Está en la página 1de 3

Ensayo sobre “El trabajo social en la salud mental”

Para empezar, es menester aclarar que el estudio de base para este ensayo no
es realizado en nuestro contexto latinoamericano, específicamente en
Colombia, sino en España. El motivo de abrir con este cuestionamiento, apunta
de inmediato hacia la comparación en los sistemas de salud que establecen
ambos países y que, sin embargo, analizar un rastreo histórico de la
configuración constitucional y por supuesto académica del trabajo social en la
salud mental de un país europeo, nos coloca de entrada retos interesantes
para ampliar el marco de oportunidades y/o posibilidades laborales e
investigativas que se pueden considerar para esta compleja profesión.
Y la complejidad comienza instalando a la función del trabajo social como una
carrera en pleno florecimiento desde hace un siglo. Las medidas y reformas en
torno a la planeación y proyección que han adquirido en países como Estados
Unidos y algunos de Europa, permiten observar el panorama global en que se
bate la incorporación de los estudios sociales para el fortalecimiento de la
investigación científica, humanística y sobre todo clínica.
Ahora bien, más allá de los pilares básicos que necesita un trabajador o
trabajadora social para desarrollar eficazmente su función dentro de
determinada institución, a saber, la especialización o retroalimentación
intelectual para mejorar su labor; la formación continuada que se extienda
hacia la formación profesional más crítica del contexto y menos dogmática en
cuanto a ideas y procedimientos; por último, acerca del trabajo interdisciplinar,
clave para interpretar reflexivamente el cumulo de complejidades que
atraviesan las instituciones psiquiátricas en función de atender las
problemáticas del ser humano en sociedad.
Desde mi punto de vista, es evidente resaltar dos rasgos fundamentales del
trabajo social y de ser trabajador social: el primero, se trata de la intervención
que dicho trabajo social puede alcanzar en variados contextos donde su
actividad se vea atravesada por circunstancias complejas, que involucran no
solo al paciente, sino al entramado que se cierne detrás de él, familia y amigos,
comunidad en general que, en últimas, son los constituyentes de sus
condiciones y ejes estructurales a orientar.
Un segundo aspecto, recalca la disposición del trabajador social en un
ambiente tan complejo como la salud mental, es decir, la capacidad que
proporciona el ser humano que se profesionaliza en un campo de interacciones
donde el paciente es un eje transversal que se soporta gracias a la comunidad,
ya sea académica o laboral donde coloca todos sus conocimientos en prácticas
con el objetivo de propiciar la transformación social como individuos afectados
por la misma.
A primera vista, ambos términos (intervención y disposición) aparentan
mantener una cierta similitud en cuanto a procedimientos teóricos y prácticos
se refieren, empero, podemos otorgar una diferencia sustancial en el sentido de
entender la intervención del trabajador social frente al ámbito psiquiátrico, el
cual no requiere de un asunto aislado por cada profesional de la salud, al
contrario, todos necesitan de todos para generar planes de mejoramiento,
análisis pormenorizados y evaluaciones rigurosas que les permitan verificar los
aciertos y las fallas en su quehacer profesional. Aunque el texto identifique la
conocida tripartición entre profesional-cliente-institución, la significancia se
alberga realmente en la construcción de comunidad que arranca desde un
asunto común, cifrado en tratar bajo todas las posibilidades la enfermedad del
paciente y en buscar a medida del proceso de acompañamiento las soluciones
más idóneas para él y las personas que lo circundan.
Respecto a la disposición, evidencia un asunto más particular: es el trabajador
social quien pone en juego su ser individual, convirtiendo su acción en
alternativa para la comunidad, lograda gracias a aquella interdisciplinariedad
donde saberes y prácticas dialogan y discuten de manera reflexionada
cualquier tipo de suceso transcurrido a lo largo de los tratamientos. En este
punto, cabe resaltar que el trabajador social muchas veces no se ajusta a la
normatividad establecida por determinada institución, por lo cual se anticipa a
las reglas y decide voluntariamente ejercer tareas emergidas desde su propio
auto conocimiento y autocrítica, vitales para mejorar tanto los procesos
grupales en equipos de trabajo y ante los mismos pacientes, ya que, reconocen
en ellos un patrón de conducta particular, moviéndolos a tomar diversas
decisiones donde terminan afectándose a sí mismos y a los que los rodean.
Algo que recoge tanto la intervención profesional en trabajo social dentro de la
salud mental, como la disposición de trabajar con individuos trastocados de
manera leve como crónica por enfermedades psiquiátricas, permite ahondar en
un presupuesto fundamental que atraviesa todos los procesos de evolución
social, no solo intelectual, sino también, vela por las condiciones sociales de
toda índole, vinculando directamente la interdisciplinariedad: esta estrategia
metodológica sobrepasa el conjunto de saberes y conocimientos entrelazados
para indagar sobre objetos de estudio puntuales y jerarquizados en tareas
delegadas que pretenden transformar la vida de persona que corre con las
siguiente suerte: puede considerarse así misma; la institución diagnostica o la
sociedad se encarga de juzgarla como enferma mental, lo cual no solo tiene
repercusiones en el individuo mismo, sino en todos sus núcleos de desarrollo,
aquí hace su aparición relevante el trabajador social, pues devala las causas y
efectos que conllevaron a dichos síntomas, de la mano de otros campos de
estudio que aportan a la investigación y por supuesto a emplear metodologías
precisas para tratar con los casos.
Entonces, la intención del trabajador social en materia de salud mental, se
perfila desde un enfoque situado, o sea, desde la experiencia misma del
paciente frente a todas sus interacciones con la sociedad, tales como la
economía, la parte sentimental, política, intelectual, sexual, entre muchos otros
nexos que terminan por corresponder con la patología prescrita y que con
urgencia debe garantizarse su derecho a ser atendida.
Para finalizar, es preciso afirmar que el trabajador social mantiene tres
aspectos fuertemente anclados a su acción profesional: primero, la disposición
para afrontar su ser con los problemas que atraviesan los demás, sin importar
lo leves o graves que puedan resultar. Segundo, la intervención que desarrolla
una vez se posesiona dentro de una institución que establece ciertos criterios
grupales, dentro de los cuales se ajusta en la medida que propone alternativas
más eficaces para aportar en colectivo para así mejorar las condiciones
existenciarias, es decir, las estructuras emocionales y materiales que posee
todo paciente en proceso de rehabilitación en pro de una reinserción a la vida
cotidiana. Tercero, la capacidad interdisciplinar para fusionar distintos estudios
que se complementan con el dialogo y la ejecución de ideas, permitiendo una
valoración rigurosa de los casos a tratar, aportando hacia una construcción más
holística e integral de todas las personas involucradas.

También podría gustarte