Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Participación - Euclides PDF
Participación - Euclides PDF
Euclides Sánchez
Todos con la “Esperanza”
Continuidad de la participación comunitaria
Universidad Central de Venezuela. Facultad de Humanidades. Comisión de
Postgrado.
Caracas. 2000.
Definiciones de investigación
1
Stringer (1974), quien destaca el auge de la participación en los 70, llama la
atención sobre el aumento de involucramiento ciudadano, el cual ha ido creciendo
en la medida que los planificadores y administradores tienen más capacidad de
decisión, cosa que coincide con el planteamiento hecho antes respecto a un
aumento de la conciencia de los ciudadanos sobre su papel como sujetos de
desarrollo social. Stringer (1977), y refiriéndose a las décadas de los 60 y de los
70, reconoce, sin embargo, que la participación ha sido más una respuesta
ciudadana en el campo de la planificación urbana que en otras áreas como la
salud o la educación.
Con relación a esto, Wandersman (1978) señala que en el debate entre: a) la
“posición del experto”, es decir que en virtud de su entrenamiento los
profesionales son los que tienen la competencia para diseñar ambientes que se
ajusten a las necesidades de los usuarios y b) la posición de la participación, que
es la forma mediante la cual los usuarios pueden asegurarse que sus necesidades
y valores si sean tomados en cuenta en la planificación, la segunda ha ganado
más adeptos, precisamente porque es un método para eliminar los problemas de
la planificación deficiente. Harrington (1984) lo ilustra muy bien con la
descripción de una experiencia de participación en un programa de urbanización
en Lusaka (Zambia), en la cual la población rechazó dicho programa, por cuanto
el interés principal de los ingenieros que lo dirigían era la aprobación, por parte
de los residentes, de planes urbanísticos ya terminados que les eran presentados.
En un comienzo, los planificadores se resistieron a un mayor involucramiento de
la gente, pero finalmente reconocieron que como unidad de servicios del gobierno
local sólo les correspondía ayudar a los pobladores a desarrollar sus viviendas y
no a determinar qué debían hacer.
Con relación a la definición propiamente, Stringer (1972) interpreta tres
versiones conocidas sobre la participación con base en la teoría de los constructos
personales de Kelly: “tener parte de” algo que pertenece a un grupo, “tomar
parte en” algo con otros y “ser parte de” algo, es decir, involucrarse en lo
esencial de esto, con lo cual se tiene y se toma parte. Visto como constructos en
el campo del diseño, que es el área donde se ubica el autor, la acepción de
compartir algo ya diseñado implica la aceptación de los constructos de los
diseñadores, con lo cual se impone una visión particular del diseño,
desconociéndose la de los usuarios. Al “tomar parte” por otro lado, pude ocurrir
que el usuario ajuste su sistema de constructos al del diseñador o bien le
imponga el suyo, en cuyo caso niega la concepción de éste, resultando así un
producto unilateral. En la aceptación “ser parte de”, por el contrario, se requiere
que los sistemas de constructos de ambos sean parte integral del proceso de
diseño, lo que exige, a fin de garantizar congruencia entre los constructos del
público y del plan, una relación de comunicación que garantice la influencia
mutua entre los constructos de uno y de otros.
Esta última versión es lo que Stringer (1977) ha denominada el diseño
participativo, en el que los constructos personales de diseñadores y usuarios son
moldeados en la relación interpersonal que se desarrolla entre ambos durante el
diseño del proyecto en que se trabaja. Es una relación de interacción en la que
usuario y planificador confrontan sus puntos de vistas, aprenden sus lenguajes y
la validez de sus posiciones (Stringer, 1982). Es también, como dice Lawrence
(1982), una relación de interacción educativa pues, tanto uno como el otro,
aprenden y enseñan conocimientos y destrezas que benefician el diseño.
Fuera del diseño o de la planificación urbana, reconociendo el carácter interactivo
de la participación, se prefiere hablar de cooperación entre profesionales y
comunidad para la formulación y puesta en práctica de programas sociales
(Davis, 1982) o de proceso para alcanzar acuerdos entre decisores
2
gubernamentales e individuos para la elaboración u ejecución conjunta de
políticas (Draisen, 1983). No obstante, algunos autores como Gow y Van Sant
(1983), enfatizan la autonomía que la comunidad debe mantener respecto del
agente gubernamental para poder hacer sus escogencias o proponer alternativas
en función de sus propias necesidades.
