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N° 1 Segunda Época / SET - NOV 2018

Ilustración de portada: @le_pench

LA RESISTENCIA
DEL TRABAJO
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Quehacer
Revista del Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, desco
© desco, Fondo Editorial
Director: Alberto Adrianzén
Editores invitados: Carlos Mejía y Enrique Fernández-Maldonado
Coordinación: Mónica Pradel
Consejo editorial: Alberto Adrianzén, Eduardo Ballón, Teresa Cabrera, Eduardo
Toche, Molvina Zeballos.
Diseño y desarrollo web: La Plebe
PresentaciónLa resistencia del Trabajo
Trabajo
Informalidad laboral: debate monopolizado / Saulo Galicia Vidal¿Y los empresarios? /
Omar MankyLa desigualdad en la participación laboral (vista desde la economía
feminista) / Gabriela Adrianzén G-BDos mentiras sobre el trabajo en la economía de
hoy / Omar CaveroLa arenga de los sindicatos futuristas. Las relaciones laborales frente
a la revolución digital / Carlos Coello y Alexandra OrtizLa violencia de género en las
relaciones laborales / Gissela PiscontiMigración venezolana: El Perú como país de
acogida / Alexandra Castañeda Ruiz¿De nuevo el péndulo? Reformas laborales en la
región / Enrique Fernández-Maldonado Mujica¿Se renueva el sindicalismo peruano? /
Carlos Mejía
Entrevista
"Soy una feminista del siglo pasado" / Una entrevista con Maruja Barrig, por Angélica
Motta
Poder y Sociedad
Tecnocracia, modelo económico y corrupción / Germán Alarco TosoniLa selva central:
un supuesto romance con el fujimorismo / Luis García CalderónElecciones
subnacionales 2018: más de lo mismo / Eduardo BallónLa izquierda peruana en tiempos
de capitalismo "achorado" / Luis Gárate
Cultura
Los desafíos del cine peruano para el siglo XXI / Christian Wiener FrescoReseña:
Deflación ¿creación destructiva? Neurosis por dinero y futuro nivel de vida de la gente,
de Alberto Graña
http://revistaquehacer.pe/n3#del-agotamiento-parcial-al-agotamiento-completo

https://eduudla-
my.sharepoint.com/personal/89344263_academicos_uamericas_cl/_layouts/15/onedrive
.aspx?id=%2Fpersonal%2F89344263%5Facademicos%5Fuamericas%5Fcl%2FDocume
nts%2Ftextos%20nuevos2%2FGadamer%20%2DVerdad%2Dy%2DMetodo%2DII%2E
pdf&parent=%2Fpersonal%2F89344263%5Facademicos%5Fuamericas%5Fcl%2FDoc
uments%2Ftextos%20nuevos2&cid=6d4713ea-45b2-48bd-9f5d-161218ba7889
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Presentación
Abelardo Sánchez León, Balo para los amigos, fue el último director de la ya legendaria
revista Quehacer en su formato impreso. Desde aquellos tiempos en los cuales la
palabra o la imagen solo eran posibles si éstas se imprimían en un papel y si olían a tinta
fresca. Balo en el editorial de despedida del Quehacer impreso dijo: "…Quehacer sí se
veía a sí misma como la revista de la izquierda. De una izquierda que realmente existía
y que necesitaba de un órgano que no fuese un vocero partidario, tampoco una revista
de ONG y, menos aún, un boletín o un panfleto de una de las diversas facciones de la
izquierda peruana".
Y es cierto. Quehacer siempre fue o intentó ser una revista de izquierda. Primero, como
bien dice Balo, para una izquierda "que realmente existía". Luego, en la búsqueda de
una izquierda que el país hasta ahora necesita. Y más tarde como una revista que mira
de manera progresista los problemas del país, del mundo y de la cultura. Por eso
Quehacer siempre fue una revista de izquierda más allá de los cambios de contexto y de
personal.
Pero también fue – y Balo lo dice – una revista que aspiraba, como hoy también, a ser
respetada, consultada, como una suerte de reflejo de lo que fue una generación que
quiso cambiar el mundo. Que se hizo con cariño y de manera solidaria y hasta festiva,
más allá de encuentros y desencuentros. Por eso es bueno recordar a todas las personas
que contribuyeron a que Quehacer saliese de manera ininterrumpida. En especial a los
que se fueron, dejando cada uno de ellos una manera distinta de hacer las cosas y mirar
el mundo: Henry Pease, su fundador; a Federico Velarde y al gran Juan Cancho Larco,
su eterno editor. Salimos 195 veces. La última en noviembre de 2014. La primera casi a
fines de 1979. Duramos 35 años. Más de dos generaciones pasaron por la revista.
Hoy, desco vuelve a publicar Quehacer, luego de casi cuatro años de ausencia. Lo hace
con el mismo espíritu con el que nació: ser una revista que se mueve en una franja de
izquierda, crítica y progresista, términos todos ellos difíciles de definir en estos tiempos
un poco confusos y acelerados. Por eso hoy que publicamos este Quehacer virtual lo
iniciamos con un tema siempre presente en el pensamiento crítico: el trabajo. Luciana
Castellina, una militante de la izquierda italiana, ha recordado en un reciente artículo
("La izquierda invisible": El País: 23/08/18) que la legitimidad de la izquierda, sobre
todo en los países más desarrollados, reposó en su capacidad de representar
políticamente los intereses sociales y valores de la clase obrera, es decir de los
trabajadores. Hoy somos conscientes, como lo dice la misma Castellina, que esa clase
obrera (o trabajadora) pasa por un momento de mutación, por no decir de
descomposición. En parte, por las nuevas tecnologías, "pero sobre todo a causa de una
deliberada voluntad de demolerla". Sobre este proceso hay evidencias abundantes. No
es casual que la primera tarea de las nuevas políticas económicas, en casi todo el
mundo, sea la flexibilización del mercado laboral y el intento por doblegar o
desaparecer los sindicatos de los trabajadores. Pero el trabajo está ahí, resistiendo, Por
eso decidimos abordar este asunto desde diversas perspectivas, temáticas y problemas,
con la clara intención de resituarlo en el debate de ideas y de prácticas sociales en el
mundo de hoy.
También publicamos una entrevista a Maruja Barrig sobre los desafíos que hoy produce
este nuevo despertar del feminismo en el mundo. Así como otros temas sobre las
elecciones regionales, el fujimorismo en las regiones, la corrupción y la famosa "puerta
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giratoria". Un balance crítico y exhaustivo sobre el estado actual y futuro del cine
peruano.
Finalmente queremos agradecer a quienes han hecho posible esta nueva aventura, en
especial este primer número, que busca ser una revista pensada y hecha por jóvenes,
hombres y mujeres. En este número han participado varias personas que sería largo
nombrarlas. A todos ellos y ellas gracias. Queremos agradecer en especial a Molvina
Zeballos, Presidenta de desco que siempre alentó la publicación de un nuevo Quehacer.
Así como a Enrique Fernández Maldonado y a Carlos Mejía editores invitados en este
número. También a Mónica Pradel, persona insustituible y guardián de la tradición de
esta revista, y a Teresa Cabrera. Con este nuevo Quehacer empieza una nueva época.
Una suerte de "año cero". Un nuevo comienzo. Por eso este es el número 1 de una
revista que será virtual y que saldrá tres veces al año. Pedimos a quienes nos siguen no
solo que nos lean, sino que también colaboren, con sus comentarios y si es posible con
su pluma, en este esfuerzo que mientras más colectivo sea, mejor será su resultado.
Alberto Adrianzén

La resistencia del Trabajo


Cuando decidimos relanzar Quehacer, en esta nueva etapa digital, nos propusimos
armar un dossier sobre un tema crucial, que al tiempo que fuera de actualidad, tuviera la
cualidad de conectar dos épocas claramente distinguibles (es decir, la etapa auroral de
desco, en el contexto específico de transición democrática y profusa movilización social
de fines de los setentas, y este nuevo periodo político, también de transición, que se abre
con la caída de PPK y el inicio de un nuevo gobierno). El eje identificado fue el del
"mundo del trabajo". Un campo que alberga varios de los problemas más urgentes y
acuciantes que arrastramos como sociedad. Una dimensión que expresa claramente las
fisuras que genera la desigualdad e informalidad laboral en nuestra precaria realidad
social, y la vuelve fragmentaria hasta límites insospechables. Los ejemplos sobran.
Decíamos, abordar el mundo del trabajo nos permitiría trazar paralelos de cuánto se ha
avanzado en el objetivo de vivir en una sociedad justa. Así, en sus albores, Quehacer fue
una revista que acompañó desde sus páginas a los sectores laborales, cuando el sujeto
social de la transformación social por antonomasia era el trabajador asalariado y
organizado. En los años 70 la organización sindical era temida por sus arrestos
revolucionarios y por la contundencia de los Paros Nacionales que involucraban
fábricas y barrios populares. En los 80s sufrió el embate del conflicto armado interno y
del desastre hiperinflacionario del primer gobierno aprista. Por entonces, el trabajador
independiente aparece con fuerza y luego, el mosaico se hace más diverso. El
crecimiento de la informalidad laboral va a traer nuevas formas de ganarse la vida. Se
consolida el ingreso de la mujer al mercado laboral y empieza el eclipse de los
sindicatos. La precariedad se viste de emprendimiento y logra una importante victoria
ideológica en los corazones y mentes de los sectores populares.
Los años 90 son el escenario de múltiples cambios en el mundo y la región. El
“socialismo realmente existente” cae en pedazos y con él, un conjunto de sentidos
comunes y valores. La izquierda – el aliado clásico de los trabajadores organizados –
atraviesa una serie de reveses en todo el mundo. En el Perú, Fujimori impone una de las
reformas laborales más drásticas en el continente. Desregulación, intermediación y
recortes de derechos son el núcleo de la reforma laboral fujimorista. El Estado se
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desentiende de la relación entre capital y trabajo, mientras los empresarios celebran su


triunfo en la lucha de clases. El neoliberalismo es el nuevo credo de la política peruana.
Sin embargo, para fines de la década de los noventa, el modelo no ha logrado
redistribuir riquezas sino simplemente concentrarlas aún más. El descontento crece y la
ciudadanía se moviliza en contra de la dictadura. Los trabajadores organizados
nuevamente salen a las calles con los jóvenes estudiantes, y un abanico diverso de
colectivos ciudadanos.
La derrota de la dictadura abrió una transición política que se detuvo en la puerta del
mundo del trabajo. La promesa de una Ley General del Trabajo transitó incansable entre
la mesa de partes del Ministerio de Trabajo y la del Congreso, en un ping pong
interminable que expresó desprecio por la agenda laboral. Mientras tanto, la
informalidad laboral ya es el nuevo rostro de las relaciones laborales en el país.
El crecimiento económico que vive el país ilusiona a políticos, empresarios y medios de
comunicación. Muchos entienden que el “milagro peruano” se sostiene en bajas
remuneraciones, sindicatos débiles y nula fiscalización, pero nadie quiere reventar las
ilusiones de una ciudadanía despolitizada. Vivimos en un modelo que llevó la
flexibilización laboral al paroxismo y debilitó la capacidad de acción colectiva de los
sindicatos. Esto permitió que las empresas hicieran del “cholo barato” un mantra en el
que el trabajador aparece sometido totalmente a la lógica del capital, sea este grande o
pequeño, formal o informal. En el que cualquier referencia a derechos laborales o
sindicales es rápidamente disciplinada con el despido. Donde el salario mínimo es
proyectado como un dique a la formalidad y empleo adecuado.
Sin embargo, la meta de profundizar el modelo flexibilizador, con el argumento de
promover la formalización (mediante la “simplificación administrativa”), no pudo
concretarse, por lo menos como esperaban la CONFIEP y sus gremios asociados. La
experiencia reciente de las protestas juveniles contra la Ley Pulpín (2014-2015), que
lograron derogar una norma laboral poniendo el trabajo en el centro de la agenda
política, pero sobre todo la absurda y espeluznante muerte de dos trabajadores
esclavizados en pleno centro de Lima, en junio del año pasado, hicieron que el gobierno
optara por introducir cambios a la regulación laboral evitando la publicidad y el debate.
Algo que logró parcialmente con la aprobación de un paquete de reformas
administrativas – relacionadas con el registro de contratos temporales y parciales, la
seguridad y salud ocupacional – , decretadas por el Ministerio de Trabajo sin mayor
oposición y discusión. No fue el caso de las “principales” iniciativas laborales
propuestas por el Ejecutivo – hablamos de la Ley de Empleo Juvenil y el esbozo de
seguro de desempleo – , las cuales fueron rápidamente atajadas por una calle “alerta” y
una opinión pública sensible a la eliminación de los derechos laborales.
A nivel del Congreso, la situación no es muy distinta: la mayoría de Fuerza Popular
impidió sistemáticamente que la Comisión de Trabajo, esta vez presidida por la
izquierda parlamentaria, impulsara una agenda legislativa a favor de los trabajadores. El
modus operandi utilizado en las dos primeras legislaturas, fue boicotear el quórum y
retrasar la discusión de dictámenes claves. Recién cuando los proyectos presentados
contaban con respaldo social y avanzaban a pesar de las resistencias y zancadillas, la
bancada fujimorista cambiaría de actitud y facilitaría la adopción de acuerdos (como el
traspaso de los CAS de EsSalud al régimen de la actividad privada). Pero en esa
dinámica retentiva, irían quedando en el tintero procesos laborales fundamentales, como
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la reforma (de la reforma) del Servicio Civil, la regulación de la negociación colectiva


en el sector público y la eliminación de los regímenes especiales discriminatorios.
De esta manera, el mundo del trabajo parece haber transitado por un camino paralelo a
otras dimensiones importantes de la realidad social. Como hemos visto, se encuentra
lejos de la política, que no reconoce en los actores sociales del trabajo a interlocutores
válidos en un escenario democrático. Por el contrario, vuelve invisibles a los
trabajadores mientras los empresarios se convierten en fuente de financiamiento de
campañas y cabildeos. Está lejos también de la economía que ha convertido los
derechos laborales en "sobrecostos", a los sindicatos en desventaja competitiva y al
despido en clave de productividad.
Y, sin embargo, el mundo del trabajo sigue presente en el cotidiano de la gente. Y sus
lazos, que parecen débiles, no lo son. Una ley de empleo juvenil es derogada a partir de
la presión de los jóvenes y sindicatos unidos en una lucha común. Tres trabajadores,
también jóvenes, mueren en un incendio al haber sido encerrados por el empleador. La
huelga de los maestros logra amplio respaldo en la ciudadanía a pesar de todos los
esfuerzos del gobierno por desacreditarla.
En este contexto, hablar de trabajo es volver sobre uno de los tópicos que mejor resume
las contradicciones y potencialidades de nuestra sociedad actual. Supone visibilizar la
centralidad del trabajo en la organización social y económica de nuestras naciones. Y si
bien el cambio tecnológico ha operado transformaciones estructurales en la existencia
material y subjetiva del ser humano, la organización de la producción ha perfeccionado
sus técnicas de control y disciplinamiento social. Y si bien asistimos a la hegemonía
plena del individualismo consumista, el trabajo sigue siendo la actividad principal en la
experiencia vital contemporánea, en cuanto mecanismo de alienación cultural, como
fuente de progreso económico y social.
La precariedad laboral – esa especie de “Marca Perú” que nos distingue – crece de
manera constante y define las nuevas relaciones laborales en el país. Y sin embargo, en
medio de carencias y abusos, los trabajadores y trabajadoras van construyendo sus
vidas, con optimismo y terquedad. Como hemos visto, no podemos entender al Perú sin
mirar el mundo del trabajo y sus vitales contradicciones. El escenario actual nos plantea
la urgencia de comprender los campos en disputa para plantear alternativas viables al
orden de cosas que se quiere cambiar. Y en el campo del trabajo, esto supone no solo el
diseño de políticas públicas capaces de revalorar el aporte del trabajador en la
economía, sino sobre todo, redefinir su rol como sujeto protagónico en la construcción
de una sociedad democrática y equitativa.
Por eso, el presente dossier nos trae muchas preguntas. ¿Es posible pensar en una
sociedad democrática sin una adecuada regulación de las relaciones laborales? ¿Cuál es
el impacto de tener un Estado Neoliberal en las condiciones de trabajo y calidad de vida
de los peruanos? ¿Qué hace que la Informalidad persista a pesar de los “compromisos”
asumidos por los últimos gobiernos para enfrentarla? ¿Qué valores o expectativas guían
la cultural laboral y empresarial? ¿Qué tendencias se registran en la fuerza de trabajo
femenina y su mayor participación en la economía nacional? ¿Hacia dónde apunta el
futuro del trabajo en el Perú? ¿Qué nuevos actores laborales y estrategias sindicales
están emergiendo?
Los trabajos que presentamos en este número buscan aportar pistas y reflexiones sobre
algunas de las interrogantes acá punteadas. Plantean un abordaje al mundo del trabajo
desde la academia, pero con un pie en el campo de acción: ninguna reflexión quedará
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estéril si esta sirve para animar el debate y la movilización social. Asimismo, hemos
tratado de convocar voces jóvenes – en paridad de género además – , porque estamos
convencidos que la renovación de las ideas y prácticas académicas y políticas debe ser
una constante en todos los espacios y temas.
Finalmente, en el nuevo escenario político que se abre resulta oportuno plantear una
actualización de los acuerdos de la última transición, lo que significa – en un caso
extremo – la posibilidad de una salida constituyente a la crisis de régimen que
enfrentamos. Ello dependerá, entre otros factores, de qué tanto se organicen y movilicen
los actores que presentamos en estos artículos.
Mario Zolezzi

Informalidad laboral: debate monopolizado


Saulo Galicia Vidal
Abogado por la PUCP. Miembro fundador del Grupo de Estudios de la Organización Social y el
Empleo.
Pocos temas polarizan tanto en nuestro país como lo hace el de la informalidad laboral y
su reducción. Cada vez que algún candidato promete algo vinculado a la formalización
de la fuerza laboral, se le recuerda que cualquier intento de reducción de la informalidad
debe venir acompañado de una reforma integral de la legislación laboral.
Y es que, para muchos, el proteccionismo o rigidez de nuestras normas laborales son el
principal factor de generación de la informalidad: los empresarios, “asfixiados” por la
rigidez y sobrecostos de estas normas se ven impedidos de contratar de modo formal a
la gran mayoría de trabajadores en nuestro país. O se desalienta la contratación de
trabajadores, fomentando el desempleo (y surge, por tanto, el autoempleo), o se
incentiva la contratación informal. Esta forma de explicar la informalidad, que
actualmente monopoliza el debate, es bastante discutible.
¿Qué informalidad?
Quienes plantean que la informalidad surge principalmente por la rigidez de las normas
laborales parten de un lugar común: que quienes se encuentran en la informalidad son
un grupo numeroso y casi homogéneo, cuyos miembros comparten un rasgo esencial: la
resistencia frente a las barreras que las normas y prácticas del Estado impone. El
planteamiento es bastante simple: un grupo altamente numeroso de la población
económicamente activa ocupada se encuentra en la informalidad laboral debido al
proteccionismo o rigidez de las normas laborales. Sin embargo, en la realidad, ese
conjunto de personas es mucho más disímil de lo que parece.
Rentería, cuestionando directamente las hipótesis de “El otro sendero” de Hernando De
Soto, apunta el carácter heterogéneo del sector informal, "donde predominan lógicas de
subsistencia antes que de acumulación". Otros autores señalan que los conceptos de
informalidad o marginalidad son insuficientes para describir la heterogeneidad de las
unidades económicas que congregan tales categorías.
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El empleo informal está compuesto, en su mayoría, por trabajadores independientes


(43.3%) y no solamente, como suele creerse, por los trabajadores que debiendo tener los
típicos beneficios laborales no los gozan: los trabajadores asalariados, que son en
realidad el segundo gran grupo, con 35.7%. Es el caso al que suele aludir la literatura y
la prensa cuando se refiere a los "trabajadores desprotegidos".
En realidad, 3/4 de la PEA está compuesta por sectores muy diversos a los cuales
resulta poco serio atribuir un mismo origen: la rigidez de las normas laborales.
Inclusive, en términos jurídicos, solo en el 38% de los casos (sumando asalariados con
trabajo del hogar) se estaría frente al ámbito clásico de aplicación de las normas
laborales: los trabajadores dependientes o con relaciones subordinadas.
De ello podemos sacar una primera conclusión: cuando se hable de "informalidad
laboral", lo más adecuado será identificar el sector concreto del que se trata, dada la
gran heterogeneidad de dicho grupo de personas y no, como se suele hacer, referirse a
este inmenso colectivo como si se tratara de un conjunto con características altamente
similares.
No una, sino muchas causas
A la rigidez de las normas laborales se la asigna un efecto tremendamente perverso: la
“condena” de los trabajadores peruanos a la informalidad. En la academia, a esta forma
de explicar el origen del fenómeno, iniciada por De Soto, se le denomina la escuela
legalista, en virtud del preponderante rol que se le asigna al sistema legal. Junto con
ella, encontramos a la escuela dualista, desarrollada por el antropólogo Keith Hart y la
OIT, que plantea esta división inicial entre un sector que operaba dentro de los
márgenes de la ley (formal) y otro, producto de la incapacidad del primero de absorber
la mano de obra existente en un país (informal).
A estas escuelas se suman la estructuralista y la voluntarista que también proponen una
explicación del origen de la informalidad. Bajo la primera, la informalidad puede surgir
producto de la estructura económica capitalista de cada sociedad, dado que en un
escenario en el que la competitividad es cada vez más fuerte, las empresas requieren de
estrategias dinámicas y flexibles para sobrevivir, siendo una de ellas la contratación con
empresas informales. Por su parte, la escuela voluntarista plantea que son los propios
actores los que escogen voluntariamente ser informales luego de un análisis respecto a
los beneficios y costos que asumirían de ingresar al sector formal.
Además de las que proponen estas escuelas, hay otras explicaciones sobre el origen de
la informalidad. Por un lado, tenemos el enfoque institucionalista, bajo el que se analiza
cómo la capacidad del Estado de fiscalizar y ejercer coerción para el cumplimiento de
sus normas influye en el origen de la informalidad. Esta capacidad, denominada
enforcement en la literatura anglosajona, podría ser una de las principales causas de la
informalidad en el caso de los trabajadores con empleo informal inmersos en el sector
formal, es decir, las empresas formales que encubren relaciones de trabajo.
Otro enfoque es el cultural. De acuerdo a este enfoque, la informalidad puede responder
a patrones culturales, a valoraciones subjetivas o a costumbres que se repiten en
determinados círculos de la sociedad. En cuanto a los patrones culturales, Chen plantea
que, replicando los roles de género, a las mujeres se les suele asignar trabajos dentro del
sector informal en mayor medida que a los hombres. La evidencia comprueba que,
efectivamente, la tasa de participación de las mujeres dentro del sector informal es
mayor que la de los hombres.
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Otro ejemplo de la explicación cultural es el caso del trabajo del hogar. ¿Por qué un
sector con una normativa tan flexible, con costos que dependen casi unilateralmente de
la voluntad de los empleadores y con trámites de registro no muy complejos, presenta
los mayores índices de informalidad (92%)? Puede que ello se deba a la poca valoración
que existe sobre los roles de trabajo dentro del hogar (trabajo de cuidado asociado a las
mujeres), en comparación con el trabajo más típico o clásico.
Dada la variedad de teorías que buscan explicar el surgimiento de la informalidad,
asistimos actualmente a una suerte de consenso entre los investigadores y la academia
que apunta a considerar la informalidad como un fenómeno multicausal o
multidimensional. Como consecuencia de ello, el trabajo o tarea consiste en determinar,
dependiendo del caso concreto, a qué causas corresponde cada manifestación de la
informalidad.
Un siguiente elemento a tomar en cuenta cuando se discute la reducción de la
informalidad es que las razones por las que esta surge varían según el ámbito del que se
trate. Por ello, reconocer la heterogeneidad de los informales es clave. Considerando
todo ello, la idea de que las normas (incluyendo las laborales) son el principal generador
de informalidad es apenas una entre muchas explicaciones sobre este fenómeno.
¿Y los resultados?
Por lógica, toda norma o política pública implementada debería ser evaluada cada cierto
tiempo. Sin embargo, esa idea que pareciera ser bastante sencilla, no es la regla en
nuestro país. Las políticas para reducir la informalidad no son la excepción.
Con la Ley de promoción y formalización de la micro y pequeña empresa de 2003 (Ley
N° 28015), el Gobierno peruano empezó a regular un régimen especial laboral destinado
inicialmente para la microempresa, el cual fue extendido a la pequeña empresa a partir
del año 2008 (Decreto Legislativo N° 1086). La premisa de este régimen laboral
especial es que los niveles de informalidad laboral y empresarial se deben a la
imposibilidad de los micro y pequeños empresarios de asumir los costos excesivos que
establece la legislación laboral. A modo de ejemplo, las gratificaciones que equivalen a
un sueldo adicional en julio y en diciembre (para el régimen general), se reducen a la
mitad para la pequeña empresa y se eliminan para la microempresa.
A casi 15 años de la implementación del régimen laboral de la microempresa y casi 10
años del régimen laboral de la pequeña empresa, es válido preguntarse por sus
resultados: ¿se consiguió o no un mayor índice de formalización tanto laboral como
empresarial? Son pocos los reportes del Estado peruano sobre la materia e inexistente
un análisis integral que evalúe si la principal herramienta para formalizar la fuerza
laboral en el Perú dio los frutos esperados.
Al contrario, existe evidencia en el Perú que cuestiona que la aplicación del régimen
laboral de la micro y pequeña empresa haya contribuido con la formalización. Por
ejemplo, revisando las estadísticas correspondientes al año 2013, Cuadros encontró que
solo el 8.4% del total de microempresas se formalizó a través del régimen de la micro y
pequeña empresa (MYPE), y solo el 6.7% de las pequeñas empresas hizo lo mismo a
través del referido régimen.
En cuanto a la cantidad de trabajadores que están registrados en el Registro de la
Mediana y Pequeña Empresa (REMYPE), la información disponible en los portales
estadísticos del MTPE tampoco muestra un número apreciable con respecto al total de
trabajadores.
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Y si bien desde el año 2013 se identifica un leve incremento del número de trabajadores
registrados en el REMYPE – lo que repercute en su proporción respecto del total de
trabajadores registrados – dicho incremento no es significativo, pues en ninguno de los
casos este ha significado un porcentaje mayor al 7%, teniendo en cuenta que, como es
ampliamente conocido, la fuerza laboral en el país se concentra en la micro y pequeña
empresa. A diez años de su implementación, el REMYPE no parece haber contribuido
de manera efectiva a la formalización.
De esta manera, vemos que las propuestas nacidas de la idea de que la rigidez normativa
es la principal causa de la informalidad – concepción que hoy monopoliza el debate –
no han surtido el efecto esperado. La evidencia muestra el poco impacto de los
mecanismos aplicados bajo el supuesto dominante de que son las normas laborales las
principales causantes de la informalidad.
Es por ello que insistimos en que el debate sobre la reducción de la informalidad debe
(i) venir acompañado de un sinceramiento sobre el sector concreto del que se discute
(dada la heterogeneidad de sus actores); (ii) asumir que la informalidad es un fenómeno
multicausal; y, (iii) reconocer que los mecanismos de formalización basados en la idea
de que son los costos impuestos por la legislación laboral los principales responsables
de la informalidad, no han surtido el efecto esperado.
Agencia Andina

¿Y los empresarios?
Omar Manky
Sociólogo. Profesor de la Universidad del Pacífico.
En nuestro país, llama la atención la escasez de estudios sobre el empresariado. De
hecho, hasta tal punto se da por sentada la acción empresarial que, salvo algunas
excepciones, no se tienen registros sobre sus transformaciones recientes o su
heterogeneidad. Investigadores como Francisco Durand 1 o Enrique Vásquez2 han dado
cuenta de su reestructuración durante los noventas, pero es poco lo que sabemos sobre
el comportamiento del empresariado en dimensiones específicas, como la laboral.
Desde miradas críticas, el empresario aparece como una figura explotadora que solo
piensa en su bolsillo. Aun cuando esto fuera cierto – no necesariamente lo es – la
pregunta clave es por qué ocurre así. La mirada sociológica no asume que sea por
naturaleza, o por ser una personificación perfecta de lógicas estructurales. Es necesario
analizar, en concreto, los vínculos entre aspectos estructurales y capacidad de agencia. 3
Requerimos, entonces, ir más allá de la idea de "explotadores por naturaleza". Si
queremos imaginar una política de cambios, necesitamos conocer qué imágenes
construyen los empresarios sobre el trabajo y los trabajadores; cómo interactúan con las
instituciones peruanas; y cómo funcionan sus dinámicas de autoridad dentro y fuera de
la empresa.
Hay tres núcleos de la actual discusión sobre empresariado y organización del trabajo
que me interesa enfatizar. El primero está centrado en las imágenes que construyen los
empresarios sobre el mundo del trabajo y los trabajadores. Desde los trabajos de Max
Weber, hay en la sociología una temprana preocupación por la "cultura empresarial",
11

una mirada luego continuada por Reihard Bendix 4 en su estudio sobre la autoridad
gerencial en USA y Europa, en el que se intenta comprender las circunstancias en las
que ciertas maneras de controlar el trabajo humano surgen y se transforman junto a los
distintos procesos de industrialización ocurridos hacia fines del siglo XIX. En el caso
latinoamericano, son los historiadores quienes mejor han dado cuenta de aspectos
específicos, como por ejemplo, de la mirada de los empresarios sobre el
campesino/minero, y los mecanismos usados para controlarlos a ellos y a sus familias. 5
Más recientemente, asistimos a una transformación sobre cómo se piensa a los
trabajadores en la “nueva economía” 6. Como argumenta Alvesson, se habla cada vez
menos de ‘trabajadores’ y más de 'colaboradores’, se aplaude la autonomía sobre la
sumisión, e incluso se pide creatividad antes que “seguir las reglas” 7. Por supuesto que
estas miradas pueden esconder el ejercicio de poder por parte de la empresa
contemporánea,8 pero su análisis detallado revela mucho de la transformación de las
expectativas del empresario contemporáneo.9
Un segundo tipo de análisis se enfoca en la relación entre empresariado e instituciones,
esto es, el conjunto de reglas, formales e informales, que cada sociedad tiene. La
“Nueva Sociología Económica” utiliza conceptos como “embeddedness” 10 para explicar
cómo la acción económica – que suele pensarse como utilitaria y racional – está
definida por reglas sociales sobre lo aceptable y cognoscible. Piénsese, por ejemplo, en
la forma como se van construyendo “mercados” para diferentes productos y servicios, lo
que está lejos de estar dado de antemano, y se produce solo a través de decisiones
políticas11. El caso de la educación superior peruana es un buen ejemplo sobre cómo un
mercado “aparece” junto a actores especializados que buscan lucrar. De haber menos de
8 universidades privadas en 1980, hoy existen 92. Ello hubiese sido imposible sin
procesos de desfinanciamiento de la educación pública y flexibilización para la creación
de universidades privadas.
La legislación laboral puede ser comprendida desde esta mirada, así como la manera
como esta se constituye en una herramienta que permite la negociación de contratos de
trabajo. Esto no viene dado de antemano, si no que obedece a una serie de luchas
iniciadas por los sindicatos durante el siglo XX. La manera como se plantea cada
legislación, los requisitos que exige a los empresarios, la posibilidad de aplicarla (y no
dejarla solo como letra muerta), varía en cada sociedad, aún al interior de América
Latina12. Desde aquí es posible pensar fenómenos como el cumplimiento de la ley, y la
compleja relación entre globalización y cumplimiento de estándares laborales en Perú.
Pensemos, por ejemplo, en el caso del sindicato de Topy Top, que debió recurrir a la
intermediación de la Federación internacional del sector textil y a las marcas globales
que se abastecen con la empresa peruana, a fin de resolver un conflicto por despidos
antisindicales y establecer una pauta de diálogo laboral. 13
Finalmente, un tercer núcleo de análisis sobre empresariado y organización de trabajo
concibe a las instituciones como espacios de negociación permanente. Se incorpora de
esta forma una mirada sobre la capacidad de los empresarios para implementar
estrategias a nivel social y organizacional. Se vuelve sobre la discusión abierta por el
marxismo sobre la relación entre Estado y empresarios capitalistas, y la posibilidad de
autonomía del primero. Esta mirada se ha vuelto muy influyente para pensar procesos
de “captura del Estado” bajo un modelo neoliberal.
Se abre así debates sobre la capacidad del empresariado para modificar instituciones
cuando se implementan determinadas políticas sobre el mundo del trabajo, sea en la
12

relación entre empresarios y organizaciones de trabajadores; 14 en las políticas sobre


