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OTRO DETALLE A TOMAR EN CUENTA ES QUE LA PRINCESA Y LA REINA SE PUBLICO


ANTES QUE EL PRINCIPE PICARO, PERO EN ESTE DOCUMENTO ESTAN EN ORDEN
CRONOLOGICO. AMBAS HISTORIAS FORMAN PARTE DEL SIGUIENTE LIBRO A
PUBLICAR POR GEORGE R R MARTIN: EL MUNDO DE HIELO Y FUEGO.

EL PRÍNCIPE PÍCARO, o, el HERMANO del REY

Cita:

Una consideración sobre la juventud, aventuras, fechorías, y matrimonios del Príncipe


Daemon Targaryen, como fue narrado por Archmaester Gyldayn de la Ciudadela de
Antigua. Por George R. R. Martin.

Era el nieto de un rey, hermano de un rey, marido de una reina. Dos de sus hijos y tres
de sus nietos se sentarían en el Trono de Hierro, pero la única corona que Daemon
Targaryen llevó nunca, era la corona de Peldaños de Piedra, un reino magro él hizo con
sangre y acero, y fuego de dragón, y que pronto abandonó.

Durante siglos, la Casa Targaryen ha producido a grandes hombres y monstruos. El


Príncipe Daemon era ambos. En sus tiempos, no había un hombre tan admirado, tan
querido, y tan odiado en todo Westeros. Él era hecho de luz y oscuridad en partes
iguales. Para algunos era un héroe, para otros el más negro de los villanos. No es
posible verdaderamente entender la más trágica masacre conocida como la Danza de
Dragones, sin considerar el papel crucial jugado antes y durante el conflicto por este
príncipe pícaro.

Las semillas del gran conflicto fueron sembradas durante los últimos años del
prolongado reino del Rey Viejo, Jaehaerys I Targaryen. Del propio Jaehaerys, no es
necesario comentar aquí, salvo que después de la muerte de su amada esposa, La
Buena Reina Alysanne, y de su hijo Baelon, Príncipe de Rocadragon, —La mano del
Rey, y evidente heredero del Trono de Hierro— Su Gracia era solo una cáscara del
hombre que había sido. Después de la muerte del Príncipe Baelon, el Rey Viejo tuvo
que buscar en otra parte un compañero para sus labores.

Designó a Ser Otto Hightower como su nueva Mano, el hermano más joven de Lord
Hightower de Antigua. Ser Otto trajo a la corte a su esposa e hijos, y sirvió fielmente al
Rey Jaehaerys durante todos los años que permaneció con él. Cuando las fuerzas y la
mente del rey empezaron a fallar, a menudo fue confinado a su lecho. Alicent, la hija
de quince años de Ser Otto, fue la compañera constante de Su Gracia, llevándole la
comida, leyéndole, ayudándole a bañarse y vestirse. El Rey Viejo a veces la confundía
con una de sus hijas, llamándola por sus nombres; y cerca del fin, creyó que ella era su
hija Saera, que había retornado desde más allá del Mar Angosto.

Por el año 103 CA el Rey Jaehaerys I Targaryen murió en su lecho, mientras Lady
Alicent le leía la Historia Antinatural de Septon Barth. Su Gracia tenía sesenta y nueve
años, y había reinado los Siete Reinos en el Trono de Hierro desde los catorce años.

Sus restos fueron incinerados en el Monte Dragón, sus cenizas enterradas con los de la
Buena Reina bajo la Fortaleza Roja. Todo Poniente lamentó su muerte. Incluso en
Dorne, dónde su regencia no se había extendido, los hombres lloraron y las mujeres
rasgaron sus vestidos.

De acuerdo con sus propios deseos, y la decisión del Gran Concilio de 101, le sucedió
su nieto Viserys, subiendo al Trono de Hierro como Rey Viserys I Targaryen.

En el momento de su ascensión, Rey Viserys tenía veintiséis años. Durante una década
había estado casado con su prima, Lady Aemma Arryn, una nieta del Rey Viejo y la
Buena Reina Alysanne a través de su madre, la difunta Princesa Daella (82 CA). Lady
Aemma había sufrido varios abortos y la muerte de un hijo en la cuna, pero también
había parido una hija saludable, Rhaenyra (nacida en 97 CA). El nuevo rey y su reina
chocheaban con la niña, su única hija viviente.

Viserys I Targaryen tenía una naturaleza generosa, amable y era querido por sus
señores y pueblo llano por igual. El reino del Rey Joven, como lo llamaron en su
ascensión, sería pacífico y próspero. La mente abierta de su Gracia era legendaria, y la
Fortaleza Roja se tornó un lugar de canciones y esplendor. Rey Viserys y Reina Aemma
organizaron muchos banquetes y torneos, y despilfarraron oros, títulos, y honores en
sus muchos favoritos.

El centro de la alegría, apreciada y adorada por todos, era la Princesa Rhaenyra, la


chiquilla que los bardos reales pronto llamaron el Deleite del Reino. Aunque de sólo
seis años, cuando su padre subió al Trono de Hierro, Rhaenyra era una niña precoz,
brillante intrépida y bonita como solamente una de la sangre de dragón puede serlo. A
la edad de siete, fue jinete de dragón, elevándose en el cielo sobre el joven dragón al
que llamó Syrax, el nombre de una diosa de Antigua Valyria. A las ocho, como muchas
otras doncellas nobles, la princesa sirvió como escanciadora… pero para su propio
padre, el rey. Después de esto, en la mesa, torneos y en la corte, Rey Viserys
raramente se vio sin su hija a su lado.

Entretanto, el aburrimiento de la regencia afectaba al Pequeño Concilio del rey y su


Mano. Ser Otto Hightower había continuado en ese cargo, sirviendo al nieto igual que
al padre; un hombre capaz, era el consenso general, aunque muchos lo encontraban
orgulloso, brusco, y altanero. Se comentaba que Ser Otto se había vuelto más
autoritario, y muchos grandes señores y príncipes resentían su comportamiento y
envidiaban su acceso al Trono de Hierro.

El más grande de sus rivales era nuestro príncipe pícaro: Daemon Targaryen, el
hermano más joven del rey, ambicioso e impetuoso.

Tan encantador como arrebatado, el Príncipe Daemon había ganado sus espuelas de caballero a
los dieciséis, y el rey Viejo le había dado la Hermana Oscura en reconocimiento a su proeza.
Aunque contrajo nupcias con Lady de Piedra de las Runas en 97 CA, durante el reino del Viejo
Rey, el matrimonio no había sido un éxito. El Príncipe Daemon consideró aburrido el Valle de
Arryn (“En el Valle los hombres se follan a las ovejas,” escribió. “No puedes culparlos. Sus ovejas
son más bonitas que sus mujeres.”), y pronto provocó el disgusto de su esposa a quien llamó mi
perra de bronce, después de que ver la armadura de bronce con runas de los señores de la Casa
Royce. Luego del ascenso de su hermano al Trono de Hierro, el príncipe solicitó el divorcio.
Viserys rechazó la petición, pero le permitió a Daemon volver a la corte, otorgándole un asiento
en el Pequeño Concilio, con el cargo de Consejero de la Moneda de 103 a 104, y Consejero de
Leyes durante seis meses del año 104.

Sin embargo, la gobernación aburría a este príncipe guerrero. Lo hizo mejor cuando el Rey
Viserys le nombró Comandante de la Guardia de la Ciudad. Al descubrir que los guardias estaban
mal armados y vestidos en harapos, Daemon equipó a cada hombre con un puñal, espada corta,
y porra, los acorazó en negra malla de anillos (con petos para los oficiales), y les dio largas
capas doradas que podrían llevar con orgullo. Desde entonces, los hombres de la Guardia de la
Ciudad fueron conocidos como los Capas Doradas.
El Príncipe Daemon asió ávidamente las actividades de los Capas Doradas, y a menudo rondaba
por las callejas de Desembarco del Rey con sus hombres. Que hizo la ciudad más ordenada,
ningún hombre podría negar, pero su disciplina era brutal. Se complacía cortando las manos de
los rateros, capando a los violadores, y cortando las narices de los ladrones, y mató a tres
hombres en reyertas callejeras durante su primer año como comandante. Pronto, el príncipe era
conocido en todos los bajos suburbios de la ciudad. Se volvió una cara familiar en las tabernas
(donde bebía gratis) y jugando en las casas de apuestas (donde siempre salía con más monedas
que cuando entraba). Aunque se folló a innumerables prostitutas en los burdeles de la ciudad, se
decía que tenía una afición especial por desflorar a las doncellas, y pronto una bailarina de Lys
se volvió su favorita. Mysaria era su nombre, aunque sus rivales y enemigos la llamaban Miseria,
el Gusano Blanco.
Como el Rey Viserys no tenía ningún hijo, Daemon se consideró el heredero justo al Trono de
Hierro y codició el título de Príncipe de Rocadragon que Su Gracia se negó a concederle… pero a
finales del año 105 CA, fue llamado por sus amigos el Príncipe de la Ciudad, y por los ciudadanos
el Señor del Lecho de Pulgas. Aunque el rey no deseaba que Daemon le sucediese, seguía
encariñado con su hermano más joven y rápidamente perdonaba sus muchas ofensas. La
Princesa Rhaenyra también estaba enamorada de su tío, a pesar de que Daemon jamás le prestó
atención.

Siempre que cruzaba el Mar Angosto en su dragón, a su regreso traía algún regalo exótico. El
Rey Viserys nunca exigió otro dragón después de la muerte de Balerion, ni era aficionado a las
justas, caza, o esgrima, considerando que el Príncipe Daemon le aventajaba en estas esferas, y
éste aparentaba todo lo que su hermano no era: delgado y fuerte, guerrero experto, enérgico,
atrevido, un poco más peligroso.

Aunque los orígenes de su enemistad son muy discutidos, todos están de acuerdo que Ser Otto
Hightower, la Mano del Rey, profesaba gran antipatía al hermano del rey. (Champiñón, el bufón
del rey, afirmó que la riña empezó cuando el Príncipe Daemon desfloró a Alicent, la joven hija de
Ser Otto, la futura reina, pero este cuento no tiene apoyo de ninguna otra fuente). Ser Otto
había convencido a Viserys de que le quitara el cargo de Consejero de la Moneda al Príncipe
Daemon, y luego el de Consejero de Leyes: acciones que pronto lamentó. Como Comandante de
la Guardia de la Ciudad, con dos mil hombres a sus órdenes, Daemon se volvió más poderoso
que nunca.

“Bajo ningún concepto se debe permitir que el Príncipe Daemon suba al Trono de Hierro,” la
Mano le escribió a su hermano, Lord de Antigua. “Él sería un segundo Maegor el Cruel, o peor.”
Era el deseo de Ser Otto (entonces) que la Princesa Rhaenyra suceda a su padre. “Mejor el
Deleite del Reino que el Señor del Lecho de Pulgas,” escribió. No era el único que opinaba de
esta manera. No obstante, su facción enfrentó un obstáculo formidable. Si se seguía el
precedente puesto por el Gran Concilio de 101, un heredero masculino debía prevalecer sobre
uno femenino. Debido a la ausencia de un hijo de nacimiento legítimo, el hermano del rey estaba
por delante de la hija del rey, como Baelon estuvo por delante de Rhaenys en 92 CA.

En cuanto a las propias opiniones del rey, todas las crónicas coinciden en que el Rey Viserys
odiaba la discordia. Aunque estaba lejos de ignorar las fallas de su hermano, prefería recordar al
muchacho de libre espíritu, aventurero que Daemon había sido. A menudo dijo que su hija era la
gran alegría de su vida, pero un hermano es un hermano. En varias ocasiones trató de promover
la paz entre el Príncipe Daemon y Ser Otto, pero la eterna enemistad entre ambos hombres se
ocultaba debajo de las sonrisas falsas que llevaban en la corte. Cuando fue importunado en ese
asunto, Rey Viserys sólo dijo que estaba seguro que su reina pronto le daría un hijo. Y en 105
CA, él anunció al Pequeño Concilio y a la corte que la Reina Aemma estaba embarazada una vez
más.

Durante ese mismo año fatal, Ser Criston Cole fue designado a la Guardia Real para llenar el
puesto que dejó el fallecido legendario Ser Ryam Redwyn. Ser Criston, hijo de un mayordomo al
servicio de Lord Dondarrion de Refugionegro, era un apuesto joven caballero de veintitrés años.
Llamó la atención de la corte cuando ganó la justa en Poza Doncella en honor al Rey Viserys. En
los últimos momentos de la lucha, Ser Criston logró quitar la Hermana Oscura de la mano del
Príncipe Daemon con su Estrella de la Mañana (morningstar) para el deleite de Su Gracia y la
furia del príncipe. Después, recibió el laurel de vencedor de la mano de la Princesa Rhaenyra de
siete años, y rogó su favor para llevarlo en la justa. En las justas, derrotó al Príncipe Daemon
una vez más, y descabalgó a los dos famosos mellizos Cargyll, Ser Arryk y Ser Erryk de la
Guardia Real, antes de ser derrotado por Lord Lymond Mallister.

Con sus pálidos ojos verdes, pelo negro como el carbón, y fácil encanto, pronto Cole se volvió el
favorito de todas las señoras en la corte… y de Rhaenyra Targaryen. Impresionada por los
encantos del hombre, al que llamó su caballero blanco, Rhaenyra le pidió a su padre que
nombrara a Ser Criston su propio escudo personal y protector. Su Gracia la complació en esto,
como de costumbre. Después de esto Ser Criston siempre llevó su favor en las listas y se instaló
a su lado durante las fiestas y juegos.

No mucho después de que Ser Criston se pusiera la capa blanca, el Rey Viserys invitó a Lyonel
Strong, Lord de Harrenhal, a unirse al Pequeño Concilio como Consejero de Leyes. Un hombre
grande, corpulento y calvo, Lord Strong disfrutaba de una reputación formidable como guerrero.
Aquéllos que no lo conocían a menudo lo tomaron por un bruto, confundiendo sus silencios y
lentitud de discurso por estupidez. Esto estaba lejos de ser verdad.
Lord Lyonel había estudiado en la Ciudadela en su juventud, ganando seis eslabones de su
cadena, antes de decidir que la vida de un maestre no era para él. Era instruido y sabio, con
exhaustivos conocimientos de las leyes de los Siete Reinos. Tres veces casado y tres veces
viudo, el Lord de Harrenhal trajo a la corte dos hijas solteras y dos hijos. Las chicas se volvieron
las criadas de la Princesa Rhaenyra, y su hermano mayor, Ser Harwin Strong, llamado
Rompehuesos, fue designado capitán en los Capas Doradas. El hermano más joven, Larys el
Patizambo, se unió a los espías del rey.
Así estaban los asuntos en Desembarco del Rey a finales del año 105 CA, cuando la Reina
Aemma murió en su lecho en el Torreón de Maegor, dando nacimiento al hijo que Viserys
Targaryen había deseado durante tanto tiempo. El niño (llamado Baelon, como el padre del rey)
la sobrevivió solo por un día, dejando al rey y la corte desconsolados… salvo quizás al Príncipe
Daemon que fue visto en un burdel en la Calle de Seda, ebrio y bromeando con sus camaradas
nobles sobre “el heredero por un día.” Cuando eso llegó a los oídos del rey (la leyenda dice que
fue la prostituta que estaba sentada en el regazo de Daemon quien lo comentó, pero la
evidencia sugiere que realmente fue uno de sus ebrios compañeros, el capitán en los Capas
Doradas ávido por el ascenso), Viserys se puso lívido. Su Gracia finalmente se había hartado de
este hermano ingrato y sus ambiciones.

Una vez terminado el periodo de su luto, el rey decidió rápidamente resolver el problema de la
sucesión largamente postergado. Desatendiendo los precedentes establecidos por el Rey
Jaehaerys en 92 y el Gran Concilio en 101, el Rey Viserys I declaró que su hija Rhaenyra era su
heredera justa, y la nombró Princesa de Rocadragon. En la fastuosa ceremonia en Desembarco
del Rey, cientos de señores homenajearon a Rhaenyra, cuando ella se sentó a los pies de su
padre en la base del Trono de Hierro, jurando honrar y defender su derecho a la sucesión.
El Príncipe Daemon no estaba entre ellos, sin embargo. Furioso con el decreto del rey, el príncipe
dejó Desembarco del Rey, renunciando a su cargo en la Guardia de la Ciudad. Primero fue a
Rocadragon, llevando a su amante Mysaria con él en el lomo de su dragón Caraxes, la enjuta
bestia roja que la gente llamaba Blood Wyrm. Allí permaneció durante seis meses hasta que
Mysaria parió a un niño.

Cuando comprendió que su concubina estaba embarazada, el Príncipe Daemon le regaló un


huevo de dragón, pero fue demasiado lejos. El Rey Viserys le ordenó devolver el huevo y
regresar a su esposa legal o sería considerado traidor. El príncipe obedeció, aunque de mala
gana, despachando a Mysaria (sin el huevo) de regreso a Lys, mientras volaba a Puerta de las
Runas en el Valle y hacia la indeseable compañía de su “perra de bronce.” Pero Mysaria perdió a
su hijo durante una tormenta en el Mar Angosto. Cuando el Príncipe Daemon se enteró, no dijo
nada respecto de su pena, pero su corazón se endureció contra su hermano, el rey. Después de
esto sólo habló del Rey Viserys con desdén y empezó a pensar día y noche en la sucesión.

Aunque la Princesa Rhaenyra había sido proclamada la sucesora de su padre, muchos en el reino
todavía esperaban que Viserys podría engendrar un heredero masculino, porque el Joven Rey
todavía no había cumplido treinta años. Gran Maestre Runciter fue el primero en instar a Su
Gracia de volver a casarse, incluso presentó una opción conveniente: Lady Laena Velaryon de
doce años. Una bella doncella joven, recién florecida, Lady Laena había heredado la belleza de
una verdadera Targaryen de su madre Rhaenys y un valiente espíritu aventurero de su padre la
Serpiente del Mar. Mientras él amaba navegar, Laena amaba volar, y había exigido para ella nada
menos que montar al poderoso Vhagar, el más viejo y grande de los dragones Targaryen desde
la muerte de Terror Negro en 94 CA. Tomando a la muchacha por esposa, el rey podría sanar la
grieta que se había ensanchado entre el Trono de Hierro y Marcaderiva, Runciter señaló. Y Laena
sería una reina espléndida ciertamente.

Viserys I Targaryen no era un rey de firmes determinaciones, debe decirse; siempre amable y
ansioso por agradar, confiaba en el consejo de los hombres que le rodeaban y a menudo
procedía según sus consejos. En este caso, sin embargo, Su Gracia tenía su propia opinión, y
ningún argumento lo oscilaría de su curso. Él se casaría de nuevo, sí… pero no con una chica de
doce años, y no por razones de estado. Otra mujer había cogido su ojo. Él anunció su intención
de casarse con Lady Alicent Hightower, la inteligente y encantadora hija de dieciocho años de la
Mano del Rey, la misma que había leído al Rey Jaehaerys cuando se estaba muriendo.

Los Hightower de Antigua eran una antigua y noble familia, de estirpe impecable; no podría
haber ninguna posible objeción a la elección del rey de su novia. Aun así hubo quienes
murmuraron, que la Mano deseaba encumbrarse, que había traído a su hija a la corte con esta
perspectiva. Unos dudaron de la virtud de Lady Alicent, sugiriendo ella había dado su virginidad
al Príncipe Daemon y después también había dado la bienvenida al Rey Viserys en su cama,
incluso antes de la muerte de la Reina Aemma.

En el Valle, el Príncipe Daemon azotó al sirviente que le dio las noticias hasta casi matarlo, según
informes recibidos. Tampoco agradó a la Serpiente del Mar. La Casa Velaryon había sido pasada
por encima una vez más, su hija Laena fue despreciada, igual que su hijo Laenor por el Gran
Concilio en 101, y su esposa por el Viejo Rey en 92 CA.
(Lady Laena se veía tranquila. “La Lady muestra mucho más interés en volar que en los
muchachos,” su maestre observó).

Cuando el Rey Viserys tomó a Alicent Hightower por esposa en 106 CA, fue notable la ausencia
de la Casa Velaryon. La Princesa Rhaenyra supervisó el banquete para su madrastra, y la Reina
Alicent la besó y la llamó “hija.” La princesa estaba entre las mujeres que desvistieron al rey y lo
acompañaron a la alcoba de su novia. Risas y amor imperaron en la Fortaleza Roja esa noche…
aunque en la Bahía de Aguasnegras, Lord Corlys, la Serpiente de Mar dio la bienvenida al
hermano del rey, el Príncipe Daemon a un concilio de guerra. El príncipe había soportado todo lo
que podía resistir del Valle de Arryn, Piedra de las Runas, y su esposa.

“La Hermana Oscura fue hecha para las tareas más nobles que matar ovejas,” se informó que le
había dicho al Señor de las Mareas. “Ella tiene sed de sangre.” Pero no era rebelión, lo que el
príncipe pícaro tenía en la mente; él vio otro camino hacia el poder.

Los Peldaños de Piedra, la cadena de islas rocosas entre Dorne y las Tierras de la Discordia de
Essos, había sido durante mucho tiempo una guarida de bandidos, desterrados y piratas. Las
islas eran de poco valor, salvo por su situación, controlaban las sendas marítimas hacia el Mar
Angosto, y los buques mercantes que atravesaban esas aguas eran, a menudo, presas de sus
habitantes. Todavía, durante siglos tales depredaciones habían permanecido sin inconvenientes.

Diez años antes, sin embargo, las Ciudades Libres de Lys, Myr, y Tyrosh habían apartado sus
antiguas enemistades para hacer causa común en una guerra contra Volantis. Después de
derrotar a los Volantenes, las tres ciudades victoriosas habían entrado en una “alianza eterna” y
formaron un nuevo poder fuerte: el Triarchy, mejor conocido en Poniente como el Reino de las
Tres Hijas, o, más rudamente, las Tres Prostitutas (ese “reino” no tenía rey, gobernándose por
un concilio de treinta y tres magistrados). Una vez que Volantis se retiró de las Tierras de la
Discordia, las Tres Hijas habían vuelto su mirada hacia el oeste. Sus ejércitos, liderados por el
príncipe-almirante de Myr, Craghas Drahar que se ganó el apodo de Craghas Crabfeeder,
barrieron los Peldaños de Piedra estacando a centenares de piratas en las arenas húmedas para
que se ahoguen en la marea creciente.

La anexión de Peldaños de Piedra por el Triarchy encontró, al principio, la aprobación de los


señores de Poniente. El orden había reemplazado el caos, y si las Tres Hijas exigían un peaje de
cualquier barco que atravesaba sus aguas, parecía un precio pequeño.

No obstante, la avaricia de Craghas Crabfeeder y sus compañeros de la conquista pronto cambió


los sentimientos en su contra; el peaje fue elevado una y otra vez, poniéndose tan ruinoso, que
pronto los mercaderes que habían pagado una vez alegremente, ahora buscaron resbalarse más
allá de las galeras de Triarchy, como una vez lo hicieran de los piratas. Drahar y sus co-
almirantes de Lys y Tyroshi parecían estar rivalizando entre sí para ver quién podría demostrar la
mayor avaricia. Los de Lys fueron los más aborrecidos, porque exigieron más que monedas de
los barcos de paso, tomando a las mujeres, chicas, y jóvenes apuestos para servir en sus
jardines de placer y casas de almohadas. (Entre aquéllos esclavizados estaba Lady Johanna
Swann, una sobrina de quince años de Lord de Timón de Piedra. Cuando su infame y mezquino
tío se negó a pagar el rescate, ella se vendió a una casa de almohadas, dónde se elevó para
volverse una cortesana famosa, conocida como el Cisne Negro, y gobernante de Lys en todo,
menos de nombre. Ay, su historia, a pesar de ser fascinante, no tiene ninguna relevancia en
nuestra presente historia).

De todos los señores de Poniente, ninguno sufrió tanto de estas prácticas como Corlys Velaryon,
Señor de las Mareas, cuyas flotas le habían hecho tan adinerado y poderoso como cualquier
hombre en los Siete Reinos. La Serpiente del Mar estaba determinada para acabar con la
regencia de Triarchy sobre Los Peldaños de Piedra, y en Daemon Targaryen encontró a un
compañero dispuesto, ávido por el oro y la gloría que le traería la victoria en la guerra. Eludiendo
la boda del rey, pusieron sus planes en Pleamar en la isla Marcaderiva. Lord Velaryon lideraría la
flota, el Príncipe Daemon el ejército.
Las fuerzas de las Tres Hijas los excederían en gran número… pero el príncipe también traería a
la batalla a su dragón Caraxes, el Blood Wyrm, y sus fuegos.

La batalla empezó en 106 CA. El Príncipe Daemon no tuvo dificultades en congregar un ejército
de aventureros sin tierras y segundos hijos, y ganó muchas victorias durante los primeros dos
años del conflicto. En 108 CA, cuando por fin se vio cara a cara con Craghas Crabfeeder, lo mató
de un solo tajo y lo decapitó con la Hermana Oscura.

Rey Viserys, indudablemente complacido por haberse librado de su molesto hermano, apoyó sus
empeños con regulares infusiones de oro, y por 109 CA Daemon Targaryen y su ejército de
mercenarios y asesinos controlaron todo, salvo dos de las islas, y las flotas de la Serpiente del
Mar habían tomado firme control de las aguas entre ellas. Durante este breve momento de
victoria, el Príncipe Daemon se declaró Rey de Peldaños de Piedra y el Mar Angosto, y Lord
Corlys puso una corona en su cabeza… pero su “el reino” estaba lejos de afianzarse.

Al siguiente año, el Reino de las Tres Hijas despachó una nueva fuerza de invasión comandada
por un capitán errante Tyroshi de nombre Racallio Ryndoon, ciertamente uno de los pícaros más
curiosos y extravagantes en los anales de historia, y Dorne se metió en la guerra aliándose con
Triarchy. La batalla se reanudó.

Rey Viserys y su corte seguían imperturbables. Según consta en las crónicas, Su Gracia dijo:
“Dejaré a Daemon jugar a la guerra.” Lo aleja de los problemas.”
Viserys era un hombre de paz, y durante estos años en Desembarco del Rey había una ronda
interminable de fiestas, bailes, y torneos, dónde los bufones y cantantes anunciaron el
nacimiento de cada nuevo príncipe Targaryen. La Reina Alicent había demostrado ser tan
fecunda como bonita.
En 107 CA, dio a luz un hijo saludable, nombrándolo Aegon, como el Conquistador. Dos años
después, regaló una hija para el rey, Helaena; en 110 CA, presentó a Su Gracia un segundo hijo,
Aemond, que se decía era la mitad del tamaño de su hermano mayor, pero dos veces más feroz.

Todavía la Princesa Rhaenyra continuó sentándose al pie del Trono de Hierro cuando su padre
presidia la corte, y Su Gracia empezó a traerla también a las reuniones del Pequeño Concilio.
Aunque muchos señores y caballeros buscaron su favor, la princesa sólo tenía los ojos para Ser
Criston Cole, su joven galán el escudo jurado.
“Ser Criston protege a la princesa de sus enemigos, ¿pero quién protege a la princesa de Ser
Criston?” La Reina Alicent preguntó un día en la corte.

La amistad entre Su Gracia y su hijastra había demostrado ser efímera, para ambas,
Rhaenyra y Alicent aspiraban a ser la primera dama del reino… y aunque la reina le había dado
no uno, sino dos herederos masculinos al rey, Viserys no había hecho nada para cambiar el
orden de la sucesión. La Princesa de Rocadragon seguía siendo su heredera, con la mitad los
señores de Poniente juramentados para defender sus derechos. Aquéllos que preguntaron,
“¿Qué de la decisión del Gran Concilio de 101?”, vieron que sus palabras caían en oídos sordos.
El asunto había sido decidido, por lo menos hasta donde concernía al Rey Viserys; no era un
problema que Su Gracia deseaba volver a tratar.

Todavía, las preguntas persistieron, incluso de la misma Reina Alicent. El más insistente entre
sus partidarios era su padre, Ser Otto Hightower, la Mano del Rey. Presionado demasiado lejos
respecto del tema, en 109 CA Rey Viserys despojó a Ser Otto de su cargo y nombró en su lugar
al taciturno Lord de Harrenhal, Lyonel Strong. “Esta Mano no me intimidará con bravatas,”
proclamó Su Gracia.

