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EL SUICIDIO

Prof. Eduardo Bieber Viola

 Palabra que proviene del latín “sui” que significa uno mismo, y “cidium” que
significa cederse, matar; es decir, el acto del individuo que va caminando a su
destrucción intencional.
 Intento suicida: en el intento suicida la idea, mediante un método determinado, se
convierte en acto pero no llega a la efectividad mortal, pero cuando si, estamos frente
a un suicidio consumado.

ETIOLOGÍA

.
A. Factores sociales: Durkheim ha descrito 3 tipos de suicidios vinculados con las
relaciones sociales del paciente:

1. Los suicidios anómicos: son los más frecuentes y tienen lugar después de la
disolución de un lazo familiar o una relación social importantes (p. Ej.,
matrimonio, romance, amistad intima).
2. Los suicidios altruistas: son menos comunes y se cometen en beneficio de
otras personas. El paciente puede concebir el suicidio como una forma de
redimir el honor familiar o personal o de aliviar a alguien de la
responsabilidad de hacerse cargo de su persona.
3. Los suicidios egoístas: son aquellos en los cuales el paciente siente que
nunca ha estado verdaderamente integrado en la sociedad y en consecuencia
piensa que no pertenece a ella.

Los estilos de la vida moderna: la cultura llamada "light", el consumismo


exasperado, la falta de autoridad, la fácil manipulación, la falta de valores y
referencias, los graves desarraigos, la disolución familiar, un avasallador
tecnicismo productor, la ausencia de significatividad religiosa, la sexualidad
deshumanizada, el alto grado de agresividad... arrastran a conductas
autodestructivas.
B. Factores biológicos: dos variables biológicas han sido asociadas con un
riesgo aumentado de suicidio. Se observó que los pacientes deprimidos con
niveles reducidos de ácido 5-hidroxindolacético (un producto final de la
degradación de la serótina) en el líquido cefalorraquídeo corren un mayor riesgo
de suicidio. La presencia de niveles urinarios elevados de 17-
hidroxicorticosteroides también ha sido asociada con un aumento de este riesgo.

C. Factores psicológicos. Algunas personas con rasgos psicológicos particulares


tienen mas probabilidad de cometer intentos o actos suicidas:

1. La impulsividad puede ser un factor clave en la conducta suicida. Una


persona impulsiva puede sentir repentinamente que su sufrimiento puede
ser terminado con el suicidio y actuar en consecuencia antes de entrar en
otras consideraciones.

2. Dependencia. Las personas que dependen de otras para mantener su


autoestima, que requieren una atención constante y que a pesar del apoyo
con el que cuentan, siempre se sienten privadas de afecto, confianza y
atención han sido designadas como insatisfechos-dependientes. Este
conjunto de rasgos de la personalidad combinado con depresión o con
alcoholismo ha sido asociado con un riego aumentado de suicidio.

3. Expectativas irreales. Las personas que tienen expectativas


excesivamente ambiciosas o irreales con respecto a sí mismas y a los
otros “perfeccionistas” con frecuencia sufren decepciones y pueden no
ser capaces de buscar apoyo en momentos de estrés. Si estas personas se
deprimen corren un riesgo aumentado de suicidio.

D. Historia familiar: estudios realizados muestran que la susceptibilidad


para el desarrollo de trastornos afectivos (anímicos) está determinada, por lo
menos en parte, genéticamente. Los pacientes con una historia familiar de
suicidio, alcoholismo o enfermedad bipolar corren un mayor riesgo de
comportamiento suicida que los pacientes sin dicha historia.

Factores patológicos

 Depresión: en sus más variadas formas (recurrente, endógena, reactiva).


 Enfermedad bipolar: con sus exponentes más conocidos en los enfermos
maníaco- depresivos y con personalidad ciclotímica
 Distimia: trastornos de ánimo con escasa intensidad, enmascarados por
los problemas reales de la vida.
 Enfermedades psicóticas: esquizofrenia, demencias seniles, psicosis por
alcoholismo.
 Trastornos obsesivos compulsivos: con típico pensamiento rumiante
 Trastorno limítrofe de la personalidad: personas neuróticas que, ante
estresores muy importantes, vivencian estados psicóticos.
Factores clínicos

Estos llevan a depresiones reactivas que actúan como disparadores


subyacentes:

 Enfermedades terminales
 Cirugías recientes sin éxito
 Dolores crónicos y constantes
 Tumores, especialmente en la cabeza
 Deformaciones, especialmente faciales
 Amputaciones graves e invalidantes

Factores motivantes agudos

Aumenta la intención de suicidio, si la persona está atravesando por estas


experiencias:

 Profunda depresión
 Un gran estado anímico de desesperación
 Pérdidas significativas (en los duelos por el deseo de unión con el ser
querido muerto, seguridad económica...).
 Ruptura de una relación amorosa
 Interrupción de medicación psiquiátrica
 Intoxicación por alcohol o drogas

Triángulo letal de Scheiderman

 Odio contra sí mismo, debido a una caída grande de su autoestima


 Un estado de extrema agitación, en la cual la persona se encuentra muy
tensionada y no discierne claramente
 Una limitación en las posibilidades intelectuales o "visión de túnel" que
determinan que el sujeto no pueda discernir serenamente más allá de la
situación inmediata
CARACTERÍSTICAS COMUNES DEL SUICIDIO

