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4.5. La iniquidad y la ruina y escasez financiera.

La iniquidad tuvo su origen, como semilla de maldad en el corazón del


Querubín Protector del Trono de Dios, llamado Luzbel (Ezequiel 28:12-
19; v:15-17), así como lo hemos considerado bíblicamente en el
concepto y manejo del tema: La Iniquidad. La iniquidad ha sido el
pensamiento torcido, rebelde y soberbio, que penetró el corazón del
Luzbel, al punto de creer, soñar, anhelar y maquinar querer llegar a ser
semejante a Dios. Esto, entre otros motivos, llegó a seducir y llenar el
corazón de Luzbel, por la abundancia de sus riquezas (Ezequiel
Capítulo 27: Las riquezas de Tiro; Capítulo 28: La caída del príncipe
de Tiro). La Biblia, en estos capítulos, habla del poder económico
(riquezas, recursos, contratos, bienes, inversiones, comercio, tráfico) y
el poder de las contrataciones comerciales que él hacía, y se refiere a él
como el rey de Tiro, de la poderosa ciudad mercantil al sur de Sidón y
al norte del Monte Carmelo, en la Palestina, ciudad que fue capital del
Comercio, en su tiempo.

La caída de Satanás, Luzbel, el diablo, el Príncipe de este siglo, del


Querubín Protector, está íntimamente ligada al Comercio, y a la
riqueza. Es de ese amor al lucro, al poder financiero y económico que
hace surgir Babilonia (Puerta de Dios – forma griega de la palabra Babel
en el Nuevo Testamento; este nombre es símbolo de oposición a Dios),
en el ámbito espiritual, esta ciudad, es a través de la cual, Luzbel,
gobierna los reinos del mundo.

 “Y me llevó en el Espíritu al
desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de
blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. Y la mujer estaba vestida de
púrpura y escarlata, y adornada de oro, de piedras preciosas y de perlas, y tenía
en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su
fornicación; y en su frente un nombre escrito, un misterio: BABILONIA LA
GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA
TIERRA… Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de
la tierra.” (Apocalipsis 17:3-5, y 18).

Tenemos que aceptar que hay una parte del Comercio y de la riqueza
que es justa y necesaria para los pueblos de la tierra, como fruto del
trabajo y la justa distribución de la misma, que se da entre naciones,
pueblos y aún instituciones. Pero en forma muy sutil, la iniquidad, la
semilla del diablo, ha tomado esta área, como el terreno para
desarrollar en ella su suprema maldad, al punto que hay naciones,
pueblos, y personas, que han hecho de la riqueza, su dios, habiendo
endurecido su corazón.

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Todas las naciones han participado de su seducción (que aparece como
“fiebre”, de oro, de petróleo, de otros recursos y bienes), y por ende,
están atrapados en sus redes.

 “Porque todas las naciones han


bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado
con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus
deleites. 4Y oí otra voz del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no
seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas” (Apocalipsis
18:3-4).

También la advertencia de la Palabra, en cuanto al uso y manejo de la


riqueza y el dinero, pasa por no hacer de él, el principio de todos los
males, y causa de perdición.

 “Si alguno enseña otra cosa, y


no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina
que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de
cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos,
blasfemias, malas sospechas, disputas necias de hombres corruptos de
entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de
ganancia; apártate de los tales. Pero gran ganancia es la piedad acompañada de
contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada
podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.
Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas
codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición;
porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos,
se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1ra Timoteo
6:3-10).

El comercio y la riqueza, en cualquier parte del mundo, no importa la


cultura, la religión, ni la educación, llegan a tener ESPLENDOR, que se
vuelve la puerta por la cual penetra la iniquidad, pretendiendo lograr
que el ser humano, adore al diablo, considerándolo como al dueño y
amo de todo lo que implica fama y riqueza.

 “Otra vez le llevó el diablo a un


monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le
dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete,
Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás. El
diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían.” (Mateo 4:8-
11).

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Este esplendor (fama, abundancia, deleite, riqueza) es una gloria que no
es la de Dios. Es un brillo y es una sensación seductora de seguridad
artificial, momentánea y materialista, de poder que levanta para
competir y tomar el lugar de Dios. Es un esplendor que fascina y
seduce los ojos del mundo.

 “No améis al mundo, ni las


cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de
los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.” (1ra
Juan 2:15-16).

También ha provocado el juicio de Dios sobre pueblos, que han hecho


de sus riquezas motivo de adoración, vida ociosa y egoísta, todo “por la
abundancia del pan”.

