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Sobre Golpe Estado Peru 68 PDF
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El golpe de estado efectuado por las Fuerzas Armadas del Perú en 1968, encabezado por el
General Juan Velasco Alvarado, se ha caracterizado por ser un hito en la historia
contemporánea del país. Por la trascendencia de este hecho, se le ha definido mediante varias
interpretaciones teóricas, de las que mencionaremos algunas. Diremos que se ha definido al
Estado peruano, y más específicamente al papel que jugó el régimen militar en estos años, de
la siguiente manera: se habla de un conductivismo político y la noción del “soldado radical”; de
un reformismo militar y la alternativa del mito “la vía peruana al socialismo”; de la creación y
fortalecimiento del un capitalismo de Estado y la tesis del régimen intermedio; de un gobierno
militar visto como un experimento estatista-orgánico; y de un intervencionismo militar coludido
al capital internacional y la posición de la burguesía industrial, por señalar algunas.2
Nosotros no elaboraremos una nueva interpretación de los hechos, sino que trataremos de
acercarnos a los acontecimientos, para explicar, por medio de una revisión crítica, los cambios
ocurridos durante el periodo que va de 1968 a 1980.
Antes de entrar en materia, creemos necesario hacer la distinción de dos fases en el periodo
que analizaremos: 1968-1975 y 1975-1980. En la primera, que hace referencia a la
administración de Velasco, el régimen militar propone:
De esta forma, la crisis económica, política y social se fue agudizando hasta desembocar en el
golpe de estado de 1968: la caída de la inversión casi conjuntamente con la declinación del
PIB; el paso de la inflación “normal” a la inflación de recesión; las pugnas intercapitalistas por la
distribución de ganancias; el creciente desempleo; la mayor concentración en la distribución del
ingreso; la deformación en las pautas de consumo y la mayor acentuación del desarrollo
desigual, acrecentaron aún más ésta.
Estos hechos, a costa de una mayor explotación de los trabajadores, restablecieron las
condiciones para la reanimación económica que fue acelerada por los conflictos sociales que
precipitaron la caída de Belaúnde.
Por otra parte, antes del golpe militar de 1968, la “burguesía oligárquica”, fracción hegemónica
del bloque en el poder, tenía su base material en la producción agrícola para la exportación
(algodón y azúcar de caña). Sus intereses más importantes se encontraban en la agricultura de
exportación, con diversificaciones en la propiedad inmobiliaria urbana, bancos, seguros,
comercio, transporte, y en una extensión menor en la manufactura. Estaba estrechamente
ligada al capital extranjero y era capaz de encontrar aperturas para la expresión política de sus
intereses entre los militares y los partidos políticos. Así también, en la sierra existía una
burguesía correspondiente a la fracción oligárquica, basada en la agricultura comercial cuya
base material se encontraba en la ganadería y en la producción agrícola, especialmente para el
mercado interno.
En lo referente al sector industria, después de la posguerra se había desarrollado también una
considerable burguesía industrial equipada para la producción para el mercado interno: la
existencia de un capital industrial “independiente” era fuerte en aquellas actividades en las que
tenía larga historia, por ejemplo en la industria maderera, de alimentos y bebidas; existía
también un sector de capital foráneo que estaba asociándose cada vez más con la economía
urbano-industrial;6 y estaba emergiendo, también, un nuevo sector de capital peruano
estrechamente ligado a las nuevas actividades del capital extranjero, a menudo dependiente de
financiamiento y tecnología externa. Este grupo producía insumos para los sectores de bienes
durables (tales como repuestos de automóviles) o productos manufacturados bajo licencia de
compañías extranjeras.
En vísperas del golpe de estado, las contracciones dinámicas de la acumulación de capital en
al formación social peruana habían alcanzado un nivel de intensidad que requería una nueva
forma de intervención del Estado: la contradicción entre trabajo asalariado y capital se
manifestaba en una creciente y aguda incidencia de acciones huelguísticas, asociadas con la
expansión de los campamentos de invasores de tierras con el brote de contradicciones sociales
en la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo; los conflictos y contradicciones entre las
fracciones del capital aerocomercial e industriales habían alcanzado un punto de serio embate
que los partidos políticos convencionales eran incapaces de resolver efectivamente o de
mediarlo; la heterogeneidad de la estructura de clases, la limitada ausencia de las relaciones
de producción capitalista en todo el territorio del país y, más crucialmente, el continuo atraso de
la economía agraria tradicional definía un contexto socio-económico en el cual los movimientos
campesinos y la lucha de clases sobre la cuestión agraria estaba adquiriendo un carácter
crecientemente explosivo.
Fue a causa de la gravedad de estas contradicciones, y de su aparente situación intratable
dentro de la armazón tradicional del sistema político, que se da el golpe de estado el 3 de
octubre de 1968, asumiendo el poder el Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas
(GRFA). Al respecto, Julio Cotler expresará lo siguiente:
Así, los problemas de la nación pasaron a ser considerados como estrictamente técnicos. De
esta forma, la política se convierte en un acto burocrático que debe de resolverse por vía
administrativa, sin considerar el planteo ni la participación autónoma de los diferentes sectores
de la sociedad en la solución de sus problemas.