 El estímulo común es el insoportable dolor psicológico. La


principal regla clínica es reducir el nivel de sufrimiento, con
frecuencia sólo muy poco, de manera que el individuo escoja
vivir.
 El catalizador común en el suicidio son las necesidades
psicológicas frustradas. El suicidio parece una elección lógica
para el individuo que lo comete, y se comprende mejor como
resultado de necesidades obstruidas o insatisfechas. La regla
clínica es: si se encauzan las necesidades frustradas no
ocurrirá el suicidio.
 El propósito común del suicidio es buscar una solución. El
suicidio no es un acto al azar; no se realiza sin sentido o
propósito. El suicidio se ve como una respuesta común a la
pregunta de: “¿como salgo de esto?”.
 La meta común para el suicidio es la suspensión de la
conciencia. De modo paradójico, el suicidio es tanto un
movimiento hacia y un movimiento de alejamiento de algo. La
meta es terminar con la conciencia de uno sobre el dolor
insoportable y los apremiantes problemas de la vida.
 La emoción común del suicidio es la desesperanza - fatal de
ayuda. Los estudios sobre el suicidio observan profundas
emociones básicas tales como vergüenza, culpa y dependencia
frustrante, en lugar de la hostilidad que se ha asociado con el
suicidio de manera tradicional. Subyacente a todos estos
sentimientos de cualquier manera, es la emoción de
impotencia, del sentimiento de desesperanza - fatal de ayuda:
“.... no hay nadie que pueda ayudarme con mi dolor.
 La actitud interna común hacia el suicidio es la ambivalencia.
la persona suicida siente tanto que quiere morir como que
quiere vivir (que la recaten). Los clínicos pueden utilizar esta
ambivalencia para ganar tiempo, en busca de genera otras
soluciones para la situación dolorosa
 El acto interpersonal común del suicidio es la comunicación
de la intención. la gente que piensa en matarse a si misma, de
manera usual da clara sobre el inminente suceso mortal, lo
cual es su comunicación de la intención. El reconocimiento de
esas claves (los mismos clamores por ayuda murmuraciones o
silencio entendidos) es indispensable en la prevención del
suicidio.
 La acción común en el suicidio es la salida. La salida es la
escapatoria o huida de una situación tensionante, que indica
que la acción de a persona suicida es terminar con el dolor al
cambiar el escenario.
CREENCIAS ERRONEAS SOBRE EL SUICIDIO

La persona que amenaza con suicidarse en realidad no lo va a


hacer y quien desea seriamente hacerlo no avisa.

Esta suposición es un error, ya que habitualmente hay un llamado


de auxilio de la persona que está tramando acabar con su propia
vida. Por lo general este aviso pasa inadvertido, no se le da
importancia y hasta se niega que pueda consumarse el hecho.
Según las estadísticas, en un 80 % de los casos las personas avisan
a los familiares y cercanos y en un 40% de casos a los
profesionales
(Psicólogos, sacerdotes, psiquiatras, etc.).

La familia siempre es contenedora

Una afirmación de esta índole puede estar bastante alejada de la


realidad. Depende de cómo funcione cada familia en particular. Y
cómo sobrelleve este tiempo de crisis. Suele ocurrir que la familia
no solo no contenga, sino que instigue diciendo cosas como: " Lo
tuyo no tiene solución”, "Sos una carga para nosotros”, " No
sabemos donde ponerte, si en un geriátrico o en una clínica
psiquiátrica" etc.,

El suicidio es solo un problema de viejos

Con solo observar la estadística de suicidios en niños y


adolescentes, con una tasa cada vez más elevada, nos da la pauta
de que es un asunto que afecta a todas las edades.

Solo los raros se suicidan

Ocurre entre personas de todo tipo, edad y condición social.

La pobreza es el mayor desencadenante del suicidio

Una gran equivocación, ya que alrededor del 15 % se suicidan por


esta causa, siendo los problemas afectivos el mayor motivo.
La gente que intenta suicidarse realmente quiere morirse,
antes o después

La mayoría de las personas vitalmente quieren superar su


sufrimiento, angustia, sin sentido de vida, aislamiento,
incomprensión, soledad... pero su grave situación las desborda.
Bajo la apariencia de rechazo o de no querer ser ayudadas,
siempre anhelan un socorro, que dé salida a su problema. En
realidad lo que más desean es sufrir menos y dar un sentido a su
sufrimiento.

INDICADORES DE ALTO RIESGO

1. Regala posesiones personales


2. discusión y/o planes de suicidio
3. discusión y/o recopilación de métodos suicidas
4. previos intentos o amenaza de suicidio
5. rasguños, marcas en el cuerpo u otros actos físicos auto-
destructivos
6. preocupación con temas acerca de la muerte, palabras
escritas o habladas / músicas y obras de arte
7. expresión de desesperanza, impotencia e ira contra si
mismo y el mundo
8. uso de objetos oscuros y/o cuerpos desconectados en obras
de arte personales
9. declaraciones que la familia o los amigos le echaran de
menos
10. perdida reciente por muerte
11. compra poco comunes (arma, soga, etc.)
12. perdida reciente por suicidio
13. un comportamiento positivo repentino después de una
depresión
14. depresión e inestabilidad en el aniversario de la perdida
15. inhabilidad para aceptar ayuda relacionado con los
indicadores anteriores.
Los estados del proceso suicida

Antes de consumarse el hecho, casi siempre se suceden los siguientes


estados en los depresivos suicidógenos, si nos basamos en uno de los casos
consumados más típicos:

PRIMER ESTADO

Aparece latente la crisis, surgen la depresión, el aislamiento, la pérdida de


rendimiento, la falta de voluntad. La persona se levanta desmotivada y sin
sentido, le pesa el día, no sabe cómo enfrentarlo, no encuentra qué hacer,
insomnio, ideas de ruina, culpa patológica.
Ya no tiene la voluntad o el placer para llevar adelante su tarea diaria, se
encuentra desgastada. Al final de la jornada, se reanima porque le alivia
refugiarse en su dormitorio.
Surge en el individuo la primera idea de suicidio que lo sorprende a él
mismo. Generalmente, su reacción es oponerse. Luego comienza a
interiorizarse por los medios masivos de comunicación de que otras
personas lo consumaron. Estas noticias lo llevan a pretender la idea de
suicidio aun sin ser en él una decisión firme.

