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Con su caracterización del ensayo como “ese centauro de los géneros”, Alfonso Reyes
reinaugura para la inteligencia del siglo XX y coloca sobre nuevas bases el problema del
esta pertenencia a dos mundos, esta esencial heterogeneidad, esta capacidad de enlace de
mundos.
“El ensayo: ese centauro de los géneros”. Al llamarlo así, en una expresión que
habría de gozar de larga fama, logra Reyes que esa modalidad de “comunicación de
especies intelectuales”, quede así definida, contenida, acotada por una imagen de sentido
mención:
Es así como con Alfonso Reyes el ensayo alcanza su “tierra firme” en el momento
mismo en que, valga la paradoja, éste se reconoce como un género entre mundos. Sin duda
uno de los más grandes prosistas en nuestra lengua, Reyes ha dejado intuiciones y
reflexiones inagotables sobre el ensayo. Y la propia apelación al centauro resulta una de las
soluciones más felices, de más larga vida y capacidad de sugestión. Resulta así apasionante
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“Las nuevas artes”, publicado originariamente en Tricolor, México, el 16 de octubre de 1944, y reproducido
en Los trabajos y los días, también de 44, como más tarde en Alfonso Reyes, Obras completas, t. IX, México:
FCE, 1959. El subrayado es nuestro.
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este esfuerzo suyo por ofrecer una definición de ensayo después de muchos años de haber
libro, que recibe desde julio sus primeras reseñas, dicta cursos y publica nuevos artículos,
tales como “Las nuevas artes”, donde aparece su muy recordada definición del ensayo
como centauro de los géneros. Pero es también en ese mismo año cuando el FCE inaugura
la colección Tierra Firme, donde habrían de publicarse muchos de los más prominentes
Reyes ha hecho aportes a la construcción del género no sólo a través de sus grandes
ensayos, sino también de una amplia gama de textos que pertenecen a la familia de la prosa
cartones, reflexiones, estudios críticos y de teoría literaria, así como también textos tan
exquisitos como difíciles de catalogar: desde sus primeros textos, o esos prodigios llamados
la vida de figuras notables. En rigor, los textos de sus cartas y diarios alimentan también
con piezas notables esa gran familia ligada a la prosa no ficcional, en un continuo de gran
estilo que lo ha convertido en uno de los más grandes prosistas en lengua española. Por otra
parte, muchos son los temas, autores y preocupaciones recurrentes que atraviesan como
hiladas el tejido de sus trabajos: la muerte del padre y la libertad de elección, las grandes
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filosofía, Góngora, Montaigne y Goethe, historia, cultura y utopía, y muchos más que aquí
aquéllos.
impulso de renovación de la prosa abierta por el modernismo, mientras que el joven Reyes
del Ateneo se había dado ya a la tarea de la recuperación de nuevas lecturas del campo
literario y filosófico que pronto habrían de incidir en su propia reflexión y producción. Muy
función “ancilar” como mero vehículo de transmisión de noticias y comentarios, y para ello
es preciso que abra sus potencialidades a horizontes más amplios. Así, por ejemplo, al
hablar en 1913 del Diario de México, dice que “modestos como eran, aquellos escritores
Sabían que aun la crítica, entendida como debe ser, como comentario de la vida humana, es
de interés general. Reyes reconoce las posibilidades de la apertura del artículo a un molde
Los diaristas sabían que, aunque el libro es el verdadero asilo de la literatura, junto a
la discusión del día —que ciega y ensordece—, junto a la noticia reciente —que
embarga el ánimo—, junto al torbellino de las insanas cosas de la calle, el periódico
debe ofrecer, como por compromiso moral, un consejo desinteresado, es decir:
algunos párrafos de literatura, que vengan a ser diariamente, en el ánimo de los
lectores, como un templado y saludable rocío (p. 346).
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Modernismo y 98 habían dado suficientes muestras de los alcances del ensayo a ese
joven e inquieto viajero del espíritu, que desde su llegada a España comienza a vincularse
con escritores y críticos practicantes del ensayo. En este momento en que se empieza a
el sector de lectura ávido de los más diversos temas. Son también los años eléctricos en que
comienzan a circular las propuestas estéticas de las vanguardias que renuevan el campo
literario, y entre ellas nuevas posibilidades de cruce entre lenguajes. Son también los años
los estudiosos del arte y la literatura, como lo mostrarán las exploraciones en la idea de
forma y de estilo.
