer su profesión participó en el
cabildo municipal. En su tierra, se relacionó con otros escritores, como Antonio Moreno
y Oviedo, Francisco González León y José Becerra. Ya en 1896 había publicado varios
relatos en el periódico Gil Blas Cómico, de la capital del país, entre ellos, un fragmento
de su novela María Luisa, que editaría hasta 1907, en Lagos. A esa novela le
siguieron Los fracasados (1908) y Mala yerba (1909). Además de esas tres obras, al
momento de iniciarse la Revolución, tenía publicados numerosos relatos. En 1911,
luego de renunciar a la jefatura política de Lagos de Moreno ante la presión de los
caciques locales, publicó Andrés Pérez, maderista, con la que inaugura la novela de la
Revolución Mexicana. A fines de 1914 se incorporó como médico a la tropa de Julián
Medina, quien lo nombró Director de Instrucción Pública de Jalisco. A la derrota del
villismo, se refugió en El Paso, Texas, donde en los últimos meses de 1915 dio a
conocer Los de abajo. Desde 1916 residió con su familia en la capital del país. Aquí
continuó con el ejercicio de la medicina y con la escritura literaria. Sobre los
acontecimientos políticos y sociales de la década 1910-1920, le debemos además las
novelas Los caciques, escrita en 1914, pero publicada en 1917, Las tribulaciones de una
familia decente, Domitilo quiere ser diputado y Las moscas, estas tres editadas en 1918.
Sólo a mediados de la década de 1920 se le empezó a reconocer como un autor
relevante. En 1942 recibió el Premio de Literatura, y en 1949 el Premio Nacional de
Artes y Ciencias. Participó como miembro fundador de El Colegio Nacional (1943).
Dictó en esa institución una serie de conferencias que reunió en el volumen Cien años
de novela mexicana (1947). Fue autor de veintiséis novelas, una biografía sobre el padre
Agustín Rivera y tres obras de teatro. Escribió también ensayos, crítica literaria y textos
autobiográficos.

Fuentes
 Luis Leal, Mariano Azuela. Vida y obra. México: Ediciones de Andrea, 1961
(Colección Studium, 30).
 Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX. Tomo I (A-CH). Aurora M.
Ocampo, dirección y asesoría. México: UNAM, 1988, pp. 123-130.
 Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. Tomo 1.
Miguel León-Portilla, director. 6ª edición corregida y aumentada. México:
Editorial Porrúa, 1995, pp. 305-306.
 Humberto Musacchio, Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de
México. Tomo 1. México: Hoja Casa Editorial, 1999, pp. 266-267.
 Enciclopedia de México. Tomo 1. México: Editorial Planeta Grandes
Publicaciones de México, 2008, p. 366.

El héroe de «Los de abajo»


Ricardo Perdomo Jiménez

Presentación
En todo enfoque del héroe suele prevalecer la visión de quienes están de su lado.
En un ambiente bélico, el triunfador coloca a sus héroes sobre pedestales y difunde sus
hazañas por todos los medios: billetes, libros de texto, nombres de calles, templos y
expresiones artísticas de cualquier tipo, mientras que al perdedor ni siquiera se le pide
su opinión.
En este ensayo analizaremos la condición heroica de Demetrio Macías, personaje
central de Los de abajo. Con el fin de diferenciar a los combatientes de la novela,
llamaremos revolucionario al grupo de Macías, mientras que sus rivales serán los
federales. Esto, además de favorecer la claridad, servirá más adelante para reflexionar
en torno a la manera en que el héroe se convierte en aquello que combatía.
Consideraremos a Demetrio la personificación de la tierra como madre, pues nos
servirá como punto de partida y desaparición del héroe. Ya veremos más adelante la
relación que los héroes tienen con la naturaleza, que finalmente sirve como templo para
el personaje tan grande que llegó a ser Macías.

Primeros pasos del héroe


Demetrio aparece en la novela como alguien temible; un ser cuya presencia espanta
a los federales que pretendían propasarse con su esposa. No necesita emplear ni siquiera
el fusil. Basta con su silueta en la puerta de la choza para que el enemigo se retraiga:
«Chata, estás muy lejos; arrímate a echar un trago...
¿Cómo que no?...
¿Le tienes miedo a tu... marido... o lo que sea?... Si está
metido en algún agujero dile que salga..., pa mí ¡plin!... Te
aseguro que las ratas no me estorban.
Una silueta blanca llenó de pronto la boca oscura de la
puerta.
-¡Demetrio Macías! -exclamó el sargento despavorido,
dando unos pasos atrás.
El teniente se puso de pie y enmudeció, quedose frío e
inmóvil como una estatua»1.

