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Psicosis actuales

Hacia un programa de investigación


acerca de las psicosis ordinarias

E m ilio V asch e tto


(c o m p i l a d o r )

Jean Claude M aleval


José María Álvarez
José Rodríguez Eiras
Sérgio Laia
G uillerm o Belaga
Juan de La Peña
Elena Levy Yeyati
Jorge Faraoni «(0
Delfina Lima Q uintana
Ramiro Góm ez Q uarello ~ E :

u
© GRAMA ediciones, 2008.
Fondo de la Legua 2476, Edif. 3, Depto. 40
(1640) Martínez, Pcia. de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 4743-8766 • grama@gramaediciones.com.ar
http: / / www.gramaediciones.com.ar

Vaschetto, Emilio
Psicosis actuales : hacia un programa de investigación acerca
de las psicosis ordinarias - la ed. - Buenos Aires : Grama
Ediciones, 2008.
148 p . ; 21x14 cm.

ISBN 978-987-1199-73-0

1. Psicoanálisis. I. Título
CDD 150.195

Traducciones del francés: Carolina Alcuaz


Traducciones del portugués: Pablo Sauce

Im p r eso en A r g e n t in a

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4 R i o ilr IniU'im K J ’lc'l /li is ( , ’ l ) . " > ■! / Wi l l l l , oni > n i h Im Ii u m hh n n i ............. I ti


Indice

Agradecimientos / 7

Advertencia / 9

I. Argumento

Psicosis actuales / 13
Emilio Vaschetto

"Incurables" / 31
Delfina Lima Quintana, Ramiro Gómez Quarello,
Jorge Faraoni, Emilio Vaschetto

Itinerario / 45

II. Normalidades

Las otras psicosis / 51


José M aría Alvarez, Juan de La Peña, José Rodríguez Eiras

Una dificultad para el viraje en la psicosis / 65


Elena Levy Yeyati

"Palabras im puestas". Contribuciones de Joyce y del


Sr. Primeau a la clínica de las psicosis / 73
Sérgio Laia

III. Suplencias

Estudio sobre las soluciones narcisistas en las psicosis / 89


Guillermo Belaga

La elaboración de una suplencia por un proceso de escritura.


Raym ond Roussel / 113
Jean-Claude M aleval
Agradecimientos

Quiero agradecer en prim er lugar a mi amiga, Alejandra Glaze,


quien me confió la elaboración de esta compilación.
A los autores, por haber ofrecido trabajos originales gestados en
un intercambio formal e inform al con este iniciador.
A Jean Claude Maleval, por su respuesta entusiasta y desinteresa­
da; quienes seguimos sus desarrollos conocemos el nivel de sus con-
ceptualizaciones.
A Sérgio Laia, quien am ablem ente nos ofreció un excelente traba­
jo, el néctar de su tesis sobre Jam es Joyce.
A Guillermo Belaga, de quien esperaba en lo personal un escrito
que pudiera resumir su fecunda labor de transmisión en la clínica de
las psicosis. Sin lugar a dudas mi requerimiento ha sido am pliamen­
te saldado.
A José María Alvarez, Juan de La Peña y José Eiras, a los que les
agradezco no solo su original escrito, sino también el feedback amis­
toso previo a la redacción del libro.
A Elena Levy Yeyati, por haber tomado el desafío de plasmar en
un escrito para este libro las preguntas que convocan a nuestra clíni­
ca. Los que la conocemos personalmente, sabemos de su idoneidad y
su agudeza teórica.
A mis compañeros del Hospital Central de San Isidro, Delfina
Lima Quintana, Ramiro Gómez Quarello y Jorge Faraoni, quienes
tomaron con ardorosa inquietud el reto de constituir un grupo de
investigación que no deja de sorprendernos e impulsar nuestro deseo
P sicosi s

de saber.
A Pablo Sauce, colega argentino de la EBP Bahía, por su labor
estricta en la traducción del portugués.
actuales

A Carolina Alcuaz, no solo por el cuidado en la letra exquisita del


señor Maleval, sino también por su crítica implacable (pero impres­
cindible) hacia mis elaboraciones.
Advertencia

Este libro contiene diferentes estudios clínicos y teóricos produc­


to de un intercambio formal e informal con sus autores, quienes han
intentado abordar -cad a cual con su estilo- la temática de las llama­
das psicosis ordinarias con el m ayor grado de rigurosidad y seriedad
que tal definición lo permite.
No pretende ser un compendio de saber acabado ni mucho menos
enciclopédico, sino más bien, un acercamiento lo más exhaustivo
posible, hacia los hechos clínicos que interrogan al psicoanálisis hoy.
El subtítulo que glosa "program a", hace alusión a lo que del psi­
coanálisis comporta en su ética y esto implica un bien-decir. Por eso,
el lector interesado que se aproxime a la lectura de estas investiga­
ciones se encontrará no solo con la letra de Joyce sino también con la
de Roussel o la de Macedonio Fernández. Renovar estas lecturas, a la
luz de una orientación pragmática, es la fuerza del psicoanálisis de
orientación lacaniana hoy en su lucha contra cualquier terapéutica
que implique la coacción, el enmudecimiento o la cobardía.
Siempre son nuestros pacientes, aquellos sujetos que acuden a
nuestra ayuda, quienes llevan la delantera respecto de las definicio­
nes más genuinas de una praxis: las que, edificadas con el dolor del
alma, expresan los arreglos o remiendos que se tejen a su alrededor.
Si quisiéramos soñar con un tiempo mítico en la historia de los
síntomas (mentales), nos encontraríamos con un savoir faire de la dis­
ciplina fusionado maravillosam ente con la lengua del loco, con sus
Psi cosi s

invenciones.
Bleuler cuenta en su monografía sobre las esquizofrenias que un
paciente de Jung, en el momento del barrage del pensamiento, le dijo
actuales

a éste que le habían "robado el pensam iento". Robo del pensam ien­
to. ¿No es sorprendente que ese signo, esa invención psicótica -tom a-
da a la letra - subsista en los manuales clasificatorios actuales como
lo son el DSM o la CIE?
I. Argumento
Psicosis actuales
Hacia un program a de investigación
acerca de las psicosis ordinarias

E m il io V a s c h e t t o *

Y la m o raleja d e esto es: 'C u id a el sen tid o, que los


so n id o s se cu id arán so lo s'. A venturas d e A licia en el país
de las m aravillas, Lewis C a r r o l l

Argum ento

Psicosis actuales** es el nombre que se me ocurrió para ilustrar, o


tal vez, encontrar un sintagma desde donde problematizar ciertas
presentaciones en la llamada época del Otro que no existe. Nuestro
colega Eric Laurent planteó hace un tiempo la necesidad de incorpo­
rar la idea de psicosis ordinaria como un programa de investigación, lo
que nos ayuda a desnaturalizar las nosografías clásicamente conoci­
das.
Decíamos, la época del Otro que no existe, ¿pero la psicosis no es
un ejemplo cabal de que no hay Otro del Otro? Más específicamente,
la esquizofrenia, ¿no es un testimonio patente y doloroso de la tacha­
dura del Otro?
Pues bien, no podemos negar que la vertiente irónica -q u e algu­
nas veces cumple paradójicamente un rol en la estabilización del
su jeto- diluye toda ilusión posible de código compartido, de comu-

* E m il io V a s c h e t t o es m iembro de la Escuela de Orientación Lacaniana y de la


Psi cosi s

A so ciación M undial de P sico an álisis; m iem bro del Centro D escartes;


Presidente del Capítulo de Epistem ología e Historia de la Psiquiatría de la
A sociación de P siquiatras A rgentinos; Jefe de trabajos prácticos del
D epartam ento de Salud M ental de la Universidad de Buenos Aires e investi­
actuales

gador asociado al D epartam ento de H istoria de la M edicina de la UBA;


M édico psiqu iatra del H ospital C en tral de San Isidro, B uenos Aires,
Argentina. Email: satturno@ yahoo.com .
** Un resum en de este trabajo ha sido ya publicado en la revista electrónica
Virtualia bajo el título "Psicosis contem poráneas". 13
nidad de sentido. Incluso lo "paranoide" en la esquizofrenia, que
alude al polim orfism o clínico de ésta (y no como a veces se piensa, a
lo persecutorio), es el escepticismo más evidente del funcionamiento
del Otro como código.
¿Qué pasa entonces con la paranoia o la melancolía? Es un hecho
evidente que hoy el intento de construcción de un Otro, que en estas
psicosis se genera por la vía del delirio, se encuentra debilitada. De
allí que suele expresarse la nostalgia de algunos profesionales psi al
modo de: "m elancolías y paranoias eran las de antes". Si bien esos
estados típicos causaban el asombro del psiquiatra, tal como lo reco­
nocía Freud, no comportaban necesariam ente el principio de su
entendim iento1. A saber, cuál era la lógica subyacente, o qué gramá­
tica soportaba la respuesta delirante; qué enigma inicial rubricaba la
certeza interpósita que guiaría los encuentros extáticos y decadentes
con el Otro gozador.
Las psicosis actuales, plantean una clínica post-psicopatológica.
Veamos en los casos donde, por ejemplo: el significante depresión
puede anudar una xenopatía del cuerpo o del pensamiento2; donde
los síntomas obsesivoides (rituales de verificación, locura de la duda
y del tacto, pensam ientos parásitos, etc.), los cuales el sujeto no per­
cibe con certeza ni ajenidad, son una respuesta, una cobertura imagi­
naria que m itiga el fenómeno de "cadena rota"3; donde una forma­
ción de carácter puede ser una defensa, un punto de llegada, casi un
dasein, como solución posible4; las posiciones irónicas y los usos tran-

1 S., "So b re un caso de paranoia descrito au to biográficam en te"


Freu d ,
(Schreber), en: Obras completas, t. XII, Amorrortu, Bs. As., 1989.
2 " ... llam a la atención la relación de extrañam iento con su cuerpo, lo ajeno a él.
Se da cuenta de la gravedad de su depresión por la altura del pasto, adelgaza
dem asiado por darse cuenta de que tenía que com er apenas cuando oslaba por
desm ayarse.", C ollier D o RÉCO B a r r o s , I., "L a ruta a seguir", Irabajo presen­
tado en las Jornadas anuales de P a u s a , diciem bre do 2 0 0 7 . Inédito. Vor lam-
_ bién el caso C en: "In cu ra b le s...", en este m ism o volumen.
H ay una serie de trabajos psiquiátricos que destacan el oléelo "proloolor” que
poseen los síntom as del trastorno obsesivo-com pulsivo cuando .ip.iieren en
una psicosis (esquizofrénica), com o así también la posibilidad do ovilai una
aschetto

"desintegración de la personalidad" en el proceso psioolioo Voi los liabajos


de: STEN GEL, E., A study on so me cliuiail aspet o/ Ihr n-liiiilinii-Jiip luiti'ccii
obsessional neurosis and ¡isychosis types, | Moni Si i, I ‘* I1*. *»l I*»«• IH7 y
Poyurovsky, M., Fue lis, Wiii/MAN, A., ( >/>N<v./í'r < I >i-.onln m
V

Patients With First-Episoile Schizoplnviiia, Am | I *■.v'<ln.ili v. 11•*> I*>‘*M ,’IHIO, I1»1)1).


mi li o

(Citados en el notable trabajo do invesl igac ion do 11 n i >M \i; i n n I , I ni imr•


psicóticas del trastorno oIm h úv inm/wWw l ’u-.niUu nm </<• i.r.o. , Iitnw ,, Kov.
E

ALCMHON, Año XII, vol 10, N sc|>licinl>io do .Midi


14 -l Ver: "//;< arables... ", en oslo mismo volumen
sestructurales de la ironía5; en aquellos que padecen de la iniciativa
del Otro sin ser clínicamente lo que se dice una paranoia6.
Considero que el nom brar los hechos clínicos dados en un sujeto,
como psicóticos, no resuelve nada más (ni nada menos), que cierta
modalidad de relaciones fenómeno-estructura que orientan la escu­
cha y una m ayor precisión en cuanto al lugar de intervención desde
la transferencia. Esto último fue una preocupación central en J. Lacan
para el tratamiento de las psicosis, ya que no desconoció en su lectu­
ra del caso Schreber el lugar del almicida (Seelenmord), el doctor
Fleschig, como tampoco habrá dejado pasar por alto el libro escrito
por este prestigioso neurólogo Cerebro y alma (Gehirn und Seele),
donde se pueden rastrear los antecedentes de los enunciados o de la
"inducción significante" en el delirio del presidente del tribunal
supremo7.
Discursos que porten semejante consistencia o atribución de
lugar, solo podrían tener la vitalidad de otro tiempo, en donde la
impresión de un Otro del saber a quien nadie pide cuentas -p u es se
autoriza primero en lo que dice y luego en su experiencia-, ya no es
patrim onio de los hom bres de hoy. Giorgio Agamben comenta en
Infancia e historia que al hombre moderno se le ha expropiado su
experiencia, posee una pobreza de experiencia. Hay un fárrago de
acontecimientos que rebasan al hombre actual pero ninguno de ellos
es convertido en experiencia, y esto es lo que vuelve insoportable la
existencia cotidiana.
Lo interesante que subraya el autor es que la experiencia "no tiene
su correlato necesario en el conocimiento, sino en la autoridad, es

5 Acerca de la posición irónica en una psicosis ordinaria ver: B o t t o , S.,


V a sc h e t t o , E., " L o efím ero de hacer con lalengua un cuerpo. A portes para un
program a de investigación acerca de las psicosis ordinarias", trabajo presen­
tado en las Jom ad as anuales de la EOL, diciem bre de 2007. Inédito. Sobre una
observación transestructural de la ironía (según mi lectura) ver: S il v e s t r i , N.,
"Efecto terapéutico: un punto de sorpresa", Jornadas anuales de la EOL,
diciem bre de 2007. Inédito.
6 "[E l sujeto] no presenta un franco desencadenam iento. Solo vive experiencias
que lo confrontan con el goce del Otro, que experim enta en la form a de enig­
PSI COSI S

ma y que siente com o un serio peligro para su existencia." Cf. L ó p e z , G.,


"A com odando las piezas", trabajo presentado en las Jornadas anuales de
PAUSA, diciem bre de 2007. Inédito.
7 Un trabajo al que m e he abocado en algunas clases o sem inarios es a hacer una
ACTUALES

lectura com parada de los dos textos (el de Schreber y el de Fleschig). En ellos
se encuentra una coincidencia extraordinaria. En nuestro m edio el libro de
Paul Fleschig Cerebro y alm a tuvo una escasa circulación pese a la excelente tra­
ducción de los doctores Outes y González y los invalorables aportes del doc­
tor Goldar en el prólogo. 15
decir en la palabra y el relato. Actualmente ya nadie parece disponer
de autoridad suficiente para garantizar una experiencia"8.
Nuestra época posee el interesante desafío de poder modular
tanto lo viejo como lo nuevo. No es el m omento de cubrir con tierra
seca el fecundo tesaurus de los maestros clínicos, como tampoco es la
ocasión de estratificarse en suelos arcaicos sin aspirar el aire fresco de
la superficie. Tanto algunos aportes de la clínica clásica, como el
esfuerzo de investigadores de nuestro tiempo, pueden confluir -a l
m enos es lo que intento d em ostrar- en un punto central: el interés en
los trastornos del lenguaje.
Decir "trastornos del lenguaje" nos puede ayudar también a pen­
sar que hay un trastorno propio del lenguaje, o un trastorno por el
uso del lenguaje. "H ablar es un trastorno del lenguaje", decía J.-A.
M iller en Las psicosis ordinarias. Puede entenderse, entre otras cosas,
que hablar es un modo de horadar M engua de tal manera que la rela­
ción con el lenguaje no nos sea tan "n orm al"9. Y normal quiere decir
que la intención significante viene dada, es impuesta, extranjera,
xenopática; puede estar localizada en el Otro (paranoia), estar deslo­
calizada (fragmentación del cuerpo, disgregación y emancipación del
pensamiento), o bien, develar con pureza el vector intencional de la
realidad al modo de un "delirio de significaciones " 10 (acepción por
cierto inapropiada ya que justam ente se trata de sujetos que no
ponen en funcionamiento el artificio del delirio en respuesta al enig­
ma inicial).
Veamos entonces qué nos dice "lo sensitivo".

La era sensitiva
La hipertrofia del trastorno de ansiedad social a partir del DSM IV
gracias a la confluencia de los lobbys farmacéuticos y agrupaciones de
distintos tipos (entre ellas, de pacientes y familiares de enfermos)
produjo una medicalización de los estilos de vida, el "Ufe style drugs"
(como lo llama el prestigioso psicofarmacólogo D. Healy). Esto moti­
vó que muchos sujetos tímidos y vergonzosos entraran en los casille­
ros de una supuesta enfermedad, atrayendo a su vez a algunas per­
aschetto

sonas que en la consulta relataban, dentro del catálogo de las mani­


festaciones de este trastorno, fenómenos que implicaban otro orden
V

8 Agamben, G., Infancia e historia, A H editora, Bs. As., 2001, pág. 9.


E milio

9 "Se trata para e] hom bre justam ente de arreglársela con esa modulación con­
tinua, com o para que no le ocupe dem asiado.", L a c a n , )., El seminario, Libro 3,
Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1992, pág. 163.
16 1(1 Jaspers, K., Tratado de psicopatología general, FCE, M éxico, 1993.
que el del contagio masivo. La vergüenza, indicador fantasmático
por excelencia, se expresaba en estos sujetos como la emergencia des­
carnada del objeto mirada o la mueca del mundo. Hemos constatado
clínicamente la presencia de estos fenómenos en sujetos psicóticos
que en otro tiem po habrían sido llamados "sensitivos". Vale decir,
sujetos que clínicamente no se ajustaban a lo que típicamente se cla­
sifica como paranoia, esquizofrenia, parafrenia o melancolía. Desde
luego, no es nuestro interés reintegrarlos anacrónicamente a la ya
conocida categoría del delirio sensitivo, aunque sí nos importa inter­
pretar esto.
Durante un tiempo se pensó en la clínica psiquiátrica que aquellos
sujetos que presentaban el fenómeno de significación personal mór­
bida (Eigenbeziehung) posteriormente desarrollarían un delirio siste­
mático, y se actuaba a tal fin. O bien, alojando a los mismos en salas
de clinoterapia a la espera del advenimiento del delirio, o bien apa­
ciguándolos en un sueño profundo 11 (ver foto).

P si cosi s
actuales

11 S a u v a g n a t , E , "Fenóm enos elem entales psicóticos y m ecanism o institucio­


nal", Rev. Etiem, 1996.
12 Extractada del libro de S t a g n a r o , J. C.; G o n z á l e z C h á v e s , J. M.., Hospicio de
las M ercedes, 130 años, Polemos, Bs. As., 1993. Corresponde a una de las veinti- 17
En la actualidad, el em puje al delirio está -p o r la liquidez de los
discursos- sofrenado, detenido. El lugar del analista como secretario
del alienado, como receptor de un testimonio que alienta al sujeto a
la estabilización del significante y el significado (vía la metáfora deli­
rante), ha quedado cualitativamente desplazado al lugar de un des­
tinatario del significante aislado en lo real; o al igual que el contra­
punto orquestal, al otro lugar desde donde hacer resonar en forma
atenuada los efectos de la no extracción de goce o del desanuda­
miento del sentido, de la frase o del cuerpo.
Para lo cual no debemos retroceder ante la pesquisa del aconteci­
miento, no como búsqueda cronológica sino como encrucijada de
destino, como trazo...

"Siempre hay una ruptura con lo que Kraepelin llama (...) la


evolución continua del delirio dependiente de causas internas
-refiere el doctor Lacan. Es absolutamente manifiesto que no se
puede limitar la evolución de una paranoia a las causas internas".
Más adelante agrega: "Cuando se buscan las causas desencade­
nantes de una paranoia [diremos psicosis] siempre se pone de
manifiesto, con el punto de interrogación necesario, un elemento
emocional en la vida del sujeto, una crisis vital que tiene que ver
efectivamente con sus relaciones externas, y sería muy sorpren­
dente que no fuera así tratándose de un delirio que se caracteriza
esencialmente como delirio de relaciones, término que es de
Wernicke y no de Kretschmer" . 13

La referencia corresponde al "prim er Lacan" pero se ajusta con


precisión a los fenóm enos predelirantes de nuestro época.
Siempre me llamó la atención esta mención a Wernicke, un em i­
nente neurólogo y como tal, de espíritu localizacionista. Pero lo que
interesa a Lacan y lo que a nosotros nos debe interesar, es la orienta­
ción hacia los hechos significantes de la locura. No es un detalle
menor que Freud tuvo tam bién que acudir a Wernicke a la hora de
hacer uso del concepto de pensamiento hipervalente o hiperintenso.
Freud utiliza el concepto de Wernicke de überwertig en el "Pro­
yecto. . . " 14, en las conceptualizaciones de la histeria con Breuer 15 y en
aschetto

el caso Dora; aunque siempre para referirse a la histeria:

cinco lám inas que se encuentran en el M useo de Neuropsiquialrm del I los-


V

pital José T. Borda, realizadas por orden del Dr. Domingo t'abivd (C iira 1905-
E mi li o

1910).
13 L a c a n , ]., El sem inario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., págs. 31.
14 F r e u d , S., "Proyecto de psicología para neurólogos", op. t il., I. I, p .íg s. 394.
18 15 F r e u d , S., "Estudios sobre la histeria (1893-1895)", op. cit., I. II, |vigs. 257.
"Un itinerario de pensamientos así puede llamarse hiperin-
tenso o, mejor, reforzado, hipervalente, en el sentido de Wernicke.
A pesar de su carácter en apariencia correcto, resulta patológico
por esta peculiaridad: no puede ser destruido ni eliminado por
más esfuerzos conceptuales concientes y deliberados que haga la
persona" 16

Este uso detallado del significante nos ayuda precisamente a


aproximarnos a los fenóm enos más sutiles de nuestro tiempo y a sos­
tener una clínica correlativa entre neurosis y psicosis.
Volviendo al delirio sensitivo de relaciones, el detalle de la m en­
ción a Wernicke, inadvertido por los clínicos, tiene en su núcleo la
esencia de la psicosis. Lo sensitivo es la respuesta del sujeto a las rela­
ciones que se le plantean en la realidad. En rigor de verdad, la reali­
dad toda se tiñe de una significación enigmática. Wernicke subraya
que se debe a un severo grado de los fonemas donde:

"...hay una acentuación sensitiva dada por la misma enferme­


dad como elemento adicional de en sí percepción sensorial nor­
mal". [Por lo tanto esto] "lleva a una alteración en la identificación
secundaria en el sentido de que entre todas las interpretaciones
posibles es preferida la que se refiere a la propia persona, -y
añade- es la significación personal mórbida de Neisser, y de esta
manera se favorece el surgimiento del Delirio de relaciones". [El
cual es] "como el delirio de persecución, solamente un nombre
colectivo para una gran selección de imágenes delirantes, las que
están ligadas al acto de percepción y que se presentan simultáne­
amente con éste; consiste en una alteración de las propias percep­
ciones (...) el enfermo hace la observación de que la gente se detie­
ne, en ocasiones, debido a él, se apartan y hacen o efectúan cual­
quier clase de gestos. Cuando silba lo hacen delante de él, cuando
hablan, hablan de él, lo siguen, las miradas y los gestos de perso­
nas extrañas se refieren a él" . 17

Ya posteriormente Ernst Krestchmer, a quien la historia le atribu­


yó este delirio de relaciones, plantea un aporte interesante que Lacan
no deja pasar por alto en su tesis. El carácter reaccional del delirio, a
punto de partida de un acontecimiento, señala al sujeto en el plano
éfzco18. Es curioso y contradictorio a la vez, ya que el paranoico es

16 F r e u d , S., "Fragm entos de análisis de un caso de histeria (D ora)", op. cit., t. VII,
págs. 48.
17 W e r n ic k e , C, Tratado de psiquiatría, Polem os, Bs. As., 1992, pág. 131.
18 L a c a n , ]., De la pychose paranoíaque dans ses rapports avec la personnalité, Seuil,
París, 1975, pág. 91
quien indiscutiblemente señala al Otro como responsable del mal,
siendo su inocencia proporcional a esta imputación certera. En el
caso del delirio sensitivo, el sujeto se asigna la responsabilidad de lo
que le retorna como goce del Otro, ya que él reconoce estar lesiona­
do en su ética19, y el delirio representa manifiestamente el calco exterior
del desprecio interior de s í mismo. No voy a centrarme en lo ya conoci­
do del autor acerca de la personalidad, lo situacional y la vivencia que
coronan el diagnóstico. Lo que sí es destacable, es la particular coa-
lescencia que se produce entre ética y psicosis, que es tam bién expli-
citada por Lacan en su seminario sobre las psicosis a propósito de
Schreber:

"... en el caso del presidente Schrebrer una significación que


concierne al sujeto, pero que es rechazada, y que solo asoma de la
manera más desdibujada en su horizonte y en su ética, y cuyo sur­
gimiento determina la invasión psicótica " . 20

Hay una nueva clínica que convive con la vieja clínica, la de las
bellas formas21. No es que hayan desaparecido brutalmente las viejas
paranoias, ni las sorprendentes parafrenias, pero sí habitan en cons­
telaciones clínicas mucho más borrosas22.
Sin embargo las "nuevas presentaciones" nos impulsan a no sos­
layar el hecho consustancial a la psicosis una y otra vez enunciado
por Jacques Lacan: "la relación del hombre con el significante", o
bien,

"La relación entre el significante y el sujeto ...se encuentra


...desde el aspecto de los fenómenos, si regresando de la expe­
riencia de Freud, se sabe el punto adonde conduce. . . " . 23

39 K r e t s c h m e r , E., Paranoia et sensibilité, Presses U niversitaires de France, París,


1963.
20 L a c a n , ]., El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., pág. 124.
21 Sobre la psiquiatría com o discurso estético pongo a disposición del lector dos
de m is trabajos presentados en sendos congresos: "Ecos argentinos de ia Otra
psiquiatría" (Congreso Europeo de Historia de la Psiquiatría, Madrid, agosto
aschetto

de 2006); "H acia una historia de los síntom as..." (Encuentro Argentino de
H istoria de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, La Piala, noviembre
de 2006). Inéditos.
22 "La clínica nos enseña que los casos más frecuentes son precisamente los m ix­
V

tos o híbridos entre la paranoia y la esquizofrenia, la paranoia y la melancolía,


E mi li o

la esquizofrenia y la m elancolía", en: Estudios sobre las psicosis, Ai.vakiíz, J. M.,


Grama ediciones, Bs. As., 2008, pág. 175.
23 L a c a n ]., "D e una cuestión prelim inar a todo tratam iento posible de la psico-
20 sis", en: Escritos 2, Siglo Veintiuno ediciones, Bs. As., 1980, p.ig, 518.
No se trata de un significante que engendra sentido o que puede
llevarnos a una herm enéutica infinita (como suele criticársele aun
hoy al psicoanálisis), sino más bien de una clínica del significante ais­
lado y su posible apareamiento de goce o la fuga del sentido.
Si continuamos, sin temer a una lectura anacrónica24, se trata del
significante en su dimensión de letra, la cual sabemos que

"es mucho menos etimológica (precisamente diacrónica) que


homofónica (precisamente sincrónica)"25.

Hace ya varios años que veo a un sujeto que, según él, encontró
una salida al "caos" por la vía de la escritura26. Pero una escritura
que resultó ser estrictam ente artesanal 27. No es en sí el acto de escri­
bir lo que le evitó desengancharse del Otro -p u es éste ya era su ejer­
cicio habitual-, sino una modalidad de escritura, producto de su aná­
lisis, que osciló inicialmente entre la "poesía libre" y el "soneto", para
luego inventarse un estilo propio: "el emocionismo". Este estilo tiene
la particularidad de ser un soneto que no respeta la estructura rígida
del mismo pero que le ayuda a "encontrar el sentido". El emocionis­
mo es el nombre a "u n sentido" que es la evitación misma de su des­
lizamiento al infinito, como le sucede cuando retorna al ejercicio de
la poesía libre, o para poder eludir la extrema compacidad del sone­
to, que en él se expresa como taedium vitae e inercia.

24 Podríam os preguntarnos si es factible una lectura eucrónica de la obra de


Lacan. Las enseñanzas de J.-A. M iller y E. Laurent nos han transm itido, a mi
m odo de entender, un ordenam iento no canónico ni heurístico, sino lógico.
(Acerca de la lectura anacrónica en general, sugiero el libro de Droi-
H u b e r m a n , G v Ante el tiempo, Adriana H idalgo, Bs. As., 2005).
25 A riesgo de cansar al lector, podríam os continuar deslizándonos en la misma
página del texto donde añade: "Q ueda el hecho de que el inconsciente se pre­
Psi cosi s

ocupa más del significante que del significado...", Ibíd., pág. 551.
26 El m aterial com pleto correspondiente a este caso fue presentado en las jorna­
das del D epartam ento de Enlaces (EOL), noviem bre de 2006, V a sc h e t t o , E.,
"C aso A. Del 'arresto' al estilo propio". Inédito.
ACTUALES

27 "¿Q ué es el saber hacer? Es el arte, el artificio, lo que da al arte del que se es


capaz un valor notable, porque no hay O tro del Otro que lleve a cabo el Juicio
Final (...) Esto significa que hay algo de lo que no podem os gozar. Llam émoslo
el goce de Dios, incluyendo allí el sentido de goce sexual." L a c a n , }., El s e m i- ___
nario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 59. 21
Un pasaje por la clínica pobre

Hay algunos psicopatólogos que en su aguda mirada no se han


dejado hipnotizar por la fenom enología más productiva de la psico­
sis. Tal es el caso de Wolfang Blackenburg, quien se adentró en lo que
él llamó la "clínica pobre" de la esquizofrenia para tratar de descu­
brir cuál es el trastorno fundam ental28. Bien sabemos que lo que
Bleuler llamaba esquizofrenia, en sus manifestaciones clínicas más
conspicuas, era la presencia de los síntomas accesorios de la enfer­
medad (delirios y alucinaciones). El trastorno psicopatológico funda­
m ental para el psiquiatra del Burghózlhi, estaba centrado en la diso­
ciación, la Spaltung, lo que producía a su vez la falta de cohesión a las
representaciones -efecto generado por la pérdida de la representación
meta.
Lo interesante de Blakenburg es que va a interrogar, desde la
fenomenología, lo que Conrad llama la "apofanía"29, en el punto
donde se produce la vivencia de significación anormal; pero poniendo el
acento no solo en la Erlebnis sino también en la estructura de esta sig­
nificación anormal.
Las síntomas observables son en sí, una reorganización, una res­
puesta del sujeto (el delirio como tentativa de curación en Freud);
mientras que la incubación de tales estados, el campo preparatorio
con la perplejidad y el enigma, introducen los interrogantes precisos
y de rigor para el despliegue posterior. Desde luego que el modelo
clínico de las psicosis en la psiquiatría está construido sobre la base
de las expresiones más floridas y cautivantes. En este sentido, el
molde utilizado para la esquizofrenia desde Bleuler a nuestros días,
utiliza como soporte semiológico para todos los subgrupos el tipo
paranoide.
Es pertinente interrogarse junto a Blakenburg en las formas pauci-
sintomáticas si "en la ausencia de toda conciencia anormal de significa­
ción30, una esquizofrenia podría aun ser diagnosticada". lis decir, si
más allá de los síntomas de estado, puede pesquisarse la intimidad

28 B l a k e n b u r g , W ., La perte de ¡'evidencie naturelle. Una contnbution a ln psi/clioi>a-


aschetto

lologie des schizophrénies pauci-sym ptom atiques, Pressos Uni versilaires de Franco,
París, 1991.
29 C o n r a d , K ., La esquizofrenia incipiente. Intento de un anatisis de la ¡orina del deli­
rio, Editorial Alhambra, M adrid, 1961.
V

30 Corresponde a la traducción literal del texto de Bl.ikenbui)’,, .muque se lee


E mi li o

fácilm ente que el fenóm eno corresponde a una conciencia de siguí/u a¡ ion anor­
mal ya que lo aberrante no es la conciencia sino l.i sij'.nil k .h ion que percibe el
sufriente. Es solidario de esto la vivencia de significación en l.ispers (ver: 'Iralailo
22 de psicopatologfa general, FCE, Bs. As., 1991, p.ij». Id.s y ?íj;Iiv;.
morbosa. De hecho, es al punto en que se vuelve en cada agudización
o poussée de la enfermedad, un retorno al punto de interrogación ini­
cial, una vuelta por ese universo ptolomeico donde el sujeto padece
la experiencia más extrema de centralidad, clave de toda certeza.

La psicosis y los trastornos del lenguaje

"... para que estemos en la psicosis tiene que haber trastornos


del lenguaje, en todo caso les propongo que adopten provisional­
mente esta convención " . 31

En un artículo del 2003 del American Journal o f Psichiatry, el inves­


tigador Shitij Kapur se interroga acerca de los procesos mentales en
la psicosis proponiendo que la m isma es "un estado de significación
[salience] aberrante"32. Al margen del desarrollo biológico sobre el
que asienta este precioso trabajo, el mismo posee la virtud de señalar
el punto álgido de la fenomenología de la psicosis, lo que él llama
"experiencias de significación aberrantes". Acontecimientos que no
son privativos de las psicosis, como él lo aclara, sino que también se
suceden en personas normales: lo mórbido reside en la atribución (la
interpretación) que se le da. Es sugestivo leer a continuación de qué
manera el autor se pregunta sin ningún prejuicio, acerca de por qué
cuando a un paciente se le suspende la medicación neuroléptica, los
síntomas vuelven al mismo lugar del desencadenamiento de la enfer­
medad, vale decir al punto inicial de la experiencia de significación
aberrante. Algo m uy cercano a lo que Lacan define c o m o lo real.
Kapur ubica, sin mencionarlo explícitamente, el trastorno esencial de
la psicosis a nivel del lenguaje33. Vale decir, las experiencias de certe­
za en las cuales el sujeto se encuentra concernido por una significa-

31 L a c a n , J., El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., pág. 133.


32 K a p u r , S ., "Psychosis as a state of aberrante salience: a fram ew orking biology,
phenomenology, and pharm acoíogy in schizophrenia", American Journal o f
Psichiatry, january 2003. Com o se verá el térm ino "salience" lo he traducido
com o significación por sugerencia del Dr. Anibal Golchluck, quien fue el que
P sicosis

me acercó este trabajo. Verdaderamente, el fenóm eno se aproxima a lo que


Clem ens Neisser, a fines del siglo xix había definido com o "significación per­
sonal m órbida" y que viene a ser el "em brión lógico" del fenóm eno elemental.
33 Al respecto conviene no confundir a este autor con otros investigadores neu-
actuales

robiólogos com o E. Kandel, quien intenta el recorrido inverso al querer "v ali­
dar" las ideas del psicoanálisis m ediante la exploración directa del cerebro
hum ano. M ás aún, reconoce en este tópico su "fascin ación" actual. (Reco­
m iendo leer en su libro, Kandel, E., Psychiatry, psychoanalisis and the new b io lo g y ___
o fm in d , A PP ed., 2005, en su introducción, pág. xvii) 23
ción que le resulta enigmática. El significante aislado en lo real que
señala en una pura intencionalidad al sujeto, perceptum desvelado
que revela los qualia del mundo tal como son (mirada sin ojos).
Ese aspecto, es necesario recalcarlo, es ineliminable y a su vez
consustancial a las psicosis. Es el develam iento de la pura intencio­
nalidad del significante, es esa exagerada sensibilidad a las saliences
descripta por Kapur, o bien ese giro singular del espíritu que hace
"reglam entar las coincidencias" o "codificar lo im previsto", como lo
m encionan Serieux y Capras en sus Folies raissonantes.