familia y tiempo de maternidad;15 o aquellas sobre el capital humano de un país.16
En síntesis, estos tres núcleos abren varias preguntas respecto de la manera como los
empresarios conceptualizan, definen y actúan en relación a la sociedad, en general, y a
las políticas laborales, en particular. Sin embargo, el potencial de estas miradas no se ha
reflejado en una discusión sistemática sobre el empresariado peruano. Aunque es un
actor que aparece constantemente en noticias – por ejemplo, tras los recientes
escándalos de corrupción – , o en comunicados sobre temas como la reforma laboral, no
disponemos de discusiones globales sobre sus características. Para avanzar en ello,
sugiero tres ideas planteadas en investigaciones previas sobre el empresariado.
La primera idea es que no existe un solo tipo de empresario. Variables como el tamaño
de la empresa, la región en la que el empresario opera, o el sector económico en que
participa, define sus acciones. Es claro que el pequeño comerciante de Gamarra es
distinto, en sus valores, capacidad de inversión y vínculos con el Ministerio de Trabajo,
que la familia Flores, que maneja Topy Top, y ambos casos son diferentes al de los
empresarios de la educación superior. Esto tiene consecuencias sobre sus estrategias
empresariales y claro, sobre sus políticas de relaciones laborales y recursos humanos.
En cierto sentido común se entiende por ‘empresariado’ únicamente al sector
proveniente de las finanzas y la manufactura, asociado a la migración desde Europa. Es
de este tipo de empresariado que proviene parte importante de la élite del país, que
reemplazó a la oligarquía desde mediados del siglo XX. 17 Es sobre este sector que se
debatió, desde mediados del siglo XX las características de la burguesía peruana y sus
posibilidades de tornarse en una "clase dirigente", leyendo la realidad nacional desde
una lógica que idealizaba lo ocurrido en Europa o USA.
Estudios que van más allá de ese empresariado clásico son recientes. "Los otros
empresarios: ética de migrantes y formación de empresas en Lima", de Adams y
Valdivia, publicado en 1991, es un intento por comprender cómo la experiencia de la
vida en el campo y la movilidad a la ciudad dotó a los migrantes de habilidades
vinculadas a la innovación y autonomía. Hoy es conocido que familias como
Huancaruna (Altomayo), Flores (Topy Top) o Añaños (AJE) lograron conformar grupos
económicos exitosos, a pesar de no haber contado con los privilegios económicos y
políticos de la élite consolidada. Aunque esta veta fue parcialmente explorada a inicios
de los noventa por los estudios culturales, 18 la exploración de las identidades de estos
nuevos empresarios la debemos a trabajos recientes como los de La Cruz, que estudia a
los comerciantes aimaras de Unicachi en Lima 19 o Durand que se ocupa tanto de los
Benavides, Graña y Montero, Brescia, Ferreyros, Romero, Dyer o Rodríguez-Pastor,
como de los Rodríguez, Añaños, Acuña, Huancaruna y Flores.20
Estas investigaciones dan luces sobre las identidades de los nuevos empresarios, y su
posición respecto del empresariado tradicional. Sin embargo, encontrándose más cerca a
la sociología política, no incorporan un análisis desde el lugar de trabajo. Todavía es
necesario conocer más sobre qué consecuencias tienen los orígenes de los empresarios
sobre sus prácticas dentro y fuera de sus organizaciones. No hay estudios sobre el rol de
la familia en distintos sectores empresariales, o sobre sus efectos en las políticas de
contratación o de relaciones laborales. Tampoco sabemos si diferentes grupos de
empresarios (simplificando, los “consolidados” y los “nuevos”) tienen diferentes
políticas en cuanto a la voz que se da a los trabajadores (¿son ambos grupos igualmente
autoritarios o democráticos en la organización?), ni si su capacidad de profesionalizar su
13

gestión del personal, de conflictos laborales o de contratación se maneja de la misma


forma.
La segunda idea tiene que ver con la ‘racionalidad’ empresarial. Aunque necesariamente
sea una generalización, existen indicios anecdóticos sobre el poco interés del
empresariado peruano en aumentar utilidades a través de la innovación. En lugar de
ello, estos privilegiarían la necesidad de "bajar costos". Un ejemplo de ello es su
constante pedido por reformas que reduzcan los llamados sobrecostos laborales. Aunque
la reforma laboral es crucial, es llamativo que el énfasis se ponga en los sobrecostos y
no en la necesidad de mejorar el nivel de capital humano o aumentar la productividad,
para no hablar de la desigualdad social. Piénsese, por ejemplo, en la "Ley Pulpín", y en
el tipo de argumentación que se dio alrededor de ella por parte de los gremios
empresariales.21
En contraste con ello, no se dice mucho sobre otras maneras de aumentar la
competitividad de la empresa peruana. No es común encontrar en el espacio público
discusiones sobre mejoras tecnológicas en minería o en el sector textil, sobre la
necesidad de mejorar la infraestructura y capacidad logística de las regiones, o de
políticas de gestión del trabajo acordes con la "nueva economía". Son temas que
aparecen, una y otra vez en la Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE), pero que luego
desaparecen de la discusión a nivel gremial.
La relevancia de lo anterior es clara si notamos que Perú se encuentra entre los países
que menos invierten en innovación. En 2015, el Estado invirtió menos de 0.13% del PBI
de acuerdo al Ministerio de la Producción, mientras que este porcentaje llega a un
promedio de 0.7% en América Latina.22 La comunidad empresarial no ha dicho
demasiado sobre esta política, ni parece mostrar gran preocupación sobre el capital
humano del país. Aunque los estudiantes de hoy son su futura fuerza de trabajo, es
llamativa la ausencia de debates respecto del futuro de la reforma educativa, por
ejemplo. Más allá de una discusión moral, llama la atención que el empresario promedio
parece buscar solo al trabajador más barato o, cuando es necesario, “cazar” talentos ya
preparados en empresas más pequeñas. Se evita entonces discutir sobre líneas de
carrera, programas de capacitación y desarrollo profesional, etc. 23. En contraste con los
cientos de cursos y asesorías disponibles en el mercado, la empresa privada no parece
muy interesada en hablar de formas novedosas de organizar el trabajo, vinculadas con
horarios flexibles, trabajo en equipos o mayor autonomía.
Esto nos lleva al tercer punto: En el caso peruano, a diferencia de países como Chile, 24
no es claro el interés (formal) de los empresarios respecto de la arena política. 25 Si bien
parte de la élite empresarial tiene intereses en el Estado y en la práctica hace política vía
lobbies o medios de comunicación,26 estos hechos no se relacionan con un esfuerzo por
opinar sobre política, interesarse sobre la política pública, o plantear proyectos de largo
plazo. La excepción son los llamados a elegir candidatos que aseguren el crecimiento
(económico, solo económico) del país.
¿Qué gremios empresariales o empresarios líderes en su sector dijeron algo, a favor o en
contra, del indulto presidencial concedido a Alberto Fujimori en diciembre de 2017?
¿Cuántos se pronunciaron tras el incendio que acabó con la vida de dos trabajadores en
Las Malvinas? La élite política, la mayoría de empresarios, parecen más preocupados
por el PBI que por lo que ocurre con el poder judicial, el medioambiente o la
institucionalidad del país. En pocos sectores esto es más claro que en el caso de la
educación superior, que experimentó un rápido crecimiento tras las reformas de
14

Fujimori; hoy la mayor parte de organizaciones son empresas privadas más preocupadas
por el lucro que por aumentar la calidad de la educación. Frente a ello, los intentos por
defender el sistema no se han dado tanto a través de debates en la arena pública, sino de
defensas interesadas, a través de presión en los poderes legislativo y judicial.
¿Qué consecuencias trae esto sobre el mundo del trabajo? La primera es que los
empresarios no parecen preocupados por organizarse para imaginar el desarrollo del
país. Salvo algunos discursos de Gastón Acurio, personaje insignia del boom
gastronómico peruano,27 no conozco de empresarios que muestren de forma pública y
política, un interés por su relación con el Estado, y, desde allí, por pensar cadenas de
valor, competitividad y estrategias de innovación. Los aspectos clave en la generación
de clusters exitosos en otros países parecen invisible para los actores locales. 28
La segunda consecuencia es que, a nivel organizacional, tenemos empresarios que
repiten la negación de la política, que acaba siendo una afirmación autoritaria de su
poder. Esto se refleja en el autoritarismo, tan común en el lugar de trabajo peruano:
como muestran los estudios de Hofstede 29 Perú en uno de los países donde la distancia
entre patrón y empleado es más amplia. La empresa peruana reproduce dinámicas de
machismo, acoso sexual y nulo empoderamiento de la mujer. Esto no es sorprendente si
se piensa en el contexto en el que la empresa opera. Aunque hay valiosas excepciones,
como la de grupo de empresas que a fines de 2017 firmaron la “Declaración de Lima”
comprometiéndose a reducir la brecha de género, 30 no deja de llamar la atención que
estos asuntos no pasen de las oficinas de Recursos Humanos, y que pocas veces se vea a
dirigentes gremiales hablando de ello como parte de sus estrategias a mediano plazo.

1. Durand, Francisco (2004). El poder incierto: trayectoria económica y política del


empresario peruano. Ed. Congreso del Perú.
2. Vásquez, Enrique (2000). Estrategias del poder: grupos económicos en el Perú.
Universidad del Pacifico.
3. Plaza, Orlando (2014). Teoría Sociológica: Enfoques diversos, fundamentos
comunes. Lima: PUCP.
4. Bendix, Reinhard (1963). Work and authority in industry: managerial ideologies
in the course of industrialization. Transaction Publishers.
5. Klubock, Thomas (1998). Contested communities: class, gender, and politics in
Chile’s El Teniente copper mine, 1904-1948. Durham, NC: Duke University
Press.
6. Castells, Manuel (1996). The Rise of the Network Society. Malden, MA:
Blackwell Publishers.
7. Alvesson, Mats (2013). The triumph of emptiness: Consumption, higher
education, and work organization. Oxford University Press, Oxford.
8. Barker, James (1993). Tightening the iron cage: Concertive control in self-
managing teams. Administrative Science Quarterly, 408-437.
9. Sennett, Richard (1998). The corrosion of character : the personal consequences
of work in the new capitalism. New York: Norton.
10. Granovetter, Mark (1985). Economic action and social structure: The problem of
embeddedness. American journal of sociology, 91(3), 481-510.
11. Fligstein, Neil (1996). Markets as politics: A political-cultural approach to
market institutions. American Sociological Review, 656-673.
12. Carnes, Matthew (2014). Continuity Despite Change: The Politics of Labor
Regulation in Latin America. Palo Alto, CA: Stanford University Press.
15

13. Sanguineti, Wilfredo (2015). Topy Top o el cuento de nunca acabar ….


Retrieved from https://wilfredosanguineti.wordpress.com/2015/11/28/topy-top-
o-el-cuento-de-nunca-acabar/
14. Kochan, Thomas; Katz, Harry, & McKersie, Robert. (1986). The transformation
of American industrial relations: Cornell University Press…
15. Perlow, Leslie (1998). Boundary control: The social ordering of work and
family time in a high-tech corporation. Administrative Science Quarterly, 328-
357.
16. Schneider, Ben & Karcher, Sebastian (2010). Complementarities and
continuities in the political economy of labour markets in Latin America. Socio-
Economic Review, 8(4), 623-651
17. Bourricaud, François (1969). La oligarquía en el Perú (Vol. 2): Instituto de
Estudios Peruanos.
18. Portocarrero, Gonzalo (1993). Los nuevos limeños. Sueños, fervores y caminos
en el mundo popular. Lima: Sur-Tafos.
19. La Cruz, Juan (2013). Más allá de la cholificación: movilidad social ascendente
entre los aimaras de Unicachi en Lima. Revista Debates en Sociología. PUCP.
20. Durand, Francisco (2017). Los doce apóstoles de la economía peruana. Lima:
Fondo Editorial de la PUCP.
21. Fernandez Maldonado, Enrique (2015). La Rebelión de los Pulpines. Jóvenes,
Trabajo y Política. Lima: Otra Mirada.
22. “Perú invertirá 0.7% de su PBI para mejorar la ciencia y tecnología”. Perú21,
11/04/205
23. Schneider, Ben (2013). Hierarchical Capitalism in Latin America: Cambridge
University Press.
24. Álvarez, Rolando (2015). Gremios empresariales, política y neoliberalismo. Los
casos de Chile y Perú (1986-2010). Santiago: Lom Ediciones.
25. Portocarrero, Gonzalo, & Saenz, Milagros (2014). La mentalidad de los
empresarios peruanos: una aproximación a su estudio. Lima: Universidad del
Pacífico (Documento de Trabajo, 67)
26. Durand, Francisco (2016). Cuando el poder extractivo captura el Estado. Lima:
Oxfam.
27. Acurio, Gastón (2006). Discurso de orden de Gastón Acurio en la ceremonia de
apertura del año académico de la Universidad del Pacífico. La revolución
gastronómica peruana, 245-253.
28. Arias, Martín; Atienza, Miguel, & Cademartori, Jan (2013). Large Mining
Enterprises and Regional Development in Chile: Between the Enclave and
Cluster. Journal of Economic Geography.
29. https://www.hofstede-insights.com/models/national-culture/
30. https://elcomercio.pe/economia/ejecutivos/declaracion-lima-firmas-
comprometidas-cerrar-brecha-genero-noticia-472399
Teresa Cabrera
16

La desigualdad en la participación laboral (vista desde


la economía feminista)
Gabriela Adrianzén G-B
Historiadora. Magíster en Género y Desarrollo (FLACSO). Consultora e investigadora
social en temas de género y desarrollo.
Este artículo se propone hacer una breve reflexión sobre lo que implica pensar las
brechas en la participación laboral de hombres y mujeres desde la economía feminista
Para comprender ello, sugiero algunos aspectos conceptuales y de información a los que
prestar atención para entender mejor la desigualdad de género en el mundo del trabajo
del Perú actual.
La economía feminista pone en cuestión algunas de las premisas de la economía como
es entendida actualmente de manera mayoritaria. La primera idea que nos propone es
una comprensión más amplia de la economía, una donde la esfera monetaria y no
monetaria, el trabajo remunerado y no remunerado se entiendan dentro del mismo
sistema. Para Antonella Picchio,1 economista feminista italiana, comprender el trabajo
asalariado supone abordar también el trabajo de reproducción o doméstico. Ella afirma
que la incapacidad de incluir el trabajo de reproducción en un marco analítico adecuado
ha llevado a la invisibilización de la relación producción-reproducción que caracteriza
el sistema capitalista.
Por otro lado, la economista feminista uruguaya Alma Espino2 señala una segunda
premisa, las diferencias entre los sexos en cuanto a la participación en el empleo
responden a sus desiguales posibilidades de elegir, marcadas a su vez por las
obligaciones domésticas, así como por las normas y valores sociales y culturales que las
sostienen. La mayor presencia femenina en el trabajo no remunerado, de reproducción,
con relación a los varones sería, por tanto, la principal desigualdad entre los géneros e
impacta en la participación en el mercado remunerado.
La economía feminista señala que es la economía neoclásica la que disoció de manera
radical la relación producción-reproducción, dejando el trabajo doméstico fuera del
ámbito económico; mientras que los economistas clásicos daban cabida en su análisis
del mercado tanto a los aspectos productivos como reproductivos, y no solo en términos
biológicos, sino sociales. Los clásicos reconocieron el rol de las mujeres en la crianza y
el cuidado familiar y sus implicancias para la producción. Para Picchio, la concepción
de los clásicos, más compleja, suponía el concepto de "salario de subsistencia", es decir,
el salario en función de su capacidad de sostener la vida, y el concepto de valor de las
mercancías, vinculado a la productividad del trabajo.3
Así, las tareas de cuidado han sido asociadas a una supuesta “naturaleza femenina”
proclive al cuidado y no como una actividad de reproducción social, productora de
bienestar, con lo cual, remarca Espino, se ignora su importancia económica y su
evidente relación con la esfera del mercado. La mano de obra se presenta a cumplir su
jornada de trabajo con la ropa limpia, el almuerzo y el cuidado de sus hijos garantizado.
El haber adjudicado históricamente el trabajo de reproducción a las mujeres supuso que
ellas compensaran la insuficiencia de los servicios públicos y los efectos destructivos
del mercado laboral, además de ubicar a la familia como lugar de tensión para su
resolución.4 En tiempos neoliberales de abandono del estado de prestaciones sociales, la
salud y los espacios de cuidado, y de trabajo precario, esto solo agrava la situación de
las mujeres. Por eso, la apuesta política de Picchio es ubicar la reproducción en el centro
17

del análisis del mercado laboral, por lo que plantea un retorno del salario en base a los
costos de reproducción (modelo clásico).
En ese sentido, la primera idea mencionada, la necesaria comprensión de la relación
mercado- reproducción, ayuda a dilucidar qué deberíamos entender por trabajo. Para
Espino, el trabajo debe distinguirse del empleo por tres motivos. El primero es que la
interacción de ambos condiciona a hombres y mujeres de forma diferente. El segundo es
que esta distinción sirve para delimitar el aporte económico global de las personas y en
particular el de las mujeres. Y el tercero es porque resulta indispensable relacionar
empleo y trabajo para comprender el empleo femenino. La economía feminista apuesta
por recuperar la dimensión del trabajo más allá del trabajo remunerado, reconociendo al
trabajo doméstico no remunerado -categoría clave- su carácter de trabajo.
El trabajo y su relación con la reproducción ha sido abordado desde diversas escuelas y
enfoques económicos. El enfoque feminista-marxista visibilizó la importancia del
trabajo doméstico para la reproducción de la fuerza de trabajo, así como las relaciones
de poder entre el trabajo remunerado y no remunerado, pero no fue igualmente capaz de
evidenciar el conflicto dentro del hogar (Benería, 2005). En esa medida, para Espino
resulta más útil entender las determinantes de la oferta laboral, pues lo que busca
mostrar la economía feminista es que el valor del trabajo, dada la división sexual del
trabajo en el hogar, está influido por las diferentes demandas que se ejercen sobre el
tiempo de las mujeres en el hogar, lo cual las lleva muchas veces a priorizar el Trabajo
Doméstico No Remunerado (TDNR) en desmedro de mercado laboral.
Los estudios de género y mercado de trabajo -cuyo análisis va más allá de la
maximización individual de utilidades- distinguen entre los factores subjetivos y
objetivos. Con relación a lo subjetivo, las mujeres otorgan distinta importancia al
trabajo remunerado en relación a su vida familiar, a los cuales según Espino deben
sumarse los tiempos de embarazos y crianza que impactan en el desarrollo laboral. La
propuesta para abordarlo es por ello un “modelo de negociación familiar” donde el
ingreso de cada miembro familiar es un argumento separado en la ecuación de oferta,
donde la oferta de trabajo de las mujeres es más sensible a sus propios salarios que la de
los hombres, ya que deben seguir realizando trabajo doméstico, y donde la presencia de
niños -negativa- y la escolaridad -positiva- serían las variables que más inciden en las
horas de trabajo que la mujer decide ofertar.
Las últimas décadas han mostrado un aumento sostenido de la fuerza de trabajo
femenina, sin embargo, la incorporación de las mujeres sigue marcada por una menor
cantidad de horas trabajadas, menor remuneración que los hombres, distribución
diferente por ocupación y sectores, y diferentes ritmos de promoción profesional. Las
mujeres necesitan credenciales educativas significativamente superiores para la misma
oportunidad de empleo, en promedio 4 años más para la misma remuneración y dos
años más para un empleo formal. Por ello podemos concluir que la posición
subordinada de la mujer y su desventaja en el mercado están estrechamente relacionadas
con su posición subordinada en la familia y en la sociedad.
Para la economía feminista los beneficios de la reproducción son fundamentales para el
mercado, pero, como recuerda Espino, las responsabilidades domésticas que sirven a
estos objetivos penalizan a las mujeres en el mercado laboral.
En el Perú en el año 2010 se hizo la primera y única Encuesta Nacional del uso del
tiempo- ENUT5 que permite ver las brechas entre varones y mujeres en cuanto a los
tiempos dedicados al cuidado y la reproducción. Los resultados nos indican que las
18

mujeres dedican casi 25 horas más que los varones al TDNR. Los hombres dedican al
trabajo remunerado 50h38m a la semana, frente a un 36h25m de las mujeres; mientras
que en el trabajo doméstico no remunerado (que incluye labores como cocina, limpieza,
arreglos, compras, cuidado de infantes, personas con discapacidad o enfermedad
permanente, tercera edad y enfermedades temporales) la relación es de 15h53m de
dedicación semanal de los varones frente a un 39h28m de las mujeres.
La encuesta del uso del tiempo se aplica a la población de hombres y mujeres desde los
doce años, y es posible ver cómo la brecha va creciendo con la edad y alcanza su pico
entre los 30 y 39 años donde es de 33h50m semanales vs. 17 horas. Hay también
importantes diferencias entre mujeres de acuerdo con su estado civil, el trabajo de
cuidado se duplica en las unidas a diferencia de las solteras. El desigual número de
horas dedicado al trabajo doméstico no remunerado, como lo indica la economía
feminista, es clave para entender las formas de participación, la mayor presencia de
mujeres en el empleo informal, independiente y de baja calificación, y por ende de
menores ingresos.
Como cada dos años, el MTPE publicó en 2017 el "Informe anual 2016 la mujer en el
mercado laboral peruano.6 El informe inicia señalando una ralentización en el cierre de
brechas en el último quinquenio 2012-2016 con relación al anterior 2007-2011. La tasa
de inactividad de las mujeres creció en 11% vs 5% del periodo anterior, es decir más
mujeres optaron por no entrar al mercado de trabajo remunerado. Ello nos permite
identificar el impacto diferenciado de las crisis o la disminución del crecimiento en
términos de género.
La primera gran brecha de género en la Población en edad de trabajar (PET) la vemos
en la inactividad, es decir aquellas mujeres que están fuera del mercado de trabajo y no
buscan empleo (jubiladas, estudiantes, amas de casa, etc.). La tasa de actividad de los
varones es de 81.2% y las mujeres 63.3%, es decir casi 4 de cada 10 mujeres no están en
el mercado del trabajo remunerado. La brecha empieza a ampliarse alrededor de los 20
años coincidiendo con el periodo de fecundidad.
El informe de 2016 no profundiza en la situación de los jóvenes, pero el de 2014 señala
que, dentro de la inactividad, donde se presentan las brechas de género más
preocupantes es en el grupo denominado NINI (ni estudia ni trabaja). Del total de
jóvenes de 15 a 29 años, el 20,7% de los inactivos corresponde a este grupo, 27% de las
mujeres jóvenes vs.14.6% de los varones . De acuerdo con un informe de OIT 2014 7 el
24.4% de jóvenes (15-29 años) tiene hijos, 15.9% en el caso de los varones mientras
que esa cifra llega al 32.7% en las mujeres. El embarazo adolescente y joven, que
continúa escalando, impacta negativamente en el proyecto de vida de estas mujeres y en
sus procesos de capacitación e ingreso al mercado de trabajo en igualdad de condiciones
que los varones.
Aunque no menciona a la economía feminista, el informe del MTPE parte de reconocer
que la comprensión de la oferta ha estado dominada por una lectura neoclásica sobre los
efectos de sustitución e ingreso. Plantea que las mujeres no tienen que decidir solo entre
el ingreso producto del trabajo (remunerado) y el ocio, sino que deben sumar a la
ecuación la producción de bienes domésticos.
El informe se propone identificar las variables que más inciden en la probabilidad de
que las mujeres participen en el mercado de trabajo y las horas que dedicarán a este. 8 El
modelo indica que el estado civil y el número de niños menores de seis años son las
variables que actúan de forma negativa en dicha probabilidad. El número de enfermos
19

solo tiene impacto significativo entre aquellas mujeres que tienen secundaria incompleta
o menor educación y que por ende tienen menos posibilidades de reemplazarlo con
cuidado privado . La mayor edad y mayor educación aumentan las probabilidades de
que una mujer ingrese al mercado de trabajo.
La siguiente brecha de género se aprecia en las horas que la mujer dedicará al trabajo
remunerado. El modelo propuesto identifica como variable significativa para ambos
grupos el estado civil, y el número de hijos menores de seis años solo para las de mayor
educación. Es el TDNR, mucho mayor en las mujeres y que se incrementa al cambiar de
estado civil -conviviente o casada- y tener hijos, el que explica en buena medida la
participación en el mercado laboral.
El TDNR influye en las horas de trabajo remunerado, pero también impacta en los tipos
de trabajos a los que las mujeres acceden. De acuerdo con el informe 2017 el 35% de
mujeres labora como independiente, no profesional o no técnica. El 42% en el área de
servicios y el 25% en el comercio, ambos sectores de alta informalidad y bajos ingresos.
La tasa de empleo informal en las mujeres alcanzó el 75.1%; ello indica que el empleo
informal resulta funcional a las dificultades que enfrentan las mujeres frente al trabajo
remunerado, ya que al ser flexible en horarios y tiempos; posibilita flexibilidad en
horarios y tiempos; en algunos casos la posibilidad de realizar sus labores en compañía
de sus hijos a cambio de trabajos mal remunerados y sin derechos laborales. No es
casual que las mujeres busquen trabajos de tiempo parcial en condiciones de
informalidad, o entren y salgan del mercado de trabajo permanentemente, todo ello está
vinculado a sus dificultades de conciliarlo con el TDNR.
Este breve panorama debe ayudarnos a cuestionar la comprensión del acceso de las
mujeres al trabajo de calidad, hoy el 74% de mujeres ocupadas lo está en trabajos de
mala o muy mala calidad (con bajos niveles de remuneración, sin estabilidad laboral, ni
reconocimiento de beneficios de protección social, jornada laboral excesiva) y a
abordarlo desde políticas que incluyan la conciliación y cuestionen los roles de género
dentro de las familias. Frente a ello no existe política pública intersectorial, solo
tímidos, focalizados e insuficientes esfuerzos como Cuna Más o algún instrumento
sobre conciliación sin mayor impacto ni recursos. En un año electoral podemos también
demandar propuestas desde los gobiernos locales y regionales en servicios de cuidado o
programas laborales que incorporen a las mujeres más allá de oficios tradicionalmente
identificados como femeninos. Si queremos superar el machismo y la desigualdad este
problema debe abordarse de manera profunda e integral, visibilizando las desigualdades
entre hombres y mujeres dentro del hogar y fuera de este, identificando el rol que debe
cumplir el estado, la comunidad, pero también los empleadores, y usando un enfoque de
género que valore los aportes del feminismo, un enfoque que algunos quisieran que
desaparezca.

1. “El trabajo de reproducción, tema central en el análisis del mercado de trabajo”


en Carrasco, C, Borderías, ed. Las mujeres y el trabajo: rupturas conceptuales.
ICARIA, Madrid: 1994.
2. “Perspectivas Teóricas sobre género, trabajo y situación del mercado laboral
latinoamericano” en Esquivel, et. al. La economía feminista desde América
Latina: Una hoja de ruta sobre los debates actuales en la región, Creative
Commons, República Dominicana, 2012.
20

3. “Un enfoque macroeconómico «ampliado» de las condiciones de vida” en


Cristina Carrasco ed. Tiempos, trabajos y género. Jornadas organizadas por el
grupo de investigación de la Universidad de Barcelona "Treballs, institutions i
gènere". Universitat de Barcelona, 2001.
4. La apuesta política de Picchio implica un retorno del salario en base a los costos
de reproducción (modelo clásico) lo cual permitiría ubicar la reproducción en el
centro del análisis del mercado laboral (1994: 461).
5. http://www.unfpa.org.pe/publicaciones/publicacionesperu/MIMDES-INEI-
Encuesta-Nacional-Uso-Tiempo.pdf
6. http://www.trabajo.gob.pe/archivos/file/DISEL/2016/INFORMES/informe_anua
l_mujer_mercado_laboral_2016.pdf
7. "Transiciones en el mercado de trabajo de las mujeres y hombres jóvenes en el
Perú". Elaboración Rosa Ana Ferrer Guevara. Lima. OIT 2014.
8. Para ello separan a las mujeres en dos grandes grupos en base al nivel educativo,
el primero con primaria o secundaria incompleta o aún menor educación formal
y el segundo con secundaria completa o mayores niveles de educación.
Mario Zolezzi
21

Dos mentiras sobre el trabajo en la economía de hoy


Omar Cavero
Licenciado en Sociología y Magíster en Economía por la PUCP. Consultor, investigador
y docente.
Es bien sabido que sin lo que llamamos “sentido común” no sería posible la vida. Lo
que a uno le permite sobrevivir no lo aprende en la universidad ni leyendo tratados
teóricos. ¿Cómo sería nuestro día a día si tuviéramos que hacer complicados estudios
antes de subir a un bus o para saludar a un vecino?
Confiamos en nuestras creencias cotidianas y las necesitamos. Pero dentro de esta
sabiduría práctica, pueden infiltrarse una serie de mentiras que nos ayudan a vivir
tranquilos sin hacernos incómodos cuestionamientos. Son como somníferos para
conciliar el sueño ante la ruidosa realidad.
Aquello no tendría por qué ser un problema si no fuera porque al creer tales mentiras
tendemos a asumir como normales situaciones que, una vez descubiertas,
consideraríamos injustas; situaciones de dominación que nos involucran directamente
sin que lo notemos.
El ejemplo más claro lo encontramos en la idea de raza y en su relación con la
esclavitud, un tipo de orden social que nadie aceptaría abiertamente el día de hoy.
Cuando la esclavitud europea de los pueblos africanos se justificó con el argumento de
que la “raza negra” era inferior a la "raza blanca", el acto abierto de violencia y de
sometimiento de un pueblo por otro, quedó oculto.
Los esclavistas y, progresivamente, los esclavos fueron asumiendo como normales sus
posiciones. La abierta mentira -que hay razas y que el sometimiento de las demás por
una de ellas se debe a su superioridad natural o, incluso, a la voluntad de Dios- se
convirtió en un conveniente sentido común. Permitía que la esclavitud funcione. La
clase de los esclavistas, su estilo de vida y el de sus familias, se sostenía en la esclavitud
forzada de otros hombres y mujeres, pero ante los ojos de los amos e incluso ante los
ojos de los esclavos más cercanos a ellos, eso era algo normal y no había nada que
explicar -ni que responder, pues no había nada que preguntar.
La esclavitud es, generalmente, rechazada y vista como un sombrío pasado, de modo
que lo dicho hasta aquí podría ser aceptado sin mayor problema por casi todo lector.
¿Pero sería igual si me refiriera a mentiras que atañen a las formas de relacionarnos hoy
mismo? Veamos dos ejemplos relacionados con nuestra economía actual.
“Yo no exploto a nadie, aquí se respetan los derechos laborales”
La palabra explotación tiene connotaciones negativas. En el ámbito laboral, evoca la
imagen de trabajadores desempeñándose en condiciones precarias durante diez, doce o
catorce horas al día, con un ingreso apenas de subsistencia y en medio de un permanente
trato hostil de parte del empleador.
La ausencia de explotación, de manera inversa, se presenta como la ausencia de abuso
laboral. Un trabajador no explotado trabajaría ocho horas por día, tendría un sueldo
digno y sería tratado humanamente. Sus derechos laborales estarían garantizados.
¿Es así? ¿La explotación se acaba cuando se cumplen los derechos laborales? Uno de
los principales argumentos que se desarrollaron después de la Segunda Guerra Mundial
en las sociedades occidentales industrializadas para defender la economía de mercado
22

