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The First Word

The Search for the Origins of Language

[La primera palabra. La búsqueda de los orígenes del lenguaje] (2007),


Cristine Kenneally, Londres: Penguin Books.
Traducción: Guiomar Ciapuscio y Paula Mahler
Traducción de notas y edición: Lucía Bregant
Para uso exclusivo de los alumnos de la cátedra de Lingüística

Introducción

Para el imaginario popular, la evolución es una línea directa que va desde


los utensilios para romper rocas hasta la punta del cursor en el procesador
Pentium. Es un producto inevitable de uno de esos principios vagos de la vida:
lo superior se desarrolla de a poco, de alguna manera, a partir de lo inferior. De
manera similar, la evolución del lenguaje comienza con los gruñidos de un
hombre para llamar la atención sobre algo, armado de un palo, luego pasa a la
fase del "Yo Tarzán, tú Jane" y termina, finalmente, con el epítome de la
civilización, el latigazo de la elocución de Sir Laurence Olivier como Hamlet.
Durante mucho tiempo, la explicación científica de la evolución del
lenguaje no fue muy diferente a la de la versión popular. Los investigadores
esquematizaron solo un panorama de ciclo amplio, en el que lo complejo de
alguna manera inevitable había surgido de lo simple. Algunos pensaban que,
por ejemplo, antes del Homo Sapiens, con su actual brillantez de palabras,
existía un protolenguaje, una forma inteligente de comunicación que nos
distinguía de manera crucial de nuestros compañeros primates. Pero, ¿cómo
aparecieron este protolenguaje y los sistemas que lo sucedieron? ¿Una única
mutación genética individual modeló el destino del hombre? ¿O fue una
estratificación lenta de cambios a lo largo de incontables generaciones que nos
propulsó desde los gruñidos al caso nominativo, desde los chillidos al soneto,
para no hablar de los haiku, el Oxford English Dictionary, seis mil lenguas
diferentes y palabras como “amor”, “mierda”, “nada” y “acuanauta”. No hay
respuestas sencillas.
De todos los formidables obstáculos para resolver este misterio, el
primero radica en la naturaleza de la palabra hablada. Con todo el poder que
tiene de herir y seducir, el habla es nuestra creación más efímera; es un poco
más que aire. Sale del cuerpo como una serie de inhalaciones y se disipa
rápidamente en la atmósfera. En la escala evolutiva el hueso puede durar lo
suficiente como para dejar una huella, lo que nos permite, por ejemplo, hacer un
seguimiento de las adaptaciones que dieron forma a 150 millones de años de
ictiosaurios. A partir de la evidencia fósil, ahora podemos ver cómo esos
habitantes del océano cambiaron a través del tiempo: pasaron rápidamente de
medir medio metro a ser monstruos de cuatro metros; alargaron sus
espectaculares hocicos y de sus cuerpos de lagartos salieron las aletas y la cola,
antes de que desaparecieran de la tierra para siempre. Pero no hay verbos
preservados en ámbar, no hay nombres osificados ni gritos prehistóricos
perpetuados en la lava que los tomó por sorpresa.

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La escritura es un tipo de fósil y nos puede decir un poco sobre las
lenguas que fueron grabadas desde que ella fue inventada. Si bien comparte
bastante con la lengua hablada, entre otras cosas la mayoría de sus palabras y
gran parte de su estructura organizativa, la escritura no puede considerarse el
esqueleto del habla, porque es algo enteramente distinto. La escritura es
estática, está estructurada por convenciones de puntuación y el uso del espacio.
Los tipos de oraciones de la escritura comparten solo una relación indirecta con
las estructuras del habla, que son más libres y complejas. La escritura no tiene
canales adicionales para evitar la ambigüedad, a diferencia del habla, que tiene
la entonación y los gestos. Y la escritura tiene solo seis mil años de antigüedad.
Ante la ausencia de palabras petrificadas, la evidencia de cambio en
partes del cuerpo relacionadas con el lenguaje ofrece una clave convincente del
curso de la evolución lingüística. El cerebro, la lengua, la laringe, los pulmones,
la nariz y la úvula –la solapa pendular que oscila en la garganta de los
personajes de Looney Tunes cuando gritan– están muy involucrados en la
producción de habla. Pero en una escala temporal geológica, el tejido blando no
dura mucho más tiempo que una onda de sonido. Deja huellas solo en casos
muy particulares, como la piel de un viejo mamut de treinta mil años estancado
en el permafrost siberiano o el famoso hombre de hielo prehistórico, una momia
de cinco mil años de edad, naturalmente preservada en un glaciar alpino en la
frontera entre Italia y Austria.
Por mucho tiempo, lo más cercano que tuvimos en lo que respecta a
fósiles vinculados al lenguaje fueron rastros dejados por los huesos de ancestros
lejanos. Los científicos lograban alguna información útil al interpretar restos
craneales, dado que el tamaño del cráneo es una medida interesante aunque
indirecta del volumen del cerebro. También pueden hacerse suposiciones sobre
las habilidades lingüísticas de nuestros antepasados si se considera la longitud
de las vértebras del cuello y la progresión de otros cambios del esqueleto a lo
largo del tiempo.
Sin embargo, el tamaño de un cráneo o un fémur solo lleva a un lugar
muy lejano en el tiempo. No dice cuándo fue pronunciada la primera palabra.
Tampoco si fue un nombre como “tigre”, un verbo como “comer” o un
imperativo como “corré”. Los huesos no pueden decir quién dijo la primera
palabra o quién fue el primero en escucharla. ¿Empezó el lenguaje como un
soliloquio o la naturaleza fundamental del lenguaje es ser comunicativo? Una
conversación requiere al menos dos personas, pero, ¿cómo pudo alguien
inventar el lenguaje exactamente en el mismo momento en que alguien aprendía
a decodificarlo? Los fósiles no pueden responder esta pregunta.
Hace tan solo muy poco tiempo, los científicos comenzaron a tratar de
resolver cómo evolucionó el lenguaje. Pero del mismo modo en que un fósil
individual no puede dar una respuesta, tampoco un investigador individual
puede solucionar este problema, que es, por sobre todas las cosas,
impresionante y multifacético. No habrá un Einstein de la evolución lingüística,
ninguna gran teoría sobre la emergencia del lenguaje. Desenterrar los orígenes
más tempranos de las palabras y de las oraciones requiere el conocimiento
combinado de una media docena de disciplinas científicas, cientos de
investigadores inteligentes y dedicados y un puñado de individuos visionarios.
Descubrir cómo comenzó el lenguaje requiere tecnología inventada la semana

2
pasada y experimentos hechos ayer. Se necesitan también experimentos básicos
simples que no se hayan hecho antes.
La electricidad se descubrió hace solo cuatro siglos. Un siglo después se
comprendieron los principios de la combustión interna y se creó el motor. En el
siglo XX se inventó la computadora, se descubrió el ADN, se dividió el átomo,
se envió el Voyager 1 a las regiones más externas del sistema solar y se descifró
el genoma humano. Recién ahora estamos haciendo frente a las preguntas
realmente difíciles. Hilvanar varios millones de años de evolución lingüística
sin ni un solo fósil no es solo una disciplina transversal, una búsqueda del
tesoro multidimensional, sino es el problema científico más difícil en el
presente1.

Este libro cuenta dos historias interrelacionadas sobre la evolución del lenguaje.
La primera es un relato de lo que pasó, la mejor conjetura del siglo XXI sobre el
misterio más antiguo de la humanidad: cómo los procesos fundamentales del
cambio evolutivo serpentearon conjuntamente para producir un mono con
protolenguaje y, finalmente, un primate lingüístico, nosotros. La segunda
historia es sobre qué llevó a un grupo de científicos a comenzar a plantearse
preguntas sobre la evolución del lenguaje en ese momento. Como todos los
cuentos científicos, es una parábola sobre humildad y arrogancia, sobre
progreso y necedad intelectual. Comienza con una incertidumbre básica sobre la
validez incluso de estudiar cómo evolucionó el lenguaje –puede pensarse esta
historia como la evolución de una duda. La duda comenzó a fastidiar a ciertos
individuos hace miles de años y prosperó a lo largo del tiempo hasta preocupar
a muchas personas en los tiempos modernos. Asumió diferentes formas, como:
¿realmente evolucionó el lenguaje?; ¿es científica esta pregunta? E, incluso, si
fuera científica, ¿podemos llegar a responderla? Si ha elegido alguna de estas
preguntas y ha seguido sus hilos, pronto se encontrará enredado en una
tremenda maraña: ¿es el estudio del lenguaje una ciencia? ¿Qué cuenta como
evidencia científica? ¿Es el lenguaje lo que nos hace únicos? En todo caso, ¿qué
es el lenguaje? ¿Qué es, por Dios, ciencia?
Para mí, esta parte de la historia comenzó en un curso introductorio de
lingüística a principios de los ‘90 en la Universidad de Melbourne. Puedo
recordar claramente mi frustración cuando, después de haberle preguntado al
profesor sobre el origen del lenguaje, me dijo que la lingüística no investigaba
este tema: no nos planteamos la pregunta porque no hay un modo definitivo de
responderla.
Esa respuesta no tenía sentido para mí; seguramente el origen del lenguaje
era el misterio central de la lingüística. Después de todo, a diferencia de otros
rasgos, el lenguaje es la base de nuestra identidad como individuos y como
especie. Como aprendí después, la búsqueda de los orígenes del lenguaje fue
formalmente prohibida desde la torre de marfil en el siglo XIX y por más de un
siglo tuvo mala reputación. La explicación que se me dio entonces en una sala
de conferencias a fines del siglo XX, en Australia, había sido transmitida de
maestro a estudiante de manera indiscutible en su mayor parte desde 1866,
cuando la Société de Linguistique de Paris instauró una moratoria sobre el
tema. Esos señores eruditos decretaron que buscar los orígenes del lenguaje era

3
un esfuerzo inútil porque era imposible probar cómo se produjo. Se prohibió
publicar sobre el tema.
Actualmente, casi veinte años después de mi clase inicial de lingüística, el
campo de la evolución del lenguaje está floreciente. Importantes congresos
sobre el tema tienen lugar de manera regular y se dan a conocer más cada año.
Están iniciándose revistas y cada vez se publican más libros y colecciones de
ensayos sobre los orígenes del lenguaje. Mientras que en los años ‘80 se
publicaron poco más de cien estudios académicos sobre la evolución del
lenguaje, desde entonces se han publicado más de mil.2 Es más, se han creado
campos científicos enteramente nuevos, como la modelización digital de la
evolución lingüística.
En áreas tan diversas como el daño cerebral, el modo en que hablan los
niños, el modo en que señalan los chimpancés y en los genes de los ratones se
han encontrado claves sobre el origen y el desarrollo del lenguaje. Los avances
en la biología del lenguaje, la inteligencia artificial, la genética, la cognición
animal y la antropología de finales del siglo XX han mostrado a los científicos
cómo el territorio mental y neural previamente inexplorado puede estudiarse
ahora. Una buena parte de la investigación en esas áreas tiene sus raíces antes
de 1990, pero desde entonces ha habido una explosión alrededor de la cuestión
del lenguaje. Es más, se ha descubierto abundante nueva evidencia, que trajo
desafíos significativos a viejos métodos y teorías. A su vez, este surgimiento de
interés y de trabajos ha conducido a una mayor síntesis entre diferentes
proyectos en campos como la lingüística, la antropología, la genética e, incluso,
la física. El objetivo fundamental de este libro es subrayar en cada capítulo uno
de los momentos o ideas que dieron razones convincentes a los científicos para
explorar la evolución del lenguaje.

La parte 1 de La primera palabra traza un panorama amplio a través de las


vidas de personas intrigadas por el origen del lenguaje, desde el rey Psamético
del antiguo Egipto a Charles Darwin, del siglo XIX, en Inglaterra. Darwin, por
supuesto, es mejor conocido por haber formulado la teoría de la evolución a
partir de la selección natural, y por señalar, como una gran consecuencia, que
“la corteza de la tierra es un enorme museo”3. Tenía algunas ideas muy claras
sobre la evolución del lenguaje.
Más recientemente, cuatro figuras cargan con la mayor responsabilidad
sobre el estado actual de los conocimientos. El primero y más influyente es
Noam Chomsky, quien pasó de ser un estudiante graduado asombrosamente
inteligente que escribía sobre la gramática del hebreo a uno de los más potentes
intelectuales de la historia. La historia de los estudios sobre evolución del
lenguaje es, inevitablemente, la historia del reino intelectual de Noam
Chomsky. Se trata tanto de su influencia y de lo que la gente piensa que dijo,
como de lo que en realidad dijo. La segunda es Sue Savage-Rumbaugh, que
enseñó a no humanos cómo usar el lenguaje. El tercero es Steven Pinker, el
famoso científico cognitivo de Harvard que ha escrito muchos best-sellers sobre
el lenguaje y la mente. Finalmente, Philip Lieberman, de la Universidad de
Brown, otro científico cognitivo, que comenzó en el MIT como alumno de
Chomsky y que llevó sus experimentos sobre el lenguaje hasta las laderas del
Everest. Para esta historia introductoria, pensamos en Chomsky y en Savage-