Caso Antonio: una novedosa


form a de estabilización

Concurrió a mi consulta un joven que padecía de "ataques de


pánico". Fue tratado como tal mediante un tratamiento psicotera-
péutico, pero los síntomas fueron tomando tal magnitud, que gra­
dualmente usurparon la zona faríngea, el tórax, el epigastrio y hasta
los músculos respiratorios. Los médicos que lo asistían en la urgen­
cia le decían que era "psicosom ático". Pero lo cierto es que su estado
obedecía, según sus dichos, a un "cordón atravesado en la laringe".
Este cordón iba ciñéndose cada vez más hasta poner en riesgo su
vida.
Vino a la cita ayudado por familiares y amigos, ya que "no podía
dar un paso m ás". Manifiesta que llevaba un año en el tratamiento
psicológico, al cual acudía espontáneamente, pero a pesar de su
esfuerzo denodado y el del profesional, no había obtenido alivio
alguno.
Decidí tomar el "cordón" por el caso. Cada vez que en sus dichos
se derramaba la libido para diferentes partes del cuerpo (cabeza, pul­
mones, piernas, etc.) intervenía sobre la localización del "cordón":
-¡P ero si eso está allí!
La práctica inicial de yoga y luego artes m arciales le permitió ubi­
car "un problema energético en esa zona", para así condensar el goce
en una especie de anillo que bordea su garganta.
aschetto

34 Es im portante recordar el concepto de causa en Lacan para enlender que entre


V

ella y su efecto tiene que existir necesariam ente una hiancia: "lista huincia es
E mi li o

tan necesaria que para poder seguir pensando causa allí donde correría el ries­
go de ser colm ada, necesitam os hacer que subsista un velo sobre el determi-
nismo estrecho, las conexiones, a través de las cuales actúa la causa''. Lac an,
24 )., El seminario, Libro W, La angustia, Paidós, Bs. As., 21)06, págs. 318-319.
Hubo que transitar un largo camino para que el sujeto pudiera
decir acerca del punto de desamarre vital34. En el tiempo en que su
padre se queda sin trabajo y su familia debe transitar una crisis eco­
nómica, Antonio había comenzado sus estudios universitarios y es
donde comienza a preocuparse de una manera excesiva por la caída
de su cabello. Pasaba horas m irándose frente al espejo; cuando salía
a la calle percibía que las m iradas se dirigían a su verdaderamente
despoblada cabeza. Concurría a la facultad y los compañeros lo m ira­
ban de una manera que le resultaba intolerable. Una mirada que pri­
mariamente estaba localizada en las mujeres.
Sin embargo, el vínculo con los muchachos estaba conservado. De
una manera un tanto singular, relata que cuando había una compa­
ñera que le gustaba, "hacía todo lo posible para enganchar a otro
amigo, como que buscaba perjudicarme yo". El recurso a la realiza­
ción efectiva de la condición que conocemos en Freud como del "ter­
cero perjudicado" -ubicándose él en posición tercera-, venía a ser
una solución provisoria a su malestar.
Un buen día, almorzando con su familia, el padre se atoró con un
pedazo de comida y se produjo la caída. Se vino redondo al piso y
estuvo desvanecido por cuestión de segundos: "N o sé qué me pasó
allí, pero creo que caí yo también, eso me hizo muy m al". Pudo
situarse, en este instante, el desenganche que originó lo que el sujeto
llama "ataque de pánico", y junto al sitiado de estas coordenadas,
Antonio pudo empezar a encontrar bajo el significante "caída" otros
desabrochamientos: la caída del abuelo materno desde lo alto de una
tribuna de fútbol, la caída de su tío del techo de la casa, la caída del
cabello, el miedo a la re-caída.
Finalmente se produjo lo que el sujeto llama un "posicionam ien-
to": un buen día se levantó de dormir la siesta, fue a la casa de una
amiga que hacía un tiempo no veía y le entregó una flor espetándole
"te am o". Tamaño acto bizarro no tuvo otra contestación que la nega­
tiva, acompañada del predicado poco feliz: "Vos no me podés decir
eso porque yo no te veo como un hombre sino como un am igo".
A decir verdad, el analista previo lo peor al escuchar el relato ale­
lado del sujeto -q u e hasta entonces venía en vías de estabilización- y
echó a mano, en su intervención, algo que quizás estuvo en con­
P sicosi s

gruencia con la solución posterior que el sujeto encontró: "U sted en


esa frase se afirma como hombre, la contestación de ella, luego de su
declaración, no puede ser tomada literalmente en esos térm inos".
actuales

Tiempo después volverá a preguntarse qué es lo que hizo que él se le


"cayera" a una mujer, sorprendido de haber modificado, a partir del
acontecimiento, su "m odo de ser" -ta l com o lo refiere. Siente que
ahora no da más vueltas, ya que claram ente su retórica adquirió un 25
matiz performativo, lo cual le permitió soportar el encuentro con el
otro sexo: "Voy sin vueltas, m e le caigo de prepo35, me paro y
digo...". Junto al enunciado perform ativo -ta l como lo conocemos
con John L. Austin36- , todo su ser adquirió la fuerza de la palabra, de
tal manera que junto a la honestidad brutal con la que se presentaba,
asumió tam bién una posición erguida al m omento de hablar.
A propósito del m omento del desenganche expresará: "N o sé qué
pasó pero algo cambió en mí, era un autómata, un muerto en vida,
apenas podía caminar. Si en aquel mom ento hablé, no sé lo que dije,
contestaba pero yo no estaba allí (...) no querría decir esto, pero era
un muerto en vida".
Antonio pasó del puro parasitism o del lenguaje y de la desafecta­
ción absoluta del cuerpo a encontrar una función que se instala en el
acto de habla; una función de fonación 37 que alcanza el valor de pseu-
do falo, permitiéndole un modo de acceso amoroso sin otro referente
que la frase misma 38 .

Orientaciones

Podríamos pensar que las psicosis actuales, al igual que otros cua­
dros sintomáticos típicos, se desvían de la psicopatología en tanto
que la "pobreza" sintomática no es más que una desobediencia a la
narrativa médica del sufrimiento.

35 M odism o utilizado frecuentem ente para denotar im posición, precipitación o


actitud abrupta. No posee para el sujeto carácter de neologism o.
36 Se denom inan perform ativos aquellos enunciados que cum plen dos requisi­
tos: 1- describen una determ inada acción de su locutor y 2- su enunciación
equivale al cum plim iento de esa acción. Vale decir, que es una sem ántica que
necesariam ente incluye una pragm ática. Ver: D u c r o t , O.; T o d o r o v , T.,
D iccionario enciclopédico de las ciencias del lenguaje, Siglo Veintiuno editores, Bs.
As., 2003.
Son situaciones donde “decir algo es hacer algo; o en los que porque decimos
algo o al decir algo hacem os algo (...) [Las expresiones lingüísticas preform a-
tivas] m uestran en su rostro la apariencia - o por lo menos el m aquillaje gra­
m atical- de 'enunciados'; sin embargo, cuando se las mira de cerca, no son
aschetto

obviam ente expresiones lingüísticas que podrían calificarse de 'verdaderas' o


'falsas' [que son características de los enunciados]". Cf. A u st in , ]. L., Cómo
hacer cosas con palabras, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 53.
37 L a c a n , }., El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., pág. 125.
V

38 "Te-amo carece de m atices. Suprim e las explicaciones, los acondicionam ientos,


E mi li o

las gradaciones, los escrúpulos. En cierta manera -parad oja exorbitante del
lengu aje-. D ecir te-amo es hacer com o si no hubiese ningún teatro de la pala­
bra, y esa expresión es siem pre verdadera (no hay otro referente que su profe-
26 rición: es un preform ativo)." B a r t h e s , R., Fragm entos de un discurso amoroso,
Llegado este punto, exige este estudio una rectificación respecto
de un trabajo anterior 39 donde propuse el uso de las "clases interac­
tivas" de Hacking40, pero restringiéndolo casi exclusivamente al
plano imaginario, sin haberm e extendido sobre el nervio del asunto:
qué es lo que en el fondo produce la m utación de las clases.
En un primer término el individuo clasificado al ser autoconcien-
te de la clasificación modifica sus conductas y esto es acompañado
por la modificación del contexto que está dispuesto a alojarlo41:

C L A SIF IC A C IO N IN D IV ID U O
C L A SIF IC A D O

Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1998. Para una justificación clínica del uso
perform ativo del discurso amoroso ver: W a l k e r , V.; S o l a r i , R.; P e n e c in o , I.;
V a s c h e t t o , E., "Investigaciones en el dispositivo de presentación de enfer­
m os", http:/ /saludm entalsanisidro.blogspot.com . También en: V a sc h e t t o , E.,
"Fragm entos del discurso amoroso en la presentación de enferm os", trabajo
presentado en las Jom ad as anuales de la Escuela de O rientación Lacaniana
(EOL), diciem bre de 2007. Inéditos.
39 V a s c h e t t o , E., "Form as actuales del síntom a en la psicosis", en: El psicoanáli­
sis en lo contemporáneo, G l a z e , A. (comp.). Gram a ediciones, Bs. As., 2005.
40 La clase interactiva "es un concepto unitario que no se aplica a la gente sino a
las clasificaciones, a clases, a las clases que pueden influir en lo que se clasifi­
ca. Y debido a que las clases pueden interactuar con lo que se clasifica, la
m ism a clasificación puede ser m odificada o reem plazada". Esta interacción
ocurre en una m atriz amplia de instituciones y prácticas que rodean a la clasi­
ficación, de tal m anera que cuando ellas son conocidas por las personas o
quienes están a su alrededor y usadas en instituciones, cam bian las form as en
que los individuos tienen experiencia de sí m ismos. Por otra parte, hay clases
indiferentes, los fam osos quarks por ejem plo, los cuales no tienen conocim ien­
to de sí, no son autoconcientes; ellos pueden ser afectados por lo que los cien­
tíficos les hacen en los aceleradores, pero llam ar quark a un quark no da lugar
a ninguna diferencia en éste.
A lgo diferente pasa con la psicopatología, que para H acking contiene una clase
interactiva y una clase indiferente (la cual no necesariam ente es natural, esto
englobaría todo el problem a de la causalidad, lo cual supera los lím ites de este
sum ario escrito). A quel que adopta un modelo psicológico considera de algún
m odo a la enferm edad m ental com o interactiva, m ientras que el que adopta
un modelo biológico la considera com o indiferente (con las propiedades que
ejem plificam os con el quark).
P si cosi s

"N o es necesario, refiere el autor, abrazar la antipsiquiatría para constatar que


la clasificación com o esquizofrénico, así com o las habituales actitudes hacia los
esquizofrénicos y tam bién los tratam ientos a que se les somete, son asuntos que
los pacientes conocen intensamente, pese a todas sus pérdidas de lógica y sen­
actuales

tido de la realidad". "L a clasificación com o esquizofrénico -con tin ú a más ade­
lan te- afecta de muchas maneras a las sensibilidades de los clasificados."
H a c k in g , I., ¿La construcción social de qué?, Paidós, Bs. As., 2001, pág. 173-204.
41 Los gráficos que acom pañan el escrito están hechos a los fines de ilustrar el
desarrollo argum entativo. 27
Pero el individuo al ser autoconciente, genera a su vez, una lectu­
ra desviada de la clase en base a su propia singularidad. Se le ofertan
(o se le imponen) los significantes amo de la época, pero aunque
éstos sean receptados pasivamente por el individuo, el sujeto siem ­
pre fracasa en su lectura. El selecciona los significantes del enjambre
para representarse o dejarse representar, pero no puede evitar su
necesaria inadecuación. De ahí que se expresa en una nueva m uta­
ción de las clases:

C L A SIF IC A C IO N ------------------- ► IN D IV ID U O A a U TOCC


C L A S IF IC A D O J
^ M o d ificació n d e la clase

Esto demuestra que no se trata solamente del registro imaginario


de las clases y el bucle interactivo que se ocasiona en el individuo,
sino de entender la lógica mutativa a partir de que no hay un nom­
bre que finalmente pueda asir la causa:

(a)

(Hay un enjambre de significantes amo que se proponen o se


imponen al sujeto como clases, como trastornos, y un bucle interacti­
vo que se produce en el sujeto dejando caer como causa o como caso
lo que no ingresa en la clase, y esto retorna como imposible de sopor­
tar para la pasión nominalista del manual).

Posición

Una determinada relación del sujeto con el lenguaje, en su lógica,


aschetto

en su peso literal, en su intencionalidad real, y porqué no, en su


forma, se ha convenido en llamar psicosis -y el peso que posee este
vocablo crea la ilusión de un acuerdo con la psiquiatría.
V

Quizás se pueda traducir el epígrafe que encabeza este estudio al


E mi li o

modo de: "Cuidemos el sentido pues lalengua se cuida sola", o


mejor, "acompañemos a la construcción de un sentido posible pues
28 hay que saber hacer con eso que se impone".
Finalmente, la orientación, tal como Lacan lo plantea hacia el final
de su enseñanza, la orientación a lo real, forcluye el sentido42. Y si
hay un sentido posible, lo hallamos en "la copulación del len gu aje... con
nuestro cuerpo" 43
La enseñanza de las psicosis, de ayer y de hoy, es transmitida
hacia las neurosis casi por su revés: "Cuidem os el significante
(homofonía y letra) y suspendam os el sentido (solo queda el llamado
"poder discrecional del oyente"); al fin y al cabo el síntoma, para que
sea analizable, debe llevar en su seno un rastro de significación per­
sonal44.

Psi cosi s
actuales

42 L a c a n , J., El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., pág. 119.


43 Ibíd., pág. 120.
44 L a c a n , J., Problem as cruciales del psicoanálisis. Sem inario 1965-66 (inédito). 29
"Incurables"
A tres años de una experiencia inédita
con un grupo de pacientes llam ados "refractarios"

D e l fin a L im a Q u in t a n a , R a m ir o G ó m e z Q u a r e l lo ,
J o r g e Fa r a ó n , E m il io Va s c h e t t o *

C o n m i barca yo m e iré...
a n au frag ar
a n au frag ar
a n au frag ar
L a Balsa
(canción d el gru p o d e rock Los g atos)

"S i p o r u n a su erte e xtrañ a atrav esam o s la v id a en co n trán ­


d o n o s so lam en te co n gen te d esd ich ad a, no es accid en tal, no es
p orqu e p u d iese ser d e otro m od o. U n o p ie n sa que la gen te
feliz d eb e e star en alg ú n lado. P u es b ien , si n o se q u itan eso de
la cabeza, es que n o h a n e n ten d id o n ad a d el p sico a n á lisis".
Jacques L acan

Investigaciones clínicas en medio del naufragio

La práctica lacaniana según dice Miller, no posee más principio -


-s i se distingue de las o tras- que el de eso fa lla 1.
¿Cómo hacer una práctica que esté en el corazón mismo de lo que

* L im a Q u in t a n a , D .: concurrente psicóloga del Servicio de Salud M ental del


H ospital Central de San Isidro. A dm isora e integrante del dispositivo de
urgencias subjetivas de dicho servicio. Coordinadora del Grupo de pacientes
refractarios. / G ó m e z Q u a r e l l o , R .: concurrente psicólogo del Servicio de
Salud M ental del H ospital Central de San Isidro. Integrante del dispositivo de
Psi cosi s

urgencias subjetivas de dicho servicio. Coordinador del Grupo de pacientes


refractarios. / F a r a o n i , J .: m iem bro de la Escuela de la O rientación Lacaniana,
miem bro de la A sociación M undial de Psicoanálisis, integrante del Servicio de
Salud M ental del H ospital Central de San Isidro. Coordinador del Grupo
actuales

m onosintom ático de A taque de pánico y asesor del Grupo de pacientes refrac­


tarios. / V a s c h e t t o , E .: m iem bro de la Escuela de la O rientación Lacaniana,
miem bro de la A sociación M undial de Psicoanálisis, psiquiatra del Servicio de
Salud M ental del H ospital Central de San Isidro. Coordinador del equipo d e ___
urgencias subjetivas y más U no del cartel: Grupo de pacientes refractarios. 31
no anda? ¿De qué manera realizar una praxis en una institución con
pacientes cuyo rasgo es hacer fracasar el leitmotiv de esa institución:
el ideal de salud mental para todos?
El psicoanalista que trabaja en instituciones públicas debe operar
necesariamente en una tensión entre dicho ideal de salud (la paz
social) y el no hay satisfacción libidinal general2.
Como en toda terapéutica, o más aun, en toda práctica humana,
siempre aparece el aspecto de falla o de fracaso repetido; los trata­
mientos institucionales no son la excepción. Es así que decidimos
abocarnos a un grupo de pacientes, que en nuestro servicio de salud
mental3, presentaban como rasgo principal la ausencia casi absoluta
de respuesta a los tratamientos instaurados.
La primera pregunta que hicimos fue dirigida a los diferentes pro­
fesionales tratantes que habían comandado la asistencia de estos
enfermos. En sus afirm aciones nos encontramos con la evidencia de
marcadas dificultades en la transferencia (o más bien la ausencia de
ésta), en el lazo social, la preem inencia de rasgos acentuados de
carácter, e identificaciones cristalizadas -p o r nombrar algunos aspec­
aschetto

tos. La tendencia de estos pacientes es hacia la cronicidad (entendida


ésta como la elongación temporal de diferentes tratamientos), por lo
general con abundante consumo de psicofárm acos y la respuesta no
, J. F a r a o n i , E. V

se aproxima al ideal esperado.


La segunda pregunta fue por qué un sujeto (supuesto) debería
adaptarse al ideal de curación que prom ueve una institución.
Observamos que son concurrentes repetitivos a la misma y que el
rasgo de queja y reivindicación es frecuentemente hallado en su dis­
curso, pero a su vez no existe ningún precepto médico que obligue a
curar a alguien, ya que solamente conocemos el famoso adagio "pri-
uarello

mon non nocere".


Ahora bien, si estos pacientes son desde el punto de vista institu­
cional lo que se llama comúnmente "refractarios" (en términos técni­
Q

cos) o "incurables" (en un sentido contratransferencial), y no estamos


ómez

obligados a curarlos, se nos impuso la tercera pregunta: ¿por qué


, R. G

siguen viniendo?
El psicoanálisis aplicado, con su portavoz, el profesional de la salud
uintana

1 M i l l e r , J-A., "U na fantasía", en: Lacaniana N°3, EOL, 2005.


2 C o r o n e l , M arta, C rasn ich , Nancy, H erm ann, N ilda, I r r a z á b a l , Evangelina,
Q

L e s e r r e , Lucas, S o to , Adriana, La admisión de la asistencia, un proceso. Trabajo


de integrantes del Servicio de Salud M ental del HCSI, presentado en el XIV
. L ima

Encuentro A m ericano del Cam po Freudiano, Buenos Aires, 2005. Inédito.


3 N os referim os al Servicio de Salud M ental del H ospital Central de San Isidro,
Q cuyo jefe, el doctor Guillerm o Belaga, nos allanó el cam ino para la puesta en
32 m archa de la experiencia.
mental4, interviene en el espacio público, sabiendo que el intercambio
de saberes no es sin el malentendido. El empuje a la satisfacción y la
exigencia de felicidad son estigmas de una época cuyo destino cínico
no hemos logrado calibrar en su totalidad.
Si este grupo de consultantes asistían repetitivamente y exigían
un tratamiento, debíamos presuponer que ellos mismos estaban, en
algún aspecto (como veremos más adelante), advertidos de su incu­
rabilidad por más que ningún profesional se lo hubiera manifestado
así. Estábamos, por lo tanto, dispensados de curarlos, pero como ana­
listas dentro de la institución, no podíam os dejar de dar una res­
puesta: no una terapéutica como adaptación arbitraria al ideal de
salud mental, sino un tratamiento de lo imposible de curar.
De tal manera que estos pacientes que habían atravesado -entre
otros abordajes terapéuticos- el psicoanálisis, y ya habían sido cata­
logados como "inanalizables", nos impresionaban paradójicamente
como los sujetos más lacanianos: aquellos que portaban a flor de piel
un imposible. Pero había que saber sobre eso5.

4 " ...e l sujeto en su dem anda com o consistencia real, la psiquiatría com o con­
sistencia im aginaria y el psicoanálisis com o consistencia sim bólica se anudan
borrom eicam ente (...) y en esa estructura el profesional [de la salud mental]
que se confronta a la dem anda, ocupa el lugar del objeto a; causa de deseo, de
punto de calce del nudo em ergente por el m alestar que inducen en el sujeto
los efectos del lenguaje". Cf. R iv a s , E ., Psiquiatría/psicoanálisis. La clínica de la
sospecha, M iguel Góm ez ediciones, M adrid, 2000, pág. 22.
5 Dentro del cam po de la salud mental, pocas son las referencias que podem os
hallar a la hora de aproxim am os a la cuestión de la incurabilidad. En el caso
del libro de M ichael S t o n e (Personality-disordered patients. Treatable and
Untreatable, A m erican Psychiatry Publishing, Londres, 2006), el autor se ocupa
principalm ente de definir el espectro de personalidades, de rasgos o de
trastornos que entrarían dentro de lo que él considera com o "tratables".
D efine a su vez la "tratabilidad " com o "una com binación de cualidades -la
capacidad de som eterse a las reglas y al tiem po que dem anda la psicoterapia,
P sicosis

así com o una adecuada m otivación, reflexividad y habilidad para desarrollar


una alianza de trabajo con el terapeuta -q u e interviene para conducir, luego
de algunos m eses o años, a una significativa im pronta en la personalidad"
(pág. 213). M ientras que lo "in tratable" es definido en base a los intentos falli­
actuales

dos de distintas psicoterapias convencionales, que a su vez se prolongan en el


tiem po (pág. 214). (M ás adelante verem os las distinciones que dicho autor
realiza dentro del grupo de los intratables). N osotros preferim os el término
"in cu rable" por parecem os más afín al psicoanálisis, y en este sentido, pen­
sam os que lo incurable no im plica necesariam ente lo intratable. 33
Un lugar para el no-lugar

En líneas generales, hay un escollo respecto de la clasificación que


no es solo de los clínicos sino también de los pacientes. El sujeto hiper-
moderno es aquel que demanda saber en qué casillero será ubicado:
¿qué soy? (depresivo, panicoso, fóbico, bipolar). Es una pregunta de
actualidad que no tiene en su horizonte la falta en ser del "qué soy ahí
en cuanto al estupor de existir o al enigma del sexo", que son las pre­
guntas fundamentales del sujeto al Otro. Más bien, es un quién soy a
partir del trastorno (disorder). Algo, por cierto, muy lacaniano: la pre­
gunta por quién soy en el desorden, o quién soy en este desorden de
significantes amos que se imponen desde la cultura.
Por otra parte, es un desorden que recorre dos extremos de una
herradura. Hablamos recién de un extremo de la herradura, la de la
búsqueda fija de un significante que suture la grieta abierta del estu­
por sexual, pero en el otro extremo se ubica la errancia, que es: no hay
significante amo que ancle mi fracaso de existir, y no he podido
inventarme un nombre en singular que pueda escribir algo de mi
aschetto

destino.
S (Ji) (desorden)
, J. F a r a o n i , E. V
Q uarello
ómez

Al tratar de hallar un fundamento clínico para la conformación


del grupo, nos encontramos con un movim iento en el Reino Unido
, R. G

llamado la "postpsiquiatría" y que fue llevado adelante por un grupo


de personas que no obtenían resultado alguno con la terapéutica
uintana

médica, y que a su vez, descreían de las explicaciones que les brin­


daban los psiquiatras.
Uno de sus primeros grupos surgió en Holanda, con una mujer
Q

que padecía de voces y que no respondía a los neurolépticos, quien


L ima

pidió a una periodista salir en televisión para comentar su experien­


cia. Ella decía no creer en los argumentos esgrimidos por los profe-
D.

sionales acerca de su cerebro y los neurotransmisores. Luego de su


exposición en el medio, más de cincuenta escuchadores de voces lla­
maron por teléfono (!). La mayoría no habían tenido contacto con ser­
vicios psiquiátricos. Esto llevó a la formación de un grupo autoges-
tionado llam ado "resonancia", conjunto de personas que están en
desacuerdo con los diagnósticos y tratamientos médicos. Hoy en día
hay más de cuarenta grupos en Inglaterra, Gales y Escocia, confor­
mados en una red 6 que -seg ú n Braken y Thom as- les dan la oportu­
nidad a los escuchadores de voces de compartir sus experiencias
usando un encuadre no médico. Así los grupos realizan sus propias
explicaciones a partir del intercambio de singularidades y esto es lo
que les permite (aclaran los autores) obtener un sentido.
Estos dispositivos ponen en consideración la posibilidad de
invención de los sujetos en contraposición de la tendencia a medica-
lizar y a tecnificar los estilos de vida. Un verdadero tiro de gracia a la
agenda psiquiátrica y a la tan mentada guía clínica en pos de una
"efectividad" ajustada a los presupuestos estándar de la "evidence-
based-medicine"7.
Volviendo a nuestra experiencia en el ámbito de la institución, el
agrupamiento de aquellos pacientes que ningún profesional quería
asistir, se logró en base a un modo de nombrar algo que no tiene
nombre y que viene a desobedecer las categorías de la psiquiatría -y a
que no existe una nosografía de lo imposible de curar. Pudo surgir
entonces, la invención de un nombre que operó produciendo un efec­
to de comunidad. Una efectividad que hasta hoy capitaliza lo que
deja por fuera del lazo social a estos sujetos.

A tres años de la experiencia

Decidim os así conformar tres grupos al modo de grupos de refle­


xión8, a lo largo de tres años, teniendo como orientación principal el

6 H earing voices network (Red de escuchadores de voces): Los objetivos de la red


son: aum entar la conciencia de la voz audible, de las visiones, las sensaciones
táctiles y otras experiencias sensoriales; dar a los hom bres, m ujeres y niños
que tienen estas experiencias, la oportunidad de hablar librem ente sobre esto
Psi cosi s

en grupo; para apoyar a nadie con estas experiencias hay que entender, apren­
der y crecer con ellos a su m anera. Ver: ww w .hearing-voices.org.
7 Cf. B r a c k e n , P., T h o m a s , R, "Postpsychiatry", Oxford M edical Publications,
2005 y el artículo de los m ism os autores, "Postpsychiatry: a new direction for
actuales

m ental h e a lth ", B ritish M edical Journ al, 2001; 322:724-727. C itad o por
M a t u se v ic h , D., en su trabajo: Postpsiquiatría, presentado en el XXI Congreso
A rgentino de Psiquiatría de la APSA, A bril 2005.
8 De lo estrictam ente llam ado grupo de reflexión, que lleva su anclaje histórico
en los reconocidos "grupos operativos" ideados por el reconocido psiquiatra 35
ser una investigación clínica que no parte del tipo clínico, sino del
borram iento de las formas clásicas del sufrimiento (ya que son suje­
tos que no son claramente clasificables). Es el obstáculo el que, a cien­
cia cierta, subvierte la tendencia universalista que posee toda clínica.
De tal manera que se sostiene así la política del caso único como esco­
llo singular.
Los criterios de inclusión al grupo (desde luego, arbitrarios y con­
vencionales) fueron:
- el haber atravesado al m enos dos tratamientos dentro de nues­
tro servicio de salud m ental (psicoterapias individuales y grupales,
terapia psicofarmacológica, talleres clínicos) durante un lapso míni­
mo de un año 9
- el juicio clínico 10 del terapeuta. M ediante esta argumentación se
piensa la incorporación al grupo, pues no es un dispositivo de admi­
sión;
- el rasgo de incurabilidad o de refractariedad enunciado tanto
por el paciente como por el responsable tratante;
- pensar la inclusión del paciente como discontinua, aperiódica y
aschetto

no estándar. Por lo cual dicho integrante podría eventualmente dejar


de asistir al grupo para continuar solamente con el tratamiento que
, J. F a r a o n i , E. V

Enrique Pichon-Riviére, solo conservam os algunos detalles de su dinámica.


Tales son la articulación con las representaciones sociales y variables institucionales,
la pertenencia a un grupo y la explicitación de las situaciones conflictivas. Desde
luego, no pensam os en que haya respuesta subjetiva grupal, com o tam poco
síntom a com partido. M ás bien, el efecto sujeto que puede llegar a producirse
(com o lo hem os verificado), m ediante la presencia de form aciones del incons­
ciente o de la em ergencia del sujeto supuesto saber, es una contingencia que
uarello

deberá ser capitalizada en el dispositivo analítico. Para una síntesis de esta


modalidad grupal sugiero el resumen: Sobre los grupos de reflexión en institucio­
nes de Jaim e Castrellón Díaz, M éxico D.F (ww w .gruporeflexion.com .m x/gru-
posdereflexion /gruposdereflexion.htm )
Q

9 El argum ento convencional respecto del tiem po radica en que, para m ensurar
ómez

los efectos de un tratam iento psicofarm acológico a largo plazo, se suele utili­
zar por lo general el lím ite de los seis meses; en cuanto a las investigaciones
, R. G

en psicoterapia, la experiencia que poseem os en nuestro servicio - y que se


sustenta en otras investigacion es- el lím ite de los cuatro m eses o de dieciséis
sesiones es un tiem po suficiente para observar los cam bios terapéuticos ini­
uin tana

ciales (el 60% de las consultas finalizan antes de los 4 m eses). Para un trata­
m iento exhaustivo del tema sugerim os consultar: L e se r r e , L., "M ed ición de
efectos terapéuticos rápidos: investigación sobre 100 tratam ientos de 16 entre­
Q

vistas", trabajo presentado en el 3er Encuentro A m ericano, XV Encuentro


Internacional del Cam po Freudiano, Brasil, agosto 2007. Sugiero asim ismo,
. L ima

consultar otras experiencias sim ilares dentro del Cam po Freudiano, com o son
los CPCT (Centros Psicoanalíticos de Consulta y Tratam iento) o en nuestro
país, PAUSA (Psicoanálisis A plicado a las Urgencias Subjetivas de la Actua-
36 lidad).
viene realizando, o bien, concurrir las veces que él m ismo lo consi­
dere;
- algunos tipos clínicos y/o rasgos: pacientes con síntomas mudos
(sin significación), caracteropatías, sujetos querellantes, posiciones
de rechazo al saber, distímicos, irresponsables, entre otros. Funda­
mentalmente, pacientes inclasificables.

Al no ser una psicoterapia de grupo la derivación se piensa con el


profesional tratante, el cual sigue como responsable del caso, conti­
nuando el paciente paralelam ente con el grupo durante un tiem po a
determinar.

Y como criterios de exclusión:


- Pacientes en urgencias o en estados psicopatológicos agudiza­
dos (acting outs, auto o heteroagresividad, excitación psicomotriz,
etc.).
- Pacientes compensados que requieren un seguimiento a largo
plazo (por ejemplo esquizofrenia, síndromes psicoorgánicos, trastor­
nos delirantes, etc.).
- Pacientes en transferencia.
- Aquellos pacientes que confían en que tanto una medicación
como algún otro tipo de psicoterapia, pueden curarlos.

El inicio de las reuniones fue un fiel reflejo del obstáculo clínico


en ciernes. Se tuvieron que postergar los encuentros en tres ocasiones
debido a la ausencia de los integrantes. Pese a esto, todos afirmaron
el haber concurrido al hospital para asistir al grupo, pero sorpren­
dentemente se quedaron esperando solos, sin encontrarse entre ellos
ni con los terapeutas que coordinarían el dispositivo. Como en todo
abordaje colectivo, sus efectos deben verificarse entre lo múltiple y el
uno por uno. En este caso la circulación de un proceso de identifica­
ción horizontal, tal como lo menciona Lacan en "L a psiquiatría ingle­
sa y la guerra"11, fue la ocasión para el despliegue de los términos
que hacían a las dificultades de inserción en un vínculo social para
estos sujetos. "Soledad", "trabajo", "depresión", "pánico", "incapaci­
dad", fueron algunas de las letanías grupales que recorrían ámbitos
PSI COSI S

10 Cf. M il l e r , J.-A ., Del Edipo a la sexuación, ICBA-Paidós, Bs. As., 2001.


11 "E n efecto, todo déficit físico o intelectual asum e para el sujeto dentro del
ACTUALES

grupo un alcance afectivo en función del proceso de identificación horizontal


que el trabajo de Freud, antes evocado [Psicología de las m asas...], quizás sugie­
re, pero que descuida en provecho, si puede decirse así, de la identificación
v e r tic a l c o n e l je fe " C f. L a c a n , J., " L a p s iq u ia tría in g le s a y la g u e r r a " , Uno p o r ___
uno N° 40, EO LIA-Paidós, Bs. As., 1994, págs. 12-13. 37
comunes, y que desplazándose en las bocas quejosas de uno a otro,
acentuaban el aislamiento al que estaban confinados12. Apatía, des­
gano, ideas de muerte, tomaron el relevo. Siempre con un sesgo: "la
imposibilidad no te deja hacer cosas", según dijo alguno.
Un "estar mal" que afecta (o no afecta) a los otros. En este sentido,
pensábamos que aparecía una dim ensión del sufrimiento, pero cuya
particularidad era la atribución subjetiva al otro, al igual que su des­
conocimiento. Un paciente lo expresó del siguiente modo: "Cuando
estás mal la gente no quiere saber nada". Vale decir, una considera­
ción opuesta al síntoma, que requiere ese valor de autoconciencia
(para decirlo en términos hegelianos) del sufrimiento y la dimensión
enigmática que convoca a una verdad13. Esta posición refractaria al
tratamiento (no querer saber nada) implica que el sujeto no logra
orientar el síntoma como m ensaje al Otro.
Esto es lo que dificulta una delimitación estricta entre lo normal y
lo patológico, en la dirección misma en que Freud lo bosqueja en
"M oisés y la religión m onoteísta":
aschetto

"Hay una multitud de procesos similares entre aquellos que


nos ha dado la exploración analítica de la vida anímica. De estos,
una parte se los llama patológicos y otra parte se los incluye en la
, J. F a r a o n i , E. V

diversidad de lo normal. Pero ello poco importa, pues las fronte­


ras entre ambos no son netas, los mecanismos son en vasta medi­
da los mismos; y es mucho más importante que las alteraciones en
cuestión se consumen en el yo o se le contrapone como algo ajeno,
en cuyo caso son llamados síntomas" . 14

La invisibilidad o ausencia del síntoma freudiano es solidaria, en


uarello

gran medida, del borram iento de una clínica estructural y disconti-


nuista y es lo que favorece el ingreso de esta investigación dentro del
programa de las psicosis ordinarias15. Desde luego, no todo refracta-
Q ómez

12 Justam ente se trata de sujetos que no han llegado ni tan siquiera al encanta­
, R. G

miento que producen los efectos identificatorios de grupo y que am enguan el


em bate m oral que im plica la no adaptación a la salud psíquica.
13 "El síntom a com o algo que señala al sujeto que sabe que eso le concierne, pero
uintana

no salie lo que es", Cf. L a c a n , J., Seminario 12, Problem as cruciales del psicoaná­
lisis, 1964-1965 (inédito).
14 F r e u d , S., "M oisés y la religión m onoteísta" (1939), en: Obras completas, t.
Q

XXIII, Am orrortu, Bs. As., 1980, pág. 120.