SEGUNDO ESTADO

La idea va tomando cuerpo. No ve ninguna otra salida, empieza a sentir


que la muerte es la solución más expeditiva.
Generalmente, si se le pide que luche por salir, y que se levante, si se le
afirma que vale la pena superar ese estado, lo único que provoca en él es
un sentimiento de culpa que lo irrita aún más.
Se presenta una marcada alteración del juicio crítico. Sus pensamientos e
ideas no se revierten en la confrontación lógica.
Existe una pérdida de la relación causalidad y, según autores franceses,
una alteración de conciencia de tipo ético- temporal.
(En caso de ser un creyente puede llegar a sentir que ni siquiera es digno
del perdón de Dios).
Luego maquina el método, lugar y momento para quitarse la vida. En este
estado se encuentra muy ansioso y es cuando realmente da avisos
premonitorios de lo que proyecta. El uso de medicación antidepresiva en
esta etapa requiere gran precisión y encierra inevitables riesgos, ya que por
su efecto desinhibitorio puede favorecer el denominado acting out (de los
autores norteamericano), en el cual la persona impulsivamente se
descontrola y comete el suicidio (especialmente constatado en la
enfermedad bipolar y en la melancolía inhibida, lo que constituye una
indicación cuasi absoluta de internación).
Normalmente, unos 6 meses antes de suicidarse, el 40 % lo comunica al
médico, psicólogo o sacerdote y el 80 % lo da a conocer a la familia o
allegados, pero estos avisos generalmente no son tenidos muy en cuenta,
pues se piensa que nunca podrán concretarse. La persona se reafirma
desgraciadamente en su idea de que a nadie le importa que él siga
existiendo.
Cabe destacar que, a veces, no existe tal comunicación ni lazos familiares
y que puede haber limitaciones económicas para acceder a una
psicoterapia o subestima de su importancia.

TERCER ESTADO

La tranquilidad, la calma antes de la tormenta. Ya está decidido el cómo,


cuando y dónde lo va a realizar. Esto produce en el sujeto un inmenso
alivio porque siente que encontró salida a su situación. Ve en la muerte su
liberación absoluta.
Ordena los últimos detalles de su vida, quizá pague algunas cuentas, visite
familiares y amigos que no ha visto en mucho tiempo. Esta es la señal del
último adiós a pesar de que la apariencia que muestra es la de haber
superado todos sus problemas. Esta es la etapa de mayor peligro y es la
más difícil de detectar por ser tan sutilmente engañosa.
Las estadísticas indican que puede producirse alguna conducta fatal entre
2 a 6 meses después de recibir el alta médica, cuando todos piensan que la
persona ha superado sus crisis.
¿CÓMO AYUDAR?

Que hacer ante una amenaza de suicidio

 Aleje de la persona todo lo que intentaba utilizar para hacerse


daño a si mismo (medicamentos, armas de fuego, arma de
blanca, cuerdas, cinturones, venenos, etc.)
 Demostrar que a usted le importa su persona (ya que lo eligió
para confiarle este grave asunto)
 Reafirmar su identidad (pronunciar su nombre, sus
capacidades para superarse...)
 No esquivar el problema
 No dejar nunca sola a la persona
 Utilice medios que dirija la mente de la persona a las opciones
positivas que hayan disponibles
 Emplee un tono de voz calmado y comprensible
 Haga las preguntas de forma constructiva no amenazante
 Trate de aliviar la confusión y la desesperanza que esta
experimentando la persona
 Ayúdele a establecer un entendimiento de la situación por
medio de una comunicación total y un manejo positivo de los
problemas
 Sugiérale que los miembros de la familia pueden ser una
fuente de fuerza y de apoyo (si la persona parece agitarse o
enojarse por esa idea, deséchela inmediatamente y cambie de
tema)
 Recurra aun profesional de la salud mental, averigüe la
situación en que se encuentra esa persona conversando con
los amigos de barrio, compañeros de estudio, profesores,
maestros, compañeros de trabajo, pareja etc.
LO QUE NO SE DEBE HACER

 Pronunciar juicios moralizantes: " No mujer,


¿Por qué lo hiciste? ¿Hombre, no pensaste
tus hijos?...
 No se muestre sorprendido o apenado por
ninguna de las cosas que la persona le diga
 No mencione el dolor que puede causar a la
familia y a sus amistades una persona suicida
hasta que esté seguro de que suicidarse no es
exactamente lo que quiere hacer
 No entre en argumentos con la persona. Nunca
va a ganar este tiempo de discusión y puede ser
que también pierda a la persona
 No sienta que usted tiene que resolver los
problemas de la persona o que debe tener todas
las respuestas.
 Disminuir la gravedad del asunto
 Hacer de "policía", investigando toda su vida
con montones de preguntas.
 En cuestiones de vida o muerte, uno no se
puede dar el lujo de ser orgulloso. Es una
práctica muy sabia consultar con otra persona
calificada (psicólogo, psiquiatra, consejero)
acerca de cómo debería ser tratada dicha
persona.
 Mantener una actitud puramente consoladora
 Dar "recetas" rápidas y mágicas

DEPRESIÓN

La depresión es un periodo de empeoramiento del


funcionamiento normal asociado a un ánimo triste
y a sus síntomas: cambios en el sueño y el apetito,
alteraciones psicomotoras, afectación de la
concentración, fatiga, sentimientos de desesperanza
y desamparo e ideas de suicidio.
Signos y síntomas de los trastornos
depresivos

Emocionales:

Tristeza, sentirse por “el piso”


Ansiedad
Irritabilidad
Anhedonia (incapacidad para sentir placer)

Psicológicos

Culpa
Desamparo o desvalorización
Desesperanza

Cognoscitivos

Pensamientos obsesivos
Disminución de la memoria
Falta de concentración
Pensamientos suicidas

Sociales

Retraimiento social
Disfunción socio-laboral

Neurovegetativos

Disminución de la energía
Agitación o retardo psicomotores
Insomnio o hipersomnio
Disminución de la libido

Trastornos del apetito


Variaciones diurnas del estado de ánimo
Constipación

Manifestaciones Psicóticas

Delirios
Alucinaciones
El prototipo depresivo

Comportamiento observable: Abatido

Es difícil no reconocer el aspecto de abatimiento de


las personalidades depresivas. Su postura transmite
un carácter profundamente desolado y abatido- su
lenguaje tiene una expresión sombría, afligida y
apesumbrada. El tono de su voz parece
irremediablemente decaído y desanimado, y
reflejan una imagen visual de desesperación y
desdicha sin solución. Puede decirse, sin lugar a
dudas, que el individuo depresivo tiene poca
iniciativa o espontaneidad. Las respuestas y los
movimientos son demorados e incluso entre los que
tienden a estar agitados e irritables se observa una
reducción notable de los comportamientos
intencionales o con un propósito. Parece como si
casi toda su actividad funcionara en cámara lenta.

