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Retóricas de museo,
notas museológicas sobre
aprendizaje, significado
y experiencia
Ricardo Rubiales1
En este texto el autor plantea que los museos que se atreven a convertirse en espacios de
diálogo y reflexión, aquellos que entienden el lenguaje museográfico como una posibilidad
para el intercambio, la tolerancia y la resignificación se han convertido en centros vitales
para el aprendizaje y la educación.
Comienzo este texto refiriéndome directamente al tema que abordó el día interna-
cional de los museos: decir lo indecible. Refiere a un discurso que no se articula en lo
posible, por el contrario será un mensaje entregado de formas inusitadas, disruptivas,
inesperadas.
Hoy día, al hablar de diseño museográfico de las exposiciones existe una claridad
sobre los procesos de creación, diseño y montaje de una exposición. Desde la mirada
del Comité de Educación de la Alianza Americana de Museos esta claridad se desdi-
buja al hablar de las reacciones y vivencias de los públicos en las exposiciones. Los
profesionales en su gran mayoría suponen o infieren lo que la exhibición provoca en
los visitantes. Pocas veces estas ideas se confirman con el registro y documentación
de las experiencias.
Esta dimensión pública del Museo (AAM, 1996) es decir, el impacto del proyecto museís-
tico en los públicos es por lo general un ámbito desconocido para los profesionales. Esto
radica en la concepción de que la labor museal termina al cortar el listón de inauguración.
Analicemos un minuto esta idea: Es difícil encontrar una exposición donde se tome tiempo
para analizar como los públicos se apropian de la misma. En realidad, una exposición
en plano es muy distinta a su experiencia física. Es común que la letra del texto es más
pequeña de lo que se consideraba, que el público no acude a cierto espacio o que cierto
objeto no es visible desde cierta perspectiva. El uso de los públicos como un elemento
clave para la adecuación de la exposición es algo que no se concibe.
Por lo general, los tiempos siempre están ajustados y se “termina” el montaje horas antes
de la inauguración. Así, la exposición se queda como estaba aquél día de las autoridades,
a pesar de aquellos elementos que no cumplen con su función, de aquél texto que no
hace sentido, o aquél espacio que no es funcional a los usuarios.
Así, la interpretación del usuario es uno de los procesos de más importancia dentro
de la dinámica museística; las reacciones, emociones y sentimientos derivados de las
experiencias vividas en el publico marcan y construyen el espacio museal. Es decir: el
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proceso de lectura por parte de los usuarios es tan importante como el momento de
creación. Para que una exhibición sea exitosa, el efecto en el intérprete es equivalente
al trabajo de diseño y montaje.
¿Es suficiente leer la ficha técnica al lado de una obra para “comprenderla”? ¿Es clave
conocer la fecha de producción y los estudios académicos de un artista para acercar
a los públicos a su propuesta? ¿Se comprende el concepto dictadura con el hecho de
memorizar fechas y biografías? ¿Qué es lo que el museo aporta? En algún momento se
esperaba que el rol de los visitantes fuera el de recolectores de información especial-
mente de nombres, técnicas, sucesos y fechas. Hoy esta percepción no es en ninguna
forma sostenible.
En ese sentido, la acción educativa confronta, motiva y exhibe las perspectivas y lec-
turas del visitante además de recuperarlas, documentarlas y evidenciarlas por medio
de registros impresos, auditivos y visuales.
Existe una percepción de la interpretación como un proceso que hacemos desde las áreas
educativas, al denominarnos intérpretes. En una óptica distinta, es posible comprender
la interpretación no como una acción realizada por el museo sino por los públicos.
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Esto implica reconocer los procesos cognitivos que toda persona vive ante un nuevo
estimulo, ambiente desconocido, problema o situación. Este encuentro provoca en la
persona procesar información, reconocer su conocimiento previo y encontrar sentido de
la experiencia. Diversas investigaciones reportan que las personas aprenden efectiva-
mente “fuera” del contexto escolarizado (Falk & Dierking, 2000), a través de periódicos,
programas de televisión, viajes o conversaciones en un café.
De ahí que el proyecto educativo que reconoce los procesos de interpretación en los
públicos necesariamente busca investigar a esos distintos públicos dentro de la expo-
sición; las preguntas que hacen, la información que traen al contexto del museo y sus
reacciones a las diversas prácticas que presentamos. Es posible observar relaciones y
posibilidades entre estos estudios y nuestra práctica diaria, la investigación continua
debe convertirse en el proyecto educativo (Dierking & Foutz, 2007).
