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Traducción de · 1 tqtfiARMEN BERNAND Y SERGE GRUZINSKl
DIANA SÁNCHEZ F. l
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DE LA IDO LATRIA
Una arqueología de las ciencias
religiosas

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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA


MÉXICO

1 i . TifiClA UH!VERSIDAO CATCUC.~ Of CallE


.... SISTEMA DE BIBLIOTF.CAS
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Primera edidón en francés, 1988


Primeraedldón en español, 1992

PREFACIO

"La mayo r cosa después de la creación del mundo, sacando la


encamación y muerte del que lo crió, es el descubrimiento de
Indias", apunta un cronista español del siglo XVI, expresando así
en el lenguaje de su tiempo el efecto inaudito de un acontecimien-
to --descubrimiento pero también conquista y explotación del
Nuevo Mundo-- que constituye un hito esencial y, sobre tocio, re
lativamente descuidado de nuestra modernidad. Conviene, pues
restituirle el lugar que le corresponde entre 1520 y 1650, entre t>l
Renacimiento y la época clásica, abandonando una visión deseen·
trada en exceso, e incluso h exagonal, de la historia de Occide.ntc.
Tal es el primer objeto de este ensayo.
Desde luego, sabemos que la experiencia american a hizo retro-
ceder los límites del mundo conocido al abrir sobre un nuevo
continente el horizonte occidental; sabemos también que aportó
una riqueza material cuya puesta en circulación estimuló el des-
arrollo de los capitalismos europeos. También se ha querido atri-
buirle los balbuceos de un humanismo comprometido en la de-
fensa de los derech os del h ombre o los orígenes de la etnografia.
Pero esto equivale de nuevo, y siempre, a hacer de la experiencia
americana un complemento, un suplemento, una marginalidad
indignante (la matanza de los indios) o edificante (Las Casas contra
el genocidio) que oscurece la silueta n egra --<:omo su leyenda-
de una España a la que se imagina hundida en una con tinua <le--
cadencia. Porque las guerras qu e opusieron a España con las gran-
des potencias europeas y el papel que desempeñaron éstas (Francia
e Inglaterra en especial) sumieron en el olvido el interés crucial
de los escritos sobre las India.~ Occidentales. No nos corresponde
Título original: aquí emitir un juicio moral s• v dejar habl:>· .. Jos textos y los auto-
De l'idolá!JV. Um arda«!logie des sdmces religiet"'.J
e 1988, EomoNS oo SiUIL res sobre lo otro que, por p i .. 1era ve:-, 1rrumpe en la historia de
ISBN 2-02-010255·2 Europa. Es cierto c¡ue los europeos sabían de la existencia de otros
pueblos, de otras culturas, antes del d escubrimiento d e América.
Pero el h echo es que tocó a l..:>s españoles, para bien o para mal, dar
cuenta de la existen cia de una alteridad c¡ue no podía suprimirse
O. R. 0 1992, FONDO O! CoLTullA EcoNÓMICA, S. A. 0€ C. V. ni expulsarse y con la cual había que transigir (pues los indios
Carretera Picacho-~usco 227; 14200 México, O: F. eran legalmente sujetos libres y no esclavos).
ISBN 968-1&3774-7 Men os conocido quizá que esa experiencia americana fue el
origen de una gigantesca operación de duplicación que consistió
Impreso en México en reproducir sobre suelo americano, adaptándolas y haciendo
7
8 PREFACIO PREFACIO 9

ajustes a veces consid erables, las instituciones, las leyes, las creen- un enfoque de lo real que se empeña en discernir y circunscribir
cias y las prácticas de la Europa medieval y moderna. Se ignora lo que se ha convenido en llamar el dominio de lo religioso. Un do-
generalmente que la "conquista espiritual" de los indios del Nuevo minio cuya evidencia y positividad se impon en con mayor fuerza
Mundo se apoyó en estrategias altamente complejas, basadas en cuanto más se borraron, rechazaron o abandonaron los postu-
la conquista de los cuerpos y la difusión de la imagen grabada, pin- lados teológicos que permitieron con cebirlo. Son estas recaídas
tada o escenificada, y que intentó la creación de un hombre nuevo paradójicas las que nos interesan aquí, en particular las que adop-
aJ que imaginaba exento de los pecados del Viejo y del Nuevo Mun- tan la fonna de la antropología religiosa y d e la historia de las re-
do. Pero no basta recordar que este laboratorio de la moderni- ligiones. Es, pues, una reflexión sobre los espesores de un campo
dad, la América hispánica, n os tiende el espejo de nuestra histo- -epistemológico o, más exactamente, sobre la continuidad y la con-
ria, un espejo más esclarecedor cuanto más defonnante. América solidación de una estructuración singular del saber lo que cons-
sirvió paralelamente como objeto, como banco de pmebas para vas- tituye el tercero y último objeto de estas páginas. Una arqueología
tas empresas intelectuales. Una de ellas se tradujo en la proyec- en cierta forma. Pero una arqueología menos preocupada por
ción sobre estos mundos nuevos de un conjunto de categorías re- deducir mpturas - a la manera de Michel Foucault- que por cap-
ligiosas tomadas de la h eren cia del paganismo antiguo y de la tarde qué manera las ciencias humanas y sociales mantuvieron, o
escolásti<:a;. medieval y que se p olarizaron en torno al con cepto de incluso restablecieron a su manera, el principio de una trascen-
idolatría. Este es el segundo objeto d e este trabajo. dencia que habían dejado vacío en otros sitios.
Por todo ello, n o podemos disociar experiencia americana y Cualquier red es tan peligrosa como inevitable: la que ahora exa-
occidentalización. Más exactamente, la occidentalización --con- minaremos en su constitución, inflexiones y metamorfosis atrapa
cebida como el efecto a largo plazo de las sociedades y las cultu- en sus mallas al observador tanto o más que al observado. A veces
ras occidentales sobre América y el mundo-- tiene sus raíces en nos obliga incluso a utilizar términ os de los que desearíamos des-
dicha experiencia. La occidentalización se mue\le en registros hacernos, a expresarnos recurriendo a esquemas cuyo desgaste y
múltiples: políticos, sociales, económicos, culturales. En este sen- fragilidad hemos denunciado. Hemos tratado de reducir esa para-
tido, el fenómeno está indisociablemente ligado a la evolución doja sin poder eliminarla pues no es posible, a menos que pequemos
del pensamiento occid en tal. Intentaremos, pues, a partir de la de hermetismo o de hablar en j erga, despreciar un vocabulario tan
experien cia americana, explorar la manera como el Occidente familiar que parece evidente. Con algunos términos el desgaste es
letrado se empeñó en captar los mundos exóticos que entraban tan flagrante que resulta inofensivo. La úkllatria n o es actualmente
en su órbita, intentando sujetarlos a esquemas, a sistemas d e para nosotros más que una variante de la pasión , un sinónimo
interpretación o, mejor dicho, a redes que pudieran a la vez ha- envejecido de adulación, y el ídolo sólo una estrella de paso, la di-
cerlos accesibles y someterlos a sus designios. La América india versión de un momento o de una generación ... Para otros, el des-
fue, desde luego, a todo lo largo del siglo XVI, el terren o de predi- gaste es más insidioso. Es el caso de religión y religWso. Estos con-
lección de esa empresa intelectual y colonial. Veremos que estos cep tos siguen teniendo autoridad y conservan un sitio de elección
instrumentos siempre en acción, estas redes, reducen y aprisio- en los medios masivos y la cultura así como en el microcosmos "en
nan, aunque lleguen a crear objetos nuevos: las idolatrías mexi- crisis" de las ciencias humanas: historia, antropología y sociología
cana y peruana. Veremos también cómo, para O ccid ente, esos confundidas. Aunque, ¿por cuánto tiempo más?
objetos su stituyeron a las realidades plurales y singulares que Para medir el significado de esto, para explorar la idolatría e
encontró éste en su camino. Dicho lo cual, sería erróneo pensar ' interrogarnos sobre las fuentes y las paradoj as d e la antropología
que las "redes" en cuestión funcionaron exactamente como pan- religiosa, hemos elegido el viaje. Un viaje por la América de los
tallas opacas. Con el paso del tiempo, sufrieron alteraciones pro- indios y de los españoles, de los mundos prehispánicos, de los con-
fundas: se desplegaron una vez m{tS en torno a nuevas- articulacio- quistadores y ~ronistas. Una América que se en cabalga a veces
nes, se m odificaron y desplazaron al contacto con la experiencia sobre China y Africa y en la que se refleja el Mediterráneo antiguo.
en el terreno y con los sistemas de pensamiento que se sucedie- A lo largo de nuestro recorrido, al que se juzgará quizá demasia-
ron en la Europa moderna. Pero asimismo, por un curioso efecto do lento a veces y otras d emasiado rápido, se agotarán etapas, se
de rebote, como igllal número de estratos sucesivos, contribu- olvidarán otras, se descuidarán estacion es a propósito y se perde-
yeron a que el pensamiento occidental se instalara y arraigara en rán pistas en el transcurso. Pero ésos son los riesgos de un viaje.
10 PREFACIO

Un viaje a dúo implica a veces miradas divergentes, sensibili-


dades distintas, pero ¿qué paseante solitario agotarla ese inmenso
espacio? En el curso de esta confrontación, que fue objeto de un
seminario de dos años, debería ser posible mezclar y fundir la l. DESCUBRIMIENTOS
experiencia del etnólogo y la del historiador, las lecciones de los
Andes y las de México. Lo que no significa negar la herencia de
hábitos de pensamiento distintos sino saber explotarlos en el
seno de un procedimiento que, por ser más una arqueología que
una historia de las ideas, pretende estar resueltamente abierto a Soy, por más que tú me ultrajas,
las cuestiones políticas y antropológicas. Nos pareció que había )a que sabrá defender
que desenclavar el americanismo y ligarlo a la historia de Occi- fueros de edades tan largas,
dente, de la que es una prolongación natural. Porque, en nuestra pues Alegórica Idea,
opinión, la pretensión del americanismo de convertirse en una dis- Consideración abstracta
ciplina en sí oculta lo esencial: el inmenso aporte de América a la soy, que colectivamente
c~i todo el Reino abraza.
episteme occidental. •
Soll JUANA INts DE LA CRUZ, loa para el auto
intitulado El cetro de ]osi.

EL MtXICO DE lAS MEZQUITAS

1519. Una flotilla de una decena de carabelas Uega frente a las


costas de Cozumel. Una isla tropical baj o el sol de Satanás, de
"olores maravillosos", a unos cables de la península yucateca, so-
bre las aguas tibias y desesperadamente límpidas del mar Caribe.
Los españoles, como de costumbre, buscan oro, se apoderan de
algunos objetos, pero su jefe, Hemán Cortés, prefiere calmar las
i ansias de sus hombres. El conquistador abriga otros proyectos.
Sobre la isla todos observan con atención los gestos de un viejo
indígena en el patio de un "adoratorio". Unos indios queman in-
cienso. El anciano parece estar predicando. El cronista Berna!
Díaz del Castillo recuerda el asombro d e los conquistadores ante
ese espectáculo insólito, "era cosa nueva para nosotros". Y sin
embargo, de inmediato se da por h echo que el anciano es un "sa-
cerdote de los ídolos" y que se entrega al "culto de los falsos dio-
ses". Lo exótico se transcribe rápidamente al lenguaje de los
recién llegados, que asisten así ;{tuna escena destinada a repetirse
cada vez que las circunstancias lo permitan. Los ídolos son de-
rribados y rotos, el santuario pagano es regado con cal, y a los
ídolos los sustituyen una cruz y una imagen de la Virgen. Este
arrebato de rabia iconoclasta -que quizá sólo el ojo de Wemer
Herzog ha podido comunicamos hoy- termina de manera bas-
*Sin la ayuda de Thierry Marchaísse y de todos los que participaron en el semi. tante insólita: los conquistadores confian a los "sacerdotes de los
nario, este libro no sería lo que es. Vaya nuestro agradecimiento para ellos.
ídolos", y por tanto del diablo, la guarda de las imágenes cristianas
11

.· 1
DESCUBRIMIENTOS 1~

y la conservación de los nuevos sitios de culto. Comportamiento


paradójico pero que se explica, como veremos más tarde. 1
La flotilla prosigue su curso, bordea las costas de Yucatán,
luego las del golfo de México hasta las inmediaciones de lo que
será Veracruz. Se lucha con los indios, se hacen trueques, se pierde
a veces, se elevan altares, se celebran misas, se predica contra los
ídolos. Desde el puente de los navíos, más allá de las grandes pla-
~ yas de arena y las palmeras, el ojo descubre fértiles y alegres vegas y
...
0\
se detiene en la línea de las sierras que a veces desaparece tras
~ una cortina de nubes.
~ · Durante todo el viaje, convencido de que para conquistar hay
~ que conocer primero, Cortés no se contenta con dirigir la expe-
dición. Observa y registra lo esencial de lo que ve: los hombres,
.j los víveres, las ciudades, el hábitat. .. pero también "la secta, los
~ ritos y las ceremonias" de las p oblaciones que encuentra:

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eS
Tienen sus mezqwtas y adoratorios y andenes todo a la redonda muy
ancho y allí tienen sus ídolos que adoran ... a los cuales honran y sir-
¡:: ven de tanta manera y con tantas ceremonias que en mucho papel no
.g ~ podría hacer de todo ello.. . entera y particular relación ... Queman
.-s en las dichas mezquitas incienso y algunas veces sacrifican sus mismas
<S personas ... y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser
~ punida que hasta hoy no habíamos visto en ninguna parte y es que
.,; todas las veces que alguna cosa quieren pedir para que más aceptasen
u
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,g- su petición, toman muchas niñas y niños y aun hombres y mujeres de
mayor edad y en presencia de aquellos ídolos los abren vivos por
..
~
u
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los pechos y les sacan el corazón y las entrañas y queman las dichas
entrañas delante de los ídolos y ofreciéndoles en sacrificio aquel
u humo ... 2
:~ Mezquitas, oratorios, ceremonias, ídolos, sacrificios... desde
o
;_¡ 1519 y sus primeros contactos con Yucatán y los pueblos de Mé-
!
~ ~ xico, Hernán Cortés abonaba el terreno de lo que sería nuestra

1
mirada sobre las "grandes religiones amerindias". Los ribereños
mexicanos del golfo y del Caribe debían por primera vez cubrir
los gastos de. este ejercicio inspirando las páginas de una mono-
~ grafía destinada al emperador Carlos V. Allí estaba ya quizá lo
~ esencial: la visión de una América india que sigue siendo la nue~
tra, aun cuando para nuestra mirada moderna las "pirámides"
hayan sustituido a las "mezquitas". Unas decenas de años más

1
"Itinerario de Grijalva ", en García lcazbalceta (1971) , 1, p. 286; Díaz del
Castillo (1968),1, p. 99.
2
Anthony Pagden y J. H. Elliou, comps., Cortes, IAters frwn Mt.Xicc, [Carlas de
relación], Londres, Vale University Press, 1986, pp. 22, 24.
14 DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 15

\ tarde, en España, el capellán de Cortés, López de Gómara, vuelve d~minico, Bartolomé de las Casas, tomara con ciencia de la mag-
sobre ese episodio e incluso intitula un capírulo de su C<mqWsta de mtud del drama que afectaba a esas poblaciones. Más tarde vol-
México "La religión de Acu~mil", es decir, de Cozumel. En él de~ veremos a encontrarlo.
cribe los templos, la' sacristías, los ministros, los sacerdotes, las ca- Fue, pues, la experiencia mexicana la que modificó esa mirada
pillas, los dioses, los ídolos, las ofrendas; en él refiere los sacrificios una generación después del descubrimiento de América. Hemo~
de animales y de seres humanos, las peregrinaciones de los fieles ~to q~e He~án Cortés elabora una primera descripción de la
que se daban cita en la isla, "tal era -concluye- la religión 1dolatrta a partir de lo que parecen ser manifestaciones distintivas
destos acu~milanos".' de una "secta errónea" a la que sitúa de manera insistente en un
Detengámonos en estas dos visiones que debían superponerse. marco civilizado: "[Estos indios) viven más política y razonable-
Expresan y sintetizan un enfoque que los colonizadores, soldados me~te que ninguna de las gentes que hasta hoy en estas partes se
y gente de la Iglesia impusieron sin cesar a las altas culruras de ha VIStO. ot6
América a medida que las descubrían y dominaban. Y no es que La tendencia es manifiesta. Desde entonces idólatras e ido-
todo se haya decidido en esa pequeña isla del Caribe. Las cosas
latrí~,serán localizad~s, identificados, etiquetados y descritos. La
son evidentemente más lentas y complejas. Además no principian
cuesuon, por lo demas, no es filosófica o intelectual. La idolatría
con Cortés.
qu~ ~bser:? Cortés brindaba .~bién y ante todo un pretexto
Para entender mejor, vale la pena un comentario sobre el esce-
pobt1c~m1btar, puesto que leg1t1maba la conquista dando lustre a
nario en el que tomó forma lo que será, para bien o para mal, nue~
tra antropología religiosa. De 1517 a 1519, en tres expediciones, las g~onas ?e una nu~va "Reconquista", como si fuera posible pro-
unos españoles descubren México progresivamente: encuentran segurr en tlerra amencana la cruzada emprendida en España con-
ciudades, templos, una abundancia de ídolos, sociedades civiliza· tra el Islam. Al mismo tiempo, la acusación de idolatría contri-
das y culturas que nada tienen de la austera sencillez de las islas buía a .arraigar la imagen de unas sociedades complejas, ricas y
que tocó Colón, esas islas que, en opinión del almirante y del cro- ~emoma~, despertando la codicia y justificando todas las agre-
nista Pedro Mártir, no parecían, a primera vista, conocer "secta ni SJO~es, soc1~dades que "'vivía~ civilmente obedeciendo leyes y
religión". Antes de volverse hacia las tierras mexicanas, los espa- teman palaCIOS, templos magmficamente de piedra, rlazas y calles
ñoles se habían contentado con dispersarse en los archipiélagos 1 arregladas con buen orden donde negociaban ... ". La idolatría

¡
del Caribe y las costas de Colombia, Venezuela y Panamá. Asia, a es aquí un sinónimo de cultura y civilización, sin importar cuál sea
la que se perseguía obstinadamente, parecía alejarse como un e~ el oprobio que se añada a este concepto.
pejismo, los indígenas casi siempre eran pobres en oro y sus cultos . El mundo que surgía ante los ojos de los conquistadores era
parecían demasiado mdimentarios para atraer en forma sosteni- 1rnprevisto e imprevisible. Ni la sencillez conciliadora de las Islas
da la atención de los conquistadores. No hay templos, ni oracio- ni los re~namientos que se daban por descontados en el japón~
nes ni sacerdotes. Cuando mucho, se hace mofa de lo absurdo de en la Chma del Gran Kan. Las sociedades mayas de Vucatán, los
algunas creencias. Para Colón, los araguos que poblaban esas islas totonacas de Veracruz, los nahuas sometidos a Moctezuma -o
eran "una gente muy pobre de todo", "llenos de humanidad y sin rebeldes a su hegemonía- componían una asombrosa paleta de
maldad alguna", presas de los ataques de los feroces caníbales.4 culturas que los españoles trataron de comprender a medida que
Para la mayoría de los españoles se trataba de poblaciones inde- ¡. los descubrían e intentaban someterlos al rey. Tarea compleja
fensas a las que se apresuraron a explotar, las que desaparecieron 1 hasta para nosotros que, por ignorancia o pereza, seguimos ha-
por agotamiento en los placeres auríferos. La imposición del tribu- blando de los aztecas sin darnos cuenta de que no se trataba más
to, el ataque microbiano y las exacciones de todo tipo acabaron que de una rama - así fuera la más poderosa- de las poblacio-
con los indígenas,!> demasiado pronto como para poder estudiar- nes nahuas y que la denominación de mexicas sería históricamen-
los cómodamente, pero en forma tan brutal como para que un te ~ucho má.~ conveniente. Debemos imaginar las rivalidades, las
tens1ones, las enemistades, las guerras que dividían a las grandes
~ López de G6mara ( 1552), f. x.
: Pané (1977), p. 89; Colón (1985), p. 43. 8
Conés ( 1963), p. 25.
Chaunu (1969), pp.l29-133. 7
Mánir ( 1964), p. 397.
16 DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 17

ciudades del mundo nahua (Tlaxcala, Cholula, HuejoiZingo, Tex- com? íd olos y cuando las mentes se preparan para descubrir a los
coco, México-Ten ochtitlan ... ), separadas por unas decen as de gentiles (= paganos) y las idolatrías. 1
kilómetros, mientras que otras culturas igualmente prestigiosas se Desprovistos de intérpretes y Juego recurriendo a una cadena
repartían el resto del antiplano mexicano: zapotecas y mixtecos de intermediarios, Jos conquistadores arriesgaban además su vida
en Oaxaca, tarascas en Mich oacán ... Pese a vivir aisladas durante a cada instante. Debían situarse en un mundo desconocido que
milenios del resto del mundo, ignorantes de la rueda, de la es- no era ya el de las Islas. Lo hicieron creyendo recobrar realidades
critura y del hierro, estas sociedades complejas poseían otros familiares: "comerciantes", "mezquitas", templos, oratorios, sacri-
logros y seguían otros caminos t.o talmente ajen os al Occidente: ficios, altares, sacerdotes; en suma, una "secta", una "religión "...
una expresión pictográfica plasmada en los códices de fibras o de Desde ese JTlOmento, lo exótico se vertía en un molde famifuu', tan
piel, una ciencia refinada del tiempo y de los calendarios de la familiar que se creyó universal. Las "torres" anónimas que se eri-
que dependía toda la actividad humana, una complicada práctica gían a ~o largo de las costas mexicanas se convertían para unos en
de la oralidad ... 8 mezqmtas y para otros en los "templos" o más bien las "casas" de
Nada, ni las palabra.~, ni los gestos, ni la vestimenta, las costum- los ídolos.
bres o las construcciones, cabía en la comprensión del observador Otros conquistadores compartieron la mirada y las ecuaciones
europeo, todo lo desorientaba aun cuando, hay que decirlo, la culturales de Cortés sin alcanzar jamás su agudeza Citemos, para
experiencia de las Islas facilitó los primeros contactos. Dédalo de recordar, a algunos de los capitanes que Jo acompañaron en su
lenguas, dédalo d e culturas, de objetos en cuyo seno era imposi- marcha: Berna! Díaz del Castillo, el "conquistador anónimo", An-
ble orientarse a priori. Las dos expediciones que precedieron a drés de Tapia... 12• Díaz del Castillo describe los primeros íd olos
la de Cortés ya habían aportado su cosecha de inquietud es y pre- que observa en 151 7; al año siguiente, el sacerdote Juan Díaz reco-
gun tas. Desde esas torres extrañas que se erigían a lo largo de las ge una de las primeras evocaciones del sacrificio h umanc1pero se
costas que intrigaban a marinos y soldados: en 1518 los conquista- muestra prudente: •Secondo le StU maniere, se presume que sono ido/4-
dores cuentan unas 15 de ellas en las playas de la isla de Cozu- tri." El capellán observa, cree reconocer sacerdotes, identificar
mel. .. ¿Los indios eran los descendientes de los judíos expulsa- ritos, calcula pero aún no resuelve .u Luego le toca el turno a
dos por los emperadores Tito y Vespasiano, como se pensaba Hernán Cortés, a quien se debe la primera precisión. Hacia 1532,
hacia 1518, según refiere el cronista Bernal Díaz del Castillo? ¿El el "conquistador anónimo", cuya identidad permanece en el mis-
país estaba poblado por amazon as? ¿Debía verse en la práctica terio, recoge, para describir Jos cultos de México, lo esen cial de la
indígena de la circuncisión la influen cia cercana de poblaciones red esbozada para Cozume) y las costas m exicanas, comple-
judías y musulmanas, como pensaba en 1518 el capellán de la tándola, revistién dola a la medida de la grandeza cautivadora de
expedición que dirigía Juan de Grijalva? 9 Cuando los españoles, México-T enochtitlan, lo que rios vale un retrato de los "clérigos"
en el curso de sus peregrinaciones, en contraron los restos de un indígenas, de sus vcsüclos, de su forma de vida, de su formación ;
sacrificio humano, parece que no identificaron inmediatamente un~ descripción bastante sugerente de los templos, a los que n o
el origen de las osamentas y de las flechas ensangrentadas y se li- vacila en comparar con La Giralda de Sevilla; una presen tación
mitaron a un enfoque de lo más convencional: "Reservaban este fascinada de Jos ídolos "de maravillosa grandeza y altura y de mu-
lugar para castigar a los condenados. "10 No fue sino más tarde, quizá chas labores y figuras esculpidas"; 14 una enumeración de los sacri-
durante la segun da expedición, cuando el término sacrificio se ficios ... Todo está imperturbablemente traducido, transcrito en un
impuso para designar esa práctica y explicar el hallazgo de los ca- vocabulario eclesiástico: a la idolatría la sirven con "devoción" unos
dáveres, los crán eos y las osamentas que tapizaban el suelo en "religiosos", en el marco ele su "religión" (es decir, de su orden) y en
"capillas"... ·
tomo a los ídolos. Es, por último, a finales de la primera expedi-
ción , cuando los objetos figurativos que recogen se consideran
11
Díaz del Castillo ( 1968) • 1, p . 56.
~Sobre esas culturas véase, por ejemplo, la síntesis de Walter Kriclteberg, Las 12
"Relación de Andrés de Tapia", en García lcazbalceta ( 1971 ), 11, pp . 554-594;
at1hr::s_ culturas mexicanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1961. El ~islalúw anónimo ( 1970).
"'t.i nerario de Grijalva", en Carcía Icazbalceta (1971), 1, pp. 28~. 288, ~7. 15
10
"Itinerario de Crijatva•. en García Icazbalceta {1971).1, pp. 296-298, 285.
Máni r ( 1964). p. 402. 14
El cqnquistadoran6nimo (1970), p. 74. ·
18 DESCUBRIMIEJ\'TOS DESCUBRIMIENTOS 19

Luego toman la estafeta los grandes cronistas: Oviedo, Góma- legio español de Lovaina que acoge a Erasmo de 1517 a 1521, al
ra ... 15• Sintetizan, fuan, repercuten aún mejor la imagen repetida Toledo de Fonseca, a la Sevilla del inquisidor Manrique, al México
por doquier de la idolatría mexicana. La descripción regresa al del arzobispo Zumárraga y de Vasco de Quiroga, los intelectuales
estereotipo. Recurrencia de un discurso, de un vocabulario que ilustres y menos ilustres animan una prodigiosa vida cultural que
hasta fmes de siglo y mucho más tarde aún destilan las mismas debate. grandes cuestiones del siglo XVI. España vive entonces los
tranquilizadoras certidumbres. últimos destellos de un cosmopolitismo aún medieval. Enfrenta la
El lector se asombrará de esas curiosidades repetidas, de esa difusión del humanismo y del erasmismo, entrevé el nacimiento
prolijidad, de esos guerreros lo bastante letrados como para con- del luteranismo, alberga el misticismo de San Juan de la Cruz y de
tar su experiencia en páginas de una frescura que no deja de sor- Santa Teresa. antes de sufrir el contragolpe de la represión inqui-
prender. Encontraremos muchos otros ejemplos. Esto parece sitorial y de terminar su Siglo de Oro.
menos desconcertante cuando se d evuelve a las posesiones de Car- Pero a la pluralidad de lenguas y de culturas que hacen del
los V la importancia, la extensión, la prodigiosa riqueza cultural e Imperio de Carlos V el extraordinario mosaico que conocemos,
intelectual que fueron suyas.16 Los Países Bajos, una parte de Italia, España añade la pluralidad de las confesiones con las que peno-
las Coronas de Castilla y Aragón, de Nápoles y Sicilia, los domi- samente debe habérselas. A diferencia de Francia o de Italia, la
nios austriacos, el Franco-Condado, quedan reunidos bajo la fé- España medieval es casi tan judía y musulmana como cristiana. El
rula del mismo hombre que añade a todos sus títulos el de em- recuerdo del último reino musulmán aún está próximo, puesto
perador. Dignidad suprema que le vale una preponderancia que Granada cae el mismo año del descubrimiento de América
teórica sobre los demás soberanos de Europa occidental y una (1492) y la conquista del Nuevo Mundo se inscribió histórica y
influen cia segura sobre las tierras germánicas. El Imperio está luego ideológicamente en las prolongaciones de la Reconquista
por doquier. Un Ia.'>gO entre mil, un gesto entre mil: al tomar parte ibérica. Sin embargo, España sólo oficialmente es católica; alber-
en la desastrosa expedición de Argel en 1541 López de Gómara, ga importantes minorías moriscas convertidas por la espada al
el futuro cronista de la conquista de México, encuentra a Cortés. cristianismo; también está poblada por doquier de conversos, ju-
De una expedición a otra, de México a las costas de Argelia, se per- díos de ayer, hoy cristianos sinceros o de fachada, que desempe-
fila la magnitud planetaria de una dominación que, al tiempo que ñan un importante papel en el pensamiento religioso y humanis-
se acrecien ta con un continente (con excepción del Brasil y del ta de la península Ibérica: Vives, los hermanos Vergara, Constantino
norte de Améric.a), busca con menos éxito dominar el Mediterrá- Ponce de la Fuente, entre los más notables ... Es decir -y esto es
neo occidental, someter a los príncipes alemanes y, más cerca de esencial para nuestro propósito-- que la definición de la perte-
nosotros, mantener cercada a Francia. Un Imperio cosmopolita, nencia confesional tiene en España un papel cotidiano hasta el
presente en Ita lia como en Flandes y en las tierras germánicas, punto de que los vocablos que se refieren a ella son los que dis-
heredero de la cul tura borgoñona, abierto a los renacimientos tinguen a los grandes sectores de la población: "viejos cristianos",
italiano y flamenco. En suma, los dominios de Carlos V constitu- "nuevos cristianos" de conversión reciente, moriscos, conversos. 18
yen la primera poten cia de Europa, tanto en el plano material Esa coexistencia cotidiana lleva no solamente a definir las etnias y
como en el intelectual. En ellos circulan las ideas, prosperan las los pueblos de España mediante sus creencias: hace del aspecto re-
universidades. Tan sólo en Esparia, Salamanca (donde florece el ligioso un punto vital en ocasiones, un objeto de constante apre-
neo tomismo) y Alcalá (donde se realiza la Biblia políglota) acogen ciación, de polémicas y más generalmente de reflexiones y
a los discípulos del cardenal Cisneros, a los alumnos de Francisco comentarios: la apología del cristianismo frente al judaísmo y al
de Vitoria (1492-1546) y de Domingo de Soto ... 11% de los inte- Islam, la defensa del Islam contra el catolicismo "idólatra", la afir-
lectuales españoles enseña fuera de España, mientras que 25% ha mación abierta o más a menudo velada del judaísmo frente a la
realizado estudios en el cxtranjero. 17 De Bolonia y su famoso Co-
~torial, 1933, p. 200; sobre la cultura letrada en la península, Marcel Bataillon,
15 Lópezde Cómarn (1552); Oviedo (1547). Ert:JmU:n l'Espagn11, 1937.
Sobre el contexto europeo,jc:-an Delumeau, lA Civililali~n• d, la Ret&aissance,
16 18
Sobre los moriscos: Antonio Domínguez Onlz y Bernard Vincent, Historia iU
París, Arth:lllcl, 1967; Manuel Fernández Álvarez, lA España del emperadcr Carlos V, 14$ mori.ccor, Madrid, Alianza Universidad, 1978; sobre los conversos: julio Caro
Madrid, 1966. Baroja, Los judíos m la E.<pflña moderna y wnl1!171porán«J, Madrid, Ediciones Istmo,
17
Henry Kamen , Una sociedad amjlicliva: Espmia. 1469-1714, Madrid, Alianza 1978, 3 \"Ois.
20 DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 21

Iglesia: a cada momento, desde lo alto de las cátedras o en el se- Roma y visita Nápoles y Sicilia antes de escribir su Historia gmeral
creto de los hogares, se hacen comparaciones, se oponen ritos, y natural de las Indias. Entretanto, viaja a América, regresa, atravie-
creencias, funciones sacerdotales, se miden las diferencias y a sa España y llega hasta Bruselas y los Países Bajos antes de volver a
veces las convergencias en términos "religiosos", se intentan "sin- emprender la ruta del Nuevo Mundo para terminar sus días en
cretismos", y es que, para sobrevivir, hay que conciliar la herencia Valladolid en 1557. 10 López de Gómara no tenía aún 20 años cuan-
no cristiana y el catolicismo. do se establece en Roma; 10 años más tarde, se halla en Venecia, y
Más que ningún otro pueblo de Europa, los castellanos están, otros 10 años más tárde, del otro lado del Mediterráneo, frente a
pues, acostumbrados a enfrentarse a otras religiones, a contem- Argel, donde encuentra a Hemán Cortés. Gómara, es cierto, no se
porizar con ellas o a tratar de exterminarlas y de concebir en una embarcó en la aventura americana como lo hicieron Oviedo y tantos
perspec~va cristiana, incluso mesiánica, la expansión del domi- otros junto con él. Fascinado por la persona del conquistador, teJ'-
nio ibérico. Esta herencia es tan capital como llena de ambigüe- mma sus días en Valladolid entre 1557 y 1566. Se podría alargar la
dades y malentendidos, porque lleva a hacer de un sector cultural lista de esos hombres de pluma y mencionar otras biografias colori-
al que designamos con los términos de "religión" y "religioso" un das, de las·que tanto gusta nuestra época. Esa prodigiosa movilidad
dato·universal y evidente, cuando no es sino la expresión de rea- -¿o hay que llamarla inestabilidad?- se observa también en la fa.
lidades totalmente específicas: las tres "religiones" coexistentes cult.¡d de adaptarse a los medios, a los horizontes, a las situaciones
(cristianismo, judaísmo e Islam) resultan ser "religiones del Li- más diversas e imprevistas. Es indisociable de la sed de conocer, de
bro.., unidas -más allá de sus antagonismos 'e ncarnizados- por describir, que a menudo imbuye en sus obras, pese a que escriban
un patrimonio histórico común, surgidas de un molde análogo, ante todo para recordar sus méritos o hacer ajustes de cuentas. No
tan obsesionadas por la primacía del monoteísmo .o del dogma obstante, todos están conscientes de ser los testigos de un aconte-
escrito, por la ambición de universalidad, como excluyentes de cimiento notable que hay que saber expresar por todos los medios.
cualquier otra forma de creencia. Y, sin embargo, eran suficientes De nuevo Gómara: "La.mayor cosa después de la creación del mun- ·
para arraigar la idea de úna omnipresencia y de una evidencia de do, sacando la encarnación y muerte del que lo crió, es el descu-
lo "religioso" y para convencerse de la recurrencia, del parentes- brimiento de Indias; y así·las llaman Mundo Nuevo.'.t1
coy. desde luego ... de la incompatibilidad de sus diversas manifes- Así pues, movido po¡; esa sensibilidad particular Y. ese apetito
taciones. Para muchos españoles, letrados o no, se trataba adem.U enciclopédico -"el deseo de saber"- que engloba la .medicina,
de algo muy distinto a un debate de ideas y de fe: era a menudo la la botánica, la geografía... Gómara inserta su descripció~ de "la
tragedia de una experiencia. Se sabe que el padre de un huma- religión de Cozumel" entre una introducción dedicada a la fauna,
nista de la talla de Juan Luis Vives había perecido en la hoguera a la flora, a los habitantes de la isla y una digresión igualmente
en 1524, condenado por la Inquisición por seguir practicando el apasio~ante dedicada al "pez tiburón". La religión vuelve a surgir
judaísmo. 19 · varios capítulos más tarde cuando aborda la descripción del gran
Formados, pues, en su península en la experiencia de la plu- templo de MéxiccrTenochtitlan., de los dioses principales, de los
ralidad de lo "religioso" y del enfrentamientO de las religiones, sacrificios. Un capítulo obligado, exótico y sin embargo plagado
los castellanos y sus vecinos circulan·de·una tierra a otra y se rozan de términos consagrados que .suenan tan familiares al oído, como
con la italianiqad antes de lanzarse en busca de fortuna del otro el comentario sobre el uso de cierta agua sagrada en México:
lado del Atlántico, en las Islas, en el golfo de Darién, en México. "... guardabanla al pie del altar. muy religiosamente para con-
Pensemos que si bien Carlos V nunca visitó México ni Lima, estu- sagrar al rey quando se coronaba y para bendecir al capitán ge-
vo nueve; veces en Alemania, seis en España, cuatro en Francia, neral 3uando lo elegía para alguna guerra, dándole a beber
dos en Mrica, siete en Italia y 10 veces en los Países Bajos... Si della".
Cortés renuncia a servir en Italia para partir hacia las Islas, algu- A ejemplo de sus predecesores, Gómara empleaba sistemáti-
nos.miembros de su expedición sirvieron en la península. Oviedo, camente, para describir las culturas indígenas, el vocabulario de
el cronista de las Indias, deja España en los últimos años del ~iglo 20
Ramón Iglesia, Cronistas e historiadorf!3 tÚt la Confuista tÚt Ml:ciro, México, Se~
XV, aprende toscano, descubre la pintura del QJlattrocento, conoce
Diana, 1980, p. 152.
21
1
L6pez de Gómara (1552) [Dedicatoria al emperador].
~ Sobre Luis Vives, Batalllon (1937). 22 /bid.' f. XLIX.
DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 2!
la Iglesia: los mexiqtnos tenían religiosos, sacerdotes y dioses, ritos, bres, tener templos y estatuas de ídolos, adorar los animales y honrar-
fiestas y sacrificios, reliquias y ermitas. Siempre las mismas etique- los c~n proc~siones, ayunos y sacrificios de sangre, ser supersticiosos
tas, las mismas casillas que no tenían más que ser llenadas, con la en muar agueros y tenerlos casi todos los que de los antiguos se
condición, desde luego, de saber captar la forma curiosa de los tem- escriben.'4
plos, de anotar los horrores sangrientos del sacrificio humano,
los refinamientos y los límites de resistencia del autosacrificio, la
castidad de los sacerdotes, la extrañeza y la fealdad de los innu- C!EZA DE LEóN O LA BÚSQUEDA DE LA INMORTALIDAD
merables ídolos, la complejidad y la solemnidad de los ritos. Sin
embargo, preocupado por elaborar el inventario de los rasgos cul- ~odo habría sido ~uy sim~le si, por grados sucesivos, la experien-
~rales que faltaban en las sociedades mexicanas y en consecuen- cta peruana no hubtera vemdo a complicar el cuadro. Ahora se nos
Cia por establecer lo que las distinguía del mundo occidental, perdonará que re&resemos un poco, que disminuyamos el paso, que
Gómara no puso en duda ni por un instante la existencia de la nos detengamos en . lgunos detalles aparentes. Pero ¿cómo no esbo-
"religión" mexicana. Si bien su forma disgustaba por su crueldad, zar la complejidad r{eográfica y cultural de esa otra América, de
sorprendía por su exotismo y su rareza, la "religión"y lo '1-eligioso" una ~érica que s_e ;Jliega menos fácilmente al molde idólatra que
no dejaban de estar presentes en el seno de estos pueblos tan de- el Mextco de Cortes y que ya provoca dudas que nos acompañarán
votos y piadosos: "eran religiosíssimos".13 Sobre este punto todos hasta el fin de nuestro recorrido? Habría que sugerir también por
los cronistas están de acuerdo. lo menos el efecto que tuvo en algunos la experiencia de campo,
evocar la lucidez de una visión personal frente al estereotipo.
¿Debe reprocharse a los hombres del siglo XVI que hayan creído Cuando en 1532, tras dos incursiones costeras, Jos españoles
~n la transparencia de las culturas y utilizado un lenguaje de su invaden Perú -témlino que abarca entonces toda una parte de
tl~mpo para_describir lo que tenían ante sí? Desde luego que no. Amér~ca del_ Sur-, México era ya la Nueva España y una sociedad
Sm la segundad de una transparencia, no hay curiosidad enci- colomal se mstalaba sobre las cenizas de México-Tenochtitlan.
clopédica, aunque la descripción caiga en el cliché y destile hasta Las idolatrías mexicanas habían sido progresivamente descubier-
~nes de siglo y después las mismas tranquilizantes certidumbres, tas e inventariadas. Al asombro del principio le sucedió cierta fa-
mcansablemente repetidas por la circulación de los manuscritos, su miliaridad con esos mundos nuevos, cuya irrupción en la historia
difusión mediante la imprenta y su traducción a varias lenguas. ~e Europa ha~ía ampliado al infinito Jos límites del Viejo Con-
Como las cartas de Cortés o las del italiano Pedro Mártir la Con- tlnente. Los pnmeros cronistas de la conquista que acompañaron
quista tk México contribuyó también poderosamente a difundir e a las tropas de Francisco Pizarro, Francisco de Jerez, Miguel de
imponer esa visión de las cosas del Nuevo Mundo. Impresa desde Estete y Pedro Pizarra utilizaron, así, la Jí~ta conceptual
1552 en Zaragoza, reimpresa el año siguiente y publicada en Am- qq~ ~ c6m~ había rcsllkádo en Méxicci~;A:'idolatría .. Sin em-
beres en 1554, fue traducida al italiano en 1556, al francés en 1568 bargo, en la pluma de esos autores los detalles r~lativos a los cultos
al inglés en 15~8 .. : Ofrecía_a Europa entera pautas para pensar y y cree_ncias se eliminan en favor de consideraciones más genera-
para ver a los md10s amencanos, pautas de las que ya nadie se les y sm duda más elocuentes para individuos en conjunto menos
apartaría. Para muestra, estas líneas que escribió en 1589 Juan refinados y menos instruidos que aquellos que tomaron parte en
Suárez de Peralta, ~ijo de un conquistador ligado a Cortés y que la conquista de México. En todas partes se señala la existencia de
pese a ello se preaaba de conocer bien a los indios de México, templos, constntcciones singulares por su arquitectura, mezquitas
donde había nacido: consagradas al Sol o a ídolos de madera, como Pachacamac, adon-
de Hemando Pizarra, uno de los h ermanos Pizarra, se dirige para
Los ritos y costumbres de los indios eran llanamente las mismas de los obtener más rápidamente el rescate del Inca Atahualpa. prisione·
moros, idólatras. Hallaron los españoles al tiempo que pasaron a ro de los españoles en Cajamarca. Del ídolo informe y nauseabun-
aqu~llas provin~ias grandísimas idolatrías y eran de las que se hallan do que se guardaba en esos lugares y era considerado por los indios
escntas de los ntos de los antiguos gentiles: como son sacrificar hom- un dios progenitor y nutricio, Miguel de Estete habría podido
23
/bid., ff. cxxx, cxxxv. 2
• Suárez de Peralta ( 1fl49), p. 9.
DESCUBRIMIENTOS 25

