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LA RESISTENCIA
DEL TRABAJO
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Quehacer
Revista del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, desco
© desco, Fondo Editorial
Director: Alberto Adrianzén
Editores invitados: Carlos Mejía y Enrique Fernández-Maldonado
Coordinación: Mónica Pradel
Consejo editorial: Alberto Adrianzén, Eduardo Ballón, Teresa Cabrera, Eduardo
Toche, Molvina Zeballos.
Diseño y desarrollo web: La Plebe
PresentaciónLa resistencia del Trabajo
Trabajo
Informalidad laboral: debate monopolizado / Saulo Galicia Vidal¿Y los empresarios? /
Omar MankyLa desigualdad en la participación laboral (vista desde la economía
feminista) / Gabriela Adrianzén G-BDos mentiras sobre el trabajo en la economía de
hoy / Omar CaveroLa arenga de los sindicatos futuristas. Las relaciones laborales frente
a la revolución digital / Carlos Coello y Alexandra OrtizLa violencia de género en las
relaciones laborales / Gissela PiscontiMigración venezolana: El Perú como país de
acogida / Alexandra Castañeda Ruiz¿De nuevo el péndulo? Reformas laborales en la
región / Enrique Fernández-Maldonado Mujica¿Se renueva el sindicalismo peruano? /
Carlos Mejía
Entrevista
"Soy una feminista del siglo pasado" / Una entrevista con Maruja Barrig, por Angélica
Motta
Poder y Sociedad
Tecnocracia, modelo económico y corrupción / Germán Alarco TosoniLa selva central:
un supuesto romance con el fujimorismo / Luis García CalderónElecciones
subnacionales 2018: más de lo mismo / Eduardo BallónLa izquierda peruana en tiempos
de capitalismo "achorado" / Luis Gárate
Cultura
Los desafíos del cine peruano para el siglo XXI / Christian Wiener FrescoReseña:
Deflación ¿creación destructiva? Neurosis por dinero y futuro nivel de vida de la gente,
de Alberto Graña
http://revistaquehacer.pe/n3#del-agotamiento-parcial-al-agotamiento-completo
https://eduudla-
my.sharepoint.com/personal/89344263_academicos_uamericas_cl/_layouts/15/onedrive
.aspx?id=%2Fpersonal%2F89344263%5Facademicos%5Fuamericas%5Fcl%2FDocume
nts%2Ftextos%20nuevos2%2FGadamer%20%2DVerdad%2Dy%2DMetodo%2DII%2E
pdf&parent=%2Fpersonal%2F89344263%5Facademicos%5Fuamericas%5Fcl%2FDoc
uments%2Ftextos%20nuevos2&cid=6d4713ea-45b2-48bd-9f5d-161218ba7889
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Presentación
Abelardo Sánchez León, Balo para los amigos, fue el último director de la ya legendaria
revista Quehacer en su formato impreso. Desde aquellos tiempos en los cuales la
palabra o la imagen solo eran posibles si éstas se imprimían en un papel y si olían a tinta
fresca. Balo en el editorial de despedida del Quehacer impreso dijo: "…Quehacer sí se
veía a sí misma como la revista de la izquierda. De una izquierda que realmente existía
y que necesitaba de un órgano que no fuese un vocero partidario, tampoco una revista
de ONG y, menos aún, un boletín o un panfleto de una de las diversas facciones de la
izquierda peruana".
Y es cierto. Quehacer siempre fue o intentó ser una revista de izquierda. Primero, como
bien dice Balo, para una izquierda "que realmente existía". Luego, en la búsqueda de
una izquierda que el país hasta ahora necesita. Y más tarde como una revista que mira
de manera progresista los problemas del país, del mundo y de la cultura. Por eso
Quehacer siempre fue una revista de izquierda más allá de los cambios de contexto y de
personal.
Pero también fue – y Balo lo dice – una revista que aspiraba, como hoy también, a ser
respetada, consultada, como una suerte de reflejo de lo que fue una generación que
quiso cambiar el mundo. Que se hizo con cariño y de manera solidaria y hasta festiva,
más allá de encuentros y desencuentros. Por eso es bueno recordar a todas las personas
que contribuyeron a que Quehacer saliese de manera ininterrumpida. En especial a los
que se fueron, dejando cada uno de ellos una manera distinta de hacer las cosas y mirar
el mundo: Henry Pease, su fundador; a Federico Velarde y al gran Juan Cancho Larco,
su eterno editor. Salimos 195 veces. La última en noviembre de 2014. La primera casi a
fines de 1979. Duramos 35 años. Más de dos generaciones pasaron por la revista.
Hoy, desco vuelve a publicar Quehacer, luego de casi cuatro años de ausencia. Lo hace
con el mismo espíritu con el que nació: ser una revista que se mueve en una franja de
izquierda, crítica y progresista, términos todos ellos difíciles de definir en estos tiempos
un poco confusos y acelerados. Por eso hoy que publicamos este Quehacer virtual lo
iniciamos con un tema siempre presente en el pensamiento crítico: el trabajo. Luciana
Castellina, una militante de la izquierda italiana, ha recordado en un reciente artículo
("La izquierda invisible": El País: 23/08/18) que la legitimidad de la izquierda, sobre
todo en los países más desarrollados, reposó en su capacidad de representar
políticamente los intereses sociales y valores de la clase obrera, es decir de los
trabajadores. Hoy somos conscientes, como lo dice la misma Castellina, que esa clase
obrera (o trabajadora) pasa por un momento de mutación, por no decir de
descomposición. En parte, por las nuevas tecnologías, "pero sobre todo a causa de una
deliberada voluntad de demolerla". Sobre este proceso hay evidencias abundantes. No
es casual que la primera tarea de las nuevas políticas económicas, en casi todo el
mundo, sea la flexibilización del mercado laboral y el intento por doblegar o
desaparecer los sindicatos de los trabajadores. Pero el trabajo está ahí, resistiendo, Por
eso decidimos abordar este asunto desde diversas perspectivas, temáticas y problemas,
con la clara intención de resituarlo en el debate de ideas y de prácticas sociales en el
mundo de hoy.
También publicamos una entrevista a Maruja Barrig sobre los desafíos que hoy produce
este nuevo despertar del feminismo en el mundo. Así como otros temas sobre las
elecciones regionales, el fujimorismo en las regiones, la corrupción y la famosa "puerta
4
giratoria". Un balance crítico y exhaustivo sobre el estado actual y futuro del cine
peruano.
Finalmente queremos agradecer a quienes han hecho posible esta nueva aventura, en
especial este primer número, que busca ser una revista pensada y hecha por jóvenes,
hombres y mujeres. En este número han participado varias personas que sería largo
nombrarlas. A todos ellos y ellas gracias. Queremos agradecer en especial a Molvina
Zeballos, Presidenta de desco que siempre alentó la publicación de un nuevo Quehacer.
Así como a Enrique Fernández Maldonado y a Carlos Mejía editores invitados en este
número. También a Mónica Pradel, persona insustituible y guardián de la tradición de
esta revista, y a Teresa Cabrera. Con este nuevo Quehacer empieza una nueva época.
Una suerte de "año cero". Un nuevo comienzo. Por eso este es el número 1 de una
revista que será virtual y que saldrá tres veces al año. Pedimos a quienes nos siguen no
solo que nos lean, sino que también colaboren, con sus comentarios y si es posible con
su pluma, en este esfuerzo que mientras más colectivo sea, mejor será su resultado.
Alberto Adrianzén
estéril si esta sirve para animar el debate y la movilización social. Asimismo, hemos
tratado de convocar voces jóvenes – en paridad de género además – , porque estamos
convencidos que la renovación de las ideas y prácticas académicas y políticas debe ser
una constante en todos los espacios y temas.
Finalmente, en el nuevo escenario político que se abre resulta oportuno plantear una
actualización de los acuerdos de la última transición, lo que significa – en un caso
extremo – la posibilidad de una salida constituyente a la crisis de régimen que
enfrentamos. Ello dependerá, entre otros factores, de qué tanto se organicen y movilicen
los actores que presentamos en estos artículos.
Mario Zolezzi
Otro ejemplo de la explicación cultural es el caso del trabajo del hogar. ¿Por qué un
sector con una normativa tan flexible, con costos que dependen casi unilateralmente de
la voluntad de los empleadores y con trámites de registro no muy complejos, presenta
los mayores índices de informalidad (92%)? Puede que ello se deba a la poca valoración
que existe sobre los roles de trabajo dentro del hogar (trabajo de cuidado asociado a las
mujeres), en comparación con el trabajo más típico o clásico.
Dada la variedad de teorías que buscan explicar el surgimiento de la informalidad,
asistimos actualmente a una suerte de consenso entre los investigadores y la academia
que apunta a considerar la informalidad como un fenómeno multicausal o
multidimensional. Como consecuencia de ello, el trabajo o tarea consiste en determinar,
dependiendo del caso concreto, a qué causas corresponde cada manifestación de la
informalidad.
Un siguiente elemento a tomar en cuenta cuando se discute la reducción de la
informalidad es que las razones por las que esta surge varían según el ámbito del que se
trate. Por ello, reconocer la heterogeneidad de los informales es clave. Considerando
todo ello, la idea de que las normas (incluyendo las laborales) son el principal generador
de informalidad es apenas una entre muchas explicaciones sobre este fenómeno.
¿Y los resultados?
Por lógica, toda norma o política pública implementada debería ser evaluada cada cierto
tiempo. Sin embargo, esa idea que pareciera ser bastante sencilla, no es la regla en
nuestro país. Las políticas para reducir la informalidad no son la excepción.
Con la Ley de promoción y formalización de la micro y pequeña empresa de 2003 (Ley
N° 28015), el Gobierno peruano empezó a regular un régimen especial laboral destinado
inicialmente para la microempresa, el cual fue extendido a la pequeña empresa a partir
del año 2008 (Decreto Legislativo N° 1086). La premisa de este régimen laboral
especial es que los niveles de informalidad laboral y empresarial se deben a la
imposibilidad de los micro y pequeños empresarios de asumir los costos excesivos que
establece la legislación laboral. A modo de ejemplo, las gratificaciones que equivalen a
un sueldo adicional en julio y en diciembre (para el régimen general), se reducen a la
mitad para la pequeña empresa y se eliminan para la microempresa.
A casi 15 años de la implementación del régimen laboral de la microempresa y casi 10
años del régimen laboral de la pequeña empresa, es válido preguntarse por sus
resultados: ¿se consiguió o no un mayor índice de formalización tanto laboral como
empresarial? Son pocos los reportes del Estado peruano sobre la materia e inexistente
un análisis integral que evalúe si la principal herramienta para formalizar la fuerza
laboral en el Perú dio los frutos esperados.
Al contrario, existe evidencia en el Perú que cuestiona que la aplicación del régimen
laboral de la micro y pequeña empresa haya contribuido con la formalización. Por
ejemplo, revisando las estadísticas correspondientes al año 2013, Cuadros encontró que
solo el 8.4% del total de microempresas se formalizó a través del régimen de la micro y
pequeña empresa (MYPE), y solo el 6.7% de las pequeñas empresas hizo lo mismo a
través del referido régimen.
En cuanto a la cantidad de trabajadores que están registrados en el Registro de la
Mediana y Pequeña Empresa (REMYPE), la información disponible en los portales
estadísticos del MTPE tampoco muestra un número apreciable con respecto al total de
trabajadores.
10
Y si bien desde el año 2013 se identifica un leve incremento del número de trabajadores
registrados en el REMYPE – lo que repercute en su proporción respecto del total de
trabajadores registrados – dicho incremento no es significativo, pues en ninguno de los
casos este ha significado un porcentaje mayor al 7%, teniendo en cuenta que, como es
ampliamente conocido, la fuerza laboral en el país se concentra en la micro y pequeña
empresa. A diez años de su implementación, el REMYPE no parece haber contribuido
de manera efectiva a la formalización.
De esta manera, vemos que las propuestas nacidas de la idea de que la rigidez normativa
es la principal causa de la informalidad – concepción que hoy monopoliza el debate –
no han surtido el efecto esperado. La evidencia muestra el poco impacto de los
mecanismos aplicados bajo el supuesto dominante de que son las normas laborales las
principales causantes de la informalidad.
Es por ello que insistimos en que el debate sobre la reducción de la informalidad debe
(i) venir acompañado de un sinceramiento sobre el sector concreto del que se discute
(dada la heterogeneidad de sus actores); (ii) asumir que la informalidad es un fenómeno
multicausal; y, (iii) reconocer que los mecanismos de formalización basados en la idea
de que son los costos impuestos por la legislación laboral los principales responsables
de la informalidad, no han surtido el efecto esperado.
Agencia Andina
¿Y los empresarios?
Omar Manky
Sociólogo. Profesor de la Universidad del Pacífico.
En nuestro país, llama la atención la escasez de estudios sobre el empresariado. De
hecho, hasta tal punto se da por sentada la acción empresarial que, salvo algunas
excepciones, no se tienen registros sobre sus transformaciones recientes o su
heterogeneidad. Investigadores como Francisco Durand 1 o Enrique Vásquez2 han dado
cuenta de su reestructuración durante los noventas, pero es poco lo que sabemos sobre
el comportamiento del empresariado en dimensiones específicas, como la laboral.
Desde miradas críticas, el empresario aparece como una figura explotadora que solo
piensa en su bolsillo. Aun cuando esto fuera cierto – no necesariamente lo es – la
pregunta clave es por qué ocurre así. La mirada sociológica no asume que sea por
naturaleza, o por ser una personificación perfecta de lógicas estructurales. Es necesario
analizar, en concreto, los vínculos entre aspectos estructurales y capacidad de agencia. 3
Requerimos, entonces, ir más allá de la idea de "explotadores por naturaleza". Si
queremos imaginar una política de cambios, necesitamos conocer qué imágenes
construyen los empresarios sobre el trabajo y los trabajadores; cómo interactúan con las
instituciones peruanas; y cómo funcionan sus dinámicas de autoridad dentro y fuera de
la empresa.
Hay tres núcleos de la actual discusión sobre empresariado y organización del trabajo
que me interesa enfatizar. El primero está centrado en las imágenes que construyen los
empresarios sobre el mundo del trabajo y los trabajadores. Desde los trabajos de Max
Weber, hay en la sociología una temprana preocupación por la "cultura empresarial",
11
una mirada luego continuada por Reihard Bendix 4 en su estudio sobre la autoridad
gerencial en USA y Europa, en el que se intenta comprender las circunstancias en las
que ciertas maneras de controlar el trabajo humano surgen y se transforman junto a los
distintos procesos de industrialización ocurridos hacia fines del siglo XIX. En el caso
latinoamericano, son los historiadores quienes mejor han dado cuenta de aspectos
específicos, como por ejemplo, de la mirada de los empresarios sobre el
campesino/minero, y los mecanismos usados para controlarlos a ellos y a sus familias. 5
Más recientemente, asistimos a una transformación sobre cómo se piensa a los
trabajadores en la “nueva economía” 6. Como argumenta Alvesson, se habla cada vez
menos de ‘trabajadores’ y más de 'colaboradores’, se aplaude la autonomía sobre la
sumisión, e incluso se pide creatividad antes que “seguir las reglas” 7. Por supuesto que
estas miradas pueden esconder el ejercicio de poder por parte de la empresa
contemporánea,8 pero su análisis detallado revela mucho de la transformación de las
expectativas del empresario contemporáneo.9
Un segundo tipo de análisis se enfoca en la relación entre empresariado e instituciones,
esto es, el conjunto de reglas, formales e informales, que cada sociedad tiene. La
“Nueva Sociología Económica” utiliza conceptos como “embeddedness” 10 para explicar
cómo la acción económica – que suele pensarse como utilitaria y racional – está
definida por reglas sociales sobre lo aceptable y cognoscible. Piénsese, por ejemplo, en
la forma como se van construyendo “mercados” para diferentes productos y servicios, lo
que está lejos de estar dado de antemano, y se produce solo a través de decisiones
políticas11. El caso de la educación superior peruana es un buen ejemplo sobre cómo un
mercado “aparece” junto a actores especializados que buscan lucrar. De haber menos de
8 universidades privadas en 1980, hoy existen 92. Ello hubiese sido imposible sin
procesos de desfinanciamiento de la educación pública y flexibilización para la creación
de universidades privadas.
