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Ulises, también conocido como Odiseo, era rey de Îtaca.

Allí vivía junto a su bella esposa Penélope y a


su hijo Telémaco. Ulises, junto a un grupo de aguerridos príncipes griegos, emprendió un largo viaje
para tomar la ciudad de Troya. Esta ciudad rodeada por murallas era infranqueable.
Ulises que era muy inteligente, después de fracasar en varios intentos, tuvo la gran idea de construir
un caballo de madera gigantesco apoyado sobre una base con ruedas que abandonó a las puertas de
la ciudad de Troya. Los troyanos, deslumbrados por el gigantesco caballo, abrieron el pesado portón
de la ciudad y lo empujaron dentro. Ellos no sabían que el caballo contenía una sorpresa que los
llevaría a su fin. Dentro del caballo estaban escondidos numerosos soldados. Cuando llegó la noche y
los troyanos estaban descansando, los soldados abrieron una puerta secreta y se escabulleron dentro
de la ciudad. Luego abrieron el pesado portón que tenía la entrada para permitir la entrada del resto
de las tropas griegas, que aguardaban escondidas en un bosque cercano.
Así se logró destruir la ciudad de Troya.

Una vez cumplido su objetivo, Ulises decide regresar a Grecia pero los dioses desencadenan vientos,
tormentas y huracanas. Ulises se separa de Agamenón y llega a la tierra de los Cicones que los reciben
muy mal. Toma la ciudad de Ismaros matando a casi todos, pero perdona al sacerdote Marón quien le
obsequia varios odres de un vino que era como un néctar divino.
Se prepara para zarpar al amanecer pero los Cicones los atacan y matan a muchos de ellos. Los que
sobreviven se embarcan de prisa y escapan a la mar.

En el país del olvido

Ulises bordea el cabo Malea, apenas dobla una tormenta se abate sobre ellos. El viento soplará
durante siete días y los llevará a un mar muy diferente.
Al calmar la tormenta, los griegos divisan una playa y desembarcan. Los habitantes los reciben con
amabilidad. Ellos eran los Lotófagos, porque comían flores de loto. Si el ser humano come este
alimento se olvida de todo, no recuerda su pasado. Así que los hombres que Ulises había enviado a la
isla a explorarla, vuelven al barco pero no recuerdan nada y se niegan a zarpar. Ulises los toma del
cuello, los obliga a embarcar y zarpa del país del olvido.

Ulises como Nadie frente al Cíclope

El barco de Ulises navega y repentinamente la flota es envuelta por una especie de bruma que no
permite nada. Los marinos no pueden remar y llegan a un islote. No se distingue nada.
Ulises y doce hombres suben a la cima de la colina, divisan una cueva. Allí encuentran cabras, quesos
y algunas viñas silvestres (planta de uvas).
Los compañeros de Ulises quieren robar algunos quesos e irse pero Ulises quiere conocer al habitante
del lugar.
Poco después llega el Cíclope con sus cabras, corderos y el carnero macho y entran a la cueva.
El Cíclope es enorme, gigantesco. De pronto descubre a Ulises y sus hombres escondidos y
temblando. Eran como pulgas para Cíclope quien le pregunta quienes eran.
-He perdido mi nave, naufragó y estoy a tu merced.
Al Ciclope no le interesa lo que Ulises le cuenta y toma a dos compañeros, los arroja contra la roca, les
destroza la cabeza y los devora.
El Cíclope cierra la entrada de la caverna con una roca imposible de mover. Al día siguiente devora a
cuatro hombres, dos a la mañana y dos a la noche.
Ulises comienza un diálogo con el gigante. Ulises le dice que se llama Outis (Nadie) y el Ciclope dice
llamarse Polifemo.
Ulises le entrega como regalo un odre de vino(o néctar divino), al gigante le parece delicioso así que
bebe y se queda dormido.
Ulises y los compañeros tallan un tronco de olivo en punta y se lo hunden en el único ojo del Cíclope
que se despierta de dolor y grita por ayuda.
Los Cíclopes de los alrededores acuden y le preguntan que le sucede. El gigante grita que Nadie lo
está matando. Los Cíclopes le contestan que si nadie lo ha herido para que molesta, entonces se
enojan y se van.
Ulises ata a los compañeros debajo del vientre de los carneros y él se aferra a la lana. Cuando el
Cíclope corre la roca de la entrada y saca los animales los marinos escapan, suben al barco y zarpan,
pero antes Ulises le grita al gigante que había sido él, Ulises de Ítaca, quien había enceguecido su ojo.
El Cíclope, hijo de Poseidón, lo maldice: “que Ulises no pueda volver a Ítaca, que sufra, que pierda a
sus hombres y su barco”.

