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Biografía
Sergio López Mena
Fuentes
Luis Leal, Mariano Azuela. Vida y obra. México: Ediciones de Andrea, 1961
(Colección Studium, 30).
Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX. Tomo I (A-CH). Aurora M.
Ocampo, dirección y asesoría. México: UNAM, 1988, pp. 123-130.
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. Tomo 1.
Miguel León-Portilla, director. 6ª edición corregida y aumentada. México:
Editorial Porrúa, 1995, pp. 305-306.
Humberto Musacchio, Milenios de México. Diccionario Enciclopédico de
México. Tomo 1. México: Hoja Casa Editorial, 1999, pp. 266-267.
Enciclopedia de México. Tomo 1. México: Editorial Planeta Grandes
Publicaciones de México, 2008, p. 366.
Presentación
En todo enfoque del héroe suele prevalecer la visión de quienes están de su lado.
En un ambiente bélico, el triunfador coloca a sus héroes sobre pedestales y difunde sus
hazañas por todos los medios: billetes, libros de texto, nombres de calles, templos y
expresiones artísticas de cualquier tipo, mientras que al perdedor ni siquiera se le pide
su opinión.
En este ensayo analizaremos la condición heroica de Demetrio Macías, personaje
central de Los de abajo. Con el fin de diferenciar a los combatientes de la novela,
llamaremos revolucionario al grupo de Macías, mientras que sus rivales serán los
federales. Esto, además de favorecer la claridad, servirá más adelante para reflexionar
en torno a la manera en que el héroe se convierte en aquello que combatía.
Consideraremos a Demetrio la personificación de la tierra como madre, pues nos
servirá como punto de partida y desaparición del héroe. Ya veremos más adelante la
relación que los héroes tienen con la naturaleza, que finalmente sirve como templo para
el personaje tan grande que llegó a ser Macías.
A fin de cuentas, las razones por las que sus compañeros militan con él no son muy
distintas a una deuda pendiente de cualquier tipo: la novia embarazada, un robo, algún
muertito y hasta por apoyar al compadre Demetrio Macías.
Origen de Macías
El pasado de Demetrio es acaso como el de cualquier ranchero, y Azuela lo
describe así:
«[...] nosotros los rancheros tenemos la costumbre de
bajar al lugar cada ocho días. Oye uno su misa, oye el
sermón, luego va a la plaza, compra sus cebollas, sus
jitomates y todas las encomiendas. Después entra uno con los
amigos a la tienda de Primitivo López a hacer las once. Se
toma la copita; a veces es uno condescendiente y se deja
cargar la mano, y se le sube el trago, y le da mucho gusto, y
ríe uno, grita y canta, si le da su mucha gana. Todo está
bueno, porque no se ofende a nadie. Pero que comienzan a
meterse con usté; que el policía pasa y pasa, arrima la oreja a
la puerta; que al comisario o a los auxiliares se les ocurre
quitarle a usté su gusto... ¡Claro, hombre, usté no tiene la
sangre de horchata, usté lleva el alma en el cuerpo, a usté le
da coraje, y se levanta y les dice su justo precio! Si
entendieron, santo y bueno; a uno lo dejan en paz, y en eso
paró todo. Pero hay veces que quieren hablar ronco y
golpeado... y uno es lebroncito de por sí... y no le cuadra que
nadie le pele los ojos... Y, sí señor; sale la daga, sale la
pistola... ¡Y luego vamos a correr la sierra hasta que se les
olvida el difuntito!»4.
Rumbo a la cima
Desde los clásicos, el héroe está destinado a ganar o conquistar la cima, de
cualquier modo. Recordemos algunos casos en que Dios o el oráculo predestinan al
héroe, como Moisés o Edipo.
De los anteriores, me quedo con Edipo, pues, al igual que Macías, una vez
conquistada la cima y descubierto el incesto, el héroe cae y tiene que desaparecer, para
no causar más desgracias. Edipo supo resolver un enigma que sacó a Tebas de su mala
situación, y tras el descubrimiento del incesto, sume otra vez al reino en la desgracia.
Demetrio triunfa en la primera batalla, que llamaré de presentación. Parece que
gana jugando, a juzgar por los gestos de sus compañeros:
«La Codorniz surgió de improviso, en cueros, con los
calzones tendidos en actitud de torear a los federales.
Entonces comenzó la lluvia de proyectiles sobre la gente de
Demetrio.
-¡Huy! ¡Huy! Parece que me echaron un panal de
moscos en la cabeza -dijo Anastasio Montañés, ya tendido
entre las rocas y sin atreverse a levantar los ojos»5.