Cuadernos Americanos, Nosotros, Sur, confirmará su interés por fomentar ese formato en
será también el momento en que comienzan a circular los ensayos de autores que redefinen
artes”, este texto que constituye un suma y sigue, una síntesis y un turning point en el
concepto reyesiano de ensayo, tomando al centauro como palabra suficiente capaz de reunir
los distintos niveles del texto a la vez que vincularlo con el ámbito de la producción
intelectual y editorial de su momento, así como con las ideas y estructuras de sentimiento
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Nótese la complejidad de una operación en apariencia tan sencilla como comparar al
ensayo con un centauro. Por una parte, se está interpretando algo nuevo en función de
elementos conocidos. En este caso, el ensayo se equipara con un centauro, en una operación
metafórica. Y, en segundo lugar, a la vez que se interpreta, se está creando una imagen
nueva, en un ejercicio cuasi poético, por el que se enfatiza la capacidad del ensayo para
enlazar diversos mundos: a través de una operación ensayística –el enlace de diversos
órdenes del mundo-- se lleva a cabo una caracterización y una puesta en práctica de esas
sirve para caracterizar una operación moderna, y esa operación moderna retoma una
posibilidad abierta por el mundo clásico; dando continuidad y arraigando en una gran
cambio.
En cuanto centauro, se trata de una figura mixta, ambigua, en tensión: el revés del
símbolo del caballero, en tensión permanente entre impulsos encontrados si nos atenemos
al significado de ese símbolo, aunque la parte instintiva del centauro está en alguno de los
casos gobernada por la razón. La imagen del centauro nos remite a varias interpretaciones
divergentes, e incluso contrarias. Por una parte, tal como se lo suele entender, el centauro
adopten la definición del ensayo como centauro. Pero existe también otra posibilidad: la de
una mezcla inestable, una mixtura en el mal sentido, algo que no llega a cuajar, a hacerse
unidad. Esto es lo que le preocupa a Evodio Escalante, por ejemplo, quien piensa que esta
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abierto, fluctuante, sin personalidad propia.2 De este modo, el centauro puede interpretarse
como mezcla dual, con una identidad inestable. El centauro es además un ser mitológico
que simboliza el vínculo y la frágil sutura entre dos orbes: naturaleza y cultura, caos y
orden, ámbito humano y mundo de los dioses. Por otra parte, muchos son los pensadores
que advierten esta doble faz del ensayo: la poética y la filosófica. Schelling lo llamó
sentimental. Este doble carácter del ensayo, “extraño puente entre la imagen y el concepto”,
como lo llama Picón-Salas, pervivirá por mucho tiempo en las definiciones del género.
del ensayo, así como su capacidad de abarcar imágenes y conceptos, atender a los más
diversos temas y públicos, pero además, y esto quiero resaltarlo, su capacidad de atravesar
campos, religarlos y vincular esferas diversas en cuanto estamos en una época que, en lugar
como lo ha mostrado Gabriel Zaid en ese primoroso texto que es “La carretilla alfonsina”,
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En “Acerca de la presunta hibridez del ensayo”, dice Escalante: “La frase ha hecho fortuna y es casi
inevitable recurrir a ella cuando se trata de ubicar el ser del ensayo… pero no creo que esta interpretación le
haga los honores al pensamiento de Reyes. Sí, por supuesto, en el ensayo cabe todo y de todo, su flexibilidad
es asombrosa, pero siempre que no se pierda de vista que el propio Reyes lo ubica dentro de una función que
él llama comunicación de especies intelectuales. Esto quiere decir, que […] la médula del ensayo tendrá que
ser intelectiva o no será. Lo dominante en el ensayo ha de ser el pensamiento, abrupto o razonado, intuitivo o
escalonado, pero pensamiento al fin”. En efecto, para algunos críticos hablar de centauro es asociar al género
con la pura hibridez indeterminada. Así lo comenta Evodio Escalante en su propio texto sobre el centauro de
los géneros, donde muestra su preocupación por que a partir de ello se pueda asociar al género con la pura
hibridez indeterminada. En efecto, en una de sus posibles interpretaciones el centauro puede llamar a hibridez
y mezcla, aunque también a heterogeneidad; a desequilibrio o a equilibrio, en cuanto uno de estos dos orbes
pueda estar o no sutilmente gobernado por el otro: la razón sobre la intuición, lo uno preciso sobre lo múltiple
impreciso, el orden sobre el caos, lo apolíneo sobre lo dionisíaco, el control de la forma artística sobre la
variedad y la inmensidad de las manifestaciones del mundo. Si acentuamos el problema de la hibridez del
centauro omitiremos otro elemento presente en el ensayo: se trata de la capacidad de enlazar mundos que
tienen estas figuras mitológicas duales que se mueven entre esferas diversas. Y Reyes ve en el ensayo esta
capacidad de moverse en un mundo abierto”.