Idilio con Circe

La nave llega a la isla de Eolo. Allí vive Eolo, que es el amo de los vientos y su familia. Los Éolicos viven
en la soledad total.
Eolo recibe muy bien a Ulises y le entrega un odre que contiene vientos y semillas de tempestades. Le
pide que no lo abra y que viaje tranquilo a Ítaca.
Desde el barco, Ulises ve las tierras de su patria, Ítaca, feliz se adormece.
Los marinos pensando que el odre que Eolo entrego a Ulises contiene tesoros lo abren, los vientos
escapan, se desencadenan olas y vuelven por donde habían venido.
Ulises se encuentra de nuevo frente a Eolo que furioso le dice que no es nada ni nadie y que se aleje
de su vista.
Ulises y los marinos vuelven a partir y llegan a la isla de los Lestrigones. Una campesina grandota los
recibe y los lleva ante su padre el rey quien inmediatamente se devora a uno de ellos.
El resto sale corriendo hacia los barcos pero los Lestrigones los atrapan y se los comen. Mueren todos
salvo aquellos que estaban escondidos en la nave. Ulises parte con ellos en un solo barco.
Llegan a la isla de Eos, unos veinte marinos bajan a explorar y encuentran una hermosa casa rodeada
de flores. Una hermosa joven los invita a pasar y le ofrece una bebida que inmediatamente los
convierte en cerdos que Circe, el nombre de esta joven hechicera, encierra en un corral.
Al ver que demoraban Ulises baja a la isla y se encuentra con Hermes que le cuenta lo que pasó y le
da un antídoto para que no se convierta en cerdo.
Así cuando Ulises bebe la poción no le pasa nada y se lanza con una espada sobre Circe. La obliga a
transformar a sus compañeros nuevamente en seres humanos. Circe los toca con su vara y los marinos
recuperan su forma humana.
Ulises y Circe viven una relación amorosa, pero llega el momento de partir. Circe le da un consejo para
cuando llegue al mundo de los Cimerios, donde jamás amanece.
Los sin nombre, los sin rostro

Al llegar al lugar Ulises avanzan hacia él los sin nombre, “outis”. No hablan, producen un ruido
caótico. Ulises aterrado y en peligro es rescatado por Tiresias quien le anuncia que volverá a su hogar
y también que Agamenón ha muerto.
Ulises vuelve con sus compañero a la isla de Circe quien les advierte sobre más peligros, entre ellos,
que deberían pasar frente a la isla de las Sirenas. Quien escucha su canto está perdido.
Ulises tapa con cera los oídos de sus marinos y él decide atarse al mástil pero con los oídos
destapados para escuchar el canto. La nave pasa lentamente y Ulises escucha el canto de las Sirenas.
Tiresias le advirtió que cuando llegue a la isla del Sol no toque ninguna de las vacas inmortales que se
encuentran allí pastando.
Desembarcan y comen sus provisiones pero el viento y una tormenta evitan que puedan irse. Al cabo
de unos días los marineros ya sin alimentos aprovechan que Ulises dormía en la cima de la montaña y
matan todas las vacas. Ulises despierta por el olor a carne asada. Los marinos comen hasta hartarse y
deciden partir. Apenas se alejan unos metros de la costa Zeus oscurece el cielo y un trueno destroza la
nave. Los compañeros de Ulises mueren azotados y destrozados por las olas. Ulises se aferra a un
trozo de madera y flotará durante nueve días hasta que el mar lo deposita en la isla de Calipso.

La isla de Calipso

Ulises agotado por el naufragio es rescatado por Calipso quien recibió a Ulises con cariño, dándole
toda clase de cuidados que lo ayudaron a recobrar la salud bastante deteriorada por el naufragio.
El lugar era un paraíso, no existía el tiempo. Nada sucedía ni nada cambiaba, cada día era idéntico a
los demás.

Un paraíso en miniatura

Atenea, la diosa de la sabiduría, que veía por un lado la tristeza de Ulises y por el otro, los pesares de
su esposa Penélope y de su hijo Telémaco, deseó ayudarlo
Los dioses se apiadaron de Ulises y su familia y enviaron a Hermes a la isla de Calipso para solucionar
el problema. Allí se encontró con Calipso, la diosa de las trenzas doradas y le transmitió el deseo de
los dioses, que Ulises regresara a su patria y que si no le permitía volver los dioses la castigarían.
Calipso ayudó a Ulises a construir una balsa y después de navegar dieciocho días una tormenta
destruye su balsa lanzándolo al mar.

Desnudo e invisible

Ulises flotaba aferrado a una madera cuando aparece una ninfa, Ino Leucótea la diosa blanca, quien le
da una faja. Le ordena desnudarse, atarse la faja, soltar la madera y nadar hasta la orilla. Así lo hace.
Ulises nada por varios días y llega a una isla con muchas rocas y peñascos, le cuesta llegar a la orilla
pero al fin lo logra y agotado, duerme sobre una cama de hojas.Esta era la isla de los Feacios.
Oculto en el monte Ulises duerme hasta el amanecer.

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