(el capitalismo, el sistema económico que prima hoy en el mundo) frente a la "amenaza
comunista", fue que, si bien había existido explotación en la época de la revolución
industrial (siglo XIX), el nivel de vida de los trabajadores había mejorado notablemente
desde entonces, lográndose un equilibrio entre los derechos de los trabajadores y el
interés de lucro del capital (de los empresarios).
El gran árbitro, encargado de hacer cumplir las reglas de juego de ese equilibrio, era el
Estado, puesto al margen de esa contradicción. Ese fue el llamado "Estado de
bienestar". Una vez logrado, no era necesario hacer una revolución que llevara a la
humanidad hacia un sistema alternativo, como el que promovía la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS).
El nivel de vida de los trabajadores europeos entre los años cincuenta y sesenta era, en
efecto, bastante alto. Por supuesto, no fue un regalo, se debía a la fuerza sindical y a las
luchas sociales, pero esas conquistas podían convivir con el capital, así que la idea del
fin de la explotación, vista como maltrato, podía ser aceptada.
En países como el nuestro, ubicados en la periferia del sistema global, donde las
condiciones laborales han sido, tradicionalmente, peores a las de los países del centro -
aquellos en los que se desarrolló inicialmente el capitalismo: Europa occidental y
EEUU-, hemos tendido a anhelar el nivel de vida alcanzado por los trabajadores de esas
sociedades. Incluso, a pesar de que desde los años setenta del siglo pasado comenzaron
a ser desmantelados los Estados de bienestar europeos (proceso que todavía no
culmina), los trabajadores occidentales siguen teniendo mayor calidad de vida que un
peruano o un latinoamericano promedio.
Por ello, no extraña que en el Perú cale fuerte la idea de que el cumplimiento de
derechos laborales equivale a la ausencia de explotación, sea apelando a la figura de
estos trabajadores occidentales de “países desarrollados” (camino que habría que emular
y que no requiere acabar con el sistema, sino más bien “desarrollarlo”) o contrastando la
realidad del trabajador marginal (autoempleado, o asalariado sin derechos cumplidos)
con la de un trabajador estable, con contrato, con seguro, etc., situación que se presenta
como "privilegiada tras treinta años en los que las protecciones al trabajador fueron
arrasadas en nuestro país.
Esta idea podría cambiar si consideramos dos cuestiones. La primera tiene que ver con
el concepto de explotación. En sentido estricto, explotar algo o a alguien significa
obtener algún beneficio a partir de un determinado uso. En eso pensamos cuando
hablamos de explotar la tierra o explotar una mina. En términos productivos, el
trabajador es explotado cuando algún otro (persona, institución, etc.) obtiene un
beneficio mayor por el trabajo desempeñado, que la retribución que el trabajador recibe.
Pensemos de nuevo en el esclavismo. Es un buen ejemplo porque nadie duda de que el
esclavo es explotado. Todas sus fuerzas están al servicio del amo. Todos los frutos de su
trabajo serán propiedad del amo. Sin libertad alguna, su vida entera y la de sus hijos le
pertenecen a otro, que lo compró. Lo único que recibe a cambio es alimentación,
vestido, comida y todo aquello que permita que la “inversión” del amo rinda beneficios.
El esclavo debe seguir vivo y seguir trabajando. Un esclavo muerto es dinero perdido.
Preguntémonos ahora lo siguiente. ¿Cambia en algo esta realidad si el esclavo es tratado
amablemente? ¿Cambia si se le dan más horas de descanso, mejor alimento, si le hacen
creer que es un “colaborador” y le aseguran un buen clima laboral, digamos, con un día
a la semana en el que puede escuchar música o vestirse como quiera? ¿Cambia si lo
23

dejan viajar de vez en cuando para que sienta que vive intensamente y conoce el
mundo? Evidentemente, no.
Se dirá que lo central con el esclavismo es la pérdida de libertad y que en la economía
actual nadie es dueño de nadie. Si excluimos la trata de personas y pensamos en el
trabajo asalariado típico, suena creíble. Uno busca empleo y firma voluntariamente un
contrato que puede romper cuando lo desee. Pero nuestra libertad, en tanto trabajadores,
está acotada a elegir quién nos empleará -quién de los que acepten contratarnos, en el
supuesto de que tengamos más de una oferta. Asimismo, estaremos condicionados por
el tiempo que podamos esperar, tiempo que cuesta dinero.
Quizá se escandalicen algunos lectores con lo que voy a decir, pero hoy somos como
esclavos buscando a su esclavista, donde los amos pueden desechar al esclavo si se
enferma o accidenta y dejar en sus manos el reto de resolver su vida material. Si antes el
esclavista debía lidiar con el esclavo durante toda su vida, hoy el esclavista moderno -
está bien, llamémosle empresario-, aprovechará solo el tiempo productivo del trabajador
y no tendrá problemas en desecharlo o cambiarlo si no le sirve, por más colaborador que
se le haga creer que es.
El empresario no es -ni antes el esclavista- un monstruo, un tipo malvado. Esa imagen
es, además, injusta con muchos medianos empresarios que trabajan duro por sacar
adelante a sus familias mediante un negocio. No es un asunto moral, es económico. La
cuestión es bastante sencilla y objetiva. La forma en que se produce en el capitalismo,
nuestra actual economía, consiste, visto desde la óptica de una producción específica
(digamos, elaboración de prendas de vestir), en contar con un dinero inicial suficiente
para comprar medios de producción (local, máquinas de coser, algodón, energía
eléctrica, tintes, etc.) y alquilar fuerza de trabajo (trabajadores textiles, administradores,
contadores, guardianes, etc.).
El objetivo de este proceso es obtener productos que puedan ser vendidos en el
mercado, de modo que generen más dinero que el invertido. Eso hace que el dinero sea
considerado capital. Ese es el objetivo del inversionista, lucrar. Todos lo sabemos.
Ahora bien, ¿de dónde viene la ganancia? Abordar de forma rigurosa y exhaustiva esta
cuestión nos llevaría a escribir nuevamente El Capital, obra cumbre de Carlos Marx. Sin
embargo, podemos desarrollar una intuición básica. Si a los trabajadores se les pagara
exactamente lo equivalente al valor de toda la producción generada durante las horas de
trabajo de un día o un mes, no sería posible que haya ganancia alguna para el dueño de
todo el proceso.
Si hay ganancia es porque el trabajador recibe un ingreso equivalente al tiempo de uso
de su fuerza de trabajo, mas no al valor total de los productos que genera en ese tiempo.
Mientras mayor sea la distancia entre el pago por hora, día o mes y el valor producido
en ese periodo, mayor será la ganancia del dueño del capital. Sin leer este artículo ni ser
marxista en absoluto, todo empresario lo sabe, del pequeño al grande.
Si esto es posible -que el valor de lo producido por los trabajadores sea mayor al pago
que reciben como salario- lo es solo por una razón de orden social: el trabajador pone en
alquiler su fuerza (incluye también su conocimiento, su experiencia, etc.). Su capacidad
de trabajar tiene un valor y un precio, como cualquier otra mercancía, como cualquier
otro bien o servicio.
La venta de esa mercancía (el uso de su fuerza de trabajo durante un tiempo, no la
propiedad total pues no es un esclavo) queda consagrada en el contrato, que hace creer
24

al trabajador y al empleador que protagonizan un trato entre iguales, entre personas


libres y propietarias.
No obstante, aquella libertad es limitada, por no decir falsa, y el trabajador, en tanto siga
en su condición de trabajador, estará permanentemente obligado a laborar para otros,
mostrar eficiencia, capacitarse y un largo y aspiracional etcétera.
¿Esa realidad cambia si hay derechos laborales? No, sigue habiendo explotación, pero lo
que sí cambia, y es la razón por la que los derechos laborales deben ser defendidos, es
que la explotación será más soportable y habrá mayores condiciones para luchar por
acabar con el problema de fondo, que es que el trabajo humano tome la forma de una
mercancía.
Acá entra la segunda cuestión a considerar. Los derechos laborales, por usar un
coloquialismo, "no cayeron del cielo". Han sido una conquista de los trabajadores
organizados, luego de luchas que han costado centenares, si no miles, de vidas en cada
país.
Si uno revisa el contenido de los principales derechos conquistados, los más
emblemáticos, como la jornada de ocho horas, el sueldo mínimo, la estabilidad laboral,
la seguridad social y la libertad sindical, se puede apreciar que se trata de intentos por
des-mercantilizar al trabajador; es decir, que sea más un ser humano que un bien de
cambio.
Si el trabajador entra al proceso de trabajo en condición de mercancía, el dueño de esa
mercancía (dueño del tiempo del trabajador) querrá disponer de la mercancía-trabajador
como de cualquier otra. Si compro algo, digamos una silla, según las reglas que regulan
el mercado nadie me debe obligar a comprarla a un precio por encima del que me
ofrecen los vendedores de sillas, a usarla por determinado tiempo por día, a cuidarla
para que dure muchos años o a retenerla así yo quiera re-venderla o desecharla. Yo le
doy el uso que desee, uso que, en principio, es el de sentarme.
Igual sucede con el trabajador. Al dueño de capital le interesa el lucro. Busca, por tanto,
sacarle el mayor provecho a su inversión, busca eficiencia: obtener más en menor
tiempo y con el menor gasto. Si puede comprar máquinas más baratas y usarlas día y
noche, con procesos productivos que den más productos por hora, lo preferirá. Si puede
hacer que el trabajador labore más horas, le salga más barato (le pague menos), pueda
cambiarlo por otro más eficiente cuando así lo desee, pueda contratar a todos los
miembros de su familia, etc., lo preferirá.
Como se trata de una realidad tan severa como la del condenado esclavismo, que
escandaliza a todos, no extraña que cada vez se generen más mecanismos mentales para
ocultarla, como hacerle creer al trabajador de rango medio que es superior al de rango
bajo, que el trabajador que está al lado es competencia y es un enemigo, que el más
productivo será mejor pagado, que con ahorro y esfuerzo se podrá ser eventualmente
empresario, que la empresa piensa en el trabajador cuando asegura un buen clima
laboral, que es un avance que haya más mujeres trabajadoras (explotadas igual que los
hombres), que las empresas pueden estar al servicio de las buenas causas mediante
publicidad inclusiva, etc.
El fondo del asunto, repito, no es moral, es económico. Mientras el trabajador esté
separado de los medios de producción, mientras entre como mercancía al proceso de
producción y no sea dueño de su trabajo ni de los productos del mismo, habrá
explotación y no habrá, en consecuencia, libertad real.
25

Finalmente, agreguemos algo. Por la lógica de crecimiento del capital, por el deseo
permanente de lucro, es completamente esperable que los derechos laborales, cuando el
trabajador muestre algo de debilidad en su organización, sean rápidamente arrebatados,
con una excusa u otra o de forma abiertamente violenta. Las dictaduras que han
aplicado con sangre la política de libre mercado y de flexibilización laboral (pensemos
en Fujimori acá o Pinochet en Chile), son consecuencia directa de esta lógica de
funcionamiento del capital; aunque nuestros liberales, que no rechazan la explotación,
se sientan indignados con tales autoritarismos. La cuestión de fondo no es de derechos,
es de sistema.
“No más injusticia ni desigualdad, ¡igualdad de oportunidades!”
Veamos una segunda mentira. Imaginemos a un liberal de izquierda o “centro” que llega
hasta aquí y se siente interpelado. Él rechaza el sufrimiento humano. Firma todas las
peticiones públicas que circulan en internet para acabar con la barbarie en el mundo.
Defiende las instituciones y la democracia. Trata bien a sus trabajadores. Cree que el
mercado puede ser regulado, que sus extremos pueden ser evitados. Entonces clama,
algo agitado: "¡sí, el sistema genera injusticias, pero lograremos un verdadero desarrollo
humano si garantizamos igualdad de oportunidades! Ese es el problema, los privilegios.
No todos comenzamos desde cero".
En un país como el nuestro, donde acceder a una universidad de calidad es
prácticamente un lujo; donde, por lugar de residencia, color de piel, lengua materna,
apellido, sexo e identidad de género, unos pueden tener ventajas enormemente mayores
al resto para lograr lo que deseen; la consigna a favor de la igualdad de oportunidades
tiene tintes revolucionarios.
Al igual que con la mentira anterior sucede que esta apelación está emparentada con el
discurso del Estado de bienestar europeo y tiene, como vimos, un trasfondo político. No
sería necesario atacar el fondo del asunto, la causa generadora de la desigualdad social -
que es el hecho de que el capital crezca a costa de apropiar trabajo ajeno-, sino que el
Estado puede regular esa contradicción y asegurar que todos tengan las mismas
oportunidades para ser exitosos en la vida.
¿Que está oculto en esta promesa de la igualdad de oportunidades? Cuando se plantea
que el éxito o el fracaso de una persona debe depender exclusivamente del esfuerzo y
que, por lo tanto, suponiendo que estamos en una competencia de atletismo, si alguien
comienza a correr en la competencia varios metros más adelante que los otros, está en
ventaja; se está asumiendo lo siguiente: cada quien corre en un carril paralelo al resto,
somos individuos que viven en islas. Por supuesto, se dirá que eso nunca se afirma, que
hay interacciones, que hay intercambios, que unos compiten o colaboran con los otros,
etc. No obstante, en el fondo, siguen siendo corredores independientes. Después de la
interacción se vuelve al carril o a la isla. Las relaciones no fueron el punto de partida
para explicar al corredor ni a sus decisiones y deseos.
Pues bien, eso es falso desde cualquier análisis serio. Pensemos en el caso de un
“exitoso” de hoy. Supongamos que traemos frente a nosotros a Roque Benavides,
empresario peruano que dirige el gremio nacional de empresarios y que es el principal
accionista de la empresa minera Yanacocha.
El liberal de nuestro relato dirá, sin dudarlo, que Benavides ha gozado de innumerables
privilegios. Pudo acceder a una educación de élite, viene de una familia con dinero,
26

tiene un apellido que le abre múltiples redes, heredó parte de su fortuna, es hombre en
una sociedad patriarcal y es blanco en una sociedad racista. No vino de abajo.
Muy bien, ¿pero eso explica su riqueza, su "éxito"? No. Si analizamos con cuidado, solo
explica sus mayores posibilidades de hacerse rico, de ocupar el papel de gran
empresario. El listado de privilegios lo pone en ventaja frente a otros que quieren lograr
lo mismo, pero, en sentido estricto, su fortuna depende de que se logre lo que ya se ha
venido diciendo: que sus inversiones le den utilidades, le den beneficios.
Para que eso sea posible, debe comprar a proveedores, lograr una concesión minera del
Estado, contratar trabajadores, vender su producción al mercado internacional, contar
con seguridad jurídica para sus negocios, hacer uso de dinero con respaldo oficial, etc.
En cada uno de los puntos de esta gruesa enumeración, no solo intervienen otros, sino
que para lograrlos se pusieron en práctica relaciones sociales específicas e instituciones
que las resguardaban.
Dicho en buen cristiano: debe ser posible encontrar trabajadores dispuestos a ser
explotados, leyes hechas para proteger la propiedad de sus negocios, un sistema
monetario que permita que circule el valor de su producción, etc. Su fortuna no depende
únicamente ni de su esfuerzo ni de sus privilegios; depende del funcionamiento de una
economía en la que es posible que se haga rico porque otros no lo son y, por tanto, están
dispuestos a trabajar para él y donde es perfectamente legal que lucre sobre la base de
trabajo ajeno.
Esto es lo fundamental, no corremos en carriles paralelos, sino, en todo caso, en medio
de redes donde el “éxito” de unos está vinculado directamente al “fracaso” de otros y
donde, en las reglas de la sociedad capitalista, tendremos siempre un "cuello de botella".
La apelación a la igualdad de oportunidades no es otra cosa que una forma indirecta de
aceptar la desigualdad de resultados, tan solo que con la esperanza de que los
“ganadores” sean "los mejores".
Es el viejo discurso de la meritocracia como forma de justificación de la explotación. Si
los esclavistas son mejores que los esclavos, si comenzaron desde abajo, entonces está
bien la esclavitud, los amos tienen aquella posición como premio a sus méritos. O
acaso, yendo un poco más allá, nuestro liberal se sienta satisfecho con ver que, producto
de la igualdad de oportunidades para ser esclavista, habría no solo amos hombres sino
también mujeres y no solo blancos, sino también de otro color.
Digamos algo más. El funcionamiento del sistema capitalista demuestra que es
imposible lograr tal igualdad de forma sostenible, aunque sea en los términos formales
de “posibilidades” para ser exitoso, como defiende la lectura liberal. Esto se aprecia con
claridad cuando vemos ya no el caso de una persona frente a otra, sino el desarrollo de
la historia y el funcionamiento de todo el sistema, algo más abarcador que la corta y
estrecha vida de un ser humano individual.
El capital tiende siempre a crecer. No todos los empresarios triunfan, pero los que sí lo
hacen crecen y compran a otros, o simplemente los sacan del mercado. Se hacen
propietarios de actividades productivas que les permiten abaratar costos. Al ser muy
grandes, pueden producir a gran escala y vender productos baratos, que limitan a los
nuevos competidores. Al ser enormes, de alcance transnacional, tienen también poder
político y pueden lograr condiciones favorables para seguir creciendo. Hay empresas
que tienen ingresos equivalentes al PBI de tres o cuatro países juntos. Estos capitales
tendrán también, cada vez menos, el rostro de un dueño o de una familia y serán,
27

crecientemente, corporaciones con participación de accionistas directos o a través de


bancos, de otras empresas o mediante complicados mecanismos de propiedad.
En palabras sencillas, mientras pasa el tiempo, el capitalismo tiende a ser manejado por
grandes monopolios, de alcance global, que cierran las puertas incluso a los
“privilegiados” de antaño y hacen que el “cuello de botella” sea cada vez más angosto y
que la igualdad de oportunidades sea, antes que una propuesta realista ante el “utópico”
cambio de sistema, una alternativa ingenuamente idealista, al menos si se presenta como
la salida al hambre, la miseria o la profunda desigualdad que produce el capitalismo.
¿Por qué no abandonamos esas mentiras?
Estimado lector, debo confesarte que no he dicho nada nuevo. Espero no decepcionar.
Solo he expuesto, de una forma que ha procurado ser sencilla y ágil, libre de la pesadez
académica, el contenido central de la crítica que se ha realizado desde la teoría marxista
a algunos de los principales discursos ideológicos difundidos por la clase dominante
para, precisamente, ocultar su dominio -incluso ante sus propios ojos.
La cuestión ahora es preguntarnos por qué, si estas mentiras han sido hace tiempo
señaladas, las seguimos creyendo. Es cierto que hay innumerables matices, que la línea
divisoria entre capitalistas y trabajadores presenta una serie compleja de gradaciones;
que la experiencia de un sector cada vez más grande de la humanidad no es la de
explotado, sino la de excluido de la explotación directa; que en nuestro país la imagen
del empresario es bien vista porque casi dos de cada tres asalariados trabaja en empresas
pequeñas, donde el dueño también trabaja; que, en fin, hay grandes dificultades para una
lectura clasista del problema laboral y más aún para una alternativa política al sistema,
pues cayó la URSS y en el Perú la idea de revolución está asociada al periodo de
violencia política vivido hace dos décadas.
De acuerdo, ¿pero eso quiere decir que debamos creer que la explotación termina
cuando hay derechos laborales y que la igualdad de oportunidades ataca las causas de
fondo? Entonces, ¿por qué seguir creyendo en esas mentiras? Volvemos aquí al inicio.
Tales mentiras, como una buena droga, nos ocultan lo problemático de la realidad. Nos
ayudan a dormir, a que todo siga igual. ¿Nos atreveremos a despertar?
El Periódico

La arenga de los sindicatos futuristas. Las relaciones


laborales frente a la revolución digital
Carlos Coello y Alexandra Ortiz
Abogados. Especialistas en derecho laboral.
Así como el vapor y el carbón transfirieron energía hacia la máquina, la Revolución
Digital es un fenómeno con el potencial de transferir el poder del cerebro humano hacia
una fuente de inteligencia artificial.1 Esta revolución se inició con la invención del
microprocesador, lo que a su vez permitió la llegada de la computadora, el celular y el
internet. Ahora, la capacidad de trasladar información nos ha llevado a la explosión del
dato, a la digitalización de los medios de producción e incluso a áreas tan avanzadas
como el machine learning,2 la inteligencia artificial3 y a la robótica,4 apuntando a un
28

futuro no lejano en el que las máquinas podrán resolver problemas que hasta hoy solo
podía enfrentar la capacidad humana.5
No son pocos quienes se aventuran a afirmar que el futuro del trabajo estará marcado
por tasas muy altas de automatización de labores, que propiciarán la supresión de gran
número de empleos.6 Pero los estrictos seguidores de la evidencia empírica son
conservadores en cuanto a la magnitud de los cambios en los mercados de trabajo. 7
Lo cierto es que, tanto aquellos que comparten una visión apocalíptica del futuro del
trabajo como aquellos que muestran una posición más conservadora, reconocen cambios
profundos, exponenciales y aplicados en periodos cortos. Uno de estos cambios es la
automatización del trabajo que históricamente ha estado reservado para el ser humano,
resultado de la aplicación de las nuevas tecnologías sobre los procesos productivos.
La pregunta de este artículo es ¿cuáles son los retos que afrontan los protagonistas de
las relaciones laborales en relación ante esta revolución tecnológica?
Revolución Digital y relaciones laborales
Si bien los cambios tecnológicos del pasado crearon más y mejores puestos de trabajo
de los que destruyeron, estos cambios afectaron a un grupo específico de trabajadores y
comunidades en un periodo limitado. Con la Revolución Digital 8 la situación es
diferente. Bajo la teoría pesimista de la compensación, el riesgo de sustitución de
trabajadores por las nuevas tecnologías9 es alto. Toda forma de organización del trabajo
ha sido alcanzada por la Revolución Digital, que se manifiesta en la creación de bienes
y servicios digitales, la agregación de valor al incorporar lo digital en bienes y servicios
en principio no digitales, y el desarrollo de plataformas de producción, intercambio y
consumo.10
El impacto sobre las relaciones laborales va mucho más allá del mercado de trabajo o
los niveles de empleo; la descentralización productiva, propiciada por las innovaciones
tecnológicas, afecta negativamente la eficacia de la libertad sindical 11 y los fines del
derecho al trabajo.12 Podría decirse que en un contexto de alta innovación tecnológica
surge como contrapartida un escenario de desprotección de la fuerza trabajadora.
Los cambios tecnológicos son complejos, no suelen respetar parámetros lineales y
demandan uso intensivo de recursos que dependen no solo de fuerzas económicas, sino
también sociales y políticas.13 ¿Cómo se enfrentan los efectos de los nuevos modelos de
la producción auspiciados por la intervención de la tecnología en la organización del
trabajo? ¿Cómo se adaptan el Estado, los empresarios y las organizaciones sindicales a
este nuevo contexto de deslocalización y automatización de la producción?
Los empleadores
A la llamada economía colaborativa y a las industrias de la creatividad van a parar
muchos de los trabajadores que están perdiendo sus empleos. Se trata de modelos de
negocio similares a Uber o Amazon, donde los individuos rentan sus habilidades y
posesiones online14 y donde -aunque se quiera negar- se establece una relación de
trabajo asalariado.15
A raíz de los cambios tecnológicos en el lugar de trabajo, se estima que las empresas
sustituirán con mayor probabilidad aquellas ocupaciones que no requieren altos niveles
de creatividad y habilidades sociales.16 Si bien es posible que la Revolución Digital no
reemplace todos los empleos actuales, esta sí cambiará la forma en que trabajamos, lo
cual incluye la explosión del autoempleo y el trabajo free-lance. 17
29

La tecnología también influye en cómo el trabajo es organizado y bajo qué condiciones.


Los enormes avances en traslado de información, el internet de alta velocidad, la
tecnología de audio y video, entre otros, permiten la flexibilidad que las compañías
requieren para organizarse a través de una distribución del trabajo por equipos,
fragmentando sus modelos de negocios bajo un modelo que, además, fomenta el trabajo
autónomo.18
Los trabajadores
Las estrategias de los trabajadores frente a la revolución tecnológica, en particular las de
las organizaciones sindicales, han de variar en función al tipo de control laboral que se
ejerza sobre ellos.19 Por ejemplo, cuando existe un alto despotismo del mercado frente a
los trabajadores, la principal alternativa son los acuerdos internacionales, elemento
central de la respuesta sindical a las operaciones de globalización de la producción de
las empresas multinacionales.20 Los acuerdos marco constituyen un instrumento de
especial relevancia para los sindicatos internacionales, puesto que permiten
responsabilizar a las empresas líderes de las cadenas de suministro y redes globales de
producción por sus prácticas en las relaciones de empleo y por las condiciones aplicadas
por sus proveedores. Al enfrentar las nuevas circunstancias de la globalización, el
sindicalismo democrático intenta transformar el discurso retórico del viejo
internacionalismo en un nuevo repertorio de recursos prácticos capaces de defender
globalmente los derechos de los trabajadores.21
Distinto es cuando el control laboral es ejercido por los empleadores. En estos
contextos, los trabajadores, al ver limitada la efectividad de sindicarse y protestar a
escala de empresa, optan por campañas transnacionales con fuerte impacto en la
comunidad internacional. En el Perú, lo que vemos son estrategias “apolíticas” de
diferenciación en relación al sindicalismo tradicional y de distanciamiento frente a
organizaciones partidarias, como las del Sindicato de Trabajadores de Ripley22 o la
constitución de organizaciones sindicales de empresas contratistas por sectores –como
los tradicionales sindicatos de contratistas mineros, o el SITENTEL en el sector
telecomunicaciones–.
El Estado
En el Perú, la regulación de una serie de manifestaciones del impacto de la tecnología
sobre las relaciones laborales y la organización del trabajo se ha producido en el
teletrabajo, imposible sin las tecnologías de la información y las comunicaciones. Sin
embargo, estas regulaciones no resultan suficientes para garantizar la finalidad tuitiva
del derecho del trabajo. En otras latitudes, una de las políticas públicas laborales que ya
se implementa como medida frente a la pérdida o potencial pérdida de empleos por los
efectos tecnológicos es el reconocimiento de un ingreso básico, conocido como “renta
básica universal”23. Países como Dinamarca, Bélgica, Francia, Gran Bretaña, India,
Argentina y Brasil han implementado políticas de ingresos mínimos garantizados, 24
siendo Finlandia el primer país europeo en experimentar con el pago de una renta
universal a todos sus habitantes, sin importar ni la edad ni los ingresos. Uno de sus
principales objetivos es reemplazar todos los subsidios pagados por el Estado.
Los retos pendientes
La Revolución Digital no tiene por qué tener el impacto destructivo que se avizora. La
tecnología puede llevar a la sociedad a su "tierra prometida": menos horas de trabajo,
menos enfermedades, mayor eficiencia, aprendizaje más inteligente y mayor
30

entendimiento y comunicación.25 Las nuevas tecnologías generalmente no se imponen


de manera única y su impacto está determinado por los mecanismos de regulación que
resultan de procesos específicos en cada sociedad y momento establecido; 26 por ende,
los efectos de las innovaciones tecnológicas dependen en gran medida de cómo se
manejan las políticas y de cómo los protagonistas de las relaciones laborales cumplen el
rol que la sociedad les ha confiado. Nos interesa destacar el rol de las organizaciones
sindicales y el del Estado.
Por parte de los trabajadores se requiere reforzar la actividad y la estrategia sindical.
Predomina actualmente un modelo que no se ha adaptado plenamente a esquemas
descentralizados de producción con alta intensidad tecnológica, donde no solo
intervienen un grupo de empresas ubicadas en distintos lugares del mundo, sino que
éstas interactúan en tiempo real. La rapidez del intercambio de bienes y servicios
(incluida la información) exige también un mayor dinamismo en las estrategias
colectivas.
Para enfrentar el reto de la modernización, los sindicatos deben alejarse de los antiguos
dogmas y sobreponerse a las razones por las que justificadamente se sienten agraviados,
a fin de representar y servir a sus miembros de manera efectiva. En este nuevo mundo
del trabajo, los trabajadores echan de menos una organización sindical representativa,
pragmática y con un pensamiento que mire hacia adelante, que pueda ver los riesgos
que supone la evolución de la tecnología en el centro de trabajo.
De parte del Estado, las regulaciones deben afrontar los retos que supone la Revolución
Digital, no solo en cuanto a la eventual pérdida de puestos de trabajo, sino también
frente a la concentración en pocas manos de los beneficios de la nueva productividad
tecnológica, lo que requiere políticas dirigidas a asegurar una distribución equitativa. 27
Asimismo, resulta indispensable reforzar legalmente la protección de los derechos
laborales. Pese a que Perú ha ratificado los convenios fundamentales de la OIT y de la
ONU y que incluso ha celebrado acuerdos comerciales que incluyen cláusulas sociales,
se mantienen leyes y prácticas administrativas contrarias a un ejercicio adecuado de los
derechos laborales.
Es hora de hacer a un lado el binomio empleador-trabajador como eje central de los
sistemas de relaciones laborales, extendiendo la protección del derecho de trabajo sin
adjetivos, con garantías ligadas al trabajo a secas.28 En ese marco, el fomento de la
libertad sindical es la alternativa legítima para hacer frente a los efectos que la
Revolución Digital tiene sobre las relaciones laborales.

1. Pickavance, N. (2016). The nature of work. In Foundation for European


Progressive Studies & F. Society (Eds.), Changing Work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London.
2. Walwei, U. (2016). Digitalization and structural labour market problems: The
case of Germany. Ginebra.
3. Franks, S. (2016). Preparing for the revolution. In Fabian Society; Foundation
for European Progressive Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London
4. Watson, inteligencia artificial desarrollada por IBM con capacidad de
autoaprendizaje, y DeepMind, tecnología desarrollada por Google que ya ha
vencido a diversos campeones humanos luego de haberse entrenado a sí misma,
son algunos ejemplos.
31

5. Méda, D. (2016). The future of work: The meaning and value of work in
Europe. Ginebra.
6. Frey, C. B., & Osborne, M. A. (2013). The future of employment: how
susceptible are jobs to computerisation?, 1–72.
7. Por ejemplo, en Alemania no se ha presentado ningún indicador que marque un
camino hacia escenarios de desempleo masivo o de supresión del trabajo
asalariado; por el contrario, el trabajo autónomo se ha mostrado proclive a
decaer desde el año 2012 (Eichhorst, Hinte, Rinne, & Tobsch, 2016).
8. Painter, A. (2016). Confronting ´insecurity cubed´. In F. S. F. for E. P. Studies
(Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work2.
London.
9. Nübler, I. (2016). New technologies: A jobless future or golden age of job
creation? (No. 13). Ginebra.
10. CEPAL. (2016). Horizontes 2030. La igualdad en el centro del desarrollo
sostenible. Ciudad de México.
11. Villavicencio, A. (2010). La libertad sindical en el Perú: fundamentos, alcances
y regulación. (Programa Laboral de Desarrollo - OIT, Ed.). Lima.
12. Coello, C. (2014). El impacto de la tercerización en la actividad sindical.
Pontificia Universidad Católica del Perú.
13. Organización Internacional del Trabajo (2016) La iniciativa del centenario
relativa al futuro del trabajo: 1 Nota Informativa. Ginebra.
14. Park, J. (2016). A collective voice in an insecure world. In F. S. F. for E. P.
Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work.
London.
15. Harris, B. (2017). Uber, Lyft, and Regulating the Sharing Economy. Seattle
University Law Review, 41(1), 269–285.
https://digitalcommons.law.seattleu.edu/sulr/vol41/iss1/8/
16. Frey, C. B., & Osborne, M. A. (2013). The future of employment: how
susceptible are jobs to computerisation?
17. Park, J. (2016). A collective voice in an insecure world. In F. S. F. for E. P.
Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for the modern world of work.
London.
18. Valsamis, D., De Coen, A., & Vanoeteren, V. (2016). The future of work:
Digitalisation in the US Labour Market. Bruselas.
19. Anner, M. (2015). La resistencia de los trabajadores en las cadenas de
suministro globales: Huelgas salvajes, campañas transnacionales y acuerdos
internacionales. Boletín Internacional de Investigación Sindical, 7(1–2), 17–39.
20. Hadwiger, F. (2015). ¿ Llevar el trabajo decente a las cadenas de suministro
globales??, 7, 83–105.
21. Beneyto, P. J. (2016). Trabajo y sindicalismo en la globalización. Revista
Española de Sociología, 25(1), 61–87.
22. Saravia, S. (2017). ¿Nuevas orientaciones en el sindicalismo peruano? La
construcción de un discurso apolítico como factor de éxito en el Sindicato Único
de Trabajadores del Grupo Ripley S.A. In Pontificia Universidad Católica del
Perú (Ed.), Trabajo y Sociedad. Estudios sobre el mundo del trabajo en el Perú
(pp. 244–265). Lima.
23. Hidalgo Lavié, A. (2008). La renta básica universal como herramienta para
combatir la exclusión social económica. Una aproximación analítica. Revista
Del Ministerio de Trabajo E Inmigración, (75), 143–161. Van Parijs, P. (2000).
Basic Income: A simple and powerful idea for the 21st century. Berlin.
32

https://cdn.uclouvain.be/public/Exports%20reddot/etes/documents/Chap1.Simpl
e_and_Powerful.pdf
24. Guerra, P. (2014). Repensando al Estado de Bienestar y la centralidad del
trabajo. El caso de los Ingresos Mínimos Garantizados y la Renta Básica
Universal. Revista de La Facultad de Derecho, (30), 171–182.
25. Franks, S. (2016). Preparing for the revolution. In Fabian Society; Foundation
for European Progressive Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London.
26. Weller, J. (2017). Las transformaciones tecnológicas y su impacto en los
mercados laborales (Serie Macroeconomía del desarrollo No. 190). Serie
Macroeconomía del Desarrollo. Santiago de Chile…
27. Franks, S. (2016). Preparing for the revolution. In Fabian Society; Foundation
for European Progressive Studies (Ed.), Changing work: Progressive ideas for
the modern world of work (pp. 9–16). London.
28. Ello sin perjuicio de establecer otras más específicas para las relaciones
reguladas por contratos de trabajo caracterizados por la subordinación o con
trabajo dependiente.
Agencia Andina

La violencia de género en las relaciones laborales


Gissela Pisconti
Abogada y magíster en género y políticas públicas. Consultora en proyectos sociales y
derechos humanos.
Recientemente se presentó en Lima el estudio "Violencia de género en el lugar de
trabajo: formas más comunes y respuestas desde las mujeres", elaborado por el Centro
de Solidaridad AFL-CIO. Entre sus conclusiones, señala que la violencia de género “se
sustenta en un marco de relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres que
corresponde a todo un sistema forjado a lo largo de la historia” y que “también se da
en el cruce de otras violencias, y de otros sistemas que organizan las relaciones de
poder”.
El estudio refiere asimismo que "junto a la precarización laboral y la escasa normativa
específica para hacer frente a la problemática de la violencia de género en el trabajo se
suma el desconocimiento de las mujeres que dificulta la generación de mecanismos de
respuesta".
El estudio analizó de manera participativa las formas más comunes de la violencia de
género de tres sectores económicos con alta participación laboral femenina: limpieza
pública, salud y agroindustria. Ha sido concebido como un insumo para provocar
diálogo sobre el tema dentro de los sindicatos, y entre sindicatos, empleadores y las
entidades estatales, de manera que se logre un mayor conocimiento, y una aplicación de
las políticas y normas privadas y públicas.
El estudio desarrolla un marco conceptual para explorar el tema usando las definiciones
existentes y otras construidas a partir de la interacción con las mujeres trabajadoras;
33

abordando la violencia, violencia de género en el lugar de trabajo y la intersección de


otras violencias.
Los diferentes tipos de violencia abordados en el estudio incluyen: hostigamiento sexual
(16 formas específicas, entre ellas exclamaciones y silbidos insinuantes en el cotidiano
del trabajo, cuya mayor incidencia se da entre pares); violencia psicológica (insultos y
humillaciones); violencia económica (decisiones que dificultan, complican o demoran
su trabajo y se da en especial para las mujeres que tienen condiciones de “contratación
precaria”) y violencia ambiental y social (74% de mujeres consultadas en las encuestas
refieren que la violencia no fue directa hacia ellas, pero se sintieron violentadas).
La fuente principal de información son mujeres trabajadoras dirigentas y afiliadas de
sindicatos, cuyas edades fluctúan entre los 30 y los 50 años. Ellas participaron en el
estudio como protagonistas en articular y definir su realidad. Los tres sectores
económicos del estudio (limpieza, salud y agroindustria) comparten como característica
transversal la poca valoración social de la labor que realizan las mujeres, y los
regímenes laborales que regulan el empleo. En estos sectores opera la forma contractual
de tercerización, a través de service, y tambien los contratos temporales que precarizan
aún más las condiciones de trabajo.
Frente a esta caracterización de los sectores, el estudio lanza la siguiente pregunta: ¿Qué
propicia todo este cúmulo de situaciones violentas? Parte de la respuesta reside en las
condiciones de trabajo de las mujeres, la precariedad de sus contratos, donde la poca o
nula protección social es determinante. En los tres sectores la mayoría de las mujeres
trabajadoras están en una situación de contrato precario, que limita la defensa de sus
derechos. Se encontró una gran mayoría de mujeres que se quedan al margen porque
tienen contratos eventuales, contratos no formales, porque son contratadas en una
empresa de service formal, y también en services informales. La precarización del
empleo coloca a las mujeres aún más en una situación de vulnerabilidad no solo por las
condiciones laborales inadecuadas sino también porque legitiman situaciones de
violencia.
El estudio reseña las leyes que existen para la prevención y sanción del hostigamiento
sexual, que son la Ley 27492, su reglamentación (D.S. 010-2003) y su modificatoria
(Ley 29430), además de la Ley Nro. 30364, Ley para prevenir, sancionar y erradicar la
violencia contra las mujeres y los integrantes del grupo familiar aprobado en 2015 en el
contexto del día internacional contra la violencia hacia la mujer. El artículo 11 de esta
última ley desarrolla lo que denomina derechos laborales y hace referencia a los
derechos que tiene la víctima - que por lo general es mujer - en el ámbito laboral.
Sin embargo un análisis del contenido revela la falta de una delimitación clara sobre el
espacio en el cual se produce la violencia, pudiendo ésta haberse producido en un
ambiente privado o en un ambiente público. Su reglamento señala procedimientos a
seguir en caso de una acción de violencia de género en el trabajo. El estudio advierte
que la dispersión legislativa en esta materia, con medidas de protección que han sido
dadas en distintos momentos, sumadas a la dispersión que existe en materia de género,
complica su uso para la protección o denuncia frente a hechos de violencia. El estudio
postula que un cuerpo normativo único ayudaría tanto a las mujeres trabajadoras y a la
organización sindical como también al operador de justicia. Además, la creación de una
sola norma nos permitiría advertir vacíos existentes en la legislación vigente. El estudio
aboga por “una norma específica que visibilice la co-responsabilidad del Estado, de los
empleadores y el aporte de la organización sindical para enfrentarla”
34

