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TEMA # 4

LA OPERACIÓN Y LA MANIFESTACIÓN
DE LA INIQUIDAD

I. Introducción.

Hemos afirmado por medio de las Escrituras que, la iniquidad, es esa


simiente de maldad, que produce una conducta repetitiva de pecado,
como un patrón de conducta que toma asidero en nuestra forma de ser,
y pasa de una generación a otra. Es lo que nos impulsa a hacer lo que
no queremos hacer, y nos inclinamos, o nos sentimos como rodando
calle abajo, cediendo ante su naturaleza destructora y torcida, que nos
aleja de la voluntad de Dios, para nuestras vidas.

Es una semilla destructora, espiritual, que pasa de generación a


generación, arraigándose cada vez más, hasta que queda como el ADN
espiritual de pecado, escrito en nuestros corazones.

Si tratamos de imaginarnos en una forma visual el cuerpo de la


iniquidad, sería como un “torcido cordón negro” que está dentro de
nosotros en el área del espíritu. Este está formado por cientos de
nudos, y capas sobre capas que lo engrosan como si fueran trapos
inmundos llenos de información y pactos de impiedad, que se han ido
acumulando de generación en generación. Esto es como un “tapón
espiritual” o un caparazón que continuamente está bloqueando o
estorbando la vida que quiere fluir de nuestro espíritu a nuestro
corazón, de ahí a nuestra mente, y de nuestra mente a nuestra
CONDUCTA.

4.1. La iniquidad produce sordera espiritual.

Las personas sin Cristo, tienen obstruidos el “oído espiritual” y no


pueden escuchar la voz de Dios, por causa de este cordón y capas de
oscuridad y velos que la iniquidad ha ido tejiendo en ellos.

“Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que
nacieron. Veneno tienen como veneno de serpiente; son como el áspid sordo que cierra
su oído, que no oye la voz de los que encantan, por más hábil que el encantador sea.”
(Salmos 58:3-5).

Hemos sido diseñados por Dios, para que oigamos su voz (Génesis 3:8),
esto no es tan sólo para los profetas, líderes o pastores, sino para todos,
por cuanto la instrucción que nos pueda dar el Espíritu Santo, está
basada en la habilidad de OÍR a Dios, y ser guiados por Él.

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“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.”
(Romanos 8:14-16).

Es triste reconocer que denominaciones enteras se han cerrado a esta


verdad esencial de la vida cristiana. “OÍR a Dios en el espíritu”, llegando
a cultivar una “sordera espiritual denominacional”, aludiendo que Dios
ya no habla hoy, y que ya no es el tiempo del ministerio pleno y
completo del Espíritu Santo. Nada es más equivocado que pensar de
esta manera. Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen”
(Juan 10:27). Él también prometió que cuando viniera el Espíritu
Santo, Él nos guiaría a toda verdad (Juan 14:16-17, 26; Juan 15:26;
Juan 16:7-13).

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas.”
(1ra Juan 2:20).

La unción, habla a nuestras vidas y nos trae la revelación de la Palabra


de Dios, no sólo sobre la iniquidad, sino sobre Jesucristo, Su Obra, la
Salvación, sobre el Espíritu Santo, sobre la Iglesia, sobre el Reino de
Dios, y sobre todos los eventos que están por suceder.

Dios, como Creador, como Padre, diseñó el espíritu del hombre para
que pudiera escuchar Su VOZ, y de hecho que todo espíritu puede
escuchar, aunque esté dormido, las diferentes voces que provienen del
mundo espiritual, a veces del mismo diablo, voces de ansiedad, de
temor, de desánimo, de perversión, de negativismo, de suicidio, dolor,
pecado, rebeldía y destrucción.

Esto nos demuestra claramente que estamos en facultad de oír el


mundo espiritual, y la más grande mentira del diablo es que no
podemos oír la voz de Dios. ¿Qué clase de cristianismo sería trazado por
Dios, que podamos oír con claridad la voz del diablo y no la del Señor?