15 M uy bien señalado por Silvia Baudini, cuando se refiere a que las psicosis
D. L ima

ordinarias no son ni una categoría clínica, ni un diagnóstico, sino "un progra­


ma que tiene que ver con el tratam iento; lo que hacem os se inscribe en la posi­
bilidad de vivificación del sujeto psicótico, y que el psicoanálisis sostiene". Cf.
38 Las nuevas form as de la psicosis. Segundas Jornadas Interinstitucionales de
rio estaría incluido en la noción de psicosis ordinaria, pero sí, el con­
junto refractario aporta - a nuestro modo de v e r- información valio­
sa acerca de los elem entos de normalización, de consistencia o de
sínthoma para algunos casos.

Insistencia / resistencia y variantes

El carácter, para W ilheim Reich, se ubica como una construcción


producto de un proceso estructural, individual, sociológico e históri­
co, que permite un m odo de adaptación a las exigencias tanto exter­
nas como internas.

"La necesidad de reprimir los deseos instintivos es la que le da


nacimiento al carácter (...) el establecimiento de un rasgo de
carácter indica que un problema de represión ha encontrado una
solución, o que su existencia quita sentido a un proceso de repre­
sión, o que éste se transforma en una estructura relativamente
rígida y aceptada por el yo " . 16

Dadoun explica la concepción del carácter en Reich, en "con e­


xión" con el placer:

"La energía instintiva es consumida por el proceso que desem­


boca en la reunión y en la amalgama de los contenidos del carác­
ter (identificaciones, formaciones reactivas, etc . ) " . 17

Por consiguiente, dice Dadoun,

"La libido no está dirigida hacia un objeto determinado, ni


siquiera hacia el yo, sino que en la misma operación de estructu­
ración se carga a sí misma; el propio proceso estructural se con­
vierte en actividad hedonista. Por lo tanto, cabe hablar de un
auto-goce de la estructura... la estructura gusta de sí misma " . 18

Para W. Reich el carácter era analizable, en tanto que constituía el


PSI COSI S

punto de partida para acceder a los conflictos inconscientes. Ahora

Psicoanálisis Aplicado. O rganizadas por la Fundación Etiem, setiem bre de


ACTUALES

2007, pág. 17.


^ D a d o u n , R. Cien flores para W ilheim Reich, A nagram a, Bs. As., 1975, pág. 118.
Anagrama.
17 Ibíd., pág. 119.
18 Ibíd., pág. 119. 39
bien, hay que observar si esta defensa es un punto de partida o un
modo de arribo, ya que bien pudim os ver en uno de los sujetos, que
el hecho de vertir al espacio grupal la queja de no poder levantarse,
salir o trabajar, en esas letanías (propias de la caracteropatía depresi­
va o melancoloide), evitaba el hecho de acudir a un lugar que ya
tenía previsto para matarse.
Para otros, la coraza de carácter 19 -com o lo llama R eich - era una
de las formas de la enferm edad del otro (especular).
Asimismo, una pregunta sobrevolaba inquietantemente la atmós­
fera de la reunión: "¿cóm o hacer que el otro entienda lo que padece­
m os?"20.
En "Variantes de la cura tipo" Lacan habla de W. Reich, "[quien]
ha definido perfectamente las condiciones de la intervención en su
modo de análisis del carácter, considerado con justicia como una
etapa esencial de la nueva técnica, reconoce no esperar su efecto sino
de 21 su insistencia " . 22
Lacan remarca que es un error el oponer, a la resistencia del ana­
lizante, la insistencia producida por la sugestión del analista. Sin
aschetto

embargo, podríamos invertir estos términos ya que en otro mom en­


to será él mismo quien dirá que las resistencias son del analista y que
la insistencia, que relaciona tanto el carácter como la demanda pul-
, J. F a r a o n i , E. V

sional, se ubica más del lado del analizante. A propósito, comenta


Germán García en Fundamentos de la clínica, que

"El concepto de resistencia es la decepción del analista (...)


¿qué quiere decir resistencia?, que no aparece lo que espero; no
tiene más sentido que ese. Por eso es que Lacan puede decir que
la resistencia es en verdad resistencia del analista y no del anali­
uarello

zante" . 23
Q

19 "C haracter arm or", Cf. R e ic h , W ., Character analysis. En particular el capítulo


ómez

IV p. 40 y sgts. Ed. N ooday Press, 1961.


20 ¿Cómo hacer en térm inos terapéuticos con sujetos que ya han hecho un auto-
, R. G

tratam iento llegando a lograr una consistencia tal? Por ello es que Lacan con-
ceptualiza lo im aginario com o consistencia en su última enseñanza, donde
hay una dejerarquización de los tres registros (ISR). Consistencia afectada por
uintana

lo im aginario, que no es el agujero en lo sim bólico ni la ex-sistencia en lo real.


Cf. L a c a n , J, El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, págs. 37 y
50.
Q

21 En la edición francesa que de son= "más que de", nos da la im presión de un


m ejor entendim iento. Cf. L a c a n , ]., "Variantes de la cure-type", en: Ecrits 1,
. L ima

Seuil, París, 1999, pág. 336. [El subrayado es nuestro]


22 L a c a n , J., "Variantes de la cura-tipo", en: Escritos 1, Siglo Veintiuno editores,
Q Bs. As., 1985, pág. 325.
40 23 G a r c í a , G ., Fundam entos de la clínica, O tium ediciones, Tucumán, 2007, pág. 13.
Del lado de lo incurable, conviene pensar que estos sujetos vienen
con una solución, vienen curados, aunque no desde el punto de vista
médico; pero esa solución, es una autocuración que los deja por fuera
del vínculo social. A veces, algunos sujetos aman esas soluciones más
que ninguna otra cosa; y bien podemos decir que en términos freu-
dianos, han perdido la capacidad de amar los objetos del mundo de
no ser lo que se reduzca a su propia causa.
¿Hay una prevalencia imaginaria? Pues sí, en tanto que consis­
tencia. De ahí el rasgo querellante en la m ayoría de los refractarios,
que no es rebeldía, no es lo rebelde del síntoma.
El carácter es consistencia y por eso es paranoico. Es lo que desli­
za Lacan en el seminario El sinthome cuando menciona el plegamien-
to de los tres registros como consistencia, la cual siempre está afecta­
da por lo imaginario y ahí es donde coloca la psicosis paranoica24. "El
carácter es paranoico" (al igual que el yo) -sería la fórmula lacania­
n a-, lo cual es una inversión de la famosa frase de Clérambault de
que "el paranoico delira con su carácter" (Los delirios pasionales, eroto-
manía, reivindicación, celos, 1921). Todo esto en disidencia con la for­
mulación kraepeliniana clásica de la paranoia como el resultado más
acabado de un carácter morboso.
Estos pacientes que en un principio parecían los más reacios al
psicoanálisis, fueron paradójicam ente los más lacanianos en tanto
portaban un incurable a flor de piel. Algunos incluso como decisión
lograda.

Efecto "com unidad de vida"

Llegado este punto podemos dar cuenta de algunos efectos (ines­


perados por cierto) que pudieron verificarse en la dinámica de las
reuniones.
El primero de ellos fue la prescindencia del grupo respecto de los
coordinadores, que dio cuenta como decíamos anteriormente del fenó­
meno de identificación horizontal, pero principalmente de un efecto
de comunidad de vida. Empezaron a juntarse antes y después de las reu­
niones, y así al más abúlico lo iban a buscar a la casa, mientras que al
PSI COSI S

más solitario le intentaron buscar una compañera; a la más inhibida le


propusieron una actividad manual, y al que tristemente permanecía
en cama lo despertaban con música. Todo sin dejar de lado el cántico
ACTUALES

repetitivo que ahora se hacía coral: "Estam os peor que nunca".

24 L a c a n , ]., El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2 0 0 6 , p á g . 5 3 . 41


En segundo término, tres de ellos dejaron de concurrir: una mujer
cuyo desplazamiento de la queja débil del "n o hay trabajo" al "qui­
zás no me publicité lo suficiente", resultó ser inédito. Otro descubrió
que había obtenido, gracias al arte de su psiquiatra, un efecto benefi­
cioso de los psicofármacos. La tercera, abandonó la concurrencia al
hospital -ergo, todo tratamiento en cu rso- cuando no pudo lograr su
jubilación por discapacidad
Pero también tenemos el curioso caso de B., un sujeto querellante
confrontado repetitivamente con todo el personal médico de la insti­
tución: cirujanos, médicos clínicos, cardiólogos; con psicólogos direc­
tamente ni hablaba (no había tenido una buena experiencia previa)...
finalmente lo deriva su psiquiatra quien tampoco encontraba el plan
farmacológico que lo apaciguara. Al concurrir al grupo se establece
una extraordinaria paradoja: encuentra un lugar en la institución
donde denunciar a la institución misma. Luego de una única concu­
rrencia, suspende los encuentros. Al llamado telefónico el sujeto res­
pondió con gratitud, por habérsele dado un espacio para decir que
ese no era un grupo para él. El resultado fue el mismo que en su his­
aschetto

toria previa, pero en vez de ser rechazado por el amo, él es quien


decide que no es su lugar. Ahora sabe y toma la decisión. Es un no
como algo diferente a lo anterior.
V

Finalmente, otra integrante, luego de quejarse de su familia, pasó


E.

a quejarse de las mujeres, y por último, hablar de la muerte. El rela­


Fa r a o n i,

to de un sueño, como form ación del inconsciente, rubricó su salida


del grupo hacia un espacio analítico con uno de los coordinadores.
J.
,

¿C u rar de qué?
uarello

C. cuenta que luego de un accidente se le produjo un daño en el


Q

hueso del cráneo, dejándole como saldo una "depresión". En con­


gruencia con ese relato, G. expresa que lleva consigo "una herida que
ómez

no cicatrizará jam ás". Más adelante, volverá C cerniendo esa insis­


G

tencia, que bajo el significante "depresión", velaba el dolor de existir;


R.

mientras que G. se referirá en esa abertura (la herida), al acento de


,uintana

certeza al que lo convoca la realidad cotidiana (nunca había podido


enunciar hasta aquí el hecho de llegar a cualquier lugar y percibir en
el ambiente algo que tiene que ver con él, es decir, que le concierne).
Q

Michael Stone, uno de los pocos psiquiatras que se han atrevido a


pensar, en los términos actuales de la especialidad, el pesimismo
. L ima

terapéutico reinante en el terreno de las caracteropatías, divide el


Q espectro de "tratabilidad" en tres grandes zonas:
42
« o á
Región B Región B H H Región C

Q O f

En la región A, los pacientes tratables, C intratables y B lo que él


llama la "zona gris", en referencia a que se obtiene de allí un "éxito
más incierto". En la región C, los "intratables", pueden ser subdivi-
didos en "salvables" e "insalvables", siendo estas distinciones tami­
zadas por el concepto de psicopatía -distinción si las hay, más cerca­
na al prejuicio moral que a la evidencia clínica25. La recuperación, en
el caso de los salvageables, está m otivada por el factor "prosocial",
mientras que en el caso de los unsalvageables, el espectro narcisista es
el que rubrica la categoría. Para los primeros, aquellos que tuvieron
una evolución favorable, y que sin embargo no recibieron tratamien­
to alguno, muchas veces fueron "salvados" por ciertas contingencias.

"El destino cura a menudo enfermedades mediante conmocio­


nes felices, por la satisfacción de necesidades, la realización de
deseos; con él no puede competir el médico, que, fuera de su arte
específica, suele estar condenado a la impotencia " . 26

En cuanto a la región B, resulta interesante el hallar como factor


contributivo (del éxito terapéutico) al entusiasmo del terapeuta27. Más
allá del magro aporte que realiza este libro a la clínica y el realismo
ingenuo que lo sustenta, posee el valor de haberse adentrado hacia
una variable no desdeñable en la práctica: el deseo del profesional. A
punto tal que sin saberlo, invita a colegir lo siguiente: que lo tratable
o lo intratable, en esa "gray zone" puede ser zanjado por el deseo del
terapeuta.

15 O bservem os por un instante el concepto de psicopatía aportado por Kurt


Schneider (autor llam ativam ente obviado por Stone) donde el criterio adopta­
do para su definición - y lo dice con todas las letras- es "co n arreglo a un punto
de vista de valoración de índole m uy relativa (sociológica)". Por lo que el tra­
Psi cosi s

tamiento, propuesto por el psiquiatra germ ano, es más bien de índole peda­
gógica o coercitiva que m eram ente m édico. Cf. S c h n e id e r , K., Patopsicología
clínica, Ed. Paz M ontalvo, M adrid, 1975, págs. 33-61; y en Las personalidades psi­
copáticas, M arata, M adrid, 1962, pág. 27 y sigtes.
actuales

26 F r e u d , S., "Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu)" (1905), t. I, XXIV, en:


Obras completas, Amorrortu, Bs. As., 1980, pág. 1021.
27 " ( ...) a couterintuitive factor, duch as the therapist's 'youthful enthusiasm '
m ight also have an effect". Cf. S t o n e , M ., "Personality disorders patients.
Treatable and untreatable", American psychiatric publishing, 2006, pág. 220. 43
Podríamos pensar así, que aquellos pacientes que para nosotros
mismos habían sido alojados en la región C como intratables, pudie­
ron ubicarse en esta región intermedia produciéndose una inversión
del vector terapéutico: ahora somos los profesionales los que tene­
mos que curarnos del fu ror sanandi.
El poder soportar ese espacio y la asombrosa disposición de los
concurrentes al mismo, fueron provocados (es una de nuestras hipó­
tesis) por una versión del deseo del analista, como aquel deseo de
obtener lo incurable. Son estos sujetos, despreciados por no ser ana­
lizables y desdeñados por nuestra infatuación, quienes pueden ense­
ñarnos a los psicoanalistas acerca de eso, y en la misma medida, a
curar del deseo por curar.
Si el psicoanálisis viene dando, sin lugar a dudas, una respuesta
inédita al sufrimiento del hombre, es porque desde su surgimiento se
detuvo en las venas de esa subjetividad marginal, develando lo que es
la estructura del deseo a una profundidad inesperada28.
La institución médica con sus reglas y normativas no había logra­
do alojar lo que podríamos llamar la errancia de estos pacientes, empe­
E. V a s c h e t t o

ro bajo el nombre de refractarios se propició un modo de nominar eso


que no tiene nombre y que desobedece las categorías psiquiátricas.
Fue la invención de un nombre provisional lo que produjo, en suma,
un efecto de comunidad alojando esa errancia asubjetiva29.
Será nuestra tarea de investigación el poder hallar bajo el nombre
J. F a r a o n i ,

indistinto 30 que aloja esa errancia (ser "refractario"), el trazo singular


que ancla el goce de cada quien .31

Bibliografía
Q uarello ,

A ram b u ru , J.: El deseo del analista, C ap ítu los: " E l d eseo d el an alista y la p u l­
sió n " y " E l d eseo d el a n a lista ", Tres H ach es, Bs. A s., 2004.
M iller , J.-A .: La e ró tica del tiem p o, C ap ítu los: " 7 de abril d e 2 0 0 0 " y " 8 de
abril de 2 0 0 0 ", Tres H ach es, Bs. A s., 2001.
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nálisis, "L a e x c o m u n ió n ", P aid ó s, Bs. A s., 1991.
Quintana,

28 L a c a n , J., "Variantes de la cura-tipo", op. cit., pág. 330.


29 Al decir de A lexandre Stevens son los sujetos "que encuentran su regla en la
errancia m ism a". Cf. S t e v e n s , A., "L'errance du toxicom ane", en: Paradis toxi­
. Lima

ques, Rev. Quarto N ° 79, Juin 2003, págs. 24-26.


30 Cf. M i l n e r , J. C., L os nombres indistintos, Paidós, Bs. As., 1998.
___ 31 A gradecem os la colaboración del Dr. Curt H acker por sus esclarecim ientos
44 acerca de la obra de W. Reich y los generosos aportes de Germ án García.
Itinerario de trabajo
Debido a lo exiguo de nuestro escrito, proponemos al lector que quie­
ra adentrarse en estos asuntos, los puntos que han motivado este tra­
bajo de investigación:

Carácter
Curable/incurable; terminable/interminable
Deseo del analista

De estas tres ideas directrices se desprenden los siguientes vasos co­


municantes:
Degeneración (en Freud)
Reacción terapéutica negativa
Resistencia
Pulsión
Curación
Destino

1) C a rá cte r:

F r e u d , S., "H ipnosis" (1891), Obras completas, 1 . 1, Amorrortu, Bs. As.,


1980, pág. 138,
F r e u d , S., "Carta 18" (1884); "Carta 72" (1897), Obras completas, t. 1,
op. cit.
F r e u d , S., "La sexualidad en la etiología de las neurosis" (1898), Obras
completas, t. 1, op. cit., pág. 272.
F r e u d , S., "La interpretación de los sueños" (1900), Obras completas, t.
V, op. cit., pág. 533.
F r e u d , S., "E l método psicoanalítico de Freud" (1904), Obras comple­
tas, t. VII, op. cit., pág. 241.
F r e u d , S., " Tres ensayos de una teoría sexual" (1905), Obras completas, t.
VII, op. cit., pág. 126, 127, 218.
F r e u d , S., "Sobre psicoterapia" (1905), Obras completas, t. VII, op. cit.,
Psi cosi s

pág. 253.
F r e u d , S., "Carácter y erotismo anal" (1908), Obras completas, t. IX, op.
cit., pág.158.
actuales

F r e u d , S., "L a moral sexual cultural y la nerviosidad m oderna"


(1908), Obras completas, t. IX, op. cit., pág. 175-6.
F r e u d , S., "L a predisposición a la neurosis obsesiva" (1913), Obras
completas, t. XII, op. cit., pág. 343-344, XII.
F keud , S., Conferencia 17 "El sentido de los síntom as" (1916), Obras
completas, t. XVI, op. cit., pág. 38.
F reu d , S., " A lg u n o s tip o s d e c a rá c te r d ilu c id a d o s p o r el tra b a jo p si-
c o a n a lític o " (1916), Obras completas, t. XVI, op. cit.
F r eu d , S., "E l estado neurótico com ún", conferencia 24, (1916/17),
Obras completas, t. XVI, op. cit., pág. 346.
F r eu d , S., "L a angustia", conferencia 25 (1916/17), Obras completas, t.
XVI, op. cit., pág. 362.
F r eu d , S., "Resistencia y represión" (1 9 1 7 ), Obras completas, t. XVI, op.
cit., pág. 272.
F r e u d , S., "Pegan a un niño" (1919), Obras completas, t. XVII, op. cit.
F r e u d , S., "E l yo y el ello" (1923), Obras completas, t. XIX, op. cit., pág.
31.
F r eu d , S., "U na neurosis dem oníaca" (1922), Obras completas, t. XIX,
op. cit., pág. 93.
F r e u d , S., Conferencia 32, "Angustia y vida pulsional" (1933), Obras
completas, t. VII, op. cit., pág. 84.
o F r eu d , S., "M oisés y la religión m onoteísta" (1939), Obras completas, t.
L XXIII, op. cit., pág. 120.
5 L a c a n , ]., El seminario, Libro 20, La angustia, Paidós, Bs. As., 2005, pág.
^ 156 (Referencia al "neurotic carácter" de Alexander).
^ L a c a n , ]., El seminario, Libro 2 3 , El sinthome, Paidós, Bs. As., 2 0 0 6 .

o v e rtie n te d e l sín to m a : v e rtie n te d el sinthome:


^ verdad goce (+ -)
<
sujeto parlétre
falta en ser ser
° falta agujero
^
Cd fantasma consistencia del cuerpo
^ campo del Otro Uno
O' sentido sinsentido
represión defensa 1
■o

“ • 2) C u ra b le /in c u ra b le ; te rm in a b le /in te rm in a b le :
<
z
h A c u ñ a , E., Síntom a-carácter-sublim ación, www.elsigma.com/site/
| detalle.asp?IdContenido=7088
® F r e u d , S., "Psicoterapia (Tratamiento por el espíritu)" (1905), Obras
5 completas, 1.1, op. cit., págs. 1014, 1021 y 1026.
Zj
Q 1 Este gráfico, con algunas m odificaciones, fue expuesto por G erm án García en su
46 curso en la Fundación Descartes, año 2006.
F r e u d , S.; "Sobre psicoterapia" (1 9 0 5 ), Obras completas, t. I, op. cit.,
pág. 1 0 0 8 -1 0 0 9 .
F r e u d , S., "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico"
(1912), Obras completas, t. XII, op. cit., págs. 114, 118.
F r eu d , S., "Sobre la iniciación del tratamiento" (1913), Obras comple­
tas, t. XII, op. cit., págs. 131, 141,143.
F r e u d , S., "M ás allá del principio del placer" (1920), Obras completas,
t. 3, op. cit., pág. 2541.
F r e u d , S., "El yo y el ello" (1923), Obras completas, t. CXXV, Cáp. V, op.
cit., pág. 2722.
F r eu d , S., "A nálisis terminable e interm inable" (1937), Cáp. V, Obras
completas, t. XXIII, op. cit., págs. 222, 223, 227, 228, 232, 236, 244, 251.
F r eu d , S., "Esquem a del psicoanálisis", Obras completas, t. XXIII, op.
cit., pág. 177, 180.
M ill er , J-A., "M arginalia de M ilán", París, 29 de abril, 1993. Segunda
Parte, Rev. Uno por uno, pág. 23.
M ill er , J-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalitica, Paidós, Bs.
AS., 2005.
http: / /www.lacanian.net /0rnicar% 20online /A rchive% 200D /orni-
car /articles /153fre.htm.

3) D e se o d e l a n a lista

A r a m b u r u , )., El deseo del analista, Tres Haches, Bs. A S ., 2000. Los capí­
tulos: El deseo del analista y la pulsión" y "E l deseo del analista".
M ill er , J.-A ., La erótica del tiempo, Tres Haches, 2001, Capítulos: "7 de
abril de 2 0 0 0 " y " 8 de abril de 2 0 0 0 ".
C o tt e t , S., Freud y el deseo del psicoanalista, Manantial. Capítulos XV y
XVI.
L a c a n , J., El seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 1995. Capítulo I "La excom unión".

DESEO DEL ANALISTA

CAUSA CARÁCTER
Psi cosi s

Objeto a Objeto a
Causa de deseo Plus de goce
actuales

Resistencia Insistencia
V asos co m u n ic a n te s :

E le b , D., Figuras del destino, Manantial, Bs. As., 2007.


D eu tsc h , H., "N évrose hystérique de destinée", en Les introuvables,
Seuil, París, 1992, págs. 169-184.
M e e d , M ., Sexo y temperamento, Paidós, Barcelona, 1982 ("El inadap­
tado"), pág. 244.
R e y n o l d s , La vibración de la música, puede encontrarse en You tube, o
bien, el documental Buscando a Reynolds (2004), presentado en el VI
Festival de cine independiente. Grupo de música inclasificable, cuyo
estilo ha sido denominado por algunos críticos como "m úsica expe­
rim ental", se trata en realidad de la No-música. Liderado por su bate-
rista (Tomasín), quien padece de síndrome de Down, han sido reco­
nocidos en varios países del mundo. Su repertorio contingente y caó­
tico está montado sobre una com posición en tiem po real. Uno de los
discos editados en nuestro país, desmaterializado, venía ser una caja
sin nada adentro.
E. V a s c h e t t o
J. F a r a o n i ,
Q uarello ,
R. G ó m e z
Q uintana,
. Lima

D
II. Normalidades
Las otras psicosis
¿ A partir de cuándo se está loco?

J o s é M a r ía Á lv a r ez ,
Juan de la P e ñ a y J o s é R o d r íg u e z E ir a s *

La preocupación por delimitar las fronteras de la locura viene de


antiguo, aunque solo con el nacimiento de la psiquiatría se convirtió
en una exigencia que la nueva ciencia debía asumir y resolver con
urgencia. Como consecuencia de la consolidación de la ideología de
las enfermedades mentales a lo largo del siglo xix, se produjo una
hipertrofia de la nosografía psiquiátrica que daba cuenta de las difi­
cultades de trazar las lindes divisorias entre las diversas enfermeda­
des mentales, y entre éstas y la normalidad. Especialmente con la apa­
rición de las sucesivas ediciones de Psychiatrie, del profesor Emil

* J o s é M a r ía Á l v a r e z , psicoanalista, m iem bro de la A sociación M undial de


Psicoanálisis (AM P), D octor en Psicología y E specialista en Psicología Clínica
del H ospital Psiquiátrico Dr. V illacián de Valladolid, tutor y corresponsable de
la form ación de m édicos internos residentes en psiquiatría y psicólogos inter­
nos residentes en psicología clínica. A utor de varios libros, en especial La inven­
ción de las enferm edades m entales ( I a ed. 1999; la segunda edición am pliada y actu­
alizada aparecerá en m ayo en la editorial C redos), coautor de Fundam entos de
psicopatología psicoanalítica (2005) y Estudios sobre la psicosis (G ram a ediciones,
2008). alienistas@ telefonica.net
J o s é R. E ir a s psiquiatra del C om plejo H ospitalario U niversitario deVigo. A M E
de ELP. M iem bro de la A sociación M undial de Psicoanálisis (AM P). Ex-m iem -
bro del Consejo de A dm inistración de EEP y de la ELP. eiras@m undo-r.com
Psicosis

J u a n d e l a P e ñ a , licenciado en M edicina (UAM ), psiquiatra en el Centro de


Salud M ental de M oratalaz-Vicálvaro, psicoanalista. Socio de la ELP, sede en
Castilla y León. Socio de la A sociación Española de N europsiquiatría (AEN).
actuales

E ditor y autor de la colección C onversaciones M oratalaz-Vicálvaro. A utor y


coautor de varios artículos publicados en las revistas: AEN , C uadernos de psi­
coanálisis, A nálisis, Siso-Saude, etc. C olaborador en la sección de H istoria de la
P siquiatría de la revista de la AEN . C o-coordinador del grupo de investigación
en psicoanálisis y salud m ental en la ELP-M adrid. johnnyproject77@ yahoo.es 51
Kraepelin, ese panorama arborescente y alambicado logró adquirir
unas formas más compactas y presumiblemente definitivas. Sin
embargo, también su nosografía sistemática dejaba sin resolver el pro­
blema de las formas atenuadas, rudimentarias y parciales de la locu­
ra. Al no amoldarse éstas a los presupuestos nosológicos -se a en
materia etiológica, sea respecto a la sintomatología, las formas de evo­
lución y de term inación- esas variantes de la locura fueron relegadas
a posiciones marginales, suscitándose numerosas controversias al tra­
tar de considerarlas enfermedades de pleno derecho, y también cuan­
do se pretendía determinar qué signos morbosos permitían incluirlas
en algunas de las grandes categorías nosográficas descritas.

I. Fronteras

Al investigar la historia de la clínica mental atendiendo en espe­


cial a las fronteras de la locura, se observan algunos cuadros y casos
clínicos que parecen rebelarse a ser incluidos entre las psicosis proto-
típicas, es decir, la esquizofrenia, la paranoia y la psicosis maníaco-
depresiva. Tales son, entre otros, algunos de los casos descritos por
E iras

Pinel y Esquirol entre los delirios parciales, las locuras razonantes, la


"locura parcial" (partidle Verrücktheit) de los autores alemanes, la
R odríguez

forma simple y la latente de la esquizofrenia bleuleriana, y, de mane­


ra especial, la locura lúcida de Trélat.
En lugar de profundizar en la especialidad de este tipo de formas
clínicas, asumiendo por ello el riego de desbaratar los modelos psi-
L a P e ñ a , J osé

copatológicos imperantes, la mayoría de los tratadistas se repartieron


en dos posiciones contrarias: mientras unos las negaron sin más -e s
lo que hizo J.-P. Falret con las m onom anías-, otros las incluyeron
directamente en alguna de las grandes categorías existentes, como
propuso Bleuler respecto a la forma simple y la latente de la esqui­
de

zofrenia. Mas la simple negación ni remedia el problema ni lo apla­


za, como pudo comprobarse a finales del siglo xix con los inagotables
J uan

debates acerca de la paranoia. Tampoco la solución aquí ilustrada con


lvarez,

Bleuler está exenta de complicaciones, de las que con acierto se hicie­


ron eco Ey y Guiraud al escribir: "N uestro temor es que las mentes
demasiado prudentes o demasiado hábiles, en presencia de casos
Á

dudosos, [...], se refugien en la esquizofrenia, como ocurría en otro


aría

tiempo con la degeneración"1.


M
j J osé

1 E y , H . y G u ir a u d , P.: "Rem arques critiques sur la schizophrénie de Bleuler"


[1926], en H. E y , Schizophrénie. Études cliniques et psychopathologiques, Condé-
52 sur-N oireau, Synthelabo (Les em pécheurs de penser en rond), 1996, pág. 30.
Pese a su dificultad, más atinado parece investigar esas variantes
excepcionales no solo desde los modelos tradicionales sino también
a partir de otros, quizás construidos ad hoc, que permitan captar su
esencia y singularidad, además de mostrar el denominador común
que comparten con el resto de psicosis.

II. Locos lúcidos

Han sido pocas, en verdad, las monografías dedicadas por los clá­
sicos a los locos norm alizados, es decir, a esos cuya vida discurre por
las sendas más transitadas y caminan con un paso similar al de la
mayoría de sus coetáneos. Seguramente la más ambiciosa y directa es
la que publicara en 1861 Ulysse Trélat (1795-1879) con el título La folie
lucide étudiée au point de vue de lafam ille et de la societé. Médico de la
Salpétriére y más tarde de Charenton, Trélat compaginó el alienismo
con un activismo político de extrema izquierda2. Partidario de la
herencia como causa última de la locura, dedicó su primera obra a
recuperar las opiniones de los principales médicos que se ocuparon
de la locura a lo largo de la historia3. Aunando sus ideales sociales y
la práctica médica, Trélat investigó durante años la folie lucide. Lo
hizo con el fin de que sus colegas reconocieran a esos locos que pasan
desapercibidos y pudieran salvaguardar el matrimonio, la familia y
la sociedad de sus desmanes y maldades. Se trata por tanto de un
tipo de alienados que, a diferencia de la mayoría, no parecen en abso­
luto locos cuando se les observa superficialmente. Solo si se logra
penetrar en ellos mediante un análisis de su vida íntima, se podrá
apreciar la alienación que los subyuga: "Estos enfermos deliran en
sus actos, pero no deliran en sus palabras. Su falta de razón solo se
conoce desde el interior y no se muestra afuera"4. Advierte además
Trélat que en los interrogatorios hacen gala de un gran dominio de sí
mismos ("no dan un paso en falso"), razón por la cual el médico debe
atender sobre todo a los antecedentes. Comoquiera que la inmensa
mayoría son incurables, es del todo recomendable que " [...] los que
están dotados de razón los conozcan para no ligarse en absoluto ni
Psi cosi s

entrar en relación con ellos"5.

2 Sobre la vida y obra de Trélat, véase R. S e m e l a ig n e , Les pionniers de la psychia-


actuales

trie franqaise avant et aprés Pinel, Bailliére, París, 1930, págs. 202- 211.
3 Cf. U. T r é l a t , Reeherches historíques sur la folie, Bailliére, París, 1839.
4 T r é l a t , U.: La folie lucide étudiée au point de vue de la fam ille et de la societé, A.
Delahaye, París, 1861, pág. 12.
5 T r é l a t , U.: La folie lucide..., op. cit., pág. 16. 53
Los locos lúcidos pueden pertenecer a las diferentes categorías de
la locura: imbéciles, idiotas, sátiros, erotómanos, celosos, orgullosos,
etc. Pese a sus numerosas diferencias, todos ellos dan muestras de
una suprema ingratitud y de una indestructible confianza en sí m is­
mos. Estas son las dos características más destacadas que se des­
prenden de la monografía de Trélat, cuyos escasos resultados psico-
patológicos contrastan con los elevados ideales sociales a lo que está
destinada.

III. Escenarios actuales

Durante los últim os años, esta problemática de las locuras que no


lo parecen se ha reactualizado en escenarios de la clínica mental muy
distantes entre sí. Con una intención clara de ampliar el número de
consumidores de neurolépticos y otros psicofármacos, la industria
farmacéutica trata de abrir una brecha entre aquellos jóvenes un
tanto raros a los que se presume candidatos a la psicosis. De la mano
de tan magnánim a propuesta se ponen en m archa intervenciones
precoces, esto es, el uso próspero de medicam entos para prevenir
E iras

posibles locuras del futuro. Esta es una de las m odalidades por las
que el territorio de la psicosis se ensancha en nuestros días para aco­
R odríguez

ger a supuestos esquizofrénicos o bipolares.