Junto a la precarización laboral y la escasa normativa específica para hacer frente a la


problemática de la violencia de género en el trabajo, se han identificado otros factores
de peso en el lugar de trabajo:
 La falta de mecanismos en los reglamentos de las organizaciones empresariales
y empleadoras para que las trabajadoras puedan hacer sus quejas y denuncias de
manera formal;
 La segregación laboral y la potestad de jefes inmediatos de hacerla a su
discreción. Ello se utiliza como mecanismo de presión para ceder ante el acoso,
o como revancha, frente a su rechazo o, en el caso de las dirigentas sindicales,
como medida de aislamiento para menguar su capacidad de vigilancia y defensa;
 La poca y pobre valoración del aporte económico de las mujeres trabajadoras,
que alienta un trato desdeñoso e irrespetuoso hacia ellas;
 El miedo a perder el trabajo o perder condiciones o beneficios en el trabajo;
 La baja autoestima de las mujeres, sumada al miedo, incide en que la actitud que
prima frente a las agresiones, sea la inacción;
 Las limitaciones en el sistema público de protección que, si bien tiene avances
respecto a la atención de la violencia de género, no está aún adaptado a las
necesidades específicas de las mujeres trabajadoras.
Frente a esta realidad, surgen las siguientes preguntas: ¿Qué hacer frente a ello?, ¿Cómo
revertir esta situación?, las respuestas son tareas pendientes para el Estado, los
empleadores y la organización sindical, y también como actoras preponderantes, para
las propias mujeres.
En la presentación del estudio, las sindicalistas expresaron su intención de forjar la
solidaridad y apoyo entre sectores con mayor poder, expresado principalmente en su
negociación colectiva y capacidad de enfrentar a su empleador en casos de violencia de
género. Los representantes del Estado mencionaron el inicio de una campaña para
combatir el acoso sexual en el trabajo y su compromiso de lograr cumplimiento de
procedimientos de quejas y prevención, empezando con las entidades públicas. Tener un
marco legal único y riguroso, y lograr conocimiento y conciencia general entre hombres
y mujeres son tareas fundamentales para avanzar en estas visiones, y tener centros de
trabajo libres de la violencia y un Perú más equitativo y justo.
Agencia Andina

Migración venezolana: El Perú como país de acogida


Alexandra Castañeda Ruiz
Relacionista Laboral. Investigadora en Ciencias Sociales del Trabajo y docente de la
UNMSM.
La migración es un tema importante en el análisis global: supone hablar de un cuatro
por ciento de la población mundial, sin contar los procesos de migración interna en cada
uno de los países. Según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo, en
35

2013, de los 232 millones de migrantes internacionales, 150,3 millones son laborales
(55.7% de hombres y 44.3% femenina).1
Los motivos por los que las personas deciden emigrar son diversos, los contextos
sociales, económicos y/o políticos de los países están cargados de fuerzas explícitas,
semi ocultas y ocultas que determinan los movimientos migratorios en ambas
direcciones: como emisores/expulsores y/o como países receptores/destino. 2 El estudio
de las migraciones es central en el campo de las relaciones laborales pues toda
migración tiene implicancias en los mercados de trabajo. 3
Desde hace algunos años el estudio de las migraciones ha dado un giro importante en su
complejidad; mientras si en los noventa predominó la migración Sur-Norte
(principalmente hacia países considerados de ingresos altos), hoy son frecuentes las
migraciones Sur-Sur y Sur-Norte4 convirtiendo a muchos países, regiones o
comunidades, antes emisoras de emigrantes, en receptoras de inmigrantes, en países que
se han convertido a la vez en países de tránsito y de destino para las migraciones
laborales,5 como es el caso del Perú. Esta transformación se ha dado tanto por las
profundas crisis económicas en Europa y Estados Unidos, como por la globalización,
que ha permitido contar con más información a quienes planean emprender un proyecto
migratorio.
El proceso de migración implica desafíos complejos a los que la OIT se refiere en
términos de gobernanza, de protección de los trabajadores migrantes y del vínculo entre
migración y desarrollo.6 Por el otro, la migración implica para quienes la emprenden, un
proceso que incluye la reorganización de los cuidados en sus lugares de origen, así
como la transformación subjetiva del que parte y de los que se quedan.
La migración venezolana
¿Cuáles son los problemas de convivencia que están teniendo lugar con la migración
venezolana al Perú?
A la inquietud ciudadana por nuestro inestable panorama político, económico y social,
se suman las preocupaciones laborales asociadas a los procesos migratorios. Los
discursos que se instalan en los peruanos se engloban en palabras como "intolerancia",
"prejuicios", "discriminación", dando lugar al desarrollo de nuevas relaciones entre
estos diferentes grupos sociales y con ello la posibilidad de conflictos entre ambos
colectivos.
La llegada de migrantes laborales venezolanos ha activado en la ciudadanía peruana
formas de pensar, sentir y actuar respecto a esta nueva presencia. Reconocer los
componentes de este proceso es clave para entender el modo en que los peruanos
empiezan a convivir e interactuar con esta nueva realidad. Así, la aparición de estos
conflictos debe entenderse no como conflictos entre individuos (interindividuales) sino
como conflictos intergrupales7 que se manifiestan y evolucionan en formas peculiares y
potencialmente virulentas.
De acuerdo a De la Corte y Blanco, son dos las principales características de las
relaciones intergrupales que pueden y resultan socialmente problemáticas: la primera, a
nivel interpersonal, se expresa por medio de formas de interacción que pueden ser
deseables o indeseables. Esto nos ubica en dos situaciones: por un lado, pueden ser
respetuosas y cooperativas, amistosas y de bienvenida; pero, por otro lado, pueden
implicar discriminación, dominación o explotación del grupo inmigrante o la
confrontación y el conflicto entre ambos grupos. La segunda es la que nos interesa
36

destacar. La disposición humana a desconfiar de nuestros semejantes, que nos lleva a


discriminarlos y a competir con ellos o a iniciar conflictos, se manifiesta con mayor
intensidad y frecuencia cuando las personas pensamos, sentimos y actuamos como
miembros de grupos sociales diferenciados8 que están en contacto cotidiano y coexisten
en un entorno físico que no está exento de tensiones, recelos y rivalidades.

Los conflictos intergrupales en el Perú


Actualmente, vemos en los medios de comunicación peruanos ambas formas de
interacción. En Lima, una ciudad de marcado clima racista y clasista, los discursos
discriminatorios están adquiriendo un carácter cotidiano. Explicar las causas de ello no
es fácil. Como punto de partida usaremos los conceptos de prejuicio, discriminación,
vulnerabilidad y desconfianza.
El concepto de prejuicio refiere a las categorizaciones sociales por medio de las cuales
se diferencia, clasifica, pone orden y simplifica los objetos y personas, marcando una
dicotomía entre lo propio y lo ajeno, que se afianza por medio de estereotipos. Un grupo
considerable de personas autóctonas tiende a representar a este otro grupo -ante la
amenaza que le supone- como holgazanes, facilistas, sucios, agresivos, con propensión
al delito o ignorantes. En el Perú, a diferencia de otros países receptores de inmigración,
estos estereotipos no suelen relacionarse con características fenotípicas pero sí abundan
el de ‘arepero ambulante’9, 'maleducados’, ‘perezosos’ y/o 'vanidosos’, etc. Cuando
estas etiquetas se instalan en el campo de las emociones, se asocian a sentimientos de
aversión y desprecio respecto al otro grupo y se traducen en acciones abiertamente
discriminatorias en los diferentes espacios de convivencia, especialmente el laboral,
donde se acusa que estos grupos de fuera “roban trabajo” a los nacionales. Los
prejuicios contra los inmigrantes venezolanos que se encuentran en nuestro país, se
expresan por medio de estereotipos, sentimientos o reacciones afectivas negativas y
comportamientos discriminatorios, dando lugar a conflictos cotidianos. Así, se critica
las medidas migratorias, se exige el cierre de la frontera, mayor rigidez en los requisitos
de admisión (como antecedentes policiales internacionales), etc.
Estudios realizados por entidades peruanas, como la Cámara de Comercio 10 establecen
que la mayoría de migrantes venezolanos son jóvenes cualificados, con un alto nivel de
capacitación y formación, que en suelo peruano no se dedican a las actividades para las
que estaban formados en su país de origen. Según el sociólogo venezolano Tomás Páez,
el 20% de emigrantes venezolanos son emprendedores, 65% son empleados en
empresas de todo tipo como de programación, medicina, odontología, contaduría, entre
otras, mientras 14% son estudiantes ya sea de idiomas, pregrado o postgrado. 11 Esta
información contrasta con los atributos del estereotipo con el que se intenta justificar la
defensa de los escasos recursos y del territorio que se considera 'propio’.
La “avalancha” venezolana
La aparición de estos prejuicios y estereotipos han hecho que la “amenaza venezolana”
se haya vuelto parte importante del cotidiano peruano: sentimientos de desagrado,
animadversión, desprecio, envidia, miedo, ira u odio. Esto se ve en muchas frases como:
"nos roban trabajo", "invaden la calle", "no tienen medidas salubres", "como cobran
menos, nos pagan menos". A pesar de esto, consideramos que estos prejuicios y
estereotipos no nos sitúan frente a actitudes xenófobas, pues para los peruanos no existe
un sentimiento de amenaza cultural, de imposición religiosa o apropiación cultural.
37

Nuestro país tiene una fuerte identidad nacional (culinaria e histórica) y la identidad
sociocultural venezolana tiene mucho parecido con la peruana, es territorialmente
cercana y compartimos rasgos como comunidad latinoamericana. En el caso peruano, el
grupo autóctono tiene más prejuicios frente a “lo extraño” y, por ende, le representa una
amenaza. La particularidad del caso peruano radica en que esto solo se da contra
algunos grupos extranjeros en situación considerada vulnerable, como la venezolana, y
cualquier grupo considerado parte de una minoría étnica que por su pasado migratorio
engloba un conjunto de prejuicios raciales. Nuestra sociedad nos muestra que no
superamos las falsas amenazas de caos y desorden que representaron las oleadas
migratorias del campo a la ciudad y que éstas aún generan rechazo.
La excusa perfecta
La presencia venezolana representa la excusa perfecta para los problemas endémicos del
mercado laboral peruano atribuyéndole un carácter amenazador, de competencia desleal
y, que pone bajo un halo de vulnerabilidad a los autóctonos. Esta vulnerabilidad latente
es una de las causas más comunes de conflicto entre ambos grupos y de la espiral de
violencia a la que suele dar origen. Esta amenaza surge del miedo, y del miedo surgen el
rechazo y la agresión a través de campañas virales acerca del desagrado de los
venezolanos hacia la comida peruana, sus opiniones respecto de la belleza (o la falta de
ella) de los peruanos, su sentimiento de injusticia respecto del trato que reciben en
nuestro país, videos de peleas en los espacios y servicios públicos, etc.
Mitos
Las ideas generales sobre las que recae esta preocupación por el empleo de los peruanos
respecto de los extranjeros son las siguientes:
"Hay demasiados inmigrantes". La sensación de que se está desarrollando un
incremento masivo de inmigrantes venezolanos adopta la metáfora de "avalancha". Hay
una retórica de la “invasión” o el "están por todos lados".
"La inmigración perjudica el trabajo". Al hablar de la “avalancha” de venezolanos
que nos “invade” se asocia la intensificación de los problemas laborales a la
inmigración. Así, "los inmigrantes nos ‘quitan’ los puestos de trabajo", "mandan los
salarios a la baja", "aceptan cualquier cosa". Esto sirve como una excusa para explicar
problemas en el mercado de trabajo que venían ya de antiguo.
"La inmigración promueve la delincuencia". No sólo ‘nos están robando el trabajo’
sino que utilizan ‘nuestro’ espacio para trabajar igual que nosotros. Era de esperarse que
en el espacio de trabajo informal de venta ambulatoria se perciba una sobrepoblación y
con ello una apropiación del espacio público por "estos otros". Esta apropiación se
presume masiva ante la supuesta libertad para entrar sin filtros al país, bajo pretexto de
pertenecer a la Comunidad Andina. La creencia es que si no se exigen antecedentes
policiales internacionales, hay una amenaza de inseguridad y un potencial aumento de la
delincuencia.
Estas ideas dan lugar a un listado de problemas sociales en los que se atribuye
responsabilidad principalmente a los inmigrantes: sobrepoblación, desempleo, descenso
de salarios, delincuencia, conflictividad social, problemas de adaptación social, etc.
El origen de estos argumentos en el Perú tiene causas muy diversas, entre las que
sobresalen las tres siguientes: a) la velocidad con la que Perú ha pasado de ser una
sociedad de emigración a una de inmigración, en el contexto de un panorama
38

económico de desaceleración desde el 2013-2015; b) la lógica sensacionalista con la que


los medios de comunicación y redes sociales presentan la información referente a la
presencia venezolana, que no hacen más que poner barreras a la convivencia pacífica
instalando estos discursos negativos o lastimeros en el imaginario social; y, por último,
c) la subsistencia de los prejuicios y estereotipos que estigmatizan al grupo de
inmigrantes venezolanos, marcado por un fuerte racismo y clasismo que, por el
contrario, no se tuvo (ni se tiene) con la inmigración europea (especialmente española)
entre los años 2010-2012, que contó con el apoyo y bienvenida de los peruanos,
especialmente los limeños.
Suavizar el conflicto, motivar la convivencia
El riesgo de un conflicto intergrupal es inevitable en especial en un frágil mercado
laboral como el peruano, marcado por la informalidad laboral. Este riesgo viene
tomando fuerza, con consecuencias cognitivas, afectivas y conductuales que vemos en
el día a día y que buscan legitimarse en el apoyo y adopción de la presunción de
vulnerabilidad, injusticia y desconfianza.
Para motivar la convivencia es necesario un debate abierto sobre política migratoria y la
implementación de políticas socio laborales, por un lado, porque es la principal
preocupación tanto de los autóctonos como de los inmigrantes venezolanos; y, por otro,
porque el Perú como destino migratorio debe garantizar el acceso a derechos sociales
como salud, educación y empleo. El perfil migratorio venezolano también nos brinda la
oportunidad de aprovechar su cualificación y con ello su capacidad productiva.
Podemos encontrar medidas positivas: el acceso al centro de empleo del Ministerio del
Trabajo en su calidad de residentes, en especial la creación de la Dirección de
Migración Laboral; a nivel de política migratoria el Permiso Temporal de Permanencia-
PTP- ha permitido formalizar la condición migratoria venezolana, y con ello se previene
la explotación laboral, la permanencia en situaciones fuera de la normativa; se asegura
el pago de impuestos; y en materia de salud, se garantiza el acceso al Sistema Integral
de Salud.
Los peruanos estamos frente al desafío de devolver a Venezuela el apoyo que nos dio al
acogernos en nuestros momentos de crisis. La paradoja, y nuestro desafío interno, es
que nuestro país no ha logrado fortalecer su institucionalidad y aún lucha por cumplir
con los derechos sociales de su propia ciudadanía.

1. Global estimates migrant workers- ILO


http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—
dcomm/documents/publication/wcms_436339.pdf
2. Ameigeiras y Jure, 2006; De la Torre Ávila, 2006; Ministerio de Desarrollo
Sostenible, 2004; Altamirano, 1996; Besserer, 2004; Brettell y Hollifield, 2000,
Castles, 2000; CEPAL, 2007; Chambers, 1994 y Criales, 1994; Hämmig, 2000;
Faist, 2000; Hinojosa, 2009; Grimson, 2011 en Mora (2012) Metodología para
la investigación de las migraciones. Integra Educativa Vol. VI / Nº 1, pp. 18.
pp.:18.
3. Sayad (2010). El retorno, elemento constitutivo de la condición del inmigrante
(Selección de textos de ABDELMALEK SAYAD). EMPIRIA. Revista de
Metodología de Ciencias Sociales. Núm. 19, enero-junio, 2010, pp. 263-273.
39

4. Representan en ambos casos, respectivamente, un 30% de los migrantes en todo


el mundo.http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—ed_protect/—protrav/—
migrant/documents/meetingdocument/wcms_221810.pdf
5. Servicio de migraciones laborales- OIT (2013) Migración laboral y desarrollo:
La OIT sigue avanzando. http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—
ed_protect/—protrav/—
migrant/documents/meetingdocument/wcms_221810.pdf
6. http://www.ilo.org/global/topics/labour-migration/lang–es/index.html
7. Desde la psicología social se llama intergrupal a comportamientos que se dan
siempre que las personas que pertenecen (o creen pertenecer) a un grupo e
interactúan colectiva o individualmente con otro grupo o con algunos de sus
miembros, en función de dicha identidad grupal o como representantes de cada
uno de sus propios colectivos. De la Corte y Blanco (2005) ‘Conflictos
intergrupales y prejuicios étnicos en las sociedades receptoras de inmigrantes’ en
Inmigración, un desafío para España
8. Tajfel, 1984; Deustch, 1973; Insko y Shopler, 1998 en De la Corte y Blanco
(2005) ‘Conflictos intergrupales y prejuicios étnicos en las sociedades receptoras
de inmigrantes’ en Inmigración, un desafío para España. pp.:306
9. Venezolanos en el Perú: mucho más que ‘areperos ambulantes’
https://elcomercio.pe/somos/venezolanos-peru-areperos-ambulantes-noticia-
492385
10. Una ola migratoria venezolana en Perú ¿Qué implica esto? Informe Económico
789. Cámara de Comercio de Lima
https://www.camaralima.org.pe/repositorioaps/0/0/par/r789_2/informeeconomic
o%20789.pdf
11. ¿Quiénes emigran y hacia dónde van? Hinterlaces, agencia venezolana de
inteligencia http://hinterlaces.com/radiografia-de-la-diaspora-venezolana-
quienes-emigran-y-adonde-van-parte-2/
TN - Todo Noticias

¿De nuevo el péndulo? Reformas laborales en la región


Enrique Fernández-Maldonado Mujica
Sociólogo. Editor de TrabajoDigno.pe
Asistimos estos últimos años a un conjunto de reformas laborales que se van
implementando, con mayor o menor éxito, en algunos países de la región. Hablemos de
Brasil o Argentina (donde los cambios operados adquieren una mayor significancia), o
de Ecuador o Perú (donde más que “reformas” lo que se ha dado es una consolidación
de la institucionalidad neoliberal), la tendencia ha girado en torno a diversos intentos
por aplicar políticas de flexibilización y desregulación laboral. La llegada al gobierno de
fuerzas de derecha o neoliberales (principalmente en el Cono Sur), constituye una
amenaza para los avances que se habían logrado en materia de derechos sociales y
laborales durante el periodo de gobiernos "progresistas", en la primera década del
presente siglo.1 En la actualidad, bajo un contexto de débil crecimiento económico y
extendidas crisis de gobernabilidad, las reformas emprendidas en el terreno laboral
40

buscan revertir lo acumulado en derechos humanos y sociales, con implicancias


sustantivas en la calidad del empleo y la desigualdad social.
Ciertamente, estas reformas han sido resistidas por movimientos sindicales y sociales en
cada país. En algunos casos, la protesta ciudadana logró frenar (incluso revertir)
medidas que afectaban el sistema de derechos laborales y sociales en general, o los de
sectores ocupacionales específicos. Un caso conocido en el medio fueron las
movilizaciones juveniles contra la Ley de Empleo Juvenil (conocida como Ley Pulpín)
el año 2015. Más recientemente, las intensas protestas sindicales y ciudadanas en Brasil
y Argentina fueron determinantes en el desenlace de las reformas emprendidas por los
gobiernos de Michel Temer y Mauricio Macri, respectivamente.
Si bien los procesos de reestructuración productiva y modernización empresarial son
elementos influyentes en la configuración de los sistemas de relaciones laborales, en
esta nota nos centraremos en las acciones emprendidas desde el Estado, dando cuenta de
las iniciativas de los gobiernos electos en los últimos años.
Brasil: reforma de Temer
Los intentos de reforma laboral en Brasil son, quizá, los que mayor atención han
concitado en la opinión pública internacional. No solo por la intensidad y convocatoria
de las protestas sociales, que es lo que aparece en los medios; sino sobre todo por sus
implicancias en materia de derechos sociales y laborales, en un país donde los últimos
gobiernos pusieron especial énfasis en su afirmación y cumplimiento.
Así, durante el ciclo del Partido de los Trabajadores (PT) se afianza la legislación
laboral y previsional que venía de la época de Getulio Vargas, cuyo carácter
“garantista” implicó la incorporación de mecanismos de protección para los
trabajadores. La recuperación del rol tutelar del Estado en la regulación de las relaciones
laborales, alentada por el ex–presidente Lula Da Silva, permitió que los indicadores de
empleo y la distribución del ingreso mejoraran sustancialmente a lo largo de sus dos
mandatos (2003–2007 y 2007–2010). Tales reformas se dieron en un contexto de
intensa movilización social regional y global (el Foro Social Mundial, el mayor
cónclave “altermundista” tuvo como sede inicial la ciudad de Porto Alegre), generando
condiciones políticas para su aprobación. En este proceso la Central Única de
Trabajadores (CUT) se constituyó en un aliado estratégico en la defensa de la política
laboral petista. Fue en este periodo que Brasil salió del mapa del hambre de Naciones
Unidas, en gran medida como resultado de la transferencia de renta a través del
programa Bolsa Familia, pero también del carácter progresista de las políticas laborales
petistas.
Con el arribo de Michel Temer a la presidencia del Brasil en mayo de 2016, luego del
“golpe institucional” a Dilma Rousseff, se produce un retorno a la “ortodoxia”
económica, en un contexto de decrecimiento económico y profundos cuestionamientos a
la élite política y empresarial brasileña asociada con la corrupción. En esta coyuntura, el
gobierno de Temer puede entenderse en torno a dos objetivos principales. El primero,
lograr algún nivel de control sobre las reservas de petróleo alojadas en el litoral
brasileño, entre las más grandes del mundo. Y el segundo, aprobar una reforma laboral
y previsional “a la medida” del gran empresariado. Los intentos por concretar su
segundo objetivo provocaron intensas protestas ciudadanas y sindicales que se
extendieron (temporal y territorialmente) a lo largo de 2017 y primeros meses de 2018.2
41

La primera reforma se dio en diciembre de 2016, a poco de asumir el gobierno. Temer


(que se había jubilado a los 55 años) presentó una propuesta de enmienda constitucional
que elevaba la edad de jubilación de 58 a 65 años, condicionando además el derecho a
una pensión a la aportación de por lo menos 25 años. Planteaba, además,
modificaciones al régimen de jubilaciones especiales instituido por Lula para los
sectores de educación y agrícola (la “aposentadoria rural” para campesinos que no
pudiesen demostrar su tiempo de trabajo o su contribución al sistema pensional),
desvinculando los beneficios de la jubilación del salario mínimo. 3
No obstante las protestas sociales contra estas medidas, Temer volvió a presentar otro
paquete de reformas laborales en mayo de 2017. Como justificación se argumentó la
"necesidad de dinamizar el mercado de trabajo en un contexto de bajo crecimiento
económico y escasa competitividad". Para lograrlo había que relajar el modelo de
contratación y cese laboral.
De esta manera, las reformas de Temer brindaron una serie de facilidades a las empresas
para regular discrecionalmente el vínculo laboral. Entre otras medidas, se autorizó la
posibilidad de que patrones y empleados logren acuerdos que adquieren carácter de ley.
También la contratación de trabajadores “autónomos” para puestos considerados
“estructurales” (o estables), permitiendo la tercerización de actividades principales en la
organización o proceso productivo. Las reformas modificaron a su vez la regulación de
la jornada de trabajo, introduciendo la figura de un banco de horas para compensar las
horas extras (sin necesidad de acuerdo colectivo); eliminaron el pago de las horas de
desplazamiento y revocaron los quince minutos de descanso antes de las horas extras
para las mujeres. En materia de seguridad y salud ocupacional, se admitió el trabajo de
mujeres embarazadas y en periodo de lactancia en lugares insalubres. 4
Por el lado de las relaciones colectivas de trabajo, la reforma brasileña incorporó la
figura de una “comisión de representantes” de los trabajadores para interlocutor con la
empresa… ¡al margen de los sindicatos! Además, eliminó los tributos obligatorios a los
sindicatos y retiró la obligatoriedad que tenían las empresas de negociar los despidos
colectivos con la representación sindical.
Las reformas afectaron también las garantías que tienen los trabajadores para acceder a
la justicia laboral. Por un lado, encarecieron y volvieron engorrosos los procedimientos
para presentar denuncias laborales.5 Ahora son los trabajadores quienes asumen la carga
probatoria de un incumplimiento laboral, eximiendo al empleador de la obligación de
demostrar la existencia y cumplimiento del contrato laboral. Por otro lado, se restringen
las causales y se limitan las indemnizaciones por daños morales al trabajador.
A pesar de la rapidez con que se aprobaron las reformas impulsadas por Temer, su
implementación depende de algunos procedimientos pendientes. De hecho, varias de
estas reformas deben ser reglamentadas para determinar su profundidad y calado. Un
elemento que potenció los cuestionamientos y las protestas sociales contra la política
laboral del gobierno de Temer, fue la renuncia del ex–ministro de Trabajo, Ronaldo
Nogueira, en diciembre último, a poco de efectuarse las primeras medidas. En su carta
al presidente, Nogueira justificó su dimisión anunciando su postulación a diputado. Sin
embargo, trascendió que los primeros efectos de las reformas laborales (la pérdida de
12.000 puestos de trabajo) fueron el duro golpe que apuró su decisión.
Argentina: Cambiemos el modelo
42

La situación en Argentina no dista mucho de la de Brasil. Con el triunfo electoral del


empresario Mauricio Macri, la reforma laboral se constituyó en una de las prioridades
de la “tecnocracia” que llegó al gobierno con la coalición derechista Cambiemos. La
intención era ejecutarla secuencialmente, en el marco del paquete de reformas
estructurales que apuntaba a reducir la carga impositiva de las empresas y flexibilizar
las normas laborales. Atrás quedaría la impronta “nacional popular” que caracterizaría
la política social y laboral bajo el periodo Kirchnerista (2003–2015).
El gobierno de Macri se estrenó con una severa política de ajuste salarial que tuvo como
leitmotiv la reducción de la inflación. Tras ello, el oficialismo macrista enfiló por la
desregulación de las “paritarias” (como se le llama a la negociación colectiva),
comenzando por sectores considerados "testigo". Un caso emblemático en esta ofensiva
fue el sector hidrocarburos, donde se “suspendieron” derechos laborales justificándolo
como una medida necesaria para impulsar la industria, objetivo que estuvo lejos de
cumplirse.6
Tras los resultados favorables en las elecciones legislativas de 2016 (una suerte de
plebiscito a la mitad de la gestión), Macri emprendió un proceso de reforma que atacaba
pilares fundamentales de la legislación sobre contratos de trabajo y convenios
colectivos. Se aprobaron así una serie de beneficios al sector empresarial, que pasaban
por afectar un conjunto de derechos laborales. En concreto, la reforma de Cambiemos
planteó la eliminación de las horas extras; la reducción de los aportes previsionales a
cargo de las empresas; la condonación de deudas empresariales por incumplimiento de
pago a la seguridad social; la eliminación de penalidades impuestas al trabajo "en
negro"; la reducción del periodo de prescripción (de 10 a 5 años) en las reclamaciones
judiciales por contribuciones, penalidades y obligaciones incumplidas; entre otras
medidas que acentúan la precariedad laboral y debilitan al trabajador frente a su
empleador.
Pero el elemento más cuestionable de la reforma laboral macrista se dio en torno al
principio de “irrenunciabilidad” de los derechos laborales. Los cambios propuestos por
Cambiemos permitirían a las partes la posibilidad de “acordar” condiciones laborales
que estuviesen por debajo de lo establecido en la ley.
Así como en Brasil, en Argentina las reformas laborales propuestas por el Ejecutivo
tenían por objeto debilitar la base del derecho individual (estabilidad laboral) y el
derecho colectivo (libertad sindical). Los dispositivos y mecanismos introducidos
incidían directamente sobre las garantías legales obtenidos por los trabajadores en el
periodo kirchnerista, y que fueron determinantes para la mejora en los indicadores de
empleo e ingresos.
Sin embargo, el evidente carácter antipopular de las medidas de Macri marcaría un
punto de inflexión en su relación con el movimiento sindical. Si durante la campaña
electoral una de las corrientes más fuertes al interior de la Confederación General de
Trabajadores (CGT) lo respaldó reconociéndolo como parte del “campo” peronista, el
espíritu de las reformas propuestas provocó un distanciamiento con la central obrera.
Las modificaciones propuestas por el oficialismo macrista volvieron insustentables las
concesiones hechas en un primer momento por la cúpula sindical (blanqueo laboral,
capacitación permanente, entre otras). La situación no pasó desapercibida para las bases,
que empujaron a su dirigencia a asumir un rol de oposición al gobierno.
Ahora mismo la reforma laboral está en suspenso. Algunos analistas plantean que la
prioridad de Cambiemos pasa, contra lo que dicta su nombre, por la reelección de Macri
43

en las presidenciales de 2019. En ese sentido, las normas que inicialmente se tenían
previstas aprobar este año, se postergarían para una segunda etapa, asumiendo una
victoria oficialista en los próximos comicios. Lo estratégico en estos momentos es no
comprometer al gobierno en conflictos que pongan en riesgo el proyecto continuista.
Otros anticipan que el macrismo estaría esperando el momento adecuado para aprobar la
reforma laboral de manera expeditiva y sin resistencias. El oficialismo se inclinaría por
una maniobra de arrastre: se presentarían diversas iniciativas legislativas apostando por
aprobar la mayor cantidad de cambios posibles, y dentro de estos, sacar por lo menos el
núcleo duro de la reforma.
Pocos discuten a estas alturas que las reformas laborales de Macri pondrían en riesgo
los avances alcanzados en el marco de los gobiernos kirchneristas. Durante ese período
se adoptó en Argentina una institucionalidad laboral que estuvo por encima del estándar
regional. Los cambios introducidos –primero por Néstor Kirchner (2003–2007), y
continuados por su esposa Cristina Fernández (2007–2015)–, fortalecieron el ejercicio
de la libertad sindical y la negociación por rama de actividad. A partir de ello se
registraron incrementos sustanciales y sostenidos del ingreso laboral (hasta 2011), así
como avances en la reducción del trabajo “en negro” (lo que conocemos como
“informalidad”): si en 2005 el 55% de la población laboralmente activa era informal, en
2014 esta se redujo a 35%. Actualmente el 33% de los trabajadores argentinos son "no
registrados", aunque se presume que este porcentaje podría aumentar de aprobarse los
proyectos del oficialismo.
Mientras, en la región andina…
Aunque menos difundidas y conocidas, en Ecuador y Perú también se promovieron
iniciativas gubernamentales dirigidas a modificar la legislación laboral en un sentido
similar al de sus pares del Cono Sur.
En el caso de Ecuador, el gobierno del presidente Lenin Moreno, a poco de iniciar su
mandato (2017), colocó un proyecto de ley para cambiar el Código Laboral en un
sentido que fue considerado lesivo para los intereses de los trabajadores. Tal decisión
generó polémica siendo Moreno electo por el movimiento Alianza País, organización
fundada por ex–presidente Rafael Correa, de tendencia progresista y considerada
“aliada” de los sectores laborales.
Las medidas de Moreno buscan modificar la regulación de la jornada laboral,
específicamente en lo que concierte a la reducción del jornal por trabajar los fines de
semana; asimismo, deja sin efecto la prohibición para emplear al personal en tiempos de
descanso obligatorio; se restringe el trabajo por cuenta propia dentro de la empresa o
fábrica, incluso durante las jornadas de descanso obligatorio. Estas modificaciones
alteran las condiciones laborales en siete sectores (artístico, banano, flores, arroz,
acuicultura, turismo y construcción) que ocupan juntos a casi un cuarto de los
trabajadores ecuatorianos.7
En Perú, el presidente electo en 2016, Pedro Pablo Kuczynski, significó la continuidad
del modelo económico neoliberal implementado por todos los gobiernos desde la
década de 1990. Sin embargo, poco fue lo que pudo hacer en el año y ocho meses que
duró su mandato. A pesar de tener como una de sus banderas la aplicación de una
“reforma integral” para lograr la formalización laboral del 60% de la Población
Económicamente Activa (PEA), PPK no tuvo el margen político para aprobar la única
iniciativa que presentó al Congreso: un proyecto de ley de empleo juvenil que ofrecía
como incentivo subsidiar el pago de la seguridad social a las empresas que contratasen
44