La voz de Dios se hace nítida o es estorbada según la presencia o la


ausencia de la iniquidad.

“He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su


oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro
Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.”
(Isaías 59:1-2).

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Notemos que aquí dice “INIQUIDADES”, lo que indica que hay áreas
donde una persona ha sido tratada, alineada, juzgada por Dios con
claridad, y puede vivir en Su voluntad, perfecta, buena y agradable
(Romanos 12:2). Pero hay otras en las que continuamente tiene
conflicto, tiene como un embotamiento en el oído espiritual, ocasionado
por un cúmulo de iniquidad, que está obstruyendo el oído espiritual, y
que éstas áreas deben ser tratadas con Dios, por Dios y para Dios.

Cuando enfrentemos dificultades, para hacer la voluntad de Dios, en


cualquier área de la vida (familia, finanzas, salud, educación, trabajo,
ministerio, etc.), debemos ser cuidadosos en recordar el pasado, sobre
cada área y encontrar la actividad inicua en cada área, de manera que
esto pueda ser confesado, tratado, expuesto, cortado, juzgado y
perdonado, a fin de que el oído espiritual, en ésta área, sea liberado y
pueda OÍR la VOZ de Dios. Es importante, hacer un análisis detallado
de nuestras obras, de nuestras intenciones, y de nuestros ancestros,
para desarraigar toda raíz de iniquidad en este sentido; esto, desde
luego, es imposible sin la revelación de la Palabra y la obra del Espíritu
Santo, en nosotros (palabra de ciencia, palabra de sabiduría, visión,
profecía, discernimiento de espíritus, liberación, consejo, alineamiento).

La razón de tener sueños, traumas, fobias, miedos, temores, olvidos,


reacciones rebeldes, pasividad, falta de voluntad, cautividades y
cárceles de la voluntad y de la mente, son causadas por iniquidades no
confesadas; y, en consecuencia, iniquidades no cortadas, ni juzgadas
por Dios. No hablamos de confesiones generalizadas:

 “Señor, perdona todo pecado de…”


 “Señor, si es que hubiera pecado…”
 “Señor, Tú me conoces y puedes entenderme…”
 “Señor, si es que mis antepasados pecaron…”

Si bien sería suficiente en el caso de un moribundo, en todos los demás


casos no lo es. En el mundo espiritual, cada pecado proviene de una
raíz y simiente de iniquidad, y ha quedado grabado en ella, por lo cual,
es muy importante hacer una lista detallada, ayudado por el Espíritu
Santo, y pedir perdón por cada una de nuestras acciones, y ser
juzgados para ser libres, y no importa el tiempo, el consejo, el
discipulado invertido en hacer este proceso, pues al final, entenderemos
que SI podemos OÍR la VOZ de Dios, y Él dice que no nos ha
desamparado, sino que nos dio a Jesús y Su Obra, para quitar de
nosotros el estorbo más grande que el pecado y el diablo introdujeron
en nosotros, como es la iniquidad.

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4.2. La iniquidad produce ceguera espiritual.

De la misma manera que Dios diseñó que tuviéramos oído espiritual, Él


planeó y diseñó que tuviéramos también ojos espirituales (Génesis 3:8;
Juan 1:14 y 18; 2da Reyes 6:16-17 y 20). Ojos en el entendimiento de
nuestro espíritu para ver con claridad las verdades de Dios y el tesoro
glorioso de Sus riquezas (Efesios 1:17-18). Ojos en nuestros sentidos
espirituales para ver el mundo espiritual, invisible y contemplar de esa
manera, Su gloria.

El hecho de que afirmemos, que la iniquidad produce ceguera


espiritual, es para trabajar por nuestra libertad en esta área, para
operar en esta verdad, entendiéndola, creyéndola y viéndola operar en
nuestros ojos espirituales (Apocalipsis 3:17-18).