Comportamiento Interpersonal: Indefenso

Estas personalidades depresivas presentan un


estado constante de sentimientos de vulnerabilidad
y desprotección. Actúan como si estuvieran
indefensos y desprotegidos y, por lo tanto, buscan
que los demás sean protectores y cuidadores.
Temen siempre al abandono y la deserción, con
comportamientos interpersonales que pueden ser
una de las dos variedades básicas: la de un
individuo desprotegido e inútil que se aísla
pasivamente de los demás, o de una persona
necesitada y demandante que busca que los demás
le proporcionan garantías de afecto y estabilidad.
Como en los trastornos de personalidad, los
síntomas depresivos sirven como un instrumento
para evitar responsabilidades no deseadas.
Esto es especialmente eficaz con este tipo de
personalidades, porque estas admiten abiertamente
su inutilidad y son capaces de demostrar su sentido
general de desamparo en todo lo que ven. Es este
aspecto, su deterioro también sirve como una
racionalización para su indecisión y sus fracasos.
Aquí sus quejas pueden tener el tono de
acusaciones sutiles, que afirman que los demás no
lo han apoyado lo suficiente, reforzando así todavía
más su sentido de inutilidad y desesperanza.
Sin embargo, no suelen expresar abiertamente la
hostilidad, porque temen que esta acción se muestre
ofensiva y haga que los otros les rechacen o le
hagan reproches. En consecuencia, la ira y el
resentimiento sólo se liberan en formas sutiles y
evasivas.

Los depresivos suelen hacerlo mediante la


exageración de su indefensión e ineficacia, que no
solo hace que los demás se sientan culpables, sino
que además no pone fin a su malestar mientras
intentan que los demás les cuiden y protejan

Estilo Cognitivo: Pesimista

Los sujetos depresivos ven el lado más negro de la


vida y esperan siempre que ocurra lo peor. Hacen la
interpretación más desalentadora de los
acontecimientos, desesperando de que las cosas
mejoren en el futuro. Para empeorar todavía más
las cosas, parecen totalmente absortos en ellos
mismos y en su difícil situación, preocupados de
manera obsesiva por sus desgracias, tanto pasadas
como presentes. Existe una tendencia a reactivar
incidentes menores del pasado, para luego cavilar
sobre ellos.
Las personas depresivas piensan que su estado
actual es irreversible y que cualquier otra actitud
que no sea el pesimismo y la tristeza es ilusoria.
Estos pacientes asumen que son incapaces de
ayudarse a sí mismos y que seguramente no podrán
ser ayudados por fuerzas externas. Muchas
personalidades son capaces de soportar un
sorprendente grado de desgracia siempre y cuando
piensen que existe esperanza para ellos. Para el
depresivo, la vida parece ser un pozo de
desesperanza cada vez más profundo.

Autoimagen: Inutilidad

Los sujetos depresivos tienden a sentirse culpables


por no tener cualidades positivas ni conseguir
logros importantes. Se consideran sin valor para sí
mismos y para los demás, inútiles e incapaces de
aspirar a una vida significativa. Se juzgan también
censurables, por no decir despreciables, como
personas que deben ser criticadas y descalificadas.
Una crítica inocente puede dar lugar a la
preocupación y la cavilación obsesivas,
intensificando todavía más su sentido de
impotencia.
Creen que son incapaces de tomar iniciativas y
decisiones, lo que refleja su temor a hacer un
movimiento erróneo o a demostrar su inutilidad a
los demás.
Muchas personalidades depresivas alcanzan un
nivel tan profundo de autodenigración que
empiezan a apiadarse de sí mismos. Cuando los
sentimientos de desesperanza y autocompasión
llegan a un estado tan bajo, existe la posibilidad de
obtener resultados constructivos. En determinados
casos, los depresivos sienten que “han pagado su
precio” llegando al fondo de la vida y que no
pueden volver a un nivel tan profundo de su
depresión. Ése puede ser el momento para la
renovación, para lograr una salvación interna. Por
otra parte, en estos momentos es cuando existe
también el mayor peligro de autodestrucción.
Mecanismo de defensa: Ascetismo

Los procesos del mundo mental de la persona


depresiva tienen como objetivo principal la idea de
que uno puede sufrir penitencia y vivir privado de
las alegrías de la vida. Mediante el mecanismo
ascético, los depresivos maniobran su mundo
interno para lograr la autonegación, el autocastigo y
el autotormento.
No sólo se produce una disminución o un rechazo
de recuerdos agradables, sino que los que persisten
se transforman en su contrario mediante
autoevaluaciones duras y, si es necesario, actos
autodestructivos. Los depresivos no se permiten el
mínimo placer y valoran constantemente sus
propias acciones para determinar si han conseguido
más felicidad y satisfacción de las que merecen.

Reforzamiento de los sentimientos de


desesperanza

El mero acto de la desesperanza, es un proceso de


autocumplimiento que no sólo significa la
persistencia futura del fracaso, sino que aliena cada
vez más el Sí mismo de los depresivos. Al concluir
que son incapaces de ser los directores activos de
su suerte, pierden tanta confianza en sí mismo que
se rinden, sin ni siquiera intentar hacer mejor las
cosas, buscar lo que es más deseable. El círculo
vicioso continúa: estos pacientes han perdido no
sólo la esperanza de lo que podrían ser, sino
también el verdadero sentido del Sí mismo.
Por eso es aconsejable:

 Cambios o modificaciones personales,


familiares o sociales
 psicoterapia individual y/o familiar y/o grupal
 medicamentos antidepresivos y otras terapias
 apoyo espiritual que está resultando más que
fundamental, cualquiera que sea el credo
religioso (dirección espiritual, contención
comunitaria, reconciliación...)