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Si rastreamos las fuentes posibles de la imagen que elige Reyes, y de allí atisbamos
su afiliación de lectura, encontraremos nuevos elementos clave. Por empezar, la imagen del
centauro remite, como no podría ser de otro modo, a comentarios del propio Montaigne
sobre las metamorfosis y las distintas figuras de la imaginación, tales como los que
aparecen en “De la fuerza de la imaginación” (I, XXI) o “De la amistad” (I, XXVIII),
donde incluso alude a sus propios textos: “¿qué hay aquí sino grotescos y cuerpos
monstruosos, recompuestos con diversos miembros, sin figura cierta, sin otro orden,
Pero además, a través de la figura del centauro se afirma el vínculo con el modelo
clásico, que fue clave en todo el pensamiento de Reyes y que le permite confirmar una
reordenan en este texto, que aclara algunos de sus sentidos: la literatura de creación se
combina con la literatura ideológica, en todas las direcciones que el ensayo moderno puede
abarcar dentro de sus anchos contornos. Reaperece aquí, aunque empleado de otro modo, el
como diría Eliot), de este tipo de texto que corresponde a un orden “promiscuado”, y que ha
sido dejado fuera del análisis de las funciones formales “esenciales”: drama, novela, poesía:
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Nuestras tres funciones [formales: drama, novela, poesía] –con ser esenciales—se dejan
fuera todo aquel orden promiscuado en que la literatura de creación se combina con la
llamada literatura ideológica: lo didáctico, lo moral, lo crítico, etcétera, y en general
todas las direcciones que el moderno ensayo puede abarcar dentro de sus anchos
contornos. Pero el fenómeno literario sólo admitía la descripción en su zona más
específicamente literaria. El prescindir de las zonas exteriores ni las juzga ni las excluye: no
tiene mayor sentido que el de una economía metódica.3
fórmula de alto rendimiento estético, que cumple con los rasgos de condensación, densidad,
saturación relativa, ejemplificación, referencia múltiple y compleja, que fueron fijados por
si se la pone en relación con muchas otras páginas y muchas otras visones y revisiones de
Reyes, al tiempo que las pone siempre en abismo. Tomemos algunos ejemplos. En
3
“Apuntes para la teoría literaria”, p. 480. El subrayado es nuestro.
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Nelson Goodman dice que cuando llegamos al nivel de una obra de arte, pasamos del problema de la
referencialidad al de la significación. Existir como obra de arte es funcionar estéticamente, en cuanto que
símbolo dentro de un sistema simbólico. Hay cinco “síntomas” de esto: densidad sintáctica, densidad
semántica, saturación relativa, ejemplificación, referencia múltiple y compleja. El símbolo se convierte en un
ejemplo de las propiedades que él simboliza, de tal manera además que ya no podemos simplemente
“atravesar” el símbolo para ver a qué se refiere: hay una no transparencia de la obra de arte, la primacía de la
obra de arte respecto de aquello a lo que refiere. Aquí es interesante porque podemos leer el ensayo
simplemente como transparencia, para obtener información, saber de qué se trata, pero podemos también
leerlo como opacidad, ver de qué modo habla de lo que habla. O más bien, precisamente, transitar los
umbrales de uno a otro, ver la dialéctica entre opacidad y transparencia.