La legislación laboral puede ser comprendida desde esta mirada, así como la manera
como esta se constituye en una herramienta que permite la negociación de contratos de
trabajo. Esto no viene dado de antemano, si no que obedece a una serie de luchas
iniciadas por los sindicatos durante el siglo XX. La manera como se plantea cada
legislación, los requisitos que exige a los empresarios, la posibilidad de aplicarla (y no
dejarla solo como letra muerta), varía en cada sociedad, aún al interior de América
Latina12. Desde aquí es posible pensar fenómenos como el cumplimiento de la ley, y la
compleja relación entre globalización y cumplimiento de estándares laborales en Perú.
Pensemos, por ejemplo, en el caso del sindicato de Topy Top, que debió recurrir a la
intermediación de la Federación internacional del sector textil y a las marcas globales
que se abastecen con la empresa peruana, a fin de resolver un conflicto por despidos
antisindicales y establecer una pauta de diálogo laboral. 13
Finalmente, un tercer núcleo de análisis sobre empresariado y organización de trabajo
concibe a las instituciones como espacios de negociación permanente. Se incorpora de
esta forma una mirada sobre la capacidad de los empresarios para implementar
estrategias a nivel social y organizacional. Se vuelve sobre la discusión abierta por el
marxismo sobre la relación entre Estado y empresarios capitalistas, y la posibilidad de
autonomía del primero. Esta mirada se ha vuelto muy influyente para pensar procesos
de “captura del Estado” bajo un modelo neoliberal.
Se abre así debates sobre la capacidad del empresariado para modificar instituciones
cuando se implementan determinadas políticas sobre el mundo del trabajo, sea en la
12
Fujimori; hoy la mayor parte de organizaciones son empresas privadas más preocupadas
por el lucro que por aumentar la calidad de la educación. Frente a ello, los intentos por
defender el sistema no se han dado tanto a través de debates en la arena pública, sino de
defensas interesadas, a través de presión en los poderes legislativo y judicial.
¿Qué consecuencias trae esto sobre el mundo del trabajo? La primera es que los
empresarios no parecen preocupados por organizarse para imaginar el desarrollo del
país. Salvo algunos discursos de Gastón Acurio, personaje insignia del boom
gastronómico peruano,27 no conozco de empresarios que muestren de forma pública y
política, un interés por su relación con el Estado, y, desde allí, por pensar cadenas de
valor, competitividad y estrategias de innovación. Los aspectos clave en la generación
de clusters exitosos en otros países parecen invisible para los actores locales. 28
La segunda consecuencia es que, a nivel organizacional, tenemos empresarios que
repiten la negación de la política, que acaba siendo una afirmación autoritaria de su
poder. Esto se refleja en el autoritarismo, tan común en el lugar de trabajo peruano:
como muestran los estudios de Hofstede 29 Perú en uno de los países donde la distancia
entre patrón y empleado es más amplia. La empresa peruana reproduce dinámicas de
machismo, acoso sexual y nulo empoderamiento de la mujer. Esto no es sorprendente si
se piensa en el contexto en el que la empresa opera. Aunque hay valiosas excepciones,
como la de grupo de empresas que a fines de 2017 firmaron la “Declaración de Lima”
comprometiéndose a reducir la brecha de género, 30 no deja de llamar la atención que
estos asuntos no pasen de las oficinas de Recursos Humanos, y que pocas veces se vea a
dirigentes gremiales hablando de ello como parte de sus estrategias a mediano plazo.
del análisis del mercado laboral, por lo que plantea un retorno del salario en base a los
costos de reproducción (modelo clásico).
En ese sentido, la primera idea mencionada, la necesaria comprensión de la relación
mercado- reproducción, ayuda a dilucidar qué deberíamos entender por trabajo. Para
Espino, el trabajo debe distinguirse del empleo por tres motivos. El primero es que la
interacción de ambos condiciona a hombres y mujeres de forma diferente. El segundo es
que esta distinción sirve para delimitar el aporte económico global de las personas y en
particular el de las mujeres. Y el tercero es porque resulta indispensable relacionar
empleo y trabajo para comprender el empleo femenino. La economía feminista apuesta
por recuperar la dimensión del trabajo más allá del trabajo remunerado, reconociendo al
trabajo doméstico no remunerado -categoría clave- su carácter de trabajo.
El trabajo y su relación con la reproducción ha sido abordado desde diversas escuelas y
enfoques económicos. El enfoque feminista-marxista visibilizó la importancia del
trabajo doméstico para la reproducción de la fuerza de trabajo, así como las relaciones
de poder entre el trabajo remunerado y no remunerado, pero no fue igualmente capaz de
evidenciar el conflicto dentro del hogar (Benería, 2005). En esa medida, para Espino
resulta más útil entender las determinantes de la oferta laboral, pues lo que busca
mostrar la economía feminista es que el valor del trabajo, dada la división sexual del
trabajo en el hogar, está influido por las diferentes demandas que se ejercen sobre el
tiempo de las mujeres en el hogar, lo cual las lleva muchas veces a priorizar el Trabajo
Doméstico No Remunerado (TDNR) en desmedro de mercado laboral.
Los estudios de género y mercado de trabajo -cuyo análisis va más allá de la
maximización individual de utilidades- distinguen entre los factores subjetivos y
objetivos. Con relación a lo subjetivo, las mujeres otorgan distinta importancia al
trabajo remunerado en relación a su vida familiar, a los cuales según Espino deben
sumarse los tiempos de embarazos y crianza que impactan en el desarrollo laboral. La
propuesta para abordarlo es por ello un “modelo de negociación familiar” donde el
ingreso de cada miembro familiar es un argumento separado en la ecuación de oferta,
donde la oferta de trabajo de las mujeres es más sensible a sus propios salarios que la de
los hombres, ya que deben seguir realizando trabajo doméstico, y donde la presencia de
niños -negativa- y la escolaridad -positiva- serían las variables que más inciden en las
horas de trabajo que la mujer decide ofertar.
Las últimas décadas han mostrado un aumento sostenido de la fuerza de trabajo
femenina, sin embargo, la incorporación de las mujeres sigue marcada por una menor
cantidad de horas trabajadas, menor remuneración que los hombres, distribución
diferente por ocupación y sectores, y diferentes ritmos de promoción profesional. Las
mujeres necesitan credenciales educativas significativamente superiores para la misma
oportunidad de empleo, en promedio 4 años más para la misma remuneración y dos
años más para un empleo formal. Por ello podemos concluir que la posición
subordinada de la mujer y su desventaja en el mercado están estrechamente relacionadas
con su posición subordinada en la familia y en la sociedad.
Para la economía feminista los beneficios de la reproducción son fundamentales para el
mercado, pero, como recuerda Espino, las responsabilidades domésticas que sirven a
estos objetivos penalizan a las mujeres en el mercado laboral.
En el Perú en el año 2010 se hizo la primera y única Encuesta Nacional del uso del
tiempo- ENUT5 que permite ver las brechas entre varones y mujeres en cuanto a los
tiempos dedicados al cuidado y la reproducción. Los resultados nos indican que las
18
mujeres dedican casi 25 horas más que los varones al TDNR. Los hombres dedican al
trabajo remunerado 50h38m a la semana, frente a un 36h25m de las mujeres; mientras
que en el trabajo doméstico no remunerado (que incluye labores como cocina, limpieza,
arreglos, compras, cuidado de infantes, personas con discapacidad o enfermedad
permanente, tercera edad y enfermedades temporales) la relación es de 15h53m de
dedicación semanal de los varones frente a un 39h28m de las mujeres.
La encuesta del uso del tiempo se aplica a la población de hombres y mujeres desde los
doce años, y es posible ver cómo la brecha va creciendo con la edad y alcanza su pico
entre los 30 y 39 años donde es de 33h50m semanales vs. 17 horas. Hay también
importantes diferencias entre mujeres de acuerdo con su estado civil, el trabajo de
cuidado se duplica en las unidas a diferencia de las solteras. El desigual número de
horas dedicado al trabajo doméstico no remunerado, como lo indica la economía
feminista, es clave para entender las formas de participación, la mayor presencia de
mujeres en el empleo informal, independiente y de baja calificación, y por ende de
menores ingresos.
Como cada dos años, el MTPE publicó en 2017 el "Informe anual 2016 la mujer en el
mercado laboral peruano.6 El informe inicia señalando una ralentización en el cierre de
brechas en el último quinquenio 2012-2016 con relación al anterior 2007-2011. La tasa
de inactividad de las mujeres creció en 11% vs 5% del periodo anterior, es decir más
mujeres optaron por no entrar al mercado de trabajo remunerado. Ello nos permite
identificar el impacto diferenciado de las crisis o la disminución del crecimiento en
términos de género.
La primera gran brecha de género en la Población en edad de trabajar (PET) la vemos
en la inactividad, es decir aquellas mujeres que están fuera del mercado de trabajo y no
buscan empleo (jubiladas, estudiantes, amas de casa, etc.). La tasa de actividad de los
varones es de 81.2% y las mujeres 63.3%, es decir casi 4 de cada 10 mujeres no están en
el mercado del trabajo remunerado. La brecha empieza a ampliarse alrededor de los 20
años coincidiendo con el periodo de fecundidad.
El informe de 2016 no profundiza en la situación de los jóvenes, pero el de 2014 señala
que, dentro de la inactividad, donde se presentan las brechas de género más
preocupantes es en el grupo denominado NINI (ni estudia ni trabaja). Del total de
jóvenes de 15 a 29 años, el 20,7% de los inactivos corresponde a este grupo, 27% de las
mujeres jóvenes vs.14.6% de los varones . De acuerdo con un informe de OIT 2014 7 el
24.4% de jóvenes (15-29 años) tiene hijos, 15.9% en el caso de los varones mientras
que esa cifra llega al 32.7% en las mujeres. El embarazo adolescente y joven, que
continúa escalando, impacta negativamente en el proyecto de vida de estas mujeres y en
sus procesos de capacitación e ingreso al mercado de trabajo en igualdad de condiciones
que los varones.
Aunque no menciona a la economía feminista, el informe del MTPE parte de reconocer
que la comprensión de la oferta ha estado dominada por una lectura neoclásica sobre los
efectos de sustitución e ingreso. Plantea que las mujeres no tienen que decidir solo entre
el ingreso producto del trabajo (remunerado) y el ocio, sino que deben sumar a la
ecuación la producción de bienes domésticos.
El informe se propone identificar las variables que más inciden en la probabilidad de
que las mujeres participen en el mercado de trabajo y las horas que dedicarán a este. 8 El
modelo indica que el estado civil y el número de niños menores de seis años son las
variables que actúan de forma negativa en dicha probabilidad. El número de enfermos
19
solo tiene impacto significativo entre aquellas mujeres que tienen secundaria incompleta
o menor educación y que por ende tienen menos posibilidades de reemplazarlo con
cuidado privado . La mayor edad y mayor educación aumentan las probabilidades de
que una mujer ingrese al mercado de trabajo.
La siguiente brecha de género se aprecia en las horas que la mujer dedicará al trabajo
remunerado. El modelo propuesto identifica como variable significativa para ambos
grupos el estado civil, y el número de hijos menores de seis años solo para las de mayor
educación. Es el TDNR, mucho mayor en las mujeres y que se incrementa al cambiar de
estado civil -conviviente o casada- y tener hijos, el que explica en buena medida la
participación en el mercado laboral.
El TDNR influye en las horas de trabajo remunerado, pero también impacta en los tipos
de trabajos a los que las mujeres acceden. De acuerdo con el informe 2017 el 35% de
mujeres labora como independiente, no profesional o no técnica. El 42% en el área de
servicios y el 25% en el comercio, ambos sectores de alta informalidad y bajos ingresos.
La tasa de empleo informal en las mujeres alcanzó el 75.1%; ello indica que el empleo
informal resulta funcional a las dificultades que enfrentan las mujeres frente al trabajo
remunerado, ya que al ser flexible en horarios y tiempos; posibilita flexibilidad en
horarios y tiempos; en algunos casos la posibilidad de realizar sus labores en compañía
de sus hijos a cambio de trabajos mal remunerados y sin derechos laborales. No es
casual que las mujeres busquen trabajos de tiempo parcial en condiciones de
informalidad, o entren y salgan del mercado de trabajo permanentemente, todo ello está
vinculado a sus dificultades de conciliarlo con el TDNR.
Este breve panorama debe ayudarnos a cuestionar la comprensión del acceso de las
mujeres al trabajo de calidad, hoy el 74% de mujeres ocupadas lo está en trabajos de
mala o muy mala calidad (con bajos niveles de remuneración, sin estabilidad laboral, ni
reconocimiento de beneficios de protección social, jornada laboral excesiva) y a
abordarlo desde políticas que incluyan la conciliación y cuestionen los roles de género
dentro de las familias. Frente a ello no existe política pública intersectorial, solo
tímidos, focalizados e insuficientes esfuerzos como Cuna Más o algún instrumento
sobre conciliación sin mayor impacto ni recursos. En un año electoral podemos también
demandar propuestas desde los gobiernos locales y regionales en servicios de cuidado o
programas laborales que incorporen a las mujeres más allá de oficios tradicionalmente
identificados como femeninos. Si queremos superar el machismo y la desigualdad este
problema debe abordarse de manera profunda e integral, visibilizando las desigualdades
entre hombres y mujeres dentro del hogar y fuera de este, identificando el rol que debe
cumplir el estado, la comunidad, pero también los empleadores, y usando un enfoque de
género que valore los aportes del feminismo, un enfoque que algunos quisieran que
desaparezca.
(el capitalismo, el sistema económico que prima hoy en el mundo) frente a la "amenaza
comunista", fue que, si bien había existido explotación en la época de la revolución
industrial (siglo XIX), el nivel de vida de los trabajadores había mejorado notablemente
desde entonces, lográndose un equilibrio entre los derechos de los trabajadores y el
interés de lucro del capital (de los empresarios).
El gran árbitro, encargado de hacer cumplir las reglas de juego de ese equilibrio, era el
Estado, puesto al margen de esa contradicción. Ese fue el llamado "Estado de
bienestar". Una vez logrado, no era necesario hacer una revolución que llevara a la
humanidad hacia un sistema alternativo, como el que promovía la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS).
El nivel de vida de los trabajadores europeos entre los años cincuenta y sesenta era, en
efecto, bastante alto. Por supuesto, no fue un regalo, se debía a la fuerza sindical y a las
luchas sociales, pero esas conquistas podían convivir con el capital, así que la idea del
fin de la explotación, vista como maltrato, podía ser aceptada.
En países como el nuestro, ubicados en la periferia del sistema global, donde las
condiciones laborales han sido, tradicionalmente, peores a las de los países del centro -
aquellos en los que se desarrolló inicialmente el capitalismo: Europa occidental y
EEUU-, hemos tendido a anhelar el nivel de vida alcanzado por los trabajadores de esas
sociedades. Incluso, a pesar de que desde los años setenta del siglo pasado comenzaron
a ser desmantelados los Estados de bienestar europeos (proceso que todavía no
culmina), los trabajadores occidentales siguen teniendo mayor calidad de vida que un
peruano o un latinoamericano promedio.
Por ello, no extraña que en el Perú cale fuerte la idea de que el cumplimiento de
derechos laborales equivale a la ausencia de explotación, sea apelando a la figura de
estos trabajadores occidentales de “países desarrollados” (camino que habría que emular
y que no requiere acabar con el sistema, sino más bien “desarrollarlo”) o contrastando la
realidad del trabajador marginal (autoempleado, o asalariado sin derechos cumplidos)
con la de un trabajador estable, con contrato, con seguro, etc., situación que se presenta
como "privilegiada tras treinta años en los que las protecciones al trabajador fueron
arrasadas en nuestro país.
