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ORIGl1'Al.E.

S:
um Philosophia« Sectio Ter tia de Cive ( 1642) Prólogo
icall Rudiments Coucerning Government and Society ( 165l)

l. El grnn proye
e cubierta: Alianza Editorial
: Retrato de Thomas Hobbes. The National Gallery of Art.
De Cive, prime
Washington
Hobbes, fue con
y ambicioso pro
giera lo esencial
num, compuesto
todos los derechos, El contenido Je esta obra está protegido pm l.i 1 ey, que
en tres apartado
enas de prisión r/o mullas, ademas de las correspondientes indemnizaciones bre el Cuerpo),
y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comuni­ De Cive (Sobre e
camente, en 10Jo o en parte, una obra literaria, artísrica o cienufica, o su
ación. imcrpretacién o ejecución .1r1ística fijada en cualquier tipo de soporte ficación de los d
ada a través de cualquier medio, sin Lt preceptiva autorizacién. mienzo con el es
ahí pasar a la ind
en sus aspectos
raducción, prólogo y notas: Carlos Mellizo, 2000 car finalmente e
a Editorial, S. A., Madrid, 2000
como miembro
Juan Ignacio Luca de Tena, 15
7 Madrid; teléfono 91 393 88 88
Hobbes nos ofre
:84­206­3586­3 su intención or
sito legal: M. 34.536­2000 propia mente» c
puesto e impreso en Fernández Ciudad, S. L. der y asimilar lo
na Suárcz, 19. 28007 Madrid Parece que la co
ed in Spain el intenso y fruct
ecto

era obra de doctrina política publicada por


ncebida por su autor como parle Je un amplio
oyecto: un tratado sistemático en el que se reco­
l del conocimiento humano. laste opus mag­
o originalmente en laun, iba a estar dividido
os titulados, respectivamente, De Corpore (So
De Ho111i11e (Sobre el l Iornbre) y, finalmente,
el Ciudadano). Siguiendo una ordenada clasi­
distintos saberes, la trilogía habría de dar co­
studio de la lógica, la matemática y la física, de
dagación sistemática de la naturaleza humana
fisiológicos, morales y religiosos y desembo­
en el estudio del individuo como ente cívico y
del cuerpo social. En el Prefacio a/ lector que
ece en el pórtico a De Cive se nos dice cuál fue
riginal; de lo que se trataba era <le «educar su
con el estudio de la filosofía, intentando apren­
os primeros «elementos de todas sus ramas».
oncepción de tan vasto plan tuvo lugar durante
tífero viaje al continente europeo que 1 lobbes
7
1;,.RIO).!\\Fl UZO

en 1637. Acompañando como tutor al segundo conde Mientras planeaba


onshire, miembro de la poderosa familia Cavendish, e . . tas materias 1 •..
visitó Francia e Italia. En París estableció contacto con tallaran las guerra
franciscano Marin Mcrscnne, a quien Hobbes otorga­ chos del poder y la
mpre un lugar <le privilegio entre ~us amistades '. De él cusiones fueron e
causa de que, deja
ió, dice, más de lo que habna podido ~nsena~le ningu­
madurase r saliese
ersidad. En una época en la que todavía no existían pu­
lo que: iba a venir
ones periódicas especializadas y resultaba difíci.l la co­ así porque\ i que
ción intelectual, el fraile, desde su celda franciscana, mente conocidos
itó el trato mutuo entre los pensadores más influyentes nes anteriores.
mento.
ante su estancia en Italia, Hobbes llegó a conocer a Gali­
or mediación suya hizo amistad con Claudio B.erigar­ 2. Reulistas y pn
ofesor en Pisa, recibiendo de él una concepción d~l
que iba a ser la inspiración inmediata de ~us análisis Las guerras civil
ocimiento y de la sociedad civil. Fue a partir de enton­ propiciaron la u
ndo, según propia declaración, empezó a «Ser contado formalmente en
os filosofas» 1• Carlos 1 contra u
bes regresa a Londres a finales de ese mismo año dos con el nomb
y permanece asociado a la familia Cavendish. Para e~­ nía de tiempo at
ya había concluido su pupilo los estudios, lo q.ue penm­ nente de carácter
Hobbes liberarse de funciones de tutela y dedicarse por Carlos, había reh
a sus labores de escritor. Fue en ese momento cuando nes puritanas e
ó a poner por obra la ejecució~ del gran proye~lo que disuelto el Parla
e años había ocupado sus reflexiones. Pero una circuns­ sentimiento de m
de repercusiones prácticas inmediatas ­la agitada si­ tuidos después,
n interna de Inglaterra en los años anteriores a la guerra monarquicos no
afectó drásticamente el plan inicial: la sección dedicada sistencia de [ace
ofía política que en un principio l lobbes s~ había pro­ reyes y a su inca
o desarrollar en tercer lugar pasó ahora a pnme~ plano; representativo d
mposición de los tratados De Corporey De 1 Jo11:m.eque­ por casar a su hi
egada para ocasión posterior. Leemos en el Prefacio a De la contribuyero
Y aunque el idea
rento mismo y la
a, carmine expressa, en Th. Holibes Malmesburiensis Opera Phito­ plios sectores d
a, vol. 1, Londres, W. Molesworth Ed., 1845. un profundo sen
a, organizaba y componía lenta}' cuidadosamente
1, ocurrió que mi país, unos años antes de que es­
as civiles, hirvió en cuestiones acerca de los dcrc­
a obediencia que deben los súbditos. Aquellas dis­
el prólogo a la guerra que se acercaba. Y ésa fue la
ados para más adelante todos los demás asuntos,
e de mi esta tercera parte, Ocurrió, por tanto, que
en último lugar ocupa ahora el primero. Y ello es
e, al estar fundamentado en principios suficiente­
por experiencia. no necesitaba de las dos seccio­

nrlamentorios

les .i las que alude Hobbes y cuyos presagios


urgente composición Je De Cive se iniciaron
n 1642. En su primera fase, enfrentaron aJ rey
un amplio sector de súbditos ingleses, conoci­
bre de .. parlamentarios». La confrontación ve
trás, y desde su inicio había tenido un compo­
r religioso. Ya en 1604 el rey lacobo l, padre de
husado llegar a un comprombo con las faccio­
en cuestiones dogmár icas, r de hecho había
amento en el año 161 O, con el consiguiente re­
muchos. Parlamentos sucesivos serian consti­
, pero las tensiones entre parlamentarios y
o disminuirían en lo sustancial, debido a la in
ebo en proteger la idea del derecho divino de los
apacidad para reconocer al auténtico carácter
de la institución parlamentaria. Sus empeños
ijo Carlos con una princesa católica y españo­
on a aumentar todavía más su impopularidad.
ado matrimonio nunca llegó a realizarse, el 111­
as antiguas desavenencias doctrinales con am
del país dejaron entre muchos de sus súbditos
ntimiento de desconfianza.
CARLO'> MHI IZO rRól.OGO

s el legado que recibe Carlos 1 al heredar la corona bri­ años subsiguien


n 1625. El antagonismo entre monarca y Parlamento do poderes abso
ó en renovarse bajo el joven rey. Ya en el año de su co­ sidentes ­purit
n, Carlos se vio sometido a presiones fiscales prove­ América. Las co
del grupo parlamentario. Consciente de su poder de co cuando el rey
sobre el Tesoro público, el Parlamento retuvo los dine­ episcopalismo a
citados por el rey, fume en su decisión e.le no concedér­ cocés se levanta
asta que el bando monárquico se aviniese a otorgar guerra, Carlos
nadas demandas: formación de nuevo gabinete, repa­ cual, una vez má
pública de viejas ofensas, etc. La respuesta inmediata los fon e.los solici
narca fue disolver el Parlamento y buscar nuevas vías de tentó nuevamen
ción mediante gravámeues impuestos directamente al ros necesarios p
obligando a éste a procurar acuartelamiento, en sus moso «Parlame
s hogares, a las tropas reales. La impopularidad de la Iohn Pyrn, Iohn
provocó una violenta reacción capitaneada por el lí­ tomó medidas
amentario sir Edward Coke. El rey se vio obligado a Carlos prometió
ar nuevo Parlamento ( 1628) y a firmar la famosa Peti­ era sabida su fir
Right, documento de fuerza legal por el que Carlos se de los reyes. El
ometía a respetar cuatro básicos principios de gobier­ acentuó aún má
No recaudar impuestos sin previo consentimiento del cación de la rein
ento¡ (2) No encarcelar a súbdito alguno sin causa pro­ tar los poderes p
econociendo así el derecho de habeas corpus de todo víctimas los pro
ano; (3) No acuartelar tropas en los domicilios de los ber estado el rey
s; y (4) No declarar la ley marcial en tiempo de paz. A más las cosas; y
de estas condiciones se le concedían al rey los subsi­ su Gran Protesta
or él solicitados. La Petition fue de enorme importancia formas religiosas
ue tenía de salvaguarda de los derechos civiles, pero casi cada uno de Jos
atamente después de ser firmada Carlos reanudó su real. Carlos rech
rtamiento previo, evitando consultar al Parlamento en el encarcelamien
cruciales de administración pública. El favorito del rey, do así la tradicio
e Villiers, primer duque de Buckingharn, infatigable el estallido de la
or de la causa monárquica, fue asesinado ese mismo hubo resultados
a tormentosa sesión parlamentaria de 1629 fue dramá­ reales fueron de
nte clausurada con una resolución censurando al mo­ Naseby, acaecida
por recaudar impuestos sin autorización y cambiar los se rindió al ej
as eclesiásticas entonces en vigencia. Durante los once lamento. Todavía
11

ntes Carlos gobernó sin Parlamento, asumien­


olutos y forzando a grandes contingentes de di­
tanos y católicos en su mayoría­ a emigrar a
ondiciones en el reino Llegaron a su punto críti­
y intentó imponer en la presbiteriana Escocia el
anglicano, lo que dio lugar a que el pueblo es­
ara en armas. Incapaz de financiar gastos de
convocó el llamado «Parlamento Corto», el
ás, buscó reparación antes de concederle al rev
itados. El Parlamento fue disuelto, y Carlos in·­
nte, sin éxito, recaudar por su cuenta los dine­
para la leva. Al no conseguirlo. convocó el fa­
ento Largo» {1640), que bajo el liderazgo de
Hampden y sir l lenry Vane se hizo fuerte y
necesarias de protección frente a la corona.
ó aceptar la legislación revolucionaria, aunque
rme creencia en la doctrina del derecho divino
Parlamento, siempre receloso del monarca,
ás su desconfianza cuando descubrió la impli­
na en una conspiración del ejército para coar­
parlamentarios. La matanza de la que fueron
otestantes irlandeses en 164 l , a pesar de no ha­
y implicado en ella, vino a empeorar todavía
en ese mismo año el Parlamento hizo pública
a (Great Reinonstrance) exigiendo del rey re­
s y administrativas y enumerando todos y
s agravios sufridos por culpa de la injusticia
hazó estas acusaciones y hasta llegó a intentar
nto de algunos líderes de la oposición, violan­
onal inmunidad parlamentaria y provocando
a guerra civil. En el campo de las armas no
decisivos hasta 1644, fecha en que las tropas
errotadas en Marston Moor. Otra derrota en
a un ano después, puso fin ;.1 la con! ienda, Car­
jército escocés y ruc entregado por éste al Par­
a hizo el rey algún intento por escapar y recu­
CAklO~ ~IHllZO l'RÓWGO

con ayuda de algunas partidas escocesas descontentas techos de los E


Parlamento inglés, el poder perdido. Pero la causa rea­ estima necesar
lvió a ser derrotada en el campo de batalla. Juzgado por de la naturaleza
unal especial nombrado por sus más poderosos enemi­ se de acuerdo s
rlos fue condenado a muerte y decapitado el día 30 de damentado. Se
e 1649. humanos, en su
ncalculable importancia histórica que para la vida de tituido en socie
retaña tuvieron los reinados de Iacobo l y Carlos I, el mite ser llamad
or Protectorado cromwelliano y la restauración de la nium contra om
qura en la persona de Carlos JI (1659) explica que tan­ derecho que su
oriadores y tratadistas pohticos de la época dedicaran serable y odiosa
r de su atención a estudiar período tan turbulento. Su do mutuo, el su
ito común fue ofrecer soluciones permanentes que ase­ impulsados po
n la pacífica convivencia ciudadana. Hobbes y, algo más cessitate natura
Locke formularon su pensamiento político teniendo ción infeliz. Par
esentes las realidades de su país, tan alejadas de lo que tado presocíal
considerarse un siquiera mínimamente aceptable 'libertad'. Y no
o de pacífica sociedad civil. Tanto para uno como para ese término sea
la salus populi es suprema lex. De l lobbes hablamos va. Para la conv
Y aunque hoy seria grave error aceptar sin más su credo Hobbes, el ideal
, sí hemos de concederle un grado considerable de ra­ siderada como
órica, referida al particular momento en que vieron la que tienen los h
dos obras de mayor trascendencia: el tratado De Cive y sobre todo, a la
complejo y elaborado Leviatán 2• Tratemos de resumir sui aestimatione
ctos más universales del primero. doquier envidia
nes et studium),
misma de la hu
ive ma para entende
Porque, lejos de
do un esquema casi idéntico al que más tarde quedaría mita salir de ese
ente desarrollado en el Leviatán, la investigación de dimientos de pa
s en el tratado De Cive está dirigida a determinar los de­
3. Son interesante
las ~rimeras edicio
raducción española: leviatán, trad. y prólogo de Carlos Melli­ ta siempre el estad
rid, Alianza Editorial, 1989 (2.• edición: l 999). de su libro.
13

Estados y los deberes de Jos súbditos: y para ello


rio que entendamos primero cuál es la cualidad
a humana y cómo deben los hombres poner­
si pretenden organizarse en un Estado bien fun­
egún la conocida hipótesis hobbesiana, los seres
u estado natural, esto es, antes de haberse cons­
edad civil, se hallan en una condición que per­
da de guerra de todos contra todos /bellum 0111-
mnes), en la cual cada individuo tiene el mismo
u vecino a todas IJs (Osas. En esta situación mi­
a (statu misero et odioso 1 presidida por el mie­
ufrimiento y la hostilidad, los hombres deciden,
or las necesidades de su propia naturaleza (ne-
ae suae), buscar el modo de remediar su condi­
ra Hobbes, la palabra que mejor designa el es­
del género humano es el término libertas,
hay en todo el texto una sola instancia en la que
a utilizado sin añadirle una adjetivación negati­
vivencia pacífica, la libertad no puede ser, según
l prioritario; es más, ni siquiera puede ser con­
opción permisible 3• Debido a la proclividad
humanos a hacerse daño los unos a los otros y,
vana estima que tienen de sí mismos (ab i11a11i
e), el estado natural propiciará que surjan por
as y sospechas perpetuas (perpetuae suspicio­
hasta el extremo de amenazar la preservación
umanidad. Este punto es de importancia máxi­
er la esencia de la argumentación hobbesiana.
e recurrir a un imperativo artificial que le per­
e tipo de existencia, el ser humano busca proce­
az impulsado, como decíamos más atrás, por la

es las ilu.. traciones que aparecen en la página titular de


ones de De Cive. Un salvaje indio americano represen­
do de libertad: título que Hobbcs da a la parte primera
CARLOS Mtl LIZO PRÓLOGO

dad natural de preservarse. Es decir: del fondo mismo de a las citas bíblic
raleza humana brota el impulso correctivo capaz de en­ dad divina las l
r sus propios excesos. Todo hombre, por necesidad na­ Mas ocurre
desea lo que es bueno para él. Y lo que la naturaleza dicta dición que aun
ar la paz (Naturam dictare quaerendam esse pacem). rra han de resp
ley fundamental de naturaleza que ordena buscar la paz pactos estableci
nde sea posible lograrla nos manda, en primer lugar, no dichos pactos a
nuestros derechos a todas las cosas, sino transferir o zándolos. Es pr
iar a algunos. Para Hobbes, transfiere un derecho la zan de que es p
a que mediante un signo suficiente acepta voluntaria­ eso sólo se logr
que ese derecho no es ahora suyo y se compromete a no hombre o conc
arlo; de tal modo que jamás le será ya posible ejercer lo sumisión se rea
r derecho (jure) se le permitía hacer antes. Pues bien, contrato con to
e que dos o más personas establecen un contrato o con­ voluntad del ho
se comprometen a renunciar a algún derecho que antes metido. Tal con
Otra de las leyes de naturaleza nos manda, para nues­ diante el que mu
eservación y bienestar, cumplir los contratos (pactis Y concluye Hob
m esse), pues, de no hacerlo, quebrantaríamos la con­ de ciudad o soc
que el otro contratante ha depositado en nosotros, con autem sic jacta
regresaríamos a la situación de hostilidad mutua que se etuun persona c
de evitar. Quebrantar un contrato o convenio sería, No será difíc
amente, una injuria, un actuar sine­jure, esto es, sin de­ haya de otorgár
Junto a esta ley de naturaleza que ordena respetar los duo o concejo a
enumera Hobbes varias otras: ser humildes, agradeci­ los demás. De h
mparciales, útiles, no contumeliosos, magnánimos en el decidido constit
, etc., y a todas ellas les concede la virtud de ser inmuta­ crática, aristocr
eternas (immutabiles et aeternae). Quien trata de obser­ dad de tres mo
leyes de naturaleza puede con derecho ser llamado justo para favorecer a
o, pues acontece, señala Hobbes, que la ley de naturale­ ca ni el gobiern
cide con la ley moral. También con la ley divina, pues de cuando retengan
esas mismas leyes de naturaleza nos han sido comuni­ aparición de la
por Dios en las Sagradas Escrituras. Muchas páginas de do), que no era
e, como también del posterior Leviatán, están dedica­ luntades particu
ranscribir pasajes de la Escritura que Hobbes trae en su mejor modo de
(a veces, como después veremos, para disgusto y escán­ dad civil, la segu
el poder eclesiástico de su tiempo). Este primer recurso al poder suprem
15

cas tiene como finalidad reforzar con la autori­


leyes naturales.
lo siguiente: los seres humanos son de tal con­
reconociendo que pasa salir del estado de gue­
petarse las leyes de naturaleza y cumplirse los
idos, no respetarán dichas leyes ni cumplirán
a menos que alguien los obligue a ello atemori­
reciso, dice Hobbes, que los hombres se conven­
peligroso invadir los derechos de los demás. Y
ra instituyendo un poder común a todos, un
cejo de hombres al que todos se sometan. Esta
aliza cuando cada individuo se obliga, mediante
odos y cada uno de los demás, a no resistirse a la
ombre o concejo de hombres al que ya se ha so­
ntrato viene a ser, pues, un pact um unionis me­
uchas voluntades vienen a juntarse en una sola.
bbes: «Una unión así lograda recibe el nombre
ciedad civil; y también de persona civil» (Unio
a appelatur civitas sive societas civilis, arque
civilis).
cil comprender que a una ciudad así establecida
rsele el poder supremo en la persona del indivi­
cuya voluntad se han sometido las voluntades de
hecho, es indiferente que el pactum unionis haya
tuir a la multitud en una sociedad civil demo­
rática o monárquica. l lobbes admite la posibili­
odalidades de gobierno. Y aunque da razones
a la monarquía sobre las otras dos, no descalifi­
no aristocrático ni el democrático, siempre y
n el poder supremo del Estado (civitas). Con la
sociedad civil desaparece la multitud (multitu­
otra cosa que un simple conglomerado de vo­
ulares en el que cada individuo podía decidir el
e procurar su seguridad. Establecida la socie­
uridad del individuo le es encomendada ahora
mo, al cual se le da el derecho de empuñar la es­
CARLOS M.EWZO PRÓLOGO

justicia (gladiwn justitiae), la espada del castigo Hobbes asigna u


d poenas), la espada de la guerra (gladium belli), el mente de la perce
e armar y reclutar a los ciudadanos y el derecho de quien manda. El c
az con el enemigo, siempre que lo estime oportuno. pueden dejar de r
demás poderes le pertenecen también por derecho a condensa lo que d
ntante supremo de la sociedad civil: el poder legis­ el soberano, una v
oder de nombrar magistrados y ministros, el poder parezca. Y aunque
la diseminación de aquellas doctrinas que se esti­ sacuerdo con los
gas de la paz, etcétera. podrá castigarle l
no da nunca a entender que el representante máxi­ berano lo que hag
udad o Estado haya de ser necesariamente infalible abusiva del poder
en sus decisiones. De hecho, reconoce que no lo es sigo menos males
ces, y que cabe la posibilidad de que existan malos tado precivil, que
ue no cumplan sus deberes en el ejercicio del poder tolerable hostilida
a encomendado. Mas Hobbes se apresura a estable­ legalidad de cualq
tinción entre el derecho a la autoridad suprema (jus el expreso consent
erii) y el ejercicio (exercitiuni) de la misma. La sepa­ tículo 20 del men
e uno y otro hace posible que el mal príncipe con­ lector para tener c
pre su derecho al poder, y ello en virtud del pacto que Hobbes se val
e le otorgó absoluta e incondicional autoridad. In­ político. Éste es, se
caso de que el príncipe ordene algo contrario a la Hobbes de Locke
(que es también divina), los súbditos deberán ditos. Semejante a
l mandato; y la responsabilidad ante Dios recaerá sustancialmente d
os súbditos, sino sobre el príncipe, aunque no por el derecho a la reb
á despojado de su autoridad. La rebelión contra el nos, para cuyo bien
tractualmente establecido no forma parte de la a sus gobernantes
bbesiana. En esto, las consecuencias del pacto son poder y lo emplea
absoluto, a menos que el soberano pierda por algu­ ción de sus súbdito
dominio. Pero esa eventualidad no queda desarro­ guien ­incluidos l
e Cive. Hobbes la relegaría al apéndice final del Le­ za los derechos de
duda obligado a ello por las circunstancias políticas de ser tratado corn
io país". En De Cive no se ofrece recurso alguno se subleva sin raz
obierno del tirano, palabra a la que, por lo demás, habrá de ser castig

bre esto, mi prólogo a Leviatán, Madrid, ed. cit. 5. Véase VI, 12.
17

un significado relativo que depende entera­


epción del súbdito, no de la condición real de
capítulo VI, en términos inequívocos que no
resultar chocantes para la sensibilidad de hoy,
da al pacto su dimensión más estremecedora:
vez instituido, puede gobernar como mejor le
e no cumpla sus deberes y se comporte en de­
requisitos de la recta razón", el súbdito no
legalmente (ita 11eque punire jure), haga el so­
ga (ouicquid ab eo [actum erit): la conducta
supremo, caso de darse, siempre traerá con­
que los producidos por una regresión al es­
es ­nos advierte Hobbes una vez más­ de in­
ad. El argumento hobbesiano que niega la
quier intento por disolver el gobierno civil sin
timiento de éste queda enunciado en el ar­
ncionado capítulo V l. A él debe remitirse el
conocimiento directo de la sutil Lógica de la
le para justificar La indisolubilidad del pacto
egún entiendo, el punto esencial que separa a
en lo concerniente a los derechos de los súb­
a Hobbes en tantas otras cosas, Locke difiere
del primero en admitir como posibilidad real
belión ciudadana. Para Locke, los ciudada­
n fue establecido el gobierno, pueden resistir
cuando éstos hacen un uso desmedido de su
an para la destrucción, y no para la protec­
os. Pues, argumenta Locke, siempre que al­
los gobernantes­ intente invadir por la fuer­
e los demás, será culpable de crimen y habrá
no merece. Ciertamente, si es el pueblo el que
zón, el pueblo mismo será reo de rebelión y
gado en consonancia con su delito, por no
CARIOS M.ELL IZO PRÓlOGO

espetado las condiciones del convenio social. Mas eso para ejercer su
currir pocas veces, pues, por lo común, el pueblo está como en los esp
e mas dispuesto a someterse que a rebelarse. Son los este doble domin
es y magistrados los que, dice Locke, suelen tener lutos son numero
tendencia a violar los derechos ciudadanos, «como si y Estado (civltas)
por ley tuvieran los mayores privilegios y ventajas. tu­ cosa. En realidad,
por ello el poder de quebrantar esas leyes que precisa­ les iglesias establ
os colocaron en una situación mejor que la de sus her­ refieren a asunto
» 6• Cuando tal cosa sucede, es el gobierno el que está cuestiones de po
ndose, no los ciudadanos. cia (de quaestu),
gnificado del término rebelarse, en su acepción más es­ Pues bien,
coincide con el del verbo latino rebellare, palabra que se
ne del prefijo re­ y el sustantivo bellum. Rebelarse es, una vez que se sab
n retornar a la guerra, una como regressio ad ~ellum. d: quién corresponde
dad cristiana es la
Hobbes acusará a todo miembro de la comunidad civil
mpa, sublevándose, lo pactado con la persona o asam­ súbdito [ ... J debe o
a obedecer a su ciu
ue ostente la suprema autoridad. Locke, por su parte,
que tienen el poder
de lo mismo a aquellos gobernantes que «actúan con­
ente al fin para el que fueron instituidos ] ... ], deshacen El recurso a un
s sociales ( ... ]y destruyen la autoridad que el pueblo les solutos en lo espi
pranacional (es o
en Hobbes, en otro orden de cosas, un pensamiento li­ na). Ello equival
que, deducido lógicamente de sus premisas, da lugar a extranjero con po
paradoja de su discurso. La cuestión tiene que ver con de cualquier otro
cho de interpretar la Escritura, que «es la palabra de preciso que los sú
(Verbum Dei), derecho, como se apuntaba más arriba, lo que pueda orde
mbién ha de serle concedido al soberano, y sólo a él. Esta dad y Sil Iglesia. L
ón de un poder eclesiástico con capacidad decisoria en ser respetados a f
nes de religión tenía por fuerza que producir indigna­ no comprometen
n el establishment clerical del momento. Hobbes, en ésta, y pese a las a
ítulos finales de su obra, que son más extensos que los sólo se precisa un
presenta su visión de un poder soberano con derecho Cristo, el Hijo de
Christumfilium D
cke: Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, XIX, 23 l (Madrid, Esta simplificac
Editorial, 1990). beradora, cumple
, XIX, 232. la civitas hobbesia
19

autoridad, tanto en los asuntos temporales


pirituales. Los pasajes en los que se insiste en
nio que les es concedido a los príncipes abso­
osos y claros. Según J Job bes, Iglesia ( ecclesia)
) han de ser entendidos como una y la misma
, los mandatos provenientes de las principa­
lecidas, sean éstas las que fueren, no tanto se
os de verdadera y auténtica fe interna como a
oder humano (de reg110 h111na110), o de ganan­
o de gloria intelectual (de gloria ingeniorum).

be qué es una Iglesia, sabemos inmediatamente a


e gobernar sobre Jos cristianos. Pues si cada ciu­
a Iglesia a la que Cristo mismo enseña l}UC todo
obedecer, entonces lodo ciudadano esta obligado
udad, es decir, al hombre o asumbleu de hombres
soberano (XVII 1, 14, cursiva mía).

na Iglesia universal e infalible con poderes ab­


iritual sería de hecho recurrir a un poder su­
obvia la referencia a la Iglesia Católica Roma­
ldría a ponerse en manos de un príncipe
oderes tan extraordinarios que eclipsarían los
soberano. Mas, nos advierte l lobbes, no es
úbditos cristianos teman por su salvación por
enarles su soberano, el cual es también su ciu­
Los preceptos de culto público, si bien deben
fin de preservar la pacífica convivencia civil,
la salvación eterna de las almas; para lograr
amenazas que provengan de tal o cual Iglesia,
na cosa: creer de todo corazón que Jesús es el
e Dios vivo (credere ex loto corde [esutn esse
Dei viventis).
ción teológica, ciertamente esperanzada y li­
e una misión esencial en la buena marcha de
ana, pues da a los ciudadanos la necesaria
CARLOS.MELLIZO l'RóLOuO

píritu para continuar obedeciendo al soberano civil> sino más bien re


ndo> hasta el extremo de anularla> toda pretensión monarquía en su
o eclesiástico independiente. Este liberar al súbdito cuanto que signif
io clerical mediante el recurso teológico de reducir bes se expresa asi
o las condiciones para entrar en el Reino de los Cie­
o al que Hobbes dedica numerosas páginas llenas de Hay algunos que i
os de la Escritura> como pruebas de su legitimidad) democracia, porqu
a salvo de oficiales censuras eclesiásticas. Un Decre­ por libertad entien
cado en Roma en junio de 1654 incluyó De Cive en el a las leyes, es deci
ibros prohibidos y condenados por la Iglesia Católi­ que ni en una dem
bertad así (X, 8).
mbién proscrito por la Universidad de Oxford en
emado públicamente.junto con el Leviatán y «Otros Nos guste o n
niciosos y doctrinas condenables», a las que se acusó mento en que la
, sediciosas e impías», además de «heréticas, blasfe­ dividuales qued
ltantes para la religión cristiana y destructivas para aprecia en la arg
erno en la Iglesia y en el Estado»8• el verdadero sign
«libertad» ­ese té
cribirse con gran
d y poder no se significa co
bertad de la ciuda
pena subrayar un punto del texto que estimo funda­ vitatis Libertas). L
ra su buen entendimiento. Hobbes fue consciente de do por fuerza de
yor objeción suscitada por su idea en favor del go­ hombres> por acu
soluto iba a estar basada en lo que su esquema impli­ de naturaleza (do
erma y hasta de completa anulación de las libertades te, brutal y corta
les. Ésa es, ciertamente, la reacción inmediata de dispersa se const
e se asoma a las páginas de su obra y lee los derechos tado, cuando los
s que se le atribuyen al soberano, derechos que hoy a sus libertades.
amos reparo en calificar de «abusivos». Pero esta pri­ de gobierno. «Nie
ción ha de ser cuidadosamente matizada si le conce­ la democracia qu
Hobbes la atención que él mismo nos pide. En su au­ democratia quam
> sin desdecirse de sus preferencias monárquicas, bertades, pues to
ello es necesario
ement and Decree of tlie Universuy of Oxford Past in their los súbditos acer
]uly 21, 1683. Cit. por Howard Warrender en De Cive, Tite rigor> no afecta la
on, Ox.ford Universiry Press, 1983, p. 20. viduos particula
21

eafirmándose en ellas (hablamos aquí de una


u sentido más fuerte y radical> es decir, en
fica gobierno unipersonal sin lisuras), Hob­
i:

imaginan que la monarquia es más penosa que la


ue hay menos libertad en aquélla que en ésta. Si
nden una exención de la sujeción que les es ~ebída
ir, a los mandatos del pueblo, debe recordárseles
mocracia ni en otra clase de gobierno existe una li­

no nos guste ­precisa Hobbes­, desde el mo­


sociedad civil es instituida, las libertades in­
dan suprimidas. El sesgo lingüístico que se
gumentación hobbesiana nos lleva a ponderar
nificado de las voces. En el caso de la palabra
érmino que, dice Hobbes con sorna, suele es­
ndes letras sobre las puertas de una ciudad­,
on ella la libertad de sus ciudadanos, sino la li­
ad misma (non est ea cujuscunque civ is sed ci­
Las libertades individuales ya se habían perdi­
el pacto pohtico. Tal cosa ocurrió cuando los
uerdo mutuo, decidieron abandonar el estado
onde la existencia era libre, pero también tris­
a) y abrazar el de sujeción. La multitud antes
tituye en persona civil, esto es, en pueblo o Es­
individuos que antes la integraban renuncian
Y esa renuncia tiene lugar bajo cualquier tipo
ego ­dice Hobbes­ que haya más libertad en
ue en la monarquta» ( nego plus esse libertatis in
m in monarchia). No se trata, por tanto, de li­
odo gobierno las elimina en la medida en que
o para la paz. Lo que acaso pueda disgustar a
rca del gobierno civil es algo diferente que, en
a esencia del pacto de sujeción. Cuando indi­
ares piden libertad, bajo el nombre de «líber­
CARLO!) MELLIZO PRÓLOGO

stán de hecho pidiendo libertad, sino poder (nomine nos guste o no no


non libertatem, sed dominium poscunt). La distin­ que arriesgarse a
á pueda parecer a primera vista poco o nada signifi­ desde la acracia, c
ero es de importancia crucial para entender a dere­
que Hobbes nos dice. Admitida la diferencia entre
s y poderes, las disputas políticas se libran ya en un te­ 5. La presente edi
uy apartado de la bella retórica. Para Hobbes, las
confrontaciones dentro de la polis, guiados sus líderes Hobbes escribió D
scuro sentido del mando, no han cuestionado nunca autodestierro que
n: se han limitado a cuestionar el poder ajeno con la abandonar Inglate
de suplantarlo con el propio. En realidad ­concluye «Parlamento Larg
nico Hobbes en su apología del poder absoluto­ a realista se vio tem
súbditos que en una monarquía deploran su pérdida sufrir represalias
d lo único que en el fondo les irrita es no haber sido corno otros signif
a participar en el gobierno del Estado, es decir, a por el exilio volun
en el poder. La primera edic
gamos que de hecho tiene lugar la creación de un Es­ en muy reducido n
ular. En principio, dice Hobbes, podrán muchos pen­ al final de la Epíst
na opción así es mejor que su contraria, pues allí don­ bes asumió respon
los individuos tienen mano en los asuntos públicos edición príncipe n
de la oportunidad de lucir sus talentos. Mas lo cierto éxito entre los «re
mayor participación en el ejercicio de la gestión pú­ diato. El doctor Sa
á lugar a la disensión, a la palabrería inútil, a la con­ tramitó poco des
y al antagonismo; pues todos los participantes en el que se publicó en
por razón del deseo de alabanza que es consustan­ mada «edición Elz
aturaleza humana, querrán satisfacer sus sueños de ción se hicieron
nque por su mediocridad no sean dignos de ella. To­ variantes de diseñ
gumentos tradicionales en contra del juego demo­ mente bibliográfico
on esgrimidos por Hobbes con singular habilidad: niense lioward W
parlamentaria, inestabilidad de las leyes, diferencias obra" esas alteraci
y, en último término, conflicto armado. Pero eso no Una traducción in
sa ahora. Lo que aquí importa registrar no es la críti­ marzo de 1651, p
siana a los regímenes que él llama populares, sino la chard Royston, ba
dad de lograr libertades individuales efectivas al
el contrato civil, sea éste el que fuere. La gran verdad
a es la que establece la inevitabilidad de la sujeción, 9. De Cive: Tlte Latiu
23

os guste. Y quien quiera salir de ella tendrá


intentarlo desde fuera de la civitas, es decir,
con los resultados que todos conocemos.

icián

De Cive en París, durante el primer año de un


e vendría a durar más de diez. Su decisión de
erra fue provocada por la convocación del
go», bajo cuyos poderes de gobierno Ja causa
mporalmente comprometida. Temerosos de
del bando parlamentario, tanto 1 Iobbes
ficados partidarios del rey Carlos optaron
ntario.
ción de la obra data de 1642 y fue publicada
número de ejemplares. Sólo las iniciales T. H.
tola dedicatoria son indicación de que Hob­
nsabilidad por la autoría del libro. ne esta
no se imprimirían más de 100 copias, pero su
ealistas» exiliados en el continente fue inme­
arnuel Sorbiere, amigo personal de 1 lobbes,
spués una segunda edición latina del libro,
n Amstcrdarn a principios de 1647. Es la lla­
zevir», de Ja que en el mismo año e.le su apari­
varias reimpresiones, sólo con menores
ño y alteraciones <le un interés casi exclusiva­
o. El recientemente fallecido profesor oxo­
Warrender registra en su edición crítica de la
iones y nos da puntual referencia de ellas.
nglesa de De Cive fue puesta en circulación en
publicada en Londres por la imprenta de Ri­
ajo el título Phílosopuicall Rudintents Coucer­

u Version, Oxford at the Clarcndon Press, 1983.


l'Ról.OGO
CARLOS Mfil.l.JZO

vernment and Society. Durante cuatro siglos y medio, sa (ejecutada o su


ha coincidido en admitir que esa traducción fue obra posee «méritos pro
io Hobbes o que, cuando menos, fue realizada con su preciable circunsta
ón 10• Hasta el día de hoy, pese a los recientes intentos tiempo ­para quie
ton, Richard Tuck y Michael Silverthorne por cuestio­ bajo (como es el ca
ternidad hobbesiana de dicha versión 11, no hay prue­ única vía directa de
osa y convincente que venga en su apoyo. La edición latina
la presente traducción casteJlana me he servido, en bliófilos y analista
ugar, de la edición de William Molesworth (Hobbes: puede presentar p
atina, vol. 2, Londres, 1839. Segunda reimpresión en rácter exhaustivo,
Verlag Aalen, Darmstadt) que, según Warrender, si­ servables en las cu
rcera edición del texto latino; esta tercera edición data, hora de elegir, lo h
segunda, de 1647, y también fue publicada original­ terio de rigor}' ma
n Amsterdam por Elzevir, en vida de Hobbes; me he 1647 como texto ba
asimismo de la edición inglesa de Molesworth (The y recurrir además a
Works of Thomas Hobbes, vol. II, Londres, [ohn Bohn, Molesworth), teni
ratando de evitar algunas inconsistencias textuales Tuck/Silverthornc.
cualquier caso, no alteran la esencia del discurso hob­ De Cive es un li
Coincido con Warrender en que esa traducción ingle­ una claridad ejemp
definidos y su proc
riesgo, pues, de tra
Warrender, ob. cit. p. 15: «By about the same time [May
[Hobbes] had translated into English his De Cive, the book ­riesgo, por otra p
already established his reputation on the Continent, or pos­ la presunción de pr
a translation had been prepared with his approval». El aserto nor en el caso de D
nder viene avalado por una carta de Robert Payne, colabora­
En algunas ocasion
obbes, a un tal Gilbert Sheldon, fechada en Oxford el 13 de
650 y conservada en la British Librar y, Birch MS 4162. nominales por sus
el trabajo de Milton «Did Hobbes translate De Civet» en His­ sibles equívocos. C
litical Thought, vol. XI, no. 4, Winter, l 990. Tuck y Silver­ en el texto algún b
as exponer la documentación de la época, indicativa de la par­ corchetes. En cuan
de Hobbes en el proyecto de traducir De Cive al inglés, y sin
utenticidad, aducen un documento más ­el fragmento de una
menores que a vec
Hobbes a su amigo y poeta Edmund Waller­. Lejos de apoyar he tratado de correg
s de Tuck y Sílverthorne, el fragmento en cuestión, cuyo con­ ginal. Y una observ
cho sea de paso, no parece ser más que una expresión de cor­ bra civitas, emplead
olar, deja intacta la hipótesis contraria (véase Hobbes: On the
texto, es susceptible
dited by Richard Tuck and Michael Silverthorne, Cambridge
Press, 1998, pp. xxxiv­xxxvii). tado», «ciudad», «
25

upervisada por Hobbes) es «vigorosa» y


opios». A lo cual cabria añadir la nada des­
ancia de haber constituido durante mucho
enes el latín no es su habitual lengua de tra­
aso con la inmensa mayoría de nosorrosj­ la
e acceso a los contenidos de De Cive.
a de Warrender, de singular valor para bi­
as de textos, es de obligada consulta, mas
para el traductor el inconveniente de su ca­
al recogerse en ella todas las variantes ob­
uatro primeras ediciones de la obra. A la
hemos hecho, pues, siguiendo un doble cri­
anejabilidad: adoptar la edición en latín de
ase (según la transcripción de Molesworth)
a la versión inglesa de 1651 (también según
iendo a la vista las de Warrender y la de
.
ibro cuya intención y composición son de
plar. Los propósitos de Hobbes están bien
cedimiento expositivo es directo y eficaz. El
aicionar sus ideas al verterlas a otra lengua
parte, del que ningún traductor podría tener
roclamarse totalmente exento­, es algo me­
De Ci1 e que en el de otros textos <le Hobbes.
1

nes, muy pocas, he sustituido formas pro­


equivalentes sustantivos, a fin de evitar po­
Cuando me ha parecido conveniente incluir
breve añadido aclaratorio, lo he hecho entre
nto a las pequeñas discrepancias y erratas
ces se observan en las ediciones empleadas,
girlas cuidando de no alterar el sentido ori­
vación más: Soy consciente de que la pala­
da profusamente por Hobbes a lo largo del
e de ser traducida de diversas maneras: «Es­
«gobierno civil», «persona civil», «sociedad
C.ARWS MEIJ IZO

c. Cuando mi elección no haya sido la más acertada,


n que el contexto dé indicaciones suficientes para que Selección bibl
sepa en cada caso con qué matiz ha de entenderse la
obbesiana.
era agradecer a Oiga M. Kroll y a Iulie Symons su ama­
caz asistencia en la transcripción electrónica del ma­
y al Decanato de la Facultad de Artes y Ciencias de la
dad de Wyoming su generoso apoyo a este proyecto.

CARl.OS MELLIZO
Universidad de Wyoming

Incluyo aquí una


blicados a partir d
Para publicaciones
la bibliografía de
1979 ): A Bibtiogra

BAVMGOLU, D., Ho
University Press
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Tl1ouglit, New 1
B01rn10, N., Thomas
BoTWINICK, A., Ho
Phitosopliical E
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Hobbes, Lanham
BoucHER y K111Y (
les, Londres/Nu
Cut, H. R., y Maca
York, Peter Lang
liográfica

breve relación de libros sobre Hobbes pu­


de 1980, y de ediciones recientes de su obra.
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aphy, Bowling Green (Ohio), Ohio, 1982.

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DeCive
Elementos f
sobre el ciud
filosóficos
dadano
Epístola dedica
Al muy honorabl
mi más probo señ

Con la complacen
Era un dicho de
rey había llegado
Tarquinos como
era un dicho del
por una sola boca
más que eso), que
tias voraces. Pero
mano cuando co
orgullosos trofeo
tiendo en disfraza
donios y aqueos,
Roma! De maner
también lo fue el
la boca abierta po
famosa confronta
Roma misma, junt
habría lobos y pre
ques que los alber
blar imparcialme
que el hombre es
atoria
le Guillermo, conde de Devonshire,
ñor

ncia de su señoría:
el pueblo romano, para quien d nombre de
a resultar odioso, tanto por la tiranía de los
por el genio y los decretos de esa ciudad,
pueblo, digo, aunque fuese pronunciado
a privada (si es que Catón no hubiera sido
e todos los reyes han de ser tenidos por bes­
o ¡qué animal de presa no fue el pueblo ro­
on sus águilas conquistadoras erigió sus
os a lo largor a lo ancho del mundo, some­
ada esclavitud a africanos, asiáticos, mace­
con el pretexto de hacerlos ciudadanos de
ra que si el dicho de Calón fue acertado,
de Poncio Telesino, el cual, corriendo con
or entre las compañías de su ejército en la
ación que tuvo contra Sila, gritaba que
to con Si/a, debia ser arrasada; pues siempre
edadores de su libertad, a menos que los bos­
rgaban fuesen arrancados de raíz. Para ha­
ente, estos dos dichos son muy verdaderos:
una especie de Dios para el hombre} que el
33
!:PISTOLA OWICATORIA
EPlS fOl.A DF.OICATORIA

s un auténtico lobo para el hombre. Lo primero es dos, no puede ser


comparamos unos ciudadanos con otros; y lo se­ de un razonar bi
comparamos ciudades. En el primer caso ~ay ~~a una palabra, llam
alogía de semejanza con Ja Deidad, a saber: justicia abre un camino q
d, que son hermanas gemelas de la paz. Pero en el ticulares hasta lle
mbres buenos han de defenderse adoptando como universales. Repa
las dos hijas de la guerra: el engaño y la violencia, que pueden ser o
en términos más claros, una brutal rapacidad. La y tendremos las d
,
nque los hombres se la echan recíprocamente ~n fía. Y partiendo d
o un reproche por la arraigada costumbre que tie­ también se les ha
mirar sus propias acciones, cuando las ven en otros bres. Pues si trata
como si miraran en un espejo en el que todas las vimiento, física; s
lado izquierdo parecen estar en el derecho y todas das juntas y tend
recho se ven en el izquierdo, el natural derecho ~e mares Británico,
ción que todos recibimos de los incontrolables dic­ dos con nombres
la necesidad) no admitirá que es un pecado, aunque forman sin emba
que es una desdicha. Puede que m~chos se aso~­ juntos. Y, en verd
que en Catón, persona tan reconocid_a ~~r su sabi­ admirablemente.
evalezca tanto la animosidad sobre el JU1~10 y el par­ provenga de la ob
sobre la razón; y de que lo que le parece JUSto en un de la tierra, o de
opular lo censure por injusto en ~n Estado moná~­ ción; y, finalment
ero yo he sido desde hace mucho tlem~o de esta opi­ cuales la edad pre
e sólo la prudencia vulgar es la que siempre ha re­ güedad, hemos de
aceptable a la gente superficial. Las acciones Y tría. Si los filósofo
as más eminentes de griegos y romanos deben los igual ele bien, no
que han recibido no tanto a su razón com~ a su gran­ humano para com
muchísimas veces a esa próspera usurpación (por la vida humana. Pu
stras historias se reprochan mutuamente) que como fuese tan distinta
impetuoso arrastra en la corriente del tiempo_ todo cantidad en las fi
ay ante ella, tanto agentes púb.licos como acc1on:s y la ambición, que
. La sabiduría propiamente dicha no es nada mas
: el conocimiento perfecto de La verdad. en =: las
s, sean éstas Las que fuere 11. La cual sabidurfa, al de­
la gente vulgar en
mal, se debilitaría
mano disfrutaría
del testimonio y evidencia que procuran las cosas, Y por razones de fal
diante el conducto de ciertos nombres determina­ tierra llegara a se
35

r el resultado de una agudeza repentina sino


ien equilibrado, al cual, para resumirlo con
mamos filosofía. Pues mediante ésta se nos
que recorrernos partiendo de las cosas par­
egar a la inferencia o resultado de acciones
aremos en cuántas clases <le cosas existen
objeto de conocimiento de Ja razón humana
diferentes ramas en que se divide la filoso­
de la diversidad del asunto a que se refieren,
dado a esas ramas una diversidad de nom­
a de figuras se le llama geometría; si del mo­
si del derecho natural, rnoral. Ponedlas to­
dremos la [ilosofta, de igual modo que los
Atlántico e Indico, habiendo sido bautiza­
s diversos por la diversidad de sus costas,
argo un solo océano si se consideran todos
dad, los geómetras han hecho su parte muy
Pues toda asistencia a la vida humana, ya
bservación de los cielos o de la descripción
los más remotos experimentos de navega­
te, cualesquiera que sean las cosas en las
esente difiere <le la ruda simpleza de la anti­
e reconocer que se las debemos a la geome­
os morales hubieran cumplido sus deberes
sé qué podría haberse añadido al trabajo
mpletar la felicidad que es consistente con la
ues si la naturaleza de las acciones humanas
amente conocida como la naturaleza <le Ja
iguras geométricas, la fuerza de la avaricia
e es sostenida por las opiniones erróneas de
n lo referente a la naturaleza del bien y del
a y languidecería enseguida¡ y el género hu­
de una paz tan permanente que si no fuera
lta de espacio para vivir, suponiendo que la
er demasiado pequen a para sus habitantes,
!:PISTOLA DEDlCAl'ORIA EPÍSTOLA l>ElllCATORIA

abría motivos para hacer la guerra. Mas ahora mente ese hilo, o
espada ni a la pluma debería concedérseles des­ describiendo las
el conocimiento de la ley de naturaleza ha dejado la ciencia, sino d
erdiendo su antigua estatura; que hay tanto par­ viene el que cuan
las diferentes facciones de filósofos, que la misma gación de la justi
unos deploran, otros la ensalzan; que un mismo palabra misma ju
raza sus diversas opiniones y estima sus propias d.ar ª.cada uno lo
uando son suyas, de modo diferente de cuando ción iba a ser ave
demás, digo que éstos son signos y argumentos bre dijese que al
de que lo que hasta ahora ha sido escrito por los descubrí que est
orales no ha hecho ningún progreso en lo que se acuerdo (pues lo
onocimiento de la verdad. En lugar de haber in­ mún a todos los
mundo dando luz al entendimiento, ha servido apropiaciones),
ener los afectos; y el éxito de las figuras retóricas saber: con qué fin
en la expresión ha hecho que la gente se afianzase las cosas eran po
n sus opiniones precipitadamente aceptadas. De bres, pensaron é
e esta parte de la filosofía ha sufrido el mismo propio reducto. Y
e los caminos públicos, los cuales están abiertos a hay una comunid
iajeros para que éstos los transiten arriba y abajo; petencia por ver
destino que las carreteras y calles abiertas, algu­ competición se si
cuales son para pasearse y otras para ir de nego­ da~es que por ins
ompras. Esos caminos, debido a las impertinen­ evitar. Por lo tanto
os y a los altercados de otros, no tienen nunca una humana, una de l
iembra y, por tanto, nunca producen cosecha. La desea apropiarse
n de esta desgracia parece ser ésta: que entre to­ todos los demás t
ores que escriben sobre esa parte de la filosofía no otra de la parte r
no que haya usado el principio idóneo para tratar­ contra una disoluc
podemos empezar a tratar de una ciencia por el q.u~ puede aconte
queramos, como cuando trazamos un círculo. cipios, parece que
y un hilo conductor de la razón cuyo comienzo argumentos de la
oscuridad pero con cuya ayuda somos llevados Ja absol~ta necesi
a mano hasta la luz más clara. De manera que el los rudimentos d
del tratamiento hemos de tomarlo de esas tinie­ que he añadido a
go hemos de Llevar la luz más allá para aclarar las con esta intención
r lo tanto, toda vez que un autor abandone ligera­ poderoso expresa
A
37

o lo corte voluntariamente en pedazos, estará


s huellas, no de su progreso en el camino de
de su divagar apartándose de ella. Y de esto
ndo dediqué mis pensamientos a Ja investi­
icia natural, fui al momento alertado por la
usticia (que significa una firme voluntad de
o ~ue es suyo) de que mi primera investiga­
enguar de dónde procedía el que cada hom­
lgo era suyo, y no de otro hombre. Y cuando
to no procedía de la naturaleza, sino de un
o que en un principio la naturaleza hizo co­
hombres lo distribuyeron luego en diversas
fui llevado a hacerme esta otra pregunta, a
n}' en virtud de qué impulsos, cuando todas
or igual propiedad común de todos los hom­
éstos que era mejor que cada uno tuviese su
Y descubrí que la razón era que siempre que
dad de bienes, surge necesariamente la com­
r quién puede disfrutarlos más. Y de esta
iguen inevitablemente toda clase de calarni­
stinto natural el hombre aprende que ha de
o, llegué así a dos máximas de la naturaleza
las cuales brota de la parte concupiscible que
para sí el uso de aquellas cosas en las que
tienen un interés conjunto, y proviniendo la
racional que enseña a cada hombre a luchar
ción antinatural, que es la mayor desgracia
ecerle a Ja naturaleza. Sentados estos prin­
e he demostrado en este pequeño libro, con
a mayor evidencia, estas dos cosas: primero,
idad de establecer ligas y contratos; y de ahí
de la prudencia moral y civil. El apéndice
acerca de la autoridad de Dios se ha hecho
n: [probar) que los dictados de Dios Todo­
ados en la ley de naturaleza puede que no
EPISTOLA IJEOICAl'ORIA

n la ley escrita que Él nos ha revelado con su pa­


enido también mucho cuidado, a lo largo de todo Prefacio del a
o, de no interferir en las leyes civiles de ninguna
particular, es decir, he evitado arribar a costas que
os han infestado tanto de conchas marinas y tem­
No soy ignorante del tiempo y esfuerzo que he de­
ste empeño de buscar la verdad; pero con qué re­
o lo sé. Pues como no somos jueces imparciales de
mismos, damos una valoración parcial de nuestras
ras. Por lo tanto, ofrezco este libro no al favor de
, sino, antes que nada, a su censura; pues tras mu­
iencias, he descubierto que no es la reputación del
novedad de la obra, ni el adorno en el estilo, sino
te el peso del razonamiento lo que hace que una
erezca el favor y la aprobación de su Señoría. Si [la Lector: Prometo
e la fortuna de agradar, es decir, si está bien funda­ parecen exigir d
vulgar, humildemente se la ofrezco, por ser su Se­ que se refiere a l
gloria y protección. Pero si he errado en alguna honestidad de m
o a su Señoría que a pesar de ello la acepte como nalmcnte, a la m
de mi gratitud: que los medios de estudio de los ojos: en este libr
frutado por la bondad de su Señoría los he em­ beres de los hom
ra procurar el favor de su Senoría. El Dios de los como súbditos; y
mie a su Señoría con larga vida en este mundo, y beres están cont
orona de gloria en la Jerusalén celestial. naturaleza y de l
humilde y devoto servidor, poder de la justic
Thomas I Iobbes gión cristiana, e
de mi propósito.
Esta clase de d
beres de los hom
provienen de la r
de la antigüedad
. la posteridad, ya
vuelto en alegorí
rio de la autorid
por las disputas
autor al lector

o aquí tres cosas que, cuando se prometen,


de ordinario la mayor dedicación, tanto en lo
la dignidad de la materia tratada como a la
motivo en la decisión de referirse a ella, o, fi­
moderación del autor. Las pongo aquí ante tus
ro encontrarás brevemente descritos Jos de­
mbres, primero, como hombres; después,
y, por últi 1110, como cristianos. Bajo esos de­
tenidos no sólo los elementos de las leyes de
las naciones, además del verdadero origen y
cia, sino también la esencia de la misma reli­
en la medida en que elJo puede caber dentro

doctrina [es decir, la que se refiere a los de­


mbres], excepto aquellos elementos suyos que
religión cristiana, fue juzgada por los sabios
como algo que mejor convenía transmitir a
a cuidadosamente adornado con versos o en­
ías como el más hermoso y venerado miste­
dad real, por miedo a que fuese profanado
s de personas privadas. Entretanto, y para
39
Pllh~ACIO DEI AUTOR AL Ll'CTOR
PkE.IACIO PEL .\UTOR Al

énero humano, otros filósofos se dedicaron a


enómenos y los movimientos de las cosas; neficio que proc
os provecho, sus naturalezas y sus causas. cuando se deduc
posterior se ha dicho que Sócrates fue el pri­ evidentes, lo apr
aderamente se interesó en la ciencia civil; la rado los males qu
odavía no ha sido completamente entendida, nados por una m
rayo de luz entre las nubes, alumbrando el mismo. Porque,
stado; y [se ha dicho l que [Sócrates] le dio fa mente para ejerc
nto valor que, abandonando y despreciando error no hacemo
odas las demás partes de la filosofía, se dedicó pérdida que la d
sta, juzgando que era la única que merecía el todo hombre deb
mente. Después de él vienen Platón, Aristóte­ sariamente que
otros filósofos, tanto griegos como latinos. Y bién por la ignora
egado el punto en que todos los hombres de nes y hasta mata
ón, no sólo los filósofos sino también la gente son estas cosas y
tratado y siguen tratando de esto como si fue­ beneficio que su
cil, abierto y asequible a cualquiera con senti­ enunciada correc
ncillo de resolver sin necesidad de cuidadosa hombres que han
udio. Y tal es la dignidad que se le atribuye [a galmente dar mu
a filosofía] que quienes suponen que tienen tas gargantas han
de ella o están en una situación en que debe­ de q~e por algun
complacen tanto en esta idea, que están dis­ por ~1ertos homb
eder que quienes se empeñan en otras artes ocasionado la err
stimados como ingeniosos, eruditos, hábiles superiores a la m
e quiera, pero no como prudentes; pues están ella! Finalmente,
e que tal apelativo, en lo que al conocimiento que enseña que e
civil se refiere, sólo les corresponde a ellos. rresponde determ
or de las artes debe medirse por la calidad injustos y que an
que las acogen como si es por el número de tidos a debate! A
an escrito acerca de ellas o por el juicio de los múnmente acept
ertamente debe tener valor un arte tan direc­ sas que éstas, y
onado con príncipes y con otros que están de­ Pienso que los an
erno de la humanidad; un arte en cuya espe­ eso decidieron p
se deleitan la mayoría de los hombres y del fábulas antes que
o los más eminentes genios filosóficos. El be­ gente. Pues antes
se, los príncipes
l LECTOR 41

cura cuando está bien adquirido, es decir,


ce de principios verdaderos y asociaciones
reciaremos mejor cuando hayamos conside­
ue han recaído sobre la humanidad, ocasio­
modalidad falsa y meramente palabrera del
en asuntos sobre los que especulamos sola­
citar nuestro ingenio, si cometemos algún
os daño a nadie y tampoco ello supone más
de tiempo. Pero en aquellas cosas en las que
be meditar para dirigir su vida, ocurre nece­
no sólo por causa de los errores, sino tam­
ancia misma, surgen ofensas, confrontacio­
anzas. Consideremos lo perjudiciales que
y nos daremos cuenta de cuán grande es el
urge de esta doctrina de la moralidad si es
ctamente. ¡Cuántos reyes> cuántos buenos
n caído en el error de pensar que se puede le­
uerte al tirano han sido ajusticiados! [Cuán­
n sido segadas por mantener la falsa opinión
nas causas un príncipe puede ser depuesto
bres! ¡Y cuánto derramamiento de sangre ha
rónea doctrina que dice que los reyes no son
multitud, sino administradores al servicio de
[cuántas rebeliones ha causado esa opinión
es a los individuos particulares a quienes co­
minar si los mandatos de un rey son justos o
ntes de obedecerse pueden y deben ser some­
Además, hay en la filosofía moral que es co­
tada muchas otras cosas no menos peligro­
que no es cuestión de mencionar ahora.
ntiguos previeron lo que podía pasar, y por
presentar su teoría de la justicia envuelta en
e exponerla abiertamente a las disputas de la
s de que tales cuestiones pudieran plantear­
no tenían que reclamar el poder supremo,
l'RHACIO DEL AUTOR A
l'IU.fAnO DEL Al'TOR Al IH .. ,.OR

ejercían. Conservaron todo su imperio no me­ breque disperse


ntos, sino castigando a los malos y protegien­ que no hay auté
. De igual modo, los súbditos no basaron sus lo que está mal,
sticia en los dichos y juicios de unos cuantos constituyen las
rticulares, sino en las leyes del reino; tampoco gunta de si una a
vivir en paz como resultado de disputas, sino o mala, no debe
ercicio del poder y la autoridad. Sí, reverencia­ nes el Supremo
upremo, ya residiera éste en un hombre o en yes, no solament
como si se tratara de una divinidad visible. paz, sino que tam
o tuvieron, como tienen en nuestro tiempo, Ja oscuros y peligr
juntarse con otros espíritus ambiciosos e in­ No puedo conce
total ruina de su Estado. No se les pasó por la neficioso que és
r la extraña fantasía de no querer preservar En lo que se r
s a lo cual ellos mismos eran preservados. ciente utilizar un
la simplicidad de aquellos tiempos no fue ca­ cir, sino que tam
r tan sofisticada pieza de locura. Hubo enton­ gobierno civil m
dad dorada que no concluyeron hasta que, ex­ fiere a su generac
no, se pensó que era legal levantarse en armas justicia. Pues tod
s. Es esto algo que los antiguos no sólo vieron, sus causas consti
én nos lo hicieron saber a nosotros muy bien, pequena la mat
e una de sus fábulas. Pues dicen que cuando pueden conocers
ado por Júpiter a un banquete, se enamoró de sus partes) así t
a cortejarla. Queriendo abrazarla, atenazó cuidadosa acerc
a que salieron los centauros, por naturaleza los súbditos es n
s, mitad caballos, especie terrible, beligerante siderarlos como
cual, cambiando sólo las palabras, es lo mis­ rio que entendam
que una serie de individuos particulares se raleza humana,
onsejos de Estado con el deseo de prostituir la no lo está, para e
ca hermana y esposa del Supremo, para satis­ hombres poners
ios juicios y opiniones; pero en vez de a ella, organizarse en
a una sombra vacía, y de ese abrazo han naci­ pues, seguido es
nas hermafroditas de los filósofos morales, en este principio q
bellas y en parte brutales y salvajes, causantes niega, a saber: q
rramamientos de sangre. Vemos hoy que esas ralmente de tal
en diariamente. Por lo tanto, cualquier horn­ dos por temor a
AL t.scroa 43

esas nubes o demuestre con firmes razones


énticas doctrinas acerca de lo que e'>tá bien y
, de lo bueno y de lo malo, excepto las que
leyes de cada reino y gobierno; y que la pre­
acción futura resultará justa o injusta, buena
e hacérsele a nadie excepto a aquellos a quie­
ha encomendado la interpretación de sus le­
te estará mostrándonos el camino hacia la
mbién nos enseñad cómo evitar los cegados,
rosos vericuetos de la facción y la sedición.
ebir otro tipo de enseñanza que sea más be­
ste.
refiere a mi método, no me ha parecido sufi­
n estilo sencillo y claro enlo que tengo que de­
mbién he empezado tratando del asunto del
mismo, para de ahí proceder con lo que se re­
ción y forma y a los primeros principios de Ja
do se entiende mejor estudiándolo a través de
itutivas. Así como en un reloj u otra máquina
teria, figura y movimiento de las ruedas no
se bien si no son desmontados para examinar
también para realizar una investigación más
ca de los derechos de los Estados y deberes de
necesario no digo que separarlos, pero sr con­
o si estuviesen separados; es decir, es necesa
mos a derechas cuál es la cualidad de la natu­
en qué asuntos está preparada y en qué otros
establecer un gobierno civil, y cómo deben los
se de acuerdo entre ellos mismos si pretenden
un Estado bien fundamentado. l labiendo,
ste tipo de método, establezco antes que nada
que todos los hombres conocen y que ninguno
que las disposiciones de los hombres son nat u­
condición que, excepto cuando son reprimi­
a algún poder coercitivo, cada hombre desean­
Pllll!ACIO f>El. AUTOR Al. LECTOR PRHACIOOH AUl ORAL

miedo de cada otro hombre; y como por dere­ que sean honest
verá obligado a hacer uso de la fuerza que tie­ sigue de mi prin
a preservación de sí mismo. Quizá se me obje­ naturaleza. Pue
e hay algunos que niegan esto. Y sucede, en nacen, tienen, p
y muchos que lo niegan. Mas ¿parecerá que es­ hacer lo que más
ontra mí mismo porque afirmo que los mis­ de los peligros q
onfiesan y niegan a la vez la misma cosa? Cier­ tenidos por mal
o; pero luchan contra sí mismos aquellos cuyas sólo brotan de l
zan lo que sus discursos aprueban. Vemos das en sí mismas
países, aunque estén en paz con sus vecinos, den serlo algun
onteras con gente armada, sus ciudades con contra el deber.
neras, y mantienen una vigilancia constante. den, se quejan, l
ósito se hace todo esto, si no es por miedo al dres; todo esto
Vemos, incluso, cómo en Estados bien gober­ libres de culpa y
ay leyes y castigos contra los transgresores,los dos: primero, po
ticulares no viajan sin llevar la espada al costa­ que al faltarles e
erse; ni duermen sin atrancar las puertas para Pero estos mism
us vecinos, y los baúles y cofres por miedo a adquieren la fu
omésticos. ¿Podrían los hombres dar más cla­ continúan haci
e la desconfianzamutua que existe entre todos empiezan a ser
o de esta manera, las gentes, igual que los paí­ por tales. De tal
esión pública de su miedo y desconfianza mu­ mo que un defe
do argumentan y debaten, lo niegan; lo cual es za debería ser m
ecir que, por el deseo que tienen de contrade­ y la experiencia
ontradicen a sí mismos. Algunos objetan que, hombres son na
o fuese admitido, se seguiría necesariamente turaleza su edu
os los hombres son malvados (lo cual, aunque necesariamente
ocerlo, debemos admitir, pues así está expre­ seo, el miedo, la
rado en la Sagrada Escritura), sino también la naturalezalos
dos por naturaleza, lo cual no puede conceder­ do firmemente
mpiedad. Pero de mi principio no se sigue que primer lugar, qu
an malvados por naturaleza. Pues aunque los estado que con
menos que los justos, ocurre que, al no poder leza, no es otra
e hace necesario sospechar, precaverse, antici­ en esa guerra to
defenderse, incluso ante personas que puede todas las cosas.
L IECTOR :15

tas y buenas en grado sumo. Mucho menos se


ncipio que quienes son malvados lo sean por
es aunque por naturaleza, es decir, desde que
por ser meras criaturas sensibles, el deseo de
s les place y el impulso de huir o de defenderse
que les acechan, no por esta razón han <le ser
lvados. Pues las inclinaciones de la mente que
los estratos más bajos del alma no son malva­
s; pero las acciones que proceden de ellas pue­
nas veces, como cuando son ofensivas o van
Cuando no darnos a los niños todo lo que pi­
lloran, gritan y, algunas veces, pegan a sus pa­
les viene por naturaleza. Sin embargo, están
y no podemos llamarlos propiamente malva­
orque no pueden hacer daño; y segundo, por­
el uso de razón están exentos <le todo deber.
mos niños, cuando llegan a años más maduros,
uerza que puede permitirles hacer daño. Y si
iendo las mismas cosas, entonces es cuando
malvados y pueden propiamente ser tenidos
l modo que un hombre malvado es casi lo mis­
ecto de la razón en esa edad en que la naturale­
mejor gobernada mediante la buena educación
a. Por lo tanto, a menos que digamos que los
aturalmente malos porque no reciben de la na­
ucación y su uso de razón, hemos de admitir
e que los hombres sacan de la naturaleza el de­
a ira y todas las demás pasiones, sin imputar a
s malos efectos de las mismas. Una vez asenta­
el principio que he establecido, demuestro, en
ue el estado de los hombres sin sociedad civil,
propiedad podemos llamar estado de natura­
cosa que una guerra de todos contra todos; y
odos los hombres tienen el mismo derecho a
En segundo lugar, [demuestro] que en cuanto
PREfACIODl!J.AllTORAI 1 rcron l'lll·FAt IU UH AlTI llll A

caen en la cuenta de la situación odiosa en que se sobre los súbdi


an, obligándolos a ello la naturaleza misma, libe­ Sagrada Escritu
e sufrimiento. Mas ello no pueden hacerlo como dice el derecho
ante un pacto en virtud del cual renuncian todos sobre todos los
cho a todas las cosas. Mas aún, declaro y confirmo razón natural.
turaleza del pacto; cómo y por qué medios el de­ un dominio es
o puede ser transferido a otro para que sus con­ antigua alianza
vülidos.y también qué derechos deben conceder­ gobierna ahora
, para que se establezca la paz; quiero decir, cuáles nuestra alianza
tados de la razón que pueden ser propiamente lla­ toridad de los q
s de naturaleza. Todo esto está contenido en la no es en absolu
ro titulada Libertad. Por último,
así el fundamento, procedo a mostrar qué es el mente se requie
vil, cuál el poder supremo dentro del mismo}' las cielos. y Je eso
ses de gobierno que existen; por qué medios se partir de testim
y qué derechos deben necesariamente transferir gún la interpre
premo los individuos particulares que tratan de he afirmado q
n gobierno, ya sea dicho poder supremo un hom­ pes, no puede
samblea de hombres; pues si no lo hacen, es evi­ Ya habéis vi
o habrá gobierno civil; porque los hombres reten­ han llevado a
erechos a todas las cosas, es decir, que seguirán losofía para e
o sus derechos de guerra. A continuación distin­ los primeros e
diversas clases de gobierno: monarquía, aristo­ asimilado gra
ocracia, dominio paterno}' dominio de los amos nes, poniéndo
ervos. Declaro cómo [los gobiernos 1 son consti­ dios habían tr
mparo entre sí sus respectivas ventajas e inconve­ les; en segun
más, pongo de manifiesto qué cosas son las que pasiones; cm
en y cuál es el deber de la persona o personas los súbditos.
el mando. Por último, explico las naturalezas de la mera y ciertos
cado; y distingo la ley del consejo, del pacto, de lo razones del r
erecho. 'Iodo lo cual incluyo bajo el título de Do­ la relacion, de
mcvimiento.
ma parte, que se titula Religión, para que el dere­ Ja me mona, e
lo que precede del discurso y con razones con­ e) bien y el m
he dado al soberano en el ejercicio de sus poderes tercera secció
ALI l:C:Wll
47

itos no parezca que es contradictorio con la


ura, muestro, en primer lugar, que no contra­
o divino, ya que: Dios impera por naturaleza
s que mandan, es decir, por los di~tado~ de~~
En segundo lugar, porque Dios nusmo CJCrc10
special sobre los judíos por virtud de aque.Lla
de circuncisión. En tcr~e~ lugar, porl1l.lC Dios
a sobre nosotros los cristranos por v11 tud de
a de bautismo. Por lo tanto, vemos que la au­
que tienen el alto mando, o del gobierno civil,
uto contraria a la religión.
declaro cuáles son los deberes que necesaria­
eren de nosotros para entrar en el reino de los
os deberes, demuestro l laramente y deduzco a
monios evidentes de la Sagrada Es~riturn se­
etación hecha por todos, que la obcd1c11L1.~ q~e
que los subditos cristianos d~b~·n a s~1s ~mnc1­
repugnar en absoluto u la religión crist iauu.
isto mi método. Ved ahora las razones que me
escribir esto. Me encontraba yo estudiando fi­
educar mi mente, y había logrado ya ·~~~render
elementos de todas sus ramas.Y, habicndo!os
adu.ilmentc, los fui clasificando en tres scccio­
olo as: por escrito: en primer !ugar, mis C!­itU­
ratado del cuerpo y de sus propiedades genera
ndo lugar, del ltombre y de sus facultades y
tercer lugar, del gobierno civil y los <lebe~cs de
La primera sección contendria la filosufw pri-
s elementos de física; en ella cstudiar~amos las
iempo, del lugar, de las causas, de la j uerza, <le
e la proporción, de la cantidad, de ~afigr~ra Y.del
En la segunda trataríamos de la inmginacton,
el uuelecto, el mciocinio, el apetite>, la voluntad,
mal, lo honesto y lo desltonestu, cte.~­º que esta
ón estudia Y·' os lo he mostrado. M ícntras pla­
PREIAC!ll UEL AUTOR Al. LlCTOR PREFACIO DEI. AUTOR A

a y componía lenta y cuidadosamente es­ guen viviendo


es yo me limito a razonar y no entro en buscan protege
ó que mi país, unos años antes de que esta­ miréis como a c
civiles, hirvió en cuestiones acerca de los migos y espías;
er y la obediencia que deben los súbditos. de Dios todo lo
nes fueron el prólogo a la guerra que se ros que es tal c
e la causa que, dejados para más adelante confesor o casu
suntos, hizo que madurase y saliese de mí de con la palabr
Ocurrió, por tanto, que lo que iba a venir bernante, o dars
cupa ahora el primero. Y ello es así porque gobernante lo
ndamentado en principios suficientemen­ conspirar o hac
experiencia, no necesitaba de las dos sec­ alguno debe se
No la he compuesto motivado por un de­ nunciado. Quie
aunque, si tal hubiera sido el caso, podría bién mis intenci
do con esta buena excusa: que son muy Me he propu
en cosas laudables y no les afectan las ala­ go de todo el d
a vuestro bien, estoy persuadido de que que se refiere a
s correctamente y comprendáis del todo dejar que sean
aquí os presento, preferiréis aguantar con ner en disputa
s inconvenientes que provienen de estar esto es, no seña
erno (pues los asuntos humanos no pue­ declarar cuáles
bres de ellos) a que las opiniones indepen­ dar a los lector
la paz pública. Si medís la justicia de las diencia a una a
an, no guiándoos por la persuasión y el narquía. Pues
duos particulares sino por lo que dicen las mentos dirigid
tendréis que padecer a esos hombres am­ monarquía es e
n al poder braceando en el mar de vuestra que ello es algo
Os daréis cuenta de que es mejor disfru­ solamente pro
tado de cosas, aunque no sea idóneo, an­ presamente a lo
o de la guerra, tratar de llevar a cabo una sea el tipo de
e se beneficiarán otros hombres en otra equitativo. Cu
e que vosotros seáis matados u os consu­ gos, excepto a
el empeño. Y voy todavía más allá y digo diencia y hace
e reconocen súbditos del magistrado civil bierno civil.
xentos de todo deber público aunque si­ compuesto im
Al U'CI OR 49

bajo la jurisdicción de dicho magistrado y


erse de la violencia y los daños de otros no los
conciudadanos, sino más bien como a ene­
y no os precipitéis en admitir como palabra
que abierta o privadamente pretendan deci­
cosa. Digo sin rodeos que si un predicador,
uista llega a afirmar que esta doctrina coinci­
ra de Dios, a saber: que puede matarse algo­
se legalmente muerte a un hombre sin que el
mande; o que los súbditos pueden resistir,
cer pactos contra el poder supremo, en modo
er creído, sino que al momento debe ser de­
enes aprueben estas razones apreciarán tam­
iones al escribir este libro.
uesto, por último, respetar esta regla a lo lar­
discurso: primero, no determinar nada en lo
a la justicia de las acciones particulares, sino
determinadas por las leyes. Segundo, no po­
las leyes de ningún gobierno en particular,
alar cuáles son las leyes de tal o cual país, sino
s son las leyes de todos los países. Tercero, no
res la impresión de que se debe menos obe­
aristocracia o a una democracia que a una mo­
aunque en el capítulo décimo he dado argu­
dos a hacer que los hombres piensen que la
el tipo de gobierno más conveniente, confieso
o que no queda demostrado en el libro, sino
opuesto como probable. Lo que sí afirmo ex­
o largo de todo el texto es que cualquiera que
gobierno, ha de haber un poder supremo y
uarto, no disputar las opiniones de los teólo­
aquellas que privan a los súbditos de su obe­
en que se tambaleen los fundamentos del go­
Por último, temiendo que quizá hubiera
mprudentemente algo innecesario, no quise
l'REFACIO !>~ L AUTOR AL LECl"OR

mediatamente al público; por lo tanto distri­ Libertad


jemplares privadamente entre mis amigos,
criticar las opiniones de otros, tuviera yo que
zar y explicar cosas que parecieran erróneas,
uras.
las objeciones más duras que se me hicieron:
o a los poderes civiles demasiadas atribucio­
objeción me fue hecha por personas eclesiás­
ía restringido mucho la libertad de concien­
objeción me fue hecha por sectarios); que
los príncipes por encima de las leyes civiles
ción me fue hecha por abogados y juristas).
to, muy afectado por las reprensiones de estos
al reprenderme, sólo estaban diciendo lo que
o único que consiguieron fue que yo me afir­
mi postura.
en de aquellos que se han quedado un poco
s ante los principios mismos ­es decir, lo que
aturaleza de los hombres, la autoridad o dere­
aleza, la naturaleza de los pactos y contratos
gobierno civil­, al no haber descubierto faltas
s pasiones, sino por su sentido común, me ha
uno dar alguna satisfacción a sus opiniones
diendo en ciertos pasajes algunas anotacio­
, he tratado de no ofender a nadie además de
os principios son contradichos por los de este
almas susceptibles se ofenden fácilmente en
a diferencia de opiniones.
si encontráis aquí cosas que parecen tener
o y menos de cierto de lo que deberían, os rue­
ue os dignéis recibirlas con mente ecuánime;
han sido dichas para mantener diferencias de
para establecer la paz, y por un hombre cuya
nte las calamidades de su país hace que por
perrnitírsele cierta libertad.
Capítulo 1
Del estado
fuera de la s

Ls­Intrcduccián.
mutuo. 3.­Que
dónde surge la vo
s11rge de compara
ma cosa. 7.­Defi
utilizar los medio
cada hombre es q
vación. 10.­Por
a todas las cosas.
sas es infructuoso
de guerra. 13.­L
14. ­Que por dere
está en su poder a
za dicta buscar la

l. Las faculta
se a cuatro esp
sión. Basando
en primer lug
sus prójimos l
tades, y si des
na facultad, p
de los hombres
sociedad civil

2.­Que el origen de la sociedad civil proviene del miedo


los hombres son todos iguales por naturaleza. 4.­De
oluntad de hacerse mal unos a otros. 5.­La discordia que
ar ingenios. 6.­Del apetito que muchos tienen de la mis­
inición de derecho. 8.-EI derecho a 1111 fin da derecho a
os conducentes a ese fin. 9.­Por derecho de naturaleza,
quien juzga acerca de los medios que t ienden e1 su preser­
naturaleza, todos los hombres tienen el mismo derecho
l I.s­Este derecho que los hombres tienen e1 todas lasco-
o. 12.­El estado de los hombres sin sociedad es 1111 estado
La guerra es adversa a la preservacián del hombre.
echo natural, es legal que un hombre obligue a 01 ro que
a darle garantía de obediencia [utura. l 5.­La naturale­
a paz.

ades de la naturaleza humana pueden reducir­


pecies: fuerza corporal, experiencia, razón, pa­
o en esto la doctrina que sigue, declararemos,
gar, qué tipo de inclinaciones tienen para con
los hombres que están dotados de dichas facul­
sde su nacimiento son aptos, en virtud de algu­
para vivir en sociedad y estar a salvo de violen­
53
LlllLKIAO 1 or:.LfSTADOl>E lO

nuación mostraremos qué consejo hemos dad civil, como


" cua·1 es s~n ¡ as condiciones
.. ciedad no se n
de la sociedad
na; es decir (cambiando sólo las alabras daran establec
damentales leyes de naturaleza. p ), mismos llamar
arte de los hombres que han escrito al o aceptado por
dos. suponen, o nos piden que creamos, q~e proviene de n
criatura que desde su nacimiento es a ta naturaleza hu
edad. Los griegos le llaman ~Wov 7tOA• p ­ miento las cau
en esto, construyen la doctrina de las~~~­ su mutua com
que naturalm
accidente. Pu
una sociedad de hecho e tit . 1 .
vive fuera de ·11 ons 1 uu a entre los seres quiero decir,
e a.pues notarnos que todos están
arse y tratarse mutuamente, parecería una estupi ber razón qu
• 1 os. um b ra 1.e"' de esta doctrina este obstáculo
r en ... ~ ­ amar lo mism
~~:~c~~~::'~~~~,~~ief;~~t:' ''.º.'{"brees apto para vivir mente homb
aquellos cuy
pu• "ª'""'"ª•di.de qu! ~I ~~~~~,~·~.~~·~d:~~'. tanto, no bu
ara él; pues los recién id . • .
uando alca ­ nact os nccesuan que otros misma, sino
i;.,nzan anos más maduro , •. ·
vir bie N . s, necesitan que

~~:Jj,~~~~~~r~~:,~: ~~.: :~~: ~.~.~:.·~~t:


beneficio; so
mariamcntc
dichas sociedade~l:;~: :; ~e1;es~~a le y ac~~rdos con que pro

cu;ndo las
n 1
socie~:~=~~~:~~~~~. i°
nes todavía no h

, • I· . ·
. onod1da a los runos, a
l~s s1ufrimien­
• e o cua acontece
mejor obser
se asocian p
bre no está
es ~o~~~:~e~~;~~;edad no puedcr~ entrar en ella;
r tanto if os que trae consigo, no se preo­ su propio n
... • mam resto que t d J h
e infan 1'
.ia
l.
. o os os ombres,
• nacen ineptos para 1 • d d corno
· produce un
a l 1 rna ., . . a socie a . ) hay envidia que
ll: . > >!''.ª•dqu_e por _un defecto de la mente o una
r muan sien o insociables durante el resto de us surgir algu
r, tanto :.i son niños corno si han alcanzado . tad; si es pa
naturaleza humana D • lo e unos
de hacerse so ziablc e ual se dcduc~ que el hombre se
unque el hornb i; • t.:.: no r,or ~atural_e~a, sino por risa; y sirv
dad n • . r~ naciese en t c~md1c1ón que de­
que en cad
na c~saºc,e ;~~~;rda~ge!loy~t~:~c1e~elra listo para
. . ' ener a capacidad fectos y pu
~u~s in~l~.­.o q~icne~, c~mo.consccuen· sobre él. Y
5~~~~~,~~;
dad, co~~~:::~~~~~~~~~~alitanas s10 las cuales fensivo, e
55
OS 1 IOMllRf.S FUFIL\ l>E l.1\ \OCIEflAlll l\'11

o si para preservar la paz y el gobierno de h1 so·


necesitara más cosa que el que los hombres acor­
cer ciertos pactos y condiciones .1 los cuales ellos
ran después leyes. Pero este axioma, aunque es
muchos, es, desde luego, falso; es un error que
nuestra observación demasiado superficial de la
umana. Pues quienes miran con mayor deteni­
usas de que los hombres se junten y disfruten Je
mpafua verán claramente que eso no ocurre por­
mente no podría ocurrir de otra manera, sino por
ues si por naturaleza un hombre amara a otro,
en cuanto que ese otro es hombre, no podría ha­
ue explicase por qué todo hombre no debería
mo a todo otro hombre, ya que todos son igual·
bres; o por qué más bien prefiere frecuentar a
ya compañía le procura honor o beneficio. Por lo
uscamos asociarnos con otros por la asociación
o porque de ella podemos recibir algún honor o
on estas dos últimas cosas las que deseamos pn
c; aquélla la deseamos sccundariamcnle. Cómo, y
opósito deciden los hombres junt.\rsc, lo sabremos
rvando las cosas que hacen cuando están juntos. Si
por razones de comercio, está claro qrn: cada hom­
mirando por el bien de su prójimo, sino por el de
negocio; si es para dcscmpenar algún menester, sL'
na cierta amistad de conveniencia, que tiene más de
e de verdadera amistad, y de la que a veces pueden
unas facciones y grupos, pero nunca buena volun ·
ara placer y recreo de la mente, es habitual que cada
e complazca en gn.tdo sumo con cosa'>que suscitan
viéndose de ellas puede, según la nat uralezc de lo
da caso sea ridículo, y por c.omparacion con los de­
untos débiles de otro hombre, expreS<\í su opinión
Y aunque algunas veces esto es algo inocente o ino­
es manifiesto que los hombres no tanto SL' deleitan
l. DEL ESTADO DE LOS

