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JOHN AUSTIN.

Como hacer cosas con palabras: Conferencias I, II y IX

Austin se ocupa de estudiar el lenguaje ordinario, utilizado en la vida cotidiana.

Sostiene que el lenguaje no se caracteriza por ser representación de la realidad sino que
es preformativo. Construye la realidad abstrayéndola, no representa hechos preexistentes,
porque el mundo se encuentra en constante cambio.

El lenguaje no representa realidades, cosas perceptibles, sino que PERFORMA la realidad.


Performar es construir, dar forma. Uno performa y no meramente describe lo que lo rodea. No
existe una única manera de representar una única realidad, no somos testigos pasivos del
mundo, sino que somos sujetos activos que construimos la realidad a través del lenguaje.

El lenguaje es PERFORMATIVO, REALIZATIVO, y no constatativo, no describe sino que


construye la realidad. El decir no es inocente, ni descriptivo, sino que es construir el mundo,
generar efectos, consecuencias, expectativas.

En una primera instancia Austin diferencia entre los enunciados constatativos, que son
aquellos que parecerían solo describir la realidad, el estado de las cosas con verdad o falsedad,
y los enunciados realizativos, que no describen nada, no son ni verdaderos ni falsos, y que el
enunciarlos es realizar la acción que estoy diciendo, como por Ej. prometer. Austin realiza esta
distinción llegando a la conclusión de que todo enunciado, todo acto del habla tiene una
dimensión perlocucionaria, no informan un estado de las cosas sino que generan efectos y
cambios en el mismo, no representan el mundo sino que lo performan, lo construyen.

Austin lleva la característica de PERFORMATIVIDAD a todo el lenguaje. En todo acto de habla


se hacen presentes tres dimensiones que son indivisibles entre si y que son analizadas por
Austin para llegar a la conclusión de que todo enunciado presenta rasgos preformativos. Estas
son: Una dimensión locucionaria, que es el acto de decir, de introducir significado, expresar
algo que tenga un sentido. Una dimensión ilocucionaria, que es la postura que tomo al
enunciar, la intención, el tono, la selección de la forma de hablar y de los códigos
convencionales que estructuren el enunciado y lo carguen de sentido, la expresividad que le
doy. Y una dimensión perlocucionaria, que es la dimensión de respuesta de mi discurso, y que
está presente en todo acto del habla, ya que genero efectos y consecuencias, no describo
inocentemente el mundo, sino que provoco cambios en el estado de las cosas, en el contexto,
en el otro, en uno, en el mundo…

Esto implica una RESPONSABILIDAD, y una ETICA, porque nuestro enunciado no describe sino
que performa la realidad, la genera, somos responsables de las construcciones que realizamos
a través del lenguaje.

Austin critica la idea del lenguaje como NOMENCLATURA de la realidad, como representación
de las cosas, porque no es que las cosas estén y las nombremos, sino que el lenguaje construye
el mundo, el sentido de las cosas se construye a través del habla.

El lenguaje no se caracteriza por ser representacionalista, la relación entre las palabras y las
cosas no es de representación sino de performatividad (teoría preformativa del lenguaje).
Todo DECIR ES HACER, construir y modificar el estado de las cosas. El sujeto no es un
espectador pasivo, sino que es un actor, es activo, el mundo no está dado, ya hecho, sino que
es a construir y reconstruir. Somos actores en el mundo, y es por eso que hablar implica
responsabilidad y compromiso, somos responsables de lo que decimos, de los cambios que
generamos, de las construcciones que realizamos, de lo que hacemos al decir. Todos los
enunciados cumplen una acción y generan una consecuencia.

Puede relacionarse con la postura de Aicher, que propone ver al mundo como un PROYECTO,
como algo que es construido por nosotros, que somos sujetos activos y que debemos tomar el
compromiso de nuestras construcciones. Proyectar es generar nuevos modelos, unir el
pensamiento con la acción, encontrar nuevas formas de pensamiento y percepción, entender
la libertad no como una vestidura sino como concientización, como proyecto. Como sujetos
activos no debemos aceptar el mundo como es, porque el mundo es a construir y podemos
cambiar el mundo en el que estamos.

Relacionando la performatividad del lenguaje con el diseño gráfico, toda pieza de diseño es
preformativa, porque diseñar no es decorativo, sino que es construir, influir, cambiar el
mundo. El diseño implica una responsabilidad y una ética social, porque no se trata solo de la
utilización de determinadas técnicas y herramientas, sino que por ser una práctica significante
deja marcas en todos los registros de la vida social, construye, configura identidades, sujetos y
subjetividades. Como diseñadores debemos tomar esta responsabilidad, no somos
decoradores sino que construimos sentido, ideología, construimos el mundo.

Conclusión: El lenguaje no es un instrumento para representar hechos. El sentido común que


tenemos naturalizado nos hace pensar que el lenguaje es un instrumento de representación,
correspondencia con su referente, coincidencia entre lo dicho y la realidad. Tenemos esta
percepción naturalizada, y que debemos desnaturalizar, porque el lenguaje no informa sino
que construye.

La IMAGEN no es descriptiva aunque así lo tengamos naturalizado, no es representación, sino


que trabaja performativamente.

Nombrar las cosas es dar sentido, construir y reconstruir

La imagen constatativa es débil, funciona en cambio performativamente. La imagen no denota


la realidad. En la imagen fija hay sentidos que no puedo mencionar, hay cosas que le están
veladas, operaciones que la imagen no puede realizar. La imagen no es literal. La conjunción y
la disyunción le están negadas, así como la causa-consecuencia. El sentido de la imagen es
completado en la lectura, una imagen performa más que lo que describe, provoca efectos.

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