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Sus formas externas han ido acomodándose a las demandas de los nuevos tiempos pero
su objetivo intrínseco ha permanecido invariable buscando una doble riqueza tanto
individual como colectiva. Esto es, por un lado la intervención sociocomunitaria ha
perseguido y persigue (usando una terminología aristotélica) el mayor bien común
posible y, por otro lado, lucha por desencadenar el mayor bien individual para cada
miembro de la colectividad.
Palabras clave: mediación, calidad de vida, bien común, autoridad, presencia técnica
1.- INTRODUCCIÓN
Para designar esta mediación técnica se han buscado múltiples denominaciones que
denotaran una acción constructiva y una connotación positiva hacia la presencia activa
de un técnico educativo en la vida de la colectividad. Es comprensible esta
preocupación lingüística puesto que, la interposición, intrusión o ingerencia de un ser
ajeno —en la cotidianeidad de una determinada ciudadanía— siempre ha generado duda
o sospecha.
Generar una definición propia y completa de una realidad social resulta siempre difícil y
comprometedor. Difícil por las connotaciones que encierran las palabras utilizadas, es
decir, dependiendo de la terminología utilizada en una definición pueden sugerirse —de
manera totalmente inconsciente— unos significados u otros. Comprometedor por la
cantidad de aspectos interrelacionados en los que se debe incidir para construir una
definición unívoca y completa.
Aún así, desde estas páginas se va a intentar construir una definición propia de
intervención sociocomunitaria siguiendo el proceso lógico para llevarlo a efecto. Este
proceso, en un primer momento, atiende exclusivamente a la significación primaria de
las palabras encerradas en la expresión. Según este criterio, se ha divido la locución
intervención sociocomunitaria en las tres partes que la conforman, a saber:
intervención, social, comunitaria.
En el proceso de generar una definición propia se agrupan las palabras claves utilizadas
en las definiciones que han servido de base atendiendo a su sintaxis y se observa que un
primer conjunto de palabras claves se expresan en forma de infinitivos verbales.
Por último, se incide en todo aquello que puede enriquecer la descripción. En este caso
en uno de los epígrafes definitorios aparece la palabra saberes, es decir ciencia,
conocimiento.
Para que le sea más fácil realizar esta tarea de síntesis conceptual y enriquecimiento
documental parta de la siguiente definición, a propósito incompleta: “la intervención
sociocomunitaria es una forma de dirigir la vida social de una colectividad con el
objetivo de aumentar el bienestar de la población uniendo para ello teoría y práctica”.
No olvide utilizar las palabras claves reseñadas, incidir en la intencionalidad que
conlleva y distinguir oportunamente entre social (proveniente de la sociedad) y
comunitario (originario de la comunidad).
Con el objetivo de dar una visión lo más cercana y clara posible de los principios sobre
los que se asienta la intervención sociocomunitaria se va a ofrecer un decálogo de
fundamentos fruto de la investigación y de la práctica profesional. Así, y desde esta
doble perspectiva se ha concluido que una de las características fundamentales de la
intervención sociocomunitaria es que debe adaptarse totalmente a las coordenadas en las
que se va a producir su acción. Es decir, grosso modo, la intervención sociocomunitaria
debe fundamentarse para
Esto es, obligatoriamente debe contextualizarse. Con un ejemplo puede entenderse más
fácilmente:
Suponga que en las noches gélidas de invierno, la Policía municipal recorre las calles de
las ciudades ofreciendo cobijo, mantas o alimento caliente a los sin techo. Los grupos a
los que se dirigen invariablemente están formados, siempre, por las mismas personas.
Los destinatarios de la intervención tienen la libertad de aceptar cualquiera de las
opciones ofrecidas por la Policía municipal o rechazarlas, sin embargo, la
administración está obligada a ofrecer ese servicio cada vez que se repita la misma
situación aunque sepan de antemano que va a ser rechazada.
Los ajenos eran niños adoptados, hijos de otras familias amigas del mismo estatus
social, que en época de crisis o en caso de fallecimiento por muerte natural o accidente
de uno de sus padres eran atendidos y educados por otros miembros de la colectividad
como muestra de amistad.