·ociedad, sea cu
de otros como con su propia vanagloria. s 1 bieto al que
eneral, en este tipo de reuniones nos dedica­ el~ :ada uno d
ausentes; toda su vida, sus dichos y acciones q ~1 xhora b
para e . 1
juzgados y condenados. Y es más: no suele placentero con
algunos presentes reciban algún escarnio en placer de la me
n de la reunión; de manera que no anda de­ ., de sí mis
ruon
tiene la costumbre de marcharse de las reu­ los demás plac
l último. Y éstas son las verdaderas delicias sualidad, y pu
ad, a la cual somos llevados por naturaleza, . ici· rs
conveme1 e
asiones que se dan en todas las criaturas has­ para adquirir
experiencia o por buenos preceptos resulta or amor
hos no ocurre así­ que el deseo por las cosas :~11os. Pero
disminuido por el recuerdo de las cosas pasa­ uede ser sóli
o que dicen sobre este asunto los hombres p . . todos
nor: st
les de palabra resulta frío e incompleto. consiste en a
e que, una vez reunidos, los hombres pasan con ellos. Mi
historias, y uno de ellos empieza a contar una .. en mi
avance
mismo, al instante todos los demás quieren . ·t'ficarse p
manera avariciosa, hablar de ellos mismos. Si ~~~s. Aunqu
ho prodigioso, los demás te hablarán de mi­ l
me di an l e a
do experiencia de ellos; y si no, se los inven­ dominando
diré algo de quienes pretenden ser más sa­ p lo tanto
i se reúnen a hablar de filosofía, fijaos en or.
reciera e 1 m1'
quieren ser tenidos por maestros; y si no lo trados por n
aman a sus compañeros filósofos, sino que que a llegar
seguirlos con odio. Es, pues, claro, según la cluir que el
stra a quienes consideran con atención los ras no consi
, que toda asociación voluntaria proviene o bres, sino en
idad mutua o de la vanagloria; de lo cual se
es se reúnen intentan sacar algún beneficio,
• Se ha hech
EUOoKl~LEtV, una cierta impresión de esti­
reunan en so
ellos en las personas con quienes han esta­ asustados los
... •
Lo mismo es también deducido por la razón me obi etan
definiciones mismas de voluntad, bien, ho­ asustado. Yo
Pues cuando voluntariamente entramos en
Si
110.'lBR&­ FUERA DE LA SOCIEDAD CIVIL

ual fuere la sociedad de que se trate, ?uscamos


e se dirige nuestra voluntad, es decir, aquello
de tos que están reunidos estim,1 corno bul.'n~
bien todo lo uue se nos presema como bueno es
• ., . p . t d
n referencia a los se nudos o a la mente. cr o o ~
ente o es gloria (o sea, el tener una buena o~1­
smo) o en último término se refiere a la glona;
d t la .cn
ceres son sensuales o son con uce1~ es a • M.: ­
ueden todos ellos ser agrupad~s bajo l.a palu~rn
s T.od·• asociación con los <lemas se hace, pucs, o
. u .. · . . . _ J,. .·
alguna ganancia o para adqu1r1r glona; es. cc1r'.
a nuestros prójimos sino por amor a nosotr~s
ninguna asociación que se dcb~ a la vunaglunn
ida ni durader<l. Porque esa glona es Cl:mo el ho­
los hombres lo tienen ninguno lo tiene, pues
d unos
aventajar a los demás cuan o nos cornpart .
asociación con los demás no supone el meno~
i deseo de glorificarme; pue.s todo hombre debe
d · l dad·
por lo que él mismo pue e 1iacer ~111 a ayu e
ue los beneficios de esta vida puedcn aumenta~~e
a ruda mutua lo cierto es que se alcanzan mejor
) , d . llos
a nuestros prójimos que asocian onos ~on e .
espero que nadie pondrá en duda que, si dcsapa­
1'.edo , los hombres serían más lntcnsamentc ,arras­.. .
naturaleza a o~~ent:r dominio so~re sus pr~Jtmo~
a una asociac10n con ellos. Debemos, pues, con
origen de todas las sociedades grandes}' durade­
. stió en una mutua buena voluntad entre los horn­
is
n el miedo mutuo" que se teman.

ho esta objcc1on: es muy improbable qu~ los .hombres se


. d d orno r··~ultado del miedo. Pues s1 hubieran estado
ooe a e ~" Q · .:
s unos de los otros, no habrían soportado verse. utenes asr
. 1 · d otra .osa que estar
están suponiendo que e rme o no e~ e : .: ..
o incluyo bajo la palahra miedo una cierta anu~1pac1onde
LI81:RTAD
1, DELLSTAl>ú Df W

l miedo mutuo se debe en parte a la igual­ misma causa


los hombres y en parte a la voluntad que i ual. Pues un
daño mutuamente; de lo cual viene a suce­ ;ue existe entr
os esperar de otros ni prometernos a no­ se permite a s
menor seguridad. Pues si miramos a los moderado qu
alcanzando su edad madura, y considera­ suponiéndose
s la estructura de nuestro cuerpo humano, hacer lo que le
rece, perecen con él toda su fuerza, vigor y sas que se le de
nsideramos cuán fácil es, incluso para el de un espíritu
l, matar al más fuerte, no hay razón para surgir en un h
bre, fiándose de su propia fuerza, pien­ tiene de su pr
cho por naturaleza superior a otros. Son por Ja necesida
ueden hacer contra otros cosas iguales a las bienes contra
den hacer contra ellos; y quienes pueden s. Más aún
ás grandes, es decir, matar, pueden hacer encarnizado
que hacen los demás. Por lo tanto, todos deben surgir
guales por naturaleza; la desigualdad que Porque en est
tiene su origen en la ley civil. en contra, sin
de naturaleza, todos los hombres tienen el no aprobar lo
de hacer daño; pero al no proceder de la le tácitamente
y si son much
equivale a est
o concibo que la huida sea la única propiedad del
pechar, vigilar, pertrecharse para no tener miedo tiendo de est
de quienes están atemorizados. Quienes van a más encarniz
s puertas; quienes salen de viaje llevan la espada ma religión
s ladrones. Los reinos guardan sus costas y fron­ les el antago
astillos¡ las ciudades están rodeadas de murallas:
as ciudades y reinos vecinos. 1 ocluso los ejércitos prudencia p
or preparados para la lucha prefieren negociar la mente consis
za del contrario y para evitar la posibilidad de ser ra algo de ese
o por lo que los hombres encuentran seguridad gún punto e
, y escondiéndose en las esquinas si piensan que
hombres dej
r de otro modo; pero en la mayor parte de los ca­
adas y armas de defensa. Cuando salen a comba­ ra y despreci
son las intenciones del otro. Si luchan, la socie­ bras, gestos
a victoria de uno de los bandos; si pactan, del la mente, y
que el que p
WSllOMHRJ'.S FUI RA !llll.ASOCIWAUCIVIL 59

tampoco pueden ser condenados de manera


hombre, de acuerdo con esa igualdad natural
re nosotros, permitirá a los otros tan lo como él
sí mismo; éste es ~l argumento de u,~_l:omb.re
ue de una manera JUSta valora su fue~ za. ~tIO,
superior a los demás, se tomará la licencia de
e plazca y reclamará respeto y honor como co­
eben a él antes que a otros; éste es el argumento
u violento. La voluntad de hacer dan~ puede
hombre por vanagloria y por la falsa estima q~e
ropia fuerza; en otro hombre pue~lc que surja
ad de defenderse a sí mismo, o su libertad y sus
a la violencia de aquél.
n, como el combate entre intelig~ncias escl. más
de todos, las mayores discordias que e~1sten
necesariamente de este tipo de antagonismo.
te caso no solamente resulta odi~so.conlcnc.l~r
no que también lo es no dar asenturnento~ Pues
o que otro hombre dice implica estar acusando­
e e.le estar equivocado en el asunto de que habla.
has las cosas en las que disentimos d~ ~tro, ~ll~
tar diciéndole que le .tenemos por estúpido. E ~1­
to quizá pueda explicarse que no haya guen.as
zadas que las que se dan entre sectas de la mis­
y entre facciones del mismo Estado, en .las cua­
onismo se refiere a cuestiones de d?ctnna o de
política. Como todo el placer y d1~fr~1t~. de· l,a
ste en esto, debe la mente, para conseguu srquie­
e placer cuando se compara c~n otra.' buscar al~
en el que triunfar y jactarse. Es imposible que ~os
jen de expresar de cuando en c~~ndo una censu­
io mutuos, ya riéndose del prójimo, o ~01~ pala­
0 algún otro signo. Esta es la mayor vejación ~le
no puede surgir un mayor deseo de hacer Jano
proviene de dicha vejación.
!.IUFRTAD l. l)f.l. FST:\DO 0[ to

más frecuente de que los hombres deseen por derecho n


uamente surge de esto: que muchos hom­ contrario a la
mpo, apetecen una misma cosa, la cual no del peligro qu
e disfrutarse en común ni ser dividida. De ría ser el juez.
los más fuertes son los que podrán conse­ en lo referente
ada La que decida quién es el más fuerte. juzgar yo acer
os peligros que amenazan a todos como ma razón: que
codicia y apetitos de cada hombre, que el de recta razón
os de protegernos y cuidar de nosotros gue acerca de
os de ser tomado a broma, que nadie pue­ servación o n
otra cosa. Pues todo hombre está siempre 10. La natu
lo que es bueno para él, y de rechazar lo cosas; es decir
re principalmente evitar el más grave de
turales, que es la muerte. Y esto lo hace
,. Esto debe ent
ulso natural, igual al que hace que la pie­
naturaleza no c
abajo. Por lo tanto, no es absurdo ni re­ eso no quiere d
ontra los dictados de la verdadera razón, las leyes de natu
aga todos los esfuerzos posibles para de­ humanas, de las
sus miembros de la muerte y del sufri­ dad de esta prop
tículos inmedia
no es contrario a la recta razón es lo que ficultad de la co
que ha sido hecho con justicia y derecho. argumento y lo
no significa otra cosa que la libertad que tiene derecho a
para hacer uso de sus propias facultades mo. Por lo tant
medios que nec
cta razón. Por lo tanto, el primer funda­
el artículo octa
natural es éste: que todo hombre procure, noveno, cuáles
fuerzas, proteger su vida y sus miembros. hombre tiene e
vano que un hombre tenga derecho a al­ un requisito pa
e niegan los medios necesarios para lo­ cio de quien ha
to. Cierto que e
ue que, como todo hombre tiene el dere­ hombre finge d
a sí mismo, debe también permitírsele el para su preserv
os Los medios y realizar todos Los actos po­ fringiendo las
no puede preservarse a sf mismo. en el capítulo t
un hijo mata a
que los medios a usar y la acción a reali­
he contestado
ean o no sean necesarios para la preser­ ningún momen
de sus miembros es algo sobre lo que él, poder y autori
osuoxiasrs fl'lRA UE l.A sUCIFOAL>Cl\'11. 61

natural, debe decidir; pues si ~e es.ti mara que es


a recta razón el que yo sea quien Juzgue acerca
ue corro, ello implicaría que otro hombre ~ebe­
Ahora bien, si ese otro hombre es el .c.~ue Juzga
e a cosas que me atañen a mi, también pod.ré
rca de lo que le atañe a él, y ello por una}' la mis­
e somos iguales por naturaleza. Por lo tant~, es
n, es decir, es un derecho natural el que yo JUZ­
su opinión y decida si va encaminada a mi pre­
no.
uraleza ha dado a cada uno derecho a todas las
r, que en el mero estado de naturaleza A, antes de

tenderse así: lo que un hombre hace en el mero estado de


constituye injuria contra ningún ~tro horub.re, aunque
decir que en tal estado no pueda ofender a Dios o violar
uraleza. La injusticia contra los hombres presupone leyes
s que no hay ninguna en el estado de naturaleza. La ver­
posición le ha sido demostrada al atento lector en los a~­
atamente precedentes; pero como en ~1crtos cas~s la di­
onclusión nos hace olvidar las premisas, resumiré este
haré sobremanera evidente a simple' ista. To~o ho~b~e
a defenderse, como queda mostrado en el aruculo sepn­
to, ese mismo hombre tiene el derecho de usar to~os los
cesariamente lo lleven a ese fin, tal y co1~10 se ha vts~o en
avo. Pero él será quien juzgue, según se dice en el articulo
habrán se ser esos medios necesarios. Por lo tanto, cada
el derecho de usar y de hacer todo lo que le parez~ qu~ ~s
ara su conservación; de lo cuaJ se deduce que, segun el !w­
ace algo, el.e aJgo no es bueno o malo y por lo tanto es ~us­
esto es así en el mero estado de naturaleza, etc. Pero si ~n
de algún modo que está dirigiéndose a lo que es ~ccesa:to
vación, y en el fondo no cree que lo se~, podra estar LD­
leyes de naturaleza, como queda ampliamente ex~uest~
tercero de este libro. Algunos han puesto e~ta objeción: st
a su padre, ¿es que no le está causando un ?aüo? A esto les
diciendo que un hijo no puede concebirse que est~ en
nto en el estado de naturaleza, ya que se en~~entra bajo el
idad de aquellos a quienes debe su protección desde que
1 DElbTAl>Ol>l!
LIBERTAD

omento en que los hombres establecieran en­ por derecho


onvenios, era legal para cada hombre hacer lo dias y sospec
n gana contra quien le pareciese oportuno, y protegerse co
ar todo lo que quisiera o pudiera conseguir. de oprimir y
o lo que un hombre desea se le presenta como mal pertrech
contribuye realmente a su preservación 0 a él los hombres
así (~ero en el articulo anterior ya le hemos de guerra, n
~ontnbuya o no contribuya a su preservación, contra todos
juzgar sobre esto y debemos tomar por nece­ po en el que
e él estime como tal); y como según Jo dicho se a otro por
ptimo es manifiesto que por derecho natural tiempo que n
ede hacer y poseer esas cosas que necesaria­ 13. Pero
a Ja protección de su vida y de sus miembros servación d
ue en el estado de naturaleza tenerlo todo; estar perpet
gal para todos. Y esto es lo que viene a signi­ perpetua po
mun de que la naturaleza Iza dado todo a to­ dad de quien
demos también deducir que en el estado de sultado de la
eficio es la medida del derecho. a tanto pelig
enor beneficio que pueden sacar los horn­ terminase s
r un derecho en común a todas las cosas. años. Ejemp
e u~ de~echo asr son casi los mismos que si la época pre
o mngun derecho en absoluto. Pues aun­ ción en époc
mbre puede decir de todas las cosas esto es cientes, pero
n embarg~, disfrutarlo, por razón de que su vida corta,
ne el mismo derecho}" el mismo p d placeres y b
. o er,
c.1r.que esa misma cosa es suya. cial suelen t
lividad que tienen los hombres a hacerse hubiera sido
os otros, la cual proviene de sus pasiones, que todo el
te de la vana estima que tienen de si mis­ dose. Pues t
ora el derecho que todos tienen a todo, se­ es bueno pa
ede invadir por derecho lo que otro puede guerra de to
ese estado. Y
tuo, decidim
adre, o de su madre, o de la persona que le alimen­ conseguir h
strado en el capitulo noveno. haber guerra
!LO~llO~HiRE.SfCERA llf LA \OCIHlAIH rvu 63

defender y del cual surgen por todas partes envi­


chas perpetuas; y si consideramos cuán difícil es
ontra un enemigo que nos invade con la intención
y destruir, aunque venga en pequeños numeres y
hado, no podrá negarse que el estado natural de
antes de que entraran en sociedad f ue un estado
no una guerra simple, sino una guerra de todos
s. Pues ¿qué es la guerm sino ese periodo de tiem­
se declara abiertamente la vol u nta<l <le enfrentar­
r la fuerza, ya sea con palabras o con hechos? El
no es de guerra es llamado tiempo de paz.
es fácil de apreciar cuán contrario es para la pre­
de la humanidad o de un individuo particular el
tuamente en guerra. Mas se trata de una guerra
or naturaleza; pues en lo que se refiere a Ja igual­
nes luchan, ésta no puede eliminarse como re­
a victoria. En este estado, el vencedor l'stá sujeto
gro qut.! sería milagroso que hasta el más fuerte
su vida muriendo de viejo al cabo de muchos
plos de esto pueden verse en América incluso en
esente. Otras naciones estuvieron en esta situa
cas pasadas; ahora se han civilizado y son flore
o entonces fueron poco pobladas, violentas, de
pobres, desagr ..idables y privadas de todos esos
bellezas de In vida que la paz y la convivencia so~
traer consigo. Por lo tanto, quien mantenga que
o mejor haber continuado en aquel estado en el
mundo tenía derecho a todo, está contradicién­
todo hombre, por necesidad natural, desea lo que
ara el; y no hay nadie que estime corno buena la
odos contra todos, que va necesariamente aneja a
Y asi, ocurre que, corno resultado del miedo mu­
mos que es mejor liberarnos de esa condición y
hacer algunos seguidores, de modo que, si ha de
a, no sea ésta contra todos y sin ayuda alguna.
lllllRHD

dores se hacen, o bien por sumisión, o por


por sumisión, cuando después del combate
a al vencido a que le sirva, o bien amenazan­ Capítulo2
o poniéndole grilletes; por consentimiento, De la ley de
una amenaza, unos y otros acuerdan entrar
a ayudarse mutuamente. Pero el vencedor
ho obligar al vencido, o el más fuerte al más
no al enfermo, o el hombre maduro al niño),
bediencia, a menos que prefiera morir. Pues
de protegernos según queramos proviene
ro, y nuestro peligro proviene de nuestra
conforme a razón, y más seguro para nues­
usar nuestra ventaja presente para amo­
a otros antes de que crezcan y se hagan fuer­
uestro poder y traten de obtenerlo ellos otra
1.­Que la ley de n
combate de cuyos resultados no podemos
do de la razón. 2
or otra parte, nada puede ser más absurdo allí donde pueda
tenemos a alguien debilitado bajo nuestro primera ley espec
de él un enemigo, y, además, un enemigo recltos a todas las
podemos deducir como corolario que, en el transferirlo. S.­I.
los hombres, un poder seguro e irresistible riamente declara
minio y gobierno sobre quienes no pueden re­ palabras i¡ue se
7.­Las palabras q
nto que a la omnipotencia que de aquí surge
derecho, si no fa
e inmediatamente, el derecho de hacer 8.­Cumulo se tm
hacerse. [uturo 110 tmnsfie
eden los hombres esperar una preserva­ nio. 10.­E11 los c
ntinuando de este modo en el estado de na­ que tienen signifi
de guerra, por razón de esa igualdad de tos 0 convenios d
asi bajo 1111 gobie
acultades de que los hombres están dota­
co11 las bestias, y
deduce que buscar la paz allí donde hay al­ puede hacer u11a
e obtenerla y, donde no la hay, buscar fuer­ 11/lii de lo que es e
guerra es el dictado de la recta razón, es eximidos de lo pa
uraleza, como se mostrará en el próximo [orzosas que se h
posterior que con
me obligue a no
19.­Un pacto q
e naturaleza acerca de los pactos

n111 uralezu na es un acuerdo dt• los hombres, sino el dicta •


2.­Quc 111 leyfumlamental de naturaleza es buscar la paz
conseguirse, y, donde 110 se pueda, clefendrrnos. 3.­1.11
cial de naturaleza es c111e no deben retenerse nuestros de­
s cosc1s. 4.­Qué l'> abandonar nuestro derecho.y qué es
.t1 voluntad de quien recibe 1111 derul~o ~ebc ser ~eces11·
ada m1t1•s ele que el derecho :>ea transjerido: 6.­:>ólo las
refieren al tien~po prese111t·_ t'.d11sjiac11 1111 der~clro.
que se refieren al [uturo son sujicientes para tronsferi¡ 1111
altan otros testimonios de nuestra voluntad de hacerlo.
mt11de1111 regalo ~rawíto, las palabras q11c se refieren al
eren derecho e1lg11110. 9.­Deji11iriá11 de contrate y c­mn•t·~
convenios, transferimos nuestros derechos con palabras
icado efe[uturo. 11.­En el estado de naturaleza, los pc1c­
de Je mutua 110 tienen efecto y scm ''ilnos; pero no ocurre
erno t'Íi'if. 12. ­Q11c 1~i11gií11 hombre ~1.1ule hacer pac11~s
y tampoco con Dios s1110 hay revclacián. 13.­ ~ampo1 o
prome.~a con Dios. l .J:­Que los pactos 1w obl1gm1 1mfs
el máximo ele nuestras juerzas. 15.­Dequé modo somo)
actado. 16.­Que. en el estado ele nuturalezu las promesas
hacen por miedo 11 .111 "":". s.on vatidas. 17.­Un ~11t"t~
ntradice otro a11ta1or, es inválido. ~ 8.­Una pro~11e~~1 ~lut
o resistir a quien quiere dañar m~ cu_erpo es 1_m·,~l1_.fo.
que me obligue 11 acusarme a 1111 mismo es inválido.
65
LIHfRTAD 2. DF. LA LEY DENAT

ununento. 21.­Que eljuramento debe ser entendido más por odio


el que lo hace. 22.­Unjuramento no añade nada a amor, o cualqu
e Ira contraido por contrato. 23.­Unjuramento no do de un verd
pto en casos en que el quebrantamiento de contrato
grupos entero
enerse en privado, o quedar sin ser castigadopor na­
Dios. nimidad y det
tores se han
contra la ley d
res están en desacuerdo acerca de Ja defini­ hace con dere
l, aunque muy a menudo hacen uso de este la razón, sólo
critos. Por lo tanto, el método que empieza que repugnan
iones y de la exclusión de todo equívoco es guna verdad a
ara quienes no dejan que haya lugar a opi­ to correcto pa
Para el resto, si un hombre dice que algo llo que está m
a la ley de naturaleza, lo prueba diciendo alguna ley. Po
e realizada en contra del acuerdo alcanza­ la cual, al no
s más prudentes e instruidas. Pero esto no grado que cu
de quién habrá de juzgar acerca de la pru­ también es lla
miento de todas las naciones. Otro argu­ raleza puede
bar que algo es contrario a la ley de natura­ razón", acerc
que ese algo fue hecho contra el consenso
o humano. Pero esta definición no puede
luto. Pues, de ser admitida, sería imposible • En el estado
como muchos h
se ofensas contra la ley de naturaleza, ex­ es, el peculiar
los locos; porque en la noción de género aquellas accion
cluidos todos los hombres dotados de ra­ de sus prójimos.
nto, no hacen nada en contra de ella, y si lo vil la razón del
modo involuntario y por lo tanto deben ser súbdito como r
vive en un estad
ciertamente, no es razonable recibir las le­ ta razón y la f
del consentimiento de aquellos que las in­ la razón de cada
s que las respetan. Además, los hombres ciones, las cual
demás las mismas cosas que aprueban medida de la ra
ciernen. Y digo
ellos mismos. Por otra parte, elogian pú­ partir de princi
en privado condenan, y forman sus opi­ la ley de natural
en lo que oyen de otros más que en sus lo, en la locura
ones; y llegan a estar de acuerdo con otros deben cumplir
TURA! EZA ACliRCADl.LOS rAcros 67

o a un mismo objeto, por miedo, esperanza,


uier otra agitación del alma, que como resulta­
dadero razonamiento. Sucede, por tanto, que
os de gente hacen a menudo, con la mayor una­
terminación que cabe imaginar, lo que esos au­
esforzado en identificar como cosas que van
de naturaleza. Pero como todos admiten que se
echo todo aquello que no es hecho en contra de
debemos juzgar como malas aquellas acciones
a la recta razón, es decir, que contradicen al­
ala que se ha llegado mediante un razonamien­
artiendo de principios verdaderos. Pero aque­
mal hecho decimos que se ha hecho en contra de
or lo tanto, la razón verdadera es una cierta ley,
ser parte de la naturaleza humana en menor
ualquier otra facultad o afección de la mente,
amada natural. Por consiguiente, la ley de nat u­
definirse diciendo que es 1!1 dictado ele la recta
ca de aquellas cosas que debemos hacer u orni­

natural de los hombres, no entiendo por recta razón,


hacen, una facultad infalible, sino el acto de razonar, esto
y verdadero razonamiento de tocio hombre acerca de
nes suyas que pueden redundar en dano o en beneficio
. Digo que es peculiar porque aunque en un gobierno ci
supremo, es decir, la ley civil, ha de ser recibida por cada
razón recta y justa, cuando falta dicho gobierno civil y se
do en el que ningún hombre puede distinguir entre la rec­
falsa. como no sea comparándola con la suya propia,
a hombre debe ser tomada no sólo como norma de sus ac­
les son realizadas a su propio riesgo, sino también como
azón Je otro hombre en lo tocante a esas cosas que le con­
o que es [un razonamiento l verdadero, esto es, deducido a
ipios correctamente formados, porque toda violación de
leza consiste en el falso razonamiento, o, por mejor decir­
a de esos hombres que no ven cuáles son los deberes 'lue
necesariamente en su trato con el prójimo a fin de procu­
LIBERTAD 2. DE t .A l l'.Y llt: NATUR

nuestras fuerzas, para la constante pre­ transfiere su de


ra vida y nuestros miembros. ficiente o señal
ra y fundamental ley de naturaleza es que quiere que sea c
z allí donde pueda encontrarse; y donde esa otra person
medios y ayudaspara hacer In guerra. Pues podía haber of
o en el último artículo del capítulo ante­ derecho consis
pto es el dictado de la recta razón; y que tiende por esto
recta razón son leyes naturales es algo persona a quien
mente probado más arriba. Mas esta [leyJ cho a todo. Por
ue las demás se derivan de ella y dirigen darle ningún d
a la paz o a la defensa propia. tencia, en virtu
as leyes naturales que se derivan de esta libremente de
s la siguiente: que el derecho de todos los abolido. Así, pu
cosas no debe ser retenido, sino que algu­ adquiere algún
ser transferidos o debe renunciarse a ellos. ridad y libertad
a retiene su derecho a todas las cosas, de derecho primit
riamente que unos pueden con derecho una granja, sól
virtud del mismo derecho, pueden de­ que tenía a esa
uéllos. Pues todo hombre, por necesidad S. Pero en l
fender su cuerpo y aquellas cosas que le quiere la volun
para la protección de su cuerpo. Por lo bién la de quie
esto una situación de guerra. Por consi­ cho queda sin
a la razón de paz, esto es, contra Ja ley de alguien que re
uiera que no abandone su derecho a to­ ello a mi derec
el motivo que
e dice que abandona su derecho aquel ticular residía
a él de una manera absoluta, o lo trans­ 6. Si faltan
ia absolutamente a su derecho aquel que luntad abando
suficiente o señal adecuada declara vo­ palabras, esas
amás le será legalmente permitido hacer al pasado; pue
derecho le fue posible hacer antes. Pero nada. Por ejem
nidero y dice T
todavía no lo
ión. Pero los principios del recto razonamiento
son los que se exponen en los artículos segundo, manece con él
sexto y séptimo del capítulo primero. ñana, a meno
RAl.J:i'.A ACERCA Dl tos l'·\l7l OS 69

erecho a otro aquel que mediante un signo su­


l adecuada le declara a esa otra persona que
considerado ilegal ofrecer resistencia cuando
na hace algo por lo que antes, con derecho, se le
frecido resistencia. Que la transferencia de un
ste solamente en no ofrecer resistencia se en­
o: que antes de que fuese transferido, aquella
n se le transfirió tenía, incluso entonces, dere­
r lo tanto, quien hizo la transferencia no pudo
derecho nuevo. Es el derecho de ofrecer resis­
ud del cual la otra persona no podía disfrutar
todos los suyos, lo que queda completamente
ues, quien en el estado natural de los hombres
n derecho, sólo está procurando para sí segu­
d de molestias en el ejercicio y disfrute <le su
tivo. Por ejemplo: si un hombre vende o cede
lo se priva completamente de todo el derecho
a granja, pero no de otros derechos.
la transferencia de un derecho no sólo se re­
ntad expresa de quien lo transfiere, sino tam­
en lo acepta. Si falta alguna de las dos, el dere­
transferirse. Pues si yo diera algo que es mío a
ehusara aceptarlo, no estaría renunciando por
cho, ni estaría transfiriéndolo a nadie. Porque
me llevó a compartirlo con un hombre en par­
solo en ese hombre y no en los demás.
n otras señales evidentes de que es nuestra vo­
onar o transferir nuestro derecho, y sólo hay
s palabras deben referirse al tiempo presente o
es si sólo se refieren al futuro, no transfieren
mplo, una persona que habla de un tiempo ve­
Te daré esto mañana declara abiertamente que
ha dado. De modo que ese derecho suyo per­
l en el día de hoy, y permanecerá también ma­
os que en el ínterin la persona efectivamente lo
LIB~RTAI> 2. DE LA LEY lJENArL

o que es mío continúa siendo mío hasta que lizó palabras


i hablo del tiempo presente y digo: Te doy o modo alguno
oy para que lo recibas mañana, lo que estas beneficio dese
n es que lo he dado ya, y que la otra perso­ do de que él q
a recibir mañana lo que yo le he transferido pensar que aq
bien a otros es
o, aunque las palabras solas no son señales prueba de su
declarar la voluntad de hacer algo, si a esas debe entender
fieren al futuro se les añaden algunos otros tiempo para
egar a ser tan válidas corno si hubieran sido ner el poder
po de presente. Por lo tanto, si por razón de quien hizo la
es evidente que quien habla del futuro tie­ Quien está de
que esas palabras se traduzcan en la efecti­ que haya dad
nsferencia de su derecho, dichas palabras menudo y lue
idas. Pues la transferencia del derecho no irresponsable
alabras, sino, como ha sido ejemplificado 9. La acció
to, de la declaración de la voluntad. transfieren su
e transfiere una parte de su derecho a otra contrato, o b
hace por algún beneficio recibido o por al­ lo contratado
to, una transferencia de esta clase se llama cumple y esp
gratuito. Ahora bien, en los donativos gra­ bien ninguna
ligan aquellas palabras que se refieren al vez, el contra
al tiempo pasado; pues si se refieren al fu­ cuando a una
n en cuanto palabras, por la razón expues­ que cumplan,
nterior. Es, pues, necesario que la obliga­ de promesa s
unas otras señales de la voluntad. Pero 10. Pero e
que se hace voluntariamente se hace por con la person
n así lo quiere, no puede haber más señal se haya expr
untad de dar algo que algún beneficio que por eso deja
que va a adquirirse. Mas ya hemos presu­ que si se hub
beneficio es adquirido, ni existe ningún
ubiera alguna de las dos cosas no sería ya
1. Es decir, «pr
Sólo queda, pues, esperar que sin previo
cipio de futuro,
dicho regalo gratuito] un bien mutuo. (m. 221 a.C.),
ede darse ninguna señal de que quien uti­ Debo a mi coleg
LIRALl'ZA M.ERC1\ DI­. LOS l'AC1uS 71

con referencia al futuro dirigidas a qui.en en


se comprometió a compensarle con nmgun
ee que dichas palabras se entiendan en el senti­
queda obligado por ellas. Tampoco es razonable
quellos que se ven fácilmente inclinados a hacer
stén obligados por cada proml:~,n que hagan, en
us buenos afectos presentes. Y por esta causa
rse que un prometedor de este tipo debe tener
deliberar acerca de sus promesas, y Jebe te­
de cambiar sus afectos, lo mismo q~e ~qud a
a promesa puede que altere sus merccimíentos.
eliberando es todavía libre y no puede decu se
do nada. Pero si este individuo promete muy ,1
ego da pocas veces, debe ser co~dc1~:1~0 po1r
y no debe ser llamado donante sino <"l(1l0'C1n· .
ón de dos o más personas que mutuamente se
us derechos se llama un contrate. Pero en todo
bien ambas partes cumplen inrnediatameutc
o porque no se fían la una de la otra, o bien una
pera confiada a que la otra también lo haga, o
a cumple. Allí donde ambas partes cumplen a la
ato termina en cuanto ha sido cumplido. Pero
a o a ambas partes se les concede un plazo para
, éstas prometen cumplir más tarde; y este tipo
se llama convenio.
el convenio que la persona en que se confía hace
na que ya ha cumplido, aunque dicho_ convenio
resado con palabras que apuntan al 1 uturo, no
de transferir su derecho con la misma fuerza
biera expresado en palabras de tiempo presente

rometedor empedernido». El término griego 1/nson, part.i­


, es el apodo que recibió Antíg~no III, re~ de Macedonia
según leemos en Plutarco, vida de Cono/ano, 11: 2­·l.
ga Phil l Iolt, helenista infalible, esta referencia. (N. del I:)
l IBERTAlJ 2. l>E 1.A 11.\ 1.lf. KATUR

do. Pues el hecho de que uno cumpla es la tado de natura


e que así entendió lo que le dijo Ja persona poder que pue
que ésta cumplirá ciertamente lo conve­ do cumplir pr
to indicado; y mediante esta señal, la per­ otro puede ser
confió supo también que así debía de en­ dad civil], no h
ho de que no puso trabas fue una señal 12. Pero pr
untad de cumplir. Por lo tanto, las prome­ convenios se re
or algún beneficio recibido, las cuales son do, de ello se
os, son señales de que hay voluntad de pactos con qui
al y como se ha declarado en la sección Y, por lo tanto,
o acto de liberación por el cual la libertad mos dar ni reci
ueda abolida y como consecuencia [las de que carecen
bligatorias. Pues donde cesa la libertad ningún homb
ión. promesa, a me
ctos que se hacen mediante contrato de fe que Dios ha de
ninguna de las partes cumple sin más ni dad de aceptar
dados en el estado de naturaleza si surge> 13. Por lo t
a en alguna de las partes contratantes. cuentran en el
e primero, por razón de la rnnlvada dispo­ dos por ningu
parte de los hombres, los cuales siempre ma revelación
r ventaja ya sea a tuerto o a derecho, se ex­ promesa o pa
a de la perversa voluntad de aquel con ley de naturale
do el contrato. No es razonable que un ningún homb
rimero si no parece probable que el otro si lo que prom
romesa después; y el que tal cumplimien­ leza, entonces
able es algo que debe juzgar quien está en misma. Si ant
ha sido mostrado en el artículo noveno no cumplirla,
or. Así son las cosas, como digo, en el es­ mediante una
re así abiertam
gante a aquel a
ueva causa de temor, ya sea por algo que se ha he­ do a aquel que
señal de que la otra parte no tiene intención de
14. Los pa
o puede considerarse que sea justa; pues una cau­
e para impedir que uno hiciera un contrato no llas cosas que
ara autorizar que el contrato se rompa, una vez ber convenio
luntad de hac
RJ\1.f.ZJ\ ACERCA DELO~ PACTO~ 73

aleza. Pero en un estado civil, cuando hay un


ede obligar a ambas partes, quien ha contrata­
rimero debe cumplir primero, pues, como ~l
r obligado a cumplir [por orden de la auton­
hay ya temor de que no cumpla.
recisamente porque en todas las donaciones y
equiere una aceptación del derecho transferi­
sigue que ningún hombre puede establecer
ienes no declaran su voluntad de.•1ccp~ación.
, no podemos pactar con las bestias, 111 pode­
ibir de ellas ningún tipo de derecho, por razón
n de habla y entendimiento. Tamp?co puede
bre pactar con Dios ni obligarse a El por una
enos que por la Sagrada Escritura .se le muest~e
esignado a ciertos hombres que tienen autori­
r tales promesas y pactos en su Nombre.
tanto, hacen promesas en vano quienes se en­
l estado de naturaleza, en el cual no estan ata­
una ley civil, a menos que mediante una certísi­
n se les haga saber que Dios quiere aceptar su
acto. Pues si lo que prometen es contrario a la
eza, no están obligados por su promesa, ya que
bre está obligado a realizar un acto ilegal. Pero
meten está mandado por alguna ley de natura­
s no es su promesa lo que les obliga, sino la ley
tes de su promesa eran libres de cumplirla o de
, esa libertad permanece; pues para obligarse
a promesa se requiere que el obligan te lo decla­
mente, lo cual no se da en este caso. Llamo obli­
a quien una persona está atada; y llamo obliga­
e se ata.
actos y convenios sólo se hacen acerca de aque­
e están bajo nuestra deliberación. No puede ha­
si falta la voluntad del contratante. Pero la vo­
cer algo es el acto último de quien ha estado
LillERlAO ?. DE LA LEY Df. NA

lo cual se deduce que los convenios sólo se miedo. Si así


que son posibles y que están por venir. Nin­ que sometier
ede, mediante un pacto, obligarse a una im­ diante las cu
embargo, ocurre a menudo que convenimos efecto (pues
arecían posibles cuando las prometimos y procede del
muestran como imposibles; en casos así no en el fondo
e toda obligación. La razón es que aquel que haciendo un
uro recibe de seguro un beneficio presente, mente verda
evolver por él otro beneficio. El que cumple cibido algún
otorgando un beneficio presente tiene tida son lega
btener un cierto bien que coincide en valor prometer y
ha prometido; pero no es la cosa prometida hombre, aun
e también ha de darse la condición de que tal por las prom
plirse. Si ocurre que ello es imposible, en­ ley civil las p
formulado la promesa] debe cumplir [sólo] mete se conv
que pueda. Por lo tanto, los convenios no 17. Uno
mplir sin más la cosa convenida, sólo nos omitir algo,
o que podamos; pues es esto lo único que convierte en
oder, y no las cosas mismas. ya no tiene
ximidos de los pactos de dos maneras: o mediante u
o siendo perdonados. Cumpliendo, porque otro. De lo c
el convenio no nos obligamos a nada más; contratos p
dos, porque se entiende que el perdón nos promete sin
ho que cedimos a la otra persona. Perdonar gada por el p
es, como quedó dicho en el artículo cuarto 18. Ning
transferir un derecho a aquel a quien se no resistir a
daño a su cu
egunta común la de si los pactos que hace­ miedo que l
te por temor nos obligan o no. Por ejemplo, le hace a él
vida amenazada por un ladrón yo le prome­ natural, lo e
libras al día siguiente y no hacer nada por cionar de o
ntregarlo a la justicia, la cuestión es si estoy grado de m
guardar mi promesa. Pues bien, aunque al- trate de pro
juzgarse que una promesa tal no tiene efec­ como ningú
be asumirse que es así porque procede del bles, quiene
ATURAi EZA ACERCA DE LOS PACTO~ 75

í fuera, se seguiría de ello que aquellas promesas


ron a los hombres a un estado de vida civil y me­
uales se hicieron leyes pueden también carecer de
s el que un hombre se someta al dominio de otro
miedo a matarse mutuamente)¡ y se conduciría
como un insensato quien se fiara de su cautivo
n trato con el precio de su rescate. Es universal­
adero que las promesas obligan cuando se ha r~­
n beneficio y cuando la promesa y la cosa prome­
ales. ,.\_hora bien, es legal, a fin de salvar mi vida,
dar las cosas mías que yo quiera a cualquier
nque sea un ladrón. Estamos, pues, obligados
mesas que proceden del miedo, excepto cuando la
prohíbe; por virtud de esto último, lo que se pro­
vierte en ilegal.
que hace un contrato con otro para realizar u
, y luego pacta lo contrario con otra persona, no
n ilegal el primer contra lo, sino el segundo. Pues
el derecho de realizar u omitir nada aquel que
un contrato anterior ya ha cedido ese derecho a
cual se deduce que no puede ceder derechos por
posteriores; y lodo lo que se promete en ellos se
n derecho. Por lo tanto la persona está sólo obli­
primer contra lo, cuyo incumplimiento es ilegal.
gún hombre está obligado por contrato alguno a
a quien quiera matar, herir o hacer cualquier otro
uerpo. Pues hay en todo hombre un alto grado de
le lleva a tener la impresión de que el daño que se
es el más grande. Y por lo tanto, por necesidad
evita como puede y se supone que no puede reac­
otro modo. Cuando un hombre ha llegado a este
miedo, lo único que podemos esperar de él es que
otegerse, bien sea huyendo o luchando. Así pues,
ún hombre está obligado a hacer cosas imposi­
es están amenazados con la muerte (que es el mal
LIBERTAD 2. DEl.A LEY DI :\A

hacérsele a la naturaleza), o con heridas o muerte segu


orporal, y no tienen la valentía suficiente tre estos dos
sas, no están obligados a padecerlas. Es lo tanto, med
anza en aquel que está obligado por un venio que no
lamente la confianza el vínculo que posi­ nos a una im
mas a aquelJas personas que van a reci­ misma de lo
algún otro castigo más ligero se les pone 19. Tamp
la estrechamente, lo cual es señal certísi­ guno a acus
ma que esas personas estaban suficiente­ daño es prob
or sus contratos de no resistencia. Una gue que w1 p
ciendo: «Si no lo hago en la fecha indica­ ni un esposo
a cosa es prometer diciendo: «Si no lo ningún hom
matarme y yo no resistiré». Todos los tencia; pues
necesario, hacen un contrato del primer por naturale
necesario algunas veces. Pero nadie con­ do por pacto
manera, y tampoco es nunca necesario. un juicio pú
ado de naturaleza, si tienes la intención respuesta a
natural mismo te da ese derecho, puesto son un testim
fiarte del otro si luego ibas a matarle por verdad; de m
ro en estado civil, donde el derecho a la de la person
a cualquier castigo corporal reside en el no, cualquie
mismo derecho a matar no puede darse­ cho.
na privada. Tampoco necesita el poder 20. Un ju
con un hombre que éste se someta pa­ la cual el qu
tigo; sólo se necesita esto otro: que nin­ de Dios, a m
ca a defender a otro hombre frente a di­ está conteni
Si en el estado de naturaleza, como el si cumplo, q
einos, se hace un contrato con la estipu­ cuando los
o se cumple, hemos de presuponer otro rit, ut ego ha
ulación de no matar antes del día seña­ puede ser t
sigue que si en ese día no hay cumpli­ promesa; p
erecho a la guerra, esto es, a un estado mento prom
es legal, incluso el resistirse. Por último,
ofrecer resistencia estamos obligados a 2. Sacrifica,
males, el que parece mayor. Pues una ca. (N. del T.)
ATURALf7..A....crnW\ Df ios PACTO~ 77

ura es un mal mayor que el de luchar. Pero de en­


s males es imposible no escoger el segundo. Por
diante un convenio o pacto así l es decir, un con­
o obligase a no resistir), estanamos obligándo­
mposibilidad, lo cual es contrario a la naturaleza
os pactos.
poco está ningún hombre obligado por pacto al­
sarse a sí mismo o a cualquier otra persona cuyo
bable que a él le amargue la vida. De lo cual se si­
padre no está obligado a testificar contra su hijo,
o contra su esposa, ni un hijo contra su padre, ni
mbre contra otro del que depende para su subsis­
es vano un testimonio que se presume corrupto
eza. Pero aunque ningún hombre está obliga­
o alguno a acusarse a sí mismo, es posible que en
úblico pueda ser forzado, mediante tortura, a dar
las preguntas que se le hagan. Tales respuestas no
monio del hecho, sino ayudas para descubrir la
manera que, ya sea verdadera o falsa L1 respuesta
na torturada, o tanto si decide contestar como si
er decisión que tome la tomará con pleno dere­

uramento es una frase unida a una promesa por


ue promete declara que renuncia a la misericordia
menos que cumpla con su palabra. Esta definición
ida en Jos términos mismos de expresiones como
que Dios rne lo premie u otras equivalentes, como
romanos decían Tu [upiter macta eum qui Jefelle­
anc macto Porcam 2• Algunas veces un juramento
también un modo de afirmar que se ha hecho una
pues quien confirma su afirmación con un jura­
mete que está diciendo la verdad. Aunque en al­

oh Júpiter, al que engaña, igual que yo sacrifico esta puer­


)
LIBERTAD
!. os LA uv DE l\A

stumbre de los súbditos jurar por sus re­ pia. Quien lo


ino de que los reyes asumieron honores protegerse a
ramentos fueron puestos en uso para ramento, po
a religión y a la consideración del poder provocar la
tuviesen más miedo de quebrantar sus tente, contr
l que tenían de otros hombres, a los ojos piensan que
ocultar sus acciones. go de los ho
sigue que un juramento debe ser enten­ quienes hab
e usa el que lo hace; pues es en vano ha­ confían en q
jure por un Dios en el que no cree y al
mpoco teme. Pues aunque por la luz na­
puede llegarse a saber que hay un Dios,
sa que ha de jurar por ÉJ de una manera
iferentes de los que se contienen en los
ia manera de creer, esto es (según lepa­
a religión verdadera.
ón de juramento podemos ver que un
bliga menos que otro sobre el que jura­
ato lo que nos obliga; el juramento se
no, castigo que el juramento no puede
ntamiento de contrato no es ilegal en sí
ría ser ilegal si el contrato no fuese de
a. Más aún, quien renuncia a la rniseri­
e obliga a sí mismo a ningún castigo;
l no preocuparse del castigo por muy
disfrutar el perdón divino si éste es con­
el único efecto de un juramento es éste:
ombres que se ven naturalmente incli­
uier modalidad de confianza que se de­
n, por miedo al castigo, más conciencia
ones.
mento cuando el quebrantamiento de
ejar de conocerse y cuando la parte con
o no carece del poder de castigar es ha­
e lo que se necesita para la defensa pro­
ATUR ALU'·\ A(fR(.A (>L·. l \ )~ i'A~;ros
79

o exige muestra ser un alma deseosa no tanto _de


a sí misma como de perjudicar a otra. Pues un JU­
or la forma misma de pronunciarse, se hace para
ira de Dios, es decir, de Aquel que es Omnipo­
ra quienes no cumplen lo prometido porque
e por su propia fuerza pueden escaparse del casti­
ombres, y de Aquel que es Omnisciente, contra
bitualmente no cumplen lo prometido porque
que ningún hombre los va a ver.
3. {H. l.AS OTRA~ L

lo que va a hace
turaleza sólo <
naturaleza son
s de naturaleza confonnidad co
bles y eternas.
justo. 31.­La le
duce que lo que
qi'e lo que los
33.­La ley de n
cuanto 11ue es d

1. Otra de la
preservar la
anterior que
como cosa n
turaleza es cumplir los contratos. 2.­Esa con­ derechos a o
on todos los hombres sin excepción. 3.­Defini­ nombre de c
t~ede hacerse injuria a aquel con quien contra­ cumplimos
a justicia en justicia de hombres y de acciones.
con otros; en
ión entre justicia conmutativa y distributiva.
ria a aquel que actúa voluntariamente. 8.­La
mos. Por to
de la ingratitud. 9.­EI cuarto precepto de la ley cumplir nue
hombre se haga útil a los demás. JO.­La quin­ segundo art
a del perdón. J 1 =La sexta ley, que los castigos esto es un pr
La séptima ley de naturaleza, contra la contu­ 2. No hay
, contra la soberbia. 14.­La novena ley, de la sonas con q
a ley, de la imparcialidad, o contra la acepción
undécima, de cosas que han de tenerse en co­
más, o mant
ma, de cosas que han de dividirse por sorteo. se, o incurra
, de la primogenitura y la primera posesión. que hace un
sobre la seguridad de quienes son mediadores contrato se
moquinta ley, la designación de un juez que deci­ con conocim
ley, que ningún hombre sea juez de su propia no se siente
ima ley, que los árbitros 110 deben albergar es­
está afirman
recompensa ele las partes cuya causa ha de ser
ava ley, de los testigos. 24.­La decimonovena tanto, el que
ningún contrato con el juez. 25.­La vigési­ debe tener c
a y otras cosas semejantes que impiden el uso mismo tiem
por la (Jue un hombre puede saber al instante si cual es absu
80
Lf\ ts DE NATURA!rz ,\ 81

er wi co111rr1 la ley de naturaleza o 110. 27.­1.as leyes de na­


<>l>iiKª" ame el tribunal de conciencia, 28.­l.tls leyes ile
algunas veces quebrantadas por 11111111aiá111J11e estií en
on die/zas leyes. 29.­Las leyes de 11at11n1/t'z11 son i1111111ta­
30.­EI que trata de cumplir con las leyes de naturaleza es
ey 1111t11ral es la misma que la moral. 32.­Dc lo •11111 se de­
e aquí se 1111 dicho acerca de la ley 111mm1/ 110 es lo mismo
fil6sofos nos han dejado dicho 11cuet1 de las virtudes.
naturaleza 110 es ima ley propiamente dicha, excepto 1.111
dada en la S11grad11 Escritura.

as leyes de naturaleza es cumplir los contratos o


confianza. Pues se ha mostrado en el capítulo
e la ley de naturaleza manda que todo hombre,
necesaria, y a fin de tener paz, transfiera ciertos
otro; y que esto, cuantas veces se haga, recibirá el
contrato. Pero sólo será conducente a la paz si
con lo que hemos contratado hacer o no hacer
n vano se harían contratos si no los cumpliéra­
odo lo cual es necesario, a fin de obtener paz,
estros acuerdos o preservar la confianza. Por el
tículo del capítulo segundo queda probado que
recepto de ley natural.
y en esto lugar para excepciones, aunque las per­
quienes tratemos no tengan confianza en los de­
tengan que ninguna confianza debería respetar­
an en cualquier otra clase de vicio. Pues aquel
n contrato está negando que, en lo que a dicho
refiere, tal acción sea en vano. Para un hombre
miento, va contra razón hacer algo en vano; y si
e obligado a cumplir un contrato, al pensar así
ndo que dicho contrato se hace en vano. Por lo
e hace un contrato con otro en el que no cree que
confianza está pensando que un contrato es, a un
mpo, algo que se hace y que no se hace en vano, lo
urdo. Por consiguiente, hemos de tener confianza
Ul\t,RTAI> 3. DE Lt\~ 01 KA~

mbres; si no, no debemos hacer tratos con mos el conv


hay una guerra declarada, o una paz confia­ darle algo, o
trato. De lo c
amiento de un contrato, o reclamar lo que a menudo v
consista dicho quebrantamiento en una ac­ el cual había
isión, se llama injuria. Ahora bien, también nero o llevar
ción u omisión es injusta; y esto es así por­ está ciertame
una acción u omisión injusta significan lo injuriando
ienen a ser un quebrantamiento de contra­ hombre ofe
Parece que la palabra injuria fue dada a está danand
na omisión porque éstas eran sine jure, es ria a nadie m
. Pues el que de este modo actuaba u omi­ si quien reci
sferido antes a otra persona su derecho. Y quien se lo h
mejanza entre lo que en el curso común de mii¿ Por qué
injuria y lo que en las escuelas suele lla­ la mía, si yo
Pues se dice que ha caído en un absurdo como quiera
te argumentos es llevado a negar un aser­ por medio
io había sido mantenido por él; de igual prensible.
ue por su debilidad de alma hace u omite S. Estas
ante contrato había prometido no hacer o cia e injusti
una injuria y cae en una contradicción que cuando se a
la de quien en las escuelas es reducido a un acciones. C
comprometerse a una acción futura, está que se hace
ha acción se cumpla; y, al no cumplirla, es De quien ha
se haga; lo cual viene a ser un deseo de que
se haga a un mismo tiempo, lo cual es una
or lo tanto, una injuria es una especie de ab­ tra ti, sino co
privada, sino
ersación, lo mismo que un absurdo es una
gistrado ni co
en la disputa. do media un
emisas se sigue que no puede hacerse inju­ que se hace u
bre", excepto a aquel con quien establecí­ toda clase de
tan entre si d
luntad de la p
cia se refiere a alguna ley; la palabra injuria, a algu­ las leyes del p
o a alguna ley. Pues lo que es injusto es injusto para según volunt
acerse una injuria sm que ésta sea contra mi, o con­ luntad del m
U'\ b 1 >E SAi L' KAU.l'.A 83

venio, o con quien acordamos de algún modo


o a quien hicimos alguna promesa mediante con­
cual se deduce que dañar e injuriar son cosas que
van separadas. Pues si un amo ordena a su siervo,
a prometido obedecerle, pag.u­ una suma de di­
r un regalo a un tercero, el siervo, si no lo hace,
ente dallando a la tercera persona, pero sólo está
a su amo. As1 también en un estado civil: si un
ende a otro con el que no ha hecho un contrato,
do a aquel a quien se le hace el mal; pero no inju­
más que a quien corresponde el poder civil. Pues
ibe el mal quisiera quejarse por el dano causado,
hizo debería responderle así: ¿Quié1z eres ttí para
é deberla yo act uar seg1411 tu voluntad, y 110 según
o no te impido que tú actues como quieras y 110
a yo? En esta oración, cuando no ha habido de
contrato alguno, confieso qut! no veo nada re·

palabras de justo e injusto, así como las de iustl­


icia, son equivocas, pues significan una cosa
atribuyen a personas, y otra cuando se atribuyen a
Cuando se atribuyen a acciones, [ust» significa lo
con derecho, e injusto lo que se hace con injuria.
a hecho una cosa justa no se dice por ello qul' sea

ontra algún otro; y, algunas veces, no contra una persona


o sólo contra el rnagrstrado. Otras veces 110 ~·:. coutra el ma­
ontra una persona privada, sino contra Dios. Pues es cuan­
contrato v una transferencia de derecho cuando decimo,
una injuria contra éste o contra ese hombre. De aquí que en
e gobierno vemos que lo que las personas privadas contra
de palabra o por escrito puede exigirse o perdonarse .1 vo
parle que obliga. Pero esas ofensas que se cometen contra
país, como el robo, el homicidio}' demás, son castigadas no
tad de aquel a quien se le ha hecho el daño, sino según la \'O·
magistrado, es decir, de las leyes constituidas.
LIRERTAU 3. Df LA~ OTRAS

sino inocente; y de quien ha hecho algo lor se comp


por ello que sea una persona injusta, sino una libra de
ndo las palabras se aplican a personas, ser es una igual
smo que deleitarse en el trato justo estu­ dirse mil lib
que está bien, o intentar hacer en todas bras a sesen
ue es justo; y ser injusto significa no preo­ hay igualdad
orrectamente con los demás, o pensar que ocurre que
girse por lo que yo he convenido o pacta­ aquellos en
pueda procurarme algü n beneficio inme­ recibirá una
gual modo que la justicia o injusticia de una distribu
o del hombre mismo son una cosa, así mo que una
o injusticia de una acción u omisión son que ver todo
ean injustas muchísimas de las acciones por tanto co
, y justas las de un hombre injusto. Pero juria al com
r justo el hombre que hace cosas justas estoy hacien
ue la ley lo manda, y cosas injustas sólo a quien men
ilidad; y es apropiado decir que es injus­ sona lo que
ue está bien por miedo aJ castigo que va atestiguado
e lo que está mal por razón de su iniqui­ lio. No es és
dad. Y sin e
la justicia de las acciones se distingue en una cierta i
tiva y distributiva. Se dice que la prime­ como todo
proporción aritmética, y la segunda en arrogarse u
ométrica. Y que aquélla tiene lugar en der a otra p
mpra, venta, préstamo, alquiler y arrien­ mente por c
a otras acciones en que hay partes con­ ción de just
ice que hay justicia conmutativa cuando todos. Y tam
tes recibe de una manera igual. Pero de una injuria
e se refiere a la dignidad y mérito de los trato, tal y c
odo que a cada uno se le da x:a:ta 'tTJV 7. Hay u
merece más, y menos al que merece me­ esto es, el h
proporcional, se dice que es una justicia ria. La verd
y cuenta deque aquí se está haciendo una
s clases de igualdad: la una es una igual­
cha, como cuando dos cosas de igual va­ 3. La libra in
S LEYES OE SATURAl.f'l.A 85

paran entre sí, por ejemplo, cuando se compara


e plata con doce onzas de esa misma plata3; la otra
ldad seq1111d11m quod, como cuando han de divi­
bras entre cien hombres y se les dan seiscientas li­
nta hombres y cuatrocientas a cuarenta; aquí no
d entre seiscientos y cuatrocientos; pero cuando
e existe la misma desigualdad en el número de
ntre quienes la cantidad es distribuida, cada uno
a parte igual. De ahí que digamos que se trata de
ución igualitaria. Pero una igualdad así es lo mis­
a proporción geométrica. Ahora bien, ¿qué tiene
o esto con la justicia? Pues si yo vendo mis bienes
omo pueda sacar por eUos, no esto) causando in­
mprador que deseaba obtenerlos de mi; tampoco
ndo nada malo si doy una parte mayor de lo mío
nos la merece, siempre y cuando dé a la otra per­
e habíamos acordado. Que esto es verdad queda
o por nuestro Salvador, Cristo Dios, en el Evange­
sta, pues, una distinción de justicia, sino de igual­
embargo, no puede negarse que la justicia implica
igualdad, la cual consiste únicamente en esto: que
os somos iguales por naturaleza, nadie debería
un derecho mayor del que está dispuesto a conce­
persona, a menos que lo haya adquirido justa­
contrato. Y baste con lo dicho contra esta distin­
ticia, aunque suela ser generalmente aceptada por
mpoco debería nadie mantener la noción de que
a es algo diferente de un incumplimiento de con­
como ha quedado definido mas arriba.
un viejo aforismo que dice: volenti 11011 fit injuria,
hombre que actúa voluntariamente no recibe inju­
dad de ello puede deducirse de nuestros princi­

nglesa equivale a doce onzas. (N. del T.)


UBERTAU J. DE LAS (HRA~

que un hombre quiere que se haga algo que aprecia


be como injurioso para él; pues bien, al nera a com
hombre se le está haciendo por voluntad que por su
ería legal bajo contrato. Mas al querer que ocupen el e
ue no sería legal bajo contrato, el contrato que el edific
a dicho en el artículo quince del capítulo decirse que
ulado. Por lo tanto, reaparece el derecho dura dispo
onsecuentemente, puede hacerse con de­ fluas y nieg
de sus prop
epto de ley natural es éste: evita tener que sólo por de
su relación contigo aquel que, por la con­ pone que i
positó en ti, te hizo primero un bien; o lo cosas que s
aceptes que se te dé nada, como no tengas cha por su
lo posible para que tu benefactor carezca por su culp
a arrepentirse de lo que te dio. Pues sin dad de que
do irracionalmente quien concediese un tanto, en c
as de que iba a ser empeño perdido; y de cual se sig
o de beneficencia y confianza, así como precepto d
evolencia, desaparecerían de entre los demás. Qu
o habría asistencia mutua entre ellos, ni causante d
obtener gracia y favor; por razón de todo mano com
a el estado de guerra, en contra de la ley 1 O. El q
turaleza. Mas como el quebrantamiento mos perdon
incumplimiento de contrato (pues supo­ pasado, un
ediado contrato alguno), tal quebranta­ dero. El pe
almente llamado injuria; pero como las ofensa no
l agradecimiento se corresponden mu­ pués de ha
a ingratitud. pentido. P
epto de naturaleza es que cada hombre se es decir, a
s. Para que podamos entender esto co­ tías para e
de recordar que hay en los hombres una un oportu
siciones a la hora de entrar en sociedad, do; y por
rsidad de sus inclinaciones y modos de Ahora bien
que vemos en las piedras que se amalga­ y ha dado
un edificio, por razón de la diversidad cosa grata
~ Ll:.YES Ol. NATURALEZA 87

amos en su materia y en su forma. Y de igual ma­


mo es rechazada por no ser de utilidad una piedra
u perfil afilado y anguloso no permite que otras
espacio que ella misma no puede llenar)' no deja
cio se construya sólidamente, así también suele
e es inútil y molesto para los demás el hombre de
osición que retiene para sf todas las cosas super­
ga a los otros las necesarias, debido a la terquedad
pias inclinaciones. A hora bien, como cada uno, no
erecho sino también por necesidad natu ral, se su­
intenta con todas sus fuerzas procurarse aquellas
son necesarias para su preservación, si alguno lu­
parte para lograr cosas superfluas, ello hará que
pa surja un estado de guerra; pues no había necesi­
e él rivalizara con nadie, y al hacerlo uctua, por
contra de la ley fundamental de naturaleza. De lo
gue (que es lo que queríamos mostrar) que es un
de naturaleza que cada hombre se acomode a los
uien quebranta esta ley puede ser llamado inútil y
de dificultades. Cicerón prefería la palabra inhu­
mo opuesta a lo rítil, en referencia a esta misma ley.
quinto precepto de la ley de naturaleza es q11e debe­
nar a aouel q11e se arrepiente y pide perdón por lo
na vez que tengamos garantías para el tiempo ve11i­
erdón de lo que ha pasado o la remisión de una
es otra cosa que conceder paz a quien la pide des­
aber guerreado contra nosotros y ahora está arre­
Pero la paz que se concede a quien no se arrepiente,
quien retiene una actitud hostil y no nos da garan­
el futuro, es decir, que no busca la paz, sino que es
unista, no es una paz propiamente dicha, sino mie­
lo tanto no es algo mandado por la naturaleza.
n, a aquel que no perdona al que se ha arrepentido
o garantías para el futuro le parece que la paz no es
a, lo cual es contrario a la ley natural.
L!Rf'RTAD 3. !)!::'. L.\S O'! RAS

de la ley natural es que en la venga11­ res del juez, e


emos poner Los ojos en el mal pasado, de naturaleza
13. La cu
egal castigar con otro fin que no sea más, no per
l que ha cometido la ofensa, y que se ha mostra
este castigo sean mejores. Este pre­ hombres son
principalmente por esto: que cada gualdad que
por la ley de naturaleza a perdonar a der o noblez
cuando éste le dé garantías para el tóteles, en e
a mostrado en el artículo anterior. Y fundamento
ra razón más: porque la revancha, si bres están d
mpo pasado, no es nada más que un para servir;
del yo, que no apunta a ninguna fina­ algo decidid
ene a contemplar lo pasado cuando cierto tipo d
o es algo por venir. Mas aquello que este supuest
ano; por lo tanto, la venganza que no mostrado),
uro procede de la vanagloria y, por si habrá alg
e razón. Pero dañar a otro sin razón pensar que e
guerra y es contrario a la ley funda­ al gobierno
Es, pues, un precepto de la ley de na­ y fuertes, no
ganza no miremos hacia atrás, sino cedores. Por
brantamiento de esta ley suele lla­ leza, debe r
guales, com
al de odio y desdén provoca en casi necesario p
dos y luchas, hasta el punto de que la iguales; y, p
es preferirían perder sus vidas (no preceptos d
que sufrir desprecio, de ello se sigue, debe ser con
s prescrito por la ley de naturaleza el ley es el orgu
a sea mediante hechos, palabras, ges­ 14. Así c
ar odiando o denigrando a otro. hombres el
de esta ley se llama oprobio. Aunque chos, tambié
que las burlas y mofas de los podero­ tenga otros,
por ejemplo de los jueces contra las disfrute del
pesar de que dichas burlas y mofas la vida. Por
con la ofensa del reo ni con los debe­ nes que son
Lt.H.S l)f '\.,\! UR.~I FJ..1\ 89

estos hombres están actuando en contra de Ja ley


a y deben ser tenidos por contumeliosos.
uestión de cuál de dos hombres es el que vale
rtenece al estado natural, sino al ch il. Pues ya
ado antes (capítulo 1, artículo 3) que todos los
n iguales por naturaleza; y, por lo tanto, la desi­
e ahora existe, en lo que se refiere a riquezas, po­
za de linaje, proviene de la ley civil. Sé que Aris­
el libro primero de su Política, afirma que un
de toda Ja ciencia poUtica es que algunos hom­
dotados por naturaleza para mandar, y otros sólo
como si la distinción entre amo) siervo no f uese
do por los hombres, sino por una aptitud, un
de conocimiento o de ignorancia natural. Mas
to no sólo va contra la razón (corno ahora se ha
sino también contra la experiencia. Pues apenas
gún hombre que sea tan estúpido como para no
es mejor gobernarse por sí mismo que someterse
de otro; y si compiten con los que son más sabios
o siempre ni a menudo resultan ser éstos los ven­
r lo tanto, si los hombres son iguales por natura­
reconocerse esa igualdad; y si se les supone desi­
mo es muy probable que luchen por el dominio, es
para obtener la paz que sean considerados como
por consiguiente, ocupa el octavo lugar entre los
de la ley natural que todo hombre por naturaleza
nsiderado igual a los demás; lo contrario de esta
ullo.
como era necesario para la conservación de los
que cada uno renunciase a algunos de sus dere­
én es necesario para dicha conservación que re­
, a saber: el derecho a proteger su cuerpo, el libre
aire, del agua y de todas las cosas necesarias para
r lo tanto, como son muchos los derechos comu­
n retenidos por quienes entran en un estado de
LIBliRTAD 3. DE LAS OTRAS

el noveno dictado de la ley natural: que modo no po


chos que un hombre recabe para sí debe anterior hem
selos a los demás corno algo que les es de­ turaleza.
do, quedaría frustrada la igualdad que se 17. La le
el artículo anterior. Pues ¿en qué consiste tuir su duod
o de la igualdad de personas en la forma­ ni disfrutars
dad sino en atribuir un derecho y un poder se a uno por
a quienes ninguna otra razón les empuja­ decidirse po
ciedad? Mas adscribir cosas iguales a los También aq
o que dar cosas proporcionales a los pro­ mas ocurre
servación de esta regla se llama humildad; igualdad, ex
vE~icx. A los que quebrantaban este pre­ 18. Ahor
s llamaban immodici et immodesti. trario o natu
ugar, es ordenado por la ley de naturaleza Arbitrario
al ceder derechos a los demás, se muestre que están co
suele decirs
nos prohíbe asumir para nosotros mayor en griego K
ue el que concedemos a los demás. Pode­ o la primera
si tal es nuestro deseo; pues eso es a veces dividirse ni
odestia. Pero si en algún momento una mero que la
ho ha de ser dividida por nosotros entre padre le son
nos prohíbe por esta ley favorecer o desfa­ transferido
respecto a las otras. Pues quien favorece a motercera l
no observa esta ley natural y está causan­ 19. El de
ellos a quienes infravalora; pero ya se ha que debe ga
s que el oprobio va contra las leyes de na­ paz. Pues la
vancia de este precepto se Llama equidad; los medios
ción de personas. Los griegos le dan el dictado de
7tOAf1\j/Í ex. dios para o
terior se deduce esta undécima: aquellas guirse. Ma
n dividirse Izan de usarse en común, si ello mediación
ntidad lo permite, cada hombre debe reci­ zón, esto es
su Lista; pero si la cantidad no lo permite, seguridad a
a distribución de una mallera limitada y 20. Pero
e al número de usuarios. Pues de otro tablecer y r
LLYf:.S DE NATUllJ\l.12A 91

odrá observarse esa igualdad que en el capítulo


mos mostrado que es ordenada por la ley de na­

ey de naturaleza prescribe, lo cual podría consti­


décimo precepto, que lo que no puede dividirse
se en común ha de usarse por turnos, o adjudicar­
r sorteo; y que si se usa por turnos también ha de
or sorteo quién será el primero en hacer uso de ello.
quí ha de tenerse en consideración la igualdad;
e que no puede en este caso encontrarse otra
xcepto la del sorteo.
ra bien, todo sorteo puede ser de dos clases: arbi­
ural.
o es el que se realiza con el consentimiento de los
ompitiendo y consiste en la mera suerte o, como
se, en la fortuna. Naturai es, o la primogenitura,
KAflpovoµí.a ­algo como concedido por suerte­,
a posesiáu. Por lo tanto, las cosas que ni pueden
i tenerse en común deben serle concedidas al pri­
as posee; de igual manera, las cosas que fueron del
n debidas al hijo, a menos que el padre haya antes
ese derecho a algún otro. Sea ésta, pues, la deci­
ley de naturaleza.
ecimocuarto precepto de la ley de naturaleza es
arantizárseles seguridad a los mediadores para la
a razón que determina el fin determina también
necesarios para ese fin. Ahora bien, el primer
la razón es la paz; todo lo demás no son sino me­
obtenerla y sin los cuales la paz no puede conse­
as la paz no puede lograrse sin mediación, ni la
sin seguridad. Es, por tanto, un dictado de la ra­
s, una ley de naturaleza, el que debamos procurar
a los mediadores para la paz.
o debido a que, aunque los hombres deberían es­
respetar estas y otras leyes de naturaleza, siempre
LllltRTAD 3. DE. L~ OTR.\~ 1

diariamente dudas y controversias acerca tercero, o a u


dichas leyes a sus acciones, es decir, acer­ juicio sobre e
ha hecho estaba o no estaba contra la ley no sería capa
amos cuestiones de derecho), de esas du­ tanto, la deci
se seguirá una lucha entre las partes al y jueces de u
ue se está abusando de ellas. Por consi­ mes y ciertas
rio para preservar la paz. ­pues en este aquellos testi
sarse en ningún otro remedio más ade­ partes.
tes en litigio se sometan al arbitraje de un 24. De la d
n por contrato a respetar el juicio de éste entiende tam
sobre la controversia. Es, por tanto, el de­ blecerse entre
pto de la ley natural que ambas partes en caso que ha d
na cuestión de derecho se sometan a la opi­ cualquiera d
tercero. equidad y a p
principio según el cual Las partes que di­ estime más e
er un árbitro o juez para que éste resuelva dictar una se
ducimos que dicho árbitro no puede ser naturaleza re
ues se presume que todo hombre busca lo ción impuest
él de una manera natural, y sólo de una de un contrat
y en aras de la paz lo que es justo. Por lo más, si al dic
que es juez y parte] no puede observar mente que e
que la ley de naturaleza nos ordena, con la contrato no
on que lo haría un tercero. Está, pues, en pués de dicta
gar de la ley de naturaleza el precepto de constituir a u
debe ser juez o árbitro de su propia causa. se han obliga
principio se sigue, en decimoséptimo lu­ naturaleza, p
juez ningún hombre que albergue alguna promiso con
icio o gloria como resultado de la victoria cimonoveno
partes. Pues aquí impera la misma razón 25. Es má
anterior. que dictados
o hay alguna controversia acerca del he­ bre trate de p
, sobre si realmente se hizo lo que se dice no podrá ob
natural exige que el juez desconfíe de las quien a sabie
l, es decir, que, como afirman cosas con­ facultad raci
a a ninguna. Debe, pues, dar crédito a un biendas y de
EYl~ l>E :\ATURAlU'..A 93

un cuarto, o a más personas que puedan dar un


el hecho, pues ocurre con frecuencia que el juez
az de averiguar las cosas de otro modo. Por lo
imoctava ley de naturaleza obliga a los árbitros
un hecho a que cuando 110 aparecen sella/es j!r­
del hecho mismo, dicten sentencia [iándose de
igos que parezcan ser indiferentes hacia ambas

definición de juez que se ha dado más arriba se


mbién que ningún contrato o promesa ha de esta­
e quien ha sido nombrado juez y las partes del
de juzgar; de este modo podrá hablar en favor de
de las dos partes, estará obligado a juzgar con
pronunciar la sentencia que verdaderamente él
equitativa. Ciertamente, e] juez está obligado a
entencia que él considere justa, según la ley de
ecogida en el articulo decimoquinto; a la obliga­
ta por esa ley no puede añadirse nada por medio
to. Por lo tanto, un contrato tal sería vano. Ade­
ctar una sentencia inicua sostuv tese enfática­
era equitativa, la controversia, a menos que el
tuviese fuerza, permanecería sin resolver des­
ado el juicio, lo cual es contrario al hecho de
un juez, el cual es elegido cuando ambas partes
ado a someterse al juicio que él dicte. La ley de
por lo tanto, ordena que el juez no tenga com­
ninguna de las partes, lo cual constituye el de­
precepto.
ás: como las leyes de naturaleza no son otra cosa
de la razón, ocurre que, a menos que un hom­
preservar la facultad de razonar correctamente,
bservar las leyes de naturaleza. Es obvio que
endas o de propio intento hace algo por lo que la
ional pueda destruirse o debilitarse estará asa­
e propio intento violando la ley de naturaleza.
LIBERTAD 3. [)!'.LA~ OTRAS L

erencia entre un hombre que no cumple con quizá si algun


que voluntariamente hace cosas tales que ha­ equidad y ut
ue lo cumpla. Ahora bien, destruyen y debi­ que no las p
de razonar quienes hacen cosas que pertur­ y tampoco p
y la apartan de su estado original. Esto se rápida destru
e todo en los borrachos y los glotones. Peca­ tirían en pre
vigésimo lugar, contra la ley de naturaleza ginarse que
s una borrachera. estén obligad
n hombre que vea todos estos preceptos de el que dichas
vados, por un cierto artificio, del simple dic­ mos obligad
que nos aconseja procurar nuestra preser­ ánimo a favo
arda dirá que la deducción de estas leyes es rezca conduc
o debe esperarse que dichas leyes sean vul­ bemos, pues
cidas y que, por lo tanto, tampoco podrá ga en el foro
uerza obligatoria; pues las leyes, si no seco­ siempre en
an, es más, ni siquiera son leyes. A esto res­ hacerse sin r
que es verdad que la esperanza, el miedo, la 28. Pero
la avaricia y otras perturbaciones del alma quebrantada
ho que un hombre pueda llegar a conocer ellas, sino qu
ras esas pasiones prevalezcan en él. Pero no
no esté algunas veces en un estado de áni­
en momentos así, no hay para él nada más • Es más: ent
udimentario e ignorante que sea, que esta re­ para lograr la
la ley natural
uando duda de si lo que ahora está haciendo
quienes lo hac
o puede hacerse de acuerdo con la ley de na­ contrario, real
a en el lugar del otro. Instantáneamente esas se un hombre
que le llevaron a la idea de realizar el acto, al miento y de po
otro platillo de la balanza, le disuadirán con ciertas leyes n
ble, incluso en
realizarlo. Y esta regla no sólo es fácil, sino rrachera o la c
ebrada desde antiguo con estas palabras: de un bien fu
n vis, alteri ne feceris, es decir, no hagas a los hombre algun
uerrías que te hicieran a ti. justo no ha de
ciencia del que
mo casi todos los hombres, por razón de su
o para nuestra
de beneficio inmediato, son ineptos para ob­ daño hecho a
s a pesar de que son reconocidas por ellos, juria contra D
LEYES DI!. NATIJRALtZA 95

nos, más humildes que los demás, ejercieran esa


tilidad que la razón dicta, no por eso los otros
practican seguirían la razón haciendo lo mismo;
procurarían con ello la paz, sino una más cierta y
ucción. Y así, quienes respetan la ley se co~ver­
esa fácil de quienes la violan. No debe, pues, ima­
por naturaleza, esto es, por razón, los hombres
dos a ejercitar todas estas leyes" en ese estado en
s leyes no son practicadas por los demás. Sí esta­
dos, en el ínterin, a tener una predisposición de
or de observarlas cuando esta observancia pa­
cir al fin al que tales leyes fueron ordenadas. De­
s, concluir que la ley de naturaleza siempre obli­
o interno, que es el de la conciencia; pero no
el foro externo, sino solamente cuando puede
riesgo.
las leyes que obligan en conciencia pueden ser
as por una acción que no sólo no es contraria a
ue está en conform ida<l con ellas. Tal cosa ocurre

tre estas leyes, hay algunas cosas cuya omisión, si se hace


paz o la autopreservación, más parece estar cumpliendo
que quebrantándola. Pues aquel que hace .tod~ .contra
cen todo, y saquea a los saqueadores, hace J.u.sl icia, Y al
lizar lo que en tiempo de paz es una buena aceren, y hace~­
honesto, es en tiempo ele guerra una muestra de abatí­
obreza de espíritu, y un traicionarse a s1 mismo. Pero h.1y
naturales curo ejercicio no cesa nunca de ser recomenda­
n tiempo de guerra. Pues no puedo entender corno la bo
crueldad, es decir, la venganza que no mira hacia el logro
uturo, pueden contribuir a la paz o a la preservación de
no. En breve: en el estado de naturaleza, lo que es justo e in­
e ser estimado por las acciones, sino por el crucrio y la con­
e actúa. Lo que se hace por necesidad a fin de lograr la paz,
a preservación, se hace con derecho. Si no es así, cualquier
a otro sería un quebrantamiento de la ley natural y una in­
Dios.
LIBERTAD ), OF LAS OTRAS t FY

aliza la acción no cree que deba hacerla. a las cosas par


to mismo esté de acuerdo con las leyes, la ellas de quienes
en lo realiza está en contra de ellas. naciones de lo
e naturaleza son inmutables y eternas: lo constituciones,
nunca puede ser legal; lo que ellas orde­ en las cosas qu
ser ilegal. Pues el orgullo, La ingratitud, el to, el tacto o el
e contratos (o injuria), la crueldad, la con­ cosas que pert
án legales, ni las virtudes contrarias a es­ cuales lo que u
egales, tomadas por nosotros como dispo­ valor y lo cons
es decir, tal y como son consideradas en el hombre, en m
cia, pues sólo es allí donde obligan y son misma cosa . M
, las acciones pueden diversificarse tanto por fuerza con
ias y la ley civil, que lo que en un momen­ proseguirán e
ticia puede que en otro momento sea cul­ diversidad de
; y lo que es razonable en una ocasión nando qué es
sea contrario a la razón. Con todo, la ra­ diferentes. To
a misma y no cambia el fin aJ que tiende, es malo perma
defensa, ni los medios para alcanzarlas, es te, la paz es alg
s del alma que hemos declarado más arri­ tar de acuerdo
n ser abrogadas por ninguna costumbre o un bien futuro
zonamiento, p
por lo que hasta ahora ha quedado dicho, dos, y las cosa
ueden observarse las leyes de naturaleza, vez que la razó
n que se haga el esfuerzo de cumplirlas (si por la misma
ha de ser sincero y constante). Quien así son también b
erecho ser llamado justo. Pues aquel que equidad, la co
s fuerzas de lograr que sus acciones con­ (cosas que he
receptos de la naturaleza muestra clara­ son hábitos bu
intención de cumplir con todas esas leyes, guiente, en cu
estamos obligados a hacer según la natu­ paz, prescribe
hora bien, aquel que hace todas las cosas a nos, es decir,
gado es un hombre justo. se le llama mo
utores están de acuerdo en que la ley natu­ 32. Pero co
la moral. Veamos por qué es esto verdad. apetito irracio
ue «bueno» y «malo» son nombres dados bien presente
YES or :'\Al L'RAI EZA 97

ra significar la inclinación o la aversión hacia


s les asignaron dichos nombres. Pero las incli­
os hombres son diversas, según varíen sus
costumbres u opiniones. Podemos ver esto
ue son aprehendidas por sentidos como el gus­
l olfato; pero lo vemos mucho más en aquellas
tenecen a los actos comunes de la vida, en los
un hombre aprecia y llama bueno otro no le da
sidera malo. Es más: muy a menudo un mismo
momentos diferentes, aprecia y desprecia una
Mientras los seres humanos sigan actuando así,
ntinuará habiendo desacuerdo y disensión. Y
en estado de guerra mientras, por razon de su
apetitos en un momento dado, sigan determi­
bueno y qué es malo guiándose por criterios
odos los hombres reconocen sin dificultad que
anecer en este estado y que, consecuentemen­
go bueno. Por lo tanto, quienes no podían es­
o acerca de un bien presente lo están acerca de
o, lo cual es, ciertamente, un resultado del ra­
pues las cosas presentes son obv ias a los senti­
as por venir sólo se muestran a la razón. Una
ón declara que la paz es buena, de ello se sigue,
razón, que todos los medios para lograr la paz
buenos y, por consiguiente, que la modestia, la
onfianza, el sentido humanitario, La compasión
emos mostrado que son necesarias para la paz)
uenos, es decir, son virtudes. La ley, por consi­
uanto que prescribe los medios para lograr la
e también que se practiquen los hábitos bue­
que se practique la virtud; y, por consiguiente,
oral.
omo los hombres no pueden despojarse de ese
onal que les lleva a preferir codiciosamente un
e (al cual van adheridos males imprevisibles)
LIBERTAU 3. DlLAHrI"RAS L

futuro, ocurre que aunque todos los hombres presentes, lo


rdo en ensalzar todas las virtudes antedichas, rar, porque e
lo que a sus naturalezas respectivas se refiere, quien resiste.
ué consiste cada una de ellas. Pues cuando la 33. Pero l
de un hombre desagrada a otros, se le da a esa ciertas concl
mbre de un vicio que se le parezca; y de igual llas cosas qu
alas acciones que agradan a alguno siempre con propieda
nsideradas como una virtud. De lo cual viene a alguien que
una misma acción que unos ponderan}' lla­ algo, no pue
tros la denigran y la llaman vicio. Los filósofos oralmente,
trado aún el modo de remediar esto. Pues como nos ha
ieron darse cuenta de que la bondad de las ac­ Escrituras, t
e en esto, a saber, en su tendencia a la paz, y de nos está perm
consiste en esto, a saber, en su relación con la leyes. Pues la
ficaron una filosofía moral totalmente alejada el máximo d
l e inconsistente consigo misma. Pues situaron
de las virtudes en una suerte de punto medio
emos, y la naturaleza de los vicios en los extre­
lo cual es falso a todas luces. Pues atreverse es
ue se valora y que bajo el nombre de [ortitudo se
mo virtud, aunque sea un extremo, si la causa
ra aprobación. De igual modo, la cantidad de
da, ya sea una cantidad grande, o pequeña, o
produce la virtud de la liberalidad; lo que la
causa que me llevó a dar esa cosa. Similarmen­
injusticia que yo dé de lo mío a una persona
estrictamente le debo. Las leyes de naturaleza,
n una suma de filosofía moral, de la cual sólo he
uí los preceptos que se refieren a nuestra pre­
ntra aquellos peligros que surgen de la discor­
otros preceptos de la naturaleza racional, de los
n otras virtudes. Pues también la templanza es
de razón, porque la intemperancia tiende a la
y a la muerte. Y así ocurre también con la forta­
la facultad de resistir con firmeza los peligros
LHI~ t>f :­;ATURAl17.A 99

os cuales son más fáciles de rehuir que de supe­


ello es un medio de tender a la preservación de
.
lo que llamo leyes de naturaleza, corno sólo son
lusiones alcanzadas por la razón acerca de aque­
ue deben hacerse u omitirse, y una ley, hablando
ad y exactitud, es una exposición oral dada por
por derecho manda a otro!'> que hagan u omitan
ede decirse con propiedad que sean leyes dadas
pues proceden de la naturaleza. Sin embargo,
an sido comunicadas por Dios en las Sagradas
tal y como veremos en el capítulo siguiente, sí
mitido darles con toda propiedad el nombre de
a Sagrada Escritura es la palabra de 1 )íos que con
derecho i mpcra sobre todas las cosas.
4. QUE LA LEY Ol·.N