Objetivos Estratégicos

Equilibrar las polaridades

 Disminuir la desesperanza/dolor
 Incrementar el placer/ potenciación
 Estimular la actividad

Ooo
Contrarrestar las perpetuaciones

 Anular las expectativas pesimistas


 Restablecer el sentido de autovalía
 Estimular el estado de ánimo

Modalidades tácticas

 Utilizar antidepresivos para el


estado de ánimo
 Promover cambios cognitivos
optimistas
MANÍA

La manifestación clínica esencial de un episodio


maniaco es un estado de ánimo elevado, expansivo
e irritable. Los síntomas asociados incluyen
hiperactividad, discurso explosivo, fuga de ideas,
menor necesidad de sueño (1 o 2 horas por la
noche), aumento de la autoestima hasta extremos
de grandeza, distracción extrema, atención breve y
juicio deficiente. Inicialmente, los maniacos
pueden resultar divertidos y encantadores, pero si
se les contradice suelen convertirse en molestos e
irritantes con gran facilidad. Su conducta puede ser
impredecible y presentar episodios de violencia.

TRASTORNO BIPOLAR O
MANIACO-DEPRESIVO

E l trastorno bipolar se caracteriza por una


ambivalencia afectiva, es decir la persona pasa de
un estado eufórico a un estado de tristeza profunda.
El proceso de conversión es un fenómeno
psicológico mediante el cual se producen
alteraciones espontáneas de la conducta y el
paciente pasa de la depresión a la manía y de la
manía a la depresión. El pasaje a un episodio de
manía o de hipomanía puede ser precedido por un
periodo de depresión o de conducta normal. El
pasaje de la depresión a la manía puede tener lugar
durante la primera semana del tratamiento anti -
depresivo.
ADOLESCENCIA y SUICIDIO

La Organización Panamericana de la Salud en


1985, en un folleto sobre adolescentes y jóvenes,
menciona en forma explícita y detallada “El
Síndrome de la adolescencia normal” y concluye
que:… “La utilidad de esta agrupación de
características es que no solo engloba las
manifestaciones de conducta más frecuentes en los
adolescentes, sino que señala la normalidad de
dichas manifestaciones e indica la falacia de
considerarlas como conductas patológicas”.
Este “síndrome de adolescencia normal” está
definido por las siguientes características
conductuales, vivénciales y evolutivas:

1) Búsqueda de la nueva identidad y un self de


acuerdo con el nuevo nivel biopsico-social
adquirido por el crecimiento y el desarrollo
normales del individuo en esta edad de la
vida, o sea, la adquisición de una verdadera
identidad adolescente.
2) Marcada tendencia grupal, porque el grupo
permite esta nueva identidad y sus nuevos
papeles sociales.
3) Necesidad de ejercitar una activa y
consciente vida de fantasías
4) Crisis religiosas que oscilan desde el más
radical ateísmo hasta un fervoroso
misticismo religioso.
5) Un proceso sexual evolutivo que va del
autoerotismo –con ocasionales fantasías
homosexuales- al ejercicio genital
heterosexual.
6) Sucesivas contradicciones en todos los
aspectos de la conducta, que conllevan a
una tendencia a la acción que sustituye, no
pocas veces, formas de un pensamiento más
desarrollado
7) Conflicto y lucha en procura de la necesaria
separación de los progenitores
8) Constantes fluctuaciones de humor y del
estado de ánimo.
Estas características de conducta, interactúan de
una manera constantemente fluctuante,
permitiendo, con el crecimiento y la evolución,
el logro de una juventud y luego una verdadera
vida adulta, a través de esta fase evolutiva, no
siempre fácil, a veces sí penosa, pero siempre
entrelazada con alegrías y emociones
placenteras.

¿Qué es, entonces, la adolescencia?

La adolescencia debe ser considerada un auténtico,


especial y característico período de la proceso
evolutivo humano durante el cual el individuo trata
de establecer su identidad presente, actual y al
mismo tiempo prepararse para su futura identidad
adulta, mientras evalúa en forma continua y
constante la realidad de su ambiente socio- cultural.

Adolescencia y Depresión

En una entrevista dijo una vez Mauricio Knobel,


Profesor Emérito de Psiquiatría Infantil de la
Universidad de Campiñas (Brasil): “Considero
que la depresión indudable, e inevitablemente,
va a acompañar a toda la adolescencia…”
Es importante discriminar que este sustrato
depresivo no es una depresión patológica,
considerando que este componente estará siempre
más o menos presente; no obstante este hecho
puede precipitar, o al menos facilitar un episodio
depresivo más grave.