El amplio programa de reformas implantado por el gobierno del General Juan Velasco
Alvarado, estaba destinado a estructurar un nuevo modelo de acumulación y establecer las
bases de un nuevo sistema de dominación política. Para lograr este objetivo, que ayudará a
superar al mismo tiempo las barreras que habían anquilosado el desarrollo económico, se llevó
a cabo la construcción de un poderoso sector estatal que, asociado con el capital internacional,
acelerará la acumulación de capital y permitirá la inserción dependiente del país en un nuevo
nivel de la división internacional del trabajo del mundo capitalista:
Los avisos nacionalistas del gobierno de las Fuerzas Armadas mostraron sus límites.
Quedó al descubierto que el discursó político no correspondía con los hechos. En
términos generales, las tendencias, las políticas monetarias y fiscales eran las mismas
que las registradas en el gobierno de Belaúnde. Aún más, lejos de que la mayor
intervención del Estado en la economía estuviera contenida la vía peruana al
socialismo, ésta no hizo otra cosa que llevar a un plano superior la contradicción
fundamental –apropiación privada socialización de la producción-, mostrándose con
mayor agudeza las tendencias desarrolladas en los sesentas.12
Por eso, en la medida en que el proceso reformista avanzaba, hacía más clara la objetividad de
las reformas, éstas contrariamente a lo que esperaban los planificadores, produjeron una
reconcentración de la riqueza y del ingreso, así como una mayor penetración de las empresas
transnacionales en la economía del país.
Ahora bien, si el gobierno tenía como finalidad implícita la de construir un estado comunitario,
con claras fijaciones cristianas, que se expresará mediante un intento de conciliación de clases
y que procurará en su fin último la unidad nacional, la reestructuración militar no dio cabida
dentro de su proyecto a las organizaciones populares y sí, por el contrario, rechazó la
participación autónoma e independiente de éstas. En otras palabras –expresará Cotler-, que la
relativa democratización social que supone el conjunto de las medidas gubernamentales se
lleva a cabo de manera autoritaria dentro del marco de la militarización del estado.13
Para lograr obtener un consenso social que apoyara su proyecto, el Gobierno Revolucionario
de las Fuerzas Armadas, a lo largo de los primeros seis años de existencia, intentó echar a
andar como alternativa de cohesión social un sistema de corporativización para que
mediatizara la participación de las fuerzas populares. Fue así como en base a este sistema se
desarrolla en el seno del gobierno una tendencia dispuesta a resolver la falta de
“comunicación” entre los sectores populares y las fuerzas armadas, este proyecto quedará
plasmado en el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS).14 El
SINAMOS, fuera de lo que esperaron los militares obtener de él, desde un principio se ganó la
repulsa de los diferentes sectores de la sociedad. Las masas populares percibieron cómo a
través de esta política se pretendía encuadrar y mediatizar sus aspiraciones reivindicativas.
Al igual que SINAMOS, se crean otros organismos que jugarán el mismo papel que éste. Por
ejemplo en el sector campesino se crea por Ley la Confederación Nacional Agraria (CNA); en
el sector obrero la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CRTP); en el magisterio
el Sindicato de Educadores de la Revolución Peruana (SERP), etcétera. Estas organizaciones,
la igual que la instrumentación política para reformular la organización de la sociedad alrededor
de un aparato corporativo que debía congregar la unidad nacional bajo el comando militar,
fracasó estrepitosamente, desde sus inicios.
Las propias limitaciones reformistas del gobierno, aunadas a su violencia verbal a favor
de las exigencias populares, determinó que la población popular derrotara en todos los
frentes, las perspectivas estatales. Sin embargo, la falta de integración política de dicha
población hizo imposible que esa derrota pudiera transformarse en un triunfo político de
las clases dominadas.16
Por otra parte, tendríamos que señalar que si bien el proyecto conciliador y corporativista del
régimen militar fracasó en el polo popular, lo mismo aconteció con la burguesía industrial
peruana. Aunque en un principio las reformas de corte nacionalista lograron una ampliación
relativa del mercado interno y la tasa de ganancia de la burguesía, ésta no se alineó con el
gobierno revolucionario. Este rompimiento se explica, en términos generales, por el interés del
nuevo estado por desarrollar voluntariamente un proyecto manteniéndose alejado de las clases
básicas de la sociedad. La burguesía fue considerada, legítimamente, como un apéndice
“extranjero”, sin capacidad ni voluntad de revolucionar nacionalmente a la sociedad. De ahí que
los militares concibieran esta revolución “burguesa” aun en contra de la voluntad de los
burgueses.
. . . el estado, hasta 1975, se encontraba entre dos fuegos, el de las clases populares y
la burguesía, las que por razones diferentes, no encontraban en el juego de
conciliación de clases y no se incorporaron en la organización corporativa dispuesta por
el Estado.17
Desde el primer momento en que el gobierno del General Francisco Morales Bermúdez toma el
poder -29 de agosto de 1975-, éste se vio precisado a reconocer que la economía peruana
estaba en crisis por razones de orden interno y externo. El modelo económico adoptado desde
un principio por el nuevo gobierno consistió en una drástica reducción del gasto fiscal, en la
eliminación de los subsidios, en un reajuste de precios del mercado interno, en la devaluación
progesiva de la moneda y en una apertura ilimitada hacia el capital privado nacional y
extranjero. Estas medidas iban encaminadas a restablecer la salud económica del país,
además de procurar distanciarse del proyecto nacionalista implantado por el gobierno anterior.