 “He aquí que esta fue la maldad


de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad
tuvieron ella y sus hijas; y no fortaleció la mano del afligido y del menesteroso. Y
se llenaron de soberbia, e hicieron abominación delante de mí, y cuando lo vi las
quité. (Ezequiel 16:49-50).

La riqueza, produjo en el corazón de Luzbel, unido a su belleza, música,


hermosura y perfección, una especie de embelesamiento, se fijó
demasiado en sí mismo, en el cual, empezó a creer que el poder de su
abundancia lo ponía a la par del Altísimo, Jehová su Dios.

 “A causa de la multitud de tus


contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del
monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.
Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a
causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré
para que miren en ti.” (Ezequiel 28:16-17).

 “Sobre las alturas de las nubes


subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los
lados del abismo.” (Isaías 14:11-15).

Esta iniquidad, que se formó en el corazón de Satanás, por causa de la


belleza y esplendor que produjeron sus tesoros Trastornaron todo su
enfoque santo de mirar a las riquezas. Todo se distorsionó dentro de él,
creyendo a partir de ese momento que el poseer el oro, plata, piedras
preciosas y tesoros le daba su poder, lo llevaría a no necesitar, ni servir,
ni adorar a Dios.

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En este punto de la reflexión, es importante reconocer que este mismo
pensamiento, que puede influir en nuestro comportamiento, frente a la
riqueza, está SEMBRADO en el corazón de los hombres, como semilla
satánica (que da fruto la codicia, la avaricia, materialismo), que
heredamos desde nuestro nacimiento. Desde el principio de las edades,
el hombre es su iniquidad ha buscado más el oro que a Dios, al punto
que el mismo Señor Jesús expresó:

 “Ninguno puede servir a dos


señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo
6:24).

El comercio (trabajar y traficar para hacer riquezas) ha sido impregnado


con iniquidad en todas las formas posibles. Y en mayor o menor grado,
esto es una constante en la línea generacional de sangre de casi todos
los hombres: “¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo
no conocí el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no
dijera: No codiciarás.” (Romanos 7:7).

Por el amor desmedido y bajo la influencia de la maldad, el amor a las


posesiones, ha sido la causa de que pueblos se hayan matado entre sí.
El oro, a través de los siglos, ha manchado de sangre a las familias una
y otra vez… ¡El que más tiene es el más poderoso! Ha sido el slogan por
excelencia de todas las civilizaciones occidentales. El oro ha sido
buscado para ser ofrecido a los dioses paganos en casi todas las
culturas. Ha sido el símbolo de poder de los reinos europeos.

Todo tipo de pactos satánicos, brujería, artes, música, teatro, deportes


y alta magia rodean el deseo de tener las riquezas y la fama del mundo.
Las más admirables organizaciones del alto y bajo crimen (logias,
cárteles, mafias, traficantes, sicarios, etc.) provienen del amor y la
búsqueda desenfrenada de la riqueza. Aún millones de cristianos ponen
mucho más énfasis en su búsqueda de riqueza que en la de Dios.

Cuidado, que la Iglesia y tu casa, puede llenarse de iniquidad, cuando


el pueblo está volcado en el amor o la “obtención de bendiciones” en el
orden de los bienes y la comodidad de este mundo, la falsa
“prosperidad económica o materialista”, que es contraria a la verdadera
prosperidad con énfasis en el SER y no sólo en el TENER, al extremo de
olvidarnos de los pobres y perdidos de la tierra. Cuando son más
importantes las joyas y los vestidos visibles, que los invisibles:

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 “Asimismo que las mujeres se
atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni
oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a
mujeres que profesan piedad.” (1ra Timoteo 2:9-10).

 “Vuestro atavío no sea el


externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el
interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y
apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se
ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando
sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la
cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer

ninguna amenaza. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente,


dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la
gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1ra Pedro
3:3-7).

Cuando es prioritario luchar con sacrificio por obtener algo de este


mundo (trabajar para vivir, y vivir sin tiempo para trabajar), que poner
nuestra vida en sacrificio para encontrarnos en niveles de intimidad y
servicio cada vez mayores con Dios, estamos todavía bajo la influencia
de la iniquidad, que nos llevará a la ruina y escasez financiera.

Cuando nuestras posesiones, nuestro sueldo, o nuestro negocio, o


nuestra renta son NUESTRA SEGURIDAD Y NO DIOS, hemos caído en
las mismas contaminaciones que hicieron caer a Luzbel “de su posición
de servidor y adorador de Dios”:

 “Palabra fiel: Si alguno anhela


obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que
tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar
su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que
tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo
del diablo.” (1ra Timoteo 3:1-7).

