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D.

EL ENRIQUECIMIENTO SIN JUSTA CAUSA

La figura del enriquecimiento sin causa tiene orígenes muy antiguos, desde el
mismo derecho romano que permitía retomar el patrimonio cuando no existía un
contrato que medie o justifique de una u otra forma la adquisición de determinado
bien, se establecía que este derecho se consideraba una regla iuris, se
entendieron así en el derecho romano que en materias como a la de los negocios
celebrados por el pupilo sin autorización del tutor, a la petición de herencia frente a
los poseedores de buena fe, el provecho de alguien recibido por el delito o los
actos de otro.

De igual forma en el derecho francés esta figura se concibe como complementaria


en los negocios y se denomina action in rem verso, esta acción permitía obtener
todo aquello en lo que se hubiera enriquecido la persona, “Jean-Baptiste Henri
Duvergier hacia 1835 fue quizá el primero de los juristas franceses en denominar
actio de in rem verso a la acción con la cual contaba el gestor de los negocios de
otro en ciertos casos en los cuales no podía recurror a la negotiorum gestorum
contraria. La concebía como una acción fundada en la máxima de justicia
conforme a la cual nadie podía enriquecerse a expensas de otra persona y, por lo
mismo, limitaba al monto del provecho obtenido”

De igual forma existe la figura del enriquecimiento sin causa en la teoría del
patrimonio, según Karl Salomon Zachariae (1769 – 1843) explicaba como esa
universalidad comprende una serie de derechos particulares tales como el
derecho de administrar el patrimonio; el derecho de percibir todos los frutos y
provechos del patrimonio; el derecho a realizar disposiciones por causa de muerte;
y el derecho de reivindicación. Este ultimo concebido como un elemento esencial
del derecho de propiedad que se extiende a la posibilidad de exigir el reembolso
de las expensas hechas a su costa mediante una acción especial.

El criterio jurídico universal de aplicar el derecho justo, todo ello a partir de los
viejos principios que prohíben dañar a otro – alterum non laedere- más la regla
general que ordena dar a cada uno lo suyo –suum cuique tribuere-. En el digesto
aparece expresado como una regla iuris; “por derecho de la naturaleza es
equitativo que nadie se haga más rico en detrimento y daño de otro y con injuri”[1]

La Corte Suprema de Justicia determinó que para que haya un enriquecimiento sin
causa se requiere que un patrimonio reciba un aumento a expensas de otro, sin
una causa que lo justifique [2]. Son tres, entonces, los requisitos que a su juicio
deben probarse para que se declare la existencia de un enriquecimiento de esta
índole y se ordene la devolución de los bienes correspondientes: 1) un
enriquecimiento o aumento de un patrimonio 2) un empobrecimiento correlativo de
otro, y 3) que el enriquecimiento se haya producido sin causa, es decir, sin
fundamento jurídico [4].

En principio, la vía judicial a disposición del afectado para evitar la consumación


de un enriquecimiento injustificado es el proceso civil ordinario. Sin embargo,
podría en ciertos eventos pensarse que la tutela como medio de defensa no es
idóneo y que, obligar al afectado a acudir a él, resulta contrario a los principios de
efectividad de los derechos fundamentales y de economía, eficacia y celeridad de
la administración, cuando concurren pruebas objetivas de la existencia del
enriquecimiento sin causa – entre ellas la confesión de la posible parte
demandada- que haría innecesario al trámite de un juicio ordinario. Por regla
general, la suficiencia y notoriedad del acervo probatorio que pueda servir de
fundamento a una pretensión, no permite desestimar la via judicial ordinaria
contemplada por la ley para tramitar un determinado asunto. De otra parte, en esta
hipótesis, la procedencia de la acción de tutela – como mecanismo transitorio- que
ordenará la devolución del patrimonio dependería de la vulneración o amenaza de
un derecho fundamental, particularmente del derecho a la propiedad o cuando se
ve comprometido el derecho a la subsistencia o derecho al mínimo vital [3].

Otro de los aspectos importantes en esta figura jurídica es que exista un nexo
causal entre el empobrecimiento y el enriquecimiento, de forma que este es causa
de aquel que se está alegando, o de otra manera que se pueda establecer un
camino idóneo y relacionado entre las dos figuras, este requisito termina siendo
definitivo para establecer los límites de tal empobrecimiento, o a falta de un justo
titulo, que justifique el conservar o mantener dicho enriquecimiento.

En sentencia 1999-00280 de diciembre 19 de 2012, la Corte Suprema de Justicia


M.P. Dr. Jesús Vall de Rutén. Ref.: 54001-3103-006-1999-00280-01, estableció la
correlación que debe existir entre dicho empobrecimiento y el enriquecimiento, la
Corte ha manifestado su posición en cuanto a la ocurrencia, regulación y
corrección del desequilibrio inequitativo que el enriquecimiento sin causa genera,
encaminándose “a prevenirlo o a corregirlo (…) con preocupación justísima y
creciente, de suerte que en la actualidad es mucho mayor la amplitud de las
acciones o recursos de esa clase que las que hubo en la antigüedad, por ejemplo,
sin desconocer como ellos establecieron los varios de que son muestra la
excepción y también acción de dolo, la condictio, en sus múltiples conceptos, etc.”

“En efecto, para la prosperidad de la acción de enriquecimiento sin causa o action


in rem verso, desde siempre se ha exigido la producción de un enriquecimiento,
ventaja, beneficio o provecho acaecido por el aumento del patrimonio –lucrum
emergens- o la ausencia de su disminución –damnum cessans-; un
empobrecimiento correlativo; que la ganacia- o la ausencia de mengua- carezca
de una justa causa, y que el afectado no cuente con otros mecanismos para la
satisfacción de su pretensión”

[1]En su ética a Nicomaco, Aristoteles distingue dos formas de justicia, distributiva y conmutativa.
[2]Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 19 de agosto de 1935
[3]Corte Suprema de Justicia. Sentencia 26 de marzo de 1958.
[4]Corte Constitucional. Sentencia T-426 de 1992

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