1. La misma
mada divina,
que es la ley
e naturaleza es una ley divina
bre para que
preceptos de
aquellos que
yes de su rein
tro Señor Jesu
tanto, lo que
cido más arri
ahora confirm
nio de la Sagr
2. Pero p
que se declar
moral es divina. 2.­Lo que, en general, queda confir­ razón. Salmo
ura. 3.­Especialmellte la ley fundamental de natura­ su lengua pro
paz. 4.­También la primera ley de naturaleza, que or­ la ley de su D
sión en comunidad de todas las cosas. 5.­También la y la escribiré
turaleza: respetar la confianza depositada. 6.­Tam­
perfecta, rest
aceren de la gratitud. 7.­Tambié11 la cuarta ley, que
os útiles. 8.­ También la quinta ley, sobre la misericor­ son limpios,
a sexta ley, que dice que el castigo ha de tener la mira verdad, esta
ente en el futuro. 10.­También queda confirmada la ni es cosa qu
la contumelia. l ti­También la octava, contra la so­ la tienes ente
én la novena ley, sobre la modestia. 13.­También la mente, para p
acepción de personas. 14.­Tambiéu la undécima ley,
miento para
en co11Hí11 aquellas cosas oue no pueden dividirse.
y duodécima, sobre cosas que han de dividirse por sor­ para mts pies
la ley decimoquinta, sobre el nombramiento de un 9, 10: Conoc
la ley decimoséptima, que manda que los jueces 110 re­ promulgador
por sus sentencias. 1 B. -También In ley decimoctava, mismo Cristo
gos. 19.­También la ley vigésima, contra la embria­ que, viniendo
n respecto a lo que se Ita dicho: que la ley de naturaleza estas frases s
mbién, que las leyes de naturaleza pertenecen a la con­
ién que las leyes de naturaleza pueden observarse con
último, con respecto a la regla por la cual un hombre 4. Hobbes trad
que va a hacer va contra la ley de naturaleza o no. hunc m1111d11m
o es la ley de naturaleza. world. (N. del T

100
NATURAU.7..~b U~A 1 fY Dl\'ISA 101

ley que es natural y moral suele tambien ser lla­


, y no sin motivo. Ello es así porque la razón,
de naturaleza, le es dada por Dios a cada hom­
éste gobierne sus propias acciones, y porque los
vida que de esto se derivan son los mismos que
han provenido de la Majestad Divina corno le­
no celestial, y que nos han sido dados por Nues­
ucristo y sus santos profetas y apostoles. Por lo
sirviéndonos del razonamiento hemos estable­
iba acerca de la ley de naturaleza intentaremos
marlo en este capítulo recurriendo al testimo­
rada Escritura.
primero mostraremos aquellos pasajes en los
ra que la ley divina tiene su asiento en la recta
o 37, 30­3 l: La boca del justo liab!a sabiduría, y
ofiere palabras de rectitud. Lleva en el corazon
Dios. Jeremías 31, 33: Yo pondré mi ley e11 ellos
é en su corazón. Salmo 19, 8: La ley de Yavé es
taura el alma. Versículo 9: Los preceptos de Yavé
iluminan los ojos. Deuteronomio 30, 11: En
ley que hoy te impongo no es muy difícil para ti
ue esté lejos de ti, etc. Versículo 14: La doctrina
eramente cerca de ti, la tienes en tu boca, e11 tu
poder cumplirla. Salmo 1J9, 34: Dame entendi­
que guarde tu ley. Versículo 105: fo palabra es
s una lámpara, la luz de mis pasos. Proverbios
cer al Santo, eso es inteligencia. Cristo mismo,
r de la ley, es llamado A.oyos (Juan 1, 1 ). Ese
o, en el versículo 9, es llamado la luz verdadera
o a este mundo, ilumina a todo hombre", Todas
son descripciones de la recta razón, cuyos die­

duce: lux vera, llluminans otnnem hominem venientem i11


/ the true light, that lighteth every man titar cometh in tite
T.)
I.IRERTAO 4. QlJF.l.A lF.Y DE

mos visto más atrás, son las leyes de natura­ paz, etc.5• P
enseñanzas,
ey que hemos establecido como ley funda­ darán vida l
aleza, a saber, la que dice que ha de buscarse 4. En lo q
én el compendio de la Ley Divina, queda de la posesión
stos pasajes: Romanos 3, 17: La justicia (que mío y lo tuyo
es llamada senda de In paz. Salmo 85, 11: Se la paz es ese
la justicia y la paz. Mateo 5, 9: Bienaventu­ a Lot (Génesi
os, porque ellos serán llamados hijos de Dios. ni entre mis
San Pablo, en el sexto capítulo de su Epístola tienes ante ti
último versículo, ha llamado a Cristo (que es go. [También
ley de que tratamos) Pontífice para siempre en Jos que se
Melquisedec, añade en el primer versículo del rás, 110 come
te: Este Meiquisedec fue rey de Salem, sacer­ mientos conf
tísimo, etc. Y en el versículo 2: Se interpreta pues suponen
usticia, y Luego también rey de Salem, es de­ cosas ha <le s
De donde resulta claro que Cristo, el Rey, 5. Los mi
su reino la justicia y la paz. Salmo 34, 15: turaleza, que
y haz el bien; busca y persigue la paz. Isaías 9, ¿qué significa
Iza nacido un niño, nos ha sido dado un hijo na, sino No t
su hombro la soberanía, y que se llamará jado de ser tu
sejero, Dios Fuerte, Padre sempiterno, Prín­ Salmo 15, I; a
Isaías 52, 7: ¡Qué hermosos son sobre Los habitar en tu
del mensajero que anuncia la paz, que trae aun jurando
que pregona la salvación, diciendo a Sián: Hijo mio, si s
Lucas 2, 14: En el nacimiento de Cristo, la mano del ext
alaban a Dios diciendo: Gloria a Dios en las 6. La terce
La tierra a los hombres de buena voluntad. mada en esto
5, el Evangelio es llamado disciplina pacis. zal al buey q
justicia es allí llamada camino de paz: No interpreta co
minos de la paz, no hay en sus sendas justicia.
), hablando del Mesías, dice así: Se afirmará
5. Hobbes trad
on la fortaleza de Yavé y con La majestad del del 1:)
, su Dios; y habrá seguridad, porque su pres­ 6. Hobbes trad
á hasta los confines de la tierra. Y así será la reth unto his ue
ENATU!V\Lf.ZA ss LINA U.Y lllVIKA 103

Proverbios 3, 1­2: Hijo mío, no te olvides de mis


conserva mis preceptos en tu corazó11, porque te
larga, Largos días de vida y prosperidad.
que se refiere a la primera ley que ordena abolir
en comunidad de todas las cosas e introduce lo
o, percibimos, en primer lugar, cuán contrario a
comunismo, leyendo las palabras de Abraham
is 13, 8­9): Que 110 haya contiendas entre Los dos,
pastores y los tuyos, pues somos hermanos. ¿No
i toda la región? Sepárate, pues, de mí, te lo rue­
n lo vemos] en todos esos pasajes de la Escritura
e prohíbe invadir a nuestros prójimos: No mata­
eterás adulterio, no robarás, ele. Estos manda­
firman la ley que distingue entre lo 111(0 y lo tuyo,
n que el derecho de todos Los hambres a todas las
ser abolido.
ismos preceptos confirman la segunda ley de na­
e ordena respetar la confianza depositada. Pues,
a la frase No invadirás el derecho de otra perso­
tomarás posesión de lo que por contrato ya ha de­
uyo? Mas esto queda expresamente dicho en el
al que pregunta: ¡0/t, Yavé! ¿Quié11 es el que podrá
tabernáculo? se le responde (versículo 4): el que,
en daF10 suyo, no se muda". Y Proverbios 6, l:
saliste fiador por tu prójimo, si has estrechado la
traño, te has ligado con tu paiabni.
era ley, que se refiere a la gratitud, queda confir­
os pasajes: Deuteronomio 25, 4: ¡No pougns bo­
que trilla', texto que San Pablo ( 1 Corintios 9, 9)
omo algo que se está diciendo también de los

duce: et erit iste pax] c111d thls 111n11 s/1111//11: your peace. (N.

duce: qui jura: proximo suo, et 110 tlecipi: I lle tlutt swen­
elghbour; and disappointeth h1111110/. (N. de! 'J:)
111\flffAll 4, QLH 1 A 11 Y lll

ólo de los bueyes. Proverbios 17, 13: El que alcanzatún


or bien 110 verá alejarse la desventura de su 110 guardes
onomio 20, l 0­11: Cuando te acercares a una quienes no s
carla, le brindaras la paz. Si la acepta)' te Escritura, si
e ella sera hecha tributaria y te servirá. Pro­ hay un castig
o trames mal alguno cont ra tu prójimo mien­ de su muert
ti. gunos resue
ntes preceptos [de la Escritura] coinciden quien no ata
v: Éxodo 23, 4­5: Si encuentras el buey o el el hombre n
go perdidos, llévuselos. Si encuentras el asno alguna man
aído bajo la carga, 110 pases de largo; ayúdale a pecador. Ot
bién (versículo 9): No hagúis daño al extran­ del castigo e
3, 30: ."Ve> pleitees con nadie sin razón, si no te sencia el pe
o. Proverbios 15, 18: El iracundo promueve detestaran e
ue tarde se enoja aplaca las rencillus. Prover­ 10. Las p
amigos mas afectos que un hermano. Lo mis­ (Mateo 5, 22
do en Lucas 10, con la parábola del samarita­ su hermano
deció del judío que había sido herido por los ante el Sane
ién es confirmado por el precepto de Cristo del [uego. P
Pero yo os digo: No resistáis al mal, y si alguno 1111 necio. P
mejilla derecha, dale también la otra. peca. Prover
infinitos pasajes que confirman la quinta ley, ra. Proverbi
Mateo 6, 14­15: Si vosotros perdonáis a otros t ienda, y ce
ién os perdonará a vosotros vuestro Padre ce­ 11. La oc
110 perdonáis a los hombres las faltas suyas, ral, es decir
o Padre os perdonará vuestros pecados. Mateo estos pasaje
, ¿cuantas veces he de perdonar a mi herma­ ritu, porque
a mí? ¿l lasta siete veces? Dfcele [esús: No digo Seis cosas a
eres, sino hasta setenta veces siete, esto es, to­ altaneros, e
zán; pronto
onfirmación de la sexta ley, basta con esos
s ordenan mostrar misericordia, como Ma­
enturados los misericordiosos, porque ellos 8. Hobbes tr
manus wl mt
abominution
s, (N. del 1:) punislied. (.'V
NAI LlKAl PZA f·s LIN.\ l l Y l>J\'INA 1()5

miserícordia, o Levítico 19, 18: No te l'cngues y


rencor contra los hijos de tu pueblo. Pero hay
sólo piensan que esta ley no queda probada en la
ino que es claramente desaprobada en ella; que
go eterno reservado para los malvados despuéx
te, sin lugar y.1 para la enmienda o el ejemplo. Al­
elven esta objeción respondiendo ~lh.' Dios, a
a ninguna ley, refiere lodo a su gloria, pero que
no debe hacerlo asi: corno ~i Dios, por decido de
nera, buscara su propia gloria en la muerte de un
tra respuesta más acertada es que la i nsllt ución
eterno fue establecida antes de que hiciera pre­
ecado, r sólo se propuso esto: que los hombres
el pecado en el futuro.
palabras de Cristo confirman esta séptima ley
2): Pero yo os digo que todo el que se irrita contra
se reí reo de juicio; el que dijere «racu» será reo
edrín y el que dijere «loco» serd reo de la gehenna
Proverbios 1 O, 18: El que esparce la dijamacián cs
Proverbios l ~. 21: El que desprecia a su prójimo
rbios 15, l: Una palabra áspera enciende la cóle­
ios 22, 1 O: Arroja al pet u lame y se atall{rrti la co11-
esará el pleito y la afrenta.
ctava ley, que ordena reconocer la igualdad natu­
r, que ordena ser humildes, queda establecida en
es: t-. tateo 5, 3: Bienaventurados los pobres ele espí­
suyo es el remo de los cielos. Proverbio!'> 6, 16­19:
aborrece }(n•é, y aun siete abomina su alma: Ojos
etc. Proverbios 16, 5: Aborrece Ytn·J al alt i1·0 decora­
o tarde, no quedará sin castigo 8• Proverbios l l, 2:

raduce: Abominatio Domini est oinnts arrogans: etiam si


tm11111 f uerit, 11011 est innocens / Evcry 011e that is proud, is 1m
unto the Lord: tliough hand joi11 i11 lrt1111I, he sh.1111101 be u11­
V. del -i:)
LIBERTAD 4. Quf l.A l F.Y DE

rbia viene la deshonra, con la modestia va la aquellas co


ías 40, 3, donde se anuncia la venida del Me­ aparece en
ar su reinado, dice así la voz que clama en el n?~' ríos, co
una calzada a Yavé, allanad en la soledad ca­ vrvir,
Dios. Que se rellenen todos los valles y se reba­ 15. Ya dij
11tes y collados, lo cual, sin duda, se está di­ turaleza qu
bres, y no a las montañas. seerse en co
misma equidad que en noveno lugar hemos confirmado
s una ley de naturaleza, la cual manda que por orden d
res concedan a otros los mismos derechos tre las tribus
an a sí mismos, y en la cual se contienen to­ vemos con
yes, es la misma que Moisés establece (Leví­ recibieron a
arás a tu prójimo como a ti mismo. Y nuestro ciendo: Tú S
a la suma de la ley moral: Mateo 22, 36­40: a cuál de est
s el mandamiento más grande de la ley? Él le se echan sue
Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda constituye l
da tu mente. Éste es el más grande y primer Esaú, siendo
El segundo, semejante a éste, es: Amarás al biera vendid
i mismo. De estos dos preceptos penden toda brado a otro
as. Pero amar a nuestro prójimo como a no­ 16. San P
no es más que concederle lo que se nos con­ reprende a l
ver sus litig
ima ley se prohíbe la acepción de personas; y dice que es
ohíbe en los pasajes siguientes: Mateo 5, 45: el fraude, al
os de vuestro Padre, que está en los delos, que los unos a l
obre malos y buenos, etc. Colosenses 3, 11: No acerca de co
ío, circuncisión ni incircuncisián, bárbaro o habla así (v
bre, porque Cristo lo es todo en todos. Hechos este modo. ¿
onozco que 110 hay en Dios acepción de perso­ ser juez entre
9, 7: No hay en Yavé, nuestro Dios, iniquidad confirma es
rsonas, ni recibe cohecho. Eclesiástico 35, 15: quinta, a sab
no hay en Él acepción de personas. Romanos se, ha de nom
os 110 hay acepción de personas. partes; y qu
habrá algún pasaje de la Escritura que dé modo que n
ndécima, la cual ordena poseer en común cimosexta) s
ENAI URJ\Ll'.ZA ss U:­1/\ Le)' DIV!N.\ 107

osas que no pueden dividirse. Pero esa practica


todas partes: en el uso común de pozos, carni­
osas sagradas, etc. Si no, los hombres no podrían

jimos en duodécimo lugar que era una ley de na­


ue, cuando las cosas no pueden dividirse ni po­
omún, han de dividirse por sorleo. Esto queda
en la Escritura con el ejemplo de Moisés, el cual,
de Dios (Números 26, 55), dividió por sorteo en­
s las partes de la tierra prometida. También Jo
el ejemplo de los Apóstoles (Hechos 1, 24), que
a Marías, y no a Justo, echándolo a suertes y di­
Señor, que conoces los corazones de todos, muestra
tos dos escoges, etc. Proverbios 16, 33: En el seno
ertes, pero es Yavé quien dn la decisión. Y, lo cual
la ley decimotercera, la sucesión le era debida a
o el primogénito de Isaac, si él mismo no la hu­
do (Génesis 25, 33) o si el padre no hubiera nom­
o.
Pablo, escribiendo a los corintios ( l Corintios 6)1
los corintios de esa ciudad por acudir, para resol­
gios, a jueces infieles que eran enemigos suyos;
s una falta el que no prefieran sufrir la injusticia y
ir ello contra esa ley que nos manda ayudarnos
los otros, Mas si ocurre que la controversia es
osas necesarias, ¿qué hemos de hacer? El Apóstol
versículo 5): Para vuestra confusión os hablo de
¿No hay ent re vosotros ningún prudente capaz de
e hermanos? Mediante estas palabras el Apóstol
sa ley de naturaleza que llamábamos decimo­
ber: que cuando la controversia no puede evitar­
mbrarse un juez con el consentimiento de ambas
ue ese juez ha de ser una tercera persona, de tal
ninguna de las partes litigantes (y ésta es la ley de­
sea juez de su propia causa.
ll!IERTAll 4. QUF 1 A l l'Y l>l'

z o árbitro no debe recibir recompensa al­ 20. Lo qu


encia, que es la ley decimoséptima, queda de naturaleza
Éxodo 23, 8: No recibas regalos, que ciegan 18: En verdad
tuercen la justicia. Eclesiástico 20, 31: Re­ falte 1111a jota
gan los ojos de los sabios. De donde se sigue en el Salmo 1
ebe estar más obligado a una parte que a eternidad.
stituye la ley decimonovena, también con­ 21. Tamb
eronomio 1, 17: No atenderéis en vuestros refieren prin
iencia de las personas; oíd a los pequeños aquel que ha
es; y también queda confirmada en todos hombre orde
se han citado en contra de la acepción de diencia exte
misma, sino
ora de juzgar un hecho han de tenerse testi­ nagloria, dic
tituye la ley decimoctava, es algo que la Es­ dan probada
confirma, sino que también requiere que Isaías 55, 7: D
. Deuteronomio 17, 6: Sólo sobre la palabra mientas, y vu
gos se condenará a muerte al que haya de ser Ezequiel 18,
mismo se repite en Deuteronomio 19, 15. que cometéis
guez, que hemos puesto en último lugar en ¿Por qué habé
ción de los quebrantamientos de la ley na­ jes y otros si
ide que hagamos recto uso de la razón, tam­ Dios no cas
ibida en la Sagrada Escritura por el mismo justo. La segu
os 20, l: El vino es petulante, y Los Licores, al­ este pueblo se
que por ellos va haciendo eses no Izará cosa labios, mient
bios 31, 4­5: No está bien a los reyes beber cer, etc.; en M
y se olvidan de Las leyes y pervierten el dere­ no supera a l
os. Mas para que sepamos que la malicia de de los cielos.
nsiste formalmente en la cantidad de lo que les explica c
que la bebida destruye el juicio y la razón, se dos, no sólo
lo siguiente: El Licor dadlo a Los miserables, y ción. Pues lo
dos. Que bebiendo olviden su miseria y 110 se ley con el má
e sus afanes. Cristo hace uso de las mismas no, la habría
prohíbe la embriaguez (Lucas 21, 34): Estad sajes en los
ue se emboten vuestros corazones por la crá­ Dios, tanto e
uez. cuenta la inte
SATl!RAtfZA ES U:'\A LEY Dl\'ISA 109

ue hemos dicho en el capítulo anterior, que la ley


a es eterna, queda también probado en Mateo 5,
d os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que
a o una tilde de la ley hasta que todo se cumpla; y
119, 160: Todos los decretos de tu boca son para la

bién hemos dicho que las leyes de naturaleza se


ncipalmente a la conciencia, es decir, que es justo
ace todo lo posible por cumplirlas. Y aunque un
enase todas sus acciones para ajustarse a la obe­
erna de lo que la ley manda, pero no por la ley
por miedo a algún castigo anejo a ella o por va­
cho hombre sería injusto. Estas dos cosas que­
as por las Sagradas Escrituras. L.1 primera, en
Deje el impío sus caminos, y el malvado suspensa­
uélvase a Yavé, que tendrá de él misericordia; y en
31: Arrojad de sobre vosotros todas las iniquidades
s y haceos un corazán nuevo y un espíritu nuevo.
éis de querer morir, casa de Israel? Por estos pasa­
imilares podemos entender suficientemente que
stigará los hechos de quienes tienen un corazón
unda queda probada en Isaías 29, 13­14. Pues que
e me acerca sólo de palabra y me honra sólo con los
tras que su corazón está lejos de mí[ ... ], voy a ha­
Mateo 5, 20: Porque os digo que, si vuestra justicia
la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino
Y en los versículos siguientes, nuestro Salvador
cómo los mandamientos de Dios son quebranta­
por las malas acciones, sino también por la inten­
os escribas y fariseos observaban exteriormente la
áximo escrúpulo, pero sólo por vanagloriarse; si
an violado. Hay en la Escritura innumerables pa­
que se pone clarísimamente de manifiesto que
en las buenas como en las malas acciones, tiene en
ención más que los hechos mismos.
llllERTAll

ey de naturaleza puede cumplirse fácilmente


mismo Cristo declara (Mateo 11, 28­29­30):
Poder
. Tomad sobre vosotros mi yugo y aprended de
mi yugo es blando y mi carga ligera.
mo, la regla que yo he enunciado, por la cual
ede saber si lo que va a hacer va o no va contra
aleza, esto es, la regla que dice «no harás a otro
res que te hagan a ti», es pronunciada casi con
bras por nuestro Salvador (Mateo 7, 12): Por
siereis que os hagan a vosotros los hombres ha­
s a ellos.
mo la ley de naturaleza es divina en su totali­
ién la ley de Cristo, por conversión (lo cual
tamente explicado en los capítulos 5, 6 y 7 del
an Mateo), es también la doctrina de la natu­
o la que ordena no casarse con la mujer que ha
por adulterio, mandamiento que Cristo adu­
udíos que no interpretaban correctamente la
mo explicación de la ley divina positiva. Digo
y de Cristo queda explicada en los capítulos
no toda la doctrina de Cristo; pues la fe es
trina cristiana, aunque no está comprendida
e ley. Pues las leyes se hacen y se dan en refe­
ciones que se siguen de nuestra voluntad, no
nuestras opiniones y creencias, las cuales, al
uestro control, no se siguen de la voluntad.
Capítulo 5
De las cau

1.­Que las leye


2.­Que las ley
3.­Que la segur
en el acuerdo d
mente constante
no de algunos b
sucede asi con e
la unión son req
es una unión. 8
fiere a 11110. 9.­
11.­Qué es tene
ciudades: la ciu

1. Es de suy
proceden de
tal modo, q
grande o un
las leyes en lu
Por lo tanto,
su seguridad
sea por la fue
le la partida
usas y generación del Estado

es de naturaleza no son suficientes para preservar la puz.


yes de naturaleza son silenciadas en 1111 estado natural.
ridad de 1·ivir conforme a las leyes de naturaleza consiste
de muchos. 4.­Que el acuerdo de muchos no es sujiciente
e para preservar una paz duradera. 5.­l'or qué el gobier­
brutos se mantiene basado solamente en la concordia, y no
el de los hombres. 6. ­Que no sólo el acuerdo sino también
queridos para establecer la paz entre los hombres. 7.­Qué
8.­En una unión, el derecho de todos los hombres 3e trans­
­Q11é es una sociedad civil. 10.­Qué es una persona civil.
er el poder supremo, y qué es ser súbdito. J 1.­Dos clases de
udad natural y la ciudad por institucián.

yo manifiesto que las acciones de los hombres


e la voluntad y ésta de la esperanza y el miedo; de
que cuando los hombres ven que un bien más
n mal más pequeño recaerá sobre ellos si violan
ugar de observarlas, las violarán de buen grado.
la esperanza que tiene todo hombre de alcanzar
d y autopreservación consiste en esto: en que, ya
erza o haciendo uso de artimañas, pueda ganar­
a su prójimo, abiertamente o recurriendo a es­
ll3
PODFR 5. DL LAS CAUSAS

lo cual deducimos que las leyes naturales, ciona una t


en entendidas, no garantizan instantánea­ sino que cad
o hombre las practique; y, en consecuencia, para que la i
se tomen precauciones contra la invasión peligroso qu
á en cada hombre el mismo derecho primi­ atreverse. Pe
derse por todos los medios de que pueda ha­ tablecido en
, el derecho a todas las cosas, o derecho de logre tal seg
umplir la ley natural, será suficiente con que nerse la segu
mentalmente predispuesto a abrazar la paz los que estab
da obtenerse. tan grande q
o sabido que ínter arma silere leges, es decir, contrario no
es se silencian en tiempo de guerra. Y esto es gurarse la vi
especto a la ley civil, sino también respecto a 4. Por mu
es, no referido a la mente de los hombres, para defende
nes (véase capítulo 3, artículo 27). Estamos dio óptimo
guerra de todos contra todos; tal es el esta­ cer las cosas
uraleza, si bien en la guerra de una nación divididos en
observarse un cierto procedimiento. Y así otros; o si se
eros tiempos había una manera de vivir, un alguna acció
onomía que llamaban ATlO''tpuc~v, rapto vi­ cha, y luego s
ir de la rapiña; lo cual no iba ni contra la ley sejos, o son v
al era entonces el estado de cosas) ni estaba mente enfre
para quienes vivían esa vida con valor, no desgarrados
a costumbre de aquelJas gentes era, después mente ni des
erado de todo, perdonar la vida del expolia­ algún temor
de quitarle los bueyes que podían arar y las chos ­el cual
e labranza. Lo cual no debe interpretarse ción anterior,
go que hacían obligados por la ley de natu­ y al bien corn
más bien en consideración a su propia glo­ mente de la a
por su excesiva crueldad se sospechara que can quienes
e miedo. con las ya m
o, como el ejercicio de la ley natural es nece­ pues, algo m
servación de la paz, y como para el ejercicio paz y la ayuda
no es menos necesario tener seguridad, miedo, refren
que consideremos qué es lo que nos propor­ privados par
S Y Gf.NLRACIÓ~ DEL ESTADO 115

tal seguridad. Para esto, no puede imaginarse


da hombre se provea de los auxilios necesarios
invasión de unos a otros se convierta en algo tan
ue todos piensen que es mejor abstenerse que
ero está claro, antes de nada, 4ue el acuerdo es­
ntre dos o tres personas no puede hacer que se
guridad. Por lo tanto, y a fin de que pueda obte­
uridad deseada, es necesario que el número <le
blecen el acuerdo de ayudarse mutuamente sea
que el que algunos vengan a añadirse al bando
o sea de importancia suficiente como para ase­
ictoria.
uy alto que sea el número de quienes se juntan
erse, si no acuerdan entre ellos hacer uso del me­
para conseguirlo, sino que cada uno decide ha­
a su manera, no se logrará nada. Pues al estar
n sus opiniones, se estorbarán los unos a los
e han puesto de acuerdo suficientemente para
ón con la esperanza de victoria, despojo o revan­
se da en ellos una diversidad de opiniones y con­
víctimas de la emulación y envidia que general­
enta a los hombres, quedarán lan separados y
los unos de los otros que ni se ayudarán mutua­
searán la paz, excepto cuando les obligue a ello
común. De esto se sigue que el acuerdo de mu­
l sólo consiste, según hemos definido en la sec­
, en que dirijan todas sus acciones al mismo fin
nún­, es decir, la asociación que procede única­
ayuda mutua, no procura esa seguridad que bus­
se juntan y acuerdan actuar en conformidad
mencionadas leyes de naturaleza. Ha de hacerse,
más: que aquellos que consintieron en buscar la
a mutua en aras del bien común puedan ser, por
nados de disentir otra vez cuando sus intereses
rezcan discrepar del bien com (111.
PODER S. DE LAS CAUSAS Y

e los animales que él llama políticos, Aristóteles vil. En cuarto


cluye aJ hombre, sino también otros varios anima­ que sea el mo
a hormiga, la abeja, etc., los cuales, aunque están se sus afectos
tos de una razón con la que establecer contratos y que tengan lu
a un gobierno, alcanzan, sin embargo, un consen­ bien se presen
procedimiento de seguir todos o evitar todos las Pero la voz hu
osas. Y dirigen sus acciones a un bien común, de tal se dice de Per
e su unión no corre el riesgo de ser afectada por se­ producía true
de ningún tipo. Sin embargo, el hecho de que se Grecia. En qu
constituye un gobierno civil, y por ello a esos ani­ distinguir en
debería llamárseles políticos; pues su gobierno es mientras les v
e un acuerdo de muchas voluntades que concurren hombres que
eto, y no (como es necesario en el gobierno civil) son aquellos q
voluntad. Desde luego, es verdad que en esas cria­ se sin hacer n
viven guiadas solamente por el sentido y el apetito puestos públi
o es duradero, y no se necesita de nada más para y el frío. Por
o y conservar así la paz entre ellos que su mera in­ criaturas irrac
natural. Pero entre los hombres el caso es diferen­ de los hombre
en primer lugar, entre ellos hay competencia por es artificial. N
honor y preferencia; entre las bestias no hay nada sea a los hom
e lo cual proviene el que entre los hombres tengan paz. De dond
dio y la envidia, de los cuales surgen la sedición y la tractual no ba
ntre las bestias no existe esto. En segundo lugar, el re para el ejer
atural de las abejas y otras criaturas semejantes es un poder com
gual en todos los individuos; y todos desean el bien res sean gober
l cual, para ellos, no difiere de sus respectivos bie­ 6. Por lo ta
dos. Pero muy rara es la ocasión en que un hombre no es suficien
mo bueno algo cuyo disfrute no le ponga en una defensa durad
más alta que la que ocupan los demás. En tercer lu­ sarios que se r
iaturas que están desprovistas de razón no ven nin­ voluntad entr
cto, o piensan que no ven ninguno, en la adminis­ menos que ca
e sus repúblicas;pero en una multitud de hombres, sea este otro
os que, suponiéndose más sabios que otros, inten­ que sea la vol
var; e innovadores diversos innovan de diversas común, sea a
lo cual no es otra cosa que mero frenesí y guerra ci­ bres en gener
Y GENlRACIÓN DEL ESTADO l/7

o lugar, a estas criaturas irracionales, cualquiera


odo en que hagan uso de la voz para comunicar­
s, les falta ese arte de hablar que se requiere para
ugar esas mociones del alma según las cuales el
nta mejor, y el mal peor de lo que en verdad son.
umana es una trompeta de guerra y sedición; y
ricles que sirviéndose de sus elegantes discursos
enos y relámpagos, llegando a confundir a toda
uinto lugar, las criaturas irracionales no pueden
ntre injuria y daño; de lo cual proviene el que,
vaya bien, no censuran a sus prójimos. Pero los
e causan mayores problemas para la república
que disponen de mayor tiempo libre para estar­
nada; pues normalmente no aspiran a ocupar
icos hasta que no han logrado vencer el hambre
último, el acuerdo que se establece entre esas
cionaJes es un acuerdo natural, mientras que el
es se hace por contrato solamente, es decir, que
No es, por tanto, de extrañar que ese acuerdo les
mbres más necesario para que consigan vivir en
de se deduce que el acuerdo o asociación con­
asta para producir esa seguridad que se requie­
rcicio de la justicia natural; hace falta que haya
mún en virtud del cual los individuos particula­
rnados por miedo al castigo.
anto, como el acuerdo entre muchas voluntades
nte para preservar la paz y para conseguir una
dera, se requiere que en aquellos asuntos nece­
refieren a la paz y a la autodefensa haya una sola
re los hombres. Pero esto no puede lograrse, a
ada hombre someta su voluntad a la de otro, ya
un individuo o un concejo; y que cualquiera
luntad de éste en asuntos necesarios para la paz
aceptado por las voluntades de todos los hom­
ral, y de cada uno en particular. Ahora bien, la
PODER 5. DE LAS CAUSA

de muchos hombres que deliberan acerca de lo que do que es u


cerse o no ha de hacerse para lograr el bien común chos homb
los hombres es lo que llamo un concejo. todos; de
a sumisión de las voluntades de todos esos hombres de todo el p
ntad de un solo hombre o de un concejo es realizada particular
ada individuo se obliga, por un contrato con todos común.
no de los demás, a no resistirse a la voluntad del 10. Mas
o del concejo al que ya se ha sometido; esto es, que persona civ
ga el uso de sus bienes y de su poder contra cuales­ ciudadanos
ros hombres en absoluto; pues se supone que retie­ sona para h
íael derecho a defenderse contra la violencia. Y esto personas ci
llamamos unián. Y entendemos que ésa es la volun­ res y otras a
oncejo, la cual es la voluntad de la mayor parte de los han someti
de que el concejo consta. y en todas l
o aunque la voluntad no sea en sí misma voluntaria, por la ciud
mente el principio de acciones voluntarias (pues no uno de ello
s querer, sino hacer), y sólo en mínima medida cai­ en modo al
mbito de la deliberación y el acuerdo, sin embargo to a la ciuda
e somete su voluntad a la voluntad de otro transfiere sonas civile
o el derecho de hacer uso de sus propias fuerzas y fa­ 11. En t
Hasta tal punto, que cuando todos los demás han luntad cada
mismo, aquel a quien se han sometido tiene tanto del modo q
ue puede hacer que las voluntades de los individuos supremo, o
res lleguen, por temor a dicho poder, a la unidad y cho de man
dia. transferido
es bien, una unión así lograda recibe el nombre de Para hacer
sociedad civil; y también de persona civil. Porque su poder de
hay una voluntad de todos los hombres, debe ser techo de of
como si fuera una persona; y por la palabra una de­ cada perso
ntender que es distinta y separada de todos los hom­ que tiene el
ticulares, una entidad que tiene sus propios dere­ 12. Por
ropiedades. Hasta tal punto, que ningún ciudadano mostrado d
cular, ni todos juntos (si exceptuamos a aquel cuya nas natural
representa la voluntad de todos), han de ser toma­ mutuo, han
o ciudad. Podemos, pues, definir una ciudad dicien­ hemos llam
AS Y GENERACIÓN DEL ESTADO 119

una persona cuya voluntad, por acuerdo de mu­


bres, ha de tomarse como si fuese la voluntad de
tal modo que dicha persona puede hacer uso
poder y de todas las facultades de cada persona
para mantenimiento de la paz y para defensa

s aunque toda ciudad es una persona civil, no toda


vil es una ciudad; pues puede suceder que muchos
s, con permiso de la ciudad, se junten en una per­
hacer ciertas cosas. Estos ciudadanos serán ahora
iviles; así sucede con las compañías de mercade­
asociaciones. Pero no son ciudades, porque no se
ido a la voluntad de la compañía completamente
las cosas, sino sólo en ciertas cosas determinadas
dad, y en términos tales que les resulta legal a cada
os discrepar de la cofradía o asociación, cosa que
lguno le es permisible a un ciudadano con respec­
ad misma. Estas asociaciones, por tanto, son per­
es subordinadas a la ciudad.
toda ciudad, de ese hombre o concejo a cuya vo­
a individuo particular ha sometido su voluntad
que ya se ha declarado se clice que tiene el poder
o mando principal, o dominio. Y ese poder y dere­
ndar consiste en esto: en que cada ciudadano ha
o toda su fuerza y poder a ese hombre o concejo.
tal cosa, como ningún hombre puede transferir
e un modo natural, le basta con renunciar a su de­
frecer resistencia. Cada ciudadano, como también
ona civil subordinada, se llama súbdito de aquel
l mando principal.
lo que se ha dicho, ha quedado suficientemente
de qué modo y por cuáles grados muchas perso­
les, por su deseo de preservarse y por su miedo
n llegado a juntarse en una persona civil a la cual
mado ciudad. Pero quienes por miedo se someten
PODER

en se someten a aquel a quien temen o a otro que


ue les proteja. Actúan del primer modo quienes Capítulo6
os en la guerra, para evitar así ser ejecutados; y Del derech
segundo modo quienes todavía no han sido ven­ de una asa
eren evitar serlo. El primer modo recibe su prin­ tiene el pod
oder natural, y puede ser llamado el comienzo na­
na ciudad; el segundo proviene del consejo y
ón de aquellos que se reúnen, y es llamado co­
or institución. De aquí el que haya dos clases de
una es natural, como ocurre en el caso de la ciudad
despótica; la otra es institutiva y puede también
olítica. En la primera, el señor adquiere para sí
dadanos como desee; en la otra, los ciudadanos,
ad propia, nombran a un señor para que rija so­
1.­No puede atr
ya sea dicho señor un hombre o una asamblea de dad civil, ni a ni
a los cuales se les dota del mando principal. Ha­ no han consentid
primero de una ciudad política o por institución, recho de la mayo
de una ciudad natural. derecho de prote
tras no se le hay
poder coercitivo
cia. 6. ­Que la es
premo. 7.­Que
der dejudicatura
10.­Que el nomb
ponde a él. l Is­
12.­Haga lo que
absoluto concedi
es debida. 14.­Q
15.­Que nadie p
contra del que ti
qué es un robo, q
ria. 17.­La opin
ninguno estuvie
suprema autorid
tiene el poder sup
20.­Que el pode
entre aquellospo
hode quien,ya se trate
ambleao de un hombre,
der supremoen el Estado

ribuirse ningún derecho a una multitud fuera de la socie­


inguna acción en la que los miembros de dicha multitud
do formalmente. 2.­El comienzo de una ciudad es el de­
oria que está en acuerdo. 3.­Que codo hombre retiene el
egerse a sf mismo segtÍn se lo dicte su propiojuicio, mien­
yan dado garantías de seguridad. 4.­Que se necesita 1111
o para lograr seguridad. 5.­Qué es la espada de la justi­
spada de lajusticiapertenece a quien ostenta el poder su­
In espada de la guerra también pertenece a él. 8.­El po­
a pertenece a él. 9.­Tambiénel poder legislativo es suyo.
bramiento de magistradosy ministros tambiénle corres­
­También le corresponde a él el examen de las doctrinas.
e haga, no se le podrá castigar. 13.­Que tiene un poder
idopor sus ciudadanos, y qué proporción de obediencia le
Que 110 está obligado a observar las leyes de la ciudad.
puede reclamar ninguna cosa como propiedad suya, en
iene el poder supremo. 16.­Las leyes civiles determinan
qué es un asesinato, qué es un adulterio y qué es una inju­
nión de quienes quisieran constituir una ciudad donde
ese investido de un poder supremo. 18.­Las notas de la
dad. 19.­Si se compara la ciudad con un hombre, quien
premo es a la ciudad lo que el alma humana es al hombre.
er supremo no puede ser legalmente disuelto por acuerdo
or cuyos contratos se ha constituido.
121
PODER
6. DEL Df.Rf.CHO

os de considerar, en primer lugar, qué es una multi­


uno de los
hombres que se asocian libremente. Tal asociación ticular ace
ituye un solo cuerpo, sino muchos hombres, cada
que media
rina del poder de una ciudad sobre sus ciudadanos depende ner su per
mente de que entendamos la diferencia que existe entre una aunque un
ue gobierna y una multitud gobernada. Pues tal es la natura­ suyo, no h
a ciudad, que una multitud o agrupación de ciudadanos no como perso
tener el mando, sino que también pue~e estar. sujeta a ser
pero en sentidos diversos. Creo que esa diferencia quedó ~u­
cir con dere
ente explicada en el primer articulo. Mas en vista de las obje­ guna acció
muchos han puesto a lo que sigue, empiezo a pensar que no dos o la m
. Por lo tanto me parece oportuno, para que la explicación sea acción, no
leta, añadir aquí estas pocas cosas: bres. Pues a
ltitud, al ser un término colectivo, hemos de entender más de
e; de manera que una multitud de hombres es lo mismo que cir que el pu
ombres. La misma palabra, al ser de número singular, significa sólo es verd
n singular, a saber, una multitud. Pero en ninguno de los dos o han conse
uede entenderse que una multitud tiene una vol~tad que le es Pues la c
aturaleza, sino que a cada uno le ha dado una diferente. Por lo
ay ninguna acción que pueda ser atribuida a la multitud como
en armas co
ual se deduce que una multitud no puede prometer, contratar, hecha por la
erecho, ceder derecho, actuar, tener, poseer, etc., a menos que dos y cada u
viduo se tome separadamente, hombre por hombre, de tal en la multitu
por fuerza resulte haber tantas promesas, contr~tos, derechos ayuda a lo r
como individuos. Por consiguiente, una multitud no es una
atural. Pero si esa misma multitud contrata entre si que lavo­ nada. Adem
un hombre, o la coincidencia de voluntades de la mayor parte, cida a una p
a como la voluntad de todos, entonces la multitud se convierte ce ese mism
sona. Pues se le asigna una voluntad, y pue~e.realizar acc~ones pertenecen
s tales como dar órdenes, hacer leyes, adquirir y transferir de­
c.; y entonces se le llama «pueblo» con mayor frecuencia que
meum y el tu
». Debemos, pues, hacer esa distinción. Cuando decimos que el por la sencill
la multitud de voluntades, da ór~enes o h~cc alguna cosa, se que hemos d
ue es la ciudad la que manda, quiere y actúa por voluntad de para la práct
na o por concurrencia de voluntades de más pers~nas ­lo cual
:e
ograrse sino en asamblea. Pero aquello que ~ce que es he­
na multitud de hombres, sea grande o pequena, sin la voluntad
2. Despué
multitud, po
mbre o asamblea de hombres, se entiende que es hecho por gen­ la formación
s, es decir, por muchos ciudadanos particulares; y no procede que en aquelJ
luntad, sino de diversas voluntades de hombres diversos que la asamblea,
danos y súbditos, pero que no son una ciudad.
decisión que
O DE QUIEN ·11f.NE El PODf.R SUPREMO
123

s cuales tiene su propia voluntad y su juicio par­


erca de cualquier asunto que se le presente. y aun­
ante contratos particulares puede cada hombre te­
rsonal derecho y propiedades, de ta] modo que
no de ellos pueda decir esto es mío y el otro esto es
hay ninguna cosa de la cual la multitud entera,
ona distinta de cada hombre particular, pueda de­
echo esto es mío. Tampoco hemos de atribuir nin­
ón a la multitud como cosa suya. A menos que to­
mayoría de sus componentes consientan en esa
habrá una sola acción, sino tantas como hom­
aunque en algunas grandes sediciones se suele de­
ueblo de esa ciudad se ha levantado en armas, eso
dad aplicado a aquellos que han tomado las armas
entido en ello.
ciudad, que es una persona, no puede levantarse
ontra sí misma. Por lo tanto, cualquier cosa que es
a multitud debe entenderse que es hecha por to­
uno de los que la constituyen; y aquel que estando
ud no ha consentido en esa acción ni ha dado su
realizado por ella debe decirse que no ha hecho
más, en una multitud que todavía no ha sido redu­
persona de la manera que hemos dicho permane­
mo estado de naturaleza en el que todas las cosas
a todos los hombres; y no hay lugar para el
uum, lo cual es llamado dominio y propiedad,
la razón de que todavía no existe esa seguridad
declarado más arriba que es requisito necesario
tica de las leyes naturales.
és hemos de considerar que cada individuo de la
or cuyo medio puede haber un comienzo en
n de la ciudad, tiene que acordar con Jos demás
Jos asuntos que sean propuestos por alguno de
sea recibida como si fuese voluntad de todos la
e reciba la aprobación de la mayoría; pues de
PODER 6. DrL DERECHO D

o no habrá voluntad de una multitud de hombres proclives son


untades y votos sean tan dispares. Pues bien, si al­ guardar sus
stá de acuerdo con los demás, los demás con~titui­ castigo. Por l
dad sin él. De lo cual viene a suceder que la ciudad dad no medi
derecho contra el disidente, esto es, el derecho de estaremos su
uerra contra un enemigo. designados p
o como ya se dijo en e] capítulo anterior, artículo una injuria a
e para la seguridad de los hombres se requería no Pues todos l
e que estuviesen de acuerdo entre ellos, sino que aquello que s
en sus voluntades en cosas necesarias para la de­ 5. Pues bi
paz; y como también se dijo que en esta unión y le concede a c
consistía la naturaleza de una ciudad, hemos de de acuerdo e
ar ahora cuáles cosas, de entre todas aquellas que este derecho
er propuestas, discutidas y establecidas por una se de contrat
a de hombres cuyas voluntades se contienen en la hombres hast
de la mayoría, son necesarias para la paz y defensa amigos.
. Mas antes que ninguna otra cosa, se necesita para 6. Por lo ta
e un hombre esté protegido contra la violencia ~e lares y, conse
ta el punto de poder vivir con garantías de segun­ cesario que e
ecir, que no tenga justo motivo para temer a otros ferido a algún
no les cause injuria. Desde luego, es imposible ha­ ha de entende
os hombres estén tan completamente a salvo de poder suprem
mutuamenteque no puedan herirse o matarse inju­ ga según su p
nte; por lo tanto, esto no cae dentro de nuestra deli­ dos los homb
. Pero sí puede cuidarse de que no baya justo moti­ que el suyo no
mor. La seguridad es el fin por el que los hombres se 7. Pero en
a otros. Si la seguridad no se obtuviera así, ningún nes no pueden
se sometería a nadie ni abandonaría su derecho a sible que pued
cosas. cuyas fuerzas
a obtener esta seguridad, no basta con que cada para la preser
os que están formando una ciudad establezca u~ cejo o algún h
o con los demás, acordando verbalmente o por escri­ y unir a los ci
ar, no matar y observar otras leyessemejantes. Pues en todas las o
ación de la condición humana es a todos manifies­ común contra
experiencia sabemos demasiado bien cuán poco hombre, o con
DE QUl!N TIENE EL PODER SUPREMO 125

n los hombres a cumplir el deber por el deber y a


promesas cuando desaparece la amenaza del
lo tanto, hemos de procurarnos nuestra seguri­
iante contratos, sino recurriendo a castigos. Y
uficientemente prevenidos cuando los castigos
para cada injuria sean tan grandes que cometer
acarree un mal mucho mayor que no cometerla.
los hombres, por necesidad natural, prefieren
se les presenta como menos malo.
ien, ha de entenderse que el derecho a castigar se
cualquier individuo cuando los demás se ponen
en no ayudar al que va a ser castigado. Llamo a
la espada de la justicia. Pero en general esta cla­
tos sólo es suficientemente respetada por los
ta que no les toca sufrir el castigo a ellos o a sus

anto, para seguridad de los individuos particu­


ecuentemente, para lograr la paz común, es ne­
el derecho a usar la espada del castigo sea trans­
n otro hombre o concejo; ese hombre o concejo
erse necesariamente que tiene con derecho el
mo en la ciudad; y él es el que con derecho casti­
propio arbitrio, y el que con derecho obliga a to­
bres a hacer lo que él quiera. Un poder mayor
o puede imaginarse.
vano reverencian la paz en su propio país q uie­
n defenderse contra los extranjeros; y es impo­
dan protegerse contra los extranjeros aquellos
s no están unidas. Y por lo tanto es necesario
rvación de los individuos que haya algún con­
hombre que tenga el derecho de armar, reclutar
iudadanos en todos los momentos de peligro y
ocasiones en que sea necesario para la defensa
a el número y la fuerza de los enemigos; y [este
ncejo] ha de tener también el derecho de hacer
PODER 6. DEL DERECHO

los siempre que lo estime oportuno. Hemos, qué honesto


ender que esos ciudadanos en particular han sumen: qué
odo su derecho de hacer la guerra y la paz a un nuestra vida
n concejo; y que este derecho que podernos lla­ ~es civiles, o
a de la guerra pertenece al mismo hombre o tiene el pode
ue pertenece la espada de la justicia. Pues nin­ námoslas) n
puede con derecho obligar a otros a tomar las la autoridad
er los riesgos de la guerra, excepto aquel que acciones futur
puede castigar al que no obedece. Por lo tanto, 1 O. Como
as ­Ia de la guerra y la de la justicia­ pertene­ ren a la guerr
nstitución misma de la ciudad, y esencialmen­ dos todos po
emo. trados subor
mo el derecho de la espada no es otra cosa que común que a
sar la espada según la voluntad del que manda, acerca de las
e que juzgar acerca de su uso correcto pertene­ dean para se
a misma persona; pues si el poder de juzgar es­ sión el benef
as manos, y el poder ejecutivo en otras, nada nistros y con
se. En vano dictaría juicio aquel que no pudiera que tiene el m
mandatos; y si los ejecutase recurriendo al po­ 11. Es ma
o podría decirse que el que tiene el poder de la nen su origen
sino ese otro del cual él es sólo sirviente. Por lo ella; y que la
icio que tiene lugar en la ciudad corresponde al bien o el mal
espadas, es decir, al que tiene la autoridad su­ serán el resu
que las accio
menos conducente a la paz, sino todo lo contra­ las opiniones
que surjan disputas en vez de tener después que evidente infe
Y todas las controversias surgen de esto: que las tante para la
los hombres difieren en lo tocante al meum y al ninguna~ do
to y lo injusto, a lo lucrativo y no lucrativo, a lo nar que tiene
lo, a lo honesto y lo deshonesto, etc., cosas todas dad, es decir
a hombre entiende según su propio juicio. Pues se les ha enco
onde al mismo poder supremo establecer algu­ sistirse a ello
munes a todos y declararlas públicamente, por presta obedi
da hombre sepa qué puede llamarse suyo y qué manda que a
ona; qué puede llamarse justo y qué injusto; lo prohíbe b
DE QUfEN nsss EL PODER SUPREMO 127

o y qué deshonesto; qué bueno y qué malo. En re­


é es lo que debe hacerse en el curso ordinario de
a. Pero esas reglas y medidas suelen llamarse le­
o leyes de la ciudad, al ser órdenes de aquel que
er supremo en la cuidad. Y las leyes civiles (defi­
no son otra cosa que los mandatos de quien tiene
principal en la ciudad, para dar dirección a las
ras de sus ciudadanos.
o los asuntos de la ciudad, tanto los que se refie­
ra como los de la paz, no pueden ser administra­
or un hombre o concejo, sin ministros y magis­
rdinados; y como pertenece a la paz y la defensa
aquel a quien con justicia le corresponde juzgar
s controversias busque consejo de quienes le ro­
er prudente en la guerra y procure en toda oca­
ficio de la ciudad, es razonable que [dichos mi­
nsejeros] dependan de y sean escogidos por el
mando supremo en la guerra y en la paz.
anifiesto que todas las acciones voluntarias tie­
n en la voluntad y dependen necesariamente de
a voluntad de hacer u omitir algo depende del
l, de la recompensa o el castigo que se piense que
ultado de dicha acción u omisión; de tal modo
ones de todos los hombres son gobernadas por
s que tenga cada uno. De lo cual, por necesaria y
erencia, podemos entender que es muy impor­
a paz el que no se inculquen en los ciudadanos
octrinas u opiniones que puedan hacerles imagi­
en el derecho de no obedecer las leyes de la ciu­
r, los mandatos del hombre o concejo a quienes
omendado el poder supremo, o que es legal re­
os, o que va a ser menor el castigo para quien no
iencia que para el que obedece. Pues si uno
algo se haga bajo pena de muerte natural, y otro
bajo pena de muerte eterna, y ambos mandan
PODER 6. DEI. DERECHO DE

o derecho, de ello se seguirá que los ciudada­ son enemigas


sean inocentes, no sólo podrán ser castigados ñen.
sino que la ciudad misma podrá ser disuelta. 12. Por últ
hombre puede servir a dos amos, y no es me­ no ha sometid
no más, aquel a quien creemos que debemos sobre la ciud
r miedo a la condenación eterna que aquel al fuerza contra
mos por miedo a la muerte temporal. De ello se que manda, n
nto, que aquel ­ya sea un hombre o un concejo­ tiene fuerza su
udad ha encomendado el poder supremo tiene poco puede c
derecho: el juzgar qué opiniones" y doctrinas te poder legal
13. Por lo q
nifiesto que en
y algún principio, ni en el culto de Dios ni en las ciencias gún ciudadan
ual no puedan surgir disensiones, desacuerdos, repro­
mente, hasta la guerra misma. Y no ocurre esto porra­ mejor le parez
incipio sea falso, sino por la disposición de los hombres, excluido su de
éndose sabios, sienten Ja necesidad de mostrar su sabi­ carnado en al
os demás. Pero aunque no se puede impedir que surjan gún otro que p
es, pueden ser controladas mediante el ejercicio del po­
e modo que no sean obstáculo para la paz pública. De
que ningún m
niones, por tanto, no he hablado en este lugar. Hay cier­ mayor que nin
ue, cuando los súbditos son contaminados por ellas, ha­ le llamamos a
ean que pueden rehusar obedecer a la ciudad, y que por
n, es más, deben oponerse y luchar contra los príncipes y
remos. Tales son los que, ya sea directa y abiertamente, sigue necesariam
dimientos más oscuros e indirectos, piden que se preste las que sean, ha d
os que no son aquellos a quienes se les ha encomendado toridad suprema
prema. Esto se refleja en el caso de muchos que viviendo * Un estado pop
no conceden el poder al Pontífice de la Iglesia de Roma; y los ciudadanos
a ya de esa Iglesia, en el caso de los obispos que quieren reconocen su asp
les conceda a ellos en la suya; y, por último, en el caso alli los asuntos s
s más bajas de ciudadanos, bajo pretexto de religión, re­ es menos ciudad
para sí mismas. ¿Qué guerra civil no ha tenido lugar en consejeros, de lo
ano que no haya surgido de esta raíz o haya sido alimen­ asuntos de la ma
or lo tanto, asigno a la autoridad civil el poder sobre to­ muchos hombre
as religiosas,vayan o no vayan contra la obediencia civil: persona de un re
ra, doy a la autoridad civil el poder de prohibirlas. Pues soluto, en prime
ombre que no conceda a la ciudad el derecho de decidir condición de los
se refiere a su seguridad y defensa; y como es obvio que así: un rey absol
ones que he citado afectan a la paz de la ciudad, de ello se cada hombre enc
E QUll'..'1 TIENE EL PODFR SUPREMO 129

s de la paz, y también prohibir que se ense­

timo, de la consideración de que cada ciudada­


do su voluntad a quien tiene el mando supremo
dad, de tal modo que ya no puede emplear su
él, se sigue claramente que, haga lo que haga el
no debe castigársele. Pues igual que uno que no
uficiente no puede castigarle físicamente, tam­
castigarle legalmente el que no tiene suficien­
l.
que se ha dicho, queda clarísimamente de ma­
n toda ciudad perfecta, esto es, allí donde nin­
no tiene derecho a usar sus facultades como
zca para preservarse a sí mismo, o donde se ha
erecho a la espada, hay un poder supremo en­
lguna persona; y este poder es mayor que nin­
pueda ser concedido por los hombres, o que el
mortal pueda tener sobre sí mismo. A ese poder
ngún otro que pueda concederse a los hombres
absoluto". Pues todo aquel que ha sometido así

mente que el derecho de examinar esas opiniones, sean


de pertenecer a la ciudad, esto es, a aquel que tiene la au­
a.
pular postula para sí, abiertamente, un poder absoluto,
s no se oponen a ello. Pues al reunirse muchos hombres
pecto de ciudad; e incluso los más torpes entienden que
son gobernados por un consejo. Mas una monarquía no
d que una democracia; y los reyes absolutos tienen sus
os cuales tomarán consejo, y tolerarán que su poder, en
ayor importancia, sea guiado, mas no revocado. Pero
es no ven cómo una ciudad pueda estar contenida en Ja
ey.Y, por lo tanto, tienen objeciones contra el poder ab­
er lugar porque si algún hombre tuviera ese derecho la
s ciudadanos sería lamentable. Estos objetores piensan
luto lo tomará todo, destruirá todo, matará a todos; y
contrará su única felicidad en el hecho de no haber sido
6. DEL DERECHO D
PODER

a la voluntad de la ciudad, de tal manera que esta do el mayor p


a, sin ser castigada, hacer cualquier cosa, dictar ser confirma
pleitos, establecer castigos y hacer el uso que ahora existen
uerza y riqueza de los hombres, y todo esto por duda qué hom
cho, puede decirse con verdad que le ha concedí­ mo, siempre
cepto en tiem
que ocurre es
ado y matado. Mas ¿por qué debería un rey actuar así? No
nte porque pueda; pues a menos que esté determinado a ra bien, esas
hará. ¿Destruirá a los demás sólo para complacer a uno o toridad absol
Aunque por derecho, es decir, sin cometer injuria contra la en manos
cerlo, no puede hacerlo justamente, esto es, sin quebran­ poder, elimin
urales e injuriar a Dios. Hay, por lo tanto, alguna seguri­
bditos en los juramentos de los príncipes. Además, si pu­
de una confu
con justicia o no hubiera jurado nada a ese respecto, aparejada a e
hay razón por la que debiera desearlo, ya que no encon­ cesariamente
ello. Sin embargo no puede negarse que un príncipe pue­ decir, tanta c
es tener una inclinación a actuar de una manera malva­ se le haya co
gamos que se le hubiera concedido un poder que no es
que bastara solamente para protegernos de las injurias de obediencia, a
é estimaríamos necesario concederle si quisiéramos sen­ negada, la lla
dos? ¿No han de temerse todas las cosas por igual? A diencia may
der suficiente para proteger a todos no le falta La capaci­ ejercerla no s
a todos. Así pues, la única dificultad con que nos encon­
que Los asuntos humanos nunca están libres de inconve­
del cual hemo
sta inconveniencia procede de los ciudadanos mismos, chos, sino qu
o. Pues si los hombres fueran capaces de gobernarse por obediencia la
endo cada uno mando sobre sí, es decir, si pudieran vivir podría consti
n las leyes de naturaleza, no habría necesidad alguna de doy derecho
ciudad y un poder coercitivo con autoridad sobre todos.
gar, se objeta diciendo que en el orbe cristiano ningún es decir: Har
uto. Lo cual no es cierto, pues todas Las monarquías y to­ puede ser tal
Estados Jo son. Pues aunque los que poseen el mando su­ Igual que no
n todas las cosas que querrían hacer y que saben que be­ su propia mu
a ciudad, la razón de ello no es que les falte el derecho de
les falta es la consideración de los ciudadanos, los cuales
que para él es
masiado de sus propios asuntos particulares y, descuidan­ se me manda
de al bien público, no pueden ser a veces llevados a reali­ hacerlo. Pero
s, sin peligro para la ciudad. Por lo cual los príncipes se queda frustra
ocasiones de ejercer sus derechos, y prudentemente re­ dados hacer l
gún modo a actuar, si bien no renuncian en absoluto a su
estoy rehusan
DE QUIEN TrENE EL POUllR SUPREMO 131

poder que jamás pueda concederse. Esto puede


ado por experiencia en todas las ciudades que
n o que han existido. Pues aunque a veces esté en
mbre o concejo es el que ostenta el poder supre­
existe un poder así, y siempre es ejercido, ex­
mpos de sedición y de guerra civil; y entonces lo
s que de un mando supremo se hacen dos. Aho­
personas sediciosas que disputan contra la au­
luta no tanto pretenden destruirla como poner­
s de otros. Porque si eliminaran este tipo de
narían la sociedad civil y darían lugar al retorno
usión en todas las cosas. Habrá tanta obediencia
este derecho absoluto del jefe supremo como ne­
e se requiera para el gobierno de la ciudad; es
como para que ese derecho que se le concede no
oncedido en vano. Ahora bien, a esta clase de
aunque por algunas razones pueda ser a veces
amaremos ­ya que no puede ejercerse una obe­
yor­ obediencia simple. Pero la obligación de
surge inmediatamente de ese contrato en virtud
os transferido a la ciudad todos nuestros dere­
ue surge inmediatamente de esto otro: de que sin
a ciudad se frustraría, y como consecuencia no
ituirse ciudad alguna. Pues una cosa es decir: Te
para que mandes lo que quieras, y otra cosa
ré cualquier cosa que me mandes. Un mandato
l, que yo prefiera morir antes que cumplirlo.
puede obligarse a ningún hombre a que desee
uerte, mucho menos puede estar obligado a lo
s incluso peor que la muerte. Por lo tanto, si a mí
a que me mate a mí mismo, no estoy obligado a
o aunque yo me niegue, el derecho al poder no se
ado, pues habrá otros que, habiendo sido man­
lo mismo, no rehusarán hacerlo. Además, yo no
ndo cumpl ir con lo que he contratado. De modo
PODER 6. DEL DERECHO DE

jefe supremo ordena que alguien lo mate a él, suprema es la


bligado a hacerlo, pues no puede concebirse tanto, se cont
a hecho un contrato así. Tampoco hay obliga­ particulares.
upremo manda que alguien ejecute a su pro­ civiles, pues e
adre, ya sean éstos inocentes, o culpables y de sus ciudad
or la ley. Pues habrá otros que lo harán si se les 15. Ahora
un hijo preferirá morir a vivir en la infamia, ba­ todas las
do el mundo. Hay muchos otros casos en los que la ciudad
mplir los mandatos les resulta vergonzoso a un hombre pu
ros, estará bien que la obediencia sea respeta­ también hace
timos y rehusada por aquéllos. Y esto, sin que das las cosas
recho absoluto que se le ha concedido al jefe nezca a ningú
s en ningún caso se le priva del derecho que tuvo su orige
a los que rehúsen obedecerle. Pero quienes sólo pertenece
a hombres por esto, aunque se les haya conce­ conservar en v
o de hacerlo, pecarán contra las leyes de natu­ ra, es decir, de
r, contra Dios, si usan ese derecho de manera mo. De lo cua
omo es requerido por la recta razón. tiene una prop
hombre puede darse algo a sí mismo, pues se tiene derecho,
tiene lo que ha podido darse. Tampoco puede yes; pero no t
mismo, pues si una misma persona es a la vez mo (cuyas órd
a obligante, y la obligante tiene el poder de ex­ voluntad de ca
gada, en vano se obligaría un hombre a sí mis­ lar ha constitu
ede excusarse de la obligación siempre que Mas aunque h
n puede hacer eso es ya de hecho libre. De ello ciudadanos, y
ue la ciudad no está obligada a las leyes civiles, ley en contra d
es civiles son las leyes de la ciudad, y si ella se
por dichas leyes, estaría obligándose a sí mis­ * En vano objet
puede la ciudad obligarse a su ciudadano; so antes de que s
quiere, puede liberarla de su obligación; y él lo padres de famili
e que ella lo quiere. Porque la voluntad de cada en miniatura. L
cual les ha sido c
stá siempre comprendida en la voluntad de todos los demás
lo tanto, la ciudad es libre cuando a ella le pla­ padre mismo. Pe
ahora de hecho libre. Pero la voluntad de un ningún padre co
un individuo a quien se ha dado la autoridad das las cosas.
E QUIEN TIENE El. PODER SUPREMO 133

a voluntad de la ciudad; en ese individuo, por


tienen las voluntades de todos los ciudadanos
Por consiguiente, no está obligado a las leyes
esto es estar obligado a sí mismo, no a ninguno
danos.
bien, como ­según se ha mostrado más arri­
cosas pertenecen a todos los hombres antes de
se constituya; y como no hay ninguna cosa que
ueda Uamar suya sin que cualquier otro pueda
erlo con el mismo derecho (pues allí donde to­
son comunes no puede haber nada que perte­
ún hombre), de ello se sigue que la propiedad
en" cuando se originaron las ciudades. Y que
e a cada hombre lo que cada hombre puede
virtud de las leyes y el poder de la ciudad ente­
e aquel a quien se ha conferido el poder supre­
al deducimos que cada ciudadano particular
piedad a la que ninguno de sus conciudadanos
, porque todos están obligados a las mismas le­
tiene ninguna propiedad a la que el jefe supre­
denes son las leyes, cuya voluntad contiene la
ada hombre y a quien cada persona en particu­
uido como supremo juez) no tenga derecho.
haya muchas cosas que la ciudad permite a sus
y por lo tanto pueden éstos algunas veces ir a la
de su jefe, ese tipo de acción no pertenece al de­

tan algunos diciendo que la propiedad de bienes, inclu­


se constituyeran las ciudades, podía encontrarse en los
ia. Pues como ya he declarado, la familia es una ciudad
Los hijos de familia tienen propiedad de sus bienes, la
concedida por su padre. Esa propiedad está separada de
hijos de la misma familia, pero no de la propiedad del
ero los padres de familias diversas que no están sujetos a
omún ni a ningún amo, tienen un derecho común a to­
PODER
6. DEL UERECHO D

no a la equidad natural. Tampoco se refiere a lo como ya se


cho pueda hacer quien tiene el poder supre­ Ahora bien:
o que éste quiera que sea hecho. Y por lo tanto, depende ent
á el juez, como si él (una vez que la equidad de Lacedemoni
do bien asegurada) no pudiera equivocarse en pudieran rob
tigados; lo qu
o, el asesinato, el adulterio y todas las injurias habían adqu
os por las leyes de naturaleza; pero a qué debe­ persona. As
obo, a qué asesinato, a qué adulterio, a qué inju­ quien matam
ciudadano no es algo que viene determinado nos. Así tamb
ural, sino por la ley civil. Pues no es robo qui­ ye matrimon
ombre cualquier cosa que posea, sino sólo lo bién ocurre
ienes de ese otro hombre; ahora bien, qué sea matrimonio
é sea de otro es cuestión que pertenece a la ley aunque sea d
al manera, no todo matar a un hombre es un prohibido la
o sólo en la medida que así lo determine la ley yas manos es
o es adulterio todo contacto con una mujer, tiene derecho
a medida en que esté prohibido por la ley. Por hace uno, ést
incumplimiento de promesa es una injuria, trimonio. Pu
ando la promesa misma sea legal; pero cuando el contrato q
ho a hacer un contrato, éste no puede transmi­ añade fuerza
o tanto, no puede seguirse ninguna injuria, hechos con u

ciudadano se le permite recurrir legalmente contra la * El que el mat


ma, es decir, contra la ciudad, la cuestión que se venti­ dan a esta palab
o no es la de si la ciudad puede por derecho apropiarse cutir aquí. Sólo
stá en discusión, sino si puede quedarse con ella según para vivir junto
mente promulgadas. Pues la ley es la voluntad declarada mente legítimo
mo. La ciudad puede recaudar dinero de los ciudadanos ciudad ha prohi
ptos: como tributo o como deuda. En el primer caso no matrimonio el q
ún tipo de recurso legal, porque es indiscutible qu: la gítimos en muc
derecho de requerir tributos; en el segundo se permite, manos­ que po
ad no ha de tomar nada de sus ciudadanos mediante se permite que
ñas, aunque sí puede, si la necesidad lo exige, quitarles ley, el lazo matri
nera abierta. Por consiguiente, quien condena estepa­ dad misma ha o
ue, según esta doctrina, es fácil que los príncipes se li­ sea un sacrame
gaciones lo hace de manera impertinente. cen en las boda
DE QUIEN TIENE EL PODER SUPREMO 135

ha dicho en el segundo capítulo, artículo 17.


lo que podemos y lo que no podemos contratar
teramente de las leyes civiles. Así, la ciudad de
ia ordenó justamente que aqueJlos jóvenes que
bar cosas de otros sin ser cogidos no fuesen cas­
ue no fue sino hacer una ley según la cual lo que
uirido de esa manera era ya suyo, y no de otra
simismo, es justamente matado el hombre a
mos en la guerra o por necesidad de defender­
bién, la copulación que en una ciudad constitu­
nio en otra será juzgada como adulterio. Y tam­
que aquellos contratos que constituyen el
en un ciudadano no lo constituyen en otro,
de la misma ciudad. Porque aquel a quien le ha
ciudad ­es decir, el hombre o el concejo en cu­
stá el poder supremo­ contratar cosa alguna no
o a hacer ningún contrato; por lo tanto, cuando
te no es válido y, consecuentemente, no hay ma­
ues si no recibió prohibición de hacer contratos,
que haga tendrá vigor y habrá matrimonio. No
a alguna a los contratos ilegales el que hayan sido
un juramento o sacramentos "; pues éstos nada

trimonio sea o no sea un sacramento (en el sentido que


bra algunos teólogos) no es cosa que me propongo dis­
o diré esto: que el contrato entre un hombre y una mujer
os es, si la ley civil lo permite, un matrimonio perfecta­
o, sea o no sea un sacramento; pero la copulación que la
ibido 110 constituye matrimonio, pues es esencial a todo
que el contrato sea legítimo. Ha habido matrimonios le­
chos lugares ­corno entre los judíos, los griegos, los ro­
odían ser disueltos. Pero en aquellos lugares en los que no
esos contratos se disuelvan como no sea mediante una
imonial no puede romperse. Y la razón es porque la ciu­
ordenado que sea indisoluble, no porque el matrimonio
ento. De donde se deduce que las ceremonias que se ha­
as celebradas en los templos a fin ele bendecir o, si se me
PODER 6. DEL DERECHO DE

ra fortalecer el contrato, como se ha dicho más dicho poder; l


ítulo 2, artículo 22). Por lo tanto, qué es robo, qué to. Pues a quie
o, qué adulterio y qué es injuria en general debe reprimir con c
o por lo que dicen las leyes civiles, esto es, por los una fuerza ma
de quien tiene la autoridad suprema. ciudadano.
mando supremo y poder absoluto les parece 18. Es, pues
a mayor parte de los hombres que lo odian con bre, o concejo
rarlo. Lo cual se debe principalmente a que no ciudadano en
e son la naturaleza humana y las leyes civiles, y mismo fuera d
a negligencia de quienes, cuando son investidos absoluto, sólo
de autoridad, abusan de este poder para satisfa­ misma, y por n
ia codicia. A fin de evitar este tipo de autoridad der fuese limita
ay quienes lograrán tener una ciudad bien cons­ poder mayor. P
s ciudadanos se reúnen y se ponen de acuerdo poder más gra
e de artículos propuestos. Y una vez debatidos y chos limites. A
dichos artículos, mandan que sean observados bien careceél m
n castigos para quienes no respeten lo que con algún otro pod
nda. Para este propósito, y también para repeler llegaremos fin
go extranjero, podrán exigir un determinado que el que es te
esta condición: que si no resulta suficiente, dadanos junto
r otra cantidad tras reunirse de nuevo en asam­ dicho poder se
n no ve en una ciudad así constituida que la premo; mas si s
ue prescribe esas cosas tiene un poder absoluto? mado señor sup
, si la asamblea continúa reunida, o de cuando tas que acompa
fija un lugar y fecha de reunión, ese poder suyo abrogar leyes;
rá constante. Pero si los componentes de la gar todas las co
e disuelven, la ciudad se disolverá con ellos y ces nombrados
á al estado de guerra; si no, es que en alguna tros y consejer
edado un poder capaz de castigar a los que vio­ derecho puede
, quienquiera que sea el que esté en posesión de él, puede realiz
poder supremo
r así, consagrar la unión de marido y mujer quizá perte­
que legalmente
ente al oficio de los clérigos; todo lo demás, es decir, chos ciudadan
y mediante qué contratos pueden realizarse los matri­ está haciendo u
nece a las leyes de la ciudad. premo.
QUIEN TrENE EL PODER SUPREMO 137

lo cual no podrá hacerse sin un poder absolu­


en por derecho se le haya dado ese poder de
castigos a los ciudadanos que él quiera tiene
ayor que no puede concederse a ningún otro

s, evidente que en toda ciudad hay algún hom­


o, o tribunal que tiene tanto poder sobre cada
particular como cada hombre tiene sobre sí
del estado civil, es decir, un poder supremo y
limitado por el vigor y las fuerzas de la ciudad
ninguna otra cosa en el mundo. Pues si su po­
ado, esa limitación debería proceder de algún
Porque quien prescribe límites debe tener un
ande que el de quien se ve constreñido por di­
Ahora bien, ese poder que prescribe límites, o
mismo de límites, o es a su vez constreñido por
der mayor que él; y procediendo de este modo
nalmente a un poder que no tiene otro límite
erminus ultimus de las fuerzas de todos los ciu­
os. Ese poder es llamado mando supremo; y si
e le ha encomendado a un concejo, concejo su­
se le ha dado a un hombre, tal hombre será lla­
premo de la ciudad. En cualquier caso, las no­
añan a ese mundo supremo son éstas: hacer y
determinar la guerra y la paz; conocer y juz­
ontroversias,ya por sí mismo o mediante jue­
s por él; elegir a todos los magistrados,minis­
ros. Por último, si hay algún hombre que por
e realizar alguna acción que nadie, además de
zar legalmente, ese hombre habrá obtenido el
o. Pues sólo la ciudad misma puede hacer lo
e no puede ser hecho ni por uno ni por mu­
nos. Por lo tanto, quien puedehacer estas cosas
uso del derecho de la ciudad y es el poder su­
PODER 6. DEL DERECHO

odos los que comparan la ciudad y sus ciudada­ dadano, pod


hombre y sus miembros dicen que quien tiene el de legalidad
mo en la ciudad es, con relación a toda la ciudad, súbditos son
eza de un hombre es con relación al resto de ese de una man
s, por lo que ya se ha dicho, queda de manifiesto consenso de
dotado de un poder así, ya sea un individuo o ­lo cual es, e
tiene con la ciudad una relación que no es como el consenso
entre la cabeza y el resto del cuerpo, sino como la todos, y tam
tre el alma y el cuerpo. Porque es gracias al alma de de la inst
n hombre tiene una voluntad, es decir, por lo que hombre o as
r o no querer. Una corte de consejeros,o un con­ a sus súbdit
yo consejo el jefe supremo (si es uno solo) hace nes han sido
os de gran importancia, puede compararse a la les han eleg
s la función de la cabeza es aconsejar, y la del asuntos que
dar. to fuese la v
o el mando supremo es constituido por virtud ne el mando
atos que cada ciudadano particular o súbdito de que éstos
vecino, y como todos los contratos, al recibir su abrumado p
partes contratantes, también la vuelven a per­ quívocos qu
uelven por acuerdo mutuo entre dichas partes, como la ma
s deduzcan de esto que por acuerdo entre todos no sólo tom
nos se puede eliminar a la autoridad suprema. una exigua
cta esta inferencia, no puedo ver qué peligro po­ opinión), co
legalmente para los jefes supremos. Pues como parecerles q
e cada uno [de los ciudadanos] se ha obligado a abrogada si
de ellos rehúsa hacer aquello aloque se han obli­ y con el voto
os demás, seguirá obligado aunque no quiera. bierno sea c
ede ningún hombre, sin cometer injuria contra ticulares con
uello que por contrato conmigo se obligó a no solamente d
s inimaginable que alguna vez ocurra que todos al que mand
juntos, con excepción de uno, se unan en contra con su vecin
premo. Los jefes supremos, por tanto, no deben persona, con
spojados de su autoridad con derecho alguno. virtud de es
o, si se concediera que su derecho dependiese so­ antes y que
contrato que cada ciudadano hace con otro ciu­ propio prov
DE QUIEN TIENE EL PODER SUPREMO 139

dría fácilmente suceder que con falsa apariencia


d fuesen despojados de tal poder. Pues cuando los
n convocados, ya sea por el mando de la ciudad o
nera sediciosa, muchos hombres piensan que el
e todos está contenido en los votos de la mayoría
en realidad, falso. Pues no es de naturaleza el que
o de la mayoría sea aceptado como consenso de
mpoco es ello verdad en los motines. Pero proce­
titución civil y es válido y verdadero cuando ese
samblea que tiene el poder supremo, reuniendo
tos, por razón de su alto número, concede a quie­
o elegidos el poder de hablar en nombre de quienes
gido; y tomará la voz de la mayoría en aquellos
e se hayan sometido a discusión, como si en efec­
voz de todos. Pero es inimaginable que el que tie­
o supremo reúna a sus súbditos con la intención
s disputen su derecho a mandar, a menos que,
por el peso de su cargo, declare en términos ine­
ue renuncia y abandona el gobierno. Ahora bien,
ayoría de los hombres, a causa de su ignorancia,
man el consenso de la mayoría, sino también el de
minoría (con tal de que coincida con su propia
omo si fuera el de toda la ciudad, podrá muy bien
que la autoridad suprema puede con derecho ser
ello se hace en una gran asamblea de ciudadanos
o de la mayoría. Mas sucede que aunque un go­
constituido mediante contratos de hombres par­
n hombres particulares, su derecho no depende
de esa obligación; hay otra atadura con respecto
da. Pues cada ciudadano, al establecer un pacto
no, dice así: Transfiero mi derecho a esta tercera
n tal de que tú también le transfieras el tuyo; y en
ste acuerdo, ese derecho que cada hombre tenia
consistía en hacer uso de sus facultades para su
vecho queda ahora transferido a un hombre o a
PODER

ara que se logre así el beneficio de todos. Por


mutuos que cada uno ha hecho con el otro, por Capítu1o7
recho que cada hombre está obligado a ratifi­ De las tres
aquel que manda, el gobierno se ve sostenido democraci
doble obligación por parte de los ciudadanos:
a que éstos deben a sus conciudadanos; la se­
deben a su príncipe. Por consiguiente, no hay
muchos que sean, que puedan con derecho al­
de su autoridad a quien ostenta el mando
enos que tengan también su consentimiento.

