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LA

ILUSIÓN
Algunos que profesan creer la
verdad carecen de
discernimiento y no logran
apreciar el valor moral. Las
personas que hacen alarde de
su fidelidad a la causa y
hablan como que piensan que
saben todo lo que es de valor
conocer, no son humildes de
corazón.
El mundo y todo lo que
está en él, le pertenece. Los
habitantes de la Tierra son
como insectos delante de
él. El hombre y las
propiedades no son sino
como una partícula de
polvo en el plato de la
báscula.
Los ricos a menudo miran sus
riquezas y dicen: “Por mi
sabiduría he obtenido esta
riqueza”. Pero ¿quién les dio
a ellos poder para obtener
riquezas? Dios les ha
concedido la habilidad que
poseen, pero en lugar de darle
a él la gloria, se glorifican a sí
mismos.
Todas las riquezas que el más
acaudalado jamás haya
poseído, no son suficientes para
pagar el más mínimo pecado
ante Dios; no serán aceptadas
como rescate por la
transgresión. Solamente el
arrepentimiento, la verdadera
humildad, un corazón
quebrantado y un espíritu
contrito será aceptado por
Dios.
Muchos ricos han obtenido sus riquezas por negociaciones
fraudulentas, para aventajarse, perjudicando a los más pobres, y
aun a sus hermanos; y estos mismos hombres se glorían de su
sagacidad y viveza en un contrato, pero la maldición de Dios será
sobre cada centavo obtenido de esa manera y sobre la ganancia
que reciban.
Cuando se me mostraban estas cosas, pude ver la fuerza de las
palabras del Señor: “Es más fácil para un camello pasar por el ojo
de una aguja, que un rico entrar en el reino de los Cielos” (Mat.
19:24).
Se me mostró que muchos que
profesan ser guardadores del sábado
aman tanto al mundo y las cosas que
están en él, que han sido
corrompidos por su espíritu e
influencia; lo divino ha desaparecido
de sus caracteres y en su lugar se ha
infiltrado lo satánico,
transformándolos para servir a los
propósitos de Satanás y ser
instrumentos de injusticia.
En su exhortación a Timoteo, Pablo le advierte de una clase que no consentirá
en escuchar palabras edificantes y que juzgará erróneamente las riquezas. Él
dice:
“Si alguno enseña otra cosa, y no atiende las sanas palabras de nuestro Señor
Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, es orgulloso, nada
sabe, y enloquece acerca de cuestiones…… de las cuales nacen envidias,
pleitos, maledicencias, malas sospechas, porfías de hombres corruptos de
entendimiento y privados de la verdad, que tienen la piedad por granjería;
apártate de los tales…. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y
sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre. Pelea
la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo
fuiste llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos.
Exhorta a los ricos de este mundo, que no se enaltezcan, ni confíen en
riquezas inciertas” (1 Tim. 6:17–19).
¡Cuán pocos prestan
atención al mandato que
Pablo encomendó a
Timoteo para que lo
comunicara a los ricos!
¡Cuántos se halagan a sí
mismos creyendo que su
capacidad para obtener
cosas es piedad!
Pablo muestra los riesgos a que los hombres se
aventurarán para enriquecerse. Pero muchos están
determinados a ser ricos; esta es su preocupación, y en su
celo no ven valores eternos. Son cegados por Satanás y se
convencen a sí mismos que es para un buen propósito que
desean esta ganancia; constriñen sus conciencias, se
engañan a ellos mismos, y constantemente codician las
riquezas.
La piedad con
contentamiento es de
gran provecho. En esto se
encuentra el verdadero
secreto de la felicidad, y
la genuina prosperidad
del alma y del cuerpo
(Testimonios para la
iglesia, t. 1, pp. 468–473).

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