Incluso después de que Ser Otto había regresado a Antigua, el “grupo de la reina” todavía
existía en la corte; un grupo de poderosos señores amigos de la Reina Alicent y a favor de los
derechos de sus hijos. Contra ellos había el “grupo de la princesa.”
El Rey Viserys amaba a su esposa e hija y odiaba el conflicto y la disputa. Trataba todos los días
de mantener la paz entre sus mujeres y favoreciendo a ambas con regalos y oro y honores.
Durante el tiempo que gobernó, mantuvo el equilibrio, los banquetes y torneos como antes, y la
paz prevaleció a lo largo del reino… aunque había algunos, de vista aguda, quiénes observaron a
los dragones de una parte chasqueando y escupiendo llamas a los dragones de la otra parte.

En el año 111 AC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto aniversario de
bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un vestido verde,
mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de los Targaryen. Esto no
pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en costumbre referirse a los “verdes” y
los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la princesa, respectivamente. En el propio
torneo, los negros salieron bastante mejor parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba el favor
de la princesa Rhaenyra, derrotó a todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de sus
primos y a su hermano pequeño, Ser Gwayne Hightower.

Todavía había un hombre allí quién no vestía de verde, ni negro, sino oro y plata. El Príncipe
Daemon había vuelto a la corte finalmente. Llevando una corona y llamándose el Rey del Mar
Angosto, apareció sin ser anunciado en el cielo sobre Desembarco del Rey en su dragón,
rodeando tres veces las tierras del torneo… pero cuando por fin aterrizó, se arrodilló ante su
hermano y ofreció a su corona como prueba de amor y lealtad. Viserys le devolvió la corona y
besó Daemon en ambas mejillas, otorgándole la bienvenida a casa, y los señores y el pueblo
llano saludaron alegre y estrepitosamente, cuando los hijos de Príncipe Baelon Targaryen se
reconciliaron. Entre esas ovaciones la más alborozada era la de la Princesa Rhaenyra que se
emocionó por el retorno de su tío favorito y le pidió que se quedara un rato.

El Príncipe Daemon permaneció en la ciudad durante seis meses, e incluso reasumió su asiento
en el Pequeño Concilio, pero ni la edad, ni el destierro habían cambiado su naturaleza. Pronto
Daemon se unió de nuevo con sus antiguos compañeros los Capas Doradas y retornó a los
establecimientos a lo largo de la Calle de Seda, dónde había sido un patrocinador estimado.
Aunque trató a la Reina Alicent con toda la cortesía debido su posición, no existía ni rastro de
calidez entre ellos, y se dijo que el príncipe era notablemente indiferente con sus niños, sobre
todo con sus sobrinos Aegon y Aemond, cuyos nacimientos lo había empujado aún más abajo en
la línea de sucesión.

La Princesa Rhaenyra era una cuestión diferente. Daemon se pasó largas horas en su compañía,
esclavizándola con cuentos de sus aventuras y batallas. Le regaló perlas y sedas y libros y una
tiara de jade, diciendo que había pertenecido a la Emperatriz de Leng; le leía poemas, cenaba
con ella, navegada con ella; la entretuvo imitando a los verdes en la corte, burlándose de la
Reina Alicent y sus niños. Alabó su belleza, declarando que era la doncella más hermosa en
todos los Siete Reinos. Tío y la sobrina empezaron a volar casi a diario con Syrax y Caraxes, en
carreras hacia Rocadragon.

Aquí nuestras fuentes divergen. Gran Maester Runciter dice que los hermanos riñeron de nuevo,
y el Príncipe Daemon partió de Desembarco del Rey para regresar a los Peldaños de Piedra y sus
guerras. No menciona la causa de la riña. Otros afirman que fue la Reina Alicent quien instó a
Viserys de alejar a Daemon. Pero Septon Eustace y Champiñón relatan otro cuento… o más bien,
dos cuentos. Eustace, el menos lúbrico de los dos, escribió que el Príncipe Daemon sedujo a su
sobrina, la princesa, y tomó su virginidad. Cuando los amantes fueron descubiertos en la cama
juntos y conducidos ante el rey, Rhaenyra insistió que ella estaba enamorada de su tío y solicitó
a su padre la licencia para contraer matrimonio. El Rey Viserys no quiso oír hablar de esto, sin
embargo, y recordó a su hija que el Príncipe Daemon ya tenía una esposa. En su furia, mandó
confinar a su hija en sus aposentos, y ordenó a su hermano que partiera, y que ambos jamás
deberían hablar de lo que había pasado.

El cuento relatado por Champiñón es mucho más depravado. Según el enano, era a Ser Criston
Cole a quien la princesa anhelaba, no al Príncipe Daemon, pero Ser Criston era un verdadero
caballero, noble y casto y atento a sus votos, y aunque él estaba en su compañía día y noche,
nunca hizo algo más que besarla, incluso nunca dijo que la amaba.
“Cuando te mira, ve a la chica pequeña que eras, no a la mujer que te has vuelto,” le dijo
Daemon a su sobrina, “pero yo puedo enseñarte cómo hacer que te vea como una mujer.”

Empezó dándole lecciones de besos, afirma Champiñón. De allí el príncipe siguió mostrándole a
su sobrina donde era mejor tocar a un hombre para producirle placer: un ejercicio que a veces
involucró al mismo Champiñón y supuestamente enorme miembro. Daemon instruyó a la chica
en cómo debía desvestirse de manera incitante, amasando sus tetas para hacerlas más
sensibles, y voló con ella en el lomo del dragón a las desoladas rocas en la Bahía de
Aguasnegras, dónde - sin ser inadvertidos - se desnudaban y la princesa podría practicar el arte
de darle placer a un hombre con su boca. Por la noche él la sacaba de contrabando de sus
cuartos vestida como un escudero y la conducía a los burdeles en la Calle de Seda, dónde la
princesa podría observar a los hombres y mujeres en el acto de amor, y aprender “las artes
femeninas” de las rameras de Desembarco del Rey.
Champiñón no dice cuánto tiempo continuaron estas lecciones, pero Septon Eustace difiere, él
insiste que la Princesa Rhaenyra seguía siendo doncella, porque ella deseaba conservar su
inocencia como un regalo para su amado. Pero cuando por fin ella se acercó al “caballero
blanco,” usando todo lo que había aprendido, Ser Criston se horrorizó y la rechazó con
desprecio.

La historia completa se difundió pronto, gracias a Champiñón. El Rey Viserys se negó a creer una
palabra al principio, hasta que el propio Príncipe Daemon confirmara que la historia era cierta.
“Dame a la chica por esposa,” supuestamente le dijo a su hermano. “¿Quién la tomaría ahora?”
En cambio el Rey Viserys lo envió al destierro, decretando que nunca debería retornar a los Siete
Reinos so pena de muerte. (Lord Strong, la Mano del Rey, argumentó que el príncipe debía ser
inmediatamente asesinado como traidor, pero el Septon Eustace recordó a Su Gracia que ningún
hombre es tan maldito como el que asesina a los de su propia sangre).

En consecuencia, estas cosas son ciertas. Daemon Targaryen regresó a los Peldaños de Piedra y
reasumió su lucha por esas rocas yermas barridas por las tormentas. Gran Maester Runciter y
Ser Harrold Westerling, Lord Comandante de la Guardia Real, ambos murieron en 112 CA. Ser
Criston Cole fue nombrado Lord Comandante de la Guardia Real en el lugar de Ser Harrold, y los
archimaestres de la Ciudadela enviaron al Maester Mellos a la Fortaleza Roja para asumir la
cadena del Gran Maestre y deberes. De todos modos, Desembarco del Rey volvió a su
tranquilidad de costumbre durante dos años… hasta 113 CA, cuando la Princesa Rhaenyra
cumplió dieciséis, tomó posesión de Rocadragon como su propia sede, y se casó.

Mucho antes de que cualquier hombre tuviera algún motivo para dudar de su inocencia, la
cuestión de elegir a un consorte conveniente para Rhaenyra había sido la preocupación del Rey
Viserys y su concilio. Grandes señores y briosos caballeros aleteaban alrededor de ella, como
polillas alrededor de la llama, rivalizando por su favor. Cuando Rhaenyra visitó el Tridente en
112, los hijos de Lord Bracken y Lord Blackwood se batieron en duelo por ella, y el hijo más
joven de la Casa Frey fue aún más osado pidiendo su mano abiertamente (Frey el Tonto, fue
llamado después de esto). En el oeste, Ser Jason Lannister y su gemelo Ser Tyland rivalizaron
por ella durante un banquete en Roca Casterly. Los hijos de Lord Tully de Aguasdulces, Lord
Tyrell de Altojardin, Lord Oakheart de Roble Viejo, y Lord Tarly de Colina Cuerno cortejaron a la
princesa, igual que el hijo mayor de la Mano, Ser Harwin Strong. Su apodo era Breakbones, era
el heredero de Harrenhal y afirmaba ser el hombre más fuerte en los Siete Reinos. Viserys
incluso mencionó la boda de Rhaenyra con el Príncipe de Dorne, como una manera de atraer a
los dornienses al reino.

La Reina Alicent tenía su propio candidato: su mayor hijo, el Príncipe Aegon, el medio hermano
de Rhaenyra. Pero Aegon era un niño, la princesa diez años mayor. Es más, ambos medios
hermanos nunca se habían llevado bien. “Razón de más para unirlos en matrimonio,” la reina
argumentó. Viserys no estaba de acuerdo. “El muchacho lleva la sangre de Alicent,” le dijo a
Señor Strong. “Ella lo quiere en el trono.”

La mejor opción, finalmente convenida entre el rey y el Pequeño Concilio, sería el primo de
Rhaenyra, Laenor Velaryon. Aunque el Gran Concilio de 101 se había decretado en contra de su
reclamación, el chico Velaryon seguía siendo el nieto del Príncipe Aemon Targaryen, bendita su
memoria, y el bisnieto del Viejo Rey, con sangre de dragón en ambos lados de su progenie. Tal
pareja uniría y fortalecería la sangre real y recobraría la amistad de la Serpiente del Mar con su
poderosa flota con el Trono de Hierro. Una objeción fue elevada: Laenor Velaryon, de diecinueve
años nunca había mostrado algún interés en las mujeres. En cambio se rodeaba de guapos
escuderos de su propia edad y se decía que prefería su compañía. Pero Gran Maester Mellos
alejó esa preocupación con la mano. “¿Y qué?” se supone que ha dicho. “No me agrada el
pescado, pero cuando es servido, me lo como.” Así fue decidido.

El rey y concilio habían omitido consultar a la princesa, sin embargo, y Rhaenyra demostrado ser
la hija de su padre, con sus propias nociones sobre con quien deseaba casarse. La princesa sabía
mucho y más sobre Laenor Velaryon y no deseaba ser su novia.
“Mis medio hermanos serían más apropiados para él,” le dijo al rey (la princesa siempre se cuidó
de referirse a los hijos de la reina Alicent como medio hermanos, nunca como hermanos). Y
aunque Su Gracia razonó con ella, le imploró, le gritó, y la llamó hija ingrata, ninguna palabra
suya logró convencerla… hasta que el rey planteara la cuestión de la sucesión. Lo que un rey
había hecho, un rey podría deshacer, señaló Viserys. Ella se casaría tal como ordenó, o
nombraría como su heredero a su medio hermano Aegon en su lugar. Entonces la princesa dio su
aquiescencia.
Septon Eustace dice ella se arrodilló y rogó por su perdón, Champiñón afirma que ella discutió
con su padre. Pero ambos están de acuerdo que al final ella consintió casarse.

Y aquí de nuevo nuestras fuentes difieren. Esa noche, Septon Eustace informa, que Ser Criston
Cole se introdujo en la alcoba de la princesa para confesarle su amor. Le dijo a Rhaenyra que él
tenía un barco aguardando en la bahía y le pidió que huyera con él al otro lado del Mar Angosto.
Se casarían en Pentos o Tyrosh o Antigua Volantis, dónde no incumbían las órdenes de su padre,
y a nadie importaría que él hubiera traicionado sus votos como un miembro de la Guardia Real.
Su proeza con la espada y daga eran tales, que no dudaba que pudiera entrar en servicio de
algún príncipe mercantil. Pero Rhaenyra se negó. Era la sangre de dragón, le recordó, y nació
para mucho más que vivir como la esposa de un vulgar mercenario. ¿Y si podía despreciar sus
votos como Guardia Real, por qué los votos matrimoniales significarían más para él?

Champiñón relata un cuento muy diferente. En su versión, era la Princesa Rhaenyra quien fue a
Ser Criston, no él a ella. Lo encontró en la Torre de la Espada Blanca, cerró la puerta, y se quitó
su capa para revelar su desnudez. “Conservé mi virginidad para ti,” le dijo. “Tómala, como
prueba de mi amor, ahora. Significará poco o nada para mi novio, y quizás cuando él comprenda
que no soy casta podría rechazarme.”

Todavía, a pesar de toda su belleza, sus súplicas cayeron en oídos sordos de Ser Criston, un
hombre de honor y fiel a sus votos. Desdeñada y furiosa, la princesa se puso su capa y salió
afuera, en la noche… donde por casualidad se encontró con Ser Harwin Strong, que volvía de
una noche de juerga en los guisados de la ciudad. Breakbones había deseado a la princesa
durante mucho tiempo y no había tenido ninguno de los escrúpulos de Ser Criston. Así que fue él
quien tomó la inocencia de Rhaenyra, derramando su sangre de doncella en la espada de su
masculinidad… según Champiñón que afirma haberlos encontrado en la cama por la mañana.

Como quiera que pasara, desde ese día en adelante, el amor que Rhaenyra Targaryen había
sentido por Ser Criston Cole se volvió aborrecimiento, y el hombre que había sido hasta
entonces el compañero constante de la princesa y su campeón, se volvió el más amargo de sus
enemigos.

No mucho tiempo después de esto, Rhaenyra navegó hacia Marcaderiva, acompañada por sus
criadas (dos de ellas eran las hijas de la Mano y hermanas de Ser Harwin); el bufón Champiñón
y su nuevo campeón, el mismísimo Breakbones.

En 114 CA, Rhaenyra Targayen, Princesa de Rocadragon, tomó por esposo a Ser Laenor Velaryon
(armado caballero una quincena antes de la boda, ya que se juzgó necesario que el príncipe
consorte sea un caballero). La novia contaba diecisiete años, el novio veinte, y todos estaban de
acuerdo que formaban una guapa pareja. El banquete de boda se celebró durante siete días de
fiestas y justas.
Entre los competidores se encontraban los hermanos de la Reina Alicent, cinco Hermanos
Jurados de la Guardia Real, Breakbones, y el favorito del novio, Ser Joffrey Lonmouth, conocido
como el Caballero de Besos. Cuando Rhaenyra otorgó su lazo a Ser Harwin, su nuevo marido se
rió y dio uno de suyos propios a Ser Joffrey.

Ser Criston Cole se cambió al bando de la Reina Alicent. A su Gracia le complació concederle su
favor. Llevando su símbolo, el joven Lord Comandante de la Guardia Real derrotó a todos los
retadores, luchando con furia negra. Dejó a Breakbones con una clavícula rota y un codo
destrozado (lo que indujo a Champiñón llamarle Brokenbones después de esto), pero fue el
Caballero de Besos quien sintió la parte más plena de su furia. El arma favorita de Cole era el
morningstar, y los golpes que llovió sobre el campeón de Ser Laenor hicieron crujir su yelmo y lo
dejaron inconsciente en el barro. Llevado ensangrentado del campo, Ser Joffrey murió seis días
después sin recuperar la conciencia. Champiñón relató que Ser Laenor pasó todas las horas de
esos días al lado de su cama y lloró amargamente cuando se murió.

El Rey Viserys también estaba bastante furioso; una celebración alegre se había vuelto la
ocasión de pesar y recriminación. Se dice que la Reina Alicent no compartió su disgusto, sin
embargo; poco después, ella le pidió a Ser Criston Cole ser su protector personal. La frialdad
entre la esposa del rey y la hija del rey era muy visible; incluso los invitados de Las Ciudades
Libres tomaron nota de ello en las cartas enviadas a Pentos, Braavos, y Antigua Volantis.

Después de esto, Ser Laenor regresó a Driftmark, dejando muchas preguntar de si su


matrimonio habría sido consumado alguna vez. La princesa permaneció en la corte, rodeada por
sus amigos y admiradores.
Ser Criston Cole no estaba entre ellos, después de haberse integrado completamente al grupo de
la reina, los verdes; pero el voluminoso y temible Breakbones (o Brokenbones, como lo llamaba
Champiñón) ocupó su lugar, volviéndose la cabeza de los negros, siempre al lado de Rhaenyra
en los banquetes y bailes y caza. Su marido no elevó ninguna objeción. Ser Laenor prefirió las
comodidades de Pleamar, dónde pronto encontró un nuevo favorito en un caballero de la casa
llamado Ser Qarl Correy.

Después de esto, aunque se unía con su esposa en los importantes eventos de la corte, dónde
su presencia era esperada, Ser Laenor pasó la mayoría de sus días lejos de la princesa. Septon
Eustace dice que ellos compartieron la cama no más de una docena de veces. Champiñón
concuerda, pero agrega que menudo Qarl Correy compartió esa cama también; despertando a la
princesa para observar a los hombres retozando entre sí – él cuenta – y de vez en cuando
ambos la incluían en sus placeres. Todavía Champiñón se contradice, pues en otra parte afirma
que la princesa dejaba a su marido con su amante en esas noches y buscaba su propio solaz en
los brazos de Harwin Strong. Cualquiera sea la verdad de estos cuentos, pronto fue anunciado
que la princesa estaba embarazada.

Nacido en 114 CA, el niño era grande, fuerte, con el pelo marrón, ojos castaños, y una nariz
respingona (Ser Laenor tenía la nariz aguileña, pelo blanco plateado, y ojos purpúreos que
denotaban su sangre de Valyria). Laenor quería nombrar al niño Joffrey, pero su padre, Lord
Corlys, se opuso. En cambio al niño se le dio el nombre tradicional de Velaryon: Jacaerys (los
amigos y hermanos lo llamarían Jace).

La corte todavía estaba regocijándose con el nacimiento del niño de la princesa, cuando su
madrastra, la Reina Alicent, también entró en la labor, entregando a Viserys su tercer hijo,
Daeron… cuyos colores, al contrario de Jace, testificaron su sangre de dragón.
Por la orden real, los infantes Jacaerys Velaryon y Daeron Targaryen compartieron una nodriza
hasta que fueron destetados. Fue dicho que el rey esperaba prevenir cualquier enemistad entre
los dos chavales volviéndolos hermanos de leche. En ese caso, sus esperanzas demostraron ser
tristemente infundadas.

Un año después, en 115 CA, sobrevino un evento trágico, de la clase que forma el destino de los
reinos: “la perra de bronce” de Piedra de las Runas, Lady Rhea Royce, se cayó de su caballo
mientras practicaba cetrería y estrelló su cráneo en una roca. Tardó nueve días antes de sentirse
bastante mejor para finalmente dejar su cama… sólo para derrumbarse y morir en una hora. Un
cuervo se envió debidamente al Bastión de Tormentas, y Lord Baratheon despachó a un
mensajero por barco a Roca de Sangre, dónde el Príncipe Daemon todavía estaba tratando de
defender su magro reino contra los hombres de Triarchy y sus aliados de Dorne.

Daemon voló en seguida al Valle. “Para poner a mi esposa en su reposo,” dijo, aunque pareciera
que abrigaba la esperanza de reclamar sus tierras, castillos, e ingresos. En eso falló; La Puerta
de Runas pasó en cambio al sobrino de Lady Rhea, y cuando Daemon apeló en el Nido de
Águilas, no sólo su demanda fue rechazada, sino que Lady Jeyne le advirtió que su presencia en
el Valle no era bienvenida.
Después, volando de regreso hacia los Peldaños de Piedra, el Príncipe Daemon aterrizó en
Marcaderiva para hacer una visita de cortesía a su antiguo compañero en la conquista, la
Serpiente del Mar, y la Princesa Rhaenys.

Pleamar era uno de los pocos lugares en los Siete Reinos dónde el hermano del rey podría estar
seguro de no ser rechazado. Allí su mirada cayó en Laena, la hija de Lord Corlys, doncella de
veintidós años, alta, esbelta, y absolutamente encantadora (incluso Champiñón se deleitó con su
belleza, escribiendo que ella “era casi tan bonita como su hermano”), con una gran melena con
anillos de plata y oro cayendo más allá de su cintura. Laena había sido la prometida a la edad de
doce a un hijo del Señor de Mar de Braavos… pero el padre había muerto antes de que ellos
pudieran casarse, y el hijo pronto demostró ser manirroto y necio, malgastando la riqueza y
poder de su familia antes de ir a Marcaderiva. A falta de un medio elegante para librarse del
compromiso, pero reacio a proseguir con el matrimonio, Lord Corlys había pospuesto la boda
repetidamente.

Los juglares nos harían creer que el Príncipe Daemon se enamoró de Laena. Los hombres con
una inclinación más cínica creen que el príncipe la vio como una manera de controlar su propio
descenso. Una vez considerado como el heredero de su hermano, había bajado en la línea de
sucesión, y ni los verdes, ni los negros tenían un lugar para él… pero la Casa Velaryon era
bastante poderosa como para desafiar ambas partes con impunidad. Cansado de los Peldaños de
Piedra, y libre por fin de su “perra de bronce,” Daemon Targaryen le pidió la mano de su hija a
Lord Corlys en matrimonio.

El desterrado novio de Braavos seguía siendo un impedimento, pero no por mucho tiempo;
Daemon se burló de él tan salvajemente en su cara, que el chico no tuvo otra alternativa que
retarlo para que defienda sus palabras con acero. Armado con Hermana Oscura, el príncipe hizo
una breve faena con su rival, y se casó con Lady Laena Velaryon una quincena después,
abandonando su reino y la dura tarea de escarbar en los Peldaños de Piedra. (Otros cinco
hombres le siguieron como los Reyes del Mar Angosto, hasta la breve y sangrienta historia de
ese salvaje “reino” mercenario, que acabó para el bien de todos).

El Príncipe Daemon supo que a su hermano no le placería oír de su nuevo matrimonio.


Prudentemente, el príncipe y su nueva novia se alejaron de Poniente poco después de la boda,
cruzando el Mar Angosto en sus dragones. Algunos dijeron que volaron a Valyria, desafiando la
maldición que colgaba encima de ese baldío humeante, para descubrir los secretos de los
señores dragón del Antiguo Feudo Franco. La verdad era menos romántica. El Príncipe Daemon y
Lady Laena volaron primero a Pentos, dónde fueron agasajados por el príncipe de la ciudad. El
Pentoshi temía el creciente poder de Triarchy al sur y vio en Daemon un valioso aliado contra las
Tres Hijas. De allí, el príncipe y su novia cruzaron hacia Antigua Volantis, dónde disfrutaron de la
cálida bienvenida similar. Luego volaron a Rhoyne, a Qohor y Norvos. En esas ciudades, muy
distantes de las penas de Poniente y el poder de Triarchy, su bienvenida era menos arrebatada.
Sin embargo, en todas partes, grandes muchedumbres volteaban al vislumbrar a Vhagar y
Caraxes.
Los jinetes de dragones estaban una vez más en Pentos, cuando Lady Laena supo que esperaba
un hijo. Evitando el extenso vuelo, el Príncipe Daemon y su esposa se establecieron en una casa
fuera de los muros de la ciudad como invitados de un magistrado de Pentos, hasta el nacimiento
del bebé.

Entretanto, en Poniente, la Princesa Rhaenyra había dado a luz al segundo hijo por el año 115
CA. El niño se nombró Lucerys (Luke). Septon Eustace nos dice que Ser Laenor y Ser Harwin
estaban al lado de la cama de Rhaenyra esperando el nacimiento. Como su hermano Jace, Luke
tenía ojos castaños y el pelo marrón, en lugar del plateado de los príncipes Targaryen, pero era
un niño grande y lozano, y el Rey Viserys estaba encantado con él, cuando el niño fue
presentado en la corte. Estos sentimientos no eran compartidos por su reina.
“Siga intentando,” le dijo la Reina Alicent a Ser Laenor. “Quizás puede conseguir que uno se le
parezca.”

Y la rivalidad entre los verdes y negros se acrecentó, alcanzando el punto finalmente, cuando
reina y princesa escasamente podían soportarse. Después de esto la Reina Alicent permaneció
en la Fortaleza Roja de Desembarco del Rey, mientras la princesa pasaba sus días en
Rocadragon con su campeón, Ser Harwin Strong. Se decía que su marido, Ser Laenor, la visitaba
“frecuentemente.”
En 116 CA, en la Ciudad Libre de Pentos, Lady Laena dio nacimiento a gemelas, las primeras
hijas legítimas de Daemon Targaryen. El príncipe nombró a las niñas Baela (como su padre) y
Rhaena (como su madre). Cuando ellas cumplieron seis meses, las niñas y su madre navegaron
a Marcaderiva, mientras Daemon voló al frente con ambos dragones.
De Pleamar, envió un cuervo a Desembarco del Rey, informando al rey del nacimiento de sus
sobrinas y solicitando la licencia para presentar a las niñas en la corte y recibir una bendición
real. Aunque su Mano y el Pequeño Concilio argumentaron acaloradamente en contra, Viserys
consintió, porque el rey todavía amaba al hermano, que había sido el compañero de su juventud.
“Daemon ahora es un padre,” le dijo a Gran Maester Mellos. “Él habrá cambiado.”
Así fue como los hijos de Baelon Targaryen se reconciliados por segunda vez.

En 117 CA, en Rocadragon, la Princesa Rhaenyra parió otro hijo. Por fin, a Ser Laenor se le
permitió darle el nombre de su amigo caído, Ser Joffrey Lonmouth. Joffrey Velaryon era tan
grande y saludable, de cara roja, como sus hermanos, igual que ellos, tenía el pelo marrón, ojos
castaños, y rasgos que algunos en la corte llamaron ordinarios. Los susurros empezaron de
nuevo. Los verdes creían firmemente que el padre de los hijos de Rhaenyra no era su marido
Laenor, sino su campeón, Harwin Strong.

Cualquiera sea la verdad de estas alegaciones, no existía nunca ninguna duda de que el Rey
Viserys todavía consideraba que su hija le seguiría en el Trono de Hierro, y sus hijos la seguirían
a su vez. Por el decreto real, cada uno de los chicos Velaryon recibió un huevo de dragón en la
cuna. Aquéllos que dudaron de la paternidad de los hijos de Rhaenyra susurraron que los huevos
nunca saldrían del cascarón, pero el nacimiento a su vez de tres los jóvenes dragones,
desmintieron sus palabras. Los pequeños dragones se nombraron Vermax, Arrax, y Tyraxes.
Y Septon Eustace nos dice que Su Gracia sentaba a Jace en sus rodillas en el Trono Férrico,
mientas presidia la corte, y se oyó cuando dijo, “Un día éste será tu asiento, chaval.”

El parto exigió su precio en la princesa; el peso que Rhaenyra acrecentó durante sus
embarazos, nunca la dejó completamente, y cuando nació el niño más joven, ella se había
vuelto robusta y gruesa de cintura; la belleza de su niñez de fue marchitando, aunque solo
contaba con veinte años. Según Champiñón, esto sólo sirvió para ahondar su resentimiento
contra su madrastra, pues la Reina Alicent permanecía delgada y elegante con casi el doble de
su edad.

Los pecados de los padres a menudo se transfieren a los hijos, los hombres sabios han dicho; y
para el caso, también los pecados de las madres. La enemistad entre la Reina Alicent y la
Princesa Rhaenyra pasó a sus hijos, y los tres hijos de la reina, los Príncipes Aegon, Aemond, y
Daeron, crecieron siendo amargos rivales de sus sobrinos Velaryon, resentidos por haberles
robado lo que consideraban su primogenitura: el propio Trono de Hierro. Aunque los seis
muchachos asistían a las mismas fiestas, bailes, y juegos, y a veces entrenaban juntos en el
patio con los mismos maestros de armas y estudiaban con los mismos maestres, el encierro sólo
sirvió para alimentar su antipatía mutua en lugar de ligarlos como hermanos.

Aunque la Princesa Rhaenyra sentía antipatía por su madrastra la Reina Alicent, se encariñó más
y más con su cuñada Lady Laena. Así que con Marcaderiva y Rocadragon tan cercanos, Daemon
y Laena visitaron a menudo a la princesa, y ella a ellos. Muchas veces volaban juntos en sus
dragones, y Syrax, ella-dragón de la princesa, produjo varias nidadas de huevos. Rhaenyra
anunció los esponsales de sus dos mayores hijos con las hijas del Príncipe Daemon y Lady Laena
en 118 CA, con la bendición del Rey Viserys. Jacaerys tenía cuatro y Lucerys tres, las chicas dos.
Y en 119 CA, cuando Laena anunció que esperaba de nuevo un hijo, Rhaenyra voló a
Marcaderiva para asistirla durante el parto.

