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Análisis de la estructura Un cuento de Nvidad

En el acto uno conocemos al protagonista, Ebenezer Scrooge. En la presentación del


personaje, un narrador omnisciente nos cuenta lo frío que es el corazón de este hombre de
negocios, hasta el punto que todo lo que le rodea parece helarse. La descripción no tiene
desperdicio. Copio un fragmento:

« La frialdad que tenía dentro había congelado sus viejas facciones y afilaba su nariz
puntiaguda, acartonaba sus mejillas, daba rigidez a su porte; había enrojecido sus ojos,
azulado sus finos labios; esa frialdad se percibía claramente en su voz raspante. Había
escarcha canosa en su cabeza, cejas y tenso mentón. Siempre llevaba consigo su gélida
temperatura; él hacía que su despacho estuviese helado en los días más calurosos del
verano, y en Navidad no se deshelaba ni un grado.

Poco influían en Scrooge el frío y el calor externos. Ninguna fuente de calor podría
calentarle, ningún frío invernal escalofriarle. Él era más cortante que cualquier viento, más
pertinaz que cualquier nevada, más insensible a las súplicas que la lluvia torrencial. Las
inclemencias del tiempo no podían superarle».

En esa introducción ya tenemos el tono de los cuentos para niños. En la primera página
vemos que el desequilibrio en su vida es inmenso, lo que pide a gritos un cambio.

El desencadenante es la aparición del fantasma de su amigo Jacob Marley –de quien


supimos en el primer párrafo que estaba muerto, más muerto que un clavo– quien volverá
del más allá para invitar a Scrooge a reflexionar y a redimirse. Luego vienen los tres
espíritus de la Navidad: el del pasado, el del presente y el del futuro.

Se plantea el problema: Scrooge ha visto su propio destino en el de su amigo, obligado a


arrastrar pesadas cadenas por toda la eternidad por haber sido tacaño y mezquino, y sabe
que ese es lo que le espera a él también. Su vida, tal como la conoce y la ha vivido hasta un
par de horas antes, es su condena.

El punto de giro lanza la historia en una dirección distinta. A través del primer
fantasma conocemos la infancia de Scrooge y vemos que él recibió amor de su hermana. A
pesar de que sus circunstancias eran difíciles, el amor de ella, en cierto modo, lo redimió.
También nos asomamos a su adolescencia y vemos que su jefe, Fezziwig, era un hombre
encantador y bondadoso. Cada fantasma mostrará una serie de escenas que nos dejan ver
cómo ha sido la vida del protagonista.

Con la aparición del segundo fantasma, el problema se intensifica porque Scrooge se da


cuenta de que la mujer que amó y perdió por su tacañería ahora es feliz con otro, y que su
empleado, Bob Cratchit, a quien él trata tan mal y paga tan pobremente, tiene un hijo
enfermo, Tiny Tim que podría morir porque, entre otras cosas, se alimenta muy mal debido
al escaso salario de su padre.

Un matiz: los esquemas son flexibles y podemos tener más puntos de giro de los que
propone la estructura. En el caso de Dickens podríamos decir que el primer fantasma es un
punto de giro y el segundo fantasma es otro, pero realmente son dos fantasmas bondadosos
que vienen a mostrarle más o menos lo mismo. En aras de ceñirnos a la estructura, vamos a
juntar los fantasmas uno y dos en el primer punto de giro. Pero ojo, que ustedes, en sus
novelas, pueden tener los puntos de giro que quieran.

El siguiente paso es el triunfo temporal del protagonista, que, en este caso, no parece
evidente porque no se trata de algo que haya buscado y conseguido, sino que le regalan una
oportunidad de cambiar. Scrooge da un paso gigantesco hacia su redención –que es el
objetivo de la historia–, en el momento en que se da cuenta de que ha sido una persona
horrible. Se conmueve al ver cómo es aquella familia humilde que depende del sueldo de
Bob Cratchit y también se da cuenta de que su sobrino no lo quiere mal. Más bien, le tiene
lástima.

El momento oscuro o de confrontación viene cuando del manto del segundo fantasma
salen dos niños escuálidos, enfermizos, lobunos: la ignorancia y la necesidad. Cuando
Scrooge pregunta si no tienen refugio, el fantasma le contesta que para eso existen las
cárceles, una frase que el propio Scrooge ha dicho al principio de la historia.

El otro punto de giro es la aparición súbita del tercer fantasma, solemne y encapuchado.
«Iba envuelto en un ropaje de profunda negrura que le ocultaba la cabeza, el rostro, las
formas, y sólo dejaba a la vista una mano extendida, de no ser por ella, habría sido difícil
vislumbrar su figura en la noche y diferenciarle de la oscuridad que le rodeaba». Al verlo,
Scrooge cae de rodillas porque aquel espíritu emana desolación. Es el único de los tres que
no habla. Algo cambia profundamente en el protagonista, que ha perdido toda su arrogancia
para caer de rodillas, en una actitud que suplica compasión.

El protagonista enfrenta el obstáculo final. El tercer espíritu, que nunca dice nada sino que
señala con el dedo, lo va llevando de una escena siniestra a la siguiente. Asiste en calidad
de testigo a una reunión de hombres de la bolsa que hablan sobre un fallecimiento. Ninguno
de ellos muestra la más mínima emoción y la charla se centra en la fortuna que habrá
dejado. Hay risas y bostezos, ni una palabra de cariño.

Luego aquel fantasma mudo lo lleva a una casucha donde unos forajidos se reparten las
pertenencias de un hombre que ha muerto y al que nadie quería. Todo el tiempo Scrooge se
pregunta de quién puede estar hablando que es un hombre tan despreciable.
En el clímax Scrooge confronta su más profundo miedo que es descubrir que el cadáver
asaltado por los forajidos y el muerto del que hablaban los hombres de la bolsa era él.
Veamos el fragmento. En un poco largo, así que lo copio en dos partes.

«Retrocedió aterrado pues la escena había cambiado y ahora casi tocaba una cama, una
cama desnuda, sin cortinas, y en ella, bajo una sábana andrajosa yacía algo tapado que,
aunque mudo, se anunciaba con espantoso lenguaje.

La habitación estaba muy oscura, demasiado oscura para ver con detalle aunque Scrooge,
obedeciendo a un impulso secreto, miraba ansioso de saber qué clase de habitación era. Del
exterior venía una pálida luz que caía directamente sobre el lecho, y en éste yacía el
cadáver de aquel hombre, despojado, desposeído, sin que le velaran, sin que le lloraran, sin
que le atendieran.

Scrooge echó una ojeada al fantasma. Su mano invariable apuntaba a la cabeza. La


cobertura estaba colocada con tal descuido que la más ligera elevación, el movimiento de
un dedo de Scrooge, habría bastado para dejar el rostro al descubierto. Él lo pensó, sabía
cuán fácil sería y estaba deseando hacerlo, pero para retirar el velo no tenía más capacidad
que para alejar al espectro de su lado».

Finalmente llegamos a la parte en la que el problema se resuelve para siempre. Scrooge


pide al espíritu que le permita cambiar su vida y se compromete a ser bueno y a celebrar la
Navidad. Suplica. Y cuando cree que no tiene salvación, el fantasma desaparece y él,
Scrooge, despierta en su cama el día de Navidad, justo a tiempo para hacer las paces con la
vida.

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