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LA VIDA DIVINA

SRI AUROBINDO

Tomo III
El Conocimiento y la Evolución Espiritual
(Segunda Parte)

Capítulo XI

LA TRIPLE TRANSFORMACION

Un ser consciente es el centro del atma, que rige pasado y futuro; es como fuego sin humo... Eso
debe liberarse con paciencia del propio cuerpo.
Katha Upanishad

Una intuición en el corazón ve esa verdad.


Rig Veda

Moro en el ser espiritual y desde allí destruyo la oscuridad nacida de la ignorancia con la brillante
lámpara del conocimiento.
Gita

Estos rayos se dirigen en forma descendente, su fundamento está arriba: que se profundicen en
nosotros... Oh Varuna, despierta aquí, amplía su reino; que moremos según la ley de tus obras y
estemos sin culpa ante la Madre Infinita.
Rig Veda

El Cisne ubicado en la pureza... nacido de la Verdad, él mismo la Verdad, el Vasto.


Katha Upanishad

Si la única intención de la Naturaleza en la evolución del hombre espiritual es despertarlo a la Realidad suprema
y liberarlo de ella, o de la Ignorancia en la que ella como Poder de lo Eterno se enmascaró, si este paso en la
evolución es un recinto y una salida, entonces, esencialmente, su obra ya se cumplió y no queda más por hacer.
Los caminos se construyeron, la capacidad para seguirlos se desarrolló, la meta o última cima de la creación
está manifiesta; lo que queda a cada alma es alcanzar individualmente la etapa correcta y el correcto giro de
su desarrollo, entrar en las vías espirituales y salir, por su propia senda escogida de esta existencia inferior.
Pero supusimos que hay una intención ulterior -no una revelación del Espíritu, sino una transformación radical
e integral de la Naturaleza. En ella hay una voluntad de efectuar una manifestación de la vida corporizada del
Espíritu, de completar lo que empezó mediante un pasaje desde la Ignorancia hacia el Conocimiento, de
quitarse la máscara y revelarse como la luminosa Conciencia-Fuerza que lleva en sí la Existencia eterna y su
universal deleite del ser. Resulta obvio entonces que hay algo, no cumplido aún, resulta claro considerar lo
mucho que queda por hacer, bhuri aspasta kartvam; hay todavía una cima por alcanzar, una amplitud por cubrir
mediante el ojo de la visión, el ala de la voluntad, la autoafirmación del espíritu en el universo material. Lo que
el Poder evolutivo ha hecho es lograr que unos pocos individuos tomen conciencia de sus almas, de sus yoes,
del ser eterno que son, poniéndolos en comunión con la Divinidad o la Realidad que está oculta por sus
apariencias: cierto cambio de naturaleza prepara, acompaña o sigue a esta iluminación, pero no se trata del
cambio completo y radical que establece un nuevo principio, seguro y firme, una nueva creación, un nuevo
orden permanente del ser en el campo de la Naturaleza terrestre. El hombre espiritual evolucionó, pero no el
ser supramental que de aquí en adelante será el líder de la Naturaleza.

Esto se debe a que el principio de la espiritualidad tiene todavía que afirmarse en su completo derecho y
soberanía; hasta ahora fue un poder del ser mental para escapar de sí o refinarse y elevarse a un equilibrio
espiritual, respaldó la liberación del Espíritu desde la mente y la ampliación del ser en una mente y corazón
espiritualizados, pero no -no todavía no suficientemente- la autoafirmación del Espíritu en su dominio dinámico
y soberano, libre de las limitaciones y la instrumentación mentales. Empezó el desarrolló de otra
instrumentación, pero aun debe llegar a ser total y efectiva; además tiene que cesar de ser una autocreación
puramente individual en una Ignorancia original, algo supernormal de la vida-terrestre que deba siempre
adquirirse como un logro individual mediante un difícil esfuerzo. Debe llegar a ser la normal naturaleza de un
nuevo tipo de ser; así como la mente está establecida aquí sobre la base de la Ignorancia que busca al
Conocimiento y crece en él, de igual manera la supermente debe establecerse aquí sobre la base del
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Conocimiento que crece hacia su propia Luz mayor. Pero esto no puede ocurrir mientras el ser espiritual-mental
no haya surgido plenamente hacia la, supermente, atrayendo sus poderes hacia la existencia terrestre. Pues el
abismo entre la mente y la supermente ha de unirse con un puente, han de abrirse pasajes y crearse caminos
de ascenso y descenso donde ahora hay vacío y silencio. Esto puede hacerse sólo mediante la triple
transformación a la que ya hicimos una referencia al pasar: primero debe tener lugar el cambio psíquico, la
conversión de toda nuestra naturaleza actual en una instrumentación-del-alma: sobre eso o junto con eso debe
existir el cambio espiritual, el descenso de una Luz, Conocimiento, Poder, Fuerza, Bienaventuranza y Pureza
superiores en el ser todo, incluso en los más bajos meandros de la vida y el cuerpo, incluso en la oscuridad de
nuestra subconciencia; por último, debe sobrevenir la transmutación supramental --debe tener lugar como
movimiento que remata el ascenso a la supermente y al descenso transformador de la Conciencia supramental
en nuestro ser y naturaleza íntegros.

Al principio el alma en la Naturaleza, la entidad psíquica, cuyo desenvolvimiento es el primer paso hacia un
cambio espiritual, es una parte nuestra enteramente velada, aunque por ella existimos y persistimos como seres
individuales en la Naturaleza. Las otras partes de nuestra composición natural no sólo son mutables sino
también perecederas; pero nuestra entidad psíquica persiste y es siempre fundamentalmente la misma:
contiene todas las posibilidades esenciales de nuestra manifestación pero no está constituida por ellas; no está
limitada por lo que manifiesta, ni contenida por las formas incompletas de la manifestación, ni manchada por
las imperfecciones e impurezas, defectos y depravaciones del ser superficial. Es una llama siempre pura de la
divinidad en las cosas y nada que llegue a ella, nada que entre en nuestra experiencia puede mancillar su
pureza o extinguir la llama. Esta materia espiritual es inmaculada y luminosa, y debido a que es perfectamente
luminosa, es inmediata, íntima y directamente consciente de la verdad del ser y de la verdad de la naturaleza;
es hondamente consciente de la verdad, del bien y la belleza porque la verdad, el bien y la belleza son afines
a nuestro carácter innato, formas de algo que es inherente a su propia sustancia. Es también consciente de
todo lo que contradice estas cosas, de todo lo que se desvía de su propio carácter innato, de la falsedad, del
mal, de lo feo e inconcebible; pero no llega a ser estas cosas ni es tocada ni cambiada por estos opuestos de
sí que tan poderosamente afectan su instrumentación externa de la mente, la vida y el cuerpo. Pues el alma, el
ser permanente en nosotros, maneja y usa a -la mente, vida y cuerpo como sus instrumentos, soporta la
envoltura de sus estados pero es mayor y diferente que sus miembros.

Si la entidad psíquica hubiese sido revelada desde el principio y fuese desde entonces conocida por sus
ministros, no un Rey recluido en una cámara protectora, la evolución humana hubiese sido un rápido
florecimiento-del-alma, no el difícil, asediado y desfigurado desarrollo que es hoy; pero el velo es espeso y no
conocemos la Luz secreta dentro de nosotros, la luz en la cripta oculta del más recóndito santuario del corazón.
Desde la psiquis surgen sugestiones para nuestra superficie, pero nuestra mente no detecta su fuente; las toma
por sus propias actividades porque, incluso antes, de que lleguen a la superficie, están revestidas con la
sustancia mental: ignorante de ese modo de la autoridad de aquéllas, las sigue o no de acuerdo con su
inclinación o giro momentáneo. Si la mente obedece el impulso del ego mental, entonces hay poca probabilidad
de que la psiquis controle la naturaleza o manifieste en nosotros algo de su secreta materia espiritual y
movimiento innato; o, si la mente sobreconfía en actuar bajo su luz más tenue, apegada a su propio juicio,
voluntad y acción del conocimiento, entonces también el alma seguirá velada y quieta aguardando la ulterior
evolución de la mente. Pues la parte psíquica interior está allí para sostener la evolución natural, y la primera
evolución natural debe ser el desarrollo del cuerpo, de la vida y de la mente, sucesivamente, y cada uno de
estos debe actuar en lo suyo o juntos en su mal surtido compañerismo a fin de crecer, tener experiencia y
evolucionar. El alma reúne la esencia de toda nuestra experiencia mental, vital y corporal y la asimila para la
ulterior evolución de nuestra existencia en la Naturaleza; mas esta acción está oculta y no se proyecta en la
superficie. En la materia prima y etapas vitales de la evolución del ser no hay ciertamente conciencia del alma;
hay actividades psíquicas, pero la instrumentación, la forma de estas actividades son vitales y físicas -o
mentales, cuando la mente está en actividad. Pues incluso la mente, en la medida en que es primitiva o está
desarrollada pero aún demasiado externa, no reconoce el carácter más profundo de aquéllas. Es fácil
considerarnos seres físicos o seres vitales o seres mentales que usan la vida e ignorar la existencia del alma
por completo: pues la única idea definida del alma que tenemos es de algo que sobrevive a la muerte de
nuestros cuerpos; pero no sabemos qué es esto pues aunque seamos conscientes a veces de su presencia,
no somos normalmente conscientes de su distinta realidad ni sentimos directamente su directa acción en
nuestra naturaleza.

En la medida en que procede la evolución, la Naturaleza empieza lentamente y en grado de tentativa a


manifestar nuestras partes ocultas; nos induce a mirar cada vez más dentro de nosotros mismos o promueve
la iniciación de intimaciones y formaciones más claramente reconocibles de ellas en la superficie. Nuestra alma,
el principio psíquico, ya empezó a tomar forma secreta; adelanta y desarrolla una personalidad anímica, un
distinto ser psíquico para representarla. Este ser psíquico sigue aun detrás del velo en nuestra parte subliminal,
como el verdadero ser mental, el verdadero ser vital o el verdadero o sutil ser físico dentro de nosotros; pero,
como ellos, actúa sobre la vida superficial mediante las influencias e intimaciones que arroja sobre esa
superficie; éstas forman parte del agregado superficial que es el efecto conglomerado de las infIuencias y
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surgencias interiores, la formación y superestructura visibles que ordinariamente experimentamos y pensamos
como nosotros mismos. En esta superficie ignorante tomamos oscura conciencia de algo que puede llamarse
alma como forma distinta de la mente, la vida o el cuerpo; lo sentimos no sólo como nuestra idea mental o vago
instinto de nosotros, sino como sensible influencia en nuestra vida, carácter y acción. Cierto sentimiento
sensitivo hacia todo lo que es verdadero, bueno y bello, fino, puro y noble, una respuesta a ello, una demanda
en pos de ello, una presión de la mente y la vida por aceptar y formularlo en nuestra mente, sentimientos,
conducta y carácter es lo que más usualmente se reconoce, lo más general y característico, aunque no el único
signo de esta influencia de la psiquis. Del alma que no tiene en sí este elemento o no responde para nada a
este impulso, decimos que no tiene alma. Pues es esta influencia la que podemos reconocer más fácilmente
como una más fina e incluso más divina parte nuestra y la más poderosa para el lento giro hacia algún objetivo
de perfección en nuestra naturaleza.

Mas esta influencia o acción psíquicas no llegan a la superficie muy puras ni se conservan distintas en su
pureza; si lo hicieran, podríamos distinguir claramente el elemento anímico en nosotros y seguir consciente y
plenamente sus dictados. Una acción oculta, mental, vital y sutil-física, interviene, se mezcla con él, procura
usarlo y volcarlo en su provecho, empequeñece su divinidad, distorsiona o disminuye su autoexpresión, incluso
la impulsa a desviarse, trastabillar o mancharse con la impureza, la minucia y el error de la mente, la vida y el
cuerpo. Luego que alcanza la superficie, de tal manera mezclada y disminuida, la atrapa la naturaleza superficial
en una oscura recepción e ignorante formación, y existe o puede existir por esta causa una ulterior desviación
y mezcla. Se da un giro, se imparte una dirección equivocada, una equivocada aplicación, una equivocada
formación, un resultado erróneo de lo que, en sí, es materia y acción puras de nuestro ser espiritual; se efectúa
de modo acorde una formación de la conciencia que es una mezcla de influencia psíquica y sus intimaciones
confundidas con ideas y opiniones mentales, deseos e impulsos vitales, habituales tendencias físicas. Se
coaligan también con la oscurecida influencia anímica los esfuerzos ignorantes aunque bien intencionados de
estas partes externas en pos de una dirección superior; una ideación mental de carácter muy mezclado, a
menudo oscura incluso en su idealismo, a veces hasta desastrosamente equivocada, un fervor y pasión del ser
emocional que proyecta su niebla y espuma de sensaciones, sentimientos, sentimentalismos, un dinámico
entusiasmo de las partes-vitales, ávidas respuestas de lo físico, las excitaciones nerviosas y corporales -todas
estas influencia se coaligan en una formación compuesta que frecuentemente se toman como el alma y su
acción mixta y confusa para el acicate-anímico, para un psíquico desarrollo y acción o realizada influencia
interior. La entidad psíquica está libre de mancha o mezcla, mas lo que aflora de ella no está protegido por esa
inmunidad; por lo tanto esta confusión se torna posible.

Es más, el ser psíquico, nuestra personalidad anímica, no emerge con pleno desarrollo y luminosidad;
evoluciona, atraviesa un lento desarrollo y formación, su figura del ser puede resultar, al principio indistinta y
después puede seguir siendo, por largo tiempo, débil y no desarrollada, no impura pero imperfecta: pues resta
su formación, su autoconstrucción dinámica sobre el poder del alma que real o más o menos exitosamente,
contra la resistencia de la Ignorancia y la Inconciencia, se empleó en la evolución sobre la superficie. Su
aparición es el signo de un emerger-anímico en la Naturaleza, y si ese emerger es aun pequeño y defectuoso,
la personalidad psíquica será también disminuida o débil. Asimismo, por la oscuridad de nuestra conciencia,
separada de su realidad interior, está en imperfecta comunión con su propia fuente en las honduras del ser;
pues el camino está aun mal construido, se obstruye con facilidad, los cables a menudo se cortan o llenan de
comunicaciones de otra índole, procedentes de otro origen: su poder de imprimirlo que recibe sobre los
instrumentos externos es también imperfecto; dentro de su penuria para la mayoría de las cosas ha de apoyarse
en estos instrumentos y forma su impulso en pos de la expresión y la acción sobre los datos de aquéllos y no
solamente sobre las inequívocas percepciones de la entidad psíquica. En estas condiciones no puede impedir
que la verdadera luz psíquica se empequeñezca o distorsione en la mente en una mera idea u opinión, que el
sentimiento psíquico en el corazón haga lo propio en una emoción falible o un mero sentimiento, que la voluntad
psíquica accione en las partes-vitales como ciego entusiasmo vital o férvida excitación: empero acepta estas
malas versiones a falta de algo mejor y procura realizarse a través de ellas. Pues es parte de la obra del alma
influir a la mente, al corazón y al ser vital, volcando sus ideas, sentimientos, entusiasmos, dinamismos, en la
dirección de lo que es divino y lummoso; pero esto ha de efectuarse, al principio, imperfecta, lentamente y con
una mezcla. A medida que la personalidad psíquica crece en fortaleza, empieza a incrementar su comunión
con la entidad psíquica que está detrás de ella, mejorando sus comunicaciones con la superficie: puede
transmitir sus intimaciones a la mente, al corazón y a la vida con mayor pureza y vigor; pues es más capaz de
ejercer fuerte control y de reaccionar contra las falsas mezclas; ahora, cada vez más, se hace sentir
definidamente como poder en la naturaleza. Pero aun así esta evolución sería lenta y prolongada si se dejase
únicamente a la difícil acción automática de la Energía evolutiva; es sólo cuando el hombre despierta al
conocimiento del alma y siente una necesidad de llevarla al frente y hacerla dueña de su vida y acción que
interviene un más rápido método consciente de evolución y se torna posible una transformación psíquica.

Este lento desarrollo puede ser ayudado por la clara percepción e insistencia de la mente sobre algo interior
que sobrevive a la muerte del cuerpo y por un esfuerzo por conocer su naturaleza. Pero al principio este
conocimiento es impedido por el hecho de que en nosotros hay muchos elementos, muchas formaciones que
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se presentan como elementos anímicos nuestros y pueden confundirse con la psiquis. En la primitiva tradición
griega en algunas otras referidas al estado postvital, las descripciones brindadas muestran muy claramente que
lo que entonces se confundía con el alma era una Formación subconsciente, un molde-impresión o sombra-
forma del ser o aparición o fantasma de la personalidad. Este fantasma, que equivocadamente se llama espíritu,
es a veces una formación vital que reproduce las características del hombre, sus modalidades-vitales
superficiales, a veces una prolongación sutil-física de la forma superficial de la caparazón-mental: a lo más una
envoltura de la personalidad vital que aún permanece al frente por algún tiempo tras abandonar el cuerpo.
Aparte de estas confusiones nacidas de un contacto postmortal con fantasmas o restos descartados de las
envolturas de la personalidad, la dificultad se debe a nuestra ignorancia de las partes subliminales de nuestra
naturaleza y de la forma y poderes del ser consciente o Purusha que preside la acción de aquéllas; debido a
esta inexperiencia podemos confundir con facilidad algo de la mente interior o del yo vital con lo psíquico. Pues
así como el Ser es uno aunque múltiple, de igual manera también la misma ley prevalece en nosotros y en
nuestros miembros; el espíritu, Purusha, es uno pero se adapta a las formaciones de la Naturaleza. Cada grado
de nuestro ser es presidido por un poder del Espíritu; tenemos dentro de nosotros y descubrimos cuando
profundizamos bastante en lo interior un yo-mental, un yo-vital, un yo-físico; hay un ser mental, un Purusha
mental, que expresa algo de sí en nuestra superficie en los pensamientos, percepciones, actividades de nuestra
naturaleza vital, un ser físico, un ser corporal que expresa algo de sí en los instintos, hábitos, actividades
formuladas de nuestra naturaleza física. Estos seres o yoes parciales de nuestro yo son poderes del Espíritu y
por lo tanto no están limitados por su expresión temporal, pues lo que así se formula es sólo un fragmento de
sus posibilidades; mas la expresión crea una personalidad temporaria mental, vital o física que crece y se
desarrolla incluso como el ser psíquico o la personalidad anímica crece y se desarrolla dentro de nosotros.
Cada una tiene su definida naturaleza, su influencia, su acción sobre nuestro todo; pero en nuestra superficie
todas estas influencias y toda esta acción, a medida que surgen, mezclan y crean un superficial ser agregado
que es un compuesto, una amalgama de todas ellas, una formación externa persistente y con todo mutable y
móvil a los fines de esta vida y su limitada experiencia.

Pero este agregado es, debido a su composición, un compuesto heterogéneo, no un simple todo armónico y
homogéneo. Esta es la razón de por qué hay una constante confusión e incluso un conflicto en nuestros
miembros que nuestra razón y voluntad mentales tienden a controlar y armonizar y tienen mucha dificultad en
crear de su confusión o conflicto algún género de orden o guía; aun así, ordinariamente, somos llevados a la
deriva en gran medida o llevados por la corriente de nuestra naturaleza y actuamos según lo primero que nos
sugiere, atrapando los instrumentos del pensamiento y la acción -hasta nuestra elección aparentemente
deliberada tiene más automatismo del que imaginamos; nuestra coordinación de nuestros extremadamente
variados elementos y de nuestros consiguientes pensamientos, sentimientos, impulsos y acciones por medio
de la razón y la voluntad es incompleta y se trata de una medida a medias. En el ser animal la Naturaleza actúa
mediante sus propias intuiciones mentales y vitales; ella estructura un orden mediante la compulsión del hábito
y el instinto que el animal obedece implícitamente, de modo que las mutaciones de su conciencia no interesan.
Mas el hombre no puede actuar por completo del mismo modo sin perder su prerrogativa humana; no puede
dejar que su ser sea un caos de instintos e impulsos regulados por el automatismo de la Naturaleza: la mente
cobró conciencia en él y por lo tanto está autocompelida a efectuar algún intento, aunque elemental en muchos,
de ver y controlar y, al fin, de armonizar cada vez más a la perfección los múltiples componentes, las diferentes
y conflictivas tendencias que parecen disfrazar su ser superficial. Parece tener éxito al montar en él una suerte
de caos regulado u ordenada confusión, o al menos tiene éxito al pensar que está dirigiéndose mediante su
mente y su voluntad, aunque de hecho esa dirección es sólo parcial; pues no sólo un separado consorcio de
fuerzas-motoras habituales sino también de recién emergidas tendencias e impulsos vitales y físicos, no
siempre calculables ni controlables, y muchos elementos mentales incoherentes e inarmónicos usan su razón
y voluntad, entran en su autoconstrucción y la determinan, haciendo lo propio con su desarrollo-natural y su
acción vital. El hombre es en su yo una Persona única, pero también, en su manifestación del yo, es una
multipersona; jamás logrará ser dueño de sí mismo hasta que la Persona se imponga sobre su
multipersonalidad y la gobierne: mas esto puede cumplirse sólo imperfectamente mediante la voluntad y razón
mentales superficiales; sólo puede cumplirse a la perfección si él se interioriza y descubre qué ser central se
halla, mediante su predominante influencia, al frente de toda su expresión y acción. En la más recóndita verdad
está su alma que es este ser central, pero en el hecho externo es a menudo uno u otro de sus seres parciales
el que rige, y este representante del alma, este segundo yo lo puede confundir con el principio más recóndito
del alma.

Esta regla de yoes diferentes en nosotros está en la raíz de las etapas del desarrollo de la personalidad humana
que ya tuvimos la ocasión de diferenciar, y podemos ahora considerarlas desde el punto de vista del gobierno
de la naturaleza mediante el principio interior. En aIgunos seres humanos es el Purusha físico, el ser corporal,
el que domina a la mente, la voluntad y la acción; entonces es creado allí el hombre físico principalmente
ocupado de su vida corpórea y habituales necesidades, impulsos, hábitos vitales, hábitos mentales, hábitos
corporales, mirando muy poco o para nada más allá de eso, subordinando y restringiendo todas las otras
tendencias y posibilidades a esa formación estrecha. Pero incluso en el hombre físico hay otros elementos y él
no puede vivir por entero como el animal humano preocupado con el nacimiento y la muerte, con la procreación
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y la satisfacción de los impulsos y deseos comunes y el mantenimiento de la vida y el cuerpo; este es su tipo
normal de personalidad, pero se le cruzan, aunque débilmente, influencias que puede hacer seguir adelante si
están desarrolladas, hasta una superior evolución humana. Si el sutil-físico Purusha interior insiste, puede
arribar a la idea de una vida física más fina, mas bella y perfecta y esperar o intentar realizarla en su propia
existencia o en la existencia colectiva o grupal. En otros es el yo vital, el ser vital, quien domina y rige la mente,
la voluntad y la acción; entonces se crea el hombre vital, preocupado con la autoafirmación, autoagrandamiento,
autoampliación, satisfacción de la ambición, pasión, impulso y deseo, de los reclamos del ego, del dominio,
poder, excitación, batalla y lucha, aventura interna y externa: todo lo demás es incidental o subordinado a este
movimiento, construcción y expresión del ego vital. Pero aun en el ser vital hay o puede haber otros elementos
de creciente carácter mental o espiritual, aunque estén menos desarrollados que su personalidad-vital y su
poder-vital. La naturaleza del hombre vital es más activa, más vigorosa y más móvil, más turbulenta y caótica
(a menudo hasta el punto de ser muy irregulada), que la del hombre físico que se afirma en el suelo y tiene un
punto de apoyo y equilibrio ciertos, pero es más cinético y creativo: pues el elemento del ser vital no es la tierra
sino el aire; tiene más movimiento, menos estatismo. Una mente y voluntad vigorosas y vitales pueden aferrar
y gobernar las energías cinéricas, pero ello ocurre más mediante una fuerte compulsión y constricción que
mediante una armonización del ser. Sin embargo, si una fuerte personalidad, mente y voluntad vitales pueden
lograr la inteligencia razonante para darle firme apoyo y administrarla, entonces puede concretarse cierto
género de formación vigorosa, más o menos equilibrada pero siempre potente, exitosa y efectiva, que puede
imponerse sobre la naturaleza y medio y arribar a una fuerte autoafirmación en la vida y la acción. Este es el
segundo paso de la armonizada formulación posible en el ascenso de la naturaleza.

En una etapa superior de la evolución de la personalidad puede regir el ser mental; entonces se crea el hombre
mental que vive predominantemente en la mente como los demás viven en la naturaleza vital o en la física. El
hombre mental tiende a subordinar el resto de su ser a su autoexpresión mental, a los objetivos mentales, a los
intereses mentales o a una idea o ideal mentales: debido a la dificultad de esta subordinación y su efecto
poderoso cuando se lo logra, resulta al punto más difícil para él y más fácil de llegar a una armonía de su
naturaleza. Es más fácil porque la voluntad mental una vez controlada puede convencer mediante el poder de
la inteligencia razonante y al mismo tiempo dominar, comprimir o suprimir la vida y el cuerpo y sus demandas,
ordenarlos y armonizarlos, forzarlos a ser sus instrumentos, incluso reducirlos a un mínimo de modo que no
perturben la vida mental ni la retrotraigan por fuerza de su movimiento ideativo o idealizador. Es más difícil
porque la vida y el cuerpo son los primeros poderes y, si son fuertes, pueden imponerse con casi irresistible
insistencia sobre la soberana mental. El hombre es un ser mental y la mente es soberana de su vida y cuerpo;
pero ésta es una soberana muy gobernada por sus seguidores y a menudo no tiene otra voluntad que la que
aquéllos le imponen. La mente, a pesar de su poder es con frecuencia impotente ante lo inconsciente y
subconsciente que oscurecen su claridad y lo arrastran en su marea instintiva e impulsiva; a pesar de su claridad
es engañada por las sugestiones vitales y emocionales aprobando la ignorancia y el error, el pensamiento y
acción equivocados, o es obligada a ajustarse a lo que sigue la naturaleza, sabiendo que es equivocado,
peligroso o malo. Aunque sea fuerte, clara y dominante, la Mente, por más que imponga una mentalizada
armonía cierta y considerable, no puede integrar todo el ser y la naturaleza. Estas armonizaciones mediante un
control inferior son, además, inconclusivas, pues se trata de una parte de la naturaleza que se domina y realiza
mientras las otras son forzadas y negadas en su plenitud. Pueden ser pasos en el camino, mas no definitivos;
por lo tanto, en la mayoría parcial, sino sólo un predominio y para el resto un inestable equilibrio de una
personalidad semiformada, mitad en formación, a veces un desequilibrio debido a la falta de un gobierno central
o la perturbación de un punto de apoyo parcial anteriormente logrado. Todo debe ser transitivo hasta que,
mediante el descubrimiento de nuestro centro real, se logre una primera, aunque no final, armonización
verdadera. Pues el verdadero ser central es el alma, pero este ser que está detrás y en la mayoría de las
naturalezas humanas es sólo testigo secreto o, podría decirse, soberano constitucional que permite a sus
ministros gobernar por él, delega a ellos su imperio, da conformidad silenciosamente a sus decisiones y sólo
de vez en cuando expone en una palabra lo que, en cualquier momento, pueden anular, actuando de otro modo.
Pero esto ocurre en la medida en que la personalidad anímica puesta en marcha por la entidad psíquica no
esté aun suficientemente desarrollada; cuando es lo suficientemente fuerte para que la entidad interior se
imponga a través de ella, entonces el alma puede avanzar y controlar a la naturaleza. Es mediante el avance
de este verdadero monarca y la asunción de las riendas del gobierno que puede tener lugar una armonización
real de nuestro ser y de nuestra vida.

Una primera condición del completo emerger del alma es un contacto directo en el ser superficial con la Realidad
espiritual. Pues ese es su origen, el elemento psíquico nuestro se vuelve siempre hacia lo que en la Naturaleza
fenoménica parece pertenecer a una Realidad superior y puede aceptarse como su signo y carácter. Al
principio, busca esta Realidad a través de lo bueno, verdadero y bello, a través de todo lo que es puro, fino,
elevado y noble: mas aunque este contacto a través de los signos y caracteres externos puede modificar y
preparar la naturaleza, no puede cambiarla por entero ni tampoco muy interior ni profundamente. Para un tan
recóndito cambio resulta indispensable el contacto directo con la Realidad misma dado que nada más puede
tocar tan profundamente los fundamentos de nuestro ser y agitarlo o moldear la naturaleza, mediante su
agitación, en un fermento de transmutación. Las representaciones mentales, las figuras emocionales y
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dinámicas tienen su uso y valor: la Verdad, el Bien y la Belleza son en sí mismos figuras primarias y poderes
de la Realidad, e incluso en sus formas tal como las ve la mente, como las siente el corazón, como se concretan
en la vida, pueden ser líneas de un ascenso: mas es en una sustancia y ser espirituales de ellos y de sí que
Eso que representan ha de llegar a ingresar en nuestra experiencia.

El alma puede intentar lograr este contacto principalmente a través de la mente pensante como intermediaria e
instrumento; impresiona psíquicamente al intelecto y la mente mayor de la introspección y la inteligencia intuitiva
y los vuelve en esa dirección. En lo más elevado la mente pensante es atraída siempre hacia lo impersonal; en
su búsqueda toma conciencia de una esencia espiritual, de una Realidad impersonal que se expresa en todos
estos signos y caracteres externos pero es más que cualquier formación o figura que se manifieste. Siente algo
de lo que toma conciencia íntima e invisiblemente -de una Verdad suprema, de un Bien supremo, de una Belleza
suprema, de una Pureza suprema, de una Bienaventuranza suprema; soporta el creciente contacto, cada vez
menos impalpable y abstracto, cada vez más espiritualmente real y concreto, el contacto y presión de una
Eternidad e Infinitud que es todo esto que es y mucho más. Hay una presión de esta Impersonalidad que
procura moldear toda la mente en una forma de sí; al mismo tiempo el secreto y ley impersonales de las cosas
tórnanse cada vez más visibles. La mente se desarrolla en la mente del sabio, al principio en el elevado
pensador mental, luego en el sabio espiritual que traspuso las abstracciones del pensamiento hasta los inicios
de una experiencia directa. Como resultado la mente se purifica, agranda, tranquiliza e impersonaliza; hay una
similar influencia tranquilizadora en las partes vitales: mas de otro modo el resultado puede quedar incompleto;
pues el cambio mental lleva más naturalmente hacia un estado interior y una quietud externa, pero, apoyada
en este quietismo purificador, no atraída como las partes vitales hacia un descubrimiento de nuevas energías-
vitales, no presiona en pos de un pleno efecto dinámico en la naturaleza.

Un esfuerzo superior a través de la mente no modifica este equilibrio; pues la tendencia de la mente
espiritualizada es seguir hacia arriba y, dado que por encima de sí la mente pierde su sujeción a las formas,
ingresa en una vasta impersonalidad amorfa e incaracterística. Toma conciencia del Yo inmutable, del Espíritu
puro, de la pura desnudez de una Existencia esencial, del amorfo Infinito y del innominado Absoluto. Esta
culminación puede alcanzarse más directamente tendiendo de inmediato a trascender todas las formas y
figuras, todas las ideas de bien y mal o de verdadero o falso o bello en pos de Eso que excede todas las
dualidades, en pos de la experiencia de una suprema unidad, infinitud, eternidad u otra sublimación inefable
del último y extremo objeto de la percepción mental del Yo o Espíritu. Se alcanza una conciencia espiritualizada
y la vida se aquieta, el cuerpo cesa en sus exigencias y clamores, el alma misma emerge en el silencio espiritual.
Pero esta transformación a través de la mente no nos da la transformación integral; la transmutación psíquica
es reemplazada por un cambio espiritual en cimas no comunes y elevadas, mas ésta no es la completa
divinización divina de la Naturaleza.

Una segunda aproximación efectuada por el alma hacia el contacto directo es el corazón: esta es su vía más
cercana y directa porque su sede oculta está allí, precisamente detrás del centro-del-corazón, en estrecho
contacto con nuestro ser emocional; es subsiguientemente a través de las emociones que puede actuar mejor
al principio con su poder innato, con su fuerza viviente de la experiencia concreta. La aproximación se efectúa
a través de un amor y adoración de la Omnibella y Omnibienaventurada, de la Omnibuena, de la Verdadera
Realidad espiritual del amor; las partes emocionales y estéticas se juntan para ofrendar el alma, la vida, la
naturaleza toda a eso que adoran. Esta aproximación a través de la adoración puede cobrar su poder y su
ímpetu plenos sólo cuando la mente trasciende la impersonalidad en pos de la conciencia de un Ser Personal
supremo: entonces todo se torna intenso, vívido, concreto; la emoción del corazón, el sentimiento, el sentido
espirituaIizado alcanzan su absoluto; se torna posible e imperativa una entera autoentrega. El naciente ser
espiritual hace su aparición en la naturaleza emocional como devoto, bhakta; si, además, toma directamente
conciencia de su alma y sus dictados, une su personalidad emocional con su personalidad psíquica y cambia
su vida y partes vitales por la pureza, el éxtasis-Divino, el amor de Dios y los hombres y todas las criaturas en
una cosa de belleza espiritual, plena de luz y bien divinos, se desarrolla como santo y alcanza la máxima
experiencia interior y el cambio más considerable de la naturaleza apropiada a su modo de aproximarse al Ser
Divino. Pero para la finalidad de una transformación integral esto tampoco resulta bastante; debe haber una
transformación de la mente pensante y de todas las partes vitales y físicas de la conciencia en su propio
carácter.

Este cambio mayor puede conseguirse parcialmente añadiendo a la experiencia del corazón una consagración
de la voluntad pragmática que debe lograr llevar consigo -pues de otro modo no puede ser efectiva- la adhesión
de la parte vital y práctica que sostiene la dinámica mental y es nuestro primer instrumento de acción externo.
Esta consagración de la voluntad en las obras procede mediante una eliminación gradual de la voluntad-del-
ego y su poder motor del deseo; el ego se somete a una ley superior y finalmente se borra, parece no existir o
existe sólo para servir a un Poder superior o una Verdad superior o para ofrecer su voluntad y actos al Ser
Divino como un instrumento. La ley del ser y la acción o la luz de la Verdad que entonces guía al devoto, puede
ser una claridad, poder o principio que él percibe en la suprema altura de que su mente es capaz; o puede ser
una verdad de la Voluntad divina que él siente presente y trabajando en su interior o guiándolo mediante una
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Luz, Voz o Fuerza o Persona o Presencia divina. Al final, por este camino, uno llega a la conciencia en la que
uno siente la Fuerza o Presencia que actúa en el interior y se mueve o gobierna todas las acciones, y la voluntad
personal se halla enteramente sometida o identificada con esa mayor Verdad-Voluntad, Verdad-Poder o
Verdad-Presencia. Una combinación de todas estas tres aproximaciones, la aproximación de la mente, la
aproximación de la voluntad, la aproximación del corazón, crea una condición espiritual o psíquica del ser y
naturaleza superficiales en la que hay una mayor y más compleja apertura a la luz psíquica que está dentro de
nosotros y al Yo espiritual o Ishwara, a la Realidad ahora sentida en lo alto y envolviéndonos y penetrándonos.
En la naturaleza hay un cambio más poderoso y multilateral, una construcción y autocreación espirituales, la
aparición de una perfección compuesta del santo, del trabajador desprendido y del hombre de conocimiento
espiritual.

Mas para que este cambio arribe a su más amplia totalidad y profunda compleción (completar), la conciencia
ha de mudar su centro y su posición estática y dinámica desde la superficie hacia el ser interior; es allí donde
encontramos el fundamento de nuestro pensamiento, vida y acción. Pues estar afuera en nuestra superficie -y
recibir del ser interior y seguir sus intimaciones no es una transformación suficiente; uno debe cesar de ser la
personalidad superficial y debe llegar a ser la Persona interior, Purusha. Pero esto es difícil, primero debido a
que la naturaleza externa se opone al movimiento y se apega a su normal punto de apoyo acostumbrado y a la
modalidad externalizada de existencia y, además, porque hay un largo camino desde la superficie hasta las
honduras en las que la entidad psíquica se oculta de nosotros, y este espacio intermedio se llena con una
naturaleza subliminal y con movimientos-de-Ia-naturaleza de ningún modo favorables a la compleción del
movimiento interior. La naturaleza externa ha de padecer un cambio de punto de apoyo, un aquietamiento, una
purificación y una fina mutación de su sustancia y energía por los que sus múltiples obstáculos se rarifican,
abaten o desaparecen; resulta entonces posible trasponer las honduras de nuestro ser y a partir de las honduras
alcanzadas de ese modo puede formarse una nueva conciencia, tanto detrás como dentro del yo exterior,
uniendo las honduras con la superficie. Debe crecer en nosotros a manifestarse una conciencia cada vez más
abierta al ser más hondo y al ser más elevado, cada vez más de manifiesto al Yo o Poder cósmico y a lo que
deriva de la Trascendencia, vuelta hacia una Paz superior, permeable a una luz, fuerza y éxtasis mayores, una
conciencia que supere la pequeña personalidad y sobrepase la luz y experiencia limitadas de la mente
superficial, la fuerza y aspiración limitadas de la normal conciencia vital, la oscura y limitada responsividad
corporal.

Aun antes de que se efectúe o resulte suficiente la tranquilizadora purificación de la naturaleza externa, uno
puede derribar el muro que aísla nuestro ser interior de nuestra conciencia externa mediante vigorosa fuerza
de reclamo y aspiración, vehemente voluntad o violento esfuerzo o efectiva disciplina o proceso; pero este
puede ser un movimiento prematuro y no se produce sin graves peligros. Al interiorizarse uno puede descubrirse
en medio de un caos de experiencia no familiares y supernormales para las cuales no se tiene la llave ni la
presión de fuerzas subliminales o cósmicas, subconscientes, vitales, sutiles-físicas, que puedan influir
indebidamente o manejar caóticamente al ser, recluirIo en una cueva de oscuridad, o tenerlo vagando en un
salvajismo de fascinación, seducción, engaño, o lanzarlo dentro de un oscuro campo de batalla lleno de
oposiciones secretas y traicioneras y descarriadas o abiertas y violentas; pueden aparecer seres, voces e
influencias ante el sentido interior, la visión y el oído, reclamando ser el Ser Divino o Sus mensajeros o Poderes
y Deidades de la Luz o guías del sendero hacia la realización, cuando en realidad son de carácter muy diferente.
Si existe demasiado egoísmo en la naturaleza del buscador o fuerte pasión o excesiva ambición, vanidad u
otras dominantes debilidades, o una oscuridad mental o vacilante voluntad o debilidad de la fuerza vital o falta
de firmeza o de equilibrio en ella, es posible que sea atrapado por estas deficiencias y frustrado o desviado,
extraviado del camino verdadero de la vida interior, yendo en procura de falsas sendas, o que se lo deje
abandonado en un caos intermedio de experiencias, fracasando en hallar su propia salida de la realización
verdadera. Estos peligros fueron bien conocidos de una experiencia espiritual pasada y se hallaron imponiendo
la necesidad de la iniciación, de la disciplina, de los métodos de purificación y comprobación mediante dura
prueba, de entera sumisión a las directivas de quien busca el sendero o es líder de éste, de uno que realizó la
Verdad y la posee y es capaz de comunicar la luz, la experiencia, un guía que es fuerte para llevar de la mano
y arrostrar los pasajes difíciles al igual que para instruir y señalar el camino. Pero aun así los peligros estarán
allí y sólo puede trasponerse si existe o crece completa sinceridad, voluntad de pureza, presteza para obedecer
a la Verdad, para someterse a lo Supremo, prontitud para perder o someter a un yugo divino al ego limitador y
autoafirmador. Estas cosas con el signo de la verdadera voluntad de realización, de que la conversión de la
conciencia, de que la transformación está allí, de que la etapa necesaria de la evolución ya se alcanzó: en esa
condición los defectos de la naturaleza que pertenecen al ser humano no pueden ser permanente obstáculo
para el cambio desde el estado mental hacia el estado espiritual; el proceso no puede ser jamás fácil por
completo, pero el camino se habrá abierto y tornado practicable.

Un camino efectivo usado a menudo para facilitar esta entrada en el yo interior es la separación del Purusha,
el ser consciente, de Prakriti, la naturaleza formulada. Si uno está detrás de la mente y sus actividades de forma
tal que éstas queden silenciadas a voluntad o prosigan como movimiento superficial del que uno es desapegado
y desinteresado testigo, resulta eventualmente posible realizarse uno mismo como el Yo Interior del mental, el
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verdadero y puro ser mental, Purusha; pero, de modo semejante, estando detrás de las actividades vitales, es
posible realizarse uno mismo como el interior Yo vital, el verdadero y puro ser vital, Purusha; hay incluso un Yo
corporal del cual, estando detrás del cuerpo y sus exigencias y actividades e ingresando en un silencio de la
conciencia física que observa la acción de su energía, es posible tomar conciencia, un verdadero y puro ser
Físico, Purusha. De igual modo también, estando detrás de todas estas actividades de la naturaleza
sucesivamente o por completo, se torna posible realizar el propio ser interior como impersonal yo silencioso, el
testigo Purusha. Esto conducirá a una realización y liberación espirituales, pero no producirá necesariamente
una transformación; pues Purusha, satisfecho de ser libre y él mismo, puede dejar que la Naturaleza, Prakriti,
agoten su acumulado ímpetu mediante una acción insostenida, una continuidad mecánica no renovada y
revigorizada o vivificada y prolongada por su consentimiento, y usen este rechazo no sólo como medio de
retirarse de toda la naturaleza, Purusha ha de llegar a ser no sólo testigo sino también conocedor y fuente, amo
de todo pensamiento y acción, y esto puede efectuarse sólo parcialmente en la medida en que uno sigue en el
nivel mental o ha de usar aun la instrumentación ordinaria de la mente, la vida y el cuerpo. Puede en verdad
alcanzarse cierto dominio, pero el dominio no es transformación; el cambio efectuado mediante él no puede ser
suficiente como para resultar integral: pues resulta esencial retrotraerse, más allá del ser mental, del ser-vital,
del ser-corporal, mucho más profundamente aun en la entidad psíquica más recóndita y más honda dentro de
nosotros -o abrirse a los supremos dominios superconscientes. Pues esta penetración en la luminosa cripta del
alma uno ha de obtenerla a través de toda la vital materia intermedia hacia el centro psíquico dentro de nosotros,
por más largo, tedioso o difícil que sea el proceso. El método de separarse de la insistencia de todos los
reclamos, llamados e impulsos mentales, vitales y físicos, una concentración en el corazón, la austeridad, la
autopurificación y rechazo de los viejos movimientos mentales y vitales, el rechazo del ego del deseo, el rechazo
de las falsas necesidades y falsos hábitos, todas son útiles ayudas para este difícil pasaje: pero el modo más
vigoroso y más central consiste en fundar todos esos metros u otros en una autoofrenda y sumisión de nosotros
mismos y de nuestras partes de la naturaleza al Ser Divino, a lshwara. Una estricta obediencia a la sabia e
intuitiva conducción de un Guía es también normal y necesaria para todos salvo para unos pocos devotos
especialmente dotados.

Tan pronto se rompe la cobertura de la naturaleza externa, tan pronto se abaten los muros de la separación
interior, se proyecta la luz interior, arde el fuego interior en el corazón, la sustancia de la naturaleza y la materia
de la conciencia se refinan hasta una mayor sutileza y pureza, y las experiencias psíquicas más profundas, las
que no son solamente de carácter mental interior o vital interior, llegan a ser posibles en esta sustancia más
sutil, más pura y más fina; el alma empieza a revelarse, la personalidad psíquica alcanza su plena estatura. El
alma, la entidad psíquica, se manifiesta entonces como el ser central que sostiene la mente, la vida y el cuerpo
y apoya todos los otros poderes y funciones del Espíritu; asume su función mayor como guía y soberana de la
naturaleza. Desde dentro empieza una guía, un gobierno, que expone todo movimiento a la luz de la Verdad,
repele lo que es falso, oscuro, opuesto a la realización divina: cada región del ser, cada rincón de él, cada
movimiento, formación, dirección, inclinación del pensamiento, la voluntad, la sensación, la acción, la reacción,
la motivación, la disposición, la propensión, el deseo y el hábito de lo físico consciente o subconsciente, incluso
lo más oculto, camuflado, mudo, recóndito, es iluminado con la inequívoca luz psíquica, sus confusiones se
disipan, sus marañas se desenredan, sus oscuridades, decepciones, autodecepciones se señalan con precisión
y se eliminan; todo se purifica, se endereza, la naturaleza toda se armoniza, se modula según la clave psíquica,
se pone en orden espiritual. Este proceso puede ser rápido o lento de acuerdo al monto de oscuridad o
resistencia que aun queda en la naturaleza, pero continúa sin falta en la medida en que no esté completo. Como
resultado final todo el ser consciente se torna perfectamente apto para la experiencia espiritual de cualquier
índole, se vuelca hacia la verdad espiritual del pensamiento, sentimiento, sentido, acción, se pone a tono con
las respuestas correctas, se libera de la oscuridad y testarudez de la inercia tamásica, de las turbiedades y
turbulencias e impurezas de la pasión rajásica y del desasosegado cinetismo inarmónico, de las iluminadas
rigideces y limitaciones sáttwicas o equilibrios producto de un elaborado balance que son el carácter de la
Ignorancia.

Este es el primer resultado, pero el segundo es un libre influjo de toda clase de experiencia espiritual, de la
experiencia del Yo, de la experiencia de la conciencia cósmica, un contacto directo con las fuerzas cósmicas y
con los movimientos ocultos de la Naturaleza universal, una simpatía y unidad psíquicas y una interior
comunicación e intercambios de toda índole con otros seres y con la Naturaleza, iluminaciones de la mente por
el conocimiento, iluminaciones del corazón por el amor y la devolución y la dicha y éxtasis espirituales,
iluminaciones del sentido y del cuerpo por la experiencia superior, iluminaciones de la acción dinámica en la
verdad y grandeza de una mente, corazón y alma purificados, las certidumbres de la luz y guía divinas, la dicha
y poder de la fuerza divina que actúa en la voluntad y la conducta. Estas experiencias son el resultado de una
apertura externa del ser y la naturaleza, recónditos e interiores; pues entonces entra en juego el poder anímico
de una inequívoca conciencia inherente, de su visión, su contacto con las cosas que es superior a cualquier
cognición mental; hay allí, innato en la conciencia psíquica en su puro accionar, un sentido inmediato del mundo
y sus seres, un directo contacto interior con ellos y un directo contacto con el Yo y el Divino -un conocimiento
directo, una visión directa de la Verdad y de todas las verdades, una directa y espiritual emoción penetrante y
un sentimiento, una intuición directa de la voluntad y acción correctas, un poder para regir y gobernar un orden
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del ser no mediante aspiraciones del yo superficial sino desde dentro, desde la verdad interior del yo y las cosas
y de las realidades ocultas de la Naturaleza.

Algunas de estas experiencias pueden llegar mediante una apertura del ser interior mental y vital, de la mente,
el corazón y la vida interiores, mayores y más sutiles que están dentro de nosotros, sin ningún emerger pleno
del alma, la entidad psíquica, dado que también hay un poder de contacto directo de la conciencia: pero
entonces la experiencia podría ser de carácter mixto; pues podría haber un emerger no sólo del conocimiento
subliminal sino también de la ignorancia subliminal. Una insuficiente expansión del ser, una limitación mediante
la idea mental, mediante una emoción estrecha y selectiva o mediante la forma temperamental de modo que
sólo haya una imperfecta autocreación y acción y no el libre emerger del alma, podría ocurrir con facilidad. Ante
la falta de algún emerger psíquico completo, o de uno en particular, las experiencias de cierta índole, las
experiencias del conocimiento y fuerza mayores, un sobrepasar los límites ordinarios, podría llevar a un ego
agrandado e incluso producir en lugar de un florecimiento de lo que es divino o espiritual un surgimiento de lo
titánico o demoníaco, o podría concitar intermediarios o poderes que, aunque no sean de este desastroso tipo,
tienen carácter poderoso pero cósmico inferior. Mas el gobierno y guía del alma introduce en toda experiencia
la tendencia luminosa, integradora, armónica y de rectitud íntima que innata a la esencia psíquica. Una
transformación psíquica, o hablando en sentido más lato, una transformación psicoespiritual de esta índole
sería ya un vasto cambio de nuestra naturaleza humana mental.

Mas todo este cambio y toda esta experiencia, aunque psíquica y espiritual en esencia y carácter, sería aun,
en sus partes de efectivización-vital, sobre el nivel mental, vital y físico; su espiritual consecuencia ((La apertura
psíquica y la apertura espiritual con sus experiencias y consecuencias alejarían de la vida o hacia un Nirvana;
mas aquí se consideran únicamente como pasos en la transformación de la naturaleza)) dinámica sería un
florecimiento del alma en la mente, la vida y el cuerpo, pero en el acto y la forma se circunscribiría dentro de
las limitaciones -aunque agrandadas, elevadas y rarificadasde una instrumentación inferior. Sería una reflejada
y modificada manifestación de las cosas cuya plena realidad, intensidad, grandor, unidad y diversidad de la
verdad, poder y deleite están por encima de nosotros, por encima de la mente y, por lo tanto, por encima de
cualquier perfección, dentro de nuestra propia fórmula mental, de los fundamentos o superestructura de nuestra
naturaleza presente. En el cambio psíquico o psicoespiritual puede intervenir una suprema transformación
espiritual; el movimiento psíquico que va hacia dentro del ser interior, el Yo o Divinidad dentro de nosotros,
debe completarse mediante una apertura ascendente hacia un estado espiritual supremo o una existencia
superior. Esto puede efectuarse mediante nuestra apertura hacia lo que está por encima de nosotros, mediante
un ascenso de la conciencia hacia los ámbitos de la sobremente y la naturaleza supramental en los que el
sentido del yo y del espíritu está siempre revelado y permanente y en los que la autoluminosa instrumentación
del yo y del espíritu no está restringida ni dividida como en nuestra naturaleza-mental, naturaleza-vital y
naturaleza-corporal. Esto también lo hace posible el cambio psíquico; pues así como nos abre a la conciencia
cósmica ahora escondida a nosotros por muchos muros de la limitadora individualidad, de igual manera nos
abre a lo que es ahora superconsciente para nuestra normalidad porque está oculto a nosotros por la fuerte
tapa dura y brillante de la mente -la mente constrictora, divisora y separadora. La tapa se afina, se parte, se
escinde o abre y desaparece bajo la presión del cambio psicoespiritual y de la presión natural de la nueva
conciencia espiritualizada en pos de lo que aquí es una expresión. Esta efectivización de una apertura y sus
consecuencias de ningún modo puede tener lugar si sólo hay un parcial emerger psíquico satisfecho con la
experiencia de la Realidad Divina en los grados normales de la mente espiritualizada: mas si hay algún
despertar a la existencia de estos niveles superiores supernormales, entonces una aspiración en pos de ellos
puede romper la tapa o provocar en ella una hendedura. Esto puede ocurrir mucho antes que el cambio
psicoespiritual se complete o incluso antes que haya empezado o andado bastante, porque la personalidad
psíquica llegó a tomar conciencia y a concentrarse anhelosamente en pos de la superconciencia. Como
consecuencia de la aspiración o de alguna predisposición interior puede producirse una primera iluminación o
un rasgarse del velo superior, o incluso sin que lo reclame ni pida ninguna parte consciente de la mente --tal
vez por una secreta necesidad subliminal o por una acción o presión de los niveles superiores, por algo que se
siente como el toque del Ser Divino, el toque del Espíritu--, y sus resultados pueden ser extremadamente
poderosos. Mas si eso es provocado por una prematura presión desde abajo, puede acompañarse de
dificultades y peligros que están ausentes cuando el pleno emerger psíquico precede a esta primera admisión
a los ámbitos superiores de nuestra evolución espiritual. La elección, sin embargo, no siempre depende de
nuestra voluntad, pues las operaciones de la evolución espiritual en nosotros son muy variadas, y de acuerdo
con la línea que se siga será el giro que tome en cualquier fase crítica la acción de la Conciencia-Fuerza en su
impulso hacia una superior automanifestación y formación de nuestra existencia.

Si se efectúa esa hendedura en la tapa mental, lo que se produce es una apertura de la visión hacia algo que
está por encima de nosotros o un surgimiento hacía ello o un descenso de sus poderes en nuestro ser. Lo que
vemos mediante la apertura de la visión es una Infinitud por encima de nosotros, una Eterna presencia o infinita
Existencia, una infinitud de la conciencia, una infinitud de la bienaventuranza -un Yo ilimitado, una Luz ilimitada,
un Poder ilimitado, un Éxtasis ilimitado. Puede ser que por largo tiempo todo cuanto se obtenga sea la ocasional,
frecuente o constante visión de ello y un anhelo y aspiración, mas sin nada más, porque, aunque algo de la
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mente, del corazón y de otra parte del ser se haya abierto a esta experiencia, la naturaleza inferior como un
todo es demasiado pesada y oscura. Pero puede haber, en lugar de esta amplia conciencia primera desde
abajo y subsiguiente a ella, una ascensión de la mente a las alturas: la naturaleza de estas alturas no podemos
conocerla ni discernirla claramente pero se siente alguna consecuencia de este ascenso, a menudo también
hay una conciencia de ascensión y retorno infinitos pero ningún registro ni traducción de ese estado superior.
Esto se debe a que fue superconsciente para la mente y por lo tanto la mente, cuando se eleva a eso, es
incapaz al principio de retener allí su poder de discernimiento consciente y definidora experiencia. Mas cuando
este poder empieza a despertar y actuar, cuando la mente llega a ser, por grados, consciente en lo que era
para ella superconsciente, entonces empieza un conocimiento y experiencia de los planos superiores de la
existencia. La experiencia está de acuerdo con lo que nos procura la primera apertura de la visión: la mente se
eleva a un plano superior del puro yo, silente, tranquilo, ilimitable; o surge a regiones de luz o de felicidad, o a
planos donde siente un Poder infinito o una Presencia divina o experimenta el contacto de un divino Amor o
Belleza o la atmósfera de un más vasto, mayor y luminoso Conocimiento. En el retorno mora la impresión
espiritual; mas el registro mental es a menudo oscurecido y queda como recuerdo vago o fragmentario; la
conciencia inferior desde la que tuvo lugar el ascenso cae nuevamente en lo que era, con el único agregado de
una experiencia no mantenida o recordada pero ya no dinámica. Con el tiempo el ascenso llega a efectuarse a
voluntad y la conciencia trae consigo y retiene algún efecto o algún logro de su estada temporaria en estas
regiones superiores del espíritu. Estos ascensos tienen lugar para muchos en trance, pero son perfectamente
posibles en una concentración de la conciencia en vigilia o, donde esa conciencia llega a ser lo suficientemente
psíquica, en cualquier momento en que no media concentración por una atracción o afinidad ascendentes. Pero
estos dos tipos de contacto con el superconsciente, aunque pueden ser poderosamente iluminadores, extáticos
o liberadores, son por sí mismos insuficientemente efectivos: para la plena transformación espiritual se necesita
más, una permanente ascensión desde la conciencia inferior a la superior y un efectivo descenso permanente
de la naturaleza superior en la inferior.

Este es el tercer movimiento, el descenso que es esencial para ocasionar la ascensión permanente, un influjo
creciente desde arriba, una experiencia de recepción y retención del espíritu descendente o de sus poderes y
elementos de la conciencia. Esta experiencia de descenso puede tener lugar como resultado de los otros dos
movimientos o automáticamente antes que se haya producido uno de ellos, a través de una repentina
hendedura de la tapa, o de una filtración, o de un efluvio o influjo. Desciende una luz y toca, envuelve o penetra
al ser inferior, a la mente, la vida o el cuerpo; o una presencia o poder o corriente del conocimiento deja caer
sus olas o corrientes, o hay una inundación de bienaventuranza o éxtasis repentino; se ha establecido el
contacto con lo superconsciente, Pues tales experiencias se repiten hasta que llegan a ser normales, familiares
y bien entendidas, revelatorias de su contenido y su significación que, al principio puede haber estado
involucionada o envuelta en secreto por la figura de la experiencia que la cubre. Pues un conocimiento de lo
alto empieza a descender, frecuente, constantemente, luego ininterrumpidamente, y a manifestarse en la
quietud o silencio de la mente; entran en el ser intuiciones e inspiraciones, revelaciones nacidas de una visión
mayor, de una verdad y sabiduría mayores, actúa una luminosa discriminación intuitiva que aventa toda
oscuridad del entendimiento y de confusiones encandilantes, pone todo en orden; empieza a formarse una
nueva conciencia, la mente de un conocimiento pensante elevado, amplio y autoexistente o una conciencia
intuitiva o sobremental con nuevas fuerzas del pensamiento y la visión y un mayor poder de realización espiritual
directa que es más que pensamiento o visión, un mayor devenir en la sustancia espiritual de nuestro ser; el
corazón y el sentido se tornan sutiles, intensos, grandes para abarcar toda existencia, para ver a Dios, para
sentir, oír y tomar contacto con lo Eterno, para concretar una más honda e íntima unidad del yo y el mundo en
una realización trascendente. Otras experiencias decisivas, otros cambios de la conciencia se determinan y
son corolarios y consecuencias de este cambio fundamental. A esta revolución no puede fijarse límite; pues en
su naturaleza se trata de una invasión por parte del Infinito.

Este, efectuado poco a poco o en una sucesión de experiencias definitivas grandes y veloces, es el proceso de
la transformación espiritual. Se realiza y culmina en un ascenso hacia arriba repetido a menudo por el cual al
fin la conciencia se fija en un plano superior y desde allí ve y gobierna a la mente, la vida y el cuerpo; se realiza
también en un descenso creciente de los poderes de la conciencia y conocimiento superiores que llegan a ser
cada vez más conciencia y conocimiento totales y normales. Se siente una luz y poder, un conocimiento y
fuerza que primero toman posesión de la mente y la remodelan, después de la parte vital y la remodelan,
finalmente de la pequeña conciencia física dejándola no ya pequeña sino vasta, plástica e incluso infinita. Pues
esta nueva conciencia tiene la naturaleza de la infinitud: nos procura el sentido y conciencia permanentes y
espirituales de lo infinito y eterno con una vasta grandeza de la naturaleza y una rotura de sus limitaciones; la
inmortalidad deja de ser una creencia o una experiencia para ser una autoconciencia normal; la íntima presencia
del Ser Divino, su regla del mundo y de nuestro yo y los miembros naturales, su fuerza trabajando en nosotros
y por doquier, la paz del infinito, la dicha del infinito son ahora concretos y constantes en el ser; en todas las
visiones y formas uno aprecia al Eterno, a la Realidad, en todos los sonidos uno lo oye, en todo contacto lo
siente; no hay nada más salvo sus formas, personalidades y manifestaciones; la dicha o adoración del corazón,
el abrazo de toda la existencia, la unidad del espíritu son realidades permanentes. La conciencia de la criatura
mental se vuelca o se ha volcado plenamente en la conciencia del ser espiritual. Esta es la segunda de las tres
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transformaciories; uniendo la existencia manifestada con lo que está por encima de ella, está el paso medio de
los tres, la transición decisiva de la naturaleza espiritualmente evolutiva.