Y entonces la princesa estaba al lado de su cuñada en el tercer día de ese maldito año 120 CA,
el año de la Primavera Roja. Después de un día y una noche de labor de Laena Velaryon se tornó
pálida y débil, pero finalmente nació el hijo que el Príncipe Daemon tanto deseaba; pero el bebé
era torcido y malformado, y murió dentro de una hora. Su madre no le sobrevivió durante
mucho tiempo. Su fatigosa labor había agotado todas las fuerzas de Lady Laena, y la congoja la
debilitó aún más, debilitándola, antes del ataque de fiebre de postparto.
Como su condición se empeoraba firmemente, a pesar de los mejores esfuerzos del joven
maestre de Marcaderiva, el Príncipe Daemon voló a Rocadragon y regresó con el maestre de la
Princesa Rhaenyra, un hombre mayor y experimentado, famoso por sus habilidades como
sanador. Tristemente, el Maester Gerardys vino demasiado tarde. Después de tres días de delirio,
Lady Laena murió a la edad de veintisiete. En su hora final – se comentó – Lady Laena bajó de
su cama y salió del cuarto, e intentó localizar a Vhagar para poder volar una última vez antes de
morir. No obstante, sus fuerzas le fallaron en la escalera de la torre, y fue allí donde se
derrumbó y murió. Su marido, el Príncipe Daemon, la llevó de regreso a su cama. Después, la
Princesa Rhaenyra se sentó con él durante la vigilia junto al cadáver de Lady Laena y lo confortó
en su dolor.

La muerte de Lady Laena fue la primera tragedia de 120 CA, pero no sería la última. Sería el año
cuando muchas de las tensiones y celos largamente fermentados a fuego lento, que habían
plagado los Siete Reinos, finalmente llegaron al punto de hervor; un año cuando muchos
tendrían motivos para lamentarse y rasgarse las vestiduras… aunque ninguno más que la
Serpiente del Mar, Lord Corlys Velaryon, y su noble esposa, la Princesa Rhaenys, quién podría
haber sido una reina.

El Señor de las Mareas y su señora todavía estaban lamentando la pérdida de su querida hija,
cuando el Desconocido vino de nuevo, para llevarse a su hijo. Ser Laenor Velaryon, el marido de
la Princesa Rhaenyra y el padre putativo de sus niños, fue asesinado mientras asistía a una feria
en Spicetown, apuñalado a muerte por su amigo y compañero Ser Qarl Correy. Los dos hombres
habían estado riñendo antes de que aparecieran las dagas, le dijeron los mercaderes de la feria
a Lord Velaryon cuando vino para recoger el cuerpo de su hijo. Por entonces Correy había huido,
hiriendo a varios hombres que intentaron impedirlo. Algunos afirmaron que en la costa un barco
había estado esperando a por él. Nunca fue visto de nuevo.

Las circunstancias del asesinato siguen siendo un misterio hasta el momento. Gran Maester
Mellos sólo escribió que Ser Laenor fue asesinado por uno de sus propios caballeros de la casa
después de una pelea. Septon Eustace nos proporciona el nombre del asesino, y declara que los
celos eran el motivo del asesinato; Laenor Velaryon se había cansado del compañerismo de Ser
Qarl y se había enamorado de un nuevo favorito, un joven y guapo escudero de dieciséis.
Aparecieron y se desarrollaron rápidamente, como siempre, teorías más siniestras, sugiriendo
que el Príncipe Daemon le pagó a Qarl Correy para disponer del marido de la Princesa Rhaenyra,
lo subió a un barco para llevarlo lejos, entonces le cortó la garganta y lo arrojó al mar.
Un caballero de la casa de nacimiento relativamente bajo, Correy fue conocido por tener
apetencias de un lord y la bolsa de un campesino, y se dijo que era despilfarrador además,
apostando sumas extravagantes, que presta una cierta creencia a la necia versión de los
eventos. No había ninguna prueba, ni entonces, ni ahora, aunque la Serpiente del Mar ofreció un
premio de diez mil dragones de oro para cualquier hombre que podría llevarlo a Ser Qarl Correy,
o podría entregar al asesino para la venganza de un padre.

Ni siquiera éste era el fin de las tragedias que marcarían ese año terrible. La siguiente ocurrió en
Pleamar después del entierro de Ser Laenor, cuando el rey y su corte llegaron a Driftmark para
la pira fúnebre, muchos en la espalda de sus dragones. (Tantos dragones estaban presentes, que
Septon Eustace escribió que Marcaderiva se había vuelto la nueva Valyria).

Todos conocen la crueldad de niños. El Príncipe Aegon Targaryen tenía trece años, la Princesa
Helaena doce, el Príncipe Aemond diez, y el Príncipe Daeron seis. Aegon y Helaena eran jinetes
de dragones. Helaena voló en Dreamfyre, ella-dragón que había llevado a Rhaena una vez, “la
novia negra” de Maegor el Cruel, mientras que su hermano Aegon montaba al joven Sunfyre,
que era el dragón más bonito sobre la tierra. Incluso el Príncipe Daeron tenía un dragón, el
bonito ella-dragón azul llamado Tessarion, aunque tenía que montarlo todavía. Sólo el Príncipe
Aemond, permanecía sin dragón, pero Su Gracia tenía esperanzas de rectificar eso, y esperaba
que quizás la corte pudiera permanecer en Rocadragon después de los entierros. Podría
encontrarse una abundancia de huevos de dragón debajo del Monte Dragón, y varios dragones
recién nacidos también. El Príncipe Aemond podría tener su oportunidad “si el muchacho es
bastante valiente.”
Aemond Targaryen, incluso a los diez, no carecía de valentía. La burla del rey picó, y él resolvió
no esperar a por Rocadragon. ¿Para qué querría algún endeble dragoncillo, o algún tonto huevo?

Justo allí en Pleamar había un dragón digno de él: Vhagar, el dragón más viejo, más grande,
más terrible del mundo. Incluso para un hijo de la Casa Targaryen, siempre existe el peligro de
acercarse a un dragón extraño, particularmente un dragón viejo, de mal genio, que habia
perdido a su jinete recientemente. Su padre y madre nunca le permitirían acercarse a Vhagar,
Aemond lo sabía. Así que se aseguró de que no lo supieran, bajando de su cama al alba,
mientras todavía dormían y bajó al gran patio exterior, adónde alimentaban a Vhagar y los otros
dragones en los establos. El príncipe había esperado montar a Vhagar en secreto, pero cuando
se deslizó hacia el dragón, la voz de un chico sonó. “¡Apártate de ella!”
La voz pertenecía al más joven de sus medios sobrinos, Joffrey Velaryon, un muchacho de tres.
Siempre inquieto, Joff había salido furtivamente de su cama para ver a su propio joven dragón
Tyraxes. Asustado que el muchacho levantara la alarma, el Príncipe Aemond lo abofeteó,
gritando que debía callarse, entonces lo empujó hacia atrás en un montón de mierda de dragón.
Cuando Joff empezó a gritar, Aemond corrió hacia Vhagar y trepó en su espalda.

Después él diría que tuvo tanto miedo de ser cogido, que se olvidó de asustarse de ser quemado
y comido.
Llámelo intrepidez, llámelo locura, llámelo suerte o la voluntad de los dioses, o el capricho de los
dragones. ¿Quién puede conocer a la mente de tal bestia? Nosotros sabemos esto: Vhagar rugió,
se alzó tambaleándose en sus pies, se agitó violentamente… entonces destrozó sus cadenas, y
voló. Y el chico, el príncipe Aemond Targaryen, se volvió jinete de dragón, volando dos veces
alrededor de las torres de Pleamar antes de bajar.
Pero cuando aterrizó, los hijos de Rhaenyra estaban esperando a por él.

Joffrey había corrido para llamar a sus hermanos cuando Aemond tomó el cielo, y Jace y Luke
habían acudido a su llamada. Los príncipes Velaryon eran jóvenes—Jace de seis, Luke de cinco,
Joff de tres—pero eran tres, y se habían armado con las espadas de madera del patio de
entrenamiento. Ahora cayeron sobre él con furia. Aemond luchó, rompiendo la nariz de Luke con
un golpe, le quitó la espada a Joff, crujiéndola en la nuca de Jace, poniéndolo de rodillas.
Cuando los muchachos más jóvenes corrieron alejándose de él, ensangrentados y machucados,
el príncipe empezó a burlarse de ellos, llamándolos Strong.
Jace era bastante mayor para asir el insulto. Él voló de nuevo hacia Aemond, pero el muchacho
mayor empezó a aporrearlo salvajemente… hasta que Luke, viniendo al rescate de su hermano,
sacó su daga y acuchilló la cara de Aemond, extrayéndole el ojo derecho. Cuando llegaron los
caballerizos para separar a los combatientes, el príncipe se retorcía en la tierra, aullando de
dolor, y Vhagar también estaba rugiendo.

Después, el Rey Viserys intentó establecer la paz, requiriendo que cada uno de los chicos
ofreciera una disculpa formal a sus rivales, pero estas cortesías no aplacaron a sus madres.
La Reina Alicent exigió que debiera extirparse uno de los ojos de Lucerys por el ojo que le había
costado a Aemond. Rhaenyra no permitiría eso, pero insistió que el Príncipe Aemond debería ser
interrogado “firmemente”, hasta que revelara donde había oído que a sus hijos llamaban
“Strong.” Porque llamarlos así, evidente, era equivalente a decir que eran bastardos, sin
derechos de sucesión… y que ella era culpable de alta traición. Presionado por el rey, el Príncipe
Aemond dijo que era su hermano Aegon, quien le había dicho que ellos eran Strong, y el Príncipe
Aegon sólo dijo, “Todos lo sabemos. Simplemente míralos.”
El Rey Viserys acabó finalmente con el interrogatorio, declarando que no oiría nada más. Ningún
ojo se quitaría, decretó… pero si alguien—“hombre o mujer o niño, noble o plebeyo, o de la
realeza”— nuevamente se mofase de sus nietos como “Strong”, sus lenguas se arrancarían con
pinzas calientes. Su Gracia ordenó que su esposa e hija se besen e intercambien votos de amor
y afecto, pero sus sonrisas falsas y palabras vacías no engañaron a nadie, salvo al rey.
En cuanto a los chicos, el Príncipe Aemond dijo después, que ese día perdió un ojo y ganó un
dragón, y lo consideraba un intercambio justo.

Para prevenir que el conflicto se extendiese, y acabar con éstos “viles rumores y bajas
calumnias,” el Rey Viserys decretó que la Reina Alicent y sus hijos regresarían a la corte,
mientras que la Princesa Rhaenyra debería confinarse en Rocadragon con sus hijos. De aquí en
adelante, Ser Erryk Cargyll de la Guardia Real serviría como su escudo jurado, y Breakbones
regresaría a Harrenhal.

Estas decisiones agradaron a nadie, escribe Septon Eustace.


Champiñón objetó: por lo menos un hombre se entusiasmó por los decretos: Daemon Targaryen,
pues Rocadragon y Marcaderiva se encontraban muy cerca, y esta proximidad le daría la gran
oportunidad de confortar a su sobrina, la Princesa Rhaenyra, con el desconocimiento del rey.
Aunque Viserys I reinaría durante nueve más años, las sangrientas semillas de Danza de
Dragones ya se habían plantado, y en 120 CA era el año cuando empezaron a germinar.

Los siguientes en perecer fueron los dos mayores Strong. Lyonel Strong, Lord de Harrenhal y
Mano del Rey, acompañó a Ser Harwin, su hijo y heredero en su retorno al gran, a medias
destruido castillo en la orilla del lago. Poco después de su llegada, se incendió la torre dónde
dormían, y ambos murieron, padre e hijo, junto con tres de sus guardias y una docena de
sirvientes.
La causa del fuego nunca fue determinada. Algunos lo achacaron a la simple, fatalidad, aunque
otros murmuraron que la sede de Harren el Negro era maldita, y sólo traía la maldición a
cualquier hombre que la poseía. Muchos sospecharon que el fuego era intencional. Champiñón
sugiere que la Serpiente del Mar estuvo detrás de eso, como un acto de venganza contra el
hombre que había hecho cornudo a su hijo.
Septon Eustace, con más verosimilitud, sospechaba del Príncipe Daemon, quitando a un rival en
los afectos de la Princesa Rhaenyra. Otros apuntan a que Larys Patizambo podría haber sido el
responsable; con su padre y hermano mayor muertos, Larys Strong se volvió Lord de Harrenhal.

La peor posible reflexión fue promovida por ningún otro que el Gran Maester Mellos, pensando
que el mismo rey podría haber dado la orden. Si Viserys hubiera pensado que los rumores sobre
el linaje de los hijos de Rhaenyra eran ciertos, podría haber deseado quitar del medio al hombre
que había deshonrado a su hija, para que no revelarse la bastardía de sus hijos.
Entonces, la muerte de Lyonel Srong era un accidente infortunado, ya que la decisión de su
señoría de acompañar a su hijo de regreso a Harrenhal había sido imprevista.

Lord Strong había sido la Mano del Rey, y Viserys había confiado en su fuerza y consejo. Su
Gracia había alcanzado la edad de cuarenta y tres, y se había vuelto bastante robusto. Ya no
tenía el vigor de la juventud y sufría de gota, articulaciones doloridas, dolores de espalda y
pecho, que iban y venían y a menudo le dejaban con el rostro enrojecido y sin aliento. La
gobernación del reino era una tarea desalentadora; el rey necesitaba de una Mano fuerte, capaz
de echarse sobre las espaldas algunas de sus cargas.
Brevemente consideró enviar a por la Princesa Rhaenyra. ¿Quién mejor para gobernar con él que
la hija que él quiso le sucediera en el Trono de Hierro? Pero eso significaba que la princesa y sus
hijos deberían regresar a Desembarco del Rey, dónde más conflictos con la reina y su propia cría
habrían sido inevitables. Consideró a su hermano también, hasta recordar los problemas
anteriores del Príncipe Daemon en el Pequeño Concilio. Gran Maester Mellos le hizo pensar en
traer a algún hombre más joven, y sugirió varios nombres, pero Su Gracia escogió a alguien
conocido, y llamó a la corte a Ser Otto Hightower, el padre de la reina que había llenado ese
cargo antes para Viserys y el Viejo Rey.

Apenas Ser Otto llegó a la Fortaleza Roja para asumir el cargo, una noticia llegó a la corte: la
Princesa Rhaenyra había vuelto a casarse, esta vez con su tío, Daemon Targaryen. La princesa
contaba veintitrés, el Príncipe Daemon treinta y nueve. El rey, corte, y el pueblo llano, todos se
sintieron ultrajados por la noticia. La esposa de Daemon, y el marido de Rhaenyra habían
muerto escasamente seis meses; casarse de nuevo, tan pronto, era un insulto a sus memorias,
Su Gracia declaró enojado. El matrimonio se había realizado en Rocadragon, de repente y en
secreto. Septon Eustace afirma que Rhaenyra supo que su padre nunca aprobaría el matrimonio,
por eso se casó de prisa, para hacer que él no podría prevenir la boda. Champiñón pone un
motivo diferente: la princesa estaba nuevamente embarazada, y no deseaba el nacimiento de un
bastardo.

Y así, este terrible año 120 CA acabó como había empezado, con una mujer en labores de parto.
El embarazo de la princesa Rhaenyra tuvo un resultado más feliz que el de Lady Laena. Parió a
un pequeño, pero robusto príncipe, con ojos de un púrpura oscuro y de pelo pálido plateado. Lo
nombró Aegon. El Príncipe Daemon tenía un hijo viviente de su propia sangre por fin… y este
nuevo príncipe, diferente de sus tres medio hermanos, era sin ninguna duda un Targaryen.
En Desembarco del Rey, la Reina Alicent tuvo un ataque de furia, cuando supo que el bebé había
sido llamado Aegon, tomándolo como un desaire contra su propio Aegon… qué lo era
ciertamente.

(De ahora en adelante, nos referiremos al hijo de la Reina Alicent como Aegon el Mayor y el hijo
de la Princesa Rhaenyra como Aegon el Joven).

Verdaderamente, el año 122 CA debería haber sido uno año feliz para la Casa Targaryen. Pronto,
la Princesa Rhaenyra le dio a su tío y esposo un segundo hijo, al que llamaron Viserys, como su
señoría. El niño era más pequeño y menos robusto que su hermano Aegon y sus medio
hermanos Velaryon, pero demostró ser un niño precoz… sin embargo, surgió un detalle un poco
ominoso: el huevo de dragón que se puso en su cuna, nunca salió del cascarón. Los verdes
creyeron que era un mal agüero y no eran tímidos al comentarlo.

Después ese mismo año, en Desembarco del Rey también se celebró una boda. Siguiendo la
antigua tradición de la Casa Targaryen, el Rey Viserys casó a su hijo Aegon el Mayor con su hija
Helaena. El novio contaba quince años de edad, un chico perezoso y algo enfurruñado, nos
cuenta Septon Eustace, pero poseedor de saludables apetitos; un glotón en la mesa, bebedor de
cerveza y vino, que se complacía en pellizcar y acariciar a todas las sirvientas a su alcance. La
novia, su hermana, de trece años. Aunque más gorda y menos guapa que la mayoría de los
Targaryen, Helaena era una muchacha agradable, feliz, y todos estaban de acuerdo en que sería
una excelente madre.
Y lo fue, y rápidamente. Apenas un año después, en 123 CA, la princesa de catorce años dio
nacimiento a gemelos, un niño que nombró Jaehaerys y una niña llamada Jaehaera. El Príncipe
Aegon tenía herederos propios ahora, proclamaron alegremente los verdes en la corte. El huevo
de dragón se puso en la cuna de cada niño, y pronto nacieron dos crías. Todavía no todo estaba
bien con estos nuevos gemelos. Jaehaera era diminuta y de lento crecimiento. Ella no lloraba, no
sonreía, no hizo ninguna de las cosas que un bebé debería hacer. Su hermano, aunque más
grande y más robusto, también era menos perfecto de lo que se esperaba de un principe
Targaryen, con seis dedos en su mano izquierda, y seis dedos en cada pie.

Una esposa e hijos hicieron poco para refrenar los apetitos carnales del Príncipe Aegon el Mayor,
que engendró a dos niños bastardos en el mismo año, junto con sus gemelos legítimos: un niño
con una chica, cuya virginidad compró en la Calle de Seda, y una niña con una de las criadas de
su madre.
Y en 127 CA, la Princesa Helaena dio nacimiento a su segundo hijo, a quien se le dio el huevo de
dragón y el nombre Maelor.

Los otros hijos de reina Alicent se habían convertido en hombres. El Príncipe Aemond, a pesar de
la pérdida de su ojo, se había vuelto un espadachín hábil y peligroso bajo el tutelaje de Ser
Criston Cole, pero seguía siendo un mozo salvaje y rebelde, impulsivo y rencoroso. Su pequeño
hermano, el Príncipe Daeron era el más popular de los hijos de la reina, tan listo, como cortes y
más apuesto. Cuando cumplió doce años en 126 CA, Daeron fue enviado a Antigua para servir
como escanciador y escoltar a Lord Hightower.

Ese mismo año, en la Bahía de Aguasnegras, la Serpiente del Mar estaba herida por una fiebre
súbita. Cuando cayó en cama, rodeado por los maestres, se presentó el problema acerca de
quién debería sucederle como Señor de las Mareas y Amo de Marcaderiva si la enfermedad se lo
llevaba. Con sus legítimos hijos muertos, legalmente sus tierras y títulos deberían pasar a su
nieto Jacaerys… pero desde que Jace, probablemente, ascendería al Trono de Hierro después de
su madre, la Princesa Rhaenyra instó a su suegro nombrar, en cambio, a su segundo hijo
Lucerys. Lord Corlys también tenía seis sobrinos, sin embargo, y el mayor de ellos, Ser Vaemond
Velaryon, protestó, alegando que la herencia por derecho debería pasar a él… en razón de que
los hijos de Rhaenyra eran los bastardos de Harwin Strong. La princesa no tardó en contestar
esta acusación. Envió a Príncipe Daemon para asir a Ser Vaemond, decapitarlo, y entregar su
cadáver a su dragón.

No obstante, ni siquiera esto acabó con el asunto. Los hermanos más jóvenes de Ser Vaemond
huyeron a Desembarco del Rey con sus esposas e hijos y allí lloraron por justicia y pusieron sus
reclamos ante el rey y la reina. El Rey Viserys se había vuelto sumamente obeso, con rostro
encarnado, y apenas tenía la fuerza necesaria para subir los escalones del Trono de Hierro. Su
Gracia los oyó en absoluto silencio, luego pidió quitarles las lenguas, a cada uno. “Fueron
advertidos,” declaró, cuando se alejaban arrastrándose. “No oiré más estas mentiras.”
Todavía, cuando estaba descendiendo, Su Gracia tropezó y extendió la mano para asirse, y una
hoja dentada, que se destacaba del trono, le rebanó la mano izquierda abriéndola hasta el
hueso. Aunque Gran Maestre Mellos lavó el corte con el vino hirviendo, y envolvió la mano con
tiras de lino empapadas en ungüentos curativos, pronto le sobrevino la fiebre, y muchos
temieron que el rey pudiera morir. Sólo la llegada de la Princesa Rhaenyra de Rocadragon
cambió el curso, trayendo a su propio sanador, Maester Gerardys, quien actuó rápidamente,
amputando dos dedos de la mano de Su Gracia para salvar su vida.

Aunque muy debilitado por su sufrimiento, el Rey Viserys pronto reasumió la regencia. Para
celebrar su recuperación, se celebró un banquete el primer día de 127 CA. El Rey ordenó que la
princesa y la reina debieran asistir, con todos sus niños. Como muestra de amistad, cada mujer
lució el otro color y se pronunciaron muchas declaraciones de amor, para gran placer del rey. El
Príncipe Daemon brindó con Ser Otto Hightower, y le agradeció su leal servicio como la Mano, y
Ser Otto, a su vez, alabó el valor del príncipe, mientras los niños de Alicent y Rhaenyra se
saludaron entre sí con besos y cortaron juntos el pan en la mesa. O es lo que relatan las
crónicas de la corte.

Por la tarde, después de que el Rey Viserys había salido (Su Gracia todavía se agotaba
fácilmente), Champiñón cuenta que Aemond Uno-ojo brindó con sus primos Velaryon, hablando
con falsa admiración de su pelo marrón, los ojos castaños… y fuerza [en inglés: Strong]. “Yo
nunca he conocido a nadie tan fuerte como mis dulces primos,” declaró. “Brindemos por estos
tres muchachos fuertes.”

Todavía después, según los informes del bufón, Aegon el Mayor se sintió ofendido cuando
Jacaerys le pidió un baile a su esposa Helaena. Se intercambiaron palabras furiosas, y los dos
príncipes podrían haber llegado a los puñetazos, si no fuese por la intervención de la Guardia del
Rey. Si el Rey Viserys estuvo al tanto de estos incidentes, no lo sabemos, pero, a la mañana
siguiente, la Princesa Rhaenyra y sus hijos regresaron a su propio asiento en Rocadragon.

Después de la pérdida de sus dedos, Viserys I ya no se sentó nunca más en el Trono de Hierro.
Después de esto rehuía el salón del trono, prefiriendo atender la corte en su solar, y luego en su
alcoba, rodeado por los maestres, septones, y su fiel bufón Champiñón, el único hombre que
todavía podría hacerle reír (dice Champiñón). Su Gracia recuperó algo de su viejo vigor, cuando
Gran Maester Mellos falleció y fue reemplazado por Gran Maester Gerardys, cuyas pócimas y
tinturas demostraron ser más eficaces que las sanguijuelas que Mellos había preferido. Pero tales
recuperaciones demostraron ser efímeras, y la gota, el dolor de pecho, y la falta de aliento
continuaron preocupando al rey. Con su salud fallando, Viserys dejó - cada vez más - la
gobernación del reino en su Mano y el Pequeño Concilio.

Cuando los Siete Reinos dieron la bienvenida al año 129 después de la Conquista de Aegon con
hogueras, fiestas, y bacanales, Rey Viserys I Targaryen estaba muy débil. Sus dolores de pecho
se habían vuelto tan severos, que ya no podía subir un tramo de escalones y debía ser llevado a
la Fortaleza Roja en una silla. Por el segundo mes del año, Su Gracia había perdido el apetito y
había estado gobernando el reino desde su cama… cuando se sentía bastante bien para
gobernar. En Rocadragon, entretanto, la Princesa Rhaenyra estaba, una vez más, esperando un
nuevo hijo. Ella también tomó reposo, con su marido, el príncipe pícaro, a su lado.

En el tercer día del tercer mes de 129 CA, la Princesa Helaena llevó a los tres niños para visitar
al rey en sus aposentos. Los gemelos Jaehaerys y Jaehaera tenían seis años, su hermano Maelor
sólo dos. Su Gracia se quitó un anillo con perlas de su dedo pulgar y se lo dio al bebé, y a los
gemelos les contó la historia de cómo su bisabuelo y homónimo Jaehaerys el Viejo Rey había
volado en su dragón al norte del Muro para derrotar a un inmenso ejército de salvajes, gigantes,
y wargs. Los niños escucharon atentamente. Después el rey los despidió, alegando fatiga.
Entonces Viserys de la Casa Targaryen, el Primero de Su Nombre, el Rey del Andalos, los
Rhoynar, y los Primeros Hombres, Señor de los Siete Reinos y Protector del Reino, cerró sus ojos
y se durmió.

Nunca despertó. Su Gracia había cumplido cincuenta y dos años y había reinado sobre la mayor
parte de Poniente durante veintiséis años.
La historia sobre las osadas acciones del Príncipe Daemon Targaryen, negros crímenes, y muerte
heroica en la carnicería que siguió, es bien conocida por todos, por lo que acabaremos nuestra
historia aquí.
Después estalló la tormenta, y los dragones bailaron y murieron.

LA PRINCESA Y LA REINA, o LOS NEGROS Y LOS VERDES

La historia de las causas, orígenes, batallas y traiciones de la trágica masacre conocida como la
Danza de los Dragones, relatada por el Archimaestre Gyldayn de la Ciudadela de Antigua.

La Danza de los Dragones es el altisonante nombre que se confiere a la salvaje lucha interna por
el Trono de Hierro de Poniente que enfrentó a dos ramas rivales de la Casa Targaryen desde el
año 129 al 131 AC. Describir los oscuros, turbulentos y sangrientos eventos de este período
como “danza” nos resulta grotescamente inapropiado; sin duda, la frase tiene su origen en algún
bardo. “La Muerte de los Dragones” sería desde luego más adecuado, pero la tradición y el
tiempo han grabado a fuego la denominación más poética en las páginas de la Historia, así que
tendremos que seguirles la corriente al resto.
Había dos principales aspirantes al Trono de Hierro tras la muerte del Rey Viserys I Targaryen:
su hija Rhaenyra, la única descendiente viva de su primer matrimonio; y Aegon, el mayor de los
hijos que le dio su segunda esposa. En medio del caos y la carnicería causada por su
enfrentamiento, otros aspirantes a reyes reivindicarían también sus derechos, pavoneándose
como titiriteros en un escenario durante una quincena o una luna, sólo para caer tan
rápidamente como se habían alzado.

La Danza dividió los Siete Reinos en dos, ya que los señores, caballeros y el pueblo llano se
manifestaron a favor de uno u otro bando y tomaron las armas contra el contrario. Incluso la
propia Casa Targaryen acabó dividida cuando los parientes, amigos y descendientes de cada
aspirante se vieron implicados en la pelea. Durante los dos años de lucha, los grandes señores
de Poniente sufrieron terribles pérdidas y daños, como también sus banderizos, caballeros y el
pueblo llano. Pese a que la dinastía sobrevivió, al final del conflicto el poder de los Targaryen
había disminuido mucho, y el número de dragones que quedaban en el mundo se había visto
radicalmente reducido.

La Danza fue una guerra distinta de cualquier otra jamás librada en la larga Historia de los Siete
Reinos. Aunque hubo marchas y cruentas batallas entre ejércitos, gran parte de la masacre tuvo
lugar en el agua, y… especialmente… en el aire, ya que hubo enfrentamientos de dragón contra
dragón, con diente, garra y llama. Fue también una guerra marcada por el sigilo, el asesinato y
la traición, una guerra luchada en las sombras y los rincones de las escaleras, las cámaras del
Consejo y los patios de los castillos con cuchillos, mentiras, y veneno.