Esta idea podría cambiar si consideramos dos cuestiones. La primera tiene que ver con
el concepto de explotación. En sentido estricto, explotar algo o a alguien significa
obtener algún beneficio a partir de un determinado uso. En eso pensamos cuando
hablamos de explotar la tierra o explotar una mina. En términos productivos, el
trabajador es explotado cuando algún otro (persona, institución, etc.) obtiene un
beneficio mayor por el trabajo desempeñado, que la retribución que el trabajador recibe.
Pensemos de nuevo en el esclavismo. Es un buen ejemplo porque nadie duda de que el
esclavo es explotado. Todas sus fuerzas están al servicio del amo. Todos los frutos de su
trabajo serán propiedad del amo. Sin libertad alguna, su vida entera y la de sus hijos le
pertenecen a otro, que lo compró. Lo único que recibe a cambio es alimentación,
vestido, comida y todo aquello que permita que la “inversión” del amo rinda beneficios.
El esclavo debe seguir vivo y seguir trabajando. Un esclavo muerto es dinero perdido.
Preguntémonos ahora lo siguiente. ¿Cambia en algo esta realidad si el esclavo es tratado
amablemente? ¿Cambia si se le dan más horas de descanso, mejor alimento, si le hacen
creer que es un “colaborador” y le aseguran un buen clima laboral, digamos, con un día
a la semana en el que puede escuchar música o vestirse como quiera? ¿Cambia si lo
23
dejan viajar de vez en cuando para que sienta que vive intensamente y conoce el
mundo? Evidentemente, no.
Se dirá que lo central con el esclavismo es la pérdida de libertad y que en la economía
actual nadie es dueño de nadie. Si excluimos la trata de personas y pensamos en el
trabajo asalariado típico, suena creíble. Uno busca empleo y firma voluntariamente un
contrato que puede romper cuando lo desee. Pero nuestra libertad, en tanto trabajadores,
está acotada a elegir quién nos empleará -quién de los que acepten contratarnos, en el
supuesto de que tengamos más de una oferta. Asimismo, estaremos condicionados por
el tiempo que podamos esperar, tiempo que cuesta dinero.
Quizá se escandalicen algunos lectores con lo que voy a decir, pero hoy somos como
esclavos buscando a su esclavista, donde los amos pueden desechar al esclavo si se
enferma o accidenta y dejar en sus manos el reto de resolver su vida material. Si antes el
esclavista debía lidiar con el esclavo durante toda su vida, hoy el esclavista moderno -
está bien, llamémosle empresario-, aprovechará solo el tiempo productivo del trabajador
y no tendrá problemas en desecharlo o cambiarlo si no le sirve, por más colaborador que
se le haga creer que es.
El empresario no es -ni antes el esclavista- un monstruo, un tipo malvado. Esa imagen
es, además, injusta con muchos medianos empresarios que trabajan duro por sacar
adelante a sus familias mediante un negocio. No es un asunto moral, es económico. La
cuestión es bastante sencilla y objetiva. La forma en que se produce en el capitalismo,
nuestra actual economía, consiste, visto desde la óptica de una producción específica
(digamos, elaboración de prendas de vestir), en contar con un dinero inicial suficiente
para comprar medios de producción (local, máquinas de coser, algodón, energía
eléctrica, tintes, etc.) y alquilar fuerza de trabajo (trabajadores textiles, administradores,
contadores, guardianes, etc.).
El objetivo de este proceso es obtener productos que puedan ser vendidos en el
mercado, de modo que generen más dinero que el invertido. Eso hace que el dinero sea
considerado capital. Ese es el objetivo del inversionista, lucrar. Todos lo sabemos.
Ahora bien, ¿de dónde viene la ganancia? Abordar de forma rigurosa y exhaustiva esta
cuestión nos llevaría a escribir nuevamente El Capital, obra cumbre de Carlos Marx. Sin
embargo, podemos desarrollar una intuición básica. Si a los trabajadores se les pagara
exactamente lo equivalente al valor de toda la producción generada durante las horas de
trabajo de un día o un mes, no sería posible que haya ganancia alguna para el dueño de
todo el proceso.
Si hay ganancia es porque el trabajador recibe un ingreso equivalente al tiempo de uso
de su fuerza de trabajo, mas no al valor total de los productos que genera en ese tiempo.
Mientras mayor sea la distancia entre el pago por hora, día o mes y el valor producido
en ese periodo, mayor será la ganancia del dueño del capital. Sin leer este artículo ni ser
marxista en absoluto, todo empresario lo sabe, del pequeño al grande.
Si esto es posible -que el valor de lo producido por los trabajadores sea mayor al pago
que reciben como salario- lo es solo por una razón de orden social: el trabajador pone en
alquiler su fuerza (incluye también su conocimiento, su experiencia, etc.). Su capacidad
de trabajar tiene un valor y un precio, como cualquier otra mercancía, como cualquier
otro bien o servicio.
La venta de esa mercancía (el uso de su fuerza de trabajo durante un tiempo, no la
propiedad total pues no es un esclavo) queda consagrada en el contrato, que hace creer
24
Finalmente, agreguemos algo. Por la lógica de crecimiento del capital, por el deseo
permanente de lucro, es completamente esperable que los derechos laborales, cuando el
trabajador muestre algo de debilidad en su organización, sean rápidamente arrebatados,
con una excusa u otra o de forma abiertamente violenta. Las dictaduras que han
aplicado con sangre la política de libre mercado y de flexibilización laboral (pensemos
en Fujimori acá o Pinochet en Chile), son consecuencia directa de esta lógica de
funcionamiento del capital; aunque nuestros liberales, que no rechazan la explotación,
se sientan indignados con tales autoritarismos. La cuestión de fondo no es de derechos,
es de sistema.
“No más injusticia ni desigualdad, ¡igualdad de oportunidades!”
Veamos una segunda mentira. Imaginemos a un liberal de izquierda o “centro” que llega
hasta aquí y se siente interpelado. Él rechaza el sufrimiento humano. Firma todas las
peticiones públicas que circulan en internet para acabar con la barbarie en el mundo.
Defiende las instituciones y la democracia. Trata bien a sus trabajadores. Cree que el
mercado puede ser regulado, que sus extremos pueden ser evitados. Entonces clama,
algo agitado: "¡sí, el sistema genera injusticias, pero lograremos un verdadero desarrollo
humano si garantizamos igualdad de oportunidades! Ese es el problema, los privilegios.
No todos comenzamos desde cero".
En un país como el nuestro, donde acceder a una universidad de calidad es
prácticamente un lujo; donde, por lugar de residencia, color de piel, lengua materna,
apellido, sexo e identidad de género, unos pueden tener ventajas enormemente mayores
al resto para lograr lo que deseen; la consigna a favor de la igualdad de oportunidades
tiene tintes revolucionarios.
Al igual que con la mentira anterior sucede que esta apelación está emparentada con el
discurso del Estado de bienestar europeo y tiene, como vimos, un trasfondo político. No
sería necesario atacar el fondo del asunto, la causa generadora de la desigualdad social -
que es el hecho de que el capital crezca a costa de apropiar trabajo ajeno-, sino que el
Estado puede regular esa contradicción y asegurar que todos tengan las mismas
oportunidades para ser exitosos en la vida.
¿Que está oculto en esta promesa de la igualdad de oportunidades? Cuando se plantea
que el éxito o el fracaso de una persona debe depender exclusivamente del esfuerzo y
que, por lo tanto, suponiendo que estamos en una competencia de atletismo, si alguien
comienza a correr en la competencia varios metros más adelante que los otros, está en
ventaja; se está asumiendo lo siguiente: cada quien corre en un carril paralelo al resto,
somos individuos que viven en islas. Por supuesto, se dirá que eso nunca se afirma, que
hay interacciones, que hay intercambios, que unos compiten o colaboran con los otros,
etc. No obstante, en el fondo, siguen siendo corredores independientes. Después de la
interacción se vuelve al carril o a la isla. Las relaciones no fueron el punto de partida
para explicar al corredor ni a sus decisiones y deseos.
Pues bien, eso es falso desde cualquier análisis serio. Pensemos en el caso de un
“exitoso” de hoy. Supongamos que traemos frente a nosotros a Roque Benavides,
empresario peruano que dirige el gremio nacional de empresarios y que es el principal
accionista de la empresa minera Yanacocha.
El liberal de nuestro relato dirá, sin dudarlo, que Benavides ha gozado de innumerables
privilegios. Pudo acceder a una educación de élite, viene de una familia con dinero,
26
tiene un apellido que le abre múltiples redes, heredó parte de su fortuna, es hombre en
una sociedad patriarcal y es blanco en una sociedad racista. No vino de abajo.
Muy bien, ¿pero eso explica su riqueza, su "éxito"? No. Si analizamos con cuidado, solo
explica sus mayores posibilidades de hacerse rico, de ocupar el papel de gran
empresario. El listado de privilegios lo pone en ventaja frente a otros que quieren lograr
lo mismo, pero, en sentido estricto, su fortuna depende de que se logre lo que ya se ha
venido diciendo: que sus inversiones le den utilidades, le den beneficios.
Para que eso sea posible, debe comprar a proveedores, lograr una concesión minera del
Estado, contratar trabajadores, vender su producción al mercado internacional, contar
con seguridad jurídica para sus negocios, hacer uso de dinero con respaldo oficial, etc.
En cada uno de los puntos de esta gruesa enumeración, no solo intervienen otros, sino
que para lograrlos se pusieron en práctica relaciones sociales específicas e instituciones
que las resguardaban.
Dicho en buen cristiano: debe ser posible encontrar trabajadores dispuestos a ser
explotados, leyes hechas para proteger la propiedad de sus negocios, un sistema
monetario que permita que circule el valor de su producción, etc. Su fortuna no depende
únicamente ni de su esfuerzo ni de sus privilegios; depende del funcionamiento de una
economía en la que es posible que se haga rico porque otros no lo son y, por tanto, están
dispuestos a trabajar para él y donde es perfectamente legal que lucre sobre la base de
trabajo ajeno.
Esto es lo fundamental, no corremos en carriles paralelos, sino, en todo caso, en medio
de redes donde el “éxito” de unos está vinculado directamente al “fracaso” de otros y
donde, en las reglas de la sociedad capitalista, tendremos siempre un "cuello de botella".
La apelación a la igualdad de oportunidades no es otra cosa que una forma indirecta de
aceptar la desigualdad de resultados, tan solo que con la esperanza de que los
“ganadores” sean "los mejores".
Es el viejo discurso de la meritocracia como forma de justificación de la explotación. Si
los esclavistas son mejores que los esclavos, si comenzaron desde abajo, entonces está
bien la esclavitud, los amos tienen aquella posición como premio a sus méritos. O
acaso, yendo un poco más allá, nuestro liberal se sienta satisfecho con ver que, producto
de la igualdad de oportunidades para ser esclavista, habría no solo amos hombres sino
también mujeres y no solo blancos, sino también de otro color.
Digamos algo más. El funcionamiento del sistema capitalista demuestra que es
imposible lograr tal igualdad de forma sostenible, aunque sea en los términos formales
de “posibilidades” para ser exitoso, como defiende la lectura liberal. Esto se aprecia con
claridad cuando vemos ya no el caso de una persona frente a otra, sino el desarrollo de
la historia y el funcionamiento de todo el sistema, algo más abarcador que la corta y
estrecha vida de un ser humano individual.
El capital tiende siempre a crecer. No todos los empresarios triunfan, pero los que sí lo
hacen crecen y compran a otros, o simplemente los sacan del mercado. Se hacen
propietarios de actividades productivas que les permiten abaratar costos. Al ser muy
grandes, pueden producir a gran escala y vender productos baratos, que limitan a los
nuevos competidores. Al ser enormes, de alcance transnacional, tienen también poder
político y pueden lograr condiciones favorables para seguir creciendo. Hay empresas
que tienen ingresos equivalentes al PBI de tres o cuatro países juntos. Estos capitales
tendrán también, cada vez menos, el rostro de un dueño o de una familia y serán,
27
futuro no lejano en el que las máquinas podrán resolver problemas que hasta hoy solo
podía enfrentar la capacidad humana.5
No son pocos quienes se aventuran a afirmar que el futuro del trabajo estará marcado
por tasas muy altas de automatización de labores, que propiciarán la supresión de gran
número de empleos.6 Pero los estrictos seguidores de la evidencia empírica son
conservadores en cuanto a la magnitud de los cambios en los mercados de trabajo. 7
Lo cierto es que, tanto aquellos que comparten una visión apocalíptica del futuro del
trabajo como aquellos que muestran una posición más conservadora, reconocen cambios
profundos, exponenciales y aplicados en periodos cortos. Uno de estos cambios es la
automatización del trabajo que históricamente ha estado reservado para el ser humano,
resultado de la aplicación de las nuevas tecnologías sobre los procesos productivos.
La pregunta de este artículo es ¿cuáles son los retos que afrontan los protagonistas de
las relaciones laborales en relación ante esta revolución tecnológica?
Revolución Digital y relaciones laborales
Si bien los cambios tecnológicos del pasado crearon más y mejores puestos de trabajo
de los que destruyeron, estos cambios afectaron a un grupo específico de trabajadores y
comunidades en un periodo limitado. Con la Revolución Digital 8 la situación es
diferente. Bajo la teoría pesimista de la compensación, el riesgo de sustitución de
trabajadores por las nuevas tecnologías9 es alto. Toda forma de organización del trabajo
ha sido alcanzada por la Revolución Digital, que se manifiesta en la creación de bienes
y servicios digitales, la agregación de valor al incorporar lo digital en bienes y servicios
en principio no digitales, y el desarrollo de plataformas de producción, intercambio y
consumo.10
El impacto sobre las relaciones laborales va mucho más allá del mercado de trabajo o
los niveles de empleo; la descentralización productiva, propiciada por las innovaciones
tecnológicas, afecta negativamente la eficacia de la libertad sindical 11 y los fines del
derecho al trabajo.12 Podría decirse que en un contexto de alta innovación tecnológica
surge como contrapartida un escenario de desprotección de la fuerza trabajadora.
Los cambios tecnológicos son complejos, no suelen respetar parámetros lineales y
demandan uso intensivo de recursos que dependen no solo de fuerzas económicas, sino
también sociales y políticas.13 ¿Cómo se enfrentan los efectos de los nuevos modelos de
la producción auspiciados por la intervención de la tecnología en la organización del
trabajo? ¿Cómo se adaptan el Estado, los empresarios y las organizaciones sindicales a
este nuevo contexto de deslocalización y automatización de la producción?
Los empleadores
A la llamada economía colaborativa y a las industrias de la creatividad van a parar
muchos de los trabajadores que están perdiendo sus empleos. Se trata de modelos de
negocio similares a Uber o Amazon, donde los individuos rentan sus habilidades y
posesiones online14 y donde -aunque se quiera negar- se establece una relación de
trabajo asalariado.15
A raíz de los cambios tecnológicos en el lugar de trabajo, se estima que las empresas
sustituirán con mayor probabilidad aquellas ocupaciones que no requieren altos niveles
de creatividad y habilidades sociales.16 Si bien es posible que la Revolución Digital no
reemplace todos los empleos actuales, esta sí cambiará la forma en que trabajamos, lo
cual incluye la explosión del autoempleo y el trabajo free-lance. 17
29
5. Méda, D. (2016). The future of work: The meaning and value of work in
Europe. Ginebra.
6. Frey, C. B., & Osborne, M. A. (2013). The future of employment: how
susceptible are jobs to computerisation?, 1–72.
7. Por ejemplo, en Alemania no se ha presentado ningún indicador que marque un
camino hacia escenarios de desempleo masivo o de supresión del trabajo
asalariado; por el contrario, el trabajo autónomo se ha mostrado proclive a
decaer desde el año 2012 (Eichhorst, Hinte, Rinne, & Tobsch, 2016).
8. Painter, A. (2016). Confronting ´insecurity cubed´. In F. S. F. for E. P. Studies
(Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work2.
London.
9. Nübler, I. (2016). New technologies: A jobless future or golden age of job
creation? (No. 13). Ginebra.
10. CEPAL. (2016). Horizontes 2030. La igualdad en el centro del desarrollo
sostenible. Ciudad de México.