jóvenes. El proyecto fue objeto de serias críticas por los movimientos juveniles y
sindicales que pocos años atrás lograron derogar una ley igualmente cuestionada.
PPK intentó algunas medidas laborales apelando al uso de las facultades extraordinarias
concedidas por el Congreso para legislar en materia de "modernización y simplificación
administrativa". En ese contexto, de los 131 decretos supremos que se aprobaron se
incluyeron tres que proponían modificaciones administrativas relacionadas con el
procedimiento inspectivo (se redujeron los montos de las multas por infracción a la
norma laboral); la omisión del registro de los contratos temporales o bajo modalidades
formativas ante la autoridad laboral (facilitando su “desnaturalización”); y cambios en
la regulación del arbitraje potestativo (limitando la autonomía –principalmente sindical–
en la designación de árbitros).8
La pronta caída del gobierno de PPK dejó en stand by otras propuestas laborales
igualmente polémicas (la implementación de un seguro de desempleo en reemplazo de
la CTS). El nombramiento de un ministro de Trabajo cercano al sector laboral –el
abogado Christian Sánchez Reyes– como parte del primer gabinete del nuevo gobierno
de Vizcarra, anticipa una gestión más moderada y abierta que las de sus antecesores.
Las presiones empresariales –secundada por algunos medios– para dejar sin efecto una
sentencia del Tribunal Constitucional del 2001, que ampara el derecho a la reposición
de los trabajadores despedidos arbitrariamente, será un grueso escollo que deberá
enfrentar y sortear la nueva administración; esto en un escenario de particular debilidad
de la institucionalidad estatal, y también de un movimiento sindical peruano que ocupa
un rol marginal en la política nacional.
Consideraciones finales
Este breve repaso por las diversas (iniciativas de) reformas laborales en países de la
Región Andina y el Cono Sur, nos coloca ante experiencias nacionales que comparten
algunos elementos comunes, anticipando posibles tendencias regionales.
En primer lugar, se evidencia una clara impronta neoliberal en la política económica y
laboral de los gobiernos electos en el último quinquenio (Argentina, Ecuador, Perú) o
que llegaron al poder mediante golpes institucionales (Brasil). En Argentina, Brasil y
Ecuador los cambios expresan un giro respecto del signo político de sus antecesores. En
Perú marcan la continuidad con lo realizado en las últimas décadas. Pero en todos los
casos, la orientación de las reformas ha sido hacia una (mayor) flexibilización de las
regulaciones y normativas laborales. Lo que implica un mayor control por parte del
capital de los procesos productivos y la distribución de la renta.
Así visto, estaríamos ante una serie de procesos restaurativos del orden neoliberal en la
región, luego de un breve interregno (el ciclo “progresista”) en el que se revirtieron los
aspectos más controversiales de la regulación laboral impuesta con el ajuste y las
reformas estructurales en los años noventa del siglo pasado.
Un segundo elemento está relacionado con las estrategias seguidas por los gobiernos
para darle viabilidad a las reformas. Ante la dificultad que conlleva la consecución de
cambios constitucionales, estas se estarían implementando a través de cambios
legislativos, valiéndose de las mayorías parlamentarias oficialistas.
En tercer lugar, las reformas flexibilizadoras impulsadas estos últimos años provocaron
la protesta de organizaciones sociales y sindicales. En Argentina y Brasil se
constituyeron como movimientos de defensa de lo avanzado durante el ciclo progresista,
mientras que en otros casos estamos ante movimientos que surgen en oposición al
45

modelo flexibilizador (en Perú, por ejemplo). La capacidad de incidencia de estos


actores estará supeditada, en primer lugar, a la disponibilidad de aliados políticos en el
poder legislativo y ejecutivo, así como a la capacidad de influencia en la opinión
pública y medios de comunicación.
A su vez, las posibilidades de aprobar e implementar las reformas laborales
flexibilizadoras dependen mucho de los niveles de legitimidad de los gobiernos
impulsores de las reformas (y del apoyo que reciban del poder empresarial y sindical).
En cualquier caso, los intentos por retomar el modelo flexibilizador se dan en un
contexto distinto al de los años del Consenso de Washington, pues ahora existen
suficientes evidencias con relación a su impacto en la precarización del empleo.
Además de actores movilizados en condiciones de frenar reformas en esa dirección.

1. Ermida, Oscar. "La política laboral de los gobiernos progresistas". En Nueva


Sociedad N° 211. Setiembre–octubre del 2007.
2. Entrevista al sociólogo Ramon Ramalho, doctorando por la Universidad de
Aires
3. Telesur. "Reforma laboral brasilera, un atentado a la clase trabajadora". 15 de
noviembre del 2017. (https://goo.gl/7AN2dR)
4. El Cronista. "Las 14 claves de la reforma laboral en Brasil". 13 de julio de 2017.
(https://goo.gl/sRwpPe)
5. Heloísa Mendonça. "Brasil emprende su reforma laboral". El País. 12 de julio de
2017.
(https://elpais.com/internacional/2017/07/12/actualidad/1499812913_071957.ht
ml)
6. Entrevista a Mariano Barrera, del el Centro de Investigación e Información de la
República Argentina (CIFRA). Para TrabajoDigno.pe. https://goo.gl/ZxWNkQ
7. Carrión Sánchez, Diego. "¡Atención!: reducen el salario en siete sectores de la
economía ecuatoriana". En CDES. 25 de enero de 2018.
(https://goo.gl/aEXmbh)
8. TrabajoDigno.pe. “La política laboral a un año de Gobierno de PPK: persiste el
fujimorismo laboral”. Disponible en: https://goo.gl/PMvawM
Peru21

¿Se renueva el sindicalismo peruano?


Carlos Mejía
Sociólogo. Especialista en empleo, relaciones laborales y sindicalismo.
La “crisis del sindicalismo” ha sido un tema casi permanente en muchos estudios sobre
los actores gremiales. Como señala Padrón “parece claro que, al menos desde los años
80, el sindicato ha visto disminuido o estancado su poder. Este es un fenómeno a escala
mundial, más allá de excepciones importantes en algunos países”1.
Crisis y revitalización en el Perú
En el Perú las cifras nos indican dos puntos esenciales. El primero es que desde
mediados de la década del 80 hay un proceso sistemático de debilitamiento sindical
46

expresado en la caída del número de pliegos presentados, de convenios alcanzados, de


trabajadores en huelga. Entre 2008 y 2016 el número de trabajadores afiliados en el
sector privado no se ha alterado sustancialmente. Si entendemos la revitalización tanto
como el incremento de afiliación sindical o como el fortalecimiento del sindicalismo, no
tenemos evidencias para señalar que hemos tenido un proceso de revitalización sindical
en el Perú.
Avances y retrocesos
¿Qué ha ocurrido con el sindicalismo en las dos últimas décadas? La respuesta sencilla
es "una crisis estructural". Ese diagnóstico tiene consenso tanto en la academia como en
el espacio político. Las diferencias se dan en torno a la capacidad de agencia que ante
esta situación ha tenido el actor sindical. La mayoría de analistas considera que el
sindicalismo no ha tenido mayor capacidad de respuesta pues la derrota en el conflicto
social desarrollado entre 1986 y 1992 alrededor de los cambios legislativos que
desregulan e instauran las políticas neoliberales fue definitiva.
Nuestra interpretación es diferente. Sostenemos que se trata ciertamente de una crisis
estructural, en tanto que la forma sindicato, construida en un contexto socio económico
diferente, no se adecúa a la actual estructura productiva ni al mercado laboral que de
ella se deriva. Sin embargo, desde muy temprano el sindicalismo peruano ensayó
diferentes estrategias para enfrentar estos problemas.
Los años 90 supusieron un repliegue del sindicalismo y hacia el final de la década, la
concentración de todas sus fuerzas en el objetivo de derrocar a la dictadura y regresar a
un escenario democrático. La estrategia entonces, a partir de mediados de los años 90,
fue priorizar una salida política antes que la reinserción en el espacio laboral. Como
sabemos, la estrategia tuvo éxito y en noviembre del 2000, con la derrota de la dictadura
fujimorista regresamos a un escenario democrático, con un gobierno de transición que,
con Valentín Paniagua a la cabeza, abrió espacios de diálogo social.
En estas condiciones el sindicalismo asume una apuesta arriesgada, confiando en la
legitimidad política obtenida en la lucha contra la dictadura. La transición democrática
suponía la apertura de un conjunto de espacios para el dialogo social. El más
emblemático de todos estos fue el Acuerdo Nacional, asimismo, se establece el Consejo
Nacional de Trabajo. La CGTP, como principal gremio de trabajadores es reconocida
por las autoridades del Estado, así como por la clase política en general. Se le invita a
participar de los nuevos espacios de concertación y está acepta. La dirección sindical
consideraba que la derrota de la dictadura había debilitado también el consenso
neoliberal y por lo tanto era posible restablecer el conjunto de derechos perdidos en la
década anterior, así como modificar el marco jurídico de las relaciones laborales y
recuperar el rol tutelar del Estado en el ámbito laboral.
La estrategia sindical era combinar la participación en los espacios de diálogo con la
presión social mediante la movilización de los trabajadores en momentos específicos.
De esta manera, durante el gobierno de Paniagua se logró la norma que permitía la
reincorporación de los miles de trabajadores estatales despedidos arbitrariamente
durante el gobierno anterior; asimismo se levantaron la mayoría de las observaciones
que la OIT había hecho a la legislación laboral del fujimorato y finalmente, se
restableció el derecho a la negociación colectiva por rama que reclamaba el gremio de
trabajadores en construcción civil desde 1992 cuando Fujimori lo anuló.
47

Estos resultados positivos fueron importantes y ratificaron la eficacia de la estrategia


planteada por el sindicalismo. Sin embargo, el objetivo principal del periodo no fue
alcanzado. Se trata del anteproyecto de Ley General del Trabajo (LGT) que fue
discutido en el Consejo Nacional de Trabajo. Visto en perspectiva el sindicalismo
dedicó más de una década entre reuniones y marchas para lograr la aprobación de dicha
ley sin ningún resultado. La postergación y archivamiento de la LGT es, probablemente,
la más importante derrota del sindicalismo en las dos últimas décadas.
A nivel interno, sin embargo, la CGTP acuerda iniciar un proceso de "restructuración
organizativa". Es un momento paradójico para el sindicalismo, nunca había gozado de
tanta legitimidad en el escenario político, pero al mismo tiempo, su debilidad orgánica
era cada vez más inocultable.
La reestructuración organizativa fue un proceso de cambios en el sindicalismo peruano
que tenía como objetivo adecuar la estructura sindical al nuevo rostro de la economía
post reformas neoliberales y al mismo tiempo recuperar presencia en los nuevos
colectivos laborales. Una primera etapa se desarrolló a partir del XI Congreso Ordinario
de la CGTP en agosto de 2001 donde se acuerda iniciar el proceso de reestructuración
organizativa hasta noviembre de 2003 cuando se realiza un Congreso Estatutario que
aprueba un renovado Estatuto. A partir de allí se empezaron a implementar
paulatinamente los cambios establecidos hasta el XIV Congreso Ordinario realizado en
noviembre de 2016 que hace un balance del proceso y acuerda volver a revisar el
Estatuto en un próximo Congreso Estatutario.
El final de la primera década del presente siglo encuentra el movimiento sindical en una
posición compleja. La estrategia de diálogo social no ha resultado, el Acuerdo Nacional
ha devenido en una instancia decorativa en la política nacional y cada vez parece más
difícil lograr una Ley General de Trabajo, mientras que los empresarios utilizan al
Consejo Nacional del Trabajo para derivar todos los temas que no desean resolver.
Mientras tanto, la estrategia de renovación organizativa no logra resultados exitosos. La
participación de mujeres y jóvenes no se incrementa sustancialmente; la afiliación
directa nunca pudo ser implementada; el sistema de cotización no se establece de
manera completa y la mayoría de las federaciones sigue condicionado su aporte a
criterios políticos antes que sindicales.
A partir de 2010, la estrategia sindical cambia. Los espacios de concertación empiezan a
ser vistos con menos entusiasmo y en determinadas coyunturas son abandonados por la
CGTP. El Paro Nacional como medida de presión política siguió siendo parte del
repertorio de respuestas sindicales, pero ante las dificultades de detener el proceso
productivo o afectar el funcionamiento de las economías urbanas (especialmente Lima)
se prefirió realizar Jornadas Nacionales de Lucha. Básicamente se trataba de movilizar
todo lo que se pudiera en dónde se pudiera.
El cambio más significativo fue la articulación de la CGTP bajo el liderazgo de la
FTCCP (Construcción civil) y otras federaciones como mineros, textiles y obreros
municipales para lograr la aprobación en 2012 de una nueva ley en materia de salud y
seguridad laboral, la Ley 29783 de Seguridad y salud laboral. En su versión original fue
la norma más avanzada en materia de protección y participación de los trabajadores.
La prolongada crisis de representación del sindicalismo peruano tiene una serie de
efectos que a su vez agudizan el desencuentro entre masa laboral y organización laboral.
El más importante es la brecha generacional existente entre los trabajadores en general,
los trabajadores afiliados y los dirigentes sindicales. Luego tenemos la brecha de
48

género. En general, en las Asambleas de delegados de la CGTP, el porcentaje de


delegadas mujeres no ha pasado del 30% en ninguna oportunidad y en promedio está
alrededor del 10%. Un tercer problema derivado de los anteriores es el creciente nivel
de despolitización del sindicalismo peruano, contra la creencia común de que el
sindicalismo peruano está fuertemente politizado e incluso radicalizado alrededor de
posiciones de izquierda.
Lo no tan nuevo en el sindicalismo peruano
A partir de 2010 aparecen algunos sindicatos nuevos. Uno de ellos es el Sindicato de las
tiendas comerciales por departamento Ripley S.A. La experiencia es novedosa por
varias razones. En primer lugar, se desarrolla en un sector económico que no ha estado
sindicalizado en las últimas décadas; aunque ciertamente las cadenas comerciales
Monterrey y Scala Gigante tuvieron sindicatos hasta su quiebra en 1993. En segundo
lugar, organiza a un sector de empleados de sectores de la nueva clase media
descendientes de migrantes, pero culturalmente limeños, desvinculados de las
tradiciones sindicales existentes. En tercer lugar, se trata de un colectivo mixto con
fuerte presencia femenina y joven. En cuarto lugar, los centros laborales están ubicados
en zonas comerciales, de tránsito y accesibles, en conexión con las áreas de clase media,
a diferencia de los centros fabriles, que están en las afueras de la ciudad o en áreas poco
conectadas. Finalmente, los trabajadores organizados, por las razones señaladas
disponen de mayores recursos para comunicarse entre sí y con los medios de prensa.
El Sindicato de Ripley desde sus orígenes va a desarrollar formas novedosas de acción
sindical. Quien mejor lo ha investigado es Sergio Saravia en su tesis de licenciatura. 2
Incorporan un elemento “nacionalista” al discurso sindical en la crítica a la empresa en
tanto es una corporación de origen chileno. En los primeros plantones que desarrollan
predominan las banderas peruanas. A esto se incorpora un mensaje destinado a los
clientes de las empresas comerciales, solicitando su solidaridad por las precarias
condiciones laborales en que se desenvuelven más los reducidos ingresos que tienen por
el sistema de pagos por comisiones. Los líderes sindicales son trabajadores y
trabajadoras jóvenes con un discurso que elude las definiciones políticas y los referentes
tradicionales del "sindicalismo clasista". Al mismo tiempo, mantienen una posición de
neutralidad frente a la CGTP y las otras centrales sindicales. Su apuesta era presentar un
sindicato no ideologizado, de trabajadores con demandas económicas en base a
reclamos que buscaban mostrarse sensatos. De esta manera se buscaba lograr la
simpatía de los clientes y la apertura de un diálogo con la empresa.
Sin embargo, la respuesta empresarial no fue diferente a la habitual. Tanto el proceso de
reconocimiento del sindicato como el inicio de la primera negociación colectiva se
desarrollaron con extrema lentitud por parte de la empresa. De esta manera, hay un
proceso de “radicalización” de algunos dirigentes del sindicato que termina en la
constitución de la “Red Solidaria de Trabajadores” (RST) en el año de 2011.
La RST es un colectivo difícil de definir pues no posee una institucionalidad formal ni
documentos a manera de Estatutos o reglas internas. Lo que sabemos de ella es a partir
de notas periodísticas y algunos estudios basados en entrevistas a sus tres voceras. Se
trata de un colectivo de trabajadores de diferentes sindicatos independientes, pero
también afiliados a la CGTP, que articulan acciones de solidaridad frente a conflictos
laborales. Desarrollan campañas de difusión y en menor medida de movilización
acompañando a los sindicatos en conflicto. Mantienen un discurso crítico frente a las
políticas neoliberales que afectan a los trabajadores, señalando que son parte de un
49

nuevo sindicalismo en donde predomina la "acción directa". Son críticos de la CGTP


por su “lentitud” o “indiferencia” a los problemas de los sindicatos. A nivel
internacional tuvieron algunos contactos con la central Conluttas de Brasil que está
vinculada con grupos troskistas. En 2016, Tania Turriate, una de las voceras participó
como candidata al Congreso por la lista del Frente Amplio (izquierda) en las últimas
elecciones, lo que motivo una primera fractura en la organización y la conformación de
una “Red Obrera” con presencia de activistas troskistas pero menor influencia.
¿Qué representa la Red Solidaria en el panorama sindical? ¿Una alternativa de
estructura y discurso sindical? Es muy pronto para responder estas preguntas y antes es
pertinente recordar que, en la historia del sindicalismo peruano, los procesos de cambio
se han dado más o menos siguiendo un patrón.
A fines de los años 20, la CGTP aparece como una instancia al margen de la Federación
Obrera Local en una pugna con los anarcosindicalistas. La transición no es inmediata y
la propuesta de Mariátegui coexiste con la FOL durante un tiempo. Luego, en la década
de los 60, la CGTP, que previamente había operado como una Coordinadora de
Unificación Sindical (CDUS) surge como una especie de “Red Solidaria” clasista frente
a la vieja CTP de predominio aprista. En 1970 se conforma el Comité Magisterial de
Unificación y Lucha (COMUL) como una instancia de coordinación de los profesores
descontentos con los sindicatos existentes y que luego se concretaría en el SUTEP. 3
Estas son experiencias exitosas de un cambio del modelo organizativo, discurso y
práctica sindical.
Pero también hay casos que no tuvieron el mismo éxito. A mediados de la década de los
70, en el marco del gobierno militar reformista de Velasco, se abre un debate en el
sindicalismo peruano sobre la posición frente a las reformas de los militares. Entonces
se constituye la Coordinadora de Unificación Sindical Clasista (CCUS) que fue una
especie de “Red Solidaria radical” en la época. El objetivo era constituir una nueva
central sindical con predominio de grupos maoístas y troskistas pero no logró
mantenerse unida mucho tiempo.
Del mismo modo, en la década siguiente se constituye la Central Unitaria de
Trabajadores (CUT) adscrita a las posiciones internacionales del sindicalismo
socialdemócrata. Con un discurso de crítica a la CGTP por su filiación "comunista", era
una especie de "Red Solidaria no Comunista", en busca de crecer a costa de los
sindicatos descontentos con la CGTP, apuesta que no tuvo éxito.
Todas estas experiencias indican que en la tradición del movimiento sindical peruano no
es nada extraña la formación de colectivos e identidades sindicales alternativas a la
posición hegemónica del momento. La dinámica social hace que regularmente tengamos
fuerzas sindicales "renovadoras", es decir, con un discurso crítico. Ya sea porque a
juicio de los renovadores, la posición dominante está muy orientada a la izquierda o
porque, al contrario, no es lo suficientemente radical.
Se requiere de nuevas investigaciones para explicar las razones de sus éxitos o fracasos.
Por el momento, planteo un par de intuiciones. Una primera es que los grupos
“renovadores” centran tanto su identidad como su crítica en el discurso predominante
del sindicalismo, antes que en el diseño organizativo existente. Si la manera de decir es
más importante que la manera de organizar, los renovadores van a poner más énfasis en
la performance antes que en la estructura; en el movimiento antes que en la institución.
Y de aquí desprendo mi segunda impresión. Las experiencias exitosas de la CGTP en
los 20 y en los 60, se deben a que logró no solamente construir un discurso sindical
50

nuevo frente a los anarcosindicalistas y al aprismo, sino que también representó una
propuesta de desarrollo organizativo para los trabajadores. Es decir, la CGTP logró
desplazar las experiencias anteriores porque tenía una visión “institucionalista” de la
acción sindical.
Desde esta perspectiva, la actual “Red Solidaria de Trabajadores” no ha logrado
constituir una estructura orgánica que brinde canales institucionales a la participación de
sus afiliados y se acerca más a los procesos de revitalización sindical que hemos
identificado como sindicalismo movimientista. 4 En esas condiciones es poco probable
que logre establecerse como una alternativa viable para la organización y movilización
de los trabajadores asalariados, y que logre disputar la hegemonía del movimiento
sindical a la CGTP.
El panorama sindical luce extremadamente complicado con una afiliación sindical que
se mantiene por años en 5%; débiles estructuras sectoriales y territoriales, escasa
presencia femenina y juvenil; inexistencia de sindicatos en sectores importantes de la
economía; predominio de sindicatos de empresa y casi inexistencia de negociaciones
colectivas a nivel de rama.
El escenario final entonces parece oscilar en disyuntivas parecidas a las que ha
identificado Haidar (2009) para interpretar el caso argentino. De esta manera, en el
balance, tenemos en la escena peruana un sector de sindicatos que ha logrado adaptarse
a las difíciles condiciones del entorno neoliberal y se orientan a estrategias de
resistencia que suponen un corporativismo segmentado. Son sindicatos orientados hacia
adentro, es decir, a la defensa, capacitación y asistencia de su membresía sin propuestas
prácticas en temas sociales o políticos más allá de un discurso.
Por otro lado, tenemos un sector de sindicatos que privilegia las nuevas formas de
activismo desde las redes sociales y de esta manera compensar su menor número y
convocatoria. Se trata de organizaciones que privilegian la creación de solidaridades a
partir de la denuncia ante la opinión pública. El desencuentro entre ambos grupos es uno
de los factores que impide resolver la crisis del sindicalismo.

1. Padrón, A. (2011). Internacionalismo y renovación: Los desafíos del


sindicalismo. Nueva Sociedad, (232), 71–85.
2. Saravia, S. (2015). "¡Ahora o nunca! #HuelgaEnRipley": El caso del Sindicato
Único de trabajadores del grupo Ripley S.A Perú. (Tesis). PUCP, Lima.
3. Es interesante anotar el parecido con el proceso actual entre el Comité Nacional
de Reconstitución y Reorientación Clasista (CONARE) con el SUTEP.
4. Haidar, J. (2009). Revitalización sindical en Argentina. ¿Sindicalismo de
movimiento social o neocorporativismo segmentado? ALAS. XXVII Congreso
de la Asociación Latinoamericana de Sociología, Buenos Aires.
Víctor Mendívil

"Soy una feminista del siglo pasado"


Una entrevista con Maruja Barrig, por Angélica Motta
51

Hoy hay una disputa muy fuerte respecto al género. Por un lado, el feminismo está
en uno de sus momentos de más visibilidad a nivel global y también en nuestro
país, con manifestaciones contra la violencia de género como el movimiento Ni Una
Menos. Por otro lado, tenemos manifestaciones de grupos fundamentalistas como
Con Mis Hijos No Te Metas. ¿Cómo ves este escenario?
La clave es una mirada global. Tendemos a mirarnos a nosotros mismos e imaginamos
que el pastor Rosas o que el cardenal Cipriani son un fenómeno único peruano. De lo
que se trata es de mirar de qué forma el género se convierte en un significante en
disputa a nivel mundial. Encontré un video en el que el Papa Francisco hablaba del
género en los mismos términos que el cardenal Cipriani; diciendo que el género es una
ideología que busca destruir la familia, que es una postura intelectual que viene de
afuera y que lo que intenta es colonizarnos. El tema de género estuvo presente también
en debates en el parlamento italiano contra la ministra de Educación, lo mismo contra la
ministra Parodi en Colombia -una ministra de Educación públicamente lesbiana-, y
además, en el Plebiscito por la Paz también en Colombia, donde las posturas contrarias
al género eran las posturas contrarias a la paz. Es un fenómeno global, de la misma
manera que Ni Una Menos o las marchas en contra de la violencia de género. La marcha
del 8 de marzo, la huelga de mujeres en España, Ni Una Menos en Argentina, han sido
abrumadoras. Y las reacciones a eso tienen un punto central que es: "Esto está yendo
demasiado lejos, hay que disciplinar a las mujeres".
Ambos fenómenos son simultáneos y responden uno al otro. No es casual que los
primeros discursos sobre esta supuesta ideología de género ocurran a mitad de los
noventa, justo después de conferencias como El Cairo y Beijing, donde se
consiguieron logros importantes para las mujeres en la política pública
internacional. Lo de “poner a las mujeres en su sitio” es una cuestión clave a
mirar.
Además a nivel doméstico es bien interesante. Si uno lee las noticias sobre feminicidios
en los periódicos la razón recurrente es "ella ya no quería seguir con él". Antes tú leías
un relato de celos o que “la encontró con el amante”, pero ahora el relato es que ella ya
no quería seguir más con el abusador y el abusador trata de ponerla en su lugar, es decir
"¿Cómo se te ocurre que me vas a dejar? ¿Cómo se te ocurre que no vas a seguir
conmigo?". Y creo que en el gesto desesperado de estas mujeres que son asesinadas lo
que se pone de manifiesto es algo nuevo que se ha gestado a lo largo de estas dos
décadas, que es "no puedo seguir amarrada a un hombre que abusa de mí, que me
pega, tengo derecho a ser respetada".
Podríamos verlo como una reacción al espacio ganado por las mujeres.
Hay una pregunta que me hago siempre cuando converso sobre esto: ¿siempre ha
existido esta violencia y antes no se conocía porque no se denunciaba o porque no se
sensibilizaba, o es que ahora ha aumentado? Yo no tengo respuesta para eso.
Evidentemente hay una mayor sensibilidad de los medios para denunciar una situación
de ese tipo. Ayer vi un video de un hombre que le tira una patada horrorosa a una mujer
en una fiesta del Colegio de Abogados de Sullana; la mujer es la pareja del decano y el
hombre parece que es el hijastro. Y lo que recoge la grabación son las voces de los
hombres que están mirando esto y lo que dicen es "¿Qué le pasa a este bestia?". Hay
una reacción de parte de otros hombres, no te voy a decir que abiertamente a favor de la
mujer golpeada, pero sí en contra de la agresión.
¿Eso significa una mayor conciencia, una censura a este tipo de conductas?
52

No sé, creo que juega lo políticamente correcto. Si tú haces una encuesta sobre
permisividad ante la violencia, los hombres te van a decir: "No, está pésimo pegarle a
una mujer". Pero igual puede ser que el mismo hombre catanee a su mujer en la noche.
Es complejo medir la tolerancia frente a la violencia cuando ya hay una cierta
percepción de que aquello está mal, que está sancionado por la sociedad.
Otro video que causó polémica hace algunos meses es el de esta chica en una
discoteca en Santa Anita, que había tomado y prácticamente inconsciente fue
violada públicamente, fue filmada y había un público que se reía. Hay mucha más
impunidad de la que tu refieres en la otra escena. Es pasmoso que alguien se
detenga a filmar una violación.
Tu lectura es una lectura de que eso es una violación y también la mía porque,
evidentemente, una chica que está intoxicada no puede dar consentimiento. Pero no
necesariamente para los espectadores eso es una violación, sino simplemente un acto
sexual.
Ciertamente estamos en una cultura donde una mujer en ese estado en un espacio
público se interpreta como una invitación de acceso a su cuerpo. Eso se ha puesto
en debate a raíz de las denuncias en redes sociales, que muestran diferentes grados
de transgresión de las fronteras de autonomía de las mujeres. No faltan los
cuestionamientos sobre dónde empieza una violación. ¿Cómo se entiende el
concepto de consentimiento?
Nosotras tenemos una legislación en esos términos bastante importante que reconoce,
por ejemplo, que dentro del matrimonio existe violación. Y si bien no conozco ningún
caso de alguna esposa que vaya y diga “mi esposo me ha violado” -imagino que eso
puede generar risotadas en la comisaría- pero en los hechos es tal, si tú no das el
consentimiento en el 'lecho conyugal’, ¿no es cierto?
Volviendo al tema de la centralidad que ha cobrado el género en la agenda política,
hay un fenómeno de expansión del feminismo. Ahora en las universidades hay
colectivos de mujeres jóvenes feministas.
En los noventa, que fueron años complicados, el feminismo aquí y en la mayoría de
países de América Latina se canalizó a través de las ONG; la carta importante de avance
para los derechos de las mujeres se dio gracias a su influencia, pero también a la agenda
que usó, que fue una agenda de la cooperación internacional. No hago ningún juicio de
valor, simplemente describo una situación. Reconozco los aportes de ONG como
Demus, Flora Tristán, Manuela Ramos, y al mismo tiempo creo que eso restringió
bastante algunas de las inquietudes de las mujeres que se pretendían feministas, pero no
encontraban los espacios para la militancia. El tema de los centros, como se les decía en
mi época a las ONG, generó polémica en su momento. Entonces, si en los noventa en la
universidad tú no encontrabas lo que hay ahora, una de las razones es porque existían
centros feministas, pero que eran centros de trabajo que no habían logrado desarrollar
una estrategia para el voluntariado, y lo que hay ahora tiene, creo yo, la espontaneidad
del voluntariado y las redes sociales.
Es un tema generacional, porque en nuestra generación todas nos conocíamos a través
de las conferencias internacionales y había mucha circulación de ideas porque venían de
los libros. Entonces ¿libros de quién leías más? Yo por lo menos de las bolivianas y de
las chilenas, pero ahora por internet tú puedes bajar completo un libro sobre feminismo
escrito en cualquier parte del planeta. Lo que quiero decir es, primero, que hay una
abundancia de ideas, y segundo, que la velocidad con la que viajan las ideas a través de
53

las redes te genera una efervescencia feminista. Y también te genera una efervescencia
anti-feminista, como se puede ver en las redes.
Lo otro -que a mí me encanta- son estas expresiones como las de esas chicas que se
desnudan en eventos, que se desnudaron en Dublin, que se desnudaron frente a
Berlusconi. Cada época tiene su manera de expresarse y estas marchas de mujeres con
tambores y disfraces, el gallinazo de Cristina Planas, son cosas nuevas que van
apareciendo, que son fantásticas. Además, hay una expansión porque la clase media en
este país creció y el feminismo fue creciendo con ella, porque la clase media de mi
época, del siglo pasado -porque yo soy una feminista del siglo pasado- era un
feminismo circunscrito a ciertos grupos casi territoriales, de barrio. Ahora es una
expresión amplísima, lo cual también es fantástico.