En las antípodas de esta orientación, tratando de conjugar la
investigación psicopatológica de las formas actuales de presentación
de la psicosis con una terapéutica más acorde a los tiempos, la orien­
L a P e ñ a , J osé

tación lacaniana ha promovido la noción de "psicosis ordinarias"6,


m otivando un creciente número de publicaciones por el m omento un
tanto heterogéneas. En ellas se abren de nuevo las preguntas sobre
los límites, las fronteras o los litorales que separan la locura de la nor­
malidad, la psicosis de la neurosis. Como es natural, las propuestas
de

que de aquí deriven deben ser suficientemente cuidadosas y no gene­


ralizar el diagnóstico de psicosis; eso traería graves perjuicios a los
J uan

pacientes y arruinaría la concepción tradicional de las neurosis7.


lvarez,

6 Cf. J.-A. M i l l e r et a l, La psicosis ordinaria, Paidós, Bs. As., 2004.


7 No conviene en m odo alguno dejarse llevar por el entusiasm o. El propio E.
Á

Laurent reconoce que " [...] entre las neurosis clásicas por un lado y las psico­
aría

sis extraordinarias por el otro, se encuentran fenóm enos mezclados, mixtos,


que no son fácilm ente asignables. H ay un cam po de exploración clínica que
M

justam ente debe ser cualitativam ente explorado. Pero, neurosis y psicosis
J osé

deben ser distinguidas com o dos polos com pletam ente fundam entales"
(LAURENT, E.: "La psicosis ordinaria", en: Virtualia, n" 16, fe b r e r o -m a r z o , 2007;
54 w w w .eol.org.ar/Vitualia).
¿Existen esas fronteras? ¿Tenemos todos algo de locos? ¿Tienen
los locos algo de cuerdos? Todos esos interrogantes, cuya sem piter­
na actualidad ha anim ado a lo largo de los dos últim os siglos con­
tinuas controversias, alinea a los partidarios de un continuum fren­
te a los que afirm an diferencias estructurales irreductibles. A los
defensores del delirio universal, de los núcleos psicóticos que a
todos nos conform an o del tránsito por estadios psicóticos arcaicos,
pese al indudable filón heurístico que atesoran tales hipótesis, siem ­
pre se les podrá objetar una razón tan dura como el acero: las expe­
riencias del loco distan m ucho de las que caracterizan al sujeto
reputado de norm al8. La autorreferencia del paranoico, la fragm en­
tación del esquizofrénico y la indignidad del m elancólico parecen
conform ar dim ensiones de una experiencia solitaria cuyo denom i­
nador com ún hem os convenido en denom inar "p sicosis". Schreber,
Rousseau, A im ée y W agner han sido elevados por los estudiosos a
la categoría de casos paradigm áticos, sirviendo por ello a los nove­
les de referente para adentrarse en las experiencias y en la lógica de
la psicosis. En sus testim onios se pone de relieve la m anera en que
la locura com prom ete al lenguaje, al cuerpo, al goce y al vínculo
social.
Cabe pensar que todos los psicóticos tienen algo en común que les
hermana, sean sus experiencias rotundas o discretas, su comporta­
miento parezca loco o normalizado, sus certezas se afirmen en lo
insólito o lo común. De esta manera, en el territorio de la psicosis
conviven sujetos m uy trastornados y otros más normalizados. A los
primeros los reconocemos por las magníficas descripciones de los
clásicos de la psiquiatría, y los conocemos por las explicaciones ela­
boradas por la psicopatología psicoanalítica. Los segundos, en cam­
bio, constituyen un grupo más heterogéneo y desconocido: hay quie­
nes no han presentado aún ninguna crisis psicótica (pre-psicóticos) y
quienes habiéndose desencadenado lograron reequilibrarse m edian­
te estabilizaciones o suplencias; los hay tam bién que pasan desaper­
cibidos porque sus crisis son muy atenuadas y breves, como fogona­
zos o destellos de experiencias psicóticas posteriormente reabsorbi­
das en maneras de vivir adaptadas y comunes; otros saben hacer
buen uso del disimulo y la ocultación9, defensa voluntaria que los
pone al resguardo de los profesionales de la salud; también hay otros

8 Sobre este particular, uno de nosotros ha insistido en algunos trabajos ante­


riores, en especial en "L a certeza com o experiencia y com o axiom a" (Á lv a rez ,
J. M ‘\, Estudios sobre la psicosis, Gram a ediciones, Bs. As., 2008, págs. 157-174).
9 Sobre la disim ulación, véase en especial P. S é r ie u x y J. C a p g r a s , Les folies rai-
sonnantes. Le delire d'interprétation, Alean, París, 1909, págs. 244-286.
que se sostienen en identificaciones con lo que se considera más o
m enos normal, con lo que pasa desapercibido10.
Parece entonces conveniente reorientar el debate sobre estas for­
mas normalizadas de psicosis o locuras que no lo parecen. Con las
miras puestas en la terapéutica, nuestro punto de partida se sitúa en
las peculiaridades que atañen al sujeto contemporáneo, en especial a
las modalidades con que conform a su pathos, sin descuidar las apor­
taciones tradicionales del psicoanálisis y de la psicopatología clásica.
Como tal, esta propuesta está destinada a identificar y definir los sig­
nos discretos que presentan estos casos, cuyo resultado habrá de cul­
minar en la construcción de una semiología clínica destinada a los
rudimentos psicóticos apreciables en este ámbito de experiencias,
hechos, fenómenos y formas de "hacer con" que caracterizan a estos
sujetos en principio "inclasificables"11. Tomando como referencia las
categorías lacanianas imaginario, simbólico y real, a continuación
apuntaremos algunas peculiaridades que se presentan en estas for­
mas norm alizadas de la psicosis, razón por la cual se exam inarán los
ámbitos del cuerpo, el goce, los usos singulares del lenguaje, la clíni­
ca del acto, el lazo social y las identificaciones.
E iras
R odríguez

IV. Esbozos psicopatológicos

El cuerpo
Cuanto m enos resultará honesto aceptar que la condición de la
L a P e ñ a , J osé

existencia humana, por el hecho de ser-hablante, está atravesada por


un desencuentro irrem ediable entre verbo y carne. Por ello la feno­
menología de lo corporal resulta de especial interés en este tipo de
locuras normalizadas, pues en la psicosis ese desencuentro entre len­
guaje y cuerpo se hace más evidente y ominoso. En la esquizofrenia
de

este exilio de la palabra y del cuerpo está claramente representado


J uan

por los fenómenos de fragm entación corporal y automatismo del len­


guaje.
lvarez,

Por lo general el sujeto neurótico adora su cuerpo, lo cuida, lo


alienta, lo tom a como signo de su ser y cree poseerlo. En cambio, en
el caso de la psicosis el cuerpo se instala en un espacio ajeno a la his­
A

toria del sujeto. Podemos decir que el psicótico "n o tiene cuerpo"
aría

porque no se ha apropiado de él. Más bien su situación se reduce a


M
J osé

10 Cf. H. D e u t s c h , "Som e form s of em otional disturbance and their relation to


schizophrenia", en Neurosis and character types, International Universities
56 Press, N ueva York, 1965, págs. 268-286.
sufrir de sus funciones sin el auxilio de los remedios universales que
los demás poseemos. El psicótico vive ajeno a su cuerpo, mostrando
a menudo una relación de extraordinario desapego e indiferencia.
Por ello, en ocasiones descubrimos en estos sujetos raros, ciertos
hechos clínicos o formas atípicas de hacer con el cuerpo que nos pro­
porcionan una pista útil para el diagnóstico. Este es el caso de un
joven al que venim os atendiendo por una clínica poco convencional.
Entre otras peculiaridades, R. muestra una relación bien enigmática
con su propio cuerpo. A raíz del fallecimiento de su abuelo comenzó
a presentar episodios de intensa angustia que solo se calmaba cuan­
do veía brotar la sangre roja de los cortes que se hacía; este hecho se
acompañaba de un singular pensam iento según el cual él podía ejer­
cer alguna clase de dominio sobre la vida y la muerte.

El goce
Manifestación de lo real, los efectos del goce sobre el cuerpo consti­
tuyen un terreno igualmente fértil cuando se trata de la fenomonelogía
de la locura. Pues si en las locuras clásicas el goce adquiere una expre­
sión particular -invasión de goce experimentado por el esquizofrénico
en la fragmentación; objeto exclusivo de otro gozador, en el caso del
paranoico-, en estas formas discretas de psicosis también habrán de
apreciarse algunos indicios que las diferencien de las neurosis.
Si el proceso de neurotización edípica respecto a la satisfacción
pulsional conlleva la represión y la localización de ésta en ciertas
zonas corporales, al tiem po que el reconocimiento de su realidad de
goce, en el caso de la psicosis descubrimos que dicho proceso no se
ha producido. Así, en determ inados m omentos biográficos, el sujeto
psicótico se verá confrontado con ciertas experiencias de goce extra­
ño que no podrá vivir sin horror y perplejidad. En los casos de psi­
cosis que no lo parecen, aunque sea en grado ínfimo, conviene tam­
bién rastrear la presencia de este tipo de fenómenos. Es más, en algu­
nos sujetos de apariencia normal, se observa que su existencia se sos­
tiene gracias al enganche a ciertos tipos de goce solitarios, los cuales
les permiten m antenerse alejados del desencadenamiento de la psi­
cosis, como sucede en ciertas toxicomanías.
Resumiremos a continuación el caso de una paciente que nos fue
Psi cosi s

derivada tras ser intervenida por una dolencia física relacionada con
"lo fem enino". Aunque no se ha observado ningún signo alucinato-
rio-delirante concreto y su vida discurre con absoluta normalidad, el
actuales

enunciado de su relación con los hom bres nos advirtió de la posibili­


dad de una psicosis casi en los límites. Soltera y con escasos contac­
tos masculinos, salvo en algún acto irreflexivo en el que se veía
empujada a situarse como objeto de abusos, su historia ha estado 57
orientada por varias experiencias que le han obligado a una distan­
cia mínima frente a los hombres. Pues en repetidas ocasiones, a lo
largo de su adolescencia y madurez, cuando pasa por delante de un
hombre -com o en tiempos le ocurriera con su p ad re- se repite una y
otra vez la sensación de "d iluirse" y la percepción de los lascivos
intereses sexuales del otro.

Usos originales del lenguaje


Han sido num erosos los autores que han investigado los trastor­
nos del lenguaje en la psicosis, queriendo afianzar en ellos un diag­
nóstico certero12. Sin embargo, los trastornos descritos por la psico-
patología no alcanzan a especificar la relación singular que los psicó­
ticos normalizados guardan con el lenguaje. Los famosos desórdenes
verbales, como el neologismo, no suelen estar presentes en este tipo
de sujetos. Pese a esto, sí es posible apreciar una propiedad bastante
significativa en lo que se refiere a su lenguaje.
Ser neurótico implica participar de un sentido compartido con los
demás, de una alusión a lo sexual soportada y comprendida. No
sucede tal en la psicosis, pues en esa estructura el sujeto parece
E iras

situarse fuera de la órbita de ese sentido compartido. Los trastornos


del lenguaje en estas formas de presentación de la psicosis son m íni­
R odríguez

mos, nada evidentes. Más aún, cuando se producen no suelen ser


percibidos en el orden del significante, en la estructura de los ele­
mentos que componen dicho código, sino en el terreno de la signifi­
cación, es decir, en la relación que estos elementos básicos mantienen
L a P e ñ a , J osé

entre sí.
En algunas ocasiones acuden a consulta sujetos que, sesión tras
sesión, no terminan de cerrar una significación al exponer sus pade­
cimientos, manteniendo el dicho en suspenso sin la menor de las con­
creciones. Esta particular forma de hacer uso del lenguaje se opone
de

claramente a la tendencia habitual del neurótico, consistente en


sumar significados sobre significados en torno al malestar que le
J uan

anima a consultar. La neurosis está sometida al equívoco que la


lvarez,

estructura del lenguaje entraña, al juego de las significaciones uni­


versales, donde el sentido del malestar queda abierto a la tentación
Á

11 Cf. M il l e r , J.-A . et al.: Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, Bs.


aría

As., 2005.
12 Sobre este conjunto de trastornos, véase, J. M a Á l v a r e z , R. E s t e b a n y F.
M

S a u v a g n a t , Fundam entos de psicopatología psicoanalítica, Síntesis, M adrid, 2004,


J osé

págs. 393-412. U n enfoque más específico, en J. M a Á lv a rez , "¿L os trastornos


del lenguaje son causa o consecuencia de la psicosis?", Estudios sobre la psico-
58 sis, op. cit., pág. 139-157.
de saber sobre el deseo inconsciente y su desciframiento. En cambio,
el psicótico no da lugar a la mala-interpretación. En su decir no exis­
te el horizonte de la significación universal a través de la cual el sen­
tido de su discurso pueda ser inm ediatamente comprendido en un
ilusorio entendimiento inter-subjetivo. Puede decirse que su relación
con el lenguaje es más real y m enos metafórica, dando la impresión
de que habla al pie de la letra, como si para él no existiera la impre­
cisión de la palabra. Por ello, tras intervenciones terapéuticas en las
que el equívoco del lenguaje introduzca una ambigüedad en el m en­
saje transmitido, podrán producirse lances de cierta confusión o per­
plejidad en la relación transferencial.

Clínica del acto


Al considerarse en psicopatología que la acción sustituye a la
palabra, la clínica del acto y sus variaciones vienen a suplir la falla de
la dimensión simbólica con la que normalmente tratamos de apaci­
guar el continuo desafío de la existencia humana. Pues vivir es una
incesante tensión entre hacer y decidir. A veces uno pasa mucho
tiem po pensando sin llevar siquiera a cabo una mínima intención. En
cambio, otras veces se actúa sin reflexión alguna. También existen
puntos intermedios.
De manera genérica el acto en psicopatología tiene dos dimensio­
nes que han de ser revisadas en estos casos de psicosis normalizadas.
La pregunta del acting-out se dirige al Otro, vehicula una demanda,
un "llam ado", una intención de dar sentido. Por contra, la respuesta
del paso al acto consiste en una ruptura con el Otro, con la palabra e
incluso con lo que le sostiene al sujeto en la vida.
En estos casos difíciles de clasificar la dimensión del acto se pre­
senta de una manera muy significativa, tanto en su razón clínica
como en su cuantificación. De forma general se observa que muchos
de estos sujetos anteponen el actuar al uso de la palabra. Por otra
parte, la cualidad del acto tiene una naturaleza diferente cuando se
trata de la psicosis, ya que en ésta la acción obedece a una disposi­
ción subjetiva propia de su estructura.

Lazo social y sobre-identificación


Cualquiera que sea la exploración de la psicosis nunca se debe
olvidar la problemática del vínculo social. A diferencia de los gran­
des psicóticos, estos pacientes parecen acomodarse en el lazo social
con semejantes aptitudes y dificultades que el común de los m orta­
les. Sin embargo, algunas modalidades de relación nos ponen sobre
la pista de una psicosis normalizada cuando se atiende al estilo sin­
gular de incluirse en lo social.
Según se viene diciendo, la posm odernidad ha supuesto un decli­
ve de la figura del padre, una caída de la función paterna como refe­
rencia para orientarse en la vida respecto a un ideal. Pareciera que ya
no hay en quién ni en qué creer, ni siquiera en que el síntoma alber­
ga la posibilidad de un sentido y de un imposible. Por contra, día tras
día se amplían y diversifican las norm as según las cuales los seres
humanos se relacionan entre sí. Y es precisamente en este punto
donde, de forma nada desdeñable, se puede apreciar un aumento de
esas formas larvadas de psicosis que se sostienen gracias a invencio­
nes o "sobre-identificaciones" con ciertos rasgos grupales, incluso
encarnando en sí algo de la norm a social cuya desaparición se viene
denunciando.

V. Lo que Lacan nos enseñó de Joyce

"¿A partir de cuándo se está loco?", es una de las preguntas que


Lacan formula en su seminario El sinthome, el cual nos sirve para cen­
trar el objeto de estudio. A largo de este seminario, dictado entre los
E iras

años 1975 y 1976, Lacan trató de contestar a dicho interrogante


mediante la elaboración teórica de una nueva clínica, la clínica de los
R odríguez

nudos "borrom eos", a través de la construcción del "caso" Joyce.


"¿Estaba Joyce loco?". En el Seminario 23 Lacan buscó los límites de la
psicosis en la original obra del escritor James Joyce; los buscó en su
texto, en su curioso uso de la lengua, en su insólita forma de hacer con
L a P e ñ a , J osé

su particular desencuentro desgarrador con la ley del lenguaje. Veinte


años antes, en el Seminario 3, Las psicosis, Lacan dedicó un largo
comentario al concepto de pre-psicosis en el que señalaba, entre otras
cosas, la importancia de conocer con precisión "la sensación que tiene
un sujeto de haber llegado al borde del agujero". Este señalamiento
de

nos invitaba a conceptualizar al pie de la letra qué le acontece al suje­


to en el momento previo a rebasar el límite hacia la psicosis y con ello
J uan

poder distinguir el diagnóstico de psicosis, incluso antes de que ésta


lvarez,

sea manifiesta. De este modo, orientaremos el comentario sobre la


última enseñanza de Lacan haciendo uso de dos conceptos: en primer
lugar, el de pre-psicosis y la fenomenología del "crepúsculo de la reali­
Á

dad " 13 que caracteriza la entrada en la psicosis; en segundo lugar, el


aría

de psicosis no desencadenada, entendida ésta como la existencia de una


estructura subjetiva psicótica desprovista de las manifestaciones típi­
M

cas de la psicosis clásica. Finalmente concluiremos con una observa-


J osé

60 13 L a c a n , J. El seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1984.


ción fundamental sobre la noción de sinthome -postrera aportación
lacaniana a la clínica de los bordes, los límites oscuros y los casos
inclasificables- a través de una lectura concisa del estudio clínico de
Jacques Lacan acerca de la escritura de Jam es Joyce.
Pre-psicosis es un término que Lacan utiliza en el seminario Las psi­
cosis cuando critica los trabajos de Mauritz Katan sobre la fase previa
al estallido psicopatológico de la locura del doctor Schreber. Si nos
detenemos por un m omento a reconstruir dicha fase observaremos
que, como bien precisa Lacan, "nada se parece tanto a una sintoma-
tología neurótica como una sintomatología pre-psicótica"14. En el
caso de Paul Schreber se observa un período prodrómico que dura
cuatro meses, esto es, desde el momento en que recibe la noticia de
su nombramiento de Senatprasident (Presidente de la Cámara en la
Corte Suprema del Land de Dresde) hasta la tom a de posesión del
cargo. Es el período en el que surgirá la representación hipnopómpi-
ca -la revelación del fantasma de ser la mujer de D io s- que tanto
habría de perturbarle: "Se trataba de la idea de que debía resultar
muy placentero ser una mujer cuando se entrega al coito"15, al tiem ­
po que toda una serie de manifestaciones psicopatológicas inespecí-
ficas -insom nio, presiones precordiales, intranquilidad, ideas de sui­
cidio, etcétera- que se correlacionan con la descripción que habitual­
mente hacemos del cortejo clínico de la angustia. No obstante, como
también señala Lacan en el mismo seminario, "¿qué buscam os cuan­
do abordamos una perturbación mental, ya sea de modo patente o
latente, ya se enmascare o se rebele en síntomas o en comportam ien­
tos? Siempre buscam os una significación: la certeza"16. La certeza es
lo que nos permite localizar el "sentim iento de crepúsculo del
m undo", el sentimiento de estar al borde del agujero; pero también
otros síntomas presentes en estos m omentos de la pre-psicosis: actos
inmotivados, como las fugas, los robos, los incendios o actos violen­
tos. Igualmente, diversos síntomas neuróticos pueden hacer su apa­
rición: angustia, obsesiones, fobias, o somatizaciones, pero con el
añadido de que estos síntomas tienen algo de imprevisible, de erráti­
co, de cambiante, es decir, que no obedecen -com o sucede en la neu­
ro sis- a la repetición.
Para tratar de las psicosis no desencadenadas seguiremos la hipóte­
Psi cosi s

sis del "caso" Joyce tal y como Lacan la propone en su Seminario 23,
El sinthome. Es en este registro de la clínica -q u e podríamos estable-
actuales

14 Ibtd.
15 Cf. S c h r e b e r , D. P. Sucesos m em orables de un enferm o de los nervios, AEN,
M adrid, 2003, pág. 50.
16 Cf. L a c a n , J. El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit. 61
cer como el de la locura sin desbordar- donde aparecerá el concepto
de suplencia en oposición al de compensación imaginaria; compensa­
ción estudiada con anterioridad por otros autores analistas como
Helen Deutsch 17 y Mauritz K atan18. Cuando hablamos de una com­
pensación imaginaria que contiene el sujeto frente el desencadena­
miento de la psicosis nos referimos a una serie de identificaciones
conformistas -adhesivas, integrales, mim éticas y no-dialécticas- ante
un semejante situado, respecto al sujeto, en el lugar de Ideal del yo.
Sin embargo, el estudio lacaniano de Jam es Joyce representa otra ver­
sión de la clínica. En este caso el m ecanismo que sostiene al sujeto en
la pre-psicosis ya no se trata de una identificación, sino de una
suplencia.
Lacan no contestó a su pregunta sobre si estaba loco Joyce o no,
examinando minuciosam ente los datos de su biografía. Su argumen­
to no consideró los rasgos paranoides del escritor irlandés, ni sus
ideas de persecución, ni siquiera lo extravagante de su carácter o sus
tendencias querulantes19. Lacan solamente se apoyó en su obra para
identificar en qué términos circulaba la subjetividad de James Joyce,
haciéndonos saber de la especial relación que Joyce mantenía con el
lenguaje, de la que podría deducirse la existencia de una psicosis sin
E iras

desencadenar. La hipótesis lacaniana sobre el autor de Ulises sostiene


que en Joyce la psicosis se ve compensada por el hecho mismo de la
R odríguez

escritura: por la forma como utiliza las palabras para defenderse de


su traumático encuentro con la lengua.
Joyce era un sujeto que padecía un trastorno real, algo que él
mismo llamó epifanías -m anifestaciones súbitas de la esencia o el
L a P e ñ a , J osé

significado de algo - que, según Santo Tomás, es la propiedad de


revelar la esencia de la cosa misma. Joyce describe estas experiencias
com o diálogos cortos, diálogos interrumpidos, pero que para él te­
nían una particularidad absolutamente trascendente: "eran eviden­
tes". Evidencia que acontece como aplanamiento de la significación
de

en forma de diálogos triviales, frases anodinas, pero cuya realidad


era insoportable, "el infierno de los infiernos"; pero una evidencia de
J uan

la que extrajo una convicción: la certeza de su vocación de artista. Lo


lvarez,

que nos enseña Lacan de la obra de Joyce es que ésta le sirvió como
tratamiento de su perturbada relación con el lenguaje, como una
Á aría

17 Cf. D e u t s c h , H. "Som e form s of em otional disturbance and their relation to


schizophrenia", en N eurosis and character types, International U niversities
M

Press, N ueva York, 1965, págs. 268-286.


J osé

18 Cf. K a t a n , M. "Contribution to the Panel on Ego D istortion", en International


Journal o f Psychoanalysis, vol. X X X IX , 1958, págs. 265-270.
62 19 L a i a , S. L os escritos fu era de sí, A GSM -La Otra Psiquiatría, Vigo, 2006.
forma sintomática de estar en el mundo, a lo que Lacan llamó sintho­
me. Es el arte del escritor Joyce -q u ien transforma en su obra la cer­
teza insoportable de sus epifanías en un enigm a- lo que funciona
como un biombo para proteger al sujeto del trauma de la lengua,
para modelar y atem perar la relación con la lengua. El ser hablante
más que estar en posesión de la palabra es hablado; y con eso cons­
truye una trama de la familia que vehicula el deseo del Otro, el deseo
de los padres, el de los otros: Mengua. Es lo que Freud llamó una fija­
ción. Lo verdaderamente traumático está en el encuentro con la len­
gua familiar.
El Nombre del Padre es lo que nos protege del trauma de la M en­
gua, un aparato que permite civilizar el deseo, mantener el principio
del placer, y llevarnos más o m enos mal con el goce. El sinthome es
una suplencia del Nombre del Padre, es una suplencia de la carencia
radical de la función del padre. Como señala Jacques-Alain M iller en
su curso Piezas separadas, el síntoma joyceano es la suplencia de una
función que el padre de Joyce no cumplió, esto es, la capacidad de
dar nombre a las cosas: "N osotros recibimos el nombre de las cosas y
las creemos y podemos comunicarnos, ya que estos nombres perm i­
ten asociar significante y significado, tener un uso rutinario del len­
guaje".
Joyce padecía, igualmente, un trastorno imaginario que podemos
confirmar a través de la particular relación que el escritor mantenía
con su cuerpo. En el Seminario 23, Lacan nos lo demuestra evocando
el episodio de la paliza que Joyce sufrió siendo joven, en el que des­
taca -d e forma absolutamente concluyente- una especie de "dejar
caer su cuerpo", acompañado por una llamativa falta de afecto, de
dolor corporal. Pero eso no es todo. Joyce también padecía un tras­
torno simbólico: las palabras impuestas. De manera que, el sinthome
en Joyce era una forma de suplencia que tuvo la propiedad de anu­
dar simbólico, imaginario y real de una manera estable. Era un sín­
toma terapéutico que, a diferencia de las formaciones del inconscien­
te freudianas, se correspondía con el reverso del inconsciente, en la
medida en que podía ser interpretado. Se trataba de un síntoma
mediante el cual Joyce logró mantener unidos simbólico y real de una
manera bien enigmática, pues faltaba el elemento imaginario para
Psi cosi s

anudar los registros. Esta carencia la puso de m anifiesto Lacan en la


obra joyceana al señalar que Finnegans Wake es una obra en la que
falta el relato; esta novela no se lee para tratar de saber lo que pasa
actuales

en la página siguiente.
Por añadidura, el sinthome difiere del delirio - a pesar de tener
numerosas afinidades con éste- en un punto esencial. En oposición al
delirio que obtura el enigm a por la certeza, Joyce lo cultiva, desci- 53
frando el enigma de las palabras que le son impuestas. Esto es para
Lacan la esencia de todo síntoma, la esencia de la clínica: un síntoma
que no puede ser descifrado pero que sirve como parapeto frente al
traumatismo de la lengua. De este modo, Joyce hace de su síntoma
un arte, y al hacerlo, hace un uso lógico de su síntoma.

Es de esperar que, tratando de despejar oscuridades e impericias,


los clínicos vayamos aunando esfuerzos para definir con ciencia y
atino lo que verdaderamente corresponde a la locura, máxima que
debe extenderse tam bién a esos casos que se alejan de la norma.
Siguiendo las descripciones de la psicopatología y las enseñanzas del
psicoanálisis lacaniano, iniciam os este proyecto de investigación,
cuyo marco y principales líneas de fuerza se han esbozado en las
páginas precedentes.
E iras
R odríguez
L a P e ñ a , J osé
de
J uan
lvarez,
Á
M aría
J osé
Una dificultad para el viraje
en la psicosis
E len a L e v y Y eya ti

"E s ta d escrip ció n d el estad io d el esp ejo h ace de la


p sico sis el estad o n atu ral d el sujeto. La m etáfo ra p ater­
n a reso lv ería esa h ian cia d el estad io d el esp ejo p o r la
sig n ificació n fálica. Y cu an d o la m etáfo ra p atern a no
fu n cio n a, h ab ría elisió n d e la sig n ificació n fálica y
retorn o a la h ian cia m o rtífera ". (J.-A . M iller )1

Conceptos

En "D e una cuestión preliminar..." Lacan hace una notable obser­


vación acerca de la explicación que Freud da sobre la reconciliación
de Schreber, en la culminación de su delirio, con la idea de transfor­
marse en mujer, em asculación mediante. La cita a la que me refiero
es: "Creem os poder decir que Freud aquí faltó a sus propias normas
y del modo más contradictorio, en el sentido de que acepta como
momento de viraje del delirio lo que rechaza en su concepción gene­
ral, a saber, hacer depender el tema hom osexual de la idea de gran­
deza . . . " . 2 Para seguir el argumento hay que recordar que muy tem ­
prano en su obra, pero sobre todo a la altura de su análisis de las
Memorias 3 de Schreber, Freud señaló que el delirio paranoico era una
defensa contra la pulsión homosexual. Eso puede leerse, por ejemplo,
en las contradicciones a una única afirmación inconsciente "yo (un
hombre) lo amo (a un hom bre)", cuyo tratamiento defensivo y retó­
rico dará como resultado uno u otro tipo de delirio. Los cuatro tipos
PSI COSI S

* E l e n a L e v y Y e y a ti es m édica especialista en psiquiatría. Psiquiatra de guardia


del H ospital Alvear. M iem bro de la Fundación Descartes. A nalista practicante
de la Escuela de la O rientación Lacaniana y de la A sociación M undial de
Psicoanálisis, elyeyati@intram ed.net
ACTUALES

} M i l l e r , J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, ICBA-Paidós, Bs. As., 2003, pág. 268.
2 L a c a n , J.: "D e una cuestión prelim inar a todo tratam iento posible de la psico­
sis", en: Escritos, Siglo Veintiuno editores, M éxico, 1993, pág. 549.
3 F r e u d , S.: "O bservaciones psícoanalíticas sobre un caso de paranoia (Caso
Schreber)" (1911), en: Obras Completas, t. II, Biblioteca N ueva, M adrid, 1973. 65
más conocidos de delirios que se derivan de la negación de la frase
son: persecutorio, celotípico, erotómano y megalómano. A partir de
la relectura de esa tesis Lacan va a sostener que la conclusión freu-
diana, según la cual Schreber se reconcilia con la idea de transfor­
marse en mujer al verse compensado por el delirio de grandeza de
ser la mujer de Dios, es contradictoria. Lacan propone que la expli­
cación debe buscarse en el hecho de que "el verdadero resorte del
vuelco de la posición de indignación, que provocaba primeramente
en la persona del sujeto la idea de la Entmanmmg: es m uy precisa­
mente que entre tanto el sujeto había m uerto " . 4
Lacan ve en ese fenómeno, correlativo del m omento de desenca­
denamiento de la psicosis de Schreber, el índice de la regresión tópi­
ca a la "hiancia mortífera del narcisism o", como la llama Miller5. La
dinámica de lo imaginario, en tanto que mortífera, se manifiesta en
las tentativas suicidas, los estados catatónicos e incluso en los dichos
del sujeto: por ejemplo, Schreber decía haber leído la noticia de su
muerte en los diarios; se veía como un cadáver leproso conducido
por otro cadáver leproso. Esta fenomenología constituye el resultado
de una dinámica: la elisión fálica, resultante de la forclusión, es supli­
da por una regresión imaginaria. La elisión fálica no es la falta de un
atributo en la imagen del cuerpo en el espejo, sino que es el efecto de
la ausencia de la condición de posibilidad del goce fálico -e l cual
debe entenderse como un efecto fuera-de-cuerpo-, que provoca una
regresión al modo de funcionamiento imaginario, cuyos efectos sí se
localizan en el cuerpo. A partir de ese m omento de viraje Schreber
puede soportar, y esperar, su transform ación en mujer.
En Lógica del delirio, M aleval 6 sostiene la importancia funcional de
la observación de Lacan que estoy comentando, o sea que antes de
producirse la aceptación de su transformación en mujer, el sujeto
Schreber había muerto. M aleval sostiene que la muerte del sujeto,
entendida en un sentido dinámico, y no necesariam ente traducida en
comportamientos (pasajes al acto, automutilaciones, asesinatos), per­
tenece al trabajo del delirio. Dice Maleval: "E n el transcurso de su
delirio dicho estado (en el que Schreber se creía muerto y putrefacto)
constituyó 'la m ayor angustia', el peligro más temido: el temor de
hundirse en la imbecilidad y que los rayos divinos lo 'dejaran plan­
eyati

tado ' . " 7 Maleval sostiene la hipótesis, a propósito del cambio de posi-
Y
L evy

4 L a c a n , J.: "D e una cuestión prelim inar a todo tratam iento posible de la psico­
sis", op. cit., pág. 549.
E lena

5 M i l l e r , J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, op. cit.


6 M a l e v a l , J. C. Lógica del delirio, Serbal, Barcelona, 1998.
66 7 Ibíd., págs. 201-207.
ción necesario para el apaciguamiento subjetivo, según la cual los
que resultan particularm ente m odificados son los ideales anteriores
del sujeto. En Schreber, por ejemplo, el cambio es muy notable: antes
del desencadenamiento él era un libre pensador y después se convir­
tió en creyente y edificador de un nuevo sistema religioso. A partir de
que el sujeto consiente "en un cierto renunciamiento, sobreviven
huellas del fenómeno: emergencias de un nuevo apellido, sentimien­
to de una conmoción decisiva, modificación radical de los ideales,
certeza de la realización de un asesinato de almas, construcción de
una nueva filiación, etc . " 8 Para el sujeto esa m uerte es correlativa de
la deslocalización fálica del goce.
La enseñanza (auto)terapéutica que M aleval extrae de este fenó­
meno es que si el sujeto supera el 'dejar plantado' y se sobrepone a la
prueba, dejaría de tener una actitud pasiva ante los m ensajes de lo
real. "Este momento de transición es necesario siempre, sin duda,
para que las construcciones del delirio adquieran consistencia . . . " . 9
M ientras no se cumpla ese mom ento de reconciliación con lo que es
rechazado por los ideales, no podría alcanzarse una nueva estabili­
dad mediante alguna invención delirante, y los fenómenos de la des­
composición imaginaria m antendrán sumergido al sujeto en la
angustia y el riesgo del pasaje al acto. La m uerte del sujeto constitu­
ye un mom ento de desanudam iento de la estructura subjetiva, reque­
rido lógicamente para un anudamiento corrector a posteríori.
Dejaré solo mencionado que, a diferencia de Maleval, otros auto­
res han querido ver en lo que se llama la m uerte del sujeto, todo
aquello de lo que dan testimonio los fenómenos intrusivos que pade­
cen algunos psicóticos: si la iniciativa viene del Otro, entonces el psi-
cótico está muerto (como sujeto de autoafirmación).
Teniendo presentes estas indicaciones teóricas, voy a analizar lo
que enseña la dificultad de un sujeto para producir un viraje hacia
alguna forma de estabilización luego del desencadenamiento de su
psicosis.

Lo que enseña un caso


Psicosis

Es frecuente observar cómo, ideales de salud, normalidad o esti­


los de vida, complican el hallazgo de alguna salida posible para el
actuales

padecimiento de muchos pacientes. Esto es especialmente notable

8 Ibt'd.
9 Ibíd. 67
cuando, en el seno de una fam ilia conservadora de la clase media
porteña, un hijo padece una grave perturbación mental.
Hace unos años tomé en tratamiento a un muchacho cuyos padres
sostenían que padecía una enferm edad bipolar, declarada hacía seis
años, y que no había sido oportunam ente diagnosticada. Para ellos la
bipolaridad excluía el delirio -e s decir psicosis-, y debía poder con­
trolarse eficazmente con psicofármacos. Además, el psicoanalista que
trató a su hijo al comienzo de sus padecimientos, no lo diagnosticó
correctamente. Ellos quisieron venir a la consulta antes que el pacien­
te para advertirme... sobre sus contradicciones. Sabiendo que practi­
caba el psicoanálisis y la psiquiatría, me solicitaban que atendiera su
m edicación pero admitieron que tenían dudas sobre la conveniencia
de una cura analítica. Consideraban la posibilidad de realizar una
terapia alternativa (breve, cognitiva, más directiva, focalizada, etc.).
El paciente tenía hacia el tratamiento una actitud similar a la de sus
padres solo que, como se sentía m uy angustiado, vino a hablar con
cierta regularidad durante un año. En el tiempo que duró la consul­
ta rechazó hacer cualquier ilación que permitiera historizar las coor­
denadas de un desencadenamiento. Entendía que ir al pasado -com o
él d ecía-, era hacer psicoanálisis y, en nombre de esa razón, rechaza­
ba relatar historias de su vida. El único tipo de conversación que sos­
tenía oscilaba entre el relato y la mostración de síntomas.

a. Fenómenos de cuerpo
Desde los 20 años el paciente comienza a tener crisis de agitación
durante las cuales el cuerpo parece ser independiente de intenciones
que se le pudieran atribuir: de repente hace la vertical; habla sin
parar; baila o hace figuras de Tai-chi en cualquier lugar; cambia de
entonación al hablar; si en el diario lee la frase "ponerse de pie" se
para.
No puede dar cuenta de la finalidad de esto que, además, le resul­
ta m uy disfuncional. Tiene una relación de ajenidad con el cuerpo,
pero está lejos de deshacerse de él "com o una cáscara" -com o dice
Lacan al hablar de Joyce10. El hecho de que el paciente relate o mues­
tre esos síntomas ¿hace de él un histérico para quien su cuerpo es un
eyati

enigma? No lo creo. La frase del diario "ponerse de pie" significa


para él un imperativo que viene del Otro y lo somete a una pasividad
Y

próxima a una influencia persecutoria ligada a fenómenos de signifi­


L evy

cación personal. A merced de un goce Otro no dispone de un medio


para separarse de él.
E lena

68 10 L a c a n , J.: El Seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2005.