Si el espíritu pudiese desde el principio morar seguramente en las alturas superiores y tratar un elemento blanco
y virgen de la mente y la materia, resultaría rápida y hasta fácil una completa transformación espiritual: mas el
proceso real de la Naturaleza es más difícil, la lógica de su movimiento más múltiple, contorsionado, devanado
y comprehensivo; ella reconoce todos los datos de la tarea que se plantea y no se satisface con un triunfo
somero sobre sus propias complejidades. Toda parte de nuestro ser ha de ponerse en su propia naturaleza y
carácter, con todos los moldes y escritos del pasado todavía allí, en ella: la más menuda porción y movimiento
deben ser destruidos y reemplazados si no encuadran, o, si resultan capaces, transmutarse en la verdad del
ser superior. Si el cambio psíquico es completo, esto puede hacerse mediante un proceso indoloro, aunque
aun el programa debe ser largo y escrupuloso y el progreso deliberado; de otro modo uno ha de satisfacerse
con un resultado parcial o, si la propia escrupulosidad de perfección o hambre del espíritu es insaciable,
consentir una dificultad, a menudo una acción dolorosa y aparentemente interminable. Pues ordinariamente la
conciencia no se eleva a las cimas excepto en los momentos supremos; permanece en el nivel mental y recibe
los descensos de lo alto, a veces un simple descenso de algún poder espiritual que se ubica y moldea al ser
en algo predominantemente espiritual, o una sucesión de descensos que le procuran cada vez más estado y
dinámica espirituales; pero a menos que uno pueda vivir en la más excelsa cima alcanzada, no puede tener
lugar el cambio completo o más integral. Si no se ha de producir la mutación psíquica, si hay una prematura
atracción de las Fuerzas superiores, su contacto puede ser tan fuerte para el imperfecto e impuro material de
la Naturaleza y su destino inmediato puede ser el de una no cocida vasija del Veda impotente para contener el
Divino Soma; o la influencia descendente puede retirarse o derramarse porque la naturaleza no puede
contenerla o conservada. Además, si es el Poder el que desciende, la mente egoísta o vital puede procurar
atraparlo para su propio uso y el de su ego magnificado o el resultado puede derivar en una caza de poderes y
dominios de autoagrandamiento. El Ananda descendente no puede retenerse si hay demasiada impureza
sexual que cree una mezcla intoxicante o degradante; el Poder se repliega, si hay ambición, vanidad u otra
forma agresiva de yo inferior, la Luz se repliega si hay un apego a la oscuridad o a cualquier forma de Ignorancia,
la Presencia se repliega si la cámara del corazón no se ha purificado. O alguna Fuerza no divina puede procurar
apoderarse, no del Poder mismo porque éste se retira, sino del resultado de la fuerza que abandona detrás en
el instrumento, usándolo para los fines del Adversario. Aunque no tenga lugar ninguna de estas más
desastrosas faltas o errores, con todo los numerosos errores de recepción o las imperfecciones del vaso pueden
impedir la transformación. El Poder ha de llegar a intervalos y trabajar mientras tanto detrás del velo o
mantenerse detrás a lo largo de prolongados períodos de oscura asimilación o preparación de las recalcitrantes
partes de la Naturaleza; la Luz ha de trabajar en la oscuridad o semioscuridad de nuestras regiones donde aun
es Noche. En cualquier momento el trabajo puede detenerse, personalmente para esta vida, porque la
naturaleza no es capaz de recibir ni asimilar nada más --pues alcanzó los límites presentes de su capacidad--,
o porque la mente puede estar lista mas lo vital, al enfrentarse con una elección entre la vida antigua y la nueva,
rehúsa, o si lo vital acepta, el cuerpo puede resultar demasiado débil, inepto o defectuoso para el cambio
necesario de su conciencia y su transformación dinámica.

Es más, la necesidad de estructurar el cambio separadamente en cada parte del ser según su propia naturaleza
y carácter compele a la conciencia a descender en cada uno por vez, actuando allí de acuerdo con su estado
y su posibilidad. Si el trabajo se efectuase desde arriba, desde alguna altura espiritual, habría una sublimacion
o elevación o creación de una nueva estructura compelida por la pura fuerza de la influencia de lo alto: mas
este cambio no lo aceptaría como innato en sí el ser inferior; no sería un crecimiento total, una evolución integral,
sino una formación parcial e impuesta, que afecta o libera algunas partes del ser, suprimiendo otras o
dejándolas como estaban; una creación desde fuera de la naturaleza normal, por imposición sobre ella, podría
ser durante su integridad en la medida que hubiese un mantenimiento de la influencia creadora. Resulta por lo
tanto necesario un descenso de la conciencia en los niveles inferiores, pero de este modo también es difícil
estructurar el pleno poder del principio superior; hay una modificación, dilución, disminución que mantiene una
imperfección y limitación en los resultados: la luz de un conocimiento mayor desciende pero es oscurecida y
modificada, su significación es mal interpretada o su verdad se mezcla con el error mental y vital, o la fuerza,
el poder para realizarse no está en la medida de su luz. Una luz y poder de la sobremente trabajando
plenamente por sus fueros y en su propia esfera es una cosa, la misma luz trabajando en la oscuridad de la
conciencia física y bajo sus condiciones es algo muy diferente y, debido a la dilución y mezcla, mucho más
inferior en su conocimiento, fuerza y resultados. Un poder mutilado, un efecto parcial o un movimiento
entorpecido son la consecuencia.

Esta es en verdad la razón del lento y difícil emerger de la Conciencia-Fuerza en la Naturaleza: pues la mente
y la vida han de descender en la materia y adecuarse a sus condiciones; cambiadas y disminuidas por la
oscuridad y reluctante inercia de la sustancia y fuerza en las que trabajan, no son capaces de una completa
transformación de su material en un instrumento apto y una cambiada sustancia reveladora de su poder real e
innato. La conciencia vital es incapaz de efectivizar la grandeza y felicidad de sus potentes y bellos impulsos
en la existencia material; su ímpetu le falla, la forma a la intuición vital que está dentro de ella y que procura
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vertir en los términos del ser vital. La mente es incapaz de concretar sus elevadas ideas en el medio de la vida
y la materia sin deducciones ni compromisos que las priven de su divinidad: sus claridades de conocimiento y
voluntad no están igualadas por su fuerza para moldear esta sustancia inferior a fin de que la obedezca y
exprese: por el contrario, sus poderes resultan afectados, su voluntad está dividida, su conocimiento se
confunde y nubla por las turbiedades de la vida y la incomprehensividad de la Materia. Ni la vida ni la mente
logran convertir o perfeccionar la existencia material, porque en estas condiciones no puede alcanzar su fuerza
plena; necesitan concitar un poder superior para liberarlas y realizarlas. Pero los superiores poderes espirituales
mentales también padecen la misma incapacidad cuando descienden en la vida y la materia; pueden hacer
mucho más, alcanzar un cambio muy luminoso pero la modificación, la limitación, la disparidad entre la
conciencia que ingresa y la fuerza de efectivización que puede mentalizar y materializar, están constantemente
allí y el resultado es una creación disminuida. El cambio efectuado es a menudo extraordinario, hay incluso
algo que parece una total conversión o reversión del estado de la conciencia y una elevación de sus
movimientos, pero no es dinámicamente absoluto.

Sólo la supermente puede de esa manera descender sin perder su pleno poder de acción; pues su acción es
siempre intrínseca y automática, su voluntad y conocimiento son idénticos y el resultado guarda las medidas:
su naturaleza es una Verdad-conciencia autorealizadora y, si se limita o limita su obra, es por elección e
intención, no por compulsión; en los límites escoge su acción y los resultados de su acción son armónicos e
inevitables. Además, la sobremente es, como la mente, un principio divisor, y su operación característica
consiste en estructurar una selecta armonía en una formación independiente; su acción global la faculta
ciertamente para crear una armonía total y perfecta en sí y para unir o fundir sus armonías juntas, para sintetizar;
pero, trabajando bajo las restricciones de la mente, la vida y la materia, está obligada a efectuar eso mediante
secciones y sus junturas. Su tendencia de totalidad está obstaculizada por su tendencia selectiva que es
acentuada por la naturaleza del material mental y vital en el que aquí trabaja; lo que puede lograr son separadas
y limitadas creaciones espirituales, cada cual perfecta en sí, pero no el conocimiento integral y su manifestación.
Por esta razón y debido a la disminución de su luz y poder innatos es incapaz de realizar plenamente lo que es
necesario y ha de concitar un poder suferior, la fuerza supramental, para liberarla y realizarla. Así como el
cambio psíquico ha de concitar lo espiritual para completarlo, de igual manera el primer cambio espiritual ha de
concitar la transformación supramental para completarlo. Pues todos estos pasos hacia adelante son, como los
que están ante ellos, transitivos; el cambio total y radical en la evolución desde una base de Ignorancia hasta
una base de Conocimiento puede tener lugar sólo mediante la intervención del Poder supramental y su acción
directa en la existencia-terrena.

Esta debe ser entonces la naturaleza de la tercera y final transformación que concluye su pasaje del alma a
través de la Ignorancia y basa su conciencia, su vida, su poder y forma de la manifestación en un
autoconocimiento completo y completamente efectivo. La Verdad-conciencia, descubriendo a la evolutiva
Naturaleza presta, ha de descender en ella y capacitarla para liberar el principio supramental que está dentro
de ella; de ese modo debe crearse el ser supramental y espiritual como primera manifestación revelada de la
verdad del Yo y Espíritu en el universo material.

Capítulo XII

EL ASCENSO HACIA LA SUPERMENTE

Los amos de la Verdad-Luz que hacen que la Verdad crezca por la Verdad.
Rig Veda

Tres poderes del Habla que llevan la Luz en su frente ... una triple casa de la paz, un triple camino de la Luz.
Rig Veda

El crea otros cuatro mundos de belleza como su forma cuando ha crecido por las Verdades.
Rig Veda

Nació vidente con la mente discernidora: vástago de la Verdad, nacimiento impuesto en la intimidad,
semisurgido en la manifestación.
Rig Veda
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Dueños de una vasta sabiduría inspirada, creadores de la Luz, omni-conocedores conscientes, que crecen en
la Verdad.
Rig Veda

Portando la Luz superior más allá de la oscuridad hemos llegado al Sol divino de la Deidad, a la suprema Luz
de todos.
Rig Veda

La transformación psíquica y las primeras etapas de la transformación espiritual encuadran bien en nuestra
concepción; su perfección sería la perfección, totalidad, consumada unidad de un conocimiento y experiencia
que ya es parte de las cosas realizadas, aunque sólo mediante un número pequeño de seres humanos. Mas el
cambio supramental nos lleva en su proceso hacia regiones menos exploradas; inicia una visión de las alturas
de la conciencia que en verdad fueron vislumbradas y visitadas, pero que aun hay que descubrir y diagramar
integralmente. La más excelsa de estas cimas o elevadas mesetas de la conciencia, lo supramental, se halla
más allá de la posibilidad de cualquier satisfactorio esquema o mapa mental de ella o de cualquier captación
de la visión o descripción mental. Sería difícil para la normal concepción mental iniluminada o instransformada
expresar o ingresar en algo que se base en una conciencia tan diferente con una captación radicalmente
diferente de las cosas; aunque fuesen vistos o concebidos por alguna iluminación o apertura de la visión, un
lenguaje distinto de los pobres cómputos abstractos usados por nuestra mente sería menester para traducirlos
en términos mediante los cuales su realidad es por completo captable por nosotros. Así como las cimas de la
mente humana están más allá de la percepción animal, de igual manera los movimientos de la supermente
están más allá de la ordinaria concepción humana mental: es sólo cuando hemos ya tenido una experiencia de
una conciencia intermedia superior que cualquier término que intente describir al ser supramental podría
traducir un verdadero significado para nuestra inteligencia; pues entonces, habiendo experimentado algo afín
a lo que se describe, pondríamos un adecuado lenguaje dentro de una figura de lo que conocemos. Si la mente
no puede entrar en la naturaleza de la supermente, puede observar más allá de ella a través de estas elevadas
y luminosas aproximaciones, captando alguna impresión refleja de la Verdad, lo Recto, lo Vasto que es el reino
innato del Espíritu libre.

Pero incluso lo que pueda decirse acerca de la conciencia intermedia debe por fuerza resultar inadecuado; sólo
pueden aventurarse ciertas generalizaciones abstractas que sirvan de inicial luz de guía. La circunstancia
posibilitante aquí consiste en que, por más que sea diferente en la constitución y principio, la conciencia superior
es aun, en su forma evolutiva, en lo que aquí podemos primero alcanzar de ella, un desarrollo supremo de los
elementos que ya están presentes en nosotros bajo una figura y poder rudimentarios y disminuidos. Resulta
también un hecho de utilidad el que continúe la lógica del proceso de la Naturaleza evolutiva, grandemente
modificada en algunas de las reglas de sus obras pero esencialmente la misma, en la ascensión de las cimas
supremas como en los más bajos inicios; así podemos descubrir y seguir hasta cierto punto las líneas de su
proceder supremo. Pues hemos visto algo de la naturaleza y ley de la transición desde la mente intelectual a la
mente espiritual; desde ese acabado punto de partida podemos empezar a seguir el pasaje hacia un superior
grado dinámico de la nueva conciencia y la ulterior transición desde la mente espiritual hacia la supermente.
Las indicaciones deben ser necesariamente muy imperfectas, pues se trata sólo de representaciones iniciales
de un carácter abstracto y general a las que puede arribarse mediante el método de indagación metafísica: el
conocimiento y descripción verdaderos debe dejarse al idioma del místico y a las figuras, a la vez más vívidas
y más recónditas, de una experiencia directa y concreta.

La transición hacia la Supermente através de la sobremente es un pasaje desde la Naturaleza como la


conocemos en la Super-Naturaleza. Por ese hecho mismo resulta imposible de alcanzar por cualquier esfuerzo
de la mera Mente; nuestra aspiración y esfuerzo personales e inauxiliados como pueden alcanzarla: nuestro
esfuerzo pertenece al poder inferior de la Naturaleza; un poder de la Ignorancia no puede alcanzarse por su
propia fuerza o métodos característicos o asequibles que están más allá de su propio dominio natural. Todas
las ascensiones previas fueron efectuadas por una Conciencia-Fuerza secreta que primero opera en la
Inconciencia y luego en la Ignorancia: ha trabajado mediante un emerger de sus poderes involucionados hacia
la superficie, poderes ocultos detrás del velo y superiores a las formulaciones pasadas de la Naturaleza, pero
aun así es menester una presión de los mismos poderes superiores ya formulados en su plena fuerza natural
sobre sus propios plenos: estos planos superiores crean su propio fundamento en nuestras partes subliminales
y desde allí son capaces de influenciar el proceso evolutivo involucionadas y ocultas en la Naturaleza-terrena,
pero no tienen formaciones en los niveles accesibles de nuestra subliminal conciencia interior; no hay aún ser
sobremental o naturaleza sobremental organizada, ni ser supramental o naturaleza supermental organizada
que actúe en nuestra superficie ni en nuestras partes subliminales normales: pues estos poderes mayores de
la conciencia son superconscientes para el nivel de nuestra ignorancia. A fin de que los principios
involucionados de la Sobremente y la Supermente emerjan de su velado secreto, el ser y los poderes de la
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superconciencia deben descender en nosotros y elevarnos, formulándose en nuestro ser y poderes; este
descenso es un sine qua non de la transición y transformación.

Resulta en verdad concebible que, sin el descenso, median una secreta presión desde lo alto, mediante una
prolongada evolución, nuestra Naturaleza terrestre lograse entrar en contacto con los superiores planos ahora
superconscientes y podría tener lugar una formación de la Sobremente subliminal detrás del velo; como
resultado, un lento emerger de la conciencia propio de los planos superiores despertaría en nuestra superficie.
Es concebible que, de este modo, apareciese una raza de seres mentales que pensasen y actuasen no
mediante el intelecto o la inteligencia razonante y reflexiva, ni principalmente mediante ella, sino mediante una
mentalidad intuitiva que fuese el primer paso de un cambio ascendente, esto sería seguido de una
sobrementalización que nos llevaría hasta los límites más allá de los cuales se halla la Supermente o Gnosis
divina. Mas este proceso sería inevitablemente un largo y trabajoso esfuerzo de la Naturaleza. Existe también
una posibilidad de que lo que se alcanzara fue sólo una imperfecta mentalización superior; los nuevos
elementos superiores dominarían fuertemente la conciencia, pero aun estarían sujetos a una modificación de
su acción mediante el principio de una mentalidad inferior: habría un mayor conocimiento expandido e
iluminador, una cognición de orden superior; pero aun soportaría una mezcla que la somete a la ley de la
Ignorancia, así como la Mente soporta la limitación por parte de la ley de la Vida y la Materia. Para una
transformación real debe haber una intervención directa y no velada desde lo alto; sería también necesaria una
sumisión y entrega total de la conciencia inferior, un cese de su insistencia, una voluntad en ella de su ley
separada de acción para ser completamente anulada por la transformación y pérdida de todo derecho sobre
nuestro ser. Si estas dos condiciones pueden alcanzarse incluso ahora por un reclamo y voluntad conscientes
en el espíritu y una participación de nuestro todo manifestado y ser interior en su cambio y elevación, la
evolución, la transformación puede tener lugar mediante un comparativamente veloz cambio consciente; la
Conciencia-Fuerza supramental desde arriba y la evolutiva Conciencia-Fuerza desde detrás del velo actuando
en la despierta captación y voluntad del ser humano mental cumplirían, mediante su poder unido la transición
momentánea. No habría ya necesidad de una lenta evolución que lleve muchos milenios para cada paso, la
retardante y difícil evolución operada por la Naturaleza en el pasado en las inconscientes criaturas de la
Ignorancia.

Es condición primera de este cambio que el Hombre mental que somos en la actualidad capte interiormente y
esté en posesión de su más profunda ley del ser y sus procesos; debe convertirse en el ser mental psíquico e
interior dueño de sus energías, no ya esclavo de los movimientos de la inferior Prakriti, controlador de ella,
asentado con seguridad en una libre armonía con una ley superior de la Naturaleza. Un creciente control del
individuo sobre su propia acción natural, una cada vez más consciente participación en la acción de la
Naturaleza universal, es un notable carácter, es en verdad una consecuencia lógica del principio y proceso
evolutivos. Toda acción, todas las actividades mentales, vitales y físicas del mundo son la operación de una
Energía universal, de una Conciencia-Fuerza que es el poder del Espíritu Cósmico que estructura la verdad
cósmica e individual de las cosas. Pero dado que esta Conciencia creadora asume en la Materia una máscara
de inconciencia e inviste en la superficie la apariencia de una ciega fuerza universal que ejecuta un plan u
organización de las cosas sin que parezca conocer qué hace, el primer resultado se relaciona con esta
apariencia; es el fenómeno de una individualización física inconsciente, una creación no de seres sino de
objetos. Estas son existencias formadas con sus propias cualidades, propiedades, poder del ser, carácter del
ser; mas el plan de la Naturaleza en ellas y su organización han de estructurarse mecánicamente sin ningún
principio de participación, iniciación o captación consciente en el objeto individual que emerge como primer
resultado mudo y campo inanimado de su acción y creación. En la vida animal la Fuerza empieza a tornarse
lentamente consciente sobre la superficie y ejerce la forma, no ya de un objeto, sino de un ser individual; mas
este individuo imperfectamente consciente, aunque participa, siente, con todo sólo estructura lo que la Fuerza
realiza en él sin ninguna clara inteligencia u observación de lo que le es impuesto por su formada naturaleza.
En la mente humana está la primera aparición de una inteligencia observadora que considera lo que se realiza
y de una voluntad y elección que han de tornarse conscientes; mas la conciencia es aun limitada y superficial:
el conocimiento también es limitado e imperfecto, es una inteligencia parcial, un semientendimiento, anhelante
y empírico en gran parte o, si es racional, entonces racional por las construcciones, teorías y fórmulas. Aun no
hay visión luminosa que conozca las cosas por captación directa y las ordene con espontánea precisión de
acuerdo con la visión, de acuerdo con el esquema de su verdad inherente; aunque hay un elemento cierto de
instinto e intuición e introspección que tiene algún principio de este poder, el carácter normal de la inteligencia
humana consiste en una razón inquisitiva y un pensamiento reflexivo que observa, supone, infiere, concluye,
arriba con esfuerzo a una verdad elaborada, a un elaborado esquema del conocimiento, a una acción
deliberadamente ordenada de su propia factura. O más bien esto es por lo que se esfuerza ser y es
parcialmente; pues su conocimiento y voluntad están constantemente invadidos, oscurecidos o frustrados por
las fuerzas del ser que son semiciegos instrumentos del mecanismo de la Naturaleza,

Esto, evidentemente, no es lo máximo de que la conciencia es capaz, ni su postrera evolución y cima más
excelsa. Debe ser posible una mayor y más íntima intuición que penetre en el corazón de las cosas, que esté
en luminosa identidad con los movimientos de la Naturaleza, que asegure al ser un claro control de su vida o
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al menos una armonía con su universo. Sólo una intuitiva conciencia, libre e íntegra, podría ver y captar las
cosas por contacto directo y visión penetrante o espontáneo sentido-de-la-verdad nacido de una subyacente
unidad o identidad, disponiendo una acción de la Naturaleza de acuerdo con la verdad de la Naturaleza.

Esta sería una real participación por parte del individuo en la obra de la Conciencia-Fuerza universal; el Purusha
individual se convertiría en amo de su propia energía ejecutiva y al mismo tiempo en socio, agente e instrumento
consciente del Espíritu cósmico en la obra de la Energía universad: la Energía universal trabajaría a través de
él, mas él también lo haría a través de ella y la armonía de la verdad intuitiva haría una acción simple de este
doble trabajo. Una creciente participación consciente de este género superior y más íntimo debe ser un
acompañamiento de la transición desde nuestro presente estado del ser hasta el estado de la supernaturaleza.

Resulta inconcebible otro mundo armonioso en el que una intuitiva inteligencia mental de esta índole y su control
fuese la regla; pero en nuestro plano del ser, debido a la intención original e historia pasada del plan evolutivo,
tal regla y control podrían estabilizarse con dificultad y no es probable que pudiesen ser completos, finales y
definitivos. Pues una mentalidad intuitiva interviniendo en una conciencia mixta, mental, vital y física, sería
normalmente forzada a soportar una mezcla con la materia inferior de la conciencia ya evolucionada; a fin de
actuar en ella, habría de entrar en ella y, haciéndolo, se entrelazaría en ella, sería penetrada por ella, afectada
por el carácter separativo y parcial de nuestra acción mental y la limitación y fuerza restringida de la Ignorancia.
La acción de la inteligencia intuitiva es lo bastante aguda y luminosa como para penetrar y modificar, mas no
lo suficientemente grande y total como para asimilar en sí y abolir la masa de la Ignorancia y la Inconciencia;
no podría efectuar una entera transformación de la conciencia toda en su propia materia y poder. Empero, aun
en nuestro estado actual existe una participación de un género y nuestra inteligencia normal está despierta lo
suficiente para que la Fuerza-Consciente universal trabaje a través de ella y permita a la inteligencia y la
voluntad ejercer cierta proporción de la dirección de la circunstancia interior y exterior, andando bastante a
tientas y acosada a cada momento por el error, capaz únicamente de un efecto y poder limitados, sin guardar
correlación con la totalidad mayor de sus vastas operaciones. En la evolución hacia la Supernaturaleza, este
poder inicial de la participación consciente en la obra universal se agrandaría en el individuo en una visión cada
vez más íntima y extendida de sus obras en él, en una sensitiva percepción del curso que ella toma, en un
creciente entendimiento o idea intuitiva de los métodos que hay que seguir para una autoevolución más rápida
y más consciente. Al llegar más al frente su ser mental psíquico interior u oculto interior, habría un
fortalecimiento del poder de elección, de sanción, un principio de auténtico libre albedrío se crecería cada vez
más efectivamente. Mas este libre albedrío estaría principalmente en relación con sus propias obras de la
Naturaleza; significaría solamente un control más libre, más pleno y más inmediatamente perceptivo de los
movimientos de su propio ser: incluso al principio no podría existir completamente libre, en la medida en que
estuvo aprisionado dentro de los límites creados por sus propias formaciones o combatido por la imperfección
debido a una mezcla de la conciencia vieja con la nueva. Empero habría dominio y conocimiento crecientes y
apertura a un ser superior y una naturaleza superior.

Nuestra noción del libre albedrío es apta para ser tentada con el excesivo individualismo del ego humano y
para asumir la figura de una voluntad independiente que actúa en su aislado enfoque, en completa libertad sin
ninguna otra determinación que su propia elección y simple movimiento irrelacionado. Esta idea ignora el hecho
de que nuestro ser natural es parte de la Naturaleza cósmica y que nuestro ser espiritual existe sólo por la
suprema Trascendencia. Nuestro ser total puede elevarse de la sujeción al hecho de la presente Naturaleza
sólo por identificación con una Verdad mayor y una Naturaleza mayor. La voluntad del individuo, incluso estando
completamente libre, no podría actuar en aislada independencia, porque el ser y la naturaleza individuales
están incluidos en el Ser y Naturaleza universales y dependen de la Trascendencia omnisupergobernante. En
verdad podría haber una línea dual en el ascenso. En una línea el ser podría sentirse y comportarse como una
autoexistencia independiente que se une a su propia Realidad impersonal; autoconcebida de esa forma, podría
actuar con gran fuerza, mas esta acción estaría aun dentro de una agrandada estructura de su autoformación
pasado y presente del poder de la Naturaleza o sería la Fuerza cósmica o suprema actuando en ella y no habría
iniciativa personal de la acción, ni por lo tanto sentido de libre albedrío individual sino sólo una Voluntad o
Energía impersonales, cósmicas o supremas, en su obra. En la otra línea el ser se sentiría un instrumento
espiritual y de ese modo actuaría como poder del Ser Supremo, limitado en sus obras sólo por las potencias
de la Supernaturaleza, que están sin ataduras ni restricción alguna excepto su propia Verdad y autoley, y por
la Voluntad en ella. Mas en cualquier caso habría, como condición de una libertad con respecto al control de
una acción mecánica de las fuerzas-de-la-Naturaleza, una sumisión o un Poder mayor consciente o una
aquiescente unidad del ser individual con su intención y movimiento en su propia existencia y en la existencia
del mundo.

Pues la acción de un nuevo poder del ser en un ámbito superior de la conciencia resultaría, incluso en su control
de la Naturaleza externa, ser extraordinariamente efectivo, pero sólo debido a su luz de la visión y a una
consiguiente armonía o identificación con la Voluntad cósmica y trascendente; pues es cuando se torna
instrumento de un Poder superior en lugar de un Poder inferior que la voluntad del ser se libera de un
determinismo mecánico por la acción y proceso de la Energía-Mental, la Energía-Vital y la Energía-Material
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cósmicas y de una ignorante sujeción al impulso de esta Naturaleza inferior. Podría haber allí un poder de
iniciación, incluso de una supervisión individual de las fuerzas-del-mundo; pero sería una instrumental
iniciación, una supervisión delegada: la elección del individuo recibiría la sanción del Infinito porque él es una
expresión de alguna verdad del Infinito. De esa manera la individualidad se tornaría cada vez más poderosa y
efectiva en proporción a como se realiza como centro y formación del Ser y Naturaleza universales y
trascendentes. Pues a medida que avanza la progresión del cambio, la energía del individuo liberado no sería
más la energía limitada de la mente, la vida y el cuerpo, con la que empezó; el ser emergería e investiría --tal
como emergería en él y descendería en él, asumiéndolo en ella-- una mayor luz de la Conciencia y una mayor
acción de la Fuerza: su existencia natural sería la instrumentación de un Poder superior, una Conciencia-Fuerza
sobremental y supramental, el poder de la Divina Shakti original. Todos los procesos de la evolución se sentirían
como la acción de una Conciencia suprema y universal, una Fuerza suprema y universal trabajando en
cualquier senda que escoja, en cualquier nivel, dentro de cualquier límite autodeterminado, una labor consciente
del Ser cósmico y trascendente, la acción de la omnipotente y omnisciente Madre-del-Mundo que eleva al ser
hacia sí, hacia su supernaturaleza. En lugar de la Naturaleza de la Ignorancia con el individuo como campo
cerrado e instrumento inconsciente o semiconsciente, habría una Super-Naturaleza de la divina Gnosis y el
alma individual sería su campo e instrumento consciente, abiertos y libres, una participante en su acción, al
tanto de su propósito y proceso, al tanto también de su propio Yo mayor, de la Realidad universal y
trascendente, y de su propia Persona como ilimitablemente una con aquella y con todo ser individual de Su ser,
instrumento y centro espiritual.

Una primera apertura hacia esta participación en una acción de la Supernaturaleza es una condición del giro
en pos de la transformación última y supramental: pues esta transformación es la compleción de un pasaje
desde la oscura armonía de un ciego automatismo con el que la Naturaleza inicia la auténtica espontaneidad
luminosa, el infalible movimiento de la verdad autoexistente del Espíritu. La evolución empieza con el
automatismo de la Materia y de una vida inferior en la que todo obedece implícitamente el impulso de la
Naturaleza, realiza mecánicamente su ley del ser y, por lo tanto, logra mantener una armonía de su limitado
tipo de existencia y acción; procede a través de la repleta confusión de la mente y la vida de una humanidad
manejada por esta Naturaleza inferior pero que pugna por escapar de sus limitaciones, por dominarla, manejarla
y usarla; emerge en una armonía mayor y espontánea y en una automática autorrealización fundada en la
Verdad espiritual de las cosas. En este estado superior, la conciencia verá esa Verdad y seguirá la línea de sus
energías con pleno conocimiento, con fuerte participación y dominio instrumental, un completo deleite en la
acción y la existencia. Habrá una luminosa y disfrutada perfección de la unidad con todo en lugar de una ciega
y sufrida sujeción del individuo a lo universal, y a cada momento la acción de lo universal en el individuo y del
individuo en lo universal será iluminado y gobernado por la regla de la Supernaturaleza trascendente.

Mas esta condición suprema resulta difícil y evidentemente debe tardar mucho en producirse; pues la
participación y consentimiento de Purusha para la transición no es suficiente, debe existir también el
consentimiento y participación de Prakrití. No sólo deben asentir el pensamiento y voluntad centrales sino
también todas las partes de nuestro ser, sometiéndose a la ley de la Verdad espiritual; todos han de aprender
a obedecer al gobierno del consciente Poder Divino sobre los miembros. Hay en nuestro ser obstinadas
dificultades, nacidas de su constitución evolutiva que militan contra este asentimiento. Pues algunas de estas
partes están aun sujetas a la inconciencia y subconciencia y al automatismo inferior del hábito o de la
denominada ley de la naturaleza -hábito mecánico de la mente, hábito de la vida, hábito del instinto, hábito de
la personalidad, hábito del carácter, las inveteradas necesidades mentales, vitales y físicas, los impulsos, los
deseos del hombre natural, las viejas funciones de toda índole tan profundamente enraizadas que parecería
como si tuviésemos que cavar los abismales cimientos a fin de sacarlos: estas partes rehúsan desprenderse
de su respuesta a la ley inferior fundada en el Inconsciente; continuamente envían a la mente y vida conscientes
las viejas reacciones y procuran reafirmarlas como regla eterna de la Naturaleza. Las otras partes del ser son
menos oscuras y mecánicas, y enraizadas en la inconciencia, pero todas son imperfectas y apegadas a su
imperfección y tiene sus propias reacciones obstinadas; la parte vital se aliga a la ley de autoafirmación y deseo,
la mente se apega a sus propios movimientos formados, y ambas son voluntariamente obedientes a la ley
inferior de la Ignorancia. Empero la ley de participación y la ley de sumisión son imperativas; a cada paso de la
transición es menester el asentimiento de Purusha y también debe existir el consentimiento de cada parte de
la naturaleza para la acción del poder superior en orden a su cambio. Debe haber entonces una consciente
autodirección del ser mental nuestro en pos de este cambio, de esta substitución de la Supernaturaleza por la
vieja naturaleza, de esta trascendencia. La regla de la obediencia consiente a la verdad superior del espíritu, la
sumisión de todo el ser a la luz y poder que llegan de la Supernaturaleza, es una segunda condición que ha de
cumplirse lentamente y con dificultad por parte del ser mismo antes que pueda resultar del todo posible la
transformación supramenral.

Se colige que la transformación psíquica y espiritual debe avanzarse lo más posible, completarse al máximo,
antes que pueda haber inicio alguno del cambio supramental tercero y consumativo, pues es sólo mediante
esta doble transmutación que la autovoluntad de la Ignorancia pueda ser alterada totalmente en obediencia
espiritual a la verdad y voluntad remodeladoras de la Conciencia mayor del Infinito. Una larga y difícil etapa de
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esfuerzo constante, de energía, austeridad de la voluntad personal, tapasya, ha de atravesarse ordinariamente
antes de que pueda alcanzarse una etapa más decisiva en la que un estado de autoofrenda de todo el ser al
Ser Supremo y a la Naturaleza Suprema pueda llegar a ser total y absoluta. Ha de haber una etapa preliminar
de búsqueda y esfuerzo con una ofrenda o autoofrenda central del corazón, el alma y la mente a lo Supremo y
una posterior etapa mediata de total confianza consciente en su Poder Mayor auxiliador del esfuerzo personal;
esa confianza integral, además, debe crecer hasta un completo abandono de uno mismo en toda parte y todo
movimiento a la labor de la Verdad superior en la naturaleza. La totalidad de este abandono puede llegar
solamente si se ha completado el cambio psíquico o si la transformación espiritual ha alcanzado una etapa muy
elevada de realización. Pues eso implica por parte de la mente un desprenderse de todos sus moldes, ideas,
formaciones mentales, de toda opinión, de todos sus hábitos de observación y juicio intelectuales para
reemplazarlos primero por una función intuitiva y luego por una función sobremental o supramental que
inaugura la acción de una directa Verdad-conciencia, de una visión de la Verdad, de un discernimiento de la
Verdad, de una nueva conciencia que, en todas sus modalidades, es por completo extraña a nuestra actual
naturaleza mental. También se exige un similar desprendimiento por parte de lo vital, de sus acariciados
deseos, emociones, sentimientos, impulsos, huellas de la sensación, forzosos mecanismos de acción y
reacción, para reemplazarlos por una fuerza luminosa, exenta de deseos, libre y con todo automáticamente
autodeterminante, la fuerza de un conocimiento centralizado, universal e impersonal, de un poder, deleite cuya
vida debe convertirse en instrumento y epifanía, sin que por ahora haya indicios ni sensación de su dicha y
fortaleza mayores para la realización. Nuestra parte física ha de desprenderse de sus instintos, necesidades,
ciegos apegos conservadores, surcos fijos de la naturaleza, su duda y descreimiento hacia todo lo que está
más allá de él, su fe en la inevitabilidad de las funciones fijas de la mente física, la vida y el cuerpo físicos, que
pueden reemplazarse por un nuevo poder que establezca su ley y funcionamiento mayores en la forma y fuerza
de la Materia. Hasta lo inconsciente y subconsciente han de tornarse conscientes en nosotros, susceptibles de
la luz mayor, no ya obstructivos a la acción realizadora de la Conciencia-Fuerza, sino cada vez más un molde
y base inferior del Espíritu. Estas cosas no pueden hacerse mientras la mente, vida y conciencia física sean
poderes rectores del ser o tengan algún dominio. La admisión de tal cambio puede producirse solamente
mediante un pleno emerger del alma y del ser interior, mediante el dominio de la voluntad psíquica y espiritual
y una prolongada obra de su luz y poder sobre las partes del ser, una remodelación psíquica y espiritual de la
naturaleza toda.

Una unificación del ser íntegro mediante el abatimiento del muro que separa a la naturaleza interior de la exterior
-un cambio de posición y centramiento de la conciencia desde el yo externo hacia el yo interno, un firme cimiento
sobre esta nueva base, una acción habitual desde este yo interior y su voluntad y visión y una apertura del
individuo a la conciencia cósmica -es otra condición necesaria para el cambio supramental. Sería quimérico
esperar que la suprema Verdad-conciencia pudiese establecerse en la estrecha formulación de nuestra mente,
corazón y vida superficiales, aunque volcadas hacia espiritualidad. Todos los centros interiores deben haber
eclosionado poniendo en acción sus capacidades; la entidad psíquica debe estar sin velos y bajo control. Si se
efectuase este primer cambio estableciendo al ser en la conciencia interior y mayor, en una conciencia yóguica
en lugar de una conciencia ordinaria, la transmutación mayor es imposible. Es más, el individuo debe haberse
universalizado suficientemente, debe haber remodelado su mente individual en lo ilimitable de una mentalidad
cósmica, debe haber agrandado y vivificado su vida individual en el sentido inmediato y la experiencia directa
del movimiento dinámico de la vida universal, abriéndose a las comunicaciones de su cuerpo con las fuerzas
de la Naturaleza universal, antes de poder ser capaz de un cambio que trascienda la presente formulación
cósmica y lo eleve más allá del hemisferio inferior de la universalidad a una conciencia pertenecientes a su
superior hemisferio espiritual. Además, debe tomar ya conciencia de lo que actualmente resulta
superconsciente para él; debe ser ya un ser consciente de la superior y espiritual Luz, Poder, Conocimiemo y
Ananda, penetrado por sus influencias descendentes, innovado mediante un cambio espiritual. Es posible que
la apertura espiritual tenga lugar y que su acción prosiga antes que lo psíquico esté muy avanzado o completo;
pues la influencia espiritual desde lo alto puede despertar, secundar y completar la transmutación psíquica:
todo cuanto es necesario es que haya suficiente presión de la entidad psíquica para que tenga lugar la superior
apertura espiritual. Pero el tercero, el cambio supramental no admite ningún descenso prematuro de la Luz
suprema; pues sólo puede comenzar cuando la Fuerza supramental empieza a actuar directamente, y esto no
se produce si la naturaleza no está lista. Pues hay una gran disparidad entre el poder de la Fuerza suprema y
la capacidad de la naturaleza ordinaria; la naturaleza inferior sería incapaz de soportarlo o, soportándolo, sería
incapaz de responder o recibir o, recibiendo, sería incapaz de asimilar. Hasta que la Naturaleza esté lista, la
Fuerza supramental ha de actuar indirectamente; pone al frente los poderes intermedios de la sobremente o
intuición, o trabaja a través de una modificación de sí a la cual el ser ya semitransformado puede ser total o
parcialmente responsivo.

La evolución espiritual obedece a la lógica de un desenvolvimiento sucesivo; puede dar un nuevo paso decisivo
sólo cuando el paso principal anterior ha sido suficientemente conquistado: aunque puedan asumirse o saltarse
ciertas etapas menores mediante una ascensión rápida y brusca, la conciencia ha de volver atrás para
asegurarse de que el piso traspuesto está anexado con seguridad a la nueva condición. Es cierto que la
conquista del espíritu supone la ejecución en una vida o unas pocas vidas de un proceso que en el ordinario
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curso de la Naturaleza implicaría un lento e incierto proceso de siglos o incluso de milenios: pero esta es una
cuestión de la velocidad con que se hayan practicado los pasos; una velocidad mayor o concentrada no elimina
los pasos mismos ni la necesidad de su escalamiento sucesivo. La incrementada rapidez es posible solo porque
existe allí la participación consciente del ser interior y el poder de la Supernaturaleza ya está trabajando en la
semitransformada naturaleza inferior, de modo que los pasos que de otro modo hubiese tenido que dar, en
grado de tentativa, en la noche de la Inconciencia o Ignorancia pueden ahora darse bajo la luz y poder
crecientes del Conocimiento. El primer movimiento oscuro y material de la Fuerza evolutiva está señalado por
una gradualidad eónica; el movimiento del progreso vital prosigue lentamente pero aun con un paso más rápido
se concentra en la cifra de milenios; la mente puede comprimir todavía más la tardía parsimonia del Tiempo y
dar largos pasos de siglos; pero cuando interviene el espíritu consciente, resulta posible un paso supremamente
concentrado de velocidad evolutiva. Empero, sólo puede producirse una implícita rapidez del curso evolutivo
devorando etapas cuando el poder del Espíritu consciente preparó el campo y la Fuerza supramental empezó
a usar su influencia directa. Todas las transformaciones de la Naturaleza tienen en verdad la apariencia de un
milagro, pero se trata de un milagro con método: sus máximos desplazamientos los asume sobre piso seguro,
sus saltos más veloces lo son desde una base que brinda seguridad y precisión al salto evolutivo; una
omnisapiencia secreta gobierna todo en ella, incluso los pasos y procesos que parecen en su mayoría
inexplicables.

Esta ley del proceso de la Naturaleza introduce la necesidad de una gradación en el último proceso transitivo,
un escalamiento gradual, un desenvolvimiento de estado cada vez más superiores que nos conducen desde la
mente espiritualizada a la supermente -un empinado pasaje que no podría cumplirse de otro modo. Hemos
visto que por encima de nosotros hay estados sucesivos, niveles o poderes graduados del ser que rematan
nuestra mente normal, ocultos en nuestras partes superconscientes, ámbitos superiores de la Mente, grados
de la conciencia y experiencia espirituales; sin ellos no habría vínculos ni útiles espacios intermedios que tornen
posible la inmensa ascensión. Es ciertamente desde estas fuentes superiores que el Poder espiritual secreto
actúa sobre el ser y mediante su presión produce la transformación psíquica o el cambio espiritual; mas en las
etapas primeras de nuestro crecimiento esta acción no resulta aparente, queda oculta e incaptable. Al principio
lo que resulta necesario es que el puro contacto de la fuerza espiritual debe intervenir en la naturaleza mental:
esa despertadora presión debe estamparse sobre la mente, el corazón y la vida y darles su orientación
ascendente; una luz sutil o un gran poder transmutador debe purificar, refinar y elevar sus movimientos,
cubriéndolos con una conciencia superior que no pertenece a su propia capacidad y carácter normales. Esto
puede hacerlo desde el interior una acción invisible a través de la entidad psíquica y de la personalidad psíquica;
no es indispensable un conscientemente sentido descenso desde lo alto. La presencia del espíritu está en todo
ser viviente, en todo nivel, en todas las cosas, y porque está allí, la experiencia de Sachchidananda, de la pura
existencia y conciencia espirituales, del deleite de una presencia divina, de la proximidad y del contacto debe
adquirirse a través de la mente o el corazón o el sentido-vital o incluso a través de la conciencia psíquica; si las
puertas interiores están lo suficientemente abiertas, la luz desde el santuario puede arrasar las cámaras más
próximas y más distantes del ser exterior. El necesario giro o campo también puede ser producido por un oculto
descenso de la fuerza espiritual desde lo alto, en la que el influjo, la influencia, la consecuencia espiritual se
siente, pero la fuente superior es desconocida y el sentimiento real de un descenso no existe. Una conciencia
tocada de ese modo puede ser elevada de tal manera que el ser gira hacia una unión inmediata con el Yo o
con lo Divino mediante separación de la evolución, y si esto resulta aprobado, no interviene ninguna cuestión
de gradualidad ni de pasos ni de método, la ruptura con la Naturaleza puede ser decisiva: pues la ley de
separación, una vez que resulta posible, no es o no debe ser la misma que la ley de transformación y perfección
evolutivas; es o puede ser un salto, un escaparse de las ligaduras rápido e inmediato -la evasión espiritual está
asegurada y la única sanción subsistente es la destinada caída del cuerpo. Mas si se intenta la transformación
de la vida terrena, el primer toque de espiritualización debe ser seguido por un despertar a las fuentes y energías
superiores, una búsqueda de ellas y una ampliación y elevación del ser a su estado característico y una
conversión de la conciencia a su ley mayor y naturaleza dinámica. Este cambio debe ir paso a paso, hasta que
la escalera de la ascensión se trascienda y haya un emerger a aquellos máximos espacios vastamente-abiertos
de los que habla el Veda, los espacios innatos de una conciencia que es supremamente luminosa e infinita.

Pues aquí existe el mismo proceso evolutivo que en el resto del movimiento de la Naturaleza; hay una elevación
y ampliación de la conciencia, un ascenso a un nuevo nivel y una asunción de los niveles inferiores, una
asunción y nueva integración de la existencia por un poder superior del Ser que impone su propia modalidad
de acción y su carácter y fuerza de la energía-sustancial sobre lo que pueda alcanzar de las partes
anteriormente evolucionadas de la naturaleza. La demanda de integración se convierte en esta etapa suprema
de las obras de la Naturaleza en un punto de cardinal importancia. En los grados inferiores de la ascensión la
nueva asunción, la integración en un principio superior de la conciencia, queda incompleta: la mente no puede
mentalizar plenamente la vida y la materia; hay considerables partes del ser vital y del cuerpo vital que quedan
en el reino de lo submental y lo subconsciente o inconsciente. Este es un serio obstáculo para el esfuerzo de
la mente en pos de la perfección de la naturaleza; pues la continua participación de lo submental, lo
subconsciente y lo inconsciente en el gobierno de las actividades, al introducir otra ley que la del ser mental,
faculta a la conciencia vital consciente y a la conciencia física a rehusar también la ley impuesta por la mente y
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a seguir sus propios impulsos e instintos desafiando a la razón mental y a la voluntad racional de la inteligencia
desarrollada. Esto dificulta a la mente ir más allá de sí, superar su propio nivel y espiritualizar la naturaleza;
pues lo que ni siquiera puede tornar plenamente consciente, no puede mentalizarlo ni racionalizado
seguramente, no puede espiritualizarlo, dado que la espiritualización es una integración mayor y más difícil. Sin
duda, reclamando la fuerza espiritual, puede establecer una influencia y un cambio preliminar en algunas partes
de la naturaleza, especialmente en la mente pensante misma y en el corazón que resultan más próximos a su
sector: pero este cambio no es a menudo una perfección total siquiera dentro de los límites y lo que logra es
raro y difícil. La conciencia espiritual usando a la mente emplea un medio inferior y aunque introduzca una luz
divina en la mente, una pureza divina, pasión, ardor en el corazón o imponga una ley espiritual a la vida, esta
nueva conciencia ha de trabajar dentro de restricciones; para la mayoría sólo puede regular o controlar la acción
inferior de la vida y controlar rigurosamente el cuerpo, pero estos miembros, aunque refinados o dominados,
no reciben su realización espiritual ni soportan una perfección y transformación. Para eso es menester introducir
un principio dinámico superior que es innato a la conciencia espiritual y por el cual, por lo tanto, puede actuar
según su propia ley y luz y poder naturales y más completos, imponiéndolos sobre los miembros.

Pero incluso esta intervención de un nuevo principio dinámico y esta poderosa imposición puede llevar largo
tiempo hasta lograrse, pues las partes inferiores del ser tienen sus propios fueros y, si han de transformarse de
verdad, ha de hacerse que consientan a su propia transformación. Esto es difícil de producir porque la
propensión natural de cada parte nuestra es preferir su propia autoley, su dharma, aunque inferior, a una ley o
dharma superiores que no siente como propio; se apega a su propia conciencia o inconciencia, a sus propios
impulsos y reacciones, a su propia dinamización del ser, a su propia modalidad de deleite de la existencia. Se
apega a ellos lo más obstinadamente posible si esa modalidad es una contradicción del deleite, una vía de la
oscuridad, del pesar, del dolor y del sufrimiento; pues eso también adquirió su propio gusto perverso y opuesto,
rasa, su placer por la oscuridad y el pesar, su interés sádico o masoquista hacia el dolor y el sufrimiento. Aunque
esta parte de nuestro ser busque cosas mejores, a menudo está obligado a seguir lo peor porque le pertenece,
porque es natural para su energía, natural para su sustancia. Un cambio completo y radical sólo puede
producirse introduciendo persistentemente la luz espiritual y la experiencia íntima de la verdad, poder y
bienaventuranza espirituales en los recalcitrantes elementos hasta que ellos también reconozcan que su propia
vía de realización reside allí, que ellos son un disminuido poder del espíritu y pueden recuperar, por este nuevo
camino del ser, su propia verdad y naturaleza integral. Esta iluminación recibe constante oposición de las
Fuerzas de la naturaIeza inferior y más aun de las Fuerzas adversas que viven y reinan mediante las
imperfecciones del mundo y echaron su formidable cimiento en la negra roca de la Inconciencia.

Un paso indispensable para vencer esta dificultad es la apertura del ser interior y de sus centros de acción;
pues allí la tarea que la mente superficial no puede lograr empieza a hacerse posible. La mente interior, la
conciencia vital y mente vital interiores, la conciencia sutil física y su mentalidad sutil física, una vez puesta en
acción, crean una conciencia mayor, más fina, capaz de comunicarse con lo universal y con lo que está por
encima de ellas, capaz también de hacer ejercer su poder sobre todo el ámbito de su ser, en lo submental, en
la mente subconsciente, en la vida subconsciente, incluso en la subconciencia del cuerpo; pueden, aunque no
iluminar totalmente, con todo hasta cierto punto abrir, penetrar, trabajar sobre la Inconciencia fundamental. La
Luz, Poder, Conocimiento y Deleite espirituales desde lo alto pueden descender más allá de la mente y del
corazón, que son siempre más fáciles de alcanzar e iluminar; ocupando la naturaleza toda de arriba abajo,
pueden penetrar más plenamente la vida y el cuerpo y mediante un impacto más profundo aun sacudir los
cimientos de la Inconciencia. Pero incluso esta mentalización y vitalización mayores desde el interior es aun
una iluminación inferior: puede disminuir pero no liberar de la Ignorancia; acosa y compele al retroceso pero no
vence a los poderes y fuerzas que mantienen la regla sutil y secreta de la Inconciencia. Las fuerzas espirituales
que actúan através de esta mentalización y vitalización mayores pueden introducir una luz, fuerza y dicha
superiores; mas la espiritualización plena, la más completa nueva integración de la conciencia, resulta imposible
aun en esta etapa. Si el ser más recóndito, el psíquico, se hace cargo, entonces ciertamente una mutación más
profunda, no mental, puede efectuar el descenso de la fuerza espiritual más efectiva; pues la totalidad del ser
consciente habrá soportado un preliminar cambio anímico que emancipe la mente, la vida y el cuerpo de la
trampa de sus propias imperfecciones e impurezas. En este punto, puede intervenir plenamente una mayor
dinamización espiritual, la obra de los poderes superiores de la mente y sobremente espirituales: ciertamente
pueden haber empezado su trabajo antes, aunque sólo como influencias; mas bajo las nuevas condiciones
pueden elevar al ser central hacia su propio nivel y comenzar la última y nueva integración de la naturaleza.
Estos poderes superiores ya trabajan en la inespiritualizada mente humana, pero indirectamente y en una
acción fragmentaria y disminuida; se mudan en sustancia y poder de la mente antes que puedan trabajar, y esa
sustancia y poder son iluminados e intensificados en sus vibraciones, exaltas y sumidos en éxtasis en algunos
de sus movimientos por esta entrada, pero transformados. Mas cuando empieza la espiritualización y cuando
se manifiestan sus mayores resultados --el silencio mental, la admisión de nuestro ser en la conciencia cósmica,
el Nirvana del pequeño ego en el sentido del yo universal, el contacto con la Realidad Dívina--, pueden
incrementarse las intervenciones de la dinámica superior y nuestra apertura hacia ellos, pueden asumir un
poder más pleno, más directo y más característico de su actividad, y esta progresión continúa hasta que resulta
posible alguna completa y madura acción de ellos. Es entonces cuando comienza el giro de lo espiritual hacia
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la transformación supramental; pues la elevación de la conciencia a planos cada vez más superiores construye
en nosotros la gradación del ascenso a la supermente, ese pasaje difícil y supremo.

No es de suponer que las circunstancias y líneas de transición sean las mismas para todos, pues aquí entramos
en el dominio del infinito; pero, dado que detrás de todas ellas está la unidad de una verdad fundamental, la
escrutación de una línea dada de ascenso es de esperar que arroje luz sobre el principio de todas las
posibilidades ascendentes; tal escrutación de una línea es todo lo que puede intentarse. Esta línea es, como
deben serlo todas, gobernada por la configuración natural de su escala de ascenso: hay en ellas muchos
peldaños, pues es una incesante gradación y no hay claro ninguno; mas desde el punto de vista del ascenso
de la conciencia desde nuestra mente hacia arriba a través de una serie creciente de poderes dinámicos por
los que puede sublimarse, la gradación puede resolverse en una escalera de cuatro principales ascensos, cada
uno con su nivel elevado de realización. Estas gradaciones pueden describirse someramente como una serie
de sublimaciones de la conciencia a través de la Mente Superior, de la Mente Iluminada y de la Intuición hacia
la Sobremente y más allá de ella; hay una sucesión de autotransmutaciones en cuya cima se asienta la
Supermente o Gnosis Divina. Todos estos grados son gnósticos en su principio y poder; pues incluso al principio
empezamos a pasar desde una conciencia basada en una Inconciencia original y que actúa en una Ignorancia
general o en un mixto Conocimiento-Ignorancia hasta una conciencia basada en un secreto Conocimiento
autoexistente que primero actúa y se inspira según esa luz y poder y luego se muda en esa sustancia, usando
enteramente esta nueva instrumentación. En sí mismos estos grados son grados de la sustancia energética del
Espíritu: pues no debe suponerse, porque los distinguimos de acuerdo con su carácter rector, medios y potencia
del conocimiento, que sean meramente un método o vía del conocimiento o una facultad o poder de cognición;
son dominios del ser, grados de la sustancia y energía del ser espiritual, campos existenciales que constituyen
cada uno un nivel de la Conciencia-Fuerza universal que se compone y organiza en un estado superior. Cuando
los poderes de cualquier grado descienden completamente en nosotros, no sólo son afectados nuestro
pensamiento y conocimiento, la sustancia y meollo mismo de nuestro ser y conciencia, todos sus estados y
actividades son tocados y penetrados y pueden ser remoldeados y transmutados totalmente. Cada etapa de
este ascenso es, por lo tanto, una general, si no total, conversión del ser en una nueva luz y poder de una
existencia mayor.

La gradación misma depende fundamentalmente de una sustancia superior o inferior, de una potencia, de una
intensidad de las vibraciones del ser, de su autoconciencia, de su deleite de la existencia, de su fuerza
existencial. La conciencia, a medida que descendemos la escala, disminuye y se diluye cada vez más, densa
por cierto por su más basta tosquedad, pero mientras esa tosquedad de la consistencia cohesione la materia
de la Ignorancia, admite cada vez menos sustancia luminosa; se afina en la sustancia pura de la conciencia y
se reduce en el poder de la conciencia, delgada a la luz, delgada y débil en la capacidad de deleite; ha de
recurrir a un más grueso espesor de su disminuida materia y a un esforzado rendimiento de su fuerza más
oscura para arribar a algo, pero esta vigorosidad del esfuerzo y labor es signo no de fortaleza sino de debilidad.
A medida que ascendemos, por el contrario, emerge una sustancia más fina pero mucho más fuerte y más
verdadera y espiritualmente concreta, una mayor luminosidad y potente materia de la conciencia, una
energía del deleite más sutil, más dulce, más pura y más poderosamente estática. En el descenso de estos
grados superiores sobre nosotros esta luz mayor, fuerza, esencia del ser y la conciencia, energía del deleite
que entra en la mente, la vida y el cuerpo que cambian y reparan su sustancia disminuida, diluida e incapaz,
convirtiéndola en su superior y más fuerte dinámica del espíritu y forma intrínseca y fuerza de la realidad. Esto
puede suceder porque todo es fundamentalmente la misma sustancia, la misma conciencia, la misma fuerza;
pero en diferentes formas, poderes y grados de sí : una asunción de lo inferior por lo superior resulta por lo
tanto posible y, salvo para nuestra segunda naturaleza de la inconciencia, un movimiento espiritualmente
natural; lo puesto de relieve desde el estado superior es envuelto y asumido en su ser y esencia mayores.

Nuestro primer paso decisivo fuera de nuestra inteligencia humana, de nuestra mentalidad normal, es un
ascenso hacia una Mente superior, una mente que ya no es de luz y oscuridad mixtas o de semiluz, sino una
gran claridad del espíritu. Su sustancia básica es un sentido unitario del ser con una múltiple dinamización
poderosa, capaz de la formación de una multitud de aspectos del conocimiento, de vías de acción, de formas
y significaciones del devenir, de todo aquello de lo que existe un espontáneo conocimiento inherente. Es por lo
tanto un poder que ha de proceder de la Sobremente --mas con la Supermente como su origen ulterior--, tal
como procedieron todos estos poderes mayores: pero su carácter especial, su actividad de la conciencia están
dominados por el Pensamiento; es una luminosa mente del pensamiento, una mente de conceptual
conocimiento nacido del espíritu. Uno omniconciencia emergiendo de la identidad original, llevando consigo las
verdades que la identidad retiene en sí, concibiendo rápida, victoriosa, multitudinariamente, formulando y
mediante el autopoder de la Idea realización efectivamente sus concepciones, es el carácter de esta mente
mayor del conocimiento. Este género de cognición es el último que emerge de la original identidad espiritual
antes de la iniciación de un conocimiento separativo, base de la Ignorancia; es por tanto el primero que nos
encuentra cuando nos elevamos de la mente conceptiva y raciocinativa, nuestro mejor organizado poder del
conocimiento de la Ignorancia, hasta los reinos del Espíritu; es, en verdad, el padre espiritual de nuestra

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conceptiva ideación mental, y es natural que este poder rector de nuestra mentalidad, cuando va más allá de
sí, ingrese en su fuente inmediata.

