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TEXTO I.
La enfermedad llegó a Europa en 1347, a bordo de unas naves genovesas procedentes del Mar Negro, concretamente, de los
establecimientos genoveses de la zona, que habían sido ya afectados por la peste. La existencia de muertos entre la tripulación
llevó a las autoridades de algunos puertos a expulsar a las naves, pero no impidió que se difundiera el mal, ya que las ratas,
parasitadas por las pulgas transmisoras, se trasladaron a tierra a través de las cuerdas de atraque. Desde Sicilia y posteriormente
desde las costas mediterráneas francesas, la peste negra empezó a expandirse rápidamente por toda Europa.
Frente al mal, la población tomaba medidas aislando a los enfermos en sus casas, incluso tapiando puertas y ventanas e
impidiendo el ingreso o salida de personas de la ciudad. Estas medidas no surtían efecto porque las ratas eran las que portaban la
enfermedad. La muerte de las ratas (pues la aparición de la peste era precedida por una epizootia) era el fúnebre anuncio del
flagelo.
La medicina de la época era también incapaz de controlar la enfermedad; el desconocimiento del agente causal fue decisivo
para el fracaso de cualquier medida profiláctica o de control. En ese sentido, fueron las ciudades las más afectadas, debido al
hacinamiento y tugurización; en el campo, la situación fue mejor, debido a una mayor dispersión demográfica y a mejores
condiciones de vida. Todo ello explica el afán de los habitantes de la ciudad por abandonarla, cosa que era más factible para los
grupos de poder.
TEXTO II.
¿Quién no ha sido traicionado, ni ha traicionado a nadie? La traición es tan común que apenas puede imaginarse un ámbito
en que no exista. Si solo pensáramos en las infidelidades en el matrimonio y en la política, nos abrumaría su número y su
variedad, y, sin embargo, solo son parte de toda la gama de las traiciones posibles. Hay demasiadas, así fuese solo de estas
traiciones, como para poder ponerlas en un orden coherente. De hecho, si solo pensáramos en los motivos y las oportunidades de
traición marital y política, en su ordinariez y frecuencia, sencillamente podríamos perder interés hastiados por el volumen de los
casos. Sin embargo, la respuesta inmediata a la experiencia directa de la traición, personal o pública, es aguda e intensa: nos
enfurece que nos traicionen.
No obstante, los gobiernos justos y la gente sensata en general saben que no deben juzgar la traición siguiendo un mero
impulso, pues los actos de traición a menudo son muy ambiguos y difíciles de condenar o, por el contrario, de condonar. En el
derecho, como en la más personal de las relaciones, la perfidia se vuelve fascinante, no solo porque estamos muy acostumbrados
a ella, sino porque, con frecuencia, es sumamente desconcertante. Tiene su lugar en nuestra experiencia como un vicio sencillo y,
a la vez, infinitamente complejo.
¿Qué es con exactitud la traición? El diccionario se explaya; su entrada es larga: “engaño, fraude, perfidia, violación de
palabra, abuso de confianza”. La traición, se nos dice, consiste en colocar a otra persona “en poder de un enemigo, por traición o
deslealtad”, y también “resultar falso, no responder a las esperanzas o a las expectativas de”. Esto debe incluir el no acudir a una
cita que significa mucho para la otra persona, descuidar a quienes dependían de nosotros y hablar con malicia acerca de nuestros
amigos. De otra manera, podríamos olvidar cuán común es el vicio y cuánto dolor inflige cada día.
Pero, ¿por qué reaccionamos con tal intensidad al ser traicionados? Hay una experiencia irreductible de la traición: el
abandono. Esto pone en juego la más grande de nuestras angustias de niñez: el temor de ser abandonado. Al apartarnos de un
grupo surge un miedo igualmente primigenio: el de la incapacidad de distinguir entre nuestro grupo y el ajeno, este último llamado
casi siempre “enemigo”.
TEXTO III.
En agosto de 1912, Franz Kafka conoce a Felice Bauer en casa de la familia Brod. La joven se encontraba de paso en Praga,
pues su domicilio habitual estaba en Berlín. El 20 de septiembre de 1912, Kafka escribe la primera de las 350 cartas y 150
postales que constituyen el conjunto de la correspondencia dirigida a Felice. Después de visitarla dos veces en Berlín, a mediados
de junio, le pide su mano por carta. Ella se niega y se produce así la primera ruptura entre los dos. Por mediación de Grete Bloch,
amiga de Felice, se reanuda la correspondencia entre ambos. Franz reitera una y otra vez sus peticiones de matrimonio hasta que,
en mayo de 1914, se lleva a cabo de forma oficial el compromiso matrimonial.