Cuando vinimos a Cristo, todos fuimos desafiados a VER el Reino de


Dios, a ver cómo Dios gobierna, salva, sana, dirige, prospera, y ver
cómo también Dios podía utilizar nuestras vidas para extender y
manifestar Su Reino, sanando enfermos, echando fuera demonios, y
predicando el Evangelio, con poder y autoridad (Mateo 10:7-8; Lucas
9:1-6; Marcos 6:7-13).

 “Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. Porque el Señor es el


Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Por tanto, nosotros
todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor.” (2da Corintios 3:16-18).

 “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la
potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de
pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:18).

(Lucas 4:18; Juan 9:35-41).En estos pasajes vemos con claridad que
la obra del Espíritu Santo, en la vida del pecador, es aplicar la obra de
Jesús, en la Cruz, el poder de Su Sangre, el poder de Su resurrección, y
de ésta manera, todos los convertidos, todos los que han sido
justificados, por Dios, puedan VER Su gloria a cara descubierta.

Si algunas personas, todavía no ven esta gloria, es por causa de los


velos de iniquidad que no han sido removidos, ni de su entendimiento,
ni de sus sentidos espirituales, o por que simplemente no se han
desarrollado estos sentidos para el ejercicio de su visión, y sus sentidos
espirituales (Ezequiel 13:18-23; Hebreos 6:14).

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Cualquiera que fuera la situación y causa, para tener ceguera
espiritual, es importante reconocer que esto se debe a que los velos de
iniquidad, están enfocados a la obra del diablo, que pretende producir
ceguera espiritual, a través del engaño, de lo falso, de la religión, de lo
oculto.

 “En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para
que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la
imagen de Dios.” (2da Corintios 4:4).

Y también dice:

 “Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando


leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo
es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto
sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.”
(2da Corintios 3:14-16).

En estos pasajes, pueden estar las personas que nunca se acercaron a


Cristo, como también aquellos en quienes hay incredulidad, en muchas
áreas de su vida, aunque haya aceptado a Jesús como su Salvador.
Donde no está el Señorío de Jesús, allí hay incredulidad y ceguera
espiritual, y es necesario identificar las áreas en el corazón, que no
estén todavía bajo el Señorío de Cristo, hasta que sean removidos los
velos que producen la ceguera.

Por esta causa, tanto en la intimidad como en el evangelismo y el


discipulado, es necesario pasar tiempo con el Señor, porque en el la
medida en que Él traiga Su gloria a nuestras vidas, veremos la luz que
nos va transformando a Su imagen. Cristo es la imagen del Dios
invisible, y es su Imagen, en nosotros, la que pueda mirar a cara
descubierta la gloria de Dios.

 “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le
ha dado a conocer.” (Juan 1:13).

 “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis…”


(Juan 14:19a).

 “Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.” (Juan


17:18).

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Jesús ha venido a nosotros, siendo lleno del Espíritu Santo, y con plena
facultad de oír y de ver todo lo que el Padre hacía; y de la misma
manera es que ahora Él nos envía a nosotros al mundo… VIENDO Y
OYENDO LO QUE ÉL HACE.

 “Respondió entonces Jesús, y les dijo: De cierto, de cierto os digo: No puede el


Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre… Porque el Padre
ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace…” (Juan 5:19a y 20a).

La gran mayoría de los hijos de Dios no se mueven en ésta libertad “si


has nacido de nuevo, verás el Reino de Dios”, porque la iniquidad en
ellos los llena de incredulidad o de culpas; por tanto, es necesario que
como Iglesia nos movamos en todo el poder que Jesús nos entregó por
precio de sangre que pagó por ella (Mateo 16:18-19).

Veamos el Reino de Dios, seamos expuestos a contemplar Su gloria,


limpiémonos de toda iniquidad en nuestros corazones, gocemos de la
verdadera justificación, que nos libra de la iniquidad, para que veamos
Su gloria en nosotros y en otros cara a cara… (1ra Corintios 2:6-10).

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