Mas aquí, en este Pensamiento mayor, no es menester una búsqueda y autocrítica raciocinación, ni un
movimiento lógico paso a paso en pos de una conclusión, ni un mecanismo de expresión o de deducciones e
inferencias implícitas, ni una elaboración o deliberada concatenación de idea con idea a fin de arribar a una
ordenada suma o resultado del conocimiento; pues esta floja acción de nuestra razón es un movimiento de la
Ignorancia que va en pos del conocimiento; obligada a salvaguardar sus pasos contra el error, a erigir una
estructura mental selectiva para su refugio temporario y a basarla en cimientos ya echados y colocados
cuidadosamente pero jamás firmes, pues no se apoya en el suelo de la conciencia innata sino que se impone
sobre un suelo original de la nesciencia. Tampoco existe aquí la otra modalidad de nuestra mente más sagaz
y veloz, la rápida y aventurada adivinación e intuición, el juego reflector de la inteligencia sondeando lo poco
conocido o lo desconocido. Esta conciencia superior es un Conocimiento formulándose sobre una base de
autoexistente omniconciencia y manifestando alguna parte de su integridad, una armonía de sus significaciones
puestas en la forma del pensamiento. Puede expresarse libremente en ideas simples, pero sus movimientos
más característicos son una ideación masiva, un sistema o totalidad de visión de la verdad en un simple criterio;
las relaciones de idea con idea, de verdad con verdad no son establecidas por la lógica sino que preexisten y
emergen ya autovistós en el todo integral. Hay una iniciación en las formas de un conocimiento siempre
presente pero aun ahora inactivo, no un sistema de conclusiones derivadas de premisas o datos; este
pensamiento es una autorrevelación de la Sabiduría eterna, no un conocimiento adquirido. Llegan a apreciarse
grandes aspectos de la verdad en los que la Mente ascendente, si lo escoge, puede morar con satisfacción y,
tras su anterior modalidad, vivir en ellos como en una estructura; mas si ha de progresarse, estas estructuras
pueden expandirse en una estructura mayor o varias de ellas combinarse en un todo mayor previsional rumbo
hacia una no alcanzada integridad. Al fin hay una gran totalidad de verdad conocida y experimentada pero aun
una totalidad capaz de ampliación infinita pues no hay fin en los aspectos del conocimiento, nastyanto
vistarasya me.

Esta es la Mente Superior en su aspecto cognitivo; pero también está el aspecto volitivo, de efectivización
dinámica de la Verdad: aquí descubrimos que esta más brillante Mente mayor trabaja siempre sobre el resto
del ser, sobre la voluntad mental, sobre el corazón y sus sentimientos, sobre la vida y el cuerpo, a través del
poder del pensamiento, a través de la idea-fuerza. Busca purificar a través del conocimiento, liberar a través
del conocimiento, crear por el poder innato del conocimiento. La idea es introducida en el corazón o la vida
como una fuerza que ha de aceptarse y estructurarse: el corazón y la vida se tornan conscientes de la idea y
responden a su dinámica y su sustancia empieza a modificarse en ese sentido, de modo que los sentimientos
y acciones se convierten en vibraciones de esta sabiduría superior, se informan con ella, se llenan con la
emoción y el sentido de ella: los impulsos volitivos y los impulsos vitales se cargan de modo parecido con su
poder y su impulso de autoefectivización; incluso en el cuerpo la idea trabaja de modo tal que, por ejemplo, el
potente pensamiento y voluntad sobre la salud reemplaza a su fe en la enfermedad y su consentimiento a ella,
o la idea ((La palabra que expresa la idea tiene el mismo poder como si estuviese sobrecargada con la fuerza
espiritual; esa es la razón del empleo hindú del mantra)) de fortaleza convoca a la sustancia, poder, movimiento
y vibración de la fortaleza; la idea genera la fuerza y forma apropiadas a la idea imponiéndolas en nuestra
sustancia mental, vital o material. Este es el modo en que se produce la acción primera; carga todo el ser de
una conciencia nueva y superior, echa los cimientos del cambio, lo prepara para una superior verdad existencial.

Debe subrayarse aquí, a fin de obviar un falso concepto natural que fácilmente puede suscitarse cuando el
poder superior de las fuerzas más elevadas es percibido o experimentado, que estas fuerzas más elevadas no
son en su descenso inmediatamente todopoderosas como lo serían naturalmente en su propio plano de acción
y en su propio medio. En la evolución en la Materia ellas deben ingresar en un medio extraño e inferior,
trabajando sobre él; encuentran allí las incapacidades de nuestra mente, vida y cuerpo, se hallan ante la
irreceptividad o ciego rechazo de la Ignorancia, experimentan la negación y obstrucción de la Ignorancia. En su
propio nivel trabajan sobre una base de luminosa conciencia y luminosa sustancia del ser y son
automáticamente efectivas; pero aquí han de encontrar un preexistente y fuertemente formado fundamento de
la Nesciencia, no sólo la completa nesciencia de la Materia sino también la modificada nesciencia de la mente,
del corazón y de la vida. De esa manera, la Idea superior que desciende en la desarrollada inteligencia mental
tiene incluso que vencer allí la barrera de una masa o sistema de ideas formadas que pertenecen al
Conocimiento-Ignorancia y la voluntad de persistencia y autorrealización de estas ideas; pues todas las ideas
son fuerzas y tienen una formativa o autoefectiva facultad mayor o menor de acuerdo con las condiciones,
hasta reducibles a cero en la práctica cuando han de tratar con la Materia inconsciente, pero aun
potenciales. De modo que existe un preformado poder de resistencia que se opone o minimiza los efectos de
la Luz descendente, una resistencia que puede equivaler a rechazo, a rechazo de la Luz, o tomar la forma de
intento de perjudicar, someter, modificar ingeniosamente o adaptar o deformar perversamente la luz a fin de
adecuarla a las ideas preconcebidas de la Ignorancia. Si las preconcebidas o preformadas ideas son
descartadas o privadas de su derecho de persistencia, aun tienen el derecho de recurrencia, desde afuera,
desde su prevalencia en la Mente universal, o pueden recogerse descendentemente en las partes vitales,
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físicas o subconscientes y desde allí resugir ante la menor oportunidad de reapoderarse de su perdido dominio:
pues la Naturaleza evolutiva ha de acordar este derecho de persistencia a las cosas una vez que son
establecidas por ella a fin de procurar a sus pasos suficiente consistencia y solidez. Es más, la naturaleza y
demanda de cualquier fuerza de la manifestación consiste en ser, sobrevivir, efectivizarse de cualquier forma
posible y lo más posible, y es por ello que en un mundo de la Ignorancia todo se alcanza no sólo a través de
un complejo sino también a través de colisión, lucha y entremezclado de Fuerzas. Mas resulta esencial para
esta evolución suprema que toda mezcla de Ignorancia con Conocimiento sea abolida; una acción y evolución
a través de la pugna de fuerzas debe reemplazarse por una acción y evolución a través de una armonía de
fuerzas: mas esta etapa sólo puede alcanzarse mediante una última lucha y derrota de los poderes de la
Ignorancia por parte de los poderes de la Luz y el Conocimiento. En los niveles inferiores del ser, en el corazón,
la vida y el cuerpo, se produce la recurrencia del mismo fenómeno y en una escala más intensa; pues aquí no
han de encontrarse ideas sino emociones, deseos, impulsos, sensaciones, necesidades y hábitos vitales de la
Naturaleza inferior; éstos, dado que son menos conscientes que las ideas, son más ciegos en su respuesta y
más obstinadamente autoafirmativos: todos tienen el mismo o mayor poder de resistencia y recurrencia, o
toman refugio en la Naturaleza universal circunconsciente o en nuestros propios niveles inferiores o en estado
seminal en lo subconsciente y de allí tienen el poder de una nueva invasión o recurrencia. Este poder de
persistencia, recurrencia y resistencia de las cosas establecidas en la Naturaleza es siempre el gran obstáculo
que ha de encontrar la Fuerza evolutiva, que ella misma creó ciertamente a fin de impedir una demasiado rápida
transmutación aunque esa transmutación es su propia intención eventual en las cosas.

Este obstáculo estará allí -aunque disminuya progresivamente-, en cada etapa de este ascenso mayor. A fin
de permitir a la Luz superior un ingreso y fuerza de trabajo adecuado, es necesario adquirir un poder de
aquietamiento de la naturaleza, para componer, tranquilizar e imprimir una pasividad controlada o incluso un
entero silencio en la mente, en el corazón, la vida y el cuerpo: pero aun así una continuada oposición, abierta
y sentida en la Fuerza de la Ignorancia universal o subliminal y oscura en la energía sustancial de la hechura
mental individual, de su forma vital, de su cuerpo Material, una oculta resistencia o una revuelta o reafirmación
de las controladas o suprimidas energías de la naturaleza ignorante, es siempre posible y, si algo del ser los
consiente, pueden reasumir el dominio. Un control psíquico previamente establecido es muy deseable pues
eso crea una responsabilidad general e inhibe la revuelta de las partes inferiores contra la Luz o su
consentimiento a los reclamos de la Ignorancia. Una transformación espiritual preliminar también reducirá el
aferrante de la Ignorancia; pero ninguna de estas influencias elimina por completo su obstrucción y limitación:
pues estos cambios preliminares no procuran la conciencia y conocimiento integrales; la base original de la
Inesciencia apropiada al Inconsciente estará allí todavía necesitando, en cada ocasión, ser cambiada,
iluminada, disminuida en su extensión y en su fuerza de reacción. El poder de la espiritual Mente Superior y de
su idea-fuerza, modificado y disminuido como debe serlo por su ingreso en nuestra mentalidad, no resulta
suficiente como para barrer todos los obstáculos y crear al ser gnóstico, pero puede efectuar un primer cambio,
una modificación que capacitará para un ascenso superior y un más poderoso descenso y preparará
ulteriormente una integración del ser en una Fuerza mayor de la conciencia y del conocimiento.

Esta Fuerza mayor es la de la Mente Iluminada, una Mente no ya del Pensamiento superior, sino de la luz
espiritual. Aquí la claridad de la inteligencia espiritual, su apacible luz diurna, da lugar o se subordina a un
intenso resplandor, a un esplendor e iluminación del espíritu: un juego de relámpagos de la verdad y el poder
espirituales se proyecta desde lo alto en la conciencia y suma a la calma y vasta iluminación y al amplio
descenso de la paz que caracterizan o acompañan a la acción del principio mayor conceptual espiritual, un
vehemente ardor de realización y embelesado éxtasis de conocimiento. Es muy usual que una precipitación de
Luz interiormente visible envuelva esta acción; pues debe notarse, en contra de nuestras concepciones
ordinarias, que la luz no es primariamente creación material y que el sentido o visión de la luz que acompaña
a la iluminación interior no es meramente una subjetiva imagen visual ni un fenómeno simbólico: la luz es
primariamente una manifestación espiritual de la Realidad Divina iluminativa y creadora; la luz material es una
subsiguiente representación o conversión de ella en la Materia a los fines de la Energía material. En este
descenso también existe el arribo de una dinámica mayor, de un empuje dorado, de un luminoso entusiasmo
de la fuerza y poder interiores que reemplaza al comparativamente lento y deliberado proceso de la Mente
Superior con un veloz, a veces vehemente, casi violento ímpetu de rápida transformación.

La Mente Iluminada no trabaja primeramente mediante el pensamiento sino mediante la visión; el pensamiento
resulta aquí sólo un subordinado movimiento expresivo de la visión. La mente humana, que principalmente se
apoya en el pensamiento, concibe eso para que sea el supremo o principal proceso del conocimiento, pero en
el orden espiritual este es un proceso secundario y no indispensable. En su forma de pensamiento verbal,
puede describirse casi como una concesión hecha por el Conocimiento a la Ignorancia, pues esa Ignorancia es
incapaz de tomar a la verdad totalmente lúcida e inteligible para sí en toda su extensión y múltiples implicancias
excepto a través de la clarificadora precisión de sonidos significativos; sin este artificio no puede brindar a las
ideas un perfil exacto ni un cuerpo expresivo. Pero resulta evidente que este es un artificio, una maquinaria; el
pensamiento en sí, en su origen sobre los niveles superiores de la conciencia, es una percepción, una captación
cognitiva del objeto o de alguna verdad de las cosas que es poderosa pero con todo un resultado menor y
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secundario de la visión espiritual, un enfoque comparativamente externo y superficial del yo sobre el yo, del
sujeto sobre sí o de algo de sí como el objeto: pues allí todo es la diversidad y multiplicidad del yo. En la mente
hay una respuesta superficial de la percepción al contacto de un objeto hecho o verdad observados o
descubiertos y una consiguiente formulación conceptual de ellos; mas en la luz espiritual hay una más profunda
respuesta perceptiva desde la sustancia misma de la conciencia y una comprehensiva- formulación en esa
sustancia, una figura exacta o reveladora ideografía en la materia del ser, nada más, ni siquiera una
representación verbal es necesaria para la precisión y completamiento de este conocimiento del pensamiento.
El pensamiento crea una imagen representativa de la verdad; ofrece eso a la mente como medio de captar la
Verdad convirtiéndola en objeto del conocimiento; pero el cuerpo mismo de la Verdad es atrapado y retenido
con exactitud bajo la luz meridiana de una visión interior más profunda para la cual la representativa figura
creada por el pensamiento es secundaria y derivada, poderosa para la comunicación del conocimiento, pero
no indispensable para la recepción o posesión del conocimiento.

Una conciencia que procede mediante visión, la conciencia del vidente, es un poder mayor para el conocimiento
que la conciencia del pensador. El poder perceptivo de la visión interior es mayor y más directo que el poder
perceptivo del pensamiento: es un sentido espiritual que capta algo de la sustancia de la Verdad y no sólo su
figura; pero perfila la figura también y al mismo tiempo capta el significado de la figura, y puede corporizarla
con un más fino y audaz perfil revelador y una mayor comprehensión y poder de la totalidad que el que pueda
disponer la concepción del pensamiento. Así como la Mente Superior introduce una mayor conciencia en el ser
a través de la idea espiritual y su poder de la verdad, de igual manera la Mente Iluminada introduce una
conciencia aun mayor a través de una visión de la Verdad y de una Luz de la Verdad y su visión y captación
del poder. Puede efectuar una integración más poderosa y dinámica; ilumina la mente del pensamiento con
una directa visión e inspiración interiores, introduce una visión espiritual en el corazón y una luz y energía
espirituales en su sentimiento y emoción, imparte a la fuerza vital un impulso espiritual, una inspiración de la
verdad que dinamiza la acción y exalta los movimientos vitales; insufla en el sentido un poder directo y total de
sensación espiritual de modo que nuestro ser vital y físico pueden tomar contacto y encontrar concretamente,
tan intensamente como la mente y la emoción pueden concebir, percibir y sentir, lo Divino en todas las cosas;
proyecta sobre la mente física una luz transformadora que quiebra sus limitaciones, su inercia conservadora,
reemplaza su estrecho poder del pensamiento y sus dudas con la visión y vierte luminosidad y conciencia en
las células mismas del cuerpo. En la transformación mediante la Mente Superior el sabio y pensador espirituales
hallarían su total y dinámica realización; en la transformación mediante la Mente Iluminada habría una similar
realización para el vidente, para el místico iluminado, para aquellos en los que el alma vive en una visión,
sentido y experiencia directos: pues es desde estas fuentes superiores que reciben su luz y elevarse hacia esa
luz y vivir allí sería su ascensión a su imperio innato.

Mas estas dos etapas del ascenso disfrutan de su autoridad y pueden lograr su unido completamiento sólo
mediante una referencia a un tercer nivel; pues es desde las cimas superiores donde mora el ser intuitivo que
pueden derivar el conocimiento que vuelcan en el pensamiento o visión trayéndolos a nosotros para la
transmutación de la mente. La intuición es un poder de la conciencia más próximo y más íntimo con respecto
al conocimiento original por identidad; pues es siempre algo que salta directamente de una identidad oculta. Es
cuando la conciencia del sujeto se encuentra con la conciencia en el objeto, la penetra y ve, siente o vibra con
la verdad de aquellos en que entra en contacto, que la intuición salta como una chispa o relámpago surgido del
choque del encuentro; o cuando la conciencia, hasta sin un encuentro tal, observa dentro de sí y siente directa
e íntimamente la verdad o las verdades que están allí o de ese modo entra en contacto con las fuerzas ocultas
detrás de las apariencias, entonces también existe la eclosión de una luz intutiva; o, además, cuando la
conciencia encuentra la Realidad Suprema o la realidad espiritual de las cosas y seres y tiene una unión
contactual con ella, entonces la chispa, el resplandor o llama de Ia íntima percepción de la verdad se enciende
en sus honduras. Esta íntima percepción es más que una visión, más que una concepción: es el resultado de
un penetrante y revelador contacto que lleva consigo la visión y concepción como parte de sí o como su
consecuencia natural. Una identidad oculta o dormitante, que aun no se recobra, con todo recuerda o transmite
por la intuición su propio contenido y la intimidad de su autosentimiento y autovisión de las cosas, su luz de la
verdad, su avasalIadora y automática certidumbre.

En la mente humana la intuición es incluso esa rememoración de la verdad o transmisión de la verdad, o ese
revelador resplandor o llama que se proyecta dentro de una gran masa de ignorancia o a través de un velo de
nesciencia: pero hemos visto que está sujeta aquí a una mezcla invasora o a una cobertura mental o a una
intercepción o substitución; existe también una múltiple posibilidad de interpretación errónea que obstruye el
camino de la pureza y plenitud de su acción. Es más, hay aparentes intuiciones en todos los niveles del ser que
son más bien comunicaciones que intuiciones, y éstas tienen una proveniencia, valor y carácter variados. El
"místico" infrarracional, de ese estilo --pues para ser verdadero místico no es suficiente rechazar la razón y
apoyarse en las fuentes del pensamiento o la acción, de las cuales uno carece de entendimiento--, es a menudo
inspirado por tales comunicaciones en el nivel vital desde una fuente oscura y peligrosa. En estas circunstancias
nos vemos empujados a apoyarnos principalmente sobre la razón y estamos dispuestos incluso a controlar las
sugestiones de la intuición --o pseudo intuición, que es el fenómeno más frecuente--, mediante la inteligencia
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observadora y discriminativa; pues sentimos en nuestra parte intelectual que no podemos, de otro modo, estar
seguros de qué es verdadero y cuál es el artículo mixto o adulterado o el falso substituto. Mas esto reduce para
nosotros, en gran medida, la utilidad de la intuición: pues la razón no es en este campo árbitro confiable, dado
que sus métodos son diferentes, tentativos, inciertos, y constituyen una búsqueda intelectual; aunque repose
realmente sobre una intuición camuflada para sus conclusiones --pues sin esa ayuda no podría escoger su
curso ni arribar a ningún descubrimiento seguro--, oculta de sí esta dependencia bajo el proceso de una
razonada conclusión o certificada conjetura. Una intuición sometida a dictamen judicial por parte de la razón
deja de ser intuición y sólo puede tener la autoridad de la razón para la cual no hay fuente interior de certeza
directa. Mas aunque la mente se torne predominantemente mente intuitiva que se apoya en su porción de la
facultad superior, la coordinación de sus cogniciones y de sus actividades separadas --pues en la mente éstas
serían aptas para aparecer como una serie de destellos imperfectamente conexos--, seguiría siendo difícil
mientras esta nueva mentalidad no se ligue conscientemente con su fuente suprarracional o con un
autoelevante acceso a un plano superior de la conciencia en el que la acción intuitiva es pura e innata.

La intuición es siempre un filo, rayo o proyección de una luz superior, en nosotros es una hoja, filo o punta que
se proyectan correspondientes a una muy distante luz supermental que penetra y se modifica mediante alguna
intermedia sustancia de la mente de la verdad por encima de nosotros y, así modificada, penetra nuevamente
y muy cegada por nuestra sustancia mental ordinaria o ignorante; mas en ese nivel superior para el que su luz
es innata resulta inmezclada y, por lo tanto, entera y puramente verídica, y sus rayos no están separados sino
conectados o masificados en un juego de ondas de lo que casi podría llamarse con la figura poética sánscrita
de mar o masa de "estables relampagueos". Cuando esta Intuición original o innata empieza a descender en
nosotros en respuesta a una ascensión de nuestra conciencia a su nivel o como resultado de nuestro
descubrimiento de una clara vía de comunicación con ella, puede continuar llegando como un juego de
relámpagos, aislados o en constante acción mas en esta etapa el juicio de la razón se torna muy inaplicable,
sólo puede actuar como observador o registrador entendimiento o documentando las más luminosas
intimaciones, juicios y discriminaciones del poder superior. Para completar o verificar una intuición aislada o
discriminar su naturaleza, su aplicación, sus limitaciones, la conciencia receptora debe recostarse sobre otra
completante intuición o ser capaz de convocar una intuición masificada capaz de poner todo en su sitio. Pues
una vez empezado el proceso del cambio, resulta imperativo una completa transmutación de la materia y de
las actividades de la mente en la sustancia, forma y poder de la intuición; hasta entonces, mientras el proceso
de la conciencia dependa de la inteligencia inferior que sirve, ayuda o usa la intuición, el resultado puede ser
solamente una sobrevivencia del Conocimiento-Ignorancia mixto elevado o relevado por una luz y fuerza
superiores que actúan en sus partes del Conocimiento.

La intuición tiene un poder cuádruple. Un poder de visión de la verdad reveladora, un poder de inspiración o
audición de la verdad, un poder de contacto de la verdad o inmediata captación de la significación, que es afín
a la naturaleza ordinaria de su intervención en nuestra inteligencia mental, un poder de discriminación
verdadera y automática de la ordenada y exacta relación de verdad con verdad, estas son las cuádruples
potencias de la Intuición. La Intuición puede, por lo tanto, cumplir toda la acción de la razón --incluyendo la
función de la inteligencia lógica, que ha de estructurar la correcta relación de las cosas y la correcta relación de
idea con idea--, pero mediante su propio proceso superior y con pasos que no fallen ni tropiecen. Asimismo
asume y transforma en su propia sustancia no sólo la mente del pensamiento, sino el corazón y la vida y el
sentido y conciencia física: todos estos ya tienen sus peculiares poderes intuitivos derivados de la Luz oculta;
el puro poder que desciende de lo alto puede asumirlo todos en sí e impartir a estas más profundas
percepciones del corazón y a las adivinaciones del cuerpo una mayor integridad y perfección. Puede de esa
manera cambiar la conciencia toda en materia intuitiva; pues introduce sus mayores movimientos radiantes en
la voluntad, en los sentimientos y emociones, en los impulsos vitales, en la acción del sentido y la sensación,
en la labor misma de la conciencia corporal; los remodela a la luz y poder de la verdad e ilumina su conocimiento
y su ignorancia. De esa manera puede tener lugar cierta integración, pero si se trata de una integración total
debe depender de la extensión hasta la que la nueva luz es capaz de asumir lo subconsciente y penetrar la
Inconciencia fundamental. Aquí la luz y poder intuitivos pueden ser entorpecidos en su tarea debido a que es
el filo de una supermente delegada y modificada, mas no introduce la masa total ni el cuerpo del conocimiento
de la identidad. La base de la Inconciencia en nuestra naturaleza es demasiado vasta, profunda y sólida como
para ser penetrada por completo, volcada hacia la luz, transformada por un poder inferior de la naturaleza de
la Verdad.

El paso siguiente del ascenso nos lleva a la Sobremente; el cambio intuitivo sólo puede ser una introducción a
esta superior sobrenaturaleza espiritual. Pero hemos visto que la Sobremente, incluso cuando es selectiva y
no total en su acción, es aun un poder de la conciencia cósmica, un principio del conocimiento global que lleva
consigo una luz delegada de la gnosis supramental. Por lo tanto, es sólo mediante una apertura a la conciencia
cósmica que el ascenso y descenso supramentales pueden tornarse totalmente posibles: una elevada e intensa
apertura individual ascendente no es suficiente, a ese ascenso vertical hacia la Luz más excelsa debe añadirse
una vasta expansión horizontal de la conciencia en alguna totalidad del Espíritu. Al menos, el ser interior debe
haber reemplazado ya mediante su conciencia más profunda y vasta la mente superficial y su visión limitada,
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aprendiendo a vivir en una gran universalidad; pues de otro modo el criterio sobremental de las cosas y el
dinamismo sobremental carecerán de lugar para desplazarse y efectuar sus operaciones dinámicas. Cuando
desciende la sobremente, el predominio del ego-sentido centralizador está enteramente subordinado, perdido
en el grandor del ser y finalmente abolido; lo reemplaza una amplia percepción cósmica y un sentimiento de un
yo y movimiento universales e ilimitados: muchos movimientos anteriormente egocéntricos pueden continuar
aún, pero se producen como corriente u ondas de la vastedad cósmica. El pensamiento, para la mayoría, ya
no parece originarse individualmente en el cuerpo o en la persona sino que se manifiesta desde lo alto o ingresa
en las ondas-mentales cósmicas: toda la visión o inteligencia interiores e individuales de las cosas son ahora
una revelación o iluminación de lo que se ve o comprende, pero la fuente de la revelación no está en un yo
separado de uno sino en el conocimiento universal; los sentimientos, las emociones, las sensaciones se sienten
de modo parecido como ondas provenientes de la misma inmensidad cósmica lanzadas sobre el cuerpo sutil y
el cuerpo denso y son respondidas en especie por el centro individual de la universalidad; pues el cuerpo es
sólo pequeño sostén o aun menos, un punto de relación, para la acción de una vasta instrumentación cósmica.
En este ilimitado grandor, no sólo el ego separado sino todo el sentido de individualidad, incluso de
individualidad subordinada o instrumental, puede desaparecer enteramente; la existencia cósmica, la
conciencia cósmica, el deleite cósmico, el juego de las fuerzas cósmicas es lo único que queda: si el deleite o
el centro de la Fuerza se siente en lo que fuera la mente, vida o cuerpo personales, no lo es con sentido de
personalidad sino como campo de manifestación, y este sentido del deleite o de la acción de la Fuerza se
reduce a la persona o al cuerpo pero puede ser sentido en todos los puntos en una ilimitada conciencia de la
unidad que penetra por doquier.

Mas puede haber muchas formulaciones de la conciencia y experiencia sobrementales; pues la sobremente
tiene gran plasticidad y es campo de múltiples posibilidades. En lugar de una difusión incentrada y desubicada
puede existir el sentido del universo en uno mismo o como uno mismo: pero allí tampoco el yo es el ego; se
trata de una extensión de una esencial autoconciencia libre y pura o de una identificación con el Todo -la
extensión o la identificación constitutiva de un ser cósmico, de un individuo universal. En un estado de la
conciencia cósmica hay un individuo incluido en el cosmos pero identificándose con todo en él, con las cosas
y los seres, con el pensamiento y el sentido, con la dicha y el pesar de los demás; en otro estado hay una
inclusión de los seres en uno mismo y una realidad de su vida como parte de nuestro propio ser. A menudo no
hay regla ni gobierno del inmenso movimiento, sino un libre juego de la Naturaleza universal a la cual el que
fuera ser personal responde con pasiva aceptación o dinámica identidad, mientras el espíritu sigue aún libre e
imperturbado por cualquier esclavitud a las reacciones de esta pasividad o esta identificación y simpatía
universales y personales. Mas con una fuerte influencia o plena acción de la sobremente puede introducirse y
tornarse normal un muy integral sentido de gobierno, una completa presencia y dirección sostenedora y
superrectora del Yo cósmico o del Ishwara; o puede revelarse o crearse un centro especial que sobrepase y
domine al instrumento físico, individual en el hecho de la existencia, pero impersonal en el sentimiento y
reconocido por una libre cognición como algo instrumental para la acción de un Ser Trascendente y Universal.
En la transición hacia la supermente esta acción centralizadora tiende hacia el descubrimiento de un verdadero
individuo que reemplace al ego muerto, un ser que en su esencia es uno con el Yo supremo, uno con el universo
en extensión y con todo centro y circunferencia cósmicos de la acción especializada del Infinito.

Estos son los primeros resultados generales y crean el fundamento normal de la conciencia sobremental en el
evolucionado ser espiritual, pero sus variedades y desarrollos son innumerables. La conciencia que actúa de
ese modo se experimenta como conciencia de la Luz y la Verdad, como poder, fuerza, acción plena de Luz y
Verdad, ascesis y sensación de belleza y deleite universales y multitudinarios en detalle, una iluminación en el
todo y en todos los seres, en el movimiento único y en todos los movimientos, con una constante extensión y
juego de posibilidades que es infinito, incluso en su multitud de determinaciones interminables e
indeterminables. Si interviene el poder de una ordenadora gnosis sobremental, entonces hay una estructura
cósmica de la conciencia y acción, pero ésta no es como las rígidas estructuras mentales; es plástica, orgánica,
algo que puede crecer, desarrollarse y extenderse en el infinito. Todas las experiencias espirituales son
asumidas y se tornan habituales y normales para la nueva naturaleza; todas las experiencias esenciales
pertenecientes a la mente, la vida y el cuerpo son asumidas y espiritualizadas, transmutadas y sentidas como
formas de la conciencia, deleite, poder de la existencia infinita. La intuición, la visión y pensamiento iluminados
se agrandan; su sustancia asume una mayor sustancialidad, masa, energía, su movimiento es más
comprehensivo, global, multifacético, más amplio y potente en su verdad-fuerza; la naturaleza toda, el
conocimiento, la ascesis, la simpatía, el sentimiento y el dinamismo llegan a ser más católicos,
omnicomprensivos, omniabarcantes, cósmicos e infinitos.

El cambio sobremental es el consumador movimiento final de la dinámica transformación espiritual; es el


supremo estado-dynamis posible del espíritu en el plano de la mente espiritual. Asume todo lo que está en los
tres escalones debajo de él y eleva sus obras características a su poder mayor y más excelso, añadiéndoles
una amplitud universal de conciencia y fuerza, un armónico concierto del conocimiento, un deleite del ser más
múltiple. Mas hay ciertas razones que surgen de su estado y poder característicos que le impiden ser la
posibildad final de la evolución espiritual. Es un poder, aunque sea el poder más elevado, del hemisferio inferior;
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aunque sea su base una unidad cósmica, su acción es una acción de división e interacción, una acción tomando
posición en el juego de la multiplicidad. Su juego es, como el de toda la Mente, un juego de posibilidades;
aunque no actúa en la Ignorancia sino con el conocimiento de la verdad de estas posibilidades, con todo las
estructuras a través de su propia independiente evolución de sus poderes. Actúa en cada fórmula cósmica de
acuerdo al significado fundamental de esa fórmula y no es un poder de trascendencia dinámica. Aquí, en la
vida terrena ha de trabajar sobre una fórmula cósmica cuya base es la entera nesciencia que resulta de la
separación de la Mente, la Vida y la Materia de su propia fuente y origen supremo. La sobremente puede
establecer un puente en esa división hasta el punto en que la Mente separativa ingresa en la Sobremente y se
convierte en parte de su acción; puede unir la mente individual con la mente cósmica en su plano supremo,
equiparar al yo individual con el yo cósmico y dar a la naturaleza una acción de universalidad; pero no puede
conducir a la Mente más allá de sí, y en este mundo de original lnconciencia no puede dinamizar la
Trascendencia: pues sólo la supermente es la suprema verdad-acción autodeterminante y el poder directo de
manifestación de esa Trascendencia. Si la acción de la Naturaleza evolutiva terminara entonces aquí, la
Sobremente, habiendo llevado a la conciencia hasta el punto de una vasta universalidad iluminada y un
organizado juego de esta vasta y potente conciencia espiritual de existencia, fuerza-conciencia y deleite
cabales, podría sólo ir más adelante mediante una apertura de las puertas del Espíritu en el hemisferio superior
y mediante una voluntad que capacite al alma para salir de su formación cósmica hacia la Trascendencia.

En la evolución terrestre misma el descenso sobremental no podría transformar totalmente a la Inconciencia;


todo cuanto podría hacer es transformar en cada hombre que toque todo el ser consciente, interno y externo,
personal y universalmente impersonal, en su propia materia e imponer eso sobre la Ignorancia que lo ilumina
en la verdad y conocimiento cósmicos. Pero seguiría habiendo una base de Nesciencia; sería como si un sol y
su sistema fuese a brillar en una original oscuridad del Espacio e iluminar todo hasta donde lleguen sus rayos
de modo que cuanto more bajo la luz sienta como si no hubiese allí oscuridad en su experiencia existencial.
Mas fuera de esa esfera o expansión de la experiencia la oscuridad original estaría todavía allí y, dado que
todas las cosas son posibles en la estructura sobremental, podría reinvadir la isla de la luz creada dentro de su
imperio. Es más, dado que la Sobremente encara diferentes posibilidades, su acción natural consistiría en
desarrollar la posibilidad separada de una o más o numerosas formulaciones dinámicas espirituales hasta más
no poder o en combinar o armonizar diversas posibilidades juntas; pero esto sería una creación o una cantidad
de creaciones dentro de la original creación terrestre, cada una completa en su existencia separada. El individuo
espiritual evolucionado estaría allí, podría también evolucionar una comunidad o comunidades espirituales en
el mismo mundo como el hombre mental o el ser vital del animal, pero cada uno estructurando su existencia
independiente en una floja relación dentro de la fórmula terrestre. El poder supremo del principio de unidad
llevando en sí todas las diversidades y controlándolas como partes de la unidad, que debe ser la ley de la nueva
conciencia evolutiva, ya no estaría allí. Asimismo, por esta evolución no podría haber seguridad contra la
atracción o gravitación de la Inconciencia que disuelve todas las formaciones que construyen en ella la vida y
la mente devora todas las cosas surgidas de ella o impuestas en ella y las desintegra en su materia original. La
liberación de esta atracción de la Inconciencia y una base segura para una continua evolución divina o gnóstica
sólo se alcanzaría mediante un descenso de la Supermente en la fórmula terrestre, introduciendo en ésta la
ley, luz y dinámica supremas de espíritu y penetrando con ella y transformando la inconsciencia de la base
material. Por lo tanto, en esta etapa de la Naturaleza evolutiva debe tener lugar una última transición desde la
Sobremente hasta la Supermente y un descenso de la Supermente.

La Sobremente y sus poderes delegados, asumiendo y penetrando la mente, y la vida y el cuerpo dependientes
de la mente, estarían sujetos todos a un proceso de agrandamiento; en cada escalón de este proceso podría
establecerse un mayor poder y una más elevada intensidad de gnosis cada vez menos mezclada con la floja,
difusa, disminuyente y diluyente de la mente: mas toda gnosis es en su origen poder de la supermente, de
modo que esto significaría un influjo cada vez mayor de la luz y el poder supramentales, semi velados e
indirectos, en la naturaleza. Esto continuaría hasta alcanzar el punto en que la sobremente empiece a
transformarse en supermente; la conciencia y fuerza supramentales asumirían directamente la transformación
en sus propias manos, revelarían a la mente terrestre, a la vida, al ser corporal su verdad y divinidad espirituales
y, finalmente, derramarían en la naturaleza toda el conocimiento, poder y significación perfectos de la existencia
supramental. El alma traspondría los lindes de la Ignorancia y cruzaría su línea original de separación del
Conocimiento supremo: entraría en la integridad de la gnosis supramental: el descenso de la Luz gnóstica
efectuaría una completa transformación de la Ignorancia.

Esto o algo planificado en mayor proporción según estos lineamientos podría considerarse como el enfoque
esquemático, lógico o ideal de la transformación espiritual, un mapa estructural del ascenso a la cima
supramental, mirada como sucesión de escalones separados, cumplido cada uno de ellos antes que comience
el pasaje hacia el siguiente. Sería como si el alma, poniendo de relieve una organizada individualidad natural,
fuese una viajera que escala los grados de la conciencia modelados en la Naturaleza universal, transportándola
totalmente cada ascenso como definido entero, como cuerpo separado del ser consciente, desde un estado de
su existencia al que le sigue en orden. Esto es hasta aquí tan correcto que una suficiente integración de un
estado ha de completarse antes que resulte enteramente seguro el ascenso al siguiente nivel superior: esta
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clara sucesión sería también el curso seguido por unos pocos incluso en las primeras etapas de esta evolución,
y se convertiría asimismo en un proceso normal después de construirse y asegurarse el total escalonamiento
evolutivo. Mas la Naturaleza evolutiva no es una serie lógica de segmentos separados; es una totalidad de
ascendentes poderes del ser que interpenetran, encajan y ejercitan, en su acción de uno con otro, un poder de
modificación mutua. Cuando la conciencia superior desciende en la inferior, altera a ésta pero también es
modificada y disminuida por ésta; cuando la conciencia inferior asciende, es sublimada pero al mismo tiempo
califica la sustancia y poder sublimadores. Esta interacción crea una abundante cantidad de diferentes grados
intermedios y entrelazados de la fuerza y la conciencia del ser, pero también dificulta la producción de una
completa integración de todos los poderes bajo el pleno control de cualquier poder. Por esta razón no hay en
realidad una serie de simples etapas bien definidas y sucesivas en la evolución del individuo; en su lugar hay
una complejidad y una comprehensividad del movimiento parcialmente determinada, parcialmente confusa. El
alma puede aun describirse como viajera y escaladora que presiona hacia su alta meta paso a paso, cada uno
de los cuales ha de estructurarlo como un entero pero, más frecuentemente, ha de redescender a fin de
reconstruir y asegurar la escala sustentadora de modo que no se desmorone debajo: mas la evolución de la
conciencia toda tiene más bien el movimiento de un ascendente océano de la Naturaleza; puede compararse
con una marea o un flujo creciente, cuya franja principal toca los grados superiores de un acantilado o colina
mientras el resto sigue aun debajo. En cada etapa las partes más elevadas de la naturaleza pueden estar
provisional pero incompletamente organizadas en la nueva conciencia mientras las más bajas están en estado
de flujo o formación, desplazándose parcialmente según la vieja modalidad aunque influidas y empezando a
cambiar, perteneciendo parcialmente al nuevo género pero no concretadas imperfectamente y no afirmadas
todavía en el cambio. Otra imagen podría ser la de un ejército avanzando en columnas; y anexando un nuevo
territorio, mientras el cuerpo principal está aun detrás, en un territorio invadido pero demasiado vasto como
para ser ocupado con efectividad, de modo que ha de existir una detención frecuente y un parcial retorno a las
áreas recorridas para consolidar y asegurar el dominio del país ocupado y la asimilación de su pueblo. Podría
resultar posible una rápida conquista, pero su naturaleza sería la de un acampamiento o dominación establecida
en un país extranjero; no sería la asunción, la total dominación, la integración necesaria para el integral cambio
supramental.

Esto ocasiona ciertas consecuencias que modifican las claras sucesiones de la evolución y le impiden seguir
el curso limpiamente determinado y firmemente dispuesto que nuestra inteligencia lógica demanda de la
Nturaleza pero raras veces obtiene de ella. Así como la vida y la mente empiezan a aparecer cuando la
organización de la Materia es suficiente como para admitirlas pero la más compleja y perfecta organización de
la Materia llega con la evolución de la vida y la mente, así como la mente aparece cuando la vida está
suficientemente organizada para admitir una desarrollada vibración de la conciencia pero la vida recibe su plena
organización y desarrollo sólo después que la mente puede actuar sobre ella, así como la evolución espiritual
empieza cuando el hombre como mente es capaz de los movimientos de la espiritualidad pero la mente también
surge a su perfección suprema mediante el crecimiento de las intensidades y luminosidades del espíritu, de
igual manera ocurre con esta evolución superior de los poderes ascendentes del Espíritu. Tan pronto hay
suficiente desarrollo espiritual, algo intuitivo, la iluminación del ser, los movimientos de los superiores grados
espirituales de la Conciencia empiezan a manifestarse -a veces uno, a veces los otros o todos juntos, y no
esperan que cada poder de la serie se complete antes de que un poder superior entre en acción. En alguno
puede descender una luz y poder de la Sobremente, crear una forma parcial de sí en el ser y tomar un rol
principal o supervisar o intervenir mientras la mente intuitiva e iluminadora y la mente superior están aun
incompletas; estos quedarían entonces en el todo, actuando junto con el Poder mayor, a menudo penetrados
o sublimados por él o surgiendo en él para formar una intuición mayor o sobremental, una iluminación mayor o
sobremental, un pensamiento espiritual mayor o sobremental. Esta intricada acción tiene lugar debido a que
cada poder descendente, mediante su intensidad de presión sobre la naturaleza y efecto elevador torna ya
capaz al ser de una invasión superior aun antes que el primitivo poder mismo se complete en su autoafirmación;
pero eso también sucede porque la obra de asunción y transformación de la naturaleza inferior puede
efectuarse con dificultad si no tiene lugar una intervención cada vez más superior. La iluminación y el
pensamiento superior necesitan la ayuda de la intuición, la intuición necesita la ayuda de la sobremente para
combatir la oscuridad o ignorancia en que ellas trabajan y para darles su propia plenitud. Empero, no es posible,
al fin, que el estado e integración sobrementales se completen hasta que la mente superior y la mente iluminada
se hayan integrado y asumido en la intuición y hasta que la intuición misma, subsiguientemente, se haya
integrado y asumido en la energía sobremental omniampliadora y omnisublimante. La ley de la gradación ha
de cumplirse incluso en la complejidad del proceso de la naturaleza evolutiva.

De la necesidad de integración misma surge una ulterior causa de complicación; pues el proceso es no sólo un
ascenso del alma a un estado superior, sino también un descenso de la conciencia superior de ese
modo lograda para asumir y transformar la naturaleza inferior. Mas esta naturaleza tiene una densidad de
formación anterior que resiste y obstruye el descenso; incluso cuando el poder superior rompió la barrera,
descendió y trabaja, hemos visto que la naturaleza de la Ignorancia resiste y obstruye la obra, que pugna por
rehusar la transformación por completo o procura modificar el nuevo poder según alguna conformidad con sus
propias obras, o incluso se lanza sobre él para atraparlo, degradarlo y esclavizarlo en su propia modalidad de
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acción y finalidad inferior. Ordinariamente, en su tarea de asunción y asimilación de esta difícil materia de la
Naturaleza, los poderes superiores descienden primero en la mente y ocupan los centros mentales porque
éstos están más próximos a ellos mismos en la inteligencia y poder del conocimiento; si descienden primero en
el corazón o en el ser vital de la fuerza y sensación, como a veces lo hacen pues sucede que en algunos
individuos éstos están más abiertos y los llaman primero, los resultados son más mixtos y dudosos, imperfectos
e inseguros que si las cosas sucediesen en el orden lógico. Pero incluso en su labor normal cuando asume al
ser parte por parte en el orden natural de descenso, el poder descendente no es capaz de producir una total
ocupación y transformación de cada uno antes de ir más adelante. Sólo puede efectuar una ocupación general
e incompleta de modo que las obras de cada uno sigue siendo aun parcialmente del nuevo orden superior, en
parte de un orden mixto y en parte del viejo e inmodificado orden inferior. Toda la mente en su ámbito integral
no puede transmutarse de inmediato, pues los centros mentales no son una región aislada del resto del ser; la
acción mental es penetrada por la acción de las partes vitales y físicas, y -en esas partes mismas hay
formaciones inferiores de la mente, una mente vital, una mente física, y éstas han de cambiarse antes que
pueda existir una entera transformación del ser mental. El superior poder transformador tiene, por lo tanto, que
descender, tan pronto como sea posible y sin esperar un cambio mental integral, en el corazón para así ocupar
y cambiar la naturaleza emocional, y después en los centros vitales inferiores para ocupar y cambiar la
naturaleza toda, vital, cinética y sensitiva, y, finalmente, en los centros físicos para así ocupar y cambiar toda
la naturaleza física. Pero ni siquiera esta finalidad resulta final, porque aun quedan las partes subconscientes
y el fundamento inconsciente. La imbricación, la acción entrelazada de estos poderes y partes del ser es tan
grande que casi puede decirse que en este cambio no se cumple nada hasta que se cumpla todo. Hay una
marea y reflujo, las fuerzas de la vieja naturaleza que retroceden y nuevamente ocupan en forma parcial sus
viejos dominios, efectuando una lenta retirada con acciones de retaguardia y contraataques y agresiones; el
influjo superior ocupando cada vez más territorio conquistado pero imperfectamente seguro de su soberanía
en la medida en que quede algo que no se convierta en parte de su luminoso régimen.

Una tercera complicación es introducida por el poder de la conciencia de vivir en más de un estado a la vez;
especialmente, se crea una dificultad por la división de nuestro ser en una naturaleza interior y exterior o
superficial y la ulterior imbricación de una conciencia secreta, circunconsciente o ambiental en la que están
determinadas nuestras conexiones invisibles con el mundo que está fuera de nosotros. En la apertura espiritual
es el ser interior despierto quien recibe prestamente y asimila las influencias superiores, invistiendo la
naturaleza superior; el externo yo superficial, más enteramente modelado por las fuerzas de la Ignorancia y la
Inconciencia, es más lento para despertar, mas lento para recibir, más lento para asimilar. Hay por lo tanto una
prolongada etapa en la que el ser interior está suficientemente transformado pero el ser exterior está aun
involucionado en un movimiento mixto y difícil de cambio imperfecto. Esta disparidad se repite en cada etapa
del ascenso; pues en cada cambio el ser interior sigue más prestamente, el ser exterior va cojeando detrás,
reluctante o incompetente a pesar de su aspiración y deseo: esto exige una labor constantemente repetida de
asunción, adaptación, orientación, una labor que se reproduce siempre en nuevos términos pero siendo siempre
el mismo principio. Mas incluso cuando la naturaleza externa e interna del individuo están unificadas en una
conciencia espiritual armonizada, esa parte suya aun más externa pero oculta, en la que su ser se mezcla con
el ser del mundo exterior y a través del cual el mundo exterior invade su conciencia, sigue siendo un campo de
imperfección. Hay aquí necesariamente un comercio entre influencias separadas: la influencia espiritual interior
se encuentra con influencias opuestas, fuertes en su control del actual orden del mundo; la nueva conciencia
espiritual ha de soportar el choque de los poderes inespíritualizados, dominantes y establecidos de la
Ignorancia. Esto crea una difiultad que es de capital importancia en todas las etapas de la evolución espiritual
y de su impulso hacia un cambio de la naturaleza.

Puede establecerse una espiritualidad subjetiva que rehúse o minimice el comercio con el mundo o su contenido
para contemplar su acción hacer retroceder o alejar sus influencias invasoras sin permitirles reacción alguna ni
admitir su intrusión: mas si la espiritualidad interior ha de objetivizarse en una libre acción del mundo, si el
individuo ha de proyectarse en el mundo y en un sentido llevar el mundo dentro de sí, esto no puede efectuarse
dinámicamente sin recibir las influencias del mundo a través del propio ser circunconsciente o ambiental. La
conciencia espiritual interior ha de tratar entonces estas influencias de modo tal que, tan pronto se aproximen
o entren, sean obliteradas y sin consecuencias o transformadas por su ingreso mismo en su propio modo y
sustancia. O puede forzarlas a recibir la influencia espiritual y devolver un poder transformador al mundo del
que provienen, pues tal compulsión en la Naturaleza universal inferior es parte de una acción espiritual perfecta.
Mas para eso el ser circunconsciente o ambiental debe estar saturado de tal manera con la luz espiritual y la
sustancia espiritual que nada entre en él sin pasar por esta transformación: las invasoras influencias externas
no han de introducir para nada su conciencia inferior, su visión inferior, su dinamismo inferior. Pero esta es una
difícil perfección, porque ordinariamente el circunconsciente no es totalmente nuestro yo formado y realizado
sino nuestro-yo más la externa naturaleza-del-mundo. Por esta razón es siempre más fácil espiritualizar las
autosuficientes partes interiores que transformar la acción externa; una perfección de la espiritualidad
introspectiva, inmanente o subjetiva, aislada del mundo o autoprotegida contra él es más fácil que una
perfección de la naturaleza toda en una espiritualidad dinámica y cinética en la vida, abarcando al mundo,
dueña de su medio, soberana en su comercio con la naturaleza-del-mundo. Pero dado que la transformación
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integral debe abarcar plenamente al ser dinámico y asumir en él la vida de la acción y del yo-del-mundo que
está fuera de nosotros, este cambio más completo es requerido a la naturaleza evolutiva.

La dificultad esencial proviene del hecho que la sustancia de nuestro ser normal está moldeada de la
Inconciencia. Nuestra ignorancia es un crecimiento del conocimiento en una sustancia del ser que es nesciente;
la conciencia que desarrolla, el conocimiento que establece son siempre acosados, penetrados y envueltos por
esta nesciencia. Es esta sustancia de la nesciencia la que ha de transformarse en sustancia de la
superconciencia, sustancia en la que la conciencia y captación espiritual están siempre incluso cuando no están
activas, no se expresan ni invisten la forma del conocimiento. Hasta que se realice esto, la nesciencia invade,
abarca o hasta devora y absorbe en su olvidadiza oscuridad todo cuanto entra en ella: hay una mezcla, una
disminución y dilución de sí, una disminución, una modificación, una incompleta autenticidad de su verdad y
poder. O, al menos, la nesciencia limita su verdad y circunscribe su fuerza, segmenta su aplicabilidad y su
ámbito; su verdad de principio es excluida de una verdad plena de realización individual o de una verdad
acabada de práctica cósmica. De esa manera el amor como ley vital puede afirmarse prácticamente como
principio activo interior; pero a menos que ocupe la sustancia toda del ser, el sentimiento individual integral y la
acción no pueden ser moldeados por la ley del amor: aunque se perfeccione en el individuo, puede traducirse
como unilateral e inefectivo por parte de la nesciencia que es ciega para con él y hostil, o es forzado a
circunscribir su ámbito de aplicación cósmica. Una acción plena en armonía con una nueva ley del ser es
siempre difícil en la naturaleza humana; pues en la sustancia de la Inconciencia hay una autoprotectora ley de
la ciega Nesciencia imperativa que limita el juego de las posibilidades que emergen de ella o entran en ella,
impidiéndoles establecer su libre acción y resultado o realizar la intensidad de su propio absoluto. Un juego
mixto, relativo, reprimido y disminuido es todo cuanto se les concede; de otro modo cancelarían la estructura
de la Inconciencia y perturbarían violentamente sin cambiar efectivamente la base del orden-del-mundo; pues
ninguna de ellas tiene en su juego mental o vital el poder divino para reemplazar este oscuro principio original
ni organizar un orden-del-mundo totalmente nuevo.

Sólo puede lograrse una transformación de la naturaleza humana cuando la sustancia del ser está tan saturada
con el principio espiritual que todos sus movimientos son espontáneo dinamismo y armonizado proceso del
espíritu. Mas hasta cuando los poderes superiores y sus intensidades entran en la sustancia de la Inconciencia,
se encuentran con esta ciega Necesidad oponente y están sujetos a esta circunscriptora y disminuyente ley de
la sustancia nesciente. Se les opone con sus fuertes títulos de una establecida e inexorable Ley, une siempre
el reclamo de la vida con la ley de la muerte, la demanda de la Luz con la necesidad de un alivio de la sombra
y un fondo de oscuridad, la soberanía y libertad y dinamismo del espíritu con su propia fuerza de ajuste por
limitación, demarcación por incapacidad, fundamento de la energía en la respuesta de una Inercia original.
Detrás de sus negaciones hay una verdad oculta que sólo la Supermente, con su reconciliación de opuestos
en la Realidad original, puede asumir y de ese modo descubrir la solución pragmática del enigma. Sólo la
Fuerza supramental puede enteramente vencer esta dificultad de la Nesciencia fundamental; pues con ella
entra una opuesta y luminosa Necesidad imperativa que subyace en todas las cosas y es la original y final
verdad-fuerza autodeterminante del autoexistente e Infinito. Esta mayor Necesidad, luminosa y espiritual, y su
soberano imperativo pueden únicamente desplazar o penetrar enteramente, transformar en sí y, de ese modo,
reemplazar al ciego Hado de la Inconciencia.

Cuando la supermente involucionada en la Naturaleza emerge para encontrar y unirse a la luz y poder
supramentales que descienden de la Supernaturaleza tiene lugar un cambio supramental de la sustancia toda
del ser y por lo tanto necesariamente de todos sus caracteres, poderes y movimientos. El individuo debe ser el
instrumento y campo primero de la transformación; pero una aislada transformación individual no es suficiente
y puede no resultar totalmente factible. Incluso cuando se logra, el cambio individual tendrá una significación
permanente y cósmica sólo si el individuo se convierte en centro y signo del establecimiento de la Conciencia-
Fuerza supramental como poder abiertamente operativo en las obras terrestres de la Naturaleza -del mismo
modo en que la Mente pensante se estableció a través de la evolución humana como un poder abiertamente
operativo en la Vida y en la Materia Esto significaría la aparición en la evolución de un ser gnóstico o Purusha
y una Prakriti gnóstica, una Naturaleza gnóstica. Debe haber una emergente Conciencia-Fuerza supramental
liberada y activa dentro del todo terrestre y una organizada instrumentación supramental del Espíritu en la vida
y el cuerpo -pues la conciencia corporal también debe despertarse lo suficiente como para ser apto instrumento
de las obras de la nueva Fuerza supramental y de su nuevo orden. Hasta entonces cualquier cambio intermedio
podría ser sólo parcial o inseguro; podría desarrollarse una instrumentación sobremental o intuitiva de la
Naturaleza, pero se trataría de una formación luminosa impuesta en una Inconciencia fundamental y ambiental.
Una vez establecidos permanentemente sobre su propia base un principio fundamental y su operación cósmica,
los poderes intervinientes de la Sobremente y de la Mente espiritual podrían fundarse con seguridad sobre ellos
alcanzado su propia perfección; aquellos llegarían a ser en la existencia-terrena una jerarquía de estados de la
conciencia que surgen de la Mente y la vida física hacia el supremo nivel espiritual. La Mente y la humanidad
mental seguirían como único escalón de la evolución espiritual; pero por encima de ella habría otros grados
formados y accesibles por los que el ser mental corporizado, al estar listo, podría escalar hasta la gnosis y
mudarsé en ser corporizado supramental y espiritual. Sobre esta base se manifestaría el principio de una vida
29
divina en la Naturaleza terrestre; hasta el mundo de la ignorancia e inconciencia descubriría su propio secreto
sumergido y empezaría a captar, en cada grado inferior, su significación divina.

Capítulo XIII
EL SER GNOSTICO

Surgió una senda perfecta de la Verdad para nuestro viaje hacia la otra orilla, más allá de la oscuridad.
Rig Veda

Oh Verdad-Conciencia, sé consciente de la Verdad, hiende las múltiples corrientes de la Verdad.


Rig Veda

Oh Llama, oh Vino, tu fuerza ha cobrado conciencia; has descubierto para muchos la Unica Luz.
Rig Veda

Blanca-pura y dual en su munificencia, ella sigue efectivamente, como quien conoce, el sendero de la Verdad
y no reduce sus cursos.
Rig Veda

Mediante la Verdad ellos sostienen la Verdad que lo sostiene todo, en el poder del Sacrificio, en el éter supremo.
Rig Veda

Oh Inmortal, tú has nacido entre los mortales según la ley de la Verdad, de la Inmortalidad, de la Belleza...
Nacido de la Verdad, crece por la Verdad, Rey, Deidad, la Verdad, el Vasto.
Rig Veda

Cuando alcanzamos en nuestro pensamiento la línea en la que la evolución de la mente hacia la sobremente
pasa a una evolución de la sobremente hacia la supermente, nos enfrentamos con una dificultad que importa
casi una imposibilidad. Pues nos sentimos impulsados a buscar alguna idea precisa, alguna clara descripción
mental de la existencia supramental o gnóstica cuya Naturaleza evolutiva en la Ignorancia está por dar a luz;
pero cruzando esta línea extrema de la mente sublimada la conciencia sale de la esfera, supera la acción
característica y escapa del alcance de la percepción y conocimiento mentales. En verdad resulta evidente que la
naturaleza supramental debe ser una perfecta integración y consumación de la naturaleza y experiencia
espirituales: asimismo contendría en sí, por el carácter mismo del principio evolutivo, aunque no se limitaría a
ese cambio, una total espiritualización de la Naturaleza mundana; nuestra experiencia-del-mundo sería
asumida en este escalón de nuestra evolución y, mediante una transformación de sus partes divinas, mediante
un rechazo creador de sus imperfecciones y disfraces, alcanza alguna verdad y plenitud divinas. Pero estas
son fórmulas generales y no nos dan una idea precisa del cambio. Nuestra normal percepción o imaginación o
formulación de las cosas espirituales y de las cosas mundanas es mental, pero en el cambio gnóstico la
evolución cruza una línea más allá de la cual hay una suprema y radical reversión de la conciencia y las normas
y formas de la cognición mental ya no son suficientes: es difícil para el pensamiento mental entender o describir
la naturaleza supramental.

La naturaleza mental y el pensamiento mental se basan en una conciencia de lo finito; la naturaleza supramental
es en su meollo mismo una conciencia y poder del Infinito. La Naturaleza Supramental ve por doquier desde el
punto de vista de la unidad y considera todas las cosas, hasta la máxima multiplicidad y diversidad, incluso los
que para la mente constituyen fortísimas contradicciones, a la luz de esa unidad; su voluntad, ideas,
sentimientos y sentido están hechos de la materia de la unidad, sus acciones proceden sobre esa base. La
Naturaleza Mental, por el contrario, piensa, ve, quiere, siente, experimenta con la división como punto de partida
y tiene una elaborada comprensión de la unidad; incluso cuando experimenta la unidad ha de actuar partiendo
de la unidad sobre una base de limitación y diferencia. Pero la vida supramental, la vida divina es una vida de
unidad esencial, espontánea e inherente. Para la mente resulta imposible predecir en detalle cuál cambio
supramental debe haber en sus partes de la acción vital y la conducta extena o afirmar qué formas creará para
la existecia individual o la existencia colectiva. Pues la mente actúa mediante regla o artificio intelectuales o
mediante razonada elección de la voluntad o mediante impulso mental u obedecimiento a un impulso vital; pero
la naturaleza supramental no actúa mediante la idea o regla mentales ni en sujeción a impulso inferior alguno:
cada uno de sus pasos es dictado por una innata visión espiritual, por una comprehensiva y exacta penetración
en la verdad de todo y en la verdad de cada cosa; actúa siempre de acuerdo con la realidad inherente, no
mediante la idea mental; no de acuerdo con una impuesta ley de conducta o pensamiento constructivo o artificio
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perceptivo. Su movimiento es calmo, autodominado, espontáneo, plástico; surge natural e inevitablemente de
una armónica identidad de la verdad que se siente en la sustancia misma del ser consciente una sustancia
espiritual que es universal y por lo tanto íntimamente una con todo lo que está incluido en su cognición de la
existencia. Una descripción mental de la naturaleza supramental podría sólo expresarse en frases que son
demasiado abstractas o en figuras mentales que lo volverían algo muy diferente de su realidad. Por lo tanto no
parecería posible para la mente anticipar o indicar qué ser supramental será o cómo actuará; pues aquí las
ideas y formulaciones mentales nada pueden decidir ni pueden arribar a ninguna definición o determinación
precisa, porque no están lo bastante cerca de la ley y de la autovisión de la Naturaleza supramental. Al mismo
tiempo, ciertas deducciones pueden efectuarse partiendo del hecho mismo de esta diferencia de la naturaleza
que podrían ser válidas al menos para una descripción general del pasaje desde la Sobremente a la
Supermente o nos construirían vagamente una idea del primer estado de la existencia supramental evolutiva.