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Rumbaugh como los polos del debate, con Lieberman y Pinker en algún lugar
de la vasta zona intermedia. Entre los extremos ha habido una colisión de dos
maneras completamente diferentes de vernos a nosotros mismos.
La primera perspectiva, sólidamente aceptada en la teoría lingüística
popular, sostiene que el lenguaje es un fenómeno privativamente humano,
distinto de las adaptaciones de todos los otros organismos del planeta. Especies
tan diferentes como las águilas y los mosquitos vuelan, las ballenas y los
pececitos nadan, pero somos la única especie que se comunica como lo
hacemos nosotros. No solo el lenguaje nos diferencia de todas las otras
especies, también existen otras habilidades cognitivas como la memoria, la
percepción e, incluso, el propio acto de hablar. Los investigadores de esta
tradición han buscado un “órgano del lenguaje”, una parte del cerebro dedicada
solo a las habilidades lingüísticas. Buscaron las raíces del lenguaje en el grano
fino del genoma humano, sosteniendo, en algunos casos, que podrían existir
ciertos genes con el solo objeto de codificar la gramática. Desde esta
perspectiva, un escenario evolutivo mantiene que el lenguaje moderno apareció
de golpe en el planeta con un big bang genético; que es el resultado de una
mutación fortuita que bendijo al Cromañón con el regalo de las lenguas.
En la mirada alternativa, que es como David frente a Goliat Chomsky, el
lenguaje no es un fenómeno singular o una cosa específica. Es, más bien,
multidimensional e interdependiente y está interconectado con otras habilidades
humanas y otras tareas cognitivas. El habla, por ejemplo, es crucial para el
lenguaje. Y, dado que tenemos un antecesor común, hay una conexión de
familia fuerte entre nuestras habilidades lingüísticas complejas y las habilidades
sintácticas y la palabra simple que pueden adquirir los chimpancés. De hecho,
aunque nuestro sistema de la lengua es único, la naturaleza progresiva de la
evolución del lenguaje también revela una estrecha relación entre nuestras
habilidades lingüísticas y las capacidades de animales menos estrechamente
relacionados, como los monos y los loros. Consiguientemente, el lenguaje es
una función cognitiva superior que emerge de sitios y operaciones múltiples en
el cerebro. Desde esta perspectiva, el lenguaje no es una cosa monolítica que
tenemos; más bien es una cosa que hacemos. Surge de la coordinación de varias
estipulaciones genéticas que se expresan como un conjunto de predisposiciones
físicas, perceptivas y conceptuales que subyacen a ciertas habilidades y
comportamientos, todas las cuales nos permiten aprender el lenguaje.
Según esta perspectiva, los seres humanos no somos genios benditos
únicos, monos con un toque especial. Mejor dicho, somos especiales, pero
también muy parecidos en aspectos clave, lo que nos hace no tanto una especie
superior sino más bien idiots savants de la tierra, brillantes de manera limitada
y accidental , haciendo malabares con símbolos como si no hubiera mañana ni
ninguna otra cosa que hacer.
La primera perspectiva dominó la lingüística y la ciencia cognitiva desde
mitad del siglo XX. Desde la década de 1990, como investigadores de
diferentes disciplinas de todo el mundo se han enfrentado seriamente al
problema de la evolución del lenguaje, muchos se han dado cuenta de que están
convergiendo en la segunda. Pero en lugar de cambiar por completo de una
perspectiva a la otra, el campo está construyendo un cuerpo de conocimientos
menos absoluto pero más satisfactorio. En el enfrentamiento entre David y
Goliat, no se ha perdido o ganado tanto, más bien se ha transformado en una

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lucha que es mucho más compleja, aunque todavía profundamente sentida. Lo
que es más maravilloso y asombroso sobre esta batalla es que la resolución de
un misterio frecuentemente da lugar a otro. Por ejemplo, ahora parece verdad
decir que el lenguaje surgió muy recientemente. Es igualmente cierto decir que
no. Es razonable plantear que el lenguaje humano es único. Pero es también
útil, interesante y honesto decir que el lenguaje humano se encuentra en un
continuum que incluye otras capacidades humanas y las capacidades de
animales no humanos. Como verá, en este libro, el lenguaje mismo es uno de
los mayores obstáculos para la claridad en el estudio de la evolución del
lenguaje.
Después de esta gira por los momentos históricos más importantes, en la
parte 2 se pregunta cómo evolucionó el lenguaje. O mejor dicho, no lo hace, y
en lugar de esto explica que la pregunta es simplemente demasiado
monumental. Es más, es engañosa. La palabra “lenguaje” se usa para describir
demasiados fenómenos diferentes, como las palabras que decimos, la lengua
particular que hablamos, los rasgos universales que tienen en común todas las
lenguas y la serie de inclinaciones y capacidades que nos permiten aprender el
lenguaje de nuestros padres. En la parte 2 se examina el conjunto del lenguaje,
es decir, qué habilidades hay que tener si se dispone del lenguaje humano. Se
tratan los sonidos que hacemos, la manera en que los encadenamos, nuestras
interacciones y el aprendizaje en el habla, nuestros gestos, imitación y genes, y
se explora cuándo cada uno de ellos aparece en la trayectoria evolutiva de los
seres humanos
A pesar de que la evidencia comparativa, genética y lingüística de la parte
2 demuestra cómo varios aspectos del lenguaje evolucionaron de manera tal que
nacemos siendo capaces de aprender la lengua de nuestros padres, todo esto
deja una pregunta crucial sin contestar: ¿cómo llegó hasta aquí el lenguaje de
nuestros padres en primer lugar? En la parte 3 se examina esta cuestión. En ella
se pregunta cómo todas las piezas del conjunto del lenguaje se unieron en el
tiempo para darnos lo que tenemos hoy. Se presenta a investigadores jóvenes
como Simon Kirby, que trabaja en Edinburgo, y Morten Christiansen, en
Cornell, quienes usan modelos computarizados para mostrar que el lenguaje
puede evolucionar por sí solo. Kirby y Christiansen argumentan que una de las
maneras más útiles de pensar el lenguaje es que es un virus que crece y
evoluciona simbióticamente con los seres humanos, lo que significa que el
lenguaje cambia y se adapta con el fin de desarrollarse y sobrevivir.
En la parte 4 se pregunta qué viene después. Antes sostuve que el estudio
de la evolución lingüística explotó desde que yo era una estudiante de
lingüística y, de hecho, el tumulto y la conmoción se han incrementado todavía
más desde que empecé a escribir este libro. El debate sobre cómo y por qué el
lenguaje pudo haber evolucionado se retomó con más fuerza en 2002, cuando
Noam Chomsky por primera vez publicó sobre el tema. En la parte 4 se pondera
el futuro del lenguaje. Si el lenguaje ha evolucionado, ¿hacia dónde irá luego?
¿Y dónde, por lo demás, estará? Se discute las ideas de nuevos académicos que
sostienen que la especie humana ha terminado de evolucionar desde el punto de
vista biológico.
En la parte 4 también se examina porqué las narrativas sobre la evolución
han sido tan impopulares en el campo de la evolución humana. Finalmente, en

6
el epílogo nos preguntamos qué pasaría con el idioma si un barco con bebés
prelingüísticos naufragara en las costas rocosas de las Galápagos.

Este libro está determinado por el hecho de que informar sobre la vida de una
idea es una tarea resbaladiza. Si fuera simplemente una cuestión de tratar de
volver tangible lo intangible, sería difícil. Pero se vuelve más arduo por el
hecho de que lo abstracto no existe, por decirlo así, en lo abstracto. Las ideas
están frustrantemente ancladas en la cabeza de individuos y cada uno de ellos
tiene su propia versión de cada pensamiento. Acuerdan en algunas de las
implicancias y no en las otras. Y cada uno tiene un conjunto de suposiciones
ligeramente diferentes y no son conscientes de todas o no están dispuestos a
admitirlas.
Adicionalmente, si bien las ideas no provienen de otro lugar que no sea la
cabeza de la gente, atribuirlas a individuos es complicado. La mayoría de las
ideas han estado ahí desde siempre de una forma u otra, pero las mareas de
pensamiento no siguen un patrón claro. Una idea puede permanecer sin que se
la considere por un milenio y luego, de pronto, volverse vigorosa en la agenda
de un nuevo tiempo. E incluso, cuando a alguien se le ocurre una idea realmente
nueva, es inevitable que a alguien más, del otro lado del Atlántico o del
Pacífico, se le haya prendido la misma lamparita al despertarse.

(…)

7
Parte 1: El lenguaje no es una cosa

Prólogo

El Panteón de París se encuentra en una colina, y cuando usted está parado en el


techo y mira desde cada ángulo, la Ciudad Luz se extiende por debajo. Hacia el
noroeste, la Torre Eiffel se yergue en el horizonte, descomunal pero leve. El
Panteón, en cambio, es macizo. Su espacio principal está sostenido por
columnas de piedra y un piso abajo está la cripta. Es húmeda y oscura, y entre
las varias tumbas está la que pertenece a Jean-Jacques Rousseau, quien murió
en 1778.
Aunque es más conocido por su filosofía política, Rousseau invirtió un
tiempo considerable en pensar de dónde venía el lenguaje y en cómo eran los
seres humanos antes de adquirirlo. Imaginó un bosque virgen en el que las
personas deambulaban solas. Si hombres y mujeres se cruzaban en el camino,
hacían una pausa para tener relaciones sexuales y, luego, seguían rumbos
separados. Madres e hijos se abandonaban unos a otros tan pronto como era
posible y, dado que la proximidad era el único modo de que pudieran saber que
eran parientes, en cuanto se producía un corto período de separación eran
incapaces de reconocer a su propia parentela.
En su Ensayos sobre el origen de las lenguas, Rousseau escribió que,
cuando estas criaturas aisladas e itinerantes se comunicaban, usaban gritos y
gestos rudos que imitaban las vocalizaciones animales. Un ladrido, por ejemplo,
significaba “perro”. Finalmente, el ladrido llegó a representar al animal y
cuando los humanos expandieron su repertorio de mimetismo crearon las
primeras palabras.
Este léxico primordial estaba limitado al conjunto de sonidos que podían
ser copiados, de manera que Rousseau sugirió que el lenguaje original era
mayormente gestual. La mano y los movimientos corporales no sólo
complementaban el significado, sino que formaban un tipo impreciso de lengua
de señas que trabajaba en conjunto con la pantomima vocal. Rousseau pensaba
que el lenguaje había brotado de la necesidad, de coyunturas críticas: “La
primera lengua del hombre, la más universal, la más vigorosa y la única lengua
que necesitaba antes de que fuera necesario persuadir a los hombres reunidos es
el grito de la Naturaleza...surgido de él sólo por una suerte de instinto en
situaciones de urgencia, para implorar ayuda debido a grandes peligros o para
alivio de los males violentos.”4
Finalmente debemos de haber perdido ese lenguaje corporal, teorizaba
Rousseau, porque los gestos son menos versátiles que la palabra hablada. Los
movimientos de la mano no pueden verse de noche o si la vista se ve bloqueada
de algún modo.
El siglo XVIII fue un siglo de conjeturas enérgicas sobre la evolución del
lenguaje y Rousseau estuvo fuertemente influido por pensadores como el
filósofo romántico alemán Johann Gottfried von Herder, el abate de Condillac,
que escribió una serie de tratados sobre la naturaleza del origen del lenguaje.
Herder creía que los humanos en los orígenes imitaban los sonidos de los
animales para comunicarse. También que imitaban otros sonidos de la
naturaleza, como el soplar del viento o el murmullo del agua.

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Todas estas ideas dejaron un impacto perdurable en nuestro modo de
pensar la evolución lingüística y, de alguna manera, se siguen enseñando
actualmente en algunas clases. Son explicadas y caricaturizadas como la teoría
“guau guau” de la evolución. La teoría dice algo por el estilo: si usted le dice a
un desconocido en la calle: “Hay un perro loco a una cuadra de aquí”, esas
pocas palabras podrían bastar para salvarlo de un encuentro peligroso. Si usted
se dio cuenta de que el extraño hablaba otra lengua, le tomaría posiblemente
más tiempo proferir su advertencia, pero usted de todos modos lo intentaría y,
probablemente, tendría éxito. Agitar las manos y poner los ojos en blanco
podrían lograrlo y un talento dramático podría ayudar. Pero para realmente dar
el mensaje usted podría ladrar como un perro, señalando con su dedo en la
dirección correcta.
La facilidad con que los humanos producen y entienden tales señales
cuando las palabras no funcionan –la combinación de gestos y mimetismo
auditivo– parece innata. Los que proponen dicha teoría argumentarían que no
solo es innata, sino que es como nos comunicábamos antes de que tuviéramos
lenguaje y que esto fue, de hecho, crucial para la evolución del lenguaje.
Otras ideas generales sobre cómo evolucionó el lenguaje que han
circulado por años y que, al igual que la teoría “guau guau”, realmente explican
muy poco, comprenden la teoría "yo-he-ho" y la teoría "pooh-pooh". “Yo-he-
ho” representa los gruñidos rítmicos y el canto de las personas que trabajan
juntas y, de acuerdo con esta teoría, a partir de esa cooperación social surgió el
lenguaje. La teoría "pooh-pooh" propone que el lenguaje se originó en gritos de
emoción (quizás debería ser llamada de manera más precisa la teoría “ay” de la
evolución del lenguaje).

Rousseau es un representante clave de un período importante en la evolución


del lenguaje, situado en el límite del pensamiento moderno y la teorización.
Pero su época no fue la primera en la que los hombres comenzaron a
preguntarse de dónde venían las palabras. Muchos miles de años antes de que
naciera Rousseau, el faraón Psamético creía que una lengua única tenía que
haber sido la fuente de todas las lenguas humanas siguientes. En la búsqueda de
esa lengua primera, el antiguo rey egipcio aisló a dos bebés en una choza de
montaña. Enviaba a un pastor a alimentarlos y a abrigarlos, pero le prohibió que
les hablara.
Se pensaba que si no había exposición al habla, el lenguaje humano
original emergería de la boca de los niños tan naturalmente como les crecería el
cabello o se les alargarían las extremidades. De acuerdo con el historiador
griego Heródoto, los niños por fin expresaron la palabra bekos, que es la palabra
frigia para pan, lo que llevó a Psamético a pensar que el frigio fue la primera
lengua humana, aun cuando no era la suya.
La cuestión de la lengua materna de la humanidad recorrió siglos y
culturas. Los investigadores creían que alguna vez había existido una “era de
oro monolingüística”. Redescubrir la primera lengua más antigua se
consideraba una manera de recrear ese tiempo, una oportunidad para alcanzar la
expresión perfecta, transmitir los pensamientos propios y las intenciones sin
ambigüedad.