11. Villavicencio, A. (2010). La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances
y regulación. (Programa Laboral de Desarrollo - OIT, Ed.). Lima.
12. Coello, C. (2014). El impacto de la tercerización en la actividad sindical.
Pontificia Universidad Católica del Perú.
13. Organización Internacional del Trabajo (2016) La iniciativa del centenario
relativa al futuro del trabajo: 1 Nota Informativa. Ginebra.
14. Park, J. (2016). A collective voice in an insecure world. In F. S. F. for E. P.
Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work.
London.
15. Harris, B. (2017). Uber, Lyft, and Regulating the Sharing Economy. Seattle
University Law Review, 41(1), 269–285.
https://digitalcommons.law.seattleu.edu/sulr/vol41/iss1/8/
16. Frey, C. B., & Osborne, M. A. (2013). The future of employment: how
susceptible are jobs to computerisation?
17. Park, J. (2016). A collective voice in an insecure world. In F. S. F. for E. P.
Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work.
London.
18. Valsamis, D., De Coen, A., & Vanoeteren, V. (2016). The future of work:
Digitalisation in the US Labour Market. Bruselas.
19. Anner, M. (2015). La resistencia de los trabajadores en las cadenas de
suministro globales: Huelgas salvajes, campañas transnacionales y acuerdos
internacionales. Boletín Internacional de Investigación Sindical, 7(1–2), 17–39.
20. Hadwiger, F. (2015). ¿ Llevar el trabajo decente a las cadenas de suministro
globales??, 7, 83–105.
21. Beneyto, P. J. (2016). Trabajo y sindicalismo en la globalización. Revista
Española de Sociología, 25(1), 61–87.
22. Saravia, S. (2017). ¿Nuevas orientaciones en el sindicalismo peruano? La
construcción de un discurso apolítico como factor de éxito en el Sindicato Único
de Trabajadores del Grupo Ripley S.A. In Pontificia Universidad Católica del
Perú (Ed.), Trabajo y Sociedad. Estudios sobre el mundo del trabajo en el Perú
(pp. 244–265). Lima.
23. Hidalgo Lavié, A. (2008). La renta básica universal como herramienta para
combatir la exclusión social económica. Una aproximación analítica. Revista
Del Ministerio de Trabajo E Inmigración, (75), 143–161. Van Parijs, P. (2000).
Basic Income: A simple and powerful idea for the 21st century. Berlin.
32
https://cdn.uclouvain.be/public/Exports%20reddot/etes/documents/Chap1.Simpl
e_and_Powerful.pdf
24. Guerra, P. (2014). Repensando al Estado de Bienestar y la centralidad del
trabajo. El caso de los Ingresos Mínimos Garantizados y la Renta Básica
Universal. Revista de La Facultad de Derecho, (30), 171–182.
25. Franks, S. (2016). Preparing for the revolution. In Fabian Society; Foundation
for European Progressive Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London.
26. Weller, J. (2017). Las transformaciones tecnológicas y su impacto en los
mercados laborales (Serie Macroeconomía del desarrollo No. 190). Serie
Macroeconomía del Desarrollo. Santiago de Chile…
27. Franks, S. (2016). Preparing for the revolution. In Fabian Society; Foundation
for European Progressive Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London.
28. Ello sin perjuicio de establecer otras más específicas para las relaciones
reguladas por contratos de trabajo caracterizados por la subordinación o con
trabajo dependiente.
Agencia Andina
2013, de los 232 millones de migrantes internacionales, 150,3 millones son laborales
(55.7% de hombres y 44.3% femenina).1
Los motivos por los que las personas deciden emigrar son diversos, los contextos
sociales, económicos y/o políticos de los países están cargados de fuerzas explícitas,
semi ocultas y ocultas que determinan los movimientos migratorios en ambas
direcciones: como emisores/expulsores y/o como países receptores/destino. 2 El estudio
de las migraciones es central en el campo de las relaciones laborales pues toda
migración tiene implicancias en los mercados de trabajo. 3
Desde hace algunos años el estudio de las migraciones ha dado un giro importante en su
complejidad; mientras si en los noventa predominó la migración Sur-Norte
(principalmente hacia países considerados de ingresos altos), hoy son frecuentes las
migraciones Sur-Sur y Sur-Norte4 convirtiendo a muchos países, regiones o
comunidades, antes emisoras de emigrantes, en receptoras de inmigrantes, en países que
se han convertido a la vez en países de tránsito y de destino para las migraciones
laborales,5 como es el caso del Perú. Esta transformación se ha dado tanto por las
profundas crisis económicas en Europa y Estados Unidos, como por la globalización,
que ha permitido contar con más información a quienes planean emprender un proyecto
migratorio.
El proceso de migración implica desafíos complejos a los que la OIT se refiere en
términos de gobernanza, de protección de los trabajadores migrantes y del vínculo entre
migración y desarrollo.6 Por el otro, la migración implica para quienes la emprenden, un
proceso que incluye la reorganización de los cuidados en sus lugares de origen, así
como la transformación subjetiva del que parte y de los que se quedan.
La migración venezolana
¿Cuáles son los problemas de convivencia que están teniendo lugar con la migración
venezolana al Perú?
A la inquietud ciudadana por nuestro inestable panorama político, económico y social,
se suman las preocupaciones laborales asociadas a los procesos migratorios. Los
discursos que se instalan en los peruanos se engloban en palabras como "intolerancia",
"prejuicios", "discriminación", dando lugar al desarrollo de nuevas relaciones entre
estos diferentes grupos sociales y con ello la posibilidad de conflictos entre ambos
colectivos.
La llegada de migrantes laborales venezolanos ha activado en la ciudadanía peruana
formas de pensar, sentir y actuar respecto a esta nueva presencia. Reconocer los
componentes de este proceso es clave para entender el modo en que los peruanos
empiezan a convivir e interactuar con esta nueva realidad. Así, la aparición de estos
conflictos debe entenderse no como conflictos entre individuos (interindividuales) sino
como conflictos intergrupales7 que se manifiestan y evolucionan en formas peculiares y
potencialmente virulentas.
De acuerdo a De la Corte y Blanco, son dos las principales características de las
relaciones intergrupales que pueden y resultan socialmente problemáticas: la primera, a
nivel interpersonal, se expresa por medio de formas de interacción que pueden ser
deseables o indeseables. Esto nos ubica en dos situaciones: por un lado, pueden ser
respetuosas y cooperativas, amistosas y de bienvenida; pero, por otro lado, pueden
implicar discriminación, dominación o explotación del grupo inmigrante o la
confrontación y el conflicto entre ambos grupos. La segunda es la que nos interesa
36
Nuestro país tiene una fuerte identidad nacional (culinaria e histórica) y la identidad
sociocultural venezolana tiene mucho parecido con la peruana, es territorialmente
cercana y compartimos rasgos como comunidad latinoamericana. En el caso peruano, el
grupo autóctono tiene más prejuicios frente a “lo extraño” y, por ende, le representa una
amenaza. La particularidad del caso peruano radica en que esto solo se da contra
algunos grupos extranjeros en situación considerada vulnerable, como la venezolana, y
cualquier grupo considerado parte de una minoría étnica que por su pasado migratorio
engloba un conjunto de prejuicios raciales. Nuestra sociedad nos muestra que no
superamos las falsas amenazas de caos y desorden que representaron las oleadas
migratorias del campo a la ciudad y que éstas aún generan rechazo.
La excusa perfecta
La presencia venezolana representa la excusa perfecta para los problemas endémicos del
mercado laboral peruano atribuyéndole un carácter amenazador, de competencia desleal
y, que pone bajo un halo de vulnerabilidad a los autóctonos. Esta vulnerabilidad latente
es una de las causas más comunes de conflicto entre ambos grupos y de la espiral de
violencia a la que suele dar origen. Esta amenaza surge del miedo, y del miedo surgen el
rechazo y la agresión a través de campañas virales acerca del desagrado de los
venezolanos hacia la comida peruana, sus opiniones respecto de la belleza (o la falta de
ella) de los peruanos, su sentimiento de injusticia respecto del trato que reciben en
nuestro país, videos de peleas en los espacios y servicios públicos, etc.
Mitos
Las ideas generales sobre las que recae esta preocupación por el empleo de los peruanos
respecto de los extranjeros son las siguientes:
"Hay demasiados inmigrantes". La sensación de que se está desarrollando un
incremento masivo de inmigrantes venezolanos adopta la metáfora de "avalancha". Hay
una retórica de la “invasión” o el "están por todos lados".
"La inmigración perjudica el trabajo". Al hablar de la “avalancha” de venezolanos
que nos “invade” se asocia la intensificación de los problemas laborales a la
inmigración. Así, "los inmigrantes nos ‘quitan’ los puestos de trabajo", "mandan los
salarios a la baja", "aceptan cualquier cosa". Esto sirve como una excusa para explicar
problemas en el mercado de trabajo que venían ya de antiguo.
"La inmigración promueve la delincuencia". No sólo ‘nos están robando el trabajo’
sino que utilizan ‘nuestro’ espacio para trabajar igual que nosotros. Era de esperarse que
en el espacio de trabajo informal de venta ambulatoria se perciba una sobrepoblación y
con ello una apropiación del espacio público por "estos otros". Esta apropiación se
presume masiva ante la supuesta libertad para entrar sin filtros al país, bajo pretexto de
pertenecer a la Comunidad Andina. La creencia es que si no se exigen antecedentes
policiales internacionales, hay una amenaza de inseguridad y un potencial aumento de la
delincuencia.
Estas ideas dan lugar a un listado de problemas sociales en los que se atribuye
responsabilidad principalmente a los inmigrantes: sobrepoblación, desempleo, descenso
de salarios, delincuencia, conflictividad social, problemas de adaptación social, etc.
El origen de estos argumentos en el Perú tiene causas muy diversas, entre las que
sobresalen las tres siguientes: a) la velocidad con la que Perú ha pasado de ser una
sociedad de emigración a una de inmigración, en el contexto de un panorama
38
en las presidenciales de 2019. En ese sentido, las normas que inicialmente se tenían
previstas aprobar este año, se postergarían para una segunda etapa, asumiendo una
victoria oficialista en los próximos comicios. Lo estratégico en estos momentos es no
comprometer al gobierno en conflictos que pongan en riesgo el proyecto continuista.
Otros anticipan que el macrismo estaría esperando el momento adecuado para aprobar la
reforma laboral de manera expeditiva y sin resistencias. El oficialismo se inclinaría por
una maniobra de arrastre: se presentarían diversas iniciativas legislativas apostando por
aprobar la mayor cantidad de cambios posibles, y dentro de estos, sacar por lo menos el
núcleo duro de la reforma.
Pocos discuten a estas alturas que las reformas laborales de Macri pondrían en riesgo
los avances alcanzados en el marco de los gobiernos kirchneristas. Durante ese período
se adoptó en Argentina una institucionalidad laboral que estuvo por encima del estándar
regional. Los cambios introducidos –primero por Néstor Kirchner (2003–2007), y
continuados por su esposa Cristina Fernández (2007–2015)–, fortalecieron el ejercicio
de la libertad sindical y la negociación por rama de actividad. A partir de ello se
registraron incrementos sustanciales y sostenidos del ingreso laboral (hasta 2011), así
como avances en la reducción del trabajo “en negro” (lo que conocemos como
“informalidad”): si en 2005 el 55% de la población laboralmente activa era informal, en
2014 esta se redujo a 35%. Actualmente el 33% de los trabajadores argentinos son "no
registrados", aunque se presume que este porcentaje podría aumentar de aprobarse los
proyectos del oficialismo.
Mientras, en la región andina…
Aunque menos difundidas y conocidas, en Ecuador y Perú también se promovieron
iniciativas gubernamentales dirigidas a modificar la legislación laboral en un sentido
similar al de sus pares del Cono Sur.
En el caso de Ecuador, el gobierno del presidente Lenin Moreno, a poco de iniciar su
mandato (2017), colocó un proyecto de ley para cambiar el Código Laboral en un
sentido que fue considerado lesivo para los intereses de los trabajadores. Tal decisión
generó polémica siendo Moreno electo por el movimiento Alianza País, organización
fundada por ex–presidente Rafael Correa, de tendencia progresista y considerada
“aliada” de los sectores laborales.
Las medidas de Moreno buscan modificar la regulación de la jornada laboral,
específicamente en lo que concierte a la reducción del jornal por trabajar los fines de
semana; asimismo, deja sin efecto la prohibición para emplear al personal en tiempos de
descanso obligatorio; se restringe el trabajo por cuenta propia dentro de la empresa o
fábrica, incluso durante las jornadas de descanso obligatorio. Estas modificaciones
alteran las condiciones laborales en siete sectores (artístico, banano, flores, arroz,
acuicultura, turismo y construcción) que ocupan juntos a casi un cuarto de los
trabajadores ecuatorianos.7
En Perú, el presidente electo en 2016, Pedro Pablo Kuczynski, significó la continuidad
del modelo económico neoliberal implementado por todos los gobiernos desde la
década de 1990. Sin embargo, poco fue lo que pudo hacer en el año y ocho meses que
duró su mandato. A pesar de tener como una de sus banderas la aplicación de una
“reforma integral” para lograr la formalización laboral del 60% de la Población
Económicamente Activa (PEA), PPK no tuvo el margen político para aprobar la única
iniciativa que presentó al Congreso: un proyecto de ley de empleo juvenil que ofrecía
como incentivo subsidiar el pago de la seguridad social a las empresas que contratasen
44
jóvenes. El proyecto fue objeto de serias críticas por los movimientos juveniles y
sindicales que pocos años atrás lograron derogar una ley igualmente cuestionada.
PPK intentó algunas medidas laborales apelando al uso de las facultades extraordinarias
concedidas por el Congreso para legislar en materia de "modernización y simplificación
administrativa". En ese contexto, de los 131 decretos supremos que se aprobaron se
incluyeron tres que proponían modificaciones administrativas relacionadas con el
procedimiento inspectivo (se redujeron los montos de las multas por infracción a la
norma laboral); la omisión del registro de los contratos temporales o bajo modalidades
formativas ante la autoridad laboral (facilitando su “desnaturalización”); y cambios en
la regulación del arbitraje potestativo (limitando la autonomía –principalmente sindical–
en la designación de árbitros).8
La pronta caída del gobierno de PPK dejó en stand by otras propuestas laborales
igualmente polémicas (la implementación de un seguro de desempleo en reemplazo de
la CTS). El nombramiento de un ministro de Trabajo cercano al sector laboral –el
abogado Christian Sánchez Reyes– como parte del primer gabinete del nuevo gobierno
de Vizcarra, anticipa una gestión más moderada y abierta que las de sus antecesores.
Las presiones empresariales –secundada por algunos medios– para dejar sin efecto una
sentencia del Tribunal Constitucional del 2001, que ampara el derecho a la reposición
de los trabajadores despedidos arbitrariamente, será un grueso escollo que deberá
enfrentar y sortear la nueva administración; esto en un escenario de particular debilidad
de la institucionalidad estatal, y también de un movimiento sindical peruano que ocupa
un rol marginal en la política nacional.
Consideraciones finales
Este breve repaso por las diversas (iniciativas de) reformas laborales en países de la
Región Andina y el Cono Sur, nos coloca ante experiencias nacionales que comparten
algunos elementos comunes, anticipando posibles tendencias regionales.
En primer lugar, se evidencia una clara impronta neoliberal en la política económica y
laboral de los gobiernos electos en el último quinquenio (Argentina, Ecuador, Perú) o
que llegaron al poder mediante golpes institucionales (Brasil). En Argentina, Brasil y
Ecuador los cambios expresan un giro respecto del signo político de sus antecesores. En
Perú marcan la continuidad con lo realizado en las últimas décadas. Pero en todos los
casos, la orientación de las reformas ha sido hacia una (mayor) flexibilización de las
regulaciones y normativas laborales. Lo que implica un mayor control por parte del
capital de los procesos productivos y la distribución de la renta.
Así visto, estaríamos ante una serie de procesos restaurativos del orden neoliberal en la
región, luego de un breve interregno (el ciclo “progresista”) en el que se revirtieron los
aspectos más controversiales de la regulación laboral impuesta con el ajuste y las
reformas estructurales en los años noventa del siglo pasado.