Este pasaje es la etapa en la que la gnosis supermental puede lograr dirigir la evolución desde la sobremente
y construir los primeros cimientos de su manifestación característica y no veladas actividades; debe estar
señalada, por lo tanto; por una transición decisiva pero largamente preparada desde una evolución en la
Ignorancia hasta una siempre progresiva evolución en el Conocimiento. No será una repentina revelación y
efectivización de la Supermente absoluta y el ser supramental como son en su propio plano; el veloz apocalipsis
de una existencia consciente-de-la-verdad siempre autorrealizada y completa en el autoconocimiento; será el
fenómeno del ser supramental que desciende en un mundo del devenir evolutivo y que se forma allí,
desenvolviendo los poderes de la gnosis dentro de la naturaleza terrestre. Este es ciertamente el principio de
todo ser terrestre; pues el proceso de la existencia terrena es el juego de una Realidad infinita ocultándose
primero en una sucesión de semifiguras oscuramente limitadas, opacas e incompletas que por su imperfección
y carácter del disfraz distorsionan Ia verdad de lo que están por dar a luz, pero arribando después, cada vez
más, a figuras semiluminosas de sí que pueden llegar a ser, una vez que existe el descenso supramental, una
verdadera revelación progresiva. El descenso desde la supermente original, la asunción de la supermente
evolutiva es un paso que la gnosis supramental puede emprender y cumplir muy bien sin cambiar su carácter
esencial. Puede asumir la fórmula de una existencia consciente-de-la-verdad fundada en un autoconocimiento
inherente pero al mismo tiempo asumiendo en sí la naturaleza mental y la naturaleza de la vida y del cuerpo
material. Pues la supermente como verdad-conciencia del Infinito tiene, en su principio dinámico, el infinito
poder de una libre autodeterminación. Puede retener todo conocimiento en sí y con todo asentar en la
Formulación sólo lo necesario en cada etapa evolutiva; formula cuanto esté de acuerdo con la Voluntad Divina
en la manifestación y con la verdad de la cosa que se ha de manifestar. Es mediante este poder que puede
retener detrás su conocimiento, ocultar su propio carácter y ley de acción y manifestar la sobremente y debajo
de la sobremente un mundo de ignorancia en el que el ser, en su superficie, no quiere conocer e incluso se
coloca bajo el control de una penetrante Nesciencia. Pero en esta nueva etapa el velo así investido será alzado;
la evolución se moverá en cada paso en el poder de la verdad-conciencia y sus determinaciones progresivas
serán efectuadas por un Conocimiento consciente y no en las formas de una Ignorancia o Inconciencia.

Así como en la tierra se ha establecido una Conciencia y Poder mentales que modelan una raza de seres
mentales y asumen en sí toda la naturaleza terrestre que ya está lista para el cambio, de igual manera se
establecerá en la tierra una Conciencia y Poder gnósticos que modelarán una raza de seres espirituales
gnósticos y asumirán en sí toda la naturaleza-terrena que ya está lista para esta nueva transformación. También
recibirá en sí, desde lo alto, progresivamente, desde su propio dominio de la luz, poder y belleza perfectos todo
lo que está listo para descender desde ese dominio en el ser terrestre. Pues la evolución procedió en el pasado
por el surgimiento, en cada etapa crítica, de un Poder oculto desde su involución en la Inconciencia, pero
también por un descenso desde lo alto, desde su propio plano, de ese Poder ya autorrealizado en su propio
sector superior y natural. En todas estas etapas previas hubo una división entre el yo y conciencia superficiales
y el yo y conciencia subliminales; la superficie se formó bajo el empuje de la fuerza surgiendo desde abajo, por
el Inconsciente que desarrolla una formulación lentamente emergente de una fuerza oculta del espíritu, lo
subliminal parcialmente de este modo pero principalmente mediante un influjo simultáneo del grandor de la
misma fuerza desde arriba: un ser mental o un ser vital descendió en las partes subliminales y formó allí desde
su ubicación secreta una personalidad mental o vital en la superficie. Pero antes que pueda empezar el cambio
supramental, debe haberse ya hecho caer el velo entre lo subliminal y las partes superficiales; el influjo, el
descenso será en la conciencia íntegra como un todo, no tendrá lugar parcialmente detrás del velo: el proceso
ya no será un escondido, oscuro ni ambiguo procedimiento sino una abierta eclosión conscientemente sentida
y seguida por el ser todo en su transmutación. En otros respectos el proceso será idéntico -un influjo
supramental desde arriba, el descenso de un ser gnóstico en la naturaleza, y un emerger de la oculta fuerza
supramental desde abajo; el influjo y la develación entre ellas eliminará lo que queda de la naturaleza de la
Ignorancia. Desaparecerá la regla de la Inconciencia: pues la Inconciencia será cambiada por el surgimiento
de la secreta Conciencia mayor dentro de ella, de la Luz escondida, en lo que siempre fue en realidad, un mar
de la Superconciencia secreta. La consecuencia será una primera formación de una conciencia y naturaleza
gnósticas.

31
La creación de un ser supramental, de una naturaleza, de vida en la tierra, no será el único resultado de esta
evolución; también llevará consigo la consumación de los pasos que llevaron a ella: pues confirmará en la
posesión del nacimiento terrestre a la sobremente, a la intuición y a las otras gradaciones de la naturaleza
fuerza espiritual y establecerá una raza de seres gnósticos y una jerarquía, una brillante escalera de grados
ascendente y sucesivas formaciones constitutivas de la luz y poder gnósticos en la naturaleza terrena. Pues la
descripción de la gnosis se aplica a toda conciencia que se base sobre la Verdad del ser y no sobre la Ignorancia
o Nesciencia. Toda la vida y todos los seres vivientes listos para elevarse más allá de la ignorancia mental,
pero no listos aun para la altura supramental, descubrirían en una suerte de escalón o escala con grados
superpuestos su base segura, sus escalones intermedios de autoformación, su expresión de realizada
capacidad de la existencia espiritual rumbo a la Realidad suprema. Pero asimismo es de esperar que la
presencia de las liberadas y ahora soberanas luz y fuerza supramentales al frente de la Naturaleza evolutiva
tengan sus consecuencias en la evolución toda. Una incidencia, una presión decisiva afectaría la vida de las
etapas evolutivas inferiores; algo de la luz, algo de la Fuerza penetraría descendentemente y despertaría en
una acción mayor a la Verdad-Poder escondida por doquier en la Naturaleza. Un principio dominante de
armonía se impondría en la vida de la Ignorancia; la discordia, la ciega búsqueda, el fragor de la lucha, las
anormales vicisitudes de la exageración y depresión y del inestable equilibrio de las fuerzas invisibles que
trabajan en su mezcla y conflicto, sentirían la influencia y darían lugar a un paso más ordenado y a escalones
armónicos del desarrollo del ser, una más reveladora disposición de la vida y conciencia progresivas, un mejor
orden-vital. Entraría en la vida humana un más libre juego de la intuición, de la simpatía y el entendimiento, un
más claro sentido de la verdad del yo y las cosas y un trato más iluminado de las oportunidades y dificultades
de la existencia. En lugar de una constante lucha entremezclada y confusa entre el crecimiento de la Conciencia
y el poder de la Inconciencia, entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de la oscuridad, la evolución se convertiría
en una graduada progresión desde la luz inferior hacia la luz mayor; en cada etapa de ella los seres conscientes
pertenecientes a esa etapa responderían a la Conciencia-Fuerza interior y expandirían su propia ley de la
Naturaleza cósmica hacia la posibilidad de un grado superior de esa Naturaleza. Esta es al menos una fuerte
posibilidad y podría considerarse como la consecuencia natural de la acción directa de la supermente en la
evolución. Esta intervención no anularía el principio evolutivo, pues la supermente tiene el poder de recoger o
mantener en reserva su fuerza del conociminto al igual que el poder de ponerlo en acción plena o parcial; pero
armonizaría, afirmaría, facilitaría y tranquilizaría y, en gran medida, hedonizaría el proceso difícil y afligido del
emerger evolutivo.

Hay algo en la naturaleza de la supermente misma que tornaría inevitable este gran resultado. En su
fundamento es una conciencia unitaria, integradora y armónica, y en su descenso y estructuración evolutiva de
la diversidad del Infinito no perdería su tendencia unitaria, su empuje hacia la integración ni su influencia
armónica. La Sobremente sigue diversidades y posibilidades divergentes sobre sus propias líneas de
divergencia: puede permitir contradicciones y discordias, pero las convierte en elementos del todo cósmico de
modo que son forzadas, aunque inconscientemente y a pesar de ellas mismas, a compartir sus partes a su
totalidad. O podemos decir que acepta e incluso estimula las contradicciones, pero las obliga a sostener su
existencia recíprocamente de modo que puede haber caminos divergentes del ser, la conciencia y la
experiencia que separan del Uno y los separan entre sí pero aun se mantienen en la Unidad y puede cada uno
retornar nuevamente por su propia senda hacia la Unidad. Ese es el sentido secreto incluso de nuestro propio
mundo de la Ignorancia que trabaja desde la Inconciencia mas con la subyacente cosmicidad del principio
sobremental. Pero el ser individual en tal creación no posee este principio secreto en el conocimiento y no basa
en él su acción. Un ser sobremental percibiría aquí este secreto; pero podría aun trabajar sobre sus propias
líneas de la Naturaleza y ley de acción, Swabhava, Swadharma, de acuerdo con la inspiración, al control
dinámico o gobierno interior del Espíritu o lo Divino dentro de él dejando el resto en su propia línea en el todo:
una creación sobremental del conocimiento en la Ignorancia podría, por lo tanto, ser algo separado del mundo
circundante de la Ignorancia y guardado de él por el luminoso muro circunvalante y separador de su propio
principio. El ser supramental gnóstico, por el contrario, no sólo fundaría toda su vida sobre un sentido íntimo y
una efectiva realización de la unidad armónica en su propia vida interior y exterior o vida grupal, sino que
también crearía una unidad armónica con el mundo mental aun sobreviviente, aunque ese mundo siguiese
siendo por completo un mundo de la Ignorancia. Pues su conciencia gnóstica percibiría y produciría la verdad
y principio evolutivos de la armonía escondida en las formaciones de la Ignorancia; eso sería natural para su
sentido de la integridad y estaría dentro de su poder vincularlos en un orden verdadero con su propia creación-
vital mayor.

Eso resultaría imposible sin un cambio considerable en la vida del mundo pero tal cambio sería consecuencia
natural de la aparición de un nuevo Poder en la Naturaleza y su influencia universal. En el emerger del ser
gnóstico estaría la esperanza de un más armónico orden evolutivo en la Naturaleza terrestre.

Una raza supramental o gnóstica de seres no sería una raza hecha de acuerdo con un tipo simple, moldeado
en un simple patrón fijo; pues la ley de la supermente es la unidad cumplida en la diversidad, y por lo tanto
habría una infinita diversidad en la manifestación de la conciencia gnóstica aunque esa conciencia sería una
en su base, en su constitución, en su omnirrevelador y omniunificador orden. Es evidente que el triple estado
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de la supermente se reproduciría como principio en esta nueva manifestación: estarían debajo de él y con todo
le pertenecerían los grados de la sobremente y de la gnosis intuitiva con las almas que realizaran estos grados
de la conciencia ascendente; en la cima también habría, según procedió la evolución en el Conocimiento, seres
individuales que ascenderían más allá de una formulación supermental y llegarían desde la más elevada altura
de la supermente hasta las cimas de la autorrealización unitaria en el cuerpo que debe ser el estado último y
supremo de la epifanía de la Creación. Pero en la raza supramental misma, en la variación de sus grados, los
individuos no serían modelados de acuerdo con un tipo simple de individualidad; cada uno sería diferente del
otro, una formación única del Ser, aunque una con todo el resto en el cimiento del yo y sentido de la unidad y
en el principio de su ser. Sólo de este principio general de la existencia supramental podemos intentar formar
una idea aunque disminuida por las limitaciones del pensamiento mental y del lenguaje mental. Sólo la
supermente podría confeccionar un cuadro más vivo del ser gnóstico; para la mente sólo son posibles algunos
bosquejos abstractos.

La gnosis es el principio efectivo del Espíritu, una dinámica suprema de la existencia espiritual. El individuo
gnóstico sería la consumación del hombre espiritual; su modo total de ser, pensar, vivir y actuar sería gobernado
por el poder de una vasta espiritualidad universal. Todas las trinidades del Espíritu serían reales para su
autoconciencia y se realizarían en su vida interior. Toda su existencia se fundiría en la unidad con el Yo y
Espíritu trascendente y universal: toda su acción dimanaría de y obedecería al Yo supremo y al gobierno divino
(del Espíritu) de la Naturaleza. Toda la vida tendría para él el sentido del Ser Consciente, del Purusha interior,
descubriendo su autoexpresión en la Naturaleza; su vida y todos sus pensamientos, sentimientos y actos se
llenarían para él con esa significación y se construirían sobre ese fundamento de su realidad. Sentiría la
presencia de lo Divino en cada centro de su conciencia, en cada vibración de su fuerza-vital, en cada célula de
su cuerpo. En todas las obras de su fuerza de la Naturaleza tomaría razón de las obras de la suprema Madre-
del-Mundo, de la Supernaturaleza; vería su ser natural como el devenir y manifestación del poder de la Madre-
del-Mundo. En esta conciencia viviría y actuaría en entera libertad trascendente, completa dicha del espíritu,
entera identidad con el yo cósmico y espontánea simpatía con todo en el universo. Todos los seres serían para
él sus propios yoes, todos los modos y poderes de la conciencia se sentirían como los modos y poderes da su
propia universalidad. Pero en esa inconclusiva universalidad no habría esclavitud a las fuerzas inferiores, ni
deflexión de su propia verdad suprema: pues esta verdad involucraría toda la verdad de las cosas y mantendría
cada una en su lugar, en una relación de diversificada armonía -no admitiría confusión alguna, choque,
quebrantamiento de fronteras, ninguna distorsión de las diferentes armonías que constituyen la armonía total.
Su propia vida y la vida mundana serían para él como una perfecta obra de arte; sería como si fuese la creación
de un cósmico y espontáneo genio infalible en su estructuración de un orden multitudinario. El individuo gnóstico
estaría en el mundo y sería del mundo, pero también lo superaría en su conciencia y viviría en su yo de
trascendencia por encima de él: sería universal pero libre en el universo, individual pero no limitado por una
individualidad separativa. La Persona verdadera no es una entidad aislada, su individualidad es universal; pues
él individualiza al universo: al mismo tiempo es divinamente emergente en un aire espiritual de la infinitud
trascendental, como una elevada cima que sobrepasa las nubes; pues él individualiza a la Trascendencia
divina.

Los tres poderes que se presentan ante nuestra vida como las tres claves de su misterio son el individuo, la
entidad cósmica y la Realidad presente en ambos y más allá de ellos. Estos tres misterios de la existencia
descubrirían en la vida del ser supramental una unificada realización de su armonía. El sería el individuo
perfeccionado y completo, realizado en la satisfacción de su crecimiento y autoexpresión; pues todos sus
elementos serían transportados hasta un grado supremo e integrados en algún genero de comprehensiva
grandeza. Por lo que pugnamos es por el completamiento y la armonía; lo que más sufrimos interionnente es
una imperfección e incapacidad o discordia de nuestra naturaleza. Pero esto se debe a nuestro
incompletamiento del ser, a nuestro imperfecto autoconocimiento, a nuestra imperfecta posesión de nuestro yo
y nuestra naturaleza. Un completo autoconocimiento en todas las cosas y en todos los momentos es el don de
la gnosis supramental y con él un completo autodominio, no meramente en el sentido del control de la
Naturaleza sino en el sentido de un poder de perfecta autoexpresión en la Naturaleza. Cualquiera que sea el
conocimiento del yo que haya, ha de corporizarse perfectamente en la voluntad del yo, la voluntad
perfectamente corporizada en la acción del yo; el resultado sería la completa y dinámica autoformulación del
yo en su propia naturaleza. En los grados inferiores del ser gnóstico, habría una limitación de la autoexpresíón
de acuerdo con la variedad de la naturaleza, una limitada perfección a fin de formular algún lado, elemento o
combinada armonía de los elementos de alguna Totalidad Divina, una restringida selección de los poderes de
la figura cósmica del Uno infinitamente múltiple. Pero en el ser supramental esta necesidad de limitación de la
perfección desaparecería; la diversidad no se aseguraría por limitación sino por diversidad en el poder y matiz
de la Supernaturaleza: el mismo todo del ser y el mismo todo de la naturaleza se expresarían de un modo
infinitamente diverso; pues cada ser sería una nueva totalidad, armonía, autoecuación del Ser Unico. Lo que
se expresaría delante o se mantendría detrás en cualquier momento, dependería no de la capacidad o
incapacidad, sino de la autoelección dinámica del Espíritu, de su deleite de autoexpresión, de la verdad de la
voluntad y dicha Divinas de sí en el individuo y, subordinadamente, de la verdad de la cosa que ha de realizarse
a través del individuo en la armonía de la totalidad. Pues el individuo completo es el individuo cósmico, dado
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que cuando hemos llevado el universo en nosotros mismos -y lo hemos trascendido- nuestra individualidad
puede concretarse.

El ser supramental en su conciencia cósmica, viendo y sintiendo todo como él mismo, actuaría en ese sentido;
actuaría en una conciencia universal y una armonía de su yo individual con el yo total, de su voluntad individual
con la voluntad total, de su acción individual con la acción total. Pues lo que más sufrimos en nuestra vida
externa y sus reacciones sobre nuestra vida interior es la imperfección de nuestras relaciones con el mundo,
nuestra ignorancia de los demás, nuestra desarmonía con el todo de las cosas, nuestra incapacidad de igualar
nuestra demanda sobre el mundo con la demanda del mundo sobre nosotros. Hay un conflicto --un conflicto
del cual parece no haber salida última salvo un escape tanto del mundo como del yo-- entre nuestra
autoafirmación y un mundo en el que hemos de imponer esa afirmación, un mundo que parece ser demasiado
grande en el recorrido de su curso hacia su meta. La relación de nuestro curso y meta con el curso y meta del
mundo no resulta aparente para nosotros, y para armonizarnos con ella hemos de imponernos sobre ella y
someterla a nosotros o suprimirnos y someternos a ella o abarcar un difícil equilibrio entre estas dos
necesidades de la relación entre el destino personal individual y el todo cósmico y su escondido propósito. Mas
para el ser supramental que vive en una conciencia cósmica la dificultad no existiría dado que carece de ego;
su individualidad cósmica conocería a las fuerzas cósmicas y sus movimientos y su significación como parte
de sí, y su verdad-conciencia vería la relación correcta en cada etapa y descubriría la dinámica expresión
correcta de esa relación.

Pues de hecho el individuo y el universo son simultáneas e interrelacionadas expresiones del mismo Ser
trascendente; aunque en la Ignorancia y bajo su ley hay un desajuste y conflicto, con todo debe haber una
relación correcta, una ecuación a la que todo llega pero que es descartada por nuestra ceguera del ego, por
nuestro intento de afirmar al ego y no al Yo único en todo. La conciencia supramental tiene en sí esa verdad de
la relación como su derecho y privilegio naturales, dado que es la supermente la que determina las relaciones
cósmicas y las relaciones del individuo con el universo, las determina libre y soberanamente como un poder de
la Trascendencia. En el ser mental incluso la presión de la conciencia cósmica que avasalla al ego y una
conciencia de la Realidad trascendente no podría, de por sí, producir una solución dinámica; pues habría aun
una incompatibilidad entre su liberada mentalidad espiritual y la oscura vida de la Ignorancia cósmica que la
mente no tendría poder para resolver ni vencer. Mas en el ser supramental, no sólo estáticamente consciente
sino plenamente dinámico y actuando en la luz y poder creadores de la Trascendencia, la luz supramental, la
luz de la verdad, rtam jyotih, tendría ese poder. Pues habría una unidad con el yo cósmico, pero no una
esclavitud a la Ignorancia de la Naturaleza cósmica en su formulación inferior; por el contrario, habría un poder
para actuar en la luz de la Verdad sobre esa Ignorancia. Una gran universalidad de la autoexpresión, una gran
universalidad armónica del ser-deI-mundo sería el signo preciso de la Persona supramental en su naturaleza
gnóstica.

La existencia del ser supramental sería el juego de una múltiplemente manifestante verdad-poder de la
existencia-única y conciencia-única para el deleite de una existencia-única. El deleite de la manifestación del
Espíritu en su verdad del ser sería el sentido de la vida gnóstica. Todos sus movimientos serían una formulación
de la verdad del espíritu pero también la dicha del espíritu -una afirmación del deleite espiritual del ser. Pero
esto no sería lo que la autoafirmación tiende a ser en nosotros a pesar de la subyacente unidad, algo
egocéntrico, separativo, opuesto o indiferente o insuficientemente vivo para la autoafirmación de los demás o
su demanda sobre la existencia. Uno en el yo con todos, el ser supramental buscará el deleite de la
automanifestación del Espíritu en él mismo pero igualmente el deleite de lo Divino en todo: él tendrá la dicha
cósmica y será un poder para procurar la bienaventuranza del espíritu, la dicha del ser hacia los demás; pues
la dicha será parte de su propia dicha existencial. Ocuparse del bien de todos los seres, hacer de la dicha y
pesar de los demás como si fuese propia ha sido descripto como signo del hombre espiritual liberado y
realizado. El ser supramental no tendrá necesidad, para eso, de una autoanulación egoísta, dado que esta
ocupación será íntima para su autorrealización, la realización del Uno en todo, y no habrá contradicción ni
pugna entre su propio bien y el bien de los demás: ni tendrá necesidad de adquirir una simpatía universal
sometiéndose a las dichas y pesares de las criaturas que están en la Ignorancia; su simpatía cósmica será
parte de su no nacida verdad del ser y no dependiente de una participación personal en la dicha y sufrimiento
inferiores; trascenderá lo que abarque y en esa trascendencia estará su poder. Su poder de universalidad, su
acción de universalidad será siempre un estado espontáneo y un movimiento natural, una expresión automática
de la Verdad, un acto de la dicha de la autoexistencia del espíritu. No habrá cabida en él para un yo o deseo
limitados, ni para la satisfacción o frustración del yo limitado, ni para la satisfacción o frustración del deseo, ni
lugar para la felicidad y pesar relativos y dependientes que visitan y afligen a nuestra naturaleza limitada; pues
estas son cosas pertenecientes al ego y a la Ignorancia, no a la libertad y verdad del Espíritu.

El ser gnóstico tiene la voluntad de acción pero también el conocimiento de lo que ha de quererse y el poder
para efectivizar su conocimiento; no puede ser conducido por la ignorancia a hacer lo que no se debe. Es más,
su acción no es la búsqueda de un fruto o resultado; su dicha está en el ser y hacer, en el puro estado del
espíritu, en el puro acto del espíritu, en la pura bienaventuranza del espíritu. Así como su conciencia estática
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contendrá todo en sí y deberá, por lo tanto, autorrealizarse por siempre, de igual manera la dinámica de su
conciencia descubrirá en cada paso y en cada acto una libertad y autorrealización espirituales. Todo se verá
en su relación con el todo, de modo que cada paso será luminoso, jubiloso y satisfactorio en sí mismo porque
cada uno está en unión con una totalidad luminosa. Esta conciencia, esta vida en la totalidad espiritual y en la
acción que parte de ella, una satisfecha totalidad en la esencia del ser y una satisfecha totalidad en el
movimiento dinámico del ser, el sentido de las relaciones de esa totalidad acompañando cada paso, es
ciertamente el signo de una conciencia supramental y la distingue de los pasos desintegrados e ignorantemente
sucesivos de nuestra conciencia en la Ignorancia, la existencia y el deleite gnósticos de la existencia es un ser
y deleite universales y totales, y existirá la presencia de esa totalidad y universalidad en cada movimiento
separado: en cada uno habrá, no una experiencia parcial del yo o un trozo fraccionario de su dicha, sino el
sentido del movimiento todo de un ser integral y la presencia de su entera e integral bienaventuranza del ser,
de Ananda. El conocimiento gnóstico del ser, autorrealizado en la acción, será, no un conocimiento ideativo,
sino la Real-Idea de la supermente, la instrumentación de una luz esencial de la Conciencia; será la autoluz de
toda la realidad del ser y el devenir derramándose continuamente y llenando cada acto y actividad particulares
con el puro y total deleite de su autoexistencia. Para una infinita conciencia con su conocimiento por identidad
hay en cada diferenciación la dicha y experiencia del Idéntico, en cada finito se siente el Infinito.

Una evolución de la conciencia gnóstica trae consigo una transformación de nuestra conciencia-mundana y
acción-mundana: pues asume en el nuevo poder de captación no sólo la existencia interior sino también nuestro
ser exterior y nuestro ser-mundano; hay una reconstrucción de ambos, una integración de ellos en el sentido y
poder de la existencia espiritual. Debe llegarnos de inmediato en el cambio una reversión y rechazo de nuestro
modo actual de existencia y una realización de su rumbo y tendencia interiores. Pues estamos ahora entre
estos dos términos, un mundo externo de la Vida y la Materia que nos construyó y una reconstrucción del
mundo por nosotros mismos en el sentido del Espíritu evolucionante. Nuestro modo actual de vida es a la vez
una sujeción a la Fuerza-Vital y a la Materia y una lucha con la Vida y la Materia. En su primera aparición una
existencia externa crea; mediante nuestras reacciones para con ella, una existencia interior o mental; si nos
formamos eso ocurre en la mayoría de los hombres menos por presión consciente desde adentro de un alma
o inteligencia libres que por respuesta de nuestro medio y la Naturaleza-del-mundo que actúa sobre nosotros:
mas lo que desplazamos en pos del desarrollo de nuestro ser consciente es una existencia interior que crea
mediante su conocimiento y poder su propia forma externa de vida y medio autoexpresivo de vida. En la
naturaleza gnóstica este movimiento se habrá consumado; la naturaleza de la vida será una acabada existencia
interior cuya luz y poder tomarán cuerpo perfecto en la vida externa. El ser gnóstico asumirá el mundo de la
Vida y la Materia, pero lo volcará y adaptará a su propia verdad y propósito existenciales, moldeará la vida
misma en su propia imagen espiritual, y será capaz de hacer esto porque tiene el secreto de una creación
espiritual y está en comunión y unidad con el Creador que está dentro de él. Esto será primeramente efectivo
en la formación de su propia existencia individual interior y exterior, pero el mismo poder y principio operará en
cualquier vida gnóstica común; las relaciones de ser gnóstico con ser gnóstico serán la expresión de su único
yo y supernaturaleza gnósticos modelando en un poder y forma significativos de sí toda la existencia común.

En toda vida espiritual la vida interior es cosa de primera importancia; el hombre espiritual vive siempre en el
interior, y en un mundo de la Ignorancia que rehúsa cambiar él en cierto sentido ha de estar separado de aquél
y guardar su vida interior contra la intrusión e influencia de las más oscuras fuerzas de la Ignorancia: está fuera
del mundo incluso cuando está dentro de él; si actúa sobre él, es desde la fortaleza de su ser espiritual interior
en la que, en el más recóndito santuario, es uno con la Existencia Suprema o el alma y Dios son uno solo por
completo. La vida gnóstica será una vida interior en la que la antinomia de lo interno y lo externo, del yo y el
mundo se habrá remediado y superado. El ser gnóstico tendrá ciertamente una existencia muy recóndita en la
que esté solo con Dios, sea uno con el Eterno, se autosumerja en las honduras del Infinito, en comunión con
sus alturas y sus luminosos abismos secretos; nada será capaz de perturbar o invadir estas honduras ni de
abatirlo de las cimas, ni el contenido del mundo ni su acción ni nada de lo que le rodea. Este es el aspecto
trascendental de la vida espiritual y resulta necesario para la libertad del espíritu; pues de otro modo la identidad
en la Naturaleza con el mundo sería una obligatoria limitación y no una libre identidad. Pero al mismo tiempo el
amor-de-Dios y el deleite de Dios serán la expresión del corazón de esa interior comunión y unidad, y ese
deleite y amor se expandirán para abarcar toda la existencia. La paz de Dios en lo interior se extenderá, en la
experiencia gnóstíca del universo, en una calma universal de igualdad no meramente pasiva sino dinámica,
una calma de libertad en la unidad que domina todo cuanto encuentra, tranquilizando todo lo que entra en ella,
imponiendo su ley de paz sobre las relaciones supramentales del ser con el mundo en el que vive. En todos
sus actos la unidad interior, la comunión interior lo asistirá y entrará en sus relaciones con los demás, que para
él no serán otros sino yoes de él mismo en la existencia única, su propia existencia universal. Es este punto de
apoyo y libertad en el espíritu el que lo capacitará para llevar en sí toda la vida mientras continúa siendo aun el
yo espiritual y para abarcar incluso al mundo de la Ignorancia Fuera de él, entrando en la Ignorancia.

Pues su experiencia de la existencia cósmica será, por su forma de la naturaleza y por una centración
individualizada, la de una vida en el universo, pero, al mismo tiempo, por la autodifusión y extensión en la
unidad, la de uno que lleva al universo y todos sus seres dentro de sí. Este extendido estado del ser no sólo
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será una extensión en la unidad del yo o una extensión en la idea o visión extensivas, sino una extensión de la
unidad en el corazón, en el sentido, en una concreta conciencia física. Tendrá la conciencia, sentido y
sentimiento cósmicos, por los que toda vida objetiva se convertirá en parte de su existencia subjetiva y por la
cual captará, percibirá, sentirá, verá y oirá al Divino en todas las formas; todas las formas y movimientos serán
captados, sentidos, vistos, oídos y experimentados como si tuviesen lugar dentro de su vasto yo del ser. El
mundo se conectará no sólo con su vida exterior sino también con su vida interior. Encontrará al mundo no sólo
en su forma externa mediante contacto externo; estará interiormente en contacto con el yo interior de las cosas
y los seres; encontrará conscientemente sus reacciones interiores al igual que sus reacciones exteriores; estará
al tanto de ello dentro de aquellas que, a su vez, no están al tanto de sí mismas, actuará sobre todo con una
comprehensión interior, encontrará todo con una perfecta simpatía y sentido de la unidad pero también con una
independencia que no es sojuzgada por contacto alguno. Su acción sobre el mundo será en gran medida una
acción interior mediante el poder del espíritu, mediante la idea-fuerza espiritual-supramental que se formula en
el mundo, mediante la inexpresada palabra secreta, mediante el poder del corazón, mediante la fuerza-vital
dinámica, mediante el envolvente y penetrante poder del yo uno con todas las cosas la expresada y visible
acción externa será sólo una franja, una última proyección de este más vasto y simple total de la actividad.

Al mismo tiempo, la vida individual interior del individuo no se reducirá a un contacto interior penetrante e
inclusivo con el mundo físico solo: extenderá más allá de él, a través de la plena realización de lo subliminal, la
natural conexión del ser interior con otros planos del ser un conocimiento de sus poderes e influencias se
convertirá en elemento normal de la experiencia interior, y los aconteceres de este mundo se verán no sólo en
su aspecto externo sino también a la luz de todo lo secreto detrás de la creación y movimiento físicos y
terrestres. Un ser gnóstico poseerá no sólo un control consciente-de-la-verdad del realizado poder del espíritu
sobre su mundo físico, sino también el pleno poder de los planos mentalesy vitales y el uso de sus fuerzas
mayores para la perfección de la existencia física. Este conocimiento mayor y mayor dominio de toda la
existencia incrementará enormemente el poder de instrumentación del ser gnóstico en su derredor y en el
mundo de la Naturaleza física.

En la Autoexistencia de la cual la supermente es la Verdad-conciencia dinámica, no puede haber ningún


objetivo del ser excepto existir, ningún objetivo de la conciencia excepto ser consciente del ser, ningún objetivo
del ser distinto de su deleite; todo es una Eternidad autoexistente y autosuficiente. La manifestación, el devenir,
tiene en su original movimiento supramental el mismo carácter; sostiene en un ritmo autoexistente y
autosuficiente una actividad del ser que se ve como un devenir múltiple, una actividad de la conciencia que
toma la forma de un múltiple autoconocimiento, una actividad de la fuerza de la existencia consciente que existe
para la gloria y la belleza de su múltiple poder del ser, una actividad del deleite que asume innumerables formas
de deleite. La existencia y la conciencia del ser supramental aquí, en la Materia, será fundamentalmente la
misma naturaleza, pero con caracteres subordinados que marcan la diferencia entre la supermente en su propio
plano y la supermente trabajando en su manifestado poder en Ia existencia terrena. Pues aquí habrá un ser
evolutivo, una conciencia evolutiva, un deleite evolutivo de la existencia. El ser gnóstico aparecerá como el
signo de una evolución desde la conciencia de la Ignorancia hacia la conciencia de Sachchidananda. En la
Ignorancia uno primero ha de crecer, conocer y hacer, o, más exactamente crecer hacia algo, para arribar
mediante el conocimiento a algo, para tener algo hecho. Imperfectos, no tenemos la satisfacción de nuestro
ser, por fuerza debemos pugnar, con esfuerzo y dificultad, para crecer hacia algo que no somos; ignorantes y
agobiados con una conciencia de nuestra ignorancia, hemos de arribar a algo que podemos sentir que
conocemos; atados por la incapacidad, hemos de ir a la caza de fortaleza y poder; afligidos por una conciencia
del sufrimiento, hemos de procurar conseguir hacer algo por lo cual captemos algún placer o afirmarnos en
alguna satisfactoria realidad vital. Mantener la existencia es, ciertamente, nuestra primera ocupación y
necesidad, pero sólo se trata de un punto de partida: pues el mero mantenimiento de una existencia imperfecta
jaqueada por el sufrimiento no puede ser suficiente como objetivo de nuestro ser; la voluntad existencial
instintiva, el placer existencial, que es todo cuanto la ignorancia puede elaborar del secreto Poder y Ananda
subyacentes, ha de suplantarse con la necesidad de hacer y devenir. Pero no conocemos con claridad qué
hacer ni qué devenir; logramos el conocimiento que podemos, el poder, la fortaleza, la pureza, la paz que
podemos, el deleite que podemos, devenimos lo que podemos. Mas nuestros objetivos y nuestro esfuerzo en
pos de su logro y lo poco que podemos retener como ganancia se enreda con lo que estamos atados; estas
cosas son las que para nosotros se convierten en el objeto de la vida: conocer nuestras almas y ser nuestros
yoes, que deben ser el fundamento de nuestro verdadero modo de ser, es un secreto que se nos escapa en
nuestra preocupación por un aprendizaje externo, una construcción externa del conocimiento, el logro de una
acción externa, un deleite y placer externos. El hombre espiritual es quien ha descubierto su alma: encontró su
yo y vive en él, es consciente de él, tiene la dicha de él; no necesita nada externo para su completamiento
existencial. El ser gnóstico que parte de esta nueva base asume nuestro devenir ignorante y lo vuelve hacia un
devenir luminoso del conocimiento y un realizado poder del ser. Por lo tanto, todo cuanto constituye nuestro
intento de ser en la Ignorancia, él lo realizará en el Conocimiento. Todo conocimiento lo volverá manifestación
del autoconocimiento del ser, todo poder y acción lo volverá poder y acción de la autofuerza del ser, todo deleite
lo volverá deleite universal de la autoexistencia. El apego y la esclavitud quedarán a un lado, porque en cada
paso y en cada cosa estará la plena satisfacción de la autoexistencia, la luz de la conciencia realizándose, el
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éxtasis del deleite de la existencia descubriéndose. Cada etapa de la evolución en el conocimiento será un
desenvolvimiento de este poder y voluntad del ser y esta dicha será, un libre devenir sostenido por el sentido
del Infinito, por la bienaventuranza del Brahman, la luminosa sanción de la Trascendencia.

La transformación supramental, la evolución supramental debe llevar consigo una elevación de la mente, la
vida y el cuerpo desde ellos mismos hacia un modo mayor de ser en el que con todos sus propios modos y
poderes no se suprimieran ni abolieran sino que se perfeccionaran y realizaran mediante la autosuperación.
Pues en la Ignorancia todos los senderos son senderos del espíritu buscándose ciegamente o con una luz
creciente; el ser y la vida gnósticos sería el autodescubrimiento del espíritu y su visión y alcance de los objetivos
de todos estos senderos pero en el modo mayor de su revelada y consciente verdad del ser. La mente está en
busca de la luz, del conocimiento, del conocimiento de una verdad que base todo, de una verdad esencial del
yo y de las cosas, pero también de toda la verdad de la diversidad de esa unidad, de todo su detalle,
circunstancia, múltiple modo de acción, forma, ley de movimiento y acontecer, variada manifestación y creación;
para la mente pensante la dicha de la existencia es un descubrimiento y la penetración del misterio de la
creación que llega con el conocimiento.

Esto el cambio cósmico lo efectuará en amplia medida; pero le acordará nuevo carácter. Actuará no mediante
el descubrimiento de lo desconocido, sino mediante el afloramiento de lo conocido; todo será el descubrimiento
"del yo por el yo en el yo." Pues el yo del ser gnóstico no será el ego mental sino el Espíritu que es uno en todo;
verá el mundo como universo del Espíritu. El descubrimiento de la verdad única subyacente en todas las cosas
será el Idéntico descubriendo la identidad y la verdad idéntica por doquier y descubriendo también el poder y
las obras y relaciones de esa identidad. La revelación del detalle, la circunstancia, los abundantes modos y
formas de la manifestación serán la revelacíón de la interminable opulencia de la verdad de esa identidad, sus
formas y poderes del yo, su curiosa multiplicidad formal que produce infinitamente su unidad. Este conocimiento
procederá por identificación con todo, por ingreso en todo, por contacto que trae consigo un salto de
autodescubrimiento y una llama de reconocimiento, una mayor y más segura intuición de la verdad que la que
pueda alcanzar la mente; habrá una intuición también de los medios de corporización y utilización de la verdad,
vista, una operativa intuición de sus procesos dinámicos, una directa e íntima captación que guía la vida y los
sentidos físicos en cada paso de su acción y servicio hacia el Espíritu cuando aquellos han de ser reclamados
como instrumentos para la efectivización del proceso en la vida y la materia.

Un reemplazo de la búsqueda intelectual por la identidad supramental y la intuición gnóstica del contenido de
la identidad, una omnipresencia del espíritu con su luz que penetra todo el proceso del conocimiento y todo su
uso, de modo que haya una integración entre el conocedor, el conocimiento y lo conocido, entre la conciencia
operativa, la instrumentación y lo hecho, mientras el simple yo observa por encima del total movimiento
integrado y se realiza íntimamente en él, tornándolo perfecta unidad de autoefectivización, será el carácter de
cada movimiento gnóstico del conocimiento y acción del conocimiento. La mente, observando y razonando, se
esfuerza por separarse y ver objetiva y verídicamente lo que ha de conocer; procura conocerlo como no-yo,
independiente otra-realidad no afectada por el proceso del pensamiento personal ni por presencia alguna del
yo: la conciencia gnóstica conocerá al punto, íntima y exactamente su objeto mediante una identificación
comprehensiva y penetrante con él. Sobrepasará lo que ha de conocer, pero lo incluirá en sí misma; conocerá
el objeto como parte de sí así como conocerá cualquier parte o movimiento de su propio ser, sin estrechamiento
alguno de sí por la identificación o acechanza de su pensamiento en ella como para atarse o limitarse en el
conocimiento. Existirá intimidad, precisión, plenitud de un conocimiento interno directo, porque la conciencia
será la de una persona universal y no restringida ni atada-por-el-ego. Procederá hacia todo el conocimiento,
sin enfrentar verdad con verdad para ver cuál queda de pie o sobrevive, sino completando la verdad por la
verdad a la luz de la Verdad única de la cual todos son aspectos. Toda idea, visión y percepción tendrá este
carácter de visión interior, de íntima y extendida autopercepción, un gran conocimiento autointegrador, un
indivisible todo estructurándose por la luz que actúa sobre la luz en una autoejecutiva armonía del ser-de-la-
verdad. Habrá un desenvolvimiento, no como liberación de luz desde la oscuridad, sino como liberación de luz
desde sí mismo; pues si una Conciencia supramental evolutiva retiene parte de su contenido de autocaptación
detrás de sí, obra así no como un paso o por acto de la Ignorancia, sino como movimiento de una deliberada
producción de su conocimiento intemporal en el proceso de la manifestación-temporal. Una autoiluminación,
una revelación de la luz desde la luz será el método de cognición de esta Naturaleza supramental evolutiva.

Así como la mente busca la luz, para el descubrimiento del conocimiento y para el dominio por el conocimiento,
de igual modo la vida busca el desarrollo de su propia fuerza y el dominio mediante la fuerza: su búsqueda es
de crecimiento, poder, conquista, posesión, satisfacción, creación, dicha, amor, belleza; su dicha existencial
está en constante autoexpresión, desarrollo, diversa multiplicidad de acción, creación, disfrute, abundante y
fuerte intensidad de sí y de su poder. La evolución gnóstica elevará eso a su más elevada y plena expresión,
mas no actuará en pro del poder, satisfacción, disfrute del ego mental o vital, de su estrecha posesión de sí y
de su ávido y ambicioso aferramiento a los demás y a las cosas, o de su mayor autoafirmación y magnificada
corporización; pues de ese modo no puede llegar plenitud ni perfección ninguna. La vida gnóstica existirá y
actuará en pro de lo Divino en sí mismo y en el mundo, en pro de lo Divino en todo; la creciente posesión del
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ser individual y del mundo por parte de la Divina Presencia, Luz, Poder, Amor, Deleite y Belleza será el sentido
vital para el ser gnóstico. En la cada vez más perfecta satisfacción de esa creciente manifestación estará la
satisfacción del individuo: su poder será la instrumentación del poder de la Supernaturaleza para introducir y
extender esa vida y naturaleza mayores; cualquiera que sea la conquista y aventura que exista, será para eso
solamente y no para el reinado de ningún ego individual o colectivo. El amor será para él el contacto, encuentro
y unión del yo con el yo, del espíritu con el espíritu, una unificación del ser, un poder y dicha, intimidad y
proximidad de alma con alma, del Uno con el Uno, una dicha de la identidad y las consecuencias de una
identidad diversa. Es esta dicha de una íntima identidad autorreveladora del Uno, la unión multitudinaria del
Uno y una feliz interacción en la identidad, la que será para él el pleno sentido revelado de la vida. La creación
estética o dinámica, la creación mental, la creación vital y la creación material tendrán para él el mismo sentido.
Será la creación de formas significativas de la Fuerza Eterna, de la Luz, la Belleza y la Realidad -la belleza y la
verdad de sus formas y cuerpos, la belleza y verdad de sus poderes y cualidades, la belleza y verdad de su
espíritu, la amorfa belleza del yo y la esencia.

Como consecuencia del cambio y reversión totales de la conciencia estableciendo una nueva relación del
espíritu con la mente, la vida y la materia y una nueva significación y perfección en la relación, habrá una
reversión, un perfeccionante nuevo significado de las relaciones entre el espíritu y el cuerpo que habita. En
nuestro modo actual de vida el alma se expresa, lo mejor que puede o tan mal como debe, a través de la mente
y la vitalidad, o, con mayor frecuencia, permite a la mente y a la vitalidad actuar con su apoyo: el cuerpo es el
instrumento de esta acción. Pero el cuerpo, incluso al obedecer, limita y determina la autoexpresión de la mente
y la autoexpresión del cuerpo mediante las limitadas posibilidades y carácter adquirido de su propia
instrumentación física; tiene además una ley de su propia acción, un movimiento y voluntad o fuerza o impulso
del movimiento de su propio poder subconsciente o semiemergido consciente del ser que sólo parcialmente --
e incluso en esa parte más por una acción indirecta que directa o, si es directa, entonces más por una acción
subconsciente que volitiva y consciente-- puede influir o alterar. Mas en el modo gnóstico del ser y la vida, la
voluntad del espíritu debe controlar y determinar directamente los movimientos y la ley del cuerpo. Pues la ley
del cuerpo surge del subconsciente o inconsciente: pero en el ser gnóstico la voluntad subconsciente se habrá
tornado consciente y sujeta al control supramental, penetrada con su luz y acción; la base de la inconciencia
con su oscuridad y ambigüedad, su obstrucción o tardías respuestas será transformada en una superconciencia
inferior o sustentadora por el emerger supramental. Incluso ya en el realizado ser mental-superior y en el ser
intuitivo y sobremental se habrán tornado suficientemente conscientes como para responder a la influencia de
la Idea y de la Fuerza-Volitiva de modo tal que la acción de la mente sobre las partes físicas, que es
rudimentaria, caótica y principalmente involuntaria en nosotros, habrá desarrollado considerable potencia: mas
en el ser supramental es la conciencia con la Real-Idea en él la que gobierna todo. Esta real-idea es una
percepción-de-la-verdad que es autoefectiva; pues se trata de la idea y voluntad del espíritu en acción directa
y origina un movimiento de la sustancia del ser que debe inevitablemente efectuarse en el estado y acto del
ser. Este dinámico e irresistible realismo espiritual de la Verdad-conciencia en el grado más elevado de sí es el
que aquí habrá de crecer consciente y conscientemente competente en el evolucionado ser gnóstico: no actuará
como ahora, velado en una aparente inconciencia ni autolimitado por la ley mecánica, sino como la Realidad
soberana en la autoefectivizadora acción. Este es el que regirá la existencia con un entero conocimiento y poder
e incluirá en su regla el funcionamiento y la acción corporales. El cuerpo se convertirá, mediante el poder de la
conciencia espiritual, en un instrumento del Espíritu, verdadero, apto y perfectamente responsivo.

Esta nueva relación del espíritu y del cuerpo asume -y torna posible- una libre aceptación de la totalidad de la
Naturaleza material en lugar de un rechazo; el retirarse de ella, el rechazo de toda identificación o aceptación,
que es la primera necesidad normal de la conciencia espiritual para su liberación, ya no es imperativo. Cesar
de estar identificado con el cuerpo, separarse uno mismo de la conciencia corporal, es un paso reconocido y
necesario hacia la liberación espiritual o hacia la perfección espiritual y dominio sobre la Naturaleza. Pero una
vez efectuada esta redención, el descenso de la luz y fuerza espirituales puede invadir y asumir también al
cuerpo y puede haber una nueva aceptación liberada y soberana de la Naturaleza material. Eso es posible, en
verdad, sólo si hay una cambiada comunión del Espíritu con la Materia, un control, una reversión del presente
equilibrio de interacción que permite a la Naturaleza física velar al Espíritu y afirmar su propio dominio. A la luz
de un conocimiento mayor la Materia también puede verse como el Brahman, una autoenergía ejercida por el
Brahman, una forma y sustancia del Brahman; consciente de la conciencia secreta dentro de la sustancia
material, segura en su conocimiento mayor, la luz y poder gnósticos pueden unirse con la Materia, vista de ese
modo, y aceptada como instrumento de manifestación espiritual. Es posible incluso cierta reverencia hacia la
Materia y una actitud sacramental en todos los tratos con ella. Tal como en el Gita el acto de tomar alimento se
menciona como sacramento material, sacrificio, ofrenda de Brahman a Brahman y por Brahman, de iguaI modo
también la conciencia y sentido gnóstico pueden contemplar todas las operaciones del Espíritu con la Materia.
El Espíritu se hizo Materia a fin de ubicarse como instrumento para el bienestar y dicha, yogaksema, de los
seres creados, para una autoofrenda de utilidad y servicio físicos universales. El ser gnóstico, usando la Materia
pero usándola sin apego ni deseo materiales ni vitales, sentirá que usa al Espíritu en esta forma de sí con su
consentimiento y sanción para su propia finalidad. Habrá en él cierto respeto hacia las cosas físicas, una
captación de la conciencia oculta en ellas, de su muda voluntad de utilidad y servicio, un culto de lo Divino, del
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Brahman en lo que usa, un cuidado en pro del uso perfecto e indefectuoso de su material divino, para un
verdadero ritmo, ordenada armonía, belleza en la vida de la Materia, en la utilización de la Materia.

Como resultado de esta nueva relación entre el Espíritu y el cuerpo, la evolución gnóstica efectuará la
espiritualización, perfección y realización del ser físico; lo hará por el cuerpo como por la mente y la vida. Aparte
de la oscuridad, fragilidades y limitaciones, que este cambio vencerá, la conciencia-corporal es paciente sierva
y puede ser, en su gran reserva de posibilidades, instrumento de la vida individual, y pide poco para sí: lo que
anhela es duración, salud, fuerza, perfección física, felicidad corporal, liberación del sufrimiento, tranquilidad.
Estas demandas no son en sí mismas inaceptables, mezquinas ni ilegítimas, pues traducen en los términos de
la Materia la perfección formal y sustancial, el poder y deleite que serían eclosión natural, expresiva
manifestación del Espíritu. Cuando la Fuerza gnóstíca puede actuar en el cuerpo, pueden establecerse estas
cosas; pues sus opuestos derivan de una presión de las fuerzas externas sobre la mente física, sobre la vida
nerviosa y material, sobre el organismo-corporal, de una ignorancia que no sabe como encontrar estas fuerzas
o no es capaz de encontrarlas correctamente o con poder, o de alguna oscuridad, que satura la materia de la
conciencia física y distorsiona sus respuestas, que reacciona ante ellas de modo equivocado. Una captación y
conocimiento autoactivos y autoefectivos, que reemplacen a esta ignorancia, liberarán y restaurarán los
oscurecidos y manchados instintos intuitivos del cuerpo y los iluminarán y complementarán con una mayor
acción consciente. Este cambio instituiría y mantendría una correcta percepción física de las cosas, una
correcta relación y correcta reacción ante los objetos y energías, un correcto ritmo mental, nervioso y orgánico.
Introduciría en el cuerpo un poder espiritual superior y una mayor fuerza-vital unificados con la fuerza vital
universal y capaces de atraer a ello una luminosa armonía con la Naturaleza material y el vasto y calmo contacto
de la respuesta eterna que puede darle su divina fortaleza y tranquilidad. Por encima de todo -pues este es el
cambio más necesario y fundamental- fluirá el ser todo con una suprema energía de la Conciencia-Fuerza que
encontrará, asimilará o armonizará consigo todas las fuerzas de la existencia que rodean y presionan al cuerpo.

El incompletamiento y debilidad de la Conciencia-Fuerza manifestada en el ser mental, vital y físico, su


incapacidad de recibir o rehusar a voluntad, o recibiendo, de asimilar o armonizar los contactos de la Energía
universal lanzados sobre ella, es la causa del dolor y del sufrimiento. En el reino material la Naturaleza principia
con una entera insensibilidad, y resulta un hecho notable que una comparativa insensibilidad o deficientes
sensibilidad o, más a menudo, una mayor resistencia y dureza ante el sufrimiento se descubre en los inicios de
la vida, en el animal, en el hombre primitivo o menos desarrollado; a medida que el ser humano crece
evolutivamente, crece en sensibilidad y sufre más agudamente mental, vital y corporalmente. Pues el
crecimiento en la conciencia no es suficientemente sostenido por un crecimiento en la fuerza: el cuerpo se torna
más sútil, más finamente capaz, pero menos sólidamente eficiente en su energía externa: el hombre ha de
convocar a su voluntad, a su poder mental para dinamizar, corregir y controlar su ser nervioso, forzado para las
esforzadas tareas que exige de sus instrumentos, fortalecerlo contra el sufrimiento y el desastre. En el ascenso
espiritual este poder de la conciencia y su voluntad sobre los instrumentos, el control del espíritu y la mente
interior sobre nuestra mentalidad externa y el ser nervioso y el cuerpo, crece inmensamente; adviene
una tranquila y amplia igualdad del espíritu hacia todos los choques y contactos y se convierte en el equilibrio
habitual, y esto puede pasar de la mente a las partes vitales, estableciendo también allí una inmensa y durable
grandeza de fuerza y paz; incluso en el cuerpo este estado puede formarse y encontrar interiormente los
choques del pesar y el dolor y todo género de sufrimiento. Asimismo, puede mediar un poder de decidida
insensibilidad física o puede adquirirse un poder de separación mental de todo choque y lesión que muestre
que las reacciones ordinarias y la débil sumisión del yo corporal a las hábitos normales de respuesta de la
Naturaleza material no son obligatorios ni inalterables. Más significativo aun es el poder que llega al nivel de la
mente o sobremente espirituales para cambiar las vibraciones del dolor en vibraciones de Ananda: aunque esto
fuese a llegar sólo hasta cierto punto, indica la posibilidad de una entera reversión de la regla ordinaria de la
conciencia reactiva: puede también asociarse con un poder de autoprotección ,que descarta los choques más
difíciles de transmutar o soportar. La evolución gnóstica debe producir en cierta etapa un completamiento de
esta reversión y de este poder de autoprotección que cumplirá el reclamo del cuerpo en pos de la humanidad
y serenidad de su ser y de la liberación del sufrimiento, construyendo en él un poder de total deleite
existencial. Un Ananda espiritual puede fluir en el cuerpo inundando células y tejidos; una luminosa
materialización de este Ananda superior podría, de por sí, producir una total transformación de las deficientes
o adversas sensibilidad de la Naturaleza física.

Una aspiración, una demanda de deleite existencial supremo y total se halla allí, secretamente, en la hechura
toda de nuestro ser, pero disfrazada por la separación de nuestras partes de la naturaleza y su diferenciativo
impulso, y oscurecida por su incapacidad de concebir o captar nada más que un placer superficial. En la
conciencia corporal esta demanda toma la forma como necesidad de felicidad corporal, en nuestras partes
vitales como anhelo de felicidad vital, aguda y vibrante respuesta a la dicha y éxtasis de muchas clases y toda
satisfactoria sorpresa; en la mente asume una presta recepción de todas las formas de deleite mental; en un
nivel superior cobra apariencia en el reclamo de paz y éxtasis divino por parte de la mente espiritual. Esta
tendencia se funda en la verdad del ser; pues Ananda es la esencia misma de Brahman, es la naturaleza
suprema de la Realidad omnipresente. La supermente misma, en los grados descendentes de la manifestación,
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emerge de Ananda y, en el ascenso evolutivo, se funde en Ananda. En verdad no se puede en el sentido de
extinguirse o abolirse sino que es inherente a él, indistinguible del yo de la captación y de la autoefectivizadora
fuerza de la Bienaventuranza del Ser. En el descenso involutivo como en el retorno evolutivo la supermente es
sostenida por el original Deleite de la Existencia y lo lleva consigo en todas sus actividades como su esencia
sustentadora; pues la Conciencia, podemos decir, es poder paterno en el Espíritu, pero Ananda es la matriz
espiritual de la cual se manifiesta y fuente de mantenimiento en la que trae al alma en su retorno al estado del
Espíritu. Una manifestación supramental en su ascenso tendría como secuencia y culminación siguientes del
autorresultado una manifestación de la Bienaventuranza de Brahmán: la evolución del ser de la gnosis sería
seguida por una evolución del ser de la bienaventuranza; una corporización de la existencia gnóstica tendría
como su consecuencia una corporización de la existencia beatífica. En el ser gnóstico, en la vida gnóstica
habría siempre algún poder de Ananda como significación inseparable y penetrante de la autoexperiencia
supramental. En la liberación del alma de la Ignorancia el primer fundamento es la paz, la calma, el silencio y
quietud de lo Eterno e Infinito; pero un poder consumado y una formación mayor de la ascensión espiritual
asume esta paz liberadora en la bienaventuranza de una experiencia y realización perfectas de la eterna
beatitud, la bienaventuranza de lo Eterno e Infinito. Este Ananda sería inherente a la conciencia gnóstica como
deleite universal y crecería con la evolución de la naturaleza gnóstica.

Se ha sostenido que el éxtasis es un pasaje inferior y transitivo, la paz es la suprema realización, la consumada
experiencia permanente. Esto puede ser cierto con respecto al plano mental-espiritual: allí el primer éxtasis que
se siente es ciertamente un rapto espiritual, pero muy usualmente puede mezclarse y lo hace con una suprema
felicidad de las partes vitales asumidas por el espíritu; hay exaltación, exultación, excitación, suprema
intensidad de la dicha del corazón y de la pura sensación-anímica interior que puede ser un espléndido pasaje
o una elevadora fuerza pero no se trata del fundamento último y permanente. Mas en los más elevados
ascensos de la bienaventuranza espiritual no existe esta vehemente exaltación y excitación; hay en su lugar
una ilimitable intensidad de participación en un éxtasis eterno que se funda en la Existencia eterna y, por lo
tanto, en una beatífica tranquilidad de paz eterna. La paz y el extasis cesan de ser diferentes y se convienen
en uno solo. La supermente, reconciliando y fundiendo todas las diferencias aI igual que todas las
contradicciones, provoca esta unidad; una amplia calma y profundo deleite de la omniexistencia se hallan entre
sus primeros pasos de autorrealización, pero esta calma y este deleite surgen juntos, como un solo estado,
hasta una creciente intensidad y culmina en el éxtasis eterno, en la bienaventuranza que es el Infinito. En la
conciencia gnóstica, en cualquier etapa, habría siempre, en algún grado, este deleite consciente, fundamental
y espiritual, de la existencia en la profundidad total del ser; pero también todos los movimientos de la Naturaleza
serían saturados por él, y todas las acciones y reacciones vitales y corporales; nadie podría escapar a la ley de
Ananda.