9
El experimento del faraón se repitió al menos dos veces: el sagrado
Emperador romano Federico II de Hohenstaufen, soldado, diplomático y
erudito, de quien se decía que hablaba fluidamente latín, árabe, hebreo, francés,
alemán, italiano y griego, confinó al silencio a dos niños en la temprana Edad
Media. Sus sujetos murieron antes de pronunciar palabra. Dos siglos después, el
rey James IV de Escocia encarceló a dos niños escoceses, quienes al final
“parecería que hablaban hebreo”.
La Iglesia creyó por siglos que el hebreo había sido la primera lengua,
pero los estudiosos propusieron varias otras competidoras. En el siglo XV, el
arquitecto y estudioso John Webb argumentó en favor de la supremacía del
chino, alegando que el Noé bíblico había recalado en China después de la
inundación. El chino siguió siendo un candidato popular por varios siglos, a
partir del escrito de Joseph Edkins de 1887 (The Evolution of the Chinese
Language) en el que se sostenía que tenía que ser la primera lengua
simplemente a causa de su edad. Noah Webster propuso en 1830 que la lengua
primera había sido el arameo, otra lengua semítica y la lengua materna de Jesús.
De manera inseparable de la noción de una única lengua original está la
idea de que el lenguaje es exclusivamente un atributo de los seres humanos y
que se originó junto con la vida. Antes de la revolución darwiniana se creía que
no había una existencia prehumana ni una experiencia prelingüística.
Consecuentemente, los primeros actos o expresiones lingüísticas se
consideraban universalmente como inspirados por divinidades. En otras
culturas y en otros tiempos, los egipcios creían que el dios Thoth era el
progenitor del lenguaje, en tanto que los babilonios se lo atribuían a Nabu. Para
los hindúes, había sido Sarasvati, la mujer de Brahma (creador del universo),
quien le habría dado el lenguaje a la humanidad.
Cuando Rousseau y sus colegas pensadores imaginaron un mundo antes
de las palabras, se imaginaron un período prolongado de génesis de la lengua.
En lugar de ser una propiedad mágica de la humanidad, el lenguaje era algo que
nuestra especie había adquirido con el paso del tiempo. Este nuevo modelo de
evolución cambió el foco, desde una primera lengua perfecta de la cual
descendían todas las demás al lenguaje originado a partir de un desarrollo en
etapas, parecido a los sistemas de comunicación de otros animales. Aun cuando
se sabe bien que Rousseau era alguien que creía que había una línea
infranqueable entre los seres humanos y el resto de la creación, este
desplazamiento hizo que la tajante división entre nosotros y el resto del mundo
animal se volviera un poco borrosa.
Proponer la existencia de más de una etapa de desarrollo del lenguaje
hace surgir inmediatamente las cuestiones de cómo y por qué la gente pasó de
una etapa a otra. ¿Qué fuerzas nos llevaron a hablar en primer lugar? ¿Qué
pasiones dieron forma al modo en que fue constituido el lenguaje?

Aunque Darwin ha mencionado muy poco el lenguaje en El origen de las


especies, el libro es una piedra clave en toda discusión posterior. De hecho,
todo debate sobre quiénes somos y cómo llegamos a estar en este planeta puede
dividirse entre las conversaciones que tuvieron lugar antes de la publicación de
El origen y las que se produjeron después. El origen fue publicado seis veces en
vida de Darwin y muchas veces desde entonces. No solo introdujo el concepto

10
de evolución (realmente la teoría más superlativa en ciencia; según la típica
evaluación de Jared Diamond, “la idea más profunda y potente que se haya
concebido en los últimos dos siglos”5), sino que inició el estudio de la biología
evolutiva. La cantidad de libros sobre Darwin que se publican cada año parece
infinita.
Darwin focalizó más sobre el lenguaje en El descendiente del hombre
(1871) que en El origen. El lenguaje no fue una invención consciente, decía,
sino que “se fue desarrollando de manera lenta e inconsciente en varios pasos”6.
Al mismo tiempo, observaba, los humanos no hablaban hasta que no se les
enseñaba a hacerlo. El experimento de Psametico nunca podría haber
funcionado porque el lenguaje “no es un verdadero instinto”7.
Darwin creía que el lenguaje era mitad arte, mitad instinto; consideró que
usar el sonido para expresar pensamientos y ser entendido por otros no era una
actividad única de los humanos. Citaba ejemplos de monos que expresaban al
menos seis diferentes tipos de gritos, o perros que ladraban en cuatro o cinco
tonos diferentes, o aves domésticas que tenían “al menos doce sonidos
significativos”. Observó que los loros pueden sonar exactamente como los
humanos y describió un loro sudamericano que era la única criatura viviente
que podía expresar las palabras de una tribu extinta8. Darwin incluyó los gestos
y las expresiones faciales bajo la rúbrica del lenguaje: “los movimientos de los
rasgos y gestos de los monos son entendidos por nosotros y ellos parcialmente
nos entienden”9.
También tomó en cuenta las habilidades de comprensión y la cognición
de los animales. “Como todo el mundo sabe, los perros entienden varias
palabras y oraciones”, escribió. Los comparó con los bebés pequeños que
comprenden una gran cantidad de habla pero no pueden expresarse por sí solos.
Darwin citaba a su compañera de estudios Leslie Stephen: “Un perro enmarca
un concepto general de gatos y ovejas y sabe las palabras correspondientes, así
como lo hace un filósofo”10.
Darwin trazó convincentes paralelos entre el lenguaje humano y el canto
de los pájaros. Todos los pájaros, como los humanos, profieren gritos
espontáneos de emoción que son muy similares. Y ambos aprenden también de
sus padres cómo combinar sonidos de maneras particulares. “La tendencia
instintiva a adquirir un arte no es peculiar al hombre”11, dijo Darwin.
En lo que diferimos los humanos de los animales es simplemente en
nuestra mayor capacidad para combinar sonidos con ideas, creía Darwin, lo cual
es una función de nuestros poderes mentales superiores. Lo que nos llevó a ese
nivel fue el amor, los celos, el triunfo, el sexo. Antes de utilizar el lenguaje tal
como lo conocemos hoy en día, cantábamos, produciendo "verdaderas
cadencias musicales" en el cortejo.
En El origen de las especies y, en mayor detalle, en El descendiente del
hombre discutió las similitudes entre las maneras en que las lenguas, como los
animales, cambian a través del tiempo. Así como las especies se dividen para
formar nuevos grupos, las lenguas se dividen para formar dialectos y nuevas
lenguas. A partir del ancestro común de todos los mamíferos, surgieron muchas
especies diferentes, como el manatí, el caballo y el gorila. Del mismo modo, el
latín se ramificó a lo largo del tiempo dando lugar a las lenguas romances
modernas, que incluyen el italiano, el francés y el español12.

11
La teoría del cambio lingüístico fue abrazada con el mayor entusiasmo
por los estudiosos del lenguaje. La teoría evolucionista resultó ser una analogía
perfecta para los fenómenos de la lengua que estos habían observado, pero que
no podían explicar de manera sistemática. Los lingüistas del siglo XIX
(conocidos como filólogos) suelen describirse como personas excesivamente
preocupadas por su estatus de científicos genuinos, y su nueva capacidad de
explicar el cambio lingüístico en términos de la biología y la historia natural les
concedió el enormemente deseado sentimiento de credibilidad.
La evolución biológica demostró ser una analogía excelente del cambio
lingüístico y los lingüistas tomaron con tal entusiasmo la analogía de la
evolución que comenzaron a considerar la selección natural como una
explicación literal del cambio lingüístico más que como una analogía útil,
aplicando la idea de la supervivencia del mejor a fenómenos tales como las
maneras en que los sonidos del lenguaje cambiaban a lo largo del tiempo.
Irónicamente, los lingüistas todavía consideraban que especular sobre los
orígenes del lenguaje no era un problema científico y adoptar la teoría de
Darwin para tal propósito siguió siendo controversial. Así, mientras que el
mismo Darwin libremente se ocupó el origen del lenguaje, los lingüistas
hicieron todo lo contrario.
El disgusto por la especulación sobre los orígenes del lenguaje terminó en
una extraordinaria acción de la Société de Linguistique de París en el siglo XIX:
prohibió toda discusión sobre el tema, aun cuando estaba atrayendo más y más
atención. Su pronunciamiento fue: “La Sociedad no aceptará ninguna
comunicación referida al origen del lenguaje o a la creación de una lengua
universal”13. En 1872, la Sociedad de Filología de Londres hizo lo mismo.
Este acto de censura académica tuvo consecuencias de largo alcance. A
pesar de ocasionales llamaradas de interés, la evolución del lenguaje fue
considerada de mala reputación por más de un siglo. En 1970, en un congreso
de la Asociación Americana de Antropología se presentó una cantidad de
comunicaciones sobre la evolución del lenguaje, algunas de las cuales fueron
reunidos en el libro Orígenes del lenguaje. Incluso entonces un participante
antropólogo escribió que los estudiosos que se ocupaban del tema lo hacían
pidiendo disculpas o de mala gana14. En 1976, la Academia de Ciencias de
Nueva York reunió otra serie de artículos sobre el tema en un volumen titulado
Los orígenes de la evolución del lenguaje y el habla y en 1988, se publicaron
las actas del Instituto de Verano NATO, organizado por Philip Lieberman. El
volumen fue titulado El origen del lenguaje: un enfoque multidisciplinario15. A
pesar del gran interés que despertaron esas publicaciones, el campo siguió
siendo marginal. Esto cambió en los años de 1990 con la publicación de un
artículo sobre la evolución del lenguaje que reunió comentarios de
investigadores con ideas diametralmente diferentes sobre lo que es el lenguaje.
A partir de entonces, las tensiones entre los tipos de investigación y los
investigadores han dado energía al tema, haciendo que, finalmente, prospere.

12
Capítulo 1: Noam Chomsky

En el moderno edificio a dos aguas, de un cromado chirriante, hecho de


ladrillos y de color amarillo mostaza del Stata Center del MIT, se encuentra el
Departamento de Lingüística y Filosofía. Durante cuarenta y cinco años, Noam
Chomsky ha tenido allí una oficina. La habitación está llena de estantes con
libros, cinco plantas artificiales y una pequeña mesa en el centro, frente a un
póster de Bertrand Russel. Bajo la amenazante cara de Russel, la siguiente cita:
"Tres pasiones, sencillas pero abrumadoramente fuertes, han regido mi vida: el
deseo de amor, la búsqueda del conocimiento y la insoportable piedad por los
sufrimientos de la humanidad". En el escritorio de Chomsky se extienden pilas
y pilas de libros y manuscritos. Parecen una pequeña cadena montañosa.
Antes de la entrevista en su oficina, Chomsky había hablado en el
Simposio Morris de 2005 sobre Evolución del Lenguaje, en Stony Brook,
Nueva York. Allí, su discurso parecía monótono, prácticamente carecía de
efectos. Estaba frente a un atril y leía directamente de un artículo escrito,
hablando en un tono tan bajo que a veces era difícil entender lo que estaba
diciendo. Hoy, en persona, acompaña su saludo con una sonrisa traviesa pero
que, además, es seria. Se sienta a la mesa y lo hace con mucha calma, hablando
tan contundentemente, que es casi imposible meter baza. La sensación de que
está profundamente preocupado por lo que está diciendo es inequívoca e
imperiosa.
El estilo de exposición de Chomsky en persona es prácticamente el
mismo que en sus escritos: no cautiva a nadie. Según que uno acuerde o no con
él, probablemente experimente su modo como una convicción sofocante o,
simplemente, como la impaciencia de un hombre que conoce la verdad y está
cansado de esperar que otros lo entiendan. Debatir con él es correr un gran
riesgo, porque no demuestra mucho respeto por la inteligencia de los que no
aceptan sus puntos de vista.
Chomsky ha funcionado como una constante geográfica en las mentes de
generaciones de científicos y lingüistas desde inicios de la década de 1960. Fue
como si, con la publicación de su primer libro, hubiese clavado una bandera y
dicho: "Este es el Polo Norte" y, a partir de ahí, el resto del mundo científico
hubiera acomodado su mapa.
Cualquiera que haya estudiado el lenguaje o la mente desde entonces tuvo
que involucrarse en algún nivel con su definición del lenguaje. La afirmación
que suscribe Chomsky sostiene que todos los seres humanos "comparten una
gramática universal", a la que se denomina GU, un conjunto de reglas que
pueden generar la sintaxis de todo lenguaje humano. Esto significa que, fuera
de la diferencia en unas pocas especificaciones mentales, el inglés y el mohawk,
por ejemplo, son en esencia la misma lengua. Tradicionalmente, los
investigadores comprometidos con la lingüística chomskyana creían que la
gramática universal existía en alguna parte de nuestro cerebro, en un órgano del
lenguaje que todo ser humano, pero ningún otro animal, poseía. Para Chomsky,
la estructura sintáctica es el núcleo del lenguaje humano; una búsqueda de
décadas de la gramática universal, el santo grial de la lingüística, ha dado forma
a la lingüística desde la primera presentación de sus ideas.
Para la época de la conferencia de Stony Brook, la revista inglesa
Prospect publicó los resultados de una encuesta en la que Chomsky fue votado

13
como el intelectual más importante del mundo. (Les ganó a Umberto Eco, que
quedó segundo, y a Richard Dawkins, que ocupó el tercer lugar.) Se interrogó a
veinte mil votantes, especialmente de Inglaterra y los Estados Unidos, y el
anuncio de la encuesta estuvo acompañado por un frenesí por Chomsky en los
medios de comunicación. Prospects publicó dos artículos sobre el intelectual
más importante del mundo: uno “a favor” y otro “en contra” de él. En el
artículo “a favor”, Robin Blackhurn escribió que Chomsky había transformado
todo un campo de investigación y lo comparó con el niño que señala al
emperador que no tiene camisa. En el que estaba “en contra”, Oliver Kamm
hablaba de los “dudosos argumentos de Chomsky aumentados con extravagante
retórica”16.
Esta última explosión de la atención puesta en él no es más que una de
muchas. Durante mucho tiempo Chomsky ha sido famoso en muchos mundos.
Dentro de la universidad hay cuentos apócrifos sobre él. Se dice que los
estudiantes de posgrado a veces van a las reuniones con él en pareja, así pueden
turnarse tratando de mantener el ritmo. Sus seminarios semanales son una
leyenda. Durante décadas concurrieron no solo graduados del MIT, sino
también un elenco siempre cambiante de estudiantes no familiares, a los que
ninguno de los habituales conocía. Una y otra vez, y así sigue la historia, los no
iniciados intentaban desafiar al león en su guarida y Chomsky los aplastaba de
uno en uno. Pero ya debe de haberse vuelto cansador.
Hasta 2002 y, en algún modo incluso desde entonces, la posición exacta
de Chomsky sobre la evolución del lenguaje no había sido puesta en dudas,
pero las dos partes del debate al menos acordarían en lo siguiente: durante
muchos años Chomsky consideró que no valía la pena investigar la evolución
del lenguaje y, dada la extraordinaria naturaleza de su influencia, su
pronunciamiento fue tan mitigador como cualquier prohibición formal. Ahora,
decidió que es factible estudiar este tema.