1.­Hay tres cla


2.­La oligarqu
cracia; tampoc
3.­Que una tir
4.­No puede fo
han quedado a
me/ta si no se p
democracia, lo
si no, la admin
7.­En una dem
res obedecer a
8.­Por qué act
cia, los nobles
ciudadano o a
mente tener su
monarquía. 12
die por la autor
máxima capac
bernar bien. 1
culpables de él
los ciudadanos
monarca const
sores. 16.­De
que retiene su
s clases de gobierno:
ia, aristocracia, monarquía

ases de gobierno: democracia, aristocracia y monarquía.


uía 110 es una clase de gobierno civil distinta de la aristo­
co es la anarquía un tipo de gobierno en absoluto.
ranía no es 1111 gobierno que difiera de una monarquía.
ormarse un Estado mixto con estos tipos de gobierno que
arriba mencionados. 5.­Que la democracia queda di­
prescriben ciertos días y lugares de reunión. 6.­En una
os intervalos entre lasfechas de reunión deben ser cortos;
nistración del gobierno debe encomendarse a alguien.
mocracia, los particulares contratan con otros particula­
al pueblo; el pueblo no está obligado a ningún hombre.
tos se constituye una aristocracia. 9.­En una aristocra­
no hacen contrato alguno, ni están obligados a ningún
al pueblo en conjunto. 1 O. ­Los nobles deben necesaria­
us reuniones fijas. 11. ­Por qué actos se constituye una
2.­Que el monarca no se obliga contractualmente a na­
ridad que ha recibido. 13.­Un monarca tiene siempre la
cidad de ejercer todos los actos que se requieren para go­
14.­Qué clase de pecado es, y qué tipo de hombres son
l, cuando la ciudad no cumple su función con respecto a
s, ni los ciudadanos con respecto a la ciudad. 15.­U11
tituido sin limitación de tiempo puede elegir a sus suce­
los monarcas por tiempo limitado. 17.­Un monarca
derecho a gobernar no puede, por muchas promesas que
141
PODER 7. DI. LAS TRES

derse que ha abandonado su derecho a utilizar los medios amor, odio


para el ejercicio de su autoridad. 18.­Por qué medios se li­ hombre lla
dito de su sujeción.
lo que para
oligarquía;
os hablado de una ciudad por institución in gene­ modo que,
os ahora aJgo de sus especies. La diferencia entre versas clase
de ciudades se establece en razón de la diferencia niones de lo
ersonas a quienes se encomienda el mando supre­ premo. Pue
oder puede encomendarse a un hombre, a un con­ la anarquía
nas cortes compuestas de muchos hombres. Un bierno arri
e muchos hombres consta o bien de todos los ciu­ una oligarq
n la medida en que cada uno de ellos tiene derecho grandes del
n interés, si así lo quiere, en el manejo de los gran­ los mejores
s, o bien de una parte solamente. De aquí surgen hombres m
de gobierno: una, cuando el poder reside en un misma cosa
el que todos los ciudadanos tienen derecho avo­ rece pésimo?
nces la llamamos una democracia. La otra clase se 3. Un rei
el poder reside en un concejo en el que no todos no, aunque
echo aJ sufragio, sino sólo una parte; y a esta [clase dejan llevar
o] la llamamos una aristocracia. La tercera es rían tener el
la que la autoridad suprema descansa en una sola no creen qu
en ese caso la llamamos una monarquía. En la se ajuste a su
ase, al que gobierna se le llama 8r¡µo.,, es decir, el curriendo a
la segunda, los nobles; en la tercera, el monarca. entre un rey
que los escritores políticos antiguos introdujeron difieren en q
tipos de gobierno opuestos a éstos, a saber, la de concedér
o confusión como algo opuesto a la democracia, Tampoco di
ía o mando de unos pocos como algo opuesto a Ja otro no; pue
y Ja tiranía como algo opuesto a la monarquía, que el rey es
que no se trata de tres clases distintas de gobier­ tampoco en
tres títulos diversos dados por quienes estaban si en una de
os con el régimen de gobierno, o con los que go­ dano se apod
Porque los seres humanos, cuando asignan nom­ pués el conse
elen limitarse a significar las cosas tal y como és­ te en el legíti
sí mismas, sino también sus propias pasiones: [Un rey y un
CLASES DE COBIERNO 143

o, ira, etc. De Jo cual viene a suceder que Jo que un


ama una democracia otro lo llama una anarquía;
a uno es una aristocracia, otro estima que es una
y a quien uno llama rey otro Je llama tirano. De
, como vemos, estos nombres no se aplican a di­
es de gobierno, sino que expresan las diversas opi­
os súbditos con respecto al que tiene el poder su­
es, en primer lugar, ¿quién no se da cuenta de que
a se opone igualmente a todas las formas de go­
iba mencionadas? ¿Y qué diferencia existe entre
quía, que significa el gobierno de unos pocos o
l pals, y una aristocracia, que es el gobierno de
o más principales, excepto la que proviene de los
mismos, los cuales no estiman igualmente una
a, y lo que a unos les parece óptimo a otros les pa­
?
ino y una tiranía no son clases diversas de gobier­
sea difícil persuadir de esto a los hombres que se
r por sus pasiones. Los hombres, aunque preferi­
l Estado sujeto a una persona en vez de a muchas,
ue están bien gobernados a menos que e) gobierno
us propios juicios. Hemos, pues, de descubrir, re­
a la razón y no a las pasiones, cuál es la diferencia
y y un tirano. Digamos, antes que nada, que no
que el lira no tenga un mayor poder, pues no pue­
rscle un poder mayor que el poder supremo.
ifieren en que el uno tiene un poder limitado y el
es aquel cuya autoridad es limitada no es rey, sino
s el súbdito que le limita. Por último, no difieren
n la manera en que han adquirido el poder; pues
emocracia o gobierno democrático algún ciuda­
dera por la fuerza del poder supremo y gana des­
entimiento de todos los ciudadanos, se convier­
imo monarca; si no, es un enemigo, no un tirano.
n tirano], por tanto, sólo difieren en el modo de
f'ODER 7. DE LAS TRES CLAS

der; y así, se dice que es un rey quien gobierna cualquier suje


s un tirano el que no. El caso, pues, queda resu­ gobierno" ha q
o: que cuando hay un rey legítimamente consti­ pítulo anterio
obierno, si a sus súbditos les parece que gobier­ S. Veamos
acuerdo con su gusto, le darán el apelativo de constitución d
considerarán un tirano. De lo cual deducimos con la intenci
y una tiranía no son formas diversas de gobier­ mismo de reu
uno y el mismo monarca recibe el nombre de reunirse volun
al de honor y reverencia hacia él, y el de tirano a observar lo q
ntumelia y reproche. Pero lo que con frecuencia la convención
s que se dice contra Jos tiranos en los libros tuvo res, constituy
los escritores griegos y romanos cuyo gobierno cuya voluntad
democrático y en parte aristocrático; y por lo la autoridad s
ultaban odiosos no sólo los tiranos, sino tam­ que cada homb
s. de ello que es u
ienes piensan que, desde Juego, tiene que haber dado en el pri
un mando supremo; pero dicen que si ese man­ chan y deshace
o en un hombre o concejo, de ello se seguirá que en que volverá
udadanos habrán de ser esclavos. Para evitar anarquía y el p
an que puede haber una forma de gobierno contraba antes
de esas tres clases de que hemos hablado, y dife­ tado en el que
a una en particular. A esta forma la llaman mo­ blo, por tanto,
ta, o aristocracia mixta, o democracia mixta, se­ públicamente
de estas tres modalidades de gobierno más
que las demás. Por ejemplo, el nombramiento * La mayoría de
dos y el arbitraje de la guerra y la paz correspon­ tar dividido, pero
, la judicatura a los lores, y la contribución de di­ gunos límites. C
lo; y a todos juntos, la potestad de hacer leyes. hombres, cuando
tán razonando m
sí se llamaría con verdad una monarquía mixta. que no sólo los re
fuera posible que existiese un Estado así, en ma autoridad, se
uiría a aumentar la libertad del súbdito. Pues que, atendiendo
dos estén de acuerdo, cada ciudadano en par­ limites de las leye
tes se ha dicho, e
n súbdito corno es posible serlo; pero si no están con el poder de ot
el Estado volverá a una guerra civil y al derecho los límites tenga n
espada, lo cual, ciertamente, es mucho peor que cerlo. Y el gobiern
SES DE GOBIERNO 145

eción. Pero que no puede haber un tal tipo de


quedado suficientemente demostrado en el ca­
or, artículos 6­12.
s ahora lo que hacen los constituidores en la
de cada forma de gobierno. Quienes se juntan
ión de erigir una ciudad son, casi por el acto
unirse, una democracia. Pues en el hecho de
ntariamente se supone que están obligados a
que determine la mayoría; lo cual, mientras
dura, o es convocada para ciertos días y luga­
ye una democracia clara. Pues esa asamblea,
d es la voluntad de todos los ciudadanos, tiene
suprema; y como en esta asamblea se supone
bre tiene derecho a que se oiga su voz, se sigue
una democracia, según la definición que se ha
imer artículo de este capítulo. Pero si se mar­
en la asamblea, y no determinan el día y lugar
án a reunirse, el bienestar público vuelve a la
pueblo regresará al mismo estado en que se en­
s de que se formase la asamblea, es decir, un es­
todos los hombres guerrean entre sí. El pue­
, retiene el poder supremo, sólo si se señalan
el día y el lugar de la reunión a que pueda acu­

los hombres conceden que un gobierno no debería es­


o les gustaría que fuese moderado y restringido por al­
Ciertamente es razonable que así fuese; pero si estos
o hablan de moderar y limitar, quieren decir dividir, es­
muy a la ligera. Yo, por mi parte, preferiría, desde luego,
eyes, sino todas las demás personas dotadas con supre­
e controlaran a sí mismas para no cometer errores, y
a sus responsabilidades, se contuvieran dentro de los
es naturales y divinas. Pero quienes razonan como an­
estarían limitando y restringiendo el poder principal
tros; lo cual, no puede ser sin que aquel que establezca
necesariamente una parte de poder que les permita ha­
no entonces queda realmente dividido, no moderado.
PODER
7. DF. l.AS TRES C

ra. A menos que esto sea públicamente sabido y y por tanto,


o, puede que la gente se reúna en fechas y lugares hecho libre
s decir, formando facciones, o que no se reúna personas in
Y en ese caso no será ya Bliµoc, es decir, el pue­ ser inferido
multitud disoluta a la que no puede atribuirse ciudad si lo
ión o derecho. Dos cosas, pues, determinan una contratos a
una, la perpetua convocatoria de asambleas, bía ser hech
forme 8T1µov, el pueblo; la otra, una pluralidad contratos f
xpéroc o el poder. ciudad; per
mo, no será suficiente para que el pueblo man­ mostrado)
remacía tener ciertas fechas y lugares de reu­ los contrato
dos, a menos que los intervalos entre las reunio­ es decir: co
bastante breves como para que en el entretanto voluntad a l
guna cosa que, al faltar el poder, ponga a la ciu­ demás tamb
gro; si no, debe encomendarse la autoridad su­ renuncio a
ún hombre o concejo durante los intervalos. condición
e hace así, faltará esa cautelosa atención y cuida­ bien mío.
quieren para la defensa y paz de los hombres; y, 8. Una a
cuencia, la ciudad no merecerá el nombre de tal, ridad supre
falta de seguridad, cada hombre que reside en renuncia a s
a recuperar su derecho a defenderse a sí mismo as(: ciertos
le parezca. nencia de s
mocracia no se constituye por un contrato entre otra caract
y el pueblo, sino por pactos mutuos de cada por una plu
ticular con cada otro hombre. Pero de esto resul­ cho del pue
r lugar, que las personas contratantes deben pre que cualqu
que el contrato mismo. Mas el pueblo no apare­ con derech
que se constituya el gobierno; hasta entonces no Cuando es
ona, sino una multitud de personas individuales. como una p
e deduce que entonces no pudo establecerse con­ ber sido ést
o entre el pueblo y el súbdito. Ahora bien, si des­ 9. Igual
e gobierno se ha constituido el súbdito hace al­ toda forma
o con el pueblo, es un contrato en vano. Porque de nobles e
ntiene dentro de su propia voluntad la voluntad contratando
to al cual se supone que tiene que estar obligado; obligados a
CLASlS na GOIJlt.:llNO 147

, puede desobligarse cuando le dé la gana: está de


e de obligación. Pero, en segundo lugar, que las
ndividuales establecen contratos entre sí puede
o de esto: que en vano se habría constituido una
os ciudadanos no hubiesen sido obligados por
hacer u omitir lo que la ciudad ordenara que de­
ho u omitido. Debe, pues, entenderse que tales
fueron necesarios para el establecimiento de la
ro ningún contrato puede hacerse (como ya se ha
entre el súbdito y el pueblo; de ello se sigue que
os deben hacerse entre ciudadanos individuales,
ontratos en que cada hombre promete someter su
la voluntad de la mayoría, a condición de que los
bién hagan lo mismo. Es como si cada uno dijera:
mi derecho por tu bien, y se lo doy al pueblo, a
de que también tú renuncies a tu derecho para

aristocracia o concejo de nobles dotados de auto­


ema recibe su origen de una democracia, la cual
su derecho en favor de ella. Esto debe entenderse
hombres que se distinguen de otros por la emi­
sus títulos, por la nobleza de sangre o por alguna
terística son propuestos al pueblo y son elegidos
uralidad de voces. Una vez elegidos, todo el dere­
eblo o ciudad es transferido a ellos, de tal modo
uier cosa que el pueblo pudiera hacer antes, puede
ho hacerlo ahora esta corte de nobles elegidos.
sto sucede, es claro que el pueblo, considerado
persona, no tiene ya la suprema autoridad al ha­
ta transferida a dichos nobles.
que en una democracia el pueblo está libre de
a de obligación, así ocurre también con la corte
en una aristocracia. Pues así como los súbditos, no
o con el pueblo, sino entre ellos mismos, estaban
a todo lo que el pueblo hacía, también en este caso
PODER 7. DE LAS TRF.S CL

respetar ese acto del pueblo por el cual éste como se ha m


cho de gobierno en manos de los nobles. Y cede el mand
bles], aunque ha sido elegida por el pueblo, sona desapar
por éste en ninguna cosa. Pues, una vez eri­ esa persona.
ueda inmediatamente disuelto, como se ha tar obedienc
riba; y la autoridad que tenía como persona los que se ha
completo. De lo cual se deduce que la obli­ que el puebl
debida a la persona debe también desvane­ éste ha sido c
on ella. 13. Pero u
racia, igual que antes la democracia, debe democracia p
o siguiente: primero, que sin asambleas fi­ ciertas fecha
s fechas y lugares, en las cuales pueda reu­ consulta de a
nobles, la corte ya no es tal cosa, sino sólo vamente esa
oluta sin ningún poder supremo. Segundo, el pueblo o l
reunión no pueden estar separadas por lar­ necesariame
n perjuicio para el poder supremo, a menos por naturalez
ación sea transferida a algún hombre. Las
ue esto ocurre son las mismas que han que­
j cer su autorid
14. Como
n el artículo quinto. 12) que quie
que una aristocracia, una monarquía se de­ contractualm
lpueblo, el cual transmite su autoridad a un riamente qu
os aquí entender que ese hombre, ya sea por una injuria, s
e le da o por alguna otra señal, se presenta lo 3, no es ot
e sobresale por encima de todos los demás, por lo tanto,
uralidad de voces, todo el derecho del pue­ puede haber
o a él; hasta tal punto, que cualquier cosa monarca pue
día hacer antes de elegir a este hombre pue­ de naturalez
a dicho hombre con respecto a cualquier otros vicios
ele elegido. Una vez que la elección ha teni­ bajo la estric
o ya no es una persona, sino una ruda mul­ no presta ob
fue persona cuando tenía el mando supre­ propiedad q
o ahora transferido por el pueblo a un solo dadanos (pu
bre obedecer
anto, tampoco el monarca se obliga a nadie lo que hace [
e recibe. Pues lo recibe del pueblo, y éste, que había ced
LASES DE GOBIERNO 149

mostrado más arriba, desde el momento en que


do, deja de ser una persona; mas cuando la per­
rece, desaparece también toda obligación hacia
Los súbditos, por tanto, están obligados a pres­
cia al monarca en virtud de esos contratos por
abían obligado mutuamente a observar todo lo
lo les mandase, es decir, obedecer al monarca si
constituido por el pueblo.
una monarquía difiere de una aristocracia o una
principalmente en esto: que en éstas debe haber
as y lugares establecidos para la deliberación y
asuntos de gobierno, es decir, para ejercer efecti­
a labor de gobierno en todo tiempo y lugar. Pues
los nobles, al no ser una persona natural, deben
ente tener sus reuniones. El monarca, que es uno
za, en todo momento está capacitado para ejer­
dad.
o ya hemos declarado más arriba (artículos 7, 9,
enes poseen el mando supremo no se obligan
mente a ningún hombre, de ello se sigue necesa­
ue no pueden hacer injuria a los súbditos. Pues
según la definición dada en el capítulo 3, artícu­
tra cosa que un incumplimiento de contrato; y
, allí donde los contratos no entran en juego, no
r injuria. Sin embargo, el pueblo, los nobles y el
eden transgredir de modos diversos otras leyes
za, ya sea por crueldad, iniquidad, contumelia y
semejantes; pero estas transgresiones no caen
cta y exacta noción de injuria. Pero si el súbdito
bediencia al poder supremo, podrá decirse con
que ha sido injurioso, tanto para con sus conciu­
ues cada hombre ha pactado con cada otro hom­
r) como para con su gobernador principal. Pues
[el súbdito desobediente] es retornar el derecho
dido al jefe, sin consentimiento de éste. Y en una
PODl:R 7. DE LAS TRES CLA

a o una aristocracia, si algo es decretado contra la manifiesto po


raleza, la ciudad misma, esto es, la persona civil, que el pueblo
ino sólo aquellos ciudadanos por cuyos votos se multitud disu
reto; pues el pecado es una consecuencia de lavo­ decir, el dere
ural expresa, no de la [voluntad] política, que es ocasiones div
Pues si fuera de otro modo, también pecarían cluso el .de asi
quienes disgustó el decreto. Pero en una monar- y depositar la
monarca hace algún decreto contra las leyes de na­ qui_er m.onarc
l mismo es el que peca; porque en él, la voluntad esta obligado
atural son una y la misma. lo 3, artículo 8
pueblo que va a constituir a un monarca puede dentemente la
premacía, o bien indefinidamente y sin limitación muera la ciud
, o por un plazo y tiempo determinados. Si es in­ ñalar un día y
mente, hemos de entender que aquel que la recibe que lo deseen
ismo poder que tenían quienes se la dieron. Y lo estas dos opci
ue el pueblo pudo con derecho hacerle monarca, co~d~ca al b
acer otro monarca. De tal modo que el monarca a recibido el ma
e da la supremacía indefinidamente no sólo recibe poder absolu
o de posesión, sino también el de sucesión; y así, como él juzgu
ignar como sucesor a quien le plazca. que el pueblo n
o si el poder se le da por un tiempo limitado, debe­ ca antes de de
iderar algo más que la mera cesión. Debemos mi­ después de su
ero, si el pueblo que cedió su autoridad se reservó ca, la autorida
echo de reunirse en ciertas fechas y lugares, o no. vos actos de lo
si el pueblo se ha reservado este poder, ha de consi­ rior. Pues tod
lo hizo de tal modo que pudiera reunirse antes de pueblo, pero
ara el tiempo que se le había asignado al monarca. el monarca tem
lugar, si el pueblo se contentó con reunirse sólo neficio, pero q
monarca temporal lo deseara, y nada más. Supon­ pués de la elec
ora que el pueblo hubiese entregado su poder a al­ asamblea sin
bre sólo mientras durase su vida; supongamos que, reunión duran
echo esto, cada miembro del concejo se hubiese ido dictadores qu
n establecer ninguna orden acerca del lugar en el pueblo de Rom
ncejo debería reunirse otra vez tras la muerte del da por monarc
para llevar a cabo otra elección. En este caso, es pueblo le pare
ASP.S Dll GOBIERNO 151

or lo dicho en el artículo quinto de este capítulo


deja de ser una persona y se convierte en una
uelta, en la que cada uno tiene igual derecho, es
echo natural de reunirse con quien quiera en
versas y en los lugares que mejor le plazcan, e in­
ignarse a sí mismo, si puede, el poder supremo
a corona en su propia cabeza. Por Jo tanto, cual­
ca que tenga un mando limitado de este tipo
por la ley de naturaleza indicada en el capítu­
8, a no devolver mal por bien; y debe hacer pru­
as necesarias provisiones para que cuando él
dad no sufra una disolución. Debe, pues, o se­
y lugar determinados en los cuales los súbditos
puedan reunirse, o nombrar un sucesor. Entre
iones elegirá la que, según su parecer, mejor
beneficio común del pueblo. Así pues, quien ha
ando por el tiempo que dure su vida tiene un
uto y le está permitido disponer la sucesión
ue oportuno. En segundo lugar, si concedemos
no dio por terminada la elección de su monar­
ecretar una cierta fecha y lugar para reunirse
u muerte, entonces, una vez fallecido el monar­
ad recae sobre el pueblo, no en virtud de nue­
os súbditos, sino en virtud de su derecho ante­
do el mando supremo, o poder, residía en el
su uso y ejercicio se habían depositado en
mporal como en alguien que sólo recibe el be­
que no tiene el derecho. Mas si el pueblo, des­
cción de un monarca temporal, no abandona la
antes determinar ciertas fechas y lugares de
nte el período que se le ha asignado (como los
ue en la antigüedad eran constituidos por el
ma), entonces una persona así no debe ser teni­
ca, sino por primer oficial del pueblo. Y si al
ece adecuado, podrá destituirle de su cargo an­
PODER 7. DE LAS TRES CLA

umpla el plazo. Así lo hizo el pueblo de Roma, en ambos cas


cio, jefe de caballería, un poder igual al de nece. Y es má
Máximo 9, a quien antes el pueblo había hecho da reunirse o
zón de esto es que resulta inconcebible que el mir de tal mo
cejo que ostenta el máximo y más inmediato hombre. Por l
ar ostente dicho poder en tales condiciones y se echa a do
no sea capaz de ejercerlo; pues el mando no es da de hecho la
l derecho de dar órdenes tan a menudo como con la autorid
o permita. Por último, si el pueblo, habiendo blo que elige u
monarca temporal, deja la asamblea tras acor­ de reunirse en
estará legalmente permitido reunirse sin una dominio de p
narca, hemos de entender que el pueblo ha va a dormir e
ediatamente disuelto, y que la autoridad del vuelve a retom
s así nombrado es absoluta; pues ya no está en así también el
súbditos formar la ciudad de nuevo, a menos y ha retenido
ne ahora la autoridad dé su consentimiento. vuelve a recib
orta que el monarca haya quizá prometido mo que un rey
bditos en asamblea en ciertas fechas; pues ya autoridad mie
sona a la que se hizo la promesa; y el que vuel­ el poder siemp
r es algo que queda a la discreción del monar­ úne con derec
mos dicho de estos cuatro casos en los que un monarca temp
un monarca temporalquedará más claramente de su autorida
s comparamos con el caso de un monarca ab­ ridad a otro m
tiene un claro heredero. Pues el pueblo es se­ tar hasta que
hasta el punto de que no puede haber más he­ su poder y su v
ue él nombre. Además, los intervalos entre las poder suprem
os súbditos pueden ser muy apropiadamente dicho pueblo
los ratos en los que el monarca duerme; pues narca lo orden
nece en manos
3 a.C. Llamado «Cunctator» (Prudente', 'Irresoluto') 17. Si el mo
ndecisas frente a Aníbal en el campo de batalla. Aun­ la consecuenc
ombrado dictador, su creciente impopularidad entre de sufrir perju
Senado se reflejó en el discurso de Marco Metilio, tri­
quien propuso que fuera desposeído de su poder ab­
bajo juramen
o de batalla y lo compartiese con Minucio (d. Tito Li­ transferencia
). el artículo cua
ASES DE CORIFRNO 153

sos, los actos de mando cesan, y el poder perma­


ás: disolver la asamblea de tal modo que no pue­
otra vez es la muerte del pueblo, igual que dor­
odo que no haya despertar es la muerte de un
lo tanto, así como un rey que no tiene heredero
ormir para no despertar jamás, esto es, muere,
a sucesión a la persona a quien encargó hacerse
dad hasta que él despertase, así también el pue­
un monarca temporal y no se reserva el derecho
n asamblea está de hecho entregándole todo el
país. Y así como un rey que por alguna razón se
encarga a otro la administración de su reino y
mar dicha administración cuando despierta,
l pueblo que ha elegido a un monarca temporal
el derecho de reunirse en un cierto día y lugar
bir su supremacía en el día señalado. Y lo mis­
y que ha encomendado a otro el ejercicio de su
entras él mismo está despierto puede recuperar
pre que quiera, así también el pueblo que se re­
cho durante el tiempo que se le ha asignado al
poral puede, si así lo desea, privar al monarca
ad. Por último, el rey que encomienda su auto­
mientras él mismo duerme, y no puede desper­
ese otro lo consienta, pierde inmediatamente
vida; y de igual modo, el pueblo que ha dado el
mo a un monarca temporal de tal manera que
no pueda reunirse en asamblea sin que el mo­
ne se disuelve por completo, y el poder perma­
s de aquel a quien el pueblo ha elegido.
onarca promete algo a uno o a varios súbditos,
cia de lo cual es que el ejercicio de su poder pue­
uicio, esa promesa o pacto, tanto si se ha hecho
nto como si no, es nulo. Pues todo pacto es una
de derecho, lo cual, según lo que se ha dicho en
arto del capítulo segundo, requiere signos acle­
PODER 7. oe LAS TRES CL

ropiados de que así quiere hacerlo el que lo hombre se su


Pero quien suficientemente da a entender que de hacerlo, l
d retener los fines, también está renunciando a modos todos
ecesarios para alcanzar esos fines. Ahora bien, y volver a esa
metido dejar algo que es necesario para el poder las cosas, es
n embargo retiene el poder mismo está dando natural es al
eñales de que sólo prometió aquello en la medi­ sujeción) lo q
fuese posible retener el poder sin lo que prome­ ~n hombre.
, por tanto, que es manifiesto que lo que se pro­ librado de su
ede cumplirse sin perjuicio para el poder, es supremo, si é
promesa no se hubiera hecho, es decir, no tiene hec~o de ~os
obtiene licen
os visto cómo los súbditos, dictándolo la natura­ como ocurre
obligado, mediante pactos mutuos, a obedecer al súbdito se lib
mo. Ahora veremos por qué medios viene a su­ ahora está ob
uedan liberados de estos lazos de obediencia.
en primer lugar, por abdicación;es decir, cuan­
bre abandona su derecho al mando pero no lo
ningún otro. Pues lo que se abdica de este modo
tamente expuesto a todos por igual, a disposi­
mero que pueda agarrarlo. De lo cual se sigue
r derecho natural, que cada súbdito puede arre­

l
mo mejor le convenga para procurar su preser­
egundo lugar, si el reino cae en poder del enemi­
anera que no puede ofrecérsele ya resistencia
mos de entender que aquel que antes tenía la au­
rema ahora la ha perdido; pues cuando los súb­
cho todo lo posible para impedir caer en manos
o ya han cumplido con ello los pactos de obe­
habían hecho entre sí. Y lo que, una vez conquis­
metan de entonces en adelante para evitar así la
en intentar cumplirlo con no menos empeño. En
en una monarquía (pues una democracia y una
no pueden caer), si no hay sucesor, todos los
edan eximidos de sus obligaciones; pues ningún
LASES 01,; GOBIERNO 155

upone que ha de atarse sin saber a quién, pues,


le sería imposible cumplir nada. Y de estos tres
s los súbditos pueden librarse de la sujeción civil
a libertad que tienen los hombres de hacer todas
decir, al estado natural y salvaje; pues el estado
estado civil (quiero decir que la libertad es a la
que la pasión es a la razón, o lo que una bestia a
Asi~i~mo, cada súbdito puede legalmente ser
u sujeción por voluntad de quien tiene el poder
éste le hace cambiar de lugar; lo cual puede ser
s ~aneras: o con permiso, como cuando alguien
ncia para residir en otro país, o por mandato,
e con el que es desterrado. En ambos casos el
bera de las leyes del país que ha dejado, porque
bligado a observar las del otro.
8. OE LOS DERECHO

tener domini
lia es un reino
echos de los señores de nuevo al e
bres como si é
siervos
mente, como
rez sin ningú
modos en los
de otro. El pri
los individuo
dichos indivi
luntariamente
esto ya hemo
hombre es he
alguna otra ra
señor y un siervo. 2.­La distinción entre siervos de la muerte, pr
disfrutan de su libertad natural, y esclavos que sirven en­ más fuerte, e
n grilletes. 3. -La obligación de un siervoproviene de la li­ mande. En c
concedida por su señor. 4.­Los siervos que están encade­
obligados a su amo por contrato alguno. 5.­Los siervos no
vencido o es
de propiedad frente a su señor. 6.­El señor puede vender a var su vida, la
pasarlo por testamento. 7 .­El señor no puede ser injurio­ derecho a la
ervo. 8. ­Ouien es señor del señor, también es señor de los hombres; per
9.­Por qué medios son liberados los siervos. J 0.­EI domi­ obediencia. E
stias es por derecho natural. do debe al ve
cepto en lo q
s capítulos anteriores hemos tratado de un go­ obliga a obed
utivo o constituido como algo que tiene su ori­ lo que este ho
nsentimiento de muchos, los cuales se han obli­ sin restricción
í mediante un contrato y un acto de confianza tas las que fu
ra sigue lo que puede decirse acerca de un go­ un siervo; y a
ral, el cual puede también llamarse adquirido, señor. En terc
e se obtiene mediante el poder y la fuerza natu­ sona de un ho
bemos saber, en primer lugar, por qué medios tipo de adqui
erse el derecho de dominio sobre las personas 2. Todo aq
lí donde se obtiene ese derecho, hay corno una vida no se su
equeño reino; pues ser un rey no es otra cosa que de estos preso
156
OS DE LOS SEJi:ORES mBRE SUS SIERVOS 157

io sobre muchas personas. Así, una gran fami­


o, y un pequeño reino es una familia. Volvamos
estado de naturaleza y consideremos a los hom­
éstos hubieran brotado de la tierra y repentina­
si fueran hongos, hubiesen llegado a la madu­
ún tipo de contacto entre ellos. Sólo hay tres
s que puede tenerse dominio sobre la persona
imero es si, por un contrato mutuo hecho entre
os mismos para lograr la paz y su autodefensa,
iduos renuncian a su poder y se lo entregan vo­
e a un hombre o a un concejo de hombres; de
os hablado. El segundo tiene lugar cuando un
echo prisionero en la guerra, o es vencido, o por
azón no se fía ya de sus fuerzas; y a fin de evitar
romete su servicio al conquistador o al partido
es decir, promete hacer cualquier cosa que se le
contratos así, el bien que recibe quien ha sido
inferior en fuerza es que se le concede conser­
a cual podía haberle sido quitada en virtud del
guerra que existe en el estado natural de los
ro a cambio de ese bien, él promete su servicio y
En virtud, por tanto, de esta promesa, el venci­
encedor un servicio y obediencia absolutos, ex­
que repugna a las leyes divinas; pues quien se
decer los mandatos de un hombre antes de saber
ombre le va a mandar, está totalmente obligado,
n, a cumplir las órdenes que se le den, sean és­
ueren. Ahora bien, quien se ata de este modo es
aquel a quien se ata de esta manera es llamado
cer lugar, también hayun derecho sobre la per­
ombre, que se adquiere por generación. De este
isición hablaremos en el capítulo siguiente.
quel que es apresado en guerra y se le perdona la
upone que ha pactado con su señor. A ninguno
os se le confía la libertad natural suficiente para
PODER
8. DE LOS DERECH

si así lo desea, escapar, o abandonar su servicio, conseguido


alguna fechoría contra su señor. De hecho éstos puede con d
rcelados o con grilletes y, por lo tanto, no reciben puede cierta
de siervos, sino la peculiar denominación de es­ de las que di
uso hasta el día de hoy un serviteur, y un serf o un siervo pueda
en significados distintos. bargo, tiene,
nto, la obligación de un siervo para con su amo nio sobre su
e de haberle perdonado éste la vida, sino más varlos y defe
ho de que no lo tiene encadenado o encarcelado. Y esto, por l
bligación se deriva de un contrato, y allí donde no tiene nad
ianza no puede haber contrato, como se ha mos­ ma, si bien c
capítulo 2, artículo 9, donde se define un contra­ súbditos.
promesa de aquel en quien se confía. Hay, por 6. Como
te, una confianza que acompaña el beneficio de de su señor,
onado la vida, en virtud de la cual el señor conce­ disponer de
una libertad corporal. De tal modo que si no hu­ de vender, d
ado los lazos contractuales, el siervo no sólo po­ minio que ti
escapado, sino que también habría matado al 7. Asimis
eservó su vida. súbditos en
nsiguiente, aquellos siervos que están aprisiona­ el poder sup
alabozo o con grilletes no caen bajo la definición ria contra su
ue se ha dado más arriba. Pues [los siervos enca­ vos, pues ést
o sirven por respeto a un contrato, sino para no señor. De lo
uerte]. Y, por lo tanto, si huyen o matan a su se­ haga se hace
n cometiendo ofensa contra las leyes de natura­ no puede co
l hecho de encadenar a un hombre es clara señal mismos así l
n lo encadena supone que el encadenado no está 8. Mas si
guna otra obligación. sujeción vol
or no tiene menos dominio sobre un siervo que ese otro no s
adenado, que sobre otro que lo está; porque tiene siervos: seño
premo sobre ambos, y puede decir de sus siervos aquél. Ahora
ue de cualquier otra cosa animada o inanimada: bién lo que é
De lo cual se sigue que todo aquello que el siervo éste pertene
de su servidumbre, después se convierte en pro­ sólo podrá d
u señor, y que cualquier cosa que el siervo haya bien al seño
HOS DE LOS SE~ORF..S SOBRE SUS SIERVOS 159

la ha conseguido para su señor. Porque quien


derecho disponer de la persona de un hombre
amente disponer también de todas aquellas cosas
icho hombre dispone. No hay, pues, nada que un
a retener contra Ja voluntad de su señor; sin em­
, por disposición de su señor, propiedad y domi­
us bienes en cuanto que un siervo puede conser­
enderlos contra la invasión de los otros siervos.
lo mismo que se ha dicho antes: que un súbdito
da suyo contra la voluntad de la autoridad supre­
cada súbdito tiene propiedades frente a Jos otros

o el siervo mismo y todo lo que le pertenece son


y como por derecho natural todo hombre puede
e lo suyo de la manera que guste, el señor pue­
dar en prenda o traspasar por testamento el do­
iene sobre su siervo, según su gusto y parecer.
smo, lo que antes se ha demostrado acerca de los
un gobierno institutivo, esto es, que quien tiene
premo no puede nunca decirse que comete inju­
u súbdito, es también verdad aplicado a los sier­
tos han sometido su voluntad a la voluntad del
o cual se desprende que cualquier cosa que éste
e por voluntad de sus siervos, y, por consiguiente,
ometerse injuria alguna contra ellos, pues ellos
lo quieren.
i ocurre que el señor, ya sea por cautiverio o por
luntaria, se convierte en siervo o súbdito de otro,
sólo será ahora señor suyo, sino también de sus
or supremo sobre éstos, señor inmediato sobre
a bien, como no sólo el siervo mismo, sino tam­
éste tiene, son posesión del señor, los siervos de
ecerán ahora a ese hombre; y el señor mediato
disponer de eUos en la medida en que le parezca
or supremo. Y, por lo tanto, si alguna vez en los
PODER 8. DE LOS DERECHOS

viles el señor tiene un poder absoluto sobre sus cha mayor raz
pone que éste se deriva del derecho de naturale­ reducir a éstos
nstituido, sino pasado por alto, por la ley civil. arte de la dom
vo es liberado de su servidumbre del mismo rra perpetua s
súbdito en un gobierno institutivo es liberado tro dominio so
n. En primer lugar, [un siervo es liberado] si es naturaleza, no
por su amo; pues el derecho sobre sí mismo cho no hubiera
transfirió a su señor puede serle devuelto por Sagradas Escr
ndo lugar, [un siervo es liberado] si el amo le haber matado
ual constituye un destierro; esto no difiere de la que hubieran s
en el efecto, sino sólo en el procedimiento. En na; lo cual, cie
i un siervo es hecho prisionero, su anterior ser­ bres a quienes
abolida por la nueva; pues igual que ocurre con seles a ellos el
s, los siervos pueden también adquirirse por derecho natur
ra; y en toda equidad el nuevo amo debe prote­ de ese mismo
cosa suya. En cuarto lugar, un siervo puede ser bre pueda mat
ndo su amo muere sin que se sepa quién va
or, por falta de testamento o heredero. Pues a
bre debe considerársele obligado, a menos que
debe prestar obligación. Por último, el siervo
ncadenado o privado de su libertad corporal
iera otros medios queda liberado de aquella
ón contractual. Pues no puede haber contrato
hay confianza, ni puede violarse una confianza
o previamenteotorgada. Pero el señor que sirve
de liberar a sus siervos, ya que éstos deben con­
poder del señor supremo; pues como ya se ha
chos siervos no son suyos, sino que pertenecen
mo.
emos derecho sobre las criaturas irracionales
odo que sobre las personas humanas, es decir,
uerza y el poder natural. Porque si en el estado
es legal para cualquiera, por razón de esa gue­
contra todos, someter e incluso matar hombres
sto parezca redundar en nuestro bien, con mu­
S DE LOS sssoaes SOBRE sus SIERVOS 161

zón será también legal, en el caso de los brutos,


s a servidumbre haciéndolos útiles mediante el
ma o persiguiéndolos y destruyéndolos en gue­
si son peligrosos y nocivos. Por lo tanto, nues­
obre las bestias tiene su origen en el derecho de
o en el derecho divino positivo. Pues si tal dere­
a existido antes de que se hiciesen públicas las
rituras, ningún hombre podría con derecho
una bestia para alimentarse, excepto aquellas
sido designadas por expresa disposición divi­
ertamente, hubiera sido muy duro para hom­
las bestias podían devorar sin injuria, sin dár­
poder de destruirlas. Así pues, si procede del
ral el que una bestia pueda matar a un hombre,
o derecho procede también el que un hom­
tar a una bestia.
9. DEL DERECHO DE

l. Sócrates e
viente, es un
cho de los padres sobre sus hijos, dente porque
conclusión, e
ierno patrimonial que la expres
misma de hom
ción que se b
viente. Pero la
de Sócrates y, p
zonamiento v
palabra señor
pues, necesar
dente, que de
conexión ent
o paternal no surge de la generación. 2.­El dominio so­ tado de proba
tes le pertenece a quien primero los tiene en su poder.
o sobre los infantespertenece originalmente a la madre.
no se han apo
abandonado es de quien lo protegey cría. 5.­El hijo de ción, como si
súbdita y de un jefe pertenece a quien tiene el mando. nerado por m
nión de hombre y mujer en la que ninguno de los dos tiene ría igual al q
andar sobre el otro los hijos son de la madre, a menos que evidente de su
o por ley civil se determine de otra manera. 7.­Los hijos sus ángulos eq
os sujetos a sus padres que los siervos a sus señores y que absoluto, es d
a su ciudad. 8.­Del honor debido a los padres y señores.
nsiste la libertad, y la diferencia entre súbditos y siervos. máxima de qu
mismo derecho en un gobierno hereditario que en un go­ sin embargo d
utivo. 11.­La cuestión acerca del derecho de sucesión per­ hembra, en e)
la monarquía. 12.­Un monarca puede disponer el man­ imposible que
erno mediante testamento. 13.­0 regalarlo, o venderlo. mente. Nos d
onarca muere sin hacer testamento, debe siempre enten­ averiguar en e
deseo era que otro monarca le sucediese. 15.­Y en parti­ nal.
de sus hijos. 16.­Y un var6n antes que una hembra.
varones, los mayores antes que los menores. 18.­Y si no 2. Es precis
dencia, su hermano antes que todos los demás. 19.­Del za en el que, po
que los hombres se suceden en el poder, se suceden en el bres que han a
sucesión. derecho de natu
do. Por consigu
en virtud del d
162
E LOS PADRES SOBRE SUS lllJOS 163

es un hombre y, por lo tanto, es una criatura vi­


razonamiento correcto; y es sobremanera evi­
e nada se necesita para reconocer la verdad de la
excepto que se entienda la palabra hombre. Por­
sión criatura viviente está ya en la definición
mbre, y a todos les resulta evidente la proposi­
buscaba, a saber: el hombre es una criatura vi­
a siguiente argumentación: Sofronis es el padre
por lo tanto, es su señor, quizá constituya un ra­
verdadero, pero no es evidente de suyo; pues la
no está contenida en la definición de padre. Es,
rio, para hacer que la argumentación sea evi­
e algún modo se presente de forma explícita la
tre padre y señor. Quienes hasta ahora han tra­
ar el poder que un padre tiene sobre sus hijos,
oyado en más argumento que el de la genera­
i fuera de suyo evidente que aquello que es ge­
mí, me pertenece. Este tipo de razonamiento se­
que estableciera que, dado un triángulo, es
uyo, sin más argumentación, que la suma de
quivale a dos rectos. Además, corno el dominio
decir, el poder supremo, es indivisible según la
ue ningún hombre puede servir a dos señores, y
deben concurrir dos personas, un varón y una
) acto de la generación, de ello se sigue que es
e el dominio se adquiera por generación sola­
dedicaremos, pues, con la mayor diligencia, a
este lugar cuál sea el origen del gobierno pater­

so, pues, que volvamos a ese estado de naturale­


por razón de la igualdad natural, todos los hom­
lean zado una edad madura son iguales. Allí, por
uraleza, el conquistador es señor del conquista­
uiente, el dominio sobre el infante corresponde,
derecho de naturaleza, a quien primero lo tiene
PODER 9. DEL DERECHO

ero es evidente que el recién nacido está en po­ 4. El dom


e, antes de estarlo en el de cualquier otra perso­ sas maneras
unto, que la madre puede con derecho, según lo donando al
criar al hijo o abandonarlo a la suerte. tendrá sobre
criarlo, se supone que, al ser el estado de na­ Pues esa vid
ado de guerra, ella lo hace con la condición de por tenerlo,
ando crezca, no se convierta en enemigo suyo, abandonado.
a obedezca. Pues como, por necesidad natural, de recibir e
os aquello que se nos presenta como bueno, hijo es aband
ensible que un hombre hubiera dado vida a a quien le re
condiciones que éste, al ganar fuerza con los ción se refie
rtiera en su enemigo. Mas cada hombre es ene­ refiere> en s
otro hombre al que no obedece ni manda. Y el cual todos
o de naturaleza, toda mujer que engendra hi­ madre pued
e en madre y señora. El que algunos digan que cho con el qu
debido a la preeminencia de sexo, el señor es el lo> el hijo no
madre, no significa nada. Pues la razón nos madre.
ntrario, ya que la desigualidad entre sus fuer­ S. En seg
a como para que el hombre pueda obtener do­ hijo pasa a p
a mujer sin necesidad de guerra. Y la costum­ dominio sob
dice esto, pues las mujeres llamadas amazonas pertenencias
la guerra a sus adversarios y disponían de sus se ha mostra
s parecía. Y en el día de hoy, existen varios lu­ tercer lugar>
ue las mujeres son investidas de la principal au­ sea, quien te
son sus maridos los que disponen de sus hijos, drá también
mas, lo cual hacen, ciertamente, por derecho de pues el jefe
a que (como se ha mostrado) quien tiene el po­ está obligada
no está atado en absoluto a las leyes civiles. gar, si una m
o que, en el estado de naturaleza, no puede sa­ bajo la condi
s el padre, como no sea por el testimonio de la cibe su ser d
, por tanto, será de quien la madre diga, y per­ del mando q
siguientemente, a ésta. De lo que se deduce que que ostenta
iginal sobre los hijos pertenece a la madre; en­ rán de la ma
os, lo mismo que entre las demás criaturas, el ner hijos sin
as la barriga. ral, si la uni
DE LOS PADRES SOBRE SUS H 1 IOS 165

minio puede pasar de la madre a otros, de diver­


s. Primero, si deja y renuncia a su derecho aban­
niño. Quien recoja y críe al niño así abandonado,
e él el mismo dominio que antes tenía la madre.
da que la madre le había dado, no simplemente
sino por alimentarlo, se la quita ahora al haberlo
. De lo cual se sigue que la obligación que surgió
el beneficio de la vida, queda anulada cuando el
donado. Y ahora> el hijo recogido se lo debe todo
ecogió, el cual se convierte, en lo que a su educa­
ere> en su madre; y en lo que a prestar servicio se
su señor. Y aunque en el estado de naturaleza, en
s los hombres tienen derecho a todas las cosas, la
de recuperar a su hijo en virtud del mismo dere­
ue cualquier otra persona podría también hacer­
o puede con derecho transferirse a sí mismo a su

gundo lugar> si la madre es hecha prisionera> su


pertenecer a quien la apresó; porque quien tiene
bre la persona, tiene también dominio sobre las
s de esa persona, y también sobre su hijo, como
ado en el artículo quinto del capítulo anterior. En
> si la madre es una súbdita bajo el gobierno que
enga la autoridad suprema en ese gobierno ten­
n dominio sobre el hijo nacido de dicha madre;
supremo es también señor de la madre> la cual
a a obedecerle en todas las cosas. En cuarto lu­
mujer, para vivir acompañada> se da a un hombre
ición de que éste tenga el mando> el hijo que re­
de la unión de ambas partes es del padre, en razón
que éste tiene sobre la madre. Pero si una mujer
el mando tiene hijos de un súbdito> los hijos se­
adre; pues de otro modo la madre no podría te­
detrimento de su autoridad. Y como regla gene­
ión entre hombre y mujer es tal que uno de los
PODER 9. DEL DERECHO D

etido al otro, los hijos pertenecerán al que ten­ nos que ante
anterior, no
el estado de naturaleza, si un hombre y una y, por lo tant
an que ninguno de los dos esté sujeto al man­ nos honor. P
os hijos serán de la madre, a menos que pacten so jamás igu
tro modo; y ello, por las razones que se han ra que el em
tículo tercero. Pues la madre puede mediante había conced
oner de sus derechos según le plazca, como se fuese igual a
hacen las amazonas, las cuales contratan con quien es libe
ar a éstos los varones que hayan sido engen­ hijo, o de un
iendo las hembras para sí. Pero en un gobier­ menos, esas
iste un contrato matrimonial entre un hombre eran honrado
os hijos son del padre; pues en todas las ciuda­ precepto de h
das de padres que gobiernan a sus familias, y turaleza, no s
, el mando doméstico corresponde al hombre; acuerdo o pa
así, si se realiza de acuerdo con las leyes civi­ 9. Alguno
matrimonio. Pero si sólo acuerdan acostarse entre un hijo
jos podrán ser, o bien del padre, o bien de la autor que ha
n lo que dicten las diferentes leyes civiles de qué la esclav
nuestros des
bien, como, por lo dicho en el artículo tercero, es libertad; n
riginalmente señora de sus hijos, y de ahí, por esa libertad a
vado, puede serlo el padre o alguna otra perso­ vil y cuando
sulta evidente que los hijos no están menos su­ que no tenga
es les alimentan y educan, que los siervos a sus tas por la ley.
súbditos a aquél que ostenta el gobierno supre­ cosa que una
padre no puede ser injurioso para con su hijo miento. Así,
e se encuentre en su poder. Un hijo se libra de libertad, por
mismo modo que lo hacen un súbdito y un sier­ si el vaso se r
mancipación es lo mismo que la manumisión, y cada hombre
n lo mismo que el destierro. más o menos
emancipado o el siervo liberado tienen menos ce~rado en u
señor y padre, al haber sido éstos privados de su quien lo está
l y señorial sobre ellos; y en lo que se refiere al libre hacia u
e presta interna y sinceramente, les honran me­ viajero que e
DELOS PADRES SOBRE SUS HIJOS 167

es. Pues el honor, como se ha dicho en la sección


es otra cosa que la estimación del poder de otro,
to, quien tiene menos poder recibe siempre me­
Pero no debe entenderse que el emancipador qui­
ualar al emancipado consigo mismo, de tal mane­
mancipado no reconociese el beneficio que se le
dido, y se comportara en todas las cosas como si
a su libertador. Debe, más bien, entenderse que
erado de sujeción, ya se trate de un siervo, de un
na colonia, ha de prometer seguir dando, por lo
s muestras externas con las que los superiores
os por sus inferiores. De lo cual se sigue que el
honrar a nuestrospadres pertenece ala ley de na­
sólo a título de gratitud, sino también a título de
acto.
o preguntará: ¿cuál es, entonces, la diferencia
o o un súbdito, y un siervo? No sé yo de ningún
aya aclarado por completo qué es la libertad y
vitud. Por lo común, hacerlo todo conforme a
seos sin ser castigados por ello se piensa que
no poder hacerlo, se juzga que es atadura. Pero
absoluta no es posible cuando hay gobierno ci­
la humanidad vive en paz; pues no hay ciudad
a un mando y una serie de restricciones impues­
. La libertad, si quisiéramos definirla, no es otra
a ausencia de obstáculos que impiden el movi­
el agua que está contenida en un vaso no tiene
rque el vaso mismo la impide salir afuera; mas
rompe, el agua queda liberada. De igual modo,
e tiene mayor o menor libertad, según tenga
s espacio en el que moverse; así, quien está en­
una prisión grande, goza de más libertad que
á en una pequeña. Y un hombre puede que sea
un lado, y no lo sea hacia otro; así sucede con el
está limitado por setos o vallas laterales, para
PODER 9. DEL DERECHO DE L

pee las viñas o los sembrados de maíz que cre­ leyes de la ciud
lados del camino. Estos tipos de obstáculos son en el gobierno
bsolutos; y en este sentido puede decirse que to­ 1 O. Un padr
os y súbditos son libres cuando no están encade­ na civil en virt
arcelados. Hay otros obstáculos que son arbi­ bre defamilia.
ue no impiden el movimiento de un modo jos y la adquis
o por accidente, per accidens, es decir, por elec­ punto de no p
; así, a quien está en un barco nada le impide suerte en el sie
desea, se arroje al mar. También aquí cuantos da reino heredi
de moverse tenga un hombre, mayor libertad por la fuerza di
n esto consiste la libertad civil; pues ningún gen y modo de
sea súbdito, hijo o siervo, se ve tan impedido das y las mism
gos ordenados por la ciudad, el padre o el se­ y el derecho de
eles que sean, que no pueda hacer todas aque­ que no es neces
tilizar todos los medios necesarios para la pre­ bierno institut
e su vida y de su salud. Yo, por mi parte, no 11. Ya se ha
ué razón puede tener para quejarse un simple toridades supr
quejas se refieren únicamente a falta de liber­ virtud de qué
que considere que es un sufrimiento el que se el que se perpe
añarse a sí mismo y se le procure esa vida que bien, como en
guerra, o a la desgracia, o a su propia indolen­ en el pueblo, si
sido prohibida. Y no sólo se le da al siervo esa dad seguirá res
mbién todo modo de sostenimiento y todo lo carece de suce
ra la conservación de su salud; y todo ello con uno de los nob
dición de que se someta. Quien es reprimido por lo tanto, a
aza de castigos que le impidan dar rienda suelta pongo que no
eseos no es víctima de la opresión esdavizado­ pregunta, por
ernado y mantenido. Pero los súbditos libres y sólo lugar en u
an de este privilegio que los siervos no tienen: el poder suprem
desempeñar los cargos más honorables de la narcas sino min
a familia, y también disfrutar de la posesión de 12. Si un mo
uperfluas. Y en esto radica la diferencia entre sona va a suce
ibre y un siervo: en que es libre quien sirve a la Pues al haber s
mente, y es siervo quien además sirve a un co­ la ciudad el mi
da otra libertad constituye una excepción a las mostrado en el
LOS PADRES SOBRE SUS HIJOS 169

dad y corresponde sólamente a quienes están


o.
re con sus hijos y siervos, convertido en perso­
tud de su jurisdicción paternal, recibe el nom­
Estafamilia, si por la multiplicación de los hi­
sición de siervos llega a ser numerosa hasta el
poder ser sometida sin que haya que probar
empre incierto juego de la guerra, será llama­
itario. El cual, aunque al haber sido adquirido
ifiere de una monarquía constitutiva en su ori­
e constitución, tiene, una vez constituído, to­
mas propiedades [de la monarquía institutiva],
e autoridad es el mismo en todo. De manera
sario hablar del gobierno hereditario y del go­
tivo como cosas distintas.
a dicho por qué derecho se constituyen las au­
remas. Debemos ahora decir brevemente en
derecho pueden perpetuarse. El derecho por
etúan es llamado derecho de sucesión. Ahora
una democracia la autoridad suprema reside
iempre que siga habiendo súbditos la autori­
sidiendo en la misma persona; pues el pueblo
esor. De igual manera, en una aristocracia, si
bles muere, los demás ponen otro en su lugar; y
a menos que todos mueran juntos, lo cual su­
o puede suceder nunca, no hay sucesión. La
tanto, acerca del derecho de sucesión tiene
una monarquía absoluta. Pues quienes ejercen
mo por una temporada sólamente no son mo­
nistros de Estado.
onarca dispone mediante testamento qué per­
ederle, la persona que él indique le sucederá.
sido él nombrado por el pueblo, tendrá sobre
ismo derecho que el pueblo tenía, como se ha
l capítulo 7, artículo 11. Si el pueblo puede ele­
PODF.R 9. nu, DERECHO

or ese mismo derecho puede él elegir a otro. Pues 16. Entre


a monarquía hereditaria existen los mismos de­ zá al princip
en una institutiva; de ahí que todo monarca pue­ siempre, est
r un sucesor mediante testamento. los grandes
lo que un hombre puede transferir a otro me­ pero despué
mento, puede también, en virtud del mismo de­ que dicha co
larlo o venderlo estando aún en vida. De modo la voluntad
uiera que la potestad suprema decida transferir señal claram
nto si lo regala como si lo vende, la transferencia ce a los varo
a. 17. Ahor
si estando en vida no ha declarado su voluntad poder no pu
te testamento ni de ninguna otra manera­ acerca res. Pues si
habrá de suceder, se supone, en primer lugar, que quien es ma
ía ver su gobierno reducido a la anarquía o a un naturaleza q
uerra, es decir, que no le gustaría la destrucción mente suele
itos. Pues de lo contrario estaría violando las le­ a los herma
raleza en virtud de las cuales estaba obligado a sión se deci
lo necesario para preservar la paz. Además, si tal teo natural,
o su voluntad, no le habría sido difícil declararlo do; y no hay
te. En segundo lugar, dado que el derecho se otra clase d
según la voluntad del padre, hemos de juzgar ahora que la
ucesor según las señales que veamos en dicha vo­ varón nacido
mos, pues, de entender que un monarca preferiría 18. Pero
ditos viviesen bajo un gobierno monárquico an­ el mando pa
ningún otro, pues él mismo, al gobernar monár­ misma razó
e, ha aprobado con su ejemplo ese tipo de gobier­ drían que h
a condenado después ni de palabra ni de obra. naturaleza s
más: como por necesidad natural todos los hom­ también má
n más a aquellos de quienes reciben gloria y ho­ los hermano
o todo hombre, cuando muere, recibe honor y tes que a los
s hijos antes que del poder de ningún otro hom­ cían en el ca
deducimos que un padre prefiere a sus hijos an­ 19. Por e
nguna otra persona. Debe, pues, asumirse que la suceden en
el padre que muere sin testamento es que le suce­ sucesión. Si
de sus hijos. entenderá q
DI! LOS PADRES SOBRE SUS HIJOS 171

e los hijos, los varones tienen preeminencia. Qui-


pio esto fue así porque, en general, aunque no
tán mejor preparados para la administración de
asuntos, especial mente de los asuntos de guerra,
és, cuando esto se convirtió en costumbre, por­
ostumbre no encontró oposición. Y, por lo tanto,
del padre, a menos que alguna otra costumbre o
mente lo contradiga, ha de entenderse que favore­
ones.
ra bien, como los hijos varones son iguales y el
uede dividirse, la sucesión recaerá en los mayo­
existe alguna diferencia por razón de la edad,
ayor se supone que vale más, porque a juicio de la
quien tiene más años es el más sabio (y general­
ser así). No puede seguirse otro criterio. Pero si
anos se les valora igualmente, entonces la suce­
idirá por sorteo. Mas la primogenitura es un sor­
según el cual el hermano mayor es ya el preferi­
y nadie que tenga eJ poder dejuzgar mediantequé
de suertes habrá que decidir la cuestión. Añado
a misma razón que opera en favor del primer hijo
o, opera en favor de la primera hembra.
si [el monarca] no tiene descendencia, entonces
asará a sus hermanos y hermanas, y ello por la
ón que la que los hijos, de haberlos tenido, ten­
haber sido los sucesores. Pues aquellos que por
son más próximos a nosotros se supone que son
ás benevolentes. Y la sucesión habrá de pasar a
os antes que a las hermanas, y a los más viejos an­
más jóvenes, por las mismas razones que se adu­
aso de los hijos.
el mismo procedimiento por que los hombres se
el poder, se suceden también en el derecho a la
i el primer nacido muere antes que el padre, se
que transfirió el derecho de sucesión a los otros
PODER

que el padre lo decrete de otro modo. Conse­


los sobrinos tendrán más derecho a la suce­ Capítulo 10
os. Digo que estas cosas serán así si la costum­ Comparaci
la cual, si el padre no indica lo contrario, se
según los i
s aceptada por éste) no lo impide.

l s­Comparacián
das de quien gob
la monarquía.
porque un homb
opinión de quie
una ciudad. 6.­
blo que bajo el m
testable el castig
particulares no
9. ­No es desven
deliberaciones d
chos las delibera
hombres. 11.­D
13.­Debido a
15.­Estos inconv
deleitan de mod
convenientes de
generales es señ
Estado, In mejor
que gobierna. 1
xima al gobierno

l. Ya se ha di
y una monar
ión entre las tres clases de gobierno,
inconvenientes de cada una

n del estado natural con el civil. 2. ­Las ganancias y pérdi­


bierna corren parejas con las de sus súbditos. 3.­Elogio de
4.­No puede decirse que el gobierno monárquico sea malo
bre tiene más poder que todos los demás. 5. ­Rechazo de la
enes dicen que un señor y sus criados no pueden constituir
­Las exacciones son más gravosas bajo el mando del pue­
monarca. 7.­Los súbditos inocentes encuentran menos de­
go bajo un monarca que bajo el pueblo. 8.­Los individuos
tienen menos libertad bajo un monarca que bajo el pueblo.
ntaja para los súbditos el que no todos sean admitidos en las
de interés público. 1 O. ­Es imprudente encomendar a mu­
aciones civiles, debido a la impericia de la mayoría de los
Debido a su palabrería. 12.­Debido a las facciones.
la inestabilidad de las leyes. 14.­Por falta de secreto.
venientes van anejos a la democracia, pues los hombres se
do natural cuando se les tiene por ingeniosos. 16.­Los in­
e gobierno que proceden de un rey niño. 17.­El poder de los
ñal evidente de la excelencia de la monarquia. 18. ­En un
r situación es aquella en que los súbditos son la herencia del
19.­El gobierno aristocrático es mejor cuanto más se apro­
o monárquico, y peor cuanto más se aleja de éL

icho lo que son una democracia,una aristocracia


rquía. Pero cuál de ellas es la que tiende más a
173
PODER 10. COMPARACIÓ

ar la paz de los súbditos y a procurarles ventajas es igual al qu


veremos comparándolas entre sí. Mas presentemos algunos sú
las ventajas y desventajas de una ciudad en general, su insensat
aso hay todavía algunos que piensan que es mejor den muy b
da hombre se le deje vivir como quiera que consti­ bierna. Per
sociedad. Ciertamente, todo hombre que vive fuera pueden da
do civil tiene una completa, si bien infructuosa, li­ sea. Mas si
Porque aquel que por razón de su propia libertad dad, enton
o lo que quiere debe también, por razón de esa mis­ venientes a
tad en otros, sufrir lo que los demás quieran hacer. inconvenie
una ciudad constituida, cada súbdito retiene para sí ditos, ya qu
ertad como le sea suficiente para vivir bien y con ro y mayor
idad; y a los demás se les quita lo bastante como gobierna c
no sean temidos. Fuera de este estado civil, cada der su vida
tiene derecho a todo, pero no puede disfrutar de danos. Y e
ntro del estado civil, cada uno disfruta con seguri­ ciudad, a sa
u derecho limitado. Fuera, cualquier hombre puede cia de la an
matar a otro; dentro, sólo uno puede hacerlo. Fuera, ditos, se ve
rotegidos por nuestras propias fuerzas; dentro, por bierna exig
de todos. Fuera, ningún hombre puede estar seguro punto de q
isfrutará del producto de su trabajo; dentro, todos mos y a sus
Por último, fuera de la sociedad civil dominan las ral, la desve
, la guerra, el miedo, la pobreza, el abandono, la so­ gobernado
barbarie, la ignorancia, la crueldad; dentro, las co­ bernante, n
dominan son la razón, la paz, la seguridad, la pros­ el apoyo de
la decencia, la convivencia, la elegancia, las ciencias más impue
volencia. de una ma
istóteles, en el capítulo catorce del libro séptimo de sus súbdito
ca, dice que hay dos clases de gobierno: la una tiende poco es im
iar al que gobierna y la otra tiende a beneficiar a los carga para
Es como si allí donde los súbditos son tratados con a privarlos
d hubiese un tipo de gobierno, y allí donde son tra­ sus propia
ás benévolamente hubiese otro. Lo cual, en mi opi­ de sus cuer
puede sostenerse. Pues todos los beneficios y todas tiene el ma
das que tienen lugar en un gobierno afectan por institución
ÓN ENTRE LAS TRES CLASES DE GOUIERNO 175

ue gobierna y al súbdito. Los daños que caen sobre


úbditos en particular por causa de su mala suerte,
tez, su negligencia, su pereza o su despilfarro pue­
bien separarse de los daños que afectan al que go­
ro aquéllos no se refieren al gobierno mismo, pues
arse bajo cualquier clase de gobierno, sea la que
i los daños surgen a raíz de la institución de la ci u­
nces puede decirse verdaderamente que son incon­
anejos al gobierno mismo; y en ese caso, dichos
entes serán comunes al que gobierna y a sus súb­
ue sus beneficios son también comunes. El prime­
r beneficio, la paz y la defensa, es tanto para el que
como para el súbdito; pues ambos, a fin de defen­
a, hacen uso de todas las fuerzas de sus conciuda­
en la mayor desgracia que puede recaer sobre una
aber, la matanza de ciudadanos como consecuen­
narquía, todos, tanto el que manda como los súb­
en igualmente afectados. Asimismo, si el que go­
ge de sus súbditos vastas sumas de dinero, hasta el
que éstos no son capaces de mantenerse a sí mis­
s familias ni de conservar su fuerza y vigor corpo­
entaja es tanto para el que gobierna como para los
os; pues por muchas riquezas que acumule el go­
no podrá conservarlas ni ejercer su autoridad sin
e los cuerpos de sus súbditos. Pero si no recauda
estos de los que se requieren para ejercer su poder
anera debida, ello beneficiará igualmente a él y a
os, y contribuirá a la paz y defensa de todos. Tam­
maginable que el tesoro público se convierta en una
los súbditos privados y hasta llegue en ocasiones
s de toda posibilidad de adquirir, ni siquiera con
as manos, lo necesario para mantener el vigor
rpos y almas. En casos así, el mal afectará a quien
ando, y no será debido a un defecto congénito a la
n del gobierno (pues los súbditos pueden ser opri­
PODER 10. COMPARACIÓN

toda forma de gobierno), sino a la mala adminis­ 4. Hay alg


un gobierno bien establecido. dos por un so
e las tres antedichas formas de gobierno ­demo­ como si fuer
tocracia y monarquía­ la monarquía tiene la pre­ destacara en
se verá mejor si comparamos las ventajas e incon­ poner a su gu
ue surgen de cada una de ellas. Argumentos del pudieran, re
l universo está gobernado por un Dios»; «losan­ Pero estas res
erían el estado monárquico a cualquier otro, y da­ tivadas por la
er el poder de gobernar sobre los demás dioses»; que todos de
cipio de los asuntos de Estado y de las naciones, no les parece
de los príncipes eran tomados por leyes»; «el go­ que ellos mis
ernal, instituido por Dios mismo en la Creación, peranza de se
quico»; «los demás tipos de gobierno fueron todos los ho
s por el artificio de los hombres", de las cenizas tampoco una
quía, después que ésta había sido destruida por mos mostrad
; «el pueblo de Dios estaba bajo la jurisdicción de rra y que, en v
Argumentos de esta clase, digo, aunque mantie­ acuerdo gene
monarquía es la forma de gobierno más eminen­ a quien hemo
mediante ejemplos y testimonios, y no con razo­ más no debe
sólidos. Por consiguiente, no los tendremos en tanto, los inc
un solo homb
sólo sea uno.
venientes par
los antiguos que compusieron la fábula de Prometeo
acia esto. Decían que Prometeo, habiendo robado fuego mando de mu
un hombre de arcilla;y que por esta acción fue torturado S. Pero pr
on un perpetuo roer en su hígado. Lo cual viene a decir niegan que en
rvención humana (significada aquí por Prorneteo), las un número no
icia fueron por imitación tomadas de la monarquía; por
En el noveno
ual, como el fuego que es apartado de su orbe natural, la
ndo ésta como el polvo y la basura de los hombres, fue, por dad como un
nimada y convertida en una persona civil, la cual recibe el voluntad, po
ristocracia o democracia. Pero el autor e instigadores de tenida por la
es podrían haber vivido tranquilamente bajo la jurisdic­ que dicha per
yes, se vieron disminuidos por lo que habían hecho; pues
nta de que ahora estaban expuestos a aJteraciones y se en­ individuo en
rpetuamenteatormentados con cuitas, sospechas y disen­ cas. Y por lo d
hay una pers
ENTRE LAS TRES CLASE.$ DE GOBIERNO 177

gunos que están descontentos al verse goberna­


olo hombre, simplemente porque sólo es uno,
ra absurdo que sólo un hombre entre muchos
poder hasta el punto de tener la potestad de dis­
usto de todos los demás. Estos descontentos, si
enunciarían a ser dominados por un solo Dios.
servas en contra del gobierno de uno están mo­
a envidia de ver a un hombre en posesión de lo
esean. Por la misma razón, a estos descontentos
erá razonable el gobierno de unos pocos, a menos
smos formen parte de ese número o tengan es­
er incluidos en él. Pues si no fuese razonable que no
ombres tuviesen igual derecho, sin duda que
a aristocracia sería razonable. Mas como ya he­
do que el estado de igualdad es el estado de gue­
vista de ello, la desigualdad fue introducida por
eral, esta desigualdad en virtud de la cual aquel
os dado voluntariamentemás cosas disfruta de
ya considerarse como cosa irrazonable. Por lo
convenientes que van anejos al gobierno de
bre se refieren a su persona, y no al hecho deque
Veamos, pues, qué es lo que acarrea más incon­
ra el súbdito: si el mando de un solo hombre o el
uchos.
rimero hemos de refutar la opinión de quienes
n absoluto sea una ciudad la que se compone de
o muy grande de criados bajo un señor común.
o artículo del capítulo quinto se define una ciu­
na persona compuesta de muchos hombres cuya
or lo que ellos mismos han acordado, ha de ser
as voluntades de todos ellos, hasta el punto de
rsona pueda usar la fuerza y facultades de cada
particular, en aras de la paz y seguridad públi­
dicho en el mismo artículo del mismo capítulo,
sona cuando las voluntades de muchos están
PODER 10. COMPARACIÓN

n la voluntad de uno. Ahora bien, la voluntad de cueste a los sú


está contenida en la voluntad de su señor, tal y son muchos.
eclarado en el artículo quinto del capítulo octa­ sin robar a los
ue dicho señor pueda emplear todas las fuerzas elJos para aten
de los suyos según su propio gusto y voluntad. una democrac
gue, por tanto, que ha de ser necesariamenteuna cer, a los cuale
e está constituida de un señor y muchos siervos. no puede hac
ucirse ninguna razón en contra de esto, que no un monarca p
mirse igualmente contra una ciudad constituida cen, generalm
e y sus hijos. Pues para un padre que no tiene pone que todo
a, los siervos son como sus hijos, ya que son su necesario. Si n
aguarda. Y no están los siervos más sujetos a sus bres valiosos
os hijos a sus padres, como se ha manifestado en los otros, sino
uinto del capítulo octavo. 7. Otro m
os motivos de queja que pueden tenerse contra perpetuo mie
suprema, está el de que quien manda, además quien gobiern
s que son necesarios para el gasto público, tales dir qué castig
ntenimiento de ministros públicos, edificios, siones, sino t
a la defensa, gastos de guerra y un sostenimiento sensualidad,
propia residencia, puede que exija otros más por tado las leyes
a, con los cuales enriquecer a sus hijos, parien­ cualquier for
y aduladores. Reconozco que eso es un motivo una ofensa in
o digo también que este tipo de abuso está pre­ meterla. Mas
a clase de gobierno, si bien es más tolerable en no del sistema
uía que en una democracia. Pues aunque el mo­ metidos por N
uezca a sus parientes y amigos, éstos no pueden hecho sucede
porque el monarca es solamente uno. Pero en te con menos
acia, ¡ved cuántos oradores poderosos rodean al sólo se muest
mentan cada día, cuántos hijos, parientes, ami­ perturban co
ores tienen que ser recompensados! Y cada uno con palabras
ólo desea hacer a sus familias tan poderosas y ri­ otra parte, lo
posible, sino hacer también que otros se some­ súbdito pudi
bligándoles con regalos y prebendas para poder cual se sigue
rse más ellos mismos. Un monarca puede casi hombre pued
sfacer a sus ministros y amigos sin que ello les nocidos del ti
ENTRE LAS TRES CLASES DE GOBIERNO 179

úbditos, ya que dichos ministros y amigos no


Quiero decir que un monarca puede hacer eso
s súbditos de esos dineros que ha recaudado de
nder las necesidades de la guerra y de la paz. En
cia, donde son muchos los que hay que satisfa­
es se añaden constantemente otros nuevos, esto
cerse sin que el súbdito sufra opresión. Aunque
pueda promocionar a personas que no lo mere­
mente no lo hará; pero en una democracia se su­
os los hombres populares lo hacen porque les es
no, el poder de quienes promocionaran a hom­
crecería tanto que no sólo serían de temer por
o también por la ciudad misma.
motivo de queja es el que los hombres, por su
edo a la muerte, tienen cuando consideran que
na tiene el poder supremo, no sólo para deci­
gos deben asignarse a las diferentes transgre­
también para matar, en un arrebato de ira y de
a súbditos inocentes que jamás han quebran­
s. Y, ciertamente, esto es una grave ofensa bajo
rma de gobierno, dondequiera que se dé; y es
ntrínsecamente, no porque alguien pueda co­
es una falta que proviene de quien gobierna, y
a mismo de gobierno. Pues todos los actos co­
Nerón no son esenciales a la monarquía; y de
que los súbditos son condenados injustamen­
s frecuencia bajo el pueblo. Porque los reyes
tran severos para con aquellos que, o bien les
on consejos impertinentes, o se oponen a ellos
de reproche, o controlan sus voluntades; por
os reyes hacen que el exceso de poder que un
iera tener sobre otro resulte inofensivo. De lo
e que, bajo un Nerón o un Calígula, ningún
de sufrir injustamente, excepto quienes son co­
irano, es decir, cortesanos y personas que ocu­
PODER 1 O. COMPARACIÓN

nentes, y ni siquiera todos ellos, sino sólo los del pueblo, m


o que el tirano quiera disfrutar. Quienes son siderado com
ntumeliosos son merecidamente castigados. 8. Hay alg
uien en una monarquia vive una vida retira­ penosa que l
ea el que reine, estará fuera de peligro. Sólo aquélla que e
sufrirán; los demás estarán protegidos con­ de la sujeción
de los más fuertes. Pero en un dominio de­ datos del pueb
y tantos Nerones como oradores que sepan cia ni en ning
o. Pues cada uno de ellos puede tanto como así. Si lo que s
ermiten los unos a los otros dar rienda suelta pocas leyes, p
mo si hubieran hecho secretamente este pac­ eliminarse, n
a m( hoy, que yo te perdonaré mañana; y así, más libertad e
go a quienes, para satisfacer su codicia y sus verdad, la una
es, matan sin motivo a sus conciudadanos. de libertad. P
r siempre un cierto límite en el poder priva­ criba con gran
te se excede, puede resultar pernicioso para se significa co
es, necesario que los monarcas se cuiden de la ciudad mis
r común no sea perjudicado por esto. Así, yor derecho e
r privado consistió en una superabundancia pueblo que en
os monarcas] lo disminuyeron mermando cuando homb
ro si el poder privado se manifestó en el he­ bajo el nombr
el aplauso popular, el partido poderoso, sin bertad, sino p
o más crimen, fue eliminado. La misma reparen en el
ugar en las democracias. Pues los atenienses mismo grado
diez años de destierro a los ciudadanos que manda la ley d
s solamente por el hecho de ser poderosos y en el que todo
sen culpables de crimen alguno; y en Roma, las cosas. Lo
uscaban, otorgando generosas prebendas, rían por ser u
r del pueblo llano eran condenados a muerte clase de sujec
ue tenían la ambición de crear su propio rei­ tener su libert
democracia y la·monarqu(a eran iguales, aun­ está pidiendo
ucho en la fama que tenían. Porque la fama duras de todo
ueblo; y lo que es practicado por muchos es núan atados.
uchos. Así, una buena acción realizada por no tienen má
dice que la hace porque envidia las virtudes nárquico. Lo
ENTRE LAS TRES CLASES DE GOBIERNO 181

mas si el pueblo realiza lo mismo, ello será con­


mo su regular forma de actuar.
gunos que imaginan que la monarquía es más
la democracia, porque hay menos libertad en
en ésta. Si por libertad entienden una exención
n que les es debida a las leyes, es decir, a los man­
blo, debe recordárseles que ni en una democra­
guna otra clase de gobierno existe una libertad
suponen es que la libertad consiste en que haya
pocas prohibiciones, siendo éstas tales que, de
no podría haber paz, entonces niego que haya
en la democracia que en la monarquía; pues, en
a es tan compatible como la otra con esa clase
Pues aunque la palabra libertad puede que se es­
ndes letras sobre las puertas de una ciudad, no
on ella la libertad del súbdito, sino la libertad de
sma. Y no puede escribirse esa palabra con ma­
en la puerta de una ciudad gobernada por el
n la de otra gobernada por un monarca. Pero
bres o súbditos particulares piden libertad,
re de libertad no están, de hecho, pidiendo li­
poder, aunque por falta de conocimiento apenas
llo. Pues si cada hombre concediese a otro el
o de libertad que él desea para sí, tal y como
de naturaleza, volveríamos a ese estado natural
os los hombres pueden con derecho hacer todas
cual, si lo supieran, ellos mismos lo aborrece­
un estado de cosas mucho peor que cualquier
ción civil. Pero si lo que un individuo desea es
tad mientras que los demás están sujetos, ¿qué
o sino tener poder? Pues quien está libre de ata­
o tipo es señor sobre aquellos que todavía conti­
Por lo tanto, los súbditos de un Estado popular
ás libertad que los súbditos de un Estado mo­
que les engaña es la igual participación en el
PODER JO. COMPARACIÓN

os puestos públicos. Pues allí donde la autori­ mendacione


el pueblo, los súbditos particulares participan descuidar lo
dad en cuanto que son partes del pueblo gober­ tas son las v
cipan por igual en los cargos públicos enlame­ confrontació
enen igual voz a la hora de escoger a sus magis­ gusto de qui
ministros públicos. Y a esto, precisamente, se para ellos, a
óteles cuando hablaba de la costumbre de su que luchen lo
onsistía en llamar erróneamente libertad a lo 10. Adem
ad era poder (Política, libro 6, capítulo 2): En un las deliberac
ar hay libertad por suposición; lo cual es una que en conce
blar del ignorante, como si ningún hombre fuese buen consejo
este Estado. De lo cual, incidentalmente, pode­ servación de
que aquellos súbditos que en una monarquía miento de lo
érdida de libertad lo único que en realidad tie­ exteriores. D
rtar es esto: no haber sido invitados a partici­ por qué med
erno de Estado. pueden cons
izá por esta misma razón algunos dirán que un apropiados p
ar es mucho más preferible que uno monárqui­ procedimien
í donde todos los hombres tienen mano en los mantenidas;
cos, disfrutan de la oportunidad de mostrar su pe o a los go
miento y elocuencia a la hora de deliberar so­ esta clase. Po
s de la mayor dificultad e importancia; lo cual, nocimiento d
ese deseo de alabanza que es consustancial a la tos consta; q
umana, es la cosa más deliciosa que les puede ellos; qué dis
enes destacan en esas facultades y les parece mismos y qu
riores a los demás. Mas en una monarquía, este otros. Ahora
ner alabanza y honor le está prohibido a lama­ asamblea de
os súbditos. Si esto no es una ofensa, ¿qué lo es? mayoría ma
voy a decir: ver que la opinión de alguien a incapaces, ¿
ciamos es preferida a la nuestra; observar cómo sus impertin
es infravalorado ante nuestros propios ojos; obstáculos e
r arriesgarnos en un insignificante ejercicio de 11. Otra
nemistades seguras (pues esto, ganemos o per­ idónea para
vitable); odiar y ser odiados, sólo por una dife­ sus miembro
niones; abrir a todos nuestros consejos y reco­ ciar un largu
ENTRE LA$ TRES CLASES DE GOBIERNO 183

es secretas, sin propósito alguno y sin beneficio;


os asuntos de nuestra propia familia: digo que és­
verdaderas ofensas. Pero estar ausente de una
ón de ingenios, aunque esos combates sean del
ienes se precian de elocuentes, no es una ofensa
menos que digamos que es una ofensa impedir
os hombres belicosos porque les encanta luchar.
más, hay muchas razones que explican por qué
ciones tienen menos éxito en grandes asambleas
ejos más reducidos. Una de ellas es que para dar
o en todas las cuestiones conducentes a la pre­
e un Estado no sólo debemos tener buen conoci­
os asuntos internos, sino también de los asuntos
Dentro de la propia nación, tenemos que conocer
dios el país es alimentado y defendido y de dónde
seguirse dichos medios, qué lugares son los más
para hacer de ellos guarniciones; mediante qué
ntos pueden las tropas ser mejor reclutadas y
; qué sienten los súbditos con respecto al prínci­
obernantes de su país, y otras muchas cosas de
or lo que se refiere al extranjero, debe tenerse co­
del poder de cada país vecino, y de qué elemen­
qué ventajas o desventajas podemos recibir de
sposición tienen para con nosotros y entre ellos
ué intercambios se dan diariamente entre unos y
a bien, como son muy pocos Jos que en una gran
hombres entienden de estas cosas, al estar en su
al preparados, por no decir que son totalmente
¿en qué podrán esos consejeros contribuir con
nentes opiniones, como no sea creando meros
e impedimentos?
razón por la que una gran asamblea no es tan
ser consultada es ésta: que siempre que uno de
os expresa su opinión, juzga necesario pronun­
uísimo discurso; y para ganarse la admiración de
PODER 10. COMPARACIÓN

rio, embellece y adorna sus palabras con la mejor y primeros en


a forma de expresión. Ahora bien, la naturaleza de orden va a ha
cia o palabrería es hacer que lo bueno y lo malo, lo vuelva a some
o y lo perjudicial,lo honesto y lo deshonesto, parez­ tes fue confir
menos de lo que realmente son, y hacer que parezca rios presente
ue es injusto, según lo que mejor se avenga con los ellos, al habe
s del que habla. En esto es en lo que consiste la per­ industria y di
Y aunque [los oradores] usan razonamientos, no se lar es lo que c
os en principios verdaderos sino en vulgares opi­ una facción e
e han sido aceptadas y que son en su mayoría erró­ rior) en pode
mpoco [los oradores] hacen el intento de que sus niobras de len
se ajusten a las cosas de que hablan; lo que se pro­ armas; y de e
más bien satisfacer las pasiones de quienes les es­ rán que estas
e lo cual viene a suceder que las opiniones no son do. Mas tamb
según los dictados de la recta razón, sino de una principales n
lencia mental. No reside esta falta en el hombre, ria, y que ape
naturaleza misma de la elocuencia, cuya finalidad grandes cuest
nos enseñan todos los maestros de retórica, no en­ 13. De esto
verdad (a menos que sea por casualidad), sino la en asambleas
cuya propiedad no es informar, sino fascinar. de ser necesar
tercera razón por la que los hombres dan peor la alteración d
n una gran asamblea es que de las asambleas sur­ ción de la men
nes en un Estado; y de las facciones provienen las que tenga la m
s y la guerra civil. Pues cuando oradores iguales aquí para allá
entre sí con opiniones y discursos contrarios, el 14. En cua
dia al vencedor y a todos los que están de su parte, asambleas tie
preciando su consejo y sabiduría, y estudia todos importancia q
s posibles de hacer ver que el consejo dado por sus descubiertas p
os es perjudicialpara el Estado; pues de esta mane­ y son conocid
en recobrar para sí la gloria que antes se le había conocimiento
Además, cuando la diferencia de votos no es mucha 15. Estos in
idos albergan esperanzas de ganar unos cuantos raciones que t
darios y conseguir la mayoría en otra sesión, los je­ manifiesto qu
ido reúnen al resto y aconsejan a una parte cómo que en una de
u juicio emitido anteriormente; y acuerdan ser los sean discutido
ENTRE LASTRES CLASES DE GOBIERNO 185

la próxima asamblea, y qué va a decir y en qué


ablar cada hombre, a fin de que el mismo asunto
eterse a discusión; de tal manera que loquean­
rmado por el número de sus entonces adversa­
es en la asamblea no tenga ahora efecto para
erse descuidado y estar ausentes. Esta clase de
iligencia que configura la representación popu­
comúnmente se llama unafacción. Pero cuando
es inferior en votos y superior (o no muy infe­
er, entonces lo que no puede obtener con ma­
nguaje lo intenta conseguir por la fuerza de las
este modo se llega a la guerra civil. Algunos di­
cosas no ocurren necesariamente, ni a menu­
bién podrían decir, según eso, que Jos partidos
no están necesariamente deseosos de vanaglo­
enas están en desacuerdo con respecto a las
tiones.
o se sigue que cuando el poder legislativo reside
s como las que han sido descritas, las leyes han
riamente inconstantes; y cambian, no debido a
de los asuntos mismos o a la cambiante condi­
nte humana, sino según lo que decida la facción
mayoría. De tal modo que las leyes flotan de
á, como si estuvieran sobre el agua.
arto lugar, las decisiones tomadas en grandes
enen este inconveniente: que aunque es de gran
que sean mantenidas en secreto, a menudo son
por el enemigo antes de ser puestas en práctica;
das en el extranjero tan pronto como llegan a
o del pueblo que gobierna en el propio país.
nconvenientes que encontramos en las delibe­
tienen lugar en las grandes asambleas ponen de
ue la monarquía es mejor que la democracia, ya
emocracia se deja que los asuntos importantes
os en asambleas como las que hemos descrito,
PODER JO. COMPARACIÓN

sucede en una monarquía. Ni es fácil que suce­ cargo. Y el re


azón para que un hombre no se ocupe de sus significa que
dos más que de los asuntos públicos, como no de un Estado
to último encuentre la ocasión para manifestar puede que se
a, y ello le dé la reputación de ser ingenioso y sa­ niño, ya que
ue cuando vuelva a casa y esté rodeado de sus ansia de man
parientes, su esposa y sus hijos, disfrute y se y entonces el
ador al ser aplaudido por su diestra actuación. nera democrá
a antigüedad ocurría con Marco Coriolano: que ralmente aco
r que encontraba en sus acciones de guerra era 17. Es señ
o que a su madre le complacía oír las alabanzas es el mejor ti
dicaban. Pero si en una democracia el pueblo sino también
na persona o a un pequeño grupo el poder de pueblo o por
rca de asuntos de guerra y de paz, contentándo­ sola persona,
rar magistrados y ministros públicos, es decir, más. Hablan
sa autoridad pero sin participar en las respon­ lo siguiente:
de la administración, debe reconocerse que en autoridad so
ar democracia y monarquía serían iguales. cer, por derec
as ventajas e inconvenientes que pueden encon­ pues, el mejo
e o en aquel tipo de gobierno no dependen del rra. Pero, ¿qu
smo, o de que la administración de sus asuntos mentos de h
dada a uno en vez de a muchos, o a muchos en guerrear ent
s pocos. Pues el gobierno es el poder, y la admi­ por ningún p
el mismo es el acto de gobernar. Ahora bien, el períodos de
ismo en todo tipo de gobierno; sólo difieren los ras; de tal mo
r, las acciones y movimientos de un Estado, ya cho, en un es
las deliberaciones de muchos o de unos pocos, 18. Por úl
bien dotados o de individuos impertinentes. De ción el que e
os de deducir que las ventajas o inconvenientes mejor que es
rno no dependen de aquel en quien reside la samente nues
no de sus funcionarios; y por lo tanto, nada im­ rre cuando s
stado pueda ser bien gobernado aunque el mo­ hombre proc
na mujer, o un joven, o un infante, siempre que Mas las tierr
uienes se les encomienda la administración de tesoros del g
públicos estén preparados para desempeñar su gorosas men
ENTRE LAS TRES CLASES DE GOBlllRNO 187

efrán que dice ¡Ay del país cuyo rey es un niño! no


e la condición de una monarquía sea inferior a la
o popular, sino más bien que, por accidente,
ea inconveniente de un reino el que el rey sea un
a menudo ocurre que muchos, por ambición y
ndo, se meten en los debates de interés público;
l gobierno llega a ser administrado de una ma­
ática. Y de ahí surgen esas desdichas que gene­
ompañan al poder del pueblo.
ñal evidente de que la monarquía más absoluta
ipo de gobierno el que no sólo las monarquías,
n aquellos Estados que están gobernados por el
los nobles, dan el poder militar supremo a una
, y de una manera tan absoluta que ya no cabe
ndo de lo cual, por cierto, hemos de hacer notar
que ningún rey puede dar a un general mayor
obre su ejército que la que él mismo pueda ejer­
cho, sobre todos sus súbditos. La monarquía es,
or tipo de gobierno en los campamentos de gue­
ué son muchos Estados sino otros tantos campa­
hombres armados y de individuos dispuestos a
tre sí? Dichos Estados, al no estar controlados
poder que los someta a todos, disfrutan sólo de
paz transitorios, algo así como treguas pasaje­
odo que puede decirse que se encuentran, de he­
stado de guerra.
ltimo, como es necesario para nuestra preserva­
estemos sujetos a algún hombre o concejo, nada
stemos sujetos a alguien cuyo interés sea preci­
stra seguridad y bienestar; y esto es lo que ocu­
somos la herencia del que manda. Pues todo
cura espontáneamente proteger su herencia.
ras y el dinero de los súbditos no son los únicos
gobernante; también lo son sus cuerpos y sus vi­
ntes. Los cual será fácilmente admitido por qui e­
l'ODElt

an cuánto se valora el dominio sobre países más


cuán lo más fácil es que los hombres procuren Capítulo 11
que el dinero procure hombres. Apenas encon­ Pasajes y
ejemplo de un súbdito que, sin falta alguna por
que se refi
ya sido despojado de su vida y de sus bienes
pe, solamente por querer éste abusar de su au­ y que conc
anteriorm
ahora hemos comparado el Estado monárqui­
mocrático; nada hemos dicho sobre el Estado
Mas, por lo que hemos dicho de los primeros,
ncluir que este último es eJ que es hereditario y
con la elección de magistrados; es el que mantie­
raciones entre unos pocos, los cuales se supone
más capaces. Pues bien, el Estado aristocráti­
de cerca imita al gobierno monárquico y más se 1. ­El comienzo
emocrático, es mejor para los súbditos y más du­ 2.­El poder de j
del mandamás.
os demás.
derecho, ser ca
sino confusion.
diencia absolu
por los más evi
del Antiguo Te

1. En el artí
que el orige
del consenso
participan
como enemi
bre los judío
mi voz y gua
de sacerdotes
Israel, etc. Y
remos todo c
del poder de
do 20, 18­19)
1
ejemplos de la Escritura
ieren a los derechos de gobierno
cuerdan con lo que se ha dicho
mente

del gobierno institutivo proviene del consenso del pueblo.


judicatura y las decisiones de guerra dependen del arbitrio
. 3.­Quienes tienen la autoridad suprema no pueden, por
astigados. 4.­Que sin un poder supremo 110 hay gobierno,
. 5.­Los siervos e hijos deben a sus señores y padres obe­
uta. 6.­EI poder absoluto de los principes queda probado
identes testimonios de la Escritura, tanto del Nuevo como
estamento.