En estas definiciones está implícita una noción de presencia activa de los
participantes, que de alguna manera hacen tomar en cuenta sus perspectivas en
la formulación de las opciones. Wandersman, Florin, Chavis, Rich y Prestby
(1985) utilizan específicamente el término influir para calificar esa acción de los
sujetos en el contexto comunitario, pero otros también la emplean para referirse
a niveles macrosociales. Así, para Castells (1982) la participación constituye un
proceso social mediante el cual el sistema es influido por diversos sectores
sociales o, como señala Velásquez (1986b), la participación es un proceso social
en el que distintas agrupaciones sociales intervienen directa o indirectamente en
el desarrollo de la sociedad.
Otro elemento que se destaca en la definición de participación es que la influencia
ejercida por los participantes puede variar tanto en los diferentes momentos de
un proyecto como en el tipo de actividad que se lleve a cabo. Por esta razón
Churchman, editora de Participation Network Newsletter, en la presentación de
uno de los números de esta publicación dice:
Presentamos cinco ejemplos en los cuales la gente tuvo una oportunidad de
influir en algún grado las decisiones que se tomaron sobre su ambiente (1988:1).
Del mismo modo Zimmerman y Rappaport (1988) se refieren a la participación
como el involucramiento en actividades organizadas que pueden ser desde firmar
una petición hasta votar para lograr un bien común. Una posición similar se
encuentra en la investigación de Chavis y Wandersman (1990) en la que
describieron la participación con indicadores como asistencia a reuniones,
pertenencia a un grupo de trabajo, posición de liderazgo, entre otros.
Tal influencia no ocurre como una acción caótica o sin un fin determinado,
aunque este último cambie en el tiempo. De hecho la participación requiere de un
grupo organizado que concuerde en la naturaleza del problema a solucionar y en
la clase de solución que se aplicará (Arango, 1992) o en objetivos que hace suyos
y por los cuales despliega el esfuerzo participativo (Montero, 1996).
En general, se concibe que la participación tiene como fin influir, pero influir en
los procesos de toma de decisiones que de alguna manera se vinculan con los
intereses de los participantes. Por esto, autores como Barriga (1988), afirman
que participar:
Es intervenir en la toma de decisiones tendentes a planificar, gestionar y
controlar el uso de los recursos [...] (1988:69).
O Wandersman (1984), cuya definición es muy citada por los psicólogos que se
interesan en cuestiones comunitarias, a saber:
[participación es] el proceso mediante el cual los individuos toman parte [o yo
diría son parte, en el lenguaje de Stringer, 1972] en la toma de decisiones de
instituciones, programas y ambientes que los afectan (1984:339).
De acuerdo con esta última definición la participación puede darse en cualquier
campo, laboral, educativo, de salud, tanto en referencia a un agente externo
como dentro de una misma organización o comunidad. En cualquier caso, la
finalidad es la misma: actuar para garantizar congruencia entre decisiones y
necesidades.
3
Como el objetivo de este trabajo es la PC, es necesario diferenciar ahora entre
este tipo de participación, participación ciudadana y participación política, por
cuanto muchas veces los tres son empleados, especialmente la PC y la
ciudadana, como sinónimos.
Cunill (1991), basándose principalmente en el criterio de involucramiento
ciudadano en los asuntos públicos, diferencia los tres conceptos de la siguiente
manera. En la participación ciudadana el involucramiento de los individuos
conduce a la creación de otras formas de relación con el estado, lo cual, según la
autora, no ocurre en la participación política ni en la comunitaria. O sea, en la
participación política ciertamente hay injerencia en las cuestiones públicas, pero
ésta ocurre a través de órganos de intermediación como los partidos políticos
cuyo comportamiento no favorece tales formas alternativas de relación, ni
representan muchas veces los intereses de la sociedad civil que se expresan en la
participación ciudadana. En el caso de la PC la relación con el estado es sólo de
carácter asistencial, es decir, se refiere a las gestiones de la comunidad para
obtener recursos que solucionen problemas de su vida diaria.
La diferenciación anterior no encaja en lo que son hoy los nuevos modos de
participación política y PC, tal como a continuación se expondrá. Más bien hace
referencia a formas tradicionales o convencionales de estas dos modalidades de
participación, en las cuales la actuación del ciudadano se ajusta más a lo
expresado por la autora.