Lo que más lo hace padecer es la autonomía del órgano que él
llama la mente. La mente, como los latidos del corazón, alguna vez
podría detenerse, dice. En este sentido padece dos clases de fenóm e­
nos asociados entre sí: escucha frases en su cabeza y se le imponen
ideas que llama conexiones.

b. Trastornos de lenguaje como fenómenos de cuerpo


Vacila en identificar las frases y conexiones que se le imponen
como alucinaciones auditivas o como acontecimientos m entales pro­
pios. Parecen experiencias poco separables. Algo en él responde
siempre a la voz xenopática.
Si bien se queja, los fenóm enos intrusivos son correlativos de un
afecto de euforia. No está seguro, pero cree que es Dios quien le
habla. La voz dice frases que no siempre son completas: "Este chico
tiene que prestar atención a...". Entonces, cada vez que se produce el
dejar plantado, cada vez que la voz se calla o se detiene, o que ima­
gina que él mismo podría separarse de esa experiencia, dice sentir
angustia, pánico, una desolación, un escalofrío, un vacío insoporta­
ble.
En el Seminario 23 Lacan 11 presenta al paciente que padecía una
psicosis lacaniana -palabras im puestas-, como un caso fallido de tra­
tamiento del parasitism o del lenguaje. Lo compara con el sujeto Joyce
quien también, Lacan conjetura, es invadido por las propiedades
fonem áticas de las palabras. M ediante el uso enigmático de los equí­
vocos, Joyce, a la vez que inventa una escritura singular, se libra del
parásito palabrero. Los equívocos de Joyce, efecto de su sinthome,
están desafectados de su cuerpo. Lacan identifica la desafectación
corporal en la forma del "abandonar, del dejar caer la relación (de
Joyce) con el propio cuerpo...". M iller 12 muestra la relación que exis­
te entre lo que Lacan analiza en el Seminario 23 y "D e una cuestión
prelim inar.. Cito a Miller: "Así, el 'dejar caer la relación con el pro­
pio cuerpo'... se refiere a la derelicción designada en el delirio del
presidente Schreber por liegen lassen... (que Lacan) traduce... por lai-
ser en plan (dejar plantado, dejar tirado)...".
En el caso que presento las palabras que se le imponen afectan al
cuerpo y sus acciones de un m odo evidente. Despieza palabras que
Psi cosi s

se le imponen. Por ejemplo, descompone la palabra im puesta "apo­


calipsis" en inglés y en español del siguiente modo: "apoca (poco)-
lips (labios)-is (es) lo que significa más vale hablar poco", dice.
actuales

Luego, permanece en silencio.

11 Ibtd., clases 10 y 17 de febrero 1976.


12 Ibíd., "N otas paso a p aso", pág. 206. 69
Su cuerpo obedece al imperativo de la enunciación y, a la vez, el
enunciado alucinatorio es interpretado semánticamente. Cualesquie­
ra sean las palabras neológicas (o neosem ánticas) casi siempre tienen
una misma significación que remite tanto a sus esperanzas contra­
dictorias de retirarse de la voz que le habla como a la idea, también
reiterada, de mantener los agujeros cerrados. Se puede reconocer
aquí la preeminencia de la dimensión imaginaria en el tratamiento
del lenguaje. Este caso verifica la idea que discuten Miller, La Sagna
y Laurent 13 según la cual, en tanto el cuerpo es el lugar del Otro,
separar los fenómenos de cuerpo de los de lenguaje resulta demasia­
do forzado.

c. La mujer
Hay una sola mujer en la que siempre piensa, como una obsesión,
pero a la que no se acerca. En cuanto a la sexuación el sujeto no se
encuentra claramente del lado hombre. No tiene relaciones sexuales.
No es por falta de erotismo. Conoce el goce peniano. Todo lo erotiza
-m ujeres en revistas, televisión, e t c - , se masturba con frecuencia.
Pero, estar frente a la única mujer en la que piensa, le da pánico. En
general, frente al otro sexo, al no poder coordinarse al goce fálico,
experimenta violencia y vergüenza. Se siente un monstruo, dice.
En algunas expresiones se insinúa la cuestión del empuje transe-
xual. Una vez pronunció la m isteriosa e irónica frase "Q ue Oriente
custodie la entrada". Luego, cerró su boca. Un tiempo después, al
explicar lo que significaba la frase, dijo lo que hacía con la letra.
Intentaba, mediante el uso de la O m ayúscula de Oriente, producir el
cierre del agujero que se ve en la grafía de la G mayúscula, "porque
es la letra del punto G del goce fem enino". Admite con vergüenza
que el punto G es parte de su anatomía.

d. ¿Qué discurso para ese cuerpo?


Cuando habla sin reservas confiesa una intención misional: quie­
re ser el puente que une Oriente, Occidente y a todas las religiones.
Quiero ser como Buda, Moisés y Cristo a la vez, dice.
Habitualmente lee a Osho, un filósofo esotérico, bastante de moda
< en el ambiente New age. Algunos títulos de las publicaciones de Osho
" son Soy la puerta; Del sexo a la conciencia divina; La muerte, la última ilu-
> sión; M editación paso a paso; Un arte de morir por Occidente. El misticis-
mo y el mesianismo del paciente parece un delirio tomado prestado
< de los textos, de los que no se apropia, en los que no puede sostener­
la se. ¿Por qué?
LU

70 13 M i l l e r , J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, op. cit., p á g s . 268-274.


d. Algunas conclusiones
En el caso que analizo, si bien pueden reconocerse ideas deliran­
tes, existe una gran dificultad para darle consistencia a un delirio que
funcione como un modo de estabilización. Los fragmentos de sus
experiencias alucinatorias y delirantes guardan entre sí relaciones de
semejanza, pero eso no es suficiente para que un delirio, siempre par­
cial, se sistematice. Para tener ese resultado haría falta una articula­
ción que se funde en un real.
Hay razones que dan cuenta de su detención ante la posibilidad
de producir un viraje hacia el apaciguamiento de su padecimiento:
-el sujeto no sintomatiza los ideales familiares ni puede rebelarse
contra ellos, punto de cobardía que contribuye al padecimiento
depresivo del caso. La cura se interrumpe cuando, para preservarlo
de posibles pasajes al acto, se vuelve necesario apartarlo por un tiem­
po de su trabajo. Sus padres quieren que siga trabajando.
-Si hubiera continuado, habría de confrontarse con una contradic­
ción: por un lado el m isticismo mesiánico y por el otro sus ideales de
clase y su antisemitismo. Esa contradicción, tal vez, le hubiera dado
alguna consistencia con la cual ir elucubrando un delirio parcial.
-El paciente no puede superar el dejar plantado, no puede sobre­
ponerse a la prueba de retirarse de la voz que le habla. Si bien hizo
referencia a la cuestión de la muerte del sujeto, esto no se verificó ni
en acciones ni en las consecuencias de sus dichos. En algunos textos
de Osho podemos leer que la m etáfora de la muerte del yo es nece­
saria como modo de ascesis a su mística holística. El paciente habla
de eso sin certeza.
Hay que subrayar, además, que la significación social del m isti­
cismo orientalista en nuestro medio tiene un dudoso valor de ver­
dad: ¿qué institución, qué prácticas sociales podrían darle alguna
consistencia? Al respecto vale la pena tener en cuenta las observacio­
nes de E. Santner 14 sobre las afinidades del delirio de Schreber y la
m entalidad nacional-socialista de su entorno.
-Los trastornos del lenguaje y la descom posición imaginaria están
fuertemente ligados. El discurso no le sirve para defenderse de lo real
porque para él el lenguaje es real, imaginario y privado. Al excluir la
conversación analítica rechaza tal vez la única práctica que le perm i­
Psi cosi s

tiría hacer público su soliloquio.


actuales

14 S a n t n e r , E.: M y own prívate Germ any (Daniel Paul S c h r e b e r s e c r e t history o f


M odernity) Princeton U niverstiy Press, Princeton, 1996. 71
"Palabras impuestas"
Contribuciones de Joyce y del Señor G. Primeau
a la clínica de las psicosis*

S e r g io La i a **

Philippe Sollers creó una fórmula para el funcionamiento de la


"palabra joyceana"1:

3+0= 1
4

La lectura propiamente algebraica de esa fórmula torna esta tanto


o más enigmática que las palabras creadas por Jam es Joyce. ¿A fin de
cuentas, cómo es posible que tres más cero sobre cuatro sea igual a
uno? Sin embargo, en el corpus literario que nos legó Joyce, particu­
larmente en Finnegans Wake, sería así: para que lleguemos a "una
palabra", es preciso de "al m enos tres palabras además de un coefi­
ciente de anulación, de contradicción, de vacío” que, en la fórmula

* Este texto es una versión m odificada, teniendo en vista los propósitos de este
libro -P sicosis actuales-, de un texto anteriorm ente publicado con el título
"D os estilos de tratam iento de la palabra im puesta: Jam es Joyce y el Sr.
Prim eau". Para la prim era versión, producida gracias a recursos obtenidos
ju nto al Program a de Pesquisa e Iniciación Científica de la Universidad
FU M EC (proPIC-FUM EC), cf.: P e r e s , Ana M aría Clark, P e ix o t o , Sérgio Alves
P sicosis

y O l iv e ir a , Silvana M aria Pessoa (orgs). El estilo en la contemporaneidad.


** S e r g io L a ia es psicoanalista (Belo H orizonte), M iem bro de la Escola Brasileira
de Psicanálise (EBP) y de la Asociación M undial de Psicoanálisis (AMP);
Profesor Titular de la U niversidad FU M EC (Fundagao M ineira de Educagáo e
actuales

Cultura); M aster en Filosofía y D octor en Letras, por la U niversidad Federal


de M inas Gerais (UFM G). laia.bhe@terra.com .br
S o l l e r s , Philippe: "Joyce et Cle . Tel que!, n. 64, hiver 1975, págs. 18-19. Lacan,
por su parte, menciona ese texto de Sollers ya en la prim era lección del libro
del sem inario consagrado a Joyce: L a c a n , Jacques. Le seminaire. Livre 23, Le 73
encima citada, es designado por el número cero. Por lo tanto, con el
embutido de 4 (cuatro) elementos, o sea, superponiendo 3 (tres) pala­
bras y el 0 (cero) de la anulación del sentido, Joyce crea 1 (una) pala­
bra de la cual el sentido, debido a su propia acumulación, no deja de
huir.
Para m edir el alcance de esa fórmula, citaría uno de los ejemplos
propuestos por el propio Sollers. De 1 (una) palabra joyceana como
sinse, encontrada en el Finnegans Wake, es posible extraer otras 3 (tres)
palabras: "since (desde), sense (sentido) y sin (pecado)", además de
que "el desarrollo 'silogístico' de esa condensación" nos permita afir­
mar que "desde que hay algo del sentido, hay pecado; desde que hay
algo del pecado, hay sentido; desde que hay algo del orden de un
desde (o sea, algo del orden del tiempo), hay algo del orden del senti­
do y algo del orden del pecado"2. En la descom posición de sinse,
Sollers no explícita claramente lo que ese neologismo comporta como
"coeficiente de anulación", pero, en mi opinión, tal coeficiente se
impone en la medida en que sinse agujerea literalmente la dimensión
del sentido y, al mismo tiempo, su referencia implica, en el lenguaje,
el vacío de la propia función referencial del lenguage porque, más
allá de la dimensión de invención a la que somos convocados por
Joyce, no encontramos lo que sinse podría designar. En su acumula­
ción de sentido, tal palabra corroe el propio sentido y, como palabra,
por no designar nada salvo a ella misma, acabará por tener como
referente apenas el nombre de su creador: se trata de una palabra joy-
ceana.
También es de destacar que Sollers es sensible no solo a la acu­
m ulación de sentido encontrada en el vacío mismo de la referencia de
esa palabra, sino también a la satisfacción que se encarna en ella: "en
since", tenemos toda "una tesis sobre el lenguaje y la caída del hom ­
bre del paraíso" o, podría agregar, ella condensa, en una sola palabra,
las seiscientas y tantas páginas del Finnegans Wake y, "al mismo tiem­
po, es una chanza"3. Ahora, esa m ención de la chanza me permite
adoptar una terminología lacaniana y afirmar que, en sinse, algo del
goce, de la satisfacción, está incrustado y así, de un modo más colo­
quial, podría decir también que tal palabra es, ella misma, una burla.

sinthome (1975-1976), Seuil, 2005, París, pág. 11. [En la edición castellana:
L a c a n , J., E! seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006, pág. 11], Para
Ca ía

otros desdoblam ientos realizados a partir de Sollers, Lacan y Joyce, cf. L a i a , S.


Los escritos fuera de sí: Joyce, Lacan y la locura. Traducción al castellano de José
S erg io

Alvarez Vázquez. A sociación Galega de Saúde M ental (AGSM), Colección La


Otra Psiquiatría, 2006, págs. 190 y sgts.
2 S o l l e r s , Phillipe: "Joyce et C 'e , pág. 19.
?4 3 Ibíd., pág. 19.
Luego, como invención joyceana, la palabra sinse, por más sentido
que agregue, no designa nada más allá de ella misma y su único refe­
rente en el mundo será el propio nombre de Joyce, en el cual, como
él mismo llegó a notar, encontram os la referencia al goce a partir del
término inglés /oí/4, que significa alegría, satisfacción, disfrutar, o sea,
gozar de alguna cosa.
Según Miller, lo que Joyce opera en su obra son "desfiguraciones
fonéticas de un material significante, conectadas a nuevos sentidos"5.
Pero, en lugar de resonancias y alusiones, encontradas tanto en la
poesía, como en las form aciones metafórico-metonímicas del incons­
ciente, Joyce nos impone un "super-decir"6. Sin embargo, ese "super-
decir" no favorece plenamente el sentido, porque nos convocaría
mucho más a una búsqueda de mayores referencias para ayudarnos
a circunscribir lo que tal palabra quiere decir. Es importante resaltar
que esa búsqueda agota la dimensión del significado porque, por
ejemplo, no encontramos ninguna significación para sinse en los dic­
cionarios y, entonces, Joyce nos exige ir detrás de sus propias refe­
rencias: la pasión por la obra de Joyce se torna, como es bien propio
de las pasiones, una enorme dedicación por su vida, por su proceso
de creación, por su historia, en fin, por lo que lo hizo tornarse Jam es
Joyce. Así, Miller pudo resaltar que, en Joyce, el sentido se presenta
siempre superpuesto a "diversos saberes" - " e l saber de varias len­
guas y los saberes de la enorm e biblioteca que se hace necesaria para
la buscar de dónde vienen las cosas " 7 acumuladas, por el escritor, en
el vacío abierto por una referencia inexistente. Desde esa perspectiva,
uno de los efectos provocados por la lectura de la obra de Joyce es el
de la búsqueda a través de sus propias fuentes, o sea, cuáles fueron
sus referencias para crear, por ejemplo, sinse y, en ese recorrido, él
acaba por promover todo un proceso de fabricación de "dicciona­
rios" destinados a contener las palabras que, ausentes de los diccio­
narios tradicionales y legitimados por el Otro, pasan a hacer existir
una nueva form a de lazo social designable por el adjetivo "joycea-
no".
En Joyce, particularmente en el Finnegans Wake, las palabras copu­
lan unas con otras, son embutidas unas en las otras y acaban, a tra­
vés de un proceso de "reproducción", creando nuevas palabras. En
Psi cosi s

4 Cf. L a i a , S.: L os escritos fuera de sí: Joyce, Lacan y la locura..., op. cit., págs. 191-
actuales

183. Ver, inclusive, nota de pié de página n. 208.


5 M i l l e r , J.-A.: "Lacan avec Joyce", en: La Cause freudienne. Revuc de psychanaly-
se: N ouveaux sym ptóm es, n. 38, fév. Paris, 1988pág. 14.
6 lbíd., 15.
7 lbíd., pág. 14. 75
ese contexto, recordaría que, en el lilisses, Joyce ya designa ese flujo
creador que toma los cuerpos de las palabras como "lenguaje del
am or"8. Sirviéndom e nuevam ente de Lacan, destaco que ese flujo
erótico-amoroso del lenguaje no hace existir, ni siquiera entre las
palabras, la relación sexual: las palabras generadas en ese flujo no
consiguen hacer existir la complementariedad o la proporcionalidad
entre los sexos porque Joyce no inventa, en sus libros, un término
capaz de designar completamente lo que es la mujer, lo que es ese
elemento que -com o nos muestra, por ejemplo, toda la literatura pro­
ducida a partir de las relaciones am orosas- fluye y escapa como el
sentido que se escurre entre las palabras mismas que un Joyce cor­
porifica9.
Lo que se procesa en el "lenguaje del am or", en el procedimiento
joyceano de creación de palabras o de tratamiento de la palabra,
siquiera puede ser rigurosamente abordado en los términos de una
"relación entre palabras", de una comunicación. Pero se trata más
bien de la revelación de una disyunción entre las palabras y, en esa
disyunción, lo que se hace evidente es un vacío de la referencia: las
palabras joyceanas no designan ninguna cosa, ellas son vestigios de
un goce y, por lo tanto, tal vacío nos señala la presencia de lo que
Lacan designó como objeto a, ese resto de satisfacción que insiste a
pesar del tratamiento que la palabra intenta dar a las cosas, esa pre­
sencia de lo innombrable que late en ese instante en que, por ejem­
plo, aquel que aprende a leer da voz a las letras sin darse cuenta
inmediatamente de lo que ellas quieren decir y de la cosa que ellas
designan. También en ese vacío, es el nombre de Joyce lo que se ins­
cribe como un término inaudito, como lo que Lacan llamó S 1 y que,
en la lengua francesa tanto designa la letra "S " del significante, que
por tener el índice 1 es un "significante am o", ordenador, fundam en­
tal, como reverbera hom ofónicam ente la palabra essaim, o sea, el
"enjam bre" que, como sabemos, implica múltiples unos, una colecti­
vidad de una sola "cosa". Por lo tanto, el nombre de Joyce se inscri­
be en ese vacío en la medida en que él se destaca en el mundo de las
letras como un creador de palabras, su "estilo" se destaca por hacer
con las palabras lo que m uchos escritores se limitan a hacer con los

8 Joyce, J.: Ulysses. The corrected text edited by Walter Gabler with Wolfhard
Steppe and Claus Melchior. Vintage Books, New York, 1986, pág. 226.
9 Joyce no inventa la m ujer en sus libros, pero m e autoriza a localizar en su vida,
a partir del m odo com o concibe la relación m antenida con Nora Barnacle, Mrs.
Jam es Joyce, que -con form e él m ism o llegó a d eclarar- fue quien hizo de él un
hom bre. No será entretanto en este texto donde podré desarrollar más este
punto que, ciertam ente, merecería un m ayor desdoblam iento: la relación entre
Jam es Joyce y Nora.
personajes y las narrativas: ese nombre es, él mismo, tratado tal cual
una palabra joyceana porque no deja de ser una creación del propio
Jam es Joyce.
Así, en lugar de "relación entre palabras" tendríamos, por una
operación de disyunción, cada significante en Joyce, cada palabra
joyceana, indicando el vacío de la referencia; pero pretendo aún
demostrar cómo, en ese vacío, acabaremos por leer el propio nombre
de Joyce. En la obra de ese escritor, nos esclarece Miller, "el signifi­
cante retorna sobre sí mismo, no está conectado al sonido, no está
conectado a un objeto en la realidad" que podría servirle como refe­
rente y, por lo tanto, "sigue en dirección hacia sí m ism o"10. Por esta
vía, cada significante, uno disyunta del otro, enredado por la fluen­
cia gozosa del lenguaje corporificado en la obra de Joyce, va a decir:
"yo soy un neologismo joyceano" y, entonces, "de la misma forma
que los cielos y la tierra cantan la gloria de Dios, cada significante del
Finnegans Wake canta la gloria de Jo y ce"11.
En el flujo que caracteriza lo que Joyce llamó de "lenguaje del
am or", el sentido se acumula y huye, su obra está marcada, en rela­
ción al sentido, por lo que yo designaría con el oxímoron "exceso
disipativo": hay, al mismo tiempo, exceso de sentido y sentido algu­
no. Sin embargo, no es ese exceso disipativo que distingue radical­
mente la obra joyceana de la fórmula que Ariman, el "dios inferior",
imponía delirantemente a Schreber diciéndole que "todo sinsentido
se anula" y que el propio Schreber reencontró en la voz susurrada
para él, de "fuera para adentro", por un pájaro que le revela efecti­
vamente cómo "todo sinsentido llevado a las últimas consecuencias
acaba por llegar a un punto en que se anula a sí m ism o"12. Sin duda,
en la obra de Joyce, en el tratamiento que él proporciona a la palabra,
podrem os detectar aquello que Lacan nos orienta, a partir de
Schreber, a escuchar en el delirio del psicótico: "se trata de un men­
saje que no proviene de un sujeto más allá del lenguaje, sino cierta-

10 M i l l e r , J.-A.: "Lacan avec Jo yce", op. cit., pág. 16.


11 lbi'd., pág. 16.
12 S c h r e b e r , D. P.: Memorias de um doente dos ñervos, Graal, Río de Janeiro, 1984.
Psi cosi s

Destaco que, en los pasajes encim a citados, la expresión "sinsentido" sustitu­


ye lo que fue traducido en portugués por "absurd o” . Para hacer tal sustitu­
ción, m e pauté por la cita que Lacan hace, en alemán, o sea, en el original, de
la fórm ula de Arim an: " Aller Urtsinn hebt sich a u f - el térm ino Unsinn podría
actuales

haber sido traducido literalm ente por "n o sentid o"; cf. L a c a n . "D 'u n e ques-
tion prélim inaire á tout traitem ent possible de la psychose", Écrits, Seuil, París,
1966, pág. 574. [En la edición castellana: L a c a n , J.: "D e una cuestión prelim i­
nar a todo tratam iento posible de la psicosis", Escritos 2, Siglo Veintiuno edi­
tores, M éxico, 1978, pág. 556.] 77
mente de una palabra más allá del su jeto"13. En otros términos, en
ambos casos -Joyce y Schreber (aunque de forma diferente)-, como
también en las psicosis, lo que encontramos no es un ultrapasaje o
una anulación del lenguaje, sino una palabra que, imponiéndose más
allá del sujeto, lo sobrepasa y, tributaria de la forclusión de un signi­
ficante fundamental (el Nombre del Padre), no deja de imponerse
como una anulación del sujeto. En ese contexto, me parece impres­
cindible destacar cuánto Jam es Joyce, sobretodo a partir de la lectura
que Lacan le dedica en 1975-197614, es decisivo para que apreenda-
mos lo que está en juego en el tema de este libro organizado por
Emilio Vaschetto, o sea, en las "psicosis actuales". A fin de cuentas,
como Vaschetto nos indica aquí, los "transtornos del lenguaje" - y el
propio hablar, según Jacques-Alain Miller, es un transtorno del len­
gu aje- son una referencia preciosa para que localicemos efectiva­
mente lo que dice respecto de la psicosis, en un mundo donde el
diagnóstico de psicosis se diluye en M anuales como el DSM-IV, y la
psicosis m isma parece presentarse de un modo más sutil y hasta
ordinario. Será importante, por lo tanto, tematizar tanto la proximi­
dad como la distancia entre Joyce, la psicosis y una experiencia gozo-
sa-lenguajera que sobrepasa al sujeto que habla.
En la lección del 17 de feberero de 1976, Lacan hace referencia a un
psicótico entrevistado por él durante una "presentación de enfer­
m os". Ese paciente se llamaba G. Primeau y localizaba el agrava­
miento de su locura a partir de lo que él mismo designó, "lacaniana-
m ente" conforme resalta Lacan, como "palabras im puestas"15. Tales
palabras eran definidas así por el Señor G. Primeau: "Es una em er­
gencia, que se impone a mi intelecto y que, considerando el senso
común, no significa nada. Son sentencias que emergen, que no son
reflejadas, que todavía no fueron pensadas, pero son una emergen­
cia"16. Cuando Lacan, durante la entrevista, le pide un ejemplo de
esas sentencias impuestas, el paciente hace evidente un procedimien­
to de contracción y de creación de palabras muy próximo a lo que, con
Sollers, encontramos en el sinse corporificado por Joyce: "M e matará

13 L a c a n , J.: "D 'u n e question prélim inaire á tout traítem ent possible de la psy-
chose...", Ecrits, Seuil, París, 1966, pág. 574. [En la edición castellana: L a c a n , }.,
"D e una cuestión p relim in ar...", Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, M éxico,
1978, pág. 556.]
Laia

14 L a c a n , J.: Le seminaire. Lime XXIII, Le sinthome..., op. cit. [En la edición caste­
llana: L a c a n , J.: El seminario, Libro 23, El sinthome, Paidós, Bs. As., 2006.]
S érgi o

15 Ibíd., págs. 91-102. [En la edición castellana: lbíd., págs. 89-99]


16 L a c a n , ]., "U n a psicosis lacaniana". Presentación de caso, El Analiticón n° 1,
Texto establecido por J.-A. M iller (Traducción y prólogo de Vicente Palom era),
78 pág. 20.
el pájaro azul. Es un 'anarchic system'. Es un 'assastinat' político...
que es la contracción entre assassinat (asesinato) y assistcmat (asisten-
lado), que evoca la noción de asesinato" 17 Al ser entrevistado, el
paciente concuerda con Lacan en que, entre las palabras assassinat y
assistanat, no hay en sí tanta diferencia, sino más bien, un equívoco
que no le permite distinguir una de la otra y, por eso, ellas se le im po­
nen, como tantas otras, en una contracción, "a ráfagas, a veces, espon­
táneam ente"18. En la lección del 17 de febrero de 1976, Lacan deja en
evidencia que, en el ejemplo ofrecido por el paciente, "el significante
se reduce ahí a lo que es, al equívoco, a una torsión de v oz"19, a una
sonoridad que, más que representar al sujeto, lo confunde, lo engaña
y lo perturba. Me parece, entonces, que la "psicosis lacaniana” inves­
tigada por Lacan le permite destacar una otra definición para el sig­
nificante. En ese nuevo contexto, el significante no es propiamente lo
que representa un sujeto para otro significante, lo que está en juego no
es exactamente la representación, aunque la consideremos siempre
fallida en la medida que inscribe un sujeto dividido entre dos signifi­
cantes sin que él consiga ser completamente designado por uno o por
otro. Lacan pasa a resaltar la falla que la representación significante
es, el equívoco, la torsión de voz, lo que hace resonar las palabras
hasta el punto de perturbar a quien las escucha. Por eso, para el Lacan
que lee Joyce en 1975-1976, la palabra no es más abordada en su fun­
ción de liberar la verdad de un sujeto. La función curativa con la que
ella consolidó al psicoanálisis como una talking cure ("tratamiento por
la palabra") deja de ser enfatizada, pero sin que esto implique su
abandono por los psicoanalistas: la palabra pasa a ser tratada, inclusi­
ve en relación a lo que se llama de "un hombre norm al", como "un
parásito..., la forma de cáncer que aqueja al ser hum ano"20, a pesar de
que muchas veces éste no lo perciba.
La obra de Joyce indica que, en lo que concierne a la palabra, algu­
na cosa le era impuesta porque, "en el progreso de alguna manera
continuo que su arte constituye", desde sus primeros ensayos críticos

17 lbíd., pág. 29.


18 lbíd., pág. 29.
19 L a c a n , Jacques. Le seminaire. Livre XXIII, Le sinthom e..., op. cit., pág. 95. [En la
edición castellana: L a c a n , }., El seminario, Libro 23, Le sinthome, op. cit., pág. 93]
20 lbíd., pág. 95. [En la edición castellana: lbíd., pág. 93] Jacques-A lain M iller
tematiza ese cam bio del estatuto de la palabra para Lacan destacando cómo,
en la última enseñanza de Lacan, el sentido, el significante y el saber son reba­
jados en la m edida m ism a en que la palabra - a l ser asim ilable a un cáncer, a
un p arásito- pierde su función de "vía de salvación": cf. M il l e r , J.-A.: "L e réel
est sans lo i", La Cause freudienne. Revue de psychanalyse: L'obscur de la jouis-
sance, n. 49, Paris, nov. 2000, pág. 12.
hasta el Finnegans Wake, la "palabra que... acaba por ser escrita",
Joyce, al quebrarla, desmantelarla, "term ina imponiendo al lenguaje
mismo una especie de quiebre, de descomposición, que hace que ya
no haya más identidad fonatoria"21. La desaparición de la identidad
fonatoria, o sea, de lo que puede distinguir los fonemas entre sí y, por
lo tanto, hacer prevalecer la lengua como un sistema de diferencias,
es evidente sobre todo en el Finnegans Wake porque este libro, aunque
escrito predom inantem ente en inglés, no solo incluye palabras de
varias lenguas como tam bién tiene pasajes donde lo que está escrito
en inglés puede hacer reverberar el alemán, el francés... En esa rever­
beración, el significante permanece como un soporte sonoro del sen­
tido, pero al m ismo tiempo su identidad fonatoria es radicalmente
estremecida y tal perturbación afecta el flujo mismo del sentido: se
cuentan historias, por ejemplo, en el Ulises y tam bién en el Finnegans
Wake, pero ellas no tienen la fluencia que encontrábam os en
Dublinenses y aún en el Retrato del artista, o inclusive en otros textos
que no siguen el ritmo devastador con el que Joyce buscó despertar
a la literatura de la somnolencia de la narración, comprometida con
el sentido de la historia contada.
Por eso, en lo concerniente a la palabra impuesta, comenzaría por
demarcar la diferencia entre los estilos de Jam es Joyce y del Señor G.
Primeau, paciente entrevistado por Lacan, resaltando que, en el pri­
mer caso, el tratamiento dado a la palabra impuesta es mucho más
extenso, complejo y radical que en el segundo. En Joyce, la lengua
inglesa -q u e es tam bién la lengua de los dominadores de Irlanda, su
tierra natal, y la lengua en que se lanza como escritor- será conti­
nuamente estremecida en su identidad fonatoria a tal punto que los
significantes "ingleses" resuenen como significantes provenientes de
otras lenguas, al punto de que el inglés, según Philippe Sollers, deje
de existir, tanto como cualquier otra lengua, como una lengua auto-
suficiente22. Adem ás de esto, si comparamos el sinse joyceano con el
assistanat del paciente entrevistado por Lacan, verificamos que, en
este último, dos palabras - assassinat e assistanat- fueron insertadas
juntam ente con un coeficiente de anulación que hace que el término
assistanat suene como un equívoco, en cuanto que, en sinse, hay con­
tracción de tres palabras más el coeficiente de anulación.

21 Ibíd., pág. 96. [En la edición castellana: ¡bíd., pág. 94]


22 Philippe Sollers, en el ya citado "Joyce et C ie", op. cit., afirm a que "desde que
Finnegans Wake fue escrito, el inglés no existe más. El no existe más, tanto
com o cualquier otra lengua, en cuanto lengua auto-suficiente" (S o l l e r s , Ph.:
"Joyce et Cle , op. cit., pág. 15). Esta afirm ación, com o ya indiqué en el inicio
de este texto, será explícitam ente evocada por Lacan en la prim era lección de
su sem inario consagrado a Joyce.
Ahora, el hecho de que encontremos en el since joyceano cuatro
elementos y, en assistanat, apenas tres, no me parece que sea para des­
considerar, especialmente si tenemos en cuenta la orientación de
Lacan según la cual, para Joyce, la obra - a través de la cual él se hace
un nombre, o sea, se torna "poeta del propio poema " 23 que se inscri­
be en su v id a- funcionaría a su vez como un cuarto elemento capaz
de compensarle la "carencia" de la función simbólica del padre y, así,
encontrar un amarre para la psicosis que, en el caso del Señor G.
Primeau, perturba considerablemente su vida porque tal nombre,
aunque corporificando algo del "prim ero" y del "y o "24, no consigue
producir en el campo del Otro, en el ámbito de la cultura, un trabajo
que, excepto por la breve acogida dada por Lacan, lo trate como algo
original.
A partir de la diferencia entre forjar una palabra con tres elem en­
tos y otra con cuatro, a partir de la distancia entre no incluir o incluir,
en esa palabra, una cierta marca o el propio nombre de aquel que la
crea, me permitiría destacar lo siguiente: en el caso de Joyce, el coefi­
ciente de anulación -q u e, con Lacan, puede ser designado con la pre­
sencia misma del objeto a - no es apenas lo que se impone al sujeto
como equívoco o torsión de voz cuando el significante es reducido a
lo que efectivamente es. En Joyce, mucho más que en el caso del
Señor G. Primeau, la imposición del equívoco propio al significante,
equivalente tam bién a la fuga del sentido precipitada por la acumu­
lación misma del sentido, es contrabalanceada por otra faceta del
coeficiente de anulación que el nombre mismo de Joyce corporifica.
Así, al agujero del equívoco significante, a la fuga del sentido, Joyce
contrapone el propio nombre y, en esa operación de nominación, con­
trabalancea, de un modo mucho más eficaz que el del paciente entre­
vistado por Lacan, la acum ulación del sentido de las palabras, el
"parásito palabrero" que afecta a todo ser humano.
Apuntando a un m ayor esclarecimiento del tratamiento de la
palabra impuesta en Joyce, citaría aún dos comentarios que Philipe
Soupault nos legó de su contacto con ese escritor. Refiriéndose a un
trabajo conjunto de traducción de un fragmento de Finnegans Wake,
Soupault destaca cuánto, para Joyce, "era necesario considerar las
palabras como objetos, estirarlas, cortarlas, examinarlas al microsco-
Psi cosi s

23 A lo largo de m i libro, Los escritos fu era de sí, busqué explicitar cóm o Joyce se
torna "poeta del propio poem a" a m edida que inscribe el nom bre Joyce en la
actuales

historia de la literatura.
24 En "P rim eau ", tenem os algo que nos rem ite al "p rem ier", al "p rim e", o sea, al
"prim ero"; por su parte, la letra " G " no deja de resonar com o " Je ", donde
encontram os por lo tanto el pronom bre que designa la prim era persona d e l ___
singular. 81
pió " 25 -la palabra im puesta en Joyce, a diferencia del caso entrevis­
tado por Lacan, no se daba de m odo tan espontáneo porque se efec-
tivizaba en todo un tratamiento que éste, como escritor, confería a la
palabra, exigiendo que redoblásemos o le devolviésemos la im posi­
ción con que ella misma nos afecta y nos perturba. Con su escritura,
Joyce busca perturbar la palabra que lo perturba -e s ese doblez que
el Sr. G. Primeau no consigue efectuar, aunque lo intente a partir de
un mecanismo situado por él mismo como del orden de una reflexión
o de un mundo imaginativo: "Tengo una amiga Bárbara y de lo que
resulta Santa Bárbara. Santa Bárbara es una frase em ergente... [una
palabra impuesta]. Siempre tengo esa disyunción entre las dos, se
completan según la influencia del tiempo, y que no son del mismo
tipo; una es emergente y la otra es reflexiva " . 26
"Es un lenguaje muy simple que uso en la vida cotidiana, y por
otra parte, hay un lenguaje de influencia imaginativa, en el cual hago
una disyunción de las personas que me rodean. Eso es lo más impor­
tante. Mi imaginación crea otro mundo, un mundo que tendría un
sentido equivalente al mundo llamado real, pero que estaría comple­
tamente desunido. Los dos mundos estarían completamente desuni­
dos. Por otro lado, estas frases impuestas, en la medida en que em er­
gen para agredir, a veces, a la persona, son puentes entre el mundo
imaginativo y el mundo llamado real " . 27
Ahora, después de hacer alusión al modo riguroso con que el
Ulises fue construido, Soupault nos m uestra también, a través del
estilo con que Joyce trata la palabra impuesta, la presencia de una
especie de asignatura, de nominación y de redoblamiento apropia-
dor de la perturbación provocada por el parasitismo de la palabra:
"Joyce exige de su lector un esfuerzo sin dispersión. Le impone de
entrada su tono, su color, su estilo. La imaginación jam ás puede
seguir libremente su curso. Desde la primera palabra, aquel que ose
comenzar la lectura es de algún modo aprehendido y, cueste lo que
cueste, deberá curvarse ante la voluntad del autor" 28
Si Lacan reconoce la singular inventiva del paciente que forja la
expresión "palabras im puestas", pero al mismo tiempo, en el final de
la entrevista no deja de subrayar lo poco optimista que estaba
encuanto a su pronóstico, es porque, en palabras como assastination,
no encontramos propiamente la marca de un autor, o sea, un nombre
que las asigne para legarlas a un mundo que, como sucede con los
Laia
S érgi o