hablamos extensamente, pero temiendo mostrarse demasiado


prolijo, se limita a transmitir a la posteridad algunos breves co-
mentarios. que sin embargo siguen siendo las primeras informacio-
nes sobre ese sitio venerable. Reproduciendo el gesto iconoclasta
[¡ de Cortés, Hemando Pizarro destruyó el ídolo ante un grupo de
indios y españoles.
Así pues, también en Perú hay mezquitas que evocan en el lec-
tor peninsular la odiada imagen de los moros y la duplicidad de
los moriscos cuya presencia en España hacía temer las pe_o res
connivencias con los t~r<:os :WI·~·~-
· ··~·MMI~U-~l:;f<•~euapJOif,
~~~!:~~~t::!:::~~~--ée·~~~nG.-~··•
ii a ello testigo inapreciable del primero
y encuentro entre Pizarro y el soberano Inca Atahual-
pa- que llega incluso a afirmar que los indios, como los moros,
se descalzaban antes de entrar a hacer sus oraciones: "Hazen
mezquitas al Sol y cuando entran a ellas se quitan los zapatos a la
puerta. "25 .
¿Acaso Perú ofrecería una segunda versión de la conquista de
México? Algunos episodios acentúan las correspondencias entre
una y otra empresas. La figura de los caudillos, por ejemplo Her-
.\ nán Cortés y Francisco Pizarro; que representan las hazañas y fe-
! chorías, pese a las protestas de varios cronistas, entre ellos Bemal
Díaz del Castillo y Cieza de León, quienes, oponiéndose a ese
culto a la personalidad, reivindican la participación de la tropa y
de los guerreros anónimos. O también el valor simbólico, y hasta
emblemático, de gestas dignas de los héroes legendarios: el
incendio de las naves por Cortés; el paso al frente que dieron los
13 fieles de la isla del Gallo, respecto de la línea trazada en el
suelo por Pizarro, Rubicón americano, promesa de un poiVenir
dorado.. .26 Por último, el esplendor de los "reyes" mexicano e
inca, Moctezuma y Atahualpa, y su trágica ~ída... >~e.~

-~'t~~-~~~~~~~~~-
·, In'CU~1h-.iuVJIO!I
· . · ~ ..,.~~-'
~y ell~ por múltiples razones que se r~fieren ~s~~cial­
.
• mente a las especificidades culturales, pero también al estilo par-

25
Jerez (1947),p. 330.
o 400 200 300 400 26
La leyenda cuenca que durante la segunda expedición al Perú, Pizarro debió
Km
esperar en una pequeña isla,. a la altura del Ecuador actual, llamada "la isla del
Gallo", la llegada de refuerzos. Como sus hombres parecían haber perdido toda
esperanza y deseaban dar marcha atrás, Pizarro trazó sobre el suelo una línea y
exclamó: "Esta línea separa la miseria del placer; por aquí se llega a Pariam<i, para
Nueva Granada y Perú en el siglo XVI seguir siendo pobres; por allá, hacia Perú, para ser ricos." Acto seguido franqueó
la línea divisoria y fue seguido por una docena de hombres que le eran fieles. La
historia inmortalizó Jos nombres de Jos "trece de la isla del Gallo".
26 DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 27

ticular de la conquista del Perú, cuyo resultado inmediato fue no pero también todas esas cosas "curiosas y .dif~rentes e~ extremo"
la consolidación del dominio colonial como en México, sino la que eran los ritos y las costumbre~ de los md•.os destru1dos por la
guerra civil y la anarquía. Los hombres del Perú -los primeros codicia y la brutalidad de los conqUistadores. C1eza no es el pnmero
cronistas no utilizan jamás el término "soldados" y pocos de ellos lo en sentirse desgarrado entre dos sentimientos contradictorios: la
eran en realidad profesionalmente-llegan en busca del oro y la admiración que en él despierta el valor de los españoles, conside-
riqueza que no pudieron hallar en México. El alejamiento con- rados como una especie de pueblo elegido ("así los eligió Dios
siderable de la metrópoli alentó en los conquiscadores el espíri- para una cosa tan grande, más que otra naci?n algu~a"), y la que
tu de rebelión. Tras un inicio poco glorioso, puesto que la conquisca le inspira la sabiduría de los incas. Ante la mmens1d~d de la ta-
del Perú estuvo marcada por la traición y el asesinato del Inca rea, Cieza actúa con un extraño pudor, pues no se constdera ho~­
Atahualpa por Francisco Pizarro -el propio Carlos V reprobaría bre de letras y su pluma le parece demasiado torpe para reproducir
ese hecho-, vinieron dos décadas de guerras civiles entre faccio- lo que vio con sus propios ojos y lo que algunos testigos de primera
nes enemigas: partidarios de Pizarro contra partidarios de Alma- mano, "hombres de crédito", le confiaron. Pero el peso de las ver-
gro, conquistadores hostiles a la legislación de las Indias contra re- dades prevalece sobre el escrúpulo literario: "...y s.i no.va ~scripta
presentantes de la Corona. Esos años vieron surgir también la esta historia con la suavidad que da a las letras la aenoa m con el
7
organización de una resistencia indígena en los Andes orientales. ornato que requería, va a lo menos llena de verdades".t Al leer
Hubo que esperar hasta 1548 para que se restableciera la autoridad ahora los bellos textos de Cieza escritos en un lenguaje can exac-
real e incluso más para que los últimos brotes de rebelión indíge- to sin digresiones inútiles ni florituras, no puede uno menos de
nas quedaran definitivamente apagados. En ese contexto agitado so~reír ante esas reservas. Porque no solamente el contenido de sus
se realizó la detección de las idolatrías peruanas. libros sigue siendo una fuente inapreciable para la historia y la
Los primeros relatos de la conquista del Perú conceden así una etnología del Perú, sino también porque la comp~sic~ón de . l~s
importancia considerable a esos conflictos. Entre esas fuentes, la diferentes textos ilustra diversos géneros. (Falso) d1ano de vtaje
obra de Pedro Cieza de León destaca inmediatamente por la ca- -Cieza utiliza los testimonios de los primeros conquistador~.
lidad de sus observaciones sobre las sociedades y las culturas indí- el Descubrimiento recrea las etapas de la conquista del Perú, da
genas. Por ello hemos elegido ilustrar a través de los comentarios cuenta de los primeros contactos, del cansancio y de la esperanza
de ese cronista la.~ particularidades de las idolatrías peruanas así de hombres entre los cuales algunos decidieron poner fin a su va-
como las categorías utilizadas para conocerlas e interpretarlas. gabundeo quedándose con los indios. El Sefwráo, en cambio, es una
Pedro Cieza de León tenía sólo 15 años cuando llegó al puerto verdadera monografia sobre el gobierno de los Incas, redactada a
de Cartagena en 1535. De ese niño nacido en Llerena, Extrema- partir de los testimonios de los nobles aliados al Inca Huáscar -el
dura, ¿qué sabemos en concreto? Una fecha de nacimiento aproxi- hermano enemigo de Atahualpa- , únicos informantes que le pa-
mativa y lo que quiso revelamos de sí mismo a través de su pluma, recen confiables. Por último, la Crónica del Perú, su obra maestra y
como el de~cubrimiento maravillad.o en Sevilla, un año antes de también la primera, se presenta como un itinerario geográfico
su partida, de una parte del rescate de Atahualpa expuesta a la cu- y personal que lo lleva del Darién (Panamá) y del golfo de ~~ba
riosidad de las poblaciones locales. En su corta existencia -murió en el Caribe hasta la ciudad de La Plata (actual Sucre en BohVIa),
en España en 1554-, vivió varios años en Nueva Granada (Colom- más allá de las minas de plata de Potosí.
bia) y recorrió Perú desde su frontera septentrional en la región Antes de saltar al mundo andino, reconozcamos con él los con-
de Pasto ha.'ita Potosí. Al final de una vida agitada, dejó varios li- tomos occidentales del continente austral. En la tradición de los
bros, obra inconclusa en realidad p ero cuya primera parte, la primeros navegantes, Cieza recoge las i':lformaci~n~s de los explo-
Crónica, fue objeto, en vida del autor, de varias ediciones. radores y, de Panamá hasta el sur de Chde -ValdiVIa, pa~ ser pre-
¿Por qué Cieza se aventura en dicha empresa literaria a su re- cisos-, nos entrega una villión de esas regiones desconocadas VIStas
greso a España? En varias ocasiones, está tentado a abandonar esa desde el mar. Así desf1lan ante nuestros ojos los manglares que
tarea que le resultaba penosa pero, obsesionado por la amenaza hasta nuestros días hacen impreciso el trazo de las riberas de Co-
del olvido que disuelve en el viento y el polvo las más extraordi- lombia y Ecuador; las dunas y las montañas de arena, "allí donde
narias proezas, se siente llamado a cumplir una misión: consignar
por escrito los hechos de armas de tantos españoles desconocidos, t7 Cleza (1947) , p. ~5~.
28 DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS · 29

no llueve jamás", de la costa peruana y del norte de (;hile; por últi- ""'' €n el antiguo vocabulario jurídico, la behetría era el dere·
mo, la imponente barrera de la cordillera que se continúa hasta el cho propio de una ciudad o de un grupo de elegir a su señor. Este
estrecho de Maga1lanes, es decir hasta el fin del mundo. En ese sistema, combatido por la monarquía, declina y en el siglo XVI la
recorrido marítimo, los indios siguen siendo poco visibles: lo esen- behetría se volvió sinónimo de desorden y confusión. Lo que reúne
cial, la obsesión de todos los marinos del descubrimiento y de: la , a todas esas sociedades de la actual Colombia es, pues, la ausencia
conquista es el agua dulce, imposible de encontrar, o casi, en este de poder político h ereditario. De este modo el criterio que con-
desierto en apariencia inhospitalario que separa el Imperio de los serva Cieza para hacer inteligibles esas organizaciones sociales
incas del océano Paáfico. bastante distintas de las que existían entonces en Europa occi-
El descubrimiento por Cieza de León de las culturas andinas dental no es religioso sino político, pues el concepto de behetría
se hace, como cabría esperar, por vía terrestre. En el curso de ese remite a la historia de las instituciones españolas y a una relación
viaje, al que puede calificarse de iniciático, nuestro cronista, pese a de oposición entre ese tipo de gobierno electivo y el poder mo-
ser originario de un país que prohibía con violencia todo lo que nárquico.
no correspondía a la nonna crisúana, descubre progres~ente · En el contexto andino, las behetrías están condicionadas por el
y con asombro el valor relativo de las culturas. Las tribus antro- medio: uno de los méritos de Cieza es el de haber extraído una
pófagas de Nueva Granada (Colombia), el Imperio civilizado de teoría sobre las relaciones entre las sociedades, el suelo y el clima,
los incas (Ecuador, Perú y Bolivia actuales) y las tropas españolas adelantándose a concepciones d el siglo XVIII. Esta teoría parte de
son las tres varas con las que mide el bien y el mal, el saber y la una paradoja: ¿por qué los valles fértiles de Cali, Anserma y Po-
ignorancia, el orden y el desorden. payán en la Nueva Granada occide'ntal no engendraron sino gru-
La travesía colombiana tiene su punto de partida en el Caribe y pos belicosos y desorganizados, las behetrías, mientras que el
sigue la cordillera occidental al este de la actual ciudad de. Bogotá rigor de las corqilleras del Perú y los rigores del clima permitieron
hasta Popayán y Pasto, últimas regiones indígenas antes de penetrar el surgimiento de una civilización notable, la de los incas? La
en el vasto Imperio incaico. Montañas recubiertas de una vegeta- respuesta que da es simple: las condiciones de existencia arduas
ción inextricable, landas heladas y valles fértiles, los paisajes se deben favorecer n ecesar-iamente el sentido de la disciplina y de la
suceden sin asemejarse, si no es por la lluvia implacable que trans-- obediencia, así como la sumisión a una autoridad superior que se
fonna cada sendero en cenagal: "llueve todo lo más del año", co- hace cargo de los intereses comunes. En efecto, en el sur de Pasto,
menta Cieza con la misma sobriedad que emplea para hablar de en la frontera del actual Ecuador, la cordillera se vuelve progresi-
las serpientes, las emboscadas innumerables de los indios y las vamente seca y hostil; la altitud de las tierras habitadas se eleva
flechas envenenadas. hasta alcanzar más de 4 000 metros en Perú y Bolivia. El frío se
Mas la lluvia es también una bendición para los labradores. Y intensifica y no depende ya del ritmo de las estaciones. ¿Hace
así a los españoles les sorprenden la fertilidad de los valles, las falta recordar que a diferencia de México (cuyas altas tierras son
colinas verdeantes de las montañas y los ríos nutridos que ri- templadas), Perú es geográficamente desconcertante? Que en
valizan con los más grandes del mundo conocido, el Nilo y el verano h ace más frío que en invierno? ("En verano hace más frío
Ganges. De Cartagena hasta Cali y Popayán, los conquistadores que no en el invierno", 28 designando el verano en esas regiones a
encuentran una multitud de poblaciones independientes unas de la· estación seca por oposición a las lluvias "invernales".)
otras, a menudo enemigas: adivinan igualmente bajo los juncales Resumamos la interpretación que da Cieza de los orígenes de
las huellas de antiguas culturas desaparecidas por la presión gue- la civilización inca. En tiempos remotos, Perú --en la acepción
rrera de pueblos más recientes. Los indios de Nueva Granada; de colonial d el término, que desborda los límites del Estado moder-
los Andes verdes y húmedos, parecen desbordar las tierras fér- no del mismo nombre- estaba, a semejanza de Nueva Granada,
tiles, y por momentos Cieza esboza interpretaciones modernas poblado por behetrías que peleaban unas contra otras; en una
(actualmente aplicadas en México) <1ue reducen la antropofagia fecha que se pierde en la niebla de la tradición oral, los incas
a una regulación salvaje y humana del crecimiento demográfico. emprendieron la conquista de los valles y fundaron un Imperio es-
Para explicar ese mosaico de pueblos, Cieza utiliza un ténnino
medieval mediante el cual los agrupa, pese a todas las diferencias ,r
lingüísticas, de vestimenta y culturales que los separan: el de,,..,._\ 28 /bid., p. ~86.
DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS ~1

table gracias a dos aportaciones fundamentales: la lengua quechua, lizadas sobre la Tierra, la separación neta entre el bien y el mal.
impuesta a todos los gmpos incorporados desde entonces al Impe- Estaríamos tentados a añadir que esas concepciones implican la
rio, y la carretera, ese "camino real" que los españoles descubren idea de Dios ... Cieza no va tan lejos, o más bien da muestras de
cuando penetran en la región de Pasto y avanzan a lo largo de las astucia al escamotear la piedra angular del sistema y sustituirla
crestas que se pierden entre las nubes hasta Potosí y más allá. La por la prueba terrestre y la manifestación material de esas creen-
perfección del pavimento y la concepción de esa red carretera no cias: la autoridad del Inca, el respeto a las leyes y las costumbres ci-
pueden menos que evocar las magníficas vías romanas. . vilizadas. Por ello las behetrías, amorales y desordenadas, "no
Las behetrias andinas son, pues, a la vez un estado antenor-<omo tienen creencia ninguna". Sacrificios, ofrendas, sacerdotes y cere-
las de la Edad Media ibérica- e inferior. Porque la forma de g~ monias aparecen en cierto modo como desprovistos de significado,
biemo condiciona otros aspectos, en especial la antropofagia. a la mientras que se los encuentra en todo el Perú incaico en estruc-
que prácticamente todos los indios de Nueva Granada se entregan, turas coherentes y homogéneas. En suma, las behetrías no son en
mientras que esa costumbre fue prohibida por los incas en todo su realidad sociedades idólatras.
territorio. En el contexto andino, el canibalismo traduce instintos Entramos así, guiados por Cieza, en el terreno de la creencia
29
bestiales, "esto más procede de bestialidad que no de ánimo", que sustenta a las instituciones y que se concreta en lo político.
pues Cieza comp.-ute las opiniones que ya expusimos sobre Mé~ico Este punto de vista no excluye en absoluto una descripción de las
(donde, por cierto, existía la antropofagia) según las cuales la 1d~ costumbres incas que se vale de categorías estereotipadas cuya
latría surge con la civilización. u;>s _indios de_ las behetrías p~seen aplicación vimos ya en México. Empero, habría que insistir en el
además un rasgo común que los d1stmgue rad1calmente de los meas hecho de que esas categorías de templo, sacrificio y sacerdotes
del Perú: no creen en la inmortalidad del alma. que utiliza el cronista no son simples item.s (como sucede en nues-
No obstante, la Crónica dedica extensas descripciones a las cere- tras modernas monografias etnográficas), sino marcos materiales
monias funerarias de los indios de ·la actual Colombia, sobre todo en los que se inscriben el destino de una sociedad, el estableci-
porque en todas sus poblaciones la orfebrería había alcanzado un miento de principios jerárquicos y la equidad en el respeto de los
grado de perfección único en el continente americano y porque órdenes.
eran numerosas las piezas que se enterraban con el cadáver para Entremezcladas con la historia de las dinastías incaicas apa-
que éste fuera acompariado de su objetos familiares. Por otra parte, recen numerosas descripciones de templos, apelación justificada
Cieza no participa en absoluto en el debate, en apariencia acadé- en opinión de nuestro cronista por la belleza de los materiales
mico, c¡ue apasiona a muchas mentes de la época sobre la existen- utilizados en su construcción. Semejantes edificios no existían o
cia o ausencia de un alma entre los indios. Que están provistos de no se habían visto en Nueva Granada, pues las grandes casas de
ella le parece evidente, incluso en las behetrías. ¿Acaso ~tos in- madera y ramas no merecían ser comparadas con verdaderos san-
dios no creen que el alma puede abandonar el cuerpo en crrcuns- tuarios. ¿Hace falta recordar que esos edificios dedicados al Sol o
tancias particulares como el sueño, la inadvertencia o la muerte? a otras entidades encen-aban riquezas que atizaban la codicia de
Por lo que toca a los incas, aclara, el alma se confunde con el cora- los españoles? Por aiiadidura, la perfección de la arquitectura in-
zón, songo, pero es inmaterial puesto que abandona el cuerpo en caica corrobora, por si fuera necesario, la idea de que sólo las gran-
el momento de la muerte. Tratándose de un terreno delicado, des civilizaciones producen creencias dignas de ese nombre, que se
Cieza añade que los indios no hacen distinción entre la naturale- materializan en construcciones comparables a los más bellos edi-
za del alma y su poder; no obstante, los españoles no logran com- ficios ibéricos. Así como se había comparado el templo mayor de
prender claramente las creencias de los autóctonos ni traducirlas México con la Giralda de Sevilla, ¿no es equiparable el templo del
exactamente.50 Sol de la ciudad de Cuzco, Coricancha, con la torre de Calahorra en
Creer en la inmortalidad del alma no significa simplemente Córdoba?
que ésta sobreviva a la muerte: implica también una moral, la cer- No todos los templos tienen la misma importancia. Los hay,
teza de una recompema o de un castigo según las acciones rea- ~omo el Coricancha, Pacha<'.amac y Guanacaure, que atraen mul-
tltudes de peregrinos y que son sitios de ofrendas y sacrificios:
29
/bid.• p. ~72. otros, de dimensiones más modestas, se asemt"jan a capillas
~ Cieza (1967), lll. p. 4. (emlitas) y sólo poseen un atractivo local. Esa jerarquía de san-
DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS

tuarios --que se subraya, como en México, mediante la utilización cambio el horror a la carne humana entre todos los pueblos so-
del adjetivo "mayor" desaparece no obstante cuando el cronista metido~ a los incas se acompaña de una búsqueda vestimentaria
emplea el término vemacular de huaca, que prefiere a todas las refinada que impresiona a todos los cronistas del siglo XVI por su
traducciones españolas y que designa a la vez "objetos, seres, lu- perfección y su belleza. .
1 gares y fenómenos sagrados". Conservemos provisionalmente esa El hecho de que los incas no practiquen la antropofa~a no
!1 definición, cuyo espesor da prueba de la dificultad de trasponer a
nuestra lengua una categoría que le es ajena; en esas huacas, o al
implica, sin embargo, que i~~ren los sacri~cios humanos. Estos,
como vimos en el caso de MeXJco, se orgamzan en tomo al culto
menos en algunas de ellas, los e~pañoles/encuentran ídolos no a una divinidad, al menos según la interpretación que se nos da, y
1
1 siempre antropomorfos, figuras del Sol, de la Luna y del trueno. exigen un personal especializado: los ~cri.ficad.ores. Todo esto
A esas entidades hay que añadir a Ticiviracocha, héroe civilizador existía también en Perú en una escala s1gmficat1vamente menos
calificado de creador (hacedor), que formó a la humanidad y importante: todos los cronistas señalan que en ci~~ ocasiones
moldeó los prototipos de todos los seres vivos. Más tarde regre- se inmolaba a adultos y niños. Estos hechos son d1ficdes de esca-
saremos a este personaje al que las descripciones de los cronistas motear. Pese a la simpatía que siente por los incas, Cieza de León
del siglo XVI presentan como un apóstol extraviado en esos para- no puede ignorarlos, aun cuand~ los mini~ice en extremo Y se
jes. Lo que nos interesa aquí es el eminen te sitio que ocupa en rebele incluso contra lo que cons1dera, erroneamente, como fal.
ese panteón. sos testimonios españoles destinados a justificar las injusticias
La posición de Cieza ante el sacrificio humano, que en México cometidas, "queriendo con estas co~s que del~os ~?ntamos, en·
desempeña un papel de primer orden, es ambigua porque ese cubrir nuestros mayores yerros l jf.t~·lot ~~
rasgo es para él menos pertinente que el canibalismo, al que con- .t(ue ·de "o•OCtol'tmi re·ábidó•::. 1 Al de~unciar el ~ct~r exage-
vierte en el criterio esencial para separar la animalidad de las rado de las descripciones, Cieza logra .dlsolv.er el sacn~c10 hum~­
sociedades sin gobierno estable (las behetrías) y el refinamiento no en el éter sin por ello negar su exiStencia. Esa actitud habna
de los incas sometidos a un poder central y a leyes estrictas. Al de compartirla con otros cronistas. Garc~laso d~ ~ ~ega•. el 1~,
norte del Imperio incaico p ero también en el comienzo de esta cuya obra se inspiró en parte en la de C1eza, el~mmo las unpbca-
civilización, el consumo de carne humana es la regla: carniceros y ciones morales·del sacrificio humano entre los meas en favor de
"caribes" -denominación de los indios antropófagos del Caribe una utopía ejemplar cuyo lustre habria de acompañar a los anti-
y, por extensión, de todos aquellos que seguían esas prácticas-, guos peruanos hasta el siglo xx. , .
esos pueblos se comen unos a otros, más por gusto que por nece- Como en México, los españoles encuentran en toda la Amenca
sidad, con riesgo de exterminarse mutuamente. En Nueva Gra- andina a sacerdotes "¡c¡ue hablan con el demonio!." Este rasgo
nada prácticamente no hay grupo que no practique esa costum- está presente tanto en las behetrías c<;>mo entre los meas. P~~de
bre abominable, cuyas víctimas son en primer lugar las mujeres y incluso considerarse, como lo hace C1eza, el rasgo caractenstlco
los niños pero también los cautivos. La antropofagia que menciona de todas las sociedades indígenas. Curiosamente, en este punto,
Cieza. pese al tono mesurado de sus relatos, no está empero exenta las importantes distinciones entre los dos conjuntos políticos se
de teatralidad: carnes y vísceras expuestas al sol, colgadas de gan- desvanecen. Porque lo que parece primordial en el análisis de
chos "como salchichones", corazones que se arrancan y devoran nuestro cronista no es el lazo que cada uno· de esos sacerdotes
sin ritual previo ante la vista de los españoles estupefactos y guarda con el poder político, sino la comunicaci?n que e~tablece
asqueados, temerosos ante todo de encontrar sepultura en "el con el mundo demoniaco por medio d e sustancias embnagantes
vientre de los indios", y en todas partes ese insoportable olor... que le hacen tener delirios ("desvarí<;>s."), palabra que ~ertenece
En ese desenfreno de sangre y sinrazón, se puede descubrir la al vocabulario de la locura. En esas VISiones, los demomos adop-
garra del demonio pero en mayor medida el peso de la ignoran- tan formas diversas: animales o fantásticas y, sobre todo, hablan;
cia .que nubla todo discernimiento y da libre curso a los deseos también pueden introducirse en ídolos repugnantes desde los
humanos. Esas concepciones presentes en la obra de Cieza dan a cuales dan sus respuestas. Porque en toda la América andina la
los indios de las behetrías una imagen próxima al animal no fun ción primordial de esos ministros, hechiceros o sacerdotes es
racional, situado más allá del mal. No resulta, así, sorprendente ¡... . - A ,
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que la antropofagia parezca correr pareja con la desnudez; en 31 /bid., XXV, p. 88. / ' 0
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DESCUBRIMIENTOS DESCUBRIMIENTOS 35

la de recibir e interpretar los oráculos que se designan con térmi- las realidades locales. Las .pie~~s, ·: e,culpidas o no, erigida.
nos vernáculos específicos, lo que hace suponer diferencias de ~ ~~ pa:io mftic<? d«:l héroe ci~i~o~ Ticiviraco~ h_u~~
función. ~adaa .a JJW"QU' lor..hito6 <le ~ ~tmerano y ~e. todti de~
Cabe preguntarse si, para Cieza, no es precisamente la ubicui- seívar j. memoria-.dc: é&te, Mm /fbu~t Este termmo da a la ~ez
dad del diablo lo que confiere a todos estos sacerdotes una apa- ,. la ide~ de volumen -en oposición a la superficie plana de la pt~­
riencia común. Cieza cita los nombres específicos que recibe el < tura- y de imprecisión de las formas ("cosa emb~elta Yc<?nfusa ,
demonio en las behetrías; en Perú, un mismo término, supay, de- r.,- según el diccionario de Sebastián de Covarru~tas p~bhca~o a
signa a la vez al diablo y a los españoles. ¿Hay que ver en ello el ... principios del siglo xvu). El término bulto puede tambten apl~car­
indicio de una concepción indígena cercana al cristianismo? En se a una estatua y, por tanto, a las que se modelan con mate~ales
realidad, supay era una de las designaciones que se dan en que- humanos que son las momias. La importancia del e~balsamtento
chua (la lengua oficial de los incas) a los espíritus cuyas caracte- entre los incas fue motivo de asombro para los espanoles, que ~o
rísticas propias se ignoran .~2 Así como Ticiviracocha, en la pluma habrían encontrado e~ práctica en México. Los p~meros croms-
de los españoles, se vuelve el "creador", Supay se vuelve el nom- tas, Miguel de Estete, Francisco de Jerez, Pedro PlZarro y,_ desde
bre mismo del Maligno. Como en México, lo religioso extiende luego, Cieza de León hubieran podi_d ? comparar e~s momtas con
1 su influencia a todas partes. Ya volveremos sobre esta traducción las del antiguo Egipto. pero no lo htcteron .• ¿~ued~ tmputarse a la
cristiana (y por tanto monoteísta) de las creencias ~ruanas. En ignorancia esa falta de referencia_ a una pracoca aJena pero cono-
,,: la conservación d e las idolatrías, según Cieza, el papel de los sa-
cerdotes indígenas es capital. Se trata de "mentirosos", de char-
cida en el Antigu o Mundo? ¿O bten hay ~ue reconocer a las mo-
mias incaicas una diferencia en el tratamte~to y sobre t~? e_,n la
latanes y hombres engañados por el diablo, y cuya arma principal forma que habría h echo imposible cualquter comparac10n. Lo
!
es la palabra. Esa desconfianza hacia los sacerdotes se extiende cierto es que esas formas ancestrales, disecadas y~estidas con ropas
incluso --con gran prudencia- a los curas católicos a los que suntuosas, alimentadas y paseadas como s~ res Vl~os, pertenecen,
\ 1 Cieza acusa de haber mantenido a los indios en la ignorancia y de como las formas líticas, a la categoría sul genens de los ~ultos.
haber cedido a la codicia: "Y si Dios permitiera que tuvieran quien Todos esos objetos humanos o materiales -a~nque las pte?ras
con celo de christiandad y no con ramo de codicia en lo pasado les eran para los indios los vestigios d ~ ~?a humamdad muy anttgua
dieran entera noticia de nuestra sagrada religión, era gente en condenada a la inmovilidad por T1CtVtracocha- I;>oseen u?a fun-
quien bien imprimiera."" En suma, lo que constituye la esencia ción precisa, según Cieza: la de consen~r la memona de los tlempos
de la idolatría es la creencia en la veracidad de los oráculos, la ne- antiguos a falta de una escdtura o d_e pmt:uras, como er:a el caso de
gación de las causas naturales, la pretensión de influir sobre el los mexicanos. Porque Cieza de Leon, mas que cualqtt~er otr~ cro-
movimiento de los astros y la regularidad de las estaciones por- nista del Perú, está obsesionado por el problema ~e la esc~ttura
que "todos los movimientos del tiempo están encerrados en la ~­ que pem1it.e a los pueblos sobreviví~·, perdurar a trave~ de ~~s stglos,
biduría de Dios".~4 Por ello la erupción del volcán Cotopaxi en el alimentando la memoria "por la vtrtud d e su sonondad . nos re-
actual Ecuador, interpretada por los oráculos indígenas como una ferimos al desconciet·to que se apodera de él ante la vista de las
reacción de la mon taña contra la llegada de los españoles, no es ruinas de Tiahuanaco desde el lago T iticaca, definitivamen~e mu-
para Cieza más <1ue una simple coincidencia o, en rigor, el pre- das e incomprensibles a falta de textos escritos. En la_medtda en
sentimiento que tuvo el diablo de un fenómeno que escapaba a su que la grandeza de los incas no debe ~er~erse e.? el_olvtdo, los bul-
voluntad. tos, sucedáneos de glifos o alfabetos, mcttan ma_s_bten a la ve..nera-
Si es verdad que para Cieza de León la idolatría se basa en la ción que a )a condena. Son menos la expres10n de una fals~
adivinación, ¿significa <JUe en el Perú los ídolos no existen? El tér- religión" que el testimonio Je u~ ~~~do amenazado por el olVI-
mino se emplea en los tres textos que hemos recorrido, pero el do ant.e las limitaciones de la trachc10n oral. .
autor prefiere el de "bultos", que le parece corresponder mejor a Desde luego, no hay más memoria qu~ la nob}liaría y Ctez_a es
52 hombre de su tiempo, respetuoso de las Jerarqmas y de _las vtrtu-
Pierre Duviols (1971), pp. 37-39, yGerald Taylor, "Supay", en A111mndia, 1980,
pp. 47-63. des ligadas a ellas. Bultos, ídolos y cantos fueron concebtdos p~ra
"Cieza (1967), XXV, p. 88. g lo1ia eterna de los Incas, aquellos que fueron valerosos y sab~os,
,. Cleza (1979), p. 308. · · al olv1do.
dignos de sobreviVIr · ·
P1stas <e ·· · mt'ticos -as1 es
1 ·ttJneranos
11
1

DESCUBRIMIENTOS 37
36 DESCUBRIMIENTOS
las relaciones entre un panteón de entidades abstractas -astros,
como traducimos, quizá erróneamente, el término de "antigua- fenómenos naturales, Jmar.a.s-- reagrupadas en torno a una ftgura
J.~as"-, se ven ~u eva m ~ nte investidos del poder de aniquilar el central y un Estado poderosamente unificado (el Imperio Inca);
llempo con mot1vo de lhferentes festividades. Es entonces cuando los lazos también entre idolatría y civilización, entre idolatría y
las figuras (ídolos) y m?mias son sacadas de sus recintos, sepul- costumbres ancestrales, entre la naturaleza del poder y la comple-
cros~ cavernas o sant~~nos. Pennanecen guardadas por personas jidad de los ritos y los cultos, entre el ídolo y lo que se supone repre-
de~tmadas. a ese serv1C10, para que los hombres les rindan home- senta, entre las prácticas idolátricas, el libre arbíaio y el derecho
n~Je --:-aclltud que Cieza describe utilizando el término quechua de someter a los pueblos ... Preguntas fundamentales que explican
luspamzado de modwr- y las consulten como oráculos. el éxito de López d e Cómara, al que Montaigne leyó con interés
. En la medi?a e~ que los bultos, ídolos o momias, son la memo- en la traducción italiana, o de Cieza de León, "el príncipe de los
na de una dmast1a, no solamente justa y sabia sino también y cronistas", al que el Inca Garcilaso d e la Vega recogió a fines de siglo
sobre todo amenazada irrernecliablemente de muerte, no son ver- en sus ComentarúJs reales. Doble interés, en fm , d e la idolatría: en esa
daderamente objetos "falsos" o más bien "vanos" que merezcan categoría se concreta la proyección sobre las realidades exóticas
ser d e~trul(los. En varias ocasiones, nuestro autor se rebela contra de una red religiosa que supuestamente explicará lo aparente-
lo~ danos perpetrados por los españoles que destruyeron tantos mente familiar y lo inefable; pero, al enfrentarse a n otas discor-
r~mos. En nombre de todos Jos españoles, implora la gracia de dantes o imprevistas, suscita también una pléyade de interroga-
OJOs para que pue~an aportar alguna compensación a esos hom- ciones a menudo candentes y jamás indiferentes.
~res 9ue _no ofend1eron en nada y que resultaron tan afectados: Tal vez nos hayamos perdido a veces entre los países, los con-
Suphquemoslo nos dé su gracia para e¡ u e paguemos en algo a gen- quistadores y las cordilleras, perdido en el abanico de las culturas,
tes que tanto debernos y que tan poco nos ofendió para haber sido de los vocablos, las impresiones y los juicios. Es tiempo de hacer tma
molestados de nosotros y las d emás Indias tantas leguas de España primera pausa y abarcar con la mirada esas informaciones disper-
li Y_ tantos mar~s en medio. " ¿Hay que ver en esta actitud pragmá-
15

llca ante los 1dolos que tan~ avers_ión provocó en los demás el sig-
sas releyendo a uno d e los más grandes intelectuales del siglo XVI.

ji no de una falta d e creenc1a? Sena anacrónico atribuir actitudes


modern~s a ho~bres del siglo XVI. Lucien Febvre Jo demostró de
~anera 1rrebauble en el caso de Rabelais. Y, sin embargo, impre-
SIOna~ esa apertura mental y ese tono, sobre todo si se considera
que C~eza de León es un autodidacto, si bien marcado quizá por el
erasm1smo.

~ste prime: recorrido mexicano y andino nos ha revelado la plura-


~~d~d de mua~a~ que se lanzaron a todo el conjunto de las culturas
md1as de Am~nca. Fr~nte a esos descubrimientos, los españoles
ado~taron actitudes mas o menos estereotipadas durante la prime-
ra rru~d del.si~lo ~VI, que se confunde con el reinado de Carlos V.
Avers1.on ep1dernuca mezclada con admiración, iconoclastia de
los p~meros conqui~tadores c¡ue rompen los "ídolos" pese a los
conseJOS de pruden~1a que dan los religiosos, repertorio detallado
d~ los templos, los dtos:s y l?s sacrificios, comparaciones con los ju-
dJOs Y. los ~oros, extrananuento frente a h echos irreducibles a la
expen e~ CI~ Y a ~a .norma occidentales, indiferencia o juicios mo-
rales... Opaca ~Jstmta_de la qt~e surge una avalancha de preguntas:
los lazos de la tdolau·¡a amencana con los paganismos antiguos,
55
Cieza (1967) , xxv, p. 88.

...
1• "'
LA RED LASCASIANA

Entendámonos bien. Las Casas no inventa la antropología reli-


giosa. Como tampoco inventa la etnografia. Nadie inventa nada.
Pero sacude las perspectivas tradicionales al introducir al Nuevo
11. lA RED LASCASIANA Mundo en el centro de sus reflexiones. Si bien explota materiales
trillados, acondiciona y reutiliza un arsenal ya probado y además
bastante antigu<', adereza las anécdotas, colecciona los ejemplos
También podemos decir que los elefantes partici- hasta la saturación, lo hace -y ése es quizá uno de sus principa-
pan en cierto modo de la religión, ya que tras les méritos-- préstándoles una dimensión universal, puesto que
varias abluciones y purificaciones, se les ve levantar
la trompa a manera de brazos y mantener los ojos se trata de pensar conjuntamente la América india y el Antiguo
ftios en el Sol levante. Mundo. Una palabra clave: "cotejar", confrontar, comparar, articu-
la la reflexión y los capítulos a lo largo del panorama enciclopédi-
MOt.rrAJCNE, Essais, Apología de Raimo nd Sebond. co de las religiones de la Antigüedad clásica o el Antiguo Testa-
mento. ¿Cómo no sorprenderse ante el número y la densidad de
los capítulos que Las Casas dedica a la idolatría antigua al grado
VAYAMOS, pues, a un escenario más austero que contrasta con la de que parece haber olvidado a los indios ~e América? ¿C?mo,
frescura de Cieza o la epopeya de Górnara. Cuando, llegad o al sobre todo, orientarse en esa avalancha de ejemplos, de anecdo-
crepúsculo de una carrera cargada de experiencias y combates, el tas y de citas, de repeticiones inútiles e incluso tornadas de la
dominico Bartolomé de las Casas redacta hacia 1550 su Apolog~ Biblia, del antiguo Egipto, del mundo grecorromano y de las pe-
tica histaria sumaria, se entrega una vez más a la defensa e ilustra- riferias bárbaras y que remiten de los iberos a los escitas pasando
ción de las culturas indígenas de Arnérica. 1 En esta obra, el do- por los germanos, los suevos,los armenios... ?
minico se propone demostrar que, lejos de ser salvajes, muchos En realidad, cuando Las Casas habla sobre el origen, las causas
indios de América alcanzaron grados de civilización que no tenían y las formas del paganismo y .aborda un n~mer:o cons!~erable d~
nada que envidiar a las sociedades del mundo antiguo. Pero una · prácticas y rituales, su recorrtdo no es arbttrano. Está mclu~ n-
lectura atenta de ese alegato resulta desconcertante, ya que r~ gurosarnente construido y señalizado sobre u~ fondo de ~riSto­
mite tanto a la Antigüedad clásica como a la América india; a tal telismo y tomismo, es decir, sobre lo que constituye la esen cta del
punto abundan las referencias a la idolatría antigua que se con- pensamiento medieval europeo. En él encontrarnos tamb~én esa
vierte en una guía inagotable que nos conduce y a menudo nos ex- búsqueda incesante de la racionalidad que tan.to aprectaba la
travía en los meandros, las curiosidades, los grandes logros y las su- Escuela de Salamanca en la relectura que hacía de la doctrina de
puestas torpezas de los cultos paganos. A lo largo de todas estas Santo Tomá.~ de Aquino (1225-1274): había que explicar el mundo
páginas, capítulo tras capítulo, se agranda, crece un gigantesco y y defender el Evangelio apoyándose en bases exclusivamente lógi·
monstruoso Barnum de los ritos y las creencias, un fantástico des-- cas y racionales.
pliegue de erudición que abreva en más de 370 fuentes distintas.t
A primera vista, la empresa parece enguJJir el propósito del "de-
fensor de los indios". Pero, bien mirada, lejos de ser despreciable, Las Casas parte de una serie de certidumbres y premisas que
esclarece los primeros pasos de lo que ha de llamarse antropología delimitan desde el principio un campo conceptual h omogéneo,
religiosa. sólido y claro, en donde su pensamiento (como el de much os de
sus sucesores) se despliega, se enraíza y... se encierra. El marco
1
Las Casas (1967) , 1 y ll. subyacen te es la "ley natural", que da éuenta de una serie de
2
Anthony Pagden, The Fall of Nmurnl Matl. The Amerimn lndian tmd the Origins ideas claras que comparten todos los hombres, sean pa~an?s o
of Comparative Ethnology, Cambridge , Cambridge Un iversity Press, 1982, p. 123. cristianos, y que les permiten ver el mundo tal como es. Ttene
Aquf ;se encontrará una excelente introducción a esta obra. Acerca de la empresa esencialmente dos maestros del pensamiento: Aristóteles y Santo
lascas1ana,juan Friede y Benjamín Keen, 8ar1<1lomi de Las CaM.t in H~<tory, De Kalb,
lllinOi5, :971 , y Henry Raup Wagne r y He le n Rand Parish, The Lije and »Titings of Tomás, a los <1ue habría que añadir a San Agustín por la manera
Bartoúmu de lAs Casru, Albuque rq ue, Nu <:vo México, 1967. En fran cés, Philippe
Ignace Andrb.Vin cenr , &rtolomi de LA< Ca.<n.t, París, Taillandier, 19ft0. 'Pagde n (1982), pp. 61·64.
3f!
40 LA RED LASCASIANA LA RED LASCASIANA 41

en que aborda el paganismo antiguo.• Del filósofo griego toma una antropología religiosa que hace de la religión un conjunto
los fundamentos de su argumentación. Porque si bien desman- compuesto por "sacerdotes, oraciones, dioses y ritos", en suma,
tela el razonamiento de Aristóteles para probar que los indios de un haz de "instituciones sólidamente estructuradas".9
América no son bárbaros destinados naturalmente a la esclavitud, En tomo a esos dos postulados -la religión como hecho social
deja intacto el aparato conceptual que le sitve de base e incluso y conjugación de una serie de categorías y de instituciones desti-
sigue muy de cerca la manera en que el "Filósofo" deduce y con- nadas a expresarla- , Las Casas no hará más que desarrollar un
templa un registro "religioso". Desde el inicio del juego, Las Casas enfoque que nos parece evidente sobre todo porque reposa en
~a sus cartas y plantea dos ideas centrales, convincentes sobre las bases aparentemente incuestionables de lo social y lo institu-
todo porque abordan el tema desde un ángulo que puede consi- cional. Pero además no hay que olvida.r que nuestro dominico es
derarse sociocultural e institucional: el de la "religión". hombre de Iglesia y hombre del siglo XVI. Por encima de lo "reli-
Sitv.l como ejemplo un primer principio que toma de la políti- gioso" captado bajo la forma de la religión, como hecho y reali-
ca de Aristóteles: "El sacerdocio y el sacrificio son el quinto ele- dad institucional, cualesquiera que sean su forma y autenticidad,
mento de la buena república y el primero en dignidad . ..& La vida pende la piedra angular metafisica del conjunto: la idea del
s~ial -:-tal como se obsetv.l en la ciudad antigua- implica la
conocimiento y del deseo de Dios. Sin duda en este terreno esta-
ex~tei?c.~ d,el sacerdote y del sacrificio, y ello sin importar cuál sea
ríamos. menos dispuestos a seguir a Las Casas, pues parece a pri-
la rehg1on , "verdadera o errónea" de que se trate. Esto equivale mera VIsta colmado de especulaciones escolásticas. El desvío vale
a hacer de la religión un hecho social, un hecho de civilización la pena, sin embargo, ya que plantea directamente uno de los
ineludiblemente ligado a cierto grado de desarrollo de las institu- principales temas de la antropología religiosa: la cuestión, más
ciones humanas. Lo que otra autoridad del paganismo, Cicerón, allá _d e lo "religioso" instituido, de la creencia. Aquí podríamos
releído por Las Casas, expresaría haciendo de la vida en comu- sentirnos tentados a hacer de nuevo el paralelo con Sapir, tan
nidad el marco previo y necesario del "conocimiento de Dios y el preocupado también por ir má." allá de lo institucional y aprehen-
ejercicio de la religión".6 Siglos más tarde, el tema sería reformu- der así lo que él llama el "sentimiento religioso". Pero el camino
lado, entre otros, por el antropólogo Edward Sapir de la manera lascasiano es totalmente distinto.
siguiente: "[La religión] sólo aparece en las sociedades altamente Para Las Casas, como para sus homólogos y sull contemporá-
diferenciadas donde las conductas religiosas han sido modeladas neos, es indiscutible que "el hombre, por su entendimiento, tien-
de a buscar a Dios y a adorarlo". 10 El hombre tiene así natural-
por la tradición. "7 Invirtamos la proposición y nos encontraremos
mente --en virtud de la ley natural- un conocimiento "bastante
en pleno meollo de las behetrías sin creencia de Cieza de León.
Igualmente, en opinión de Las Casas (y de las autoridades en confuso" de Dios. Dicho conocimien to permanece en la vague-
dad y la aproximación mientras no se apoya en la revelación y la
~u~ se _apoya), la exist~ncia del sacerdote y del sacrificio parece
fe, es decir, en el cristianismo y la enseñanza de la Iglesia. De este
mdJsoctable de un CODJUnto de elementos que constituyen otras
modo, Dios se percibe oscuramente como "una causa que gobier-
tantas ~ducciones institucionales de la religión: los dioses, los
na el mundo", de la que sólo los filósofos pueden captar algo
santu~n~s, las ceremonias y los sacerdotes: "La religión [ ... ] está
"yendo de sustancia en sustancia y de causa en causa". Citando el
constitUida por cuatro partes, a saber: los dioses, los templos, los
ejemplo de Aristóteles, fundándolle en especulaciones de Cice-
~cerdo tes .Y los sacrifi~ios...s El escenario está montado, las espe-
rón, apo~dose en el Santo Tomás de Aquino de la Suma amJra
ctes anunciadas y el obJeto claramente delimitado: el análisis reli- ti
Gentiles, 1 Las Casas recoge una tradición occidentalllegún la cual
gioso del mundo antiguo no se apartará de allí, como tampoco la
el hombre posee un conocimiento innato de Dios y de lo divino,
presentación de las civilizaciones precolombinas. Y con él toda
así como la idea de un Dios concebido como principio superior a
toda la Creación. De este modo la argumentación filosófica y
4
• Acerca de Las Casas y San Agustín, D. A. Brading, Prophecy and Mylh in Mmcan teológica desemboca pronto en un examen de la creencia que
H~tory, Cambridge, Cambridge University Press, s.f., pp. 15-27.
Las Casas (1%7), 1, p. S69.
& /bid., p. 249. 9
Sapir (1971), pp. 191-192.
7 10
Sapir (1971), p. 191. Las Casas (1967), 1, p. 370.
8
Las Casas (1967), 11, p . 295. JI /bid., p. 375.
42 LA RED LASCASIANA LA RED LASCASIANA

desarrolla una verdadera "psicología" del conocimiento de Dios; que remite: el diablo, el error, la magia ... Sabe además que puede
y sería erróneo descuidar ese razonamiento teórico, ya que nos haber idolatrías sin ídolo, ya que en éste no se agota la idolatría.
descubre de qué manera una mente cultivada podía concebir Aquí es sin duda donde se apartan el enfoque de los teólogos y el
la relación y la adhesión del hombre a lo divino. Para Las Casas y la de los conquistadores (aunque d e hecho sean complementarios):
herencia de la escolástica, el alma está dotada de tres virtudes o los conquistadores deducen la idolatría de su manifestación ma-
potencias naturales: las potencias racional, concupiscible e irasci- terial más frecuente, es decir, de los ídolos que creen localizar, mien-
ble. Traduciendo: la razón, el deseo que busca su delectación y la tras que los clérigos se inspiran en una concepción global y teoriza-
energía que combate para satisfacer el deseo cueste lo que cueste y da del espíritu humano para interpretar el sentido de los gestos
ponerse a su servicio. "De aquí se desprende necesariamente que y los objetos que descubren. En ambos, se establece un lazo entre
nuestra razón no puede permanecer sin tener una opinión o los distintos niveles de una misma ideología y las observaciones
creencia cualquiera, sea falsa o verdadera. "1t La creencia es, así, de campo llamadas a insertarse en ella, a menos, desde luego, que
el resultado de un proceso localizable e inteligible. Es algo más algunos objetos imprevistos, no figurativos (por ejemplo, los bultos
que un procedimiento intuitivo, arbitrario e incomprensible. de Cieza de León o los oorúes de Ramón Pané, de los que aún no
Esta teoría explica la diversidad de las creencias, la existen cia hablamos), vengan a complicar singularmente la interpretación.
de la idolatría y de su contrario: la latría. Si la potencia de la ra- Habiendo partido de una teoría del conocimiento de Dios, nos
zón encuentra la verdad primera que es el conocimiento del ver- hallamos ahora frente a una interpretación de la creencia que
dadero Dios (es decir, si la razón del hombre abraza el catolicis- pretende no sólo explicar los mecanismos intelectuales de la
mo), todo ocurre sin problemas: las otras dos potencias, el deseo adhesión a lo divino sino también las _ .........~die
y la en~rgía, van a contribuir a refo~r, ~- ar~~gar ese cpnoci- ~-lit~·, la i.dolátria:~Yal final' del recorrido, la reafir-
miento. :.-..,~....,~- ...,._ _,._;_~---'Wr.,_,--.:.......,..., Pero mación de lo que ya se nos había anunciado desd e el inicio del
.....,-n . ~~~:-- ~ ........
si -por una transferencia debida a la ignorancia y a la corrup- juego: el culto divino, la "religión", es un h echo "universal y per-
ción de la naturaleza humana- la razón se dirige a otros objetos, p etuo"!4 coextensivo a la m ultiplicación de los seres humanos.
a una falsa trascendencia, las tres potencias se desvían de sus En otras palabras, "todas las naciones del mundo", "unas más y
respectivos cursos ("anduvieron d esvariadas y d escarriadas") y otras menos", poseen y poseerán cultos. Pero el alegato va más
sobreviene la catástrofe .• ~ El hombre cae entonces en el error, se lejos aún: "Ningún h ombre en el mundo puede vivir sin algún
pierde en la multiplicidad de las creencias y opiniones falsas, en dios, sea falso o verdadero." No hay manera, pues, de escapar a lo
lo impuro y lo inauténtico, para abandonarse a )a ven eración de "religioso", así sea reducido a una vaga y oscura idea de Dios.
criaturas que no la merecen. Es la idolatría, y el hombre empieza La antropología (religiosa o no) suele hacer afirmaciones así
a adorar cosas en las que reconoce un "signo o una apariencia de de perentorias en esta materia, si bien es cierto que, alejada del
bondad", es d ecir, los ídolos, o bien se rebaja a rendir culto a los catolicismo romano y generalmente en ruptura con él, ha preferi-
seres representados por los ídolos. do extenderse en el marco anglosajón y protestan te o invocar
Quizá nos sorprenda comprobar que la idea de ídolo --que no una tradición agnóstica y laica. Con la misma seguridad y más
abordaremos aquí ya que merece por sí sola toda una obra- no es cerca de nosotros, Sapir proclama que "el sentimiento religioso
esencial en la c.ategoría de idolatría. Es incluso accesoria en el está presente en todas partes, [que] parece tan universal como el
razonamiento lascasiano. El ídolo de madera, de piedra o metal manejo del lenguaje y de las herramientas ".•~ Es verdad que Sapir
es sin duda la fm·ma más espectacular ele la idolatría en la medida habla en términos de scnrimienlo y no de razón y que la defini-
en que reifka lo más pernicioso y escandaloso que el error hu- ción que n os ofrece -"ese esfuerzo inces.mte del hombre por des-
mano puede tener: la cristalización material de un culto en per- cubrir [ ... ] un c.amino hacía la serenidad espirihtal"- está lejos de
juicio de lo espiritual. Tal es la herencia del Antiguo Testamento tener el rigor inc.eleclltal y la coherencia de la reflexión lascasia-
y en particular d el Libro de la Sabiduría. Pero Las C'..asas se intere- na. Pero ¿difiere mucho en su espíritu? El camino lasr.asíano no deja
sa mucho menos en la materialidad del ídolo que en aquello a lo de recordar la insisrencia con que Mircea Eliade hace del hom-

12 /bid., p. 377. H /bid., p. 379.


·~/bid., p. 378. IS Sapir (1971), p. 192.
44 LA RED LASCASIANA
LA RED LASCASIANA 45
bre profano el heredero del homo religiosus: "No puede abolir
definitivamente su pasado, puesto que él mismo es. producto de cante", 20 como en C. Geertz, quien juzga que aquélla formula "un
aquél[ ... ]. El hombre prpfano, quiéralo o no, conserva aún las orden auténtico del mundo que toma en cu enta las ambigüeda-
huellas del comportamiento del hombre religioso. "16 Más cerca des, enigmas y paradojas".21
aún de nosotros, E. Leach afirma sin ambages: •En todas partes Todos los tipos de lógica mental llevan, pues, a Jo divino, a lo
[las cursivas son nuestras] la religión tiene por objeto [ ... ] la anti- "religioso" y a sus dos manifestaciones principales, a los dos herma-
nomia de la vida y la muerte", y se apresura a destacar lo que nos enemigos: latría e idolatría. Como también conduce a ella la
sería "the central probkm of r'ligion ". 17 Podríamos prolongar todavía irreprimible n ecesidad de socorro que se apodera del hombre en
este pequeñojuego y asombramcs de leer tantas certidumbres y tan d esgracia. Las Casas, como muchos otros d espués, asocia la univer-
poca distancia crítica entre los mejores especialistas. salidad de lo "religioso" con la confirmación de una necesidad, de
Evidentemente, el principal interés de Las Casas es explicar la una impotencia. Los hombres tienen la "n ecesidad de quien los ayu-
frontera que separa la verdadera de la falsa religión. Ese debate nos de y se los remedie y sobrelleve".22 Esta idea la encontraremos tam-
interesa mucho menos que el postulado que implica, a saber, que bién formulada en forma lapidaria en Kroebert3 ("todos los pue-
lo "religioso" existe y es ineludible. Las Casas hace de él la culmi- blos primitivos experimentan, por lo que se ve, la necesidad de la
nación inevitable del pensamiento, de un pensamiento (nosotros religión") o en la pluma, clitica por lo demás, de Melford E. Spiro:
diríamos de una lógica) que privilegia la búsqueda de la causa, de "Una neCI'.sidad, en el sentido de deseo, puede motivar la adquisición
la analogía y de la semejanza. Búsqueda de la causa: "Como vían de creencias sólidas [ ... ]. Una neCl',sidad en el sentido de un requisi-
algún efecto proceder de algún principio o virtud efectiva, igno- to funcional de la sociedad puede explicar que cierto tipo de pro-
rando la verdadera y primera causa, luego aquella virtud estima- posiciones religiosas sean necesarias. "24 De esa necesidad nace la
ba ser divina y por consiguiente poníanle nombre de deidad. "18 "con~epción" de lo divino bajo sus formas más diversa...
Pero también tendencia natural del hombre a inclinarse ante lo Lo que separa la idolatría de la latría no es, pues, una lógica
que cree superior a él y a reconocer un principio de jerarquía que distinta, una necesidad diferente, sino la dirección, el objeto de
puede localizar en la Naturaleza, en "aquellas cosas en que veían la veneración. Las dos actitudes difieren en la identificación de la
aquellas señales de excelencia divina, como todos aquellos bienes "causa primera y universal de toda creatura", pero en ambas se
sean imágines y semejanzas de las excelencias de Dios". 19 En estos pueden aplicar análisis y redes paralelos y ambas se apoyan en
casos el desprecio se dirige al culto rendido al ídolo como si fueran arreglos y sistemas análogos cuya piedra angular sería el sacrifi-
la señal, el signo, la imagen, la semejanza y no la divinidad las que cio. La idolatría es el culto falso y erróneo que se rinde a dioses y
recibieran la adoración, como si se tomara la sombra, el vestigio, creaturas. Es la opción obligada frente al verdadero culto y la
por la verdad divina. Búsqueda de la semejanza: si el hombre cae expresión de todas las formas religiosas distintas de la auténtica.
(o puede caer) en la idolatría es porque encuentra en la creación En este enfrentamiento no dejará por cierto de descubrirse la ex-
vestigios, hueiJas, semejanzas de la majestad divina. Confunde así presión de uno de los principios del pensamiento renacentista
la huella, la semej anza, con lo divino en sí y se atasca en ese error, que Foucault resumía en estos términos: "Un espacio de la simpa-
esa desviación d e la creencia que constituye la idolatría. Sea como tía y de la antipatía no deja de aproximar las cosas y de mantener-
fuere, esa búsqueda del signo, esa exploración de la creación, las a distancia...2.~ Negativo de la latría, negativo del verdadero
aparecen como una manera de comprender, de dar un sentido culto, la idolatría es también su degradación, su cormpción. En
al mundo. El lector encontrará el eco de este enfoque tanto en este sentido, es significativo que la idolatlia no sea (a diferencia
P. Berger, para quien la religión es "una tentativa audaz que tien- ~-·~·· · · -del fetichismo según A. Comt.e) , un estado previo. Es una caída,
de a concebir el Universo entero como humanamente signifi-
20
Berger ( 1967) , p. 28.
21
15 Geertz, en Banton ( 1973), p. 23.
Eliade (1967), p. 173. ~Las Casas (1967), 1, p. 375.
Edmund Le:~ch, C'>11111'.si.l a.• a Mytlt mut Otiii!T Essays, Londres, Cape Editions,
17
A. L. Kroeber, Cultttre Pattenu and Processe..<, Nueva York y Londres, A.
1969, p. 10. Harvest/HBJ Book, 1963, p. 161.
18
Las Cas;u (1967), 1, p. 555. 24
Spiro, en Banron (1H73), p. 102.
19
!bid., p. !182. 25
Mic:hel Foucaulr, Le..< Mol.< el les ClwUJ. Une arcltéolcgie de..• scimu.J humaines,
París, Gallimard, 1966, p. 40.
46 LA RED l.ASCASlANA lA RED LASCASlANA 47

una degeneración. No perten ece nunca al orden de lo original, procurado asemejarse a Dios en el m odo de sacrificios" "el demo-
de lo primitivo; no puede confundirse con lo arcaico (ni con las ~io ha pro~urado re1~1ed~~ l~s ~cramentos de la san~a Iglesia",
behetrías) -aunque algunas de sus formas sean ntdimentarias-- el demonto q01so tambten mutar el misterio de la santísima
y ello debido al propio modelo antiguo que asocia idolatría y Trin.idad. ·: »28 En este sentido, el comparatismo de Acosta adquiere
altas civilizaciones. l~s du~e.nstones ?e un~ caza de la imitación perversa, de la detección
El estrecho parentesco que une la latría con la idolatría es, ststematlca y cast -~amaca de 1~ n~entira. Todas sus descripciones
pues, el efecto de una concepción extensiva de lo "religioso". De de templos, de clengos, de sacnfic10s, convergen en la denuncia de
un dominio "religioso" donde la idolatría ocupa durante mucho la soberbia del demonio. De ahí la visión a menudo unidimensio-
tiempo un Jugar predominante al grado de ser considerada un nal que, de Perú a México y de Méxko al japón, va en pos de "su-
estado "natural", normal, diríamos nosotros. Y se volvió eso en perstición y mentiras", los signos fehacientes de una monstruosa
la medida en que es la regla para la humanidad en ausencia de la ~stafa. ~e.~~ la predilección que muestra Acosta por el término
Gracia. De ahí surgen dos consecuencias: la idolatría puede mani- superstlclOn ~ que de hecho prefiere al de religión cuando hay que
festarse en todas las sociedades civilizadas y, tomada en el sentido destgnar los "ntos y ceremonias" d e México y Perú. 29 De hecho, hay
más amplio de error en cuanto al objeto de culto, es incluso uni- ~ue ve~ en ello la marca de otro tiempo y de otro enfoque de la
versal; dificilmente puede desarraigarse pues se apoya en el pres- t~olatría que prefigura la de los extirpadores de idolatrías del
tigio de la Antigüedad (se remonta al Diluvio y existe hasta en las stglo XVIII. Volveremos a ello en el capítu lo VI.
Indias) y tiene a su favor la fuerza de la frecuencia. Su diversidad A.,í, embarcado en un viaje interminable al interior del mundo
se explica por la multiplicación de las lenguas que lleva a la multi- anti~uo.y de sus pagan!~mos, Las Casas se remonta a los orígenes,
plicación de los dioses. De este modo, el concepto de idolatría al Dduv10, a Cam, el hiJO descan·iado de Noé; menciona el culto
permite pensar a la vez lo universal y la diversidad de las culturas, de los cuerpos celestes y luego el otro, más escandaloso en su
incluso explicarlo aduciendo tanlO la proliferación d e las lenguas opinión , de los animales, tan caro no obstante a los egipcios. Los
como las astucias perversas del demonio. cultos oraculares, las grandes figuras de los olímpicos, las varian-
Todo esto ayud a a captar mejor que, en el caso de la idolatría, ~s antiguas ?el sact;ficio humano, los cultos de los galos y los
Las Casas no cree estar frente a una desviación secundaria, a una tberos ... La hsta es larga p ero la mirada nunca pierde d e vista el
desviación poco afortunada, sino ante un fenómeno masivo, uni- objetivo que persigue.
versal, una manifestación esencial de lo "religioso" que se en- A lo largo de las páginas se despliega el modelo, se aplica y se
cuent.ra invariablemente dondequiera que la Fe no haya triunfa- afina el método: la categoría d e idolan·ía se manifiesta como el
do aún. Aunque no olvidemos algo c¡ue sigue siendo esencial pa.ra prod.ucto cuidadosame nte pulido de un enfoc1ue inte lectual y
una mente cristiana: la idolatría no existiría sin la intervención erudtto de los materiales antiguos y amelicanos, una red previa-
d el demonio, que explota y desvía la nece~idad d e Dios que mente construida que selecciona los datos y los ordena en un todo
experimenta el hombre. Los d emonios saben aprovechar su cien- para .qt.te los co~1prendamos m ejor y para c1ue sirvan al designio del
cia para reforzar esa usurpación, hacen trampa sin cesar, hacen do.mt~t~o. Es tiempo d e precisar el valor pionero y los grandes
pa.~r lo natural por sobrenauu-al26 y prestan a los ídolos poderes prm.ctptos de ese razonamiento, en la medida en que aún h oy
que subyugan a los seres, dando así credibilidad a las cosas y a los msptra nuestra antropología r·eligiosa, cuando menos por el objeto
seres que adora el hombre. que pone de relieve y al que acosa lo "religioso", que por doquier
Dicho lo cual, hay qu e aclarar que esa interpretación está se cree poder identificar y explicar.
implícita. No adquiere jamás la insistencia obsesiva que habrá de
conferirle, varios decenios más tarde, el jesuita Acosta. Para Acos-
ta, la idolatl·ía es ante todo una réplica demoniaca de la fe: "La
causa de la idolatría ha siclo la soberbia y invidia del <iomonio."27
En cada similitud denuncia la huella del demonio: "El demonio ha
26
Las Casas (1967), 1, p. 3f!4.
2'1 Acosta (1979), p. 2 35.
;e /bid., pp. 255, 267.
29
/bid., pp. 242, 237, 278.

¡
1

LA RED LASCASIANA 49
48 LA RED l..ASCASIANA
hombre: Las Casas roza con esta interpretación que tan fecunda
UNA TIPOLOGfA INEVITABLE
resultaría. ss
Además descubre, explora y aprovecha infatigablemente otras
Para poner orden en esta proliferación de formas que recuerda a
pistas: las fábulas --:-9 J.Uás .bien los mitos--, ¡q_~ _ rituales, las imá-
la boutique polvosa del anticuario de La piel de r.apa, Las Casas
clasifica, compara; interpreta. Incansablemente. Sin por ello caer genes. ~siempré ·para_?p~r n:e)?.~ la _c~!!l.P~ejida.~Ja_dl~~s•_<!áil
d e los d10ses:-t:a exeges1s delas representaciOnes, de los nombres
en una rigidez artificial, en una taxonomia ficticia alejada de la
-aunque sea con base en etimologías fantásticas-- completa y
realidad "porque --como observa- guardar orden donde tanta
sistematiza su enfoque.
desorden hobo, paréceme una cosa desordenada". 30 En eso radica, Ya se trate de la cuestión de los dioses, de los templos o de los
por cierto, la fuerza de la red que propone y, en consecuencia, su sacerdotes, su tipología está constantemente animada por la pre-
modernidad. ocupación de defimr (¿qué es un templo, un sacrificio? ... ), de ex-
Primero n os lleva al terreno de los dioses. Las Casas comienza plorar los mgm.es (recordando que los egipcios fueron los prime-
enumerando y distinguiendo los objetos de la veneración: los ros en erigir templos), de delimitar las cMacterísticas de su objeto
objetos celestes, los hombres a quienes se ha divinizado, los ani- (interrogándose, por ejemplo, sobre la orientación y los sitios de
males que pueblan la zoolatría egipcia... De paso toma de San los santuarios, las características de sus altares... ), d e inventariar
Agustín las categorías clásicas que distinguen a los ~des dioses las funciones que cumple (las diversas categorías d e sacerdotes
del Olimpo, a los semidioses y Jos dioses "rústicos". 1 También de instituidas por Numa Pompilio) así como las fonruu múltiples que
paso, se interroga sobre la considerable extensión que adopta el reviste en el mundo.
concepto de divinidad, pues los antiguos atribuían un dios "a A menudo o-ata de relacionar las manifestaciones del culto con
.._!:;ualquie!:_.~~ill_l!er__<>_p~ración_:_~~<:i~a~-~orre~~ la evolución social: "Cuando las gentes siendo rudas comenzaron a
,!Íltoeées a una cau~,~~!l ~rtud_~ft:c~ya" con.ce.~~<!a: .c~~.P.ri­ entender que habían o debían de sacrificar a Dios verdadero o
me-ra y- capaz óe'ten~r .efec:to_s sobre los hombres y las. ~~~~ "Se a los falsos dioses, n o hacían sacrificio de animales n i mataban cosa
'~tenía a esa 'vii-lüo j}or divina y por consiguiente se la design'iba viva sensitiva, sino yerbas y flores y árboles y sahumerios y cosas
con el nombre de deidad." Estamos cerca del concepto de poten- odoríferas y aromáticas. "M No solamente liga la religión con la
cia que desarrolla hasta el cansancio la fenomenología religiosa ciudad, sino que asocia la difusión de los cultos antropomorfos con
de Van der Leeuw, ese "elemento inherente a la estructura mis- la complejidad creciente de la organización política. En estas condi-
ma d e la m entalidad religiosa [que] se confirma p or la vía de rumes, los primeros reyes fu eron e~ segu~-~ad ~~-~..:
impresiones empíricas, recibidas de las cosas o las p ersonas que gidiltos a Ja <loo.riiZacion:·l gt-r.fln1ente;-la arquitectura monumen-
actúan por esa misma virtud"." Pero es sin duda más bien el con- tal y la magnificeocla<Te los san tuarios constituyen en su opinión
cepto de mana el que nos viene a la mente, esa fuerza material, un signo manifiesto de civilización: "Cuanto mayor y mejor era su
impersonal y difusa que la antropología religiosa tomó de las cul- policía, tanto más ricos más h ermosos y más sumptuo.~os los [tem-
turas melanesias para convertirla duran te mucho tiempo en tema plos] hacían ."1.~ Recordemos la mirada fascinada que Cieza lanzó
predilecto. No obstante, Las Casas no se queda allí. Minucioso y sobre las realizaciones de los incas.
escandalizado, se obstina en destacar la manera en que Jos dioses Pero su visión no es j amás mecánica. Los cultos monstruosos y
multiplicados a cual más terminan por explicar o simplemente obscenos pueden surgir en sociedades admirables en otro sentido,
como Egipto, Roma y Grecia. No hay po r qué sorprenderse, ya
expresar las facetas innumerables de los seres y las cosas, por
adaptarse a los diferentes momentos d e la existencia: el naci- '·
..'• que, pese. a sus refinamientos, viven bajo el dominio de la idolatría.
lo
miento, la educación, el matrimonio, etc. Los dioses como mar- { ¿Una exaltación superada de un espíritu tradicionalista? Tal vez.
cadores simbólicos, puntos de referencia de las actividades del Pero, después de todo, mucho más tarde n o nos sorprende oír a
Mircea Eliade lamentarse en el mismo tono de que "la valoriza-
~Las Casas (1967),1, p. 567.
·-
1'

SI /bid., p. 554. '} "LM ('.asas (1967),1, p. ~96: la anécdota está tomada de Diódoro de Sicilia.
52
G. Van der Leuw, LA Rl:li¡r;wn dm1.< son f.ssetlce d ses manifestalion.t. Phlrrunnénoltr ....
l. ,_.Las Casas (1967), 11, p. 47.
55
,_,,,.
.
gied.rla religion, P~rís, Payor, HJ55, p. 14.
:\1 : Las Casas (1967), 1, pp. 397,669.
__

.¡. ;
~-,
1>
l!i

50 LA RED LASCASIANA LA RED LASCASIANA 51

,, ción de la ~exualidad co~o medio de participar en lo sagrado tura del campo que recorre explican sin duda la riqueza de su co-
[ ... ) no está exenta de pehgros. En la India misma el tantrismo secha y la variedad de situaciones que muestra. Aun cuando esa
ha propiciado ceremonias aberrantes e infames".,¡ En realidad, terminología sea ajena a Las Casas, no se le escapa la pluralidad de
en. Las Casas este juicio es mucho más que un escrúpulo de mo- los "monoteísmos" pl'imitivos, como tampoco la diversidad de los
ralista atrasado. Expresa.po~ encima de todo una toma de partido "politeísmos", algunos de los cuales supieron incluso evitar ~1 esc<>-
en favor de las culturas mdtaS explotando las aberraciones de las llo de la idolatría material: "Los persas no tenían ídolos, m cons-
~clones de la An~edad clásica. Cuando denuncia la pre-- truían altares, ni edificaban templos pero consideraban al cielo
senoa d~ una forma bestial_ ~ escandalosa de religión ~1 culto como Dios, adoraban al Sol llamándolo Mitra y a veces a la Luna ... ""'
de los anunal~, los cultos fáhco~ en las sociedades prestigiosas Y si el monoteísmo puede degenerar en politeísmo, no solamente
1' (el caso de Eg¡pto, ~unque tam~~én el de la Roma antigua se in- lo inverso es cierto -gracias a la predicación evangélica- sino que
1
voca en ~uchas ocas10nes),~ cntlca des~rda la habitual condena también, y el autor está consciente de ello, hay en este esquema
1 al ~tsmo~o:nve.n~ al_l~cto¡ de J:.XteJ!der el cotejo y la confron- múltiples alternativas. Las Casas no se habría adherido en absoluto
ta.~on a Ja Amenca -~~~ ~~~~-~antropofa¡ia y el yc,;..- a la escala de las conductas religiosas que Sapir asocia con los nive-
..ficu~ hum_~~ como mamf~§l<!9Q.n~J-.QtJ;~.dW@!. complejas_ (en._ les de culturas, haciendo coincidir las sociedades "más evolucio-
feru, en Mexlc.a)~JlQ.~9.!!!0 defec~_de P.IJ.eblos bárbaros. nadas" con las formas religiosas "más puras". 40 Sabe, pues, mos-
Paca Las Casas no puede haber un lazo· sis'téiñai.ico entre el trarse sensible a la diversidad de las idolatrías (en otras palabras,
desan:ollo de las civilizaciones y el de las religiones, en el caso de los paganismos), evitando así dejarse llevar a la antítesis seduct~ra
que d~cho lazo ~uera ciert~. El .r:zonamiento de Tylor que hace (pero reduccionista y rebatida) que pretende oponer por doqUler
de la tdea de Dtos la culmmacton de una serie de creencias en monoteísmo y politeísmo. Antes de que los deístas ingleses del siglo
entidades sucesivas (el alma, el fantasma, el espíritu... )S? es ajeno xvn "descubran" el monoteísmo primitivo! 1 Las Casas describe a
a Las Casas, al menos como culminación de una evolución nece-- unos pueblos que "sólo deben adorar lo que creen regir el ci~lo
saria; Cuando mucho el d_ominico reconoce que la especulación cual es el verdadero dios",42 siguen la ley natural y llevan una vtda
filos~fica en sus f~mtas mas elevadas puede aproximarse a la idea ejemplar. Pero sin que esto signifique que constituyen un estado
~e D10s. En cambto, como hace de la idea de Dios un dato prima- primero y universal.
no en el ~arco teol~i~o ~e un monoteísmo original, Las Casas
se ve obhgado a admttlr, tgual que lo harían más tarde varios Además, Las Casas rebasa constantemente la descripción y la taxo-
antrop~logos contemporáne?s,. ~u e el concepto de Ser Supremo nomía, animado por su constante preocupación de explicar ~ in-
no es aJeno a !o~ pue~los pnmt~vos, aunque estuvieran privados terpretar. Sigámosle el paso y sorprendámonos de la plurahdad
de ~as luces dn:mas: ... se pudteron y pueden mover todas las de enfoques y registros de interpretaciones que revela su lectura.
naoones por bárbaras y silvestres que sean en el mundo a cog- Si esperábamos una posición estrecha':"ente "teológi~"· un pu~­
noscer Y entender que hay algún señor, hacedor, movedor y con- to de vista de eclesiá~tico unívoco y empobrecedor, mcluso fastl·
servado~ de _todas cosas... que es más excelente que hombre, al dioso, a veces lo confirmaremos. Pero también descubriremos
cual, qUlen el fuere o cual fuere, aquél es a quien todos los hom- una mirada rica en int.uiciones, en sugerencias seductoras, porta-
bres llaman Dios"." No se trata aquí de debatir las bases de tal o dora de apreciaciones que a menudo tuvieron una larga vida.
cu~l posición sino únicamente de apuntar que el análisis las-
cas1ano se; revela ya permeable a la complejidad de las formas y
~ ~voluoones: es capaz de contemplar, al margen del paganismo INTERPRETACIONES "MATERIALISTA" E HISTÓRICA
clastco, el caso de las poblaciones exclusivamente monoteístas
-las de Asia, los brahmanes de la India- o exclusivamente desti- Lo primero que sorprende en él es la manera "materialista", po.r
nadas al culto de las almas de los muertos; La amplitud y la aper- no decir pedestre, con que aborda muchas veces los cultos antl·

"'!bid., p. 631.
~ Eliade (1967), p. 145. 40
Sapir (1971), p. 201.
1
1 : Edward B. Tylor, Primitive CuiJure, Londres, Murray, 187!, 2 vola. 41 Schmidt (1987), pp. 17-20.
1 Las Casas (1967),1, p. !74. 47
Las Casas (1967), 1, p. 631.

:1
52 LA RED l.ASCAS1ANA LA RED LASCASIANA

guos. El culto a los animales e ne le arece repugnante, sería..d y por otras semt'jan tes o por algunas dellas y también por fuerza o
~d~ una act.J~~~du~r_l~t>úsqueda "de la utilidad.y por miedo los Romanos tuvieron por dioses a sus césares.~ Ate~t?
- derprovecno~ste modo n os enteramos de que los egipcios de paso a la pareja que fom1an los referentes al culto y lo. po~~a­
adoraban a los ibis porque mataban a las serpientes. Veneraban a co, Las Casas deduce sin dificultad los lazos que unen la dtfuston
los gatos porque "se comían a los ratones" o se desplazaban "muy de los cultos, la creación de una tradición y la aftrmación de un
paso sin hacer estruendo". Pero el con cepto y el argumento de poder con todas las implicaciones ideológicas que pu~?e ten~r. _
utilidad no explican únicamente la zoolatría. Algunos hombres Las Casas expresa en ciertos aspectos una contepc10n cansma-
recibieron los honores divinos como premio a sus beneficios y sus tica de la historia, en la medida en que considera que todo cambio
acciones o porque produjeron "artes y cosas útiles a la comunidad". es atribuible a la intervención de un ser ejemplar, héroe o legisla-
47
A veces la explicación toma un giro menos sumario: inspirándose dor que, con el tiempo, recibe la adoración de los pueblos. Con-
en Diódoro de Sicilia,,_nuestro auto!..Jiga la zoolatría ~on. la cc:m- sidera, por ello, natural que numerosos dioses precolombinos .s~a~
~cción de emblemas que siñlb2ílian a ÍasroñiuñiCiades y iVié .. h ombres divinizados como lo fueron en el ongen muchas dtVInt-
portan la ima¡en de un anim.al. Para dar gracias por el éxito de dades paganas: "Veneraban y adoraban t~mbié~ por dio~es a los
las campañas libradas bajo ese estandarte, los interesados deciden hombres que habían hecho algunas hazanas senaladas o mventa-
adorar al animal representado... No llegaremos a afirmar que Las do cosas nuevas en favor de la república. M& En esta perspectiva, se-
Casas descubrió el totemismo. Sin embargo reconoceremos que ñala el papel civilizador, atento al culto, que de~empeñó Quetzal-
ese culto rendido al animal emblemático de una colectividad pre- cóatl antes de su "canonización" en Cholula, al aempo que otorga
figura lejanamente otros análisis que ocupañan largos momentos una función decisiva a figuras clave del mundo antiguo, entre las que
en la antropología religiosa a partir del siglo XIX. destaca el rey Numa Pompilio, quien, se considera, marcó profun-
49
La dimensión histórica tiene una parte muy importante en el damente la génesis de las instituciones religiosas romanas.
razonamiento lascasian o, si bien toda precisión cronológica está Las Casas no es indiferente a la evolución cronológica de las
ausente en sus descripcion es. Las Casas inquiere contjnuamente formas religiosas: para él los sacrificios de animales serían poste-
sobre las circunstancias de la aparición, el origen de los rasgos riores a las ofrendas de plantas y alimentos, ~en el caso d e los
que describe y su autenticidad, lo que él llama la "verdad de la ~gipcios, una época dedicada al culto de las ~h ierbas y frutosJe la
historia".6 Ese origen puede adoptar las formas más diversas. Al tierra" pr~eCJ.•UJ tiempo de !os cultos rendt?os. ~los ~str?s: Los
realzar el papel d e la singularidad, de lo extraño, de la novedad sacrificios d e animales traduc1rían una aprectacxon mas luctda de
-"de las cosas nuevas y jamás vistas"- en la génesis de los cultos, la veneración que se debe a la divinidad, y él extiende. esa obser-
Las Casas ve en ellos la marca de la incapacidad de los hombres ~ción de Egipto a América como si ~u?ieran descubnrse etapas
para comprender lo que se sale de lo ordinario. Como si en su similares entre culturas totalmente dtst.Jntas: "Estos [pueblos de
"simplicidad y [su] rudeza" no hubieran poseído aún la prepa- América] podemos comparar también a los Egipcian os por e l
ración que les habría p ermitido explicar los fenómenos poco tiempo que com enzaron a sacrificar animales, cuando se puede
habituales. Desde ese momento lo milagroso, lo n o humano, se creer que comenzaron a desenvolver aquel universal p~ncipio y
vuelve el producto de una mirada ignorante e ingenua, demasia- tener más particular y expreso concepto y con.gnoscumento de
do pronta a ·r lo extraordinario y lo divino. Una vez más, Dios. mi Pero antes de regresar a esas comparac10~ es y ese evolu-
el cionalismo lascasian o. . cionismo, detengámonos un poco en la dimensión más directa-
n culto ptiedesmgir también d e la necesidad de honrar una mente histórica de ese enfoque pluricultural.
m emoria deslumbrante o el recuerdo de beneficios recibidos: de El autor de la Apologética hisunitt no vacila en presentar hipóte-
ahí la erección de estatuas y la construcción de templos para sis difusionistas para explicar similitudes, analogías que en cuen-
albergarlas. Puede ser la culminación de una maniobra p olítica,
la afirmación reforzada y calculada de un poder: "Por estas causas 46
!lid., pp. 397-39B.
47
Pagde n ( 1982), p. 141.
48 Las Casas (1967), 1, p. 043.
•, /bid., p. 391. 49
/bid., p. 609.
44
ll;id., pp. 3%-397. 50 Las Casas (1967),11, pp. 47-48.
•~ Itnd., p. s 72. ~· !bid., p. 266.
54 LA RED LASCAS1ANA LA RED LASCASIANA 55

tra durante su periplo erudito. La historia de Noé es ejemplar en y de la transformación de las prácticas y los cultos. También la de
este sentido. Gracias a él supuestamente se enseñaron y difun- la aculturación dirigi~ y de los alardes que suscita. Lo que denota
dieron en Armenia y Asia Menor el culto d e Dios y el sacrificio. una vez más la extens1on, la fineza del modelo, la sutileza de la red
E~ 350. años de una larga existencia, el patriarca tuvo el placer de que aplica nuestro dominico.
d1fund1r su saber antes de ir a morir en Italia y ser divinizado por
los pue blos que lo conocieron y apreciaron. Armado de la Biblia
y de los textos antiguos, Las Casas sostiene que el dios J an o y Noé LA INTERPRETACIÓN "ALEGóRICA". EL MEDIO Y LA COSI'UMBRE
son una y la misma persona. La e timología viene en su ayuda:
"Saga en la lengua de Armenia significa lo que en latín sancto o Una exégesis de los mitos sucede a veces a la lectura histórica. Al
sacerdote. Y Hierónimo, saga por sacrificador o pontífice inter- ~xpo~er los ~i~os de ~ An~gü~dad, Las Casas se empeña en d~
pretó: >6t De inmediato pensamos en la futura pista indoeuropea, tmgutr lo ~ctiao y lo •magmano de lo histórico. Lejos de recha-
tamb1én ella d escubierta por etimologías. En el mismo tono, el zar desdenosamente lo que a veces llama "fábulas", ficciones e
~ulto .del fuego fue transmitido por la esposa de Noé -a la que se "historias sagradas", admite que esas "ficciones :Jue parecen des-
1dennfica con la Vesta de los romanos--, "de allí pudo venir de ~ríos... tenían. sus ~orales'! ~ignificaciones". Reconoce, por
mano en mano a las otras muchas naciones que lo usaron "/'3 "de alli eJ~mplo, ~1 tes~momo de pracbcas matrimoniales en vigor en la
pudo derivarse y correr por todas las otras gentes".M Difusión de los anstocracta antigua y no vacila en atribuir un sentido "alegórico"
"politeísmos" de Egipto a Grecia. Difusión de los cultos "infames": -nosotros dióamos simbólico- a las fábulas más extravagantes:
Las Casas los sigue de Egipto a Fenicia, de Fenicia a Grecia, de la emasculación de Celio por Saturno significaría por ejemplo
Grecia a Roma. Difusión del sacrificio humano de Italia al resto que nada puede nacer del cielo. Incluso en la interpretación de
del mundo, d e Cartago a Andalucía.!;~ Este relevo cultural, esta de· los mitos Las Casas atribuye a la incomprensión de una fábula el
rivación, n os llevan indiscutiblemente hasta las márgenes del difu- ?~gen de l~s sacri!,icios humanos59 y de la antropofagia: gentes
sionismo, que también habóa de conocer grandes días. simples y bárbaras tomaron al pie de la letra el mito de Saturno
Por último, demos su importancia al concepto de perviven cia devorando a sus hijos, y ellos, para complacerlo, le sacrificaron
o, mejor dicho, de ve.stigúJ que Las Casas contempla antes de que seres humanos.
ocupe un lugar esencial en el enfoque de los "sincretismos" de la La influencia de las tierras, los aires y las estrellas sobre una
época colonial. Puede tratarse primero del mantenimiento disi- región .puede igualmente explicar la diversidad de los cultos y las
mulado o reformulado de una tradición pagana: es el caso de los creenaas. Esto va desde la relación del culto egipcio de los astros
vestigios d e las fiestas romanas que Las Casas descubre en el car- ~on la s~renidad del cielo hasta las interpretaciones más comple-
naval.56 Puede tratarse también de una transmisión más confusa J~ que lindan con una teoría del clima por cierto ya embrionaria en
que tiene el nivel d e una práctica aparentemente trivial: Las Casas Cieza. En este sentido, el dominico no puede sino exaltar la "bue-
se inquieta, por ejemplo, de ver a las niñas jugar con muñecas, p or- na y favorable dispusición destas tierras de las Indias, la clemen-
que estos objetos tienen su origen en estatuillas idolátricas. La con- cia y suavidad de los aires, las influencias nobles de las estrellas la
trapartida o antídoto del vestigio es el sustituto: se nos recuerda que sanidad por la mayor parte de todas ellas". 60 Del mismo modo' si-
la fi.es~ de 1~ Cande l~a de Nuestra Señora fue instaurada para tuada bajo la influencia doble de júpiter y Sagitario, España ~ría
sustlt~nr el d1a de ~as la'!lparas consagrado a Ceres con el objeto bastante propicia "a las obras de la religión y culto divino". Por cier-
de ev_¡t~ toda.pervJvencJa, "para desarraigar las reliquias de la su- to, a ello se debe que haya resistido mucho mejor que In~laterra
persticlon y n t.os que las gentes había tenido en su idolatría ".s7 y Alemania, mucho menos favorecidas, al asalto luterano. 1 Deci-
Vestigioysustitutoplantean cada uno la cuestión de la perpetuación didamente, la España del siglo XVI aún tenía todo a su favor.
Pero otros factores también cuentan. La costumbre recibida de
52' /bid. la educación se vuelve otra "naturaleza". Ésa es la herencia del
55
Las Casas (1967), 1, p. 572.
54
/bid.,p. 612. Si Las Casas (1967)' I, p. 545.
M /bid.,pp. 620, 544,549. 59 /bid. , PP· 54~.
80
!56 Las Casas ( 1967), 11 , p. 161. /bid., p. 471.
57 61
!bid.' p. 102. Las Casas (1967) , 11, p. 157.
56 LA RED LASCASIANA LA RED LASCASIANA 5'1

aristotelismo y del tomismo.62 Algunas prácticas perversas que se mentales. La antropofagia, por ejemplo, le parece deberse a la
enseñan desde la infancia pueden modificar las inclinaciones na- epilepsia (gota ccrral) y a ~ manía: "Se muda el juicio de la fantasía
turales del h ombre y conducirlo a formas bestiales de adoración. por la indisposición de la cabeza, múdase también la potencia
Pero el contacto y la frecuentación cotidiana (la vecindad y con- afectiva que se funda en la carne. .K>? Como sus contemporáneos,
versación)6S de pueblos idólatras resultan igualmente peligrosos. La Las Casas atribuía cierto número de estados a prácticas mágicas y
costumbre prolongada seria responsable de los reveses idolátricos a la intervención d e l demonio. No obstante, esos estados a
de los israelitas, "contaminados" por su estan cia en Egipto, "infi- menudo se hallaban menos ligados a fenó(Jlenos objetivos que a
cionados por esta plaga" en palabras de Las Casas.64 No vayamos a la perturbación inducida de las facultades humanas: "Pueden los
creer, empero, que ese concepto de impregnación enfermiza no es demonios mover y conmover la sangre y los humores hacia las
más que un artificio de retórica. Ampliamente explotado desde dichas potencias interiores que son la imaginativa y la fantasía, al
fines del siglo XVl, permitió interpretar las sobrevivencias de la cual movimiento se siguen las imágenes y apariciones que lo re-
idolatria precolombina en América colonial y su difusión en el seno presentan." Lo que equivale a explorar la relación entre la locura
de las poblaciones mestizas, africanas y blancas. y cierto número de comp ortamientos, visiones, apariciones, tran-
ces, posesiones... y a atribuirlos a "ceguedad y lgwra del entt>ndi-
miento y corrupción y desorden de las afecciones de la voluntad ",
HACIA UNA PS!COLOGiA Y UNA PSICOPATOLOGiA DE LA IOOLATRiA -r:a posesión d1abóltca adopta la apariencia de la locu¿ furiosa en - ·
los oráculos antiguos. La perturbación de los h umores o las deri-
Las Casas no ignora la dimensión psicológica del comportamien- vaciones de las impresion es sensoriales de una facultad a otra
to del idólatra. No es que proponga un enfoque sistemático ni permiten entonces explicar el surgimiento de imágenes en la
que juegue al psicólogo de las religiones, pero señala algunas pis- mente del sttieto.68 Estas imágenes no son arbitrarias: dehen existir
tas que todavía ahora nos intrigan. Aunque apunta la tendencia previamente en nuestro espíritu: "... no nos pueden pintar o impri-
"natural", innata ("sin que alguno los enseñe y les diga cosa") de mir nuevas formas o especies o imágin es de cosas que nunca
los niños a la invención ritual "haciendo altaricos y adornándolos hemos jamás imaginado". 00 En otras palabras, todas las imágenes y
según que pueden y formando idolillos".~ ~~-~?~_inqu!e- combinaciones de imágenes remiten invariablemente a una expe-
_J_pd .h?...WJ~.E!_e_g_e_J.!..ten.~!_~.!..C.'!~(m, de monstruosamente c2~n riencia de lo real. Más que la naturaleza d e las interpretaciones
.Jªj<;lpl~.ID~Y-~.K~~.o-~a.!~~.!~.~enie-ínoce~te ~~~..-ñiña(egr..W lascasianas (que además no tienen nada muy original, ya que a
llli!ii~je trae Inocente fuilcíóñinliñufSobreer-óbjeto que menudo imitan al Malleu.s ,udPftcarum) ,10 con servaremos el racio-
lleva al culto pern1cioso de los ídolos, deslizamiento insensible del nalismo de su proceder, ~lísti.~ci ~!!_ entre lo ~~~nari~ y 1.9
juego al pecado... El culto de los ídolos antropomorfos procede a . objetivo, la convicción de pO<ler analizar <te- niitnera racional 1~
menudo de una fijación análoga: la transferencia. a un objeto, una ·· prod1gÍos, los milagros, el conjunto en fin de lo sobrenatural, e in-
estatua o una imagen del sentimiento que se tiene con respecto cluso, en algunos casos, de proponer una interpretación somática y
al ser que representa ese soporte y del que guarda memoria; "La psicológica. Aunque en úlüma instancia sea la mano del demonio
tristeza de su absencia", la frustración que provoca la ausencia, se lo que se denuncie, aunque nos desconcierte su concepción del or-
vuelven así la fuente o una de las fuentes de la invención del ganismo, su manera de interrogarse sobre los mecanismos y cami-
culto.6e nos uülízados no rnrece d e interés, en la medida en que revela de
Cuando ni la costumbre -adquirida mediante la educación y qué manera Las Casas evita el argumento místico o el llamado a lo
la repetición- ni el medio ni los astros son responsables, Las irracional, y se abstiene d e especulaciones sobre lo inefable, el
Casas nos remite a la enferntedad, la locura y las p erturbaciones tremerulumo el mysterittm.ft¿sr:i.rums de Mircea Eliade, por ejemplo. 71
67
62 lbid., p. 469.
Pagden (1!182), p. 137. 68
65 /lid. , pp. 453,156, 41 !1, 1A7.
Las Casas (1967), 11, p. 153. 6
~ /bid., p. 498.
64
lhüL, p. 154.
Una edición fram:e~ del Mallr.us: Henry lnstitoris y Jacques Sprenger, Le
70
65
Las Casas (1917), 1, p. 386.
66 Marlmu des sorcüns, Parí~. Plon, 1!173.
lbid., p. 398. 71
Eliade, 1967.
58 LA RED LASCASlANA LA RED LASCASIANA 59

EL COMPARATISMO l..ASCASIANO parando, por ejemplo, las divinidades femeninas, la domina ludi,
con Venus y Diana, o equiparando las procesiones nocturnas que
"Cotejar los dioses de los unos a los de los otros [ ... ] Cuando cote- • 18
siembran el terror de los campos con el cortejo de Baco. El inte·
jaremos las obras de aquellos a estos [ ... ] Hecha, la comparación rés de la red lascasiana consiste también en que reposa en todo el
[ ... ] Si las cotejamos ... ".72 Cotejar, comparar, confrontar cosas que saber de una época, primeramente (mas no exclusivamente) en
se tienen ante sí... como ya vimos, el término es recurrente en la las Escrituras, en las fu entes grecolatinas y e n la patrística, hasta
pluma del dominico. Empresa enciclopédica de espíritu renacen- llegar a datos más cercanos, tomados de los tiempos m.edievales.
tista y cuya ambición universal afirma en varias ocasiones Las A diferencia de los exegetas y teóricos europeos de los s1glos XVI y
Casas: "Referir de todas o cuasi todas las nasciones del orbe los XVII,?9 Las Casas evita limitar su análisis de la idolatría al terreno
dioses que... execrablemente adoraron."" En este sentido, la obra bíblico y al Libro de la Sabiduña.
de Las Casas se anticipa a la.s compilaciones de Vossius (1641) o de El autor de la Apologética historia compara las formas elemen-
Herbert (1663) sobre la idolatría de los paganos.74 El gusto por tales con las superiore~. Confronta las culturas interrogándose
los paralelismos se proloJ!ga además hasta el siglo XVIII, cuando se sobre las relaciones que guardan cultos. ritos y civilizaciones.
empieza a comparar al Africa negra con el antiguo Egipto (De Explora la complejidad, la diversidad de los ritos y las fiestas, el
Brosses, a quien volveremos a encontrar) o se confrontan las "cere- grado de interiorización, la fuerza de lo que Sapir n.a mó el "s~n­
monias chinas" con "la idolatría griega y romana" (N. Alexander).75 timiento religioso", en busca de puntos de referenc1a y de ente-
Si en realidad la empresa lascasiana las rebasa por su comparatis- ríos que le permitan confrontar lo~ cultos precolombin ~s ce;>~ lo.s
m o sistemático, es porque en el fondo sólo tiene su razón de ser en cultos antiguos, ponderar, pesar y finalmente exaltar la rehg1oSJ·
la comparación entre el Nuevo y el Viejo Mundo, "porque [las socie- dad" ejemplar de los paganismos americanos... La empresa ~n
dades indígenas] no fueron ni son las primeras que por la idola- sí no es muy convincente, aunque probablemente sea necesario
tría en los pecados y varios errores y males que a ella se siguen se recordar que las culturas amerindias merecen algo más que la
derrocaron". 76 Comparación que desde luego resulta favorable a la atención superficial y la curiosidad de turista que comúnmente
América indígena y desfavorable al paganismo antiguo. les prestamos. Es algo muy distin to lo que nos llama la ~tención:
La interpretación lascasiana merecería un examen que no la seguridad con que Las Casas somete todos los matenales que
tiene cabida aquí. No hay que olvidar, empero, que su visión de tiene a su disposición -sin importar su origen- al modelo de
las religiones antiguas es tan construida -y en este sentido tan interpretación que acabamos d e explorar someramente. Si la
"ficticia"- como su enfoque de los cultos amerindios. Tampoco confrontación es posible, es porque lo "religioso" aparece como un
hay que ignorar que el autor busca en un mundo alejado en el tiem- dato universal, identificable en todas partes e incluso ponderable.
po -nuestra Antigüedad- la clave de un mundo alejado en el Seguridad lascasiana. convicción impertu rbabl~ que. también h~
espacio, América, como si en una elegante simetría, lo antiguo y mostrado casi todos los estudios que pueden mclwrse en la his-
lo exótico se correspondieran y esclarecieran uno a otro. En pri· toria de las religiones, la antropología religiosa y la antropología
mer lugar, porque Las Casas no vacila en referirse a h erejías del cultural. Las Casas, junto con tantos otros, se adhiere a la af1rmación
siglo XV en Europa: los adamitas'de Bohemia77 son un ejemplo; pero del deísta Herbert de Cherbury (1624): "La religión es un concepto
además, porque en el siglo XVI hay una tendencia a interpretar las común, porque nunca ha habido época ni nación sin religión ... ~
creencias e uropeas de origen popular en términos clásicos, com- ¿Significa que hemos captado ese modelo en toda su pr<;>fundl-
dad, en todas sus ramificaciones? Porque incluye tamb1én las
72
Las Casas (1967},1, pp. 66S-665, ~69. "casillas" magia, superstición, hechicería ...
7
~ /bid., p. 620.
HG. J. Vossius, De Thefogia Gentili d PliysWlogia CJariJtiana; sive de origine ac pro¡;r.-
.ru ltúJlolatriae... , Atmterdam, 1641; E. Herbert de 01erbury, De J?Jigiqm gmtilium,
erronmu¡ue apud tJOS causis, Amsterdam, 166~.
75
Omformiü des cbémonU3 chinoises a~c l'idolátrie grecque d romoine, citado en 78 Cario Ginzburg, 1 &mandanti, Stregoneria e Culti agrari 1m Cinquw:nto e &icmto,

Jean Pou.illon , Fétiches sans jdichi.mw, París, Francois Maspero, 1975, p. 170. Turín, Einaudi, 1966, pp. 6S.7~.
78 70
Las Casas (1967) , 11, p. 10. Schmidt (1987), p. 2 1.
TI /bid., P· 92.
80 Herbert de Che rbury citado en Schmidt (1987), p. 17.
60 LA RED LASCASIANA LA RED LASCASIANA 6}

CoNOCIMIENTO MÁGICO Y CONOCIMIENTO NATURAL lárrica se instala en ese terreno. Un lector atento notará en segui-
da que insiste en la dimensión social e institucional de Jos cultos y
El examen de la magia que realiza Las Casas no aporta puntos de rituales, sean o n o paganos, m ien tras qu e considera la magia
vista muy originales. Se nurre d e los tratados de demonología, en com o una manipulación, una desviación de las fuerzas de la
especial del famoso Malleus makficamm, del que toma numerosos Naturaleza. Sin embargo, hay que d ecirlo, no insiste demasiado
elementos. Sin embargo, al leerlo es imposible no pensar en un en esta oposición porque probablemente n o le parece ni decisiva
debate que durante mucho tiempo dividirá a los especialistas en ni pertinente.
anlropología religiosa: las especulaciones sobre magia, cien cia y Se dedica en cambio a oponer con ocimiento mágico y cono-
religión y las fro n teras que supuestamente las separan. cimiento natural. Las Casas distingue una esfera natural regida
Desde luego, es imposible resumir en unas líneas ese tema. Al- por encadenamientos d e causa a efecto, gobernada por opera-
gunos, como sabemos, quisieron oponer magia y religión distin- ciones mecánicas y previsibles, y en la cual el hombre puede con
guiendo prácticas secretas y prácticas públicas (Hubert y Mauss). 81 seguridad ejercer su entendimiento para captar las causas o los
Otros exploraron las relaciones que guardan estos dominios con efectos de Jos fen ómen os que lo intrigan. Los elementos natu-
la ciencia. Lévy·Bnthl atribuyó a los pueblos primitivos un pensa- rales, los animales, los locos y los niños, es decir, en general aque--
miento salvaje, prelógico, inmerso en un sistema de participación llos que entre nosotros (y aquello que en n osotros) escapan a la
y de exclusión mística, desprovisto del poder de abstracción, in- razón y al libre arbitrio, participan de esa naturaleza y resienten
sensible a las cat.eg01ías de sustancia, arributo, causa y efecto... 82 sus "mudanzas y movirnientos".._f;uiado por el entendimiento, <:!_
Malinowski, entre otros, había rechazado esas opiniones teniendo conocimiento rwtuml buscará, e n consecuencia, distin u ir los e ectos
cuidado de distinguir en el pensamiento de esas poblaciones !res necesan s ro_~!f.L 9J...E.Or musas natura ~ ru,r,es~
dominios claros: cien cia, magia y religión; la ciencia embrionaria o hace falta recordar además que, como h ombre de su tiempo
sería la expresión d e un dominio racional sobre el medio, fundad o convencido de la validez de la astrología, Las Casas no comparte
en un saber empírico y práctico, regido por la lógica y la razón. 83 nuestra concepción de la Naturaleza: admite, por ejemplo, la in-
Como tal, constituiría el terreno profano del conocimiento que fluencia de los cuerpos celestes sobre este "baj o mundo" y sostien e
se opondría a una esfera del rito y de la creencia ("estancado en que su estudio pemlite prever los cambios climáticos, las epidemias
la superstición, la ritualización, la magia o la religión ... ")~ en la o las hambrunas. Está igualmen te convencido de que los locos y
que se rozarian !iin confundirse -pues poseen funci on es distin- los niños, más próximos a los movimientos de la Naturaleza y pri-
· ras-- magia y religión . Lo u se destaca es la separación conside-- vados del pleno ejercicio d el in telecto, son capaces de anunciar el
~~~~ial) de lo sagrado y lo pro ano en e seno e la tradi- porvenir. Su método revela hasta c1ué punto no solamente la cate--
_sión y !a_cultüñCautóctonas. y la distinción_~.?-~~ _naturales goría de lo sobrenatural sino también la d e lo natural son emi-
J SO~!ena!'.!_~~. .9_Ue ju !itificarí~. ~n~.9E,~!i <!i~f!!¡j_?_s_ ie }a .t~.!li­ n entemente relativas y corresponden siempre a conslrucciones
<Jaa•.Piros, mas taroe, se dedicarán por el contrario a destacar la pasajeras y cambiantes de la mente y de la cultura.
lógi~ común que subyace en esos diferent.es procesos y a matizar, Hechas estas reservas, cuando Las Casas distingue un dominio
e incluso atenuar con side rablemen te, las o p osiciones mali- humano d el conocimiento que el h ombre puede explorar e inte--
n owskianas. rrogar fiándose únicamente en su razón, n o estamos tan alejados
En sentido estricto, Las Casas no encaja en ninguna de estas de los con ceptos de profano y ciencia desarrollados por Malinows-
perspectivas o en estos debates, pues él no trata de explorar Jo ki. Pero la cercanía termina ahí. Para Las Casas, el conocimiento
que se dará en llamar las fom1as elementales de la religión. Mas natural se opone a una esfera reservada a lo divino o a lo demo-
por su afán de distinguir la verdadera religión de la magia ido- niaco, y que escapa al hombre y al juego reglamentado de las
operaciones naturales. Esta esfet·a p ertenece a un saber sobrehu-
H. Hubert y M:.rcel Mauss, ··Esquis~e d'une théorie générale de la magie", e n
81
mano que sabe y <1ue puede much o mejor que nosotros sacar par-
L'AnnMsociowgi.q1•e. VII, IU02. ·
tido de las fuerzas naturales o, con ayuda de Dios, influir en ellas.
Luden Lévy-Bruhl, Lf•.• Foucti01u mr.ntn/,.s dnns v.s sociétés inpri~rt~u.s, París,
82