ículo segundo del capítulo sexto hemos dicho


en del gobierno institutivo o político proviene
o de la multitud, de modo que todos los que no
en dicho consenso deben ser considerados
igos. Tal fue el origen del gobierno de Dios so­
os, instituido por Moises (Éxodo 19, 5­8): Si oís
ardáis mi alianza, etc., seréis para mi un reino
s, etc. Y Moisés vino y llamá a los ancianos de
Y el pueblo todo entero respondió: Nosotros ha­
cuanto ha dicho Yavé. Tal fue también el origen
e Moisés bajo Dios, o su vicerregencia (Éxo­
): Y todo el pueblo oía los truenos y el sonido de
189
Pl)l)ER 11. l'A.SAIE.!i \' l:.Jh\

c.'º· Y dijeron a Moisés: Háblanos tú, y te es­ capítulo sex


Origen semejante tuvo el reino de Saúl. (1 Sa­ aunque Saúl
): Y ahora, cuando habéis visto que Najas, matar; y se l
de Ammán, se ponía en marcha contra voso­ No Lo mates.
s dicho: No, que reine un rey sobre nosotros, ¿quedaría im
vuestro Dios, era vuestro rey. Ahí tenéis, pues, manto de Sa
is querido y habéis pedido. Pero sólo hubo el cer cosa tal c
mayor parte, no de todos; pues hubo ciertos sobre el que
que dijeron ( 1 Samuel 1 O, 27): ¿Este va a sal­ David orden
reciándole, no le hicieron presentes; y aquellos muerte a Saú
ron al consenso fueron ejecutados como ene­ 4. Se dice
eblo le dijo a Samuel ( l Sarnuel l l, 12): ¿Quié­ decimoséptim
decían: Saúl va a reinar sobre nosotros? Entré­ Israel y hací
ntes para que les demos muerte. donde no h
mo capítulo sexto, artículos sexto y séptimo, confusión d
ue todos los juicios y las guerras dependen del monio que
o de quien está investido con la autoridad su­ encima de t
r, que en una monarquía, será el monarca o por la palab
da confirmado por el juicio mismo del pue­ hombre, sino
8, 20): Y así seremos como todos los pueblos; sida el pode
estro rey, y saldrá al frente de nosotros para seguirá sien
ros combates. Y que también depende del ar­ mo y absolu
o que se refiere a los juicios y a todos aquellos tulo sexto),
os haya alguna controversia acerca del bien y le viniese en
onfirmado por el testimonio del rey Salomón compatible
Da a tu siervo un corazón prudente para juz­ tanto, en tod
y poder discernir entre lo bueno y lo malo. Y de haber un
l testimonio de Absalón (2 Samuel 15, 3): No 5. En el c
or el rey te oiga. los siervos d
no pueden ser castigados por sus súbditos, en el capítu
strado más atrás en el duodécimo artículo del diencia a su
los siervos
vuestros am
uce: Cunctuspopulus videbat voces et lampades l Atul
the thunderings and lightenings, and tite noise of the busca agrad
) por temor d
\ll'l OS ()L:LA E!>CRITURA 191

xto. El Rey David también lo confirma; el cual,


l buscaba matarlo, refrenó su mano y no lo quiso
lo prohibió a Abisai diciéndole (1 Samucl 26, 9):
. Quien pusiere su mano sobre el ungido de Yavé,
mpune? Y cuando David hubo cortado la orla del
aúl, exclamó ( l Samuel 24, 6): Libreme Yc1vé de ha­
contra mi señor, el ungido de Yavé; po11er 111i mano
es ungido de Yavé. Y leemos (2 Samuel l, 15) que
nó que se matara al amalecita que había dado
úl por el bien de éste.
e lo siguiente en el sexto versículo del capitulo
mo del libro de Jueces: No liabla entonces rey en
ía cada uno lo que bien le parecía. Es como si allí
hubiese una monarqula se diera una anurquia o
de todas las cosas. Esto puede usarse como testi­
da prueba de la excelencia de la monarquía por
todas las otras formas <le gobierno, a menos que
bra rey pueda también entenderse 110 sólo un
o también una corte, siempre y cuando en ella re­
er supremo. Mas aun tomándola en este sentido,
ndo válida la aserción de que sin un poder supre­
uto (como hemos tratado <le mostrar en el capí­
cada hombre tendría la libertad de hacer lo que
n gana o lo qu~ le pareciese justo; lo cual no es
con la preservación del género humano. Y, por lo
do gobierno, cualquiera que éste sea, siempre ha
n poder supremo.
capílulo octavo, artículos 7 y 8, hemos el icho que
deben prestar obediencia absoluta a sus amos, y
ulo noveno, artículo 7, que los hijos deben obe­
us padres. San Pablo dice lo mismo con respecto a
(Colosenses 3, 22): Siervos, obedeced en todo a
mos según la carne, 110 sirviendo al ojo, como quien
dar a los hombres, sino con sencillez de corazón,
del Señor. Y a propósito de los hijos M! dice en Co­
('()l)fl( 11 PA~AJI~) FJEM

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que ejemplo del m


Señor. Así como hemos de entender que la tenecía por d
oluta se aplica a todas aquellas cosas que no pues cuando
a las leyes de Dios, así también hemos de en­ pronunció pú
tados pasajes de San Pablo que por la expre­ teo 22, 21 ): D
osas quiere significarse todas las cosas excep­ de Dios. Y cua
ontrarias a las leyes de Dios. tera obedienci
de no ir probando poquito a poco el derecho te, y luego enc
recogeré ahora los testimonios que estable­ no; soltadlos y
e una vez por todas, y la obediencia absoluta los necesita. E
dos sus súbditos. Recojamos, primero, testi­ o rey de los ju
iguo Testamento (Mateo 23, 2­3): En la cáte­ sólo porque e
se han sentado los escribas y fariseos. Haced, Los pasajes m
lo que os digan. «Guardad cualquier cosa tos: (Deutero
» (dice Cristo); es decir, «Obedeced de una Yavé, nuestro
ta». ¿Por qué? Porque «se han sentado en la to Yavé, nues
sés», es decir, del magistrado civil, no de Aa­ lo haremos. L
te. (Romanos 13, 1­2): Todos habéis de estar Y también lo
autoridades superiores, que 110 hay autoridad pendieron a f
las que hay, por Dios han sido ordenadas, de adonde quiera
n resiste a la autoridad resiste a la disposición mos a Moisés
e la resisten se atraen sobre sí la condenación. Dios, estar co
mo los poderes que existían en tiempo de San dose contra tu
rdenados por Dios, y todos los reyes de aque­ de la zarza (Ju
erían una obediencia total y absoluta de sus zarza espinos
o se sigue que un poder tal fue ordenado por espinosa a los
2, 13­15): Por amor del Señor, estad sujetos a vuestro, venid
humana; ya al emperador como al soberano; de La zarza es
adores, como delegados suyos para castigo do de estas pa
res y elogio de los buenos. Tal es la voluntad de cia a lo que d
n en la Epístola de San Pablo a Tito (cap. 3, 1): tuidos reyes
ue vivan sumisos a los príncipes y a las autori­ consumidos
ezcan a los magistrados, etc. ¿A qué autorida­ dad real es m
¿No eran las autoridades de aquellos tiempos en 1 Samuel 8
an una obediencia absoluta? Y llegamos al reinará sobre
Ml'LO~lll LA f.~CRITU RA 193

mismo Cristo, a quien el reino de los judíos per­


derecho hereditario derivado del mismo David;
vivió corno súbdito, pagó tributo al César y
úblicamente que tal tributo le era debido (Ma­
Dad al César lo que es del César) a Dios lo que es
ando le plugo mostrarse como re}, requirió en­
ia (Mateo 21, 2­3 ): Id a la aldea que está enfren­
contraréis una borrica atada, y con ella el polli­
y traédmelos; y si algo os dijeren, diréis: el Señor
Esto lo hizo por el derecho que tenía de ser señor
udíos. Mas tomar las posesiones de los súbditos
el señor las necesita implica un poder absoluto.
más evidentes del Antiguo Testamento son és­
onomio 5, 27): Acércate tú y oye lo que te diga
o Dios, y transmitenos a nosotros todo cuan­
stro Dios, te diga, y nosotros lo escucharemos y
La palabra todo implica absoluta obediencia.
que se le dijo a [osué (Iosue 1, 16­18 ): Ellos res­
fosué diciendo: Cuanto nos mandas lo liaremos y
as que nos envíes iremos. Como en todo obedeci­
s, así te obedeceremos a ti. Que quiera Yavé, tu
ontigo, como estuvo con Moises. Quien rebelán­
us órdenes te desobedezca, morirá. Y la parábola
ueces 9, 14­15 ): Y dijeron todos los árboles a la
sa: Ven tú y reina sobre nosotros. Y dijo La zarza
s árboles: Si en verdad queréis uugirme por rey
d y poneos a mi sombra, y si no, que salga fuego
spinosa y devore a los cedros del Libano. El senti­
alabras es que debemos dar nuestra aquiescen­
digan quienes verdaderamente han sido consti­
sobre nosotros, a menos que prefiramos ser
por el fuego de una guerra civil. Pero la autori­
más particularmente descrita por el mismo Dios
8, 9 y ss.: Dales a conocer los derechos del rey que
e ellos: Cogerá a vuestros hijosy los pondrá sobre
PODl:.R.

c. Tornará vuestros mejores campos, viñas y oli­


dará a sus servidores, etc. Es Dios mismo el que Capítulo 12
presión los derechos del rey. No hubo ningún De las caus
e los judíos, ni siquiera el sumo sacerdote, que a la disoluc
ento de esta obediencia. Pues cuando el rey Sa­
al sacerdote Abiatar ( l Reyes 2, 26­27): Tú me-
rte, pero yo no quiero hacerte morir ahora, por
o el arca de Yavé delante de David, mi padre, y
cipaste en los trabajos de mi padre. Eché, pues,
biatar para que no fuese sacerdote de Yavé, no
rse con ningún argumento que este acto disgus­
ampoco leemos en ninguna parte que Salomón
do por ello o que su persona resultara entonces
pice menos aceptable a Dios.
1 »Decir que ju
personas privad
obedecer n sus p
cidio es legal es
que inrlusa qui
5.­Que el pod
6. ­Que la]« y l
namieuto, sino
mente, es una o
nen titulo de p
opiuián sedicio
1111n multitud es
siados impuesto
bres a In sedició
11. También In
únicafacuiuu! q
tupidez de In ge
precipitar la dis

L. Hasta aqu
tos se consti
príncipes sob
sas internas que tienden
ción de un Estado

uzgnr acerca del bien y del mal es algo que pertenece a las
das es 1111<1 opinion sediciosa. 2.­Que los súbditos pecan u/
prtucipes, es 1111a opinián sediciosa. 3. ­Decir c¡11e el tirani
1111a opinián sediciosa. 4.­Es 1111<1 opinión sediciosa decir
ien ostenta el poder s11pre1110 estd sujeto a las leyes civiles.
der supremo puede dividirse es una opiuiát! sediciosa.
la santidad 110 se adquieren mediante el estudio y el razo­
que siempre son injuutíidas e inspiradas sobrenatural­
opinión sediciosa. 7.­Que los individuos puruculares tic
propiedad o dominio absotuto sobre sus bienes es wut
osa. 8. No saber cuál es la diferencia entre un pueblo y
s estar preparando el terreno pnrn la sedicion, 9. ­Dema­
os, a1111q11e sea11 justos y necesarios, disponen a los '10111­
ón. 10.­Ln a111/Jici611 dispone a los hombres a In sedicián.
n esperanza de éxito. 12. ­La elocuencia imprudente es la
que se necesita para provocar sediciones. 1 3.­Gómo la es­
ente común y la elocuencia de los ambiciosos se j1111ta11 para
solución ele 1111 Estado .

uí hemos hablado <le mediante qué causas y pac­


ituyen los Estados, y qué derechos tienen los
bre sus súbditos. Ahora diremos brevemente
195
l'OUl'R 12. l)f.L.\SCAU~AS

causas que pueden disolver dichos Estados, a los reyes a


zones de las sediciones. Así como en el movi­ bien y qué es
al de los cuerpos han de considerarse tres co­ comunes, di
) la interna disposición por la que son suscepti­ no debe obed
movimiento se produzca, (2) el agente externo cer cosas just
cierto y determinado movimiento puede de estableciese
oducido y (3) la acción misma, así también en tían, pues su
el que los súbditos comienzan a agitarse en tu­ de. Toda acc
osas se presentan a nuestra consideración: pri­ justa o en inj
trinas y las pasiones contrarias a la paz, las tanto, los rey
que los ánimos adopten una determinada dis­ sólo por el h
pués, la cualidad y condición que solicita, reú­ que prohíben
aquellos así dispuestos para que tomen las ar­ dividuos part
nen su anterior alianza; y tercero, la manera en cidad de dist
eva a cabo, o el movimiento faccioso mismo. están querien
y principal que los predispone a la sedición es comprometer
a esto: que el discernir lo que está bien de lo que mandamient
o que corresponde a cada individuo en particu­ del árbol de l
nte, en el estado de naturaleza, donde cada las tentacione
con igual derecho que los demás y no se ha so­ conocedores
nte pacto alguno al mando de otros, hemos de Adán (versícu
sto es verdad. De hecho, así lo hemos probado desnudo? ¿Es
l , artículo nueve. Pero en un Estado civil eso mer? Es como
ue ya se ha mostrado (capítulo 6, artículo 9) gar que la des
iviles son las que establecen lo que está bien y vergonzosa,
al, lo que es justo y lo que es injusto, lo que es del bien y del
ue es deshonesto. Y el legislador es siempre la 2. Lo que
iene el poder supremo en el Estado, es decir, el conciencia es
una monarquía. La misma verdad ha quedado ciando la ley.
n el capítulo l 1, artículo 2, con palabras de Sa­ pecado mío
si los individuos particulares pudiesen perse­ exclusivamen
evitar lo que está mal según sus propios crite­ otra persona,
lidad tendría la sentencia salomónica: Da a tu cado por mi
azón prudente para juzgar a tu pueblo y poder es pecado en
e lo bueno y lo malo? Por consiguiente, como es manda es con
Sl?'>'l l:Rl\'ASQl'I· TIFJWE.'11Al.A Dl~OLLCIÓN
DE UI\ l STADO 197

quienes corresponde decidir qué es lo que está


s Jo que está mal, son perniciosos, aunque muy
ichos como sólo es rey el que actúa con justicia, o
decerse a los reyes, a menos que nos manden ha­
tas, y otros muchos parecidos, Antes de que se
gobierno alguno, lo justo y lo injusto no exis­
u naturaleza depende siempre de lo que se man­
ción es de suyo indiferente; que se convierta en
justa procede del derecho del magistrado. Por lo
yes legítimos hacen justas las cosas que mandan,
hecho de mandarlas; y hacen injustas las cosas
n, sólo por el hecho de prohibirlas. Pero los in­
ticulares, cuando asumen ellos mismos la capa­
tinguir entre Jo que está bien y lo que está mal,
ndo ser como reyes, lo cual no puede hacerse sin
r la seguridad del Estado. El más antiguo de los
tos de Dios (Génesis 2, 17) es éste: No comerás
la ciencia del bien y del mal; y La más antigua de
es diabólicas (Génesis 3, 5) es: Seréis como Dios,
del bien y del mal. Y la reprimenda de Dios a
ulo 11): ¿Y quién le ha hecho saber que estabas
s que has comido del árbol de que te prohibí co­
o si estuviera diciendo: ¿cómo has venido a juz­
snudez en la que a mí me pareció bien crearte es
sino porque te has arrogado el conocimiento
l mal?
un hombre hace en contra de lo que le dicta su
s pecado; pues cuando actúa así, está menospre­
Pero hemos de hacer aquí una distinción. Es un
aquello que, al cometerlo yo, creo que es falta
nte mía; pero lo que yo creo que es pecado de
es posible que a veces yo lo haga sin que sea pe­
parte. Pues si a mí se me manda hacer algo que
n quien me Jo manda, y yo lo hago, y el que me
n derecho mi señor y rey, entonces yo no cometo
l'Ol>F.R 12. DE l.;\S l,AU\A!i

Si yo hago la guerra por mandato de mi quieren dar


túo injustamente aunque entienda que se tra­ recho, o sin
a injusta; pero si rehúso hacer la guerra, arro­ puede dar m
nocimiento de lo que es justo e injusto, el cual se de matar
onocimiento que sólo corresponde a mi prín­ con derecho
sí estoy actuando injustamente. Quienes no ·Quién te ha
distinción se sentirán forzados a pecar siem­ ~lo del árbol
mande algo que es ilegal o que a ellos se lo pa­ rano a quien
bedecen, estarán pecando contra su concien­ duo particul
decen, estarán pecando contra el derecho. Si del mal? Co
u propia conciencia, declaran no tener miedo perniciosa e
el mundo venidero; y si pecan contra el dere­ cialmente p
enos por lo que a ellos se refiere, aboliendo la opinión, tod
en el mundo presente. Así pues, la opinión de condenado
an que los súbditos pecan cuando obedecen cualquier vi
s del príncipe que les parecen injustas es erró­ 4. La cua
ontada entre las doctrinas que son contrarias la de aquello
civil; y proviene de ese error original que he­ gobierno est
más arriba, en el capítulo anterior. Pues al lo 14 del ca
derecho de juzgar qué es lo que está bien y dad de esa o
mal, damos ocasión a que tanto nuestra obe­ tado no pue
uestra desobediencia sean pecado. No puede o
doctrina sediciosa surge de la misma raíz. Es de obligarse
dice que el tiranicidio es legal. En el día de gún súbdito
da por muchos teólogos; y en la antigüedad tos están co
s los filósofos: Platón, Aristóteles, Cicerón, que si el Est
o y el resto de quienes se encargaron de man­ súbditos ta
uías de Grecia y de Roma; los cuales no sólo do será libe
el tiranicidio es legal, sino que es también debe serlo
yor alabanza. Y bajo el título de tiranos inclu­ de hombres
s monarcas, sino a todos los que ostentan el constituyen
en cualquier clase de gobierno; pues no se li­ del poder s
tirano a Pisístrato de Atenas, sino que tam­ ser consiste
os tiranos los Treinta que le sucedieron y que te si tenemo
tos. Ahora bien: aquel a quien los hombres nocimiento
i 1:­rrt::R~A' QIJl:.TIE'mI.1' /\LA [l(SíJ[.lJ( ION lll: UN LST.\11() 199

r muerte por ser tirano, o tiene el mando con de­


él. Si lo tiene sin derecho, es un enemigo y se le
muerte legalmente; mas entonces no debe hablar­
a un tira 110, sino a un enemigo. Si tiene el mando
o, entonces hay lugar para la pregunta divina:
a hecho saber que era un tirano? ¿Fs que has comí­
de que te prohibí comer? Pues, ¿por qué llamas ti­
n Dios ha hecho rey, si no es porque tú, un indivi­
lar, estás arrogándote el conocimiento del bien y
onsiderándola bien, nos damos cuenta de cuán
es esta opinión para todo tipo de gobierno, espe
para el gobierno monárquico; pues segun dicha
do rey, ya sea bueno o malo, está expuesto a ser
por el juicio <le otros, y asesinado por la mano de
illano con intenciones criminales.
arta opinión que atenta contra la sociedad civil es
os que mantienen que quienes t ienen el poder de
tán tnmbién sujetos a las leyes civiles. En el ar_tícu­
apítulo 6 se ha probado suficientemente la false­
opinión, con el argumento siguiente: que un Es­
ede obligarse ni a sí mismo ni a súbdito alguno.
obligarse a sí mismo porque ningún hombre pue
e, como no sea a otro; y no puede obligarse a nin­
o porque las voluntades particulares de los súbdi­
ontenidas en la voluntad del Estado; de tal manera
tado se libra por completo de tal obligación, los
ambién lo harán y, consecuentemente, el Esta­
erado. Mas lo que es verdad aplicado a un Estado
también aplicado a un hombre o a una asamblea
s que tengan la autoridad suprema; pues ellos
n un Estado, el cual no tiene otra entidad que la
supremo. Que la opinión mencionada no puede
ente con el ser mismo del gobierno resulta eviden­
os en cuenta que, de ser puesta en práctica, el co­
de lo que está bien y de lo que está 11101 es decir, la
12. l>LLA~CAUSAS 1:

de lo que va y de lo que no va contra las leyes, vol­ Los hombres


en manos de los individuos particulares. Cesa­ maneras. Alg
o, la obediencia siempre que se mande algo que supremacía al
ntrario a las leyes civiles, y con ello cesará tam­ beneficios de
urisdicción coercitiva. Sin embargo, este error nes referentes
oyo de grandes pensadores como Aristóteles y justicia es la co
uales, aduciendo la debilidad de la naturaleza hu­ vación, sucede
nen que el poder supremo, para mayor seguri­ las normas de
ncomendarse exclusivamente a las leyes. Mas es­ preceptos y do
res parecen haber mirado muy superficialmente sólo son indiv
naturaleza del gobierno cuando pensaron que el causa de un m
ivo, la interpretación de las leyes y Ja promulga­ la obediencia
as leyes ­poderes todos ellos que necesariamen­ hace caer pre
nden al gobierno­ debían dejarse por entero a las ser más perni
s. Ahora bien, aunque los súbditos particulares por miedo a lo
unas veces discutir en un juicio y recurrir legal­ decer a sus pr
a el magistrado, esto sólo ocurre cuando lo que también algu
no es lo que, siguiendo una cierta ley, ha decla­ diendo el pod
uería hacer. Así, cuando siguiendo alguna ley se el nombre de
n súbdito a la pena capital, la cuestión no es si el recaudar din
en virtud de su poder absoluto, podía o no po­ cursos necesa
a dicho súbdito la vida, sino la de si cuando pro­ den la autorid
ey su voluntad era que el súbdito muriera; si la to, y la ponen
el magistrado fue que el súbdito debía perder poder esta el
olaba la ley, y no debía perderla si no la violaba. otro, o la divi
, el que un súbdito pueda recurrir legalmente no. Pues cua
agistrado no es prueba suficiente de que éste se sin dinero; y
por sus propias leyes, pues nadie puede obli­ pública.
smo. Las leyes, por tanto, son hechas para Fula­ 6. Es doct
Mengano, pero no para el que gobierna. Sin em­ no se adquier
ambición de los leguleyos, se ha hecho que las siempre son so
endan para su ejecución de la autoridad del ma­ hombres. Ma
o de lo que decidan los inexpertos ciudadanos. bería mandár
nto lugar, que la autoridad suprema puede divi­
los Estados una doctrina fatal en grado sumo. 11. Es clara la r
:­., C:R!\A~(JUE l"IHNDI~­..; A LA DISOl.lCION nnux asrmo 201

suelen dividir dicha autoridad de diferentes


gunos la dividen de mudo que se le conceda la
l poder civil en asuntos relativos a la paz y a los
esta vida, y sea transferida a otros en cuestio­
a la salvación del alma. Ahora bien, como la
osa más necesaria de todas para alcanzar la sal­
e que los súbditos, al no medir la justicia según
e la ley civil (como deberían), sino según los
octrinas de quienes con respecto al magistrado
viduos privados o personas extranjeras 11,} por
miedo supersticioso, no prestan a sus príncipes
debida, sin darse cuenta de que ese miedo les
ecisamente en lo que más temían. ¿Qué puede
icioso para un Estado que el que sus hombres,
os tormentos eternos, sean disuadidos de obe­
ríncipes, esto es, a sus leyes, o de ser justos? Hay
unos que dividen la autoridad suprema conce­
der de hacer la guerra y la paz a uno a quien dan
monarca, pero concediendo a otros el poder de
nero. Ahora bien, como los dineros son los re­
arios de la guerra y de la paz, quienes así divi­
dad o bien no la dividen realmente en absolu­
n totalmente en manos de aquellos en cuyo
l dinero, aunque den el nombre Je monarca a
iden de verdad, y entonces disuelven el gobier­
ando la guerra es necesaria, no puede hacerse
y tampoco puede preservarse sin dinero la paz

trina común la que enseña que la]« y la santidad


ren por el estudio y la razón natural, si110 que
obrenaturalmente inspiradas e infundidas en Los
as si esto fuese verdad, no entiendo por qué de­
rsenos dar una explicación de nuestra fe, o por

referencia implícita al Pontífice Romano. (!\'.del T.)


l'Olll'.R 12. m. lJ\S< Al!SA5

er hombre que verdaderamente fuese cristiano tulo de propi


mbién profeta, o, finalmente, por qué no debería magistrado
hombre acerca de lo que le conviene hacer y lo cada hombre
vitar, basándose en su propia inspiración y no en minio y vues
s de sus superiores o en la recta razón, volviendo en que el ma
ación en que cada individuo determina lo que mismo que
o que está mal, lo cual no puede concederse sin bienes propio
rree consigo la ruina de todos los gobiernos. Esta que al padre
e ha extendido tanto a lo largo y a lo ancho de bres que dice
do cristiano que el número de los que han apos­ nera. «Somo
razón natural ha llegado a ser casi infinito. Di­ por la que un
brotó de mentes enfermas que, habiéndose avi­ bienes que e
una buena dosis de palabras sagradas corno mos que a ve
e sus frecuentes lecturas de la Escritura, lasco­ n imien Lo de
e tal forma en su predicación que sus sermones, muestren la
r nada, les parecieron divinos a los ignorantes. rán.» Quiene
o se dicen insensateces con apariencia de habla se logró ya d
n las pronuncia da necesariamente la impresión de la sociedad
irado por los cielos. vieran forma
tima doctrina que se opone al gobierno es ésta: bierno establ
bdito tiene dominio absoluto sobre los bienes que 8. Por últ
posesián; es decir, que su título de propiedad no civil, en espe
que sus conciudadanos disfruten de los mismos gan con clar
que también se lo impide al magistrado mismo. una multitud.
es verdad; pues quienes tienen un señor que les luntad y al c
pueden ellos mismos ejercer el señorio, tal y estas cosas p
do probado en el capítulo 8, artículo S. Ahora pueblo es el
gistrado es señor y amo de todos sus súbditos, Pues incluso
tución misma del Estado civiJ. Antes de some­ que su volun
de la sociedad civil, ningún hombre tenía dere­ hombre; la m
edad; todas las cosas eran comunes a todos los tos. En una
ecidme, pues: ¿de dónde habéis obtenido ese tí­ son la multitu
narquía los s
tar paradójic
a opinión que da titulo a este artículo 6. (N. del 1:) corrientes, y
5 INTEl\N,\SQUF Tlf~"IDEN,\LA lllSl uucio» llE UN t:STA!JO 203

iedad sino del magistrado?¿ Y cómo lo obtuvo el


sino por el procedimiento de haberle entregado
e su derecho particular? Por Jo tanto, vuestro do­
stro título de propiedad serán tales en la medida
agistrado así Lo quiera y mientras le plazca; es lo
en una familia en la que cada hijo tiene tantos
os cuantos el padre permita y durante el tiempo
e le parezca bien. Pero la mayoría de los hom­
en poseer prudencia cívica razonan de otra ma­
os ­rlicen­ iguales por naturaleza; no hay razón
n hombre tenga mayor derecho a quitarme mis
el que pueda tener yo a quitarle los suyos. Sabe­
eces se necesita dinero para la defensa y mante­
el público; pero que quienes lo precisen nos
necesidad del momento, y entonces lo recibí­
es así hablan no saben que lo que están pidiendo
desde el principio, desde Ja constitución misma
d civil; y que, por tanto, hablando como si estu­
ando parte de una multitud disoluta y singo­
lecido, están destruyendo éste.
timo, es un gran inconveniente para el gobierno
ecial el monárquico, que los hombres no distin­
ridad la diferencia que existe entre un pueblo y
. El pueblo es algo que es uno, que tiene una vo­
cual puede atribuírsele una accián; ninguna de
puede decirse propiamente de una multitud. El
l que manda, sea cual sea el tipo de gobierno.
en las monarquías es el pueblo el que manda, ya
ntad queda representada por la voluntad de un
multitud son los ciudadanos, es decir, los súbdi­
dentocraciu y una aristocracia, los ciudadanos
ud, pero la asamblea es el pueblo. Y en una mo­
súbditos son la multitud, y (aunque pueda resul­
co) el rey es el pueblo. Los hombres vulgares y
y otros que no reflexionan sobre estas verdades,
ronrR 12.. UI 1.ASCAUSASl!

pre de un gran número de personas como si és­ turbados por


pueblo, es decir, la ciudad [o sociedad civil]. Di­ quienes acha
udad se ha rebelado contra el rey (lo cual es im­ no es más jus
ue el pueblo es el que quiere o el que no quiere lo hecho de hab
de súbditos murmuradores y descontentos di­ mayoría de la
ren o que no quieren; se piensa que es el pueblo mismo síndr
ue se levanten los ciudadanos contra la ciudad, dad que llam
o es la multitud contra el pueblo. Y éstas son casi y que hace qu
niones que, si contaminan a los súbditos, harán dos, oprimid
rebelen fácilmente. Y como en todo tipo de go­ evidente que
estad debe ser preservada por aquel o aquellos dos por el pe
autoridad suprema, el crimen laesne majestatis y que los que
de manera natural a estas opiniones. sas querrán q
nada que aflija más a los hombresque la pobre­ 10. Otra d
falta de aquellas cosas que se necesitan para la tando poco o
de la vida y el honor. Y aunque no hay nadie hombres asp
que las riquezas se consiguen median le el traba­ tinciones, pe
van mediante la frugalidad, todos los que son dos por la ur
echarle la culpa de ello al mal gobierno, sin que estos ho
su propia vagancia y despilfarro, como si sus desocupació
dos de verdad hubieran sido consumidos por Estado, o a le
s públicos. Pero los hombres deben tener en mas y otros
uienes no tienen patrimonio no solamente se que están su
s a trabajar para vivir, sino que también se ven ría que les p
uchar para poder trabajar. Todos y cada uno de cuencia. Aho
e en tiempo de Esdras construyeron el muro ellos piensan
rabajaron con una mano y empuñaron Ja espa­ ran, no podr
. Hemos, pues, de concebir que en todo gobier­ blicos, es ne
ue empuña la espada es el rey o La asamblea su­ pensando qu
ales deben ser mantenidos por los súbditos con otra cosa (m
dicación e industria con que cada hombre se ron preferid
curarse a sí mismo su fortuna personal; y que de derrocar
y tributos no son sino las mercedes que reciben
protegen con las armas en alto para que los tra­
zos de los individuos particulares no sean per­ 13. Pesadez de
!'m k:'\AsQUF.Tll!Sm~/\ LA 1)1 or UCIÓ~ [)F.U1' FSTAOO 205

r intrusiones de los enemigos; y que la queja de


acan su pobreza al exceso de impuestos públicos
sta que Ja de quienes achacaran su indigencia al
ber tenido que pagar sus propias deudas. Pero la
a gente no tiene en cuenta estas cosas. Sufren el
rome que afecta a quienes padecen la enferme­
man incubus 13, mal que proviene de la glotonería
ue los hombres sientan que están como invadi­
dos y sofocados por un gran peso. Es de suyo
e quienes tienen la sensación de estar abruma­
eso del Estado se verán tentados a ser sediciosos,
e están disgustados con el presente estado de co­
que se efectúe un cambio.
dañina enfermedad del alma es la de quienes, es­
ocupados, quieren honor y dignidad. Todos los
piran de manera natural a obtener honores y dis­
ero sobre todo aquellos que están menos acucia­
rgencia de procurarse las cosas necesarias. Por­
ombres son invitados, en virtud de su misma
ón, a disputar entre sí acerca de los asuntos del
eer historias, panfletos políticos, discursos, poe­
libros <le grata lectura. Y de ahi vienen a pensar
uficientemente dotados del ingenio y sabidu­
permita administrar asuntos de la mayor conse­
ora bien, como no todos los hombres son lo que
n de sí mismos, y como, en el caso de que lo fue­
rían todos (por ser tantos) acceder a puestos pú­
ecesario que muchos sean dejados afuera. Éstos,
ue han sido víctimas de una afrenta, no desearán
motivados en parte por env idia hacia quienes fue­
dos en lugar de ellos, y en parte por la esperanza
rlos) que el que fracasen en sus gestiones públí­

e estómago. (N. del T.)


l?. Dh LASC.\lJ~AS
PODER

es, de extrañar que busquen con insaciable agitaciones,


tunidad de introducir innovaciones. sión de proc
ranza de triunfar debe incluirse también entre dos clases. L
es sediciosas. Pues aunque haya todos los clara expresi
e quiera, infectados de opiniones contrarias a te de la conte
erno civil; aunque sean muchos los que esca­ entendimien
de las campañas que lancen contra ellos quie­ propio y pre
a autoridad, si no tienen esperanza de triunfar de conmove
nantes o no les parece haber alcanzado el nu­ miedo, la ira
no habrá sedición; a cada individuo se le di­ de las palabr
samientos sediciosos, y preferirá contentarse discurso pa
e ahora le cae encima antes que aventurarse a partiendo d
s pesada. Cuatro cosas son las que se necesi­ sean. El arte
ntar esa esperanza: número suficiente de re­ ésta es la ret
, c~nfianza mutua y líderes. Por equipo de dad; la de ést
decir toda clase de armas, municiones y otras su campo de
cesarias. Sin estas cosas, los hombres, aunque exhortacione
n número, no pueden hacer nada. Tampoco prudencia, m
las armas si falta la confianza mutua. y tam­ segunda cla
cerse nada sin un líder que coordine las fuer­ dero conoci
dos estén de acuerdo en obedecer, no por es­ cia, es el verd
someterse a su mando (pues ya hemos dicho y lo incitan a
cap~tulo que estos hombres no entienden que trabajo mism
obligados más allá de lo que a ellos les parece no podrían
sino por tener una alta opinión de su virtud o nes contrari
militar, o porque simpatizan con él. Si estas mismos esté
án al alcance de los descontentos, y éstos mi­ indicio de u
e sus actos guiándose por sus propios crite­ un hombre
f~l~a que alguien los soliviante y los instigue van las leyes
~10.n y la confusión del. reino tengan lugar. justo, de lo h
pción que hace Salustio del carácter de Cati­ procura y p
ie superó nunca en el arte de urdir sedicio­ ye; qué es lo
tenía gran elocuencia y poca prudencia. Sa­ qué es lo que
prudencia de la elocuencia, y dice que esta sus prójimo
cesaria a un hombre nacido para provocar bio. Pero el
INTLR:­1"­S QL'HTff)llllK A l.1\ ()ISO! U( l(ll': IJI' UN 1~~ 1'1\ no 207

mientras que a la primera se le adjudica la mi­


curar la paz y la tranquilidad. La elocuencia es de
La primera puede definirse como una elegante y
ión de los conceptos de la mente, y surge en par­
emplación de las cosas mismas y en parte <le un
nto de las palabras en lo que es su significado
eciso. La otra puede definirse como la habilidad
er pasiones del alma tales como la esperanza, el
a, la compasión, y se deriva de un uso metafórico
ras adaptado a las pasiones. Aquélla forma un
artiendo de principios verdaderos; ésta lo hace
de opiniones recibidas, cualesquiera que éstas
e que preside aquélla es la lógica; el que preside
tórica; la finalidad de aquélla es alcanzar la ver­
ta, alzarse con la victoria. Cada una de ellas tiene
e uso: aquélla, en las deliberaciones; ésta, en las
es; pues aquélla nunca está apartada de la docta
mientras que ésta lo está casi siempre. Que esta
ase de poderosa elocuencia, separada del verda­
imiento de las cosas, es decir, de la docta pruden­
dadero carácter de quienes soliviantan al pueblo
a buscar cambios puede deducirse fácilmente del
mo que estos instigadores tienen que hacer. Pues
envenenar al pueblo con esas absurdas opinio­
ias a la paz y a la sociedad civil a menos que ellos
én convencidos de ellas, lo cual es, ciertamente,
una ignorancia mayor de la que podría afectar a
sabio y prudente. Quien no sabe de dónde deri­
s su poder, cuáles son las reglas de lo justo y lo in­
honesto y lo deshonesto, de lo b11e110 y lo malo, qué
preserva la paz entre los hombres, y qué la destru­
o que es suyo, y qué lo que es de otro, y, por últirno,
e se haría a sí mismo, a fin de hacérselo también a
os, habrá de ser tenido, ciertamente, por poco sa­
que puedan hacer que los estúpidos que les cscu­
l'llllER 12. L>E LA~CAllSllS

la cabeza, y que lo malo les parezca peor y lo gran someter


ezca malo; el que puedan aumentar sus espe­ na facción qu
que no vean el peligro es cosa que logran, no den y dan lug
otra clase de elocuencia que explica las reali­ y la elocuencia
mo son, sino mediante un tipo de elocuencia del mismo m
do en sus mentes, hace que todas las cosas se les lias, rey de T
y como ya les habían hecho que las concibieran Queriendo d
el consejo de
s hombres que son de suyo muy afectos a la so­ niéndolo des
operan, por falta de conocimiento, en dispo­ narnente qu
itos a la sedición, cuando en las escuelas ense­ ocurre con l
nes doctrinas que coinciden con las que ya mo que las h
to, o se las predican a todo el mundo desde el gobierno, se
nes desean que una tal disposición pase de la hombres, co
o ponen todos sus esfuerzos en esto: primero, que han div
os los descontentos en una facción y una cons­ llamas de la
ués, en que ellos mismos tengan mano princi­
acción. Los reúnen, pues, en una facción, y
an a sí mismos intermediarios e intérpretes de
e los individuos particulares, y determinan
y en qué lugares se celebrarán las asambleas
acerca de aquellas cosas que deben reformar­
no de turno, según lo que convenga a sus pro­
Ahora bien, para que ellos mismos puedan te­
principal en la facción, la facción debe ser
mo tal facción, es decir, deben seguir mante­
e sus reuniones secretas, en grupo reducido,
denará lo que luego habrá de proponerse ante
eral, y por quién, y sobre qué asunto, y en qué
cada uno de ellos, y cómo podrán hacer
de su parte los más poderosos y populares
[accián. Y así, cuando hayan logrado reunir
suficientemente grande sobre la cual puedan
con su elocuencia, pasarán a hacer que asu­
tración de los asuntos. Y de esta manera Jo­
1:­.IFR:O­:ASQUIJT!l.­.:l)l~ALA DISOLUCló~OEl!NESfA[)O 209

r algunas veces al Estado, cuando no hay nin~u­


ue se les oponga. Pero por regla general lo escin­
gar a una guerra civil. Pues la estupidez de unos
a de otros concurren en ~~1bvertir d ~obierno,
modo que (como cuenta la tabula) las hijas de Pe­
Tesalia, conspiraron con Medea contra su padre.
devolver la juventud al decrépito dejo, siguieron
e Medea y cortaron al hombre en pedazos, po­
spués al fuego para que hin iese, esperando va­
ue de este modo empezase a vivir otra vez. Así
la gente común: por su estupidez, hacen lo mis­
hijas de Pellas: y deseando que reviva el antiguo
e dejan llevar por la elocuencia y ambici?n de los
omo si fuera por la magia de 1\h.·dea. 1 una vez
vidido al Estado en facciones, lo consumen en las
guerra en vez de reformarlo.
13. SOBl!I 1 OS Df

3 1. En lo qu
los deberes
deberes de quienes administran que el gober
supremo dada nada
ben compor
guir entre e
la misma; p
ocurrir, por
no quiera e
liberaciones
ces, por raz
veces, aunq
sus ministro
la suprcnn¡ autoridad se distine 11c del ejercicio de l 1 . ellos. Ahora
m1· ¡111 I u«l ·I p11l'i1lo es 111 ley suprema. .... 3.-I:s et debe¡ 'de'1/IS· los mo est.in se
ar los intereses comunes de In mavoria no ..l int ., t: bierno ordi
ll ., • "~ t es par­
~ ac¡uc• tombre, 4.­Por seguridad debe entenderse todo das las cos
s. 5.­Se pn·g1mta si es el deber de los reyes rocurar la causas secu
i1lm11s de sus súbditos, según lo que dichos re~es estimen
6.-1:'111111é consiste la sceuridad cldp11t•l1/o 7 Q. I
<le gobierno
·
artos para la. defensa
.­. · .­
tlelpueblo • 8 · ­·1·e ncr se>I1i tlt I11~, ar­
11(' OS y actos púb
. ·
mcs)' dinero disponibl« en tiempn de• paz son cosas naesa­ lugar si Dio
11sa del pueblo. 9. ­Una adecuada instruct'icín de· los súb­ leza, decidie
1es de doctrina civil es necesaria para la prcscrvacián d. En este cap
gual t~i~trib11cití11 de las rnrgas fllÍblir11s rnn:luce en grm: mente de lo
ervucián de la paz. 11• -Es 1It • 1•q1111· ¡acI 1111t11ra I que e! Es-
autoridad,
•stos ~t'g1í11 lo que ruda hombre gasta, no .según lo que po­
ucente a la prcscrvacián de In ¡1 1 ¡z rt •pr.ltlllr. tl IOS Cltll b. mi propósit

isolve¡ las [acciones
í»
en cada luga
· 11· .- L ns. leyes por fas que 51•
s ./11cr11t. ivas y .se restri111•ett .., lo:.·gu•t, Os. e.\c. .•.
C­\n­os rnn muy es ése un Js
1ru¡11tY1mie11to del s1íbtlito. 15.­Quc• ne> debe . . • I • cada blado
·/ . I
s ey,~ mas' e lo que s1• requiere para be111'ftcio del prin-
~"ª st r i e­
2. 1b<los
s. I fi.­Que no delre11 i11jligirst' castigos 11lt1\'1>rc:. que lo. esta scntenc
ftJ· t •).· 17 ­r­r \ ¡ns. s11ib '¡·uos te 1 lu: restn11r1irsc'/1•.s
v s
orruptos.
511 dereclu: aunque los
sujetos a las
de otros hom
to a un mis
210
f lll RhS l>F. ounxus ADMl!'\I~ 1 RA~ l'l l'Olll'R ~Ul'ltl·MO 2J J

ue hasta aquí se ha dicho hemos querido mostrar


de los ciudadanos y de los súbditos, y el poder
rnante tiene sobre ellos. Pero no hemos dicho to­
de los deberes de los gobernantes y de cómo de­
rtarse con sus súbditos. 1 lemes, pues, de distin­
el derecho a la autoridad suprema} el ejercicio de
pues una cosa puede separarse de la otra. Puede
r ejemplo, que quien tenga el derecho no pueda o
estar presente en los juicios de ofensas o en las de
sobre asuntos de Estado. Los reyes, algunas ve­
zón de su edad, no pueden dar ordenes; otras
que pueden hacerlo, les par<.'Le mejor que lo hagan
os} consejeros; y <lsí, ejercen su poder a t ravés de
a bien, allí donde el derecho y el ejercicio del mis­
eparados, el gobierno del Estado es como el go
inario del mundo, en el cual Dios, el motor de to
sas, produce efectos naturales sirviéndose de
undarias. Pero allí donde quien uene el derecho
esni presente en todas las JUd re :11 uras, consultas
blicos, su administración es como la que tendría
os, sobrepasando el curso ordinario de la natura­
era administrar directamente lodos los usuntos,
pitulo, por tanto, hablaremos breve y sumaria
o que concierne a los deberes dc <.¡uiencs L'jercen la
ya por derecho propio, ya por el de otros. No cs
to descender a esas cosas que, siendo difercnlcs
ar, los príncipes deben hacer de modo d1fcrenlc;
sunto que ha de dejarse a l.1s prac t iLas políticas <le
o.
s los deberes de los gobernantes se contienen en
ci.1: la seguridad del pueblo l'S la ley suprema. Pues
que ostentan el poder supremo no pueden estar
s leyes propiamente dichas, es decir, a la \Oluntad
mbres ­pues sena contradictorio .'icrjcfl' ~· súbdi­
smo tiempo , tienen, sin embargo, el deber dc
POl)lR 13. SORRE. I o~ 11rnFR

n todas las cosas y en la medida de lo posible, Jos carían contra


. la recta razón, la cual no es sino la ley natural, confianza de q
ina. Pero como los poderes fueron constituidos curaran en la
la paz, y la paz se buscó para procurar la seguri­ ble, aba~teccr
blo, quien, habiendo sido puesto en una situa­ aquellas cosa
ridad, haga uso de su poder con un fin que no de aquellas otr
dad del pueblo estará actuando en contra de las rido el poder
az, es decir, en contra de las leyes de naturaleza. súbditos sean
seguridad del pueblo dicta una ley en virtud de servirlos mej
íncipes conocen su deber, así también les enseña proveer a dich
mo procurarse a sí mismos un beneficio; pues el la vida, sino d
ciudadanos es el poder de la ciudad, es decir de sos, estarían y
a autoridad suprema en un Estado. ' s. y en pr
a~artado entendemos por pueblo no una perso­ manera princ
ecir, no la ciudad misma que gobierna, sino la tengan de la D
úbditos que son gobernados. Pues la ciudad no rarla. Si se su
para beneficio de sí, sino para beneficio de los los gobernant
nque no se requiere que este o aquel hombre en ya sea uno 0 m
iba individual atención del gobierno. Pues el go­ raleza si no h
sus funciones como tal, no se cuida de la seguri­ que es necesa
o, excepto a través de sus leyes, que son univer­ permiten que
tanto, queda totalmente exonerado si ha hecho Es evidente q
tá de su mano para procurar, mediante disposi­ de sus propia
les, el ~ienestar de la mayoría durante el mayor ellos depend
do de tiempo, de tal modo que ningún hombre no lo quisiera
o sea por su culpa o por algún tipo de accidente nadie les obl
er prevenido. Mas a Igunas veces, es conducente ñen y practiq
de la mayoría el que los malvados sufran. Mas esta difí
el término seguridad no debemos entender la 6. En lo q
~ción de Ja vida en las condiciones que sean, do los benefi
iz. Con esta finalidad se reunieron libremente
)

clases: 1. Que
n ª.samblea e instituyeron un gobierno: para 2. Que la paz
medida en que la condición humana lo permi­ enriquezcan
nteramente. Por Jo tanto, quienes han asumido seguridad pú
ión del poder en un gobierno de esta clase pe­ na. Los que t
Rl·.:.ltEIJIJIES[\ AD~ll"l~TIL~'\ H.l'OllER ~lfPRFMO 213

la ley de naturaleza (por haber defra~dado la


quienes les encomendaron ese po~c~) st no pr~­
a medida en que las leyes lo hiciesen posi­
r a sus súbditos abundantemente.' no sólo. de
as que son buenas para la vid~, smo tamb1é~1
ras que aumentan el placer. Quienes han adqui­
mediante el uso de las armas desean que sus
n fuertes de cuerpo y alma para que ast puedan
jor. De lo cual se deduce que si no int~ntaran
hos súbditos no só~~ de las.cosas_ necesana.s p~ra
de las que les permitiese criarse tuertes yv1_g~10­
yendo contra sus propios intereses y proposuos.
rimer lugar, creen los príncipes.q~e afecta de
cipal a la salvaciáu eterna las opuuones que se
Deidad y el tipo de culto con que se debe =:
upone que ello es así, podemos p.reguntan~os si
tes supremos que ejercen la máxima autoridad,
muchos, no están pecando c~ntra la ley de natu­
hacen que se enseñe la doctrina que dios creen
aria para la salvaci.ón eterna de s~s súbdito~'. Y
e se enseñe y practique una doctrina centrar ia.
que, de hacerlo así, están actuando en contra
as conciencias,y que lo que quieren, "' lo que d~
de, es la perdición eterna de sus subd1~os. ~ues s:
an, no sé por qué razón deben sufnr (sin que
ligue, pues son los jefes supremos) que se ense­
quen cosas que ellos creen que son condenables.
ícil cuestión la dejaremos en suspenso.
que respecta únicamente a su vida en este mun­
icios de los súbditos pueden dividirse
. en cuatro
.
e sean defendidos contra enemigos extranjeros.
z sea preservada en el interior del país: 3. Que se
n en la medida en que ello sea c~mpatible con_1.a
ública. 4. Que disfruten de una libertad no dañi­
tienen el mando supremo no pueden procurar al
POOl.:R

dad cívica que la que proviene de librarles medida que


}eras y civiles, para que los súbditos pue­ información
íficamente de los beneficios que han con­ hilos.
abajo. 8. Asimis
dos cosas para la defensa del pueblo: estar del pueblo e
prevenidos (praemoneri et praemuniri}. Ahora bien,
de los Estados considerados en sí mismos do de soldad
natural, es decir, hostil. Incluso cuando de­ tes de que el
puede decirse que haya paz entre ellos, sino y tomar las a
po de tregua durante el cual los enemigos fuerzo dema
amente y evalúan su seguridad respecti­ no construir
en los pactos que hayan podido firmar de estratégicos
no calibrando las fuerzas y medios del ad­ como esos p
s así por derecho natural, como hemos cuales, ignor
pítulo 2, artículo 11. De lo dicho allí se de­ pequeños es
atos son inválidos en el estado de natura­ habían senti
hace su aparición un miedo justificado. Es, san que hay
ara la defensa de la ciudad, primero: que ner a las tro
indaguen lo más estrechamente posible y peligro ya h
ciones y movimientos que puedan perju­ cuán difícil
pías son para los ministros del Estado lo de dinero, l
e sol para el alma humana. Y hablando de gusta soltar
podemos decir de ella con mayor verdad que reparan
tural, que las imágenes sensibles e inteli­ tanto derec
os externos son transportadas por el aire piensan que
, es decir, a los que tienen la autoridad su­ emplear siq
, no son menos necesarias para la preser­ al bien públ
que los rayos de luz para la preservación ciente para
én pueden los espías compararse a las te­ darse con p
extienden por todas partes y a través de tos y tarifas
transmiten a la araña todos los movi­ de recaudar
lugar, mientras ésta permanece en su es­ vaguardar
uienes tienen la misión de gobernar no cesariament
servirse de espías, qué es lo que deben procurar la
urar la defensa de sus súbditos, en mayor del enemig
215

las arañas pueden saber cómo protegerse sin la


que reciben a través del movimiento de estos

smo, es un requisito necesario para la defensa


el que éste se encuentre armado de antemano .
estar armado de antemano significa estar dota­
dos, armas, barcos, fortificaciones y dinero, an­
peligro se haga inminente; pues reclutar tropas
armas una vez que el ataque ha tenido lugar es es­
asiado tardío, si no imposible. De igual manera,
r fuertes ni establecer guarniciones en lugares
antes de que las fronteras sean invadidas es ser
pastores del campo (que dice Demóstenes), los
rantes del arte de la esgrima, se cubrían con sus
scudos aquellas partes del cuerpo en las que ya
ido el pinchazo de las estocadas. Quienes pien­
tiempo suficiente para recaudar dinero, mante­
opas y atender otros gastos de guerra cuando el
ha empezado a presentarse no se dan cuenta de
l es recaudar de pronto cantidades tan vastas
las cuales tienen que venir de gente a quien no le
los cuartos. Pues casi todos los hombres, una vez
n en el número de sus bienes, se consideran con
cho a mantenerlos como propiedad suya que
e se les está haciendo daño cuando se les tuerza a
quiera la más pequeña parte de ellos en contribuir
lico. Ahora bien, una cantidad de dinero sufi­
defender el país con las armas no podrá recau­
prontitud de los ingresos producidos por impues­
s aduaneras. I Iemos, pues, por temor a la guerra,
r buenas sumas en tiempo de paz si queremos sal­
la seguridad del Estado. Por lo tanto, como es ne­
te responsabilidad de los gobernantes, a fin de
a seguridad de los súbditos, 'descubrir los planes
go, mantener guarniciones y poder disponer de
l'(lt>F.R 13. SOl\Kl. l.OS IJElffRE

o momento; y como, por ley de naturaleza, los troducir la san


án obligados a dedicar todos sus esfuerzos a allí donde se ha
enestar de sus súbditos, de ello se sigue que no de la doctrina
para ellos enviar espías, mantener tropas y instruidos, pu
tes y requerir fondos para estos propósitos, blico, educar a
ían actuando ilegalmente si no Jo hicieran. A gorosamente c
añadirse que también deben hacer cualquier que profesan y
ea por la fuerza o solapadamente, que conduz­ se aceptan pro
poder de aquellos extranjeros de quienes ten­ gibles que si un
Pues los gobernantes están obligados, por el términos saca
en, a prevenir los males de los que sospechen, de haberlas oí
que de hecho tengan lugar por negligencia cha mayor raz
tendimiento h
muchas las cosas que se requieren para la pre­ pues, que es el
paz interna, pues muchas son también lasco­ por escrito lo
uyen (como se ha mostrado en el capítulo an­ ordenar que s
rturbación. Ya hemos visto que hay algunas dominios.
onen a las mentes de los hombres a la sedi­ 10. En segu
y otras que empujan a actuar a quienes están to producido
Entre las que predisponen a los hombres, ya ción; la cual p
que deben contarse ciertas perversas doctri­ pereza, ellos l
to, la responsabilidad de quienes tienen la au­ si hubieran si
al erradicar dichas doctrinas de las mentes impuestos púb
, no dando órdenes, sino enseñando; no por estas quejas se
igos, sino persuadiéndolos con razones pers­ cargas del rein
yes por las que este mal pueda extirparse no ra desigual; y
contra las personas que yerran, sino contra carga ligera, s
mos. Estos errores que en el capítulo anterior tolerable para
ue son inconsistentes con la paz del Estado de pagar. En c
rtivamente en las mentes de la gente ignoran­ carga corno d
sido inculcados en parte desde el púlpito, en pues, para lib
arios discursos de hombres que, por estar de­ nos afortunad
uentran tiempo suficiente para el estudio y que han tenid
fueron imbuidas por los maestros de su ju­ justa queja, e
cuelas públicas. Mas si un hombre quiere in­ asegure de qu
ES DE oun ­.¡bAl•~llSl~­¡ KAS fLl'Ol>FRSUPlff­>,IO 217

na doctrina, debe partir de las academias; es


allan los verdaderos y probados fundamentos
civil, partiendo de la cual los jóvenes, una vez
ueden después, tanto en privado como en pú­
al vulgo. Y esto lo harán tanto más alegre y \IÍ­
cuanto más convencidos estén de las verdades
y enseñan. Pues viendo cómo en el día ~e ho.y
oposiciones (aunque son falsas y no mas inteli­
n hombre diese su asentimiento a una ser_ic .de
ados al azar de una urna) sólo por el habito
ído con frecuencia, ¿no se aceptaran con mu­
zón doctrinas verdaderas que se ajustan al en­
humano y a la naturaleza de las cosas? estimo,
l deber de los gobernantes hacer que se pongan
os verdaderos elementos de la doctrina civil y
se enseñen en todos los colegios dentro de sus

undo lugar, hemos mostrado que el desconten­


por la penuria dispone a los súbditos a la sedi­
penuria, aunque se deriva de su despilfarro y su
la achacan a quienes gobiernan el reino, como
ido arruinados y oprimidos por culpa de los
blicos. Puede ocurrir, sin embargo, que a veces
ean justas. Eso sucede, por ejemplo, cuando las
no son impuestas en los súbditos de una mane­
y lo que compartido entre todos hubiera sido
se convierte en carga muy pesada e incluso in­
a los demás, si son muchos los que se excluyen
casos asi, no tanto se quejan los hombres de la
de la desigualdad. Con mucho ahínco luchan,
brarse de impuestos; y en este conflicto, los me­
dos, al verse vencidos, miran con envidia a los
do más suerte. Para eliminar, por tanto, toda
es de suma importancia que el magistrado se
ue los impuestos públicos sean recaudados con
PODER 13. SOllRl 1.0S Orl\l'.R

simismo, como lo que los súbditos contribu­ el deber de los


público no es otra cosa que el precio que pagan zonable y con
ar la paz, es razonable que quienes participan l2. En terc
de esa paz paguen también una parte igual, ya que surge de
yendo al Estado con sus dineros, o con su traba­ Pues hay algun
natural (capítulo 3, articulo 15) que todo hom­ jor preparados
derechos a los demás, se muestre imparcial. De bernando, cua
gobernantes, por ley natural, estén obligados neficiosa sería
on equidad las cargas del Estado entre sus súb­ a éste. Mas co
pueden erradi
e apartado vamos a hablar de una equidad, no bernantes inte
no de impuestos, es decir, de una correlación ra­ una aplicación
e los impuestos y los beneficios. Porque aunque que los homb
bditos disfrutan de la paz en igual medida, Jos honores no es
ue se derivan de esa paz no son iguales para to­ ciones de aire
tienen más posesiones, y otros menos; y algu­ hombres hon
n menos, y otros más. Podemos, pues, pregun­ leyes y los der
súbditos deben contribuir al fon<lo público viéramos que
ganan o según lo que gastan; es decir, si las per­ timos con hon
ser gravadas de tal modo que paguen su contri­ preciados por
n la riqueza que poseen, o si deben gravarse Jos ganas de obed
os que se han adquirido, de forma que la perso­ gunas veces q
ún lo que haya gastado. Pues bien: sj considera­ llo por razón
donde los dineros se recaudan según la riqueza que adular a u
o todos los que han ganado lo mismo disfrutan esto, como en
sesiones, pues lo que uno ahorra viviendo con cuando tiene
ro lo gasta con despilfarro, vemos que aunque embargo, de a
tan igualmente de los beneficios de la paz, no y firmes. Su d
una manera igual las cargas del Estado; por obedientes y
lí donde se gravan los bienes mismos, cada poder públic
el mero hecho de consumir esos bienes priva­ de otra maner
á ya pagando al Estado la parte que le debe, no 13. Pero si
tiene, sino según el beneficio que ha recibido sos, con much
no cabe duda de que la primera modalidad de las facciones
uestos va contra la equidad y, por tanto, contra ditos que se r
Rf.Sl)l:QU!t:NESADllH"NISTRAN 1:.1. PüllERSUPJ{~Mll 219

s gobernantes, mientras que la segunda es ra­


ncuerda con el ejercicio de su autoridad.
cer lugar dijimos que la inquietud de ánimo
la ambición era ofensiva para la paz pública,
nos que, creyéndose l11éÍS listos que otros y me­
s para gobernar que los que de hecho están go­
ando no tienen otro modo de probar cuan be­
a su virtud para el Estado, la exhiben da liando
omo la ambición y el hambre de honores no
icarse del alma humana, no es deber de los go­
entarlo; quizá puedan, sin embargo, mediante
n constante de castigos y recompensas, lograr
bres se den cuenta de que eJ modo de alcanzar
s despreciar el gobierno presente ni formar fac­
e populista, sino precisamente lo contrario. Los
norables son los que observan los decretos, las
rechos de sus padres. Si <le manera constante
las órdenes del soberano favorecen a estos úl­
nores, y que los facciosos son castigados y des­
r quienes tienen el mando, Ja gente tendría más
decer que de resistirse. No obstante, ocurre al­
que, igual que tenemos qt1t: acariciar a un caba­
de su excesiva fogosidad, así también tenemos
un súbdito revoltoso por temor a su poder; mas
n el caso del jinete, sólo lo hace el gobernante
e miedo de caer. Aquí estamos hablando, sin
aquellos cuya autoridad y poder son completos
deber, digo, es apreciar y animar a los súbditos
reprimir a los facciosos todo lo posible: ni el
co ni la paz de los súbditos pueden conservarse
ra.
i es deber de los príncipes reprimir a los faccio­
ha mayor razón les concierne disolver y disipar
mismas. Llamo [acciáu a una multitud de súb­
reúnen, bien por contratos mutuos entre ellos,
f>Ollf:H U. SOBRF. LOS DLB~

er de alguno en particular, sin la autoriza­ ta cosa, es dec


stenta el poder supremo. Una facción, por como una de
una ciudad dentro de una ciudad; pues así tf n o hacer p
ad recibe su ser de una unión de hombres constituyeran
en el estado de naturaleza, así también me­ tenidas por h
va unión de súbditos surge una facción. Se­ una guerra lib
ción, una multitud de súbditos que se han como Roma y
mente para obedecer a un príncipe o a un buto de los e
ero, o han establecido pactos o ligas de de­ por las armas
re sí mismos contra todos Jos demás, inclu­ que a veces no
e tienen poder supremo en la ciudad, es una tos más pobr
mo, tener el favor del vulgo hasta el punto de tierras. Pero e
un ejército popular, contiene también algo tablecerse co
menos que se den garantías públicas como arte militar p
que no habrá sedición. Lo mismo puede de­ go en el que m
unas personales, si éstas son excesivas. Pues mentan. Por
se rinden ante el dinero. Si es verdad, por frutos de la ti
ción que se da entre las ciudades responde a ducen de segu
al y hostil, los príncipes que permiten que se de los gobern
internas están haciendo lo mismo que si Acerca de la p
nemigo traspasar las murallas de su reino; ten las artes d
rio a la seguridad de los súbditos y va con­ to de la tierra
raleza. Para la segun
s son necesarias para el enriquecimiento de en contra de
rabajo y el ahorro; hay una tercera que tam­ des laborales
aber, La abundancia natural de tierra y de las mercancía
bién una cuarta, el arte militar, que algunas mente con el
as existencias de los súbditos, aunque con ca, en la cual
a las disminuye. Sólo las dos primeras son ros más exce
una ciudad que se constituye en una isla del ocupaciones
yor extensión que la suficiente para vivir en das en debid
a enriquecerse sin sembrar ni pescar, sólo aquellas leye
y las artes manuales; pero no hay duda de tanto en alim
itorio, será más rica con el mismo número que sea cons
gual de rica con un número mayor.La cuar­ son beneficio
~.IU~ DEQUIE\:1·.s All.\11:­;ls1 RA:­; El POOER ~UPRl'MO 221

cir, el arte militar, fue reconocida desde antiguo


las artes lucrativas bajo el nombre de hacer bo­
presa; y antes de que las familias dispersas se
n en sociedades civ iles, tales actividades fueron
honorables. Pues el pillaje no es otra cosa que
brada con fuerzas pequeñas. Y grandes Estados
y Atenas, gracias a los botines de guerra, al tri­
extranjeros y a los territorios que adquirieron
s, mejoraron sus sociedades hasta tal extremo
o necesitaban recaudar impuestos de los súbdi­
res, y hasta podían repartir entre ellos dinero y
este modo de aumentar las riquezas no debe es­
omo norma y estilo habituales. Pues recurrir al
para enriquecerse es como jugar a los dados, jue­
muchos pierden su fortuna y muy pocos la au­
lo tanto, como solamente hay tres cosas ­los
ierra y del agua, el trabajo y el ahorro­ que con­
uro al enriquecimiento de los súbditos, el deber
nantes se referirá únicamente a esas tres cosas.
primera, serán útiles aquellas leyes que fomen­
dirigidas a mejorar e incrementar el rendimien­
a y el agua; tales son la agricultura y la pesca.
nda, serán beneficiosas todas las leyes que vayan
la desocupación y que promuevan las activ ida­
s. El arte de la navegación, por cuya mediación
as del mundo entero, compradas casi exclusiva­
trabajo, son llevadas a una ciudad; y la tnecáni­
están comprendidas todas las artes de los obre­
elentes; y las ciencias matemáticas, fuente de las
náuticas y mecánicas, serán todas ellas teni­
da estima y honor. Para la tercera, son útiles
es por las que se prohíbe todo gasto excesivo,
mentos como en vestidos, y, en general, toda cosa
sumida en exceso. Como las leyes mencionadas
osas para los fines más arriba especificados, co­
PODER 1~. SORRl LOS UERE

blecerlas a los magistrados supremos en el zón no prohí


uncion. mala intenció
ad de los súbditos no consiste en que estén yes, siendo e
plir las leyes de la ciudad o en que quienes trampar su in
supremo no puedan hacer las leyes que quie­ dichos súbdi
la libertad de los súbditos consiste en esto con las leyes
odas las acciones y decisiones de los súbditos 16. Const
ntroladas por las leyes, ni pueden serlo debi­ dañina para
, necesariamente hay una infinidad de actos súbdito para
nados ni son prohibidos por la ley. E n este gos mayores
tenderse que el súbdito disfruta de libertad: se hace allí d
ercer esa parte <le su derecho natural que las castigos han
cedido y han dejado a su arbitrio. Igual que yores de los q
ncuentra represada por todos lados se estan­ no se ha pree
y la que no tiene límites se extiende por todas ley deberá es
e más libremente cuantos mas pasajes en­ supone que s
mbién sucede con los súbditos: si no pueden a un mal ilim
alguna sin que se lo mande la ley, se entente­ lo 11 del cap
y si pueden tomarlas todas, se dispersan y no están suje
utando de mayor libertad cuanto más sean jefes supremo
yan quedado sin legislar. Ambos extremos castigos no d
s; pues las leyes no fueron inventadas para bien futuro;
ciones de los hombres, sino para dirigirlas, sando en otr
uraleza ha dispuesto que los nos tengan ori­ donde el cast
tenerlos, sino para guiar el curso de la co­ crita como
ida de esta libertad vendni determinada por que quien ha
bditos y de la ciudad. De lo e ual se deduce, en la práctica ­
ue va contra el deber de quienes gobiernan y guna ley, sin
ad de hacer leyes promulgar más leyes de las queda determ
rias para el bien del magistrado y de sus súb­ primer deli
o, por lo común, los hombres son propensos transgresore
ue tienen o no tienen que hacer guiándose allí, digo, irá
tural más que por su conocimiento de las le­ mayor que e
haya mas leyes de las que pueden ser fácil­ del castigo n
as y por las que se prohiban cosas que la ra­ larla y hacer
ERl5 l>EQUIL'l:t~ AIJ~llNISTRA:­J H POl>lRSUPIU:l\lll 223

íbe de suyo, los súbditos caerán por fuerza, sin


ón alguna por su parte, en el entramado de le­
entonces éstas como cepos tendidos para en­
nocua libertad, la cual debe serles garantizada a
itos por los supremos gobernantes, de acuerdo
de naturaleza.
tituye una gran parte de esa libertad que 110 es
el gobierno civil y que le es necesaria a c ada
a vivir felizmente el que no se teman otros casu
de los que puedan preverse y esper.1rse. Y esto
donde las leyes no determinan en absoluto qué
de asignarse o donde no se exigen castigos ma­
que se han preestablecido. Allí donde el castigo
establecido, la primera persona qlll' quebrante la
sperar un castigo indeterminado) arbitrario; se
su miedo sera ilimitado, porque estad referido
mitado. Ahora bien, segun lo dicho en el articu­
pítulo 3, la ley de naturaleza ordena que quienes
etos a ninguna ley civil y, por lo tanto, tampoco a
os, cuando cometen actos de venganza e infligen
deben fijarse tanto en el m.11 pasado como en el
y pecan si, al imponer un castigo, lo hacen pen ·
ra cosa que no sea el beneficio público. Pero allí
tigo ha sido preestablecido, ya sea por la ley pres
o cuando queda expresado con claras palabras
aga esto o aoueilo sufrirá tu! o mal rn.sll~o­ o por
­corno cuando la pena 110 es prescrita por nin­
no que es en un principio arbitraria )' después
minada por el castigo que se le haya impuesto al
incuente (pues la equidad natural ordena que
es iguales sean castigados con penas iguales) ,
á contra la ley de naturaleza imponer un castigo
el que esté prescrito por la lq. Pues la finalidad
no es forzar la voluntad del hombre sino mude
r que se ajuste a lo que de ella esperad que ha es­
room ¡ _1 S(lBRF lOS ()1'81

o. Y la deliberación no es otra cosa que un sólo actúen e


hace en una balanza, las ventajas e incon­ mediante cas
e tenemos la intención de hacer; y es lo que dos actúen ig
ra nosotros lo que necesariamente preva­ de sus súbdito
si el legislador castiga un crimen con una rio escojan a a
a que haría que nuestro miedo fuese más lo que se dice
mal deseo, ese exceso de deseo por enci­
stigo debe ser, cuando el delito se comete,
dor, es decir, al poder supremo. Y si infli­
or que el que él mismo había establecido
astigando a otro por un delito que en reali­
ro, sino suyo.
de, pues, a la inofensiva y necesaria liber-
s el que todo hombre pueda disfrutar sin
s derechos que las leyes le conceden. Pues
s leyes distingan lo que es nuestro de lo
mo resultado de un juicio equivocado,del
vuelven otra vez a confundirse. También
o los jueces están corrompidos. Pues el te­
a los hombres de hacer el mal no surge de
ayan sido establecidos, sino de que hayan
orque juzgamos acerca del futuro según lo
pasado; y no solemos esperar que suceda
ridad rara vez ha sucedido. Por lo tanto, si
pidos por regalos, favores o, incluso, por
ma, dejan con frecuencia sin ejecutar las
be la ley, y hacen así que los malvados ten­
cometer sus crímenes sin sufrir castigo al­
honestos tendrán que vivir codo a codo
ones y bellacos; y no lendrán la libertad de
rvas entre sí, ni de aventurarse a salir a la
más: en condiciones así, la ciudad misma
ada hombre le será devuelto el derecho de
mismo. Por lo tanto, la ley de naturalezada
el mando supremo este preceplo: que no
1.Rf!)l>EQUIE!'OE.\ADMl'­;l~IKAN f 1 l'ODl?R ~lll'kHMO 225

ellos mismos con rectitud, sino que también,


stigos, hagan que los jueces por ellos nombra­
gual, es decir: que presten atención a las quejas
os; y que tan frecuentemente corno sea necesa­
algunos jueces extraordinarios que puedan oír
e de los ordinarios.
l4. DE. LAS LF.YF.S Y