La economía del mundo está llena de corrupción, de usura y de


mentira, los gobernantes venden su integridad por dinero. La justicia es
corrupta por el dinero. Con oro se silencian homicidios y se persigue a
los desamparados. Se hacen fraudes con los dineros de los ciudadanos.
El sistema mundano es un sistema lleno de inmundicia, de fornicación,
de tráfico, de robo, de mentira y falsedad, y el mayor pecado que se
comete es en relación al dinero, ligado al sexo y la fama.

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Se ha comprobado que el diablo teje vendas mágicas para justificar
todo tipo de pecado en el área financiera; se roba a Dios por todos
lados, en diezmos y ofrendas; el que no tiene, justifica el defraudar,
robar y mentir al hermano, sin tener la menor vergüenza de querer ni
poder pagar deudas entre hermanos, poniendo el dinero por encima de
la amistad, y el temor a Dios. Todo esto es influencia de la iniquidad.

Es en el rubro de las finanzas donde MENOR TEMOR se tiene a Dios;


sin querer, la gente no sabe que el refugiarse en el dinero y servirlo, es
hacer directamente un pacto con la muerte, dándose esta relación:

 “Palabra fiel: Si alguno anhela


obispado, buena obra desea. Pero es necesario que el obispo sea irreprensible,
marido de una sola mujer, sobrio, prudente, decoroso, hospedador, apto para
enseñar; no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias
deshonestas, sino amable, apacible, no avaro; que gobierne bien su casa, que
tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar
su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?); no un neófito, no sea que
envaneciéndose caiga en la condenación del diablo. También es necesario que
tenga buen testimonio de los de afuera, para que no caiga en descrédito y en lazo
del diablo.” (1ra Timoteo 3:1-7).

 “¿Por qué he de temer en los


días de adversidad, cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare? Los que
confían en sus bienes, y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, este su
camino es locura; con todo, sus descendientes se complacen en el dicho de ellos.
Selah… Como a rebaños que son conducidos al Seol, la muerte los pastoreará, y
los rectos se enseñorearán de ellos por la mañana; se consumirá su buen parecer,
y el Seol será su morada. Pero Dios redimirá mi vida del
poder del Seol, porque él me tomará consigo.” (Salmo 49:5-6, 13-15).

El dinero, el cual debiera ser tan sólo un instrumento, para muchos es


un refugio que Dios ya ha empezado a juzgar. Por eso dice:

 “Por cuanto habéis dicho:


Pacto tenemos hecho con la muerte, e hicimos convenio con el Seol; cuando pase
el turbión del azote, no llegará a nosotros, porque hemos puesto nuestro refugio
en la mentira, y en la falsedad nos esconderemos… Y ajustaré el juicio a cordel, y
a nivel la justicia; y granizo barrerá el refugio de la mentira, y aguas arrollarán
el escondrijo.” (Isaías 28:15 y 17).

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Confiar en el dinero, no es sólo para ricos y poderosos, sino para todo
aquel que dependa del dinero, de su sueldo, de sus ahorros, o de sus
seguros como FUENTE de sustento y seguridad.

La iniquidad financiera atrae poderosamente juicios de ruina.

 “Por tanto, yo os juzgaré a


cada uno según sus caminos, oh casa de Israel, dice Jehová el Señor. Convertíos,
y apartaos de todas vuestras transgresiones, y no os será la iniquidad causa de
ruina.” (Ezequiel 18:30).

Es necesario analizar cómo la iniquidad puede llevarte a confiar en el


dinero antes que en Dios.

No acepte que su dinero, herencia o trabajo sea consagrado a ídolos o


fetiches o creencias paganas, porque esto traerá, más tarde, el despojo
de toda su riqueza, debido al juicio de Dios, sobre esa iniquidad.

 “El bueno dejará herederos a


los hijos de sus hijos; pero la riqueza del pecador está guardada para el justo.”
(Proverbios 13:22).

 “He aquí que no se ha acortado


la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras
iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados
han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.” (Isaías 59:1-2).

Para salir de esta situación hay que confesar nuestro pecado y nuestra
iniquidad; y, en caso de haber agraviado a alguien, es necesario
restituir en la medida de lo posible. Habrá casos que será imposible.
Hay que enderezar lo torcido en nuestras finanzas, antes que caer en el
justo juicio de Dios, para que no haya ruina y escasez no solo para
nosotros, sino aún para nuestros descendientes.

Oración y Ministración.
(Malaquías 3:6-12)

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