Aparece tras esta escena el primer reproche de su esposa y la primera inacción de


Macías, quien sabe que la venganza se toma fría. Ante el reclamo de su mujer,
Demetrio no hace ni siquiera el intento de tirar un balazo a esos que han llegado a
allanar su morada. Al respecto, Campell dice:
«Los mitos y cuentos populares de todo el mundo ponen
en claro que la negativa es esencialmente una negativa a
renunciar lo que cada quien considera como su propio
interés. El futuro se ve no en los términos de una serie
inevitable de muertes y nacimientos, sino como un sistema
concreto de ideales, virtudes y finalidades de uno y como si
se establecieran y se aseguraran ventajas»2.

Azuela no detalla las intenciones de Macías al integrarse a la Revolución; sin


embargo, en su condición de héroe, sería difícil considerarlo como alguien que no
piensa en el bien de los demás. Veremos que a lo largo de Los de abajo se preocupa por
los suyos.
La ayuda del ser supremo
Regresando a la heroicidad de Macías, surge una pregunta, pues resulta increíble
que solamente con su presencia Demetrio espante a los federales. No es nuevo que el
héroe tenga algún tipo de ayuda de un ser supremo. Moisés era guiado por Yahvé, al
igual que Odiseo fue apoyado por Atenea. Edipo queda destinado por el oráculo a
reinar. Sin embargo, en el caso de Macías no sabemos de dónde le viene la ayuda.
Tampoco sabemos cómo se ha hecho de la fama de terrible con que cuenta. Cuando
mucho, el lector se entera del motivo por el que se incorporó en la revuelta, mas eso no
resuelve muchas dudas:
«Bueno. ¿Qué pasó con don Mónico? ¡Faceto!
Muchísimo menos que con los otros. ¡Ni siquiera vio correr
el gallo!... Una escupida en las barbas por entrometido, y
pare usté de contar... Pues con eso ha habido para que me
eche encima a la federación»3.

A fin de cuentas, las razones por las que sus compañeros militan con él no son muy
distintas a una deuda pendiente de cualquier tipo: la novia embarazada, un robo, algún
muertito y hasta por apoyar al compadre Demetrio Macías.

Origen de Macías
El pasado de Demetrio es acaso como el de cualquier ranchero, y Azuela lo
describe así:
«[...] nosotros los rancheros tenemos la costumbre de
bajar al lugar cada ocho días. Oye uno su misa, oye el
sermón, luego va a la plaza, compra sus cebollas, sus
jitomates y todas las encomiendas. Después entra uno con los
amigos a la tienda de Primitivo López a hacer las once. Se
toma la copita; a veces es uno condescendiente y se deja
cargar la mano, y se le sube el trago, y le da mucho gusto, y
ríe uno, grita y canta, si le da su mucha gana. Todo está
bueno, porque no se ofende a nadie. Pero que comienzan a
meterse con usté; que el policía pasa y pasa, arrima la oreja a
la puerta; que al comisario o a los auxiliares se les ocurre
quitarle a usté su gusto... ¡Claro, hombre, usté no tiene la
sangre de horchata, usté lleva el alma en el cuerpo, a usté le
da coraje, y se levanta y les dice su justo precio! Si
entendieron, santo y bueno; a uno lo dejan en paz, y en eso
paró todo. Pero hay veces que quieren hablar ronco y
golpeado... y uno es lebroncito de por sí... y no le cuadra que
nadie le pele los ojos... Y, sí señor; sale la daga, sale la
pistola... ¡Y luego vamos a correr la sierra hasta que se les
olvida el difuntito!»4.

Pensando en lo anterior, Demetrio no sería diferente en nada a los otros rancheros.


Este principio es común a muchos héroes: Edipo se distinguió de los otros pastores
hasta que resolvió un enigma, así como Ulises despuntó cuando bajó de las naves a
finiquitar la guerra. La duda giraría en torno al origen de la fama de Demetrio, y quizá
no debiéramos indagarlo, para que no nos pase como le ocurrió a Psique con Cupido,
quien, luego de tanta insistencia, perdió a su héroe. En el caso de Demetrio, tras la
súplica de su esposa, desaparece, y con ello termina la novela. Ya veremos más adelante
qué hay de la relación que tienen los presentimientos con el héroe. Por ahora, dejemos
el final de Demetrio en ese punto para meditar en torno a la capacidad que tiene Macías
para salir casi siempre ileso de las batallas.