Antes de Chomsky, la mayoría de los lingüistas eran lingüistas de campo,


investigadores que vivían en territorios inexplorados y compartían el pan con
sus habitantes. No tenían diccionario ni libro de frases, pero aprendían la lengua
del lugar y trabajaban cuestiones sobre cómo los verbos se conectaban con
objetos y sujetos y cómo se transmitían significados de todo tipo. Siempre se
los consideró aventureros, pero el alma de un lingüista de campo es realmente
el de un botánico. Cuando describen una lengua por primera vez, crean un
riguroso catálogo de sonidos, palabras y partes del habla, que se denomina
gramática de la lengua. Una vez completada, hacen corresponder un catálogo
con otro y encuentran evidencia de relaciones de familia entre lenguas. Los
escritores de gramáticas son meticulosos y diligentes: acomodan y reacomodan
los ejemplos de una lengua en un sistema lúcido17.
Al principio de la década de 1950, Chomsky presentó una gramática del
hebreo para su tesis de maestría en el MIT. Al mismo tiempo, también estaba
trabajando en un largo manuscrito denominado La estructura lógica de la
teoría lingüística, en el que escribió sobre gramática en abstracto18. En lugar de
describir una lengua real, Chomsky discutía las diferentes maneras en que se
puede describir una lengua. Presentó un capítulo de esta labor para su tesis de
Doctorado, pero era tan diferente de la manera en que típicamente pensaban y

14
trabajaban los lingüistas que muchos académicos que lo leyeron realmente no
sabían qué hacer con él19. En 1945, Morris Halle, un profesor del MIT famoso
por su trabajo con los sonidos del lenguaje, escribió a Roman Jakobson, otro
lingüista famoso: “Estoy muy impresionado con la capacidad de Noam
Chomsky como lingüista. Tiene una maravillosa cabeza sobre los hombros. Si
tan solo no quisiera hacer todo de la manera más difícil posible.”20
Con su siguiente proyecto, Chomsky se alejó aún más de las
preocupaciones de sus colegas. Después de haberse doctorado, consiguió un
trabajo de medio tiempo en el Laboratorio de Investigaciones en Electrónica en
el MIT21. Siguió con este trabajo, enseñó lingüística y, para ganar suficiente
dinero, también alemán, francés, filosofía y lógica. En 1957, Chomsky publicó
las notas de su primer curso de lingüística, con el título de Estructuras
sintácticas.
En dicho libro, seguía su examen del lenguaje en abstracto, discutiendo
las gramáticas de las lenguas de una manera totalmente nueva. En lugar de ser
simplemente un catálogo de las palabras y sonidos del lenguaje, con
instrucciones sobre cómo unirlos, o sea, una gramática, el sostenía que se
trataba realmente de una teoría de esa lengua.
Como una teoría, una gramática debía ser juzgada de la misma manera
que todas las teorías científicas: debía explicar lo más posible con lo menos
posible. Debía ser simple y elegante. Desde este punto de vista, las gramáticas
posibles de una lengua podrían compararse del mismo modo que las diferentes
teorías científicas: la exitosa explica más completamente los fenómenos en
cuestión en los términos más económicos posibles.
Estructuras sintácticas, por ejemplo, contrastaba dos métodos de escritura
de una gramática. El mejor método, decía Chomsky, colapsaba toda una lengua
en un conjunto de reglas. Y en muchos sentidos de la misma manera en que el
software genera resultados en una computadora, dichas reglas generaban una
lengua entera. Por ejemplo, en inglés, la oración puede describirse como “S se
reescribe como FN FV”, lo que significa que una oración (S) consiste en una
frase nominal (FN) y una frase verbal (FV). “FN se reescribe como Art N”
significa que una frase nominal consiste en el artículo (Art) y un sustantivo
(N)22.
Chomsky también señalaba que el conjunto de reglas de una lengua podía
hacerse más pequeño y más simple si se incluían maneras de relacionar algunas
oraciones con otras. “El hombre lee el libro” y “El libro fue leído por el
hombre”, por ejemplo, tienen una similitud notable. En lugar de tener reglas por
separado para cada una de ellas, Chomsky planteó que la segunda oración, más
complicada, se derivaba de la primera. A esto lo llamó una transformación23.
Si el análisis de la estructura de la oración de “El hombre leyó el libro” es
“S se reescribe FN1, FV FN2”, entonces, “El libro fue leído por el hombre”
puede representarse como: “S se reescribe FN2 FV por FN1”. En este sentido, la
relación entre todas las oraciones simples activas del inglés y sus versiones
pasivas puede describirse con solo estas dos estructuras simples y la regla
transformacional que las une.
Desde esta perspectiva, una lengua es, básicamente, un conjunto de
oraciones. Y la tarea de una gramática, o teoría del lenguaje, es generar todas
las oraciones posibles de una lengua (“El gato se sentó en la alfombra”; “El
avión fue sacudido por la turbulencia”) pero ninguna de las imposibles (“Gato

15
alfombra el sobre sentó”; “Turbulencia avión por el sacudido fue”). Una
gramática genera todas las posibles emisiones de una lengua, dice Chomsky,
“de la misma manera que la teoría química genera todos los posibles
componentes.”24

Estructuras sintácticas hizo que se prestara cierta atención a Chomsky, pero en


ese momento todavía no era muy conocido. Dos años después, Chomsky tuvo
mayor resonancia al publicar una reseña de Comportamiento verbal de B.F.
Skinner. La reseña apareció en la que en ese momento era la principal revista de
lingüística, Language. Skinner, un psicólogo, ya era muy conocido por su teoría
conductista. En su forma más simple, el conductismo dice que todos los
animales, incluidos los seres humanos, son como máquinas: si uno aprieta sus
botones de la manera adecuada, responderán automáticamente. Que parezca una
emoción o pensamiento es irrelevante, porque todo puede reducirse a un
comportamiento. Hasta donde sabemos, no importa de qué máquina se trate –
humana, felina, aviar–, se puede controlar su comportamiento. Incluso el
comportamiento muy complicado puede reducirse a series de botones que se
han pulsado.
En esa época, la gente hablaba de Skinner con las mismas palabras que
luego usaría para describir a Chomsky. En su libro Animals in translation,
Temple Grandin escribió sobre la influencia conductista en los tiempos en que
ella era estudiante universitaria. “El Dr. Skinner era tan famoso”, recuerda, “que
casi cada joven universitario del país tenía un ejemplar de Más allá de la
libertad y la dignidad en un estante de su biblioteca”. Sobre el conductismo
agrega: “Probablemente sea difícil para la gente imaginar [el poder] que esta
idea tenía en ese entonces. Era casi una religión. Para mí (para mucha gente),
Skinner era un dios. Era el dios de la psicología”.25
La reseña de Chomsky se publicó dos años después que el libro de
Skinner saliera a la venta, curiosamente tarde para una reseña de un libro,
incluso en el mundo académico. Sin embargo, tuvo un impacto inmediato.
Skinner planteaba que el lenguaje era un comportamiento simple, una noción
que Chomsky rechazó como absurda. Skinner estaba acostumbrado a tratar con
ratas de laboratorio, pero presionar una bolita para obtener comida no es
análogo a producir lenguaje. Para hablar, la gente usa una gran creatividad y, al
mismo tiempo, obedece muchas reglas complicadas.
Chomsky argumentaba: “Un ejemplo típico de control de estímulo para
Skinner sería la respuesta a una pieza musical con la emisión Mozart o a una
pintura con la respuesta holandés. Se afirma que estas respuestas están 'bajo el
control de propiedades extremadamente sutiles' del objeto o evento físicos”.
Pero, sostiene Chomsky, ¿qué pasa si no decimos “Holandés”? ¿Qué pasa si
decimos: “Choca con el empapelado; Yo pensé que le gustaba el trabajo
abstracto; Nunca lo había visto antes; Inclinado; Cuelga de demasiado bajo;
Hermoso; Feo; ¿Recuerdas nuestro campamento del año pasado?” o cualquier
cosa que nos viniera a la cabeza cuando miramos un cuadro”? La gente no está
controlada por algún aspecto desconocido de una pintura, dice. Su respuesta
proviene de su interior y está facilitada por la infinita creatividad del lenguaje26.
La idea clave del conductismo de Skinner –si uno conduce a alguien o
algo en el sentido correcto, responderá de una manera predecible– se denominó

16
estímulo-respuesta. Pero cuando se trata del lenguaje, dice Chomsky,
especialmente cuando los niños aprenden su lengua por primera vez, el
estímulo-respuesta no es un modelo pertinente. Lo que es especialmente
interesante en relación con el lenguaje es la increíble velocidad con que los
niños aprenden cientos y cientos de palabras y las muchas reglas que las
combinan. De hecho, no hay suficiente información en la lengua que los niños
oyen en sus vidas cotidianas para que adivinen todas las reglas que sabrán usar.
Chomsky denomina a este fenómeno "pobreza de estímulo". Así que, ¿cómo
aprenden los niños a hablar si el lenguaje es algo tan increíblemente
complicado? Deben de llegar a esta tarea preparados de algún modo, concluye.
Deben de haber nacido con un componente mental que les ayuda a que
aprendan una lengua.
Fue como si Chomsky hubiese noqueado a Skinner y al conductismo27.
La reseña atrajo gran atención de gente de disciplinas de todo tipo. En ese
momento capturó a muchos académicos y los mantuvo cautivados a partir de
entonces.
El joven profesor fue propulsado a la fama y, pese a que su reseña fue
ampliamente criticada por simplista, mordaz y enojada, parece que justamente
estas eran las propiedades que entusiasmaban a la gente. Más allá de que se
trataba de una reseña polémica, el artículo fue descrito como “devastador”,
“eléctrico” y un increíble trabajo de “deconstrucción constructiva”. Había
nacido Chomsky, el lingüista que luchaba por la libertad28.
Skinner respondió que Chomsky no había entendido lo que él estaba
diciendo y que, en algunos aspectos, Chomsky intencionalmente lo había
interpretado mal. Pero el daño estaba hecho. A partir de ese momento, la obvia
influencia del conductismo pareció desvanecerse.
Tomó algunos años que se hiciera sentir el impacto del primer libro de
Chomsky, pero en 1964, Charles Hockett, uno de los lingüistas más eminentes
de la época, describió a Estructuras sintácticas como uno de los “grandes
avances” en este campo del conocimiento29. Howard Maclay escribió: “El
extraordinario y traumático impacto de la publicación de Estructuras
sintácticas de Noam Chomsky en 1957 puede difícilmente ser apreciado por
alguien que no haya vivido esa agitación.”30 Ray Jackendoff recuerda que, en
1965, cuando empezó sus estudios de posgrado (con Chomsky), “la lingüística
generativa era la estrella del mundo intelectual”.31
Daniel Dennett, el conocido profesor de filosofía de Tufts, escribió en La
peligrosa idea de Darwin que él podía “recordar vívidamente la conmoción que
atravesó la filosofía cuando el primer trabajo de Chomsky atrajo nuestra
atención.”32 Mirando hacia atrás, Chris Kinght, de la Universidad de East
London, escribió que fue como si Chomsky hubiese lanzado una bomba33.
En menos de un decenio, la gente estaba proclamando la revolución de la
psicolingüística34. Muchos académicos jóvenes acudieron en manadas al MIT
para trabajar con Chomsky en su nueva lingüística generativa y muchos otros
investigadores empezaron a buscar el componente mental que contenía las
reglas básicas, innatas y generativas del lenguaje con las que nacían los niños.

La teoría de Chomsky se expandió y su reputación se volvió más sólida con


Aspectos de la teoría de la sintaxis, publicado en 1965. Un libro pequeño pero

17
muy complicado, que seguía explicando los conceptos clave de Chomsky como
estructura profunda y estructura superficial y que se convirtió en un texto
clásico.
Todas las ideas de Aspectos descansan en la noción de que el lenguaje
puede dividirse, por una parte, en todo lo que se relaciona con el hecho de
hablar realmente en una situación determinada y, por otra, en todo lo que es
estable y universal. Chomsky estableció esta diferencia entre competencia y
actuación. La competencia, que incluye la sintaxis (un sistema perfecto,
matemático), es la base innata del lenguaje y es la misma para todos los
hablantes. La actuación comprende todo lo individual o específico del contexto.
En una lengua: una miríada de diferencias en cómo pronunciamos la palabra
“carrillo”, el uso de los gestos, los “mmm” y los “ah”.
Aun cuando él imaginó un hablante y oyente ideales como los sujetos de
su investigación, el lenguaje en el sentido chomskyano tiene poco que ver con
el hecho de que, de manera tan abrumadora, este tenga lugar entre gente. Para la
lingüística chomskyana, estudiar lo interesante del lenguaje significa dejar de
lado cualquier variación, la manera en que cualquier hablante realmente habla,
y en cambio considerar el esqueleto que permanece.
El rol del especialista del lenguaje cambió fundamentalmente a raíz de
estas ideas. Los lingüistas dejaron de ser meros catalogadores y pasaron a ser
académicos que estaban muy bien ubicados para exhumar los misterios más
profundos de este tema. Lo que importaba en cuanto al lenguaje no era que
proviniera de una región en particular como las praderas del Medio Oeste, los
pueblos de México o las playas de Asia, sino que venía de nuestras cabezas.
Con la lingüística generativa, el terreno que el lingüista exploraba cambiaba de
los rincones más alejados del planeta a las profundidades de la mente humana.
La gramática universal especificaba cada regla de cada lengua y esto controlaba
una capacidad infantil para desarrollar las reglas correctas de la sintaxis de cada
lengua. Se creía que en los primeros días, la gramática universal o el órgano del
lenguaje se conectaba directamente en los cerebros de la gente. Cualquiera
nacido con la GU, que es lo mismo que decir todo el mundo, estaba equipado
con la posibilidad de aprender cualquier lengua.
Aun cuando buscar los principios universales del lenguaje era algo muy
diferente de lo que los académicos antes pensaban sobre el lenguaje, la
lingüística generativa temprana todavía dividía el lenguaje en el cerebro en gran
medida del mismo modo que los lingüistas de campo de los años '50 dividían
las lenguas. Los lingüistas de campo escribían una gramática analizando su
estructura, sonido y significado en secciones separadas. También creían que
cuando aprendíamos una lengua, desde el inicio y reuniendo su gramática,
tomábamos estas partes del lenguaje absolutamente por separado y que nunca
podíamos mezclar los niveles.
Los lingüistas generativos empezaron a dividir el lenguaje en el cerebro
del mismo modo. Buscaban evidencia de un módulo que controlaba la sintaxis,
un módulo que controlaba el significado y un módulo que procesaba el sonido.
Se pensaba que estos módulos eran independientes y que el lenguaje se
producía por una interacción no refinada entre ellos. Además, los sistemas
separados del lenguaje tenían sus propios subsistemas. Por ejemplo, el módulo
sintáctico estaba compuesto por una red de módulos más pequeños, cada uno de
ellos consagrado a una parte diferente de la sintaxis y, a su vez, autónomo.