El conflicto, que hacía tiempo que permanecía latente, estalló abiertamente al tercer día de la
tercera luna de 129 AC, cuando el rey Viserys, que estaba enfermo y postrado en su cama, cerró
los ojos para echar una siesta y murió sin volverse a despertar. Su cuerpo fue descubierto por un
sirviente a la hora del murciélago, cuando era costumbre del rey beber una copa de hidromiel. El
sirviente corrió a informar a la reina Alicent, cuyos aposentos se encontraban un piso por debajo
de los del rey.

El sirviente reveló la terrible noticia directamente a la reina y sólo a ella, sin levantar la alarma
general: la muerte del rey llevaba tiempo esperándose, y la reina Alicent y sus partidarios, los
llamados “verdes”*, se habían ocupado de dar instrucciones a los guardias y sirvientes de
Viserys sobre lo que tenían que hacer cuando llegase el día.

* En el año 111 AC, se celebró un gran torneo en Desembarco del Rey por el quinto aniversario
de bodas del rey y la reina Alicent. En el banquete inaugural, la reina lució un vestido verde,
mientras que la princesa iba llamativamente vestida en el rojo y negro de los Targaryen. Esto no
pasó desapercibido, y desde ese momento se convirtió en costumbre referirse a los “verdes” y
los “negros” al hablar del bando de la reina y el de la princesa, respectivamente. En el propio
torneo, los negros salieron bastante mejor parados cuando Ser Criston Cole, que llevaba el favor
de la princesa Rhaenyra, derrotó a todos los paladines de la reina, incluyendo a dos de sus
primos y a su hermano pequeño, Ser Gwayne Hightower.

La reina Alicent acudió enseguida a los aposentos del rey, acompañada por Ser Criston Cole,
Lord Comandante de la Guardia Real. Una vez que hubieron confirmado que Viserys estaba
muerto, Su Alteza ordenó que su habitación fuese sellada y que se apostasen guardias en su
puerta. El sirviente que había encontrado el cadáver del rey fue hecho preso, para asegurarse de
que no extendiese la noticia. Ser Criston regresó a la Torre de la Espada Blanca y envió a sus
hermanos de la Guardia Real a buscar los miembros del Consejo Privado del rey. Era la hora del
búho.

En aquel entonces, al igual que ahora, la Hermandad Juramentada de la Guardia Real estaba
formada por siete caballeros, hombres de probada lealtad e indudable destreza que habían
jurado solemnemente dedicar su vida a defender la persona y la familia del rey. Sólo cinco de los
Capas Blancas se encontrabam en Desembarco del Rey en el momento de la muerte de Viserys:
el propio Ser Criston, Ser Arryk Cargyll, Ser Rickard Thorne, Ser Steffon Darklyn y Ser Willis Fell.
Ser Erryk Cargyll (el gemelo de Ser Arryk) y Ser Lorent Marbrand, en Rocadragón con la
princesa Rhaenyra, continuaban al margen de todo, sin saber nada, mientras sus hermanos se
adentraban en la noche para sacar a los miembros del Consejo Privado de sus camas.

Reunidos en los aposentos de la reina, mientras el cuerpo de su marido se enfriaba en el piso


superior, estaban: la misma reina Alicent; su padre Ser Otto Hightower, Mano del Rey; Ser
Criston Cole, Lord Comandante de la Guardia Real; el Gran Maestre Orwyle; Lord Lyman
Beesbury, el octogenario Consejero de la Moneda; Ser Tyland Lannister, Consejero de Barcos y
hermano del Señor de Roca Casterly; Larys Strong, apodado Larys el Patizambo, Señor de
Harrenhal y Consejero de los Rumores; y Lord Jasper Wylde, apodado Barra de Hierro,
Consejero de Leyes.

El Gran Maestre Orwyle comenzó la reunión repasando los acostumbrados procedimientos y


trámites necesarios a la muerte de un rey. Dijo: “El Septón Eustace debe ser convocado para
que lleve a cabo los últimos ritos y rece por el alma del rey. Se debe enviar un cuervo a
Rocadragón enseguida para informar a la princesa Rhaenyra del fallecimiento de su padre. Tal
vez, ¿Su Alteza la reina querría escribir el mensaje, para suavizar estas tristes noticias con
algunas palabras de condolencia? Las campanas siempre suenan para anunciar la muerte de un
rey, alguien debería encargarse de ello; y, por supuesto, tenemos que comenzar los preparativos
para la coronación de la reina Rhaenyra…”

Ser Otto Hightower lo interrumpió. “Todo esto debe esperar”, declaró, “hasta que el asunto de la
sucesión se aclare”. Como Mano del Rey, estaba autorizado a hablar con la voz del rey, e incluso
a sentarse en el Trono de Hierro en ausencia del rey. Viserys le había otorgado la autoridad de
gobernar los Siete Reinos, y “hasta el momento en el que nuestro nuevo rey sea coronado”, ese
gobierno continuaría.

“Hasta que nuestra nueva reina sea coronada” dijo Lord Beesbury, con tono mordaz.

“Rey”, insistió la reina Alicent. “El Trono de Hierro por derecho debe pasar al hijo varón legítimo
de mayor edad de Su Alteza”.

La discusión que siguió duró casi hasta el amanecer. Lord Beesbury habló en favor de la princesa
Rhaennyra. El anciano Consejero de la Moneda, que había servido al rey Viserys durante todo su
reinado, y a su padre Jaehaerys el Viejo Rey previamente, recordó al Consejo que Rhaenyra era
mayor que sus hermanos y tenía más sangre Targaryen, que el difunto rey la había escogido
como su sucesora, que se había negado repetidamente a alterar el orden de sucesión pese a las
súplicas de la reina Alicent y sus verdes, que cientos de señores y caballeros habían prometido
obediencia a la princesa en el año 105 AC, y jurado solemnemente defender sus derechos.
Pero estas palabras cayeron en oídos de piedra.

Muchos cuervos fueron enviados a las principales casas de Poniente, esperando que brinden su
apoyo a Aegon. Se juzgó que el mayor peligro representaba el Bastión de Tormentas de la Casa
Baratheon que había sido siempre firme en apoyar los derechos de la Princesa Rhaenys (La
Reina Que Nunca Fue) y sus niños. Aunque el anciano Lord Boremund había muerto, su hijo
Borros era aun más beligerante que su padre.

Al amanecer la Reina Alicent despachó a la Guardia Real para traer a sus hijos al concilio.
Al principio, el príncipe Aegon se negó a participar en los planes de su madre. “Mi hermana es la
heredera, no yo,” dijo. “¿Qué clase de hermano robaría la primogenitura de su hermana?” Sólo
cuándo Ser Criston le convenció de que ciertamente la princesa lo ejecutaría y a sus hermanos
para ponerse la corona, Aegon accedió.
El segundo hijo, el Príncipe Aemond Un-Ojo Targaryen voló hacia el Bastión de Tormentas
montando a Vhagar, el más viejo y más grande de los dragones de Westeros. “Tu propósito es
ganar la mano de una de las hijas de Lord Baratheon,” le dijo su abuelo Ser Otto.
Entretanto, se dieron prisa con los preparativos para la coronación.
Ser Criston Cole puso la corona de hierro-y-rubíes de Aegon el Conquistador en la frente de
Aegon, el hijo mayor del Rey Viserys y la Reina Alicent.
Después de la coronación, los miembros restantes de la Guardia Real (algunos estaban en
Rocadragon con Rhaenyra) escoltaron a Aegon a su montura, una espléndida criatura con
brillantes escamas doradas y pálidas membranas de las alas de un suave color rosado. Sunfyre
era el nombre de éste dragón de dorado amanecer.

En Rocadragon, no se oyó ningún grito de alegría. En cambio, los gritos hicieron eco a través de
los salones y escaleras de la Torre del Dragón Marino, hacia los apartamentos de la reina dónde
la fatigada Rhaenyra Targaryen se estremecía en su tercer día de labor. El niño no debería nacer
hasta el mes siguiente, pero la noticias de Desembarco de Rey le habían provocado una furia
negra, y su cólera parecía apurar el nacimiento, como si el bebé dentro de ella también estuviera
furioso y luchando por salir. La princesa chilló todas las maldiciones a través de su labor, rogando
caer la maldición de los dioses en sus hermanastros y su madre la reina, y detallando los
tormentos que les infligiría antes de matarlos. Ella maldijo al niño en su interior también.
“¡Fuera!,” gritó, arañando su hinchado vientre cuando su maestre y partera intentaron
contenerla. “¡Monstruo, monstruo, fuera, fuera, fuera, FUERA!”
Cuando la niña nació demostró ser un monstruo de hecho: una criatura muerta, torcida y
malformada, con un agujero en su pecho dónde deba estar su corazón y un descascarado rabo
de cerdo. “Era mi única hija, y ellos la mataron. Robaron mi corona y asesinaron a mi hija, y
responderán por eso.”

Y así la danza comenzó, cuando la princesa reunió a su propio concilio. “El concilio negro,”
oponiéndolo al “concilio verde” de Desembarco del R

Rhaenyra presidió el concilio, con su tío y marido el Príncipe Daemon. Sus tres hijos estaban
presentes, (Jace tenía quince, Luke catorce, Joffrey doce). Dos Guardias Reales estaba con ellos:
Ser Erryk Cargyll, gemelo de Ser Arryk; y un hombre de oeste, Ser Lorent Marbrand.
Una docena de señores menores y vasallos de Dragonstone, también estaban sentados en el
concilio negro: Celtigar de Claw Isle, Staunton de Rook’s Res, Massey de Stonedance, Bar
Emmon de Punta Aguda, y Darklyn de Duskendale. Pero el señor más importante que empeño su
fuerza a favor de la princesa era Corlys Velaryon de Marcaderiva. Aunque la Serpiente del Mar
había envejecido, le gustaba decir que estaba aferrándose a la vida “como un marinero
ahogándose que se aferra a los restos de un barco hundido. Quizás los Siete me han conservado
para esta última batalla.” Con Lord Corlys vino su esposa la Princesa Rhaenys, de cincuenta
años, todavía feroz e intrépida como había sido a veintidós, una mujer a veces conocida entre el
pueblo llano como “La Reina Que Nunca Fue.”

Aquellos que se sentaban en el concilio negro se consideraban leales, pero sabían perfectamente
bien que el Rey Aegon II los llamaría traidores. Cada uno ya había recibido una citación de
Desembarco del Rey, exigiendo que se presentasen en la Fortaleza Roja para jurar su lealtad al
nuevo rey. Todos sus ejércitos combinados no podrían igualar el poder que podría presentar
Hightower en el campo de batalla. Los verdes de Aegon también disfrutaban de otras ventajas.
Antigua, Desembarco del Rey y Lannisport eran las ciudades más grandes y más ricas del reino;
y los tres se proclamaron por los verdes. Cada símbolo visible de legitimidad pertenecía a Aegon.
Él estaba sentado en el Trono de Hierro. Él vivía en la Fortaleza Roja. Él llevaba la corona del
Conquistador, tenía la espada del Conquistador, y había sido ungido por un septon de la Fe ante
los ojos de docenas de miles. El Gran Maestre Orwyle se sentaba en sus concilios, y Lord
Comandante de la Guardia Real había puesto la corona en su cabeza. Y él era un hombre, que a
los ojos de muchos lo ponía como el rey justo, y su media hermana era la usurpadora.
Contra todo eso, las ventajas de Rhaenyra eran pocas. Fue nombrada la heredera de su padre y
tenía a su disposición la riqueza de la Casa Velaryon, y las flotas de la Serpiente del Mar con más
experiencia de guerra que todos sus enemigos combinados. Por último Rhaenyra tenía más
dragones. La Princesa Rhaenys, la Reina Que Nunca Fue, quién había sido jinete de dragón por
más tiempo que todos los demás, enumeró a los dragones.
El Rey Aegon tenía a su Sunfyre. Una bestia espléndida, aunque joven.
Un-Ojo Aemond montaba a Vhagar.
La montura de la reina Helaena era Dreamfyre, ella-dragón que había llevado a Rhaena, la
hermana del Viejo Rey.
El dragón de príncipe Daeron era Tessarion.
“Eso hace cuatro dragones con el tamaño para luchar,” dijo Rhaenys. Los gemelos de la reina
Helaena tenían sus propios dragones también, pero recién salidos del cascarón; el hijo más
joven del usurpador, Maelor, sólo poseía un huevo.

Contra estos, el Príncipe Daemon tenía a Caraxes y la Princesa Rhaenyra a Syrax, bestias
grandes y formidables. Caraxes era sobre todo terrorífico, y no le eran desconocidas la sangre y
fuego después de Stepstones.
Los tres hijos de Rhaenyra y Laenor Velaryon eran jinetes de dragones; Vermax, Arrax, y
Tyraxes estaban creciendo cada vez más grandes. Aegon el Joven, el mayor de los dos hijos de
Rhaenyra y el Príncipe Daemon, comandaba a Stormcloud un dragón joven, aunque tenía que
montarlo todavía; su pequeño hermano Viserys iba por todas partes con su huevo. El propio
ella-dragón de Rhaenys, Meleys la Reina Roja, se había vuelto perezosa, pero seguía siendo fiera
cuando despertaba. Los gemelos del príncipe Daemon y Laena Velaryon también podrían ser
jinetes de dragones. Moondancer, el dragón de Baela, pronto sería lo bastante grande como para
llevar a la chica en su lomo… y aunque el dragón de su hermana Rhaena había salido del
cascarón, era una cosa rota que se murió a las pocas horas de surgir del huevo, Syrax había
producido otra nidada recientemente. Rhaena recibió uno de sus huevos y se comentaba que la
chica dormía con el todas las noches, y oraba por un dragón para igualar a su hermana.

Es más, otros seis dragones hicieron sus nidos en las cavernas humeantes del Monte Dragón
sobre el castillo. Estaba Silverwing, la antigua montura de la Buena Reina Alysanne; Seasmoke,
la pálida bestia gris que había sido el orgullo y la pasión de Ser Laenor Velaryon; y el viejo
canoso Vermithor, sin jinete desde la muerte del Rey Jaehaerys. Y detrás de la montaña
moraban tres dragones salvajes, nunca reclamados, ni montados por ningun hombre, vivo o
muerto. Los campesinos los habían nombrado Sheepstealer, Fantasma Gris, y Caníbal.

El príncipe Daemon propuso sus propias estrategias. Rhaenyra debería tener una coronación
propia, para responder a Aegon. Después enviarían a los cuervos, llamando a los señores de los
Siete Reinos para que declaren su lealtad a su verdadera reina. “Debemos luchar esta guerra
con palabras antes de ir a batallar,” declaró el príncipe. Los señores de las Grandes Casas
sujetan la llave de la victoria, insistió Daemon; sus hombres y vasallos los seguirían. Aegon el
Usurpador había ganado la obediencia de los Lannister de Roca Casterly, y Lord Tyrell de
Altojardin era un lloriqueante chaval oculto tras las faldas de su madre, quien actuaba como su
regente y quizás la mayoría del Dominio se habían aliado con sus vasallos, los Hightowers… pero
el resto de los grandes señores del reino todavía tenían que declararse.
“El Bastión de Tormentas estará con nosotros,” declaró la Princesa Rhaenys. Ella tenía la misma
sangre por el lado de su madre y el difunto Lord Boremund siempre había sido el más fiel de sus
amigos.
Esperaban que la Doncella del Valle también podría traer el Nido de Águilas a su lado. Aegon
buscaría el apoyo de Pyke ciertamente; sólo las Islas de Hierro podrían emparejar la fuerza de la
Casa Velaryon en el mar. Pero los hombres de hierro eran notoriamente inconstantes, y Dalton
Greyjoy amaba la sangre y batalla; él podría ser persuadido para apoyar a la princesa. El norte
era demasiado remoto para ser de mucha importancia en la lucha, juzgó el concilio; cuando los
Starks recogieran sus estandartes y marchasen al sur, la guerra podría haber terminado.
“Tenemos amigos en las Tierras de los Ríos,” dijo el príncipe, “aunque no todos se atreven a
mostrar todavía sus colores. Necesitamos un lugar dónde ellos pueden reunirse, un lugar en el
continente lo bastante grande como para alojar a un ejército de tamaño regular, y bastante
fuerte para responder cualquier ataque que el usurpador pudiese enviar contra nosotros.” Él les
mostró un mapa a los señores. “Aquí. Harrenhal.”

Y fue decidido. El Príncipe Daemon conduciría el ataque desde Harrenhal, montando a Caraxes.
La Princesa Rhaenyra permanecería en Rocadragón hasta recuperar sus fuerzas. La flota de
Velaryon cerraría Gullet, saliendo de Rocadragón y Driftmark para bloquear todo el transporte
entrando o saliendo de la Bahía de Aguasnegras. “No tenemos la fuerza para tomar el
Desembarco del Rey por asalto,” dijo el Príncipe Daemon, “no más de lo que nuestros enemigos
esperarían capturar Rocadragón. La Serpiente del Mar comandaría la flota, mientras la Princesa
Rhaenys volaría sobre la flota para impedir que sus enemigos ataquen sus barcos con los
dragones. Entretanto, los cuervos volarían a Aguasdulces, Nido de Águilas, Pyke, y Bastión de
Tormentas para ganar la obediencia de sus señores.
Entonces habló Jacaerys, el hijo mayor de la reina. “Nosotros debemos llevar esos mensajes,”
dijo. “Los dragones ganarían a esos señores más rápido que los cuervos.” Su hermano Lucerys
estuvo de acuerdo, insistiendo que él y Jace ya eran hombres. “Nuestro tío nos llama Strongs, y
afirma que somos bastardos, pero cuando los señores nos vean en el lomo del dragón, sabrán
que es una mentira. Sólo los Targaryen montan los dragones.”

Fue decidido que Jace, siendo el mayor, tomaría la tarea más larga y más peligrosa, volando
primero al Nido de Águilas para tratar con la Señora del Valle, luego al Puerto Blanco para atraer
a Lord Manderly, y por último a Winterfell para encontrarse con Lord Stark. La misión de Luke
sería más corta y más segura; él volaría al Bastión de Tormentas, dónde - era de esperar -
Borros Baratheon le daría una cálida bienvenida.

Al día siguiente se llevó a cabo una apresurada coronación. Lord Steffon Darklyn y sus leales
compañeros habían traído la corona robada del Rey Jaehaerys el Conciliador.
Trescientos pares de ojos observaron al Príncipe Daemon Targaryen colocando la corona del Viejo
Rey en la cabeza de su esposa, proclamándola Rhaenyra de la Casa Targaryen, Primera de Su
Nombre, Reina del Ándalos, Rhoynar, y los Primeros Hombres.
Su primero acto como reina fue declarar a Ser Otto Hightower y a la Reina Alicent traidores y
rebeldes. La noticia de la coronación de Rhaenyra alcanzó la Fortaleza Roja al día siguiente, para
el gran disgusto de Aegon II.
“Mi media hermana y mi tío son culpables de alta traición,” declaró el rey joven. “Los quiero
capturados y arrestados, y los quiero muertos.”
Las cabezas más serenas en el concilio verde deseaban parlamentar.
El Gran Maestre Orwyle fue despachado por la Bahía de Aguasnegras bajo el estandarte de paz.
Rhaenyra oyó las condiciones en sepulcral silencio, entonces le recordó a Orwyle que su padre,
el Rey Viserys, la nombró su heredera y sucesora. Rechazó de plano la propuestas de su medio e
envió a los mensajeros de regreso.
Aegon II de veintidós años, era rápido para encolerizarse y lento para perdonar.“Yo le ofrecí una
paz honorable, y la puta la escupió en mi cara,” declaró. “Lo que pasará ahora será por su
culpa.”

Y así como él dijo, la Danza principió.


En Marcaderiva, los barcos de la Serpiente del Mar pusieron velas desde Hull y Spicetown para
cerrar el Gaznate, ahogando el comercio hacia y desde el Desembarco del Rey. Poco después,
Jacaerys Velaryon volaba al norte en su dragón, Vermax, y su hermano Lucerys al sur en Arrax,
mientras el Príncipe Daemon montó a Caraxes hacia el Tridente.
Entretanto, el Príncipe Jacaerys voló al norte en su dragón, invocando a Lady Arryn del Valle, a
Lord Manderly del Puerto Blanco, a Lord Borrell y Lord Sunderland de Tres Hermanas, y Cregan
Stark de Invernalia. Tan encantador era el príncipe, y tan terrorífico su dragón, que cada uno de
los señores que él visitó declaró su apoyo a su madre.
La tragedia que ocurrió con Lucerys Velaryon en Bastión de Tormentas nunca fue planeada. Se
lucharon las primeras batallas en la Danza de Dragones con plumas y cuervos, con amenazas y
promesas, decretos y lisonjas. La perversa oportunidad reunió a los dos príncipes en Bastión de
Tormentas, cuando el dragón Arrax se encontró con Vhagar, ella-dragón poderoso del príncipe
Aemond. Lucerys Velaryon sólo se dirigió a Lord Baratheon. “Lord Borros, yo le he traído un
mensaje de mi madre, la reina.” Luego Lord Borros le peguntó a cual de sus hijas elegiría
Lucerys por esposa. Ofuscado, el chico le respondió que estaba comprometido con su prima
Rhaena.
“Es lo que pensé,” dijo Lord Borros. “Vete a casa, cachorro, y dile a la perra de tu madre que
Lord del Bastión de Tormentas no es un perro al que puede silbar cuando necesita ponerlo contra
sus enemigos.”
Cuando Lucerys salió al patio, y trató de alejarse, fue perseguido por Aemond, y los jinetes y sus
dragones se trenzaron en una batalla aérea.
Arrax cayó, roto, para ser tragado por las turbulentas y tormentosas aguas de la bahía. Su
cabeza y cuello aparecieron después en los precipicios debajo del Bastión de Tormentas tres días
después. También apareció el cadáver del príncipe Lucerys.

Y con su muerte, la guerra de cuervos y mensajeros y pactos de matrimonio se acabó, y la


guerra de fuego y sangre comenzó en serio.
En Rocadragón, la Reina Rhaenyra se derrumbó cuando oyó de la muerte de Luke. Cuando el
concilio negro se sentó para considerar cómo devolver el golpe, un cuervo llegó de Harrenhal.
“Ojo por ojo, hijo por hijo,” escribió el Príncipe Daemon. “Lucerys será vengado.”

En su juventud, el rostro de Daemon Targaryen y su risa eran conocidos por cada ladrón, puta y
mercenario en el Fondo de la Pulga. El príncipe todavía tenía amigos en los bajos fondos de
Desembarco del Rey, y seguidores entre los Capas Doradas. El Rey Aegon, la Mano y la Reina
Viuda, desconocían que él también tenía aliados en la corte; incluso en el concilio verde… y a un
intermediario, un amigo personal en quien confiaba absolutamente, quién conocía los sumideros
de vino y los agujeros de ratas que se ocultaban en la sombra de la Fortaleza Roja.
Entre los guisados del Fondo de la Pulga, el intermediario del Príncipe Daemon encontró los
instrumentos convenientes. Uno había sido un sargento de la Guardia de la Ciudad; grande y
brutal, había perdido su Capa Dorada por golpear a una prostituta hasta la muerte en una furia
ebria. El otro era un cazador de ratas en la Fortaleza Roja. Sus verdaderos nombres se perdieron
en la historia. Son recordados como “Sangre” y “Queso”.
Usando un pasadizo olvidado, Queso llevó a Sangre al corazón del castillo, ambos inadvertidos
por los guardias, y entraron en los aposentos de la reina Alicent. Queso la ató y amordazó,
mientras Sangre estrangulaba a su doncella. Entonces se instalaron para esperar, porque sabían
que era la costumbre de la Reina Helaena traer a sus niños para ver a su abuela todas las tardes
antes de ir a la cama. Helaena llegó con Jaehaerys y Jaehaera de seis y Maelor de dos años.
Queso le dijo que eran “Los recaudadores de la deuda”. “Ojo por ojo, hijo por hijo. Sólo
queremos uno, para igualar las cosas.”
La Reina Helaena suplicó a los hombres que la maten en cambio.
“Una esposa no es un hijo,” dijo Sangre. “Tiene que ser un chico.”
Queso advirtió a la reina que debía hacer su elección rápidamente, antes de que Sangre se
aburriera y violara a su pequeña hija. “Elija,” dijo, “o los matamos a todos.”
Arrodillada, llorando, Helaena nombró al más joven, Maelor. Quizás ella pensó que el niño era
demasiado joven para entender lo que estaba sucediendo; o quizás porque Jaehaerys, el hijo
mayor, era el primogénito del Rey Aegon y su heredero, siguiente en la línea al Trono de Hierro.
“¿Oiste eso, pequeño?” Le susurró Queso a Maelor. “Tu mamá te quiere muerto.” Entonces hizo
una mueca a Sangre, y el tosco espadachín mató al Príncipe Jaehaerys, tajando la cabeza del
chico con un solo golpe.
Después de eso Helaena no comía, ni se bañaba, ni dejaba sus aposentos, y ya no podía mirar a
su hijo Maelor, sabiendo que lo había elegido para morir. La Reina Helaena se hundió más, y más
profundamente en la locura.
La caída de Harrenhal fue un gran sobresalto para Aegon II. Y en otras partes del sur, otros
señores estaban declarándose por Rhaenyra, entre ellos Lord Costayne de Tres Torres, Lord
Mullendore de Tierras Altas, Lord Tarly de Colina del Cuerno, Lord Rowan de Sotodeoro, y Lord
Grimm de Escudo Gris.
Siguieron otros sobresaltos: el Valle, el Puerto Blanco, Invernalia. Los Blackwood y los otros
señores del río fueron hacia Harrenhal y los estandartes del Príncipe Daemon. Las flotas de la
Serpiente del Mar cerraron la Bahía de Aguasnegras, y todas las mañanas el Rey Aegon tenía
que recibir a gimoteantes comerciantes.
Las demoras no le sentaban bien al joven rey. Aegon II tenía poca paciencia con las
precauciones de su abuelo, Ser Otto Hightower. El convocó a Ser Otto al Salón del Trono, rasgó
la cadena de su cuello y se la echó a Ser Criston Cole.
“Mi nueva Mano es un puño de acero,” alardeó. “Hemos terminado con eso de escribir cartas.”

Ser Criston no tardó en demostrar su temple. Lord Celtigar y Lord Velaryon tenían sus sedes en
las islas; ya que Aegon II no tenía la fuerza en el mar, ellos estaban más allá del alcance de su
ira. Sin embargo, aquellos señores “negros”, cuyas tierras estaban en el continente, no
disfrutaban de tal protección.
Duskendale cayó fácilmente, tomado por sorpresa por las fuerzas del Rey; el pueblo fue
saqueado, quemaron los barcos en el puerto, y Lord Darklyn fue decapitado. El Grajal fue el
siguiente objetivo de Ser Criston. Prevenido de su venida, Lord Staunton cerró sus puertas y
desafió a los asaltantes. Detrás sus muros, su señoría sólo podría mirar como sus campos y
bosques y pueblos fueron quemados; su ovejas y ganado y campesinos pasados por la espada.
Cuando las provisiones dentro del castillo empezaron a escasear, él despachó un cuervo a
Rocadragón, suplicando ayuda.

Nueve días después de que Lord Staunton despachó su súplica, el sonido de alas correosas se
oyó por el mar, y el dragón Meleys apareció sobre el Grajal. La Reina Roja, se llamaba, por las
escamas de color escarlata que la cubrían. Las membranas de sus alas eran rosadas, su cresta,
cuernos, y garras refulgentes como el cobre. Y en su espalda, en armadura de acero y cobre,
resplandeciente en el sol, montaba Rhaenys Targaryen, la Reina Que Nunca Fue.
Ser Criston Cole no se desanimó. La Mano de Aegon había esperado esto, contado con esto. Los
tambores pegaron una orden, y salieron los arqueros, y hombres con lanzas, llenando el aire con
flechas y lanzas. Meleys voló hacia abajo, escupiendo fuego. Los caballeros fueron quemados en
sus sillas de montar y el pelo y piel y guarniciones de sus caballos subieron en llamas. Los
hombres armados dejaron caer sus lanzas y se esparcieron.
Entonces vino un rugido en respuesta. Aparecieron dos formas aladas más: el rey a horcajadas
sobre Sunfyre la Dorada, y su hermano Aemond en Vhagar. Criston Cole había preparado su
trampa, y Rhaenys había caído en ella. La Princesa Rhaenys no hizo ningún esfuerzo por huir.
Con un alegre grito y un crujido de su látigo, ella dirigió a Meleys hacia el enemigo. Los dragones
se enfrentaron violentamente a mil pies sobre el campo de batalla; las bolas de fuego estallaron
y florecieron, tan brillantes, que los hombres juraron después que el cielo estaba lleno de soles.
Las mandíbulas carmesíes de Meleys se cerraron alrededor del cuello dorado de Sunfyre por un
momento, hasta que Vhagar cayó sobre ellos desde arriba. Las tres bestias fueron hilando hacia
la tierra. Cayeron tan duramente, que las piedras saltaron a media legua de las almenas de
Grajal.