Alean, Hil O. La esfera de lo s."lgrado que disünguc Malinowski (y junto con él


u Malinowski (l !174).
.. /bid., p. 27. as Las C:.sas ( 196 7), 1, p. 4$9.
62 LA RED LASCASlANA LA RED l.ASCASlANA 6~

muchos otros) no se confunde pues con la de lo sobrenatural lasca- ción y desorden de las inclinaciones de la voluntad" para carac-
siano fonnada por sus dos registros: el mágico demoniaco y el terizar los estados provocados por los magos y brujos, no prefigu-
divino. A la vez porque Las Casas cree ciegamente en la realidad ra el análisis malinowskiano que somete la práctica mágica a la
de sus manifestaciones, pero también porque para el dominico la expresión de los deseos y las emociones. Sólo describe los me-
"Sobrenaturaleza" puede depender tanto como la Naturaleza de in- dios, la repercusión y las consecuencias del efecto mágico. Aun-
terpretaciones racionales, comenzando por lo falso sobrenatural, que escape a la acción directa del hombre, la esfera mágica no es
lo supuestamente maravilloso que no es en realidad más que un el dominio de lo irracional y de lo emotivoi.. si¡ue siendo el te-
error debido a nuestra ignorancia o una superchería fruto de una rreno de procesos analizables, expl~~k.~y_sie.!I}¡)~J:~.c!.u_s!ble.!._a
hábil falsificación.86 ~coón del demoñio sobre el hombre.
Al no respetar los límites del saber humano y encontrar un ele- o mismo podría decirse, además, de la esfera divina, de los
mento divino ("alguna parte de la divinidad") donde no puede milagros y los prodigios debidos al Cielo y los ángeles. Heredero
haberlo, la actitud supersticiosa y mágica es una usurpación: del tomismo, el racionalismo lascasiano aconseja así la prude,nsia
equivale a "sustraer y usurpar lo que no pertenece ... sino a Dios y la duda frente a lo maravill~o~ "es preciso suspender nuestra
para atribuírselo a los pájaros, a las bestias y a las cosas insensibles, creéhoa"" y ante tOdo saber identificar el origen del fenómeno.
estableciendo algo que no tiene lugar ni puede tenerlo ni siquiera En la mente de Las Casas, ciencia, o mejor dicho conocimiento
en las criaturas razonables como son los hombres".87 Pero eso no es natural, magia y religión, más que oponerse o contrariarse en el
todo, porque el hombre por sí solo no tiene poder: nivel de la racionalidad y la lógica, dependen de subdivisiones
distintas y superpuestas (el hombre, el diablo y Dios). Esta mane-
Las ceremonias, la observancia, las figuras, las imágenes y las cosas que ra de plantear el problema implica que la falsa religión y la magia
los brujos queman o cuelgan o ponen en los umbrales o bajo la tierra demoniaca coexisten igual que lo maravilloso divino y la verdade-
o en el agua no poseen virwd ni eficacia para causar esos efectos, y ra religión. La frontera pertinente está entre magia demoniaca y
aunque la tuvieran, en la medida en que estas cosas están alejadas de _ prodigio divino, y no entre magia y religión. De este modo, Las
las personas no surtirían efecto alguno pues es imposible que¡or la
vía natural se produzca cualquier acción si no es per contoctum...
Casas no solamen te evita encerrarse en esa antítesis clásica y este-
reotipada, sino que en cierta fonna prepara el terreno a aquellos
En otras palabras, reducida a sus dimensiones humanas, la que, como Ernesto de Martina, creyeron haber descubierto el pa-
rentesco íntimo que une magia y religión. Los raCC()Tdi, la continuita
acción mágica está destinada al fracaso y a la impotencia porque
tÜ momenti que el autor de Stul e Magia90 se empeña en discernir
"sólo los demonios pueden producir esos efectos". El conocimien-
entre magia popular y catolicismo mediterráneo ¿no remiten en
to y la práctica mágicos no pueden, así, ser más que el producto
el ·pensamiento lascasiano a los procedimientos comunes tras los
de una ilusión o de una intervención demoniacas. Sólo los dem<>-
cuales se perfilan alternativamente (y sin que a veces pueda iden-
nios -junto con Dios y los ángeles- son capaces de anticipar o
tificárselos con certeza) los ángeles buenos y los malos? Para Las
de perturbar el curso natural de las cosas, de engañar a los senti-
dos, de cegar el e nten~imiento, siempre, claro está con el per- Casas, como para De Martina, pese a que la distanr.a que separa el
milagro de la misa de la magia supersticiosa puede ser inmensa,
miso expreso de Dios. Este es el verdadero origen del poder que
•concern¿ unicamente il grado di ccmplessita del tecnicismo magicc e la
claman los brujos que han pactado con el diablo. El acceso a la .,.,;;. ;¡ _,,~, .~. . dei ~1-- • -...1•~...: ..91
magia no se con sidera, así, el producto de un pensamiento salva- -~-6··~·..-.c;•t_._®.WWJ1~--- -1l~11Jt~ .._ _ . -----·- - --.
je, primitivo, prelógico o precien tífico, sino una usurpación calcu- Los análisis lascasianos se basan, pues, en una separación entr~
lada, una desviación moral, una perversión. Es decir, el conoci- Naturaleza y Sobrenaturaleza y en una tripartición entre conoci-
miento mágico y el conocimiento natural no solamente coexisten .ento natural/conocimientQ diY.ing,icQnocimien~<UkW..Q.Q.~~9·
Estamos muy lejos aún de la distinción sagrado/profano y del
sino que pertenece~;"IñisñiaTórmá'Iiiietectúai:'Cua--;;Ció~LiS
tñptico ciencia/magia/religión tan caros ambos a la antropolo-
casas evoca "esa ceguera y'Tócüra- ilel eñieñaiiñíéñtó Ycorrup-
p. 5~9.
811 //;id., "]/;id., p. 5~9.
]bid., p. 4~~­
11 90
Ernesto de Martino, Sud' Magia. Milán, Feltrinelli, 1972.
.. /bid., p. 459. 81 lbid., p. 91.
64 LA RED LASCASIANA
LA RED LASCASIANA 65
gía religiosa. Las fronteras Jascasianas separan más bien latría e de sus presupuestos y, en consecuencia, cuestionar la realidad del
idolatría, humano y extrahumano, que sagrado y profano. La '> objeto que pretenden fundar. Pero ¿a qué reprocharle a Las Casas
magia (demoniaca) se opone a la (verdadera) religión como el
que_haya pensado como hombre del siglo XVI y recortado en la
demonio a Dios, pero no existe una gran separación entre magia
reah~ad un capítnl~ religioso_ compl<>j~ y detallado? De igual modo
y religión. Será necesario que cada una de estas categorías ad·
po~':amos denunc1:u: d caracter emmentemente prefabricado y
quiera una autonomía c¡ue a(m no tiene para que se intente diso-
~Ct.lCIO de la red lascasmna -como, por otra parte, de cualquier red
ciarlas, e incluso proteger a la religión del contacto con una
mtelectual-, pues ahora sabemos que está destinada a explicar
magia desacreditada o, por e~ · o ectar ~obre la re-
_lo _"religioso" en general y la idol atr~!?...P11-~· .. 1al vézsea
ligión los vagabundeos de un ensamiento mágtc .. Todo para
redescubrir al final que las dos p1ezas separa as, opuestas o su· m as sugerente recordar que esa misma red, con ropajes distintos
perpuestas pertenecen en realidad al mismo continuum bautizado Y a través de refinamientos sucesivos, sigue estructurando básica-
para el caso como "mágico-religioso". mente las investigaciones sobre el "hecho religioso" e n antro-
pología y en histotia.
Por ahora, el procedimiento lascasiano permite seriar los dife-
rentes dominios de la realidad, ya se trate de la esfera de la acción . Parece c.omo si, en lo esencial, los ensayos de antropología reli-
humana y racional, de las de la "virtud divina" o de la interven· g_lOsa hub1eran refinado sus m e di os de enfoque, sus clasifica-
ción demoniaca. No olvidemos además que a corto plazo ofrece a CIOn~s y periodizacioncs, así como la jerarquía de sus instancias y
los misioneros y evangelizadores los medios de descubrir y equi- fun ciOnes, pew nunca se hubieran detenido a examinar la exis-
parar algunas prácüc.'ls indias con la magia y la superstici6n.92 tencia y la calidad de las relaciones que puede haber entre esa
categ~ría y la realid~d . Hemos visto, por ejemplo, que E. Sapir
Precursor y fundador a la vez, Las Casas desarrolla una antropo- maneJa un vocabulano y unas c.ategoiÍas c¡ue, pese a apartarse del
logía religiosa cuyos esquemas y marcos no tienen nada que envi- p ensamiento lascasiano, no dejan de pertenecer a la misma tradi-
diarle a los de sus sucesores. Hemos visto cómo asoció la expli- ci~n , así sea desprovista de sus fundamentos teológicos. M. E. Spiro
cación histórica, esbozó interpretaciones ya evolucionistas o se m.teJToga con. m~yor o meno¡· fortuna sobre el origen, la persis--
difusionistas, se interesó en Jos engranes psicosomáticos de algu- te n cia, la espec1fiCJ<lad y la definición de la religión, sin inquie-
nos estados religiosos, se entregó a un comparatismo de dimen- tarse ta mpoco por la realidad o la falsedad de la categoría que
siones casi planetarias, o mostró ~ma reocupación constante, a bor~a. Aunc!ue cm~fiesa como muchos otros cierta dificultad para
obsesiva por descubrir l~ica de las cosa . ~ preocneación defimr su objeto, l<>JOS de cucstionárselo por un instante, se limita
_alcanza...,.!~_e.unto, máxip,9_ eril~.!-~1?~~~~-ª~!~ a rnultjplícar los puntos de vista (en términos de fun ción, necesi-
:¡üj"ª-fcag_~n d~t -~~rifiQQ...tmmll.tlQ. .C:!-!Ya singul1!ti..<!.~~..!?.r~ dad, estructura, creencia, práctica... ) .9 ~ La misma seguridad de
.infiníta_ ~~uel~~~ sólo están a l<!.}l}edida de ~-~gQ.~ción gu~ . ~o'1 o~o "1a :ncontra1~1os en T urn er cuando proclama que "la reli-
"te
oeoea la divmidad. Mejor aún, estos esquemas tienen más de g •on solo esta detcrmmada por ella misma".94 Otras tentativas por
una Vei el mérito de la precisión y poseen un rigor del que tanto lo general sólo logran diluir el con cepto al grado de que uno acaba
adolecen a veces las investigaciones modernas y contemporáneas. p or dudar de su fundam ento o su necesidad. Es el caso de las
Las Ca....as sabe siempre de qué está hablando aun cuando sus de- hipótesis culturalistas de C. Geertz, que reducen la religión a la
finiciones (del sacrificio, de la divinidad ... ) ya no nos satisfagan. expresión de un orden simbólico.95 La oposición sagrado/ profano
Pero esta antropología no se contenta con proponer un enfo- -emb•i?naria y en realidad secundaria en Las Casas, para quien,
que múltiple y compl<>jo del fenóm eno que pretende estudiar. no lo olvtdemos, el fond o de las cosas (= lo divino) abarca y absorbe
Crea además, al delimitarlo, el campo de esta..~ades. Lo l o profano- encabeza algunos esfuerzos apenas más satisfac-
crea explícitamente, aislando un dominio, Jo ~~d". al que torios. Pero volveremos a este punto al término de nuestra inves-
convierte al mismo tiempo en un dato universal, racional y metafi· tigación.
sicamente fundado. Podríamos q;edarnos-abTy señalar la insufi-
ciencia de los análisis lascasianos, la relatividad culntral e histórica ~~~ Spiro, en Banton (1!173), p. 116.
!H V. W. Turner, Chilurmba: Tlu: w¡,;¡, Spirit, Manchester, Man chem:r University
92
Las C'.asas (1967), 1, p. 4!17. Press, 1962, p. 92.
~ Gccnz, en Bamon (1!173).
66 LA RED LASCASIANA

De estas contradicciones, incertidumbres o seguridades conser-


varemos por ahora dos cosas:
-<¡ue la definición de lo ~re ligioso" y de la religión no es algo
dado: a menudo lo h emos señalado, sin que tal vez se compren- 111. l.AS "RELIGIONES AMERINDIAS"
dan todas sus implicaciones;
-<¡Ue esas dos categorías a menudo se emplean sin el menor
discernimiento, pese a que sus fundam entos se han vueto mucho Se erigia una iglesia deslumbrante como una cam-
menos explícitos y claros que en el tiempo de Las Casas. pana.
¿Podemos en estas condiciones seguir hablando d e "lo religio- PHluPPE SOUPAULT
so" y de la religión sin ninguna precaución? ¿Debemos acaso
ofrecer una enésima definición? ¿O bien hay que olvidar todo y
meditar en la afirmación de Cranet, para quien el estudio de AQuí Las Ca.c;as dejará de ser nuestro guía ún!co, porque vamos a
China no debe resetvar un capítulo a la religión?96 Desde luego añadirle dos auxiliares valiosísimos, el franc1scano Juan de Tor-
n o es en absoluto nuestra intención pasar por el cemidor de la quemada y eljesuitajoseph de Acost.a. En 1590 este último p_ublicó
crítica a los usuarios de esos conceptos o señalar las perezas del su Historitt 1wtuml y moml de las bultas, una obra mucho mas con-
lenguaje, las ingenuidades y las inercias del pensamiento (entre densada que la Apologética histaria sumaria, pero ta~bién constru~­
los historiadores como entre los antropólogos). Más importante da basándose en una.Y.!~i~T!. _p~n-~~~ i? de las _so~~_ed~des .am~;.~­
nos parece medir la relatjvidad histórica y cultural de las herra- canas.1 Torquemada, en cambio, es el autor de una compdac10n
mientas conceptuales que se aplican a los hechos, creencias, prác- tañímpresionante como la de Las Casas, pero ·q~e ~~en to~o ~
ticas y monumentos cuya existencia, sobra decirlo, nadie pre- México: la Monarqr.da iruii<ma, que aparece a pnnc1p10s del _s1~lo
tende negar. De ahí la necesidad de explorar la antropología xvu, en 1fi l5, en Sevilla.2 Interminable summa barroca eng1da
religiosa que propone la obra l a.~casiana y la de sus contemporá- para gloria de. la ord~n francis~na, la obr:a _de T~rquemada se
neos y sucesores (Acosta, Durán, Torquemada... ), los cuales com- inspira en las aportaciOnes del 1h~ stre d om m1~o. as1 com~ en las
parten esencialmente, por encima d e las polémicas, las mismas de los fran cisc.anos que lo preced1eron: Motohma, Sahagun y so-
preocupaciones y bases de pensamiento. Si tuviéramos que esbo- bre t.odo Mendieta. Torquemada frecuenta igualmente a Acosta,
zar un primer balance de nuestra lectura, diríamos naturalmepte a quien c.ita o transcribe, aunque desl~ndándose_ de él. Pero tan~o
_ que -~~ .P..~!l.~~!e~t?. eclesiástic~? -~?~']~!-?.~~ en la h eren cia ~ris­ la obra del jesuita como la del fran c1scano tu~1eron una a~~~1a
. t_?~.élica Y. t?t:J:li~ta, elige aisl_arA~:l?_r~~l una conjunción de _e~os difusión y éontribuycron notablemente a arra1gar nuestra VISlOn
-el deseo de Dios, la latría y la idolatría ... - a la que cons1aeri de los mundos indígenas, en tanto que, menos afortunada, la
como algo universal y que responde a un razonamiento original Apologét.i.ra histo1ia sumaria :-~u e permaneció inédita- sólo circu-
del pensamiento, a una necesidad humana y se descompone en laba en forma de manuscnto.
un conjunto de instituciones, práctica.c;, funciones y roles que cu-
bren lo esencial de sus aspectos y manifest.'lciones. Como los con-
quistadores y los cronistas de su tiempo pero de manera más sis-
I..A INVENCIÓN DE LAS REUGIONES AMERINOIAS
temática, Las Casas recoge la h erencia y aplica esa red a América.
Regresemos primero a Las Casas y al cuadro que esboza de_ las
sociedades ele América. La red encuentra de entrada un obstacu-
lo: las c~1ltnras de las Islas, es decir de las grandes Antillas Y del
Caribe, cuyas práctit~'ls escuetas contrastan con las formas com-
1
Ac.o~ta (1979).
2 Torquemada (1975-1983).
96
Marc-.c:l Granet. La Pe.uk rhiuoi.l', París, Albín Mi chel, 1950, p. 586. 'Las C.:~sas (1967) , 1, pp. XXXV-XXXVI .

67
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LAS "RELIGIONES AMERINDIAS" LAS "RELIGIONES AMERINDIAS" 69

plejas descl~biertas o más bien reconocidas en México y el Perú. reció de los relatos, incluido dentro del ténnino "ídolo". Un es-
¿Co~o clas¡fi~las? La dificultad surge a pesar de (y debido a) treno sin futuro c¡ue recuerda -en cierta medida solamente- el
las J~formac;ones ~~ue d~jaron Cristóbal Colón y un monje recurrir al término "bulto" en los países andinos. Las Casas, sin
catalan~ Ram_on ~an~ a qmen se debe el primer trabajo de etno- embargo, no es ajeno a la singularidad de las Islas: los sacerdotes
grafia amenc.amsta -realizado hacia 1498--. Colón ya había indígenas aparecen bajo su pluma con los rasgos de adivinos-mé-
~otado la to.tal falta de organización religiosa: "Esta gente no dicos o de médicos-bnyos9 más que como los representantes de
tiene secta nm_guna", y ~nás tarde, en fonna progresiva, encabe-
5
un clero instituido. Cabe señalar también la referencia continua y
z_ados por Pane, los espan~lcs ~escubrieron algunos cultos y prác- asombrada a las fábulas de los indígenas; 10 es decir, a lo que nos-
ticas. Apoyado en _la expenenCla personal que le dio el haber vivi- otros llamaríamos sus mitos. Ramón Pané, otro pionero en los
do en Santo Dommgo, Las Casas emite un juicio matizado: "Cuasi estudios sobre América, se dedicó por cierto a consignar algunas
toda era una !nane¡~a de religión y poca y cuasi ninguna, aunque versiones de ellos. Mitos, "chamanes" por adelantado: la Islas
alguna_ _:~peCJe t~man de. idolatría.',¡; Hay idolatría, sí, pero en aportaron su contribución al estudio de las "religiones primitivas"
pequems1mas dosis. Es decir: no hay templos ni nada que merezca antes de convertirse en inmensos cementerios bajo el Sol. No
verda?eramente ~se nombre, no hay ídolos, o apenas unos cuan- obstante, ni Pané ni Las Casas desprecian esas formas simples: lo
tos, m "ceremomas exteriores", salvo algunas celebraciones dis- primitivo se valoriza; lo rudimentario .es una prueba de "pureza" y
cretas;.~.:i: · · ' " uce a la idea de un dios a la cual se mez- no un motivo de rechazo: los habitantes de las Lucayas -"sim-
~lan.(c~n ayud~ del ~ia!>lo lgunos "errores". Los indígenas están plísima gente" en opinión de Las Casas-, 11 cuya religión se limi-
mcluSO'ñiüy ce~ca ,<IeTry.JO.noíeísm~to Domingo-"un ver- ta a un vago conocimiento de Dios, gozan de todas las preferen-
dadero Ysol? D1~s ~a ~ón natUral s habría incitado proba- cias del observador. Jamás pasaría por la mente del dominico
blemen.te a Ir ~as lejos SI "atgulen -el Maligno, desde Juego- imaginar a unos indígenas totalmente impermeables' a la idea de
no hubiera vemdo a "desviarla". 7 Dios ni tachar de irracionalidad las prácticas que observó. Al con-
¿Latría o _idolatría? Nos damos cuenta de que la red permite un trario, acepta <¡ue los mitos pueden tener un sentido (aunque a
enfoque mas fin~ Y q~e no nos condena a una antítesis simplista, él se le escape) y la obsetvación personal, in situ, de las ceremonias
pese a qu~ son m~anablemente las mismas categorías las que indígenas le confirma incluso lo que le había enseñado la lectura
e~~n en JUego, _asr sea por negación: no hay sectas ni oraciones de Santo Tomás: c¡ue la obligación sacrit1cial se debía a la ley natu-
n! 1do!o~. Las casillas están listas, se imponen a la mente como si ral, que era un acto espontáneo, ¡ropio de "todos los hombres" e
solo ~1d1era?. ser Uenad_as... Aunque Las Casas las deja vacías, no independiente de la Revelación.• Perfecto ejemplo de un razona-
tiene m~enc10n de modtficarJa..~. Y sin embargo... miento que busca en la realidad la confirmación del saber de los
A dec_1r verdad, la sorpresa, la extrañeza de la realidad observa- libros. El cuidado con <jue además relata los ritos oraculares y los es-
da, ~ab~an llevado _a los primeros descub1idores a utilizar térmi- tados extát.icos testimonia un respeto c¡ue le hizo una terrible
nos md1g_enas -:-úlZ'Il-<r- y acuñar conceptos nuevos: por ejemplo, falta a L. H. Morgan, para quien, en 1877, "las religiones primiti-
el d~ cemz, _ese l(lolo qu~ corresponde en realidad a algo d istinto a vas son grotescas y en cierta forma ininteligibles". 13 Las Casas
~n 1doJo, Imagen d_e ptedra esculpida o simple piedra informe, tiende más bien a explicar la pobreza de los rasgos culturales que
hgada a la ances~hdad más c¡ue a divinidades y dotada de facul- se atribuyen a estos indios por la "poca facultad" de su principal
tades ?raculares. Ese término lamentablemente no conoció la fuente: el monje Ramón Pané.
postendad deslumbrante de la palabra "fetiche" y pronto desapa- La sit.uación de las Islas se reproduce con algunas variantes en
el norte de la Amhica del Sur, en Venezuela y en Colombia: ni
• Pané (1977) . templos, ni ídolos, ni sacrificios. Existen muchos sitios de culto,
) Colón (1985) .
pero parecen desünados a las imágenes de los antepasados de los
~Las C'..asas (1967), I, p. 632.
!bid., pp. 632-633. 9 Las ('.¡¡sas (1 967) , 11,
8 p. 173.
. Sobre el cemí,.. Torquemada (1976), 111, p. 64. Vi<lSe también el artículo de 10
lbi.d., p. 1 76.
S mone Drerm: ~otes sur ~a chefferie Taíno d'Aiti: capacités productrices,
1 11
/lid., p. 179.
res~urces ahmenta1res, p_o!Jvotrs <~a.ns une société précolombienne de forét tropi- 12
llid., p. 174.
cale • en ]ottrna/ de la Soa.ite de.• amenca11istes, 1980-1981, níun. 67, pp. 229-248. 1
~ Le"is Hcnry Morgan, Anrimtl Sorir.ty, Chi<".ago, ('.harles H. Kerr, 1877, p . 5.
70 LAS "RELIGI ONES AMERINDIAS" LAS "RELIGIONES AMER.INDIAS" 71

señores locales: "Estas imágenes o estatuas, más se cree ser los se- ciones. En él destacan el dominico Las Casas, el jesuita Acosta, el
ñores y antecessores de aquellos que señorean en aquel principa· franciscano Torqucmada y muchos otros. El modelo grecorro-
do que í~olos que te~gan por dioses. "14 Los sacerdotes indígenas, mano brinda un orden listo para usarse. 18 A la vez porque ofrece
en_camb1o, desempenan un papel tan activo como nefasto por la el concepto de dios pagano y de panteón, pero también p orque,
pnsa que muestran para d esnaturalizar las débiles luces de esos siempre en busca de analogías y semejanzas, nuestros cronistas se
pueblos que poseen "algún conocimiento del verdadero Dios ". 15' empeñan en multiplicar los paralelos ent.J·e las mitologías de los
Esa visión sintética coincide grosso modc con la experiencia de dos mundos. Paralelos que además se toman a veces en simples
Cieza de León por ~a ausencia de ídolos y el lugar de los sacer- identificacion es: "este Tescatlipoca es Júpiter", del mism o modo
dotes. Pese ~C.:.':l.~ .l:!!lt t;QJ.a~ Ca.~ (qu~~n h~bla de nación y no de que Marte es el dios de la guerra Huitzilopochtli, "este diabólico
~!!dh5tda} una óptica globalmente más favorable a esiis~P?!>la~es·­ Marte indiano". Lo que se hace n o es p on er a América en pie de
m 1genas. igualdad con la Antigüedad: se la confunde con ésta: "... estos dos
Brasil constituye un nuevo obstáculo que hay que franquear y Martes antiguo e indian o". Para Torquemada, la red no sirve úni-
expli~r: allí no hay.ídolos, ni siquiera conocimiento de dios. ¿Se
16
camente para interpretar y ordenar: tiende a realizar la super-
~~ acaso de u~ estado prerreligioso o sin religión y, por con- p osición y la interpretación de los dos mundos, aun cuando el
19
SI~Iente, n o preVIsto por la red? No, porque los informantes des- autor no siempre sea insensible a los matices locales.
cnben un cu l~o.al trueno ("porque los llaman Tu pana que significa Esas asociaciones no son sólo demostracion es de emdición o
como cosa d1V1na o sobrenatural") y sobre todo hablan de una juegos mentales apoyad os en analogías externas. Se fundan en un
creencia en hechiceros llegados de otros mundos que son a la vez postulado constante caro a Torcp1emada: la convicción de que la
los p~ofetas ~e . un mundo mejor en el que el hombre dejará de elección de "dioses numerosos" -lo que llamaríamos el p oliteís-
trabaJar, y med1cos que curan las enfermedades. Esos hechiceros m~ es el producto de la "diversidad de las lenguas"20 y de que
provocan crisis de posesión y utilizan la ventriloquia. "Chamanis- ésta no hace sino disimular la presencia universal del demonio
mo", profetas, utopía liberadora ... ; están reunidos los ingredien- vestido con nombres d istintos. "[Los dioses] se diferencian tan
tes de ~n~ ~nn:,opología religiosa que se consagrará a las "religio- solamente en el nombre por razón de la diferencia de las lenguas
nes pnm1t1Vas an tes de abordar los "mesianismos" del Tercer con que son nombrados." ¿Quién es son el dios mexican o Tez-
Mundo. ¿Cómo no rendir homenaje a la amplitud de la visión de catlipoca y Júpiter? "Un mismo demonio cubierto con un ropage
esos pioneros (Las Casas y luego Torquemada) confrontados a una y n ombrado con estos d os nombres." Sólo difieren las fechas de
realida~ mu~tifor~e y a informaciones a menudo débiles y aun acuñación y los nombres: "... debajo de esta capa de n ombres [el
contrad1ctonas? LeJOS de cuestionar la red, el testimonio brasileño demonio] quería ser servido de ellos". De ahí la importancia que
(de origen j esuita) corrobora la lección de las Islas y del conti- se da al n ombre d e la divinidad, en el que se creerá poder captar
n~nte al mostrar que fue a través de los "ministros y sacerdotes" in- lo esencial de su especifi cidad.21
d1genas como el demonio difundió la idolatría, como si la ínter- Este ordenamiento has.'\do en el modelo grecolatino --o más
mediación de los hombres hubiera precedido a la del ídolo. 17 exactamente en la idea que ele él había a mediados del siglo XVI-
Lo cual no obsta para que la atención de nuestros cronistas se equivale a aplicar sobre las culturas mexicanas una jerarquía tri-
hay~ fijado ante todo en las grandes civilizaciones deJ Perú y
M_ex1co. Una ~ez supera~a la impresión que produjo el il}finito 18
Torquemada (1976), 111, p. 40.
19 E~e razonamiento se em plea para volver fa mil ia r lo que era exó ti co y
numero d e d10ses amencanos, vino el tiempo de las clasifica-
extra•io: "Con esto queda sufi cientemente probado ser el mismo demonio el uno
que el otro, Neptuno Tláloc yTláloc Neptuno", en Torquemada (1976, 111 : p. 81).
Las Casas (1 967), r. p. 657.
14
15 El franciscano S;~h:.gím , 111 10 de l o~ más s:~g;~ces obwrvadores de las sociedades
/bid., p. 656.
mexir.anas, no siempre <:s«~ pa ll ese sesgo cuando hace de Huitzilopchtli ··o.tro
::Las Casas (1967), l , p . ~52; Torquemada (1976), Hl, p. 90.
Este &r:'do cero d~ la. 1dolatrí~ -o esta débil idolatría- es compartida por
Hí:rcules" (Sahagí1n [1977]. l, p. 13). La proyección, e mpero, no es mecánica.
Torquemada (1976, 111 , p. t\0) sabe mostr;u·sc sensible a los matices cul!llrales
ou:as poblacJO.nes amerm<has: se d1ce que los chich imecas, durante su llegada al cuando seilala que las p:~r~jas dívin:~s índígcn:~s no est<in unidas por matrimonios
aluplano mex1~no, no tenían "ni adoración ni sacrificios" (Torquemada, 1976, pr<1ziamente dichos co~o lo estaiJ<In los dioses del paganismo antiguo.
rrr,_ P·. 1~4 ). Mas adelante veremos d e qué manera el cronista mestizo Alva • Torquemada (197o), 111, p. 40.
lxthlxoclutl recoge por su cuenta esta hipó tesis y la integra a sus relatos. ~· /bid., 1'· 98.
72 LAS ''RELIGI ONES AMERINDIAS" LAS "RELIGIONES AMERINDIAS" 73

partita de lo divino tomada de San Agustintl! y q ue, sin duda algu- m onoteísmo original y las especulaciones deístas de H c rbert de
na, valía para todas las grandes ido lalrias antiguas. No había más Cherbury.28
9ue l_len~ las casillas _Preestablecidas. 23 En el p lano de los dioses La exploración del universo de los dioses indígenas se basa a
1magmanos, los cron1stas ponen a Tezcatlipoca ("que lla maro n continuación en un enfoque "semiológico ", del tipo qu e n o rmal-
á~ima del mundo") y a Tláloc, e l dios de la lluvia y la fecund idad, mente se reserva a las divinidades del paganismo antiguo. Lo <~
m1ent.ras que reconocen en Quetzalcóaú al producto de la deifi- se pone de relieve es ~~~~g~~is.A~L~igPJ?...porf¡Ue las "iñ"Sígñias
cación de un ser humano . .. No solamente la red proyecta sobre :y:or~~!~-~,!lj~!!_~us s~fic:ado~.. Esto se comprende meJOr
otras culturas el dualismo de lo espiritual y Jo corporal, de Jo ma- cuando se observa que la idea directriz de este planteamie nto ase-
terial y lo imaginario, sino que supone la misma escala de valores: g ura que la divinidad es una y que esencialme nte es e l "ropaje",
"Por cuanto la verdadera divinidad es incorpórea y los que la e l revestimiento ue se le resta, lo ue vale la ena exammar e n er
ponen en quimeras o cosas espirituales que no sea Dios verdade- ,. marco de una cu tura ada. El e nfoque es así un desciframiento,
ro, ya que mienten y van descaminados, no tanto como los ciegos una exégesis de los adornos y a tributos: " ... el intento de sus signi-
y locos que la ponen e n h o m bres mortales como ellos y tan pe- ficados en las insignias de las estatllas". "Todos ornam e ntos eran
cado~c:_s com~ ellos. ~24 I?os divinidades r eciben sin e~bargo una a fin de ciar a entender el poder divino y alentar a los hombres a
at.en~10~ p_arucular, JUstJficada por las cercanías que sugieren con que pidiesen merced es a dioses tan poderosos. "!!~ Veamos p o r
e l cnst1amsmo: Quetzalcóatl , hombre ejemplar y pacífico, que ejemplo lo que se nos dice a cerca ele Tláloc: " ... su imagen era de
supo prohibir los sacrificios humanos antes de d esaparecer y ser color pardo que significaba la de las nubes ... Tenía una hoja de
canonizado "como dios supremo";2.~ Viracocha en el Perú, dios "ha- oro batido ... que era signif1cación del relámpago que culebrea
cedor del Mundo", creador del Cielo y de la Tierra. 26 Ambos no por los aires"; de Huit.zilo p ochtJi: "tenía una máscara de oro para
dejarán de llamar la atención de los cronistas e historiadores, a l de notar que la deidad es e ncubie rta y sólo se manifestaba con
~rado de convertirse en los ej es en torno a los que girará ~aula­ máscara ... tenía en ellos oj os de cspt"juelos mui re lucie ntes para
tmamente la red. denot.ar todo lo que ve ... estaba cei1ida con una cule bra de o ro
Esta jerarquía no podría prescindir de una cabeza que sería un
dic:>s "mayor y m~s poderoso", el e quivalente del Júpiter de los
.. significando en esto la severidad de Dios".30 Denotar, significar... ,
en la p luma del cronista se sucede n sin descanso los mism os tér-
la~mos; de La F1onda al Perú se le descubre sin dificultad: se trata, minos, mientras se afirma la convicción de que por ser los atribu-
eVIdentemente, del Sol. A menos que no se identifique a la divini- tos y los adornos las variantes exóticas de una misma esenc:ia, son
dad _suprema c?n e l Tloqmmalluaque o el Ypalnemohualoni de los ellos los que deben sondearse para deducir la singularidad de
~ex1c.anos, segun Torquemada, "... aunc1ue estos ciegos hombres
1ban errados en el conocimiento de Dios y en su lugar adoraban 28
Cj capítulo u, nota - -, at<tle l tit'ne otras consecue ncias menos visible~
el demo nio, no erraban en los no mbres que le daban por ser ver- primera vista: implica la crista , c tón de las entidades e ndógenas en figuras
dadera y propiamente suyos". 27 La idea ele que las d eidades su- antropomorfas, su fijación en roles estereotipados y familiares, a expensas de ru
ondulancia, .ru deswnkxtuali<aaóu pnrtúll o total, extraídas, como lo fuero n, de
premas recibían en todas partes apelaciones análogas se ve con-
su con texto original para co rrespo nder a sus prototipos antiguos y med iterrá-
firmada en el ejemplo ame ricano. Reciclada -nombres distintos neos. Ahí podrá verse, según el humo r dt: c:~da quien, un e mpobrecimiento o el
pa ra un mismo dios-, pronto debía a limentar la teoría del respetable esfuen.o de unos sacerdoces e mpeñ:tdos en e ntender lo qt~e~~!_an,_co_~.
los medios d e su époc:~.
La proyección, evidente men te, no es mecáni ca. A pesar de todo, los rronistas
~ Libro II de la
Ciudnd de Dios, citado en Torquemacla (1976). 111, p. 59. ~· son sensibles a los mati ces culturales. Se dan cue nta de que la diosa d e l agua,
T~~que~ada propone distinguir e ntre "dioses meramente espi rituales", dio- Chalchihuillicue , n o es exactamen te la esposa de Tláloc, como Amfitrita pudo
ses d e tnfenor grado y eSt!t~lació n m:í~ b~ja ", y por último dioses "menores", . serlo de Neptuno: ~la diferencia de las unas naciones a las otras e n la estimación
do~~dos de una naturaleza dtvma a pesar de su origeu humano. de estas diosas es que como éstos no sl ntic.>ron tan groseramente de la divinidad
Torquemada ( 197(i), 111, p. 81.
25 que hubiesen de tratar casamientos e ntre diosas y dioses, no la hicie ro n m•uer de
L:u C11sas (1967), l. p. 645.
26 Tláloc sino compañera suya " (TorquE'macla (1976) Ill, p. 80).
/bid. , p. 659. 29
Torquemada (1976), III , p. 112.
Torqu e_mada (197ti), IIJ, p. 44. Torquemada traduce 1'/or¡ttt~wlwru¡rtt c:omo
27
..
~ En Torquemada tiene , a difercnci<~ de Las Casas, un afán po r o frer.cr u na
cerca de o •gual al que resulta Sér el Sér d e todas las cosas·· e Ypn111t~11o!tunloni teoría de ll! representación y de la um,jmtu~ en la que se inscribe est;~ tipología
"aquel por quien vivimos y somos". '
divina. Volveremos a esto en otra ohra.
74 LAS "RELIGIONES AMERINDIAS"
LAS "RELIGIONES AMERINDIAS" 75
una configuración cultural. Pero es evidente -para los cronis-
de las fiestas, naturaleza de las ofrendas, detalle de los preparaü-
~ _q ue esos a?ibutos sólo pueden explicar Lo que ya se sabe de
vos, intervención y grado de participación de los sacerdotes, expo-
.....Jo ~no· ~ dect~2~e-~s ?~~-~!~.. q~te ~s s~v~r~y ?!D~i_e...n.~e.. que sición de los ídolos, procesiones y banquetes, distinción entre sa-
. sñümanas ilependen de el. .. [á mterpretación de los crificios "generales" y sacrificios "particulares", entre variantes
stgnos que propone esa red equivale así a verificar y corroborar
los principios que la inspiran. cotidianas o celebraciones excepcionales... Las Casas se muestra
igualmente sensible -y éste no es el menor de sus méritos-- a los
gestos individuales que acompañan la caza, la siembra, la cons-
trúcción de una casa, que a las manifestaciones públicas. Si Méxi-
EL RECORRIDO OBLIGADO: TEMPLOS, SACERDOTES Y SACRiflCIOS co ocupa la mayor pa•·te (ya no desconocemos nada del sacrificio
humano), no descuida del Perú el culto del sol y de las momias
La red lascasiana (y sus refritos sucesivos) distribuye invariable- reales; la "religión y ejercicio d ella que aquellas gentes tenían" no
mente los datos americanos en las categorías convenidas. Des- dejan de maravillarlo.~4 Otr9s ejemplos más, tomados de toda la
pués de los ~ioses, la prolijidad de las descripciones corresponde América española, alimentan el paralelo incesante que Las Casas
a los santuanos del Nuevo Mundo, a los tcmrs de México-Tenoch- establece entre el Mundo Antiguo y el Nuevo. Cualquiera que sea
ti~an y de las grandes ciudades mexicanas, los oratorios prein- el valor de estas observaciones, son el producto constante de una
catco~ y los templos del Sol. Con la misma facilidad y la misma reinterpretación. Es el rito -en este caso la liturgia cristiana- el
au~ondad, Las C'..asas, Tor<!uemada o Acosta identifican las jerar- que ordena el despliegue de la red al brindar los puntos de referen-
q\llas sace~dotales, ?escnben las formas de d esignación y los cia para la lectura, introducir una terminología y proponer auda-
modos de ~~d~, las atnbu~iones y los signos distintivos.'1 El capítulo ces acercamientos ~u e equipat-an_ las .fics.tas indíge~as con la Cua-
de lo~ sacnfictos es esencaal para todos. En su Mmarquía indiana, el resma o la Pascua. El stmw pontífice mdagena bendue y cmsagm la
francascan~ T orquemada lo aborda en términos que esclarecen estatua del dios Huitzilopochtli!l6 mientras <1ue al romperse la an-
el razonamtent.o de nuestros cronistas: "Aunque el sacrificio es na- tigua estatua sus restos se convierten en preciosas reliquias que
tu~-al, la manera de él no lo es, ni las cosas de que ha de ser hecho ... todos se disputan.s7 En otros lugares la consumación del cuerpo del
ast tam~? el lugar ha ~·-lo ni 1? f~e determinado. "'~_En otras (>é!-. dios se concibe como una forma de comunión. Los antiguos perua-
lab~, sa bten 1. peracaoJL cnficta 1 acto por excelenc.@..de nos se entregaban a penitencitu "cuando se hallaban haber ofendi-
fi.!kJ.tdad..J\...E_cJ.!,Y!_< ad-:::-:. ~s universal, su contenido (= las cosas do en algún pecado".ss L"ls facilidades del lenguaje y el gusto por
_su ~rganización._sl! ~itual J=_flt 7/Utn~.'!)_y¿u espacto ~r) varían la analogía y por lo familiar transfonnan una vez más los parale-
-~upu es~~en~~ ~g_~~~~~~~~ociedailes. Aqüíseeaptan al natural a la lismos en identificaciones. Se ve lo que se espera ver. Los automatis-
vez la ngtdez y_la apertura de una red que permite explicar épocas y mos culturales de la mirada predominan sin que el observador
culturas muy dtversas. Es significaüvo que a todos los observadores tenga jamás conciencia de ello. Al grado de que a veces parece ha-
~es ~laya impresionado la proliferación y la obligación de los ritos cerse el reconido inverso, es decir que los paralelismos se toman
mdtgenas ("la manet-a del sactificio"), en particular entre los mexi- por semt'janzas profundas y comienza a investigarse el enigma de
canos: "ni los judío~ ni ninguna otra nación tuvo yugo tan pesado y su origen; esto es lo que hace el jesuita Acosta cuando reduce a una
de tantas ceremoma.s como le ha tomado esto naturales por espa- parodia satánic."l los puntos comunes así descubiertos.
cio~~ muchos años". Yes que el modelojudaico era relativamente
33
Esto no significa que la visión católica sólo conduzca a la distor-
frumhar para los misioneros -ellos mismos a veces de origen ma- sión o al delirio de interpre tación. También puede darn os
r:ano- por lo que el peso que asignaba a los gestos y riruales apare- valiosos puntos de vista. Los cronistas obsentan que la "comunión
cta como u~o ~: los componentes principales de toda religión. indígena" se distribuye scgítn criterios d e sexo y de residencia
La descnpc10n. de las ceremonias y sact·ificios reúne gran canti-
dad d e observactorH~s sobre las prácticas indígenas: calendario ,. Las c,sas (1967). 11, p. 225.
35
Las Casas ( 196 7), 1, p. tiUO.
'
1
L,s C.:.sas (19<i7),11,p. 41. ~Otros ejemplos en Torquem,,da (197!\),111, p. 114.
' Torquemada (H17ti), 111, p. 1~3 .
7 ~ /bid: • ... lleg:~ban todos los que:: podían a toc:~rle con las m;~nos, ~jos y boc:~
~l Sahagím ( E177), 1, p. 30. como cuando se tora una reliquia y rut:rpo santo".
~Las Cas;~s (HKi7),1l, p. 241.
76 LAS "RELICIONES AMERINDIAS" LAS "RELIGIONES AMERINOIAS" 77

como si rebasaran la descripción de la práctica para mostrane nas y el recuento sorprendente mente ví~ido de esas celebracio nes
atentos a la dimensión "católica" po r excelencia, colectiva y social en la pluma de los religiosos no son ~cctdcntales. ~ ~ ~ben a una
del rito, la conmnm.itas según la expresión de Turner. 39 Del mismo cultura de la mirada y a una estrategia d e evangel~c10n. Las lec-
modo se destaca el carácter colectivo de un ayuno: "Todos ayuna- c iones del humanismo y de una cultura re nacenusta -antes d~
ban, señores y vasallos, nobles y plebeyos, hombres y mujeres, sin volverse bruToca con d franciscano Ton¡uemada en la Monarquuz
diferencia. "40 Observació n tanto m ás valiosa porque la sociedad indiana 0 el jesuita Acosta-44 se m ezclan a la convicció~ de que la
mexicana se percibe en general corno estrechamente jerarquiza- imagen debía apoyar la conversión religiosa. Ahora ~ten, suc~d~
da y dividida en comparümienl.os. Los cronistas saben establecer que al acentuar de manera constante lo gestual y lo vtsual, lo ludt-
con la misma pertinencia el lazo entre "mito" y "ritual". Torque- cro y lo expresivo, los cronistas exploran a menudo con fortuna!~
mada asocia la fuerza de la creencia en estas "fábulas" con la so- culturas indias, como si se alejaran de ellas menos que en sus anah-
lemnidad de las fiestas a que dan o rigen: "Si no las tuvieran por sis estrictamente conceptuales, p1isioneros sin duda de esc1uemas
tales [ciertas] no las ¡msiemn por obra con tanta diligencia y efica- de los que no fácilmente podían escapar. Habrí~ ~~e ahondar en
cia como se dice tratando de sus fiestas. '"1 La fiesta se capta textual- este divorcio enu·e la red omnipresente y la sensabahdad <¡ue pres-
mente como la "puesta en práctica" de la fábula. cinde de ella y la corrige parcialm ente. . , . .
No obstante, lo que más despierta la curiosidad de los cronistas Las Casas termina su cuadro de las 1do latnas amennd1as con-
es el aspecto visual, la dramaturgia de los encadenamientos, y la ven cido de q ue nada üenen c¡ue e nvidiar en re~namie~~ a ~as
teatralidad: observemos --con los ojos de Las Casa.r- este sacrifi- idolatrías antiguas. Dt! ese modo nos ofrece la pnmera .vlSlo~ s~n­
cio celebrado en Cuauütlán , en las orillas de la ciudad de México: tética de las "religiones amer indias". La empresa enctclo.pedlca
del dominico es ejemplar e n el sentido de q.ue recoge la s.lstema-
La vigilia de aquella fiesta levantaban seis grandes árboles como tización y el d esarro llo d e las int e rp¡·e taclO~.es de su .tie mpo.
mástiles ele navío con sus escaleras y e n esta vigilia degollaban dos mu- Antes y después de él, apresurada o atenta, cnu~ o. fa.c;cma~a, la
jeres esclavas en lo alto de las gradas ante el altar de los ídolos y allí mirada occidental somete a las culturas amenndtas al m tsmo
las desollaban del todo con su rostro y los demás, ~acándoles también las recorte, y más aún cuando se trata d~ México. De~p~t~ de Cor~s
0 del conquistluior anónimo, e l fran ciscano Motohn~a se des.hza
canillas de los muslos. El día de la fiesta por la mañana dos indios prin-
cipale.' vesúanse los cueros con los rostros cubiertos como máscaras... hac ia los misnl()s marcos, si bien no muestJ·a la mtsma conside-
Estaba abajo grande multitud de gente, toda como asombrada y dicien- ració n del dominico para la idolatl'Ía indígena. Muchas de sus
do todos: "¡Ya vienen nuestros dioses, ya vienen nuestrosdioses!".42
obse1vaciones, no obstante, habrían de nutrir la reflexión de Las
Casas. Otros vendrán: Francisco de Aguilar,46 Berna! Díaz del Cas-
Con el mismo escnípulo e l dominico explica más adelante los 48
úllo,47 el franciscano Diego de Landa ( 1560) ... El juicio puede
espectáculos edificantes que los indios m exicanos recié n conver-
variar, el sacrificio humano puede despertar el horro r de un?s Y
üdos montaban bajo la tutela de los religiosos españoles. Pero no suscitar la admiración de ou·os --de Las Casas cuando ve en ella
es el único. También e l franciscano Torquemada se complac~ en forma más elevada de sacrificio y veneración-; sin embargo,
detallar las procesiones precort.esianas, los atuendos, las danzas, todos coinciden en r econocer en la mayoría de las sociedades
e l canto y la música, el regocijo, la po mpa y la alegría, ("y luego so- americanas, así sea en grados diversos, los elementos habitua les de
naban todos los instrumentos músic.os y comenzaban gra ndes ,;•
la religió n. la gama de componentes que consütuycn "las cosas
regocijos y bailaban y cantaban muy c:oncertadamente con mucha
solemnidad y contento")~ 3 sin o lvida r Jos excesos e n la comida y la 44 La mi ma sensibilidad en Aco~ta (1979): ~ ... compuesto [el ídolo) de esta
5
bebida. El interés inagotable por las fiestas prehispánicasocristia- suene quit;~ban la cortin:-~ d e la puerta par01 CJI.te~ fut:se vist.o de todos Yen abri~ndo
s:-~lía una dignid;~d de las <le aquel templo vc;sudo de 111 nllSma man~ra que el sdol~
con un;~s flores en la m:~no y una !l;~u 1:1 pcqu<:ña de barro de un so mdo muy agudo
39
Victor Turner, Thr. Ritunl Prorrs.f. Str111:ture n.11d Auti.Stnut11re, Nueva York, (p. 272).
Corncll Paperbacks, 1!177. 4
~ Motolinia ( 1971).
40 Las G1s.1s (1 967), 11 , p . l!l!i.
41
Torqut:mada (l!17ti),III, p. 120.
• 46
Aguil:-~r (1!177) .
47 Díaz del Castillo ( Hllif\). ,
•~ L1s C::ts.1s ( 19117), 11, p. 1!11. 48 Diego de t:uld.1, Rdn.riún d• !tu a).l(t.f de l'umiiÍn, México, Editorial Porrua,
43
Torqucm:~da (19711). 111, p. 400. Hl73, p. 14.
78 LAS "RELIGIONES AMERINDIAS" LAS "RELIGIONES AMERINDIAS• 79

del culto divino,«! la religión y cultura de sus dioses".50 Si los indios ¿Se trata entonces d e medir el peso duradero de esa herencia y
eran hombres y no bestias, lo lógico es que tuvieran una religión. la inercia de la mirada histórica y antropológica? Abramos una
O más exactamente, porque el enfoque lasc.a..c;iano es quizá menos síntesis reciente (1982) debida a la autorizada pluma de Francis
reductor que el nuestJ·o, parece como si la..c; culturas civilizada..c;, es F. Berdan. Su estudio sobre Los aztecas del México central incluye
decir, la..c; sociedades dignas de ese nombre, no pudieran prescin- desde luego un capítulo dedicado a la religión ("Religious organi-
dir de la religión para merecer ese título. zation and beliefs"). Capítulo que a su vez se divide en apartados:
Es cierto que ahora hemos abandonado el afán de distinguir la mitos, dioses agrupados en un ·enorm.ous and complex pamheon ~!16
verdadera de la falsa religión y de busc.ar en toda..c; partes la garra sacerdotes y templos, ritos y ceremonias, magia y adivinación,
del demonio. Mucho más que Las Casa..c;, por cierto, el franciscano hechicería. Desde los tiempos de Las Ca..c;a..c; y tres siglos después
Torquemada gusta de extenderse en la responsabilidad del Malig- de Acosta, el contenido de. las casillas se han enriquecido y refina-
no: "El engaño y la mentira de este fa lso engañador. ..SI Pero, ya lo do indudablemente, pero, consideradas globalmente, esa..c; ca..c;illas
hemos visto, es con el jesuita Aco..c;ta con quien esa interpretación siguen siendo las mismas ... Y sin embargo otros cronisw habían
toma un giro realmente obsesivo . Debido a ello, su análisis de la percibido ya la estrechez de la red que tenían que aplicar.
creencia es sumario ya que en él no ve sino los efectos combinados
del temor y los engaños del diablo.52
No obstante, en otros aspectos su obra contribuye a estrechar en
el futuro las mallas de la red. Si bien el Libro V de su Historia natu-
ral y moral de lliS /ntli.as no se aparta mucho de los esquemas la..c;ca-
sianos,5" es, en c.ambio, más original cuando comienza a cla..c;ificar
los o bjetos que recibían un culto indígena, distinguiendo los obje--
tos naturales de los imaginarios o creados por la mano del hombre.
Esta tipología le sugiere una visión sintética y ordenada de la..c;
diferentes formas de divinidad c1ue encuentra en América: a..c;tros,
elementos naturales, sitios y bestia..c; feroces, cadáveres, imágenes y
estatuas, víctimas sacrificiales.!>4 Más aún, el apareamiento de lo
temporal y lo espiritual aparece en él como un eje central y privile--
giado. ¿Aca..c;o su Histcnia moral no fue concebida en dos partes? La
primera aborda "la religión o superstición y ritos e idolatrías y sa-
crificios"; la segunda está consagrada a "la pulida y gobierno y leyes
y costumbres y hechos". Acosta juega. pues, con la bipolaridad de
manera mucho más explícita que Las Casas. Lo "religioso" confi-
gura el complemento perfecto d el dominio político, cultural e
histórico, un complemento captado desde un ángulo esencialmen-
te institucional, bajo la forma de una codificación cuyo prototipo es
nuevamente el segundo rey de Roma, Numa Pompilio, quien sirve
para aclarar la figura del Inca Yupanc¡ui "c1ue fue el que más leyes
hizo de ritos y ceremonias".!>5
49
Las Casas (1967), 1, p. 659.
50
Sahagím (1977), 1, p. 30.
51
Torquemada (1976),111, p. 419.
52
Acosta (1979) , p. 267.
SS /bid. , PP· 221 -228.
54
56
Frances F. Berdan , Tlt~ A :I«.< ofV.ntral Mexiw. Au Imperial Society, N ueva Yo rk,
/búJ.., p. 256.
!15/bid. Holt, Ri nthart and Winston, 1!182, p. 125.
LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 81

• Mixquiah uala
IV. LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO • Pach \tca
• TuJa.. ;, ..,.,.,....11,··:· • Tulancingo
f~· i:":
·:'kit~:: -
Micntra~ mis escribo en esta relación antigua siem- ·· ' Zumpango,... :~·"'':.) ·~
pre hallo cosas nuevas que contar. • ~.. R.a. ( ....,w.·;
. OUJmba • Apam ·11!'' .r f
D liRÁN, HistMia de las buJías, de Nueva España e Islas ;•t •

de In Tim-a firn~, 1, p. 135. "·-\ • Calpulalpan :/ !.i/fJi;