Rumbo a la cima
Desde los clásicos, el héroe está destinado a ganar o conquistar la cima, de
cualquier modo. Recordemos algunos casos en que Dios o el oráculo predestinan al
héroe, como Moisés o Edipo.
De los anteriores, me quedo con Edipo, pues, al igual que Macías, una vez
conquistada la cima y descubierto el incesto, el héroe cae y tiene que desaparecer, para
no causar más desgracias. Edipo supo resolver un enigma que sacó a Tebas de su mala
situación, y tras el descubrimiento del incesto, sume otra vez al reino en la desgracia.
Demetrio triunfa en la primera batalla, que llamaré de presentación. Parece que
gana jugando, a juzgar por los gestos de sus compañeros:
«La Codorniz surgió de improviso, en cueros, con los
calzones tendidos en actitud de torear a los federales.
Entonces comenzó la lluvia de proyectiles sobre la gente de
Demetrio.
-¡Huy! ¡Huy! Parece que me echaron un panal de
moscos en la cabeza -dijo Anastasio Montañés, ya tendido
entre las rocas y sin atreverse a levantar los ojos»5.

Vamos por partes. Como todos los héroes, Demetrio está constantemente en
contacto con la muerte y la solución de enigmas. Asimismo, cuando el conflicto no se
resuelve adecuadamente, el héroe cae, pero eso no será antes de que sea héroe. Como
Edipo, Macías lleva la marca de la muerte desde la primera batalla. Desde su
presentación, el de Tebas tiene la huella en los pies, mientras que Macías ve la muerte
de cerca, a no ser por Cervantes, quien lo salva de la gangrena y la amputación. En
adelante, Demetrio triunfará, se rodeará de victorias inverosímiles y recorrerá un
camino hacia la cima, en busca de algo, como sucede con los héroes. Edipo deja a los
pastores por buscar a sus padres y conquista un reino, así como Moisés guía a su
pueblo, buscando la tierra prometida.
Macías consigue acabar con don Mónico, y con ello viene su declive. Desaparecida
la razón de su existir, Macías no puede parar, como lo demuestra a su mujer en un símil
que vale la pena reproducir:
«-¿Por qué pelean ya, Demetrio?
Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una
piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene
pensativo viendo el desfiladero, y dice:
-Mira esa piedra cómo ya no se para...»6.

Recordemos que Edipo, siendo el centro del problema tebano, persiste en su


investigación hasta encontrar el fondo del problema en su persona. Para empezar, llama
a Tiresias para que le explique la causa de los males y pregunta a su pueblo la razón del
descontento. Yocasta se oculta porque sabe la solución del problema. Cuando Edipo
descubre la respuesta, cae hasta la decrepitud.
En el caso de Moisés, también hay dos períodos, y, a no ser por las pruebas que
Yahvé le manda al pueblo, es posible que Moisés hubiera perdido su condición de líder.
Macías vuelve a casa con un grupo que no lo respeta completamente. Ahora se
parece a los federales, que asesinaban a quienes trataban de huir, y es criticado por esa
orden en contra de sus consanguíneos, los serranos.

El recorrido del héroe


Como parte de su formación, los héroes tienden a recorrer un camino que llega a la
cima y en ocasiones termina en la desgracia. Al respecto, Campbell dice: «El héroe
inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios
sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; el héroe
regresa de su misteriosa aventura con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos»7.
Edipo sale de la casa de sus padres llevado por un esclavo y regresa a reinar a Tebas, en
donde morirá tristemente, tiempo después. Moisés es arrojado al río y guía a su pueblo
a través de los lugares más inhóspitos, antes de alcanzar la tierra prometida. Macías sale
de su choza a presentarse como guerrero en la primera batalla, cuando queda herido. Su
recorrido será por el norte del país, en donde alcanza los honores más altos que habría
tenido como federal. Una vez en la cima, comienzan los presentimientos ya
mencionados.
Con la muerte de don Mónico, Demetrio siente que las cosas ya no irán por buen
camino. Sin embargo, continúa su recorrido hacia la sierra. Ya en casa, el segundo
presentimiento es de su esposa, quien se podría equiparar a Tiresias, en un contexto
popular. Ella le pide que se quede en casa porque teme que algo malo le pueda ocurrir,
pero, como todos los héroes, Demetrio no se puede estar tranquilo mientras «las cosas
no se arreglen».
Llega la segunda salida, y Macías muere en el sitio en que inició su camino a la
cima, cuando la muerte ya le había advertido su presencia.

