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David – (Con extrañeza). Tienes miedo, se te ve en la cara. ¿Miedo a que? ... Ataque a
Emiliana, pero estoy arrepentido de eso también, ¡es que no era fácil comprender! Ahora
mismo no comprendo que hacia aquí esa gente. He estado solo mucho tiempo. Solo con
mi veneno. Rocío me enseño a hablar. Con el paladar, con el hueso, con la sangre, con
todo eso que tenía escondido y mudo (El padre ha retrocedido espantado. Evidentemente
no entiende a David. No se da cuenta que su hijo mudo habla) (Acercándose un paso).
Padre, creo que tengo la palabra que te falta siempre en el crucigrama. Es tan sencilla y
tan fácil. Deja decírtela. La podemos pronunciar juntos., ¡tengo la palabra!
El Padre –Gruñes… se podía decir que gruñes como un cerdo, al menos antes te
quedabas en silencio, ahora haces ruidos.
David –Sí, necesitamos ayuda. ¡Pero yo también la necesito! Rocío lo sabe, Rocío me...
(Entrada de Rocío)
David – ¡Yo no tengo una mordaza! Quiero hablarte padre, tengo cosas que decirte,
escúchame por favor. Yo no quiero hacerte daño.
David –tus ridículas voces ficticias... tu... tu miserable... escondrijo de cobardía... Odio ...
tus llamados de ... de ... alerta ... tus malditos crucigramas ... (tomando el diario sobre la
mesa) Me equivoque. Ahora sé que... la... la... pala... bra que te fal... ta... es... ¡Muerte!
(Se tira al suelo derrotado)
(Rocío sale corriendo. El padre mira por la ventana extraviado como si viera el mundo por
primera vez. Después de un momento el padre con aire ausente se sienta. Luego, ah
absorto dice):