M éxico ~~S" -~Texcc
oc-;~1 ~:.~, · :~::~>
t:: .·~'\ \~ :·
Los TIEMPOS modernos comienzan con una paradoja que con cilia .~· ·~- ,.· : • Tlaxc~ la
un pensamiento antiguo redescubierto y eminentemente pagano • To~•Leca ·:.:~.,.f
~~~:].Chalco ~ienco •)'exmelucarf~'.
Mete¡lec v:t{;...r.. Amecameca ~
mi:~- ·.·- "'·b:tacetlmtttl ~~
1
y una fe cristiana poco t.olcranu: de la alteridad religiosa. Admira- •
Hueiotzing<>
· =~~:· • ... • ~
ción entusiasta por esos paganos <¡ne fueron los g1-iegos y los ro- •Tena ngo··:.·~í;::· -~ ,-~w.:'' ·. ,: ~ • Cholula
manos, pero condena de la." abundantes idolatrías d e los indios de "''• J Ocuilan í?•'l-~~ ~~ ;:· Popocntf,Pf.tl • Pue h~a .
.....• . ::·· , •. . • (.uauh tmch an
América; d esprecio por las su perstidones populares, residuos rústi- • Ma!ma¡co .oaxte peco,,:~,,.;· eAthxco • Tepeaca
cos que el ConciliodeTrentose empeña en borrar o controlar; que- "· Cuernavaca Y •
rella d e las imágen es que opone a protestantes y católicos. Estos \... ~ ~"·• • Cuautla . • H 1 Tecarñachalco
'· , ~ uacac 1tu 1a
"4,.,,,. ! .. J
sangrientos combates en torno a los usos erróneos de la imagen
se desarrollan en una época en que la pintura y la escultura hacen
.. ~..,. ,·:' ..
• Taxco"' ~-
revivir a los dioses antiguos, quienes se confunden casi natural-
mente con los patriarcas bíblicos y los Cristos crucificados. Sen- ~ o 20 40
~ Km
.._¡_ _ . _ . . . . _ _ , _ _ . ,

sualidad y esplendor d el paganismo, Auroras majestuosas pavo- ~o


neándose en sus carros, Paris juzgando a sus tres diosas... Escenas
exuberan tes que los cánones estéticos comparan con las graves
evocaciones de los Calvarios y de las Anunciacion es. /..As ciudades del valle de Méxiro
Esta exégesis de los textos a11tiguos, muestra de verdad y d e sa-
biduría, coexiste con una actitud más empírica provocada p or la saber moderno ligado al ejercicio del poder. En esta alianza de la
irrupción repentina de civilizaciones, de floras, de faunas y paisajes teoría y la práctica reside la gran originalidad de muchos de los
desconocidos por los clásicos y <1ue constituyen un reto para el p en- cronistas españoles. Originalidad cm;iosamen te desconocida, in-
samiento del hombre modern o. ¿Cómo nombrar, comprender e cluso subestimada en Francia, donde Montaigne, pese a ser un lec-
integrar hech os que n o están dentro de las tradiciones? A la ana- tor atento de López de Gómara, se refiere a Jos mexicanos y a Jps
logía, procedimiento indispensable para orden ar los con ocimien- incas como a naciones remotas y exóticas cruelmente conquistadas
tos, se añade la observación precisa, concreta y racionaljustificada por los españoles y no percibe Jo que esta empresa desmedida
po r un objetivo com\m: la conquista y la dominación de los pueblos aporta al con ocimiento del hombre y de los proyectos políticos.
del Nuevo Mundo. En este siglo XVI "en el que lo que puede llamar- "Que.no hubiera caído bajo Alejandro o bajo esos antiguos grie-
se documentos de la Naturaleza se unía a esos documentos de hu- gos y romanos tan noble conquista y tan grande mutación y alte-
manidades que constituyen los l>ellos textos antiguos",' los espa- ración de tantos Imperios y pueblos en manos que hubieran puli-
ñoles hicieron una contribución esencial a la constitución de un do y desbrozado dulcemente lo que había de salvaje."'
1
Luden FE-bvre ( 1!)42), pp. 41 (1-41 1. t Michel de Montaigne, &sais, París, Fernand Roches, 19~1. 111, cap. VI, p. 182.
80
82 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO

Por lo demás, ese comentario aclara las diferencias radicales lo que podemos englobar bajo la expresión "formas de vida•. El
entre los pensadores franceses y españoles, pues las distancias que reinad9 de Felipe 11 se caracteriza por el no~ble desarrollo de _!as
separan a los conquistadores de los indios (al menos de aquellos encuestas enciclopédicas, tanto en las Indt~ como en Esp~na:
que despertaron mayor interés económico y poütico) no deben las Relaciones geográficas (y su contrapar~ penmsul~, las ~
~terpretarse en términos de civilización y salvajismo, sino más topográficas de los pueblos de España) aph~n a realidades dtstmta_S
bien en términos de incompatibilidad entre sociedades igual- cuestionarios que permiten la acum~l.aaón de datos com:p~tr
mente complejas: la Europa de Carlos V y la España de Felipe 11, vos excepcionales para la época; las~ (encuestas) a~tstra­
por una parte, y los mundos mexicano e incaico, por la otra. tivas y eclesiásticas registran las actl~tdades de ca?~ VIVIenda,
~bligados ~r la inmensidad de los territorios que debían con- comentan y señalan la menor anomaha. En ese espu~tu g~neral
quiStar y reduar, los españoles tuvieron que inventar formas de de exhaustividad y curiosidad debemos enmarcar el mteres por
análisis diferentes de las que les brindaban la teología escolástica los ritos y las fiestas de los indios hacia 1570. ~tos años son ~pi­
y la filosofia clásica. Ciertamente, los escritos de la época abun- tales para la sedimentación de~ sistema c?~onial y para el destino
dan en referencias a los maestros de la Antigüedad: Aristóteles, de la Iglesia romana, que saldra del Concibo de Trento más reno-
Platón! Plutarco y Plinio el Vaqo fueron modelos obligac;tos para la vada y más combativa. España, en particular deb~~o a la .coyuntu-
may~na de los cronistas. Pero, por importantes que fueran, las ra histórica se siente investida con una doble ml!tón: ehmmar la
e~senanzas de los filósofos estuvieron subordinadas a las exigen- amenaza p;otestante y mostrar, a través de la evangelización de
Cias del terreno, a la experiencia de las lenguas indígenas y del los indios, el papel providencial que le tocó en suerte en esa
apostolado que, por cierto, tanta falta hizo a Las Casas. Así fue época tan dificil para el catolicismo. . . .
como lo~ administradores y sacerdotes debieron apartarse de esa Entre quienes contribuyeron al conoct.mtento de los ~tos y las
tendenc1a profunda del pensamiento occidental, hasta la edad ceremonias indígenas en el momento miSmo. e~ que deJ~n .de
c.lásica ~e compren~er por semejanza para entender mejor las existir como tales, hemos conservado a dos religiosos: el dommtco
sm~landades .. Las Idolatrias d~ los indios sitven así para "pen- Diego Durán, que desde su más tierna i~fancia viyi~ en ~éxico, y
sar_ la moderntdad. Porque, a dtferencia de lo que sucedió en Es- Cristóbal de Molina, llamado el Cusqu.erw (para dtsttngutrlo de su
pana con la persecución y expulsión de los judíos y moros, en la homónimo el Chileno), párroco en la ciudad de Cuzco en Perú. Para
América hispánica las necesidades de la colonización hacen uno y otro el conocimiento implica necesariamente un comporta-
imposible- la eliminación de las comunidades culturales diferen- miento militante: la extirpación de las idolatrías para el mayor
tes. Los españoles del Nuevo Mundo se ven enfrentados a una rea- triunfo de la Iglesia: "'a yntinción con que lo ~e ~tado la qu~ 1_10
lidad sin precedente, marcada, tras las guerras de conquista, por sólo es contar ystorias y antiguallas sino tambten aVIsaS con christi~
la c~habitación (casi siempre pacífica) de los vencedores y los no zelo a los sacerdotes de Dios [que) saquen de raíz las malezas•.'
venctdos y por la e~periencia ob~~da de los mestizajes biológico Inspirándose necesariamente en sus prede~eso~es, Du~ y Ma-
y c~ltural. Conmoaon de las postc1ones, de los valores, de las soli- lina, más atentos a los hechos que a las teonas, ilustran sm saber-
dandades, que suscita innovaciones poüticas y sociales, y sobre lo las fallas de la bella red lascasiana.
todo proyectos ambiciosos de aculturación de los indios, con los A primera vista, todo une a D~rán y Mol~na. Son contemporá-
9ue los españoles deben necesariamente contemporizar. En esta neos, puesto que Ritos y cemnonsas se termmó en 1570 ~n tanto
mmensa empresa de occidentalización el conocimiento de las que la relación de Cristóbal de Molina, De las fábulas y ntos de los
idolatrías es una etapa indispensable. ' Ingas, se concluyó en 1575. Ambos son hijos del Nuevo ~undo.
Inmediatamente después ,de la conquista, por medio de intér- Diego Durán nació en España, de padres j~dí?s, convertid~ al
pretes ~ormado~ desde la infancia, los españoles recopilan sus pri- parecer, pero llegó a Méxi~o a la .e~d de seiS anos, ~ó. su nm~z
"_le~ mfo~acton~s. ~ás tarde, este método empírico se perfec- en Texcoco, importante cmdad mdta del valle de Mextco. ~n~
ctono mediante la dtfuston de la encuesta como recurso sistemático tóbal de Molina nació en Perú de padre español y de madre mdt-
para reunir el máximo de informaciones sobre todos los temas ! •
1 ..
·,
gena. Es decir que uno y otro vivieron en el mundo que describen,
que int~~esaban a la .coro~a: formas de gobierno y de tributo, el cual no les fue nunca realmente ajeno. Al dominar perfectamen-
percepc10n del cambto soctal, explotación de los recursos natu-
rales, costumbres fami liares, "ritos y ceremonias", en suma, todo 'Duráo (1967). V, p. 58.
l,.
~· LAS FALlAS DEL MODELO LASCASIANO 85
84 lAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO

te la lengua de los indios, conocer sus gestos y costumbres y com· nivel de cultura (Las Casas, Acosta). Además, no hace falta acla-
partir desde la infancia sus alegrías y temores, Durán y Molina rarlo los indios no afirmaban nada que no estuviera corroborado
son sacerdotes comprometidos no solamente ante su fe, sino tam· en s~s códices, cuyas ilustraciones extrañas los asemejan m_ás bien
l bién ante aquellos a los que con tanta pasión quieren arrancar a logoglifos: "como no saben dar relación si no ea_ por el hbro dC:
su aldea fue el yndio bieio a su cassa y truxo una pmtura que a nu
de las llamas del infierno. Sus dos obras tratan sobre el mismo ~· • :J • .. . p 1 d
tema: las fiestas y ceremonias de los antiguos indios. La del do- ' me parecieron ser más hechi~os qu~ pmtu~ . e~ a a ~o~
minico Durán está redactada con un estilo alerta y conciso; la de fianza que rodea a los glifos, éstos stguen stendo el mtermedtano
1 Molina, menos elaborada desde el punto de vista literario y cla-
ramente más general -al menos en la forma incompleta en que
obligado para descifrar el lenguaje real y _oculto de _costumbres e
instituciones como los mercados, los baños, los alimentos y los
ha llegado hasta n osotros-, está prácticamente desprovista de cantos rodeados de "misterio y augurios". Mas hace fal_!a que esos
juicios de valor y queda como un testimonio' conmovedor de lo libros hayan sobrevivido a los autos de fe de los espanoles y que
que era para este sacerdote el universo materno. Sin importar puedan, llegado el caso, revelar el sentido oculto ~e 1~ cosas: "pues
las lagunas de estos libros, ambos poseen una ventaja indudable nos dejaron tan sin luz que delante de nuestros OJOS tdolatran_Y no
sobre los estudios antropológicos contemporáneos: sus autores los entendemos en los mitotes, en los mercados, en los baños Y
eran teólogos (y en consecuencia especialistas) que sabían de qué en los cantares que cantan ... en las comidas y banquetes".~
hablaban y lo que significaba la religión. Por último, uno y otro Para apoyar esas descripciones que a veces _nos llevan leJOS de l?"
describen sistemas desaparecidos en gran parte. En su época, ya no esfera convenida de lo "religioso", Durán renute allec'?r ~un~ lá-
se realizan sacrificios, los templos han sido destruidos, se ha que- minas donde las principales pinturas --o las_más stgmficatl~
mado, derribado y destrozado a los ídolos, se ha trastocado el antiguo para su propósito- constituyen el soporte gráfico que garan~
orden. Su obra se nutre, así, de observaciones directas, de compro- la veracidad de lo que se relata. Al lado de esta docu~entac10n
baciones, de testimonios e investigaciones, y constituye, en todos "auténtica" por estar escrita y fija ---y pes~ a que Durán mterpr~te
los sentidos del término, una encuesta sobre creencias y prácticas de manera demasiado etnocéntrica los p1ctogramas como su~u~­
aparentemente muertas. Pero es justamente esta voluntad de cap- tos de signos alfabéticos, descuidando así las numer?~ postbili-
tar tras las apariencias tranquilizadoras -la adopción del cristia- dades que ofrece la lectura de las _pintu~•. el domm&co ~e basa
nismo- los signos de la idolatría, lo que explica el cuidado extre- en sus observaciones y en lo que dtcen los tnd&os. Pero Duran sabe
mo con que dan cuenta de los hechos del pasado. En la medida en bien que los hechos observados pueden ind'_lcir al error, porque
que estos textos se sitúan en un momento decisivo de la política y los indios mistifican fácilmente y, cuando s&enten que los e~cu·
de la historia coloniales, permiten comprender esa transición entre chan, abandonan sus himnos idolátricos, "los quales cantan ~en­
la idolatría-sistema (la red lasc.a siana) y la idolatría-desviación tras ven que no hay quien los entienda presente; empero en vten·
como marginalidad. do que sale el que los entiende ... mudan el canto y cantan el6
Sin embargo y pese a sus convergencias, aun el análisis parcial de cantar que compusieron de san Fran~~o con ~1 aleluya al ~~":
ambas obras hace surgir diferencias que se deben a la especificidad En cuanto a los testimonios, su debthdad restde en su vanabth·
de los terrenos y a la imposibilidad de reducir sistemáticamente los dad, la cual se atribuye sobre todo a ~ ima~ació~ y al gusto de
hechos empíricos a construcciones teológicas de alcance universal. los indios por la improvisación fantástica. ¿'?ómo onentarse cuan-
do se ve uno ante opiniones diferentes? Sm con_tar con que l_os
indios eluden a menudo las cuestiones que cons&de_ran de~la­
EscRITURA Y TRADICIONES ORALES do comprometedoras y se escudan en un ol~do fingt~~· E~~ tm·
precisiones de los testimonios orales exphcan ~a uuhzactol! d~
No basta ver con los propios ojos. Hace falta además comprender verbos que expresan la duda: "pretendieron, fm~teron,_p~tranas ,
los comportamientos extraños o falsamente anodinos, verificar los términos que se refieren más bien al carácter mveros&nul de las
testimonios y referirse a fuentes antiguas cuando existen. Es lo
que hizo Diego Durán, quien consultó las "pinturas" mexicanas 4
lbül. , I, p. 1~.
como si se tratara de libros, de una documentación de primera 5
/bid.• Prefacio , p. 6.
mano, y no solamente de la manifestación singular de un alto e lbül. , XII, p. 122.
86 US FALLAS DEL MODELO USCASIANO US FALlAS DEL MODELO LASCASIANO 87

i 1
afirmaciones que a la sinceridad de los narradores. Para paliar
esos inconvenientes, Durán elige el consenso, la opinión domi-
rusticidad. Esta comparación meramente formal nunca será ex~
plotada, por el alto grado de incongruencia entre las dos pobla-
nante: "pondré todo aquello en que hallo más conformidad". ciones. En cambio, la existencia de refmados códices entre los m~
Una actitud semejante se encuentra en Cristóbal de Molina, xicanos da a sus creencias un aspecto doctrinario propio de las
quien no puede recurrir a "libros" (así fueran "pintados") para religiones del libro, "tenían también libros de su ley y doctrina",'
profundizar en su conocimiento de los incas. Y ello pese a que su salvo que las inverosimilitudes de las pinturas y la abundancia de
crónica empieza con una referencia curiosa a unas "pinturas" so- las divinidades hacen muy dificil una reducción dogmática de ese
bre tela que había hecho ejecutar el Inca Yupanqui -quien según pensamiento. En otras palabras, nuestros cronistas señalaban las
las tradiciones había reorganizado el Imperio-- para conservar el especificidades culturales que la red de Las Casas minimizaba,
recuerdo de los antepasados y de los hechos gloriosos. A través de borraba o ignoraba.
otro cronista contemporáneo de Mólina, Sarmiento de Gamboa,
y de algunas indicaciones epistolare~, nos enteramos de que los
españoles encontraron en Cuzco cuatro pedazos de tela que con- LAs FÁBUlAS
taban la historia de las dinastías incaicas, los cuales enviaron a
Felipe. 11. Desgraciadamente, pronto se perdió la pista de esas Esta obsesión occidental por la verdad, que sólo puede surgir de la
telas Sin que se sepa nada preciso sobre el contenido de las "pin- conformidad y del dogma, dificulta la comprensión de las fábu-
turas" ni de su forma. Parecería, sin embargo, que con el término las indígenas. Aquí también la multiplicidad de versiones se con-
"pintura" los cronistas quisieron traducir la palabra quechua sidera fastidiosa y se atribuye a la prolijidad natural de los indios.
qutlleo, que significa a la vez dibujo, bordado y, desde la conquista Las inverosimilitudes, las incoherencias cronológicas y lógicas
española, escritura alfabética. Sea como fuere, esas pinturas no expresan "niñerías". Lo que los etnólogos llaman hoy en día mitos
parecen haber constituido lo esencial de la documentación de corresponde ya sea a historias --de dinastías, de naciones, aun si
Molina, quien en varias ocaSiones explica la incertidumbre y la sus componentes míticos son evidentes para el lector contempo-
imprecisión de las respuestas indígenas así como las inverosimili- ráneo--, o a "fábulas". Antes de describir los ritos y las fiestas de
tudes por la ausencia de escritura entre los incas: "porque si la los indios, Molina comienza con sus "fábulas", cuyo tema común
usaran, no tuvieran tan ciegos y torpes y desatinados herrores y es el de los orígenes. Notemos aquí la diferencia de perspectiva
fábulas".7 con las monografias modernas, que por lo común sitúan la mito-
La diversidad de las versiones míticas y las diferencias que se logía al final, mientras que para los hombres del siglo XVI y sus
ob~rvan en los testimonios sólo pueden imputarse a las improvi- informantes indios la génesis, principio de explicación, no podía
saoones extravagantes de los informantes, a partir de una hipotéti- situarse sino al principio.
ca fuente original, olvidada o perdida desde la destrucción de los Las "fábulas" peruanas que recoge Molina contienen dos ele-
códices: "desatinos, desvaríos, ceguedad", términos tomados del ':Ji
... . mentos esenciales: el papel del Creador y el Diluvio. Más adelante
vocabulario de la locura. Tal vez para contrarrestar esas tendencias volveremos sobre esta inclinación monoteísta de las crónicas
fantásticas, los peruanos perfeccionaron el cómputo de los días y peruanas y mexicanas. Los españoles en contraron en el Perú los
la cuantificación de las informaciones gracias al sistema de cuer~ restos del Diluvio en gran número de relatos provenientes de
decil~ ( Ffru} que tanto asombro causó en los conquistadores. diferentes regiones. Lo cual no les sorprendió mucho, pues el
Pr~ed1~1ento, además, que se consideraba más bien una prueba origen único de la humanidad era una concepción sólidamente
de mgemo q':'e una marca de superstición como en el caso de los arraigada entre los clérigos de la época. Pero (como sucede con las
calendarios mexicanos. De cualquier modo, la falta de escritura tradiciones orales) las versiones sobre el Diluvio no coincidían
de los pe~anos le plantea al cronista un problema teórico dificil, necesariamente entre sí y además divergían de la verdad bíblica.
pues deb1do a ella esos indios creadores de una civilización Esas desviaciones se explicaban por la falta de rigor o la plasti-
admirable en muchos sentidos se encuentran en el mismo nivel ,. cidad de una memoria que no se apoyaba en lo escrito. Pero lo
cultural que los campesinos ibéricos, famosos por su rudeza y su que parecía decididamente incomprensible para un cristiano -y
7
Molina (1916), p. 14. 8 Dur:in (1967) , XXI, p. 191.
88 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 89

que constituía el indicio mismo de la idolatría-, era la afmnación corrido el capítulo XIV del Éxodo. Esa prueba debió de haberle
de orígenes étnicos "separados" y telúricos. En efecto, tras una parecido bastante molesta al dominico, ya que prefirió dar por
primera creación prototípica (el Creador modela a todos los seres tenninada la plática: "y como vi que avía leydo donde yo y donde
y les da vestidos y rasgos particulares), las "figuras", para emplear iba a ~· no me di much o por preguntalle porque no me con-
el .término _de las "fábulas", son enterradas y emergen a la super· tasse el Éxodo". 10 Sin embargo, le despertó al mismo tiempo una
fic1e a ~ves de pozos, grutas, lagos y cavidades en cada región, duda: ¿los indios habrían sido evangelizados desde tiempos remo-
dando ongen cada una de ellas a un pueblo, una etnia, un linaje. tos? Cuestión por demás irritante, pues los indios habían destrui-
f:l sitio a través del cual se realiza el paso de la tierra a la superfi· do los antiguos códices, cuya escritura no comprendían ya, lo que
Cle es una huaca, como lo es también el ídolo que se eleva en su podría indicar que tal vez hubieran sido redactados en lengua
memoria ("en memoria del primero"). Estas transcripcion es de h ebrea: "Me juraron que habrá seis años que los quemaron por-
re~tos i~dígen~ están .salpicadas d e breves comentarios d e tipo que no acertaban a leer la letra... lo cual me dio pena porque quiza
raCionaliSta. ¿Como atnburr al Creador la transformación de los n os diera satisfacción de nuestra duda, que podría ser el sagrado
h ombres en piedras siendo que éstas fueron al parecer fabricadas evangelio en lengua hebrea ... "11 El personaje Topiltzin no deja de
por humanos? Nuevamente se invoca la ausencia dé escritura recordar a Viracocha, a quien encontramos por primera vez e~
para explicar esas fabulaciones. Pero ¿Molina habría mostrado el Cieza de León y luego en Las Casas. Cristóbal de Malina lo .dese n-
mismo sentido crítico ante el episodio de la mujer de Lot trans- be como un verdadero Dios, "hacedor de todas las cosas, mcom-
formada en estatua de sal? prensible dios divino", "sin ygual", padre de dos hijos engen~ra­
~os relatos ?e los indios -o más bien su interpretación- d os, como él, sin la m ediación de una mujer, "no fueron nasc1dos
a~buyen el on~en de la civilización a la acción de un personaje de muger". "¿Dónde estás, Viracocha?", dicen las plegarias en len·
VIrtuoso, especte de apóstol que abandonó definitivamente el gua quechua transcritas por Malina. "¿Estás en el cielo, en las n~­
mundo de los humanos debido a la ingratitud y la torpeza de éstos. bes, en las tempestades?" En ambos casos, estamos en presenCia
Este personaje se con oce principalmente con los nombres d e de tradiciones antiguas ya remodeladas por el catolicismo con el
~opiltzin en México y Viracocha en Perú. Topiltzin, cuya memo- matiz, en el caso del Perú, de un deslizamiento sensible del per~
na se conservó en las "pinturas", vivió en Tollan (Tula) e inició a sus sonaje del apóstol engañado al de la divinidad. ~ important~
discípulos, los toltecas, en las artes, la sabiduría y la piedad. Durán n otar que la llegada d e los españoles en todas esas fábulas recogt·
1~ describe como un escultor, "cantero que estallaba ymágenes en das, retranscritas, reelaboradas por los evangelizadores y lc;>s
ptedra y las labraba curiosamente". Dos hechiceros que tenían la indios mismos no tiene un objetivo civilizador sino punitivo. La
facultad .~e metamorfosearse, llamados Quetzalcóatl y Tezcatli- sujeción de los mexican os y los incas aparece como la expiación
poca, qulSleron poner a prueba su castidad introduciendo bajo su d e esa falta original: el rechazo de la buena palabra. Esta concep-
techo a una prostituta. Cuando la descubrió, Topiltzin estalló en ción se encuentra aún en boca de los campesinos de los Andes, que
r
g~n ira decidió dejar la compañía de los hombres para diri- explican la miseria de su condición en términos de sanción divi-
~se hacta el Este y llegar al mar. Antes de desaparecer, les predi- na, como si Dios los hubiera castigado por su insolencia.
JO la llegada de hombres blancos: "éstos han de ser vuestros Si Viracocha aparece d escrito con los rasgos de un dios al que
seño~es y a éstos a veis de servir y os an de maltratar y echar de vues- se dirigen "oraciones" que Molina recoge en quechua y com~nta
tras b~rras como vosotros lo aveis h echo conmigo".9 Topiltzin se cuidadosamente, Topiltzin es sólo un hombre de comportamlen·
asemeJa, hasta el grado de confundirse, a Santo Tomás. Como él, to edificante, aun cuando los mexicanos hayan adorado su ídolo,
el v~nerable me'_'i~no era escultor, "entallador, oficial de aquel al que tenían por divinidad mayor. Uno y otro enarbolan .~os
arte , y g~baba tmagenes y cruces. Este santo hombre vivía en la fisicos occidentales: en particular, tienen barba. Sobre las lámmas
~tidad, ha._cía ~lagros o afirmaba hacerlos, y reunía a sus dis- del Códice Durán vemos incluso a sus discípulos tocados con
cipu!os en 1gles1a~ y santuarios que erigió. "Era un apóstol de grandes caracoles marinos, detalle extraño que contrasta con la
D10s , dec~ara Duran, con~rmado en su opinión por el testimonio occidentalización del dibttio y choca con el buen sentido del do-
de un anctano que, al ser mterrogado sobre el venerable, recitó de
JO /bid.
/bid., 1, p. 1 ~.
e lbid., 1, p. 12. 11
90 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 91

minico: "cuando por poner las tocas o bonetes que trayan pinta- tancia del culto, desarrollo de las ceremoni~ ... ~ realida:d las
ron caracoles". T opiltzin ~uyo nombre también se daba a los sa- cosas son más complejas para Durán. EJ panteon divino está jerar-
crificador~s, lo.que n.o va de acuerdo con su dignidad apostólica- quizado pero el sentido de esta jerarquía corresponde menos a
es en reabdad mclastficable: por una parte, como Viracocha, es el una desigual distribución de los papeles y funciones ~ue a la re-
signo de una tendencia monoteísta original; por otra, pese a su con- lación que cada dios sostiene con u~ pueblo ? ~na audad. Los
ducta piadosa, es el origen de las idolatrias que Durán, a ejemplo conflictos políticos antes de la conquas~. d~ MeX1CO por los espa-
de Las Casas y los cronistas que lo precedieron, defane como una ñoles parecen haber consistido en tentauvas de los sob~r~~s
serie de instituciones religiosas: "de donde los mexicanos tenien- como Moctezuma por apropiarse del dios ("y no de su rebquaa )
do noticias dél, se incitaron a componer cerimonias y cultos, a de la ciudad enemiga. Este tipo de rivalidad, que se expre~ por
adorar ydolos, edificar altares y templos y a ofrecer sacrificios". 11 medio de los dioses, no encaja b!en en un~ fo~a de e~pos1aón
~ s~a, si seguimos el razonamiento de Durán y de Molina, To- estática que se inspira una v~ mas ~n las m1tologtas clástcas. Pero
pilmn y Viracocha, pese a su comportamiento digno de veneración, no es la única diferencia. Contranamente al enfoque global de
fundaron el error al modelar imágenes que los hombres toma- Las Casas, Durán trata generalmente de e~pe~car el con_texto
ron como ídolos. Uno y otro se describen como escultores, uno y en e1 que se dan el dios y las fiestas, bnndandonos .as1 una
otro modelaron figuras antropomorfas, ("haciéndolos de barro geografía de los ritos y cultos que rebasa ~1 mar~o genénco ~e la
c:ada nación), vestidas y con tocados, mas, pese a sus rasgos fami- etnia y no vacila en mencionar un santuano parbcular o una tma-
liares, esas f~~as son falsamente humanas (y por consiguiente, gen singularmente evocadora. .
falsamente dtvmas): en efecto, los vestigios líticos de Tula y de Tia- A cada dios le corresponde un ídolo fabricado con mate~es
huanaco, pese a su majestad, no representan verdaderamente a diversos (piedras preciosas o madera), ídolo que no ~s la un.tca
hombres reconocibles para una sensibilidad occidental del siglo representación divina, como veremos. Cada ceremoma .termma
XVI, porque obedecen a otros cánones estéticos. T opiltzin y Vtra- con sacrificios humanos. La víctima principal -un caubvo o es--
cocha, objetos a la vez de idola tria y de latría, tuvieron una extraor- clavo-- se viste entonces a la manera del dios al .que es~_consa­
dinaria descendencia que evocaremos más tarde. Señalemos, por grado. Durante las semanas qu~ preced~ a la ~olac1on, ese
l_o pronto, que para el esquema idolátrico son escollos que se- hombre 0 esa mujer se convertían, nos d1ce Du~, en ~(el
nalan una de las fallas que debían, si no anular una parte del mo- plural de teotl), dioses vivos venerados como tales, para que ~tem­
delo, al menos provocar profundos reacomodos. pre la semejanza del ídolo no faltase, que era una cerer:non~a de
renovar el ídolo vivo como renovar el sacramento de las tglesw. · ·
Al cual indio vestían ... todas las ropas del ídolo ... poníanle .el
mesmo nombre del ídolo ... y andaba todo el año tan reve~~nc•a­
do y honrado como el mismo ídolo". ~ Au~que Durán utihce el
DIOS E !DOLO, "n:OTL" Y "HUACA" 1

término "semejanza" para designar al dtos VIVO, el contexto re~ela


Nombrar es, en principio, una operación mediante la cual se se-
claramente que no se trataba de una representación en el sentado
~ del magma de los ~echos las categorías singulares. Los me- teatral que le damos a ese té~i~o, sin_? de una verdadera presen-
xtcanos ~lamab~ a. sus dto~es teot~. nos dice Durán, en el capítulo cia divina encarnada por la Vlcttma. Esta, además, ocupa en los
que dedtca a Hwtzdopchtli. Los dtoses -y las ceremonias ligadas
relatos de Durán un lugar completamente ~rivi_legiado al grado
a ellos::- forman e.n ~fecto el esqueleto de su crónica. Tras la pre-
de relegar al ídolo prácticamente a segundo termmo: Parece como
senta~IOn de Topdtzm, que no es propiamente un dios, Durán
si para el autor el teotl vivo, y no su emblema, consbtuyera,el f~n­
descnbe el panteón mexicano o al menos las divinidades más
i~portantes, figurando. en primera fila HuitzilopchtJi, dios me-
damento y el motor de la ceremonia: Es evi~ente que el te~~o
nahua teotl no traduce de manera sausfactona el concepto cnsba-
XJca de la guerra, a quten compara, en la mejor tradición con
Ma~te. Cad~ ca_Pítulo s~gu~, un plan preciso y aparente~ente no de divinidad, puesto que engloba entidades, <;>bjetos Y, se~es
clás1co y rutmano: descnpcton del ídolo, emplazamiento, impor- humanos por igual. Otro ejemplo de esa extenstón semantlca

11 lbi4., 1, p. 9. 15 I/Ji4., V, p. 59.


92 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO

reside en la difundida costumbre de modelar ídolos en pasta de que suscita su modelo, que en este caso se confunde desde luego
twal/i., hecha con los granos de "bledos", maíz amasado y pilonci- con el diablo. A menos, claro está, que la imagen sea sólo la ilusión
11?, y c:,onsumi~los .ritu~lmente como "la carne y Jos huesos de sus nacida una vez más de una fantasía sin límites. Lo cierto es que
d1oses ·.<;>tras md1cacJOnes que da el cronista revelan el lazo en- Durán y Molina tocaban un dominio clave de las culturas indíge-
?"e la VJSJ6n y ~a representación material del dios, es decir, su nas, a la vez el de la representación y el deJa comunicación en el
1dolo. Las alucmaci?nes provocadas por sustancias vegetales se sentido más amplio, mientras que la red lascasiana sólo le conce-
co~paran a la ~mbnaguez de la bebida y a las fantasmagorías del día, basándose en la experiencia antigua, un papel bastante despre-
su~no. Al térmmo de esas experiencias se reproducía la imagen ciable. Porque hay una gran distancia entre la adivinación délfica
~nada del dios: "hacíalo pintar como lo soñó y hacíalo adorar y que despacha Las Casas en unas cuantas páginas y el uso difundi-
mven~banle ceremonias y ritos". 14 do en toda América de las yerbas que 'Vuelven loco•.
La unporta_n cia de la visión en la figu::tción indígena fue corro- Como el concepto mexicano de teotl, el de huaca en los Andes no
borada prá~?cam~nte en to_d o el continente por los españoles, corresponde verdaderamente a la categoría occidental de divini-
como ~b~en la 1m~rtancJa de Jos sueños como instrumentos dad. Es un buen ejemplo de las dificultades que presenta la bella
de co~oc1m1ento. Moh na no podía dejar de establecer esa relación red lascasiana y que la mente avisada de nuestros cronistas no
en~e.'d..olo y expe~encia visionaria. Así fue como el Inca Yupan- podía ignorar. Molina hace del término indígena huaca el equiva-
q~u "vio en .un espejo al Sol y "mandó hacer en siendo señor y te- lente de "dioses" y precisa el sentido específico que toma en los
men do pos1ble una estatua figura del sol ni más ni menos de la Andes. Huaca es el nombre que se da al antepasado del linaje o
que e? el espejo avía visto". 15 Esaforma particular de conocimiento de la especie cuya historia se reconstruye en las fábulas; al sitio
a ~ves de la experiencia onírica o alucinatoria, fenómeno mucho que marca ese nacimiento telúrico; al ídolo eventual que se erige
mas fr:ecuente en A~érica que en Europa, establece un lazo en- allí; en suma, a cualquier cosa singular: "todas las veces que algu-
tre la 1magen Yel objeto representado muy diferente del que une na cosa se esemerase entre los de su género eri ser más hermosa,
a los retratos y las esculturas cristianas con sus modelos. En ellos, luego la adoraban y la hacían huaca y adoratorio". 17 La multitud
el espectador reconoce rasgos humanos, estereotipos que se de las huacas hace imposible su inclusión en un panteón en el que
adaptan a ~das las miradas y todas las expectativas. Porque el arte sólo figuran los dioses generales por oposición al carácter local de
occ1dental hende a la reproducción realista del mundo y de los las huacas: Viracocha, el Creador, al que se subordinan el Sol, el
seres, tal ~omo lo~ percibe la razón. En cambio, la visión indígena trueno, la Luna y las estrellas. Igualmente en México, aliado de los
que descnbe Duran, sea o no provocada por psicotrópicos es siem- "grandes dioses" aparece una multitud de pequeños ídolos, "id~
pre aterradora ("espantable"), pues pertenece al dominio, de lo in- lillos" sin nombre; además existían otros a los que Durán vacila
nom?~ble .Y de la sinrazón; supone además una metamorfosis en llamar "dioses", pues le parecen fútiles y hasta ridículos. Por
del ~1onano que lo hace semejante al diablo mismo: "'os cuales ejemplo, algunos objetos tan triviales como los dados podían ser
e~b~ados con ella era imposible dejar de volverse brujos 0 demo- objeto de ritos y de creencias, o bien servir de diversión como en
mos y ver y hablar al demonio". 16 el caso del pájaro Xocotlhuet.zi, que los tepanecas de Coyoacán
La comparación con los hechiceros europeos surge de manera colocaban en la punta de un poste resbaloso (un poco a la manera
natural,_r las sustanci~~ alucinógenas de los indios se equiparan a de nuestros palos ensebados) y al que Durán califica con despre-
Jos ungue_ntos que ubhzaban aquéllos durante sus desplazamien- cio de "dios" vil, "dios tan bajo". Estas diferencias que observaron
tos a traves de los aires, cuando acuden a sus asambleas diabóli- los cronistas entre entidades venerables y otras consideradas tri-
~- Esa ~omunicación.personal con el "dios", para emplear la ter- viales desde su punto de vista habrían podido inspirar reflexiones
mmolog¡a de los cron1stas, no puede sino provocar desconfianza críticas sobre la pertinencia de la reducción de las realidades in-
como sucede con cualquier otra forma de necromancia y de con: dígenas a categorías religiosas occidentales. Pero semejante acti-
sulta oracular. El hon·or que despierta la visión corresponde al tud era sin duda impensable en esa época en que la conquista
espiritual era una de las razones que se aducían para la coloni-
!bid., XJII, p. 1~2.
14
15 zación. Es verdad que Las Casas también hace referencia a los
Molina (1916), pp. 17-18.
16
Durán (1967), V, p. 52. 17
Molina (1916), p. 96.
LA$ FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 95

dioses secundarios y múltiples, a menudo absurdos y grotescos, a los salvajes según los españoles y los indios mismos) lo que parece
los que veneraban los romanos. Pero sus homólogos americanos constituir el origen de su fuerza.
-"!ahí es donde se complican las cosas-- son prácticamente in- Nombrar a los "dioses" indígenas resulta, así, dificil para estos
finitos en número y de ningún modo secundarios. Por ello sor- hombres obsesionados por la exactitud. Y para colmo lo nombres
prende que varios autores contemporáneos establezcan aún una propios que se les atribuyen son cambiantes, se desdoblan y resi~
clasificación de los "dioses" según su carácter "mayor" o "menor" ten a cualquier tentativa de síntesis. ¿Hay uno o varios Viracocha?
sin poner en duda la pertinencia de esa distinción. 11 ¿Por qué Topiltzin, también llamado Papa y Hueymac, da su nom·
De cualquier modo, la abundancia de ídolos recuerda por ana- brea los sacrificadores? ¿Tezcatlipoca y Quetzalcóatl son dioses o
logía la de los santos patronos, similitud que favorece, y Durán hechiceros, capaces d e todas las metamorfosis? Ante tantas con-
estí consciente de ello, las transposiciones sincréticas... A ello se tradicciones, nuestros cronistas se atuvieron a la imaginación de los
añade que en ambos casos y al contrario de los dioses grecorro- indios, y al hacer un uso regular de los términos vemaculares se
manos, teotl y huaca extraen su poder de dos atributos esenciales: resolvieron, obligados por la imposibilidad de reducir los hechos
la vestimenta y los adornos -que confieren a los morlales elegi- a teorías globales, a adoptar sin saberlo una perspectiva nomina-
dos su carácter divino o que cubren a las momias o las piedr.u-- lista dictada por la fuerza de la experiencia.
·-y el alimento que exigen de los humanos y que se les da en forma
de sacrificios. Más adelante regresaremos al tema del sacrificio.
Limitémonos a señalar por lo pronto que los atributos del "dios" FIESTAS
-en el sentido amplio que acabamos de deslindar- se cristali-
zan en el acto de vestirse, en el vestido y la ornamentación conside- Mientras que Cristóbal de Molina sitúa las diferentes fiestas en
rados más bien como rasgos constitutivos que como metáforas relación con el calendario agrícola, que para él empieza en el
antropomórficas dé la divinidad. El análisis de Durán difiere del mes de mayo, Durán centra la descripción de las ceremonias me-
de T orquemada que, como hemos visto, se limita a hacer del atuen- xicanas en tomo al dios (o la diosa) al que están dedicadas, sin
do y los adornos los signos de un lenguaje que hay que descifra.r. olvidar fecharlas cuidadosamente según la "ley antigua" (el calen-
En el caso de Perú, donde la importancia de la tela fue considera· dario ritual prehispánico) y nueva. Las fiestas, así pues, están ins-
ble, los mitos de la creación del hombre por Viracocha indican critas en el tiempo, salvo algunas excepciones justifiQldas por acon-
que el Creador "pintó" en cada prototipo su atuendo, prolonga- tecimientos imprevisibles. Sin embargo, la fecha, por exacta que
ción en cierto modo "natural" del ser, imagen que se opone a la sea, sólo corresponde al momento culminante de la fiesta, que se
desnudez de Adán y Eva. Y lo mismo sucede cuando los antepasa- extiende en muchos casos a varias semanas en un rasgo que ejem-
dos son aves, como en el caso del mito original de los indios caña- plifica la gran "religiosidad" de los indios. Las actividades que
ris: "venían vestidas {las guacamayas) como cañares y cabellos en las marcan las diferentes etapas de la fiesta siguen un orden preciso
cabezas, atada la frente como ahora andan ". 19 También podemos instaurado por un monarca o dios, y que sólo la voluntad del so-
citar la curiosa descripción que hace Molina de Tiahuanaco: "Allí berano puede modificar. El término de rito se aplica así a ese
hay unos edificios soberbios... en los cuales estaban pintados mu- ordenamiento de gestos y tareas que no deben ceder en ningún
chos trajes de estos indios",20 donde el rasgo esencial era a todas momento a la espontaneidad. La fiesta que engloba el rito tiene
luces el vestido. Estamos pues en presencia de entidades que se de- siempre una dimensión lúdicra. Como las de Las Casas, y más tarde
finen no desdé un punto de vista moral ni siquiera fisico, sino las de Torquemada, las descripciones de Durán y de Molina se
desde un punto de vista emblemático, ya que es justamente su for- detienen en los cortejos y los colores, en los sonidos y en todo lo
ma de vestir (aquello que distingue a los pueblos "civilizados" de que hoy llamaríamos escenificación. No solamente son más sensi-
bles a ella --es realmente como si al objetivo de la cámara lo
11 sustituyera la pluma del cronista-, sino que su mirada se em·
Como sucede con dos importantes autores: Duviols (1986) y Maña Rostwt>-
rowski de Díez Canseco, &tru«ums andinas tÚl poder. ld«JWgía religiosa y politit:~~, peña siempre en descubrir una dimensión "profana", los "rego-
Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 198!. cijos", curiosamente ausentes en muchos trabajos modernos de
111
Molina (1916), p.l2. antropología para los que sin duda la alegría no es un comporta-
20 /bid., p. 7.
miento digno de mencionarse.
1 96 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO l...ASCASIANO 97
1
En general, las d escripciones de las fiestas se detienen en la lonos españoles no formaro n n unca un campesinado, sino que
participación y en el papel de los señores y las clases sacerdotales; ocuparon cargos de n otables o fueron a amontonarse en las ciu-
si bien, se sabe, por ciertas alusiones, que las ceremonias de los dades. En cambio, lo popular en la América hispánica, arraigado
"labradores" se celebraban en el campo siguiendo al parecer un en el mundo rural, reflejó necesariamente las creencias y expectati-
orden diferente. De hecho, las crónicas de Durán y Malina adop- vas de los que se dedicaban al trabajo del campo: los indios, luego
tan el punto de vista de las éliUs indígenas: Durán justifica abierta- los esclavos negros y, más pronto de lo que se cree, los mestizos.
mente esa elección: "Trato de la gente ilustre y granada, porque la Cuando se hace una comparación entre costumbres indígenas
baja soez también confieso que había gente serrana y sucia y bes-- e ibéricas, como por ejemplo entre curanderos mexicános y "salu-
tial como la hay en España, tan bruta y más que estos indios,~ veo dadores", se plantea en términos negativos de superstición . Ese
que por muy bestial que fuese guardaban su religión y leyes." 1 Esa tono es revelador del desprecio que el clero católico sintió por las
piedad ibérica se explica, según Durán, por el saludable temor a los costumbres de los nísticos a los que se esforzaba, sin mucho éxito,
castigos divinos, sentimiento que distingue a los labradores pe- por controlar. Esa actitud de rechazo puede sorprender en una
ninsulares de los indios. sociedad que a partir de la segunda mitad del siglo XVI produce
A pesar de esas comparaciones, debidas sobre todo a Durán, las obras de arte literarias en las que no solamente los medios popu-
analogías entre esas fiestas y las que se celebraban en España son lares están presentes (como muestran los relatos picarescos), sino
escasas pese a que muchos elementos se prestaban a un paralelo. ta mbién los "labradores" honrados y dign os que Lope de Vega y
Ya h emos señalado el palo ensebado que se erigía en la fiesta de muchos otros supieron inmortalizar. Esos desniveles entre la lite-
Xocotlhuetzi, juego en el que participaba la nobleza indígena y no ratura y esa primera antropología en tomo al concepto d e pueblo
los campesinos como en España: "no gente baladi y ba.xa sino todos merecerían un estudio más amplio. De cualquier modo, hay que
hijos de señores y principales, diestros animosos y ligeros . ..u El ár- señalar que a los camp esinos ibéricos no se los invoca más que
bol cortado para la fiesta en que se celebra a Tiáloc a fines de abril y para comprender a los indios a través d e estereotipos degradan-
que se levanta en un emplazamiento elegido ("hallado el árbol... tes; además, los medios indígenas a los que aluden los textos de
lo sacaban del m onte y lo traían con grande regocijo"), habria Durán y Molina con el término de "labradores" perdieron más
podido inspirar una comparación con el árbol de mayo, tradición tarde esa condición con la desaparición y la aculturación de sus
muy antigua que se perpetuó prácticamente hasta nuestros días. élites para recibir el vocablo genérico y racial de indios. Y eso hasta
Cuando el autor se refiere a similitudes entre las costumbres indí- el siglo xx, cuando el témlino de "campesino" vino a sustituir al de
genas y las de los campesinos españoles, su comentario es sucinto: indio ante la presión de los movimientos revolucionarios. La historia
cuando mu~o. señala que la ceremonia llamada T oxcatl, para de la idolatría sigue, como veremos, esas fluctuacion es sociales.
implorar la lluvia, equivalía a unas rogaciones que se celebraban Pero volvam os a los sacrificios humanos de esclavos o d e cauti-
hacia el mes d e mayo. De igual modo, la fie~ta de Huitzilopochtli, vos divinizados, de camélidos o niños, que son los momentos cul-
que caía en abril, se vuelve una especie de pascua de Ramos, "pasqua minantes de cualquier ceremonia, tanto en México como en los
florida", signo por cierto d e falsificación diabólica. Aunque Durán Andes. También en ese dominio los hech os escapan a la rigidez
no haya vivido nunca en España, habria podido buscar analogías de las categorías y las subdivisiones. Según la definición de Santo
sugerentes en la m emoria colectiva de los españoles. Pero esa Tomás, "el sacrificio implica la idea de un bien sensible que se
memoria, si nos remitimos a otros cronistas de la época, parece ofrece y destruye en h onor de un ser superior a fin de dar prueba
disiparse curiosamente al contacto con las poblaciones indígenas. de su soberanía~· secundariamente, para obtener protección,
Las razones de ello son complejas: limitémonos a recordar aquí perdón y gracia". 3 Pero los "sac1ificios" indígenas presentan algu-
que las festividades mrales de la península Ibérica no pudieron nas especificidades. Ateniéndose a los textos de la época, el obje-
trasplantarse al Nuevo Mundo porque carecían de marcos colec- tivo d e los sacrificios mexicanos es menos e l de evid enciar la
tivos, porque ya habían perdido todo lazo con la tierra. Poco nu- superioridad del "dios" que el de nut.rirlo y en consecuencia man-
merosos al principio, originarios de provincias diferentes, los co- tenerlo vivo ("la primera razón era d ecir que querían aquella
25
11
Our~n (1967) , XXXI, p. 187. Según la definición que dio André Lala nde en su Vocabu/oir' l«hniqtu '' cri-
22 liruede lo pllifosoplne, París, Félix Alean, 19!18.
/bid., XII, p. 122.
98 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASlANO LAS FALLAS DEL MODELO LASGASIANO 99

gente para comida sabrosa y caliente de los dioses"). Además, los la ciudad de Cuzco para celebrar la fiesta de la citua. Entonces, y
alimentos humanos, animales y vegetales que los hombres ofrecen siguiendo numerosos rituales, se arrojaban del_territori~ de las
a los "dioses" no se deben ni a la abnegación ni a la sumisión prcr ciudades "las enfermedades, los desastres, los mfortumos y los
píamente dicha, sino al regateo, en la medida en que esos actos peligros". Cristóbal de Molina, a quien se debe una excepci~nal
comprometen a los dioses a darles a su vez prosperidad y fecundi- narración de esa fiesta, introdujo un nuevo objeto de reflexión:
dad, salud y victorias militares. Esa complementaridad la expresa el mal y su significado social, inaugurando así, sin sa_berlo, una
muy bien el término "rogar" que utiliza Molina y que en nuestros exploración de los comportamientos humanos que eVIta caer en
días se emplea aún en los Andes para trabar relaciones sociales la trampa de lo religioso. Sin embargo, habría que esperar a la
basadas en la reciprocidad. Durán percibió asimismo la resonan- segunda mitad del siglo xx para que se creara una verdadera
cia de ese fenómeno, el cual no puede reducirse a la inmolación. antropología del infor.t unio. . . ,
Porque los excesos en la comida y la bebida presentes en todas La citua era una ceremonia compleja que duraba vanos d1as;
las fiestas constituyen la esencia, el "fundamento" de la idolatría tenía una función pmificadora en la medida en que el infortunio
india: "todas sus idolatrías [se] fundaron en comer y beber peor en todas sus formas se asociaba, según Molina, a la idea de falta.
que los epicúreos",24 y que contrasta con los ayunos a que se som~ Es evidente que ese concepto autóctono del pecado no podía
tían los sacerdotes y la gente cercana a ellos, antes de la ejecución pasar inadvertido para unos hombres cuya vocación era salvar
de esos ritos. Estas ceremonias, desde luego, seguían un orden es- almas liberándolas de toda m ancha. Que las enfermedades
tablecido. Así, por ejemplo, los incas se embriagaban con las ma-- pudieran conceptuarse como la expresión del castigo divino no
maconas, mujeres destinadas a l culto del Sol, pero sus esposas tenía así por qué chocar a los hombres del siglo XVI, aun cuando
estaban excluidas. El vocablo español "convite" traduce esa rituali- esas interpretaciones ya en esa época empezaran a ~~ecer reduc-
zación. Y. al hacer de esos "convites" la principal característica de cionistas. Pero el concepto mismo de ofensa a lo dlVmo tomaba
las idolatrías, Durán amplía el alcance de ese concepto a manifes- en Perú un sentido particular, pues implicaba que se había olvi-
taciones que no pertenecen a lo que la Iglesia clasifica como reli- dado alimentar a las httacas y a las momias ancestrales, el incum-
gioso. Se aparta así de la red lascasiana que red u cía los excesos plimiento de las reglas sociales de reciprocidad y de sumisión a la
de los banquetes del mundo antiguo a epifenómenos moralmente autoridad suprema y, en suma, la ruptura de lazos de dependen-
escandalosos. Así es como Durán nos describe una costumbre "dia- cia y solidaridad que pertenecían tanto a lo "sagrado" como a lo
bólica" conservada por los comerciantes de Cholula, los cuales social.
gastaban en un banquete el producto de 20 años de esfuerzos "para Cuando el inca había cometido una falta contra sus huacas y se
celebrar sus nombres y poner sus personas en dignidad".25 ~con­ hallaba así expuesto a la desgracia, se realizaba una "confesión"
dena de una ceremonia que recuerda en muchos sentido~ al pot. general, j unto con el sacrificio de una o va~as jóvenes (el ritua~ d~
lach de la costa noroeste de América del Norte, es una clara mues- la capacocha, r.apac hurhrt). La falta (y su castigo~ no e~ asunto ~m­
tra de que, tras la reprobación religiosa provocada por el concepto camente del individuo sino que tenía una dlmens10n colecbva.
de idolatría, aflora el rechazo radical de una forma de vida incom- Además, al inicio de la ceremonia d tt la citua, se expulsaba del t~
patible no sólo con la moral cristiana sino principalmente con el afán rritorio de la ciudad a los jorobados y en general a todas las per-
de eficacia y rentabilidad propio de los tiempos modernos, que sonas deformes cuya mala conducta, origen de su desgracia, podía
~abían hecho. suyos el clero y la administración española, empe· extenderse a toda la sociedad. Esa con cepción colectiva del mal ex-
nados en la pnmera gran empresa de colonización y control de las plicaba que éste fuera "echado" de la ciudad hacia un lugar ind~
poblaciones. terminado a merced de la corriente de los ríos que servían para
esa purific~ción expiatoria. En México pudieron traducirse más
DESGRACIAS
fácilmente al lenguaje cristiano los rituales comparables, en la m~
Cuando empezaban a caer las primera lluvias en agosto, los incas dida en que la existencia de dioses -al contrario de las hu~cas,
reunían todas las huacas del Imperio, desde Quito hasta Chile, en entidades que se resistían a la analogía- facilitaba el acercamten-
24
to en tre enfermedad y cast.igo divino. De este modo la sífilis y la
Durán (1967), VU, p. 78. lepra se debían a la venganza de los dioses, "los cuales males decían
15
/bid., VI,pp. 68-69.
100 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALlAS DEL MODELO LASCASIANO 101

que sucedían por los pecados y que estos dioses los enviaban en más profanas y viles (la labranza, los baños; .. ), las ~ctivid~des más
venganza de ellos".26 triviales (los cantos y lo que ahora llamanamos dJstraccJOnes). Y
Para los españoles resultaba tentador reducir ese "pecado" a la aunque está en todas partes, si su esfera no puede circunscribirse a
fornicación, tema que obsesionó a los evangelizadores durante dos Jo institucional y al etic1uetado Jascasiano o acostiano, ¿cómo des-
1
siglos. Durante las "confesiones" que se practicaban en Pení antes hacerse de ella? Para ello habría sido necesario -y Durán tiembla
de la conquista frente a especialistas y con objeto de descubrir esas al escribir esas palabras, pavorosamente modernas-- exterminar
faltas que afectaban al conjunto de la comunidad, el pecado de la para la gloria de Dios a todos los ancianos al término de la con-
1- carne formaba parte de las posibiHdades que se le presentaban al quista ... Porque el ser humano está preso en una cadena de. P:Uen-
culpable. Molina no deja de señalarlo, para agregar, empero, que tescos y tradiciones c¡ue forman redes de palabrasygestos c~tldJanos
n.o es el acto en sí lo que se discutía sino el hecho de que las rela- que se repiten de generación en generación y que contnbuyen a
CIOnes sexuales estuvieran en teoría legitimadas por el Inca: "acusa- mantener viva la llama de una idolatría presente hasta en la
banse de la fornicación en cuanto era quebrantar el mandamiento menor palabra y el menor sonido. Además, la idolatría n o es ~x­
del inca... y no porque tubiesen que la fornicaciónd de sí fuese clusivamente negativa: sirve para clasificar a la gente, para deslm-
pecado".t? La "confesión" incaica resulta así un medio eficaz de con- darse de un vecino menos civilizado como Jos huastecos, los cuales
trol social, practicado por mago~; ("hechiceros") para que el Inca no honraban a Ouetzalcóatl como los habitantes de México-
pudiera mantenerse al corriente de las minucias del Imperio. Una Tenochtitlan "<¡u~ eran la gente que éstos tenían por gentiles
vez más, los hechos evidencian un tinte político en donde sólo idólatras que no guardaban la ley como los cananeos. entre los
parecía existir lo "religioso". Las artes diabólicas les permiten a esos judíos".29 La idolatría constituye también un efic.az med1o de con-
hechiceros saber la verdad, por medio de diversas formas de adivi- trol social. No sin cierta nostalgia, Durán explica lo que Foucault
nación; porque, a diferencia de la confesión cristiana, la de los pe- llamaría el "cuadriculado" de la población mexicana, del cual
ruanos no era espontánea sino provocada por el temor y por la nadie, ni aun los recién nacidos, podía escapar ("ni aun los niños
acusación que el adivino lanzaba ~;obre la víctima. La importancia recien nacidos no se les escapaban ver con que orden acuden a
de la "confesión" pública en el mundo andino anterior a la conquis- las obras públicas"). Asimismo, la embriaguez anti~ua, reglamenta-
ta explica sin duda el éxito de las grandes confesiones que practi- da por rituales y n o11uas estrictas, era algo ca~abzado, al. contra-
caron los jesuitas a nivel comunitario durante las campañas de rio de )as "borracheras", verdadero azote de la e poca colomal: "vul-
extirpación de las idolatrías. garización de un vicio" que se exriencle a t~das las cla~es .s~ciales y
convierte a los hombres en bestias desproVIstas de racJocm1o. Una
vez más, aparecen las ya mencionadas ideas sobr~ los lazos .~ue
IDOLATRfA YSECUl.ARIZAC!ÓN unen a la idolatría con el gobierno y el orden soc1al. El debJhta-
miento de las idolatrías facilita la mezcla no solamente de lo verda-
La desgracia y la enfermedad son los componentes inevitables de dero y lo falso, sino de los sen~s e~~re sí. A tal ~u-~to q~e las jerar-
toda creencia religiosa, aun cuando las concepciones que las quías prehispánicas son la expres101.l ~ la con~JCl~n. nus,ma de los
sustentan difieran según los contextos culturales. Por otra parte, ritos y creencias. Basta tocar el domm1o de lo rehg1?so para ~ue
como los banquetes y libaciones constituyen la esencia de la ido- secciones enteras de la real idad local se vengan abaJO como s1 las
latría indígena, se comprende por qué son tan numerosas las categorías de la red estuvieran lejos de poseer 1~ ~~pecifi~idad, la
situaciones que, bajo una apariencia inocente, como "en el sem- identidad y la autonomía que les atribuye la tradJCIOn o~CJ?en~!·
brar, en el coger, en el encerrar en las troxes hasta en el labrar de Enfrentado como muchos otros al problema de la elumnac1~n
la tierra y edificar las casas", 28 brindan igual número de ocasiones de las idolau·ías, Dunín n o propone una solución explícita. Sm
para "idolatrar" en opinión de los españoles. Esa ubicuidad de la embargo, ésta surge a través de sus sugerencias, sus la~~~~as Y co-
idolatría penetra disimuladamente en Jos mercados, las tareas mentarios. Una de las vías que permitirían la transJCJon de ~a
idolatría al catolicismo evitando al máximo el riesgo de la anom1a
26
!bid., XVI, p. 156. -y pedimos perdón por este anacronismo durkheimiano- seria
27
Molina (1916), p. 24.
28
Durán (1967). Prefacio, p. 6. 29 /bid., VI, p. 66.
102 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 10~

crear un nuevo tipo de hombre. Proyecto revolucionario como el social y la "falsa religión " de lo político, la tradición occidental y
que más y que encontraba en las profundas transformaciones que en particular la red lascasiana inauguraban esa vía. Sólo quedaba
sufría México una oportunidad excepcional de llevarse a cabo. por dar el paso que separa las consideraciones teóricas de la prácti-
Porque la colonización hispánica, al menos hasta la segunda ca cotidiana. Fue lo que hicieron muchos evangelizadores y, en
mi~~ del siglo XVII, no es simplemente una empresa de domi- particular, nuestros dos cronistas. Molina, por ejemplo, no conside-
naciOn: es la mayor revolución que haya vivido el contin ente ra las ceremonias ligadas al ciclo de vida como idolátricas, sino
americano y sin discusión una de las principales etapas d e la his- simplemente como la expresión de una solidaridad familiar. A
toria de la humanidad. E insistimos nuevamente en el interés diferencia de Durán, piensa que la imposición del nombre a un
~rodigioso de e~os ~ronistas y el escandaloso olvido en que los niño, el corte de los cabellos y los ritos de pubertad femenina "se
tienen nuestra h1stonografia y, de modo más general, nuestra cul- hacía sin aver particularmente idolatría ninguna".SJ Esta posición
tura. La pereza, el etnocentrismo y la leyenda negra enmascara- es también francamente contraria a la que adoptaron los extirpa-
ron esa herencia; el tiempo hizo lo demás. dores de idolatrías desde fines del siglo XVI. Para Molina, al
Para cambiar al homb~e, primero hay que conocer las raíces de menos, la ausencia explícita del acto de adoración basta para sal-
su mal (= la idolatría). Estas se encuentran en una imaginación var del oprobio a una tradición autóctona.
enferma y debilitada por "el miedo y cobardía natural." Ese carác- Volvamos ahora con Durán. "fodos los pueblos tienen fiestas",
ter temeroso - al que aun en nuestros días se atribuyen algunas afirma él, que no sree ni posible ni deseable eliminarlas de la
enfermedades como el "susto"., que afectan a los medios rurales vida de los indios. El mismo, lo confiesa, se vio como los demás
desde México hasta Argentina- se explica d e tres maneras: la con una rama de rosas en la mano el día de la fiesta cristiana que
miseria nueva de los indios (Durán juzga severamente Jos desór- coincidía con la de Tezcatlipoca. Además, estos adornos florales
denes de la época colonial); su complexión triste y melancólica; y son tolerables, "viendo que en ellos no se halla supersticion sino
por último el gobierno tiránico de los Antiguos quienes les incul- antigua costumbre"." El comentario es particularmente revela-
caron el temor a todo. Por ejemplo, si los antiguos mexicanos dor de ese afán de "despaganización" -en realidad, de desacrali-
tenían la obligación de vender su mercancía sólo en el interior de zación- que separa la "costumbre" de la "superstición", incluso
los mercados, costumbre que tendió a mantenerse en la época es- de la idolatría. Costumbre en este sentido equivale a hábito sin que
pañola, era porque las autoridades aprovechaban para recoger un haya un juicio negativo o positivo, siendo lo esencial de este com-
1mpuesto sobre ese producto: "también lo hacían antiguamente portanúento el hecho de que puede ser manipulado. Esta rutina
de poner estos temores y niñerías por cierta pensión que daban de aparece igualmente en los mercados donde se celebraban anti-
todo lo que se vendía como alcabala".'0 El indio es, pues, un ser guamente las transacciones en un marco idolátrico, mientras que
~nfermo, esc:Javo de los augurios y presagios, y casi inevitable víc- en su época ya no hay sino "costumbre y vicio"; lo mismo vale para
tima del Mahgno. De ahí la necesidad de combatir las formas más los alimentos inmundos que tanto gustaban a los mexicanos: topos,
peligrosas de la idolatría, aquellas que, influidos por Durán, esta- peJTos, zorrillos y ratones, que no se consumen ya por superstición
~os f:Cntados a cali~car de "opio del pueblo": los oráculos y la adi- sino por costumbre y por suciedad ("vicio y suciedad"). Ya sea que
vmacJ~n: _Empresa ncs~osa, ya e¡ u e el temor desaJTolla igualmente implique o no una deformación del comportamiento debida a la
1~ sum1S1on ~ la au~ondad. ~ decisión que tomaron los evange- costumbre, como parece indicar el término de vicio, la costumbre
l~dor~s es. s1?'ple: mtroduc1r en el campo infinito de las supersti- se distingue de la idolatría por el hecho de que sólo es un auto-
Ciones 1dolatncas algunos comportamientos organizados que sólo matismo y parece desprovista de cualquier fundamento conscien-
dependen de la costumbre. En suma, su labor consistió en crear te. ¿Cuántas veces el etnólogo americanista de hoy en día no ha
activida.des "neutralizadas", espacios "asépticos", a los que podría- recibido como respuesta que una práctica se realiza "sin motivo,
mos caJ~ficar de profanos, dentro de un universo que parecía total- por costumbre"? Es significativo además que Durán emplee el tér-
~ente_ mmerso en la "falsa religión", en una especie de sagrado mino de superstición por el de idolatría cuando se refiere al con-
d1abólico. Por más paradójico que pueda parecer, ésa fue la labor texto colonial. En la medida en que el marco institucional se ha
que desarrolló la Iglesia católica. Al distinguir lo "religioso" de Jo
31
Molina (1916), p. 88.
50 /bid., XX. p. 180. 31
Durán (1967), V, p. 55.
104 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 105

desplomado, las sobrevivencias desprovistas de esa coherencia plos, entre los campesinos espaiioles, de esa· utilización supersti-
fundamental que unía antiguamente todos los actos de la vida sólo ciosa de la "verdadera religión". Precursor ibérico de nuestros
pueden ser supersticiosas. Aquí también es el miedo al misterio, cronistas, Pedro Ciruelo había incluso dedicado una obra en 1538
ese miedo congénito de los indios, el que hace posibles esos últi- a esas cuestiones, para denunciar las mezclas y confusiones dia-
mos sobresaltos. bólicas. s.t ¿Cómo tolerar semt>jantes derivaciones entre los indios?
Sobre todo cuando la mezcla es inducida a pesar suyo por los pro-
PROLONGACIONES COLONIALES pios sacerdotes que comparan continuamente - aunque sea para
oponerlos--- a los ídolos con los santos. En cierto modo asistimos en
Las crónicas de Durán y de Molina hablan esencialmente de la "ley la América hispánica a un fenómeno inverso al que se produce
antigua", ~s decir, de u~ a idolatría que constituye la piedra angu- en España, pero cuyos efectos parecen coincidir. En la Península
lar de un s1stema de gobtemo y una civilización. Pero la destrucción Ibérica se realizan esfuerzos pennanentes para desarraigar los
del marco institucional prehispánico, el incendio de los templos y cultos locales en favor de cultos "despaganizados" y generales para
los códices, el derribamiento de las huacas, la supresión definitiva todo el país, sobre todo a partir del Concilio de Trento, pero el
de los sacrificios y la eliminación de quienes en opinión de los espa- peso de las tradiciones locales era tal que esa modernización de
ñoles constituían el clero indígena, transformaron radicalmen- la Iglesia debió transar con lo irreducible.~ En la América hispá-
te la cuestión de las idolatrías si bien no la hicieron desaparecer. nica la necesidad de mantener a los indios en su marco local por
Molina y Durán aportan testimonios directos y apasionantes de razones ante todo de orden fiscal (la recolección del tributo) fa-
e~ prolongaciones coloniales. De manera implícita, ambas cró- voreció el anclaje territorial de lo "religioso" y, de manera inelu-
~~cas. no_solamente señalan la inadecuación de las creencias y los dible, la tJ-aducción progresiva de los "dioses" y los sitios ancestra-
ntos mdtgenas a las categorías de lo "religioso", sino también ilus-- les en una multiplicidad de cultos a los santos.
~n la e~olu~ión de l.:'s culturas indias, de las "idolatrías" para uti- En Perú, las conmociones debidas a las guerras civiles facili-
hzar el termmo espanol, en un contexto muy distinto al de antes taron el repliegue de los incas en la región de Vilcabamba, situa-
de la conquista. Aquí sólo lo abordaremos, obviamente, de mane- da en el Piamonte andino y que goza de una posición estratégica
ra muy breve. privilegiada. Ese enclave "infiel" se mantuvo hasta 1568, fecha en
. E.l mayor peligro al <¡ue se enfrentó la evangelización de los la que el último Inca, Titu Cusi Yupanqui, capituló ante los espa-
md10s fue el de la analogía que los naturales manejan con la ñoles, entregando así toda la región al apostolado celoso de los
misma facilidad que los déligos españoles. Porque, contrariamen- agustinos. Alrededor de esos años marcados por la resistencia
te a los moros y judíos, que son referencias obligadas, a los mexi- nació un movimiento extraño en los Andes del centro, c1ue algunos
canos no les parece contradictolio mezclar sus propios ritos con compararon al baile de san Vito. Cristóbal de Molina, a quien se
los de los c.rist.ianos. Esas mezclas pueden ser deliberadas para debe un valioso testimonio del fenómeno del tfu¡ui onqoy, piensa
e~capar meJOr al control de las autoridades religiosas y se con- que esa errcmi.a (curioso neologismo por "yerro") está ligada a los
VIerten así en ardid y falsificación. Pero también pueden deberse acontecimientos de Vilcahamba y sobre todo a las actividades de
a la plasticidad de las culturas autóctonas o derivarse de la confu- los "hedliceros". Tenemos así, ya en los años setenta y en la pluma
sión que nace de la semejanza de los ritos: "muchos dellos frisan de Molina, una reformulación de lo "religioso" en términos cer-
tanto con ~os ~uest.ros que están encubiertos con ello".ss Esa apti- canos a lo político. Ese movimiento de inspiración milenarista
tud de los md10s para el "sincretismo" es también por otra parte la predic.aba el retorno del Inc.a y el restablecimiento del antiguo
de los españoles rústicos que mezclan las palabras divinas con las orden con su corolario: la desaparición definitiva de los españo-
supersticiones más condenables, como son, desde la época de los les y de Jos bienes e¡ u e habían traído (en especial los animales
romanos, los augurios y los sortilegios. Las "nóminas" (oraciones y domésticos). La idea <:entra! e1-a que las huacas, abandonadas por
conjuros escritos a los santos) que los hombres llevaban entre sus los indios que ya no les rendían sacrificios, estaban hambrientas y
ropas~ los "ensalmos" pronunciados para curar a los enfermos, los ..
exorctsmos populares y los conjuros a los saltamontes son ejem- ,. Pedro Ciruelo, Rcpror•aciún de Úl..< mperstiriones y liechiuríaJ, Salamanca, 15~8.
55
William A. Christian, Local Religíon in Sixteenth Cmtury Spain, Princeton,
'' /bid., Prefacio, p. 5. Princeton lJniversity Press, 1981 , p. 162.
LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO 107
106 LAS FALLAS DEL MODELO LASCASIANO

secas --el término tiene importancia- y en su infortunio castiga- poseídos de Judea o de los ~an_t,?s que su~umbía~ a las _tenta-
ban severamente a todos los que habían renegado de ellas. El mo- ciones? En realidad, la descnpc10n de Mohna sugtere ~~as re-
vimiento insistía en la separación radical entre Dios y los santos flexiones. Primeramente, como mencionamos a propostt~ del
de los españoles, y las huacas de los indios porque "en esta apos- papel de los "hechiceros", tal vez nos encontramos en preser_teta de
tación creyeron que Dios Nuestro Señor había hecho a los es- una nueva concepción indígena de las huacas. Porque, mtentras
pañoles y a Castilla y a todos los animales y mantenimientos de que los textos antiguos (Cieza de León , Sarmiento de ~~oa) Y
Castilla; empero que las huacas habían hecho a los indios y así el propio Molina privilegian la identidad entre un ~bJeto (tdolo,_
quitaban a Nuestro Señor su omnipotencia".S6 Esa creencia en el momia} y lo que representa (antepasado, lugar de ongen) ~ el taqu•
origen separado de los indios y los españoles era además congruen- onqoy transforma ese lazo propio de un sistema de pensamtento 1_10
te con la de los orígenes locales de las huacas y de su lazo con un occidental en una posesión: "Las huac_a; ya no en~n en las _pae-
territorio y un pueblo específicos. Salvo que, al oponer el conjunto dras", etc. Tenemos aquí una traduccton al lenguaJe d~mo1_1~aco
de los grupos indígenas a los españoles, el movimiento del taqui de una experiencia y de una creencia basad~ en la alucmacto~ Y
O'fU/OY rebasaba las diferencias regionales y étnicas y se convertía el sueño. En segundo lugar, el relato de Molma aclara lo~ deshza-
en la primera manifestación de los indios no como una etnia espe- mientos semánticos que se realizan en esta época y que ~heron de
cífica sino como un grupo social. En otras palabras, lo que podía las prácticas indígenas una visión parcial en los dos sentl~o~ de la
parecer "religioso" a primera vista, tenía que ver también con lo palabra o al menos bastante occ_identalizad~: Porqu~, s1 bten es
político y con la identidad étnica y pasaba por alto los estancos de cierto que más adelante se traduJO la expresaon taqu• onqoy co~o
las categorías lascasianas. "enferm edad de la danza" comparándola al baile de san V1to,
Es fácil percibir el alcance subversivo de ese movimiento. Lo Cristóbal de Molina n o nos da esa interpretación, y se concreta a
que nos detendrá por lo pronto es la aparición por primera vez evocar una danza y luego una posesión insisúendo en el reseca-
en Perú de una interpretación patológica de las creencias. En miento de esas hutsms: "ya las huacas andaban por el ayre secas
efecto, el término taqui designaba originalmente un canto acom- y muertas de hambre". 38 Ese resecamiento fatal, que parece ser h oy
pañado de una danza cuyas palabras se referían a las "fabulas" o a día en los Andes el síntoma de gran número de enfermedade~, e
los hechos que daban gloria al Inca. Para los primeros cronistas, los incluso la enfermedad misma, parece estar ligado al otro senudo
taqui eran el esqueleto de la memoria indígena que sólo podía de la palabra, el que designa a la constelación de _Jas Pléyades.
apoyarse en una tradición escrita; la posición de Molina no es muy Nos parece así que ese senúdo es el primero que esta I:'resente en
diferente. Pero la aposición de la palabra onqoy (uno de cuyos el fenómeno del taqui onqoy (al que algunas fuen~s ligerame~te
sentidos es "enfermedad" y el otro "constelación" de las Pléyades} , posteriores llaman también zaraon.coy, de ~ra, ma1~). Esta asOCia-
así como las características histéricas de ese taqui particular, con- ción simbólica entre los hombres, el ma1z, las Pleyades Y la se-
tribuyen a dar una imagen algo mórbida .de esa manifestación. quedad-resecamiento era demasiado col"_lpleja, no c~?e du?a, para
Malina habla sin ambigüedad de esa posesión, precisando que las poder enunciarse y analizarse. Por eso la mterpretacton ~1vo_ca de
huacas ya no entraban en las piedras sino que se incorporaban a oncoy = enfermedad, más fácil y hecha posible _por la pohs.~mta del