Un segundo elemento está relacionado con las estrategias seguidas por los gobiernos
para darle viabilidad a las reformas. Ante la dificultad que conlleva la consecución de
cambios constitucionales, estas se estarían implementando a través de cambios
legislativos, valiéndose de las mayorías parlamentarias oficialistas.
En tercer lugar, las reformas flexibilizadoras impulsadas estos últimos años provocaron
la protesta de organizaciones sociales y sindicales. En Argentina y Brasil se
constituyeron como movimientos de defensa de lo avanzado durante el ciclo progresista,
mientras que en otros casos estamos ante movimientos que surgen en oposición al
45
nuevo frente a los anarcosindicalistas y al aprismo, sino que también representó una
propuesta de desarrollo organizativo para los trabajadores. Es decir, la CGTP logró
desplazar las experiencias anteriores porque tenía una visión “institucionalista” de la
acción sindical.
Desde esta perspectiva, la actual “Red Solidaria de Trabajadores” no ha logrado
constituir una estructura orgánica que brinde canales institucionales a la participación de
sus afiliados y se acerca más a los procesos de revitalización sindical que hemos
identificado como sindicalismo movimientista. 4 En esas condiciones es poco probable
que logre establecerse como una alternativa viable para la organización y movilización
de los trabajadores asalariados, y que logre disputar la hegemonía del movimiento
sindical a la CGTP.
El panorama sindical luce extremadamente complicado con una afiliación sindical que
se mantiene por años en 5%; débiles estructuras sectoriales y territoriales, escasa
presencia femenina y juvenil; inexistencia de sindicatos en sectores importantes de la
economía; predominio de sindicatos de empresa y casi inexistencia de negociaciones
colectivas a nivel de rama.
El escenario final entonces parece oscilar en disyuntivas parecidas a las que ha
identificado Haidar (2009) para interpretar el caso argentino. De esta manera, en el
balance, tenemos en la escena peruana un sector de sindicatos que ha logrado adaptarse
a las difíciles condiciones del entorno neoliberal y se orientan a estrategias de
resistencia que suponen un corporativismo segmentado. Son sindicatos orientados hacia
adentro, es decir, a la defensa, capacitación y asistencia de su membresía sin propuestas
prácticas en temas sociales o políticos más allá de un discurso.
Por otro lado, tenemos un sector de sindicatos que privilegia las nuevas formas de
activismo desde las redes sociales y de esta manera compensar su menor número y
convocatoria. Se trata de organizaciones que privilegian la creación de solidaridades a
partir de la denuncia ante la opinión pública. El desencuentro entre ambos grupos es uno
de los factores que impide resolver la crisis del sindicalismo.
Hoy hay una disputa muy fuerte respecto al género. Por un lado, el feminismo está
en uno de sus momentos de más visibilidad a nivel global y también en nuestro
país, con manifestaciones contra la violencia de género como el movimiento Ni Una
Menos. Por otro lado, tenemos manifestaciones de grupos fundamentalistas como
Con Mis Hijos No Te Metas. ¿Cómo ves este escenario?
La clave es una mirada global. Tendemos a mirarnos a nosotros mismos e imaginamos
que el pastor Rosas o que el cardenal Cipriani son un fenómeno único peruano. De lo
que se trata es de mirar de qué forma el género se convierte en un significante en
disputa a nivel mundial. Encontré un video en el que el Papa Francisco hablaba del
género en los mismos términos que el cardenal Cipriani; diciendo que el género es una
ideología que busca destruir la familia, que es una postura intelectual que viene de
afuera y que lo que intenta es colonizarnos. El tema de género estuvo presente también
en debates en el parlamento italiano contra la ministra de Educación, lo mismo contra la
ministra Parodi en Colombia -una ministra de Educación públicamente lesbiana-, y
además, en el Plebiscito por la Paz también en Colombia, donde las posturas contrarias
al género eran las posturas contrarias a la paz. Es un fenómeno global, de la misma
manera que Ni Una Menos o las marchas en contra de la violencia de género. La marcha
del 8 de marzo, la huelga de mujeres en España, Ni Una Menos en Argentina, han sido
abrumadoras. Y las reacciones a eso tienen un punto central que es: "Esto está yendo
demasiado lejos, hay que disciplinar a las mujeres".
Ambos fenómenos son simultáneos y responden uno al otro. No es casual que los
primeros discursos sobre esta supuesta ideología de género ocurran a mitad de los
noventa, justo después de conferencias como El Cairo y Beijing, donde se
consiguieron logros importantes para las mujeres en la política pública
internacional. Lo de “poner a las mujeres en su sitio” es una cuestión clave a
mirar.
Además a nivel doméstico es bien interesante. Si uno lee las noticias sobre feminicidios
en los periódicos la razón recurrente es "ella ya no quería seguir con él". Antes tú leías
un relato de celos o que “la encontró con el amante”, pero ahora el relato es que ella ya
no quería seguir más con el abusador y el abusador trata de ponerla en su lugar, es decir
"¿Cómo se te ocurre que me vas a dejar? ¿Cómo se te ocurre que no vas a seguir
conmigo?". Y creo que en el gesto desesperado de estas mujeres que son asesinadas lo
que se pone de manifiesto es algo nuevo que se ha gestado a lo largo de estas dos
décadas, que es "no puedo seguir amarrada a un hombre que abusa de mí, que me
pega, tengo derecho a ser respetada".
Podríamos verlo como una reacción al espacio ganado por las mujeres.
Hay una pregunta que me hago siempre cuando converso sobre esto: ¿siempre ha
existido esta violencia y antes no se conocía porque no se denunciaba o porque no se
sensibilizaba, o es que ahora ha aumentado? Yo no tengo respuesta para eso.
Evidentemente hay una mayor sensibilidad de los medios para denunciar una situación
de ese tipo. Ayer vi un video de un hombre que le tira una patada horrorosa a una mujer
en una fiesta del Colegio de Abogados de Sullana; la mujer es la pareja del decano y el
hombre parece que es el hijastro. Y lo que recoge la grabación son las voces de los
hombres que están mirando esto y lo que dicen es "¿Qué le pasa a este bestia?". Hay
una reacción de parte de otros hombres, no te voy a decir que abiertamente a favor de la
mujer golpeada, pero sí en contra de la agresión.
¿Eso significa una mayor conciencia, una censura a este tipo de conductas?
52
No sé, creo que juega lo políticamente correcto. Si tú haces una encuesta sobre
permisividad ante la violencia, los hombres te van a decir: "No, está pésimo pegarle a
una mujer". Pero igual puede ser que el mismo hombre catanee a su mujer en la noche.
Es complejo medir la tolerancia frente a la violencia cuando ya hay una cierta
percepción de que aquello está mal, que está sancionado por la sociedad.
Otro video que causó polémica hace algunos meses es el de esta chica en una
discoteca en Santa Anita, que había tomado y prácticamente inconsciente fue
violada públicamente, fue filmada y había un público que se reía. Hay mucha más
impunidad de la que tu refieres en la otra escena. Es pasmoso que alguien se
detenga a filmar una violación.
Tu lectura es una lectura de que eso es una violación y también la mía porque,
evidentemente, una chica que está intoxicada no puede dar consentimiento. Pero no
necesariamente para los espectadores eso es una violación, sino simplemente un acto
sexual.
Ciertamente estamos en una cultura donde una mujer en ese estado en un espacio
público se interpreta como una invitación de acceso a su cuerpo. Eso se ha puesto
en debate a raíz de las denuncias en redes sociales, que muestran diferentes grados
de transgresión de las fronteras de autonomía de las mujeres. No faltan los
cuestionamientos sobre dónde empieza una violación. ¿Cómo se entiende el
concepto de consentimiento?
Nosotras tenemos una legislación en esos términos bastante importante que reconoce,
por ejemplo, que dentro del matrimonio existe violación. Y si bien no conozco ningún
caso de alguna esposa que vaya y diga “mi esposo me ha violado” -imagino que eso
puede generar risotadas en la comisaría- pero en los hechos es tal, si tú no das el
consentimiento en el 'lecho conyugal’, ¿no es cierto?
Volviendo al tema de la centralidad que ha cobrado el género en la agenda política,
hay un fenómeno de expansión del feminismo. Ahora en las universidades hay
colectivos de mujeres jóvenes feministas.
En los noventa, que fueron años complicados, el feminismo aquí y en la mayoría de
países de América Latina se canalizó a través de las ONG; la carta importante de avance
para los derechos de las mujeres se dio gracias a su influencia, pero también a la agenda
que usó, que fue una agenda de la cooperación internacional. No hago ningún juicio de
valor, simplemente describo una situación. Reconozco los aportes de ONG como
Demus, Flora Tristán, Manuela Ramos, y al mismo tiempo creo que eso restringió
bastante algunas de las inquietudes de las mujeres que se pretendían feministas, pero no
encontraban los espacios para la militancia. El tema de los centros, como se les decía en
mi época a las ONG, generó polémica en su momento. Entonces, si en los noventa en la
universidad tú no encontrabas lo que hay ahora, una de las razones es porque existían
centros feministas, pero que eran centros de trabajo que no habían logrado desarrollar
una estrategia para el voluntariado, y lo que hay ahora tiene, creo yo, la espontaneidad
del voluntariado y las redes sociales.
Es un tema generacional, porque en nuestra generación todas nos conocíamos a través
de las conferencias internacionales y había mucha circulación de ideas porque venían de
los libros. Entonces ¿libros de quién leías más? Yo por lo menos de las bolivianas y de
las chilenas, pero ahora por internet tú puedes bajar completo un libro sobre feminismo
escrito en cualquier parte del planeta. Lo que quiero decir es, primero, que hay una
abundancia de ideas, y segundo, que la velocidad con la que viajan las ideas a través de
53
las redes te genera una efervescencia feminista. Y también te genera una efervescencia
anti-feminista, como se puede ver en las redes.
Lo otro -que a mí me encanta- son estas expresiones como las de esas chicas que se
desnudan en eventos, que se desnudaron en Dublin, que se desnudaron frente a
Berlusconi. Cada época tiene su manera de expresarse y estas marchas de mujeres con
tambores y disfraces, el gallinazo de Cristina Planas, son cosas nuevas que van
apareciendo, que son fantásticas. Además, hay una expansión porque la clase media en
este país creció y el feminismo fue creciendo con ella, porque la clase media de mi
época, del siglo pasado -porque yo soy una feminista del siglo pasado- era un
feminismo circunscrito a ciertos grupos casi territoriales, de barrio. Ahora es una
expresión amplísima, lo cual también es fantástico.
Maruja Barrig, en su época de directora del semanario La Calle, retratada por Herman
Schwarz en el Bar Pilsen, 1979.
Y pensando en este nuevo momento de disputa en los contenidos de género, ¿cómo
ves el rol del feminismo en la política peruana?
Mira, así como en broma te digo “soy una feminista del siglo pasado”, también soy
“pre - Butler” y las que activamos en los setentas, ochentas, no activamos alrededor de
igualdad de género porque la palabra género se utilizaba más antropológicamente o
sociológicamente. Activamos alrededor de los derechos de las mujeres. Fue un
feminismo con compromisos, por lo menos en mi caso, compromisos más amplios que
solamente las mujeres -y eso ha sido motivo de largas disputas, desencuentros, en
términos de estrategia-.
Yo estoy ahora releyendo los nuevos textos de Fraser y la construcción de un feminismo
del 99% porque su argumento es: "hemos hecho un feminismo para el 1%". Y hemos
hablado del techo de cristal para las mujeres que apuestan por un crecimiento individual
y por sus ambiciones totalmente legítimas, pero que no están mirando a ese otro 99%.
Lo que ella dice es que nosotras, las del siglo pasado, quisimos hacer un feminismo que
abarcara cambios sociales más profundos. Creo que la disputa por el poder entre
hombres y mujeres es algo que no debería perderse de vista y creo que lo hemos perdido
de vista muchas veces. Y lo que dice Fraser es que, a partir del género, hubo una
54
asusta eso porque a veces somos victoriosas diciendo "se consiguió tal norma, se
consiguió tal otra". Pero no nos damos cuenta de que la política pública o que el Estado
puede engullir eso y devolvértelo de otra manera.
Me gustó mucho una reflexión de Jeannette Llaja hace poco cuando decía: "Bueno, si el
SIS reporta que el año pasado hubo 400 mujeres menores de 14 años que tuvieron un
hijo y la reacción es ‘¡Ah, el problema es el embarazo adolescente!’. ¡El problema no es
el embarazo adolescente, el problema es que esas chicas han sido violadas!". Incluso la
política pública a favor de que se reduzca el embarazo adolescente utiliza un lenguaje
que oculta y distorsiona lo que existe en el fondo: esas chicas fueron violadas y sus
vidas fueron destrozadas.
Eso nos habla de lo patriarcal que es el Estado. Frente a la postura de Segato, que
descree del Estado, lo tuyo suena más bien a “despatriarcalicemos el Estado,
apostemos por ahí”. Qué difícil, ¿no? ¿Cómo hacemos eso?
No sé, eso ya es responsabilidad de ustedes las jóvenes.
años. Frente a la corrupción, si bien es un problema histórico, queda claro que el actual
y los anteriores cuatro gobiernos mostraron peores estándares (o iguales) a los
observados en los denostados gobiernos desarrollistas, de sustitución de importaciones o
de industrialización dirigida desde el Estado de los años sesentas y setentas del siglo
XX. De poco parecen haber servido estos últimos gobiernos para hacer frente al flagelo
de la corrupción. Seguimos en más de lo mismo.
Por otra parte, el desempeño macroeconómico medido a través del crecimiento del PBI
real entre 1990-2017 de 4.6% promedio anual sigue siendo ligeramente inferior al
observado entre 1950-1980 de 4.8%. Estamos en la etapa de la luna de miel del nuevo
gobierno encabezado por Martin Vizcarra y César Villanueva. Hay luces pero también
algunas sombras. No se debe esperar grandes cambios ya que los márgenes de maniobra
son reducidos. Todavía es apresurado emitir un juicio claro sobre el mismo.
En este artículo se analiza cómo se filtran juicios de valor en la economía estándar. Se
evalúa críticamente algunos de los principales supuestos de esa teoría económica
asumida por la tecnocracia neoliberal que nos gobierna. Se comenta cómo en la visión
de esos tecnócratas el perfeccionamiento de la función pública se circunscribe a la
formación de mejores gerentes públicos, olvidándose que también hay que redefinir
nuevos objetivos y medios como hacen los tecnopolíticos. Por otra parte, se comenta las
coincidencias entre la agenda de los grupos de poder económico y mediático y los
tecnócratas neoliberales; además se reseña como la corrupción los ha puesto en
entredicho.
Por último, se realiza un balance y se establecen algunas propuestas para la acción.
Todas las crisis nos confrontan pero también abren espacios para mejorar. No
desaprovechemos esta nueva oportunidad.
La arrogancia de la economía estándar
Los economistas han pretendido dominar la agenda nacional durante los últimos
gobiernos. Lo han hecho tanto desde el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF)
como desde la Presidencia del Consejo de Ministros en el gobierno actual. Per se, eso
no está mal; el problema se suscita cuando se perciben como técnicos puros, abrazan la
economía estándar olvidando la gran diversidad de nuestra disciplina y la incapacidad
de separar el objeto y sujeto de estudio. La filtración de juicios de valor es un asunto
cotidiano frente a la cual hay que luchar contra las teorías y procedimientos dominantes,
proceder con transparencia absoluta y protocolos de trabajo claros. 1
A diferencia de otras disciplinas, los economistas vemos casi lo que queremos ver. A la
par de los diagnósticos barnizados por una teoría o teorías particulares estos vienen
amarrados con una estrategia para hacerles frente. Si somos monetaristas u ofertistas
(estos últimos rehabilitados en tiempos de Trump) nos vamos a fijar en la evolución de
la cantidad ofertada y demandada de dinero, o en la presión tributaria y en las tasas de
interés en el segundo enfoque. Las estrategias son a su vez claras y directas: reducir la
cantidad de dinero y asumir una regla de comportamiento predeterminada; la reducción
de impuestos y de tasas de interés en la otra teoría. Aún en otras disciplinas hay un antes
y un después dependiendo del medio o instrumento que se utiliza para observar y
analizar la realidad. A pesar de que el objeto de análisis era el mismo el uso del
microscopio en el siglo XVII permitió el descubrimiento de otras realidades que hasta
ese momento permanecían ocultas.