La idea de Felice de lo que debía ser su vida en común con Franz, probablemente la misma que tenían las muchachas de
clase acomodada de su época, provoca que se acrecienten las dudas y la incertidumbre del escritor acerca de lo correcto de su
decisión de contraer matrimonio, ya que este modo de vida amenazaba peligrosamente sus escritos. Esta situación es la que lo
lleva a la disolución del compromiso en julio de 1914.
La constante inseguridad de sus relaciones con Felice proviene del conflicto entre vida y literatura. Por un lado, sabe de la
necesidad de aislarse para escribir, de estar solo, de dedicar las tardes y las noches a su actividad literaria; Kafka no podía
imaginar su vida sin ese extraño y exigente mundo. Por otro lado, el matrimonio, la vida en familia, le proporcionan tanto la
posibilidad de salir de su soledad como de igualarse al padre y conseguir así su total independencia de él. En varias ocasiones
durante su vida, Kafka intenta unirse a una mujer, pero tan pronto se ve ligado más o menos firmemente a ella, siente de nuevo la
necesidad de romper los lazos de unión que le impiden escribir. La incertidumbre, las dudas, la desconfianza en sí mismo y la
devaluación de su obra son constantes en toda su vida.
10. En el tercer párrafo, ¿a qué hace alusión la frase “extraño y exigente mundo”?
A) a la realidad del matrimonio
B) al miedo al compromiso con una mujer
C) a la necesidad de aislamiento y soledad
D) a la vida incierta
E) a la literatura
TEXTO IV.
“Seamos honestos”, dice Sharon Stone mirando de frente con esos ojos azules como dos trozos de un iceberg, “ser famoso
tiene algo de vulgar. El tamaño de la fama depende de cuántos sitios Web han sido creados en tu honor por algún fanático”. Si esa
es la medida, Sharon es sin duda una de las estrellas más famosas del mundo. Desde la película Bajos instintos, esta peculiar
rubia que ya ha pasado los cuarenta años no podía desligarse de su reputación de vampiresa descarada, a pesar de todos sus
intentos por demostrar que es, además de un símbolo sexual, una actriz seria y talentosa. Sin embargo, después de su impecable
actuación en Casino, la película de Martín Scorsese donde encarnaba a la cocainómana, alcohólica e insoportablemente
descarriada esposa de Robert de Niro, comenzó a recibir ofertas de mejores roles. “Los papeles son mejores, pero los salarios han
disminuido”, señala, “porque los actores ganan menos que las estrellas”. El asunto la tiene sin cuidado. De algún modo, se las ha
arreglado para mantener simultáneamente su condición de diva hollywoodense y actriz de carácter. La elección de sus roles en el
último tiempo ha ido desde la comedia en La musa hasta el drama humano en The Mighty, pasando, por supuesto, por alguna
superproducción. Estas últimas, sin embargo, se han ido haciendo cada vez más escasas. “Al comienzo de mi carrera hice
muchas malas películas. Creo que no sentía demasiado respeto por mí misma como artista; lo único que me interesaba era tener
trabajo”. Hoy, con un salario de más de diez millones de dólares por película, esos días de miseria en Los Ángeles han quedado
atrás. “He hecho casi treinta películas hasta ahora, y muchas de ellas no han sido buenas. Pero las que sí lo han sido me hacen
sentir muy orgullosa”. Hasta que Bajos instintos la catapultó a la fama, Sharon trabajaba gran parte del tiempo como modelo de la
Agencia Ford. Esa película cambió su vida para siempre. “Después de ese filme, comencé a vivir una etapa en que lo único
importante era la imagen. Si usaba un vestido para un evento público, no podía volver a usarlo nunca más. Era cosa de lunáticos.
Ahora, que llevo largo tiempo en esto del estrellato, ya puedo comenzar a reciclar mis vestidos”, afirma. Y agrega riendo: “No hay
muchas posibilidades de que alguien reconozca un modelo que usé años atrás, cuando era más joven, más bonita y más
delgada”.
13. Cuando Sharon Stone afirma que ya puede comenzar a reciclar sus vestidos, podemos entender que:
A) ahora es menos joven y bonita, por eso, la gente ya no la recuerda.
B) como hace mucho tiempo es una estrella, su presencia en eventos públicos ya no causa ningún impacto en el público.
C) ya que, finalmente, la fama de Bajos Instintos ha decaído, ella ya no gana tanto dinero como para usar vestidos una sola
vez.
D) en este momento de su vida, la imagen que proyecta en público ya no es tan importante para ella como antes.
E) ya que no es una modelo de la Agencia Ford, descuida su imagen pública.
TEXTO V.