25 S o u p a u l t , Ph.: Souvenirs de James Joyce, Charlot, Paris, 194, pág. 2 7 y pág. 25.
26 L a c a n , ]., "U na psicosis lacaniana". Presentación de caso, op. cit., pág. 20.
___ 27 lbíd., pág. 21.
82 28 S o u p a u l t , Ph.: Souvenirs de James joyce, op. cit., pág. 27 .
escritos de Joyce, pasaría a esforzarse para decifrarlas. Al Señor G.
Primeau, aprisionado en un "círculo solitario"29, con pronóstico
dudoso en lo que concierne a los síntomas que le afectan el cuerpo al
punto de haberlo conducido una vez al suicidio, no le resta otra solu­
ción que la de curvarse ante la voluntad de un Otro que le impone
polifónica y perturbadoramente las palabras. Es importante destacar,
en ese contexto, que la expresión "círculo solitario" fue utilizada por
el propio Sr. G. Primeau para designar el mundo en el cual, al encon­
trarse "em paredado por dentro", él no podía transponer, "para la
realidad del día a d ía"30, lo que le era impuesto. Lo que Joyce consi­
gue con su obra es justam ente esa transposición, para la realidad más
cotidiana, de las palabras que le eran enigmáticamente impuestas:
diccionarios joyceanos son producidos para esclarecer sus escritos, el
dia en que transcurre Ulises se torna cada vez más celebrado en el
mundo entero como "Bloom sday", miembros de la familia de Joyce
dejan de ser vistos simplemente como personas comunes por el sim ­
ple hecho de haber sido próximas a él y, así, pasan a ser literalmente
bio-grafiados31. Otro modo de abordar esta diferencia -en tre el Sr. G.
Primeau preso en su "círculo solitario" y la transposición realizada
por Joyce, que no deja de visar una serie de conexiones mantenidas,
hasta hoy, sobre todo por los llamados "jo y cean o s"- es aproximar tal
aprisionamiento y tal transposición a lo que Jacques-Alain Miller nos
esclarece, por un lado, sobre el "círculo de Popilio" y, por el otro,
sobre el enredo joyceano en el nudo borrom eo32.
La descomposición que Joyce imprime a las palabras, según la
enseñanza de Lacan, da lugar a una deformación marcada por la

29 L a ca n , }., "U na psicosis lacaniana". Presentación de caso, op. cit., pág. 31.
30 Ibíd., pág. 33.
31 Sobre la esposa de Joyce, tenemos la biografía realizada por: M addox, B.: Nora:
the real Ufe o f M olly Bloom, H oughton M ifflin, Boston, 1988. También el padre
de Joyce tuvo su vida relatada en: Jack so n , John Wyse; C o s te llo , Peter: John
Stanislaus Joyce: the voluminous Ufe and genius o f Jam es Joyce's father. Houghton
M ifflin, Boston, 1988. M ás recientem ente, fue lanzada una biografía de la hija
de Joyce, Lucía, que, a diferencia del padre, tuvo gran parte de su vida fuerte­
m ente marcada por la presencia de la psicosis; aunque la autora de esta
biografía llegue a problem atizar el diagnóstico de psicosis dado a Lucía,
Psicosis

tomándola m uchas veces más com o un "ch ivo expiatorio". Tal libro es, para
quien se interesa por la clínica de las psicosis, bien esclarecedor de cóm o el
m odo que posee Lucía de responder a las palabras impuestas, la aproxim a
m ás al Señor G. Primeau que a Jam es Joyce: S h lo ss, Carol Loeb. Lucia Joyce: to
a c tu a le s

dance in the wake, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2003.
32 Cf. M il l e r , J.-A.: "N otice de fil en aiguille", en: L a c a n , J.: Le seminaire. Livre
XXIII, Le sinthome, op. cit., págs. 220-224. [En la edición castellana: Cf. M il l e r ,
J.-A., "N otas paso a paso", en: L a c a n , J., El seminario, Libro 23, Le sinthome, op.
cit., págs. 215-219.] 83
ambigüedad. Es justam ente en esa ambigüedad, con todo el riesgo
que ella implica, que el sujeto puede encontrar alguna chance para
contraponerse al parasitism o de la palabra y esa chance, según creo,
es señalada por Lacan en la primera de las dos cuestiones con que cir­
cunscribe lo que hay de ambiguo en el tratamiento conferido por
Joyce a la palabra: "saber si se trata de librarse del parásito palabre­
ro... o, por el contrario, de dejarse invadir por las propiedades de
orden esencialmente fonémico de la palabra, por la polifonía de la
palabra " . 33
Miller, por su parte, me permite destacar aún más lo que distin­
gue los estilos de Jam es Joyce y del Señor G. Primeau en relación al
tratamiento de la palabra impuesta: a partir de la última enseñanza
de Lacan, tenemos una "teoría de la doble escritura"34. Así, hay una
escritura que se procesa como "una precipitación del significante
fónico", como una forma de traducción en el sinse joyceano en cuan­
to que en el assistanation, podemos verificar, en la torción de voz que
ellas corporifican, en el equívoco que ellas imponen, cuánto "la pala­
bra es susceptible de depositarse bajo la forma de escritura y ser
recompuesta a partir de ese rasgo"35. Entre tanto, hay una otra escri­
tura que, como "puro trazo de escrito", "no tiene nada que ver con la
palabra y con la voz" y que, de este modo, se impone "desanudada
de la voz y de la palabra portadora de sentido"36, autónoma con rela­
ción a lo simbólico y al sentido. Lacan, en su última enseñanza, se
aventura por esa otra escritura cuando busca diseñar el "nudo borro-
m eo", resaltando su propiedad de enlazar tres anillos de modo que
un corte sobre uno de ellos implica el desenlazamiento del propio
nudo.
Ahora, en el mismo período en que comienza a interesarse cada
vez más por la trinidad corporificada a través del nudo borromeo,
Lacan se reencuentra con la obra de Joyce y nos invita a considerarla
como un anudamiento -u n verdadero nudo-, a través del cual este
escritor intentaba lidiar con los equívocos y enigmas que parasitaban
su cuerpo y también su destino como escritor. El estilo de Joyce es
diferente al del Señor G. Primeau porque ese paciente entrevistado
por Lacan, aunque sensible a la "palabra im puesta", no conseguía
una solución efectiva para doblegarla de un modo diferente a aquel
de la reflexión o de la creación de un mundo imaginativo: la obra de
Laia

33 L a c a n , J.: Le seminaire, Livre X X lll, Le sinthom e, op. cit., pág. 97. [En la edición
S érgi o

castellana: L a c a n , ]., El seminario, Libro 23, Le sinthome, op. cit., pág. 94]
34 M i l l e r , J.-A.: "L e réel est sans lo i", op. cit., pág. 13.
___ 35 ibíd., pág. 13.
84 36 lbíd., pág. 13.
Joyce no es propiamente un reflejo de su vida, ni un mundo im agi­
nativo creado aparte de su propia existencia.
El nudo que enlaza real, imaginario y simbólico, nos dice Lacan
en la última lección de su seminario sobre Joyce, "hay que hacerlo" y
ese hacer "se reduce a escribirlo"37. Tal escritura no resulta de una
precipitación fónico-semántica de los significantes, sin embargo
puede configurarse como una "dim ensión", un "dicho-m ención"
(idit-mension) en la que significantes puedan ser enganchados38. Ese
enganche de los significantes en un nudo es, por lo tanto, un modo
de oponernos al parásito palabrero que asóla nuestros cuerpos. En el
caso de Joyce, ese nudo o ese "dicho-m ención" donde se enganchan
los significantes que le fueran impuestos, toma la forma de su obra y
de su propio nombre. Al final, Joyce, como nos resalta Lacan, se
impuso en el mundo como escritor de una obra inundada de enig­
mas, "sabiendo muy bien que habría joyceanos durante docientos o
trescientos años" para ocuparse "únicam ente de la resolución de
enigm as" y, buscando rehacer el gesto del escritor de enganchar sig­
nificantes en una escritura autónoma en relación a los equívocos de
la palabra y del sentido, a las torsiones de la voz, esos joyceanos
"siem pre encuentran una razón" a partir de la inscripción del propio
nombre de Joyce en el mundo de las letras: "Puso eso en su lugar por­
que justo después hay otra palabra, etc" 39
No hay, por lo tanto, en lo que concierne al equívoco y al enigma,
espontaneidad como en el caso entrevistado por Lacan porque, en
relación a Joyce, lo que un Soupault puede llamar de "voluntad del
autor" hace con que los joyceanos acaben siempre por encontrar otra
palabra pasible de esclarecer el enigma o deshacer mínimamente el
equívoco, aunque esa palabra acabe por ser, en última instancia, el
propio nombre de Joyce. Al fina] de cuentas, ese nombre, además de
engancharse a una obra, como un nombre de autor, como creador de
un estilo, también insufla las palabras enigmáticas del texto con la
posibilidad de que no pasen de una chanza que, como ya destaqué,
está enganchada en joy que el propio Joyce no dejó de extraer de
Joyce.

T r a d u c c ió n : P a b l o S a u c e
Psi cosi s
actuales

37 L a c a n , J.: Le seminaire. Lim e XXIII, Le sinthome, op. cit., p á g . 144. [En la edición
castellana: L a c a n , El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit., p á g . 142]
38 lbíd., pág. 144. [En la edición castellana: lbíd., p á g . 142]
39 lbíd., p á g . 153. [En la edición castellana: lbíd., op. cit. 85
Suplencias
Estudio sobre las soluciones narcisistas
en las psicosis
G u il l e r m o A . B e l a g a *

Introducción

En la última enseñanza de Lacan se puede verificar estudiando


sus presentaciones de enfermos la inauguración de una clínica que ya
no será la de Freud.
A tal punto, que se puede definir que se trata de la época lacani-
ana del psicoanálisis. Dado que esta clínica ya no se corresponde con
el reino del Nombre del Padre, sino con la de la enseñanza del
materna S(X ) (significante del Otro tachado). En la cual, no solo plu­
raliza el Nombre del Padre sino que lo socava desde el interior, ata­
cando mediante el equívoco el lazo del significante con lo que se cree
es su significado.
Es la época de la inexistencia del Otro, la época de los desengaña­
dos, la época de la errancia1.
En este sentido, la presentación de la paciente Mlle. B., en 1976,
permito ilustrar esta clínica. Es más, su relectura -sob re la que
volveremos varias v eces- tiene la importancia de que no solo mues­
tra una clínica en particular, sino que anticipa una práctica con las
psicosis, que tam bién irá más allá de las mismas. Así, el caso, puede
Psi cosi s

* G u il l e r m o B e l a g a es m édico psiquiatra, psicoanalista (Buenos Aires), m iem ­


bro de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación
M undial de Psicoanálisis (AMP). AE (1999-2002). Jefe del Servicio de Salud
actuales

M ental del H ospital Central de San Isidro. D ocente del Instituto Clínico de
Buenos Aires. D ocente de las Facultades de M edicina y Psicología (UBA).
gbelaga@fibertel.com .ar
1 M i l l e r , J.-A .: El Otro que no existe y sus comités de ética, c o n la c o la b o r a c ió n d e ____
Eric Laurent, Paidós, Bs. As., 2005, pág. 11. 89
trasladarse en general a una clínica, donde el sujeto cada vez más
está expuesto a lo real, y enuncia sus incertidumbres y descreimien­
to de los semblantes.
En lo que hace a las psicosis, a partir de la enseñanza lacaniana de
la presentación de enfermos, J.-A. Miller propuso la diferencia entre
enfermedades de la mentalidad y del Otro2. Estas últimas, caracteri­
zadas por la certeza, por un Otro no tachado, que hace que estén
muchas veces en cierta armonía con sus cabezas y sus cuerpos.
Enfermedades serias, que se vinculan con el modo en que Lacan
tomaba al Nombre del Padre en sus inicios: como lo que ordenaba al
mundo, como significante del Otro, S(Á), como Otro del Otro.
Cuestión que más tarde fue revisada, y el concepto de forclusión del
Nombre del Padre pasó a ser reemplazado por el de fuera de discur­
so.
Entre las consecuencias de esta distinción, las enfermedades de la
mentalidad se presentan para nuestra práctica como una enseñanza,
porque permiten comprobar los efectos de estar expuesto a lalengua,
sin ninguna defensa frente a lo real. Además de como esto rebasa los
códigos, y provoca que se pase por debajo de las normas sociales,
exponiendo las patologías de la identificación en la época del Otro
que no existe.
La clínica lacaniana que parte de esta inexistencia, implica leer la
presencia actual de los que no se engañan más con el Nombre del
Padre. Así, podemos recurrir a la cultura para pensar sobre ello. Me
refiero a la película franco-austríaca Caché (Escondido) del director
Michael Haneke, donde los hijos de los protagonistas saben de m a­
nera explícita o implícita que el Otro es un semblante.
La trama muestra cómo lo simbólico contemporáneo ya no cum­
ple con la pacificación, ya no es el simbólico que le permitía a Lacan
ordenar la experiencia analítica con el atravesamiento dialéctico de lo
imaginario.
Por el contrario, los protagonistas de la película -representados
por Daniel Auteuil y Juliette Binoche- que vivían apaciblemente, de
repente pasan a ser filmados en sus vidas privadas, sin saber nunca
por quién, en una situación que no parece tener medida ni límites.
B elaga

Enigma que -¿p o r eso m ism o?- no quedará resuelto en el final, y que
también será trasladado en forma ansiógena a los espectadores.
Es este detalle, impecablemente transmitido por el director, lo que
marca la época: cómo el objeto a (mirada) comanda la subjetivación
ui lle rmo

contemporánea.
G

____ ^ M il l e r , J.-A.: "Enseñanzas de la presentación de enferm os", revista Uno por


90 uno N° 44, Eolia-Paidós, Bs.As., otoño de 1997, págs. 8 9-101.
Así, de forma imprevista para estos personajes de vida acomoda­
da, se pone en evidencia que ya no se está en la propia casa, que el
Nombre del Padre ya no puede taponar ni garantizar el estado de
bienestar, y entonces el miedo y la angustia alcanzan a todos estos
sujetos criados bajo un orden tradicional ya caído en el pasado. Para
todos, menos para sus hijos, que parecen gozar de cierto cinismo y
empuje por recordarles a los padres que lo real se impone y no tiene
estructura de ficción.
De esta manera, la película muestra una época donde hay un
desamparo organizado, donde lo traumático irrumpe angustiosa­
mente cuando los sujetos com prueban la falla de una vida autoorga-
nizada, en la que creían estar en un mundo de espacios protegidos o
inmunes.
Situación que lejos de los primeros seminarios de Lacan, muestra
que lo simbólico ahora se consagra a la imagen. Es más, se puede
afirmar que el mismo está dominado o en continuidad con lo im agi­
nario, y que cuando se desestabiliza produce como consecuencia ya
no el malestar en la civilización, sino la civilización del trauma3.
Es desde estas lecturas que proponemos abordar el estudio de las
soluciones imaginarias de las psicosis. Esa relación que tanto ha lla­
mado la atención desde el Hombre de los Lobos, entre narcisismo y
restauración imaginaria. Planteos que más tarde, en el seminario
denominado RSI, son reformulados por J. Lacan, cuando en los tér­
minos de su topología complejiza la triple identificación freudiana y
el lugar del Nombre del Padre, situando un cuarto término como
condición para el anudamiento4. Así, el estudio del nombre propio
aparece desde el punto de vista de la nominación, como referente en
el sentido que lo explica Kripke, como denominador rígido. Dando
lugar -en tre otras- a una nom inación imaginaria, como lazo entre lo
real y lo simbólico, que subyace cuando se menciona la identificación
"com o si", y/o el "carácter narcisista". Una forma de anclaje, de
remiendo particular, una solución vinculada al sinthoma definido
como real de un imaginario de seguridad.
En principio, cualquier estudio sobre las psicosis toma alguna ref­
erencia del Presidente Schreber. Para el presente, resulta importante
la distinción que realiza Lacan de las tres identificaciones que
Psi cosi s

reconoce en el mismo como suplencia a la identificación fálica: la


primera ocurre en la etapa del predesencadenamiento, al significante
actuales

3 L a u r e n t , E .: " E l tratam iento de la angustia postraum ática: sin estándares,


pero no sin principios", en: La urgencia generalizada: ciencia, política y clínica del
trauma, Grama ediciones, Bs. As., 2005, págs. 31-49.
4 L a c a n , J.: Seminario RSi, 1974-75 (inédito). 91
del deseo de la madre. La segunda identificación es una identifi­
cación narcisista, la del "cadáver leproso", expresión de i(a). Por últi­
mo, la identificación que manifiesta la resolución delirante: "Ser la
mujer de Dios " . 5

1. El "conformismo narcisista".
El mecanismo "como si"

Anteriormente, en el texto sobre "Los complejos familiares", Lacan


observa un "conform ism o narcisista" previo al momento del desen­
cadenamiento. Luego, en la fase "fecunda del delirio", los objetos
transformados por una extrañeza inefable se revelan como enigmas,
encuentros repentinos, significaciones: "Es en esta reproducción que
se derrumba el conformismo, superficialmente asumido, mediante el
cual el sujeto ocultaba el narcisismo de su relación con la realidad"6.
Así, en 1938, establece una clínica diferencial en base a los fenó­
m enos im aginarios del estadio del espejo. En lo más alto de la escala
ubica al delirio de reivindicación, y sucesivamente, el delirio sensiti­
vo de Kretschmer, y el delirio de interpretación. En un nivel menor,
la psicosis alucinatoria, y por último, la parafrenia7. Ya en el Semi­
nario 3 toma el período prepsicótico de un caso analizado por Katan.
Un hombre joven cuyo desencadenamiento ocurre en la pubertad:
"En ese sujeto, nada había del orden de un acceso a algo que pudiese
realizarlo en el tipo viril. Todo faltó. Si intenta conquistar la tipifi­
cación de la actitud viril es m ediante una identificación, un
enganche, siguiendo los pasos de uno de sus cam aradas". Para agre­
gar que encuentra allí "el mecanismo del 'com o si', que Helene
Deutsch destacó como una dimensión significativa de la sintoma-
tología de las esquizofrenias". Definiendo que se trata de un meca­
nismo de compensación imaginario del Edipo ausente, "que le hu­
biera dado la virilidad bajo la forma, no de la imagen paterna, sino
del significante, del Nombre del Padre"8.
Luego, subrayando aún más este mecanismo, citará una de sus
presentaciones de enfermos: "Recuerden ese pequeño sujeto que evi­
elag a

dentemente nos parecía, a nosotros, muy lúcido (...) se había vincu­


lado a un amigo, que se había vuelto su punto de arraigo en la exis-
B
u il l e r m o

5 L a c a n , J.: "D e una cuestión prelim inar a todo tratam iento posible de las psi­
cosis", en: Escritos 2, Siglo Veintiuno editores, Bs. As., 1987, págs. 513-564.
6 L a c a n , J.: La fam ilia, Argonauta, Bs. As., 1987, pág. 100.
G

___ 7 Ibid., págs. 100-102.


92 8 L a c a n , J.: El seminario, Libro 3, Las psicosis, Paidós, Bs. As., 1986, págs. 274-5.
tencia, y de golpe algo le había ocurrido, no era capaz de explicar
qué. Chocaba ahí con algo, y faltándole por entero la clave, se metió
tres meses en su cama, como para ubicarse " . 9
En esta época, la estabilización es planteada como una sustitución
imaginario /real, como lo manifiesta el delirio paranoico, pero tam ­
bién la solución del "com o si". Del mismo modo, se podrían ubicar
los casos Dick de M. Klein, y del pequeño Robert de R. Lefort10. Así,
es conocida la definición de Lacan del "enchapado" del mito edípico
en relación a Dick. El niño de cuatro años, para quien lo real y lo
imaginario eran equivalentes, y que como respuesta a la intervención
intrusiva de la terapeuta produce un movimiento en donde im agi­
nario y real comienzan a estructurarse "al punto que se hum aniza".
Consideraciones similares describe cuando discute el diagnóstico
del caso Robert. El pequeño vive solo lo real, ya que se trata de "una
síntesis de lo imaginario y lo real"11. Al respecto, Lacan destacará la
elaboración imaginaria secundaria, subrayando cómo el com por­
tamiento motor que el niño alcanza está en relación al dominio ima­
ginario.

2. Las psicosis luego de "Introducción al narcisismo"

En "D uelo y m elancolía" (1916) Freud se refiere a un caso de


esquizofrenia, que Landauer relata en "Spontanheilung einer
Katatonie" (1914) ("La cura espontánea de una catatonía"), como una
ilustración muy pura de la "identificación narcisista".
Hasta entonces, este término era aplicado a la clínica de la histe­
ria. A partir de ahora, empieza a diferenciarlo de la "identificación
histérica", y con el uso de este concepto dispondrá de un punto de
apoyo para su clínica diferencial. Lo que le permitirá aislar y oponer,
de un lado, la esquizofrenia de la paranoia, y de otro, la neurosis
histérica de la melancolía.
En cuanto al caso descripto por Landauer, éste pone de relieve la
extensión de la libido del yo en la identificación asociada al narcisis­
mo. En el texto, que nos es posible conocer en detalles por una inves­
P sicosis

tigación de Vicente Palom era12, se refiere a una enferma de 23 años,

9 Ibid., pág. 289.


actuales

10 L a c a n , J.: El seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, Bs. As.,
1985.
11 Ibíd., págs. 130-166.
12 P a lo m e r a , V.: "Freud y la esquizofrenia", en: Uno por Uno, Rev. M undial de
Psicoanálisis, n° 39, Bs. As., 1994, págs. 106-126. 93
Marie, cuya madre murió al nacer. A los 16 años, su padre empieza a
jugar en la Bolsa y pierde toda su fortuna, al tiempo que se entera que
su mujer actual lo engaña con otros hombres. Esto fué demasiado
para este hombre quien decide una noche a las 11 hrs. poner fin a su
vida disparándose un tiro en la sien izquierda. Despertada por el
ruido de la detonación, Marie entra en la habitación, agarra la pisto­
la y se dispara en el mismo lado, produciéndose una herida. Varias
personas que entraron para socorrerla la encuentran riendo y brin­
cando por la habitación, con una expresión rígida en el rostro y
diciéndose a sí misma: "¡M uerto está! ¡Muerto está! ¡Las 11!".
Llevada a un sanatorio psiquiátrico, permanece durante ocho
semanas en un estado típico de la catatonía: sin pronunciar una sola
palabra, rígida e inmóvil en la cama y repitiendo siempre lo mismo:
"¡M uerto está! ¡Las 11!". Pero, de repente se recupera y Marie es
externada.
Dada su nueva situación, se ve obligada a buscar un trabajo, y se
traslada a otra ciudad para dedicarse al teatro. Vive muy retirada y
no tiene ningún pretendiente. En las vacaciones, antes de cumplir los
19 años, vuelve a su casa y busca a un amigo de su padre, médico de
la familia, un hombre de la m isma edad de aquel.
Ahí, a pesar de la presencia de la madrastra, empieza a compor­
tarse de modo extraño, jugando a poner su cabeza en el regazo del
amigo paterno y mostrando una gran satisfacción al percatarse que
lo excitaba sexualmente. Terminará acostándose con él, entregándose
a este hombre cada vez que vuelve a su casa.
Lo significativo será que se ofrece a él sin tener una inclinación
especial. Es más, durante mucho tiempo había tenido un verdadero
miedo al acto sexual ya que sabía que "una vez que empezara no
podía pararlo". Hasta entonces, se había limitado a una mastur­
bación frenética.
Asimismo, Marie mostrará un interés singular por el desnudo
femenino, concurriendo con frecuencia a los cabarets y salones de
variedades ávida de saber "si hay algo para ver" en las representa­
ciones acrobáticas o en las danzas. En cierta ocasión, le relata a
Landauer con gran excitación, cómo había visto el pubis de una
bailarina. De igual manera, solía sentarse durante largos ratos al lado
B elaga

de la ventana de un café para ver las piernas de las mujeres que se


paseaban por la calle. Su "actividad hom osexual" más importante
era tomar asiento y esperar a que una mujer tomara asiento en la
uillermo

m esa contigua. A continuación se quedaba mirándola fijamente hasta


que se diera cuenta, instante en el cual la paciente se entregaba a un
juego que consistía en pasarse la lengua por los labios.
G

94 Si después de estas escenas no tenía ningún amigo cerca, recurría


a la masturbación y se echaba en la cama de modo tal que pudiera
observarse ante el espejo. Esta condición del espejo era esencial tam­
bién en sus relaciones con los hombres, ya que lo que trataba de
observar era la relación sexual.
Además, se inform a que de pequeña había espiado con gran
curiosidad lo que acontecía en el dormitorio de sus padres. En este
"em puje a m irar" se trataba, como resalta Landauer, de una repeti­
ción de una escena que había presenciado en la habitación de sus
padres (entre los cinco y seis años): "E n un cumpleaños de su padre,
se había vestido a toda prisa para poder felicitarle. En la habitación
contigua reinaba el silencio. Marie miró dentro y vio que la cama de
su padre estaba vacía. Su madre, por el contrario, estaba en la cama
sentada frente al espejo. Se maquilló, tras las abluciones de sus partes
íntimas, se puso coqueta y se recostó para dormir. Tras ésto, entró su
padre en la habitación vestido solo con la camisa, y despertó a su
mujer con besos. Luego mantuvieron relaciones sexuales. Marie salió
corriendo furiosa y estuvo durante todo el día inmóvil y sin felicitar
al padre".
Si bien, por un lado, se pone de relieve la identificación actual con
la madre, Palomera comenta que antes del estado actual, precedió
una época de equiparación casi total de Marie con el padre, lo que
Landauer llama "el período de la psicosis".
Del historial clínico de su enfermedad en el sanatorio, además de
las semanas en que estuvo con el cuerpo totalmente rígido, sin
responder a las preguntas, donde solo cantaba de vez en cuando,
riéndose y diciendo, "¡M uerto está! ¡Muerto está! Las 11", el período
de internación estuvo repleto de fantasías delirantes en las que Marie
se veía en relación sexual con su madre.
Pero lo más inquietante para Landauer fue un episodio ocurrido
a los 7 años de edad: "estaba de visita en la granja de sus abuelos y a
causa de una travesura fue amenazada con mandarla de vuelta a su
casa con su padre. Para ella fue tan espantoso que decidió que era
mejor morir. Se alejó de la granja y estuvo, por faltarle el valor para
arrojarse al río, un día y medio escondida en medio de un cañaveral
desnuda, ya que había arrojado sus vestidos al agua, en vez de tirarse ella.
Aunque oyó los gritos de quienes la buscaban, no salió y aguantó
Psicosis

pacientemente durante muchas horas el hambre. A la noche siguiente


regresó a la casa despacio y sin hacer ruido".
Lo que se subraya en esta historia es la incidencia de lo especular,
actuales

al considerar la ecuación vestidos = yo.


Por último, Landauer prosigue diciendo que "con la m uerte del
padre se da un poderoso conflicto inconsciente de amor-odio contra
él mismo. Marie se sustrae al conflicto identificatorio con el padre. 95
Así regresa a m ecanism os que son propios de la primera infancia y
que parten del narcisismo. Esta identificación iguala ahora al padre
desaparecido. En lugar del duelo -lo que hubiera sido una cuestión
de amor- abandona el amor y recurre a la prim era forma de elección
de objeto del narcisism o".
Agregando, que la ecuación "Vestidos = yo", deducible del
recuerdo infantil, es una prueba de que "había sacrificado de modo
m anifiesto una identificación conciente, sus vestidos, es decir, una
parte de su yo en lugar de su yo". Así, el mecanismo identificatorio en
Marie es consciente: "Concientem ente identifica casi cada objeto con
ella misma o al m enos con la parte más importante de su yo, los ge­
nitales".
Según parece, fue Otto Rank quien hizo observar a Landauer que
estos casos donde lo expresado simbólicamente es conciente, no
tienen nada que ver con los símbolos sino con sus etapas previas (la
identificación), concluyendo que en Marie como en todos aquellos
esquizofrénicos se trata de una fase previa semejante.
Cuando, en 1916, Freud cita el caso, lo hace en relación a la
paradoja que plantea la melancolía y el duelo patológico: ¿cómo
explicar, en el reflujo de la libido, que la pérdida del objeto se trans­
forme en pérdida del yo?
Freud reconoce a Rank el haber propuesto ya una salida al dilema
al señalar que en la psicosis la elección de objeto se produce sobre
una base narcisista, sustituyendo la carga de amor por la identifi­
cación. En este sentido, el caso de Landauer resultaba perfecto, dado
que la cura daba cuenta de la regresión de un tipo de elección de
objeto hasta el narcisism o originario.
En un conciso resúmen del mismo, Palomera aísla los siguientes
puntos: 1 ) el odio al padre ( Vaterhass) desestabiliza la elección del
objeto de amor; 2 ) el tratamiento confirma la tesis de una regresión
narcisista (después de haber estado atrapada por la muerte del
padre, la joven muestra que la cura es un retorno identificatorio a la
madre gracias a la regresión narcisista); 3) las escenas de mastur­
bación ante el espejo, su "avidez de saber lo que hay para ver", sus
relaciones heterosexuales, remiten a la escena de la alcoba de su
madrastra; y 4) el recuerdo infantil de Marie deshaciéndose de sus
B elaga

ropas como de un yo, muestra la incidencia de un fenómeno de


regresión tópica al estadio del espejo.
Igualmente se puede señalar que estos fenómenos de deriva
ui lle rmo

imaginaria pueden detenerse para algunos sujetos, en lo que se


conoce como una identificación "com o si".
G
3. El "como si" y sus referencias

En 1942, H. Deutsch publica "A lgunas formas de trastorno emo­


cional y su relación con la esquizofrenia"13, en donde describe una
serie de casos: "en los que la relación emocional del individuo con el
mundo exterior y con su propio yo parece estar empobrecida o
ausente". Dichas observaciones las refiere a estados muy relaciona­
dos con la despersonalización, pero distintos de ésta "en tanto el
paciente mismo no los percibía como trastorno". Y explica que la
denominación se debería a que en este tipo de personalidad, es
"com o si" la persona fuera "norm al" y nada en ella sugiere un
trastorno.
La conformación del "com o si", siguiendo a Abraham, se basaría
ya no en una represión, sino en una verdadera pérdida de carga obje-
tal, es decir una patología narcisista que conservaría la capacidad de
identificarse como un autómata con los objetos externos.
Deutsch finaliza diciendo que estos casos permiten aprender
sobre la psicología del yo, los transtornos afectivos, y quizá, el pro­
blem a del esquizoide, definiéndolos como estados prepsicóticos de la
esquizofrenia.
Buscando en artículos más recientes, principalmente de autores
norteamericanos, encontram os un debate en cuanto a lo abarcativo
de las categorías "borderline" . Así, habría por un lado una descripción
más amplia y generalizada: la de Otto Kernberg, donde entre otras,
la personalidad "com o si" queda como un subtipo. Incluso, en otros
trabajos que siguen estos lincamientos, figura la descripción de H.
Deutsch como un antecedente del cuadro "lím ite"14.
A su vez, otros psicoanalistas, han optado por una descripción
más restringida del " borderline" y consideran vigente la noción del
"com o si". Esta es la posición de algunos artículos de la M enninger
Clinic, donde se lo sitúa como un trastorno de la personalidad, dife­
renciándolo de la personalidad esquizoide, del síndrome borderline, y
de la esquizofrenia15.
También con una posición crítica hacia Kernberg, W. M eissner
establece dos continuum clínicos: primero, el continuum histérico,
englobando en niveles ascendentes, la pseudo-esquizofrenia, el
Psi cosi s

13 D e u t s c h , H.: "A lgunas form as de transtorno em ocional y su relación con la


actuales

esquizofrenia", Revista de Psicoanálisis, APA, t. XXV, N° 2, Bs.As., págs. 413-431.


14 G o b b i, H.: "D isturbio Borderline", Rev. Vertex, vol. 1, N °l, Polem os, Bs. As.,
pág.28.
15 G a r d n e r , C. et al.: "Clinical diagnosis of the A s-if Personality D isorder", en:
Bulletin o ft h e M enninger Clinic, Vol. 50 N°2, págs. 135-147. 97
carácter psicótico, la personalidad borderline, y por último la histeria
primitiva. Y al segundo, lo denomina continuum esquizoide, com ­
prendiendo la personalidad esquizoide, la organización de un falso-
self (basada en Winnicott), y la personalidad "com o si"16.
Expuesta así, sea por una u otra de estas corrientes, la personali­
dad aparece como el eje evaluativo y de diagnóstico final. Para estos
psicoanalistas, sería lo "m ás propio", lo más consistente del indivi­
duo, en contraposición a los desplazamientos sindrómicos, a la
"superficialidad" del síntoma.
Esta concepción puede recordar el par descripto por Freud como
síntoma y carácter. Desarrollado más tarde con mucho detalle y valor
para la clínica de las psicosis por W. Reich, seguramente obedecien­
do a su propia posición subjetiva, que le permitió tener la intuición
de una conexión libidinal del carácter con el cuerpo. Aspecto retom a­
do por Lacan al final de su enseñanza, con la noción de sinthoma.

3. La "m áquina de influencia"


y la serie clínica de Tausk

En cuanto al diagnóstico de psicosis, a diferencia de esos psi­


coanalistas, Lacan pondrá el acento en la "envoltura form al" del sín­
toma, y la presencia de fenómenos elementales. Evaluación sutil, que
abarcará la pesquisa de fenómenos en el cuerpo, en el plano percep­
tivo, y también de la certeza de signos autorreferenciales que se cono­
cen a partir de Neisser como de "significación personal".
En el seminario sobre las psicosis, comenta cómo los clínicos han
enfatizado la relación de exterioridad del sujeto con el significante
bajo la descripción de un síndrome de acción exterior. Lo que subra­
yaría bien la dim ensión esencial del fenómeno, "la exterioridad del
psicótico respecto al conjunto del aparato del lenguaje."
En relación a esta heteronomía del lenguaje, aparece citada Helen
Deutsch, destacando "cierto como sií", en donde los enfermos nunca
entran en el juego de los significantes, salvo a través de una imitación
elag a

exterior17.
Luego, en 1956, clarificará aún más -com o ya m encionam os- la
B

relación entre compensación prepsicótica e identificación: el sujeto en


la psicosis "h a asumido el deseo de la m adre", debiendo entenderse
u il l e r m o

16 M e i s s n e r , W.W.: "N otes on the Potential D ifferentiation of Borderline


G

C onditiones", Int. Journal o f Psychoanalytic Psychotherapy, vol. 9, 1982/83.


