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EL CIEMPIÉS Y LA ARAÑA

JUAN GELMAN

Había una vez un día como cualquier día.

Una araña esperaba sentada al borde del camino más


oscuro del bosque.

Se rascaba la cabeza, pensativa.

Al ver que venía el ciempiés, la araña se puso de pie y se


le acercó muy respetuosa.

—Señor ciempiés —le dijo— ¿puedo recurrir a su


gentileza para hacerle una pregunta? ¿Cómo hace usted
para caminar, señor ciempiés? ¿Adelanta primero las
cincuenta patas de la derecha y después las cincuenta de
la izquierda? ¿O veinte y veinte? ¿O diez y diez? ¿O una y
una?

Hubo un largo silencio. La araña se fue. Entonces el


ciempiés se puso a pensar cómo caminaba. Y no caminó
nunca más.

FIN
¿CÓMO SE HACE
PARA SOBREVIVIR A UNA TRAGEDIA
SIN QUE SE TE APAGUE EL ALMA?
EDUARDO GALEANO

El poeta Juan Gelman escribe alzándose sobre sus propias ruinas, sobre su polvo y su
basura. Los militares argentinos, cuyas atrocidades hubieran provocado a Hitler un
incurable complejo de inferioridad, le pegaron donde más duele.

En 1976, le secuestraron a los hijos. Se los llevaron en lugar de él. A la hija, Nora, la
torturaron y la soltaron. Al hijo, Marcelo, y a su compañera, que estaba embarazada, los
asesinaron y los desaparecieron. En lugar de él: se llevaron a los hijos porque él no
estaba.

¿Cómo se hace para sobrevivir a una tragedia así? Digo: para sobrevivir sin que se te
apague el alma. Muchas veces me lo he preguntado, en estos años. Muchas veces me he
imaginado esa horrible sensación de vida usurpada, esa pesadilla del padre que siente
que está robando al hijo el aire que respira, el padre que en medio de la noche despierta
bañado en sudor: ¡Yo no te maté, yo no te maté! Y me he preguntado: ¿Si Dios existe, por
qué pasa de largo? ¿No será ateo, Dios?

Eduardo Galeano, El libro de los abrazos

La gran pregunta que suelta Galeano: “¿Cómo se hace para sobrevivir a una tragedia así
sin que se te apague el alma?” parece abrir un nuevo trecho de respuestas (y más
preguntas) con este libro, equivocadamente etiquetado como libro para niños (que los
libros ilustrados son para todos).

Las ilustraciones de Eleonora Arroyo narran paralelamente microhistorias de los


personajes. La técnica sumamente plástica llena de calidez el ambiente del bosque:
pintura, estampados, texturas y papeles de colores estructuran el escenario en el que la
acción se muestra de manera cinematográfica, con tomas abiertas (ante la pregunta y la
larga reflexión), tomas medias (cuando cada quien hace lo suyo: la araña teje con agujas,
el ciempiés limpia sus botas), o acercamientos tremendos (cuando el silencio crece y
cala). Entonces ya no se distinguen ni siquiera los personajes principales, sino quienes
habitan el bosque y también quieren una respuesta. Así todos los lectores somos una
libélula, un trío de aves, un grupo de mariposas. El abandono final de las botas es tan
contundente como el texto: los zapatos solos no van a caminar. El bosque ha quedado
desolado.

Así, cuando el ciempiés intenta responder a la araña, simplemente no lo logra:

Pues para que el alma no se apague, no se piensa cómo caminar, solo se sigue
caminando.

http://leanlirones.blogspot.com.ar/2013/01/el-ciempies-y-la-arana.html

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