18
En este modelo, cuando alguien escucha lo que se dice, los módulos
separados dividen la señal. El módulo sintáctico extrae de la onda sonora toda
la información relativa a la sintaxis, el módulo de la entonación analiza todas
las variaciones de tono y así sucesivamente. Una vez que cada módulo ha
analizado suficientemente el componente del que es responsable, el cerebro los
une como lenguaje. Una consecuencia de esta teoría es que cuando uno oye que
otra persona habla, la parte de la gramática de su cerebro de algún modo extrae
la información gramatical de esa onda sonora, pero ignora cualquier otra
información que está en esas ondas y que podría ayudar a la interpretación.
También se ha considerado que la labor que emprende el órgano del
lenguaje está completamente separada de otras partes del cerebro. Se la separó
del contexto del lenguaje hablado y también se la consideró como totalmente
diferente de la labor que realizan sistemas similares, como el de la música. Los
gestos eran algo periférico y nada interesante. Es más, el lenguaje humano era
totalmente diferente de la comunicación que se establece entre otros animales.
Este modelo de lenguaje era coherente con las teorías generales de la época
sobre el funcionamiento del cerebro, concebido como una serie de cajas
separadas, cada una de las cuales computa diferentes partes del mundo.
Los críticos decían que el modelo era meramente una nueva versión de la
frenología, una "ciencia" del siglo XIX que sostenía que cada inclinación en un
individuo se correspondía con un lugar del cerebro que la controlaba. El cerebro
podía sobresalir o retroceder en esas áreas, según cuán desarrollado estuviese el
rasgo. (Los frenólogos incluso creían que el cráneo reproducía la forma del
cerebro, de manera que el carácter de una persona podía leerse según las
protuberancias y huecos de su cabeza. Por ejemplo, alguien con una alta
autoestima tenía una gran protuberancia justo en la parte superior y posterior de
su cabeza. La frenología es actualmente el prototipo de una ciencia tonta.)
La deconstrucción chomskyana del lenguaje era, por una parte, contra
intuitiva. Una persona promedio que no hubiera asistido a un curso universitario
de lingüística y a la que se hubiera capacitado rigurosamente para distinguir
estos elementos del lenguaje, probablemente consideraría que el contexto es
crucial para la comprensión de una lengua. Habría considerado la entonación
como importante y le habría resultado poco probable que se pudiera separar la
estructura del significado.
Pero el enfoque de Chomsky satisface otro tipo de intuición: dividir un
objeto en sus partes esenciales y secundarias. En el lenguaje, los lingüistas
generativos intentaron eliminar todo lo que era periférico, todo lo que podía ser
quitado. La expectativa era exponer los huesos desnudos, descubrir lo invisible,
desenterrar lo principal.
Otra idea clave que Chomsky aportó a los estudios del lenguaje fue su
infinitud. Si bien gran parte del lenguaje es repetición, consiste en cosas que
uno ha oído antes, no tenemos que ir muy lejos para encontrar palabras unidas
de una manera que nunca habíamos oído antes de esa manera. Chomsky
describió esto como el uso infinito de medios finitos, y lo denominó la
“infinitud discreta”.
Con la infinitud discreta, “Kate leyó el libro que Bill escribió” puede incluirse
en “Ally vio”, así: “Ally vio que Kate leyó el libro que Bill escribió”. Se puede
seguir incrustando en algo así como: “Andrew explicó cómo Ally vió que Kate
leyó el libro que Bill escribió”", y así de seguido, sin cesar.

19
Diez años después de la publicación de Estructuras sintácticas, y dos años
después de Aspectos la mayoría de los trabajos presentados en la reunión de
1967 de la Sociedad Americana de Lingüística trataban sobre las
transformaciones de Chomsky35. Unos pocos años después, la reputación
creciente de Chomsky en la lingüística y la filosofía se diseminó hacia otros
campos del conocimiento. En 1970, se publicó en la serie Viking Press Modern
Masters una monografía de Chomsky que lo ponía en compañía de Einstein y
Freud.
Por supuesto que Chomsky también tenía sus detractores, y cuanto más
importantes fueran los que lo apoyaban, más crecían sus críticos. En 1967,
Charles Hockett, que solo tres años antes había alabado el genio de Chomsky,
lo llamaba un “filósofo medieval”. Otro importante lingüista, George Trager, lo
describió un año después como “el líder de [un] culto...con efectos secundarios
funestos.”36
La escaramuza de Chomsky con B. F. Skinner terminó por ser la primera
en una larga cola de conflictos infames y amargos. La siguiente se produjo a fin
de la década de 1960 y a comienzos de la de 1970, cuando un grupo de
lingüistas autodenominados semánticos generativos sostuvieron que separar la
lengua de la manera en que se usaba era ridículo37. Este grupo creía que el
principio organizativo fundamental era el significado (semántica), no la manera
en que el lenguaje se estructuraba (sintaxis), como creían los teóricos
transformacionales de Chomsky.
Los semánticos generativos se definen a sí mismos en oposición al
Yaganatha chomskyano, como relataba Ransy Allen Harris (el principal
historiador del período). Esta oposición tiene todo el aroma de la contracultura
de los '60: irreverente, exuberante y combativa. Sus críticas a Chomsky
abarcaban desde la manera en que segmentaba el lenguaje hasta su estilo
ascético. Una broma corriente de la época era inventar un título para el libro
más corto del mundo, como “Problemas del obeso”, por Twiggy; un candidato
popular entre los lingüistas era “El humor estúpido” de Noam Chomsky38. A su
vez, los semánticos generativos eran caricaturizados como seguidores
irreflexivos de una moda. Chomsky no dejaba de repetir que realmente no
entendía las teorías con las que se le oponían.
Existe un patrón claro en estos diferentes conflictos. Una y otra vez, los
críticos de Chomsky han sostenido que eligió datos para dar fundamento a sus
teorías, pero que los dejó de lado cuando no se adaptaban más y que
intencionalmente interpretó mal a sus adversarios y, entonces, lanzó un ataque
contra su propia malinterpretación. La gente también lo acusó de haber
abandonado las ideas que alguna vez había promovido sin dar a conocer su
cambio de postura. Otra queja era sobre la manera en que Chomsky encaraba
las evidencias en contra de sus teorías, la mayoría de las cuales, según él,
simplemente había que dejar de lado.
Cuando Chomsky proponía estas ideas, característicamente prescribía los
términos en que la gente podía razonablemente no estar de acuerdo con él. Los
académicos objetaron el hecho de que expusiera sus argumentos y las reglas de
la argumentación al mismo tiempo. Por ejemplo, él dijo: “Los contraejemplos a
una regla gramatical son de interés solo si llevan a la construcción de una nueva

20
gramática de una mayor generalidad o si muestran que algún principio
subyacente es falaz o está mal formulado.”39 Esto es, los críticos no podían
simplemente señalar que algo no funcionaba bien, tenían que presentar una
nueva teoría.
Así de incesante como pareció ser la expansión del punto de vista de
Chomsky, esta disminuyó de forma inesperada en la década de 1970. Parte del
atractivo de la lingüística generativa residía en la manera en que transformaron
el análisis sintáctico en algo así como algoritmos matemáticos. Reglas como “S
se reescribe FN FV” le dieron al estudio del lenguaje un lustre científico. Sin
embargo, lo que sucedió es que esto no reflejaba lo que realmente pasaba
cuando el cerebro procesaba el lenguaje.
Si las estructuras profundas realmente existían, como se pensaba en ese
momento, había que prever que la gente tardaría más en comprender las
estructuras más complicadas y transformadas de una determinada oración que
las de su forma más básica. Pero cuando los psicolingüistas lo probaron en
experimentos, no resultó así: las oraciones transformadas necesitaban el mismo
tiempo que las básicas.
Enseguida las voces que habían criticado la lingüística chomskyana desde
el principio aumentaron estrepitosamente. Como los investigadores encontraron
que la noción de órgano innato del lenguaje no contaba con evidencia en el
mundo real, se interesaron por la idea de los fundamentos generales del
lenguaje y el pensamiento. Incluso en la prensa no académica hubo artículos
sobre la revolución chomskyana a la que se declaró terminada40.

Por su parte, Chomsky siguió sin prestar atención a las objeciones a la


lingüística generativa, en tanto no las consideraba interesantes ni serias, y
siguió afirmando que no lo habían comprendido. Y, de hecho, la historia de la
lingüística moderna está densamente poblada por hombres de paja que se
parecen mucho a Noam Chomsky.
Se lo acusó con regularidad de hacer afirmaciones que no había hecho.
Cuando lo hicieron cargo de haber cambiado sus opiniones o haber abandonado
las ideas por las que alguna vez había luchado, explicó que no había cambiado
de opinión, sino que todo el tiempo estaba refiriéndose a otra cosa. Si bien una
relectura cuidadosa de los escritos de Chomsky suele permitir escuchar sus
afirmaciones, su gran influencia también frecuentemente fue en su contra.
Predicciones y suposiciones casuales de Chomsky se tratan a menudo -y se
discuten- como si él hubiera planteado un argumento y su defensa41.
Por cierto, la terminología de Chomsky cambió considerablemente a lo
largo de los años, y esto debe de haber contribuido a que no se lo comprendiera
bien. En 1972, denominó a las ideas que estaba elaborando sobre el lenguaje y
la mente como teoría estándar. En 1977, la teoría estándar se convirtió en la
teoría estándar extendida y luego en la teoría estándar extendida revisada. A
comienzos de los '80, la lingüística chomskyana se denominó teoría de
principios y parámetros y luego, teoría de rección y ligamiento. Con el tiempo,
las transformaciones se volvieron marcadores T y las representaciones de
estructura de frase, marcadores P. En lugar de estructura profunda, estructura de
superficie y forma lingüística, los lingüistas tuvieron estructura D, estructura S

21
y LF. La teoría theta describía la asignación de roles, como por ejemplo el de
agente de los sintagmas nominales.
Algunos de los cambios de nombres marcaron grandes modificaciones de
las ideas. Por ejemplo, en las teorías más tempranas de la GU, los niños nacían
con reglas del lenguaje innatas y muy específicas. En la teoría de principios y
parámetros, los niños nacían con un conjunto finito de parámetros lingüísticos
que se modificaban a partir de la experiencia de sus lenguas particulares. De
manera que las diferencias en la sintaxis de diferentes lenguas pueden reducirse
a esta colección de especificaciones. Por sobre todas las cosas, aunque los
cambios hacen difícil imaginar que más de algunos pocos especialistas en
sintaxis puedan realmente seguir todas las distinciones entre ellos, hay una
visión del lenguaje que permaneció coherente en todo este tiempo. Chomsky
enfatizó repetidamente tanto la naturaleza compleja el lenguaje como el hecho
de que el cerebro humano estaba especialmente diseñado para adquirirlo y
ponerlo en práctica. Como escribió en 1975: “Un lenguaje humano es un
sistema de considerable complejidad. Llegar a conocerlo sería un logro
extraordinario para una criatura no específicamente diseñada para realizar esta
tarea. Un niño normal adquiere este conocimiento con una exposición
relativamente leve y sin un entrenamiento específico. Casi sin esfuerzos puede
usar una estructura intrincada de reglas específicas y principios guía para
comunicar sus pensamientos y sentimientos a los demás, despertar en ellos
ideas novedosas y percepciones y juicios sutiles”.42
Declarar que la revolución había terminado fue algo prematuro y la
declinación de la suerte de la lingüística generativa no era más que un problema
pasajero. Unos pocos años después de que se había supuesto que se había
acabado la lingüística chomskyana, casi nadie recordaba que había estado en
peligro. La gente seguía diciendo cosas superlativas cuando se mencionaba el
nombre de Chomsky y se lo seguía comparando con los grandes intelectuales de
la historia: era el Newton o el Einstein del lenguaje. Era un coloso intelectual,
un tipo especial de genio que hacía que los genios puramente normales
parecieran lentos. No solo la influencia de Chomsky se reafirmaba, sino que, en
1980, Charles Hockett se quejó de su “postura que eclipsaba”. Ahora la gente
no solo pensaba que las ideas de Chomsky eran lo más importante de la
lingüística, sino que empezaron a creer que nada importante había pasado antes
de Chomsky.
Al escribir sobre la cantidad de problemas de la teoría chomskyana en la
década de 1980 simplemente ignorados, el lingüista e historiador Peter
Matthews equiparó el avance de la lingüística generativa en el período con la
marcha del ejército alemán a través de Francia en la Segunda Guerra Mundial.
(Después de la Primera Guerra Mundial, Francia construyó una gran
fortificación en la frontera con Alemania que se llamaba la Línea Maginot.
Cuando los alemanes invadieron Francia en la Segunda Guerra, lo que hicieron
fue dar la vuelta a la fortificación yendo a través de Bélgica y desde ahí
entraron a Francia sin obstáculos.)43 Los estudiantes siguieron atraídos por la
labor de Chomsky. Una manera de medir el poder de un académico es hacer el
recuento de sus hijos intelectuales, los estudiantes en los que ha influido que
terminan la universidad, obtienen trabajos en otras universidades y otros países
y siguen trasmitiendo las ideas del maestro. Estos estudiantes de estudiantes se
vuelven profesores y, a su vez, influyen en sus estudiantes. En este sentido, se