Los mas cercanos a los dragones no vivieron para contar el cuento. Los que estaban más lejos
no podían ver, por las llamas y el humo. Pasaron horas antes de que se apagaran las llamas.
Pero de las cenizas, sólo Vhagar subió ileso. Meleys estaba muerto, roto en pedazos por la caída.
Y Sunfyre, la espléndida bestia dorada, tenía la mitad de un ala colgando de su cuerpo, aunque
su real jinete había sufrido algunas costillas rotas, una cadera rota, y quemaduras que cubrían la
mitad de su cuerpo. Su brazo izquierdo era el peor. Las llamas de dragones habían sido tan
ardientes que la armadura del rey se había fundido en su carne.
Un cuerpo, que creían había sido de Rhaenys Targaryen, se encontró después al lado del cadáver
de su dragón, pero tan carbonizado, que nadie podía estar seguro de que era ella. La amada hija
de Lady Jocelyn Baratheon y el Príncipe Aemon Targaryen, la fiel esposa de Lord Corlys Velaryon,
madre y abuela, la Reina Que Nunca Fue vivió intrépidamente, y murió entre sangre y fuego.
Ella tenía cincuenta y cinco años.

El Rey Aegon que II sufrió tales quemaduras que oró por la muerte. Los maestres lo asistieron
con pociones y leche de amapola, pero Aegon durmió nueve de cada diez horas. Sunfyre, el
dragón del rey, permaneció en los campos más allá de Grajal, arrastrándose a través de las
cenizas. Al principio, se alimentó con los cadáveres quemados, luego los hombres de Criston
Cole le traían terneros y ovejas. Criston Cole persuade a Aemond de tomar el trono, hasta que
su hermano, el rey, recupere la salud. No necesitó decirlo dos veces. Un-ojo Aemond se puso la
corona de hierro y rubíes de Aegon el Conquistador.

Entretanto, los hombres del norte estaban reuniéndose en Puerto Blanco, Invernalia, Fuerte
Túmulo, Tres Hermanas, Puerto Gaviota y las Puertas de la Luna. Atento a la promesa que había
hecho a la Doncella del Valle, Jace pidió que el Príncipe Joffrey volara a Puerto Gaviota con
Tyraxes. Rhaena, la hija de trece años del Príncipe Daemon y Laena Velaryon, fue escogida para
acompañarlo. Conocida como Rhaena de Pentos, por la ciudad de su nacimiento, ella no era un
jinete de dragón, su pequeño dragón se había muerto algunos años antes, pero ella llevó tres
huevos de dragón al Valle, dónde oraba por las noches por su incubación. Su padre el Príncipe
Daemon había hecho muchos amigos en la Ciudad Libre de Pentos durante sus visitas, por lo que
Jacaerys se comunicó al otro lado del Mar Angosto con el príncipe de esa ciudad que estuvo de
acuerdo en criar a los dos chavales hasta que Rhaenyra se hubiera afianzado en el Trono de
Hierro.
En los días finales de 129 CA, los jóvenes príncipes abordaron el barco Gay Abandon — Aegon
con Stormcloud, Viserys asiendo su huevo — navegando hacia Essos. La Serpiente del Mar
(Corlys Velaryon) envió siete de sus buques de guerra como escolta, para asegurarse que
llegaran a Pentos a salvo.
Jace también consideraba de que manera podría agregar más dragones a la batalla.

La casa Targaryen había gobernado Rocadragón por más de doscientos años y los hombre
buscaban sus placeres entre las hijas (e incluso las esposas) de sus súbditos, los pueblerinos
que vivían en los pueblos debajo del Monte Dragón, labradores y pescadores. De hecho, hasta el
reino del Rey Jaehaerys y la Reina Alysanne, la antigua ley de la primera noche había
prevalecido en Rocadragón, igual que a lo largo de Poniente, que era el derecho de un señor
acostarse con cualquier doncella en su territorio en su noche de bodas.
En Rocadragón la gente consideraba a los Targaryen como seres más cercanos a los dioses que
el común de los hombres. Aquí, las desposadas así bendecidas en su noche de bodas eran
envidiadas, y los niños nacidos de tales uniones se valoraban sobre todos los demás, por lo que
los Señores de Rocadragón a menudo celebraban el nacimiento con abundantes regalos en oro y
seda y tierras para la madre. Se decía que estos afortunados bastardos habían “nacido de la
semilla de dragón,” y eran conocidos como “las semillas.” El Príncipe Jacaerys juró que a
cualquier hombre, que podría dominar un dragón, se le concederían tierras y riquezas y se le
otorgaría el título de caballero.
Vermithor, Silverwing y Seasmoke eran los dragones salvajes que necesitaban ser domados. Los
dragones no son caballos y no aceptan fácilmente a los hombres en sus espaldas, y cuando se
encolerizan o se sienten amenazados, ellos atacan. Dieciséis hombres perdieron sus vidas
durante el intento por volverse jinetes de dragones. Finalmente, Vermithor, el dragón del Viejo
Rey, inclinó su cuello al bastardo de un herrero, un hombre muy alto llamado Hugh el Martillo, o
Hugh el Duro, mientras que un hombre de cabello pálido llamado Ulf el Blanco (por su pelo) o Ulf
el Sot (por su bebida) montó a Silverwing, el dragón de la Reina Alysanne. Y Seasmoke que
había llevado una vez a Laenor Velaryon, aceptó en su lomo a un Addam de Hull de quince años.
Addam demostró tal pericia, que Lord Corlys Velaryon sugirió a la reina quitarle la mancha de la
bastardía a él y su hermano Alyn. Addam de Hull se volvió Addam Velaryon, el heredero de
Marcaderiva.

Otros jinetes trataban de domar a los tres dragones salvajes que anidaban más allá de
Rocadragon: Sheepstealer, un feo dragón marrón había nacido cuando el Viejo Rey todavía era
joven y era aficionado a la carne de carnero. Fantasma Gris, un dragón muy tímido, tenía su nido
en una alta grieta humeante en la ladera oriental del Monte Dragón, y prefería los peces. El más
grande y viejo era Caníbal, que se alimentaba de los cadáveres de los dragones muertos,
dragones recién nacidos y huevos. Ninguno de las semillas de dragónpudo montar a Caníbal, ni a
Fantasma Gris; pero una “pequeña chica de piel oscura” de dieciséis años, llamada Netty, logró
domar a Sheepstealer, ofreciéndole una oveja todos los días, hasta que Sheepstealer aprendió a
aceptarla y esperarla. Ella tenía el cabello negro, ojos marrones, piel oscura, flaca, malhablada,
sucia, e intrépida… y el primer y último jinete del dragón Sheepstealer.
Y así fue como el Príncipe Jacaerys logró su meta y planeaba atacar Desembarco del Rey.

Todavía los planes de los hombres no son sino juguetes para los dioses. Los esquemas de Otto
Hightower habían dado frutos; en la asamblea en Tyrosh, el Alto Concilio de los Triarcas había
aceptado su oferta de alianza. Noventa buques de guerra salieron de Peldaños de Piedra … y
como la oportunidad y los dioses lo quisieron, el barco de Pentos el Gay Abandon, llevando a dos
príncipes Targaryen, navegó directamente a sus dientes. Las escoltas enviadas para proteger el
barco se ahogaron, o fueron capturados, y el Gay Abandon fue capturado. El Príncipe Aegon,
logro huir aferrándose desesperadamente al cuello de su dragón, Stormcloud. De sólo nueve
años, él nunca había volado antes y su dragón, muy malherido murió en una hora. El hermano
más joven, el Príncipe Viserys, no tenía ninguna posibilidad de escapar del barco. Un muchacho
inteligente, él escondió el huevo de su dragón y cambió sus prendas por la ropa rotosa y
manchada de sal, pretendiendo ser el grumete del barco, pero uno de los chicos de la nave real
lo traicionó, y él fue apresado. El Príncipe Jacaerys voló sobre la flota de galeras de Lys sobre
Vermax, pero fue atacado por una lluvia de lanzas y flechas. Cuatro dragones más volaban hacia
la flota. Una cosa es enfrentar a un dragón, otra es enfrentar a cinco. La línea de buques de
guerra fue destruida galera por galera. Los dragones cayeron como rayos, escupiendo bolas de
fuego, azul y naranja, rojo y oro, cada una más brillante que la anterior. Un buque detrás del
otro estalló o fue consumido por las llamas. Lamentablemente Vermax voló demasiado bajo y
chocó contra el agua, humeando y chillando. Jacaerys Velaryon brincó de Vermax y se aferró,
por unos instantes, a un trozo de los restos humeantes, hasta que algún arquero en un barco de
Myr más cercano empezó a lanzarle flechas. Finalmente una le atravesó el cuello, y Jace fue
tragado por el mar.

Una quincena después, en el Dominio, Ormund Hightower se encontró cogido entre dos
ejércitos. Thaddeus Rowan, Lord de Sotodeoro, y Tom Flores, el Bastardo de Puenteamargo,
estaban presionándolo desde el nordeste con un gran ejército de caballeros montados; mientras
Ser Alan Beesbury, Lord Alan Tarly, y Lord Owen Costayne habían unido sus poderíos para cortar
su retirada a Antigua. Cuando sus ejércitos se cerraron a su alrededor en las orillas del río
Honeywine, Lord Hightower pensó que la derrota era inminente… hasta que una sombra barrió el
campo de batalla y un rugido terrible resonó sobre las cabezas. Un dragón había venido.
El dragón era Tessarion, la Reina Azul, cobalto y cobre. Lo montaba Daeron Targaryen, el más
joven de los tres hijos de la Reina Alicent, de quince años, y escudero de Lord Ormund.

La llegada del Príncipe Daeron y su dragón invirtió la marea de la batalla. Ahora estaban
atacando los hombres de Lord Ormond. Al final del día, Lord Rowan estaba retirándose al norte
con los remanentes de su ejército, Tom Flores estaba muerto y quemado entre las cañas; ambos
Alans habían sido tomados prisioneros, y Lord Costayne estaba agonizando de una herida dada
por la negra espada Orphan-Maker de Jon Roxton. Mientras los lobos y cuervos se alimentaban
de los cadáveres, Lord Hightower agasajó al Príncipe Daeron, contando la historia de un
caballero con la espada "Vigilance" de acero valryio.
En Rocadragón, se vivía un aire de desaliento y derrota. Ahora, Lord Bar Emmon incluso llegó a
sugerir que quizás había llegado el momento de doblar sus rodillas a Aegon II. No obstante, la
reina no quería saber nada de eso.
Sólo los dioses conocen realmente los corazones de los hombres, y los de las mujeres están
llenas de misterio. La pérdida de sus dos hijos la endureció, quemando sus miedos, dejando sólo
su furia y su odio. Todavía poseía más dragones que su medio hermano y resolvió usarlos ahora,
sin importar el costo. Haría llover fuego y muerte sobre Aegon y todos aquellos que lo apoyaron;
lo quitaría del Trono de Hierro, o moriría en el intento.

Una resolución similar se arraigó en el pecho de Aemond Targaryen, gobernando en nombre de


su hermano. Uno-ojo Aemond se veía amenazado por su tío, el Príncipe Daemon, y el gran
ejército que él había reunido en Harrenhal. El príncipe anunció su intento de llevar la batalla
hacia su tío y castigar a los rebeldes señores del río. Aemond tenía el apoyo de Ser Criston Cole,
la Mano, y de Ser Tyland Lannister, pero el Gran Maester Orwyle le instó enviar un mensaje al
Bastión de Tormentas y añadir el poder de la Casa Baratheon; e Ironrod, Lord Jasper Wylde,
declaró que debería convocar a Lord Hightower y al Príncipe Daeron desde el sur, ya que “dos
dragones son mejores que uno.” No obstante, el Príncipe Aemond no tenía intenciones de aplazar
las cosas. Él no necesitaba de sus hermanos, o sus dragones; estaba determinado en que ésta
debía ser su victoria; la regencia y gobierno eran de Aemond. Quince días después, el príncipe
montó desde la Puerta de los Dioses a la cabeza de un ejército de cuatro mil hombres.

Daemon Targaryen era demasiado viejo y experimentado en las batallas como para permanecer
dentro de los muros de Harrenhal. El príncipe todavía tenía amigos en Desembarco del Rey, y las
noticias sobre los planes de su sobrino lo había localizado incluso antes de que Aemond hubiera
partido. Cuando se enteró que Aemond y Ser Criston Cole habían salido de Desembarco del Rey,
se dice que el Príncipe Daemon se rió y dijo, “Llegó el momento,” porque él había anticipado este
momento hace mucho tiempo. Un bandada de cuervos voló desde las torcidas torres de
Harrenhal.

En otra parte del reino, Lord Walys Mooton lideraba a cien caballeros desde Poza de Doncella
para unirse con los semi-salvajes Crabbs y Brunes de Punta Zarpa Rota y los Celtigar de la Isla
Zarpa. A través de los bosques del pinos y colinas amortajadas por la niebla, se acercaron al
Grajal, dónde su súbita aparición tomó por sorpresa a la guarnición. Después de volver a tomar
el castillo, Lord Mooton llevó a sus hombres más valientes al campo en cenizas al oeste del
castillo, para acabar con el dragón Sunfyre. Sunfyre demostró ser más formidable de lo
esperado. Los dragones son criaturas torpes en tierra, y el ala rasgada del gran dragón dorado le
impedía volar. Los atacantes esperaban encontrar a la bestia agonizando. En cambio, la
encontraron durmiendo, pero el ruido de espadas y el trueno de los caballos la despertó, y la
primera lanza que la golpeó la enfureció. El dragón mato a muchos y entre los muertos se
encontraba Walys Mooton, Lord de Poza de Doncella. Cuando su hermano Manfyrd encontró su
cadáver una quincena después, no quedaba nada, salvo la carne carbonizada dentro de la
armadura fundida, repleta de gusanos. No obstante, Lord Manfyrd no pudo encontrar al dragón.
Sunfyre se había ido. Al parecer, Sunfyre el Dorado había volado de nuevo… pero a dónde,
ningún hombre viviente podría decirlo.

Entretanto, el Príncipe Daemon Targaryen voló al sur en su dragón, Caraxes. Volando sobre la
orilla occidental del Ojo de Dioses, lejos de la línea del ejército de Ser Criston, cruzó el río
Aguasnegras, luego giró al este, siguiendo el río hacia Desembarco del Rey.
Y en Rocadragón, Rhaenyra Targaryen se puso una armadura de fulgurantes escamas negras,
montó a Syrax, y voló igual una tempestad azotando las aguas de la Bahía de Agusasnegras.
A una gran altura sobre la ciudad, la reina y su príncipe consorte llegaron juntos, dando vueltas
encima de la Colina Alta de Aegon, aterrorizando a los ciudadanos en las calles, que rápidamente
comprendieron que el ataque sería espantoso.
Miles de habitantes corrieron hacia las puertas de la ciudad acarreando a sus niños y posesiones
mundanas en sus espaldas, buscando la seguridad en el campo. Otros excavaron hoyos y
túneles debajo de sus cabañas, esperando esconderse aunque la ciudad fuese quemada. Los
pendencieros brotaron del Fondo de la Pulga. Cuando se vieron las velas de los barcos de la
Serpiente del Mar al este en la Bahía de Aguasnegras, las campanas de cada septo en la ciudad
empezaron a sonar, y las chusmas surgieron a través de las calles, saqueando cuanto podían.
Con el Lord Protector y la Mano del Rey ausente, y el propio Rey Aegon quemado, postrado, y
perdido en los sueños de opio, recayó en su madre, la Reina Viuda, velar por las defensas de la
ciudad. La Reina Alicent ordenó cerrar las puertas del castillo y de la ciudad, enviando los Capas
Dorados a los muros, y despachando a los jinetes más veloces para encontrar al Príncipe
Aemond y traerlo de regreso. También ordenó al Gran Maestre Orwyle enviar a los cuervos a los
señores leales, convocándolos a defender a su verdadero rey. Sin embargo, cuando Orywle
regresó a sus aposentos, se encontró con cuatro Capas Doradas. Con una bolsa puesta sobre su
cabeza, el gran maestre fue escoltado abajo a las celdas negras.
Los jinetes de la reina Alicent solo consiguieron llegar hasta las puertas, dónde fueron apresados
por mas Capas Doradas.
En ese momento apareció Caraxes en el cielo sobre la Fortaleza Roja… y debido a su jerarquía y
legajo, la Guardia de la Ciudad todavía amaba a Daemon Targaryen quien los había comandado
antiguamente. Ser Gwayne Hightower, el hermano de la reina, segundo a cargo de los Capas
Doradas, corrió hacia los establos con la intención de hacer sonar la alarma; pero fue asido,
desarmado, y arrastrado ante su comandante, Luthor Largent. “Daemon nos dio estas capas,”
dijo. Entonces clavó su espada en el vientre de Ser Gwayne y ordenó abrir las puertas de la
ciudad a los hombres que bajaban de los barcos de la Serpiente del Mar.
A pesar de toda la preciada firmeza de sus muros, el Desembarco del Rey se desplomó en
menos de un día. La vista de los dragones de la reina en el cielo quitó el valor a la oposición, y
los restantes miembros leales del Rey Aegon se ocultaron, o huyeron, o doblaron la rodilla.

Uno por uno, los dragones hicieron su descenso. Sheepstealer descendió encima de la Colina de
Visenya, Silverwing y Vermithor en la Colina de Rhaenys, cerca del Pozo Dragón. El príncipe
Daemon rodeó las torres de la Fortaleza Roja antes de derrumbar a Caraxes en el patio exterior.
Sólo cuando estuvo seguro que los defensores no ofrecerían ningún daño, hizo una señal a su
esposa, la reina, para que descendiera en Syrax. Addam Velaryon permanecía arriba sobre
Seasmoke, volando alrededor de los muros de la ciudad.

Comprendiendo ya que la resistencia era inútil, la Reina Viuda Alicent salió del Torreón de
Maegor con su padre, Ser Otto Hightower, Ser Tyland Lannister, y Lord Jasper Wylde el Ironrod.
(Lord Larys Strong no estaba con ellos. El Consejero de los Rumores había ideado un plan para
desaparecer de algún modo.) La reina Alicent intentó negociar con su hijastra.
“Juntas deberíamos convocar un gran concilio, como lo hizo el Viejo Rey antaño,” dijo la Reina
Viuda, “y exponer el asunto de la sucesión ante los señores del reino.”
Pero la Reina Rhaenyra rechazó la propuesta con desdén.
“Ambas sabemos qué decidiría este concilio.” Entonces ofreció a su madrastra escoger: rendirse,
o ser quemada.
Inclinando su cabeza y reconociendo su derrota, la Reina Alicent rindió las llaves del castillo, y
pidió a sus caballeros y hombres de armas bajar sus espadas.
“La ciudad es tuya, princesa,” se informa que había dicho, “pero no la sostendrás por mucho
tiempo. Las ratas juegan cuando el gato se ha ido, pero mi hijo Aemond volverá con fuego y
sangre.”

Todavía el triunfo de Rhaenyra estaba lejos de ser completo. Sus hombres encontraron a la
esposa de su rival, la Reina Helaena completamente loca, encerrada con llave en su alcoba…
pero cuando abrieron las puertas de los apartamentos del rey, sólo descubrieron “su cama,
vacía, y su bacinilla llena.” El Rey Aegon II había huido. Tampoco encontraron a sus niños, la
Princesa Jaehaera de seis años y el Príncipe Maelor de dos, junto con los caballeros Willis Fell y
Rickard Thorne de la Guardia Real. Ni siquiera la Reina Viuda parecía saber adónde habían ido, y
Luthor Largent juró que ninguno había atravesado las puertas de la ciudad.

La Reina Rhaenyra subió los escalones férricos y se sentó en el Trono de Hierro y recibió a cada
hombre y mujer en la Fortaleza Roja quienes se arrodillaron a sus pies, suplicando su perdón y
le juraron sus vidas y espadas y honor como su reina.
La ceremonia siguió durante toda esa noche. Rhaenyra Targaryen se levantó bajó del trono. Y
cuando su señor esposo, el Príncipe Daemon la escoltó por el salón, se vieron los cortes en las
piernas de Su Gracia y en la palma de su mano izquierda. Las gotas de sangre cayeron al suelo
mientras ella caminaba, y los hombres sabios se miraron entre si, aunque ninguno se atrevió a
decir la verdad en voz alta: el Trono de Hierro la había rechazado con desprecio, y sus días sobre
el serían muy pocos.
Todo esto estaba ocurriendo cuando el Príncipe Aemond y Ser Criston Cole se adentraban en las
tierras de los ríos. Localizaron Harrenhal después de diecinueve días de marcha… y encontraron
las puertas del castillo abiertas, y el Príncipe Daemon y toda su gente desaparecidos. Cuando
llegó la noticia de la caída de Desembarco del Rey, el príncipe se sintió tres veces necio. Su furia
fue terrible.

Hacia el oeste de Harrenhal, la lucha continuaba en las tierras de los ríos, cuando avanzó el
ejército de los Lannister. La edad y enfermedad de su comandante, Lord Lefford, había retardado
su marcha, pero cuando se acercaron a las orillas occidentales del Ojo de Dioses, se encontraron
un nuevo gran ejército.
Roddy la Ruina (Lord Dustin)y sus Lobos Invernales se habían unido con Forrest Frey, Lord del
Cruce, y Robb Rojo Ríos, conocido como Bowman de Árbol de Cuervos. El número de los
norteños era de dos mil; Frey lideraba a doscientos caballeros y seiscientos soldados; Ríos trajo
a trescientos arqueros a la batalla. Y mientras Lord Lefford se detuvo por un breve lapso para
confrontar al enemigo, aparecieron más al frente y al sur dónde Longleaf, el Asesino de Leones,
y una andrajosa banda de sobrevivientes de las batallas anteriores se habían unido a Lord
Bigglestone, Chambers, y Perryn. Cogido entre estos dos enemigos, Lefford dudó en marchar
contra cualquiera de ellos.
Más hombres de los ríos se vieron al día siguiente, liderados por Ser Garibald Grey, Lord Jon
Charlton, y el nuevo Lord de Árbol de Cuervos, Benjicot Blackwood de once años. Con sus filas
acrecentadas por estos frescos reclutas, los hombres de la reina estaban de acuerdo que había
llegado el tiempo de atacar.
“Es mejor acabar con estos leones antes de que lleguen los dragones,” dijo Roddy la Ruina.
La batalla terrestre más sangrienta de la Danza de Dragones empezó al día siguiente, al
amanecer.
En los anales de la Ciudadela es conocida como "La Batalla de Lakeshore", pero para aquellos
hombres que vivieron para contarlo, siempre fue "Fishfeed". (¿Alimento de peces?)
Atacado desde tres flancos, los hombres de oeste retrocedieron paso a paso hacia las aguas de
Ojo de Dioses. Centenares murieron allí, tajados y luchando entre los juncos; cientos más se
ahogaron cuando intentaron huir. Por el anochecer, dos mil hombres estaban muertos, entre
ellos muchos notables, incluyendo a Lord Frey, Lord Lefford, Lord Bigglestone, Lord Charlton,
Lord Swyft, Lord Reyne, Ser Clarent Crakehall, y Ser Tyler Colina, el Bastardo de Lannisport. El
ejército de Lannister estaba destruido. Las pérdidas más dolorosas fueron sufridas por los
norteños, pues los Lobos Invernales habían solicitado el honor de liderar el ataque, y habían
cargado cinco veces contra las líneas de lanzas de los Lannister. Más de dos tercios de los
hombres que habían montado al sur con Lord Dustin estaban muertos o heridos.

En Harrenhal, Aemond Targaryen y Criston Cole debatieron respecto del mejor plan para
responder los ataques de la reina. Ser Criston insistió en un retiro al sur, dónde el respaldo al rey
Aegon era más fuerte, y unir sus fuerzas con las de Lord Hightower, pero el príncipe se negó,
diciendo, “Sólo un cobarde huye de los traidores.” Ser Criston y el Príncipe Aemond decidieron
partir por diferentes caminos. Cole comandaría su ejército y los llevaría al sur para unirse con
Ormund Hightower y el Príncipe Daeron, pero el Príncipe Regente no los acompañaría. En cambio
él quiso luchar su propia guerra, haciendo llover el fuego sobre los traidores desde el aire. Y así
fue como el Hacedor de Reyes y el Matarreyes partieron, cada uno hacia su propio destino.

La Reina Rhaenyra Targaryen recompensó a sus amigos e infligió salvajes castigos a aquellos
que habían servido a su medio hermano. La Reina Alicent fue encadenada de la muñeca y tobillo,
aunque su hijastra le perdonó la vida “por nuestro padre que la amó una vez.” Su propio padre
fue menos afortunado. Ser Otto Hightower, quien había servido a tres reyes como Mano, fue el
primer traidor en ser decapitado. En cambio, Ser Tyland Lannister fue entregado a los verdugos
para ser torturado, con la esperanza de recuperar algo del tesoro de la corona.
Ni Aegon, ni su hermano Aemond habían sido amados por la gente de la ciudad, y muchos
ciudadanos habían dado la bienvenida al retorno de la reina… pero el amor y el odio son dos
caras de la misma moneda, y cuando más cabezas frescas empezaron a aparecer a diario en las
púas sobre las puertas de la ciudad, acompañadas por cada vez más exigentes impuestos, la
moneda se volteó.
Con la ciudad, castillo, y trono en su posesión, defendido por no menos que seis dragones,
Rhaenyra se sintió bastante segura como para enviar a por sus hijos, Aegon el Joven y el
Príncipe Joffrey, el último de los tres hijos de la reina y Laenor Velaryon, junto con su dragón
Tyraxes.

En las tierras de los ríos, Ser Criston Cole marchaba al sur a lo largo de la orilla occidental del
Ojo de Dioses con ciento treinta y seis hombres (la muerte, enfermedades y deserción habían
enrarecido las filas de los que habían montado en Desembarco del Rey). El Príncipe Aemond,
volando sobre Vhagar, creó su propia guerra con fuego de dragón, haciendo que Vhagar
descendiera del cielo una y otra vez sobre las desiertas tierras y pueblos y castillos de los
señores del río. La Casa Darry fue la primera en conocer la cólera del príncipe. El Castillo de
Darry se consumió en una torbellino de fuego. Lady Darry y sus hijos más jóvenes lograron
sobrevivir resguardándose en las bóvedas debajo del castillo, pero su esposo y su heredero
murieron en las almenas. Tres días después dejó humeantes Lord’s Mill, Blackbuckle, Buckle,
Claypool, Swynford, Spiderwood... hasta que la mitad las tierras de los ríos estaban ardiendo.
Ser Criston Cole también enfrentó los fuegos. Cada pueblo, al que llegaba, encontraba quemado
y abandonado. Su columna se movió a través de los bosques de árboles muertos. En cada
arroyo, estanque y pueblo él encontró la muerte: los caballos muertos, las vacas muertas, los
hombres muertos, hinchados y hediendo, aguas fétidas. En otra parte sus exploradores se
encontraron con un cuadro horrible: los cadáveres acorazados estaban sentados bajo los árboles
en podridas prendas de vestir, en una burla grotesca de un banquete. Eran hombres que se
habían caído en la batalla, cráneos sonrientes debajo de los timones oxidados y su verde y
podrida carne desprendida de sus huesos.

Cuatro días después de abandonar Harrenhall, empezaron los ataques. Arqueros escondidos
entre los árboles, escogiendo a los jinetes rezagados y rastreadores. Más hombres se murieron.
Los hombres huyeron, abandonando sus escudos y lanzas para desaparecer en los bosques. Los
hombres se pasaron al enemigo. En el pueblo de los Olmos Cruzados encontraron otro de los
horribles banquetes. Familiarizados con cosas así, los jinetes de Ser Criston hicieron muecas y
siguieron marchando, sin prestar atención a los muertos pudriéndose… hasta que los cadáveres
saltaron y cayeron sobre ellos. Una docena se murió antes de que comprendieran que todo había
sido una táctica.

Pronto Ser Criston se encontró con los señores del Tridente; trescientos caballeros montados y
tres mil arqueros, tres mil rudos hombres de los ríos con lanzas, cientos de norteños blandiendo
hachas, mazos, mazas con clavos y antiguas espadas de hierro. La batalla que siguió era tan
unilateral como cualquiera en la Danza. Lord Roderick Dustin levantó un cuerno de guerra a sus
labios y sonó el ataque, y los hombres atacaron, bajando del cerro y gritando, liderados por los
Lobos Invernales en sus lanudos caballos norteños y los caballeros en sus corceles blindados.
Cuando Ser Criston fue atacado y cayó muerto, los hombres que lo habían seguido desde
Harrenhal perdieron el valor. Se desmadraron y huyeron, arrojando sus escudos y fueron
perseguidos y asesinados.