Maruja Barrig, en su época de directora del semanario La Calle, retratada por Herman
Schwarz en el Bar Pilsen, 1979.
Y pensando en este nuevo momento de disputa en los contenidos de género, ¿cómo
ves el rol del feminismo en la política peruana?
Mira, así como en broma te digo “soy una feminista del siglo pasado”, también soy
“pre - Butler” y las que activamos en los setentas, ochentas, no activamos alrededor de
igualdad de género porque la palabra género se utilizaba más antropológicamente o
sociológicamente. Activamos alrededor de los derechos de las mujeres. Fue un
feminismo con compromisos, por lo menos en mi caso, compromisos más amplios que
solamente las mujeres -y eso ha sido motivo de largas disputas, desencuentros, en
términos de estrategia-.
Yo estoy ahora releyendo los nuevos textos de Fraser y la construcción de un feminismo
del 99% porque su argumento es: "hemos hecho un feminismo para el 1%". Y hemos
hablado del techo de cristal para las mujeres que apuestan por un crecimiento individual
y por sus ambiciones totalmente legítimas, pero que no están mirando a ese otro 99%.
Lo que ella dice es que nosotras, las del siglo pasado, quisimos hacer un feminismo que
abarcara cambios sociales más profundos. Creo que la disputa por el poder entre
hombres y mujeres es algo que no debería perderse de vista y creo que lo hemos perdido
de vista muchas veces. Y lo que dice Fraser es que, a partir del género, hubo una
54

tendencia a mirar lo cultural y la diversidad dentro de los cambios culturales y no ya a


seguir mirando los cambios de relaciones de poder entre hombres y mujeres y la forma
como este poder desigual se refleja en toda la sociedad. Ahí tú puedes empatar a Silvia
Federici, por ejemplo. Tu cuerpo es finalmente el campo de batalla mundial. Tú no
puedes entender Con Mis Hijos No Te Metas si no entiendes que existe una disputa por
el control del cuerpo de las mujeres; yo a veces pienso: "treinta años de feminismo y no
hemos logrado despenalizar el aborto".
Entonces, a mí me parece muy bien que se den todas las batallas alrededor de la
identidad de género, de la orientación sexual, por el reconocimiento de la igualdad de
derechos de la población LGBT, pero mi feminismo del siglo pasado me dice: "¡Wow,
seguimos en lo mismo!", porque una trans es violada, es asesinada, es golpeada, no sólo
porque sea trans sino porque es mujer y además transgresora. Y aunque hay ahora una
enorme, y, me parece, jubilosa confluencia entre los feminismos de mujeres
heterosexuales -sujetas al patriarcado como dirían mis amigas lesbianas- y el
movimiento LGBT, debería permanecer una atención y una estrategia sobre cómo
eliminas el control del cuerpo de las mujeres por otros, por los hombres, por la Iglesia,
por el capital, porque como dice Silvia Federici: "también la reproducción del capital
tiene que ver con las mujeres".
Segato dice que a la base de todos los poderes que se construyen en la sociedad está
el cuerpo de una mujer y que la opresión de las mujeres por los hombres, que ha
sido la primera forma de ejercicio de poder en la historia, se replica luego en otros
ámbitos de la vida, en los procesos coloniales, en la opresión de "raza", en la
acumulación económica. En ese sentido, surge la necesidad de los
fundamentalismos de reforzar el patriarcado, con una agenda anti-género
perfectamente alineada con el modelo neoliberal.
Yo creo que la lucha por un Estado laico al cual uno se dirige, yo mujer me dirijo, para
que genere y garantice y proteja mis derechos, no debe abandonarse, sea cual sea el tinte
que tenga ese Estado liberal, neoliberal… Esa es una de mis discrepancias con Segato,
porque lo que ella dice en ese célebre artículo -que hago leer a mis alumnos
entusiasmados con Segato- es, ojo, no reemplacemos un patriarcado de baja intensidad,
refiriéndose a las poblaciones de grupos étnicos, por un machismo de alta intensidad,
refiriéndose al del Estado. Yo al contrario creo que lo que hay que hacer es demandarle
al Estado. Lo que están diciendo los grupos conservadores es precisamente “Estado no
te metas”, y lo que yo estoy diciendo: “Estado, métete”. Al Estado le tengo que exigir
mis derechos.
Y a propósito del tema de la familia cuando se discute el uso del tiempo, la solución que
a veces se propone es que los hombres 'ayuden más en la casa’, y no, la solución es que
el Estado genere servicios que te permitan salir a trabajar si es que quieres salir a
trabajar, la solución no es sólo que los hombres aprendan a ser más sensibles y 'ayuden’.
Yo tengo todo el derecho del mundo a pedir al Estado que responda por eso y no que
trate que esa situación de desigualdad se resuelva al interior de la familia y de la unidad
doméstica. Porque al final ese desplazamiento de tareas va a las hijas. Yo no apostaría
por hacer una campaña “hombre ayuda más a tu esposa en la cocina y en el lavado”,
sino “Estado apoya”. Por otro lado, sí creo que hay que retomar la idea del cuerpo, y la
reproducción como principal objeto de opresión. Creo que si no tienes el control, la
autonomía, para decidir sobre tu cuerpo no hemos ido a ninguna parte y creo que eso es
algo que no hemos logrado a pesar de todos los hechos, las leyes, las normas. Las leyes
están para protegernos, pero al mismo tiempo también para debatir con ellas. Y a mí me
55

asusta eso porque a veces somos victoriosas diciendo "se consiguió tal norma, se
consiguió tal otra". Pero no nos damos cuenta de que la política pública o que el Estado
puede engullir eso y devolvértelo de otra manera.
Me gustó mucho una reflexión de Jeannette Llaja hace poco cuando decía: "Bueno, si el
SIS reporta que el año pasado hubo 400 mujeres menores de 14 años que tuvieron un
hijo y la reacción es ‘¡Ah, el problema es el embarazo adolescente!’. ¡El problema no es
el embarazo adolescente, el problema es que esas chicas han sido violadas!". Incluso la
política pública a favor de que se reduzca el embarazo adolescente utiliza un lenguaje
que oculta y distorsiona lo que existe en el fondo: esas chicas fueron violadas y sus
vidas fueron destrozadas.
Eso nos habla de lo patriarcal que es el Estado. Frente a la postura de Segato, que
descree del Estado, lo tuyo suena más bien a “despatriarcalicemos el Estado,
apostemos por ahí”. Qué difícil, ¿no? ¿Cómo hacemos eso?
No sé, eso ya es responsabilidad de ustedes las jóvenes.

* Maruja Barrig es escritora y activista feminista. Pertenece al núcleo fundador del


grupo Mujeres por la Democracia (MUDE). Es docente de la Maestría de Género de la
UNMSM. La entrevista se realizó en mayo de 2018.
Juan Zapata (Wayka.pe)

Tecnocracia, modelo económico y corrupción


Germán Alarco Tosoni
Economista. Profesor e investigador de Pacífico Business School de la Universidad del
Pacífico.
El cambio presidencial ocurrido recientemente no sólo fue expresión de la revancha
fujimorista en el Congreso de la República y la confusión permanente de Pedro Pablo
Kuczynski entre negocios privados y actividad pública. También reflejó el cansancio e
inconformidad de amplios sectores de la población que no se sintieron representados
por el gobierno. Ni sus partidarios salieron en su defensa y muy pocos ciudadanos lo
acompañaron en esta vicisitud. Antes de los últimos sucesos que precipitaron su
renuncia la aprobación de PPK se ubicaba alrededor del 20% y más de la mitad de la
población quería su salida del gobierno. Se había detonado una crisis de gobernabilidad
y legitimidad. El gobierno había mantenido tanto los contenidos como las formas en que
se implantan las políticas públicas, en particular la política económica, de los gobiernos
neoliberales del Perú en las últimas décadas. La realidad de los acontecimientos los
confrontaba. La gerencia pública y tecnocracia que nos había gobernado no era eficaz ni
eficiente, tampoco impoluta ya que la rondaba la corrupción y servía a intereses
particulares; asimismo, los indicadores de desempeño económico estaban entre
mediocres y malos.
No todo fue malo en el gobierno de PPK. Asimismo, es innegable que 2017 fue un año
complejo donde coincidieron los problemas del niño costero y las repercusiones del
destape de Lava Jato, pero tampoco se trataba de fenómenos nuevos. Sobre el primero,
poco hicieron en términos de prevención los gobiernos neoliberales de los últimos 28
56

años. Frente a la corrupción, si bien es un problema histórico, queda claro que el actual
y los anteriores cuatro gobiernos mostraron peores estándares (o iguales) a los
observados en los denostados gobiernos desarrollistas, de sustitución de importaciones o
de industrialización dirigida desde el Estado de los años sesentas y setentas del siglo
XX. De poco parecen haber servido estos últimos gobiernos para hacer frente al flagelo
de la corrupción. Seguimos en más de lo mismo.
Por otra parte, el desempeño macroeconómico medido a través del crecimiento del PBI
real entre 1990-2017 de 4.6% promedio anual sigue siendo ligeramente inferior al
observado entre 1950-1980 de 4.8%. Estamos en la etapa de la luna de miel del nuevo
gobierno encabezado por Martin Vizcarra y César Villanueva. Hay luces pero también
algunas sombras. No se debe esperar grandes cambios ya que los márgenes de maniobra
son reducidos. Todavía es apresurado emitir un juicio claro sobre el mismo.
En este artículo se analiza cómo se filtran juicios de valor en la economía estándar. Se
evalúa críticamente algunos de los principales supuestos de esa teoría económica
asumida por la tecnocracia neoliberal que nos gobierna. Se comenta cómo en la visión
de esos tecnócratas el perfeccionamiento de la función pública se circunscribe a la
formación de mejores gerentes públicos, olvidándose que también hay que redefinir
nuevos objetivos y medios como hacen los tecnopolíticos. Por otra parte, se comenta las
coincidencias entre la agenda de los grupos de poder económico y mediático y los
tecnócratas neoliberales; además se reseña como la corrupción los ha puesto en
entredicho.
Por último, se realiza un balance y se establecen algunas propuestas para la acción.
Todas las crisis nos confrontan pero también abren espacios para mejorar. No
desaprovechemos esta nueva oportunidad.
La arrogancia de la economía estándar
Los economistas han pretendido dominar la agenda nacional durante los últimos
gobiernos. Lo han hecho tanto desde el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF)
como desde la Presidencia del Consejo de Ministros en el gobierno actual. Per se, eso
no está mal; el problema se suscita cuando se perciben como técnicos puros, abrazan la
economía estándar olvidando la gran diversidad de nuestra disciplina y la incapacidad
de separar el objeto y sujeto de estudio. La filtración de juicios de valor es un asunto
cotidiano frente a la cual hay que luchar contra las teorías y procedimientos dominantes,
proceder con transparencia absoluta y protocolos de trabajo claros. 1
A diferencia de otras disciplinas, los economistas vemos casi lo que queremos ver. A la
par de los diagnósticos barnizados por una teoría o teorías particulares estos vienen
amarrados con una estrategia para hacerles frente. Si somos monetaristas u ofertistas
(estos últimos rehabilitados en tiempos de Trump) nos vamos a fijar en la evolución de
la cantidad ofertada y demandada de dinero, o en la presión tributaria y en las tasas de
interés en el segundo enfoque. Las estrategias son a su vez claras y directas: reducir la
cantidad de dinero y asumir una regla de comportamiento predeterminada; la reducción
de impuestos y de tasas de interés en la otra teoría. Aún en otras disciplinas hay un antes
y un después dependiendo del medio o instrumento que se utiliza para observar y
analizar la realidad. A pesar de que el objeto de análisis era el mismo el uso del
microscopio en el siglo XVII permitió el descubrimiento de otras realidades que hasta
ese momento permanecían ocultas.
Supuestos económicos rebatibles
57

La teoría económica estándar o dominante comprende diversas escuelas económicas. La


lista incluye a la teoría neoclásica desde finales del siglo XIX, a los monetaristas en
diferentes variantes, los nuevos macroeconomistas clásicos, ofertistas, escuela austriaca,
entre otros. Con sus diferencias, se les puede agrupar denominándolos coloquialmente
como neoliberales. Su punto de partida principal consiste en suponer que la economía se
autoregula y es estable; derivándose de esa visión su recomendación central relativa a
minimizar (hasta eliminar) la presencia del Estado que sólo genera distorsiones en el
flujo económico circular. Esta es la teoría económica que domina la mente y el corazón
de nuestros hacedores de política económica, de los poderes económicos y mediáticos
en nuestro país.
Toda teoría es una expresión simplificada, consistente y articulada de la realidad a partir
de supuestos (incluidos los de comportamiento) y una estructura predeterminada. Para
los monetaristas una teoría se evalúa de acuerdo a su capacidad predictiva; para otros
por su capacidad de simplificar esa realidad compleja; y, en otras vertientes, por la
veracidad y calidad de sus supuestos y el análisis, a partir de las recomendaciones de
política, de sus impactos y los agentes económicos que se benefician y perjudican por
esas propuestas.
La lista de supuestos es larga; aquí sólo se mencionan algunos en forma de
interrogantes: ¿acaso las economías son estables y se autoregulan? ¿El flujo económico
circular no tiene disrupciones? ¿Todos los agentes económicos son racionales y su
comportamiento conduce hacia un equilibrio estable? ¿El comportamiento individual de
los agentes económicos contribuye siempre al bienestar colectivo? ¿Existen leyes
económicas atemporales? ¿La competencia perfecta es la estructura de mercado
predominante? ¿La ley de Say (donde la oferta genera siempre su propia demanda) se
cumple siempre? ¿Todos los mercados son plenamente flexibles? ¿Una economía sin
intervención estatal converge al pleno empleo o a una tasa natural de desempleo? ¿El
todo es igual a la suma de las partes o el conjunto puede tener reglas particulares? ¿No
es acaso posible que se desborden las expectativas formando burbujas?
Gerentes públicos alineados
La teoría económica de los tecnócratas que nos gobiernan no solo es cuestionable sino
que tiene una concepción particular de la gestión pública. Los que diseñan las políticas
son estrictamente “técnicos” al igual que sus pares los gerentes públicos. Unos, dirían
ellos, diseñan la política sin filtración de juicios de valor, ni atienden intereses
particulares. Los otros deben ser eficaces y eficientes a la hora de implantar las políticas
públicas.
Matus2 acota que el gerente público es el conductor de un ámbito de operación y de
situación específico que actúa bajo restricciones previamente establecidas de
orientación y con recursos asignados para cumplir su misión. Su formación se refiere a
resolver problemas en casos donde los objetivos superiores están previamente
establecidos por la dirección política. Actúa sin dudas ni murmuraciones. Son una
pareja del tecnócrata que ignora la complejidad del mundo, soslaya a quien sirve o calla
sobre los verdaderos intereses a los cuales sirve.
El mismo autor plantea la importancia del tecnopolítico que no da por supuestos los
objetivos, sino que debe crearlos y ayudar a decidirlos; ni adopta como un dato la
restricción de recursos, porque está en su capacidad proponer medios para crear nuevos
medios. Su ámbito de trabajo lo mueve a hacer dialogar la política, y la técnica para
discutir tanto la orientación (objetivos) como las directrices (operaciones y medios).
58

Asimismo, es un cientista social con sentido práctico que mira al presente y el futuro,
desanimado de la esterilidad de teorizar sobre otras teorías y estimulado para teorizar
sobre la realidad en que vive; obsesionado por crear métodos y técnicas al servicio del
hombre de acción, irrespetuoso de la ciencia oficial, humilde ante la complejidad de los
hechos, pero atento al desarrollo en la frontera de las ciencias y de las ciencias en sus
fronteras particulares. Reconoce a quién sirve y qué intereses atiende.
Otro error común de los tecnócratas y gerentes públicos que nos gobiernan consiste en
pensar que la disposición de un conjunto de conocimientos propios de sus disciplinas les
otorga la capacidad para ejercer con eficacia y eficiencia la función pública de
contribuir o transformar nuestras sociedades. Esta visión se contrasta dramáticamente
con la realidad, donde una adecuada gestión requiere de una perspectiva
multidisciplinaria y multidimensional donde hay que conjugar intereses, un marco
normativo, organizaciones y personas. Las disciplinas básicas se refieren a la
administración y economía, la sociología, el derecho, la psicología social, la ciencia
política y las políticas públicas, entre otras.3
Planeamiento estratégico y captura del Estado
Las modalidades de relación a lo largo del tiempo entre los grupos de poder económico,
los partidos políticos en el gobierno y la tecnocracia, han sido desarrolladas por
Crabtree y Durand.4 El resultado final según estos autores es la formación de un Estado
funcional a los intereses económicos, principalmente a las corporaciones nacionales y
extranjeras. Gálvez y Grompone5 reconociendo que hay retrocesos por la entrada de una
tecnocracia empresarial en el gobierno actual (el de PPK), destaca la presencia de una
tecnocracia más autónoma de los intereses empresariales y más vinculados al interés
público durante el gobierno de Ollanta Humala. Los programas de diversificación
productiva y la reforma educativa fueron ejemplos de esos proyectos.
Sin embargo, a nuestro juicio, la perspectiva de Crabtree y Durand pareciera dominar en
el tiempo, siendo el Banco Central de Reserva del Perú y el MEF los baluartes desde los
cuales esos intereses económicos se manifiestan, justificados por la teoría económica
neoliberal. Los mecanismos mediante los cuales esa tecnocracia neoliberal se introduce
y captura las instituciones más importantes del Estado, representando principalmente a
los intereses de los grupos de poder económico, son diversos, y señalarlos rebasa los
alcances de este artículo. Asimismo, el nivel de identificación entre grupos de poder
económico y tecnocracia ha sido diferente en el tiempo; probablemente mayor durante
los gobiernos de PPK, Alan Garcia, Alejandro Toledo y Alberto Fujimori y sólo un
poco menos en el caso del gobierno de Ollanta Humala.
La tecnocracia tiene como fundamento doctrinario la teoría económica neoliberal,
misma que favorece a los grandes intereses económicos. La posición que minimiza el
rol del Estado y a la par impide la regulación previa de fusiones y adquisiciones
empresariales abre los espacios a las grandes firmas y lo cierra a las pequeñas y
medianas empresas. La vocación por un mercado de trabajo totalmente flexible y con
regulaciones mínimas coloca a los sindicatos y a la normatividad sobre sueldos y
salarios mínimos como culpables del desempleo, subempleo y la informalidad. Estos
son los enemigos comunes de los tecnócratas y de los grupos de poder económico.
Asimismo, esa tecnocracia no se manifiesta en contra de los elevados márgenes de
intermediación financiera que perjudican también a las micro, pequeñas y medianas
empresas mientras que los grupos bancarios y financieros se vuelven más poderosos.
59

Ambos se inclinan hacia la reducción de impuestos, particularmente del impuesto a la


renta.
Un tema en que la agenda de los grupos de poder económico y la tecnocracia neoliberal
coinciden es en ignorar la importancia del planeamiento estratégico nacional. El proceso
de captura del Estado se facilita en la medida que se omite, soslaya o margina el
planeamiento, se ignoran los procesos específicos de las políticas públicas y se olvida la
capacidad de mediación de las organizaciones burocráticas que son parte del Estado. La
brecha que se observa entre los planes ofrecidos como promesas y el proceso real de
toma de decisiones tiene por tanto, múltiples explicaciones. La ausencia de una
perspectiva estratégica, organizacional, administrativa-gerencial, técnica, de las
políticas públicas, y la sumisión a las presiones económicas-sociales y políticas de los
grupos de interés, se retroalimentan entre sí. 6
Tanto la tecnocracia como los grupos de poder económico y mediático insisten en una
serie de temas para sesgar la agenda a favor de sus intereses. Hay muchos mitos, lugares
comunes, leyendas urbanas o postverdades compartidas. Para ellos la inversión privada
está en sus límites inferiores históricos; afirmación que va a la par de que se la considera
el único elemento dinamizador de la economía peruana. Repiten insistentemente que los
“sobrecostos” laborales afectan no sólo el empleo formal, sino que impactan
negativamente la inversión y la producción. Para todos ellos la “tramitología” rebasa los
estándares internacionales. Asimismo, afirman que la minería y los hidrocarburos están
paralizados por los conflictos socio ambientales y que estos sectores generan mucho
empleo. En otros temas, enfatizan que la presión tributaria y el nivel de endeudamiento
público son excesivos. Todas son mentiras.

Corrupción. ¿Golpe de gracia al modelo?


Los problemas de corrupción de los últimos gobiernos involucran empresas extranjeras,
grandes empresas nacionales, políticos y tecnócratas. Las modalidades en que se sirvió a
estos intereses privados particulares, especialmente de empresas extranjeras y grandes
empresas nacionales, no son idénticos; existen particularidades y niveles de
involucramiento diferentes por gobierno. Sin embargo, lo común es que un segmento de
esa tecnocracia neoliberal sirvió a esos intereses particulares por acción expresa,
omisión o sumisión. En este tema, queda claro que no es impoluta ni se diferencia
mucho de la que acompañó al modelo desarrollista o la estrategia de industrialización
dirigida desde el Estado décadas atrás.
La lista de impactos económicos de la corrupción es extensa. Esta puede ir desde la
sobreinversión, sobrecostos operativos, defectos y problemas con la infraestructura y en
la prestación de los servicios públicos, asignación ineficiente de recursos, menor
productividad, afectación de la inversión privada nacional y extranjera, menor
crecimiento económico, efectos redistributivos a favor de los corruptores y en contra de
la sociedad. Asimismo, disminuye la credibilidad y legitimidad del Estado.7
Tampoco hay que ser maniqueo. La corrupción en el Perú es antigua. No es solo de los
gobiernos neoliberales, es un continuo a través del tiempo. Aunque se trata de cifras
sujetas a discusión, Quiroz8 señala que los mayores niveles de corrupción en la época
republicana (como porcentaje del PBI) se dieron entre 1820-1829 (6.1%), 1880-1889
(5%), 1970-1979 (4.9%), 1870-1879 (4.6%) y 1990-1999 (4.5%). Asimismo, las
irregularidades se han producido por las siguientes razones: (1) malos manejos de la
deuda pública externa y local; (2) corrupción en la adquisición de armamento y equipos;
60

(3) sobornos en los contratos del Estado con fines comerciales, obras públicas u otras
adquisiciones; (4) pérdida de rentas debido al contrabando y (5) pérdida indirecta de
inversión debido al clima general de soborno y corrupción. Ahora desde los años
noventa la corrupción se ubica en las obras de infraestructura, las concesiones y la
prestación de servicios públicos. Su vehículo principal fueron las asociaciones público
privadas.9
A modo de conclusión
¿Cuál ha sido el rol y cuáles los resultados de la tecnocracia en la conducción
económica del país desde 1990?. Para los grupos de poder económico y mediático son y
continúan siendo los salvadores del país. Efectivamente, tuvieron algunos aportes
significativos, pero tampoco esto quiere decir que nos hayan encauzado en un sendero
de crecimiento y desarrollo sostenible. Su predominante marco teórico neoliberal, su
mirada parcial de la realidad y los reducidos contactos con otras disciplinas útiles a la
gestión pública fueron su talón de Aquiles. La lista de errores cometidos es larga.
Son necios en insistir en un modelo de crecimiento basado únicamente en las
exportaciones de materias primas cuando se conoce de su inestabilidad, reducidos
encadenamientos de producción y empleo y la generación de externalidades negativas
en espacios geográficos cercanos. Los sectores primarios son claves para la economía
pero es imprescindible incidir en la diversificación productiva soslayada por el gobierno
de PPK. Hay que prestar atención a la desafortunada reconcentración del ingreso a favor
del capital (de los grupos nacionales y extranjeros).
Otro tema omitido es la política cambiaria (apreciación de la moneda nacional) que
conjuntamente con la apertura externa incide en mayores importaciones y afecta a los
sectores productivos locales. Asimismo, hay que colocar en agenda inmediata la
recuperación de los ingresos tributarios, especialmente de impuestos directos y la
reducción de exoneraciones tributarias, y la reducción de los márgenes de
intermediación financiera entre tasas activas y pasivas de interés que perjudican
especialmente a las micro, pequeñas y medianas empresas. Otros temas importantes son
transformar la estructura institucional, otorgar un mayor rol a la ciencia, tecnología e
innovación; promover una economía más competitiva y rehacer la relación con el sector
privado. Estamos en un punto de quiebre. Se percibe una situación de descontento
generalizado de la población que se debe encauzar y convertir en propuestas para
adelante.
De partida hay que llamar las cosas por su verdadero nombre haciendo frente a los
problemas concretos de los ciudadanos. La tecnocracia pura no existe; la ideología y los
intereses particulares están a la vista. Esta también comparte el virus de la corrupción,
no es impoluta. La opción neoliberal que nos ha gobernado en las últimas décadas ha
transparentado muchos problemas. La ruta de profundizar ese ahora viejo modelo, con
seudo reformas como las laborales, acentuaría la ingobernabilidad y el estancamiento
económico.
La inercia tampoco nos conduce a buen puerto en un nuevo contexto internacional
volátil. Se debe mirar más autocríticamente la teoría y praxis económica; y como
plantea Stiglitz10 considerar las experiencias exitosas de crecimiento y desarrollo. Hay
que ajustar el modelo a partir de un nuevo consenso económico social donde todos
importen, no sólo unos pocos. Es complejo ajustar el rumbo, pero lo peor es quedarnos
con los brazos cruzados.
61

Tenemos ahora un gobierno liderado por provincianos (sin connotación despectiva


alguna), hay que darles la oportunidad de mejorar el estado de las cosas. Hay que
reconocer también que los márgenes de maniobra son reducidos; de un lado acotados en
lo político por la mayoría congresal fujimorista; en lo económico por los segmentos
empresariales liderados por la CONFIEP y el decano de la prensa nacional, y los
trabajadores organizados y la sociedad civil por el otro lado. Es un gobierno que debe
jugar a los balances con los cuales muchos de nosotros no estaremos de acuerdo. A
nuestro juicio la selección de los titulares del Ministerio de Trabajo y Desarrollo e
Inclusión Social fueron positivas. El gobierno ha sido cauteloso, en positivo, frente a la
campaña sistemática de los grupos empresariales y mediáticos a favor de la
flexibilización del mercado de trabajo (o mejor dicho precarizar) a los trabajadores.
Ojalá se mantengan en esa línea.
La selección del titular del MEF se inscribió dentro de los cánones de siempre, parece
ser más de lo mismo. Sin embargo, los anuncios de aumento de los impuestos selectivos
al consumo, intensificar la inversión pública con efectos multiplicadores y la reducción
de algunas exenciones tributarias son una buena señal, pero quien sabe que tan
profundas sean y hasta cuanto duren. Nos desagradó que en la presentación del
Presidente del Consejo de Ministros en el Congreso no se rehabilitara el rol del
planeamiento estratégico y la importancia del CEPLAN; tampoco que se abordará
referencia alguna a la imprescindible reforma de la estructura del Poder Ejecutivo.
Esperamos, luego del cambio del Ministro de la Producción, un anuncio claro de
relanzamiento de la estrategia de diversificación productiva. Nada se ha dicho sobre el
rol de la ciencia-tecnología e innovación; se ha omitido como procurar una sociedad sin
desigualdades extremas y más competitiva frente a la elevada concentración económica
que nos agobia, entre muchos otros temas soslayados. No obstante lo anterior, hay que
recordar que este no es nuestro gobierno, pero que día a día se juega su continuidad y la
estabilidad del país. Por nuestra parte, hay que insistir en nuestra agenda del brazo con
la sociedad civil con la firmeza suficiente pero evitando la ruptura del orden
democrático.

1. Heilbroner, Robert. «La economía: ¿hasta qué punto es científica esta ciencia?».
Perspectivas Económicas, N° 2. 1972, pp. 52-57
2. Matus, Carlos. «Planificación y gobierno». Revista de la CEPAL, n° 31.
Santiago de Chile: CEPAL, 1987, pp 161-177.
3. Alarco, Germán y Socorro Orellana. Gestión de la política macroeconómica bajo
una perspectiva multidisciplinaria: interés, organizaciones y personas. Lima:
CENTRUM Católica y Pearson, 2008.
4. Crabtree, John y Francisco Durand. Perú: Elites del poder y captura política.
Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales, 2017.
5. Gálvez, Alvaro y Alvaro Grompone. Burócratas y Tecnócratas: la infructuosa
búsqueda de la eficiencia empresarial en el Estado peruano del siglo XXI. Lima:
IEP, 2017.
6. Alarco, Germán. «Planeamiento débil y captura del Estado». Perú hoy. Lima:
DESCO, 2012, pp. 57-77.
7. Sancho, Alejandro. «Economía y corrupción». Revista de la Facultad de
Ciencias Económicas de la UNMSM, Año VII, N° 21. 2002, pp. 61-84.
8. Quiroz, Alfonso. Historia de la corrupción en el Perú. Lima: IEP, 2013.
62

9. Alarco, Germán. . «Corrupción, neoliberalismo y asociaciones público


privadas». Otra Mirada. 20/2/2017.
(http://www.otramirada.pe/corrupci%C3%B3n-neoliberalismo-y-asociaciones-
p%C3%BAblico-privadas)
10. Stiglitz, Joseph. «Hagan lo que nosotros hicimos no lo que decimos». Project
Syndicate. 2003. (https://www.project-syndicate.org/commentary/do-what-we-
did–not-what-we-say/spanish)
Agencia Andina

La selva central: un supuesto romance con el


fujimorismo
Luis García Calderón
Especialista en desarrollo local. Coordinador de la Unidad Operativa Territorial Selva
(descocentro).
A las 5 de la madrugada del 19 noviembre del 2000 Alberto Fujimori renunció por fax a
la presidencia del Perú; horas más tarde un avergonzado Primer Ministro Federico
Salas, anunciaba al país la decisión del Presidente de quedarse en Tokyo. A ningún
analista político de ese entonces se le hubiera ocurrido que varios años después de esa
indignante fuga y de todos los escándalos que la precedieron, alrededor de ese apellido
se pudiese construir un grupo político y mucho menos que éste ocuparía un lugar
protagónico en los procesos electorales presidenciales del 2011 y 2016 y que sus hijos
Keiko primero (2006) y Kenji después (2011 y 2016) fueran los congresistas elegidos
con la más alta votación.
No se puede negar que en nuestro país la memoria colectiva de lo negativo acontecido
durante el fujimorato -que se ha hecho público hasta el hartazgo y con gran nivel de
detalle- no es una traba para reivindicar el apellido Fujimori en las urnas. Llama la
atención que esta preferencia no tenga clara preponderancia en un sector social
específico: el fujimorismo contabiliza muchos votos en los grupos C y D pero también
los hay –y no pocos– en los grupos A y B. Y no hay grandes diferencias entre votos
urbanos o rurales.
La selva peruana no ha sido ajena al posicionamiento del fujimorismo. En la primera
vuelta del proceso electoral de 2016 el fujimorismo tuvo una presencia contundente:
66.40% en Oxapampa, la selva de Pasco, 62.14% y 58.08% en Chanchamayo y Satipo
(Junín), respectivamente. Si miramos las cifras de las provincias de la selva, en
Huánuco y Ucayali, hay mucha similitud y si extendemos nuestro análisis a las
provincias selváticas de las sureñas regiones de Ayacucho, Puno y Cusco; el resultado
no indica un rotundo rechazo ni a Keiko Fujimori ni a lo que su apellido representa. Ya
en 2011 los resultados electorales hablaban de un voto duro y consistente. En la segunda
vuelta del 2016, casi no crecieron las preferencias, lo que indica que el voto naranja se
había mostrado desde el inicio con su límite posible.
Cabe preguntarse las causas de este ‘romance’ entre el fujimorismo y la selva peruana y
por qué otras propuestas políticas no han sido capaces de disputarle ese
posicionamiento. Si bien al igual que en las grandes ciudades de costa y sierra, también
63

existieron en las ciudades de selva colectivos de #NoAKeiko y #KeikoNoVa, las


marchas que organizaron nunca lograron cuajar, porque los partidos que las lideraban
tampoco tenían el respaldo local. No es casual que Keiko Fujimori optara por cerrar su
campaña en la selva, consciente de que allí no habría huevos ni manifestantes con
carteles de rechazo.

Llegué a la selva central hace diez años y la experiencia me hacía consciente de que la
mejor manera de establecer un contacto fluido con sus pobladores, era no tocar tres
temas sensibles para el común de los peruanos; fútbol, religión y política, por eso fui
cauto en no señalar públicamente cuál era el equipo de fútbol de mis preferencias, si
tenía algún credo religioso y mucho menos que desde 1997, había sido un militante
infaltable de todas las manifestaciones contra el gobierno de Fujimori. Esa cautela me
permitió recoger percepciones y preferencias, sin que ninguno de mis interlocutores se
sintiera cohibido.
Ganadas las confianzas, no hubo impedimentos para que en el corto plazo los relatos se
abrieran paso. El primer lugar lo ocuparon las narraciones sobre la época del terrorismo,
sobre la muerte de pobladores, sobre los vejámenes de terroristas y militares, el
secuestro y chantaje económico del que eran víctimas las familias, de los días y noches
de terror que vivieron. El corolario de la gran mayoría de estas narraciones era
reiterativo "hasta que llegó el chino". Para muchos pobladores selváticos fue Fujimori y
su gobierno quien derrotó al terrorismo y le devolvió la tranquilidad a sus vidas. Este
"tácito agradecimiento", se demostraba en comentarios complacientes y solidarios con
el expresidente, que ya se hallaba preso en la DINOES.
Esta defensa de la honra de Alberto Fujimori no tenía exclusividad con algún grupo
social o étnico, ya que además de los pobladores de comunidades nativas, también
encontraba muestras de simpatía en migrantes andinos y en los descendientes de los
colonos europeos; lo cual era entendible porque mientras a los primeros y segundos
Sendero Luminoso les arrebataba sus hijos y sus recursos para sumarlos a su causa, a
los últimos los secuestraban y extorsionaban por cupos financieros. Le reconocían al
gobierno de Alberto Fujimori la decisión política para la recuperación de la paz social
en la zona.
Según la CVR, entre los años 1989 y 1996, la arremetida senderista contra las
poblaciones de la selva fue feroz. A causa de ello en 1990 se crea formalmente el
Comité Central de Autodefensa y Desarrollo Asháninka, más conocido en el medio
local como el "ejército Asháninka", cuyos integrantes lucharon con lanzas, machetes,
arcos y flechas para recuperar a sus familias secuestradas, sin ayuda del Estado. Es
recién entre los años 1992 y 1994 que el ejército peruano instala bases en la zona y
reconoce a este comité de autodefensa, lo fortalece, capacita y mejora su logística
(según señalan les proveyeron inclusive de escopetas para realizar rondas combinadas
con el ejército). Este reconocimiento, los pobladores se lo atribuyen a Fujimori que en
esos años visitó reiteradamente la zona.
Cuando me atreví a indagar sobre temas de derechos humanos como lo sucedido en La
Cantuta y en los Barrios Altos; han minimizado las acusaciones e incluso algunos han
saludado la decisión de enfrentar "sangre con sangre", poniendo abiertamente en duda la
inocencia de las víctimas de ambos sucesos. En lo referido a las esterilizaciones
forzadas y/o no consentidas, sorprendentemente, algunas mujeres –incluso de las etnias
amazónicas– me señalaron, a lo largo de esta década de trabajo en la selva, su
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conformidad con la decisión, independientemente de lo violatorio del método.