22
crea un linaje académico. Chomsky ha sido un padre prolífico; sus herederos
crecieron y se multiplicaron. En el cuarto volumen del estudio de 1988 de
Cambridge sobre lingüística se describe, en gran parte, la lingüística
chomskyana.
Dice Steven Pinker: “El grueso de la obra lingüística moderna se ha
ocupado de los problemas o fenómenos señalados por Chomsky”. Sin embargo,
a pesar de que Chomsky ha tenido una importante influencia en otras ciencias,
estas no han influido en él para nada. Todas las teorías sobre la evolución del
lenguaje de la última década, así como la mayoría de las ideas sobre el lenguaje
y el cerebro se caracterizan por estar en favor o en contra de él.
Es irónico que Chomsky, que empezó su carrera rompiendo lanzas con las
ideas totalitarias de Skinner y que también es una de las figuras políticas más
conocidas de la izquierda radical, sea él mismo una figura de poder totémico.
Durante décadas, su nombre apareció en sinopsis de congresos, monografías de
estudiantes y artículos de académicos con la frecuencia y la obligación con la
que aparecen los retratos de los líderes en las aulas de las dictaduras del Tercer
Mundo44.
¿Cómo puede ser que un hombre inspire tanto una furia frenética como
una devoción religiosa? Existe poca evidencia que sugiera que Chomsky haya
pensado en crear la maravilla sociológica que es su carrera. Los académicos que
lo conocen (sin excepciones) describen el modo en que él insiste en que es una
figura menor con poca influencia real.
Fue la leyenda de Chomsky y no alguna justificación que él haya
propuesto lo que reprimió la investigación sobre la evolución del lenguaje
durante la segunda mitad del siglo XX. Sus comentarios públicos sobre este
tema fueron más bien crípticos. En su libro El lenguaje y el entendimiento
escribió: “Es perfectamente seguro atribuir este desarrollo [de la estructura
mental innata] a la 'selección natural', en tanto nos demos cuenta de que esta
aserción carece de sustancia, de que cuenta por nada más que una creencia de
que existe alguna explicación naturalista de este fenómeno.”45
En el mismo libro, Chomsky llega a preguntarse cuántas posibles
alternativas a la gramática transformacional generativa existen para un animal
que evolucionó como lo hicieron los humanos. Quizás ninguna, o solo unas
pocas. Si así fuera, dice: “hablar de la evolución de la capacidad del lenguaje no
viene al caso.”46
En la década de 1980, Chomsky reconoció que el lenguaje debe de
habernos brindado algún tipo de ventaja evolutiva, pero que sus orígenes
probablemente hayan sido accidentales y no el resultado de un cambio
evolutivo lento. “No sabemos nada, en este momento”, dijo, “sobre las leyes
físicas que intervienen cuando las neuronas están ubicadas en un objeto del
tamaño de una pelota de básquet, bajo especiales condiciones que surgen
durante la evolución humana.”47
Ciertamente que ninguno sabe si el lenguaje fue una función más de la
física que un comportamiento o algo biológico. En lugar de ser el resultado de
la adaptación y de la selección, el lenguaje debe de haber surgido como un
subproducto de una máquina mental muy compleja. Pero, en ese momento,
poca gente se comprometió de manera significativa con la idea. Como
resultado, cuando uno se ve confrontado a este tipo de koan chomskyano, casi
nadie sigue ocupándose de la cuestión de la adaptación48.

23
Habiendo dejado de lado todo lo poco metódico del lenguaje, como
“actuación”, Chomsky definió el lenguaje como un sistema idealizado, perfecto
y elegante. El cerebro, por otra parte, es un lío, decía. ¿Cómo algo tan
embrollado podía desarrollar algo tan perfecto? Es un misterio, decía, un
misterio imposible de resolver en estos tiempos.
Si fuese verdad que el lenguaje es perfecto y que simplemente emergió de
nuestra organización mental altamente compleja, también dice Chomsky, dicho
desarrollo no adquiere mucho sentido con lo que sabemos de los sistemas
físicos. Simplemente, la biología no funciona así. En realidad, la evolución
biológica es un tipo de proceso poco sistemático y de desguace, en el que las
características no están diseñadas desde el inicio, sino que, más bien, se
construyen nuevas herramientas a partir de las viejas. Desde el punto de vista de
Chomsky, este acertijo tenían que resolverlo los biólogos, no los lingüistas. “Lo
que siguió en las teorías de la adquisición del lenguaje”, dice A. Charles
Catania, un profesor de psicología de la Universidad de Maryland, Baltimore,
“era más cercano al creacionismo que a cualquier otra parte de la investigación
sociológica.”
De manera que, en tanto que Chomsky discutía públicamente la utilidad
del lenguaje, en cuanto se mencionaba la teoría evolutiva, mayormente
desalentaba su valor como solución a los orígenes del lenguaje. Decía, bastante
razonablemente, que no se podía suponer que se habían seleccionado todos los
caminos. En una de sus declaraciones más concretas sobre este tema, se
preguntaba en voz alta si una mutación genética podría haber sido responsable
de la propiedad de infinitud discreta, que consideraba fundamental en el
lenguaje.
Críticos del año 1973 se quejaban de que “la noción propuesta por
Chomsky, entre otros, de que un sistema lingüístico podría haberse producido
de pronto, como resultado de una 'mutación', parece simplista y difícilmente
más plausible que la idea de que el lenguaje es un regalo de los dioses.”49 Pero
Chomsky no había propuesto este argumento, simplemente lo había sugerido.
Su evaluación más irrefutable de la idea de que el lenguaje es una adaptación
fue que era “difícil imaginar un recorrido selectivo que podría haber dado como
resultado el lenguaje.”
Así era su renombre y esto pasaba cuando Chomsky decía cosas como “es
difícil imaginar”: se lo consideraba una verdad acerca de la naturaleza insoluble
del problema, más que los límites de la imaginación. El hecho de que se haya
inferido con tanta difusión un argumento fuerte a partir de sus declaraciones
altamente autorizadas sobre este tema es un testimonio de sus habilidades
retóricas y de su profunda influencia
Sin tomar en cuenta el hecho de que Chomsky no prestaba mucho interés
a este asunto, el problema de la evolución del lenguaje durante la mayor parte
del siglo XX siguió perteneciendo al campo de los ocasionales excéntricos y de
unos pocos brillantes y determinados disidentes. Sue Savage-Rumbaugh
pertenece a este segundo grupo. Mientras en la lingüística y la psicología había
consenso sobre que el lenguaje era una característica monolítica que poseían
solo los seres humanos, ella estaba muy ocupada buscando enseñar cómo había
otras especies que lo usaban.

24
Capítulo 2: Sue Savage-Rumbaugh

No es una exageración decir que Chomsky entró en la escena académica con un


choque, anunciando sus intereses de una manera tan fascinante que
generaciones de estudiosos lo siguieron al pie de la letra. Pero, a pesar de esta
dominancia, algunas islas de investigación emergieron independientemente de
esta escuela de pensamiento. Durante las últimas décadas, las investigaciones
sobre el lenguaje de los simios fue una de dichas islas.
Los simios, sociales, afectivos, emocionales e inteligentes, necesitan a
otros simios, igual que los humanos necesitan a otros humanos. Esto parece
obvio en el siglo XXI, pero es un conocimiento relativamente reciente, fruto de
observaciones meticulosas de primatólogos como Jane Goodall50. La noción de
que la inteligencia humana era un fenómeno único comenzó a romperse en
pedazos con el nacimiento de la primatología. Los hallazgos de campo se
arraigaron tanto en la conciencia popular, que hoy es muy difícil creer que hasta
hace tan solo 20 años prácticamente no sabíamos nada sobre los simios y otros
primates. Los años que los Goodall y sus colegas pasaron observándolos
pacientemente en estado salvaje proporcionaron ideas muy interesantes, no solo
sobre la vida de otros primates, sino también sobre cuán parecidos a ellos
somos.
Robert Sapolsky, desde hace mucho tiempo un observador de los
babuinos (que forman parte de la familia de los monos y, por lo tanto, están más
distanciados de los seres humanos que los simios), llama la atención sobre la
similitud de nuestras vidas emocionales y cognitivas en la siguiente descripción
de los contratiempos de una madre babuina:

“Un día, cuando saltaba de una rama a otra en un árbol con el hijo en
una posición un tanto precaria, éste se desprendió y cayó tres metros al
piso. Nosotros, los diversos primates que observábamos, probamos
nuestro parentesco cercano y demostramos que probablemente
utilizamos la misma cantidad de sinapsis en nuestros cerebros al mirar y
responder a este acontecimiento haciendo lo mismo al unísono. Cinco
babuinas hembras que estaban en el árbol y este único humano, todos
lanzamos un grito ahogado al mismo tiempo .Y luego de la caída, los
ojos se dirigieron al pequeño. Cuando pasó un rato, se irguió, miró hacia
el árbol buscando a su madre y luego se puso a corretear con algunos
amigos que estaban cerca. Y como en un coro, todos nosotros
empezamos a chasquear nuestras lenguas.”51

La inteligencia, la atención compartida y la intensa sociabilidad que Sapolsky


remarca no pueden evitar recordarnos nuestra propia especie. Estas similitudes,
según Darwin, fueron probablemente heredadas de un ancestro en común. En
efecto, el sostenía que los rasgos que tenemos en común con una especie
cercana son una cuestión de herencia compartida más que una evolución
independiente o paralela. De manera que si queremos atender a los primeros
estadios del desarrollo lingüístico, tiene sentido que examinemos a nuestros
primos que se cuelgan de los árboles y que generalmente son menos inhibidos
que nosotros.

25
El nombre de Sue Savage-Rumbaugh puede no resultar tan familiar como
el de Noam Chomsky, pero tiene asegurado su lugar en la historia. Es la
investigadora que de manera más exitosa ha relacionado la brecha entre
especies al enseñarle a un simio a producir y comprender aspectos del lenguaje.
Ella y su colega Duane Rumbaugh tomaron material en bruto, como un
chimpancé o un bonobo, con su arquitectura neural familiar, y vieron hasta qué
punto podían evitar unos pocos millones de años de evolución.
Antes de que Savage-Rumbaugh empezara a trabajar con Kanzi, un
bonobo, otros estudios hechos con simios habían logrado enseñar exitosamente
a comprender el lenguaje a chimpancés. El problema era, como señaló Savage-
Rumbaugh, que aun cuando criaturas como Washoe pudieran usar con éxito el
lenguaje para pedir comida u obtener objetos o satisfacer algún deseo, no eran
buenos en el otro rol en el proceso de comunicación. Para Washoe, Sara y Lana,
la primera generación de simios entrenados para el lenguaje, escribió Savage-
Rumbaugh, el lenguaje era un camino de una sola mano. Solo funcionaba como
una herramienta para lo que querían, no había una escucha.
Uno de los primeros y más importantes descubrimientos para la
investigación del lenguaje de los simios (ALR) [ape language research] fue
que intentar enseñarles directamente el lenguaje no era la manera de lograrlo.
La ALR comenzó en la década de 1970 y dio un salto evolutivo cuando Savage-
Rumbaugh comprendió que los simios aprendían mejor de manera indirecta que
de manera explícita. Ella había estado intentando enseñarle lenguaje a la madre
de Kanzi, Matata, durante varios años. Durante ese lapso, Kanzi simplemente
las había observado a las dos durante las clases. El primer día que Savage-
Rumbaugh le prestó atención específicamente a Kanzi, este espontáneamente
usó el teclado con imágenes para combinar símbolos y comunicarle lo que
quería que ella hiciera y lo que quería hacer a continuación. Kanzi había estado
aprendiendo solo. “No podía creerlo”, escribió Savage-Rumbaugh52. (El mismo
proceso que el de los niños humanos. Aun cuando suelen recibir algunas
instrucciones explícitas, como pasar las hojas de un libro con imágenes con un
adulto y asociar animales con sus nombres, los niños adquieren principalmente
el lenguaje oyendo lo que se dice alrededor de ellos e interactuando con las
criaturas que hablan).
A partir de ahí, en lugar de recibir instrucción formal sobre el valor y el
uso del sistema lingüístico (imaginen intentar introducir el concepto de tiempo
verbal en un aula de simios), los bonobos fueron criados en un ambiente rico en
lenguaje. Si bien Washoe nunca había aprendido un signo sin cientos y cientos
de repeticiones, Kanzi y, enseguida, otro bonobo, llamado Panbanisha,
almacenaron palabras que se decían regularmente mientras comían, jugaban y
se aseaban; con símbolos en el teclado de imágenes que señalaban hacia ellos
con la palabra dicha, e inclusive, mirando la televisión. Estas actividades fueron
todas las necesarias para equipar a Kanzi y Panbanisha con algunas habilidades
lingüísticas.
Durante muchos años estos dos simios aprendieron cómo manipular
teclados que contenían imágenes visuales, sea de leche o de un perro, en lugar
de letras. También aprendieron a comprender el inglés hablado, llegando a
entender cientos de palabras únicas y construcciones más largas. (A diferencia
de otros experimentos en los que los simios reciben recompensa en comida,
estos tenían libre acceso a ella durante todo el día.) Kanzi y Panbanisha son

26
capaces de participar en conversaciones entre dos, tres y cuatro integrantes.
Pueden conversar sobre objetos y, también, intenciones y acciones, y estados de
la mente. Las pruebas han mostrado que Kanzi en particular es capaz de
comprender correctamente cientos de oraciones que nunca ha oído antes, como
“Muéstrame la pelota”, “Dame el dibujo de la víbora” y “¿Puedo acariciarte la
espalda?”
Así como desarrollan capacidad de comprensión del nivel de un niño de
tres o cuatro años, los bonobos demuestran creatividad en su manipulación del
lenguaje. Combinan espontáneamente palabras únicas que ya saben para crear
nuevas palabras, como unir “agua” y “pájaro” en “aguapájaro”, para decir
“pato”. También se sabe que crean oraciones en respuesta a situaciones nuevas.
El simio Sherman, criado en un experimento diferente, una vez entró corriendo
al laboratorio para decirle al científico que estaba adentro, “Miedo afuera”.
Sherman acababa de ver cómo llevaban en una camilla a un mono anestesiado.
Pero, a veces, incluso los primates más inteligentes tienen dificultades
con la comprensión. En marzo de 2002, en el congreso sobre Evolución del
lenguaje de Harvard, Heidi Lyn, que en esa época estaba trabajando en el
Language Research Center en la Universidad de Georgia State, relató lo que
sucedió el día que Savage-Rumbaugh le dijo a Kanzi que pusiera agua en una
zanahoria. El simio arrojó la zanahoria afuera. Pensando que se había
equivocado, Savage-Rumbaugh repitió el pedido. En respuesta, Kanzi señaló
enérgicamente afuera: estaba lloviendo.