En toda adolescente (psicoanalítica mente


hablando) ocurre un triple proceso de duelo:
producto de la pérdida del cuerpo infantil, del papel
y de la identificación infantil y de los padres de la
infancia, que lógicamente también se pierden
durante esta fase de la vida.
Es necesario señalar que también existen diversas
modalidades de entrar en esos procesos de duelo y
desde luego, dependiendo de eso, diversas formas
de elaborarlos. Aunque esto dependa de factores
externos, no se evita la impronta que dejan y que
no pocas veces determina modalidades depresivas y
elaborativas diferentes en cada circunstancia.
Estos factores externos determinan modalidades y
hasta verdaderos estilos elaborativos. Las
situaciones que van a llevar a elaborar los duelos
normales de la adolescencia- y también quedar
expuestos a duelos patológicos- son: privación,
separación, abandono, pérdidas objetivas,
rechazo y agresividad. Estos hechos parten del
ambiente, pero también del propio sujeto que, en
ocasiones, puede facilitar estos acontecimientos,
exigiendo así un diagnóstico adecuado.
La privación implica la carencia total de las figuras
de identificación (padres), como es el caso de los
hijos uniparentales, o sin personas que ocupen un
rol parental desde el nacimiento (muerte,
nacimiento en ambientes de total carencia de
responsabilidad parental o similar). Esta situación
lleva a un verdadero vacuo yoico, que marca un
estado depresivo muy intenso y extremadamente
difícil de compensar, obligándolos a pensar en
cuadros de depresiones endógenas profundas,
depresiones primarias y cuadros psicopatológicos
afines de extrema gravedad.
La separación acontece en general por
circunstancias predominantemente psicosociales en
las cuales los padres se ven obligados a dejar a sus
hijos. Los dramas de traumatismos familiares de
esta época, con sus persecuciones raciales, políticas
y circunstancia económicas, son el ejemplo vivo y
real de este factor desestructurante de la familia y
sus roles y la marca que deja en el psiquismo de los
niños y adolescentes de nuestra época. Aquí
hablamos de psicopatología psicosocial en un
sentido claro y definido.
El abandono es también un fenómeno psicosocial,
pero tiene un predominio de negligencia,
incapacidad emocional, déficit afectivo, que obliga
a padres o sustitutos a racionalizaciones diversas
para justificar la acción de renuncia a criar al hijo,
simplemente se lo “deja”.
Existen circunstancias- en nuestro medio no
infrecuentes- en que el hijo se “pierde”…estas
pérdidas a veces indican seria perturbaciones
psíquicas parentales- oligofrenias o patologías
mentales severas- que se acompañan de frialdad,
insensibilidad y negligencia consciente y presencia
manifiesta de total irresponsabilidad.

El rechazo del hijo es una actitud donde elementos


conscientes e inconscientes se entremezclan en
actitudes vengativas dislocadas de la familia, el
ambiente o el ser parental, contra el hijo. Hay
componentes de odio que dejan huellas muy
profundas y ayudan al niño y al adolescente a
desarrollar intensos resentimientos y fantasías- que
después se convierten en actuaciones- de
hostilidad, venganza y grave carencia afectiva.

Algo similar ocurre con la agresividad de los


padres contra los hijos. De todas las situaciones que
habíamos visto, la actitud de violencia que significa
la agresividad es generalmente más duradera,
persistente corrosiva y conlleva a conductas
aparentemente inexplicables. (Psicopáticas).

Una buena actualización de la depresión en la


adolescencia fue expuesta en un panel en el 10°
Congreso Mundial de Psiquiatría (año 1993), por
médicos uruguayos, después de estudiar 144
pacientes con edades entre 12 y 25 años.
Los síntomas cognitivos –verbales registrados
fueron: auto imagen negativa, dificultades de
atención, apatía y aburrimiento, irritabilidad,
pesimismo y desesperanza, excesivos sentimientos
de culpa y sentimientos de sentirse no queridos.
Los síntomas somáticos o físicos predominantes en
ese estudio fueron: fatiga, cansancio, falta de
energía, insomnio, hipersomnia, anorexia y pérdida
de peso. Los síntomas conductuales manifiestos
encontrados fueron: evitación social, agitación
psicomotora, tentativas suicidas, auto mutilaciones
y retardo psicomotor.
La modalidad, intensidad, persistencia y el tipo
de desarrollo de dolor psíquico es tan variable
como las formas clínicas, la historia de cada
individuo, así como sus etiopatogenias (genéticas,
adquiridas o por lo general ambas) y el medio y las
circunstancias en las que la vivencia depresiva se
desenvuelve.

Ideación suicida en el adolescente

El fracaso terapéutico de la depresión es el camino


más probable para una acentuación de la patología
y su desenlace en la forma más brutal de la
agresividad que es el suicidio.
En un sentido más amplio, el suicidio incluye
procesos autodestructivos inconscientes, lentos y
crónicos. Existen “tentativas” de suicidio que sería
actos deliberados de auto agresión, en los que la
persona no tiene certeza de supervivencia,
manifestando una intención y una conciencia vaga
del riesgo de muerte que estaría corriendo.
También es posible hablar de “equivalentes”
suicidas, que serían los llamados “para-suicidios”,
que serían autodestrucciones de estructura
incompleta, dislocada, o simbólica, pero bien
visibles en los accidentes, hábitos de comida y/o
bebida, olvidos, errores y sorprendentes auto
mutilaciones.
Pérdida del objeto libidinal

Deseo de recuperar el objeto perdido / Imposibilidad de recuperar el objeto perdido

Identificación del yo con el objeto perdido

Suicidio

Mecanismos del suicidio en el adolescente

La perdida de objeto libidinal provoca el deseo del


yo de recuperar el objeto perdido. Cuando existe
una imposibilidad de recuperar este objeto de amor
el yo se identifica con él, y al hacerlo, sólo queda la
posibilidad de ese destino, o sea, el suicidio.
También hay otra explicación: la acción del
ambiente contra el sujeto. Aquí tendríamos que
observar cómo es la agresión del ambiente contra el
yo, que provoca sentimientos agresivos del yo
contra el ambiente, y entonces, si surge la
imposibilidad de descargar la agresión, ésta se
vuelve contra el yo, lo que lleva al suicidio.
Factores que predisponen en los adolescentes