Estos son los primeros y principales resultados de la transformación espiritual que siguen como consecuencia
necesaria de la naturaleza de la Supermente. Mas si ha de haber no sólo perfección de la existencia interior,
de la conciencia, de un deleite interior de la existencia, sino también una perfección de la vida y la acción, desde
nuestro punto de vista mental se presentan otras dos cuestiones que tienen considerable e incluso primera
importancia para nuestro pensamiento humano acerca de nuestra vida y su dinamismo. Primero, está el lugar
de la personalidad en el ser gnóstico -si el estado, la construcción del ser será muy distinta de lo que
experimentamos como forma y vida de la persona o será similar. Si hay una personalidad y es de algún modo
responsable de sus acciones, media, seguidamente, la cuestión del lugar del elemento ético y su perfección y
realización en la naturaleza gnóstica. Ordinariamente, según la noción común, el ego separativo es nuestro yo
y, si el ego ha de desaparecer en una Conciencia trascendental o universal, la vida y acción personales debe
cesar; pues, desapareciendo el individuo, puede sólo haber una conciencia impersonal, un yo cósmico: pero si
el individuo se extingue por completo, no puede surgir ninguna ulterior cuestión de personalidad o
responsabilidad o perfección ética. De acuerdo con la otra línea de ideas la persona espiritual sigue siendo,
aunque liberada, purificada, perfeccionada en la naturaleza en una existencia celestial. Pero aquí estamos aun
en la tierra, y con todo se supone que la personalidad del ego se extingue y reemplaza mediante un individuo
espiritual universalizado que es centro y poder del Ser trascendente. Podría deducirse que este individuo
gnóstico o supramental es un yo sin personalidad, un Purusha impersonal. Podría haber muchos individuos
gnósticos pero no habría personalidad, todo sería lo mismo en el ser y la naturaleza. Además esto crearía la
idea de un vacío o blanco del puro ser desde el cual surgiría una acción y función de la conciencia
experimentadora, pero sin una construcción de la personalidad diferenciada tal como el que ahora observamos
y consideramos como nosotros mismos en la superficie. Pero esto sería una solución mental más bien que
supramental del problema de la individualidad espiritual que sobrevive al ego y persiste en la experiencia. En
la conciencia supermental, la personalidad y la impersonalidad no son principios opuestos; son aspectos
indispensables de una sola y misma realidad. Esta realidad no es el ego sino el ser, que es impersonal y
universal en su materia natural, pero forma de él una personalidad expresiva que es su forma del yo en los
cambios de la Naturaleza.

La impersonalidad es su origen algo fundamental y universal; es una existencia, una fuerza, una conciencia
que inviste varias formas de su ser y energía; cada forma tal de energía, cualidad poder o fuerza, aunque en sí
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todavía general, impersonal y universal, es tomada por el ser individual como material para la construcción de
su personalidad. De esa manera, la impersonalidad es en la original e indiferenciada verdad de las cosas la
pura sustancia de la naturaleza del Ser, la Persona; en la verdad dinámica de las cosas diferencia sus poderes
y los presta para constituir, mediante sus variaciones, la manifestación de la personalidad. El amor es la
naturaleza del amante, el valor es la naturaleza del guerrero; el amor y el valor son fuerzas impersonales y
universales o formaciones de la Fuerza cósmica, son poderes del espíritu de su ser y naturaleza universales.
La Persona es el Ser que sostiene lo que de esa manera es impersonal, reteniéndolo en sí como suyo, como
su naturaleza del yo; él es eso que constituye al amante y al guerrero. Lo que llamamos personalidad de la
Persona es su expresión en un estado-natural y una acción-natural-, siendo él mismo en su autoexistencia,
originalmente y en última instancia, mucho más que eso; es la forma de sí que ejerce como su ser o yo naturales
manifestados y ya desarrollados en la naturaleza. En el individuo formado y limitado es su expresión personal
de lo que es impersonal, su apropiación personal de eso, digamos, de modo que tiene así un material con el
que puede constituir una significativa figura de sí en la manifestación. En su amorfo e ilimitado yo, en su ser
real, en la verdadera Persona o Purusha, él no es eso, pero contiene en sí posibilidades ilimitadas y universales;
pero les da, como el Individuo divino, su propio giro en la manifestación de modo que cada uno entre los Muchos
es un yo único del único Divino. El Divino, el Eterno, se expresa como existencia, conciencia, bienaventuranza,
sabiduría, conocimiento, amor, belleza, y podemos pensar de él como estos poderes impersonales y
universales de él, considerarlos como la naturaleza del Divino Eterno; podemos decir que Dios es Amor, Dios
es Sabiduría, Dios es Verdad o Rectitud: pero él mismo no es un estado impersonal ni una abstracción de
estados o cualidades: es el Ser, a la vez absoluto, universal e individual. Si lo observamos desde esta base, no
hay, muy claramente, oposición, incompatibilidad ni imposibilidad de coexistencia o existencia-única de lo
Impersonal y la Personal; son uno para el otro, viven uno para el otro, se funden uno con el otro, y con todo
pueden aparecer, de un modo como si fuesen diferentes fines, lados, anverso y reverso de la misma Realidad.
El ser gnóstico es de la naturaleza del Divino y por lo tanto repite en sí mismo este misterio natural de la
existencia.

Un individuo supramental gnóstico será una Persona espiritual, pero no una personalidad en el sentido de un
patrón del ser marcado por una combinación establecida de cualidades fijas, de un carácter determinado; no
puede ser eso dado que es una expresión consciente de lo universal y lo trascendente. Ni puede su ser constituir
un caprichoso flujo impersonal que lanza al azar ondas de variada forma, ondas de la personalidad como
desparramándolas a través del Tiempo. Algo como esto puede sentirse en hombres que no tienen una fuerte
Persona centralizadora en sus profundidades pero que actúan desde una suerte de confusa multipersonalidad
de acuerdo con cualquier elemento de ellos que se destaquen en esa ocasión; pero la conciencia gnóstica es
una conciencia de armonía, autoconocimiento y autodominio y no presentaría tal desorden. Hay, ciertamente,
variables nociones de lo que constituye la personalidad y lo que constituye el carácter. Según un criterio la
personalidad se considera como estructura fija de reconocibles cualidades que expresan un poder del ser; pero
otra idea distingue a la personalidad y al carácter, la personalidad como flujo de un ser autoexpresivo o sensitivo
y responsivo, el carácter como una formada fijeza de la estructura de la Naturaleza. Mas el flujo de la naturaleza
y la fijeza de la naturaleza son dos aspectos del ser ninguno de los cuales, ni siquiera ambos juntos, pueden
ser una definición de la personalidad. Pues en todos los hombres hay un elemento doble, el informe aunque
limitado flujo-del ser o la Naturaleza de la cual se forma la personalidad y la formación personal de ese flujo. La
formación puede llegar a ser rígida y anquilosarse o puede seguir siendo suficientemente plástica para cambiar
constantemente y desarrollarse; pero se desarrolla del flujo formativo, por una modificación, agrandamiento o
remodelación de la personalidad, no, ordinariamente, por abolición de la formación ya hecha y la sustitución de
una nueva forma del ser -esto sólo puede ocurrir en un giro anormal o una conversión supernormal. Pero
además de este flujo y esta fijeza hay también un tercer elemento oculto, la Persona detrás de la cual la
personalidad es una autoexpresión; la Persona pone por delante la personalidad como su rol, carácter, persona,
en el presente acto de su prolongado drama de la existencia manifestada. Pero la Persona es mayor que su
personalidad y puede suceder que esta grandeza interior rebase en la formación superficial; el resultado es una
autoexpresión del ser que ya no puede describirse como cualidades fijas, normalidades de talante, lineamientos
exactos, o marcados por cualquier límite estructural. Pero ni es un mero flujo indistinguible, muy amorfo e
inaceptable: aunque sus actos naturales puedan caracterizarse pero por más distintamente que se sienta, no
siguiera en su acción, puede ser reconocido, aunque no pueda describirse con facilidad; pues es más bien un
poder del ser que una estructura. La personalidad ordinaria restringida puede ser captada mediante una
descripción de los caracteres estampados en su vida, pensamiento y acción, en su muy definida construcción
superficial y expresión del yo; aunque podamos perder cuanto no se exprese de ese modo, eso podría parecer
quitar poco de la general adecuación de nuestro entendimiento, porque el elemento que falta es poco más que
una amorfa materia prima, parte del flujo, no usado para formar una parte significativa de la personalidad. Mas
tal descripción sería lastimosamente inadecuada para expresar a la Persona cuando su Poder del Yo interior
manifiesta más ampliamente y ejerce su escondida fuerza inspirada en la composición superficial y en la vida.
Nos sentimos en presencia de una luz de la conciencia, de una potencia, de un mar de energía, podemos
distinguir y describir sus libres ondas de acción y cualidad, mas sin fijarse; y con todo hay una impresión de la
personalidad, la presencia de un ser poderoso, un fuerte, elevado o bello Alguno reconocible, una Persona, no
una limitada criatura de la Naturaleza sino un Yo o Alma, Purusha. El Individuo gnóstico sería tal Persona
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interior invelada, ocupando las profundidades --no ya autoescondidas-- y la superficie en una unificada
autocaptación; no sería una personalidad superficial parcialmente expresiva de un mayor ser secreto, no sería
la ola sino el océano; sería el Purusha, la Existencia interior consciente autorrevelada, y no tendría necesidad
de una esculpida máscara expresiva o persona.

Esta, entonces, sería la naturaleza de la Persona gnóstica, un ser infinito y universal que revela --o, para nuestra
ignorancia mental, que sugiere-- su yo eterno a través de la forma significativa y el poder expresivo de una
automanifestación individual y temporal. Mas la manifestación-natural individual, ya sea fuerte y distinta en el
esbozo o multitudinaria y proteica pero aun armónica, estaría allí como índice del ser, no como el ser todo: eso
se sentiría detrás, reconocible pero indefinible, infinito. Asimismo la conciencia de la Persona gnóstica sería
una conciencia infinita proyectando formas de autoexpresión pero al tanto siempre de su ilimitada infinitud y
universalidad y transmitiendo el poder y sentido de su infinitud y universalidad incluso en la finitud de la
expresión -por la cual, es más no estaría atada en el siguiente movimiento de la autorrevelación ulterior. Pero
esto no sería aun un irregulado e irreconocible flujo sino un proceso de autorrevelación que toma visible la
verdad inherente de sus poderes existenciales de acuerdo con la armónica ley natural de toda manifestación
del Infinito.

Todo el carácter de la vida y acción del ser gnóstico surgiría autodeterminado de esta naturaleza de su
individualidad gnóstica. En él no podría existir ningún problema separado de contenido ético o similar, ningún
conflicto de bien y mal. No podría existir ciertamente ningún problema, pues -los problemas son las creaciones
de la ignorancia mental que está en busca del conocimiento y no pueden existir en una conciencia en la cual el
conocimiento surge autonacido y el acto es autonacido del conocimiento, de una preexistente verdad del ser
consciente y autosabedor. Una verdad espiritual, esencial y universal, del ser manifestándose, libremente
realizándose en su propia naturaleza y autoefectivizante conciencia, una verdad del ser uno en todo incluso en
una infinita diversidad de su verdad y haciendo que todo se sienta como uno, sería también en su naturaleza
misma un bien esencial y universal manifestándose, realizándose en su propia naturaleza y autoefectivizadora
conciencia, una verdad del bien uno en todo incluso en una infinita diversidad de su bien. La pureza de la eterna
Autoexistencia se volcaría en todas las actividades, haciendo y manteniendo puras a todas las cosas; no habría
ignorancia que lleve a la voluntad equivocada y a la falsedad de los pasos, ni egoísmo separativo infligiendo
mediante su ignorancia y separada voluntad contraria un daño en uno mismo o un daño en los demás,
autoimpulsado a un trato equivocado con nuestra propia alma, mente, vida o cuerpo o un trato equivocado con
el alma, la mente, la vida y el cuerpo de los demás, que es el sentido práctico de todo mal humano. Para
elevarse más allá de la virtud y el pecado, del bien y el mal es parte esencial de la idea Vedántica de liberación,
y hay en esta correlación una secuencia autoevidente. Pues la liberación significa un emerger en la verdadera
naturaleza espiritual del ser donde toda acción es la automática autoexpresión de esa verdad y no puede haber
nada más. En la imperfección y el conflicto de nuestros miembros hay un esfuerzo por llegar a una norma
correcta de conducta y observarla; eso es ética, virtud, mérito, punya, hacer lo contrario es pecado, demérito,
papa. La mente ética declara una ley de amor, una ley de justicia, una ley de verdad, leyes sin número, difíciles
de observar, difíciles de reconciliar. Mas si la unidad con los demás, la unidad con la verdad es ya la esencia
de la realizada naturaleza espiritual, no hay necesidad de una ley de verdad o de amor -la ley, la norma ha de
imponérsenos porque hay en nuestro ser natural una fuerza opuesta de separación, una posibilidad de
antagonismo, una fuerza de discordia, mala voluntad y pugna. Toda ética es una construcción del bien en una
Naturaleza que ha sido forjada con el mal por los poderes de la oscuridad nacidos de la Ignorancia, incluso si
se expresa según la antigua leyenda del Vedanta. Mas donde todo es autodeterminado por la verdad de la
conciencia y la verdad del ser, no puede haber norma, ni lucha por observarIa, ni virtud o mérito, ni pecado o
demérito de la naturaleza. El poder del amor, de la verdad, de lo recto estará allí, no como ley elaborada
mentalmente como la sustancia y constitución mismas de la naturaleza y, por la integración del ser, también
necesariamente la materia misma y naturaleza constitutiva de la acción. Crecer en esta naturaleza de nuestro
verdadero ser, una naturaleza de la verdad y unidad espirituales, es la liberación alcanzada por una evolución
del ser espiritual: la evolución gnóstica nos da el completo dinamismo de ese retorno a nosotros mismos. Una
vez que esto se cumple, la necesidad de normas de virtud, de dharmas, desaparece; está la ley y autoorden
de la libertad del espíritu, no puede ser impuesta o elaborada ley de conducta, dharma. Todo se convierte en
un autofluir de la autonaturaleza espiritual, en Swadharma de Swabhava.

Aquí entramos en contacto con el meollo de la diferencia dinámica entre la vida en la ignorancia mental y la
vida en el ser y naturaleza gnósticos. Es la diferencia entre un ser integral plenamente consciente en plena
posesión de su propia verdad existencial y estructurando esa verdad en su propia libertad, libre de toda ley
elaborada, mientras que su vida es todavía una realización de todas las leyes verdaderas del devenir en su
esencia significativa, y una ignorante existencia autodividida que va en busca de su propia verdad y procura
construir sus descubrimientos dentro de leyes y construir su vida de acuerdo con un patrón confeccionado de
ese modo. Toda ley verdadera es el correcto movimiento y proceso de una realidad, una energía o poder del
ser en acción cumpliendo su propio movimiento inherente, autoimpIícito en su propia verdad existencial. Esta
ley puede ser inconsciente y sus obras parecer mecánicas -ese es el carácter o, al menos, la apariencia de la
ley en la Naturaleza material: puede ser energía consciente, libremente determinada en su acción por la
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conciencia en el ser al tanto de su propio imperativo de la verdad, al tanto de sus posibilidades prácticas de
autoexpresión de esa verdad, al tanto, siempre en el todo y en cada momento en el detalle, de las realidades
que ha de concretar; esta es la figura de la ley del Espíritu. Una entera libertad espiritual, un entero orden
autoexistente y autocreador, autoefectivizador y autoasegurado en su propia naturaleza e inevitable
movimiento, es el carácter de esta dinámica de la Supernaturaleza cósmica.

En la cima del ser está el Absoluto que es su absoluta libertad de infinitud pero también su absoluta verdad y
poder de esa verdad del ser: estas dos cosas se repiten en la vida del espíritu en la supernaturaleza. Toda
acción allí es la acción del Yo supremo, del supremo Ishwara en la verdad de la supernaturaleza. Es a la vez
la verdad del ser del yo y la verdad de la voluntad de Ishwara, uno con esa verdad -una realidad biuna- que se
expresa en cada ser gnóstico individual de acuerdo con su supernaturaleza. La libertad del individuo gnóstico
es la libertad de su espíritu para cumplir dinámicamente la verdad de su ser y el poder de sus energías en la
vida; pero esto es sinónimo de entera obediencia de su naturaleza a la verdad del Yo manifestado en su
existencia y a la voluntad del Divino que está en él y en todos. Esta Omnivolición es una en cada individuo
gnóstico y en muchos individuos gnósticos y en el Todo consciente que los retiene y contiene en sí; es
consciente de sí en cada ser gnóstico y allí es uno con su propia voluntad, y al mismo tiempo es consciente de
la misma Voluntad, del mismo Yo y Energía variadamente activos en todos. Tal conciencia gnóstica y voluntad
gnóstica conscientes de su unidad en muchos individuos gnósticos, consciente de su concordante totalidad y
del significado y punto de reunión de sus diversidades, debe asegurar un movimiento sinfónico, un movimiento
de unidad, armonía, reciprocidad en la acción del todo. Asegura al mismo tiempo en el individuo una unidad y
concordancia sinfónica de todos los poderes y movimientos de su ser. Todas las energías del ser procuran su
autoexpresión y en lo más excelso, buscan su absoluto; a éste lo encuentran en el Yo supremo, y descubren
al mismo tiempo su suprema unidad, armonía y reciprocidad de unidad y común autoexpresión en su
omnividente y omniunificante poder dinámico de autodeterminación y autoefectivización, en la gnosis
supramental. Un autoexistente ser separado podría estar en disidencia con otros seres separados, en disidencia
con el Todo universal en el que coexisten, en un estado de contradicción con cualquier Verdad suprema
anhelosa de autoexpresión en el universo; esto es lo que le sucede al individuo en la Ignorancia, pues se ubica
en la conciencia de una individualidad separada. Puede haber un similar conflicto, discordia y disparidad entre
las verdades, las energías; las cualidades, los poderes y las modalidades del mundo que actúan como fuerzas
separadas en el individuo y en el universo. Un mundo lleno de conflicto, un conflicto en nosotros, un conflicto
del individuo con el mundo que le rodea, son rasgos normales e inevitables de la separativa conciencia de la
Ignorancia y de nuestra mal armonizada existencia. Mas esto no puede ocurrir en la conciencia gnóstica porque
cada uno descubre su yo completo y todos descubren su propia verdad y la armonía de sus diferentes
movimientos en lo que los supera y de lo cual son la expresión. En la vida gnóstica, por lo tanto, hay un entero
acuerdo entre la libre autoexpresión del ser y su obediencia automática a la ley inherente de la Verdad suprema
y universal de las cosas. Estas son para él lados interconectados de la única Verdad; es su propia verdad
suprema del ser la que se estructura en la unificada verdad total de sí y de las cosas en una supernaturaleza.
Hay también un entero acuerdo entre los múltiples y diferentes poderes del ser y su acción; pues incluso
aquellos que son contradictorios en su movimiento aparente y les parecen, según nuestra experiencia mental,
entrar en conflicto, se adaptan y hacen lo propio con su acción, naturalmente, uno con otro, porque cada uno
tiene su autoverdad y su verdad de relación con los demás y esto se autodescubre y autoforma en la
supernaturaleza cósmica.

En la naturaleza gnóstica supramental no habrá, por lo tanto, necesidad de un rígido modo mental ni de un duro
estilo de orden, de una limitadora normalización, de una imposición de un juego de principios fijos, de la
compulsión de la vida en un sistema o patrón que sólo válido porque es considerado por la mente como la única
verdad correcta del ser y la conducta. Pues tal norma no puede incluir y tal estructura no puede asumir en sí el
todo vital, ni puede adaptarse libremente a la presión de la Omnivida ni a las necesidades de la Fuerza evolutiva;
ha de escapar de sí o escapar de sus autoconstruidos límites mediante su propia muerte, mediante la
desintegración o un intenso conflicto y revolucionaria perturbación. De esa manera la mente ha de seleccionar
su norma y modo de vida limtados, porque está restringida y limitada en la visión y capacidad; mas el ser
gnóstico asume en sí el todo vital y existencial, cumplido, transmutado en la autoexpresión armónica de una
vasta Verdad una y diversa, infinitamente una, infinitamente múltiple. El conocimiento y la acción del ser
gnóstico tendría la amplitud y plasticidad de una libertad infinita. Este conocimiento captaría sus objetos de
acuerdo con la grandeza del todo; sólo estaría atada por la verdad integral del todo y la completa y más
recóndita verdad del objeto, mas no por la idea formada o los símbolos mentales fijados por los que la mente
es atrapada, retenida y confinada en ellos de modo tal que pierde la libertad de su conocimiento. La entera
actividad también estaría irrestricta en cuanto a la obligación de una inelástica regla o la obligación de un estado
o acción pasados o su compulsiva consecuencia, el Karma: tendría la siguiente plasticidad pero autoguiada y
autoevolutiva del Infinito actuando directamente sobre sus propios finitos. Este movimiento no crearía un flujo
o caos, sino una liberada y armónica expresión-de-la-Verdad: habría una libre autodeterminación del ser
espiritual en una naturaleza plástica enteramente consciente.

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En la conciencia del Infinito la individualidad no se separa de la cosmicidad ni la circunscribe, la cosmicidad no
contradice a la trascendencia. El ser gnóstico que vive en la conciencia del Infinito creará su propia
automanifestación como individuo, pero obrará así como centro de una universalidad mayor y, con todo, al
mismo tiempo, centro de la trascendencia. Un individuo universal, toda su acción estaría en armonía con la
acción cósmica, pero, debido a su trascendencia, no estaría limitado por una formulación inferior y temporaria
ni a merced de cualquier fuerza cósmica o de toda fuerza cósmica. Su universalidad abarcaría incluso a la
Ignorancia de su alrededor en su yo mayor, pero, mientras estuviese consciente de ello, no resultaría afectado
por aquélla: seguiría la ley mayor de su individualidad trascendente y expresaría su verdad gnóstica según su
propia modalidad del ser y de la acción. Su vida sería una libre expresión armónica del yo; pero, dado que su
yo más elevado sería uno con el ser del Ishwara, un divino gobierno natural de su autoexpresión mediante el
Ishwara, mediante su yo supremo, y mediante la Supernaturaleza, su propia naturaleza suprema introduciría
en el conocimiento, en la vida y en la acción un orden grande e irrestricto pero perfecto. La obediencia de su
naturaleza individual al lshwara y a la Supernaturaleza sería una consonancia natural y ciertamente la condición
misma de la libertad del yo, dado que sería una obediencia a su propio ser supremo, una respuesta a la Fuente
de toda su existencia. La naturaleza individual no sería nada separado, sería una corriente de la
Supernaturaleza. Toda antinomia de Purusha y Prakriti, esa curiosa división y desequilibrio del Alma y la
Naturaleza que aflige a la Ignorancia, se eliminaría enteramente; pues la naturaleza sería la eclosión de la
autofuerza de la Persona y la Persona sería la eclosión de la Naturaleza suprema, el poder supramental del ser
del Ishwara. Es esta verdad suprema de su ser, un principio infinitamente armónico, la que crearía el orden de
su libertad espiritual, un orden auténtico, automático y plástico.

En la existencia inferior el orden es automático, la atadura de la Naturaleza es completa, su huella es firme e


imperativa: la Conciencia-Fuerza evoluciona un patrón de la Naturaleza y su molde habitual o ronda fija de
acción y obliga al ser infrarracional a vivir y actuar de acuerdo al patrón y según el molde o ronda
confeccionados para él. La mente del hombre principia con este predeterminado patrón y rutina, pero, a medida
que evoluciona, amplía el diseño y expande el molde y procura reemplazar esta ley fija, inconsciente o
semiconsciente, del automatismo mediante un orden basado en ideas y significaciones y aceptados motivos-
vitales, o intenta una inteligente normalización y una estructura determinada por propósito, utilidad y
conveniencia racionales. En realidad no hay nada permanente ni obligatorio en las estructuras-deI-
conocimiento del hombre ni en sus estructuras vitales; pero con todo él no puede sino crear normas de
pensamiento, conocimiento, personalidad, vida, conducta y, más o menos consciente y completamente, basar
en ellos su existencia o, al menos, procurar al máximo estructurar su vida según el cuadro ideativo de sus
dharmas escogidos o aceptados. En el pasaje hacia la vida espiritual el supremo ideal sostenido es, por el
contrario, no una ley, sino libertad en el espíritu; el espíritu traspone todas las fórmulas para descubrir su yo y,
si aun ha de preocuparse de la expresión, debe arribar a la libertad de una expresión libre y verdadera en lugar
de una expresión artificial, a un orden espiritual verdadero y espontáneo. "Abandona todos los dharmas, todas
las normas y reglas del ser y la acción, y toma refugio en Mi sólo", es la regla suprema de la más elevada
existencia sostenida por el Ser Divino para el que busca. En la búsqueda de esta libertad, en la liberación de la
elaborada ley hacia la ley del yo y del espíritu, en el desembarazarse del control mental a fin de sustituirlo por
el control de la Realidad espiritual, un abandono de la elaborada verdad inferior de la mente en pos de la
esencial verdad superior, es posible traspasar una etapa en la que hay una libertad interior pero una falta de
orden exterior --una acción en el flujo de la naturaleza infantil o inerte como una hoja que reposa pasivamente
o es arrastrada por el viento o incluso incoherente o extravagante en la apariencia externa. Es posible también
arribar a una temporaria y ordenada expresión espiritual del yo que es suficiente para la etapa que uno puede
alcanzar por un tiempo o en esta vida; pues puede ser un orden personal de autoexpresión válido de acuerdo
con la norma de lo que uno ya ha captado de la verdad espiritual pero que después cambia libremente por la
fuerza de la espiritualidad para expresar la verdad aun mayor que uno persigue realizando. Mas el ser gnóstico
supramental está en una conciencia en la que el conocimiento es autoexistente y se manifiesta de acuerdo al
orden autodeterminado por la Voluntad del Infinito en la supernaturaleza. Esta autodeterminación, de acuerdo
al conocimiento autoexistente, reemplaza al automatismo de la Naturaleza y las normas de la Mente con la
espontaneidad de una Verdad autoconsciente y autoactiva en el meollo mismo de la existencia.

En el ser gnóstico este conocimiento autodeterminante libremente obediente a la autoverdad y a la verdad total
del Ser sería la ley misma de su existencia. En él, el Conocimiento y la Voluntad serían uno y no podrían estar
en conflicto; la Verdad del espíritu y la vida llega a ser una y no puede estar en conflicto: en la autoefectivización
de su ser no puede haber pugna ni disparidad ni divergencia entre el espíritu y los miembros. Los dos principios
de la libertad y el orden, que en la mente y en la vida están constantemente representándose como contrarios
o incompatibles, aunque no tengan necesidad de serlo si la libertad es custodiada por el conocimiento y el
orden en la verdad del ser, son en la supermente conciencia innata recíprocamente e incluso fundamentalmente
uno sólo. Esto se debe a que ambos son aspectos inseparables de la verdad espiritual interior y, por lo tanto,
sus determinaciones son una sola; son inherentes recíprocamente, pues surgen de una identidad y, por lo tanto,
coinciden en la acción en una identidad natural. El ser gnóstico no siente, en ningún modo o grado, su libertad
infringida por el orden imperativo de su pensamiento o acciones, porque ese orden es intrínseco y espontáneo;
siente que su libertad y el orden de su libertad son una sola verdad de su ser. Su libertad del conocimiento no
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es una libertad para seguir a la falsedad o al error, pues no necesita, como la mente, atravesar la posibilidad
de error a fin de conocer -por el contrario, cualquier desviación tal sería un apartamiento de su plenitud del yo
gnóstico, sería una disminución de su autoverdad y ajeno y lesivo para su ser; pues su libertad es una libertad
de la luz, no de la oscuridad. Su libertad de acción no es un permiso para actuar sobre la voluntad equivocada
o sobre los impulsos de la Ignorancia, pues eso también sería ajeno a su ser, una restricción y disminución de
él, no una liberación. Sentiría un impulso hacia la realización de la falsedad o de la voluntad equivocada no
como un movimiento hacia la libertad, sino como violencia hecha a la libertad del espíritu, una invasión e
imposición, una incursión sobre su supernaturaleza, una tiranía de alguna Naturaleza ajena.

Una conciencia supramental debe ser fundamentalmente una Verdad-conciencia, una captación directa e
inherente de la verdad del ser y de la verdad de las cosas; es un poder del Infinito que conoce y estructura sus
finitos, un poder de lo Universal que conoce y estructura su unidad y detalle, su cosmicidad y sus
individualidades; autoposeído de la Verdad, no tendría que ir en busca de la Verdad ni sufrir su proclividad a
perderla como ocurre con la mente de la Ignorancia. El ser gnóstico evolucionado habría entrado en esta
verdad-conciencia de lo Infinito y Universal, y sería eso lo que determinaría para él y en él toda su visión y
acción individuales. La suya sería una conciencia de la identidad universal y un consiguiente o más bien
inherente conocimiento-de-la-Verdad, visión-de-la Verdad, sentimiento-de-la-Verdad, voluntad-de-la-Verdad,
sentido-de-la-Verdad y dinámica-de-Ia-Verdad de la acción implícita en su identidad con el Uno o que surge
espontáneamente de su identidad con el Todo. Su vida sería un movimiento según los pasos de una libertad y
grandeza espirituales que reemplazan a la ley de la idea mental y a la ley de la necesidad y deseo vitales y
físicos y a la compulsión de una vida circundante; su vida y acción no estarían atadas por él de acuerdo con su
Verdad-conciencia. Sería de esperar que una ausencia de impuesta construcción de la ley llevaría, en la vida
de la ignorancia humana (debido a la separatividad del ego humano y a su pequeñez, debido a la necesidad
que siente de impactar sobre otra vida y poseerla y utilizada), a un caos conflictivo, a una licencia y desorden
egoísta; mas esto no podría existir en la vida del ser gnóstico. Pues en la verdad-conciencia gnóstica de un ser
supramental debe haber necesariamente una verdad de relación de todas las partes y movimientos del ser -ya
sea el ser del individuo o el ser de cualquier colectividad gnóstica-, una espontánea y luminosa unidad y
totalidad en todos los movimientos de la conciencia y toda la acción de la vida. No podría haber pugna de los
miembros; pues no sólo el conocimiento y la conciencia volitiva sino también la conciencia afectiva y la
conciencia vital y la conciencia corporal, que en nosotros son las partes emocional, vital y física de la naturaleza,
estarían incluidas en esta armonía integrada de la totalidad y la unidad. En nuestro lenguaje podríamos decir
que la voluntad-cognoscitiva supermental del ser gnóstico tendría perfecto control mental, afectivo, vital y
corporal; pero esta descripción podría aplicarse solamente a la etapa transitiva cuando la naturaleza estaba
remodelando estos miembros en su propia naturaleza: una vez concluida esa transición, no habría necesidad
de control, pues todo sería una sola conciencia unificada y, por lo tanto, actuaría como un todo en una integridad
y unidad espontáneas.

En un ser gnóstico no podría haber conflicto entre la autoafirmación del ego y un control mediante el supergo:
pues dado que en su acción vital el individuo gnóstico se expresaría a la vez a sí mismo, su verdad esencial
estructuraría la Voluntad Divina, dado que conocería al Divino como su verdadero yo y fuente y componente
de su individualidad espiritual, estos dos resortes de su conducta serían no sólo simultáneos en una simple
acción sino también serían la única y misma fuerza motora. Este poder motor actuaría en cada circunstancia
de acuerdo con la verdad de la circunstancia, con cada ser de acuerdo con su necesidad, naturaleza y relación,
en cada evento de acuerdo con la demanda de la Voluntad Divina sobre ese evento: pues aquí todo es resultado
de un complejo y de un íntimo nexo de muchas Fuerzas en una sola Fuerza, y la conciencia gnóstica y la
Verdad-Voluntad verían la verdad de estas fuerzas, de cada una y de todas juntas, y ejercerían el impacto e
intervención necesarios sobre el complejo de fuerzas para llevar a cabo lo que quería hacerse a través de él,
eso y no más. Como consecuencia de la Identidad presente por doquier, rigiendo todo y armonizando todas las
diversidades, no habría juego de un ego separativo sujeto a su propia autoafirmación separada; la voluntad del
yo del ser gnóstico sería una con la voluntad del Ishwara; no sería una separación ni contraria porfía. Tendría
la dicha de la acción y el resultado pero estaría libre de todo reclamo del ego, apego a la acción o demanda de
resultado; haría lo que viese que ha de hacerse y lo que se sienta movido a hacer. En la naturaleza mental
puede haber una oposición o disparidad entre el autoesfuerzo y la obediencia a la Voluntad Superior, pues allí
el yo o persona aparente se ve como diferente del Ser, Voluntad o Persona supremos; mas aquí la persona es
ser del Ser y no surge la oposición ni la disparidad. La acción de la persona es la acción del Ishwara en la
persona, del Uno en los muchos, y no puede haber razón para una afirmación separativa de porfía u orgullo de
independencia.

Sobre este hecho de que el Conocimiento y Fuerza Divinos, la Supernaturaleza suprema, actuaría a través del
ser gnóstico con su plena participación, se funda la libertad del ser gnóstíco; es esta unidad la que le da su
libertad. La libertad de la ley, incluyendo la ley moral, tan frecuentemente afirmada del ser espiritual, se funda
en esta unidad de su voluntad con la voluntad del Eterno. Todas las normas mentales desaparecerían porque
cesaría la necesidad de ellas; la auténtica ley superior de identidad con el Yo Divino y la identidad con todas
las cosas las habría reemplazado. No
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habría cuestión de egoísmo o altruismo, de uno y otros, dado que todos se verían y sentirían como el yo único
y sólo se haría lo que la Verdad y Bien supremos decidiesen. Habría en la acción un saturante sentimiento de
autoexistente amor universal, simpatía, unidad, pero el sentimiento penetraría, colorearía y se movería en el
acto, no lo dominaría ni determinaría solamente: no estaría de por sí en oposición a la verdad mayor de las
cosas ni dictaría un apartamiento personalmente impulsado del verdadero movimiento divinamente anhelado.
Esta oposición y apartamiento podría suceder en la Ignorancia donde el amor o cualquier otro fuerte principio
de la naturaleza puede divorciarse de la sabiduría incluso como puede divorciarse del poder; mas en la gnosis
supermental todos los poderes tienen intimidad uno con otro y actúan como uno sólo. En la persona gnóstica
el Conocimiento-de-la-Verdad regiría y determinaría, y todas las otras fuerzas del ser concurrirían a la acción:
no habría cabida para la desarmonía ni el conflicto entre los poderes de la naturaleza. En toda acción hay un
imperativo existencial que busca cumplirse; una verdad del ser no manifestada aun o una verdad que se
manifiesta ha evolucionarse, lograrse y perfeccionarse en la manifestación, si ya se logró, ha de tomar su deleite
del ser y autoefectivización. En la semiluz y semipoder de la Ignorancia el imperativo es secreto y sólo
semirrelevado y el empuje hacia el cumplimiento es imperfecto, pugnaz y parcialmente frustrado movimiento:
mas en el ser y vida gnósticos los imperativos del ser se sentirían interiormente, se percibirían íntimamente y
se pondrían en acción; habría un libre juego de sus posibilidades; habría una concretación de acuerdo con la
verdad de la circunstancia y la intención de la Supernaturaleza. Todo esto se vería en el conocimiento y se
desarrollaría en el acto; no habría incierto combate o tormento de las fuerzas que trabajan; no tendría lugar una
desarmonía del ser ni una labor contradictoria de la conciencia: la imposición de una normalización externa de
la ley mecánica sería enteramente superflua donde existe esta inherencia de la verdad y su espontánea labor
en el acto de la naturaleza. Una acción armónica, una estructuración de la motivación divina, una ejecución de
la verdad imperativa de las cosas serían la ley y dinámica natural de la existencia toda.

Un conocimiento por identidad que usa los poderes del ser integrado para la riqueza de la instrumentación sería
el principio de la vida supramental. En los otros grados del ser gnóstico, aunque se cumpliese una verdad del
ser y conciencia espirituales, la instrumentación sería de orden diferente. Un ser Superior-Mental actuaría a
través de la verdad del pensamiento, de la verdad de la idea y cumpliría eso en la acción-vital: mas en la gnosis
supramental el pensamiento es un movimiento derivado, es una formulación de la visión-de-la-verdad y no la
fuerza principal determinante o conductara; sería un instrumento para la expresión del conocimiento más que
para el arribo al conocimiento o para la acción --o intervendría en la acción sólo como punto penetrante del
cuerpo de la voluntad-de-identidad y el conocimiento-de-la-identidad. De igual manera también en el ser
gnóstico iluminado un contacto-de-la-verdad directo y un perceptivo sentido-de-la-verdad serían el principal
resorte de la acción. En la sobremente una inmediata y comprehensiva captación de la verdad de las cosas y
el principio del ser de cada cosa y todas sus consecuencias dinámicas originarían o congregarían una mayor
amplitud de visión y pensamiento gnósticos y crearían un fundamento del conocimiento y la acción; esta
grandeza del ser y la visión y la acción serían el variado resultado de una conciencia-de-la-identidad
subyacente, pero la identidad misma no estaría al frente como la materia misma de la conciencia o la fuerza
misma de la acción. Pero en la gnosis supramental toda esta luminosa captación inmediata de la verdad de las
cosas, el sentido-de-la-verdad, la visión-de-la-verdad, el pensamiento-de-la-verdad volverían a su fuente de la
conciencia-de-la-identidad y subsistirían como un simple cuerpo de su conocimiento. La conciencia-de-la-
identidad conduciría y contendría todo; se manifestaría como captación en el meollo mismo de la sustancia del
ser ejerciendo su inherente fuerza autorrealizadora y determinándose dinámicamente en la forma de la
conciencia y en la forma de la acción. Esta captación inherente es el origen y principio de la labor de la gnosis
supramental; podría ser suficiente en sí misma sin necesidad de nada para formularla o corporizarla: mas el
juego de la visión iluminada, el juego de un pensamiento radiante, el juego de todos los otros movimientos de
la conciencia espiritual no estaría ausente; habría una libre instrumentación de ellos para su propio
funcionamiento brillante, para una divina riqueza y diversidad, para un múltiple deleite de automanifestación,
para la dicha de los poderes del Infinito. En las etapas intermedias o grados de la gnosis podría ser la
manifestación de varias y separadas expresiones de los aspectos del Ser y Naturaleza divinos, alma y vida de
amor, alma y vida de la luz y conocimiento divinos, alma y vida del poder divino, de la acción soberana y de la
creación, e innumerables otras formas de vida divina; en la altura supramental todo sería asumido en una
unidad múltiple, en una suprema integración del ser y la vida. El sentido de la existencia gnóstica sería una
realización del ser en una integración luminosa y bienaventurada de sus estados y poderes y su satisfecha
acción dinámica.

Toda gnosis supramental es doble conciencia-de-la-Verdad, conciencia del autoconocimiento inherente y, por
identidad del yo y el mundo, de conocimiento-del-mundo íntimo; este conocimiento es el criterio, el poder
característico de la gnosis. Pero esto no es un conocimiento puramente ideativo, no es una conciencia
observadora, que forma ideas y procura llevarlas adelante: es una luz esencial de la conciencia, la autoluz de
todas las realidades del ser y el devenir, la autoverdad del ser que se determina, formula y efectiviza. Ser, no
conocer, es el objeto de la manifestación; el conocimiento es sólo la instrumentación de una conciencia
operativa del ser. Esta sería la vida gnóstica sobre la tierra, una manifestación o juego del ser consciente-de-
la-verdad, que crece consciente de sí en todas las cosas, ya no perdido para la conciencia de sí, ya no hundido
en un autoolvido o semiolvido de su existencia real producidos por absorción en la forma y la acción, sino
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usando la forma y la acción con un liberado poder espiritual para su libre y perfecta autoexprcsión, ya no
buscando su perdida, olvidada, velada o escondida significación o significaciones, no ya atado, sino liberado
de la inconciencia y la ignorancia, consciente de sus propias verdades y poderes, determinando libremente en
un movimiento siempre concurrente y a tono en cada detalle con su Realidad suprema y universal, su
manifestación, el juego de su subsistencia, el juego de su conciencia, el juego de su fuerza existencial, el juego
de su deleite existencial.

En la evolución gnóstica habría una gran diversidad de equilibrio, estado, operaciones armonizadas de la
conciencia y fuerza y deleite de la existencia. En el tiempo aparecerían naturalmente muchos grados del ulterior
ascenso de la supermente evolutiva a sus propias cimas; pero en todo habría la base y principio comunes. En
la manifestación el Espíritu, el Ser, mientras se conoce por completo, no está atado a ejercerse del todo en el
frente real de formación y acción que es su poder y grado inmediatos de autoexpresión : puede ejercer una
autoexpresión frontal y mantener todo el resto de sí detrás en un inexpresado deleite del autoser. Ese Todo
detrás y su deleite se descubriría en el frente, se conocería en él, mantendría y cubriría la expresión, la
manifestación con su presencia y sentimiento de la totalidad e infinitud. Esta formación frontal con todo el resto
detrás de ella y mantenido en el poder del ser dentro de ella sería un acto del autoconocimiento, no un acto de
la Ignorancia; sería una luminosa autoexpresión de la Superconciencia y no una erupción de la Inconciencia.
De esa manera, una gran variación y armonizada sería un elemento en la belleza y completamiento de la
evolución de la conciencia y existencia gnósticas. Incluso al tratar con la mente de la ignorancia que la rodea,
como al tratar con los grados aun más bajos de la evolución gnóstica, la vida supramental usaría este poder y
movimiento innatos de su Verdad del ser: a la luz de esa Realidad integral relacionaría su propia verdad del ser
con la verdad del ser que está detrás de la Ignorancia; fundaría todas las relaciones sobre la común identidad
espiritual, aceptaría y armonizaría la diferencia manifestada. La Luz gnóstica aseguraría la relación, acción y
reacción correctas y recíprocas en toda circunstancia; el poder o influencia gnósticos afirmarían siempre una
efectivización sinfónica, asegurarían la correcta relación de la vida más desarrollada con la menos desarrollada
e impondrían mediante su influencia una mayor armonía en la existencia inferior.

Esta seria la naturaleza del ser, la vida y la acción del individuo gnóstico hasta donde podemos seguir la
evolución con nuestra concepción mental hasta el punto en que emergerá de la sobremente y cruzará la frontera
hacia la gnosis supramental. Esta naturaleza de la gnosis determinaría evidentemente todas las relaciones de
la vida o de la vida-grupal de los seres gnósticos; pues una colectividad gnóstica sería un poder-anímico
colectivo de la conciencia-de-la-Verdad, así como el individuo gnóstico sería un individual poder-anímico de
ella: sería la misma integración de la vida y la acción al unísono, la misma realizada y consciente unidad del
ser, la misma espontaneidad, íntimo sentimiento-de-unidad, única y mutua visión-de-la verdad en la relación de
uno con otro y de todos en conjunto; esta colectividad sería y actuaría no como entero mecánico sino como
entero espiritual. Una similar inevitabilidad de la unión de la libertad con el orden sería la ley de la vida colectiva;
sería una libertad del juego diverso del Infinito en las almas divinas, un orden de la unidad consciente de las
almas que es la ley del Infinito supramental. Nuestra versión mental de la unidad introduce en ella la regla de
la igualdad; una completa unidad producida por la razón mental conduce hacia una traspasante normalización
como su único medio efectivo -sólo se permitiría que actuaran sombras menores de diferenciación: mas la
máxima riqueza de la diversidad en la autoexpresión de la unidad sería Ia ley de la vida gnóstica. En la
conciencia gnóstica la diferencia no llevaría a la discordia sino a una espontánea adaptación natural, a un
sentido de plenitud complementaria, a una rica ejecución multilateral de la cosa para que se la conozca, realice
y estructure colectivamente en la vida. Pues la dificultad en la mente y la vida es creada por el ego, por la
separación de los enteros en partes componentes que figuran como contrarias, opuestas y separadas: todo
aquello en lo que se separan recíprocamente se siente, afirma y acentúa fácilmente; aquello en lo que se
encuentran, cualquiera que sea lo que adune sus divergencias, se pierde o descubre en gran medida con
dificultad; todo ha de hacerse mediante la rendición o ajuste de la diferencia, mediante una elaborada unidad.
Hay ciertamente un principio subyacente de la unidad y la Naturaleza insiste en su emerger en una construcción
de la unidad; pues ella es colectiva y comunitaria así como individual y egoísta y tiene su instrumentación de
asociatividad, simpatías, necesidades comunes, intereses, atracciones, afinidades al igual que sus más
brutales medios de unificación: mas su secundaria base impuesta y demasiado prominente de la vida-del-ego
y de la naturaleza-del-ego se impone sobre la unidad y aflige todas sus construcciones con la imperfección e
inseguridad. Una ulterior dificultad es creada por la ausencia o más bien la imperfección intuitiva y directo
contacto interior que hace de cada uno un ser separado, forzado a aprender con dificultad el ser y naturaleza
ajenos, a arribar a un entendimiento, reciprocidad y armonía desde afuera en lugar de interiormente a través
de un sentido y captación directos, de modo que todo intercambio mental y vital está obstaculizado, ego-
infectado o destinado a la imperfección e incompletamiento por el velo de la ignorancia mutua. En la vida
gnóstica colectiva el integrador sentido-de-la-verdad, la concordante unidad de la naturaleza gnóstica llevaría
en sí todas las divergencias como su propia opulencia y volcaría un pensamiento, acción y sentimientos
multitudinarios hacia la unidad de un luminoso todo-vital. Este sería el principio evidente, el resultado inevitable
del carácter mismo de la Verdad-Conciencia y su dinámica realización de la unidad espiritual de todo ser. Esta
realización, la clave de la perfección de la vida, difícil de alcanzar en el plano mental, difícil, incluso cuando se

47
realiza, de dinamizar u organizar, sería naturalmente dinámica, espontáneamente autoorganizada en toda
creación gnóstica y vida gnóstica.

Gran parte de esto resulta fácilmente comprensible si consideramos las cosas gnósticas como viviendo su
propia vida sin contacto alguno con una vida de la Ignorancia. Pero por el hecho mismo de la evolución, la
manifestación gnóstica sería aquí una circunstancia, aunque una circunstancia decisiva, en el todo: habría una
continuidad de los grados inferiores de la conciencia y la vida, algunos manteniendo la manifestación en la
Ignorancia, otros mediando entre ella y la manifestación en la gnosis; estas dos formas del ser y la vida existirían
juntos o interpenetrados. En cualquier caso sería de esperar que el principio gnóstico, si no de inmediato,
dominase por fin al todo. Los superiores grados espirituales-mentales estarían en contacto con el principio
supramental que ahora los sostiene abiertamente y los mantiene juntos y los libraría de una vez del envolvente
aferramiento de la Ignorancia y la Inconciencia. Como manifestación de la verdad del ser, aunque en un grado
calificado y modificado, tomarían toda su luz y energía de la gnosis supramental y estarían en gran contacto
con sus poderes instrumentales; serían poderes-motores conscientes del espíritu y, aunque aun no en plena
fuerza de su enteramente realizada sustancia espiritual, no estarían sujetos a una inferior instrumentación
fragmentada, diluida, disminuida, oscurecida por la sustancia de la Nesciencia. Toda Ignorancia que surge o
entra a la sobremente, al ser sobremental, al ser intuitivo, al ser iluminado o mental-superior, cesaría de ser
ignorante; entraría en la luz, captaría en esa luz la verdad que había cubierto con su oscuridad y soportaría una
liberación, una transmutación, un nuevo estado de la conciencia y el ser que lo asimilarían a estos estados
superiores, preparándolo para el estado supramental. Al mismo tiempo el involucionado principio de la gnosis,
actuando ahora como fuerza abierta, crecida y constantemente dinámica y no ya sólo como poder oculto con
un secreto origen o velado sostén de las cosas u ocasional intervención como su única función, sería capaz de
colocar algo de su ley de armonía en la aun existencia Inconciencia e Ignorancia. Pues el poder gnóstico secreto
en ellos actuaría con mayor fortaleza de su sostén y origen, con una más libre y poderosa intervención; los
seres de la Ignorancia, influidos por la luz de la gnosis a través de su asociación con los seres gnósticos y a
través de la evolucionada y efectiva presencia del Ser y Poder supramentales en la naturaleza-terrena, serían
más conscientes y responsivos. En la intransformada parte de la humanidad misma surgirían también un orden
nuevo y mayor de los seres humanos mentales; pues emergería el ser directamente intuitivo o parcialmente
intuitivizado pero no gnóstico todavía, el ser mental directa o parcialmente iluminado, el ser mental en comunión
directa o parcial con el plano del pensamiento superior: éstos llegarían a ser cada vez más numerosos, cada
vez más evolucionados y seguros en su tipo, e incluso podrían existir como raza formada de la humanidad
superior que llevan hacia arriba a los menos evolucionados en una verdadera fraternidad nacida del sentido de
la manifestación del Uno Divino en todos los seres. De este modo, la consumación de lo supremo podía
significar también una inferior consumación en su propio grado de lo que debe seguir aun debajo. En el fin
superior de la evolución los ámbitos ascendentes y las cimas de la supermente empezarían a surgir hacia
alguna manifestación suprema de la pura existencia espiritual, conciencia y deleite del ser de Sachchidananda.

Podría suscitarse la cuestión de si la reversión gnóstica, el pasaje a la evolución gnóstica y más allá de ella no
significaría tarde o temprano el cese de la evolución desde la Inconciencia, dado que cesaría aquí la razón de
ese oscuro principio de las cosas. Esto depende de la ulterior cuestión sobre si el movimiento entre la
Superconciencia y la Inconciencia como los dos polos de la existencia es una ley inmanente de la manifestación
material o sólo una circunstancia provisional. La última suposición es difícil de aceptar debido a la tremenda
fuerza, de penetración y durabilidad con la que se ha echado el fundamento inconsciente de todo el universo
material. Cualquier completa reversión o eliminación del primer principio evolutivo significaría la simultánea
manifestación de la secreta conciencia evolucionada en cada parte de esta vasta Inconciencia universal; un
cambio en una línea particular de la Naturaleza tal como el de la línea-terrena no podría tener tal
efecto omnipenetrante : la manifestación en la naturaleza-terrena tiene su propia curva y la compleción de esa
curva es todo lo que tenemos que considerar. Aquí podría aventurarse en gran medida que en el resultado final
de la creación revelativa o reproducción de la hemisfera superior del ser consciente en la triplicidad inferior la
evolución, aunque siguiendo la misma en sus grados y etapas, estaría aquí sujeta a la ley de armonía, a la ley
de unidad en la diversidad y de diversidad estructurando la unidad: ya no sería una evolución mediante pugna;
llegaría a ser armónico desarrollo de etapa a etapa, de luz inferior a luz superior, de un tipo a otro tipo superior
del poder y belleza de la autodesenvolvente existencia. Sólo sería de otro modo si por alguna razón la ley de
la lucha y el surgimiento siguiese aun siendo necesaria para la estructuración de esa misteriosa posibilidad en
el Infinito cuyo principio subyace en la inmersión en la Inconciencia. Mas para la naturaleza-terrena eso
parecería como si esta necesiclad pudiese extinguirse una vez que la gnosis supramental haya emergido de la
Inconciencia. Con su firme aparición empezaría un cambio; ese cambio se consumiría cuando la evolución
supramental se completase y surgiese a la plenitud mayor de una manifestación suprema de la Existencia-
Conciencia-Deleite, de Sachchidananda.

Capítulo XIV
LA VIDA DIVINA
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Oh Llama videncial, tu llevas al hombre de las torcidas sendas a la verdad y conocimiento inmanentes.
Rig Veda

Yo purifico al cielo y la tierra mediante la Verdad.


Rig Veda

Su éxtasis, en quien lo tiene, pone en movimiento los dos nacimientos, la auto expresión humana y la divina, y
se desplaza entre ellos.
Rig Veda

Que los rayos invisibles de su intuición estén allí buscando la inmortalidad, penetrando ambos nacimientos;
pues mediante ellos hace fluir en un solo movimiento las fuerzas humanas y las cosas divinas.
Rig Veda

Que todos acepten tu voluntad cuando naciste dios viviente del árbol seco, que alcancen la divinidad y lleguen,
por la velocidad de tus movimientos, a la posesión de la Verdad y la Inmortalidad.
Rig Veda

Nuestro esfuerzo consistió en descubrir cuál es la realidad y significación de nuestra existencia como seres
conscientes en el universo material y en qué dirección y hasta dónde esa significación, una vez descubierta,
nos conduce, a qué futuro humano o divino. Nuestra existencia puede ciertamente ser aquí un capricho de la
Materia misma o de alguna Energía que elabora la Materia, o puede ser un inexplicable capricho del Espíritu.
O, además, nuestra existencia puede ser aquí una fantasía arbitraria de un Creador supracósmico. En ese caso
no tiene significación esencial -ninguna significación si la Materia o una Energía inconsciente es la fantástica-
constructora, pues entonces es a lo más desperdigada descripción de un vagabundo espiral de la Casualidad
o la difícil curva de una ciega Necesidad; sólo puede tener una ilusoria significación que se desvanece en la
nada si es un error del Espíritu. Un creador consciente puede ciertamente haber puesto un significado a nuestra
existencia, pero éste debe descubrirse mediante una revelación de su voluntad y no se halla autoimplícito en
la autonaturaleza de las cosas ni resulta descubrible allí. Mas si hay una Realidad autoexistente de la cual
nuestra existencia es aquí un resultado, entonces debe haber una verdad de esa Realidad que aquí se está
manifestando, estructurando y evolucionando, y que será la significación de nuestro ser y vida. Cualquiera que
sea esa Realidad, es algo que tomó sobre sí el aspecto de un devenir en el Tiempo -un devenir indivisible, pues
nuestro presente y nuestros futuro llevan en sí, transformado, hecho otro, el pasado que los creó, y el pasado
y el presente ya contenidos y que ahora contienen en sí, invisibles para nosotros porque está aun
inmanifestados, inevolucionados y su propia transformación en el futuro aun increado. La significación de
nuestra existencia determina aquí nuestro destino: ese destino es algo que ya existe en nosotros como
necesidad y potencialidad, la necesidad de nuestra secreta y emergente realidad del ser, una verdad de sus
potencialidades que se estructura; ambas, aunque no realizadas aun, están incluso implícitas ahora en lo que
ha sido ya manifestado. Si hay un Ser que es devenir, una Realidad de la existencia que se desarrolla en el
Tiempo, lo que ese ser, esa realidad es secretamente es lo que ha de devenir, y de esa manera devenir es la
significación de nuestra vida.

Es la conciencia y la vida las que deben ser palabras claves para nuestro ser así estructurado en el Tiempo;
pues sin ellas la Materia y el mundo de la Materia serían un fenómeno ininteligible, una cosa que sucedió
precisamente por Azar o por una Necesidad inconsciente. Mas la conciencia tal como es, la vida tal como es
no pueden ser el secreto todo; pues ambas son muy claramente algo inacabado y aun en proceso. En nosotros
la conciencia es la Mente, y nuestra mente es ignorante e imperfecta, un poder intermedio que ha crecido y aun
crece hacia algo más allá de sí: hubo niveles inferiores de la conciencia llegados ante ella y de la cual surgieron,
debe haber evidentemente niveles superiores a los que ella misma surja. Antes de nuestro pensamiento,
razonamiento y reflexión mentales hubo una conciencia impensante pero viviente y sensitiva, y antes de eso
existió el subconsciente y el inconsciente; después de nosotros y en nuestros aun inevolucionados yoes es
probable que aguarde una conciencia mayor, autoluminosa, que no depende del pensamiento constructivo:
nuestra mente-pensante imperfecta e ignorante no es ciertamente la última palabra de la conciencia, su última
posibilidad. Pues la esencia de la conciencia es el poder de estar al tanto de sí y de sus objetos, y en su
verdadera naturaleza este poder debe ser directo, autorrealizado y completo: si en nosotros es indirecto,
incompleto, irrealizado en sus obras, dependiente de los elaborados instrumentos, es porque la conciencia
emerge aquí de una Inconciencia original que la vela y está aun agobiada y envuelta con la primera Nesciencia
propia del Inconsciente; mas debe tener el poder de emerger completamente, su destino debe ser evolucionar
en su propia perfección que es su verdadera naturaleza. Su verdadera naturaleza ha de ser totalmente
consciente de sus objetos, y de estos objetos el primero es el yo, el ser que evoluciona aquí su conciencia, y el
resto es lo que vemos como no-yo -pero si la existencia es indivisible, eso también debe ser en realidad el yo:
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el destino de la conciencia evolutiva debe ser, entonces, devenir perfecta en su captación, enteramente al tanto
del yo y omnicaptante. Esta condición perfecta y natural de la conciencia es para nosotros una superconciencia,
un estado que está más allá de nosotros y en el cual nuestra mente, si es transferida repentinamente a él, no
podría funcionar al principio; pero es hacia esa superconciencia que nuestro ser consciente debe estar
evolucionando. Pero esta evolución de nuestra conciencia hacia la superconciencia o lo supremo de sí es
posible sólo si la Inconciencia que es nuestra base aquí realmente es una Superconciencia involucionada; pues
lo que ha de estar en el devenir de la Realidad en nosotros debe ya estar allí involucionado o secreto en su
comienzo. Tal Ser o Poder involucionado podemos concebir que sea el Inconsciente cuando consideramos de
cerca esta creación material de una Energía inconsciente y la vemos elaborar con curiosa construcción e infinito
artificio la obra de una vasta Inteligencia involucionada y vemos, también, que nosotros mismos somos algo de
esa Inteligencia evolucionando de su involución, una conciencia que emerge cuyo emerger no puede detenerse
en el camino hasta que el Involucionado haya evolucionado y se haya revelado como una suprema Inteligencia
totalmente autoconsciente u omniconsciente. A esto es a lo que hemos dado el nombre de Supermente o
Gnosis. Pues eso evidentemente debe ser la Conciencia de la Realidad, el Ser, el Espíritu que está secreto en
nosotros y se manifiesta aquí lentamente; de ese Ser sobre los devenires y debemos crecer en su naturaleza.

Si la conciencia es el secreto central, la vida es la indivación externa, el poder efectivo del ser en la Materia;
pues es eso lo que libera a la conciencia y le da su forma o corporización de la fuerza y su efectivización en el
acto material. Si alguna revelación o efectivización de sí en la Materia es el objetivo último del Ser que
evoluciona en su nacimiento, la vida es el signo exterior y dinámico y el índice de esa revelación y efectivización.
Pero la vida también, como lo es ahora, es imperfecta y evolucionante; evoluciona a través del crecimiento de
la conciencia tal como la conciencia evoluciona a través del crecimiento de la conciencia, tal como la conciencia
evoluciona a través de la organización y perfección mayores de la vida: una conciencia mayor significa una vida
mayor. El hombre, el ser mental, tiene una vida imperfecta porque la mente no es el primero ni supremo poder
de la conciencia del Ser; aunque la mente fuese perfeccionada, habría un algo por realizar, no manifestado
aún. Pues lo que está involucionado y emergente no es una Mente sino un Espíritu, y una mente no es el
dinamismo innato de la conciencia del Espíritu; la supermente, la luz de la gnosis, es su dinamismo innato.
Entonces, si la vida se convirtió en manifestación de un ser espiritual en nosotros y la Vida divina es la
manifestación de una conciencia perfeccionada en un poder supramental o gnóstico del ser espiritual que debe
ser la carga e intención secreta de la Naturaleza evolutiva.