La etnia inca en el Cuzco, en sus primeros siglos, no era la única que abrigaba ansias expansionistas y hegemónicas de tipo
imperial. Existían también otras, y algunas en camino ya muy avanzado; basta citar a los costeños chimúes con territorios desde
Tumbes al valle del Chillón, o a los chancas, que dominaban los actuales departamentos de Ayacucho y Apurímac, además de
algunos sectores del norte de Arequipa. En el altiplano del sur sobresalían los reinos Lupaca y Colla, que también pretendían
asumir roles de supremacía. Sin embargo, la diminuta etnia inca del valle del Cuzco fue la que se impuso sobre todas, y llegó a
fundar y desarrollar un Estado imperial de magnitudes nunca vistas hasta entonces en el área andina.
La motivación primordial de los cuzqueños fue el deseo incontenible de restaurar el Estado poderoso que gobernaron sus
antepasados de Taipicala, Estado destruido por los aymaras. Para tal fin, elaboraron todo un aparato justificatorio que mantuviera
latente la convivencia de poder y dominio sobre los miembros de su grupo, autoapareciendo como el pueblo predestinado y
elegido por los dioses frente a las etnias ubicadas en torno a las que querían subyugar nuevamente. Es así que se autodeclararon
como hijos y enviados del dios Sol e incluso del Apo Ticsi Huiracocha, es decir, como la casta escogida para una “misión
civilizadora”. Para efectivizar su apología se esforzaron por borrar todo lo referente al pasado histórico de las otras etnias andinas,
con la ilusión de hacer creer que todo lo anterior a ellos se encontró en un nivel de supino salvajismo y barbarie. De ahí se explica
que la versión oficial reelaborara toda una cuidadosa “historia” donde las etnias no incas aparecían como antropófagas,
adoradoras de inmundicias y desconocedoras de la agricultura, ganadería, textilería, cerámica; viviendo en un estado permanente
de guerras calamitosas, peor que animales. Los incas, entonces, según sus planes e intereses, habían llegado enviados por las
potencias divinas para cambiar las relaciones sociales de producción, generar auténticas relaciones de parentesco y enseñarles el
arte humano de vivir; en otras palabras: acabar con el estado de salvajismo y brutalidad en el que se hallaban. Así es como los
incas del Cuzco fabricaron todo un cartel para autopresentarse como los salvadores de los pueblos. Y todo lo hacían con una sola
mira: recapturar el poder y la dirigencia política en el caypacha: la tierra conocida por ellos.
TEXTO VI.
No sabía qué me pasaba. Estaba que daba vueltas por mi casa sin concentrarme. ¿Por qué me sentía tan desganada y
profundamente desenchufada? Recorrí el estudio con lentitud. Pasé el dedo por los muebles. Mi yema quedó negra. Hacía siglos
que no le pasaba el trapo a todo. “Será motivo para limpiar a fondo mientras viene la inspiración”, pensé y puse manos a la obra.
Moví muebles, quité el polvo, barrí y baldeé el piso, arreglé la ropa y cambié las sábanas de la cama. Cuando terminé me sentí
extrañamente satisfecha. Fui a mi escritorio y trabajé un buen rato escribiendo. Las ideas fluían de mi cabeza a la pantalla con
suave facilidad. Desde entonces mi día de trabajo incluye una limpieza diaria de quince minutos con su chapuzón de agua fría al
final. Existe una ceremonia budista llamada “o soji”, que consiste en realizar el aseo del lugar a primeras horas del día. Se lleva a
cabo en templos, monasterios, hogares, oficinas y comercios orientales. Esta práctica matinal es considerada sagrada. Y cómo no
serlo, si tiene que ver con el equilibrio orgánico. Cabe señalar que la ciencia ha descubierto que los iones del aire (partículas con
carga eléctrica) tienen influencia decisiva en nuestro estado físico y mental. La acumulación de iones positivos puede hacernos
sentir cansados, ansiosos, inquietos, confusos y deprimidos. Algunos de los factores que producen iones positivos son los
aparatos eléctricos, los acondicionadores de aire, los muebles y los materiales de construcción sintéticos. La suciedad y el polvo
absorben los iones negativos y crean un lugar de trabajo saturado por iones positivos. Por otra parte, la luz del Sol, el aire fresco,
las plantas y los muebles de madera ayudan a generar iones negativos. El agua es capaz de absorber los iones positivos y
hacernos sentir bien. La limpieza y el orden de un espacio están asociados con la salud de sus habitantes. Como afirma un
proverbio zen: “Pulir el piso es pulir la propia alma”.
18. De acuerdo con el texto, se puede afirmar acerca de la ceremonia “o soji” que:
1. es una ceremonia que se realiza durante las mañanas.
2. se realiza solo en espacios públicos orientales.
3. es considerada sagrada por que se lleva a cabo en templos.
A) Solo 1 C) Solo 1 y 2 E) Solo 1 y 3
B) Solo 2 D) Solo 2 y 3