Supuestos económicos rebatibles
57
Asimismo, es un cientista social con sentido práctico que mira al presente y el futuro,
desanimado de la esterilidad de teorizar sobre otras teorías y estimulado para teorizar
sobre la realidad en que vive; obsesionado por crear métodos y técnicas al servicio del
hombre de acción, irrespetuoso de la ciencia oficial, humilde ante la complejidad de los
hechos, pero atento al desarrollo en la frontera de las ciencias y de las ciencias en sus
fronteras particulares. Reconoce a quién sirve y qué intereses atiende.
Otro error común de los tecnócratas y gerentes públicos que nos gobiernan consiste en
pensar que la disposición de un conjunto de conocimientos propios de sus disciplinas les
otorga la capacidad para ejercer con eficacia y eficiencia la función pública de
contribuir o transformar nuestras sociedades. Esta visión se contrasta dramáticamente
con la realidad, donde una adecuada gestión requiere de una perspectiva
multidisciplinaria y multidimensional donde hay que conjugar intereses, un marco
normativo, organizaciones y personas. Las disciplinas básicas se refieren a la
administración y economía, la sociología, el derecho, la psicología social, la ciencia
política y las políticas públicas, entre otras.3
Planeamiento estratégico y captura del Estado
Las modalidades de relación a lo largo del tiempo entre los grupos de poder económico,
los partidos políticos en el gobierno y la tecnocracia, han sido desarrolladas por
Crabtree y Durand.4 El resultado final según estos autores es la formación de un Estado
funcional a los intereses económicos, principalmente a las corporaciones nacionales y
extranjeras. Gálvez y Grompone5 reconociendo que hay retrocesos por la entrada de una
tecnocracia empresarial en el gobierno actual (el de PPK), destaca la presencia de una
tecnocracia más autónoma de los intereses empresariales y más vinculados al interés
público durante el gobierno de Ollanta Humala. Los programas de diversificación
productiva y la reforma educativa fueron ejemplos de esos proyectos.
Sin embargo, a nuestro juicio, la perspectiva de Crabtree y Durand pareciera dominar en
el tiempo, siendo el Banco Central de Reserva del Perú y el MEF los baluartes desde los
cuales esos intereses económicos se manifiestan, justificados por la teoría económica
neoliberal. Los mecanismos mediante los cuales esa tecnocracia neoliberal se introduce
y captura las instituciones más importantes del Estado, representando principalmente a
los intereses de los grupos de poder económico, son diversos, y señalarlos rebasa los
alcances de este artículo. Asimismo, el nivel de identificación entre grupos de poder
económico y tecnocracia ha sido diferente en el tiempo; probablemente mayor durante
los gobiernos de PPK, Alan Garcia, Alejandro Toledo y Alberto Fujimori y sólo un
poco menos en el caso del gobierno de Ollanta Humala.
La tecnocracia tiene como fundamento doctrinario la teoría económica neoliberal,
misma que favorece a los grandes intereses económicos. La posición que minimiza el
rol del Estado y a la par impide la regulación previa de fusiones y adquisiciones
empresariales abre los espacios a las grandes firmas y lo cierra a las pequeñas y
medianas empresas. La vocación por un mercado de trabajo totalmente flexible y con
regulaciones mínimas coloca a los sindicatos y a la normatividad sobre sueldos y
salarios mínimos como culpables del desempleo, subempleo y la informalidad. Estos
son los enemigos comunes de los tecnócratas y de los grupos de poder económico.
Asimismo, esa tecnocracia no se manifiesta en contra de los elevados márgenes de
intermediación financiera que perjudican también a las micro, pequeñas y medianas
empresas mientras que los grupos bancarios y financieros se vuelven más poderosos.
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(3) sobornos en los contratos del Estado con fines comerciales, obras públicas u otras
adquisiciones; (4) pérdida de rentas debido al contrabando y (5) pérdida indirecta de
inversión debido al clima general de soborno y corrupción. Ahora desde los años
noventa la corrupción se ubica en las obras de infraestructura, las concesiones y la
prestación de servicios públicos. Su vehículo principal fueron las asociaciones público
privadas.9
A modo de conclusión
¿Cuál ha sido el rol y cuáles los resultados de la tecnocracia en la conducción
económica del país desde 1990?. Para los grupos de poder económico y mediático son y
continúan siendo los salvadores del país. Efectivamente, tuvieron algunos aportes
significativos, pero tampoco esto quiere decir que nos hayan encauzado en un sendero
de crecimiento y desarrollo sostenible. Su predominante marco teórico neoliberal, su
mirada parcial de la realidad y los reducidos contactos con otras disciplinas útiles a la
gestión pública fueron su talón de Aquiles. La lista de errores cometidos es larga.
Son necios en insistir en un modelo de crecimiento basado únicamente en las
exportaciones de materias primas cuando se conoce de su inestabilidad, reducidos
encadenamientos de producción y empleo y la generación de externalidades negativas
en espacios geográficos cercanos. Los sectores primarios son claves para la economía
pero es imprescindible incidir en la diversificación productiva soslayada por el gobierno
de PPK. Hay que prestar atención a la desafortunada reconcentración del ingreso a favor
del capital (de los grupos nacionales y extranjeros).
Otro tema omitido es la política cambiaria (apreciación de la moneda nacional) que
conjuntamente con la apertura externa incide en mayores importaciones y afecta a los
sectores productivos locales. Asimismo, hay que colocar en agenda inmediata la
recuperación de los ingresos tributarios, especialmente de impuestos directos y la
reducción de exoneraciones tributarias, y la reducción de los márgenes de
intermediación financiera entre tasas activas y pasivas de interés que perjudican
especialmente a las micro, pequeñas y medianas empresas. Otros temas importantes son
transformar la estructura institucional, otorgar un mayor rol a la ciencia, tecnología e
innovación; promover una economía más competitiva y rehacer la relación con el sector
privado. Estamos en un punto de quiebre. Se percibe una situación de descontento
generalizado de la población que se debe encauzar y convertir en propuestas para
adelante.
De partida hay que llamar las cosas por su verdadero nombre haciendo frente a los
problemas concretos de los ciudadanos. La tecnocracia pura no existe; la ideología y los
intereses particulares están a la vista. Esta también comparte el virus de la corrupción,
no es impoluta. La opción neoliberal que nos ha gobernado en las últimas décadas ha
transparentado muchos problemas. La ruta de profundizar ese ahora viejo modelo, con
seudo reformas como las laborales, acentuaría la ingobernabilidad y el estancamiento
económico.
La inercia tampoco nos conduce a buen puerto en un nuevo contexto internacional
volátil. Se debe mirar más autocríticamente la teoría y praxis económica; y como
plantea Stiglitz10 considerar las experiencias exitosas de crecimiento y desarrollo. Hay
que ajustar el modelo a partir de un nuevo consenso económico social donde todos
importen, no sólo unos pocos. Es complejo ajustar el rumbo, pero lo peor es quedarnos
con los brazos cruzados.
61
1. Heilbroner, Robert. «La economía: ¿hasta qué punto es científica esta ciencia?».
Perspectivas Económicas, N° 2. 1972, pp. 52-57
2. Matus, Carlos. «Planificación y gobierno». Revista de la CEPAL, n° 31.
Santiago de Chile: CEPAL, 1987, pp 161-177.
3. Alarco, Germán y Socorro Orellana. Gestión de la política macroeconómica bajo
una perspectiva multidisciplinaria: interés, organizaciones y personas. Lima:
CENTRUM Católica y Pearson, 2008.
4. Crabtree, John y Francisco Durand. Perú: Elites del poder y captura política.
Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, 2017.
5. Gálvez, Alvaro y Alvaro Grompone. Burócratas y Tecnócratas: la infructuosa
búsqueda de la eficiencia empresarial en el Estado peruano del siglo XXI. Lima:
IEP, 2017.
6. Alarco, Germán. «Planeamiento débil y captura del Estado». Perú hoy. Lima:
DESCO, 2012, pp. 57-77.
7. Sancho, Alejandro. «Economía y corrupción». Revista de la Facultad de
Ciencias Económicas de la UNMSM, Año VII, N° 21. 2002, pp. 61-84.
8. Quiroz, Alfonso. Historia de la corrupción en el Perú. Lima: IEP, 2013.
62
Llegué a la selva central hace diez años y la experiencia me hacía consciente de que la
mejor manera de establecer un contacto fluido con sus pobladores, era no tocar tres
temas sensibles para el común de los peruanos; fútbol, religión y política, por eso fui
cauto en no señalar públicamente cuál era el equipo de fútbol de mis preferencias, si
tenía algún credo religioso y mucho menos que desde 1997, había sido un militante
infaltable de todas las manifestaciones contra el gobierno de Fujimori. Esa cautela me
permitió recoger percepciones y preferencias, sin que ninguno de mis interlocutores se
sintiera cohibido.
Ganadas las confianzas, no hubo impedimentos para que en el corto plazo los relatos se
abrieran paso. El primer lugar lo ocuparon las narraciones sobre la época del terrorismo,
sobre la muerte de pobladores, sobre los vejámenes de terroristas y militares, el
secuestro y chantaje económico del que eran víctimas las familias, de los días y noches
de terror que vivieron. El corolario de la gran mayoría de estas narraciones era
reiterativo "hasta que llegó el chino". Para muchos pobladores selváticos fue Fujimori y
su gobierno quien derrotó al terrorismo y le devolvió la tranquilidad a sus vidas. Este
"tácito agradecimiento", se demostraba en comentarios complacientes y solidarios con
el expresidente, que ya se hallaba preso en la DINOES.
Esta defensa de la honra de Alberto Fujimori no tenía exclusividad con algún grupo
social o étnico, ya que además de los pobladores de comunidades nativas, también
encontraba muestras de simpatía en migrantes andinos y en los descendientes de los
colonos europeos; lo cual era entendible porque mientras a los primeros y segundos
Sendero Luminoso les arrebataba sus hijos y sus recursos para sumarlos a su causa, a
los últimos los secuestraban y extorsionaban por cupos financieros. Le reconocían al
gobierno de Alberto Fujimori la decisión política para la recuperación de la paz social
en la zona.
Según la CVR, entre los años 1989 y 1996, la arremetida senderista contra las
poblaciones de la selva fue feroz. A causa de ello en 1990 se crea formalmente el
Comité Central de Autodefensa y Desarrollo Asháninka, más conocido en el medio
local como el "ejército Asháninka", cuyos integrantes lucharon con lanzas, machetes,
arcos y flechas para recuperar a sus familias secuestradas, sin ayuda del Estado. Es
recién entre los años 1992 y 1994 que el ejército peruano instala bases en la zona y
reconoce a este comité de autodefensa, lo fortalece, capacita y mejora su logística
(según señalan les proveyeron inclusive de escopetas para realizar rondas combinadas
con el ejército). Este reconocimiento, los pobladores se lo atribuyen a Fujimori que en
esos años visitó reiteradamente la zona.
Cuando me atreví a indagar sobre temas de derechos humanos como lo sucedido en La
Cantuta y en los Barrios Altos; han minimizado las acusaciones e incluso algunos han
saludado la decisión de enfrentar "sangre con sangre", poniendo abiertamente en duda la
inocencia de las víctimas de ambos sucesos. En lo referido a las esterilizaciones
forzadas y/o no consentidas, sorprendentemente, algunas mujeres –incluso de las etnias
amazónicas– me señalaron, a lo largo de esta década de trabajo en la selva, su
64
abnegado que no tuvo reparos en pactar con PPK a cambio de ganar la indulgencia para
el líder histórico de fujimorismo.
Quizá por todo ello las pintas y discursos de campaña en la selva eviten las menciones a
Keiko o Kenji y las reivindicaciones del gobierno de Alberto. Menos aún se alude a los
entretelones del indulto o a las acusaciones de corrupción que pesan sobre la mayor de
los Fujimori. La opción ha sido posicionar a Fuerza Popular como “el partido del
pueblo” –el viejo membrete del APRA–, que es odiado por la derecha ‘lobista’ que
representa los intereses de las grandes multinacionales y por la izquierda ‘caviar’ que
"defiende a los terroristas".
La renuncia de Kuczynski, precipitada por el escándalo de los “Mamani videos” fue el
momento que Keiko esperaba: se sintió resarcida de su derrota electoral y de paso, se
deshizo de una eventual candidatura presidencial de Kenji para el 2021, que podría
arrebatarle la unidad de sus bases en la selva central. Junto a la cabeza de su hermano,
rodaron las cabezas de quienes lo acompañaron en su aventura disidente.
Contrario al dulce sabor del triunfo que entonces pudo haber sentido Keiko, sus cifras
de aprobación siguen descendiendo, contagiando al escenario electoral municipal. Pese
a los resultados electorales anteriores, no todos los distritos y provincias selváticas
cuentan con candidaturas de Fuerza Popular y las que las tienen, no convocan las
preferencias locales. Todo indica que para muchos es hasta vergonzoso mantenerse
fieles al partido naranja.
Si aún pretende una nueva campaña a la presidencia, es mucho lo que Keiko deberá
bregar para recuperar el supuesto romance del fujimorismo con la selva central. Pero no
hay cadáveres políticos. Y eso también va para Kenji, quien a pesar de su sanción y del
escándalo que rodeó su salida del Congreso, podría aún ser protagonista en las
elecciones del 2026, seguramente con amplia simpatía de la selva central.
Mario Zolezzi
Aunque el escenario varía entre una región y otra, la multiplicación de los panes y los
peces es común. En un extremo, encontramos regiones con 10 de estos movimientos
compitiendo (Amazonas, Arequipa, Ayacucho, Huánuco, Puno y Tacna), mientras en el
otro, está Lambayeque (2 agrupaciones) y aquellas que registran apenas 3 (La Libertad
y Madre de Dios). Es de observar que no es el tamaño de una circunscripción electoral
el que determina esta realidad (Arequipa y Tacna), tampoco su nivel de competitividad
(Arequipa y Puno), ni su ubicación geográfica (Tumbes que registra 9, y Lambayeque).
La literatura sobre los movimientos regionales no es abundante, aunque los estudios
puntuales sobre sus alcances y su significado electoral, aumentan en los últimos años.
Inicialmente identificados como plataformas de outsiders, pronto se creyó que eran el
punto de partida para la formación de organizaciones fuertes, pese a su dificultad para
consolidarse una vez logrado su triunfo. De las miradas inicialmente entusiastas de los
movimientos regionales, paulatinamente se desarrollaron argumentos críticos frente a la
gran mayoría, haciendo hincapié en la fragmentación de la política, su débil o nula
institucionalidad, su volatilidad y la ausencia de planteamientos y propuestas, además
de su precario enraizamiento en la sociedad.
Más allá de los debates, quedan claras varias cuestiones sobre ellos hasta la fecha: (i) en
la mayoría de casos se trata de alianzas coyunturales de independientes alrededor de una
“figura fuerte” con algún recorrido por los partidos nacionales que “hibernan” o
simplemente desaparecen entre procesos eleccionarios; 6 (ii) son organizaciones ancladas
en la capital de la región con muy poco éxito en los otros niveles de gobierno
subnacional; (iii) en muchos casos, los políticos que las impulsan lo hacen desde
organizaciones económicas, empresas y radioemisoras, que sustituyen a la organización
partidaria; (iv) parecen explicarse por el funcionamiento de un sistema de "redes", es
decir una forma de cooperación entre las personas, que en este caso, empieza en la
sociedad y pasa al mundo de la política, 7 donde la persistencia de aquellas y de la
política que construyen como respuesta a un contexto cambiante, se explica por su
relativo éxito electoral (los movimientos regionales obtuvieron el 28% de los gobiernos
regionales en 2002; en 2014 triunfaron en el 76% de ellos).