En el Día de la Doncella por el año 130 CA, la Ciudadela de Antigua envió a trescientos cuervos
blancos anunciando la llegada del invierno, pero éste era el gran verano para la Reina Rhaenyra
Targaryen. A pesar del descontento de los ciudadanos de Desembarco del Rey, la ciudad y
corona eran suyas. Por el Mar Angosto, los Triarchy habían empezado a despedazarse. Las aguas
pertenecían a la Casa Velaryon. Aunque la nieve había cerrado los caminos a través de las
Montañas de la Luna, la Doncella del Valle había demostrado ser fiel a su palabra, enviando a los
hombres por el mar para unirse a los ejércitos de la reina. Otras flotas trajeron a los guerreros
del Puerto Blanco, liderados por los hijos de Lord Manderly, Medrick y Torrhen. El poder de la
Reina Rhaenyra aumentaba, mientras el del Rey Aegon había menguado.

El Príncipe Aemond se había vuelto el terror del Tridente, descendiendo del cielo para hacer
llover fuego y muerte en las tierras de los ríos. Lord Mooton de Poza de Doncella, Lord Darklyn
de Duskendale, y Lord Blackwood de Raventree enviaron mensajes urgentes a la reina,
pidiéndole que envíe a sus dragones para defender sus pertenencias.
No obstante, la más grande amenaza al reino de Rhaenyra no era Uno-ojo Aemond, si no su
hermano más joven, el Príncipe Daeron y el gran ejército sureño liderado por Lord Ormund
Hightower.
El ejército de Hightower había cruzado el Mander, y estaba avanzando lentamente hacia
Desembarco del Rey, aplastando a los leales de la reina dondequiera que estuviesen tratando de
impedir su avance, y forzando a cada señor a doblar la rodilla y adicionar su propia hueste.
Volando sobre Tessarion por delante de la columna principal, el Príncipe Daeron había
demostrado ser inestimable como explorador, advirtiendo a Lord Ormund de los movimientos
enemigos. A menudo, los hombres de la reina desaparecían al vislumbrar las alas de la Reina
Azul en vez de enfrentar el fuego del dragón en la batalla.

Enterado de todas estas amenazas, la Mano de la Reina Rhaenyra, el anciano Lord Corlys
Velaryon, sugirió a Su Gracia que había llegado el tiempo de hablar. Él instó a la reina a ofrecer
perdones a Lord Baratheon, Hightower y Lannister, si ellos doblaban sus rodillas, juraban su
lealtad, y ofrecían rehenes al Trono de Hierro. La Serpiente del Mar propuso permitir que la Fe se
encargara de las acusaciones contra la Reina Alicent y la Reina Helaena, para que ellas pudieran
pasar el resto de sus vidas en la oración y contemplación. Ella podría tomar a Jaehaera, la hija
de Helaena como su pupila, y a su debido tiempo casarla con el Príncipe Aegon el Joven, ligando
las dos mitades de la Casa Targaryen juntas una vez más.
“¿Qué de este falso rey Aegon, y el matarreyes Aemond? ¿Me harías perdonarlos también?”
“Perdónalos, y envíalos al Muro,” contestó Lord Corlys. “Déjalos tomar el negro y que vivan sus
vidas como los hombres de la Guardia de la Noche, ligados por los sagrados votos.”
El Príncipe Daemon apoyó los recelos de la reina.
“Los perdones a los rebeldes y traidores sólo sembrarían las semillas de las futuras rebeliones,”
afirmó. “La guerra acabará cuando las cabezas de los traidores estarán montadas en las púas
sobre la Puerta del Rey, y no antes. Deben destruirse los Lannister y Baratheon también, para
poder entregar sus tierras y castillos a hombres que habían demostrado más lealtad.
Otorgaríamos Bastión de Tormentas a Ulf Blanco y Roca Casterly a Hugh el Martillo,” propuso el
príncipe … para el horror de la Serpiente del Mar.
“La mitad de los señores de Poniente se volverán contra nosotros si somos tan crueles como
para destruir a dos antiguas y nobles casas,” dijo Lord Corlys.
La reina decidió enviar mensajeros al Bastión de Tormentas y Roca Casterly, ofreciendo
“condiciones justas” y perdones… después de haber acabado con los hermanos del usurpador.
La Reina Rhaenyra permanecería en la ciudad con Syrax; Joffrey, de trece años, con Tyraxes y
Addam Velaryon, el heredero de la Serpiente del Mar, con Seasmoke. Tres dragones eran
suficientes para defender Desembarco del Rey; los demás entrarían en la batalla.
El príncipe Daemon llevaría a Caraxes al Tridente, junto con la chica Nettles y Sheepstealer,
encontraría al Príncipe Aemond y Vhagar y acabaría con él. Ulf Blanco y Hugh Martillo volarían a
Tumbleton, a unas cincuenta leguas al sudoeste de Desembarco del Rey, la última fortaleza leal
entre Lord Hightower y la ciudad, para ayudar en la defensa del pueblo y castillo y destruir al
Príncipe Daeron y Tessarion.

El Príncipe Daemon Targaryen, y la pequeña chica oscura llamada Nettles, intentaron cazar a
Uno-ojo Aemond sin éxito. Se habían situado en Poza de Doncella, debido a la invitación de Lord
Manfryd Mooton que vivía aterrorizado de que Vhagar descendiera en su pueblo.
Cada amanecer Caraxes y Sheepstealer volaban de Pozo de Doncella esperando descubrir a
Vhagar. Vhagar era el último de los tres dragones que habían venido a Poniente con Aegon el
Conquistador y sus hermanas. Aunque era más lenta de lo que había sido un siglo antes, había
crecido tan grande como el Terror Negro. Sus fuegos eran bastante calientes para fundir la
piedra, y ni Caraxes, ni Sheepstealer podrían igualar su ferocidad. Sólo juntos podían esperar
combatirla. Y por eso él cuidó de tener a la muchacha Nettles a su lado, día y noche, en el cielo
y en el castillo.

Entretanto, al sur, la batalla llegó a Tumbleton en el río Mander, un prospero pueblo dedicado al
comercio.
El castillo en lo alto del pueblo era robusto pero pequeño, guarnecido por no más de cuarenta
hombres, pero miles más habían venido de Puenteamargo, Granmesa, y del sur más lejano. La
llegada de un fuerte ejército de señores de los ríos aumentó sus tropas, y atiesó su resolución.
Todos relataban que las fuerzas reunidas bajo los estandartes de la Reina Rhaenyra en
Tumbleton sumaban cerca de nueve mil hombres. Los hombres de la reina eran fuertemente
excedidos en números por Lord Hightower. Sin ninguna duda, la llegada de los dragones
Vermithor y Silverwing con sus jinetes eran muy bienvenidos por los defensores de Tumbleton.
Poco pudieron ellos saber sobre los horrores que les esperaban.

Cómo y cuándo y por qué se ha vuelto conocido como las Traiciones de Tumbleton sigue siendo
un tema de mucha discusión, y la verdad de todo lo que pasó probablemente se conocerá nunca.
Al parecer, es cierto de aquellos que inundaron el pueblo, huyeron antes de la llegada del
ejército de Lord Hightower, pero en realidad era una parte de ese ejército, una avanzada para
infiltrar las filas de los defensores. Aun así, sus traiciones habrían sido contadas como nimias, si
no fuese por Ser Ulf Blanco y Ser Hugh Martillo, quienes escogieron este momento para cambiar
su fidelidad.
Como ningún hombre podía leer ni escribir, nunca sabremos qué movió a los Dos
Traidores (como la historia los ha llamado) para hacer lo que hicieron. De la Batalla de
Tumbleton sabemos mucho más, sin embargo.

Seis mil hombres se formaron para enfrentar a Lord Hightower en el campo, y lucharon
valientemente durante un tiempo, pero una lluvia de flechas de los arqueros de Lord Ormund
aguó sus filas, y un ataque ensordecedor por su caballo de guerra los fracturó, enviando a los
sobrevivientes a correr de regreso hacia los muros del pueblo. Cuando la mayoría de los
sobrevivientes estaban seguros dentro de las puertas, Roddy la Ruina y sus Lobos Invernales
salieron de la puerta de la poterna, vociferando el terrorífico alarido norteño de guerra cuando
barrieron en torno al flanco izquierdo de los asaltantes. En el caos que siguió, los norteños se
abrieron camino a través de diez veces su propio número hacia dónde Lord Ormund Hightower
estaba sentado en su caballo de guerra debajo del dragón dorado del Rey Aegon y los
estandartes de Antigua y Hightower. Como los cantantes lo cuentan, Lord Roderick estaba
ensangrentado de la cabeza a los pies, cuando llegó con el escudo astillado y el yelmo
resquebrajado, todavía tan ebrio de la batalla, que ni siquiera parecía sentir sus heridas. Ser
Bryndon Hightower, el primo de Lord Ormund, se situó entre el norteño y su soberano,
cercenándole el brazo del escudo de la Ruina desde el hombro con un terrible tajo de su
espada… todavía el salvaje Lord del Fuerte Túmulo siguió luchando, matando a Ser Bryndon y
Lord Ormund, antes de morir. Los estandartes de Lord Hightower fueron derribados, y los
pueblerinos gritaron en su gran alegría, pensando que la marea de la batalla había virado. Ni
siquiera la aparición de Tessarion por el campo los desanimó, porque sabían que tenían dos
dragones propios… pero cuando Vermithor y Silverwing subieron en el cielo y soltaron sus fuegos
sobre Tumbleton, esa alegría se transformó en alaridos.

Tumbleton fue envuelto en llamas: las tiendas, casas, septos, la gente, todo. Los hombres se
desplomaban quemados desde la caseta del guardabarrera y almenas, o tropezaban chillando a
través de las calles igual antorchas vivientes. Los Dos Traidores azotaron el pueblo con látigos de
llamas de un extremo al otro. El saqueo que siguió era tan salvaje como cualquiera en la
historia de Poniente. Tumbleton, el próspero pueblo de mercaderes, fue reducido a cenizas y
ascuas, para nunca ser reconstruido. Miles se quemaron, y otros tantos murieron ahogados,
cuando intentaron nadar en el río.
Algunos dirían después, que eran los afortunados, pues no hubo piedad para los sobrevivientes.
Los hombres de Lord Footly arrojaron sus espadas y se rindieron, sólo para ser amarrados y
decapitados. Las mujeres del pueblo, que sobrevivieron los fuegos, fueron violadas
repetidamente, incluso las chicas jóvenes de ocho y diez años. Pasaron a los ancianos y a los
chicos por la espada, mientras los dragones se alimentaron con los retorcidos cadáveres
humeantes de sus víctimas.

Aproximadamente en este momento llegó una maltrecha barcaza mercantil de nombre Nessaria,
cojeando al puerto de Rocadragón para efectuar las reparaciones y cargar provisiones y los
marineros vieron a dos dragones luchando, sus rugidos retumbando desde los empinados negros
precipicios de las humeantes laderas orientales de la montaña. A la mañana siguiente algunos
pescadores locales llevaron sus barcazas alrededor del Monte Dragón, y volvieron para informar
sobre señales de los restos quemados y rotos de un dragón muerto al pie de la montaña. Por el
color de sus alas y escamas, era el cadáver de Fantasma Gris. El dragón estaba rasgado en dos
pedazos y había sido devorado parcialmente.
Al oír estas noticias, Ser Robert Quince, el obeso, amable y afamado caballero, a quien la reina
había nombrado castellano de Rocadragón a su partida, fue rápido en acusar a Caníbal como el
asesino. “Si no lo molestamos, el Caníbal no nos molestará,” declaró. Para asegurarse, prohibió
pescar en las aguas debajo la ladera oriental del Monte Dragón dónde yacía el putrefacto
cadáver del dragón.

Entretanto, en la orilla occidental de la Bahía de Aguasnegras, la noticia de la batalla y traición


en Tumbleton había alcanzado Desembarco del Rey. Se dijo que la Reina Viuda Alicent se rió
cuando la oyó.
“Todo lo que han sembrado, ahora van a cosechar,” ella prometió.
En el Trono de Hierro, la Reina Rhaenyra empalideció y se desmayó, y ordenó cerrar y trabar las
puertas de la ciudad; de aquí en adelante, a nadie le sería permitido entrar o dejar Desembarco
del Rey.
“No permitié a ningún cambiacapas en mi ciudad abrir mis puertas a los rebeldes,” proclamó.
El ejército de Lord Ormund podría estar fuera de sus muros al día siguiente, o el día después; los
traidores, semillas de dragón, podrían llegar incluso antes.

Seis dragones permanecían en Desembarco del Rey, pero el único dentro de las paredes de la
Fortaleza Roja era su propio ella-dragón de la reina, Syrax. Un establo en el patio exterior fue
vaciado de los caballos y entregado para su uso.
Todos los otros dragones estaban contenidos en Pozo Dragón, la colosal estructura que el Rey
Maegor el Cruel había construido estrictamente para ese propósito. Bajo su gran domo, se
habían tallado cuarenta enormes bóvedas subterráneas debajo de la Colina de Rhaenys en forma
de un gran anillo. Las gruesas puertas férricas cerraban estas cuevas artificiales por ambos
lados; las puertas internas enfrentando las arenas del hoyo, la apertura exterior enfrentaban la
ladera.
Ahora moraban cinco dragones: Tyraxes del príncipe Joffrey, Seasmoke el gris pálido de Addam
Velaryon; los dragones jóvenes Morghul y Shrykos, ligados a Princesa Jaehaera (huida) y a su
gemelo el Príncipe Jaehaerys (muerto)… y Dreamfyre, el amado de la Reina Helaena.
Desde hace mucho tiempo existía la costumbre de que por lo menos un jinete de dragón resida
en el hoyo, para ser capaz de subir en defensa de la ciudad en caso de presentarse esa
necesidad. Cuando la Reina Rhaenyrs prefirió mantener a sus hijos a su lado, ese deber recayó
en Addam Velaryon.
Pero ahora se elevaron voces en el concilio negro cuestionando la lealtad de Ser Addam. Las
semillas de dragón Ulf el Blanco y Hugh el Martillo se habían deslizado al lado enemigo… ¿pero
eran los únicos traidores entre ellos? ¿Qué de Addam de Hull y la chica Nettles? Ellos también
habían nacido bastardos. ¿Podrían confiar en ellos? Lord Bartimos Celtigar pensó que no.
“Los bastardos son traicioneros por naturaleza,” dijo.
“Es mejor no darles ninguna oportunidad,” dijo Ser Torrhen Manderly de Puerto Blanco. “Si el
enemigo gana dos dragones más, estamos perdidos.”
Sólo Lord Corlys habló en defensa de las semillas de dragón, declarando que Ser Addam y su
hermano Alyn eran “verdaderos Velaryon,” dignos herederos de Marcaderiva. En cuanto a la
chica, aunque podría ser fea y estar sucia, había luchado valientemente en la Batalla de
Gaznate.
Las apasionadas protestas de la Mano habían sido en vano. Se habían despertado todos los
miedos y sospechas de la reina. Ella había sido traicionada tan a menudo, por tantos, que era
rápida en creer lo peor de cualquier hombre. La Reina Rhaenyra ordenó a Ser Luthor Largent
conducir a veinte Capas Doradas al Pozo Dragón y arrestar a Ser Addam Velaryon.
Y de este modo hizo que la traición engendrase más traición, para la destrucción de la reina.
Cuando Ser Luthor Largent y sus Capas Doradas montaron a la Colina de Rhaenys con la orden
de aprehensión, las puertas del Pozo Dragón se abrieron sobre ellos, y Seasmoke extendió sus
pálidas alas grises y tomó vuelo, con el humo subiendo de sus orificios nasales. Ser Addam
Velaryon había sido prevenido a tiempo para poder escapar.
Frustrado y furioso, Ser Luthor regresó en seguida a la Fortaleza Roja, dónde irrumpió en la
Torre de Mano y puso sus ásperas manos sobre el anciano Lord Corlys, acusándolo de alevosía.
El anciano no lo negó. Amarrado y abatido, pero todavía silencioso, él fue bajado a los calabozos
y arrojado en una celda negra para esperar el juicio y la ejecución.

Mientras tanto, las historias de la matanza en Tumbleton estaban extendiéndose a través de la


ciudad… y con ellas el terror. Desembarco del Rey podría ser el siguiente.
Una clase diferente de caos reinaba en Tumbleton, a sesenta leguas al sudoeste. Los leales del
Rey Aegon se encontraban sin dirigentes, asediados por la división, conflicto y duda. Ormund
Hightower estaba muerto, junto con su primo Ser Bryndon, el principal caballero de Antigua. Sus
hijos permanecían lejos en Hightower a mil leguas, y, además, eran chicos verdes. Y aunque
Lord Ormund había llamado a Daeron Targaryen “Daeron el Osado” y alabó su valor en la
batalla, el príncipe todavía era un muchacho. Siendo el más joven de los hijos del Rey Aegon, él
había crecido a la sombra de sus hermanos mayores, y valía más siguiendo las órdenes, que
dándolas. El mayor de los Hightower, que permanecía con el ejército, era Ser Hobert, otro de los
primos de Lord Ormund, a quien se le asignó el cuidado de la caravana del equipaje. Un hombre
“tan robusto como lento,” Hobert Hightower había vivido sesenta años sin distinguirse, no
obstante ahora él presumió de comandar el ejército por el derecho de su parentesco con la Reina
Alicent.

Los peores crímenes eran aquellos cometidos por los Dos Traidores, Hugh el Martillo y Ulf el
Blanco. Ser Ulf se entregó completamente a la embriaguez. Aquellos que no le agradaron fueron
entregados a su dragón. El título de caballero que la Reina Rhaenyra le había conferido, ya no le
bastaba. Ni tampoco cuando el Príncipe Daemon lo nombró Lord de Puenteamargo. White tenía
un premio mayor en la mente: él deseaba nada menos que una sede en Altojardin, declarando
que los Tyrell no habían tomado ninguna parte en la Danza, y por consiguiente deberían ser
tratados como traidores.
Las ambiciones de Ser Ulf deben considerarse modestas, comparadas con aquéllas de su
compañero cambiacapas, Hugh el Martillo. El hijo de un herrero, Hammer era un hombre grande,
con las manos tan fuertes, que se decía que era capaz de torcer las barras de acero de las
antorchas. Aunque principalmente inexperto en el arte de la guerra, su tamaño y fuerza le
hicieron un enemigo temerario. Su arma predilecta era el un martillo de guerra con el que daba
golpes aplastantes, mortales. En la batalla él montó a Vermithor, una vez la montura del Viejo
Rey; de todos los dragones en Poniente, sólo Vhagar era más viejo, o más grande. Por todas
estas razones, Lord Hammer (como se llamaba ahora a sí mismo) empezó a soñar con coronas.
“¿Por qué soy un lord, cuándo puedo ser un rey?” le dijo a los hombres que empezaron a
reunirse a su alrededor

Manfryd Mooton, Lord de Poza de Doncella recibió un mensaje de la reina: debía entregar la
cabeza de Nettles, la chica bastarda, que se decía se había vuelto la amante del Príncipe
Daemon y a quién, por consiguiente, la reina había juzgado culpable de alta traición. “Ningún
daño se le hará a mi señor esposo, el Príncipe Daemon de la Casa Targaryen,” Su Gracia ordenó.
Cuando su señoría leyó la carta de la reina, temblaba tanto, que perdió la voz. No retornó hasta
que hubiera bebido tres jarras de vino. Entones Lord Mooton envió a por el capitán de su
guardia, su hermano, y su campeón, Ser Florian Greysteel. Les leyó la carta y pidió su consejo.
“Esto se resuelve fácilmente,” dijo el capitán de su guardia. “El príncipe duerme al lado de ella,
pero ha envejecido. Tres hombres deberían ser suficientes para dominarlo si él intentara
interferir, pero yo llevaré a seis para asegurarme. ¿Mi señor desea que esto se haga esta
noche?”
“Seis hombres, o sesenta, él todavía es Daemon Targaryen,” objetó el hermano de Lord Mooton.
“Un trago con somníferos en su vino de la tarde sería el curso más sabio. Cuando despierte, la
encontrará muerta.” “El Viejo Rey nunca habría pedido esto a ningún hombre honorable”, dijo
Ser Florian, el anciano caballero, gris y duro.
“Éstos son tiempos inmundos,” Lord Mooton dijo, “y esta es una opción inmunda que esta reina
me ha dado. La chica es una invitada bajo mi techo. Si obedezco, Poza de Doncella será
maldecida para siempre. Si me niego, nosotros seremos los traidores y destruidos.” Desearía
nunca haber leído esta carta.”
Y el Maester Norren, dijo, “Quizás nunca lo hizo.”

Esa noche, el maestre se encontró con el Príncipe Daemon y la chica Nettles y le mostró la carta
de la reina. Después de leerla el Príncipe Daemon dijo, “las palabras de una reina, la obra de una
puta.” Entonces sacó su espada y preguntó si los hombres de Lord Mooton estaban esperando
detrás de la puerta para aprehenderlos. Cuando el maestre le dijo que había venido solo y en
secreto, el Príncipe Daemon envainó su espada, diciendo, “Usted es un mal maestre, pero un
buen hombre,” y entonces pidió que los dejara a solas, ordenándole que “no diga una palabra de
esto al señor, ni a nadie hasta el día siguiente.”
Cómo el príncipe y su chica bastarda pasaron la noche bajo el techo de Lord Mooton no fue
registrado, pero cuando llegó el alba, aparecieron juntos en el patio, y el Príncipe Daemon ayudó
a Nettles a ensillar a Sheepstealer por última vez. Era su costumbre alimentarlo cada día antes
de volar. Esa mañana ella le alimentó con un carnero negro, el más grande de Poza de Donclla,
embutiendo la carne en su garganta. Cuando montó sobre su dragón, sus prendas de cuero
estaban manchadas con sangre, recordó Maestre Norren, y “sus mejillas estaban manchadas con
lágrimas.” Ninguna palabra de adiós se dijo entre el hombre y la doncella, pero cuando
Sheepstealer plegó sus coriáceas alas castañas y subió en el cielo del alba, Caraxes levantó su
cabeza y pegó tal bramido, que estrelló cada ventana en la Torre de Junquillo. Desde una gran
altura sobre el pueblo, Nettles dirigió a su dragón hacia la Bahía de Cangrejos, y desapareció en
las neblinas de la mañana, para nunca ser vista de nuevo en la corte o el castillo.
Daemon Targaryen simplemente regresó al castillo el tiempo suficiente para tomar el desayuno
con Lord Mooton.
“Ésta es la última vez que me verá,” le dijo a su señoría. Agradeció su hospitalidad y dijo que
volaría hacia Harrenhal. “Si mi sobrino Aemond se atreve a enfrentarme, él me encontrará allí,
solo.”
Y así, el Príncipe Daemon partió de Poza de Doncella por última vez. El Maestre Norren le dijo a
su señor que lo entregue a la reina, pues cuando le advirtió a un traidor y le permitió escapar, se
volvió un traidor también. Lord Mooton se negó. “Todos somos traidores aquí.” Y esa noche, los
estandartes de la Reina Rhaenyra, que volaban sobre las puertas de Poza de Doncella, fueron
descolgados y los dragones dorados del Rey Aegon II ocuparon su lugar.
Ningún estandarte volaba sobre las oscuras torres de Harrenhal, cuando el Príncipe Daemon
descendió del cielo para tomar el castillo. Daemon Targaryen paseó solitario por los cavernosos
salones del asiento de Harren, sin más compañero que su dragón. Cada noche, al crepúsculo, él
apuñalaba el árbol corazón en el bosque de dioses marcando el paso de otro día. Todavía podrían
verse trece marcas en ese árbol de azud; heridas viejas, profundas y oscuras, y todavía, los
señores que han gobernado Harrenhal desde los días de Daemon, dicen que vuelven a sangran
todas las primaveras.
En el decimocuarto día de la vigilia del príncipe, una sombra apareció sobre del castillo, más
negra que cualquier nube de paso. Vhagar había venido por fin, y en su lomo montaba el
príncipe Un-Ojo Aemond Targaryen, en armadura negra como la noche y ribeteada en oro.
Él no había venido solo. Alys Ríos volaba con él, su largo cabello negro vertiéndose detrás, su
vientre inflado con el niño. El Príncipe Aemond rodeó dos veces las torres de Harrenhal, entonces
Vhagar bajó en el patio exterior a cien yardas de Caraxes. Los dragones se miraron
ominosamente, y Caraxes extendió sus alas y siseó, las llamas bailando en sus dientes.
El príncipe ayudó a su mujer bajar del lomo de Vhagar, entonces se volvió para enfrentar a su
tío.
“Tío, he oído que has estado buscándonos.”
“Sólo a ti,” respondió Daemon. “¿Quién te dijo dónde encontrarme?”
“Mi señora,” contestó Aemond. “Ella te vio en una nube de tormenta, en un charco montañoso al
crepúsculo, en el fuego que encendimos para cocinar nuestra cena. Ella ve mucho y más, mi
Alys. Eres un necio al venir solo.”
“Si no estuviera solo, tú no habrías venido,” dijo Daemon.
“Aun así aquí estas, y aquí estoy. Has vivido demasiado tiempo, tío.”
“En eso estamos de acuerdo,” Daemon contestó.
Entonces el príncipe mayor indicó a Caraxes doblar su cuello y subió firmemente en su lomo,
mientras el príncipe más joven besó a su mujer y se acercó a Vhagar, teniendo cuidado de
sujetar las cuatro cortas cadenas entre el cinturón y silla de montar. Daemon dejó que sus
propias cadenas se balanceen en el aire. Caraxes siseó nuevamente, llenando el aire de llamas,
y Vhagar contestó con un rugido. Como uno, ambos dragones brincaron al cielo.
El Príncipe Daemon subió a Caraxes rápidamente, azotándolo con un látigo con puntas de acero,
hasta que ambos desaparecieran en un banco de nubes. Vhagar, más viejo y mucho más grande,
también era más lento por su mismo tamaño, y ascendió más gradualmente, ensanchando los
círculos elevándose encima de las aguas de el Ojo de Dioses. Era el atardecer, el sol estaba cerca
de cenit, y el lago estaba tranquilo, su superficie brillando como una hoja de cobre pulido. Arriba
y arriba ella voló, buscando a Caraxes, cuando Alys Ríos, situada sobre la Torre de la Pira del
Rey en Harrenhal, miró hacia abajo.
El ataque llegó súbito como un rayo. Caraxes se zambulló sobre Vhagar con un chillido
penetrante, cubierto por la luz intensa de la puesta del sol, y por el lado ciego del Príncipe
Aemond. El Blood Wyrm atacó al dragón más viejo con una fuerza terrible. Sus rugidos
resonaron por el Ojo de Dioses, cuando ambos se trenzaron y rasgaron entre sí, oscuros contra
el cielo rojo como sangre. Así de brillantes eras sus llamas que los pescadores debajo temieron
que las nubes habían cogido el fuego. Enroscados, los dragones fueron cayendo hacia el lago.
Las mandíbulas de Blood Wyrm se cerraron sobre el cuello de Vhagar, sus negros dientes
hundidos profundamente en la carne del dragón más grande. Mientas las garras de Vhagar le
abrían su barriga, y los dientes de Vhagar le arrancaban un ala, Caraxes mordió más y más
profundamente en la herida, mientras el lago se acercaba debajo de ellos a una velocidad
terrible.

Y fue entonces, los cuentos nos dicen, que el Príncipe Daemon Targaryen giró una pierna por
encima de su silla de montar y brincó de un dragón a otro. En su mano tenía la Hermana
Oscura, la espada de la Reina Visenya. Cuando Uno-ojo Aemond lo miró aterrorizado,
manoseando las cadenas que lo ataban a su silla de montar, Daemon arrancó el yelmo de su
sobrino y clavó la espada en su ojo ciego, tan duramente, que la punta salió por la parte de
atrás de la garganta del joven príncipe. Instantes después, los dragones golpearon el lago,
enviando una ola de agua tan alta, que se decía que había sido tan alta como la Torre de la Pira
del Rey.
Ni el jinete, ni el dragón podrían sobrevivir tal impacto, dijeron los pescadores que lo habían
presenciado. Ni lo hicieron.