Vamos por partes. Como todos los héroes, Demetrio está constantemente en
contacto con la muerte y la solución de enigmas. Asimismo, cuando el conflicto no se
resuelve adecuadamente, el héroe cae, pero eso no será antes de que sea héroe. Como
Edipo, Macías lleva la marca de la muerte desde la primera batalla. Desde su
presentación, el de Tebas tiene la huella en los pies, mientras que Macías ve la muerte
de cerca, a no ser por Cervantes, quien lo salva de la gangrena y la amputación. En
adelante, Demetrio triunfará, se rodeará de victorias inverosímiles y recorrerá un
camino hacia la cima, en busca de algo, como sucede con los héroes. Edipo deja a los
pastores por buscar a sus padres y conquista un reino, así como Moisés guía a su
pueblo, buscando la tierra prometida.
Macías consigue acabar con don Mónico, y con ello viene su declive. Desaparecida
la razón de su existir, Macías no puede parar, como lo demuestra a su mujer en un símil
que vale la pena reproducir:
«-¿Por qué pelean ya, Demetrio?
Demetrio, las cejas muy juntas, toma distraído una
piedrecita y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene
pensativo viendo el desfiladero, y dice:
-Mira esa piedra cómo ya no se para...»6.
El héroe y la naturaleza
Detengámonos en el sitio en que muere Demetrio Macías para explorar la relación
que tienen los héroes con la naturaleza. Dice Campbell:
«Para las culturas que todavía se nutren de la mitología,
el paisaje, como cada una de las fases de la existencia
humana, toma vida por medio de las sugerencias simbólicas.
Las colinas y los bosques tienen protectores sobrenaturales y
están asociados con episodios populares bien conocidos en la
historia local de la creación del mundo. En diversos lugares
constituyen santuarios. El lugar en que ha nacido el héroe,
donde ha realizado sus hazañas o donde ha regresado al
vacío, es señalado y santificado. Allí se le erige un templo,
con el cual se significa e inspira el milagro de la centralidad
perfecta; porque éste es el lugar donde se inicia la
abundancia. Porque alguien en este lugar descubrió la
eternidad»8.
Así ve la caída de uno de sus hijos predilectos antes de que el resto se despeñe o
desaparezca:
«Venancio cae a su lado, con el pecho horriblemente
abierto por la ametralladora, y el Meco se desbarranca y
rueda al fondo del abismo. De repente Demetrio se encuentra
solo. Las balas zumban en sus oídos como una granizada.
Desmonta, arrástrase por las rocas hasta encontrar un
parapeto, coloca una piedra que le defienda la cabeza y,
pecho a tierra, comienza a disparar.
El enemigo se disemina, persiguiendo a los raros
fugitivos que quedan ocultos entre los chaparros.
Demetrio apunta y no yerra un solo tiro... ¡Paf!... ¡Paf!...
¡Paf!...
Su puntería famosa lo llena de regocijo; donde pone el
ojo pone la bala. Se acaba un cargador y mete otro nuevo. Y
apunta...»10.
Como otros héroes, Demetrio se queda solo, cumpliendo así con una característica
más del género heroico. Moisés tuvo que invocar a Yahvé ante un pueblo que había
perdido la fe en su guía, y Amadís se refugia en la Peña Pobre, apartado, hasta que tiene
la fuerza suficiente para regresar a sus andanzas. Demetrio, madre tierra, venga a los
suyos, pues no ha perdido su gran puntería, y luego regresa a su origen terrestre:
«El humo de la fusilería no acaba de extinguirse. Las
cigarras entonan su canto imperturbable y misterioso; las
palomas cantan con dulzura en las rinconadas de las rocas;
ramonean apaciblemente las vacas. La sierra está de gala;
sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima como
un crestón de nieve sobre la cabeza de una novia. Y al pie de
una resquebrajadura enorme y suntuosa como pórtico de
vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para
siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...»11.
Macías muere como lo hubiera deseado siempre, a juzgar por el símil de la piedra
con que responde a su esposa. Como Démeter, tierra, vuelve a la sierra, que, en palabras
de Azuela, funge como una gran catedral que arropa a su santo predilecto. Sus otros
hijos, los otros hijos de la tierra, cigarras y palomas, cantan su muerte apacible,
mientras las vacas miran tranquilamente a su madre, glorificada en el centro de ese
paisaje, apuntando hacia la eternidad.
Conclusión
No podemos decir que Demetrio Macías haya sido el gran triunfador de la batalla,
como podría parecer en el inicio de Los de abajo, en el que vemos a un hombre cuya
presencia basta para amedrentar a un grupo de federales entrenados para matar a los
insurrectos. Tampoco podemos decir que la mayoría de los héroes se mantiene
perennemente, tras haber cumplido su misión: Moisés no conoce la tierra prometida; la
decadencia de Edipo se inicia una vez que es rey. Macías muere derrotado por su
enemigo, mas queda ante los suyos glorificado para siempre, sin otro reconocimiento
que la misma tierra, madre de todos, sin más deudos que sus hijos, y con los honores
que recibe cada vez que un lector lo revive recorriendo Los de abajo.
Bibliografía