1. Quienes n
bras confund
y pecados ces la confun
funden la ley
de los monarc
bién obedece
menos que s
consejo y ley
dato. El conse
obedezca se
el mandato e
cia depende
decirse con p
que la volun
ey difiere del consejo. 2.­Cómo difiere de un pacto. cuando se pr
del derecho. 4.­De In división de las leyes en divinas y ma que la le
divinas en naturales y positivas; y de las naturales en
quien la reco
uos particulares y leyes de gentes. 5.­La división de
es decir, civiles, en seculares y sagradas. 6.­En distri­ to; y se define
vas. 7. ­La ley distributiva y la vindícativa no son dos sea ésta un in
s de leyes. 8.­Se supone que toda ley lleva un castigo 11w de dictar
os preceptos del decálogo acerca de honrar padre y ma­ Tal ocurre co
del adulterio, del robo y de los falsos test imonios son las los de los ma
No es posible ordenar nada mediante la ley civil que sea general, de l
yes de naturaleza. J 1.­Es esencial para 11nc1 ley el que
legislador sean conocidos. 12.­Cómd se llega a corro­
débiles y no
J J.­Promulgc1ció11 e interpretacíán son necesarias para denominados
a ley. 14.­La lt!)' civil puede dividirse en esa ita y no es­ sejo en much
s leyes naturales 110 son leyes escritas, como tampoco lo der sobre el d
ntencias de los abogados o las leyes consuetudinarius, quienes no t
ntimiento del poder supremo. l 6. ­Qué significa lapa­ ley es un deb
n su mtÍs amplio sentido. 17.­Definicióii de pecado.
entre un pecado de debilidad y un neto de malicia.
mente una l
e de pecado se contiene el ateísmo. 20.­En qué consiste quien lo reci
ción. 21 .­El crimen de traicián (laesae rnajestatis) no El consejo se
viles, sino las naturales. 22.­P<>r lo tanto, la traición lo; la Ley se
r el derecho de soberanía, sino por el derecho de guerrn. Para concluir
a la distinción entre obediencia activa y pasiva. lado por aqu
226
Y PECADOS 227

no consideran seriamente la fuerza de las pala­


den algunas veces Ja ley con el consejo; otras ve­
nden con el pacto, y otras con el derecho. Con­
y con el consejo quienes piensan que es un deber
cas no sólo escuchar a sus consejeros, sino tam­
erlos, como si de nada valieran los consejos, a
sean seguidos. Llegamos a la diferencia entre
partiendo de la diferencia entre consejo y 111a11­
ejo es un precepto en el que la razón de que yo lo
toma de la cosa misma que es aconsejada; pero
es un precepto en el que la causa Je mi obedien­
de la voluntad del que manda. Pues no puede
propiedad así lo quiero y asi lo mando, a menos
ntad sea tomada como una razón. Pues bien,
resta obediencia a las leyes, no por la cosa mis­
ey establece, sino por razón de la voluntad de
omienda, la ley no es un consejo, sino un manda­
e así: la ley es el mandato de aquella persona, ya
ndividuo o una asamblea, en cuy" voluntad 111is­
preceptos se contiene La rtizán de la obediencia.
on los preceptos de Dios respecto a los hombres,
agistrados respecto a sus súbditos y, hablando en
lodos los poderosos respecto a los que son más
pueden resistirse. Tales mandatos pueden ser
s leyes suyas. Por lo tanto, la ley difiere del con­
has cosas. La Ley pertenece a aquel que tiene po­
destinatario de dicha ley; el conseja es propio de
tienen poder. Seguir lo que está prescrito por la
ber; seguir lo que prescribe un consejo es simple­
libre elección. El consejo es dado pensando en
ibe; la ley es dictada pensando en quien la dicta.
e da solamente a quienes tienen deseo de recibir­
da también a quienes no tienen deseo de ella.
r: el derecho del aconsejador puede quedar anu­
uel a quien aconseja; el derecho del legisladar, sin
PODfk 14. lJLl.A~llY!;_S\ l

de abrogarse a gusto de aquel sobre quien quieran respe


de Aristóteles
la Ley con el pacto quienes piensan que las cuales, a la lar
ciertas Ó~toA.oyr\~La"ta, o formas de vida ejercer el pod
r el consenso común de los hombres. Entre sea la volunta
así está Aristóteles, el cual (en el prefacio de deduce que A
andro) define la ley de esta manera: Nóuóc las Leyes, cosa
touévoc Ka9' óuoxovícv KOt vnv no­ es una promes
C<ó::; Oet npá:ntt v ~Kacna; es decir, la ley dice: Yo hare
yos limites vienen determinados por el con­ nos obligan";
a ciudad, en el que se declara todo lo que se obliga de suyo
definición no se refiere a la Ley entendida de contrato univ
o, sino solamente a la ley civil. Pues es ob­ el contrato se
divinas no surgieron del consenso de los que estemos o
ampoco surgieron de dicho consenso las le­ cumplir, ante
Si tuvieran su origen en el consenso de los hemos de hac
s leyes divinas como las de naturaleza tam­ definido 1a ley
ogarse por consenso; vemos, sin embargo, do por la volu
er cambiadas. Ciertamente, la definición debe hacer. L
civil no es la correcta. Pues en ese texto de atrás en el ca
mino ciudad puede entenderse como una son el mandato
tiene una sola voluntad, o como una multi­ hombres, a qu
cada uno de ellos con su libre voluntad par­ ciudad, en lo r
dad se entiende una sola persona, las pala­ 3. Confun
mún no tienen aquí cabida, pues una sola haciendo lo q
consenso común. Tampoco debería haber de que esté pr
se declara Lodo lo que se debe hacer, sino se por la ley divi
o que la ciudad declara se lo está mandando go, aunque al
or tanto, Aristóteles entendió que una ciu­
titud de hombres declarando por común " Estar obligado
nemos un documento confirmado median­ nos una y la mis
s determinadas formas de vida. Pero éstas 1 inción verbal, y
pues, as1: un hom
ratos mutuos que no obligan a ningún hom­ plir para satisfac
consiguiente, leyes), a menos que se consti­ cir, le fuerza a c
upremo que pueda obligar a quienes no designado por l
l'lCAIJOS 229

etarlas. Así pues, las leyes, segun esta definición


s, no son sino desnudos y débiles contratos, los
rga, cuando hay alguien que con derecho puede
der supremo, llegan a ser leyes o no leyes según
ad y gusto de la persona que mande. De lo cual se
Aristóteles está confundiendo los contratos con
a que no debería haber hecho; pues un contrato
sa, y una ley es un mandato. Fn los contratos se
esto; en las leyes se dice: haz esto. I os contratos
; las leyes nos atan a la obligación. Un contrato
o; la ley nos mantiene obligados por virtud del
versa] de prestar obediencia. Por lo tanto, en
determina primero qué ha de hacerse, antes de
obligados a él; pero en la ley estamos obligados a
es que nada.y después se determina qué es lo que
cer. Por consiguiente, Aristóteles debena haber
y civil así: una ley civit es un discurso determina­
untad de la ciudad, en el que se memela lo que se
Lo cual coincide con lo que hemos dicho más
apitulo 6, artículo 9, a saber: que Las Leyes civiles
o de aquel, yn sea un hombre o una asamblea de
uien se ha encomendado el poder supremo en la
referente a las acciones futuras de los súbditos.
nden las leyes con el derecho quienes continúan
que por derecho divino está permitido, a pesar
rohibido por la ley civil. Lo que está prohibido
ina no lo puede permitir la ley civil. Sin embar­
lgo esté permitido por derecho divino, es decir,

os y estar atados a la obligación puede parecerles a algu­


sma cosa, como si se tratara solamente de una mera dis­
y nada más. Para expresarme con mayor claridad lo diré,
mbre está obligado por sus contratos, esto es, debe cum­
cer su promesa; pero una ley le ata a su obligación, es de­
cumplir su promesa por miedo al castigo que haya sido
la ley.
14. DELAHEYES\'P
PODER

hacerse por derecho divino, ello no impide en ley y el derech


que sea prohibido por las leyes civiles; pues cuando los tra
res pueden restringir la libertad concedida ser tomados c
res, si bien no pueden aumentarla. Ahora 5. Toda ley
natural no es un derecho constituido por las considerados
mitido por ellas. Pues si se eliminan las leyes, tado, como n
d es absoluta. La libertad es restringida, en los dictados
or la ley natural y las leyes divinas; y lo que bajo el gobier
er a su vez restringido por las constituciones asamblea de
ciudades y sociedades. Hay, por tanto, una mo poder de
entre ley y derecho. Porque la ley es una tra­ dad son civil
mientras que el derecho es libertad; y difieren diversidad d
osas contrarias . son aquellas
uede dividirse, según sean sus autores, en di­ monias y cul
La divina, según los dos modos en que Dios la consagrados,
er a los hombres, puede ser de dos tipos: natu­ dad han de e
itiva. La natural es la que Dios ha declarado a qué orden ha
r su palabra eterna, implantándola en ellos cosas no han
ento; dicho de otra manera, es su razón uatu­ positiva. Porq
ey que a todo lo largo del presente libro he tra­ (también llam
r. Positiva es la ley que Dios nos ha revelado pero son las
a de profecía, haciendo uso de la cual ha ha­ el apelativo g
mbre a los hombres. Tales son las leyes que dio 6. A su ve
a desu manera de gobernarse y del culto divi­ del legislador
r llamadas leyes civiles divinas porque se refe­ los hombres
gobierno civil de los judíos, su pueblo elegido. tes: una es di
atural puede dividirse en la de hombres, la cual a la distributi
a sí sola el título de ley de naturaleza, y la de rresponden;
uede llamarse de naciones, pero vulgarmente generales po
cho de gentes. Los preceptos de ambas son es de otro, de
mo las ciudades, una vez instituidas, asumen bremente de
personales de los hombres, esa ley que, ha­ otros en su p
eberes de los individuos particulares, llama­ es legal que u
amada derecho de gentes cuando la aplicamos vindicativa e
iones enteras. Y los mismos elementos de la será impuesto
PH:..\DO~ 231

ho natural de los que hemos hablado hasta ahora,


ansferimos a ciudades y naciones enteras, pueden
corno elementos de las Leyes y derecho de gentes.
y humana es civít. Pues el estado de los hombres
s fuera de la sociedad civil es host i l. En dicho es­
nadie esta sujeto a nadie, no hay otras leyes que
de la razón natural, que es la ley divina. Pero
rno civil, sólo la ciudad, es decir. ese hombre (o
hombres) a quien se ha encomendado el supre­
e la ciudad, es el legislador; y las leyes de la ciu­
les. Las leyes civiles pueden di\ idirse, según la
de su objeto, en sagradas o seculares. Sagradas
que se refieren a la religión, es decir, a las cere­
lto de Dios: qué personas y lugares han de ser
y de qué modo; qué doctrinas acerca de la Dei­
enseñarse públicamente y con qué palabras, en
an de hacerse las plegarias, etc., allí donde estas
quedado determinadas por ninguna ley divina
que las leyes sagradas civiles son leyes !t11111a1ws
madas eclesiásticas) acerca de asuntos sagrados;
leyes seculares las que suden denominarse con
general de leyes civiles.
ez, la Ley civil (de acuerdo con las dos funciones
r, una de las cuales es juzgar, y la otra obligar a
a dar aquiescencia a sus juicios) tiene <los par­
istributiva, y la otra vindicativa o penal. Gracias
iva cada hombre tiene los derechos que le co­
es decir, que la ley distributiva establece reglas
or las cuales podemos saber qué es nuestro y qué
e modo que otros no nos impidan disfrutar li­
e lo nuestro y nosotros no interrumpamos a
pacífico gozar de lo suyo; tambien establece qué
un hombre haga u omita, y qué no es legal. La ley
es aquella por la que se determina qué castigo
o a quienes q uebrantcn la ley.
PODER
14 DI L\!>LEY~~

en, la ley distributiva y la ley vindicativa no


es diferentes de leyes, sino dos partes de la cada otro
s si la ley se limitara a decir, por ejemplo, todo prohibido i
con tu red en el mar es tuyo, sería en ~ano. P~1~s que los prec
quitara lo que has pescado, ello no impediría que las leye
endo tuyo. Porque en el estado de naturaleza, prohíben qu
s cosas son comunes a todos, lo tuyo y lo de bida por Las
la misma cosa; de tal modo que lo que la ley tra la volunt
es tuyo ya era luyo incluso antes de que la falsos testim
ra; y después, no deja de ser tuyo aunque se nan las mism
osesión de otro hombre. De lo cual se deduce naturaleza
ce nada, a menos que cuando se diga que alg.o nos manda
ue a todos los demás hombres les está prol~1­ obedecer cu
ir tu libre uso, tu seguro y permanente dis­ de los bienes
o, según tu propia voluntad y gusto. Pues es es lo que pe
equiere para poseer bienes: q~e yo pue~a.ha­ tos (por lo d
, r nadie más; lo cual se consigue prohibien­ obedecer lo
me lo impidan. Mas en vano prohíben algo a decir, las ley
ienes no logran al mismo tiempo infundir en ma del gobie
l castigo. Por lo tanto, la ley no sirve de nada, tarlas. Porqu
ntenga las dos partes: una que prohíba que se naturaleza,
as y otra que castigue a quienes las cometan. turaleza ha
se llama distributiva, es prohi~iti.va ~va diri­ pertenecía r
segunda, que suele llamarse vindicativa o pe­ ble invadir lo
orio y va dirigida a los ministros públicos. tado en el q
ho también se deduce que toda ley civil lleva guiente, tod
o a ella, ya sea explícita o implícit.amente: tercer lugar,
en que el castigo no quede determinado ru lo tanto, ma
por algún antecedente de alguien que haya eran determ
por violar esa ley en particular, se en lendera bre y, como c
erá arbitrario, es decir, que dependerá de la por último,
ien tenga el mando supremo. Pues vana es se hacia uso
ser quebrantada sin castigo. . 1 O. Por lo
leyes civiles establecen que cada hombre tie­ servar esas l
recho y que este derecho se distingue del de leyes misma
misma de la
~\'l'f.CAl>O~ 233

hombre; v como también establecen que está


invadir los derechos del prójimo, de ello se sigue
ceptos No rehusarás otorgar a tus padres el honor
es prescriben; No matarás al lw~1~bre 1711e lt!s ley~s
ue mates; Evitarás toda copulacián que este prohi­
s leyes; .\'o ti.' apoderarás de, Los bienes d~· ~t 1:0 cc~11-
tad del Señor; No frustraras las leyes y JUICIOS e cm
monios son leyes civiles. Las leyes naturales orde­
mas cosas, pero implíciramentc. Porque la ley de
(corno se ha dicho en el artículo 2 dd capítulo 3)
cumplir los contratos; y, por lo tanto, también
uando se ha prometido obediencia, y abstenerse
s de otro cuando la ley civil ha determinado qué
ertenece a otro. Mas ocurre que todos los súbdi
dicho en el articulo 13 del cap.rulo 6) acuerdan
os mandatos de quien tiene el poder supremo, es
yes civiles, en el momento de la constitución mis­
erno, incluso antes de que sea posible quebran­
ue la ley de naturaleza imperaba en el estado de
un estado en el que, en primer lugar, como la na­
dado todas las cosas a todos los hombres, nada
realmente a 01 ro y, por consiguiente, no era posi­
os derechos de otro; en segundo lugar, era un es­
que todas las cosas eran comunes r.
por consi­
das las copulaciones carnales eran legales; en
allí se vivía en constante estado de guerra, y, por
atar era legal; en cuarto lugar, allí todas las cosas
minadas según el juicio particular de cada hom­
consecuencia, también los respetos a los padres;
alh no había juicios públicos y, por lo tanto, no
de testigos, ni veraces ni falsos.
o tanto, en vista de que nuestra obligación de ob­
leyes es más antigua que la promulgación de las
as, ya que están contenidas en la C<. nstitucion
ciudad, la ley de naturaleza nos ordena respetar
1.¡ DE LAHEYES
POl>J.R

civiles en virtud de esa ley natural que nos el principio


los acuerdos. Pues cuando nos obligamos a de gobernar
de saber lo que se nos va a mandar, estamos meten al do
atados a obedecer en todas las cosas. De lo hacen uso d
e ninguna ley civil que no implique un insul­ protección
con respecto a la cual las ciudades mismas no pedimos a
derecho y no pueden hacer leyes) puede ir nuestro bien
naturaleza. Porque aunque la ley de naturale­ tición mism
bo, el adulterio, etc., si la ley civil nos manda puede ser e
e algo por la fuerza, esa acción violenta no hace las leye
erio, etc. Así, cuando los lacedemonios de la ha hecho.
mitieron a sus jóvenes, en virtud de una cier­ 13. El qu
se de los bienes de otros hombres, determi­ gislador, qu
os bienes no debían considerarse como per­ otro modo,
ro, sino que eran de quien los tomaba; y que, y su manda
quellos actos no eran realmente robos. De guiente, no
as copulaciones sexuales de los salvajes eran, haga públic
sus leyes, uniones maritales legales. Ahora bien,
ario para la esencia de la ley que los súbditos to dos cosas
osas: primero, qué hombre o asamblea son bien tenga
del poder supremo, es decir, del poder de haber deleg
und~, qué es lo que la ley misma dice. Porque cerlas; la otr
quién debe obedecer o qué es lo que debe nificado de
uede obedecer; y, como consecuencia, es publicación
viera obligado a obedecer en absoluto. No premo, sólo
cesario para la esencia de la ley el que una ficamente)
conozcan permanentemente; sólo se precisa de la boca d
una vez. Y si el súbdito olvida después qué las razones
uien hizo la ley, o la ley misma, no por ello que no crea
gado a obedecer, pues lo podría haber recor­ donde cada
tenido deseo de obedecer. acto de prom
miento del legislador es responsabilidad del los que estu
porque el derecho de hacer leyes no pudo aristocracias
gún hombre sin su consentimiento y acuer­ pocos, y sól
expreso o supuesto; expreso, cuando desde monarca o
Y PECADOS 235

los ciudadanos mismos constituvcn una forma


r la ciudad, o cuando mediante promesa se so­
ominio de alguien; y al menos supuesto, cuando
de los beneficios del Estado y de sus leyes para su
y conservación frente a otros. Pues aquel a quien
nuestros prójimos que presten obediencia por
n es alguien cuyo poder, por razón de nuestra pe­
ma, estamos reconociendo. Y, por lo tanto, no
excusa suficiente decir que no sabemos qué poder
es, pues todo hombre sabe qué es lo que él mismo

ue se conozcan las leyes es responsabilidad del le­


ue es el que tiene que hacerlas públicas; pues, de
no son leyes. La ley es un mandato del legislador;
ato es la declaración de su voluntad. Por consi­
o es ley, a menos que Ja voluntad del legislador se
ca, lo cual se realiza mediante la prontulgncián,
, en la promulgación han de ponerse de manifies­
s; una de ellas es que quien hace pública una ley, o
de suyo el derecho de hacer leyes, o lo tenga por
gado en él su autoridad la persona que puede ha­
ra cosa que ha de manifestarse es el sentido o sig­
e la ley misma. La prirnera cosa, es decir, que la
de las leyes procede de quien tiene el mando su­
o puede ser manifiesta (hablando exacta y filosó­
a quienes han recibido dichas leyes directamente
del legislador. Los demás se limitan a creer; pero
de su creencia son tantas que es casi imposible
an. Y ciertamente, en una ciudad democrática
a uno, si así lo desea, puede estar presente en el
mulgar las leyes, el que esté ausente debe creer a
uvieron presentes. Pero en las 111011<1rqufas y las
s, como sólo se les permite estar presentes a unos
lo éstos pueden oír de viva voz los mandatos del
de los nobles, fue necesario otorgar a esas mino­
PODER

acer públicas esas leyes a los demás. Y así, edad, y que


mensajes públicos son verdaderamente vención de
os de los príncipes, presentados a nosotros requisito p
nte los escritos o las voces de aquellos cuya voz: tal es l
amente publicarlos. Cuando tenemos cau­ el escrito s
creerlo ­pues hemos visto cómo el prínci­ mos que, a
uprema usan constantemente tales conse­ sirvieran d
presores, sellos y otros modos semejantes verso, solía
untad; cómo el príncipe nunca les privó de hacerse púb
cer eso; cómo han sido castigados los que, la voz de la
a esas promulgaciones, transgredieron la Porque la l
n excusados quienes creen y obedecen los vil en cuant
sí promulgados, sino que aquellos que, no cuando se
presten obediencia serán castigados. Pues no desearás
constantemente estas cosas es una señal al alma, es
ara de que tal es la voluntad del que man­ las propieda
ndo en tales leyes, edictos o decretos no se ser imposib
e vaya en detrimento de la potestad supre­ los conflict
be imaginar que quien tiene el mando haya regulados,
uncionarios lo reduzcan y mermen, si él si­ sean menc
la voluntad de gobernar. En cuanto al sen­ de la equida
de la ley, cuando hay dudas acerca de él, a los iguale
quellos a quienes la autoridad suprema ha tiga a aque
onocimiento de causa (causarum cognitio), brantan las
ar; pues juzgar no es otra cosa que aplicar 15. Una
e interpretacián, a casos particulares. Sa­ mer lugar, q
se les ha encomendado esta misión por el tas en los l
ento que seguimos para saber a quiénes se llamadas le
dad para hacer públicas las leyes. los intérpr
a ley civil, por su doble modo de hacerse aprobación
en dos clases: escrita y no escrita. Por escri­ aquellas sen
a ley a la que no acompaña una voz o algu­ to en la me
que es la voluntad de legislador el que sea mo, entran
o Ley. Pues hay leyes de todo tipo que son de ser inclu
humanidad, tanto en naturaleza como en costumbre
237

e, por lo tanto, tienen más antigüedad que la in­


e las letras y que el arte de escribir. Por lo tanto, el
para que una ley exista no es un escrito, sino una
lo que se necesita para Ja ley escrita; mientras que
sólo se precisa para que la le) sea recordada. Lee­
antes de que fueran inventadas las letras para que
de ayuda a la memoria, las leyes, compuestas en
an cantarse. La ley no escrita es aquella que para
blica sólo necesita la voz de la naturaleza, es decir,
a razón natural; tales son las leyes de naturaleza.
ley natural, aunque puede distinguirse de la ci­
to que preside sobre la voluntad, es también civil
refiere a nuestros actos. Por ejemplo, el mandato
s desordenadamente, el cual se refiere solamente
sólo una le} natural; pero esto otro: 110 invadirás
ades del prójimo, es una ley natural y civil. Pues al
ble prescribir reglas universales por las que todos
tos futuros ­que son, quizá, infinitos­ puedan ser
debe entenderse que en todos los casos que no
cionados por las leyes escritas ha de seguirse la ley
ad natural, la cual nos ordena tratar con igualdad
es; y esto, en virtud de la ley civil que también cas­
ellos que a sabiendas y por voluntad propia que­
s leyes de naturaleza.
a vez entendidas estas cosas, se echa de ver, en pri­
que las leyes de naturaleza, aunque fueran descri­
libros de algunos filósofos, no deben por ello ser
eyes escritas; también es claro que los escritos de
retes de las leyes no fueron leyes, pues les faltó la
n de la autoridad suprema; tampoco lo fueron
ntencias de los sabios, es decir, de losjueces, excep­
edida en que, por consentimiento del poder supre­
n a formar parte de la costumbre. Y entonces han
uidas entre las leyes escritas, no por la fuerza de la
(la cual no puede de suyo constituir una ley),
l'OllER 11. lll L\\llHS

e quien tiene el mando supremo, el cual nes prósp


ta o aquella sentencia ­sea justa o injus­ dichas acc
bre. cuando v
sentido más amplio, comprende toda competim
samiento contra la recta razón. Todo malas para
so del razonamiento, busca los medios cir, solemo
e se propone. Por lo tanto, si razona rec­ cibimos al
partiendo de los principios más eviden­ senso de
n su discurso consecuencias necesarias, disgustan
anera directa; pero si no lo hace, perderá das y qué
ará, di reí o intentará algo que va en con­ mente, es
nes. Cuando esto ocurre, podrá decirse que el robo
rrado en su razonamiento y que ha peca­ ciendo qu
luntad. Pues el pecado se sigue del error, sas a las qu
untad se sigue del entendimiento. Y esta en un sent
general de la palabra pecado; bajo ella se si el robo
imprudente, ya vaya contra la ley, como robo; y lo
la casa que pertenece a otro hombre, o consiguien
y, como cuando construimos la nuestra suran, lo q
la razón d
hablamos de las leyes, la palabra peca­ turaleza h
ntido mas estricto y significa no todo lo unicas raz
a de Ja recta razón, sino solo aquello que res y la de
or tanto, llamado malum culpae, mal <le habrá de
o toda acción culpable ha de ser llamada manera q
solo las que son censurables segun la ra­ hombre h
tra la razáu. La naturaleza humana es tal de la ciuda
ama bueno a lo que desea y malo lo que 18. Pe
s, debido a Ja diversidad de nuestras pre­ por debili
tiene por bueno lo que otro tiene por acto, com
un mismo hombre estima ahora como recibirá e
derarlo como malo inmediatamente <les­ desprecian
rque todos medimos el bien y el mal por oportunid
que sentimos en el momento, o que espe­ sus prome
iormente. Así, cuando vemos las accio­ ellos, y vi
SYl'h:Allm 239

peras de nuestros enemigos y entendemos que


ciones les procuran honores, bienes y poder; o
vemos prosperar a nuestros iguales con los que
mos, ambas cosas nos escuecen}' las consideramos
a todos. Los hombres solemos llamar malos, es de­
os atribuirles alguna falta a aquellos de quienes re­
lgun mal. Es, pues, imposible determinar por con­
individuos particulares a los que no gustan ni
las mismas cosas qué acciones deben ser censura­
acciones no deben serlo. Todos pueden, cierta
star de acuerdo en algunas cosas generales, como
o y el odulterio son pecados, como si estuvieran di­
ue todos Jos hombres tienen por mulas aquellas co­
ue han dado nombres que generalmente se toman
tido malo. Pero lo que aquí nos pn•guntamos no es
es un pecado, sino qué acto puede calificarse de
o mismo podemos hacer con el adulterio, etc. Por
nte, como es tanta la diversidad entre quienes cen­
que es con razón reprochable no h.1 de medirse por
de un hombre mus que por la de otro, yn que la na­
humana es una y la misma en todos: mas como las
zones que existen son las de los hombres particula­
e Ja ciudad, de ello se sigue que es la ciudad la que
determinar qué actos son con razán culpubles. De
que una [uitu, es decir, un pecado, es algo que un
hace, omite, dice o quiere, oponiéndose a la razón
ad, esto es, algo contrario a las leves.
ero puede que un hombre haga algo contra las leyes
idad, aunque su deseo sea cumplirlas. Aun así, este
mo va contra las leyes, sera justamente censurado y
el nombre de pecado. Pero hay algunos hombres que
n las leyes; y en cuanto ven que se les presenta la
dad de aprovecharse con impunidad, no respetan
esas contractuales ni la fe que se ha depositado en
iolan la ley. En el caso de estos hombres, no sólo sus
PODER H l>ELASUH.S

sus almas, están contra las leyes. Quie­ clusión absu


dad solamente son buenos hombres, in­ o por Dios m
pero estos otros, incluso cuando no pe­ ateo no es ca
Aunque tanto La acción misma como Ja no cumple
contra las leyes, este ir en contra es sus­ que no acep
os apelativos: la irregularidad de la ac­ como a giga
K11µa, hecho injusto; la <le la mente es están sujeto
aKia, injusticia y malicia; aquélla es la otro son ene
nte perturbada, y ésta la depravación de 20. Visto
a su vecino p
, que no hay pecado que no vaya contra dad (tal y co
hay ley que no sea el mandato de quien lo 13 del cap
mo, y que nadie puede tener el poder su­ un hombre
éste se le haya encomendado por con­ que cada un
qué forma diremos que peca el hombre
un Dios o que Dios gobierna el mundo,
ualquier otro tipo de insulto? Pues este de los ateos qu
nunca sometió su voluntad a la voluntad tado y deseado
lo llegó a concebir corno existente; y que justicia. Al no
Dios mismo a
stuviese equivocada y fu ese, por tanto, un como Dios hab
ser clasificado entre los pecados de irn­ existe. Situé, po
rancia, Los cuales no pueden ser castiga­ refiere. A conti
e hablar parece que deber ser aceptada; he de decir aqu
más acerada qu
, aunque este tipo de pecado es el más por ser «enem
de ser incluido entre los pecados de im­ Dios como por
ue tal pecado debería excusarse por ser luto disculpo o
rudencia o la ignorancia sería una con­ acerca de que p
ral, ello debe e
los hombrespu
urado por haber dicho que el ateísmo es un pe­ así me interpre
y no de injusticia; y algunos interpretan esto zón natural qué
declararme enemigo acérrimo de los ateos. Me ello pueda ded
endo que como en otro lugar yo había dicho que hecho ese desc
lzny un Dios guiándonos por la mera razón na­ descubrir a la l
reconocido que los ateos pecan, cuando menos, constantement
za y que por tanto no sólo son culpables de ig­ zas, así como q
de injusticia. Sin embargo, soy yo lan enemigo son incapaces d
Y PEC:.\Om 241

urda. Pues el ateo es inmediatamente castigado,


mismo, o por los reyes constituidos bajo Dios. El
astigado por el rey corno se castiga al subdito que
las leyes, sino como se castiga a un enemigo
pta las leyes, es decir, por derecho <le guerra,
antes guerreando contra Dios. Pues quienes no
os a un señor común o no se someten el uno al
emigos.
o que el acuerdo por el que cada súbdito promete
prestar absoluta y universal obediencia a la ciu­
omo ha quedado dicho más arriba en el artícu­
pítulo 6), es decir, aJ poder soberano, ya sea éste
o una asamblea, trae consigo la obligación de
no observe las leyes civiles ­pues dicho pacto

ue con la mayor diligencia y la mayor vehemencia he inten­


o encontrar alguna ley por la que pudiese acusarlos de in­
encontrar ninguna, quise averiguar qué nombre asignó
a aquellos que eran detestados por Él. Pues bien, es así
bla del ateo: El insensato se ha dicho en su corazón: Dios 110
or tanto, su pecado en la categoría a la que Dios mismo lo
inuación mostraré que los ateos son enemigos de Dios. Y
uí que yo entiendo que la palabra «enemigo» es a veces
ue la expresión «hombre injusto». Por último, afirmo que
migo .. , el ateo puede ser castigado con justicia, canto por
r los magistrados supremos; y que, por lo tanto, en abso­
o atenúo la gravedad de su pecado. En cuanto a lo que dije
puede conocerse que hay un Dios a la luz Je la razón natu­
entenderse no como si yo hubiera querido decir que todos
ueden alcanzar dicho conocimiento, a menos que quienes
etan piensen que como Arquímedes descubrió con su ra­
é proporción tiene el circulo con respecto al cuadrado, de
ducirse que toda persona vulgar y corriente podría haber
cubrimiento. Digo, por tanto, que aunque algunos puedan
luz de la razón que existeun Dios, los hombres que están
te dedicados a lograr placeres o a buscar honores y rique­
quienes no pueden o no quieren razonar correctamente,
de descubrir esa verdad.
f'Ol)f.R 14. l>I LAHE

eyes­, es obvio que un súbdito que renun­ lamente. P


al de obediencia estará con ello renuncian­ ley natura
as las leyes. Esta ofensa es mucho peor que un vocabl
ecado, en cuanto que pecar siempre es peor también u
z. Y esto es lo que se llama traición (crimen pecado en
} y puede definirse así: una palabra o un 21. Per
el ciudadano o súbdito declara que ya no leza es un
hombre o asamblea a quienes el poder su­ Pues como
d ha sido encomendado. Y el subdito de­ tud de la c
voluntad suya mediante obras, cuando ley t.l\. il,}
cer violencia contra la persona soberana o que el incu
ue ejecutan sus mandatos. Súbditos de esta P.º~ el peca
ores, los regicidas y todos los que se levan­ Cl\'11, es de
ra la ciudad, o se pasan al enemigo durante a~uerdos y
uestran de palabra esta misma voluntad cipe sober
ategóricamente estar atados a una tal obe­ no tendna
manera absoluta, como cuando dicen que tén de ante
decer al soberano universal y totalmente belarse, ni
tipo de obediencia para Dios), ya sea par­ una ley qu
cuando dicen que el soberano no tiene de­ dos antes e
uerra cuando quiera, o a firmar la paz, re­ 22. De
recaudar dineros, nombrar magistrados y todos los q
os, decretar leyes, decidir controversias, no son cas
y hacer todas esas otras cosas sin las cuales ral, es deci
de sostenerse. Estas y otras palabras y he­ del Estado;
constituyen traición, no según la ley civil, por el derec
natural. Pero puede ocurrir que algún acto 23. J lay
n antes de que la ley civil fuese establecida hacen en c
al si es realizado después. Si la ley ha decla­ ma determ
nado corno señal de desobediencia publica, aceptan vo
n, el que un hombre acune dinero o falsifi­ de haber vi
quien haga estas cosas después que la ley yes civiles q
mada no será menos culpable de traición peta~ l.i ~i'l­
os. Sin embargo, pecara en menor grado q_uena. _ Es
anta todas las leyes a la vez, sino una ley so­ sino mas bi
EH.'>YPE.CAOOs 2-13

Porque la ley civil, al llamar truicián a algo que por


al no lo es, está desde luego asignando con derecho
lo más odioso a las personas culpables, y quizá
un castigo más severo; pero no por eso hace que el
n sí sea tambien más grave.
ro un pecado que es traición según la ley de natura­
na transgresión de la ley natural, no de Ja ley civil.
o nuestra obligación a la obediencia civil, en vir­
cual las leyes civiles son válidas, es anterior a toda
el pecado de traición no es naturalmente otra cosa
umplimiento de esa obligación, de ello se sigue que
ad.o de traición se viola la ley que precedía a la ley
ecir, la ley natural, la cual nos prohibe violar los
y la fe que se ha depositado en nosotros. Si un prín­
rano promulgase una ley que dijera 110 te rebela reís,
a efecto alguno. Pues a menos que los súbditos es­
emano obligados a la obediencia, es decir, a no re­
inguna ley tendra fuerza. Dicho de otra manera:
ue nos obliga a algo a lo que ya est­íb.unos obliga­
es superflua.
lo cual se deduce que los rebeldes, los traidores y
que son culpables de un crimen de fr~a 11wjestacl
stigados por derecho civil, sino por derecho 11m 11
ir, no como súbditos civiles, sino corno e11e111igos
; no por el derecho de soberanía y dominio. sino
cho de guerra.
y algunos que piensan que aquellos actos que se
contra de la ley son expiados cuando la ley mis­
mina el castigo­ si quienes reciben el castigo lo
oluntariamente¡ y que no son culpables .111te Dios
iolado la ley natural (aunque al quebrantar las le­
quebrantamos la ley natural que nos ordena res­
­il) quie~es han padecido el castigo que la ley re­
_como si el hecho no fuera prohibido por la ley,
ien corno si se hubiera fijado un precio, pagado el
POIJER 1­1. Ul!l.ASIHL~Y

e la licencia de hacer lo que la ley prohí­ tículo 28 de


smo tipo de razonamiento, podrían in­ Vana es, pue
guna transgresión de la ley es pecado, va. ¡Como s
e puede disfrutar de la libertad que ha decretos hu
o riesgo. Mas ha de saberse que las pala­ raleza, que
ser entendidas de dos maneras: la pri­ pecan a su p
clarado más arriba en el artículo 7) con­
a que prohíbe absolutamente, como
gas esto, y otra de carácter vengativo,
e el que haga esto será castigado. La se­
ender la ley implica una condición, por
o, a menos que quieras sufrir castigo. Se­
erpretación, la ley no prohibiría absolu­
onalmente. De acuerdo con el primer
aliza el acto peca porque está haciendo
que se haga; de acuerdo con el segundo,
uede decirse que a una persona le esté
, si cumple con las condiciones estable­
primer sentido, a todos los hombres se
el acto; si el segundo, sólo a los que no
castigo. En el primer sentido, la parte
no obliga al culpable, sino al magistra­
el castigo; en el segundo, quien debe el
a exigir que se le asigne, pero no puede
umpla, ya se trate de un castigo capital o
o. Ahora bien, en cuál de los dos senti­

l
tar la ley es cosa que depende de lavo­
el poder soberano. Por lo tanto, siem­
duda acerca de] significado de la ley,
mos el acto en cuestión, ya que sí pode­
que no es pecado no hacerlo, indepen­
la ley se nos pueda explicar después.
hacer lo que duda si es pecado o no
rtad de abstenerse, está mostrando su
esy, por lo tanto, según lo dicho en el ar­
YPECAOO:. 245

el capítulo 3, peca contra la ley de naturaleza.


es, esa distinción entre obediencia activa y pasi­
si pudiera expiarse con castigos establecidos por
umanos lo que es un pecado contra la ley de natu­
es la ley de Dios, o como si no pecaran quienes
propio riesgo!
Religió
ón
Capítulo 15
Del reino

1.­Se anuncia
dice que gobie
cion, profecía
derecho por e
6.­Ello queda
obediencia a D
en su reino nat
/os 2 y 3. 9.­Q
atributos o en
y otra arbitrar
la finalidad u
respecto a los
rendimos culto
dad puede ele
de naturaleza,
beranía bajo D
tas dudas. 19.
ción contra la

1. En los ca
gumentos d
ra que el est
absoluta en
5
ode Dios por naturaleza

de qué va 11 tratarse e11 lo que sigm•. 2.­Solm~ quién se


erna Dios. 3.-Lll palabra de Dios es triple: razón, revela­
.. /.­El reino de Dios es doble: natural y profético. 5.­El
el que Dios gobierna está basado e11 su omnipotencia.
a probado por la Escritura. 7.-1.ll obligacián de prestar
Dios procede de la debilidad l111111a11n. 8.­Las leyes de Dios
t ural son las que Iremos indicado más arriba, {'11 los capltu­
Qué son el honor y la adoracion. 10.­EI culto consiste o en
n acc1011es. 11.-Huy tmn ma11era natural ele rendir honor,
ria. 12.­Culto obligatorio, mito voluntario. 13.­Cuál es
u objeto del culto. 14.­Cuáles son las leyes naturales con
s atributos divinos. 15.­Cuáles son las acciones con que
o de modo natural. 16.­/Jn el reino natural de Dios la ciu­
egir el culto que guste. 17.­Cuando Dios reina solo por vía
la ciudad, es decir, el hombre o asamblea que tiene la so­
Dios, es intérprete de todas las leyes. 18.­St: resuelven cier­
. ­Que es pecado en el reino natural de Dios, y qué es trai­
a Divina Majestad.

apítulos precedentes ya hemos probado con ar­


de razón y con testimonios de la Sagrada Escritu­
tado de naturaleza, es decir, el estado de libertad
n el que nadie gobierna y nadie es gobernado, es
249
RFJ. IGIÓ!\ IS. l>E.I Rll~Ot>E

stado hostil; que los preceptos mediante los Dios existe,


icho estado son las leyes ele naturaleza; que riores, pues
gobierno civil sin un soberano; y que quie­ Dios, no re
ido poseer el mando soberano deben ser sus amenaz
modo absoluto, es decir, en todas las cosas reino de Di
contradicción con los mandamientos de todas las co
alta ahora una cosa para llegar a un conoci­ bres y que h
de todo deber civil: conocer cuáles son las demás no d
entos de Dios. Porque sin eso no podemos Dios.
poder civil nos manda va contra las leyes de 3. Pero n
o lo sabemos, ocurrirá necesariamente una y mandatos
s: o que por nuestra excesiva obediencia a la a quienes so
eguemos a ser desobedientes con la Divina quienes go
por miedo a pecar contra Dios desobedezca­ leyes no son
l. Para evitar estos dos escollos es necesario te, de tal m
las leyes divinas. Ahora bien, como el co­ Ciertamente
s leyes depende del conocimiento del reino, palabra o v
a continuación alguna cosa acerca del reino das de ning
tres manera
gácese la tierra, dice el salmista (Salmo 97, zón; segun
én más adelante (Salmo 99, 1 ): Dios reina, que es hech
blos. Se asienta entre los querubines, tiembla sueno, o p
, quiéranlo los hombres o no, Dios es el rey hombre al c
y no sera desplazado de su trono porque al­ persona di
existencia o su providencia. Ahora bien, ticos milag
bierna a los hombres de tal modo que ningu­ car su volu
e hacer nada que ti no haya hecho, esto, ha­ tres modos
y exactamente, no es reinar. Porque se dice triple palab
en gobierna actuando, sino hoblando, es de­ senslble y l
eceptos y amenazas. Y por lo tanto no conta­ tres maner
tos del reino de Dios a los cuerpos inanima­ zán, con el
, aunque se subordinen al poder divino, ha llegado
que no entienden los mandatos y amena­ hombres p
poco contamos a los ateos, porque no creen cada uno d
y tampoco a aquellos que, aun creyendo que públicas a
El)IOSl'OR:­IATURMIV1 251

, no creen que tiene mando sobre los seres infe­


s aunque éstos son gobernados por el poder de
econocen ninguno de sus 111a11da111ie11tos ni temen
zas. Así pues, sólo se supone qué pertenecen al
ios quienes reconocen que Él es el que gobierna
osas, que ha dado sus mandamientos a los hom­
ha designado castigos para los transgresores. Los
deben ser llamados súbditos, sino enemigos <le

no se dice que alguien gobierna mediante ordenes


s a menos que éstos sean claramente anunciados
on gobernados por ellos. Porque los 1111111datos de
obiernan son las leyes de los gobernados. M<lS las
n tales, a menos que sean publicadas visiblemen­
manera que se elimine toda excusa de ignorancia.
e, los hombres hacen públicas sus leyes mediante
voz, y no pueden hacerlas universalmente conoci­
gún otro modo. Las leyes de Dios se declaran de
as: primero, por los tácitos dictadas ele la recta ra­
ndo, por revelación inmediata, la cual se supone
ha por una voz sobrenatural, o por una visión o
por inspiración divina; tercero, por la voz de u11
cual Dios recomienda a los dermis hombres tomo
igna de crédito por su capacidad de realizar autén­
gros. Aquel de cuya voz se sirve Dios para comuni­
untad a otros recibe el nombre de profeta. A estos
s de anunciar leyes puede dárselos el apelativo de
bra de Dios, a saber: la pniubra racianu}, la polal1ra
la palabra de profecía. A las cuales responden las
ras en que se dice que oímos a Dios: con la rectara­
l sentido y con la/e. La palabra seusiblv de Dios les
sólo a unos pocos; tampoco ha hablado Dios .1 los
por revelación, excepto a algunos en particular, y a
de modo diferente; y tampoco se le han hecho así
nadie ninguna de las leyes de su reino.
RHIGIÓN IS. DFL RH\;U llf

con la diferencia que existe entre la palabra varse a sí mis


ra de profecía, le a tribu unos 3 Dios un do­ llos cuyo po
al, en el cual Él reina mediante los dictados derecho de s
y es aceptado universalmente por todos los caso de Dios
poder divino por razón de esa naturaleza a un hombre
s común a todos, ye] profético, en el cual Él no podemos
la palabra de profecía; este reinado profé­ do con justic
ues Dios no ha dado leyes positivas a todos pecado. Asim
sólo a su pueblo elegido y a ciertos hom­ con referenci
r ÉL que el derech
natural Dios tiene el derecho de castigar a los hombres,
n sus leyes; y está capacitado para hacerlo 6. La cue
oder irresistible. Pues todo derecho sobre antiguos ­¿p
de la naturaleza o de un acuerdo. Cómo el y las cosas b
nar surge de un contrato lo hemos mos­ nuestra: [con
ítulo 6. Y el mismo derecho se deriva de Ias a los homb
uanto que no puede ser arrebatado por la sólo ha hech
do los hombres tenían por naturaleza un Providencia,
as las cosas, cada hombre poseía un dere­ incluso la de
as cosas tan antiguo como la naturaleza bueno es Dio
de que este derecho fuera abolido entre los cuanto a mí,
no el miedo mutuo que se tenían, como se resbalado. Po
arriba en el artículo 3 del capítulo 2. Y fue peridad de lo
ordenó que debían abandonar ese derecho ¡Y cuán am
e preservara el género humano; pues la do justo tuvi
hombres en lo referente a fuerza y pode­ Dios resolvió
necesariamente acompañada de guerra; y bló claramen
e la destrucción de la humanidad. Ahora mentos basa
hubiera excedido en poder a los demás, gumentos de
que todos ellos juntos no pudieran haberle gos habían d
a, no habría habido causa por la que este tener alguna
bandonado ese derecho que la naturaleza de esa acusa
. Por consiguiente, esa autoridad sobre Dios, cuand
abría permanecido con él por razón de ese queja de Job
por el que él podría haber logrado preser­ cia o algún ot
DIO!> l'OR XATL'RAI f.7.A 253

smo y preservar a los demás. Por lo tanto, aque­


oder no puede encontrar resistencia derivan su
soberanía del poder mismo que tienen. Tal es el
Todopoderoso. Siempre que Dios castiga o mata
pecador, aunque lo castiga porque ha pecado,
decir que no podría haberlo castigado o mata­
cia, aunque el hombre en cuestión no hubiera
mismo, aunque Dios quiera castigar a alguien
ia a algún pecado precedente, no se sigue de ello
ho divino de castigar dependa de los pecados de
pues sólo depende del poder divino mismo.
estión que se hizo famosa en las disputas <le los
por qué las cosas malas les acontecen a los buenos,
buenas a los malosi­ es la misma qut: esta otra
n qué derecho dispensa Dios cosas buenas y ma­
bres? La dificultad que esta pregunta implica no
ho vacilar la fe de la gente común en la divina
sino también la de los filósofos y, lo que es más,
los hombres piadosos. Salmo 73, 1­3: ¡Oh, cuán
os para los buenos, para los limpios de corazán. En
estaban ya deslizándose mis pies, casi me había
orque miré con envidia a los impios, al ver la pros­
os malos!
margamente se quejaba Job a Dios de que sien­
iera que padecer tantas calamidades! El mismo
ó esta dificultad en el caso de Job; pues Dios ha­
nte y confirmó el derecho que tema no con argu­
ados en que Job hubiera pecado, sino con ar­
erivados de su propio poder. Pues Job y sus ami­
discutido entre ellos: ellos decían que Job debía
a culpa, ya que era así castigado; y él se defendía
ación dándoles pruebas de su inocencia. Mas
do hubo escuchado a unos }' a otros, refutó la
b, no condenándolo por haber cometido injusti­
tro pecado, sino declarando su poder (Job 38, 4):
15. DHRl:.INCJOI
RFUGIOS

abas (le dijo) al fundar yo la tierrai, etc. Y en otra, cuando


s amigos, Dios se pronuncia con enfado contra miedo; según
2, 7): porque no hablasteis de m{ rectamente, como der para opo
ob. En esta misma línea está el sermón de nuestro meterse al m
nte el ciego de nacimiento; cuando sus discípulos decir, la obl
ron si había sido él o habían sido sus padres quie­ nuestra prop
pecado, para que naciera ciego, Jesús respondió ne a suceder
Ni pecó éste ni sus padres, sino para que se mani­ reino natura
las obras de Dios. Pues aunque se dijo que por pe­ conocemos
la muerte en el mundo (Romanos 5, 12), ello no dar coces con
r que Dios, por derecho propio, no hubiera podi­ 8. Como
e los hombres estuvieran sujetos a la enfermedad mente por n
e aunque nunca hubieran pecado, lo mismo que zón; y como
ue los otros animales enfermen y mueran, si bien mediante su
pecar. gobierna exc
a bien, si Dios tiene el derecho de soberanía a yes naturales
poder, es obvio que la obligación de prestarle capítulos 2 y
se da en los hombres a causa de que éstos son dé­ humildad, e
esa obligación que surge de los acuerdos y de la morales que
hablado en eJ capítulo 2, no puede tener lugar miento de lo
caso como éste, el derecho de mandar, al no ha­ otros y a Los
ugar ningún acuerdo previo, surge solamente de atañe al hon
a. Pero hay dos especies de ohligacián natural. necesitamos
o la libertad es eliminada por impedimentos cor­ virtudes mo
gún esto decimos que los cielos, la tierra y todas adoración d
obedecen las leyes comunes de su creación. La das por esa m
9. Hablan
nión que se
rece duro a algún hombre, quiero que medite en silencio y
hombre es lo
e haber dos Omnipotentes. estaría alguno de ellos obliga­
. Y creo que reconocerá que ninguno esta obligado. Si esto el honor no
mbién lo será lo que he establecido: que los hombres están Ahora bien,
s porque no son omnipotentes. Y ciertamente, cuando persona que
dor amonestó a Pablo (quien por aquel entonces era ene de honor: am
esia) diciéndole que no debería dar coces contra el agui­
e e~g1a obediencia de él por esta causa: porque Pablo no
do, que se re
ficiente para oponer resistencia. todos 1011 ac
lllOSPOllNA'fl.l(ALEZA 255

o la libertad es eliminada por esperanza o por


n esto, el más débil, reconociendo su falta de po­
oner resistencia, no tiene más remedio que so­
más fuerte. De esta última clase de obligación, es
ligación por miedo o por tener conciencia de
pia debilidad con respecto al poder divino, vie­
que estamos obligados a obedecer a Dios en su
al; pues la razón nos enseña a todos, cuando re­
la providencia y el poder divinos, q11e 110 cabe
ntra el aguijón.
la palabra de Dios, cuando gobierna exclusiva­
naturaleza, se supone que no es sino la recta ra­
las leyes de los reyes sólo pueden ser conocidas
u poiabra, es obvio que las leyes de Dios, cuando
clusivamente por naturaleza, no son sino las le­
mismas, es decir, las que hemos indicado en los
y 3 y hemos deducido de los dictados de la razón:
equidad, justicia, misericordia y otras virtudes
son amigas de Ja paz y que se refieren al cumpli­
os deberes que unos hombres tienen para con
s que la recta razón nos dicte también en lo que
nor y adoración debidos a la Divina Majestad. No
s repetir en qué consisten esas leyes naturales o
orales; pero sí debemos ver que honores y qué
divina, es decir, qué Leyes sagradas nos son dicta­
misma razón natural.
ndo con propiedad, el honor no es sino una opi­
tiene del poder y la bondad de otro; y honrara un
o mismo que tenerle en alta estima. Por lo tanto,
está en quien lo recibe, sino en quien Jo rinde.
tres pasiones tienen lugar necesariamente en la
e honra, con respecto a la persona a quien se rin­
mor, que se refiere a la bondad, y esperanza y mie­
efieren al poder. Y de estas tres pasiones brotan
ctos externos que tratan de aplacar al poderoso y
REllGION
1~. ou, RUSO m: u

a nuestro favor. Dichos actos son los efectos y, sentido; son a


po, los signos naturales del rendir honor. Pero otros semejan
palabra honor se aplica también a los efectos ciones de grac
ndir honor; y en este sentido se dice que ren­ les siempre se
aquel por cuyo poder tenemos gran respeto, algún poder.
así con nuestras palabras o con nuestras gunos y escar
honor es, pues, lo mismo que rendir mito. sucede, en el c
culto es un acto externo; es la señal de que in­ gún la diversi
está rindiendo honor. Y se dice que rendimos vicios, cosas h
intentarnos apaciguar si están enfadados, o a a un enemigo
mos que nos favorezcan. son atributos
s señales que envía nuestra alma son o pala­ otros. En el ca
Tanto las unas corno los otros pueden ser de pender de las
rimera de las cuales es la alabanza o declara­ leyes civiles, c
bondad; la segunda es una declaración públi­ se los zapato
esente y consiste en exaltar ~tcyá.A.uvcnr.; la cuando se pid
eclaración pública defelicidad o de poder con Una forma de
n el futuro, que se llama ucocopiouóc. Digo ble por todos
ormas de rendir honor pueden expresarse no gue las costum
as, sino también con hechos. Alabamos y ce­ 12. El cult
alabras cuando lo hacemos mediante propo­ quien se vene
ndo lo hacemos dogmáticamente, es decir, luntad de qui
tivos o títulos ­lo cual puede llamarse alabar nes que lo exp
ciativa y categoricamente, como cuando de­ cia, y ésta sign
aquel a quien rendirnos honor es generoso, sólo honorab
e. Y rendimos honor con hechos cuando ello significan ho
ucción, o hipótesis o suposición; como cuan­ son ofensa. El
acciones de gracias, lo cual supone bondad en blico. El culto
onramos; o actos de obediencia, lo cual supo­ y cada una de
itaciones, lo cual supone felicidad. ciudad en tot
desearnos alabar a un hombre con palabras, que lo que se
mos hacerlo con acciones, descubriremos que de quien lo ha
sas que significan honor para todos los hom­ mente, sino d
apelativos están los nombres generales de las voluntades in
res, los cuales no pueden tomarse en un mal cadas por ma
uios l'lll( :­:ATL'RAIEl.A 257

apelativos como bueno, hennoso.fuerte.justo y


ntes; y entre las acciones, la obediencia, las ac­
cias, las oraciones}' otras de esa clase, en las cua­
e entiende que hay implicada alguna virtud o
Hay otras señales que significan honor para al­
rnio para otros, o ninguna de las dos cosas. Tal
caso de los apelativos, con esas palabras que, se­
idad de opiniones, pueden significar virtudes o
honestas o deshonestas. El que un hombre mate
o, o huya, o sea un filósofo, o sea orador, etc.,
s honorables para unos )' despreciables para
aso de las acciones, su honorabilidad puede de­
costumbres del lugar, o de lo que prescriban las
como saludar con la cabeza descubierta, quitar­
os, hacer una reverencia, permanecer de pie
de algo, tenderse en el suelo, arrodillarse, etc.
e rendir culto que siempre es tenida por honora­
los hombres puede llamarse natural; la que si­
mbres del lugar se llama arbitraria.
to puede ser rendido por mandato de aquel a
era o puede ser voluntario, es decir, segun lavo­
ien lo rinde. Si es un culto obligatorio, las accio­
presan no significan inmediatamente obedien­
nifica sumisión al poder. El culto voluntario es
ble en la naturaleza de las acciones; las cuales, si
onor a ojos de quien las mira, son culto; si no,
l culto puede también dividirse en privado y pú­
o público puede que no sea voluntario en todas
e las personas que lo rinden; pero respecto a la
tal, puede que lo sea. Pues si se tiene en cuenta
e hace voluntariamente depende de la voluntad
ace, no se tratará en este caso de un culto sola­
de tantos cultos como personas, a menos que las
ndividuales de todos los hombres fueran unifi­
andato de uno de ellos. Pero el culto privado
RELIGIÓ!'\ 15. ns; REINO DE

ario si es rendido en secreto; pues lo que se d~, sino que


nte quizá se vea restringido por las leyes o Dios; pues c
destia, lo cual es contrario a la naturaleza de gando que e
taria. idea misera
sepamos ahora cuál es el ámbito y finalidad pues así está
a otros, hemos de considerar por qué los ro humano.
placen en el culto. Y hemos de admitir aquí piensan que
mostrado en otra parte: que el gozo consiste cho adoptan
re contemple la virtud, la fuerza, el saber, la ad nos, es d
os o cualquier otro tipo de poder como su­ concierne. Y
ueran suyos; y es una gloria o triunfo para el merle o ama
se sienta adorada, es decir, amada y temida, i~existente.
isposición los servicios y ayudas de otros mficangrand
bien, como los hombres consideran pode­ y limitado n
ien ven que es tratado con honores, es decir, rar a Dios. P
e estima que tiene poder sobre otros, de ello adscribimos
istinción de una persona aumenta en la me­ ces. Ahora b
e rinde culto; y cuanto más poderosa se la nos de lo q
poder real adquiere. Por lo tanto, la finalidad pre nos resu
soporta ser adorado por otros es la de hacer Por lo tanto
amor o por miedo, aumente todo lo posible toda figura e
ienes le obedecen. ser concebid
que podamos entender qué modo de adorar con cualquie
la razón natural, empecemos por los atribu­ cosa que con
ponden. Es manifiesto, en primer lugar, que responde a u
la existencia, pues nadie querría rendir ho­ poseamos n
samos que no existe. En segundo lugar, los cuando deci
jeron que Dios era el mundo o el alma del r~mos signifi
una parle de éste, hablaron de Dios indig­ pia mente, c
no estaban otorgándole ningun atributo, está limitada
n negándole el ser. Pues por la palabra Dios Dios con res
causa del mundo. Y quienes dicen que el idea de Él en
o que están diciendo es que el mundo no tie­ ción nuestra,
s lo mismo que decir que no hay Dios. De son de cosas
uienes mantienen que el mundo no fue crea­ dicen que tie
El)JO~ l'OR t\ATURAUZA 259

e es eterno, también están negando que hay un


como una cosa eterna no tiene causa, están ne­
el mundo tenga una causa. También tienen una
able de Dios quienes le dan el atributo de ocioso,
án quitándole el gobierno del mundo y del géne­
. Pues si, aun concediéndole la omnipotencia,
e no se ocupa de los seres inferiores, están de he­
ndo la ya gastada sentencia: quod supra nos, nihil
decir, lo que está por encima de nosotros no nos
Y viendo que no hay nada por lo que deberían te­
arle, en verdad Dios será para ellos como un ser
Asimismo, cuando utilizamos atributos que sig­
deza o poder, aquellos que significan algo finito
no son en absoluto señales de que se quiere hon­
Pues no rendimos honor a Dios dignamente si le
menos poder o grandeza de lo que somos capa­
bien, toda cosa finita que le adscribamos será me­
que somos capaces de adscribirle, pues siem­
ultará asignar un atributo más a una cosa finita.
no debemos asignarle a Diosfigum alguna, pues
es finita; tampoco debe decirse que Dios puede
do o comprendido con nuestra imaginación o
er otra facultad de nuestra alma, pues cualquier
ncibamos será finita. Y aunque la palabra infinito
un concepto de la mente, de ello no se sigue que
ninguna concepción de una cosa infinita. Porque
imos que una cosa es infinitu, realmente no que­
icar nada, excepto la impotencia de nuestra pro­
corno si estuviéramos diciendo: «no sabemos si
a o dónde está su límite». Y tampoco hablan de
speto suficiente quienes dicen que tenemos una
nuestra mente; porque una idea es una concep­
, y las únicas concepciones que podemos tener
s [iniias. Tampoco hablan con respeto quienes
enen partes o que es una cierta cosa entera ­pues
RalGIÓN 15. uu, REINO fl~

utos de cosas finitas. Tampoco puede decirse más poderoso


n lugar, pues sólo se dice que está en un lugar creador, rey
e límites y Lindes que impiden que se extien­ lo que Dios e
rtes. Tampoco se puede decir que se mueve o chos límites
oso, pues ambas expresiones implicarían que de confesar
parte. Tampoco que hay muchos dioses, por­ propias de u
aber muchos infinitos. En cuanto a los atri­ que es capaz
a la felicidad, son indignos de Dios los que que significa
eza (a menos que se tomen, no pro affectu, plemente, q
metonimia, pro effectu), tales como el arre­ Dios, en el c
ra, la misericordia. Son también indignos los Padre.
cesidad, como apetito, esperanzo, concupis­ 15. En cu
señales de pobreza, ya que no puede enten­ adorarse a D
n apetezca, espere o desee algo a menos que general imp
e ese algo. Tampoco puede atribuírsele nin­ rindiendo h
asiva, pues el padecer es cosa de un poder li­ lugar, las pre
ende de otro. Por Lo tanto, cuando le atribui­
tad a Dios, no debe pensarse que es una
la nuestra, llamada deseo racional (pues si
staría sintiendo necesidad de algo, decir lo
ofensa contra Él); hemos, pues, de suponer Pues las o
semejanza entre su voluntad y la nuestra, za es un reco
podemos concebir. De igual manera, cuando En segund
sentido de la vista o cualesquiera otros actos de ese mismo
ando Le atribuimos conocimiento o entendi­ se hacen ante
es no son en nosotros otra cosa que una agi­ pués.
nte producida por la presión que los objetos En tercer
n sobre nuestros órganos, no hemos de pen­ ficios, pues é
so de la Deidad tiene lugar una estimulación En cuarto
ria señal de un poder dependiente de algún hombre por
icaría que Dios no es la realidad mejor dota­ ese otro que
ien no le adscribe a Dios más títulos que los cumple; esto
dena debe limitarse a otorgarle títulos que
os ­como infinito, eterno, incomprensible, 14. Quien mo
ivos ­como el más bueno, el más grande, el dioses, sino qu
~ uros POR !\Al URAlfZA 261

o, etc.­, o i ndefin idos ­como bueno, justa, [uerte,


y otros semejantes, sin querer declarar con ellos
es (pues esto significana constreñirlo a los estre­
de nuestra imaginación), s1110 1.. 011 la intención
nuestra admiración y obediencia, que son cosas
una mente humilde que rinde todo el honor de
z. La razon sólo proporciona un nombre con el
ar la naturaleza de Dios: que es existente o, sim­
que es; y en referencia y relacián a nosotros, es
cual se contienen los [nombres! de Rey, Senor y

uanto a las acciones ex temas pur las qu~ debe


Dios, asi como en lo referente a sus tirulos, es un
perativo de la razón que sean señales de un alma
honor. Entre esas señales se cuentan, en primer
eces u oraciones.

Qui fingir sacros auro vel marrnore vultus,


Non facit ille deos; qui rogat, ille Iacit 11•

oraciones son señales de esperanza, y la esperan­


onocimiento del poder o de la bondad de Dios.
do lugar, las acciones de gracias, que es una señal
o afecto, con la única diferencia de que las preces
es de recibir el beneficio y las gracias se dan des­

lugar las ofrendas, es decir, las oblaciones y sacri­


éstos son modos de dar gracias.
lugar, no jurar por otro. Pues el juramento de un
r otro es una imprecación por la que se le pide a
e descargue su ira sobre el que jura, si éste no
o supone que el otro sabe si el que jura ha curo­

odela rostros sagrados en oro o mármol no hace de ellos


uien se dirige a ellos en oración. (X. del 1:)
15 ou Rl'l~O DI

e también tiene poder suficiente para casti­ paternal o m


algo que pertenece sólo a Dios. Pues si hu­ de sus mand
mbre a quien la malicia de sus súbditos no pa­ En sexto
dvertida y a quien ningún poder humano oraciones, a
resistencia, no harían falta juramentos: bas­ en su especi
nciar promesas; y si no fueran cumplidas po­ deben ser pr
das por un hombre así. sas y bien co
gar, hablar de Dios consideradamente, pues ganos adore
temor, y el temor es un reconocimiento de razón el que
precepto se sigue que no podemos usar el plos.
en vano, o temerariamente, pues cualquiera Asimismo
implicaría una desconsideración. También los presentes
que no debemos jurar innecesariamente, tud, o deben
caría estar jurando en vano. Mas no hay ne­ dos. Pues to
, como no sea entre ciudades para evitar o honor.
ntaciones por la fuerza, cosa que surge ne­ En sépti 1
ando no se cumple una promesa, o en una privado, sino
procurar mayor certeza a la judicatura. Asi­ que esta ado
debemos disputar acerca de la naturaleza di­ de dar honr
pone que todas las cosas ele/ reino natural de declarado e
n haciendo uso de la razón exclusivamente, vean nuestra
do de los principios de la ciencia natural. que hay en e
n lejos de llegar, partiendo de dichos prin­ Por últim
miento de la naturaleza de Dios, que no po­ respetar las
alcanzar un entendimiento completo de to­ tos de nues
es de nuestros propios cuerpos o de los de otra parte, l
criatura. De lo cual se deduce que lo único ra otros sac
e de estas disputas acerca de la naturaleza Y éstas so
emeraria imposición de nombres a la Divi­ culto de Dio
oporcionados a la estrecha medida de nues­ dos Jos hom
oncebir. De esto se sigue que también es un es una perso
desconsiderado y temerario (por pertene­ además, un
el reino de Dios) decir que esto o aquello 110 realizadas
usticia divina. Pues hasta los hombres con­ privadas no
enta el que sus hijos les disputen su derecho puede decir
I. DIOS POR NATI RAUZA 263

midan la justicia según una regla diferente de la


datos.
lugar, cualquier cosa que se Le oirezcu t~ Dios en
acciones de gracias y sacrificios debe ser la mejor
ie y la más honorífica. Es decir, las oraciones no
recipitadas, superficiales o vulgares, sino herrno­
ompuestas. Pues aunque sea absurdo que los pa­
en a Dios a través de una imagen, no va contra la
e hagan uso de la poesía y la música en sus tem ·

o, las oblaciones y sacrificios han de ser Limpios, y


s, suntuosos; han de significar sumisión o grati­
n ser una conmemoración de beneficios recibi­
odas estas cosas proceden de un deseo de rendir

1110lugar, t¡ue a Dios debe adorá rse!e 110 sólo en


o abierta y públicamente, a la vista de todos; por­
oración es tanto más aceptable cuanto más deseo
ra y estima suscita en otros, tal y como ha sido ya
en el artículo 13. Por tanto, a menos que otros
a adoración, se desvanecerá lo más placentero
ella.
mo, que empleemos nuestros mejores esfuerzos en
leyes de naturaleza. Pues infravalorar los manda­
stro Señor excede a cualquier otra afrenta; por
la obediencia le es más aceptable que cualesquie­
crificios.
on las principales leyes de naturaleza referentes al
os, quiero decir, las leyes que la razón dicta a to­
mbres. Pero a las ciudades, cada una de las cuales
ona, esa misma ratón natural ordena que haya,
na uniformidad de culto público. Pues las acciones
por individuos particulares según sus razones
o son las acciones de la ciudad y, por lo tanto, no
rse que sean expresiones de culto provenientes de
15. 111:1.1<1·.IM>L>Ll>IO

e es hecho por la ciudad ha de entenderse chísimas otra


por mandato de quien tiene o quienes tie­ de suyo indife
y, consecuentemente, con el consenso de la ciudad, con
, es decir, uniformemente. cede, son ya h
aturales que han sido consignadas en el ar­ podemos de
erca del culto divino sólo se refieren a la ex­ cualquier cos
naturales de culto. Mas hemos de tener en de estar honr
os tipos de señales: uno es natural, y el otro ción, si dicha
decir, por convenio tácito o expreso. Aho­ ble; pues es s
todo idioma el uso de palabras y nombres se ne que se ado
erdo, también podrán alterarse por acuer­ 17. Ya hem
ello que deriva su fuerza de la voluntad de sagradas com
de ser cambiado o abolido si esos mismos naturaleza. A
n hacerlo. Por lo tanto, esos nombres que se pueda equivo
porque así lo han acordado los hombres hombres son
nados también mediante acuerdo. Mas los asuntos, p
puede hacerse por acuerdo entre Jos hom­ tener como in
ambién la ciudad puede hacer. Por consi­ Pues bien, en
esto es, aquellos que tienen el poder sobre cir aquellas q
odrán con derecho decidir qué nombres o portamiento
os a Dios son los más o los menos honora­ antes se ha di
cir, qué doctrinas son las que han de man­ quedado dem
rse con respecto a la naturaleza de Dios y catura le corr
Pero el significado de las acciones no de­ otra cosa que
cuerden los hombres. Las acciones tienen cuencia, que
tural; los efectos son signos de sus causas. soberano, so
rende que ciertas acciones siempre nos lle­ cuanto a las l
que las ha hecho, como, por ejemplo, aque­ demostrado
descubre la impureza del cuerpo, y cuales­ dito ha trans
los hombres tienen vergüenza de realizar sona o perso
las que tienen respeto. Otras acciones son l cada súbdito
honor, como acercarse y discursar decen­ gar cómo ha
te; ceder el paso o dar la preferencia en también tran
e implique beneficio personal. En este tipo hacerlo se de
dad no puede alterar nada. Pero hay mu­ antes de que
O~l'OR SATlJKAl.fZA 265

as que en Jo tocante al honor o al reproche son


erentes. Y éstas pueden, porque así lo instituya
nvertirse en signos de honor. y cuando eso su­
honorables cada vez que se realizan. De lo cual
educir que debemos obedecer a la ciudad en
sa que ella nos diga que ha de usarse como señal
rando a Dios, es decir, como modo de adora­
cosa puede ser instituida como signo honora­
serial de honor todo aquello qué la ciudad orde­
opte como tal.
mos declarado cuáles son las leyes de Dios, tanto
mo seculares, cuando gobierna solo por vía <le
Ahora bien, como no hay ningun hombre que no
ocarse en su razonar, y como sucede que los
n <le opiniones diferentes en la gran mayoría de
podernos preguntarnos: ¿a quién preferirá Dios
ntérprete del a recta razón, es decir, de sus leyes?
n lo que se refiere a las leyes seculares (quiero de­
que tienen que ver con la justicia} con el com­
de unos hombres para con otros), y por lo que
icho acerca de la constitución de una ciudad, ha
mostrado que es conforme a razón el que la judi­
responde a la ciudad, y que la judicatura no es
e la interpretación de las leyes; y, como conse­
las ciudades, es decir, quienes tienen el poder
on en todas partes los intérpretes de las leyes. En
leyes sagradas, hemos de considerar lo que se ha
antes en el capítulo 5, artículo 13: que cada súb­
sferido tanto derecho como ha podido a la per­
onas que tenían la autoridad suprema. Y como
o] tuvo el poder de transferir su derecho de juz­
de rendírsele culto a Dios, ha de concluirse que
nsfirió ese derecho. Que tuvo la capacidad de
educe de esto: que la manera de honrar a Dios
se constituyera la ciudad salió de la razán priva­
Rf.LIGIÚ!': 15 DEL RUNtllll.J>H

bre, y que todo hombre tiene el poder de so­ de la autorid


privada a la razón de la ciudad entera. Ade­ a quienes se
mbre siguiera su propia razón en lo referente cualquier co
entre una variedad tan grande de adorado­ hombre o as
no juzgaría irrespetuoso e impío el modo de sea ordenad
a ninguno le parecería que el otro estaba honrar a Di
s. Incluso los modos de culto que estuviesen denada por D
con la razón no serían adoración, pues la na­ 18. Quizá
consiste en ser una señal de honor rendido primer lugar
Mas no hay más señal que aquella por la que debe ser obe
ocer a otros; y, por lo tanto, no hay señal de rectamente,
honor si dicha señal no es reconocida por que de mi do
rlo de otra manera: es una verdadera señal obedecer un
ene tal por consentimiento de los hombres; absoluto no
ente, es honorable aquello que por consen­ corno modo
ombres, es decir, por mandato de la ciudad, ción de la ci
eñal de honor. Así pues, no va contra lavo­ gobernaba t
uando es declarada solamente por vía de la le era debid
eñales de honor que la ciudad ordene. De lo a la ciudad e
e que los súbditos pueden transferir a aquel gar, si lo qu
tienen el poder soberano su derecho de cuando ésta
n que debe rendírsele culto a Dios. Es más, afrenta direc
lo; pues, si no, toda clase <le opiniones ab­ racionalmen
la naturaleza de Dios, y todo tipo de cere­ plo, si se ma
sido utiJizadas por los diversos pueblos, po­ creen que es
ticadas a un mismo tiempo en la misma plir lo marid
erá como resultado el que cada hombre crea
stán causando una afrenta a Dios con sus
• En el artícul
os de darle culto, de tal manera que no po­
mires a Dios t
cirse que estén adorando a Dios; pues nin­ bien, quienes
ra a Dios, es decir, le rinde honor pública­ cen, por tanto
uando hace cosas que a los demás les parece diciendo lo an
os. Puede, pues, concluirse que la interpre­ que quienes se
mites a Dios; q
las leyes, tanto sagradas como seculares culto contra su
bierna por vía natural solamente), depende ción que realiz
H>~l'ClRl\.Hl l~AllZA 267

dad de la ciudad, es decir, del hombre o asamblea


e les ha encomendado el poder soberano; y que
osa que Dios ordene lo hará por boca de dicho
samblea. Dicho a la inversa, cualquier cosa que
da por éstos, tanto en lo referente al modo de
ios como en asuntos seculares, estará siendo or­
Dios mismo.
á algunos reaccionen contra esto preguntado, en
r: ¿no se seguirá de esta doctrina el que la ciudad
edecida, incluso si nos manda afrentar a Dios di­
o si nos prohíbe adorarlo? Respondo diciendo
octrina no se sigue eso, y que tampoco debemos
n mandato así. Pues afrentar o no rendir culto en
o pueden ser entendidos por ningún hombre
os de adoración. Asimismo, antes de la constitu­
iudad, ninguno de los que reconocían que Dios
tuvo el derecho de negarle el honor que entonces
do; y, por lo tanto, tampoco pudo nadie transferir
el derecho de mandar cosas así. En seg u ndo lu­
ue se cuestiona es si debe obedecerse a la ciudad
a manda que se diga o haga algo que no es una
cta contra Dios, pero de lo que pueden deducirse
nte consecuencias afrentosas ­corno, por ejem­
andara adorar a Dios en una imagen ante quienes
so es honorable­, habría, ciertamente, que cum­
dado". Pues el culto es instituido en señal de ho­

lo 14 de este capítulo hemos dicho que quienes poruan lí­


transgredían la ley natural acerca del culto de Dios, Pues
le adoran en una imagen están imponiéndole límites y ha­
o, lo que no deben. Este pasaje parece, pues, estar contra
ntes dicho. Debemos, por tanto, aclarar, en primer lugar,
e ven obligados por la autoridad no estdn imponiéndole lí­
quienes lo hacen son los que mandan. Pues quienes rinden
u propia voluntad rinden, desde luego, culto con cada uc­
zan; pero el que se pongan de pie aqm o se tumben allá de­
RM IGIOI\' I~. na, Rl 11'0llE1>

así es señal de honor y hace que aumente la tos por los q


s entre quienes así lo entienden. Y si se nos soberanía in
a Dios por un nombre que no sabemos lo de un poder
cómo puede avenirse con la palabra Dios, realizar accio
debemos obedecer. Pues lo que hacemos zar a un hom
rendir honor (aunque estemos en el error), como lluvia
como señal de honor, es una señal de ho­ puede acepta
nto, si rehusamos hacerlo estamos rehusan­ culto mayor
honor de Dios. El mismo juicio ha de seguir­ ción. Pues es
ellos atributos y actos concernientes al culto der a este fin
nal de Dios, que puedan ser controvertibles mando supre
es aunque este tipo de mandatos puedan ser por supuesto
s a la recta razón y, por lo tanto, pecados en virnientos de
ordenan, no van contra la recta razón ni son culto civil, ya
ando son cumplidos por los súbditos, cuya miento del p
puntos controvertidos, es la que se somete a civil no por l
udad. Por último, si el hombre o asamblea del cuerpo, s
der supremo nos mandan que les adoremos aquel a quien
mismos atributos y acciones con que adora­ hombre con
bemos obedecerlos? Muchas son las cosas Dios, ello ser
buirse en común a Dios y a los hombres; divino; pero
én pueden ser alabados y glorificados. Hay nocemos su
as acciones por las que los hombres pueden tingue el cul
. Pero hay que tener en cuenta el significa­ mente entend
a esos atributos y acciones. Aunque lo man­ primera de la
s, hemos de abstenernos de utilizar atribu­ gunda su con
de una y la m
19. De lo
mande el soberano legítimo. En segundo lugar, digo
cuando Dios
no en todo tiempo y lugar, sino en la suposición de
a de rendir culto a Dios que la que dicta la razón hu­ súbditos pec
nces la voluntad de fa ciudad es lo que se considera rales que han
n el reino de Dios por alianza, ya se trate de la anti­ gundo lugar,
idolatría está expresamente prohibida; y aunque la en aquellas c
adorar así, no debemos hacerlo. Si se tiene en cuenta
ir, quienes pensaban que había contradicción entre
si no adoran
ículo 14 seguro que no lo pensarán ya más. cuarto lugar
>10~ POR:\ATIIRAI f'ZA 269

que queramos significar que un hombre tiene


ndependiente de Dios, o es inmortal, o disfruta
infinito, etc. También debemos abstenernos de
ones que signifiquen lo mismo: no se le debe re­
mbre ni pedirle cosas que sólo Dios puede dar,
y tiempo soleado, ni ofrecerle lo que sólo Dios
ar, como sacrificios y holocaustos, ni rendirle un
que el que no puede rendirse, como la inmola­
stas cosas, [dirigidas a un hombre], parecen ten­
n: a que no se piense que es Dios quien tiene el
emo, en contra de lo que originalmente se daba
o. Pero genuflexiones, postraciones y otros mo­
el cuerpo pueden ser usados legalmente en el
a que pueden significar solamente un reconoci­
poder civil. Pues el culto divino se distingue del
los movimientos, la postura, el vestido o el gesto
sino por la declaración <le lo que pensamos de
n reverenciamos. Así, si nos postramos ante un
n la intención de declarar que lo tenemos por
rá indicación de que estamos rindiéndole culto
o si hacemos lo mismo como señal de que reco­
poder civil, será un culto civil. Tampoco se dis­
lto divino del civil por ninguna acción normal­
dida por las palabras A.cnpna y 8ouA.tia, la
as cuales señala los deberes de los siervos y la se­
ndición: éstas son palabras que expresan grados
misma acción.
que hasta aquí se ha dicho puede deducirse que
s reina solamente por vía de la razón natural, los
can, en primer lugar, si quebrantan las leyes mo­
n sido explicitadas en los capítulos 2 y 3. En se­
, si quebrantan las leyes o mandatos de la ciudad
cosas que se refieren a la justicia. En tercer lugar,
a Dios xnro; i:a
vóuucc [según las leyes]. En
r, si no confiesan ante los hombres, de palabra y
RLLIGIÓ1'

y un Dios bueno, grande y bendito en grado


emo del mundo y de todos los reyes de la tie­ Capítulo 16
no adoran a Dios. Este cuarto pecado en el Del reino
Dios, según lo que se ha dicho en el artícu­
anterior, es el pecado de traicián contra la
d, pues es una negación del Poder Divino, o
aquí los pecados proceden justo igual que si
ue un hombre, siendo el rey soberano, se au­
o; y, en su ausencia, el virrey asumiera el go­
edirían, ciertamente, la ley quienes no le
todo, excepto en el caso de que usurpara el
ra a otro. Quienes le obedecieran absoluta­
in tener en cuenta esta excepción podrían
traición.
l »Estandc lo
tituyó In verd
tre Dios y Atlcí
periores. 3.­D
4.­En esa alia
lato y simple,
que Abrnham
In de In circun
palabra dl' Di
dtan pecar ob
Monte 5111111.
reino. 1 O. ­Q
palabra de D
labra escrita
palabra de D
mientras vivi
y el suprt'l110
rante la vicia
s111110 sacerdo
unidos en los
cuest ián se /11
los judios, 111
cas traiciones
dtos teniun el
6
o de Dios por la antigua alianza

os pueblos extranjeros poseldos por /11 superstirtán, [)10s ins­


dadera religion a través ele Abraluu«. 2. Por [11 aluinza e11-
í11, se prohibe todn disputa acerca de los mandatos de los su­
De qué modo se hi:o fa alianza entre Dios y '\bralia111.
anza se contiene 1111 reconocimiento de Dio«, 110 e11 sentido
si110 de! Dios t/111.' se apareciá a Ahralunn. 'i.­1 as leyes a las
estaba obligado 110 ern11 otras q1u• las leye» de nnturuieza y
ncision. 6. sbraham fue entre los suyos el interpreu: de In
ios y de rodas fas leyes. 7. Los súuditos de Abralznm 110 po­
bedcciendot». 8.­La 11l11111za de Dtos ron los hebreos e11 el
9. De entonas en adclnnu: el gobn·nw dt• I nos [uc llamado
Qué leyes fueron dadns por Dios 11 los j111ffos. 11. Q1a; es /11
Dios, y cómo llega 11 conocerse. l 2.­Q11t' era tenido pnr la pa­
de Dios entre los judíos. IJ.­F.l poder tic irnerpretur la
Dios y el poder rnpre1110 St' 11111cron cm fa pcrso11r1 tic Moisés
ió. I 4. ­ 111111bié11 [el poder de interpretar fo pc1fc1lm1 de Dios
poder civil} se 1111iero11 e11 fa persona del s1111w sucerdote du
de Jamé. 15.-Esltlviero11t11111liié11111111/os e11 /11 persc11111 del
ote, husta el tiempo ele/ rey Saúl. 16. 111111lihi111t~t111'il'l'o11
s reyes, '111st11 la epocu de! cmuiverio. 17. Las poderes t'll
11llal11111 u11 idas t>11 los sacerdotes Iras el caut i verla. I ,'{,­Entre
idolatrta y ia negaclán ele fa divina provuienciu cran las úni­
s contra la Dh·i11t1 Mttjl'stacl; en codas las demás co.\m losju­
l deber de obedecer a sus príncipes.
271
Rf.l lliJÓN 16. DEl Rfll'OD~ 0

ad, al tener conciencia de su propia debili­ como esta al


su admiración por los acontecimientos natu­ volvió a reno
esta condición: que la mayoría de los hom­ tamos en este
Dios es el hacedor invisible de todas las cosas cer de pasada
al también temen pensando que no tienen que ordenaba
ción entre ellos mismos. Pero el uso imper­ mal (ya fuera
n de su razón y la violencia de sus pasiones del mal o, sim
al modo que no pudieron adorar a ese Dios ticular), Dios
s el miedo de las cosas invisibles, cuando se sin disputa ac
a razón, es superstición. Fue, por lo tanto, Porque, de fa
os hombres, sin especial asistencia de Dios, nía en su na
ollos del ateísmo y de la superstición: ésta suyo moralm
do en ausencia de la recta razón; aquélla, de 3. La alia
recta razón, sin miedo. Por lo tanto, la idola­ modo (Géne
sa de la mayor parte de los hombres; y casi cendencia de
s adoraron a Dios en imágenes y represen­ 110 de ser tu D
s finitas; y rindieron culto a los espíritus o rra de Canán
cas, quizá por miedo a darles el nombre de era necesario
plugo a la Divina Majestad, como leemos en su descenden
crito de la historia sagrada, llamar a Abra­ eso la circun
ó de entre todo el género humano para que como signo
os hombres al verdadero modo de adora­ var tú y tu de
omplació en revelársele sobrenaturalmente rón. Circunc
con su pueblo aquel pacto celebérrimo que la señal del p
ua afianza o testamento. Abraham es, por que Abraha
a religión verdadera; él fue el primero que, descendenci
nserió que sólo había un Dios, Creador del por Él; y que
tir de él tiene su comienzo el reino de Dios lla tierra en
nzas (Flavio Iosefo, Antigüedades de los ]11­ que Abrahar
. bía asegura
ipio del mundo, Dios reinaba, no sólo de rones fueran
no también mediante alianza, sobre Adán y
e no se le prestaba más obediencia que la
15. La frase ''Y
ón natural, pero mediante alianza, esto es, Hobbes que no
nto de los hombres mismos. Ahora bien, latina de Mole
010:.l'ORl.AA:­.'TIGUAAUA:­:ZA 273

lianza primera fue de hecho anulada y nunca


ov arse, el origen del reino de Dios (del cual tra­
e lugar) no debe situarse ahí. Mas debemos ha­
a la siguiente observación: que por el precepto
a no comer del árbol de la ciencia del bien?' del
a porque se les prohibía juzgar acerca del bien y
mplemente, comer del fruto de un árbol en par­
s exigía obediencia absoluta para sus mandatos,
cerca de si lo que se mandaba era bueno o malo.
altar aquel mandato, el fruto del árbol no conte­
aturaleza nada por lo que comer de él fuese <le
mente malo, es decir, pecado.
anza entre Dios y Abraham se hizo de este
esis 17, 7­8): Yo establezco contigo y con tu des­
espués de ti por sus generaciones mi pacto eter­
Dios y el ele t 11 descendencia después de ti, la tie­
n, en eterna posesión, y yo sere su Dios 15• Mas
o instituir alguna señal por la que Abraham y
ncia conservaran memoria de esta alianza; por
ncisión fue añadida a la alianza, si bien sólo
( versículos l 0­11 ): Esto es lo que has de obser­
escendencia después de ti. Circuncidad todo va­
cidaréis la carne de vuestro prepucio, y ésa será
pacto entre mí y vosotros. Fue, pues, convenido
am reconocía a Dios como Dios suyo y de su
ia, es decir, que se sometía para ser gobernado
e Dios iba a dar a Abraham la herencia de ~que­
n la que entonces vivía sólo como peregnno; y
rn, como señal que le recordase este pacto, de­
arse de que tanto él como sus descendientes va­
n circuncidados.