Toda vida espiritual es, en su principio, un nacimiento en la vida divina. Es difícil fijar la frontera donde cesa la
vida mental y empieza la vida divina, pues ambas se proyectan mutuamente y hay un prolongado espacio de
su existencia entremezclada. Una gran parte de este interespacio --cuando el impulso espiritual no se aparta
por completo de la tierra o el mundo--, puede verse como el proceso de realización de una vida superior. En
cuanto la mente y la vida se iluminan con la luz del espíritu, invisten o reflejan algo de la divinidad, la Realidad
mayor y secreta, y esto debe aumentar hasta cruzar el interespacio y unificar la existencia toda en la plena luz
y poder del principio espiritual. Pero para la plena y perfecta realización del impulso evolutivo, esta iluminación
y cambio debe asumir y recrear al ser todo, a la mente, a la vida y al cuerpo: debe ser no sólo una experiencia
interior de la Divinidad, sino también una remodelación de lo existencia interior y de la existencia exterior
mediante su poder; debe tomar forma no sólo en la vida del individuo sino también como vida colectiva de los
seres gnósticos establecidos como poder y forma supremos del devenir del Espíritu en la naturaleza-terrena.
Para que esto sea posible la entidad secreta en nosotros debe haber desarrollado su propia perfección
integralizada no sólo del estado interior del ser sino también del poder que parte del ser y, con esa perfección
y como necesidad de su acción completa, debe haber evolucionado su propia dinámica e instrumentación de
la existencia externa.

Puede haber indudablemente una vida espiritual interior, un reino celestial dentro de nosotros que
no dependa de manifestación externa alguna ni de instrumentación o fórmula del ser exterior. La vida interior
tiene una suprema importancia espiritual y la vida exterior tiene valor sólo en la medida en que exprese el
estado interior. Por más que el hombre de la realización espiritual viva, actúe y se conduzca, en todas las
modalidades de su ser y accionar, se dice en el Gita: "él vive y se mueve en Mi"; mora en la Divinidad, ha
realizado la existencia espiritual. El hombre espiritual que vive en el sentido del yo espiritual, en la realización
de la Divinidad dentro de él y por doquier, estaría viviendo interiormente una vida divina y su reflejo caería sobre
sus actos externos de la existencia, aunque no pasasen --o no pareciesen pasar-- más allá de la ordinaria
instrumentación del pensamiento y acción humanos en este mundo de la naturaleza-terrestre. Esta es la verdad
primera y la esencia del asunto; pero con todo, desde el punto de vista de una evolución espiritual, esto sólo
sería una liberación y perfección individuales en una existencia ambiental inmodificada: para un cambio
dinámico mayor en la naturaleza-terrena misma, para un cambio espiritual del principio e instrumentación
totales de la vida y la acción, la aparición de un nuevo orden de los seres y de una nueva vida terrena debe
considerarse según nuestra idea de la consumación total, de la consecuencia divina. El cambio gnóstico asume
aquí primaria importancia; todo lo precedente puede considerarse como construcción y preparación de esta
transmutadora reversión de la naturaleza toda. Pues se trata de un modo gnóstico de vida dinámica que debe
ser la realizada vida divina sobre la tierra, un modo de vida que desarrolla instrumentos superiores del
50
conocimiento-mundano y la acción mundana para la dinamización de la conciencia en la existencia física y
asume y transforma los valores de un mundo de la Naturaleza material.

Pero siempre el fundamento todo de la vida gnóstica debe ser, por su naturaleza misma, interior y no exterior.
En la vida del espíritu está el espiritu, la Realidad interior, que ha construido y usa la mente, el ser y cuerpo
vitales como su instrumentación; el pensamiento, el sentimiento y la acción no existen por sí mismos, no son
un objeto sino un medio; sirven para expresar la Realidad divina manifestada dentro de nosotros: de otro modo,
sin esta interioridad, sin esta originación espiritual, en una conciencia demasiado externalizada o mediante sólo
medios externos, no resulta posible una vida mayor o divina. En nuestra vida actual de la Naturaleza, en nuestra
externalizada existencia superficial, está el mundo que parece creamos; mas en el giro hacia la vida espiritual
somos nosotros quienes debemos crearnos junto con nuestro mundo. Según esta nueva fórmula de creación,
la vida interior se torna de primera importancia y el resto puede ser solamente su expresión y resultado. Esto
es, ciertamente, lo que queda de relieve mediante nuestros afanes en pos de la perfección, la perfección de
nuestra propia alma y mente y vida y la perfección de la vida de la raza. Pues recibimos un mundo que es
oscuro, ignorante, material e imperfecto, y nuestro ser consciente externo es creado por las energias, la presión,
las operaciones modeladoras de esta vasta y muda oscuridad, por el nacimiento físico, por el medio, por una
preparación mediante impactos y choques vitales; y con todo tomamos una vaga noción de algo que está allí
en nosotros o que procura ser, algo distinto de lo hecho de esa forma, un espíritu autoexistente,
autodeterminante, que empuja a la naturaleza hacia la creación de una imagen de su perfección oculta o Idea
de perfección. Hay algo que crece en nosotros en respuesta a esta demanda, que pugna por llegar a ser la
imagen de un Algo divino y es impelido también a trabajar en un mundo exterior que recibiera y rehacer eso
también en una imagen mayor, en la imagen de su propio crecimiento espiritual, mental y vital, para hacer de
nuestro mundo también algo creado de acuerdo con nuestra propia mente y espíritu autoconceptor, algo nuevo,
armónico y perfecto.

Pero nuestra mente es oscura y parcial en sus nociones, desviada por apariencias superficiales opuestas, y
dividida entre varias posibilidades; es conducida en tres direcciones diferentes a cualquiera de las cuales puede
brindar preferencia exclusiva. Nuestra mente, en su búsqueda en pos de lo que debemos ser, se vuelca hacia
una concentración sobre nuestro crecimiento y perfección interiores y espirituales, sobre nuestro ser individual
y vida interior; o se vuelve hacia una concentración sobre un desarrollo individual de nuestra naturaleza
superficial, sobre la perfección de nuestro pensamiento y acción externa dinámica y práctica en el mundo, en
algún idealismo de nuestra relación personal con el mundo que nos rodea; o se vuelve más bien hacia una
concentración sobre el mundo externo mismo, para mejorarlo, adaptarlo mejor a nuestras ideas y temperamento
o a nuestra concepción de lo que tendría que ser. Por un lado está el reclamo de nuestro ser espiritual que es
nuestro verdadero yo, una realidad trascendente, un ser del Ser Divino, no creado por el mundo, capaz de vivir
en sí, de elevarse fuera del mundo hacia la trascendencia; por el otro lado está la demanda del mundo que nos
rodea que es una forma cósmica, una formulación del Ser Divino, un poder de la Realidad disfrazado. Está
también la demanda dividida o doble de nuestro ser de la Naturaleza que se equilibra entre estos dos términos,
depende de ellos y los conecta; pues aparentemente está hecho por el mundo y con todo, debido a que su
creador está en nosotros y en la instrumentación mundana que parece hacerla sólo como medio usado en
primer término, es realmente una forma, una disfrazada manifestación de un ser espiritual mayor dentro de
nosotros. Es esta demanda la que media entre nuestra preocupación por una perfección interior o liberación
espiritual y nuestra preocupación con el mundo externo y su formación, insiste en una relación más feliz entre
los dos términos y crea el ideal de un individuo mejor en un mundo mejor. Mas es dentro de nosotros donde la
Realidad debe fundarse y ser la fuente y fundamento de una vida perfeccionada; ninguna formación externa
puede reemplazarla: debe existir el verdadero e interior yo realizado si ha de existir la verdadera vida realizada
en el mundo y en la Naturaleza.

En el crecimiento en una vida divina el espíritu debe ser nuestra primera preocupación; hasta que la hayamos
revelado y evolucionado en nuestro yo de sus envolturas y disfraces mentales, vitales y físicos, extrayéndola
con paciencia de nuestro propio cuerpo, como dice el Upanishad, hasta que hayamos construido en nosotros
una vida interior espiritual, es obvio que no puede ser posible ninguna otra vida divina. A menos, ciertamente,
que sea una deidad mental o vital la que percibimos o podríamos percibir -pero aun entonces el ser mental
individual o el ser del poder y la fuerza y deseo vitales en nosotros debe crecer en una forma de esa deidad
antes que nuestra vida pueda ser divina en ese sentido interior, la vida del superhombre infraespiritual, del
semidios mental o del Titán vital, Deva o Asura. Una vez creada esta vida interior, para convertir todo nuestro
ser vital, nuestro pensamiento, sentimiento y acción en el mundo, en un poder perfecto de esa vida interior,
debe ser otra preocupación nuestra. Sólo si vivimos en esa modalidad más honda y mayor de nuestras partes
dinámicas, puede haber fuerza para crear una vida mayor o puede el mundo rehacerse ya sea en algún poder
o perfección de la Mente y la Vida o en el poder y perfección del Espíritu. Un mundo humano perfeccionado no
puede ser creado por hombres ni compuesto por hombres que son imperfectos. Aunque todas nuestras
acciones sean escrupulosamente reguladas por la educación o ley o maquinaria social, lo que se conseguirá
es un regulado patrón de las mentes, un fabricado patrón de las vidas un cultivado patrón de la conducta; pero
una conformidad de esta clase no puede cambiar, no puede recrear al hombre por dentro, no puede cincelar ni
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perfilar un alma persona ni hombre pensante perfecto ni un ser viviente, perfecto y creciente. Pues el alma, la
mente y la vida son poderes del ser y pueden crecer pero no pueden ser recortados ni hechos; un proceso o
formación externos pueden ayudar o pueden expresar al alma, la mente y la vida pero no pueden crearlas ni
desarrollarlas, Uno ciertamente puede ayudar al ser para que crezca, no por un intento de manufacturación,
sino lanzando sobre él estimulantes influencias o prestándole las propias fuerzas del alma, la mente o la vida;
pero aun así el crecimiento debe todavía llegar desde dentro de él, determinando desde allí lo que se hará con
estas influencias y fuerzas, y no desde afuera. Esta es la primera verdad que nuestro celo y aspiración
creadores han de aprender, de otro modo todo nuestro humano esfuerzo está predestinado a girar en un fútil
círculo y puede sólo concluir en un éxito que es un bello fracaso.

Ser o devenir algo, introducir algo en el ser es la labor total de la fuerza de la Naturaleza; conocer, sentir y hacer
son energías subordinadas que tienen un valor porque ayudan al ser en su parcial autorrealización para
expresar lo que él es y lo ayudan también en su impulso de expresar lo todavía no realizado que él ha de ser.
Pero el conocimiento, el pensamiento y la acción -ya sean religiosos, éticos, políticos, sociales, económicos,
utilitarios o hedonísticos, ya sean forma o construcción mental, vital o física de la existencia-, no pueden ser la
esencia u objeto de lo vida; son sólo actividades de los poderes del ser y de los poderes de su devenir, símbolos
dinámicos de si, creaciones del espíritu corporizado, sus medios de descubrir o formular lo que busca ser. La
tendencia de la mente física del hombre consiste en ver de otro modo y poner cabeza abajo el verdadero
método de las cosas, pues toma como esencial o fundamental las fuerzas o apariencias superficiales de la
Naturaleza: acepta su creación mediante un proceso visible o exterior como la esencia de su acción y no ve
que es sólo una apariencia secundaria y encubre un proceso secreto mayor: pues el proceso oculto de la
Naturaleza consiste en revelar al ser a través de la producción de sus poderes y formas, su presión externa es
sólo un medio de despertar al ser involucionado a la necesidad de esta evolución de esta autoformación.
Cuando la etapa espiritual de su evolución llega a alcanzarse, este proceso oculto debe convertirse en el
proceso total, atravesar el velo de las fuerzas y llegar a su principal resorte secreto, que es el espíritu mismo,
es de cardinal importancia. Devenir nosotros mismos es lo único por hacer; pero lo verdadero de nosotros es
lo que está dentro de nosotros, y superar nuestro externo yo corporal, vital y mental es la condición de este ser
supremo, que es nuestro verdadero y divino ser, para autorrevelarse y ponerse en actividad. Sólo podemos
encontrar o creciendo y viviendo interiormente; una vez hecho eso, crear desde allí la mente, vida y cuerpo
espirituales o divinos y a través de esta instrumentación llegar a la creación del mundo será el medio verdadero
de una vida divina, -este es el objeto final que la Fuerza de la Naturaleza ha puesto ante nosotros. Esta es
entonces la primera necesidad: que el individuo, cada individuo, descubra al espíritu, a la divina realidad dentro
de él y la exprese en todo su ser y vida. Una vida divina debe ser primera y principalmente una vida interior;
pues dado que lo exterior debe ser la expresión de lo interior, no puede haber divinidad en la existencia externa
si no hay divinización del ser interior. La Divinidad mora en el hombre velada en su centro espiritual; no puede
existir una cosa tal como la autosuperación del hombre o su superior salida existencial si en él está la realidad
de un yo y espíritu eternos.

En nosotros ser y existir plenamente es el objetivo de la Naturaleza; mas existir plenamente es ser totalmente
consciente del propio ser: la inconciencia, semiconciencia o conciencia deficiente es un estado del ser que no
está en posesión de sí; es existencia pero no plenitud del ser. Ser total e integralmente consciente de uno
mismo y de toda la verdad del propio ser es condición necesaria para la verdadera posesión de la existencia.
Esta autocaptación es lo que significa el conocimiento espiritual: la esencia del conocimiento espiritual es una
autoexistente conciencia intrínseca; toda su acción del conocimiento, en verdad toda su acción de cualquier
índole, debe ser esa conciencia formulándose. Todo otro conocimiento es conciencia olvidadiza de sí y
pugnando por retornar a su conciencia de sí y su contenido; es autoignorancia afanándose por transformarse
en autoconocimiento.

Pero asimismo, dado que la conciencia lleva en sí la fuerza de la existencia, para serlo plenamente ha de tener
la fuerza intrínseca e integral del propio ser; ha de entrar en posesión de toda la propia fuerza del yo y de todo
su uso. Existir meramente, sin poseer la fuerza del propio Ser o con una semifuerza o fuerza deficiente de él,
es una existencia mutilada o disminuida; es existir, pero no se trata de la plenitud del ser. Es ciertamente posible
existir sólo en el estado, con la fuerza del ser autorreunida e inmóvil en el yo; pero, aun así, existir en la dyamis
al igual que en el estado es la integridad de la existencia: el poder del yo es el signo de la divinidad del yo -un
espíritu impotente no es espíritu. Pero, así como la conciencia espiritual es intrínseca y autoexistente, de igual
modo esta fuerza de nuestro ser espiritual debe ser intrínseca, automática en la acción, autoexistente y
aurorrealizadora. Qué instrumentalidad usa debe ser parte de sí; incluso cualquier instrumentalidad externa que
use debe ser parte de sí y expresiva de su ser. La fuerza del ser en la acción consciente es la voluntad; y
cualquiera que sea la voluntad consciente del espíritu, su voluntad de ser y devenir, toda esa existencia debe
ser capaz de realizarse armónicamente. Cualquiera que sea la acción o energía de la acción que no tenga esta
soberanía o no sea el dominio de la maquinaria de la acción, lleva consigo, por ese defecto, el signo de una
imperfección de la fuerza del ser, de una división o segmentación incapacitante de la conciencia, de un
incomplemento en la manifestación del ser.

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Por último, existir plenamente es tener el pleno deleite del ser. El ser sin deleite del ser, sin un entero deleite
de sí y de todas las cosas es algo neutro y disminuido; es existencia, pero no plenitud del ser. Este deleite
también debe ser intrínseco, autoexistente y automático; no puede depender de las cosas que están fuera de
él: en cualquier cosa que se deleite, la toma como parte de sí, tiene la dicha de él como parte de su
universalidad. Todo indeleite, todo dolor y sufrimiento son un signo de imperfección, de incompletamiento;
surgen de una división del ser, de un incompletamiento de la conciencia del ser, de un incompletamiento de la
fuerza del ser. La vida divina consiste en completarse en el ser, en la conciencia del ser, en el deleite del ser y
vivir en este integrado completamiento.

Pero, además, existir plenamente es existir universalmente. Existir en las limitaciones de un pequeño ego
restringido es existir, pero se trata de una existencia imperfecta: en su naturaleza misma es vivir en una
conciencia incompleta, en una incompleta fuerza y deleite de la existencia. Es ser menos que uno mismo y
provoca una inevitable sujeción a la ignorancia, la debilidad y el sufrimiento: o aunque por alguna divina
composición de la naturaleza pueda excluir estas cosas, habría de vivir en una limitada perspectiva de la
existencia, en una limitada conciencia, poder y dicha de la existencia. Todo ser es único y existir plenamente
es ser todo lo que es. Una condición necesaria de la integral vida divina consiste en existir en el ser de todos e
incluir a todos en el propio ser, ser consciente de la conciencia de todos, estar integrado en la fuerza con la
fuerza universal, llevar toda acción y experiencia en uno mismo y sentirlas como acción y experiencia propias,
sentir todos los yoes como el propio yo y sentir todo deleite del ser como el propio deleite del ser.

Pero para existir de esa manera universalmente en la plenitud y libertad de la propia universalidad, uno debe
existir también trascendentalmente. La plenitud espiritual del ser es la eternidad; si uno no tiene la conciencia
del eterno ser intemporal, si uno depende del cuerpo, de la mente corporizada o de la vida corporizada, o
depende de este mundo o de aquel mundo o de esta condición del ser o de aquella condición del ser, eso no
es la realidad del yo, no es la plenitud de nuestra existencia espiritual. Vivir sólo como el yo corporal o existir
sólo por el cuerpo es ser una criatura efímera, sujeta a la muerte, al deseo, al dolor, al sufrimiento, la
descomposición y la decadencia. Una primera condición de la vida divina consiste en trascender, superar la
conciencia corporal, no estar atado al cuerpo ni por el cuerpo, tener al cuerpo sólo como instrumento, como
formación externa menor del yo. Una segunda condición consiste en no ser una mente sujeta a la ignorancia ni
a la restricción de la conciencia, trascender a la mente y manejarla como instrumento, controlarla como
formación superficial del yo. Una tercera condición consiste en existir por el yo y el espíritu, no depender de la
vida, no identificarse con ella, trascenderla, controlarla y usarla como expresión e instrumentación del yo. Ni
siquiera la vida corporal posee su propio ser pleno en su propio género si la conciencia no supera al cuerpo y
siente su física unidad con toda la existencia material; la vida vital no posee su propia vida plena en su propio
género si la conciencia no supera el juego restringido de una vitalidad individual y siente la vida universal como
su propia vida y su unidad con toda la vida. La mentalidad no es una existencia o actividad plena y consciente
en su propio género si no supera los límites mentales individuales y siente una unidad con la Mente universal
y con todas las mentes y disfruta la propia integralidad de la conciencia realizada en su riqueza diferenciativa.
Pero uno debe trascender no sólo la fórmula individual sino también la fórmula universal, pues de esa manera
únicamente el individuo o la existencia universal descubre su propio ser verdadero y perfecta armonización;
ambos son, en su formulación exterior, términos incompletos de la Trascendencia, pero son eso en su esencia,
y es sólo tomando conciencia de esa esencia que la conciencia individual o la conciencia universal pueden
llegar a su propia plenitud y libertad de la realidad. De otro modo, el individuo puede seguir sujeto al movimiento
cósmico y sus reacciones y limitaciones y perder su entera libertad espiritual. Debe entrar en la suprema
Realidad divina, sentir su unidad con ella, vivir en ella, ser su autocreación: toda su mente, vida y físico debe
convertirse en los términos de su Supernaturaleza; todo su pensamiento, sentimientos y acciones deben ser
determinados por ella y ser ella, ser su autoformación. Todo esto puede completarse en él sólo cuando ha
evolucionado de la Ignorancia en el Conocimiento y a través del Conocimiento en la Conciencia suprema y su
dinámica y deleite supremo de la existencia; pero alguna esencialidad de estas cosas y su suficiente
instrumentación puede llegar con el primer cambio espiritual y culminar en la vida de la supernaturaleza
gnóstíca.

Estas cosas son imposibles sin una vida interior; no pueden alcanzarse permaneciendo en una conciencia
externa vuelta siempre hacia afuera, activa sólo o principalmente sobre y desde la superficie. El ser individual
ha de descubrirse, ha de descubrir su verdadera existencia; puede hacer esto solamente yendo hacia adentro,
viviendo dentro y desde adentro: pues la conciencia o vida externas o externas separadas del espíritu interior
son el campo de la Ignorancia, pueden superarse y superar a la Ignorancia únicamente abriéndose a la
grandeza de un yo y vida interiores, Si en nosotros hay un ser trascendente, debe estar en nuestro yo secreto;
en la superficie hay sólo un efímero ser de la naturaleza, hecho por la limitación y la circunstancia. Si en nosotros
hay un yo capaz de grandeza y universalidad, capaz de entrar en la conciencia cósmica, ese también debe
estar dentro de nuestro ser interior; la conciencia externa es una conciencia física atada a sus límites
individuales por el triple cordón de la mente, la vida y el cuerpo: cualquier intento externo de universalidad
puede sólo tener por resultado un agrandamiento del ego o una eliminación de la personalidad por su extinción
en la masa o en una subyugación a la masa. Es sólo mediante un crecimiento, movimiento y acción interiores
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que el individuo puede libre y efetivamente universalizar y trascender su ser. Para la vida divina debe haber un
a transferencia de la fuente central e inmediata de la efectivización dinámica del ser, de afuera hacia adentro;
pues allí se aposenta el alma, pero está velada o semivelada y nuestro ser y fuente inmediatos de acción están
actualmente en la superficie. En los hombres, dice el Upanishad, el Autoexistente ha tallado las puertas de la
conciencia externa, mas unos pocos vuelven su mirada hacia el interior y éstos son los que ven y conocen al
Espíritu y desarrollan al ser espiritual. De esa manera mirar dentro de nosotros, ver y entrar en nosotros mismos
y vivir interiormente es la primera necesidad para la transformación de la naturaloza y para la vida divina.

Este movimiento de ir hacia adentro y de vivir en lo interior es una tarea difícil de imponer a la conciencia normal
del ser humano; con todo, no hay otro modo de autodescubrimiento. El pensador materialista, que erige una
oposición entre lo extrovertido y lo introvertido, sostiene la actitud extrovertida para que se acepte como única
segura: ir hacia adentro es entrar en la oscuridad o vacío o perder el equilibrio de la conciencia y tornarse
mórbidos es desde afuera que tal vida interior (como uno puede construirla) que se crea, y su salud se asegura
sólo mediante una confianza estricta en sus fuentes externas salutíferas y nutricias -el equilibrio de Ia mente y
vida personales puede asegurarse solamente mediante un firme apoyo sobre la realidad externa, pues el mundo
material es la única realidad fundamental. Esto puede ser cierto para el hombre físico, el que nace extrovertido,
que se piensa creador de la Naturaleza externa; hecho por ella y dependiendo de ella, se perdería si fuese
hacia adentro: para él no hay ser interior, no hay vida interior. Pero el introvertido de esta distinción tampoco
tiene vida interior; no es un vidente del verdadero yo interior de las cosas interiores, sino el pequeño hombre
mental que mira superficialmente dentro de sí y no se ve allí su yo espiritual sino su ego-vital, su ego-mental y
se preocupa insaludablemente de los movimientos de su pequeña y lastimosa criatura enana. La idea o
experiencia de una oscuridad interior cuando mira hacia adentro es la primera reacción de la mentalidad que
ha vivido siempre en la superficie y no ha captado la existencia interior; sólo tiene una elaborada experiencia
interna que depende del mundo exterior para los materiales de su ser. Pero para quienes en su composición
entró el poder de una vida más interior, el movimiento de ir hacia adentro y de vivir interiormente no procura
una oscuridad u opaco vacío sino una ampliación una avidez de nuevas experiencias, una mayor visión, una
capacidad mayor, una vida extendida infinitamente más real y variada que la primera insignificancia de la vida
construida para sí por nuestra normal humanidad física, una dicha del ser que es mayor y más rica que cualquier
deleite existencial que el hombre vital externo o el hombre mental superficial puede lograr mediante su dinámica
fuerza vital y actividad o sutileza y expansión de la existencia mental. Un silencio, un ingreso en un amplio o
incluso inmenso o infinito vacío es parte de la experiencia espiritual interior; de este silencio y vacío la mente
física tiene cierto miedo, la pequeña mente pensante o vital superficialmente activa se sobrecoge ante eso o se
disgusta -pues confunde el silencio con la incapacidad mental y vital y el vacío con el cese o no-existencia: pero
este silencio es el silencio del espíritu que es la condición de un conocimiento, poder y bienaventuranza
mayores, y este vacío es el vaciamiento de la copa de nuestro ser natural, una liberación de él de su turbio
contenido de modo que aquella puede llenarse con el vino de Dios; es el pasaje no a la no-existencia sino a
una existencia mayor. Hasta cuando el ser se vuelca hacia el cese, es un cese no en la no-existencia sino en
algún vasto inefable del ser espiritual o la inmersión en la incomunicable superconciencia del Absoluto.

De hecho, este giro y movimientos hacia adentro no son un aprisionamiento en el yo personal; se trata del
primer paso hacia la universalidad; trae a nosotros la verdad de nuestra existencia externa al igual que la verdad
de nuestra existencia interna. Pues esta vida interior puede extenderse y abarcar la vida universal, puede
contactar, penetrar y englobar la vida de todos con una mayor realidad y fuerza dinámica que la que en nuestra
conciencia superficial resulta posible. Nuestra máxima realización en la superficie es un pobre y flojo esfuerzo
-es una construcción, un hacer-creer y no lo real: pues en nuestra conciencia superficial estamos obligados a
la separación de la conciencia con respecto a los demás, y a llevar las cadenas del ego. Nuestro egoísmo
mismo con más frecuencia se vuelve forma sutil del egoísmo o tiende a una mayor afirmación de nuestro ego;
satisfechos de nuestra pose altruista, no vemos que es un velo para la imposición de nuestro yo individual, de
nuestras ideas, de nuestra personalidad mental y vital, de nuestra necesidad de agrandamienro-del-ego sobre
los demás a los que asumimos en nuestra órbita expandida. Hasta donde logramos vivir realmente por los
demás, se produce una fuerza espiritual de amor y simpatía; mas el poder y campo de efectualidad de esta
fuerza en nosotros son pequeños, el movimiento psíquico que lo impulsa es incompleto, su acción con
frecuencia es ignorante pues hay contacto mental y afectivo pero nuestro ser no abarca al ser de los demás
como si fuésemos nosotros mismos. Una unidad externa con los demás debe siempre ser una unión y
asociación externas de las vidas externas con un resultado interior menor; la mente y el corazón apegan sus
movimientos a esta vida y seres comunes con quienes se encuentran aquí; mas la vida externa común sigue
siendo el fundamento -la construida unidad interior, o cuanto de ella pueda persistir a despecho de la ignorancia
mutua y egoísmos discordantes, conflictos mentales, conflictos afectivos, conflictos temperamentales vitales,
conflictos de intereses, es una superestructura parcial e insegura. La conciencia espiritual, la vida espiritual
invierte este principio de construcción; basa su acción en la vida colectiva sobre una experiencia interna e
inclusión de los demás en nuestro propio ser, un sentido y realidad interiores de la unidad. El individuo espiritual
actúa partiendo de ese sentido de la unidad que le brinda una percepción inmediata y directa de la exigencia
del yo sobre el otro yo, la necesidad vital, el bien, la obra del amor y la compasión que realmente puede

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efectuarse. Una realización de unidad espiritual, una dinamizasión de la conciencia íntima del ser-único, de un
sólo yo en todos los seres, puede fundar solamente y gobernar mediante su verdad la acción de la vida divina.

En el ser gnóstico o divino, en la vida divina, habrá una íntima o completa conciencia del yo de los demás, una
conciencia de su mente, vida, ser físico que se sienten como si fuesen propios. El ser gnóstico actuará, no
partiendo de un sentimiento superficial de amor y compasión u otro sentimiento similar, sino de esta íntima
conciencia mutua, esta íntima unidad. Toda su acción en el mundo será iluminada por una verdad de la visión
de lo que ha de hacerse, un sentido de la voluntad de la Realidad Divina en él que también es la Realidad
Divina en los demás, y se efectuará por lo Divino en los demás y lo Divino en todos, por la efectivización de la
verdad del propósito de Todos visto como a la luz de la Conciencia suprema y en el camino y según los pasos
a través de los cuales debe efectivizarse en el poder de la Supernaturaleza. El ser gnóstico se descubre no
sólo en su propia realización, que es la realización del Ser y Voluntad Divinos en él, sino también en la
realización de los demás; su individualidad universal se efectiviza en el movimiento del Todo en todos los seres
en pos de su devenir mayor. Ve una obra divina por doquier; lo que sale de él es la suma de esa obra divina,
de la Luz, Voluntad y Fuerza interiores que trabajan en él, es su acción. Para iniciar algo no hay en él un ego
separativo; es el Trascendente y Universal el que se desplaza, a través de su individualidad universalizada,
hacia la acción del universo. Así como él no vive para un ego separado, de igual manera tampoco vive para el
propósito de cualquier ego colectivo; vive en y para lo Divino en sí, en y para lo Divino en la colectividad, en y
para lo Divino en todos los seres. Esta universalidad en la acción, organizada por la omnividente Voluntad en
el sentido de la realizada unidad de todos, es la ley de su vida divina.

Es entonces esta realización espiritual del impulso hacia la perfección individual y completamiento interior del
ser lo que significamos en primer término cuando hablamos de una vida divina. Es la primera condición esencial
de una perfeccionada vida sobre la tierra y por lo tanto tenemos razón de hacer de la máxima perfección
individual posible nuestro primer cometido supremo. La perfección de la relación espiritual y pragmática del
individuo con todo lo que lo rodea es nuestra segunda preocupación; la solución de este segundo desideratum
estriba en una completa universalidad y unidad con toda la vida sobre la tierra que es el otro resultado
concomitante de una evolución en la conciencia y naturaleza gnósticas. Pero aun resta el tercer desideratum,
un nuevo mundo, un cambio en la vida total de la humanidad o, al menos, una nueva vida colectiva
perfeccionada en la naturaleza-terrena. Esto reclama la aparición no sólo de aislados individuos evolucionados
que actúan en la masa inevoluciunada, sino también de muchos individuos gnósticos que forman un nuevo
género de seres y una nueva vida común superior al actual individuo y a la existencia común. Una vida colectiva
de esta índole debe obviamente constituirse sobre el mismo principio que la vida del individuo gnóstico. En
nuestra actual existencia humana hay una colectividad física que se mantiene junta por el común hecho-vital
físico y todo cuanto surge de él, una comunidad de intereses, una civilización y cultura comunes, una asociación
económica, ideales, emociones, esfuerzos del ego colectivo con el hilo de lazos y conexiones individuales que
atraviesa el todo y ayuda a mantenerlo unido. O, donde hay una diferencia en las cosas, oposición, conflicto,
acomodación parcial u organizado compromiso, ello responde a la necesidad de vivir juntos; se erige un orden
natural o un orden elaborado. Esta no sería la modalidad gnóstica divina de la vida colectiva; pues lo que allí
ataría y mantendría en unión sería, no el hecho de la vida que crea una conciencia social suficientemente unida,
sino una conciencia común que consolida una vida común. Todo se Unirá por la evolución de la Verdad-
conciencia en ellos; en la modificada modalidad del ser que esta conciencia provocaría en ellos, sentirán que
son corporizaciones de un yo simple, almas de una Realidad simple; iluminada y motivada por una fundamental
unidad del conocimiento, accionada por una unificada voluntad y sentimiento fundamentales, una vida que
expresa la Verdad espiritual descubriría a través de ellos sus propias formas naturales del devenir. Habría un
orden, pues la verdad de la unidad crea su propio orden: podría haber una ley o leyes de vida, pero serán
autodeterminadas: serían una expresión de la verdad de un ser espiritualmente unido y la verdad de una vida
espiritualmente unida. Toda la formación de la existencia común sería una autoconstrucción de las fuerzas
espirituales que deben estructurarse espontáneamente en una vida tal: estas Fuerzas serían recibidas
interiormente por el ser interior y expresadas o autoexpresadas en una innata armonía de la idea, la acción y
el propósito.

El método mental consistiría en una mecanización creciente, en una normalización en la fijación de todo dentro
de un molde común para asegurar la armonía, pero eso no sería la ley de esta vida. Habría una considerable
libre diversidad entre las diferentes comunidades gnósticas; cada una crearía su propio cuerpo vital espiritual:
habría también una considerable libre diversidad en la auroexpresión de los individuos de una simple
comunidad. Pero esta libre diversidad no sería un caos ni crearía discordia alguna; pues una diversidad de una
Verdad del conocimiento y de una Verdad de la vida sería una correlación y no una oposición. En una conciencia
gnóstica no habría insistencia-del-ego sobre una idea personal ni empuje o clamor de la voluntad e interés
personales: en su lugar habría sentido unificador de una Verdad común en muchas formas, un yo común en
muchas conciencias y cuerpos; habría universalidad y plasticidad que verían y expresarían al Uno en muchas
figuras de sí y estructurarían la unidad en todas las diversidades como ley inherente de la Verdad-conciencia y
su verdad natural. Una simple Conciencia-Fuerza, de la que todos estarían conscientes, viéndose como sus
instrumentos, actuaría a través de todos y armonizaría su acción unificada. El ser gnóstico sentiría una simple
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fuerza consonante de la supernaturaleza que actúa en todos: aceptaría su formación en sí u obedecería o
usaría el conocimiento y poder que le brindó para la obra divina, pero no se hallaría bajo ninguna urgencia ni
compulsión para enfrentar su poder y conocimiento contra el poder y conocimiento de los demás ni para
afirmarse como un ego que lucha contra otros egos. Pues el yo espiritual tiene su propia dicha inalienable y
plenitud inviolable en toda condición, su propia afinidad de la verdad del ser: eso lo siente siempre plenamente
cualquiera que sea la formulación externa. La verdad del espíritu interior no dependería de una formación
particular; no necesitaría, por lo tanto, luchar por cualquier particular formulación y autoafirmación externas: las
formas surgirían de sí mismas plásticamente, en apropiada relación con otras formulaciones y cada una en su
propio sitio en la formulación toda. La verdad de la conciencia y ser gnósticos que se establecen puede hallar
su armonía con toda otra verdad del ser que la rodea. Un ser espiritual o gnóstico descubriría su armonía con
la vida gnóstica total que lo rodea, cualquiera que sea su posición en el todo. De acuerdo con su lugar en él,
sabría cómo conducir o gobernar, pero también cómo subordinarse; ambas cosas serían para él igual deleite:
pues la libertad del espíritu, porque es eterna, autoexistente e inalienable, puede sentirse tanto al servicio y
voluntaria subordinación y ajuste a los otros yoes como en posesión del poder y del gobierno. Una libertad
espiritual interior puede aceptar su lugar en la verdad de una jerarquía espiritual interior al igual que en la
verdad, no incompatible con ella, de una igualdad espiritual fundamental. Esta autodisposición de la Verdad,
orden natural del espíritu, existiría en una vida común de diferentes grados y etapas del ser gnóstico evolutivo.
La unidad es la base de la conciencia gnóstica, la reciprocidad es el resultado natural de su directa captación
de la unidad en la diversidad, la armonía es el poder inevitable de la obra de su Fuerza. La unidad, la
reciprocidad y la armonía debe ser por tanto la inevitable ley de una vida gnóstica común o colectiva. Las formas
que adopte dependerían de la voluntad de manifestación evolutiva de la Supernaturaleza, pero éste sería su
carácter y principio generales.

Este es el sentido total y la ley y necesidad inherentes del pasaje desde el ser y la vida puramente mentales y
materiales hacia el ser y la vida espirituales y supramentales, que la liberación, perfección y autorrealización
que el ser en la Ignorancia busca y sólo puede alcanzar saliendo de su actual naturaleza de la Ignorancia hacia
una naturaleza del autocomocimiento y conocimiento-del-mundo espirituales. A esta naturaleza mayor la
mencionamos como Supernaturaleza porque está más allá de su actual nivel de la conciencia y capacidad;
pero de hecho es a su propia naturaleza verdadera, a la altura y completamiento de ella, a la que debe arribar
si ha de hallar su verdadero yo y la posibilidad total del ser. Cuanto suceda en la Naturaleza debe ser el
resultado de la Naturaleza, la efectivización de lo que está implícito o inherente en él, su inevitable fruto o
consecuencia. Si nuestra naturaleza es una Inconciencia e Ignorancia fundamentales que arriban con dificultad
a un imperfecto conocimiento, una imperfecta formulación de la conciencia y del ser, los resultados de nuestro
ser, vida y acción y creación deben ser, como lo son ahora, una constante imperfección e inseguro
semiresultado, una imperfecta mentalidad, una imperfecta vida, una imperfecta existencia física. Procuramos
construir sistemas del conocimiento y sistemas de la vida por los que podamos arribar a alguna perfección de
nuestra existencia, algún orden de relaciones correctas, de correcto uso de la mente, de correcto uso de la
felicidad y belleza de la vida, de correcto uso del cuerpo. Pero lo que logramos es una elaborada semirrectitud
mezclada con gran cantidad de error, desamor e infelicidad; nuestras construcciones sucesivas, debido a que
están viciadas y porque la vida y la mente no pueden permanentemente y por doquier contraerse a su
búsqueda, están expuestas a la destrucción, la decadencia, el quebrantamiento de su orden, y pasamos de
ellas a otras que no son, en última instancia, más logradas ni duraderas, aunque en un lado u otro puedan ser
más ricas y plenas o más racionalmente plausibles. No puede ser de otro modo, porque no podemos construir
nada que vaya más allá de nuestra naturaleza; imperfectos, no podemos construir perfección, por más
maravillosa que nos parezca la maquinaria que nuestra ingeniosidad mental inventa, por más externamente
efectiva que sea. Ignorantes, no podemos construir un sistema de autoconocimiento o conocimiento-del-mundo
enteramente verdaderos y fructíferos, nuestra ciencia misma es una construcción, una masa, de fórmulas y
artificios; en posesión del conocimiento de los procesos y de la creación de una maquinaria apta, pero ignorante
de los fundamentos de nuestro ser y del ser-mundano, no puede perfeccionar nuestra naturaleza y, por lo tanto,
no puede perfeccionar nuestra vida.

Nuestra naturaleza, nuestra conciencia es la de los seres ignorantes uno del otro, separados uno del otro,
enraizados en un ego dividido, que deben pugnar por establecer algún género de relación entre sus ignorancias
corporizadas; pues el impulso hacia la unión y la fuerza que procuran la unión están allí en la Naturaleza. Se
crean armonías individuales y grupales de comparativa y calificada integridad, se cumple una cohesión social;
pero en la masa las relaciones que se forman se estropean constantemente por simpatía imperfecta,
entendimiento imperfecto, burdas malas interpretaciones, lucha, discordia, infelicidad. No puede ser de otro
modo mientras no haya verdadera unión de la conciencia fundada en una naturaleza del autoconocimicnto,
conocimiento interior mutuo, realización interior de la unidad, concordia de nuestras fuerzas interiores del ser y
de las fuerzas interiores de la vida. En nuestra construcción social nos afanamos por establecer alguna
aproximación a la unidad, reciprocidad, armonía, porque sin estas cosas no puede haber vida social perfecta;
pero lo que construimos es una unidad elaborada, una asociación de intereses y egos respaldados por la ley y
la costumbre e imponiendo un construido orden artificial en el que los intereses de algunos prevalecen sobre
los intereses de otros y sólo una acomodación semiaceptada, semirrespaldada, seminatural y semiartificial
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mantiene al todo social en el ser. Entre comunidad y comunidad hay una acomodación peor aun con una
constante recurrencia de contienda de ego colectivo con ego colectivo. Esto es lo mejor que podemos hacer y
todos nuestros persistentes reajustes del orden social no nos pueden procurar nada mejor que una imperfecta
estructura de la vida.

Es sólo si nuestra naturaleza se desarrolla más allá de sí, si se convierte en naturaleza del autoconocimiento,
de entendimiento mutuo, de unidad, en una naturaleza del ser verdadero y la vida verdadera que el resultado
puede ser una perfección de nosotros mismos y de nuestra existencia, una vida del ser verdadero, una vida de
unidad, reciprocidad, armonía, una vida de felicidad verdadera, una vida armónica y bella. Si nuestra naturaleza
se fija en lo que es, en lo que ya devino, entonces no es posible en la vida terrena perfección ni felicidad real y
duradera; no debemos buscar eso para nada y arreglárnosla lo mejor posible con nuestras imperfecciones, o
debemos buscarlo en cualquier parte, en un más allá supraterrestre, o ir más allá de toda búsqueda de esa
índole y trascender la vida por extinción de la naturaleza y el ego en algún Absoluto del cual nació este ser
nuestro, extraño e insatisfactorio. Pero si en nosotros hay un ser espiritual que emerge y nuestro estado actual
es sólo una imperfección o semiemerger, si el Inconsciente es un punto de partida que contiene en sí la potencia
de una superconciencia y supernaturaleza que ha de evolucionar, un velo de la Naturaleza aparente en la que
esa conciencia mayor se esconde y desde el cual ha de desenvolverse, si una evolución del ser es la ley,
entonces lo que buscamos no sólo es posible sino también parte de la necesidad eventual de las cosas. Nuestro
destino espiritual consiste en manifestar y devenir esa supernaturaleza -pues es la naturaleza de nuestro
verdadero yo, de nuestro ser todo, aun oculto porque está inevolucionado. Una naturaleza de la unidad traerá
entonces inevitablemente su resultado-vital de unidad, reciprocidad, armonía. Una vida interior despierta a la
plena conciencia y a un pleno poder de la conciencia llevará su fruto inevitable en todo el que la tenga,
autoconocimiento, existencia perfeccionada, dicha de un ser satisfecho, felicidad de una naturaleza realizada.

Un carácter innato de la conciencia gnóstica y la instrumentación de la supernaturaleza es una totalidad de


visión y acción, una unidad del conocimiento con el conocimienlo, una reconciliación de todo lo que parece
contrario en nuestra visión y conocimiento mental, una identidad del Conocimiento y la Voluntad actuando como
simple poder en perfecto unísono con la verdad de las cosas: este no nacido carácter de la supernaturaleza es
el fundamento de la perfecta unidad, reciprocidad y armonía de su acción. En el ser mental hay una discordia
de su construido conocimiento con la verdad real o la verdad total de las cosas, de modo que hasta lo que en
ella es verdadero resulta a menudo o eventualmente inefectivo o sólo parcialmente efectivo. Nuestros
descubrimientos de verdad son derrocados, nuestras efectivizaciones apasionadas de la verdad son frustradas;
a menudo el resultado de nuestra acción se convierte en parte de un esquema que no nos proponemos y cuya
legitimidad no reconoceríamos, o la verdad de la idea resulta burlada por el resultado real de su éxito
pragmático. Aunque haya una lograda construcción de la idea, debido a que la idea es incompleta, una aislada
construcción de la mente separada la verdad única y total de las cosas, su éxito tarde o temprano terminará en
desilusión o nuevo esfuerzo. La discordancia de nuestra visión y nuestras nociones con la verdadera verdad y
la verdad total de las cosas, la parcialidad y superficialidad de nuestras engañosas construcciones mentales,
es la causa de nuestra frustración. Pero también hay no sólo una discordia de conocimiento con conocimiento
y de voluntad con voluntad y de conocimiento con voluntad en el mismo ser, una división o desarmonía entre
ellos, de modo que donde el conocimiento es maduro o suficiente, alguna voluntad del ser se le opone o la
voluntad lo frustra; donde la voluntad es poderosa, vehemente o firme o forzosamente efectiva, falta el
conocimiento que la guíe hacia su uso correcto. Toda clase de disparidad, desajuste e incompletamiento de
nuestro conocimiento, voluntad, capacidad, fuerza y trato ejecutivos intervienen constantemente en nuestra
acción, en nuestra estructuración vital, y son fuente abundante de imperfección e inefectividad. Estos
desórdenes, defectos y desarmonías son normales para un estado y energía de la Ignorancia y sólo pueden
disolverse mediante una luz mayor que la de la naturaleza mental y la naturaleza vital. La identidad, autenticidad
y armonía de la verdad con la verdad son el carácter innato de toda visión y acción gnósticas; a medida que la
mente crece en la gnosis, que nuestra división y acción mentales se elevan en la luz gnóstica o son visitadas y
regidas por ella empezaría a participar en este carácter y, aunque todavía restringida y limitada, debe llegar a
ser mucho más perfecta y efectiva dentro de estos límites: las causas de nuestra incapacidad y frustración
empezarían a disminuir y desaparecer. Pero también la existencia mayor invadirá la mente con las potencias
de una conciencia mayor y una fuerza mayor, una expresión de nuevos poderes del ser. El Conocimiento es
poder y acto de la conciencia, la Voluntad es poder consciente y acto consciente de la fuerza del ser; ambos
alcanzarán en el ser gnóstico mayores magnitudes de las que actualmente conocemos, un grado superior de
ellos mismos, una instrumentación mayor: pues dondequiera que haya un incremento de la conciencia, hay un
incremento de la fuerza potencial y del poder real de la existencia.

En la formulación terrestre del Conocimiento y el Poder, esta correlación no es por completo aparente porque
la conciencia misma está oculta en una Inconciencia original y la fuerza natural y ritmo de sus poderes en su
emerger están ocultos y perturbados por las discordancias y velos de la Ignorancia. El Inconsciente es la Fuerza
original, potente y automáticamente efectiva, la mente consciente es sólo un pequeño agente que trabaja: pero
eso se debe a que la mente consciente, en nosotros, tiene una limitada acción individual y el Inconsciente es
una inmensa acción de una oculta Conciencia universal: la Fuerza cósmica, enmascarada como Energía
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material, esconde de nuestra vista mediante la insistente materialidad del proceso el hecho oculto de que la
labor del Inconsciente es en realidad la expresión de una vasta Vida universal, de una velada Mente universal,
de una encapuchada Gnosis,y sin estos orígenes de sí no podría tener poder de acción ni organizadora
coherencia. La Fuerza-Vital parece ser también en el mundo material más dinámica y efectiva que la Mente;
nuestra Mente es libre y plenamente potente en la idea y cognición solamente: su fuerza de acción, su poder
de efectivización fuera de este campo metal está obligado a trabajar con la vida y la materia como instrumentos
y, bajo las condiciones impuestas en ella por la vida y la materia, nuestra mente resulta impedida y semiefectiva.
Pero aun así vemos que la fuerza-de-la-Naturaleza en el ser mental es mucho más potente para tratar con él y
con la vida y la materia que la fuerza-de-la-Naturaleza en el animal; es la fuerza mayor de la conciencia y el
conocimiento, la emergida fuerza mayor del ser y la voluntad las que constituyen esta superioridad. En la vida
humana misma el hombre vital parece tener una mayor dinámica de acción que el hombre mental debido a su
superioridad en la fuerza-vital cinética: lo intelectual tiende a ser efectivo en el pensamiento pero inefectivo en
el poder sobre el mundo, mientras el hombre vital cinético domina la vida. Mas es su uso de la mente el que lo
capacita para arribar a una plena explotación de esta superioridad, y al fin el hombre mental, mediante su poder
del conocimiento, su ciencia, es capaz de extender el dominio de la existencia mucho más allá de lo que la vida
en la materia puede cumplir mediante sus propios agentes o de lo que el hombre vital podría cumplir con su
fuerza-vital e instinto-vital sin ese incremento de efectivo conocimiento. Debe llegar un poder inmensamente
mayor sobre la existencia y sobre la Naturaleza cuando surja una conciencia aun mayor y reemplace las
impedidas operaciones de la Energía mental en nuestra fuerza existencial demasiado individualizada y
restringida.

Cierta sujeción fundamental de la mente a la vida y la materia y una aceptación de esta sujeción, una
incapacidad por tornar directamente dominante a la ley de la Mente y modificar mediante sus poderes la ley y
operaciones más ciegas de estas fuerzas inferiores del ser, queda aun en medio de nuestro mayor dominio
mental sobre el yo y las cosas; pero esta limitación no es insuperable. Es el interés del conocimiento oculto el
que nos muestra -y una fuerza dinámica del conocimiento espiritual nos procura la misma evidencia- que esta
sujeción de la Mente a la Materia, del espíritu a la ley inferior de la vida no es lo que al principio parece ser, una
condición fundamental de las cosas, una inviolable e inalterable regla de la Naturaleza. El máximo e
importantísimo descubrimiento natural que puede realizar el hombre consiste en que la mente, y aun más la
fuerza del espíritu, puede de muchos modos tentados y no tentados todavía y en todas direcciones -por su
propia naturaleza y directo poder y no sólo mediante artificios e implementos tales como la superior
instrumentación material descubierta por la Ciencia física- vencer y controlar la vida y la materia. En la evolución
de la supernaturaleza gnóstica este poder directo de la conciencia, esta acción directa de la fuerza del ser, su
libre dominio y control de la vida y la materia, sería consumado y alcanzaría su punto de perfección. Pues el
conocimiento mayor del ser gnóstico no sería en lo principal un conocimiento exteriormente adquirido o
aprendido, sino el resultado de una evolución de la conciencia y de la fuerza de la conciencia, una nueva
dinamización del ser. Como consecuencia, despertaría a muchas cosas, poseyéndolas, y haría lo propio con
un claro y completo conocimiento del yo, un directo conocimiento de los demás, un conocimiento directo de las
fuerzas ocultas, un conocimiento directo del mecanismo oculto de la mente, la vida y la materia, que están más
allá de nuestro logro actual. Este nuevo conocimiento y acción del conocimiento se basarían en una conciencia
intuitiva inmediata de las cosas y en un control intuitivo inmediato de las cosas; una introspección operativa,
ahora supernormal para nosotros, sería el funcionamiento normal de esta conciencia, y una asegurada
efectividad integral tanto en la masa de la acción como en su detalle sería la consecuencia del cambio, pues el
ser gnóstico estaría al unísono y en comunión con la Conciencia-Fuerza que se halla en la raíz de todo: su
visión y su voluntad serían el canal de la Real-Idea supramental, la autoefectiva Fuerza-de-la-Verdad; su acción
sería una libre manifestación del poder y las obras de la Fuerza radical de la existencia, la Fuerza de un
omnideterminante espíritu consciente cuyas formulaciones de la conciencia trabajan inevitablemente en la
mente, la vida y la materia. Actuando en la luz y el poder del conocimiento supramental, el ser gnóstico evolutivo
sería cada vez mas dueño de sí, dueño de las fuerzas de la conciencia, dueño de las energías de la Naturaleza,
dueño de su instrumentación de la vida y la materia. En el estado inferior, en las etapas intermedias o
formaciones de la naturaleza gnóstica evolutiva este poder no estaría presente en su plenitud: mas en algún
grado de sus actividades estaría allí; incipiente y creciendo con el ascenso de la escala, sería concomitante
natural del crecimiento de la conciencia y del conocimiento.

Un nuevo poder y poderes de la conciencia serían entonces inevitable consecuencia de una evolución de la
Fuerza-de-la-Conciencia que traspone la mente hacia un principio superior cognitivo y dinámico. En su
naturaleza esencial estos nuevos poderes deben tener el carácter de un control de la mente sobre la vida y la
materia, de la voluntad-vital y fuerza-vital conscientes sobre la materia, del espíritu sobre la mente, la vida y la
materia; tendría el carácter también de un abatir de las barreras existentes entre alma y alma, mente y mente,
vida y vida: tal cambio sería indispensable para la instrumentación de la vida gnóstica. Pues una total vida
gnóstica o divina incluiría no sólo la ida individual del ser sino también la vida de los otros unificada con el
individuo en una conciencia común unificante. Tal vida debe tener para su principal poder constitutivo unidad y
armonía espontáneas e innatas, no construidas; esto sólo puede llegar mediante una mayor identidad del ser
y la conciencia entre individuo e individuo unificados en su sustancia espiritual, sintiéndose el yo y el yo de una
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sola autoexistencia, actuando en una mayor fuerza unitaria del conocimiento, en un mayor poder del ser. Debe
haber un conocimiento mutuo interior y directo basado en una conciencia de la unidad e identidad, una
conciencia de reciprocidad del ser, del pensamiento, del sentimiento, de los movimientos internos y externos,
una comunicación consciente de mente con mente, de corazón con corazón, un impacto consciente de vida
sobre vida, un intercambio consciente de fuerzas del ser con las fuerzas del ser; en cualquier ausencia o
deficiencia de estos poderes y su luz íntima no podría haber adaptación natural, real y completa, del ser,
pensamiento y sentimiento de cada individuo, movimientos internos y externos con los de los individuos que lo
rodean. Podríamos decir que una base y estructura crecientes de unanimidad consciente sería el carácter de
esta vida más evolucionada.

La armonía es la regla natural del espíritu, es la ley inherente y la consecuencia espontánea de la unidad en la
multiplicidad, de la unidad en la diversidad, de una variada manifestación de la unidad. En una unidad pura y
blanca no podría haber cabida para la armonía, pues no hay nada que armonizar; en una diversidad completa
o gobernante debe haber discordia o ensamblada adaptación de las diferencias, elaborada armonía, mas en
una unidad gnostica en la multiplicidad, la armonía existiría como una expresión espontánea de la unidad, y
esta espontánea expresión presupone una reciprocidad de la conciencia al tanto de la otra conciencia por un
contacto e intercambio interiores directos. En la vida infrarracional la armonía está asegurada por una unidad
instintiva de la naturaleza y una unidad de la acción de la naturaleza, una instintiva comunicación, un directo e
intuitivo-vital entendimiento-sensorio por el que los individuos de una comunidad animal o de insectos son
capaces de cooperar. En la vida humana esto es reemplazado por el entendimiento a través del conocimiento-
sensorio y la percepción mental y comunicación de las ideas por la palabra, pero los medios que han de usarse
son imperfectos e incompletas la armonía y cooperación. En una vida gnóstica, una vida de superrazón y
supernaturaleza, una autoconsciente unidad espiritual del ser y una consciente comunidad e intercambio
espirituales de la naturaleza serían la profunda y amplia raíz del entendimiento: esta vida mayor habría
evolucionado nuevos y superiores medios y poderes para unificar interiormente conciencia con conciencia; su
básica instrumentación natural sería la intimidad de la conciencia que se comunica interior y directamente con
la conciencia, pensamiento con pensamiento, visión con visión, sentido con sentido, vida con vida, conciencia-
corporal con conciencia-corporal. Todos estos nuevos poderes, asumiendo los viejos instrumentos externos y
usándolos como medios subordinados a un poder mucho mayor y a un propósito mayor se pondrían al servicio
de la autoexpresión del espíritu en una profunda unidad del ser y la vida.

Una evolución de poderes innatos y latentes pero aun inevolucionados de la conciencia no es considerada
admisible por la mente moderna, porque éstos exceden nuestra actual formulación de la Naturaleza y, para
nuestras ignorantes preconcepciones fundadas en una limitada experiencia, parecen pertenecer a lo
supernatural, a lo milagroso y oculto; pues sobrepasan la conocida acción de la Energía material que en la
actualidad es normalmente aceptada como la única causa y modalidad de las cosas y la única instrumentación
de la Fuerza-del-Mundo. Una maravillosa labor humana, mediante el ser consciente que descubre y desarrolla
una instrumentación de fuerzas naturales que sobrepasan cualquier cosa organizada por la Naturaleza, es
aceptada como un hecho natural y una casi ilimitada perspectiva de nuestra existencia; un despertar, un
descubrimiento, una instrumentación de los poderes de la conciencia y de las fuerzas espirituales, mentales y
vitales que sobrepase cuanto la Naturaleza o el hombre haya organizado no se admite como posible. Pero no
habría nada supernatural ni milagroso en tal evolución, en tanto y en cuanto se trate de una Supernaturaleza o
naturaleza superior a la nuestra así como la naturaleza humana es una Supernaturaleza o naturaleza superior
con respecto a animales, vegetales o materiales. Nuestra mente y sus poderes, nuestro uso de la razón, nuestra
intuición e introspección mentales, nuestra palabra, posibilidades de descubrimiento filosófico, científico y
estético de las verdades y potencialidades del ser y un control de sus fuerzas son una evolución que ha tenido
lugar; con todo parecería imposible si nos ubicamos sobre la conciencia animal limitada y sus capacidades;
pues allí no hay nada que respalde tan prodigiosa progresión. Pero con todo hay vagas manifestaciones
iniciales, elementos rudimentarios o detenidas posibilidades en el animal, que nuestra razón e inteligencia, con
sus extraordinarios desarrollos, plantean como inimaginable jornada desde un pobre e imprometedor punto de
partida. Los rudimentos de los poderes espirituales pertenecientes a la supernaturaleza gnóstica se hallan, de
modo parecido, incluso en nuestra composición ordinaria, pero sólo ocasional y escasamente activos. No es
irracional suponer que en esta etapa mucho más alta de la evolución, una similar pero mayor progresión que
parte de estos rudimentarios inicios conduciría a otro inmenso desarrollo y partida.

En la experiencia mística --cuando hay una apertura de los centros interiores, o de otro modo, espontáneamente
o mediante la voluntad o esfuerzo o según el curso mismo del crecimiento espiritual--, pudo saberse que se
desarrollaron nuevos poderes de la conciencia; se presentan como si fuesen consecuencia automática de
alguna apertura interior o en respuesta a un reclamo del ser, de modo tal que fue menester recomendar al
místico no ir a la caza de estos poderes, ni aceptarlos o usarlos. Este rechazo es lógico para quienes buscan
retirarse de la vida; pues toda aceptación de un poder mayor ataría a la vida o sería una carga sobre el desnudo
y puro impulso en pos de la Iiberación. La indiferencia hacia todos los otros objetivos y resultados es natural
para quien ama a Dios y busca a Dios por Dios mismo y no por el poder ni por cualquier otra atracción inferior;
perseguir estas seductoras pero, a menudo, peligrosas fuerzas sería una desviación de su propósito. Un
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rechazo similar constituye necesaria autorrestricción y disciplina espiritual para el místico inmaduro, dado que
tales poderes pueden ser un peligro grande e incluso mortal; pues su supernormalidad puede fácilmente
alimentar en él una anormal exageración del ego. El poder en sí mismo puede que el aspirante a la perfección
lo tema como si fuese una tentación, porque el poder puede tanto rebajar como elevar; no hay nada más
proclive a un mal empleo. Mas cuando las nuevas capacidades llegan como resultado inevitable del crecimiento
en una conciencia mayor y una vida mayor y ese crecimiento es parte del objetivo mismo del ser espiritual que
está dentro de nosotros, este obstáculo ya no opera; pues un crecimiento del ser en la supernaturaleza y de su
vida en la supernaturaleza no puede tener lugar ni puede completarse sin traer consigo un mayor poder de la
conciencia, un mayor poder de la vida y el desarrollo espontáneo de una instrumentación del conocimiento y la
fuerza normales para esa supernaturaleza. No hay nada en esta futura evolución del ser que pueda
considerarse irracional o increíble; no hay nada en ella anormal ni milagroso: se trataría del curso necesario de
la evolución de la conciencia y sus fuerzas en el pasaje desde la formulación mental hacia la formulación
gnóstica o supramental de nuestra existencia. Esta acción de las fuerzas de la supernaturaleza sería una obra
natural, normal y espontáneamente simple de la nueva conciencia superior y mayor en la que entra el ser en el
curso de esta autoevolución; el ser gnóstico aceptando la vida gnóstica desarrollaría y usaría los poderes de
esta conciencia mayor, tal como el hombre desarrolla y usa los poderes de su naturaleza mental.