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Hemos dicho que, a diferencia de la no-literatura, la literatura recoge la experiencia pura de
lo humano… El arte llamado deshumano más bien busca la emoción de la inteligencia y de
la sensibilidad afinada, y a esto se llamó deshumanización a falta de un equivalente mejor
de “desentimentalización”. Y hasta pudiera añadirse que tal arte deshumanizado,
quintaesenciado en suma, por lo mismo que apela más directamente a la inteligencia o a la
sensibilidad excelsa, y procura huir del bajo “chantaje” o fraude sentimental, es más
característicamente humano. 5
Muchos son los pasajes de sus textos de teoría literaria que establecen también un
diálogo con el centauro: “El ensayo tiende puentes entre el ámbito de lo comunicativo y lo
Para explicar las diferencias entre el lenguaje vulgar y el lenguaje estético, se dijo que aquél
era comunicación (especie intelectual) y éste, expresión (estado afectivo)…La
comunicación no sólo es orden semántico, sino también orden poético; por su parte, la
expresión no sólo es orden poético, sino también orden semántico.
permiten comprender el ingreso de elementos diversos.6 Dirá también que “Por arte de
ficción y universalidad a un tiempo, la literatura sujeta del todo al orden humano cuantos
datos baña con su magia… Antropomorfiza en cierto modo lo extrahumano que adopta bajo
su tutela. Y es así, la literatura, el camino real para la conquista del mundo por el hombre”.7
enlaza con nuestro centauro. Ya desde años atrás, hacia 1940, presagiaba en Sur que
6
Cf. Julio Ortega, p. 29.
7
Ortega, p. 28.
8
Ortega, p. 67.
9
Junto a estos estímulos auditivos habría que contar los demás estímulos sensoriales que
vienen con las imágenes, y singularmente los visuales, en que tanto difiere el poder de
evocación de unos a otros hombres. Si hay textos sobrios, hay otros que parecen cargados
de aquellas “cañas de pescar” o metáforas, que dice Ortega y Gasset, con que alargamos
nuestro corto brazo para llegar hasta el punto que queremos. Algunos lectores no sienten la
imagen, y otros se fascinan con ella hasta perder el sentido…En esta transmisión de
imágenes se descubre frecuentemente la falta de ecuación entre lo que expresa el poeta y lo
que el lector recibe… 9
filosófico griego a través de Aristóteles, quien en su Poética hace referencia a “un tal
Keremón, autor de un Centauro” que, según el filósofo, consistía en ‘una mezcla de todos
los tipos’. Recordemos también que el centauro aparece en Las metamorfosis de Ovidio y
es un personaje mediador que permite el tránsito entre los distintos círculos del Infierno en
La divina comedia:
10
Infierno xii 91-96. El diálogo entre Virgilio y Quirón, el maestro de Aquiles, se da precisamente cuando se
está por llegar al río de sangre donde expían sus crímenes los tiranos.
10
Hay otro precedente fundamental, que es el modernista. En efecto, en el “Coloquio
de los centauros” de Darío (1896) aparecen estos seres que permiten aludir a la dualidad, al
carácter proteico, a la visión del universo como espacio de ambigüedades (ligados a su vez
con el horror modernista por las categorías fijas y los encasillamientos), con el encuentro
De este modo el propio texto de Reyes traza y se inscribe una interesante genealogía
con el mundo clásico en el momento mismo en que el mito se encuentra con la razón, en
enlace dinámico de los mundos, como pueden serlo las figuras del Ariel o el Fausto que él
mismo invoca en otro lugar. El centauro es “el intérprete del misterio de las cosas –que es el
de la totalidad secreta”. “El centauro” fue además título y tema de un poema que el
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Quiero agregar otro elemento. La alusión al centauro puede ser además homenaje
secreto a otro gran ensayista, admirado por Reyes, Aldous Huxley, quien en el prólogo a su
libro On the margin: notes and essays11 (muy posiblemente conocido por Reyes, en cuanto
fue un autor de lectura obligada y traducido en esos mismos años a nuestra lengua), había
observado que, pocos años después de Montaigne, esas figuras confeccionadas a partir de
tronco humano parece surgir naturalmente de los hombros de un caballo. Se trata de una
admirable de lo concreto particular, la chose vue, para expresar una verdad universal.