Y yo seré su Dios» ('and T will be their Gotl) es aña<li~~ ~


o figura en el texto bíblico. Tampoco aparece en la edición
esworth. (N. del T.)
REUGIÓS 16. OEl.REJl"ODI IH

reparamos en que, incluso antes del pacto, s. Pero no


reconocía que Dios era el Creador y Rev del dado a Abrah
Abraharn nunca dudó del ser o de la providen­ descendiente
¿no era superfluo que Dios quisiera adquirir darniento de
iante compra y por contrato, una obediencia mo pacto o a
bida por naturaleza? ¿No era superfluo que le hubo leyes n
tierra de Canán bajo condición de que Abra­ excepto los s
ase como Dios suyo, cuando ya lo era por dere­ nal y la circu
leza? Por lo tanto, por las palabras ser tu Dios y 6. Abraha
ndencia no hemos de entender que Abraharn gradas como
pacto por el simple reconocimiento del poder ralmente, est
a naturalmente sobre los hombres, es decir, sino también
r a Dios de un modo indefinido ­Io cual es de harn promet
l­, sino por reconocer de modo definido a bién por par
dijo (Génesis 12, 1­2): Salte de tu tierra, etc., y ra hecho en v
l4): Alza tus ojos, etc.; Aquel que se le apareció al umplir su
res varones celestiales (Génesis 18, 1­2), en una harn no hub
s 15, 1) y en un sueño (versículo l3), lo cual es ·cómo podrí
Bajo qué figura se le apareció Dios a Abraharn, ~ labrán de b
sonidos se comunico con el, son cosas que el se que marul
Sin embargo, es claro que Abraharn creyó que den los camin
a la v01 de Dios y que contc nía una revolución 7. De est
Abraharn quiso que todos Jos suyos adoraran y dían pecar o
Dios y Creador del mundo J Aquel que le había gar la existe
a manera. Esta también claro que su fe se basa­ expresamen
echo <le creer que Dios tenia ww existencia o más cosas,
daderas sus promesas cosa que todos los hom­ Abraharn,
no en que no dudaba que fuese Dios Aquel bras de Dio
yas promesas había oido. 11 Dios de Abraharn el Dios de A
a simplemente Dios, sino precisamente aquel quienes tra
apareció. Y la adoración que Abraham debía a soberanía d
noción que tenía de l~I no era un culto de ra­ razón en tu
eligián y <le fe; un culto que no le había sido re­ cieron y pr
razón natural, sino por Dios mismo, sobrcna­ se habían s
terse a Abr
275
HOS POR 1.AAS'l1GllA AtlAS'ZA

o leemos [en el texto bíblico 1 que Dios le hubiera


harn ley alguna, ni que Abrah.1111 se la diese a sus
es ­ya fuera secular o sagrada­, excepto el 111a~1­
la 1.irrn11cis1011, el cual está contén ido en el nus­
alianza. De lo cual resulta man~fksto q.uc no
ni culto a los que Abraharn estuvrcra obhga~o,
siguientes: las leyes de naturaleza, el culto ra~10­
uncisión.
am fue el intérprete de todas las leyes, tan losa­
o seculares, entre los de su estirpe; y no sólo natu­
to es, no sólo en el uso ele las leyes de naturaleza,
n por modo de la alianza misma, en la cu.al Abra­
tió ohcdiencia, no sólo pcrsonalmcnlc, s1110 ta1~1­
rte de su descendencia. l:~ cual pn~ml·~a se ~mb1e­
vano a meno'> que sus h•JOS L'SI uvieran obligados
us mandatos. Pues si Jos hijos y la estirpe de Abr.a­
bieran estado obligados .l prestarle obediencía,
ía entenderse lo que dijo Dios (Génesis 18, 1819):
benúecirle todos los pueblo.; dl' la tierra. Pues bien
lani 11 sus hijos y a su cns~1 rles¡~11~s.tle ci/, qiu: g11ar­
nos ele \~n·é y hagan jusi icw nu1cw?
to se sigue que los súbditos <le Abraharn no po­
obedeciéndolo, con tal de que no les mandara ne­
encia o la providenciu de Dio.s, o ~rn(cr al~o que
nte f ucse contra el honor de D1<~s .. bn todas l~ls de­
la palabra ele Dios debían recibirla de labios de
pues él era el interprete de todas las leyes~, pala­
os. Pues sólo Abraharn podía ensena des qu ién era
Abraham, y de qué modo tema que ser adorado. Y
as la muerte de Abraham fueron súbditos bajo la
de Isaac o jacob obedecieron a éstos por la nusrna
udas las cosas libres de pecado, mientras recono­
rofesaron que el Dios de Abruham era su Dios. Ya
sometido a Dios en un sentido lato antes de sorne
raham, y a Abraham antes <le someterse al Dios de
RF l.l<il(l~ 16. 01.l RFISOOEIJI

Dios de Abraharn antes de someterse a Isaac. mía es toda la


el caso de: los súbditos de Abraharn, negar a sacerdotes)' w
ca traicián contra la Divina Majestad; pero diá (versíc ulo
nieron des pues, también fue traición negar ni 9. En esta
n, es decir, adorar a Dios de modo diferente el hecho de q
sido instituido por Abraham, es decir, era sido usada an
orarle en imágenes fabricadas a mano", como como por la a
ueblos, por razón de lo cual eran llamados debían una o
ta entonces, los súbditos pudieron discernir giosa ­tal y c
debía observarse y qué debía evitarse en los ditos de Abr
s príncipes. Pues no habí
mos ahora, guiándonos por la Sagrada Escri­ natural de la
lianza fue renovada con Isaac {Génesis 31, 3­4) guna alianza
nesis 28, 13­1 ·1). Y en dicha alianza Dios no se sus voluntad
mente como Dios, taJ y como la naturaleza harn, como p
ser, sino distintivarnente como Dios de Abra­ alianza del M
spués, cuando iba a renovar la misma alianza todos, el gob
sés con todo el pueblo de Israel (Éxodo 3, 6), instituido sob
el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Escrituras v
Dios de [acob. Posteriormente, cuando aquel este tiempo
no sólo el més libre de todos, sino también el cuando los i
o de la sujeción humana, debido a tener aún ti a qweu rec
moria su cautiverio egipcio, residía en el de­ lo que Sarnue
Monte Sinaí, aquella antigua alianza les fue dicho: No, qu
este modo, a fin de que fuera renovada (Éxo­ tro Dios, c­m
ra, si 01s 111i voz y guardáis mi alianza (es decir, Yo liaré una
e había hecho con Abraharn, Isaac y Iacob), das Galileo,
111 propiedad entre todos los pueblos; porque t igiiedades d
bras: judas
4 del capitulo 15 ya hemos mostrado que tal tipo de quienes emp
onal. Pero si se hace por mandato de una ciudad que en todo de a
onoce la palabra escrita de Dios, tal adoración es ra­ un constant
os mostrado en el artículo 18. Pero allt donde Dios
tenido por S
ahanza.v manda expresamente no adorar así ­man­
ontenido en la alianza hecha con Abraharn­, estará los tormento
si la ciudad lo manda como !>i no lo manda. más cercano
IOSl'ORUANTIGL'AAUANZA
277

a tierra, pero vosotros seréis pam mi rm reino de


ww nación sama. Y el pue[J/o todo entero respon­
o 8): «Nosotros haremos cuanto [tn dicho Ycwé».
alianza, entre otras cosas, hemos de reparar en
que aparece la palabra reino, la cual no había
ntes. Pues aunque Dios, tanto por nnturateza
alian.ia hecha con Abraharn, ~ra su rey, sólo l.c
obediencia natural, como súbditos suyos, y reli­
como fue instituido por Abra_hil1~1­, como súb­
raharn, Isaac y [acob, sus prmcipes naturales.
ían recibido más palabra de Dios que la palabra
recta razón; tampoco se había establecido nin­
entre Dios y ellos, excepto en la medida en que
des estaban subsumidas en la voluntad de Abra­
príncipt: suyo que era. Mas ahora, en virtud de la
Monte Sinaí, una vez alcanzado el consenso de
bierno de Dios "e convirtió en 1111 reino de Dios
bre ellos. Ese remo de Dios tan nombrado en las
ven las obras de los teólogos tuvo su origen en
o. A éste se refiere lo que Dios le dijo .1 Samuel
israelitas pidieron un n.•y ( 1 Sarnucl R 7): No es a
chazan, sino a mi, para que 110 reine sobre ellos;.Y
el dijo a los israelitas ( l Samuel 12, 12): Me habéis
ue reine un rey sobre nosotros; (llcltldo )(n•i!, vues­
m nuestro rey. Y lo que se dice en [eremías 31, 31:
alianza nueva, cte. Y también la doctrina de Ju­
del que se hace mención en la obra de Joscfo A11­
de los Judíos, libro 18, capítulo 2, con estas pala­
Galileo fue el primer autor de esta cw~rta vía de
prendieron el estudio de la sabiduría. Estos están
acuerdo con los fariseos, excepto en que arden en
te deseo de libertad; creen que sólo Dios hu de ser
Señor y Príncipe suyo; y estan dispuestos a sufrir
os más refinados, junto con sus parientes yumigos
os, ames que llamar Suior suyo el algrín mortal.
REUGJOr\ lll. DLL RUNO DF.O

vez que el derecho del reino fue así constituido hijos de Israel
anza, veamos ahora qué leyes propuso Dios a su neraciones, el
~ s~n. de todos conocidas: el decálogo y aquellas será entre mí
[udiciales como ceremoniales, que encontramos Yavé los cielos
íblico que va desde el capítulo veinte del Éxodo cansó. De la
el Deuteronomio y la muerte de Moisés. De esas ceremoniales,
es entregadas al pueblo judío por mano de Moi­ leyes de Ja pr
nas que obligan naturalmente, pues fueron he­ dra, es decir,
?s ~ctuando como Dios de la naturaleza, y te­ Las demás fu
~ mclus~ antes del tiempo de Abraham. Hay el cual fue pu
igan en virtud de la alianza con Abraharn, pues Pues estas le
fue hecha por Dios como Dios de Abraham, las podían camb
vigencia incluso antes del tiempo de Moisés 11. Todas
la alia~1za anterior. Pero hay otras que obligan toda palabra
e en virtud de aquella alianza que vino en últi­ que os sacó d
ue se hizo con el pueblo mismo: la alianza hecha es ley. Tampo
mo rey especial de los israelitas. De la primera labra de Dio
os los preceptos del decálogo que se refieren a tomarse sin
comportamiento ­honra a tus padres, no ma­ Así dice el Se
eterás adulterio, 110 robarás, 110 levantarás fal­ el profeta. «P
os, 110 tendrás codicia­, pues éstas son las leyes llo que un ve
También el precepto de no tomar el 110111bre de por Dios. Lo
pues ello es parte del culto natural, como se ha que Dios ha
el artículo lS del capítulo anterior; también el la palabra de
damiento que ordena no adorar a través de ra bien, com
gen fabricada por los hombres, pues ello es aquello que
arte de la religión natural, como se ha mostra­ deramente
o ~rtículo. De la segunda clase de leyes son el hasta que se
amiento del decálogo que ordena no tener otros podemos cr
n esto consiste la alianza hecha con Abraham profeta. El p
la cual Dios no exige más que ser el Dios de sus milagro
su descendencia; también el precepto de san­ que hubiera
ath, pues la santificación del séptimo día fue o, por lo me
recuerdo de los seis días de la creación, tal y sacado de E
ende de estas palabras (Éxodo 31, 16­17): Los culto al Dio
OIUS 1'01~ l.A 1\:\l ll1UA Al.IANZA 279

l guardará u el sábado y lo celebrará n por sus ge­


llos y sus descendientes, como alianza perpetua;
y ellos una señal perpet un, pues en seis días hizo
s y la tierra, y el séptimo día cesó e11 s11 obra y des­
tercera clase son las leyes poli'tirns,jurlicinles y
, las cuales sólo correspondían a los judíos. Las
rimera y segunda clase, escritas en tublas de pie­
el decálogo, fueron guardadas en el arca misma.
ueron escritas en el libro que contenía toda la ley,
uesto en un lado del arca (Deuteronomio 31, 26).
eyes, siempre que se retuviese la fe de Abraharn,
biarse; aquéllas, no.
s las leyes de Dios son palabra de Dios, pero no
ele Dios es ley suya. Yo soy el Sei101~ vuestro Dios,
de In tierra de Egipto es la palabra ele Dios, pero no
oco todo aquello que, para mejor declarar lapa­
os, se pronuncia o se escribe junto con ella ha de
más como palabra de Dios. Porque la expresión
enor no es la voz de Dios, sino la del predicador o
Palabra de Dios» es única y exclusivamente aque­
erdadero profeta ha declarado que ha sido dicho
os escritos de los profetas, que contienen tanto lo
abla como lo que el profeta habla, se dice que son
e Dios porque contienen la palabra de Dios. Aho­
mo Ja palabra de Dios es única y exclusivamente
nos es recomendado por un profeta que es verda­
tal, no puede saberse si algo es palabra de Dios
epamos quién es el verdadero profeta; y tampoco
reer en la palabra de Dios si antes no creemos al
pueblo de Israel creyó a Moisés por dos razones:
os y su fe. Pues por muchos y evidentes milagros
a realizado, los israelitas no se habrían fiado de él,
enos, no deberían haberse fiado de él si los hubiera
Egipto para que practicasen un culto diferente del
os de Abraham, Isaac y Iacob, sus padres. Ello hu­
IUiUC,J('\N lll. l>l­l RFINODflllU

ario a la alianza que habían hecho con Dios. 12. Los judí
de dos cosas: prediccián natural de aconteci­ maron Deutero
os, lo cual es un milagro poderoso, y Je en el (por lo que po
m, el cual los liberó de Egipto; pues bien, am­ mente hasta la
eron propuestas por Dios a los judíos como directamente
rdadero profeta. El hombre a quien le faltaba que fuese cons
señales no era profeta, y no debía ser acepta­ alianza, y para
de Dios la que él quisiera imponer como laJ. Libro, mucho t
tarle la fe, el pretendido profeta es rechazado (2 Reyes 23, 2
as (Deuteronomio 13, 1­5): Si se alzare en Pero no esta cl
ofetao un soñador que te anuncia una señal o tamento entra
que se cumpliere la señal o el prodigio de que profetas Isaías
o: Vamos tras de otros dioses, etc., ese profeta o que las que vin
ndenado a muerte; y si le falla la capacidad de pués del cautiv
cimientos futuros, es condenado con estas po ser tenidos
mio 18, 21­22): Y si te dices en tu corazán: do citada más
nocer yo la palabra que 110 ha dicho Yal1é? cual se ordenó
eta te hable en nombre de Yavé, si lo que dijo verdadero pro
se realiza, es cosa que no ha dicho Yavé; en su madas por los
ó el profeta. Que era palabra de Dios la que que los judíos
pública por un verdadero profeta, y que en­ nes asesinaron
considerado verdadero profeta aquel que te­ proféticos, es
y cuyas predicciones se ajustaban al curso de 13. Sabido
os, es cosa que no puede ponerse en duda. qué palabra de
uir a otros dioses, o que los acontecimientos ahora averigu
a lo que es afirmado por sus predicciones, escritos de los
admiten innumerables controversias, espe­ aceptados co
o se trata de predicciones que, aJ anunciar el mientos respo
futuro, lo hacen de una manera oscura o riguar tambié
o suele ser el caso con casi todos los profetas las leyes recib
Dios directamente como Moisés, sino a tra­ garse a través
oscuros por figuras (Números 12, 8). Pero de tado de Israel.
s juzgar excepto por vía de la razón natural, sés este poder
ependerá de la interpretación 'del profeta y sido el intérp
ue ésta responda al suceso profetizado. dría que habe
U\l'ORL\A:­.'11GUA1\IJA:­:í'.A 281

íos estimaban que el libro de la ley, al que lla­


onomio, era la palabra escrita de Dios; y eso
odemos deducir de la historia sagr~da), sola­
a época del cautiverio. Porque este libro les fue
entregado por Moisés a los sacerdotes para
servado y guardado en un lado del arca ?e la
a que fuese copiado por los reyes. Y ese mismo
tiempo después y por autoridad del rey [osías
2), volvió a ser tenido por la palabra de Dios.
laro cuándo los demás Libros del Antiguo Tes­
aron a formar parte del canon. Respecto a los
s y los demás, como no predijer~n n~~ís cosas
nieron a suceder durante. el cautiverto o .des­
verio, sus escritos no pudieron en aquel tiem­
por proféticos, a causa de la ley que ha queda­
s arriba (Deuteronomio 17, 21­22), según la
ó a los israelitas no tener a ningún hombre por
ofeta, a menos que sus profecías fuesen confir­
s acontecimientos. Y quizá sea por esto por lo
estimaron que los escritos de aquellos a quie­
n cuando estaban profetizando fueron después
decir, fueron palabra de Dios.
o ya qué leyes estaban bajo la antigua alianza y
e Dios fue aceptada desde el .principi.o, dcbe':11os
uar en quién residía la autoridad de Juzgar si los
s profetas que surgieron después habían de ser
omo palabra de Dios, es decir, si los aconteci­
ondían o no a sus predicciones.y hemos de ave­
én en quién residía la ~utoridad de inte~prct~r
bidas y la palabra de Dios; lo cual ha de investi­
s de todas las épocas y todos los cam~ios del E~­
. Pues bien, es obvio que durante la vida de Moi­
r residió en Moisés mismo. Pues si él no hubiera
prete de las leyes y de la palabra, esa misión ten­
er correspondido, o bien a cada persona privada,
Rll.lulOS 16 Dl!LRflNOl>El

ngregación o sinagoga de muchos, o 31 sumo sacer­ distinción e


os profetas. En primer lugar, que esa mision no les siculos 6­8):
día a los individuos particulares o a una congrega­ él en visión y
u~sta por ellos se deduce de esto: que no se les per­ {que es en tod
as, que hasta se les prohibra, con las más graves blo con él, y
01r hablar a Dios, como no fuese a través de Moi­ blante de Ya
tá escrito (Éxodo 19, 24­25): <<Qw.: los sacerdotes y siervo Moisé
0 traspasen los termines para acercarse a Ynvé, no de Dios no c
Moises bajó y se lo dijo al pueblo. Queda también ningún otro
}' expresamente declarado con ocasión de la rebe­ donde se ha
ré, Datan, Abirón y los doscientos cincuenta todos los dem
de la asamblea •ti que ni los individuos particula­ tural, pues e
gregación debían tener la pretensión de que Dios transmitir Jo
blado a ellos y que tenían el derecho de interpre­ bién interpre
ra ele Dios. Afirmando enérgicamente que Dios fue declarad
a través de ellos menos que u través de Moisés, ar hubo en aqu
n así [contra Moisés y Aarón] (Numeres 16, 3): blo, excepto
uno de tantos, pues santos son todos los de la asam­ ritu de Moisé
dio de todos esui lá1 é. ¿Con qué derecho os levan­
1 era entonces
sobre lu asamblea de Yave? El modo en que Dios como algo h
a controversia lo podemos averiguar fácilmente tenta anciano
versículos 33 y 35 del mismo capítulo, donde se lo cual se dic
Core, Datán y A virán cayeron vivos en el abismo, Desceudiá }'
los doscientos cincuenta hombres que ofreciau el sidía e11 Moi
on abrasados por un fuego de fové. l­n segundo se corrió la
arón, el sumo sacerdote, no tenía esta autoridad Moisés: Pro
nifiesto si leernos lJ controversia que tuvo lugar celos de mí?\
to con su hermana Mír iam) v Moisés. La cues­ la palabra de
Dios hablaba solamente a través de Moisés o si tenecía ni a
blaba a través de ellos, es decir, si también ellos sumo sacerd
tes de la palabra de Dios. Pues decían asr (Nu co interprete
: ¿Acaso sólo por Moisés habla Yavé? ¿No ha lui­ der supremo
n por nosotros? Pero Dios les reprobó e hizo una y sus cómpli
vación de su
6, 1­JS; Deuteronomio 9, 6. dominio sob
lllOSPOR IAA~nGUAAIJA1'7.A 283

entre Moisés}' los otros profetas, diciendo (ver­


: Sí u110 de vosotros profe/ izara, yo me revelaría en
y Le hablaria en sumos. No así a 1111 siervo Moisés
da mi casa el siervo de confianza]. Cara a cara ha­
ll las claras, 110 porjigurus; y él contempla el se111­
avé. ¿Como, pues, os habeis at revulo u difamav« mi
és? Por último, que In interpreuicián de Ja pniabra
correspondió, mientras Moisés estuvo en vida, a
profeta se deduce del pasaje que hemos citado,
ace referencia a la preeminencia de Moisés sobre
más; también lo podemos deducir por razon na­
es lógico qm• al mismo profeta que se encarga de
os mandamientos de Dios le corresponda tam­
etarlos; y no hubo mas palabru de Dios que la que
da por Moisés. De esto también se colige que no
uel 1 lempo profeta alguno que profetizase al pue­
los setenta ancianos que profetizaron por el espí­
és, E incluso esto fue considerado por losué, que
s siervo de Moisés y más tarde sucesor suyo,
hecho injuriosamente, hasta que supo que los se­
os profetizaron con el consentimiento Je Moisés,
ce claramente en la Escritura (Números 11, 25):
't1vé en la 1111/Je, etc., y tomando de! espiritu que re­
isés, lo puso sobre los setenta ancianos. Y cuando
voz <le que estaban profetizando, losue le dijo a
ohibcselo, seuor. Pero Moisés respondió: ¿Tie11es
\ isto, pues, que Moisés era el único mensajero de
e Dios, y que la autoridad de interpretarla no per­
los individuos purticulures na a l.l sinagoga, ni al
dote, sólo se puede deducir que Moisés era el úni­
e de la palabra de Dios y que también tenia el po­
o en asuntos civiles; y que la conspiración de Coré
ices contra Moisés y Aarón no se hizo para la sal­
us almas, sino por su ambición } deseo de tener
bre el pueblo.
IU!LIGló:\ 16. DEL REl:­<O DI. n1

a de Iosué, In interpretación de las leyes y de 15. Tras la


os correspondía a Eleazar, el sumo sacerdote, ces hasta el re
ién, bajo Dios, el rey absoluto. Esto se des­ el derecho de
er lugar, de la alianza misma, en la cual el Es­ sumo sacerdo
lamado reino sacerdotal, o, como se dice en 1 cerdotal, es de
erdocio real. Esto no podría decirse, a menos dotes. Y así d
ón y acuerdo del pueblo, se entendiera que el con el consen
ecía al sumo sacerdote. Esto no contradice lo mismo; lo cu
icho cuando indicábamos que Moisés, y no Dios dio su c
einado bajo Dios. Porque es necesario que, 8, 7): Oye la v
re instituye la forma de un Estado futuro, al­ quien rechaza
reino que él instituye durante su vida (ya sea poder civil su
una aristocracia o una democracia), y tenga sacerdote, po
o el poder que se otorga a otros para el futu­ residía en los
el sacerdote no sólo tenía el sacerdocio, sino por Dios de
ranía, está expresamente establecido en la pueblo deseos
e hizo [osué para asuntos de administración. dos y juzgado
nte (Números 82, 18­21): [Yavé dijo a Moi­ profecías. La
ué, hijo de Nuu, hombre sobre quien reside el dotal de Dios
mano sobre él. Ponle ante Eleazar, sacerdote, y derecho de in
mblea, y le instalarás ante tus ojos. Transmitele privado; y cor
utoridad, para que la asamblea de Los hijos de separado cas
a. Que se presente al sacerdote Eleazar, que les instigase a
el juicio de Los urim ante Yavé;y según estejui­ gado con la pe
arán los hijo: de Israel y toda La asamblea con alguien iba a
tar a Dios para cualquier cosa que se vaya a o un grupo de
terpretar la palabra de Dios, y en nombre de del pueblo, in
se de órdenes, corresponde a Eleazar; y salir manda Yavé.
palabra que él diga, esto es, obedecer, les co­ del especial r
é y a todo el pueblo. Ha de observarse tam­ yes son obed
sión parte de tu autoridad claramente indica miedo a Dios
a un poder igual al que Moisés tenia. Mas, en como debería
s claro que, incluso en tiempo de Iosué, el po­ gobierno civi
autoridad de interpretar la palabra de Dios es necesario q
ola persona. suficientes) l
1m POR LA Al­.'l IGUA AUASZA 285

muerte de Iosué vienen los tiempos de los Jue­


ey Saúl; y es manifiesto que durante esa época
el reino instituido por Dios permaneció en el
ote. Pues en virtud de la alianza, el reino era sa­
ecir, un gobierno de Dios a través de sus sacer­
debió de ser, hasta que esa forma de gobierno,
ntimiento de Dios, fue cambiada por el pueblo
ual no fue hecho hasta que al pedir éste un rey
consentimiento y le dijo a Samuel (1 Samuel
voz del pueblo en cuanto te pide, pues 110 es a ti a
an, sino a mí, para que no reine sobre ellos. El
upremo fue, pues, de derecho, debido al sumo
or institución de Dios; pero de hecho ese poder
profetas a los cuales (habiendo sido ensalzados
una manera extraordinaria) los israelitas, un
so de profetas, se sometieron para ser protegi­
os, a causa de la gran estima que teman por las
razón de esto fue que, aunque en el reino sacer­
s se imponían penas y se nombraban jueces, el
nfligir castigos dependía enteramente del juicio
rrespondía a la multitud y a cada individuo por
stigar o no castigar, según lo que su propio celo
a hacer. Por lo tanto, ningún hombre fue casti­
ena de muerte por mandato de Moisés; cuando
ser castigado con la pena capital, una persona
e personas se encargaba de agitar las emociones
nvocando la autoridad divina y diciendo: Así lo
Este procedimiento respondía a la naturaleza
reino de Dios. Pues Dios reina allí donde sus le­
decidas, no por miedo a los hombres, sino por
s mismo. Y, ciertamente, si Los hombres fueran
an ser, ésta sería una excelente modalidad de
il; pero como los hombres son de otra manera,
que un poder coercitivo (con derecho y fuerza
los gobierne. Por eso Dios también, desde el
Rfl IGION \(), DFL REINO OE o

escribió a través de Moisés leyes para los futu­ no de Dios p


uteronomio 17, 14­20). Y Moisés anunció esto consentimient
as palabras al pueblo diciendo (Deuterono­ bía terminado
Sé bien que después de mi muerte os pervertiréis los libros de
apartaréis del camino que os he mandado, etc. y Saúl fue ase
de acuerdo con esta predicción, surgió otra ge­ Asimismo, lo
eces 2, 10­11) que no conocía a Yavé ni la obra va soberanía
hecho enfavor de Israel, los hijos de Israel hicie­ recho por el
os ojos de Ytlvé y sirvieron a los Baales; es decir, concesión m
al gobierno de Dios, esto es, al gobierno del sa­ derecho solam
nte el cual Dios gobernaba. Y después, cuando go, podía ha
ados por sus enemigos y oprimidos por la es­ podía hacer.
aron el favor de Dios, pero no poniéndose ya acerca de tod
sacerdote, sino de los profetas. Éstos fueron los hombres. Y e
juzgaron al pueblo de Israel, aunque, de dere­ que podamos
ncia Le era debida al sumo sacerdote. Así pues, otro hombre
a muerte de Moisés y Iosué el reino sacerdotal rey nos juzga
u poder, ello no quiere decir que le faltara el de­ nuestros com
interpretación de la palabra de Dios correspon­ reyes. Pero ju
sumo sacerdote se ve claramente en que Dios, medio <le la
ue el tabernáculo y el arca de la alianza fueron correspondía
ya no habló más en el Monte Sinaí, sino en el rio, no estaba
de la alianza, desde el propiciatorio que había ley de Moisés
querubines, lugar al cual la ley no permitía que también corr
case como no fuese el sumo sacerdote. Por lo teronomio, e
jamos en lo que era el derecho del reino, el po­ a encontrarse
emo y la autoridad de interpretar la palabra de tiempo, los s
star unidos en la persona del sumo sacerdote; ese libro, per
amos en lo que sucedía de hecho, dichos pode­ mandato de
nidos en los profetas que juzgaban a Israel. por mediació
eces, tenían la autoridad civil; y como profetas que la autorid
la palabra de Dios. Y así, tanto en un caso labra de Dio
ro, ambos poderes continuaron inseparables. no se sigue q
z que se constituyeron los reyes, no hay duda Otros juzgab
ridad civil les correspondió a ellos. Pues el reí­ ténticos o no
oros POR LA Ar\T!GUA AUANZA 287

por la vía sacerdotal (al que Dios había dado su


to respondiendo al ruego de los israelitas) ha­
o; así lo señala [san] Jerónimo cuando habla de
Samuel. Dice que, una vez que Elí hubo muerto
esinado, Samuel declaró abolida la antigua ley.
os juramentos del nuevo sacerdocio y de la nue­
en Zadok y David dan testimonio de que el de­
que los reyes gobernaron estaba fundado en la
misma del pueblo. El sacerdote podía hacer con
mente lo que Dios aprobara; el rey, sin embar­
acer con derecho lo que cualquier otro h~mbre
Pues los israelitas le dieron el derecho de ;uzgar
das las cosas, y <le hacer la guerra por todos los
en estos dos derechos se contiene todo derecho
s concebir que un hombre tiene con respecto a
e. Dijeron los israelitas (1Samuel8, 20): Nuestro
ará y soldrá al [rente de nosotros para combatir
mbates. La judicatura correspondía, pues, a los
uzgar no es sino aplicar las Leyes a los hech.~s por
interpretación. A ellos, por tanto, también les
interpretar las leyes. Y como, hasta el cautive­
a reconocida más palabra escrita de Dios que.la
s, la autoridad de interpretar la pn.lnbra de Dios
respondía a los reyes. Cuando el libro del Deu­
en el cual se contenía toda la ley mosaica, volvió
e después de haber estado perdido por mucho
sacerdotes pidieron el consejo de Dios acerca de
ro no por su propia autoridad, sino siguiendo el
losías, y tampoco de un modo inmediato, sino
ón de Jolda la profetisa. De lo cual se desprende
dad de admitir libros como portadores de lapa­
os no le correspondía al sacerdote. Pero de esto
que esa autoridad correspondiera a la profetisa.
ban si los profetas habían de ser tenidos por au­
o. Pues, ¿con qué fin dio Dios senales a todo el
Rll lGIÓN 16. OH REll'O DE DIO

que podían distinguirse los profetas verdade­ su autoridad,


, si no iban a usarlas? Tales señales eran: que contra los sace
ustaran a las predicciones y que hubiese con­ mos errar. Y au
a religión establecida por Moisés. Por lo tan­ que otros homb
de admitir libros como portadores de lapa­ reyes estuviero
orrespondía al rey; y así, ese libro de la ley í el dos como para
fue admitido por autoridad del rey losfas, bajasen para el
os en el libro segundo de los Reyes, capítu­ no interpretara
se dice que el rey reunió a toda clase de per­ tar podía depe
o: ancianos, sacerdotes, profetas y todo el pue­ tanto, quienes
nte de ellos todas las palnbras del libro de In porque los rey
r, que hizo que la alianza fuese reconocida estuvieran dici
mosaica, esto es, como palabra de Dios, y que no debe depend
confirmada por los israelitas. Por Jo tanto, el sean geómetras.
poder de discernir la palabra de Dios de la blo, han bendec
ombres, yel de interpretar la palabra de Dios dado órdenes
oca de los reyes, les correspondía por com­ tes de su puesto
smos. Los profetas no fueron enviados con ofrecido sacrif
en la forma y con derecho de anunciadores y a sus hijos. Per
de los cuales podían juzgar quienes les oían. otro tiempo ­d
fuesen castigados quienes no les escuchaban nia­, el sacerdo
uando enseñaban cosas fáciles y sencillas, no 17. A su reg
ue los reyes estuviesen obligados a seguir to­ la alianza fue r
e los profetas declaraban que debían ser se­ restaurarse seg
nque Iosías, el buen rey de Judá, fuera asesi­ muerte de Josu
o obedeció la palabra del Señor salida de la Pero [en la Bib
ey de Egipto, es decir, porque rechazó el buen que habían reg
pareciese venir de un enemigo, espero que mente, a sus de
osías estaba obligado por ley divina o huma­ quier otra per
er al faraón Neco, rey de Egipto, sólo porque parece no habe
Dios le había hablado. Pero si algún hombre mesas y votos
os reyes diciendo que por falta de conoci­ var lo que esta
ra vez son capaces de interpretar los libros de (quizá no por
n los que se contiene la palabra de Dios, y que que habían ren
o es razonable que ese menester dependa de había hecho en
OS POR L\ MHIGltA ALIASZA 289

dicha objeción podría también ser dirigida


erdotes y contra todo mortal, pues todos pode­
unque los sacerdotes estaban mejor instruidos
bres en las ciencias naturales y en las artes, los
on, no obstante, Jo suficientemente capacita­
contratar los servicios de intérpretes que tra­
llos; y de este modo, aunque los revés mismos
an la palabra <le Dios, el menester de interpre­
ender indirectamente de su autoridad. Por lo
s rehúsan conceder a los reyes esta autoridad
yes mismos no pueden interpretar es como si
iendo que la autoridad de enseñar geometria
der de los reyes, a menos que los reyes mismos
Leemos que los reyes han rezado por el pue­
cido al pueblo, han consagrado el templo, han
a los sacerdotes, han quitado a unos sacerdo­
o y han instalado a otros. Ciertamente, no han
ficios, pues esta función pertenecía a Aarón y
ro es obvio que en vida de Moisés, y en todo
desde el rey Saúl hasta el cautiverio de Babilo­
ocio no fue un magisterio, sino un ministerio.
greso del cautiverio de Babilonia, una vez que
renov ada y sellada, el reino sacerdotal volvió a
gún la modalidad que había tenido desde la
ué hasta el comienzo del período de los reyes.
blia] no se dice expresamente que los judíos
gresado [de Babilonia] renunciaron, efectiva­
erechos soberanos a favor de Esdras o de cual­
rsona además de Dios mismo. Esta reforma
er consistido en otra cosa que en simples pro­
de cada hombre, comprometiéndose a obser­
aba escrito en el libro de la ley. No obstante
intención del pueblo), en virtud de la alianza
novado (pues la alianza era la misma que se
n el Monte Sinaí), aquel Estado fue un reino sa­
RELIGIÓN

decir, un Estado en el que la autoridad civil y la


ncontraban unidas en la persona de Jos sacerdo­ Capítulo 17
ien, debido a la ambición de quienes aspiraban
o y a la intrusión de príncipes extranjeros, el Es­
Del reino d
an confundido hasta la venida de nuestro Salva­
to que no se entiende, leyendo la historia de
mpos, dónde residía la autoridad; sin embargo,
en aquella época el poder de interpretar la pala­
no estaba separado del poder civil.
odo lo dicho, podemos deducir sin dificultad
os, desde Abraham hasta Cristo, habían de com­
ún los mandatos de sus príncipes. Pues así como
meramente humanos los hombres han de obe­
magistrados en todo menos en aquellos manda­
ican alguna traición, así también en el reino de I.i­Las proft>cías
íos estaban obligados a obedecer en todo a sus humildad y pasió
Abraham, Isaac, [acob, Moisés, el sacerdote, el de Dios por la nu
o cuando sus mandatos contenían alguna trai­ como Dios. 5.­Q
la Divina Majestad. Traición contra la Divina lestial y empieza
a, en primer lugar, la negación de la divina provi­ este mundo 110 fu
ejercido por mod
s ello significaba negar que Dios era rey por natu­
ambas partes en
egundo lugar, era traición la idolatría o adora­ además de la in
otro Dios (pues sólo hay un Dios), sino de dioses tipo «arrepentlos»
decir, una adoración que, aunque estuviese di­ 110 son leyes. tñ.
Dios, le diera a éste atributos, tirulos y ritos dife­ cado de injusticia
s establecidos por Abraham y Moisés; pues esto es lo <¡lfl' conduce
negar que el Dios de Abraham era su rey por la autoridad civi
nes y qué inferencia
ha con Abraham y con ellos mismos. En todas las Cristo enseñarno
s, los judíos tenían el deber de obedecer a sus como ley; perdon
si un rey o sacerdote, teniendo la autoridad su­ las qi1e 110 hay 111
a mandado algo que iba contra las leyes, el peca­ cosas temporales
o, no de sus súbditos, ya que el deber de estos úl­ de varias manera
disputar, sino obedecer los mandatos de sus tura pertenecen
mo intérprete de
de interpretar las
sias en asuntos d
de Dios por la nueva alianza

s acerca de la dignidad de Cristo. 2. Las projectas de In


ón de Cristo. 3. Que [esús era ('{ Cristo. 4. Que el reino
ueva ulianza no era el reino ele Crista como< 'risto, sino
Que el reino de Dios por l11 mwvc1 alianza <'S un reino ct'­
a a partil ele/ dfa del juicio. 6. El gobiei no de Cristo e11
ue un gobierno de soberonta, sino de consejo¡ 1111 gobierno
do de doctrina y persuasión. 7. ­Qué es lo prouiet ulo por
la nueva alianza. 8.­No hay leyes auadidus por Cristo,
nstltucián de los sacramentos. 9.­Que las fórmulas del
», "sed bautizados», «guanhu! los 111C11u/11111h•11tos», etc.,
.­Corresponde a la autoridad civil determinar qué es pt'
a. l 1 =Correspotule a la autoridad civil determinar qui!
e a la paz y seguridad de la ciudad. J 2. ­Cnrrespoude a
il 1uzgar, cuando La necesidad lo n•q1111!rt', <111é definicio
as son las verdaderas. 13.­Cc>rrespo111le 11 la misión de
os moralidad, no como mero saber especula! ivo, sino
nar los pecados, y enseñarnos todas aquellas cosas sobre
11<1 ciencia propiamente dicha. 14.­Una distinción entre
y espirituales. 15.­la palabra ele Dios Ita ele entenderse
as. 16. ­No todas las cosas que se cont ieuen e11 la Escri­
al ca11011 ele la fe cristiana. 17. Lu palabra ele/ legiti­
e las Escrituras es la palnbra de Dios. 18. La autoridad
s Escrituras es la misma que la que decide las controver­
de fe. 19. Diversos signifirnclos de lo palabra «Iglesia».
291
RP.llGlóN 17. lll:LIUl:­llH11· l)IO

glesia a la que atribuimos derechos, acciones y otras co­ remo 17 con los
ue son propias de una personn. 21.­U11t1 ciudad cristia­ impío. En el
ue una Iglesia cristiana. 22.­Muchas ciudades no cons­ contiene otra
ia. 23.­Quiénes son los clérigos. 24.­La eleccián de los
de las obras d
esponde a la Iglesia; su consagracián, a los pastores.
erdonar los pecados al penitente y de retenérselos al i111­ 31): Vienen d
onden los pastores; pero juzgar acerca del arrepenti­ za nueva con
de a la Iglesia. 26.­Qué es In excomuuián y sobre quié­ ruc 3, 36­38):
er. 27.­La interpretaciáu de la Escritura depende de la lado para nad
iudad. 28. ­ Una ciudad crist iana 1lcbe interpretar las tierra y conve
s de los clérigos.
(Ezequiel 34,
que las apacen
Haré con ella
Antiguo Testamento muchas claras profecías 14): Seguía yo
stro Salvador Jesucristo, el cual iba a restau­ las nubes del
Dios mediante una nueva alianza¡ esas pro­ ancuino de m
n en parte su dignidad real, y en parte su hu­ el señorio, Ja
n. Entre otras profecías que se refieren a su nes y lenguas
ontramos éstas: Dios, bendiciendo a Abra­ etc. Y Ageo (A
te que le dará a su hijo Isaac: y añade (Géne­ los cielos y la
saldrán de él reyes de pueblos. Iacob, bendi­ gentes todas, y
jo Judá, dice (Génesis 49> 10): No faltará de Y dice Zacarí
En otro lugar Dios le dice a Moisés (Deutero­ carías 3, 8): H
Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos etc. Y de nuev
o tú, pondré en su boca mis palabras y él les Sián. Grita ex
do cuanto yo le mande. Anuncia lsaías (Isaías tu Rey, justo
r mismo os dará por eso la señal: He aquí que otras profecía
da da a luz un hijo y le llama Bmmanuel. Y el por Dios; y qu
(Isaías 9> 6): Porque nos ha nacido un niño, naciones. Sí,
do un hijo que tiene sobre su hombro la sobe­ perio Roman
llamará maravilloso consejero, Dios fuerte,
no, Príncipe de Paz. Y de nuevo Isaías (Isaías
17. Hobbes sus
ará una vara del tronco de Jesé, y retoñará de
terram). (N. del
ástago. Sobre él reposará el esptritu de Yavé, 18. Hobbes tra
por vista de ojos, ni argüirá por oídas de oí­ ficación dispar,
uzgará en justicia al pobre, etc. Y herirá al ti­ mesiánica de 'so
OSP0RLA:­ll 11\A.\UA!\"t.A 293

s decretos de su boca, y con su aliento matará al


mismo Isaías (capítulos 51 a 62) apenas se
a cosa que no sea la descripción Je la venida y
de Cristo. Leemos en [ererruas (Iererruas 31,
días, palabra de Yavé, en que yo liaré 1111a alian­
la casn de Israel y la casa de ludá. Y Baruc ( Ba­
Éste es nuestro Dios, 11i11gu110 otro cuenta a su
da, etc.. Hizo, además, que se dejara 1•er en la
ersara con los hombres. Y el profeta Ezequiel
23­25): Suscitaré para ellas un pastor único,
ntará. Mi siervo David, él las apacentará, etc.
as alianza de paz, etc. Y Daniel (Daniel 7, 13­
o mirando e11 la visián nocturna, y vi venir en
cielo a u11 como hijo de hombre, que se llegó al
muchos días y fue presentado a éste. Fuele dado
gloria y el imperio, y todos los pueblos, nacio­
le sirvieron, y su dominio es dominio eterno,
Ageo 2, 7­8): De aquí a poco haré aún temblar
tierra, los mares y lo seco, y haré temblar n las
y vendrán las preciosidades de rodas las gentes.
ías relatando la visión que tuvo de [osué (Za­
He aquí que yo hago venir a mi sien­o Germen 18,
vo (Zacarías 9, 9): Alégrate sobremanera, hija de
xultante, hija de Jerusalén. He aquí que viene a tí
y victorioso. Los judíos, movidos por estas y
as, esperaban que Cristo, su rey, fuese enviado
ue iba a redimirlos y a gobernar sobre todas las
esta profecía se había extendido por todo el lm­
no. La profecía de que de fuera de judea iba a ve­

stituye la palabra «tiranos por la palabra «tierra» (earth/


l T.)
aduce Germen por Orientemtbranch ­palabras de signi­
, a menos que se comen metafóricamente en su acepción
ol naciente', 'brote', etc. (N. del T.)
Rf.UGION 17. Dl:.L REl!IOO DI: o

dominar fue interpretada por Vespasiano, si za entre el p


e, como algo que favorecía sus propias empre­ evangelistas
doctrina, mu
ecías que hablan de la humildad y pasión de nos creen cua
re otras, las siguientes: (Isaías 53, 4): Fue él, había profeti
uien tomó sobre si nuestras enfermedades y 4. De esto
ros dolores, y nosotros le tuvimos por castiga­ su Padre, par
Dios y humillado; y más adelante (versícu­ duce claram
o y afligido, no abrió la boca, corno cordero por lo que re
dero, como oveja muda ante los trasquilado­ rior por lo qu
(versículo 8): Era arrancado de la tierra de los ción, habland
rto por las iniquidades de su pueblo, etc.; y en un virrey, igu
Por eso Y'? Le daré por parte suya muchedum­ sés; pues el r
muchedumbres por botín; por haberse entrega­ dado a enten
haber sido contado entre los pecadores cuan- como súbdit
e sí los pecados de todos e intercedía por los enseñó a sus
s palabras de Zacarías (Zacarías 9, 9): [Mira tros tu reino,
u rey justo y salvador], humilde, montado en os digo que 1
ollino hijo de asna. en que lo beb
el reinado de Tiberio César, Jesús, Nuestro San Pablo ( 1
nzó a predicar. Hijo, como se le suponía, de muerto todos
pueblo judío que el reino de Dios que espe­ Pero cada un
gado, y que él era un rey, es decir, que era el Cristo, cuand
ó la ley; escogió doce apóstoles y setenta dis­ a Dios Padre
ministerio, siguiendo en esto el número de los llamado el r
doce tribus y los setenta ancianos (según el bedeo se ref
sés); enseñé el camino de la salvación por sí do (Mateo 2
és de sus discípulos; purificó el templo; hizo ten uno a tu
os y cumplió todas las cosas que los profetas ladrón en l
do sobre el Cristo que iba a venir: que, odia­ cuando llegu
eos cuyas falsas doctrinas e hipócrita santi­ 5, 5): Pues ha
probado, éstos iban a instigar al pueblo para parte en la h
de querer reinar ilegalmente, y lo crucifica­ moteo 4, 1 ):
mbre era el verdadero Cristo y rey prometido ha de juzgar
ado por el Padre para renovar la nueva alian­ no, etc.: y en
otos POR l..\ Nl~.t:.VA Al IANZA 295

pueblo judío y Dios; que ello lo muestran los


describiendo su genealogía, nacimiento, vida,
uerte y resurrección, cosas que todos los cristia­
ando comparan lo que Cristo hizo con lo que se
izado acerca de ÉL
o, es decir, de que Cristo fue enviado por Dios,
ra hacer una alianza entre Él y el pueblo, se de­
mente que aunque Cristo fuera igual a su Padre
especta a su naturaleza, era, sin embargo, infe­
ue respecta al derecho del reino. Porque su fun­
do propiamente, no era la de un rey, sino la de
ual al tipo de gobierno que correspondía a Moi­
reino no era suyo, sino de su Padre. Lo cual fue
nder por el mismo Cristo cuando fue bautizado
to, y profesado por él expresamente cuando les
s discípulos a rezar: Padre 1111est ro, venga a noso­
etc.; y también cuando dijo (Mateo 26, 29): Yo
110 beberé más de este fruto de la vid ltasta el día
ba con vosotros nuevo en el reino de mi Padre. Y
1 Corintios J 5, 22­24): Y COJl/O e11 Adán liemos
s, as! también en Cristo somos todos vivificados.
no a su tiempo: el primero, Cristo; luego, los de
do Él venga; después será el [in, cuando entregue
e el reino. Dicho reino, no obstante, es también
reino de Cristo; pues la madre de los hijos de Ze­
fería a ambos cuando Je rogaba a Cristo dicien­
20, 21 ): Concede que estos dos hijos míos se sien­
derecha y otro a lit izquierda e11 tu reino; y dijo el
la cruz (Lucas 23, 42): Jesús, acuérdate de mí
ues a 111 reino. Y leemos en San Pablo (Efesios
abéis de saber que ningú 11 [ornicario, ctc., tendrá
heredad de Cristo y de Dios; y en otro lugar (2 Ti­
: Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que
a vivos y muertos, por s11 aparición y por su rei­
n el versículo 18: El Señor me Librará de lodo mal
Rfl IGlóN
17. lll­:LREINOlll l>l0

para su reino celestial. Y no debe extrañarnos Además, cuan


eino sea atribuido a ambos; pues ambos, Pa­ dor si cuando
uno yel mismo Dios. Y la nueva alianza refc Israel, dieron
e Dios no es propuesta en el nombre del Pt1­ Cristo ascend
nombre del Padre, del Hijo y del Espiritu davía. Queda
un único Dios. Cristo: Mi rei
no de Dios, para la restitución del cual Cristo que llegue el
Dios Padre, no tendrá su comienzo hasta su mundo para j
a; es decir, hasta el Día del Juicio, cuando ser salvado a
toda su majestad acompañado por su ángel. no las cumple
oles se les prometió que en el reino de Dios mundo, sino a
a las doce tribus de Israel (Mateo l9, 28): En a atestiguar l
que vosotros, los que me habéis seguido, e11 la bras del profe
uando el! lijo del hombre se siente sobre el tro­ nueva alianza
, os sentaréis también vosotros sobre doce unos a otros
gar a las doce tribus de Israel; lo cual no se Yavé, sino qu
1a del Juicio. Por lo tanto, Cristo no está toda­ grandes, pala
el trono de su majestad; tampoco se puede algo que se re
el tiempo durante el cual Cristo estuvo en no de Dios p
o que ha de llamársele regeneración, es decir, ca del cual pr
o restitución del reino de Dios, y una llama mos, decirno
ue de entonces en adelante iban a ser recibi­ haber en él u
Y donde se dice (Mateo 25, 31­32): Cuando a haber judi
bre venga en su gloria y todos los ángeles con empezara ­d
bre su trono de gloria, y se reunirán en su pre­ las ovejas de
s gentes, y separará a unos de otros, como el doce tribus
las ovejas ele los cabritos, podemos de ello de­ gloria; en el
e que no habrá separación de lugar entre los Dios hasta e
s y sus enemigos, sino que unos y otros vivi­ Es decir, que
hasta la segunda venida de Cristo. Lo cual la segunda v
ado por las comparaciones de los cielos y el del juicio. P
con la paja, y una red de pescador en la que no podría d
da clase <le peces. Pero una multitud de hom­ vez, si ya ha
ditos como enemigos, viviendo juntos pro­ enviado: y
no puede propiamente ser llamada reino. ciendo: \~ng
0SPORLANl'E\'AALIAl'7.A
297

ndo los apóstoles preguntaron a nuestro ~alva­


ascendiera a los cielos rcsmuraría el remo de
testimonio con sus palabras de que, cuando
dió, pensaban que el reino no había llegado to­
esto, asimismo, atestiguado por las_ palabras de
ino no es de este mundo; no beben', etc., l~~1sta
reino de Dios; Dio.s no ha em•i1:do a su J/110 al
juzgar al mundo, sino para que t l m!uulo pueda
través de Él; si algún hombre oye mis palabras Y
e, no lo juzgaré, pues 110 he venido a_Juzg~r al
a salvarlo. Y la expresión reino ele los ne/os viene
lo mismo. Y lo mismo se des~rcn<l~ d~ las pala­
eta Jeremías hablando del remo de Dios p_or la
a (Jeremías 3 l, 34): J\·o tendrdn ya que ensenarse
11i exhortarse unos a otros, diciendo: Conoced a
ue todos me conocerán, desde los pequcnus a los
abra ele Yavé; lo cual no puede entenderse com~
efiere a un reino en este mun~ln. Por tanto, el rei­
para restaurar el cual Cristo \'IDO al mundo, acer­
rofct izaron los profetas y ~el cual, cuan.do reza­
os n'nga a nosotros tu remo cmpcza~a, si ~a a
una separación entre súbditos y e1~errngos, .s1 va
icatura y majestad, tal y como ha sido .~nc<l1cho,
digo­ a partir del momento en qu~ Dios separe
e los cabritos, en que los apóstoles 1uzgu~n a las
de Israel, en el que Cristo vuelva con majestad Y
que, por último, todos los homb:es con?~can a
el punto de que no sea ya necesano enseñárselo.
e el reino de Dios empezará cuan~o tenga lug~r
venida de Cristo o, lo que es 1~) rrusmo, en el día
Pues si el reino de Cristo se hubiera restaura~o ya,
darse razón de por qué Cristo habría de venir º.tra
abía completado la misión para la que_hab1a s1d~
tampoco habría razón para que rezáramos di­
ga a nosotros tu reino.
RE! ll,11):­/ 17. llllRFISOl>l

bien, aunque el ~cino de Dios establecido por gado a prest


nte una nueva alianza sea un reino celestial, no si Cristo hub
nsar que quienes creen que Cristo hizo esa se habría vis
n de gobernarse tambien en la tierra de modo Cristo no se
en en la fe y obediencia prometidas en dicha derecho que
o. Pues en vano se nos habría prometido el rei­ rresponde i
no se nos hubiera dirigido a él; mas nadie pue­ sea expresam
a menos que esté en el camino. Moisés, cuan­ ridad no ser
uido el reino sacerdotal, aunque él mismo no dicho por S
gobernó y dirigió al pueblo a lo largo de toda rintios 15, 2
on hasta su entrada en Ja tierra prometida. De Padre el rein
es la función de nuestro Salvador (al cual Dios do, toda pote
esto a Moisés) dirigir en esta vida, como en­ mismo dem
e, a los futuros súbditos de su reino celestial, a reprobando
dan entrar en él, si bien dicho reino no es pro­ (Lucas 9, 54
, sm.o des~ Padre. Mas el tipo de gobierno cielo que los
e Cnsto rema sobre sus fieles en este mundo habían nega
nte hablando un reinado o imperio, sino una dirigía a Ie
, o derecho de enseñar; es decir, Dios Padre no lo 56): F! H
de juzgar acerca del meum y el tuum t9, como sino a salvar
~eye~ de la tierra. Tampoco le dio un poder 16): Os envio
islativo, sino que se limitó a darle el poder de vo de vuestro
do el camino y la ciencia ele la salvación; es ha enviado
de predicar y decirles a los creyentes Jo que sino para q11
er para entrar en el reino de Jos cielos. Que 12, 47): Y si
recibido poder de su Padre para juzgar en 110 le juzgo, p
m y 11111111, esto es, en cuestiones de derecho estas palabr
ycnt~s, lo declaran suficientemente las pala­ poder de co
s arriba: Hombre, [quien me hizo a míjuez 0 ciertamente
•·os otros? Y esto queda confirmado por la ra­ que ha entre
que Cristo fue enviado para hacer una alian­ sentencias p
os hornbres.j. que ningún hombre está obli­ fiere al juicio
Por último,
cosas o derechos son míos y qué cosas o derechos son yes y que, p
legislador p
lll)IOS Pl>K l.Al"lJI V,\AI IANZA 299

tar obediencia antes de haber hecho el contrato,


biera juzgado acerca de asuntos de derecho nadie
sto obligado a obedecer su sentencia. Pero que a
e le encomendó la misión de juzgar en asuntos de
eda demostrado con esto: que esa autoridad co­
indiscutiblemente a los príncipes, mientras no
mente derogada por Dios mismo. Y dicha auto
rá derogada antes del D1a del Juicio, como queda
San Pablo cuando habla del Oía del [uicio (1 Co
24): Despues serci el [in, cuando entregue a Dios
no, cuando ""Y" reducido a In nada todo principa­
estad y tocio poder. En segundo lugar, 1 queda eso
mostrado J con las palabras de nuestro Salvador
a Santiago y a Juan cuando éstos hahían dicho
4): Señor, ¿quieres que digamos que bt1jt'f11ego del
s consuma? (~l' referían a los samaritanos que se
ado a prepararle albergue a [esus cuando éste se
erusalén.) Pues Jesús replicó diciendo ( versícu
Hijo del l10111bn• no ha venido a destruir las almas,
rlas; y aquellas otras palabras suyas ( t\ tuteo 1 O,
o como ovejas en medio de lobns; Sacudios el poi
os pies, etc.: y aquellas otras (Juan 3, 17): Dios 110
a s11 1 lijo ni inundo para que .111zgue al 111111ulo,
1e el mundo sea salvo por Fl; y aquellas otras (Juan
i alg11110 escucha mis palabras y 110 las guarda, yo
porr111e 110 he venido a juzgar al 111111ulo, etc. Todas
ras muestran que a Jesús no se le habra dado el
ondenar o castigar a ningún hombre. Leemos,
{Juan 5, 22), que el Padre no [uzga n uudie, si110
egado al Hijo al poder de juzgar; pero como estas
pueden y deben entenderse como algo que se re
o futuro, no contradicen lo que se ha dicho antes.
que Cristo no fue enviado para hacer nuevas le
por lo tanto, no tenía como misión y oficio ser un
propiamente dicho, ni tampoco un Moisés, sino
17. llFLlll IN\) lll' tn
RELIGIÓN

tadorycüseminador de las leyes de su Padre esto es servir


y no Moisés o Cristo, era un rey por alianza), que jesús es el
lo que el mismo Cristo dijo (Mateo s, 17): la única razón
~ ~enido a abrogar In ley (es decir, la ley dada otro. Ahora b
ibida d~ Dios, la cual Cristo está aquí inter­ do la palabra
cumplirla; y también de sus palabras (Ma­ pues Cristo en
no descuidase uno de estos preceptos meno­ tad de hacer a
ín los hombres, será el menor en el reino de tencia es seña
s, a Cristo no le había encomendado su Pa­ cosas de este
al o soberano en este mundo, sino única­ pasajes de la
de aconsejar y adoctrinar; lo cual es atesti­ de la alianza
mo Cristo cuando llama a sus apóstoles, no Dios, por su p
escadores de hombres, y cuando compara na; y, por par
o~ un grano de mostaza y con un poquito mos en Jesucr
dida en la harina. (Marcos 1, L
ió a Abraham, en primer lugar, una prole creed en el Ev
esión de la tierra de Canán y una bendición alianza. De ig
ueblos de su estirpe; y le puso esta condi­ {Jesús dijo] q
escendencia debían servirle. A los hijos de tercer día res
a carne les prometió un reino sacerdotal su nombre la
imo en el que no tendrían que estar suje­ das las nacio
r humano, con esta condición: que sirvie­ (Hechos 3, 1
raham de la manera que Moisés enseñase borrados vue
a todos los pueblos les prometió un reino refrigerio, et
a condición de que sirvieran al Dios de nera expresa
anera que el Cristo enseñase. Por la nueva je (Juan 3, 3
por la alianza cristiann, los hombres se que rehúsa c
~rvir al Dios de Abraham de In manera que él la cólera d
os, por su parte, acuerda perdonarles sus el arrepentim
a su reino celestial. Ya hemos hablado de ción de Cris
no celestial (véase artículo S); pero suele reino de Dio
veces reino de los cielos, otras veces reino to, pero la fe
veces la vida eterna. Lo que se requiere nuevo contr
e es servir a Dios según las enseñanzas de blecidas en
os cosas: prestar obediencia a Dios (pues minencia, c
nos l'OR l.' :­Ol!E\'AAIJASZA
301

a Dios) y tener Je e11 [esús, es decir, que creamos


l Cristo que fue prometid~ por Dios, pues ~sta :s
n de que se siga su doctrina, y no la de nmgun
bien, en las Sagradas Escrituras se pone a menu­
penitencia en lugar de la palabra ohediencia,
nseña constantemente que, para Dios, ~a volun.­
algo se demuestra con los hechos. y asi, la pem­
al infalible de un alma obediente. Entendidas las
e modo, se desprenderá claramente de muchos
Sagrada Escritura que ésas son las condiciones
cristiana que hemos mencionado, a saber, que
parte, perdone los pecados}' nos dé la vida eter­
rte de los hombres, que nos arrepintamos y crea­
risto. Veamos, primero, las palabras de Marcos
LS): El reino de Dios está cercano; arrepentíos y
vangelio. En dichas palabras se contiene toda la
gual manera, las de San Lucas (Lucas 24,­16­47):
que así estaba escrito, que el Moisés padeciese y al
sucitase de entre los muertos, y que se predicase en
a penitencia para la remisión de los pecados a to­
ones, comenzando por ferusalé11. Y aquellas otras
19): Arrepentíos, pues, y convertíos, para que sean
estros pecados, a fin de que lleguen los tiempos de
tc. Algunas veces, una parte es presentada de ma­
a, y la otra es sobreentendida, como en este pasa­
36): El que cree e11 el Hijo tiene la vida eterna; el
creer en el Hijo 110 verá la vida, sino que estti sobre
de Dios; aquí se expresa la necesidad Je la fe, pero
miento no se menciona. Y leemos en la predica­
sto (Mateo 4, 17): Arrepentíos, porque se acerca el
os; aquí se habla expresamente de arrepentimien­
e queda sobreentendida. Pero las partes de este
rato quedan más manifiesta y formalmente esta­
aquel pasaje en el que un hombre de cierta pro­
como tratando de averiguar el precio del reino de
RLLlC:lúJ\'.
17. DEL Rf.lNO DE
preguntó a nuestro Salvador (Lucas 18, 8):
no, ¿qué harépara alcanzar la vida eterna? Cris­ ninguna aut
primero una parte del precio: observancia de en el artículo
entos, esto es, obediencia; y cuando el hombre d Padre
a guardado los mandamientos, añade la otra c:¡:~o cond
cio diciendo (versículo 22): Aún te queda una Dios en dos
uanto tienes y repártelo a los pobres, y tendrás tu Dios, con
l cielo, y luego sígueme. Era una cuestión de fe. mente. Éste
aje, al no prestar suficiente crédito a Cristo y a gundo, seme
estiales, se marchó triste. La misma alianza se mo. De estos
tas palabras (Marcos 16, 16): El que creyere y primero de
do, se salvará, mas el que no creyere se condena­ sés con igua
eda explícitamente mencionada, y el arrepen. inciuso ante
one en quienes son bautizados. Y en estas pa­ que está enr
5): Quien no naciere del agua y del Espíritu, receptos so
110
n el reino de los cielos; aquí, nacer del agua es ~el culto na
regenerarse, es decir, convertirse a Cristo. Amarás a D
e bautismo que se requiere en los dos pasajes ham y de su
citarse y en muchos otros debe entenderse l es se resum
la circuncisión fue en la antigua alianza, el ti. tnlSll/O.
. Q
en la nueva. Y lo mismo que la circuncisión . ón de obed
sino únicamente un recordatorio de la anti­ ci s Hay otr
a ceremonia o rito que en el desierto se orni­
na · los capí
son
el bautismo se celebra no como algo esen­ San Mateo.
recordatorio y serial de la nueva alianza que o eo la L ey n
os. Si no falta la voluntad de recibir el bautis­ aquello de d
mitirse si ello es necesario; pero el arrepen­ por Cristo n
ue son esenciales a la alianza, siempre se re­ primero pre
las leyes que
de Dios después de esta vida no habrá leyes. otro, no son
n primer lugar, porque no se precisan leyes que reconoc
pecados; y en segundo lugar, porque las le­ de éstas, no
das por Dios no para dirigirnos en el cielo, Cristo, adem
os al cielo. Veamos ahora qué leyes no fue­ tismo y la eu
por Cristo mismo, pues Cristo no asumió 9. ¿Qué
Arrepentíos,
E DIOS POR 1.A NUEVA ALIANZA 303

toridad legislativa, como se ha dicho más ª~.riba


o 6, sino que se dirigió a nosot ro~ por autor idad
e. Hallamos un pasaje en la Escritura en el que
densa todas las leyes dadas hasta en~onces ~or
preceptos (Mateo 22, 37­40): Amaras al Señor,
todo tu corazón, con toda tu alma y ~011 toda tu
es el más grande y el primer 111~~11dm1uento. ~l s.e­
ejante a éste, es: Amarás al projimo como a ti mis­
s dos preceptos penden toda!ª l~y y los profetas. ~l
estos dos preceptos ya hab1~ sido dado por Moi­
ales palabras (Deuteronomio 6, 5); y el segundo,
es de Moisés; pues es un pr:ecepto ~e ley natural
raizado en la naturaleza racional misma; y ambos
on la suma de todas las leyes. Pues todas las leyes
atural <le Dios se contienen en. estas pnlabr~s:
Dios; esto es, a Dios como especial Rey de Ab.1~­
descendencia. y todas las leyes nat~r.·ales y crvi­
• • · Amarás
men en estas P alabras· . . (1/ pró;111w, como
. .a
QU ien amae a Dios y a su prójimo . • esta en disposi­
decer todas las leyes, tanto divinas como huma­
ros pasaj es en los que Cristo interpreta las leyes:
·
ítulos quin lo, sexto y séptimo eí e 1 E·vang el io, de
Pero todas esas leyes apare~en ya en el decálogo
nzoral , O S e contienen en la je de Abrahmn. . . Pues
dos serán una misma carne no fue dicho pnm~ro
ni por Moisés, sino por Abraharn, que [<uc ~u1en
edicó la creación del mundo. Por cons1gu~ente,
e Cristo establece en un pasaje y luego explica en
n otras que aquellas a las que tod.os Jos mortal:~
cen al Dios de Abraham están obligados. Ademas
o leemos que hubiera ningunas otras dadas por
más de la institución de los sacramentos del bau­
ucarisua.
puede decirse, entonces, de preceptos .como
, sed bautizados, guardad los mundamientos,
RrLIGlóN 17. !)l'.L RU~O numo

ngelio, vended todo lo que tengáis, dad limos­ dijo también (


guidme y otros semejantes? A esta pregunta timo] será cas
star diciendo que esos preceptos no son le­ tar sin que hub
amada a la fe, como también lo fue aquel di­ do 32, 27): ma
55, 1): Venid, comprad sin dinero, sin pagar, deudo. Y añad
es quienes no vienen no pecan contra ningu­ unos tres mil de
contra la prudencia; tampoco su falta de fe inocente, pues
ino sus pecados anteriores. Por eso dice San el que salga¡ ..
): está sobre él la cólera de Dios, y no dice: /a holocausto. Y
aerá sobre él. Y por eso también dice (Juan 3, lo que se proh
e, ya está juzgado; no dice será juzgado, sino bre quien no
No puede concebirse que la remisión de Jos gún hombre m
beneficio surgido de la fe, a menos que Jo en­ pues, la ley de
ién a la inversa y digamos que el castigo de acerca de cual
n daño que procede de la infidelidad. ca de qué cas
proviene el que nuestro Salvador no haya obedezcamos
istrihutivas a los súbditos de los príncipes y No cometerás
de las ciudades; es decir, que no haya dado ción, sino so
e un súbdito pueda conocer y discernir qué Pero es a la c
otro hombre, ni mediante qué fórmulas, pa­ esposa de otr
ancias algo tiene que ser dado, entregado, las reglas que
do para que por derecho pertenezca a quien manda que e
de o Lo toma en posesión. Hemos, pues, de se han hecho
amente que cada súbdito en particular (no De modo sem
os, entre los cuales Cristo mismo negó ser be todo apod
o también entre los cristianos) debe guiar­ que es de otro
establecidas por su ciudad, es decir, por el le manda es
lea que tenga el poder supremo. De esto se nada que la c
que con aquellas leyes de No matarás, No te. Y, en gene
rio, No robarás, Honra a tu padre y a tu ma­ que algo es u
e quería mandar era que los súbditos y ciu­ aquellas acci
eran de manera absoluta a sus príncipes en les. Por últim
nes referentes al meutn y al tuum, al propio tros padres, y
ho ajeno. Por el precepto que dice No mata­ de qué man
e todo matar; pues quien dijo No matarás, debe honrár
os POR l.A :o.;1.ff\ AALIA1'ZA
0
305

(Éxodo 35, 2): El que trabaje en ese dí~ l~I sép­


stigado con la muerte. Y tampoco prohibió ma­
biese habido audiencia previa; pues di~o (Éxo­
ate cada 11110 a su hermano, a su amigo. a su
de el texto (versículo 28): perecieron aquel día
el pueblo. Tampoco prohibió que se matase a un
s [efté hizo voto a Yavé diciendo (Jueces 11, ~ 1 ):
.. ] a mi encuentro será de fov~ y se lo o[recereen
su voto fue aceptado por Dios. ¿Que es, pues,
híbe? Solamente esto: que no mateª. otro ho~1­
tenga el derecho de matarlo, es decir, que mn­.
mate, a no ser que le correspon~a ~1acerlo. As1
e Cristo acerca de matar }'• cons1gmentementc,
lquier daño que se le haga a un hombre, yacer­
stigos deben imponerse, nos manda que sólo
s a la ciudad. De igual manera, por el precepto
adulterio no se prohíbe todo modo de copula­
olamente yacer con la esposa ele otro hombre.
ciudad a la que corresponde juzgar quién es la
ro hombre; y ello ha de ser determinado según
e la ciudad prescriba. Este precepto, por tanto,
el hombre y la mujer respeten las promes~s que
o mutuamente según los estatutos de la ciudad.
mejante, por el precepto No robaras no se prohí­
derarse de algo clandestinamente, sino solo de lo
o hombre. Al súbdito, por tanto, lo ún~coque se
esto: que ni robe ni se lleve clandestinamente
ciudad prohíba robar y llevarse clandestinam~n­
eral, lo que se le está mandando es que no diga
un asesinato, o un adulterio, o un robo, except?
iones que se realicen en contra de las leyes civi­
mo, como Cristo nos ha mandado honrar a nues­
y no ha prescrito mediante qué ritos y títulos ni
nera debe honrárseles, hemos de suponer qu:
rseJes con la voluntad e interiormente, como st
RI ll<jf<"ll' 17. lll.L R(l :\1 > l>f 1

s y señores sobre sus hijos; pero al honrarles con razonamien


rnos, no se debe ir más allá de lo que la ciudad otras equivoc
es la ciudad será la encargada de asignar a cada cluye que es v
mo en todo lo demás, el honor que le correspon­ un error. Aho
no la naturaleza de la justicia consiste en que a a estas cuesti
se le dé lo que le corresponde, es obvio que co} dar luga
orresponde a una ciudad cristiana determinar por tanto, q
a y qué es injusticia o pecado contra la justicia. controversia
lo que corresponde a la ciudad debe ser juzgado guien que se
ue pertenece a aquel o aquellos que tienen en Ja decir, alguien
er soberano. do correctam
smo, como nuestro Salvador no ha mostrado Mas no hay r
otras leyes para el gobierno de la ciudad ade­ propósito, ni
yes de naturaleza, es decir, además del manda­ gica. Sólo qu
er, ningún ~úbdito puede determinar por sí se ..in los mism
es un amigo público, quién un enenugo, leza, a saber:
~acerse Ja guerra, cuándo la paz; y tampoco soberano. A
mmar qué tipo de autoridad y qué hombres la exactitud y
o perjudiciales para la seguridad del Estado. que se usan
asuntos semejantes deben, por tanto, sernos troversia cor
r la liudad, es decir, por los poderes sobera­ sea necesario
Ja distribució
mo, todas las cosas como construir castillos, de sus razon
; mover, llevar y quitar grandes pesos; hacer nes y ver que
ortes por mar sean seguros; diseñar mdqui­ según los tiem
para este o aquel propósito¡ conocer bien la decisión acer
entero, el curso de las estrellas, las estaciones correctamen
mputo del tiempo y la naturaleza de todas las si una mujer
r perfectamente todos los derechos naturales híbe matar a
~ aquellas ciencias que bajo el título de filoso­ hijo es un ser
n.as,_en parte para viv ir, y en parte para vivir que es un ho
imiento, digo, de todas estas cosas (ya que determine, s
o ha entregado) hemos de adquirirlo median­ Aristóteles q
ecir, haciendo las deducciones necesarias ba­ Y cosas como
incipios tomados de la experiencia. Pero los tos acerca de
1>10~ POR lo\ !l:llF\ \ AUA:­;7.A 307

ntos humanos son algunas veces correctos, y


cados; y, en consecuencia, lo que .1 veces se con­
verdad en ocasiones es verdad, y en ocasiones es
ora bien, los errores, incluso cuando se refieren
iones filosóficas, pueden causar un dano públi­
ar a grandes sediciones e injurias. h necesario,
que siempre que en estos asuntos surja alguna
contraria a la paz y al bien públicos, haya al­
ea juez del razonamiento que se h.1 seguido; es
n que decida si lo que se ha inferido se ha inferi­
mente o no, para poner asi fin a h1 controversia.
reglas que hayan sido dadas por Cristo pa1.1 este
i tampoco vino Él a este mundo p.1ra enseñar ló­
ueda, pues, que los jueces de tales cont rovcrsias
mos que Dios había instituido antes por natura­
los que en cada ciudad son consuuudos por el
Asimismo, si surge alguna controversia acerca de
y significado propio de los nombres y apelativos
comúnmente, la determinación de dicha con
rresponderá a la ciudad, en la medida en que ello
o par.1 la p.iz ciudadana o para decidir acerca de
ón de derechos. los hombres, haciendo uso
namientos, tratan <le hallar ese tipo de definicio­
e significado tuvieron los di Iercntes conceptos
mpos y según las circunstancias. Pero la última
rca de la cuestión de si un hombre hJ razonado
nte o no, corresponde a la ciudad. Por ejemplo,
da a luz a un niño de figura insólita, y la ley pro­
a un hombre, la cuestión será averiguar si ese
r humano. Lo que aquí se habrá de averiguar es
ombre. Y nadie duda que ­;er.i la ciudad quien lo
sin que haya de tener en cuenta la definición de
que dice que el hombre es una criatura rae ional.
o derecho, normas y ciencias naturales son asun­
e los cuales Cristo niega que su misión sea dar
Rf.Ut.10~ 17. DfLRf.ll"UDEDIOS

señar más mensaje que éste: que en todas las 14. De lo qu


acerca de tales asuntos, cada súbdito particu­ distinguir fácil
s leyes y disposiciones de su ciudad. Y convie­ Se entienden p
emos esto: que ese mismo Cristo, como Dios fundamento en
o podía enseñarnos lo que quería, sino que drían habernos
mandárnoslo. hubiese enseña
men, la misión de nuestro Salvador fue ense­ De esto se sigue
ino y los medios para la salvación y la vida es justo e injus
bien, la justicia y la obediencia civil, así como acerca de los m
de todas las leyes naturales, es uno de Jos me­ [ensa pública y
r la salvación. Estos medios pueden enseñar­ tipo de ciencia
s: uno, como teoremas, haciendo uso de la ra­ en aquellos otr
duciendo los derechos y las Jeyes naturales a penden únicam
pios y conlratos humanos. Esta doctrina así · uicios corresp
sujeta a la censura de los poderes civiles. El Jrresponde, no
nseñarlos como leyes, por autoridad divina, temporal, defi
que tal es la voluntad de Dios; enseñar así co­ nuestro Salvad
mente a aquel a quien le ha sido dado conocer San Pablo disti
nte la voluntad de Dios, es decir, a Cristo. En les y carnales,
fue la misión de Cristo perdonar los pecados 12 8­10) a aqu
o era necesario para la salvación de los hom­ br~ de Sabidu
pecado, y no podría haberse hecho de nin­ realización de
Porque la remisión de los pecados no se si­ terpretación d
ente de nuestra penitencia, ya que dicha naturalmente
pecados es como un regalo y depende más entendidas po
ad de Dios, la cual ha de revelarse sobrena­ haya conocido
ercer lugar, corresponde a la misión de Cris­ aunque [el m
los mandamientos de Dios, tanto los que se manos 15, 27
como los que se refieren a aquellos puntos de hombres c
eden entenderse por Ja razón natural, sino ha dado regla
ón; de este tipo son los puntos de doctrina procede de la
Jesús era el Cristo; que su reino no era de este tural.
stial; que hay recompensas y castigos después 15. Habien
el alma es inmortal; que debe haber tales y entregado ­o
os, etc. pes y a quienes
SPORLAl\Uf\'AAUAS7.A
309

ue se ha dicho en el capítulo anterior podemos


lmente entre cosas espirituales y ten~porales.
por espirituales aquellas cos~s que tienen su
n la autoridad y misión de Cristo Y.que no po­
s sido conocidas a menos que Cristo nos las
ado. Todas las demás cosas son temporales.
e que la definición y determinación de lo q.ue
sto, la resolución de todas las co~tro\<crsia~
medios para mantener la paz y p~olUrar la de
y el examen de las doctrinas y libros de .todo
racional dependen del ~ere~ho temporal, ,mas
ros asuntos que son misterios de fe Y que de­
mente de la palabra y ~~Loridad d~ C~islo, los
ponden al derecho espiritual. A la 1 azon le co­
o obstante, y pertenece al orden del derecho
inir qué es espiritual ~ q.ué .t~mpoml, ya que
dor no ha hecho esa distinción. Pues a~~quc
ingue en muchos pasajes entre cosas e:pz~ttz~n­
y llama espirituales (Roman~~ 8, S; 1 Cor111t1os
uellas cosas que son del espiritu, a saber, ?ala­
uría, palabra de ciencia, fe, don de curacw11~s,
e milagros, profecía, diversid~uf d~ lenguas, in-
de lenguas, cosas todas ellas inspiradas sobre­
por el Espíritu Santo}' tales que no pue~en ser
or el hombre mm.al, sino sól~ ~or ~lgu1en q~e
o la mente de Cnsto (2 Corintios Z, 14­16), Y
mismo San Pablo l habla de cosas carnales (Ro­
7) como pertenecientes a tesoros munclan~les, ~
carnales (1 Corintios 3, 1­3), no ha definido ru
a alguna por la que podam?s sa?er ~­ué es lo que
a razón natural y qué de la inspiracron sobrena­

ndo visto claramente que nuestro Salvado,r h~


o, por lo menos, no les ha quitado­ a los pnnc~­
s han obtenido la soberanía la suprema autori­
l!t.LIC.IÓ:" 17. Ofl.Rf\NOL>l.1

r y determinar todo tipo de controversias acerca br le Dios e


ia e
mporales, hemos ahora de ver a quién ha dejado diariamente
toridad en asuntos espirituales. Como eso no los teólogos.
se como no venga de la palabra de Dios y de la 16. l.a Sa
la Iglesia, hemos de averiguar qué es la palabra ión la
acepc1 ,
es interpretarla, qué es una Iglesia y qué es la vo­ sido inspirad
dato de la Iglesia. Omitiendo ahora el hecho de ra [sin palab
ritura la palabra de Dios se toma algunas veces mayor part
mo del Hijo ele Dios, puede utilizarse de tres anuncio del
mero, y más propiamente, la palabra de Dios es res a la enca
a dicho. Así, todo lo que Dios habló a Abraharn, lícación d
s, a Moisés y a los profetas; y todo lo que nues­ ~agrado es
dijo a sus discípulos o a cualquier otra persona non y regla
de Dios. En segundo lugar, cualquier cosa que cado: un si
onunciada por los hombres movidos o guiados la palabra
u Santo; en este sentido le otorgamos a la Escri­ como en la
de ser palabra de Dios. En tercer lugar, en el ter político
mento la palabra de Dios significa con frecuen­ ver con los
a del Evangelio, es decir, La palabra acerca de tienen doc
abra acerca del reino de Dios pronunciada por que se refi
el caso cuando se dice (Mateo 4, 23) que Cristo religión cr
angelio del reino; o cuando se dice que la pala­ 17. Y,
palabra de vida (Hechos 5, 20); o la palabra del muerta de
echos 15, 7); o la palabra de la Je (Romanos doctrina
labra de la verdad, es decir (añadiendo una in­ dera. Pue
, el evangelio de la salvación (Efesios 1: 13); menos qu
ndo se la llama palabra de los apóstoles, pues intérprete
lo (2 Tesalonicenses 3 ): 51 alguno 110 obedece gue una
ra, etc. En estos pasajes, la palabra no puede prete es l
a cosa que doctrina evangélica. De igual mane­ contiene
s pasajes donde se dice que la palabra de Dios de estas d
ece y se multiplica (Hechos 12, 24 y 13, 49), re­ norma c
decir que se está hablando de la voz de Dios o da por n
es, pero resulta fácil y natural decir que se está ción div
su doctrina. Y en esta tercera acepción, la pala­ que un i
311
1)10~ l'(ll( tA Nt,\:;\IA AllA"ZA

es toda esa docuino de fe cristiana que se.predica


· 1 l b ·o · de
desde los púlpitos y se contiene en os t I s
d
agrada Escritura es toda ella, en. c.sta segun a
a palabra de Dios, algo que admitimos que ha
. ¡· h E· it
do por Dios, y muchos pasajes c.~e e ic a sen u­
bra de Dios] en la primera acepción. Dado que la
te de la Sagrada Escritura ~iene q~1e ~~~ coi~. e~
l reino de los ciclos, o c.on prchguraci~ncs:rnte1 ro
arnación de Cristo, o con la evang~ltzación.y ex­
después de su venida, pod~mos decir que el :ex~~
s también la pc1labra de ~'?s y, por lo ,t•ll~lo,. ~1 ~·' ­
a de toda doctrtua evcmgel1ca, en su t.ercc1 s~gmfi
ignificado en el que la palab~a de Dws e;~1v~le a
que se rejiere a Dios, es decir.v! evc111gelw. l ~.ro
misma Es··ritura leemos muchas cosas de car ac­
a • "' .
o, histórico, moral, físico, etc., que .nada tienen que
s misterios <le nuestra fe, esos pasajes, aunque con­
octrina verdadera y son el canon en la_s m~tcnas a
ieren, no pueden ser el canon de los misterios <le la
ristiana. . .. . . .
ciert<\mente, no es la palabra muerta o 1., letra
e la palabra de Dios lo que ~on~tituyc el .cano~ de la
cristiana. sino una determmac1ón gcnurn.i verda Y
es la mente no es gobernada por .las hscnturas, a
ue estas sean entendidas. Se necesita, por tanto, u~1
e que haga de las Escrituras .el canon;)' de cs~o. se ~1~
de estas dos cosas: que, o bien la pal.1hra del ll~tcr,
la palabra de Dios, o que el canon q.ue, segun el, se
en la doctrina no es la palabra de Dios. La segunda
dos opciones ha de ser necesaria mente falsa; pues'·ª
contenida en una doctrina que no puede ser entendi­
ninguna mente humana,sino lin~c~mentcyo~ revela­
vina, no puede ser menos que d1vin~; y si pcns~nws
intérprete no es capaz de discernir s1 una doct nna es
17. !>U Rfl:'­lllm !>IO
Rl'!IGIO~

ra, es imposible que adoptemos su opinión nes requerirán


pues en ningu
q~c se contiene en dicha doctrina. La prime­
una regla o can
ciones es, pues, la verdadera: que la palabra
de la Escritura es la palabra de Dios. decidirse las c
en, el intérprete cuya interpretación disfru­ pues, haber alg
er tenida por la palabra de Dios no es toda es dar fin a las
de Dios en los
duce las Escrituras del hebreo y del griego y
para los lectores que leen en latín, o al fran­ menos obedec
leen en francés, o a cualquier otra lengua recomendaron
que una y la m
ue la gente las lea en su idioma materno. Pues
terpretar. Tal es la naturaleza del lenguaje en critura y un jue
19. En lo qu
nque merece lugar principal entre los signos
d_eclaramos nuestras ideas a los demás, no significa lo mi
ar esa función por sí solo, sin la ayuda de mismo, la pala
~cias. La viva vox tiene presentes sus intér­ concionator o
uernpo, lugar, expresión facial, ges Los, la in­ congregación.
~ ?e quien habla y el hablante mismo, el los apóstoles, s
licitando el significado de lo que quiere de­ Iglesia legal (H
un conglomera
ntas palabras como estime necesario. Pues
s ayudas de interpretación, tan deseables ésta, como un
con textos antiguos, no es una cualidad or­ escritura sant
ntramos en las inteligencias normales y ni tiende a veces
ás sofisticadas, a menos que estén mu; ver­ aunque no es
ran pericia. en el mundo de Ja antigüedad. permitido ent
to, para la ínrerpretacíón de las Escrituras Por ejemplo,
ntienda la lengua en que las Escrituras ha­ frase en la qu
s un auténtico intérprete de las Escrituras blea; de otro
ue escribe comentarios sobre ellas. Pues Iglesia. Pero e
den errar; pueden también o manipular los 8, 3) el términ
acer su propia ambición o incluso someter­ en asamblea.
os; de lo cual se seguirá que una sentencia po de quienes
tada como palabra de Dios. Mas aunque cristiana, ya
n cuanto estos comentaristasmueran sus cuando leem
sitarán ser explicados; y con eJ tiernp;, di­ Iglesia, o que
habrán de exponerse. y estas explicacio­ En otras ocas
OS POR LA SL1E\'.~ ALIAS7.A
313

nuevos comentarios, y así indefinidamente,


una interpretación escrita puede contenerse
non de doctrina cristiana por los que puedan
controversias en materia de religión. Debe,
gún intérprete canónico cuya legítima función
controversias iniciadas explicando la palabra
juicios mismos, y cuya autoridad no debe ser
cida que la de aquellos que en un principio nos
la Escritura misma como un canon de fe; y
misma perspna ha de ser un i11tt!rprete de la Es­
ez supremo de toda clase de dnctrinus.
ue se refiere a la palabra ecclesia o Iglesia, ésta
ismo que concia o congregacion en latín. Asi­
abra ecclesiastes o eclesiástico es lo mismo que
predicador, es decir, la persona que habla a la
Es en este sentido en el que, en los Hechos de
se nos habla de una Iglesia co11fundida y de una
Hechos 19, 32­39); aquélla es entendida como
ado de gente reunida de turma tumultuosa;
na asamblea que ha sido convocada. Pero en la
ta, por la expresión Iglesia ele cristianos se en­
s la asamblea, y a veces los cristianos mismos,
stén de hecho unidos en asamblea, si se les ha
trar en la congregación y comunicarse con ella.
Ccmunicalo a In Iglesia (Mareo 18, 17) es una
ue «Iglesia» ha de entenderse corno una asam­
modo, sería imposible comunicar nada a la
en la frase [Saulo] devastaba la Iglesia (Hechos
no «Iglesia» ha de entenderse como no reunida
Algunas veces se entiende por «Iglesia» el gru­
s están bautizados o de quienes profesan la fe
sea sinceramente o de manera fingida, como
mos de algo que se ha dicho o se ha hecho a la
e ha sido dicho decretado o hecho por la iglesia.
siones se entiende por «Iglesia» exclusivamente
au lGIOS 17. OH Hflr­;Olll!lllOSl

s elegidos, como cuando se dice que es santa e bezas) será l


esios 5, 27). Pero los elegidos, en cuanto que Asimismo, si
, no son propiamente llamados e­ Iglesia», pues considerada n
o reunirse en asambleas¡ son más bien una tán presentes
es decir, la Iglesia que en su día surgirá triun­ el resto, espcc
ea separada de los réprobos. Asimismo,« Igle­ sia así no pue
enderse algunas veces como el conjunto de to­ multitud decr
nos tomados colectivamente; tal es el caso seguir lo que
es llamado la cabeza de s11 Iglesia (Efesios 5, 23) ceder a la def
l cuerpo de su Iglesia (Colosenses 1, 18). En tos que perten
s, por «Iglesia­ se entiende como un grupo reunirse en a
esta reunido en asamblea; según las finalida­ te. Además, a
niones, «Iglesia» significa a veces aquellos que legalmente,
deliberar y juzgar; en este sentido también es no presentars
lio» y «sínodo»; y otras VC(CS significa aque­ están someti
tan en la casa de oración para rendir culto a persona. Pue
significado se loma en Corintios 14, 4, 5, 23, son convocad
hora son 1111
esia que tiene derechos personales y acciones do por ellos
le atribuyen, y la cual es necesariamente de­ tienen una c
expresiones comunicalo a la Iglesia, quien 110 mente, habra
lesia}" en otros semejantes giros del habla, ha es decir, que
tal manera que por ella se entienda una mul­ una y mucha
res que han hecho una nueva alianza con existe una Ig
; es decir, una multitud <le individuos que es, un poder
l sacramento del bautismo. La cual multitud presente en
lmente convocada en algún lugar; y cuando un represen
voca de este modo, quienes la integran están como lgiesu:
esentarse en persona o a enviar representan­ la unión de
s una multitud de hombres, si no puede reu­ de cristianos
lea cuando la necesidad así lo requiere, no ha modo será
una persona. Porque una Iglesia no puede que sus opi
ernir, ni escuchar, a menos que constituya 21. Por
ión. Cualquier cosa que sea dicha por indi­ una ciudad
lares (y hay casi tantas opiniones como ca­ tamcnte la
315
l'~>RLA:­lUf.\'AAUASZA

lo que ha dicho un hombre, no la Iglesia:


se hace una .1samblea, y ésta no es kgal, sera
nula. Por lo tanto, no cualquiera de quienes es­
en un tumulto estad obligado a lo que decrete
cialmentc si disiente. Y, por lo tant~>, una Igle­
ede hacer ningun decreto, pues se d.11;c ~ue una
reta algo cuando cada hombre esta obligado a
decreta la mayoría. 1 lemes, por tanto, de c.on­
finición de Iglesia, a la cual otorgamos atnl111­
necen a ww persona, no sólo la posibilidad de
asamblea. sino también la de hacerlo legalmen­
aunque haya alguien que convoque a los demás
si los que son convocados pueden legalmente
se, lo cual puede suceder entre hon~bres que no
idos los unos a los otros, esa lgles1c1 110 cs 1111a
es por el mismo derecho por el que .t<.¡ucllo~ que
dos a reunirse en un cierto lugar y a una cierta
1a Iglcsi11, otros que acuden a otro lugar designa­
son otra Iglesia. Y cada gru~~o de hombres que
creencia común es una Iglesia; y, cunsecucnle­
a tantas Iglesias como creencias diferentes haya,
e una misma multitud de hombres r:esultarn ser
as lgll'sías " la vez. De lo que se s1gu~ que no
glesia hasta que haya un poder co~10~1do, esto
por el cual cada hombre se vea obligado a ~star
la congregación, ya sea en persona o mediante
ntante suyo. Es entonces cuando se configura
: y es capaz de ejercer funciones pc•rso1111lcs por
un poder legal de convocar sínodos y asambleas
s, no por la uniformidad de doctrina; de otro
una multitud, una pluralidad de />t•rsmws, aun­
iniones concuerden. .
lo que se ha <lidio, síguesc necesariamente que
de hombres cristianos y una Iglesia son absolu­
a misma cosa integrada por los mismos horn­
Rl"I ll1ION 17. DEL Rl'INO DI' DIO~

e dan <los nombres, debido a dos causas. alcanzó a sobre


de una ciudad y de una Iglesia es una sola, tampoco fue u
mos hombres cristianos. Y In forma, que sentido en que
poder legítimo capaz de reunir a esos hom­ bein jam totum
a, es también la misma; pues es manifiesto dad ni siquiera
to está obligado a acudir allí donde sea imperio civil fu
su ciudad. Ahora bien, lo que aquí llama­ surgieron fuer
cuanto que está integrada por hombres se Iglesia de Rom
Iglesia en cuanto que está integrada por mente de la au
sado a todos lo
es coherente con esto mismo que si hay mu­ aceptar a los do
stianas, éstas no constituyen una Iglesia per­ 23. Pueden
iertamente, llegar a constituir una Iglesia cargo público
ntimiento, pero no de modo diferente al de de ministerio y
n en una sola ciudad. Pues no pueden reu­ nistros consist
excepto a una cierta hora y en algún lugar temporales de
as las personas, los 1 ugares y los tiempos co­ correspondía
recho civil; tampoco puede ningún súbdi­ dad de riqueza
anjero poner legalmente el pie en ningún mun., Los mae
a con el permiso de la ciudad, la cual es se­ apóstoles, otro
ero las cosas que no pueden hacerse legal­ mas con el no
ea con el permiso de la ciudad, si se hacen sino su carga.
e se hacen por autor idad de la ciudad. La ven. Pero com
s, ciertamente, un cuerpo mist ico, del cual dos en el mag
a, pero de la misma manera en que todos para designar
s, reconociendo a Dios como gobernador sidad de sus e
n reino y una ciudad, la cual no es, sin em­ profetas, otro
na ni tiene una acción o pensamiento co­ obra apostólic
onde se dice que Cristo es In cabeza de su clarar a Ja Igle
se muestra claramente que eso fue dicho dicar 0 disem
referencia a los elegidos, los cuales, mien­ tores, enseñar
en este mundo, son una Iglesia sólo en po­ creían.
constituirán de hecho hasta que no sean
réprobos y se reúnan juntos en el Día del
Iglesia de Roma fue muy grande, pero no 20. Que el rom
317
~ PUR LA SU!:.\ ... AUA~ZA

epasar los límites de su imp~rio, y por lo ~anto


univevsal, a menos que lo. tuera en el mismo
también se decía de la ciudad de Roma O~­
victor Ro111a1111s hubebat?", cuando ~n reali­
poseía la vigésimo parte. ~ero des pues que el
ue dividido en partes: las ciudades que.de e:lo
ron otras tantas Iglesias; y ~q,uel pode: que. la
ma tema sobre ellas pu?o quiza de~endd total­
utoridad de esas Iglesias que, .hab1end~ expul­
os emperadores, no tuvieron inconveniente en
octores de Roma. .
ser llamados eclesiásticos quienes ejercen un
en la Iglesia. Pero entre esos ca.rgos, unos era'.1
y otros de magisterio. Las funciones de lo.s mi-
tían en servir las mesas, cuidar de los bienes
e la Iglesia y distribuir entre los hombres lo q~c
a cada uno, en tiei:npos en los ~ue toda prop~e­
as había sido abolida y se les alimentaba en co­
estros , según su rango, fueron Llamados
. . unos
os obispos, otros presbíteros, es.decir, ancianos;
ombre de presbítero no se designaba su ed~d,
Pues Timoteo era un presbíte.ro, aunque era_J~­
mo la mayor parte de los anaanos eran recibí­
gisterio, la palabra que denotaba ed•:d se u~aba
r el cargo. Los mismos maestros, segun la diver­
empleos, eran llamados unos apóstoles, otros
os evangelistas, otros p':5tores o profe~~res. La
ca fue, ciertamente, m~1versal; la prof:~zca, ~e­
esia sus propias revelac1011~s;!a evungelica, pre­
minar el evangelio entre los infieles; la de.los pas­
r, confirmar y dirigir las mentes de quienes ya

mano victorioso ya poseía todo el orbe. (N. de! 'f.)