En este sentido, y con relación a la definición de participación política, Sabucedo
(1988) plantea que ésta ha cambiado de la referencia a conductas políticas
tradicionales como votar, a la inclusión de acciones ciudadanas que tienen efecto
directo en lo público, o dicho con palabras del autor: el concepto de participación
política ha ido evolucionando progresivamente hasta contemplar actividades que
transcurren al margen de los medios de consulta de la opinión pública diseñados
por el sistema, tales como las convocatorias electorales o los referendos. De
hecho en este sentido amplio podríamos definir la participación política como
cualquier tipo de actividad realizada por un individuo o grupo con la finalidad de
incidir en una u otra medida en los asuntos públicos.
Definida así la participación política, es evidente que dentro de ella tienen cabida
desde aquellas conductas más convencionales y demandadas por el sistema como
el voto, etc., hasta aquellas otras que podrían ser calificadas como ilegales,
violentas, etc. (1988:166).
Más recientemente Valencia (1990), utilizando la expresión participación política
no institucional para referirse a la participación política no convencional, la define
como: conjunto de comportamientos dirigidos a influir en las decisiones políticas
del poder establecido que utilizan cauces no institucionales (1990:186).
Se observa, entonces, que la participación política, al menos para estos autores,
y al contrario de lo afirmado por Cunill (1991), sí alude también a acciones de
influencia de los individuos en las decisiones de carácter público. Sin embargo,
otros autores, como Montero, D’Adamo y García Beaudoux (1995), prefieren
emplear en su lugar el término acción política, para indicar este papel activo del
ciudadano.
El significado de PC también ha variado. La participación de la comunidad a la
que se refiere anteriormente Cunill (1991), es decir, como ejecutora de
actividades impulsadas desde las instancias gubernamentales, es la participación
que en los 60 y parte de los 70 se puso en práctica en programas de desarrollo
de la comunidad, con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de los
residentes, por ejemplo las viviendas o los servicios básicos del vecindario. La PC
de hoy sigue interesada en la obtención de esa clase de beneficios, pero también
en una relación con el estado en la que la comunidad ejerza influencia en la
4
concepción y puesta en práctica de las soluciones. Por ejemplo, cuando un grupo
de vecinos modifica medidas de desalojo y reubicación concebidas sin su
participación, o sin tomar en cuenta las necesidades particulares de las familias y
necesidades generales de la comunidad, como lo es la red de relaciones
establecidas en ella (Fadda, 1990; García y Giuliani, 1992) o cuando cambia la
concepción tradicional del diseño de viviendas de interés social en un facilitador
de la organización y de la PC (Wiesenfeld, 1997). Entonces, dentro de esta línea
de razonamiento, también la PC puede constituir una estrategia de influencia en
las decisiones políticas y de generación de otras alternas, aunque es evidente que
la escala es más reducida que en la participación ciudadana.
De acuerdo a estas definiciones hay que admitir, pues, que las tres formas de
participación son participación política, en la medida que se entienda lo político,
de acuerdo con Ibáñez e Iñiguez (1988), como relacionado con la manera como
se concibe la sociedad, los seres sociales y las relaciones entre ellos, en otras
palabras, con los valores que se formulen y con los procedimientos que se
adopten para su aceptación. En el caso de la PC, sin embargo, luce como
diferenciador de las otras dos clases de participación, además del alcance de la
acción de la comunidad comentado antes, la explicitación de la influencia pública
que se ejerce. Mientras que en las proposiciones anteriores sobre participación
ciudadana y participación política, se expresa una intención definida de
intervención en lo público. Por lo tanto, parecieran sobreponerse los significados
de estas dos modalidades de participación, en la PC es la finalidad reivindicativa,
y no el propósito anterior, la que generalmente la inicia. Sin embargo, este
objetivo político surge en la medida que evoluciona el proyecto de participación
como resultado de la definición que la comunidad hace de sus necesidades, y del
derecho que ésta ejerce para optar a soluciones de sus problemas distintas a las
tradicionalmente ofrecidas por el estado.
Definiciones de participantes ①
5
Cuando se participa... si están unidos, en la unión está la fuerza. Cada cual se
incentiva (entrevistado por Mujica, 1996).
La participación es una empresa de varios, en la que se destaca la cohesión
existente entre los miembros del grupo. Se valora esta unión por la fortaleza que
se percibe al crearse una estructura de vínculos y porque provee estímulos para
motivar al trabajo participativo.
Participación es lo que pasó aquí, en que todo el mundo trabajó, desde el niño
hasta el anciano (entrevistado por Mujica, 1996).