A ese respecto, es posible que la alusión al poeta filósofo que habla del “etcétera” se
refiera a un texto de e. e. cummings, autor de My sweet old etcetera,12 pero que a su vez
aluda a un tema de época presente, por ejemplo, en autores como Paul Valéry: quien se
asoma en “El cementerio marino” a la feliz mezcla de la imaginación con el rigor lógico,
“entre el vacío y el devenir puro”. En efecto: la tensión entre ambas pulsiones en ese hijo
caprichoso de la época nos envía a una estructura de sentimientos, impulso y razón, que
aparece, por ejemplo, en poetas como Valéry, o que se reproduce en las definiciones al uso
que, como las de Picón Salas, insistirán en la relación entre imagen y concepto.
11
New York, Doran, 1923.
12
Así lo afirma también Beariz Colombi en “Alfonso Reyes y La antigua retórica. Una lectura en clave de
ensayo”, en Noé Jitrik, coord., El despliegue. De pasados y de futuros en la literatura latinoamericana,
Buenos Aires, NJ Editor, 2008, pp. 33-40.
12
La combinación de observaciones para su época muy actualizadas y de elementos
simbólicos no es casual: se reitera en toda la obra de Reyes este interés por conciliar lo
clásico-universal y el presente. Esta articulación es una constante en la obra del gran autor
mexicano.
De este modo, con un solo término, “centauro”, que actúa como “palabra suficiente”
(mot bastant) se enlazan distintos niveles, desde el ejercicio metafórico del ámbito artístico
literarias. Si se apela a la imagen del centauro después de haber presentado el tema del
ensayo, una vez planteada ésta se retorna, circularmente, al texto para iluminarlo y
enriquecer su sentido.
antigua. Deseo aquí abrir la puerta a otro tema de singular interés y que inscribe a Reyes en
una corriente una de cuyas cabezas más visibles es la de su amigo Karl Vossler, pero que se
enlaza con Aby Warburg y la noción de Pathosformeln (fórmulas emotivas) en las cuales
enfatizar que hay sustento verbal, apele al centauro, que es visual. Apelar a una figura
universal como la del centauro le permite ser fácilmente comprendido. Para Warburg, las
imágenes visuales podrían ser analizadas de manera semejante a como lo hace la gramática
Pero aún hay más: el centauro se constituye en símbolo del género más frecuentado
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letras y su sociedad y traduce su práctica como predominantemente adscrita al ámbito de
las letras y la cultura. El ensayo traduce un modo de relación entre el escritor y sus lectores
también un vínculo con los grandes ensayistas españoles, como Ortega y los filósofos del
exilio.
de élite, pero que no asustaban de ningún modo a un intelectual abierto e incluyente como
Reyes. Recordemos que tanto Pedro Henríquez Ureña como Alfonso Reyes habían
élite –esto es, para decirlo en la definición de Williams, como culminación del desarrollo
de un nuevo concepto de cultura y literatura a partir de las nociones que aporta la filosofía
este ángulo la literatura evidencia su cariz cultural y acentúa su vínculo con la historia
Además de haber sido uno de los más grandes ensayistas latinoamericanos de todos
los tiempos, Reyes contribuyó a repensar el ensayo a la luz de las demandas de los hombres
masivos.
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Reyes se había preocupado desde su juventud, precisamente cuando se integra como
entenderlo, por hacerlo inteligible, tal como queda hecho explícito en “Las nuevas artes”.
Reyes se preocupa también por hacer del ensayo el instrumento y el lugar simbólico de
despliegue de la inteligencia americana. Avizora así el potencial ético y estético del ensayo
El escritor mexicano, en su propia práctica como ensayista, hizo del género la gran
herramienta para expandir entre muchos la cultura de pocos y resolver así uno de los
llegar a más amplias capas de la población, cómo vincular lo particular con lo universal,
cómo expandir los saberes sin empobrecerlos: cómo encontrar un estilo que acompañe los
tiempos del México posrevolucionario. Reyes fue sin duda el intelectual orgánico capaz de
centros de altos estudios (El Colegio de México), editoriales (el Fondo de Cultura
Económica), pensadas como puntos estratégicos para levantar una nueva armazón cultural.
Muchos de nuestros más grandes escritores nacieron en bibliotecas: Reyes, Borges, Paz. Y
nuestro autor en particular se dedicó así a una tarea prometeica por antonomasia: arrebatar a
la cultura de élite los saberes y competencias necesarios para hacerlos llegar a más amplias
capas de la sociedad y así construir una nueva cultura democrática dirigida a las mayorías.
