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POEMAS DE NUESTRO TIEMPO INSPIRADOS EN LA ODISEA.

LUIS CERNUDA

Peregrino

¿Volver? Vuelva el que tenga,


Tras largos años, tras un largo viaje,
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos,
Del amor que al regreso fiel le espere.

Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas,


Sino seguir libre adelante,
Disponible por siempre, mozo o viejo,
Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Sin Itaca que aguarde y sin Penélope.

Sigue, sigue adelante y no regreses,


Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Tus ojos frente a lo antes nunca visto.

JORGE URRUTIA

El humo de Ítaca

¿Hay un hogar? ¿Se parte de algún sitio?


Siempre de las ruinas, pero exigen
las ruinas hogar un día construido.
Se parte de algún sitio, del derrumbe
del manto, de la saya
caída,
de la camisa rota,
del ánimo cortado por no se sabe qué,
por no se sabe quién.
Y se encamina uno hacia el pasado.

La mirada de Ulises

Se levantó del lecho y abrió una cerveza.


Soñaba que dormía de nuevo con Penélope
pero se despertaba con la cara de Circe.
Dormir, soñar, vivir acaso
en un sueño imposible, una esperanza
condenada al fracaso.
Amar, sólo se ama lo que uno mismo crea
y él hubiera creado una nueva mujer que mantuviese
la forma de sus manos, el olor de su aliento,
el calor de su pecho.
Pensó en Narciso y dijo: «Me amo sólo a mí mismo».
Termina la cerveza y se mira al espejo
que reflejaba el rostro del triste Leopold Bloom.

Poema de Calipso

Batallas son de amor, también de sueño.


O son sueños de amor o, sólo en sueños,
amor. Batallas son
que libra con su cuerpo y con el cuerpo
de ti.
Con tus manos sujetas
su sueño, construyes
su amor, destruyes...
¿Qué destruyes si en tus manos es sueño
y si sueña tan sólo con tus manos?

Recuerdo de Penélope

Te despiertas y miras. La penumbra


es como un horizonte descompuesto.
Otros mundos pudieran ofrecerse
detrás de los espejos o al fondo del armario.
Vuelve el rostro pues sabes
que el mundo es sólo tú y que estarás
a su izquierda dormido, en el dominio
de la inquietud tan cómoda que ofrece el abandono.

KONSTANTINOS KAVAFIS

Ítaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca


pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.


Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.


Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.


Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.


Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

CARLES RIBA

Ítaca

Más lejos, tenéis que ir más lejos


de los árboles caídos que os aprisionan.
Y cuando los hayáis ganado
tened bien presente no deteneros.
Más lejos, siempre id más lejos,
más lejos del presente que ahora os encadena.
Y cuando estaréis liberados
volved a empezar nuevos pasos.
Más lejos, siempre mucho más lejos,
más lejos, del mañana que ya se acerca.
Y cuando creáis que habéis llegado, sabed encontrar nuevas sendas.
LLUÍS LLACH

Ítaca

Buen viaje para los guerreros


que a su pueblo son fieles
favorezca el Dios de los vientos
el velamen de su barco
y a pesar de su viejo combate
tengan placer de los cuerpos más amantes.
Llenen redes de queridos luceros
llenos de aventuras, llenos de conocimiento.
Buen viaje para los guerreros
si a su pueblo son fieles
favorezca el Dios de los vientos
el velamen de su barco
y a pesar de su viejo combate
el amor llene su cuerpo generoso
encuentren los caminos de viejos anhelos
llenos de aventuras, llenos de conocimiento.

JOAN MANUEL SERRAT

Penélope

Penélope,
con su bolso de piel marrón
y sus zapatos de tacón
y su vestido de domingo.
Penélope
se sienta en un banco en el andén
y espera que llegue el primer tren
meneando el abanico.

Dicen en el pueblo
que un caminante paró
su reloj
una tarde de primavera.
"Adiós amor mío
no me llores, volveré
antes que
de los sauces caigan las hojas.
Piensa en mí
volveré a por ti..."

Pobre infeliz
se paró tu reloj infantil
una tarde plomiza de abril
cuando se fue tu amante.
Se marchitó
en tu huerto hasta la última flor.
No hay un sauce en la calle Mayor
para Penélope.

Penélope,
tristes a fuerza de esperar,
sus ojos, parecen brillar
si un tren silba a lo lejos.
Penélope
uno tras otro los ve pasar,
mira sus caras, les oye hablar,
para ella son muñecos.

Dicen en el pueblo
que el caminante volvió.
La encontró
en su banco de pino verde.
La llamó: "Penélope
mi amante fiel, mi paz,
deja ya
de tejer sueños en tu mente,
mírame,
soy tu amor, regresé".

Le sonrió
con los ojos llenitos de ayer,
no era así su cara ni su piel.
"Tú no eres quien yo espero".
Y se quedó
con el bolso de piel marrón
y sus zapatitos de tacón
sentada en la estación.

JORGE LUIS BORGES

El desterrado

Alguien recorre los senderos de Ítaca


y no se acuerda de su rey, que fue a Troya
hace ya tantos años;
alguien piensa en las tierras heredadas
y en el arado nuevo y el hijo
y es acaso feliz.
En el confín del orbe yo, Ulises,
descendí a la Casa de Hades
y vi la sombra del tebano Tiresias
que desligó el amor de las serpientes,
Y la sombra de Heracles
que mata sombras de leones en la pradera
y así mismo está en el Olimpo.
Alguien hoy anda por Bolívar y Chile
y puede ser feliz o no serlo.
Quién me diera ser él.

A un poeta sajón

Tú, cuya carne, hoy dispersión y polvo,


pesó como la nuestra sobre la tierra,
tú cuyos ojos vieron el sol, esa famosa estrella,
tú que viviste no en el rígido ayer
sino en el incesante presente,
en el último punto y ápice vertiginoso del tiempo,
tú que en tu monasterio fuiste llamado
por la antigua voz de la épica,
tú que tejiste las palabras,
tú que cantaste la victoria de Brunanburh
y no la atribuiste al Señor
sino a la espada de tu rey,
tú que con júbilo feroz cantaste,
la humillación del viking,
el festín del cuervo y del águila,
tú que en la oda militar congregaste
las rituales metáforas de la estirpe,
tú que un tiempo sin historia
viste en el ahora el ayer
y en el sudor y sangre de Brunanburh
un cristal de antiguas auroras,
tú que tanto querías a tu Inglaterra
y no la nombraste,
hoy no eres otra cosa que unas palabras
que los germanistas anotan.
Hoy no eres otra cosa que mi voz
cuando revive tus palabras de hierro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo


que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure
en la noche propicia a la memoria
o en las mañanas de los hombres.

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