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Semiotica de Los Mass Media
Semiotica de Los Mass Media
Sobre la auto-referencialidad
Las imágenes de Benetton hacen constataciones sobre la condición humana. ¿Con qué
propósito? Benetton y Toscani pretenden que es para abrir un debate sobre los hechos
sociales: “Lo que queremos es abrir una discusión sobre hechos que no sean frívolos,
sino que reflejen la realidad, que tengan que ver con nuestra vida. Y abrimos esta
discusión con imágenes que pertenecen a todo el mundo. Ponemos nuestros presupuesto
publicitario a disposición de este debate”.
Pero ¿qué pasa? Se sabe que la interpretación de una imagen depende de su contexto. Y
precisamente, en el anuncio, la imagen no está acompañada de ningún comentario que
permitirá orientar la reflexión sobre los problemas del mundo. Si acaso los anuncios de
Benetton provocan un debate, no es sobre el sida, el racismo, etc., sino sobre la
publicidad y la explotación mediática de las imágenes. Porque las imágenes de Benetton
están descontextualizadas de la actualidad para inmediatamente ser recontextualizadas
en la publicidad a través de su asociación con la marca. La marca funciona como
interpretante de cada nueva imagen. Pero la marca recuerda también las imágenes
anteriores que hicieron escándalo; entonces son todas las imágenes ya “marcadas” las
que funcionan como interpretantes para la última publicidad a salir. Los anuncios de
Benetton son esperados con impaciencia dos veces al año, en la primavera y en otoño,
tanto por los aficionados a la publicidad como por sus detractores. Y una pregunta
permanece: ¿explota Benetton todas las desgracias del mundo con un fin publicitario?
¿o desvía acaso el soporte publicitario para atestiguar de los males del mundo? La
ambigüedad es perfecta y el debate se renueva sin cesar… lo que sirve muy bien a la
estrategia publicitaria de Benetton, ¡puesto que no dejan de hablar de él!
La televisión es, hoy día, al margen de su valoración moral como producto comercial
(“telebasura”), un discurso simbólicamente denso, que recoge obsesiones y
representaciones flotantes: como tal, es un reflejo de la realidad social —pero no fiel
sino más bien deformado y a veces engañoso—, que nos informa, aunque sea
subliminalmente, sobre los cambios en la sensibilidad colectiva y refleja unas
mutaciones profundas en el status de lo real.
Ahí están los reality shows, talk shows y concursos de nueva generación y la
emergencia de un tipo de realidad que se sitúa a mitad de camino entre el documento
sociológico y el relato de ficción, donde el medio simula la realidad o la estimula, crea
“personajes”, en el sentido más narrativo de la palabra, fomenta relaciones y suscita
acciones pasionales, donde los sujetos juegan a ser sí mismos.
Este impostergable trabajo crítico no es más que un hito en la batalla en contra de todos
los desvíos de las palabras, el empobrecimiento de su sentido primigenio y de las
manipulaciones que las aíslan de su memoria. Lo demuestra muy bien el caso del
vocablo mundialización, vástago de la larga tradición del Internacionalismo
democrático que ha sido expropiado en beneficio del ultraliberalismo. Tan expropiado
que hoy el movimiento social debe utilizar la palabra altermundialización para
distinguirse de la mundialización ultraliberal.
La caída del Muro de Berlín y el auge de Internet, como red de acceso público,
precipitan las estrategias reticulares. La caída del Muro de Berlín acaba con la estrategia
del containment del tiempo de la bipolaridad e instala aquella del enlargement, el
ensanchamiento pacífico a través de la integración de cada vez más países a la global
democratic marketplace. Dicha nueva doctrina geopolítica de la “hiperpotencia
solitaria”, según la expresión de Huntington, supone sacar provecho de las inversiones
simbólicas acumuladas desde casi medio siglo a través de los vectores de la cultura de
masa y otros signos de la american way of life.
Es en este contexto multidimensional que nuevos actores aparecen y hacen oír su voz en
los debates sobre los proyectos de “sociedad de la información”. Un cambio importante
si uno tiene en la mente que cuando G7 acuñó en Bruselas la noción de “Sociedad
Global de la Información”, no fueron invitados representantes de la Sociedad Civil, y si
se los hubiesen invitado hubieran invitado únicamente a asociaciones de consumidores.
Habían convidado, en cambio, a toda la plana mayor de la industria aeroespacial y
electrónica.
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Queremos destacar, entre los materiales compilados en este libro, el artículo de Armand
Mattelart (página 263), revelador y de una lucidez que el lector sin duda podrá
apreciar.
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