Es evidente que tal incremento del poder o poderes de la conciencia sería no sólo normal sino también
indispensable para una vida mayor y más perfecta. La vida humana con su armonía parcial, en tanto no se
mantenga por imposición de una ley u orden establecidos sobre los individuos componentes a través de una
aceptación parcialmente voluntaria, parcialmente inducida, parcialmente forzada e inevitable, estriba sobre el
acuerdo de los elementos iluminados o interesados de su mente, corazón, sentido-vital, sobre un asentimiento
a un cuerpo compuesto de ideas comunes,deseos, satisfacciones vitales, objetivos de la existencia. Mas en la
masa de los individuos componentes hay un imperfecto entendimiento y conocimiento de las ideas, objetivos-
vitales, motivos-vitales, que ellos han aceptado, un poder imperfecto en su ejecución, una imperfecta voluntad
de mantenerlos siempre no menoscabados, de Ilevarlos a cabo plenamente o de llevar la vida a una perfección
mayor: hay un elemento de lucha y discordia, una masa de deseos reprimidos o incumplidos y de voliciones
frustradas, una hirviente insatisfacción suprimida o un despierto o eruptivo descontento de intereses
desequilibradamente satisfechos; - hay nuevas ideas, motivos vitales que irrumpen y no pueden correlacionarse
sin rebelión ni perturbación; hay fuerzas-vitales que trabajan en los seres humanos y su medio que están en
disidencia con la armonía construida, y no existe el pleno poder de vencer la discordia y dislocaciones creadas
por una chocante diversidad de la mente y la vida y por el ataque de destructoras fuerzas de la Naturaleza
universal. Lo que falta es conocimiento espiritual y poder espiritual, un poder sobre el yo, un poder nacido de
la unificación interior con los demás, un poder sobre las fuerzas-mundanas que nos rodean o invaden, un poder
de autovisión, plenamente equipado para la efectivización del conocimiento; estas capacidades faltantes en
nosotros o defectuosas son las que pertenecen a la sustancia misma del ser gnóstico, pues resultan inherentes
a la luz y dinámica de la naturaleza gnóstica.

Pero, además de la imperfecta acomodación de las mentes, corazones y vidas de los individuos componentes
de una sociedad humana, la mente y la vida del individuo mismo es puesta en movimiento por fuerzas que no
están de acuerdo una con otra; nuestros intentos de conciliadas son imperfectos, y aun más imperfecta es
nuestra fuerza para ponerla, a cualquiera de ellas, en una satisfacción integral o satisfactoria de la vida de esa
manera, la ley del amor, la compasión es natural para nuestra conciencia; a medida que crecemos
espiritulmente, crece en nosotros su demanda: pero también está la demanda del intelecto, el empuje de la
fuerza vital y sus impulsos en nosotros, el reclamo y presión de muchos otros elementos que no coinciden con
la ley del amor y la compasión, y no sabemos cómo adecuarlos en su totalidad a la ley total de la existencia ni
ádecuar alguno de ellos o todos ya sean justa y enteramente efectivos o imperativos. A fin de tornarlos
concordantes y activamente fructíferos en el ser todo y en la vida toda, hemos de crecer en una naturaleza
espiritual más completa; mediante ese crecimiento, hemos de vivir en la luz y la fuerza de una conciencia
superior mayor y más integral de la cual el conocimiento y el poder, el amor y la compasión y el juego de la
voluntad-vital son todos elementos de acuerdos naturales y siempre presentes; hemos de movernos y actuar
en una luz de la Verdad que ve intuitiva y espontáneamente lo que ha de hacerse y el modo de hacerlo y que
intuitiva y espontáneamente se cumple en el acto y la fuerza, -asumiendo en esa intuitiva y espontaneidad de
su verdad, en su simple normalidad espiritual y suprema, la complejidad de nuestras fuerzas y cubriendo con
sus armonizadas realidades todos los pasos de la Naturaleza.

Resultaría evidente que ningún ensamble racionalizado ni ingeniosidad de construcción mental puede poner
de acuerdo ni armonizar esta complejidad; sólo lo puede hacer la intuición y autoconociniento de un espíritu
despierto. Esa sería la naturaleza del evolucionado ser mental y de su existencia; su visión y sentido espirituales
asumirían todas las fuerzas del ser en una unificadora conciencia introduciéndolas en una normalidad de
acordada acción: pues este acuerdo y concordia constituye la verdadera normalidad del espíritu; la discordia,
la desarmonía de nuestra vida y naturaleza es anormal para ella aunque es normal para la vida de la Ignorancia.
Es ciertamente así porque no resulta normal para el espíritu que un conocimiento dentro de nosotros se
satisfaga y pugne en pos de una mayor armonía en nuestra existencia. Este acuerdo y concordia de todo el
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ser, que es natural para el individuo gnóstico, sería igualmente natural para una comunidad de seres gnósticos;
pues eso estribaría en una unión de yo con yo en la luz de una autoconciencia común y Mutua. Es verdad que
en la total existencia terrestre de la que la vida gnóstica sería parte, continuaría aun existiendo en ella una vida
perteneciente a un orden menos evolucionado; la vida intuitiva y gnóstica tendría que adecuarse a esta
existencia total introduciendo en ella tan gran cantidad de su propia ley de unidad y armonía como resulte
posible. Aquí la ley de la espontánea armonía parecería inexplicable, dado que la relación de la vida gnóstica
con la vida ignorante que la rodea no se fundaría en una reciprocidad de autoconocimiento y sentido del ser
único y la conciencia común; sería una relación de la acción del conocimiento con la acción de la ignorancia.
Mas esta dificultad no es menester que sea tan grande como nos parece ahora; pues, el conocimiento gnóstico
llevaría consigo un perfecto entendimiento de la conciencia de la Ignorancia, y no resultaría imposible, por tanto,
para una asegurada vida gnóstica, armonizar su existencia con la de toda vida menos desarrollada que coexista
con ella en la naturaleza-terrena.

Si este es nuestro destino evolutivo, nos queda por ver dónde estamos en esta coyuntura de la progresión
evolutiva -una progresión que ha sido cíclica o espiral más bien que en línea recta o que, al menos, avanzó de
una curva demasiado zigzagueante-, y qué perspectiva existe de giro alguno en pos de un paso decisivo en un
futuro cercano o conmensurable. En nuestra aspiracón humana en pos de una perfección personal y de la
perfección de la vida de la raza, los elementos de la evolución futura se presagian, afanándonos en pos de
ellos, pero en una confusión del conocimiento semiiluminado; hay discordia entre los elementos necesarios, un
énfasis opositor, una profusión de rudimentarias soluciones insatisfactorias y en mal acuerdo. Estas oscilan
entre las tres principales preocupaciones de nuestro idealismo -el simple desarrollo completo del ser humano,
en sí, la perfectibilidad del individuo, un pleno desarrollo del ser colectivo, la perfectibilidad de la sociedad, y,
más pragmáticamente restringidas, las perfectas u óptimas relaciones posibles de individuo con individuo y
sociedad y de comunidad con comunidad. A veces se pone un énfasis exclusivo o dominante sobre el individuo,
a veces sobre la colectividad o sociedad, a veces sobre una correcta y equilibrada relación entre el individuo y
el todo humano colectivo. Una idea sostiene a la vida, libertad o perfección crecientes del individuo humano
como objeto verdadero de nuestra existencia-, ya sea la idea una autoexpresión meramente libre del ser
personal o un autegobernado todo de la mente completa, de la vida fina y amplia y del cuerpo perfecto, o una
perfección y liberación espirituales. Según este criterio la sociedad está allí sólo como un campo de la actividad
y crecimiento para el hombre individual y sirve mejor sus funciones cuando acuerda, tanto como resulta posible,
amplio espacio, vastos medios, suficiente libertad o guía de desarrollo para su pensamiento, su acción, su
crecimiento, su posibilidad de plenitud del ser. Una idea opuesta acuerda a la vida colectiva importancia primera
o única; la existencia, el crecimiento de la raza es todo: el individuo ha de vivir para la sociedad o para la
humanidad o, incluso, es sólo una célula de la sociedad, no tiene otro uso ni finalidad de nacimiento ni otro
significado de su presencia en la Naturaleza, ni otra función. O se sostiene que, la nación, la sociedad, la
comunidad es un ser colectivo, que revela su alma en la cultura, poder de vida, ideales, instituciones, todos sus
modos de expresión; la vida individual ha de plasmarse en ese molde cultural, servir a ese poder vital, consentir
solamente en existir como instrumento para el mantenimiento y eficiencia de la existencia colectiva. Según otra
idea la perfección del hombre estriba en sus relaciones éticas y sociales con otros hombres; es un ser social y
ha de vivir para la sociedad, para los demás, para su utilidad en pro de la raza: la sociedad también existe para
servir a todos, para darles su relación correcta, su educación, preparación, oportunidad económica, correcta
estructura vital. En las antiguas culturas se ponía máximo énfasis sobre la comunidad y la adecuación del
individuo a la comunidad, pero también creció allí una idea del individuo perfeccionado; en la antigua India
existió la idea de que el individuo espiritual era dominante, mas la sociedad era de extrema importancia pues
en ella y bajo la influencia modeladora el individuo había de pasar primero a través del estado social del ser
físico, vital y mental con su satisfacción del interés, deseo y prosecución del conocimiento y vida recta antes
que pudiese alcanzar aptitud para una más verdadera autorealización y libre existencia espiritual. En tiempos
recientes se puso énfasis total sobre la vida de la raza, sobre una búsqueda de la sociedad perfecta, y
posteriormente sobre una concentración en la organización correcta y mecanización científica de la vida de la
humanidad como un todo; el individuo ahora tiende más a ser resguardado sólo como miembro de la
colectividad, como unidad de la raza cuya existencia debe subordinarse a los objetivos comunes e intereses
totales de la sociedad organizada, y mucho menos o para nada como ser mental o espiritual con su propio
derecho y poder existenciales. Esta tendencia no alcanzó aun su punto culminante por doquier, pero por doquier
crece con rapidez y tiende a predominar.

De esa manera, en las vicisitudes del pensamiento humano, por un lado el individuo es impulsado o invitado a
descubrir y perseguir su propia autoafirmación, su propio desarrollo mental, vital y corporal, su propia perfección
espiritual; por el otro se le reclama borrarse y subordinarse y aceptar las ideas, ideales, voluntad, instinto e
intereses de la comunidad como si fuesen propios. Es impulsado por la Naturaleza a vivir para sí y por algo
profundo, dentro de él, para afirmar su individualidad; la sociedad y cierto idealismo mental le reclamavivir para
la humanidad o para el bien mayor de la comunidad. El principio del yo y sus intereses se encuentra con el
principio del altruismo y tiene la oposición de éste. El Estado erige su deidad y exige su obediencia, sumisión,
subordinación, autoinmolación; el individuo ha de afirmar contra este exorbitante reclamo los derechos de sus
ideales, de sus ideas, de su personalidad, de su conciencia. Es evidente que todo este conflicto de normas es
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una aspiración de la Ignorancia mental del hombre que busca hallar su camino y captar lados diferentes de la
verdad pero que, por su falta de integridad en el conocimiento, es incapaz de armonizarlos juntos. El camino
sólo lo puede hallar un conocimiento unificador y armonizador, pero ese conocimiento pertenece a un principio
más profundo de nuestro ser en el que la unidad e integridad son innatas. Sólo descubriendo eso en nosotros
mismos podemos resolver el problema de nuestra existencia y con ello el problema del verdadero camino de la
vida individual y comunal.

Hay una Realidad, una verdad de toda la existencia que es mayor y más permanente que todas sus formaciones
y manifestaciones; descubrir esa verdad y Realidad y vivir en ella, alcanzar la más perfecta manifestación y
formación posible de ella, debe ser el secreto de la perfección ya sea del ser individual o del comunal. Esta
Realidad está dentro de cada cosa y acuerda a cada una de sus formaciones su poder del ser y su valor del
ser. El universo es una manifestación de la Realidad, y hay una verdad de la existencia universal, un Poder del
ser cósmico, un yo-total o espíritu-del-mundo. La humanidad es una formación o manifestación de la Realidad
en el universo, y hay una verdad y yo de la humanidad, un espíritu humano, un destino de la vida humana. La
comunidad es una formación de la Realidad, una manifestación del espíritu del hombre, y hay una verdad, un
yo, un poder del ser colectivo. El individuo es una formación de la Realidad, y hay una verdad del individuo, un
yo individual, un alma o espíritu individuales que se expresan a través de la mente, vida y cuerpo individuales
y pueden expresarse también en algo que va más allá de la mente, la vida y el cuerpo, algo que incluso va más
allá de la humanidad. Pues nuestra humanidad no es la totalidad de la Realidad ni su óptima autoformación o
auroexpresión posibles -la Realidad ha asumido antes que el hombre existiera una formación y autocreación
infrahumanas y puede asumir después de él o en él una formación y autocreación suprahumanas. El individuo
como espíritu o ser no está confinado dentro de su humanidad: ha sido menos que humano, puede llegar a ser
más que humano. El universo se descubre a través de él tal como él se descubre en el universo, pero es capaz
de llegar a ser más que el universo, dado que puede sobrepasarlo e ingresar en algo de sí mismo y en ello y
más allá de ello que absoluto. No está confinado dentro de la comunidad; aunque su mente y vida son, de un
modo, parte de la mente y vida comunal, hay algo dentro de él que puede ir más allá de ellas. La comunidad
existe por el individuo, pues su mente, vida y cuerpo están constituidos por la mente, vida y cuerpo de sus
individuos componentes; si eso se aboliera o disgregara, su propia existencia se aboliría o disgregaría, aunque
algún espíritu o poder de ella pudiese formarse otra vez en otros individuos: mas el individuo no es una mera
célula de la existencia colectiva; no cesaría de existir si se separase o fuese expelido de la masa colectiva.
Pues la colectividad, la comunidad no es siquiera el todo de la humanidad y no es el mundo; el individuo puede
existir y descubrirse por doquier en la humanidad y por sí mismo en el mundo. Si la comunidad tuviese una vida
que dominara la de los individuos que la constituyen, con todo eso no constituiría su vida total. Si tiene su ser
que busca afirmarse mediante la vida de los individuos, el individuo también tiene un ser propio que busca
afirmarse en la vida de la comunidad. Pero él no está atado a eso, puede afirmarse en otra vida comunal, o, si
es lo bastante fuerte, en una existencia nómada o en una soledad eremítica donde, si no puede perseguir ni
alcanzar una completa vida material, puede existir espiritualmente y descubrir su propia realidad e inmanente
yo esencial.

El individuo es ciertamente la clave del movimiento evolutivo; pues es el individuo el que se descubre, el que
toma conciencia de la Realidad. El movimiento de la colectividad es un movimiento masivo en gran medida
subconsciente; ha de formularse y expresarse a través de los individuos para llegar a ser consciente: su
conciencia general masiva es siempre menos evolucionada que la conciencia de sus más desarrollados
individuos, y progresa en la medida en que acepta su impresión o desarrolla lo que ellos desarrollan. El individuo
no debe su lealtad última ni al Estado que es una máquina ni a la comunidad que es parte de la vida y no la
vida toda: su lealtad debe ser a la Verdad, al Yo, al Espíritu, al Divino que está en él y en todos; su real objeto
existencial debe consistir en no subordinarse ni perderse en la masa, sino en hallar y expresar esa verdad del
ser en sí y en ayudar a la comunidad y a la humanidad en su búsqueda de su verdad y plenitud esenciales.
Mas el ámbito hasta el cual se torna operativo el poder de la vida individual o la Realidad espiritual dentro de
ella, depende de su propio desarrollo: mientras está indesarrollado, ha de subordinar de muchos modos su yo
indesarrollado a cualquier cosa que sea mayor que él. Tan pronto se desarrolla, se desplaza hacia la libertad
espiritual, pero esta libertad con ella porque aquélla también es el yo, el espíritu mismo. Cuando se desplaza
hacia la libertad espiritual, se desplaza también hacia la unidad espiritual. El hombre espiritualmente realizado
y el hombre liberado se preocupa, como dice el Gita, por el bien de todos los seres; el Buda, al descubrir el
camino del Nirvana, debe regresar a abrir el camino de quienes aun se hallan bajo la ilusión de su ser
constructivo en lugar de su ser real -o no-ser; Vivekananda, atraído por el Absoluto, siente también el reclamo
de la disfrazada Deidad en la humanidad y principalmente el reclamo de los caídos y los sufrientes, el reclamo
del yo al yo en el oscuro cuerpo del universo. Para el individuo despierto la realización de su verdad del ser y
su liberación y perfección interiores deben ser su búsqueda primera -en primer lugar, porque ese es el reclamo
del Espíritu dentro de él, pero también porque es sólo mediante la liberación, perfección y realización de la
verdad del ser que el hombre puede arribar a la verdad de la vida. Una comunidad perfeccionada puede también
existir sólo mediante la perfección de sus individuos, y la perfección sólo puede llegar mediante el
descubrimiento y afirmación en la vida, por cada uno, de su propio ser espiritual y mediante el descubrimiento
por parte de todos de su unidad espiritual y una resultante unidad vital. No puede haber perfección real para
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nosotros excepto por nuestro yo y verdad interiores de la existencia espiritual que asume toda la verdad de la
existencia instrumental en sí misma, acordándole unidad, integración y armonía. Así como nuestra única
libertad real es el descubrimiento y liberación de la Realidad espiritual dentro de nosotros, de igual manera
nuestro único medio de verdadera perfección es la soberanía y autoefectivización de la Realidad espiritual en
todos los elementos de nuestra naturaleza.

Nuestra naturaleza es compleja y hemos de hallar una clave de una perfecta unidad y plenitud de su
complejidad. Su primera base evolutiva es la vida material: la Naturaleza empezó con ella y el hombre también
ha de empezar con ella; primero ha de afirmar su existencia material y vital. Mas si se detiene allí, no puede
haber evolución para él; su próxima y mayor preocupación debe consistir en descubrirse como ser mental en
una vida material --tanto individual como social-- lo más perfeccionada posible. Esta fue la dirección que la idea
helénica dio a la civilización europea, y los romanos la reforzaron -o debilitaron- con el ideal del poder
organizado: el culto de la razón, la interpretación de la vida por un intelectual pensamiento crítico, unitario,
organizativo y constructivo; el gobierno de la vida mediante la Ciencia son la última consecuencia de esta
inspiración. Pero en los antiguos tiempos el elemento superior creativo y dinámico fue la persecución de una
verdad, bien y belleza ideales y el amoldamiento de la mente, la vida y el cuerpo a la perfección y la armonía
por parte de este ideal. Más allá y por encima de esta preocupación, tan pronto la mente está suficientemente
desarrollada, despierta en el hombre la preocupación espiritual, el descubrimiento de un yo y de una verdad
recóndita del ser y la liberación de la mente y la vida humana en la verdad del Espíritu, su perfección mediante
el poder del Espíritu, la solidaridad, la unidad, la reciprocidad de todos los seres en el Espíritu. Este fue el ideal
oriental llevado por el Budismo y otras antiguas disciplinas hasta las costas de Asia y Egipto y, desde allí,
volcado por la Cristiandad en Europa. Pero estos motivos, encendidos por un tiempo como deslucidas
antorchas en la confusión y oscuridad creadas por el torrente bárbaro que sumergió las viejas civilizaciones,
fueron abandonados por el espíritu moderno que halló otra luz, la luz de la Ciencia. Lo que el espíritu moderno
buscó fue lo fundamental socioeconómico -una organización material ideal de la civilización y el confort, el uso
de la razón, la ciencia y la educación para la generalización de una racionalidad utilitaria que tornará al individuo
en perfeccionado ser social en una perfeccionada sociedad económica. Lo que quedó del ideal espiritual fue -
por un tiempo- un mentalizado o moralizado humanitarismo revelado de toda colaboración religiosa y una ética
social destinada a ser omnibastante para reemplazar una ética religiosa e individual. Hasta ahí había llegado
la raza cuando se descubrió lanzada por su magna inquietud hacia un caos subjetivo y un caos vital en los que
todos los valores recibidos fueron derrocados, semejando desaparecer toda firme base de su organización
social, de su conducta y de su cultura.

Pues este ideal, esta presión consciente sobre la vida material y económica fue, de hecho, una civilizada
reversión al primer estado del hombre, a su primer estado bárbaro y a su preocupación por la vida y la materia,
una espiritual retrogresión con los recursos de la mente de una humanidad desarrollada y una plenamente
evolucionada Ciencia a su disposición. Como un elemento de la total complejidad de la vida humana esta
presión sobre una perfeccionada existencia económica y material tuvo cabida en el todo: como presión única o
predominante lo fue para la humanidad misma, para la evolución misma plena de peligro. El primer peligro es
un resurgimiento de la vieja barbarie primitiva, vital o material, en forma civilizada; el medio que la Ciencia puso
a nuestra disposición elimina el peligro de subversión y destrucción de una civilización débil, por parte de
pueblos primitivos más fuertes, pero está el resurgimiento de la barbarie en nosotros mismos, en el hombre
civilizado, que es el peligro, y esto lo veremos en todo nuestro derredor. Pues eso es forzoso que llegue si no
existe un ideal elevado y esforzado, mental y moral, que controle y eleve al hombre vital y físico que está en
nosotros y si no hay un ideal espiritual que lo libere de sí mismo en su ser interior. Aunque se eluda esta recaída,
hay otro peligro -pues un cese del impulso evolutivo, una cristalización en una vida social estable, confortable
y mecanizada, sin ideal ni contemplación, es otra consecuencia posible. La razón, de por sí, no puede mantener
por largo tiempo a la raza en su progreso; puede hacerlo sólo si es mediadora entre la vida y el cuerpo y algo
superior y mayor que él; pues es la necesidad espiritual interior, el empuje desde lo que está aun irrealizado
dentro de él, que mantiene en él (una vez que alcanzó a la mente), la presión evolutiva, el esfuerzo espiritual.
Renunciando a eso, debe caer nuevamente y empezar todo otra vez o desaparecer como las otras formas de
vida ante él como un fracaso evolutivo, por incapacidad de mantener o servir al impulso creador. A lo más
quedará detenido en algún género de típica perfección intermedia, como todas las especies animales, mientras
la Naturaleza prosigue su camino más allá de él hacia una creación mayor.

En la actualidad la humanidad está sufriendo una crisis evolutiva en la que se esconde la elección de su destino;
pues se ha alcanzado una etapa en la que la mente humana alcanzó en ciertas direcciones un enorme
desarrollo mientras que en otros se halla detenida o azorada y no puede ya descubrir su camino. Una estructura
de la vida externa ha sido elevada por la siempre activa mente y voluntad-vital del hombre, una estructura de
inmanejable enormidad y complejidad, para el servicio de sus reclamos y urgencias mentales, vitales y físicas,
una maquinaria compleja, política, social, administrativa, económica y cultural, un organismo medio colectivo
para su satisfacción intelectual, sensitiva, estética y material. El hombre ha creado un sistema de civilización
que ha llegado a ser demasiado grande para su limitada capacidad mental y entendimiento y su aun más
limitada capacidad espiritual y moral para utilizar y manejar un demasiado peligroso siervo de su disparatado
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ego y sus apetitos. Pues aun no ha llegado a la superficie de su conciencia una mente vidente mayor, ni un
alma intuitiva del conocimiento que pueda hacer de esta básica plenitud vital una condición de libre crecimiento
de algo que lo superó. Esta nueva plenitud de los medios vitales podría ser, por su poder para liberar del
incesante presión insatisfecha de sus necesidades económicas y vitales, una oportunidad para la plena
prosecución de otros objetivos mayores que sobrepasen la existencia material, para el descubrimiento de una
verdad, bien y belleza superiores, para el descubrimiento de un espíritu mayor y más divino que intervenga y
use la vida para una mayor perfección del ser: mas el ser es usado, en lugar de eso, para la multiplicación de
nuevas apetencias y de una agresiva expansión del ego colectivo. Al mismo tiempo, la Ciencia ha puesto a su
disposición muchas potencias de la Fuerza universal y convirtió en materialista la vida de la humanidad; mas
lo que usa esta Fuerza universal es un pequeño individuo humano o ego comunal con nada universal en su luz
del conocimiento o sus movimientos, sin sentido ni poder interiores que creen en esta ensamblada atracción
física del mundo humano una verdadera unidad vital, una unidad mental o una unidad espiritual. Todo cuanto
hay allí es caos de ideas mentales que chocan entre sí, impulsos de la apetencia y necesidad individuales y
colectivas, reclamos y deseos vitales, urgencias de un empuje-vital ignorante, hambres y reclamos de
satisfacción vital de individuos, clases y naciones, un rico hongo de panaceas y nociones sociales y
económicas, un batiburrillo de lemas y panaceas por los que los hombres están prestos para oprimir o ser
oprimidos, para matar o ser muertos, para imponerlos de un modo u otro con los inmensos y demasiado
formidables medios a su disposición en la creencia de que ésta es su vía de escape hacia algo ideal. La
evolución de la mente y vida humanas debe necesariamente conducir hacia una creciente universalidad; mas,
sobre una base del ego y de la segmentadora y divisora mente, esta apertura a lo universal sólo puede crear
una vasta pululación de ideas e impulsos en desacuerdo, un surgimiento de enormes poderes y deseos, una
caótica masa de material inasimilado y entremezclado (mental, vital y físico), de una existencia mayor que,
debido a que no es asumida por una creadora luz armonizante del espíritu, debe agitarse en una universalizada
confusión y discordia de la que es imposible construir una mayor vida armónica. El hombre armonizó la vida en
el pasado mediante ideación y limitación organizadas; creó sociedades basadas en ideas fijas o en costumbres
fijas, un sistema cultural o un sistema-vital orgánico, cada uno dentro de su propio orden; el lanzamiento de
todos éstos dentro del crisol de una vida cada vez más entremezclante y el derramar siempre nuevas ideas,
motivos, hechos y posibilidades reclaman una conciencia mayor para que encuentren y dominen las crecientes
potencialidades, armonizándolas. La Razón y la Ciencia sólo pueden ayudar mediante la normalización,
fijándolo todo dentro de una unidad artificialmente ordenada y mecanizada de la vida material. Es menester un
ser-total mayor, un conocimiento-total mayor, un poder-total mayor para soldar todo en una mayor unidad de la
vida-total.

Una vida de unidad, reciprocidad y armonía nacidas de una verdad más honda y más amplia de nuestro ser es
la única verdad de la vida que puede exitosamente reemplazar las imperfectas construcciones mentales del
pasado que fueran una combinación de asociación y regulado conflicto, una acomodación de los egos e
intereses agrupados o imbricados uno con otro para formar una sociedad, una consolidación por comunes
motivos-vitales generales, una unificación por necesidad y la presión de la lucha con las fuerzas externas. Tal
es el cambio y la remodelación vital que la humanidad ciegamente procura empezar, ahora cada vez más con
un sentido de que de su existencia misma depende descubrir el camino. La evolución de la mente que trabaja
sobre la vida desarrolló una organización de la actividad de la mente y usa la Materia que ya no puede ser
sostenida por la capacidad humana sin un cambio interior. Una acomodación de la egocéntrica individualidad
humana, separativa hasta en la asociación, a un sistema de vida que demanda unidad, reciprocidad perfecta y
armonía, resulta imperativa. Pero debido a que el peso echado sobre la humanidad es demasiado grande para
la actual pequeñez de la personalidad humana y su mente insignificante y pequeños instintos-vitales, debido a
que no puede operar el cambio necesario, debido a que usa éste nuevo aparato y organización para servir al
viejo yo-vital, infraespiritual e infrarracional, de la humanidad, el destino de la raza parece conducirse
peligrosamente (como impacientemente y a pesar de sí), bajo el impulso del ego vital capturado por las fuerzas
colosales que están en la misma escala como la enorme organización mecánica de la vida y el conocimiento
científico que ella ha evolucionado, una escala demasiado grande para que la maneje su razón y voluntad,
hacia una prolongada confusión y peligrosa crisis y oscuridad de mutable y violenta incertidumbre. Aunque esto
tienda a ser una fase o apariencia pasajeras y se descubra una tolerable acomodación estructural que capacite
a la humanidad a proceder menos catastróficamente en su incierto viaje, esto sólo puede ser un respiro. Pues
el problema es fundamental y al planteado en el hombre la Naturaleza evolutiva se enfrenta con una crítica
elección que algún día deberá resolverse en el sentido verdadero si la raza ha de llegar o incluso sobrevivir. El
esfuerzo evolutivo empuja hacia un desarrollo de la Fuerza cósmica en la vida terrestre que necesita un ser
mental y vital mayor para sostenerla, una mente más amplia, un Alma-Vital mayor, más vasta, más consciente,
inanimizada, un Anima, y esto nuevamente necesita una revelación del Alma sustentadora y un Yo espiritual
interior que la mantenga.

Una fórmula racional y científica del ser humano vitalista y materialista y de su vida, una búsqueda de
perfeccionada sociedad económica y de culto democrático del hombre medio son todo lo que la mente moderna
nos presenta en esta crisis como una luz para su solución. Cualquiera que sea la luz que sostenga estas ideas,
no resulta bastante claro encontrar la necesidad de una humanidad cuyo cometido es evolucionar más allá de
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sí o, en cualquier caso, si ha de vivir, debe evolucionar mucho más allá de lo que es en la actualidad. Un instinto-
vital en la raza y en el hombre medio mismo sintió la inadecuación e impulsó hacia una reversión de los valores
o un descubrimiento de nuevos valores y una transferencia de la vida a un nuevo fundamento. Esto tomó la
forma de un intento de hallar una simple y prelista base de unidad, reciprocidad y armonía para la vida común,
para respaldarla mediante una supresión del choque competitivo de los egos y para así arribar a una vida de
identidad para con la comunidad en lugar de una vida de diferencia. Mas para realizar estos deseables fines,
el medio adoptado fue la forzosa y exitosa materialización de unas pocas ideas o lemas restringidos,
entronizados con exclusión de todo otro pensamiento, la supresión de la mente del individuo, una mecanizada
compresión de los elementos de la vida, una mecanizada unidad e impulso de la fuerza-vital, una coerción del
hombre por parte del Estado, la sustitución del ego comunal por el ego individual. El ego comunal es idealizado
como el alma de la nación, la raza, la comunidad; pero éste es un error colosal y puede llegar a ser un error
fatal. La fórmula que se halló fue una forzada e impuesta unanimidad de la mente, la vida y la acción elevada
a su máxima tensión bajo el impulso de algo que se juzga mayor, el alma colectiva, la vida colectiva. Mas este
oscuro ser colectivo no es el alma ni el yo de la comunidad; es una fuerza-vital que surge del subconsciente y,
si la razón niega la luz de guía, puede sólo ser manejada por oscuras fuerzas masivas que son poderosas pero
peligrosas para la raza debido a que resultan ajenas a la evolución consciente de la que el hombre es
administrador y portador. No es esta la dirección señalada a la humanidad por la Naturaleza evolutiva; ésta es
una reversión hacia algo que ella dejó detrás de sí.

Otra solución intentada reposa aun en la razón materialista y una unificada organización de la vida económica
de la raza; pero el método empleado es el mismo, una forzada compresión e impuesta unanimidad de la mente
y la vida y una organización mecánica de la existencia comunal. Una unanimidad de esta índole sólo puede
mantenerse mediante compresión de toda libertad de pensamiento y vida, y eso debe producir eficiente
estabilidad de una civilización termite o un disecación de las fuentes vitales y una decadencia veloz o lenta. Es
a través del crecimiento de la conciencia que el alma colectiva y su vida cobran conciencia de sí y se desarrollan;
el libre juego de la mente y la vida es esencial, para el crecimiento de la conciencia: pues la mente y la vida son
la única instrumentación del alma hasta que se desarrolle una instrumentación superior; no deben ser inhibidas
en su acción ni tornarse rígidas, no-plásticas ni no-progresivas. Las dificultades o desórdenes engendrados por
el crecimiento de la mente y vida individuales no pueden eliminarse saludablemente mediante la supresión del
individuo: la verdadera cura puede lograrse solamente mediante su progresión hacia una conciencia mayor en
la que se realiza y perfecciona.

Una solución como alternativa es el desarrollo de una razón y voluntad iluminadas del hombre normal que
consiente una nueva vida socializada en la que subordinará su ego en pro del correcto ordenamiento de la vida
de la comunidad. Si inquirimos sobre cómo se ha de producir este cambio radical, se han de sugerir dos medios,
el medio de un conocimiento mental mayor y mejor, de ideas correctas, correcta información, correcta
preparación del individuo social y cívico, y el medio de una nueva maquinaria social que resolverá todo con la
magia de la máquina social que corta a la humanidad en un mejor patrón. Mas experimentalmente no se halló,
por más que se haya esperado una vez, que la educación y la instrucción intelectual cambien de por sí al
hombre; sólo aportan al individuo humano y al ego colectivo mejor información y más eficiente maquinaria para
su autoafirmación, dejando el mismo ego humano inmodificado. Ni la mente y vida humanas pueden ser
cortados a la perfección --ni siquiera en lo que se juzga como perfección, un sustituto elaborado--, por ninguna
clase de maquinaria Social; la materia puede ser cortada de ese modo, el pensamiento puede ser cortado de
ese modo, pero en nuestra existencia humana, la materia y el pensamiento son sólo instrumentos para el alma
y la fuerza-vital. La maquinaria no puede modelar al alma y la fuerza vital en formas estandarizadas; a lo más
puede forzarlas, tornar inertes y estacionarias al alma y a la mente, y regular la acción externa de la vida; pero
si esto ha de hacerse efectivamente, la coerción y compresión de la mente y la vida son indispensable y eso
significa nuevamente estabilidad no progresiva o decadencia. La mente razonante con su practicidad lógica no
tiene otro medio de obtener lo mejor de los movimientos ambiguos y complejos de la Naturaleza que una
regulación y mecanización de la mente y la vida. Si se efectúa eso, el alma de la humanidad habrá de recobrar
su libertad y crecimiento mediante una revuelta y destrucción de la máquina a cuyo abrazo fue echado o escapar
retirándose dentro de sí mismo y rechazando la ida. La verdadera salida del hombre es descubrir su alma y su
autofuerza e instrumentación reemplazando con eso la mecanización de la mente y la ignorancia y desorden
de la naturaleza-vital. Pero habría poco espacio y libertad para tal movimiento de autodescubrimiento y
autoefectivización en una existencia social íntimamente regulada y mecanizada.

Existe la posibilidad de que al retroceder de una idea mecanicista de la vida y la sociedad la mente humana
busque refugio en un retorno a la idea religiosa y una sociedad gobernada o sancionada por la religión. Pero la
religión organizada, aunque puede proveer un medio de elevación interior para el individuo y preservar en ella
o detrás de ella un camino para su apertura a la experiencia espiritual, no ha cambiado la vida ni la sociedad
humanas; podría ser de esa manera porque, al gobernar a la sociedad, tendría que comprometerse con las
partes inferiores de la vida y no podría insistir en el cambio interior del ser todo; podría insistir sólo en una
adhesión confesional, en una aceptación formal de sus normas éticas y una conformidad a la institución,
ceremonia y ritual. La religión así concebida puede dar un color ético -religioso o un matiz superficial- a veces,
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si mantiene un fuerte núcleo de experiencia interior, puede generalizar hasta cierto punto una incompleta
tendencia espiritual; pero no transforma Ia raza, no puede crear un nuevo principio de la existencia humana.
Una dirección espiritual total dada a la vida toda y a la naturaleza toda puede sólo elevar a la humanidad más
allá de sí. Otra posible concepción afín con la solución religiosa es la guía de la sociedad por parte de hombres
espiritualmente logrados, la hermandad o unidad de todos en la fe o en la disciplina, la espiritualización de la
vida y la sociedad ubicando la vieja maquinaria vital en una unificación tal o inventando una nueva maquinaria.
Esto también fue intentado antes sin buen éxito; fue la original idea fundamental de más de una religión: mas
el ego humano y la naturaleza vital eran demasiado fuertes para una idea religiosa que trabaja sobre la mente
y por la mente para vencer su resistencia. Es sólo el pleno emerger del alma, el pleno descenso de la luz y
poder innatos del Espíritu y el consiguiente reemplazo o transformación y elevación de nuestra insuficiente
naturaleza mental y vital mediante una supernaturaleza espiritual y supramental lo que puede efectuar este
milagro evolutivo.

A primera vista esta insistencia sobre un cambio radical de la naturaleza parecería que pospone toda la
esperanza de la humanidad para un lejano futuro evolutivo; pues la trascendencia de nuestra naturaleza
humana normal, una trascendencia de nuestro ser mental, vital y físico, tiene la apariencia de un esfuerzo
demasiado elevado y difícil y, por ahora, tal como el hombre es, resulta imposible. Aunque eso fuese así, aun
quedaría la única posibilidad de transmutación vital; pues esperar un verdadero cambio de la vida humana sin
un cambio de la naturaleza humana es una proposición irracional e inespiritual; es buscar algo innatural e irreal,
un milagro imposible. Pero lo que se reclama mediante este cambio no es algo por completo distante, ajeno a
nuestra existencia y radicalmente imposible; pues lo que ha de desarrollarse es algo que está en nuestro ser y
no algo fuera de él: la Naturaleza evolutiva pugna por un despertar al conocimiento del yo, por un
descubrimiento del yo, por la manifestación del yo y del espíritu dentro de nosotros y por la liberación de su
autoconocimiento, de su autopoder, de su instrumentación innata. Además es un paso para el cual la evolución
toda ha sido una preparación y al que se aproxima cada vez más con cada crisis del destino humano cuando
la evolución mental y vital del ser toca un punto en el que la fuerza intelectual y vital alcanza algún punto máximo
de tensión y resulta necesario desmoronarse, hundirse nuevamente en un sopor de derrota o reposo de quietud
no progresiva, abrirse camino a través del velo contra el que presionan. Lo que es necesario es que haya un
giro en la humanidad sentido por algunos o muchos en pos de la visión de este cambio, un sentimiento de su
necesidad imperativa; el sentido de su posibilidad, la voluntad de hacerla posible en ellos mismos y de encontrar
el camino. Esa tendencia no está ausente y debe crecer con la tensión de la crisis en el humano destino-del-
mundo; la necesidad de un escape o solución, el sentimiento de que no hay otra solución de que lo espiritual
no puede sino crecer y tornarse más imperativo bajo la urgencia de la circunstancia crítica. Para esa llamada
que se produce en el ser debe haber siempre una respuesta en la Realidad Divina y en la Naturaleza.

En verdad, la respuesta podría ser sólo individual; podría tener por resultado una multiplicación de individuos
espiritualizados o, incluso, concebible aunque no probablemente, un individuo o individuos gnósticos aislados
en la inespiritualizada masa de la humanidad. Tales seres realizados y aislados deben retirarse dentro de su
secreto reino divino y resguardarse en una soledad espiritual o actuar desde su luz interior sobre la humanidad
para la que poco puede prepararse en tales condiciones para un futuro más feliz. El cambio interior puede
empezar a modelarse en una forma colectiva sólo si el individuo gnóstico halla otros que tengan el mismo
género de vida interior que él y pueda formar con ellos un grupo con su propia existencia autónoma o una
comunidad separada o un orden de seres con su propia ley interior de vida. Es esta necesidad de vida separada
con su propia regla de vida adaptada al poder interior o fuerza motora de la existencia espiritual, que crea para
sí su atmósfera innata, la que se expresó en el pasado en la formación de la vida monástica o en los intentos
de diversas clases en pro de una nueva vida colectiva separada y autogobernada y distinta en su principio
espiritual de la vida humana común. La vida monástica es en su naturaleza una asociación de devotos de otros-
mundos, hombres cuya intención total es descubrir y realizar en ellos mismos la realidad espiritual y que forman
su existencia común mediante reglas de vida que los ayudan en su empresa. Usualmente no se trata de un
esfuerzo de crear una nueva formación-vital que supere a la sociedad humana ordinaria ni de crear un nuevo
orden-mundano. Una religión puede sostener ante sí esa eventual perspectiva o intentar una primera
aproximación a ella, o un idealismo mental puede realizar el mismo esfuerzo. Pero estos intentos fueron siempre
vencidos por la persistente inconciencia e ignorancia de nuestra naturaleza humana vital; pues esa naturaleza
es un obstáculo que ningún mero idealismo ni incompleta aspiración espiritual puede cambiar en su masa
recalcitrante ni dominar permanentemente. El esfuerzo falla por su propia imperfección o es invadido por la
imperfección del mundo externo y se hunde desde la brillante altura de su aspiración hacia algo mixto e inferior
en el nivel humano ordinario. Una vida espiritual común quiere expresar que el ser espiritual y no el mental,
vital ni físico debe fundarse y mantenerse sobre valores mayores que los mentales, vitales y físicos de la
sociedad humana normal con una diferencia. Para que aparezca la nueva vida es menester una conciencia
enteramente nueva en muchos individuos que transformen su ser total, transformando su yo-de-la-naturaleza
mental, vital y físico; sólo una transformación tal de la naturaleza general mental, vital y corporal puede introducir
en el ser una nueva existencia colectiva que valga la pena. El esfuerzo evolutivo debe tender no meramente a
crear un nuevo tipo de seres mentales sino también otro orden de seres que hayan elevado su existencia toda
desde nuestra actual animalidad mentalizada hacia un mayor nivel espiritual de la naturaleza-terrena.
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Cualquier completa transformación tal de la vida-terrena en una cantidad de seres humanos no podría
establecerse por completo de una vez; incluso cuando se alcanzó el punto de retorno, cuando se cruzó la línea
decisiva, la nueva vida en sus inicios ha de atravesar un período de dura prueba y arduo desarrollo. El primer
paso necesario sería un cambio general de la vieja conciencia que asume la vida toda en el principio espiritual;
la preparación para esto podría ser larga y la transformación misma, una vez iniciada, prosigue por etapas. En
el individuo, tras cierto punto, sería rápida e incluso se efectuaría mediante un salto, un salto evolutivo; mas
una transformación individual no sería la creación de un nuevo tipo de seres ni una nueva vida colectiva. Uno
podría concebir una cantidad de individuos evolucionando de esa manera, por separado, en medio de la vieja
vida y luego uniéndose para establecer el núcleo de la nueva existencia. Pero no es probable que la Naturaleza
opere de este modo, y sería difícil para el individuo arribar a un cambio completo mientras está aun encerrado
en la vida de la naturaleza inferior. En cierta etapa sería menester seguir el arcaico recurso de la comunidad
separada, pero con un doble propósito: primero, proveer una atmósfera segura, un sitio y una vida aparte, en
los que la conciencia del individuo se concentre sobre su evolución en el medio circundante donde todo se
volcó y centró en pos del esfuerzo único y, luego, cuando las cosas estén listas, formular y desarrollar la nueva
vida en aquel medio circundante y en esta atmósfera espiritual preparada. Podría ser que, en tal concentración
del esfuerzo, todas las dificultades del cambio se presentaran con fuerza concentrada; pues quien busca la
perfección, llevando consigo las posibilidades pero también las imperfecciones del mundo que ha de
transformar, introduciría no sólo sus capacidades sino también sus dificultades y las oposiciones de la vieja
naturaleza y, mezcladas en el restringido círculo de una vida común pequeña y estrecha, éstas asumirían una
considerablemente agrandada fuerza obstructiva que tendería a contrabalancear el agragado poder de
concentración de las fuerzas en pro de la evolución. Esta es una dificultad que en el pasado quebró todos los
esfuerzos del hombre mental para evolucionar algo mejor y más verdadero y armónico que la vida ordinaria
mental y vital. Pero si la Naturaleza está lista y tomó su decisión evolutiva o si el poder del Espíritu que
desciende de los planos superiores es suficientemente fuerte, la dificultad consistiría en vencer y sería posible
una primera formación o formaciones evolutivas.

Mas si apoyarse por entero en la Luz y Voluntad guías y en una luminosa expresión de la verdad del Espíritu
en la vida han de ser la ley, eso parecería presuponer un mundo gnóstico, un mundo en el que la conciencia
de todos sus seres se fundase sobre esta base; puede entenderse que el intercambio-vital de los individuos
gnósticos en una comunidad o comunidades gnósticas sería, por su naturaleza misma, un proceso
comprensible y armonioso. Pero aquí, en realidad, habría una vida de seres gnósticos que proceden
interiormente o juntos con una vida de seres en la ignorancia, intentando emerger en ella o fuera de ella, y
con todo la ley de ambas vidas parecería ser contraria y lesionarse mutuamente. Una exclusión o separación
completa de la vida de una comunidad espiritual con respecto a la vida de la Ignorancia parecería entonces
imponerse; pues de otro modo, sería menester un compromiso entre ambas vidas y con el compromiso, un
peligro de contaminación o incompletamiento de la existencia mayor; estarían en contacto dos principios
diferentes e incompatibles de la existencia y, aunque el mayor influenciase al menor, la vida menor también
incidiría sobre la mayor, pues tal impacto mutuo es la ley de toda contigüidad e intercambio. Incluso podría
cuestionarse si el conflicto o colisión no sería la primera regla de su relación, dado que en la vida de la
Ignorancia está presente y activa la formidable influencia de aquellas fuerzas de la Oscuridad, sostenedoras
del mal y la violencia, cuyo interés es contaminar o destruir toda Luz superior que entre en la existencia
humana. Una oposición e intolerancia o incluso persecución de todo lo que es nuevo o trata de surgir por encima
o apartarse del orden establecido de la Ignorancia humana, o si triunfa, una intrusión de las fuerzas inferiores
en él, una acentuación por parte del mundo más peligrosa que su oposición, y al fin una extinción, un
rebajamiento o contaminación del nuevo principio de la vida, han sido un fenómeno frecuente del pasado; esa
oposición podría ser más violenta aun y una frustración resultaría todavía más probable si una luz radicalmente
nueva o un nuevo poder reclamasen a la tierra como su heredad. Mas ha de suponerse que la nueva y más
completa luz traería también un nuevo y más completo poder. No resultaría necesario para ella separarse
enteramente; se establecería en tantas isletas y desde allí se esparciría a través de la vieja vida, proyectando
sobre ella sus propias influencias y filtraciones, imponiéndosele, trayendo ayuda e iluminación que una nueva
aspiración de la humanidad podría, tras un tiempo, empezar a entender y recibir con complacencia.

Pero éstos son problemas evidentes de la transición, de la evolución antes que la reversión plena y victoriosa
de la Fuerza manifestadora tenga lugar y que la vida del ser gnóstico llegue a ser, como la del ser mental, una
parte establecida del terrestre orden-del-mundo. Si suponemos que la conciencia gnóstica ha de establecerse
en la vida-terrena, el poder y conocimiento a su disposición serían mucho mayores que el poder y conocimiento
del hombre mental, y la vida de una comunidad de seres gnósticos, suponiéndola separada, estaría tan a salvo
contra el ataque como la organizada vida del hombre contra cualquier ataque por parte de las especies
inferiores. Mas así como este conocimiento y el principio mismo de la naturaleza gnóstica aseguraría una unidad
luminosa en la vida común de los seres gnósticos, de igual manera también sería suficiente asegurar una
dominante armonía y reconciliación entre los dos tipos de vida. La influencia del principio supramental sobre la
tierra caería sobre la vida de la Ignorancia e impondría armonía en ella dentro de sus límites. Es concebible
que la vida gnóstica estuviese separada, pero con seguridad admitiría dentro de sus fronteras tanta vida
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humana como la que se volcó hacia la espiritualidad y progresa hacia las alturas; el resto podría organizarse
principalmente sobre el principio mental y sobre los viejos cimientos, pero, ayudado e influido por un reconocible
conocimiento mayor, sería probable que obrase de ese modo según los lineamientos de una más completa
armonización de la que la colectividad humana no es aun capaz. Sin embargo, aquí también la mente sólo
puede predecir probabilidades y posibilidades; el principio supramental en la Supernaturaleza determinaría de
acuerdo con la verdad de las cosas el equilibrio de un nuevo orden-del-mundo.

Una Supernaturaleza gnóstica trasciende todos los valores de nuestra normal Naturaleza ignorante; nuestras
normas y valores son creados por la ignorancia y por lo tanto no pueden determinar la vida de la
Supernaturaleza. Al mismo tiempo nuestra naturaleza actual es una derivación de la Supernaturaleza y no se
trata de pura ignorancia sino de semiconocimiento; es por lo tanto razonable suponer que cualquier verdad
espiritual que haya en o detrás de sus normas y valores reaparecerá en la vida superior, no como normas, sino
como elementos transformados, elevados de la ignorancia y surgidos hacia la verdadera armonía de una
existencia más luminosa. Tal como el individuo espiritual universalizado esparce la limitada personalidad, el
ego, cuando surge más allá de la mente hacia un conocimiento más completo en la Supernaturaleza, los ideales
conflictivos de la mente deben caer fuera de él, pero lo que es verdadero detrás de ellos quedará en la vida de
la Supernaturaleza. La conciencia gnóstica es una conciencia en la que todas las contradicciones son anuladas
o fundidas una con otra en una luz superior de la visión y del ser, en un unificado autoconocimiento y
conocimiento-del-mundo. El ser gnóstico no aceptará los ideales y normas de la mente; no se sentirá impulsado
a vivir para sí, para su ego, o para la humanidad o para los demás o para la comunidad o para el Estado; pues
tendrá conciencia de algo mayor que estas semiverdades, de la Realidad Divina, y por eso vivirá, por su
voluntad -en sí y en todos, en un espíritu de gran universalidad, en la luz de la voluntad de la Trascendencia.
Por la misma razón no puede haber conflicto entre la autoafirmación y el altruismo en la vida gnóstica, pues el
yo del ser gnóstico es uno con el yo de todos -ni conflicto entre el ideal del individualismo y el ideal colectivo,
pues ambos son términos de una Realidad mayor y sólo en la medida que cada uno exprese la Realidad o su
realización sirva a la voluntad de la Realidad, pueden tener valor para su espíritu. Pero al mismo tiempo lo que
es verdad en los ideales mentales y se figura opacamente en ellos será cumplido en su existencia; pues
mientras su conciencia supera los valores humanos de modo que no puede sustituir a la humanidad ni a la
comunidad ni al Estado ni a otros ni a sí mismo por Dios, la afirmación de lo Divino en sí y un sentido de lo
Divino en los demás y el sentido de la unidad con la humanidad, con todos los otros seres, con todo el mundo
debido a lo Divino que está en ellos y un ir en pos de una afirmación mayor y mejor de la creciente Realidad en
ellos será parte de su acción vital. Pero lo que hará será decidido por la Verdad del Conocimiento y la Voluntad
de él, una Verdad total e infinita que no está atada por ninguna simple ley o norma mental pero que actúa con
libertad en la realidad toda, respetando cada verdad en su sitio y con un claro conocimiento de las fuerzas que
trabajan y de la intención en el Divino Esfuerzo manifestador en cada paso de la evolución cósmica y en cada
evento y circunstancia.

Toda la vida para la acabada conciencia espiritual o gnóstica debe ser la manifestación de la acabada verdad
del espiritu; puede acordarse aceptación-vital sólo a lo que puede transformarse y descubrir su propio yo en
esa Verdad mayor, fundiéndose en su armonía. Qué sobrevivirá de ese modo a la mente no puede
determinarse; pues la gnosis supramental hará bajar su propia verdad y esa verdad asumirá cuanto de sí haya
sido ejecutado en nuestros ideales y realizaciones de la mente, la vida y el cuerpo. Las formas que tomó puede
que no sobrevivan, pues no es probable que se acomoden sin cambio o reemplazo en la nueva existencia; pero
lo que es real y permanente en ellos o incluso en sus formas experimentará la transformación necesaria para
sobrevivir. Mucho de lo que es normal para la vida humana desaparecería. En la luz de la gnosis, muchos ídolos
mentales, elaborados principios y sistemas, ideales conflictivos que el hombre ha creado en todos los dominios
de su mente y vida, podrían no exigir aceptación ni reverencia; sólo la verdad, si hay alguna, que estas bellas
imágenes ocultan, podría tener una oportunidad de ingreso como los elementos de una armonía fundada en
una base mucho más amplia. Es evidente que en la vida gobernada por la conciencia gnóstica, la guerra con
su espíritu de antagonismo y enemistad, su brutalidad, destrucción y violencia ignorantes, la contienda política
con su perpetuo conflicto, frecuente opresión, deshonestidades, vilezas, intereses egoístas, ineptitud y
confusión no tendrían base para existir. Existirían las artes y artesanías, no para recreación o placer inferiores,
sino como expresión y medio de la verdad del espíritu y la belleza y deleite de la existencia. La vida y el cuerpo
ya no serían amos tiránicos que exigen nueve novenos de la existencia para su satisfacción, sino medios y
poderes para la expresión del espíritu. Al mismo tiempo, dado que la materia y el cuerpo son aceptados, el
control y uso correcto de las cosas físicas sería parte de la realizada vida del espíritu en la manifestación de la
naturaleza-terrena.

Se supone casi universalmente que la vida debe necesariamente ser una vida de separación ascética, una
segregación de todo lo que no es absolutamente necesario para el neto mantenimiento del cuerpo; y esto es
válido para una vida espiritual que es en su naturaleza e intención una vida de retiro de la vida. Incluso aparte
de ese ideal, podría pensarse que el giro espiritual debe tender siempre hacia una extrema simplicidad, porque
todo lo demás sería una vida de deseo vital y autocomplacencia física. Pero desde un punto de vista más amplio
ésta es una norma mental basada en la ley de la Ignorancia cuya motivación es el deseo; vencer la Ignorancia,
68
borrar al ego, una total repulsa no sólo del deseo sino de todas las cosas que puedan satisfacer al deseo
pueden intervenir como principio válido. Mas esta norma o cualquier norma mental no puede ser absoluta ni
puede ser obligatoria como una ley sobre la conciencia que ha surgido por encima del deseo; una completa
pureza y autodominio estarían en el meollo mismo de su naturaleza, siendo igual en la riqueza o en la pobreza:
pues si pudiese ser conmovida o manchada por una u otra, no sería real ni completa. La única regla de la vida
gnóstica sería la autoexpresión del Espíritu, la voluntad del Ser Divino; esa voluntad, esa autoexpresión podría
manifestarse a través de extrema simplicidad o a través de extrema complejidad y opulencia o en su equilibrio
natural -pues la belleza y plenitud, una escondida dulzura y risa en las cosas, una refulgencia y gozo de la vida
son también poderes y expresiones del Espíritu. En todas direcciones el Espíritu interior determinando la ley de
la naturaleza determinaría la estructura de la vida y su detalle y circunstancia. En todos existiría el mismo
principio plástico; una rígida normalización, aunque necesaria para la disposición de las cosas de la mente, no
podría ser la ley de la vida espiritual. Una gran diversidad y libertad de autoexpresión basada en una subyacente
unidad bien podría llegar a manifestarse; pero por doquier estaría la armonía y la verdad del orden.

Una vida de seres gnósticos que lleva la evolución hacia un superior estado supramental podría
adecuadamente caracterizarse como vida divina; pues sería una vida en lo Divino, una vida de los inicios de
una espiritual luz divina y poder y dicha manifestados en la Naturaleza material. Eso podría describirse, dado
que sobrepasa el nivel humano mental, como vida de la superhumanidad espiritual y supramentaI. Pero esto
no debe confundirse con ideas pasadas y presentes de superhumanidad; pues la superhumanidad en la idea
mental consiste en un rebalsamiento del nivel humano normal, no en un género sino en un grado del mismo
género, mediante una personalidad ampliada, un ego magnificado y exagerado, un incrementado poder de la
mente, un incrementado poder de fuerza vital, una refinada o densa y masiva exageración de las fuerzas de la
Ignorancia humana; lleva consigo también, implícita en ella, la idea de una forzada dominación de la humanidad
por parte del superhombre. Eso significaría una superhumanidad al estilo de Nietzsche; en su peor grado sería
el reinado de la "bestia rubia" o de la bestia parda o de cualquier otra bestia, un retorno a la violencia bárbara
y a la crueldad y fuerza: pero esto no sería evolución, sería reversión a una vieja y ardua barbarie. O podría
significar el emerger de Rakshasa o Asura de un tenso esfuerzo de la humanidad para sobrepasarse y
trascenderse, pero en una dirección equivocada. Un ego vital violento, turbulento y exagerado, que se satisface
con una fortaleza suprema, tiránica o anárquica, de autorrealización, sería el tipo de superhumanidad
Rakshásica: pero el gigante, el ogro o devorador del mundo, el Rakshasa, aunque aun sobrevive, pertenece en
espíritu al pasado; un mayor emerger de ese tipo sería asimismo una evolución retrógrada. Una poderosa
exhibición de fuerza superpotente, una capacidad-mental y poder-vital autodominados, autocontenidos, incluso
ascéticamente autorrestringidos, fuertes, calmos y fríos o formidables en su recogida vehemencia, sutiles,
dominantes, una sublimación simultánea del ego mental y del ego vital, es el tipo del Asura. Pero la tierra ya
tuvo bastante de esto en el pasado y su repetición sólo puede prolongar los viejos Iineamientos; ella no puede
lograr verdadero provecho para su futuro, ni poder de autosuperación, del Titán, del Asura; incluso un poder
mayor o supernormal en él podría sólo llevarla en círculos mayores de su vieja órbita. Mas lo que ha de emerger
es algo mucho más difícil y mucho más simple; es un ser autorealizado, una construcción del yo espiritual, una
intensidad y urgencia del alma y la liberación y soberanía de su luz, poder y belleza -no una superhumanidad
egoísta ejerciendo una dominación mental y vital sobre la humanidad, sino la soberanía del Espíritu sobre sus
propios instrumentos, su posesión de sí y su posesión de la vida en el poder del espíritu, una nueva Conciencia
en la que la humanidad misma descubrirá su propia autosuperación y autorrealizacíón mediante la revelación
de la divinidad que pugna por nacer dentro de ella. Esta es la única y verdadera superhumanidad y la única y
real posibilidad de un paso hacia adelante en la Naturaleza evolutiva.