La participación es inclusiva. Requiere del involucramiento de todos los
integrantes del grupo, independientemente del género o la edad.
Uno participa por voluntad. A mi nadie me obligó a participar en ese proyecto. Yo
entré porque me convencí de que era bueno y me quitó la duda. Cuando en la
tarde del primer día de limpieza, el día que yo no participé, yo salí temprano a
hacer una diligencia y cuando regresé y vi el cerro de basura amontonado en
cada esquina de la
6
Si “que cada cosa pertenece a todos” se entiende como compartir elementos
positivos y negativos de una experiencia, entonces la participación genera
solidaridad no sólo hacia las dificultades básicas que el grupo enfrenta, sino
también hacia aquellas otras que puedan derivarse de las primeras o que
simplemente surgen durante la convivencia de la comunidad.
Es la transformación de la crisis personal en crisis compartida (entrevistado por
Sánchez et al., 1988).
Esta frase refuerza aun más y con mayor precisión, la relación entre participación
y solidaridad.
7
involucra (modificación de un sistema de representación en organismos
deliberantes del estado, injerencia en la formulación de una política de seguridad
social, autoconstrucción de viviendas, remodelación de un barrio, gestión de
servicios de salud o de educación, etc.), el acceso a y control de los recursos
necesarios y las condiciones políticas del ambiente hacia la participación.
En esta relación son los propios participantes quienes, en interacción permanente
entre sí y con las otras partes constituyentes del proceso, van construyendo lo
que es la participación. El significado de participación que se desarrolla y que está
en concordancia con las acciones que se realizan, estará marcado, en
consecuencia, por la calidad de la experiencia participativa y por ende será
diferente de una experiencia a otra. La participación no es, entonces, “algo” de
carácter universal, sino una construcción social, múltiple, sujeta a valores y
circunstancias contextuales que surgen en un determinado momento.
El carácter construido de la participación me conduce a otra precisión. Dije antes
que con la participación se pretende intervenir en decisiones que son relevantes
al colectivo, pero esto no significa que la participación es una cuestión de “todo o
nada”, es decir, que es posible diferenciar con claridad cuándo y cuánto una
actividad o acción determinada influye o no en los procesos de decisiones. Es el
mismo desarrollo del proceso el que va determinando el peso particular que una
contribución tiene para tales decisiones. Dentro de este razonamiento, puede ser
tan importante la sola asistencia del vecino a la reunión de su barrio, alfabetizar a
otros para que por sí mismos accedan a la información escrita que circula en su
comunidad relacionada con el problema que se enfrenta o proveer ideas de cómo
ser más eficiente para el logro de los objetivos acordados. Por otro lado, la
experiencia revela que no todo proceso de participación se inicia con un máximo
de influencia de los participantes en la toma de decisiones, sino más bien que
gradualmente, dependiendo de la eficacia de aquéllos, van ganando control sobre
las decisiones.
Susskind y Elliot (1983) ilustran muy bien esta variabilidad con el análisis de
diferentes experiencias participativas en Europa. Los autores examinaron los
casos de Bélgica, Dinamarca, España, Francia, Holanda, Inglaterra, Suiza,
encontrando que la participación oscilaba entre tres patrones: una participación
paternalista, una conflictiva y una co-productiva. En la primera, los ciudadanos
tenían alguna influencia, pero el mayor control de las decisiones descansaba en
las autoridades municipales de los países investigados. En la segunda, también
las decisiones estaban centralizadas en las autoridades, pero la confrontación de
los ciudadanos con éstas por obtener más control caracterizaba las relaciones
entre ambos. El conflicto podría ser permanente o resolverse mediante
transacciones entre ambas partes. En el patrón co-productivo la gestión para las
decisiones se realizaba conjuntamente entre los decisores y los miembros de las
comunidades. Adicionalmente, los autores afirman que los tres patrones
mencionados podían darse en una misma experiencia, formando un continuo en
el cual se pasaba de uno a otro tipo, dependiendo de la dinámica que en aquélla
se estructurase en un momento determinado.