En el caso de los partidos nacionales, las estrategias para definir sus candidaturas varían
como en botica, aunque muchos tienen en el horizonte el 2021. En el caso de las
agrupaciones con presencia en el Congreso e inscripción, están atravesadas por las
distintas crisis que vive cada una de ellas8 a excepción de Alianza para el Progreso
(APP). De lo que se observa, las más estructuradas y con mayores recursos, Fuerza
Popular (FP) y APP siguieron caminos diversos para fichar a sus candidatos. Los
primeros optaron por figuras propias para participar con su logo –Antonio Becerril en
Lambayeque, Carmen Chiroque en Tumbes, Rosario Bazán en La Libertad–, pero
también por alianzas pragmáticas con agrupaciones regionales como ocurre en Piura,
donde el excongresista Juan Díaz Dios, postula a la alcaldía provincial con el
movimiento Región para Todos, cercano al humalismo en el pasado reciente. Los
segundos, “reclutaron” candidatos –figuras “visibles” y con alguna legitimidad propia
en sus territorios–, para que postulen con su denominación y apoyo, aspirando a
incrementar el número de sus autoridades regionales y municipales, afirmando su
imagen de partido del interior.
El APRA, por su lado, combina su estrategia de participación, como lo ha hecho en el
pasado. En unas cuantas regiones, como Piura, por ejemplo, participará con lista propia,
mientras en muchas de las otras lo hará a través de movimientos regionales en los que
participan sus militantes o exmilitantes visibles, como el excongresista Peralta y el
69
En ese escenario, la diferenciación entre los aspirantes, antes que por propuestas y
agendas de desarrollo para el territorio, está marcada por la competencia entre distintos
sectores por posiciones de poder, que evidencian la existencia de redes sociales
particulares, formadas en las historias específicas de cada región. Esa manera de
diferenciación, se entiende por las muchas limitaciones que rodean al proceso: (i) un
régimen político con baja legitimidad y credibilidad; (ii) una crisis significativa de
representación política, marcada por el divorcio entre partidos y movimientos y la
agenda; (iii) un vacío de liderazgo nuevo y efectivo, donde los actores en los territorios,
se “reciclan” de una organización a otra y de una posición de poder, también a otra; (iv)
un espacio público difuso y fuertemente organizado por los medios de comunicación,
cuyo poder y capacidad en los territorios es importante; (v) la debilidad de la
institucionalidad estatal; (vi) la incertidumbre que generan los distintos cambios
normativos sobre el proceso, como resultado de una reforma electoral poco sistémica e
interesada; (vii) una sociedad fragmentada, sin objetivos claros, en la que predomina
una visión delegativa y relativamente autoritaria de la democracia y de la propia
política.
Sobre corrupción y confianza en el Estado
A la crisis de representación y fragmentación, se suma ostensiblemente el tema de la
corrupción, en un país con una larga historia en la materia que ha visto cómo ésta ha
crecido significativamente en los últimos 25 años. El Índice de Percepción de la
Corrupción de Transparencia Internacional 2017, nos calificó en el puesto 100 de 180
países cayendo 17 puestos desde 2012. Once ex presidentes regionales están o han
estado presos y trece más de los últimos dos períodos se encuentran bajo proceso de
investigación; en el caso de alcaldes y regidores, estos números son bastante más altos.
No sorprende que al final de 2016 se encontraran 32,471 casos de corrupción en trámite
en todo el país, de acuerdo a la Procuraduría Especializada en Delitos de Corrupción.
La descentralización de la corrupción, sumada a las limitaciones y la ineficacia de
muchos gobiernos regionales, explica en parte, la desconfianza en el Estado y sus
instituciones en el interior del país. A pesar de la desconfianza en la política, los
partidos y movimientos, la percepción de su vinculación con la corrupción y el
desencanto con la gestión pública, la gente votará en octubre y elegirá sus autoridades.
No esperemos grandes cambios para mejor desde esa dirección, tampoco pensemos que
se “sellará” la suerte del país para el 2021. Se repartirán, si, nuevas cartas, pero
difícilmente se renovarán desde abajo los libretos. Estamos advertidos.
La división del Frente Amplio fue sin duda un golpe para el movimiento popular, que
en su momento cifró esperanzas en la posibilidad de contar con un instrumento político
con presencia nacional y como alternativa electoral viable. Pero hay que decir que la
división no es solo un problema de la izquierda, en otras filas podemos apreciar
similares tensiones. Es decir, la política peruana está atravesada por las disputas de
poder internas y las ambiciones personales.
Las izquierdas regionales
Desde las regiones han aparecido también algunos liderazgos que pugnan por
proyectarse hacia lo nacional. Por un lado se ha conformado el frente Mas Democracia,
liderado por Gregorio Santos, ex militante de Patria Roja, que agrupa esencialmente a
sectores de los campesinos ronderos de la sierra norte y ex militantes comunistas de
otras regiones, y que hasta hace poco contaba con una alianza electoral con el partido
Democracia Directa, liderado por Andrés Alcántara, que obtuvo su inscripción desde la
plataforma de la organización de los aportantes fonavistas.
Los seguidores de “Goyo” se presentan como una "izquierda radical", y algunos de sus
voceros se reivindican como populistas, presentándose como auténticos intérpretes de
los intereses populares frente a una izquierda que en su mayoría se ha convertido en lo
que ellos califican de "caviar", “limeña” y "burocrática".
El partido Perú Libre, liderado por el médico Vladimir Cerrón, ex Gobernador de la
región Junín, agrupamiento que cuenta con inscripción nacional y tiene una clara
propuesta socialista. Coincide con el movimiento de Gregorio Santos en su crítica a la
"vieja izquierda", al centralismo limeño y se presenta como auténtica y popular, como
una nueva alternativa desde las regiones.
Estos sectores consideran que pueden constituirse en un polo del radicalismo que
llegará, al estilo de Evo Morales, desde las regiones a la capital. Pero el Perú no es
Bolivia. No tenemos un movimiento indígena organizado. No tenemos un movimiento
nacional en torno a la recuperación de los recursos naturales. Lo que si da pie a sus
críticas es que nuestro país presenta un centralismo histórico, que ha postergado el
desarrollo de las regiones y no ha desconcentrado el poder de las decisiones y sobre los
presupuestos públicos. Ese centralismo no escapa a las estructuras políticas.
Los nuevos agrupamientos
A pesar de la ruptura producida, sabemos que tanto el Frente Amplio actual (Tierra y
Libertad con algunos otros grupos como la Coordinadora Progresista, la CUT, líderes
regionales) y el movimiento Nuevo Perú seguirán dando batalla en el Congreso de la
República y construyendo sus propios espacios.
Hay que decir que muchos de los temas puestos en el debate en su momento por el FA
son importantes: un nuevo sujeto político de las izquierdas exige una renovación de
estilos, propuestas, lenguajes y de cuadros, así como debe incorporar con más fuerza las
agendas de la lucha de los movimientos sociales por la defensa del medio ambiente, por
la equidad de género, las demandas de la comunidad LGTBI, entre otros.
Por su parte, el frente Juntos por el Perú (JP), es un espacio que se ha conformado a
partir de la convocatoria del Partido Humanista liderado por Yehude Simon. En este se
agrupan el Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista- Patria Roja, Fuerza
Social, Ciudadanos por el Cambio y el Movimiento por el Socialismo. JP tiene un
vínculo estrecho con un importante sector de sindicatos, como la CGTP y el SUTEP.
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Hace solo unos meses un sector de las izquierdas regionales, las agrupaciones Perú
Libre, Más Democracia, se presentaron juntas a Nuevo Perú en un espacio de
coordinación en torno al tema de la Nueva Constitución. Incluso realizaron algunas
conferencias en Cajamarca, Cusco y Lima, pero parece que fue solo un acercamiento
coyuntural que no ha tenido continuidad.
Los errores
Si tenemos que hacer una lista de los elementos que consideramos los principales
errores del FA, el primero es que se presentaron como los baluartes de la renovación.
Sin embargo, lo ocurrido en los últimos meses ha revelado que también en su proceso se
puede apreciar una alta inmadurez política, una mirada cortoplacista que tuvo su centro
en lo electoral y descuidó lo político y social.
Hemos visto que sus elecciones primarias tuvieron cuestionamientos sobre la
transparencia del proceso, y, luego de que Verónika Mendoza no pasó a la segunda
vuelta presidencial, empezaron a evidenciarse las disputas por la conducción de la
bancada, que terminaría con la división del frente. Vemos entonces que el tan mentado
discurso de la renovación no pasa solo por buenas intenciones, sino por prácticas reales,
sostenidas y una real institucionalización. La impresión es que gran parte de la
discusión tuvo como telón de fondo las cuotas de poder, en la decisión de las vocerías
congresales y en el manejo de los recursos que recibirían los partidos con representación
parlamentaria con la nueva ley de partidos políticos, que no son montos despreciables.
Asimismo, muchos compañeros del FA se obnubilaron por los resultados electorales y
asumieron que ello los convertía en la gran y única fuerza del campo izquierdista. No
hay que confundir los resultados de una elección con los de un movimiento político
consolidado y con presencia nacional. Los resultados del FA se lograron no porque
fueran un gran movimiento de masas, sino por el carisma y arrastre que logró proyectar
en su momento la candidata Verónika Mendoza. Una elección se disputa con las reglas
de la democracia representativa, donde el posicionamiento de la figura del o la
candidata y los resultados pueden ser fugaces. Es la razón por la cual el movimiento
Nuevo Perú ahora tiene serias dificultades para recolectar las firmas necesarias para su
inscripción.
En el caso de las izquierdas regionales, éstas quieren presentarse como una nueva
opción, como polos radicales que surgen desde el interior del país. Sin embargo hay que
recordar que si bien según los sondeos de opinión los peruanos parecen estar dispuestos
a votar por el cambio, no lo harían solo a partir de un discurso regionalista ni radical,
sino como parte de una opción que recoja más bien una diversidad de demandas de los
sectores populares, que incluyan a las clases medias urbanas que se ven expuestas a un
modelo insostenible que deja a la ciudadanía a merced de la inseguridad ciudadana y la
desregulación del mercado. Otro detalle curioso es que si bien Perú Libre y Mas
Democracia levantan un discurso radical que busca diferenciarse de las “viejas
prácticas” de la izquierda, han cerrado acuerdos electorales con candidatos a la alcaldía
de Lima que distan mucho de ser radicales y más bien representan opciones neoliberales
y pragmáticas, como son el ex alcalde de Lima Ricardo Belmont (Perú Libre) y la
empresaria Esther Capuñay (Mas Democracia).
Por el lado de la izquierda más tradicional, que incluye a los partidos comunistas, ésta
se ha visto cuestionada por el protagonismo de los movimientos sociales, como las
jornadas del magisterio entre junio y setiembre de 2017, las movilizaciones de sectores
juveniles contra el indulto a Fujimori a comienzos de 2018, y las protestas de los
74
campesinos en defensa de la producción nacional de papa. Estas nos muestran que los
gremios tradicionales tienen un serio problema de representación y de canalización de
las nuevas demandas sociales. En ese sentido, los partidos más antiguos de la izquierda
tienen que revisar a profundidad sus estilos de conducción y afrontar la tarea de su
necesaria renovación.
Ofensiva conservadora
Lo poco que se pudo avanzar en los últimos años en materia de reconocimiento de los
derechos humanos, lucha contra la impunidad e igualdad de género está en peligro. Hay
una nueva ofensiva conservadora en curso, que considera una amenaza a los “valores
cristianos” y tradicionales el avance de estos derechos, de paso también acrecienta el
clima de intolerancia y macartismo contra las fuerzas de izquierda. Toda crítica al
modelo neoliberal es vista como propia de posturas "chavistas", “populistas” o incluso
“terroristas”
“Con mis hijos no te metas” es una de las campañas que ha convocado concentraciones
masivas en Lima y varias ciudades del país. Es una campaña que ha sido articulada por
los sectores más conservadores de la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas, y
construida a partir de un discurso del miedo a la “ideología de género” entre los
feligreses, que no sería otra cosa que una creación de liberales y neo marxistas para
justificar las “relaciones homosexuales” y el "sexo libre".
El relato sobre la violencia política en el Perú. En los últimos tiempos está arreciando
un bombardeo contra todos los avances en torno al reconocimiento de lo fue el conflicto
armado interno en el Perú en las décadas de los 80 y 90. Los cuestionamientos al
informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, así como las censuras y
ataques al "Lugar de la memoria", son parte de esfuerzos bien articulados de sectores de
la derecha, así como de ex miembros de las Fuerzas Armadas que se unen en la
necesidad de reconstruir su propio relato sobre lo que significó este conflicto para al
Perú. En esa visión, estos sectores coinciden en calificar que existiría una suerte de
“complot caviar-comunista” que buscaría victimizar a los grupos subversivos y
equiparar el accionar terrorista al de las Fuerzas Armadas y Policiales. Recientemente se
ha visto la reacción de estos sectores ante la prisión domiciliaria que se la ha otorgado a
dirigentes senderistas como Osmán Morote, después de haber cumplido sus condenas en
prisión, lo que ha generado una airada campaña de presión de la derecha porque se les
condene a cadena perpetua.
El “terruqueo” de siempre. Los sectores más duros de la derecha, expresados entre otros
por el fujimorismo y sus aliados, pasando por el mismo gobierno, no dudan en calificar
de “terrorista” cualquier expresión discordante con sus posturas. Así las inmensas
manifestaciones que se han dado entre diciembre y enero contra el indulto al ex dictador
Fujimori han sido descalificadas.
La ola conservadora es un reto para las izquierdas puesto que han sido algunos sectores
liberales y feministas los que han tratado de responder a esta ofensiva pero aún de
manera desarticulada. Las izquierdas han respondido desde sus vocerías de las bancadas
en el Congreso y participando en las movilizaciones, pero no han abanderado campañas
ni se han articulado de manera más visible en relación a esta problemática. La ola
conservadora, como parte de un fenómeno mundial, es una clara amenaza a la
democracia, al pensamiento crítico y a la existencia misma de la izquierda en su
diversidad de expresiones.
75
Las diferencias
El tema internacional. Uno de los terrenos donde las izquierdas tienen marcadas
diferencias es en torno a la caracterización de algunos fenómenos del escenario global.
Algunos sectores expresados en el FA y Nuevo Perú, recusan el uso de términos como
imperialismo y tienen duras críticas a los procesos de China, Cuba, Venezuela y otros
países de la región, en especial en materia de derechos humanos y de la valoración de
los estándares democráticos. Mientras los partidos más tradicionales como el PC, Patria
Roja, y las izquierdas regionales mantienen un apoyo público a esos regímenes.
El tema del modelo de desarrollo. Tiene que ver en especial con los ámbitos económico
y ambiental. En el tema económico existen acuerdos básicos, como el de una economía
nacional de mercado, con más presencia del sector público. Surgen algunas diferencias
en cuanto al rol del Estado en el tema de las industrias extractivas. Existe un sector, en
especial en el FA y Nuevo Perú que plantea una economía post extractivista mientras en
las otras izquierdas predomina una visión más industrialista de la economía.
Disputas por la hegemonía y la recuperación del mito
La fuerza del fujimorismo y de otros sectores de la derecha radica en que el
neoliberalismo ha logrado convertirse en el pensamiento hegemónico. Siguiendo a
Gramsci, el bloque histórico dominante se mantiene como tal porque a pesar de las
crisis y la agitación social, las ideas y los sentidos comunes predominantes en la
sociedad son los de la primacía del mercado y el sistema de valores que ello conlleva.
Varios académicos destacan el cambio de correlación de clases sociales que se dio a
finales de los 80 e inicios de los 90. La izquierda peruana perdió presencia en la medida
de sus propios errores, su sectarismo y su incapacidad de mantener un frente con
partidos y corrientes internas, donde había una fuerte presencia de militantes sin partido.
