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Pacheco y López Velarde: la lucha por recobrar lo perdido

Álvaro Ruiz Rodilla

• José Emilio Pacheco, Ramón López Velarde. La lumbre inmóvil, selección y epílogo de
Marco Antonio Campos, México, Ediciones Era, 2018, 140 pp.

Durará más que tú, provisional habitante,


tu obra mejor que el mármol,
tu moral de la simetría.
—José Emilio Pacheco

“Has caído en manos de la policía judicial literaria”, le dice José Emilio Pacheco al
fantasma de López Velarde, a la lumbre de la vida y obra cuyas ascuas debe aprovechar el
crítico. “Mira, te presento al comandante Marx, al capitán Freud, al inspector Lukács, al
teniente Lacan, al sargento Foucault”, continua la interpelación de JEP, en lo que hoy
podríamos reconstruir como uno más de esos inolvidables pasajes de periodismo literario:
un “Diálogo de los muertos”, en donde José Emilio y López Velarde pasearan juntos por la
colonia Roma del 2018, observando las ruinas del pasado y el esplendor del presente —
como la Casa del Poeta—, las reminiscencias de esa otra provincia del poeta jerezano.

A pesar de querer recluirse en la imagen irónica del crítico como sabueso, rumiando
chismes, fantasías psicológicas y especulaciones fieles al espejo diario de su propia
obsesión, pocos como José Emilio Pacheco ejercieron con semejante lucidez la crítica
literaria. Innumerables prólogos, antologías y, sobre todo, columnas (desde la anónima
Calendario hasta las cuatro décadas que duró Inventario), la parte más dispersa de su
obra, hoy pasan un umbral, se reconstruyen y vivifican, en manos de los que, en acuerdo
con la ética implacable del autor, son sus verdaderos propietarios: los lectores. Gracias al
trabajo de la editorial Era vuelve a nosotros una compilación de Marco Antonio Campos
indispensable no sólo para internarse en los vericuetos de la obra velardeana, sino para
entender la labor crítica de Pacheco.

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Perdurables porque el arco del libro va desde 1971 hasta 2001, en los que surge la
confirmación de una lectura incisiva, la evolución de sus tesis y relaciones, el papeleo
acumulado en su estudio periodístico. El tiempo parece detenido en 1988, año del
centenario de RLV, así como podrá suceder de nuevo en 2021. Pero esa pausa no
corresponde al oportunismo del crítico periodista: es la conversión de las efemérides en
credo pachequiano de los ciclos de lectura—equivalentes a reescritura y actualización del
pasado— y, dentro de Inventario, en artes poéticas que acaban por verterse en el
poemario, en el libro (véase la sección “Ocasiones y circunstancias” de Los trabajos del
mar). En este sentido, es un acierto que La lumbre inmóvil (un verso de JEP del poema
“Caracol”) haya buscado combinar entre sus páginas poesía y periodismo. Esta veta, que
el autor de Inventario practicó en un mismo taller creativo, hereda del modernismo lo
mejor de ambas practicas: concisión y síntesis, giro final y conciencia del público lector.
Los vasos comunicantes entre artículos como “La prisionera del Valle de México” y el
poema “Caracol” repuntan de inmediato. Remiten a la condición del poeta muerto, cuya
vida y obra se petrifican y someten a la revisión del tiempo, a la “rapiña”:
Defendido del mundo en tu externo interior
que te revela y encubre,
eres el prisionero de tu mortaja,
expuesto como nadie a la rapiña.

Sabemos que Pacheco escribió, explicitando el género híbrido, artículos en verso. Esa
relación se transparenta ahora, especialmente en poemas-homenaje como “Caracol”: son
verdaderos inventarios poetizados.

Pero antes de que la crítica se vuelva materia del poema, el punto de vista debe
madurarse. Desde 1971, y es una tesis central, José Emilio busca restituirle su lugar al
poema que, gracias a la difusión inicial que tuvo en la revista El Maestro (de nuevo se
conjugan poesía y periodismo), se convertiría en emblema nacional tras la revolución: “Es
natural que se haya intentado hacer de ‘La Suave Patria’ el poema épico que le faltó al
movimiento revolucionario”. Pero no hay nada de eso, según JEP: el autor del poema

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quiso “poetizar sus diarias sensaciones y reflexiones sobre la realidad íntima, no histórica
ni política, del país”. De modo que “La suave Patria” no es ni será producto de una nueva
“tradición de poesía nacionalista”, sino el texto que representa mejor el último anochecer
del modernismo, y eso lo reitera JEP en varios de los artículos aquí recogidos.

Pero los contextos históricos de la lectura modifican perpetuamente el texto. Pacheco


como crítico, un verdadero historiador de la literatura, tiene conciencia plena de ello. “La
intención bucólica hizo sonreír a quienes en 1946 celebraron los primeros veinticinco años
del poema. En 1971 el desengaño del progreso y la impugnación a la sociedad industrial le
dan un nuevo sentido”, apunta. Es una constante en el periodismo cultural del autor de La
lumbre inmóvil: no sólo alumbrar desde el presente el nuevo sentido, sino restituir lo
perdido, la forma en que esos textos se leyeron en su tiempo. Por eso, en “López Velarde
hacia ‘La Suave Patria’” (2001), JEP exhuma las reseñas que recibieron mal al jerezano en
los años veinte (entre ellos Enrique González Martínez), para después concluir: “La crítica
siempre es efímera”. De ahí que las “escuelas” críticas (marxistas, estructuralistas,
psicoanalíticas) no sean baluarte alguno ante la intemperie de la historia. Pero la crítica
literaria, en la forma que desarrolló el autor en Inventario, puede ofrecernos, al menos, el
relato de esa pérdida.

Entre dos polos opuestos, que observa JEP, su postura queda clara. Si los autores se alejan
de nosotros, porque “las nuevas generaciones no pueden sentir nostalgia por un tiempo
que no conocieron” —un argumento retomado a Juan Domingo Argüelles (en “La
posteridad de López Velarde”, 1988)— el remedio es “lo que en 1971 nos fascinó en López
Velarde: precisamente lo que llamó Walter Benjamin ‘la nostalgia de lo inmemorable’”.
Poder actualizar una lectura implica el conocimiento detallado de las épocas históricas por
las que ha pasado la obra. Es, dicho de otro modo, abocarse a uno de los trabajos del
poeta, resumidos en los Cuatro Cuartetos:
Sólo existe la lucha por recobrar lo perdido
Y encontrado y perdido una vez y otra vez
Y ahora en condiciones que parecen adversas.
Pero quizá no hay ganancia ni pérdida:

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Para nosotros sólo existe el intento.
Lo demás no es asunto nuestro.
(traducción de JEP)

Álvaro Ruiz Rodilla (Ciudad de México, 1988)


Es traductor y editor. Actualmente trabaja en la revista Nexos. Obtuvo el doctorado
en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Toulouse y por la
Universidad de Sevilla con una tesis sobre la columna Inventario de José Emilio
Pacheco.

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