El héroe y la naturaleza
Detengámonos en el sitio en que muere Demetrio Macías para explorar la relación
que tienen los héroes con la naturaleza. Dice Campbell:
«Para las culturas que todavía se nutren de la mitología,
el paisaje, como cada una de las fases de la existencia
humana, toma vida por medio de las sugerencias simbólicas.
Las colinas y los bosques tienen protectores sobrenaturales y
están asociados con episodios populares bien conocidos en la
historia local de la creación del mundo. En diversos lugares
constituyen santuarios. El lugar en que ha nacido el héroe,
donde ha realizado sus hazañas o donde ha regresado al
vacío, es señalado y santificado. Allí se le erige un templo,
con el cual se significa e inspira el milagro de la centralidad
perfecta; porque éste es el lugar donde se inicia la
abundancia. Porque alguien en este lugar descubrió la
eternidad»8.

No trataré de demostrar las intenciones que tuvo Azuela al llamar Demetrio a su


personaje central. Sin embargo, hay algo de casualidad en que Macías inicie su
recorrido en la tierra oculto entre las rocas, como parte de la tierra, madre de todos,
como lo es Macías para su gente durante mucho tiempo. Una vez que llega a la cúspide
y comienza su caída, Demetrio se queda con sus compañeros iniciales y sale a la batalla
igual que en el inicio, pero el desenlace es otro:
«Demetrio derrama lágrimas de rabia y de dolor cuando
Anastasio resbala lentamente de su caballo, sin exhalar una
queja, y se queda tendido, inmóvil»9.

Así ve la caída de uno de sus hijos predilectos antes de que el resto se despeñe o
desaparezca:
«Venancio cae a su lado, con el pecho horriblemente
abierto por la ametralladora, y el Meco se desbarranca y
rueda al fondo del abismo. De repente Demetrio se encuentra
solo. Las balas zumban en sus oídos como una granizada.
Desmonta, arrástrase por las rocas hasta encontrar un
parapeto, coloca una piedra que le defienda la cabeza y,
pecho a tierra, comienza a disparar.
El enemigo se disemina, persiguiendo a los raros
fugitivos que quedan ocultos entre los chaparros.
Demetrio apunta y no yerra un solo tiro... ¡Paf!... ¡Paf!...
¡Paf!...
Su puntería famosa lo llena de regocijo; donde pone el
ojo pone la bala. Se acaba un cargador y mete otro nuevo. Y
apunta...»10.

Como otros héroes, Demetrio se queda solo, cumpliendo así con una característica
más del género heroico. Moisés tuvo que invocar a Yahvé ante un pueblo que había
perdido la fe en su guía, y Amadís se refugia en la Peña Pobre, apartado, hasta que tiene
la fuerza suficiente para regresar a sus andanzas. Demetrio, madre tierra, venga a los
suyos, pues no ha perdido su gran puntería, y luego regresa a su origen terrestre:
«El humo de la fusilería no acaba de extinguirse. Las
cigarras entonan su canto imperturbable y misterioso; las
palomas cantan con dulzura en las rinconadas de las rocas;
ramonean apaciblemente las vacas. La sierra está de gala;
sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como
un crestón de nieve sobre la cabeza de una novia. Y al pie de
una resquebrajadura enorme y suntuosa como pórtico de
vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para
siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...»11.

Macías muere como lo hubiera deseado siempre, a juzgar por el símil de la piedra
con que responde a su esposa. Como Démeter, tierra, vuelve a la sierra, que, en palabras
de Azuela, funge como una gran catedral que arropa a su santo predilecto. Sus otros
hijos, los otros hijos de la tierra, cigarras y palomas, cantan su muerte apacible,
mientras las vacas miran tranquilamente a su madre, glorificada en el centro de ese
paisaje, apuntando hacia la eternidad.

Conclusión
No podemos decir que Demetrio Macías haya sido el gran triunfador de la batalla,
como podría parecer en el inicio de Los de abajo, en el que vemos a un hombre cuya
presencia basta para amedrentar a un grupo de federales entrenados para matar a los
insurrectos. Tampoco podemos decir que la mayoría de los héroes se mantiene
perennemente, tras haber cumplido su misión: Moisés no conoce la tierra prometida; la
decadencia de Edipo se inicia una vez que es rey. Macías muere derrotado por su
enemigo, mas queda ante los suyos glorificado para siempre, sin otro reconocimiento
que la misma tierra, madre de todos, sin más deudos que sus hijos, y con los honores
que recibe cada vez que un lector lo revive recorriendo Los de abajo.

Bibliografía

 AZUELA, Mariano, Obras completas, I. Prólogo de Francisco Monterde.


Primera reimpresión. México: FCE, 1976 (Letras Mexicanas), pp.320-418.
 CAMPELL, Joseph, El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito.
Traducción de Luisa Josefina Hernández. 2.ª reimpresión. México:FCE, 1980
(Biblioteca de Psicología y Psicoanálisis).

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