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Además, quiso hacer una interpretación no tradicionalista de la tradición, apoderarse de los
saberes que ayudaron a apuntalar el orden porfiriano para abrirlos al nuevo orden
campo de experimentación donde nuestro autor, como Pedro Henríquez Ureña, se esforzará
por abrir los temas a la vez que ahondar en ellos, sin simplificar ni devaluar las discusiones,
para así poner en práctica otro de los desafíos que él mismo plantea: ampliar la cultura,
llevarla a capas cada vez más amplias de la población. Ello lo obligó a otra tarea: repensar
nuestra inteligencia.
Quiero por fin recordar que Reyes tenía no sólo sensibilidad por el mundo clásico y
el literario sino también por el presente, su presente, y los fenómenos que estaban
fortalecer nuestras grandes revistas culturales, y al igual que Virginia Woolf se preocupó
por que el ensayo llegara al lector común, a la generalidad de los cultos, ya que podía
He dejado para el final otro de los sentidos posibles del concepto de centauro de los
géneros: el ensayo es, ante todo –y lejos de una formación cosificada-- su propia dinámica,
su propio manifestarse como un estilo del pensar y del decir, como una forma inteligente de
enlazar mundos, como forma de intermediación. Aquí es necesario evocar ese magnífico
ensayo de Gabriel Zaid, “La carretilla alfonsina”, donde de manera aguda se nos muestra
que hay que aprender a leer en los ensayos de Reyes no sólo, o no tanto, los contenidos y
los temas tratados, sino sobre todo el acto mismo de pensar que hace de la prosa de Reyes
un exponente magistral de los alcances del género y sus audacias: no importan tanto los
temas sino la manera de pensarlos. Aunque los primeros cambien, caduquen y pierdan
muchas veces vigencia, la inteligencia una y múltiple de un gran ensayista hace de ellos
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sólo punto de despegue del prodigio de pensar e imaginar: no leemos tanto o solamente los
temas y el mundo de Reyes, sino sobre todo el estilo de pensar el mundo en Reyes.
sino sólo asombrar, por el modo en que las nuevas tecnologías ocupaban progresivamente
nuevos espacios sociales, y planeó abrir la cultura libresca de modo de expandirla sin
empobrecerla, e hizo del ensayo la mejor muestra de que ello es posible. Un ensayo
incluyente del lector, al que se trata como adulto y como conciudadano en la cultura. Hace
varios años en este mismo lugar afirmé que Reyes, gran héroe cultural, “arrebató” al mundo
de la élite los saberes que habría que expandir entre más amplias capas de la población para
siempre creyó.
rompecabezas: la serie de ensayos escritos por el gran director Sergei Eisenstein, que por
esos mismos años estaba ya circulando en nuestro medio, y que fue publicada años después
por Siglo XXI editores. Allí el gran cineasta soviético dice, por ejemplo, que “Pero en el
fundiendo el escenario con el público en una forma que evolucione, fue el motivo de esa
forma del cine”, donde dice por ejemplo que “En la naturaleza jamás veremos nada aislado,
sino que todo está conectado con algo más que está antes, al lado, por debajo y por encima”
13
Véase Sergei Eisenstein, “El principio cinematográfico y el ideograma” (1929), reproducido en La forma
del cine, México, Siglo XXI editores, 2006, p. 21.
14
Ibid., pp. 48-49.
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montaje, contribuyen a esa nueva intuición de la dinámica que forma parte de la estructura
llano se convierte en un problema ético que abarca y supera la mera cuestión política, y la
imperiosa necesidad de firmar un nuevo pacto entre los nuevos intelectuales —todavía
solos y aislados— y las mayorías se apoya en una solución estética, que en mucho
convierten en el santo y seña de los brillantes jóvenes ateneístas y arielistas, que luchan,
insisto, no contra la ciencia a secas, no contra la ciencia positiva, sino contra la ciencia
élite conservadora y excluyente. Es allí donde surge el gran proyecto de Reyes, capaz de
favor de una cultura “humanística” lo hermana con Pedro Henríquez Ureña. Como dice
Rafael Gutiérrez Girardot, “No cabe duda que el empeño de reinstaurar la ‘cultura de las
15
JO, p. 24.
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Liliana Weinberg
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