 Padres divorciados, alcohólicos o depresivos


 Embarazos no deseados
 Pérdida de la autoestima (por discusión
familiar, humillación, fracaso escolar,
homosexualidad, inadaptación y rechazos
sociales...)
 Abuso de drogas o alcohol
 Trastornos de la conducta
 Fracaso del noviazgo
 Contactos con personas, familiares o amigos
íntimos que consumaron o intentaron un
suicidio. Es alto el grado de contaminación
psicológica que deja, especialmente en
estudiantes secundarios
 Traslado de domicilio, pérdida de amistades,
incapacidad de adaptación a nuevos estilos de
vida
 La inexistencia de estructuras o límites
familiares que llevan al joven a una sensación
fulminante de falta de dirección en la vida
 El autoconvencimiento de que ya nada lo
ilusiona en la vida (amputación de futuro)
 El deseo de castigar o manipular a seres
queridos con una fantasía: "Seguro que vas a
arrepentirte cuando yo muera".
De cada 6 suicidas uno deja una carta a los
seres queridos. La de los jóvenes suele
manifestar bronca y todo el terremoto que
tenían en su interior
¿Como podemos darnos cuenta si un
adolescente está en situación de riesgo
suicida?
Los síntomas de alerta pueden ser:

 Cambios en los patrones alimentarios o de


sueño
 Aislamiento de sus amigos, familiares o
actividades usuales
 Conducta rebelde, violenta, o huida del
hogar
 Abuso de alcohol o drogas
 Abandono en el cuidado de su apariencia
física
 Aburrimiento persistente, dificultad de
concentración y deterioro en la calidad del
trabajo académico
 Quejas físicas frecuentes, como dolores de
estómago, de cabeza, fatiga, etc., siempre
relacionadas con los estados emocionales
 Pérdida de interés en actividades que
previamente le resultaban placenteras
 Intolerancia para el elogio o las
recompensas
 Manifestaciones de sentirse horrible
interiormente
 Comentarios tales como: “no seré un
problema para ti por mucho más tiempo”,
“nada importa”, “no te volveré a ver”.
 Poner sus cosas en orden, como por
ejemplo, tirar o regalar sus pertenencias
favoritas.
 Volverse súbitamente alegre o eufórico
luego de un periodo de depresión
Si reconocemos algunos de estos síntomas ¿que hacemos?

Lo más importante es ser capaz de ver estas cosas en lugar de negarlas defensivamente. Una vez
que logramos detectar las señales y aceptar el problema, los padres debemos hablar con nuestro hijo
acerca de la preocupación que tenemos y buscarle ayuda profesional si la preocupación persiste.
Para nadie es cómodo ni agradable hablar sobre los deseos de muerte de un hijo. Sin embargo,
puede ser de gran ayuda preguntar al adolescente si está deprimido o no o si piensa en el suicidio.
Algunos podrán temer que con estas conversaciones, lo que se logre sea “poner ideas en la mente”
del joven. No es así: expresar nuestra preocupación y nuestro deseo de ayuda le da al adolescente la
seguridad de que alguien se preocupa y le ofrece una oportunidad para hablar del problema. El
poder hacerlo le permite ver con más distancia el propósito y puede ayudarlo a encontrar otras
soluciones alternativas para su desesperación.
Los sentimientos depresivos y suicidas son problemas mentales tratables. Pero para poder tratarlos,
lo primero que necesita ese joven es que su enfermedad sea reconocida y diagnosticada y que un
plan de tratamiento adecuado sea implementado y llevado a cabo. Cuando los padres tienen dudas al
respecto, deben considerar que una evaluación profesional no va a perjudicar al hijo, sino por el
contrario puede ser el comienzo de la recuperación hacia un desarrollo más saludable.

¿Cuando se debe tomar en serio la afirmación de un adolescente que expresa su deseo de


suicidarse?

¡Siempre! Nunca debe desestimarse una manifestación de deseos de muerte de un joven. Por cierto
que no todos lo que lo expresan lo van a llevar a cabo, pero no es un buen antecedente que los
chicos tengan el concepto de que la muerte puede ser la solución a sus problemas o la manera de
conseguir lo que ansían.
Conclusión sobre la depresión y suicidio en la adolescencia

A manera de conclusión es conveniente destacar: actos y modos de vida que se relacionan con la
adolescencia y especialmente con las perturbaciones aquí expuestas y las posibles soluciones a ser
implementadas:

 Considerar muy seriamente la desintegración familiar –hoy cada


vez más frecuente- sobre todo en las fases precoces del
desarrollo, lo que va a acarrear falta de figuras de identificación
positivas y necesarias para un crecimiento lo más próximo
posible a lo que podríamos llamar “normal” .
 Tratar de ir subsanado la inseguridad, hoy real y concreta sobre
el futuro de nuestros jóvenes, que no tienen perspectivas
socioeconómicas.
 Prestar mucha atención a las depresiones reactivas que ocurren
frente a las cada vez más frecuentes crisis familiares y sociales.
 Tratar muy seriamente de disminuir el exceso de estímulos que
pueden llevar a una autodestrucción. Trabajar contra toda forma
de violencia, no sólo física (deportes llamados radicales), sino
social que se manifiesta en la corrupción y la impunidad.
 Apoyar la desvinculación de modelos familiares y sociales
obsoletos.
 Luchar para disminuir los riesgos de enfermar que tiene el
adolescente con el estímulo del uso de vehículos cada vez más
veloces, de la venta prácticamente sin restricciones de tabaco,
alcohol, y los más variados agentes tóxicos, incluyendo algunos
supuestamente farmacológicos.
 Estar atentos a cambios o alteraciones en la salud del joven y
recordar que todos podemos ayudar, pero que los tratamientos
médicos son la gran mayoría de las veces insustituibles, así como
en otras circunstancias, diversos tipos de psicoterapia practicados
por profesionales idóneos.
 Informar, educar y respetar a nuestra población adolescente.
El sentido de la vida y el suicidio
por Viktor E. Frankl (fundador de la Logoterapia)