Este nuevo estado sería ciertamente una reversión de la actual ley de la conciencia y vida humanas, pues
invertiría todo el principio de la vida de la Ignorancia. Es por el gusto de la Ignorancia, por su sorpresa y
aventura, uno podría decir, que el alma ha descendido en la Inconciencia asumiendo el disfraz de la Materia,
para la aventura y dicha de la creación y el descubrimiento, una aventura del espíritu, una aventura de Ia mente
y la vida y las azarosas sorpresas de su obra en la Materia, para el descubrimiento y conquista de lo nuevo y
lo desconocido; todo esto constituye la empresa de la vida y todo esto, parecería cesarían con el cese de la
Ignorancia. La vida del hombre está elaborada con la luz y la oscuridad, las ganancias y pérdidas, las
dificultades y peligros, los placeres y dolores de la Ignorancia, un juego de colores que se mueve en un sueño
de la neutralidad general de la Materia que tiene como base la nesciencia e insensibilidad del Inconsciente.
Para el ser-vital normal una existencia sin reacciones de éxito y frustración, de dicha y pesar vitales, de peligro
y pasión, de placer y dolor, de vicisitudes e incertidumbres del hado y la lucha, la batalla y el esfuerzo, una
dicha de la novedad y la sorpresa y la creación proyectándose en lo desconocido, podría parecer exenta de
variedad y por lo tanto exenta de sabor vital. Cualquier vida que supere estas cosas tiende a aparecerse como
algo incaracterístico y vacío o volcado en la figura de una inmutable "mismidad"; el humano cuadro mental del
cielo es la incesante repetición de una monotonía eterna. Pero esta es una concepción errónea; pues un ingreso
en la conciencia gnóstica sería un ingreso en el Infinito. Sería una autocreación produciendo el Infinito
infinitamente en la forma del ser, y el interés del Infinito es mucho mayor y multitudinario al igual que más
imperecederamente deleitoso que el interés de lo finito. La evolución en el Conocimiento sería una más bella y
gloriosa manifestación con más panoramas siempre desenvolviéndose y más intensos en todos los sentidos
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que cualquier evolución que pueda haber en la Ignorancia. El deleite del Espíritu es siempre nuevo, las formas
del deleite, rasa, del Infinito son eternas e inextinguibles. La manifestación gnóstica de la vida sería más plena
y fructífera y su interés más vívido que el interés creativo de la Ignorancia; sería un constante milagro mayor y
más feliz.

Si hay una evolución en la Naturaleza material y si es una evolución del ser con la conciencia y la vida como
sus dos términos y poderes claves, esta plenitud del ser, plenitud de la conciencia, plenitud de la vida debe ser
la meta del desarrollo hacia la que vamos y que se manifestará en una etapa anterior o posterior de nuestro
destino. El yo, el espíritu, la realidad que se revela de la primera inconciencia de la vida y la materia,
evolucionaría su completa verdad del ser y la conciencia en esa vida y materia. Retornaría a sí --o, si su fin
como individuo es retornar a su Absoluto, podría asimismo efectuar ese retorno--, no a través de una frustración
vital sino a través de un completamiento espiritual de sí en la vida. Nuestra evolución en la Ignorancia con su
acosada dicha y dolor de autodescubrimiento y descubrimiento-del-mundo, con sus semirrealizaciones, con
sus constantes hallazgos y pérdidas, es sólo nuestro primer estado. Eso llevaría inevitablemente hacia una
evolución en el Conocimiento, hacia un autodescubrimiento y autodesenvolvimiento del Espíritu, hacia una
autorrevelación de la Divinidad en las cosas, en ese verdadero poder de sí, en la Naturaleza, que para nosotros
es aún una Supernaturaleza.

FIN DEL TOMO TERCERO

VOCABULARIO DE TÉRMINOS SÁNSCRITOS DE LA VIDA DIVINA

acitti - Inconciencia. Es el principio imperceptor de nuestra conciencia, opuesto a la visión y conocimiento


conscientes perceptores-de-la-verdad. Ver también citti.

adevi máyá (Adevi Maya) - Un Maya no-divino; el que crea falsas formas y apariencias mentales.
El Maya divino es el conocimiento de la Verdad de las cosas, su esencia, ley, operación que poseen los dioses
y sobre los que fundan su acción y creación eternas y su construcción de sus poderes en el ser humano.

adhikára (Adhikara) - Aptitud; capacidad para lograr lo Divino; aproximación del espíritu adecuada a la propia
capacidad; derecho.

adhyaksa - Superintendente; que ha presidido el control de nuestra propia acción de la naturaleza; se dice del
yo como supervisando su propio medio desde lo alto.

adhyáropa - Imposición o imputación; transferencia.

advaita (Adwaita) - El Uno sin segundo; Existencia Única: no dual, absoluta e indivisible unidad; monismo;
monístico. Nombre dado a varios sistemas de la filosofía hindú que se basan en la Realidad Unica.

Advaitin(es) (Adwaitin[es]) - Los monistas Vedánticos.

ádyá sakti (Adya Shakti) -- Prístina Energia; Shakti original, por lo tanto, la forma suprema de la Madre, la Madre
trascendente; un Poder original e idénrico, la Conciencia y Poder supremos y divinos por encima de todos los
mundos.

agni - Fuego, el Dios-Igneo; Llama de la Fuerza Divina; voluntad iluminada; Voluntad Divina; el Fuego de la
aspiración humana. Es el primer impulsor del habla del cual Vayu es el medio e Indra el señor.
Agni es la fuerza divina que se manifiesta primero en la Materia como calor y luz y energía material y luego,
tomando diferentes formas en los otros principios de la conciencia del hombre, lo conduce por una
manifestación progresiva hacia la Verdad y la Bienaventuranza. En el Veda es una deidad separada, una que
ayuda a todas las demás, las supera en fuerza y conocimiento, con todo es inferior a ellas en la posición cósmica
y es empleada por ellas como mensajera, sacerdotisa y trabajadora; creador de los mundos y el padre, con
todo es el hijo nacido de nuestras obras, es, vale decir, el Y o Divino manifestado e inmanente, el único que
habita en todos.

ahamkára (Ahankar[a]) - Ego, egoísmo; separativo sentido-del-ego que hace que cada ser pueda concebirse
como personalidad independiente: una de los trece principios de la filosofía Sankhya por los que el purusa (q.
70
v.) es inducido a identificarse con prakriti) (q. v.) y sus actividades; el principio divisional de la formación-del-
Ego.

aksara (Akshara ) - Inmóvil o inmutable; el Inmutable Brahmán, espíritu o yo, Atman. Cuando percibimos la
brahmánica reservación simultánea de la energía consciente de Su ser que se mantiene detrás de la acción,
hablamos de ella como el Brahman pasivo inmóvil. El Yo, que está detrás de los cambios y movimientos de la
Naturaleza, calmo, puro, imparcial, indiferente, observándolos y no participando, por encima de ellos como una
cima, no inmerso en estas Aguas. Este Yo calmo es el cielo que nunca se desplaza ni cambia, contemplando
las aguas que nunca están quietas. El Akshara es la escondida libertad del Kshara.

ánanda (Ananda) - Deleite; bienaventuranza; éxtasis espiritual; la bienaventuranza del Espíritu que es la fuente
y sostén secretos de toda la existencia.

Ananda es la beatitud, la bienaventuranza de la existencia y energía puras y conscientes, opuesta a la vida de


las sensaciones y emociones que están a merced de los contactos externos de la vida y la Materia y sus
reacciones positivas y negativas, dicha y pesar, placer y dolor. Ananda es la contraparte divina del ser emotivo
y sensitivo inferior. Es el secreto deleite del que nacen todas las cosas, por el que se mantiene en la existencia
y al que todos pueden surgir en la culminación espiritual. Sólo puede poseerse recién cuando el hombre
liberado, libre de su ego y deseos, vive al fin en unidad con su yo supremo, en unidad con todos los seres y en
unidad con Dios en una absoluta bienaventuranza del espíritu.

El Ananda universal toma tres formas mayores y originales: belleza, amor y deleite, el deleite de toda la
existencia, el deleite en las cosas, en todas las cosas. El Ananda universal es el artista y creador del universo,
que contempla, experimenta y lleva la dicha en su creación. En la conciencia inferior crea sus opuestos, el
sentido de la fealdad al igual que el sentido de la belleza, el odio y la repulsión y el disgusto al igual que la dicha
y el deleite; y entre estas dualidades o como gris matiz de fondo existe un tono general de neutralidad e
indiferencia nacidas de la insensibilidad universal en la que el Ananda se hunde en su oscura negación del
Inconsciente.

ánandamaya (Anandamaya) - Pleno de Ananda o bienaventuranza. Un vasto Yo-de-Bienaventuranza detrás


del limitado yo mental.

anirvacaníya - Inexplicable e inefable; indescriptible; impronunciable; supraracional; no concebible ni


expresable por nuestra razón.

anís- No señor; no amo sino sujeto a la naturaleza. El hombre, morando en el juego, es anís, no señor, no libre,
sujeto a avidyá (q. v.).

anrtasya bhúreh - lit.: abundancia de falsedad; falsedad abundante.

anumantá (Anumanta) - El que da la sanción; el dador de la sanción a los movimientos de la naturaleza


(Purusha, el alma).

aparárdha - La mitad inferior; la hemisfera inferior. El estado de la existencia mortal en la Materia es la mitad
inferior, aparárdha, cuya naturaleza es la muerte, mrtyuh,

apraketam salilam - El mar inconsciente (del que surgió el mundo); la oscuridad inicial o mar de la Inconciencia.

asanjyj mrtyuh - El Hambre que es Muerte.

asat - Uno que es nada; no-ser como opuesto a sat, ser, existencia, realidad; el no-existente; el ser ilusorio;
una absoluta Potencialidad eternamente irrealizada, un enigmático Cero del Infinito. Negación de toda esta
existencia y con todo algo inconcebible para la mente, el habla o la definidora experiencia. Es el silencioso
Incognoscible, el Turiya o incaracteristico e irrelacionado Absoluto de los Vedantines monísticos, el Shunyam
de los Budistas nihilístas, el Tao u omnipresente y trascendente Nihil de los chinos, el indefinible e inefable
Permanente del Mahayana.

aswa(s) - Seres del plano vital mentalizado; Hijos de la Oscuridad y la División, figurados en una tradición
posterior como Titán, Gigante y Demonio, Asura, Rakshasa, Pisacha, un ser del egoísmo ignorante opuesto al
Deva o Dios, que es un ser de la Luz. La naturaleza de Asura es regida por un pensamiento y voluntad
gobernados por el ego y la Ignorancia; la naturaleza de Rakshasa es manejada por una violencia impulsiva y
una pasión de modo parecido bajo la entera influencia del ego y la Ignorancia; la naturaleza de Pisacha está
compuesta de los deseos más bajos y oscuros que tienden hacia lo demoníaco y perverso.

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Asvattha (Ashwattha) - Ficus Religiosa; el árbol de Bo: el árbol simbólico de la existencia cósmica que no tiene
principio ni fin; oscuro y monstruoso árbol del universo.

atharva-veda - El nombre del cuarto Veda que se dice fue compuesto por Atharvan.

átman (Atman ) – Yo o Espíritu; el Yo más allá y fuera de nosotros; el puro Existente de los Upánishads. Entidad
esencial o conciencia esencial, queda en lo alto, puro e impoluto, no afectado por las manchas de la vida, por
el deseo ni el ego y la ignorancia. Se capta como el verdadero ser del individuo, pero también más ampliamente
como el mismo ser en todos y como el Yo del cosmos, tiene asimismo autoexistencia por encima, del individuo
y el cosmos y entonces se lo denomina Paramatma, el Divino Ser supremo. Atman, nuestro yo verdadero, es
Brahman; es el Ser puro e indivisible, autoluminoso, autoconcentrado en la conciencia, autoconcentrado en la
fuerza, autodeleitado. Su existencia es luz y bienaventuranza. Es intemporal, inespacial y libre.
átmasakti (Atma Shakti) - Poder-del-Yo; poder del alma y poder espiritual.

avidyá (Avidya ) - El principio cósmico de la Ignorancia; la Ignorancia de la unidad; la conciencia relativa y


múltiple; el conocimiento de los Muchos divididos, divorciados de la conciencia unificadora de la Realidad Unica;
la conciencia separativa y la mente y vida egoístas que fluyen de ella y todo cuanto es natural para la conciencia
separativa y la mente y vida egoístas; la conciencia de la Multiplicidad. La Multiplicidad es el juego o
autoexpansión variada del Uno, mutable en sus términos, divisible en su visión de sí, por cuya fuerza el Uno
ocupa muchos centros de la conciencia, habita muchas formaciones de la energía en el Movimiento universal.
Sin ella la Unidad sería un vacío de no-existencia o una limitación impotente y estéril en el estado de
indiscriminada autoabsorción o de negra respuesta. Mas la conciencia de la multiplicidad separada del
verdadero conocimiento en los muchos de su propia unidad esencial -el punto de vista del ego separado
identificándose con la forma dividida y la acción limitada es el estado del error y la ilusión, En el hombre esta
es la forma que toma la conciencia de la multiplicidad. Por lo tanto se le da el nombre de Avidya, la Ignorancia.

avidyáyám antare - Dentro de la Ignorancia.

avidyáyám antare vartamáná janghnyatnánah pariyanti múdháh andhenaiva niyqmáná y thándháh - Viviendo y
moviéndose en la Ignorancia, ellos dan vueltas, tropiezan y se golpean, son hombres engañados, como el ciego
al que guía otro "ciego.

bálavat - Como un niño

bhakta - Devoto; amante y devoto de lo Divino.

bhrgu (Bhrigu) - Bhrigu, hijo de Varuna, uno de los videntes que se mencionan en el Taittiriya Upanishad.

bhúri aspasta kartvam - Se pone en claro lo mucho que queda por hacer

bibhatsa - El horrible o repelente; uno de los rasos o sentimientos según la retórica sánscrita.

brahma - Ver brahman.

brahmaloka - El estado supremo de la pura existencia, conciencia y beatitud que puede alcanzar el alma sin
extinción completa en el Indefinible; el mundo del Brahman.

brahman - El Uno fuera del cual no exíste nada más; el hecho único universal y esencial; Yo; la Existencia pura;
el Absoluto, la Realidad omnipresente; él es el Uno sin segundo; él es el Todo. Brahman, el Señor, es uno y
omnibienaventurado, mas libre de limitación por Su unidad; omnipotente, El es capaz de concebirse desde
múltiples centros en múltiples formas desde las cuales y sobre las cuales fluyen múltiples corrientes de energía,
que nosotros vemos como acciones y juego de fuerzas. Cuando El es múltiple de esa manera, El no está atado
por Su multiplicidad sino en medio de todas las variaciones mora eternamente en Su propia unidad. El es Señor
de Vidya y Avidya. Ellas forman los dos lados de Su autoconcepción (Maya), los poderes gemelos de Su
Energía (Chit-Shakti).
Ver también nirguna, saguna, sat, vidyá, avidyá,

brahmavídyá - La Conciencia de conocer al Brahman; el supremo conocimiento espiritual.

brhat (Brihar) -- El Vasto; el vasto omniconsciente; el Grande.

buddha - El iluminado; el Avatar del despierto homhre espiritual. Siddhartha, hijo del rey Suddohodana,
fundador del Budismo, llegó a ser llamado con este nombre tras su realización del Nirvana.

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buddhigráhyam atíndriyam - Más allá de ser percibido por el sentido pero captable por las percepciones de la
razón,

caitya purusa (Chaitya Purushn ) - El ser psíquico; el alma individual. Lo psíquico es el alma o chispa del Fuego
Divino que sustenta la evolución individual en la tierra y el ser psíquico es el alma-conciencia que se desarrolla
o más bien su manifestación de vida a vida con la mente, lo vital y el cuerpo como sus instrumtntos hasta que
todo está listo para la unión con lo Divino. El alma es descripta como la chispa del Fuego Divino en la vida y la
Materia, esa es una imagen. Cuando el alma o la chispa del fuego Divino empieza a desarrollar una
individualidad psíquica, esa individualidad psíquica se llama ser psíquico. El alma o chispa está allí por lo tanto,
antes del desarrollo de una vida y mente organizadas. El alma es algo de lo Divino que desciende en la
evolución como Principio divino dentro de ella para sostener la evolución del individuo desde la Ignorancia hacia
la Luz. Desarrolla en el curso de la evolución un individuo psíquico o individualidad anímica que crece de vida
a vida, usando la mente, vida y cuerpo evolutivos como instrumentos. Es el alma inmortal mientras el resto se
desintegra: pasa de vida a vida llevando su experiencia en esencia y la continuidad de la evolución del individuo.
Es la conciencia toda, mental, vital y física también, que ha de elevarse y unirse a la conciencia superior y, una
vez efectuada la unión, lo superior ha de descender en ellos. Lo psíquico está detrás de todo eso y lo sostiene.

Es el Purusha en el corazón, el ser psíquico, que sostiene mediante su presencia la acción de la mente, la vida
y el cuerpo. Es la forma consciente del alma, representativa del ser central o jivatman; que crece en la evolución
en en el proceso permanente que primero desarrolla vida en la Materia, mente en la vida, hasta que finalmente
la mente puede desarrollarse en la sobremente y la sobremente en la Verdad supramental Temporaliza e
individualiza lo que es eterno en potencialidad, trascendente en esencia, en esta proyección del espíritu.
Sostiene nuestros nacimientos sucesivos y en cada nacimiento asume una nueva mente, vida y cuerpo, Difiere
mucho de lo mental o vital, está detrás de ellos donde se encuentran en el corazón. Su lugar central está allí,
pero detrás del corazón. Mas debe entenderse el corazón interior o secreto, no el centro vital-emocional
externo.

Su poder no es el conocimiento, si un sentimiento esencial o espiritual -tiene clarísimo sentido de la Verdad y


una suerte de percepción inherente de ella que es de la naturaleza de la percepción anímica y del sentimiento-
anímico. Es nuestro ser más recóndito y sostiene a todos los otros, mentales, vitales y físicos, pero también se
halla muy velado por ellos y ha de actuar sobre ellos como una influencia más bien que por sus fueros
soberanos de acción directa; su acción directa llega a ser normal y preponderante sólo en una etapa elevada
del desarrollo o mediante el Yoga.

(Chir) - Conciencia; conciencia activa; autoconciencia creadora; Fuerza-Consciente. Autoconsciente fuerza de


la existencia, de la cual la mentalidad es un término medio; debajo de la mentalidad se hunde en los
movimientos vitales y materiales que para nosotros son subconscientes; por encima, surge a lo supramental
que para nosotros es el superconsciente. Mas en todos es una y la misma cosa organizándose diferentemente
que, como la energía, crea los mundos. Un poder no sólo del conocimiento, sino de Ia voluntad
expresiva. nosólo de la visión receptiva sino de la representación formativa; ambos son ciertamente un solo
poder. Pues Chit es una acción del Ser, no del Vacío. Lo que ve, eso deviene. Se ve mas allá del Espacio y del
Tiempo; eso deviene en las condiciones del Espacio y del Tiempo.

cit-sákti (Chit Shakrí ) - Conciencia-Fuerza. Integral poder consciente del Ser supremo; la Divina Madre-Energia;
la creadora universal; maya; Para-Prakriti. Ver también cit-tapas.

cit-tapas (Chit-Tapas) - Infinita Voluntad omniefectiva. Es pura energía de la conciencia, libre en su reposo o
en su acción. soberana en su voluntad opuesta a las obstaculizadas energías dinámicas de Prana que,
alimentándose de sustancias físicas, dependen de su sustento y se limitan por él. Tapas es la contraparte divina
de su energía interior nerviosa o vital. Lo mismo que cit-sákti (q.v.).

citti - Visión y conocimiento conscientes, perceptores-de-la-verdad, opuestos al principio no-perceptivo de


nuestra conciencia. acitti (q.v.)

deva(S) - Dios; semidiós mental. Los Dioses son Personalidades y Poderes de lo Divino dinámico. Son mundos
de los Devas físicos, mentales, vitales o sutiles -pero estos seres difieren totalmente uno del otro. Los grandes
Dioses pertenecen al plano Sobremental. Los dioses son los grandes Poderes inmortales e inmortales
Personalidades que conscientemente informan, constituyen y presiden las fuerzas subjetivas y objetivas del
cosmos. Los dioses son formas espirituales de la Deidad eterna y original que descienden de ella en los muchos
procesos del mundo. Multitudinarios, universales, los dioses entretejen de los principios primarios del ser y sus
miles de complejidades la tela total de esta diversificada existencia del Uno.

devánám adabdha-vratáni - La acción y creación eterna de los dioses.

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dharma - La ley natural y el espíritu de la religión; la ley de la Funcion de la naturaleza; derecho, ley moral;
fórmulas convencionales de creencia y acción; todas las reglas fijas y externas de la conducta: construcciones
de la naturaleza superficial externa. El Gita define al "Dharma": una expresión que significa más que religión o
moralidad, como acción controlada por nuestra esencial manera de autoser.
La palabra significa "sosteniendo" de la raiz dhr, sostener. Dharma es a lo que nos sostenemos y lo que sostiene
unidas nuestras actividades internas y externas, la ley, la norma, la regla de la naturaleza, la acción y la vida;
significa la colectiva concepción hindú de la regla de conducta religiosa, social y moral. En Budismo significa la
ley de autodisciplina y esfuerzo del sendero óctuple.

Ekamya-pratyaya-sáram - Cuya sustancia es la certidumbre del Yo Unico; avasalladora convicción decisiva.

eko vasi sarvabhútantaratmá - Unico Espiritu, calmo y controlador dentro de todas las criaturas; el Divino
extendido en la multiplicidad es el Yo de todas las existencias individuales.

gita (Gita) - Forma corta de srimad-bhagavadgíta; La Canción Celestial, enseñanzas espirituales de Sri Krishna
en el campo de batalla de Kurukshetra, dado como un episodio de la gran epopeya hindú, el Mahabharata.

Goloka - Lit.: el mundo de la Luz; el cielo Vaishnava de la Belleza y Bienaventuranza eternas.

hathayoga (Hatha Yoga) - Una de las principales escuelas del Yoga aun prevalecientes en la India; elige el
cuerpo y las funciones vitales como sus instrumentos de perfección y realización; se preocupa del cuerpo
denso. Tiende a la conquista de la vida y el cuerpo cuya combinación en la envoltura alimenticia y el vehículo
vital constituye el cuerpo denso y cuyo equilibrio es el fundamento de todas las obras de la naturaleza en el ser
humano. El equilibrio establecido por la naturaleza es suficiente para la vida egoísta normal; es insuficiente a
los fines del Hathayogin. El Hathayoga, por lo tanto, busca rectificar la naturaleza y establecer otro equilibrio
por el cual la estructura fisica será capaz de sostener la irrupción de una creciente fuerza vital o dinámica, del
Prana, indefinida, casi infinita en su cantidad o intensidad. Los principales procesos del Hatha-yoga son asana
Y pranayama, posturas fijas y control de la respiración o poder vital.

hathayogin (Hathayogin) - Uno que sigue la disciplina del hathayoga (q.v.).

hrdya samudra - El oceánico corazón de las cosas; la indeterminada totalidad, general, oscura y amorfa, a la
que llamamos el subconsciente.

isvara (Ishwara) - El Divino como Señor y Soberano omnipotente; Señor; Dios, como señor de la Naturaleza; el
Yo cósmico; la Realidad eterna manifestándose en relación con el mundo fenoménico. Ishwara es Brahman la
Realidad, Yo, Espíritu, revelado como posesor, disfrutador de su propia autoexistencia, creador del universo y
uno con él, Pantheós, y con todo superior a él, el Eterno, el Infinito, el Inefable, la Trascendencia Divina.

Isvara-sakti (Ishwara Sahakti) – El principio dual del Señor y y su Poder ejecutivo, como su consorte, el Divino
Yo y Creador y la Divina Madre y Creadora del universo; el Divino Ser y Poder activos (que contiene al mundo
y lo penetra al igual que lo trasciende, manifestando todos los aspectos cósmicos).

iti iti - Es esto, es aquello.

jadavat - Como uno inerte; exteriormente inerte e inactivo, movido por circunstancias o Fuerzas, pero no
autoinmóvil.

jívátman (Jivatman) - El Divino individual; el yo individual del Ser. El No-nacido que preside al ser individual y
sus desarrollos, asociado con él pero por encima de él y de ellos y que por la naturaleza misma de su existencia
se conoce como universal y trascendente no menos que individual y siente que el Divino es su origen, la verdad
de su ser, el amo de su naturaleza, la materia misma de su existencia. Está inmerso en el Divino y es uno con
el Eterno por siempre, consciente de su propia expresión y dinamismo instrumental que es el del Divino,
dependiendo en el amor y el deleite, con adoración hacia Eso con lo que a través del amor y el deleite es uno,
capaz de relación en la unidad, armónico en su multilateralidad sin contradicción, porque esta es una conciencia
y existencia distinta de la de la mente, incluso de la mente espiritualízada: es una conciencia intrínseca del
Infinito, infinita no sólo en la esencia sino en la capacidad, que pueden ser para su propia autoconciencia todas
las cosas y con todo, por siempre, la misma y única.

Tiene su poder representativo en la naturaleza individual, aquí; este Poder es el Purusha que sostiene a Prakriti
-centralmente en lo psíquico, más instrumentalmente en el ser mental, vital y físico y en la naturaleza mental,
vital y física.

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El Jivatman o Espíritu como usualmente se le llama en inglés, es autoexistente por encima del ser manifestado
o instrumental -es superior al nacimiento y la muerte, siempre el mismo, el Yo individual o Atman. Es el
verdadero ser eterno del individuo. El ser central que no nace ni evoluciona sino preside el nacimiento y
evolución individuales, adelanta un representante de sí en cada plano de la conciencia -los Purushas mentales,
vitales y físicos.

jugupsá (Jugupsa) - El sobrecogimiento y contracción, el retroceso autoprotector; autoprotección del


sufrimiento. Repulsión, sobrecogimiento, disgusto, miedo, odio y otras perversiones del sentimiento que surgen
de la división y oposición personal hacia otros seres o hacia los objetos que nos rodean. Jugupsa es el
sentimiento de repulsión causado por el sentido de una falta de armonía entre la propia autoformación limitada
y los contactos de Io externo con una consiguiente retracción de pesar, miedo, odio, sufrimiento. Es la atracción
opuesta que es la fuente del deseo y apego. Al eliminarse la repulsión y la atración tenemos samatva (igualdad).

El sobrecogimiento del ser limitado de lo que no es él mismo ni simpático ni en armonía consigo mismo, su
impulso de autodefensa contra los "otros".

kálí (Kali) - La Divina Shakti; la Oscura Faz de la Madre universal.

karma - Acción; trabajo; acción que trae consecuencias; la fuerza resultante de la acción efectuada en el
pasado, especialmente en vidas pasadas; una acción o energía eternas del devenir sucesivo. Es sólo una
maquinaria, no es la causa fundamental de la existencia terrestre -no puede serlo pues cuando el alma entró
por primera vez en esta existencia no tenía Karma.

karuna - El afligido; uno de los rasas o sentimientos de la retórica sánscrita.

karuná - Compasión universal.

kavir manísí paribhúh svayambhúr yáthátathyato'rthán vyadadhát sásvatíbhyah samábhyah _ El Vidente, el


Pensador, el Uno que deviene por doquier, el Autoexistente ha ordenado los objetos perfectamente de acuerdo
con su naturaleza desde los años sempiternos.

ksara- (Kshara ) - El móvil o mutable; el espíritu aparentemente mutable; el activo Brahman móvil; el Saguna.
Kshara purusha es el Yo que refleja los cambios y movimientos de la Naturaleza, participando en ellos, inmerso
en la conciencia del movimiento y pareciendo nacer y morir en él, crecer y disminuir, progresar y cambiar.
Atman, como el Kshara, disfruta del cambio, división y dualidad, controla secretamente sus propios cambios,
pero parece ser controlado por ellos; disfruta de las oposiciones del placer y el dolor, del bien y el mal, pero
parece ser su víctima; posee y sostiene la acción de la Naturaleza, por la que parece ser creado. Pues, siempre
el inalienablemente, el Yo es Ishwara, el Señor. Ver también akasara.

lílá (Lila) - El juego; un juego cósmico; una diversión del Ser Divino.
La dicha del niño, la dicha del poeta, la dicha del actor, la dicha del mecánico del Alma de las cosas eternamente
joven, perpetuamente inextinguible, creándose y recreándose en Sí por la pura bienaventuranza de esa
autocreación, de esa autorepresentación, -El mismo es el juego, El mismo es el Jugador, El mismo es el campo
de juego.

mahat - El vasto principio cósmico de la Fuerza; el poder de la idea-ser del Espíritu; en la filosofía Sankhya
Buddhi o Mahat es uno de los trece principios que constituyen el aspecto subjetivo de la Energía cósmica.

mahatí vinasti - Una gran perdición espiritual.

mamas - El sentido-mente (como opuesto a la razón); el Manas de la terminología filosófica hindú es el sexto
sentido; el sentido original (de los Sankhyas) que percibe todos los objetos y reacciona sobre ellos.

manomaya purusa (Manomaya Purusha ) - El ser mental; la persona mental o alma en la mente.

manomaya práná-sáríra-netá - El ser mental en nosotros, quien rige la vida y el cuerpo. Esta es en realidad la
mente subliminal de los investigadores psíquicos, Esta descripción de los Upanishads significa que incluso en
la naturaleza humana superficial lo que propiamente rige la conciencia es lo mental.

mantra - Juego de palabras o sonidos que tiene significación y poder espirituales; nombre en sí; conjuro;
símbolo sonoro expresivo. Su función es crear vibraciones en la conciencia interior que la preparen para la
captación de lo que el mantra simboliza y que se supone que, en verdad, llega dentro de sí,

manu(s) - El pensador; la persona mental o alma en la mente de los antiguos sabios; el Padre de los hombres.
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En las profundas tradiciones legendarias de la India la idea de Manu es más símbolo que otra cosa. Su nombre
significa Manu el ser mental. Es el legislador divino, el semidiós mental en la humanidad que fija las líneas
sobre las que la raza o pueblo ha de gobernar su evolución. En los Puranas él o sus hijos se dice que reinan
en tierras o mundos sutiles y que desde allí tienen poder para determinar las líneas de desarrollo de la vida
consciente del hombre.

Existen los cuatro Manus eternos o padres del hombre -pues la naturaleza activa de la Deidad es cuádruple y
la humanidad expresa esta naturaleza en su cuádruple carácter. Estos también, como sus nombres lo implican,
son seres mentales. Creadores de toda esta vida que depende, para su acción, de la mente manifiesta o latente,
por ellos todas estas criaturas vivientes están en este mundo; todas son sus niños y vástagos. Estos Manus
son perpetuos devenires mentales del Alma suprema y nacidos de su trascendencia espiritual en la Naturaleza
cósmica.

mára - Demonio Consciente o principio autoexistente del mal.

máyá (Maya) - Ilusión; irrealidad; una Ignorancia posesiva y compulsiva; el poder de autoilusión en Brahman;
la gran Ilusión cósmica; la original Ilusión creadora; poder formativo adverso de un conocimiento inferior, el
engaño, la ilusión y la magia engañosa del Rakshasa. Maya en su sentido original significó una conciencia
comprehendente y continente capaz de albarcar, medir y limitar y, por lo tanto, formativa; es la que delinea,
mide, modela las formas en lo amorfo, psicologiza y parece tornar cognoscible lo Incognoscible, geometriza y
parece tornar mensurable lo ilimitado. Más tarde, la palabra cambió su sentido original de conocimiento, arte o
inteligencia, a adquirir un sentido peyorativo de ardid, fraude o ilusión y es en la figura de encantamiento o
ilusión que es usada por los sistemas filosóficos.

máyávádin (Mayavadin) - Partidario del Mayavada, la teoría del Ilusionismo.

mukti - Liberación espiritual.

nara - El ser humano, Ver también nárávana.

náráyana (Narayana) - El nombre de Vishnu, quien como el Dios en elhombre, vive constantemente asociaclo
en una dual unidad con Nara, el ser humano.

nástyanto vistarasya me - Mi extensión no tiene fin,

neti neti - No es esto, no es aquello.

nirguna (Nirguna) -Inmóvil y sin cualidades. Ver también saguna, aksara.

nirguna Brahman (Nirguna Brahman) - El Eterno sin cualidades; el Yo inmóvil e inmutable; la Existencia Unica
pura e incaracterística; el Impersonal; el Silencio exento de actividades; el No-ser; el Inefable y el Incognoscible,

nirvána (Nirvana) - Extinción; disolución; desintegración. Extinción, no necesariamente de todo el ser, sino del
ser como lo conocemos; extinción del ego, deseo y acción y mentalidad egoístas.

nivrtti - Retracción de la acción; involución del alma en su pasividad.

padbhyám prthví - La tierra es Su base.

pápa - Pecado; demérito; sujeción a la impureza y deseo vitales y equivocado impulso que llamamos pecado.

parabrahman - El Ser supremo; el Divino supracósmico; el Absoluto inespacial e intemporal.

paramátman (Paramatman) - El Yo supremo (quien animiza las formas y movimientos del universo); el Absoluto;
el supremo Ser Divino.

pará prakrti (Para Prakriri) - La Naturaleza suprema; la Naturaleza superior, vale decir, la naturaleza del ser
infinito, de la conciencia, poder y bienaventuranza de Sachchidananda, opuesta a la Naturaleza inferior del
cuerpo, del poder vital y la mente. Está oculta detrás de la Naturaleza inferior y es Ia naturaleza misma del
Divino -suprema Conciencia- Fuerza que manifiesta al múltiple Divino como los Muchos. Estos Muchos son en
sí mismos yoes eternos del Supremo en su Naturaleza suprema.

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para purusa (Para Purusha) - El alma suprema. Para Purusha o Purushottama es el Yo que contiene y disfruta
la quietud y el movimiento, pero no condicionado ni limitado por ninguno de ellos. Es el Señor, Brabman, el
Todo, el Indefinible e Incognoscible.

parárdha - La hemisfera superior; el mundo de la creación suprema; la mitad superior de la existencia universal
que es el estado de Sachchidananda, cuya naturaleza es la Inmortalidad, amrtam.

parátparam - Superior a lo Supremo; más allá incluso del supremo substratum espiritual de la existencia y
conciencia cósmicas.

patañjali (Patanjali) - Famoso exponente del Raya-yoga, llamado por su nombre: el Patanjala-Yoga-Darshana.

pisáca(s) (Pisacha(s) - Demonio; seres del plano vital inferior, que están en oposición a los Dioses.

pisácavat - Como el alma salvaje y desordenada.

pradháná (Pradhana) - El Originador; germen primario, fuente original del universo visible y material en la
filosofía Sankhya.

prajñá (Prajna) - Sabiduría; la Inteligencia omnisapiente; la Inteligencia universal, consciente en las cosas
inconscientes, activas en las cosas inertes. La energía de Prajna es lo que los europeos llaman Naturalza. El
Yo-del-Sueño --que la ciencia física llama yo subliminal descripto por el Upanishad como teniendo Inteligencia
infinitamente superior, omnisciente, omnipotente, Prajna, el Ishwara,

prajñána - La aprehendente Verdad-conciencia; el aprehendente movimiento de la Verdad-conciencia;


conciencia aprehendente.

prakrti (Prakriti) - Naturaleza; Naturaleza ejecutiva; Conciencia-Fuerza creadora de la Realidad universal; la


Fuerza que parte del Alma consciente o Purusha; la Fuerza-Alma o Naturaleza-Alma para distinguirla de
Purusba, el Alma consciente; la Energía mecánicamente activa de los Sankhyas, Prajnana o la conciencia
aprehendente efectúa la división fundamental de Purusha, el alma que conoce y ve y mediante su visión crea
y ordena, y Prakriti, la Fuerza-Alma o Naturaleza-Alma que es su conocimiento y su visión, su creación y su
poder omniordenante.

prána (Prana) - Vida; fuerza vital en general; en especial, el primero de los cinco Pranas, el aliento; fuerza-vital;
la energía que actúa y crea en todo el universo; la vitalidad -el principio al que los antiguos pensadores hindúes
dieron el nombre de Vayu o Prana, la materia-vital, la voluntad y energía sustanciales en el cosmos que solo
estructuran en determinada forma, acción y dynamis consciente del ser.

pránamaya purusa (Pranamaya purusha) - El ser-de-la-vida o ser vital; el ser que está detrás de la Fuerza de
la Vida. En su forma externa es la ignorancia que genera el alma-deI-deseo, que gobierna a la mayoría de los
hombres; éstos a menudo la confunden con el alma real

Hay cuatro partes del ser vital -el mental vital que da una expresión mental mediante el pensamiento, el habla
o de otro modo a las emociones, deseos y otros movimientos del ser vital; el vital emocional que es la sede de
varios sentimientos; el vital central que es la sede de los anhelos y reacciones vitales más fuertes; y el vital
inferior que se ocupa de pequeños deseos y sentimientos. Sus sedes respectivas son; 1) la región desde el
cuello hasta el corazón, 2) el corazón, 3) desde el corazón al ombligo, y 4) debajo del ombligo.

Pránico - Forma adjetivada de prána (q.v.).

pravrtti - La evolución del alma en la acción; impulsión hacia la actiidad; cinética; fuerza pura de la acción; entrar
en acción; evolución

prthiví (Prithivi ) - Materia, llamada el Principio-de-la-Tierra; tierra.

prthivi pájasyam - La tierra es su base.

punya - Virtud; mérito; mérito que uno adquiere a través de la virtud; la regla de fórmulas morales prescriptas
que llamamos virtud.

purusa (Purusha) - Ser esencial que sostiene el juego de Prakriti; Alma Consciente; el Ser Consciente
considerador y disfrutador; alma; ser interior; Ser o Yo opuesto a Prakriti que es el devenir. El Purusha o
conciencia básica es el ser verdadero o, al menos, en cualquier plano que se manifieste, representa al
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verdadero ser. Pero en la ordinaria naturaleza del hombre, está cubierto por el ego y el juego ignorante de
Prakriti y permanece velado detrás como invisible Testigo que sostiene el juego de la ignorancia. Cuando
emerge, se siente como una conciencia que está detrás, calma, central, inidentificada con el juego que depende
de ella. Puede ser encubierto, pero está siempre allí. El emerger de Purusha es el inicio de la liberación.

purusa-prakrti (Purusha-Prakriti) - Alma-Naturaleza; el Espíritu o Ser Consciente en su relación con la


Naturaleza. La gran dualidad bíuna, aunque separada en el aspecto, es inseparable.

ráksasa (Rakshasa) - El Gigante, el Ogro o Devorador del mundo; un ser de hambre vital; el Ego cinético
violento; los gigantescos y feroces Poderes de la oscuridad, los Veladores de la Noche; seres del plano vital
medio que están en oposición a los dioses.

Rakshásico - Forma adjetivada de ráksasa (q.v.).

rasa – El gusto; el deleite en las cosas; la dualidad esencial brindadora-de-deleite de las cosas; la savia o
esencia de una cosa y su gusto; deleite estético; la esencia del deleite; esencia en la experiencia.

rsi (Rishí ) - El sabio; el vidente; el que-ve-la-verdad; quienes vieron la verdadera ley de las cosas, en forma
directa, mediante visión interior.

Quien ha vivido plenamente la vida humana y descubrió la palabra de la verdad supraintelectual, supramental
y espiritual. Se ha elevado por encima de las limitaciones inferiores y puede ver todas las cosas desde arriba,
pero también se halla en simpatía con su esfuerzo y puede verlas desde adentro; tiene el conocimiento interior
completo y el conocimiento superior superador. Por lo tanto, puede guiar al mundo humanamente tal como Dios
lo guía divinamente, porque como el Divino él está en la vida del mundo y, no obstante, por encima de éste.

rta-cit - Verdad-conciencia; la conciencia de la verdad esencial del ser (satyam), de la ordenada verdad del ser
activo (rtam) y la vasta autoconciencia (brhat) en la que sólo esta conciencia es posible.

rtam (Ritam) - El Derecho; la verdad ordenada del ser activo; la Ley.

rtam jyotih - La verdadera luz; la luz y poder creadores, de la Trascendencia, la luz supramental.

rtasya brhate - La vasta Verdad.

rúpam rúpam pratirúpo babhúva - Se formó en las formas que encontró; una diferenciación de acuerdo a la
forma de la Materia en una correspondiente forma del autoser.

saccidánanda (Sachchidananda) - Existencia - Conciencia - Bienaventuranza; Fuerza y Existencia unificada en


la Bienaventuranza; la Realidad suprema como Ser, Conciencia y Bienaventuranza autoexistente, el principio
triuno de la Existencia, Conciencia y Bienaventuranza que es la naturaleza eterna de la Realidad suprema; la
suprema expresión positiva de la Realidad para nuestra conciencia. Su conciencia total es la concentración
integral, la concentración supramentaI.

sadanam rtasya - La sede de la Verdad.

sad brahman - El puro existente (del Upanishad); Existencia pura, indefinible, infinita, absoluta.

sádharmya (Sadharmya) - Devenir de una ley del ser y la naturaleza con el Supremo.

sádharmya-mukti - Liberación por asunción de la Naturaleza Divina.

sálhúnám rájyam - El reino de los santos.

sádrsya - Semejanza.

saguna (Saguna) - Con cualidades: activo y dueño de cualidades.

sagunaa brahman (Saguna Brahman) - El brahman móvil activo; el Divino Personal; el Eterno con cualidades
infinitas; el Uno que es los Muchos; la Persona infinita que es la fuente y fundamento de todas las personas y
personalidades; el Señor de la creación; el Amo de todas las obras y la acción.

No es menester considerar a Saguna como creación de Nirguna ni como secundario o subordinado a él: ambos
son aspectos iguales de la Realidad única, su posición de estadio silencioso y descanso y su posición de acción
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y fuerza dinámica; un silencio de descanso y paz eternos sostiene una acción y movimiento eternos. La
Realidad única, el Ser Divino: no está atado por ninguno de ellos, dado que de ningún modo está limitado;
posee a ambos. No hay incompatibilidad entre ambos, como no la hay entre los Muchos y el Uno, la mismidad
y la diferencia. Todos son aspectos eternos del universo que no podría existir si uno de ellos fuese eliminado,
y es razonable suponer que ambos derivan de la Realidad que ha manifestado al universo y ambos son reales.

sákti (Shakti) - Fuerza; energía; la energía divina o cósmica; el poder del Infinito y Eterno; el Poder Consciente;
la Conciencia-Fuerza; la Pujanza Divina; la Conciencia-Fuerza creadora de la Realidad Universal; Madre-del-
Mundo; Maya; Prakriti; Naturaleza. Shakti es más que fortaleza, es la energía universal que mueve las estrellas,
índividualizada.

sálokya mukti - Liberación por la existencia consciente en un mundo del ser con el Divino; una de las cuatro
etapas de la beatitud; una automática inmanencia eterna en la más excelsa existencia del Supremo.

samádhi (Samadhi) - Trance-yóguico: el estado de interiorización completa y pérdida de la conciencia del


mundo externo.

saman brahma - El brahman (q.v.) igual; el Brahmán inmutable en Su equilibrio de paz, autoposesión, igualdad;
la Madre igual e imparcial.

sámráiya (Samrajya) - El imperio del mundo de uno; uno de los dos objetivos que se propone el Yoga positivo
de los antiguos; siendo el otro svarájya (q.v.).

sannyásin (Sannyasin) - Un asceta. De acuerdo al Gita, uno que interiormente renunció a todo es el verdadero
Sannyasin. "Ha de conocerse siempre como Sannyasin (inclusr cuando efectúe una acción) quien ni se disgusta
ni desea; pues libre de dualidades se libera con facilidad y felicidad de la esclavitud."

sánkhya(s) (Sankhya[s]) - Sistema filosófico y práctica espiritual basada en un detallado análisis de la


naturaleza y la conciencia, Prakriti y Purusha. Acentúa el aspecto personal, hace muchos de Purusha, lo
pluraliza y asigna universalidad a la Naturaleza; según este criterio cada alma es una existencia independiente,
aunque todas las almas experimentan una Naturaleza universal común. Los pensadores analíticos.

sat - Ser; existencia; la Existencia Unica; la Pura Existencia; la pura esencia; santo; virtuoso; bueno. Tercera
palabra de la fórmula Om, Tat, Sat, e indica la existencia suprema y universal en su principio.

sattva (Sattwa) - Claridad; la cualidad que ilumina; uno de los tres gunas, cualidades fundamentales o modos
de la Naturaleza; el principio de la luz y la armonía en la Naturaleza; el modo del equilibrio, paz, armonía,
conocimiento y satisfacción. Sattwa es la fuerza del equilibrio y se traduce en cualidad al igual que en bien,
armonía, felicidad y luz. Fineza e iluminación, gobernada energía, cumplida armonía y equilibrio de todo el ser
es el logro consumado de la naturaleza sáttvica.

Sáttrico (Sáttwico) - Pleno de la cualidad del sattva, el principio de la luz y la armonía; forma adjetivada de
sattva (q.v.).

satya(m) - La Verdad; la verdad esencial del ser.

satyam rtam - La Verdad, lo Recto.

siva (Shiva) - Bondad Impersonal; Ser Eterno; Brahman. El nombre del tercer Dios de la trinidad hindú a quien
se le confía la obra destructora como Brahma y Vishnu tienen a su cargo la creación y preservación. Shiva es
la Personalidad de la Fuerza del Eterno, todo se crea a través de él, a través de su pasión, a través de su ritmo,
a través de su concentración.

soma - Vino de la Bienaventuranza divina; el poder de Ananda.

sruti - Revelación inspirada; la Palabra; la cosa oída, los libros sagrados que contienen los prístinos resultados
de la Intuición, el Veda y los Upanishads.

sthánu - Una gran Estabilidad intemporal e inespacial que es inmutable, inextinguible e inconsumida, no energía
sino pura existencia, no actuando aunque conteniendo toda esta acción.

súksma deha - El cuerpo sutil.

súksma drsti - Visión y experiencia sutiles.


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Súnya(m) (Shunya[m]) - Nada; vacío. El súnya Budista se describe como Nada en la que está todo, conteniendo
todas las cosas suprimidas dentro de sí de modo que bajo una presión desde lo alto o desde dentro todo puede
evolucionar de ella -"Alma inerte con Fuerza sonambúlica".

susupti (Sushupti) - Autoabsorbido sueño de la conciencia (ver prajñá) el estado de sueño profundo; el más
profundo estado del samadi condición en la que uno entra en el estado causal o seminal.

svabháva (Swabhava) - Lit.: el principio del autodevenir; nuestro propio devenir; la naturaleza real; la naturaleza
de la existencia consciente en los fenómenos; autoser; la material divina de la propia alma; el principio del yo,
adhyátma, operativo como la naturaleza original del ser, "propio modo de devenir", y esto procede del Yo, el
Akshara.

svadharma (Swadharma) - Autoley; ley esencial; propia ley de acción; forma de la naturaleza dinámica;
verdadera regla y modo de ser.

svarájya (Swarajya) - El imperio de uno mismo; uno de los dos objetivos que se propone el Yoga positivo de
los antiguos.

svarúpa - Autoforma; nuestro propio ser; la forma del ser esencial de una cosa; la forma eterna de la Divinidad,
como se usa en el Gita.

sve dame rtasya - Propia casa de la Verdad.

syád vá na syád vá - Puede ser o no puede ser.

tamas - Uno de los tres gunas, cualidades fundamentales o modos de la Naturaleza; la palabra hindú para el
principio de la inercia de la conciencia y la fuerza; . una conciencia torpe, tardía e incompetente en su juego se
dice que es tamásica; una fuerza, una energía-vital que es indolente y limitada en su capacidad, ligada al
estrecho ámbito de los impulsos instintivos, que no se desarrolla, que no se afana, que no se lanza hacia una
mayor acción cinética o a una acción más luminosamente consciente se encuadraría en la misma categoría.
Tamas es la fuerza de la inconciencia y la inercia y, en cualidad, se traduce como oscuridad, incapacidad e
inacción. Los estigmas de Tamas son ceguera, inconciencia, - incapacidad e ininteligencia, pereza, indolencia,
inactividad y mecánica rutina y el torpor mental, el sueño vital y la modorra del alma. Su efecto, si no es corregido
por otros elementos, no puede ser otro que la desintegración de la forma o el equilibrio de la naturaleza sin
ningún nuevo equilibrio o fuerza de progreso cinético. En el meollo de esta inerte impotencia está el principio
de la ignorancia y una incapacidad o perezoso desgano para comprehender, captar y manejar el contacto
estimulante o acometedor, la sugestión de las fuerzas ambientales y su urgencia en pos de una nueva
experiencia.

Tamásico - Forma adjetivada de tamas (p.v.).

tamo ásít tamasá gúdham - La oscuridad fue velada dentro de la oscuridad.

tantra - Notable sistema Yóguico que, en su naturaleza, es sintético y parte de un gran principio central de la
Naturaleza, de una gran fuerza dinámica de la Nuturuleza: pero es un Yoga aparte, no una síntesis de las otras
escuelas.

En su origen, el Tantra fue un grande y pujante sistema fundado en ideas que, al menos, eran parcialmente
verdaderas. Incluso su doble división en senderos de la mano derecha y de la mano izquierda, Dakshina Marga
y Vama Marga, partió de cierta percepción profunda. Según el antiguo sentido simbólico de las palabras,
daksina y váma, fue la distinción entre el camino del Conocimiento y el camino de Ananda, -la Naturaleza en el
hombre que se libera mediante correcta discriminación en el poder y práctica de sus propias energías,
elementos y potencialidades y la Naturaleza en el hombre que se libera mediante aceptación gozosa en el
poder y práctica de sus propias energías, elementos y potencialidades. Pero ambos senderos fueron, al final,
un oscurecimiento de los principios, una deformación de los símbolos y una caída.

El Tantra se diferencia expresamente del método Védico del Yoga. El Hathayoga, el Rajayoga y los Trimargas
(el triple sendero del Conocimiento, la Devoción y las Obras) son Vedánticos en su principio; su fuerza está en
el conocimiento, su método es el conocimiento, aunque éste no siempre es discernimiento mediante el intelecto
pero puede ser, en su lugar, el conocimiento del corazón expresado en el amor y la fe o un conocimiento en la
voluntad que se estructura a través de la acción. En todos el Señor del Yoga es el Purusha, el Alma Consciente
que conoce, observa, atrae y gobierna. Pero en el Tantra es más bien Prakriti, la Naturaleza-Alma, la Energía,
la Voluntad-en-el-Poder ejecutiva en el universo. Aprendiendo y aplicando los íntimos secretos de esta
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Voluntad-en-el-Poder, su método, su Tantra, el Yogin Tántrico persiguió los objetivos de su disciplina, -dominio,
perfección, liberación y beatitud. En lugar de retraerse de la Naturaleza manifestada y de sus dificultades, las
enfrentó, capturó y conquistó. Pero al fin, tal como es la tendencia general de Prakriti, el Yoga Tántrico perdió
en gran medida su principio en su maquinaria y se convirtió en un formulismo y oculto mecanismo, aun poderoso
cuando se lo empleaba correctamente, pero caido de la claridad de su intención original.

tantrika (Tántríko[a], Tántrico) - Perteneciente al Tantra, uno que sigue la disciplina del tantra (q.v.).

tapas - Energía; Energía iluminada; Fuerza, Fuerza-Consciente; la fuerza dinámica de la conciencia del ser;
concentración del poder de la conciencia; Energía de la Conciencia --el principio del poder y fuerza espirituales
en la Naturaleza suprema o divina. Lit.: calor, después cualquier género de poder, ascesis, austeridad de la
fuerza consciente que actúa sobre sí o sobre el objeto.

El poder por el que la autoconciencia produce sus complejidades potenciales recibe el término de Tapas, Fuerza
o Energía y, siendo autoconsciente, correspondiente obviamente a la naturaleza de la Voluntad.

El mundo fue creado por Tapas en la forma, dice la antigua imagen, de un huevo, que al ser roto, otra vez por
Tapas, el calor de la incubación de la fuena consciente, emergió Purusha, el alma en la Naturaleza, como un
pájaro del huevo.

tapasyá (Tapasya) - Austeridad de la voluntad personal; austeridad espiritual: esfuerzo espíritu mediante
concentración de las energías en una disciplina o proceso espirituales. La traducción usual de la palabra por
"penitencia" es muy errónea -la idea de penitencia se incorporó muy raras veces a las austeridades practicadas
por los ascetas hindúes. Tampoco era la mortificación del cuerpo la esencia de las más rigurosas y autoaflictivas
austeridades; el objetivo consistió más bien en sobrepasar el aferrarse de la naturaleza corporal a la conciencia
o una supernormal potenciación de la conciencia y la voluntad para lograr algún objeto espiritual u otro. Tapsya
es más que disciplina; es la materialización en nosotros mismos, por medios espirituales de la divina energía
creadora, preservadora y destructora.

tathástu. - Así sea; amén.

titiksá - El afrontar, soportar y conquistar todos los choques de la existencia; soportamiento heroico; la voluntad
y poder de soportar.

tucchyena - Fragmentación ínfinitesimal.

turiyam dháma - La cuarta ubicación o equilibrio de la existencia. En el lenguaje de los Rishis Védícos, así como
la Existencia, Conciencia y Bienaventuranza infinitas son los tres Nombres supremos y ocultos del Innominado,
de igual manera esta Supermente es el cuarto Nombre -cuarto para Eso en su descenso, cuarto para nosotros
en nuestra ascensión.

turíyam svid - Cierto Cuarto, también llamado turiyam dháma (q.v.).

unmattavat - Como un loco, excéntrico o idiota; como un inconsecuente en el pensamiento y el impulso.

upanisad (Upanishad) - Clase de escritos filosóficos atribuidos a los Brahmanas, que brindan una exposición
del significado secreto del Veda y se consideran la fuente de la filosofía Vedanta; la suprema autoridad antigua
de las verdades de una experiencia superior; evangelio de la más recóndita Verdad de las cosas.

vaisnava (Vaishnava) - Adepto de Vishnu o Krishna.

vasudhaiva kutumbakarn - La tierra toda es mi familia.

váyu (Vayu) - El Señor del Aire, de la Vida; una Deidad cósmica que preside la acción de un principio cósmico;
el nombre dado por los antiguos pensadores hindúes al principio-vital o Prana: la materia-vital; la voluntad y
energía sustanciales en el cosmos; el segundo principio de la Naturaleza material con su fuerza contactual de
agregación y separación, atracción y repulsión. Vayu, llamado en otra parte mátarissan, la Energía-Vital en el
universo. En la luz de súrya se revela como principio inmortal de la existencia del cual el nacimiento, la muerte
y la vida en el cuerpo son sólo proceso particular y externo. Se dice en el Veda que Vayu o Matarishwan, el
Principio-Vital, es quien atrae a Agni (fuergo) y de Surya (sol) en el elevado y distante mundo supremo. La vida
reclama la divina Voluntad de la Verdad-conciencia en el reino de la mente y el cuerpo para preparar aquí, en
la vida, su propia manifestación.

81
veda - Antigua Escritura hindú que se apoya enteramente en la Intuición y experiencia espiritual; la parte más
primitiva se denomina "El Libro de las Obras" y la posterior "El Libro del Conocimiento".

vedánta (Vedanta) - El sistema filosófico y la disciplina espiritual de acuerdo al "Libro del Conocimiento" que
forma la parte última de los Vedas -siendo conocida la parte primera como "El Libro de las Obras". Trata en
particular los principios y esencias del conocimiento divino.

vidyá (Vidya) - Conocimiento; la conciencia de la Unidad. Vidya y Avidya son los dos aspectos de Maya, la
formativa autoconcepción del Eterno. La Unidad es el hecho eterno y Fundamental sin el cual toda multiplicidad
sería irreal e Ilusión imposible. La conciencia de la Unidad se llama, por lo tanto, Vidya, el Conocimiento. En
los Upaníshads, Vidya y Avidya se mencionan como eternos en el Brahman supremo; pero esto puede
aceptarse en el sentido de la conciencia de la multiplicidad y la conciencia de la Unidad que, por co-existencia
en la suprema autoconciencia se convirtieron en la base de la Manifestación; serían dos lados de un
autoconocimiento eterno.

visnu (Vishnu) - Uno de los Dioses de la trinidad hindú; su tarea es preservar al mundo contra el surgimiento
del mal y la falta de virtud. Uno de los Cuatro eternos, el cuádruple Infinito, Vishnu es la Personalidad de la
Conciencia del Eterno, en él se apoya todo, en su amplitud, en su estabilidad, en su abundancia. Vishnu es Ia
Eternidad.

visvamánava (Vishwamanava) - El hombre universal.

vrndávana (Vrindavan[a]) - Cielo Vaishnévíco de la Belleza y Bienaventuranza eternas, lugar santo donde
Krishna, como Amante Divino, juega con sus amados. Los autores de los Puranas lo tomaron como habiéndose
proyectado en realidad sobre la tierra en la vida del Krishna encarnado y de ese modo fue aceptado por la
mente religiosa de la India.

yoga - Lit.: unir; unión con el Divino; la disciplina por la que uno entra, a través de un despertar, en una
conciencia interior y superior; la práctica espiritual que conduce a la unión; el arte del autodescubrimiento
consciente. El Yoga significa una inmersión en las múltiples profundidades del alma. El esfuerzo del Yoga se
ajusta a descubrir la Unidad divina en su fuente suprema, a traerla desde el interior e irradiarla hacia los
extremos confines de la vida. "Ser uno con el Eterno es el objeto del Yoga; no hay otro objeto. Todos los otros
objetivos están incluidos en esta única perfección divina,"

yoga-ksema (Yoga-Kshema) - El interior y exterior logro y posesión; bienestar y dicha.

yogamáyá (Yoga Maya) - El Poder de la Conciencia por el que el Divino crea el mundo temporal de la existencia
intemporal y oculta su realidad detrás de sus fenómenos.

yogin (Yogi[n]) - El sabio espiritual y el místico; quien practica yoga (q.v.).

INDICE

1. La realidad y el conocimiento integral


II. El conocimiento integral y el objetivo vital: Cuatro teorías de la existencia
Ill.El progreso del conocimiento. Dios, el hombre y la naturaleza
IV. El proceso evolutivo. Ascenso e integración
V. De la séptuple ignorancia hacia el séptuple conocimiento
VI. La filosofía del renacimiento
VII. El orden de los mundos
VIII. Renacimiento y otros mundos; Karma, el alma y la inmortalidad
IX. El hombre y la evolución
X. La evolución del hombre espiritual
XI. La triple transformación
XII. El ascenso hacia la supermente
XIII. El ser gnóstico
XIV. La vida divina

Vocabulario de términos sánscritos

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