Lyn está ahora en la Universidad de St. Andrews, en Escocia, donde lleva a


cabo un proyecto con delfines. También está escribiendo un libro que recopila
todos los estudios sobre lenguaje animal. Trabajó con Kanzi, con delfines a los
que se los entrenaba lingüísticamente a las órdenes de Lou Herman, en Hawai,
y con Diana Reiss, en Nueva York, en un proyecto de teclado con delfines. En
una entrevista, Lyn explicaba que los primeros experimentos con lenguaje
animal se iniciaron en los años de 1890, con casos documentados de gente que
criaba simios en hogares humanos y que, en algunos casos, los criaba al mismo
tiempo que a los hijos. Recién en la década de 1960 y hasta fines de 1970, la
investigación sobre lenguaje animal se convirtió en un boom.
Los primeros intentos para lograr que los simios se comunicaran como
seres humanos fracasaron, sobre todo porque los investigadores intentaban
inducirlos a que hablaran. Esto cambió cuando Allan y Beatrix Gardner, un
matrimonio que trabajaba en equipo en la Universidad de Nevada, en Reno, se
dieron cuenta de que a los simios los gestos les resultaban más fáciles que la
comunicación humana. Los Gardners criaron a Washoe, una chimpancé
hembra, en su casa, y le enseñaron una versión modificada de la Lengua de
Señas Americana. Washoe lo logró muy bien: aprendió cientos de símbolos
diferentes. Se la sometía a rigurosas pruebas una y otra vez, y su aprendizaje
perduraba. En 1972, Penny Patterson, una doctora en psicología del desarrollo
por la Universidad de Stanford comenzó experimentos que duraron toda una
vida para enseñarle signos al gorila Koko. Duane Rumbaugh también empezó a
trabajar con los chimpancés Lana, Sherman y Austin, viendo cómo podrían
comunicarse con símbolos pictóricos, denominados lexigramas. Hubo un
enorme interés en este trabajo y muchos resultados interesantes, dice Lyn.

27
En la década de 1970, un joven académico llamado Herb Terrace se
enteró del trabajo con Washoe. Estaba muy entusiasmado con los resultados y
quería replicarlos, así que obtuvo un chimpancé y lo llamó Nim Chimpsky.
Terrace siguió muy de cerca el trabajo de los Gardner, aunque él tenía mucha
más gente interactuando con Nim de la que antes lo había hecho con Washoe.
Inicialmente, parecía que había logrado enseñarle a Nim a usar palabras y algo
de sintaxis. Pero cuando realizó un análisis del video cuadro por cuadro, se dio
cuenta de que lo que Nim estaba haciendo era menos simbólico que imitativo:
Nim no estaba usando el lenguaje independientemente, sino que, por el
contrario, respondía a pistas que Terrace o alguna de las otras personas que lo
cuidaban le estaban proporcionado. Al mismo tiempo, Terrace también realizó
un análisis de los videos de Washoe y Koko y concluyó que ellos también
estaban, sin darse cuenta, atendiendo a las pistas que les proporcionaban sus
adiestradores y que ni pensaban ni se comunicaban. Publicó los resultados de su
investigación en Science en 1979.
El daño que produjeron los hallazgos de Terrace fue inmediato y
devastador. La prensa difundió el artículo y rápidamente se creó un consenso a
nivel popular y científico de que los simios no hacían nada que sus cuidadores
no les hubieran enseñado a hacer. El financiamiento para la investigación en
lenguaje animal cayó bruscamente. Los Gardner efectivamente tuvieron que
dejar esta investigación y uno de sus alumnos de grado, Roger Fouts, fue
durante mucho tiempo el único que podía mantener, pero no ampliar el proyecto
Washoe.
A partir de este momento, dice Lyn, fue muy complicado lograr que se
publicaran datos sobre lenguaje animal. Después de la publicación sobre Nim
Chimpsky, Lou Herman empezó sus estudios con los delfines Akcakamai y
Phoenix, usando un lenguaje artificial y centrándose en la comprensión (tenía
asegurado el financiamiento de este proyecto antes de 1979). El hecho de que se
preocupara por la comprensión, más que por la producción del lenguaje, fue lo
que probablemente salvó este trabajo, según Lyn. A la gente le resulta más
sencillo considerar la posibilidad de que los animales comprendan el lenguaje y
no tanto que lo produzcan. De todos modos, Herman no publicó su primer
artículo hasta 1984. En cuanto se publicó, se lo criticó mucho por el uso de
términos lingüísticos como "oración" "sustantivo" y "verbo" para describir lo
que estaban haciendo los delfines. Para Lyn, esta reacción carecía de
justificativos. De hecho, dice, Herman tiene los mejores datos sobre sintaxis de
cada animal, en cada lugar. Ackakamai y Phoenix habían logrado dominar un
complejo sistema gramatical. Si Herman le da a los delfines oraciones no
gramaticales, las rechazarán o formarán oraciones gramaticales.
Un año después de la publicación del artículo de Terrace en Science,
Martin Gardner reseñó varios libros sobre entrenamiento en lenguaje animal en
el New York Review Books. Empezó a trazar una línea directa a partir de
afirmaciones descabelladas de que los delfines se comunicaban mediante ESP
hasta las investigaciones sobre lenguaje de los simios. Su primer paso al evaluar
el trabajo de Penny Patterson con Koko y la atención que recibió tenía más que
ver con Patterson misma que con su producción científica. “No es difícil
comprender por qué Penny, joven, linda, con largo cabello rubio, ha recibido
tanta publicidad”, escribió. “¿Qué más espectacular que las fotos en color de las
cabezas juntas de la Bella y la Bestia, absortos, charlando entre sí?”

28
Es difícil comprender hasta qué punto comentarios como los de Gardner
formaron parte del debate: nunca hubiese pasado lo mismo si el académico en
cuestión hubiese sido, digamos, Chomsky, cuya apariencia física ni su pedido
de que lo llamen "Noam" nunca fueron evaluados en referencia a su trabajo y
en circunstancias similares.
Quizás los simios tengan “un talento débil” para unir signos de manera de
producir significado, pero era más probable, concluye Gardner, que la
investigación sobre lenguaje de los simios significara un poco más que una
confabulación inconsciente entre un animal cooperativo y un humano
esperanzado. Escribió: “No existe evidencia sólida de que un simio haya nunca
inventado un signo compuesto comprendiendo sus partes. En el curso de varios
años un simio puede unir signos en cientos de modos al azar. Sería sorprendente
que no lograran frecuentemente combinaciones felices que habrían elicitado una
inmediata respuesta de Clever Hans.” (Clever Hans fue un caballo famoso que
podía realizar cuentas matemáticas. Indicaba la respuesta a un problema
golpeando en el piso la cantidad correcta de veces. Un estudio de 1907 mostró
que el dueño de Hans le daba pistas sutiles y no conscientes para que dejara de
golpear en el suelo53.)
Terrace realizó contribuciones importantes, explicaba Lyn, al señalar que
no había habido controles científicos en los estudios que evaluaban la capacidad
sintáctica de los simios. En su mayor parte, las afirmaciones sobre la sintaxis se
basaban en observaciones naturalistas y no se habían probado rigurosamente.
Pero como Terrace encontró instancias en las que se proporcionaban claves, la
comunidad científica y el público decidieron que todo el comportamiento
provenía de estas pistas. De hecho, existen varios ejemplos de experimentos
sólidos, doble ciego, como uno en el que Washoe estaba sola en una habitación.
Sobre ella había una cámara y se proyectaban imágenes en una pantalla frente a
ella. La chimpancé hacía signos para cada objeto en las imágenes y como estaba
sola era imposible que recibiera pistas.

Felizmente para Savage-Rumbaugh, se le renovó el subsidio por cinco años,


justo antes de la aparición del artículo de Terrace. Durante esos años, produjo
hallazgos de valor. Por ejemplo, Kanzi y Panbanisha habían estado con otros
simios en diferentes situaciones experimentales. Durante un tiempo los habían
criado con otro bonobo, Tamuli. Pero mientras que Kanzi y Panbanisha habían
estado expuestos al lenguaje desde que tenían muy pocas semanas, la
exposición de Tamuli empezó mucho después. Inicialmente la crió su madre,
pero a los tres años y medio se le permitió que acompañara a Kanzi y
Panbanisha en sus actividades cotidianas, como hacer unos paseos por el
bosque. Los cuidadores humanos de Kanzi y Panbanisha también le hablaban a
Tamuli mientras señalaban la imagen en el tablero y describían sus actividades
cotidianas.
Tamuli nunca desarrolló habilidades lingüísticas comparables a las de los
otros simios. En este sentido, es como los niños humanos que, por la razón que
fuera (por ejemplo, sordera o abuso no diagnosticados), no están expuestos al
lenguaje en la primera infancia. Existe un período crucial de aprendizaje para
los seres humanos en el que deben estar expuestos al lenguaje. Incluso si son

29
neurológicamente normales, nunca adquirirán por completo el lenguaje si sus
fundamentos no se establecen en este primer período de desarrollo del cerebro.
Genie, el más famoso de estos casos, permaneció encerrada en una habitación,
no mantuvo una comunicación humana normal y nunca habló una lengua, y
cuando la rescataron, no pudo adquirir mucho más que habilidades lingüísticas
básicas. Su experiencia muestra que si a una persona se le niega el acceso al
lenguaje, no lo produce espontáneamente. Desde que se estudió el caso de
Genie, se ha establecido con bastante adecuación que el lenguaje no es innato
del mismo modo que nuestro instinto de respirar o llorar. La experiencia de
Tamuli sugiere que los simios tienen una ventana de oportunidad importante.
Si bien Tamuli no podía establecer relaciones en el nivel sofisticado de
Kanzi y Panbanisha, al menos parecía comprender que el teclado servía para
comunicarse. En tanto que los simios solían usarlo para vincular mensajes, el
uso de Tamuli era un poco como el de un niño que golpetea un piano o un
teclado. Ella no podía construir sentido.
Una cosa que le faltaba a Tamuli era la capacidad para reconocer que sus
interlocutores tenían mentes separadas y que la comunicación con ellos podía
alterar sus percepciones. Kanzi y Panbanisha, por otra parte, parecían haber
adquirido una teoría de la mente conjuntamente con el lenguaje. Cuando la
entrenadora le enseñó a Panbanisha a sacar un caramelo de una caja y luego lo
reemplazó con un bicho y le dio de nuevo la caja -que se suponía todavía tenía
un caramelo- a Kanzi, ella le dijo “malo”. La chimpancé demostró que ella
podía entender lo que estaba pasando en la mente de su entrenadora
independientemente de la realidad y usar el lenguaje en esa situación. Ella
misma asustó a Kanzi cuando usó el lenguaje para decirle que había una víbora
cerca, cuando de hecho no había ninguna. Panbanisha usó el lenguaje para
manipular los contenidos de la mente de Kanzi, igual que su entrenadora había
manipulado los contenidos de la caja.
Los experimentos con simios indican que la memoria es un componente
vital del uso del lenguaje, incluso a un nivel rudimentario. Una chimpancé,
Panpanzee, que había sido criada con Kanzi y Panbanisha, a veces cometía
errores lingüísticos que demostraban una memoria limitada, como sucedió
cuando se le pidió que pusiera una batata en el microondas. En general, en un
experimento como este, un objeto como la batata en seguida está disponible
para Panpanzee, porque se lo ubica delante de sus ojos. Pero, en este ejemplo, la
chimpancé tuvo que buscar una en la heladera para poder completar el pedido.
Lo hizo. Pero en lugar de poner la verdura en el microondas, la sumergió en
agua y se puso a lavarla. En algún lugar entre el proceso de recuperación y la
tarea final, el pedido se le mezcló con otra cosa. En situaciones similares, la
respuesta incorrecta de Panpanzee hacía pensar que ella estaba yendo hacia
atrás en su conocimiento de rutinas, en lugar de recordar correctamente un
nuevo pedido (algo que la gente suele hacer sin problemas).
A veces, los errores lingüísticos pueden ser tan útiles como las respuestas
correctas. La elicitación de errores en el habla de los seres humanos es uno de
los principales métodos que usan los psicolingüistas para exponer las estrategias
mentales que subyacen al uso del lenguaje. El trastrueque de palabras, por
ejemplo, no es simplemente un trueque de sonidos: "puen berro" (buen perro)
"valarropas" (lavarropas) sugieren que el habla no es totalmente espontánea. Si
el hablante accidentalmente empieza una palabra con el primer sonido de la