Sin embargo, también en buena medida su derrota se dio por la desaparición del sujeto
de clase tradicional: el obrero de fábrica, que fue el sujeto central del esquema de la
izquierda de los 60 y 70, desde el cual se construyó todo un imaginario alrededor del
que se orientaban el movimiento estudiantil y el barrial. La aparición de los
desempleados, la economía informal y el autoempleo abrieron las puertas a nuevos
sujetos que han pugnado por salir adelante en una economía de sobrevivencia, y donde
ha calado el imaginario neoliberal del "emprendedor", de aquel peruano luchador que se
hace solo a partir de su esfuerzo y sin mediar ninguna ayuda del estado.
El capitalismo a la peruana, al que agregaremos el apelativo de "achorado", se expresa
en la ambición de las clases dominantes que no le han perdonado a Ollanta Humala
ningún atisbo de progresismo, y que quieren ver también hundida y perseguida a la ex
alcaldesa Susana Villarán. Las clases dominantes peruanas son un reflejo de este
capitalismo "achorado", término con el cual se suele describir de manera un poco
despectiva un rasgo de algunos sectores populares que no respetan las leyes ni los
valores sociales tradicionales. Los voceros y líderes de opinión que expresan a estos
sectores de las élites, destilan un discurso liberal en lo económico pero profundamente
intolerante, conservador y autoritario en lo político y social.
Por eso queda claro que la izquierda no puede quedarse en la lucha política y electoral,
porque tiene que enfrentar una política donde no solo priman las reglas de juego de las
clases dominantes, sino que también imperan sus sentidos comunes; la lucha por lo
tanto debe ir en los dos sentidos: el político electoral, el social y el de la construcción de
nuevos imaginarios.
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blog instantaneasdelima
Un tercer aspecto, aparejado con el anterior, es el cambio del gran público asistente a las
salas, cada vez más popular y diverso, en relación al promedio mesocrático y
privilegiado de los años noventa e inicios del siglo XXI. Otro factor también relevante
es la consolidación de los fondos y ayudas públicas a la producción que brinda el
Ministerio de Cultura, que en los últimos años corresponde por fin a lo establecido en la
Ley de Cinematografía de 1994, algo más de siete millones de soles, y que gracias a las
modificaciones de la ley 29919 de 2012, ha permitido que se lleven adelante los
concursos con más de setenta premios y estímulos en diversas categorías a nivel
nacional.
Finalmente, no puede dejar de mencionarse en estos tiempos de los millennials, donde
los videos se han vuelto tan comunes y familiares en su creación y difusión, y se abren
nuevas plataformas de difusión masiva en la red (youtube, vimeo) o de video bajo
demanda tipo Netflix, que permiten que esa pequeña dimensión artística y comunicativa
que antes llamábamos cine y que se restringía a las salas, sea hoy mucho más ancha,
diversa y compleja.
Este presente cinematográfico en el país no difiere en gran medida de lo que sucede en
otras latitudes, y como ha ocurrido también afuera, puede ser visto como un espejismo
engañoso por la volatilidad de las preferencias del público y los imponderables
particulares del mercado. Por ejemplo los grandes éxitos de la empresa Tondero, que en
los años 2013 a 2016 ocupó el top de la taquilla con producciones que llegaron a
convocar más de tres millones de asistentes (Asu Mare 1 y 2) no se presentó 2017,
donde ese puesto fue tomado por Ama Producciones con Once Machos; aunque sin
llegar al millón de espectadores de los años anteriores. 1 ¿Eso quiere decir que estaría
declinando el atractivo comercial de las películas de humor costumbrista como las que
marcaron el llamado boom del cine peruano de los últimos años? Todavía resulta muy
prematuro para aventurar un pronóstico, así como respecto a los filmes de terror, que
empezaron por tener una importante acogida que luego fue disminuyendo, pese a que la
producción continuó activa.
Sin restarle méritos, Tondero no descubrió la pólvora al apostar por estas producciones
dirigidas al gran público y con figuras mediáticas, lo que con similares características
para sus mercados locales se dio en Argentina, Colombia, Chile o México, con enorme
suceso comercial, y tal vez la mejor expresión sea la coproducción Lusers, donde
nuestro más popular y reconocible actor, Carlos Alcántara, alterna con sus partners
argentino y chileno. Su competencia nacional, con menores recursos y producción,
apuesta a una parecida fórmula apelando al humor fácil y populista, con situaciones casi
televisivas para tratar de seguir aprovechando la gallina de los huevos de oro de la
comedia costumbrista, por lo menos mientras dure su encanto con el público.
Agréguese a lo anterior que vistas las cifras generales de la taquilla en este lustro, el
cine peruano si bien ha mejorado su presencia en la cartelera, todavía sigue ocupando
un lugar minoritario, entre el 5 y 8% del total de títulos estrenados al año (actualmente
más de 300) y con una participación en la taquilla que no supera el 12% del total de
ingresos anuales recaudado por las salas de cine (más de quinientos millones de soles),
no obstante haber tenido en dos oportunidades (2013 y 2015) los estrenos más
taquilleros de todos estos años.2 De más resulta agregar que el mercado cinematográfico
nacional, como en gran parte del mundo, se encuentra dominado por las empresas
distribuidoras hollywoodenses conocidas como las Majors, que representan alrededor
del 80% del total de la oferta cinematográfica en las multisalas.
79
Por tal razón, proponer la prescindencia de los fondos y ayudas del Estado es una
insensatez, no solo porque condenaría al cine nacional a tratar de sobrevivir
exclusivamente de las cintas comerciales mientras dure su apego con el público, no
permitiendo otro tipo de producciones o propuestas, y a merced de las reglas de juego
de un mercado ajeno y solo guiado por la rentabilidad comercial inmediata, porque la
regla en este negocio salvaje es que si quieres que tu película dure y pueda ganar, tienes
que apostar a llenar la sala desde un inicio y sin quiebres, porque después puede ser
muy tarde (pese a lo que diga el boca a boca o la crítica especializada).
La ley y sus concursos
Paralelamente el Ministerio de Cultura, luego de asumir las funciones del extinto
CONACINE, ha continuado con los concursos anuales establecidos en la ley de
cinematografía, en condiciones de mayor estabilidad económica que las anteriores
gestiones al destinar el Estado los fondos fijados en la norma original como debió haber
sido desde un principio, y no dieciséis años después. Pero la fragilidad de esta
asignación dependiente del tesoro público es que está sujeta a los avatares políticos,
prioridades presupuestales y disponibilidad económica, siempre impredecible en el
Perú. Un ejemplo fue lo sucedido con el proyecto de nueva ley de cine presentado por el
Ejecutivo y aún pendiente de discusión final en el Congreso, donde por los odios
políticos del fujimorismo a todo lo que sea cultura e “independiente” se terminó
asignando para el presupuesto de este año la mitad del aumento previsto. La propuesta
que durante años levantaron los cineastas y que inicialmente fue acogida por el
Ministerio de Cultura, de destinar un monto del impuesto a la taquilla a un fondo de
ayuda a la cinematografía, como sucede en Argentina, Colombia y Ecuador, no fue
aceptada por los ortodoxos del Ministerio de Economía, con los resultados previsibles.
Buena parte de la producción que ha contado con incentivos del Estado (a través de los
concursos que organiza el Ministerio de Cultura, y por el Programa Ibermedia) o con
fondos públicos y privados de otros países, tiene muchas dificultades para su exhibición
en las salas de cine, con postergación en las fechas de estreno, maltrato de su material
promocional y repentinas fallas en la proyecciones una vez en cartelera, lo que es
práctica común contra el cine peruano. Ello explica en parte su baja acogida de público
y rápido retiro. Poco es lo que puede hacerse con campañas publicitarias franciscanas y
con la escasa cobertura de la prensa, poco interesada cuando no hay una figura
mediática.
Pero sin duda estas dificultades también se explican por un público que
mayoritariamente busca la evasión fácil en la pantalla, no problematizarse con temas de
nuestro pasado reciente y presente como el terrorismo, racismo o corrupción, ni
cuestionarse modelos y roles dominantes (machismo, homofobia), o institucionales
(fuerzas armadas y policiales, religión, periodismo). A lo que se añade propuestas
estilísticas cercanas al cine de la posmodernidad tan de moda en los festivales de cine,
con la mirada contemplativa y silenciosa, el privilegio de los momentos sin mayor
acción, con personajes dubitativos y vulnerables, ajeno a todo maniqueísmo, que buscan
un espectador atento y sensible a los detalles antes que a las fórmulas y clichés del cine
comercial norteamericano al que está acostumbrado por su preponderancia en todos los
medios. Para revertir eso se requeriría de la educación audiovisual desde los niveles
básicos, lo que hasta ahora es ignorado por el Estado, incluso en su propuesta de nueva
legislación, a pesar de estar viviendo en una era de predominio de esta forma expresiva. 3
80
Lo que no se llega a entender es por qué para impulsar estas producciones debía
reducirse casi hasta el mínimo -como propone la nueva norma cinematográfica
concordada por el Ejecutivo con los gremios del sector- las exigencias para calificar una
película como peruana en cuanto a la participación de técnicos y artistas profesionales
nacionales en la producción. Y lo que es más grave, no hacer mención al porcentaje de
las remuneraciones como sí está establecido en la ley actual promulgada durante el
fujimorismo, lo que podría prestarse a consagrar la explotación con recursos públicos si
es que prosperan leyes como la del trabajo juvenil no remunerado para los estudiantes
de los institutos técnicos, propuesta por una congresista de Fuerza Popular. Por el
contrario, lo que debería propiciar el Ministerio de Cultura con estas ayudas es un
desarrollo homogéneo de la actividad cinematográfica, incluyendo a actores y técnicos,
y no solamente productores, que a veces son los únicos que cortan el jamón.
En cuanto al cine regional, vive una encrucijada. Luego de haber nacido y crecido con
sus propios y escasos recursos, invisibilizado por más de una década hasta que sus
películas comenzaron a convocar gente en las salas improvisadas en las capitales
provinciales, pasó a convertirse en curiosidad periodística y después en “fenómeno”
antropológico. Recién entre los años 2007 y 2010 empezó lentamente a ser reconocido
por el pequeño establishment cultural limeño, creándose en medio de no poca polémica
los Concursos exclusivos para las regiones como una forma de discriminación positiva
para apoyar cinematografías realizadas muchas veces en condiciones muy precarias y
limitadas, dado el enorme centralismo en el país. Estos Concursos que ahora se
proponen como no menores al 30% del total del presupuesto, sin embargo resultaban
distorsionados cuando solo se tomaba en cuenta el domicilio de la empresa productora,
con lo que se sacaba la vuelta a la obligación de estimular al cine local, y no al cine
realizado en la localidad, que no es lo mismo ni es igual. 4
El otro punto en debate es qué tipo de cine debe promoverse desde el Estado, cuáles los
proyectos a ser premiados y bajo qué criterios. Se ha dicho que un filme como
Winaypacha del puneño Óscar Catacora y en aymara, cuya estética y ritmo particular
responde al cine de la posmodernidad y los festivales al que nos hemos referido antes,
sería un ejemplo de lo que se buscaría auspiciar por los funcionarios y jurados que
participan en los concursos de la DAFO del Ministerio de Cultura. Pero ¿corresponde al
Estado determinar qué tipo de cine debe producirse en el país? Y, lo que es tal vez más
importante, ¿cómo encarar desde Lima la diversidad de géneros y temática de los
cineastas regionales? Mientras tanto, aunque menguada, la producción de los cineastas
en las regiones continúa por fuera de los apoyos estatales, y pensando en la respuesta
del público de su región.
Otra expresión parcialmente reivindicada en los tiempos recientes es el llamado cine
experimental, alternativo o independiente, con lo amplias y vagas que pueden ser esas
categorías aplicadas al Perú. Otrora también desdeñadas, estas producciones de bajo
costo y que se proponen ir más allá de lo convencional en cuanto a las posibilidades
expresivas del audiovisual, han logrado después de no mucho esfuerzo colocarse en la
órbita de los premios del Estado e incluso de la exhibición cinematográfica en salas y
festivales como fueron los casos de El espacio entre las cosas, Videofilia y Wik; es
cierto que con una repercusión mínima en el público y también los medios, enfrentadas
muchas veces sin previo aviso ante un cine en las antípodas de lo tradicionalmente
consumido.
Por último cabe mencionar el revival del documental, un género que parecía hasta hace
un tiempo solo destinado para la difusión televisiva pero que gracias a las nuevas
81
tecnologías digitales recupera protagonismo en todo el mundo, siendo hoy una de las
formas de expresión más audaces y variadas, la misma que en el caso peruano ha
permitido el abordaje de temas de derechos humanos, conflictos sociales, desigualdad
de género, ecología, comunidades indígenas y nativas, historia, vida cotidiana, creencias
y expresiones culturales populares; entre muchos relatos del país más diverso,
parafraseando a Carlos Iván Degregori. El gran problema, como en otros campos, es su
posibilidad de difusión y reinversión económica, ya que los pocos trabajos que han
llegado a las salas no tuvieron mucha acogida, con la excepción relativa de Sigo siendo
el 2012, sobre la música popular. El espacio natural de la televisión nacional es todavía
poco propicio para estos productos, en especial la privada, mientras la pública muestra
mayor interés en programarlo pero sin mayor retribución económica, por lo que los
productores parecen mejor ubicados en plataformas digitales como Netflix.
Fuera de la ley
Todo esta panorámica del cine peruano en los últimos cinco años nos revela una
situación en general de avance del cine nacional con respecto a los años anteriores,
aunque limitado todavía por una serie de factores. Con un volumen de producción de
más de 200 obras en este tiempo, no debiera ser el incremento de la misma la principal
de las preocupaciones para los gremios, ni menos para los encargados desde el Estado
de aplicar la legislación cinematográfica. Sin embargo la propuesta de nueva ley
cinematográfica que el Ejecutivo impulsó el 2017 seguía teniendo ese eje principal, y
apoyado en el incremento presupuestal como única solución para no tocar
supuestamente al mercado. En esa misma lógica se renunció a cualquier posibilidad de
incluir la cuota de pantalla –pese a estar cautelada en el propio TLC con los Estados
Unidos- o de alguna intervención en el negocio para favorecer el acceso del cine
peruano a su espacio natural, incluido el mecanismo del mínimo de mantenimiento, que
permite asegurar que una película que cumpla con un porcentaje preestablecido de
espectadores en las funciones, no sea abruptamente sacada de cartelera para colocar un
blockbuster de las Majors. La única salida planteada es la constitución de circuitos
alternativos, lo que es positivo pero poco viable si no se cuenta con algún tipo de
subvención, además de la ayuda estatal.
Peor fue la negativa a constituir la tan ansiada Cinemateca peruana, con mayor razón
ahora que la producción se incrementa sustancialmente, lo que demanda con urgencia el
archivo y memoria de nuestra producción al alcance de todos. En el Congreso la
presidenta de la Comisión de Cultura propuso declarar de interés nacional la creación de
la Cinemateca, no sabiendo cual sería el efecto de la medida fuera de lo declarativo,
pero es cuando menos paradójico que siendo un ex director de la Biblioteca Nacional en
ese momento el Ministro de Cultura (Alejandro Neyra), no haya sido quien más
defendiera su constitución. Lo mismo se puede decir de la carencia de una Film
Commission para promover la filmación extranjera en el país, con participación de
personal y equipo técnico peruanos, que ha tenido un gran impulso y resultados en
cinematografías como la colombiana, chilena, brasileña o mexicana, con leyes ad-hoc y
subsidios para favorecer la participación de grandes productoras de Hollywood y
Europa. Lamentablemente este tema se sigue viendo bajo la óptica de Promperú y su
visión del país solo turística o gastronómica.
En suma, mientras el cine no sea visto en el Perú de forma integral y en todas sus etapas
y necesidades, capaz de expresar nuestras diferencias y posibilidades, desde las más
comerciales hasta las más herméticas, de las más polémicas a las más complacientes,
difícilmente saldremos de la coyuntura, que puede ser positiva como en el último lustro
82
o no tanto como antaño, pero incapaz de constituir una industria, sobretodo en el sentido
de continuidad y profesionalización, indispensable para lidiar hoy en las ligas mayores
de la globalización cultural.