Expresaban que, por causa de su iniciación sexual temprana y sin planificación familiar,
al momento de esa masificación de las esterilizaciones, muchas de ellas ya tenían
muchos hijos y debido al terrorismo y a la poca capacidad de generar riqueza en ese
violento contexto, la crítica situación económica no les permitía solventar las
necesidades familiares. Cabe señalar que varias de las mujeres que se manifestaron a
favor, me señalaron que accedieron al programa sin el consentimiento de sus parejas,
porque sabían que existiría rechazo de parte de ellos. Estos testimonios no
necesariamente colisionan con los manifiestos por los líderes indígenas que señalaban
expresamente que se esterilizó "centenares de mujeres amazónicas, con engaños,
presiones y humillaciones", sin embargo, coloca en el contexto del análisis una
demanda de las mujeres de la selva por una planificación familiar que no siempre tiene
el beneplácito de los varones.
Cuando el hielo se quiebra, no existen trabas para que en los coloquios de café, hombres
y mujeres amplíen y justifiquen sus preferencias; "con el chino se construyeron
escuelas, caminos, puestos de salud, nos trajo la electricidad, instaló agua… antes
cuando habían huaycos y derrumbes, nos quedábamos aislados semanas… con el chino
todo se hacía al toque… ", mis disquisiciones y repreguntas sobre la corrupción, la
violación de derechos humanos y la apropiación de recursos del Estado, eran
respondidas con apasionados argumentos, muy similares al “roba pero hace obra” y al
"lo acusan porque lo odian, porque la derecha no le perdona que le haya ganado las
elecciones y la izquierda lo odia, porque derrotó al terrorismo". Nunca ha sido mi
intención entrar en debates sobre las preferencias políticas personales y en muchas
ocasiones las he rehuido para evitar que sus incómodas aceptaciones entren en conflicto
con mis conceptos sobre ese gobierno y todo lo dañino que acarreó para el país, pero es
evidente que existe mucha tolerancia social sobre los delitos cometidos por el
fujimorismo en la década del 90, he percibido inclusive cierto grado de victimización
sobre la figura del expresidente.
De todas formas y a pesar de lo previamente señalado, los líderes nativos señalan que el
fujimorismo es anti amazónico y anti indigenista, argumentando que, en la Constitución
fujimorista de 1993, se anuló el carácter inalienable e inembargable de los títulos
territoriales comunitarios y que sus congresistas votaron en el año 2010 contra la ley de
consulta previa o se abstuvieron. Asimismo, imputan al partido fujimorista, su alianza
con el partido aprista en la política del Perro del Hortelano, para privatizar los territorios
indígenas, que terminó con el Baguazo, sobre el cual guardaron silencio. Causa
extrañeza que en las elecciones de 2016, mientras los dirigentes nativos arremetían
contra el Fujimorismo buscando un acercamiento con Peruanos por el Kambio y
habiendo logrado el ofrecimiento de creación de un Ministerio con nombre propio, la
respuesta de sus representados no se viera reflejada en las urnas, ni siquiera en los
distritos de mayoría electoral indígena.
Keiko Fujimori ha capitalizado la memoria positiva respecto al gobierno de su padre y
ha patrocinado con éxito candidaturas a sillones municipales provinciales y distritales:
el fujimorismo ganó las alcaldías provinciales de Oxapampa (Pasco), Chanchamayo y
Satipo (Junín) para el período 2011 – 2014. Durante sus campañas políticas como
Fuerza 2011 primero y como Fuerza Popular después, no ha descuidado las plazas
selváticas participando en mítines de campaña e inclusive ha enviado saludos vía Skype
o grabados para en su ausencia ser transmitidos en las reuniones partidarias.
65

En contraste con los grupos políticos de derecha y de izquierda, el fujimorismo ha


sabido identificar a personalidades locales afines a sus intereses y que tienen cierta
ascendencia en los aconteceres locales, a los cuales les ha dado respaldo para establecer
bases sin entrar en abierta confrontación con los movimientos locales, con los cuales
compite en las elecciones municipales y establece pactos en las elecciones generales.
Hay que recalcar que, a diferencia del fujimorismo; ningún grupo político con
aspiraciones nacionales, sea de derecha o de izquierda, tiene presencia permanente en la
selva central y sólo aparecen en coyunturas electorales, postulando a municipalidades o
curules parlamentarias, personas que no siempre tienen posibilidades de trascender.
Si la política es de gestos, el partido naranja desde hace varios años le hace gestos
suficientes a la selva y en especial al productor de café, cultivo que es el principal
generador de empleo en esa parte del territorio; no ha tenido temor en incorporar a sus
filas a representantes de las organizaciones de productores con arraigo, para apoyarlos
en candidaturas locales y congresales, aunque no se les haya conocido militancia
partidaria alguna.
Un dato a ser considerado es que más del 30% de electores en la selva central es menor
de 25 años y guardan lejanos o nulos recuerdos de los años previos al 2000; vale
presumir que ante la ausencia de otras ofertas partidarias que lleguen a estos nuevos
votantes, el fujimorismo capitaliza en su beneficio ese crecimiento del padrón electoral.
Ello por la trasmisión de las preferencias electorales paternas que ensalzan al fujimorato
y a su líder histórico, pretendiendo anular los argumentos que sustentan la estrategia
#FujimoriNuncaMás, con gran impacto en las grandes ciudades de costa y sierra.
Los resultados de la primera vuelta de la campaña del 2016, fueron festejados por el
importante número de congresistas alcanzados, sin embargo, en la segunda vuelta la
derrota por tan mínimo margen, generó desazón, pero localmente fue justificada con el
argumento de que la derecha y la izquierda peruana no han tenido reparos en renunciar a
su propia e irreconciliable filosofía política por odio a Fujimori y a sus simpatizantes.
Después del indulto
Las primeras pintas con el eslogan “Fujimori Libertad” aparecieron en las carreteras de
acceso y en los caminos del interior de la selva central; iniciativas organizadas por
representantes de las bases para congraciarse con los líderes nacionales del partido
naranja y en especial con Keiko que, en octubre del 2014, impulsaba un habeas corpus
solicitado por su padre y cuando en Lima ya se hablaba de su situación de salud y de un
supuesto arresto domiciliario.
Por ello sorprende que, en diciembre último, no haya habido manifestaciones de
regocijo por el indulto, tal vez porque se percibía una oscura negociación tras
bambalinas. A diferencia de las marchas masivas que se organizaron en Lima,
Huancayo y otras ciudades, en la selva nadie movió un dedo para manifestar rechazo a
la decisión de PPK. En un año electoral resulta “políticamente incorrecto” enemistarse
con los simpatizantes fujimoristas locales, que pueden inclinar la balanza a favor de uno
u otro candidato.
Tras la liberación del expresidente, es incierto el destino del fujimorismo en la selva
central, teniendo en cuenta que su posicionamiento se debía en buena medida al
discurso de solidaridad con el líder preso y caído en desgracia. De otro lado, pesa la
visible confrontación entre los herederos de Fujimori, siendo vista Keiko como la hija
que no se sintió cómoda con la liberación, mientras Kenji aparecía como el vástago
66

abnegado que no tuvo reparos en pactar con PPK a cambio de ganar la indulgencia para
el líder histórico de fujimorismo.
Quizá por todo ello las pintas y discursos de campaña en la selva eviten las menciones a
Keiko o Kenji y las reivindicaciones del gobierno de Alberto. Menos aún se alude a los
entretelones del indulto o a las acusaciones de corrupción que pesan sobre la mayor de
los Fujimori. La opción ha sido posicionar a Fuerza Popular como “el partido del
pueblo” –el viejo membrete del APRA–, que es odiado por la derecha ‘lobista’ que
representa los intereses de las grandes multinacionales y por la izquierda ‘caviar’ que
"defiende a los terroristas".
La renuncia de Kuczynski, precipitada por el escándalo de los “Mamani videos” fue el
momento que Keiko esperaba: se sintió resarcida de su derrota electoral y de paso, se
deshizo de una eventual candidatura presidencial de Kenji para el 2021, que podría
arrebatarle la unidad de sus bases en la selva central. Junto a la cabeza de su hermano,
rodaron las cabezas de quienes lo acompañaron en su aventura disidente.
Contrario al dulce sabor del triunfo que entonces pudo haber sentido Keiko, sus cifras
de aprobación siguen descendiendo, contagiando al escenario electoral municipal. Pese
a los resultados electorales anteriores, no todos los distritos y provincias selváticas
cuentan con candidaturas de Fuerza Popular y las que las tienen, no convocan las
preferencias locales. Todo indica que para muchos es hasta vergonzoso mantenerse
fieles al partido naranja.
Si aún pretende una nueva campaña a la presidencia, es mucho lo que Keiko deberá
bregar para recuperar el supuesto romance del fujimorismo con la selva central. Pero no
hay cadáveres políticos. Y eso también va para Kenji, quien a pesar de su sanción y del
escándalo que rodeó su salida del Congreso, podría aún ser protagonista en las
elecciones del 2026, seguramente con amplia simpatía de la selva central.
Mario Zolezzi

Elecciones subnacionales 2018: más de lo mismo


Eduardo Ballón
Antropólogo. Investigador principal de desco.
¿Qué tienen en común Alfredo Zegarra, alcalde provincial de Arequipa; el excongresista
Gustavo Rondón; Justo Mayta, exalcalde del distrito de Paucarpata y candidato
recurrente en el mismo; Mauricio Chang, consejero regional; y Elmer Cáceres Llica,
exalcalde provincial de Caylloma? Más allá de ser arequipeños, todos, con una decena
más de ciudadanos de ese departamento, aspiran a pasar a la segunda vuelta electoral el
próximo 7 de octubre, en las elecciones regionales. Elecciones que, como es notorio, no
han despertado hasta ahora mayor interés en la opinión pública.
En contraste con ese desinterés de la ciudadanía, los aspirantes a regiones y
municipalidades se multiplican y entran en efervescencia, las agrupaciones políticas
nacionales especulan sobre la importancia de los resultados para su futuro hacia el 2021
y administran los conflictos internos que acompañan a las elecciones, mientras los
proveedores de las gestiones actuales buscan establecer nuevas relaciones, por si acaso,
67

y muchos periodistas recogen información sobre los candidatos para preparar su


demolición. Una mirada a algunos rasgos que se observan hoy día, deben preocuparnos.
La crisis de representación y la fragmentación electoral que se profundiza
De cara a las elecciones de octubre de 2018, el escenario nacional/subnacional, aparece
políticamente “marcado” por distintos rasgos que caracterizan el momento que vivimos
y que vienen desde atrás. Desde hace varios años, los análisis de las dinámicas políticas
y electorales en el nivel descentralizado, han llamado la atención sobre la débil
conexión que existe entre la política nacional, regional y local. 1
La política electoral no está estructurada nacionalmente; hay grandes diferencias entre
actores, dinámicas y resultados entre los distintos niveles de gobierno. Tenemos un
sistema de representación fragmentado, incongruente y con una pobre articulación entre
la representación nacional (los partidos) y la representación subnacional. Como sostiene
Zavaleta, desde los noventa los partidos políticos nacionales se descompusieron ante su
incapacidad para atraer, incluso para conservar a políticos exitosos en sus
organizaciones porque no contaron con recursos para beneficiar a sus candidatos, ni con
principios ideológicos que fueran apreciados por la sociedad. 2 Desde entonces, tanto a
nivel nacional como subnacional, los políticos han tendido a aglutinarse en coaliciones
temporales que les permiten afrontar una elección particular para luego separarse.
En los ámbitos subnacionales, desde el año 2002 se formaron movimientos regionales
que permiten seleccionar y aglutinar a los candidatos más competitivos entre sí, aunque
sea de manera momentánea, brindando información mínima a los electores sobre la
viabilidad de los competidores, muchos con una historia de vinculación previa con los
partidos nacionales. La relevancia de estas agrupaciones de independientes en dichos
espacios está vinculada a la ausencia de incentivos para invertir en organizaciones
políticas duraderas, como a la debilidad institucional de los gobiernos regionales. 3
Como resultado de este proceso de “doble entrada” –partidos nacionales deslegitimados
y en crisis, pero con inscripción, compitiendo con movimientos regionales y locales
emergentes–, el escenario electoral subnacional se fue fragmentando aún más.
Al extremo, como uno de los resultados de la descentralización, en un escenario de
crisis total del sistema de partidos, se desarrollaron regímenes regionales que son
diferentes del nacional, donde los espacios públicos regionales, en última instancia
terminan organizados por sus propios líderes, redes sociales y organizaciones políticas. 4
El éxito de los movimientos regionales y de las agrupaciones locales, así como el
funcionamiento recurrente de la mayoría de los denominados partidos nacionales como
“franquicias” en el escenario subnacional, contribuyeron a un proceso “inflacionario” de
candidaturas y movimientos territoriales, que encuentran incentivos en las vallas
políticamente endebles para su inscripción electoral y su participación en los comicios
descentralizados.
Una vez más, las elecciones del 7 de octubre nos confrontarán con este dato duro de la
realidad. 22 “partidos” nacionales recorren desde enero el país, buscando candidatos
que les permitan dejar “huellas” de su actividad o simplemente ofertar sus servicios
como vientres de alquiler para los innumerables aspirantes locales, provinciales y
regionales que no lograron su inscripción.5 Compiten con 141 movimientos regionales
que mantuvieron su registro tras los resultados electorales de 2014, a los que se suman
las 30 nuevas agrupaciones que lograron hacerlo en la fecha establecida. En otras
palabras, una gran feria de expectativas y vanidades.
68

Aunque el escenario varía entre una región y otra, la multiplicación de los panes y los
peces es común. En un extremo, encontramos regiones con 10 de estos movimientos
compitiendo (Amazonas, Arequipa, Ayacucho, Huánuco, Puno y Tacna), mientras en el
otro, está Lambayeque (2 agrupaciones) y aquellas que registran apenas 3 (La Libertad
y Madre de Dios). Es de observar que no es el tamaño de una circunscripción electoral
el que determina esta realidad (Arequipa y Tacna), tampoco su nivel de competitividad
(Arequipa y Puno), ni su ubicación geográfica (Tumbes que registra 9, y Lambayeque).
La literatura sobre los movimientos regionales no es abundante, aunque los estudios
puntuales sobre sus alcances y su significado electoral, aumentan en los últimos años.
Inicialmente identificados como plataformas de outsiders, pronto se creyó que eran el
punto de partida para la formación de organizaciones fuertes, pese a su dificultad para
consolidarse una vez logrado su triunfo. De las miradas inicialmente entusiastas de los
movimientos regionales, paulatinamente se desarrollaron argumentos críticos frente a la
gran mayoría, haciendo hincapié en la fragmentación de la política, su débil o nula
institucionalidad, su volatilidad y la ausencia de planteamientos y propuestas, además
de su precario enraizamiento en la sociedad.
Más allá de los debates, quedan claras varias cuestiones sobre ellos hasta la fecha: (i) en
la mayoría de casos se trata de alianzas coyunturales de independientes alrededor de una
“figura fuerte” con algún recorrido por los partidos nacionales que “hibernan” o
simplemente desaparecen entre procesos eleccionarios; 6 (ii) son organizaciones ancladas
en la capital de la región con muy poco éxito en los otros niveles de gobierno
subnacional; (iii) en muchos casos, los políticos que las impulsan lo hacen desde
organizaciones económicas, empresas y radioemisoras, que sustituyen a la organización
partidaria; (iv) parecen explicarse por el funcionamiento de un sistema de "redes", es
decir una forma de cooperación entre las personas, que en este caso, empieza en la
sociedad y pasa al mundo de la política, 7 donde la persistencia de aquellas y de la
política que construyen como respuesta a un contexto cambiante, se explica por su
relativo éxito electoral (los movimientos regionales obtuvieron el 28% de los gobiernos
regionales en 2002; en 2014 triunfaron en el 76% de ellos).
En el caso de los partidos nacionales, las estrategias para definir sus candidaturas varían
como en botica, aunque muchos tienen en el horizonte el 2021. En el caso de las
agrupaciones con presencia en el Congreso e inscripción, están atravesadas por las
distintas crisis que vive cada una de ellas8 a excepción de Alianza para el Progreso
(APP). De lo que se observa, las más estructuradas y con mayores recursos, Fuerza
Popular (FP) y APP siguieron caminos diversos para fichar a sus candidatos. Los
primeros optaron por figuras propias para participar con su logo –Antonio Becerril en
Lambayeque, Carmen Chiroque en Tumbes, Rosario Bazán en La Libertad–, pero
también por alianzas pragmáticas con agrupaciones regionales como ocurre en Piura,
donde el excongresista Juan Díaz Dios, postula a la alcaldía provincial con el
movimiento Región para Todos, cercano al humalismo en el pasado reciente. Los
segundos, “reclutaron” candidatos –figuras “visibles” y con alguna legitimidad propia
en sus territorios–, para que postulen con su denominación y apoyo, aspirando a
incrementar el número de sus autoridades regionales y municipales, afirmando su
imagen de partido del interior.
El APRA, por su lado, combina su estrategia de participación, como lo ha hecho en el
pasado. En unas cuantas regiones, como Piura, por ejemplo, participará con lista propia,
mientras en muchas de las otras lo hará a través de movimientos regionales en los que
participan sus militantes o exmilitantes visibles, como el excongresista Peralta y el
69

movimiento Seguridad y Prosperidad en Piura o Pedro Bogarín y Acción Regional, en


San Martín. Incluso, en Cusco, autorizaron a que el excongresista Wilson sea candidato
por Restauración Nacional. Acción Popular participará con su nombre en la mayoría de
regiones y usó sus comicios internos para atraer a sus filas a algunas figuras con caudal
propio, cuidando la imagen de partido “institucionalizado” que están buscando
construir.
Un segundo grupo, hoy sin participación en la escena oficial nacional, disputa la
representación del supuesto espacio de la izquierda. Así, el Partido Humanista, unido en
una sola organización con Juntos por el Perú (una agrupación de distintos grupos de la
otrora izquierda sin inscripción), negoció su nombre con diversos liderazgos sociales y
políticos en las regiones. Perú Libertario, del expresidente de Junín, Vladimir Cerrón,
hizo lo propio apuntando a sectores más "puros"… hasta que cerró con Ricardo
Belmont como candidato a la alcaldía de Lima, mientras Gregorio Santos, y su
convocatoria más "radical", terminaría con Esther Capuñay y Unión por el Perú,
también aspirando a la Municipalidad de Lima.
Con pragmatismo mayor o menor, los partidos se aprestan a “intervenir” en los
comicios a partir de sus intereses, contribuyendo de manera significativa a la
fragmentación política.
La ausencia de liderazgos nuevos
Así configurado el escenario subnacional, tanto de las agrupaciones nacionales cuanto
de los movimientos regionales, lo que hemos visto es un proceso de “movilidad” y
disputa en los territorios, alentado, entre otras cosas por la no reelección de autoridades,
ya establecida por el Congreso de la República.
De esta manera, distintos alcaldes provinciales (vgr. Zegarra en Arequipa; Grundel, De
la Cruz y Grandes en San Martín; Espinoza en Ancash; Torres en Tacna; Callupe y
Trujillo en Pasco) y los alcaldes de los distritos más grandes (vgr. Lozano en
Lambayeque y Aguirre en Huánuco) renunciaron a sus cargos buscando “migrar” hacia
el gobierno regional. Unos postulan desde su agrupación actual y otros –al encontrar
competencia y/o mejores incentivos-, van con nueva camiseta. Ex gobernadores
regionales con agrupación propia, como Vladimir Cerrón (Junín) y César Trelles
(Piura), o habiendo encontrado con quien hacerlo, como Ernesto Molina (Ayacucho), se
aprestan a la contienda. Con ellos compiten varios ex congresistas (Rondón en
Arequipa, Peralta y Huayama en Piura, Torrejón en San Martín, Urquizo en Ayacucho,
Villanueva en Apurímac, Wilson en Cusco), así como distintos aspirantes tozudos al
cargo, que ya tienen en su haber múltiples campañas infructuosas (vgr. Elera y García
en Piura, Bogarín en San Martín, Martínez en Apurímac, Cáceres Llica en Arequipa).
Súmese a esta lista un importante número de consejeros y ex consejeros regionales,
regidores y exregidores, exfuncionarios que han pasado por diversas dependencias
municipales y regionales, así como unos pocos líderes de organizaciones sociales y uno
que otro empresario exitoso; se tendrá un fresco aproximado de los aspirantes que se
encuentran en las regiones. En general los aspirantes comparten “rasgos” básicos: la
mayoría son profesionales liberales, tienen carreras políticas y públicas relativamente
largas, en sus varias postulaciones y en algunas elecciones han transitado por diversas
agrupaciones políticas –partidos nacionales y movimientos regionales–, habiendo sido
recurrentemente candidatos.
70

En ese escenario, la diferenciación entre los aspirantes, antes que por propuestas y
agendas de desarrollo para el territorio, está marcada por la competencia entre distintos
sectores por posiciones de poder, que evidencian la existencia de redes sociales
particulares, formadas en las historias específicas de cada región. Esa manera de
diferenciación, se entiende por las muchas limitaciones que rodean al proceso: (i) un
régimen político con baja legitimidad y credibilidad; (ii) una crisis significativa de
representación política, marcada por el divorcio entre partidos y movimientos y la
agenda; (iii) un vacío de liderazgo nuevo y efectivo, donde los actores en los territorios,
se “reciclan” de una organización a otra y de una posición de poder, también a otra; (iv)
un espacio público difuso y fuertemente organizado por los medios de comunicación,
cuyo poder y capacidad en los territorios es importante; (v) la debilidad de la
institucionalidad estatal; (vi) la incertidumbre que generan los distintos cambios
normativos sobre el proceso, como resultado de una reforma electoral poco sistémica e
interesada; (vii) una sociedad fragmentada, sin objetivos claros, en la que predomina
una visión delegativa y relativamente autoritaria de la democracia y de la propia
política.
Sobre corrupción y confianza en el Estado
A la crisis de representación y fragmentación, se suma ostensiblemente el tema de la
corrupción, en un país con una larga historia en la materia que ha visto cómo ésta ha
crecido significativamente en los últimos 25 años. El Índice de Percepción de la
Corrupción de Transparencia Internacional 2017, nos calificó en el puesto 100 de 180
países cayendo 17 puestos desde 2012. Once ex presidentes regionales están o han
estado presos y trece más de los últimos dos períodos se encuentran bajo proceso de
investigación; en el caso de alcaldes y regidores, estos números son bastante más altos.
No sorprende que al final de 2016 se encontraran 32,471 casos de corrupción en trámite
en todo el país, de acuerdo a la Procuraduría Especializada en Delitos de Corrupción.
La descentralización de la corrupción, sumada a las limitaciones y la ineficacia de
muchos gobiernos regionales, explica en parte, la desconfianza en el Estado y sus
instituciones en el interior del país. A pesar de la desconfianza en la política, los
partidos y movimientos, la percepción de su vinculación con la corrupción y el
desencanto con la gestión pública, la gente votará en octubre y elegirá sus autoridades.
No esperemos grandes cambios para mejor desde esa dirección, tampoco pensemos que
se “sellará” la suerte del país para el 2021. Se repartirán, si, nuevas cartas, pero
difícilmente se renovarán desde abajo los libretos. Estamos advertidos.

1. Glave, Manuel y Gerardo Damonte (editores) (2016): Industrias extractivas y


desarrollo rural territorial en los Andes peruanos. Los dilemas de la
representación política y la capacidad de gestión para la descentralización,
GRADE, Lima.
2. Zavaleta, Mauricio (2014): Coaliciones de independientes. Las reglas no escritas
de la política electoral, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, pp. 139-140.
3. Zavaleta, ibíd, p. 141.
4. Remy, María Isabel (2010): "Elecciones regionales 2010 o el sueño de la
candidatura propia", Revista Argumentos, Año 4, N° 3 (julio).
5. Desde enero del 2016 se vendieron más de 550 kits electorales para inscribir
agrupaciones regionales antes del 10 de enero del 2018, fecha establecida por la
Ley 30688.
71

6. En cada proceso electoral subnacional de 2006 en adelante, cerca de dos tercios


de los partidos que participaron no lo hicieron en la elección anterior. Desde
2002, de los 422 partidos regionales que han estado inscritos en el Jurado
Nacional de Elecciones, solo nueve presentaron candidatos de manera
consecutiva a nivel regional y local entre 2002 y 2014.
7. Vilca, Paulo: La persistencia de la política: redes políticas en el altiplano
puneño. Tesis de maestría en Ciencia Política y Gobierno, PUCP, Lima, 2014.
8. En el caso de FP, el enfrentamiento entre los seguidores de Keiko Fujimori y el
fujimorismo histórico que apoyó a Kenji; en el APRA, el secretario general y
toda la directiva están confrontados y en pugna legal con el grupo que lidera el
congresista Del Castillo; en Acción Popular (AP), la competencia se da entre el
grupo alineado con la actual conducción partidaria y los seguidores del
excongresista Mesías Guevara, mientras que en el Frente Amplio (FA) aumentan
las distancias entre la agrupación de Marco Arana y otros grupos más pequeños
aún.
blog Observacionenperu

La izquierda peruana en tiempos de capitalismo


"achorado"
Luis Gárate
Periodista. Ex regidor de Lima Metropolitana.
Hablar de la izquierda peruana nos remite a un sector de la política que ha reaparecido
en la escena pública después de una larga hibernación. Las izquierdas son un actor a
tomar en cuenta, pero aparecen nuevamente fragmentadas a pesar de que hay nuevos
espacios, frentes y actores que han cumplido un rol importante en el escenario electoral,
sin dejar de presentar disputas y tensiones por los liderazgos.
Un frenteamplismo a la peruana
Reúne a un sector de las izquierdas que se muestra como abanderado del discurso de la
renovación de estilos y liderazgos, buscando con ello desmarcarse de los partidos de
izquierda caracterizados por su “verticalismo” y su falta de renovación de cuadros.
Estos sectores se agruparon entre 2014 y 2016 a partir de los movimientos Tierra y
Libertad y otros colectivos, señalando que, unidos en torno al Frente Amplio (FA),
serían la nueva vanguardia de la renovación izquierdista, pues iban a transformar las
"viejas prácticas", realizando elecciones primarias abiertas y promoviendo la paridad de
mujeres, reconociendo a la comunidad LGTBI, entre otros aspectos.
Después de haber posicionado a Verónika Mendoza como su figura presidencial en las
elecciones de 2016, entraron en una serie de contradicciones que llevaron a la
separación de un grupo de parlamentarios y la formación de un nuevo partido. Tras el
anuncio de la renuncia de diez congresistas a la bancada del Frente Amplio que son
ahora parte del proyecto político Nuevo Perú, se confirmó la ruptura de este frente. La
derecha y sus voceros no tardaron en celebrar la ruptura, aduciendo que una vez más la
izquierda “no puede” mantenerse unida y, como en el pasado, se rompe por cualquier
discrepancia ideológica y de poder.
72

La división del Frente Amplio fue sin duda un golpe para el movimiento popular, que
en su momento cifró esperanzas en la posibilidad de contar con un instrumento político
con presencia nacional y como alternativa electoral viable. Pero hay que decir que la
división no es solo un problema de la izquierda, en otras filas podemos apreciar
similares tensiones. Es decir, la política peruana está atravesada por las disputas de
poder internas y las ambiciones personales.
Las izquierdas regionales
Desde las regiones han aparecido también algunos liderazgos que pugnan por
proyectarse hacia lo nacional. Por un lado se ha conformado el frente Mas Democracia,
liderado por Gregorio Santos, ex militante de Patria Roja, que agrupa esencialmente a
sectores de los campesinos ronderos de la sierra norte y ex militantes comunistas de
otras regiones, y que hasta hace poco contaba con una alianza electoral con el partido
Democracia Directa, liderado por Andrés Alcántara, que obtuvo su inscripción desde la
plataforma de la organización de los aportantes fonavistas.
Los seguidores de “Goyo” se presentan como una "izquierda radical", y algunos de sus
voceros se reivindican como populistas, presentándose como auténticos intérpretes de
los intereses populares frente a una izquierda que en su mayoría se ha convertido en lo
que ellos califican de "caviar", “limeña” y "burocrática".
El partido Perú Libre, liderado por el médico Vladimir Cerrón, ex Gobernador de la
región Junín, agrupamiento que cuenta con inscripción nacional y tiene una clara
propuesta socialista. Coincide con el movimiento de Gregorio Santos en su crítica a la
"vieja izquierda", al centralismo limeño y se presenta como auténtica y popular, como
una nueva alternativa desde las regiones.
Estos sectores consideran que pueden constituirse en un polo del radicalismo que
llegará, al estilo de Evo Morales, desde las regiones a la capital. Pero el Perú no es
Bolivia. No tenemos un movimiento indígena organizado. No tenemos un movimiento
nacional en torno a la recuperación de los recursos naturales. Lo que si da pie a sus
críticas es que nuestro país presenta un centralismo histórico, que ha postergado el
desarrollo de las regiones y no ha desconcentrado el poder de las decisiones y sobre los
presupuestos públicos. Ese centralismo no escapa a las estructuras políticas.
Los nuevos agrupamientos
A pesar de la ruptura producida, sabemos que tanto el Frente Amplio actual (Tierra y
Libertad con algunos otros grupos como la Coordinadora Progresista, la CUT, líderes
regionales) y el movimiento Nuevo Perú seguirán dando batalla en el Congreso de la
República y construyendo sus propios espacios.
Hay que decir que muchos de los temas puestos en el debate en su momento por el FA
son importantes: un nuevo sujeto político de las izquierdas exige una renovación de
estilos, propuestas, lenguajes y de cuadros, así como debe incorporar con más fuerza las
agendas de la lucha de los movimientos sociales por la defensa del medio ambiente, por
la equidad de género, las demandas de la comunidad LGTBI, entre otros.
Por su parte, el frente Juntos por el Perú (JP), es un espacio que se ha conformado a
partir de la convocatoria del Partido Humanista liderado por Yehude Simon. En este se
agrupan el Partido Comunista Peruano, el Partido Comunista- Patria Roja, Fuerza
Social, Ciudadanos por el Cambio y el Movimiento por el Socialismo. JP tiene un
vínculo estrecho con un importante sector de sindicatos, como la CGTP y el SUTEP.
73