30
próxima palabra, debe de estar planificando lo que está por decir, aun cuando
no sea consciente de estar haciéndolo.
Lyn analizó los peores errores lingüísticos de Kanzi y Panbanisha durante
once años y encontró que cuando los simios accidentalmente presionaban una
imagen en el teclado en lugar de otra, o cuando no entendían correctamente una
palabra hablada, sus errores solían mostrar una conexión subyacente entre la
palabra prevista y la errónea. Al igual que los seres humanos, los simios
realizaban sustituciones de categorías, como un color equivocado, como rojo en
lugar de negro. Cometían errores de asociaciones de palabras, confundían los
nombres de lugares con los artículos que habían encontrado en esas
ubicaciones. Y cometían errores fonológicos (sonidos), como usar una palabra
porque rimaba con la palabra prevista.
Lyn y sus colegas encontraron que Panbanisha y Panpanzee tenían más
reglas de ordenamiento de los símbolos en común entre ellos que con el
cuidador. Es posible, e incluso probable, que el último antepasado en común
entre estos simios y los seres humanos tuviera la capacidad de comprender
estrategias de orden basadas en el significado. Lyn también encontró que estos
simios tenían una última regla gestual: siempre tocaban el lexigrama y luego
hacían un gesto en el mundo real.
Los bonobos adquieren el lenguaje hasta el nivel de los cachorros
humanos. Por ejemplo, pueden comprender oraciones de un solo verbo y
sintagmas de tres sustantivos (“¿Llevarías los M&M a la habitación de pruebas
del medio?”, pero tienen problemas para unir oraciones que implican dos
acciones separadas (“Trame la pelota y la naranja”). No hablan con palabras en
inglés, aunque intentan hacerlo. Su memoria a corto plazo parece tener
solamente la mitad de la capacidad de los niños humanos, de manera que no son
buenos imitando una serie de oraciones sin un montón de repeticiones54. Cuanto
más complicada es la sintaxis, más les cuesta.
La investigación en lenguaje de los simios llevó a Savage-Rumbaugh y
sus colegas a concluir que el lenguaje consiste en “una gran cantidad de partes
componentes y funciones de interacción”.55 Aun cuando su trabajo no ha tenido
el impacto del de Chomsky, la mayoría de los investigadores en evolución del
lenguaje pensarían hoy en el lenguaje en estos términos.
Lo más sorprendente de las viejas críticas a la investigación sobre el
lenguaje de los simios es la actitud básica, que está más motivada por el
descrédito que por la evaluación. En muchos comentarios sobre la ALR existe
un sentido fuerte de que los críticos ya tenían una opinión antes de argumentar
u ofrecer sus razones de por qué no podía funcionar el lenguaje de los simios.
Existen acusaciones de falsificación de datos. En la década de 1980, el debate
raramente carecía de tonos desdeñosos y despreciativos.
Incluso actualmente, los académicos que trabajan en lenguaje animal
suelen ser caracterizados como tontos idealistas o fraudes absolutos, que creen
que debajo de las pieles o detrás del morro hay criaturas con almas. Pero si uno
habla con estos investigadores, no encontrará a ninguno que le reste
importancia a las enormes diferencias entre los seres humanos y el resto de los
animales, a pesar del hecho de que se interesen por lo que tienen en común.
Una herencia del artículo de Terrace ha sido la dificultad corriente para
encontrar financiamiento para este tipo de trabajo. Los investigadores suelen
tener que recurrir a organismos de financiación no típicos para poder seguir con

31
sus estudios, provenientes de grupos e individuos interesados en estas
cuestiones. El material de promoción de la investigación Koko menciona la
visita de Sting y Robin Williams, por ejemplo, una táctica que da a la
investigación en lenguaje animal un perfil extraño. Este tipo de marketing da la
impresión de que no se trata de ciencia sólida y clara.
Pero el tenor básico de los comentarios ha empezado a cambiar a lo largo
del tiempo. Los críticos solían desechar esta investigación diciendo: “Todo lo
que tienen los animales son unas pocas palabras y ningún tipo de sintaxis”.
Ahora, el hecho de que los simios puedan adquirir palabras se trata como un
fenómeno interesante. Frans de Waal, un profesor en comportamiento de los
primates de la Emory Unversity y autor de The Ape and the Sushi Master, dice:

“Yo creo que la tendencia va claramente hacia realizar orificios en la


pared que existe entre nosotros y los animales y cada vez más la gente se
interesa por la comparación, para decirlo de algún modo. En la década
de 1970, cuando tuve que dar una conferencia sobre los chimpancés,
alguna gente decía, "¿Cómo puede usar la palabra 'reconciliación'?"
Tenían fuertes objeciones. O digamos que era sobre las diferencias en
cuanto al sexo y entonces decían: "¿Cómo puede comparar los
chimpancés y los seres humanos?" Porque, obviamente, somos seres
culturales y podemos cambiar nuestro comportamiento.
Cuando dicto conferencias sobre estos temas hoy, esto no pasa. Y
esto es porque en la primera plana del Time o de Newsweek todas las
semanas hay un gen, un gen para esto o un gen para aquello, así que la
gente se está acostumbrando mucho a la idea de que los genes agregan
algo al comportamiento. De manera que el clima es totalmente diferente,
y existe una apertura mucho mayor a vernos como animales, como
Darwin y tantos otros siempre lo habían deseado.
Hace poco me invitaron a dar una charla para especialistas en ética
de los negocios. Ahora, son básicamente filósofos que enseñan en las
escuelas de negocios. Incluso en estos lugares existe una gran apertura a
estas comparaciones y eso que estoy seguro de que hace veinte años no
hubiesen querido ni tocar un mono. De manera que pienso que la
tendencia es claramente hacia más comparaciones. Más comparaciones
no significan necesariamente que aceptamos por completo las
similitudes. En general quieren quedarse con frases como: "Esto es
típicamente humano" o "Esto pertenece solo a los seres humanos".
Quieren que haya una gradualidad.”

Una de las contribuciones más importantes de la investigación en lenguaje de


los simios es el desafío frente a la idea tradicional de que los otros animales
tienen una bolsa de trucos mentales fijos y que los seres humanos somos
diferentes porque tenemos lenguaje y que esto nos vuelve mentalmente
flexibles. Si así fuera, Kanzi no habría sido capaz de adquirir las habilidades
lingüísticas que logró. Claramente, estos simios que tienen rudimentos de
lenguaje también pueden ser flexibles y creativos en su comunicación.
La investigación en lenguaje de los simios, y la de Kanzi en particular,
abrió una ventana fascinante hacia los problemas de la evolución del lenguaje.
Steven Pinker y Paul Bloom abrieron otra en 1990, cuando publicaron un

32
artículo en el que eludieron la cuestión de sobre hasta qué punto el
entrenamiento en lenguaje animal puede enseñarnos algo sobre la evolución del
lenguaje pero, en cambio, sostenían directamente no solo que la evolución del
lenguaje podía estudiarse sino que debía estudiarse. Ambos, uno una estrella
académica en ascenso, el otro un graduado con una idea brillante, inflamaron
los corazones y las mentes porque su propuesta era inteligente, innovadora y
comprometedora. Y aun cuando no hayan sido los primeros en proponer que la
evolución del lenguaje es un tema válido, el artículo que escribieron encendió
una pequeña hoguera que creció y se expandió rápidamente.

Notas
Durante la investigación de este libro, se realizaron muchas entrevistas, que tuvieron lugar en
un período de cinco años. Algunas fueron cara a cara, en oficinas, en laboratorios y en
conferencias. Algunas fueron llevadas a cabo por teléfono y otras por e-mail. A menudo, se
usaron los tres métodos con un investigador. Si la fuente de una cita no es evidente en una nota
final o en el mismo texto, la cita se originó en una entrevista personal.
1
En la introducción a Language Evolution, Morten Christiansen y Simon Kirby se preguntan si
la evolución del lenguaje es el problema más difícil en la ciencia.
2
Gracias a Simon Kirby por ser el primero en seguir la pista de la cantidad de artículos y por
señalar hacia http://www.isrl.iuic.edu/amag/langev/
3
C. Darwin, On the Origin of Species, 162.
4
J. –J. Rousseau, V. Gourevitch, The First and Second Discourses Together with the Replies to
Critics and Essay on the Origin of Languages. Con el fin de evitar confrontar con la institución
religiosa, Rousseau propone un primer lenguaje que Dios le dio a Adán. De alguna manera, lo
perdimos en el camino. Según Jean Aitchison, este mito de la creación y la destrucción le
permitió a Rousseau hablar sobre la evolución. Véase J. Aitchison, The Seeds of Speech, 6.
5
E. Mayr, What Evolution Is, vi.
6
C. Darwin, The Descent of Man, 89.
7
Ibid., 88.
8
Ibid., 189.
9
Ibid., 87.
10
Ibid., 92.
11
Ibid., 89.
12
Además, Darwin nota que, al igual que las especies animales, una vez que una lengua se
extingue, jamás vuelve. De manera similar, ni las lenguas ni las especies aparecen nuca en dos
lugares de nacimiento diferentes.
13
V. Volterra et al., “Gesture and the Emergence and Development of Language”.
14
G. W. Hewes, “Primate Communication and the Gestural Origin of Language”, 6.
15
Otras conferencias tratan el tema en un contexto más amplio, como el instituto de verano
NATO, en Italia, organizado por Philip Lieberman, y dos conferencias patrocinadas por la
Fundación Wenner-Gren para la Investigación Antropológica, que se llevaron a cabo en 1986 y
1990.
16
R. Blackburn, O. Kamm, “For and Against Chomsky”.
17
Por supuesto, los lingüistas de campo siguen trabajando duro, esmerándose para registrar las
lenguas del mundo y describir las relaciones entre ellas.
El trabajo lingüístico de campo requiere no solamente una diligencia extrema, sino también una
mezcla de brillantez intelectual con cierto pragmatismo.
18
No fue publicado por otros 20 años.
19
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 38.
20
Roman Jakobson Collection, Archivos del MIT.
21
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 39.
22
Ibid.
23
Chomsky no inventó ni el término ni la idea básica, pero su versión de ésta dio vida al campo.

33
24
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 39. Con el tiempo, la conclusión cambió; existía, cada
vez más, la opinión de que las gramáticas eran psicológicamente reales, y que las reglas de
estructuras de frase existían dentro de las cabezas de los hablantes.
25
T. Grandin, C. Johnson, Animals in Translation, 9-10.
26
N. Chomsky, “A Review of B. F. Skinner’s Verbal Behavior”, 26-58.
27
Esto era en referencia únicamente a los humanos. La teoría chomskyana, si no Chomsky
mismo, siguió contribuyendo a la consideración de los animales como máquinas no pensantes.
28
Randy Allen Harris recolecta gran cantidad de evidencia de este tipo en el capítulo 3 de The
Linguistics Wars.
29
Ibid., 67.
30
Howard Maclay, “Overview”, 163.
31
R. Jackendoff, Foundations of Language, xi.
32
D. C. Dennett, Darwin’s Dangerous Idea, 385.
33
C. Knight, “Decoding Chomsky”, 581.
34
Chomsky ha sido llamado copernicano, newtoniano, einsteiniano, planckiano. Tanto por su
significancia como por su carácter revolucionario, su trabajo ha sido comparado con los de
Spinoza, Pierce, Wittgenstein, Darwin y Freud. Es un ángel, un dios, un enfant terrible. Sus
seguidores lo critican con la advertencia inevitable de que “Noam Chomsky es uno de los seis
genios del siglo veinte”. En 1990, Derek Bickerton escribió en Language and Species: “La
mayoría de lo que sabemos sobre el lenguaje se descubrió en las últimas tres décadas”. Hace
cuatro años, David Premack escribió que “la lingüística es la ciencia de las oraciones” – una
forma completamente chomskyana de considerarla. Alternativamente, Chomsky ha sido
descrito como satánico, el Enemigo, un maniático, una vergüenza. La lingüística generativa ha
sido llamada un culto; los lingüistas generativos han sido descritos como “renacidos”. Extensa
literatura analiza todos los errores de Chomsky, desde sus malas interpretaciones de Skinner
hasta todas las formas en que ignora la evidencia en contra de sus teorías. Hoy en día, hay gente
que escribe en listas de correo de Internet, que se enfurece con declaraciones que él
supuestamente hizo hace veinte años. Un artículo reciente dice que Chomsky ha dirigido a la
lingüística a un callejón sin salida.
35
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 73.
36
Ibid., 67-68.
37
George Lakoff, Haj Ross, James McCawley, Jerrold Katz, Paul Postal.
38
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 201.
39
P. H. Matthews, Grammatical Theoty in the United Sates from Bloomfield to Chomsky, 250.
40
R. A. Harris, The Linguistics Wars, 157.
41
Un fenómeno del que Chomsky y sus primeros colegas en lingüística transformacional han
sido considerados responsables es la forma agria en que los investigadores de esta área lidian
con el disenso. En 1998, James McCloskey escribió que, mientras otros tipos de lingüistas
logran llevarse bien, “los especialistas en sintaxis parecen desarrollarse con una dieta más
robusta en ira, polémica y abuso personal.” De R. A. Harris, The Linguistics Wars, 80.
42
N. Chomsky, Reflections on Language, 4.
43
P. H. Matthews, Grammatical Theoty in the United Sates from Bloomfield to Chomsky, 237.
44
Muchas historias de la lingüística del siglo XX están preocupadas por los malentendidos. La
mayoría tienen la intención de corregir las impresiones erróneas y los mitos creados por los
otros tomos. Ninguna parece estar contando una historia directa y todos abordan el hecho de
que los otros escritores se equivocan. Algunos libros proponen ciertas publicaciones como el
momento en que las cosas cambiaron realmente y otros argumentan que no, que no fue la
primera publicación la que cambió todo, sino la segunda.
45
N. Chomsky, Language and Mind, 97-98.
46
Ibid.
47
N. Chomsky, “Discussion of Putnam’s Comments”, 321.
48
En otro lugar, Chomsky sugirió que la cuestión de la evolución del lenguaje no era de mayor
interés que la de la evolución del corazón.
49
G. W. Hewes, “Primate Communication and the Gestural Origin of Language”, 6.
50
Las investigaciones de Goodall y de quienes la siguieron dieron por resultado la instalación
de centros de primatología en todo Estados Unidos en los ‘40. La mayor parte de nuestro
conocimiento sobre nuestros parientes más cercanos viene del hecho de que un individuo, como

34
Goodall, se haya acercado a su hábitat salvaje o a una instalación para primates y haya pasado
muchas horas observándolos.
51
R. M. Sapolsky, A Primate’s Memoir.
52
E. S. Savage-Rumbaugh, S. Shanker y T. J. Taylor, Apes, Language, and the Human Mind,
25.
53
M. Gardner, “Monkey Business”.
54
E. S. Savage-Rumbaugh, S. Shanker y T. J. Taylor, Apes, Language, and the Human Mind,
207.
55
D. M. Rumbaugh, W. D. Hopkins, D. A. Washburn y E. S. Savage-Rumbaugh, “Comparative
Perspectives of Brain, Cognition and Language”, 45.

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