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Rito del bautismo del chico de la calle: se arma con las reglas de la
institución represiva, en este caso, las de la policía, los institutos carcelarios
y de minoridad. La ley simbólica, aquella que al tiempo que reprime,
también posibilta, se ha borrado para devenir sólo como amenaza y
agresión: es la ley de la pura fuerza, una ley que ya no es portadora de
autoridad. Los chicos se apropian de las reglas del otro represivo, con la
finalidad de anticipar un peligro inminente, (caer en cana, o en el instituto de
minoridad) que se desata como consecuencia natural de la práctica del
robo y la transa de drogas. Las reglas que dan consistencia al bautismo
reproducen las prácticas de los lugares de encierro. Podríamos decir que
en esta operación se juega una respuesta a la perversión ejercida por la
ley, respuesta que puede entenderse como un modo de restarle poder o
eficacia al poder del otro, al apropiarse de esa ley y anticiparla.