En ese sentido, el aprendizaje no es un proceso externo sino interno que toma lugar en
todo momento de la vida; aproxima y permite nuevas reflexiones, miradas y pensamien-
tos sobre la vida diaria. Los procesos de aprendizaje, desarrollan habilidades sociales y
cognitivas; comprenden aspectos emotivos y están inmersos en el contexto personal
de cada ser humano (Falk & Dierking, 2000).
Así, en lugar de concebir que las personas “requieren una preparación” para aprender al
entrar al museo concebimos que toda experiencia puede ser potencialmente de apren-
dizaje. Evidentemente no toda situación implica un proceso significativo de aprendizaje,
existen muchos estímulos que simplemente dejamos pasar; objetos, palabras o am-
bientes que por su complejidad o simpleza pueden ser ilegibles o pasar desapercibidos.
No existe entonces ningún tipo de diálogo o relación entre el estímulo y la persona.
Diversos estudios de público revelan este tipo de situaciones en la experiencia del museo.
Si el proyecto museístico es visto por las audiencias como frío, ilegible y demasiado
complejo, entonces el diálogo termina. La visita al museo no supera en significado la
experiencia de caminar en un centro comercial.
En contraste con los intérpretes y su acción, hemos propuesto que los programas de
interpretación en un museo antes que realizar cualquier actividad deben reconocer los
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Así, en una mirada alterna a la propuesta del intérprete, la acción educativa del museo
propone no interpretar sino facilitar que las personas interpreten su propia experiencia
en el museo. Un proceso que ocurre todo el tiempo con o sin nuestra participación.
Reconocemos que los encuentros entre la persona y la propuesta museística están llenos
de posibilidades de significado en ambas partes. Nuestro interés está en que aquellos
significados que las personas traen puedan ser visibilizados, dialogados y considerados.
En este proceso de construcción de sentido, las personas usan una serie de habilidades
de pensamiento que revelan la red conceptual de la persona y su patrón de creencias
e intereses. Por ello esta construcción de sentido es socialmente moldeada tanto por
el contexto cultural como por otras personas (Falk & Dierking, 2013) elementos que
difícilmente se consideran en el proceso de diseño de una exposición.
Lo indecible
Los museos en el siglo XXI se enfrentan a paradigmas que ponen en juego su definición
ontológica y el alcance de su quehacer.
La museología de vanguardia, que busca señalar una idea de aquél museo por venir,
propugna por convertirse en un espacio donde las ciencias, las humanidades y la capa-
cidad creativa, puedan colisionar conformando nuevas aproximaciones de los públicos
al patrimonio tangible e intangible.
Estos nuevos modelos de museos -que se piensan, diseñan y crean por todo el mundo-
colocan al visitante al centro de la acción museística al proponer diálogos complejos
sobre problemáticas sociales presentando un museo que se convierte en un foro, una
vitrina que no presenta objetos del pasado sino las realidades del presente.
La propuesta educativa en el museo del siglo XXI se fundamenta en una fuerte plata-
forma teórica y un sistema interno de procesos, estrategias y herramientas que buscan
privilegiar la automotivación, la libre elección y la interacción del visitante. La propuesta
hermenéutica que deriva de la acción educativa, subraya la libertad de los usuarios y
permite observar los diferentes horizontes de interpretación de las exposiciones.
En ese sentido, la acción cultural que realizan los museos confronta, motiva y exhibe las
perspectivas y lecturas de los mismos visitantes además de recuperarlas, documentar-
las y evidenciarlas por medio de registros impresos, auditivos y visuales. Así, el museo
como un foro de participación propone múltiples horizontes de lectura y tiende líneas
posibles de investigación o reflexión.
Bibliografía
Falk, J. (2009). Identity and the Museum Visitor Experience. Left Coast Press: Cambridge
Falk, J. & Dierking, L. (2013). Revisiting the Museum Experience. Altamira Press.
Boix-Mansilla, V. (2007). Abriendo puertas a las artes, la mente y más allá. México:
Dirección General de Vinculación Cultural Conaculta.
Pitman, B. (2010). Ignite the power of Art: advancing visitor engagement in museums.
American Association of Museums: Washington.
Unesco (2005). Hacia las sociedades del conocimiento. Ediciones Unesco: Paris.