los indios que hablaban en nombre suyo: "se incorporaba ya en los término, fue la que prevaleció. Y con ella una mte:rretacton pato-
indios y los hacía ya hablar".s 7 Quienes eran habitados por las huo- lógica del movimiento, c¡ue además estaba en la hnea de_l _arse~al
cas sufrían temblores y convulsiones parecidas a las de los poseídos de interpretaciones que proponía Las Casas en su Apologéitea histo-
"endemoniados". Eran conducidos a las moradas elegidas para ese ria sumaria. ..
fin; su cuerpo era pintado ("embijado") y se convertían en sujetos En este contexto, el cuerpo humano se convirtió e~ ~1 s1tlo de
de adoración: "los indios le entraban a adorar con cameros, molle
y otras cosas".
expresión de la huaca. t:a
~nfermeda~, ~,?ncebida ongmalmen~
como una falta, se volvio s1gno de tra1C1on del pasado ancestral.
¿Debemos ver en estos comportamientos, como piensan algu- "Porque le hace entender el hechic~r<:>, que por estar muertos de
nos, la influencia de los relatos de los evangelizadores sobre los hambre le han echado aquella maldaeton por donde se ha enfer-
~Mollna (1916), p. 98.
~7 Ibéd., p. 99. ,. lbid. , p. 98.
108 LAS FALLAS DEL MODELO l..ASCAS!ANO

mado. ,.,g Así es como el acto de alimentar a las huacas, lo h emos


~sto, condición primera de todos los cultos indígenas, tomó paula-
unamente la forma de un compromiso individual y clandestino.
Ad~más, las funciones de adivino, d e curandero y de "hechicero",
V. lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA
anuguamente disociadas segtín el testimonio de Moüna, tendieron
a reunirse en un solo sttieto. Con la desaparición de las autorida- ¡Oh, Pachacamac, poderoso astro del día,
des políticas tradicionales, <¡ue se habían pasado al terreno del tú que hiciste el mundo,
enemigo -los poseídos se lanzaban incluso contra los caciques tú el dios que lo anima.
acusados de llevar nombres españoles y de adoptar costumbres
castellanas-, la persona del hechicero, que desde entonces se HERc~. El tempw del So~ 1949, p. 58.
d~si~ó de. man~ra gene~-al con el término español y que para los
cn suanos stmbobzaba al mstrumento mismo del diablo, se convir-
tió en e l modelo perfecto del idólatra, nacido de los escombros de EL ANÁLISIS lascasiano reposaba globalmente en una división,
la idolat:ía. ~en~ionemos solamente que al esforzarse por ser fiel latría/idolatría, foso infranqueable universalmente cavado en el
a la reahdad mdtgena que observa y por aprehender lo inaudito centro de Jo "religioso". Si bien Las Casas re~on?_ció algunos ~éri­
:-en el sentido literal del término--, Molina se ve obligado a hacer tos al paganismo e incluso no ocultó su adnurac10n frente a oertas
mterpretaciones más compl<"jas y refinadas <rue las que ofrecía o manifestaciones de la idolatría americana, las dos esferas, en su
sugería la r_ed Jascasian~. Al igual que Durán, se revela singular- mente, siguen siendo irreconciliables. Acosta en el Pe~t y Torq~e­
mente _se~stb~e al cambto o a la reformulación de las prácticas y mada en México no hacen sino ahondar en ello. Mohna y Duran,
cre~r:'cms m<hgenas, escapando así a una visión esquemática y mo- por su parte, aportan retoques, descubren fallas, muestran desvia-
noh~~ de las co~s .. Mas Jos artesanos de lo cotidiano no gozan del ciones, pero dejan intacta la teoría, aunque a veces se salgan, a pesar
prestJg10 de Jos teoncos y, como veremos, el Inca Garcilaso eclipsó suyo, del terreno de los cultos y rituales.
durante mucho tiempo a Molina. Sin embargo, ningún modelo intelectual pudo permanec~r
totalmente insensible a la pnteba de los h echos o al asalto de tests
y escuelas distintas. Cansado de la rigidez tomista, el Renacimien-
to se había mostrado favorable a las actitudes más conciliadoras,
permeable a los compromisos y las síntesis filosófico-reli~iosas
más audaces, y combinó a Aristóteles, Santo Tomás de Aqua_no y
Platón. Muchos coincidían en leer en el paganismo el anunCIO, la
premonición de los tiempos cristianos, c~~o si la fe revelada s~
inscribiera naturalmente en la prolongacton de la filosofia anta-
gua. Las Sibilas de la capilla Sixtina lo ilustran de manera espec-
tacular. Algunos buscaban en ou-as culturas, en Caldea, Persia y
Egipto ... -o, más exactamente, en la imagen que de ellos se for-
maban- las parcelas de verdad que sus respe~tivas sabidurías de-
bían entrañar infaliblemente. Lo que nos v1ene a la m ente es
desde luego el recuerdo de los n eoplatóni_c?s Y.d.el h ermetismo.,
Desde la segunda mitad del siglo XV, Mambo Ft~mo. (14~3-1499)
había animado el círculo de la Villa de Caregga e msptrado en
Florencia la renovación del platonismo bajo la protección ilustra-

1 Jean Delumeau, La Civilitalicm tú la Renaüsmu.e, París, Arthaud. 1967, PP·

so /bid., p. 102. 397-!199.


109
110 LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA 111

da de Cosme de Médicis y luego de Lorenzo el Magnífico. Para los humano"?7 Del mismo modo, en muchos puntos, ética cristiana y
neoplatónicos, "por el camino de la interiorización y de la concien- ética neoplatónica se rozaban e incluso se confundían.8 Es notable
cia el alma se eleva a Dios y escapa de la materia", 2 emprende su que, siglos más tarde, el platonismo sirva de nuevo como puente
ascenso hacia el "Sol divino". 3 El hombre se ve así dotado de un d~ entre posiciones que a primera vista parecen irreconciliables, la
minio extenso sobre la Naturaleza que hace de él un verdadero idolatría americana y la "verdadera religión". Es verdad que lo
demiurgo capaz de recuperar el poder perdido en el pecado origi- que hizo posible esa reinterpretación fue la proyección previa
nal. Lo que importa es el amor, puesto que "conocer" es "amar". sobre el mundo amerindio de una red idolátrica inspirada en lo
Una clave importante de la obra de Ficino es que esc.amotea la antiguo. La imposición del neoplatonismo sobre la realidad ame-
Revelación: como subraya J. Delumeau, "ni la doctrina del peca- ricana no podía desde luego realizarse sino tras una reducción
do original ni la venida del Redentor son necesarias en su previa al paganismo. La superposición -y no la sustitución- de
fllosofia a la que se añaden artificialmente".• Buen motivo para
estratos occidentales sobre los mundos exóticos ¿no es además
inquietar profundamente a Roma, pero sobre todo a los Refor-
una de las características de todo proceso de occidentalización,
madores, quienes jamás aceptaron que pudiera llegarse a Dios sin
cualquiera que sea el terreno?
las Escrituras y que las demás religiones pudieran contener el me-
nor elemento valioso. Aquí tal vez se capta mejor hasta qué punto,
frente a otras culturas, el catolicismo romano permitía mayor
plasticidad ideológica que el apostolado protestante. Esa desvia- GARCILASO
ción resultó decisiva y explica, al menos en parte, la especificidad
de la América latina frente a la América anglosajona. Recorde- Fue a través de León Hebreo como el neoplatonismo fecundó el
mos, igualmente, que el hermetismo se extendió hasta España, pensamiento de un mestizo peruano, Garcilaso de la Vega, llama-
donde inspiró, por ejemplo, al arquitecto de El Escorial Juan de do el Inca. El autor de los Dialoghi d'amore fue el hombre de los
5
Herrera. l..a pista, esta vez, parte dejohn Dee, astrólogo de la rei- desarrai~os, de los préstamos, de los mestizajes intelectuales más
na Isabel I, para llegar al ortodoxo Felipe II. El rey se interesaba audaces. En este sentido, la figura de León Hebreo no deja de
en las obras del inglés, a quien conocía personalmente por ha- prefigurar la del peruano Garcilaso. Nacido en Cuzco, hijo de una
berle encargado un horóscopo. 6 princesa peruana y de un conquistador, Garcilaso llegó a España
Mas las virtudes conciliadoras, por no decir "sincréticas" del en 1560, a la edad de 20 años. Allí redactó sus Comentarios reales
platonismo no se descubrieron en el Renacimiento. Esa corriente (1609), ya que jamás volvería a ver sus montañas de los Andes.
filosófica había servido ya, a fines de la época romana, para acer- Hombre de letras con todas las de la ley, Garcilaso fue también
car el naciente cristianismo con los paganismos mediterráneos. hombre de armas. En España, participa en la campaña contra la
Además, era la concepción compartida del dios supremo lo que rebelión de los moriscos de las Alpujarras, 10 a ejemplo, quizá, de
podía conciliar los puntos de vista: ¿acaso teóricos tan alejados su antepasado el Inca Pachacutec, quien sometió a su paso a las
~omo Celso y Orígenes no aceptaban la idea de que "Dios es "behetrías" de los Andes septentrionales. A la muerte de su madre,
mcorpóreo, sin pasión, inmutable e inaccesible al pensamiento a la que su padre había repudiado para contraer matrimonio cris-

2
lbtd., p. 398.
7
E. R. Dodds, Pagan at~d Cltri.ftian in an Age of AnxieiJ, Nueva York, The
5
lbid., p. 455. Norton Library, 1970, p. 118.
8
• [bid., p. 456. lbid., p. 119•
~Herrera habría. intentado producir una arquitectura guiada por la matJwis, es
9
Autor de los DialogM d 'a~, familiarizado con los textos hebraicos y con los
decir, las matemáticas místicas que cultivabaJohn Dee, en René Taylor, "Architec- pensadores árabes, lector de Aristóteles y Platón, León Hebreo confía· al amor el
ture ~d Magic: COnsideration on the Idea of the Escorial~. en Essays i11 tJu History papel de civilizar a los pueblos y le reconoce a Júpiter el mérito de haber extirpa-
ofArchitedure present«J lo RudclfWittlwwer, Londres, 1967, citado en Octavio Paz, Sor do del corazón humano el sacrificio humano y el canibalismo. Hacía suya la teoría
Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, México, Fondo de Culu1ra Económica, platónica que sitúa por encima del mundo sensible al mundo de las Ideas (donde
19~2, p . _226 (tr. francesa, Gallimar9).
se encuentran Dios y el conocimiento) y confiere a Eros la labor de unir el alma
humana con el absoluto.
. Cunosamente, Jo~n Dee pose1a en sus colecciones, y quizá incluso entre sus 10
mstrumentos de trabaJo, un espejo de obsidiana de origen mexicano. Sobre la vida de Garcilaso y los Comentarios reaús: José Durand, El Inca
Garcilaso, cláJiw ckA.mérica, México, 1976;J. G. Varner, Ellnca.The LiJe and Times of
112 lA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA 11!

tiano con una espariola, el Inca comienza a escribir. Treinta años mo y se deslinda radicalmente de los demás cultos autóctonos.
más tarde, a principios del siglo xvu. toma los hábitos poco antes Pacha~c -ese "ídolo nauseabundo" según Miguel de Estete,
de morir como español y católico, el mismo día, con unas h oras de ~omp~e~o de ~as de los Pizarr~ se vuelve el Creador cuya
diferencia, que Miguel d e Cervantes. 11 doctnna se extiende a todas las regtones del Imperio. Garcilaso
El Inca Garcilaso tradujo los Diawghi al castellan o, como si lo convierte en el "dios invisible" al que Jos incas no dedicaron ni
compartiera n o solamente el neoplatonismo de León Hebreo templo ni sacrificio sino que adoraron en su fuero interno, "no le
sino también probablemente esa visión del mundo que sólo se hicieron ni sacrificios ni templos más de adorarle in teriormen-
adquiere con el cntzamiento de las razas, de las culntras y de las te". 16 Desde luego, hay que si ruar esta idolatría arreglada en el
ideas. Mestizo, admirablemente diestro en la lengua castellana, marco idílico de una dominación incaica en donde todo está
sabe también imperturbablemente recordar en medio de un sometido al orden y a la razón. Una idolatría ideal en el seno de
capítulo que es indio e inca, "soy indio inca", indio y cristiano, una sociedad digna de la edad de oro... 17 Visión recreada a partir
"soy indio cristiano católico". 12 En sus Comentarios, la terminología de una experiencia personal, de las conversaciones con su f.unilia
de Garcilaso es sin embargo aquella a la que nos habían acostum- indígena, de las obras de sus predecesores: Agustín de Zárate,
brado Las Casas y los cronistas. Habla siempre de dioses, de sacri- Cieza de León, López de Gómara (123) ... , pero también imbuida
ficios, de templos, de sacerdotes, de grantles sacerdotes, de ritos y de un pensamiento humanista y neoplatónico que encuentra allí
ceremonias, de religión ... El concepto de "ley natural" sigue pre- un maravilloso terreno. Garcilaso logra así describir una sociedad
sente, puesto c¡ue también él inspira la legislación incaica. u Pero cuyo comportamiento religioso es tan admirable como el de los
Garcilaso utiliza más d ecididamente la distinción entre lo "sagra- antiguos persas y seres. No se trata ya del pasado lejano y semi-
do" -"lo sagrado de su vana religión"- y lo "profano" -"lo profa- legendario exhumado por Las Casas sino de un universo apenas
no de su gobierno temporal"-. 14 Esta vez, la cesura es más clara que desaparecido y a cuyos últimos testigos Garcilaso frecuentó.
en Las C..asas, como si lo "religioso" se volviera la contraparte obli- Seña imposible hacer e) inventario de todos los rasgos que ca-
g~~a de lo profano, com o si las categorías de lo temporal y Jo es-
racterizan esta nueva red idolátrica. Retengamos, sin embargo,
pmtual formaran una pareja tan inseparable como inevitable. algunos. Están lejos de agotar la materia y la originalidad de Gar-
Cesura, no hace falta decirlo, fonada e impuesta, ya que Garci- cilaso, pero restituyen un despliegue específico de lo "religioso". Si
nos detenemos, por ejemplo, en la conquista de Chayanta elnpren-
laso encuentra to das las tlificultades del mundo al disociar los dos
dida por el Inca Capac Yupanqui, asistimos a un escenario paracris-
dominios que aparecen casi siempre mezclados en su memoria y
tiano: el paso a la religión del Inca se concibe en todos sentidos como
bajo su pluma: "su religión ... su vida moral", "nueva religión y nue-
una conversión. Por un lado, un Inca que "estaba predicando reli-
vas costumbres", "las leyes de su idolatría como las del gobierno
gión y santidades", que vino a difundir una "nueva religión y nuevas
de la república ". 15
costumbres"; por otro, un grupo de vencidos persuadidos "de dese-
¿Qué sucede con la idolatría según Garcilaso? El autor propo- chas cualesquiera ídolos, ritos y cosrumbres que tuviesen". La opo-
n e u_na versión to talme nte singular de la idolatría de los incas, sición (o el dualismo) persiste, pero instalándose en el interior
una •dolatría tan bien "revisada y corregida" que roza el monoteís-
mismo de la idolatría para flucruar entre cultos bárbaros a ídolos
-"figuras de animales sucios y viles"- y una religión del Sol
Garcila.!o de la V~gn. .IJJ9-1~16, Austin •. llniversity of Texas Press, I968; Enrique cuyos beneficios se celebran. La misma lucha y victoria fmal del
Pup~Walker, HM/Q~n, crtna67~ y profeaa e11 las textos del !neo Garcilruo de la Vega, monoteísmo solar contra el politeísmo de las periferias durante
Madncl, 1 9~2; Dav1d A. Br~<hng, 7he In cas and the Renaissanr.e: The Royal
Commentanes of Inca Gawlaso de la Vega", en Jounud of Latin Atnmcon Sl:udw, la conquista del Collao: "todo lo cual quitaron los Reyes Incas, prin-
18, pp. 1-U cipalmc:nte los dioses, persuadiéndolos que solamente el sol me-
1
. Sobr~ e~ta época y esta etapa crucial de la historia intelectual de España, recía ser adorado por su hermosura y excelencia y que él criaba y
vease el aro culo de Carmen Bernand, "Don Quichotte et les In des O ccidentales", sustentaba todas aquellas cosas que ellos adoraban por dioses". 18
en L 'HomtiUI, de próxima aparición.
12
Garcilaso (1!182), 1, pp. 103, 105.
18
u ]bid., p. 227. /bid., u, p. 105.
14 17
lbid., p. 128. Durand (1976), p. 42.
13 18
/bid., pp. 2 17, 232, 233. GarcilaJO (1982) , I, pp. 217, 157-158.
1!
1 lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA 115

Esta conversión es un acto de amor. No solamente porque los incas Otro punto importante llama la atención de nuestro autor: la
quedan investidos con una misión civilizadora por el Sol: "El sol distinción entre las regiones y las épocas, las "edades", que repro-
les había enviado a la tierra para que sacasen a los hombres de la cha a sus predecesores haber descuidado con demasiada frecuen-
vida ferina que tenían y les enseñasen la política";19 sino también cia.24 Garcilaso se empeña en oponer dos sociedades paganas, dos
porque las condiciones de esa aculturación son siempre amables, gentilidades. La primera se caracteriza¡orla barbarie y las supeD-
se fundan en la comprensión y la protección, aun cuando los hechos ticiones, las "abusiones y crueldades", el culto a Jos animales, la
contradigan esta versión edulcorada de las campañas incaicas. bestialidad: en ella se practican el sacrificio humano y la antro-
Cuando las tropas incas llegan a tierra de los carangues, al norte pofagia. Garcilaso distingue además una edad o más bien un esta-
del Ecuador actual, envían mensajeros a estos indios caníbales do hiperbárbaro ("barbarísimo") entre unos pueblos que carecen
"que se comían la carne humana sin masticarla" ("tragándosela sin de dios, ignoran lo que significa adorar, viven desnudos, sin aldea
mascar") para proponerles el perdón del Inca a cambio de la su- ni casa y practican masivamente la sodomía.26 La segunda g~nti~­
misión: "enviaron mensajeros en nombre del Inca ofreciendo el dad es decente e incluso prestigiosa; corresponde a la etapa lOcal-
perdón de su delito".20 Es el rechazo terco de los carangues a acep- ca: se honra con ritos y ceremonias. Su esquema es, pues, simple: a
tar la pa:c incaú:a lo que provoca que sean diezmados por. los perua- medida que se extiende la dominación de los incas, los indios d~
nos en Yahuarcocha, nombre que significa literalmente "el lago de los Andes abandonan el primer estado por el segundo: El moVI-
sangre" en recuerdo de la matanza. El inca adopta incluso aires miento es a la vez cronológico y geográfico: un periodo sucede al
de profeta del Antiguo Testamento cuando Garcila~o le adjudica otro, al tiempo que el centro se extiende hacia la periferia.
el designio de extirpar los "ídolos de piedra y de madera", de "echar Una vez más encontramos así en la pluma de Garcilaso el tér-
por tierra a sus dioses" o de denunciar "la burlería de sus vanos dio- mino "behetrías", que LOma prestado quizá de Cieza de León, en
ses".'1 Más aún, la conversión religiosa de los vencidos se presenta quien por cierto se inspiró en muchas ocasiones. Algunas fuero~
como un acto voluntario, como el fruto de una discusión y una re- anexadas al Imperio "sin dificultad" -el eufemismo es de Cara-
flexión, como el reconocimiento de la superioridad de un culto y laso-. Los antis del Piamonte amazónico, por ejemplo, adoptan las
de un orden político-social. El concepto de aculturación religiosa costumbres incaicas y el culto solar, abandonando "al tigre que te-
adquiere así una fuerza y una resonancia que está lejos de tener nían por dios". 27 A los indios de Manta, en la costa del Ecua.dor, a
sus vecinos (que en Garcilaso son los que aprovechan la eqmdad ~n­
r
en la obra lascasiana. El autor describe incluso de paso sus medios
y modalidades: "porque los súbditos no se volviesen a eJJas [las su- caíca) les cuesta trabajo plegarse a las nuevas costumbres y cambl3l'
persticiones) les obligaban a que tuviesen por Sumo Sacerdote un sus prácticas zoolátricas y sodomitas. Por último, están los irredu-
Inca que es varon de sangre real"." La aculturación religiosa se in- cibles: tribus tan salvajes que es imposible civilizarlas y re~~cir~as
terpreta también a veces en términos de política imperialista, a la "policía y urbanidad". Vemos así, nuevamente, en las dtstmcto-
pues la conversión sólo sirve entonces para enmascarar el expan- nes culturales sutiles entre los incas y las demás sociedades indíge-
sionismo de los incas: "con el titulo de idolatría encubrían su am- nas, los mismos criterios que orientaron los comportamientos de
bición y codicia de ensanchar su reino".u Se trata de Jo "religioso" los primeros conquistadores y en particular la l~gislación de 1~
como "ideología imperialista", idea que no debe sorprendemos. La Indias.28 En lo más bajo de la escala humana, los bárbaros antropo-
esfera idolátrica está tan bien separada que puede servir de pre- fagos estaban destinados a vivir someti~os por el ~oder en tumo_.,
texto y pantalla a otros proyectos que tienen que ver con otros La perspectiva desde la cual Garctlaso conctbe la expansto~
campos. Por cierto, cabe preguntarse si Garcilaso no estaba pen- incaica es a la vez difusionista y evolucionista, pero no en el sentl-
sando entonces en la colonización española y la manera en que
supo, para extenderse, explotar la evangelización desviándola 24
lbtd., pp. 125-126.
de sus fmes originales. 2!1/bid., 11, p. 51.
26
Ibtd., p. 334.
lt /bid., p. 156. 27
/bid., p. 53.
20
/bid., 11, p. MO. 28 La legislación de las Indias concebía a los indios como ho~bres libre~, vasa·

tl /bid., 1, pp. 298, 347; 11, 234. llos de la Corona. Los salvajes caníbales, debido a su comportamsento, podían no
tt !bid.,), pp. 219,256. obstante ser mantenidos en cautiverio por los españoles, tras las incursiones de
H Jbfd., p. ) 91. conquista.
:f 117
116 LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA
1
1 do en que lo era la red lascasiana. Para el dominico, el paso de puesto que lo nombraban y que los ~isioner~s es.pañoles co~e­
una forma a otra d entro de la idolatria constituye a la vez un paso terían un grave error al buscar o acunar otro termmo J?a? destg-
más hacia lo demoniaco, a veces una profundización y una sofisti- nar en quechua al dios de los cristianos. El ~~blo extstia d_esde
cación, pero ciertamente no un "progreso" o un.a depuración en antes de la conquista española, como tambten, por lo demas, el
el sentido en que lo entiende Garcilaso en sus Comentarios. En Las que designaba al demonio. .
Casas el sacrificio humano no tiene además las características de Detengámonos un momento en la manera co~o Garctlaso -per-
una superstición bárbara; es por el contrario un rito complejo que fectamente bilingüe por su origen y su educacaon- glosa el .n?~­
manifiesta en la forma más espectacular y radical el respeto inmen- bre de Pachacamac. Pachasignifica Universo y camac es el par~c~I?'o
so que se le debe a la divinidad, cualquiera que sea. Es decir, que presente del verbo cama, animar. Luego, para mayor preciSlon,
no solamente Garcilaso redistribuye las cartas, sino que modifica "el que hace con el universo lo que el ánima hace c~m el cuerpo".~
las reglas del juego. Se aleja de la oposición cristianismo/idolatria Pero la concepción del "ánima" expuesta por Garalaso ~ expli-
aunque sin desautorizarla -y además ¿cómo podría hacerlo?- , car el carácter divino de Pachacamac resulta problemáuca. Nues-
la pierde progresivamente de vista para discernir y jerarquizar, en tro autor atribuye a los incas una interpretaci.ón ~el. ser humano
el seno mismo de la idolatría, formas y prácticas. Lo "religioso" que hace de éste la conjunción de dos s.u~~~mcaas ~tstmtas•.el alma
deja de ser la simple yuxtaposición de dos contrarios, prácticamen- y el cuerpo, y que se arraiga en la tradtcton filosofica occtdental.
te se deshace de ella, para a!lquirir un contenido infinitamente Ahora bien, sabemos por otras crónicas andinas que las ~on~ep­
más modulable y matizable. Ese es el gnm aporte del Perú, vuelto ciones incaicas del cuerpo no pueden interpretarse ~n termm~s
a pensar a principios del siglo XVII por el espíritu neoplatónico de europeos. Por ejemplo, la importancia del embalsamtento, desu-
un mestizo humanista. nado a evitar la corrupción del cadáver: a! menos el del _an~pa­
El paralelo que se establece en tre cristianismo e idolatría incai- sado del linaje y de los señores. Estas pracucas eran la anutests de
ca es incluso totalmente explícito, puesto que el Inca no vacila en las creencias cristianas sobre la corrupción inevitable del cuerpo
acentuar las semejanzas entre los dos cultos. Cabe recordar por tras la muerte -con excepción de los escasos ind~viduos "~uertos
cierto que el neoplatónico Marsilio Ficino había juzgado conve- en olor de santidad"- y sobre su corola~~· la.mmortaltdad e.x-
niente llamar a una de sus obras Theologin platonica.29 Además, el dusiva del alma que esperaba el día delJUlcto Fmal. Para los cns-
emperador Huaina Capac, tan virtuoso y piadoso, habría podido, si tianos el alma humana, contrariamente a la de los vege~les, que
la hubiera conocido -muere antes de la invasión del Perú por las es na~ral. y a la de los animales, que e~ sens~tiva, e.s}nte_hgente y,
tropas de Pizarro-, abrazar la fe cristiana: "[Los españoles] decían por consiguiente, de esencia superior. Su hberac10n solo es po-
que si alcanzara a oír la doctrina cristiana, recibiera con mucha fa- sible mediante el aniquilamiento del cuerpo. lo qu~: d esde ,el
cilidad la fe católica. "!41 punto de vista incaico, era inconcebible. La ina.decuaciOn ?el te~­
También los incas adoraban a un dios supremo, "no adoraban mino "ánima" a las creencias incaicas se exphca por .la tmpost-
otros dioses sino al sol".'1 O más bien, sólo tenían un dios visible y bílidad para el pensamiento occidental de fines del stglo ~VI de
nombrable, el Sol, mientras que "veneraban interiormente" a concebiralserhumanofuerade ladicotomía alma/cuerpo. ~m em-
Pachacamac, del que se formaban la más elevada idea. A veces el bargo Cieza de León, observador más perspicaz qu~ Garcilaso o
Sol y a veces Pachacamac ocupan el lugar que corresponde al Ser menos prisionero de una cultura filosófica, había senalado que el
supremo. Garcilaso recurre insistentemente a este enfoque de la alma se concebía como un corazón, que en leng~a que~hua se
divinidad: creador de todas las cosas, dios sin templo y sin sacrifi- designa songo.~ El diccionario de González Holgum, pubhcado a
cio, y traduce su nombre en ténninos neoplatónicos: Pachacamac
sería aquel "que da ánimo al mundo universo".u Lo que significa "/bid.. ll. •
de paso ~iempre según Garcilaso- que los incas conocían a dios ,.. Fe~e (1942) explica esa jerarquía espiritua~, .PP· 198-199: Los vegetales
poseen un alma natural; Jos animales, un alma sensmva; el ho~bre ac~m'!.Ia e :
alm;u inferiores con un alma de esencia superior ( ... ] ~1 alma l~te~e~uva. ~ ·
rrubi;u (194~), p. 92, dice igualmente, en su diccionariO de pnnc•p•_os del 51glo
5
Delumeau (1967).
~Garcilaso (1982), 11, p. ~38. xvu: "Las cosas que tienen alma viven por ella, como.la pla.nta que la uene vegeta-
51
[bid.., 1, p. 245. tiva, el bruto, sensitiva; el hombre que tiene alma raaonal.
n IIM., p. 10~. "Cieza (1967), !11, p. 4.
118 l.A IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA l.A IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA 119

principios del siglo XVII, ofrece de este término múltiples acepcio- los neoplatónicos att·ibuían la redacción de los Libros herméticos.
nes36que ~ertenecen. tanto al r~gistro psicológico como al orgáni- Encontramos aquí la ampliación a los Incas y a su entorno inme-
co.. G~rcilaso. no deJa de menctonar el "corazón", pero es para con- diato del privilegio que la Iglesia reconocía parsimoniosamente a
fenrle mmedaatamente una función intelectual de "memoria" algunos espíritus de la Antigüedad, quienes, gracias a la "luz na-
~Sería ~sta una. manera de reducir lo orgánico-espiritual al alma tural", habrían alcanzado el conocimiento del verdadero Dios. De
mtelectl~? Looer~ es9ue el conceptode "ánima", según Garcilaso, este modo, mientras que los amautas enseñaban sus "ciencias", la
predomma en la hastonografia sobre otros enfoques más exóticos. poesía, la ftlosofia y la astrología en escuelas fundadas por el so-
Por ell? sorprende leer en la pluma de un especialista del quechua57 berano,•1 el Inca gobernaba con las leyes más blandas y todo iba
que la tdea de camac debe traducirse, siguiendo a Garcilaso, con el de lo mejor en éste que era casi el mejor de los mun_!los: "Porque
verbo an~~· y añade también. que esa raíz verbal implica la idea no se lee que ninguno de los reyes antiguos de Asia, Africa y Euro-
de transmtston de una fuerza vatal (!). Buen ejemplo de las tram- pa haya sido para sus naturales vasallos tan cuidadoso, tan apaci-
pas que pueden tender la red religiosa y sus avatares. ble, tan provechoso, franco y liberal como lo fueron los reyes Incas
Aparte de sus tendencias monoteístas, y siempre de acuerdo con para con los suyos. ,..2
nuestro cronista, los incas tuvieron una concepción limitada de la Gracias a Garcilaso y a sus reconstituciones utópicas, lo "reli-
resurrección universal: "tuvieron asimismo los Incas la resurrec- gioso" se hace pensable sin necesidad de medir todo con la vara
ción universal, no para gloria ni pena sino para la misma vida tem- del cristianismo de la "verdadera religión". Se pueden abordar
poral: 1ue no ~~vantaron el entendimiento a más que esta vida pre· creencias y prácticas no cristianas sin tener que estar localizando
sente . Admttian, como acabamos de ver, que el hombre estaba constantemente la sombra que proyecta el diablo. Es como si el
f~rmado por una alma y un cuerpo.59 Tenían un diablo al que aborre- lazo original que une la categoría de la religión con el pensa-
ctan y al que Uamaban Zupay, amo del mundo subterráneo de Ucu miento cristiano empezara a desvanecerse tímidamente. Se nos
Pacha. l!~ d_iablo que se empeñó en engañarlos y en hacerse pasar objetará que Las Casas fundaba ya lo que para él era lo "religioso"
por la dlvmtdad suprema a la que veneraban los indios. 40 De ahí en categorías paganas (aristotélicas) y que Garcilaso, al igual qu~
sur:gi_eron lo~ oráculos de los templos, los cultos domésticos y los el dominico, sigue recurriendo al concepto de ley natural. La di-
mul~p~es objet?s que desviaban la veneración de los indígenas. ferencia está en otro punto. Reside menos en la visión sintética de
Por ultuno, los meas celebraban ritos relativamente anodinos. No Garcilaso opuesta al enciclopedismo lascasiano (después de todo
sólo no practicaban el sacrificio humano sino que "'o abominaron los proyectos no comparten en absoluto la misma ambición filo-
ylo~r?hibieron".~laut<:>rdefiende esta afirmación categórica con- sófica y geográfica) que en una revaluación de las idolatrías que
~d1c1e?do el testlmomo de sus predecesores, quienes, en su opi- no se contenta ya con separar lo inmoral de lo moral o lo simple
mon, die~on ~~~s~ de . confusión histórica y geográfica al no de lo complejo. Es cierto que Las Casas se dedicó a revalorizar algu·
habe~ sab1do dtVldt~ los uempos y los lugares". Elegante lección nas formas de la idolatría (los cultos americanos) frente a otras
d~ metod? y, confesemoslo, de escamoteo. Por último, ya lo hemos (los cultos antiguos) pero esa revalorización es parcial y sus criterios
~acho,los meas no adoraban a ningún ídolo con excepción de una son relativamente vagos o exclusivamente tácticos o aun polémi-
tmagen del Sol. cos. Garcilaso, en cambio, se empeña decididamente en rehabili-
Este paracristianismo, que lava la idolatría incaica de muchos de tar algunas de sus manifestaciones y en sustraerlas a la condena
sus pecados, d~ hecho se circunscribe a un medio preciso: los In- global. Para ello subraya, dentro de la misma idolatría, la oposición
cas Ysus conseJeros amautas, que Garcilaso convirtió en filósofos monoteísmo/ politeísmo y la traspone al terreno peruano en la
un tanto parecidos a esos sabios de la religión egipcia a quiene~ época prehispánica. Poco importa que Garcilaso tenga o no razón.
Pero se singulariza por la aplicación sistemática de conceptos, de
!6 Diego González Holguín, 'Vocabulario tk la lmgua gmeral de todo 1l Perú Uamada
lm~a ~ich'IJ6 o delinca [1608], Lima, 1952.
ejes y de problemas que no dejarían de preocupar a la antropolo-
Gerald Taylor, R.i~ tt Tradition.s de Huarochiri París L'Harmanan 1980 gía religiosa. El enfoque de Garcilaso contribuye así a arraigar en
pp. 12-14. • • • • el pensamiento occidental la categoría de lo "religioso" abriendo
:Garcilaso (1982), 1, p. 122.
/bid., pp. 104-105.
40 41 /bid., p. SOl.
/bid., p. 125. 4
' Jbid., p. S49.
LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA 121
120 LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA

los caminos de una exploración más fina y rruú serena de lo no de la aristocracia texcocana al bando de Cortés y de los futuros
cristiano, que deja de reducirse a los juegos perversos del demonio vencedores. La decisión oportuna en el mo~ento opor~n~... De
de Acosta y adquiere una lógica y una dinámica propias. En otras ahí también el esfuerzo tenaz tras la conquiSta por rest.1tu1r una
palabras, desde nuestro punto de vista, el cambio de red llevaría visión texcocana del pasado frente a la versión oficial que
menos a revolucionar los enfoques que a confortar al observador difundían y pretendían imponer los mexicas.
occidental en su búsqueda de lo "religioso" y de las "religiones". Don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl se da pues a la tarea de
devolver a sus antepasados indígenas el lustre que un día tuvie-
ron y no toca más que en forma accesoria el ~rreno, reli~oso.
EL DIOS OCULTO Para AJva Ixtlilxóchitl, como para Garcilaso, hay 1dolatrtas e Idola-
trías, aunque sus perspectivas difieren y la interpretación del tex-
Garcilaso no es el único empeñado en modificar el contenido cocano no alcanza nunca las audacias de las del peruano. Más
que se atribuía a la idolatría indígena. En la misma época, a miles clásica, la empresa de don Fernando de Alva Ixtli~óchitl produce
de kilómetros de Perú y de España, un cronista intenta a su ma- sucesivamente cuatro ideas clave. Propone en pnmer lugar una
nera "blanquear" a los suyos y culpar a los demás. Es también un prehistoria de la idolatría que ~~~esponderia a un estado pre-
mestizo. Nacido hacia 1578, muerto en 1650, hijo de una cacique idolátrico. De acuerdo con esa VlSlon, los antepasados de los sobe-
de Teotihuacan y de un español maestro de obras de la ciudad de ranos texcocanos fueron nómadas, indios chichimecas que pobla-
México, don Fernando de Alva lxtlilxóchitl es el ejemplo típico ron el Altiplano bajo la dirección de .su jefe .Xólotl. ~t~s !ndios
de esos notables aculturados que crecen en un mundo en el que nómadas practicaban una forma de Vlda rud1mentar1a, v1Vlan en
se codean los descendientes de la aristocracia indígena y los fun- grutas vestidos con pieles de animales, tenían como armas sola-
cionarios de la Corona. Si bien no posee la formación ftlosófica mente' cerbatanas, arcos y flechas, eran .monógamos, evitaban el
de Garcilaso -nunca salió de México ni probablemente del valle de incesto vivían esencialmente de la caza y carecían de ídolos. Esta
México, aunque el país está lejos de ser un desierto intelectual-, descripclón se sitúa en las antípodas. d~ ~ "behe!rias" de Cieza
leyó mucho (ajenofonte, Gómara, Cortés, Herrera... ), nunca ocul- de León. Es tan idílica como la descnpaon d e los meas que hace
tó su admiración por el franciscano Torquemada (quien fue el Garcilaso, aunque don Fernando de Alva Ixtlilxóchid se deja .lle-
"primer descubridor de la declaración de las pinturas y cantos" de var por lo primitivo: "estos hombres valero~os y de muc~o gobxer-
los indios) 45 y vivió en un ambiente cultivado: ¿acaso su hermano no cumplen su palabra y no la quebran~n, Vlrtuo~s ranugos de sus
Bartolomé de Alva no tradujo al náhuatl a Calderón y a Lope de amigos, altos de pensamientos y obras . Estos chichimecas poseen
Vega?f4 La obra histórica de Alva Ixtlilxóchitl sufre además la ritos bastante rudimentarios: en medio de un bosque rodeado por
comparación con la de Garcilaso. Es contemporánea a ésta, o casi, una empalizada, lleno de liebres, conejos Y,cierv~, se levanta .una
y se inspira en un objetivo bastante similar: ilustrar la dinastía de los construcción que les sirve como templo. Alb sacnfican a sus pnme-
soberanos de Texcoco, de la que afirma descender nuestro autor.
Actualmente pálido satélite de la capital mexicana, Texcoco había
ras presas ofreciéndolas al Sol. "E~ S! r
modo d.e idola~a .no re-
conocían ningún otro ídolo por d10s. Lo arca1co, lo pniD1Uvo, al-
sido uno de los grandes núcleos de irradiación de la cultura canzan aquí un grado cero de la idolatría. Nos hallamos mucho más
nahua. Antes de la conquista española, la ciudad había incluso cerca de algunos capítulos lascasíanos (sobre las Islas) que de las
formado parte de la Triple Alianza al lado de México-Tenoch- opiniones reprobatorias que emitían los cronistas del Perú sobre
titlan. No obstante, pese a los lazos culturales y dinásticos que la periferia del mundo incaico. . .
unían a esas dos ciudades, la relación de fuerzas favorecía a los Pero la descripción es más complep, ya que ese es~do preldo-
mexicas (nuestros aztecas) a expensas de los texcocanos. De ahí látrico sucede en el Altiplano a una cultura refi_nada, 1magen por
la lucha sorda, las tensiones crecientes entre las dos ciudades más excelencia y arquetipo de la civilización: la sOCiedad tolteca. Los
prestigiosas del valle y, en 1519, el paso inmediato de una parte toltecas no son los incas aunque compartan con ellos muchos re-
finamientos. Artistas, inventores de la escritura glífica, de la escul-
45
Voúse la introducción de E. O'Gorman en Alva 1xtlllx6chitl {1977) ,l.
44
Banolomé de AJva tradujo al náhuatl La nuuire d•la nujorlk Lope de Vega y
Elgrrm úa.tro túlnwndo de Calderón. ~ AJva Ixtlilx6chitl (H177), 11, p. 19.
LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA 12~
122 LA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA

tura, son idólatras en el sentido pleno, tienen infinidad de ídolos, equivalente del Inca ejemplar. Este soberan? adquie~e ~n la pl~ma
de templos y sacerdotes. Adoraron a hombres que se habían. dis- de don Fernando la altura de un personaJe paracnstlano, .he~oe
tinguido por sus proezas. Alva Ixtlilxóchitl manifiesta además una solitario en un mundo idólatra, al que sólo le faltó el con~cumen­
predilección marcada por el evhemerismo: de este modo el dios to de la Ley del Evangelio. Muerto en 1472, co~tem~~neo de
de la lluvia, Tiáloc, fue un rey valeroso surgido de la generación de Luis XI, su figura se presenta con los rasgos de un. ~nnapal_ tan
los gigantes; el "dios del aire", Quetzalcóatl, un ser "justo, santo y valeroso y virtuoso", de un sabio más sabio _qu_e el dtVl.no Platon y
bueno", pero víctima de la incomprensión de los hombres; y Tez- que fue el único que supo elevarse al conoC1mtento de un creador
único, "creador de las cosas visibles e invisible~". En resume~, se
50
catlipoca, un mago particularmente p erverso... 46 El último rey,
Topiltzin, sabio y legislador, fue también, aunque más tarde, divi- trata de una anticipación del tema del rey filosofo que Garcilaso
nizado por sus descendientes. 47 Sin duda los toltecas practicaron amplió a toda la dinasóa de los Incas. Alva lxtlilxóchitl ~e a~buye
el sacrificio humano aunque, hay que decirlo, en forma mesura- opiniones religiosas que permitirían suponer que los mdtos del
da: cuando mucho se ofrecían cada año cinco o seis muchachas a siglo xv manejaban esas categorías con, ta~ta soltura c~mo los
Tláloc, el dios de la lluvia ... En realidad, el autor trata menos de europeos de fmes de la Edad Media. Segun el, ~~ualcoy?tl ~e­
justificar la idolatría tolteca, ya que esto es imposible, que de opo- nunció la falsedad de los dioses mexicas: "_HUltzllopoch~t, dtos
nerle la idolatría abominable de los... mexicas: los toltecas celebra- de los mexicanos, y los ídolos eran de~omos que les tratan en-
ban "ciertas ceremonias no tanto abominables como las que los gañados." Explicó los sacrificios por el mtedo que semb,.raban estos
mexicanos hacían cuando vino el Marqués del Valle [Cortés]". dioses. Sostuvo qu~ la Luna y el Sol eran cosas creadas que se mo-
Vemos así, en el papel de villanos, a los antiguos maestros de vían con la voluntad y el mandato del criador". Como~~ pudo pro-
México-Tenochtitlan, a quienes no queda sino culparlos de todos hibírselos, logró limitar los sacrificios humanos pro~btend,o a los
los pecados: empezando por haberle dado una difusión excesiva mexicas que inmolaran a sus hijos o sirvientes. Tambten ~gun A1va
a la práctica tolteca del sacrificio humano y en especial de haber Ixtlilxóchitl, elevaba sus plegarias a un dios d~scono:tdo ~n el
contaminado a los descendientes de los chichimecas de Xólotl, bosque de Tetzcotzinco, y compuso en su honor canto~ sublimes.
esos texcocanos cuyo historiador y heredero afirma ser nuestro Mandó erigir para él un suntuoso temp!o ?~ nue:ve ptsos. Desde
mestizo: "Trujeron consigo muchos ídolos, ritos y ceremonias entre luego, ese dios desconocido permanece mVl.stble stempre Y nun~
los cuales fueron Tezcatlipoca ídolo principal de Tezcuco....a De se hacen imágenes de él. .. Una vez más, la sombra del mon~tets­
este modo fueron los detestables mexicas quienes pretendieron mo sobre un soberano que era pese a todo idólatra. Aunql_le. stem--
iniciar al cuarto soberano de Texcoco, Quinatzin, en la idolatría: pre según nuestro autor, lo haya sido a pesar su~o. empujadO por
"empezaron con él los tultecas mexicanos a quererle enseñar sus reveses de fortuna y presionado por el mal conseJO de sus ~cerd<>
idolatrías, ritos y ceremonias; pero jamás pudieron con él; siempre tes. Es como si Nezahualcóyotl (¡o su cronista!) fuera segu~dor de
se los contradijo y no quiso creer cosa ninguna en lo que le in- la teoría de la doble doctrina,!>1 una teoría que desde el ~~~~o XVI
dustriaban".49 El escenario español de la evangelización -o el de había permitido a los jesuitas e':plicar el bu?ismo Y 1~ rehgt~n de
la conquista incaica revisada por Garcilaso- está aquí totalmente los indios; según esa teoría, ha~t~ una doctnna e,xtenor destln~da
invertido: es una "conversión a la idolatría lo que imaginó nuestro a1 pueblo y de naturaleza idolatrtca que se opoma a ~na doctnna
cronista. Pero en el fondo el lenguaje es el mismo: el cambio cultu- secreta, más sutil, virtuosa y noble, teísta <!~s brahmines y sobre
ral se percibe siempre bajo la forma de la aculturación religiosa,
todo sus antepasados los brahmanes)_o.atea. . , .
de la conversión a otra religión y de la probable resistencia a ese No se trata de discutir en estas pagtnas el valor htstonco de la
proceso. Y la perspectiva es difusionista, puesto que los texcocanos rehabilitación que intentó Alva lxtlilxóchitl, ni de evaluar lo que
terminan pese a todo por caer en el abismo de la idolatría.
Entonces aparece la última pieza del montaje de don Fernando
de Alva Ixtlilxóchitl: el caso de Nezahualcóyotl. Se trata casi del 50
/bid., p. 405. ,._.~_ Ca b ·d Harvard
51 F. E. Manuel, Th~ Eighlllenll• Cmtury Cunfronts lhe '-""""'• m n ge,
46
/bid., 11, p. 8, y 1, p. 277. Unívenity Press, 1959. . d 1
47 &t Catherine Weinberger-Thomas, "'Le crépuscule de5 ~1eux: regar . S su~
/bid., 1, p. 420.
.. /bid. , p. 324.
polythéisme hindou et l'athéisme bouddhique (XVJ!C.XJ~ a.ecle) en Hutory
49
/bid., p. 320. Anlhropology. vol.~. mano de 1987, pp. 16~165.
lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA 125
124 lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA
les señalaban ... las conquistas de los mexicanos se fundavan
~e debe a ~tros cronistas. Con toda razón Octavio Paz afumó que sobre que se avían de adorar sus ídolos".s7 Esto basta para sugerir
al traductr a Nezahualcóyotl, don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl hasta qué punto los conceptos de religión e idolatría habían pe-
lo transforma, doble infidelidad, en Horado cristiano".!~' No se netrado en los medios dirigentes indígenas tras más de medio
~ta tampoco -sería tan trivial como inexacto-- de observar siglo de dominación española. La historia de esta asimilación es
como se proy~cta y .se despliega dentro de un pasado indígena apasionante, pero rebasa los límites de esta obra. Esperemos que
una conce~on. occtdental de lo religioso (¡como si lo religioso el lector tenga la paciencia de seguimos en un volumen próximo
fuera una t~var~able universal!); sino más bien de leer de qué que contaría la manera en que los historiadores indios (Guamán
~anera el htst~nador mestizo da forma, traduce en términos reli- Poma en el Perú, los informantes de Sahagún, Chimalpahin en
gtosos una sene de rasgos y de informaciones autóctonas que de México y muchos otros... ), las víctimas de los inquisidores y los
e~e modo~ a configurar una esfera específica (de las creen- neófitos entusiastas recogieron por su cuenta las categorías que la
oas que se d~u~den , d~ las prácticas que se repelen} , a la vez do- Iglesia no dejaba de imponer sobre sus culturas.
tad~ .de una ~~!ca pro~ta e mscrita en relaciones de dominación.
Política Y religton son sm duda la clave de esta interpretación del
pasado ~exc~cano. Esta relectura del pasado que se ve sometida a "LA CINA t VlClNA"
· 1~ consbtuoón/restitución de una expresión religiosa texcocana
vte~e a ser 1? q';l~ la arquitectura de Viollet-le-Duc es para el arte El modelo idealizado, la reconstitución filosófica de Garcilaso,
gótico. Una iluston s~ductora erigida sobre restos auténticos. tuvieron una posteridad ilustre, europea e ininterrumpida, mien-
Esta empresa es eJ~mplar pero. no ~nica, y además tampoco tras que las interpretaciones de don Fernando de A1va Ixtlilxó-
n.ueva. Sa~mos, grawu_ a los testimomos recogidos en las RM- chitl sólo influyeron en los destinos de la historiografía mexicana.
caones gtográficas d~ lo~ anos 1578/1582, hasta qué punto los nota- Las cualidades de pensador, la potencia evocadora y el genio de
bles Y los n~~le~ mdtgenas de los últimos decenios del siglo XVI estilista del peruano no lo explican todo. En efecto, los Comenta--
estaban familt~nza~os con l~s conceptos occidentales y sabían no rios se ligan con corrientes de pensamiento que durante mucho
solatl_lente calt.~rar mformacwnes de tipo religioso sobre su pasa- tiempo ocuparían a las mentes europeas. A la vez porque perte-
do, smo tambten, llegado el caso, hacer balances de la idolatría necen a la corriente neoplatónica y a una tradición que el jesuita
1~ .~ue les fue~ favora.ble.s.54 Algunos textos nahuas presentan Atanasio Kircher recogió brillantemente en el siglo XVII con sus
la ~ston de una epoca chi.chtme~a casi irreprochable que consti- investigaciones sobre el origen comparado de las religionesse (el
tuyo un g~d~ cero de la tdolatrta o una idolatría leve: un mini- CEdipus agyptiacus es de 1652/1654) y la prisca teologia, la tradi-
m~ de practicas, de ritos, ninguna imagen , ningún gesto san- ción primordial que habría sido el patrimonio de toda la huma-
gnento... "A ~a mañana en saliendo el sol, tomaban una mariposa nidad. Pero también porque los Comentarios vieron la luz en una
blanca Y co~ndole la cabe~ lo endere~ban al oriente ofrecién- época en que el debate misionero se había desplazado, abando-
dol? al sol. En contraste, la ~egada de los "advenedizos", gente nando el terreno americano, para dirigirse hacia China, y no de-
vemda de otros lugares, es dec1r, la expansión mexica, se presenta jarán de sorprendernos, como a D. A. Brading, las similitudes que
en muchas partes como la exportación y )a imposición masivas de surgieron entre el Imperio Inca según Garcilaso y el Imperio del
formas "'!~ reprensibles: ídolos que albergan al demonio, tem- Cielo según la Compañía.!ii En ambos casos, soberanos de una
plos (las tglestas de los ídolos") en Hueypuchtla,S6 sacrificios hu- profunda sabiduría, aconsejados por litterati o por amautas, diri-
m~os ... en una palabra, todo Jo que constituye el arsenal ordi- gen los destinos de unas poblaciones casi monoteístas... Algunos
nano de l.a "fal~a .religión". Una conversión forzada a más no jesuitas en China siguen un razonamiento cercano al de Garcila-
poder, un tmpenaltSrno co~ fines religiosos: "estaban obligados Jos so cuando se dan a la tarea de rehabilitar o de hacer parcialmen-
pueblos.·· de tomar por dtoses a los demonios que los de México
&? /bid .• p. 205.
"Una introducción a A. Kircher,Joscelyn Codwín, Athanasiw JúrcJur. Londres,
: Gruz.inski (1988), PP· 101-1~7.
" OctaVio Paz, &w}uD114lnés tk la Crm o las tmm""'• de lafi ·
r- e, op. al., p. 71. Thames and Hudson, 1979 (tr. francesa.,Jean:Jacques Pauven, 1980).
. Franc~sco. del Paso y Troncoso, &lationes g.ográficas ¿, 1a dió · á M' · !59 David A. Brading, 'lhe Incas and the Renaissance: The Royal Comment~ties
M~~co, EdJtonal Cosmos, p. 54. usas ' caco, oflnc:a Garcilaso de la vega•, en]0t1mal oflA#n Am4rican $tt.uWI, 18, p . U .
11M., p. 29.

/
126 lA IDOlATRÍA BIEN TEMPERADA lA IDOLATRÍA BIEN TEMPERADA 127

te aceptables las creencias y los ritos chinos. Por cierto que los que elige está en función de su mayor o menor adaptabilidad al
lazos de Garcilaso con la Compañía son conocidos. Garcilaso sos- esquema cristiano y al concepto de religión que implica. Es ver-
tuvo estrechas relaciones con los jesuitas de Córdoba, quienes le dad que su experiencia china le enseña que el confucianismo es
confiaron manuscritos y planearon incluso una colaboración lite- algo distinto a una religión y que apoya la p~rte~encia al b':'dis-
raria que fracasó. De este modo se puede entender por qué los mo y al taoísmo. Pero precisamente eso lo mchna a defimr el
jesuitas cordobeses se interesaron tanto en una historia del Perú confucianismo como un sistema moral y no como una expresión
que procedía de un punto de vista intelectual que otros padres religiosa marcada por supersticiones y creencias inaceptables.
trataban de poner en práctica en la lejana China. Resulta pues que las ofrendas a los antepasados no son sino testi-
El fundador de las misiones jesuitas en Pekín, el padre Matteo monios notables de piedad familiar y de amor. 64 En circunstan-
Ricci, llega a China en 1582. Desde su llegada se interesa en las cias iguales, el culto de los antepasados (en las "behetrías" _según
tres "religiones", en las tres "sectas..ciQ del país: confucianismo, bu- Sahagún) y las momias del Perú ya habían planteado este bpo de
dismo y taoísmo. Es verdad que los ídolos son numerosos en toda cuestión: había rituales que no eran idolátricos. Ricci admira
China y que la visión auténtica o inventada que de ellos da el por- además la decencia de los cultos locales - tema familiar para nos-
tugués Femao Mendes Pinto a mediados del siglo XVI emplea un otros desde Las Ca.~s-- y exalta en este sentido la superioridad
lengu~e con el que también podrían describirse los cultos ameri- de los chinos sobre los egipcios, los griegos y los romanos, quie-
canos. 1 Ricci no ignora además que los mandarines fallecidos son nes nuevamente "tienen anchas las espaldas". Su estrategia de
objeto de idolatría, puesto que se les construyen templos o altares evangelización se basa igualmente en el aislamiento ?e _lo "reli-
"donde se pone una estatua hecha sobre el modelo del mandarín gioso" dentro de la cultura a la q~te :xplora: el c_on~1m1ent? d~
vivo".62 Igualmente florecen supersticiones como la adivinación, las cosas de Occidente, el descubnmtento de la ctencta y la técm-
magias diversas, y la poligamia. Frente a todo esto se halla el ateís- ca europeas debían progresivamente despertar a los chinos al cris-
mo de los letrados, que cultivan un confucianismo sin ídolos y ve- tianismo y llevarlos así al terreno de lo "religioso", como si fuera
neran a uná entidad tan lejana como abstracta: el Señor del Cielo evidente que el conocimiento estuviera constituido en todas partes
y de la Tierra. por una jerarquía inmutable de registros autónomos y yuxta-
"Más que ver por doquier la mano perversa del demonio, Ricci puestos. La red religiosa y la cesura religioso/no religioso ordenan
es sensible a las semejanzas exteriores entre cristianismo y budis- así el enfoque de Ricci. A partir de este punto de vista y dt~nte
mo. Cree incluso descubrir en esta doctrina y en el taoísmo paro- mucho tiempo se apreciará la compatibilidad de las culturas chmas
dias de la Santa Trinidad. Le parece que el confucianismo predi- y europeas, llevando a las primeras a un terreno -la religión-
caba el culto de un dios único y una moral digna de todo respeto. que les era profundamente ajeno. . .
Como los incas de Garcilaso, los antiguos chinos tuvieron la re- Del mismo modo, y probablemente a ejemplo de Matteo Rico,
velación de un dios único e invisible, el Señor del Cielo. Más otro jesuita italiano, Roberto de Nobili, dedicó la primera mitad
tarde, "adoptaron una actitud de una libertad tal que dicen y del siglo XVII a tratar de cristianizar la sociedad y las instituciones
hacen lo que les viene en gana [ ... ] sin temor de ningún tipo, a hindúes, como si en esas culturas y esas sociedades pudiera aislar-
tal grado que Jos que escagan actualmente a la idolatría caen en se perfectamente el terreno de lo religioso.66 La India, es cierto,
su mayoría en el ateísmo". seguía entonces desempeñando el papel de inmenso Teatro de la
En realidad, cuando Matteo Ricci trata de captar todo lo que le idolatría,66 pues Amé1ica ya estaba cristianizada y, en consecuen-
parece compatible con el cristianismo con el fin de propagar cia, fuera de la jugada. Cambian los actores pero se con servan los
mejor el mensaje evangélico, considera las culturas chinas desde papeles...
un ángulo esencialmente religioso. La pertinencia de los rasgos Dejemos allí el inmenso capítulo chino o la cuestión de los
60 ritos malabares y su incidencia sobre el desarrollo de la antropo-
Jonathan Spence, Thr: Memory Pnlnu of MatltJO Ricci, Londres, Penguin Books,
1985, p. 117.
61 64
Fernao Mendes Pinto, La Pérégrinatiult- La Chim .e k japon au M sück ws par ]bid., p. 89.
un Portugais, París, Calmann-Lévy, 1968. 65 P. Dahmen, &bt:rt de Nobiü, l'opólrs des Brohmes, París, Bibliotheque des mis-
62
65
T. Venturi, opere stcridudelP. Matl«> Ricci, Roma, Macerata, I, 1911, pp. 60-61. sions, •Mémoires et documents", vol. Ill, 1931.
/bfd., p. 86. 66 Es el título de la obra de A. Roger publicada en Amsterdam en 1651.
128 l..A IDOI..ATRÍA BIEN TEMPERADA

logía religiosa. Sólo habría que recordar de qué manera la China


de los jesuitas supo inspirar a largo plazo la reflexión europea.
llegando hasta a minar la primacía del cristianismo y mostrando
que una moral cívica -verbi gratia, el confucianism<>- podía muy
bien prescindir de la religión cristiana y por tanto de un sopor·
te religioso. A fines del siglo xvn los escritos del P. Couplet, del P. VI. EXTIRPACIONES
Longobardi, del P. Le Comte y la lectura que de ellos se hizo
(Bayle, por ejemplo) debían, involuntaria o deliberadamente,
contribuir a relativizar el cristianismo y sus fundamentos. No obs-
tante, hubo que esperar varios decenios para que, bajo la influen-
cia de la experiencia china, del materialismo y del ateísmo que se ¡No, mientruviva"mi rabia,
creyó descubrir en ella, lo "religioso", que con tanto cuidado distin- Fe, conseguirás tu intento,
guieron, disociaron y disecaron nuestros jesuitas, pasara a ser una que aunque (a pesar de mis ansias)
privándome la Corona,
dimensión superflua de la que fácilmente podía prescindir que por edades tan largas
una moral... Lo "religioso• se hallaba así completamente disocia- pacifica poteía,
do del resto de la cultura; se voMa prescindible sin que por ello introdujiste tirana
se c:aJ?tara la fragilidad de esa categoría que, sin excepción, siguió tu dominio en mis Imperios.
aplicandose a las culturas del Otro. Pero bastaba recordar aquí
hasta qué punto la reflexión que suscitó la cuestión americana Soll JUANA INt.s DE LA Clluz, loa para
evolucionó y se modificó al contacto con el mundo chino. el auto in titulado El edro deJosé.

Parece como si a medida que América deja de figurar en el primer


plano de las preocupaciones de la Iglesia y se perfila la silueta EN 1625-1626, a solicitud de Isabel Clara Eugenia, viuda del ar·
inmensa de Asia y del Imperio del Cielo, la reflexión occidental chiduque Alberto y gobernante de los Países Bajos, Rubens di-
abandona la idolatría mexicana y peruana para sumergirse en la seña los cartapacios de una serie de tapicerías destinadas a ador-
cuestión de los ritos chinos. En la América de principios del siglo nar el monasterio madrileño de las Descalz.as reales al que llegan a
XVII, sometí~ a una España que va siendo vencida lentamente por morir princesas y religiosas de sangre real. El tema se inspira en
la decadenoa, desaparecen las poblaciones indígenas, diezmadas Lope de Vega: los Triunfos de la Eucaristía. Entre los cartajlacios
por las epidemias, y se desvanece el recuerdo de las grandes cuJ. figura un "triunfo de la Eucaristía sobre la Idolatría•, en el que se
turas precolombinas. Sobre ese telón de fondo surge el Perú in- ve a un ángel que ahuyenta a unos paganos que están a punto de
caico de Garcilaso con su idolatría monoteísta, visión idealizada de sacrificar a un toro frente al altar de Júpiter. Obra suntuosa, esta
un pasado caduco que ninguna de las grandes revueltas indígenas serie de tapicerías es reveladora de tJna época: exalta el espíritu
del siglo XVIII logró rescatar pese a que en esa obra encontraron el ~ooquistador de la Contrarreforma y al mismo tiempo revela la
aliento ideológico que las animó. La cuestión china, en cambio, mcapacidad definitiva de pensar la idolatría de otro modo que
resulta para la Iglesia cada vez más candente, al ser planteada por no sea en referencia a la Antigüedad. 1 Lo mismo sucede con las
la poderosa Compañía de Jesús. Asia es ahora el centro de las Idolatrías alegóricas que escenifican los autos sacramentales espa·
miradas y de las polémicas. Entonces se comprende mejor por qué ñoles y mexicanos. 2 Sin embargo, existen algunas excepciones
la obra de Garcilaso ofrece una transición y tiende un puente entre que en seguida veremos.
esos .dos mundos. Y de qué manera cierra también una de las pers-
pectivas que desde esa América hemos querido abrir.
1
Santiago Sebasúan, CuntrarreforrMJJ fimToa>, Madrid, Alianza Forma,J985, p. 172.
2
V«u, por ejemplo, e n el caJO de Mbico, la loG introductoria de El u1ro ú josl
de Sor Juana Inés de la Cruz (Obras compktas, México, Fondo de Cultura Económi-
ca, III, 1955, p. 184).

129
1!0 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 131

LA CACERÍA DE LOS IDÓLATRAS EN EL MÉXICO BARROCO trías se perciben esencialmen te a través de la experiencia directa
del observador y en el marco prosaico, por no decir policiaco, de
Se inicia el siglo XVII mexican o. La población indígena está en una extirpación de las creencias indígenas. El aparato erudito,
vías de extinción, por así decirlo: hacia 1625 no quedan más que abrumador en Las Casas, desaparece aquí. Si La Serna cita las
750 000 indios, es decir, S% tal vez de la población indígena a la Santas Escrituras es para disculparse: "Tengo intento en esta obra
llegada de los españoles, un siglo antes. La dominación colonial de no usar de Scriptura, porque hay muchos que dicen no se a de
se arraigó duraderamente en todas partes en lo que por mucho interrumpir el hilo de historiar con el concepto de scriptura. "7 Se
'tiempo habría de ser la Nueva España. El número de mestizos, ne- acabaron, pues, las oleadas de erudición, los grandes frescos ame-
gros y mulatos aumenta sin cesar, igual que el de los blancos. Pros-- ricanos, el enfoque panorámico, "hollywoodense", de culturas sun-
peran ciudades, se erigen catedrales .. . El recuerdo de las socie- tuosas sobre un fond o de "torres" deslumbrantes, de soles de oro y
dades prehispánicas se d esvanece, salvo por la memoria que de de cadáveres ensangrentados. Se acabaron también los cuadros
ellas guarda una n obleza india cristianizada con la ayuda de un retocados, arreglados y aun embellecidos que pintaban Ourán,
puñado de cronistas que luchan contra el olvido. Entre ellos el Molina, Alva Ixtlilxóchitl o Garcilaso. En vez d e ello, tenemos el
mestizo Alva Ixtlilxóchitl, al que acabamos de dejar:. cuadro apagado de la represión episódica, localizada, curiosa del
No obstante, si bien podría considerarse totalmente resuelta la menor gesto, preocupada por las prácticas discretas, anodinas pero
cuestión indígena, pues los indios ya están evangelizados, som eti- de una in significancia engañosa; salpicado por la alegria de un
dos o muertos, algunos curas de indios se sintieron inquietos por buen golpe o el desasosiego, la desesperación casi, ante la inmen-
el renacimiento de la idolatría: "Por el año de 1604 á 1605 como sidad de la tarea. Se acabaron los teóricos de la sociedad y de la
esta mala hierba d e la idolatría estaba tan assemillada en los cara- religión de ambiciones desmedidas, de pretensiones universales.
eones de los indios, come n eo o tra vez a brotar. >o3 Entonces comen- Llegó la era de los extirpadores, de los "inquisidores" de indios
zaron a recibirse denuncias en las regiones que se extienden al -tal es el título al que aspiran, pese a que los indios no estén ya
sur y al oeste del valle de México: "Un indio de Zumpahuacan sometidos a esa jurisdicción de excepción-, cazadores de supersti-
descubrió el año de 1610 una gran complicidad de idólatras en el ciones que se limitan a filtrar sus provincias: el valle de Toluca y el
pueblo d e Teutenango del Valle, San Matheo Texcaliacac, Xala- arzobispado de México, el obispado de Oaxaca o Yucatán, invadido
tlaco y Calimaya.,.. Se intenta reprimir y sobre todo alertar o sensi- un siglo antes por Cortés. Un aire de interrogatorio policiaco, una
bilizar, como diríamos hoy, a las autoridades eclesiásticas. Con un curiosidad siempre alerta sustituyen a la seguridad imperturbable
éxito bastante relativo. Tal fue la obra de un puñado de extirpadores y el rigor de los análisis lascasianos y hasta la serenidad luminosa
de idolatrías, en general curas seculares, Pedro Ponce, Hemán de Garcilaso. Perdemos en erudición y aparente claridad lo que
Ruiz de Alarcón, Jacinto de La Serna y, más tarde o en otras re- ganamos en agudeza de la mirada, en afán maniaco a veces por el
giones, Pedro Sánchez de AguiJar, Diego Jayme Ricardo Villavi- detalle.
cencio.. :~ Los extirpadores mexicanos construyen pues lo esencial de su
No se trata de explorar aquí las creencias y las prácticas indíge- razonamiento basándose en su propia experiencia y lo formulan
nas que surgieron bajo la dominación española, se le resistieron a partir de un número determinado de casos concretos cuida-
o se aviniero n a ella. Ya abordamos ese tema en otro m omento. 6 dosamente descritos y elegidos para apoyar sus acusaciones y sus
Se trata de examinar la manera en que ese fenómeno llamó la interpretaciones. La invocación de la experiencia personal es
atención contribuyendo, involuntariamente, a renovar la cate- insistente, se vuelve casi ritual: "Todo esto lo experimente yo... y lo
goría de idolatría. T omistas, lascasianas o neoplatónicas, las redes d emás... se lo oí a voca y p or esto me atrevo a escrevirlo... por la
del siglo XVI eran ante tod o renacentistas, y por ello copiadas de experiencia he visto lo que a mí me a succedido . ..e Se nos dan fe-
lo antiguo: se referían al pasado prehispánico. Estas nuevas ídola- chas, lugares, retratos de los culpables, relatos d e su existencia, des--
cripciones detalladas de sus prácticas y hasta los términos indíge-
s La Serna (1953), p. 74. nas que emplean para curar o ejercer otros poderes. El canónigo
• /bid., p . 75.
5
Ponce (1973); Ru iz de Ala.rc6n (1953); La Serna (1953); Sánchez de AguiJar 7
(1953); Balsalob.re (1953); Villavicencio (1692). La Serna (1953), p. 112.
6 8
Grozinski (1 988), pp. 189-238. Ibid., pp. 75, 96.
EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES ISS

yucateco Pedro Sánchez de Aguilar organiza así la conclusión de pués")u prodigas advertencias dirigidas a los curas. El examen de
su obra en tomo a un "caso estupendo[ ... ] Y algunos documen- los asuntos ("succesos") se interrumpe en algunas páginas, mo-
tos para arrancar esa mala yerva y cizaña de idolatría".9 Es cierto mento que el autor aprovecha para insertar, a fm de completar
que el "pequeño tratado" o "tratadillo" del cura Pedro Ponce nuestra información, una serie de invocaciones "idolátricas" indi-
mantiene aún la fachada clásica al enunciar sucesivamente a los rectamente ligadas a la práctica que acabamos de describir. Ni
dioses -"que hoy son célebres entre ellos"- , 10 los ídolos, las fies- huella de la pesada retórica lascasiana o acostiana, de los enfoques
tas, los oficiantes... Pero si se mira de cerca no se descubre nada, globales y sintéticos a menudo descontextualizados qu~ por lo ge-
o casi nada, del recorrido sistemático y estereotipado que nos era neral no permiten situar social y qslturalmente el ongen de los
conocido. La red y la marca de la red se pierden entre los detalles hechos que describen. Nada tampoco de los cuadros más circuns-
que se ofrecen. En materia de sacerdotes indígencú y paganos, se tanciados al estilo de Durán pero siempre con vocación enciclo-
nos habla de "parteras y médicos", de comadronas y curanderos. pédica. Se trata más bien de testimonios en cascada cuyos ~~­
Marco ficticio reducido a unas cuantas etiquetas que ocultan una dros y cuya riqueza lujuriosa explican, sobre todo, la compleJidad
apasionante cosecha de hechos concretos: consagración del "pul- de la materia a la que se enfrenta el extirpador.
que",11 prácticas de los labradores, horneros, leñadores .y viajeros: Lo mismo, por cierto, se aplica tanto a Perú como a México. La
en suma, serie de instantáneas sobre el mundo modesto que misma minucia en la descripción de los casos caracteriza la obser-
habían desdeñado los cronistas del siglo XVI y los nobles indíge- vación de las idolatrías andinas. El jesuita Hemández Príncipe,
por citar sólo a uno, descubre la persistencia del culto de 1~ mo-
1 nas que fueron sus informantes.
Los tratados de extirpación de Ruiz de Alarcón, Gonzalo de mias en la región de Cajatambo (Perú) y, con la ayuda de cac1ques
Balsalobre y La Serna cultivan y sistematizan ese género. Sin y hechiceros arrepentidos, recons~uye con lujo de de~ll~ ~enea;
duda porque explotan encuestas y procesos eclesiásticos surgidos logias profundas de varias generaCiones que unen a los mm1stros
por asuntos de idolatría y estas piezas son verdaderos estudios de paganos de la época (~rincipios ~el siglo XVII) c~n antepasados
casos (~studús), "casos sucedidos en diferentes tiempos hasta el míticos y huacas locales. 4 Otros exmpadores postenores a el, ~o~s­
presente", 11 según la expresión de La Serna. Su detalle es tan rico cientes de la importancia de esas filiaciones, reanudaron con ex1to
que a menudo ofrecen al investigador moderno la pista de nuevas ese tipo de encuesta. En 1664, Bernardo de Noboa, cura de una
interpretaciones. La obra de Jacinto de la Serna es en este senti- parroquia de esa misma región de Cajatambo,.desecha así nume~
do ejemplar. Nuestro extirpador fue cura de indios, visitador gene- sas momias junto con los cultos que se les rendían. Encuentra ~­
ral del arzobispado de México, e incluso en tres ocasiones rector mismo gran cantidad de ídolos, piedras redondas y a menudo m-
de la Universidad de la capital antes de fallecer en 1681. Cons- formes que los indios ocultaban fuera de los límites de la aldea y
truyó su tratado basándose en gran parte en el examen de las a los que dedicaban ofrendas. 15
persecuciones emprendidas por sus antecesores, en sus notas de El lector juzgará la calidad de la información que ~uarda el
campo cada vez que pudo tenerlas en sus manos, así como en in- extirpador, así como la precisión y la vivacidad de su nurada, por
formaciones que se precia de haber recogido personalmente. Si el testimonio que recoge el mexicano Ruiz de Alarcón. En tanto
el desarrollo de su razonamiento parece a veces confuso y caótico, que su hermano Juan se había radicado en f:spaña y se convertía
es porque sigue la evocación y el comentario de casos precisos, que en uno de los más grandes dramaturgos del Stglo de Oro, H~mán
se consideran particularmente indicativos de la amplitud del intervenía en otros teatros y se interesaba -para confundirlo--
fenómeno que se denuncia. El discurso se adapta a la secuencia de en un indio nahua llamado Domingo Hemández. Con talento de
los casos evocados, acumula precisiones y digresiones, remite a verdadero escenógrafo y dialoguista, nos refiere las visiones de ese
otras partes de la obra, ("que de todaS estas cosas e de tratar des- indio. La acción transcurre en ple.n o principio del siglo XVII, en
una aldea semi tropical de la región de Cuemavaca, al sur del valle
0
~nchez de Agullar (195S), p. 191. de México:
10
Ponce (197S), p. 121.
11
Esta ceremonia consistía en ofrecer a la divinidad del fuego el jugo fermen· u /bid., p. 102.
tado d~l agave, o pulque. 14 Hernández Príncipe, en Duviols (1986}, pp. 464-468.
12 15 Encuestas publicadas por Duviols (1986).
La Serna (195S), p. 74.
EXTIRPACIONES U5
U4 EXTIRPACIONES

En el momento en que más grave se encontraba, dos personas vestidas zaba ya cuando el cura tuvo la idea de hacerle sorber en una cucha-
con túnicas blancas se le aparecieron y se lo llevaron muy lejos de allí, rada de agua un fragmento de hueso d.e~ bienaventurado tauma-
a otro lugar en donde se encontraba un enfermo y allí le echaron turgo Gregorio López. La enferma vonuto un pedazo de lana que
aire. En seguida lo condujeron a otro lugar, donde encontraron a otro contenía trozos de carbón, cascarones de huevo quemados y .alg~­
enfermo y de nuevo le echaron aire. Luego le dijeron: "Regresemos a nos cabellos. Doble milagro para nuestro extirpador, ~ues l~:nd1a
tu casa porque ya te lloran; deKansa ahora porque pasado mañana re- sanó y se pudo descubrir al responsable d~l e~can.ta~uento.
gresaremos a buscarte." El fragmento de hueso milagroso, la rehqma cnsbana contra la
En ese momento, al volver en ~í, se dio cuenta que su entorno le
lloraba como si ya hubiera muerto. Los dos personaJes vestidos de blan-
hechicería indígena... Podría pensarse 9-u~ n? se ~~- más. q~e
de un clásico enfrentamiento entre magta mdta y rehg10n cnsba-
co regresaron tres días después: como la primera vez, lo llevaron a ver
a los dos enfermos y soplaron sobre él como antes. En ese momento le na, ya que La Serna expresa escrupulosame~te su fe ~n los ~méri­
dijeron: "Apresúrate si quieres ver a tus padrés, tus abuelos y al resto tos del santo" antes de administrar el extrano brebaJe; o, .s1endo
de tu familia, pero si te encuentran no debes responderles absoluta- más audaces, podrían ponerse en el.mismo plano ambos.. uP.o~ d:
mente nada o de lo contrario te quedarás con ellos y no regresarás al magia y regresar así, con E. de Martmo, al componente, mag1co
mundo."16 del catolicismo. Pero ¿qué ganaríamos con ello? ¿Por que no aban-
donar esas terminologías inadecuadas y los viejos debates (Ma-
El relato prosigue en la misma vena, evocando otras visiones y gia ~religión, Magia A~ Magia B) q~e se d~rivan. de~ellas ~que­
el detalle de las fórmulas que el indio recitaba para curar a sus darnos con pistas que no sean calleJO~~s sm sah~a. Aqm, ~r
pacientes. Este extraordinario documento, del que la etnología ejemplo, todo sugiere que la confrontac1on de dos s1ste~as de m-
moderna dificilmente ofrece un equivalente, no tiene, empero, terpretación de la enfermedad, el enfoque en pe~pect1~a. ~e dos
nada de excepcional. En un ánimo similar, Ruiz de Alarcón se concepciones del cuerpo y de la persona tienen mas pos1?1hdades
había tomado el trabajo de consignar por escrito el texto de varias de ser provechosas que la repetición de los esque~as anuguos.
decenas de "conjuros" indígenas, invocaciones que se pronuncia- Lo cierto es que lo d emoniaco es tomado en sen? .por La Serna
ban en náhuatl y se utilizaban principalmente con fines terapéuti- y no queda reducido a las dimensiones .d~- un dehno provocado
cos o agrícolas. ¿Qué significa esto? Que se había empeñado no por la miseria y la ignorancia. La supersuc1on no es el fruto de las
solamente en conservar el texto náhuad, sino también lanzado a aberraciones de un cerebro primitivo, sino el efecto, y ya volv~re­
la ardua tarea de traducirlo y, más aún, glosarlo para explicar su mos sobre este punto, de una monstruosas y diabóli~ maq~ma­
sentido oculto. Poco importa si el trabajo y las interpretaciones del ción. No es inútil comparar a este respecto el razonamiento m~
extirpador parecen insuficientes en la actualidad, pues revelan derno" de nuestros folcloristas de fines del siglo XIX con el. de lo.s
