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ANALISIS CRITICO El Viejo y El Mar de Ernest Hemingway
ANALISIS CRITICO El Viejo y El Mar de Ernest Hemingway
Así, El viejo y el mar no se reduce a contarnos las peripecias por las que
pasa un viejo pescador para atrapar un pez fuerte y voluminoso, y la
decepción que sufre cuando ve que su capacidad de defensa no es
suficiente para evitar que los tiburones devoren poco a poco su codiciada
presa. En caso contrario, este relato de aventuras marinas podría resultar
divertido pero carecería de todo valor estético.
3.1. Argumento
Estructura
Estructura dramática
Y la naturaleza es personificada por el mar con sus grandes peces y tal vez
se deba incluir al destino también. El mismo protagonista y los demás
pescadores, creen en el propio destino. En este caso todos están
convencidos que el destino conduce a Santiago al fracaso. Aquí surge una
pregunta: ¿Podrá el viejo lograr su cometido antes de que desfallezca? Sólo
hay dos opciones.
Trama principal
Cuando el viejo se despierta Manolín le dice con lágrimas en los ojos que
volverá a pescar con él, no importa lo que digan sus padres.
4. Caracterización
En esta novela corta podemos reconocer algo del estilo minimalista que
caracterizó a Hemingway desde sus primeros cuentos en 1925.
Este estilo moderno tiene su mayor ventaja en que el lector, al haber sido
obligado a usar su imaginación para completar el retrato del personaje o la
escena o la localidad, grabará en su memoria tales hechos por un periodo
más largo, lo que no ocurre con la técnica antigua en la que todo le es dado
al lector: casi masticado.
5. Tema
6. Apreciación crítica
Un viejo pescador cubano, Santiago, sale a la mar todos los días, aunque la
mala suerte le persigue y no consigue regresar con una buena captura. Una
mañana sale a navegar en su pequeña barca y, mientras espera con el cebo
en el agua, un pez, aparentemente enorme, pica el anzuelo. A partir de ahí
se entabla una durísima lucha entre el viejo pescador, que apenas puede
contener al animal en su minúscula embarcación, y el pez. Tras un enorme
esfuerzo, Santiago consigue capturarlo, pero en el regreso a casa los
tiburones devoran a la presa del pescador.
Y eso es todo. Una novelita de poco más de 120 páginas, que se lee en un
santiamén. ¿Sus virtudes? Las mismas que en muchas de las obras de
Hemingway. Fue un escritor peculiar, alejado de los parámetros estilísticos
propios de su tiempo, con un estilo árido y descuidado que plasmaba con
precisión la naturaleza humana de muchos de sus personajes. Para mi
gusto, sus libros flaquean en cuanto a prosa, aunque la crítica mundial
defienda a ultranza su “estilo sobrio”; quizá su formación periodística le
dotó, por una parte, de una perspicacia y unas habilidades de observación y
penetración poco comunes, pero, por otro lado, le restó ‘chispa’ literaria. En
este libro esa carencia se ve solventada por la fuerza que impregna la
historia. Es impresionante el valor y la audacia del protagonista, ese viejo
pescador, sin nada que ganar o perder, que arriesga su vida en pos de un
pez, sólo por el placer de la lucha, del enfrentamiento (algo también muy
presente en la obra de Hemingway).
Para los que gusten de historias vigorosas, es un libro ideal, aunque está
escrita casi como si fuera una fábula infantil.
Santiago se dice a sí mismo que “nadie debería estar solo en su vejez… pero
es inevitable”. Es inevitable estar solo y por ello habla consigo para, de esta
forma artificial, hacerse compañía: “No recordaba cuánto tiempo hacía que
había empezado a hablar solo en voz alta cuando no tenía nadie con quien
hablar”. Por este motivo, va a echar en falta a Manolín durante todo su
trayecto. A veces, para que le ayudara con la difícil tarea de acabar con el
pez. Otras ocasiones, para tener a alguien con quien compartir su
desesperación. Una y otra vez, durante las más de cien páginas de la
novela, va a repetir: “Ojalá estuviera aquí el muchacho”, “Si el muchacho
estuviera aquí…”
Pero no está. Y su decisión es firme. Luchar hasta la muerte. En este
sentido, las constantes analogías con el béisbol, y al jugador Di Maggio, le
van a servir para tener un modelo al que seguir: “¿Crees que el gran Di
Maggio seguiría con un pez tanto tiempo como estoy haciendo yo?, pensó.
Estoy seguro que sí… También su padre fue pescador”. Y es que la dignidad
de la lucha no está en la victoria, sino en la esperanza de cambiar el
destino, la mala suerte, a través de la constancia y la perseverancia. Ganar
es la acción en sí misma que le ha llevado a alta mar, a buscar soluciones a
su mala racha, y a no dejarse vencer por un pez que, de alguna manera, es
su propio reflejo.
Esa es su religión. Promete “hacer una peregrinación a la Virgen del Cobre”
y rezar diez padrenuestros. Pero la verdadera espiritualidad está en la
capacidad de sacrificio. Él mismo se da ánimos para no decaer: “Tirad,
manos… Aguantad firmes, piernas. No me falles, cabeza. No me falles.
Nunca te has dejado llevar”. Y es que parece que los hechos más comunes
tengan un transfondo simbólico, entendiendo el camino interior a través del
esfuerzo en un oficio como el de pescador. No hay derrota si hay esperanza.
Hay esperanza si hay fuerza. Hay fuerza si hay determinación de resistir
hasta el final. Parece que, en vez de pesca, estuviéramos ante el
compromiso político que Hemingway demostró toda su vida y que
materializó tanto de soldado – donde fue herido de gravedad como Santiago
– como de periodista.
Hemingway había comenzado por estudiar los consejos de Miss Stein. Había quemado y
destruido las descripciones hasta concentrarlas y transformarlas en precisión. Había huido
del material elaborado y adornado. Había matado a los adjetivos y a las abstracciones y
comenzaba a dominar las impresiones y las imágenes hasta encerrarlas en contradicción.
El premio Nobel de Literatura de 1954 aconsejaba recopilar toda la información necesaria para
documentar la ficción, elegir de entre ella la meramente imprescindible y mostrarla de forma
sintética. El objetivo estaría, entonces, en conseguir que el lector intuya lo que el narrador
quiere contar, sin que ambos pierdan el rumbo.
“Si un escritor omite algo, porque no lo sabe, habrá un agujero en su relato. El Viejo y el Mar
podría haber tenido más de mil páginas, y dar cuenta de cada personaje, cómo vivían, cómo
habían nacido,… No cuento ninguna de las historias que conozco sobre la aldea de
pescadores. Pero este conocimiento es lo que constituye la parte sumergida del iceberg”,
concluía Hemingway.
Grandes palabras de este gran aviador estadounidense de la literatura universal.
La anécdota:
Gregorio Fuentes, un marinero nacido en Lanzarote (Islas Canarias), pero afincado en Cuba,
fue compañero de aventuras de Hemingway desde 1940. El escritor estadounidense le dijo,
tras recibir el Nobel en 1954: “Mira, tenemos dinero. A esto también tú tienes derecho”, según
publica El País en su edición del 14 de diciembre de 2002.
1. ¿Qué relaciones tuvo Ernest Heminway con Cuba?
25. ¿Cuáles son los principales lugares en los cuales se desarrolla la acción?
Descríbelos.