En resumen, la PC es también un proceso que conduce a intervenir en las
decisiones públicas, aun cuando éste no sea el fin que inicialmente movilice a la
comunidad. Se podría decir que el motivo original que acciona a la comunidad es
la solución de un problema concreto, un fin reinvindicativo, pero es precisamente
a través del proceso de reflexión estimulado por la participación de la comunidad
redefine sus necesidades iniciales y las formas de satisfacción. Estas nuevas
construcciones que están matizadas por la especificidad de sus valores, no
corresponden a la concepción general, en serie, que el estado imprime a sus
políticas y programas. De allí que, en relación con las agencias decisoras, la
8
comunidad debe gestionar los cambios necesarios para aquéllos. Así, la
participación ofrece la oportunidad para que lo alterno de su visión pueda
realizarse. La siguiente cita es elocuente al respecto:
Mira, es que la participación no es pura cuestión reivindicativa..., así comienza...,
¿qué crees tú que uno... que la gente no piensa?. Mira, la gente habla, discute,
hace reuniones, discuten en las familias y hasta los chamos dan su opinión,
este..., se discute de todo: que si el problema es la inseguridad, que si la
celebración del día de las madres... Mira ¿tú crees que si nosotros no hubiéramos
discutido, pensado y luchado por nuestras cosas tendríamos Casalta? No,
seguramente estaríamos en una barraca como damnificados que es lo que el
gobierno nos ofrecía... y que temporalmente. Está lo reivindicativo, pero lo otro,
la reflexión viene también, eso es la participación (entrevistado de Casalta)②.
Finalmente, se ha insistido en varias de las definiciones que la participación y la
PC suponen la intervención en la toma de decisiones, pero aún no se ha definido
lo que se entiende como tal.
Tanto en la primera revisión de la teoría de las decisiones que se hace en la
literatura psicológica en 1954 por Edwards (1967), hasta su conceptualización
actual en el campo de la gerencia, el concepto de toma de decisiones es
entendido como el proceso mediante el cual se escogen alternativas deseables
para enfrentar una situación o resolver un problema. Esto implica identificar lo
que necesita hacerse, desarrollar criterios para formular cursos de acción, evaluar
las alternativas existentes respecto a esos criterios e identificar los riesgos que se
toman al seleccionar algunas de ellas (Kepner y Tregoe, 1990).
De acuerdo con esta definición de toma de decisiones, la participación representa
entonces un cuestionamiento a los agentes decisores, bien sea porque las
opciones que ofrecen no cumplen los requisitos que la comunidad define o bien
porque desconfían desde un inicio en su competencia para tomar en cuenta los
valores del grupo al momento de la elección de la decisión.
La participación aparece además muy relacionada con el concepto de
fortalecimiento (empowerment), con el cual algunas veces se confunde.
Rappaport, quien propone el término como eje de la psicología comunitaria, lo
define como:
② Con esta indicación se desea aclarar que estas entrevistas fueron también
realizadas en la comunidad de Casalta, pero solamente por el autor y en fecha
posterior a las de 1988.
multidimensional del concepto, es decir, su utilidad para lo intrapersonal, lo social
y lo político.
No obstante, el concepto ha sido cuestionado en dos aspectos. En primer lugar,
respecto a lo que realmente produce y, en segundo lugar, respecto a su
orientación competitiva.
9
Con respecto al primer aspecto, Kieffer (1984) afirma que el fortalecimiento no
produce necesariamente control, sino el sentimiento de ser más competente, más
eficiente para participar en los procesos de toma de decisiones, pero este
sentimiento de eficacia puede producir la ilusión de que se controlan los recursos
(Riger, 1993) o, como lo llama Serrano García (1984), “la ilusión del
fortalecimiento”.
Con respecto a la segunda cuestión, Rigger (1993) también plantea que a pesar
de la referencia de Rappaport a lo grupal en su definición, la mayoría de los
estudios de fortalecimiento han enfatizado el nivel individual del concepto. En
este sentido lo que se acentúa es la potenciación del individuo para acceder al
control de recursos; el dominio individual, en contraposición a la cooperación.
Desde esta perspectiva el concepto de fortalecimiento es diferente al de
participación y al de PC. Primero, la participación se contrapone a la orientación
individualitaria y aun cuando el fortalecimiento se re-oriente hacia lo grupal, es
decir, a potenciar o fortalecer la interdependencia, con lo cual la segunda crítica
pierde vigencia, la participación constituye el espacio de acción o el medio en el
que se desarrolla el fortalecimiento. Sin embargo, aclaro que aunque pareciera
que se está postulando una relación causal de la participación hacia el
fortalecimiento, lo que intento señalar es que son dos procesos diferentes, no
vinculados unidireccionalmente, sino más bien en una relación de doble sentido,
tal como lo afirman Chavis y Wandersman (1990).
10