una evolución notable en su relación con la realidad indígena. extirpadores. Paul Sébillot, en 1880, recomendaba a. los mvest.J-
En lugar de contentarse con desplegar su red preestablecida, en gadores tacto, paciencia y d.o n de gentes: "En efecto, s1 u~o no ~a
lugar de descuidar -como hizo Durán- un material que se con- sabido inspirar confianza a la.~ personas que interroga, SI les deJa
sideraba demasiado trivial, los extirpadores reclaman sin cesar sospechar [la verdad, a saber) que sus ~reenci~ y sus ~eyendas ~os
< más testimonios, más informaciones: "Ojalá fueran much os los parecen ridículas, no obtiene nada... " La m1sma acutud domma
escritos que quedarán estos bien ricos y fueran muy fructuosos" 17 a los investigadores, instituto res y médic~s a quienes e~ Ateneo de
La penetración de su observación no se .debe únicamente al ca- Madrid había pedido a principios de s1glo qu~ co~s1g~aran las
rácter cercano, concreto, muchas veces vívido de los hech os, a su costumbres del ciclo de vida en el campo espanol: .Nad1e puede
escala en miniatura. Proviene también de la convicción de en- demostrar a los que tales creen cias tienen 9ue no exaste el mal de
frentar una realidad, así fuera demoniaca, y no un d elirio. Un ojo."to El escepticismo o la condescendencia fingada tal vez obnu-
milagro referido por La Serna aclara esa proximidad que es,
pudiera decirse, intelectual, a falta de ser propiamente cultural.
Su sirvienta indígena Aguslina cayó enferma d e repente y agoni- 18 !bid., p. 97. La ulleri d le
19 Citado en Jeanne Favret-Saada, ú.• Mol•, la Mort, les Sorts. S(ll' ' am
bowlle, Pañs, Callima.rd, 1977, p. 289.
16
Ruiz deAla.rcón (195~). pp. 157-158. 20' EJ Ateneo de Madrid organizó en 1901 una encuesta etn~~ en todas las
17
La Serna (195~). p. 85. provincias de España sobre los temas del nacimiento, el matnmomo Y la muer-
1M EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES U7

hilaron más a los sabios del siglo pasado que el hecho de creer en la esencial, profundamente aculturado. Veamos por ejemplo a este
realidad de las creencias y las prácticas del Otro -es decir, "curandero" con apariencia de monje: "Traía un rosario negro y
tomarlas en serio, literalmente-: "todos esos efectos verdaderos blanco de casi dos varas; en el remate del bordón traía pendiente
de aguas y temporales los permite Dios". 21 El extirpador entra, a una cruz y pedía limosna y a quien se la daba le echaba su rosario
su manera y hasta cierto grado, en la creencia indígena, indepen- al cuello y hazía una oración deprecativa a el sancto devoto de
die~temente de los contenidos y los sentidos que le dé. quien le daba limosna...u
Al menos así es como la viven nuestros extirpadores en un Mé- Otra cuestión que plantean las idas y venidas de estos curan-
xico, hay que decirlo, en que las autoridades civiles y eclesiásticas deros indígenas que acuden a México para curar esclavos africa-
conceden cada vez menos importancia a las idolatrías indígenas. nos o gente blanca es: ¿dónde termina la idolatría indígena? Los
De ahí el sentimiento de angustia, de incertidumbre e incluso de itinerarios terapéuticos revelan los lazos incesantes entre la ciu-
pánico que a veces se apodera de ellos frente al desinterés o la laxi- dad colonial y el campo indígena, así como la madeja subyacente
tud del ambiente. No sin razón, por cierto, ya que sus escritos a y por siempre mezclada de las etnias: indios, negros, blancos,
menudo permanecieron inéditos hasta fmes del siglo XIX, pese a mestizos, mulatos... La situación se volvió tan compleja como in-
que ellos los habían concebido como guías destinadas a ser im- controlable. Y muy dificil de conceptualizar. El concepto clásico
presas y difundidas por todas partes. de idolatría estalla. Porque los "idólatras" no sólo atraen a los
El enfoque de estos clérigos posee otros méritos. Menos prisio- extirpadores. Interesan también a los españoles y a los demás,
neros de los a priari de la red lascasiana (o de sus sucedáneos) y africanos .o de sangre mezclada, quienes buscan en la medicina
sobre todo constantemente enfrentados a su terreno, los extirpa- indígena una defensa contra las dificultades que los abruman.
dores entrevén la importancia capital de manifestaciones que no Esta situación que se vive en México también se aplica al Perú
pertenecen propiamente ni a la hechicería europea, ni a la magia, donde, desde la segunda mitad del siglo XVI, circulaban españoles
y mucho menos a lo "religioso". De este modo, por ejemplo, los provistos de libros mágicos en busca de adivinos y curanderos
testimonios que brindan Ruiz de Alarcón y La Serna arrojan una indios. Un siglo más tarde, en toda la América hispánica, la exis-
cruda luz sobre el papel decisivo de los tizitl o "curanderos" en el tencia de itinerarios terapéuticos que unían a indios, mestizos,
proceso de transmisión y de reproducción culturales. Nuestros negros y españoles se vuelve un hecho común. Nos hallamos muy
extirpadores están conscientes de la importancia que tiene la ini- lejos de las síntesis claras y ordenadas que en pleno siglo XVI se
ciación de estos personajes, destacan las visiones que marcan estas nos ofrecían de las idolatrías prehispánicas. Hay que inventar
experiencias y se interrogan sobre su contenido. Como en Perú, otros enfoques y los extirpadores se dan a esa tarea. Sin duda sus
al cura Noboa le sorprendió la manera en que la revelación del testimonios en este sentido son notables, más que por una preci-
saber se valía igualmente del trance, al que califica de éxtasis. 22 sión cuyo equivalente lo ofrecerían los procesos de la Inquisición
Pero Ponce, Ruiz de Alarcón y La Serna no se quedan ahí: exami- o las cacerías de brujas de la Europa moderna.
nan las prácticas terapéuticas de esos curanderos evaluando los Prisioneros de una visión pobre y superficial del pasado colo-
lazos entre cura, enfermedad, visión y creencia. Los interrogato- nial, los historiadores de las ideas, etnohistoriadores y antropólo-
rios a los que se somete a estos indios son elocuentes: "¿Qué era gos descuidaron y a veces hasta ignoraron el peso y el interés de
aquel oficio que usaba? ¿Con qué palabras? ¿Y qué eran las m~ esas obseiVaciones: los extirpadores vieron mucho y fueron los
dicinas y simples que aplicaba?" El papel de las visiones en la for- testigos de la evolución incesante de las culturas indígenas en la
mación de estos "curanderos", los arrebatos iniciáticos a que dan época colonial. Además, hay que reconocer que la reflexión etno-
lugar, la manera en que el poder del curandero se apoya en esas lógica no se inicia ni con el Siglo de las Luces, ni con los anglosa-
experiencias, el marco -considerado esencial- de la cura y la jones del siglo XIX, y que no basta hacer un homenaje cortés pero
curación: todos estos indicios conducen a fin de cuentas a la pista apresurado a Sahagún o a Las Casas para rectificar la situación.24
moderna del "chamanismo". Pero de un chamanismo, y esto es lo Pese a que la atención de los eruditos del siglo XVII se dirija hacia
te. Rafael Salillas, La fasciruzción en España. Madrid, 1905, analiza la documentación
2
recopilada a propósito del mal de ojo. ~ La Serna (195S), p. 89.
ti La Serna (195S), p. 114.
2
• Por ejemplo en Margaret Mead y Ni colas Calas, Prinritiv• Herilage. An Anthn>-
22
Duviols (1986), p . 14S. powgicaJAntlwfog], Nueva York, Random House, pp. 461-47S.
138 EXTIRPACIONES EXTIRPACION ES 139

China y pese a que en los grandes debates ideológicos haya deja- valente de una apostasía -los indios son cristianos desde hace
do de figurar España, sus colonias guardan aún muchas enseñan- tiempo-- y, por lo tanto, de una herejía. Tal es el nuevo avatar
zas, ya que fueron las primeras en donde se dieron el racismo, los "religioso" que se aplica a las prácticas y creencias de los indos de
mestizajes y los sincretismos que nuestras sociedades híbridas ac- México a partir de fines del siglo XVI. No sólo la totalidad de los
tuales aún están aprendiendo y a veces. experimentando doloro- comportamientos indígenas que no van de acuerdo con la ley
samente. Desde luego que esta situación dejó indiferente durante cristiana se consideran como una desviación de naturaleza esen-
mucho tiempo al pensamiento etnológico <¡ue se hallaba en busca cialmente religiosa y se reprimen como tal. También se trata de
de lo primitivo, de lo arcaico y de una pureza milagrosamente pre- hacer con ellos un dominio articulado en torno a una "doctrina" y
servada; asimismo, desagradó profundamente al pensamiento his- a unos "dogmatizadores" encargados de su transmisión, algo que
toriador necesitado de imperios desaparecidos y de modelos que sin duda se asemeja a una herejía y unos herejes. Mas hablar de
erigir. A ambos tipos de pensamiento, las "mezclas", las fisuras, herejía no es una simple facilidad de lenguaje destinada a con-
las rupturas y las monstruosidades culturales les resultan tan into- mover al lector y a exaltar el valor intrépido del extirpador. Es
lerables como a nuestros extirpadores del siglo XVII. .• estimar ante todo que la idolatría colonial es por igual el resulta-
do de una elección y el producto de un hábito inveterado. Para que
se mantenga y prolifere, hacen falta -:-es lo :sencia_l- idóla~,
HEREJÍA Y REPRESIÓN en tanto que las descripciones de las 1dolatrtas anuguas cas1 no
tomaban en cuenta a los hombres. Más tarde regresaremos a este
La categoría de idolatría evoluciona.Veamos lo que nos proponen punto. Hablar de her('jía es también expr~sar la_ amen~ social
los extirpadores mexicanos. La idolatría colonial deja de conside- que la idolatría haría pesar sobre la c..oloma. ~ t~olao:Ia _se pr<;;"
rarse una práctica "natural" en el sentido en que la entendía Las senta a menudo como la fuente de los desacatos , atreVImientos ,
Casas. La categoría sufre una profunda mutación, pues se inscri- de "poco respecto", de los indios hacia los españoles. Hablar de he-
be desde entonces en el marco de una sociedad colonizada y cris- rejía es también atribuirse (o intentar atribuirse o incluso tratar
tianizada: "El error, de la verdad, [ ... ] no es de naturaleza sino de obtener a cualc1uier precio) los medios para poner en prácti~
accidente que despertó y fomentó el demonio embidioso del bien una extirpación radical basada en el modelo pr~b~do de la l~q_m­
que Dios nos hizo. "2!> Este cambio radical de contexto tiene varias sición. Sólo que ése es el obstáculo, ya que ~os md10s de Amen~
consecuencias. La nueva idolatría se concibe en parte desde en- quedan fuera de la competencia de los tnbunales de la Inqm~
tonces como una "doctrina", la de los antepasados y de los "maes- sición y están vigilados por jueces eclesiásticos que no. ~oseen m
tros de idolatría". Se u-ata, desde luego, de una "falsa doctrina" los medios ni los poderes ni, por lo general, las amb1c1ones del
' · que se opone al cristianismo y a la fe cristiana. De este modo, Santo Oficio.
deja de darse importancia a las instituciones, a los soportes que ya A final de cuentas, todo el esfuerzo de redefinición de la idola-
no existen -los templos y los sacrificios humanos básicamente tría apunta a preparar y justificar una represión sistemática y
desaparecieron- y la atención se dirige hacia algo que se supone masiva de ese delito. Los tratados son ante todo manuales de
es un cuerpo de enseñanzas. No solamente es de nuevo una red extirpadores, los casos que se citan sirven para dramatizar la si-
religiosa lo que siiVe para percibir al Otro en su desviación, sino tuación, para preparar una revisión de una legislación a la que se
que esta vez se halla estrechamente deslindada del cristianismo. alude todo el tiempo y que se considera demasiado blanda, para
No es sorprendente por ello que, para desarraigar la "doctrina justificar una serie de medidas tendentes ~ asegurar la conce_r-
idolátrica", se crea sobre todo en la eficacia de la enseñanza, de la tación de los poderes del Estado y de la Iglesia frente a la urgencta
predicación y de la catequesis. de los peligros. La lucha contra la i_dolatr_ía c:ontempla un_r~fo~­
Se comprende, al mismo tiempo, que los indios culpables miento en el control de las poblaciOnes md1genas, una VIgtlancia
queden incluidos en el canon De Haereticis del III Concilio Mexi- constante basada en una colaboración estrecha de todos los po-
. cano (1585)/6 ya que la idolau·ía colonial es en realidad el equi- deres. Forma parte de una empresa de uniformación política Y
cultural que además regía en ese momento en toda la Europa
25
Balsalobre (1953), p. 349. católica y tridentina. Los ex6rpadores consideran que para que se
26
Omciüo lll Provincial Mexicano, México, Maillefert, 1859, p. 367. imponga el catolicismo es necesaria la extirpación y que por lo
140 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 141

tanto ésta es indispensable para la estabilidad del poder español: la infidelidad de .estos pueblos, las calamidades que sin cesar se
"Asegurar la religión católica y su verdadera doctrina en los cora- abaten sobre las poblaciones indígenas a partir de la conquista
~ones de los súbditos es asegurar y establecer uno y otro imperio española son el precio de la idolatria colonial. Su intensidad basta
espiritural y temporal." Las cosas no podían ser más claras. incluso para probar la gravedad de las tendencias idolátricas indí-
genas. Yde este modo se cierra el círculo vicioso: ~o es casual, ~r
ciertp, que este razonamiento se exponga en MeXIco -y tamb1en
lOOLATIÚA Y ENFERMEDAD en Perú- en una época en que la población india alcanza el
1
punto más bajo del descenso demográfico. 5
La idolatría se describe por lo general como una enfermedad
cuyo contagio hay que temer, como si los extirpadores fueran A avido muchas destas calamidades y las ubo el año de 1630 y 31 fue el
siguiente a la inundación general de esta ciudad, después el año de 32
particularmente sensibles a su dimensión colectiva. a la amplitud y
y 33 fue de manera lo que apretó este trabajo que fue necesario pa~
al carácter incontrolable, propiamente epidémico, de su difusión. que escapasen y se librasen los pocos indios que quedaron, [el arzobl!l-
Para ser más precisos, la idolatria se identifica con la peste, y sus po] pwiese hospitales y casas deputadas donde con el cuydado de los
víctimas con los apestados, mientras CJ,ue sus promotores "infes- sacerdotes y curas de las parrochias, teniéndole que se medicinassen,
tan" las regiones por las que transitan. La metáfora del contagio curassen y comiessen, se libraron muchos de la muerte.51
permite describir e interpretar (aunque sin explicar nada) los
avance~ de las idolatrias fuera ele la población indígena: "Los que La población indígena no dejaba de disminuir. La idolatría sur-
comumcan mucho los indios, especialmente siendo gente vil, fácil- gía a pedir de boca para darle un sentido "~eli.gi~so" a ese de~
mente se inficionan con sus costumbres y supersticiones... ..ta Afir· tre ofrecía la clave metafisica de ese apocalips1s 1rrefrenable. Sm
mación capital: la idolatria, hay que aceptarlo, va dejando de ser un em'bargo Ruiz de Alarcón, como Arriaga en Perú, asocia también
vicio indígena. Esto provocará, como veremos, que la red se vuelva en un astuto paralelismo idolatría y embriaguez: el mal del cuer-
cada vez más flexible y contribuirá a alejarla aún más de la realidad po es una prolongación del mal del alma, el vicio oculto remata
que supuestamente debía explicar. los estragos d el vicio público. Por último, la "lascivia" (la sensuali-
dad y el relajamiento de las costumbres) es también hennana de
la idolatria, pues a ella se atribuyen los innumerables in~e~tos
IDOLATRÍA Y EXPLOTACIÓN de los indios idólatras.55 Una vez más, vemos que la red rehg¡osa
se aplica a terrenos (las estrategias matrimoniales y las prácticas con-
"Y todo viene ele sus idolatrías. "29 Esta afirmación se repite hasta el yugales) que pertenecen tanto a las estructuras sc:x:iales y a las re-
cansancio. La idolatría lascasiana, refinada y civilizada, había ser- laciones de poder como a los cultos y a las creenctas.
vido para rehabilitar a las sociedades indígenas. La idolatría anti-
lascasiana -la que manejaban los enemigos del dominico-
odiosa, bárbara y sangrienta, justificaba todas las guerras de con- MEMORIA, TRADICIÓN YSOBREVJVENCIA
quista y todas las matanzas.30 Aun cuando en el fondo sea tan ficticia
como sus antepasadas y en muchos aspectos más vaga, la idolatria Pero a fuerza de hacer de la idolatría colonial una herejía que los
colonial brinda a su vez un valioso servicio a lo que se ha dado en indios pagan en todas las formas posibles, los ex~do~s plan-
llamar la ideología imperial.
.. tean temas de un interés profundo que aun en nuestros dtas pre-
Como nos explica laboriosamente Jacinto de la Serna, idolatria ocupan a la antropología. Al interrogarse sobre la idolatría colo-
y miseria guardan una relación de causa a efecto. Así como el nial, se enfrentan a la cuestión ele la transmisión, y por lo .t anto
sufrimiento de los babilonios y los israelita.s había sido el castigo a ,. de la memoria indígena y de la tradición. De este modo se mter-
nan inmediatamente en terrenos que ya nada tienen que ver con
2'1 La Serna (1953), pp. 74-75.
28
Rulz de Alarcón (1953), p. 49. SI Sherburne F. Cook y Woodrow Borah, &says in Populatiun History, III, Berkeley,
te La Serna (1953), p. 75. University of California Press, 1979, pp. 1-128.
30
Se encontrará una versión en Juan Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre los jwl4s st La Serna ( 1 95~). p. 73.
-..sas de la guerm Wl'ltra los indios, México, Fondo de Cultura Económica, 1979. 55
Balsalobre (1953), p. 344.
I42 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 143

lo "religioso". La memoria: "No están olvidados de los nombres de pólogos que por lo general siguen ignorándolo. La escritura sirve
sus dioses." La tradición: "En este crimen están conaturalizados así para t;¿ar invoca.cio~es en hojas o li~~o~ mágicos, y para di-
como quienes lo han heredado de padres a hijos y nietos y por fundirlas, pues los mdtos pronto se famdtarJ.Zaron con esa forma
succesión de unos a otros", "los llama su mala inclinación y la tra- de expresión y supieron astutamente sacarle provecho para fijar
dición que observan de sus antepasados", "la tradición que viene sus conocimientos. Esto no escapa a los extirpadores, quienes se
de padres a hijos".'4 empeñan en confiscar estos textos y los utilizan, llegado el caso,
Esto amerita reflexiones valiosas, a menudo originales e ines- para sorprender y confundir a sus víctimas.
peradas, sobre los vehículos humanos y materiales de la tradición, Los alucinógenos constituyen otro vehículo cultural: exótico,
al margen de la consabida mención de las conspiraciones de idó- imprevisto y mucho más espantoso. Los extirpadores lo saben
latras y de las quintas columnas satánicas. Los extirpadores se perfectamente. Convencidos de que cumplen una función decisi-
interesan así en la manera como se difunde y transmite genera- va en la transmisión y la evolución del universo onírico al margen
cionalmente la tradición, dando su justa importancia a la costum- del cristianismo, los extirpadores se preocuparon e interesaron
bre heredada maquinalmente y la iniciativa personal. El papel del en sus formas de consumo, en los efectos alucinatorios (embria-
habitus y el peso de la inventiva individual, ¿no es esto interrogar- guez y visiones) y en los fines que con ellos se perseguían con el
se sobre la forma de transmisión de una cultura? Con esta ten- objetivo expreso de abolir esa "infernal superstición".~ Las Casas
dencia resurge el comparatismo, pero esta vez en el interior de o Cieza de León ya aludían de repente al tema y Durán había
una misma sociedad, para captar el deslizamiento del paganismo comprendido su importanci~ crucial en la socied~d precor~esia­
precolombino hacia la idolatría colonial. na. Los extirpadores lo convterten en uno de los eJeS de sus mte-
Ruiz de Alarcón describe con agudeza el papel del lenguaje. rrogatorios. Al hacerlo, la extirpación se vuelve mucho más 9ue
Entre los indios nahuas un lenguaje "equívoco", camuflado, sirve una empresa estrictamente espiritual: viene a ser una colomza-
para transmitir fórmulas, creencias. Recibe incluso un nombre: el ción de lo imaginario.
nahuatiatolli.ss El soporte verbal se denuncia insistentemente, como Por último, las condiciones de existencia de los indígenas - a las
si los extirpadores estuvieran conscientes de que el acceso a la rea- que tanto se cita y se culpa-, su aislamiento y posterior reagrupa-
lidad indígena requería la denominación y la metáfora. De hecho, miento, inspiran el esbozo de una reflexión sociológica. La Corona
tratan de dominar un lenguaje "dificultoso y casi ininteligible", "no española, apoyada por la Iglesia, había decidido concentrar a las
es otra cosa que una continuación de metaphoras, no sólo en los poblaciones indígenas en un número más reducido de ald~ o en
verbos sino aun en los nombres substantivos y adjetivos, tal ves nuevos sitios, con objeto de vigilarlas mejor y acabar con las tdola-
passa a una continuada alegoría.~ Lejos de despreciar ese lengua- trías. Pero el efecto de esas medidas varió según las regiones. Hubo
je, quieren profundizar en su sentido y se empeñan en descubrir el incluso quienes (La Sema entre ellos) sostuvieron que esas campa-
contexto en que se enuncia, "los requisitos que suelen prevenir, ñas de "congregaciones" (en Perú se les llamó "reducciones~) ~vie­
acompañar y seguir semejantes obras".37 Razonamiento de lo más ron consecuencias desastrosas y contribuyeron al recrudecuruento
moderno no sólo en su forma sino en su objetivo. de las idolatrías al dejar entrar de nuevo al lobo en el corral. De ahí
El lenguaje, pero también la escritura. A través de la enseñanza surgieron el cuestionamiento de las políticas y las fallas en el en-
, que se da a los hijos de la nobleza y la implantación de una admi- foque eclesiástico, así como el estudio de la incidencia "religiosa" de
'·'nistración colonial, la escritura alfabética hace su aparición en el los movimientos de población a u-avés del ascenso y descenso su-
seno de unas sociedades que sólo conocían la imagen pintada y puestos de la idolatría. De al1í también la importancia que se dio a
los glifos o, en el caso peruano, los nudos de los quipu. Los extir- la circulación de los hombres, por ejemplo al papel de los vende-
padores también son sus testigos vigilantes. Aunque les desagrade dores ambulantes ("trajineros") i~d!genas ~¡ue vi~an de un valle _a
a los historiadores que lo descubrieron tardíamente y a los antr<>- otro para difundir o alentar las pracucas anuguas. Noboa, en Peru,
comparte esas preocupaciones y brinda indicaciones análogas.
M
Ponce (1973), p. I21 ; Balsalobre (1953), p. 351; La Serna ( 1953), pp. 58, 62.
ss Ruiz de Alarcón {1953), p. 59. se La Serna ( 1953), p. 105.
36
]bid., p. 19. ~ Ruiz de Alarcón (HI53), p. 48.
"]bid., p. 22. .o La Serna (1953), p. 75.
1« EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 145

IDOLATRíA, "MEZCLA" Y SINCRETISMO preceden la celebración de las fiestas de "sus advocaciones de


santos";~ las ofrendas se dividen entre el fuego y el altar del santo,
Pronto se hace evidente que el término idolatría, en la pluma de se reparten entre los oficiantes paganos ("mayorales") y los sir-
los extirpadores mexicanos, es en realidad un sinónimo de "sin- vientes cristianos (teopantlaca.s); las creencias cristianas (el fuego
cretismo". La idolatría comparte además las debilidades de ese del Pur¡atorio) se conjugan con prácticas y cultos de origen autóc-
concepto ya que, si bien llama la atención sobre la singularidad tono...
del fenómeno, no es más adecuada para profundizar en él o para Para los extirpadores, esa "mezcla" es intolerable. Por varias
circunscribirlo con precisión. La idolatría colonial se considera razones. La mezda47 manifiesta concretamente el fracaso relativo
también por lo general una conjunción de luz y tinieblas y, por lo de la evangelización. Intelectualmente, contradice el principio
tanto, una aberración insoportable: "A los sanctas a quienes algu- según el cual cristianismo e idolatría son completamente irrecon-
n os tienen por dioses veneran juntamente a sus ídolos,..1 "Juntar, ciliables por ser contrarios e irreducibles (véase la red lasca.siana).
confundir, mezclar".~ son los vocablos que constan temente apare- La mezcla es dilución, decadencia, es germen de muerte: "Con
cén en las descripciones, salpican las interpretaciones y sobre todo semejante doctrina se deshaze y desvanece la enseñanza de los
las denuncias horrorizadas de los extirpadores, como si el mes- sanctas sacramentos que no puede ser cosa más grave; pues ya que
tizaje de los gestos y las creencias constituyera el colmo del pecado n o los niegan ni contradicen con esta ación tan diabólica y tan in-
y la abominación. Y así es. En realidad, al extirpador le resulta su- fernal doctrina destruien los efectos de su gracia y van estas almas
mamente dificil establecer de manera indiscutible si el procedi- condenadas. 1048 La mezcla prolifera sin ningún control por parte
miento indígena sirve para enmascarar los antiguos ritos o si hay de la Iglesia. Los extirpadores descubren no sin horror que el fra.
una fusión entre ambos universos. En algunos casos, los indios caso en la transición de la idolatría a la latría engendra un monstruo,
mezclan de buena fe las cosas divinas y las infamias de la idolatría, una perversión, la herejía idolátrica o la superstición.49 Tal vez se
"teniendo por cierto que uno y otro se puede usar y uno y otro es pueda concebir o tolerar la diferencia, pero la mezcla es incali-
necesarios"." Cuando los indios adoran a sus ídolos con los san- ficable.
tos, si "algunos toman por dioses a los santos", se tiene igualmente
el sentimiento de que ponen en el mismo plano a divinidades pa-
ELIOÓU.TRA
ganas y cristianas. Pero, líneas más tarde, el sincretismo no es más
que un paliativo, un camuflaje, una sustitución de nombres que per-
mite adorar a un antiguo dios bajo un nombre cristianizado. Algu- Evidentemente, no es la idolatría en sí misma lo que interesa a
nos maestros de idolatría esconden a sus ídolos detrás del santo nuestros extirpadores, ya que en forma expresa abandonaron las
sacramento "para que no lo adorasen sino a el ídolo".
44 preocupaciones de anticuarios de sus predecesores. Es más bien
Ese fenómeno abunda en distintos niveles: los nombres, los c;l indio que se disimula tras ella y la pone en práctica: el idólatra.
ritos -y creencias, las imágenes y fórmulas, el lenguaje de los cu- Este se incorpora así a la serie de los desviados y, hay que decirlo,
randeros... Como acabamos de mencionar, se atribuyen nombres de los fantasmas y las obsesiones que atormentan al dominio de lo
cristianos a las antiguas divinidades: "Con estos nombres disimu- imaginario en las sociedades ibéricas, al lado de los judíos, de los
lan y conservan el antiguo nombre con que llaman al el fuego sodomitas y las hechiceras. Por ello no es de sorprender que a
Huehuentzin que quiere decir Viejo", "otros nombres puestos en menudo se presente al idólatra como un enfermo, un "apestado",&O
nuestros tiempos, Huehuetzin, Xoxeptzin, Ximeontzin". A los p~es la idolatría y, de manera general, la desviación se equjparan
nombres cristianos se les yuxtaponen términos indígenas inspira- con una enfermedad y una epidemia. ¡Y si alguien considera estas
dos en el antigtio calendario: Juan Quetzalcóatl, Juana Cozqui ... asociaciones como una aberración de tiempos pasados no tiene
Ritos antiguos duplican los ritos cristianos o sacrificios paganos
:Pon~e (1973),pp.l21,122.
La Serna (1953), p. 69.
41 /bid.. p. 64.
47 /bid.. p. 346.
:~ /bid., p. M6.. .. /bid., p. 103.
44
/bid. , P· 81.
lbid., pp. 64, 83.
•e
50
lbúl., P· 336.
lbúl., p. 3M.
·1

146 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES

más que echar un vistazo a los numerosos grafitos parisinos en padores fracasan en hacer compartir su indignación como de-
donde se asocia a los negros con el SIDA! searían.
El idólatra y el judío: un ténnino entre muchos ~ue designa al Si la figura del idólatra es crucial, se debe sin duda a que los
idólatra que espanta: "rabí, profesante desta secta", 1 asocia a los extirpadores la manejan mucho más fácilmente que a la idolatría
indios con los miembros de la pequeña comunidad marranas! colonial, múltiple, diversa y a fin d e cuentas indescriptible por
que vivía en México; y todavía en el siglo XVIII corrían historias en hallarse tan imbricada en todas las facetas de la vida. En cuanto se
las que se denunciaban lazos secretos y aéreos entre los indioll pasaba de la teoría a la práctica, la idolatría colonial resultaba ser
de la región de Oaxaca y las sinagogas de Amsterdam ... Para un concepto de contornos imprecisos; a menudo era solamente
. Sánchez de Aguilar, el extirpador yucateco, los idólatras son peores una comodidad del lenguaje, la pieza principal de un discurso
que los sodomitas: porque si bien éstos se contentan con subvertir ideológico, el punto de inserción de referencias teológicas y a
el. orden natural, los idólatras alteran el orden divino y privan a menudo de lugares comunes de clérigos faltos de inspiración. El
Dtos del honor que le corresponde al destinarlo a dioses múlti- indio idólatra, en cambio, ofrecía un blanco que tenía el mérito
ples. Sodomitas e idólatras se consideran promotores del desor- de ser fisicamente situable. Para deshacerse de él bastaba, al me-
den que pone en entredicho a la Naturaleza y a la Divinidad. Es nos esto se decía, aprehenderlo y encerrarlo a perpetuidad en
cierto que en el siglo XVII ya no se quema a los indios idólatras y prisión "juzgando que extraerlos y sacarlos de los pueblos es
además antes sólo se quemó a unos cuantos. Los "conversos" (los arrancar las raízes de la idolatría".ss La época Clásica -en Nueva
marranos) y los sodomitas mexicanos padecieron por este motivo España como en otros lugares-- aprende a encerrar a los desvia-
much o más que los indios de la Nueva España. Pero tal vez no sea dos, pese a que muy pronto se alcen voces que cuestionen las vir-
casual que las veleidades de extirpación correspondan a los tudes del encierro: "Las cárceles [ ... ) no convierten ni sanan. a De
grandes autos de fe contra los judíos de Nueva España, a la espec- ahí el afán de identificar por todos los medios al idólatra, perfec-
tacular persecución que se abatió sobre los sodomitas de México cionando sutiles interrogatorios para descubrir al culpable. Aquí,
y Puebla y a las primeras medidas de encierro de las prostitu- el arte de la confesión acompaña obligatoriamente a la extirpa-
tas: .. sJ No puede decirse que se trate de una política sistemática y ción, porque hay que hacer hablar a quienes se niegan obstinada-
articulada, pero se deducirá hacia dónde soplan los vientos de la mente a eUo, arrancarles el nombre de sus cómplices, fingir que
época. Unos vientos impregnados de los miasmas de los carnice- uno sabe más de lo que sabe realmente para obligar al indígena a
ros, una época que es sobre todo la del surgimiento del Estado revelar lo que oculta. Método inquisitorial sin duda, pero q~e se
moderno, de la organización del absolutismo y del control de las traspone a la confesión y se adapta a cada terreno cultural. Mét~
poblaciones. do que se apoya necesariamente en un saber etnográfico que per-
El idólatra inquieta. Al extirpador le indigna la clandestinidad mite distinguir el tipo de sacrificio, las circunstancias agravantes o
que lo rodea, el secreto que guarda, las conspiraciones que no de la acción, la posición del indígena dependiendo de si es to-
trama.M Como otros excluidos, por cierto. El siglo XVII mexicano davía niño, simple cliente de los "hechiceros" o "sacrificador" él DÚ$-
vive en este sentido en la obsesión del complot, de la "complici- mo, etc. El mejor ejemplo de ello es sin duda el tardío ( 1692) Lt.UJ
dad": se teme la sublevación d e los negros, se sospecha de los méúxlo de confesar idólatras de Diego Jaymes Ricardo Villavicencio.
lazos de los marranos ("conversos") con el extranjero, aterra y Para Sánchez de AguiJar o Ruiz de Alarcón, la idolatría no tiene
su~leva 1,!1 existencia subterránea de los adeptos al "pecado abo- nada de primitivo: "No pueden llamarse ignorantes [a los indios
mmable (los homosexuales). Los temores son equiparables, a que persisten en la idolatría], ni rudos, ni bárbaros, ni menores'. 1158
veces se mezclan y aumentan, cuando pese a todo nuestros extir- A menudo Jo que se subraya es precisamente la madurez de los in-
dígenas utilizando, aunque parezca paradójico, la argumentación
51 Villavicencio ( I692), p. 5!. de Las Casas. El defensor de los indios había exaltado el valor y la
5
~ ~bre los judíos en México, véase Seymour B. Liebman, Los judáos m Mbtico 'J
Amnua Centro! (fe, llama.~ e lnr¡uisicWn), México, Siglo XXI, 1971 .
Cr'_lzinski, :Las ce nizas del pecado. Homosexu~es novohispanos a
5
' . Serge !1!1 Villavloendo (1692), carta del oblapo de Oaxaca.
med1ados del s1glo XVII , en De la santidad o la pervenión, México, Grijalbo, 1985, 56
lbii.., cana del obbpo de Puebla.
pp. 255-281. 57 /bid..
M Sánchez de AguiJar ( 195!), p. 287. 58
Sinchez de AguiJar ( 195!), p. 304.
EXTIRPACIONES 149
148 EXTIRPACIONES

cia", privilegio escandaloso en un Estado católico del siglo XVIt.61


racionalidad de las civilizaciones indígenas prehispánicas, y aflr~
Los nombres con que se les designa denotan las cualidades inte-
mado la capacidad de los indios para recibir el Evangelio. Invoca~
lectuales que se les atribuyen: "letrados, ministros, falsos sacerdo-
do nuevamente en el contexto del siglo XVII, ese argumento se wel-
tes"; "rabinos", en el obispado de Oaxaca;62 "maestros de idola-
ve en contra de los indios y hace imperdonables sus fallas como
tría", "maestros de superstición", "médicos", "dogmatizadores", en
recién convertidos. Nunca se insistirá bastante en que las idolatrías
y supersticiones no son aún consideradas por los extirpadores m~ el arzobispa.do de México. Para los extirpadores el idólatra activo
xicanos divagaciones retrasadas de las poblaciones campesinas, es constantemente móvil, sabe desplazarse de una región a otra
ignorantes y estúpidas; al menos en la primera mitad del siglo XVII. para difundir su "mala doctrina" y sus "dogmas", vender ídolos,
No hay aquí resto alguno de desprecio por esas creencias y prácti- ofrecer sus "conjuros", o para huir de un cura demasiado preocu-
cas de carácter "popular", sino un sentimiento agudo, a menudo pado por sus deberes de pastor. Es un e!'pecialista de la propagan-
angustiado, de una viva resistencia, pensada e implantada cuida- da clandestina, del terrorismo intelectual, del chantaje y de la ame-
dosamente. La obsesión del complot y de la conspiración que a me· naza. No hace falta decir que nuestros extirpadores sobresalen en
nudo anima las descripciones de Jos extirpadores es además la ex- la descripción de la fonna de actuar de esta quinta columna:
presión de esa misma inquietud. Las pruebas de la difusión de la
idolatría en la capital mexicana impiden además considerarla un Se entran en los pueblos donde ay docuina y enseñanza, entrándose
~en?meno rural y periférico: las fiestas del "volador" --en que unos blandamente y con recato, no mostrando luego su pon~oña hasta que
mdtos se lanzaban de lo alto de un poste--, los baños de vapor, Jos se asseguran de las personas, circunstancias y lugares para no ser
expe~dios de "pulque", están infestados de ella.59 Hay un episodio conocidos y descubiertos; y poco a poco van derramando su veneno y
refendo por La Serna que ilustra la intimidad de los lazos ciudad- persuadiendo que no se olviden de lo que sus antepasados hazían;
conténtanse a el principio c¡ue se hagan las cosas de sus idolatrías ma-
campo en la primera mitad del siglo XVII. El extirpador se halla tras
terialmente y ellos son primeros executores de ellas y poco a poco van
la pista de un "gran maestro de supersticiones", Juan Chichitón, enseñando a otros para que en aquellos lugares sean sus substitutos y
quien mezcla celebraciones de santos con hongos alucinógenos. maestros y les ensei1an las formales palabras de sus invocaciones y los
La Serna realiza el interrogatorio: ritos y ceremonias de sus sacrificios y en esto ponen tanto recato y
cautela que no se fían de quien quiera. 65
Vin~ pues a esta ciudad .. . a ver si podía de3Cubrir a Juan Chichitón que
~c1an andava en esta ciudad y haziendo diligencia y encargándola a
diferentes personas, me dixeron que junto a Santa Inés entraba un indio Se denuncia la "malicia" del idólatra que lo lleva a explotar
c~dero que curaba una negra enferma y teniendo noticia que una astutamente las contradicciones de la dominación colonial, a
m~~a estaba curando su enferma, me arrojé a la casa para ver si era el poner a una jurisdicción en contra de la otra enfrentando a los
médico que yo bU3Cava y hallé a el tal curandero... y hallé que no era él jueces de la Corona con la gente de la Iglesia: de este modo acu-
que yo bu3Caba, sino otro tal de uno de los pueblos circunvecinos a esta sará a un cura demasiado celoso de su deber de actuar por odio o
ciudad con las mismas calidades que los otros... 60 por afiin de lucro o de mostrar un rigorismo tan excesivo que los
indios abandonan la aldea y dejan de pagar el tributo, en peljui-
En realidad, así como h ay de idolatrías a idolatrías, hay de cio de las cajas reales.64 Pero ese idólatra-agitador al que los extir-
idólatras a idólatras. Pero las cosas no son tan simples y Jos extir- padores imaginan siempre en acción es por igual una ficción y un
padores lo saben bien. Hay que distinguir --como en el caso de ser de carne y hueso. Salvo raras excepciones, en las regiones
los sodomitas-- entre idólatras pasivos e idólatras activos. Los se- nahuas del centro del país, los indios a los que capturan son más
gundos son desde luego los más peligrosos, Jos más ladinos, los bien curanderos medianamente aculturados que perniciosos pro-
más diabólicos. Buscan "constantemente la libertad de concien- pagandistas. Au.nque no sucede lo mismo en las regiones más

. w La Serna (195!), pp. S33, 334. Para ce.lebrar la fiesta del volador, avatar colo- /bid., p. !5!.
r
mal tolerado de una celebración prehispánica, los indios elevaban un gran
111
62
Villavicencio (1692), p. 5!; Balsalobre (1953), p. 351.
másul desde cuyas alturas se lanzaban dando vueltas, con los pies sujetos por una 6
' La Serna (1953), p. 64.
cuerda. 64
/bid., pp. 35!-354.
60
/bid., p. 101.
,

150 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 151

lejanas o periféricas: el obispado de Oaxaca, Yucatán, las mon- tendiendo engañar sus ministros", 71 "quieren estos parecer cris-
tañas nebulosas de la sierra de Puebla ... tianos siendo idólatras".
Los idólatras pasivos pueden contentarse con imitar lo que ven Parece que los extirpadores distinguen aquí nuevamente entre
hacer a otros indios sin preocuparse por la naturaleza de los ges- dos tipos de actitudes: están los que se ocultan deliberadamente
tos y los actos que practican: para el obispo de Quito, Montenegro,fi& bajo una fachada cristiana, pero hay otros que creen conciliable
constituyen la mayoría de los indios y lo que los mueve es única- lo irreconciliable, "quieren parecer cristianos siendo idólatras,
mente la búsqueda de los bienes materiales y de la salud. Los pareciéndoles que lo uno y lo otro pueden estar junto"...?! "Aun-
extirpadores mexicanos construyen una visión más dramática y que creen que hay Dios, pero también tienen por cierto que les
menos prosaica de las cosas: no se contentan con denunciar una vienen las cosas temporales por mano de sus ídolos."" Es probable
idolatría material, consideran que también es formal, es decir, pnr que el extirpador toque aquí uno de los principales resortes de los
funda e interiorizada. Según ellos, estos indios adoptan "pasiva- "sincretismos" en México, a saber, la incapacidad (o el rechazo) de
mente" las prácticas que difunden los "dogmatizadores", "son fa- concebir como incompatibles las culturas que coexisten. Pero,
cilíssimos en persuadirse lo que les quisieren dar a creer".66 Para de manera general, esa interpretación nos lleva una vez más al te-
algunos extirpadores, el origen de esas actitudes es característico: rreno de lo religioso, un terreno sembrado de clichés y de trampas
"Tienen tanta diversidad de pareceres y son de ánimo tan flacos que no siempre pueden eludir el historiador y el antropólogo. La
que facilmente lo convierten ya a una superstición y ya a otra.,.,., asociación de prácticas, gestos, rasgos e instituciones que los ecle-
También es casi congénita: "Esta inclinación [ ... ] está embebida siásticos designan con el nombre de "verdadera religión" es por
en su misma sangre para la propensión a la idolatría y supersti- principio irreconciliable con el equivalente indígena que creen
ción. •Ese razonamiento se modifica a fines del siglo XVII y toma un poder aislar bajo el nombre de idolatría. Planteado en estos térmi-
giro sociológico cuando Villavicencio ataca, según su costumbre, a nos duales, de verdadera contra falsa religión, el enfrentamiento
"los indios pleveyos de este reyno [México] en cuyas venas toda- es ineludible y la solución intermedia inconcebible. Pero una vez
vía bulle, se menea y vive la sangre de sus antepasados que en su que se relativizan esos recortes de lo real para tratar de deslio-
gentilidad se dieron tan ciegamente a la idolatría"...811 La distinción darse de ellos, nada impide pensar en otras articulaciones (quizá
pueblo/éliú tendría mucho peso en el pensamiento de las Luces, también ellas impuestas, quizá más cercanas a la visión indíge-
como veremos pronto. Aquí se asocia a consideraciones más anti- na.. . ) que puedan al menos renovar nuestra mirada. Compare-
guas que se inspiran en el concepto de "pureza de sangre". Desde mos, por ejemplo, la nebulosa de gestos y prácticas ligadas al culto
el siglo XV, la sociedad ibérica se obstinaba en vigilar y, llegado el de los santos con el complejo ancestral edificado en torno a reli-
caso,excluiratodoslosquenotuvieran "sangrepura", es decir, los quias domésticas y deidades protectoras de la comunidad. Es indis-
descendientes de los moros y judíos cuya conversión no bastaria cutible que los indios no se limitan a acercar dos cultos, dos tipos
nunca para borrar sus orígenes. Considerada inicialmente "cos- de divinidades protectoras como un análisis "religioso" (y por tanto
tumbre y mal uso", la idolatría se convirtió así en "naturaleza",l preconcebido y convencional de las <.osas) haría pensar: asocian
desde entonces "emanó de la naturaleza misma de los indios". y funden en su práctica y su visión de lo real varios sistemas de
"Sangre", "naturaleza", inferioridad social ... No estamos lejos del expresión de la identidad familiar y aldeana, de relación con el
racismo moderno. entorno, con la producción, con la ancestraiidad y la imagen," etc.
Todos, idólatras pasivos y activos, se distinguen de cualquier ES;as asociaciones se fundan en las lógicas cruzadas de la sobrevi-
mcxlo por su "hipocresía", por susjuegos engañosos de la apariencia: vencia cotidiana y de su propio universo conceptual y pueden
"Pareciendo verdaderos cristianos, no lo son y siendo idólatras for- haber resultado tan pertinentes e incluso más operativas que las
males, se ocultan de manera que son verdaderos hipóaitas pre-
71
65
Monte negro ( 1771), p. 180. lbid.; pp. 5!7-3!8.
111
Ruiz deAiarcón (195S), p. 25.
'12 /bid., p. 67.
f7 La Serna (195S), p. S!S.
"Gruz.inski (1988), pp. S12-!26.
74
• VUJavicendo ( 1692), p. 20.
Acerca de un análisis de la evangelización en ténninos de conquista de los
ee La Serna (1955), p. 559. !=uerpos, Wa.u, por ejemplo, Serge Gruzinski, "La conquista de los cuerpos", en
'IO¡bfd. Familia y se>ttUJlidad m NU4tJa España, México, SEP/80, 1982, pp. 177-206.
152 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 15~

lógicas, las contabilidades y las imposibilidades que la gente de la EL PERú DE LOS JESUITAS
Iglesia deduce de su red religiosa. En otras palabras, sería desea-
ble que dejaran de pensarse en términos de "sincretismo reli- Quién está calificado para dominar a los hombres,
gioso" estos fenómenos que rebasan ampliamente esa red y que si no aquellos que dominan su conciencia y dispo-
se emprendiera la tarea de actualizar otras conf¡guraciones que no nen de su pan.
solamente redistribuyan los rasgos de lo real observado, sino tam-
bién puedan exhumar otros, ya se trate de darles una importancia F. DosroiEVSKI, Los ~7WS Karam4UN.
que se les había negado o de sacarlos de la nada en que hasta en-
tonces los había dejado la investigación. Con esa intención mos- "No vinimos para castigarlos sino para instruirlos." Con estas
tramos en otro momento de qué manera la evangelización de palabras se inician todas las visitas de los jesuitas a las aldeas de
los indios de México y las reacciones indígenas que provocó abar- los Andes, a principios del siglo XVII. Al clarear el día se reunió a los
caban, en realidad, terrenos extrarreligiosos: la conquista de los indios en la plaza uniendo los esfuerzos del cura de la parroquia
cuerpos, la imposición de una concepción del sujeto, la revolu- y del "cacique" local. En esa primera mañana helada, el misio-
ción de las técnicas de comunicación ... '1!> nero llegado de Lima, atravesando cuestas y barrancos que se
Este cambio de ángulo y de red es lo que, en nuestra opinión, suceden hasta perderse de vista, les explica a los naturales cómo
podría romper las rutinas de la investigación, abolir las fronteras se desarrollarán en adelante las jornadas, a las que nadie podrá
que las separan y dar origen a un razonamiento que no sea ni una sustraerse; en seguida, pues los primeros contactos son siempre
historia ni una antropología, y menos aún la simple yuxtaposi- muy delicados, ~l padre se informa sobre los enfermos y va a visi-
ción de esas dos disciplinas. tarlos llevando consigo algún objeto previsto para ese fm; por
Esta breve evocación del caso mexicano no debe confundirse último, nunca olvida regalar aquí y allá, a su paso y sin ostenta-
con un estudio o una histori¡¡. de las extirpaciones en la Nueva Es- ción, un mendrugo de pan, un pedazo de galleta. Durante varios
paña. Extirpaciones que además fueron mínimas, como si los ex- días el misionero, secundado por los notables del pueblo, em-
tirpadores no hubieran logrado nunca compartir con las autori- prende la catequesis de los indios, la verdadera, ya que los esfuer-
dades d el virreinato, sus temores y obsesiones. La extirpación zos de sus pr~decesores fueron insuficientes para extirpar de sus
queda como una empresa individual, aislada, a menudo sin futuro coraz.~nes la 1~olatría. Hay se~ones, prédicas, discusiones, pero
y que se enfrenta a la tibieza de la Iglesia y a la indiferencia, cuan- tamb1en corteJOS y cantos, parabolas y relatos de misterios, que
. do no la hostilidad, de los representantes de la Corona. Otra cosa sustituyen las fábulas y los taqui de los tiempos antiguos, se suce-
sucede en el mundo andino. No sólo el sustrato geográfico y étni- den desde las primeras luces de la aurora hasta la noche. En esa
co es radicalmente diferente, como hemos visto en varias ocasio- atmósfera irreal donde se ha abolido el tiempo, ese tiempo cam-
nes, sino que sobre todo los instigadores de las campañas perte- pes~no que se. quedó enganchado a 'tos campos abandonados por
necen a la todopoderosa Compañía de Jesús. Esta vez se tratará de la crrcunstancm, el padre desaloja a idólatras e ídolos, aprovechan-
una ve~dadera política y ~e un paso a los hechos sin parangón con do las contradicciones de unos y otros, confundiendo a los culpa-
las veleidades de los extirpadores mexicanos. bles, atrayéndolos con palabras tranquilizadoras, como un sabue-
so que acorrala a su presa, "para descubrir la caza".76
Las campañas de extirpación de las idolatrías no son, como en
México, empresas individuales atribuibles al celo excepcional o a
la manía represiva de un cura. Sistematizadas por el jesuita Pablo
José de Arriaga, constituyen también verdaderos interrogatorios
policiacos, aunque su jugada esencial sigue siendo la intimidación
más que el castigo, el establecimiento racional de los indicios y la
fragmentación de las solidaridades comunitarias. Leyendo esas
notables páginas que hacen de José de Arriaga un Maquiavelo his-
75
La Inquisición mexirana no vaciló en perseguir a algunos extirpadores que,
por exceso de celo, llegaban a desbordar el límite de su competencia. 7& Arriaga ( 1968). p. 48.
154 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 155

panoamericano, es imposible no pensar, como el Gran Inquisidor LA REIFICACIÓN DE LAS CREENCIAS


inmortalizado por Dostoievski, que esos hombres "que llegaron a
corregir la obra de ~to" sabían que no hab~a ~ que tres ~er· Para extirpar con eficacia se requiere antes identificar al enemi·
za3 capaces de subyugar por siempre la conctencm de los débiles go. Esta posición no es nueva. Ya la habían expresado en sus es--
insurrectos: "el milagro, el misterio y la autoridad". Los gérmenes de critos Durán y Malina, para quienes el saber acumulado sobre el
la extirpación de las idolatrías en Perú ap~recen. en la seguz:¡da pasado debía tener necesariamente una dimensión práctica. No
mitad del siglo XVI: Polo de Ondegardo, qmen calificaba los ntos obstante, el método de los jesuitas es muy distinto del de los ~ro.
y creencias de los indios de "errores y supers~ciones", se siruab~ ra nistas de mediados del siglo XVI, fascinados a su pesar por los ntos
en esa corriente decisiva de la política colomal; el tercer Concilto de los Antiguos. Arriaga no intenta reconstru~r la hist~ria de l?S
de Lima (1585) - y Acosta, quien participó en él activamente- in· incas ni sus costumbres sino que se propone bnndar un mventano
sistía en la necesidad de revisar las modalidades de la conversión tan preciso como sea posible de todos los casos que pueden presen·
de los indios, aferrados a pesar de sus curas, los "doctrineros", a sus társele al interrogador, empezando por las "cosas que soz:¡ adora·
prácticas paganas. Sin embargo, tocó a la Compañía. de J~sús la das por los indios". Con la frialdad de un entomól~o: ~ ela·
responsabilidad de llevar a cabo con fuerza y de~nnmacton ~na bora una lista de objetos de culto entre los cuales s1tua en pnrner
lucha sin tregua contra todas las formas que podta adoptar la 1da. lugar al Sol y los astros, las montañas, los pozos y otras formas
latría, incluyendo las más triviales, que no habían provocado la topográficas, luego los ídolos de P.i~dra a los que compa~ c~n los
reprobación de muchos de sus predecesores.. Lo~ jesuitas son ~nte dioses penates que posee cada famtha en su casa y que los md1os lla-
todo mentes políticas para las que el fin JUStifica los medtos: man ClJ1UJf>aS y chancas. Todas estas cosas se ordenan en dos. cate-
por ello es legítimo emplear la astucia, el engaño, la picardí~, al.en- gorías lógicas: las huacas inmóviles --el término quec~ua s~ mtra.
tar la denuncia y hacer caso omiso, en lo que respecta a los mdtos, duce como categoría objetal y no como una forma sua genens de la
del libre arbitrio, pues "en esta inquisición de la idolatría no se divinidad- y las huacas móviles que también se designan c~mo
pueden guardar los ápices del derecho".77 Los extirpadores mexica- "reliquias malditas". En suma, los in_dios no creen en. falsos..d1oses
nos~nmque también se hallaban dispuestos a toda.- sólo pedían sino en cosas que se parecen ex,tranamente a los fetiches descu-
una legislación más rigurosa o la aplicación de medidas caídas en biertos• por los portugueses en Mrica.
desuso. Es evidente el interés de esa clasificación: las huacas móviles
La idolatría, en efecto, también se percibe aquí como una peste, pueden ser destruidas fácilmente o, al menos, los jesuitas pued~n
un mal intrínseco a los indios ("mal connaturalizado"), que se confiscarlas; basta hacer su inventario basándose en las denuncias
mama con la leche, heredado de padres a hijos. Estas expresia. de los propios indios y en las observaciones que el interrogador
nes, como vimos en México, servían para denunciar el compor· pueda hacer por su parte. El fuego es el mejor med~o P:ua _extir-
tamiento de los judíos y los moros convertidos. Pero los indios no parlas definitivamente : el ~ut.o de .re e~ la .Aménca mdtgena
son ni judíos ni moros; sino una mano de obra muy valiosa a la incluyó únicamente "obJetos que la lmagtnactón de los naturales
que conviene integrar al sistema colonial, con todo y las oleadas había desviado de su función: vestidos, plumas, maderas talladas,
de fiebre idólatra que se apoderan de ellos. De ahí el carácter floreros, aunque también cadáveres, las famosas momias que los
retórico de esas comparaciones que, por razones evidentes, no peruanos desenterraban de las iglesias y los cementerios para
podrían conducir a las autoridad~s español~ a adoptar '_lle~id:U guardarlas en sus machay, nicho~ cavados en la piedra e~ los que
drásticas. En esta coyunrura pecubar se manifiesta el gemo mdts- deslizaban los cuerpos para evttar que el peso de la tierra los
cutible de los jesuitas, digno de reconocerse. aplastara y corrompiera. Ya hemos mencionado ~ue las carz:¡~as
de extirpación tenían por objeto, más que casttgar a los mdtos,
impresionarlos y seducirlos. Esto es válido para los vivos. En caro·
bio, la dureza que se mostraba hacia los muertos no deja de sor-
prender si se considera la importancia de la cremación en el pen·
samiento católico pero también en el de los peruanos. En efecto,
77 /bid.,
contrariamente a los mexicanos que practicaban normalmente la
p. 24 7. incineración, aquéllos temían por encima de todo la aniquilación
1

156 EXTIRPACIONES
EXTIRPACIONES 157
del cuerpo por el fuego. Pedro Pizarra cuenta que el Inca AtahuaJ-
pa aceptó convertirse para escapar a la hoguera que era su desti- a las tormentas y vientos que se desatan en las zonas de mayor
no seguro. Quemar las momias era no solamente poner fin a una altitud, pobladas de huacas y entidades temibles.
práctica del mayor nivel idolátrico, sino ante todo cortar definiti- Otra manera de luchar contra las huacas móviles consiste en
vamente el lazo que unía a los indios con sus antepasados, los oponer a las interpretaciones supersticiosas y fabulosas explica-
c~ales se.convertían a~í en una especie de condenados por la gra- ciones ya científicas. De este modo, Jos padres deben esforzarse
caa de Daos. Muchos mvestigadores han insistido en la obsesión por enseñar a los indios cómo se producen los eclipses, cómo se
por las momias en todas las campañas de extirpación de las idola- forman los truenos. A las creencias en orígenes separados hay
trías en Perú.78 La razón nos parece más estratégica que religiosa. que responder que lo semejante engendra lo semejante: "para
Ade~. hasta ~nes del siglo XVI las momias no suscitaron jamás refutalle el error que tienen de la pacarina de que procedieron
semeJante obsesaón, pues los oráculos y augures se consideraban unos de tal cerro, otros de tal fuente, les enseñaba... que cada se-
en esta época manifestaciones idolátricas mucho más graves. mejante produce su semejante", dado que todos los seres huma-
~ ~~~ inmóvil~s plantean otros problemas, ya que son por nos tienden naturalmente al conocimiento, "cuan natural es al
defimcaon mdestructtbles, pero al mismo tiempo se ofrecen más ho~bre el entender y el saber". Por añadidura, esos argumentos
fácilmente a la mirada del sacerdote y sus cultos pueden ser des- rac10nales de acentos tomistas son más perünentes que cualquier
cubiertos con mayor facilidad. Son señales que marcan el espacio referencia doctrinal: "Los sermones han de ser proporcionados a
aldeano y que se pueden neutralizar imponiéndoles signos mate- su capacidad arguyéndollos y convenciéndolos más con razones
riales de la presencia de Dios: las cruces, por ejemplo, que .se le- naturales que con pasos delicados de la escritura. ..eo De modo más
vantan en el emplazamiento mismo de esas huacas, no sin cierta acentuado que en el siglo XVI, las "fábulas" indígenas se conciben
~amo formas ~e ex~licación erróneas, propias de los pueblos que
dificultad, como prueba la historia de este indio, miembro de
agn~ran la extstenCla de las causas naturales. La idolatría --cuyo
una confraternidad de Cuzco. Deseoso de contrarrestar los efec·
tos funestos de una antiquísima huaca cuyo origen se remontaba sentido general se vuelve aquí el de la superstición- se opone así
a~ ciencia y no a la religión, pues ya no es para los extirpadores
a Manco Capac, el valiente h ombre decidió plantar dos cruces al
mas que una suma de errores. Esa operación de "desencantamien-
lado de dos piedras que la representaban y que se hallaban en la
to" del mundo tiene como corolario una transferencia del miste-
cima de una montaña. Tras penosos esfuerzos e invocando el
rio a otras esferas, las de los ritos y las palabras de la Iglesia. Porque
nombre de Jesucristo, e l piadoso indígena llegó al lugar, pero
la construcción de un universo "sagrado" que compense la extir-
entonces levantó un fuerte viento que r~mpió las cruces. Desde en-
pación de las idolatrías es un procedimiento esencial de la Iglesia
tonces, todos los intentos por "cristianizar" ese espacio resultaron
colonial y la mejor pmeba de su éxito. En esta empresa, la músi-
vanos: "Se levantó tan gran viento y con tan grande ruido quepa-
ca, la teatralidad y la imagen desempeñan un papel esencial.
recía que hablaba... El aire arreció de manera que las cruces se
¿Cómo pennanecer insensible, por ejemplo, a las quejas desga-
q.uebraron y aunque otra vez se renovaron y se pusieron, se vol- rradoras de las saetas que se cantaban en las calles de las ciudades
VIeron a quebrar y dijome el mismo que no suele haber allí aque- en la oscuridad de la noche? 81 Como recuerda Arriaga con insis-
l~os airazos. "19 Llegamos así al límite de la extirpación, que los mi- tencia, "no ayuda poco, mayormente a la gente común, a tener es-
saoneros acabaron por aceptar: la separación de los espacios, el tima de las cosas de la cristiandad el ornato y aparato en el culto
confinamiento de la idolatría en los lugares remotos, dificilmente divino". 82
accesibles incluso para los campesinos, más allá de esos territorios La reificación de las creencias (o si se prefiere la transfonna-
cuyas fronteras fueron rectificadas en la época colonial de acuerdo ción de la idolatría en una colección de "cosas") tiene otras con-
con un proyecto de zonificación del espacio rural al que se llamó secuencias igualmente dignas de mención: el ~lor que conceden
"reducciones" en Perú y "congregaciones" en México. Aún en nues- los indios a las "huacas móviles", su escasez debido a su destruc-
tros días, los campesinos de origen indígena o mestizo les temen

:Es
80
/bid., p. 244. .
81
el tema del libro de Ouviols (1971). Las saetas (literalmente: "tÍechasj son can1os religiosos andaluces que expre-
Arriaga ( 1968), p. 226. san los remordimientos de los pecadores y el miedo al castigo divino.
82
Arriaga (1968), p. 221.
r
158 EXTIRPACIONES EXTIRPAClONES 159

.ci6n y a los obstáculos a su posible fabricación, así como la exis-- gros:u mezclas, que la Iglesia h abía tratado de evitar: se enseña a
tencia en la sociedad colonial de múltiples redes que escapan al los indios a fabricarlos ensartando cuentas, "chaquiras", utilizadas
control de los jesuitas, dan por resultado que estos objetos se con- en la antigüedad en n umerosos rituales o a concebirlas como qui-
viertan en mercancías. Así, por ejemplo, los conejillos de Indias, pus con nudos y cuerdecillas, comparación muy antigua por c~rto.
r
que sustituyeron a los camélidos en los sacrificios, que se multi- Pero el rosario-mercancía sigue siendo la solución más común:
plican fácilmente, circulan por todos los Andes e mcluso al otro "aunque los más los envían luego a comprar donde los hallan ...Y
lado del mar, pues José de Aniaga se encuentra con la sorpresa me decía un español que no había él menester mejor granjería que
de que en Roma existen algunos, durante una visita al Santo Padre. irse tr:ulos padres vendiendo rosarios". 85 Ese fenómeno posee tal
En especial, las plantas, utilizadas en diversos rituales.y en prácticas amplitud que abarca naturalmente al agua bendita, complemen·
de hechicería, como el "espingo", o las conchas mannas que ofre- to indispensable de toda cura y cuyo uso se recomienda en los ser·
cían los indios a sus huacas y también a sus santos, se convierten mones de extirpación. Por último, la sustancia que en opinión de
en artículos comerciales: "los indios de la costa y aún españoles todos y durante más de dos siglos simboliza la locura idolátrica
tenían granjería de estas conchas con los de la Sierra, sin reparar de los indios, a saber, el alcohol, no escapa tampoco a la difusión
para qué efecto las compraban"." mercantil. Los textos nos hablan de "vino" en el caso del Perú, tér-
Arriaga consideraba sin duda muy ingenuos a los comerciantes mino con el cual se designaba al parecer a la ceJVeza de maíz, que
españoles que no veían inconveniente alguno en comerciar con en otros tiempos fue un instrumento indispensable en los sacri-
las "cosas idolátricas", sobre todo porque también las usaban las ficios, las ofrendas y los "convites" que mencionamos anterior·
poblaciones mestizas. De hecho, ese fenómeno rebasa el marco mente. Los jesuitas denuncian la comercialización de ese alcohol,
de los objetos prohibidos o en riesgo de extirpación y se extiende favorecida a la vez por las autoridades civiles y por los curas de
a los que manipulaba la Iglesia: retratos de San Ignacio con vir- pueblo, con el pretexto de sus virtudes medicinales: "y a precio
tudes curativas, polvos de San Francisco Javier, imágenes diversas muy subido... pero todas las enfermedades quieren que se curen
que entran en esos circuitos. Al insistir ante los indios en el papel con vino, porque convino para sus intereses y granjerías".86 Aun-
de mediadores que poseen los santos -a los que los naturales se que es cierto que la reificación de las idolatrías indígenas tiene
obstinan en comparar con sus htUlCI.IS- Arriaga obtiene experien- por objeto desacralizarlas y destruirlas materialmente, dicha ten·
cias como la que cuenta, de una aldea peruana, donde unos in- dencia se enfrenta a la expansión del objeto-mercancía, cuales-
dios que pertenecían a cuatro confraternidades del lugar com- quiera que sean su función y origen. El valor de estas "cos:u" pare-
praron las imágenes de sus respectivos patronos. Una vez que ce estar determinado por consideraciones comerciales, ajenas a los
o'-tuvieron satisfacción, dejaron de hacerles plegarias y se tor- fmes de las campañas misioneras. Por último, el precio de estas
naron hacia los santos de l:u otr:u aldeas, "por l:u razones contra- mercancías parece modificar la relación que tiene la gente con
ri:u", "porque decían que aquellos santos ya eran suyos y ellos los ellas. En el Perú, como en México, ídolos antiguos (o copias de los
habían comprado, y así iban a otro pueblo a visitar otros santos por antiguos) , mercancías y sacra cristianos coexisten y a menudo
la5 razones contrarias".84 Este comentario posee el mérito de plan- pasan por las mismas manos.
tear una relación ambigua entre la eficacia simbólica de un objeto Está en juego en el Perú de la p~era mitad del siglo XVII algo
ritual y su forma de adquisición: la compra, el trueque o el regalo, tan decisivo como en las costas del Mrica negra. En ambos casos,
como sucedió con los rosarios e imágenes que compraron los pa- Occidente trata de minar las representaciones ligad:u a soportes
dres y distribuyeron entre los indios; de este modo Hemández que quiere destruir. Los extirpadores jesuitas, al igual que los ho-
Príncipe, misionero en Cajatambo, en los Andes centrales del Perú, landeses calvinistas de Guin ea, no hacen más que plantear la
encarga esa tarea a Arriaga: "y de su propio dinero que me remi- cuestión del valor de unos objetos que no fueron fabricados en el
tió para ello le compré y le envié grande cantidad de rosarios que contexto comercial occidental y que, por añadidura, no se con-
va repartiendo entre los indios". La importancia simbólica de los forman a los cán ones estéticos europeos. Sin embargo la partida
rosarios es tal que los jesuitas corren el riesgo de fomentar peli- es más compleja en los Andes. Al negar la función ritual de Jos
85
., !bid., p. 210. Ibül., p. 245.
.. [bid., pp. 244-245. 86
Ibül., p. 22~.
160 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 161

fetiches africanos sin sustituirlos por ningún equivalente, los ne- desvirtúa su importancia original. Las cunas, por ejemplo, apare-
gociantes protestantes deducen e inventan la materialidad del cen en la lista de idolatrías "móviles", pero los ritos y costumbres
objeto reducido a su simple valor comercial o técnico. En Perú, la que le dan sentido a ese objeto se abordan en otro capítulo inti-
reificación que llevan a cabo o intentan los extirpadores jesuitas tulado "Abusos y supersticiones", en el que figuran también au·
-involuntariamente secundada por los comerciantes españo- persticiones relativas a los eclipses, la esterilidad, los cimientos
les- debía haber conducido al mismo resultado, de no ser por la de una casa y también indicaciones sobre las prácticas sexuales de
nueva fuerza que adquirieron ciertas formas de dominación que los indios. Sería un error considerar estos hechos· como secunda-
cubrieron nuevamente la materialidad del objeto. Y es que en los rios en la lista de huacas que se da al inicio del texto. En realidad,
Andes la ideología comercial tiene poco peso frente a la Contra- para Arriaga, es en la vida cotidiana donde se alberga la idolatría
rrefonna puesta en marcha por el Concilio de Trento. De cualquier colonial y es en ese terreno donde debe triunfar la conversión si
modo, ya sea que atribuya o que niegue una función ritual a los pretende extirparla de manera radical.
objetos que circulan en el mundo indígena, al plantear la cues- ¿Podemos considerar contradictorias y cínicas las palabras del
tión del valor atribuido a las cosas, el pensamiento occidental se jesuita? ¿Cómo no sorprendemos cuando nos enteramos de que
empeña una vez más en aislar una wesfera religiosa" (pagana, se considera idolátrico el hecho de poner sobre el pecho de la
idólatra o católica) que opone ahora en forma cada vez más deci- parturienta una piedra ( conopa) para facilitar la expulsión del
dida al registro de lo material y lo económico. niño, mientras que numerosos jesuitas, a principios de ese miamo
siglo XVII, aconsejan en los partos diffciles poner sobre el cuerpo
de la madre una imagen de San Ignacio? El episodio de la cura-
IDO LATRlAs DOMÉSTICAS ción milagrosa de la sirvienta de Jacinto de la Serna nos recordó
que en algunos puntos los pensamientos no estaban tan aleja·
En su catálogo de idolatrías, clasificadas de acuerdo con el crite- dos como podría creerse. Pero ¿cómo no comparar también los
rio de movilidad, Arriaga señala en varias ocasiones la diferencia jaleos de los indios con los de los campesinos europeos? ¿Acaso_
entre cultos públicos y d omésticos. Estos últimos le parecen más las creencias indígenas según las cuales hay un lazo entre la ferti-
peligrosos, porque son más dificiles de descubrir y extirpar. Entre lidad femenina y las piedras no tienen un equivalente en la lejana
los objetos que describe figuran las cunas, muchas de las cuales Europa?87 Es evidente que los jesuitas, grandes conocedores del
fueron quemadas en los autos de fe. Este hecho merece que nos alma humana, no ignoraban esas correspondencias. Frente a las
detengamos un poco. similitudes, su actitud se guió por el contexto. Por una parte, con-
Si nos remontamos a Cristóbal de Molina, veremos que los ritos trariamente a sus declaraciones indígenas, explotaron la mezcla
familiares no eran para él verdaderas idolatrías; lo que llamó su cultural en la medida en que podían manipularla y orientarla.
atención fueron los sacrificios y las ceremonias de los incas, acti· Por otra, alejaron cualquier aproximación posible con los campe-
tud legítima pues se consideraba que esas manifestaciones eran la sinos ibéricos, ·cualquier tentación de fomentar en el campo una
esencia misma de la religión. Durán, en México, comparte por "religión populár", al menos durante ese periodo militante que
cierto la misma actitud. En la medida en que todas las expre- fue la primera mitad del siglo XVII. Una actitud mediadora era en
siones colectivas del paganismo habían quedado suprimidas al efecto irreconciliable con el temerario prorecto de crear un hom-
desaparecer lo que las legitimaba -la autoridad de los Incas-, br:e nuevo, libre de toda escoria pagana. En este sentido, la Amb
lo más lógico era una extinción rápida de la idolatría y su paulati- rica hispánica puede considerarse un gigantesco laboratorio social
na sustitución por la fe cristiana. No obstante, las cosas fueron cuyos artífices fueron en gran parte los jesuitas, tras los francis-
·muy distintas y la idolatría se alojó en los hogares y en las re la· canos y los dominicos de México. Para llevar a cabo esa empresa
dones de parentesco. única 4e transformación de las mentalidades ("de los corazones",
Si bien la distinción entre cultos públicos y cultos domésticos.es
clara, el procedimiento que empleó Arriaga para ordenar los 87
Véas«, por «:íemplo, J. Gelis, L 'itrirl 111 Z. Fruit, Paria, Fayard, 1984, donde el
hechos no se pliega automáticamente a estas rúbricas generales. autor analiza los rituales populares de la Francia moderna relatlvoa a la eaterilldad
De hecho, el jesuita disocia en algunos casos los elementos de un de las mujeres. En esos rituales de fecundidad, cumplen una fund6n imponante
mismo conjunto, dejándolos separados, incluso disper~os, lo que ciertas piedras de configuración peculiar, ligadas a leyendas.
162 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 16S

como decía Aniaga utilizando sabiamente la acepción quechua nández Príncipe, contemporáneo de Arriaga, nos ofrecen ejem-
que rebasaba el sentido restringido del órgano para designar el plos que ilustran lo anterior. . . .
temperamento, la voluntad y el carácter de un individuo), la des- Contrariamente a lo que se ha dicho sobre los Andes, los mdtos
trucción de los objetos (y su sustitución) no era más que una pri- del Perú tenían genealogías que se remontaban a ocho o nueve
mera etapa, la más fácil; además debía ser posible intervenir en la generaciones, en las que huacas y antepasados se confundían y
vida cotidiana de la gente y asignarle una nueva identidad. constituían una sola entidad origina1.90 ·Es claro que el nombre
En otro lugar tuvimos ·la oportunidad de mostrar de qué ma- no era un simple recordatorio de una huaca, sino una manera de
nera la familia monógama y nuclear había sido el escenario esen- establecer· la continuidad del linaje y los !azos de éste con un te-
. cia1 de la aculturación de los indios.• Ahora insistiremos en dos rritorio determinado. Además, ciertas singularidades como el na-
aspect~ que están estrechamente ligados a ella: el n ombre y la cimiento de pies y la de los gemelos -que eran objeto de una serie
parentela, los cuales llegado el caso se transfonnarían a su vez en de rituales por parte de los progenitores- se expresaban me-
idolatrías, en el mismo nivel que los ídolos mismos y todos los diante antropónimos particulares. También aquí, la desviación
objetos que se les equiparaban. Aniaga, como sus cc;mtemporá- fisica con respecto a la norma (malformaciones diversas, ras~os
neós por cierto, parte del siguiente descubrimiento: los nombres singulares, circunstancias particulares del nacimiento),~ s:-btda
indios son los de las huacas o los antepasados, como también a través de Cristóbal de Molina al hablar del concepto md•gena
algunos n ombres españoles como Santiago, debido a correspon- de falta, y que se materializaba en el nombre, no correspondía a
dencias metafóricas -el Apóstol se asocia con el rayo-, desig- la concepción cristiana, según la cual los comportamientos podían
nan en realidad al Relámpago-Trueno, Libiac e lllapa, una de las ser considerados o no como desviados (especialmente en lo que ·se
