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También se le abre la puerta a la compra o expropiación de tierras por motivos de interés social o de

utilidad pública, las cuales serán adquiridas para promover el acceso a la propiedad rural. En estos
casos, que han generado polémica en algunos sectores, se pagará una indemnización a sus
propietarios. Finalmente, el fondo recibirá tierras donadas y se entregarán subsidios y créditos
especiales de largo plazo a la población campesina, para la compra de terrenos. En el acuerdo está
estipulado el perfil de las personas que podrán acceder a la distribución gratuita de tierras y a
los subsidios y estímulos: “Trabajadores con vocación agraria sin tierra o con tierra
insuficiente”.

Además se establece que, en un plazo máximo de siete años, el Gobierno deberá concretar la
formación y la actualización del catastro rural. La medida busca que los municipios liquiden, cobren y
recauden efectivamente ese tributo. Se establecerá un mecanismo de cobro progresivo bajo la premisa
de que ‘el que más tiene, más paga’, fundamentada en la equidad y justicia social. Estarán exentos de
ese pago los beneficiarios de programas de acceso a la tierra y los pequeños productores
. Se ha afirmado que estos le abren paso a las expropiaciones masivas y a la confiscación de las tierras
urbanas, o que impedirían los grandes desarrollos agroindustriales, como en otro tiempo planteó la
insurgencia.
Es evidente que hay una relación profunda entre el punto agrario y los demás puntos de la
agenda. El tema del narcotráfico, por ejemplo, se ha considerado como una especie de
derivación del desarrollo agrario integral, pues requiere del trabajo, la concertación y la
participación de las comunidades con una mirada territorial, para construir desde la base
los programas de desarrollo que permitirán sustituir cultivos de manera voluntaria (a
pesar de que el Estado no renunció en el acuerdo a la erradicación forzada en las
comunidades que se nieguen a ingresar a ese nuevo pacto).

En este aspecto se medirá la voluntad de paz de la insurgencia, al diseñar y aplicar la


forma como abandonarán su estrecha relación con la narco-economía que tanto perjuicio
le ha hecho y le sigue haciendo a Colombia
Sin embargo es importante agregar el buen manejo que ha dado las FARC dentro de los diálogos con
respuesta a la cantidad de fallas estatales mencionadas en el articulo y las reformas agrarias fallidas.
También resalto del articulo que nos presenta diferentes retos a asumir con respecto al narcotráfico lo
cual hace parte cada día más dentro de las vidas de un campesino común
Un estudio de Ana María Ibáñez, la decana de Economía de la Universidad de los Andes y una de las
mayores expertas en tierras en Colombia, estima que una quinta parte de todos los predios rurales del
país tienen problemas de titulación.“La informalidad en la tierra de los pequeños campesinos es del 48
por ciento”, dijo Ibañez a La Silla Vacía. “De cada dos pequeños campesinos, solo uno tiene derechos
formales sobre su tierra”

Casi la mitad -el 55 por ciento- de las personas despojadas durante el conflicto
tenían acceso a la tierra antes de ser desplazadas, según los estudios de Ibáñez.
La mayoría eran pequeños campesinos cuyas parcelas tenían en promedio 13
hectáreas. Ahora, uno de los grandes escollos para su regreso está en el alto nivel
de informalidad en la tierra. Según Ibáñez, solamente uno de cada tres
campesinos desplazados tiene títulos formales para sus tierras.

“Si solo se lograra la formalización de la tierra, ya sería un gran logro”, dice


Ibáñez. “Eso es fundamental para que el mercado de tierras funcione}
`El país no cuenta con un verdadero catastro rural. No tiene un inventario
actualizado con mapas que muestren quién es dueño de cada lote. Hacerlo será
una de las primeras fases de la implementación de este acuerdo. Y esa
demarcación generará múltiples conflictos agrarios.

Pero fuera de plata, se necesita también una institucionalidad rural fuerte de la


que carecemos. El Instituto Geográfico Agustín Codazzi (Igac) hoy en día es un
desastre, según dicen los que conocen este instituto. La Oficina de Registro e
Instrumentos Públicos, las notarías y el Incoder, otros tres actores fundamentales
para que este acuerdo se vuelva una realidad, fueron infiltrados durante años
precisamente por los que se robaron las tierras. Y si bien en los últimos años se
ha llevado a cabo una depuración, a nivel regional todavía los paras tienen su
gente en lugares claves y buscarán las artimañas para evitar que esas tierras
vuelvan a manos de los campesinos.

Como las Farc amenazó a los jueces de muchas zonas rurales y en otras jamás ha
pisado el suelo el Estado, en la práctica una de las funciones sociales claves que
ha jugado la guerrilla es ser el juez de facto de los conflictos entre campesinos.
Y en muchísimos casos, estos conflictos surgen alrededor de la tierra: hasta
dónde llegan los predios, las vacas que se cruzan de un lado a otro; las
servidumbres.

La justicia impartida por las Farc es arbitraria porque depende del humor y de la
destreza del guerrillero-juez y no de reglas objetivas y predecibles. Pero siempre
efectiva. Por esta vía de impartir justicia, es que la guerrilla termina ganando
cierta legitimidad social en sus zonas.

Si estos jueces agrarios funcionan, se cerraría esta vía de entrada de los armados
ilegales en la vida campesina. Pero, nuevamente, crear esta nueva jurisdicción
constituye un gran reto como ha quedado en evidencia con los jueces de
restitución de tierras.

Como explicó en Razón Pública el economista de la Universidad Nacional Yesid


Castro Forero, “un porcentaje sustancial de la gran propiedad rural en Colombia
no tiene origen legítimo y por lo tanto no tiene amparo constitucional”. Y
podrían ir a ese Fondo: las tierras de los narcos y los paras, las baldías
privatizadas ilegalmente mediante procesos judiciales de pertenencia y
falsificación de títulos, y los baldíos adjudicados con violación de los
procedimientos legales.

En la conversación con Téllez, el vocero de las Farc dijo a La Silla Vacía que
este punto buscaba “cerra la frontera agrícola” y evitar que continúe “la
deforestación, el envenenamiento por la gran minería, la tala de bosques y de
humedales, la ocupación de los parques nacionales”.

¿Significa esto en la práctica un límite a la conquista de la Altillanura donde


inversionistas y los principales ‘cacaos’ han hecho millonarias inversiones? ¿Se
frenarán con este argumentos proyectos de infraestructura? ¿Se restringirá la
minería en regiones como la estrella fluvial del Inírida?

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