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Tiziano Terzani, reportero y escritor

31 JUL 2004

Tiziano Terzani, fallecido a los 65 años el pasado miércoles cerca


de Florencia, fue reportero. Habría que escribirlo con mayúsculas y
repetirlo una y otra vez -reportero-, porque de su estirpe ya pocos
quedan en la digitalizada sociedad mediática de nuestros días.

Nacido en Florencia en 1938, jurista y sinólogo de formación,


desde 1972 trabajó de corresponsal en Asia del semanario
alemán Der Spiegel, los diarios italianos Corriere della Sera, La
Repubblica, y el semanario L'Espresso, entre otros. Estuvo en la
caída de Saigón, en los orfanatos de la Madre Teresa de Calcuta, en
el Pekín maoísta, en los más recónditos monasterios tibetanos. "Me
fascinó la profesión de periodista, que para mí se convirtió en una
forma de vida, porque me dio la oportunidad de estar siempre en
primera línea, hacer las preguntas más impertinentes, vigilar a los
poderosos, y luego contarlo todo", resumiría en 2001. En total,
fueron 25 años de reporterismo, siempre lo más cercano posible a
los hechos, siempre respaldado por un medio potente, siempre
incómodo. Una distinción: exasperadas por su independencia, las
autoridades chinas lo expulsaron del país en 1984.

Asia lo atrajo porque andaba "en busca del otro" y quería cono-cer
"un mundo desconocido", pero a medida que pasaron los años, ese
"otro" se fue difuminando en el cada vez mayor conocimiento de
estas sociedades. Vivió en Singapur, en Hong Kong, en Pekín, en
Tokio, en Bangkok y en Nueva Delhi. Escribía en alemán, en italiano
y en inglés, y sus textos -recopilados también en libros como Un
adivino me dijo (2003)- fueron publicados en muchas grandes
cabeceras. En retrospectiva, Terzani contó como pocos otros el
vertiginoso cambio social -no siempre a mejor- que Asia
experimenta desde hace tres décadas.

Por oficio, todo corresponsal hace de mediador entre los mundos,


pero pocos se lo tomaron tan en serio como él. Tras el 11 de
septiembre de 2001, aún bajo el impacto de las imágenes
televisivas, se sentó a escribir una advertencia acerca de lo que se
venía encima. Las Cartas contra la guerra fueron un apasionado y
a veces polémico intento de evitar aquel enfrentamiento frontal
con el fundamentalismo islamista por el que abogaba no sólo
George W. Bush, sino también la periodista italiana Oriana Fallaci.
Antes que nada, recordó Terzani, hay que comprender los motivos
del otro. Y ser respetuoso con las demás formas de ver el mundo.
"Sostengo que en Occidente no tenemos ni el monopolio sobre la
cultura, ni el monopolio sobre la dignidad de la mujer, ni el
monopolio sobre la sabiduría", subrayó.

Harto de las inevitables reiteraciones y los corsés estilísticos del


periodismo, Terzani ya en 1997 se había retirado de la profesión.
"Ahora paso la mayor parte de mi tiempo en el Himalaya y disfruto
no tener horario distinto al de la naturaleza. Allí donde vivo -a dos
horas en coche y a una hora a pie de la población más cerca-na- no
hay ni teléfono, ni electricidad. He dejado de leer los periódicos,
incluso cuando viajo a Europa. Las historias se repiten. Siempre
tengo la sensación de que hace años ya leí todo esto, pero de
mejor calidad", contó en una entrevista de 2002.

Entre los libros que escribió cabe destacar La liberación de Saigón;


Buenas noches, señor Lenin, y En Asia.
Enfermo de cáncer, vestido siempre de blanco y con una frondosa
barba, hubo quien lo dio por extraviado en el reino de las
alucinaciones. Pero Tiziano Terzani estaba completamente lúcido.
Eso sí, que nadie le pidiera recetas mágicas: "Yo sólo tengo
preguntas. Y dudas sobre aquellos que en su tonta arrogancia
creen saber cómo ha de ser el futuro de la humanidad".-

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 31 de


julio de 2004

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