divinidades incaicas. Pc;ro la mirada del jesuita es más sutil, ya refiere a las prácticas sexuales). En ese combate contra la idolatría
que hace resaltar las diferencias fundamentales entre dos sis- se trata, así, de socavar los cimientos del sistema de parentesco, de
temas de nominación: el español y el de los peruanos. "Nunca se reducir los grupos que fonnan (ayUus) a dimensiones razonables,
nombra: se clasi.fica al otro", habría podido decir nuestro extir- de desarraigados de su prehistoria pagana. Arriaga se propone
pador a ejemplo de Lévi..Strauss. En efecto, los ejemplos de "su- prohibir esos antropónimos i~olátrico~ y sustituirlo~ por nom~res
persticiones" revelan que el nombre define la relación que ~ostie­ españoles y de santos, apelaciOnes vactad~s de senbdo y eleg•~,as
ne un individuo con su grupo; en el curso de las diferentes etapas de un repertorio limitado. Nuevamente se ~m pon~ la comparacJC~n
de la vida, esa relación se modifica y el individuo cambia así varias con Lévi-Strauss, pese a que los textos sug1eran stempre qu~ e~:
veces de antropónimo, al igual que las personas afectadas por esa te una relación inversa entre la extensión de los nombres mdJVI-
relación, en este caso el padre y la madre. La ceremonia del corte duales y la decadencia de los ténninos de paren te~co. ~ susti~ució"n
de cabellos del niño da una muestra de esos cambios: "y suelen en de Santiago por Diego ("que nadie se llame San.bago smo Dteg~ )
esta ocasión mudarle el nombre y ponerle el de la huaca o mal- se inscribe en la misma lógica que la destrucc•ón de las momtas
quis y lo mismo al padre o a la madre".89 Cada rito de transición mediante el fuego.
exige una ceremonia · en la que participa toda la parentela que Cuando hablamos de los cultos domésticos vimos que la soli-
José de Arriaga designa con los ténninos clasificatorios quechuas daridad parental cuyas redes abarcan en muchos casos al grupo
que corresponden a los aliados y a los tíos matemos (masas y cacas). local (ayUu) constituía un obstáculo para la conversión. Al apo-
El papel de esto~ parientes no se precisa en detalle, pero su pre- yarse en individuos y no en grupos, los misioneros temían el peso
sencia activa en todos los acontecimientos importantes de la vida de la colectividad. Algunos caciques que habían puesto al descu-
de un individuo revela la existencia de solidaridades que van más bierto las huacas y momias an~ la presión de los jesuitas, y com?
allá de los miembros de la familia restringida y cuya expresión resultado de pláticas privadas con los sacerdotes, se habían desdt-
concreta es una fonna de idolatría. Los nombres penniten igual- cho en presencia de los suyos: Además, las relaciones que soste-
mente el establecimiento de genealogías; las relaciones de Her- nían los hombres con sus huacas y sus momias tenían que ver con las
castas, los linajes y los grupos de residencia mas no con los seres
• Cannen Bemand y Serge Gruz.inski, "Les enfants de I'Apocalypse: la farnille
en Méso-Amérique et dans les Andes*, en André Burguiere (comp.), Hi.dcire de la
aislados. Los jesuitas desconfiaban particulannente de todas las
J-j}J&. París,Armand Colin,l987,ll, pp. 157-210. 110 Hern~dez
5
Arriaga (1968), p. 215. Príncipe (1986), pp. 46~75.
EXTIRPACIONES 165
164 EXTIRPACIONES
Para romper esa solidaridad, socavar sus fundamentos y crear
ocasiones e n donde se mezclaban los trabajos y las festividades. Era nuevas formas de lealtad, los misioneros recurrieron a dos estra-
el caso de las mingas, en las cuales se propiciaban las borracheras tegias: la primera consistió en poner a los brujos unos en contra de
y los desbordamientos sexuales. No obstante, su posición no se li- otros, fomentando la delación y valiéndose de los sujetos que los
mitaba a una simple política moralizadora. Releamos a Arriaga: antropólogos modernos designan como "informadores privile-
giados"; la segunda proponía otras organizaciones colectivas, con-
No consenúr sw borracheras y las juntas que hacen para ellas, espe-
cialmente en las mingas para hacer sus chacaras o casas. Porque es troladas por: la Iglesia, como las confraternidades. Dado que este
cosa muy usada hacer todo lo que hacen por vía de comunidad. Y la aspecto particular ya ha sido objeto de estudios sistemáticos en el
unión de estas juntas es siempre el beber hasta caer y de tal madre, contexto andino, bastará recordar que los jesuitas, tras sus cam-
demás de los incestos, estupros y otras muchas torpezas, ha procedido pañas de extirpación, tenían la costumbre de establecer confra·
siempre la idolatría en los siglos pasados.91 temidades siguiendo el modelo de las que proliferaban en España
por entonces; dichas instituciones, colocadas bajo la advocación de
El lector ya estará familiarizado con esta asociación entre bo- un santo, tenían por objeto dar protección a sus miembros en caso
rrachera e idolatría por haberla encontrado en varias ocasiones. de enfermedad o muerte; en la América hispánica, tuvieron un
Los desatinos producto de la embriaguez se consideraban en la éxito arrollador y al cabo de algunos decenios llegaron a ser for-
tradición occidental cristiana como una falta, "el peor estado del mas autóctonas de reclutamiento y de identidad que subsistieron
hombre", como afirmaba Montaigne. 92 La pérdida del conoci- hasta la época republicana.
miento y del dominio de sí mismo eran una consideración sufi- Por otr.a parte, las divisiones fomentadas en las comunidades
ciente para condenar esa costumbre. Por no mencionar que, des-- por los j esuitas se ahondan a raíz de las presiones que se ejercían
de la Antigüedad, la facultad de profetizar se asociaba al arrebato sobre todos aquellos que tuvieran alguna parcela de poder o de
y la sinrazón. A esos inc1uietantes aspectos de las borracheras se influencia: los "hechiceros" y los curanderos, caso al que volveremos
añade un tercer inconveniente, el de más peso en opinión de los más adelante dentro de una perspectiva general, los ancianos que
jesuitas: la dimensión social de las borracheras. Este elemento no tenían fama de conocer me-jor las tradiciones antiguas y los caci·
está presente en otros casos de "locura inducida" que no escapa- ques, a quienes se puede manipular fácilmente amenazándolos
ron a los extirpadores, como por ejemplo la facultad de "hablar" con quitarles privilegios. Ello sin contar con la "cosecha" que se pue-
con el demonio, y resulta fundamental para comprender las posi· de obtener entre la "gente sensata", es decir, aquellos que poseían
bilidades subversivas de las "borracheras" de la época colonial. De cierto grado de instntcción, y entre los niños, cuya espontaneidad
manera explicita, los textos seiialan sin ambages que la idolatría e ingenuidad hacen de ellos en muchos casos delatores involunta-
tiene sus raíces en esas reuniones (juntas") que marcan todas las rios de los secretos de los adultos. Armados de una red que es en
actividades colectivas, necesarias o triviales: labranza, cosechas, realidad un catálogo detallado de todas las formas de la idolatría,
nacimie ntos, muertes, inauguración de casas... Esta sociabilidad depuradas de las metáforas antiguas· y de las menciones obliga-
exacerbada por el alcohol hasta la inconsciencia, hasta la disolu- das, los extirpadores disponen de una verdadera guía para inte-
ción misma d e los lazos en que se funda la sociedad -especial- rrogatorios, de una vademecum indispensable en el que caben todos
mente el incesto-- es, para los extirpadores, el origen de la ido- los casos especiales. Se trata cabalmente de una inquisición, aun-
latría indígena, h echo redescubierto tres siglos después por que no dependa del tribunal del Santo Oficio.
Durkheim, a quien le pareció e ncontrar en la emoción que surge Es evidente que, para poder aplicarse concretamente, cualquier
en los encuentros sociales el orige) del sentimiento religioso. sistema de control debe basarse en determinado número de san-
Mas Arriaga, al destacar el papel de'fsivo de la embriaguez como ciones. Los extirpadores contemplaron algunos castigos, a la vez
búsqueda deliberada de la sinrazón, "beber hasta caer", supera progresivos, es decir proporcionales a las reincidencias, y media-
con mucho a Durkheim, quien considera que la conciencia colec- namente severos. Para los caciq• :!S idólatras y también para los
tiva parece evacuar todos los fenómenos psíquicos inconscientes. "hechiceros dogmatizadores" se- prevén una serie de penas: el láti-
go, el corte de cabellos, la privación de privilegios, lo que en el
GJ Arriaga (1968), p. 223. caso de los caciques implica que dejarán de quedar exentos del tra-
92
Mont.aigne, Essais, París. Fernand Roches, 1931, Libro ll, cap. 11 , p. 18. bajo obligatorio, carga impuesta a todos los indígenas adultos. El
166 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 167

último recurso -como en México-- era el confmamiento de los HECHICEROS


culpables en la casa de la Santa Cruz en Lima, situada en el ba-
rrio del Cercado reservado a los indios. Aniaga comenta que los El caso de los "hechiceros" es particularmente representativo de
culpables temían este castigo más que ninguna otra cosa. Sin pre- ese esfuerzo de sistematización y del surgimiento de la categoría
juzgar el efecto de esa sanción, ni el efecto disuasivo de ~a reclus1~n, del idólatra durante el siglo XVII. Los términos que se emplearon
nos parece sin embargo que había otra forma de castigo -Arri~­ para designar a los adivinos, curanderos, hechiceros propiamente
ga la menciona en varias ocasiones y se mantuvo durante dos SI- dichos, ensalmadores y sacrificadores, plantean un problema de
glos en los Andes- que era a la vez más f~ecuente y adapta~~: el traducción interesante. Por una parte, los extirpadores utilizan ca-
destierro. Este castigo aplicado a los hech1ceros, pero tamb1en a tegorías vemaculares como sus predecesores, lo cual los lleva ne-
los borrachos, representaba para los campesinos, tan ligados a sus cesariamente a reconocer diferentes tipos; por otra parte, esta di-
tierras, el vagabundeo, la miseria y, con el tiempo, la pérdida de versidad de términos resulta a fin de cuentas negada, pues todos
la identidad. ellos se encuentran englobados bajo el término de "hechiceros•,
El texto de José de Arriaga contiene también una ~ondena de empleado por los jesuitas como sinónimo de ministros de la ídola·
las mezclas. Las peculiaridades andinas que ya menciOnamos en tría y por tanto de prosélitos. Esta elección lingüística no se debe
varias ocasiones, en especial con la ayuda de Cristóbal de Molina, a una confusión inocente producto de la ignorancia de los misio-
nos obligan a presentar lo que por ello entendían los jesuitas y en neros, pues los textos mismos reconocen que son raros los que u ti·
consecuencia a plantear una contradicción fundamental. En efec- lizan maleficios: "son raros los que matan con hechizos".9 ' El acen-
to, entre las causas "intrínsecas" de la idolatría, Aniaga destaca to en el aspecto de la hechicería es una necesidad del lenguaje, la
dos que parecen oponerse desde el punto de vista lógico; por una justificación de la extirpación en nombre del combate contra el
parte, la creencia profundamente ~raigada e?~e los indígen~ diablo.
en la existencia de dos mundos radicalmente distintos -creenc1a El término "hechiceros", en el sentido amplio, engloba las cate-
aún viva, por cierto, en diferentes regiones de Perú y de Ecua- gorías siguientes: en primer lugar, los que tienen la función de
dor-: el de los indios y el de los españoles; y por otra parte, la "guardianes" de las huacas y de las momias y también de intér-
afirmación, en la práctica, de la compatibilidad de los .ritos cris- pretes suyos. Son ellos los que realizan los sacrificios con ayuda
tianos e indígenas: "entienden que son compatibles sus mentiras de "ministros menores" o "sacristanes", hombres de la palabra pues
con nuestra verdad, sus idolatrías con nuestr fe". Acordémonos de sirven como intermediarios entre las huacas y los hombres al enun-
México ... De este modo, por ejemplo, los jesuitas descubren con ciar el mensaje misterioso de aquéllas. Asimismo transmiten las
sorpresa que la misma tela que sirvió para confeccionar el manto "fábulas" o relatos míticos que se inscriben naturalmente en un
de la Virgen serviría a los indios para coser una camisa a una de sus contexto preciso y jerárquico (el mito transmitido por el villac, es
huacas. Hemos visto la desconfianza que inspiran los "sincretis- decir "el que dice, el que anuncia", no parece tener el mismo valor
mos", considerados como la expresión de la duplicidad y del desca- que el que circula de boca en boca); la fábula forma parte de las "en-
ro. La actitud opuesta -la teoría de la separación de los indios y señanzas" de esos intermediarios entre los hombres y sus ante-
los españoles (mencionada cuando hablamos de Cristóbal de pasados telúricos o cósmicos. La actitud de los misioneros ante estos
Malina)- es igualmente peligrosa ya que invalida la doctri~a individuos es vacilante: en general, se les considera charlatanes
cristiana en sus .undamentos mismos: Adán y Eva como la pareJa qué fmgen ser los portavoces de la huaca. Hemández Príncipe,
primordial y el pecado original que se asocia a ellos. Por este mo- extirpador de idolatrías en Ocros, en la región de Cajatambo,
tivo una de las tareas esenciales de los misioneros fue enseñar a cuenta que en esa aldea había ministros que simulaban hablar con
los indios que todos provenimos de esos primeros antepa'sados las huacas, "lo que las huacas no de.c ían ni jamás hablaban", para
-y que, por lo tanto, la raza humana es una a pesar de las diferen- continuar la tradición de sus abuelos y no poner en riesgo las co-
cias aparentes-. No obstante, pese a los repetidos esfue~o~ de su sechas. Cuando fueron descubiertos por el misionero tuvieron
catequización, los religiosos de los Andes no lograron m evttar las que enfrentarse a todos los que los habían escuchado fielmente y
mezclas ni acabar con la "separación".
9
$ Aniaga ( 1968), p. 205.
168 EX11RPACIONES EX11RPACIONES 169

que, sintiéndose engañados, reclamaban a los impostores que se nizados en grupos "paramilitares" al frente de los cuales se halla
les reembolsaran sus ofrendas. Los "ministros" respondieron, no un "capitán" que comanda a varios discípulos o "soldados". Estos
sin razón, que su simulacro había sido eficaz puesto que había cal- hechiceros fumaron, como debe ser, un pacto con el diablo y ce-
mado su aflicción ... lebran reuniones nocturnas durante las cuales se les aparece el
Todos estos "hechiceros" no tienen en realidad la intención de Maligno en la figura de un león. Más allá de los detalles anecdóti-
engañar. Algunos pueden obrar de buena fe bajo los efectos del cos y escabrosos, vale mencionar que este tipo de hechiceña, dis-
alcohol; a otros puede haberlos inducido al error el propio dia- tinta de la que relatan los textos más antiguos, parece ser de re-
b.l o, quien les habla en verdad desde el interior de alguna piedra. ciente creación. Mecta tanto a los indios de las ciudades como a los
En este caso, el "ministro" se convierte en la imagen invertida del negros y revela fracturas profundas en el seno de las comunida-
extirpador; es un hombre al servicio del demonio, el cual se vale des, ya que las acciones malévolas encuentran sus víctimas no en-
de él para frenar la conversión y deshacer sistem~ticamente los tre los misioneros, sin duda protegidos por su piedad, sino entre
lazos que con tanta paciencia han anudado los misioneros. Esta aquellos a los que ya desde entonces se tiene dificultad en iden-
explicación, que toma en cuenta el papel activo que desempeña tificar como indios y que nosotros preferimos llamar "gente del
el diablo, le permite a la Iglesia recuperar al villac, que viene a ser pueblo".
sólo una víctima de los engaños del Maligno. Con todo, sea· dia- Volvamos al esquema teórico de los extirpadores peruanos
bólica o voluntaria, la hostilidad de los "falsos sacerdotes" respec- basándonos en el texto de José de Arriaga que sirve como guía a
to del catolicismo alimenta un fermento de resistencia que se re- los interrogadores y, por lo tanto, constituye una obra de referen-
fuerza en el transcurso del siglo. cia. La distinción clásica propuesta por Evans-Prit.chard entre
Se distinguen varias categorías de echadores de suertes según 'IJJÜchcraft (accióñ malévola que emana de la fuerza de un indivi-
los instrumentos que utilicen (semillas, animales, signos corpo- duo) y sorcery no se presenta exactamente en los mismos términos
rales o sueños). Ocupan un lugar menos importante que antaño. en el jesuita, obligado a adaptar sus opiniones a contextos delica-
Los curanderos curan mediante encantamientos, sortilegios pero dos. Para Arriaga los sortilegios no son, como hemos visto, sino
también plantas. Corresponde así a los extirpadores despojar las cosas con una existencia meramente material y que pueden ser
curas de sus añadidos idolátricos con objeto de aprovechar la destruidas. El afán de eliminar de manera sistemática todos esos
acción de algunas hierbas medicinales: "quitando lo supersticioso objetos revela no obstante que hay un temor a que los indios los uti-
y malo se aprovechen de lo que es bueno como es el conocimien- licen, sea porque los desvíen de la verdad, o porque podñan re-
to y el uso de algunas yerbas y de otros simples de que suelen usar sultar eficaces, al menos de modo simbólico. Sea como fuere, los
en sus enfermedades". En esta actitud se ve el reflejo de la tenden- jesuitas no adoptan frente a estas herramientas hechiceriles una
cia general en la medicina occidental de la época, que lleva a dar actitud tan radical y moderna como la de Don Quijote. El Caba-
mayor importancia alll)edicamento en detrimento de la palabra llero de la Triste Figura, al toparse con un galeote que se precia de
y de los gestos terapéuticos: las idolatrías que practicaban los cu- poseer algunos instrumentos mágicos, reacciona con una indig-
randeros, según el propio Arriaga, consistían en invocar a la CQTWpa nación llena de desprecio pues "no hay hechizos en el mundo que
(huaca personal del enfermo} y en darle ofrendas. Al suprimir puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples pien-
esta dimensión capital de la cura, los jesuitas se lanzaban contra san; que es libre nuestro albedrío y no hay yerba ni encanto que
las concepciones indígenas de la enfermedad y del mal como falta le fuerce".!H Así, se comprende fácilmente que predicar a los
social, privando así a los enfermos de cualquier soporte intelectual peruanos el libre arbitrio para apartarlos de sus errores idolátri-
para comprender sus estados.patológicos. Puede ponerse en duda cos habría sido una actitud suicida que no habña hecho más que
que esos esfuerzos hayan sido totalmente exitosos. Lo importante alentarlos a seguir el camino de la "separación" que tan sensata-
aquí es señalar una vez más que la acción de los misioneros busca mente habían elegido. La extirpación era un medio mucho más
.menos "destruir" a los dioses e ídolos que romper los lazos que seguro, al que podía agregarse una argumentación lógica funda-
unían a los indios entre sí y desarraigarlos de su historia y de su da no en un libre arbitrio potencialmente subversivo, sino en un
propio espacio.
94
Fundándose en casos concretos que se produjeron en la región Ce.IVlUltes, El mgmiso hidalgo D<m ~ijolil tú la Mancha, trad. al francés, Paris,
costera cercana a Lima, Arriílga d escribe a unos hechiceros orga- Gallimard, Bibl. de la Pléiade, 1940, 1, cap. 22, p. 157.
r

170 EXTIRPACIONES EXTIRPACIONES 171

positivismo difuso (el conocimiento de las "causas naturales") y pués de varios años? Basta leer los interrogatorios y procesos rea-
en un materialismo miope (las huacas y todo lo que las rodea no lizados por Bernardo de Noboa en 165~1658gs para darse cuenta
son más que objetos perecederos). La incompatibilidad funda- de que la función del "dogmatizador", reservada en el pasado a
mental de ese razonamiento poco atractivo, por qué no decirlo, unas cuantas personas excepcionales, ahora la desempeña la ma-
con los misterios de la fe cristiana explica tal vez por qué no se yoría de los indígenas, como si esa ampliación del fenómeno fuera
produjo el "desencantamiento" del mundo andino. el signo de la urgencia que sentían los indios por conservar y
La hechicería en su forma de witchcraft tampoco tiene lugar en transmitir unos conocimientos amenazados por los efectos di-
el sistema de Arriaga. Es cierto que la condena de los hechiceros solventes del catolicismo. La iniciativa es directa y rápida, pues lo
como responsables de los errores y supersticiones parece contra- que cuenta es que todo el pueblo pueda tomar en sus manos los
decir esa primera afirmación. Pero esa responsabilidad no es úni- asuntos colectivos: "vio esta testigo como la dicha Guacayllano en-
camente de los "hechiceros", ya que la comparten con los propios señó a curar a casi todo el pueblo". Parece como si la necesidad de
curas, descuidados y abúlicos, con la ignorancia generalizada y la salvar las tradiciones suprimiera las antiguas modalidades iniciáti-
estrechez de criterio de los campesinos que no ven más allá de su cas. Al aprendiz le basta con ver ejecutar un ritual para convertir-
horizonte inmediato (el cultivo de los campos) y no saben distin- se él mismo en curandero o adivino o interlocutor de las huacas, o
guir, en ese universo rutinario que se perpetúa más allá de la en todo a la vez. En sus testimonios, inducidos al parecer por las
muerte, el bien del mal: "no distinguen de que allá haya de haber interpretaciones de los extirpadores, las huacas se convierten en
ni pena para los malos ni gloria para los buenos". Y es que para los dioses y toman incluso la figura del español: "porque este dios
jesuitas el idólatra peruano es rescatable y, por consiguiente, no es Guary antes que ubiesse yngas y apoes... se aparecía en forma de
intrínsecamente malo. Puede ser un juguete del diablo o una presa español, con barbas biejo y les repartió todas las chacras y aze-
de sus propias ambiciones. Desde esta perspectiva además, los quias".96 En el pueblo de Pedro de Hacas, en la región de Caja-
indios idólatras -al menos en este contexto-- aparecen más bien tambo, los "dogmatizadores" exhortan a los indios a desdeñar las
como seres pasivos. Tal enfoque contrasta, como vemos, con el de iglesias y las oraciones y a honrar a las momias y los ídolos de los
los extirpadores mexicanos, más proclives a acentuar la responsa- antiguos. Un testigo cuenta que todos los linajes se reunieron y
bilidad indígena y a equiparar a ·los idólatras con heréticos perni- acompañaron a sus ministros hasta la casa de los responsables de
ciosos. En cambio, otros elementos de la hechicería (en su senti- las confraternidades; allí la bo1Tachera se prolongó "cantando
do amplio, desde luego) son considerados fundamentales por los cantares y taquies en su idioma a su usanza antigua... y entrando en
españoles: los augurios que hemos mencionado en varias ocasic>- las casas de los alferes de las cofradías donde bebían y se emborra-
nes y que, gracias a la reificación de las creencias, se vuelven errc>- chaban hasta el amanecer". El hecho de que la confraternidad
res groseros que acompañan a cosas que no tienen ningún valor andina, institución de origen medieval y cristiano, se tome una
particular: semilla.\, animales, sueños... Pero sobre todo las pala- colectividad indígena en la que se concreta, una vez más, una volun-
bras, que los misioneros consideran como una "doctrina". El punto tad inquebrantable de "separación", es sólo uno de los aspectos
nodal de la hechicería es el mensaje que transmite la huaca, o el insólitos de un proceso que se burla de las leyes de contradicción y
demonio o la mente enloquecida del ministro al que se designa reinterpreta no solamente las creencias, sino también a los grupos
durante el siglo XVII con el nombre de "dogmatizador". La idolatría sociales que están tras ellas.97
se vuelve una paiabra subversiva, un dogma opuesto de cabo a rabo
al de la Iglesia. Sobre este punto coinciden los extirpadores mexi-
canos y peruanos.
Durante decenios los "dogmatizadores" hicieron mofa de las
huacas de los españoles, esos santos de madera incapaces de pr«>- 95
ferir una sola palabra. A los sermones de los sacerdotes, menos En Duviols (1986), pp. 1-440.
96
lbid., p. 186.
virulentos desde la segunda mitad del siglo XVII, opusieron sus 97
O. Celestino y A. Meyers, Las Cofradías en el Pwú: Bgi6n untml, Franáon,
propias verdades, palabras y gestos transmitidos como una urgen- Editionen der Iberoamericana, Reihe ~. 1981, han mostrado los mecanismos por
cia. En efecto, ¿cómo explicar de otro modo la proliferación de los cuales los antiguos grupos de parentes~o se reconstituyeron en el seno de las
hechiceros denunciada por Arriaga ya en 1621 y constante des- cofradías católicas.
LUCFS 175

menudo tan maltratado por Voltaire, publica en 1713 una Diserta,.


ción sobre el origen de la idolatría.' .
VII. LUCES A los filósofos se debe que la idolatría haya tenido un destino
singular. Parece como si hubieran explotado la dualidad latría/ido-
latría jugando con la simetría y los paralelismos de los postigos y
Esos problemas inevitables de la razón pura son al final plegaran el segundo sobre el primero. Veamos de qué ma-
Dios, la libertad y la inmortalidad. Se llama me- nera. Recordamos que a fines del siglo XVI el jesuita Acosta veía
tafisica a la ciencia cuyo objetivo último es la solu- en la idolatría una parodia grotesca del cristianismo, y ,que en este
ción de esos problemas. camino fue seguido, decenios más tarde, por el padre Atanasio
Kircher. La India, después de América, fungía entonces como
E. KANT, Crítica de ill ratón pura, Introducción. argumento y escenario de esas especulaciones. Se trataba de un
juego clásico pero que acabó por volverse peligroso pues resulta-
ba muy fácil invertir los papeles, cambiar de espejo y descubrir en
CATEGORIA clave en el siglo XVI, la idolatría palidece hasta casi el catolicismo el reflejo de la idolatría. De este modo el Rica de
desaparecer en el siglo XVIII. La historia de esa relegación definiti· las Cartas persas no vacila en poner en ridículo al papa de Roma, ese
va fuera de un espacio epistemológico es lo que intentará trazar '\oiejo ídolo al que se adula por costumbre".5 Nada demasiado nue-
este último capítulo. Ese retroceso se obseiVa, lo cual tiene su in- vo al parecer, puesto que desde el siglo XVI la polémica protestan·
terés, en todos los niveles del saber, entre Jos filósofos de las Luces te había vilipendiado infatigablemente la idolatría de los papistas.
como en el seno de la intelligentsia del mundo colonial y, desde Al llegar el siglo XVIII, el procedimiento adopta un giro totalmen-
luego, sobre el terreno, en lo más intrincado de la América del te distinto: el de una ofensiva contra el oscurantismo. Desde ese
Sur y en los alrededores de México. No hace falta decir que todas momento se encuentra un placer maligno en rehabilitar a los idó-
estas obseiVaciones son breves y a menudo sucintas, pues sólo un latras tradicionales, primeramente negando que lo hayan sido en
estudio de carácter enciclopédico podría dar cuenta de los múlti- realidad y luego· revirtiendo sobre los católicos romanos la
ples aspectos del proceso de fosilización intelectual que se abate acusación de idolatría. Si existen los idólatras, no hay que buscar·
entonces sobre la idolatría. los en un pasado remoto y en otras tierras: nosotros somos los
idólatras... Convertida en el espejo poco halagador de nuestras
prácticas, la idolatría deja de marcar una diferencia y un aparta-
LA 1DOl.ATRlA DE LOS FILÓSOFOS: UNA CATEGORIA A LA DERIVA miento, al tiempo que ve seriamente cuestionado su uso.
Es el caso de Voltaire, quien dedica un _extenso artículo de su
No viene a cuento hacer aquí la historia del concepto de idolatría Diccionario fiksófico a los términos ídolo, idólatra e idolatría.• El
en Europa occidental. Recordemos simplemente que en el siglo filósofo manipula este concepto en forma tal que lo vacía de su
XVII el origen (antediluviano o no) de la idolatría había alimenta- contenido clásico (el negativo de la latría), y socava los fundamen-
do en Europa occidental la polémica entre católicos y protes- tos en los que reposa. Voltaire empieza por restringir la idolatría
tantes. La exégesis bíblica suscitaba tormentas y el grado de con- al culto de los ídolos con lo cual quedan excluidos los mahome-
fianza que se otorgaba o no al Libro de la Sabiduría era el centro 1
tanos y la religión de los parsis. Se da en seguida a demostrar que
la idolatría clásica es un concepto falso que no corresponde a
de los debates} Cabe mencionar, de paso, el desnivel entre las
nada y que los Antiguos n o eran más idólatras que nosotros: "Es
preocupaciones a menudo "modernas" de los extirpadores ultra-
sorprendente el número prodigioso de declamaciones recitadas
a tlánticos y esas querellas de gabinete. En el siglo XVII, la idolatría
tiene mal cartel aun cuando, debemos confesarlo, sigue forman-
do parte del bagaje común de la gente de Iglesia. Don Calmet, a t Calmet, Dom A., "Dissertation sur )'origine de l'idolatrle", en Commmtairr
lilliral rur tou.s les livns de l~nciml tt du NoovtJati Testammt XI.. ., Parh, 171~. pp.
509-524.
1
Schmidt (1987), pp. 14-16. 'ut1ra~,en Montesquieu (1964), p. 77.
• Voltai re (1964).
172
174 LUCES LUCES 175

en todos los tiempos contra la idolatría de los romanos y los grie- ciertos conjuntos de problemas que habrían de invadir la antro-
gos; y después es todavía más sorprendente comprobar que en pología religiosa y de destronar la idolatría. Habíamos visto que
realidad no eran idólatras. "5 El procedimiento consiste a conti- al concepto de idolatría, Voltaire prefiere el de politeísmo, cuya
nuación en sugerir, como hemos visto, que si la idolatría existe, apertura y tolerancia subraya a ejemplo de David Hume (1757) y
es quizá más bien en el culto de los santos, en "nuestros altares del barón d'Holbach (1768): 10 "Los gentiles no tenían ninguna
cargados de imágenes y estatuas". A continuación se citan los religión exclusiva. "11 No hace además sino recoger la herencia de
milagros y las fábulas de la Leyenda dorada para invitar a tener más los deístas del siglo XVII (uno de ellos, el platónico de Cambridge,
modestia y moderación en la forma como se trata a las demás re- Cudworth, lanzó, aunque sin crearlo, el término de politeísmo),
ligiones.6 Hecho esto, al reducir la idolatría al culto de los ídolos, quienes también preferían al testimonio de la Biblia el de los
Voltaire se aparta de la tradición que Las Casas había ilustrado en misioneros, los cronistas y los especialistas de la Antigüedad. 1' Vol-
forma brillante, pero no innova, ya que las dos acepciones, la taire se interroga igualmente sobre la primacía del monoteísmo
estricta y la amplia, siempre estuvieron vigentes. o del politeísmo, siguiendo las huellas de un debate ya ilustrado
Sin embargo, va más lejos al cuestionar la piedra angular del por P. Bayle y retomado más tarde por David Hume (1757) quien
conjunto, la oposición insuperable entre la verdadera y la falsa había de formular la teoría del politeísmo original. El filósofo
religión. Primero, recoge una posición que, después de todo, no francés se interesa tanto en el monoteísmo, que convierte a los me-
está muy alejada de la de Garcilaso, cuyos Comentarios reales leyó xicanos y peruanos en fieles de un solo dios. Más aún, crea con
con interés: ·"Después de nuestra santa reli~ón que sin duda es la ese objeto el concepto de dios protector, pues "los mexicanos mis.
única buena, ¿cuál sería la menos mala?" ¿Acaso Garcilaso no mas, los peruanos, que eran grandes naciones, no tenían más que
ofrecía el ejemplo de una religión que según los términos de Vol- un solo dios: una adoraba a Manco Cápac, la otra al dios de la
taire "no enseñaría más que la adoración de un Dios, la justicia, guerra. Los mexicanos le daban a su dios guerrero el nombre de
la tolerancia y la humanidad"? El filósofo además nunca ocultó su Uitzlipuztli así como los hebreos habían llamado Sabaoth a su
admiración por la civilización de los incas y por su culto, tan razo- señor". Mencionemos de paso que el interés en las divinidades
nable, al Sol. Pero el pensamiento de Voltaire no apunta en abso- tutelares de los grupos étnicos coincide en ciertos puntos con las
luto a una revaloración de las altas culturas americanas. Tiende investigaciones 'mexicanistas más recientes. 1' "Cada aldea sentía
menos a rehabilitar un paganismo -demasiado desprestigiado su debilidad y la necesidad que tenía de un dios protector. Se
según él- que a relativizar el cristianismo, "sin duda la única bue- imaginaba que e..~ ser tutelar y terrible tenía su morada en el bos-
na [religión), la única verdadera, pero ... 108 Antes de él, Mon- que vecino, o sobre la montaña, o en una nube. Y no imaginaba
tesquieu había igualmente contribuido a "relajar" el análisis de más que uno solo porque la aldea sólo tenía un jefe en la guerra. ..14
las religiones. De este modo se empeñó en distinguir las religio- Voltaire se complace también en introducir o revalorizar una
nes con base en criterios políticos y en subrayar su necesaria adap- serie de distinciones importantes en el seno del cristianismo y de
tación a las condiciones del país apoyándose en el ejemplo mexi- los demás sistemas, y al mismo tiempo se da a la tarea de borrar lo
cano: "Cuando Moctezuma se obstinaba tanto en decir que la que puede separar a la religión verdadera de la religión falsa. De
religión de los españoles era buena para el~s de ellos y la de este modo, d istingue la religión establecida de la religión de los
México para el suyo, no decía una insensatez. Con riesgo de tener fundadores, la religión de Estado de la "religión teológica", Js la re-
que explicarse y que rectificar más tarde una audacia que fue mal ligión de la gente cultivada de la religión popular. Sobre todo por
recibida. 10
Recordemos aquí algunos de los principales puntos del pensa- Voltaire (1964), p. 231; bar6n d'Holbach, La Qmlagion sacr« ou Histuir1
nalur«lle de la supmlition, Londres, 1768; David Hume, The Natural History of
miento volteriano, ya que ilustra la difusión y la asimilación de Relif6n. Londres, 1757.
1
5
/bid., p. 226. Voltaire (1964), p. 234. .
12
a /bid., PP· 2~. ~~5. Schmidt (1987), pp. 2(}.21.
1
/bid., pp. ~~~~M. u Voltaire (1964), p. ~29. Nos referimos a los trabajos de Alfredo L6pez Austln
• lbid., p. ~~5. (Hom!JrH)iru. Religi6n y politic:am d mundo náhuat~ Méxlco, VNAM, 1973) .
14
g D• l'april dtu lois y Réponses d E'Plicalions pour la Faculli d• 1116ologi•, en
Voltaire (1964), p. 329.
15 /bid., p. ~36.
Montesquieu (1964), pp. 704, 824.
176 LUCES LUCES 177

ese rasgo nos interesa aquí. Insiste muchas veces en la oposición forma importante a volver estorboso y obsoleto el concepto de
enrre "teología sagrada" y "error popular", enrre "religión de los idolarría. Para Voltaire, los chinos no son idólatras, y "la religión
sabios" y "religión del vulgo". La primera tiende al monoteísmo; de los letrados, una vez más, es admirable. Nada de superstici~
la segunda, a la idolama en sentido estricto y al politeísmo, inclu- nes, nada de leyendas absurdas, nada de dogmas que insulten a
so a la superstición; esto le permite reunir bajo el mismo despre- la razón y a la Naturaleza ... ". 18 Pero el modelo chino no solamen-
cio al pasado y al presente: en otros tiempos había "un populacho te hace inaplicable la categoría de idolatría: acaba por relativizar
grqsero y supersticioso que no razonaba en absoluto, que no sabía el concepto mismo de religión. Releamos las páginas que dedica
ni dudar ni negar ni creer, que corría a los templos por simple Montesquieu a China en l'Esfrrit des lcis:1Q "Los legisladores de China
ocio... "; en la actualidad, unos campesinos rústicos que, en su [ ... ] confundieron la religión, las leyes, las costumbres y las ma-
opinión, valen menos que los salvajes de América.16 neras; todo esto fue la moral, todo esto fue la virtud [ ... ). Pues las
Es decir que el anticlericalismo de Voltaire no tiene nada de m:mera!, 1~ costumbres, 1~ leyes y la religión eran para ellos lo
epidérmico. A la vez porque reposa en una erudición y una for· mtsmo. Chma ofrece el eJemplo de una sociedad que no esta·
mación clásicas que no tienen nada que envidiarle a Las Casas ( a blece ninguna distinción entre lo "religioso"ylo que no lo es, al fun-
quien por cierto leyó}, pero también porq~e plantea cuestiones dir todo en el seno de una práctica institucionalizada, en "prácticas
que siguen preocupando a la antropología, la sociología y la his- exteriores", en un "mismo código" ... "a lo que se llamó ritos".
toria religiosa. Cuestiones que tienen que ver, por ejemplo, con No obstante, la interpretación del caso chino no basta para
las relaciones entre la Iglesia y el Estado, con el efecto de la insti- poner en duda el concepto de religión ni en la mente cristiana
tucionalización (la "forma constante") de lo religioso y con las de Montesquieu ni en la mente descristianizada de sus sucesores.
modificaciones que provoca en las creencias, sea por abandono Como tampoco bastaron las observaciones de P. Bayle (1705)
de la clandestinidad o por la condena del profetismo. "El diablo sobre los pueblos sin religión o las teorías de David Hume (The
ya no sale hoy en día de su morada. "17 Igualmente, al cultivar la Natural Histqry of &ligion, 1757) quien puso en duda "the absolute
oposición entre religión de las élites y religión popular, Voltaire necessity of religüm for man". 20 De este modo, el rerroceso progresi·
contribuyó a la difusión de una problemática en la que se inspi- vo de la categoría de idolatría no lleva ni mucho menos al cuesti~
raron mucho tiempo después el folclor y la etnografia y que aún namiento de la categoría de religión. Tampoco fueron, como se
hoy tiene gran éxito entre los historiadores de las religiones, de ha dicho,21 el abandono de la referencia exclusiva a las Escrituras
las mentalidades y de la cultura. (el Libro de la Sabiduría) y el examen más lúcido de las demás
Estas anotaciones deliberadamente breves no tratan de agotar religiones del mundo los que provocaron ese alejamiento --el
una materia tan considerable. Pero quizá ahora se capte mejor de ejemplo lascasiano ofrece un indiscutible mentís--, sino más bien
qué manera se modificó el enfoque tradicional al despojarlo de su la ruptura con las teorías y los modos de interpretación de la e~
envoltura teológica y de sus premisas cristianas y retomarlo en colástica medieval y renacentista. Igualmente, la difusión del con-
una tradición laica, aunque sin cuestionar en ningún momento cepto de politeísmo, y sobre todo de politeísmo primitivo, volvió
el recorte inicial (religioso, religión, sagrado... ). El relroceso del caduca la concepción de una idolatría-degeneración al favorecer
tomismo en favor del deísmo debería explicar el surgimiento de una primera rehabilitación abierta de los paganismos. Esa evolu-
una disciplina que sustituye la rrascendencia de la divinidad por ción se inscribe en el pensamiento de una época cada vez más pr~
la de lo "religioso": la antropología religiosa. No es indiferente clive a aceptar el pluralismo religioso y a cuestionar el absolutis-
para su destino que sus categorías y preocupaciones se concreten mo. Inglaterra y los Países Bajos, protestantes, y la Francia de los
antes del nacimiento, en el siglo XIX, de las demás ciencias hu· filósofos dominan el terreno en tanto que España y su Imperio no
manas. solamente perdieron la influencia ideológic.a e intelectual que tu-
Recordaremos ahora el sitio que le habíamos reservado a China. vieron en el siglo XVI, sino que en general se convirtieron en con·
Es probable que el modelo chino --o más bien las lecciones que
obstinadamente se intentaban sacar de él- haya contribuido en 18
/bid., p. 114.
19
De l'esprit des lois en Montesquieu (1964). pp. 644-645.
20
IS /bid., PP· 2~5. 227. Schmidt (1987), p. 24.
11 /bid., p. ~~~. 21 /bid., p. 21.
178 LUCES LUCES 179

sumidores clandestinos o confesos, directos e indirectos, de las tal vez los hubiese introducido en aquellos paises".~ A la imagen
ideas nuevas. El carácter "sincrético" que los extirpadores ameri- idealizada y neoplatónica del inca que toma de Garcilaso, no
canos, y sobre todo mexicanos, concedían a la idolatría colonial en puede más que oponer la de unas masas indígenas en donde
obras que, en su mayor parte, permanecieron inéditas -apor- "todas sus acciones respiraban irracionalidad". La irracionalidad
tación, para nosotros, capital en la reflexión antropológica- de los campesinos coloniales se insc~be _así en una tradi<:ló~ de
quedó condenado a ser ignorado y a permanecer al margen de las bestialidad que los Incas, con su sabtduna, trataron de ~liminar.
polémicas y los debates europeos. En cambio, el mundo hispánico No hace &Ita decir que las éütes criollas, es decir los espanoles na-
debió afrontar sin cesar los asaltos de las Luces. Pero si bien es cidos en América, reaccionaron con gran fuerza ante esos ataques,
cierto que había perdido el control de los grandes debates de sobre todo porque los juicios de los ·europeos tendían a englobar
ideas, no dejó de participar en ellos. bajo el mismo desprecio a todos los habitantes de este continen-
te, sin distinción.
En esta coyuntura de agitación intelectual, la ~preciación de
El. CREPÚSCULO DE LA IOOLATRfA AMERICANA las idolatrías americanas debía lógicamente evoluoonar. No obs--
tante, hay que distinguir el caso del Perú del de México. ~ pri-
La imagen que de América se formaba la Europa ilustrada era mero disponía, gracias a Garcilaso, de una imagen ya rehab~ta~
aún menos halagadora que la que se tenía en España, esa penín- del pasado indígena y además reivindi~.ada por la ~oble~ mdt-
sula "africana" víctima de la ignorancia y del fanatismo. Buffon gena.26 En cierto sentido, los Comentanos reales ~abtan senalad~
veía en ella un continente joven e inmaduro, Comelius de Pauw desde hacía tiempo una ruptura con la red lascasJana. En .u~ M.e-
la poblaba de salvajes degenerados, y William Robertson de pri- xico que vive aún bajo la herencia barroca de la Monorquu¡ india-
mitivos, mientras que a las civilizaciones mexica e inca se les dis- na de Torquemada, y donde la nobleza india ~s menos pode~~sa
cutía esa condición que sin embargo se habían ganado tiempo que en Perú (o, mejor dicho, está mucho más mtegrada a las éütes
atrás.tt El historiador españoljuan Bautista Muñoz se unió a ese mestizas e hispánicas) , la revisión del pasado fue una tarea que
concierto al poner en duda a su vez el grado de desarrollo que cultivaron los intelectuales criollos de origen europeo. Ahora
habían alcanzado estos dos pueblos." Se adivina de inmediato bien esos autores toman distancia frente al término y a la cate-
que estos juicios eran la contraparte de los cronistu del siglo XVI gorí~ de idolatría y lo hacen para defender el pasado prehis~ic?.
-rechazados casi unánimemente en Europa por su condición de Algunos historiadores que se inspiraron en el caba.ller~ mtlanes
españoles y eclesiásticos-- y. de modo implícito, volvían caduco el Lorenzo Boturini ( 1702-1755; Jd.M de una nueva hutona, 1746),
concepto de idolatría, el cual suponía entre los indios un nivel de como el mexicano Mariano Veytia ( 1718-1780), se dan en primer
cultura que la Europa de las Luces coincidía en cuestionar. El his- lugar a la tarea de desatanizar la histori~ p~ehi~páni~a.~ .El ita-
toriador Muñoz no es el único peninsular que comparte esas opi- liano Boturini había propuesto una penodtzacton htstonca en
niones. Antonio de Ulloa, naturalista español que acompañó a tres épocas (divina, heroica y humana) calcada s<:>~re la .o~ra del
partir de 17S5 a los franceses Godin, Jussieu y La Condamine en napolitano Vico, y que daba cuen~ de. la ev.o lucton r~~1g10sa ~e
su expedición a través de los Andes del norte, se asombra de en- los pueblos pl'ecortesianos. En su Hutona antrgu.a de ~exuo, Ve¡tJa
contrar por todas partes seres miserables, sucios, embrutecidos, sigue sus pasos pese a inscrib.irse aún en la prolon.~~tón del stglo
semejantes a "bestias irracionales", próximos al mineral por la in- xvu mexicano y a menudo stgue de cerca los anahsts de Alva lx-
sensibilidad que muestran a cada instante.24 En suma, una reali- tlilxóchitl. Para él, la idolatría de los indios es más una forma de-
dad muy alejada de la que había leído en Garcilaso, hksta el gradada de la religión, una decadencia natural del "verdadero.~ulto"
grado de preguntarse si los Incas no habrían sido en realidad que una intervención demoniaca. El tema de la degeneracton de
extranjeros llegados por casualidad a esas regiones: "la casualidad
22
Roberuon (1788).
2S Muñoz (179~) . ~ /bid. , P· VI. • . . •
24 26 David A. Brading, Los origents del nacwnalisnw •m»cano, MéxiCO, Sepsetental,
Jorge Juan y Antonio de Ulloa, "Resumen histórico del origen y suceJSion de
los Incas•, en /Uiación histórica del W.je a la Amirica meridional [1748). Madrid, 197~. p. 55.
27 Boturlní (1974); Veytia (1836).
Fundación univenltaria española, 1978, pp. rv.v.
180 LUCES
LUCES 181

las formas religiosas que desarrollaron Herder y Schlegel18 en la la desatanización de la historia prehispánica responde menos a la
época romántica ocupa ya en Veytia un sitio importante. Se desta- influencia de las Luces que al surgimiento de un sentimiento
ca no solamente la tesis del monoteísmo indígena original, sino nacionalista en México. La nueva red religiosa no es sólo un nuevo
también la de la evangelización precortesiana y las numerosas avatar de la lectura del pasado. Constituye uno de los ñmdamen-
semejanzas que encuentra entre el catolicismo y las religiones tos históricos del rechazo a la sujeción o a la supuesta inferioridad
prehispánicas.29 Si aparece la idolatría, es debido a la ignorancia y americana, en la medida en que implica que este continente ha
a las artimañas de los sacerdotes. El proceso de degradación de lo participado plenamente en la historia universal en lugar de
religioso (que Veytia encuentra también en el desarrollo de la quedarse como conservatorio infernal de idolatrías satánicas.
historia de la Iglesia) no es una idea nueva. Recordemos cómo Otras obras, a pesar de que evitan caer en uno u otro excesos,
Las Casas atribuía a la malicia de los "ministros del diablo" la per- corroboran la evolución d ecisiva de la mirada de los historiadores
versión de las luces naturales... Pero Veytia la disocia de su ~ y revelan por qué para la recuperación del pasado precortesiano
fondo demoniaco. 30 Es como si, tras haber privilegiado durante con fines políticos y polémicos era necesario abandonar o arrinco-
mucho tiempo la interpretación idolátrica y satánica del pasado nar el concepto de idolatría. Es significativo, por ejemplo, que el
amerindio, se la abandonara para descubrir en él la ot111 vertiente término religión predomine de manera indiscutible sobre el de
de lo religioso: el cristianismo y la intervención de la divina Pro- idolatría en el jesuita Francisco Javier Clavijero en su famosa
videncia. Es el enfoque inverso, en muchos áspectos, a las posi- Storia antica del Messir.Q ( 1780) .'2 Lector de Fontenelle y d e Montes-
ciones anteriores, aunque igualmente descabellado: mientras que quieu, el jesuita sigue reprobando ese "agregado de errores y de
Torquemada consideraba que los indios atribuían al demonio Jos prácticas supersticiosas" que constituye la religión de los mexica-
nombres que por derecho le correspondían a Dios, Veytia ve en nos. Cierto es que condena el "culto idolátrico", "la vanidad de su
esa práctica y esa homonimia el argumento de un monoteísmo culto, la superstición de sus ritos, la cru eldad de sus sacrificios"."
antiguo válido para México y Perú por igual. Pero ese razonamien- Pero, al igual que Las Casas, concede a los cultos americanos una
to tenía raíces muy antiguas, pues desde el siglo xvt había interés superioridad moral sobre los paganismos antiguos. Dedica inclu-
por las manifestaciones posibles de una evangelización remota y so su octavadisertacióna esa confrontación, sin apartarse demasiado,
apostólica de la que habían podido conservar el recuerdo las figu- por cierto, de los argumentos lascasianos, de no ser por el papel
ras de Topiltzin-Quetzalcóatl y Viracocha. De este modo, cuando absolutamente mínimo que le reconoce al demonio. En otras pala-
el italiano Boturini afirma estar convencido de que Santo Tomás bras, Clavijero se niega fonnalmente a hacer del diablo el prin-
y Quetzalcóatl son una y la misma persona, recoge una pista que cipal agente de la historia precortesiana. Más aún: atribuye esa
ya se había seguido en el siglo XVll (Sigüenza y Góngora y, antes de interpretación a la "mente supersticiosa" de los antiguos cronistas
él, el peruano Calancha). Pero lo hace con una convicción y una o a las supercherías preparadas por los clérigos paganos.34 Lo cual
fuerza que, al radicalizarse, permitían a uno de los ideólogos de la debió de estremecer el espíritu dejoseph de Acosta.
independencia mexicana, fray Servando Teresa de Mier, incluir El abandono del término idolatria cede el paso además a una
todo un periodo del pasado precortesiano en la "verdadera re- visión que sigue siendo marcadam ente estereotipada y que está
ligión".~1 construida sobre modelos eclesiásticos y académicos. Y esto es
Esta manipulación de lo "religioso" no es más inocente d e lo que en última instancia lo esencial para nosotros. El jesuita no vacila en
lo había sido en el siglo XVI el "descubrimiento de la idolatría". analizar los "dogmas de su religión": el Ser supremo, el alma; en des-
Está llena de resonancias ideológicas y políticas. Visiblemente, cubrir dioses de la Providencia, "héroes" o "semidioses"; en exhu-
mar apoteosis y metamorfosis; en hablar de "mitología" ¡y aun de
metempsicosis! Su exposición de los tres grandes ritos de transi-
28
J. G. Herder, "Ideen zur l:'hiloso¡¡hie der Ceschichte. der Menschhelt~, en
&imlliche Wrie, Xlll, Berlín, Suphan, 1887; F. Schlegel, "Uber die Sprache und ción ("ritos en el nacimiento de los hijos, en sus matrimonios y en
die Weisheit der lnder", en Kri.sti.Jche Au.sgabe, Vlll, Munich, 1975. sus funerales")s.~ reposa en una división tan evidente que aún hoy
211
Margarita Moreno Bonett, Naci<maliJmo novohispano, México, UNAM, 198~. pp.
69, 7~. s2 Clavijero (1976).
30 55
/bid. . p. 83. /bid., p. 200.
51 54
Mier ( 1981 ). /bid., p. 66.
/bid., pp. 147, 150, 19~199.
55
182 LUCES LUCES 185

la utilizamos. Y así es como, de la idolatria mexicana, pasamos a la que todos estaban bautizados en nombre de la Trinidad y venera-
religión de los mexicanos, dentro del marco de una rehabilita- ban las cruces? ¿Por qué hemos de llamar idólatra al emperador
ción del pasado precortesiano que se convierte en una forma de Netzahualcoyotl que prohibió los sacrificios humanos y levantó
Antigüedad clásica. templos al dios creador? ¿Por qué hemos de llamar idólatras a los
¿Quiere decir entonces que los eruditos mexicanos abandona- totonacas y mextecas?" Si los indios son idólatras, después de todo
ron el término idolatría? En la pluma de Antonio León y Gama "¿el pueblo menudo católico no es un idólatra material general-
subsiste en la disertación arqueológica que hace en 1792 sobre m ente por su ignorancia?...o Eco lejano pero probable del razona-
dos insignes monumentos de la cultura mexica: las dos pútlra.s, es miento vol~riano, esa frase vUelve molesto e impropio el calificativo
decir, la estltua de la Coatlicue y la piedra del calendario.36 Pero de idólatra cada vez que se pretende aplicarlo a las sociedades de
aunque· el término neutro de religión alterne con el calificativo antes de la conquista y tiende a demostrar una vez IIW que México
reprobatorio "de ciega idolatría", la mirada distingue claramente no le debía nada a España, ni siquiera el cristianismo!1 Por más
la idolatria antigua de la idolatria-sobrevivencia. Y, sobre todo, delirantes que parezcan hoy estas interpretaciones, habían de con-
manifiesta por primera vez una curiosidad de arqueólogo que tribuir a forjar la conciencia nacional mexicana al rehabilitar la
rompe a la vez con el enfoque del teólogo y del croni$ta. León y civilización y la religión de los antiguos mexicanos. Sin embargo,
Gama trata de inteq>retar objetos y de salvaguardar su memoria para nosotros constituyen uno de los resultados de nuestra inves-
en lugar de destruirlos como en el siglo XVI. Por ello no es casual tigación: a saber, el vaciamiento del concepto de idolatria y la ru~
que el autor de la Descrifx;ión histórica y cronológic4 invoque abierta- tura radical con la red lascasiana tal como la había manejado y
mente el ejemplo de Carlos JII quien, durante su reinado napoli- difundido el franciscano Torquemada. Abandono que da como
tano, fundó el museo de Portici (Herculanum) y alentó las exca- resultado no la denuncia de la categoria de religión sino un cambio
vaciones de Pompeya.s? de etiqueta, un simple deslizamiento de una casilla a otra: los anti-
El dominico José Servando de Santa Teresa Mier es mucho más guos mexicanos son sacados de la idolatria y enrolados en la "ve~
audaz y habria que situar su obra en los tiempos dificiles que pre- dadera religión" (1). Como por un efecto de rotación en tomo al
cedieron a la independencia de México. En un sermón estruen- objeto que se obstina en construir la red idolátrica da paso a una red
doso de diciembre de 1794 y en su Disserlación sobre la pm!.icacUín religiosa. ·
(hacia 1811), Mier sostuvo también la teoria de la evangelización
antigua de los indios, que atribuyó al apóstol Santo Tomás: "Los DE LA 100l.ATIÚA AL RETRASO
indios ya cristianos habían adorado la imagen de la Virgen de
Guadalupe durante 1750 años en el Tepeyac donde el apóstol ¿Qué sucede mientras tanto ·con la idolatría colonial? ¿El siglo
~bía construido la iglesia...se Esto le permite proponer la hipóte- xvm sigue haciendo extirpaciones o pretendiendo hacerlas? En
SIS de una alteración histórica de su religión. Mejor dicho, la ido- realidad, todo sugiere que terminan esas veleidades y que en toda
latria seria en realidad una acusación errónea, análoga a la que la América hispánica triunfa una opinión que ya se afirmaba en
los protestantes hacen contra los católicos:S9 los españoles se el siglo xvn: el retraso de las poblaciones indígenas. Los indios no
equivocaron, "los españoles se han empeñado en hacer diablos y son más que unos ignaros, seres intelectualmente inferiores y físi-
aun hallar los dioses de los romanos". Mier identifica decidida- camente repugnantes, redimibles o no según el humor y las con-
mente a Santo Tomás y a Quetzalcóatl y rechaza las semejanzas vicciones del observador: "Lejos de ser hermosos son positivamente
entre los panteones propuestas por Torquemada. "En fin ¿por de un aspecto desagradable, malísimo color, toscas facciones, nota-
qué h emos de llamar idólatras y no cristianos a los indios de Yucatán ble desaliño cuando no es desnudez, ninguna limpieza, menos cul-
tivo y racionalidad. 1142 A la curiosidad insaciable de los extirpadores
• León y Gama (1 '792). El monolito de Coatlicue representa a una diosa de la
40
Tierra, mientras que la piedra del Sol simboliza el calendario ritual de los mexi- Jhid., p. 50.
41
c:as;,Le6n y Gama se dedicó a estudiar su si mbolismo. Benjamín Keen, Tlu Azt« lmagw in WGúm Tlwuglat, New Brunswidt, Rutgen
!bid., P· 4. University PreJS, 19'71, p. ~04.
l l Brading (19'76), p. 69. 42
Jorge González de Castaneda, Represmtaam humiflü m fa- tÜ .nu naturales,
~Mier (1981),111, p. 52. Méxic:o,l7'71, citado en Brading (1976), p. 41.
186 LUCES LUCES 187

la sucede a menudo una especie de indiferencia por las costumbres ausentismo del clero. Tras una glorificación dedicada a los bene-
de los indios, quienes desde entonces parecen estar integrados con ficios de la educación ("la niñez rectamente educada hace la
mayor o menor éxito en una red de obligaciones qu_e ~expresan en juventud modesta y bien morigerada y a la vez exemplar y profi-
las confraternidades, el sistema de las cargas muntc1pales y las nu- cua"), se propone una solución que anhelaban la Corona y la je-
merosas fiestas que se realizan en hon?r de los santos pa_?"onos. . rarquía: nada menos que la hispanización de la población indíge-
Tomemos como ejemplo las reacc10~s que pro~oco un _moVl· na y la multiplicación de las escuelas de castellano. "Procurando
miento mesiánico abortado que, no leJOS de la capttal mextcana, aplicar estos dos eficaássimos remedios de instrucción a la inculta
estuvo a punto de encender los campos. indígenas ha?a 1~61. Las nación de los indios ella convalecerá en pocos años de la enfermed.ad
fuentes contienen un abundante matenal que da tesumomo de la de la ignqrr.mcia que la aflige y dará muchos individuos hábiles que
prodigiosa riqueza creadora y las ambiciones ~líticas de es~ sirvan considerablemente al público. ..e Sustitúyase inculta por
movimiento.., Sin embargo, uno se siente confundtdo por la acb- uwlatra y hágase seguir la palabra enfermedad del término ;®latría
tud de las autoridades encargadas de seguir el asunto. Este es por en lugar de igrwrancia y se tendrá el discurso de los extirpadores
varios motivos ilustrativo del espíritu de una época. El juez ecle- del siglo XVII. No hay mejor manera de captar cómo las Luces ba-
siástico comisionado por el arzobispado rechaza definitivamente rren con el vocabulario antiguo e introducen nuevas preocupacio-
la acusación de idolatría y herejía. Afirma no haber encontrado nes que sustituyen al hombre por la trascendencia. En lugar de
ninguna huella de ídolos o de "ceremonias gentiles". Mienu:u idolatría se habla ahora simplemente de "usos o abusos y costum-
que un siglo antes esa rebelión habría colma~? a nuestr~s ~xur­ bres", "prácticas" más o menos pemiciosas,46 a las que a menudo se
padores al inspirarles la más ardiente inculp~cton, el m~Vlmtento considera "irremediables". Aun la hechicería está en trance de no
se ve ahora privado de sus elementos dramabcos y se atnb';lye a la ser ya tomada en serio: "El que haya tantos hechiceros y tantas
ignorancia de "una gente sin instrucción, con ninguna o mutes~ hechicerías como el vulgo piensa, es aprehensión propria de la
noticia de los principales misterios y dogmas de nu~stra cath?~~ rudez del vulgo"'7 Todo ello dicho por gente de la Iglesia. Es
religión". Seres inestables, incapaces de cap~ la mcom~tlbth· imposible además no pensar en la resonancia que pudo tener en
dad de sus errores con la fe, sumidos en un amas!JO de aberraaones, América la obra del benedictino español Benito Feijoo, cuyo Teatro
en "aquella increíble inconexión de sus desatinos, sin a~encia critico universal (1727-1741) denuncia incansablemente las supers-
siquiera de verosimilitud y antes bien llenos de repu~anaa y c.on- ticiones poJ:ulares y "las piadosas imaginaciones propias de la plebe
tadicciones entre sí mismos". Y entonces se nos desphega una hsta ignorante de una España que se abre aún con timidez a las Luces.
de las contradicciones encontradas entre los dirigentes del moví· En los Andes, Jorge Juan y Antonio de Ulloa, los autores de
miento: la mezcla de monoteísmo y de politeísmo, la iconoclastia Noticias secretas (que se publica apenas en 1826),49 llegan a conclu-
y el culto de las imágenes, el rechazo de las oraciones para los m~er­ siones semejantes: la educación debería mejorar la suerte de los
tos y de la creencia en el purga torio.. . Y surge así la compastón indios, supondría también el abandono de la lengua indígena, el
por las masas eng-.tñadas por el dirigente, "esta pobre gente", inca- quechua, al que se acusa d e confinar a esas poblaciones a la mar-
paz de oponerse a las enseñanzas del maestro, librada a un~ "~n ginalidad y de impedir la comunicación entre el mundo indígena
monstruosa preocupazión". Pese á ello, el juez rechaza la opmton y el resto de la colonia. En las ciudades, al contrario, los indios
de quienes rebajan a los indios a la ~te~oría de seres i~sensatos y están obligados a hablar el castellano y por lo tanto a salir de su
carentes de racionalidad, para atrtbuar sus apartamaentos a la círculo reducido. Otros ritmos, otras ocupaciones arrancan al

explotación que sufren y a la falta de ins~cción. Actitu~ i_lustrada indio de su condición: convertido en barbero, zapatero, artesano
y patemalista que merece un examen cnttco de las condaca~nes de o carpintero, queda preso necesariamente en otras redes de
existencia de las poblacianes indígenas en la segunda matad del
siglo XVIIl, acompañado de un llamado ~ la d~usió~ de 1~ instruc- 4
' Archivo gmeral de Indias ( Sevilút), México, 1696, fol. 65.
ción. Sucesivamente se echa la culpa a la msuficaencta y la mcompe- 40
Pére:t de Velazco (1766), p. 85.
tencia de los curas, a la de los "fiscales,... y maestros de escuela y al 47 /bid.,P· SS.
40
Citado en Manuel Tu ñon de Lara, Historia de España, VIl. Centralismc, llw-
°Cruúnski (1985). traa6n J Agonía del antiguo régimen, Barcelona, Labor, 1984, p. S52.
44 40
Los fiscales designados por los curas o las autoridades indlas era indígenas Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Noticio.s ucrtúJ.s de Amirica ( 1826], Madrid,
encargados de la vigilancia espirinaal de la comunidad. Turner, 2 vols., 1982.
188 LUCES LUCES 189

sociabilidad y participa de la m odernidad y la agitación de la vida española, sus ideas se introducen a través de los administradores
citadina fren te a la cual las historias antiguas se desvanecen para ~ del pers?nal abierto a las Luces y a la modernidad que simbo-
siempre. Como en España, d onde la gente del campo no tiene liza Francta. Se acabó la era d e la evangelización y la cristianiza-
más que una visión pobre d el mundo, los indios, d ebido a su ción. ~ora se persigue con mayor obstinación a los jesuitas que
lengua, son prisioneros de la ignorancia y ninguna "comunica· a los 1dolatras. Pero sobre tod o -y esto es lo esencial para nos-
ción instructiva" puede ayudarlos a salir de las tinieblas en que otros-- la idolatría ha dejado de tener cartel en el mundo culto.
los ha sumido su condición. Dos siglos después de Pedro Ciruelo, • Cierto es que algunos curas y autoridades siguen empleando el
quien h abía redactado, como recordaremos, un Trataáq tú las SU· término, pero lo h acen más por rutina que por convicción. La
persticirmes y las iiUJlntrías del campo español, los hombres de las idolatría sirve cada vez men os para percibir el pasado precorte·
Luces regresan al tema del atraso y la oposición entre citadinos y siano y explicar los extravíos de los "pobres indios" del siglo XVIIJ.
rústicos añadiéndo le un toque mod erno: la importancia de la En el mejor de los casos, se les tacha de "supersticiosos" en el sen-
comunicación y de los intercambios en una sociedad pluriétnica tido en que superstición rima con ignorancia y en la medida en
en la que la mezcla inevitable de las poblaciones puede, en vez de que, en México, y quizá en menor grado en los Andes, la debili-
ser un obstáculo, convertjrse en fuente de progreso. dad de las tradiciones orales, el olvido de las cosas antiguas y el
Es cierto que no todos comparten esa benevolen cia paterna- desarrollo de un cristianismo indígena hacen cada día más im-
lista. Sin embargo, todos coinciden en juzgar el "retraso" de las probable el retomo d e la idolatría.
poblaciones indígenas en términos sociales y culturales -"políti-
cos" como se decía enton ces-- y no más "idolátricos". Los estragos
de la embriaguez, los malos tratos y la corrupción figuran, junto FETICHE Y FETICHISMO: EL RELEVO
con la ignorancia, e ntre los males, los "accidentes mortales" que
aquejan a estas poblaciones y que tratan de corregir las autori- Los religiosos españoles y los conquistadores aplicaron inicial-
dades ilustradas. La idolatría, en su acepción del siglo XVI o en la mente el término idolatría a las sociedades precolombinas. Ésa
versi?n de _los extirpadores mexicanos del siglo XVII, designaba las fue la labor d~l siglo XVI. Los curas extirpadores del siglo XVII, por
mantfestactones paganas de una sociedad compleja o la monstruo- su parte, modificaron los alcances de esa categoría para estigmati-
sa habilidad del h ereje. En ambos casos era un gran honor el que zar los comportamientos, las prácticas y las creen cias que se opo-
se le hacía a estas poblaciones miserables, a estas masas anóni- nían al cristianismo o se mezclaban con él: la idolatría colonial
m~, feas y sin pasado de las que hacían esfuerzos por d istinguirse d esigna entonces la contraaculturación o el "sincretismo". justifica-
cmdadosamente frente a la opinión europea las éliús ilustradas de ción sucesiva para la conquista de América, para la evangelización,
los territorios americanos. la opresión colonial, el exterminio de las poblaciones indígenas, la
Desde luego habría que situar esas preocupaciones y esas acti- represión de las "sobrevivencias" paganas y la zonificación de las
tudes en el marco de la monarquía ilustrada de los Borbones sociedades locales, la idolatría proporcionó continuamente coar-
~ue, en ~a segunda mitad del siglo XVIII, trata de reunir despo- tadas tan cómodas como variadas. Empleada como red, permitió
tismo. e tdeas nuevas !?ara re novar y "modernizar" su Imperio asimismo localizar puntos en las culturas indias, circunscribir
c?lomal. El Estado le tmpone a la Iglesia sus objetivos e inten- territorios que había que destruir u o bligar a la cristianización.
ctones, los prelados vean por la "felicidad" de los indios y se com- En cambio, da la impresión de que el siglo XVIII hispánico acabó
portan como altos fun cionarios de la C'..orona en un mundo cada por agotar sus virtudes estratégicas, justificadoras y explicadoras
vez más dominado por la secularización. En otro momento mos- s~bre todo porque formaba parte de un discurso teológico en re-
tramos la obstinación con la que el México de las Luces, la Iglesia brada en la Europa de las Luces. No es que la categoría se borre
y el Estado, habían reprimido de consuno las manifestaciones de por completo, ni siquiera que desaparezca en la evangelización
las culturas populares (indígenas, mestizas o españolas) y fomen- de otras tierras lejanas. Los misio neros del Pacífico partirán tam-
~~o en todas partes la instntcción primaria.50 Pese a la prohibi- bién a hacer la guerra a los ídolos y las idolatrías en pleno siglo
51
cton que pesa sobre los escritos de los filósofos en la América XIX. ¡Y esos mismos misioneros, católicos posconciliares o pro-

50
Gruzinski (1988). 51 En la Polinesia, en el siglo XIX , por ejemplo.
190 LUCES LUCES 191

testantes, europeos o anglosajones, saben también utilizar ese realidad, como mostraremos en una próxima obra,114 el concepto
lenguaje hoy en día cuando se lanzan contra los cristianismos de ídolo, establecido por el Antiguo Testamento, prisionero de la
indígenas de América Latina! relación significante/significado y del con cepto de sustituto, es
Y si la idolatria deja de tener cartel, ¿cuál es el concepto que la pobre, repetitivo, estereotipado y finalmente tan poco satisfacto-
reflexión ilustrada se propone acuñar en el campo de las ideas rio para la mente como poco operante en la práctica. El fetiche
nuevas? El desgaste del concepto de idolatria es contemporáneo ofrecía desde fmes del siglo XVIll otras posibilidades (y otros calle-
del lento ascenso del concepto de fetichismo, cuya historia es igual- jones sin salida) a lá filosofia y a la antropología, por no mencio-
mente compleja.~t Nos limitaremos a mencionar dos o tres ejem- nar la sorprendente descendencia marxista -en tomo a la idea
plos que bastarán para ilustrar esa afirmación. La palabra fetiche de reificación- y freudiana --en tomo a la idea de sobrevivencia
(fetisso, Jeitú.o, del latín Jacticiu.s) es antigua pero el conc#ep~o es de infantil-. En ese momento --el siglo XVIII- el presidente De
origen portugués; surge al contacto con los negros de Africa, que Brosses difunde el término fetichismo y lo convierte en la expre-
los portugueses habían explorado en el siglo XV, se desarrolla en sión, entre los pueblos primitivos, ele un culto directo, aue se rinde
el siglo xvn en la pluma de los comerciantes holandeses que los de modo inmediato a objetos, plantas o animales. La perio-
suplantan e inspira al presidente Charles de Brosses su famosa dización de lo "religioso" incluirá desde entonces el fetichismo --el
obra Du culte des dieu.x féUches (París, 1757-1760). Es un concepto fetiche es anterior al dios, el fetichismo al politeísmo ...- sobre
nuevo, sin precedente, acuñado en un contexto sociocultural de- t()do porque es f.lcil estudiar sus manifestaciones ya que para co-
terminado: el de las factorías y las transacciones comerciales en la nocer la religión de los primitivos basta con ir a observar a los sal-
costa africana, a diferencia del ídolo y de la idolatria, que son pro- vajes que subsisten.56
ducto de una larga serie de herencias culturales e intelectuales. Fetiche o ídolo, lo esencial, lo "reli$ioso", persiste. Nunca hasta
La herencia predominó sobre la novedad durante mucho tiem- entonces se había prendido tan bien con alfLleres a las sociedades
po. Ni la experiencia africana de los portugueses ni la de las Islas mexicanas en las casillas de la historia de las religiones como en
(recordemos el concepto de amí puesto en circulación por Colón, la SIMia amica del Jesuita Clavijero. La idolatria se ha vaciado. La
Pané y Pedro Mártir) pesaron sobre fa reflexión de Occidente en polémica ya no está de moda, como tampoco el veredicto edifi-
el siglo XVI, el que se contentó con tomar de la herencia antigua y cante y moralizador. Quedan la "religión" y lo "religioso", concep-
mediterránea los elementos para comprender a América. El ca- tos que se siguen endosando incansablemente a las poblaciones
mino que siguió no es indiferente: la idolatria designaba la di- recién descubiertas. Basta recorrer la descripción que nos hace
ferencia limitando al máximo la desviación; la idolatria es la civi- BougainviUe de la religión de los indígenas de Tahití. Con pocas
lización más el diablo, o la civilización sin el verdadero Dios y con excepciones, a 250 años de distancia y pese a una buena dosis de
el culto (desviado) de las imágenes, mientras que el fetiche debía Ilustración, se tiene la impresión d e estar leyendo a Colón cuando
designar lo arcaico, lo preidolátrico, las prácticas y los objetos llegó a las Islas o al mismo Cortés desembarcando en Cozumel:
elegidos por la imaginación errante de los salvajes al azar de los en-
cuentros. "El fetichismo pertenece al gé.nero de las cosas tan Es muy dificil hacer aclaraciones sobre su religión. Hemos visto que
absurdas que puede decirse que ni siquiera dejan lugar al razona- tienen unas estatuas de madera a las que tomamos por ídolos; pero
miento que intenta combatirlas. Con mayor razón seria dificil ¿qué culto les rinden? La única ceremonia religiosa de la que hemos
alegar las causas posibles de una doctrina tan insensata. ..ss El sido testigos se refiere a los muertos( ... ). Le hicimos muchas pregun-
tas sobre su religión a Aotourou y creímos comprender que en gene-
fetichismo está construido inicialmente sobre la materialidad fisi- ral sus compatriotas son bastante supersticiosos, que los sacerdotes
ca d e un objeto (y la relación que se establece con él), mientras tienen entre ellos la más temible autoridad, que independientemente
que la idolatría no rec¡uiere forzosamente el ídolo y forma parte de un ser superior llamado Eri-t-Era, el Rey del Sol o de la Luz, ser al
de un discurso cuya lógica es finalmente la nuestra... Yes que, en que no representan con ninguna imagen material, aceptan va.rias di-

52 S4 Serge Gruzinslti, La Guerre des images, por publicarse.


Pietz(1987). 5!1 jeanPouillon, en Fétid~e.tsansfotichi.une, París, Maspero, 19'15, pp. 1()9.110.
55
Presidente De Bros~s. citado en ~Objets du fétíchisme", Nuuvelk Revue de 50
A M. lacono, T«<rie dtl Jeticis~n~, il proble!IIIJ fiT4sofi(X) • l«lri(X) ,¡; un "immm.ro
ps,chanaly#, 2, Paós, PUF,l970, p. U2. malinUs<l", Milán, Dott. A Gíuffré editore.