Caraxes vivió el tiempo suficiente para arrastrarse hacia la tierra. Destripado, con un ala
colgando de su cuerpo y las humeantes aguas del lago envolviéndole, Blood Wyrm encontró la
fuerza para arrastrarse hacia la orilla del lago, expirando bajo los muros de Harrenhal. El
cadáver de Vhagar se zambulló al fondo del lago; la sangre caliente de la herida abierta en su
cuello hizo hervir el agua en su último lugar de descanso. Cuando fue encontrado algunos años
después de finalizar la Danza de Dragones, los huesos acorazados del Príncipe Aemond aun
permanecían encadenados a su silla de montar, con el puño de la Hermana Oscura clavado
profundamente a través de la cuenca de su ojo.
El Príncipe Daemon murió también, de eso no podemos dudar. Nunca se encontraron sus restos,
pero hay corrientes raras en ese lago, y también peces hambrientos. Los juglares nos dicen que
el príncipe mayor sobrevivió a la caída y después regresó con la chica Nettles, y pasó el resto de
sus días a su lado.
Tales historias crean canciones encantadoras, pero una historia pobre.

Era el día veintidoseno de la quinta luna del año 130 CA, cuando los dragones bailaron y
murieron sobre el Ojo de Dioses. Daemon Targaryen tenía cuarenta y nueve años el día de su
muerte; el Príncipe Aemond sólo veinte. Vhagar, el más grande de los dragones de los Targaryen
desde la muerte de Balerion el Terror Negro, había contado ciento ochenta y un años sobre la
tierra. Así había muerto la última criatura viviente desde los días de la Conquista de Aegon, que
habían tragado el crepúsculo y la oscuridad de la maldita sede de Harren Negro.

En Desembarco del Rey, la Reina Rhaenyra se encontraba más aislada que nunca con cada
nueva traición. Addam Velaryon, sospechoso de ser un cambiacapas, había huido antes de que
pudiera ser interrogado. Ordenando el arresto de Addam Velaryon, ella había perdido no sólo un
dragón y un jinete, si no la Mano de la Reina también… y más de la mitad del ejército que había
navegado desde Rocadragon para apoderarse del Trono de Hierro eran, de hecho, los hombres
juramentados a la Casa Velaryon. Cuando se conoció que Lord Corlys languidecía en un calabozo
bajo la Fortaleza Roja, ellos empezaron a abandonar su causa por centenares. Algunos se
dirigieron a la Plaza de Cobble para unirse las multitudes reunidas allí; aunque otros se
resbalaron a través de las puertas de la poterna, o encima de los muros, intentando regresar a
Marcaderiva. Ni podía confiar en aquellos que se quedaron a su lado.

Ese mismo día, no mucho tiempo después del ocaso, otro horror visitó la corte de la reina.
Helaena Targaryen, hermana, esposa, y reina del Rey Aegon II y madre de sus hijos, se arrojó
de su ventana en el Torreón de Maegor, muriendo empalada en las púas férricas debajo que
bordeaban el foso seco. Ella tenía veintiún años.
Por el anochecer, en las calles y callejas de Desembarco del Rey, en las posadas y burdeles y
comercios, incluso en los septos santos se murmuraba que la Reina había ordenado matar a su
joven rival. Ni la gente común de la ciudad se había olvidado del cruel asesinato del Príncipe
Jaehaerys por Sangre y Queso. Esa fue la noche en la que Desembarco del Rey se alzó en un
sangriento tumulto.

El alboroto empezó en las callejas y callejones de Fondo de la Pulga, cuando los hombres y
mujeres fluyeron de las tabernas, los hoyos de ratas, y tiendas de comida por centenares,
furiosos, ebrios y asustados. De allí los alborotadores se extendieron a lo largo de la ciudad,
reclamando justicia para los príncipes muertos y su madre asesinada. Se volcaron carretas y
carros, las tiendas y casas se saquearon y quemaron. Los Capas Doradas, que intentaron sofocar
las rebeliones, fueron abatidos y golpeados salvajemente. Nadie fue perdonado, de nacimiento
alto o bajo. Arrojaron basura a los señores y los caballeros fueron jalados de sus sillas de
montar. Lady Darla Deddings vio a su hermano Davos apuñalado en un ojo cuando él intentó
defenderla de tres ebrios que intentaron violarla. Marineros impedidos de regresar a sus barcos
atacaron la Puerta del Río y lucharon con la Guardia de la Ciudad. Le tomó a Ser Luthor Largent
y cuatrocientas lanzas poder dispersarlos. Por entonces la mitad de la puerta había sido tajada
en pedazos y cien hombres estaban muertos o agonizando.

En la Plaza Cobbler se oían los sonidos del alboroto desde cada distrito. La Guardia de la Ciudad
había llegado con todo su poder de quinientos hombres ataviados en negras cotas de malla,
gorras de acero, y largas capas doradas, armados con espadas cortas, lanzas y garrotes con
clavos. Se formaron en el lateral sur de la plaza, detrás de una pared de escudos y lanzas. A la
cabeza montaba Ser Luthor Largent en un caballo de guerra blindado, con una larga espada en
su mano. La vista de él fue suficiente para enviar a centenares de regreso a los callejones y
callejas y calles laterales. Cientos más huyeron cuando Ser Luthor ordenó avanzar a los Capas
Doradas. Algunos comentaron después, que el primer hombre que murió era un panadero que
gruñó de sorpresa cuando una punta de lanza agujereó su carne y vio que su delantal se ponía
rojo. Otros afirman que era una pequeña chica, pisada por el caballo de guerra de Ser Luthor.
Una piedra voló de la muchedumbre, golpeando a un lancero en la frente. Se oyeron gritos y
maldiciones, llovieron palos y piedras y orinales desde las azoteas; un arquero en la plaza
empezó a soltar sus flechas. Una antorcha fue arrojada a un guardia, y rápidamente su capa
dorada estaba ardiendo.
Los Capas Doradas eran hombres grandes, jóvenes, fuertes, disciplinados, bien armados y bien
acorazados. Por veinte yardas o más, su pared de escudos los sostuvo, y ellos cortaron un
camino sangriento a través de la muchedumbre, dejando muertos y agonizantes a su alrededor.
Pero eran sólo quinientos, y se habían reunido docenas de miles de revoltosos. Un guardia cayó,
luego otro. De repente los alborotadores estaban pasando a través de los huecos en las filas,
atacando con cuchillos y piedras, incluso con los dientes, pululando encima de la Guardia de la
Ciudad y alrededor de sus flancos, atacando desde atrás, arrojando tejas desde los techos y
balcones.

La batalla se volvió galimatías, se volvió matanza. Rodeados por todos lados, los Capas Doradas
se encontraron desbordados y derribados, sin el espacio para manejar sus armas. Muchos se
murieron por las puntas de sus propias espadas. Otros fueron rasgaron en pedazos, pateados
hasta la muerte, pisoteados, tajados con las azadas y hachas de carnicero. Ni siquiera el
terrorífico Ser Luthor Largent logró escapar de la carnicería. Empuñando su espada, Largent fue
jalado de su silla de montar, apuñalado en los intestinos, y apaleado hasta la muerte; su yelmo y
cabeza estaban tan aplastados, que fue reconocido sólo por el tamaño de su cuerpo, cuando los
carros de los cadáveres vinieron al día siguiente.
Durante esa noche larga, el caos siguió en la mitad de la ciudad, aunque señores y reyes
extraños, en medio del desorden, reñían por el liderazgo. Un caballero errante llamado Ser
Perkin del Fondo de la Pulga coronó a su propio escudero Trystane, un jovencito de dieciséis
años, declarando que era un hijo natural del difunto Rey Viserys. Cualquier caballero puede
hacer a un caballero, y cuando Ser Perkin empezó a nombrar caballeros a cada mercenario,
ladrón, e hijo de carnicero que se reunieron bajo el astroso estandarte de Trystane, aparecieron
centenares de hombres y chicos para plegarse a su causa.

Al repuntar el alba, los fuegos estaban ardiendo a lo largo de la ciudad, la Plaza Cobbler estaba
repleta de cadáveres, y las bandas de hombres sin ley recorrían el Fondo de la Pulga,
irrumpiendo en los comercios y casas y atacando a cada persona honrada que encontraban. Los
sobrevivientes Capas Doradas se habían retirado a sus cuarteles, aunque los caballeros
callejeros, reyes bufones, y dementes profetas. gobernaban las calles. Se asemejaban a las
cucarachas; los peores huían antes de la primera luz del día, retirándose a los agujeros y
sótanos para dormir sus borracheras, distribuir sus pillajes, y lavar la sangre de sus manos.
Cuando Ser Torrhen Manderly llevó a sus norteños a Hook, encontraron la Plaza de Fishermonger
y River Row repleta de caballeros callejeros de Ser Perkin. En la Puerta del Río, el harapiento
estandarte “del Rey” Trystane volaba sobre los almenas, y los cadáveres del capitán y tres de su
sargentos colgaban de la caseta del guardabarrera. La restante guarnición del “Mudfoot” se
había ido con Ser Perkin. Ser Torrhen perdió un cuarto de sus hombres abriéndose camino de
regreso a la Fortaleza Roja… todavía la sacó barata, comparado con Ser Lorent Marbrand, quien
llevó a cien caballeros y hombres armados al Fondo de la Pulga. Dieciséis volvieron. Ser Lorent,
Lord Comandante de la Guardia de la Reina, no se encontraba entre ellos.

Por el atardecer, Rhaenyra Targaryen se encontró dolorosamente asediada; su reino en ruinas.


La reina se había enfurecido cuando supo que Poza de Doncella se había unido al enemigo; que
la chica Nettles había huido y que su propio amado consorte la había traicionado, y ella tembló
cuando Lady Mysaria le advirtió de la llegada de la oscuridad, que esta noche sería peor que la
anterior.

Con la puesta del sol, los bichos del Desembarco del Rey salieron más una vez de sus agujeros
de ratas, boquetes ocultos y sótanos, en cantidades aun mayores que la noche anterior.
En la Puerta del Río, Ser Perkin festejaba con sus caballeros callejeros con la comida robada y
luego los llevó por la orilla del río, saqueando los muelles y almacenes y cualquier barco que
estuviese amarrado.
Por el anochecer, otra muchedumbre se había reunido en la Plaza Cobbler, dos veces más
populosa y tres veces más terrible que la noche anterior. Igual que la reina, la chusma estaba
observando el cielo con miedo, temiendo que los dragones del Rey Aegon llegarían antes del
amanecer, con un ejército detrás. Ya no creían que la reina pudiera protegerlos.

Cuando un manco profeta loco, llamado el Pastor, empezó a delirar en contra de los dragones, no
sólo contra los que estaban viniendo a atacarlos, sino contra todos los dragones por todas
partes, la muchedumbre, medio enloquecida también, lo escuchó.
“Cuando los dragones lleguen,” él chilló, “sus carnes serán quemadas y ampolladas y se volverán
cenizas. Sus esposas bailarán en prendas de fuego, chillando cuando arderán. Y verán llorar a
sus niños pequeños, llorando hasta que sus ojos se derretirán y resbalarán como jalea por sus
caras; hasta que sus carnes rosadas se vuelvan negras y crepitarán en sus huesos. El Extraño
viene, él viene, él viene, para flagelarnos por nuestros pecados. Las oraciones no pueden frenar
su furia, no más que las llamas de dragones pueden apagar las lágrimas. Sólo la sangre puede
hacerlo. Su sangre, mi sangre, tu sangre.” Entonces él levantó el muñón de su brazo derecho, y
apuntó hacia la Colina de Rhaenys detrás de él, al Pozo Dragón, negro contra las estrellas. “Allí
moran los demonios, allí. Ésta es su ciudad. ¡Para hacerla suya, primero deben destruirlos! ¡Para
limpiarse de pecado, primero deben bañarse en la sangre de dragón! ¡Sólo con la sangre los
fuegos del infierno se apagaran!”
De diez mil gargantas subió un grito. “¡Matarlos! Matarlos!” Y como alguna inmensa bestia con
diez mil piernas, los corderos del Pastor empezaron a moverse, empujando y avanzando,
ondeando las antorchas, blandiendo espadas y cuchillos y otras armas más rudimentarias,
caminando y corriendo a través de las calles y callejas hacia el Pozo Dragón.

Rhaenyra envió a los jinetes hacia Ser Balon en la Puerta Vieja y hacia Ser Garth en la Puerta del
Dragón, ordenándoles dispersar la chusma y defender a los dragones reales. Cuando el Príncipe
Joffrey suplicó a su madre permitirle montar con sus propios caballeros y los del Puerto Blanco,
la reina se negó.
“Si ellos toman esa colina, esta será la siguiente,” dijo. “Necesitaremos cada espada aquí para
defender el castillo.”
“Ellos matarán a los dragones,” dijo el Príncipe Joffrey, angustiado.
“O los dragones los matarán,” su madre dijo, impasible. “Déjalos quemarse. El reino no los
extrañará por mucho tiempo.”
“Madre, ¿qué si ellos matan a Tyraxes?” dijo el príncipe joven.
La reina no lo creyó. “Ellos son bichos. Borrachos y necios y ratas del canal. Una poco de fuego
de dragón y ellos correrán.”
A lo que Champiñón, el bufón de la corte respondió, diciendo, “Borrachos pueden ser, pero un
hombre ebrio no conoce el miedo. Necios, sí, pero un necio puede matar a un rey. Ratas
también, pero mil ratas pueden derrumbar un oso. Yo lo vi pasar una vez, allí en el Fondo de la
Pulga.”
Sólo cuando los guardias en el techo oyeron el rugido de Syrax, no habían reparado en que el
príncipe se había escabullido.
“Detrás de él,” Rhaenyra gritó, “todos ustedes, cada hombre, cada muchacho, a los caballos, a
los caballos, persíganlo. Devuélvanlo, devuélvanlo, él no sabe. Mi hijo, mi dulce, mi hijo…”
Pero era demasiado tarde.

No pretenderemos comprender la atadura entre el dragón y su jinete; las cabezas más sabias
han ponderado ese misterio durante siglos. Sabemos, sin embargo, que los dragones no son
caballos, para ser montados por cualquier hombre que arroja una silla de montar en su lomo.
Syrax era el dragón de la reina. Ella nunca había conocido a otro jinete. Aunque conocía al
Príncipe Joffrey por la vista y olor, una presencia familiar manoseando sus cadenas no provocó
ninguna alarma, sin embargo, el gran ella-dragón amarillo no quería sentirlo a horcajadas sobre
ella. En su prisa por estar lejos antes de ser detenido, el príncipe había subido en Syrax sin el
beneficio de la silla de montar, o látigo. Su intento, debemos presumir, o era volar con Syrax a la
batalla o, más probablemente, cruzar la ciudad hasta Pozo Dragón y soltar a su propio Tyraxes.
También, quizás él quiso soltar a los otros dragones del pozo.

Joffrey nunca alcanzó la Colina de Rhaenys. Una vez en el aire, Syrax se retorció debajo de él,
luchando por liberarse de este jinete poco familiar. Y desde abajo, las piedras y lanzas y flechas
volaron hacia él de las manos de los alborotadores, incluso enloqueciendo aún más al dragón. A
doscientos pies sobre el Fondo de la Pulga, el Príncipe Joffrey se resbaló del lomo del dragón y se
zambulló a la tierra.
Cerca de una juntura de cinco callejas, el príncipe tuvo un sangriento final. En primer lugar, él
chocó contra un techo empinado, antes de rodar y caer otros cuarenta pies entre una lluvia de
tejas rotas. Nos dicen que su caída le rompió la espalda; los fragmentos de tablas llovieron sobre
él como cuchillos; que su espada se soltó de su mano y agujereó su vientre. En el Fondo de la
Pulga, los hombres hablan todavía de la hija de un fabricante de velas llamada Robin, que acunó
al destrozado príncipe en sus brazos y le dio consuelo cuando él se murió; pero hay más de
leyenda, que de historia en ese cuento. “Madre, perdóname,” Joffrey dijo supuestamente, con su
último aliento… aunque los hombres todavía discuten de si él estaba hablando de su madre la
reina, u orando a la Madre.
Y así pereció Joffrey Velaryon, el Príncipe de Rocadragón y heredero al Trono de Hierro, el último
de los hijos de Reina Rhaenyra y Laenor Velaryon… o el último de sus bastardos por Ser Harwin
Strong, dependiendo en que verdad uno escoge creer.

El Champiñón no estaba equivocado: de hecho, los enjambres de ratas hambrientas derrumban


toros y osos y leones, cuando son suficientes. No importa a cuántos el toro, o el oso pudieran
matar, siempre hay más, mordiendo las patas de la gran bestia, aferrándose a su barriga,
corriendo por su espalda. Y eso ocurrió esa noche.
Estas ratas humanas estaban armadas con lanzas, hachas, garrotes con clavos, y con cincuenta
clases de otras armas, incluyendo arcos y ballestas. El Pozo Dragón tenía su propio contingente
de guardias, pero eran pocos y pronto fueron sobrepasados y asesinados cuando la chusma
acometió a través de las puertas (las puertas principales muy altas, reforzadas con hierro y
bronce eran demasiado sólidas; pero el edificio tenía algunas entradas menores) y entraron,
trepando por las ventanas.
Quizás los amotinados esperaban matar a los dragones mientras dormían, pero el estruendo del
ataque lo hizo imposible. Aquellos que vivieron para contarlo después, relataron los gritos, el
olor de sangre en el aire, el ruido de las puertas de roble y hierro astilladas bajo los golpes de
bastos espolones e innumerables hachas. “Raramente tantos hombres corren tan ávidamente
hacia sus piras fúnebres,” escribió después Gran Maester Munkun, “pero una locura se apoderó
de ellos.”
Había cuatro dragones alojados dentro del Pozo Dragón. Cuando entró el primero de los
agresores, saltando en las arenas, los cuatro se despertaron, despiertos, e irritados.
Ninguna de las dos crónicas está de acuerdo en cuántos hombres y mujeres murieron esa noche
bajo el gran domo del Pozo Dragón: doscientos o dos mil. Por cada hombre que pereció, diez
sufrieron quemaduras y aun así, algunos sobrevivieron. Entrampados dentro del hoyo, cercados
por los muros y cúpula, y sujetos con gruesas cadenas, los dragones no podían volar lejos, o
usar sus alas para evadir los ataques y atacar a sus enemigos. En cambio, lucharon con los
cuernos y garras y dientes, girando igual toros en un agujero de ratas del Fondo de la Pulga…
pero estos toros podían respirar fuego. El Pozo Dragón se transformó en un infierno ardiente,
dónde los hombres ardientes se tambaleaban gritando a través del humo, la carne
desprendiéndose de sus huesos ennegrecidos; pero por cada hombre que se moría, aparecían
diez más, gritando que los dragones debían morir. Y los mataron, uno por uno.

Shrykos fue el primer dragón en sucumbir, matado por un guardabosques conocido como Hobb
el Picapedrero.
Según los relatos, Morghul fue asesinado por el Caballero Ardiente, un enorme bruto en pesada
armadura, quien corrió precipitadamente hacia la llama del dragón con lanza en la mano,
empujando repetidamente la punta en el ojo de la bestia, incluso mientras el fuego del dragón
había fundido su armadura de acero que lo encajonó y devoró la carne en su interior.
Tyraxes, del príncipe Joffrey se retiró a su yacija, asando a tantos asesinos de dragones, que
corrieron hacia él, que su entrada pronto fue intransitable por sus cadáveres. Media docena de
hombres (y una mujer) afirmaron después haber impartido el golpe mortal al dragón.

El último de los cuatro dragones del pozo no murió tan fácilmente. La leyenda dice que
Dreamfyre había roto dos de sus cadenas despajes de la muerte de la Reina Helaena. Ahora hizo
estallar las ataduras restantes, arrancando los postes de los muros, cuando la chusma se le
acercó, arremetiendo con dientes y garras, rasgando a los hombres en pedazos, mientras
soltaba sus terribles fuegos. Tyraxes, Shrykos, y Morghul mataron a muchos, sin duda, pero
Dreamfyre mató a más, que los tres juntos. Incapaz de huir, casi ciega y enloquecida por una
docena las heridas menores, Dreamfyre extendió sus alas y voló rectamente hacia la cima del
gran domo en un último desesperado intento de irrumpir en el cielo abierto. Ya debilitado por las
explosiones del fuego del dragón, el domo crujió bajo la fuerza de impacto, y un momento
después la mitad se derrumbó, aplastando al dragón y a los asesinos de dragones bajo toneladas
de piedras y cascotes.

El Ataque a Pozo Dragón fue concluido. Cuatro de los dragones de los Targaryen estaban
muertos, aunque con un costo horroroso. Todavía, el propio dragón de la reina seguía vivo y
libre… y cuando los quemados y ensangrentados sobrevivientes de la carnicería en el hoyo
salieron tropezando de las ruinas humeantes, Syrax descendió sobre ellos exhalando una corona
de fuego amarillo, ardiendo tan luminoso, como el sol. Desencadenada y sin jinete, Syrax podría
haber volado fácilmente lejos de la locura. El cielo era suyo. Ella podría regresar a la Fortaleza
Roja, o abandonar la ciudad completamente, o volar hacia Rocadragón. ¿Era el ruido y fuego que
la atrajeron a la Colina de Rhaenys, los rugidos y gritos de los dragones agonizantes, el olor de
la carne ardiente? No podemos saberlo, no más del porqué Syrax escogió descender sobre las
chusmas, rasgándolas con dientes y garras y devorar docenas, cuando ella pudo fácilmente
hacer llover el fuego sobre ellos desde arriba, pues en el cielo ningún hombre podría dañarla.
Sólo podemos informar lo que pasó. La verdad del asunto nadie nunca lo sabrá, excepto Syrax
que murió esa noche.

La pérdida de su dragón y de su hijo dejó a Rhaenyra Targaryen cenicienta e inconsolable. Ella


se retiró a sus aposentos aunque sus consejeros siguieron conferenciando. Todos estaban de
acuerdo en que el Desembarco de Rey estaba perdido; necesitaban abandonar la ciudad.
Renuentemente, Su Gracia fue persuadida de abandonarla al amanecer.
Con la Puerta de Barro en las manos de sus enemigos, y todos los barcos a lo largo del río
quemados o hundidos, Rhaenyra, y un pequeño sequito de seguidores, salieron a través de la
Puerta del Dragón, pensando ir hacia la costa de Duskendale. Con ella montaban los hermanos
Manderly; cuatro Guardias de la Reina; Ser Balon Byrch y veinte Capas Doradas; cuatro damas
de compañía de la reina, y su último hijo sobreviviente, Aegon el Joven.

Cuando la noticia de la insurrección en Desembarco del Rey alcanzó al ejército del Príncipe
Daeron en Tumbleton, y supieron sobre la muerte de Aemond Targaryen en Harrenhal, muchos
señores quisieron avanzar enseguida hacia la ciudad. Sus jefes eran Ser Jon Roxton, Ser Roger
Corne, y Lord Unwin Peake… pero Ser Hobert Hightower aconsejó cautela, y los Dos Traidores se
negaron a unirse a cualquier ataque, a menos que fueran consideradas sus propias demandas.
Ulf el Blanco, se recordará, deseaba que le fuese concedido el gran castillo de Altojardin con
todas sus tierras e ingresos, aunque Hard Hugh Martillo no deseaba nada menos que una
corona. Los verdes se encontraron sin reyes y sin líderes. El Príncipe Daeron era en siguiente en
la línea de sucesión. Lord Peake declaró que el muchacho debería proclamarse en seguida como
el Príncipe de Rocadragón; otros, creyendo muerto a Aegon II, deseaban coronarlo. Los Dos
Traidores sentían la necesidad de un rey también… pero Daeron Targaryen no era el rey que ellos
quisieron.
“Necesitamos a un hombre fuerte para liderarnos, no a un chico,” declaró Hard Hugh Martillo. “El
trono debe ser mío.”
Cuando Jon Roxton el Intrépido exigió saber con qué derecho presumía llamarse a sí mismo un
rey, Lord Martillo contestó, “El mismo derecho que el Conquistador. Un dragón.”
Y de verdad, muerto Vhagar, el dragón viviente más viejo y más grande en todo Poniente era
Vermithor, una vez la montura del Viejo Rey, ahora de Hugh el Duro, un bastardo. Vermithor era
tres veces más grande que Tessarion, ella-dragón del Príncipe Daeron. Ningún hombre que los
vio juntos pudo negar que Vermithor era la bestia más terrorífica.
Los Dos Traidores se alejaron juntos, y empezaron a hacer planes para la coronación del Martillo.
Al día siguiente, cuando Hugh el Duro apareció llevando una corona de hierro negro, provocó la
furia del Príncipe Daeron y sus señores de nobles cunas y caballeros. Uno de ellos, Ser Roger
Corne, hizo una broma derribando la corona de la cabeza del Martillo.
“Una corona no hace a un hombre un rey,” dijo. “Debes llevar una herradura en tu cabeza,
herrero.”
Los hombres de Martillo derribaron a Ser Roger, después de lo cual el bastardo del herrero clavó
no una, sino tres herraduras en el cráneo del caballero.
Cuando los amigos de Corne intentaron intervenir, las dagas y las espadas fueron
desenfundadas, dejando tres muertos una docena de heridos.
Eso estaba más allá de lo que los señores leales del Príncipe Daeron estaban dispuestos a
soportar. Decidieron que era imprescindible matar a ambos traidores. John Roxton dijo:
“Mataremos a los bastardos ahora,” dijo. Después, que los más valientes de nosotros reclamen a
sus dragones y los hagan volar en la batalla.”

Por la mañana, fuera de los muros Tumbleton los campamentos estaban ardiendo. Columnas de
caballeros acorazados habían llegado del norte y el oeste, provocando matanzas; estaban
lloviendo nubes de flechas, y un dragón estaba atacando, terrible y feroz.
Así empezado la Segunda Batalla de Tumbleton.
El dragón era Seasmoke, su jinete Ser Addam Velaryon, determinado a demostrar que no todos
los bastardos eran cambiacapas. Los bardos dicen que Ser Addam había volado desde
Desembarco del Rey hasta el Ojo de Dioses, dónde aterrizó en la sagrada Isla de los Rostros y
fue aconsejado por el Hombre Verde. Los eruditos no se ponen de acuerde sobre ese hecho, y lo
que sabemos es que Ser Addam voló lejos y rápido, descendiendo sobre los castillos grandes y
pequeños cuyos señores eran fieles a la reina, para reunir un ejército.

Muchas batallas y escaramuzas ya se habían luchado en las tierras regadas por el Tridente, y
había escasos castillos y pueblos que no habían pagado su deuda de sangre… pero Addam
Velaryon era implacable, determinado y locuaz, y los señores del río supieron más de los
horrores que habían ocurrido en Tumbleton. Cuando Ser Addam estuvo listo para descender en
Tumbleton, él tenía a casi cuatro mil hombres detrás.
El gran ejército acampado alrededor de los muros de Tumbleton excedía en número al de los
asaltantes, pero había estado demasiado tiempo en ese lugar. Su disciplina se había vuelto laxa,
y las enfermedades habían hecho estragos también; la muerte de Lord Ormund Hightower los
había dejado sin un líder, y los señores que desearon comandar en su lugar no se ponían de
acuerdo. Así que insertos en sus propios conflictos y rivalidades se habían olvidado de sus
verdaderos enemigos. El ataque nocturno de Ser Addam los tomó completamente
desprevenidos. Incluso antes de que los hombres del ejército del Príncipe Daeron supieran que
estaban en una batalla, el enemigo ya estaba atacando, reduciéndolos cuando salían
tambaleándose de sus tiendas, tratando de ensillar sus caballos y ponerse su armadura,
abrochando sus cinturones de las espadas.
La mayor devastación produjo el dragón. Seasmoke bajaba atacando una y otra vez, lanzando
llamas. Pronto cien tiendas estaban ardiendo, incluso los espléndidos pabellones de seda de Ser
Hobart Hightower, Lord Unwin Peake, y del propio Príncipe Daeron. Ni siquiera el pueblo de
Tumbleton fue perdonado. Las tiendas y casas y septos que se habían salvado la primera vez
eran engullidas por el fuego del dragón.
Daeron Targaryen estaba durmiendo en su tienda cuando el ataque empezó. Ulf Blanco estaba
dentro de Tumbleton, durmiendo la borrachera en una posada llamada el Tejón Obsceno que él
había tomado para sí mismo. Hugh Martillo también estaba dentro de los muros del pueblo, en la
cama con la viuda de un caballero muerto durante la primera batalla. Los tres dragones estaban
fuera del pueblo, en los campos más allá de los campamentos.
Fue imposible despertar a Ulf Blanco de su ebrio letargo, pero Hugh Martillo acudió rápidamente
yendo hacia su dragón. Pero Lord Jon Roxton ya estaba en el patio. Cuando vio a Hugh Duro,
Roxton vio su oportunidad y dijo, “lord Hammer, reciba mi pésame.”
Martillo se volvió, mirándolo ceñudo. “¿Por qué?” exigió.
“Moriste en la batalla,” contestó Jon blandiendo a Orphan-Maker y empujándola profundamente
en la barriga de Martillo, antes de abrir al bastardo desde la ingle hasta la garganta.
Una docena de los hombres de Hugh Duro vinieron corriendo para verle morir. Incluso una
espada de acero Valyrio como Orphan-Maker es poco útil para un hombre cuando se enfrenta
con diez hombres. Jon Roxton el Intrépido mató a tres antes de ser asesinado.