Rl:.llG!ON 17. DEL REINO Df OI

elección de los eclesiásti h . gentiles y 110 c


elección de las cos an de considerarse
e también es lla~~::n;; y su c~~zsagración o ins­ vivir como los
es fueron el id denanon. Los primeros latas 3, 2): Esto
j
ués de la Ase=~~¡:: uorden~dos po: el mismo el Espíritu por
predicación d
regación l .
aidor. La 1 lesia , e eleg1do.Mat1as en lugar
'que en aquel tiempo consistía razón por la
apóstol Pedro
, nombrar;,~;~:s:v;:~eyh~m;res,pescogi? a
erte d. ., a ras. ero Dios rrespondía a
s, ro su aprobac1on a Matías y S p bl bre, determin
doce los primeros ,. an a o
oles d I . . )! grandes aposto/es, y tarn­ rrespondía a
e a czrcuncmón De fi
é
doctores. Aho
apóstoles, Pablo B . ~pu s ueron añadí­
doctores / ernabé, ordenados, cierta­ mismo a los a
las manos pro
glesia parti~t~:~/::d~:~; Ifl~sia de.~ntioquía
egidos por orden del E ~ ~ Impos1c1ón de las la imposición
óstoles quedad 'fispmtu Santo. Que am­ doctores en c
e maru resto en Hech 13 2 misma Iglesia
su apostolado p J bí . os ' ­3;
e Antioqu' orque. ta tan sido separados presbíteros au
smo San ~\)ara/eahzar la obra de Dios lo eran a veces o
distinción a o, e, cual se .llama a sí mismo, cuando hubie
os (Rorn 'unlapo)stol elegido para predicar el naron anciano
anos ' 1 . Peros. . también orde
rtud de , .1 isegmmos pregun­
que autor u ad se ad itió por Pablo en
to lo que a ll d mi 1 como orden
e E­1 he .de os actores y profetas dijeron dad (Tito 1, 5
• mos e responde · 110 descuidar
de la Iglesia de A t. ,r necesanamente que
de ser exa . d ioquta. Pues los profetas y profecía con l
San Juan (mlJJna os por la Iglesia antes de ser dieron reglas
uan 4 1) · Ni ,· . puede entend
aminad los e f . ' . . o creáis a cualquier
profetas se ha~~;1tus st son de Dios, porque aquellos que
[debí ~a11tado en el mundo. Pero bre puede co
tan ser exammado 1 · con permiso
a iba dirig'd ? D . s 'smo por aquella a
eprueba a .~ e.igu;J mane:a, San Pablo no fue el de m
1~ 1 eran recomen
e parecían 1 s g ~s1as e Galacia porque ju­
blo le d. iacer o por autoridad de Pedro. rechazados e
s: St /~
,
s:;::¡u. e
;;bía. reprendido a Pedro
o ;u o, vives a la manera de los
habían hecho
al ver que no
IOS POR LA NUEVA AlJANZA 319

como los judíos, ¿por qué obligas n los gentiles a


s judiosi, no mucho después les pregunta (Gá­
o sólo quiero saber de vosotros: ¿Habéis recibido
r virtud de lus obras de la ley, o por virtud de la
de la fe? Aquí es evidente que era el judaísmo la
que reprendía a los gálatas, a pesar de que el
o Los obligaba a judaizar, Visto, pues, que co­
la Iglesia, y no a Pedro ni a ningún otro hom­
nar a qué doctores debía seguirse, también co­
la Iglesia de Anticquía elegir a sus profetas y
ora bien, como el Espíritu San lo escogió para sí
apóstoles Pablo y Bernabé por la imposición de
oveniente de doctores así elegidos, es obvio que
de las manos y la cansagracion de los primeros
cada Iglesia corresponde a los doctores de la
a. Pero los obispos, que eran también llamados
unque no todos los presbíteros eran obispos,
ordenados por apóstoles, pues Pablo y Bernabé,
eron enseñado en Derbe, Listra e lconio, orde­
os en cada Iglesia (Hechos 14, 23); a veces eran
enados por otros obispos, pues Tito fue dejado
Creta para que ordenase ancianos en cada ciu­
5). Y a Timo leo se le aconsejó ( 1 Ti moteo 4, 14)
la gracia que poseía, que le fue con].erida por
la imposición ele 111a11os de los presbíteros. Y se le
acerca de la elección de presbíteros. Pero eso no
derse como no sea aplicado a la ordenación de
eran elegidos por la Iglesia, pues ningún hom­
onstituir a un doctor en la Iglesia como no sea
de la Iglesia. El deber de los apóstoles mismos
mandar, sino el de enseñar, Y aunque quienes
ndados por los apóstoles o presbíteros no eran
en virtud de la estima que se tenia por quienes
o la recomendación, ocurría, sin embargo, que,
podían ser elegidos sin la voiuntad de la Iglesia,
RI:l IGll)N 17. uu. RF.11'0 us DIO~

eran también elegidos por autoridad de Ja vil, sería destru


manera, los ministros, que se llaman diáco­ también la natu
ados por los apóstoles, si bien eran elegidos miedo a quienes
es cuando los siete diáconos iban a ser elegí­ alma, sino más
los apóstoles no los eligieron, sino que di­ cuerpo en el infi
3­5­6): Elegid, hermanos, de entre vosotros bre tan insensat
stimados de todos, etc.: y escogieron a Este­ pueden perdon
es fueron presentados a los apóstoles. Es cla­ la a los reyes m
e, según la costumbre de la Iglesia primitiva imaginarse que
, la ordenación o consagración de lodos los exención de las
ual se hace mediante la oración y fa imposi- la excomunión,
orrespondía a los apóstoles y a los doctores; siguen de ella?
de quienes iban a ser consagrados corres­ y absolutament
a. pecados, pero s
ente al poder de atar y desatar, es decir, de de retenerlos, p
r los pecados, no hay <luda de que este po­ po que los hom
or Cristo a los apóstoles que iban a venir, de el que cada un
e Jo había dado a los apóstoles que estaban modos de proc
stoles tenían todo el poder de perdonar los bles, ha surgid
opio Cristo poseía. Como me envió mi Pa­ arrepentimient
Juan 20, 21 ), así os envío yo; y añade (ver­ hombre; y que
n perdonareis los pecados, les serán perdo­ una causa de la
se los retuviereis, les serán retenidos. Pero tada por quien
satar, o perdonar y retener los pecados, es ya han sido pe
o. Pues, en primer lugar, retener los peca­ del que no se a
éndose bautizado para remisión de los pe­ luto, va contra
adero penilente parece ir contra la alianza to: A quien pe
en el Nuevo Testamento y, por lo tanto, hemos de sab
ría ser hecha por Cristo ni, mucho menos, miento de que
Y perdonar al impenitente parece ir contra el que reconoc
os Padre, el cual envió a Cristo para que sear un error
ndo y redujese a los hombres a obediencia. pecado quisie
pastor se le concediese la autoridad de per­ arrepentirse. A
pecados de esta manera, todo temor a los cho es pecado
rados, junto con todo tipo de gobierno ci­ pentimiento n
~ POR u :­;m \'A Al.IA!'¡u, 321

uido por completo. Pues Cristo ha dicho, y


uraleza misma lo dicta, que no hemos de tener
s matan el cuerpo pero 110 pueden matar al
s bien a aquel que puede arrojar el alma Y el
ierno (Mateo 10, 28). Y no h:1r n~ngún ~om­
to que no elija prestar obediencia a quienes
nar y retener sus pecados, en vez de prestárse­
más poderosos. Por otra parte, tampoco debe
e la remision de los pecados no es mas que una
s penas eclesiásticas. Pues, ¿qué mal conlleva
además de los sufrimientos eternos que se
Hemos, por tanto, de sostener que verdadera
te, los pastores tie11~11 el poder d~ perdonar los
sólo al que se arrepiente; y ~ue tienen el p.oder
pero sólo del que 110 se arrepiente. Pero al uern­
mbres piensan que arrepentirse no es n~ás que
no condene sus propios act.os y cambie esos
ceder que le parecen pecammosos y censura­
do también la opinión de que puede ?ab;r
to antes de confesar pecado algum~ a nm~n
e este arrepentimiento no es un efecto, sino
a confesión. Y de ahí que la dificultad presen­
nes dicen que los pecados del que se arrepiente
erdonados en el bautismo, y que los pecados
arrepiente no pueden ser perdonados en a~s.o­
a la Escritura y se opone a las palabra~ de Cris­
erdonareis, etc. Para resolve: esta dificulta~,
ber, en primer lugar, que el smcero reconoci­
e se ha pecado es ya un arrepentimiento. Pues
ce que ha pecado sabe que ha errado; mas de­
es imposible; por lo tanto, el que sabe que ha
era no haberlo hecho, lo cual ~s lo mismo que
Además, cuando sea dudoso st lo que se ha he­
o o no, hemos de tener en cuenta que el ar_re­
no precede a la confesión de los pecados, sino
Rl'I IC..IÓN 11. OH REll'llllf ll

cuente a ella; pues no hay arrepentimiento sino . 11• ''e)


co11 t 'a •
pecados que han sido reconocidos. Por lo tanto, ción de que a
debe reconocer lo que ha hecho, r debe recono­ son lo mismo
que eso que ha hecho es un pecado, es decir, que taba habland
a contra la ley. Por consiguiente, si un hombre ·1 y a nade:
'.1. '
que ha hecho no va contra la ley, es imposible tido el hecho
enta de dio .. \ntes del arrepentimiento es nece­ lo haya comt
comparen los hechos con la ley; mas es imposi­ si los clesoye
. ·
los hechos con la ley sin que haya un intérpre­ Iglesia. suio
la letra de la ley, sino la sentencia del legislador. pee•\ do o no
tuye la norma por la que han de guiarse las ac­ mete a l a se
hombres. Desde luego, los intérpretes de la ley peca<lo lo q
. (
hombre o unos hombres; pues cada uno de no p1cnte pue
ede ser juez <le sus propios hechos, ya sean éstos un acto que
. De lo cual se desprende que el hecho del que
, ¡
111rnlo el os
es pecado o no debe serle presentado a un hom­ sentencia d
rupo de hombres; y hacer esto es confesarse. o no ~o c?
cuando el intérprete de la ley ha juzgado que el para t1 di
stión es pecado, hay arrepentimiento si el peca­ está fuera
.
e a su juicio y adopta la resolución de no come­ es decir, c
ado otra vez. Explicadas asi las cosas, no es difí­ . ·
cnst1anos
qué tipo de poder es el de atar y desatar. Fn la Pero como
los pecados han de tenerse en cuenta dos cosas: tan ~r.in
o condena por los que se estima que el hecho es bautismo
a otra, cuando el individuo que ha sido conde­ . . · .m
esas nus
ne a admitir la sentencia} a obedecerla, es decir, .
bautizar
e, es la reunión del pecado: o. sr no se arrepiente, de homb
Lo primero, es decir, el juzgar si el hecho es pe­ id
autori a
. b
orresponde al interprete de la ley, esto es, aJ juez estima
segundo, es decir, la remisión o retención del d e h om b
esponde al pastor.v es a esto a lo que se refiere el que cue1l
r y desatar. Que esto fue lo que verdaderamente .
en el c1e
,
Nuestro Salvador Cristo cuando instituyó dicho rra sera1
·
de manifiesto en Mateo 13, 15­18, donde lec d e d uc1r
bló así a sus discípulos: Si pecara tu hermano los peca
323
llll~ l'OR l.Axu t\':\,\l IAl'l.A

, cJele a s·olas l Iernos de hacer la observa­


)•reprenu · . .
, . bras si eca re tu hernia"º l or1t1<1 1•'
aqui, la~ pala . . p . orlo tanto, Cristo es­
o que si te hace 111~t~~~;.~~~ondían al tribunal ci­
do de asuntos qu . · · , ., <. uc ha come­
Si no te eswcfw (es deci r, si mcg ''. 1 .
. . . i :l'ticn<lo haberlo comcl1do, niega que
o, o si, ·'~ n i t ·) tonia cont igo ti u110 o dosi y
t:·t·tldo inJustamen e • 1 .· Mas ·por que a la
ere, co111i11ucc1/o '' lcd1 .J~•e1zsg":·r si~~ trataba de un
. .u que cst.l pue a J .. ­ ·. •
o pal . f .1.0 dt•SO)'i' es decir, si no se so­
? Pero s1 c1 1·e1 g 1,es '
o. . l ·. . ) que mantiene que no es
ta de la lg esia, sine
en tene • ado esto es st no se arre­
·ll· · zg·i que es pee. • '­· ·
que e ªJU · ' . , l hombre ~1.: <Urcpicntc de
, >guro uue n111gu1
es es se .., .. J ) Cristo nos dice: (onw
. ·l no le parece pcauo '
nara l}UC scoamns que 1a
.J •

­ ' toles y no lo elicc


e ae
1 e r · t
s apo.s .. ~. ' .. de la cuestión de si algo es p1..·c,1do
definitiva acerva , .. · ., la Iulesia. Sea
?rrcspon i: '
d t. los aposto 1 es, s1110 "
a il o ul1lica110, esto es, como uno que
ice­ co1110 ~i.:nt p uno que no ha sido baut izado.
º .

de la Iglesia; como , t , . los rodoc; los


u os peca el os son 1 e e me ·
co_mo uno e ~ <l . imisión de los pecados.
• t zron bautiza os p.tra re .
s ue .. mos • ·prcgun t·,1rnos, (lll ién era el ouc ., tema
o pol l t ia
poder_ co.mo ~~~~·: :~~::~,l~:
r .

o ,1kanur.rn al l· f , El habrá dado la .rntondad de


<l' . que los bencfioos del
~,rbto nos muestru que
mas oersonas ,1 as que ·
r . , .6 l de sus t)Cl'.ado­; y iaccr
¡
1 cnitentc parn rerrust I . r l
a P b . ·t· los también teman a
·1 . uom res cns ia: '
bres gcntJ es , 1 . (le ·•c1ucllos que la lglcsia
\ 1 . l er los peca( os " · .
ac e e te en. . . t . y hacer hombres gentiles
ran 1mi'cmten es, • .
a que~ . , y . , ,0 agrega: bn renlatf os e ligo
bres c.nsuanos. poi es ' º , f
, · , los que a t are'·a11/t1t1·,,rmsera11e1lll<<>S
is.. •· •
lesc¡111ere1 peca< . dos q11c cles111Lirt'iHn la t ie-
I , ' 1lesq11u.>rn pt>cc1
o, Y q11t CI e . l . ·e/o l)c lo cual poclcmos
, b ·; /esatclC 1 os e11 e lL ·
11 tc1111 1e11' . . tar de nen.lonM )'retener
c ue el poder de ata1 y e1,esa • t
r 1 <l trn insije (<d poder e1 e 1 as
ados, el cual es llama o en o • .•
RILJülON 17. DELRflSO l>~010

ferente del poder que se otorga en otro pasaje entregados a S


ras (Mateo 28, 19): Id, pues; ensenad a todas Iglesia caía bajo
zándolas en el nombre del Padre y del Hijo y dida disciplinar
to. Y así como los pastores no pueden rehu­ de la gracia y de
quel a quien la Iglesia juzga que lo merece, zá se humillara
n retener Jos pecados de aquel a quien la que tenía en los
e deber ser absuelto, ni perdonar los pecados consistía en pr
la Iglesia juzga que es desobediente. Corres­ 0 iglesias y par
a juzgar acerca del pecado; y al pastor le co­ considerársele
lsar de la Iglesia o recibir en eUa a aquellos que si se tratas
gados. Dice así San Pablo a la Iglesia de Co­ tar en companí
os 5, 12): ¿No es n los de dentro a quienes os rintios 5, 10­1
embargo fue él mismo quien pronunció la excomunion, e
omunión contra la persona incestuosa: Pues tiana 110 puede
rsículo 3, ausente en el cuerpo pero presente es una Iglesia c
. tículo 21) y de
retener los pecados es Jo que en la Iglesia se ser excomulga
ón, la cual es definida por San Pablo como misma, lo cual
t~n. La palabra excomunión, que es Jo mis­ por alguna ot
a­yroyov 7tOtet v, expulsar de la sinagoga, una Iglesia uni
ue está tomada a préstamo de la ley mosai­ en el artículo
ellos que el sacerdote consideraba leprosos cosa, no puede
eran apartados del campamento hasta que particular, cua
d?te eran de nuevo declarados limpios, y do nada. Pues
ritos, entre los cuales estaba el lavado del no puede hab
rificados. A partir de esto y conforme fue pongamos qu
po, se convirtió en costumbre de los judíos (supongamos
los que de la gentilidad se habían converti­ ésta en mayor
menos que primero se lavaran, pues supo­ otro de su com
an limpios; y a aquellos que disentían de la la comunión d
nagoga los expulsaban de Ja sinagoga. Por En segundo
costumbre, quienes llegaban al cristianis­ vez a todos los
díos o gentiles, no eran recibidos en la Igle­ el uso de los te
aban; y a quienes disentían de la Iglesia se ser excomulga
comunión de la Iglesia. Y se decía que eran tuyen, si pudi
0!> POR l.A :\l P.\A Al1Al'7..A 325

Satán porque todo lo que estaba fuera Je la


o su reinado. La finalidad de este tipo ~e me­
ria era que, al ser privados por algún ~1cmp_o
e los privilegios espirituales de la lgles1a,_qm­
an hasta alcanzar la salvación; pero el electo
s asuntos seculares el ser exannuígudo, n~ sólo
rohibírsele entrar en todas las congregaciones
rticipar en los misterios, sino que ta.mbién, al
contagioso, los cristianos debían evitarle más
se de un pagano. Pues el Apóstol permitía es­
ía de paganos; pero con éstos, ni co1~wr ( 1 Co­
l ). Visto, por tan lo, que tal es el electo de la
es claro, en primer lugar, que una ciudad cris­
e ser excomulgada. Pues una ciudad cristiana
cristiana (como se ha dicho más atrás, en el ar­
la misma extensión; mas una Iglesia no puede
ada. Pues, o bien se estaría excomulgando a sí
l es imposible, o tendría que ser excomulgada
tra Iglesia, universal o particular. Pero como
iversal no es una persona (como se ha probado
22) y, por lo tanto, ni actúa ni hace ninguna
e excomulgar a ningún hombre. 1 una Iglesia
ando excomulga a otra Iglesia, no ~~tá haci~n­
s alh donde no hay una congregac1on común,
ber excomunión alguna. Y si una Iglesia (su­
ue la de Jerusalén) hubiera excomulgado a otra
que la de Roma), no habna ext..01~mlga?o a
r medida que a sí misma; porque quien priva a
munión, está también privándose a sí mismo de
del otro.
o lugar, 11i11gú11 hombre puede exco11111lg~r ~la
s súbditos de un gobierno absoluto, o prohibirles
emplos o su culto público a Dios. Pues no pueden
ados por una Iglesia que ellos mismos cons~i­
ieran, no sólo no seguirían siendo una Iglesia,
Rl·IJC:!OS 17, t>fL Rf:ll'O l>t IJI

era un Estado, y se disolverían a sí mismos. y esos ciudadan


estar excomulgados o vedados. Pero si fueran lo 22). Quiene
s por alguna otra Iglesia, esa Iglesia Jos consi­ decer a otra, y
os. Mas no hay ninguna Iglesia Cristiana se­ su desobedien
na de Cristo, que pueda pr~hibir que los p:1ga­ ser miembros
n v se comuniquen entre sí tal y como a sus comulgados p
arezca conveniente, especialmente si se juntan ca nada; porqu
ulto a Cristo, aunque lo hagan segun una cos el artículo 22)
era singulares; tampoco, pues, a los excomul­ act 11a, decret a
es han de ver tratados como gentiles. En tercer atribuciones p
cipe que tiene el poder soberano no puede ser nante alguno
Pues por la doctrina de Cristo, ni un súbdito y deliberar. Pu
ditos reunidos pueden negar a su pnncipe la der de reunirla
ugar público o privado, ni el acceso a una y señor de tod
ohibirle que haga lo que quiera con su juris­ atribuírsele a
das las ciudades es un crimen de traición (lac- 27. Se ha m
el que uno o muchos súbditos juntos se arro­ interpretar las
alguna sobre toda la ciudad. Mas aquellos tcrprcte pued
una autoridad sobre quien tiene el poder su­ escrito o de p
a ciudad están arrogándose dicha autoridad en que los de
misma .. \demás, un principe soberano, si es nada que sea
esta ventaja adicional: que la ciudad cuya vo la interpretuci
ene en la suya es precisamente la misma cosa 111r de una vez
glesia. la Iglesia, por tanto, no cx~omulga ,1 ser resueltas
e excepto a aquel que excomulga por autori hemos de mo
e. P~ro el pnncipe mismo no excomulga; por y depende la
bditos no pueden hacerlo. Puede suceder, mando suprcm
ue una asamblea de ciudadanos rebeldes 0 si no dependi
ncie una sentencia de excomunión contra su o bien de la o
o lo harán con derecho. Mucho menos podra alguna autori
excomulgado por otro; pues esto no seria inconveniente
n, sino una provocacíon a la guerra por vía nes particular
no es una Iglesia la que está compuesta de De dichos in
pcrtc:ncccn a dos ciudades independientes mente desap
por taita <le poder para reunir legalmente a precepto de C
IOS l'uR 1.1\ NUF.\A Al f,\~l.A 327

nos (como se ha declarado antes en el artícu­


es son de una Iglesia no están obligados a obe­
y por lo tanto no pueden ser excomulgados por
ncia. Que algunos digan que los príncipes, al
de la Iglesia universal, pueden la rnbién ser ex­
por autoridad de la Iglesia universal no signifi­
ue la lglcsia universal (como se ha mostrado en
) no es 1111a persona de la cual pueda deci rse que
a, determ ina, exconiulga, ubsueive, y l icnc ot ras
personales semejantes; y tampoco tiene gober­
sobre la tierra, a cuyo mandato pueda rcu nrrse
ues ser guía de I,\ Iglesia universal, y tener el po­
a en asamblea, es lo mismo que ser gobernador
dos los cristi ..inos del mundo, lo cual no puede
nadie excepto a Dios.
mostrado en d aruculo 18 que la uutoridad de
s Sugrudas Ese! auras no consiste en que el in
da sin castigo exponer y explicar a otros, por
palabra, la opinión que él t ieuc de ellas, sino
emás no tengan el derecho de hacer o enseñar
contrario a dicha opinión. Hasta tal punto, que
ion de que hablamos equivale .11 poder de dejl­
z por todas aquellas controversias que hayan de
recurriendo a las Sagradas Escrituras. Ahora
ostrar que ese poder corresponde .1 cada Iglesia,
a autoridad de aquel o aquellos que tienen el
mo,u condición de que sean cristianos, Porque
iera de la autoridad civil, tendría que depender
opinión de cada súbdito en particular o de la de
idad extranjera. Pero entre otras razones, los
es que se siguen necesariamente de las opinio
res hacen que no podamos depender de ellas.
nconvenientes éste es el principal: que no sola
pareceria toda obediencia cívica (en contra del
Cristo), sino que tambien se disolvería toda so­
RHlc;róN 17. t>El.REINll l>l' DIOS

a y todo estado de paz (lo cual es conlrario a Por lo cual suce


turaleza). Pues si cada hombre interpretase aquellos por cuy
a Escritura, es decir, si cada hombre se hiciera sos o infelices.
de lo que complace o disgusta a Dios, no po­ determinado qu
res obedecer a sus príncipes antes de juzgar vación, ) de cu
e éstos están o no en conformidad con lapa­ perdición etern
Y así, o no obedecen, u obedecen según su das las cosas. S
es decir, se obedecen a sí mismos, no a su so­ sumo que aque
guientemente, se pierde la obediencia cívica. obedecer a una
ndo cada hombre sigue su propia opinión, las que son necesa
ue necesariamente surgirán entre ellos serán una ciudad, sin
e interminables; y esto engendrará entre los Por Jo tanto, au
uales, por inclinación natural, tienden a con­ crito una autori
sensión como una afrenta­ primero odio y reteniendo en s
y guerras, de tal modo que desaparecerá toda válido ni transf
convivencia. Tenemos, además, como ejem­ tención o la bue
bajo la antigua ley, requería que se observa­ el capítulo 2, a
o de la ley, a saber: que debía ser transcrita y transfiere su de
ente y tomada como canon de la doctrina que que es volu
s controversias acerca de ella no habían ser do abiertamente
s personas particulares, sino solamente por de haber dado
Por último, es precepto de nuestro Salvador los medios que
a cuestión de ofensa entre personas priva­ escrito no será
án oír a la Iglesia. De donde se sigue que es cerlo, sino de
ia decidir las controversias; y que, por lo tan­ mos ahora de c
de a los individuos particulares, sino a la o un soberano
tar las Escrituras. Para que podamos esta­ sus súbditos. P
toridad de interpretar la palabra de Dios, es pítulo S, articu
inar todo asunto concerniente a Dios y a la aquellos que n
responde a ningún príncipe extranjero, he­ sona. No contr
r, en primer lugar, qué peso tiene un poder siempre luchan
s de los ciudadanos y en sus acciones. Pues Para que haya
norar que las acciones voluntarias de los sospecha; que
ecesidad natural, son consecuencia de sus rios se fortifiqu
bien y del mal, de la recompensa y el castigo. belicosos, aunq
S l'OR L\ SU EVA ALIASZA 329

ede que necesariamente elegirán obedecer a


yo juicio creen que serán etcrnam~n~e ~icho~
Ahora bien, a aquellos por cuyo 1u1c10 sera
ué doctrinas se necesitan para alcanzar la sal­
uyo juicio se espera la bienaventuranza o la
nas, prestarán los hombres o?ediencia en to­
Siendo esto así, resulta manifiesto en grado
ellos subditos que creen que están obligad.os a
a autoridad extranjera en aquellas doctrinas
arias para la salvación no constituyen p~r se
no que son súbditos de un poder extranjero.
unque un príncipe soberano conceda por es­
idad así a otro, aun dando a entender que está
sus manos el poder civil, dicho escrito no será
ferirá nada de lo que es necesario para la re­
ena administración de su mando. Pues según
articulo 4, no puede decirse que un ho~br~
erecho, a menos que dé alguna sella/ que iudi­
untad suya transferirto. Mas quien h~ declara­
e el deseo de conservar su soberanía no pue­
una señal suficiente de que quiere transferir
e se necesitan para conservarla. Esta clase de
á, por tanto, una señal de que hay deseo de ha­
la ignorancia de las partes contratantes. He­
considerar cuán absurdo es el que una ciudad
o encomienden a un enemigo el gobierno de
Pues como se ha mostrado más arriba en el ca­
ulo 6, se encuentran en una situación hostil
no se han juntado para constituir una sola per­
radice esta verdad el hecho de que no estén
ndo, pues entre enemigos se ha~en treguas.
a una actitud hostil sólo se precisa que haya
e las fronteras de las ciudades, reinos e impe­
uen con guarniciones, con postura y aspecto
que no se lancen al ataque, mirándose mutua­
RllJGIÓS 17. DELREIKODE UIO

nemigos. Por último, ¡cuán injusto es pedir tar entera en d


or la razón misma de tu demanda, confiesas tión depende
de otro! «Yo soy el intérprete de las Escritu­ hombres acerc
eres súbdito de otro Estado.» «¿Por qué? ¿En los hombres, c
cuerdos establecidos entre tú y yo?» «Por au­ en alguna part
«¿Cómo lo sabesr» «Por la Sagrada Escritu­ entienden que
bro. Léelo.» «Será en vano, a menos que yo Jo que Ja misma
mí. Esa interpretación, por tanto, me corres­ Esa verdad, po
cho a mí y al resto de mis conciudadanos, lo y así en todas
rnbos.» Sólo cabe, por tanto, que, en todas las quienes recurr
as, es decir, en todas las ciudades cristianas, juzgan que alg
de la Sagrada Escritura, esto es, el derecho es el consenso
a de todas las controversias, dependa y se de­ naciones de la
dad de ese hombre o asamblea que tiene el del habla, así c
en la ciudad. Pues, según e
clases de controversias: la una es acerca de que, en realida
ales, es decir, cuestiones de fe, la verdad y, de este mod
puede ser descubierta por la razón natural; ra vendido. Es
estiones que se refieren a la naturaleza y mi­ razón misma,
de las recompensas y castigos por venir, de los establecida po
l culto externo, etc. La otra es acerca de cues­ no han de ser
humana, cuya verdad puede ser descubier­ pretación de l
razón natural y el silogismo, a partir de los de Dios en el
hombres y de las definiciones, es decir, de los como Ja Palab
ptados por el uso y por el común consenso evangelio. Tam
s son todas las cuestiones de derecho y filo­ rano está obli
lo, cuando en un asunto de derecho se cues­ gar acerca de
do o no ha habido una promesa y acuerdo, de fe, es decir
preguntar si unas palabras determinadas, la capacidad
e tal modo, pueden significar, por el uso y el fin de que no
de los súbditos, una promesa o acuerdo; y esenciales; [un
, entonces es verdad que se ha hecho un con­ por la imposic
also. Esa verdad, por tanto, depende de los que viéndonos
nsenso entre los hombres. De igual manera, alcanzar la sa
nta en filosofía si una misma cosa puede es­ tender, se nos
OS POR LA :­JUl­.VA/\UANlA 331

diversos lugares a la vez, la respuesta a esa cues­


del conocimiento del consenso común de los
ca del significado de la palabra entera. Pues si
cuando dicen que una cosa está enteramente
te, quieren significar por consenso coro ún que
e nada de esa cosa está en otra parle, es falso
cosa esté a una misma vez en lugares diversos.
or tanto, depende del consenso de los hombres,
las demás cuestiones de derecho y filosofía. Y
riendo a algún oscuro pasaje <le la Escritura
go puede ser determinado en contra <le lo que
común de los hombres acerca de las denomi­
as cosas, lo que están afirmando es que el uso
como toda sociedad humana, han de abolirse.
esto, el que ha vendido un campo entero dirá
ad, lo que quería decir era una parcela entera,
do, se quedará con el resto como si no lo hubie­
s más: quienes así proceden están aboliendo la
la cual no es sino la investigación de la verdad
or consenso. Este tipo de cuestiones, por tanto,
r resueltas por la ciudad a través de una inter­
las Escrituras; pues no pertenecen a la Palabra
sentido en que la Palabra de Dios se entiende
bra acerca ele Dios, es decir, como la doctrina riel
mpoco quien tiene en la Iglesia el poder sobe­
igado a emplear doctores eclesiásticos para juz­
asuntos de este tipo. Para decidir en cuestiones
r, en cuestiones acerca de Dios que trascienden
humana, necesitamos una bendición divina a
o nos equivoquemos, siquiera en los puntos
na bendición] que provenga del mismo Cristo
ción de las manos. Pues repugna a la equidad el
s obligados a una doctrina sobrenatural para
alvación, la cual doctrina nos es imposible en­
s deje desamparados y podamos cnganarnos en
RhLIGION

ciales. Esta infalibilidad en cosas que son ne­


salvación, vuestro Salvador Cristo se la pro­ Capítulo 18
stoles hasta el Día del Juicio; es decir, se la De las cosas
póstoles y a los pastores que iban a suceder a para nuestra
s cuales iban a ser consagrados por la imposi­
os. Por lo tanto, quien tiene el poder sobera­
está obligado, como cristiano, a interpretar
crituras a través de clérigos legítimamente
ndo se trata de cuestiones relativas a los mis­
así, en las ciudades cristianas, juzgar acerca
pirituales y temporales corresponde a la au­
el hombre o asamblea que tiene el poder su­
a tanto de la ciudad como de la Iglesia; pues
a ciudad cristiana son una y Ja misma cosa.
1.­La coruradicci
cia a Dios y a los h
que son necesario
2.­Todas las cosas
obediencia. J.­Q1
4.­Qué es la fe, y c
opinión. 5.­Qué
que jesús es el Cris
la intencián de lo
8. ­Por la facilidad
mento de la fe. 1
l l .­E11 este artícul
la fe y la obedienc
cristiana, 110 hay c
dad. 14.­Las doc
gión suelen estar r

l. Siempre se h
seculares prove
fuese un homb
bas que se han
dad en asuntos
Iglesia, y que to
que son necesarias
a entrada en el reino de los cielos

ián que se Ita querido ver e11 el hecho de prestar obedien­


hombres se resuelve mediante la distinción entre puntos
os para In salvación y puntos que no son necesarios.
s necesarias para la salvacián se cont ienen en la fe y la
11é clase de obediencia es la que se requiere de nosotros.
cómo se dist i11g11e de hacer prc~{esión, de la ciencia y de la
es creer e11 Cristo. 6.­Q11e sólo este artículo que dice
sto es tocio lo que se necesita para 111 salvucián lo prueba
os evangelistas. 7.­Por los sermones de los apóstoles.
d de la religiú« cristiana. 9. ­Por esto: 'l''e es el [unda­
10.­Por las palabras mismas de Cristo y sus apóstoles.
lo se contiene la fe del Antiguo Testamento. 12. ­Cámo
cia concurren para la salvación. 13.­En una ciudad
cantradiccion entre los mandatos de Dios y los de la ciu­
ctrinas que hoy son controvertidas e11 materia de reli­
relacionadas con el derecho de dominio.

ha admitido que toda autoridad en cuestiones


enía de quien ostentaba el poder soberano, ya
bre o una asamblea de hombres. Por las prue­
dado más arriba, es manifiesto que la autori­
s espirituales depende de la autoridad de la
odas las ciudades cristianas son Iglesias dota­
3JJ
RELIGIÓ~ 1~. DE LASCOSA~ Nr.t

de autoridad. De lo cual todo hombre, por matan el cuerp


ntendimiento que sea, podrá colegir que en ver, por tanto,
iana, esto es, en una ciudad cuya soberanía para la salvació
príncipe o concejo cristianos, todo poder, 2. Ahora b
al como el secular, está unido bajo Cristo, y ción están com
de ser obedecido en todas las cosas. Por otro cia. Esta últim
go, como debemos obedecer a Dios antes que para librarnos
a surgido la dificultad de cómo podemos sin fuimos desde
r a los hombres si en alguna ocasión nos tra Dios en la p
cer alguna cosa que Cristo ha prohibido. La do también no
ficultad es que, corno Dios no nos habla ya no es suficiente
vés de Cristo y sus profetas, sino a través de con nuestra en
rituras, las cuales son interpretadas de di­ la fe; ninguna
por los hombres, saben éstos, ciertamente, el reino de los
príncipes y una Iglesia congregada mandan; cir, a aquellos
mandan sea o no sea contrario a la palabra leyes; y tampo
o saben; y obedeciendo algunas veces a unos de la fe cristia
astigos temporales, y otras vecesa otros por obediencia y c
e espiritual, es como si estuvieran navegan­ tiana, se nos m
y Caribdis, estrellándose a menudo contra cer y de qué n
enes distinguen correctamente entre aque­ ciudades y los
n necesarias para la salv ación}' aquellas que 3. En este
s no tendrán duda alguna en este particular. sino Ja volunt
o del príncipe de una ciudad es tal que pue­ todo Lo posibl
arriesgar la salvación eterna, es injusto no palabra obed
be aplicar en este caso los preceptos del pues la virtu
ses 3, 20­22): Hijos, obedeced a vuestros pn­ que viene con
os, obedeced en todo a vuestros amos según versión al bu
ndato de Cristo (Mateo 23, 2­3): En la cáte­ más. Sin esto
an sentado los escribas y losfariseos. Haced, un penitente,
o que os digan. Por el contrario, si nos man­ como quienes
ue son castigadas con Ja muerte eterna, se­ tar obedienc
escoger morir la muerte natural antes que no pueden de
nte por obedecer. Y esto se aviene con lo siste (como s
Mateo 10, 28): No tengais miedo a los que prohibir el or
t.bAl{l1\S l'AllA !iSTRAR 1­.N 1.U~ l 1 l LOS 335

po, que el alma 110 pueden matar/u. Hemos .de


cuáles son todas esas cosas que son necesanas
ón.
bien, todas las cosas necesarias para la salva­
mprendidas en dos virtudes: In Je y lo obedien­
ma, si pudiera ser perfecta, bastaría por sí sola
s de la condenación; pero como tod~s n~sotros
hace tiempo culpables Je desobediencia con­
persona de Adc\J1, y como además hemos peca­
osotros mismos desde entonces, la obediencia
e sin la remisián de los pecados. Mus esto, junto
ntrada en el reino de los cielos es el premio de
otra cosa se necesita para la salvación. Porque
s cielos sólo está vedado a los pecadores, es de­
s que no han prestado la debida obediencia a!"'"
oco a éstos, si creen en los artículos necc~anos
ana. Ahora bien, si sabemos en qué consiste la
cuáles son los artículos necesarios de la fe cris­
mostrará de una vez por todas qué debemos ha­
nos debemos abstener en lo que nos mandan las
s príncipes.
lugar no se entiende por obediencia el hecho,
tad y el deseo con que nos proponemos hacer
le para obedecer en el futuro. En este sentido, la
diencia equivale a la palabra arrepentimiento;
ud del arrepentimiento consiste no en el dolor
n el recuerdo del pecado, sino en nuestra con­
uen camino y en el propósito total de no pecar
o último, se dice que ese dolor no es el dolor de
, sino de una persona desesperada. Pero así
s aman a Dios no pueden dejar de desear pres­
cia a la ley divina, quienes aman a sus prójimos
ejar de desear obedecer la ley moral, la cual con­
se ha mostrado más arriba, en el capítulo 3) en
rgullo, la ingnuitud, la contumelia, la i11hu111a11i­
111. m:t,\~ l.O~ASNEGE

la injuria y otras ofensas semejantes, por rentes ciudades


os prójimos son perjudicados. Por lo tanto, ción y por decla
ad es equivalente a la palabra obediencia. 4. Para pod
ia, que es una constante voluntad de dar a finir la je en ge
le es debido, es equivalente a ella. Pero que mente con los
imiento son suficientes para la salvación es mado universa
za misma del bautismo. Pues los que fueron proposición, e
Pedro en el día de Pentecostés, cuando pre­ que concedemo
bían hacer, Pedro les contestó (Hechos 2, 38): nes pueden se
utizaos en el nombre de Jesucristo para remi­ gue que los mo
pecados. Nada, pues, había que hacer para la A veces acepta
autismo, es decir, para entrar en el reino de mitidas por nu
repentirse y creer en el nombre de jesús. Por­ rante el tiempo
os ciclos se promete en virtud de la alianza cucncias, y has
smo. Asimismo, por las palabras de Cristo ellas; a esto lo
ó qué debía hacer para heredar la vida eter­ proposiciones]
): Yá sabes los preceptos: No matarás, no co­ projesián o con
o, etc., lo cual se refiere a la obediencia; y externas. O, e
Vende cuanto tienes, luego ven y stgueme, lo debido a la ob
a fe. Y por lo que se dice: El justo vivirá de los hombres a
mbre, sino el justo; pues la justicia implica Ja una aceptació
ón de la voluntad que el arrepentimiento admitimos co
Y por las palabras de San Marcos (1, IS): otras razones
empo, y el reino de Dios está cercano; arre­ proposición m
el Evangelio, palabras estas que claramente da Ja proposic
o se necesitan más virtudes para entrar en el nifican, por c
e el arrepentimiento y lafe. Así pues, la obe­ proposición.
quiere necesariamente para la salvación no llama saber o
la voluntad y el empeño de obedecer, es de­ con certeza s
conformidad con las leyes de Dios; es decir, nos parece en
con las leyes morales, que son las mismas tonces se dice
ombres, y con ]as leyes civiles; es decir, con posición dice
los soberanos en lo referente a los asuntos den de los té
las leyes eclesiásticas en cuestiones espiri­ modo, por e
clases de leyes son diferentes según las dife­ lengua (como
ESARIA~ PARA f~'TRAR E.!\ tosen 1.0S 337

s e Iglesias, )'son conocidas por su promulga­


araciones públicas.
der entender qm: es la fe cristiana hemos de de­
eneral}' distinguirla de esos otros actos de la
que suele ser confundida. El objeto de la je to·
almente, es decir, lo que se cree, es siempre una
esto es, una sentencia afirmativa o negativ~ ·~la
os valor de verdad. Mas como las prupos1c1~­
er aceptadas por diversas causas, de ello se si­
odos de aceptarlas reciben nombres diversos.
amos proposiciones.y sin embargo no son ad­
uestro entendimiento; v esto lo hacemos du­
o que nos lleve la consideración de sus cense­
sta que hayamos examinado bien la verdad de
o llamamos suponer. Otras veces [aceptamos
] sólo por miedo a las leyes, lo cual es hacer
nfesar públicamente haciendo uso de muestras
en otras ocasiones, se aceptan , proposiciones 1
bediencia voluntaria que por civismo prestan
a quienes respetan, o por amor a la paz. Ésta es
ón sin mas. Ahora bien, las proposiciones que
omo verdaderas las aceptamos siempre por
nuestras; estas razones provienen o bien de la
misma o de la persona que la pro~one. _sc deriv~n
ción misma al traer a la memoria que cusas sig­
consenso general, las palabras que integran la
Haciéndolo así, el asentimiento que damos se
o ciencia. Pero si no podemos recordar lo que
se entiende por esas palabras, pues unas veces
ntender por ellas una cosa y otras veces otra, en­
e que estamos pensando. Por ejemplo, si la pro­
e que dos y tres son cinco, y recordando que el or­
érminos numerales ha sido determinado de tal
el consenso común de quienes hablan nuestra
o si se tratase de un contrato necesario para la
RELIGIÓ11:' 111. 1)1! LA~ COSAS !'E

ana), que cinco es el nombre de tantas uni­ siderando las


ue se contienen en la suma de dos más tres, verdad de alg
e y dice que tal proposición es cierta por­ es verdadera y
es lo mismo que cinco, dicho asentimiento peranza que
ber. Y conocer esta verdad no es otra cosa procesos toma
e ha sido hecha por nosotros mismos. Pues creer; tomados
untad de quienes han querido que la canti­ tras razones p
os, que · · · se llame tres y que ..... se llame sición no se d
esultará que la proposición dos y tres to­ soua que pro
cen cinco sea verdadera. De igual modo, si extremo de qu
é se llama robo y a qué injuria, entendere­ motivo para s
ras mismas si es o no es verdad que el robo timiento, com
rdad es lo mismo que proposición verdade­ en nosotros m
ción verdadera es aquella en la que la pala­ mado fe. Y po
que los lógicos llaman el predicado, contie­ nes creemos,
la palabra antecedente, la cual llaman el en ellos. Por l
la verdad es lo mismo que recordar que ha entre fe y prof
r nosotros mismos mediante el actual uso ñada de un
Platón no anduvo descaminado cuando aquélla consi
iempo que el conocimiento era memoria. Y ésta en una o
ces _que aunque las palabras tienen un sig­ entre fe y opi
lecido por convenio, se alejan tanto de su zón y aquélla
como consecuencia del uso vulgar que se otra. Finalme
el fin de adornar o de engañar, que es muy tima sólo ace
s conceptos por los cuales dichas palabras ticarla, mient
cipio impuestas a las cosas; y sólo puede La explicació
mucho el juicio y con gran aplicación. ta la materia
ue hay palabras que carecen de un signifi­ el único mod
minado y universal, y que son entendidas judicial para
sino por virtud de otros signos que van dad humana
En tercer lugar, hay algunas palabras que cen más evi
ncebibles. De esas cosas, por tanto, tene­ oscuras y dif
pero no el concepto; y, consiguientemente, misterios de
os la verdad de esas proposiciones que se mismo que
bras mismas. En estos casos, cuando, con­ unas saludab
ECESl\IUAS l'ARA t:­iTI\ !\R 1:.N Ul!>ClEIOS 339

s definiciones de las palabras, buscamos la


guna proposición, a veces pensaremos que
y a veces que es falsa, según sea el grado de es­
tengamos de dar con ella. Cada uno de estos
ados por separado se llaman pensar y también
s juntos se llaman dudar. Pero cuando nues­
por las que damos asentimiento a alguna propo­
derivan de la proposición misma, sino de la per­
opone, a la cual consideramos sabia hasta el
ue no puede engañarse, y de la cual no tenemos
suponer que quiera engañarnos, nuestro asen­
mo no surge de la confianza que podamos tener
mismos, sino del saber de otro hombre, es lla­
or la confianza que tenemos en aquellos a5uie­
se dice que nos fiamos de ellos o que co11j1a111os
lo que se ha dicho, se ve, primero, la diferencia
fesión [de fe]: pues aquélla siempre va acompa­
asentimiento interior, mas ésta no siempre;
iste en una persuasión interna_ de la 1_1:enlc,_y
obediencia externa. Vemos también la diferencia
iuián; pues esta última depende de nuestra ra­
a depende de la buena estima que tenemos de
ente, la diferencia entre fe y ciencia; pues esta úl­
epta una proposición después de partirla y mas­
tras que aquélla se la traga de un golpe y entera.
ón de las palabras mediante las cuales se presen­
a investigar es conducente a la ciencia; de hecho
do de saber es por deflnicio11es. Pero esto es per­
la fe; pues aquellas cosas que exceden la capaci­
y se nos proponen para ser creídas nunca se ha­
identes por medio de explicaciones, sino más
fíciles de creer. Y a quien intenta demostrar los
la fe sirviéndose de la razón natural le pasa lo
a un hombre enfermo que tiene que masticar
bles pero amargas píldoras antes de tragárselas,
18. DE LAS COSAS !'I
REL lC.lóN

mitándolas, cuando quizá el remedio hu­ ción más artí


elas sin masticar. hemos de di
o qué es creer. Pero, ¿qué es ercer en Cris­ tículo 4, entre
osición es la que constituye el objeto de más artículos
to? Porque cuando decimos Creo en Cristo da; pues ello
, ci:rtamente, en quién creemos, pero no a las leyes. P
s b1e~, creer en Cristo no es otra cosa que se de obedien
el Cristo, es decir, aquel que, de acuerdo defe. Y esto
de Moisés y los profetas de Israel, iba a ve­ la intención
a instituir el reino de Dios. y esto se des­ lato de la vid
ad suficiente de las palabras del mismo
an 9, 25­27): Yo soy­dice­ la resurrección maque ese artí
ee en m{, aunque muera, vivirá; y todo el ciente para la e
so si yo hubiera
mí 110 morirá para siempre. ¿Crees tú esto?
pecados era lo
or; yo creo que tú eres elCristo, el Rijo de considerado pa
o a este mundo. En estas palabras vemos y una mente re
_ees tú en mí? queda explicada por la res­ Así, cuando dig
nslo. Creer en Cristo, por tanto, no es sino la cosa puede q
artículos están
no cuando dice que él es el Cristo. to, significan q
bediencia son, pues, ambas necesarias profetas, había
Ya hemos visto en el artículo 3 de qué no; es decir, qu
a se trata, y a quién le es debida. Ahora nacido de una
que era el Cris
ar~o~ qué artículos de fe se requieren. y podría reinar)
crrstiano> no se requiere para la salva­ sus obras (pue
sucitarán, pue
ue este aserto será probado suficientemente por símbolo de los
pensé que merecía la pena dar una más amplia me ha parecido
; pues como creo que es de alguna manera nove­ muchos homb
ustar a muchos teólogos. En primer lugar, pues, reino de Dios,
rtículo ­que Jesús es el Cristo­ es necesario para e} ladrón en la
ue sólo la fe es necesaria, sino que también se re­ hombres conv
~bcdiencia que les es debida a las leyes de Dios; guno no le com
Vtr con rectitud. En segundo lugar, no niego que quienes no da
~_artículos de fe, si dicha profesión es ordenada dos por la Igle
én necesaria para la salvación. Pero consideran­ les manda, no
interna, y que hacer profesión de fe es algo ex­ nios de la Sagr
primera es una parte de la obediencia, de tal for­ den cambiar d
IECESARIA~ PARA ESTRAR sx LOS Clf.LOS 341

ículo de fe que éste: que Jesús es el Cristo. Pero


istinguir, como antes hemos hecho en el ar­
e fe y profesión [de fe]. Una profesión [defe} en
s puede ser necesaria, si eso es lo que se man­
sería una parte de la obediencia que debemos
Pero ahora no estamos investigando qué cla­
ncia se requiere para la salvación, sino qué clase
que digo queda probado, en primer lugar, por
de los evangelistas, la cual fue, mediante el re­
da de nuestro Salvador, establecer este único

ículo basta por sí solo para la fe interna, pero no es sufi­


externa profesión de fe de un cristiano. Po.r ú!timo, i nclu­
a dicho que el sincero e interno arrepenurruento por los
o único necesario para la sal\'ació~, d.h~ no dcbe\ía s~r
aradójico; pues suponemos que la jusucia, la obediencia
eformada en todo tipo de virtudes.están contenidas e~.él.
go que la fe en un artículo es suficiente para la salvación,
que choque menos si se tiene en cuenta que ot~os much?s
contenidos en él. PuC!> estas palabras, que lesús es el Cris­
que Jesús fue aquella persona que Dios, a través de s~s
a prometido que vendría al mundo para esL.ablecer~u reí­
ue Jesús es el Hijo de Dios, el creador de cielos} tierras,
virgen, muriendo por los pecados de quienes creen en él;
sto, es decir, un rey; que resucitó (pues de otro modo no
para juzgar al mundo y para retribuir a cada uno según
es, si no, no podría ser rey); y también que los hombres re­
es de otro modo no podrían presentarse a juicio. 'Lodo el
s apóstoles está, pues, contenido en este articulo, el cual
o razonable condensar de esta manera; pues descubrí que
bres, sólo por esto y sin nada más, fueron admitidos en el
tanto por Cristo como por sus apóstoles. Tal ocurrió con
a cruz, con el eunuco bautizado por Felipe, con los dos mil
vertidos de un golpe a la Iglesia por San Pedro. Pero si a al­
mplace que yo no juzgue por eternamentec~ndenados .ª
an asentimiento interno a ~ada uno de los artículos ~efi?"1­
esia, si bien no los contradicen y se some~en a ellos si ~s1 se
o sé qué podré responderle. Pues los mas claros testimo­
rada Escritura, los cuales traigo a continuación, me impi­
de opinión.
RELIC.:!ó~ 18. PE LASCOSASN

amos cuenta de que tales fueron el propó­ 7. En segu


de los evangelistas, si observamos el relato de los apóst
eo (cap. 1), cuando da comienzo a su ge­ su reino y C
a que Jesús fue del linaje de David, naci­ reino de' Dio
que (cap. 2) fue adorado por los magos después de l
udíos; que Herodes, por esa razón, lo ha­ acusación q
a matarlo; que (caps. 3 y 4) su reino fue Arrastraron
an Bautista y por él mismo; que (caps. 5, 6 manos, y los
yes no como los escribas, sino como uno que alborota
ad; que (caps. 8 y 9) curó las enfermeda­ por [asán, y
ente; que (cap. 10) envió a sus apóstoles, do que hay o
de su reino, a todas las regiones de Judea bras cuál era
su reino; que (cap. 11) a los mensajeros blo] (Hecho
nviado para preguntarle si él era el Cristo (es decir, el
ue le dijeran [a Juan] lo que habían visto, do cómo era
gros que sólo eran compatibles con el tre los muert
12) probó y declaró su reino a los fariseos 8. En terc
te argumentos y parábolas y señales; y se declara lo
que siguen al 21) que él mismo mantuvo para alcanza
ntándose a los fariseos; que (cap. 21) fue diese interno
ítulo de rey cuando entró en Jerusalén; ciones acerc
24 y 25) advirtió que los demás eran fal­ las distintas
mostró en parábolas qué clase de reino nada más d
(caps. 26 y 27) fue apresado y acusado podría ser v
a rey, y que un título fue escrito sobre su do y mi carg
el rey de los judíos; por último (cap. 28), que creen e1
resurrección les dijo a sus apóstoles que Los creyente
o todo poder en el cielo y en la tierra. ladrón que
e a este fin: que debemos creer que Jesús mino de la s
la intención de San Mateo al escribir su tas palabras
ésta fue su intención, también lo fue la ·O cómo pu
¿
angelistas, lo cual queda claramente ex­ ser un enem
an al final de su Evangelio (Juan 20, 31 ):
han sido escritas para que creáis que fe­ 21. Es decir,
o de Dios vivo. rio para la sa
NF.Cl'.SARl.~S 11/\1\A ENHAR FN LOSC..:llilOS 343

undo lugar, esto 21 es probado por la predicación


toles. Pues ellos fueron los proclamadores de
Cristo no los envió para predicar nada excepto el
os (Lucas 9, 2; Hechos 10, 42). Y lo que hicieron
la Ascensión de Cristo puede entenderse por la
que se dirigió contra ellos (lJechos 17, 6­7):
a [ason ­dice San Lucas­ y a alguno de los her­
s llevaron a los politarcas, ?rittmr.lo: éstos son Ios
an la tierra. Al llegar aqw han sido l!ospet~n_dos
todos obran contra dos decretos del Cesar, dicten­
otro rey, [esús. También s~ muestra ~n estas pala­
a el contenido de la doctnna del Apostol l San Pa­
os 17, 2­3): Discutió con ellos sobre las Escrituras
Antiguo Testamento), explicándosela~ y proban­
a preciso que el Cristo padeciese y resucitase de en­
tos, y que este Cristo es jesús.
cer lugar, {es probado 1 por los pa~ajcs en los ~ue
o fáciles que son las cosas requeridas por Cristo
ar la salvación. Pues si se requiriera que la men~e
o asentimiento a todas y cada una de las proposi­
ca de la fe cristiana que hoy en día se discuten o que
s f glesias definen de diversas maneras, no ha?ría
difícil que la religión cristiana. Y entonces, ¿como
verdad aquello de (Mateo l r, 30) Mi yugo es_blan­
ga ligera? ¿Y Jo de (Mateo l8, 6) estos p~quenuelos
11111{, o de ( l Corintios t ,_21): ~)fugo n Dios salvar a
es por la locura de la pred1cnc1011?. ¿O có_mo pudo el
pendía de la cruz ser lo bastante 111s.tru1c~o ~n,cl ca­
salvación, cuando su confesión de fe se limitó a es­
s: Señor, acuérdate de 111( cumulo estes.en tu reino?
udo el mismo San Pablo pasar tan rápidamente de
d 1
migo a ser un doctor e os cnsuanos:
. . ?

que creer que Jesús es el Cristo es el único artículo necesa­


alvación. (N. del 1:)
RLllGlóN 1~. UE!.ASCO~AS:­IEC

ugar, [queda probado] por esto: que este ar­ Aquel cuya ob
mento de la fe, Ja cual no descansa en nin­ sea consumida
ento. Leemos en Mateo 24, 23­24: Si alguno lo cual se ded
el Cristo, no le creáis. Porque se levantarán de aquí este ar
sosprofetas,y obrarán grandes señales y pro­ Ja plata, las p
cual se sigue que por la fe que tenemos en significan aqu
emos de creer cualesquiera señales y mara­ persona de C
1, 8, dice el Apóstol: Pero aunque alguno de erigirse sobre
n ángel del cielo os anunciase un evangelio condenados q
abéis recibido, sea anatema. Según este ar­ 1 O. Por últ
no deberíamos fiarnos ni siquiera de los sario creer in
s mismos ángeles; y entiendo que tampoco dencia en mu
diera en enseñarnos una doctrina contra­ fuere el intérp
Carisimos, no creáis en cualquier espíritu, crituras, ya qu
s espíritus si son de Dios, porque muchos dan testimonio
han levantado en el mundo. Podéis conocer del Antiguo T
por esto: todo espíritu que confiese que Je­ no se había es
en carne es de Dios, etc. Ese artículo es, ca de Cristo e
e los espíritus, por la cual la autoridad de no iba a venir
ibida o rechazada. No puede negarse, cier­ padres y que
os los que en el día de hoy son cristianos junto con otra
s doctores que fue Jesús quien hizo todas tigua sólo est
las que podía reconocérsele como el Cris­ ñado y hecho
e esto no se sigue que estas personas crean para alcanza
orque los doctores o la Iglesia lo hayan de­ artículo. Lee
esús mismo. Pues ese artículo fue anterior no morirá pa
a (Mateo 16, 18), aunque todos los demás presa, es lo m
; y fue la Iglesia la que estuvo fundada en tanto, quien
sia. Además, este artículo deque Jesús es el sólo ese artíc
amental que todos los demás estan, como Juan 20, 31: E
sados en él (I Corintios 3, 11­15): Nadie Jesús es el Cri
fundamento sino el que está puesto, que es vida en su no
que Jesús es el Cristo. Ahora bien, si sobre y no necesita
uno edifica oro, plata, piedras preciosas o Todo espíritu
ja, su obra quedará de manifiesto [ ... ]. de Dios; y en
Ch\RIAWARA l.,TRAR E.'lllO!iCIEIOS 345

bra subsista recibirá el premio, y aquel cuya obra


sufrirá el daño; él, sin embargo, se salvará. De
duce claramente que por fundamento se entien­
rtículo [ de fe): que jesús es el Cristo; pues el oro,
piedras preciosas, la madera, el heno y la paja
uí doctrinas que no están fundamentadas en la
Cristo; y también, que falsas doctrinas pueden
este fundamento sin que sean necesariamente
quienes las enseñan.
timo, que este artículo es el único que es nece­
nteriormente puede probarse con la mayor evi­
uchos pasajes de la Sagrada Escritura, sea quien
prete. Leemos en Juan 5, 39: Escudriñad las Es­
ue en ellas creéis tener la vida eterna, pues ellas
o de mí. Pero Cristo quería decir las Escrituras
Testamento solamente, pues el Nuevo todavía
scrito. Ahora bien, no hay más testimonio acer­
en el Antiguo Testamento que el que un rey eter­
r al mundo en taJ lugar, que iba a nacer de tales
iba a enseñar y hacer tales cosas, por las cuales,
as señales, iba a ser conocido. Todo lo cual ates­
to: que [esus, al haber nacido asi y haber ense­
o tales cosas, era eJ Cristo. No se requería, pues,
ar la vida eterna, nada más que tener fe en este
emos en Juan 11, 26: Todo el que vive y cree en mí
ara siempre. Pero creer en Jesús, como allí se ex­
mismo que creer que [esús era el Cristo. Por lo
crea eso nunca morirá; y como consecuencia,
culo es necesario para Ja salvación. Leemos en
Estas [señales] fueron escritas para que creáis que
isto, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis
ombre. Quien así crea tendrá, pues, vida eterna;
a, por tanto, de otra fe. Leemos en 1 Juan 4, 2:
que confiese que Jesucristo ha venido en carne es
1 Juan 5, 1: Todo el que cree que jesús es el Cristo,
RELIGIO:­: 1!1. O!;LA5l.OS.\~ N

Dios; y en el versículo 5: ¿Y quién es el que 12. La fe y


sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? lograr la salv
ser de Dios, nacido de Dios y vencer al mun­ con el poder
o creer nada más que Jesús es el Cristo, en­ que cada una
o [de fej será suficiente para la salvación. los pecados
os 8, 36­37: [Y dijo el eunuco]: ¿Qué impide pentidos u ob
? Y Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien sin culpa, sin
diendo dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de obedecer las
ulo, creído de lodo corazón, es decir, con fe to, el deseo
ente para recibir el bautismo, también será sino sólo el j
a salvación. Además de estos pasajes, hay justifica, ya
les que clara y expresamente afirman lo que la templa
cada vez que leemos que nuestro Salvador cia los hace p
alguno, o que dijo tu fe te ha salvado, o que esencialmente
acias a su fe, la proposición creída no fue merecedor d
ús es el Cristo, expresada directa o consecu­ perdón de lo
a aquellos qu
nadie puede creer que jesús es el Cristo sin justifica en e
i sabe que por Cristo se entiende aquel rey fica un juez q
rometido por Dios y Moisés y los profetas cho salva aun
r del mundo­ en Moisés y en los profetas; y [icacián (pue
uede creerse en éstos sin creer también que justifica; per
gobierna el mundo, es necesario que la fe caso, ni la ob
ntiguo Testamento se contenga en la fe en el dos juntas.
el ateísmo y la negación de la Divina Provi­ 13. Por lo
única traición contra la Majestad Divina en cuáles el deb
por naturaleza, pero que tarnbien lo fue la soberanos; l
no de Dios por la antigua alianza, ahora, en son cristiano
e Dios gobierna según una alianza nueva, ha guen a Cristo
men de apostasía, que consiste en renunciar soberanos m
fe ­que jesús es el Cristo­ después de haberlo tianos. Ya he
ertamente, otras doctrinas que, si han sido por las Sagra
na Iglesia legítima, no deben contradecirse, en todo a su
ado de desobediencia, pero ya se ha demos­ cosas que so
que no es necesario creerlas con je interna. ciudad cristi
NH:C.\AIUAS l'ARA f~TRAR EN LOS(.LELOS 347

y la obediencia desempeñan papeles diversos en


vación de un cristiano. La segunda contribuye
o capacidad; la primera, con el acto; y se dice
a justifica a su manera. Pues Cristo no perdona
de todos los hombres, sino sólo los de los arre­
bedientes, es decir, los de los justos. No digo los
no los justos; porque la justicia es un deseo de
leyes, y puede darse en un pecador; y para Cris­
de obedecer es obediencia. No todo hombre,
justo, vivirá por la fe. La obediencia, por tanto,
que hace a Los hombres justos, de igual manera
anza hace a los hombres templados, la pruden­
prudentes y la castidad los hace castos, es decir,
e; y pone a un hombre en un estado que le hace
del perdón. Tampoco Cristo ha prometido el
os pecados a todos los hombres justos, sino sólo
ue creen que él es el Cristo. Por consiguiente, la fe
el mismo sentido en que puede decirse que justi­
que absuelve: mediante una sentencia que de !te­
n hombre; y en esta acepción de la palabra jusi i-
es se trata de un término equívoco) sólo la fe
ro en la otra, sólo la obediencia. En cualquier
bediencia sola ni la fe sola nos salvan; lo hacen las

o que hasta aquí se ha dicho, resultará fácil ver


ber que tienen Jos súbditos cristianos para con sus
los cuales, mientras continúen profesando que
os, no pueden mandar a sus súbditos que nie­
o ni que le dirijan contumelia alguna. Pues si los
mandasen esto, estarían profesando no ser cris­
emos mostrado, tanto con la razón natural como
adas Escrituras, que los súbditos deben obedecer
us príncipes y gobernantes, excepto en aquellas
on contrarias al mandato de Dios; y qul', en una
iana, los mandatos de Dios referentes a asuntos
RELIGJON 18 OE l.A\t :OSA~ !\

r, a aquellos asuntos que pueden ser deli­ el cual es el ú


ón humana, son las leyes y sentencias de la fe interior se
das por quienes han recibido de la ciudad obediencia, y
cer leyes y dirimir controversias; mas en lo interiormente
untos espirituales, es decir, aquellos que de creer y hac
por la Sagrada Escritura, son las leyes y ja, ¿cómo es q
udad, es decir, de la Iglesia (pues una ciu­ fe, hasta el e
na Iglesia, como se ha mostrado en el ar­ fondo de su
ulo anterior, son la misma cosa), promul­ Sin embargo,
legítimamente ordenados, a los cuales la controversias
o autoridad para tal propósito. Pues bien, humano ­a v
ue claramente que en un Estado cristiano cuestiones de
al soberano en todas las cosas, tanto es­ menor. La cu
mporales. Y que esa misma obediencia, in­ una cuestión
ata de un súbdito cristiano, le es debida en sabe qué es
emporales a príncipes que no son cristia­ corresponde
ueda fuera de toda controversia. Pero en dad cristiana
es, es decir, en aquellas cosas que se refie­ todo súbdito
os, hemos de seguir a alguna Iglesia Cris­ ciudadano e
hipótesis de la fe cristiana que Dios no ha­ hombre o asa
nte, sino mediante intérpretes cristianos no, no sólo e
crituras. Entonces, ¿qué? ¿Hemos de resis­ pirituales. Pe
cuando no podemos obedecerlos? Cierta­ tonces es que
lo iría en contra de nuestro pacto civil. debe ser obe
hacer, entonces? Ir a Cristo por el marti­ obedecer a e
n hombre piensa que es duro decirlo, es éste viniera a
e de todo corazón que jesús es el Cristo, el nárquico o m
pues de lo contrario desearía disolverse y se refiere al d
pero sería esgrimir una falsa fe cristiana cuestión ace
ncia que se ha comprometido a prestar a humanidad
errar tendría
alguno se pregunte sorprendido: si con la como espirit
artículo que afirma que Jesús es el Cristo, dicha person
legio de inte
3. (N. del T.) autoridad de
\"flE5ARIA~ PAR.A l!\IRAR El\ l OSCll:LO~ 349

único que se necesita para la salvación en lo que a


e refiere, todos los demás son sólo materia de
y uno puede cumplir con ellos aunque no crea
e todo lo que la Iglesia propone, si tiene deseo
ce pública profesión de fe siempre que se le exi­
que hay tantos puntos que se estiman asunto de
extremo de que si un hombre no los cree en el
alma no podrá entrar en el reino de los cielos?
, si se tiene en cuenta que, en la mayoría de las
s, el antagonismo se refiere a asuntos de poder
veces cuestiones de ganancia y beneficio, a veces
e gloria y de íngenio­, entonces la sorpresa será
uestión acerca de las pertenencias de la Iglesia es
acerca del derecho de gobierno. Una vez que se
una Iglesia, sabemos inmediatamente a quién
gobernar sobre los cristianos. Pues si cada ciu­
es la Iglesia a la que Cristo mismo enseña que
de dicha ciudad debe obedecer, entonces todo
está obligado a obedecer a su ciudad, es decir, al
amblea de hombres que tienen el poder sobera­
en los asuntos temporales, sino también en los es­
ero si toda ciudad cristiana no es esa Iglesia, en­
e tiene que haber otra Iglesia más universal que
edecida. Todos los cristianos deben, por tanto,
esa Iglesia, lo mismo que obedecerían a Cristo si
a la tierra. Dicha Iglesia gobernará de modo mo­
mediante una asamblea. La cuestión, por tanto,
derecho de gobierno; y a éste se refiere también la
erca de la injatibiíidad. Pues una persona que la
creyere íntima y sinceramente que no podía
a ciertamente todo el poder, tanto temporal
tual, sobre todo el género humano, a menos que
na lo rehusara. La misma finalidad tiene el privi­
erpretar las Escrituras. Pues aquel que posee la
e dirimir las controversias que surgen de las di­
RELIGIÓl'\ 18 OELASCOSASN

iones de las Escrituras tiene también auto­ del libre albe


uta para decidir todo tipo de controversia, en el sacrame
fueren. Mas el que tiene esto tiene también bién cuestion
odos los hombres que admiten que las Es­ temente ado
labra <le Dios. Esta misma finalidad tienen han permane
acerca del poder de perdonar y retener los ficada. Pero
de la autoridad de excomulgar. Pues toda mundo sabe
su juicio, prestará en lodo obediencia ab­ cuando disie
en virtud de cuya sentencia dicha persona der. o a su ga
r salvada o condenada. Esta misma finali­ tan los unos
n el poder de fundar asociaciones/ religio­ es, pues, de
ependen de aquel por quien subsisten, el hombres ha
úbditos como monjes, aunque éstos vivan declarados,
emiga. A este mismo fin se refiere asimis­ salvación y
l juez del matrimonio legal. Pues a aquel a quienes no
a judicatura pertenece también el conocí­ dientes, lo c
os casos acerca de la herencia y sucesión de dado su sen
derechos, no sólo de los individuos priva­ gún he decla
de Jos príncipes soberanos. Y en cierto tes pasajes d
e refiere a esto mismo la vida célibe de las San Pablo (R
cas; pues los hombres que no se casan es­ no come, y e
ados en la sociedad civil que otros. Ade­ le acogió. H
eniente nada despreciable el que los prín­ juzga iguale
ariamente renunciar al sacerdocio, que es sentir.
e obediencia civil, si quieren tener un rei­
ta misma finalidad tiene también la cano­
ntos, que los gentiles llamaban apoteosis.
el poder de atraer a súbditos extranjeros
un premio tan enorme puede lograr que
eosos de alcanzar tal gloria hagan cual­
qué fue sino una honorable reputación a
dad lo que buscaban los Dedos y otros
o los otros miles que se arrojaron a peli­
as controversias acerca del purgatorio y las
para hacer negocio. Las cuestiones acerca
NECESARIAS l'ARA ENTRA\\ F.N LOSCIFU)~ 351

edrío, la justificación y el modo de recibir ll Cristo


ento [de la Eucarlstia] son filosóficas. Hay tam­
nes acerca de si hay ritos que no han sido recien­
optados, sino que son restos de paganismo que
ecido en una Iglesia no lo suficientemente puri­
no es necesario que mencionemos más. Todo el
e que tal es la naturaleza de los hombres que
enten acerca de cuestiones que afectan a supo­
anancia, o a su preeminencia intelectuul, se insul­
s a los otros y se anatematizan mutuamente. No
e extrañar que casi todos esos dogmas que los
an discutido con apasionamiento sean después
por unos o por otros, necesarios para nuestra
para nuestra entrada en el reino de los cielos. Y a
los admiten no sólo se les condena por desobe­
cual son, ciertamente, después <le que la Iglesia ha
ntencia, sino también por infidelidad, lo cual, se­
arado más arriba, es falso, por muchos y eviden­
de la Escritura, a los cuales afiado ahora este de
Romanos 14, 3­5): El que come no desprecie ni que
el que 110 come 110 juzgue al que come, porque Dios
Hay quien distingue 1111 dta de otro diu y hay q11ie11
es todos los dlns; cada uno proceda seg1í11 su propio
Índice

Prólogo
Selección bibli

DECJVE

Epístola dedic
Prefacio del au

LIBERTAD

l. Del estado
2. De Ja ley d
3. De las otra
4. Que Ja ley

PODER

5. De las cau
6. Del derech
un hombr
7
iográfica.:..................................................... 27

catoria 33
utor al lector.................................................. 39

de los hombres fuera de la sociedad civil...... 53


de naturaleza acerca de los pacto~................ 65
as leyes de naturaleza................................... 80
y de naturaleza es una ley divina................... 100

usas y generación del Estado......................... 113


ho de quien, ya se trate de una asamblea o de
re, tiene el poder supremo en el Estado ........ 12 l
353
C:­.'DICI!

ases de gobierno: democracia, aristocra­


Jean-Ja
uía............................................................ 141 Rousse
hos de los señores sobre sus siervos .... ....
de los padres sobre sus hijos y del go­
156
Em
monial 162 De a
entre las tres clases de gobierno, según
entes de cada una................................... 173
mplos de la Escritura que se refieren a
de gobierno y que concuerdan con lo
ho anteriormente.................................... 189
internas que tienden a la disolución de
................................................................ 195
eres de quienes administran el poder su­
.............................................................. 210
pecados.................................................. 226
m:1 1 ilosof
~ Aliu1ml l

Dios por naturaleza................................ 249 Tratado filo


Dios por la antigua alianza 271 EMILIO o
Dios por la nueva alianza........................ 291 rado todav
que son necesarias para nuestra entrada moderna. E
e los cielos................................................ 333 1778) abord
raleza y en
preconcebid
un alumno
dolo y situá
cunstancias
acques
eau
Iean­Iacques
o,o Rousseau
a educaciéi
Emilio,o
Dela
educación

ffa
l.ditori.tl
tlt
H 4400

osófico sobre la bondad natural del hombre,


DE LA EDUCACIÓN sigue siendo conside­
vía hoy un texto capital por la pedagogía
En él, JEAN­JACQUES ROUSSEAU (1712­
da un sistema educativo basado en la natu­
In experiencia, y no en prejuicios, caminos
dos y rutinas, creando asimismo en Emilio
de laboratorio sobre el que reflexiona, situán­
ándose en medio de Id sociedad)' de unas cir­
sociales concretas.
***

THOMAS HOBBES en
óficos sobre el ciudadano»,
ítulo DE CIVE, formaban
e» y «De 1 Iornine», de un
atado sistemático en el que
el conocimiento humano.
es se dirige en esta obra a
e los Estados y los deberes
l estima necesario el autor
ana y cómo deben poner­
s para organizarse en un
En esta obra ­prologa­
ción por Carlos Mellizo­
mera vez, de forma clara y
desarrollada más tarde por

El libro de bolsillo
Humanidades
~~~~~~~F_il_o_so_f~ía._.
.....~s

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