Detengámonos a esclarecer y comprender cómo piensa y siente el


hombre cansado de vivir, pero analizando al mismo tiempo sus
motivos y su interior justificación.
Se habla a veces de lo que se llama el suicidio balance. Se alude, con
ello, a la idea de que el hombre sólo puede tomar la tremenda decisión
de quitarse la vida a base de un balance a que somete su vida entera.
Ahora bien, nosotros consideramos como algo muy problemático que
el hombre pueda ser nunca capaz de hacer con la objetividad
necesaria un balance de su propia vida. Lo mismo acontece,
concretamente, con la afirmación de que una situación, por
desesperada que sea, no ofrece salida o de que no hay otra que el
suicidio. Por mucho que la afirmación responda a un convencimiento,
no pasará nunca de ser algo puramente subjetivo. Bastaría con que
uno solo entre los muchos que intentan suicidarse convencidos de que
se encuentran en una situación sin salida no tuviera, a la postre,
razón: con que sólo uno de estos desdichados, al salvar su vida,
encontrase más tarde la salida en que no creía antes, para condenar
como ilegítima toda tentativa de suicidio. En efecto, el
convencimiento subjetivo tiene igual firmeza en cuantos se deciden a
suicidarse, sin que ninguno de ellos pueda saber de antemano si su
convencimiento tiene también una base objetiva y no es infundado, o
si lo desmentirán los hechos de las horas siguientes, de aquellas horas
que el suicida ya no vivirá si su designio prospera.
Teóricamente, cabría quizá concebir que un suicidio pudiera estar,
alguna que otra vez, justificado, como un sacrificio conscientemente
ofrecido, y que constituyera, incluso, un acto auténticamente moral.
Sin embargo, la experiencia nos dice que, en realidad, los móviles de
esta clase de suicidios nacen también, con harta frecuencia, de un
resentimiento o que, incluso en los casos de que se trata, habría podido
encontrase otra salida a la situación en apariencia desesperada.
Prácticamente, podemos afirmar, por tanto, que el suicidio no tiene
nunca una justificación moral.
Ni siquiera el suicidio expiatorio. Pues, del mismo modo que pone a la
persona en la imposibilidad de fortalecerse y purificarse en el propio
dolor, lo incapacita para reparar de una u otra manera el mal causado a
otro. Con lo cual el suicidio perpetúa lo pasado, en vez de borrar del
mundo una desventura ocurrida, lo que borra del mundo es el yo.
Pasemos a examinar ahora los casos en que los móviles del suicidio
parecen obedecer a estados enfermizos del alma. Dejamos abierta la
cuestión de si, en una investigación psiquiátrica a fondo, podría
descubrirse alguna tentativa del suicidio en que no hubiera alguna
base psicopatológica. Lo que aquí nos interesa es más bien establecer
que estamos obligados a demostrar a las personas cansadas de vivir,
en todos y en cada uno de los casos, que la vida tiene siempre
incondicionalmente, un sentido y que el suicidio carece siempre de él,
y a demostrárselo mediante una crítica inmanente y con argumentos
objetivos es decir, recurriendo a los medios de la logoterapia. Hay que
hacerles ver, ante todo, por este camino, que su cansancio de la vida
no es más que un sentimiento y que los sentimientos no pueden
hacerse pasar nunca por argumentos. Por otro lado, no encuentra lo
que busca: la solución de un problema. A quien muestre intenciones
de suicidarse hay que hacerle ver, sobre todo, una y otra vez, que el
suicidio no resuelve problema alguno.
Hay que hacerle comprender que el suicida se parece mucho al
jugador de ajedrez que, obligado a enfrentarse con un problema
demasiado difícil o que a él le parece, derriba las figuras sobre el
tablero. Claro está que con ello no resuelve el problema que tiene
delante. Tampoco en la vida se resuelve ningún problema echando la
vida por la borda. Del mismo modo que ese jugador de ajedrez no se
atiene a las reglas del juego, el hombre que se suicida infringe las
reglas del juego de la vida. Estas reglas de juego no nos obligan, ni
muchos menos, a vencer por encima de todo, pero sí a no
abandonar la lucha por ningún concepto.
No podemos, ni deberíamos tampoco aunque pudiéramos, borrar del
mundo todas las causas de la desventura humana para desviar de su
propósito a quienes se deciden a suicidarse. No tenemos por qué poner
en brazos de quien ama sin ser correspondido a la mujer amada, ni en
el bolsillo del miserable los medios económicos necesarios para que
no desespere de la vida.
Hay que arreglárselas para convencer a estos desdichados, no sólo de
que pueden seguir viviendo sin necesidad de tener aquello de que, por
una u otra razón, carecen, sino incluso de que deben considerar en
buena parte, como el sentido de su propia vida el sobreponerse
interiormente a su desventura, fortaleciéndose en ella y mostrándose a
la altura de su destino, aun cuando algo falle.
Sólo conseguiremos que nuestros enfermos se sientan movidos a
considerar la vida como un valor, como algo que tiene en cualquier
circunstancia sentido y razón de ser, siempre que sepamos dar su vida
un contenido, hacer que encuentran una meta y un fin a su existencia;
dicho en otras palabras, que vean ante ellos una misión. "Quien
dispone de un porqué para vivir es capaz de soportar casi
cualquier como", dice Nietzsche.
No cabe duda de que la conciencia de una misión en la vida posee un
extraordinario valor psicoterapéutico y psicohigiénico. No tenemos
reparo en afirmar que no hay nada que más ayude al hombre a vencer
o, por lo menos, a soportar las dificultades objetivas y las penalidades
subjetivas que la conciencia de tener una misión que cumplir. Esta
misión, cuando se la concibe como algo personal, hace a su portador
insustituible, irremplazable, y confiere a su vida el valor de algo
único. Pero no es solo esto; de la conciencia que así se gana en cuanto
al carácter de misión se desprende, por consecuencia, el corolario de
que la vida cobra, en rigor, tanto mayor sentido cuanto más difícil
se haga.

BIBLIOGRAFIA

 Psicoanálisis y Existencialismo. Viktor E. Frankl


 Relación de Ayuda Ante el Suicidio. Mateo Bautista - Marcelo Correa
 Trastornos de la Personalidad. Theodore Millon
 Psiquiatría y Psicología de la Infancia y Adolescencia. Arturo Grau Martínez - Julio
Meneghello
 Tratado de Psiquiatría. Kaplan- Sadok
 Textos varios, internet
.

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