Existen relatos contradictorios acerca de la manera en que murió el Príncipe Daeron Targaryen.
Las mejores afirmaciones relatan que el príncipe salió tropezando de su pabellón con sus
prendas ardiendo, sólo para ser reducido por el mercenario Trombo el Negro de Myr quien clavó
su daga en su cara. O que Daeron el Emprendedor no fue asesinado, sino que murió cuando su
pabellón ardiente se derrumbó encima de él.
Desde el cielo, Addam Velaryon podía ver que la batalla se convierta en su victoria.

Los dragones son criaturas de fuego y sangre y los tres despertaron cuando la batalla floreció a
su alrededor. Un arquero hizo volar una saeta hacia Silverwing y dos docenas de caballeros a
caballo atacaron a Vermithor con las espadas, lanzas y hachas, esperando matar a la bestia
mientras estaba medio dormida y sobre la tierra. Ellos pagaron esa tontería con sus vidas. En
otra parte en el campo, Tessarion se arrojó al aire, chillando y escupiendo fuego, y Addam
Velaryon giró a Seasmoke para encontrársela.
Cuando dos dragones se encuentran en el combate mortal, a menudo emplearán otras armas
que su fuego: las negras garras igual hierro, largas igual espadas y filosas igual navajas de
afeitar; mandíbulas tan poderosas, que podían cortar a través de la armadura de acero; los
rabos igual látigos cuyos azotes reducían los carros a astillas, quebraban espaldas, y enviaban a
los hombres a cincuenta pies volando por el aire.
La batalla entre Tessarion y Seasmoke era diferente. La historia llama la disputa entre Rey
Aegon II y su hermana Rhaenyra la Danza de Dragones, pero sólo en Tumbleton los dragones
danzaron realmente. Tessarion y Seasmoke eran dragones jóvenes, más ágiles en el aire de lo
que habían sido sus hermanos más viejos. Una y otra vez se acercaron entre sí, sólo para que
uno u otro virara alejándose en el último momento. Volando igual águilas, inclinándose igual
halcones, se rodeaban, chasqueando y rugiendo, escupiendo fuego, pero nunca de cerca. Una
vez la Reina Azul desapareció en un banco de nubes, sólo para reaparecer un momento después,
detrás de Seasmoke chamuscando su cola con un estallido de llamas cobalto. Entretanto,
Seasmoke rodaba y giraba. En un momento estaba debajo de su enemiga, y de repente giraba
en el cielo y volaba detrás de ella. Más y más alto volaron los dos dragones, mientras centenares
de hombres los observaban desde los techos de Tumbleton. Una que las cosas que se
comentaron después, era que el vuelo de Tessarion y Seasmoke parecía más una danza de
apareamiento que una batalla. Quizás lo era.
La danza se acabó cuando Vermithor subió rugiendo en el cielo.

Casi cien años más viejo y tan grande como los dos dragones jóvenes juntos, el dragón de
bronce estaba furioso cuando tomó el vuelo, con la sangre humeando de una docena de heridas.
Sin jinete, él no distinguía entre amigos o enemigos, así que soltó su furia en todos, escupiendo
fuego a ambos lados, quemando a cualquier hombre que se atrevió a echar una lanza en su
dirección.
Un momento después, Seasmoke cayó sobre él. De los cuatro dragones en el campo ese día,
sólo Seasmoke tenía un jinete. Ser Addam Velaryon había venido a demostrar su lealtad
destruyendo los Dos Traidores y sus dragones, y aquí estaba uno debajo de él, atacando a los
hombres que se le habían unido para esta batalla. Él debió de haber sentido que era su deber
protegerlos, aunque ciertamente supo en su corazón que su Seasmoke no podría igualar al
dragón más viejo.
Ésta no fue ninguna danza, sino una lucha a muerte. Vermithor había estado volando no más de
veinte pies sobre la batalla cuando Seasmoke lo golpeó chillando desde arriba derribándolo al
barro.
Los hombres y chicos corrieron aterrorizados o fueron aplastados cuando los dos dragones
rodaron y se rasgaron entre sí. Los rabos chasquearon y lanzaron golpes al aire, pero las bestias
se enredaron, así que ninguno pudo liberarse.
Benjicot Blackwood observó el forcejeo desde lejos sobre su caballo. El tamaño y peso de
Vermithor eran demasiado para que Seasmoke pudiera competir, dijo Lord Blackwood muchos
años después, y habría rasgado al dragón gris en pedazos… si Tessarion no hubiera caído del
cielo en ese mismo momento para unirse a la lucha.

¿Quién puede conocer el corazón de un dragón? ¿Era simplemente la avidez por la sangre que
hizo atacar a la Reina Azul? ¿Ella-dragón vino a ayudar a uno de los combatientes? En ese caso,
¿a cuál? Algunos afirman que la atadura entre un dragón y el jinete es tan profunda, que la
bestia comparte los amores y odios de su amo. ¿Pero quién era el aliado aquí, y quién el
enemigo? ¿Un dragón sin jinete distingue el amigo del enemigo?
Nunca tendremos las respuestas a esas preguntas. De toda esa historia lo que sabemos es que
tres dragones lucharon entre el barro y sangre y humo del Segundo Tumbleton. Seasmoke fue el
primero en morir, cuando Vermithor clavó sus dientes en su cuello y rasgó su cabeza. Después el
dragón de bronce intentó volar con su premio en sus mandíbulas, pero sus alas rasgadas no
pudieron alzar su peso. Después de un momento él se derrumbó y murió. Tessarion, la Reina
Azul, duró hasta el ocaso. Parecía estar tan dolorida, que Lord Blackwood convocó a su mejor
arquero quien se situó a cien yardas (más allá del rango de los fuegos del dragón agonizante) y
envió tres flechas a su ojo, cuando ella cayó desvalida en la tierra.
Al crepúsculo, la lucha finalizó.

A la mañana después de la batalla, los conquistadores de Tumbleton fueron vistos fuera de las
paredes del pueblo buscando a más enemigos. Los cadáveres estaban sembrados alrededor de
la ciudad y entre ellos yacían los cadáveres de los tres dragones. Uno permanecía aun:
Silverwing, el dragón de Reina Alysanne había subido al cielo cuando empezó la carnicería,
rodeando el campo de batalla durante horas, volando en los vientos calientes que subían desde
los fuegos debajo. Descendió al anochecer, aterrizando al lado de sus primos muertos.

Ocho de los trece Abrojos conspiradores habían muerto, entre ellos Lord Owen Fossoway, Marq
Ambrose y Jon Roxton el Intrépido. Richard Rodden, con una herida de flecha en el cuello moriría
al día siguiente. Quedaban cuatro, entre ellos Ser Hobert Hightower y Lord Unwin Peake. Y
aunque Hugh Martillo había muerto, y sus sueños de majestad con él, aun quedaba el segundo
Traidor. Ulf Blanco había despertado de su sueño ebrio para descubrir que era el último jinete de
dragón, y el amo del último dragón.
“El Martillo murió, y tu chico también,” le dijo, supuestamente, a Lord Peake. “Todo lo que te
queda soy yo.”
Cuando Lord Peake le preguntó por sus intenciones, Blanco contestó, “Nosotros marcharemos,
justo cómo querías. Tú tomas la ciudad, y yo tomaré el maldito trono, ¿qué te parece?”
A la mañana siguiente Ser Hobert Hightower lo llamó para ajustar los detalles del ataque a
Desembarco del Rey. Él trajo dos cubas de vino como regalo, uno rojo de Dorne y uno de oro de
Árbor. Ulf era conocido por tener una inclinación por las más dulces vendimias. Todavía, algo
sobre el comportamiento de Hightower—estaba sudando y tartamudeando y era demasiado
cordial, testificó después el escudero que los sirvió —encendieron las sospechas de Blanco.
Cauto, insistió que Ser Hobert comparta con él el oro de Árbor.

La historia tiene pocas cosas buenas que contar sobre Ser Hobert Hightower, pero ningún
hombre puede poner en duda de cómo murió. En lugar de traicionar a sus compañeros Abrojos,
él permitió al escudero llenar su jarra, bebió y pidió más. Ulf vació tres jarras antes de empezar
a bostezar. El veneno en el vino eran suaves. Cuando Señor Ulf se durmió para nunca despertar,
Ser Hobert se levantó tambaleándose e intentó vomitar, pero era demasiado tarde. Su corazón
se detuvo una hora después.
Luego Señor Unwin Peake ofreció mil dragones de oro a cualquier caballero de nacimiento noble
que pudiera domar a Silverwing. Tres hombres aceptaron. Cuando el primero se quedó sin un
brazo y el segundo murió quemado, el tercer hombre lo reconsideró. Por entonces el gran
ejército que el Príncipe Daeron y Lord Ormund Hightower habían liderado desde Antigua, estaba
cayéndose a pedazos cuando los desertores huyeron de Tumbleton con todo el pillaje que
pudieron llevar. Asumiendo la derrota, Señor Unwin convocó a los señores y sargentos y ordenó
la retirada.
Addam Velaryon, nacido como Addam de Hull, acusado de ser un cambiacapas, había salvado
Desembarco del Rey de los enemigos de la reina… al costo de su propia vida.

Todavía la reina no supo nada sobre su valentía. El vuelo de Rhaenyra desde Desembarco del
Rey había sido asediado por obstáculos. Las puertas del castillo de Rosby se cerraron antes de
su llegada. El joven castellano de Lord Stokeworth le concedió su hospitalidad, pero sólo durante
una noche. La mitad de los Capas Doradas desertó por el camino, y una noche su campamento
fue atacado por los hombres rotos.
La reina siguió hacia Duskendale.
La Casa Darklyn había estado entre los partidarios más firmes de Rhaenyra, pero el costo de esa
lealtad había sido alto. Sólo la intercesión del Ser Harrold Darke persuadió a Lady Meredyth
Darklyn de permitirle el ingreso a la reina dentro de sus muros (Darke era un pariente distante
de los Darklyn, y Ser Harrold había servido una vez como escudero del difunto Ser Steffon), y
sólo con la condición de que ella no se quedaría por mucho tiempo.
La Reina Rhaenyra no tenía oro ni barcos. Cuando había enviado a Señor Corlys a los calabozos,
ella había perdido su flota, y había huido de Desembarco del Rey aterrorizada por su vida, sin
más que unas monedas.
Desesperada y temerosa, Su Gracia se tornó más gris y macilenta que nunca. Ella no podía
dormir y no comía. Ni podía soportar estar separada del Príncipe Aegon su último hijo viviente;
día y noche, el muchacho permanecía a su lado, “como una pequeña sombra pálida.”

Rhaenyra fue obligada a vender su corona para poder comprar el pasaje en un buque mercante
de Braavos, el Violande. Ser Harrold Darke le aconsejó buscar refugio con Lady Arryn en el Valle;
aunque Ser Medrick Manderly intentó persuadirla de acompañarlo y a su hermano Ser Torrhen al
Puerto Blanco, pero Su Gracia se negó. Era inexorable en regresar a Rocadragon. Allí encontraría
los huevos de dragón, les dijo a sus leales; debía tener otro dragón, o todos estaban perdidos.
Estaba lloviendo cuando la partida de la reina desembarcó, y había poca gente en el puerto.
Incluso los burdeles del muelle parecían oscuros y abandonados, pero Su Gracia no prestó
atención. Enferma de cuerpo y espíritu, destrozada por la traición, Rhaenyra Targaryen sólo
quería regresar a su propia sede, dónde imaginó que ella y su hijo estarían seguros. Nada hizo
sospechar a la reina de que estaba a punto de sufrir la última y más dolorosa alevosía.

Cuando Rhaenyra preguntó por qué el castellano Lord Quince no había venido a recibirla, le
respondieron que vería al “gordo amigo” en el castillo. Y ella lo hizo… aunque el cadáver
carbonizado de Quince estaba quemado más allá del reconocimiento, colgando de las almenas
de la caseta del guardabarrera junto al Maestro de Armas y el capitán de los guardias. Se dice
que la sangre desapareció de las mejillas de la reina cuando vio los cuerpos, pero el joven
Príncipe Aegon fue el primero en comprender lo que eso significaba.
“¡Madre, huya!” gritó, pero era demasiado tarde. Los hombres se abalanzaron sobre los
protectores de la reina. Un hacha le cortó la cabeza de Ser Harrold Darke antes de que su
espada pudiera salir de la vaina, y Ser Adrián Redfort fue apuñalado por la espalda con una
lanza. Sólo Ser Loreth Lansdale se movió bastante rápidamente para atacar en defensa de la
reina, reduciendo a los dos primeros hombres antes de ser matado. Y así murió el último hombre
de la Guardia de la Reina.
El chico, la reina, y sus señoras marcharon a punta de lanzas a través de las puertas de
Rocadragón al patio del castillo. Allí se encontraron cara a cara con un hombre muerto y un
dragón agonizante. Las escamas de Sunfyre todavía brillaban como oro batido en la luz del sol,
yaciendo desparramado sobre las fundidas piedras negras de Valyria del patio, y se veía
claramente que era una cosa rota, el que había sido alguna vez el dragón más magnífico que
había volado los cielos de Westeros.

Uno preguntaría, como Rhaenyra ciertamente lo hizo, cómo todo esto pudo haber pasado.
Nosotros sabemos mucho más ahora que la reina. Fue Lord Larys Strong, el Patizambo, quien
sacó al rey y sus niños fuera de la ciudad cuando el primero de los dragones de la reina apareció
en el cielo sobre Desembarco del Rey. Para no atravesar ninguna de las puertas de la ciudad,
dónde podrían ser vistos y recordados, Lord Larys los llevó a través de algún pasaje secreto de
Maegor I el Cruel que sólo él conocía.
Era Señor Larys quien también decretó que el grupo de los fugitivos debía dividirse, pues aun
cuando uno fuese cogido, los otros pudieran lograr salir. Se le ordenó a Ser Rickard Thorne
entregar al Príncipe Maelor de dos años a Lord Hightower. La Princesa Jaehaera, una dulce chica
de seis, fue puesta a cargo de Ser Willis Fell, quién juró llevarla a salvo al Bastión de Tormentas.
Ninguno sabía adónde estaba destinado el otro, y de este modo no podría traicionar al otro si
fuese capturado.

Y sólo el propio Larys supo que el rey, despojado de su galas y envuelto en una capa de
pescador manchada de sal, había estado oculto entre una carga de bacalao en un esquife de
pesca al cuidado de un caballero bastardo con familiares en Rocadragón. Una vez que ella
comprendiera que el rey había huido, razonó Patizambo, Rhaenyra seguramente enviaría a sus
hombres a buscarlo… excepto en un barco que no deja ninguna estela en las olas, y los pocos
cazadores pensarían en buscar a Aegon en la propia isla de su hermana, en la misma sombra de
su fortaleza.
Y allí Aegon había permanecido, escondido e indemne, embotando su dolor con vino y ocultando
sus cicatrices de las quemaduras bajo una pesada capa.

Después de que el nefasto ataque de Lord Walys Mooton lo llevó del campo de cenizas y huesos
fuera del Grajal, la historia pierde de vista a Sunfyre por más de medio año. (Ciertos cuentos en
los salones de los Crabb y Brune sugieren que el dragón pudo haberse refugiado en los oscuros
bosques del pino y cuevas de Punta Zarpa Rota por algún tiempo.) Aunque su ala rora se había
remendado bastante para que él pudiera volar, había sanado a un ángulo feo, y seguía débil.
Sunfyre ya no podía volar, no podía permanecer en el aire durante mucho tiempo, y podría, por
necesidad, esforzarse a volar distancias cortas. Todavía, de algún modo, él había cruzado las
aguas de Bahía de Aguasnegras… pues era Sunfyre al que vieron los marineros en el Nessaria
atacando al Fantasma Gris. Ser Robert Quince había culpado al Caníbal… pero Tom
Tangletongue, un tartamudo que oía más de lo que decía, había recorrido Volantis, tomando nota
de las veces que mencionaron las escamas doradas del atacante. El Caníbal, como sabía bien,
era negro como carbón.

El rey quemado y el dragón mutilado, cada uno encontró un nuevo designio en el otro. Desde
una yacija oculta en las cuestas orientales desoladas del Monte Dragón, Aegon se aventuró cada
día al alba, volando de nuevo por primera vez desde el Grajal, mientras los Dos Toms y su primo
Marston Aguas habían regresado al otro lado de la isla para buscar a los hombres dispuestos a
tomar el castillo. Incluso en Rocadragón, por mucho tiempo la sede y fortaleza de la Reina
Rhaenyra, ellos encontraron a muchos desconformes con la reina por razones buenas y malas.
Algunos estaban afligidos por sus hermanos, hijos, y padres matados durante el Sembradio, o
durante la Batalla del Gaznate; algunos esperaban conseguir un botín o promoción, aunque otros
creían que un hijo debía venir antes que una hija, otorgándole el justo derecho a Aegon.

Ser Alfred Broome demostró ser el más deseoso de traicionar a su reina a cambio de una
promesa de señoría, tierras, y oro una vez que Aegon II recobrara el trono. Su largo servicio en
la guarnición le permitió aconsejar a los hombres del rey sobre las fuerzas y debilidades de
Rocadragón; los guardias que podrían sobornarse, o persuadirse, y a quienes debían matar, o
encarcelar

Finalmente, la caída de Rocadragón duró menos de una hora. Los infames hombres de Boome
abrieron una puerta de la poterna durante la hora de fantasmas para permitir a sus hombres
resbalarse en el castillo inadvertidamente. Mientras una banda tomó la armería, la otra capturó a
los guardias leales de Rocadragón y al Maestro de Armas; Ser Marston sorprendió al Maestre
Hunnimore en su colonia de grajos, para que ninguna noticia del ataque pudiera escapar con el
cuervo. El propio Ser Alfred lideró a los hombres que irrumpieron en las recámaras del castellano
para sorprender a Ser Robert Quince. Cuando Quince trató de bajar de su cama, Broome insertó
una lanza en su pálida barriga con un empujón tan fuerte, que la lanza salió por la espalda de
Ser Robert, a través del colchón de plumas y paja.

Sólo en un aspecto el plan falló. Cuando Tom Tangletongue y sus rufianes tiraron abajo la puerta
de la alcoba de Lady Baela para tomarla prisionera, la chica se resbaló fuera de su ventana,
corriendo por las azoteas y bajó por los muros, hasta que llegó al patio. Los hombres del rey
habían tenido el cuidado de enviar a los guardias a custodiar el establo, dónde los dragones del
castillo habían sido guardados, pero Baela había crecido en Rocadragón y conocía los pasillos en
el interior y exterior. Cuando sus perseguidores la alcanzaron, ella ya había soltado las cadenas
de Moondancer y atado una silla de montar. Cuando el Rey Aegon II voló con Sunfyre encima de
la humeante cresta del Monte Dragón e hizo su descenso, seguramente esperando hacer una
entrada triunfante en un castillo en manos de sus propios hombres, con los leales de la reina
matados o capturados, se encontró con Baela Targaryen, la hija del Príncipe Daemon y Lady
Laena, e intrépida como su padre.
Moondancer era un dragón joven, verde pálido, con los cuernos, cresta y membranas de sus alas
perladas. Aparte de sus grandes alas, no era más grande que un caballo de guerra, y pesaba
menos. Sin embargo era muy rápida y Sunfyre, aunque mucho más grande, todavía se
esforzaba con un ala malformada, y tenía heridas frescas de su lucha con el Fantasma Gris.

Se encontraron en la oscuridad que viene antes del alba, sombras en el cielo iluminando la
noche con sus fuegos. Moondancer eludió las llamas de Sunfyre, eludió sus mandíbulas y sus
garras, entonces giró alrededor y rasgó al dragón más grande desde arriba, abriendo una larga
herida humeante en su lomo y rasgando su ala herida. Los observadores debajo habían relatado
que Sunfyre estuvo tambaleándose en el aire, luchando para conservar la altura, mientras
Moondancer giró y regresó a por él, escupiendo fuego. Sunfyre contestó con una explosión de
llamas doradas tan brillante, que iluminó el patio debajo como un segundo sol, una explosión
que tomó a Moondancer justo en los ojos. En ese momento el dragón joven quedó ciego, no
obstante siguió volando, cayendo de golpe sobre Sunfyre en un enredo de alas y garras. Cuando
ambos cayeron, Moondancer atacó repetidamente el cuello de Sunfyre, rasgando bocados de
carne, aunque el dragón mayor hundió sus garras en su bajo vientre. Cubierta en fuego y humo,
ciega y sangrando, las alas de Moondancer pegaron desesperadamente cuando ella intentó
separarse, pero a pesar de todos sus esfuerzos fue cayendo lentamente. Los observadores en el
patio corrieron por su seguridad, cuando los dragones cayeron de golpe en la dura piedra,
todavía luchando. En la tierra, la agilidad de Moondancer era poco útil contra el tamaño y peso
de Sunfyre. El dragón verde pronto quedó inmóvil. El dragón dorado gritó su victoria e intentó
subir de nuevo, sólo para derrumbarse con sus heridas vertiendo sangre caliente.
El Rey Aegon saltó de la silla de montar cuando los dragones todavía estaban a veinte pies de la
tierra, rompiéndose ambas piernas. Lady Baela se quedó con Moondancer todo el tiempo.
Quemada y maltrecha, la muchacha todavía encontró la fuerza para deshacer las cadenas de la
silla de montar y arrastrarse lejos, cuando su dragón se enroscó en los estertores de la muerte.
Cuando Alfred Broome blandió su espada para matarla, Martson Aguas le quitó la hoja de su
mano. Tom Tangletongue la llevó al maestre.

Y así el victorioso el Rey Aegon II ocupó el sitial hereditario de la Casa Targaryen, pero el precio
que pagó era horrible. Sunfyre nunca volaría de nuevo. Permaneció en el patio dónde había
caído, alimentándose del cadáver de Moondancer, y después de ovejas. Y Aegon II vivió el resto
de su vida sufriendo grandes dolores… aunque en su honor, Su Gracia se negó a beber la leche
de amapola.
“No recorreré ese camino de nuevo,” dijo.

No mucho tiempo después, cuando el rey estaba en el gran salón del Tambor de Piedra csus
piernas rotas vendadas y entablilladas, el primero de los cuervos de la Reina Rhaenyra llegó de
Duskendale. Cuando Aegon supo que su media hermana estaría volviendo en el Violande, ordenó
a Ser Alfred Broome que organice una “bienvenida conveniente” para su regreso al hogar.

Todo esto ya lo conocemos. Nada de esto lo sabía la reina cuando bajó a tierra, cayendo en la
trampa de su hermano.

“Hermana,” llamó el Rey desde un balcón. Incapaz de caminar, o incluso estar de pie, había sido
llevado en una silla. La cadera fracturada en Grajal había vuelto a Aegon encorvado y dislocado;
sus rasgos -una vez guapos- se habían vuelto hinchados por la leche de amapola y las cicatrices
de las quemaduras cubrían la mitad de su cuerpo. Sin embargo Rhaenyra lo reconoció en
seguida y dijo, “Estimado hermano. Yo había esperado que estuvieras muerto.”
“Después de ti,” Aegon contestó. “Eres la mayor.”
“Me agrada saber que recuerdas eso,” contestó Rhaenyra. “Al parecer somos tus prisioneros…
pero no pienses que nos retendrás por mucho tiempo. Mis señores leales me encontrarán.”
“Si exploran los siete infiernos, quizás,” respondió el Rey, cuando sus hombres alejaron a
Rhaenyra de los brazos de su hijo.
Algunas historias dicen que era Ser Alfred Broome quien la sostenía de su brazo; otros nombran
a los dos Toms, Tanglebeard padre y Tangletongue hijo. Ser Marston Aguas era un testigo
también, vestido en la capa blanca, pues el Rey Aegon lo había incluido a su Guardia Real por su
valor.

No obstante ni Aguas, ni ninguno de los otros caballeros y señores presentes en el patio dijo
una palabra de protesta cuando el Rey Aegon II entregó a su media hermana a su dragón. Al
principio Sunfyre parecía no mostrar ningún interés por la ofrenda, hasta que Broome pinchara
el pecho de la reina con su daga. El olor de la sangre despertó entonces al dragón, que olfateó a
Su Gracia y la bañó con una explosión de llamas, tan de repente, que la capa de Ser Alfred cogió
el fuego y tuvo que brincar para alejarse. Rhaenyra Targaryen tuvo tiempo para levantar la
cabeza hacia el cielo y chillar una última maldición a su medio hermano antes de que las
mandíbulas de Sunfyre se cerraran a su alrededor, rasgando su brazo y hombro.
El dragón dorado devoró a la reina en seis mordiscos, dejando sólo su pierna izquierda debajo de
la espinilla “para el Extraño.”
El hijo de la reina miraba horrorizado, incapaz de moverse. Rhaenyra Targaryen, el Deleite del
Reino y Reina por Medio año, pasó por este velo de lágrimas el día veintidoseno de décima luna
del año130 después de la Conquista de Aegon. Ella tenía treinta y tres años de edad.

Ser Alfred Broome sugirió que también asesinaran al Príncipe Aegon, pero el Rey Aegon lo
prohibió declarando que el chico de diez años todavía podría ser valioso como rehén. Aunque su
media hermana estaba muerta, ella todavía tenía partidarios con los que debería negociar, antes
de poder sentarse en el Trono de Hierro de nuevo. Así que el Príncipe Aegon fue esposado por el
cuello, muñeca y tobillo y llevado a los calabozos debajo de Rocadragón. Las damas de
compañía de la difunta reina de noble nacimiento fueron encerradas en las celdas de la Torre del
Dragón Marino a la espera del rescate.
“Se acabó el tiempo de la ocultación,” declaró el Rey Aegon II. “Que vuelen los cuervos para que
el reino se entere de que la impostora está muerta, y su verdadero rey llegó a casa para
reclamar el trono de su padre.”

Todavía incluso los verdaderos reyes pueden proclamar algunas cosas más fácilmente que
cumplirlas. En los días que siguieron a la muerte de su media hermana el rey se aferró a la
esperanza de que Sunfyre se recuperara lo suficiente para volar de nuevo. En cambio, el dragón
sólo parecía debilitarse más y más, y pronto las heridas en su cuello empezaron a heder. Incluso
el humo que exhalaba tenía un hedor nauseabundo y hacia el final ya no comía. En el noveno día
de la duodécima luna de 130 CA, el magnífico dragón dorado - que había sido la gloria del Rey
Aegon - murió en el patio de Rocadragón dónde había caído. Su Gracia lloró.

Cuando su pesar había pasado, el Rey Aegon II convocó a sus leales e hizo planes para su
retorno a Desembarco del Rey para reclamar el Trono de Hierro y reunirse una vez más con su
señora madre, la Reina Viuda, quien había surgido triunfante por fin sobre su gran rival y
sobreviviéndola.

“Rhaenyra nunca fue una reina,” declaró el rey, insistiendo que de aquí en adelante, en todas las
crónicas y archivos de la corte, su media hermana será nombrada únicamente como “princesa” y
el título de reina era reservado sólo para su madre Alicent y su finada esposa y hermana
Helaena, “las verdaderas reinas.” Y así fue decretado.

Todavía el triunfo de Aegon demostraría ser tan efímero como agridulce. Rhaenyra estaba
muerta, pero su causa no había muerto con ella, y nuevos ejércitos de los “negros” estaban en
marcha, incluso luego de que el rey había vuelto a la Fortaleza Roja. Aegon II se sentaría en el
Trono de Hierro nuevamente, pero nunca se recuperaría de sus heridas; no tendría ni alegría, ni
paz. Su restablecimiento duraría sólo seis meses.

La historia de cómo cayó el Segundo Aegon y fue sucedido por el Tercero, será contada en otro
momento, sin embargo. La guerra por el trono seguiría, pero la rivalidad que empezó en un baile
en la corte, cuando una princesa vistió de negro y una reina de verde se ha acabado, y con esto
concluye esta parte de nuestra historia.

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