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La figura del enriquecimiento sin causa tiene orígenes muy antiguos, desde el
mismo derecho romano que permitía retomar el patrimonio cuando no existía un
contrato que medie o justifique de una u otra forma la adquisición de determinado
bien, se establecía que este derecho se consideraba una regla iuris, se
entendieron así en el derecho romano que en materias como a la de los negocios
celebrados por el pupilo sin autorización del tutor, a la petición de herencia frente a
los poseedores de buena fe, el provecho de alguien recibido por el delito o los
actos de otro.
De igual forma existe la figura del enriquecimiento sin causa en la teoría del
patrimonio, según Karl Salomon Zachariae (1769 – 1843) explicaba como esa
universalidad comprende una serie de derechos particulares tales como el
derecho de administrar el patrimonio; el derecho de percibir todos los frutos y
provechos del patrimonio; el derecho a realizar disposiciones por causa de muerte;
y el derecho de reivindicación. Este ultimo concebido como un elemento esencial
del derecho de propiedad que se extiende a la posibilidad de exigir el reembolso
de las expensas hechas a su costa mediante una acción especial.
El criterio jurídico universal de aplicar el derecho justo, todo ello a partir de los
viejos principios que prohíben dañar a otro – alterum non laedere- más la regla
general que ordena dar a cada uno lo suyo –suum cuique tribuere-. En el digesto
aparece expresado como una regla iuris; “por derecho de la naturaleza es
equitativo que nadie se haga más rico en detrimento y daño de otro y con injuri”[1]
La Corte Suprema de Justicia determinó que para que haya un enriquecimiento sin
causa se requiere que un patrimonio reciba un aumento a expensas de otro, sin
una causa que lo justifique [2]. Son tres, entonces, los requisitos que a su juicio
deben probarse para que se declare la existencia de un enriquecimiento de esta
índole y se ordene la devolución de los bienes correspondientes: 1) un
enriquecimiento o aumento de un patrimonio 2) un empobrecimiento correlativo de
otro, y 3) que el enriquecimiento se haya producido sin causa, es decir, sin
fundamento jurídico [4].
Otro de los aspectos importantes en esta figura jurídica es que exista un nexo
causal entre el empobrecimiento y el enriquecimiento, de forma que este es causa
de aquel que se está alegando, o de otra manera que se pueda establecer un
camino idóneo y relacionado entre las dos figuras, este requisito termina siendo
definitivo para establecer los límites de tal empobrecimiento, o a falta de un justo
titulo, que justifique el conservar o mantener dicho enriquecimiento.
[1]En su ética a Nicomaco, Aristoteles distingue dos formas de justicia, distributiva y conmutativa.
[2]Corte Suprema de Justicia. Sentencia de 19 de agosto de 1935
[3]Corte Suprema de Justicia. Sentencia 26 de marzo de 1958.
[4]Corte Constitucional. Sentencia T-426 de 1992