Pero tampoco esta ayuda asistencial ceñida a casos muy concretos puede crear la
sensación de que la infancia estaba protegida socialmente en el mundo griego.
Nuevamente Gutiérrez y Pernil (2004: 43-44) denuncian:
La infancia ateniense estaba muy poco protegida por la ley ya que no existía un acusador
público, defensor de sus derechos inexistentes, ni ellos podían acceder a los tribunales, por ser
menores.
El niño estaba bajo el control de sus padres o guardián legal y, al menos, hasta la época de
Solón, al comienzo del s. IV a. C., podían ser vendidos en esclavitud.
…/…
Si un niño era objeto de un abuso sexual o daño físico, dentro de la propia familia, no tenía
ninguna protección legal que le diera amparo. Sin embargo si se cometía una injusticia civil, por
ejemplo, el despilfarro o venta de su herencia por parte de su tutor, en este caso podía ser
defendido por un ciudadano adulto varón. El único recurso eficaz para una atención legal era
esperar la mayoría de edad a los 18 años.
La mujer tampoco estaba socialmente protegida puesto que al quedar viuda una mujer
griega, igual que el niño huérfano perdía su estatus social, polités o ciudadanía de pleno
derecho teniendo que ser auxiliada por la familia, los amigos o un nuevo esposo.
En el siglo II d. C. el emperador Adriano dictó pena de destierro para los padres que
mataran a sus hijos. Entre unas medidas y otras y la influencia del cristianismo parece
ser que en el año 374 d. C. el infanticidio en Roma cesó. Aún así, dando un paso más,
en el año 442 d. C., se convocó y celebró el Concilio de Vaison en el que se acordó
proteger a la infancia a través de la comunicación y la recogida de niños abandonados
(Vallés, 2009). Como se está observando, en la Edad Antigua, la intervención
sociocomunitaria se desarrollaba, mayoritariamente, desde la familia, la vecindad o la
iglesia.
En la Edad Media nacen los primeros hospicios, creándose por iniciativa del Papa
Inocencio III en el año 1198 los primeros tornos para entregar a los niños que se
abandonaban. Navajo (2004) en un breve pero sistemático estudio señala que en la Edad
Media, existía otra forma de intervención sociocomunitaria basada en relaciones de
buena vecindad, la ejercida por los señores feudales. Estos, a cambio de explotar a sus
vasallos, les ofrecían cierta protección social totalmente graciable siempre que los
vasallos mantuvieran una relación de absoluta sumisión.
También de esta época son las primeras leyes respecto a la pobreza, realidad molesta
para la colectividad por lo que se intentaba erradicarla, castigando al pobre inactivo que
pedía limosna. La legislación, igualmente, se centró en la infancia desatendida
mereciendo la pena destacar la labor proteccionista de Ramón Llull (1232-1315) y de
Alfonso X el sabio (1232-1315).
CUADRO I
Vives (en Vallés, 2009) defiende que los mendigos inválidos se establezcan en una casa
o en muchas, las que hicieran falta y que fuesen allí recogidos y atendidos de médicos,
boticarios, criados y criadas. Los niños expósitos, indica, deberían tener su hospital en
donde se alimenten.
CUADRO II
Cuadro III
Estos nuevos aires cimentaron procesos de desarrollo comunitario a través de los que
una comunidad toma conciencia de su propia situación, la analiza y busca soluciones a
sus propios problemas. Siguiendo esta línea se comenzó a trabajar en la labor
preventiva, la detección de niños y adolescentes con dificultad, el trabajo de calle, el
educador familiar, el animador de personas mayores, el educador de adultos, el
animador de escuelas de padres, el educador de personas con minusvalía, el promotor de
iniciativas comunitarias, el promotor de empleo, el educador de prevención de
drogodependencias, el educador de la comunidad terapéutica, el educador sociolaboral.
Muchos perfiles para un mismo objetivo, dar respuestas a las necesidades que se
detectan en la comunidad desde una misma dirección, la dirección de intervenir con la
comunidad, desde la comunidad y para la comunidad.
4.- BIBLIOGRAFÍA