98 17 L a ca n , J.: El seminario, Libro 3, Las psicosis, op. cit., págs. 359-60.
esto como una identificación al Otro previo. Identificación que si
tambalea, desencadena "la disolución del tripié im aginario"18.
Asimismo, indicará las mismas líneas de fuerza de la compen­
sación imaginaria para la posterior estabilización psicótica: "Esta
determinación simbólica se demuestra en la forma en que la estruc­
tura imaginaria viene a restaurarse"19.
Tiempo antes, V. Tausk describe en un trabajo célebre la "m áquina
de influencia" de la esquizofrenia20. Estimulado por Freud, parte del
estudio de fenóm enos que la psiquiatría clínica ya había descripto,
pero que no había dado ningún valor a la significación de estos sín­
tomas aislados, que a su entender permiten elaborar los mecanismos
psíquicos en general.
Tausk encuentra que pueden haber muy bien psicosis alucinato-
rias crónicas sin persecución, es decir, sujetos que están afectados por
un sentimiento de extrañeza, sin que por ello busquen la causa en una
fuerza hostil o extraña. La existencia de la "m áquina de influenciar",
le permitirá ubicar toda una serie de casos que no estarían incluidos
en la paranoia: "Existe un grupo de enfermos que renuncian por com­
pleto a satisfacer su necesidad de causalidad. Simplemente se quejan
de sentimientos de transformación y de fenómenos extraños en su
persona física y en la psíquica, sin buscar la causa en un poder hostil
o extraño. Particularmente ciertos enfermos declaran que estas imá­
genes no se les 'representan' pero que simplemente las perciben, ante
su gran sorpresa. Otros sentimientos de transformación pueden exis­
tir sin que sean por ello atribuidos a un responsable: así hay enfermos
que se quejan particularmente de pérdida o de transformación de
ideas y de sentimientos sin pensar por ello que esas ideas o esos sen­
timientos les sean robados o impuestos. Ocurre lo mismo con los sen­
timientos de alteración de la piel, del rostro, y de las dimensiones de
los miembros. Este grupo de enfermos no se queja de la influencia de
un poder extraño, sino de un sentimiento de alienación". Agrega que
estos pacientes se tornan extraños a ellos mismos, y que estos sín­
tomas serían típicos tanto del período de comienzo de la demencia pre­
coz, como de estados evolutivos avanzados.
Se puede subrayar que estas descripciones adquieren actualidad,
cuando se demanda precisión a la hora de tratar los casos tildados
Psi cosi s

como "raros".
Asimismo, Tausk pone de manifiesto la necesidad de dar cuenta
actuales

18 L a ca n , J.: "D e una cuestión prelim inar a todo tratam iento posible de las psi­
cosis", op. cit., pág. 547.
19 Ibíd., pág. 550.
20 T a u s k , V.: Obras Completas, M orel, Bs. As., 1997, págs. 169-208. 99
de estos fenómenos por el m ecanismo de la identificación, fijando la
atención sobre un síntoma de la esquizofrenia: la pérdida de los
límites del yo. Expresado en que los enfermos se quejan de que todo
el mundo conoce sus pensamientos, que éstos no están encerrados en
su cabeza sino desparramados en forma ilimitada por el mundo, de
manera tal que se desarrollan al mismo tiempo en todas las mentes.
En este sentido, hace un señalam iento esclarecedor: "Conocem os el
estado en el que reina en los niños, la concepción que los otros cono­
cen sus pensamientos. Los padres saben todo, aún lo más secreto, y
lo saben hasta que el niño logra triunfar en su prim er mentira. Luego
esta concepción resurge a veces como resultado de un sentimiento de
culpabilidad, cuando el niño es descubierto en pleno delito de m en­
tira. La lucha por poseer los secretos sin conocimiento de los padres
es uno de los factores más poderosos de la formación del yo, de la
delimitación y de la realización de la voluntad propia".
Recordemos al respecto, como Freud en "Introducción al narcisis­
m o" utiliza el "delirio de observación" para teorizar sobre la instan­
cia crítica en la neurosis21. Así, Tausk intentará pensar sobre la for­
mación del yo, ubicando temporalmente antes de la proyección al
exterior, un estadio "anobjetable" donde la libido está dirigida a la
propia persona. En otros términos, se concentrará en ese prim er acto
fundamental en la constitución subjetiva, el juicio de atribución
descripto por Freud, la Bejahung (afirmación primordial) subrayada
por Lacan, donde se constituye esa "atribución prim era" que inau­
gura la asunción del significante por el sujeto. Juicio del que depende
la distinción exterior/interior, y la constitución en un segundo tiem ­
po del yo, como también, del "com plejo del sem ejante" como
prim era forma de lazo imaginario.
Este concepto de la "afirm ación prim ordial" (Bejahung) encierra
un "sí fundam ental", un asentimiento del sujeto sobre la satisfacción
silenciosa del goce, cuyo correlato posterior en el neurótico es el "yo
m iento" y la pasión por la verdad, y su contraparte (como no-
Bejahung) es el negativismo absoluto esquizofrénico.
Como consecuencia del desarrollo de su teoría, Tausk elabora una
serie de tipos clínicos en cuyo extremo inicial estarían los síntomas
esquizofrénicos: donde el propio cuerpo es extraño y regido por
B elag a

potencias extrañas, o la variante del estupor catatónico y el "lengua­


je de órganos".
Entonces, en su esquema hace entrar los fenóm enos observados
u il l e r m o

ordenados a partir del desarrollo del aparato de influencia:


G

21 F r e u d , S.: "Introducción al narcisism o", en: Obras completas, Amorrortu, Bs.


100 As., 1990.
1. Simples sentimientos de alteración, primitivamente sin sen­
timiento de lo "extraño", luego acompañados del mismo, sin refe­
rencia a una persona responsable (alteraciones físicas y psíquicas y
de ciertas partes del cuerpo).
2. Sentimientos de alteración bajo forma de sensaciones anor­
males, con designación de un responsable que es el enfermo mismo.
3. Sentimientos de alteración con designación de un responsable
que se sitúa dentro del enfermo, pero que no es el enfermo mismo.
4. Sentimientos de alteración con proyección alucinatoria del pro­
ceso interior hacia el exterior, sin designación de ningún responsable,
sin sentimientos de lo extraño al principio, luego acompañado del
mismo.
5. Sentimientos de alteración con designación de un responsable,
por vía de identificación (caso Emma A.).
6 . Sentimientos de alteraciones con proyección del proceso inte­
rior hacia el exterior, y designación de un responsable según el
mecanismo paranoico (se le proyectan las imágenes, se lo sugestiona,
se lo hipnotiza o electriza, se le im ponen o se le roban pensamientos
y sentimientos, se le provocan erecciones, poluciones, etc.).
7. Sentimientos de alteraciones atribuidos a un "aparato de
influir" que es m anejado por enemigos. Estos son por lo general
desconocidos e indefinibles al principio. Luego el enfermo los llega a
definir: en un principio el enfermo no puede explicarse cómo está
construida la máquina; poco a poco elabora la idea que se va hacien­
do.
De esta serie tomaremos en detalle el caso Emma A., célebre a par­
tir de las referencias que ha hecho Freud. Se trata de una mujer joven
que se sentía influida, de un modo completamente insólito, por aquel
a quien ella amaba: "D ecía que sus ojos no estaban correctamente
situados en su rostro, que se habían torcido. Esto se debía a que su
querido era un mal hombre, un mentiroso, que hacía torcer los ojos.
En la iglesia se sintió un día bruscam ente sacudida, como si la
hubieran cambiado de lugar: su querido era alguien que la engañaba
y la había vuelto m ala y parecida a él m ism o".
En su trabajo, Palom era describe el juego significante que Freud
comenta con tanto interés22: "El Dr. Tausk de Viena ha puesto a mi
disposición algunas de sus observaciones que presentan la ventaja de
que la enferma m isma proporcionaba aún la explicación de sus pa­
labras (...) acudió a la consulta poco después de haber reñido con su
novio y quejándose de que 'los ojos no están bien, están torcidos'
("Die Augen sind nicht richtig, sie sind verdrhet"), y explica luego, por

22 P a lo m e r a , V .: " F r e u d y la E s q u iz o f r e n ia " , op. cit.


sí misma, esta frase, añadiendo en lenguaje ordenado una serie de
reproches contra el novio: "N unca ha podido comprenderle. Cada
vez se le muestra distinto. Es un hipócrita ('ein Augenverdreher') le ha
torcido sus ojos ('er hat ihr die Augen verdreht'), ahora ella tiene sus
ojos torcidos, ya no son sus ojos nunca más, ella ve ahora el mundo
con ojos diferentes ('sie sieht die Welt jetzt mit anderen Augen')".
Emma utiliza un modism o corriente de la lengua alemana y lo
toma al pie de la letra: el novio es un hipócrita ("ein Heuchler" o "ein
Augenverdreher"). Si a un mentiroso o hipócrita se lo puede designar
en la lengua como una persona que "tuerce los ojos", ipso facto ella
hace de esa expresión, mediante el cuerpo, una réplica inmediata,
vaciándolo de su valor metafórico. Freud escribe que "estas mani­
festaciones, añadidas por la enferma a su primera frase ininteligible,
tiene todo el valor de un análisis, pues contiene una equivalencia de
la misma en lenguaje perfectam ente comprensible y proporcionan,
además, el esclarecimiento de la génesis y la significación de la for­
mación verbal (W ortbildung) esquizofrénica. La relación del con­
tenido con un órgano (con los ojos) se ha arrogado la representación
de dicho contenido en su totalidad".
Así concluye diciendo que "el dicho esquizofrénico tiene aquí un
rasgo hipocondríaco, se ha convertido en lenguaje de órgano".
A partir de este caso, Freud destacará la génesis y significación de
la formación de palabras del esquizofrénico. En efecto, la paciente de
Tausk, en otro momento, da otra expresión: "Está en pie en la iglesia.
De repente siente un impulso a cambiar de posición, como si alguien
la colocara en una posición, como si ella fuese puesta en cierta posi­
ción" ("sie muss sich anders stellen, ais stellte sie jemand, ais würde sie
gestelt"). ¿Cómo se analiza esta frase? Freud destaca que se analiza
por medio de los reproches de la paciente al novio: "E s muy ordi­
nario y le ha hecho ordinaria a ella, que es de familia fina. La ha
hecho igual a él, haciéndole creer que él era superior; y ahora ha lle­
gado a ser ella como él, porque creía que llegaría a ser m ejor si con­
seguía igualarse a él. Él se ha colocado en una posición que no le co­
rrespondía ("E r hat sich verstellt") y ella es ahora como él -p o r iden­
tificación-, pues él la ha colocado en una posición que no le corre­
B elaga

sponde ("er hat sie verstellt")".


Es decir, el movimiento de "posición" -observa Tausk- es una
representación de la palabra "fingir" (sich stellen = colocarse; ver-
stellen = fingir) y de la identificación con el novio.
uillermo

Con estas descripciones y teorías, se podría deducir cómo m e­


diante la hipocondría y el lenguaje de órganos de la esquizofrenia,
Freud elabora la conexión entre el cuerpo y el inconsciente.
G

Al respecto, J.-A. Miller también se ha detenido en la preocu-


pación de Lacan por establecer una relación entre el Un-cuerpo y el
inconsciente. Elogiando el trabajo de los Lefort en relación al
autismo, comenta que es preciso escuchar Lalengua en relación con el
Un-cuerpo23. En tanto lalengua, no es el lenguaje sino que apunta a la
palabra tomada en su materialidad, fonética, la posibilidad de alcan­
zar el lazo social, depende de una elucubración que construya al
Otro, y que debe pasar necesariam ente a través de un elemento
ternario. Este elemento es el Un-cuerpo, que se presenta como la con­
sistencia esencial del ser humano.

4. Mlle. B.
Refiriéndose a los casos de psicosis con "fenómenos puramente
psíquicos", es decir, aquellos que presentaban "el síndrome del auto­
matismo m ental" sin una interpretación delirante consistente, Miller
-e n el artículo ya citado- usa el término de "enfermedades de la men­
talidad" para los casos donde la dimensión del Otro estaría en défi­
cit24.
En el curso de la entrevista, Mlle. B. sostiene por ejemplo: "N o
tengo ninguna referencia, estoy buscando un lugar en la sociedad, no
soy ni una verdadera ni una falsa enferma, me había identificado con
varias personas que no se me parecen, me gustaría vivir como un
vestido". Esta paciente, que se encuentra en un estado de flotamien­
to perpetuo, había alucinado su chaleco "puesto en otra enferm a", y
esto no generó una reivindicación, sino dedujo: "Ella tomaba mi
identidad"25.
En este sentido, luego de la presentación, Lacan afirma: "Esta per­
sona no tiene la menor idea del cuerpo que tiene que meter bajo (su)
vestido, no hay nadie para habitar la vestim enta". Luego una defini­
ción fundamental, cuando dice como contraejemplo -seg ú n nuestra
lectura-, que la m isma "ilustra lo que llamo el semblante. Nadie
logra hacerla cristalizar. No es esta una enfermedad seria, una de
esas formas identificables". Y, para finalizar dictamina que: "L o que
dice no tiene peso ni articulación, velar por su readaptación me
Psi cosi s

parece utópico y fútil".


actuales

23 M i l l e r , J.A .: Curso de la O rientación Lacaniana, clase del 7 de m arzo de 2007


(inédito)
24 MlLLER, J.A.: "Enseñanzas de la presentación de enferm os", op. cit.
25 Presentaciones de enferm os de J. Lacan -1 9 7 5 -7 6 -, en el Centro Descartes, B s . ___
As. (inéditas) 103
Se trataba de una persona que en su testimonio refería estar en la
búsqueda de un lugar en la sociedad de un modo radical: "Ya no
tengo lugar, no soy ni una verdadera ni una falsa enferm a", como
efecto del padecimiento del parasitism o del lenguaje, de un síndrome
de acción exterior puro, que no precipitaba en ninguna construcción
delirante consistente. M ás bien, estaba en un flotamiento perpetuo,
como ella m isma se describía: "Soy interina de m í m ism a". Nada la
enganchaba al Otro.
Como antecedente de estas definiciones, podemos remitirnos al
diagnóstico que Lacan hace de M ayo del ' 6 8 . Así, cuando el
movimiento social acentuó el carácter de semblante de las normas
sociales, éste impulsó el uso del neologismo Mengua, y que el lengua­
je es el producto de una operación de dominio. De esta manera, a
partir del Seminario 20, el lenguaje se descompone en dos partes co­
rrelativas: M engua y el lazo social26.
En resumen, tendrá una composición barroca, estará hecho del
elemento social que lo normaliza, más un elemento en exceso, M en­
gua.

LENGUAJE

LALENGUA 0 LAZO SOCIAL

Volviendo al caso, la paciente demuestra según el categórico


pronóstico de Lacan estar del lado de una utópica readaptación a
nivel del lazo social, estar desenganchada radicalmente del Otro, del
Nombre del Padre. Por esto, en su comentario final, advierte de lo
fútil de toda maniobra, dado que está a la deriva por padecer como
parlétre del parasitism o del lenguaje en forma pura.
A su vez, M iller ha descripto cómo fueron variando los paradig­
mas del goce en la enseñanza de Lacan27. AI final, el lenguaje y su
estructura, al igual que el inconsciente, que antes eran tratados como
un dato primario, aparecen a partir de Aun como secundarios y
derivados, en tanto: M engua es la palabra como goce, en disyunción
B elaga

con la estructura del lenguaje.


Al respecto, el mismo llega al extremo de plantear como sem­
blante el concepto de lenguaje, el antiguo concepto de comunicación,
uil le rmo

26 M i l l e r , J.-A .: "L a psicosis ordinaria: la convención de A ntibes", Paidós, Bs.


As., 2003, pág. 286.
G

27 M i l l e r , J.-A .: "Los seis paradigm as del goce", en: El lenguaje, aparato del goce,
104 C olección Diva, Bs. As., 2000, págs. 141-180.
pero tam bién los conceptos de Otro, de Nombre del Padre, de sím­
bolo fálico.
Lo remarcable y novedoso es que todos estos términos pasan a
tener una función de broche entre elementos profundamente en
disyunción: la no relación del significante y el significado; la del goce
y el Otro; la del hombre y la mujer.
Así, el Otro, el Nombre del Padre, el falo, que aparecían como
trascendentales y condicionando toda la experiencia, son reducidos a
conectores. La consecuencia de esto es que de ser una dimensión pre­
via a la experiencia, autónoma a la misma, como si hubiera un sim­
bólico previo, se pasa a la primacía de una práctica, de una prag­
mática social.
Además, Miller va a representar este paradigma signado por la
disyunción con dos círculos eulerianos cuya intersección está marca­
da como vacío.

Postulando que es esta intersección vacía la que es susceptible de


ser llenada por un cierto número de términos, considerados en esta
perspectiva como suplencias, operadores de conexión entre los dos
conjuntos. Es m ás, estos intersectores pueden ser variados y
pertenecen a dos grandes registros: la rutina o la invención.

5. El moi y la persona

Volviendo al comentario de la presentación del caso B., Miller


observa que: "su ser de puro semblante: sus identificaciones, por así
decirlo, no se precipitaron en un 'yo' (moi), en ningún cristalizador y,
por ende, no hay ninguna persona". Agregando que las enfer­
m edades de la m entalidad dependerían de "la em ancipación de la
relación imaginaria, de la reversibilidad a-a', extraviada por ya no
Psi cosi s

estar sometida a la escansión sim bólica".


Teniendo en cuenta estas form ulaciones de un imaginario a la
deriva, es que ya intentamos vincular el "com o si" a un punto de lle­
ACTUALES

gada suplementario28.

28 B e l a g a , G.A.: "L a actualidad del 'com o s i'", en: Formas clínicas, Catálogos, Bs.
As., 1999, págs. 59-76. 105
En sus Escritos J. Lacan hace una distinción entre moi y persona.
Recuerda que decir que: "la persona es una máscara no es puro juego
etimológico;' es evocar la am bigüedad del proceso por el que su
noción ha llegado a tomar el valor de encarnar una unidad que se
afirmaría en el ser"29. Subraya de esta manera dos cuestiones im por­
tantes; por un lado, que la palabra persona para los etim ólogos lati­
nos viene de per-sonare: la m áscara a través de la cual (per) resuena la
voz (del actor).
La referencia para estas definiciones posiblemente está en una
conferencia de M. Mauss de 1938, titulada: "Sobre una categoría del
espíritu humano: la noción de persona y la noción del 'y o '", en la que
se describe desde una perspectiva histórico-social el recorrido com­
plejo de estas nociones que partiendo de una simple mascarada, se
pasa a la máscara; del personaje a la persona, al nombre, al indivi­
duo. Y de éste, a la consideración del ser con un valor metafísico y
moral, de una conciencia m oral a un ser sagrado, y finalmente a una
forma fundamental del pensam iento y de la acción (todo acto de con­
ciencia es un acto del "y o ")30.
En una época donde se equipara al yo a la noción de individuo, al
igual que a la conciencia, Lacan al final de la "O b serv ación..." a D.
Lagache, lanza la siguiente pregunta: "C on la per-sona empieza efec­
tivamente la persona, pero ¿dónde la personalidad?". Agregando
que lo que suena es la "voz de la conciencia", como enunciación, una
voz en primer lugar y, bien vocal: una voz estentórea, cuyo enuncia­
do está en esas "ley es", matriz de la persona31.
En conclusión encontram os que sostiene ambos términos, el yo
(moi) como doblete im aginario del sujeto, y la persona que va más
allá.
Siguiendo con lecturas conexas, resulta interesante lo que explica
Viveiros de Castro, antropólogo brasileño, sobre la comunidad
amazónica de los Piro en relación al cuerpo y el emplazamiento de
las diferencias32. En estas sociedades las personas se constituyen a

29 L a c a n , J.: "O bservación sobre el inform e de Daniel Lagache: Psicoanálisis y


estructura de la personalidad", en: Escritos2, Siglo Veintiuno editores, Bs. As.,
B elaga

1987, pág. 650.


30 M a u s s , M.: "Sobre una categoría del espíritu hum ano: la noción de persona y
la noción del 'Y o '", en: Sociología y antropología, Tecnos, M adrid, 1991, págs.
309-333.
uillermo

31 L a c a n , J.: "O bservación sobre el inform e de Daniel Lagache: Psicoanálisis y


estructura de la personalidad", op. cit.
32 C o r s Í n Jim é n e z , A.: "C ooperación y procom ún: relaciones antropológicas",
G

Archipiélago, Cuadernos de Crítica de la Cultura, Nu77-78, Barcelona, 2007,


106 págs. 27-32.
través de sus cuerpos. Sostienen que todos los seres vivos, humanos
o no humanos, animales, plantas, son Uno en virtud de compartir un
mismo espacio cósmico y lo que nos distingue son nuestros cuerpos,
y el trabajo que invertimos en que nuestro cuerpo sea de un tipo u
otro, definiendo que para ser hum ano hay que "hacerse" un cuerpo
humano. En términos que resuenan con el seminario de Lacan sobre
Joyce, se dice que la vida de un piro consiste toda ella en "hacerse"
este cuerpo, invirtiendo en ciertas prácticas y modos de sociabilidad
y no en otras. Por ejemplo, distintos modos de fabricarse un cuerpo
humano denotan distintas "clases" de ser persona, empezando por
aquellas que son parientes y las que no lo son. Así, no se nace pa­
riente de otra persona, sino que el parentesco se "h ace": compartien­
do modos de vida.
En suma, el parentesco es un punto de llegada, y no un punto de
partida, porque no tiene que ver la biología sino con experiencias de
sociabilidad, con estilos de vida.

6. Acontecim iento de cuerpo

Continuando con la categoría de las enfermedades de la mentali­


dad, contemporáneamente al encuentro con la paciente, J. Lacan
desarrollaba el seminario sobre Joyce. Es de suponer que frente a esos
casos frecuentes, relatado ejemplarmente por Mlle. B., con un "im a­
ginario extraviado sin yo, espejo enganchado en todas partes, pero
captado por nada", que carecen de algún significante amo y, a la vez,
nada que venga a darle el lastre de alguna sustancia, "n o hay objeto
a que llene su paréntesis", recurre a lo escrito por Joyce para desa­
rrollar estos problemas de las psicosis. Proponiendo una enseñanza
en donde éste parece alcanzar algunas soluciones: por ejemplo, la re­
ferencia a la forma joyceana de abandonar la relación con el propio
cuerpo, que Lacan califica que "resulta completamente sospechosa
para un analista, porque la idea de sí mismo como cuerpo tiene un
p eso"33; solución que caracteriza al ego de Joyce. Y que justam ente es
lo que contrasta con los casos que presenta donde verifica la disyun- t>
ción entre el parasitism o del lenguaje y el cuerpo, y lo insuficiente de g
la consistencia del propio cuerpo, definido en la clínica borromea £
como imaginario. >
Jean-Claude M asson -conocido poeta y traductor de autores lati- h
noam ericanos-, en su presentación de la edición francesa del £
m
t/>

33 L a c a n , El seminario, Libro 23, El sinthom e, Paidós, Bs. As., 2 0 0 6 , p á g . 1 4 7 . 107


"M und o de la N ovela de la E tern a", com para a M acedonio
Fernández con Joyce34.
Se sabe que Macedonio "se pasó la vida escribiendo"35, pero a su
vez publicó en pequeñas dosis, con reticencia o distraídamente. Por
ejemplo, una parte sustancial del M useo fue compuesto entre los años
1920-1930, y lo siguió escribiendo hasta que finalmente poco antes de
su muerte (en 1952), desparrama frente a su hijo el enorme fajo de
hojas que formaba la novela, mezclándolas y apilándolas otra vez,
como en un juego de cartas. Luego de este episodio, hubo que esper­
ar quince años para que se publicara; fue el tiempo que le tomó a
Adolfo de Obieta reconstituir y ordenar ese rompecabezas, siguien­
do lo que fueron presum iblem ente los planos de su padre.
En relación a su trabajo, M asson confiesa que por momentos ha
tenido que contenerse para no tratar de desmentir, de amansar la
prosa de Macedonio: su bosque conceptual, su lógica alucinatoria y
su jungla de juegos de palabras. En este sentido, recuerda que el
propósito de Joyce era nada menos que el de terminar con el inglés
"tal como se lo habla". Socavando la anglicidad en sus fundamentos
mismos, al cuestionar lo que hay detrás del orden lingüístico, detrás
de lo arbitrario de la lengua. Así, para Masson, lo que Joyce ha hecho
con la lengua inglesa, el argentino lo ha realizado con el castellano.
Sin dudas, el derrumbamiento subjetivo que sufrió al m orir su
esposa es un hito muy importante en su obra.
En este sentido, G. García, comenta que para Macedonio es su
cuerpo lo que lo separa de Elena y no la m uerte lo que a Elena lo se­
para de él. Incluso sostenía que "m orir para él era sacarse el sobreto­
do"36.
En la obra de M acedonio se halla un vaivén entre los ensueños
(comparables a las epifanías joyceanas) y la escritura. Con lo cual, se
deduce que entre sus soluciones se interceptan la escritura como un
medio para procurarse una identidad, y el amor como modo de
enlazar un cuerpo: "y solo porque ella quiere sonreír una última vez
a su amor, com pongo este libro que no necesitam os". También, dirá:
"A nhelo que me animó en la construcción de mi novela fue crear un
hogar, hacerla un hogar para la no-existencia, para la no-existencia en
que necesita hallarse Deunam or".
B elaga

34 M a s s o n , J.C.: "M acedonio Fernández, una lectura francesa. La refutación de la


novela", presentación de la edición francesa del "M useo de la novela de la
uil le rmo

e te rn a". En: Descartes, Revista Internacional, Año IX, N úm ero 15/16, Anáfora,
Bs. As., julio 1997.
35 C a m b lo n g , A.: "P rólogo" de Macedonio Fernández. Textos selectos, Corregidor,
G

Bs. As., 2004.


108 36 G a r c í a , G.L.: Hablan de Macedonio Fernández, Atuel, Bs. AS., 1996.
Es aquí donde aparece "D eunam or"37, una creación que se inspi­
ra en sus "ensoñaciones", y como explica a partir del "deceso de su
esposa, a quien aparecía amando inmensamente, (...) poco a poco,
Deunamor fue perdiendo su sensibilidad, hasta quedar reducido a
un cuerpo sin conciencia".
Por su lado, Rubén Ríos coincide en que esta acción que le per­
mite materializar este "poquísim o" de cuerpo, es una instrumentali-
dad pragm ática orientada más allá de lo útil38. Como insinúa
Macedonio: "todo es posible", dado que la psyché "no responde a
ninguna ley", es únicamente la praxis del lenguaje nombrando o
describiendo el acontecer errático del mundo. Con lo que el "hom ­
bre" tiene que asumir la tarea -q u e le vendría im puesta- de "hacer"
el mundo describiendo lo que aún no tiene nombre. A esta tarea Ríos
la formula como el "nom inalism o de la sensibilidad" de Macedonio
Fernández, y denomina su lógica como pragmatismo poiético (de
poiesis: "invención", "creación") o pragmatismo mitopoético del
acontecimiento.
"M anera de una psique sin cuerpo"39, es el título de un texto en
donde enfatiza: "M antente en el Misterio, lector. Para la psique no
hay el 'en', no está en el Cuerpo.
Y en un cuerpo pueden manifestarse y recibir estímulos dos
Psiques tan extrañas una a otra como las que se manifiestan m e­
diante dos cuerpos.
Y esta experiencia es suficiente para iluminar la no-dependencia:
la transparencia de la Psique en los Cuerpos".
La noción de síntoma "en lo que es: acontecimiento de cuerpo, lig­
ado a lo que se tiene ", fue subrayada por Miller de la intervención
que hiciera J. Lacan en la sesión inaugural del Quinto Simposio
Internacional Jam es Joyce40.
A su vez, Eric Laurent señala que el hecho que "el síntoma no está
en el cuerpo" sino que está situado como "acontecim iento de cuer­
po", es el modo en que Lacan lo vincula a los "incorporales"41.
Interviniendo en lo que había señalado años antes G. Deleuze sobre

37 F e r n á n d e z , M .: Textos selectos. Selección de textos por A dolfo de Obieta,


Psi cosi s

Corregidor, Bs. As., 2004.


38 Ríos, R.H.: "M acedonio Fernández y el sueño am ericano", en: La Biblioteca,
N úm ero 2/3, Bs. As., 2005.
39 F e r n á n d e z , M.: Manera de una psique sin cuerpo y otros textos, Mate, Bs. As.,
actuales

2001.
40 L a c a n , ].: "Joyce el síntom a II", en: Uno por Uno, Revista M undial de
Psicoanálisis, N ° 45, Eolia, Barcelona, 1997.
41 L a u r e n t , E.: " D o s aspectos de la torsión entre síntom a e institución", en: Los
usos del psicoanálisis, Paidós, Bs. As., 2003. 109
el pensamiento de los estoicos y su distinción entre cuerpo e incor­
porales, donde oponían el espesor de los cuerpos, a acontecimientos
corporales que tenían lugar únicamente en la superficie. A sí los
"incorporales", no son cualidades y propiedades físicas, sino atribu­
tos lógicos o dialécticos (relacionados esencialm ente al lenguaje). No
son cosas o estados de cosas, sustantivos ni adjetivos, sino verbos,
acontecimientos: resultados de acciones y de pasiones42.
En síntesis, el acontecimiento es expresado siempre por un verbo,
no es un ser, sino una manera de ser, y Deleuze lo ejemplifica distin­
guiendo que un árbol puede ser verde, pero diferente es cuando el
acontecimiento incorporal en la superficie resulta en que el árbol
verdea.

7. Una lógica de bolsas y cuerdas

En el final del Seminario 23, Lacan va a proponer ante la disyun­


ción, "una lógica de bolsas y cuerdas" para anudar el lenguaje con el
cuerpo43.
En su "N ota paso a paso", Miller retoma esta clase, y formula los
alcances de la articulación de Lacan del cuerpo sin órganos, el cuer­
po conjunto vacío, el cuerpo bolsa, su ex-sistencia, respecto a las
cuerdas del lenguaje que lo atraviesan alrededor de un agujero44.
De este modo, siguiendo la tesis según la cual venimos al mundo
con un parásito, podríamos estudiar en la clínica cotidiana ciertos
fenómenos clínicos que dan cuenta de la categoría de lo real y que
surgen en el borde del sistema del lenguaje. Y desde esta premisa,
verificar cómo las cuerdas (el elemento significante, el rasgo unario,
el S|) están allí para anudar la bolsa, para articularla al agujero.
En las psicosis, ante las "palabras im puestas", frente al "eco del
pensamiento", el sujeto experimenta dramáticamente que no se puede
salir más del lenguaje, que algo infecta sin un orden, sin una ley.
Al respecto, frente a esos "unos" separados en disyunción, la psi­
cosis enseña con sus soluciones a la clínica de las neurosis. Una de
B elaga

ellas surge por la vía de la invención m acedoniana del amor, como


muestra "D eunam or".
En la perspectiva del sinthome, el amor es lo que puede hacer
uillermo

42 D e le u z e , G.: Lógica del sentido, Planeta-Agostini, Barcelona, 1994.


43 L a c a n , J.: El seminario, Libro 23, El sinthom e, op. cit., pág. 144.
G

44 M i l l e r , J.-A.: "N ota paso a p aso", en: El seminario, Libro 23, El sinthome, op. cit.,
110 págs. 195-241.
mediación entre los unos solos, es una manera de fabricar sentido a
partir de un goce que es siempre parasitario45.
Para concluir, Borges relata que el amor fue un tema de conver­
sación con M acedonio: "Yo tuve una discusión con Macedonio
Fernández, ya que Macedonio negaba el yo, él ponía el amor como
supremo, y yo le decía: 'bueno, ¿entonces quién se enamora si no
existe el yo?' Él decía 'el yo no existe' (...). Pero entonces, ¿por qué
tanta importancia al amor? Macedonio pensaba que la pasión es her­
mosa, más allá de que existan personas. No he entendido bien eso
-finaliza B orges- no sé si Macedonio lo entendía" 46
En definitiva, el diálogo Borges-M acedonio enseña que el lazo
entre el yo y el cuerpo es un mito, que para sos-tener un cuerpo hace
falta otra cosa. Como en el amor macedoniano, será cuestión que
cuerpo y lenguaje se pongan en conexión por la resonancia del dicho,
por un decir que haga eco en el cuerpo.

Psi cosi s
ACTUALES

45 M i l l e r , J.-A.: Curso de la orientación lacaniana, "Piezas de repuesto", clase del


24 de noviem bre de 2004 (inédito)
46 B o r g e s , J.L.: "Encuentro con Jorge Luis B orges", en: La Caja Digital, Nro. 1 7 , ___
A ño 1, diciem bre de 2006. http: / /www .tom asabraham .com .ar /cajadig / 111
Elaboración de una suplencia
por un proceso de escritura
Raymond Roussel
J ea n -C la u d e M a leva l *

Consagrar su existencia a exam inar el lenguaje por sí mismo y


lograr conducirlo hasta un límite, implica sin duda una posición sub­
jetiva experim entada como una adquisición impuesta y parasitaria.
Es lo que Joyce y W ittgenstein tienen en común. Es extremadamente
poco frecuente que tales intuiciones estén en el fundamento de una
obra reconocida. El siglo xx conoció sin embargo al m enos otro ejem ­
plo: el de Raymond Roussel.
Definido por André Bretón como "el más grande magnetizador
de los tiempos m odernos", fue poco frecuentado por la crítica litera­
ria del movimiento surrealista, pero él m ismo se cuidará de partici­
par ahí, permaneciendo en toda su existencia como un ser solitario,
aislado, poco comunicativo. Conoció en su juventud una experiencia
singular. Ha sido relatada por Pierre Janet en su trabajo intitulado De
la angustia al éxtasis. Martial es el seudónimo sobre el cual presenta a
un "neurótico, tímido, escrupuloso, fácilm ente deprim ido", que no
es otro que Roussel; esto último lo revela él mismo en 1935 en una
publicación postuma. D e 1897 hasta su suicidio en 1933, Janet no
cesará de curarlo. Debió dos veces enviarlo al hospital1. Martial, rela-

* J e a n - C l a u d e M a l e v a l es psicoanalista (Paris), m iem bro de la Escuela de la


Causa Freudiana; Profesor de psicópata logia en la universidad de Rennes 2.
PSIC OSIS

Laboratorio de clínicas psicopatológica y psicoanalítica. Place du recteur


H enri le M oal.CS 24307-35043 Rennes Cedex. jean-claude.m aleval@ uhb.fr
1 Según Charlotte Dufréne, que lo conoció com o "neurasténico", el habría esta­
do internado dos veces en una casa de descanso en Suiza, en Valmont por un
ACTUALES

mes y, una segunda vez en Saint-Cloud, por ocho meses. (Caradec F. Vie de
Raym ond Roussel. Jean -Jacques Pauvert. Paris, 1972,pág. 379.) Janet lo con­
sideraba com o un "neurótico psicasténico", pero rem arca que a veces su esta­
do "se aproxim aba singularm ente a la m elancolía". (J a n e t , P., De l'angoisse a
l'extase, Alean, Paris 1926, II, pág. 230). 113
ta Janet, "presentó a la edad de 19 años, durante cinco o seis meses,
un estado m ental que él m ism o ju zga com o extraordinario.
Interesándose en la literatura, que prefería a los estudios seguidos
hasta entonces, había propuesto escribir una gran obra en verso y
quería terminarla antes de alcanzar los 20 años. Como ese poema
debía comprender miles de versos, trabajaba asiduamente, casi sin
parar de día y de noche y no experimentaba ningún sentimiento de
fatiga. Se sintió invadido poco a poco por un extraño entusiasmo:
"Sentim os alguna cosa particular que nos hace una obra maestra, un
pródigo: hay niños pródigos que se m anifiestan a los ocho años, yo
me manifestaba a los 19 años. Yo era igual a Dante y a Shakespeare,
sentía lo que Victor Hugo sintió a los sesenta años, lo que Napoleón
sintió en 1811, lo que Tannhauser soñaba en Venusberg: sentía la glo­
ria... No, la gloria no es una idea, una noción que adquirimos cons­
tatando que vuestro nombre hace acrobacias sobre los labios de los
hombres. No, no se trata del sentimiento de su valor, del sentimien­
to de que merecemos la gloria; no, yo no experimentaba la necesidad,
el deseo de gloria, ya que yo no pensaba antes en ella para nada. Esa
gloria era un hecho, una constatación, una sensación, yo tenía la glo­
ria... Lo que escribía estaba rodeado de radiaciones, cerraba las corti­
nas, ya que tenía miedo que la menor fisura dejara pasar hacia afue­
ra los rayos lum inosos que salían de mi pluma, quería retirar la pan­
talla bruscam ente e iluminar el mundo. Dejar esos papeles tirados,
hubiera provocado rayos de luz que hubieran llegado hasta la China,
y la m ultitud alocada se habría desplomado sobre la casa. Pero en
vano había tomado precauciones, los rayos de luz se escapaban de mí
y atravesaban las paredes, yo llevaba el sol en m í y no podía impedir
esta formidable fulguración de m í mismo. Cada línea era repetida
por millones de ejemplos y yo escribía con miles de puntas de plu­
mas que flameaban. Sin duda, con la aparición del volumen, ese foco
que enceguece se habría develado de entrada y habría iluminado el
universo, pero él no habría sido creado, yo lo llevaba ya en m í ... Yo
estaba en ese m omento en un estado de bienestar extraordinario, un
golpe de piocha me había hecho descubrir un filón maravilloso,
aleval

había ganado la lotería, la más sensacional. Viví más en ese momen­


to que en toda m i existencia . " 2
Podríam os estar tentados de establecer una relación entre la glo­
M

ria de Roussel y las Epifanías de Joyce: esas experiencias parecen


laude

haber estado, la una y la otra, en el origen de sus vocaciones de escri­


tores. Ellas difieren sin embargo radicalmente. Las Epifanías se anclan
C

en experiencias en las cuales la significación parecería estar ausente,


ean
J

114 2 J a n e t , P., De l'angoisse á l'extase, O. C. I, págs. 116-117.


lo que conduce a Lacan a situarlas fuera de lo imaginario -e n la cone­
xión de lo simbólico y lo real. Por el contrario, la gloria de Roussel
pone en juego su cuerpo: es una "sensación" que él lleva consigo,
ésta se escapa de su ser, participa de un estado hipomaníaco que le
permite no sentir la fatiga, trabajando casi sin parar. En este caso se
trata de un goce no fálico que se apodera del cuerpo: goce Otro situa­
do en la articulación de lo real y de lo imaginario. Sostener que la glo­
ria se produce fuera de lo simbólico puede sorprender, ya que ella
parece salida de un trabajo de escritura, por lo tanto Roussel mismo
indica que ella no es esencial a la tarea, él señala que ella es lo que
experimentaba N apoleón en 1811 o lo que Tannhauser soñaba en
Venusberg, y sobre todo, precisa que el foco deslumbrante no está
ligado al volumen, no fue creado, ya que él lo llevaba ya consigo. Los
límites que lo simbólico impone al goce se encuentran franqueados
en esta experiencia. Roussel encuentra ahí m enos la fuente de su
vocación que la certeza de una posición de excepción: "D e esta crisis
de gloria y luz, escribe Janet, Martial ha conservado la convicción
inquebrantable de que él tuvo la gloria, que él posee la gloria; que los
hombres lo reconozcan o no, poco im porta". El fracaso de sus libros
retrasa la constatación externa de su gloria por los otros, pero "esto
no conmueve su realidad".
La experiencia del goce Otro por un sujeto no es suficiente para
inferir de ello su estructura psicótica: el m isticismo y las técnicas
arcaicas del éxtasis bastarían para hacer objeción. La certeza de estar
en una situación de excepción, solamente com parable a figuras más
elevadas, tales como Dante, Shakespeare o Napoleón, sugiere por el
contrario que la función paterna forcluida retorna en lo real.