LUCES LUCES 195
192

vinidades, unas bienhechoras y otras malévolas [ ... ]. Cuando la Luna dar a los hombres felicidad y sabiduría".~ Sin embargo, los intereses
.
presenta cterto aspecto ( . .. ) sacrifitcan vtctlmas
, . h umanas.S7 comerciales de los españoles y los portugueses, entre otraS cosas,
llevaron a la Corona de España a rectificar bruscamente su política.
Y así por el estilo ... Tras una serie de presiones considerables las reducciones fueron
Ha tenninado la pasión evangelizadora. Es el Sol sin Satanás. disueltas o destruidas por la fuerza, parte de su territorio fue ced~
La isla se describe como el jardín del Edén [ ... ) una llanura de da a Portugal y en 1767 se decretó la expulsión de los jesuitas de
praderas cubiertas por bellos árboles fn.ttales y atravesada p or todo el continente.
pequeños ríos que le dan una frescura deliciosa [ ... ).Un pue blo Esos hechos históricos son bien conocidos d ebido a las pasio-
numeroso goza allí de los tesoros que la Naturaleza vierte a manos n es que d~spertaron en Europa y la ~érica colonial, y. no es
llenas sobre él ... " nuestra intención volver a abordarlos m tratar de aprecaar las
Pero la mirada "ilustrada" ¿es en verdad tan distinta de la del consecuencias que pudo tener la salida de los mision eros sobre el
siglo XVI o del nuestro? Nada parece menos seguro. Nos sentimos L?
destino de los guaraníes y el conjunto de las tribus d e la región.
casi tentados a utilizar por nuestra cuenta la afmnación que el que nos importa aquí es más bien segu~r los ~vatares de lo "reh-
genio de Diderot pone en boca del tahitiano Orou en su Supplémmt gioso " como doctrina y com o h erramtenta mtelectual en una
au voyage de .&ugainville. Al responder a las preguntas de un sacer- época en la que la influencia de la ~~~esia com.ie nza a perder te-
dote católico (el evangelizador "en servicio"), el indígena le expre- rreno y, por añadidura, donde los mas10neros tienen que enfren-
sa su perplejidad: "Yo no sé qué es eso a lo que tú llamas religión. i68 tarse a pueblos a los que califican de "bárbaros" y que es~~ a
cu alquier interpretación idolátrica. De este modo, l~s jesmtas
debieron concentrar sus esfuerzos en dos frentes radtcalmente
MISIÓN opuestos: el de los "malos" cr~stianos y el d.e l~s salvajes. ,
En el siglo XVIll las reducctones de los mdtos guarames son ya
Mucho antes de que Bougainville llegue a Tahití en la época en cosa del pasado, pero la actividad misione~ prosigue. m~ ~lá d~
que J osé de Arriaga, Hemández Príncipe y muchos otros extirpa- esa región y se extiende a toda la Paracuana, denommac10n lati-
ban las idolatrías en Perú, la Compañía de Jesús fundaba, en la na del Paraguay de los jesuitas, cuyos límites rebasaban los de
región comprendida e n tre los cursos medio y superior d e los ríos Paraguay propiamente dicho. En efecto, abarca las praderas ~ los
Paraná y Paraguay, un Estado autónomo formad o por varias bosques del Chaco, que ocupa una parte de los actu~les Arg~nbna,
aldeas (redu cciones) habitadas por indios guaraníes que vivían Bolivia y Paraguay, Tucumán, en el n oroeste argentino a orillas d,e
bajo la protección de los padres. Experiencia social sin preceden- las estribaciones andinas, y se ·confunde al sur con las pampas pro-
te, las "reductiones" del Paraguay constituían verdaderos en cla- ximas a Buenos Aires e incluso con la inmensa Patagonia hasta el
ves que escapaban al contro l de las autoridades militares y civiles estrecho de Magallanes. Es decir que los jesui_tas concibe~ ~u terri-
de Asunción y Buenos Aires, así como a las instrucciones de los torio de misión en una perspectiva muy ampha. Exagerac10n ab~
mamelucos, nombre que se daba a los cazadores de esclavos por- lutamente legítima, puesto que Felipe V, preocupado por conocer
tugueses. Mundo utópico donde el dinero, la embriaguez y las mejor las costas del Atlántico d el sur, envió en 1745 una fragata
riñas eran algo desconocido y donde unos hombres que anterior- encargada de levantar el cen so de los puertos naturales y los campa-
m ente habían sido caníbales y belicosos se entregaban pacífi- mentos de los patagones; en ella viajaban tres j esuitas ilus~dos.
camente a los trabajos manuales, la agricultura y la música barroca. Tras largas semanas de navegación , los españoles descubneron
Estas misiones ilustraban d e maravilla lo que el padre Muratori una tierra azotada por los vientos en donde los sacerdote~ desem-
llamó "il cristianesimo frlicé' y Bougainville consideró "las leyes de barcaron en busca de seres humanos, no encontraron allí más que
las misiones como el modelo de una administración hecha para una sepultura grosera, adornada con tiras d~ ~~~a y en cuya ~erca:
nía yacía el cadáver de un caballo. La expe.dtcto~ no se consadero
57 Bougalnville, Voyoge oulour du tnot1de, París, UGE, Col. M I0/ 18M, 1966, pp.
vencida y siguió avanzando hasta las Malvtnas, ~~adecuadas para
214-215. cualquier asentamiento humano debido a los ngores del chma.
!lt Denis Dídcrot, Supplíment ou voyoge de Bougainville, en Bougainville ( 1966),
p. 45~. 59 Bougainville (1966) , p. 105.
194
••
LUCES LUCES 195

Por ~~o,.los viajeros costearon la Tierra del Fuego, poblada por mente integradas, de una u otra manera, a un catolicismo más o
salvaJeS smuesc06, en la que atracaron obligados por el desastroso menos tranquilizador. El espíritu de las Luces ha llegado a tierras
estado de la quilla del barco. americanas, pero los salvajes están excluidos de los debates y las
Como sus antecesores, esos misioneros modernos son hombres políticas que evocamos brevemente. En el extremo sur del conti-
d~ acción y es~ acostumbrados a adaptar las enseñanzas teoló- nente, las fronteras que separan las ciudades y los establecimien-
gtcas a las realidades concretas. No obstante, e.sas semejanzas no tos coloniales de los bárbaros no están bien proteg~das contra las
~eben ocultar~ diferencias deb~~as al contexto histórico y a la incursiones de éstos, lo que hace particularmente azarosos el trana-
hberta~ de a.cc10n que les conced1o el rey. Los extirpadores eran porte, las comunicaciones y los intercambios comerciales. El ana-
en Peru la p1eza clave del poder colonial; en cambio, los jesuitas cronismo de los indios del Chaco y la Patagonia no se expresa en
de las Luces actúan según sus propios intereses, que en la mayor términos de retraso cultural sino de primitivismo. Esos pueblos
parte de los ~os se oponen a los de los gobernadores y de los que amenazan a cada instante la estabilidad colonial son en su
~olonos espanoles. El rey de España, después de Dios, es su único mayoría nómadas que viven de la caza y del saqueo, "como gita-
mterlocutor. Por eso sus escritos están salpicados de críticas al nos no tienen estación ftia".61 Con la adopción masiva del caballo
orden estable~ido y alcanzan una violencia que los hace clara- aumenta su movilidad, transformando las praderas argentinas en
m ente subversiVos. Esta autonomía se acentúa por el carácter cos- un inmenso Far West. Resulta además paradójico que el principal
mopolita del re~lutamiento de l~s sacerdotes; se trata en su mayor indicador de su barbarie, la equitación, sea producto de su acul-
parte de ex~Jeros, como Dobnzhoffer o Paucke, que avivan con turadón. Mientras que en México y Perú los indios no tenían
sus c~mentanos las re~cciones antiespañolas de la Compañía que derecho de montar a caballo, con excepción de los nobles y nota·
llevar.an al enfrentamiento fmal con las autoridades coloniales. bies, la falta de con troJ sobre sus vastos territorios y la prolife-
~i~ismo, los indios de Paracuaria son muy diferentes de todos ración de los rebaños transforman a los cazadores-recolectores
~os Idolatras c~n los que se habían topado la Iglesia y los espa- en temibles jinetes. El mismo fenómeno se observa por cierto en-
noles. Co?~namente a los mexicanos y peruanos, los pueblos tre los chichimecas de México y 'los que, más al norte, llegaron a
d.e la Amen_ca aus~ son v~rdaderos salvajes. Es cierto que Oc- ser los antepasados de los pieles rojas. El salvajismo es así la liber-
Cidente hab1a descub1erto barbaras en América desde el siglo XVI. tad extrema de la que gozan los hombres y las bestias que vagan
En Nueva Granada, las behetrías occidentales habían servido de siguiendo sus deseos a lo largo d e las llanuras que se extienden
valedores a los incas civilizados. Sobre la franja costera de Brasil, hasta perderse de vista y que no han sido domesticados. Sin em-
francese~ y po~tugue~es ~abí~ descubierto a los feroces tupinam- bargo, nadie debe engañarse: pese al vértigo que sienten algunos
bas. que" ,Ulan su mcli~a~on natural sin someterse a leyes su- misioneros ante esos espacios sin limites, su visión del salvaje no
penares , al norte de Mex1co y en la Amazonia, en las fronteras es romántica por la sencilla razón de que éste no es bueno sino que
d~ Imperio~ civilizados, reinaba el desorden salvaje. Todas estas está librado a sus instintos, él, cuya "libertad perniciosa emana de
tr1bus eran 1gual número de ejemplos desconcertantes de socie- una voluntad completamente ajena a la idea de sujeción".6t Escla·
dades sin di~s ni templo (lo que por otra parte era congruente con vos de sus pasiones, esos indios son malos pero perfectibles. Al
la re.d ~~1ana), que poseían según el caso y el observador algu- menos ése es el reto que·deben enfrentar losjesuita.s.
nas mtu1~10nes sobre}~ inmortalidad del alma, el bien y el mal. Los primeros contactos son siempre dificiles. Los salvajes ha-
Los salvajes de la Amenca austral pertenecían, pues, a ese grupo blan lenguas diversas y complicadas; son desconfiados cuando no
numeroso de indios sin idolatría. francamente hostiles; la idea de volverse sedentarios les repugna
No obs~~· los salvajes de Paracuaria presentan una originali- terriblemente y los misioneros se parecen demasiado a los detea-
d~d propta, •gual que la forma en que se los ve en el siglb XVIII tados españoles como para tenerles conf~anza. Cuando se estable-
d1fiere de la forma en que se veía a los caníbales del continente. cen los contactos, hay malentendidos que ponen en peligro la mar-
~ara empezar, son anacrónicos. Habían transcurrido más de dos
~¡glo~ ~es?e la conquista; ha terminado la época de los procesos eJ Lozano (1941), p. 106.
mqU1s1tonales y de la detección de idolatrías rurales definitiva- e! !bid., p. 99. Oobrizhoffer (1967), U, p. 266, menciona igualmente su "amor a
la libertad", tan profundo que sienten un horror invenáble por el .ervicio peno-
50 Clames (1987), citando a Nohrega, p. 65. nal que los españoles les impusieron.
196 LUCES LUCES 197

cha de los acontecimientos. En el Chaco boliviano, Dobrizhoffer siva de los pueblos de antigua colonización se realiza la misión de
debe explicar al cacique que su país, Austria, se halla muy lejos de los jesuitas.
España y que por lo tanto pertenece a una raza muy distinta de la Los salvajes del Siglo de las Luces, como ya dijimos, no tienen
que explota y mata a los indios; al término de su discurso, el jefe religión. Dobrizhoffer busca en vano en su vocabulario una pala-
indígena le da unqs panes a manera de presente. El misionero los bra que traduzca, así sea de manera aproximada, la idea de Dios.
acepta cortésmente y se l~s devuelve inmediatamente en preven- Porque los guaraníes y tupinambas, pese a sus rasgos bárbaros,
ción de que los regalos estuvieran envenenados: "Los tomé con una tenían algunos vocablos que podían interpretarse como el reflejo
mano y los devolví suavemente con la otra." De este modo se res- de una intuición de la divinidad. "Sólo a los truenos deben dar y
peta el jntercambio, primera forma de comunicación en el mundo atribuir alguna divinidad", eso es lo que le llamó la atención a Las
indígena, con lo cual uno salva la cara y el otro probablemente la Casas66 de los testimonios jesuitas de su tiempo. Desde entonces,
vida. Poco después, el sacerdote forma una "reducción". En otro y en parte bajo la influencia del modelo chino, la etiqueta "ateís-
lugar, un bárbaro expulsa a los misioneros con el pretexto de que mo" entró en el pensamiento filosófico occidental, ca.~illa suple-
en su país las frutas crecen en abundancia. "El bárbaro ~reía que le mentaria de la red "religiosa" aunque se trate de una casilla en
daríamos fertilidad al suelo", comenta Dobrizhoffer, divertido blanco. Los indios de la América austral son, pues, decididamente
con esa reacción a la que considera ridícula. 63 Imperturbables, los ateos: "son totalmente ateístas sin conocer a Dios ni otra vida y
jesuitas alaban los beneficios de la agricultura y de la vida en las dicen expresamente que en muriendo todo se acaba".66
misiones, donde "cada familia tiene su propia casa". Ese ateísmo sorprendente se explica por el carácter pragmático
Esa transformación radical de los salvajes en apacibles agricul- de los indios y también por su incapacidad innata para la abstrac-
tores sería quimérica si los bárbaros no tuvieran, en opinión de ción, ya que no comprenden "más que lo que ven". Contemplan-
los misioneros, cualidades intrínsecas. Hay que reconocer que si do la majestuosidad del cielo estrellado, Dobrizhoffer se volvió al
bien el hombre librado a sus instintos es cruel, como lo prueban cacique que se hallaba a su lado y le dijo: "¿Crees acaso que seme-
el canibalismo de algunas tribus, las perpetuas guerras que libran jante maravilla es fruto de la casualidad?" El indio lo escuchó seria-
entre sí los indios y las escarificaciones que practican -y que en mente discurrir sobre el Ser supremo y el ftrmamento, y con una
el contexto del siglo XVIII son calificadas de torturas por los jesui- sencillez que desam1aba le respondió: "Mis antepasados escruta-
tas-, la existencia natural que lleva hace de él un ser sano y ban la llanura para descubrir, en lontananza, las vacas y los caba-
robusto. Es asombroso ver la importancia que tienen las conside- llos; nunca se atormentaban por saber quién rigiera el cielo. 0167
raciones físicas en los relatos de la época: el color de la piel, la Entre los jesuitas más antiguos como Lozano y Sánchez Labrador,
estatura y la morfología son objeto de detallado~ capítulos al ini- el ateísmo de los indios engendra supersticiones. ¿Se deben al
cio de las obras, como antes lo fueron las "fábulas" de los idóla- demonio? ¿O a la ignorancia que provoca el miedo irracional?
tras. El vigor excepcional de los salvajes se debe a la sencillez de Algunos signos equívocos podrían sugerir 1~ existencia de idola-
sus costumbres: a diferencia de los europeos decadentes, estos in- trías, como las extrañas vasijas moteadas que descubrieron unos
dios "no se entregan a ningún tipo de libido,.(,{ y el amor materno misioneros en territorio Vilela (en el noroeste de la Argentina).
predomina sobre la rudeza de sus costumbres. De este modo, las Lozano, el cronista oficial de la Compañía, desecha en unas cuan-
madres amamantan a sus hijos y jamás los confían a nodrizas. Ade- tas palabras esa interpretación: "Sólo sirven para sus festejos pues
más, estos hombres comen hasta hartarse e incluso hacen gala de en ninguna ranchería suya se ha hallado ídolo ninguno ni se des-
una vQracidad proverbial; su alimento se encuentra, por así decir- cubre en ellos rostro de que tengan algún género de religión o
lo, a su alcance, ya que las vacas de las pampas, que forman inmen- de que adoren al demonio. 0168
sos rebaijos, constituyen su principal pieza de caza. Motivo suficien- Este cambio de perspectiva explica por qué los extirpadores,
te para hacer soñara los europeos, ¡para quienes la carne es todavía que antes clasificaban como idolatrías las mutilaciones, las escari-
en esa época un alimento de pdvilegiados! Sobre ese fondo positi- ficaciones y los tatuajes, ahora sólo los consideran ritos inhu-
vo que contrasta con la pestilencia idolátrica o la sociedad repul-
~Las Casas, 1, p. 652.
66
6
' Dobrizhoffer (1967), 1, p. 163. Lozano (1941), pp. 88-89.
67
e. Ibid., n. p. 41. 68
Dobrizhoffer (1967}, ll, p. 70.
Lozano (1941) , p. 93.
198 LUCES LUCES 199

manos instaurados por la tradición y destinados a distinguir a los convertidos en etiquetas de un catálogo de usos y costumbres en
grupos entre sí: "para disúnguirse entre otros pueblos y respetar donde lo más importante son las técnicas, la guerra y la em-
las costumbres de sus mayores. Nunca pudimos encontrarles otro briaguez colectiva. ¿Cómo, pues, no sotprendemos de encontrar
motivo".• En suma, podríamos parafrasear a Lévi-Strauss y decir de nuevo en el siglo XX --en la pluma de etnógrafos tan serios
que esas marcas cotporales forman una red de desviaciones dife- como Karsten y Métraux, que estudiaron a esos mismos pueblos, pá-
renciales entre términos que se plantean como discontinuos. La lidos descendientes agonizantes de los caballeros que sembraron
¡~?latría entre los ~baros se diluye en la costumbre y la repeti- el terror en las llanuras-la inevitable categoría de religión, cuya
aon de gestos habttuales. Desde el siglo XVI, Durán consideraba inexistencia supieron aceptar otros hombres que no obstante le
i~stitui~os los co~portamientos de las idolatrías propiamente habían consagrado su vida?
dtchas. Pero el ongen de las costumbres bárbaras se pierde en la Pero, se nos dirá, ¿cómo son los hechiceros y las ceremonias de
noche de los tiemP?s y con ~ierta timidez algunos jesuitas sugieren esas sociedades "sepultadas en las densas tinieblas del paganismo
que entre los salvaJes podna haber una huella de una influencia o el ateísmo" (gentilidad o ateísmo) y situadas al margen del mun-
peruana antigua, deformada, incluso olvidada. La costumbre pue- do de la idolatría? Los hechiceros son Jos rivales de los jesuitas y
de también adquirir respetabilidad en ciertos casos. De este modo por eso mismo ocupan un lugar importante en todos sus escritos,
los jesuitas adoptan, para sobrevivir, las creencias locales sin pre- pues impiden la acción misionera. Desde el siglo XVI, Las Casas y
ocuparse por su carácter irracional. Por ejemplo, se abstienen de los j esuitas del Brasil habían observado que "éstos son los mayo-
castrar al ganado y de cortar árQoles con Luna llena, por temor res contrarios que los predicadores del evangelio tienen".n Como
de que los carcoma la polilla: "Para mí al menos la creencia no es todos sus congéneres americanos, esos h echiceros hablan con el
dudosa y la he experimentado frecuentemente... No se ría de mí diablo y adivinan el porvenir, pueden también encontrar objetos
ninguno de los ftlósofos recientes. "10 perdidos, curar a los enfermos y transformarse en tigres. En una
. El caso ~e las p~turas corporales es más ambiguo debido a la palabra, poseen las características generales de esos personajes a
tmportanoa de la unagen y de la representación en el catolicismo los que la literatura antropológica designa con el término de cha-
ror_nano. Aquí también .la ausencia de ídolos y de figuración se manes. En el siglo XVI, a los cronistas les había llamado la atención
satis~ce, valga la exprestón, mediante el cuerpo del indio ~ que sobre todo la función que tenían de profetas y augures, peligrosa
~as pt~turas hacen abominable, a imagen del diablo que lo pose: por la subversión del tiempo y del es~cio que implicaba. En el
em~!Jados sus rostros con tal fiereza que eran retratos vivos el de- siglo XVIII, la mirada de Jos jesuitas se dirige principalmente al pa-
momo que los poseía", dice Lozano, quien insiste varias veces en pel terapéutico de esos curanderos que los textos designan como
esta representación diabólica. Es divertido leer en otro texto71 "chupadores", debido a que procedían extitpando por succión el
~ó~o los indios con~ideraban obra de magia la capacidad de los agente patógeno del cuetpo del enfermo. En otro tiempo esos espe-
J~S~t~ de r~productr fielmente imágenes de santos o flores de cialistas eran seres inquietantes, como lo son por otra parte todos
tisu como st fueran verdaderas". Una vez más la estética --en los que pueden actuar sobre la enfermedad. En el Siglo de las Luces
este caso la fealdad de los personajes- es una revelación de Dios ese supuesto saber no es más que superchería. El misionero, cuyo
o del diablo. éxito depende del fracaso del chupador, acorrala a su rival, pone
~'! los salvajes. de Paracuaria se alcanza el grado cero de la al descubierto su arsenal de objetos-enfermedad -insectos, plu-
relig10n, pues no tienen siquiera palabras para nombrar al Ser su- ma.\, hilos, guijarros ... - que el otro ni siquiera tiene cuidado de
premo o al menos al "noúmeno", término ~e Dobrizhoffer toma esconder, y denuncia con toda claridad su impostura, pero ni la
de Platón y que designa l:U. "cosas pensadas". En este vacío religio- evidencia del fraude logra realmente quebrantar la convicción de
so flotat~ los temas tradtctOnales: ceremonias, ritos y hechiceros los salvaj es de que cualquier hombre dotado de poderes excep-
cionales puede luch ar contra la enfermedad entendida como una
agresión externa. ¿Cómo hacer para reducir la influencia de esos
"Dobrizhoffer (1967), 11, p. 40.
70 !bid.. 1, p. ~~5.
curanderos? Más modernos, los jesuitas no se atreven a emplear
71 [bid.., 11, p. 79. sustitutos mágicos como esas imágenes milagrosas de San Ignacio
lbád., 11, p. 9~. En la filosofia de Kam el tlOÚ-w es el ~eto de la razón la rea-
72

lidad inteligible, por oposición aJ fenómeno que pertenece a la realidad •~m~ble. "Las Casas, I, p. 65~.
200 LUCF.S LUCES 201

que tanto habían reconfortado a las poblaciones andinas. Además, de caruba servida en copas que eran los cráneos de sus enemigos,
carecen de cualquier remedio eficaz debido al escaso desarrollo trofeo y botín de sus incursiones guerreras. Al cabo de un rato,
de la medicina en la época, por lo que, para abatir la viruela o la tu- en una atmósfera de escándalo y silbidos, el convivía degeneraba en
berculosis, sólo cuentan con la ayuda de Dios. Ante esa dificultad, apocalipsis, surgían riñas por todas partes, algunos hombres se
los misioneros les proponen a los salvajes una opción caritativa: los atravesaban el sexo con espinas de pescado, ingerían orines mezcla-
padres llegan hasta los enfermos abandonados por los suyos por dos con su sangre, perseguían a mt~eres y niños, quemaban las
miedo al contagio, organizan puestos de socorro y como pueden escasas ropas que poseían, se insultaban, se golpeaban, se humilla-
alivian el sufrimiento de los indígenas. De este modo, en vez de ban y acababan por desplomarse en el suelo. Esas borracheras se
extirpar supersticiones funestas, las hacen repulsivas a los indíge- realizaban bajo el patrocinio del diablo, el cual se divertía invaria-
nas y a cambio les ofrecen unas relaciones humanas basadas en blemente hundiendo a los salvajes en el abismo infernal. No obs-
una moral y una concepción del hombre novedosas. tante, lo que despierta el interés de los misioneros no es reconocer
Aparte de las creencias chamánicas, los salvajes poseen otras en esos desórdenes la garra del Maligno, como lo había hecho
supersticiones que pertenecen al terreno del delirio o de lo gro- Acosta un siglo y medio antes, sino demostrar que el desencadena-
tesco. El miedo al chotacabras y a los eclipses, así como las fábu- miento de las pasiones deja ver a un hombre primitivo impermea-
las sobre las Pléyades, son ridículos y absurdos para los jesuitas y la ble a cualquier intuición divina. En suma, con las borracheras de
manera como lo relatan sólo sirve para distraer al lector y tran· los salvajes, los jesuitas descubren que existen creaturas "natura-
quilizarlo en un sentimiento de superioridad al mostrarle la dis- les" que nunca han sido tocadas por la gracia. Casi podría decirse
tancia intelectual que lo separa de esos pueblos. Sin embargo, la que parecen haber sido olvidados por Dios.
perfectibilidad de· los salvajes y la decadencia de los europeos Ya h emos subrayado la importancia del cabalJo en el desarrollo
transforma la risa en mueca, y los jesuitas no desaprovechan la de las culturas indígenas de Paracuaria y de la Patagonia. La ori·
ocasión para recordar que la educación y los buenos ejemplos ginalidad de las sociedades ecuestres y la abundancia de los caba·
vencerán a esa credulidad infantil. Una importancia muy distinta llos que recorrían en libertad esas inmensas extensiones no
es la que se da a los ritos de embriaguez, cuyas extensas y sabrosas podían dejar indiferentes a los jesuitas. Extensos capítulos habían
descripciones constituyen, junto con la guerra, los puntos fuertes de de consagrarse a esos caballeros, y la simbiosis entre el hombre y
las relaciones jesuitas. su cabalgadura es tan profunda que necesariamente se impone
En México y en el Perú, el consumo ritual de bebidas embria- una comparación entre la domesticación del indio y la del caballo.
gantes -las borracheras- se había considerado el origen de las Con uno y otro se utilizan los mismos ténninos: amansar, suavi-
idolatrías debido al carácter liberador de la embriaguez que zar, domesticar, transformar su pavor instintivo en hábito: "ante la
suprimía todo tipo de censura y toda moderación, y sobre todo de- vista reiterada de estas rarezas perderían el miedo, tal es el efecto
bido al sentimiento de solidaridad que se veía reforzado en esas de la costumbre que comúnmente reconforta los ánimos miedo-
ocasiones. Por n o mencionar que la dimensión agonística d e esas sos".'• La primera etapa de la domesticación humana consiste en
justas, en las que se bebía hasta perder la razón, era radicalmente despertar la curiosidad, no con un terrón de azúcar sino con valio-
opuesta a las normas españolas sobre la manera de beber. La em· sas herramientas: hachas de hierro, tijeras y cuchillos, desconoci·
briaguez colectiva es así un acto importante ligado a la ilusión, a dos para los primitivos y que reducían considerablemente el tiem-
la locura inducida, a la visión y a la sociabilidad. Las borracheras po de trabajo y el esfuerzo e¡ u e lo al:ompañaba. Estos regalos atraen
bárbaras escapan a las reglas de las jerarquías y a las limitaciones necesariamente a los indios y les crean nuevas necesidades. La
estatutarias que los gobiernos civilizados de los mexicanos y los pe- hierba de Paraguay, la famosa "yerba mate", constituye igualmen-
ruanos habían instaurado para evitar los desbordamientos debidos te un sustiru to muy apreciado del alcohol. 75 Con la ayuda de los gua·
a la embriaguez. Entre los salvajes, las borracheras hacen estallar la
74
cohesión social y desembocan en la anarquía. En efecto, al iniciarse Dobrizhoffer (1967), l, p. 333.
75
el ciclo de las estaciones, con motivo de una victoria guerrera o de La hierba de Paraguay, lü:x Parogu.ayensis, planta medicinal, se consume tam·
bién en cocción; como las hojas contienen un alcaloide, la cafeína, produce cierto
un acontecimiento significativo, las familias indígenas, que en tiem- hábito. En el siglo XVIII, la infusión de "hierba· era muy apreciada por Jos indios
pos normales se hallaban dispersas en busca de presas, se reunían pero también por los españoles; hasta nuestros días persiste la costumbre de con-
y organizaban una borrachera formidable con aguamiel o cerveza sumir esta bebida en Para&'aay y Argentina.
202 LUCES LUCES

raníes de las misiones, grandes productores de "hierba", los j«: ropas y l?S alimentaron generosamente. Pero así com~ los peces
suita.s ofrecen generosamente esa infusión y el placer que expen· no pueden vivir mucho tiempo fuera del agua, los salvajes se mar-
mentan los salvajes se torna rápidamente en costumbre. En ese chitan cuando se les saca de su hábitat natural. Primero la madre
momento el padre amenaza con privarlos de ella si continúan fal. se debilitó, sufrió dolores reumáticos y finalmente sucumbió a
tan do a la misa. Como explica crudamente Florian Paucke, "enton- una tuberculosis; su hija, que había llegado "llena de hermosura
ces tuve yo la sartén por el mango pues dije que para recibir un
76
y vigor juvenil", se marchitó en poco tiempo, adelgaz~ h asta que-
poco de yerba comparecieren asiduamente a la iglesia". El taba- dar en los huesos y murió también. El hermano tambt~n. estuvo~
co cumple la misma función de aliciente. un paso de sufrir la misma suerte; s~n em~argo •. sobre~vtó a la Vl·
Estos medios de ningún modo parecen condenables cuando se ruela, aunque poco después empezo a sufnr de msommos, duran-
trata de llevar al indio hacia el Bien, y las astucias más ingeniosas te los cuales se le aparecían su madre y su hermana para recor-
son preferibles a los "consejos teológi~os", pues de cualquier ~odo darle que debía bau.~rse. Lo hizo ante.s~ de exhalar el último
el salvaje no los comprende: "~s preciSo usar de me~os extranos y suspiro. Este aconteam1ento, que conmOVlo ~ todo el puebl~, fue
mañas para conducir el Bien al indio. Aun el conse~ no debe ser interpretado, como era de esperar, como el s1gno de la Provtde~­
demasiado teológico sino él no comprende nada". Como en la cia que permitía a los padres encontrar en la selva a paganos mt·
serables para convertirlos en buenos cris~an~~·
78
crianza del caballo, el tono de la voz es importante para que el mi- . •
sionero pueda llevar a buen término su labor evangéli<:a:· Los sal- Al igual qu~ _en la crianza, la ~?mest1cac1on del sal~J~ ex1g~
v.ajes susurran normalmente y no toleran las v?Ces estndentes y una colaborac10n de ambos parbctpantes y una adaptacton reci-
autoritarias; igualmente son sensibles a la mús1ca, sobre todo al proca, actitudes que están ausentes en todas las situaciones de
sonido del violín, instrumento preferido de los jesuitas. Gracias a contacto basadas en la fuerza y no en el convencimiento. Para vol-
su forma de ser,la suavidad vence poco a poco al salvajismo y los in- ver dóciles a los indios, lo cual se concreta en el bautizo libremente
dios se vuelven dóciles. Entonces se les puede preparar para el elegido por el neófito, el sacerdote debe de~poj~e de sus pr~
trabajo, lo que implica necesariamente 1~ preparación. ~ara la pias costumbres. En muchos casos, la comut.ucaoón fracasa y los
agricultura. Los nómadas no se adaptan bten a estas acbvtdades. jesuitas sufren martirio; cuando, al contrano, los sacerd~tes l~
Abandonan las "reducciones", pasan días enteros en busca de caza gran tener aceptación, deben soportar las burlas de los bárbaros
y cabalgando a través de las llan':'ras. Las faenas agrícolas.les ~os­ que se mofan de su castidad y los provocan en ese terreno; se ven
piran una verdadera repugnancia y les ~recen una obbgac1~n obligados a plegarse a la vida ruda de los nómadas y a so~r~ a
inútil, puesto que la Naturaleza les ofrece abmento en abundanc1a. los insectos, verdadera obsesión para los europeos. Por ultimo,
Estos comportamientos son para los jesuitas signos de ociosidad e deben pasar por el rito iniciático de la "mesa" y comer sin pesta-
imumisión. Por ello su acción se ejerce principalmente sobre los ñear alimentos repugnantes bajo la mirada escrutadora de sus
niños, cuyos instintos pueden ser educados. Cabe recordar que, c~n­ huéspedes. Paucke siente una repulsión casi invencible ante un
forme el espíritu del siglo, la educación infantil es uno de lo~ p~n­ mono rostizado que no ha sido ni vaciado ni lavado; luego lo_gra d~
cipales temas de reflexión . Losjesuitas se dan cuenta que los md1os minar la náusea y cumple la orden expresando comentanos el~
educan a sus hijos sin ninguna limitación; civilizarlos equivale así giosos. Este dominio de sí mismo ("primera dominac~?n de mí
a enseñarles los límites sociales de la libertad individual, como mismo") es el precio que deben pagar por la conventon de los
haría más tarde el ciudadano ltard con el salvaje de Aveyron. paganos.19 Hacer reír a los salvajes a costa suya abre las puertas a
A veces el ingreso de los bárbaros a la sedentarización tiene la misión.
efectos catastróficos. En los bosques de Chiquitos (Bolivia orien- Al mencionar el proyecto misionero, podemos preguntarnos
tal), unos misioneros descubrieron a una madre y dos niños que cuál es el sitio de lo "religioso" para estos jesuitas que no tenían
se habían separado de su grupo tras una violenta escaramuza y idolatrías que extirpar y c¡ue se movían lejos de las instituciones
vivían de raíces y bayas a la manera de los animales salvajes. Los eclesiásticas. La mezcla cultural, obsesión de sus predecesores, es
padres los recogieron y llevaron a una "reducción", les dieron

16
Paucke (194S), II, p. 94. "Dobrizhofl'er (1967) , pp. 188-190.
77 79 Paucke (194S), JI, p. M .
/bid., 11, p. 57.
LUCES LUCES

tan inoperante en este contexto como los argumentos intelectua· hombres dedicados a la religión quienes señalaron sus límites
les y las digresiones eruditas expuestas en las obras de· teología. mucho antes que otros hombres, a menudo alejados de la Iglesia
Los salvajes no tienen nada que mezclar. Al no poseer más que y del cristianismo, recojan esa herencia, sin darse cuenta de que
unos cuantos objetos utilitarios, tampoco pueden transportar sus desde hace mucho tiempo estaba profundamente minada por el
temores a las cosas, animar lo que está inanimado e investir al abandono de sus bases tomistas.
medio material de cualquier tipo de carácter sacro. Frente a esta
carencia, los jesuitas tienen que reducir notableme~te sus con-
cepciones. Porque al final el único objetivo de estas misiones del
siglo XVIII es, como había dicho Sánchez Labrador, predicar
"humanidad y religión". Transformar a los salvajes en seres hu·
manos, enseñarles a vivir en sociedad con todas las limitaciones
que esto implica: tal es su proyecto "religioso". Sin duda ésta es la ra·
zón por la cual los escritos de esta época se extienden considerable-
mente en los sentimientos y las emociones de los indios: ojos que
se llenan de lágrima.~. voces que tiemblan, una agresividad desaJ'-
mada con una carcajada, tristeza, dolor, ira, cansancio: todos ellos
pruebas de que los salvajes de Paracuaria son hombres que viven.
La euwgrafia contemporánea, más preocupada por el relativismo
cultural que por los universales, despojará a estos textos notables
de toda su subjetividad; ¿acaso no es más sospechosa porque se de-
ben a hombres de la Iglesia y, en consecuencia, a observadores
sin la menor autoridad científica.? Los sentimientos y las emocio-
nes no son categorías serias: la religión, para la antropología con·
temporánea, será cognoscitiva.
¿Era utópica la empresa de los jesuitas? ¿Su proyecto era gene-
roso o ilegítimo, autoritario o progresista, paternalista o revolu-
cionario? Dejemos estas cuestiones a los historiadores y mencio-
nemos simplemente c1ue, en su experiencia con los salvajes, el
catolicismo de los jesuitas reformula la religión no como un con-
junto de instituciones y prácticas rituales, sino como cierta concep-
ción del hombre enfrentada a las grandes preguntas que se plan-
tearon más tarde las ciencias sociales, a saber, las relaciones del
individuo y la colectividad, de lo innato y lo adquirido, de las pul·
siones y sus represiones... En resumen, y ésta es probablemente
la lección de este último viaje a los confines del continente, no es
sólo el concepto y el término de idolatría lo que se abandona en este
siglo XVIU de las Luces: es también en cierto modo la categoría de lo
"religioso" la que se disuelve discretamente ante la presión de todo
lo que tratan de introducir en ella los misioneros, bajo el peso de
un proyecto que desborda considerablemente en sus medios y sus
fines la salvación de las almas y la condena de los pecadores. Des-
de luego, en apariencia, el discurso sigue siendo estable,lo "religio-
so" y la religión tendrán aún un magnífico porvenir dentro de las
ciencias sociales. Pero es paradójico observar qua hayan sido unos
CONCLUSIÓN

Se trata, pues, de un sistema total que los etnólogos


se esforzaron verdaderamente en hacer trizas para
elaborar instituciones distintas, entre las cuales el
totemismo sigue siendo la más famosa.

C. Ltvl~nAUSS, La Pensk sauvage.

Nuestro recorrido termina en el momento en que nace en Eur~


pa otra aventura intelectual: la del estudio científico de las reli-
giones. El entusiasmo por los sistemas religiosos de los austra-
lianos y las tribus africanas es contemporáneo al desarrollo de la
ciencia y del descreinúento. ¿Esta antropología religiosa del siglo
XlX sería, como piensa Evans-Pritchard,la consecuencia de una cri-
sis de conciencia sin precedente en la historia de la humanidad?
En Europa se publicó gran cantidad de obras sobre este tema que
hoy han quedado én el olvido. Muller, Spencer, Frazer y, desde
luego, Durkheim ilustran esta tentativa de abordar la religión
como un hecho social necesario y universal ~in mayor referencia
obligada a Dios. La aportación de estos pensadores ha sido analiza-
da por otros, razón por la cual no nos internaremos por ese canú-
no. Recordemos solamente que el totemismo, después del feti-
chismo, se convierte en un concepto que permite pensar la religión
en un sentido amplio, englobando a la vez instituciones, formas de
pensanúento y emociones. Ya volveremos a él.
En un texto famoso, Evans-Pritchard explica la decadencia 'de
la antropología religiosa, que sitúa en las postrimerías de la pri-
mera Guerra Mundial, mediante el desinterés de los europeos en
los fenómenos religiosos: "nligion has ceased to occupy mm :S mind".1
Hoy en día, a la luz de los hechos que caracterizan la escena polí-
tica de numerosos países del Tercer Mundo y de otros lugares,
habría que revisar esas afrrmaciones y volver sobre algunos temas
que siguen teniendo actualidad. ¿Qué es en realidad lo que ·está
en juego cuando se habla de religión? Evans-Pritchard habría
podido plantearse esta pregunta, él que de manera tan ejemplar
denunció el etnocentrismo de las categorías de magia y supenti-
1
Evans.Prltchard (1965), p. lOO.
207
CONCLUSIÓN 209
208 CONCLUSIÓN
de las emociones y Jos sentimientos, escapando así a cualquier
ción, de sagrado y profano, de natural y sobrenatural, y preconizó conceptualización; entre los antropólogos de principios del siglo
el análisis de esos h echos en sus contextos respectivos. Pero cu- XIX, Malinowskí4 es uno de los pocos que niegan el aspecto cog-
riosamente en ningún momento se cuestiona la religión como noscitivo de lo "religioso".
concepto universal; incluso ésta se desprend er~a de los h~c?..?s Si ahora nos volvemos hacia las grandes civilizaciones de Méxi-
observados: "Con tal de interesarse en el estud1o de la rehg10n co y Perú, comprobaremos que la religión , o más ex~ctamente la
como uno de los factores de la vida social, importa poco que el "falsa religión", es decir la idolatría, surge del conJunto de los
antropólogo sea creyente o ateo, pues en uno u otro caso, lo hechos recogidos gracias a la red conceptual extensamente for-
único que puede hacer es registrar lo que observa. e! mal~ada por Las Casas, llevada a la práctica por sus sucesor~s y
Y, sin embargo, los debates provocados por la idolatría y las ido- calcada del paganismo antiguo, o más bien de la interpretaoó?
latrías de los indios de América nos llevan a dudar precisamente que se daba de éste en la época. Este punto merece una breve di-
de la pertinencia d e la religión como categoría universal. Frente gresión que revela una vez más la relatividad de un con cepto que
a la riqueza de la historiografia española de los siglos XVI a XVIII, se acepta pese a ello como una evidencia: "Al no concebir esa rea-
el pensamiento evolucionista del siglo XIX, por brillante que sea, lidad omnipresente que es la religión como una instituci6n separa--
nos parece muy rígido y seco. Intentemos recapitular los temas da, los indoeuropeos no tenían un término para designarla." Esa
principales que desarrollan los diferentes cronistas que hemos observación es de Benveníste,5 quien analiza más adelante el con-
examínadQ, con el fin de descubrir las dificultades que implica su cepto latino de religio. Apoyándose en Cicerón (De natura deurum),
argumentación y de recoger las cuestiones que plantean. En pri- Benveniste afirma que, en el origen, "religio n o designa a Ja religión
mer lugar, conviene recordar la distinción que establecimos con en su conjunto", sino que traduce más bien "un~ ~citación qu ~ ~~
Las Casas entre la religión concebida como un conjunto articula- l
tiene, un escrúpulo que impide y no un sentmuento que dmJa
'1
d o de instiruciones, y lo "religioso" basado en un con ocimiento hacia una acción o q ue incite a practicar un culto".6 Disposición in-
innato de Dios. Este último conocimiento es universal, al menos ¡1
teriqr y n o propiedad objetiva de ciertas cosas, ni siquiera conjun-
para Las Casas y para todos los que, con prendas diversas, se pre- ( to de creencias y prácticas, la religic de Cicerón es muy ~iferente a
sentan como sus herederos. Naturalmente, la afirmación cae por la de los pensadores cristian os, para qui~nes lo esencial .es esta-
tierra si lo que la sostiene -la existencia de Dios o simplemente blecer un lazo de piedad, una dependencia del fiel ante D10s, una
el concep to de Dios-- se cuestiona o desecha como un dato in- 1
7
"obligación en el sentido propio del té~ino". Mientras q.ue Cic;
verificable. Y, sin embargo, la antropología religiosa de los siglos 1 rón relaciona religic con legere ("recoger,Juntar, atraer hacia uno )
XIX y xx contribuyó a ese desmoronamiento al sustituir el cono- l'., -interpretación filológica a la que se adhiere Benveniste-, el
cimiento innato de Dios por la n ecesidad (¿innata?) de compren- cristianismo exp lica r1Jigio mediante ligare ("li~") •. transform~­
der aquello que escapa a la aprehensión inmediata.' Lo "religio- do así radicalmen te su significado. A estos deshz.am1entos seman-
so" se convierte así en una forma de actividad intelectual en donde ticos se añadirá la interpretación de las "religiones" americanas, en
la trascendencia de un más allá del saber empírico sustiruye a la términos de idolatrías, con cebidas como el espejo deformado del
trascendencia de la divinidad. catolicismo romano. No es sorprendente así que los h ech os pasados
Pero la universalidad del conocimiento innato de Dios se enfren- por el cemidor de una red tan preconcebida a m enudo escapen a
ta a la prueba de los hech os empíricos: en el siglo XVIII, los jesuitas ésta como muestran perfectamente los escritos de Durán y de
descubren que existen pueblos totalmente d esprovistos de él y que Molina.
viven en total libertad, atendiendo únicamente a lo que su instinto Por otra parte, si la idolatría no es en suma más que una religión
les dicta. Enfrentados a la dificultad de enseñar la abstracción al 1 semejante al cristianismo aunque fundada en premisas falsas,
pensamiento de los salvaj es, los mision eros adoptan un procedi-
miento inverso y h acen del amor la vía privilegiada del cono-
cimiento divino, en lo cual coinciden con las refinadas elucubra-
ciones de los neoplatónicos. La religión se confunde con la esfera

t lbid. , p. 121.
l
'
7
4

5
6
Malinowski, en "The Role of Magic and Religion", 19~1. citado por Guthrie
(1980). p. 182, afinna que la religión no es ni cognoscitiva ni prictica sino que
está motivada por necesidades emocioni\les y culturales.
Benveniste, Vocohulairr, L 11, p. 265.
lbitl., p. 269.
Jbid., p. 272.
5
Durkheim, por ejemplo.
210 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 211

teóricamente debería ser posible delimitar todo lo que pertenece siana, que los cronistas utilizan argumentos tomados de la esfera
a su dominio y que se distingUe de lo que le es ajeno. Esta opera- de lo político para explicar las relaciones estrechas que guarda la
ción resulta no obstante impracticable puesto que los hombres idolatría con las formas de gobierno. De ahí la importancia con-
descubren sobre el terreno algunos rasgos idolátricos en todas las ceptual de las behetrías, sociedades cuya inestabilidad institu-
actividades indígenas, incluyendo las más triviales. Por la fuerza de cional refl~a la insumisión de los hombres·a las leyes naturales.
los hechos, la idolatría pasa a ser no la imagen falsificada de la r~ En cambio, la obediencia a un señor natural, el establecimiento
ligión sino una forma de vida radicalmente diferente de la del de una dinastía estable que representa al conjunto de un grupo y
europeo. Luchar contra la idolatría generalizada adquiere las di- le da sus fundamentos favorecen el surgimiento o la expansión
mensiones de una tarea titánica; por ello la estrategia seguida por de la religión. Como ejemplo, véase el modelo incaico.
los españoles consiste en debilitar ese conjunto y desarticular los Subsiste la duda sobre el orden de sus instancias: para Cieza de
elementos que la constituyen. Este proyecto resulta posible por la León, lo político parece preceder a lo "religioso"; para Garcilaso,
acción conjugada de la conversión y la secularización. De este en cambio, la revelación divina inspira al Inca, que al ser ilumina-
modo algunas manifestaciones difíciles de desarraigar, como las do de este modo, se convierte en artífice de un inmenso Imperio
fiestas y los ritos de paso, se ven p1ivadas de lo que les confería un basado en leyes morales. Observemos por último que si bien los
sentido (sacrificios humanos o animales, ofrendas, ancestrali- cronistas no emplean jamás el término monoteísmo, la idea de
dad ... ), y confinadas a convertirse en la expresión de una costum- correspondencia entre poder secular absoluto y religión es acep-
bre sin finalidad precisa, de una tradición reducida a la repetición tada, incluso por los misioneros de las Luces que invocan, como
incansable de gestos. Otras actividades más abiertamente "reli- prueba patente de la fe de los salvajes convertidos, su sumisión a
giosas" (ritos de adoración, conjuraciones, adivinación) deben ser la Corona de España.
extirpadas y sustituidas, con mayor o menor fortuna, por equivalen- Resulta, pues, que todo Jo que se sitúa fuera del orden, sea natu-
tes cristianos (cruces, imágenes, ermitas). En cuanto se consideran ral, político o divino -dimensiones que por otra parte se super-
neutralizadas, las prácticas indígenas se vuelven tolerables, pese a ponen-, representa una subversión del Universo. Una vez más,
los clamores indignados de algunos eclesiásticos irreducibles cuyas el ejemplo de las borracheras en sus manifestaciones extremas
voces acaban por extinguirse a fines del siglo XVII. La "mezcla", tan ilustra de maravilla, por la violencia anárquica que las anima, las
temida por los hombres de Iglesia del siglo XVI y de principios del aberraciones de una sociedad no solamente contra el Estado sino
XVII, se impone rápidamente en los hechos como la única solución también contra Dios.9
viable al desafio que representa la idolatría. A nuestro entender, ese Al lado de las categorías de idolatría y religión, hemos encon-
proceso reposa menos en una "mezcla" de creencias que en una trado otras que son indisociables de ellas: magia, hechicería y
separación entre lo sagrado y lo profano proyectada por la Iglesia superstición. En realidad, la lengua española de la época utiliza
sobre las culturas indígenas desde el inicio de la colonización. La para referirse a los dos primeros conceptos el término "hechic~
interpretación que da de los rituales de embriaguez y la reducción rías", que abarca cuestiones tan diversas como el chamanismo, la
de las borracheras al simple vicio se inscriben en esta perspectiva, adivinación, la comunicación con los ·espíritus, la astrología y las
al igual que la lectura de las creencias en términos patológicos que técnicas terapéuticas. Lo que tienen en común todos estos hechos
alcanzó, justo retorno de las cosas, al propio catolicismo en su ver- es que se apartan de las leyes naturales e intentan modificarlas:
sión popular dese el siglo xvm hasta nuestros días.8 las curas que se basan en las palabras y los gestos en lugar de uti-
La "religión" de los indios como dominio específico es tan difi- lizar medicinas, los pronósticos de todo tipo, los augurios que ven
cil de descubrir, pese a la amplitud y refinamiento de la red lasca- en el tiempo signos misteriosos que no están en la naturaleza de
las cosa.S, y la creencia en el destino, son otras tantas amenazas al
8
Desde el siglo XVIII, las creencias y las pr~cticas religiosas populares se consi- orden del tiempo y del espacio instituido por Dios pero inscrito
deraron excesivas, supersticiosas y algo delirantes. Citemos simplemente, entre la en adelante en leyes que se imponen a los hombres y que en nin-
vasta bibliografía sobre este tema, los trabajos de Pierre Janet sobre los delirios
místicos, que se han expuesto en varias de sus obras, el artículo de C. Bemand:
9
janet exorciste: obsessions et possessions sous la Ille République", en Cahiers de Nosotros llevamos el argumento de Hélene Clastres al extremo puesto que
sociologú écontmúque el culturelle, Le Havre, diciembre de 1987, pp. 9~1 02, así como ella dice, con justa razón, p. 80: "godJ can hide religi<m •, sin que por ello se ponga
la obra de G. Channy: Le <Auvmt des fous, París, Flammarion, 1985. en duda el concepto mismo de religión.
212 CONCLUSIÓN
CONCLUSIÓN
gún caso pueden ser modificadas por éstos. Las hechicerías se
oponen a 1a ciencia, pero ésta no'constituye un dominio separa- desde luego, ni 1a existencia del diablo ni 1a de Dios se cuestionen.
do de la religión, puesto que su objetivo es intetpretar el mundo Cuando ~tá ausente_Ja referencia explícita al diablo, el mago se
tal como fue creado por Dios. Si las hechicerías son "falsas" es vuelve un unpostor. Esta es de hecho la posición de los jesuitas de
porque pertenecen al dominio diabólico de la perversión de las las Luces, quienes sólo mencionan la influencia diabólica de ma-
ideas y los sentimientos, pero esto no invalida en ningún caso su nera retórica, sin creer realmente en ella. Pero aunque los misio-
realidad. Habrá que esperar el Siglo de las Luces para que los neros desenmascaren las sup_!!rcherías, los salvajes se mantendrán
prodigios satánicos aparezcan como creencias pasadas de moda, in-~unes a la de~ostraciór~.' ~sta es la muestra palmaria de lo que
incluso como supersticiones. Es interesante por otra parte com- LeV1-Strauss exph~ a propos1to de la magia, en el sentido de que el
parar "hechizo", el sustantivo español de "hechicería", con su equi- fraude no es pert.ln~n~ para su comprensión. Anotemos de paso
. valente portugués, feiti~, que dio •Jrigen a "fetiche". Esos dos q~e cuando el catohc1smo se depura de sus concepciones demo-
términos tienen un mismo origen y están ligados semánticamente macas para convertirse en una religión "ilustrada" -al menos
al 1atin Jacere, "hacer". Mientras que el término portugués acabó entre los jesuitas- se aleja de la comprensión de la magia como la
por designar un objeto investido de un poder "sobrenatura1"!0 el capacidad del hombre para intervenir en el determinismo natu-
de "hechicerías" se mantuvo, en nuestra opinión, más cerca de las ral y la reduce a una lamentable impostura.
concepciones antiguas y medievales al designar principalmente
la intervención humana en el orden natural de las cosas como,
por ejemplo, la ligadura de dos seres que no estaban destinados a DE l.A RELIGIÓN
unirse 11 y, en el siglo XVI, el ataque moral al libre arbitrio del
hombre. El es~udio de la idolatría nos condujo hasta las puertas mismas
Por último, el término "magia", o más bien el c;le "artes mágicas", ~e l stglo XIX, cuando se vuelve pretexto para escenificación y
destinado a cumplir un papel importante en la antropología opera: ¿acaso no es la plegaria de la Nornla de Bellini uno de los
moderna, permanece en los siglos XVI y XVII asociado a "hechicería". últim_?s avatar~s en los que a\Ín resuena la vieja red? Lo que siguió
El autor del primer diccionario moderno de la lengua española es mas conoc1do puesto que se refiere al itinerario abierto por
(1611), Sebastián Covarrubias, nos da dos acepciones de él. La pri- Auguste Comte, los folkloristas franceses, Durkheim o la pista an-
mera se ilustra con la figura de los Reyes Magos y presenta a estos glosajona de Robertson Smith a Tylor, Frazer, Evans-Pritchard ...
personajes recuperados por el cristianismo como sabios y no como La antropología cultural, y la antropología religiosa en particu-
encantadores; la otra designa a todos los magos de Persia y otros lar, reposan en una paradoja que debería quedar de manifiesto
lugares que, con ayuda del diablo, hacen "algunas cosas qm parecen más claramente al término de estos capítulos: 1a de haber aban-
exceder a lo cmiinario de la naturalez;a" (las cursivas son nuestras). Jt donado abiertamente los postulados teológicos y la mayor parte
Hablar de "hechicería" equivale así a creer que el hombre puede de los fundamentos conceptuales que estructuraban la reflexión
modificar el orden natural. Desde la óptica de los cronistas, esta europea de los siglos XVI y XVII, pero conseJVado el recorte que
afirmación debe matizarse y requiere la intervención del diablo surgió de ellos. ¿Acaso no seguimos preguntándonos hasta el can-
para que sea aceptable desde el punto de vista racional, sin que, sancio sobre la defmición, el origen, la persistencia, la decaden-
cia, la necesidad y las funciones de las religiones sin cuestionar-
10
En el capítulo VIl ya señalamos la Importancia del fetichismo en el siglo XVIII
nos si después de todo esa categoría --culturalmenie construida
para conceptualizar la religión de los primitivos; Auguste Comte, a pri.ndpios del e históricamente fechada- no expresa un recorte y un enfoque
siglo XIX, hace del fetichismo la etapa primera del estado teológico y, por consiguien- de lo real que pueden ser puestos en duda como se hizo con el
te, del pensamiento del hombre, que toma los objetos por lo que no son. Véas1 concepto medieval de orden o, más cerca de nosotros, con los de
también Pieu (1987). fetichismo o totemismo? La antropología es en este punto bastante
11
Según todo el pensamiento mágico del Renacimjento, heredero de la Anti-
güedad, que era posible "ligar" a dos seres, que serían inseparables desde enton- conservadora: Evans-Pritchard no vacila en asignar una tecWgía a
ces1 utilizando ciertos procedimientos secretos. sus azandes15 y todos siguen elaborando inc.ansablemente listas de
2
Sebastián de Covarrubias, Tesoro tú 14/mgua española, Madrid, 1611, reedita-
do en forma facsimilar en Barcelona, S. A. Horta, 1945. 1
' E. E. Evans Pritchard, Euays in SocialAnthrr>pologJ, Londres, Faber and Fa.ber,
1962, p. 162.
214 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 215

mitos y miwlogías. Por su parte, los historiadores de las "religiones modalidades de ser en el mundo, dos situaciones existenciales
populares" casi siempre ponen mucho más cuidado en sopesar el asumidas por el hombre a lo largo de su historia.~' Hacer de la
término "popular" que en precisar lo que entienden por "reli- religión la creencia en seres espirituales1~ o en seres y poderes so-
gión".1~ Pero si se toleran tan fácilmente el reduccionismo y el brehumanos~ no n os ayuda mucho, ya que en ese momento hay
etnocentrismo, ¿por qué sonreímos de que el jesuita mexicano que preguntarse lo que entendemos por espiritual, sobrehumano
Clavijero dedique uno de los capítulos de su Storia amica tkL Messico o poder. E igualmente discutible es descubrir en la realidad el
a los dogmas de los mexicas? Su razonamiento no está, después conjunto de relaciones con lo invisible (Dumézil) . Pero, ¿nos
de todo, tan alejado del nuestro. aclara algo el intentar obtener la definición de la religión a partir
No podemos menos que sorprendemos ante la multiplicidad de una confrontación con la magia y la cien cia? Los trabajos de
de las definiciones de lo "religioso" y de la religión que los me- Malinowski sobre este punto nos dejan indecisos. Las fronteras
jores especialistas, en adelante privados de la brújula teológica y no son nunca tan claras como parece a primera vista, y nada ase-
escolástica, nos asestan con gran certidumbre. Esas definiciones gura que los dominios así obtenidos posean toda la autonomía y
y esas derivaciones de temas "inmemoriales", de "invariables", 1 ~ no la especificidad que se pretende concederles. Es como si, a ejem-
hacen más que suscitar otras cuestiones que a su vez sólo desem- plo de las demás ciencias humanas, la antropología religiosa y, de
bocan en el misterio de las palabras y la magia de las invocacio- manera general la antropología cultural, hubieran colocado al ser
nes: "Una realidad absoluta [ ... ] lo sagrado, que trasciende este humano en el centro de sus preocupaciones pero al mismo tiem-
mundo pero que se manifiesta en él y al hacerlo lo santifica y lo po sin apartarse de una "metafisica de lo infinito", que habría adop-
vuelve real. "16 Afirmar que "el hombre de las sociedades tradi- tado los colores neutros de lo sagrado, lo inmemorial o lo inefable.
cionales es, desde luego, un homo religiosus" 17 tiene la seducción Solución de compromiso bastarda pues despojaba a las ciencias
peligrosa de las fórmulas contundentes y despiadadamente religiosas del rigor de las disciplinas que las habían precedido y
reductoras. Sostener <1ue la religión impLca una referencia a lo les prohibía la coherencia interna de las ciencias de la sociedad
sagrado y a lo sobrenatural -"la religión es una empresa hu- y del inconsciente. La inversión del campo del pensamiento occi-
mana tendente a establecer un cosmos sagrado"-18 n o hace más dental a fines del siglo XVIII fue así mucho menos radical de lo
que. replantear el problema y aumentar nuestra perplejidad al que pensaba Michel Foucault.
pedtrnos que aceptemos y creamos que lo sagrado es "una cuali- Sin embargo, otros razonamientos parecen escapar a estos ca-
dad propia de un pod er misterioso y aterrador que ya no perte- minos y estas derivaciones. Si bien se albergan por lo común bajo
nece al hombre",w "una realidad de un orden muy distinto al de la etiqueta de la antropología religiosa, consistttn en realidad en
las realidades 'naturales'"20 o, en otro registro, una presencia que diluir lo "religioso" y la religión en otra categoría, en absorberlos
se opondría a u~a ausencia. 21 A menos que se explique lo sagra- en otro campo del conocimiento, en escamotearlos para no envis-
do con referen cta a lo profano (o, en otra variante, al "sentido carse desesperadamente en ellos. Podriamos multiplicar los ejem-
22
común") y que, de una vez por todas, la dicotomía postulada de plos. Es la reducción de lo "religioso" a .lo sociológico que practica
este modo se erija en fundamento de toda empresa religiosa. Durkheim al mostrar de qué manera la religión es la expresión
De ahí las profesion es de fe que ponen en aprietos al historiador del hecho social.26 Lo "religioso" puede también ser reducido a lo
obligado a admitir que "lo sagrado y lo profano constituyen dos ideológico17 o a una forma de la alienación. El jesuita Acosta lo pro-
clamaba ya al referirse a la idolatría india como una idolatría-
14
Cario Gi nzburg , "Premessa giustifi cativa", en Religicmi delle elassi popolari máscara. Cuando no se reduce Jo "religioso" a lo psicológico, a la ex-
Quademi Storici, 41, mayo-agosto de 19'19, pp. !19~!197. ' presión culturalizada de pulsiones, de tensiones y conflictos
u Eliade ( 1965), p. 170. subjetivos: aquí habría que seguir un itinerario que va de Freud a
16
/bid., p. 171.
l7 ]bid., p. 18.
18
Berger (1969), p. 25. 25
Eliade (1965), p. 18.
19 ]bid. 24
20 Tylor (1871).
Eliade (1965), p. 14. 25 Spiro, en Banton (197~). p. 94.
: Rémo Guidie ri , L~IJondance~pouVJT.s, París, Éditions du Seuil, 1984, p. 179. te Durkheim, .l.aFOf'7Jfa élhllmtairts u la vienigi~ París, PUf, 1968 [1912).
Geertz, en Banto n ( 197:S). p . !18. 27 M are Augé, ·Cénie tlu pnganisuu, París, Gallimard, 1982, pp. 40 ss.
216 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 217

Roheim, de Roheim a La Barre y a Devereux.!8 Pero ¿acaso la mejor (Geercz), la cultura (Devereux), la práctica ritual (Tumer),las for-
forma de escamoteo no consiste en sustituir lo "religioso" por la mas de clasificación (Douglas},' 1 los sistemas de representación,
función simbólica? Lo religioso como representación del mundo las lógicas y las combinatorias, los procedimientos simbólicos... A
y concepción de un "universo de significados construido por el tal grado que acaba por perderse de vista lo "religioso", que des-
hombre•, como "formulación de un orden auténtico del mun- aparece bajo las relaciones de poder, el parentesco, los linajes, los
do",29 "estructura moral de la realidad", o como "fuente de ideas ge-- sistemas de símbolos y las taxinomias de todos tipos. Y más vale
nerales pero distintas sobre el mundo, sobre uno mismo y sobre quizá que así sea.
las relaciones entre esas dos esferas". También para Geertz la Entendemos también que Claude Lévi-Stra\\ss, lejos de elaborar
religión seria "un sistema de símbolos que hacen nacer en los una teoría de la religión, prefiera limitarse a enfrentar al hechicero
hombres motivaciones y disposiciones poderosas, expansivas y du- con el psicoanalista, en un capítulo al que no obstante intitula
raderas y que parecen totalmente realistas porque las ideas que "Magia y religión", o proponga despojar a los hechos religiosos
les dan fundamento están intensamente cargadas de positivi- de su especificidad.s2 A él le corresponde, por cierto, el mérito de
dad".50 Una definición así es tan amplia y abstracta que podría haber eliminado la religión de su análisis del totemismo, el cual ha-
aplicarse indistintamente al status, a la revolución como proyecto bía sido considerado no obstante por Durkheim como la forma
revolucionario en muchos países del Tercer Mundo, a las doctri- elemental de la vida religiosa.
nas populistas y nacionalistas, a los modelos transmitidos por la
televisión, etcétera.
Confesemos, no obstante, que con gusto nos suscribiríamos a FuERA DEL TOMISMO NO EXISTE LO "REUGIOSO".••
esta formulación y que ese escamoteo es quizá justificado. Pero
convendría sacar la lección que se desprende de ello: si lo "reli- Anécdota. Hace algunos años, un brillante historiador de lo reli-
gioso" se reduce a una formalización de lo real, no posee ni la gioso y lo político nos había sugerido que el tomismo era Jo único
especificidad, ni la homogeneidad, ni la universalidad suficientes que ofrecía la clave de lo religioso. ¿Ocurrencia dirigida a nuestra
para ordenar nuestra comprensión del mundo y de la cultura. ignorancia, paradoja deliberadamente reaccionaria o evidencia
Parece dificil en estas condiciones, para el historiador y para el demasiado cegadora para ser percibida? Como hemos intentado
antropólogo por igual, manejar una herramienta conceptual tan recordarlo y sin remontarnos a un pasado indoeuropeo remoto,
indefinible y poco rigurosa. ¿O acaso no tenemos la impresión lo "religioso" es la herencia de un pensamiento occidental, cleri-
a veces de que la aplicación "salvaje" y periodística del término a cal y medieval que le da su coherencia y le confiere su primacía
realidades que nos sorprenden o nos inquietan (el despertar aquí ontológica. Constituye una categoría indisociable de un largo
y allá de lo "religioso", los famosos "integrismos" musulmanes y recorrido filosófico y de la confrontación histórica con formas y
cristianos) sólo logra embrollarlos, haciéndonos creer al mismo prácticas culturales que surgieron en Europa y en el mundo
tiempo que hemos alcanzado su esencia? Magia de una palabra mediterráneo. Indisociable, así, del pensamiento de los Padres de
que cada quien se adjudica sin defmirla verdaderamente y que 1~ Iglesia, del d.e Santo Tomás y de un teocentrismo con preten-
presupone una interpretación de lo real que tal vez no es perti- siOnes planetanas que le da a la categoría su vocación de univer-
nente o que ya no lo es más... Magia de una palabra que confiere salidad e intemporalidad.
a lo Otro el aspecto arcaico y el misterio necesarios para conser- La trayectoria histórica de lo "religioso" es además desconcer-
var la atención del lector o del espectador... El propósito es tal tante. Fue como si esta categoría hubiera comenzado a precisar
vez excesivo, pero la impotencia actual para analizar esos revivals sus fronteras a medida c¡ue se iban secularizando las sociedades
a menudo nos deja perplejos. Entendemos que muchos antropó- occidentales. Una secularización que procede en primer lugar de
logos prefieran esquivar el término volviéndose hacia la creencia la voluntad de dar su lugar a lo crisüano frente a lo pagano, Juego
de separar lo temporal de lo espiritual y por último de disociar lo
28
Véas1, por ejemplo, Weston La Barre, The Ghost Dance. The Origins of&ligion,
1
Nueva York, A Delta Book, 1972. ' Mary Douglas, Purity and Dangf:1'. An Anary.lis of the Conupts of PoUution and
29
Ceertz, en Banton (1973), p. 23. Tahoo, Londres, Routledge and Kegan Paul, 1979.
2
,., lbúl., p. 4. ' Claude Lévi.Strauss, Antllropowgiestn•cturak, 11, París, Plon, 1973.
218 CONCLUSIÓN CONCLUSIÓN 219

ortodoxo de lo popular supersticioso y licencioso,ss Como si las Hace ya mucho tiempo que Lévi-Strauss disoció el mito de la
reformas protestante y católica, la confrontación con las socie- religión e hizo del totemismo no una institución distinta sino una
dades amerindias y asiáticas y luego la difusión de las Luces hu- for:na particular de clasificación: "El error de Comte y de la ma-
bieran contribuido cada una a su manera a circunscribir una yona de todos sus sucesores fue creer que el hombre ha podido, con
esfera religiosa, la hubieran dotado de una identidad propia dis- alguna verosimili~d, poblar la naturaleza de voluntades compa-
tinguiéndola y luego oponiéndola siempre de manera más radi- rables a la suya, sm prestar a sus deseos algunos de los atributos
cal al resto de las cosas, identificada en adelante con lo profano. de esa naturaleza en la cual se reconocía; pues, si hubiese comen-
La secularización no significa además abandono de lo religioso zado por el solo sentimiento de su impotencia, este último jamás
sino que expresa más bien, como recuerda Vattimo, el d estino de le habría proporcionado un principio de explicación."" Y más
una cultura que "sigue viviendo los contenidos religiosos de la adelante añade: "la religión consiste en una humanización de las
tradición como restos, modelos ocultos y desfigurados p ero, pese leyes naturales" o "el antropomorfismo de la Naturaleza". En
a todo, profundamente presentes".34 Por ello, no es sorprendente suma, el hombre se atribuye el poder de actuar sobre la Natura-
que hoy en día, cuando lo "religioso" y la religión han sido eva- leza . (lo que Las ~s >: su época consideraban lo propio de la
cuados de nuestra cotidianidad, esos conceptos continúen ocu- mag~a) y, en camb1o, atnbuye a la Naturaleza poderes análogos a
pando un Jugar considerable en el seno de nuestras ·costumbres los suyos. Así, pues, para Lévi-Strauss, magia y religión son las dos
de lenguaje y pensamiento. ~ de una misma concepción, la que considera a la Naturaleza
¿Qué significa esto? Desde luego no se trata de negar la existen- a Imagen del hombre. Steward Guthrie" recoge esas ideas y de-
cia de los fenómenos que por costumbre se clasifican bajo los tér- fine la religión como "la aplicación sistemática de un modelo hu-
minos de "religioso" y de religión. Si bien los evangelizadores ~~no a fenóm~nos que pueden o no ser humanos". Si la opera-
españoles "inventaron" las "religiones amerindias", las prácticas, Cion antropomorfica se acepta como general o como inherente al
los monumentos que vieron, los relatos y los cantos que escucharon sistema clasificatorio, se vuelve indispensable abordar todas las
fueron completamente reales. Nuestro propósito es distinto y, so- modalidades de esa función.
bre todo, trivial: señalar la relatividad de la clasificación así elabo- Es aquí: por cierto, donde la categoría de idolatría, a través de
rada y el desgaste de unas categorías que se reproducen incansable- las evocaoones que despierta, nos parece aún pertinente en nues-
mente. Lo religioso proporcionó un marco intelectual cómodo tros días. Restringida a su referencia a la imagen, plantea el pro-
que para algunos siguen funcionando. Pero ¿se trata de un marco ~lema de la representación, de la correspondencia (o no) del
tabú que estaríamos condenados a reproducir y transmitir sin 1dolo con su SUJeto, de la verdad de esa figuración (que según los
j~ás pensar en deslindamos de él? ¿Hace falta recordar que ya cánones occidentales tiene que ser realista), de la estética, ya se
Cbfford Geertz se asombraba de la debilidad de la reflexión teóri- trate de la forma concreta (el buli<J, por ejemplo) o de la que es el
ca en tomo al concepto de religión ( •no theoretical advances ofmajor producto alucinado de la visión. Por su etnocentrismo evidente
importana")7; u igualmente señalaba, como también lo hicimos el concep_to de idolatría nos incita a reflexionar sobre el significa:
nosotros, que se había cortado de sus raíces, y lamentaba que "la do de la 1~agen (co.mo producto específicamente occidental) y
individualidad de las tradiciones religiosas a menudo se hubiera sobre las mterrogacwnes fundamentales a las que está ligada.
diluido en tipos disecados y otras categorías insípidas". S6 Pero Captada desde esta perspectiva, la cristianización de las pobla-
¿por qué no dar ese paso y hacer abstracción de los conceptos ciones ~dí~enas de América se asemeja a un gigantesco proceso
mismos de religión y religioso para proponer otros enfoques que de dommacJón, fundado en la destrucción de las imágenes de lo
puedan refrescar nuestra mirada, en lugar de oscurecerla o petri- Otro (=sus ídolos) y la imposición de un "orden vi"s ual" nuevo. 39
ficarla bajo el peso de los clichés? E! ao_tropomorfismo, c~J_UO man~ra de organizar el espacio y el
~emtono o co":'o proycc~JOn exten or del cuerpo humano, podría
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50 )9 En Serge Cmzinski, Lo Ou<!rn du úna~. de próxima aparición.
Ibid., p. !9. .
220 CONCLUSIÓN

mo humanos. Las cultuJClS indias pueden explorarse sin pasar por


lo "religioso", tratando de captar los lazos que unen las repre-
sentaciones del cuerpo y la.s representaciones del mundo. 40 Puede
tomarse el camino de la enfermedad~ ya se ha hecho-41 para BIBLIOGRAFÍA
lograr una percepción específica de la relación con el mundo que
de otro modo se nos escapa. La aprehensión del tiempo ofrece una •
pista de acceso, en la medida en que numerosas sociedades indí- Acosta, Joseph d e [ 1950], Historia natural y moral M [(IS Indias,
genas parecen mucho más fascinadas .por el tiempo que por el México, Fondo de Cul tura Económica (ed. de Edmundo
más allá o por lo sagrado de cualquier tipo: sus "dioses" son a me- O'Gorman), 1979.
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tros cronistas para descubrir el indicio, el aviso o la sugerencia. Balsalobre, Gonzalo de [1656], "Relación auténtica de las idola-
Quedan aún por recorrer esos caminos, convencidos de que el trías, supersticiones y vanas observaciones de los Indios del
estudio de la colonización de América resenra muchas sorpresas y obispado de Oaxaca", en Tratado M las idolatrías, supersticiones,
que debería contribuir poderosamente a reanimar las ciencias dioses, ritos, hechicerías y otras costumbres gentl1icas M las razas aborí-
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Escritura y tradiciones orales 84
Las fábulas 87
Dios e ídolo, "teotl" y "huaca" 90
Fiestas. 95
Desgracias . 98
Idolatría y secularización 100
Prolongaciones coloniales 104

V. La idolatría bien temperada 109


Garcilaso . 111
El dios oculto . 120
"La Cina e vicina" ,.. 125

VI. Extirpaciones 129


La cacería de los idólatras en el México barroco . 130
Herejía y represión 138
Idolatría y enfermedad 140
Idolatría y explotación . 140
Memoria, tradición y sobrevivencia . 141
225
fNDICE

ldolatria, "mezcla" y sin cretismo 144


El idólatra . 145
El Perú de los jesuitas . 153
La reificación de las creen cias 155
ldolatrias domésticas 160
Hechiceros. 167

VII. Luces . 172


La idolatría de los filósofos: una categoría a la deriva. 172
El crepúsculo de la idolatría americana . 178
De la idolatría al retraso. 183
Fetiche y fetichismo: el relevo 189
Misión. 192

C<mdusión . 207
De la religión 213
Fuera del tomismo no existe la "religioso" 217

Bihliografta . 221

e,

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