La intensidad y proliferación de la represión social y política hicieron cada vez más evidente
que la lucha ya no solamente era económica, ante la imposición de las medidas de
“austeridad”, sino política ante un régimen contradictorio que buscaba obtener su legitimidad y
consenso social a través de la imposición.
Cercado, asimismo, por la presión financiera del Fondo Monetario Internacional y el acoso
político de la oligarquía ambiciosa de recuperar el poder, Morales Bermúdez inicia un proceso
de retorno al gobierno civil. En las elecciones de junio de 1978 el APRA (Alianza Popular
Revolucionaria Americana), la izquierda a través de Izquierda Unida (UI) y la derecha
tradicional, el Partido Popular Cristiano (PPC), se repartieron en partes aproximadamente
iguales las bancas de la Asamblea Constituyente que redactaría la Constitución actualmente en
vigor.
Por otra parte, “Acción Popular”, el partido de Fernando Belaúnde Ferry que había boicoteado
las elecciones constituyentes resultó triunfante en los comicios presidenciales de 1980.
Belaúnde inauguró su gestión presidencial devolviendo a sus antiguos propietarios los
periódicos expropiados por Velasco Alvarado y anunció una política económica coherente con
las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional. Coincidentemente se procedió a
mantener el esquema neoliberal de la economía peruana, abriendo las inversiones extranjeras
y reduciendo la participación del Estado en dicho sector.
Notas
1
“Sendero Luminosos el desafío autoritario”, en Revista Nueva Sociedad, núm. 90, julio-
agosto, 1987, p. 27.
2
Ver: “Algunas consideraciones teóricas sobre el Estado peruano, 1968-1978”, David Slater,
Revista Mexicana de Sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, vol. 44, núm.
4, oct-dic., 1982, pp. 1249-1278.
3
Portocarrero, Felipe, “El Estado y el capitalismo internacional en el Perú”, Revista Mexicana
de Sociología, Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM, vol. 40, núm. 3 jul-sep., 1978, pp.
977-978.
4
Márquez Morales, Arturo, “Perú: acumulación, crisis y Estado”, p. 155, en Imperialismo y crisis
en América Latina, Daniel Cataife y otros, Instituto de Investigaciones Económicas, México,
DF, UNAM, 1985.
5
Márquez Morales, Arturo op. cit., p. 185.
6
Esta nueva forma de capital internacional estaba originalmente involucrada en las así
llamadas ramas intermedias, por ejemplo en caucho y químicos, pero más tarde en los años
sesenta, firmas extranjeras tales como la Volkswagen, Chrysler, Philips, Hoechst, Unileve,
Nestlé, Procter and Gamble, Pirelli y Singer, entraron en la economía para establecer
industrias de productos de bienes de consumo durables como, por ejemplo, automóviles y
aparatos eléctricos, también industrias de productos perecederos tales como alimentos
envasados y farmacéuticos. Ver David Slater, op. cit., p. 1269.
7
Cotler, Julio, “Perú: Estado Oligárquico y Reformismo Militar”, p. 403, en América Latina:
Historia de Medio Siglo, varios autores, Editorial Siglo XXI Editores, México, primera edición,
1977, pp. 373-423.
8
Estatuto del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, decreto-Ley núm. 17063,
artículo primero, (Publicado en el Diario Oficial El Peruano el 4 de octubre de 1968), citado en
Cambios estructurales en el Perú 1968-1975, varios autores, editor Ernst J. Kerbush, Instituto
Latinoamericano de Investigaciones Sociales-Fundación Friedrich Eber Lima, Perú, 1976, p.
161.
9
Bases Ideológicas de la Revolución Peruana, (Publicado en el Diario Oficial El Peruano el 26
de febrero de 1975), Ibidem, p. 183.
10
Op. cit., p. 186.
11
Portocarrero, Felipe, op. cit., pp. 978-979.
12
Márquez Morales, Arturo, op. cit., p. 187.
13
Cotler, Julio, op. cit., p. 413.
14
SINAMOS era el organismo llamado a incorporar a las masas en el estado, a través de un
amplio aparato corporativo. Se dividía en sectores encargados de “apoyar” la organización y
reorganización de la sociedad en términos funcionales: campesinos, trabajadores urbanos,
pueblos jóvenes o barriadas urbanas, profesionales e intelectuales, jóvenes.
15
Cotler, Julio, op. cit., p. 415.
16
Ibidem, p. 418.
17
Ibidem, p. 419.
18
Ibidem, p. 421.
19
Márquez Morales, Arturo, op. cit., p. 188.
20
Cotler, Julio, op. cit., p. 422.
21
Márquez Morales, Arturo, op. cit., p. 189.
22
Ibidem, p. 190.