La desconexión de lo sim bólico

Numerosas son, por otro lado, las indicaciones que vienen a con­
firm ar que el anudamiento de lo simbólico a las otras dos dimensio­
nes, tiene un error en la estructura de Roussel3.
PSIC OS IS

3 Su curioso com portam iento alim entario parece dejar discernir la em ergencia
de un goce infinito en el seno de la pulsión oral. Le sucedía de agrupar las cua­
tro com idas en una sola ingesta, de m anera ininterrum pida entre 12:30 horas
y 17:30 horas: la abundancia de platos era excepcional ya que, según su coci­
ACTUALES

nero, cada com ida se com ponía de 16 a 22 platos (!) (Caradec F. Vie de
Raym ond Roussel, o.c., págs. 301-302). Sin em bargo, Roussel se cuida de
enm arcar este desborde pulsional: agrupando las com idas coloca en su lugar
un límite auto-im puesto, que no es sin analogía con la función de su proceso
de escritura. 115
La gloria experim entada durante la escritura de su primera nove­
la fue seguida de un grave estado depresivo. "Este entusiasm o y
estos sentimientos, cuenta Janet, con oscilaciones, se prolongan
mientras que él compone sus versos, durante cinco o seis meses; ellos
disminuyen mucho durante la impresión del volumen. Cuando el
volumen apareció, cuando el joven hombre, con gran emoción, salió
a la calle y se dio cuenta que no se daban vuelta cuando pasaba, el
sentimiento de gloria y luminosidad se apagó bruscamente. Entonces
comenzó una verdadera crisis de depresión melancólica con una
forma bizarra de delirio de persecución, tomando la forma de la
obsesión y de la idea delirante de la denigración universal de los
hombres los unos contra los otros". Tal oscilación confirma la ausen­
cia de regulación simbólica del goce: ya sea invadiendo la imagen
especular que le confiere la gloria y la luminosidad, ya sea retirán­
dose de allí revelando un sujeto identificado a su ser de deshecho.
Cuando el objeto no está extraído, lo que los fenómenos preceden­
tes parecen indicar, el sujeto no llega a inscribirse en una estructura de
discurso: ésta implica no solamente coordinación del sujeto con el
objeto, sino que ella condiciona la representación significante del suje­
to. Numerosos son los signos que en Roussel sugieren la carencia de
la identificación al trazo unario. Ellos se disciernen esencialmente por
el lugar preponderante tomado por la imagen especular. Poco antes
de su muerte, formula el deseo de que una fotografía suya, tomada a
la edad de diecinueve años, cuando él experimentaba la gloria, figure
como ilustración primera de fodos4 sus libros en las impresiones pos­
tumas5. Esto incita a suponer que sostener su imagen constituirá una
de las funciones de su escritura. La misma preocupación está sin duda
en el trabajo de una búsqueda incesante de honores que le condujeron
a hacerse nombrar Oficial de Academia y caballero de la Legión de
honor. No faltaría también una ocasión de hacerse condecorar, de
suerte que él recibió la Medalla conmemorativa francesa de la Gran
Guerra, y la Medalla interaliada llamada de la Victoria. Además
Roussel acordaba una importancia extrema y sorprendente a sus
talentos de imitador. Una de las escasas indicaciones autobiográficas
aleval

encerradas en su obra informa que él no conoció "verdaderamente el


éxito más que (...) por numerosas imitaciones de actores o personajes
cualesquiera " 6 . Según Charlotte Dufréne, su amiga, "trabajaba siete
M

años cada una de sus imitaciones, repitiendo frases en voz alta para
C laude

4 Él subraya.
J ean

5 Caradec F. Vie de Raym ond Roussel., o.c., pág. 65.


6 R o u s s e l, R .: Comm ent j'ai écrit certains de mes lim es (1935), C o ll.10/18.1963, pág.
116 35.
atrapar la entonación, copiando gestos, hasta obtener una semejanza
completa". No sabríamos encontrar indicación más pura de una
investidura m ayor de las identificaciones imaginarias.
En la existencia de Roussel las imitaciones tienen un lugar en el
cual su im portancia viene justo después de la importancia de su
escritura. Su extrema valorización sugiere que ellas participan de un
proceso que contribuye al sostén de su ser: él imitaba, según parecía,
a su padre "d e manera alucinatoria " 7 . La carencia de la identifica­
ción al rasgo unario fuerza al sujeto a ubicarse en las identificaciones
imaginarias para sostener sus ideales. Parece que Roussel hubiera
tenido el presentimiento de la prevalencia de estas últimas en su pro­
pio funcionamiento. El héroe de su primera novela, la que escribió
sintiendo la gloria, es un actor fracasado, que permanece desconoci­
do, y que va de fracaso en fracaso. Una imagen que no es sin evocar
al autor mismo. El título de la obra es El Doble, calificativo que desig­
na al héroe, consistiendo su primer fracaso en no comprometerse
más que como "doble" de un actor célebre. Tal imagen especular pre­
sente en la obra de Roussel desde las primeras páginas se vuelve a
encontrar, poco modificada en su última compilación, en la cual elige
insertar su observación psiquiátrica hecha por Janet: se trata siempre
de la imagen de un artista fracasado. La luminosidad conferida por
la gloria a la imagen especular, no oculta más que un momento, la
inherencia del objeto en ella: es por lo que se adjunta ahí un fracaso
innato.
La recurrencia al tema de la gemelidad en los escritos de Roussel,
frecuentemente remarcada por los críticos, constituye un nuevo indicio
del lugar predominante tomado en su funcionamiento por la imagen
especular. De este hecho la imagen del otro peligra a veces de devenir
invasora y maléfica: teme que los miedos experimentados por sus pró­
jimos se comuniquen a él por contagio, si son manifestados. No sopor­
ta ver llorar; demanda a Charlotte Dufréne no hablar jamás delante de
él de sus miedos al dentista y a las serpientes8. Por otro lado, esta últi­
ma juega en su vida un rol curioso: el de la "amante como si". Durante
veintitrés años ella se mantuvo a su lado en los lugares públicos, sobre
todo en el teatro, pero jamás fue a su casa. Sus relaciones permanecie­
ron platónicas. El le depositaba una mensualidad importante, esencial­
PSIC OSIS

mente para que ella lo acompañe al espectáculo -casi todas las tardes.
Sin duda se trató de que su homosexualidad 9 permaneciera secreta y
ACTUALES

7 C aradec , R: o.c., pág. 76.


8 lbíd., pág. 315.
9 La hom osexualidad de Roussel es sobretodo conocida por la intervención d e ___
un artículo publicado en 1904, com pletando las dos prim eras páginas de La 117
que las convenciones fuesen salvaguardadas10. Esta "amante como si"
era necesaria al sostenimiento de su imagen pública.
"U sted tendrá todo lo que desee, le había dicho a ella, porque
tengo dinero, con la condición de no plantear jam ás preguntas".
Roussel tenía en efecto horror de las preguntas, generalmente hacía
todo para evitar comprometerse en una discusión. "Temiendo por
otra parte (dice Michel Leiris), ser contrariado y contrariar en las con­
versaciones, él decía que para evitar todo coloquio peligroso con las
personas, él procedía haciéndoles preguntas". André Bretón fue con­
movido por el estilo de las conversaciones rousselianas: "D e mis
escasos y muy breves encuentros con él, el recuerdo más preciso que
guardo es el de un hombre que se oculta. El permanece oculto para
el conjunto del grupo que formamos, digamos entre 1922 y 1928, aún
si tratamos mucho, uno u otro de nosotros -M ich el Leiris(...)- de
acercarnos a él y, otros -R ob ert D esn os- (...) hayan hecho esfuerzos
por levantar su profundo enigma. Pero con él Leiris, ingeniándose,
no lograba desviar la conversación de su curso banal y, Desnos, aún
si era tan cortésmente recibido, volvía desanimado de sus visitas"11.
Los surrealistas constataron cuánto era esencial para Roussel evitar
entrar en un intercambio que haya podido forzarlo a sostener sus
opiniones, pero ellos no discernieron de lo que se trataba, a saber, la
necesidad de preservar los ideales sentidos como frágiles a falta del
anclaje simbólico. "E s horrible, le confía a Janet, que uno no tenga el
respeto de las glorias adquiridas, un solo detractor es más fuerte a
mis ojos que tres millones de admiradores; me hace falta la unanimi­
dad para que mi sentimiento esté tranquilo"12. El clínico remarca
bien que él "siente sus convicciones tan vacilantes como sus goces".
Las opiniones de Roussel no reposan más que sobre un asentimiento
precario a los valores de su mundo. No experimenta la posibilidad de
sostenerlos porque no llegó a hacerlos plenamente suyos. Es un gran
burgués que adhiere a una forma caricatural y fija de los ideales de

Cocarde, diario financiero antisem ita en el cual él es acusado de "delitos o crí­


m enes". Esta publicación m enciona los encuentros con "num erosos menores
aleval

de sexo m asculino" e incluso de dem andas judiciales y chantajes, de parte de


los padres de jóvenes que habría seducido. Uno de estos asuntos judiciales
ocurre m eses después de la publicación de El Doble, en julio 1897. Roussel y su
M

madre llegaron sin em bargo a ocultar su hom osexualidad. Según Germond, el


artículo de La Cocarde, luego de haber tenido en la época el efecto de una
laude

bom ba, fue m uy rápidam ente arrojado al olvido. Parece sin em bargo que
Roussel debió ,a veces, partir de viaje para evitar los escándalos. (Germ ond J.
C

Raymond Roussel a la Une. Cahiers de l'Unebévue, EPEL, París, octobre 2000.)


J ean

10 C a r a d e c , o.c., pág. 109-111.


11 lbíd., pág. 144-145.
118 12 J a n e t , P : De l'angoisse a l'extase, o.c., II, pág. 106.
su medio: "Tiene una amante, cuenta Janet, tiene fortuna, hizo algu­
nos viajes lindos, son sus privilegios, hay que conservarlos, es nece­
sario que los otros no invadan indebidamente sus derechos. Él
mismo no piensa que podría aprovechar los progresos, hacer en
avión viajes más rápidos y más lindos, ya que tiene horror de los
actos futuros y sobretodo de los actos nuevos. Quiere conservar el
beneficio de los actos antiguos y de una superioridad adquirida. Es
necesario que las cosas sean defendidas por los otros para que él
sienta el valor que tienen cuando él las p osee"13. La prevalencia de
identificaciones imaginarias confirma lo que la gloria ya indicaba: el
goce de Roussel está en una conexión estrecha con lo imaginario.
Además, la emergencia del goce Otro y la carencia del rasgo unario
llevan a considerar que en la estructura de Roussel lo simbólico no se
mantiene. Esta dimensión no juega el rol de límite con respecto al
goce, que sería el suyo si ella estuviera anudada de manera borromea
a lo real. Ella no asegura más su función de límite con respecto a las
identificaciones imaginarias: estas tienen una propensión a crecer
hasta la megalomanía. Una de sus primeras publicaciones, un poema
intitulado M i alma, finaliza así:

Regardant fu ir au milieu d'elle


Les vers surgissant sans effort,
Dans la postérité fidéle
Je vois plus tard grandir morí sort.

A cette explosion voisine


De mon génie universel
Je vois le monde qui s'incline
Devant ce nom: Raymond Roussel.

Sur la terre q u e je domine


Je vois ce feu continuel
Qui seul et san sfrére illumine
Partout l'univers actuel.u *

13 Ibt'd., pág. 106.


Psi cosi s

14 Publicado en páginas 3 y 6 del diario Le Gaulois del 12 julio 1897; citado por
Caradec F., in o.c., pág. 48.
N.T. Se conserva el texto en francés para conservar la rim a del poema.
[ M irando escaparse entre ella / Los versos surgiendo sin esfuerzo / En la pos­
actuales

teridad fiel / Veo más tarde aum entar m i suerte.


A esta explosión vecina / De mi genio universal / Veo el m undo que se incli­
na / Delante de este nom bre: Raym ond Roussel.
Sobre la tierra que yo dom ino / Veo ese fuego continuo / Que solo y sin her­
m ano ilum ina / Por todos lados el universo actual.] 119
No se trata solamente aquí del ensayo malhecho de un adoles­
cente exaltado. A sus cuarenta y cinco años, Janet se sorprende aún
de la representación que hace de sí m ism o como un artista inmenso.
"É l atribuye a sus obras, escribe el clínico, una importancia desmedi­
da, no se conmovió por el fracaso evidente, [...] no acepta la menor
crítica ni el menor consejo, tiene una fe absoluta en el destino que le
fue reservado: 'Llegaré a cimas inm ensas y nací para una gloria ful­
gurante. Esto puede ser largo pero tendré una gloria más grande que
la de Víctor Hugo o la de Napoleón. [...] Hay en m í una gloria inm en­
sa en potencia como en un proyectil formidable que todavía no esta­
lló... Esta gloria tocará todas las obras sin excepción, ella caerá sobre
todos los actos de mi vida; investigaremos todos los actos de mi
infancia y admiraremos la manera en la cual yo jugaba a las barras...
N ingún autor ha sido y puede ser superior a m í . " 15 Incluso si la glo­
ria no se siente, ella no cesa sin embargo de sostener la imagen espe­
cular de Roussel; confirm ación de la persistencia de una estrecha
conexión de lo imaginario y de lo real, mientras que lo simbólico no
asegura hacia ellos su función pacificante. Parece entonces posible
situar como sigue el error de la estructura:

Aunque lo real y lo im aginario estén anudados, una conexión no


se opera entre ellos, la que permitiría fijar lo simbólico, el cual por
este hecho se encuentra libre. Sin embargo Roussel, a pesar de algu­
nos m omentos depresivos severos, no desencadenó una psicosis, lo
que deja suponer que él llegó a remediar el error de su estructura. Sin
duda que la suplencia elaborada por él está en relación con la escri­
M aleval

tura que dominó totalmente su existencia.


Claude
J ean

120 15 J a n e t , p .: D e l'an goisse i) l'extase, o .c ., I, p á g . 1 1 6 .


Una escritura específica

Se trata de una escritura original creadora de mundos extraños y


fantásticos. Ella encuentra su fuente en un proceso develado por
Roussel en su última obra Cómo escribo algunos de mis libros, que cons­
tituye una suerte de testam ento literario. Este procedimiento apare­
cía como la esencia de su arte y como su única invención verdadera.
Es a ella que él confía, en última instancia, la carga de representarlo
en relación a la posteridad.
Aquí tenemos cómo él lo presenta. "Yo elegía dos palabras casi
iguales (haciendo pensar en los metagramas). Por ejemplo billard
[billar] y pillará [ladrón]*. Luego adjuntaba allí palabras parecidas
pero tomadas en dos sentidos diferentes, y obtenía así dos frases casi
idénticas.
En lo que concierne a billard y pillard las dos frases que obtuve fue­
ron estas:

1) Les lettres du blanc sur les bandes du vieux billard.


[Las letras blancas sobre los bordes del viejo billard]

2) Les lettres du blanc sur les bandes du vieux pillard.


[Las cartas blancas sobre las bandas del viejo ladrón].

En la primera, "lettres" [letras] estaba tomada en el sentido de


"signos tipográficos", "blanc" [blanco] en el sentido de tiza y "bandes"
[bandas] en el sentido de "borde".
En la segunda, "lettres" [letras] estaba tomada en el sentido de
"cartas", "blanc" [blanco] en el sentido de "hom bre blanco" y " ban­
des" [bandas] en el sentido de "hordas guerrilleras".
A partir de las dos frases encontradas, se trataba de escribir un
cuento pudiendo comenzar por la primera y terminar por la segun­
da.
Ahora bien, era en la resolución de ese problema que yo agotaba
todos mis m ateriales."

Para generar el cuento progresando desde la frase inicial a la frase


P SICOSIS

final, Roussel no encuentra inspiración más que en las im ágenes sali­


das de nuevas homofonías. Él elegía una palabra, después la religa­
ba a otra por la preposición a; y esas dos palabras, tomadas en un
ACTUALES

sentido distinto que el sentido primitivo, le proveían de una creación

N.T. Se conservan las palabras en francés para m ostrar el juego hom ofónico
que el autor realiza con las mismas. 121
nueva. Propone numerosos ejemplos. Nos trae primero uno de los
más simples. Roussel se otorga las palabras siguientes: Círculos a
rayos. Él los entiende primero en su sentido más corriente: el de un
redondel y el de trazos geométricos. Busca enseguida qué otro senti­
do podrían poseer esas palabras. Aparecía entonces que el círculo se
entiende tam bién como un club y que los rayos pueden ser de glo­
ria. A favor de esta aproximación, inventa el club de los incompara­
bles. La más célebre creación de Roussel vuelve un poco más com­
plejo este método. Se trata de "la statue de Vilote, faite en balein.es de cor-
set, roulant sur des rails en mou de veau et portant sur son socle une ins-
cription relative au duel d'un verbe grec"* ["la estatua del ilota, hecho
por varillas de corsé, rodando sobre rieles en carnes flácidas y lle­
vando sobre su base una inscripción relativa al plural de un verbo
griego"]. Ella encuentra su origen en las palabras siguientes:

"1) Baleine (mammifere marin) a ilot (petite ile), [Ballena (mamífero


marino) a islote (pequeña isla)]; 2) Baleine (lamelle) a ilote (esclave spar-
tiate), [Varilla (lámina) a ilota [esclavo espartano]; 1) duel (combat a
deux) a accolade (deux adversaires se réconciliant apres le duel et se donnant
l'accolade sur le terrain), [duelo (combate de dos) a abrazo (dos adver­
sarios se reconcilian luego del duelo y se abrazan en el terreno]; 2 )
duel (temps de verbe grec) a accolade (signe typographique), [duelo (tiem­
po del verbo griego) a llave (signo tipográfico)]; 1 ) mou (individu
veule) a raille (ici, précise-t-il, je pensai a un collégien paresseux que ses
camarades raillent pour son incapacité), [débil (individuo apático) a
burla (aquí, precisa, yo pensaba en un colegial perezoso que sus
camaradas burlaban por su incapacidad)]; 2 ) mou (substance culinaire)
a rail (rail de chemin de fer) [bofe (sustancia culinaria) a riel (riel de
camino de hierro)]". De estos tres acoplamientos de palabras nació la
imagen más conocida de Impresiones de África.16

"El procedim iento evoluciona, continúa Roussel, y fui conducido


a tomar una frase cualquiera, de la cual extraía imágenes dislocán­
dola, un poco como si se tratase de extraer los dibujos de un jeroglí­
M aleval

fico". La frase: "Tu n'en auras pas" *** ["Tu no lo tendrás"] le da la frase
"Dune en or a pas(a des pas)" ["D una de oro tiene pasos (tiene pasos)"].

N.T. Círculo (cercle) tiene en francés varios sentidos, entre ellos el de "clu b ",
C laude

com o lugar de concurrencia de personas.


N.T. Se conserva la frase en francés para dem ostrar el ju ego que el autor reali­
za con el sentido de las palabras.
J ean

16 R o u s s e l , R .: Com m ent j'ai écrit certains de mes livres, o.c., p á g s . 1 4 -1 5 .


*** N.T. Se conservan las palabras en francés para indicar el juego hom ofónico
122 entre am bas frases.
De ahí forma la im agen de un poeta besando las huellas de los pasos
sobre una duna.
Remarca que su procedimiento es "pariente de la rim a", ya que en
los dos casos "hay creación im provisada debida a las combinaciones
fonéticas"17.
La fabricación comporta tres fases: primero la búsqueda de juegos
de palabras o de frases con doble sentido, luego el establecimiento de
una trama lógica uniendo los elem entos disparatados; por último la
redacción tan realista como posible, con el máximo rigor, del texto
definitivo.
Si Roussel debe ser considerado como uno de los grandes adver­
sarios de la retórica clásica, es porque él produjo una obra poética
fundada sobre un esfuerzo por separar el significante de la enuncia­
ción. Deseaba no utilizar otros m ateriales más que los salidos del len­
guaje mismo. Si busca en la hom ofonía el principio generador de sus
mundos imaginarios, lo que intenta es borrar el acto del sujeto en la
creación. Su procedimiento deseaba hacer tabula rasa de toda inspi­
ración espontánea.
La elección del autor interviene sin embargo en las frases y en las
palabras iniciales. ¿No es en este punto que la singularidad del suje­
to peligra por introducirse? Roussel intenta cuidarse de introducir la
singularidad del sujeto, tomando fragmentos del lenguaje tan insig­
nificantes como posibles. Con respecto a esto, él precisa: "Yo usaba
no importa qué cosa": la dirección de su zapatero, una publicidad de
un aparato, un título de un libro, versos de Víctor Hugo, etc .18
A partir de proposiciones cualesquiera, Roussel creaba con rigor
nuevos mundos. Una escritura de pura lógica se encuentra en el hori­
zonte último de su proyecto. La esencia del proceso, remarca él
mismo, consiste en "hacer surgir especies de ecuaciones de hechos " que
se trata de "resolver lógicamente". Entre todos los juegos de palabras
burlonas compuestos por sus adversarios concernientes a Locus Solus
, el título de uno de sus libros, cita Loufocus Solus, gugus solus, Locus
Saoulus, etc., "hay uno que falta, afirma él, y que, me parece, merece­
ría ser hecho, es Logicus Solus."19 La lógica se caracteriza, como todo
discurso científico, por no poder instaurarse más que sobre una ten­
tativa de sutura del sujeto del inconsciente.
PSIC OSIS

De una manera diferente de la de Joyce, no tan radical, Roussel


aparece "desabonado del inconsciente". El rompe la conexión S j-S 2,
no como el irlandés, cortando el alma del sueño, y colocando el acen-
ACTUALES

17 lbíd.., pág. 23.


18 lbíd., pág. 21-22.
19 lbíd., pág. 24. 123
to sobre el significante unario; sino a la inversa, borrando el signifi­
cante que representa al sujeto, y exaltando una función de represen­
tación acéfala. El procedimiento apunta a producir el significante a
partir de significantes cualesquiera bajo los que Roussel intenta
borrar su enunciación. Sus textos sim ulan el cifrado de un sueño,
pero de un sueño en el cual el contenido latente se sostiene en frag­
mentos de lenguaje insignificantes. Ellos resultan de un cifrado
vacío. El lector va a encontrar solamente un proyecto estético. Cuanto
menos de lo real esté inm erso allí, más acabado estará para Roussel:
"en m í -afirm a é l- la im aginación es todo". Él se ocupa de precisar
en relación a esto que de todos sus viajes, no extrajo nada para sus
libros .20 Efectivamente no son solamente sus viajes, sino todo rastro
de su historia, de sus opiniones o de sus ideales que se esfuerza por
mantener alejado de su obra. Cuando a pesar de todo, alguna cosa se
encuentra inmersa en su obra, es particularm ente anodina, a la
manera de la dirección de su zapatero. El escritor posee como el hom ­
bre el gusto por el silencio y el secreto. Uno y otro no se aproximan
más que ocultándose. Los escritos de Roussel se parecen a sueños
facticios generados, no por el deseo del sujeto, sino por un trabajo
autónomo de la letra.
Sin embargo ni el deseo del autor, ni un equivalente del signifi­
cante unario, podrían estar ausentes en una obra tan original. Es cier­
tamente en el proceso mismo que hay que buscar sus incidencias. No
es más que en una referencia al proceso que Roussel se presenta
como inventor y como un maestro: "Se trata, escribe él, de un proce­
dimiento muy especial. Y, este procedimiento, me parece que es mi
deber revelarlo, ya que tengo la impresión que escritores futuros
podrían quizá explotarlo con frutos . " 21 Es hacia la edad de treinta
años donde tuvo la impresión de haber encontrado su camino gracias
a las "com binaciones de palabras". Seguramente su escritura, a la
cual él consagra su existencia, viene al lugar de síntoma. Ella locali­
za su goce de manera obligada: su procedimiento exigía que le sea
consagrado un tiem po considerable. Sus obras demandaban muchos
esfuerzos. "Yo sangro sobre cada frase", confía Roussel. Todo condu­
M aleval

ce desde ese mom ento a considerar que en Roussel, el procedimien­


to posee una función de suplencia, que le permite enlazar el nudo de
manera que lo simbólico pueda limitar lo imaginario y lo real. La
estructura parece entonces poder escribirse así:
Claude
J ean

___ 20 Ibíd., pág. 27


124 21 Ibíd., pág. 11.
Interviniendo en el punto del error, el procedimiento coloca un
punto de detención al deslizamiento de lo simbólico. El procedimien­
to ocupa el lugar de síntoma. Sin embargo no logra un anudamiento
borromeo de los elementos de la estructura: esta última, a la manera de
Joyce, conserva la huella de su falla. El procedimiento posee, en efec­
to, una curiosa deficiencia: se detiene delante de los nombres propios.
Que Roussel no haya tenido imaginación en relación a esto es sor­
prendente, remarca su biógrafo, "pero que no haya buscado por un
'procedimiento' cualquier forma de remediar esto, de su 'juventud' a
su madurez, es más sorprendente aún " . 22 El texto que entregaba
Roussel al impresor, contrariamente a lo que habríamos podido espe­
rar de un hombre tan meticuloso, no estaba terminado: en un gran
número de ocurrencias, él dejaba en blanco los nombres de sus perso­
najes, no completándolos más que sobre el texto impreso, o pidiendo
al regente de la imprenta de hacerlo él mismo, pero, en ese caso, los
reemplazaba casi siempre por otros nombres que los que le habían
sido sugeridos .23 Es de destacar que con los significantes más propios
a evocar el rasgo unario, el procedimiento se encuentra puesto en difi­
cultad, y que en esta sola circunstancia Roussel apela a una ayuda
exterior. Sabemos que los nombres propios permanecen casi iguales en
todas las lenguas, de manera que ellos poseen la característica de no
traducirse, y esta propiedad revela su afinidad con el signo y la desig­
nación directa del significante como objeto. El patronímico no condu­
ce con él al sentido del objeto, afirma Lacan, "pero algo que es del
orden de una marca aplicada de alguna manera sobre el objeto, super­
puesta a él" 24 Esta característica le parece deber ser encontrada en una
relación fundamental con la escritura, lo que lo conduce a subrayar sus
P SICOSIS

afinidades con el rasgo unario. El procedimiento de Roussel conserva,


por consecuencia, la huella de lo que él remedia: la carencia del signi­
ficante para representar al sujeto ante otros significantes.
ACTUALES

22 C a r a d e c , F.: Vie de Raym ond Roussel, o.c., pág. 64.


23 Ibíd., pág. 101.
24 L a c a n , J.: El seminario, Libro 8, La identificación, Clase del 20 de diciem bre d e ___
1961, Paidós, Bs. As., 1998. 125
Existe sin embargo una excepción remarcable: uno de sus perso­
najes de Impresiones de Africa, un im itador habilidoso, una imagen de
Roussel, posee un patroním ico no solamente generado por el proce­
dimiento, sino que podría valer como nominación del procedimien­
to mismo, se trata de "Bob Boucharessas". En esta "bouche a ressasse"*
["boca que repite palabras"], en la cual la homofonía constituye el ali­
mento, se dejaría ver la vacuidad del cifrado operado por el procedi­
miento. Es porque Roussel debe elaborarlo para representarlo y para
localizar su goce, que él puede funcionar para producir una especie
de auto-nominación. Ésta, además, podría valer como seudónimo de
su autor. Por el contrario, desde que el procedimiento se separa de sí
mismo, y se encuentra confrontado a lo que más suplía -la función
del significante que representa la singularidad del sujeto-, entonces
una dificultad surge y porta la huella del error de la estructura. Las
imágenes "repetitivas", ancladas en la homofonía, reposan sobre una
estética fundada sobre la purificación de la escoria del sujeto en el
lenguaje.
Además, si el proyecto de Roussel consiste en borrar de sus escri­
tos el sujeto de la enunciación, de manera tan radical como posible,
en provecho de un auto-engendramiento del texto por la letra, pare­
ciera que su obra entera, a la manera de la obra de Joyce, testimonia
del error al que suple. El ensamblado que realiza el irlandés con sus
escritos no restaura plenamente la función narcisista: lo que está en
juego es para él un goce privado de la letra, que no retiene en nada
el inconsciente del lector 25; mientras que para Roussel subsiste en su
obra una propensión del símbolo a emanciparse que testimonia del
error primero, y no atrae la atención del inconsciente del lector. Si
ellos son distinguidos como ilegibles, es porque uno y otro, aunque
de manera no semejante, se encuentran desabonados del inconscien­
te. El trabajo de conexiones significantes producido por Roussel
genera sentido, pero su esfuerzo por reducir el texto al S2, borrando
el soporte de la enunciación, no decanta más que significaciones va­
cías. Sus novelas desbaratan toda interpretación.
Por otro lado, bordeando sus cuentos con dos frases que se refle­
M aleval

jan casi en espejo, el procedimiento de Roussel inscribe en el texto la


función de límite y de anudamiento que le es inherente. La analogía
no puede dejar de aparecer con el Finnegans Wake que finaliza por
una frase inacabada continuada en la primera línea de la obra. El
Claude

N. T. Se conserva la palabra en francés para m ostrar el juego hom ofónico entre


J ean

Bob Boucharessas y bouche a ressasse.


___ 25 L a ca n , "Joyce el síntom a I", en Joyce con Lacan, Uno por Uno 44, EOLIA,
126 Barcelona, 1990.
anudamiento es diferente: Roussel toma un mundo de imágenes
entre sus frases reflexionadas; mientras que la frase interrumpida de
Joyce es homogénea al suspenso de la significación inherente a su
texto. De la escritura de Roussel se impone al lector una profusión de
lo imaginario, testimoniando el lugar excepcional tomado por esta
dimensión, en razón de su estrecho anudamiento a lo real. "En mí,
afirma, la im aginación es todo". Nada de esto en Joyce: es el goce de
la letra que se percibe ahí de manera evidente. En su caso es lo sim­
bólico que se encuentra con lo real de manera no borromea.
Que la escritura de Roussel le haya permitido suplir el error de su
estructura, encontram os la confirm ación en el hecho que, cuando él
se suicida el 14 de julio de 1933, había dejado totalmente de escribir.26
No esperaba más, desde uno o dos años, que "u n poco de alegría des­
pués de la m uerte"27.
Sin duda Roussel presentaba numerosos rasgos obsesivos, que
podían inducir a considerarlo como un neurótico, lo que parece
haber sido la hipótesis de Janet, aunque haga mención a un m om en­
to de delirio y a un episodio melancólico. Sin embargo esta hipótesis
no parece pertinente cuando el discernimiento de la estructura psi-
cótica, por fuera del desencadenamiento, llega a fundarse sobre la
puesta en evidencia de los errores del nudo borromeo y de las
suplencias correspondientes.
Con respecto a esto, una nueva clínica diferencial queda por
hacer28. No parece posible hoy esbozarla más que ejercitándose pri­
mero en reconocer los errores de la estructura, manifestados por un
anudamiento mal asegurado, de una de las dimensiones de lo RSI a
otra; esforzándose luego por discernir qué modo de suplencia está
puesta en juego.

T r a d u c c ió n : C a r o l in a A l c u a z

26 C a r a d e c , F.: Vie de Raymond Roussel, o.c., pág. 379.


27 R o u s s e l, R .: Comment j'ai écrit certains de mes livres, o.c., pág. 35.
P sicosis

28 Las hipótesis según las cuales los errores del anudam iento de la estructura,
reposan en Joyce, sobre una liberación de lo im aginario, y en Roussel, sobre
una liberación de lo sim bólico, llam an al exam en de una tercera posibilidad:
la de dónde se localizaría lo real en el cual la conexión no estaría inicialm ente
actuales

asegurada. Es lo que G eneviéve M orel pone en evidencia con Ven: en el caso


de esta mujer, parece que el travestism o m asculino, haciendo barrera contra el
transexualism o, opera com o una suplencia a la forclusión de la significación
fálica. ( M o r e l , G., Un cas de transvestisme féminin [Un caso de tra v e stism o ___
fem enino], en ECF, 1995, 30, págs. 20-26). 127

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