Hace solo unos meses un sector de las izquierdas regionales, las agrupaciones Perú
Libre, Más Democracia, se presentaron juntas a Nuevo Perú en un espacio de
coordinación en torno al tema de la Nueva Constitución. Incluso realizaron algunas
conferencias en Cajamarca, Cusco y Lima, pero parece que fue solo un acercamiento
coyuntural que no ha tenido continuidad.
Los errores
Si tenemos que hacer una lista de los elementos que consideramos los principales
errores del FA, el primero es que se presentaron como los baluartes de la renovación.
Sin embargo, lo ocurrido en los últimos meses ha revelado que también en su proceso se
puede apreciar una alta inmadurez política, una mirada cortoplacista que tuvo su centro
en lo electoral y descuidó lo político y social.
Hemos visto que sus elecciones primarias tuvieron cuestionamientos sobre la
transparencia del proceso, y, luego de que Verónika Mendoza no pasó a la segunda
vuelta presidencial, empezaron a evidenciarse las disputas por la conducción de la
bancada, que terminaría con la división del frente. Vemos entonces que el tan mentado
discurso de la renovación no pasa solo por buenas intenciones, sino por prácticas reales,
sostenidas y una real institucionalización. La impresión es que gran parte de la
discusión tuvo como telón de fondo las cuotas de poder, en la decisión de las vocerías
congresales y en el manejo de los recursos que recibirían los partidos con representación
parlamentaria con la nueva ley de partidos políticos, que no son montos despreciables.
Asimismo, muchos compañeros del FA se obnubilaron por los resultados electorales y
asumieron que ello los convertía en la gran y única fuerza del campo izquierdista. No
hay que confundir los resultados de una elección con los de un movimiento político
consolidado y con presencia nacional. Los resultados del FA se lograron no porque
fueran un gran movimiento de masas, sino por el carisma y arrastre que logró proyectar
en su momento la candidata Verónika Mendoza. Una elección se disputa con las reglas
de la democracia representativa, donde el posicionamiento de la figura del o la
candidata y los resultados pueden ser fugaces. Es la razón por la cual el movimiento
Nuevo Perú ahora tiene serias dificultades para recolectar las firmas necesarias para su
inscripción.
En el caso de las izquierdas regionales, éstas quieren presentarse como una nueva
opción, como polos radicales que surgen desde el interior del país. Sin embargo hay que
recordar que si bien según los sondeos de opinión los peruanos parecen estar dispuestos
a votar por el cambio, no lo harían solo a partir de un discurso regionalista ni radical,
sino como parte de una opción que recoja más bien una diversidad de demandas de los
sectores populares, que incluyan a las clases medias urbanas que se ven expuestas a un
modelo insostenible que deja a la ciudadanía a merced de la inseguridad ciudadana y la
desregulación del mercado. Otro detalle curioso es que si bien Perú Libre y Mas
Democracia levantan un discurso radical que busca diferenciarse de las “viejas
prácticas” de la izquierda, han cerrado acuerdos electorales con candidatos a la alcaldía
de Lima que distan mucho de ser radicales y más bien representan opciones neoliberales
y pragmáticas, como son el ex alcalde de Lima Ricardo Belmont (Perú Libre) y la
empresaria Esther Capuñay (Mas Democracia).
Por el lado de la izquierda más tradicional, que incluye a los partidos comunistas, ésta
se ha visto cuestionada por el protagonismo de los movimientos sociales, como las
jornadas del magisterio entre junio y setiembre de 2017, las movilizaciones de sectores
juveniles contra el indulto a Fujimori a comienzos de 2018, y las protestas de los
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campesinos en defensa de la producción nacional de papa. Estas nos muestran que los
gremios tradicionales tienen un serio problema de representación y de canalización de
las nuevas demandas sociales. En ese sentido, los partidos más antiguos de la izquierda
tienen que revisar a profundidad sus estilos de conducción y afrontar la tarea de su
necesaria renovación.
Ofensiva conservadora
Lo poco que se pudo avanzar en los últimos años en materia de reconocimiento de los
derechos humanos, lucha contra la impunidad e igualdad de género está en peligro. Hay
una nueva ofensiva conservadora en curso, que considera una amenaza a los “valores
cristianos” y tradicionales el avance de estos derechos, de paso también acrecienta el
clima de intolerancia y macartismo contra las fuerzas de izquierda. Toda crítica al
modelo neoliberal es vista como propia de posturas "chavistas", “populistas” o incluso
“terroristas”
“Con mis hijos no te metas” es una de las campañas que ha convocado concentraciones
masivas en Lima y varias ciudades del país. Es una campaña que ha sido articulada por
los sectores más conservadores de la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas, y
construida a partir de un discurso del miedo a la “ideología de género” entre los
feligreses, que no sería otra cosa que una creación de liberales y neo marxistas para
justificar las “relaciones homosexuales” y el "sexo libre".
El relato sobre la violencia política en el Perú. En los últimos tiempos está arreciando
un bombardeo contra todos los avances en torno al reconocimiento de lo fue el conflicto
armado interno en el Perú en las décadas de los 80 y 90. Los cuestionamientos al
informe final de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, así como las censuras y
ataques al "Lugar de la memoria", son parte de esfuerzos bien articulados de sectores de
la derecha, así como de ex miembros de las Fuerzas Armadas que se unen en la
necesidad de reconstruir su propio relato sobre lo que significó este conflicto para al
Perú. En esa visión, estos sectores coinciden en calificar que existiría una suerte de
“complot caviar-comunista” que buscaría victimizar a los grupos subversivos y
equiparar el accionar terrorista al de las Fuerzas Armadas y Policiales. Recientemente se
ha visto la reacción de estos sectores ante la prisión domiciliaria que se la ha otorgado a
dirigentes senderistas como Osmán Morote, después de haber cumplido sus condenas en
prisión, lo que ha generado una airada campaña de presión de la derecha porque se les
condene a cadena perpetua.
El “terruqueo” de siempre. Los sectores más duros de la derecha, expresados entre otros
por el fujimorismo y sus aliados, pasando por el mismo gobierno, no dudan en calificar
de “terrorista” cualquier expresión discordante con sus posturas. Así las inmensas
manifestaciones que se han dado entre diciembre y enero contra el indulto al ex dictador
Fujimori han sido descalificadas.
La ola conservadora es un reto para las izquierdas puesto que han sido algunos sectores
liberales y feministas los que han tratado de responder a esta ofensiva pero aún de
manera desarticulada. Las izquierdas han respondido desde sus vocerías de las bancadas
en el Congreso y participando en las movilizaciones, pero no han abanderado campañas
ni se han articulado de manera más visible en relación a esta problemática. La ola
conservadora, como parte de un fenómeno mundial, es una clara amenaza a la
democracia, al pensamiento crítico y a la existencia misma de la izquierda en su
diversidad de expresiones.
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Las diferencias
El tema internacional. Uno de los terrenos donde las izquierdas tienen marcadas
diferencias es en torno a la caracterización de algunos fenómenos del escenario global.
Algunos sectores expresados en el FA y Nuevo Perú, recusan el uso de términos como
imperialismo y tienen duras críticas a los procesos de China, Cuba, Venezuela y otros
países de la región, en especial en materia de derechos humanos y de la valoración de
los estándares democráticos. Mientras los partidos más tradicionales como el PC, Patria
Roja, y las izquierdas regionales mantienen un apoyo público a esos regímenes.
El tema del modelo de desarrollo. Tiene que ver en especial con los ámbitos económico
y ambiental. En el tema económico existen acuerdos básicos, como el de una economía
nacional de mercado, con más presencia del sector público. Surgen algunas diferencias
en cuanto al rol del Estado en el tema de las industrias extractivas. Existe un sector, en
especial en el FA y Nuevo Perú que plantea una economía post extractivista mientras en
las otras izquierdas predomina una visión más industrialista de la economía.
Disputas por la hegemonía y la recuperación del mito
La fuerza del fujimorismo y de otros sectores de la derecha radica en que el
neoliberalismo ha logrado convertirse en el pensamiento hegemónico. Siguiendo a
Gramsci, el bloque histórico dominante se mantiene como tal porque a pesar de las
crisis y la agitación social, las ideas y los sentidos comunes predominantes en la
sociedad son los de la primacía del mercado y el sistema de valores que ello conlleva.
Varios académicos destacan el cambio de correlación de clases sociales que se dio a
finales de los 80 e inicios de los 90. La izquierda peruana perdió presencia en la medida
de sus propios errores, su sectarismo y su incapacidad de mantener un frente con
partidos y corrientes internas, donde había una fuerte presencia de militantes sin partido.
Sin embargo, también en buena medida su derrota se dio por la desaparición del sujeto
de clase tradicional: el obrero de fábrica, que fue el sujeto central del esquema de la
izquierda de los 60 y 70, desde el cual se construyó todo un imaginario alrededor del
que se orientaban el movimiento estudiantil y el barrial. La aparición de los
desempleados, la economía informal y el autoempleo abrieron las puertas a nuevos
sujetos que han pugnado por salir adelante en una economía de sobrevivencia, y donde
ha calado el imaginario neoliberal del "emprendedor", de aquel peruano luchador que se
hace solo a partir de su esfuerzo y sin mediar ninguna ayuda del estado.
El capitalismo a la peruana, al que agregaremos el apelativo de "achorado", se expresa
en la ambición de las clases dominantes que no le han perdonado a Ollanta Humala
ningún atisbo de progresismo, y que quieren ver también hundida y perseguida a la ex
alcaldesa Susana Villarán. Las clases dominantes peruanas son un reflejo de este
capitalismo "achorado", término con el cual se suele describir de manera un poco
despectiva un rasgo de algunos sectores populares que no respetan las leyes ni los
valores sociales tradicionales. Los voceros y líderes de opinión que expresan a estos
sectores de las élites, destilan un discurso liberal en lo económico pero profundamente
intolerante, conservador y autoritario en lo político y social.
Por eso queda claro que la izquierda no puede quedarse en la lucha política y electoral,
porque tiene que enfrentar una política donde no solo priman las reglas de juego de las
clases dominantes, sino que también imperan sus sentidos comunes; la lucha por lo
tanto debe ir en los dos sentidos: el político electoral, el social y el de la construcción de
nuevos imaginarios.
76

El proceso de renovación generacional que se ha expresado en los liderazgos de


Verónika Mendoza, Marco Arana, Gregorio Santos y Vladimir Cerrón es importante,
sin duda alguna. La izquierda necesita rostros nuevos, capaces de representar al sector
de la población que está en desacuerdo con el modelo. Hasta ahora esos liderazgos están
en construcción, y expresan contradicciones como su indefinición sobre ciertos temas de
coyuntura y sus políticas de alianzas, que ponen en evidencia ese pragmatismo que tanto
critican.
Ante la hegemonía de la lógica del mercado y el individualismo, es necesario recuperar
y recrear la idea del mito movilizador. Cuando somos seducidos por el poder de la
imagen y lo sensorial, donde el capital y su fetichización han logrado calar en lo más
profundo de nuestros sentidos, es importante construir otros relatos y otras formas de
entender la sociedad humana y los horizontes. Pero ese reto solo puede ser asumido por
un proyecto político de gran audacia y amplitud, que haga política más allá de la agenda
parlamentaria o de las elecciones. Por eso es importante construir un relato alternativo,
que refleje el aporte de la izquierda peruana a la construcción de la democracia y la
ciudadanía en el Perú, frente a la versión distorsionada y macartista de que la izquierda
es más bien parte del atraso y de las ideas desfasadas, y que pretende además meter en
un mismo saco a una izquierda que nunca fue gobierno nacional, con el terrorismo, los
errores del gobierno militar de Juan Velasco y con el estatismo corrupto de Alan García.
Unidad hacia una refundación republicana
La gran lección de este proceso es que nuevamente el caudillismo, el oportunismo y el
fetichismo electoral hacen presa de la izquierda peruana. Los proyectos se agotan por su
cortoplacismo y las pequeñas disputas por espacios de poder. Nos queda claro que la
tarea del momento es la construcción de un espacio político y social de la más amplia
convocatoria, que tenga como eje la disputa entre cambio o continuismo neoliberal, y
que enfrente a las mafias y corruptelas políticas que quieren hacerse con el control del
país. Un proceso que trascienda la izquierda, pues partiendo de ella debe ir hacia otros
sectores del país, de posiciones democráticas y que quieren recuperar la patria de manos
de unas bandas criminales. Si no demostramos desprendimiento, grandeza y sentido
histórico, seremos una presa más del coyunturalismo y el cortoplacismo que criticamos
a la derecha peruana.
La principal manera de derrotar a las fuerzas que –como el fujimorismo– han sido
denominadas como populismo de derechas, es construyendo un instrumento lo
suficientemente fuerte, amplio, que sea capaz de contar con liderazgos carismáticos y
con mensajes renovados y potentes, capaz de seducir a un sector mayoritario, es decir
no solo al "sur rebelde", sino a otros sectores urbanos más consolidados y a sectores de
las "clases medias".
Se trata de una necesidad impostergable, pues los principales enemigos a vencer –el
modelo neoliberal y la mafia fujimontesinista– son poderosos y con muchas redes. A
pesar de las denuncias de corrupción, tienen una fuerte ascendencia en los sectores
populares, por lo tanto tenemos que construir un espacio lo suficientemente amplio y
fuerte, capaz de derrotarlo tanto en la arena electoral, pero sobre todo en su hegemonía,
en el campo de las ideas y de la presencia social.
Para eso se requiere visión de largo plazo y desprendimiento. Para construir un nuevo
bloque político y social, debe haber una amplitud de miradas y horizontes, que sea
capaz de convocar y aglutinar a los sectores ciudadanos dispuestos a la ardua batalla por
la refundación de nuestra República de cara al bicentenario.
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blog instantaneasdelima

Los desafíos del cine peruano para el siglo XXI


Christian Wiener Fresco
Comunicador. Crítico de cine. Ex director general de Industrias Culturales y Artes del
Ministerio de Cultura.
En los últimos cinco años el cine peruano vive una gran transformación. Se
caracterizaba por ser una cinematografía precaria, con escasas producciones cada año y
que si lograban estrenarse tenían en la mayoría de los casos una débil repercusión
comercial, dependiente de magros recursos estatales o los cada vez más declinantes
fondos de coproducción internacionales, y concentrada principalmente en Lima y pocos
nombres. Ello a pesar que, desde los años 90, hubo una creciente producción
audiovisual en las regiones, y posteriormente en las periferias de Lima, que apenas si
era conocida por el resto del país oficial.
Esta situación ha cambiado, rompiéndose algunos tabúes instalados en el imaginario de
la población como aquello de que el peruano no gusta de su cine, que las películas
nacionales son un mal negocio comercial, o que el cine es una práctica minoritaria y
solo sostenible con el apoyo de fondos públicos En el lustro que va de 2013 a 2017 se
culminaron 241 largometrajes de diversos tipos, géneros y procedencia; y de los cuales
se estrenaron comercialmente en salas de cine 111 títulos, lo que representa más o
menos el 46%, siendo el resto de las cintas exhibidas en festivales, microcines, y otros
espacios alternativos y culturales de exhibición.
Todo ello fue aprovechado por el discurso neoliberal en los medios para demandar el
cese de las siempre escasas ayudas fiscales a la producción nacional con el consabido
argumento del libre juego de las fuerzas del mercado, como si estuviéramos en un
mercado perfecto y no cuasi monopólico, y como si el caso de un puñado de películas
exitosas en la taquilla se pudiera extrapolar a toda la producción nacional, salvo que se
quiera condenar al cine peruano a un única receta, cosa en la que no están de acuerdo ni
siquiera los productores de Tondero, la empresa con más títulos taquilleros en los
últimos años.
Lo que es innegable es que se ha producido una significativa transformación en las
condiciones del cine peruano, lo que se debe a varios factores complementarios. En
primer lugar los cambios de la tecnología digital frente al celuloide tradicional, en
cuanto a grabación, edición y exhibición, que permite con una calidad cada vez más
homogénea abaratar los costos, reducir la complejidad del proceso cinematográfico, y
una mayor accesibilidad al lenguaje y posibilidades del audiovisual por parte de
cineastas de diferentes lugares y propuestas. En segundo término, la ampliación del
mercado de salas de cine en el sistema de multicines, que va de las 290 pantallas en
2007 a las más de 580 actuales. Este crecimiento se ha dado en los pujantes conos
limeños, y es más visible en las regiones, muchas de las cuales no contaban con este
negocio formal desde los tiempos de declive del viejo sistema de salas de cine, ahora
concentrado en ocho cadenas.
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Un tercer aspecto, aparejado con el anterior, es el cambio del gran público asistente a las
salas, cada vez más popular y diverso, en relación al promedio mesocrático y
privilegiado de los años noventa e inicios del siglo XXI. Otro factor también relevante
es la consolidación de los fondos y ayudas públicas a la producción que brinda el
Ministerio de Cultura, que en los últimos años corresponde por fin a lo establecido en la
Ley de Cinematografía de 1994, algo más de siete millones de soles, y que gracias a las
modificaciones de la ley 29919 de 2012, ha permitido que se lleven adelante los
concursos con más de setenta premios y estímulos en diversas categorías a nivel
nacional.
Finalmente, no puede dejar de mencionarse en estos tiempos de los millennials, donde
los videos se han vuelto tan comunes y familiares en su creación y difusión, y se abren
nuevas plataformas de difusión masiva en la red (youtube, vimeo) o de video bajo
demanda tipo Netflix, que permiten que esa pequeña dimensión artística y comunicativa
que antes llamábamos cine y que se restringía a las salas, sea hoy mucho más ancha,
diversa y compleja.
Este presente cinematográfico en el país no difiere en gran medida de lo que sucede en
otras latitudes, y como ha ocurrido también afuera, puede ser visto como un espejismo
engañoso por la volatilidad de las preferencias del público y los imponderables
particulares del mercado. Por ejemplo los grandes éxitos de la empresa Tondero, que en
los años 2013 a 2016 ocupó el top de la taquilla con producciones que llegaron a
convocar más de tres millones de asistentes (Asu Mare 1 y 2) no se presentó 2017,
donde ese puesto fue tomado por Ama Producciones con Once Machos; aunque sin
llegar al millón de espectadores de los años anteriores. 1 ¿Eso quiere decir que estaría
declinando el atractivo comercial de las películas de humor costumbrista como las que
marcaron el llamado boom del cine peruano de los últimos años? Todavía resulta muy
prematuro para aventurar un pronóstico, así como respecto a los filmes de terror, que
empezaron por tener una importante acogida que luego fue disminuyendo, pese a que la
producción continuó activa.
Sin restarle méritos, Tondero no descubrió la pólvora al apostar por estas producciones
dirigidas al gran público y con figuras mediáticas, lo que con similares características
para sus mercados locales se dio en Argentina, Colombia, Chile o México, con enorme
suceso comercial, y tal vez la mejor expresión sea la coproducción Lusers, donde
nuestro más popular y reconocible actor, Carlos Alcántara, alterna con sus partners
argentino y chileno. Su competencia nacional, con menores recursos y producción,
apuesta a una parecida fórmula apelando al humor fácil y populista, con situaciones casi
televisivas para tratar de seguir aprovechando la gallina de los huevos de oro de la
comedia costumbrista, por lo menos mientras dure su encanto con el público.
Agréguese a lo anterior que vistas las cifras generales de la taquilla en este lustro, el
cine peruano si bien ha mejorado su presencia en la cartelera, todavía sigue ocupando
un lugar minoritario, entre el 5 y 8% del total de títulos estrenados al año (actualmente
más de 300) y con una participación en la taquilla que no supera el 12% del total de
ingresos anuales recaudado por las salas de cine (más de quinientos millones de soles),
no obstante haber tenido en dos oportunidades (2013 y 2015) los estrenos más
taquilleros de todos estos años.2 De más resulta agregar que el mercado cinematográfico
nacional, como en gran parte del mundo, se encuentra dominado por las empresas
distribuidoras hollywoodenses conocidas como las Majors, que representan alrededor
del 80% del total de la oferta cinematográfica en las multisalas.
79

Por tal razón, proponer la prescindencia de los fondos y ayudas del Estado es una
insensatez, no solo porque condenaría al cine nacional a tratar de sobrevivir
exclusivamente de las cintas comerciales mientras dure su apego con el público, no
permitiendo otro tipo de producciones o propuestas, y a merced de las reglas de juego
de un mercado ajeno y solo guiado por la rentabilidad comercial inmediata, porque la
regla en este negocio salvaje es que si quieres que tu película dure y pueda ganar, tienes
que apostar a llenar la sala desde un inicio y sin quiebres, porque después puede ser
muy tarde (pese a lo que diga el boca a boca o la crítica especializada).
La ley y sus concursos
Paralelamente el Ministerio de Cultura, luego de asumir las funciones del extinto
CONACINE, ha continuado con los concursos anuales establecidos en la ley de
cinematografía, en condiciones de mayor estabilidad económica que las anteriores
gestiones al destinar el Estado los fondos fijados en la norma original como debió haber
sido desde un principio, y no dieciséis años después. Pero la fragilidad de esta
asignación dependiente del tesoro público es que está sujeta a los avatares políticos,
prioridades presupuestales y disponibilidad económica, siempre impredecible en el
Perú. Un ejemplo fue lo sucedido con el proyecto de nueva ley de cine presentado por el
Ejecutivo y aún pendiente de discusión final en el Congreso, donde por los odios
políticos del fujimorismo a todo lo que sea cultura e “independiente” se terminó
asignando para el presupuesto de este año la mitad del aumento previsto. La propuesta
que durante años levantaron los cineastas y que inicialmente fue acogida por el
Ministerio de Cultura, de destinar un monto del impuesto a la taquilla a un fondo de
ayuda a la cinematografía, como sucede en Argentina, Colombia y Ecuador, no fue
aceptada por los ortodoxos del Ministerio de Economía, con los resultados previsibles.
Buena parte de la producción que ha contado con incentivos del Estado (a través de los
concursos que organiza el Ministerio de Cultura, y por el Programa Ibermedia) o con
fondos públicos y privados de otros países, tiene muchas dificultades para su exhibición
en las salas de cine, con postergación en las fechas de estreno, maltrato de su material
promocional y repentinas fallas en la proyecciones una vez en cartelera, lo que es
práctica común contra el cine peruano. Ello explica en parte su baja acogida de público
y rápido retiro. Poco es lo que puede hacerse con campañas publicitarias franciscanas y
con la escasa cobertura de la prensa, poco interesada cuando no hay una figura
mediática.
Pero sin duda estas dificultades también se explican por un público que
mayoritariamente busca la evasión fácil en la pantalla, no problematizarse con temas de
nuestro pasado reciente y presente como el terrorismo, racismo o corrupción, ni
cuestionarse modelos y roles dominantes (machismo, homofobia), o institucionales
(fuerzas armadas y policiales, religión, periodismo). A lo que se añade propuestas
estilísticas cercanas al cine de la posmodernidad tan de moda en los festivales de cine,
con la mirada contemplativa y silenciosa, el privilegio de los momentos sin mayor
acción, con personajes dubitativos y vulnerables, ajeno a todo maniqueísmo, que buscan
un espectador atento y sensible a los detalles antes que a las fórmulas y clichés del cine
comercial norteamericano al que está acostumbrado por su preponderancia en todos los
medios. Para revertir eso se requeriría de la educación audiovisual desde los niveles
básicos, lo que hasta ahora es ignorado por el Estado, incluso en su propuesta de nueva
legislación, a pesar de estar viviendo en una era de predominio de esta forma expresiva. 3
80

Lo que no se llega a entender es por qué para impulsar estas producciones debía
reducirse casi hasta el mínimo -como propone la nueva norma cinematográfica
concordada por el Ejecutivo con los gremios del sector- las exigencias para calificar una
película como peruana en cuanto a la participación de técnicos y artistas profesionales
nacionales en la producción. Y lo que es más grave, no hacer mención al porcentaje de
las remuneraciones como sí está establecido en la ley actual promulgada durante el
fujimorismo, lo que podría prestarse a consagrar la explotación con recursos públicos si
es que prosperan leyes como la del trabajo juvenil no remunerado para los estudiantes
de los institutos técnicos, propuesta por una congresista de Fuerza Popular. Por el
contrario, lo que debería propiciar el Ministerio de Cultura con estas ayudas es un
desarrollo homogéneo de la actividad cinematográfica, incluyendo a actores y técnicos,
y no solamente productores, que a veces son los únicos que cortan el jamón.
En cuanto al cine regional, vive una encrucijada. Luego de haber nacido y crecido con
sus propios y escasos recursos, invisibilizado por más de una década hasta que sus
películas comenzaron a convocar gente en las salas improvisadas en las capitales
provinciales, pasó a convertirse en curiosidad periodística y después en “fenómeno”
antropológico. Recién entre los años 2007 y 2010 empezó lentamente a ser reconocido
por el pequeño establishment cultural limeño, creándose en medio de no poca polémica
los Concursos exclusivos para las regiones como una forma de discriminación positiva
para apoyar cinematografías realizadas muchas veces en condiciones muy precarias y
limitadas, dado el enorme centralismo en el país. Estos Concursos que ahora se
proponen como no menores al 30% del total del presupuesto, sin embargo resultaban
distorsionados cuando solo se tomaba en cuenta el domicilio de la empresa productora,
con lo que se sacaba la vuelta a la obligación de estimular al cine local, y no al cine
realizado en la localidad, que no es lo mismo ni es igual. 4
El otro punto en debate es qué tipo de cine debe promoverse desde el Estado, cuáles los
proyectos a ser premiados y bajo qué criterios. Se ha dicho que un filme como
Winaypacha del puneño Óscar Catacora y en aymara, cuya estética y ritmo particular
responde al cine de la posmodernidad y los festivales al que nos hemos referido antes,
sería un ejemplo de lo que se buscaría auspiciar por los funcionarios y jurados que
participan en los concursos de la DAFO del Ministerio de Cultura. Pero ¿corresponde al
Estado determinar qué tipo de cine debe producirse en el país? Y, lo que es tal vez más
importante, ¿cómo encarar desde Lima la diversidad de géneros y temática de los
cineastas regionales? Mientras tanto, aunque menguada, la producción de los cineastas
en las regiones continúa por fuera de los apoyos estatales, y pensando en la respuesta
del público de su región.
Otra expresión parcialmente reivindicada en los tiempos recientes es el llamado cine
experimental, alternativo o independiente, con lo amplias y vagas que pueden ser esas
categorías aplicadas al Perú. Otrora también desdeñadas, estas producciones de bajo
costo y que se proponen ir más allá de lo convencional en cuanto a las posibilidades
expresivas del audiovisual, han logrado después de no mucho esfuerzo colocarse en la
órbita de los premios del Estado e incluso de la exhibición cinematográfica en salas y
festivales como fueron los casos de El espacio entre las cosas, Videofilia y Wik; es
cierto que con una repercusión mínima en el público y también los medios, enfrentadas
muchas veces sin previo aviso ante un cine en las antípodas de lo tradicionalmente
consumido.
Por último cabe mencionar el revival del documental, un género que parecía hasta hace
un tiempo solo destinado para la difusión televisiva pero que gracias a las nuevas
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tecnologías digitales recupera protagonismo en todo el mundo, siendo hoy una de las
formas de expresión más audaces y variadas, la misma que en el caso peruano ha
permitido el abordaje de temas de derechos humanos, conflictos sociales, desigualdad
de género, ecología, comunidades indígenas y nativas, historia, vida cotidiana, creencias
y expresiones culturales populares; entre muchos relatos del país más diverso,
parafraseando a Carlos Iván Degregori. El gran problema, como en otros campos, es su
posibilidad de difusión y reinversión económica, ya que los pocos trabajos que han
llegado a las salas no tuvieron mucha acogida, con la excepción relativa de Sigo siendo
el 2012, sobre la música popular. El espacio natural de la televisión nacional es todavía
poco propicio para estos productos, en especial la privada, mientras la pública muestra
mayor interés en programarlo pero sin mayor retribución económica, por lo que los
productores parecen mejor ubicados en plataformas digitales como Netflix.
Fuera de la ley
Todo esta panorámica del cine peruano en los últimos cinco años nos revela una
situación en general de avance del cine nacional con respecto a los años anteriores,
aunque limitado todavía por una serie de factores. Con un volumen de producción de
más de 200 obras en este tiempo, no debiera ser el incremento de la misma la principal
de las preocupaciones para los gremios, ni menos para los encargados desde el Estado
de aplicar la legislación cinematográfica. Sin embargo la propuesta de nueva ley
cinematográfica que el Ejecutivo impulsó el 2017 seguía teniendo ese eje principal, y
apoyado en el incremento presupuestal como única solución para no tocar
supuestamente al mercado. En esa misma lógica se renunció a cualquier posibilidad de
incluir la cuota de pantalla –pese a estar cautelada en el propio TLC con los Estados
Unidos- o de alguna intervención en el negocio para favorecer el acceso del cine
peruano a su espacio natural, incluido el mecanismo del mínimo de mantenimiento, que
permite asegurar que una película que cumpla con un porcentaje preestablecido de
espectadores en las funciones, no sea abruptamente sacada de cartelera para colocar un
blockbuster de las Majors. La única salida planteada es la constitución de circuitos
alternativos, lo que es positivo pero poco viable si no se cuenta con algún tipo de
subvención, además de la ayuda estatal.
Peor fue la negativa a constituir la tan ansiada Cinemateca peruana, con mayor razón
ahora que la producción se incrementa sustancialmente, lo que demanda con urgencia el
archivo y memoria de nuestra producción al alcance de todos. En el Congreso la
presidenta de la Comisión de Cultura propuso declarar de interés nacional la creación de
la Cinemateca, no sabiendo cual sería el efecto de la medida fuera de lo declarativo,
pero es cuando menos paradójico que siendo un ex director de la Biblioteca Nacional en
ese momento el Ministro de Cultura (Alejandro Neyra), no haya sido quien más
defendiera su constitución. Lo mismo se puede decir de la carencia de una Film
Commission para promover la filmación extranjera en el país, con participación de
personal y equipo técnico peruanos, que ha tenido un gran impulso y resultados en
cinematografías como la colombiana, chilena, brasileña o mexicana, con leyes ad-hoc y
subsidios para favorecer la participación de grandes productoras de Hollywood y
Europa. Lamentablemente este tema se sigue viendo bajo la óptica de Promperú y su
visión del país solo turística o gastronómica.
En suma, mientras el cine no sea visto en el Perú de forma integral y en todas sus etapas
y necesidades, capaz de expresar nuestras diferencias y posibilidades, desde las más
comerciales hasta las más herméticas, de las más polémicas a las más complacientes,
difícilmente saldremos de la coyuntura, que puede ser positiva como en el último lustro
82

o no tanto como antaño, pero incapaz de constituir una industria, sobretodo en el sentido
de continuidad y profesionalización, indispensable para lidiar hoy en las ligas mayores
de la globalización cultural.

1. Chávez, Rodrigo - Análisis de la taquilla del Cine peruano 2017 en


https://www.cinencuentro.com/2017/12/30/analisis-taquilla-cine-peruano-2017-
pt-1/
2. Ministerio de Cultura – Boletín de Infoartes N°2. En:
http://www.infoartes.pe/boletin-infoartes-n2-especial-del-sector-audiovisual/
3. Wiener Christian - El audiovisual en la escuela y la ley. En:
https://revistaideele.com/ideele/content/el-audiovisual-en-la-escuela-y-la-ley
4. Emilio Bustamante – Un oficio de DAFO y la respuesta de Emilio Bustamante.
En: http://www.paginasdeldiariodesatan.com/pdds/?p=4507
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Reseña: Deflación ¿creación destructiva? Neurosis por


dinero y futuro nivel de vida de la gente, de Alberto
Graña
En 2015, Ben Bernanke, ex presidente del Banco de la Reserva Federal o FED (2006-
2014), en el discurso de presentación de su libro El coraje de actuar, admitió que la no
intervención masiva de la FED, el Tesoro, y demás instituciones para estatales, en 2007-
08 hubiese significado "precipitar la economía norteamericana y mundial en un
escenario surrealista de incalculables consecuencias".
Viniendo de un académico e investigador (Stanford 1974, Harvard 1975, MIT 1979) de
la Gran Depresión, con tesis doctoral sobre el tema, aquellas declaraciones bien podrían
ser el epitafio escrito en el mausoleo de los mitos neoclásicos destruidos por la crisis,
tan en boga por estos lares. Pero no fue necesario que un disidente izquierdista
demoliera la inconsistencia teórica de las políticas monetarias superexpansivas usadas
desde 2007-08, ya que estas en sí mismas significan una ruptura con la ortodoxia
monetarista. Por ello, se auto reconocen como "heterodoxas".
La “prontitud” mostrada por los mayores banqueros centrales para asumir el rol de
banquero-bombero de última instancia, en los peores momentos de quiebras sistémicas,
para luego -después del 2009- pasar a inyectar cantidades siderales de dinero fiduciario
a la gran banca muy grande para quebrar, alentó inversiones de alto riesgo moral a la
sociedad.
Graña sostiene que aquella masa de liquidez ociosa empozada en el sistema financiero y
la banca central de los mayores 12 países occidentales no ha logrado convertir y hacer
efectivo un aumento equivalente de los créditos para financiar la inversión y producción
de pequeñas y medianas empresas, ni, de forma más general, para lograr reactivar
“vigorosamente” sus economías. Tampoco ha servido para remediar los pasivos
ambientales y actualizar la infraestructura, los bienes públicos y el patrimonio
extinguido de los ciudadanos por la crisis financiera.
El autor muestra que en EEUU, Europa, Japón y Alemania y doce países europeos, las
tasas anuales (a/a) de crecimiento productivo, productividad, ingresos reales por
trabajador, creación de empleo privado e inversión bruta y equipos, obtenidas en el
período neoliberal (1990 a 2000), comparada al periodo 2000 - 2007se redujeron en
promedio a la mitad - con alta varianza entre países. Es decir, hablamos de una notoria
desaceleración en todas las variables macro económicas indicadas antes, haciendo la
salvedad de que son cifras previas a la Gran Recesión de 2007-08.
Si bien el autor sitúa y acota su observación en el período post 2007-08, a manera de
ilustración, ensaya un ejercicio de prospectiva del cambio de los ingresos reales, por
trabajador, hacia el 2031, (realizado en 2008 por Angus Madisson OECD). El resultado
del ensayo muestra que, hipotéticamente, si la globalización y financiarización sigue
sobre los mismos carriles neoliberales y, si antes no ocurre otra crisis sistémica de
proporciones inéditas, la tendencia sugiere también un de-crecimiento del ingreso real
hacia el año 2031 en relación al período pre-crisis 2007-08.
Solo para ubicar en perspectiva, la muy publicitada reactivación de EEUU de 2.3% en
2017, resulta que es solo la mitad de las tasas anuales observadas en las décadas
precedentes de 1960-69 (de 4.2%) o, de 1990-2000 (de 3.3%).
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Desde una óptica sectorial, la deflación se presenta de muy diversas formas. No es lo


mismo la deflación en los precios de comerciantes minoristas que la deflación en el
sector informático o el automotor, pero algo tienen en común: el notable aumento del
grado de monopolio vía procesos de fusiones y adquisiciones de empresas en casi todos
los sectores o industrias. Ante aquel telón de fondo global, el autor sugiere el
funcionamiento de un sistema económico y financiero que permite y alienta la
apropiación y concentración de la riqueza y, regular y crecientemente, la socialización
de las deudas privadas.
Por último, destaca el agotamiento de las políticas monetarias y fiscales (ortodoxas o
heterodoxas) para controlar las oscilaciones del ciclo financiero, combatir el riesgo
deflacionario y su impacto negativo en el ciclo económico descendente, abierto en 1971.
Esta hipótesis de cambio de reglas de juego y de políticas propias de una globalización
inconclusa sobre bases neoliberales, al neo-proteccionismo nacionalista exacerbado de
los últimos años, explicaría en parte la paulatina prescindencia de instrumentos de
mercado y más bien, el aumento de intervenciones directas del Estado para controlar
físicamente, por ejemplo, la avalancha migratoria mundial, con la proliferación de
muros y militarización de fronteras o, mediante la imposición unilateral de tarifas
arancelarias y cuotas de importación y exportación, o para reactivar sus economías
nacionales.
Desde la perspectiva de Graña, este punto de inflexión y transición hacia un nuevo ciclo
de acumulación expansivo de largo plazo requiere de reglas de juego o acuerdos
internacionales globales -tipo Bretton Woods- pero desafortunadamente, toca ver cómo
se soluciona la pugna global entre EEUU y el resto de países que retan su hegemonía,
como la China o Rusia, con el keynesiano instrumento de la guerra.
desco
Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, es una institución no gubernamental del
desarrollo que forma parte de la sociedad civil peruana, desde hace 52 años, dedicada al
servicio de la promoción del desarrollo social y el fortalecimiento de las capacidades de
los sectores menos favorecidos del país.
Jr. Huayna Cápac 1372 Jesús María, Lima - Perú. (51-1) 613-8300.
www.desco.org.pe
©2019 Revista Quehacer.

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